Camino del Olvido
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Re: Camino del Olvido
Gracias niña por el capi
monike- VBB PLATA
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Fecha de inscripción : 22/01/2009
Re: Camino del Olvido
gracias por el capi
nayelive- VBB PLATINO
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Fecha de inscripción : 07/01/2009
Re: Camino del Olvido
gracias por el capitulo
jai33sire- VBB PLATINO
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Localización : Mexico Distrito Federal
Fecha de inscripción : 23/05/2008
Re: Camino del Olvido
MUCHAS GRACIASSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSS
MYRIAM AUNQUE NO QUIERAS VOLVERAS A CAER EN
LOS ENCANTOS DE MI NIÑO TE VOLVERAS
A RENAMORAR DE ÈL
MYRIAM AUNQUE NO QUIERAS VOLVERAS A CAER EN
LOS ENCANTOS DE MI NIÑO TE VOLVERAS
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Eva_vbb- VBB DIAMANTE
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Edad : 39
Fecha de inscripción : 25/05/2008
Re: Camino del Olvido
Muchas gracias por los capis Dulce, andas muy cumplidora!!!!!!!!
Marianita- STAFF
- Cantidad de envíos : 2851
Edad : 38
Localización : Veracruz, Ver.
Fecha de inscripción : 25/05/2008
Re: Camino del Olvido
Me gusta como van las cosas! Espero que ese eric y becky no vallan a aruinar nadaaa
Chicana_415- VBB PLATINO
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Localización : San Francisco, CA
Fecha de inscripción : 24/05/2008
Re: Camino del Olvido
Capítulo 7
Myriam lo ayudó a salir del coche y a subir los escalones de la entrada de su casa. Al llegar a la puerta, añadió:
-A propósito, la niñera se llama...
-Lo recuerdo, la señora Clara. Y no tiene ni idea de que me he vuelto loco.
Myriam rió quedamente. Suponía que lo que Víctor acababa de decir no era tan gracioso; sin embargo, la forma en que lo había dicho...
Myriam abrió la puerta y dejó el bolso en la consola de la entrada.
-Ven, deja que te ayude a quitarte la chaqueta -cuando se la sacó, la colgó en el armario del recibidor y después se quitó la suya.
Pronto notó que Víctor seguía en la puerta, con actitud de invitado en una casa desconocida.
-Vamos, Víctor, entra.
Apoyándose en la muleta, Víctor entró en la casa al tiempo que examinaba la escalinata que conducía al piso superior.
-¿Estás segura de que vivimos en esta casa y no en el rancho camino abajo?
-Eres tú quien la eligió -respondió ella.
-No parece hacerte muy feliz.
Myriam lo condujo al cuarto de estar. Víctor plantó los pies en la alfombra persa y luego paseó la mirada por la habitación.
Justo en ese momento, Myriam oyó los pasos de la señora Clara; en cuestión de segundos, la niñera se reunió con ellos.
-Es un placer tenerlo en casa de nuevo, señor García. Tiene buen aspecto -dijo la señora Clara educadamente.
Víctor miró con curiosidad a la niñera y luego a su esposa.
-¿Me llama señor García? -preguntó a Myriam en voz baja.
Myriam le dio con el codo en las costillas.
-Gracias -contestó Víctor a la señora Clara.
-Ha debido de ser terrible para usted -comentó la niñera.
-Desde luego, no ha sido divertido -respondió Víctor-. Pero, si se mira el lado bueno, sobrevivir a un accidente de tren proporciona un gran tema de conversación, ¿no le parece?
Myriam rió por la equivocación.
-¿He dicho accidente de tren? -Víctor se dio una palmada en la frente-. De avión, de avión.
Aún sonriendo, Myriam se agachó para recoger un colador y una cuchara de servir.
-¿Le ha dado Victoria mucho trabajo? -preguntó Myriam, pensando en la culpable de que esos objetos estuvieran en el cuarto de estar. Últimamente, la actividad preferida de Victoria era vaciar los cajones de la cocina e ir esparciendo sus contenidos por toda la casa.
-No, nada. Ahora está durmiendo, pero supongo que no tardará mucho en despertarse. El monitor está en el mostrador de la cocina. ¿Quiere que me quede mientras ayuda al señor García a instalarse?
-No, no es necesario. A menos que quiera almorzar con nosotros.
-Oh, no -la mujer sacudió la cabeza-. Solo me quedaré si puedo ayudar en algo.
-Ya ayudado más que de sobra.
-En ese caso, si no necesitan nada más, me voy ya.
Myriam acompañó a la niñera a la puerta y después volvió al cuarto de estar.
-Parece simpática -dijo Víctor apartándose de la chimenea-. Aunque demasiado formal; al menos, conmigo.
Myriam encogió los hombros.
-Deja que te ponga el almuerzo antes de que se despierte Victoria.
-¿Te importa si me quedo aquí?
-No, claro que no, Víctor. No tienes que pedirme permiso para eso -Myriam fue apresuradamente a la cocina y metió una lasaña preparada en el horno.
Cuando volvió al cuarto de estar, encontró a Víctor delante del mueble de las bebidas. Estaba destapando botellas y oliéndolas.
-Tengo la sensación de que no bebo a menudo; pero, cuando lo hago, creo que es esto lo que bebo -Víctor alzó una botella de licor de café irlandés.
-¡Sí! -exclamó ella.
Una sonrisa de satisfacción iluminó el rostro de Víctor.
-Es como hacer el trabajo de un detective en busca de pruebas incriminatorias, el problema es que no sé dónde van a aparecer.
-¿Te apetece que te enseñe la casa o prefieres recorrerla tú solo a tu ritmo?
-Prefiero que me la enseñes.
Después de llevarlo al comedor y al jardín, Myriam condujo a Víctor a su estudio.
-Sospecho que, durante los próximos días, vas a pasar la mayor parte del tiempo aquí.
-¿Por qué?
-Porque... -«porque es donde te refugias siempre que estás en casa, donde puedes permanecer lejos de Victoria»-. Porque te gusta esta habitación. Pasas mucho tiempo trabajando aquí.
-Ah -Víctor asintió y se acercó a la ventana; al ver la pista de tenis, silbó de nuevo.
Tantas expresiones de sorpresa por parte de Víctor era algo que la tenía desconcertada. Había hecho que instalaran la pista de tenis sin parpadear.
Al salir del estudio, Víctor miró la escalera con expresión seria.
-Nuestra habitación... -murmuró él.
A Myriam se le aceleró el pulso.
-Una colcha azul y gris. Cristaleras que dan al lago -de repente, Víctor lanzó una queda carcajada-. Y también hay un jacuzzi.
-¡Sí, Víctor, has acertado en todo! El jacuzzi está en nuestro dormitorio -sin embargo, la realidad atemperó el entusiasmo de Myriam-. Yo... para evitarte subir y bajar las escaleras, te he preparado la habitación de invitados en el piso bajo.
Víctor pareció ligeramente desilusionado, y ella bajó los párpados. La verdad era que la habilidad de su marido para bajar y subir las escaleras no tenía nada que ver con el motivo por el que le había preparado la habitación del piso inferior.
-Está ahí, al otro lado del vestíbulo.
Myriam abrió una puerta que daba a una pequeña habitación que también hacía las veces de cuarto de costura.
-Ya te he bajado alguna ropa aquí.
Víctor entró en el cuarto y miró a su alrededor.
-Tienes razón, no puedo subir y bajar escaleras.
-Y tienes muchas contusiones. Durmiendo, podría darte un golpe sin querer -añadió ella.
-Gracias, Myriam. Te agradezco lo que estás haciendo por mí.
El sentimiento de culpa de Myriam aumentó.
La cocina, en la parte posterior de la casa, ocupaba casi diez metros de ancho e incluía una zona para desayunar y un pequeño cuarto de estar con chimenea. Una puerta doble de cristales se abría al porche, y dos más daban a un invernadero. El porche daba a una parte del jardín y, a lo lejos, a una valla de piedra que lo separaba del bosque.
Esa era la parte preferida de la casa para Myriam, y donde ella y su hija pasaban la mayor parte del tiempo.
-Es una cocina preciosa -dijo Víctor-. Aquí, le entran a uno ganas de cocinar.
Myriam arqueó las cejas, no podía creer lo que acababa de-oír.
Justo en ese momento, el monitor indicó que Victoria se estaba despertando.
-¿Es la niña? -preguntó Víctor. Myriam se puso tensa al instante.
-Sí -respondió Myriam, temerosa de la reacción de Víctor a su hija, preguntándose si sentiría su acostumbrada aversión hacia ella.
-Tengo que ir por ella, pero no tardaré mucho en volver. ¿Estás bien?
-Naturalmente.
-¿Seguro?
-¿Es que no vas a ir nunca por la niña? Va a empezar a llorar de un momento a otro.
Después de cambiarle los pañales a Victoria y de ponerle los zapatos, Myriam la llevó en brazos hasta el piso bajo. Víctor estaba en el porche mirando al bosque.
Cuando Myriam entró en la cocina, el corazón le palpitaba como si quisiera salirse de su pecho.
Lo que era una tontería, se recordó Myriam a sí misma. Víctor jamás haría daño a Victoria físicamente, ni si quiera lo había hecho emocionalmente, nunca le había gritado. Simplemente, mantenía las distancias. Myriam dio un beso en la mejilla a su hija.
-Pase lo que pase, siempre te querré -susurró Myriam. Después, haciendo acopio de todo su valor, dio unos golpes en el cristal de la puerta que daba al porche.
Víctor se volvió y Victoria, al ver a su padre, gritó:
-¡Paaa... paaa!
Irónicamente, la palabra «papá», fue la primera palabra que Victoria había pronunciado.
Víctor se pasó una mano por el cabello y parpadeó.
Myriam se preguntó qué significado tendría ese gesto nervioso. ¿Había recordado? Myriam contuvo la respiración. Pero, cuando Víctor entró en la cocina, no fue ni desilusión ni irritación lo que Myriam vio en su expresión.
-Es preciosa -dijo él con reverencia-. Es absolutamente preciosa.
Myriam pasó el resto del día esperando que, en cualquier momento, el buen humor de Víctor desapareciese. No ocurrió así.
Myriam lo ayudó a salir del coche y a subir los escalones de la entrada de su casa. Al llegar a la puerta, añadió:
-A propósito, la niñera se llama...
-Lo recuerdo, la señora Clara. Y no tiene ni idea de que me he vuelto loco.
Myriam rió quedamente. Suponía que lo que Víctor acababa de decir no era tan gracioso; sin embargo, la forma en que lo había dicho...
Myriam abrió la puerta y dejó el bolso en la consola de la entrada.
-Ven, deja que te ayude a quitarte la chaqueta -cuando se la sacó, la colgó en el armario del recibidor y después se quitó la suya.
Pronto notó que Víctor seguía en la puerta, con actitud de invitado en una casa desconocida.
-Vamos, Víctor, entra.
Apoyándose en la muleta, Víctor entró en la casa al tiempo que examinaba la escalinata que conducía al piso superior.
-¿Estás segura de que vivimos en esta casa y no en el rancho camino abajo?
-Eres tú quien la eligió -respondió ella.
-No parece hacerte muy feliz.
Myriam lo condujo al cuarto de estar. Víctor plantó los pies en la alfombra persa y luego paseó la mirada por la habitación.
Justo en ese momento, Myriam oyó los pasos de la señora Clara; en cuestión de segundos, la niñera se reunió con ellos.
-Es un placer tenerlo en casa de nuevo, señor García. Tiene buen aspecto -dijo la señora Clara educadamente.
Víctor miró con curiosidad a la niñera y luego a su esposa.
-¿Me llama señor García? -preguntó a Myriam en voz baja.
Myriam le dio con el codo en las costillas.
-Gracias -contestó Víctor a la señora Clara.
-Ha debido de ser terrible para usted -comentó la niñera.
-Desde luego, no ha sido divertido -respondió Víctor-. Pero, si se mira el lado bueno, sobrevivir a un accidente de tren proporciona un gran tema de conversación, ¿no le parece?
Myriam rió por la equivocación.
-¿He dicho accidente de tren? -Víctor se dio una palmada en la frente-. De avión, de avión.
Aún sonriendo, Myriam se agachó para recoger un colador y una cuchara de servir.
-¿Le ha dado Victoria mucho trabajo? -preguntó Myriam, pensando en la culpable de que esos objetos estuvieran en el cuarto de estar. Últimamente, la actividad preferida de Victoria era vaciar los cajones de la cocina e ir esparciendo sus contenidos por toda la casa.
-No, nada. Ahora está durmiendo, pero supongo que no tardará mucho en despertarse. El monitor está en el mostrador de la cocina. ¿Quiere que me quede mientras ayuda al señor García a instalarse?
-No, no es necesario. A menos que quiera almorzar con nosotros.
-Oh, no -la mujer sacudió la cabeza-. Solo me quedaré si puedo ayudar en algo.
-Ya ayudado más que de sobra.
-En ese caso, si no necesitan nada más, me voy ya.
Myriam acompañó a la niñera a la puerta y después volvió al cuarto de estar.
-Parece simpática -dijo Víctor apartándose de la chimenea-. Aunque demasiado formal; al menos, conmigo.
Myriam encogió los hombros.
-Deja que te ponga el almuerzo antes de que se despierte Victoria.
-¿Te importa si me quedo aquí?
-No, claro que no, Víctor. No tienes que pedirme permiso para eso -Myriam fue apresuradamente a la cocina y metió una lasaña preparada en el horno.
Cuando volvió al cuarto de estar, encontró a Víctor delante del mueble de las bebidas. Estaba destapando botellas y oliéndolas.
-Tengo la sensación de que no bebo a menudo; pero, cuando lo hago, creo que es esto lo que bebo -Víctor alzó una botella de licor de café irlandés.
-¡Sí! -exclamó ella.
Una sonrisa de satisfacción iluminó el rostro de Víctor.
-Es como hacer el trabajo de un detective en busca de pruebas incriminatorias, el problema es que no sé dónde van a aparecer.
-¿Te apetece que te enseñe la casa o prefieres recorrerla tú solo a tu ritmo?
-Prefiero que me la enseñes.
Después de llevarlo al comedor y al jardín, Myriam condujo a Víctor a su estudio.
-Sospecho que, durante los próximos días, vas a pasar la mayor parte del tiempo aquí.
-¿Por qué?
-Porque... -«porque es donde te refugias siempre que estás en casa, donde puedes permanecer lejos de Victoria»-. Porque te gusta esta habitación. Pasas mucho tiempo trabajando aquí.
-Ah -Víctor asintió y se acercó a la ventana; al ver la pista de tenis, silbó de nuevo.
Tantas expresiones de sorpresa por parte de Víctor era algo que la tenía desconcertada. Había hecho que instalaran la pista de tenis sin parpadear.
Al salir del estudio, Víctor miró la escalera con expresión seria.
-Nuestra habitación... -murmuró él.
A Myriam se le aceleró el pulso.
-Una colcha azul y gris. Cristaleras que dan al lago -de repente, Víctor lanzó una queda carcajada-. Y también hay un jacuzzi.
-¡Sí, Víctor, has acertado en todo! El jacuzzi está en nuestro dormitorio -sin embargo, la realidad atemperó el entusiasmo de Myriam-. Yo... para evitarte subir y bajar las escaleras, te he preparado la habitación de invitados en el piso bajo.
Víctor pareció ligeramente desilusionado, y ella bajó los párpados. La verdad era que la habilidad de su marido para bajar y subir las escaleras no tenía nada que ver con el motivo por el que le había preparado la habitación del piso inferior.
-Está ahí, al otro lado del vestíbulo.
Myriam abrió una puerta que daba a una pequeña habitación que también hacía las veces de cuarto de costura.
-Ya te he bajado alguna ropa aquí.
Víctor entró en el cuarto y miró a su alrededor.
-Tienes razón, no puedo subir y bajar escaleras.
-Y tienes muchas contusiones. Durmiendo, podría darte un golpe sin querer -añadió ella.
-Gracias, Myriam. Te agradezco lo que estás haciendo por mí.
El sentimiento de culpa de Myriam aumentó.
La cocina, en la parte posterior de la casa, ocupaba casi diez metros de ancho e incluía una zona para desayunar y un pequeño cuarto de estar con chimenea. Una puerta doble de cristales se abría al porche, y dos más daban a un invernadero. El porche daba a una parte del jardín y, a lo lejos, a una valla de piedra que lo separaba del bosque.
Esa era la parte preferida de la casa para Myriam, y donde ella y su hija pasaban la mayor parte del tiempo.
-Es una cocina preciosa -dijo Víctor-. Aquí, le entran a uno ganas de cocinar.
Myriam arqueó las cejas, no podía creer lo que acababa de-oír.
Justo en ese momento, el monitor indicó que Victoria se estaba despertando.
-¿Es la niña? -preguntó Víctor. Myriam se puso tensa al instante.
-Sí -respondió Myriam, temerosa de la reacción de Víctor a su hija, preguntándose si sentiría su acostumbrada aversión hacia ella.
-Tengo que ir por ella, pero no tardaré mucho en volver. ¿Estás bien?
-Naturalmente.
-¿Seguro?
-¿Es que no vas a ir nunca por la niña? Va a empezar a llorar de un momento a otro.
Después de cambiarle los pañales a Victoria y de ponerle los zapatos, Myriam la llevó en brazos hasta el piso bajo. Víctor estaba en el porche mirando al bosque.
Cuando Myriam entró en la cocina, el corazón le palpitaba como si quisiera salirse de su pecho.
Lo que era una tontería, se recordó Myriam a sí misma. Víctor jamás haría daño a Victoria físicamente, ni si quiera lo había hecho emocionalmente, nunca le había gritado. Simplemente, mantenía las distancias. Myriam dio un beso en la mejilla a su hija.
-Pase lo que pase, siempre te querré -susurró Myriam. Después, haciendo acopio de todo su valor, dio unos golpes en el cristal de la puerta que daba al porche.
Víctor se volvió y Victoria, al ver a su padre, gritó:
-¡Paaa... paaa!
Irónicamente, la palabra «papá», fue la primera palabra que Victoria había pronunciado.
Víctor se pasó una mano por el cabello y parpadeó.
Myriam se preguntó qué significado tendría ese gesto nervioso. ¿Había recordado? Myriam contuvo la respiración. Pero, cuando Víctor entró en la cocina, no fue ni desilusión ni irritación lo que Myriam vio en su expresión.
-Es preciosa -dijo él con reverencia-. Es absolutamente preciosa.
Myriam pasó el resto del día esperando que, en cualquier momento, el buen humor de Víctor desapareciese. No ocurrió así.
dulce_myrifan- VBB PLATINO
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Fecha de inscripción : 23/05/2008
Re: Camino del Olvido
Gracias niña por el capi
monike- VBB PLATA
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Re: Camino del Olvido
gracias por el cap Dulce!!:. la nove meee gustaaa
Carmen- VBB PLATINO
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Re: Camino del Olvido
Creo que el accidente va a auydar a que el verdadero Victor salga a la luz
Chicana_415- VBB PLATINO
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Re: Camino del Olvido
GRACIASSSSSSSSSSS X EL CAP...
OPINO LO MISMO EL ACCIDENTE VA A YUDAR A VICTOR A QUE
SALGAN A FLOTE SUS SENTIMIENTOS Y SEA MAS AFECTOSO Y DEMOSTRATIVO
DE SUS SENTIMIENTOAS HACIA SU FAMILIA
OPINO LO MISMO EL ACCIDENTE VA A YUDAR A VICTOR A QUE
SALGAN A FLOTE SUS SENTIMIENTOS Y SEA MAS AFECTOSO Y DEMOSTRATIVO
DE SUS SENTIMIENTOAS HACIA SU FAMILIA
Eva_vbb- VBB DIAMANTE
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Re: Camino del Olvido
gracias por el capitulo y siguele por faaaa
jai33sire- VBB PLATINO
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Re: Camino del Olvido
Gracias por el capi Dulce, esperamos el próximo!!!!
Marianita- STAFF
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Re: Camino del Olvido
Dulce
siguele plis andales como la dejas ahiiiiiiiiii, siguele andalessssssssss, mmm creo que esto del accidente traera cosas muy buenassssssssssssss
saludos
Geno
siguele plis andales como la dejas ahiiiiiiiiii, siguele andalessssssssss, mmm creo que esto del accidente traera cosas muy buenassssssssssssss
saludos
Geno
Geno- STAFF
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Re: Camino del Olvido
Capítulo 7
Ala mañana siguiente, cuando Myriam se despertó, le extrañó el silencio. Alzó la cabeza y miró a su alrededor. Los rayos del sol que se filtraban por la persiana parecían demasiado brillantes. Se incorporó en la cama hasta sentarse y se echó el cabello hacia atrás.
De repente, se dio cuenta de lo que había de extraño en ese silencio. Saltó de la cama y cruzó el pasillo corriendo. Sí, la cuna de Victoria estaba vacía. A Myriam se le encogió el corazón, la imaginación le estaba jugando una mala pasada. ¿Dónde estaba su hija? ¿Qué le había ocurrido?
Entonces oyó un inesperado sonido procedente del piso bajo, el sonido de una conversación distante. Poco a poco, como en un sueño, recordó que Víctor estaba en casa. Aguzando el oído, reconoció la voz grave de su marido mezclada con gritos y risas de Victoria.
-¿Qué demonios es eso? -dijo Myriam en voz baja.
No se molestó en volver a su habitación para ponerse una bata, la curiosidad la llevó inmediatamente a la cocina, y la escena que la recibió la dejó aún más sorprendida de lo que ya estaba.
-Víctor, ¿qué estás haciendo?
Victoria estaba sentada en el regazo de su padre, delante de la mesa.
-Me parece que un zafarrancho -respondió él riendo mientras limpiaba cereales pegados a la mejilla de la niña con una cuchara.
Myriam se acercó, parpadeando.
-Eso ya lo veo. Pero... ¿por qué?
Víctor metió la cuchara en un tarro de mermelada de durazno y luego apuntó en dirección a la boca de Victoria. Nunca le había dado de comer a su hija; sin embargo, parecía saber lo que se hacía. Extraño. Quizá hubiera observado con más detenimiento de lo que Myriam había supuesto.
-Me he levantado temprano -declaró Víctor como si eso lo explicara todo.
También se había duchado y se había vestido, notó Myriam.
-Pero con el tobillo...
-Lo tengo mucho mejor. De todos modos, no creo que me apetezca subir y bajar esas escaleras hoy otra vez.
-Con una has debido de tener bastante.
Víctor encogió un hombro.
-0í a Victoria arriba y, como debías de estar muy cansada después del día de ayer, pensé que era mejor dejarte dormir.
De repente, Myriam fue consciente de que Víctor estaba paseando su mirada por el cuerpo, desde sus cabellos despeinados hasta los pies. Aunque la seda del camisón no era transparente, se le ajustaba al cuerpo de una forma que la hizo sentirse vulnerable y casi desnuda. Rápidamente, Myriam se sentó y cruzó los brazos a la altura del pecho a modo de escudo.
-¿Cómo has conseguido bajar las escaleras con ella en brazos?
-A mi brazo izquierdo no le pasa nada.
Myriam seguía confusa. Contuvo las emociones que la asaltaron y que no comprendía.
-No deberías haberlo hecho. El tobillo podría haber cedido y te habrías caído con ella.
-Lo pensé. Por eso es por lo que he bajado sentado -Víctor sonrió traviesamente-. A Victoria le ha encantado.
Victoria miró a su padre y le dedicó una de sus mejores sonrisas.
-Papá está un poco torpe, ¿verdad? -dijo Víctor besando sonoramente las mejillas de su hija.
Victoria rió y se revolvió.
Myriam los miró boquiabierta. ¿Cuántas veces había soñado con verlos así? ¿Cuántas veces había esperado que Víctor reconociera el tesoro que tenían con su hija? ¿Por qué estaba ocurriendo ahora, cuando ya era demasiado tarde?
-De todos modos, habría preferido que me hubieras llamado -insistió Myriam-. Y, por favor, no vuelvas a hacerlo. Victoria es difícil de manejar ahora que ya ha empezado a andar. No te das cuenta de lo activa que es, y lo rápida.
-Claro que me doy cuenta.
-No, no es verdad -dijo Myriam con intensidad.
Una sombra cruzó la expresión de Víctor.
-¿Has desayunado ya? -le preguntó Myriam.
-No, todavía no.
-Bueno, Victoria parece haber acabado ya. Yo me encargaré de ella.
-No te preocupes, estoy bien.
-Víctor, yo lo haré.
Myriam se levantó e hizo un intento por quitarle a Victoria de los brazos, pero Víctor sujetó a su hija con más fuerza.
-Tengo que vestirla y cambiarle el pañal. Tú no se lo has podido cambiar, ¿verdad?
Víctor bajó la cabeza y la sacudió.
-En ese caso, dámela.
Myriam subió las escaleras con Victoria en los brazos, tratando de no pensar en la expresión de desilusión que había visto en el rostro de Víctor al quitarle a su hija.
Mientras cambiaba el pañal de la niña, admitió con desgana que estaba enfadada. Víctor no tenía derecho a comportarse como un padre y un esposo ejemplar. No era justo.
No era un comportamiento típico de él. Myriam no tenía idea de por qué actuaba así, pero estaba segura de que se le pasaría. Respaldada por esa seguridad, se sintió burlada.
Además, ¿qué le pasaría a Victoria? ¿Qué le ocurriría a la niña si se apegara a su padre para luego ser despreciada de nuevo cuando él recuperase la memoria?
Myriam no quería que su hija sufriera. Aunque Victoria era aún muy pequeña, si Víctor continuaba ejerciendo el papel de padre con ella, Victoria lo echaría de menos y se sentiría confusa cuando él desapareciera de su vida.
Myriam le puso a la niña un trajecito de color rosa que acentuaba sus ojos miel y sus cabellos. Después, la abrazó.
Su mundo entero giraba en torno a esa pequeña criatura y estaba dispuesta a protegerla de Víctor.
Cuando Myriam salió de la casa, Víctor estaba en su estudio examinando las estanterías.
-Buscando huellas -murmuró él a modo de despedida.
Después de hacer unas compras, Myriam fue, por último, al invernadero. Después de comprar unos pensamientos y con Victoria casi dormida, se encaminó de vuelta a su casa.
Al llegar, se sentía mucho mejor. El enfado con Víctor había disminuido considerablemente, se había transformado simplemente en una decisión racional de mantener las distancias emocionalmente.
Estaba entrando por la puerta de la cocina con Victoria en un brazo y las bolsas en el otro cuando sonó el teléfono.
-Yo contestaré -gritó ella, que no sabía dónde estaba Víctor.
Era Eric, que llamaba para preguntar si Myriam podía quedarse con Brad aquella tarde, ya que el niño solo tenía colegio ese día hasta el mediodía.
-Siento no haberte avisado con tiempo, Myriam. Si tienes otros planes, cancelaré las citas que tengo esta tarde.
Pero Myriam le aseguró que iba a estar en casa y que no le importaba en absoluto quedarse al cuidado del niño.
Cuando colgó, Victoria estaba lloriqueando y frotándose los ojos de sueño.
-Alguien tiene ganas de dormir un rato -le susurró Myriam a su hija, sujetándola con una de sus caderas mientras metía el biberón en el microondas.
De camino a las escaleras, Myriam lanzó una mirada al estudio de Víctor. El seguía allí, sentado delante del ordenador. Parecía absorto y no muy contento. A pesar de sus sentimientos de antipatía hacia él por la mañana, la impresionó ver lo mucho que Víctor se estaba esforzando por recuperar su vida.
Myriam sintió una súbita culpa por no haberle confesado la verdad, por no haberle dicho que estaban a punto de separarse y que, según fuera recuperando la memoria, más y más se distanciarían ellos dos.
-Hola, Myriam -Víctor levantó la cabeza y su expresión se suavizó.
Myriam se ordenó a sí misma ignorar esa cariñosa expresión, ese no era realmente Víctor.
-Hola, Garbancito -le dijo Víctor a Victoria.
A pesar de lo cansada que estaba, Victoria levantó la cabeza por encima del hombro de su madre y lanzó a su padre una sonrisa.
-Voy a acostarla para que duerma un rato.
-Está bien. Vuelve cuando se haya quedado dormida. Estoy deseando contarte lo que ha pasado mientras estabas fuera.
Myriam se puso tensa. ¿Habría recordado Víctor algo?
-Enseguida bajo.
Tan pronto como la niña se durmió, Myriam se reunió con Víctor en su estudio.
-¿Qué ha pasado?
Víctor se volvió en su sillón giratorio hacia ella. Myriam temió que fuera a decirle que había recuperado la memoria.
-Esto -Víctor señaló a la pantalla del monitor-. Sé qué hacer en el ordenador.
-Oh -dijo ella, inexplicablemente aliviada.
-Antes de darme cuenta de lo que hacía, estaba trabajando con un programa. Sabía cómo hacerlo.
Myriam se sentó en el borde de la mesa de despacho.
-Es extraño.
-¿Verdad? De todos modos, el doctor Grogan me dijo que me pasaría esto. He pensado que, quizá, ir a la oficina me ayudaría a recordar.
-¿A ABX?
-Sí.
-Mmmmm. Podría ser un problema, ten en cuenta que no te acuerdas de tus compañeros de trabajo.
-¿Y si tú me ayudaras a disimular?
-Tengo una idea mejor -repuso Myriam-. ¿Por qué no vamos cuando no haya nadie, fuera de las horas de trabajo? No, mejor aún, podríamos ir en domingo.
-¿Puedo hacer eso?
-Naturalmente. Tienes la llave y, además, los vigilantes te conocen.
-Estupendo. Hagámoslo.
Los sonrientes ojos de Víctor se clavaron en ella. Fue una mirada que, al principio, comunicó placer por el plan que habían diseñado, pero que, poco a poco, se intensificó, convirtiéndose en mucho más. El ambiente entre ambos se tomó ardiente.
Por fin, casi incapaz de respirar, Myriam volvió a mirar a la pantalla.
-Dime, ¿has encontrado algo de utilidad en el ordenador?
-Sí -respondió Víctor, cambiando de posición-, muchas cosas. Por ejemplo, he abierto un archivo llamado «Calendario» y, en él, he encontrado mi rutina diaria: listas de citas, comidas de negocios, viajes a otras ciudades...
Víctor se interrumpió, miró a Myriam y añadió:
-Muchos viajes. Parece que soy un tipo muy ocupado.
Myriam parpadeó y volvió la cabeza, pero no dijo nada.
-Este calendario se refiere a actividades laborales, pero no hay nada en él referente a mi vida personal -Víctor lanzó una carcajada-. Tengo también una vida personal, ¿verdad?
Víctor sonreía, pero Myriam notó dudas en la expresión de sus ojos. ¿Había visto Víctor algo sobre sí mismo que no comprendía? ¿Le disgustaba?
-Eres un hombre con muchas responsabilidades -contestó ella evasivamente.
-Supongo que sí -frunciendo el ceño, Víctor plantó el codo en uno de los brazos del sillón y apoyó la barbilla en la mano, mirando a la pantalla.
-¿Has visto algo más de interés?
Víctor ignoró lo que le preocupaba.
-Sí. Mucha correspondencia relacionada con el trabajo, pero nada que me haya hecho recordar más cosas.
Con ligera frustración, Víctor se levantó del asiento.
-¿Te apetece comer algo mientras la niña está durmiendo? ¿Los dos solos? -Víctor guiñó un ojo a su esposa.
-Sí, claro. A propósito, ¿ha llamado alguien mientras estaba fuera?
-Sí. Esa era la otra cosa que te quería decir. Alguien llamado Greg Simmons, de ABX, ha llamado. -¿Greg Simmons? -Myriam se quedó inmóvil.
-Sí. ¿Lo conoces?
-Oh, Víctor. Es tu jefe. Es el jefe de todos. Es el presidente y director de la empresa.
Víctor hizo un gesto cómico, y Myriam tuvo que hacer un esfuerzo por recordarse a sí misma que, emocionalmente, debía mantener la distancia con él.
-¿Qué le has dicho?
-Nada incriminatorio... creo. Por suerte, no me ha preguntado nada relacionado con el trabajo, me preocupaba que lo hiciera. Quería saber cómo me sentía. Le he dicho que estaba todo dolorido y tomando calmantes. Suponía que eso podría servir como excusa para cualquier tontería que pudiera decir.
Reprimiendo otra sonrisa, Myriam dijo:
-Deberías haber dejado que el contestador automático se encargara de la llamada.
-Lo haré de ahora en adelante, te lo prometo. Esta llamada me ha recordado lo importante que es que me recupere. Por eso es por lo quiero ir a la empresa; con un poco de suerte, ayudará a acelerar el proceso de recuperar la memoria.
Ala mañana siguiente, cuando Myriam se despertó, le extrañó el silencio. Alzó la cabeza y miró a su alrededor. Los rayos del sol que se filtraban por la persiana parecían demasiado brillantes. Se incorporó en la cama hasta sentarse y se echó el cabello hacia atrás.
De repente, se dio cuenta de lo que había de extraño en ese silencio. Saltó de la cama y cruzó el pasillo corriendo. Sí, la cuna de Victoria estaba vacía. A Myriam se le encogió el corazón, la imaginación le estaba jugando una mala pasada. ¿Dónde estaba su hija? ¿Qué le había ocurrido?
Entonces oyó un inesperado sonido procedente del piso bajo, el sonido de una conversación distante. Poco a poco, como en un sueño, recordó que Víctor estaba en casa. Aguzando el oído, reconoció la voz grave de su marido mezclada con gritos y risas de Victoria.
-¿Qué demonios es eso? -dijo Myriam en voz baja.
No se molestó en volver a su habitación para ponerse una bata, la curiosidad la llevó inmediatamente a la cocina, y la escena que la recibió la dejó aún más sorprendida de lo que ya estaba.
-Víctor, ¿qué estás haciendo?
Victoria estaba sentada en el regazo de su padre, delante de la mesa.
-Me parece que un zafarrancho -respondió él riendo mientras limpiaba cereales pegados a la mejilla de la niña con una cuchara.
Myriam se acercó, parpadeando.
-Eso ya lo veo. Pero... ¿por qué?
Víctor metió la cuchara en un tarro de mermelada de durazno y luego apuntó en dirección a la boca de Victoria. Nunca le había dado de comer a su hija; sin embargo, parecía saber lo que se hacía. Extraño. Quizá hubiera observado con más detenimiento de lo que Myriam había supuesto.
-Me he levantado temprano -declaró Víctor como si eso lo explicara todo.
También se había duchado y se había vestido, notó Myriam.
-Pero con el tobillo...
-Lo tengo mucho mejor. De todos modos, no creo que me apetezca subir y bajar esas escaleras hoy otra vez.
-Con una has debido de tener bastante.
Víctor encogió un hombro.
-0í a Victoria arriba y, como debías de estar muy cansada después del día de ayer, pensé que era mejor dejarte dormir.
De repente, Myriam fue consciente de que Víctor estaba paseando su mirada por el cuerpo, desde sus cabellos despeinados hasta los pies. Aunque la seda del camisón no era transparente, se le ajustaba al cuerpo de una forma que la hizo sentirse vulnerable y casi desnuda. Rápidamente, Myriam se sentó y cruzó los brazos a la altura del pecho a modo de escudo.
-¿Cómo has conseguido bajar las escaleras con ella en brazos?
-A mi brazo izquierdo no le pasa nada.
Myriam seguía confusa. Contuvo las emociones que la asaltaron y que no comprendía.
-No deberías haberlo hecho. El tobillo podría haber cedido y te habrías caído con ella.
-Lo pensé. Por eso es por lo que he bajado sentado -Víctor sonrió traviesamente-. A Victoria le ha encantado.
Victoria miró a su padre y le dedicó una de sus mejores sonrisas.
-Papá está un poco torpe, ¿verdad? -dijo Víctor besando sonoramente las mejillas de su hija.
Victoria rió y se revolvió.
Myriam los miró boquiabierta. ¿Cuántas veces había soñado con verlos así? ¿Cuántas veces había esperado que Víctor reconociera el tesoro que tenían con su hija? ¿Por qué estaba ocurriendo ahora, cuando ya era demasiado tarde?
-De todos modos, habría preferido que me hubieras llamado -insistió Myriam-. Y, por favor, no vuelvas a hacerlo. Victoria es difícil de manejar ahora que ya ha empezado a andar. No te das cuenta de lo activa que es, y lo rápida.
-Claro que me doy cuenta.
-No, no es verdad -dijo Myriam con intensidad.
Una sombra cruzó la expresión de Víctor.
-¿Has desayunado ya? -le preguntó Myriam.
-No, todavía no.
-Bueno, Victoria parece haber acabado ya. Yo me encargaré de ella.
-No te preocupes, estoy bien.
-Víctor, yo lo haré.
Myriam se levantó e hizo un intento por quitarle a Victoria de los brazos, pero Víctor sujetó a su hija con más fuerza.
-Tengo que vestirla y cambiarle el pañal. Tú no se lo has podido cambiar, ¿verdad?
Víctor bajó la cabeza y la sacudió.
-En ese caso, dámela.
Myriam subió las escaleras con Victoria en los brazos, tratando de no pensar en la expresión de desilusión que había visto en el rostro de Víctor al quitarle a su hija.
Mientras cambiaba el pañal de la niña, admitió con desgana que estaba enfadada. Víctor no tenía derecho a comportarse como un padre y un esposo ejemplar. No era justo.
No era un comportamiento típico de él. Myriam no tenía idea de por qué actuaba así, pero estaba segura de que se le pasaría. Respaldada por esa seguridad, se sintió burlada.
Además, ¿qué le pasaría a Victoria? ¿Qué le ocurriría a la niña si se apegara a su padre para luego ser despreciada de nuevo cuando él recuperase la memoria?
Myriam no quería que su hija sufriera. Aunque Victoria era aún muy pequeña, si Víctor continuaba ejerciendo el papel de padre con ella, Victoria lo echaría de menos y se sentiría confusa cuando él desapareciera de su vida.
Myriam le puso a la niña un trajecito de color rosa que acentuaba sus ojos miel y sus cabellos. Después, la abrazó.
Su mundo entero giraba en torno a esa pequeña criatura y estaba dispuesta a protegerla de Víctor.
Cuando Myriam salió de la casa, Víctor estaba en su estudio examinando las estanterías.
-Buscando huellas -murmuró él a modo de despedida.
Después de hacer unas compras, Myriam fue, por último, al invernadero. Después de comprar unos pensamientos y con Victoria casi dormida, se encaminó de vuelta a su casa.
Al llegar, se sentía mucho mejor. El enfado con Víctor había disminuido considerablemente, se había transformado simplemente en una decisión racional de mantener las distancias emocionalmente.
Estaba entrando por la puerta de la cocina con Victoria en un brazo y las bolsas en el otro cuando sonó el teléfono.
-Yo contestaré -gritó ella, que no sabía dónde estaba Víctor.
Era Eric, que llamaba para preguntar si Myriam podía quedarse con Brad aquella tarde, ya que el niño solo tenía colegio ese día hasta el mediodía.
-Siento no haberte avisado con tiempo, Myriam. Si tienes otros planes, cancelaré las citas que tengo esta tarde.
Pero Myriam le aseguró que iba a estar en casa y que no le importaba en absoluto quedarse al cuidado del niño.
Cuando colgó, Victoria estaba lloriqueando y frotándose los ojos de sueño.
-Alguien tiene ganas de dormir un rato -le susurró Myriam a su hija, sujetándola con una de sus caderas mientras metía el biberón en el microondas.
De camino a las escaleras, Myriam lanzó una mirada al estudio de Víctor. El seguía allí, sentado delante del ordenador. Parecía absorto y no muy contento. A pesar de sus sentimientos de antipatía hacia él por la mañana, la impresionó ver lo mucho que Víctor se estaba esforzando por recuperar su vida.
Myriam sintió una súbita culpa por no haberle confesado la verdad, por no haberle dicho que estaban a punto de separarse y que, según fuera recuperando la memoria, más y más se distanciarían ellos dos.
-Hola, Myriam -Víctor levantó la cabeza y su expresión se suavizó.
Myriam se ordenó a sí misma ignorar esa cariñosa expresión, ese no era realmente Víctor.
-Hola, Garbancito -le dijo Víctor a Victoria.
A pesar de lo cansada que estaba, Victoria levantó la cabeza por encima del hombro de su madre y lanzó a su padre una sonrisa.
-Voy a acostarla para que duerma un rato.
-Está bien. Vuelve cuando se haya quedado dormida. Estoy deseando contarte lo que ha pasado mientras estabas fuera.
Myriam se puso tensa. ¿Habría recordado Víctor algo?
-Enseguida bajo.
Tan pronto como la niña se durmió, Myriam se reunió con Víctor en su estudio.
-¿Qué ha pasado?
Víctor se volvió en su sillón giratorio hacia ella. Myriam temió que fuera a decirle que había recuperado la memoria.
-Esto -Víctor señaló a la pantalla del monitor-. Sé qué hacer en el ordenador.
-Oh -dijo ella, inexplicablemente aliviada.
-Antes de darme cuenta de lo que hacía, estaba trabajando con un programa. Sabía cómo hacerlo.
Myriam se sentó en el borde de la mesa de despacho.
-Es extraño.
-¿Verdad? De todos modos, el doctor Grogan me dijo que me pasaría esto. He pensado que, quizá, ir a la oficina me ayudaría a recordar.
-¿A ABX?
-Sí.
-Mmmmm. Podría ser un problema, ten en cuenta que no te acuerdas de tus compañeros de trabajo.
-¿Y si tú me ayudaras a disimular?
-Tengo una idea mejor -repuso Myriam-. ¿Por qué no vamos cuando no haya nadie, fuera de las horas de trabajo? No, mejor aún, podríamos ir en domingo.
-¿Puedo hacer eso?
-Naturalmente. Tienes la llave y, además, los vigilantes te conocen.
-Estupendo. Hagámoslo.
Los sonrientes ojos de Víctor se clavaron en ella. Fue una mirada que, al principio, comunicó placer por el plan que habían diseñado, pero que, poco a poco, se intensificó, convirtiéndose en mucho más. El ambiente entre ambos se tomó ardiente.
Por fin, casi incapaz de respirar, Myriam volvió a mirar a la pantalla.
-Dime, ¿has encontrado algo de utilidad en el ordenador?
-Sí -respondió Víctor, cambiando de posición-, muchas cosas. Por ejemplo, he abierto un archivo llamado «Calendario» y, en él, he encontrado mi rutina diaria: listas de citas, comidas de negocios, viajes a otras ciudades...
Víctor se interrumpió, miró a Myriam y añadió:
-Muchos viajes. Parece que soy un tipo muy ocupado.
Myriam parpadeó y volvió la cabeza, pero no dijo nada.
-Este calendario se refiere a actividades laborales, pero no hay nada en él referente a mi vida personal -Víctor lanzó una carcajada-. Tengo también una vida personal, ¿verdad?
Víctor sonreía, pero Myriam notó dudas en la expresión de sus ojos. ¿Había visto Víctor algo sobre sí mismo que no comprendía? ¿Le disgustaba?
-Eres un hombre con muchas responsabilidades -contestó ella evasivamente.
-Supongo que sí -frunciendo el ceño, Víctor plantó el codo en uno de los brazos del sillón y apoyó la barbilla en la mano, mirando a la pantalla.
-¿Has visto algo más de interés?
Víctor ignoró lo que le preocupaba.
-Sí. Mucha correspondencia relacionada con el trabajo, pero nada que me haya hecho recordar más cosas.
Con ligera frustración, Víctor se levantó del asiento.
-¿Te apetece comer algo mientras la niña está durmiendo? ¿Los dos solos? -Víctor guiñó un ojo a su esposa.
-Sí, claro. A propósito, ¿ha llamado alguien mientras estaba fuera?
-Sí. Esa era la otra cosa que te quería decir. Alguien llamado Greg Simmons, de ABX, ha llamado. -¿Greg Simmons? -Myriam se quedó inmóvil.
-Sí. ¿Lo conoces?
-Oh, Víctor. Es tu jefe. Es el jefe de todos. Es el presidente y director de la empresa.
Víctor hizo un gesto cómico, y Myriam tuvo que hacer un esfuerzo por recordarse a sí misma que, emocionalmente, debía mantener la distancia con él.
-¿Qué le has dicho?
-Nada incriminatorio... creo. Por suerte, no me ha preguntado nada relacionado con el trabajo, me preocupaba que lo hiciera. Quería saber cómo me sentía. Le he dicho que estaba todo dolorido y tomando calmantes. Suponía que eso podría servir como excusa para cualquier tontería que pudiera decir.
Reprimiendo otra sonrisa, Myriam dijo:
-Deberías haber dejado que el contestador automático se encargara de la llamada.
-Lo haré de ahora en adelante, te lo prometo. Esta llamada me ha recordado lo importante que es que me recupere. Por eso es por lo quiero ir a la empresa; con un poco de suerte, ayudará a acelerar el proceso de recuperar la memoria.
dulce_myrifan- VBB PLATINO
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Re: Camino del Olvido
Ojalá que se recupere pronto!!!!!!! Gracias por el capi Dulce!!!!!!
Marianita- STAFF
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Re: Camino del Olvido
Esta buenisima la noivelaaaaaaa siguelee
Chicana_415- VBB PLATINO
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Re: Camino del Olvido
grax por el capi dulce..esperemos y k la recupere pronto pero k no cambie su lado amable...carinioso
Re: Camino del Olvido
Pues yo no estaría tan segura que sea algo bueno que recobre la memoria porque si lo hace se va alejar de myriam y de su hija, da mucho que pensar victor, siguele por faaa
jai33sire- VBB PLATINO
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Re: Camino del Olvido
MUCHAS GRACIAS X EL CAP....
PERO NO QUE NO VAYAN A LA OFICINA QUE SE TOME LAS COSAS CON CALMA
ENTRE MAS SE TARDE EN RECUPERAR LA MEMORIA MEJOR ASI PASA MAS
TIEMPO JUNTO A MYRIAM Y VICTORIA
PERO NO QUE NO VAYAN A LA OFICINA QUE SE TOME LAS COSAS CON CALMA
ENTRE MAS SE TARDE EN RECUPERAR LA MEMORIA MEJOR ASI PASA MAS
TIEMPO JUNTO A MYRIAM Y VICTORIA
Eva_vbb- VBB DIAMANTE
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Re: Camino del Olvido
Capítulo 8
Myriam y Víctor fueron a la cocina. Allí, él se sentó a la mesa y vio la bolsa con las compras de Myriam.
-¿Qué has comprado?
-Nada de particular -Myriam empezó a vaciar la bolsa: aspirinas, papel para envolver, tiritas, crema para la niña.
-Ah, también tienes unas fotos que te han revelado -Víctor la miró con expresión animada-. ¿Puedo verlas?
-Solo son fotos del... cumpleaños de Victoria.
A Víctor se le iluminó el rostro. A desgana, Myriam le dio el sobre con las fotos. Él lo abrió y empezó a mirarlas.
-Eh, no salgo en ninguna.
-Porque no estabas aquí.
-¿Por qué?
Myriam no pudo evitar sentir de nuevo enfado con su marido. Abrió un armario de la cocina, sacó un bote de atún y contuvo las palabras que amenazaban con escapársele de los labios: «porque no te importa nada tu hija».
-Estabas de viaje de negocios.
-Ah -Víctor volvió a ojear las fotos-. Me avergüenza preguntar esto, pero... ¿qué día fue el cumpleaños de Victoria?
«Sí, claro que debería darte vergüenza».
-El martes, hace una semana.
Myriam abrió el bote de atún y empezó a preparar dos sándwiches.
-Estaba en Detroit -dijo Víctor inesperadamente.
Myriam, sorprendida, lo miró.
-No, no recuerdo nada del viaje; pero, mentalmente, he visto la imagen de mi calendario.
-Oh.
Víctor alzó una de las fotos.
-¿Quiénes son estas personas?
-Amigos -respondió ella vagamente.
-Pero ¿quiénes? ¿Cómo se llaman?
Myriam no quería pensar en el cumpleaños de Victoria, le hacía recordar los problemas de su matrimonio.
-El doctor Grogan dijo que deberías recordar todo eso por ti mismo.
Myriam dejó los sándwiches encima de la mesa antes de llevar dos vasos y un cartón de zumo de manzana; después, se sentó con la espalda tensa.
Víctor la estaba observando con expresión penetrante. De repente, dijo:
-Ahora lo entiendo.
-¿Qué es lo que entiendes?
-Ya sé por qué estás enfadada conmigo.
Myriam enrojeció al instante.
-No estoy enfadada contigo.
-¿No? Algo te molesta y creo que ya sé qué es. Que no estuve en el cumpleaños de Victoria, ¿verdad? Fue su primer cumpleaños.
-No pudiste evitarlo -Myriam miró hacia la ventana, incapaz de mirar a Víctor.
-¿No pude?
-No. Y, por favor, olvídalo.
-¿Cómo voy a olvidarlo? Me siento fatal.
-Sobrevivimos sin ti -contestó Myriam sin poder contener más su amargura.
-¡Dios mío, aún no se te ha pasado el enfado! -Víctor agarró su sándwich torpemente con la mano izquierda-. Bueno, aunque ya es un poco tarde, lo siento.
La disculpa no ayudó en nada a Myriam, que mordió su sándwich sin ganas.
-Vamos, Myriam, por favor... No olvides que el que se perdió el cumpleaños fui yo. El primer cumpleaños de mi hija no va a volver a repetirse nunca.
Ella trató de calmarse.
-Lo siento. De verdad que no me pasa nada, ¿de acuerdo? Y ahora, ¿podríamos cambiar de tema?
-Por mí, no hay inconveniente.
Justo en ese momento, a Myriam le pareció oír el autobús del colegio. Volvió la cabeza y agrandó los ojos.
-Sí, ahí está el autobús del colegio -inmediatamente, se levantó.
Después de morder otro pedazo de su sándwich, Víctor preguntó:
-¿Tenemos otro hijo del que aún no me has dicho nada?
-Sí, se llama Brad -Myriam sonrió-. Es el hijo de un vecino. Algún día que otro, cuando su padre no puede dejar el trabajo a tiempo de recogerlo, yo lo cuido. Hoy, además, solo tiene colegio hasta el mediodía, por eso va a pasar con nosotros unas horas.
Antes de que Víctor pudiera añadir palabra, Myriam salió a la puerta a recibir al niño.
Tan pronto como Víctor vio a Brad, Myriam notó que lo reconoció por las fotos del cumpleaños. Myriam se preguntó si su marido sentía curiosidad por el hombre que aparecía junto a Brad en tantas fotografías.
Después del almuerzo, Víctor se fue a su habitación para descansar. Myriam, por su parte, sacó de los armarios los ingredientes para preparar galletas de chocolate, le puso un delantal a Brad y, durante una hora, hizo lo que pudo por no pensar en su marido.
-Hola -Myriam se hizo a un lado para que Eric pasara al vestíbulo de la casa-. Hemos oído el coche y Brad ha empezado a ponerse la chaqueta.
Myriam volvió el rostro y sonrió al niño de seis años que estaba esforzándose por subirse la cremallera. Victoria trataba de ayudarlo.
-Vamos, hijo -dijo Eric agachándose para ayudar a su hijo-. ¿Lo has pasado bien hoy con Myriam y con Victoria?
-Sí -respondió Brad-. Hemos hecho galletas de chocolate.
-¡Vaya, qué bien! Tienes suerte, ya me gustaría a mí haber comido alguna.
-Toma -Myriam agarró una tartera de plástico que había dejado encima de la mesa del vestíbulo-. Nos has dado pena.
Poniéndose en pie, Eric aceptó la tartera y sonrió.
-Gracias -entonces, se inclinó sobre ella y bajó la voz-. ¿Qué tal te va... con Víctor en casa?
-No muy mal, aguantando.
-¿Te ha causado problemas?
-No.
-¿Lo dices en serio?
Myriam se enfadó. ¿Acaso Eric quería que Víctor le causara problemas?
-Completamente en serio.
-Bueno, si necesitas algo...
De repente, Myriam notó la mirada de Eric en algún punto a sus espaldas. Volvió la cabeza y descubrió a Víctor observándolos desde la puerta de su estudio. Al darse cuenta de lo juntos que estaban, Myriam se apartó de Eric inmediatamente.
-Hola, Víctor -Eric alzó una mano acompañando el saludo-. ¿Cómo te encuentras?
Apoyándose en la muleta, Víctor comenzó a caminar hacia ellos. Pero Myriam notó que no sonreía.
-Bien, gracias.
-Estupendo. Ha debido de ser toda una experiencia.
-Una experiencia que no me gustaría repetir de momento.
-¿Cuándo piensas volver al trabajo? -preguntó Eric.
Myriam se quedó muy sorprendida cuando Víctor, de improviso, le puso la mano en la cintura.
-Aún no lo sé, pero no tengo prisa -contestó Víctor, acercando a Myriam hacia sí.
Eric miró a la mano de Víctor y después a los ojos de Myriam, endureciendo su expresión.
-¿Puedo ayudarte en algo mientras estás aquí?
¿Qué creía que podía hacer?, se preguntó Myriam. ¿Mover muebles? ¿Desafiar a Víctor a un duelo?
-No, gracias -respondió Víctor mientras se ponía a acariciar la espalda de su esposa-. De todos modos, gracias por la oferta.
Eric suspiró.
-Bien. Bueno, será mejor que Brad y yo nos vayamos ya a casa -Eric abrió la puerta-. Gracias por las galletas y por todo.
-Divorciado, ¿verdad? -preguntó Víctor tan pronto como Eric se hubo marchado.
-Sí -Myriam se apartó del posesivo brazo de su marido.
-Estupendo. Realmente estupendo -murmuró Víctor.
-¿De qué estás hablando?
-No lo sé -respondió Víctor con gran frustración-. No lo sé, y eso es lo peor.
-Víctor, si estás pensando lo que creo que estás pensando... -Myriam lanzó una nerviosa carcajada-. Te aseguro que no hay nada entre Eric y yo.
Víctor la miró fija y duramente.
-Quizá sea eso lo que tú pienses...
-Y lo que piensa Eric. Es solo un amigo.
-¿Hasta qué punto es un amigo, Myriam?
Myriam sintió que las mejillas se le encendían.
-Esta conversación no tiene sentido. Tengo cosas mejores que hacer.
Tras esas palabras, pasó por delante de Víctor camino de la cocina.
Aquella noche, después de que Victoria se hubiera dormido y Víctor se retirase a su habitación, Myriam salió al porche con una copa de vino en la mano y se sentó en un sillón.
Durante la cena, le había pedido disculpas a Víctor por su comentario respecto a que la conversación no había tenido sentido. No obstante, no había cambiado de opinión: no había nada entre Eric y ella.
Al día siguiente, Myriam estaba sacando ropa de la secadora cuando oyó el ruido del motor de su coche. Salió del cuarto de lavar y abrió la puerta del garaje, y fue cuando vio a Víctor sentado al volante del coche de ella.
Myriam se llevó las manos a las caderas, ladeó el rostro y arqueó las cejas. Al verla así, Víctor se echó a reír.
-Tu coche tiene el cambio de marchas automático -dijo Víctor sacando la cabeza por la ventanilla.
-¿Y? Víctor, tienes un brazo escayolado.
-¿Y?
-¡Víctor!
-¿Necesitas algo del pueblo? -su sonrisa era devastadora.
-No -respondió ella con firmeza-. Lo que necesito es que tú...
Pero antes de darle tiempo a pronunciar otra palabra, Víctor se puso en marcha.
Myriam se quedó viéndolo desaparecer con el alma encogida. No le preocupaba que pudiera tener un accidente; incluso con un brazo escayolado, Víctor conducía mejor que la mayoría de la gente que ella conocía. Lo que le preocupaba era que se perdiera.
Además, ¿qué ocurriría si se encontraba con algún conocido?
Lanzó una mirada al coche deportivo con idea de seguirlo, pero Victoria estaba durmiendo.
-¡Dios mío, Víctor García! -exclamó Myriam en voz alta, con exasperación-. ¡Me estás volviendo loca!
Myriam estaba doblando la ropa seca cuando oyó el coche de vuelta. Lanzó un suspiro de alivio. Al mismo tiempo, Victoria se despertó de su siesta y lanzó un gemido. Myriam corrió escaleras arriba.
-Hola, cariño, ¿has dormido bien? -dijo Myriam al entrar en el cuarto de su hija.
De pie en la cuna, Victoria alzó los brazos hacia su madre.
Myriam cambió el pañal de su hija y después, agarrando el oso de peluche preferido de Victoria, bajó con su hija a la cocina.
-¿Tienes hambre, mi vida? ¿Te apetece comer...? -se interrumpió al ver la mesa de la cocina-. ¿Qué demonios...?
Encima de la mesa, delante de la silla alta de Victoria, había un enorme pastel blanco de cumpleaños decorada con un oso. Al lado de la tarta había tres paquetes con coloridas envolturas, dos globos... y un sonriente y nervioso padre.
Myriam y Víctor fueron a la cocina. Allí, él se sentó a la mesa y vio la bolsa con las compras de Myriam.
-¿Qué has comprado?
-Nada de particular -Myriam empezó a vaciar la bolsa: aspirinas, papel para envolver, tiritas, crema para la niña.
-Ah, también tienes unas fotos que te han revelado -Víctor la miró con expresión animada-. ¿Puedo verlas?
-Solo son fotos del... cumpleaños de Victoria.
A Víctor se le iluminó el rostro. A desgana, Myriam le dio el sobre con las fotos. Él lo abrió y empezó a mirarlas.
-Eh, no salgo en ninguna.
-Porque no estabas aquí.
-¿Por qué?
Myriam no pudo evitar sentir de nuevo enfado con su marido. Abrió un armario de la cocina, sacó un bote de atún y contuvo las palabras que amenazaban con escapársele de los labios: «porque no te importa nada tu hija».
-Estabas de viaje de negocios.
-Ah -Víctor volvió a ojear las fotos-. Me avergüenza preguntar esto, pero... ¿qué día fue el cumpleaños de Victoria?
«Sí, claro que debería darte vergüenza».
-El martes, hace una semana.
Myriam abrió el bote de atún y empezó a preparar dos sándwiches.
-Estaba en Detroit -dijo Víctor inesperadamente.
Myriam, sorprendida, lo miró.
-No, no recuerdo nada del viaje; pero, mentalmente, he visto la imagen de mi calendario.
-Oh.
Víctor alzó una de las fotos.
-¿Quiénes son estas personas?
-Amigos -respondió ella vagamente.
-Pero ¿quiénes? ¿Cómo se llaman?
Myriam no quería pensar en el cumpleaños de Victoria, le hacía recordar los problemas de su matrimonio.
-El doctor Grogan dijo que deberías recordar todo eso por ti mismo.
Myriam dejó los sándwiches encima de la mesa antes de llevar dos vasos y un cartón de zumo de manzana; después, se sentó con la espalda tensa.
Víctor la estaba observando con expresión penetrante. De repente, dijo:
-Ahora lo entiendo.
-¿Qué es lo que entiendes?
-Ya sé por qué estás enfadada conmigo.
Myriam enrojeció al instante.
-No estoy enfadada contigo.
-¿No? Algo te molesta y creo que ya sé qué es. Que no estuve en el cumpleaños de Victoria, ¿verdad? Fue su primer cumpleaños.
-No pudiste evitarlo -Myriam miró hacia la ventana, incapaz de mirar a Víctor.
-¿No pude?
-No. Y, por favor, olvídalo.
-¿Cómo voy a olvidarlo? Me siento fatal.
-Sobrevivimos sin ti -contestó Myriam sin poder contener más su amargura.
-¡Dios mío, aún no se te ha pasado el enfado! -Víctor agarró su sándwich torpemente con la mano izquierda-. Bueno, aunque ya es un poco tarde, lo siento.
La disculpa no ayudó en nada a Myriam, que mordió su sándwich sin ganas.
-Vamos, Myriam, por favor... No olvides que el que se perdió el cumpleaños fui yo. El primer cumpleaños de mi hija no va a volver a repetirse nunca.
Ella trató de calmarse.
-Lo siento. De verdad que no me pasa nada, ¿de acuerdo? Y ahora, ¿podríamos cambiar de tema?
-Por mí, no hay inconveniente.
Justo en ese momento, a Myriam le pareció oír el autobús del colegio. Volvió la cabeza y agrandó los ojos.
-Sí, ahí está el autobús del colegio -inmediatamente, se levantó.
Después de morder otro pedazo de su sándwich, Víctor preguntó:
-¿Tenemos otro hijo del que aún no me has dicho nada?
-Sí, se llama Brad -Myriam sonrió-. Es el hijo de un vecino. Algún día que otro, cuando su padre no puede dejar el trabajo a tiempo de recogerlo, yo lo cuido. Hoy, además, solo tiene colegio hasta el mediodía, por eso va a pasar con nosotros unas horas.
Antes de que Víctor pudiera añadir palabra, Myriam salió a la puerta a recibir al niño.
Tan pronto como Víctor vio a Brad, Myriam notó que lo reconoció por las fotos del cumpleaños. Myriam se preguntó si su marido sentía curiosidad por el hombre que aparecía junto a Brad en tantas fotografías.
Después del almuerzo, Víctor se fue a su habitación para descansar. Myriam, por su parte, sacó de los armarios los ingredientes para preparar galletas de chocolate, le puso un delantal a Brad y, durante una hora, hizo lo que pudo por no pensar en su marido.
-Hola -Myriam se hizo a un lado para que Eric pasara al vestíbulo de la casa-. Hemos oído el coche y Brad ha empezado a ponerse la chaqueta.
Myriam volvió el rostro y sonrió al niño de seis años que estaba esforzándose por subirse la cremallera. Victoria trataba de ayudarlo.
-Vamos, hijo -dijo Eric agachándose para ayudar a su hijo-. ¿Lo has pasado bien hoy con Myriam y con Victoria?
-Sí -respondió Brad-. Hemos hecho galletas de chocolate.
-¡Vaya, qué bien! Tienes suerte, ya me gustaría a mí haber comido alguna.
-Toma -Myriam agarró una tartera de plástico que había dejado encima de la mesa del vestíbulo-. Nos has dado pena.
Poniéndose en pie, Eric aceptó la tartera y sonrió.
-Gracias -entonces, se inclinó sobre ella y bajó la voz-. ¿Qué tal te va... con Víctor en casa?
-No muy mal, aguantando.
-¿Te ha causado problemas?
-No.
-¿Lo dices en serio?
Myriam se enfadó. ¿Acaso Eric quería que Víctor le causara problemas?
-Completamente en serio.
-Bueno, si necesitas algo...
De repente, Myriam notó la mirada de Eric en algún punto a sus espaldas. Volvió la cabeza y descubrió a Víctor observándolos desde la puerta de su estudio. Al darse cuenta de lo juntos que estaban, Myriam se apartó de Eric inmediatamente.
-Hola, Víctor -Eric alzó una mano acompañando el saludo-. ¿Cómo te encuentras?
Apoyándose en la muleta, Víctor comenzó a caminar hacia ellos. Pero Myriam notó que no sonreía.
-Bien, gracias.
-Estupendo. Ha debido de ser toda una experiencia.
-Una experiencia que no me gustaría repetir de momento.
-¿Cuándo piensas volver al trabajo? -preguntó Eric.
Myriam se quedó muy sorprendida cuando Víctor, de improviso, le puso la mano en la cintura.
-Aún no lo sé, pero no tengo prisa -contestó Víctor, acercando a Myriam hacia sí.
Eric miró a la mano de Víctor y después a los ojos de Myriam, endureciendo su expresión.
-¿Puedo ayudarte en algo mientras estás aquí?
¿Qué creía que podía hacer?, se preguntó Myriam. ¿Mover muebles? ¿Desafiar a Víctor a un duelo?
-No, gracias -respondió Víctor mientras se ponía a acariciar la espalda de su esposa-. De todos modos, gracias por la oferta.
Eric suspiró.
-Bien. Bueno, será mejor que Brad y yo nos vayamos ya a casa -Eric abrió la puerta-. Gracias por las galletas y por todo.
-Divorciado, ¿verdad? -preguntó Víctor tan pronto como Eric se hubo marchado.
-Sí -Myriam se apartó del posesivo brazo de su marido.
-Estupendo. Realmente estupendo -murmuró Víctor.
-¿De qué estás hablando?
-No lo sé -respondió Víctor con gran frustración-. No lo sé, y eso es lo peor.
-Víctor, si estás pensando lo que creo que estás pensando... -Myriam lanzó una nerviosa carcajada-. Te aseguro que no hay nada entre Eric y yo.
Víctor la miró fija y duramente.
-Quizá sea eso lo que tú pienses...
-Y lo que piensa Eric. Es solo un amigo.
-¿Hasta qué punto es un amigo, Myriam?
Myriam sintió que las mejillas se le encendían.
-Esta conversación no tiene sentido. Tengo cosas mejores que hacer.
Tras esas palabras, pasó por delante de Víctor camino de la cocina.
Aquella noche, después de que Victoria se hubiera dormido y Víctor se retirase a su habitación, Myriam salió al porche con una copa de vino en la mano y se sentó en un sillón.
Durante la cena, le había pedido disculpas a Víctor por su comentario respecto a que la conversación no había tenido sentido. No obstante, no había cambiado de opinión: no había nada entre Eric y ella.
Al día siguiente, Myriam estaba sacando ropa de la secadora cuando oyó el ruido del motor de su coche. Salió del cuarto de lavar y abrió la puerta del garaje, y fue cuando vio a Víctor sentado al volante del coche de ella.
Myriam se llevó las manos a las caderas, ladeó el rostro y arqueó las cejas. Al verla así, Víctor se echó a reír.
-Tu coche tiene el cambio de marchas automático -dijo Víctor sacando la cabeza por la ventanilla.
-¿Y? Víctor, tienes un brazo escayolado.
-¿Y?
-¡Víctor!
-¿Necesitas algo del pueblo? -su sonrisa era devastadora.
-No -respondió ella con firmeza-. Lo que necesito es que tú...
Pero antes de darle tiempo a pronunciar otra palabra, Víctor se puso en marcha.
Myriam se quedó viéndolo desaparecer con el alma encogida. No le preocupaba que pudiera tener un accidente; incluso con un brazo escayolado, Víctor conducía mejor que la mayoría de la gente que ella conocía. Lo que le preocupaba era que se perdiera.
Además, ¿qué ocurriría si se encontraba con algún conocido?
Lanzó una mirada al coche deportivo con idea de seguirlo, pero Victoria estaba durmiendo.
-¡Dios mío, Víctor García! -exclamó Myriam en voz alta, con exasperación-. ¡Me estás volviendo loca!
Myriam estaba doblando la ropa seca cuando oyó el coche de vuelta. Lanzó un suspiro de alivio. Al mismo tiempo, Victoria se despertó de su siesta y lanzó un gemido. Myriam corrió escaleras arriba.
-Hola, cariño, ¿has dormido bien? -dijo Myriam al entrar en el cuarto de su hija.
De pie en la cuna, Victoria alzó los brazos hacia su madre.
Myriam cambió el pañal de su hija y después, agarrando el oso de peluche preferido de Victoria, bajó con su hija a la cocina.
-¿Tienes hambre, mi vida? ¿Te apetece comer...? -se interrumpió al ver la mesa de la cocina-. ¿Qué demonios...?
Encima de la mesa, delante de la silla alta de Victoria, había un enorme pastel blanco de cumpleaños decorada con un oso. Al lado de la tarta había tres paquetes con coloridas envolturas, dos globos... y un sonriente y nervioso padre.
dulce_myrifan- VBB PLATINO
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Re: Camino del Olvido
Hay ese tal Eric, ya me harto ehh, osea que hace metiendose donde no lo llaman ehhh?
Hay mi niñoooooooo, le va festejar otravez el cumple a vicky, siguele dulceeeeeee andales sigueleeeeeeeeeeeeee
saluditos
Geno
Hay mi niñoooooooo, le va festejar otravez el cumple a vicky, siguele dulceeeeeee andales sigueleeeeeeeeeeeeee
saluditos
Geno
Geno- STAFF
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Re: Camino del Olvido
Hayyyy que lindoooooo!!!!
Gracias por el cap siguelee por fis
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Chicana_415- VBB PLATINO
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Re: Camino del Olvido
haaaaaay k lindo vicco le va a festejar su cumplee...y este sera mejor k el pasadoo..y mugre eric k se me hace k kiere kedarse kn myris...defiende lo k es tuyo vicco grax dulce
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