Camino del Olvido
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Re: Camino del Olvido
AHIII DIOS SIGUELEEE !!! POR FAVOR SE VE BUENISIMA LA NOVELAAA
FannyQ- VBB DIAMANTE
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Fecha de inscripción : 24/05/2008
Re: Camino del Olvido
MUCHAS GRACIASSSSSSSSSSSSS DUL....
QUE LE PASARA A VICTOR??????? NO LA RECONOCERA
A MI SE ME HACE QUE PERDIO LA MEMORIA
QUE LE PASARA A VICTOR??????? NO LA RECONOCERA
A MI SE ME HACE QUE PERDIO LA MEMORIA
Eva_vbb- VBB DIAMANTE
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Fecha de inscripción : 25/05/2008
Re: Camino del Olvido
Oh oh que le pasoooooooooo a mi vicccooo hermosoooooo?!?!?!?!?!?! Espero que sea algo temporal, y espero que Becky sea una viejita de 80 años que necesita que victor la cuide o algo..... no valla a hacer una amanteeee
SIGUELEE PRONTOOO POR FAVORRR
SIGUELEE PRONTOOO POR FAVORRR
Chicana_415- VBB PLATINO
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Fecha de inscripción : 24/05/2008
Re: Camino del Olvido
muchas gracias por el capitulo pero siguele que todas morimos por saber quien es Becky
jai33sire- VBB PLATINO
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Localización : Mexico Distrito Federal
Fecha de inscripción : 23/05/2008
Re: Camino del Olvido
¿La perdió o no la perdió? Gracias por el capi Dulce, ya veremos quién es Becky!!!!!!!
Marianita- STAFF
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Localización : Veracruz, Ver.
Fecha de inscripción : 25/05/2008
Re: Camino del Olvido
Capítulo 4
Myriam volvió a su casa a tiempo para acostar a Victoria. Aquel ejercicio rutinario fue un bálsamo para sus nervios. Dio a su hija un baño, le puso el pijama, la metió en la cuna y le cantó una nana mientras la niña se dormía tomándose un biberón.
Por fin, apagó la luz y salió del dormitorio de su hija. En el pasillo, se vio tentada de ir directamente a su dormitorio para acostarse, pero no había comido nada en todo el día y necesitaba recuperar las fuerzas. Además, dudaba de poderse dormir, a pesar de que era lo que más quería. Deseaba borrar de su mente aquel doloroso día.
Bajó las escaleras sigilosamente y, en la cocina, calentó un bote de sopa de pollo con fideos. No tenía hambre, resultado de su angustia, y solo consiguió tomarse la mitad del bote.
Llamó a sus padres y les dio la noticia, añadiendo que no había motivos de preocupación, que Víctor solo había sufrido heridas leves. Myriam decidió no revelarles todavía que Víctor y ella habían decidido separarse la noche anterior. Ya habría tiempo para eso.
Su madre se ofreció para ir a ayudarla, pero Myriam la convenció de que no era necesario. Después de asegurar a sus padres que los mantendría al corriente del estado de Víctor, se despidió y cortó la comunicación.
Se puso una chaqueta, abrió la puerta exterior de la cocina y salió al porche posterior de la casa. Se dejó caer en un sillón e, inesperadamente, unas lágrimas asomaron a sus ojos. Los cerró, pero las lágrimas le resbalaron por las mejillas.
¡Qué día! Primero, la decisión de su divorcio; después, el accidente. ¡Qué día tan largo y miserable!
El sonido del teléfono la sacó de sus oscuros pensamientos. Secándose las mejillas, se levantó del sillón y entró apresuradamente en la cocina.
-¿Sí? -respondió Myriam forzándose para que la voz no le saliera nasal.
-Hola, Myriam. Acabo de enterarme.
-Hola, Eric -encendió la luz y se sentó en la silla que había delante de la mesa en la que estaba el teléfono.
-¿Cómo te encuentras? -le preguntó su vecino.
-Regular -respondió ella mientras se quitaba la chaqueta.
-Cuéntame cómo ha sido.
Y eso fue lo que ella hizo. Durante los siguientes diez minutos, Myriam se desahogó. Como de costumbre, Eric escuchó atentamente, murmurando con comprensión ocasionalmente.
Myriam había conocido a Eric hacía un año, las primeras semanas después del nacimiento de Victoria en las que sacaba a su hija a pasear. Eric era un agente inmobiliario, apasionado por la jardinería, divorciado, y con la custodia de su hijo de seis años.
La jardinería fue lo primero que les acercó, lo segundo fueron los niños. Como el horario de trabajo de Eric era muy errático, Myriam comenzó a cuidar, de vez en cuando, a su hijo a la salida del colegio.
-Me alegro de que no le haya pasado nada grave a Víctor -dijo Eric cuando Myriam acabó de relatarle las circunstancias y resultados del accidente-. No todos han tenido la misma suerte que él. ¿Has visto las noticias de televisión?
-No, no he tenido tiempo.
-Uno de los pasajeros ha fallecido de un infarto de camino al hospital. Otros están en la unidad de cuidados intensivos, su estado es crítico.
-No sabía que hubiera sido tan grave.
-¿Quieres que vaya a hacerte compañía un rato? Brad ya está en la cama y podría conseguir una niñera.
-No, no te preocupes. La verdad es que estoy bastante cansada y creo que me voy a acostar muy pronto.
-De acuerdo. Pero si cambiases de idea...
Se hizo un breve silencio. En un tono de voz más confidencial, Eric preguntó:.
-¿Hablaste con Víctor?
-Sí.
-¿Y?
Myriam miró la pequeña fotografía enmarcada que descansaba encima del escritorio: Víctor y ella durante su viaje de luna de miel. Estaban sentados delante de una cascada, abrazados. Durante unos momentos, recordó la felicidad compartida de aquel tiempo; no con la mente, sino con el corazón.
Al instante siguiente, un profundo sentimiento de culpa la embargó. Sentía como si hubiera traicionado a Víctor al hablar de sus asuntos privados con Eric.
Sacudió mentalmente la cabeza, recordándose a sí misma que Eric era un amigo, quizá el mejor que tenía, y también había pasado por el trauma del divorcio. Y Eric la había obligado a abrir los ojos al trato tan injusto al que Víctor les había sometido a Victoria y a ella.
-Nos hemos puesto de acuerdo en separarnos -respondió Myriam con voz temblorosa.
Eric emitió un largo suspiro.
-Me alegra oírte decir eso, Myriam. Mereces una vida mejor.
Eric tenía razón, pero Myriam prefería no hablar de ello esa noche. Estaba agotada y, en cierta forma, no le parecía apropiado hablar del divorcio mientras Víctor estaba internado en un hospital.
-Sé que debes estar muy disgustada después del día que has tenido -añadió Eric-, pero deberías ponerte en contacto con un abogado lo antes posible. Hazme caso, yo he pasado por eso.
Myriam se masajeó las sienes.
-Víctor me ha pedido que espere para ir juntos a nuestro abogado.
-Myriam, esa es la forma más segura de perder hasta la camisa. Marcos Olmo es amigo de Víctor, no tuyo.
Myriam abrió la boca para defender a Víctor, para decir que él no era tan egoísta y sin escrúpulos como la esposa de Eric. Pero quizá Eric tuviera razón, Víctor había demostrado ser muchas cosas que a ella jamás se le habría ocurrido sospechar.
-¿Podrías recomendarme tú a uno?
Eric lanzó una queda carcajada.
-Sí. La comedora de hombres que representó a mi ex. ¿Quieres que hable con ella en tu nombre?
-No estoy segura, Eric.
-Lo sé. Ha sido un día terrible y no te apetece hablar de abogados en estos momentos. Pero no te preocupes, una llamada no va a comprometerte a nada. Llamaré solo para ver si puede aceptar tu caso, nada más.
-Bueno... -Myriam vaciló-. Supongo que eso no puede hacerme daño.
-Claro que no. La llamaré tan pronto como me sea posible -Eric hizo una pequeña pausa-. ¿Te importa que te haga otra pregunta?
Sin esperar respuesta, Eric dijo:
-¿Qué vas a hacer respecto a la convalecencia de Víctor?
-Aún no lo he pensado.
-¿Vas a dejarle que vuelva a casa cuando le den el alta en el hospital?
Myriam se enderezó en el asiento y frunció el ceño.
-¿Adónde va a ir si no?
-Myriam, solo se ha roto un brazo.
-Y tiene un esguince en el tobillo, y está lleno de magulladuras y cortes.
-Eso no es motivo para que tú tengas que hacer de enfermera. Maldita sea, puede contratar a alguien. Incluso a alguien que lo lleve al trabajo.
-Sí, pero después de que se recupere un poco. No voy a dejarlo en la calle el mismo día que le den el alta en el hospital, no me parece bien.
-No se quedaría en la calle, podría irse a un apartamento amueblado. Estar bajo el mismo techo después de baberos puesto de acuerdo respecto a divorciaron puede resultar muy incómodo, Myriam. Acabarías muy mal.
Quizá Eric tuviera razón, pero Myriam no contestó.
-En fin, me ha parecido mi obligación mencionártelo. Piensa bien lo que vas a hacer.
-Sí, lo haré. Pero después de dormir unas horas.
-De acuerdo. Bueno, hasta pronto, Myriam. -Gracias por llamar.
-Myriam... -¿Sí?
-Aguanta un poco más. De ahora en adelante, todo va a ser más fácil, ya has pasado lo peor.
Myriam colgó y se quedó con el ceño fruncido durante varios minutos. ¿Más fácil en adelante?
Myriam fue al hospital temprano a la mañana siguiente, durante la hora del desayuno y mientras los doctores y enfermeras visitaban a los pacientes.
Cuando llegó a la habitación de Víctor vio que la cama estaba hecha y su marido se encontraba solo. Se quedó en el umbral de la puerta, observándolo, y vio el gran cambio que había dado de un día a otro.
Víctor estaba sentado en una silla, con el brazo escayolado y el pie vendado, bebiendo café y leyendo el New York Times. Estaba peinado, con su acostumbrada raya a un lado; y, aunque una barba incipiente le ensombrecía el rostro, no ocultaba que el color le había vuelto a las mejillas.
-Buenos días -dijo Myriam con verdadero alivio-. Víctor, tienes un aspecto estupendo hoy.
Víctor la miró con la misma expresión aguda de siempre.
-Gracias -respondió él educadamente-, Myriam.
A Myriam le resultó extraña la cautela con que su marido pronunció su nombre. No obstante, entró en la habitación y, al llegar junto a la cama, dejó el bolso encima.
-¿Qué tal el brazo?
Víctor dobló el periódico lo mejor que pudo y lo dejó en el dintel de la ventana, donde había varios ramos de flores.
-Un poco dolorido, pero no demasiado -Víctor siguió mirando a Myriam como si no la hubiera visto nunca.
Myriam empezó a ponerse nerviosa.
-¿Necesitas calmantes para el dolor?
-Hoy no quieren darme calmantes, dicen que podrían... confundirme -por algún motivo desconocido para Myriam, Víctor pareció encontrar graciosa la situación.
Myriam se acercó a la ventana.
-Has recibido muchas flores hoy. ¿Quiénes te las han enviado?
Víctor se encogió de hombros.
-Creo que gente del trabajo.
-¿Crees? -Myriam lo miró fijamente, preguntándose si estaba bromeando. Si era así, no le veía la gracia.
Víctor tragó saliva.
-Lo siento, estoy haciendo lo que puedo por recordar...
A Myriam se le heló la sangre.
Myriam volvió a su casa a tiempo para acostar a Victoria. Aquel ejercicio rutinario fue un bálsamo para sus nervios. Dio a su hija un baño, le puso el pijama, la metió en la cuna y le cantó una nana mientras la niña se dormía tomándose un biberón.
Por fin, apagó la luz y salió del dormitorio de su hija. En el pasillo, se vio tentada de ir directamente a su dormitorio para acostarse, pero no había comido nada en todo el día y necesitaba recuperar las fuerzas. Además, dudaba de poderse dormir, a pesar de que era lo que más quería. Deseaba borrar de su mente aquel doloroso día.
Bajó las escaleras sigilosamente y, en la cocina, calentó un bote de sopa de pollo con fideos. No tenía hambre, resultado de su angustia, y solo consiguió tomarse la mitad del bote.
Llamó a sus padres y les dio la noticia, añadiendo que no había motivos de preocupación, que Víctor solo había sufrido heridas leves. Myriam decidió no revelarles todavía que Víctor y ella habían decidido separarse la noche anterior. Ya habría tiempo para eso.
Su madre se ofreció para ir a ayudarla, pero Myriam la convenció de que no era necesario. Después de asegurar a sus padres que los mantendría al corriente del estado de Víctor, se despidió y cortó la comunicación.
Se puso una chaqueta, abrió la puerta exterior de la cocina y salió al porche posterior de la casa. Se dejó caer en un sillón e, inesperadamente, unas lágrimas asomaron a sus ojos. Los cerró, pero las lágrimas le resbalaron por las mejillas.
¡Qué día! Primero, la decisión de su divorcio; después, el accidente. ¡Qué día tan largo y miserable!
El sonido del teléfono la sacó de sus oscuros pensamientos. Secándose las mejillas, se levantó del sillón y entró apresuradamente en la cocina.
-¿Sí? -respondió Myriam forzándose para que la voz no le saliera nasal.
-Hola, Myriam. Acabo de enterarme.
-Hola, Eric -encendió la luz y se sentó en la silla que había delante de la mesa en la que estaba el teléfono.
-¿Cómo te encuentras? -le preguntó su vecino.
-Regular -respondió ella mientras se quitaba la chaqueta.
-Cuéntame cómo ha sido.
Y eso fue lo que ella hizo. Durante los siguientes diez minutos, Myriam se desahogó. Como de costumbre, Eric escuchó atentamente, murmurando con comprensión ocasionalmente.
Myriam había conocido a Eric hacía un año, las primeras semanas después del nacimiento de Victoria en las que sacaba a su hija a pasear. Eric era un agente inmobiliario, apasionado por la jardinería, divorciado, y con la custodia de su hijo de seis años.
La jardinería fue lo primero que les acercó, lo segundo fueron los niños. Como el horario de trabajo de Eric era muy errático, Myriam comenzó a cuidar, de vez en cuando, a su hijo a la salida del colegio.
-Me alegro de que no le haya pasado nada grave a Víctor -dijo Eric cuando Myriam acabó de relatarle las circunstancias y resultados del accidente-. No todos han tenido la misma suerte que él. ¿Has visto las noticias de televisión?
-No, no he tenido tiempo.
-Uno de los pasajeros ha fallecido de un infarto de camino al hospital. Otros están en la unidad de cuidados intensivos, su estado es crítico.
-No sabía que hubiera sido tan grave.
-¿Quieres que vaya a hacerte compañía un rato? Brad ya está en la cama y podría conseguir una niñera.
-No, no te preocupes. La verdad es que estoy bastante cansada y creo que me voy a acostar muy pronto.
-De acuerdo. Pero si cambiases de idea...
Se hizo un breve silencio. En un tono de voz más confidencial, Eric preguntó:.
-¿Hablaste con Víctor?
-Sí.
-¿Y?
Myriam miró la pequeña fotografía enmarcada que descansaba encima del escritorio: Víctor y ella durante su viaje de luna de miel. Estaban sentados delante de una cascada, abrazados. Durante unos momentos, recordó la felicidad compartida de aquel tiempo; no con la mente, sino con el corazón.
Al instante siguiente, un profundo sentimiento de culpa la embargó. Sentía como si hubiera traicionado a Víctor al hablar de sus asuntos privados con Eric.
Sacudió mentalmente la cabeza, recordándose a sí misma que Eric era un amigo, quizá el mejor que tenía, y también había pasado por el trauma del divorcio. Y Eric la había obligado a abrir los ojos al trato tan injusto al que Víctor les había sometido a Victoria y a ella.
-Nos hemos puesto de acuerdo en separarnos -respondió Myriam con voz temblorosa.
Eric emitió un largo suspiro.
-Me alegra oírte decir eso, Myriam. Mereces una vida mejor.
Eric tenía razón, pero Myriam prefería no hablar de ello esa noche. Estaba agotada y, en cierta forma, no le parecía apropiado hablar del divorcio mientras Víctor estaba internado en un hospital.
-Sé que debes estar muy disgustada después del día que has tenido -añadió Eric-, pero deberías ponerte en contacto con un abogado lo antes posible. Hazme caso, yo he pasado por eso.
Myriam se masajeó las sienes.
-Víctor me ha pedido que espere para ir juntos a nuestro abogado.
-Myriam, esa es la forma más segura de perder hasta la camisa. Marcos Olmo es amigo de Víctor, no tuyo.
Myriam abrió la boca para defender a Víctor, para decir que él no era tan egoísta y sin escrúpulos como la esposa de Eric. Pero quizá Eric tuviera razón, Víctor había demostrado ser muchas cosas que a ella jamás se le habría ocurrido sospechar.
-¿Podrías recomendarme tú a uno?
Eric lanzó una queda carcajada.
-Sí. La comedora de hombres que representó a mi ex. ¿Quieres que hable con ella en tu nombre?
-No estoy segura, Eric.
-Lo sé. Ha sido un día terrible y no te apetece hablar de abogados en estos momentos. Pero no te preocupes, una llamada no va a comprometerte a nada. Llamaré solo para ver si puede aceptar tu caso, nada más.
-Bueno... -Myriam vaciló-. Supongo que eso no puede hacerme daño.
-Claro que no. La llamaré tan pronto como me sea posible -Eric hizo una pequeña pausa-. ¿Te importa que te haga otra pregunta?
Sin esperar respuesta, Eric dijo:
-¿Qué vas a hacer respecto a la convalecencia de Víctor?
-Aún no lo he pensado.
-¿Vas a dejarle que vuelva a casa cuando le den el alta en el hospital?
Myriam se enderezó en el asiento y frunció el ceño.
-¿Adónde va a ir si no?
-Myriam, solo se ha roto un brazo.
-Y tiene un esguince en el tobillo, y está lleno de magulladuras y cortes.
-Eso no es motivo para que tú tengas que hacer de enfermera. Maldita sea, puede contratar a alguien. Incluso a alguien que lo lleve al trabajo.
-Sí, pero después de que se recupere un poco. No voy a dejarlo en la calle el mismo día que le den el alta en el hospital, no me parece bien.
-No se quedaría en la calle, podría irse a un apartamento amueblado. Estar bajo el mismo techo después de baberos puesto de acuerdo respecto a divorciaron puede resultar muy incómodo, Myriam. Acabarías muy mal.
Quizá Eric tuviera razón, pero Myriam no contestó.
-En fin, me ha parecido mi obligación mencionártelo. Piensa bien lo que vas a hacer.
-Sí, lo haré. Pero después de dormir unas horas.
-De acuerdo. Bueno, hasta pronto, Myriam. -Gracias por llamar.
-Myriam... -¿Sí?
-Aguanta un poco más. De ahora en adelante, todo va a ser más fácil, ya has pasado lo peor.
Myriam colgó y se quedó con el ceño fruncido durante varios minutos. ¿Más fácil en adelante?
Myriam fue al hospital temprano a la mañana siguiente, durante la hora del desayuno y mientras los doctores y enfermeras visitaban a los pacientes.
Cuando llegó a la habitación de Víctor vio que la cama estaba hecha y su marido se encontraba solo. Se quedó en el umbral de la puerta, observándolo, y vio el gran cambio que había dado de un día a otro.
Víctor estaba sentado en una silla, con el brazo escayolado y el pie vendado, bebiendo café y leyendo el New York Times. Estaba peinado, con su acostumbrada raya a un lado; y, aunque una barba incipiente le ensombrecía el rostro, no ocultaba que el color le había vuelto a las mejillas.
-Buenos días -dijo Myriam con verdadero alivio-. Víctor, tienes un aspecto estupendo hoy.
Víctor la miró con la misma expresión aguda de siempre.
-Gracias -respondió él educadamente-, Myriam.
A Myriam le resultó extraña la cautela con que su marido pronunció su nombre. No obstante, entró en la habitación y, al llegar junto a la cama, dejó el bolso encima.
-¿Qué tal el brazo?
Víctor dobló el periódico lo mejor que pudo y lo dejó en el dintel de la ventana, donde había varios ramos de flores.
-Un poco dolorido, pero no demasiado -Víctor siguió mirando a Myriam como si no la hubiera visto nunca.
Myriam empezó a ponerse nerviosa.
-¿Necesitas calmantes para el dolor?
-Hoy no quieren darme calmantes, dicen que podrían... confundirme -por algún motivo desconocido para Myriam, Víctor pareció encontrar graciosa la situación.
Myriam se acercó a la ventana.
-Has recibido muchas flores hoy. ¿Quiénes te las han enviado?
Víctor se encogió de hombros.
-Creo que gente del trabajo.
-¿Crees? -Myriam lo miró fijamente, preguntándose si estaba bromeando. Si era así, no le veía la gracia.
Víctor tragó saliva.
-Lo siento, estoy haciendo lo que puedo por recordar...
A Myriam se le heló la sangre.
dulce_myrifan- VBB PLATINO
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Re: Camino del Olvido
oseaa que si perdioo la memoriiaaaa?!!!!:.. aaaw nooo que maaaal!!... ashh esee tipooo Eriiic mee esta caieeendoo maaal... nada mas anda metiendolee ideas a myriiis en la cabezaaa,, inshe tipoo!!!:..
graciiaas por el capp dulce!:.
graciiaas por el capp dulce!:.
Carmen- VBB PLATINO
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Re: Camino del Olvido
Gracias por el capi niña
y ahora resulta que perdio la memoria
y ahora no sabemos quien es Becky
que cosas de la vida jajaja
y ahora resulta que perdio la memoria
y ahora no sabemos quien es Becky
que cosas de la vida jajaja
monike- VBB PLATA
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Re: Camino del Olvido
HAY NOOOOOOOOOO ENTONCES SI PERDIO L AMEMORIAAAAAAAAA!! POBRE VICTOR!
SIGUELE POR FAVOR COMO LE PUEES DEJAR ALLI!!!!!! OTRO CAP PLZZZZ
SIGUELE POR FAVOR COMO LE PUEES DEJAR ALLI!!!!!! OTRO CAP PLZZZZ
Chicana_415- VBB PLATINO
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Localización : San Francisco, CA
Fecha de inscripción : 24/05/2008
Re: Camino del Olvido
muchas gracias por el capitulo y siguele por faaaaaaaa
jai33sire- VBB PLATINO
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Localización : Mexico Distrito Federal
Fecha de inscripción : 23/05/2008
Re: Camino del Olvido
Dulcinea síguele, esto se pone color de hormiga, ahora ya no se acuerda de nada!!!!!
Marianita- STAFF
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Localización : Veracruz, Ver.
Fecha de inscripción : 25/05/2008
Re: Camino del Olvido
EN LA TORRE SI PERDIO LA MEMORIA ESPERO
QUE LA RECUPERE EN CORTO TIEMPO QUE MYRIAM LO
AYUDE A RECORDAR ES MAS QUE YA LO DEN DE ALTA PARA QUE
SE LO LLEVE A SU CASA Y AHI RECUPERARSE.
MUCHASSSSSSS GRACIASSSSSSSSSSSSS
QUE LA RECUPERE EN CORTO TIEMPO QUE MYRIAM LO
AYUDE A RECORDAR ES MAS QUE YA LO DEN DE ALTA PARA QUE
SE LO LLEVE A SU CASA Y AHI RECUPERARSE.
MUCHASSSSSSS GRACIASSSSSSSSSSSSS
Eva_vbb- VBB DIAMANTE
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Fecha de inscripción : 25/05/2008
Re: Camino del Olvido
Capítulo 5
En ese momento, entró un médico en la habitación. Era alto, delgado y de unos cincuenta años de edad.
-¿Es usted la señora García?
Myriam consiguió responder afirmativamente.
-Buenos días. Yo soy el doctor Grogan. Acabo de llamar a su casa, pero una mujer me ha dicho que usted ya venía de camino. ¿Le importaría que... saliéramos al pasillo a hablar un momento?
Myriam miró a Víctor, conteniendo la alarma que la embargaba.
-Hablen aquí, lo harán más cómodamente -sugirió Víctor al tiempo que, apoyándose en una muleta, se levantaba del sillón-. Además, estaba a punto de ir a darme una ducha.
En la puerta, una enfermera se reunió con él y lo acompañó al baño.
-¿Qué ocurre? -le preguntó Myriam al médico cuando se quedaron solos.
-Su marido... tiene dificultad en recordar ciertas cosas. Esta mañana, al darle el desayuno, nos dimos cuenta de que no sabía dónde estaba ni de por qué estaba aquí. Ni siquiera sabía quién era.
Myriam se quedó mirando al médico fijamente. Por fin, preguntó:
-¿Ha sufrido una contusión en la cabeza? ¿Algo que a ustedes se les pasó por alto ayer?
-No, no hay señal alguna de daño físico en la cabeza. Creemos que se trata de un problema de... disociación.
-¿De disociación?
-Se trata de un caso de amnesia psicogénica.
Myriam se aferró al brazo del sillón, necesitaba algo sólido en lo que apoyarse.
-¿Amnesia? -repitió ella con voz carente de expresión.
-Sí, producida por el trauma del accidente.
Myriam sacudió la cabeza.
-No puedo creerlo... No puedo...
-Lo sé, es difícil de asimilar. Lo peor es que su marido parece sufrir amnesia total, cosa poco común.
Myriam se cubrió la boca con la mano para evitar que le temblara.
-Sin embargo, no todo son malas noticias. El pronóstico es excelente, estamos casi seguros de que se recuperará rápidamente y por completo. Los pacientes de amnesia raramente pierden la memoria por un tiempo prolongado. De hecho, durante el breve tiempo que esta mañana he estado examinando a Víctor, ha logrado recordar algunas cosas; por ejemplo, sus años en la universidad. No me sorprendería que recordarse todo lo demás en cuestión de días.
Myriam miró al médico con detenimiento.
-¿Es usted psiquiatra?
El médico asintió.
-Perdone, debería haberlo mencionado.
Myriam tuvo la presencia de ánimo suficiente para preguntar:
-¿Ha tratado a otros pacientes con este tipo de problema?
-Sí, he tratado varios casos.
El médico le relató su experiencia profesional y Myriam se sintió mejor al darse cuenta de que Víctor estaba en buenas manos.
Myriam suspiró temblorosamente.
-¿Así que... mi marido ha olvidado todo?
-No todo exactamente. Sus conocimientos y habilidades siguen intactos, al igual que su memoria asociativa -el psiquiatra hizo una pausa al darse cuenta de que Myriam no le había comprendido-. Por ejemplo, se acuerda de cómo leer y escribir. Se acuerda de que le gusta el café solo, que se peina con raya a un lado. Y estoy seguro de que, si jugaba al baloncesto, es capaz de encestar sin problemas. Lo que ha perdido es la «memoria episódica», la memoria de los hechos de su vida, de la gente a la que conoce y de sus circunstancias personales.
-Pero se acuerda de que está casado conmigo -dijo Myriam esperanzadamente.
-Sí, pero solo porque se lo ha dicho una de las enfermeras. También sabe cómo se llama y en qué trabaja, y el hecho de que ayer sufrió un accidente de avión... pero solo porque se le dio esa información inadvertidamente. Puede aprender, señora García, su memoria a corto plazo funciona perfectamente. Pero eso no es lo mismo que recordar propiamente hablando.
Myriam tembló.
-¿Así que no sabe quién soy yo realmente? ¿No se acuerda de mí?
El médico negó con la cabeza.
-No, lo siento.
-Oh, no, no se preocupe por mí. Es Víctor quien me preocupa, no puedo imaginarlo sin tener pleno control de la situación. Debe de ser aterrador no saber quién eres.
Myriam se corrigió a sí misma: ella estaría aterrada; Víctor, probablemente, solo se sentiría impaciente.
-Es difícil; sin embargo, su marido ha adoptado una actitud muy filosófica.
-¿Víctor? -Myriam arqueó las cejas.
-Sí -el médico sonrió-. Me ha dicho que se siente como si le hubieran quitado un peso de encima. También me ha preguntado cuando Demerol le hemos dado.
Myriam devolvió la sonrisa al psiquiatra.
-Trate de no preocuparse demasiado, ya verá como recupera la memoria pronto.
-¿Está seguro?
-Nunca se puede estar absolutamente seguro de nada, pero estoy casi seguro. Dele tiempo.
-¿Cuánto tiempo?
-Eso no se lo puedo decir. Pero si la situación se prolongara demasiado, se le podría someter a hipnosis o se le podría administrar Sodium Amytol... es decir, si quiere que yo siga tratándolo.
-Sí, no veo por qué no.
El médico asintió.
-En ese caso, ¿lo van a mantener internado hasta que se recupere del todo?
-No, de ninguna manera. Me temo que los del seguro no lo permitirían. Lo tendremos aquí unos tres o cuatro días, después... -el doctor Grogan sacudió la cabeza-. Físicamente, no le pasa nada, no es un peligro para los demás ni para sí mismo, y yo puedo seguir tratándolo en mi clínica igual que aquí. Si no tuviera casa, naturalmente intentaríamos que siguiera aquí. Pero como ese no es el caso...
El médico notó el repentino nerviosismo de Myriam.
-¿Ocurre algo, señora García?
-La verdad es que sí. Mi marido y yo... acabábamos de decidir... separarnos.
-Ya. Sin embargo, al leer en su ficha su dirección, supuse que era ahí donde vivía.
-Y así es. Decidimos separarnos hace un par de días.
-Entiendo. ¿Podría ir a casa de alguna otra persona, algún familiar?
-No. No tiene familia por aquí.
El doctor Grogan se quedó pensativo unos momentos.
-¿Sería un problema, dadas las circunstancias, que volviera con usted a su casa temporalmente?
Myriam recordó fragmentos de la conversación que mantuviera la noche anterior con Eric. Le costaba admitirlo, pero aquella mañana había decidido pedirle a Víctor que, cuando le dieran el alta en el hospital, se marchara a un apartamento. Se miró las rodillas, incapaz de mirar al médico a los ojos.
-No, no es un problema -dijo Myriam con voz débil-. Naturalmente que puede venir a casa.
-Estupendo, porque eso lo ayudará a recuperarse con más rapidez. Estar en un ambiente familiar lo ayudará a asociar incidentes en su vida, y antes de que nos demos cuenta...
En ese momento, la enfermera que había acompañado a Víctor al cuarto de baño reapareció en la puerta.
-Doctor, el señor García volverá enseguida.
-Gracias.
-¿Es mejor que me quede o mi presencia lo frustraría? -le preguntó Myriam al médico, medio esperando que este la mandara a casa.
-Quédese, por favor. Un rostro familiar lo ayudará. Pero permítame que le dé un consejo: no le diga que se están separando. Me pareció que le aliviaba saber que estaba casado y que tenía un apoyo en este difícil trance. Es más, si puede evitarlo, no lo ayude a recordar; es importante que vaya recordando las cosas por sí solo.
-Lo intentaré -dijo Myriam con el ceño fruncido-, pero no puedo garantizar que no se me escape algo.
-Lo comprendo. Y también descubrirá que hay cosas que no le queda más remedio que decirle. Lo único que le pido es que intente hacerlo lo menos posible. Su marido tiene que abrir solo las puertas cerradas.
Víctor entró en la habitación en ese momento.
-Víctor -dijo el médico levantándose de la silla-, volveré a hacerle una visita cuando haya acabado de visitar al resto de mis pacientes. Hasta entonces, su esposa se quedará a hacerle compañía, ¿de acuerdo?
Myriam se puso tensa ante la idea de quedarse a solas con Víctor. Sin duda, él no soportaba esa situación. Odiaba sentirse vulnerable. Iba a perder la paciencia y a acabar con la paciencia de los que lo rodeaban.
Víctor miró al médico y a Myriam con aprensión.
-Su esposa ya sabe que no recuerda nada -dijo el médico-, así que no tiene que fingir.
El médico le estrechó la mano a Myriam, le dio el teléfono de su despacho por si quería consultarle algo y, a continuación, se marchó.
Cuando se quedaron solos, Víctor y Myriam se miraron con cautela.
-Esto es muy extraño -confesó Víctor con una leve sonrisa
-Sí, lo es -Myriam se frotó las manos como si tuviera frío.
-Todos han dicho que estamos casados, así que supongo que es verdad, en cuyo caso... -Víctor se interrumpió como si estuviera buscando las palabras adecuadas-. En fin, lo que quiero decir es que siento mucho estar causándote estos problemas.
Myriam abrió desmesuradamente los ojos.
-¿Qué?
De nuevo, las palabras de él la tomaron por sorpresa. Víctor casi nunca se disculpaba.
-Víctor, tú eres quien ha sufrido un accidente, no tienes por qué sentirte responsable.
-Claro que sí. Tú debes de estar preocupada y el motivo de ello soy yo. Además... lo que me pasa es vergonzante. Romperse un brazo es una cosa, eso no tiene remedio. Pero... ¿perder la memoria porque estoy reprimiendo el trauma del accidente? -Víctor sacudió la cabeza-. A mí me parece una cobardía, ¿a ti no?
Myriam abrió la boca. Raramente, Víctor se criticaba a sí mismo.
-¿Hay algún otro pasajero que esté reprimiendo el trauma? -continuó Víctor-. No, que yo sepa. Al parecer, soy el único que no ha podido enfrentarse a la situación.
Víctor hizo una pausa. Ella debió de parecer estar incómoda, porque él añadió:
-Lo siento, no hago más que decir tonterías -se pasó la mano por los cabellos, un gesto típico suyo-. Supongo que son los nervios.
Víctor se acercó a la ventana sin notar la expresión de sorpresa de Myriam. Ella jamás lo había visto así, disculpándose y pensando en los trastornos que causaba a otros.
-Debo de estar robándote tiempo -murmuró él, aún asomado a la ventana-. Me han dicho que tienes... que tenemos una hija pequeña.
Las mejillas de Myriam se encendieron.
-Sí, se llama Vicky -respondió Myriam tratando de ocultar su ansiedad-. Bueno, así es como la llamamos; en realidad se llama Victoria. Victoria Alejandra García Montemayor.
Víctor lanzó un suave silbido.
-Un nombre muy largo para alguien tan pequeño.
-Sí, lo es -Myriam sonrió con cariño-. Pero todo apunta a que va a ser tan grande como el nombre.
-Ojala... -Víctor no acabó la frase. ¿Pudiera? ¿Pudiera recordarla?-. ¿Dónde está ahora?
-En casa con la niñera.
-Ah.
Myriam sorprendió a Víctor mirándola fijamente. Ella apartó los ojos de él, pero continuó sintiéndose observada, consciente de sus ropas. Deseó haberse vestido mejor, pero no sabía que su marido fuera a mirarla ese día con semejante interés.
-¿Tendrías que estar en el trabajo ahora? ¿Trabajas fuera de casa? Si tienes que marcharte...
-No... no trabajo fuera de casa.
-Ah -Víctor pareció avergonzado por no acordarse de algo tan básico. Pero, sorprendentemente, sonrió-. Me alegro. Hoy en día mandan a los niños a la guardería demasiado pronto, ¿no te parece?
-Sí, desde luego -a Myriam no se le había ocurrido pensar que su marido tuviera una opinión formada al respecto-. ¿Te apetece tomar algo? ¿Un café quizá?
-Sí, gracias. Un café solo, con una cucharada de azúcar -hizo una pausa y frunció el ceño-. No. ¿Sabes qué es lo que realmente me apetece? Un refresco de jengibre.
Myriam lo miró como si se hubiera vuelto loco.
-¿Un refresco de jengibre?
-Myriam, siempre me ha gustado el refresco de jengibre -Víctor lo dijo con tal convencimiento que Myriam dudó de su propia memoria.
Pero no, Víctor jamás había dado muestras de que le gustaran los refrescos, de ninguna clase.
-Está bien, un refresco de jengibre. Enseguida vuelvo.
Aún dudosa, Myriam regresó a la habitación con el refresco. Sus dudas se desvanecieron cuando Víctor bebió varios tragos y lanzó un suspiro de satisfacción.
Myriam, confusa, se quedó mirando a ese extraño que estaba en el cuerpo de su marido.
De repente, los ojos de Víctor brillaron y su boca se curvó en una sonrisa traviesa que... hacía contener la respiración a quien la viera.
-Tengo buen gusto.
A Myriam le dio un vuelco el estómago. Antes de poder recuperar la compostura, Víctor hizo otro inesperado comentario.
-Tienes una pequeña marca de nacimiento en la parte superior del muslo derecho.
De repente, Myriam se echó a reír.
-¡Sí!
-Acabo de acordarme.
-¡Es maravilloso! -exclamó ella-. El doctor Grogan ha dicho que ocurriría esto. Tengo que ser sincera, lo dudaba; pero ahora, veo que el doctor tenía razón. Ya verás como todo saldrá bien.
-Naturalmente. Ven y siéntate, tenemos que hablar un poco más.
En ese momento, entró un médico en la habitación. Era alto, delgado y de unos cincuenta años de edad.
-¿Es usted la señora García?
Myriam consiguió responder afirmativamente.
-Buenos días. Yo soy el doctor Grogan. Acabo de llamar a su casa, pero una mujer me ha dicho que usted ya venía de camino. ¿Le importaría que... saliéramos al pasillo a hablar un momento?
Myriam miró a Víctor, conteniendo la alarma que la embargaba.
-Hablen aquí, lo harán más cómodamente -sugirió Víctor al tiempo que, apoyándose en una muleta, se levantaba del sillón-. Además, estaba a punto de ir a darme una ducha.
En la puerta, una enfermera se reunió con él y lo acompañó al baño.
-¿Qué ocurre? -le preguntó Myriam al médico cuando se quedaron solos.
-Su marido... tiene dificultad en recordar ciertas cosas. Esta mañana, al darle el desayuno, nos dimos cuenta de que no sabía dónde estaba ni de por qué estaba aquí. Ni siquiera sabía quién era.
Myriam se quedó mirando al médico fijamente. Por fin, preguntó:
-¿Ha sufrido una contusión en la cabeza? ¿Algo que a ustedes se les pasó por alto ayer?
-No, no hay señal alguna de daño físico en la cabeza. Creemos que se trata de un problema de... disociación.
-¿De disociación?
-Se trata de un caso de amnesia psicogénica.
Myriam se aferró al brazo del sillón, necesitaba algo sólido en lo que apoyarse.
-¿Amnesia? -repitió ella con voz carente de expresión.
-Sí, producida por el trauma del accidente.
Myriam sacudió la cabeza.
-No puedo creerlo... No puedo...
-Lo sé, es difícil de asimilar. Lo peor es que su marido parece sufrir amnesia total, cosa poco común.
Myriam se cubrió la boca con la mano para evitar que le temblara.
-Sin embargo, no todo son malas noticias. El pronóstico es excelente, estamos casi seguros de que se recuperará rápidamente y por completo. Los pacientes de amnesia raramente pierden la memoria por un tiempo prolongado. De hecho, durante el breve tiempo que esta mañana he estado examinando a Víctor, ha logrado recordar algunas cosas; por ejemplo, sus años en la universidad. No me sorprendería que recordarse todo lo demás en cuestión de días.
Myriam miró al médico con detenimiento.
-¿Es usted psiquiatra?
El médico asintió.
-Perdone, debería haberlo mencionado.
Myriam tuvo la presencia de ánimo suficiente para preguntar:
-¿Ha tratado a otros pacientes con este tipo de problema?
-Sí, he tratado varios casos.
El médico le relató su experiencia profesional y Myriam se sintió mejor al darse cuenta de que Víctor estaba en buenas manos.
Myriam suspiró temblorosamente.
-¿Así que... mi marido ha olvidado todo?
-No todo exactamente. Sus conocimientos y habilidades siguen intactos, al igual que su memoria asociativa -el psiquiatra hizo una pausa al darse cuenta de que Myriam no le había comprendido-. Por ejemplo, se acuerda de cómo leer y escribir. Se acuerda de que le gusta el café solo, que se peina con raya a un lado. Y estoy seguro de que, si jugaba al baloncesto, es capaz de encestar sin problemas. Lo que ha perdido es la «memoria episódica», la memoria de los hechos de su vida, de la gente a la que conoce y de sus circunstancias personales.
-Pero se acuerda de que está casado conmigo -dijo Myriam esperanzadamente.
-Sí, pero solo porque se lo ha dicho una de las enfermeras. También sabe cómo se llama y en qué trabaja, y el hecho de que ayer sufrió un accidente de avión... pero solo porque se le dio esa información inadvertidamente. Puede aprender, señora García, su memoria a corto plazo funciona perfectamente. Pero eso no es lo mismo que recordar propiamente hablando.
Myriam tembló.
-¿Así que no sabe quién soy yo realmente? ¿No se acuerda de mí?
El médico negó con la cabeza.
-No, lo siento.
-Oh, no, no se preocupe por mí. Es Víctor quien me preocupa, no puedo imaginarlo sin tener pleno control de la situación. Debe de ser aterrador no saber quién eres.
Myriam se corrigió a sí misma: ella estaría aterrada; Víctor, probablemente, solo se sentiría impaciente.
-Es difícil; sin embargo, su marido ha adoptado una actitud muy filosófica.
-¿Víctor? -Myriam arqueó las cejas.
-Sí -el médico sonrió-. Me ha dicho que se siente como si le hubieran quitado un peso de encima. También me ha preguntado cuando Demerol le hemos dado.
Myriam devolvió la sonrisa al psiquiatra.
-Trate de no preocuparse demasiado, ya verá como recupera la memoria pronto.
-¿Está seguro?
-Nunca se puede estar absolutamente seguro de nada, pero estoy casi seguro. Dele tiempo.
-¿Cuánto tiempo?
-Eso no se lo puedo decir. Pero si la situación se prolongara demasiado, se le podría someter a hipnosis o se le podría administrar Sodium Amytol... es decir, si quiere que yo siga tratándolo.
-Sí, no veo por qué no.
El médico asintió.
-En ese caso, ¿lo van a mantener internado hasta que se recupere del todo?
-No, de ninguna manera. Me temo que los del seguro no lo permitirían. Lo tendremos aquí unos tres o cuatro días, después... -el doctor Grogan sacudió la cabeza-. Físicamente, no le pasa nada, no es un peligro para los demás ni para sí mismo, y yo puedo seguir tratándolo en mi clínica igual que aquí. Si no tuviera casa, naturalmente intentaríamos que siguiera aquí. Pero como ese no es el caso...
El médico notó el repentino nerviosismo de Myriam.
-¿Ocurre algo, señora García?
-La verdad es que sí. Mi marido y yo... acabábamos de decidir... separarnos.
-Ya. Sin embargo, al leer en su ficha su dirección, supuse que era ahí donde vivía.
-Y así es. Decidimos separarnos hace un par de días.
-Entiendo. ¿Podría ir a casa de alguna otra persona, algún familiar?
-No. No tiene familia por aquí.
El doctor Grogan se quedó pensativo unos momentos.
-¿Sería un problema, dadas las circunstancias, que volviera con usted a su casa temporalmente?
Myriam recordó fragmentos de la conversación que mantuviera la noche anterior con Eric. Le costaba admitirlo, pero aquella mañana había decidido pedirle a Víctor que, cuando le dieran el alta en el hospital, se marchara a un apartamento. Se miró las rodillas, incapaz de mirar al médico a los ojos.
-No, no es un problema -dijo Myriam con voz débil-. Naturalmente que puede venir a casa.
-Estupendo, porque eso lo ayudará a recuperarse con más rapidez. Estar en un ambiente familiar lo ayudará a asociar incidentes en su vida, y antes de que nos demos cuenta...
En ese momento, la enfermera que había acompañado a Víctor al cuarto de baño reapareció en la puerta.
-Doctor, el señor García volverá enseguida.
-Gracias.
-¿Es mejor que me quede o mi presencia lo frustraría? -le preguntó Myriam al médico, medio esperando que este la mandara a casa.
-Quédese, por favor. Un rostro familiar lo ayudará. Pero permítame que le dé un consejo: no le diga que se están separando. Me pareció que le aliviaba saber que estaba casado y que tenía un apoyo en este difícil trance. Es más, si puede evitarlo, no lo ayude a recordar; es importante que vaya recordando las cosas por sí solo.
-Lo intentaré -dijo Myriam con el ceño fruncido-, pero no puedo garantizar que no se me escape algo.
-Lo comprendo. Y también descubrirá que hay cosas que no le queda más remedio que decirle. Lo único que le pido es que intente hacerlo lo menos posible. Su marido tiene que abrir solo las puertas cerradas.
Víctor entró en la habitación en ese momento.
-Víctor -dijo el médico levantándose de la silla-, volveré a hacerle una visita cuando haya acabado de visitar al resto de mis pacientes. Hasta entonces, su esposa se quedará a hacerle compañía, ¿de acuerdo?
Myriam se puso tensa ante la idea de quedarse a solas con Víctor. Sin duda, él no soportaba esa situación. Odiaba sentirse vulnerable. Iba a perder la paciencia y a acabar con la paciencia de los que lo rodeaban.
Víctor miró al médico y a Myriam con aprensión.
-Su esposa ya sabe que no recuerda nada -dijo el médico-, así que no tiene que fingir.
El médico le estrechó la mano a Myriam, le dio el teléfono de su despacho por si quería consultarle algo y, a continuación, se marchó.
Cuando se quedaron solos, Víctor y Myriam se miraron con cautela.
-Esto es muy extraño -confesó Víctor con una leve sonrisa
-Sí, lo es -Myriam se frotó las manos como si tuviera frío.
-Todos han dicho que estamos casados, así que supongo que es verdad, en cuyo caso... -Víctor se interrumpió como si estuviera buscando las palabras adecuadas-. En fin, lo que quiero decir es que siento mucho estar causándote estos problemas.
Myriam abrió desmesuradamente los ojos.
-¿Qué?
De nuevo, las palabras de él la tomaron por sorpresa. Víctor casi nunca se disculpaba.
-Víctor, tú eres quien ha sufrido un accidente, no tienes por qué sentirte responsable.
-Claro que sí. Tú debes de estar preocupada y el motivo de ello soy yo. Además... lo que me pasa es vergonzante. Romperse un brazo es una cosa, eso no tiene remedio. Pero... ¿perder la memoria porque estoy reprimiendo el trauma del accidente? -Víctor sacudió la cabeza-. A mí me parece una cobardía, ¿a ti no?
Myriam abrió la boca. Raramente, Víctor se criticaba a sí mismo.
-¿Hay algún otro pasajero que esté reprimiendo el trauma? -continuó Víctor-. No, que yo sepa. Al parecer, soy el único que no ha podido enfrentarse a la situación.
Víctor hizo una pausa. Ella debió de parecer estar incómoda, porque él añadió:
-Lo siento, no hago más que decir tonterías -se pasó la mano por los cabellos, un gesto típico suyo-. Supongo que son los nervios.
Víctor se acercó a la ventana sin notar la expresión de sorpresa de Myriam. Ella jamás lo había visto así, disculpándose y pensando en los trastornos que causaba a otros.
-Debo de estar robándote tiempo -murmuró él, aún asomado a la ventana-. Me han dicho que tienes... que tenemos una hija pequeña.
Las mejillas de Myriam se encendieron.
-Sí, se llama Vicky -respondió Myriam tratando de ocultar su ansiedad-. Bueno, así es como la llamamos; en realidad se llama Victoria. Victoria Alejandra García Montemayor.
Víctor lanzó un suave silbido.
-Un nombre muy largo para alguien tan pequeño.
-Sí, lo es -Myriam sonrió con cariño-. Pero todo apunta a que va a ser tan grande como el nombre.
-Ojala... -Víctor no acabó la frase. ¿Pudiera? ¿Pudiera recordarla?-. ¿Dónde está ahora?
-En casa con la niñera.
-Ah.
Myriam sorprendió a Víctor mirándola fijamente. Ella apartó los ojos de él, pero continuó sintiéndose observada, consciente de sus ropas. Deseó haberse vestido mejor, pero no sabía que su marido fuera a mirarla ese día con semejante interés.
-¿Tendrías que estar en el trabajo ahora? ¿Trabajas fuera de casa? Si tienes que marcharte...
-No... no trabajo fuera de casa.
-Ah -Víctor pareció avergonzado por no acordarse de algo tan básico. Pero, sorprendentemente, sonrió-. Me alegro. Hoy en día mandan a los niños a la guardería demasiado pronto, ¿no te parece?
-Sí, desde luego -a Myriam no se le había ocurrido pensar que su marido tuviera una opinión formada al respecto-. ¿Te apetece tomar algo? ¿Un café quizá?
-Sí, gracias. Un café solo, con una cucharada de azúcar -hizo una pausa y frunció el ceño-. No. ¿Sabes qué es lo que realmente me apetece? Un refresco de jengibre.
Myriam lo miró como si se hubiera vuelto loco.
-¿Un refresco de jengibre?
-Myriam, siempre me ha gustado el refresco de jengibre -Víctor lo dijo con tal convencimiento que Myriam dudó de su propia memoria.
Pero no, Víctor jamás había dado muestras de que le gustaran los refrescos, de ninguna clase.
-Está bien, un refresco de jengibre. Enseguida vuelvo.
Aún dudosa, Myriam regresó a la habitación con el refresco. Sus dudas se desvanecieron cuando Víctor bebió varios tragos y lanzó un suspiro de satisfacción.
Myriam, confusa, se quedó mirando a ese extraño que estaba en el cuerpo de su marido.
De repente, los ojos de Víctor brillaron y su boca se curvó en una sonrisa traviesa que... hacía contener la respiración a quien la viera.
-Tengo buen gusto.
A Myriam le dio un vuelco el estómago. Antes de poder recuperar la compostura, Víctor hizo otro inesperado comentario.
-Tienes una pequeña marca de nacimiento en la parte superior del muslo derecho.
De repente, Myriam se echó a reír.
-¡Sí!
-Acabo de acordarme.
-¡Es maravilloso! -exclamó ella-. El doctor Grogan ha dicho que ocurriría esto. Tengo que ser sincera, lo dudaba; pero ahora, veo que el doctor tenía razón. Ya verás como todo saldrá bien.
-Naturalmente. Ven y siéntate, tenemos que hablar un poco más.
dulce_myrifan- VBB PLATINO
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Fecha de inscripción : 23/05/2008
Re: Camino del Olvido
muchisimas gracias por el capitulo estuvo buenisimo, siguele por faaaa que me encanta la novelita
jai33sire- VBB PLATINO
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Localización : Mexico Distrito Federal
Fecha de inscripción : 23/05/2008
Re: Camino del Olvido
Gracias niña por el cap me gusta mucho la novelita gracias saludos bye atte: Iliana
myrithalis- VBB PLATINO
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Re: Camino del Olvido
gracias por el cap Dulce!!.. la nove esta buenisimaaa
Carmen- VBB PLATINO
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Localización : Mazatlán
Fecha de inscripción : 24/05/2008
Re: Camino del Olvido
MIL GRACIASSSSSSSSSSSS
ME ENCANTA LA NOVE....
SOLO ESPERO QUE VICTOR SE TARDE EN RECUPERAR LA
MEMORIA ASI PASAN MAS TIEMPO JUSTOS COMO PAREJA
Y FAMILIA CON SU HIJA
ME ENCANTA LA NOVE....
SOLO ESPERO QUE VICTOR SE TARDE EN RECUPERAR LA
MEMORIA ASI PASAN MAS TIEMPO JUSTOS COMO PAREJA
Y FAMILIA CON SU HIJA
Eva_vbb- VBB DIAMANTE
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Fecha de inscripción : 25/05/2008
Re: Camino del Olvido
Espero que este tiempo sirva para enamorarse de nuevo hahahaha
Siguele por favor esta muy interesante la novela
Siguele por favor esta muy interesante la novela
Chicana_415- VBB PLATINO
- Cantidad de envíos : 1282
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Localización : San Francisco, CA
Fecha de inscripción : 24/05/2008
Re: Camino del Olvido
esperemos que ahora que estaran juntos reviva la llama entre los dos , haber si se vuelven a enamorar, uyyyy esta nove megusta
nayelive- VBB PLATINO
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Fecha de inscripción : 07/01/2009
Re: Camino del Olvido
Capítulo 6
A pesar de su optimismo, Víctor recuperó solo unos pocos recuerdos durante su estancia en el hospital St. Luke.
Myriam, naturalmente, estaba preocupada por su salud, pero también por su trabajo. Después de consultarlo con el doctor Grogan, Myriam decidió llamar a ABX, la empresa en la que Víctor trabajaba, para informarles de su estado. Cuando habló con ellos por teléfono, les comunicó que las heridas y contusiones que había sufrido eran más graves de lo que a primera vista habían parecido, por lo que tendría que estar de baja más tiempo del esperado inicialmente. El doctor Grogan estuvo de acuerdo con ella en que esa información era la más prudente que podían ofrecer.
Tampoco le habló a su amigo Eric de la pérdida temporal de la memoria de Víctor. No sabía por qué, aunque supuso que era la vulnerabilidad de Víctor lo que la empujaba a protegerlo.
-¿Quieres decir que vas a permitir que vuelva a casa? -preguntó Eric, sentado a la mesa de la cocina de Myriam la tercera mañana que Víctor estaba ingresado.
Eric, después de llevar a su hijo al colegio, había decidido pasarse a hacerle una visita a Myriam. -No puedo hacer otra cosa -respondió Myriam, algo incómoda por la falta de comprensión de Eric respecto al estado de Víctor-. Además, después de llevar el tiempo que llevo casada con él, no veo que unas semanas más puedan hacerme daño.
-Lo vas a sentir, te lo aseguro.
-No tanto como sentiría abandonarlo -Myriam colocó dos tazas de café en la mesa y se sentó.
Eric la miró fijamente. Era un hombre atractivo, de estatura y peso medianos, con cabello rubio y ojos castaños, y un rostro expresivo y afable.
-¿Después de todo lo que te ha hecho pasar? Myriam, no me digas que aún sientes algo por él.
-Claro que no. Lo que pasa es que no quiero tener luego cargo de conciencia. Lo hago por mí, no por él. Y ahora, cambiemos de tema.
Pero lo cierto era que Myriam sí sentía algo por su marido. Quizá solo fuera compasión.
Sin embargo, Myriam también sabía que Víctor no necesitaba su compasión, y mucho menos se compadecía de sí mismo. Estaba aceptando la situación con aplomo y humor.
0 eso pensaba Myriam... hasta que entró en la habitación del hospital de Víctor la tarde anterior al día que iban a darle el alta.
Víctor estaba delante de la ventana con una mano apoyada en el dintel. Cuando Myriam se le acercó, notó que tenía la mirada perdida.
-¿Tienes miedo de salir del hospital? -le preguntó ella con voz queda, sorprendiéndolo con su intuición.
-Sí -respondió él en voz baja.
A Myriam se le encogió el corazón. Víctor se había comportado con tal aplomo, que ella había llegado a creer que no estaba preocupado. Pero naturalmente que lo estaba, ¿y quién no? Debía de ser aterrador no recordar nada. Debía de ser como estar sumido en una profunda oscuridad.
A Myriam le sorprendió descubrir que ella también estaba asustada, pero por diferente motivo. No conocía al hombre que estaba a su lado. Durante los dos últimos días, había pasado bastante tiempo con él, y no era el Víctor de siempre. Lo que la asustaba era que aquella nueva personalidad que mostraba su marido, de hecho, le gustaba.
Víctor suspiró pesadamente.
-No recuerdo nada de lo que veo por la ventana. Debería reconocerlo, pero no es así. Maldita sea -su voz traicionó la angustia que sentía.
-Recuperarás la memoria, Víctor, ya lo verás -Myriam, instintivamente, fue a ponerle una mano en la espalda, pero se paró en seco. Hasta el momento, había logrado limitar el contacto físico hasta un mínimo absolutamente necesario.
Víctor continuó mirando por la ventana, observando ese mundo desconocido.
-No me importa no acordarme del entorno, lo que sí me preocupa es no acordarme de las personas importantes en mi vida. No logro comprender cómo ha podido pasarme esto -Víctor emitió un gruñido dirigido contra sí mismo-. ¿Cómo es posible que no me acuerde de mi hija?
Myriam se mordió la lengua, Víctor había pasado muy poco tiempo con Victoria.
-¿Cómo es posible que no me acuerde de ti? -en ese momento, Víctor se volvió y la miró ardientemente-. No sé de dónde eres ni cómo nos conocimos, no sé cuándo es nuestro aniversario de bodas ni qué clase de pizza te gusta.
«Y tampoco sabes que eso ya no importa. Nuestro matrimonio está llegando a su fin», pensó Myriam con sentimiento de culpa.
-Pero me pasa una cosa curiosa -añadió Víctor mirándola directamente a los ojos-: cuando estoy contigo, tengo un recuerdo de... amor.
Myriam se quedó perpleja.
-¿Qué?
El asintió.
-No es algo directamente relacionado con un incidente o con un acontecimiento, se trata de algo dentro de mí, un sentido de bienestar, de... pertenencia.
A Myriam, de repente, se le hizo difícil respirar. Víctor no tenía por costumbre expresar sus sentimientos.
-Cuando vienes a verme, siento calor aquí -con expresión sincera, Víctor se llevó la mano al corazón. Después, sonrió traviesamente-. Bueno, y en otras partes.
Myriam no supo adonde mirar.
-Y eso es lo que hace que pueda soportar sentirme tan perdido -continuó él-. Eres mi ancla, Myriam. Siempre que siga teniendo esta sensación de amor, estaré a salvo. Quiero volver a casa.
A Víctor le dieron el alta al día siguiente antes del mediodía. A la salida, se levantó de la silla de ruedas en la que lo habían obligado a salir y se colocó la muleta bajo el brazo.
-¿Tiene que ir a por su coche, señora García? -preguntó la enfermera de mediana edad que había empujado la silla de ruedas de Víctor.
-No, tengo el coche delante de la puerta -respondió Myriam.
La enfermera se volvió a su paciente y le estiró la chaqueta por encima del brazo escayolado.
-¿Tiene la receta del Percodan?
-Sí, señora -contestó Víctor, a pesar de que había sido Myriam quien recogiera la receta.
-¿Y la tarjeta con las fechas de las citas con el doctor Grogan?
-También. Tengo que ir a verlo dentro de dos semanas a su clínica de Boston.
-Bien. Entre tanto...
-Ya lo sé, tranquilo.
La enfermera sonrió.
-Pero no demasiado.
-¿Algo más? -le preguntó Víctor con una coqueta sonrisa.
-Sí, cuídese mucho, ¿de acuerdo?
Myriam se quedó perpleja al ver a la enfermera contener las lágrimas, y aún más cuando vio a Víctor abrazarla.
-Lo haré -dijo él-. Y gracias por todo lo que ha hecho por mí.
-¡Venga, váyase ya! -la enfermera hizo un gesto de despedida con la mano, se sonó la nariz y, empujando la silla de ruedas, se dio la vuelta y se alejó.
Delante de la entrada, Víctor miró al exterior del hospital.
-Bueno, marchémonos -levantó la barbilla y enderezó los hombros-. Vamos a descubrir quién soy.
Por fin, cuando estuvieron acoplados en el coche de Myriam, ella lo sacó del aparcamiento. En vez de ir directamente a su casa, dio un paseo a Víctor por Wellington con el fin de que se familiarizara con la comunidad, en la que vivían.
-Es una ciudad muy pequeña, solo cuenta con ocho mil habitantes -explicó ella mientras recorrían las calles del vecindario residencial cerca del hospital-. En la guantera hay un mapa, por si quieres ver por dónde vamos.
Pero Víctor no abrió la guantera del coche, estaba observando las casas por las que pasaban.
-¿Por qué vivimos aquí, en Wellington?
Myriam se encogió de hombros.
-Es una de las mejores zonas residenciales cerca de Boston. Muchos ejecutivos viven aquí.
-¿Tenemos amigos aquí? -Víctor ya se había enterado de que no tenían familia cerca.
-¿Amigos? Sí, claro -Myriam se paró delante de un stop-. Ahora estamos entrando en el centro. Es muy bonito, la mayoría de los edificios son del siglo diecinueve; algunos, incluso, del dieciocho.
Víctor tenía la mirada luminosa, notó Myriam con interés al mirarlo de lado.
-Mira, ahí es donde vas a cortarte el pelo -Myriam señaló a su izquierda.
-¿Me corto el pelo en un sitio que se llama Corte Delicioso?
Myriam no pudo evitar reír al ver la expresión de desagrado de su Marido.
-Sí. Y yo también.
Víctor sacudió la cabeza.
-Dime, ¿cuánto tiempo llevamos viviendo aquí?
Myriam estuvo a punto de responder, pero logró acordarse a tiempo de las instrucciones del médico.
-Eso será mejor que lo recuerdes tú en su momento.
Víctor lanzó un gruñido, pero con humor, oía esa frase constantemente.
-¿Podemos parar aquí un momento? -preguntó él.
-Sí, naturalmente -Myriam se paró delante de la oficina del periódico local.
Víctor se echó hacia delante en su asiento, observando la calle con expresión de concentración.
-No es que no recuerde nada, es todo como... confuso.
De repente, Víctor bajó la ventanilla y olfateó. Al mismo tiempo, clavó los ojos en la entrada de un pequeño restaurante.
-¿Hemos comido ahí alguna vez?
-¡Sí! -exclamó Myriam con entusiasmo-. Vamos mucho. Es tu restaurante preferido... quiero decir, en Wellington.
Víctor se recostó en el respaldo del asiento, era evidente que estaba orgulloso de sí mismo.
-Tengo hambre. Tengo hambre de costillas asadas. Myriam se echó a reír y puso en marcha el coche. -Eso es lo que sueles comer ahí.
En breve, salieron del centro y empezaron a recorrer Holland Road, la carretera rural que conducía a su casa.
-Vivimos en una zona residencial nueva a unos cinco kilómetros del centro -explicó ella.
-¿Una urbanización?
-Es demasiado bonita para que se la llame así. Cada casa tiene un terreno de, al menos, media hectárea, y están construidas alrededor de un lago. Y las casas están construidas al gusto de cada uno.
Myriam miró a Víctor momentáneamente, se le veía tenso. Sin embargo, cuando habló, lo hizo con voz pausada y segura.
-Es bonito esto. Tranquilo. Me gusta el bosque.
No, no hablaba con seguridad, sino con valentía.
Myriam apretó el volante. No podía permitirse el lujo de ablandarse emocionalmente con Víctor; de hacerlo, lo sentiría en el futuro. Siempre había sido vulnerable a él.
-Este es el camino Taylor Pond, el que rodea el lago -continuó ella.
-El camino Taylor Pond -repitió él suavemente, evocando algún recuerdo.
Cuando las primeras casas aparecieron a la vista, Víctor lanzó un silbido.
-¿En qué trabajo?
Myriam lanzó una carcajada. Después, salió de aquel caminó, tomó uno ascendente y, por fin, entró en el que conducía a su casa.
-El camino White Oak -leyó Víctor en una señal. Cuando Myriam entró en su propiedad, Víctor volvió a silbar con sincera sorpresa.
-¿Podemos permitirnos el lujo de tener una casa así?
-Más o menos -respondió ella reprimiendo la risa. Myriam fue a salir del coche, pero Víctor le puso la mano en el brazo, reteniéndola.
-Myriam, espera. Ahora que, de momento, no puedo trabajar, ¿cómo vamos a pagar...?
-Tienes un excelente seguro de enfermedad -le aseguró ella.
-Ah -Víctor asintió, pero su expresión seguía preocupada.
-Y la compañía aérea se ha puesto en contacto conmigo ya para solucionar el problema de la compensación, que será sustanciosa.
Víctor arqueó las cejas con evidente alivio.
-¿En serio? ¿Lo suficiente como para que, con un poco de suerte, pueda jubilarme?
-¿Tú? ¿Jubilarte tú? Habría que ponerte una camisa de fuerza y drogarte para tenerte apartado del trabajo -contestó Myriam medio en broma.
A pesar de su optimismo, Víctor recuperó solo unos pocos recuerdos durante su estancia en el hospital St. Luke.
Myriam, naturalmente, estaba preocupada por su salud, pero también por su trabajo. Después de consultarlo con el doctor Grogan, Myriam decidió llamar a ABX, la empresa en la que Víctor trabajaba, para informarles de su estado. Cuando habló con ellos por teléfono, les comunicó que las heridas y contusiones que había sufrido eran más graves de lo que a primera vista habían parecido, por lo que tendría que estar de baja más tiempo del esperado inicialmente. El doctor Grogan estuvo de acuerdo con ella en que esa información era la más prudente que podían ofrecer.
Tampoco le habló a su amigo Eric de la pérdida temporal de la memoria de Víctor. No sabía por qué, aunque supuso que era la vulnerabilidad de Víctor lo que la empujaba a protegerlo.
-¿Quieres decir que vas a permitir que vuelva a casa? -preguntó Eric, sentado a la mesa de la cocina de Myriam la tercera mañana que Víctor estaba ingresado.
Eric, después de llevar a su hijo al colegio, había decidido pasarse a hacerle una visita a Myriam. -No puedo hacer otra cosa -respondió Myriam, algo incómoda por la falta de comprensión de Eric respecto al estado de Víctor-. Además, después de llevar el tiempo que llevo casada con él, no veo que unas semanas más puedan hacerme daño.
-Lo vas a sentir, te lo aseguro.
-No tanto como sentiría abandonarlo -Myriam colocó dos tazas de café en la mesa y se sentó.
Eric la miró fijamente. Era un hombre atractivo, de estatura y peso medianos, con cabello rubio y ojos castaños, y un rostro expresivo y afable.
-¿Después de todo lo que te ha hecho pasar? Myriam, no me digas que aún sientes algo por él.
-Claro que no. Lo que pasa es que no quiero tener luego cargo de conciencia. Lo hago por mí, no por él. Y ahora, cambiemos de tema.
Pero lo cierto era que Myriam sí sentía algo por su marido. Quizá solo fuera compasión.
Sin embargo, Myriam también sabía que Víctor no necesitaba su compasión, y mucho menos se compadecía de sí mismo. Estaba aceptando la situación con aplomo y humor.
0 eso pensaba Myriam... hasta que entró en la habitación del hospital de Víctor la tarde anterior al día que iban a darle el alta.
Víctor estaba delante de la ventana con una mano apoyada en el dintel. Cuando Myriam se le acercó, notó que tenía la mirada perdida.
-¿Tienes miedo de salir del hospital? -le preguntó ella con voz queda, sorprendiéndolo con su intuición.
-Sí -respondió él en voz baja.
A Myriam se le encogió el corazón. Víctor se había comportado con tal aplomo, que ella había llegado a creer que no estaba preocupado. Pero naturalmente que lo estaba, ¿y quién no? Debía de ser aterrador no recordar nada. Debía de ser como estar sumido en una profunda oscuridad.
A Myriam le sorprendió descubrir que ella también estaba asustada, pero por diferente motivo. No conocía al hombre que estaba a su lado. Durante los dos últimos días, había pasado bastante tiempo con él, y no era el Víctor de siempre. Lo que la asustaba era que aquella nueva personalidad que mostraba su marido, de hecho, le gustaba.
Víctor suspiró pesadamente.
-No recuerdo nada de lo que veo por la ventana. Debería reconocerlo, pero no es así. Maldita sea -su voz traicionó la angustia que sentía.
-Recuperarás la memoria, Víctor, ya lo verás -Myriam, instintivamente, fue a ponerle una mano en la espalda, pero se paró en seco. Hasta el momento, había logrado limitar el contacto físico hasta un mínimo absolutamente necesario.
Víctor continuó mirando por la ventana, observando ese mundo desconocido.
-No me importa no acordarme del entorno, lo que sí me preocupa es no acordarme de las personas importantes en mi vida. No logro comprender cómo ha podido pasarme esto -Víctor emitió un gruñido dirigido contra sí mismo-. ¿Cómo es posible que no me acuerde de mi hija?
Myriam se mordió la lengua, Víctor había pasado muy poco tiempo con Victoria.
-¿Cómo es posible que no me acuerde de ti? -en ese momento, Víctor se volvió y la miró ardientemente-. No sé de dónde eres ni cómo nos conocimos, no sé cuándo es nuestro aniversario de bodas ni qué clase de pizza te gusta.
«Y tampoco sabes que eso ya no importa. Nuestro matrimonio está llegando a su fin», pensó Myriam con sentimiento de culpa.
-Pero me pasa una cosa curiosa -añadió Víctor mirándola directamente a los ojos-: cuando estoy contigo, tengo un recuerdo de... amor.
Myriam se quedó perpleja.
-¿Qué?
El asintió.
-No es algo directamente relacionado con un incidente o con un acontecimiento, se trata de algo dentro de mí, un sentido de bienestar, de... pertenencia.
A Myriam, de repente, se le hizo difícil respirar. Víctor no tenía por costumbre expresar sus sentimientos.
-Cuando vienes a verme, siento calor aquí -con expresión sincera, Víctor se llevó la mano al corazón. Después, sonrió traviesamente-. Bueno, y en otras partes.
Myriam no supo adonde mirar.
-Y eso es lo que hace que pueda soportar sentirme tan perdido -continuó él-. Eres mi ancla, Myriam. Siempre que siga teniendo esta sensación de amor, estaré a salvo. Quiero volver a casa.
A Víctor le dieron el alta al día siguiente antes del mediodía. A la salida, se levantó de la silla de ruedas en la que lo habían obligado a salir y se colocó la muleta bajo el brazo.
-¿Tiene que ir a por su coche, señora García? -preguntó la enfermera de mediana edad que había empujado la silla de ruedas de Víctor.
-No, tengo el coche delante de la puerta -respondió Myriam.
La enfermera se volvió a su paciente y le estiró la chaqueta por encima del brazo escayolado.
-¿Tiene la receta del Percodan?
-Sí, señora -contestó Víctor, a pesar de que había sido Myriam quien recogiera la receta.
-¿Y la tarjeta con las fechas de las citas con el doctor Grogan?
-También. Tengo que ir a verlo dentro de dos semanas a su clínica de Boston.
-Bien. Entre tanto...
-Ya lo sé, tranquilo.
La enfermera sonrió.
-Pero no demasiado.
-¿Algo más? -le preguntó Víctor con una coqueta sonrisa.
-Sí, cuídese mucho, ¿de acuerdo?
Myriam se quedó perpleja al ver a la enfermera contener las lágrimas, y aún más cuando vio a Víctor abrazarla.
-Lo haré -dijo él-. Y gracias por todo lo que ha hecho por mí.
-¡Venga, váyase ya! -la enfermera hizo un gesto de despedida con la mano, se sonó la nariz y, empujando la silla de ruedas, se dio la vuelta y se alejó.
Delante de la entrada, Víctor miró al exterior del hospital.
-Bueno, marchémonos -levantó la barbilla y enderezó los hombros-. Vamos a descubrir quién soy.
Por fin, cuando estuvieron acoplados en el coche de Myriam, ella lo sacó del aparcamiento. En vez de ir directamente a su casa, dio un paseo a Víctor por Wellington con el fin de que se familiarizara con la comunidad, en la que vivían.
-Es una ciudad muy pequeña, solo cuenta con ocho mil habitantes -explicó ella mientras recorrían las calles del vecindario residencial cerca del hospital-. En la guantera hay un mapa, por si quieres ver por dónde vamos.
Pero Víctor no abrió la guantera del coche, estaba observando las casas por las que pasaban.
-¿Por qué vivimos aquí, en Wellington?
Myriam se encogió de hombros.
-Es una de las mejores zonas residenciales cerca de Boston. Muchos ejecutivos viven aquí.
-¿Tenemos amigos aquí? -Víctor ya se había enterado de que no tenían familia cerca.
-¿Amigos? Sí, claro -Myriam se paró delante de un stop-. Ahora estamos entrando en el centro. Es muy bonito, la mayoría de los edificios son del siglo diecinueve; algunos, incluso, del dieciocho.
Víctor tenía la mirada luminosa, notó Myriam con interés al mirarlo de lado.
-Mira, ahí es donde vas a cortarte el pelo -Myriam señaló a su izquierda.
-¿Me corto el pelo en un sitio que se llama Corte Delicioso?
Myriam no pudo evitar reír al ver la expresión de desagrado de su Marido.
-Sí. Y yo también.
Víctor sacudió la cabeza.
-Dime, ¿cuánto tiempo llevamos viviendo aquí?
Myriam estuvo a punto de responder, pero logró acordarse a tiempo de las instrucciones del médico.
-Eso será mejor que lo recuerdes tú en su momento.
Víctor lanzó un gruñido, pero con humor, oía esa frase constantemente.
-¿Podemos parar aquí un momento? -preguntó él.
-Sí, naturalmente -Myriam se paró delante de la oficina del periódico local.
Víctor se echó hacia delante en su asiento, observando la calle con expresión de concentración.
-No es que no recuerde nada, es todo como... confuso.
De repente, Víctor bajó la ventanilla y olfateó. Al mismo tiempo, clavó los ojos en la entrada de un pequeño restaurante.
-¿Hemos comido ahí alguna vez?
-¡Sí! -exclamó Myriam con entusiasmo-. Vamos mucho. Es tu restaurante preferido... quiero decir, en Wellington.
Víctor se recostó en el respaldo del asiento, era evidente que estaba orgulloso de sí mismo.
-Tengo hambre. Tengo hambre de costillas asadas. Myriam se echó a reír y puso en marcha el coche. -Eso es lo que sueles comer ahí.
En breve, salieron del centro y empezaron a recorrer Holland Road, la carretera rural que conducía a su casa.
-Vivimos en una zona residencial nueva a unos cinco kilómetros del centro -explicó ella.
-¿Una urbanización?
-Es demasiado bonita para que se la llame así. Cada casa tiene un terreno de, al menos, media hectárea, y están construidas alrededor de un lago. Y las casas están construidas al gusto de cada uno.
Myriam miró a Víctor momentáneamente, se le veía tenso. Sin embargo, cuando habló, lo hizo con voz pausada y segura.
-Es bonito esto. Tranquilo. Me gusta el bosque.
No, no hablaba con seguridad, sino con valentía.
Myriam apretó el volante. No podía permitirse el lujo de ablandarse emocionalmente con Víctor; de hacerlo, lo sentiría en el futuro. Siempre había sido vulnerable a él.
-Este es el camino Taylor Pond, el que rodea el lago -continuó ella.
-El camino Taylor Pond -repitió él suavemente, evocando algún recuerdo.
Cuando las primeras casas aparecieron a la vista, Víctor lanzó un silbido.
-¿En qué trabajo?
Myriam lanzó una carcajada. Después, salió de aquel caminó, tomó uno ascendente y, por fin, entró en el que conducía a su casa.
-El camino White Oak -leyó Víctor en una señal. Cuando Myriam entró en su propiedad, Víctor volvió a silbar con sincera sorpresa.
-¿Podemos permitirnos el lujo de tener una casa así?
-Más o menos -respondió ella reprimiendo la risa. Myriam fue a salir del coche, pero Víctor le puso la mano en el brazo, reteniéndola.
-Myriam, espera. Ahora que, de momento, no puedo trabajar, ¿cómo vamos a pagar...?
-Tienes un excelente seguro de enfermedad -le aseguró ella.
-Ah -Víctor asintió, pero su expresión seguía preocupada.
-Y la compañía aérea se ha puesto en contacto conmigo ya para solucionar el problema de la compensación, que será sustanciosa.
Víctor arqueó las cejas con evidente alivio.
-¿En serio? ¿Lo suficiente como para que, con un poco de suerte, pueda jubilarme?
-¿Tú? ¿Jubilarte tú? Habría que ponerte una camisa de fuerza y drogarte para tenerte apartado del trabajo -contestó Myriam medio en broma.
dulce_myrifan- VBB PLATINO
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Re: Camino del Olvido
Gracias Dulce, esto se esta poniendo buenooooooooooooooo, siguele niñaaaaaaa
saludos
Geno
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Geno
Geno- STAFF
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Re: Camino del Olvido
grax por el capi..dulce...esperemos y k kn este accidente haga cambiar a victor y cuando salga de la amnesia ya no se kiera divorciar y luchar por su matrimonio
Re: Camino del Olvido
gracias por el cap dulce... solo espero quee cuando victor recuerde todo no se enojee con myriam por no haberlee dichoo la verdad desde un principiooo!!!...
esperoo prontoo el proximooo
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Carmen- VBB PLATINO
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