Camino del Olvido
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Camino del Olvido
Vamos de nuevo, antier me eche esta novellita completaa que tenia por ahi guardada y me gusto muchoooo e inmediatamente pense y ponerselas aqui, tendran capi seguidoo y esperemos terminarla pronto para ponerles otra, asi que aqui les dejo el primer capi
Camino del Olvido
Capítulo 1
Salieron de casa con normalidad, disimulando delante de la niñera; pero una vez en el coche, sus forzadas sonrisas se derrumbaron, sobrecogidos por el agotamiento emocional que sufrían desde la noche anterior, la peor noche de sus vidas.
Al menos, para Myriam, lo había sido. Sin embargo, no estaba segura respecto a su marido. Miró a Víctor de lado y la molestó su inescrutable expresión.
-¿Te importa si pongo la radio? -preguntó él con fría cortesía.
-No, en absoluto.
Al cabo de unos segundos, una música sinfónica inundó el espacio del interior del poco práctico coche deportivo, el coche que Víctor compró cuando ella estaba embarazada... lo había hecho a propósito, a Myriam no le cabía duda de ello.
De haber tenido elección, Myriam habría preferido llevar el coche grande, ya que tenía intención de hacer unas compras después de dejar a Víctor en el aeropuerto. Pero el vehículo con tracción de cuatro ruedas estaba en el garaje pasando una revisión.
Al salir de la moderna urbanización a orillas del lago entraron en una pequeña carretera que llevaba directamente al aeropuerto municipal en las afueras de Wellington, el elegante barrio residencial de Boston en el que vivían desde que se casaron tres años atrás. Desde el este, los rayos del sol de abril se filtraban a través de las ramas desnudas en la arboleda.
-No tenemos mucho tiempo para acabar con este asunto, Myriam -dijo Víctor con su acostumbrada profunda y bien modulada voz.
Volviendo la cabeza hacia él, Myriam casi se echó a reír. ¿Acabar con este asunto? Víctor hablaba como si estuviera al final de una reunión de negocios.
-¿A qué te refieres exactamente?
-Por ejemplo, a los abogados. Te agradecería que no hicieras nada hasta mi regreso.
Durante un momento, Myriam recuperó la esperanza; cosa completamente irracional, ya que había sido ella quien iniciara el día anterior la confrontación con su marido. Sin embargo, Víctor añadió inmediatamente:
-Podemos ir juntos a ver a Marcos Olmo. Él ha sido siempre quien se ha encargado de nuestros asuntos, y no veo la necesidad de acudir a un desconocido.
Myriam tragó saliva. Sintió ganas de llorar.
-Estoy de acuerdo. Además, no creo que vayamos a pelearnos por nada... -Myriam se interrumpió un segundo-. Supongo que no vas a solicitar la custodia de Victoria, ¿verdad?
Víctor tensó la mandíbula; sin embargo, no perdió la compostura al contestar:
-No. ¿Qué hay de la casa?
-Es tuya, tú la elegiste y tú has pagado la hipoteca. Yo me marcharé inmediatamente.
Myriam ni siquiera quería estar en esa casa, aunque no porque no le gustara. No obstante, durante el último año, había pasado allí demasiado tiempo y sola. Le traía malos recuerdos.
-Yo tampoco quiero estar ahí -dijo Víctor-. Como comprenderás, no necesito diez habitaciones. Así que, si quieres quedarte...
-No. Me marcharé inmediatamente.
-No es necesario que te vayas tú, yo me marcharé inmediatamente después de volver del viaje. Tengo más movilidad que tú y la niña.
Myriam no se dejó engañar. Alguien ajeno a la situación interpretaría la actitud de Víctor como un gesto generoso, pero ella sabía a qué se debía: su marido estaba deseando irse de casa.
-Tómate el tiempo que necesites para mudarte -dijo él-. Quédate si quieres hasta que se venda la casa. A propósito, ¿adónde vas a ir?
-No estoy segura. Lo más posible es que vuelva a casa, a Ohio.
Víctor asintió.
-Lo suponía.
-¿Y tú? ¿Adónde vas a ir tú?
-Lo más seguro es que vuelva a Shawmut Gardens -Víctor se refería al edificio de apartamentos en el que había vivido hasta que se casaron-. Me gusta vivir ahí.
La actitud de Víctor era desapasionada, carente de emoción. A Myriam le pareció que estaba hablando con un autómata. Si a su esposo le afectaba la separación, lo estaba disimulando muy bien, como siempre. Víctor tenía una gran facilidad para ocultar lo que era importante y personal. Incluso la noche anterior, cuando ella se vio reducida a un manojo de desesperación y nervios, él ni siquiera discutió ni se mostró disgustada. Quizá el asunto no tuviera importancia para él.
Víctor aminoró la velocidad al cruzar las puertas del aeropuerto. Cuando giró el coche, los rayos del sol le iluminaron el rostro, y a Myriam le dio un vuelco el corazón.
A los treinta y un años, Víctor era extraordinariamente guapo: un hermoso rostro varonil unido a un cuerpo atlético y grácil. Era la clase de hombre que hacía que las mujeres volvieran la cabeza para mirarlo. Por las mañanas, recién afeitado, vestido y listo para enfrentarse al mundo, Víctor era irresistible.
Ese día llevaba su Pierre Cardin gris marengo, con una camisa gris claro.
Los ojos de Myriam recorrieron las facciones de su marido: cejas oscuras y penetrante mirada oscura adornada con negras y espesas pestañas, boca sensual, fuerte mandíbula y un hoyuelo en la barbilla...
¡Cielos! ¿Qué estaba haciendo? ¿Por qué estaba tan obsesionada con él? Enfadada consigo misma por ser tan vulnerable respecto al hombre al que ya no amaba, giró la cabeza y miró por la ventanilla.
-Lo único que quiero es lo que sea necesario para el bien de Victoria.
-Entiendo, te refieres al mantenimiento de la niña. Y, por supuesto, cumpliré con mis obligaciones -Víctor llevó el coche al pequeño aparcamiento-. ¿Y tú?
En ese momento, Víctor paró el vehículo.
-¿Yo?
-Sí, tú. Me refiero a pasarte una pensión.
Myriam respiró temblorosamente.
-Yo no quiero nada para mí. Tengo un título y alguna experiencia profesional, así que me buscaré un trabajo.
Víctor apoyó los brazos en el volante y, con mirada perdida, clavó los ojos en el horizonte.
-No deberíamos hablar de dinero todavía, eso es asunto del abogado.
-Sí, es cierto.
-En fin, no te preocupes de eso ahora. Marcos se encargará de todo. Iremos a verlo en el momento en que yo regrese del viaje.
-De acuerdo.
Myriam miró al reloj en el panel del coche. El tiempo pasaba con rapidez; sin embargo, ninguno de los dos se movió.
Con una expresión pensativa, Víctor dijo:
-Myriam, voy a hacerte una pregunta tonta, pero creo que debo hacerla. ¿Estás segura de que es esto lo que quieres?
Myriam pensó en lo cómodo que sería responder negativamente. Por doloroso que su matrimonio se hubiera tornado, se sentía segura en él. Vivir sola, social y económicamente, era algo aterrador.
Pero Myriam recordó el dolor, la soledad y la humillación a la que se había visto sometida durante los últimos diecinueve meses; y, sobre todo, pensó en Victoria. Estaba dispuesta a hacer cualquier cosa por su hija.
Alzando la barbilla, Myriam contestó:
-Sí, no veo otra alternativa. Así no vamos a ninguna parte, Víctor. Tú casi nunca estás en casa y, en las raras ocasiones en las que estás, es como si no estuvieras.
Transcurrieron unos segundos de tenso silencio.
-Jamás habría imaginado que perderme el cumpleaños de la niña podía conducir a esto -dijo Víctor por fin con una amarga carcajada.
-No se trata de una niña cualquiera, Víctor, y no era cualquier cumpleaños. Era su primer cumpleaños. Y no trates de reducir nuestros problemas a un solo incidente. Lo del cumpleaños ha sido la gota que ha colmado el vaso y lo sabes perfectamente -respondió ella con voz temblorosa.
Víctor apoyó la cabeza en la ventanilla.
-¿Puedo hacerte una pregunta? Solo por curiosidad.
-¿Qué?
-¿Estás viéndote con otro hombre?
Myriam lanzó una carcajada de incredulidad.
-Sí, naturalmente. Nos vemos cuando Victoria está durmiendo y entre una lavada y otra.
-Eres tú quien insiste en lavar la ropa, Myriam. La mujer de la limpieza podría...
-No me estoy quejando de tener que hacer la lavada -Myriam cerró los ojos momentáneamente-. Pero tu acusación...
Myriam no pudo encontrar palabras para expresar su frustración.
-A juzgar por lo mucho que te estás viendo con ese amigo tuyo, Eric Ugalde, no creo que puedas echarme en cara que pregunte.
Myriam abrió los ojos.
-Eric es solo un amigo.
-Bien, de acuerdo. No tiene sentido que pida una explicación a pesar de que, cada vez que vuelvo a casa, lo encuentro cómodamente sentado en el sofá del cuarto de estar.
-Víctor, para ya. Eric no tiene nada que ver con esto.
Camino del Olvido
Capítulo 1
Salieron de casa con normalidad, disimulando delante de la niñera; pero una vez en el coche, sus forzadas sonrisas se derrumbaron, sobrecogidos por el agotamiento emocional que sufrían desde la noche anterior, la peor noche de sus vidas.
Al menos, para Myriam, lo había sido. Sin embargo, no estaba segura respecto a su marido. Miró a Víctor de lado y la molestó su inescrutable expresión.
-¿Te importa si pongo la radio? -preguntó él con fría cortesía.
-No, en absoluto.
Al cabo de unos segundos, una música sinfónica inundó el espacio del interior del poco práctico coche deportivo, el coche que Víctor compró cuando ella estaba embarazada... lo había hecho a propósito, a Myriam no le cabía duda de ello.
De haber tenido elección, Myriam habría preferido llevar el coche grande, ya que tenía intención de hacer unas compras después de dejar a Víctor en el aeropuerto. Pero el vehículo con tracción de cuatro ruedas estaba en el garaje pasando una revisión.
Al salir de la moderna urbanización a orillas del lago entraron en una pequeña carretera que llevaba directamente al aeropuerto municipal en las afueras de Wellington, el elegante barrio residencial de Boston en el que vivían desde que se casaron tres años atrás. Desde el este, los rayos del sol de abril se filtraban a través de las ramas desnudas en la arboleda.
-No tenemos mucho tiempo para acabar con este asunto, Myriam -dijo Víctor con su acostumbrada profunda y bien modulada voz.
Volviendo la cabeza hacia él, Myriam casi se echó a reír. ¿Acabar con este asunto? Víctor hablaba como si estuviera al final de una reunión de negocios.
-¿A qué te refieres exactamente?
-Por ejemplo, a los abogados. Te agradecería que no hicieras nada hasta mi regreso.
Durante un momento, Myriam recuperó la esperanza; cosa completamente irracional, ya que había sido ella quien iniciara el día anterior la confrontación con su marido. Sin embargo, Víctor añadió inmediatamente:
-Podemos ir juntos a ver a Marcos Olmo. Él ha sido siempre quien se ha encargado de nuestros asuntos, y no veo la necesidad de acudir a un desconocido.
Myriam tragó saliva. Sintió ganas de llorar.
-Estoy de acuerdo. Además, no creo que vayamos a pelearnos por nada... -Myriam se interrumpió un segundo-. Supongo que no vas a solicitar la custodia de Victoria, ¿verdad?
Víctor tensó la mandíbula; sin embargo, no perdió la compostura al contestar:
-No. ¿Qué hay de la casa?
-Es tuya, tú la elegiste y tú has pagado la hipoteca. Yo me marcharé inmediatamente.
Myriam ni siquiera quería estar en esa casa, aunque no porque no le gustara. No obstante, durante el último año, había pasado allí demasiado tiempo y sola. Le traía malos recuerdos.
-Yo tampoco quiero estar ahí -dijo Víctor-. Como comprenderás, no necesito diez habitaciones. Así que, si quieres quedarte...
-No. Me marcharé inmediatamente.
-No es necesario que te vayas tú, yo me marcharé inmediatamente después de volver del viaje. Tengo más movilidad que tú y la niña.
Myriam no se dejó engañar. Alguien ajeno a la situación interpretaría la actitud de Víctor como un gesto generoso, pero ella sabía a qué se debía: su marido estaba deseando irse de casa.
-Tómate el tiempo que necesites para mudarte -dijo él-. Quédate si quieres hasta que se venda la casa. A propósito, ¿adónde vas a ir?
-No estoy segura. Lo más posible es que vuelva a casa, a Ohio.
Víctor asintió.
-Lo suponía.
-¿Y tú? ¿Adónde vas a ir tú?
-Lo más seguro es que vuelva a Shawmut Gardens -Víctor se refería al edificio de apartamentos en el que había vivido hasta que se casaron-. Me gusta vivir ahí.
La actitud de Víctor era desapasionada, carente de emoción. A Myriam le pareció que estaba hablando con un autómata. Si a su esposo le afectaba la separación, lo estaba disimulando muy bien, como siempre. Víctor tenía una gran facilidad para ocultar lo que era importante y personal. Incluso la noche anterior, cuando ella se vio reducida a un manojo de desesperación y nervios, él ni siquiera discutió ni se mostró disgustada. Quizá el asunto no tuviera importancia para él.
Víctor aminoró la velocidad al cruzar las puertas del aeropuerto. Cuando giró el coche, los rayos del sol le iluminaron el rostro, y a Myriam le dio un vuelco el corazón.
A los treinta y un años, Víctor era extraordinariamente guapo: un hermoso rostro varonil unido a un cuerpo atlético y grácil. Era la clase de hombre que hacía que las mujeres volvieran la cabeza para mirarlo. Por las mañanas, recién afeitado, vestido y listo para enfrentarse al mundo, Víctor era irresistible.
Ese día llevaba su Pierre Cardin gris marengo, con una camisa gris claro.
Los ojos de Myriam recorrieron las facciones de su marido: cejas oscuras y penetrante mirada oscura adornada con negras y espesas pestañas, boca sensual, fuerte mandíbula y un hoyuelo en la barbilla...
¡Cielos! ¿Qué estaba haciendo? ¿Por qué estaba tan obsesionada con él? Enfadada consigo misma por ser tan vulnerable respecto al hombre al que ya no amaba, giró la cabeza y miró por la ventanilla.
-Lo único que quiero es lo que sea necesario para el bien de Victoria.
-Entiendo, te refieres al mantenimiento de la niña. Y, por supuesto, cumpliré con mis obligaciones -Víctor llevó el coche al pequeño aparcamiento-. ¿Y tú?
En ese momento, Víctor paró el vehículo.
-¿Yo?
-Sí, tú. Me refiero a pasarte una pensión.
Myriam respiró temblorosamente.
-Yo no quiero nada para mí. Tengo un título y alguna experiencia profesional, así que me buscaré un trabajo.
Víctor apoyó los brazos en el volante y, con mirada perdida, clavó los ojos en el horizonte.
-No deberíamos hablar de dinero todavía, eso es asunto del abogado.
-Sí, es cierto.
-En fin, no te preocupes de eso ahora. Marcos se encargará de todo. Iremos a verlo en el momento en que yo regrese del viaje.
-De acuerdo.
Myriam miró al reloj en el panel del coche. El tiempo pasaba con rapidez; sin embargo, ninguno de los dos se movió.
Con una expresión pensativa, Víctor dijo:
-Myriam, voy a hacerte una pregunta tonta, pero creo que debo hacerla. ¿Estás segura de que es esto lo que quieres?
Myriam pensó en lo cómodo que sería responder negativamente. Por doloroso que su matrimonio se hubiera tornado, se sentía segura en él. Vivir sola, social y económicamente, era algo aterrador.
Pero Myriam recordó el dolor, la soledad y la humillación a la que se había visto sometida durante los últimos diecinueve meses; y, sobre todo, pensó en Victoria. Estaba dispuesta a hacer cualquier cosa por su hija.
Alzando la barbilla, Myriam contestó:
-Sí, no veo otra alternativa. Así no vamos a ninguna parte, Víctor. Tú casi nunca estás en casa y, en las raras ocasiones en las que estás, es como si no estuvieras.
Transcurrieron unos segundos de tenso silencio.
-Jamás habría imaginado que perderme el cumpleaños de la niña podía conducir a esto -dijo Víctor por fin con una amarga carcajada.
-No se trata de una niña cualquiera, Víctor, y no era cualquier cumpleaños. Era su primer cumpleaños. Y no trates de reducir nuestros problemas a un solo incidente. Lo del cumpleaños ha sido la gota que ha colmado el vaso y lo sabes perfectamente -respondió ella con voz temblorosa.
Víctor apoyó la cabeza en la ventanilla.
-¿Puedo hacerte una pregunta? Solo por curiosidad.
-¿Qué?
-¿Estás viéndote con otro hombre?
Myriam lanzó una carcajada de incredulidad.
-Sí, naturalmente. Nos vemos cuando Victoria está durmiendo y entre una lavada y otra.
-Eres tú quien insiste en lavar la ropa, Myriam. La mujer de la limpieza podría...
-No me estoy quejando de tener que hacer la lavada -Myriam cerró los ojos momentáneamente-. Pero tu acusación...
Myriam no pudo encontrar palabras para expresar su frustración.
-A juzgar por lo mucho que te estás viendo con ese amigo tuyo, Eric Ugalde, no creo que puedas echarme en cara que pregunte.
Myriam abrió los ojos.
-Eric es solo un amigo.
-Bien, de acuerdo. No tiene sentido que pida una explicación a pesar de que, cada vez que vuelvo a casa, lo encuentro cómodamente sentado en el sofá del cuarto de estar.
-Víctor, para ya. Eric no tiene nada que ver con esto.
dulce_myrifan- VBB PLATINO
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Localización : Culiacán, Sinaloa
Fecha de inscripción : 23/05/2008
Re: Camino del Olvido
Nada, pensó Myriam, a excepción de que era la única persona con la que reía y podía compartir la felicidad de criar a un hijo. No lograba recordar ni un solo momento en el que Víctor y ella hubieran hecho algo semejante.
Inesperadamente, una profunda tristeza la embargó.
-Víctor, no quiero que nos peleemos. No quiero que nos despidamos así.
-Yo tampoco -Víctor se miró el reloj-. Escucha, aún tengo que comprar el billete. ¿Te importaría que continuáramos con esto dentro de la terminal?
Myriam asintió y abrió la puerta. Las piernas le temblaron cuando se puso en pie.
Víctor sacó su impresionante cuerpo del coche. Sacó su equipaje y cerró el coche.
El aire era fresco y contenía fragancia de narcisos, de hierba y de los árboles del entorno. A Myriam le encantaba la primavera; pero aquella mañana, fue incapaz de disfrutar de ella.
Echaron a andar hacia la terminal; ella, en su acostumbrado e informal atuendo deportivo, Víctor enfundado en su exquisito traje. Myriam se miró los pies, sus zapatillas de deporte, esforzándose por mantener el paso de Víctor. A intervalos regulares, Myriam lo miraba; él no volvió la cabeza ni una sola vez.
Dentro del edificio, Víctor dejó su bolsa encima de una silla y el portafolios en el suelo.
-Cuida de esto un momento, ¿de acuerdo?
Myriam asintió y tomó asiento mientras su marido se acercaba al mostrador de venta de billetes.
El aeropuerto de Wellington ofrecía un servicio de corto recorrido; sus clientes, fundamentalmente, eran hombres de negocios que volaban a Hartford, Albany o Nueva York, siendo este último el destino de Víctor ese día. Para recorridos más largos, Víctor salía del aeropuerto Logan International; pero siempre que le era posible utilizaba Wellington.
Víctor se metió el billete en el bolsillo interior de la chaqueta y volvió junto a Myriam. Se sentó a su lado. Permanecieron en silencio durante unos momentos, como extraños, pensó ella con angustia.
Víctor fue quien rompió el silencio.
-Escucha, Myriam, cuando vuelva, a pesar de las buenas intenciones que tenemos, supongo que saldrán recriminaciones y demás. Por eso, prefiero decirte ahora que jamás pensé que llegaría a pasarnos esto. Cuando nos casamos, fui totalmente sincero cuando dije: «hasta que la muerte nos separe».
Myriam asintió mirándose las rodillas, los ojos le quemaban. Inesperadamente, Víctor le rozó la mejilla y, con suavidad, le volvió el rostro para que lo mirara. Y ella se inclinó hacia él.
-Siento no haber podido cambiar -susurró Víctor.
¿Podido?, pensó Myriam. ¿Lo había intentado?
La idea le endureció el corazón de nuevo y apartó el rostro de él.
-No estoy enfadada, solo triste de que hayamos llegado a este punto.
-Y yo -Víctor, recostándose en el respaldo de la silla, suspiró-. Pero, como tú bien has dicho, somos dos personas muy diferentes. Queremos cosas distintas de la vida. No es culpa de ninguno.
Myriam no estaba segura de eso, pero no quería empezar a discutir de nuevo.
-Es mejor así, ahora que Victoria todavía es demasiado pequeña para sufrir.
-Sí, tienes razón -como siempre, Víctor dispuesto a mostrarse de acuerdo con ella. A Myriam le dolió inmensamente que su marido no pusiera ningún obstáculo a la disolución de su matrimonio.
Por los altavoces, una voz pidió a los pasajeros del vuelo de Víctor que se dispusieran a abordar. A Myriam le dio un vuelco el corazón.
-Será mejor que te vayas.
-Sí -Víctor se levantó y ella lo imitó.
Una incómoda sensación se apoderó de ambos.
Normalmente, se besaban antes de que él se marchara. Normalmente, Víctor le decía que la llamaría por teléfono. En esta ocasión, ni besos ni promesas de llamadas. De repente, una absoluta tristeza se apoderó de Myriam.
No, no iba a derrumbarse. Tomó aliento, soltó el aire despacio y se dijo a sí misma que se sentía más fuerte.
-Bueno, tengo que marcharme ya -Víctor agarró su bolsa y el portafolios-. ¿Estarás bien?
-Sí, claro -Myriam forzó una sonrisa.
Víctor dio un paso atrás y recorrió el cuerpo de su esposa con los ojos; durante un segundo, Myriam pensó que, por fin, había emoción en la expresión de Víctor. Pesar.
Temiendo hacer algo que la pusiera en evidencia, Myriam dijo rápidamente:
-Adiós, Víctor.
El apretó los labios, asintió y se dio la vuelta. Unos momentos después, había desaparecido y Myriam se sintió inmensamente desolada.
En vez de marcharse, Myriam se acercó a las cristaleras desde las que se veía el avión. Víctor estaba subiendo la escalerilla, con su oscuro- cabello brillando bajo el sol matutino. En la puerta del avión, una azafata le dijo algo y río, algo que Myriam no pudo oír, pero que comprendía perfectamente: la reacción primitiva de una mujer a Víctor.
Entonces, Víctor entró en el interior del aeroplano y desapareció de su vista.
-Adiós, Víctor -susurró ella.
Myriam se metió las manos en los bolsillos y bajó la cabeza. Acababa de cerrarse un capítulo de su vida.
Inesperadamente, una profunda tristeza la embargó.
-Víctor, no quiero que nos peleemos. No quiero que nos despidamos así.
-Yo tampoco -Víctor se miró el reloj-. Escucha, aún tengo que comprar el billete. ¿Te importaría que continuáramos con esto dentro de la terminal?
Myriam asintió y abrió la puerta. Las piernas le temblaron cuando se puso en pie.
Víctor sacó su impresionante cuerpo del coche. Sacó su equipaje y cerró el coche.
El aire era fresco y contenía fragancia de narcisos, de hierba y de los árboles del entorno. A Myriam le encantaba la primavera; pero aquella mañana, fue incapaz de disfrutar de ella.
Echaron a andar hacia la terminal; ella, en su acostumbrado e informal atuendo deportivo, Víctor enfundado en su exquisito traje. Myriam se miró los pies, sus zapatillas de deporte, esforzándose por mantener el paso de Víctor. A intervalos regulares, Myriam lo miraba; él no volvió la cabeza ni una sola vez.
Dentro del edificio, Víctor dejó su bolsa encima de una silla y el portafolios en el suelo.
-Cuida de esto un momento, ¿de acuerdo?
Myriam asintió y tomó asiento mientras su marido se acercaba al mostrador de venta de billetes.
El aeropuerto de Wellington ofrecía un servicio de corto recorrido; sus clientes, fundamentalmente, eran hombres de negocios que volaban a Hartford, Albany o Nueva York, siendo este último el destino de Víctor ese día. Para recorridos más largos, Víctor salía del aeropuerto Logan International; pero siempre que le era posible utilizaba Wellington.
Víctor se metió el billete en el bolsillo interior de la chaqueta y volvió junto a Myriam. Se sentó a su lado. Permanecieron en silencio durante unos momentos, como extraños, pensó ella con angustia.
Víctor fue quien rompió el silencio.
-Escucha, Myriam, cuando vuelva, a pesar de las buenas intenciones que tenemos, supongo que saldrán recriminaciones y demás. Por eso, prefiero decirte ahora que jamás pensé que llegaría a pasarnos esto. Cuando nos casamos, fui totalmente sincero cuando dije: «hasta que la muerte nos separe».
Myriam asintió mirándose las rodillas, los ojos le quemaban. Inesperadamente, Víctor le rozó la mejilla y, con suavidad, le volvió el rostro para que lo mirara. Y ella se inclinó hacia él.
-Siento no haber podido cambiar -susurró Víctor.
¿Podido?, pensó Myriam. ¿Lo había intentado?
La idea le endureció el corazón de nuevo y apartó el rostro de él.
-No estoy enfadada, solo triste de que hayamos llegado a este punto.
-Y yo -Víctor, recostándose en el respaldo de la silla, suspiró-. Pero, como tú bien has dicho, somos dos personas muy diferentes. Queremos cosas distintas de la vida. No es culpa de ninguno.
Myriam no estaba segura de eso, pero no quería empezar a discutir de nuevo.
-Es mejor así, ahora que Victoria todavía es demasiado pequeña para sufrir.
-Sí, tienes razón -como siempre, Víctor dispuesto a mostrarse de acuerdo con ella. A Myriam le dolió inmensamente que su marido no pusiera ningún obstáculo a la disolución de su matrimonio.
Por los altavoces, una voz pidió a los pasajeros del vuelo de Víctor que se dispusieran a abordar. A Myriam le dio un vuelco el corazón.
-Será mejor que te vayas.
-Sí -Víctor se levantó y ella lo imitó.
Una incómoda sensación se apoderó de ambos.
Normalmente, se besaban antes de que él se marchara. Normalmente, Víctor le decía que la llamaría por teléfono. En esta ocasión, ni besos ni promesas de llamadas. De repente, una absoluta tristeza se apoderó de Myriam.
No, no iba a derrumbarse. Tomó aliento, soltó el aire despacio y se dijo a sí misma que se sentía más fuerte.
-Bueno, tengo que marcharme ya -Víctor agarró su bolsa y el portafolios-. ¿Estarás bien?
-Sí, claro -Myriam forzó una sonrisa.
Víctor dio un paso atrás y recorrió el cuerpo de su esposa con los ojos; durante un segundo, Myriam pensó que, por fin, había emoción en la expresión de Víctor. Pesar.
Temiendo hacer algo que la pusiera en evidencia, Myriam dijo rápidamente:
-Adiós, Víctor.
El apretó los labios, asintió y se dio la vuelta. Unos momentos después, había desaparecido y Myriam se sintió inmensamente desolada.
En vez de marcharse, Myriam se acercó a las cristaleras desde las que se veía el avión. Víctor estaba subiendo la escalerilla, con su oscuro- cabello brillando bajo el sol matutino. En la puerta del avión, una azafata le dijo algo y río, algo que Myriam no pudo oír, pero que comprendía perfectamente: la reacción primitiva de una mujer a Víctor.
Entonces, Víctor entró en el interior del aeroplano y desapareció de su vista.
-Adiós, Víctor -susurró ella.
Myriam se metió las manos en los bolsillos y bajó la cabeza. Acababa de cerrarse un capítulo de su vida.
dulce_myrifan- VBB PLATINO
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Fecha de inscripción : 23/05/2008
Re: Camino del Olvido
Gracias Dulce por la nove
se ve que va a estar buena
voy a estar esperando el proximo capi
se ve que va a estar buena
voy a estar esperando el proximo capi
monike- VBB PLATA
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Re: Camino del Olvido
Muchas gracias Dulce, síguele y conste que nos prometiste capi seguido ehhh, aquí andaremos esperándolos!!!!!
Marianita- STAFF
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Re: Camino del Olvido
muchas gracias por la novelita y siguele pronto por faaaaaaaaaa
jai33sire- VBB PLATINO
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Localización : Mexico Distrito Federal
Fecha de inscripción : 23/05/2008
Re: Camino del Olvido
aaahh que buenoo que noos compartees nuevaaa noovee... y estaa se notaa que estaraa buenisiimaa..esperooo el siguientee capp
Carmen- VBB PLATINO
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Re: Camino del Olvido
MUCHAS GRACIASSSSSSSSSSS DUL.....
TE ESTAREMOS ESPERANDO CON EL SIGUIENTE CAP...
QUE TRISTE COMO QUE SE VAN A DIVORCIARRRRR
NO X FAVORRRRRRR MYRIAM TU NO TE QUIERES SEPARAR
X LO QUE VEO ÈL TAMPOCO X QUE NO LE DIJISTE QUE NO ERA
LO QUE QUERIAS CUANDO TE PREGUNTO
TE ESTAREMOS ESPERANDO CON EL SIGUIENTE CAP...
QUE TRISTE COMO QUE SE VAN A DIVORCIARRRRR
NO X FAVORRRRRRR MYRIAM TU NO TE QUIERES SEPARAR
X LO QUE VEO ÈL TAMPOCO X QUE NO LE DIJISTE QUE NO ERA
LO QUE QUERIAS CUANDO TE PREGUNTO
Eva_vbb- VBB DIAMANTE
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Fecha de inscripción : 25/05/2008
Re: Camino del Olvido
PINTA PARA MUY MUY BUENAAAA! POR FAVOR SIGUELEEEE PROTNOOOO
Chicana_415- VBB PLATINO
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Localización : San Francisco, CA
Fecha de inscripción : 24/05/2008
Re: Camino del Olvido
como que se divorcian noooo esta muy pero muy buena la nove como dicen pinta para estar de rechupete aqui me tendras dando lata con los capis bueno mientras el trabajo me lo permita jajaaja
nayelive- VBB PLATINO
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Localización : df
Fecha de inscripción : 07/01/2009
Re: Camino del Olvido
Gracias x los comentarios aqui les dejo el siguiente capítulo.
Capítulo 2
Debía marcharse, pensó. Debía ir a hacer la compra y a ayudar a la señora Clara. Quizá debiera llamar a su madre también para referirle lo que pasaba en su matrimonio.
Myriam lanzó un gruñido para sí misma. Temía oír las palabras que sabía que iba a oír: «¿Qué te dije yo?».
Las puertas del avión se cerraron y los motores empezaron a rugir. Y Myriam continuó mirando, a pesar de que su mente había viajado tres años en el pasado, a la tarde en la que llamó a casa para decir que se iba a casar.
-Pero Myriam, a parte de ser tu jefe, ¿quién es ese hombre? -dijo la voz de su madre, llena de dudas-. ¿Cómo puedes decir que lo conoces? Solo llevas saliendo con él dos meses.
Claro que lo conocía. Víctor García era el hombre más atractivo, más dinámico, más respetado y más inteligente que había conocido en su vida.
-¿De dónde es? ¿Quiénes son sus padres?
Myriam le refirió a su madre lo que sabía de él, que no era mucho, pero lo suficiente para satisfacerla: Víctor era de Oregón, hijo único y sus padres habían fallecido. Había ido al Este para estudiar en la universidad y, cuando se licenció, le ofrecieron un trabajo en una empresa de electrónica.
-Pero, Myriam, debe de tener familiares -insistió Refugio Cruz al enterarse de que nadie de Oregón iba a ir a la boda. La familia era algo sagrado para la madre de Myriam.
-Eso me da igual, mamá. Me voy a casar con él, no con su familia.
Myriam continuaba con los ojos fijos en el avión, pero continuaba ensimismada en sus pensamientos, en el día en que, no mucho después de la boda, su madre empezó a mostrar su deseo de tener nietos y Myriam no tuvo más remedio que ser franca con ella.
-¡Oh, Myriam! Cuando te casaste, ¿sabías que Víctor no quería tener hijos?
Sí, lo sabía. Víctor siempre había sido sincero con ella, desde el principio.
-¿Qué clase de hombre es el que no quiere tener hijos? -continuó su madre. Con un esposo tan inmerso en la vida familiar como era el padre de Myriam, Refugio no podía imaginar nada distinto.
Myriam trató de explicar. Tener hijos no encajaba en la vida de Víctor. Él tenía como objetivo llegar a lo más alto en ABX Industries, y quería lograrlo, como máximo, a los treinta y cinco años; el año en el que Greg Simmons, presidente de la compañía, iba a jubilarse. Víctor no quería emplear su tiempo en criar hijos. Como uno de los más activos vicepresidentes de ABX, Víctor trabajaba doce horas al día con frecuencia y pasaba tanto tiempo de viaje como en casa. Lo que le preocupaba, explicó Myriam a su madre, no eran las repercusiones que los hijos podrían tener en su vida, sino al contrario, cómo repercutiría en la vida de sus hijos la vida que él llevaba. Víctor creía que un niño merecía más que lo que él podía dar.
Myriam podría haber relatado otra razón por la que Víctor no quería tener hijos: él había pasado su infancia y adolescencia entre su madre y su padre, divorciados. No, Víctor no tenía buenos recuerdos de su niñez.
Cuando su madre insistió en que no comprendía, Myriam respondió:
-Hay mucha gente que no tiene hijos, mamá. ¿Por qué te cuesta tanto aceptar que Víctor sea uno de ellos?
Incluso ahora, tres años después, la respuesta de su madre seguía tocando un punto débil en ella:
-Porque está casado contigo.
La contestación de su madre implicaba que Myriam estaba haciendo algo en contra de su naturaleza. Era cierto que a Myriam siempre le habían gustado los niños, pero llegó a convencerse de que se había adaptado a las ideas de Víctor.
Y lo consiguió durante un tiempo. El primer año de casada, fue inmensamente feliz. Aunque Víctor era un hombre reservado, que contenía sus emociones y mantenía una cierta distancia con la gente, no mostró reservas con ella; al menos, no cuando hacían el amor. En realidad, la pasión de Víctor la embriagaba.
Su vida en común fue maravillosa en otros sentidos también. Fueron a Hawai de viaje de luna de miel, a Santo Tomás cinco meses más tarde, a París seis meses después. Compraron una casa colonial. Ella trabajaba como ayudante personal y lo acompañaba en los viajes de negocios. En casa, preparaba fiestas para otros ejecutivos de la empresa y sus esposas. Parecía una vida maravillosa.
Pero... se quedó embarazada.
El problema era que la hizo feliz, y pensó que a Víctor le ocurriría lo mismo.
Desgraciadamente, a Myriam jamás se le olvidaría la cara de Víctor cuando le dio la noticia.
-¿Que estás embarazada?
-Sí.
-Pero... ¿cómo ha ocurrido?
Ella confesó un pequeño error con las pastillas anticonceptivas.
-¿Lo has hecho a propósito, Myriam?
Myriam se quedó perpleja.
-¿Por qué iba a hacer una cosa así?
-No sé -le espetó él con enfado-. Quizá querías que cambiara mi vida.
-Eso es ridículo. Además, Víctor, no tiene sentido buscar un culpable. La cuestión es qué es lo que vamos a hacer.
-¿Que qué vamos a hacer? No se puede hacer nada. Me gustaría que no hubiera ocurrido, pero ya no tiene solución.
Myriam se sintió aliviada; al menos, Víctor no le había pedido que interrumpiese voluntariamente el embarazo. Eso habría destrozado su matrimonio. Myriam se aferró a la esperanza de que, con el tiempo, Víctor se acostumbraría a la idea de ser padre e incluso llegaría a gustarle.
Pero no ocurrió así.
En público, Víctor se mostró como cualquier futuro padre; sin embargo, en privado, fue refugiándose más y más en sí mismo. No acompañó a Myriam a ninguna de las compras en preparación para el nacimiento, lo que sí hizo fue empezar a viajar sin ella... y mucho.
Pero Myriam no perdió la esperanza. Lo que Víctor necesitaba era tiempo, pensaba ella sintiéndose cada vez más sola. Una vez que él tuviera a su hijo en brazos, cambiaría de actitud. ¿Quién no?
Pero Víctor no vio a su hija hasta cuatro días después de nacer. Estaba de viaje. En los meses sucesivos, se tornó más introvertido aún, cada vez más inmerso en su trabajo. Jamás cambió los pañales de su hija ni le dio el biberón, y casi nunca la tomó en sus brazos.
A Myriam se le acabó la paciencia. Al final, acabó enfrentándose a la verdad y le dio la razón a su madre: se había casado con un hombre al que no conocía, un hombre egoísta, interesado solo en su carrera, rígido e incapaz de cambiar. Un hombre reservado, frío, que podía hacer el amor con extraordinaria pasión, pero sin sentir amor.
Myriam le había dado tiempo suficiente, un año y nueve meses para ser exactos, pero la situación solo había ido de mal en peor.
Tendría que acostumbrarse a vivir sin él. Aún era joven, solo tenía veintiséis años. Quizá, con el tiempo, conocería a un hombre para quien Victoria y ella fueran lo primero, no la obsesión a ser presidente de una empresa a los treinta y cinco años.
El avión empezó a rodar por la pista.
«Sí, vete, Víctor», pensó Myriam mientras el aeroplano tomaba velocidad. «Ve a perseguir tus sueños egoístas. Ya no me importa. Victoria y yo estamos mejor sin ti». El avión se alzó en el aire. «Lo único que quiero es paz y rehacer mi vida».
El avión continuó alzándose. Y, mientras lo observaba, Myriam empezó a relajarse hasta sentir alivio. Todo había acabado. Llegó a sonreír.
Estaba a punto de darse la vuelta cuando notó que el avión hacía un extraño giro en el aire. Poco después, lo vio zarandearse. Myriam contuvo la respiración. Algo le ocurría al avión, algo serio.
Víctor se puso tenso. Notó que algo andaba mal incluso antes de que el aeroplano despegase. Ahora, ya por encima de las copas de los árboles, sus sospechas se vieron confirmadas.
-¿Qué demonios pasa? -murmuró el pasajero sentado a su lado.
A los pocos segundos, la alarma de todos los pasajeros era evidente.
El piloto les habló por el micrófono, explicándoles que iban a volver al aeropuerto. No dijo por qué, y nadie se calmó. Víctor aún menos.
Víctor no era un hombre que se asustase fácilmente, y jamás se entregaba al pánico. Pero, en ese momento, estaba gritando mentalmente y, a intervalos, la mente se le quedaba en blanco; y si eso no era pánico...
Inesperadamente, sintió que tenía que levantarse de su asiento. Había algo que necesitaba hacer. Algo urgente. Fue a desabrocharse el cinturón de seguridad y, entonces, se dio cuenta de que eso no era lo correcto: debía continuar donde estaba. El sudor empezó a bañarle el rostro.
E1 avión empezó a tropezarse con las copas de los árboles, y las ramas saltaron como palillos de dientes. Algunos pasajeros gritaban; otros, como él, parecían incapaces de moverse y de reaccionar. Algo terrible iba a ocurrir. La idea casi lo ahogaba.
Tenía que levantarse del asiento. No podía permitir que aquello ocurriera.
Bruscamente, los árboles desaparecieron y el avión empezó a sobrevolar la pista del aeropuerto. Iba a intentar aterrizar. No, no iba a aterrizar, iba a estrellarse...
Con frenesí, Víctor estiró el cuello para mirar hacia la parte delantera del avión, buscando con la vista.,.. ¿qué? Los oídos le dolían y... Ah, sí, lo recordó.
¡Cielos! No debía haberla dejado perderse de vista. ¿Dónde estaba? ¿Dónde...?
El avión tocó tierra, bruscamente. El impacto sacudió a Víctor, estrellándolo contra la ventanilla varias veces. El cuerpo entero empezó a dolerle. Con voz desgarrada por el dolor y el sentimiento de culpa, Víctor gritó:
-¡Becky!
Entonces, perdió el conocimiento.
Capítulo 2
Debía marcharse, pensó. Debía ir a hacer la compra y a ayudar a la señora Clara. Quizá debiera llamar a su madre también para referirle lo que pasaba en su matrimonio.
Myriam lanzó un gruñido para sí misma. Temía oír las palabras que sabía que iba a oír: «¿Qué te dije yo?».
Las puertas del avión se cerraron y los motores empezaron a rugir. Y Myriam continuó mirando, a pesar de que su mente había viajado tres años en el pasado, a la tarde en la que llamó a casa para decir que se iba a casar.
-Pero Myriam, a parte de ser tu jefe, ¿quién es ese hombre? -dijo la voz de su madre, llena de dudas-. ¿Cómo puedes decir que lo conoces? Solo llevas saliendo con él dos meses.
Claro que lo conocía. Víctor García era el hombre más atractivo, más dinámico, más respetado y más inteligente que había conocido en su vida.
-¿De dónde es? ¿Quiénes son sus padres?
Myriam le refirió a su madre lo que sabía de él, que no era mucho, pero lo suficiente para satisfacerla: Víctor era de Oregón, hijo único y sus padres habían fallecido. Había ido al Este para estudiar en la universidad y, cuando se licenció, le ofrecieron un trabajo en una empresa de electrónica.
-Pero, Myriam, debe de tener familiares -insistió Refugio Cruz al enterarse de que nadie de Oregón iba a ir a la boda. La familia era algo sagrado para la madre de Myriam.
-Eso me da igual, mamá. Me voy a casar con él, no con su familia.
Myriam continuaba con los ojos fijos en el avión, pero continuaba ensimismada en sus pensamientos, en el día en que, no mucho después de la boda, su madre empezó a mostrar su deseo de tener nietos y Myriam no tuvo más remedio que ser franca con ella.
-¡Oh, Myriam! Cuando te casaste, ¿sabías que Víctor no quería tener hijos?
Sí, lo sabía. Víctor siempre había sido sincero con ella, desde el principio.
-¿Qué clase de hombre es el que no quiere tener hijos? -continuó su madre. Con un esposo tan inmerso en la vida familiar como era el padre de Myriam, Refugio no podía imaginar nada distinto.
Myriam trató de explicar. Tener hijos no encajaba en la vida de Víctor. Él tenía como objetivo llegar a lo más alto en ABX Industries, y quería lograrlo, como máximo, a los treinta y cinco años; el año en el que Greg Simmons, presidente de la compañía, iba a jubilarse. Víctor no quería emplear su tiempo en criar hijos. Como uno de los más activos vicepresidentes de ABX, Víctor trabajaba doce horas al día con frecuencia y pasaba tanto tiempo de viaje como en casa. Lo que le preocupaba, explicó Myriam a su madre, no eran las repercusiones que los hijos podrían tener en su vida, sino al contrario, cómo repercutiría en la vida de sus hijos la vida que él llevaba. Víctor creía que un niño merecía más que lo que él podía dar.
Myriam podría haber relatado otra razón por la que Víctor no quería tener hijos: él había pasado su infancia y adolescencia entre su madre y su padre, divorciados. No, Víctor no tenía buenos recuerdos de su niñez.
Cuando su madre insistió en que no comprendía, Myriam respondió:
-Hay mucha gente que no tiene hijos, mamá. ¿Por qué te cuesta tanto aceptar que Víctor sea uno de ellos?
Incluso ahora, tres años después, la respuesta de su madre seguía tocando un punto débil en ella:
-Porque está casado contigo.
La contestación de su madre implicaba que Myriam estaba haciendo algo en contra de su naturaleza. Era cierto que a Myriam siempre le habían gustado los niños, pero llegó a convencerse de que se había adaptado a las ideas de Víctor.
Y lo consiguió durante un tiempo. El primer año de casada, fue inmensamente feliz. Aunque Víctor era un hombre reservado, que contenía sus emociones y mantenía una cierta distancia con la gente, no mostró reservas con ella; al menos, no cuando hacían el amor. En realidad, la pasión de Víctor la embriagaba.
Su vida en común fue maravillosa en otros sentidos también. Fueron a Hawai de viaje de luna de miel, a Santo Tomás cinco meses más tarde, a París seis meses después. Compraron una casa colonial. Ella trabajaba como ayudante personal y lo acompañaba en los viajes de negocios. En casa, preparaba fiestas para otros ejecutivos de la empresa y sus esposas. Parecía una vida maravillosa.
Pero... se quedó embarazada.
El problema era que la hizo feliz, y pensó que a Víctor le ocurriría lo mismo.
Desgraciadamente, a Myriam jamás se le olvidaría la cara de Víctor cuando le dio la noticia.
-¿Que estás embarazada?
-Sí.
-Pero... ¿cómo ha ocurrido?
Ella confesó un pequeño error con las pastillas anticonceptivas.
-¿Lo has hecho a propósito, Myriam?
Myriam se quedó perpleja.
-¿Por qué iba a hacer una cosa así?
-No sé -le espetó él con enfado-. Quizá querías que cambiara mi vida.
-Eso es ridículo. Además, Víctor, no tiene sentido buscar un culpable. La cuestión es qué es lo que vamos a hacer.
-¿Que qué vamos a hacer? No se puede hacer nada. Me gustaría que no hubiera ocurrido, pero ya no tiene solución.
Myriam se sintió aliviada; al menos, Víctor no le había pedido que interrumpiese voluntariamente el embarazo. Eso habría destrozado su matrimonio. Myriam se aferró a la esperanza de que, con el tiempo, Víctor se acostumbraría a la idea de ser padre e incluso llegaría a gustarle.
Pero no ocurrió así.
En público, Víctor se mostró como cualquier futuro padre; sin embargo, en privado, fue refugiándose más y más en sí mismo. No acompañó a Myriam a ninguna de las compras en preparación para el nacimiento, lo que sí hizo fue empezar a viajar sin ella... y mucho.
Pero Myriam no perdió la esperanza. Lo que Víctor necesitaba era tiempo, pensaba ella sintiéndose cada vez más sola. Una vez que él tuviera a su hijo en brazos, cambiaría de actitud. ¿Quién no?
Pero Víctor no vio a su hija hasta cuatro días después de nacer. Estaba de viaje. En los meses sucesivos, se tornó más introvertido aún, cada vez más inmerso en su trabajo. Jamás cambió los pañales de su hija ni le dio el biberón, y casi nunca la tomó en sus brazos.
A Myriam se le acabó la paciencia. Al final, acabó enfrentándose a la verdad y le dio la razón a su madre: se había casado con un hombre al que no conocía, un hombre egoísta, interesado solo en su carrera, rígido e incapaz de cambiar. Un hombre reservado, frío, que podía hacer el amor con extraordinaria pasión, pero sin sentir amor.
Myriam le había dado tiempo suficiente, un año y nueve meses para ser exactos, pero la situación solo había ido de mal en peor.
Tendría que acostumbrarse a vivir sin él. Aún era joven, solo tenía veintiséis años. Quizá, con el tiempo, conocería a un hombre para quien Victoria y ella fueran lo primero, no la obsesión a ser presidente de una empresa a los treinta y cinco años.
El avión empezó a rodar por la pista.
«Sí, vete, Víctor», pensó Myriam mientras el aeroplano tomaba velocidad. «Ve a perseguir tus sueños egoístas. Ya no me importa. Victoria y yo estamos mejor sin ti». El avión se alzó en el aire. «Lo único que quiero es paz y rehacer mi vida».
El avión continuó alzándose. Y, mientras lo observaba, Myriam empezó a relajarse hasta sentir alivio. Todo había acabado. Llegó a sonreír.
Estaba a punto de darse la vuelta cuando notó que el avión hacía un extraño giro en el aire. Poco después, lo vio zarandearse. Myriam contuvo la respiración. Algo le ocurría al avión, algo serio.
Víctor se puso tenso. Notó que algo andaba mal incluso antes de que el aeroplano despegase. Ahora, ya por encima de las copas de los árboles, sus sospechas se vieron confirmadas.
-¿Qué demonios pasa? -murmuró el pasajero sentado a su lado.
A los pocos segundos, la alarma de todos los pasajeros era evidente.
El piloto les habló por el micrófono, explicándoles que iban a volver al aeropuerto. No dijo por qué, y nadie se calmó. Víctor aún menos.
Víctor no era un hombre que se asustase fácilmente, y jamás se entregaba al pánico. Pero, en ese momento, estaba gritando mentalmente y, a intervalos, la mente se le quedaba en blanco; y si eso no era pánico...
Inesperadamente, sintió que tenía que levantarse de su asiento. Había algo que necesitaba hacer. Algo urgente. Fue a desabrocharse el cinturón de seguridad y, entonces, se dio cuenta de que eso no era lo correcto: debía continuar donde estaba. El sudor empezó a bañarle el rostro.
E1 avión empezó a tropezarse con las copas de los árboles, y las ramas saltaron como palillos de dientes. Algunos pasajeros gritaban; otros, como él, parecían incapaces de moverse y de reaccionar. Algo terrible iba a ocurrir. La idea casi lo ahogaba.
Tenía que levantarse del asiento. No podía permitir que aquello ocurriera.
Bruscamente, los árboles desaparecieron y el avión empezó a sobrevolar la pista del aeropuerto. Iba a intentar aterrizar. No, no iba a aterrizar, iba a estrellarse...
Con frenesí, Víctor estiró el cuello para mirar hacia la parte delantera del avión, buscando con la vista.,.. ¿qué? Los oídos le dolían y... Ah, sí, lo recordó.
¡Cielos! No debía haberla dejado perderse de vista. ¿Dónde estaba? ¿Dónde...?
El avión tocó tierra, bruscamente. El impacto sacudió a Víctor, estrellándolo contra la ventanilla varias veces. El cuerpo entero empezó a dolerle. Con voz desgarrada por el dolor y el sentimiento de culpa, Víctor gritó:
-¡Becky!
Entonces, perdió el conocimiento.
dulce_myrifan- VBB PLATINO
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Re: Camino del Olvido
Gracias por el capi niña
y ojala no le pase nada malo
y ojala no le pase nada malo
monike- VBB PLATA
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Re: Camino del Olvido
Becky??? Quien es Becky!?!??! VICTOR ALEJANDRO GARCIA PEREZ MAS TE VALE QUE NO ESTES ENGAÑANDO A MYRIAM!!!!
Siguele por favor! espero que victor salga de esta biennn y que no le pase nada malooooo
Siguele por favor! espero que victor salga de esta biennn y que no le pase nada malooooo
Chicana_415- VBB PLATINO
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Re: Camino del Olvido
MUCHAS GRACIASSSSSSSS DULCINEA
Becky??? Quien es Becky!?!??! VICTOR ALEJANDRO GARCIA PEREZ MAS TE VALE QUE NO ESTES ENGAÑANDO A MYRIAM!!!!
YO DIGO LO MISMO QUIEN ES BECKY
O FUE UN ERROR DE DEDO???? MMMMM
Becky??? Quien es Becky!?!??! VICTOR ALEJANDRO GARCIA PEREZ MAS TE VALE QUE NO ESTES ENGAÑANDO A MYRIAM!!!!
YO DIGO LO MISMO QUIEN ES BECKY
O FUE UN ERROR DE DEDO???? MMMMM
Eva_vbb- VBB DIAMANTE
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Re: Camino del Olvido
oseaaa como????.. quien es becky???!!:..
dulcee espero prontoo el siguientee caapp por que yopp tampocooo entendiii nadaa
dulcee espero prontoo el siguientee caapp por que yopp tampocooo entendiii nadaa
Carmen- VBB PLATINO
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Re: Camino del Olvido
Dulceeeeeeeeee sigueleeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeee plis plis y quien es esa monita ehhh? correle niñaaa
saluditos
Geno
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Geno
Geno- STAFF
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Re: Camino del Olvido
gracias por el capitulo y siguele por faaaaaa
jai33sire- VBB PLATINO
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Re: Camino del Olvido
Acabo de leer los dos capitulos de corridito, muchas gracias por esta nueva novela.
alma.fra- VBB DIAMANTE
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Re: Camino del Olvido
Dulce, todas queremos saber quién es Becky!!!!!!! Síguele que está muy buena!!!!!!
Marianita- STAFF
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Re: Camino del Olvido
ayy pero si nada ams se aleja una un dia del foro y hay muuchas novedades jejejejejej... gracias dulce x al novelita estare aki dando lata y al pendiente...
saludosssssssss
aNa
saludosssssssss
aNa
Re: Camino del Olvido
Chicas no fue error de dedoo lo de Becky, más adelante sabrán porque
Capítulo 3
La gente, alarmada, se había agrupado junto a la cristalera. En la pista, un vehículo con sirena se dirigió velozmente hacia el avión, que, parado, estaba de costado.
Myriam sintió una subida de adrenalina que la liberó de su inamovilidad. Se apartó de la ventana y, sin pensar en lo que hacía, corrió hacia la puerta.
-Eh, un momento -un brazo la detuvo-. Señora, no puede salir a la pista.
Furiosa, Myriam lanzó una mirada asesina al empleado del aeropuerto que le obstaculizaba el paso.
-Mi marido está dentro de ese avión -respondió ella indignada.
-Cálmese. Llevo treinta años trabajando aquí y le aseguro que este accidente no es nada serio. La gente sale de situaciones mucho peores -el empleado señaló con la barbilla hacia la pista-. ¿Lo ve?
Myriam siguió con los ojos la mirada del hombre y vio que los pasajeros del avión empezaban a salir tirándose por una rampa de emergencia.
Myriam lanzó un grito ahogado de alivio. Quizá le hubiera parecido un accidente serio porque era el único que había presenciado en su vida.
Respirando con dificultad, Myriam observó a los pasajeros a la espera de Víctor.
Un segundo vehículo se acercó al avión, una ambulancia. Cuando un tercero lo siguió, Myriam lanzó una furiosa mirada al empleado que le había impedido salir a la pista, convencida de que había mentido respecto a la seriedad del accidente.
Al cabo de muy poco tiempo, un gran número de empleados del aeropuerto estaban alrededor del avión, gritando órdenes y haciéndose gestos con las manos.
Víctor seguía sin aparecer.
Otra puerta de emergencia se abrió y colocaron una escalerilla delante por la que subió el personal de las ambulancias con camillas, ambulancias que habían llegado ya del hospital local. Y también había coches de policía.
Con ojos desmesuradamente abiertos, Myriam continuó esperando que apareciese Víctor, al tiempo que sentía que su mundo se había derrumbado.
Por fin lo vio. Víctor estaba bajando la escalerilla con la ayuda de un enfermero. A pesar de la distancia que los separaba, Myriam notó su cojera. Pero, al menos, salía por su propio pie.
Myriam comenzó a temblar de alivio.
-¡Atención, por favor!
Distraída, Myriam se volvió. Una mujer joven con aspecto eficiente estaba delante de la puerta que daba a las pistas.
-Tengo información para los familiares o amigos de los pasajeros del avión que... acaba de regresar. Todos y cada uno de los pasajeros, al margen su estado, van a ser trasladados inmediatamente al hospital de St. Luke, en Wellington. Por favor, no intenten acompañarlos personalmente, con eso solo conseguirían hacer más lento el proceso. Vayan directamente al hospital, a Urgencias.
Myriam ya había sacado las llaves del coche del bolso y corría hacia la salida de la terminal.
Con la súbita e inesperada llegada de treinta pacientes, el departamento de Urgencias del hospital era un caos. Myriam se paseó por la atestada sala de espera durante casi una hora después de dar su nombre en recepción. Por el momento, solo a los familiares de los pacientes con heridas graves se les permitía acompañar a sus seres queridos. En fin, al menos algo era...
Durante la espera, rellenó los papeles de ingreso de Víctor en el hospital y telefoneó a la señora Clara, la niñera. También llamó a ABX, la empresa de su esposo; necesitaban saber lo ocurrido y también que Víctor no podía asistir a la reunión en Nueva York. Myriam habló directamente con Greg Simmons, el presidente de la compañía. Él le pidió a Myriam que le mantuviera al corriente del estado de Víctor.
Por fin, una enfermera de cabello corto rizado guió a Myriam a lo largo de un pasillo hasta una habitación con cuatro camas, cuatro pacientes, un médico y una enfermera demasiado joven que parecía al borde de las lágrimas. Víctor estaba en una cama, con un camisón de hospital y los ojos cerrados. Myriam se acercó a él.
-Oh, Víctor -susurró ella, olvidando momentáneamente el rencor de las últimas veinticuatro horas.
Poco a poco, fue dándose cuenta de que Víctor tenía el cuerpo lleno de cortes y magulladuras.
El médico se le acercó.
-No le toque el brazo, por favor, lo tiene fracturado.
Myriam apartó la mano rápidamente.
-Oh, lo siento -no se había fijado en el vendaje-. Víctor, ¿tienes dolores?
Él abrió los ojos despacio, volvió la cabeza y la miró. Sus ojos, normalmente vivos y sagaces, se veían turbios y carentes de profundidad.
-¿Víctor? -repitió Myriam con incertidumbre.
-Señora, soy el doctor Costas -dijo el médico, presentándose a Myriam.
-Yo soy Myriam García, la esposa de Víctor -Myriam inclinó la cabeza señalando a su marido-. ¿Cómo se encuentra?
-Ha tenido suerte, solo ha sufrido heridas de poca gravedad. Los cortes y las contusiones parecen más serios de lo que realmente son. Por supuesto, aún tenemos que hacerle unos rayos X, pero estoy casi seguro de que solo tiene una pequeña fractura por encima de la muñeca.
-En el aeropuerto... lo vi cojear.
-Sí, tiene el tobillo izquierdo algo hinchado, pero puede andar. Lo más probable es que se trate solo de un esguince. Pero no se preocupe, lo vamos a mirar por rayos para asegurarnos.
En se momento, entraron dos celadores.
-¿Tiene un paciente para rayos X? -preguntó uno de los celadores.
-Sí. Un momento -el médico hizo unas anotaciones en la ficha de Víctor.
Myriam rozó la cabeza de Víctor con los dedos. El la miró; después, paseó los ojos por la habitación.
-Doctor, ¿está... bien? -Myriam se mordió los labios.
-¿Se refiere a que lo ve desorientado? Sí, ahora mismo iba a hablarle de eso -el médico dejó la ficha en su funda a los pies de la cama-. Tras un examen inicial en busca de alguna contusión en la cabeza, no he podido encontrar evidencia de ello. Sin embargo, podría estar equivocado, por lo que va a examinarle un neurólogo. De todos modos, creo que solo sufre un estado de leve shock. Lo que es perfectamente comprensible, dadas las circunstancias.
¿Shock? ¿Víctor?
-Lo que su marido necesita- es descansar -añadió el médico-. Estoy seguro de que, dentro de unas horas, será el de siempre. Y ahora... ¿quiere acompañarlo a que le hagan la radiografía?
-Sí, naturalmente -Myriam se hizo a un lado para dejar que los dos celadores llevaran a Víctor en una camilla hacia la puerta.
Dos horas más tarde, Myriam volvió a reunirse con el doctor Costas. De nuevo en la habitación de cuatro camas, el médico colocó los rayos X de Víctor en una pantalla iluminada y señaló la fractura del brazo, que ahora estaba escayolado. También le habían dado unos puntos en varios cortes.
Myriam miró fijamente a la pantalla.
-¿Cuánto tardará en cicatrizarle la fractura del brazo?
-De ocho a diez semanas. ¿Es diestro?
-Sí -Myriam se dio cuenta inmediatamente de lo que eso significaba.
-¿Qué tipo de trabajo hace?
-Es ejecutivo. Trabajo de oficina, fundamentalmente.
-Ah. A juzgar por su físico, jamás lo habría imaginado. En fin, lo más probable es que pueda volver a la oficina en una semana o dos. Tiene suerte de no ser carpintero o de trabajar en la construcción.
-Sí -Myriam miró a su marido, que permanecía inmóvil y con los ojos cerrados en la cama.
-Bueno, de momento, es necesario que se quede un par de días internado en el hospital -dijo el médico recogiendo las placas de rayos X-. Es por el seguro de la compañía aérea, no quieren acabar en los tribunales.
-Lo comprendo.
-Pero, aunque no fuera ese el caso, me parecería bien tenerlo en el hospital bajo observación. Su marido aún no parece haberse recuperado del shock y nos gustaría saber por qué -el médico metió las placas en un sobre grande de papel manda-. La cama de su marido está ya preparada. Así que, con su permiso...
Myriam permaneció sentada junto a la ventana en la habitación de Víctor hasta la hora de la cena. Durante todo ese tiempo, las únicas palabras que Víctor había pronunciado eran afirmaciones o negaciones a preguntas que los médicos o las enfermeras le hicieron. Myriam percibió que, con frecuencia, las respuestas de Víctor eran inapropiadas o completamente incorrectas.
-Por favor, váyase a casa -le dijo a Myriam la joven estudiante de enfermería que fue a tomarle la tensión a Víctor a las seis de la tarde-.Vaya con su hija y coma algo. No se preocupe por su marido, nosotros lo cuidaremos.
Con desgana, Myriam asintió. Además, la pobre señora Clara llevaba el día entero con Victoria, y Myriam le iba a pedir que volviera a hacer lo mismo al día siguiente.
Myriam se acercó a la cama de su marido.
-¿Víctor? -despacio, él abrió los ojos-. Me voy a casa. Hasta mañana.
Víctor parpadeó.
-Intenta descansar. Estoy segura de que mañana te sentirás mucho mejor.
Víctor sonrió débilmente y cerró los ojos.
Capítulo 3
La gente, alarmada, se había agrupado junto a la cristalera. En la pista, un vehículo con sirena se dirigió velozmente hacia el avión, que, parado, estaba de costado.
Myriam sintió una subida de adrenalina que la liberó de su inamovilidad. Se apartó de la ventana y, sin pensar en lo que hacía, corrió hacia la puerta.
-Eh, un momento -un brazo la detuvo-. Señora, no puede salir a la pista.
Furiosa, Myriam lanzó una mirada asesina al empleado del aeropuerto que le obstaculizaba el paso.
-Mi marido está dentro de ese avión -respondió ella indignada.
-Cálmese. Llevo treinta años trabajando aquí y le aseguro que este accidente no es nada serio. La gente sale de situaciones mucho peores -el empleado señaló con la barbilla hacia la pista-. ¿Lo ve?
Myriam siguió con los ojos la mirada del hombre y vio que los pasajeros del avión empezaban a salir tirándose por una rampa de emergencia.
Myriam lanzó un grito ahogado de alivio. Quizá le hubiera parecido un accidente serio porque era el único que había presenciado en su vida.
Respirando con dificultad, Myriam observó a los pasajeros a la espera de Víctor.
Un segundo vehículo se acercó al avión, una ambulancia. Cuando un tercero lo siguió, Myriam lanzó una furiosa mirada al empleado que le había impedido salir a la pista, convencida de que había mentido respecto a la seriedad del accidente.
Al cabo de muy poco tiempo, un gran número de empleados del aeropuerto estaban alrededor del avión, gritando órdenes y haciéndose gestos con las manos.
Víctor seguía sin aparecer.
Otra puerta de emergencia se abrió y colocaron una escalerilla delante por la que subió el personal de las ambulancias con camillas, ambulancias que habían llegado ya del hospital local. Y también había coches de policía.
Con ojos desmesuradamente abiertos, Myriam continuó esperando que apareciese Víctor, al tiempo que sentía que su mundo se había derrumbado.
Por fin lo vio. Víctor estaba bajando la escalerilla con la ayuda de un enfermero. A pesar de la distancia que los separaba, Myriam notó su cojera. Pero, al menos, salía por su propio pie.
Myriam comenzó a temblar de alivio.
-¡Atención, por favor!
Distraída, Myriam se volvió. Una mujer joven con aspecto eficiente estaba delante de la puerta que daba a las pistas.
-Tengo información para los familiares o amigos de los pasajeros del avión que... acaba de regresar. Todos y cada uno de los pasajeros, al margen su estado, van a ser trasladados inmediatamente al hospital de St. Luke, en Wellington. Por favor, no intenten acompañarlos personalmente, con eso solo conseguirían hacer más lento el proceso. Vayan directamente al hospital, a Urgencias.
Myriam ya había sacado las llaves del coche del bolso y corría hacia la salida de la terminal.
Con la súbita e inesperada llegada de treinta pacientes, el departamento de Urgencias del hospital era un caos. Myriam se paseó por la atestada sala de espera durante casi una hora después de dar su nombre en recepción. Por el momento, solo a los familiares de los pacientes con heridas graves se les permitía acompañar a sus seres queridos. En fin, al menos algo era...
Durante la espera, rellenó los papeles de ingreso de Víctor en el hospital y telefoneó a la señora Clara, la niñera. También llamó a ABX, la empresa de su esposo; necesitaban saber lo ocurrido y también que Víctor no podía asistir a la reunión en Nueva York. Myriam habló directamente con Greg Simmons, el presidente de la compañía. Él le pidió a Myriam que le mantuviera al corriente del estado de Víctor.
Por fin, una enfermera de cabello corto rizado guió a Myriam a lo largo de un pasillo hasta una habitación con cuatro camas, cuatro pacientes, un médico y una enfermera demasiado joven que parecía al borde de las lágrimas. Víctor estaba en una cama, con un camisón de hospital y los ojos cerrados. Myriam se acercó a él.
-Oh, Víctor -susurró ella, olvidando momentáneamente el rencor de las últimas veinticuatro horas.
Poco a poco, fue dándose cuenta de que Víctor tenía el cuerpo lleno de cortes y magulladuras.
El médico se le acercó.
-No le toque el brazo, por favor, lo tiene fracturado.
Myriam apartó la mano rápidamente.
-Oh, lo siento -no se había fijado en el vendaje-. Víctor, ¿tienes dolores?
Él abrió los ojos despacio, volvió la cabeza y la miró. Sus ojos, normalmente vivos y sagaces, se veían turbios y carentes de profundidad.
-¿Víctor? -repitió Myriam con incertidumbre.
-Señora, soy el doctor Costas -dijo el médico, presentándose a Myriam.
-Yo soy Myriam García, la esposa de Víctor -Myriam inclinó la cabeza señalando a su marido-. ¿Cómo se encuentra?
-Ha tenido suerte, solo ha sufrido heridas de poca gravedad. Los cortes y las contusiones parecen más serios de lo que realmente son. Por supuesto, aún tenemos que hacerle unos rayos X, pero estoy casi seguro de que solo tiene una pequeña fractura por encima de la muñeca.
-En el aeropuerto... lo vi cojear.
-Sí, tiene el tobillo izquierdo algo hinchado, pero puede andar. Lo más probable es que se trate solo de un esguince. Pero no se preocupe, lo vamos a mirar por rayos para asegurarnos.
En se momento, entraron dos celadores.
-¿Tiene un paciente para rayos X? -preguntó uno de los celadores.
-Sí. Un momento -el médico hizo unas anotaciones en la ficha de Víctor.
Myriam rozó la cabeza de Víctor con los dedos. El la miró; después, paseó los ojos por la habitación.
-Doctor, ¿está... bien? -Myriam se mordió los labios.
-¿Se refiere a que lo ve desorientado? Sí, ahora mismo iba a hablarle de eso -el médico dejó la ficha en su funda a los pies de la cama-. Tras un examen inicial en busca de alguna contusión en la cabeza, no he podido encontrar evidencia de ello. Sin embargo, podría estar equivocado, por lo que va a examinarle un neurólogo. De todos modos, creo que solo sufre un estado de leve shock. Lo que es perfectamente comprensible, dadas las circunstancias.
¿Shock? ¿Víctor?
-Lo que su marido necesita- es descansar -añadió el médico-. Estoy seguro de que, dentro de unas horas, será el de siempre. Y ahora... ¿quiere acompañarlo a que le hagan la radiografía?
-Sí, naturalmente -Myriam se hizo a un lado para dejar que los dos celadores llevaran a Víctor en una camilla hacia la puerta.
Dos horas más tarde, Myriam volvió a reunirse con el doctor Costas. De nuevo en la habitación de cuatro camas, el médico colocó los rayos X de Víctor en una pantalla iluminada y señaló la fractura del brazo, que ahora estaba escayolado. También le habían dado unos puntos en varios cortes.
Myriam miró fijamente a la pantalla.
-¿Cuánto tardará en cicatrizarle la fractura del brazo?
-De ocho a diez semanas. ¿Es diestro?
-Sí -Myriam se dio cuenta inmediatamente de lo que eso significaba.
-¿Qué tipo de trabajo hace?
-Es ejecutivo. Trabajo de oficina, fundamentalmente.
-Ah. A juzgar por su físico, jamás lo habría imaginado. En fin, lo más probable es que pueda volver a la oficina en una semana o dos. Tiene suerte de no ser carpintero o de trabajar en la construcción.
-Sí -Myriam miró a su marido, que permanecía inmóvil y con los ojos cerrados en la cama.
-Bueno, de momento, es necesario que se quede un par de días internado en el hospital -dijo el médico recogiendo las placas de rayos X-. Es por el seguro de la compañía aérea, no quieren acabar en los tribunales.
-Lo comprendo.
-Pero, aunque no fuera ese el caso, me parecería bien tenerlo en el hospital bajo observación. Su marido aún no parece haberse recuperado del shock y nos gustaría saber por qué -el médico metió las placas en un sobre grande de papel manda-. La cama de su marido está ya preparada. Así que, con su permiso...
Myriam permaneció sentada junto a la ventana en la habitación de Víctor hasta la hora de la cena. Durante todo ese tiempo, las únicas palabras que Víctor había pronunciado eran afirmaciones o negaciones a preguntas que los médicos o las enfermeras le hicieron. Myriam percibió que, con frecuencia, las respuestas de Víctor eran inapropiadas o completamente incorrectas.
-Por favor, váyase a casa -le dijo a Myriam la joven estudiante de enfermería que fue a tomarle la tensión a Víctor a las seis de la tarde-.Vaya con su hija y coma algo. No se preocupe por su marido, nosotros lo cuidaremos.
Con desgana, Myriam asintió. Además, la pobre señora Clara llevaba el día entero con Victoria, y Myriam le iba a pedir que volviera a hacer lo mismo al día siguiente.
Myriam se acercó a la cama de su marido.
-¿Víctor? -despacio, él abrió los ojos-. Me voy a casa. Hasta mañana.
Víctor parpadeó.
-Intenta descansar. Estoy segura de que mañana te sentirás mucho mejor.
Víctor sonrió débilmente y cerró los ojos.
dulce_myrifan- VBB PLATINO
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Fecha de inscripción : 23/05/2008
Re: Camino del Olvido
osea que le pasooo??!!... perdioo la memoriaa??... no sabee ni que onda??... aww nooo pobree... graciiiaas por el caapp
mee gustaa la noveee!!!...
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Carmen- VBB PLATINO
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Fecha de inscripción : 24/05/2008
Re: Camino del Olvido
Gracias por el capi niña
y no creo que alla perdido la memoria más bien esta en Shock
hojala que no alla perdido la memoria
y no creo que alla perdido la memoria más bien esta en Shock
hojala que no alla perdido la memoria
monike- VBB PLATA
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Fecha de inscripción : 22/01/2009
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