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Pasión Renovada

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Mensaje  Dianitha Mar Nov 24, 2009 11:20 pm

graciias niiña x el cap solo espero k estas vacaciiones soliitos les siirva para darce cuenta k todavii se kiieren xfiitas niiña no tardes con el siiguiiente cap siip Smile Smile Smile k mu muero x saber k es lo k va a pasar en esas vacaciiones What a Face What a Face What a Face What a Face
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Mensaje  susy81 Mar Nov 24, 2009 11:23 pm

marimyri escribió:Andale Myriam sirve que aprovechan que esta frio y se hacen calor entre ustedes Laughing (creo no? mi geografia es mala Embarassed pero creo que Irlanda es un pais frio Rolling Eyes Laughing )

Gracias por el capitulo Very Happy

no te preocupes prima ahorita lo busco Rolling Eyes Razz jajajajajajajajajajaja

gracias por el capitulo dulce

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Mensaje  jai33sire Mar Nov 24, 2009 11:29 pm

gracias señorita de los Codigos me encanta su novelita siguele por faaaaaaaa

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Mensaje  Eva_vbb Miér Nov 25, 2009 12:41 am

GRACIAS X EL CAP... DUL TE LEEO MAÑANA CON EL SIGUIENTE CAP...
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Mensaje  myrithalis Miér Nov 25, 2009 12:42 am

Gracias niña por el Cap. de aora nos vemos mañaa Atte:Iliana
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Mensaje  alma.fra Miér Nov 25, 2009 12:54 am

Jajaja muy enojada pero siva, muchas gracias por el capitulo.
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Mensaje  dulce_myrifan Miér Nov 25, 2009 1:07 pm

Cap. 8

-Myriam! Te vas... ¿Por qué no me lo dijiste?
Después de correr los últimos cien metros al ver a su amiga fuera de la tienda de su tía, Rúben llegó sin aliento junto a Myriam cuando ella metía su maleta en el maletero del Mercedes plateado de Victor. Victor estaba pagando la factura del hotel y se uniría a ella en cual­quier momento con su equipaje.
Frunciendo el ceño, Myriam se apartó un mechón de pelo del rostro y miró al atractivo hombre asiático con preocupación.
-¿Por qué? ¿Pasa algo?
-No pasa nada, pero estoy un poco disgustado por­que no me has hablado del viaje. No lo habría sabido si tu tía Ruth no se lo hubiera comentado a mi padre. Dijo que te vas a Irlanda con un amigo. ¿Con qué «amigo» te vas?

Al notar el tono posesivo de su voz, Myriam se sintió irritada. Estaba necesitando todo su valor para arries­garse a pasar dos semanas en una casa de la costa ir­landesa con Victor, y lo último que necesitaba es que le molestara a Rúben.
-En realidad él era... es mi marido. Siento no ha­bértelo dicho antes, pero decidimos irnos hace sólo dos días. Te iba a enviar una postal... o dos, si te por­tas bien.
Por primera vez Rúben no comprendió el humor de su atractiva amiga. Se sentía muy contrariado al sa­ber que se iba con otro hombre. Por supuesto que sabía que él mismo se iba a casar pronto, pero había espe­rado disfrutar de la compañía de Myriam al menos un par de meses más antes de asumir la responsabilidad del matrimonio.
-¿Por qué te vas con el hombre que te dejó hace años? No sabía que lo estabas viendo otra vez.
Tomándose unos momentos para calmarse, Myriam contó mentalmente hasta diez y cerró el maletero. El día prometía ser cálido y se puso las gafas de sol que llevaba sujetas en el cabello.
-Mis asuntos privados son precisamente eso, Rúben, privados. No tengo que darle explicaciones a nadie, así que por favor, respétalo.
-Eso hiere mis sentimientos -dijo dando la impre­sión de haber sido ofendido-. Creí que éramos amigos. ¿No entiendes que me preocupo por ti? Y no confío en ese marido que aparece y desaparece... ¡Si pasa algo malo mientras estás fuera, tendrá que darme explica­ciones!
-¡Oh, Rúben! -riéndose de la postura machista que Rúben había tomado inconscientemente, Myriam lo abrazó con fuerza-. ¿Qué haría yo sin ti? Eres divertido y dulce y me ayudas a no volverme loca, ya lo sabes.

Rúben sucumbió a la actitud atrayente de su amiga y le rodeó afectuosamente la cintura con los brazos. Nin­guno de los dos vio al hombre alto y moreno que, vestido con unos pantalones negros y un suéter de cuello alto del mismo color, se acercó al coche, dejó las maletas en el suelo y los miró con recelo.
Rúben fue el primero en verlo y, al sentir que se apar­taba de ella, Myriam le dio unos golpecitos en las costi­llas.
-Y que esto sea una lección. No te vas a deshacer de mí tan fácilmente.
-Cuando hayas terminado, Myriam, tenemos que tomar un avión.
Al oír el tono frío de la voz de Victor, se separó de Rúben y se dio la vuelta ruborizada.
-¡Victor! No te oí llegar.
-Eso es evidente -le tembló un músculo en un lado de la mandíbula y Myriam supo que estaba molesto. Muy molesto.
-Los voy a presentar -dijo rápidamente-. Este es Rúben, Rúben Singh. El y yo somos... somos amigos -¿por qué la verdad sonaba tan poco convincente? No tenía ninguna razón para sentirse culpable, pero Victor la es­taba mirando como si los hubiera pillado juntos en la cama. Myriam sintió un nudo en el estómago. Victor no te­nía ningún derecho a convertir algo perfectamente ino­cente en otra cosa más dudosa.
-¿Cómo está? -Victor extendió el brazo y le dio la mano a Rúben brevemente-. Yo soy Victor García, el marido de Myriam -sabía por qué había añadido esas últi­mas palabras, y también sabía que se estaba jugando el derecho a hacerlo. Había sentido un puñetazo en el es­tómago al cruzar la calle y ver a Myriam abrazando a otro hombre. ¿Era la cita que se suponía que Myriam no tenía la noche que habían salido a cenar?
-Será mejor que cuide de ella mientras están fuera. Le tengo mucho cariño -dijo Rúben con orgullo. Myriam se habría reído si la situación no hubiera sido tan incó­moda. Cuanto menos dijera en ese momento, mejor.
-Yo también le tengo mucho cariño -contestó mi­rando a Myriam. Ella se sintió aliviada al llevar las gafas de sol, porque las palabras de Victor la habían estreme­cido con su sinceridad. Sorprendida y eufórica al mismo tiempo, de repente se sintió entusiasmada con la idea de pasar dos semanas a solas con él... «para co­nocerse mejor»-. En cualquier caso, tenemos que irnos -echó un vistazo a su reloj de oro y abrió el maletero para meter sus maletas-. Tenemos que tomar un avión. ¿Estás lista, Myriam?
-Antes quiero despedirme de la tía Ruth. Hasta la vista, Rúben. Te mandaré una postal.
-Vuelve pronto -dijo sin importarle que Victor estu­viera mirándolo.
-Cuídate -contestó ella suavemente antes de abrir la puerta de Objetos para el Recuerdo y desaparecer dentro.

-Entonces... ¿es ese el tipo que canceló tu cita la otra noche? -Victor había esperado hasta que estuvieron sentados en el avión para hacerle la pregunta que le ha­bía estado perturbando durante todo el camino hacia el aeropuerto.
Con la cabeza inclinada, intentando abrocharse el cinturón de seguridad, ella lo miró sorprendida. Sabía que Victor había estado pensando en algo durante el viaje en coche, pero no podía creer que pensara que Rúben y ella tenían alguna relación amorosa. Pero por su mirada grave dedujo que así era.
-Ya te lo dije, no tenía ninguna cita. Y para tu infor­mación... -aflojó un poco el cinturón antes de abro­charlo-, te diré que Rúben y yo sólo somos amigos. ¿Es un concepto demasiado complicado para ti?
-Te miraba de una manera algo más que amistosa -Victor desvió la mirada con un nudo en el estómago al pensar que algún otro hombre la deseaba. Al estar se­parados, sin verla, esa había sido una idea abstracta.
Pero después de haberla visto, de haber sentido su aroma, contemplado los diferentes tonos de color que formaban sus ojos, después de haber observado su sonrisa tímida y sexy, no podía permitir que ningún otro hombre se acercara a menos de metro y medio de ella. Pero también sabía que a ella no le gustaría esa actitud posesiva, sobre todo cuando había sido él quien se había marchado.
-Son imaginaciones tuyas. En primer lugar, Rúben no está interesado en mí, y en segundo lugar, se va a casar en Navidad con una hermosa joven en Kerala.
-Entonces, ¿cuál es exactamente su relación? Y no me digas otra vez que sólo son «amigos». Eres una mujer hermosa, ¿por qué no iba a estar interesado en ti? Aunque esté comprometido.
-¿No crees que un hombre y una mujer puedan ser simplemente amigos?
-No -negando con la cabeza, Victor sacó la revista del bolsillo del asiento y comenzó a ojearla-. Más tarde o más temprano, el sexo siempre aparece.
Myriam sintió que se ruborizaba al oírle hablar de sexo, y miró por la ventanilla para que Victor no la viera.

Victor se despertó sudando de una pesadilla. Había oído llorar a un bebé angustiado, tal vez el bebé de Myriam, su propio hijo. Y sentía una profunda pena por­que era demasiado tarde para salvarlo...
Incorporándose hasta quedar sentado en la cama, se pasó las manos por el pelo, sorprendido al notar el su­dor en la frente, la sequedad de la boca y el nudo que tenía en la garganta. Parpadeó un par de veces y miró hacia la ventana, por donde se filtraba la brumosa luz de la mañana. Cuando los latidos de su corazón se calmaron, alargó el brazo para tomar una botella de agua que había en la mesilla de noche y bebió de ella. Miró el reloj de oro que aún rodeaba su muñeca y vio que eran algo más de las siete de la mañana. Había dor­mido profundamente, sin despertarse ni una sola vez durante la noche. Habían llegado a la casa bastante tarde porque se habían detenido en una ciudad cercana para cenar, y estaban tan cansados que lo único que hi­cieron fue buscar sus habitaciones y retirarse a dormir.
Luchando por despertarse del todo, respiró profun­damente. El sueño lo había herido en lo más vivo y los sentimientos que había despertado aún se aferraban a él. Esperó no recordarlo durante el día, porque si lo ha­cía no podría mirar a Myriam a los ojos.
Observó la habitación. Aparte de la enorme cama de matrimonio con un edredón de retales pasado de moda, había dos majestuosos armarios de madera negra, uno a cada lado de la puerta, un tocador a juego y un banco ta­pizado de terciopelo rojo bajo la gran ventana.
Poniendo los pies sobre el suelo alfombrado, Victor se levantó, se estiró y se acercó a la ventana para ob­servar las vistas. Su amigo Mitch le había prometido que eran espectaculares y, cuando los ojos somnolien­tos de Victor se fijaron en el océano que se metía en la playa de arena, supo que no había mentido. Suspirando profundamente, cruzó los brazos sobre el pecho mus­culoso y pensó que si no conseguía reconciliarse con Myriam en ese lugar no conseguiría hacerlo en ningún otro.

Ella se sentía como una niña, ligera, despreocupada y libre, sin dolor, arrepentimiento ni infelicidad. Se quitó las sandalias, se arremangó los bordes de los va­queros y corrió descalza hacia la espuma blanca en la orilla del mar, gritando cuando el agua helada le bañó los pies. Era el lugar más hermoso en el que había es­tado, pensó mirando a su alrededor sobrecogida. A sus espaldas había unas colinas verdes en las que se encla­vaba la casa encalada del amigo de Victor, y el cielo de color azul cobalto dominaba el océano Atlántico y una enorme playa de arena blanca que se perdía en el hori­zonte. Era perfecto. Cerrando los ojos por unos instan­tes, Myriam respiró profundamente, inhalando el aire salado y escuchando los graznidos de las gaviotas, y supo que nunca se arrepentiría de haber ido, aunque la relación con Victor no tuviera un final feliz. Abrió los ojos. Victor. ¿Cómo iban a estar juntos las siguientes dos semanas, cuando años atrás, cuando aún sentían algo el uno por el otro, no habían podido hacerlo? ¿Había hecho mal no diciéndole nada del bebé? ¿Las cosas podrían haber sido de otro modo si se lo hubiera di­cho?
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Mensaje  Dianitha Miér Nov 25, 2009 6:10 pm

graciias niiña me encanta esta noveliita xfiis no tardes con mas cap siip k creo k se va a poner mucho mejor!!!!!!!!!!!! What a Face What a Face What a Face What a Face
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Mensaje  fresita Miér Nov 25, 2009 6:40 pm

muy buena novela dul grax por los capis

saludos
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Mensaje  Eva_vbb Miér Nov 25, 2009 10:43 pm

GRACIAS X EL CAP...
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Mensaje  alma.fra Jue Nov 26, 2009 12:42 am

Muchas gracias por el capitulo, ojala ke si se reconcilien en esas vacaciones.
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Mensaje  myrithalis Jue Nov 26, 2009 1:10 am

Gracias niña por el Cap hasta mañana Bye Atte: Iliana
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Mensaje  susy81 Jue Nov 26, 2009 1:50 am

ojala que se arreglen las cosas entre los dos...muchas gracias por el capitulo dulce

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Mensaje  mats310863 Jue Nov 26, 2009 11:16 am

EL AMBIENTE ES PROPICIO, OJALA AMBOS PONGAN SENSATES Y AMOR Y SE RECONCILIEN, GRACIAS POR EL CAPÍTULO

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Mensaje  dulce_myrifan Jue Nov 26, 2009 12:26 pm

Cap. 9

-¡Myriam!
Se dio la vuelta al oír su nombre mientras el cora­zón le latía a toda velocidad. Victor caminaba por la playa hacia ella, vestido con vaqueros de color azul claro y una camiseta blanca. Sintiendo una repen­tina timidez, Myriam cruzó los brazos sobre el pecho, por­que había decido no llevar sujetador bajo la camisa va­quera desteñida.
-Buenos días. ¿Cómo has dormido?
Sonriendo por la formalidad del saludo, Victor se de­tuvo antes de llegar a la orilla, sintiendo una oleada de placer al ver a Myriam descalza con los pies en el agua.
-Bien -sin contar la pesadilla... -¿Y tú?
-Regular. Es una casa extraña y cuesta un poco acostumbrarse. Pero esto es fantástico, ¿verdad? ¡Es un agua tan clara, como cristal! -le dio pataditas al agua, riéndose como una niña al mojarse las piernas. Al ver que la mirada de Victor se oscurecía, dejó de chapotear y se alejó de la orilla para poner algo de dis­tancia entre los dos.
-¿Qué pasa? -preguntó él preocupado mientras la seguía.
-Nada.
-Cuéntamelo.
-Muy bien. Me siento... me siento incómoda con­tigo.
-¿Por qué? Estuvimos juntos durante tres años. Compartimos un apartamento, un hogar... una vida. Hicimos todo lo que hacen las personas casadas.
-¿Y qué hay de los otros cinco años en los que no estuvimos juntos, Victor? -apartándose impaciente­mente el cabello del rostro, Myriam lo miró con el ceño fruncido-. ¿Se supone que tenemos que olvidarlo tan fácilmente?
-No -contestó con expresión sombría-. ¿No es eso por lo que estamos aquí ahora?
-No sé por qué estoy aquí, supongo que tuve un momento de locura. No tenemos nada más que resol­ver, Victor. Esto es sólo una pequeña distracción cuando todo lo que tenemos que hacer es firmar los papeles del divorcio y seguir con nuestras vidas.
-No -Victor no podía aceptar el cinismo que había en la voz de Myriam, sobre todo porque pensaba que él era el responsable de ese sentimiento. Tiempo atrás ella ha­bía sido la optimista, la que siempre veía el vaso me­dio lleno.
-¿No? -Myriam sintió un nudo en la garganta y pensó que iba a llorar. En vez de dar rienda suelta a su resen­timiento, lo que realmente quería hacer era pedir a Victor que la abrazara y volver a sentir la magia de estar entre sus brazos. «¿Cómo se torcieron tanto las cosas entre nosotros?», pensó.
-Ya lo he dicho y lo volveré a decir las veces que haga falta. No quiero el divorcio. Quiero demostrarte que podemos volver a estar bien juntos.
-Desde luego. Tienes una reputación que conservar, ¿verdad? Victor García «el Mago». El hombre que puede convertir una causa perdida en un éxito -corrió hacia donde había dejado las sandalias, se las puso y se alejó caminando por la arena.
-¿Dónde vas? -dijo empezando a seguirla.
-¡Me muero de hambre! Voy a volver a la casa para ver si encuentro algo de comida.
Victor se giró para mirar el océano, que se extendía hasta el horizonte. Por lo menos no había dicho que iba a tomar el siguiente avión de vuelta a casa...

-Hmm... un amigo generoso -Myriam observó el con­tenido del frigorífico y sacó un paquete de beicon y una caja de huevos. Se subió las mangas, se lavó las manos bajo el grifo del agua caliente, se las secó en uno de los paños de cocina y se puso en cuclillas para buscar una sartén en los armarios inferiores.
De pie junto a la puerta de la gran cocina familiar, Victor observó a Myriam buscar entre los cacharros hasta encontrar lo que quería, admirando su esbelta figura, Cuando ella se acercó a la ventana y agarró una caja de cerillas para encender los hornillos, Victor vio la suave curva de sus pechos contra la camisa vaquera y todo el calor de su cuerpo se concentró repentinamente en la ingle.
-Mitch dijo que dejaría la nevera llena. ¿Te parece si preparamos el desayuno juntos?
Girándose con la sartén en la mano, Myriam parpadeó al verlo. Estaba apoyado contra el quicio de la puerta, los vaqueros se le ajustaban a las caderas, las mangas de la camiseta blanca moldeaban sus bíceps y tenía el pelo ligeramente desordenado. No parecía ni de lejos el jefe de la agencia de publicidad impecablemente vestido que solía ser. Myriam deseó haber podido verlo así en casa cuando vivían juntos.
-No te preocupes, puedo hacerlo yo. Y tenemos que pagarle la comida a tu amigo. Si me dices cuánto es, yo te daré mi parte.
Victor se enfadó. Myriam estaba tan decidida a ser inde­pendiente que ya estaba empezando a molestarlo.
-Ya está todo arreglado y tú no vas a pagar nada. Yo quise que vinieras conmigo, así que ni se te ocurra pensar en ello. ¿Cómo te gustan los huevos? ¿fritos o revueltos? -se puso a su lado junto a los hornillos.
Abrumada por su cercanía y por su colonia sexy, Myriam le puso la sartén en la mano y se apartó rápida­mente.
-Tú eres el que tiene unos increíbles poderes de de­ducción, así que adivínalo.

Pasaron unos momentos un poco incómodos mien­tras desayunaban, pero por lo menos Myriam comió, y Victor se sintió aliviado. Después de recoger la mesa y de llenar el lavavajillas, Victor agarró la mano de Myriam mientras ella doblaba un paño de cocina y la llevó ha­cia la puerta de la cocina.

-¿Por qué no damos un paseo en coche?
Mirando la mano que cubría la suya, Myriam sintió como si cien voltios de electricidad le subieran por el brazo.
-Prefiero caminar -contestó con voz ronca, descon­certada al ver que Victor sonreía y deseando no parecer tan aterrorizada como se sentía.
-Bueno... si eso es lo que quieres... -dijo diver­tido.
-¡Pero tú odias caminar! -exclamó temblando al ver que Victor no le soltaba la mano-. ¿No decías que no tenía sentido andar cuando puedes ir en coche y llegar mucho antes?
-¿Yo decía eso? -Victor frunció el ceño fingiendo horror-. Claramente no estaba en mis cabales. Segura­mente estaba pensando en el trabajo, siempre con prisa por llegar a algún sitio.
-A una gran reunión en la otra punta de la ciudad -recordó Myriam-. Siempre tenías grandes reuniones, nunca eran pequeñas, y todo era urgente. Era una lo­cura, Victor.
-Supongo que no puedo negarlo -frunciendo el ceño, le soltó la mano.
Myriam suspiró.
-Si de verdad quieres ir a caminar necesitarás cal­zado apropiado. ¿Has traído algo?
-¿Qué? ¿Crees que soy incapaz de organizar el equipo adecuado para una estancia en el campo?
-Y no quiero mirar el reloj ni tener que volver con prisas. No tienes que ir a ningún sitio, ¿no? -rubori­zada al ver que él seguía sonriendo, Myriam intentó man­tener la calma. Tal vez a Victor no le gustaba lo que es­taba diciendo, pero pensaba que tenía que escucharlo. Todavía no estaba convencida de que no era el mismo hombre obsesionado con el trabajo que había sido du­rante tantos años.
-Mira -se quitó el reloj y lo puso sobre la mesa. Lo dejaré aquí, caminaremos todo el día si quieres y no me quejaré. Y respondiendo a tu pregunta no, no tengo que ir a ninguna parte ni tengo que ver a nadie. Nadie más sabe que estoy aquí, Myriam. Podemos hacer lo que queramos cuando queramos.
Victor deseó poder convencerla y hacerle el amor allí mismo, pero pasó junto a ella para salir de la cocina antes de que la frustración sexual lo volviera loco.
-¿Victor? -dijo Myriam preocupada al pensar que tal vez lo había ofendido.
-¡Voy a sacar mis botas de montaña! -gritó él desde fuera. Myriam no pudo evitar sonreír de alegría y se mor­dió el labio con deleite.
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Mensaje  marimyri Jue Nov 26, 2009 1:45 pm

Muchas gracias dulce por el capitulo de ayer y el de hoy. Very Happy
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Mensaje  myrithalis Jue Nov 26, 2009 8:13 pm

Gracias Dilce por el Cap. de hoy hasta mañana nos vemos bye Atte: Iliana
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Mensaje  Eva_vbb Jue Nov 26, 2009 11:45 pm

GRACIAS X EL CAP... DULCINEAAAA
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VAMOS VICTOR ECHALE GANAS PARA PODER RECONQUISTAR A MYRIAM ES CUESTION DE TIEMPO X QUE ELLA A UN TE AMA SOLO FALTA QUE VUELVA A CONFIAR EN TI Y TU DEMUESTRALE CUANTO LA AMAS TAMBIEN
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Mensaje  alma.fra Vie Nov 27, 2009 12:33 am

Creo ke lo unico ke le falta a Vic esdecirle ke la ama. Muchas gracias por el capitulo.
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Mensaje  mats310863 Vie Nov 27, 2009 9:17 am

VÍCTOR VA POR BUEN CAMINO, OJALA MYRIAM LE DE UNA OPORTUNIDAD.
GRACIAS POR EL CAPÍTULO

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Mensaje  dulce_myrifan Vie Nov 27, 2009 12:23 pm

Cap. 10

-No te sientes mucho mejor al aire libre? -Myriam tenía un saludable color rosado y sus ojos brillaban como los de un niño que estu­viera buscando un tesoro. Miró a Victor, que la había se­guido en silencio durante los últimos cuarenta minu­tos.

Limpiándose el sudor de la frente con el dorso de la mano, Victor se detuvo y la miró. Si existiera una mujer más sexy, más dulce y más deseable en el mundo, na­die podría convencerlo de que no era ella, pensó. Ha­bía estado observando el balanceo de sus caderas y de su trasero durante los últimos kilómetros y aún no se había cansado de la vista. Aunque las botas le estuvie­ran haciendo ver las estrellas y tuviera los pies llenos de ampollas.

-Dame unos pies nuevos y llegaré al fin del mundo.
-¿Las botas son nuevas? -Myriam se acercó a él con expresión preocupada.
«Las cosas están mejorando», se dijo Victor esperan­zado. Esa era la primera vez durante toda la caminata que ella lo miraba a él en vez de al paisaje. Nunca había tenido que competir con la hierba o con los árboles por la atención de una mujer y tenía el orgullo un poco herido.
-¿Podríamos parar aquí y descansar un poco?
-¿No sabes que es mejor domar unas botas nuevas antes de hacer una excursión larga?
-Hey -protestó él-. Soy un hombre de ciudad. Soy yo quien necesita que lo domen, no las botas.
Intentando no demostrar la frustración que sentía al tener que detenerse cuando estaba disfrutando tanto, Myriam consideró la petición de Victor y asintió con la ca­beza. Era una experiencia nueva para ella. Se dio cuenta de que estaba a cargo de la situación y algo vi­bró en su interior al pensar que un espécimen como Victor estaba sufriendo, aunque sólo fueran los pies.
-Será mejor que te las quites y que me dejes echar un vistazo.
Victor dio un paso atrás.
-¡De ninguna manera! No voy a dejar que pongas al aire mis pies doloridos. Recuerdo que una vez inten­taste quitarme una astilla, ¡y casi me matas! Tienes un aspecto muy delicado, Myriam, pero cuando se trata de ocuparse de los enfermos y de los heridos, pareces King Kong.
Avergonzada al principio por la comparación, Myriam le vio de repente la gracia a la situación. Victor parecía realmente horrorizado ante la idea de que ella se ocu­para de sus heridas y, sabiendo que a veces tendía a ser un poco torpe, dio rienda suelta a la risa que se estaba acumulando en su interior.

Victor enseguida se unió a su risa, rompiendo el si­lencio del hermoso día otoñal. Cuando se calmaron Myriam se dio cuenta de que los rodeaba un nuevo tipo de quietud, mucho más profunda. Esforzándose por man­tener la mirada en los botones del chaleco de Victor, Myriam supo que tenía que poner algo de distancia entre ellos si no quería hacer algo de lo que después se arre­pintiera. Pero la risa le había hecho bajar la guardia y Victor estaba allí, como la respuesta a la plegaria de una mujer, con su espléndido cabello negro, unos ojos negros impresionantes y un físico perfecto. Sin mencionar esa mirada que prometía darle cualquier cosa que ella pidiera... cualquiera. La mirada de Myriam no pudo que­darse en los botones, y cuando subió hasta la boca de Victor y luego a sus ojos, sintió un nudo en el estómago y lo deseó como no había deseado a nadie desde que hicieron el amor la última vez.
-Tal vez sea mejor que no te quites las botas, des­pués sería muy difícil volvértelas a poner.
-¿Nadie te ha dicho nunca que te unas al ejército para los entrenamientos? -bromeó él.
-No creo que el uniforme me sentara bien -dijo Myriam dándose la vuelta-. Este paisaje es muy her­moso... impresionante -comentó mientras caminaba a buen ritmo atravesando un prado. Victor la seguía, con­centrado en llegar a la casa de Mitch con algo de piel en los pies-. No me extraña que haya inspirado a tan­tos escritores.
-Me alegro de que estés disfrutando -deteniéndose para tomar aliento, Victor observó a Myriam mientras conti­nuaba y supo que podría componer un soneto o dos después de ver el gracioso movimiento de su cuerpo. Victor estaba en forma, usaba regularmente el mini gim­nasio que había instalado en su casa y nadaba un par de veces a la semana en el club del vecindario cuando tenía tiempo, pero Myriam tenía tanta resistencia que ha­bía que verlo para creerlo. Se preguntó si sería por el baile. Sabía que hacía los ejercicios de entrenamiento de ballet cada día antes de ir a trabajar. Su flexibilidad siempre lo había vuelto loco, especialmente en la cama. Soltó un improperio en voz baja y miró la hierba intentando mantener la calma.
-¿Por qué te has parado? ¿Te duelen los pies? -pre­guntó Myriam mirándolo.
-¿Está muy lejos?
-Calculo que faltan unos veinte minutos -Myriam sacó del bolsillo un mapa de la zona y lo estudió, consciente de que Victor estaba teniendo problemas para mantener su frustración a raya. Apreciaba que estuviera aguan­tando el dolor de los pies, pero por otra parte también esperaba que estuviera disfrutando la caminata.
-¿Veinte minutos? Se me van a hacer eternos -Victor se frotó la barbilla y movió los dedos de los pies para probar el dolor.
-¡Puedes hacerlo! ¡No me digas que un hombre que puede controlar una sala llena de ejecutivos con sólo una mirada no puede aguantar un par de ampollas! -riéndose, Myriam guardó el mapa y estaba a punto de empezar a andar cuando Victor, ignorando el dolor de uno de sus tobillos, corrió hacia ella.
Demasiado asombrada para reaccionar, Myriam lo miró incrédula mientras Victor la agarraba y la dejaba caer de espaldas sobre la hierba. Se sentó a horcajadas sobre ella, le sujetó los brazos por encima de la cabeza y sonrió con picardía. Con la cara ardiendo por una mezcla de indignación y deseo, Myriam levantó una rodi­lla e intentó contraatacar en la zona más sensible, pero Victor era ágil y rápido y la sujetó aún más firmemente con los muslos.

-Así que sientes placer al torturarme, ¿eh?
-¡Yo no he torturado a nadie! No tengo la culpa de que hayas sido tan estúpido de traer unas botas nuevas -mirándolo con furia, Myriam intentó liberarse, pero fue inútil. Victor era todo músculo y su fuerza física la abrumaba. Pero también la atraía, aunque se había jurado que no volvería a dejar que ese hombre jugara con ella-. Tanto trabajo de oficina está haciendo de ti un flojo, Victor -se burló ella.
-No, cariño -contestó él suavemente, con una sua­vidad que siempre reservaba para cuando hacían el amor-. Tú eres la floja. Floja y suave, como la seda -metió una mano por debajo de la camisa vaquera de Myriam y ella sintió una oleada de deseo desde los pechos hacia el vientre. Era tan intenso que contuvo la respira­ción. No la había tocado en mucho tiempo, y en ese momento pensó que se moriría si él dejaba de hacerlo.
Desabrochando un botón para abrir la camisa, Victor apartó la tela y deslizó una mano seductoramente por el pecho de Myriam.
-No.
La palabra salió de sus labios sin querer, pero algo en el interior de Myriam quiso salvarla del dolor y le de­volvió la sensatez. «Maldita sea». Lentamente, Victor retiró la mano y después se levantó. Durante unos mo­mentos Myriam se quedó tumbada mirando el cielo y de­sando morirse. Después, cuando la brisa le rozó la piel desnuda, se abrochó la camisa y se levantó.
Se arriesgó a mirar a Victor, se encogió de hombros y empezó a caminar de nuevo.
-Será mejor que volvamos -dijo por encima del hombro-. Creo que va a llover.
-¿También eres meteoróloga? -preguntó él.
La boca de Myriam se curvó en una sonrisa de alivio. Por lo menos Victor no había perdido el sentido del hu­mor... y no le guardaba rencor.

Myriam estaba en la ducha. Victor lo sabía y no podía de­jar de pensar en su cuerpo esbelto, así que se dirigió al salón para contemplar el mar, la arena y el cielo. La vista era maravillosa y parecía colarse en su interior, removiendo heridas y cicatrices, esperanzas y sueños.
Cruzó los brazos sobre el suéter negro de cachemir y suspiró. ¿Era un tonto al esperar algo más, al tener es­peranzas de que Myriam le diera una segunda oportuni­dad? Habían creado un bebé juntos... ¿eso no con­taba? Pensando en el bebé, el hijo que había crecido en el interior de Myriam durante seis meses antes de morir, Victor recordó la pesadilla. El llanto del bebé regresó re­pentinamente y Victor sintió un dolor implacable. Se golpeó el pecho para liberar la respiración que estaba conteniendo y se alarmó al darse cuenta de que tenía los ojos llenos de lágrimas.

Furioso por no haber podido controlar la emoción, salió al patio rectangular. Se apoyó contra el muro de piedra que separaba la casa de la playa, respiró profun­damente varias veces para tranquilizarse y levantó la vista sorprendido al sentir unas gotas de lluvia en el rostro. Unos minutos atrás no había visto ni una nube en el cielo, pero en ese momento una masa gris lo do­minaba todo. Myriam había estado en lo cierto. Al pensar en ella y en la excursión Victor sintió que la calidez lo envolvía. Entró en la casa para resguardarse de la llu­via, que ya empezaba a caer con fuerza. Tembló mien­tras entraba en la casa, agradecido porque Mitch tam­bién había dejado leña y turba para encender la chimenea. Esa noche la iban a necesitar.

-¿Cómo tienes los pies? -con una gran toalla blanca enrollada en la cabeza y vestida con vaqueros blancos y una camisa de color azul claro, Myriam entró en el salón sonriendo.
-Masacrados, gracias a ti -Victor bajó la vista para observar sus pies descalzos y las ampollas que le llena­ban los dedos y los tobillos.
Myriam se acercó y se inclinó un poco para observar el daño.
-No parece tan malo. Vivirás -anunció alegremente antes de atravesar la habitación para dirigirse al enorme sofá con cojines de colores. Se puso cómoda y comenzó a desenrollar la toalla y a revolverse el cabe­llo húmedo.
-¿Esa es toda la simpatía que voy a conseguir?
-¡Por el amor de Dios! -exasperada, Myriam se pasó los dedos por el cabello y sacudió la toalla-. ¡Los hombres son como niños pequeños! Si tuvieran que aguantar la mitad de las cosas que soportamos las mu­jeres tendrías algún motivo para recibir simpatía.

Por alguna razón, sus palabras no rebotaron en él como ella había supuesto. Myriam tenía razón. Había su­frido la pérdida de un bebé, un ser que había sido parte de su cuerpo durante seis meses y que después había muerto. Además había tenido que pasar por la agonía de dar a luz, sabiendo que al final no tendría un bebé vivo...
-¿Victor? -Myriam dejó la toalla en el brazo del sofá y frunció el ceño-. ¿Qué pasa?
Victor parecía que había visto un fantasma.
-¿Le hiciste un funeral al bebé? -preguntó con voz grave.
Myriam se quedó atónita. Sintió un nudo en la garganta y se miró las manos, concentrándose en el anillo de bodas de platino.
-Lo llamé Gabriel -contestó mirándolo-. Y sí, hice una pequeña ceremonia, con la tía Ruth y un par de amigos. También tiene una lápida... con todos los de­talles.
-Eso está bien. ¿Podré verla alguna vez? -le sor­prendió que pudiera decir esas palabras sin desmoro­narse. Se acercó a la chimenea y alargó una mano para apoyarse en la repisa de mármol-. Siento que las cosas no pudieran haber sido de otra manera. No tenía inten­ción de irme... pero la situación estaba un poco mal entonces.
Myriam recogió la toalla húmeda y se levantó. Estaba pálida.
-¿Mal? ¡Era el infierno! Tú lo sabes y yo también. Probablemente hiciste lo correcto. Yo era la tonta... la soñadora, la que tenía esperanzas. Los dos éramos in­felices y tú hiciste algo para que terminara el sufri­miento.
-Sólo que el sufrimiento no acabó ahí, ¿verdad, Myriam? Estabas embarazada y sola. Después murió el bebé -apartándose de la chimenea, Victor paseó por la habitación, sintiendo de repente las piernas pesadas. Se detuvo frente al ventanal sin mirar realmente a tra­vés de él, con expresión sombría.
-¿No te fue mejor cuando te marchaste?

La pregunta de Myriam lo escandalizó. ¿Pensaba real­mente que las cosas habían mejorado para él? La había echado muchísimo de menos. Las noches eran lo peor. Acostumbrado a tenerla junto a él, a despertarse y verla a su lado, se sentía como si le faltara algo. Había comenzado a sufrir insomnio y tenía que depender de las pastillas para descansar algo por la noche y poder afrontar los interminables días de trabajo.
-No -apretando los dientes, negó lentamente con la cabeza-. No me fue mejor.
Su expresión lo decía todo. Sintiendo una opresión en el pecho, Myriam se preguntó por qué las personas que una vez se profesaron un gran amor podían dejar que ese sentimiento se destruyera. La respuesta de Victor fue una revelación para ella. Se había convencido de que Victor había seguido con su vida. Cada día Myriam había experimentado cientos de pequeñas muertes, imagi­nándose todas las mujeres que podrían sentirse libres para acercarse a él. ¿Victor las aceptaría? ¿Olvidaría las interminables noches de pasión que habían compartido mientras él miraba el rostro de otra mujer y sentía la calidez de otro cuerpo? Pero Victor le estaba diciendo que él también había sufrido. No la había dejado por alguien más, solamente había estado buscando una forma de terminar con una situación que ya era intole­rable.

-Voy al dormitorio para secarme el pelo. Tal vez podríamos hacer algo esta noche, ir a algún lugar con música, por ejemplo. ¿Qué opinas?
Victor se dio la vuelta para mirarla. La conocía bien y se dio cuenta de que el labio inferior le temblaba lige­ramente, lo que quería decir que estaba nerviosa. ¿Acaso temía que él la rechazara? ¿No sabía que al quedarse con él y no tomar el siguiente avión de vuelta a casa le estaba dando una gran cantidad de esperanzas que tal vez Victor no tenía derecho a sentir?
-Suena muy bien. El pueblo más cercano no está lejos, y debe de tener un bar o dos. Esto es Irlanda.
-Bien. Entonces está decidido -sintiendo una deli­ciosa calidez por todo su cuerpo cuando Victor sonrió al aceptar la propuesta, Myriam le devolvió la sonrisa y salió de la habitación.


Niñas les pondre capi este fin tambien porque solo me queda una semana para postearles y si no no termino a tiempo, asi que nos vemos mañana Pasión Renovada - Página 3 Icon_lol
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Mensaje  mats310863 Vie Nov 27, 2009 8:10 pm

OJALA MYRIAM DECIDA DARSE Y DARLE OTRA OPORTUNIDAD AL AMOR.
GRACIAS POR EL CAPÍTULO

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Mensaje  Dianitha Sáb Nov 28, 2009 12:45 am

graciias dulce x el cap me encanta tu noveliita xfiis no tardes con el siguiiente cap siip niiña What a Face What a Face What a Face What a Face What a Face What a Face What a Face
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Mensaje  Eva_vbb Sáb Nov 28, 2009 1:07 am

GRACIAS X EL CAP...
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Mensaje  alma.fra Sáb Nov 28, 2009 1:31 am

Muchas gracias por el capitulo, ojala ke Myri ya le de chance.
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