Vicco y la Viccobebe
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Pasión Renovada

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Mensaje  girl190183 Jue Dic 03, 2009 9:29 pm

gracias por el Capitulo Dul Very Happy
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Mensaje  alma.fra Jue Dic 03, 2009 11:17 pm

Muchas gracias por el capitulo, estaremos esperando el otro.
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Mensaje  Geno Jue Dic 03, 2009 11:42 pm

Holis niña Dulce:

Ya te volvi alcanzar jajajajaja me encanta la novelita, mucho, mucho, muchoooo, asi que aki toy esperando el que sigue ehhhhh

Saluditos

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Mensaje  dulce_myrifan Jue Dic 03, 2009 11:55 pm

Cap. 16

No consiguieron llegar al dormitorio. La distancia desde la puerta de entrada a la cama más cercana era demasiado grande. Durante el viaje de vuelta la ten­sión entre los dos había aumentado cada vez más y casi no habían hablado, porque una sola palabra podría haber desequilibrado la balanza entre lo civilizado y el deseo más salvaje. Myriam gritó cuando Victor cerró vio­lentamente la puerta tras ellos y la empujó contra la pared, con una expresión en el rostro casi brutal. La besó ávidamente y Myriam, tambaleándose por el choque de dientes y lenguas, intoxicada por su sabor mascu­lino y seductor, se derritió contra la pared mientras él le desabrochaba los vaqueros, se los bajaba hasta las rodillas y la ayudaba a quitárselos. Ella se quitó los za­patos a la vez que Victor, con las manos en sus caderas, hacía lo mismo con la ropa interior, bajándole las bra­guitas hasta los pies. Separándole los muslos, hundió los dedos en la humedad de Myriam, antes de reclamar sus labios con un beso apasionado.

-Oh Dios... Victor -alargó las manos hacia la crema­llera de sus vaqueros. Se sentía débil por el deseo y no podía esperar mucho más, en realidad no podía esperar ni un segundo más antes de...
Abandonándose entre sus manos, Victor dejó que Myriam lo acariciara brevemente antes de guiarlo con mo­vimientos seguros y expertos a su interior. Mientras la penetraba, Myriam casi no era consciente de las manos de Victor, que le levantaban las nalgas para poder introdu­cirse aún más profundamente.
-Creo que he soñado con esto cada noche desde que nos separamos -dijo él contra su boca-. Dime... dime lo que deseas y lo tendrás... cualquier cosa.
Hundiendo los dedos en los mechones espesos de cabello, Myriam cerró los ojos, jadeando mientras Victor se sumergía en ella una y otra vez, cada vez más profundo y más fuerte, hasta que ella perdió el sentido del tiempo y del espacio. Nada más le importaba. La pasión la transportó a otro mundo y todo lo que pudo hacer fue caer en la tentación del placer más intenso que había experimentado en toda su vida.
-A ti, Victor. Te deseo a ti... No pares, por favor, no pares o moriré -como respuesta él le quitó el suéter y el sujetador, acariciándole un pecho con la boca. Las caderas de Myriam se apretaron contra él con cada oleada, dejándole el cuerpo tembloroso y la mente suspendida en un lugar donde los pensamientos, las intenciones y las heridas del pasado no tenían consecuencias. Mien­tras se hundía en el pecho de Victor casi pudo sentir cómo su miembro se hinchaba dentro de ella. Notó la tensión en su cuerpo justo una fracción de segundo an­tes de que se derramara dentro de ella con un gemido, y dejó descansar la cabeza entre los pechos de Myriam du­rante unos momentos para recuperarse. Se habían amado violenta y rápidamente... justo como ella lo ha­bía deseado.

Cuando él la ayudó a incorporarse le levantó la bar­billa para poder mirarla a los ojos y le dedicó una son­risa sexy y ardiente que consiguió desarmarla.
-Ya puedes sonreír -dijo ella lentamente-. Has sido un chico muy travieso.
Victor deslizó los dedos entre los muslos de Myriam y ella ahogó un grito. Victor sonrió con la seguridad de un hombre que sabe que puede darle a su mujer lo que ne­cesita.
-¿Quieres que lo haga otra vez?

Apoyado en un codo y acariciándole lentamente a Myriam la espalda con la mano libre, Victor se preguntó cuánto tardaría en despertarse. Después de la media noche no habían dormido mucho. Aunque estaba can­sado, seguía teniendo el cuerpo inquieto. Quería más, No importaba cuántas veces su cuerpo se uniera con el de Myriam, porque siempre era insuficiente. Durante tres días habían hecho el amor fuera y dentro de la cama, sólo parando para comer y ducharse y tal vez para dar un paseo por la playa. ¿Siempre había habido tanta in­tensidad entre ellos? ¿Siempre había sido tan bueno? Myriam murmuró algo contra la almohada y se giró para mirarlo con ojos somnolientos.
La mano de Victor se deslizó más abajo para descan­sar posesivamente en la curva ondulada del trasero de Myriam.
-¿Qué has dicho?
Ella se apartó el pelo de la cara.
-He preguntado si no duermes nada.
-Contigo a mi lado, no -sonriendo, Victor dejó que sus dedos vagaran por la parte posterior de sus muslos bajo la sábana blanca, avanzando deliberadamente ha­cia la zona más suave entre ellos.
-Vi-iic-to-oor -gimiendo en voz alta, Myriam se dio la vuelta rápidamente, llevándose la mayor parte de la sá­bana.
-¿Qué?
-Hoy estoy decidida a salir y hacer algo de ejercicio. ¡Me estás convirtiendo en una mujer decadente y pere­zosa! -incorporándose hasta quedar sentada, tiró de la sábana hacia arriba para cubrirse los pechos y se mordió el labio para no reírse cuando Victor intentó quitársela.
-Sólo un beso -pidió él-. Sólo un beso y dejaré que te vayas... si eso es lo que quieres.
Los dos sabían que no iban a tener bastante con «sólo un beso». Myriam ya sentía un hormigueo por todo su cuerpo, el lugar entre sus muslos estaba húmedo de deseo y tenía los labios hinchados por los cientos de besos que había recibido durante la noche.
Dios, Victor era maravilloso. Lo amaba. Al pasar tiempo juntos, libres de las exigencias de la vida nor­mal, Myriam había descubierto una nueva faceta de Victor... o al menos una que había olvidado. Era tra­vieso y cariñoso, tierno y apasionado, considerado y fuerte... cualidades que echarían abajo la determina­ción de la mujer más fuerte.
-Está bien -dijo ella alargando una mano para apar­tar un mechón de pelo negro de la frente de Victor-. Ten­drás tu beso, pero sólo si me prometes que harás el de­sayuno.
Los ojos de Victor se oscurecieron mientras apartaba la sábana para dejar al descubierto la plenitud de los hermosos pechos desnudos de Myriam.
-Es un trato.
-¡Pero no hablo de cereales y tostadas, Victor García! -dijo mientras él deslizaba las manos por su caja torácica-. Lo quiero todo... huevos, beicon, sal­chichas, tomates y... y... -Myriam dejó de hablar cuando Victor inclinó la cabeza hacia su pecho. Un deseo lán­guido le recorrió el cuerpo desde los pezones hasta el vientre.
Hundiendo los dedos en el cabello de Victor, se dejó caer contra las almohadas que tenía detrás.
-Dios mío, Victor... No me extraña que te llamen «el Mago» -de repente el teléfono sonó, dejándolos hela­dos mientras el sonido retumbaba en el pasillo-. No contestes -pidió ella.
Victor sonrió sacudiendo la cabeza.

-No tengo intención de contestar -le aseguró pere­zosamente-. Será alguien que se ha equivocado -la besó en los labios con urgencia.
-¿Y si no se han equivocado? -el teléfono seguía sonando-. ¿Y si Mitch te llama para algo del trabajo?
-Entonces Mitch lo lleva claro, porque no voy a contestar.
-Deja que responda.
-¿Pero qué...? Myriam... ¿qué demonios crees que es­tás haciendo?
Pero ella ya se había liberado de su abrazo, lleván­dose la sábana mientras se apresuraba a salir del dor­mitorio.
Regresó un par de minutos después, con el ceño fruncido y una expresión preocupada. A Victor le dio un vuelco el corazón.
-¿Quién era? ¿Mitch? -si había otro problema en el trabajo, su mano derecha tendría que ocuparse él solo. De ninguna manera Victor iba a volver a interrumpir sus vacaciones. ¡Primero vendería el negocio!
-No era Mitch -dijo Myriam entre dientes-. La tía Ruth. Ha tenido un accidente y tengo que volver a casa.

Nos vemos mañana en el 2x1 Pasión Renovada - Página 5 Icon_biggrin
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Mensaje  Eva_vbb Jue Dic 03, 2009 11:55 pm

GRACIAS X EL CAP... Pasión Renovada - Página 5 400496 Pasión Renovada - Página 5 400496 Pasión Renovada - Página 5 400496 Pasión Renovada - Página 5 400496 Y ESPERAMOS NOSOTRAS TAMBIEN QUE PUEDAS TERMINARLA ANTES DE QUE TE VAYUAS A DISFRUTAR DE TUS VACACIONES Pasión Renovada - Página 5 388331 Pasión Renovada - Página 5 388331 Pasión Renovada - Página 5 388331 Pasión Renovada - Página 5 388331 Pasión Renovada - Página 5 388331
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Mensaje  Geno Vie Dic 04, 2009 12:12 am

Gracias Niña Dulceeeeeeee


Pero hayyyyyyyyyyyyy x que la dejas ahiiiiiiiiiiiiii no es justooooooo, esperemos que la tia este muy biennnnnnn

saluditos

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Mensaje  alma.fra Vie Dic 04, 2009 12:20 am

Muchas gracias por el capitulo, ojala no sea nada grave. Te esperamos mañana con 2 capituloootes o 3 jajaja para que la termines antes de el domingo.
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Mensaje  mats310863 Vie Dic 04, 2009 9:03 am

GRACIAS POR LOS DOS CAPÍTULOS, OJALA QUE AHORA QUE VAN A REGRESAR, TODO SIGA BIEN ENTRE ELLOS

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Mensaje  dulce_myrifan Vie Dic 04, 2009 12:18 pm

Cap. 17

-Qué quieres decir con que es mejor que me quede en el hotel? -sin poder creer lo que es­taba oyendo, Victor siguió a Myriam fuera del coche, frunciendo el ceño mientras ella buscaba la llave de la tienda. Las manos le temblaban un poco y no quería mirarlo.
-La tía Ruth me necesita y no creo que sea buena idea que te quedes -la cerradura cedió, Myriam empujó la puerta y entró en el interior seguida de Victor.
-¿Te importaría repetirme eso?

Dándose la vuelta, Myriam intentó sacudirse todo el cansancio que se había acumulado en su cuerpo des­pués de varias horas de viaje, y se dijo que no le ven­dría mal poner algo de distancia entre Victor y ella, al menos por unos días. En Irlanda era más fácil conven­cerse de que él mantendría su promesa de no obsesio­narse con el trabajo, pero una vez en casa no estaba tan segura. El accidente de Ruth le daba un poco más de tiempo.
-He dicho...
-Ya sé lo que has dicho -contestó Victor furioso-. Sólo quería asegurarme de que te había oído bien. ¿Los últimos días están sólo en mi imaginación, Myriam, o han sido un sueño? ¡Después de todo lo que hemos pasado, ahora me apartas de tu lado, como si no signi­ficara nada! Creí que estábamos de acuerdo en que nuestra relación volvía a ser firme y permanente. ¿Por qué me dices que me vaya a un hotel mientras te que­das aquí sola?
-Sólo hasta que la tía Ruth se recupere -suspirando, dejó las llaves en el escritorio de su tía y empezó a de­sabrocharse el abrigo-. Va a haber muchas cosas que hacer por aquí. Ella tiene que ser la prioridad.
-¡No! -pocas veces se había sentido tan furioso. En Irlanda habían hablado, hecho el amor y vuelto a ha­blar... durante gran parte de la noche. Los dos estaban de acuerdo en que querían estar juntos y, en lo que res­pectaba a Victor, Myriam estaba rompiendo ese acuerdo, se­parándose de él con una excusa. Había sacrificado todo un mes fuera de su trabajo para cortejarla otra vez, para convencerla de que tenían que estar juntos, y no iba a parar hasta que ella se diera cuenta.
-He sido muy paciente contigo, Myriam. Nunca quise obligarte a tomar una decisión, pero he abandonado muchas cosas por estar contigo. Quiero que sepas que lo he hecho porque lo único que quiero es que nuestro matrimonio funcione de nuevo. Quieres un compro­miso... ¡pues ya lo tienes! Lo menos que podemos ha­cer ahora es vivir juntos. No me importa si es aquí o en el hotel, pero para conseguir que esto funcione tene­mos que estar juntos.
Myriam se apoyó contra el escritorio mientras sentía que se le revolvía el estómago.
-¿Has «abandonado muchas cosas» para estar con­migo? -negó con la cabeza lentamente-. Te refieres al trabajo, ¿no?
Victor se dio cuenta de su error y dejó que su mirada vagara por la habitación antes de volver a mirarla.
-No quería decir eso, era sólo una manera de ha­blar.
-¡Puede que te engañes a ti mismo, Victor, pero a mí no puedes engañarme! Estás deseando volver a la agencia, ¿verdad? ¡Seguramente no has pensado en otra cosa durante todo este tiempo!
-¡Eso no es cierto!
-¿Ah, no? -se acercó a él y le dio un puñetazo en el pecho. Sus ojos eran fríos y Victor sintió que todo su mundo se derrumbaba. «Maldición»... ella tenía ra­zón. No había pensado en el trabajo la mayor parte del tiempo, porque cuando estaba con Myriam sólo había pen­sado en ella, pero en algunos momentos el trabajo se había colado en su mente. No había sido capaz de de­jar de pensar en ello, y ella tenía razón en eso. Myriam te­nía razón y él era el hombre más estúpido del mundo.

-¡No me mires como si estuvieras a punto de echarte a llorar! -le dijo Ruth a su sobrina-. Yo soy la única que debería estar llorando. Estaba a punto de vender esa maldita chaise longue y ¿qué es lo que hago? ¡Me subo a una silla y me rompo la rodilla! -fu­riosa, alargó la mano hacia las uvas negras que Myriam había puesto en un cuenco, sobre la mesita del hospi­tal, y masticó una sin placer.
-Oh, tía -suspirando, Myriam tomó la mano de la mu­jer y le dio pequeños golpecitos. Aunque seguía siendo una mujer muy vital, el accidente la había afectado. Tenía unas suaves manchas grises bajo los ojos y su rostro, por una vez sin maquillaje, tenía el color del marfil. Myriam sintió una oleada de cariño y sus dedos se curvaron posesivamente alrededor de la mano de Ruth.
-Por favor, no te preocupes, todo va a salir bien. Me ocuparé de la tienda, y lo único que quiero que ha­gas es que te tomes tu tiempo para descansar y recupe­rarte. Saldrás en unos cuantos días, pero te lo tienes que tomar con tranquilidad. Estarás en una silla de rue­das durante una temporada y luego llevarás muletas, así que te tienes que acostumbrar a la inactividad. Cuanto antes te hagas a la idea antes te recuperarás.
-¿Desde cuándo eres tú la mujer sabia y anciana, tú que solías usar mi maquillaje y ponerte mi ropa? -Ruth se sacó un pañuelo de la manga, presionándolo cuida­dosamente contra la nariz.
-Probablemente desde que conseguí que mi matri­monio fuera un completo desastre y huí para lamerme las heridas en vez de intentar que mi marido volviera.
-¿Y dónde está tu marido ahora? Porque supongo que sigue siendo tu marido, ¿no? ¿O se han divor­ciado mientras estaban fuera?
Las mejillas de Myriam se tiñeron de rosa.
-Victor y yo todavía estamos casados, y antes de que lo preguntes, todavía no sé si es permanente, aún tene­mos que resolver algunas cosas. Y en cuanto a tu pri­mera pregunta, Victor está en la tienda, echándole un ojo a las cosas. Y sabiendo el encanto que tiene, cuando llegue probablemente habrá vendido la mayoría de las cosas... incluida tu maldita chaise longue.
Ruth sonrió melancólicamente.
-Bueno, si es así tendré que darle un porcentaje. Pero, ¿no tiene que volver a Londres?
«¿Y qué vas a hacer cuando se vaya?» Myriam oyó en su mente esa pregunta y se encogió de hombros.
-Todavía le quedan un par de semanas antes de irse, tiempo suficiente para ayudarme a llevar la tienda y para prepararlo todo antes de que vuelvas.
-Querida, para ser sincera estoy más preocupada por tu bienestar que por el mío. Supongo que tengo que confiar en que sabes lo que estás haciendo en lo que se refiere a tu encantador marido. Por cierto, agra­dezco que hayas interrumpido tus vacaciones para ve­nir en cuanto te enteraste. Tal vez el amigo de Victor les vuelva a dejar la casa pronto.
Al pensar en los días que habían pasado juntos ha­ciendo el amor y paseando por esa maravillosa playa, Myriam dejó escapar un suspiro lleno de esperanza y nos­talgia. Pero la discusión que habían tenido al llegar a casa estropeaba cualquier posibilidad de ser feliz.
-¿Quién sabe? -sonriendo, alargó la mano hacia el cuenco de cristal para agarrar un puñado de uvas.

Myriam pasó las pequeñas páginas de su agenda y su mirada se detuvo en la «P» rodeada con un círculo que había pasado cinco días atrás. Ignorando las ganas de gritar y de tirarse del cabello, se dejó caer sobre el asiento del inodoro y se puso las manos en el estó­mago. No podía haber ningún error, como había pen­sado en un principio. Su periodo llevaba una semana de retraso, y además tenía una sensación extraña en la cabeza y en el estómago.
-Estupendo -murmuró-. Muy oportuna, Myriam.
Pero sus palabras escondían una alegría secreta. Pensar que Victor y ella iban a tener otra oportunidad para ser padres... bueno, era un sueño imposible he­cho realidad.
Empezó a frotarse la sien derecha para apaciguar el dolor. Tenía que reconocer que Victor no había vuelto a hablar de la reconciliación; después de la pelea se ha­bía vuelto a registrar a regañadientes en el mejor hotel de la ciudad. Era como si estuviera esperando a que Myriam tomara una decisión. Pero desde que volvieron a la ciudad él se había hecho cargo de prácticamente todo en la tienda. Había revisado la agenda de Ruth, se había puesto en contacto con los clientes y los provee­dores para avisarlos de lo que había pasado, había vuelto a organizar las fechas de entrega, se había he­cho cargo de las ventas en la tienda e incluso había asistido a una feria comercial que Ruth había apun­tado. Por voluntad propia Myriam se había mantenido en un segundo plano, haciendo la limpieza y preparán­dolo todo para la llegada de Ruth. No quería que su tía se preocupara por nada al regresar, así que agradecía la ayuda de Victor que, por otra parte, servía para mantener a raya sus problemas. Los dos habían trabajado juntos durante varios días, pero habían evitado, cada uno por sus propias razones, hablar de un compromiso perma­nente. Pero el hecho de que Myriam estaba embarazada lo cambiaría todo, y tenían que hablar seriamente.

Myriam bajó a la tienda desde el piso superior y se quedó atónita al ver que la tienda estaba llena de clien­tes... de clientes femeninos. De espaldas a ella, Victor es­taba sentado en el borde del escritorio de Ruth, vestido con un suéter azul marino con cuello alto y pantalones negros hechos a medida. Había cuatro mujeres rodeán­dolo y mirándolo como si tuvieran delante el festín de sus sueños. De repente, Myriam se sintió irritable.
Una de las mujeres, una morena de cuarenta y tan­tos años delgada y atractiva, vestida con prendas de tweed y zapatos de tacón bajo, se rió de algo que Victor había dicho y le tocó una rodilla. Myriam la reconoció: era la esposa del médico del vecindario, una mujer que no era precisamente conocida por su sentido del humor. Myriam sintió una punzada de celos.

-¿Victor? ¿Puedo hablar contigo? -sus palabras eran más una orden que una petición. Victor se volvió des­concertado hacia ella y sonrió.
-¿Qué ocurre, cariño?
«¿Cariño?» Myriam sintió que todo su buen humor de­saparecía. Y no la ayudaba que ese improvisado club de fans de Victor lo estuviera mirando boquiabierto.
-Quisiera hablar contigo en privado, si no te im­porta -Myriam entró en el pequeño pasillo que conducía a la parte trasera de la tienda y a las escaleras que subían hasta el piso de Ruth.
-¿Qué pasa? -Victor se puso las manos en las caderas y sonrió.
-¿Qué demonios crees que estás haciendo?
-¿En la tienda? ¿No es evidente? Estoy atendiendo a los clientes.
-¿«Atender a los clientes» no será un eufemismo para entretener a mujeres hambrientas de sexo?
Él sacudió la cabeza incrédulo.
-Eso ni siquiera merece una respuesta. ¿Qué te pasa, Myriam? ¿Te sientes sola en esa pequeña cama que tienes arriba? Ya te dije que tengo una habitación do­ble en el hotel.
Victor sabía que se había tirado a la yugular de Myriam, pero no pudo evitarlo. Desde que volvieron de Irlanda habían pasado seis días y ella se había mantenido a distancia deliberadamente, como si se arrepintiera de la pasión que habían compartido. Victor se sentía fu­rioso, pero se contuvo por respeto a Ruth. Sabía que Myriam estaba preocupada por ella, y también sabía que temía, mejor dicho, que estaba aterrorizada de volver a comprometerse con él, por eso había decidido no pre­sionarla y darle más tiempo. Pero se le estaba ago­tando la paciencia. ¿Qué necesitaba para convencerla de que había hablado en serio sobre dedicarse total­mente a conseguir que su relación fuera un éxito? Sa­bía que casi lo había arruinado todo con su obsesión por el trabajo, pero también le había prometido que buscarían una casa y que reduciría drásticamente las horas de trabajo. ¿Qué más quería Myriam?
Ella lo miró furiosa.

-¡Si estoy sola, tú no eres el único pez en el mar, Victor García!
-¿Qué insinúas? ¿Que hay alguien más? -sintiendo que los celos lo invadían, Victor la agarró del brazo y la, detuvo cuando Myriam ya hacía ademán de marcharse.
-¡Claro que no! -mordiéndose el labio, Myriam mal­dijo su mal carácter. Poner celoso a Victor no era una buena idea, las cosas ya estaban bastante tensas entre ellos. De repente Myriam se sintió asustada y vulnerable. Tenía que darle pronto la noticia, porque las conse­cuencias eran demasiado graves como para soportarlas sola, pero antes necesitaba un poco más de tiempo para reforzar sus defensas-. Estoy un poco cansada, eso es todo. No quiero discutir contigo. Creo que me echaré un rato. ¿Te importa hacerte cargo de la tienda hasta la hora de cenar?
Victor le soltó el brazo y miró su reloj.
-No hay problema. Pero después de cerrar subiré a verte. Tenemos que aclarar algunas cosas y no me voy a ir hasta que me haya quedado completamente satisfe­cho, ¿está claro?
Myriam asintió con la cabeza.
-Puedes quedarte a cenar si quieres. Hay pasta con salsa casera; nada especial.

Victor se frotó la mandíbula y dejó escapar un pro­longado suspiro, un suspiro resignado que le dijo a Myriam que se le estaba agotando la paciencia. De repente Myriam sintió nostalgia por esos días felices en Irlanda, cuando la única decisión que tenían que tomar era si salían o no de la cama. Pero desde que regresaron a la vida real todo se había vuelto mucho más difícil.
-Acuéstate -le acarició el pelo ligeramente, esbo­zando una sonrisa-. Es verdad que pareces cansada. ¿Por qué no me dejas que prepare la cena?
-De acuerdo -en ese momento no tenía ni ganas ni fuerzas de discutir.
-Casi no has comido nada.
-¿Quién eres, mi madre? -Myriam se levantó de la mesa, tiró su servilleta y se dirigió al salón. Victor la en­contró mirando por la ventana. La habitación estaba débilmente iluminada por una pequeña lámpara en una esquina. Victor deseó, y no por primera vez esa tarde, saber en qué estaba pensando Myriam. Había estado ner­viosa e irascible durante toda la cena, desviando la mi­rada cada vez que él le hablaba. Sólo esperaba que ese comportamiento no significara que le iba a decir que no podían reconciliarse.
-¿Te traigo algo? ¿Una copa de vino? ¿Algo de brandy?
Myriam se giró para mirarlo, con los brazos cruzados sobre el vestido de tela vaquera.
-No, gracias.
-Muy bien. Algo pasa contigo, Myriam, y me vas a de­cir lo que es. ¿Qué ocurre? Y no me digas que no es el momento de preguntar, porque no me voy a ir hasta que obtenga una respuesta -dijo Victor dejándose caer en el sofá.
Myriam supuso que ese era el momento más apropiado para contárselo. En dos días Ruth estaría en la casa y ella tendría que cuidarla y hacerse cargo de la tienda. Victor no estaría dispuesto a hacerlo indefinidamente, y ella estaba sorprendida de que lo hubiera hecho du­rante tanto tiempo. Cada día temía que le dijera que tenía que volver al trabajo, y una vez en Londres, ¿cuándo tendría tiempo para verla?
Con el corazón en un puño, Myriam tragó saliva y dejó escapar un suspiro.
-Bueno... no estoy del todo segura... Quiero decir, todavía no me he hecho un test, pero creo que puedo estar... embarazada.
Ya lo había dicho, pero Victor se había quedado quieto y casi parecía estar en trance. Después sonrió y su sonrisa se hizo cada vez más amplia.

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Mensaje  girl190183 Vie Dic 04, 2009 1:20 pm

Gracias Dul.. Por el capitulo pero como le dejas ahi niña hayyy ya quiero leer el otro jaja Very Happy
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Mensaje  Geno Vie Dic 04, 2009 5:40 pm

Niña Dulce:


Hay que vamos hacer con estos niños ehhh, que son mas regegos que nda. Pero ya viene Viky jajajajjajajajajajajajaja y eso los unira mas, asi que no tardes ehhhh con el que sigue y como es viernes y pues ya casi te nos vas de vagaciones pues nos tienes que dejar terminada la novelita ehhh, asies es que yo opino que hoy sea un 3x1 jajajajjajajajaja Andales niñaaaa di que siiiiiiiii, siiiiiiiiiiiiiiiii


Besitossss

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Mensaje  alma.fra Vie Dic 04, 2009 10:05 pm

Ke buen capitulo, te esperamos con mas yo tambien opino ke un 3 x 1 vaaaaaa??? Very Happy
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Mensaje  dulce_myrifan Vie Dic 04, 2009 10:57 pm

Cap. 18

-No sé qué decir -a pesar de esa sonrisa tan cautiva­dora, las palabras le golpearon a Myriam en la cara. Eso no era lo que quería escuchar. Según su experiencia, «no sé» quería decir dudas, y ella quería estar segura de que todo iba a salir bien, sobre todo teniendo en cuenta que su anterior embarazo había terminado en tragedia.
Inmersa en esos tristes pensamientos, no se dio cuenta de que Victor estaba de pie frente a ella, descru­zándole los brazos. Myriam sintió el aroma sensual de su colonia y el deseo la invadió. Lo miró con ansiedad.
-Deberíamos haber usado algo, es culpa mía. Debe­ría haber insistido en que tú... nosotros... -no terminó la frase porque de repente se encontró abrazada contra el pecho de Victor, y al sentir su fuerza y calidez desaparecieron todos sus temores.
-No sabía qué decir porque estaba abrumado -le susurró Victor al oído-. Es una noticia estupenda, Myriam, ¡me siento como un niño al que le han regalado todo lo que quería por Navidad!
Myriam lo abrazó por la cintura y levantó la vista para mirarlo.
-Entonces, ¿no te importa?
-¿Importarme? ¿Estás loca? -riéndose, la levantó y empezó a girar.
-¡Para, Victor! Me estoy mareando -con el corazón acelerado, Myriam se agarró fuertemente a él para recupe­rar el equilibrio y después se separó suavemente-. En vista de lo que ha pasado, no voy a decir que puedo arreglármelas sola. Aunque Gabriel no vivió, durante todo el embarazo fui consciente de que un niño nece­sita a los dos padres. No fue fácil enfrentarme a la idea de ser madre soltera. Esta vez quiero hacer las cosas bien, pero solamente puedo hacerlo si estoy segura de que vas a estar ahí. No te estoy pidiendo garantías a toda prueba, pero necesito saber que eres sincero cuando dices que el bebé y yo somos lo que quieres. No quiero que el trabajo te domine y que te haga olvi­dar lo que has prometido.
Contemplando su rostro triste y hermoso, Victor se preguntó una vez más cómo pudo dejarla. Había empe­zado a ver que existían alternativas a esa existencia fre­nética que solía llevar, un ritmo de vida que no era bueno ni para las emociones ni para la salud. Cuando volviera al trabajo le iba a dar el control a Mitch. No sólo quería estar ahí cuando Myriam tuviera al bebé, quería estar durante prácticamente todo el embarazo, vigilarla, cuidarla y asegurarse de que tenía los mejores cuidados.
-Te juro que voy a cumplir cada promesa que te haga de ahora en adelante -le dijo con voz ronca-. No fui el mejor marido en el pasado, pero no vas a poder culparme en el futuro. Bueno... no la mayor parte de las veces -sonriendo tímidamente, volvió a abrazarla de nuevo-. Vamos a ser los mejores padres, a nuestro bebé no le va a faltar de nada.
«¿Y yo qué, Victor?», quería preguntar Myriam. «Lo único que quiero es tu amor. Lo que el bebé y yo nece­sitamos es amor, lo único que el dinero no puede com­prar».
-Bueno -separándose de él y rezando para no echarse a llorar, se obligó a sonreír-. Me gustaría lla­mar al hospital para ver cómo está Ruth. Gracias por hacer la cena... aunque no haya comido nada.
Victor frunció el ceño.
-Y hay otra cosa que va a cambiar, tus hábitos ali­menticios. Son espantosos, no comes nada. Mañana por la mañana voy a buscar a un buen nutricionista, a un obstetra y a llamar para que te den cita -recogió su cha­queta del brazo de una silla y sonrió-. Estaré aquí para abrir la tienda, pero cerraremos por la tarde. Hay mu­chas cosas que hacer, incluyendo una visita a la agencia inmobiliaria para buscar una casa. Buenas noches, Myriam, descansa. Ya sabes dónde estoy por si me necesitas.
Aturdida, Myriam se quedó mirando la puerta mucho tiempo después de que se hubiera ido.

Le dolían los pies. Habría deseado no ponerse las sandalias de tiras con tacones mortales, pero nada más le iba bien al maravilloso vestido de punto rosa y pla­teado que Victor le había regalado justo antes de invi­tarla a cenar. Se las quitó una vez sentada a la mesa, re­zando para poder volvérselas a poner cuando tuviera que irse. Victor la había llevado a Londres, a uno de los restaurantes más caros y elegantes de la capital, donde el maitre se había dirigido a él como si fuera un viejo amigo. «Para celebrarlo», le había dicho a Myriam, aña­diendo que hacía mucho tiempo que no sentía ganas de celebrar algo.
La tarde anterior habían estado en una inmobiliaria exclusiva y Victor tenía una carpeta llena de casas para visitar después de seleccionar las más convenientes. En la agenda de Myriam había dos citas más, una con un nutricionista recomendado y otra con un destacado obstetra de Harley Street. Durante todo el día Myriam se había sentido como si estuviera viviendo el sueño de otra persona, y en ese momento se sentaba frente a Victor en una mesa perfecta rodeada de un agradable ambiente y candelabros de plata, con atentos camare­ros a su disposición y una botella de champán.

-Creo que nunca te he visto tan guapa -Victor tomó un sorbo de vino y dejó la copa en la mesa.
-Es el vestido -ruborizándose, Myriam se tocó el pro­fundo escote, deseando que no fuera tan bajo. Pero el escote hacía que una gran parte quedara al descubierto. Era evidente que Victor pen­saba lo mismo, porque sus ojos negros no se separaban de él. Victor también estaba espléndido, con un traje im­pecable de color gris oscuro, camisa granate, corbata negra y con el cabello peinado hacia atrás.
-No -sus labios se curvaron en una sonrisa-. Es la mujer que está en el vestido, sin duda.
-Tú tampoco estás nada mal.
Él se rió en voz alta con un timbre sensual que hizo que Myriam fuera incapaz de decir dos palabras seguidas. Parecía una adolescente en su primera cita.
-He estado pensando en alquilar una casa cerca de tu tía, hasta que podamos compramos una. Aunque mi hotel es muy cómodo, no quiero quedarme allí indefi­nidamente, y tampoco quiero que sigamos estando se­parados. Es hora de que volvamos a estar juntos... per­manentemente.
Myriam sabía que tenía razón pero aun así el corazón le dio un vuelco. Lo amaba tanto que no podría soportar perderlo de nuevo si se iban a vivir juntos y las cosas no funcionaban. Para tranquilizarse un poco, tomó un sorbo de champán.

-Cuidado con el alcohol, cariño -Victor la miró de forma inquietante, haciéndole sentir que la quería de verdad, que no sólo la quería porque estaba intentando arreglar el pasado o porque estaba de nuevo embara­zada de él.
-Sé lo que estoy haciendo.
-Quiero que estés saludable durante el embarazo. Ya sé que estamos bebiendo vino y champán, pero des­pués de esta noche no quiero que tomes más alcohol.
Myriam se puso rígida y sus ojos brillaron.
-Soy perfectamente capaz de decidir lo que puedo y lo que no puedo beb...
-¡Victor, querido! ¡Me parecía que eras tú! Patricia y yo... ¿Recuerdas a mi hermana Patricia? Justo ahora estábamos hablando de ti. Nos preguntábamos si ha­brías conseguido que tu terca mujercita te concediera el divorcio para que puedas ser libre. Oh, lo siento, no había visto a tu encantadora acompañante... ¿No vas a presentarnos, Victor?


Si tengo 5 comentarios ahorita les dejo otroo largooo Pasión Renovada - Página 5 Icon_lol
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Mensaje  aNaY Vie Dic 04, 2009 11:17 pm

siiiiiiiii siiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii siiiiiiiiiiiiii

yo quiero otro capi larrrrrrgooo largoooooooooooooooooo


vamos dulceeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeee no me torturesssss
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Mensaje  aNaY Vie Dic 04, 2009 11:18 pm

pintas viejas metiches... que tienen que ir de habladoras...

las odiooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooo


ashhhhhh
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Mensaje  aNaY Vie Dic 04, 2009 11:19 pm

Myri no te vayas a enojar ni te vayas a ir... calma calmaaa....

y que alguienme haga el favor de darles sus buenos golpes a ese par de metiches.....



vamso dulceeeeeeeeeeeee queremos otro capi super largoooooooooooooooooooo
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Mensaje  aNaY Vie Dic 04, 2009 11:19 pm

ademas merezco premio no?? me la avente completita en unas horas... jejejejeje asi que yo opino que si nos debes de poner otr capi mas....
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Mensaje  aNaY Vie Dic 04, 2009 11:23 pm

y listoooooooooooooooooooooo .... si contamos ya tenemos los cinco mensajines que pediste jejejejeje....


andale niñaaa no seas malitaaaa ya pon el largote si?????


besitossssssssssssssssss




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Mensaje  Geno Vie Dic 04, 2009 11:43 pm

Dulce:

Aquii esta el seis jajajaj para el siguiente capi largoooooooooo ehhhh

saludos

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Mensaje  alma.fra Vie Dic 04, 2009 11:48 pm

Sieteeeee jaja hasta con pilon para ke nos pongas un capituloteee.
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Mensaje  Eva_vbb Sáb Dic 05, 2009 12:01 am

SIPIIII QUEREMOS CAP....
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Mensaje  Geno Sáb Dic 05, 2009 12:04 am

Niña Dulce:


Debo confesar que puse el comentario antes de leer, jajajajaja pero KIERO OTRO ANDALES, ANDALES KIERO SABER QUE SIGUEEEEEEE ANDALESSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSS DI QUE SIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIII, ES MAS PONLO JAJAJA EN HONOR A LOS NIÑOS QUE ESTARAN JUNTITOS EN TAMPICO JAJAJAJAJAJAJAJAJAJA

SALUDOS

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Mensaje  Eva_vbb Sáb Dic 05, 2009 12:07 am

SIMONNN COMO DICE GENITO SUBE EL CAP... EN HONOR A LOS NIÑOS
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Mensaje  girl190183 Sáb Dic 05, 2009 12:15 am

si Dul queremos capituloooo andaleee no le dejes ahiii jaja Very Happy
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Mensaje  dulce_myrifan Sáb Dic 05, 2009 12:47 am

Cap. 19

La chica francesa era idéntica a Audrey Hep­burn de joven. Exquisitamente ataviada con un vestido de satén de color berenjena que casi ni le rozaba las inexistentes caderas y desprendiendo un aroma agobiante, cuando Myriam se comparó con ella se sintió una chica ordinaria. Pero lo que más le había im­pactado había sido el insulto de la mujer. ¿«Terca mu­jercita»? ¿Así era como Victor se refería a ella?
Miró a Victor y supo que se sentía incómodo con la presencia de su antigua novia, porque Myriam estaba se­gura de que esa tenía que ser la famosa Amelie. Victor ni siquiera se levantó, sino que miró a la chica como si su pregunta no mereciera contestación. Myriam vio que las mejillas de la mujer se ruborizaban bajo el perfecto maquillaje y sintió pena por ella.

-Me hubiera gustado decir que me alegro de verte, Amelie, pero habría sido mentira. ¿Por qué no te vas y dejas que Myriam y yo disfrutemos de la cena?
-Así que tenía razón, esta es tu mujer. ¿Ya has con­seguido dejarla embarazada, Victor? Tenías mucha prisa por ser padre -miró a Myriam de arriba abajo con sus ojos oscuros-. Con toda esa carne al aire parece una sir­vienta. Creo que no habría sacrificado mi figura por estar en su lugar.
-¿A eso lo llamas figura? -arrojando la servilleta sobre la mesa, Myriam se levantó-. ¡He visto postes de te­légrafo con más curvas! Si me disculpan, necesito un cambio de aires. Has sido muy amable al venir a char­lar con mi marido y conmigo... perdona, ¿cómo te lla­mabas? -con un movimiento desdeñoso de cabeza y contoneándose de manera sexy mientras pasaba, Myriam se dirigió al lavabo de señoras, haciendo que casi to­dos los hombres que había en el restaurante se giraran para mirarla.

Victor se estaba divirtiendo y no se molestó en disi­mularlo. Furiosa, Amelie murmuró un insulto en su expresiva lengua materna y se alejó tan majestuosa­mente como se lo permitía su enfado. Victor se reclinó en su asiento, se aflojó la corbata y respiró profunda­mente. Si pudiera haberle ahorrado a Myriam el insulto de Amelie lo habría hecho, pero su mujer había ven­cido con mucho a su antigua novia. La chica con la que se había casado había pasado de ser una tímida mujer de veintidós años a una mujer segura de sí misma que hacía que los hombres la miraran no sólo por su aspecto, sino porque también tenía cierto aire de superioridad. Recordó que Myriam le había dicho que había perdido confianza después de perder al bebé, pero era evidente que estaba empezando a recupe­rarla. Victor sabía que estaba locamente enamorado de ella y no podía imaginar un futuro sin ella. Y además iban a ser padres. Agradeciendo en silencio al destino por darle una segunda oportunidad, se juró que no iba a echarla a perder.
Diez minutos después miró su reloj preocupado y le pidió a un camarero que alguien fuera a comprobar si su mujer seguía en el lavabo. Intentando apartar la an­siedad que sentía, tomó un sorbo de vino y se obligó a relajarse.
En el tocador de relucientes lavabos y espejos bri­llantes, Myriam sacó unos cuantos pañuelos de papel de la caja y se los dio a la guapa mujer morena que lloraba sentada en una silla de mimbre. Gimoteando, la joven agarró los pañuelos y se sonó la nariz.

-Dije algunas cosas horribles -murmuró mirando a Myriam con sus enormes ojos castaños-. Le dije que si le gustaba tanto el trabajo, que se mudara allí. Yo estaría mejor con una compañera de piso... al menos tendría a alguien con quien salir. Él me miró y me dijo que de­bería ser más comprensiva, que estaba trabajando mu­cho para mí... para nosotros... para que nuestro bebé tuviera un futuro mejor. Después se fu ... fue del restau­rante y me de ... dejó aquí.
-¿Estás embarazada?
La joven asintió con la cabeza.
-Me sentí muy feliz cuando lo supe, pero ahora so ... sólo quiero mo...morirme -se tapó la cara con las manos mientras el rímel se le corría, haciéndole pare­cer un payaso de circo.
Poniéndose en cuclillas frente a ella, Myriam pasó una mano por el cabello de la chica y le apartó las manos de la cara.
-¿Cómo te llamas?
-Carolina.
-Bien, Carolina, yo soy Myriam y también estoy embara­zada. Si te sirve de consuelo, sé por lo que estás pasando. Yo también tuve muchos problemas con mi marido por su trabajo y en vez de estar abierta al compromiso me deprimí sintiendo pena por mí misma. En algunas cosas tenía razón, pero en otras no. Lo importante es... -se detuvo al darse cuenta de que había pasado de la tristeza a la felicidad, a pesar de las insinuaciones de la chica francesa de que Victor sólo la quería porque deseaba ser padre. Nada más lejos de la verdad. La verdad era que cuando Victor la miraba era evidente que estaba enamo­rado de ella, aunque no se lo hubiera dicho-. Lo im­portante es que sigan hablando. Mantengan abiertas las líneas de comunicación, no dejen que el resentimiento y el enfado los hagan hacer algo de lo que se arrepientan. El bebé los necesita a los dos, dos padres que se amen y que le den el mejor hogar. Confía en mí... si los dos se calman un poco y tienen en cuenta las cosas que los atrajeron en un principio, todo irá bien. Te lo prometo.

Carolina había dejado de llorar. Limpiándose los ojos con el pañuelo arrugado, esbozó una débil sonrisa.
-Paul, mi marido, tiene un gran sentido del hu­mor, ¿sabes? Siempre me está haciendo reír. Esta­mos muy bien juntos cuando no discutimos -se en­cogió de hombros y por un momento pareció perderse en sus pensamientos-. Salimos esta noche para celebrar que estoy embarazada. Se trajo el mó­vil y sonó hace unos minutos. Era del trabajo, que­rían que mañana fuera más temprano. Me temo que me volví loca y le dije que debería mudarse al tra­bajo, porque así no tendría que venir a casa. Nunca lo había visto así, estaba tan enfadado... ¿Y si no vuelve más?
Myriam tomó la mano de Carolina y sonrió.
-Claro que volverá -dijo con confianza-. Se enfa­dará y se pondrá un poco nervioso, pero después se calmará y volverá. ¿De verdad crees que quiere per­derse un banquete para celebrar la llegada del bebé? -Carolina negó con la cabeza y suspiró profundamente-. ¿Por qué no vienes a mi mesa? Puedes sentarte con Victor y conmigo y hablar con nosotros hasta que re­grese Paul. ¿Qué te parece?
-¿Victor es tu marido?
-Si.
-¿Estás segura de que no le importará? -Carolina se levantó lentamente y se miró al espejo para arreglarse el cabello.
-Claro que no le importará.
Myriam esperó a que Carolina se arreglara el cabello y se maquillara de nuevo y estaba a punto se salir del la­vabo cuando una camarera elegantemente vestida asomó la cabeza por la puerta y preguntó si alguna de ellas era la señora García, porque el señor García estaba preocupado por su bienestar y estaban a punto de servirles la cena.

-Una pareja muy agradable -Victor se volvió hacia Myriam, que estaba acurrucada en el asiento del copiloto, y le echó una mirada a uno de los muslos perfilados por el vestido de punto rosa y plateado, sintiendo inmediatamente una oleada de calor en la ingle. Sus de­dos se cerraron alrededor del volante y se obligó a con­centrarse en la carretera oscura.
-Encantadora -murmuró Myriam, girándose para mi­rarlo-. Me alegro muchísimo de que Paul no la dejara plantada. Carolina estaba llorando a lágrima viva por él en el lavabo -durante algunos segundos Victor no dijo nada-. ¿Victor? ¿Va todo bien?
-Sombras de lo que éramos hace unos años, ¿eh? Es gracioso, pero lo que Paul ha dicho sobre su trabajo me ha hecho darme cuenta de lo tonto que era.
-Ha estado muy bien que le hablaras de esa manera, creo que le ha ayudado a ver las cosas desde otra perspectiva, a crear prioridades... y a recordarle que su mujer también necesita algo de su tiempo. Creo que esos dos van a salir adelante.
-Eso espero. Estaba preocupado por ti, ¿sabes? Quiero decir, cuando tardabas tanto en volver del la­vabo. Pensé que algo iba mal.
Myriam se incorporó en el asiento y el corazón le dio un vuelco cuando se dio cuenta de a qué se refería.
-¿Quieres decir con el bebé? No pasa nada, me siento bien. Me hice un test esta mañana, lo compré en la farmacia para confirmarlo, y definitivamente estoy embarazada. A partir de ahora sentiré mareos por las mañanas, pero ya he pasado por eso y sé lo que me es­pera, así que no estoy tan preocupada.
Victor alargó una mano y la puso sobre la rodilla de Myriam.
-No quiero que te preocupes por nada. El lunes por la mañana tienes una cita con el doctor Chamberlain, que te hará un chequeo completo. Si tienes alguna duda, puedes comentársela.
-¿Victor?
-¿Qué ocurre? -apartó la mano para concentrarse en una curva muy cerrada.
-Sólo porque... porque Gabriel muriera de esa forma no significa que le vaya a ocurrir lo mismo a este bebé. Lo sabes, ¿no? El obstetra del hospital me dijo que las probabilidades de que eso ocurriera dos veces eran prácticamente nulas.
Victor sentía ansiedad y arrepentimiento, y le costaba respirar.
-Es bueno saberlo, pero me voy a asegurar de que tengas los mejores cuidados. No vamos a correr nin­gún riesgo. Y se acabó eso de levantar pesos en la tienda. Si Ruth necesita ayuda, puede pedírmela a mí. Por cierto, he seleccionado una posible casa para al­quilar y la voy a ver mañana. Pensé que te gustaría ve­nir.
-¿Has olvidado que Ruth vuelve a casa por la tarde?
-Yo voy a ir a recogerla, ¿cómo podría haberlo ol­vidado?
-Sólo me estaba asegurando.
-¿Myriam?
-¿Hmm? -reclinándose en el lujoso asiento de cuero, Myriam lo miró con ojos somnolientos.
-Siento que Amelie apareciera en el restaurante de esa manera. Y siento aún más lo que dijo. Sabes que sólo lo dijo porque está enfadada conmigo, ¿no?
-Ya me di cuenta. De todas formas, manejé bien el asunto.
-Ya lo creo.

Victor entró en el salón de su casa recién alquilada y encontró a su mujer aupándose para quitar el polvo de una estantería, mientras sus caderas se contoneaban. Llevaba una falda negra corta y ajustada, una blusa de color rosa oscuro, medias negras y zapatos del mismo color, y en cuanto la vio Victor se sintió incapaz de pen­sar. Sintió el aroma de tonos cítricos y almizclados de su fragancia y se detuvo para aspirarlo profundamente antes de acercarse a ella por detrás y abrazarla por la cintura.
-Hueles estupendamente, ¿lo sabías? -le acarició el cuello y sintió que se endurecía en el mismo instante en el que ella se inclinó contra él, presionando el trasero provocativamente contra su ingle.
-Hmm... tú también -con la respiración entrecor­tada Myriam se dio la vuelta y miró ávidamente la sonrisa sensual de Victor. Incapaz de resistir la tentación, se puso de puntillas para darle pequeños besos y mordis­quearle el labio inferior. Desde que se había mudado con Victor, Myriam no podía dejarlo solo. Y él tampoco se quejaba de eso-. Quítate la ropa -le puso las manos en las solapas y empezó a quitarle la chaqueta, pero se sorprendió y se quedó decepcionada cuando él le aga­rró la muñeca para que se detuviera.
-Hey... creí que era yo el que tenía fama de sa­quear y violar -bromeó.
-Bueno, entonces... -hundió en su cabello la mano libre y bajó la voz hasta un seductor ronroneo-. ¿Por qué no me enseñas cómo se hace?
Él gimió, la besó con fuerza y después la soltó.
-Esto no va a funcionar, Myriam.
-¿Victor? ¿Qué ocurre? -Myriam se inquietó. Desde que habían vuelto a estar juntos ella había ido bajando la guardia de forma lenta pero segura, revelando facetas de su personalidad que antes había mantenido ocultas, diciéndose que tenía que confiar en él. Era un buen hombre y no le volvería a hacer daño... se preocupaba por ella demasiado como para dejar que eso ocurriera. Pero en ese momento tuvo dudas y sintió terror de ha­ber dicho o hecho algo malo, algo que le hiciera dar marcha atrás. Se cruzó de brazos y esperó ansiosa la respuesta de Victor.

-Creo que tenemos que poner algunas normas -dijo rascándose la cabeza.
-¿Normas? -aún más sorprendida, Myriam descruzó los brazos y se llevó las manos a las caderas.
-No creo que sea bueno para ti que te estimules tanto. Probablemente demasiada actividad sexual no será buena para el bebé.
-¿Y dónde has oído eso?
-Tiene sentido, ¿no? -estaba realmente preocupado y Myriam sintió dentro de ella algo cálido y precioso.
-¿Tú crees? -contestó mordiéndose el labio para no reírse.
-En cualquier caso, el doctor Chamberlain dijo que debes descansar durante los primeros tres meses. Tam­poco quiero que te canses con las tareas domésticas, así que ya he ido a una agencia para contratar a alguien que venga unas horas al día. Y ahora, ¿por qué no po­nes los pies en alto y te preparo un maravilloso té de frutas de los que compramos en el herbolario?
-¡Maldita sea, Victor, no me trates con condescen­dencia! ¡Detesto el té de frutas! Y en cualquier caso, el té no es lo importante, ¿no? -Myriam comenzó a andar por la habitación como si la actividad la ayudara a soltar todos los pensamientos frustrantes-. Me has estado tratando como a una figurita de cristal desde que te dije que estaba embarazada, y estar embaraza no es lo mismo que estar enferma. Tenemos un arma­rio lleno de cosas raras del herbolario que no me to­maría ni aunque estuviera en una isla desierta. Quiero comida de verdad, pescado, patatas fritas, salchichas, puré de papas y arroz. Y por si el régimen que me has puesto no fuera lo suficientemente malo, ahora estás restringiendo lo único que me hace realmente feliz. ¡Eso es lo que no va a funcionar! ¿Lo en­tiendes?

Estaba guapísima cuando se enfadaba. Mirándola fijamente, Victor intentó con todas sus fuerzas recuperar el control de sí mismo. No importaba cuánto la deseaba ni cuántas duchas frías tuviera que darse en los siguientes dos meses, era un precio muy pequeño a cam­bio de que estuviera perfectamente sana. Myriam parecía desearlo tanto como él a ella, pero no pondría en peli­gro la vida del bebé.
-Tenemos que ser sensatos, Myriam, es lo único que digo. Si no quieres té, ¿qué te parece un paseo en co­che hasta la casa de Ruth para ver qué tal está? No me gusta pensar que está sola en la tienda en una silla de ruedas. Ya sé que Peter Trent dijo que estaría atento, pero estoy seguro de que tu tía agradecerá algo de compañía familiar.
Frustrada, Myriam se dirigió a la puerta.
-¡Te odio cuando eres tan considerado y razonable! -dijo antes de empezar a subir las escaleras. Victor pensó en las dificultades de vivir con una mujer domi­nada por las hormonas y decidió que, aparte de hacer el amor, era la experiencia más divertida que había te­nido en mucho tiempo.

-Ha sido un verdadero encanto -Ruth tomó un sorbo de su té y sonrió mientras los obser­vaba desde el otro lado de su escritorio, mirando de vez en cuando por la ventana, en dirección a la tienda de libros. Myriam enarcó las cejas sorprendida y miró a Victor, que sonrió como si dijera «estamos pensando lo mismo».
-¿Estamos hablando de Peter Trent? ¿El «aburrido que necesita un trasplante de personalidad y que no miraría dos veces si entrara una mujer desnuda en su tienda»? Son tus propias palabras, si me permites que te lo recuerde.
Ruborizándose delicadamente, Ruth dejó la taza en un platillo de porcelana y se aclaró la garganta.
-¿Yo dije eso? Bueno, no hay que juzgar los libros por la cubierta. Y tengo que decir que hemos podido conocernos un poco más durante sus visitas al hospital y tenemos muchas cosas en común. Nos gustan las mismas películas, el teatro, el ballet y la comida tailan­desa. De hecho, mañana me va a llevar a cenar a mi tailandés favorito, así pueden dejar de preocuparse y seguir con sus vidas.
-¿Estás segura de que estás preparada para salir? Hace muy poco tiempo que saliste del hospital -Myriam le echó una mirada a la escayola.
-Peter dice que nos apañaremos bien. Si puedes ve­nir una hora antes y ayudarme a ponerme mi mejor vestido, lo demás estará bien.
-Por supuesto que vendré a ayudarte.
-Bien, entonces está decidido.
-Es estupendo, Ruth. Pero si necesitas algo, ya sa­bes dónde estamos -dijo Myriam con incertidumbre. Las cosas estaban cambiando demasiado rápido.
-Me he dado cuenta de que usas la palabra «noso­tros» con mucha frecuencia. ¿Tengo que suponer que todo va bien en el hogar de los García?
-Aparte de que Victor se comporta como una madre, sí.
-Me alegra oír eso. Eso es justo lo que una futura madre necesita... un buen hombre -le echó una ojeada a Victor y los dos se miraron con complicidad-. No te quejes, querida. Y por cierto, supongo que estás to­mando todas las vitaminas y que comes bien. ¿Lo está haciendo, Victor?
-¿Conoces el refrán que dice «podrás llevar a un caballo hasta el agua pero no podrás hacer que beba»? Creo que eso resume bastante bien la situación.
-Ya sé que puede ser muy terca. Pero ahora que el bebé está en camino supongo que estará de acuerdo en que tiene que ser sensata.
Myriam hizo una mueca.
-¿Sensata? ¿Sabes que estoy empezando a odiar esa palabra?
Mirando a su mujer, Victor se sintió agradecido por tener una aliada en Ruth. Tal vez entre los dos podrían hacerle ver que todo era por su propio beneficio.

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