¿Te acuerdas de mi?... soy tu amante.
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Re: ¿Te acuerdas de mi?... soy tu amante.
Jajajaja...nunca crei que me volveria diabetica...que susto me diste Ana,gracias por el capitulo
jai33sire- VBB PLATINO
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Re: ¿Te acuerdas de mi?... soy tu amante.
Oyeeeee jajaja, no nos andes asustando asi. Muchas gracias por el capitulo, porfaaa no tardes con el final.
alma.fra- VBB DIAMANTE
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Re: ¿Te acuerdas de mi?... soy tu amante.
POR FIN PARECE QUE TODO LE ESTA SALIENDO BIEN A MYRIAM, PERO LO MÁS IMPORTANTE QUE ES VÍCTOR ¿CUANDO?
GRACIAS POR EL CAPÍTULO
GRACIAS POR EL CAPÍTULO
mats310863- VBB PLATINO
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Fecha de inscripción : 01/06/2008
Re: ¿Te acuerdas de mi?... soy tu amante.
kasi m da un infartooo como k el FIN no manches!!!!!
espero con ansias el siguiente cap.
saludos
espero con ansias el siguiente cap.
saludos
Peke- VBB CRISTAL
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Fecha de inscripción : 15/08/2009
Re: ¿Te acuerdas de mi?... soy tu amante.
x fiin me puse al corriiente con la noveliita hay mija casii de da un infarto diije como k fiin no me hagas eso sii x k creo k la poxiima vez no podre con tanto estres xfiis no tardes con el siiguiiente cap sii
Dianitha- VBB PLATINO
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Fecha de inscripción : 22/07/2009
Re: ¿Te acuerdas de mi?... soy tu amante.
Capítulo 21
El Final
El Final
El mundo se ha vuelto loco. Ésta es la prueba.
Al entrar en los almacenes Langridge y quitarme mi bufanda rosa, no tengo más remedio que frotarme los ojos. Estamos sólo a 16 de octubre y ya está todo decorado como si fuera diciembre. Hay un árbol de Navidad cubierto de bolas en la entrada y un coro asomado a la galería del entresuelo, cantando villancicos a voz en grito.
A este paso, pronto empezarán la pretemporada navideña el 1 de enero. O será Navidades todo el año.
—Señora, ¿un pack Calvin Klein de oferta navideña? —repite su cantinela una chica.
La esquivo antes de que pueda rociarme. Aunque pensándolo mejor… a Debs le gusta este perfume. Igual se lo compro.
—Sí, por favor —le digo.
La chica casi da un traspié de la sorpresa.
—¿Envuelto para regalo navideño? —pregunta, rodeando rápidamente el mostrador (no vaya a ser que cambie de idea).
—Envuelto para regalo. Pero no navideño.
Mientras ella prepara el paquete, me echo un vistazo en un espejo. Tengo el pelo largo y reluciente. Voy con tejanos y una chaqueta de punto verde, los pies cómodamente calzados en unas zapatillas de ante. No llevo maquillaje. Tampoco ningún anillo en la mano izquierda.
Me gusta lo que veo. Me gusta mi vida.
Tal vez no sea una vida de ensueño; ni yo, una millonaria instalada en un ático desde donde se domina todo Londres.
Pero Balham es un barrio muy chulo. Y lo que es mejor, tengo el despacho encima de mi apartamento, o sea que he de hacer el trayecto más corto del mundo para ir al trabajo. Motivo por el cual ya no me entran mis tejanos más ceñidos. Por eso y por las tres tostadas que desayuno cada mañana.
Después de cuatro meses, los negocios han ido tan bien que a veces tengo que pellizcarme. El contrato con Porsche ya está en marcha y ha atraído el interés de la prensa. Hemos llegado a otro acuerdo con una cadena de restaurantes y, hoy mismo, Fi ha vendido mi diseño favorito de Deller —un estampado en círculo de color naranja— a un spa de moda.
Por eso he venido aquí, de compras. Los miembros del equipo se merecen un regalo.
Pago el perfume, cojo la bolsa y sigo adelante. Al pasar frente a una hilera de zapatos de tacón, me acuerdo de Rosalie y sonrío. En cuanto se enteró de que Frank y yo nos separábamos, Rosalie anunció a los cuatro vientos que no se iba a poner de parte de ninguno de los dos, que yo era su mejor amiga y que ella se iba a convertir en mi máximo apoyo.
Vino a verme una vez. Llegó una hora tarde porque su GPS, según dijo, no funcionaba al sur del río y porque se había quedado traumatizada al ver un violento disturbio entre bandas rivales. (O sea: dos niños de ocho años peleandose.)
Aun así, ha superado a mamá, que se las ha arreglado para anular cada visita poniendo como excusa alguna dolencia de sus perros. No hemos vuelto a tener una conversación como Dios manda desde que fui a verla aquel día.
Pero Amy me ha puesto al corriente. Por lo visto, al día siguiente de mi visita, sin decir nada a nadie, mamá hizo un auténtico cargamento con sus viejas ropas de volantes y lo envió a Oxfam. Luego fue a la peluquería. Al parecer, ahora lleva una melena corta que le queda muy bien y se ha comprado unos pantalones de aspecto moderno. También llamó a un hombre para que arreglara ese problema de putrefacción seca, o como se llame, de la casa y le pagó para que se llevara el montón de baldosas que papá dejó en el jardín.
No es que sea mucho, ya lo sé. Pero en el caso de mamá es un paso de gigante.
Y en otro frente más positivo todavía, a Amy le está yendo de maravilla en sus estudios. Se las ha arreglado para conseguir una plaza en Empresariales Nivel A, con los alumnos de sexto curso, y su profesora está alucinada con sus progresos. Vendrá a trabajar con nosotras en régimen de prácticas durante las vacaciones de Navidad, y a mí me ilusiona muchísimo.
En cuanto a Frank…
Suspiro siempre que pienso en él.
Aún está convencido de que lo nuestro es una separación provisional, por mucho que yo haya contactado con un abogado para hablar del divorcio. Una semana después de mi mudanza, más o menos, me envió un documento escrito a máquina titulado «Myriam y Frank: Manual de Separación». Me propuso que mantuviéramos un «encuentro conmemorativo» cada mes, pero no hemos celebrado ninguno. No puedo ver a Frank ahora mismo, sencillamente.
Tampoco me animo a leer la sección del manual titulada: «Sexo durante la Separación: Infidelidad, Solitario, Reconciliación, Otros.»
¿Otros? ¿Qué demonios…?
No. Ni lo pienses.
La cuestión es que no tiene sentido obsesionarse con el pasado. No vale la pena darle más vueltas. Es tal como dijo Fi: tienes que mirar hacia delante. Y estoy aprendiendo a hacerlo bastante bien. La mayor parte del tiempo es como si el pasado fuese una zona sellada y precintada de mi mente.
Me detengo en la sección de Accesorios y le compro a Fi un bolso de charol morado supermoderno. Luego subo al piso de arriba y encuentro una camiseta chulísima de los años setenta para Carolyn.
—¿Vino caliente navideño?
Un tipo con un gorro de Papá Noel me ofrece una bandeja llena de vasitos y cojo uno. Al seguir adelante me doy cuenta de que me he despistado con la nueva distribución de esta planta y he ido a parar a Ropa de Caballero. Pero no importa, no tengo prisa. Deambulo un poco dando sorbos al vino especiado, escuchando villancicos y mirando cómo parpadean las luces de fantasía…
Ay, Dios, me han atrapado. Empiezo a sentir el síndrome navideño. Esto es fatal. Estamos sólo en octubre. Tengo que salir de aquí antes de que empiece a comprar paquetes gigantes de pastelillos y discos de Las Ardillitas navideñas. Estoy buscando dónde dejar el vasito vacío cuando me llega una voz muy jovial.
—¡Hola de nuevo!
Es una mujer rubia con una melenita corta, que está doblando jerséis de color pastel en la sección de Ralph Lauren.
—Eh… ¡hola! —digo vacilante—. ¿Nos conocemos?
—Bueno, no. —Sonríe—. La recuerdo del año pasado.
—¿Del año pasado?
—Usted vino a comprarle una camisa a su… novio. —Me mira la mano—. En Navidades. Tuvimos una larga conversación mientras se la envolvía para regalo. Siempre me acuerdo de aquella conversación.
La miro y trato de imaginarme la escena. Yo, aquí. Las compras de Navidades. La antigua Myriam, seguramente con un traje beige y mucha prisa; seguramente ceñuda y estresada.
—Lo siento —le digo por fin—. Tengo una memoria terrible. ¿Qué le conté?
—¡No se preocupe! —Se echa a reír—. ¿Por qué tendría que recordarlo? Yo me acuerdo porque usted estaba tan… —Hace una pausa, con un jersey medio doblado en las manos—. Quizá sea una tontería, pero me pareció tan enamorada…
—Ok —asiento—. Ok.
Me aparto un mechón, diciéndome a mí misma que sonría y me marche sin más. Es una coincidencia insignificante. Nada del otro mundo. Vamos, sonríe y lárgate.
Pero mientras permanezco allí, entre las luces parpadeantes, las voces que cantan Noche de paz y esa rubia desconocida que me cuenta lo que hice las Navidades pasadas, empiezan a emerger un montón de sentimientos enterrados que se abren paso en mi interior como vapor a presión. La cinta de embalaje se está desprendiendo por un lado; ya no puedo continuar guardando el pasado en su sitio.
—Quizá le parezca rara la pregunta. —Me froto el labio húmedo—. Pero… ¿mencioné el nombre de él?
—Creo que no. —La mujer me examina con curiosidad—. Sólo dijo que la hacía sentirse viva. Que nunca se había sentido así antes. Se la veía rebosante de felicidad. —Deja el jersey y me mira intrigada—. ¿De verdad no lo recuerda?
—Pues no.
Siento un nudo en la garganta. Era Víctor.
He tratado de no pensar en él cada día desde que me marché en aquel taxi.
—¿Qué le compré?
—Esta camisa, si no recuerdo mal. —Me muestra una de color verde pálido y se vuelve hacia otro cliente—. ¿Qué desea?
Sostengo la camisa e intento imaginarme a Víctor con ella, y a mí misma eligiéndola. Intento evocar nuestra felicidad. Tal vez sea el vino o tal vez el cansancio de un largo día, pero no puedo soltar la camisa. No lo consigo.
—Me la quedo —le digo a la mujer en cuanto queda libre otra vez—. No se moleste en envolverla.
No sé qué me pasa. Cuando salgo de Langridge y paro un taxi, todavía llevo la camisa verde pegada a la cara, como si fuera la mantita de un bebé. La cabeza me zumba y el mundo parece difuminarse, como si estuviera incubando la gripe.
El taxi se detiene y subo al asiento trasero como una autómata.
—¿Adónde? —pregunta el conductor, aunque yo apenas lo oigo. No puedo dejar de pensar en Víctor. El zumbido es cada vez más fuerte y sigo aferrando la camisa.
Canturreo quedamente.
No sé qué ocurre en mi cabeza. Estoy tarareando una melodía que no conozco. Y lo único que sé es… que es Víctor.
La canción es Víctor. Significa Víctor. La aprendí de él.
Cierro los ojos desesperada, tratando de atraparlo, haciéndole señas para que se detenga…. Y de pronto, como un destello de luz, lo tengo en la cabeza.
Es un recuerdo. Me viene un recuerdo. De él. De los dos juntos. Olor a aire salado, su mandíbula rasposa, un jersey gris… y esa melodía. Nada más. Un instante fugaz.
Pero lo tengo. Lo tengo.
—¿Adónde, señora?
El taxista se ha vuelto para abrir la ventanita del panel de separación.
Lo miro como si me hablara en una lengua desconocida. No me cabe ninguna otra cosa en la cabeza; tengo que mantener sujeto este recuerdo, cuidarlo como un tesoro…
—¡Por Dios! —resopla—. ¿A-dón-de-quie-re-que-la-lle-ve?
Sólo puedo ir a un sitio. Tengo que ir.
—A… a… Hammersmith.
El taxista se vuelve, pone una marcha y arranca.
Mientras avanzamos por las calles de Londres permanezco muy rígida, en tensión y aferrándome a la agarradera. Siento como si mi cabeza contuviera un líquido precioso que podría derramarse a la menor sacudida. Tampoco debo pensar en ello o se acabará desgastando. No puedo hablar, ni mirar por la ventanilla, ni mucho menos permitir que entre ninguna otra cosa en mi mente. He de mantener intacto este recuerdo. Tengo que contárselo a él.
En cuanto llegamos a la calle de Víctor, pago al taxista y bajo del coche. Sólo entonces caigo en la cuenta de que tendría que haber llamado primero. Saco el móvil y marco su número. Si no está en casa, iré a donde sea.
—¿Myriam? —responde enseguida.
—Estoy aquí delante —digo, jadeando—. He recordado…
Se hace un silencio. Sólo oigo por el móvil unos pasos precipitados. Al minuto, se abre la puerta en lo alto de los escalones y ahí está, con un jersey de cuello alto, unos tejanos y unos viejos Converse.
—He recordado algo —le suelto sin más, antes de que pueda bajar los peldaños—. Una canción. No la conozco, pero sé que me la enseñaste tú, en la playa. Supongo que fuimos juntos alguna vez. ¡Escucha! —Y empiezo a tararear, llena de esperanza—. ¿La recuerdas?
—Myriam… —Se pasa las manos por el pelo—. ¿Dé qué me estás hablando? ¿Por qué traes esa camisa? ¿Es la mía?
—¡La oí contigo en la playa! Estoy segura. —Balbuceo de un modo incoherente, pero no puedo evitarlo—. Me acuerdo del aire salado y recuerdo que tenías la cara rasposa, y la melodía era así… —Vuelvo a tararearla, pero me sale peor y no logro afinar.
Al final, me doy por vencida y lo miro con expectación. Él tuerce el gesto, perplejo.
—No me acuerdo —dice.
—¿Cómo que no te acuerdas? —me indigno—. ¿Cómo? ¡Venga, piensa! Hacía frío, pero nosotros estábamos abrigados y tú no te habías afeitado… llevabas un jersey gris…
Su cara se transforma de repente.
—¡Dios mío! La vez que fuimos a Whitstable. ¿Es eso?
—No sé —digo impotente—. Quizá.
—Fuimos a Whitstable a pasar el día —asiente—. A la playa. Hacía un frío del demonio, así que nos abrigamos bien. Y llevábamos una radio… Vuelve a tararearla otra vez.
Ok. No tendría que haber mencionado la canción. Yo canto de pena. Empiezo otra vez, medio mortificada. Dios sabe qué me estará saliendo ahora…
—Espera. ¿No es aquella canción que sonaba por todas partes? Bad Day. —Se pone a cantarla él y es como si un sueño se hiciera realidad.
—¡Sí! —exclamo—. ¡Exacto! ¡Es ésa!
Se hace un silencio. Víctor se frota la cara, perplejo.
—¿Y eso es todo lo que recuerdas? ¿Una melodía?
Al decirlo de ese modo, hace que me sienta como una idiota integral por haber atravesado Londres con este único fin. De pronto, la fría realidad revienta mi burbuja: ya no le intereso. Ha seguido adelante. Seguramente tiene novia y todo.
—Sí —digo, aclarándome la garganta y fingiendo en vano un tono indiferente—. Sólo eso. He pensado que querrías saberlo. Eh… Bueno, me alegro de verte. Adiós.
Recojo mis bolsas con torpeza y me vuelvo abochornada para marcharme. ¡Qué vergüenza! Tengo que largarme de aquí ya mismo. He quedado como una tonta.
—¿Es suficiente con eso?
Su voz me pilla por sorpresa. Me giro y veo que ha bajado varios peldaños, con expresión esperanzada. Y me basta con verlo para dejar de lado todos los disimulos. Los tres últimos meses parecen disolverse. Somos nosotros, otra vez.
—No lo sé —acierto a decir—. ¿Tú qué crees?
—Tienes que decidirlo tú. Dijiste que necesitabas un recuerdo. Un hilo que nos guiase hasta… nosotros. —Baja otro peldaño—. Ahora ya tienes uno.
—El hilo más delgado del mundo. Una canción. —Suelto un ruidito extraño que quiere ser una risa—. Como de telaraña: finísimo.
—Entonces sujétalo bien.
Con sus oscuros ojos fijos en los míos, baja el resto de los escalones.
—Aguanta, Myriam. No dejes que se rompa. —Llega por fin y me estrecha entre sus brazos.
—No lo permitiré —susurro y lo abrazo a mi vez. No dejaré que se me escape. De mis brazos. De mi mente.
Cuando vuelvo por fin a la superficie, veo a tres niños mirándome desde los peldaños del portal contiguo.
—Wow —dice uno—. Qué sexy.
No puedo evitar una sonrisa, aunque aún tengo los ojos brillantes de las lágrimas.
—Sí —asiento, mirando a Víctor—. Qué sexy.
—Muy sexy —dice él, rodeándome la cintura con las manos y acariciándome las caderas con los pulgares, como si ése fuera su lugar favorito.
—Oye. —Me llevo una mano a la boca como súbitamente inspirada—. ¿Sabes qué? Acabo de recordar otra cosa.
—¿Qué? —Su rostro se ilumina.
—Entrar en tu casa… apagar todos los teléfonos… y disfrutar del sexo durante veinticuatro horas seguidas —digo, muy seria—. Incluso recuerdo la fecha exacta.
—¿De veras? —Víctor sonríe, un poco desconcertado—. ¿Cuándo?
—El dieciséis de octubre de dos mil siete. A las… —miro el reloj— a las cuatro y cincuenta y siete de la tarde.
—¡Ajaaaá! —Ahora sí lo ha entendido—. Claro, por supuesto. Yo también lo recuerdo. Fue una experiencia alucinante, ¿verdad? —Me pasa un dedo por la espalda y me estremezco por anticipado—. Aunque me parece que fueron cuarenta y ocho horas, no veinticuatro.
—Cierto. —Chasqueo la lengua—. ¿Cómo se me puede haber olvidado?
—Vamos. —Me toma de la mano y me guía escaleras arriba mientras los niños se rien y nos chiflan.
—Por cierto —digo cuando él cierra la puerta—. No he disfrutado del sexo desde dos mil cuatro. Para que lo sepas.
Víctor se echa reír. Se quita el jersey de un tirón y siento una oleada instantánea de lujuria. Mi cuerpo sí se acuerda de esto. Perfectamente.
—Acepto el desafío. —Se acerca, toma mi rostro entre sus manos y me examina unos instantes en silencio, con determinación, hasta que empiezo a derretirme por dentro—. Y dime… ¿qué pasó después de aquellas cuarenta y ocho horas?
No puedo resistir ni un segundo más. Tengo que atraer su rostro para darle un beso. Y éste no voy a olvidarlo. Éste lo conservaré para siempre.
—Te lo diré… —murmuro por fin, con la boca sobre su piel cálida y suave— cuando me acuerde.
FIN
Ahora este si fue el final. A mi personalmente me gusto mucho la novela, algo diferente. Espero que ustedes tambien la hayan disfrutado
Anyannca- VBB CRISTAL
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Localización : Mexico
Fecha de inscripción : 27/05/2008
Re: ¿Te acuerdas de mi?... soy tu amante.
A mi en lo personal me encanto...gracias y sigue porfavor posteando
jai33sire- VBB PLATINO
- Cantidad de envíos : 1207
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Localización : Mexico Distrito Federal
Fecha de inscripción : 23/05/2008
Re: ¿Te acuerdas de mi?... soy tu amante.
Gracias por la novelita a mi tambien me gusto mucho gracias por compartirla esperamos otra eeeeeeeee Saludos Atte: Iliana
myrithalis- VBB PLATINO
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Localización : Monterrey, Nuevo Leon
Fecha de inscripción : 09/11/2008
Re: ¿Te acuerdas de mi?... soy tu amante.
Muchas gracias por el final, me encanto esta novela, te esperamos con otra.
alma.fra- VBB DIAMANTE
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Fecha de inscripción : 25/06/2008
Re: ¿Te acuerdas de mi?... soy tu amante.
GRACIAS POR UNA NOVELA DIFERENTE, QUE ESTUVO MUY DIVERTIDA.
ME ENCANTO, SALUDOS
ME ENCANTO, SALUDOS
mats310863- VBB PLATINO
- Cantidad de envíos : 983
Fecha de inscripción : 01/06/2008
Re: ¿Te acuerdas de mi?... soy tu amante.
miil graciias niiña me gusto la noveliita y k biien k myriiam se diio cuenta k amaba a viictor espero k pronto nos sorprendas con otra jajaja
Dianitha- VBB PLATINO
- Cantidad de envíos : 1477
Localización : chihuahua
Fecha de inscripción : 22/07/2009
Re: ¿Te acuerdas de mi?... soy tu amante.
muiii buena novelaaaaa
ojala pronto escribas otraaa
saludos
ojala pronto escribas otraaa
saludos
Peke- VBB CRISTAL
- Cantidad de envíos : 152
Fecha de inscripción : 15/08/2009
Re: ¿Te acuerdas de mi?... soy tu amante.
A MI ME ENCANTO, SE DEVERIAN PONER MÁS NOVELITAS COMO ESTAS, DIFERENTES, QUE NO TENGAN QUE VER MUCHO CON LA FICCIÓN Y LA REALIDAD AL MISMO TIEMPO, BUENO ESA ES MI HUMILDE OPINION VERDAD JIJIJIJI
GRACIAS POR COMPARTIRLA CON NOSOTRAS NIÑA
GRACIAS POR COMPARTIRLA CON NOSOTRAS NIÑA
monike- VBB PLATA
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Edad : 36
Fecha de inscripción : 22/01/2009
Re: ¿Te acuerdas de mi?... soy tu amante.
grax me encanto la novelita muchas muchas gracias
fresita- VBB PLATINO
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Fecha de inscripción : 31/07/2009
Re: ¿Te acuerdas de mi?... soy tu amante.
Muchas gracias por esta novelita Anny!!! Esperamos otra pronto!!!!!
Marianita- STAFF
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Fecha de inscripción : 25/05/2008
Re: ¿Te acuerdas de mi?... soy tu amante.
gracias por la novela
dany- VBB PLATINO
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