Vicco y la Viccobebe
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CREPUSCULO ¡!¡! FIN ¡!¡!¡!(por fin jeje)

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Mensaje  cliostar Dom Ago 24, 2008 8:55 pm

Hola niñas, aqui les dejo el siguiente capitulo Very Happy nos leemos luego ByE

DESPEDIDAS



Charlie me esperaba levantado y con todas las luces de la casa encendidas. Me quedé con la mente en blanco mientras pensaba en algo para que me dejara marcharme. No iba a resultar agradable.

Víctor aparcó despacio junto al bordillo, a bastante distancia detrás de mi automóvil. Los tres estaban sumamente alertas, sentados muy erguidos en sus asientos; escuchaban cada sonido del bosque, escrutaban cada sombra, captaban cada olor, todo en busca de cualquier cosa que estuviera fuera de lugar. El motor se paró y me quedé sentada, inmóvil, mientras continuaban a la escucha.

—No está aquí —anunció Víctor muy tenso—. Vamos.

Emmett se inclinó para ayudarme a salir del arnés.

—No te preocupes, Myri —susurró con jovialidad—. Solucionaremos las cosas lo antes posible.

Sentí que se me humedecían los ojos mientras miraba a Emmett. Apenas le conocía y, sin embargo, me angustiaba el hecho de no saber si lo volvería a ver después de esta noche. Esto, sin duda, era un aperitivo de las despedidas a las que debería sobrevivir durante la próxima hora, y ese pensamiento hizo que se desbordaran las lágrimas de mis ojos.

—Alice, Emmett —espetó Víctor con autoridad. Ambos se deslizaron en la oscuridad en el más completo silencio y desaparecieron de inmediato. Víctor me abrió la puerta y me tomó de la mano, amparándome en su abrazo protector. Me acompañó rápidamente hacia la casa sin dejar de escrutar la noche.

—Quince minutos —me advirtió en voz baja.

—Puedo hacerlo —inhalé. Las lágrimas me habían inspirado.

Me detuve delante del porche y tomé su rostro entre las manos, mirándole con ferocidad a los ojos.

—Te quiero —le dije con voz baja e intensa—, siempre te amaré, no importa lo que pase ahora.

—No te va a pasar nada, Myri —me respondió con igual ferocidad.

—Sólo te pido que sigas el plan, ¿vale? Mantén a Charlie a salvo por mí. No le voy a caer muy bien después de esto, y quiero tener la oportunidad de disculparme en otro momento.

—Entra, Myri, tenemos prisa —me urgió.

—Una cosa más —susurré apasionadamente—. No hagas caso a nada de lo que me oigas decir ahora.

Víctor estaba inclinado, por lo que sólo tuve que ponerme de puntillas para besar sus labios fríos, desprevenidos, con toda la fuerza de la que fui capaz. Entonces, rápidamente me di la vuelta y abrí la puerta de una patada.

— ¡Vete, Víctor! —le grité.

Eché a correr hacia el interior de la casa después de cerrarle la puerta de golpe en la cara, aún atónita.

— ¿Myri?

Charlie deambulaba de aquí para allá en el cuarto de estar, por lo que ya estaba de pie cuando entré.

— ¡Déjame en paz! —le chillé entre lágrimas, que caían ahora implacablemente.

Corrí escaleras arriba hasta mi habitación, cerré la puerta de golpe y eché el cestillo. Me abalancé hacia la cama y me arrojé al suelo para sacar mi petate. Busqué precipitadamente entre el colchón y el somier para recoger el viejo calcetín anudado en el que escondía mi reserva secrta de dinero.

Charlie aporreó la puerta.

—Myri, ¿te encuentras bien? —su voz sonaba asustada—. ¿Qué está pasando?

—Me voy a casa —grité; la voz se me quebró en el punto exacto.

— ¿Te ha hecho daño?

Su tono derivaba hacia la ira.

— ¡No! —chillé unas cuantas octavas más alto. Me volví hacia el armario, pero Víctor ya estaba allí, recogiendo en silencio y sin mirar verdaderas brazadas de vestidos para luego lanzármelos.

— ¿Ha roto contigo?

Charlie estaba perplejo.

— ¡No! —grité de nuevo, apenas sin aliento mientras empujaba todo dentro del petate. Víctor me arrojó el contenido de otro cajón, aunque a estas alturas apenas cabía nada más.

— ¿Qué ha ocurrido, Myri? —vociferó Charlie a través de la puerta, aporreándola de nuevo.

—He sido yo la que ha cortado con él —le respondí, dando tirones a la cremallera del petate. Las capacitadas manos de Víctor me apartaron, la cerró con suavidad y me pasó la correa por el hombro con cuidado.

—Estaré en tu coche, ¡venga! —me susurró.

Me empujó hacia la puerta y se desvaneció por la ventana. Abrí la puerta y empujé a Charlie con rudeza al pasar,
luchan do con la pesada carga que llevaba y corrí hacia las escaleras.

— ¿Qué ha pasado? —Gritó Charlie detrás de mí—. ¡Creí que te gustaba!

Me sujetó por el codo al llegar a la cocina, y, aunque estaba desconcertado, su presión era firme.


—Detente en el bordillo —me ordenó en cuanto Charlie y la casa desaparecieron a nuestras espaldas.

—Puedo conducir —aseguré mientras las lágrimas inundaban mis mejillas.

De forma inesperada, las grandes manos de Víctor me sujetaron por la cintura, su pie empujó al mío fuera del acelerador, me puso sobre su regazo y me soltó las manos del volante.

De pronto me encontré en el asiento del copiloto sin que el automóvil hubiera dado el más leve bandazo.

—No vas a encontrar nuestra casa —me explicó.

Unas luces destellaron repentinamente detrás de nosotros. Miré aterrada por la ventanilla trasera.

—Es Alice —me tranquilizó, tomándome la mano de nuevo.

La imagen de Charlie en el quicio de la puerta seguía ocupando mi mente.

— ¿Y el rastreador?

—Escuchó el final de tu puesta en escena —contestó Víctor con desaliento.

— ¿Y Charlie? —pregunté con pena.

—El rastreador nos ha seguido. Ahora está corriendo detrás de nosotros.

Me quedé helada.

— ¿Podemos dejarle atrás?

—No —replicó, pero aceleró mientras hablaba. El motor del monovolumen se quejó con un estrepitoso chirrido.

De repente, el plan había dejado de parecerme tan brillante.

Estaba mirando hacia atrás, a las luces delanteras de Alice, cuando el coche sufrió una sacudida y una sombra oscura surgió en mi ventana.

El grito espeluznante que lancé duró sólo la fracción de segundo que Víctor tardó en taparme la boca con la mano.

— ¡Es Emmett!

Apartó la mano de mi boca y me pasó su brazo por la cintura.

—Toda va bien, Myri —me prometió—. Vas a estar a salvo.

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Mensaje  cliostar Dom Ago 24, 2008 8:56 pm

Corrimos a través del pueblo tranquilo hacia la autopista del norte.

—No me había dado cuenta de que la vida de una pequeña ciudad de provincias te aburría tanto —comentó Víctor tratando de entablar conversación; supe que intentaba distraerme—. Me pareció que te estabas integrando bastante bien, sobre todo en los últimos tiempos. Incluso me sentía bastante halagado al pensar que había conseguido que la vida te resultara un poco más interesante.

—No pretendía ser agradable —confesé, haciendo caso omiso de su intento de distraerme, mirando hacia mis rodillas—
. Mi madre pronunció esas mismas palabras cuando dejó a Charlie. Se podría decir que fue un golpe bajo.

—No te preocupes, te perdonará —sonrió levemente, aunque esa «alegría» no le llegó a los ojos.

Me obligó a darme la vuelta para que le mirara y leí en su rostro que no tenía intención de dejarme marchar.
Únicamente había una forma de lograrlo y eso implicaba hacerle tanto daño que me odiaba a mí misma sólo de pensarlo, pero no disponía de más tiempo y tenía que mantenerle con vida.

Miré a mi padre, con nuevas lágrimas en los ojos por lo que iba a hacer.

—Claro que me gusta, ése es el problema. ¡No aguanto más! ¡No puedo echar más raíces aquí! ¡No quiero terminar atrapada en este pueblo estúpido y aburrido como mamá! No voy a cometer el mismo error que ella, odio Forks, y ¡no quiero permanecer aquí ni un minuto más!

Su mano soltó mi brazo como si lo hubiera electrocutado. Me volví para no ver su rostro herido y consternado, y me dirigí hacia la puerta.

—Myri, no puedes irte ahora, es de noche —susurró a mi espalda. No me volví.

—Dormiré en el coche si me siento cansada.

—Espera otra semana —me suplicó, todavía en estado de shock—. Renée habrá vuelto a Phoenix para entonces.

Esto me desquició por completo.

— ¿Qué?

Charlie continuó con ansiedad, casi balbuceando de alivio al verme dudar.

—Ha telefoneado mientras estabas fuera. Las cosas no han ido muy bien en Florida y volverán a Arizona si Phil no ha firmado a finales de esta semana. El asistente de entrenador de los Sidewinders dijo que tal vez hubiera lugar para otro medio en el equipo.

Sacudí la cabeza, intentando reordenar mis pensamientos, ahora confusos. Cada segundo que pasaba, ponía a Charlie en más peligro.

—Tengo una llave de casa —murmuré, dando otra vuelta de tuerca a la situación. Charlie estaba muy cerca de mí, con una mano extendida y el rostro aturdido. No podía perder más tiempo discutiendo con él, así que pensé que tendría que herirlo aún más profundamente.

—Déjame ir, Charlie —iba repitiendo las últimas palabras de mi madre mientras salía por la misma puerta hacía ahora tantos años. Las pronuncié con el mayor enfado posible y abrí la puerta de un tirón—. No ha funcionado, ¿vale? De veras, ¡odio Forks con toda mi alma!

Mis crueles palabras cumplieron su cometido a la perfección, porque Charlie se quedó helado en la entrada, atónito,
mientras yo corría hacia la noche. Me aterrorizó horriblemente el patio vacío y corrí enloquecida hacia el coche al visualizar una sombra oscura detrás de mí. Arrojé el petate a la plataforma del monovolumen y abrí la puerta de un tirón. La llave estaba en el bombín de la puesta en marcha.

— ¡Te llamaré mañana! —grité.

No había nada en el mundo que deseara más que explicarle todo en ese momento, aun sabiéndome incapaz de hacerlo.
Encendí el motor y arranqué. Víctor me tocó la mano.


Le miré con desesperación y él vio un pánico manifiesto en mis ojos.

—Myri, todo va a salir bien.

—No irá bien si no estamos juntos —susurré.

—Nos reuniremos dentro de unos días —me aseguró mientras me rodeaba con el brazo—. Y no olvides que fue idea tuya.

—Era la mejor idea, y claro que fue mía.

— ¿Por qué ha ocurrido todo esto? —Pregunté con voz temblorosa— ¿Por qué a mí?

Contempló fijamente la carretera que se extendía delante de nosotros.

—Es por mi culpa —dirigía contra sí mismo la rabia que le alteraba la voz—. He sido un imbécil al exponerte a algo así.

—No me refería a eso —insistí—. Yo estaba allí, vale, mira qué bien, pero eso no perturbó a los otros dos. ¿Por qué el tal James decidió matarme a mí? Si había allí un montón de gente, ¿por qué a mí?

Víctor vaciló, pensándoselo antes de contestar.

—Inspeccioné a fondo su mente en ese momento —comenzó en voz baja—. Una vez que te vio, dudo que yo hubiera podido hacer algo para evitar esto. Esa es tu parte de culpa —su voz adquirió un punto irónico—. No se habría alterado si no olieras de esa forma tan fatídicamente deliciosa. Pero cuando te defendí... bueno, eso lo empeoró bastante. No está acostumbrado a no salirse con la suya, sin importar lo insignificante que pueda ser el asunto. James se concibe a sí mismo como un cazador, sólo eso. Su existencia se reduce al rastreo y todo lo que le pide a la vida es un buen reto. Y de pronto nos presentamos nosotros, un gran clan de fuertes luchadores con un precioso trofeo, todos volcados en proteger al único elemento vulnerable. No te puedes hacer idea de su euforia. Es su juego favorito y lo hemos convertido para él en algo mucho más excitante.

El tono de su voz estaba lleno de disgusto. Hizo una pausa y agregó con desesperanza y frustración:

—Sin embargo, te habría matado allí mismo, en ese momento, de no haber estado yo.

—Creía que no olía igual para los otros... que como huelo para ti —comenté dubitativa.

—No, lo cual no quiere decir que no seas una tentación para todos. Se habría producido un enfrentamiento allí mismo si hubieras atraído al rastreador, o a cualquiera de ellos, como a mí.

Me estremecí.

—No creo que tenga otra alternativa que matarle —murmuró—, aunque a Carlisle no le va gustar.

Oí el sonido de las ruedas cruzando el puente aunque no se veía el río en la oscuridad. Sabía que nos estábamos acercando, de modo que se lo tenía que preguntar en ese momento.

— ¿Cómo se mata a un vampiro?

Me miró con ojos inescrutables y su voz se volvió repentinamente áspera.

—La única manera segura es cortarlo en pedazos, y luego quemarlos.

— ¿Van a luchar a su lado los otros dos?

—La mujer, sí, aunque no estoy seguro respecto a Laurent. El vínculo entre ellos no es muy fuerte y Laurent sólo los acompaña por conveniencia. Además, James lo avergonzó en el prado.

—Pero James y la mujer... ¿intentarán matarte? —mi voz también se había vuelto áspera al preguntar.

—Myri, no te permito que malgastes tu tiempo preocupándote por mí. Tu único interés debe ser mantenerte a salvo y por favor te lo pido, intenta no ser imprudente.

— ¿Todavía nos sigue?

—Sí, aunque no va a asaltar la casa. No esta noche.

Dobló por un camino invisible, con Alice siguiéndonos.

Condujo directamente hacia la casa. Las luces del interior estaban encendidas, pero servían de poco frente a la oscuridad del bosque circundante. Emmett abrió mi puerta antes de que el vehículo se hubiera detenido del todo; me sacó del asiento, me empotró como un balón de fútbol contra su enorme pecho, y cruzó la puerta a la carrera llevándome con él.

Irrumpimos en la gran habitación blanca del primer piso, con Víctor y Alice flanqueándonos a ambos lados. Todos se hallaban allí y se levantaron al oírnos llegar; Laurent estaba en el centro. Escuché los gruñidos sordos retumbar en lo profundo de la garganta de Emmett cuando me soltó al lado de Víctor.

—Nos está rastreando —anunció Víctor, mirando ceñudo a Laurent.

El rostro de éste no parecía satisfecho.

—Me temo que sí.

Alice se deslizó junto a Jasper y le susurró al oído; los labios le temblaron levemente por la velocidad de su silencioso monólogo. Subieron juntos las escaleras. Rosalie los observó y se acercó rápidamente al lado de Emmett. Sus bellos ojos brillaban con intensidad, pero se llenaron de furia cuando, sin querer, recorrieron mi rostro.
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Mensaje  cliostar Dom Ago 24, 2008 8:58 pm

— ¿Qué crees que va a hacer? —le preguntó Carlisle a Laurent en un tono escalofriante.

—Lo siento —contestó—. Ya me temí, cuando su chico la defendió, que se desencadenaría esta situación.

— ¿Puedes detenerle?

Laurent sacudió la cabeza.

—Una vez que ha comenzado, nada puede detener a James.

—Nosotros lo haremos —prometió Emmett, y no cabía duda de a qué se refería.

—No podrán con él. No he visto nada semejante en los últimos trescientos años. Es absolutamente letal, por eso me uní a su aquelarre.

Su aquelarre, pensé; entonces, estaba claro. La exhibición de liderazgo en el prado había sido solamente una pantomima.

Laurent seguía sacudiendo la cabeza. Me miró, perplejo, y luego nuevamente a Carlisle.


— ¿Estás convencido de que merece la pena?

El rugido airado de Víctor llenó la habitación y Laurent se encogió. Carlisle miró a Laurent con gesto grave.

—Me temo que tendrás que escoger.

Laurent lo entendió y meditó durante unos instantes. Sus ojos se detuvieron en cada rostro y finalmente recorrieron la rutilante habitación.

—Me intriga la forma de vida que habéis construido, pero no quiero quedarme atrapado aquí dentro. No siento enemistad hacia ninguno de vosotros, pero no actuaré contra James. Creo que me marcharé al norte, donde está el clan de Denali —dudó un momento—. No subestiméis a James. Tiene una mente brillante y unos sentidos inigualables. Se siente tan cómodo como vosotros en el mundo de los hombres y no os atacará de frente... Lamento lo que se ha desencadenado aquí. Lo siento de veras —inclinó la cabeza, pero me lanzó otra mirada incrédula.

—Ve en paz —fue la respuesta formal de Carlisle.

Laurent echó otra larga mirada alrededor y entonces se apresuró hacia la puerta.

El silencio duró menos de un minuto.

— ¿A qué distancia se encuentra? —Carlisle miró a Víctor.

Esme ya estaba en movimiento, tocó con la mano un control invisible que había en la pared y con un chirrido, unos grandes postigos metálicos comenzaron a sellar la pared de cristal. Me quedé boquiabierta.

—Está a unos cinco kilómetros pasando el río, dando vueltas por los alrededores para reunirse con la mujer.

— ¿Cuál es el plan?

—Lo alejaremos de aquí para que Jasper y Alice se la puedan llevar al sur,

— ¿Y luego?

El tono de Víctor era mortífero.

—Le daremos caza en cuanto Myri esté fuera de aquí.

—Supongo que no hay otra opción —admitió Carlisle con el rostro sombrío.

Víctor se volvió hacia Rosalie.

—Súbela arriba e intercambiad vuestras ropas —le ordenó, y ella le devolvió la mirada, furibunda e incrédula.

— ¿Por qué debo hacerlo? —Dijo en voz baja—. ¿Qué es ella para mí? Nada, salvo una amenaza, un peligro que tú has buscado y que tenemos que sufrir todos.

Me acobardó el veneno que destilaban sus palabras.

—Rosa... —murmuró Emmett, poniéndole una mano en el hombro. Ella se la sacó de encima con una sacudida.

Sin embargo, yo fijaba en Víctor toda mi atención; conociendo su temperamento, me preocupaba su reacción. Pero me sorprendió.

Apartó la mirada de Rosalie como si no hubiera dicho nada, como si no existiera.

— ¿Esme? —preguntó con calma.

—Por supuesto —murmuró ella.

Esme estuvo a mi lado en menos de lo que dura un latido, y me alzó en brazos sin esfuerzo. Se lanzó escaleras arriba antes de que yo empezara a jadear del susto.

— ¿Qué vamos a hacer? —pregunté sin aliento cuando me soltó en una habitación oscura en algún lugar del segundo piso.

—Intentaremos confundir el olor —pude oír como caían sus ropas al suelo—. No durará mucho, pero ayudará a que puedas huir.

—No creo que me las pueda poner... —dudé, pero ella empezó a quitarme la camiseta con brusquedad. Rápidamente,
me quité yo sola los vaqueros. Me tendió lo que parecía ser una camiseta y luché por meter los brazos en los huecos correctos.
Tan pronto como lo conseguí, ella me entregó sus mallas de deporte.

Tiré de ellas pero no conseguí ponérmelas bien, eran demasiado largas, por lo que Esme dobló diestramente los dobladillos unas cuantas veces de manera que pude ponerme en pie. Ella ya se había puesto mis ropas y me llevó hacia las escaleras donde aguardaba Alice con un pequeño bolso de piel en la mano Me tomaron cada una de un codo y me llevaron en volandas hasta el tramo de las escaleras.

Parecía como si todo se hubiera resuelto en el salón en nuestra ausencia. Víctor y Emmett estaban preparados para irse, este último llevaba una mochila de aspecto pesado sobre el hombro. Carlisle le tendió un objeto pequeño a Esme, luego se volvió y le dio otro igual a Alice; era un pequeño móvil plateado.

—Esme y Rosalie se llevarán tu coche, Myri —me dijo al pasar a mi lado. Asentí, mirando con recelo a Rosalie, que contemplaba a Carlisle con expresión resentida.

—Alice, Jasper, llevaos el Mercedes. En el sur vais a necesitar ventanillas con cristales tintados.

Ellos asintieron también.

—Nosotros nos llevaremos el Jeep.

Me sorprendió verificar que Carlisle pretendía acompañar a Víctor. Me di cuenta de pronto, con una punzada de miedo, que estaban reuniendo la partida de caza.

—Alice —preguntó Carlisle—, ¿morderán el cebo?

Todos miramos a Alice, que cerró los ojos y permaneció increíblemente inmóvil. Finalmente, los abrió y dijo con voz segura:

—El te perseguirá y la mujer seguirá al monovolumen. Debemos salir justo detrás.

—Vamonos —ordenó Carlisle, y empezó a andar hacia la cocina.

Víctor se acercó a mí enseguida. Me envolvió en su abrazo férreo, apretándome contra él. No parecía consciente de que su familia le observaba cuando acercó mi rostro al suyo, despegándome los pies del suelo. Durante un breve segundo posó


sus labios helados y duros sobre los míos y me dejó en el suelo sin dejar de sujetarme el rostro; sus espléndidos ojos ardían en los míos, pero, curiosamente, se volvieron inexpresivos y apagados conforme se daba la vuelta.

Entonces, se marcharon.

Las demás nos quedamos allí de pie, los cuatro desviaron la mirada mientras las lágrimas corrían en silencio por mi cara.

El silencio parecía no acabarse nunca hasta que el teléfono de Esme vibró en su mano; lo puso sobre su oreja con la velocidad de un rayo.

—Ahora —dijo. Rosalie acechaba la puerta frontal sin dirigir ni una sola mirada en mi dirección, pero Esme me acarició la mejilla al pasar a mi lado.

—Cuídate.

El susurro de Esme quedó flotando en la habitación mientras ellas se deslizaban al exterior. Oí el ensordecedor arranque del monovolumen y luego cómo el ruido del motor se desvanecía en la noche.

Jasper y Alice esperaron. Alice pareció llevarse el móvil al oído antes de que sonara.

—Víctor dice que la mujer está siguiendo a Esme. Voy a por el coche.

Se desvaneció en las sombras por el mismo lugar que se había ido Víctor. Jasper y yo nos miramos el uno al otro.
Anduvo a mi lado a lo largo de todo vestíbulo... vigilante.

—Te equivocas, ya lo sabes —dijo con calma.

— ¿Qué? —tragué saliva.

—Sé lo que sientes en estos momentos, y tú sí lo mereces.

—No —murmuré entre dientes—. Si les pasa algo, será por nada.

—Te equivocas —repitió él, sonriéndome con amabilidad.

No oí nada, pero en ese momento Alice apareció por la puerta frontal y me tendió los brazos.

— ¿Puedo? —me preguntó.

—Eres la primera que me pide permiso —sonreí irónicamente.
Me tomó en sus esbeltos brazos con la misma facilidad que Emmett, protegiéndome con su cuerpo y entonces salimos precipitadamente de la casa, cuyas luces siguieron brillando a nuestras espaldas.


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Mensaje  Marianita Dom Ago 24, 2008 9:22 pm

Muchas gracias por los capítulos Cliostar. cheers CREPUSCULO ¡!¡! FIN ¡!¡!¡!(por fin jeje) - Página 8 196
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Mensaje  jai33sire Dom Ago 24, 2008 10:36 pm

muchas gracias por el capitulo y por fa sigueleeeeee

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Mensaje  mali07 Lun Ago 25, 2008 1:10 am

Very Happy AYY NI/A ME ENKANTA TU NOBELAA ESTA MUY WENAAAA SIGELEE PORFITASSS SIGELEEEEEEEEE................ lol! lol! lol!
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Mensaje  Jenny Lun Ago 25, 2008 10:44 am

Muchas Gracias por postear la novela!!!

Me gusta muchoooooooooo

Esperemos k no pase nada malooooooooooooooo

Besos
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Mensaje  Carmen Lun Ago 25, 2008 5:00 pm

Graciaaas por el super caaaap!!. Saluditos Razz

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Mensaje  susy81 Mar Ago 26, 2008 4:49 pm

pobechito el papa de myri pero ps es por su bien

sigueleeeeeeeee muy buena novela

P.D gracias carmen por la respuesta....entonces a esperar diciembre jajajaja ojala que este tan buena como el libro por que despues hacen cada porqueria y la historia esta buenisisimaaa

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Mensaje  cliostar Mar Ago 26, 2008 6:01 pm

Hola Niñas aqui les dejo otro capitulo Very Happy, y si Susy ya en Diciembre se estrena esta pelicula bueno en USA esperemos que aqui tambn ahhhhh ya kiero que sea Diciembre jaja Bueno primero que sea 7 de septiembre y despues ya jaja Bueno niñaspues nos leemos luego Bye CREPUSCULO ¡!¡! FIN ¡!¡!¡!(por fin jeje) - Página 8 400496 CREPUSCULO ¡!¡! FIN ¡!¡!¡!(por fin jeje) - Página 8 664467

IMPACIENCIA

Me desperté confusa. Mis pensamientos eran inconexos y se perdían en sueños y pesadillas. Me llevó más tiempo de lo habitual darme cuenta de dónde me hallaba.

La habitación era demasiado impersonal para pertenecer a ningún otro sitio que no fuera un hotel. Las lamparitas,
atornilladas a las mesillas de noche, eran baratas, de saldo, lo mismo que las acuarelas de las paredes y las cortinas, hechas del mismo material que la colcha, que colgaban hasta el suelo.

Intenté recordar cómo había llegado allí, sin conseguirlo al principio.

Luego, me acordé del elegante coche negro con los cristales de las ventanillas aún más oscuros que los de las limusinas.
Apenas si se oyó el motor, a pesar de que durante la noche habíamos corrido al doble del límite de la velocidad permitida por la autovía.

También recordaba a Alice, sentada junto a mí en el asiento trasero de cuero negro. En algún momento de la larga noche reposé la cabeza sobre su cuello de granito. Mi cercanía no pareció alterarla en absoluto y su piel dura y fría me resultó extrañamente cómoda. La parte delantera de su fina camiseta de algodón estaba fría y húmeda a causa de las lágrimas vertidas hasta que mis ojos, rojos e hinchados, se quedaron secos.

Me había desvelado y permanecí con los doloridos ojos abiertos, incluso cuando la noche terminó al fin y amaneció detrás de un pico de escasa altura en algún lugar de California. Haces de luz gris poblaron el cielo despejado, hiriéndome en los ojos, pero no podía cerrarlos, ya que en cuanto lo hacía, se me aparecían las imágenes demasiado vividas, como diapositivas proyectadas desde detrás de los párpados; y eso me resultaba insoportable. La expresión desolada de Charlie, el brutal rugido de Víctor al exhibir los dientes, la mirada resentida de Rosalie, el experto escrutinio del rastreador, la mirada apagada de los ojos de Víctor después de besarme por última vez... No soportaba esos recuerdos, por lo que luché contra la fatiga mientras el sol se alzaba en el horizonte.

Me mantenía despierta cuando atravesamos un ancho paso montañoso y el astro rey, ahora a nuestras espaldas, se reflejó en los techos de teja del Valle del Sol. Ya no me quedaba la suficiente sensibilidad para sorprenderme de que hubiéramos efectuado un viaje de tres días en uno solo. Miré inexpresivamente la llanura amplia y plana que se extendía ante mí. Phoenix,
las palmeras, los arbustos de creosota, las líneas caprichosas de las autopistas que se entrecruzaban, las franjas verdes de los campos de golf y los manchones turquesas de las piscinas, todo cubierto por una fina capa de polución que envolvía las sierras chatas y rocosas, sin la altura suficiente para llamarlas montañas.

Las sombras de las palmeras se inclinaban sobre la autopista interestatal, definidas y claramente delineadas, aunque menos intensas de lo habitual. Nada podía esconderse en esas sombras. La calzada, brillante y sin tráfico, incluso parecía agradable. Pero no sentí ningún alivio, ninguna sensación de bienvenida.

— ¿Cuál es el camino al aeropuerto, Myri? —preguntó Jasper y se sobresaltó, aunque su voz era bastante suave y tranquilizadora. Fue el primer sonido, aparte del ronroneo del coche, que rompió el largo silencio de la noche.

—No te salgas de la I—10 —contesté automáticamente—. Pasaremos justo al lado.

El no haber podido dormir me nublaba la mente y me costaba pensar.

— ¿Vamos a volar a algún sitio? —le pregunté a Alice.

—No, pero es mejor estar cerca, sólo por si acaso.

Después vino a mi memoria el comienzo de la curva alrededor del Sky Harbor International..., pero en mi recuerdo no llegué a terminarla. Supongo que debió de ser entonces cuando me dormí.

Aunque ahora que recuperaba los recuerdos tenía la vaga impresión de haber salido del coche cuando el sol acababa de ocultarse n el horizonte, con un brazo sobre los hombros de Alice y el suyo firme alrededor de mi cintura, sujetándome mientras yo tropezaba en mí caminar bajo las sombras cálidas y secas.

No recordaba esta habitación.

Miré el reloj digital en la mesilla de noche. Los números en rojo indicaban las tres, pero no si eran de la tarde o de la madrugada. A través de las espesas cortinas no pasaba ni un hilo de luz exterior, aunque las lámparas iluminaban la habitación.

Me levanté entumecida y me tambaleé hasta la ventana para apartar las cortinas.

Era de noche, así que debían de ser las tres de la madrugada. Mi habitación daba a una zona despejada de la autovía y al nuevo aparcamiento de estacionamiento prolongado del aeropuerto. Me sentí algo mejor al saber dónde me encontraba.

Me miré. Seguía llevando las ropas de Esme, que no me quedaban nada bien. Recorrí la habitación con la mirada y me alborocé al descubrir mi petate en lo alto de un pequeño armario.

Iba en busca de ropa nueva cuando me sobresaltó un ligero golpecito en la puerta.

— ¿Puedo entrar? —preguntó Alice.

Respiré hondo.

—Sí, claro.

Entró y me miró con cautela.


—Tienes aspecto de necesitar dormir un poco más.

Me limité a negar con la cabeza.

En silencio, se acercó despacio a las cortinas y las cerró con firmeza antes de volverse hacia mí.

—Debemos quedarnos dentro —me dijo.

—De acuerdo —mi voz sonaba ronca y se me quebró.

— ¿Tienes sed?

—Me encuentro bien —me encogí de hombros—. ¿Y tú qué tal?

—Nada que no pueda sobrellevarse —sonrió—. Te he pedido algo de comida, la tienes en el saloncito. Víctor me recordó que comes con más frecuencia que nosotros.

Presté más atención en el acto.

— ¿Ha telefoneado?

—No —contestó, y vio cómo aparecía la desilusión en mi rostro—. Fue antes de que saliéramos.

Me tomó de la mano con delicadeza y me llevó al saloncito de la suite. Se oía un zumbido bajo de voces procedente de la televisión. Jasper estaba sentado inmóvil en la mesa que había en una esquina, con los ojos puestos en las noticias, pero sin prestarles atención alguna.

Me senté en el suelo al lado de la mesita de café donde me esperaba una bandeja de comida y empecé a picotear sin darme cuenta e lo que ingería.

Alice se sentó en el brazo del sofá y miró a la televisión con gesto ausente, igual que Jasper.

Comí lentamente, observándola, mirando también de hito en hito a Jasper. Me percaté de que estaban demasiado quietos. No apartaban la vista de la pantalla, aunque acababan de aparecer los anuncios.

Empujé la bandeja a un lado, con el estómago repentinamente revuelto. Alice me miró.

— ¿Qué es lo que va mal, Alice?

—Todo va bien —abrió los ojos con sorpresa, con expresión sincera... y no me creí nada.

— ¿Qué hacemos aquí?

—Esperar a que nos llamen Carlisle y Víctor.

— ¿Y no deberían haber telefoneado ya?

Me pareció que me iba acercando al meollo del asunto. Los ojos de Alice revolotearon desde los míos hacia el teléfono que estaba encima de su bolso; luego volvió a mirarme.

— ¿Qué significa eso? —me temblaba la voz y luché para controlarla—. ¿Qué quieres decir con que no han llamado?

—Simplemente que no tienen nada que decir.

Pero su voz sonaba demasiado monótona y el aire se me hizo más difícil de respirar.

De repente, Jasper se situó junto a Alice, más cerca de mí de lo habitual.

—Myri —dijo con una voz sospechosamente tranquilizadora—, no hay de qué preocuparse. Aquí estás completamente a salvo.

—Ya lo sé.

—Entonces, ¿de qué tienes miedo? —me preguntó confundido. Aunque podía sentir el tono de mis emociones, no comprendía el motivo.

—Ya oíste a Laurent —mi voz era sólo un susurro, pero estaba segura de que podía oírme—. Dijo que James era mortífero. ¿Qué pasa si algo va mal y se separan? Si cualquiera de ellos sufriera algún daño, Carlisle, Emmett, Víctor... —
Tragué saliva—. Si esa mujer brutal le hace daño a Esme... —hablaba cada vez más alto, y en mi voz apareció una nota de histeria—. ¿Cómo podré vivir después sabiendo que fue por mi culpa? Ninguno de vosotros debería arriesgarse por mí...

—Myri, Myri, para... —me interrumpió Jasper, pronunciando con tal rapidez que me resultaba difícil entenderle—. Te preocupas por lo que no debes, Myri. Confía en mí en esto: ninguno de nosotros está en peligro. Ya soportas demasiada presión tal como están las cosas, no hace falta que le añadas todas esas innecesarias preocupaciones. ¡Escúchame! —Me ordenó, porque yo había vuelto la mirada a otro lado—. Nuestra familia es fuerte y nuestro único temor es perderte.

—Pero ¿por qué...?

Alice le interrumpió esta vez, tocándome la mejilla con sus dedos fríos.

—Víctor lleva solo casi un siglo y ahora te ha encontrado. No sabes cuánto ha cambiado, pero nosotros sí lo vemos,
después de llevar juntos tanto tiempo. ¿Crees que podríamos mirarle a la cara los próximos cien años si te pierde?

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Mensaje  cliostar Mar Ago 26, 2008 6:03 pm

La culpa remitió lentamente cuando me sumergí en sus ojos oscuros. Pero, incluso mientras la calma se extendía sobre mí, no podía confiar en mis sentimientos en presencia de Jasper.

Había sido un día muy largo.

Permanecimos en la habitación. Alice llamó a recepción y les pidió que no enviaran a las mujeres de la limpieza para arreglar el cuarto. Las ventanas permanecieron cerradas, con la televisión encendida, aunque nadie la miraba. Me traían la comida a intervalos regulares. El móvil plateado parecía aumentar de tamaño conforme pasaban las horas.

Mis niñeros soportaban mejor que yo la incertidumbre. Yo me movía nerviosamente, andaba de un lado para otro y ellos sencillamente cada vez parecían más inmóviles, dos estatuas cuyos ojos me seguían imperceptiblemente mientras me movía. Intenté mantenerme ocupada memorizando la habitación: el diseño de la tela del sofá dispuesto en bandas de color canela, melocotón, crema, dorado mate y canela otra vez. Algunas veces me quedaba mirando fijamente las láminas abstractas,
intentando encontrar figuras reconocibles en las formas, del mismo modo que las imaginaba en las nubes cuando era niña.
Descubrí una mano azul, una mujer que se peinaba y un gato estirándose, pero dejé de hacerlo cuando un pálido círculo rojo se convirtió en un ojo al acecho.

Me fui a la cama, sólo por hacer algo, al morir la tarde. Albergaba la esperanza de que los miedos que merodeaban en el umbral de la consciencia, incapaces de burlar la escrupulosa vigilancia de Jasper, reaparecieran si permanecía sola en la penumbra.

Pero como por casualidad, Alice me siguió, como si por pura coincidencia se hubiera cansado del saloncito al mismo tiempo que yo. Empezaba a preguntarme qué clase de instrucciones le había dado exactamente Víctor. Me tumbé en la cama y ella se sentó a mi lado con las piernas entrecruzadas. La ignoré al principio, pero de repente me sentí demasiado cansada para dormir. Al cabo de varios minutos hizo acto de presencia el pánico que se había mantenido a raya en presencia de Jasper.
Entonces, deseché rápidamente la idea de dormir, y me avovillé, sujetándome las rodillas contra el cuerpo con los brazos.

— ¿Alice?

— ¿Sí?

Hice un esfuerzo por aparentar calma y pregunté:

— ¿Qué crees que están haciendo?

—Carlisle quería conducir al rastreador al norte tanto como fuera posible, esperar que se les acercara para dar la vuelta y emboscarlo. Esme y Rosalie se dirigirían al oeste con la mujer a la zaga el máximo tiempo posible. Si ésta se volvía, entonces tenían que regresar a Forks y vigilar a tu padre. Imagino que todo debe de ir bien, ya que no han llamado. Eso significa que el rastreador debe de estar lo bastante cerca de ellos como para que no quieran arriesgarse a que se entere e algo por casualidad.

— ¿Y Esme?

—Seguramente habrá regresado a Forks. No puede llamar por si hay alguna posibilidad de que la mujer escuche algo.
Confío en que todos tengan mucho cuidado con eso.

— ¿Crees de verdad que están bien?

—Myri, ¿cuántas veces hemos de decirte que no corremos peligro?

—De todos modos, ¿me dirías la verdad?

—Sí. Siempre te la diré.

Parecía hablar en serio. Me lo pensé un rato y al final me convencí de que realmente estaba siendo sincera.

Entonces dime, ¿cómo se convierte uno en vampiro?

Mi pregunta la sorprendió con la guardia bajada. Se quedó quieta. Me volví para mirarle la cara y vi que su expresión era vacilante.

—Víctor no quiere que te lo cuente —respondió con firmeza, aunque me di cuenta de que ella estaba en desacuerdo con esa postura.

—Eso no es jugar limpio. Creo que tengo derecho a saberlo.

—Ya lo sé.

La miré, expectante.

Alice suspiró.

—Se va a enfadar muchísimo.

—No es de su incumbencia. Esto es entre tú y yo. Alice, te lo estoy pidiendo como amiga.

Y en cierto modo nosotras lo éramos ahora, tal como ella seguramente habría sabido desde mucho antes por sus visiones.

Me miró con sus ojos sabios, espléndidos... mientras tomaba la decisión.

—Te contaré cómo se desarrolla el proceso —dijo finalmente—, pero no recuerdo cómo me sucedió, no lo he hecho ni he visto hacerlo a nadie, así que ten claro que sólo te puedo explicar la teoría.

Esperé: —

—Nuestros cuerpos de depredador disponen de un verdadero arsenal de armas. Fuerza, velocidad, sentidos muy agudos, y eso sin tener en cuenta a aquellos de nosotros que como Víctor, Jasper o yo misma también poseemos poderes extrasensoriales. Además, resultamos físicamente atractivos a nuestras presas, como una flor carnívora.

Permanecí inmóvil mientras recordaba de qué forma tan deliberada me había demostrado Víctor eso mismo en el prado.

Esbozó una sonrisa amplia y ominosa.

—Tenemos también otra arma de escasa utilidad. Somos ponzoñosos —añadió con los dientes brillantes—. Esa ponzoña no mata, simplemente incapacita. Actúa despacio y se extiende por todo el sistema circulatorio, de modo que ninguna presa se encuentra en condiciones físicas de resistirse y huir de nosotros una vez que la hemos mordido. Es poco útil, como te he dicho,
porque no hay víctima que se nos escape en distancias cortas, aunque, claro, siempre hay excepciones. Carlisle, por ejemplo.

—Así que si se deja que la ponzoña se extienda... —murmuré.

—Completar la transformación requiere varios días, depende de cuánta ponzoña haya en la sangre y cuándo llegue al corazón. Mientras el corazón siga latiendo se sigue extendiendo, curando y transformando el cuerpo conforme llega a todos los sitios. La conversión finaliza cuando se para el corazón, pero durante todo ese lapso de tiempo, la víctima desea la muerte a cada minuto.

Temblé.

—No es agradable, ya te lo dije.

—Víctor me dijo que era muy difícil de hacer... Y no le entendí bien —confesé.

—En cierto modo nos asemejamos a los tiburones. Una vez que hemos probado la sangre o al menos la hemos olido, da igual, se hace muy difícil no alimentarse. Algunas veces resulta imposible. Así que ya ves, morder realmente a alguien y probar la sangre puede iniciar la vorágine. Es difícil para todos: el deseo de sangre por un lado para nosotros, y por otro el dolor horrible para la víctima.

— ¿Por qué crees que no lo recuerdas?


—No lo sé. El dolor de la transformación es el recuerdo más nítido que suelen tener casi todos de su vida humana —su voz era melancólica—. Sin embargo, yo no recuerdo nada de mi existencia anterior.

Estuvimos allí tumbadas, ensimismadas cada una en nuestras meditaciones. Transcurrieron los segundos, y estaba tan perdida en mis pensamientos que casi había olvidado su presencia.

Entonces, Alice saltó de la cama sin mediar aviso alguno y cayó de pie con un ágil movimiento. Sorprendida, volví rápidamente la cabeza para mirarla.

—Algo ha cambiado.

Su voz era acuciante, pero no me reveló nada más.

Alcanzó la puerta al mismo tiempo que Jasper. Con toda seguridad, éste había oído nuestra conversación y la repentina exclamación. Le puso las manos en los hombros y guió a Alice otra vez de vuelta a la cama, sentándola en el borde.

— ¿Qué ves? —preguntó Jasper, mirándola fijamente a los ojos, todavía concentrados en algo muy lejano. Me senté junto a ella y me incliné para poder oír su voz baja y rápida.

—Veo una gran habitación con espejos por todas partes. El piso es de madera. James se encuentra allí, esperando. Hay algo dorado... una banda dorada que cruza los espejos.

— ¿Dónde está la habitación?

—No lo sé. Aún falta algo, una decisión que no se ha tomado todavía.

— ¿Cuánto tiempo queda para que eso ocurra?

—Es pronto, estará en la habitación del espejo hoy o quizás mañana. Se encuentra a la espera y ahora permanece en la penumbra.

La voz de Jasper era metódica, actuaba con la tranquilidad de quien tiene experiencia en ese tipo de interrogatorios.

— ¿Qué hace ahora?

—Ver la televisión a oscuras en algún sitio... no, es un vídeo.

— ¿Puedes ver dónde se encuentra?

—No, hay demasiada oscuridad.

— ¿Hay algún otro objeto en la habitación del espejo?
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CREPUSCULO ¡!¡! FIN ¡!¡!¡!(por fin jeje) - Página 8 Empty Re: CREPUSCULO ¡!¡! FIN ¡!¡!¡!(por fin jeje)

Mensaje  cliostar Mar Ago 26, 2008 6:04 pm

Sólo veo espejos y una especie de banda dorada que rodea la habitación. También hay un gran equipo de música y un televisor encima de una mesa negra. Ha colocado allí un vídeo, pero no lo mira de la misma forma que lo hacía en la habitación a oscuras —sus ojos erraron sin rumbo fijo, y luego se centraron en el rostro de Jasper—. Esa es la habitación donde espera.

— ¿No hay nada más?

Ella negó con la cabeza; luego, se miraron el uno al otro, inmóviles.

— ¿Qué significa? —pregunté.

Nadie me contestó durante unos instantes; luego, Jasper me miró.

—Significa que el rastreador ha cambiado de planes y ha tomado la decisión que lo llevará a la habitación del espejo y a la salaoscura.

—Pero no sabemos dónde están.

—Bueno, pero sí sabemos que no le están persiguiendo en las montañas al norte de Washington. Se les escapará —
concluyó Alice lúgubremente.

— ¿No deberíamos llamarlos? —pregunté. Ellos intercambiaron una mirada seria, indecisos.

El teléfono sonó.

Alice cruzó la habitación antes de que pudiera alzar el rostro para mirarla.

Pulsó un botón y se lo acercó al oído, aunque no fue la primera en hablar.

—Carlisle —susurró. A mí no me pareció sorprendida ni aliviada—. Sí —dijo sin dejar de mirarme; permaneció a la escucha un buen rato—. Acabo de verlo —afirmó, y le describió la reciente visión—. Fuera lo que fuera lo que le hizo tomar ese avión, seguramente le va conducir a esas habitaciones —hizo una pausa—. Sí —contestó al teléfono, y luego me llamó—. ¿Myri?

Me alargó el teléfono y corrí hacia el mismo.

— ¿Diga? —murmuré.

—Myri —dijo Víctor.

— ¡Oh, Víctor! Estaba muy preocupada.

—Myri —suspiró, frustrado—. Te dije que no te preocuparas de nadie que no fueras tú misma.

Era tan increíblemente maravilloso oír su voz que mientras él hablaba sentí cómo la nube de desesperación que planeaba sobre míascendía y se disolvía.

— ¿Dónde estás?

—En los alrededores de Vancouver. Lo siento, Myri, pero lo hemos perdido. Parecía sospechar de nosotros y ha tenido la precaución de permanecer lo bastante lejos para que no pudiera leerle el pensamieto. Se ha ido, parece que ha tomado un avión. Creemos que ha vuelto a Forks para empezar de nuevo la búsqueda.

Oía detrás de mí cómo Alice ponía al día a Jasper. Hablaba con rapidez, las palabras se atropellaban unas a otras,
formando un zumbido constante.

—Lo sé. Alice vio que se había marchado.

—Pero no tienes de qué preocuparte, no podrá encontrar nada que le lleve hasta ti. Sólo tienes que permanecer ahí y esperar hasta que le encontremos otra vez.

—Me encuentro bien. ¿Está Esme con Charlie?

—Sí, la mujer ha estado en la ciudad. Entró en la casa mientras Charlie estaba en el trabajo. No temas, no se le ha acercado. Está a salvo, vigilado por Esme y Rosalie.

— ¿Qué hace ella ahora?


—Probablemente, intenta conseguir pistas. Ha merodeado por la ciudad toda la noche. Rosalie la ha seguido hasta las cercanías del aeropuerto, por todas las carreteras alrededor de la ciudad, en la escuela... Está rebuscando por todos lados, Myri,
pero no va a encontrar nada.

— ¿Estás seguro de que Charlie está a salvo?

—Sí, Esme no le pierde de vista; y nosotros volveremos pronto. Si el rastreador se acerca a Forks, le atraparemos.

—Te echo de menos —murmuré.

—Ya lo sé, Myri. Créeme que lo sé. Es como si te hubieras llevado una mitad de mí contigo.

—Ven y recupérala, entonces —le reté.

—Pronto, en cuanto pueda, pero antes me aseguraré de que estás a salvo —su voz se había endurecido.

—Te quiero —le recordé.

— ¿Me crees si te digo que, a pesar del trago que te estoy haciendo pasar, también te quiero?

—Desde luego que sí, claro que te creo.

—Me reuniré contigo enseguida.

—Te esperaré.

La nube de abatimiento se volvió a cernir sobre mí sigilosamente en cuanto se cortó la comunicación.

Me giré para devolver el móvil a Alice y los encontré a ella y a Jasper inclinados sobre la mesa. Ella dibujaba un boceto en un trozo del papel con el membrete del hotel. Me incliné sobre el respaldo del sofá para mirar por encima de su hombro.

Había pintado una habitación grande y rectangular, con una pequeña sección cuadrada al fondo. Las tablas de madera del suelo se extendían a lo largo de toda la estancia. En la parte inferior de las paredes había unas líneas que atravesaban horizontalmente los espejos, y también una banda larga, a la altura de la cintura, que recorría las cuatro paredes. Alice había dicho que era una banda dorada.

—Es un estudio de ballet—dije al reconocer de pronto el aspecto familiar del cuarto.

Me miraron sorprendidos.

— ¿Conoces esta habitación?

La voz de Jasper sonaba calmada, pero debajo de esa tranquila apariencia fluía una corriente subterránea de algo que no pude identificar.

Alice inclinó la cabeza hacia su dibujo, moviendo rápidamente ahora su mano por la página; en la pared del fondo fue tomando forma una salida de emergencia y en la esquina derecha de la pared frontal, una televisión y un equipo de música encima de una mesa baja.

—Se parece a una academia a la que solía ir para dar clases de ballet cuando tenía ocho o nueve años. Tenía el mismo aspecto —toqué la página donde destacaba la sección cuadrada, que luego se estrechaba en la parte trasera de la habitación—.
Aquí se encontraba el baño, y esa puerta daba a otra clase, pero el aparato de música estaba aquí —señalé la esquina izquierda—. Era más viejo, y no había televisor. También había una ventana en la sala de espera, que se podía ver desde este sitio si te colocabas aquí.

Alice y Jasper me miraban fijamente.

— ¿Estás segura de que es la misma habitación? —me preguntó Jasper, todavía tranquilo.

—No, no del todo. Supongo que todos los estudios de danza son muy parecidos, todos tienen espejos y barras —deslicé un dedo a lo largo de la barra de ballet situada junto a los espejos—. Sólo digo que su aspecto me resulta familiar.

Toqué la puerta del boceto, colocada exactamente en el mismo sitio donde se encontraba la que yo recordaba.

— ¿Tendría algún sentido que quisieras ir allí ahora? —me preguntó Alice, interrumpiendo mis recuerdos.

—No, no he puesto un pie allí desde hace por lo menos diez años. Era una bailarina espantosa, hasta el punto de que me ponían en la última fila en todas las actuaciones —reconocí.

— ¿Y no puede guardar algún tipo de relación contigo ahora? —inquirió Alice con suma atención.

—No, ni siquiera creo que siga perteneciendo a la misma persona. Estoy segura de que debe de ser otro estudio de danza en cualquier otro sitio.

— ¿Dónde está el estudio en el que dabas clase? —me preguntó Jasper con fingida indiferencia.

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Mensaje  cliostar Mar Ago 26, 2008 6:05 pm

—Estaba justo en la esquina de la calle donde vivía mi madre, solía pasar por allí después de la escuela... —dejé la frase inconclusa, pero me percaté del intercambio de miradas entre Alice y Jasper.

—Entonces, ¿está aquí?, ¿en Phoenix? —el tono de la voz de éste seguía pareciendo imperturbable.

—Sí —murmuré—. En la 58 esquina con Cactus.

Nos quedamos todos sentados contemplando fijamente el dibujo.

—Alice, ¿es seguro este teléfono?

—Sí —me garantizó—. Si rastrean el número, la pista los llevará a Washington.

—Entonces puedo usarlo para llamar a mi madre.

—Creía que estaba en Florida.

—Así es, pero va a volver pronto y no puede ir a esa casa mientras. .. —me tembló la voz.

No dejaba de darle vueltas a un detalle que había comentado Víctor. La mujer pelirroja había estado en casa de Charlie y en la escuela, donde figuraban mis datos.

— ¿Cómo la puedes localizar?

—No tienen número fijo, salvo en casa, aunque se supone que mamá comprueba si tiene mensajes en el contestador de vez en cuando.

— ¿Jasper? —preguntó Alice.

El aludido se lo pensó.

—No creo que esto ocasione daño alguno, aunque asegúrate de no revelar tu paradero, claro.


Tomé el móvil con impaciencia y marqué el número que me era tan familiar. Sonó cuatro veces; luego, oí la voz despreocupada de mi madre pidiendo que dejara un mensaje.

—Mamá —dije después del pitido—, soy yo, Myri. Escucha, necesito que hagas algo. Es importante. Llámame a este número en cuanto oigas el mensaje —Alice ya estaba a mi lado, escribiéndomelo en la parte inferior del dibujo, y lo leí cuidadosamente dos veces—. Por favor, no vayas a ninguna parte hasta que no hablemos. No te preocupes, estoy bien, pero llámame enseguida, no importa lo tarde que oigas el mensaje, ¿vale? Te quiero, mamá, chao.

Cerré los ojos y recé con todas mis fuerzas para que no llegara a casa por algún cambio imprevisto de planes antes de oír mi mesaje.

Me acomodé en el sofá y picoteé las sobras de fruta de un plato al tiempo que me iba haciendo a la idea de que la tarde sería lrga. Pensé en llamar a Charlie, pero no estaba segura de si ya habría llegado a casa o no. Me concentré en las noticias,
buscando historias sobre Florida o sobre el entrenamiento de primavera, además de huelgas, huracanes o ataques terroristas,
cualquier cosa que provocase un regreso anticipado.

La inmortalidad debe de ayudar mucho a ejercitar la paciencia. Ni Jasper ni Alice parecían sentir la necesidad de hacer nada en especial. Durante un rato, Alice dibujó un diseño vago de la habitación oscura que había visto en su visión, a la luz débil de la televisión. Pero cuando terminó, simplemente se quedó sentada, mirando las blancas paredes con sus ojos eternos.
Tampoco Jasper parecía tener la necesidad de pasear, inspeccionar el exterior por un lado de las cortinas, o salir corriendo de la habitación como me ocurría a mí.

Debí de quedarme dormida en el sofá mientras esperaba que volviera a sonar el móvil. El frío tacto de las manos de Alice me despertó bruscamente cuando me llevó a la cama, pero volví a caer inconsciente otra vez antes de que mi cabeza descansara sobre la almohada.


Razz Razz Razz Razz Razz
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Mensaje  susy81 Mar Ago 26, 2008 6:39 pm

no manches el capitulo esta bien largo y se me hizo chiquititito jajajaja

ahora hasta la mama de myri esta en peligro ojala que no le ocurra nada

gracias por el capitlo y sigueleeee...besos

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Mensaje  jai33sire Mar Ago 26, 2008 8:44 pm

Orale esta buenisima la novelita siguele por fa pronto

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Mensaje  Carmen Mar Ago 26, 2008 10:11 pm

Graciaaas por el cap!.. niñaa... Very Happy

Y si susy esperemos que la peli estee = de buenaa jajaja.. aunque yo creo que si por que ya me toco ver los avances.. y se notaa que esta chida.. jaja!!..

Saluditooss

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Mensaje  Marianita Mar Ago 26, 2008 11:36 pm

Sí, sí, todo tranquis, si quieren que ya sea diciembre, se nos pasa el concierto de la Myris!!!!!!!! CREPUSCULO ¡!¡! FIN ¡!¡!¡!(por fin jeje) - Página 8 64473 CREPUSCULO ¡!¡! FIN ¡!¡!¡!(por fin jeje) - Página 8 64473 CREPUSCULO ¡!¡! FIN ¡!¡!¡!(por fin jeje) - Página 8 64473 Gracias por los capis Cliostar. lol!
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Mensaje  mali07 Miér Ago 27, 2008 12:06 am

Very Happy GRASIASSS POR LOS KAPIS NI/A MUY WENA LA NOBE SIGELEEEE SIGELEEEEEE................ lol! lol!
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Mensaje  Jenny Miér Ago 27, 2008 10:03 am

Muchas Gracias por el cap!!!

Me gusta muchooooo

Cual peli sale en diciembre??!!! como?!!!! Vallamos paso por paso jajaja primero Septiembre y luego Octubre, y luego Noviembre y luego ya Diciembre jajaja

Besos
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Mensaje  Carmen Miér Ago 27, 2008 5:28 pm

Marianita escribió:Sí, sí, todo tranquis, si quieren que ya sea diciembre, se nos pasa el concierto de la Myris!!!!!!!! CREPUSCULO ¡!¡! FIN ¡!¡!¡!(por fin jeje) - Página 8 64473 CREPUSCULO ¡!¡! FIN ¡!¡!¡!(por fin jeje) - Página 8 64473 CREPUSCULO ¡!¡! FIN ¡!¡!¡!(por fin jeje) - Página 8 64473 Gracias por los capis Cliostar. lol!

ay amaaa es que paa que esta tan bueno el libroooo Razz por eso ya queremos ver la peli Twisted Evil jajaja!!.. pero ok por mientraaas deseareeeemos que ya seaaa el conciertoo de Myriiiiiiiiiiiiiis!!... cheers

Asii taa bien? Embarassed jajajaja!!

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CREPUSCULO ¡!¡! FIN ¡!¡!¡!(por fin jeje) - Página 8 Empty Re: CREPUSCULO ¡!¡! FIN ¡!¡!¡!(por fin jeje)

Mensaje  cliostar Jue Ago 28, 2008 11:16 am

Hola niñas ya vine a poner otro capitulo,ahhh perdón si etos dias se me a estado olvidando esq ahhh ya solo faltan 10 DIAS para el concierto solo 10 ahhh que genial jaja me da el ansia y se me borran las cosas jaja deporsi tengo cerebro de teflón esoq, bueno ahi les va el capitulo umm si veo que esta muy corto les pongo otro va que va, ya casi terminamos Very Happy Bueno BYe

LA LLAMADA



Me percaté de que otra vez era demasiado temprano en cuanto me desperté. Sabía que estaba invirtiendo progresivamente el horario habitual del día y de la noche. Me quedé tumbada en la cama y escuché las voces tranquilas de Jasper y Alice en la otra habitación. Resultaba muy extraño que hablaran lo bastante alto como para que los escuchara. Rodé rápidamente sobre la cama y me incorporé. Luego, me dirigí trastabillando hacia el saloncito.

El reloj que había sobre la televisión marcaba las dos de la madrugada. Alice y Jasper se sentaban juntos en el sofá. Alice estaba dibujando otra vez, Jasper miraba el boceto por encima del hombro de ésta. Estaban tan absortos en el trabajo de Alice que no miraron cuando entré.

Me arrastré hasta el lado de Jasper para echar un vistazo.

— ¿Ha visto algo más? —pregunté en voz baja.

—Sí. Algo le ha hecho regresar a la habitación donde estaba el vídeo, y ahora está iluminada.

Observé a Alice dibujar una habitación cuadrada con vigas oscuras en el techo bajo. Las paredes estaban cubiertas con paneles de madera, un poco más oscuros de la cuenta, pasados de moda. Una oscura alfombra estampada cubría el suelo. Había una ventana grande en la pared sur y en la pared oeste un vano que daba a una sala de estar. Uno de los lados de esta entrada era de piedra y en él se abría una gran chimenea de color canela que daba a ambas habitacione. Desde este punto de vista, el centro de la imagen lo ocupaban una televisión y un vídeo —en equilibrio un tanto inestable sobre un soporte de madera demasiado pequeño para los dos—, que se encontraban en la esquina sudoeste de la habitación. Un viejo sofá de módulos se curvaba en frente de la televisión con una mesita de café redonda delante.

—El teléfono está allí —susurré e indiqué el lugar.

Dos pares de ojos eternos se fijaron en mí.

—Es la casa de mi madre.

Alice ya se había levantado del sofá de un salto con el móvil en la mano; empezó a marcar. Contemplé ensimismada la precisa interpretación de la habitación donde se reunía la familia de mi madre. Jasper se acercó aún más a mí, cosa rara en él, y me puso la mano suavemente en el hombro. El contacto físico acentuó su influjo tranquilizador. La sensación de pánico se difuminó y no llegó a tomar forma.

Los labios de Alice temblaban debido a la velocidad con la que hablaba, por lo que no pude descifrar ese sordo zumbido. No podía concentrarme.

—Myri —me llamó Alice. La miré atontada—. Myri, Víctor viene a buscarte. Emmett, Carlisle y él te van a recoger para esconderte durante un tiempo.

— ¿Viene Víctor?

Aquellas palabras se me antojaron como un chaleco salvavidas al que sujetarme para mantener la cabeza fuera de una riada.

—Sí. Va a tomar el primer vuelo que salga de Seattle. Lo recogeremos en el aeropuerto y te irás con él.

—Pero, mi madre... —a pesar de Jasper, la histeria burbujeaba en mi voz—. ¡El rastreador ha venido a por mi madre,
Alice!

—Jasper y yo nos aseguraremos de que esté a salvo.

—No puedo ganar a la larga, Alice. No podéis proteger a toda la gente que conozco durante toda la vida. ¿No ves lo que está haciendo? No me persigue directamente a mí, pero encontrará y hará daño a cualquier persona que yo ame... Alice, no puedo...

—Le atraparemos, Myri —me aseguró ella.

— ¿Y si te hiere, Alice? ¿Crees que eso me va a parecer bien? ¿Crees que sólo puede hacerme daño a través de mi familia humana?

Alice miró a Jasper de forma significativa. Una espesa niebla y un profundo letargo se apoderaron de mí y los ojos se me cerraron sin que pudiera evitarlo. Mi mente luchó contra la niebla cuando me di cuenta de lo que estaba pasando. Forcé a mis ojos para que se abrieran y me levanté, alejándome de la mano de Jasper.

—No quiero volverme a dormir —protesté enfadada.

Caminé hacia mi habitación y cerré la puerta, en realidad, casi di un portazo para dejarme caer en la cama, hecha pedazos, con cierta privacidad. Alice no me siguió en esta ocasión. Estuve contemplando la pared durante tres horas y media,
hecha un ovillo, meciéndome. Mi mente vagabundeaba en círculos, intentando salir de alguna manera de esta pesadilla. Pero no había forma de huir, ni indulto posible. Sólo veía un único y sombrío final que se avecinaba en mi futuro. La única cuestión era cuánta gente iba a resultar herida antes de que eso ocurriera.

El único consuelo, la única esperanza que me quedaba era saber que vería pronto a Víctor. Quizás, sería capaz de hallar la solución que ahora me rehuía sólo con volverle a ver.

Regresé al salón, sintiéndome un poco culpable por mi comportamiento, cuando sonó el móvil. Esperaba que ninguno de los dos se hubiera enfadado, que supieran cuánto les agradecía los sacrificios que hacían por mí.


Alice hablaba tan rápido como de costumbre, pero lo que me llamó la atención fue que, por primera vez, Jasper no se hallaba en la habitación. Miré el reloj; eran las cinco y media de la mañana.

—Acaban de subir al avión. Aterrizarán a las nueve cuarenta y cinco —dijo Alice; sólo tenía que seguir respirando unas cuantas horas más hasta que él llegara.

— ¿Dónde está Jasper?

—Ha ido a reconocer el terreno.

— ¿No os vais a quedar aquí?

—No, nos vamos a instalar más cerca de la casa de tu madre.

Sentí un retortijón de inquietud en el estómago al escuchar sus palabras, pero el móvil sonó de nuevo, lo que hizo que abandonara mi preocupación por el momento. Alice parecía sorprendida, pero yo ya había avanzado hacia él esperanzada.

— ¿Diga? —Contestó Alice—. No, está aquí —me pasó el teléfono y anunció «Tu madre», articulando para que le leyera los labios.

— ¿Diga?

— ¿Myri? ¿Estás ahí?

Era la voz de mi madre, con ese timbre familiar que le había oído miles de veces en mi infancia cada vez que me acercaba demasiado al borde de la acer o me alejaba demasiado de su vista en un lugar atestado de gente. Era el timbre del pánico.

Suspiré. Me lo esperaba, aunque, a pesar del tono urgente de mi llamada, había intentado que mi mensaje fuera lo menos alarmante posible.

—Tranquilízate, mamá —contesté con la más sosegada de las voces mientras me separaba lentamente de Alice. No estaba segura de poder mentir de forma convincente con sus ojos fijos en mí—. Todo va bien, ¿de acuerdo? Dame un minuto nada más y te lo explicaré todo, te lo prometo.

Hice una pausa, sorprendida de que no me hubiera interrumpido ya.

— ¿Mamá?

—Ten mucho cuidado de no soltar prenda hasta que haya dicho todo lo que tengo que decir —la voz que acababa de escuchar me fue tan poco familiar como inesperada. Era una voz de hombre, afinada, muy agradable e impersonal, la clase de voz que se oye de fondo en los anuncios de deportivos de lujo. Hablaba muy deprisa—. Bien, no tengo por qué hacer daño a tu madre, así que, por favor, haz exactamente lo que te diga y no le pasará nada —hizo una pausa de un minuto mientras yo escuchaba muda de horror—. Muy bien —me felicitó—. Ahora repite mis palabras, y procura que parezca natural. Por favor, di:

«No, mamá, quédate donde estás».

—No, mamá, quédate donde estás —mi voz apenas sobrepasaba el volumen de un susurro.

—Empiezo a darme cuenta de que esto no va a ser fácil —la voz parecía divertida, todavía agradable y amistosa—. ¿Por qué no entras en otra habitación para que la expresión de tu rostro no lo eche todo a perder? No hay motivo para que tu madre sufra. Mientras caminas, por favor, di: «Mamá, por favor, escúchame». ¡Venga, dilo ya!

—Mamá, por favor, escúchame —supliqué.

Me encaminé muy despacio hacia el dormitorio sin dejar de sentir la mirada preocupada de Alice clavada en mi espalda.

Cerré la puerta al entrar mientras intentaba pensar con claridad a pesar del pavor que nublaba mi mente.

— ¿Hay alguien donde te encuentras ahora? Contesta sólo sí o no.

—No.

—Pero todavía pueden oírte, estoy seguro.

—Sí.

—Está bien, entonces —continuó la voz amigable—, repite: «Mamá, confía en mí».

—Mamá, confía en mí.

—Esto ha salido bastante mejor de lo que yo creía. Estaba dispuesto a esperar, pero tu madre ha llegado antes de lo previsto. Es más fácil de este modo, ¿no crees? Menos suspense y menos ansiedad para ti.

Esperé.

—Ahora, quiero que me escuches con mucho cuidado. Necesito que te alejes de tus amigos, ¿crees que podrás hacerlo?
Contesta sí o no.

—No.

—Lamento mucho oír eso. Esperaba que fueras un poco más imaginativa. ¿Crees que te sería más fácil separarte de ellos si la vida de tu madre dependiera de ello? Contesta sí o no.
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Mensaje  cliostar Jue Ago 28, 2008 11:17 am


No sabía cómo, pero debía encontrar la forma. Recordé que nos íbamos a dirigir al aeropuerto. El Sky Harbor International siempre estaba atestado, y tal y como lo habían diseñado era fácil perderse...

—Eso está mejor. Estoy seguro de que no va a ser fácil, pero si tengo la más mínima sospecha de que estás acompañada,
bueno... Eso sería muy malo para tu madre —prometió la voz amable—. A estas alturas ya debes saber lo suficiente sobre nosotros para comprender la rapidez con la que voy a saber si acudes acompaada o no, y qué poco tiempo necesito para cargarme a tu madre si fuera necesario. ¿Entiendes? Responde sí o no.

—Sí —mi voz se quebró.

—Muy bien, Myri. Esto es lo que has de hacer. Quiero que vayas a casa de tu madre. Hay un número junto al teléfono.
Llama, y te diré adonde tienes que ir desde allí —me hacía idea de adonde iría y dónde terminaría aquel asunto, pero, a pesar de todo, pensaba seguir las instrucciones con exactitud—. ¿Puedes hacerlo? Contesta sí o no.

—Y que sea antes de mediodía, por favor, Myri. No tengo todo el día —pidió con extrema educación.

— ¿Dónde está Phil? —pregunté secamente.


—Ah, y ten cuidado, Myri. Espera hasta que yo te diga cuándo puedes hablar, por favor.

Esperé.

—Es muy importante ahora que no hagas sospechar a tus amigos cuando vuelvas con ellos. Diles que ha llamado tu madre, pero que la has convencido de que no puedes ir a casa por lo tarde que es. Ahora, responde después de mí: «Gracias,
mamá». Repítelo ahora.

—Gracias, mamá.

Rompí a llorar, a pesar de que intenté controlarme.

—Di: «Te quiero, mamá. Te veré pronto». Dilo ya.

—Te quiero, mamá —repetí con voz espesa—. Te veré pronto.

—Adiós, Myri. Estoy deseando verte de nuevo.

Y colgó.

Mantuve el móvil pegado al oído. El miedo me había agarrotado los dedos y no conseguía estirar la mano para soltarlo.

Sabía que debía ponerme a pensar, pero el sonido de la voz aterrada de mi madre ocupaba toda mi mente.
Transcurrieron varios segundos antes de que recobrara el control.

Despacio, muy despacio, mis pensamientos consiguieron romper el espeso muro del dolor. Planes, tenía que hacer planes, aunque ahora no me quedaba más opción que ir a la habitación llena de espejos y morir. No había ninguna otra garantía, nada con lo que pudiera salvar la vida de mi madre. Mi única esperanza era que James se diera por satisfecho con ganar la partida, que derrotar a Víctor fuera suficiente. Me agobiaba la desesperación, porque no había nada con lo que pudiera negociar, nada que le importara para ofrecer o retener. Pero por muchas vueltas que le diera no había ninguna otra opción. Tenía que intentarlo.

Situé el pánico en un segundo plano lo mejor que pude. Había tomado la decisión. No servía para nada perder tiempo angustiándome sobre el resultado. Debía pensar con claridad, porque Alice y Jasper me estaban esperando y era esencial,
aunque parecía imposible, que consiguiera escaparme de ellos.

Me sentí repentinamente agradecida de que Jasper no estuviera. Hubiera sentido la angustia de los últimos cinco minutos de haber estado en la habitación del hotel, y en tal caso, ¿cómo iba a evitar sus sospechas? Contuve el miedo, la ansiedad, intentando sofocarlos. No podía permitírmelos ahora, ya que no sabía cuándo regresaría Jasper.

Me concentré en la fuga. Confiaba en que mi conocimiento del aeropuerto supusiera una baza a mi favor. Era prioritario alejar a Alice como fuera...

Era consciente de que me esperaba en la otra habitación, curiosa. Pero tenía que resolver otra cosa más en privado antes de que Jasper volviera.

Debía aceptar que no volvería a ver a Víctor nunca más, ni siquiera una última mirada que llevarme a la habitación de los espejos. Iba a herirle y no le podía decir adiós. Dejé que las oleadas de angustia me torturaran y me inundaran un rato.
Entonces, también las controlé y fui a enfrentarme con Alice.

La única expresión que podía adoptar sin meter la pata era la de una muerta, con gesto ausente. La vi alarmarse, y no quise darle ocasión de que me preguntara. Sólo tenía un guión preparado y no me sentía capaz de improvisar ahora.

—Mi madre estaba preocupada, quería venir a Phoenix —mi voz sonaba sin vida—. Pero todo va bien, la he convencido de que se mantenga alejada.

—Nos aseguraremos de que esté bien, Myri, no te preocupes.

Le di la espalda para evitar que me viera el rostro.

Mis ojos se detuvieron en un folio en blanco con membrete del hotel encima del escritorio. Me acerqué a él lentamente,
con un plan ya formándose en mi cabeza. También había un sobre. Buena idea.

—Alice —pregunté despacio, sin volverme, manteniendo inexpresivo el tono de voz—, si escribo una carta para mi madre, ¿se la darás? Quiero decir si se la puedes dejar en casa.

—Sin duda, Myri —respondió con voz cautelosa, porque veía que estaba totalmente destrozada. Tenía que controlar mejor mis emociones.

Me dirigí de nuevo al dormitorio y me arrodillé junto a la mesita de noche para apoyarme al escribir.

—Víctor... —garabateé.

Me temblaba la mano, tanto que las letras apenas eran legibles.



Te quiero. Lo siento muchísimo—. Tiene a mi madre en su poder y he de intentarlo a pesar de saber que no funcionará. Lo siento mucho, muchísimo.

No te enfades con Alice y Jasper, si consigo escaparme de ellos será un milagro, dales las gracias de mi parte en especial a Alice por favor.

Y te lo suplico por favor no le sigas, creo que eso es precisamente lo que quiere. No podría soportar que alguien saliera herido por mi culpa, especialmente tú, por favor es lo único que te pido. Hazlo por mí.

Te quiero,perdóname

Myri



Doblé la carta con cuidado y sellé el sobre. Ojala que lo encontrara. Sólo podía esperar que lo entendiera y me hiciera caso, aunque fuera sólo esta vez.

Y también sellé cuidadosamente mi corazón.
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Mensaje  cliostar Jue Ago 28, 2008 11:21 am

OK si estubo muuuuuuuuuuy corto bueno ahi les va el otro

EL JUEGO DEL ESCONDITE

Todo el pavor, la desesperación y la devastación de mi corazón habían requerido menos tiempo del que había pensado.
Los minutos transcurrían con mayor lentitud de lo habitual. Jasper aún no había regresado cuando me reuní con Alice. Me atemorizaba permanecer con ella en la misma habitación —por miedo a lo que pudiera adivinar— tanto como rehuirla, por el mismo motivo.

Creía que mis pensamientos torturados y volubles harían que fuera incapaz de sorprenderme por nada, pero me sorprendí de verdad cuando la vi doblarse sobre el escritorio, aferrándose al borde con ambas manos.

— ¿Alice?

No reaccionó cuando mencioné su nombre, pero movía la cabeza de un lado a otro. Vi su rostro y la expresión vacía y aturdida de su mirada. De inmediato pensé en mi madre. ¿Era ya demasiado tarde?

Me apresuré a acudir junto a ella y sin pensarlo, extendí la mano para tocar la suya.

— ¡Alice! —exclamó Jasper con voz temblorosa.

Este ya se hallaba a su lado, justo detrás, cubriéndole las manos con las suyas y soltando la presa que la aferraba a la mesa. Al otro lado de la sala de estar, la puerta de la habitación se cerró sola con suave chasquido.

— ¿Qué ves? —exigió saber.

Ella apartó el rostro de mí y lo hundió en el pecho de Jasper.

—Myri —dijo Alice.

—Estoy aquí —repliqué.

Aunque con una expresión ausente, Alice giró la cabeza hasta que nuestras miradas se engarzaron. Comprendí inmediatamente que no me hablaba a mí, sino que había respondido a la pregunta de Jasper.

— ¿Qué has visto? —inquirí. Pero en mi voz átona e indiferente no había ninguna pregunta de verdad.

Jasper me estudió con atención. Mantuve la expresión ausente y esperé. Estaba confuso y su mirada iba del rostro de Alice al mío mientras sentía el caos... Yo había adivinado lo que acababa de ver Alice.

Sentí que un remanso de tranquilidad se instalaba en mi interior, y celebré la intervención de Jasper, ya que me ayudaba a disciplinar mis emociones y mantenerlas bajo control.

Alice también se recobró y al final, con voz sosegada y convincente, contestó:

—En realidad, nada. Sólo la misma habitación de antes.

Por último, me miró con expresión dulce y retraída antes de preguntar:

— ¿Quieres desayunar?

—No, tomaré algo en el aeropuerto.

También yo me sentía muy tranquila. Me fui al baño a darme una ducha. Por un momento creí que Jasper había compartido conmigo su extraño poder extrasensorial, ya que percibí la virulenta desesperación de Alice, a pesar de que la ocultaba muy bien, desesperación porque yo saliera de la habitación y ella se pudiera quedar a solas con Jasper. De ese modo, le podría contar que se estaban equivocando, que iban a fracasar...

Me preparé metódicamente, concentrándome en cada una de las pequeñas tareas. Me solté el pelo, extendiéndolo a mí alrededor, para que me cubriera el rostro. El pacífico estado de ánimo en que Jasper me había sumido cumplió su cometido y me ayudó a pensar con claridad y a planear. Rebusqué en mi petate hasta encontrar el calcetín lleno de dinero y lo vacié en mi monedero.

Ardía en ganas de llegar al aeropuerto y estaba de buen humor cuando nos marchamos a eso de las siete de la mañana.
En esta ocasión, me senté sola en el asiento trasero mientras que Alice reclinaba la espalda contra la puerta, con el rostro frente a Jasper, aunque cada pocos segundos me lanzaba miradas desde detrás de sus gafas de sol.

— ¿Alice? —pregunté con indiferencia.

— ¿Sí? —contestó con prevención.

— ¿Cómo funcionan tus visiones? —miré por la ventanilla lateral y mi voz sonó aburrida—. Víctor me dijo que no eran definitivas, que las cosas podían cambiar.

El pronunciar el nombre de Víctor me resultó más difícil de lo esperado, y esa sensación debió alertar a Jasper, ya que poco después una fresca ola de serenidad inundó el vehículo.

—Sí, las cosas pueden cambiar... —murmuró, supongo que de forma esperanzada—. Algunas visiones se aproximan a la verdad más que otras, como la predicción metereológica. Resulta más difícil con los hombres. Sólo veo el curso que van a tomar las cosas cuando están sucediendo. El futuro cambia por completo una vez que cambian la decisión tomada o efectúan otra nueva, por pequeña que sea.

Asentí con gesto pensativo.

—Por eso no pudiste ver a James en Phoenix hasta que no decidió venir aquí.

—Sí —admitió, mostrándose todavía cautelosa.


Y tampoco me había visto en la habitación de los espejos con James hasta que no accedí a reunirme con él. Intenté no pensar en qué otras cosas podría haber visto, ya que no quería que el pánico hiciera recelar aún más a Jasper. De todos modos,
los dos iban a redoblar la atención con la que me vigilaban a raíz de la visión de Alice. La situación se estaba volviendo imposible.

La suerte se puso de mi parte cuando llegamos al aeropuerto, o tal vez sólo era que habían mejorado mis probabilidades. El avión de Víctor iba a aterrizar en la terminal cuatro, la más grande de todas, pero tampoco era extraño que fuera así, ya que allí aterrizaban la mayor parte de los vuelos. Sin duda, era la terminal que más me convenía —la más grande y la que ofrecía mayor confusión—, y en el nivel tres había una puerta que posiblemente sería mi única oportunidad.

Aparcamos en el cuarto piso del enorme garaje. Fui yo quien los guié, ya que, por una vez, conocía el entorno mejor que ellos. Tomamos el ascensor para descender al nivel tres, donde bajaban los pasajeros. Alice y Jasper se entretuvieron mucho rato estudiando el panel de salida de los vuelos. Los escuchaba discutiendo las ventajas e inconvenientes de Nueva York, Chicago,
Atlanta, lugares que nunca había visto, y que, probablemente, nunca vería.

Esperaba mi oportunidad con impaciencia, incapaz de evitar que mi pie zapateara en el suelo. Nos sentamos en una de las largas filas de sillas cerca de los detectores de metales. Jasper y Alice fingían observar a la gente, pero en realidad, sólo me observaban a mí. Ambos seguían de reojo todos y cada uno de mis movimientos en la silla. Me sentía desesperanzada. ¿Podría arriesgarme a correr? ¿Se atreverían a impedir que me escapara en un lugar público como éste? ¿O simplemente me seguirían?

Saqué del bolso el sobre sin destinatario y lo coloqué encima del bolso negro de piel que llevaba Alice; ésta me miró sorprendida.

—Mi carta —le expliqué.

Asintió con la cabeza e introdujo el sobre en el bolso debajo de la solapa, de modo que Víctor lo encontraría relativamente pronto.

Los minutos transcurrían e iba acercándose el aterrizaje del avión en el que viajaba Víctor. Me sorprendía cómo cada una de mis células parecía ser consciente de su llegada y la anhelarla. Esa sensación me complicaba las cosas, y pronto me descubrí buscando excusas para quedarme a verle antes de escapar, pero sabía que eso me limitaba la posibilidad de huir.

Alice se ofreció varias veces para acompañarme a desayunar. —Más tarde —le dije—, todavía no.

Estudié el panel de llegadas de los vuelos, comprobando cómo uno tras otro llegaban con puntualidad. El vuelo procedente de Seattle cada vez ocupaba una posición más alta en el panel. —

Los dígitos volvieron a cambiar cuando sólo me quedaban treinta minutos para intentar la fuga. Su vuelo llegaba con diez minutos de adelanto, por lo que se me acababa el tiempo.

—Creo que me apetece comer ahora —dije rápidamente.

Alice se puso de pie.

—Iré contigo.

— ¿Te importa que venga Jasper en tu lugar? —pregunté—. Me siento un poco... —no terminé la frase. Mis ojos estaban lo bastante enloquecidos como para transmitir lo que no decían las palabras.

Jasper se levantó. La mirada de Alice era confusa, pero, comprobé para alivio mío, que no sospechaba nada. Ella debía de atribuir la alteración en su visión a alguna maniobra del rastreador, más que a una posible traición por mi parte.

Jasper caminó junto a mí en silencio, con la mano en mis ríñones, como si me estuviera guiando. Simulé falta de interés por las primeras cafeterías del aeropuerto con que nos encontramos, y movía la cabeza a izquierda y derecha en busca de lo que realmente quería encontrar: los servicios para señoras del nivel tres, que estaban a la vuelta de la esquina, lejos del campo de visión de Alice.

— ¿Te importa? —pregunté a Jasper al pasar por delante—. Sólo será un momento.

—Aquí estaré —dijo él.

Eché a correr en cuanto la puerta se cerró detrás de mí. Recordé aquella ocasión en que me extravié por culpa de este baño, que tenía dos salidas.

Sólo tenía que dar un pequeño salto para ganar los ascensores cuando saliera por la otra puerta. No entraría en el campo de visión de Jasper si éste permanecía donde me había dicho. Era mi única oportunidad, por lo que tendría que seguir corriendo si él me veía. La gente se quedaba mirándome, pero los ignoré. Los ascensores estaban abiertos, esperando, cuando doblé la esquina. Me precipité hacia uno de ellos ——estaba casi lleno, pero era el que bajaba— y metí la mano entre las dos hojas de la puerta que se cerraba. Me acomodé entre los irritados pasajeros y me cercioré con un rápido vistazo de que el botón de la planta que daba a la calle stuviera pulsado. Estaba encendido cuando las puertas se cerraron.

Salí disparada de nuevo en cuanto se abrieron, a pesar de los murmullos de enojo que se levantaron a mi espalda.
Anduve con lentitud mientras pasaba al lado de los guardias de seguridad, apostados junto a la cinta transportadora, preparada para correr tan pronto como viera las puertas de salida. No tenía forma de saber si Jasper ya me estaba buscando. Sólo dispondría de unos segundos si seguía mi olor. Estuve a punto de estrellarme contra los cristales mientras cruzaba de un salto las puertas automáticas, que se abrieron con excesiva lentitud.

No había ni un solo taxi a la vista a lo largo del atestado bordillo de la acera.

No me quedaba tiempo. Alice y Jasper estarían a punto de descubrir mi fuga, si no lo habían hecho ya, y me localizarían en un abrir y cerrar de ojos.

El servicio de autobús del hotel Hyatt acababa de cerrar las puertas a pocos pasos de donde me encontraba.
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Mensaje  cliostar Jue Ago 28, 2008 11:22 am


— ¡Espere! ——grité al tiempo que corría y le hacía señas al conductor.

—Éste es el autobús del Hyatt —dijo el conductor confundido al abrir la puerta.

—Sí. Allí es adonde voy —contesté con la respiración entrecortada, y subí apresuradamente los escalones.

Al no llevar equipaje, me miró con desconfianza, pero luego se encogió de hombros y no se molestó en hacerme más preguntas.


La mayoría de los asientos estaban vacíos. Me senté lo más alejada posible de los restantes viajeros y miré por la ventana, primero a la acera y después al aeropuerto, que se iba quedando atrás. No pude evitar imaginarme a Víctor de pie al borde de la calzada, en el lugar exacto donde se perdía mi pista. No puedes llorar aún, me dije a mí misma. Todavía me quedaba un largo camino por recorrer.

La suerte siguió sonriéndome. En frente del Hyatt, una pareja de aspecto fatigado estaba sacando la última maleta del maletero de un taxi. Me bajé del autobús de un salto e inmediatamente me lancé hacia el taxi y me introduje en el asiento de atrás. La cansada pareja y el conductor del autobús me miraron fijamente.

Le indiqué al sorprendido taxista las señas de mi madre.

—Necesito llegar aquí lo más pronto posible.

—Pero esto está en Scottsdale —se quejó.

Arrojé cuatro billetes de veinte sobre el asiento.

— ¿Es esto suficiente?

—Sí, claro, chica, sin problema.

Me recliné sobre el asiento y crucé los brazos sobre el regazo. Las calles de la ciudad, que me resultaba tan familiar,
pasaban rápidamente a nuestro lado, pero no me molesté ni en mirar por la ventanilla. Hice un gran esfuerzo por mantener el control y estaba resuelta a no perderlo llegada a aquel punto, ahora que había completado con éxito mi plan. No merecía la pena permitirme más miedo ni más ansiedad. El camino estaba claro, y sólo tenía que seguirlo.

Así pues, en lugar de eso cerré los ojos y pasé los veinte minutos de camino creyéndome con Víctor en vez de dejarme llevar por el pánic.

Imaginé que me había quedado en el aeropuerto a la espera de su llegada. Visualicé cómo me pondría de puntillas para verle el rostro lo antes posible, y la rapidez y el garbo con que él se deslizaría entre el gentío. Entonces, tan impaciente como siempre, yo recorrería a toda prisa los pocos metros que me separaban de él para cobijarme entre sus brazos de mármol, al fin a salvo.

Me pregunté adonde habríamos ido. A algún lugar del norte, para que él pudiera estar al aire libre durante el día, o quizás a algún paraje remoto en el que nos hubiéramos tumbado al sol, juntos otra vez. Me lo imaginé en la playa, con su piel destellando como el mar. No me importaba cuánto tiempo tuviéramos que ocultarnos. Quedarme atrapada en una habitación de hotel con él sería una especie de paraíso, con la cantidad de preguntas que todavía tenía que hacerle. Podría estar hablando con él para siempre, sin dormir nunca, sin separarme de él jamás.

Vislumbré con tal claridad su rostro que casi podía oír su voz, y en ese momento, a pesar del horror y la desesperanza,
me sentí feliz. Estaba tan inmersa en mi ensueño escapista que perdí la noción del tiempo transcurrido.

—Eh, ¿qué número me dijo?

La pregunta del taxista pinchó la burbuja de mi fantasía, privando de color mis maravillosas ilusiones vanas. El miedo,
sombrío y duro, estaba esperando para ocupar el vacío que aquéllas habían dejado.

—Cincuenta y ocho —contesté con voz ahogada.

Me miró nervioso, pensando que quizás me iba a dar un ataque o algo parecido.

—Entonces, hemos llegado.

El taxista estaba deseando que yo saliera del coche; probablemente, albergaba la esperanza de que no le pidiera las vueltas.

—Gracias —susurré.

No hacía falta que me asustara, me recordé. La casa estaba vacía. Debía apresurarme. Mamá me esperaba aterrada, y dependía de mí.

Subí corriendo hasta la puerta y me estiré con un gesto maquinal para tomar la llave de debajo del alero. Abrí la puerta.
El interior permanecía a oscuras y deshabitado, todo en orden. Volé hacia el teléfono y encendí la luz de la cocina en el trayecto.
En la pizarra blanca había un número de diez dígitos escrito a rotulador con caligrafía pequeña y esmerada. Pulsé los botones del teclado con precipitación y me equivoqué. Tuve que colgar y empezar de nuevo. En esta ocasión me concentré sólo en las teclas, pulsándolas con cuidado, una por una. Lo hice correctamente. Sostuve el auricular en la oreja con mano temblorosa. Sólo sonó una vez.

—Hola, Myri ——contestó James con voz tranquila—. Lo has hecho muy deprisa. Estoy impresionado.

— ¿Se encuentra bien mi madre?

—Está estupendamente. No te preocupes, Myri, no tengo nada contra ella. A menos que no vengas sola, claro —dijo esto con despreocupación, casi divertido.

—Estoy sola.

Nunca había estado más sola en toda mi vida.

—Muy bien. Ahora, dime, ¿conoces el estudio de ballet que se encuentra justo a la vuelta de la esquina de tu casa?

—Sí, sé cómo llegar hasta allí.

—Bien, entonces te veré muy pronto.

Colgué.

Salí corriendo de la habitación y crucé la puerta hacia el calor achicharrante de la calle.

No había tiempo para volver la vista atrás y contemplar mi casa. Tampoco deseaba hacerlo tal y como se encontraba ahora, vacía, como un símbolo del miedo en vez de un santuario. La última persona en caminar por aquellas habitaciones familiares había sido mi enemigo.

Casi podía ver a mi madre con el rabillo del ojo, de pie a la sombra del gran eucalipto donde solía jugar de niña; o arrodillada en un pequeño espacio no asfaltado junto al buzón de correos, un cementerio para todas las flores que había


plantado. Los recuerdos eran mejores que cualquier realidad que hoy pudiera ver, pero aun así, los aparté de mi mente rápidamente y me encaminé hacia la esquina, dejándolo todo atrás.

Me sentía torpe, como si corriera sobre arena mojada. Parecía incapaz de mantener el equilibrio sobre el cemento.
Tropecé varias veces, y en una ocasión me caí. Me hice varios rasguños en las manos cuando las apoyé en la acera para amortiguar la caída. Luego me tambaleé, para volver a caerme, pero finalmente conseguí llegar a la esquina. Ya sólo me quedaba otra calle más. Corrí de nuevo, jadeando, con el rostro empapado de sudor. El sol me quemaba la piel; brillaba tanto que su intenso reflejo sobre el cemento blanco me cegaba. Me sentía peligrosamente vulnerable. Añoré la protección de los verdes bosques de Forks, de mi casa, con una intensidad que jamás hubiera imaginado.

Al doblar la última esquina y llegar a Cactus, pude ver el estudio de ballet, que conservaba el mismo aspecto exterior que recordaba. La plaza de aparcamiento de la parte delantera estaba vacía y las persianas de todas las ventanas, echadas. No podía correr—más, me asfixiaba. El esfuerzo y el pánico me habían dejado extenuada. El recuerdo de mi madre era lo único que, un paso tras otro, me mantenía en movimiento.

Al acercarme vi el letrero colocado por la parte interior de la puerta. Estaba escrito a mano en papel rosa oscuro: decía que el estudio de danza estaba cerrado por las vacaciones de primavera. Aferré el pomo y lo giré con cuidado. Estaba abierto.
Me esforcé por contener el aliento y abrí la puerta.

El oscuro vestíbulo estaba vacío y su temperatura era fresca. Se podía oír el zumbido del aire acondicionado. Las sillas de plástico estaban apiladas contra la pared y la alfombra olía a champú. El aula de danza orientada al oeste estaba a oscuras y podía verla a través de una ventana abierta con vistas a esa sala. El aula que daba al este, la habitación más grande, estaba iluminada a pesar de tener las persianas echadas.

Se apoderó de mí un miedo tan fuerte que me quedé literalmente paralizada. Era incapaz de dar un solo paso.

Entonces, la voz de mi madre me llamó con el mismo tono de pánico e histeria.

— ¿Myri? ¿Myri? —Me precipité hacia la puerta, hacia el sonido de su voz—. ¡Myri, me has asustado! —Continuó hablando mientras yo entraba corriendo en el aula de techos altos—. ¡No lo vuelvas a hacer nunca más!

Miré a mí alrededor, intentando descubrir de dónde venía su voz. Entonces la oí reír y me giré hacia el lugar de procedencia del sonido.

Y allí estaba ella, en la pantalla de la televisión, alborotándome el pelo con alivio. Era el Día de Acción de Gracias y yo tenía doce años. Habíamos ido a ver a mi abuela el año anterior a su muerte. Fuimos a la playa un día y me incliné demasiado desde el borde del embarcadero. Me había visto perder pie y luego mis intentos de recuperar el equilibrio. « ¿Myri? ¿Myri?», me había llamado ella asustada.

La pantalla del televisor se puso azul.

Me volví lentamente. Inmóvil, James estaba de pie junto a la salida de emergencia, por eso no le había visto al principio.
Sostenía en la mano el mando a distancia. Nos miramos el uno al otro durante un buen rato y entonces sonrió.

Caminó hacia mí y pasó muy cerca. Depositó el mando al lado del vídeo. Me di la vuelta con cuidado para seguir sus movimientos.

—Lamento esto, Myri, pero ¿acaso no es mejor que tu madre no se haya visto implicada en este asunto? —dijo con voz cortés, amable.

De repente caí en la cuenta. Mi madre seguía a salvo en Florida. Nunca había oído mi mensaje. Los ojos rojo oscuro de aquel rostro inusualmente pálido que ahora tenía delante de mí jamás la habían aterrorizado. Estaba a salvo.

—Sí —contesté llena de alivio.

—No pareces enfadada porque te haya engañado.

—No lo estoy.

La euforia repentina me había insuflado coraje. ¿Qué importaba ya todo? Pronto habría terminado y nadie haría daño a Charlie ni a mamá, nunca tendrían que pasar miedo. Me sentía casi mareada. La parte más racional de mi mente me avisó de que estaba a punto de derrumbarme a causa del estrés.

— ¡Qué extraño! Lo piensas de verdad —sus ojos oscuros me examinaron con interés. El iris de sus pupilas era casi negro, pero había una chispa de color rubí justo en el borde. Estaba sediento—. He de conceder a vuestro extraño aquelarre que vosotros, los humanos, podéis resultar bastante interesantes. Supongo que observaros debe de ser toda una atracción. Y lo extraño es que muchos de vosotros no parecéis tener conciencia alguna de lo interesantes que sois.

Se encontraba cerca de mí, con los brazos cruzados, mirándome con curiosidad. Ni el rostro ni la postura de James mostraban el menor indicio de amenaza. Tenía un aspecto muy corriente, no había nada destacable en sus facciones ni en su cuerpo, salvo la piel pálida y los ojos ojerosos a los que ya me había acostumbrado. Vestía una camiseta azul claro de manga larga y unos vaqueros desgastados.

—Supongo que ahora vas a decirme que tu novio te vengará —aventuró casi esperanzado, o eso me pareció.

—No, no lo creo. De hecho, le he pedido que no lo haga.

— ¿Y qué te ha contestado?
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CREPUSCULO ¡!¡! FIN ¡!¡!¡!(por fin jeje) - Página 8 Empty Re: CREPUSCULO ¡!¡! FIN ¡!¡!¡!(por fin jeje)

Mensaje  cliostar Jue Ago 28, 2008 11:25 am

—No lo sé —resultaba extrañamente sencillo conversar con un cazador tan gentil—. Le dejé una carta.

— ¿Una carta? ¡Qué romántico! —la voz se endureció un poco cuando añadió un punto de sarcasmo al tono educado—.

¿Y crees que te hará caso?

—Eso espero.

—Humm. Bueno, en tal caso, tenemos expectativas distintas. Como ves, esto ha sido demasiado fácil, demasiado rápido. Para serte sincero, me siento decepcionado. Esperaba un desafío mucho mayor. Y después de todo, sólo he necesitado un poco de suerte.

Esperé en silencio.


—Hice que Victoria averiguara más cosas sobre ti cuando no consiguió atrapar a tu padre. Carecía de sentido darte caza por todo el planeta cuando podía esperar cómodamente en un lugar de mi elección. Por eso, después de hablar con Victoria,
decidí venir a Phoenix para hacer una visita a tu madre. Te había oído decir que regresabas a casa. Al principio, ni se me ocurrió que lo dijeras en serio, pero luego lo estuve pensando. ¡Qué predecibles sois los humanos! Os gusta estar en un entorno conocido, en algún lugar que os infunda seguridad. ¿Acaso no sería una estratagema perfecta que si te persiguiéramos acudieras al último lugar en el que deberías estar, es decir, a donde habías dicho que ibas a ir?

»Pero claro, no estaba seguro, sólo era una corazonada. Habitualmente las suelo tener sobre las presas que cazo, un sexto sentido, por llamarlo así. Escuché tu mensaje cuando entré a casa de tu madre, pero claro, no podía estar seguro del lugar desde el que llamabas. Era útil tener tu número, pero por lo que yo sabía, lo mismo podías estar en la Antártida; y el truco no funcionaría a menos que estuvieras cerca.

«Entonces, tu novio toma un avión a Phoenix. Victoria lo estaba vigilando, naturalmente; no podía actuar solo en un juego con tantos jugadores. Y así fue como me confirmaron lo que yo barruntaba, que te encontrabas aquí. Ya estaba preparado;
había visto tus enternecedores vídeos familiares, por lo que sólo era cuestión de marcarse el farol.

«Demasiado fácil, como ves. En realidad, nada que esté a mi altura. En fin, espero que te equivoques con tu novio. Se llama Víctor, ¿verdad?

No contesté. La sensación de valentía me abandonaba por momentos. Me di cuenta de que estaba a punto de terminar de regodearse en su victoria. Aunque, de todos modos, ya me daba igual. No había ninguna gloria para él en abatirme a mí, una débil humana.

— ¿Te molestaría mucho que también yo le dejara una cartita a tu Víctor?

Dio un paso atrás y pulsó algo en una videocámara del tamaño de la palma de la mano, equilibrada cuidadosamente en lo alto del aparato de música. Una diminuta luz roja indicó que ya estaba grabando. La ajustó un par de veces, ampliando el encuadre. Lo miré horrorizada.

—Lo siento, pero dudo de que se vaya a resistir a darme caza después de que vea esto. Y no quiero que se pierda nada.
Todo esto es por él, claro. Tú simplemente eres una humana, que, desafortunadamente, estaba en el sitio equivocado y en el momento equivocado, y podría añadir también, que en compañía de la gente equivocada.

Dio un paso hacia mí, sonriendo.

—Antes de que empecemos...

Sentí náuseas en la boca del estómago mientras hablaba. Esto era algo que yo no había previsto.

—Hay algo que me gustaría restregarle un poco por las narices a tu novio. La solución fue obvia desde el principio, y siempre temí que tu Víctor se percatara y echara a perder la diversión. Me pasó una vez, oh, sí, hace siglos. La primera y única vez que se me ha escapado una presa.

»E1 vampiro que tan estúpidamente se había encariñado con aquella insignificante presa hizo la elección que tu Víctor ha sido deasiado débil para llevar a cabo, ya ves. Cuando aquel viejo supo que iba detrás de su amiguita, la raptó del sanatorio mental donde él trabajaba —nunca entenderé la obsesión que algunos vampiros tienen por vosotros, los humanos—, y la liberó de la única forma que tenía para ponerla a salvo. La pobre criaturita ni siquiera pareció notar el dolor. Había permanecido encerrada demasiado tiempo en aquel agujero negro de su celda. Cien años antes la habrían quemado en la hoguera por sus visiones, pero en el siglo XIX te llevaban al psiquiátrico y te administraban tratamientos de electro—choque.
Cuando abrió los ojos fortalecida con su nueva juventud, fue como si nunca antes hubiera visto el sol. El viejo la convirtió en un nuevo y poderoso vampiro, pero entonces yo ya no tenía ningún aliciente para tocarla —suspiró—. En venganza, maté al viejo.

—Alice —dije en voz baja, atónita.

—Sí, tu amiguita. Me sorprendió verla en el claro. Supuse que su aquelarre obtendría alguna ventaja de esta experiencia. Yo te tengo a ti, y ellos la tienen a ella. La única víctima que se me ha escapado, todo un honor, la verdad.

»Y tenía un olor realmente delicioso. Aún lamento no haber podido probarla... Olía incluso mejor que tú. Perdóname,
no quiero ofenderte, tú hueles francamente bien. Un poco floral, creo...

Dio otro paso en mi dirección hasta situarse a poca distancia. Levantó un mechón de mi pelo y lo olió con delicadeza.
Entonces, lo puso otra vez en su sitio con dulzura y sentí sus dedos fríos en mi garganta. Alzó luego la mano para acariciarme rápidamente una sola vez la mejilla con el pulgar, con expresión de curiosidad. Deseaba echar a correr con todas mis fuerzas,
pero estaba paralizada. No era capaz siquiera de estremecerme.

—No —murmuró para sí mientras dejaba caer la mano—. No lo entiendo —suspiró—. En fin, supongo que deberíamos continuar. Luego, podré telefonear a tus amigos y decirles dónde te pueden encontrar, a ti y a mi mensajito.

Ahora me sentía realmente mal. Supe que iba a ser doloroso, lo leía en sus ojos. No se conformaría con ganar,
alimentarse y desaparecer. El final rápido con que yo contaba no se produciría. Empezaron a temblarme las rodillas y temí caerme de un momento a otro.

El cazador retrocedió un paso y empezó a dar vueltas en torno a mí con gesto indiferente, como si quisiera obtener la mejor vista posible de una estatua en un museo. Su rostro seguía siendo franco y amable mientras decidía por dónde empezar.

Entonces, se echó hacia atrás y se agazapó en una postura que reconocí de inmediato. Su amable sonrisa se ensanchó, y creció hasta dejar de ser una sonrisa y convertirse en un amasijo de dientes visibles y relucientes.

No pude evitarlo, intenté correr aun sabiendo que sería inútil y que mis rodillas estaban muy débiles. Me invadió el pánico y salté hacia la salida de emergencia.

Lo tuve delante de mí en un abrir y cerrar de ojos. Actuó tan rápido que no vi si había usado los pies o las manos. Un golpe demoledor impactó en mi pecho y me sentí volar hacia atrás, hasta sentir el crujido del cristal al romperse cuando mi cabeza se estrelló contra los espejos. El cristal se agrietó y los trozos se hicieron añicos al caer al suelo, a mi lado.

Estaba demasiado aturdida para sentir el dolor. Ni siquiera podía respirar.

Se acercó muy despacio.


—Esto hará un efecto muy bonito —dijo con voz amable otra vez mientras examinaba el caos de cristales—. Pensé que esta habitación crearía un efecto visualmente dramático para mi película. Por eso escogí este lugar para encontrarnos. Es perfecto, ¿a que sí?

Le ignoré mientras gateaba de pies y manos en un intento de arrastrarme hasta la otra puerta.

Se abalanzó sobre mí de inmediato y me pateó con fuerza la pierna. Oí el espantoso chasquido antes de sentirlo, pero luego lo sentí y no pude reprimir el grito de agonía. Me retorcí para agarrarme la pierna, él permaneció junto a mí, sonriente.

— ¿Te gustaría reconsiderar tu última petición? —me preguntó con amabilidad.

Me golpeó la pierna rota con el pie. Oí un alarido taladrador. En estado de shock, lo reconocí como mío.

— ¿Sigues sin querer que Víctor intente encontrarme? —me acució.

—No —dije con voz ronca—. No, Víctor, no lo hagas...

Entonces, algo me impactó en la cara y me arrojó de nuevo contra los espejos.

Por encima del dolor de la pierna, sentí el filo cortante del cristal rasgarme el cuero cabelludo. En ese momento, un líquido caliente y húmedo empezó a extenderse por mi pelo a una velocidad alarmante. Noté cómo empapaba el hombro de mi camiseta y oí el goteo en la madera sobre la que me hallaba. Se me hizo un nudo en el estómago a causa del olor.

A través de la náusea y el vértigo, atisbé algo que me dio un último hilo de esperanza. Los ojos de James, que poco antes sólo mostraban interés, ahora ardían con una incontrolable necesidad. La sangre, que extendía su color carmesí por la camiseta blanca y empezaba a formar un charco rápidamente en el piso, lo estaba enloqueciendo a causa de su sed. No importaban ya cuáles fueran sus intenciones originales, no se podría refrenar mucho tiempo.

Ojala que fuera rápido a partir de ahora, todo lo que podía esperar es que la pérdida de sangre se llevara mi conciencia con ella. Se me cerraban los ojos.

Oí el gruñido final del cazador como si proviniera de debajo del agua. Pude ver, a través del túnel en el que se había convertido mi visión, cómo su sombra oscura caía sobre mí. Con un último esfuerzo, alcé la mano instintivamente para protegerme la cara. Entonces se me cerraron los ojos y me dejé ir.


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