Vicco y la Viccobebe
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CREPUSCULO ¡!¡! FIN ¡!¡!¡!(por fin jeje)

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Mensaje  Carmen Dom Ago 17, 2008 7:42 pm

Aah cueros!.. Very Happy

Gracias por los caps niña.. saluditos Very Happy

Carmen
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Mensaje  cliostar Lun Ago 18, 2008 2:14 pm

Hi, pues eh aqui otro kpitulotee, espero que les guste bueno nos vemos luego CREPUSCULO ¡!¡! FIN ¡!¡!¡!(por fin jeje) - Página 6 400496 CREPUSCULO ¡!¡! FIN ¡!¡!¡!(por fin jeje) - Página 6 664467

MENTE VERSUS CUERPO





Tuve que admitir que Víctor conducía bien cuando iba a una velocidad razonable. Como tantas otras cosas, la conducción no parecía requerirle ningún esfuerzo. Aunque apenas miraba a la carretera, los neumáticos nunca se desviaban más de un centímetro del centro de la senda. Conducía con una mano, sosteniendo la mía con la otra. A veces fijaba la vista en el sol poniente, otras en mí, en mi rostro, en mi pelo expuesto al viento que entraba por la ventana abierta, en nuestras manos unidas.

Había cambiado el dial de la radio para sintonizar una emisora de viejos éxitos y cantaba una canción que no había oído en mi vda. Se sabía la letra entera.

— ¿Te gusta la música de los cincuenta?

—En los cincuenta, la música era buena, mucho mejor que la de los sesenta, y los setenta... ¡Buaj! —se estremeció—.
Los ochenta fueron soportables.

— ¿Vas a decirme alguna vez cuántos años tienes? —pregunté, indecisa, sin querer arruinar su optimismo.

— ¿Importa mucho?

Para mi gran alivio, su sonrisa se mantuvo clara.

—No, pero me lo sigo preguntando... —hice una mueca—. No hay nada como un misterio sin resolver para mantenerte en vela toda la noche.

—Me pregunto si te perturbaría... —comentó para sí.

Fijó la mirada en el sol, pasaron los minutos y al final dije:

—Ponme a prueba.

Suspiró. Luego me miró a los ojos, olvidándose al parecer, y por completo, del camino durante un buen rato. Fuera lo que fuese lo que viera en ellos, debió de animarle. Clavó la vista en el sol —la luz del astro rey al ponerse arrancaba de su piel un centelleo similar al de los rubíes— y comenzó a hablar.

—Nací en Chicago en 1901 —hizo una pausa y me miró por el rabillo del ojo. Puse mucho cuidado en que mi rostro no mostrara sorpresa alguna, esperando el resto de la historia con paciencia. Esbozó una leve sonrisa y prosiguió—: Carlisle me encontró en un hospital en el verano de 1918. Tenía diecisiete años y me estaba muriendo de gripe española.

Me oyó inhalar bruscamente, aunque apenas era audible para mí misma. Volvió a mirar mis ojos.

—No me acuerdo muy bien. Sucedió hace mucho tiempo y los recuerdos humanos se desvanecen —se sumió en sus propios pensamientos durante un breve lapso de tiempo antes de continuar—. Recuerdo cómo me sentía cuando Carlisle me salvó. No es nada fácil ni algo que se pueda olvidar.

— ¿Y tus padres?

—Ya habían muerto a causa de la gripe. Estaba solo. Me eligió por ese motivo. Con todo el caos de la epidemia, nadie iba a darse cuenta de que yo había desaparecido.

— ¿Cómo...? ¿Cómo te salvó?

Transcurrieron varios segundos antes de que respondiera. Parecía estar eligiendo las palabras con sumo cuidado.

—Fue difícil. No muchos de nosotros tenemos el necesario autocontrol para conseguirlo, pero Carlisle siempre ha sido el más humano y compasivo de todos. Dudo que se pueda hallar uno igual a él en toda la historia —hizo una pausa—. Para mí, sólo fue muy, muy doloroso.

Supe que no iba a revelar más de ese tema por la forma en que fruncía los labios. Reprimí mi curiosidad, aunque estaba lejos de estar satisfecha. Había muchas cosas sobre las que necesitaba pensar respecto a ese tema en particular, cosas que surgían sobre la marcha. Sin duda alguna, su mente rápida ya había previsto todos los aspectos en los que me iba a eludir.

Su voz suave interrumpió el hilo de mis pensamientos:

—Actuó desde la soledad. Ésa es, por lo general, la razón que hay detrás de cada elección. Fui el primer miembro de la familia de Carlisle, aunque poco después encontró a Esme. Se cayó de un risco. La llevaron directamente a la morgue del hospital, aunque, nadie sabe cómo, su corazón seguía latiendo.

—Así pues, tienes que estar a punto de morir para convertirte en...

Nunca pronunciábamos esa palabra, y no lo iba a hacer ahora.

—No, eso es sólo en el caso de Carlisle. El jamás hubiera convertido a alguien que hubiera tenido otra alternativa —
siempre que hablaba de su padre lo hacía con un profundo respeto—. Aunque, según él —continuó—, es más fácil si la sangre es débil.

Contempló la carretera, ahora a oscuras, y sentí que estaba a punto de zanjar el tema.

— ¿Y Emmett y Rosalie?

—La siguiente a quien Carlisle trajo a la familia fue Rosalie. Hasta mucho después no comprendí que albergaba la esperanza de que ella fuera para mí lo mismo que Esme para él. Se mostró muy cuidadoso en sus pensamientos sobre mí —
puso los ojos en blanco—. Pero ella nunca fue más que una hermana y sólo dos años después encontró a Emmett. Rosalie iba de caza, en aquel tiempo íbamos a los Apalaches, y se topó con un oso que estaba a punto de acabar con él. Lo llevó hasta Carlisle


durante ciento cincuenta kilómetros al temer que no fuera capaz de hacerlo por sí sola. Sólo ahora comienzo a intuir qué difícil fue ese viaje para ella.

Me dirigió una mirada elocuente y alzó nuestras manos, todavía entrelazadas, para acariciarme la mejilla con la base de la mano.

—Pero lo consiguió —le animé mientras desviaba la vista de la irresistible belleza de sus ojos.

—Sí —murmuró—. Rosalie vio algo en sus facciones que le dio la suficiente entereza, y llevan juntos desde entonces.
A veces, viven separados de nosotros, como una pareja casada: cuanto más joven fingimos ser, más tiempo podemos permanecer en un lugar determinado. Forks parecía perfecto, de ahí que nos inscribiéramos en el instituto —se echó a reír—.
Supongo que dentro de unos años vamos a tener que ir a su boda otra vez.

— ¿Y Alice y Jasper?

—Son dos criaturas muy extrañas. Ambos desarrollaron una conciencia, como nosotros la llamamos, sin ninguna guía o influencia externa. Jasper perteneció a otra familia... Una familia bien diferente. Se había deprimido y vagaba por su cuenta.
Alice lo encontró. Al igual que yo, está dotada de ciertos dones superiores que están más allá de los propios de nuestra especie.

— ¿De verdad? —le interrumpí fascinada—. Pero tú dijiste que eras el único que podía oír el pensamiento de la gente.

—Eso es verdad. Alice sabe otras cosas, las ve... Ve cosas que podrían suceder, hechos venideros, pero todo es muy subjetivo. El futuro no está grabado en piedra. Las cosas cambian.

La mandíbula de Víctor se tensó y me lanzó una mirada, pero la apartó tan deprisa que no quedé muy segura de si no lo habría imaginado.

— ¿Qué tipo de cosas ve?

—Vio a Jasper y supo que la estaba buscando antes de que él la conociera. Vio a Carlisle y a nuestra familia, y ellos acudieron a nuestro encuentro. Es más sensible hacia quienes no son humanos. Por ejemplo, siempre ve cuando se acerca otro clan de nuestra especie y la posible amenaza que pudiera suponer.

— ¿Hay muchos... de los tuyos?

Estaba sorprendida. ¿Cuántos podían estar entre nosotros sin ser detectados?

—No, no demasiados, pero la mayoría no se asienta en ningún lugar. Sólo pueden vivir entre los humanos por mucho tiempo los que, como nosotros, renuncian a dar caza a tu gente —me dirigió una tímida mirada—. Sólo hemos encontrado otra familia como la nuestra en un pueblecito de Alaska. Vivimos juntos durante un tiempo, pero éramos tantos que empezamos a hacernos notar. Los que vivimos de forma diferente tendemos a agruparnos.

— ¿Y el resto?

—Son nómadas en su mayoría. Todos hemos llevado esa vida alguna vez. Se vuelve tediosa, como casi todo, pero de vez en cuando nos cruzamos con los otros, ya que la mayoría preferimos el norte.

— ¿Por qué razón?

En aquel momento ya nos habíamos detenido en frente de mi casa y él había apagado el motor. Todo estaba oscuro y en calma. No había luna. Las luces del porche estaban apagadas, de ahí que supiera que mi padre aún no estaba en casa.

— ¿Has abierto los ojos esta tarde? —bromeó—. ¿Crees que podríamos caminar por las calles sin provocar accidentes de tráfico? Hay una razón por la que escogimos la Península de Olympic: es uno de los lugares menos soleados del mundo.
Resultaba agradable poder salir durante el día. Ni te imaginas lo fatigoso que puede ser vivir de noche durante ochenta y tantos años.

—Entonces, ¿de ahí viene la leyenda?

—Probablemente.

— ¿Procedía Alice de otra familia, como Jasper?

—No, y es un misterio, ya que no recuerda nada de su vida humana ni sabe quién la convirtió. Despertó sola.
Quienquiera que lo hiciese, se marchó, y ninguno de nosotros comprende por qué o cómo pudo hacerlo. Si Alice no hubiera tenido ese otro sentido, si no hubiera visto a Jasper y Carlisle y no hubiera sabido que un día se convertiría en una de nosotros,
probablemente se hubiera vuelto una criatura totalmente salvaje.

Había tanto en qué pensar y quedaba tanto por preguntar... Pero, para gran vergüenza mía, me sonaron las tripas.
Estaba tan intrigada que ni siquiera había notado el apetito que tenía. Ahora me daba cuenta de que tenía un hambre feroz.

—Lo siento, te estoy impidiendo cenar.

—Me encuentro bien, de veras.

—Jamás había pasado tanto tiempo en compañía de alguien que se alimentara de comida. Lo olvidé.

—Quiero estar contigo.
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Mensaje  cliostar Lun Ago 18, 2008 2:16 pm

Era más fácil decirlo en la oscuridad al saber que la voz delataba mi irremediable atracción por él cada vez que hablaba.

— ¿No puedo entrar?

— ¿Te gustaría?

No me imaginaba a esa criatura divina sentándose en la zarrapastrosa silla de mi padre en la cocina.

—Sí, si no es un problema.

Le oí cerrar la puerta con cuidado y casi al instante ya estaba frente a la mía para abrirla.

—Muy humano —le felicité.

—Esa parte está emergiendo a la superficie, no cabe duda.

Caminó detrás de mí en la noche cerrada con tal sigilo que debía mirarlo a hurtadillas para asegurarme de que continuaba ahí. Desentonaba menos en la oscuridad. Seguía pálido y tan hermoso como un sueño, pero ya no era la fantástica criatura centelleante de nuestra tarde al sol.

Se me adelantó y me abrió la puerta. Me detuve en medio del umbral.


— ¿Estaba abierta?

—No, he usado la llave de debajo del alero.

Entré, encendí las luces del porche y lo miré enarcando las cejas. Estaba segura de no haber usado nunca esa llave delante de él.

—Sentía curiosidad por ti.

— ¿Me has espiado?

Sin saber por qué, no pude infundir a mi voz el adecuado tono de ultraje. Me sentía halagada y él no parecía arrepentido.

— ¿Qué otra cosa iba a hacer de noche?

Lo dejé correr por el momento y pasé del vestíbulo a la cocina. Ahí seguía, a mis espaldas, sin necesitar que lo guiara.
Se sentó en la misma silla en la que había intentado imaginármelo. Su belleza iluminó la cocina. Transcurrieron unos instantes antes de que pudiera apartar los ojos de él.

Me concentré en prepararme la cena, tomando del frigorífico la lasaña de la noche anterior, poniendo una parte sobre un plato y calentándola en el microondas. Este empezó a girar, llenando la cocina de olor a tomate y orégano. No aparté los ojos de la comida mientras decía con indiferencia:

— ¿Con cuánta frecuencia?

— ¿Eh?

Parecía haberle cortado algún otro hilo de su pensamiento. Seguí sin girarme.

— ¿Con qué frecuencia has venido aquí?

—Casi todas las noches.

Aturdida, me di la vuelta.

— ¿Por qué?

—Eres interesante cuando duermes —explicó con total naturalidad—. Hablas en sueños.

— ¡No! —exclamé sofocada mientras una oleada de calor recorría todo mi rostro hasta llegar al cabello. Me agarré a la encimera de la cocina para sostenerme. Sabía que hablaba en sueños, por supuesto, mi madre siempre bromeaba al respecto,
pero no había creído que fuera algo de lo que tuviera que preocuparme.

Su expresión pasó a ser de disgusto inmediatamente.

— ¿Estás muy enfadada conmigo?

— ¡Eso depende! —me senté, parecía como si me hubiera quedado sin aire.

Esperó y luego me urgió:

— ¿De qué?

— ¡De lo que hayas escuchado! —gemí.

Un momento después, sin hacer ruido, estaba a mi lado para tomarme las manos delicadamente entre las suyas.

— ¡No te disgustes! —suplicó.

Agachó el rostro hasta el nivel de mis ojos y sostuvo mi mirada. Estaba avergonzada, por lo que intenté apartarla.

—Echas de menos a tu madre —susurró—. Te preocupas por ella, y cuando llueve, el sonido hace que te revuelvas inquieta. Solías hablar mucho de Phoenix, pero ahora lo haces con menos frecuencia. En una ocasión dijiste: «Todo es demasiado verde».

Se rió con suavidad, a la espera, y pude ver que era para no ofenderme aún más.

— ¿Alguna otra cosa? ——exigí saber.

Supuso lo que yo quería descubrir y admitió:

—Pronunciaste mi nombre.

Frustrada, suspiré.

— ¿Mucho?

—Exactamente, ¿cuántas veces entiendes por «mucho»?

—Oh, no.

Bajé la cabeza, pero él la atrajo contra su pecho con suave naturalidad.

—No te acomplejes —me susurró al oído——. Si pudiera soñar, sería contigo. Y no me avergonzaría de ello.

En ese momento, ambos oímos el sonido de unas llantas sobre los ladrillos del camino de entrada a la casa y vimos las luces—delanteras que nos llegaban desde el vestíbulo a través de las ventanas frontales. Me envaré en sus brazos.

— ¿Debería saber tu padre que estoy aquí? —preguntó.

—Yo... —intenté pensar con rapidez—. No estoy segura...

—En otra ocasión, entonces.

Y me quedé sola.

— ¡Víctor! —le llamé, intentando no gritar.

Escuché una risita espectral y luego, nada más.

Mi padre hizo girar la llave de la puerta.

— ¿Myri? —me llamó. Eso me hubiera molestado antes. ¿Quién más podía haber? De repente, Charlie me parecía totalmente fuera de lugar.

—Estoy aquí.

Esperaba que no apreciara la nota histérica de mi voz. Tomé mi cena del microondas y me senté a la mesa mientras él entraba. Después de pasar el día con Víctor, sus pasos parecían estrepitosos.

— ¿Me puedes preparar un poco de eso? Estoy hecho polvo.

Charlie se detuvo para quitarse las botas, apoyándose sobre el respaldo de la silla para ayudarse.


Puse mi cena en mi sitio para zampármela en cuanto le hubiera preparado la suya. Me escocía la lengua. Mientras se calentaba la lasaña de Charlie, llené dos vasos de leche y bebí un trago del mío para mitigar la quemazón. Advertí que me temblaba el pulso cuando vi que la leche se agitaba al dejar el vaso. Mi padre se sentó en la silla. El contraste entre él y su antiguo ocupante resultaba cómico.

—Gracias —dijo mientras le servía la comida en la mesa.

— ¿Qué tal te ha ido el día? —pregunté con precipitación. Me moría de ganas de escaparme a mi habitación.

—Bien. Los peces picaron... ¿Qué tal tú? ¿Hiciste todo lo que querías hacer?

—En realidad, no —mordí otro gran pedazo de lasaña—. Se estaba demasiado bien fuera como para quedarse en casa.

—Ha sido un gran día —coincidió.

Eso es quedarse corto, pensé en mi fuero interno.

Di buena cuenta del último trozo de lasaña, alcé el vaso y me bebí de un trago lo que quedaba de leche. Charlie me sorprendió al ser tan observador cuando preguntó:

— ¿Tienes prisa?

—Sí, estoy cansada. Me voy a acostar pronto.

—Pareces nerviosa —comentó.

¡Ay! ¿Por qué? ¿Por qué ha tenido que ser justamente esta noche la que ha elegido para fijarse en mí?

— ¿De verdad? —fue todo lo que conseguí contestar.

Fregué rápidamente los platos en la pila y para que se secaran los puse bocabajo sobre un trapo de cocina.

—Es sábado —musitó.

No le respondí, pero de repente preguntó:

— ¿No tienes planes para esta noche?

—No, papá, sólo quiero dormir un poco.

—Ninguno de los chicos del pueblo es tu tipo, ¿verdad?

Charlie recelaba, pero intentaba actuar con frialdad.

—No. Ningún chico me ha llamado aún la atención.

Me cuidé mucho de enfatizar la palabra chico, sin dejarme llevar por mi deseo de ser sincera con Charlie.

—Pensé que tal vez el tal Mike Newton... Dijiste que era simpático.

—Sólo es un amigo, papá.

—Bueno, de todos modos, eres demasiado buena para todos ellos. Aguarda a que estés en la universidad para empezar a mirar.
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Mensaje  cliostar Lun Ago 18, 2008 2:19 pm

El sueño de cada padre es que su hija esté ya fuera de casa antes de que se le disparen las hormonas.

—Me parece una buena idea —admití mientras me dirigía escaleras arriba.

—Buenas noches, cielo —se despidió. Sin duda, iba a estar con el oído atento toda la noche, a la espera de atraparme intentando salir a hurtadillas.

—Te veo mañana, papá.

Te veo esta noche cuando te deslices a medianoche para comprobar si sigo ahí.

Me esforcé en que el ruido de mis pasos pareciera lento y cansado cuando subí las escaleras hacia mi dormitorio.
Cerré la puerta con la suficiente fuerza para que mi padre lo oyera y luego me precipité hacia la ventana andando de puntillas
La abrí de un tirón y me asomé, escrutando las oscuras e impenetrables sombras de los árboles.

— ¿Víctor? —susurré, sintiéndome completamente idiota.

La tranquila risa de respuesta procedía de detrás de mí.

— ¿Sí?

Me giré bruscamente al tiempo que, como reacción a la sorpresa, me llevaba una mano a la garganta.

Sonriendo de oreja a oreja, yacía tendido en mi cama con las manos detrás de la nuca y los pies colgando por el otro extremo. Era la viva imagen de la despreocupación.

— ¡Oh! —musité insegura, sintiendo que me desplomaba sobre el suelo.

—Lo siento.

Frunció los labios en un intento de ocultar su regocijo.

—Dame un minuto para que me vuelva a latir el corazón.

Se incorporó despacio para no asustarme de nuevo. Luego, ya sentado, se inclinó hacia delante y extendió sus largos brazos para recogerme, sujetándome por los brazos como a un niño pequeño que empieza a andar. Me sentó en la cama junto a él.

— ¿Por qué no te sientas conmigo? —sugirió, poniendo su fría mano sobre la mía—. ¿Cómo va el corazón?

—Dímelo tú... Estoy segura de que lo escuchas mejor que yo.

Noté que su risa sofocada sacudía la cama.

Nos sentamos ahí durante un momento, escuchando ambos los lentos latidos de mi corazón. Se me ocurrió pensar en el hecho de tener a Víctor en mi habitación estando mi padre en casa.

— ¿Me concedes un minuto para ser humana?

—Desde luego.

Me indicó con un gesto de la mano que procediera.

—No te muevas —le dije, intentando parecer severa.

—Sí, señorita.

Y me hizo una demostración de cómo convertirse en una estatua sobre el borde de mi cama.


Me incorporé de un salto, recogí mi pijama del suelo y mi neceser de aseo del escritorio. Dejé la luz apagada y me deslicé fuera, cerrando la puerta al salir.

Oí subir por las escaleras el sonido del televisor. Cerré con fuerza la puerta del baño para que Charlie no subiera a molestarme.

Tenía la intención de apresurarme. Me cepillé los dientes casi con violencia en un intento de ser minuciosa y rápida a la hora de eliminar todos los restos de laaña. Pero no podía urgir al agua caliente de la ducha, que me relajó los músculos de la espalda y me calmó el pulso. El olor familiar de mi champú me hizo sentirme la misma persona de esta mañana. Intenté no pensar en Víctor, que me esperaba sentado en mi habitación, porque entonces tendría que empezar otra vez con todo el proceso de relajamiento. Al final, no pude dilatarlo más. Cerré el grifo del agua y me sequé con la toalla apresuradamente,
acelerándome otra vez. Me puse el pijama: una camiseta llena de agujeros y un pantalón gris de chándal. Era demasiado tarde para arrepentirse de no haber traído conmigo el pijama de seda Victorias Secret que, dos años atrás, me regaló mi madre para mi cumpleaños, y que aún se encontraría en algún cajón en la casa de Phoenix con la etiqueta del precio puesta.

Volví a frotarme el pelo con la toalla y luego me pasé el cepillo a toda prisa. Arrojé la toalla a la cesta de la ropa sucia y lancé el cepillo y la pasta de dientes al neceser. Bajé escopetada las escaleras para que Charlie pudiera verme en pijama y con el pelo mojado.

—Buenas noches, papá.

—Buenas noches, Myri.

Pareció sorprendido de verme. Tal vez hubiera desechado la idea de asegurarse de que estaba en casa esta noche.

Subí las escaleras de dos en dos, intentando no hacer ruido, entré zumbando en mi habitación, y me aseguré de cerrar bien la puerta detrás de mí.

Víctor no se había movido ni un milímetro, parecía la estatua de Adonis encaramada a mi descolorido edredón. Sus labios se curvaron cuando sonreí, y la estatua cobró vida.

Me evaluó con la mirada, tomando nota del pelo húmedo y la zarrapastrosa camiseta. Enarcó una ceja.

—Bonita ropa.

Le dediqué una mueca.

—No, te sienta bien.

—Gracias —susurré.

Regresé a su lado y me senté con las piernas cruzadas. Miré las líneas del suelo de madera.

— ¿A qué venía todo eso?

—Charlie cree que me voy a escapar a hurtadillas.

—Ah —lo consideró—. ¿Por qué? —preguntó como si fuera incapaz de comprender la mente de Charlie con la claridad que yo le suponía.

—Al parecer, me ve un poco acalorada.

Me levantó el mentón para examinar mi rostro.

—De hecho, pareces bastante sofocada.

—Huram... —musité.

Resultaba muy difícil formular una pregunta coherente mientras me acariciaba. Comenzar me llevó un minuto de concentración.

—Parece que te resulta mucho más fácil estar cerca de mí.

— ¿Eso te parece? —murmuró Víctor mientras deslizaba la nariz hacia la curva de mi mandíbula. Sentí su mano,
más ligera que el ala de una polilla, apartar mi pelo húmedo para que sus labios pudieran tocar la hondonada de debajo de mi oreja.

—Sí. Mucho, mucho más fácil —contesté mientras intentaba espirar.

—Humm.

—Por eso me preguntaba... —comencé de nuevo, pero sus dedos seguían la línea de mi clavícula y me hicieron perder el hilo de lo que estaba diciendo.

— ¿Sí? —musitó.

— ¿Por qué será? —inquirí con voz temblorosa, lo cual me avergonzó—. ¿Qué crees?

Noté el temblor de su respiración sobre mi cuello cuando se rió.

—El triunfo de la mente sobre la materia.

Retrocedí. Se quedó inmóvil cuando me moví, por lo que ya no pude oírle respirar.

Durante un instante nos miramos el uno al otro con prevención; luego, la tensión de su mandíbula se relajó gradualmente y su expresión se llenó de confusión.

— ¿Hice algo mal?

—No, lo opuesto. Me estás volviendo loca —le expliqué.

Lo pensó brevemente y pareció complacido cuando preguntó:

— ¿De veras?

Una sonrisa triunfal iluminó lentamente su rostro.

— ¿Querrías una salva de aplausos? —le pregunté con sarcasmo.

Sonrió de oreja a oreja.

—Sólo estoy gratamente sorprendido —me aclaró—. En los últimos cien años, o casi —comentó con tono bromista—
nunca me imaginé algo parecido. No creía encontrar a nadie con quien quisiera estar de forma distinta a la que estoy con mis hermanos y hermanas. Y entonces descubro que estar contigo se me da bien, aunque todo sea nuevo para mí.

—Tú eres bueno en todo —observé.
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Mensaje  cliostar Lun Ago 18, 2008 2:45 pm

Se encogió de hombros, dejándolo correr, y los dos nos reímos en voz baja.

—Pero ¿cómo puede ser tan fácil ahora? —le presioné—. Esta tarde...

—No es fácil—suspiró—. Pero esta tarde estaba todavía... indeciso. Lo lamento, es imperdonable que me haya comportado de esa forma.

—No es imperdonable —discrepé.

—Gracias —sonrió—. Ya ves —prosiguió, ahora mirando al suelo—, no estaba convencido de ser lo bastante fuerte...
—me tomó una mano y la presionó suavemente contra su rostro—. Estuve susceptible mientras existía la posibilidad de que me viera sobrepasado... —exhaló su aroma sobre mi muñeca—. Hasta que me convencí de que mi mente era lo bastante fuerte, que no existía peligro de ningún tipo de que yo... de que pudiera...

Jamás le había visto trabarse de esa forma con las palabras. Resultaba tan... humano.

— ¿Ahora ya no existe esa posibilidad?

—La mente domina la materia —repitió con una sonrisa que dejó entrever unos dientes que relucían incluso en la oscuridad.

—Vaya, pues sí que era fácil.

Echó la cabeza hacia atrás y soltó una carcajada, imperceptible como un suspiro, pero exuberante de todos modos.

— ¡Fácil para ti! —me corrigió al tiempo que me acariciaba la nariz con la yema de los dedos.

En ese momento se puso serio.

—Lo estoy intentando —susurró con voz dolida—. Si resultara..... insoportable, estoy bastante seguro de ser capaz de irme.

Torcí el gesto. No me gustaba hablar de despedidas.

—Mañana va a ser más duro —prosiguió—. He tenido tu aroma en la cabeza todo el día y me he insensibilizado de forma increíble. Si me alejo de ti por cualquier lapso de tiempo, tendré que comenzar de nuevo. Aunque no desde cero, creo.

—Entonces, no te vayas —le respondí, incapaz de esconder mí anhelo.

—Eso me satisface —replicó mientras su rostro se relajaba al esbozar una sonrisa amable—. Saca los grilletes... Soy tu prisionero.

Pero mientras hablaba, eran sus manos las que se convertían en esposas alrededor de mis muñecas. Volvió a reír con esa risa suya, sosegada, musical. Le había oído reírse más esta noche que en todo el tiempo que había pasado con él.

—Pareces más optimista que de costumbre —observé—. No te había visto así antes.

— ¿No se supone que debe ser así? El esplendor del primer amor, y todo eso. ¿No es increíble la diferencia existente entre leer sobre una materia o verla en las películas y experimentarla?

—Muy diferente —admití—. Y más fuerte de lo que había imaginado.

—Por ejemplo —comenzó a hablar más deprisa, por lo que tuve que concentrarme para no perderme nada—, la emoción de los celos. He leído sobre los celos un millón de veces, he visto actores representarlos en mil películas y obras teatrales diferentes. Creía haberlos comprendido con bastante claridad, pero me asustaron... —hizo una mueca—. ¿Recuerdas el día en que Mike te pidió que fueras con él al baile?

Asentí, aunque recordaba ese día por un motivo diferente.

—Fue el día en que empezaste a dirigirme la palabra otra vez.

—Me sorprendió la llamarada de resentimiento, casi de furia, que experimenté... Al principio no supe qué era. No poder saber qué pensabas, por qué le rechazabas, me exasperaba más que de costumbre. ¿Lo hacías en beneficio de tu amiga?

¿O había algún otro? En cualquier caso, sabía que no tenía derecho alguno a que me importara, e intenté que fuera así.

«Entonces, todo empezó a estar claro —rió entre dientes y yo torcí el gesto en las sombras—. Esperé, irracionalmente ansioso de oír qué les decías, de vigilar vuestras expresiones. No niego el alivio que sentí al ver el fastidio en tu rostro, pero no podía estar seguro.

»Ésa fue la primera noche que vine aquí. Me debatí toda la noche, mientras vigilaba tu sueño, por el abismo que mediaba entre lo que sabía que era correcto, moral, ético, y lo que realmente quería. Supe que si continuaba ignorándote como hasta ese momento, o si dejaba transcurrir unos pocos años, hasta que te fueras, llegaría un día en que le dirías sí a Mike o a alguien como él. Eso me enfurecía.

»Y en ese momento —susurró—, pronunciaste mi nombre en sueños. Lo dijiste con tal claridad que por un momento creí que te habías despertado, pero te diste la vuelta, inquieta, musitaste mi nombre otra vez y suspiraste. Un sentimiento desconcertante y asombroso recorrió mi cuerpo. Y supe que no te podía ignorar por más tiempo.

Enmudeció durante un momento, probablemente al escuchar el repentinamente irregular latido de mi corazón.

—Pero los celos son algo extraño y mucho más poderoso de lo que hubiera pensado. ¡E irracional! Justo ahora,
cuando Charlie te ha preguntado por ese vil de Mike Newton...

Movió la cabeza con enojo.

—Debería haber sabido que estarías escuchando —gemí.

—Por supuesto.

— ¿De veras que eso te hace sentir celoso?

—Soy nuevo en esto. Has resucitado al hombre que hay en mí, y lo siento todo con más fuerza porque es reciente.

—Pero sinceramente —bromeé—, que eso te moleste después de lo que he oído de esa Rosalie... Rosalie, la encarnación de la pura belleza... Eso es lo que Rosalie significa para ti, con o sin Emmett, ¿cómo voy a competir con eso?

—No hay competencia.

Sus dientes centellearon. Arrastró mis manos atrapadas alrededor de su espalda, apretándome contra su pecho. Me mantuve tan quieta como pude, incluso respiré con precaución.

—Sé que no hay competencia —murmuré sobre su fría piel—. Ese es el problema.


—Rosalie es hermosa a su manera, por supuesto, pero incluso si no fuera como una hermana para mí, incluso si Emmett no le perteneciera, jamás podría ejercer la décima, no, qué digo, la centésima parte de la atracción que tú tienes sobre mí —estaba serio, meditabundo—. He caminado entre los míos y los hombres durante casi noventa años... Todo ese tiempo me he considerado completo sin comprender que estaba buscando, sin encontrar nada porque tú aún no existías.

—No parece demasiado justo —susurré con el rostro todavía recostado sobre su pecho, escuchando la cadencia de su respiración—. En cambio, yo no he tenido que esperar para nada. ¿Por qué debería dejarte escapar tan fácilmente?

—Tienes razón —admitió divertido—. Debería ponértelo más difícil, sin duda —al liberar una de sus manos, me soltó la muñeca sólo para atraparla cuidadosamente con la otra mano. Me acarició suavemente la melena mojada de la coronilla hasta la cintura—. Sólo te juegas la vida cada segundo que pasas conmigo, lo cual, seguramente, no es mucho. Sólo tienes que regresar a la naturaleza, a la humanidad... ¿Merece la pena?

—Arriesgo muy poco... No me siento privada de nada.

—Aún no.

Al hablar su voz se llenó abruptamente de la antigua tristeza. Intenté echarme hacia atrás para verle la cara, pero su mano me sujetaba las muñecas con una presión de la que no me podía zafar.

— ¿Qué...? —empecé a preguntar cuando su cuerpo se tensó, alerta. Me quedé inmóvil, pero inopinadamente me soltó las manos y desapareció. Estuve a punto de caer de bruces.

— ¡Túmbate! —murmuró. No sabría decir desde qué lugar de la negrura me hablaba.

Me di la vuelta para meterme debajo de la colcha y me acurruqué sobre un costado, de la forma en que solía dormir.
Oí el crujido de la puerta cuando Charlie entró para echar un vistazo a hurtadillas y asegurarse de que estaba donde se suponí
que debía estar. Respiré acompasadamente, exagerando el movimiento.

Transcurrió un largo minuto. Estuve atenta, sin estar segura de haber escuchado cerrarse la puerta. En ese momento,
el frío brazo de Víctor me rodeó debajo de las mantas y me besó en la oreja.

—Eres una actriz pésima... Diría que ése no es tu camino.

— ¡Caray!

Mi corazón estaba a punto de salirse del pecho. Tarareó una melodía que no identifiqué. Parecía una nana. Hizo una pausa.

— ¿Debería cantarte para que te durmieras?

—Cierto —me reí—. ¡Cómo me podría dormir estando tú aquí!

—Lo has hecho todo el tiempo —me recordó.

—Pero no sabía que estabas aquí —repliqué con frialdad.

—Bueno, si no quieres dormir... —sugirió, ignorando mi tono. Se me cortó la respiración.

—Si no quiero dormir..., ¿qué?

Rió entre dientes.

—En ese caso, ¿qué quieres hacer?

Al principio no supe qué responder, y finalmente admití:

—No estoy segura.

—Dímelo cuando lo hayas decidido.

Sentí su frío aliento sobre mi cuello y el deslizarse de su nariz a lo largo de mi mandíbula, inhalando.

—Pensé que te habías insensibilizado.

—Que haya renunciado a beber el vino no significa que no pueda apreciar el buqué —susurró—. Hueles a flores,
como a lavanda y a fresa —señaló—. Se me hace la boca agua.

—Sí, tengo un mal día siempre que no encuentro a alguien que me diga qué apetitoso es mi aroma.

Rió entre dientes, y luego suspiró.

—He decidido qué quiero hacer —le dije—. Quiero saber más de ti.

—Pregunta lo que quieras.

Cribé todas mis preguntas para elegir la más importante y entonces dije:

— ¿Por qué lo haces? Sigo sin comprender cómo te esfuerzas tanto para resistirte a lo que... eres. Por favor, no me malinterpretes, me alegra que lo hagas. Sólo que no veo la razón por la que te preocupó al principio.

Vaciló antes de responderme:

—Es una buena pregunta, y no eres la primera en hacerla. El resto, la mayoría de nuestra especie, está bastante satisfecho con nuestro sino... Ellos también se preguntan cómo vivimos. Pero, ya ves, sólo porque nos hayan repartido ciertas cartas no significa que no podamos elegir el sobreponernos, dominar las ataduras de un destino que ninguno de nosotros deseaba e intentar retener toda la esencia de humanidad que nos reslte posible.

Yací inmóvil, atrapada por un silencio sobrecogedor.

— ¿Te has dormido? —cuchicheó después de unos minutos.

—No.

— ¿Eso es todo lo que te inspira curiosidad?

—En realidad, no.

— ¿Qué más deseas saber?

— ¿Por qué puedes leer mentes? ¿Por qué sólo tú? ¿Y por qué Alice lee el porvenir? ¿Por qué sucede?

En la penumbra, sentí cómo se encogía de hombros.

—En realidad, lo ignoramos. Carlisle tiene una teoría. Cree que todos traemos algunos de nuestros rasgos humanos más fuertes a la siguiente vida, donde se ven intensificados, como nuestras mentes o nuestros sentidos. Piensa que yo debía de


tener ya una enorme sensibilidad para intuir los pensamientos de quienes me rodeaban y que Alice tuvo el don de la precognición donde quiera que estuviese.

— ¿Qué es lo que se trajo él a la siguiente vida? ¿Y el resto?

—Carlisle trajo su compasión y Esme, la capacidad para amar con pasión. Emmett trajo su fuerza, y Rosalie la...
tenacidad, o la obstinación, si así lo prefieres —se rió—. Jasper es muy interesante. Fue bastante carismático en su primera vida,
capaz de influir en todos cuantos tenía alrededor para que vieran las cosas a su manera. Ahora es capaz de manipular las emociones de cuantos le rodean para apaciguar una habitación de gente airada, por ejemplo, o a la inversa, exaltar a una multitud aletargada. Es un don muy sutil.

Estuve considerando lo inverosímil de cuanto me describía en un intento de aceptarlo. Aguardó pacientemente mientras yo pensaba.

— ¿Dónde comenzó todo? Quiero decir, Carlisle te cambió a ti, luego alguien antes tuvo que convertirlo a él, y así sucesivamente...

— ¿De dónde procedemos? ¿Evolución? ¿Creación? ¿No podríamos haber evolucionado igual que el resto de las especies, presas y depredadores? O, si no crees que el universo surgió por su cuenta, lo cual me resulta difícil de aceptar, ¿tan difícil es admitir que la misma fuerza que creó al delicado chiribico y al tiburón, a la cría de foca y a la ballena asesina, hizo a nuestras respectivas especies?

—A ver si lo he entendido... Yo soy la cría de foca, ¿verdad?

—Exacto.

Víctor se echó a reír. Algo me tocó el pelo... ¿Sus labios?

Quise volverme hacia él para comprobar si de verdad eran sus labios los que rozaban mi pelo, pero tenía que portarme bien. No quería hacérselo más difícil de lo que ya era.

— ¿Estás preparada para dormir o tienes alguna pregunta más? —inquirió, rompiendo el breve silencio.

—Sólo uno o dos millones.

—Tenemos mañana, y pasado, y pasado mañana... —me recordó. Sonreí eufórica ante la perspectiva.

— ¿Estás seguro de que no te vas a desvanecer por la mañana? —quise asegurarme—. Después de todo, eres un mito.

—No te voy a dejar —su voz llevaba la impronta de una promesa.

—Entonces, una más por esta noche...

Pero me puse colorada y me callé. La oscuridad no iba a servir de mucho. Estaba segura de que él había notado el repentino calor debajo de mi piel.

— ¿Cuál?

—No, olvídalo. He cambiado de idea.

—Myri, puedes preguntarme lo quieras.

No le respondí y él gimió.

—Intento pensar que no leerte la mente será menos frustrante cada vez, pero no deja de empeorar y empeorar.

—Me alegra que no puedas leerme la mente, ya es bastante malo que espíes lo que digo en sueños.

—Por favor.

Su voz era extremadamente persuasiva, casi imposible de resistir. Negué con la cabeza.

—Si no me lo dices, voy a asumir que es algo mucho peor que lo que es —me amenazó sombríamente—. Por favor —
repitió con voz suplicante.

—Bueno... —empecé, contenta de que no pudiera verme el rostro.

— ¿Sí?

—Dijiste que Rosalie y Emmett van a casarse pronto... ¿Es ese matrimonio igual que para los humanos?

Ahora, al comprenderlo, se rió con ganas.

— ¿Era eso lo que querías preguntar?

Me inquieté, incapaz de responder.

—Sí, supongo que es prácticamente lo mismo. Ya te dije que la mayoría de esos deseos humanos están ahí, sólo que ocultos por instintos más poderosos.

—Ah —fue todo lo que pude decir.

— ¿Había alguna intención detrás de esa curiosidad?

—Bueno, me preguntaba... si algún día tú y yo...

Se puso serio de inmediato. Sentí la repentina inmovilidad de su cuerpo. Yo también me quedé quieta, reaccionando automáticamente.

—No creo que eso... sea... posible para nosotros...

— ¿Porque sería demasiado arduo para ti si yo estuviera demasiado cerca?
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Mensaje  cliostar Lun Ago 18, 2008 2:46 pm

—Es un problema, sin duda, pero no me refería a eso. Es sólo que eres demasiado suave, tan frágil. Tengo que controlar mis actos cada instante que estamos juntos para no dañarte. Podría matarte con bastante facilidad, Myri, y simplemente por accidente —su voz se había convertido en un suave murmullo. Movió su palma helada hasta apoyarla sobre mi mejilla—. Si me apresurase, si no prestara la suficiente atención por un segundo, podría extender la mano para acariciar tu cara y aplastarte el cráneo por error. No comprendes lo increíblemente frágil que eres. No puedo perder el control mientras estoy a tu lado.

Aguardó mi respuesta. Su ansiedad fue creciendo cuando no lo hice.

— ¿Estás asustada? —preguntó.

Esperé otro minuto antes de responder para que mis palabras fueran verdad.

—No. Estoy bien.

Pareció pensativo durante un momento.

—Aunque ahora soy yo quien tiene una curiosidad —dijo con voz más suelta—. ¿Nunca has...? —dejó la frase sin concluir de modo insinuante.

—Naturalmente que no —me sonrojé—. Ya te he dicho que nunca antes he sentido esto por nadie, ni siquiera de cerca.

—Lo sé. Es sólo que conozco los pensamientos de otras personas, y sé que el amor y el deseo no siempre recorren el mismo camino.

—Para mí, sí. Al menos ahora que ambos existen para mí —musité.

—Eso está bien. Al menos tenemos una cosa en común —dijo complacido.

—Tus instintos humanos... —comencé. Él esperó—. Bueno, ¿me encuentras atractiva en ese sentido?
Se echó a reír y me despeinó ligeramente la melena casi seca.

—Tal vez no sea humano, pero soy un hombre —me aseguró.

Bostecé involuntariamente.

—He respondido a tus preguntas, ahora deberías dormir —insistió.

—No estoy segura de poder.

— ¿Quieres que me marche?

— ¡No! —dije con voz demasiado fuerte.

Rió, y entonces comenzó a tararear otra vez aquella nana desconocida con su suave voz de arcángel al oído.

Más cansada de lo que creía, y más exhausta de lo que me había sentido nunca después de un largo día de tensión emocional y mental, me abandoné en sus fríos brazos hasta dormirme.


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Mensaje  Marianita Lun Ago 18, 2008 4:04 pm

Muchas gracias por los capítulos Cliostar!!!! What a Face
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Mensaje  Carmen Lun Ago 18, 2008 8:24 pm

Gracias por los caps niña!!... espero el proximo! CREPUSCULO ¡!¡! FIN ¡!¡!¡!(por fin jeje) - Página 6 95247

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Mensaje  jai33sire Lun Ago 18, 2008 9:46 pm

gracias por un buenisimo capitulo

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Mensaje  mali07 Mar Ago 19, 2008 2:06 am

ayyy sentia ke no terminavaaa ni/aa muchatas grasias por los kapieee esta muy wena la nobe sigelee me enkantaaa sigeleeeeeeeeee................. lol! lol! lol!
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Mensaje  Jenny Mar Ago 19, 2008 10:31 am

Muchas Gracias por los capitulos me encanta esta novela!!! se me3 hace interesante y bonissssssssssss

Gracias

Besos
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Mensaje  cliostar Mar Ago 19, 2008 11:33 pm

Hola niñas =) eh aqui otro capitulo, me acabo de dar cuenta de que Mariano Osorio la esta leyendo arghh jaja pero vamos mas adelantadas aqui, solo que creo que cada dia me extiendo mas y no se si se les esta haciendo muy pesada? por los capitulos tan largos, a la otra que quiera poner un libro tan largo mejor lo hara audio libro pff jaja Bueno eh aqui otro largote :Sjeje.

LOS GARCÍA

Finalmente, me despertó la tenue luz de otro día nublado. Yacía con el brazo sobre los ojos, grogui y confusa. Algo, el atisbo de un sueño digno de recordar, pugnaba por abrirse paso en mi mente. Gemí y rodé sobre un costado esperando volver a dormirme. Y entonces lo acaecido el día anterior irrumpió en mi conciencia.

— ¡Oh!

Me senté tan deprisa que la cabeza me empezó a dar vueltas.

—Tu pelo parece un almiar, pero me gusta.

La voz serena procedía de la mecedora de la esquina.

—¡Víctor, te has quedado! —me regocijé y crucé el dormitorio para arrojarme irreflexivamente a su regazo. Me quedé helada, sorprendida por mi desenfrenado entusiasmo, en el instante en el que comprendí lo que había hecho. Alcé la vista,
temerosa de haberme pasado de la raya, pero él se reía.

—Por supuesto —contestó, sorprendido, pero complacido de mi reacción. Me frotó la espalda con las manos.

Recosté con cuidado la cabeza sobre su hombro, inspirando el olor de su piel.

—Estaba convencida de que era un sueño.

—No eres tan creativa —se mofó.

—¡Charlie! —exclamé.

Volví a saltar de forma irreflexiva en cuanto me acordé de él y me dirigí hacia la puerta.

—Se marchó hace una hora... Después de volver a conectar los cables de la batería de tu coche, debería añadir. He de admitir cierta decepción. ¿Es todo lo que se le ocurre para detenerte si estuvieras decidida a irte?

Estuve reflexionando mientras me quedaba de pie, me moría de ganas de regresar junto a él, pero temí tener mal aliento.

—No sueles estar tan confundida por la mañana —advirtió.

Me tendió los brazos para que volviera. Una invitación casi irresistible.

—Necesito otro minuto humano —admití.

—Esperaré.

Me precipité hacia el baño sin reconocer mis emociones. No me conocía a mí misma, ni por dentro ni por fuera. El rostro del espejo, con los ojos demasiado brillantes y unas manchas rojizas de fiebre en los pómulos, era prácticamente el de una desconocida. Después de cepillarme los dientes, me esforcé por alisar la caótica maraña que era mi pelo. Me eché agua fría sobre el rostro e intenté respirar con normalidad sin éxito evidente. Regresé a mi cuarto casi a la carrera.

Parecía un milagro que siguiera ahí, esperándome con los brazos tendidos para mí. Extendió la mano y mi corazón palpitó con inseguridad.

—Bienvenida otra vez —musitó, tomándome en brazos.

Me meció en silencio durante unos momentos, hasta que me percaté de que se había cambiado de ropa y llevaba el pelo liso.

—¡Te has ido! —le acusé mientras tocaba el cuello de su camiseta nueva.

—Difícilmente podía salir con las ropas que entré. ¿Qué pensarían los vecinos?

Hice un mohín.

—Has dormido profundamente, no me he perdido nada —sus ojos centellearon—. Empezaste a hablar en sueños muy pronto.

Gemí.

—¿Qué oíste?

Los ojos dorados se suavizaron.

—Dijiste que me querías.

—Eso ya lo sabías —le recordé, hundí mi cabeza en su hombro.

—Da lo mismo, es agradable oírlo.

Oculté la cara contra su hombro.

—Te quiero —susurré.

—Ahora tú eres mi vida —se limitó a contestar.

No había nada más que decir por el momento. Nos mecimos de un lado a otro mientras se iba iluminando el dormitorio.

—Hora de desayunar —dijo al fin de manera informal para demostrar, estaba segura, que se acordaba de todas mis debilidades humanas.

Me protegí la garganta con ambas manos y lo miré fijamente con ojos abiertos de miedo. El pánico cruzó por su rostro.

—¡Era una broma! —me reí con disimulo—. ¡Y tú dijiste que no sabía actuar!

Frunció el ceño de disgusto.


—Eso no ha sido divertido.

—Lo ha sido, y lo sabes.

No obstante, estudié sus ojos dorados con cuidado para asegurarme de que me había perdonado. Al parecer, así era.

—¿Puedo reformular la frase? —preguntó—. Hora de desayunar para los humanos.

—Ah, de acuerdo.

Me echó sobre sus hombros de piedra, con suavidad, pero con tal rapidez que me dejó sin aliento. Protesté mientras me llevaba con facilidad escaleras abajo, pero me ignoró. Me sentó con delicadeza, derecha sobre la silla.

La cocina estaba brillante, alegre, parecía absorber mi estado de ánimo.

—¿Qué hay para desayunar? —pregunté con tono agradable.

Aquello le descolocó durante un minuto.

—Eh... No estoy seguro. ¿Qué te gustaría?

Arrugó su frente de mármol. Esbocé una amplia sonrisa y me levanté de un salto.

—Vale, sola me defiendo bastante bien. Obsérvame cazar.

Encontré un cuenco y una caja de cereales. Pude sentir sus ojos fijos en mí mientras echaba la leche y tomaba una cuchara. Puse el desayuno sobre la mesa, y luego me detuve para, sin querer ser irónica, preguntarle:

—¿Quieres algo?

Puso los ojos en blanco.

—Limítate a comer, Myri.

Me senté y le observé mientras comía. Víctor me contemplaba fijamente, estudiando cada uno de mis movimientos,
por lo que me sentí cohibida. Me aclaré la garganta para hablar y distraerle.

—¿Qué planes tenemos para hoy?

—Eh... —le observé elegir con cuidado la respuesta—. ¿Qué te parecería conocer a mi familia?

Tragué saliva.

—¿Ahora tienes miedo?

Parecía esperanzado.

—Sí —admití, pero cómo negarlo si lo podía advertir en mis ojos.

—No te preocupes —esbozó una sonrisa de suficiencia—. Té protegeré.

—No los temo a ellos —me expliqué—, sino a que no les guste. ¿No les va a sorprender que lleves a casa para conocerlos a alguien, bueno, a alguien como yo?

—Oh, están al corriente de todo. Ayer cruzaron apuestas, ya sabes —sonrió, pero su voz era severa—, sobre si te traería de vuelta, aunque no consigo imaginar la razón por la que alguien apostaría contra Alice. De todos modos, no tenemos secretos en la familia. No es viable con mi don para leer las mentes, la precognición de Alice y todo eso.
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Mensaje  cliostar Mar Ago 19, 2008 11:34 pm

—Y Jasper haciéndote sentir todo el cariño con que te arrancaría las tripas.

—Prestaste atención —comentó con una sonrisa de aprobación.

—Sé hacerlo de vez en cuando —hice una mueca——. ¿Así que Alice me vio regresar?

Su reacción fue extraña.

—Algo por el estilo —comentó con incomodidad mientras se daba la vuelta para que no le pudiera ver los ojos. Le miré con curiosidad.

—¿Tiene buen sabor? —preguntó al volverse de repente y contemplar mi desayuno con un gesto burlón—. La verdad es que no parece muy apetitoso.

—Bueno, no es un oso gris irritado... —murmuré, ignorándole cuando frunció el ceño.

Aún me seguía preguntando por qué me había respondido de esa manera cuando mencioné a Alice. Mientras especulaba, me apresuré a terminar los cereales.

Permaneció plantado en medio de la cocina, de nuevo convertido en la estatua de un Adonis, mirando con expresión ausente por las ventanas traseras. Luego, volvió a posar los ojos en mí y esbozó esa arrebatadora sonrisa suya.

—Creo que también tú deberías presentarme a tu padre.

—Ya te conoce —le recordé.

—Como tu novio, quiero decir.

Le miré con gesto de sospecha.

—¿Por qué?

—¿No es ésa la costumbre? —preguntó inocentemente.

—Lo ignoro —admití. Mi historial de novios me ofrecía pocas referencias con las que trabajar, y ninguna de las reglas normales sobre salir con chicos venía al caso—. No es necesario, ya sabes. No espero que tú... Quiero decir, no tienes que fingir por mí.

Su sonrisa fue paciente.

—No estoy fingiendo.

Empujé el resto de los cereales a una esquina del cuenco mientras me mordía el labio.

—¿Vas a decirle a Charlie que soy tu novio o no? —quiso saber.

—¿Es eso lo que eres?

En mi fuero interno, me encogí ante la perspectiva de unir a Víctor, Charlie y la palabra novio en la misma habitación y al mismo tiempo.

—Admito que es una interpretación libre, dada la connotación humana de la palabra.

—De hecho, tengo la impresión de que eres algo más —confesé clavando los ojos en la mesa.


—Bueno, no creo necesario darle todos los detalles morbosos —se estiró sobre la mesa y me levantó el mentón con un dedo frío y suave—. Pero vamos a necesitar una explicación de por qué merodeo tanto por aquí. No quiero que el jefe de policía Montemayor me imponga una orden de alejamiento.

—¿Estarás? —pregunté, repentinamente ansiosa—. ¿De veras vas a estar aquí?

—Tanto tiempo como tú me quieras —me aseguró.

—Te querré siempre —le avisé—. Para siempre.

Caminó alrededor de la mesa muy despacio y se detuvo muy cerca, extendió la mano para acariciarme la mejilla con las yemas de los dedos. Su expresión era inescrutable.

—¿Eso te entristece?

No contestó y me miró fijamente a los ojos por un periodo de tiempo inmensurable.

—¿Has terminado? ——preguntó finalmente.

Me incorporé de un salto.

—Sí.

—Vístete... Te esperaré aquí.

Resultó difícil decidir qué ponerme. Dudaba que hubiera libros de etiqueta en los que se detallara cómo vestirte cuando tu novio vampiro te lleva a su casa para qu conozcas a su familia vampiro. Era un alivio emplear la palabra en mi fuero interno. Sabía que yo misma la eludía de forma intencionada.

Terminé poniéndome mi única falda, larga y de color caqui, pero aun así informal. Me vestí con la blusa de color azul oscuro de la que Víctor había hablado favorablemente en una ocasión. Un rápido vistazo en el espejo me convenció de que mi pelo era una causa perdida, por lo que me lo recogí en una coleta.

—De acuerdo —bajé a saltos las escaleras—. Estoy presentable.

Me esperaba al pie de las mismas, más cerca de lo que pensaba, por lo que salté encima de él. Víctor me sostuvo,
durante unos segundos me retuvo con cautela a cierta distancia antes de atraerme súbitamente.

—Te has vuelto a equivocar —me murmuró al oído—. Vas totalmente indecente. No está bien que alguien tenga un aspecto tan apetecible.

—¿Cómo de apetecible? Puedo cambiar...

Suspiró al tiempo que sacudía la cabeza.

—Eres tan ridícula...

Presionó con suavidad sus labios helados en mi frente y la habitación empezó a dar vueltas. El olor de su respiración me impedía pensar.

—¿Debo explicarte por qué me resultas apetecible?

Era claramente una pregunta retórica. Sus dedos descendieron lentamente por mi espalda y su aliento rozó con más fuerza mi piel. Mis manos descansaban flácidas sobre su pecho y otra vez me sentí aturdida. Inclinó la cabeza lentamente y por segunda vez sus fríos labios tocaron los míos con mucho cuidado, separándolos levemente.

Entonces sufrí un colapso.

—¿Myri? —dijo alarmado mientras me recogía y me alzaba en vilo.

—Has hecho que me desmaye... —le acusé en mi aturdimiento.

—¿Qué voy a hacer contigo? —Gimió con desesperación—. Ayer te beso, ¡y me atacas! ¡Y hoy te desmayas!

Me reí débilmente, dejando que sus brazos me sostuvieran mientras la cabeza seguía dándome vueltas.

—Eso te pasa por ser bueno en todo.

Suspiró.

—Ése es el problema —yo aún seguía grogui—. Eres demasiado bueno. Muy, muy bueno.

—¿Estás mareada? —preguntó. Me había visto así con anterioridad.

—No... No fue la misma clase de desfallecimiento de siempre. No sé qué ha sucedido —agité la cabeza con gesto de disculpa—. Creo que me olvidé de respirar.

—No te puedo llevar de esta guisa a ningún sitio.

—Estoy bien —insistí—. Tu familia va a pensar que estoy loca de todos modos, así que... ¿Cuál es la diferencia?

Evaluó mi expresión durante unos instantes.

—No soy imparcial con el color de esa blusa —comentó inesperadamente. Enrojecí de placer y desvié la mirada.

—Mira, intento con todas mis fuerzas no pensar en lo que estoy a punto de hacer, así que ¿podemos irnos ya?

—A ti no te preocupa dirigirte al encuentro de una casa llena de vampiros, lo que te preocupa es conseguir su aprobación, ¿me equivoco?

—No —contesté de inmediato, ocultando mi sorpresa ante el tono informal con el que utilizaba la palabra.

Sacudió la cabeza.

—Eres increíble.

Cuando condujo fuera del centro del pueblo comprendí que no tenía ni idea de dónde vivía. Cruzamos el puente sobre el río Calwah, donde la carretera se desviaba hacia el Norte. Las casas que aparecían de forma intermitente al pasar se encontraban cada vez más alejadas de la carretera, y eran de mayor tamaño. Luego sobrepasamos otro núcleo de edificios antes de dirigirnos al bosque neblinoso. Intentaba decidir entre preguntar o tener paciencia y mantenerme callada cuando giró bruscamente para tomar un camino sin pavientar. No estaba señalizado y apenas era visible entre los helechos. El bosque,
serpenteante entre los centenarios árboles, invadía a ambos lados el sendero hasta tal punto que sólo era distinguible a pocos metros de distancia.

Luego, a escasos kilómetros, los árboles ralearon y de repente nos encontramos en una pequeña pradera, ¿o era un jardín? Sin embargo, se mantenía la penumbra del bosque; no remitió debido a que las inmensas ramas de seis cedros


primigenios daban sombra a todo un acre de tierra. La sombra de los árboles protegía los muros de la casa que se erguía entre ellos, dejando sin justificación alguna el profundo porche que rodeaba el primer piso.
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Mensaje  cliostar Mar Ago 19, 2008 11:35 pm

No sé lo que en realidad pensaba encontrarme, pero definitivamente no era aquello. La casa, de unos cien años de antigüedad, era atemporal y elegante. Estaba pintada de un blanco suave y desvaído. Tenía tres pisos de altura y era rectangular y bien proporcionada. El monovolumen era el único coche a la vista. Podía escuchar fluir el río cerca de allí, oculto en la penumbra del bosque.

—¡Guau!

—¿Te gusta? —preguntó con una sonrisa.

—Tiene... cierto encanto.

Me tiró de la coleta y rió entre dientes. Luego, cuando me abrió la puerta, me preguntó.

—¿Lista?

—Ni un poquito... ¡Vamos!

Intenté reírme, pero la risa se me quedó pegada a la garganta. Me alisé el peso con gesto nervioso.

—Tienes un aspecto adorable.

Me tomó de la mano de forma casual, sin pensarlo.

Caminamos hacia el porche a la densa sombra de los árboles. Sabía que notaba mi tensión. Me frotaba el dorso de la mano, describiendo círculos con el dedo pulgar.

Me abrió la puerta.

El interior era aún más sorprendente y menos predecible que el exterior. Era muy luminoso, muy espacioso y muy grande. Lo más posible es que originariamente hubiera estado dividido en varias habitaciones, pero habían hecho desaparecer los tabiques para conseguir un espacio más amplio. El muro trasero, orientado hacia el sur, había sido totalmente reemplazado por una vidriera y más allá de los cedros, el jardín, desprovisto de árboles, se estiraba hasta alcanzar el ancho río. Una maciza escalera de caracol dominaba la parte oriental de la estancia. Las paredes, el alto techo de vigas, los suelos de madera y las gruesas alfombras eran todos de diferentes tonalidades de blanco.

Los padres de Víctor nos aguardaban para recibirnos a la izquierda de la entrada, sobre un altillo del suelo, en el que descansaba un espectacular piano de cola.

Había visto antes al doctor García, por supuesto, pero eso no evitó que su joven y ultrajante perfección me sorprendieran de nuevo. Presumí que quien estaba a su lado era Esme, la única a la que no había visto con anterioridad. Tenía los mismos rasgos pálidos y hermosos que el resto. Había algo en su rostro en forma de corazón y en las ondas de su suave pelo de color caramelo que recordaba a la ingenuidad dela época de las películas de cine mudo. Era pequeña y delgada, pero, aun así, de facciones menos pronunciadas, más redondeadas que las de los otros. Ambos vestían de manera informal, con colores claros que encajaban con el interior de la casa. Me sonrieron en señal de bienvenida, pero ninguno hizo ademán de acercarse a nosotros en lo que supuse era un intento de no asustarme. La voz de Víctor rompió el breve lapso de silencio.

—Carlisle, Esme, os presento a Myri.

—Sé bienvenida, Myri.

El paso de Carlisle fue comedido y cuidadoso cuando se acercó a mí. Alzó una mano con timidez y me adelanté un paso para estrechársela.

—Me alegro de volver a verle, doctor García.

—Llámame Carlisle, por favor.

Le sonreí de oreja a oreja con una repentina confianza que me sorprendió. Noté el alivio de Víctor, que seguía a mi lado.

Esme sonrió y avanzó un paso para alcanzar mi mano. El apretón de su fría mano, dura como la piedra, era tal y como yo esperaba.

—Me alegro mucho de conocerte —dijo con sinceridad.

—Gracias. Yo también me alegro.

Y ahí estaba yo. Era como encontrarse formando parte de un cuento de hadas... Blancanieves en carne y hueso.

—¿Dónde están Alice y Jasper? —preguntó Víctor, pero nadie tuvo ocasión de responder, ya que ambos aparecieron en ese momento en lo alto de las amplias escaleras.

—¡Hola, Víctor! —le saludó Alice con entusiasmo.

Echó a correr escaleras abajo, una centella de pelo oscuro y tez nívea, que llegó para detenerse delante de mí repentinamente y con elegancia. Esme y Carlisle le lanzaron sendas miradas de aviso, pero a mí me agradó. Después de todo,
eso era natural para ella.

—Hola, Myri —dijo Alice y se adelantó para darme un beso en la mejilla.

Si Carlisle y Esme habían parecido antes muy cautos, ahora se mostraron estupefactos. Mis ojos también reflejaban esa sorpresa, pero al mismo tiempo me complacía mucho que ella pareciera aceptarme por completo. Me sorprendió percatarme de que Víctor, a mi lado, se ponía rígido. Le miré, pero su expresión era inescrutable.

—Hueles bien —me alabó, para mi enorme vergüenza—, hasta ahora no me había dado cuenta.

Nadie más parecía saber qué decir cuando Jasper se presentó allí, alto, leonino. Sentí una sensación de alivio y de repente me encontré muy a gusto a pesar del sitio en que me hallaba. Víctor miró fijamente a Jasper y enarcó una ceja.
Entonces recordé lo que éste era capaz de hacer.

—Hola, Myri —me saludó Jasper.

Mantuvo la distancia y no me ofreció la mano para que la estrechara, pero era imposible sentirse incómodo cerca de él.

—Hola, Jasper —le sonreí con timidez, y luego a los demás, antes de añadir como fórmula de cortesía—Me alegro de conoceros a todos... Tenéis una casa preciosa.


—Gracias —contestó Esme—. Estarnos encantados de que hayas venido.

Me habló con sentimiento, y me di cuenta de que pensaba que yo era valiente.

También caí en la cuenta de que no se veía por ninguna parte a Rosalie y a Emmett. Recordé entonces la negativa demasiado inocente de Víctor cuando le pregunté si no les agradaba a todos.

La expresión de Carlisle me distrajo del hilo de mis pensamientos. Miraba a Víctor de forma significativa con gran intensidad. Vi a Víctor asentir una vez con el rabillo del ojo.

Miré hacia otro lado, intentando ser amable, y mis ojos vagaron de nuevo hacia el hermoso instrumento que había sobre la tarima al lado de la puerta. Súbitamente recordé una fantasía de mi niñez, según la cual, compraría un gran piano de cola a mi madre si alguna vez me tocaba la lotería. No era una buena pianista, sólo tocaba para sí misma en nuestro piano de segunda mano, pero a mí me encantaba verla tocar. Se la veía feliz, absorta, entonces me parecía un ser nuevo y misterioso, alguien diferente a la persona a quien daba por hecho que conocía. Me hizo tomar clases, por supuesto, pero, como la mayoría de los niños, lloriqueé hasta conseguir que dejara de llevarme.

Esme se percató de mi atención y, señalando el piano con un movimiento de cabeza, me preguntó:

—¿Tocas?

Negué con la cabeza.

—No, en absoluto. Pero es tan hermoso... ¿Es tuyo?

—No —se rió—. ¿No te ha dicho Víctor que es músico?

—No —entrecerré los ojos antes de mirarle—. Supongo que debería de haberlo sabido.

Esme arqueó las cejas como muestra de su confusión.

—Víctor puede hacerlo todo, ¿no? —le expliqué.

Jasper se rió con disimulo y Esme le dirigió una mirada de reprobación.

—Espero que no hayas estado alardeando... Es de mala educación —le riñó.

—Sólo un poco —Víctor rió de buen grado, el rostro de Esme se suavizó al oírlo y ambos intercambiaron una rápida mirada cuyo significado no comprendí, aunque la faz de ella parecía casi petulante.

—De hecho —rectifiqué—, se ha mostrado demasiado modesto.

—Bueno, toca para ella —le animó Esme.

—Acabas de decir que alardear es de mala educación —objetó Víctor.

—Cada regla tiene su excepción —le replicó.

—Me gustaría oírte tocar —dije, sin que nadie me hubiera pedido mi opinión.

—Entonces, decidido.

Esme empujó hacia el piano a Víctor, que tiró de mí y me hizo sentarme a su lado en el banco. Me dedicó una prolongada y exasperada mirada antes de volverse hacia las teclas.

Luego sus dedos revolotearon rápidamente sobre las teclas de marfil y una composición, tan compleja y exuberante que resultaba imposible creer que la interpretara un único par de manos, llenó la habitación. Me quedé boquiabierta del asombro y a mis espaldas oí risas en voz baja ante mi reacción.

Víctor me miró con indiferencia mientras la música seguía surgiendo a nuestro alrededor sin descanso. Me guiñó un ojo:

—¿Te gusta?

—¿Tú has escrito esto? —dije entrecortadamente al comprenderlo.

Asintió.

—Es la favorita de Esme.

Cerré los ojos al tiempo que sacudía la cabeza.

—¿Qué ocurre?

—Me siento extremadamente insignificante.

El ritmo de la música se hizo más pausado hasta transformarse en algo más suave y, para mi sorpresa, entre la profusa maraña de notas, distinguí la melodía de la nana que me tarareaba.

—Tú inspiraste ésta —dijo en voz baja. La música se convirtió en algo de desbordante dulzura.

No me salieron las palabras.

—Les gustas, ya lo sabes —dijo con tono coloquial—. Sobre todo a Esme.

Eché un fugaz vistazo a mis espaldas, pero la enorme estancia se había quedado vacía.

— ¿Adonde han ido?

—Supongo que, muy sutilmente, nos han concedido un poco de intimidad.

Suspiré.
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Mensaje  cliostar Mar Ago 19, 2008 11:37 pm

—Les gusto, pero Rosalie y Emmett... —dejé la frase sin concluir porque no estaba muy segura de cómo expresar mis dudas.

Víctor torció el gesto.

—No te preocupes por Rosalie —insistió con su persuasiva mirada—. Cambiará de opinión.

Fruncí los labios con escepticismo.

—¿Y Emmett?

—Bueno, opina que soy un lunático, lo cual es cierto, pero no tienen ningún problema contigo. Está intentando razonar con Rosalie.

—¿Qué le perturba? —inquirí, no muy segura de querer conocer la respuesta.

Suspiró profundamente.


—Rosalie es la que más se debate contra... contra lo que somos. Le resulta duro que alguien de fuera de la familia sepa la verdad, y está un poco celosa.

—¿Rosalie tiene celos de mí? —pregunté con incredulidad.

Intenté imaginarme un universo en el que alguien tan impresionante como Rosalie tuviera alguna posible razón para sentir celos e alguien como yo.

—Eres humana —Víctor se encogió de hombros—. Es lo que ella también desearía ser.

—Vaya —musité, aún aturdida—. En cuanto a Jasper...

—En realidad, eso es culpa mía —me explicó—. Ya te dije que era el que hace menos tiempo que está probando nuestra forma de vida. Le previne para que se mantuviera a distancia.

Pensé en la razón de esa instrucción y me estremecí.

—¿Y Esme y Carlisle...? —continué rápidamente para evitar que se diera cuenta.

—Son felices de verme feliz. De hecho, a Esme no le preocuparía que tuvieras un tercer ojo y dedos palmeados. Durante todo este tiempo se ha preocupado por mí, temiendo que se hubiera perdido alguna parte esencial de mi carácter, ya que era muy joven cuando Carlisle me convirtió... Está entusiasmada. Se ahoga de satisfacción cada vez que te toco.

—Alice parece muy... entusiasta.

—Alice tiene su propia forma de ver las cosas —murmuró con los labios repentinamente contraídos.

—Y no me la vas a explicar, ¿verdad?

Se produjo un momento de comunicación sin palabras entre nosotros. Víctor comprendió que yo sabía que me ocultaba algo y yo que no me lo iba a revelar. Ahora, no.

—¿Qué te estaba diciendo antes Carlisle?

Sus cejas se juntaron hasta casi tocarse.

—Te has dado cuenta, ¿verdad?

Me encogí de hombros.

—Naturalmente.

Me miró con gesto pensativo durante unos segundos antes de responder.

—Quería informarme de ciertas noticias... No sabía si era algo que yo debería compartir contigo.

—¿Lo harás?

—Tengo que hacerlo, porque durante los próximos días, tal vez semanas, voy a ser un protector muy autoritario y me disgustaría que pensaras que soy un tirano por naturaleza.

—¿Qué sucede?

—En sí mismo, nada malo. Alice acaba de «ver» que pronto vamos a tener visita. Saben que estamos aquí y sienten curiosidad.

—¿Visita?

—Sí, bueno... Los visitantes se parecen a nosotros en sus hábitos de caza, por supuesto. Lo más probable es que no vayan a entrar al pueblo para nada, pero, desde luego, no voy a dejar que estés fuera de mi vista hasta que se hayan marchado.

Me estremecí.

—¡Por fin, una reacción racional! —murmuró—. Empezaba a creer que no tenías instinto de supervivencia alguno.

Dejé pasar el comentario y aparté la vista para que mis ojos recorrieran de nuevo la espaciosa estancia. Él siguió la dirección de mi mirada.

—No es lo que esperabas, ¿verdad? —inquirió muy ufano.

—No —admití.

—No hay ataúdes ni cráneos apilados en los rincones. Ni siquiera creo que tengamos telarañas... ¡Qué decepción debe de ser para ti! —prosiguió con malicia.

Ignoré su broma.

—Es tan luminoso, tan despejado.

Se puso más serio al responder:

—Es el único lugar que tenemos para escondernos.

Víctor seguía tocando la canción, mi canción, que siguió fluyendo libremente hasta su conclusión, las notas finales habían cambiado, eran más melancólicas y la última revoloteó en el silencio de forma conmovedora.

—Gracias —susurré.

Entonces me di cuenta de que tenía los ojos anegados en lágrimas. Me las enjugué, avergonzada.

Rozó la comisura de mis ojos para atrapar una lágrima que se me había escapado. Alzó el dedo y examinó la gota con ademán inquietante. Entonces, a una velocidad tal que no pude estar segura de que realmente lo hiciera, se llevó el dedo a la boca para saborearla.

Le miré de manera intuitiva, y Víctor sostuvo mí mirada un prolongado momento antes de esbozar una sonrisa finalmente.

—¿Quieres ver el resto de la casa?

—¿Nada de ataúdes? —me quise asegurar.

El sarcasmo de mi voz no logró ocultar del todo la leve pero genuina ansiedad que me embargaba. Se echó a reír, me tomó de la mano y me alejó del piano.

—Nada de ataúdes —me prometió.

Acaricié la suave y lisa barandilla con la mano mientras subíamos por la imponente escalera. En lo alto de la misma había un gran vestíbulo de paredes revestidas con paneles de madera color miel, el mismo que las tablas del suelo.


—La habitación de Rosalie y Emmett... El despacho de Carlisie. .. —Hacía gestos con la mano conforme íbamos pasando delante de las puertas—. La habitación de Alice...

Víctor hubiera continuado, pero me detuve en seco al final del vestíbulo, contemplando con incredulidad el ornamento que pendía del muro por encima de mi cabeza. Se rió entre dientes de mi expresión de asombro.

—Puedes reírte, es una especie de ironía.

No lo hice. De forma automática, alcé la mano con un dedo extendido como si fuera a tocar la gran cruz de madera. Su oscura pátina contrastaba con el color suave de la pared. Pero no la toqué, aun cuando sentí curiosidad por saber si su madera antigua era tan suave al tacto como aparentaba.

—Debe de ser muy antigua —aventuré.

Se encogió de hombros.

—Es del siglo XVI, a principios de la década de los treinta, más o menos.

Aparté los ojos de la cruz para mirarle.

—¿Por qué conserváis esto aquí?

—Por nostalgia. Perteneció al padre de Carlisle.

—¿Coleccionaba antigüedades? —sugerí dubitativamente.

—No. La talló él mismo para colgarla en la pared, encima del pulpito de la vicaría en la que predicaba.

No estaba segura de si la cara delataba mi sorpresa, pero, sólo por si acaso, continué mirando la sencilla y antigua cruz.
Efectué el cálculo de memoria. La reliquia tendría unos trescientos setenta años. El silencio se prolongó mientras me esforzaba por asimilar la noción de tantísimos años.

—¿Te encuentras bien? —preguntó preocupado.

—¿Cuántos años tiene Carlisle? —inquirí en voz baja, sin apartar los ojos de la cruz e ignorando su pregunta.

—Acaba de celebrar su cumpleaños tricentésimo sexagésimo segundo —contestó Víctor. Le miré de nuevo, con un millón de preguntas en los ojos.

Me estudió atentamente mientras hablaba:

—Carlisle nació en Londres, él cree que hacia 1640. Aunque las fechas no se señalaban con demasiada precisión en aquella época, al menos, no para la gente común, sí se sabe que sucedió durante el gobierno de Cromwell.

No descompuse el gesto, consciente del escrutinio al que Víctor me sometía al informarme:

—Fue el hijo único de un pastor anglicano. Su madre murió al alumbrarle a él. Su padre era un fanático. Cuando los protestantes subieron al poder, se unió con entusiasmo a la persecución desatada contra los católicos y personas de otros credos.
También creía a pies juntillas en la realidad del mal. Encabezó partidas de caza contra brujos, licántropos... y vampiros.

Me quedé aún más quieta ante la mención de esa palabra. Estaba segura de que lo había notado, pero continuó hablando sin pausa.

—Quemaron a muchos inocentes, por supuesto, ya que las criaturas a las que realmente ellos perseguían no eran tan fáciles de atrapar.

»E1 pastor colocó a su obediente hijo al frente de las razias cuando se hizo mayor. Al principio, Carlisle fue una decepción. No se precipitaba en lanzar acusaciones ni veía demonios donde no los había, pero era persistente y mucho más inteligente que su padre. De hecho, localizó un aquelarre de auténticos vampiros que vivían ocultos en las cloacas de la ciudad y sólo salían de caza durante las oches. En aquellos días, cuando los monstruos no eran meros mitos y leyendas, ésa era la forma en que debían vivir.

—La gente reunió horcas y teas, por supuesto, y se apostó allí donde Carlisle había visto a los monstruos salir a la calle —ahora la risa de Víctor fue más breve y sombría—. Al final, apareció uno.

»Debía de ser muy viejo y estar debilitado por el hambre. Carlisle le oyó cómo avisaba a los otros en latín cuando detectó el efluvio del gentío —Víctor hablaba con un hilo de voz y tuve que aguzar el oído para comprender las palabras—.
Luego, corrió por las calles y Carlisle, que tenía veintitrés años y era muy rápido, encabezó la persecución. La criatura podía haberlos dejado atrás con facilidad, pero se revolvió y, dándose la vuelta, los atacó. Carlisle piensa que debía estar sediento.
Primero se abalanzó sobre él, pero le plantó cara para defenderse y había otros muy cerca a quienes atacar. El vampiro mató a dos hombres y se escabulló llevándose a un tercero y dejando a Carlisle sangrando en la calle.

Hizo una pausa. Intuí que estaba censurando una parte de la historia, que me ocultaba algo.

—Carlisle sabía lo que haría su padre: quemar los cuerpos y matar a cualquiera que hubiera resultado infectado por el monstruo. Carlisle actuó por instinto para salvar su piel. Se alejó a rastras del callejón mientras la turba perseguía al monstruo y a su presa. Se ocultó en un sótano y se enterró entre patatas podridas durante tres días. Es un milagro que consiguiera mantenerse en silencio y pasar desapercibido.

»Se dio cuenta de que se había «convertido» cuando todo terminó.

No estaba muy segura de lo que reflejaba mi rostro, pero de repente enmudeció.

—¿Cómo te encuentras? —preguntó.

—Estoy bien —le aseguré, y, aunque me mordí el labio dubitativa, debió de ver la curiosidad reluciendo en mis ojos.

—Espero —dijo con una sonrisa— que tengas algunas preguntas que hacerme.

—Unas cuantas.

Al sonreír, Víctor dejó entrever su brillante dentadura. Se dirigió de vuelta al vestíbulo, me tomó de la mano y me arrastró.

—En ese caso, vamos —me animó—. Te lo voy a mostrar.
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Mensaje  Marianita Mar Ago 19, 2008 11:42 pm

Muchas gracias por los caps!!! cheers Está genial la novela!!! lol!
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Mensaje  mali07 Miér Ago 20, 2008 3:18 am

GRASIASSSSSPOR LOSS KAPITULOOOOTEEEEEESSSSSSSSSSS AYY ASTA MI KANSE DE LEER cheers cheers SIGELEEEEE ................ lol! lol! lol!
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Mensaje  jai33sire Miér Ago 20, 2008 7:26 am

muchas gracias por el capitulo y siguele por faaaaaaaa

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Mensaje  Jenny Miér Ago 20, 2008 9:50 am

Muchas Gracias por el cap!!!

Cada vez se pone mas interesante esta novela!!!

Espero pronto el prox cap eh!!!

Gracias!!!
Besos
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Mensaje  susy81 Miér Ago 20, 2008 10:51 am

sigueleeeeeeeeeee muy buena novela y me encantan los capitulotes jajaja

muchisimas gracias por eso...besos

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Mensaje  Carmen Miér Ago 20, 2008 4:17 pm

Niña nombreee tu sigue asi con los super caps largos que alcabo ya sabes el vicio puede mas jajaja!!.. CREPUSCULO ¡!¡! FIN ¡!¡!¡!(por fin jeje) - Página 6 95247

Saluditoos!! Razz

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Mensaje  cliostar Miér Ago 20, 2008 10:32 pm

Hola niñas eh aqui el otro capitulo Smile

CARLISLE





Me condujo de vuelta a la habitación que había identificado como el despacho de Carlisle. Se detuvo delante de la puerta durante unos instantes.

—Adelante —nos invitó la voz de Carlisle.

Víctor abrió la puerta de acceso a una sala de techos altos con vigas de madera y de grandes ventanales orientados hacia el oese. Las paredes también estaban revestidas con paneles de madera más oscura que la del vestíbulo, allí donde ésta se podía ver, ya que unas estanterías, que llegaban por encima de mi cabeza, ocupaban la mayor parte de la superficie. Contenían más libros de los que jamás había visto fuera de una biblioteca.

Carlisle se sentaba en un sillón de cuero detrás del enorme escritorio de caoba. Acababa de poner un marcador entre las páginas del libro que sostenía en las manos. El despacho era idéntico a como yo imaginaba que sería el de un decano de la facultad, sólo que Carlisle parecía demasiado joven para encajar en el papel.

— ¿Qué puedo hacer por vosotros? —nos preguntó con tono agradable mientras se levantaba del sillón.

—Quería enseñar a Myri un poco de nuestra historia —contestó Víctor—. Bueno, en realidad, de tu historia.

—No pretendíamos molestarte —me disculpé.

—En absoluto. ¿Por dónde vais a comenzar?

—Por los cuadros —contestó Víctor mientras me ponía con suavidad la mano sobre el hombro y me hacía girar para mirar hacia la puerta por la que aabábamos de entrar.

Cada vez que me tocaba, incluso aunque fuera por casualidad, mi corazón reaccionaba de forma audible. Resultaba de lo más embarazoso en presencia de Carlisle.

La pared hacia la que nos habíamos vuelto era diferente de las demás, ya que estaba repleta de cuadros enmarcados de todos los tamaños y colores —unos muy vivos y otros de apagados monocromos— en lugar de estanterías. Busqué un motivo oculto común que diera coherencia a la colección, pero no encontré nada después de mi apresurado examen.

Víctor me arrastró hacia el otro lado, a la izquierda, y me dejó delante de un pequeño óleo con un sencillo marco de madera. No figuraba entre los más grandes ni los más destacados. Pintado con diferentes tonos de sepia, representaba la miniatura de una ciudad de tejados muy inclinados con finas agujas en lo alto de algunas torres diseminadas. Un río muy caudaloso —lo cruzaba un puente cubierto por estructuras similares a minúsculas catedrales— dominaba el primer plano.

—Londres hacia 1650 —comentó.

—El Londres de mi juventud —añadió Carlisle a medio metro detrás de nosotros. Me estremecí. No le había oído aproximarse. Víctor me apretó la mano.

— ¿Le vas a contar la historia? —inquirió Víctor.

Me retorcí un poco para ver la reacción de Carlisle. Sus ojos se encontraron con los míos y me sonrió.

—Lo haría —replicó—, pero de hecho llego tarde. Han telefoneado del hospital esta mañana. El doctor Snow se ha tomado un día de permiso. Además, te conoces la historia tan bien como yo —añadió, dirigiendo a Víctor una gran sonrisa.

Resultaba difícil asimilar una combinación tan extraña: las preocupaciones del día a día de un médico de pueblo en mitad de una conversación sobre sus primeros días en el Londres delsiglo XVII.

También desconcertaba saber que hablaba en voz alta sólo en deferencia hacia mí.

Carlisle abandonó la estancia después de destinarme otra cálida sonrisa. Me quedé mirando el pequeño cuadro de la ciudad natal de Carlisle durante un buen rato. Finalmente, volví los ojos hacia Víctor, que estaba observándome, y le pregunté:

— ¿Qué sucedió luego? ¿Qué ocurrió cuando comprendió lo que le había pasado?

Volvió a estudiar las pinturas y miré para saber qué imagen atraía su interés ahora. Se trataba de un paisaje de mayor tamaño y colores apagados, una pradera despejada a la sombra de un bosque con un pico escarpado a lo lejos.

—Cuando supo que se había convertido —prosiguió en voz baja—, se rebeló contra su condición, intentó destruirse,
pero eso no es fácil de conseguir.

— ¿Cómo?

No quería decirlo en voz alta, pero las palabras se abrieron paso a través de mi estupor.

—Se arrojó desde grandes alturas —me explicó Víctor con voz impasible—, e intentó ahogarse en el océano, pero en esa nueva vida era joven y muy fuerte. Resulta sorprendente que fuera capaz de resistir el deseo... de alimentarse... cuando era aún tan inexperto. El instinto es más fuerte en ese momento y lo arrastra todo, pero sentía tal repulsión hacia lo que era que tuvo la fuerza para intentar matarse de hambre.

— ¿Es eso posible? —inquirí con voz débil.

—No, hay muy pocas formas de matarnos.

Abrí la boca para formular otra pregunta, pero Víctor comenzó a hablar antes de que lo pudiera hacer.


—De modo que su hambre crecía y al final se debilitó. Se alejó cuanto pudo de toda población humana al detectar que su fuerza de voluntad también se estaba debilitando. Durante meses, estuvo vagabundeando de noche en busca de los lugares más solitarios, maldiciéndose.

»Una noche, una manada de ciervos cruzó junto a su escondrijo. La sed le había vuelto tan salvaje que los atacó sin pensarlo. Recuperó las fuerzas y comprendió que había una alternativa a ser el vil monstruo que temía ser. ¿Acaso no había comido venado en su anterior vida? Podía vivir sin ser un demonio y de nuevo se halló a sí mismo.

«Comenzó a aprovechar mejor su tiempo. Siempre había sido inteligente y ávido de aprender. Ahora tenía un tiempo ilimitado por delante. Estudiaba de noche y trazaba planes durante el día. Se marchó a Francia a nado y...

— ¿Nadó hasta Francia?

—Myri, la gente siempre ha cruzado a nado el Canal —me recordó con paciencia.

—Supongo que es cierto. Sólo que parecía divertido en ese contexto. Continúa.

—Nadar es fácil para nosotros...

—Todo es fácil para ti —me quejé.

Me aguardó con expresión divertida.

—No volveré a interrumpirte otra vez, lo prometo.

Rió entre dientes con aire misterioso y terminó la frase:

—Es fácil porque, técnicamente, no necesitamos respirar.

—Tú...

—No, no, lo has prometido —se rió y me puso con suavidad el helado dedo en los labios—. ¿Quieres oír la historia o no?

—No me puedes soltar algo así y esperar que no diga nada —mascullé contra su dedo.

Levantó la mano hasta ponerla sobre mi cuello. Mi corazón se desbocó, pero perseveré.

— ¿No necesitas respirar? —exigí saber.

—No, no es una necesidad —se encogió de hombros—. Sólo un hábito.

— ¿Cuánto puedes aguantar sin respirar?
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Mensaje  cliostar Miér Ago 20, 2008 10:34 pm

Supongo que indefinidamente, no lo sé. La privación del sentido del olfato resulta un poco incómoda.

—Un poco incómoda —repetí.

No prestaba atención a mis expresiones, pero hubo algo en ellas que le ensombreció el ánimo. La mano le colgó a un costado y se quedó inmóvil, mirándome con gran intensidad. El silencio se prolongó y sus facciones siguieron tan inmóviles como una piedra.

— ¿Qué ocurre? —susurré mientras le acariciaba el rostro helado.

Sus facciones se suavizaron ante mi roce y suspiró.

—Sigo a la espera de que pase.

— ¿A que pase el qué?

—Sé que en algún momento, habrá algo que te diga o que te haga ver que va a ser demasiado. Y entonces te alejarás de mí entre alaridos —esbozó una media sonrisa, pero sus ojos eran serios—. No voy a detenerte. Quiero que suceda, porque quiero que estés a salvo. Y aun así, quiero estar a tu lado. Ambos deseos son imposibles de conciliar...

Dejó la frase en el aire mientras contemplaba mi rostro, a la espera.

—No voy a irme a ningún lado —le prometí.

—Ya lo veremos —contestó, sonriendo de nuevo.

Le fruncí el ceño.

—Bueno, continuemos... Carlisle se marchó a Francia a nado.

Hizo una pausa mientras intentaba recuperar el hilo de la historia. Con gesto pensativo, fijó la mirada en otra pintura, la de mayor colorido y de marco más lujoso, y también la más grande. Personajes llenos de vida, envueltos en túnicas onduladas y enroscadas en torno a grandes columnas en el exterior de balconadas marmóreas, llenaban el lienzo. No sabía si representaban figuras de la mitología helena o si los personajes que flotaban en las nubes de la parte superior teían algún significado bíblico.

—Carlisle nadó hacia Francia y continuó por Europa y sus universidades. De noche estudió música, ciencias, medicina y encontró su vocación y su penitencia en salvar vidas —su expresión se tornó sobrecogida, casi reverente—. No sé describir su lucha de forma adecuada. Carlisle necesitó dos siglos de atormentadores esfuerzos para perfeccionar su autocontrol. Ahora es prácticamente inmune al olor de la sangre humana y es capaz de hacer el trabajo que adora sin sufrimiento. Obtiene una gran paz de espíritu allí, en el hospital...

Víctor se quedó con la mirada ausente durante bastante tiempo. De repente, pareció recordar su intención. Dio unos golpecitos en la enorme pintura que teníamos delante con el dedo.

—Estudió en Italia cuando descubrió que allí había otros. Eran mucho más civilizados y cultos que los espectros de las alcantarillas londinenses.

Rozó a un cuarteto relativamente sereno de figuras pintadas en lo alto de un balcón que miraban con calma el caos reinante a su pies. Estudié al grupo con cuidado y, con una risa de sorpresa, reconocí al hombre de cabellos dorados.

—Los amigos de Carlisle fueron una gran fuente de inspiración para Francesco Solimena. A menudo los representaba como dioses —rió entre dientes—. Aro, Marco, Cayo —dijo conforme iba señalando a los otros tres, dos de cabellos negros y uno de cabellos canos——, los patrones nocturnos de las artes.

— ¿Qué fue de ellos? —pregunté en voz alta, con la yema de los dedos inmóvil en el aire a un centímetro de las figuras de la tela.

—Siguen ahí, como llevan haciendo desde hace quién sabe cuántos milenios —se encogió de hombros—. Carlisle sólo estuvo entre ellos por un breve lapso de tiempo, apenas unas décadas. Admiraba profundamente su amabilidad y su


refinamiento, pero persistieron en su intento de curarle de aquella aversión a su «fuente natural de alimentación». Ellos intentaron persuadirle y él a ellos, en vano. Llegados a ese punto, Carlisle decidió probar suerte en el Nuevo Mundo. Soñaba con hallar a otros como él. Ya sabes, estaba muy solo.

«Transcurrió mucho tiempo sin que encontrara a nadie, pero podía interactuar entre los confiados humanos como si fuera uno de ellos porque los monstruos se habían convertido en tem para los cuentos de hadas. Comenzó a practicar la medicina. Pero rehuía el ansiado compañerismo al no poderse arriesgar a un exceso de confianza.

«Trabajaba por las noches en un hospital de Chicago cuando golpeó la pandemia de gripe. Le había estado dando vueltas durante varios años y casi había decidido actuar. Ya que no encontraba un compañero, lo crearía; pero dudaba si hacerlo o no, ya que él mismo no estaba totalmente seguro de cómo se había convertido. Además, se había jurado no arrebatar la vida de nadie de la misma manera que se la habían robado a él. Estaba en ese estado de ánimo cuando me encontró. No había esperanza para mí. Me habían dejado en la sala de los moribundos. Había asistido a mis padres, por lo que sabía que estaba solo en el mundo, .y decidió intentarlo....

Ahora, cuando dejó la frase inacabada, su voz era apenas un susurro. Me pregunté qué imágenes ocuparían su mente en ese instante, ¿los recuerdos de Carlisle o los suyos? Esperé sin hacer ruido.

Una angelical sonrisa iluminaba su rostro cuando se volvió hacia mí.

—Y así es como se cerró el círculo —concluyó.

—Entonces, ¿siempre has estado con Carlisle?

—Casi siempre.

Me puso la mano en la cintura con suavidad y me arrastró con él mientras cruzaba la puerta. Me volví a mirar los cuadros de la pared, preguntándome si alguna vez llegaría a oír el resto de las historias.

Víctor no dijo nada mientras caminábamos hacia el vestíbulo, de modo que pregunté:

— ¿Casi?

Suspiró. Parecía renuente a responder.

—Bueno, tuve el típico brote de rebeldía adolescente unos diez años después de... nacer... o convertirme, como prefieras llamarlo. No me resignaba a llevar su vida de abstinencia y estaba resentido con él por refrenar mi sed, por lo que me marché a seguir mi camino durante un tiempo.

— ¿De verdad?

Estaba mucho más intrigada que asustada, que es como debería estar.

Y él lo sabía. Vagamente me di cuenta de que nos dirigíamos al siguiente tramo de escaleras, pero no estaba prestando demasiada atención a cuanto me rodeaba.

— ¿No te causa repulsa?

—No.

— ¿Por qué no?

—Supongo que... suena razonable.

Soltó una carcajada más fuerte que las anteriores. Ahora nos encontrábamos en lo más alto de las escaleras, en otro vestíbulo de paredes revestidas con paneles de madera.

—Gocé de la ventaja de saber qué pensaban todos cuantos me rodeaban, fueran humanos o no, desde el momento de mi renacimiento —susurró—. Ésa fue la razón por la que tardé diez años en desafiar a Carlisle... Podía leer su absoluta sinceridad y comprender la razón de su forma de vida.

Apenas tardé unos pocos años en volver a su lado y comprometerme de nuevo con su visión. Creí poderme librar de los remordimientos de conciencia, ya que podía dejar a los inocentes y perseguir sólo a los malvados al conocer los pensamientos de mis presas. Si seguía a un asesino hasta un callejón oscuro donde acosaba a una chica, si la salvaba, en ese caso no sería tan terrible.

Me estremecí al imaginar con claridad lo que describía: el callejón de noche, la chica atemorizada, el hombre siniestro detrás de ella y Víctor de caza, terrible y glorioso como un joven dios, imparable. ¿Le estaría agradecida la chica o se asustaría más que antes?

—Pero con el paso del tiempo comencé a verme como un monstruo. No podía rehuir la deuda de haber tomado demasiadas vidas, sin importar cuánto se lo merecieran, y regresé con Carlisle y Esme. Me acogieron como al hijo pródigo. Era más de lo que merecía.

Nos habíamos detenido frente a la última puerta del vestíbulo.

—Mi habitación —me informó al tiempo que abría la puerta y me hacía pasar.

Su habitación tenía vistas al sur y una ventana del tamaño de la pared, igual que en el gran recibidor del primer piso.
Toda la parte posterior de la casa debía de ser de vidrio. La vista daba al meandro que describía el río Sol Duc antes de cruzar el bosque intacto que llegaba hasta la cordillera de Olypic Mountain. La pared de la cara oeste estaba totalmente cubierta por una sucesión de estantes repletos de CD. El cuarto de Víctor estaba mejor surtido que una tienda de música. En el rincón había un sofisticado aparato de música, de un tipo que no me atrevía a tocar por miedo a romperlo. No había ninguna cama, sólo un espacioso y acogedor sofá de cuero negro. Una gruesa alfombra de tonos dorados cubría el suelo y las paredes estaban tapizadas de tela de un tono ligeramente más oscuro
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CREPUSCULO ¡!¡! FIN ¡!¡!¡!(por fin jeje) - Página 6 Empty Re: CREPUSCULO ¡!¡! FIN ¡!¡!¡!(por fin jeje)

Mensaje  cliostar Miér Ago 20, 2008 10:36 pm

— ¿Para conseguir una buena acústica? —aventuré.

Víctor rió entre dientes y asintió con la cabeza.

Tomó un mando a distancia y encendió el equipo, la suave música de jazz, pese a estar a un volumen bajo, sonaba como si el grupo estuviera con nosotros en la habitación. Me fui a mirar su alucinante colección de música.

— ¿Cómo los clasificas? —pregunté al sentirme incapaz de encontrar un criterio para el orden de los títulos.

No me estaba prestando atención.


—Esto... Por año, y luego por preferencia personal dentro de ese año —contestó con aire distraído.

Al darme la vuelta, le vi mirarme con un brillo muy peculiar en los ojos.

— ¿Qué ocurre?

—Contaba con sentirme aliviado después de habértelo explicado todo, de no tener secretos para ti, pero no esperaba sentir más que eso. Me gusta —se encogió de hombros al tiempo que sonreía imperceptiblemente—. Me hace feliz.

—Me alegro.

Le devolví la sonrisa. Me preocuparía que se arrepintiera de haberme contado todo aquello. Era bueno saber que no era el caso.

Pero entonces, mientras sus ojos estudiaban mi expresión, su sonrisa se apagó y su frente se pobló de arrugas.

—Aún sigues esperando que salga huyendo —supuse—, gritando espantada, ¿verdad?

Una ligera sonrisa curvó sus labios y asintió.

—Lamento estropearte la ilusión, pero no inspiras tanto miedo, de veras —con toda naturalidad, le mentí—: De hecho,
no me asustas nada en absoluto.

Se detuvo y arqueó las cejas con manifiesta incredulidad. Una sonrisa ancha y traviesa recorrió su rostro.

—No deberías haber dicho eso, de veras.

Víctor emitió un sordo gruñido gutural y los labios mostraron unos dientes perfectos al curvarse hacia atrás. De repente, su cuerpo cambió, se había agachado, tenso como un león a punto de acometer.

Sin dejar de mirarlo, me aparté de él.

—No deberías haberlo dicho.

No le vi saltar hacia mí, fue demasiado rápido. De repente me encontré en el aire y luego caímos sobre el sofá, que golpeó contra la pared por el impacto. Sus brazos formaron una protectora jaula durante todo el tiempo, por lo que apenas sentí el zarandeo, pero seguía respirando agitadamente cuando intenté ponerme en pie.

— ¿Qué era lo que decías? —preguntó juguetón.

—Que eres un monstruo realmente aterrador —repliqué. El jadeo de mi voz estropeó algo el sarcasmo de mi respuesta.

—Mucho mejor —aprobó.

—Esto... —forcejeé——. ¿Me puedes bajar ya?

Se limitó a reírse.

— ¿Se puede? —preguntó una voz que parecía proceder del vestíbulo.

Me debatí para liberarme, pero Víctor se limitó a dejar que pudiera sentarme de forma más convencional sobre su regazo. Entonces vi en el vestíbulo a Alice y a Jasper detrás de ella. Me puse colorada, pero Víctor parecía a gusto.

—Adelante —contestó Víctor, que aún seguía riéndose discretamente.

Alice no pareció hallar nada inusual en nuestro abrazo. Caminó —casi bailó, tal era la gracia de sus movimientos—
hacia el centro del cuarto y se dobló de forma sinuosa para sentarse sobre el suelo. Jasper, sin embargo, se detuvo en el umbral un poco sorprendido. Clavó los ojos en el rostro de Víctor y me pregunté si estaba tanteando el clima reinante con su inusual sensibilidad.

—Parecía que te ibas a almorzar a Myri —anunció Alice—, y veníamos a ver si la podíamos compartir.

Me puse rígida durante un instante, hasta que me percaté de la gran sonrisa de Víctor. No sabría decir si se debía al comentario de Alice o a mi reacción.

—Lo siento. No creo que haya bastante para compartir —replicó sin dejar de rodearme con los brazos.

—De hecho —dijo Jasper, sonriendo a su pesar cuando entró en la habitación—, Alice anuncia una gran tormenta para esta noche y Emmett quiere jugar a la pelota. ¿Te apuntas?

Las palabras eran bastante comunes, pero me desconcertaba el contexto; aunque Alice era más fiable que el hombre del tiempo.

Los ojos de Víctor se iluminaron, pero aun así vaciló.

—Traerías a Myri, por supuesto —añadió Alice jovialmente. Había creído atisbar la rápida mirada que Jasper le lanzaba.

— ¿Quieres ir? —me preguntó Víctor, animado y con expresión de entusiasmo.

—Claro —no podía decepcionar a un rostro como ése—. Eh, ¿adonde vamos?

—Hemos de esperar a que truene para jugar, ya verás la razón —me prometió.

— ¿Necesitaré un paraguas?

Las tres rompieron a reír estrepitosamente.

— ¿Lo va a necesitar? —preguntó Jasper a Alice.

—No; —estaba segura—. La tormenta va a descargar sobre el pueblo. El claro del bosque debería de estar bastante seco.

—En ese caso, perfecto.

El entusiasmo de la voz de Jasper fue contagioso, por descontado. Yo misma me descubrí más curiosa que aterrada.

—Vamos a ver si Carlisle quiere venir.

Alice se levantó y cruzó la puerta de un modo que hubiera roto de envidia el corazón de una bailarina.

—Como si no lo supieras —la pinchó Jasper.

Ambos siguieron su camino con rapidez, pero Jasper se las arregló para dejar la puerta discretamente cerrada al salir.

— ¿A qué vamos a jugar? —quise saber.

—Tú vas a mirar —aclaró Víctor—. Nosotros jugaremos al béisbol.

Levanté los ojos hacia el cielo

— ¿A los vampiros les gusta el béisbol?

—Es el pasatiempo americano —me replicó con burlona solemnidad.



Hay niñas creo que este estubo mas pequeño que los demas pero no fue intencional ehh simplemente asi estaba =) Bueno nos leemos mañanita CREPUSCULO ¡!¡! FIN ¡!¡!¡!(por fin jeje) - Página 6 664467 CREPUSCULO ¡!¡! FIN ¡!¡!¡!(por fin jeje) - Página 6 400496
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Mensaje  Marianita Miér Ago 20, 2008 10:48 pm

cliostar escribió:Hay niñas creo que este estubo mas pequeño que los demas pero no fue intencional ehh simplemente asi estaba =) Bueno nos leemos mañanita CREPUSCULO ¡!¡! FIN ¡!¡!¡!(por fin jeje) - Página 6 664467 CREPUSCULO ¡!¡! FIN ¡!¡!¡!(por fin jeje) - Página 6 400496

No te preocupes Cliostar. What a Face Tú eres muy cumplida y ese detallito no importa, te esperamos mañana con más. cheers cheers cheers
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