Por Siempre
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Re: Por Siempre
PORFAS MAS CAPITULOS
QUE YA DIGA MYRIAM QUE TIENE QUE NOS QUITE EL SUSPENSO
NO TARDES
QUE YA DIGA MYRIAM QUE TIENE QUE NOS QUITE EL SUSPENSO
NO TARDES
panquesito- VBB JUNIOR
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Edad : 45
Fecha de inscripción : 18/07/2008
Re: Por Siempre
Aki les dejo el sig capi espero sus mensajitos eh!!!
Besos
Jenny
-No, no voy a llevármelas. Había pensado de-jarlas contigo.
-¿Cómo?
Myriam cerró los ojos un momento. Las niñas, debía pensar en las niñas, se dijo para darse valor. Ellas no sabían todavía que a su mamá y a su papá podían pasarles cosas malas.
Se dio la vuelta entonces, pero no tenía adonde ir. No tenía a nadie a quien pedir ayuda... excepto a Víctor.
Solo a Víctor.
La realidad hizo que le temblara el pulso. Cuando se volvió le costaba trabajo controlar las lágrimas que tanto tiempo llevaba intentando es¬conder.
-Myriam, ¿qué ocurre?
Deseaba contárselo todo, pero tenía miedo. Era ese viejo miedo de nombrar algo y darle así exis¬tencia, darle poder.
Y no podía darle poder a su enfermedad. Sabía lo que le había pasado a su madre y su tía.
-Pues...
-Myriam, dímelo.
-No puedo.
Víctor se acercó para tomar su mano.
-¿Por qué no? Puedes hablar con los demás. ¿Por qué no puedes hacerlo conmigo? Me cono¬ces mejor que nadie.
-Quizá ese es el problema.
-Que Dios me perdone, pero me vuelves loco -murmuró Víctor un segundo antes de buscar sus labios. La besó con tanta pasión, con tanta fuerza que la dejó sin aliento, mareada.
Myriam se sujetó a su camisa, agarrándose a él como si fuera un salvavidas.
Nadie besaba así. Solo Víctor. Solo Víctor la hacía sentir de aquella forma y aún no lo había su¬perado. Quizá nunca lo superaría.
Myriam dejó escapar un gemido. Sentía placer, dolor, angustia. ¿Qué estaba haciendo? La última vez que la besó así fue en los jardines del palacio Trussardi. Los dos habían perdido el control y los dos sabían lo que pasó después.
Las consecuencias... siempre había consecuen-cias.
Debería apartarse, pero no podía. Siempre ha¬bía sido así con Víctor. Su respuesta era instin¬tiva, imposible de controlar.
Sus gemidos parecían excitarlo más. La estre¬chaba entre sus brazos, ahogándola. Cuando abrió sus labios con la lengua se sintió desnuda, vulne¬rable. Y quería sentirse así con él. Víctor deslizó la mano hasta sus caderas, apretándola más, ha¬ciéndole sentir su erección.
Más tarde se odiaría a sí mismo...
Myriam oyó una vocecita de advertencia; la voz de la realidad, la cruda realidad.
Se apartó entonces, haciendo un esfuerzo. Los ojos oscuros del hombre brillaban como carbones encendidos.
Quería seguir besándola, pero conocía a Víctor y sabía que lamentaría haber perdido el control... aunque hubiera sido por poco tiempo. Y que sería ella quien pagase las consecuencias.
No se había equivocado.
-¡Maldita sea! -exclamó, con voz ronca-. ¿Por qué lo he hecho? ¿Qué me pasa?
-Víctor...
-No, no digas nada. Solo empeorarías las co¬sas.
Myriam observó la dureza de su expresión, el brillo de sus ojos.
-Le rompí el corazón una vez. Casi la destrocé y es muy frágil, Myriam. Marilena no es como tú. Ella no puede soportar el rechazo.
-Lo siento. No volverá a pasar.
-No, no volverá a pasar porque quiero que te vayas. Quiero te vayas ahora mismo... con tus hi¬jas.
Ella lo miró, atónita.
-¿Mis hijas?
-Eso es lo que querías, ¿no? Para eso las ale¬jaste de mí.
-Víctor...
Estaba furioso con ella y consigo mismo y que-ría que alguien pagase los platos rotos. Pero las niñas... no era justo.
-Te fuiste al otro lado del mundo y me conver-tiste en un extraño. ¡Es culpa tuya, Myriam!
-Estoy intentando arreglarlo...
-¿Cómo? ¿Destrozando mi relación con Mari-lena?
-Yo no he destruido nada, Víctor. No ha cam¬biado nada. No saques esto de quicio. Solo ha sido un beso...
-¿Solo un beso? ¿Cómo puedes decir eso? Es¬toy comprometido. Estoy a punto de casarme con Marilena y tú dices... tienes la cara de decir que solo ha sido un beso -Víctor estaba pálido, desen¬cajado-. Quizá un beso no es nada para ti, pero yo soy fiel. Soy leal. No hago cosas así. No le hago el amor a una mujer cuando estoy prometido con otra... y sin embargo lo he hecho dos veces. Y las dos veces contigo.
-Lo siento -murmuró ella.
-¿Qué tienes, Myriam?
-No lo sé.
-Yo tampoco lo sé, pero esto... esto -Víctor se señaló a sí mismo, disgustado- está mal. Me aver¬güenzo de mí mismo.
Myriam no lo dudaba. Lo conocía bien.
-Me voy a mi habitación.
-No es eso lo que te he pedido. Te he dicho que hagas las maletas.
-Víctor, por favor...
-¡No! Me niego a seguir hablando. No quiero que sigas aquí. No quiero volver a estar donde es¬taba hace tres años. No sé lo que me haces ni en¬tiendo el efecto que ejerces sobre mí, pero esta vez sé muy bien lo que debo hacer. Librarme de ti, Myriam. Ahora.
Estaban tan cerca que podía sentir el calor de su cuerpo. Víctor insistía en que se fuera, pero Myriam no pensaba hacerlo.
No podía hacerlo. Aún.
-Si no te vas tú, lo haré yo -dijo él entonces-. Me iré con Marilena a la casa de campo hasta que te vayas de Milán.
Myriam intentó encontrar su voz. Pero tuvo que hacer un esfuerzo.
-No tienes que irte a ninguna parte.
-¿Te irás?
-Haré la maleta inmediatamente. Pero no me llevaré a las niñas conmigo.
-¿Qué estás diciendo?
-No puedo llevarlas conmigo a casa. No quiero que me vean mientras estoy recibiendo quimiote-rapia.
-¿Qué?
-Sé cómo es el tratamiento. Sé cómo deja el cuerpo de un ser humano y no quiero que las ni¬ñas lo vean.
-¿Quimioterapia?
Myriam respiró profundamente. Aquello no era nada fácil. Un minuto antes estaban besándose y, de repente...
-Tengo cáncer.
No se lo había dicho a nadie. Era la primera vez que pronunciaba esa palabra.
Víctor la miró, incrédulo. No parecía histérica, todo lo contrario. Estaba asombrosamente tran¬quila. No podía haber dicho aquello. Era una lo¬cura, pero por un momento le pareció que había dicho la palabra «cáncer».
-¡Mamá! -el grito sonó fuera, en el pasillo. Myriam salió corriendo del estudio.
-¿Qué ocurre, Vicky?
-Tengo que ir al baño. Pero me da miedo.
Tardó diez minutos en volver a meter a Vicky en la cama y para cuando cerró la puerta del dormito¬rio, Víctor ya no estaba en el estudio.
Lo encontró fuera, apoyado en una columna del patio. No se volvió, pero debía de haberla oído salir.
-¿Es cierto? -preguntó, mirando al cielo.
-Sí.
-¿Has pedido una segunda opinión?
-Sí. Estoy esperando los resultados, pero el primer diagnóstico me lo dio el especialista que trató a mi madre. He tenido suerte de que lo hayan descubierto tan pronto. Cuanto antes se detecte, mayores son las posibilidades de curación.
-No se lo has dicho a las niñas.
-Claro que no. ¿Cómo voy a decírselo? Son muy pequeñas.
Víctor siguió mirando el horizonte, pensativo.
-De modo que tenías un motivo para venir a Milán. No es por las niñas, es por ti. Nunca ha¬brías venido por iniciativa propia. Solo has ve¬nido porque estás desesperada.
Myriam no se molestó en contestar. ¿Para qué? Evidentemente, su ex marido no entendía nada.
Besos
Jenny
-No, no voy a llevármelas. Había pensado de-jarlas contigo.
-¿Cómo?
Myriam cerró los ojos un momento. Las niñas, debía pensar en las niñas, se dijo para darse valor. Ellas no sabían todavía que a su mamá y a su papá podían pasarles cosas malas.
Se dio la vuelta entonces, pero no tenía adonde ir. No tenía a nadie a quien pedir ayuda... excepto a Víctor.
Solo a Víctor.
La realidad hizo que le temblara el pulso. Cuando se volvió le costaba trabajo controlar las lágrimas que tanto tiempo llevaba intentando es¬conder.
-Myriam, ¿qué ocurre?
Deseaba contárselo todo, pero tenía miedo. Era ese viejo miedo de nombrar algo y darle así exis¬tencia, darle poder.
Y no podía darle poder a su enfermedad. Sabía lo que le había pasado a su madre y su tía.
-Pues...
-Myriam, dímelo.
-No puedo.
Víctor se acercó para tomar su mano.
-¿Por qué no? Puedes hablar con los demás. ¿Por qué no puedes hacerlo conmigo? Me cono¬ces mejor que nadie.
-Quizá ese es el problema.
-Que Dios me perdone, pero me vuelves loco -murmuró Víctor un segundo antes de buscar sus labios. La besó con tanta pasión, con tanta fuerza que la dejó sin aliento, mareada.
Myriam se sujetó a su camisa, agarrándose a él como si fuera un salvavidas.
Nadie besaba así. Solo Víctor. Solo Víctor la hacía sentir de aquella forma y aún no lo había su¬perado. Quizá nunca lo superaría.
Myriam dejó escapar un gemido. Sentía placer, dolor, angustia. ¿Qué estaba haciendo? La última vez que la besó así fue en los jardines del palacio Trussardi. Los dos habían perdido el control y los dos sabían lo que pasó después.
Las consecuencias... siempre había consecuen-cias.
Debería apartarse, pero no podía. Siempre ha¬bía sido así con Víctor. Su respuesta era instin¬tiva, imposible de controlar.
Sus gemidos parecían excitarlo más. La estre¬chaba entre sus brazos, ahogándola. Cuando abrió sus labios con la lengua se sintió desnuda, vulne¬rable. Y quería sentirse así con él. Víctor deslizó la mano hasta sus caderas, apretándola más, ha¬ciéndole sentir su erección.
Más tarde se odiaría a sí mismo...
Myriam oyó una vocecita de advertencia; la voz de la realidad, la cruda realidad.
Se apartó entonces, haciendo un esfuerzo. Los ojos oscuros del hombre brillaban como carbones encendidos.
Quería seguir besándola, pero conocía a Víctor y sabía que lamentaría haber perdido el control... aunque hubiera sido por poco tiempo. Y que sería ella quien pagase las consecuencias.
No se había equivocado.
-¡Maldita sea! -exclamó, con voz ronca-. ¿Por qué lo he hecho? ¿Qué me pasa?
-Víctor...
-No, no digas nada. Solo empeorarías las co¬sas.
Myriam observó la dureza de su expresión, el brillo de sus ojos.
-Le rompí el corazón una vez. Casi la destrocé y es muy frágil, Myriam. Marilena no es como tú. Ella no puede soportar el rechazo.
-Lo siento. No volverá a pasar.
-No, no volverá a pasar porque quiero que te vayas. Quiero te vayas ahora mismo... con tus hi¬jas.
Ella lo miró, atónita.
-¿Mis hijas?
-Eso es lo que querías, ¿no? Para eso las ale¬jaste de mí.
-Víctor...
Estaba furioso con ella y consigo mismo y que-ría que alguien pagase los platos rotos. Pero las niñas... no era justo.
-Te fuiste al otro lado del mundo y me conver-tiste en un extraño. ¡Es culpa tuya, Myriam!
-Estoy intentando arreglarlo...
-¿Cómo? ¿Destrozando mi relación con Mari-lena?
-Yo no he destruido nada, Víctor. No ha cam¬biado nada. No saques esto de quicio. Solo ha sido un beso...
-¿Solo un beso? ¿Cómo puedes decir eso? Es¬toy comprometido. Estoy a punto de casarme con Marilena y tú dices... tienes la cara de decir que solo ha sido un beso -Víctor estaba pálido, desen¬cajado-. Quizá un beso no es nada para ti, pero yo soy fiel. Soy leal. No hago cosas así. No le hago el amor a una mujer cuando estoy prometido con otra... y sin embargo lo he hecho dos veces. Y las dos veces contigo.
-Lo siento -murmuró ella.
-¿Qué tienes, Myriam?
-No lo sé.
-Yo tampoco lo sé, pero esto... esto -Víctor se señaló a sí mismo, disgustado- está mal. Me aver¬güenzo de mí mismo.
Myriam no lo dudaba. Lo conocía bien.
-Me voy a mi habitación.
-No es eso lo que te he pedido. Te he dicho que hagas las maletas.
-Víctor, por favor...
-¡No! Me niego a seguir hablando. No quiero que sigas aquí. No quiero volver a estar donde es¬taba hace tres años. No sé lo que me haces ni en¬tiendo el efecto que ejerces sobre mí, pero esta vez sé muy bien lo que debo hacer. Librarme de ti, Myriam. Ahora.
Estaban tan cerca que podía sentir el calor de su cuerpo. Víctor insistía en que se fuera, pero Myriam no pensaba hacerlo.
No podía hacerlo. Aún.
-Si no te vas tú, lo haré yo -dijo él entonces-. Me iré con Marilena a la casa de campo hasta que te vayas de Milán.
Myriam intentó encontrar su voz. Pero tuvo que hacer un esfuerzo.
-No tienes que irte a ninguna parte.
-¿Te irás?
-Haré la maleta inmediatamente. Pero no me llevaré a las niñas conmigo.
-¿Qué estás diciendo?
-No puedo llevarlas conmigo a casa. No quiero que me vean mientras estoy recibiendo quimiote-rapia.
-¿Qué?
-Sé cómo es el tratamiento. Sé cómo deja el cuerpo de un ser humano y no quiero que las ni¬ñas lo vean.
-¿Quimioterapia?
Myriam respiró profundamente. Aquello no era nada fácil. Un minuto antes estaban besándose y, de repente...
-Tengo cáncer.
No se lo había dicho a nadie. Era la primera vez que pronunciaba esa palabra.
Víctor la miró, incrédulo. No parecía histérica, todo lo contrario. Estaba asombrosamente tran¬quila. No podía haber dicho aquello. Era una lo¬cura, pero por un momento le pareció que había dicho la palabra «cáncer».
-¡Mamá! -el grito sonó fuera, en el pasillo. Myriam salió corriendo del estudio.
-¿Qué ocurre, Vicky?
-Tengo que ir al baño. Pero me da miedo.
Tardó diez minutos en volver a meter a Vicky en la cama y para cuando cerró la puerta del dormito¬rio, Víctor ya no estaba en el estudio.
Lo encontró fuera, apoyado en una columna del patio. No se volvió, pero debía de haberla oído salir.
-¿Es cierto? -preguntó, mirando al cielo.
-Sí.
-¿Has pedido una segunda opinión?
-Sí. Estoy esperando los resultados, pero el primer diagnóstico me lo dio el especialista que trató a mi madre. He tenido suerte de que lo hayan descubierto tan pronto. Cuanto antes se detecte, mayores son las posibilidades de curación.
-No se lo has dicho a las niñas.
-Claro que no. ¿Cómo voy a decírselo? Son muy pequeñas.
Víctor siguió mirando el horizonte, pensativo.
-De modo que tenías un motivo para venir a Milán. No es por las niñas, es por ti. Nunca ha¬brías venido por iniciativa propia. Solo has ve¬nido porque estás desesperada.
Myriam no se molestó en contestar. ¿Para qué? Evidentemente, su ex marido no entendía nada.
Re: Por Siempre
Muchas gracias por el capitulo, ojala Victor logre entenderla.
alma.fra- VBB DIAMANTE
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Re: Por Siempre
Hijoles esta buenisima la novela...siguele por faaaaa
jai33sire- VBB PLATINO
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Re: Por Siempre
Ayy Dios, a ver qué sucede ahora!!! Gracias por el capi Jenny!!!
Marianita- STAFF
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Fecha de inscripción : 25/05/2008
Re: Por Siempre
NOOO POBREE MYRIAM!!!
Y yo si see lo que tienes victor.....es una cosa que se llama "amor". la amas y no lol puedes negar....aunque lo intentesss
siguele protnoooo ese cap estuvooo superr chiquitoooo
Y yo si see lo que tienes victor.....es una cosa que se llama "amor". la amas y no lol puedes negar....aunque lo intentesss
siguele protnoooo ese cap estuvooo superr chiquitoooo
Chicana_415- VBB PLATINO
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Localización : San Francisco, CA
Fecha de inscripción : 24/05/2008
Re: Por Siempre
NOOOOOOOOOOOOOOOOOO QUE MYRIAM NO TENGA CANCER
QUE SEA UNA EQUIVOCACION...
VICTOR DEJATE DE TONTERIAS LO QUE ATI TE PASA CON MYRIAM
ES QUE LA AMASSSS Y LA QUIERES Y SIEMPRE A SIDO ASI.
JENNY MUCHAS GRACIASSSSSSSSSSSS
Eva_vbb- VBB DIAMANTE
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Re: Por Siempre
hey girl....... capitulos diarios xfas, me gusta mucho la novela
sylvia- Nuevo Usuario
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Re: Por Siempre
HAY NO
SIGUELE PORFAS NO TARDES
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panquesito- VBB JUNIOR
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Re: Por Siempre
ESPERO QUE VICTOR APOYE A MYRIAM EN EL DIFICIL MOMENTO QUE ESTA VIVIENDO, GRACIAS POR EL CAPÍTULO
mats310863- VBB PLATINO
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Fecha de inscripción : 01/06/2008
Re: Por Siempre
QUIEROOOOOOOOO CAP....
QUIEROOOOOOOOO CAP....
QUIEROOOOOOOOO CAP....
QUIEROOOOOOOOO CAP....
QUIEROOOOOOOOO CAP....
QUIEROOOOOOOOO CAP....
QUIEROOOOOOOOO CAP....
Eva_vbb- VBB DIAMANTE
- Cantidad de envíos : 2742
Edad : 39
Fecha de inscripción : 25/05/2008
Re: Por Siempre
CAPITULOS
QUIERO CAPITULOS
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panquesito- VBB JUNIOR
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Edad : 45
Fecha de inscripción : 18/07/2008
Re: Por Siempre
Holis Doooo!!!!
veo que ya tienes mucho tiempo sin entrar a poner capi asi andeleeee....
si no me vere en la penosa necesidad de organizar pa empezar una manifestacion protestando x la falta de capi y si eso no funciona jijijiji me autocontrataré para darte un "pequeño recordatorio" de que no nos has puesto capi jijijijijiji
andale si nenaaaaaaaaa si???
besitos
aNa
veo que ya tienes mucho tiempo sin entrar a poner capi asi andeleeee....
si no me vere en la penosa necesidad de organizar pa empezar una manifestacion protestando x la falta de capi y si eso no funciona jijijiji me autocontrataré para darte un "pequeño recordatorio" de que no nos has puesto capi jijijijijiji
andale si nenaaaaaaaaa si???
besitos
aNa
Re: Por Siempre
Holis Jennyyyyyyyyyyy pon capitulo
Te kiero muchooooooo cuidate........
Te kiero muchooooooo cuidate........
ryaneth- VBB JUNIOR
- Cantidad de envíos : 41
Edad : 39
Fecha de inscripción : 27/10/2008
Re: Por Siempre
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JENNY X FISSSSSSSS PON CAP....
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JENNY X FISSSSSSSS PON CAP....
Eva_vbb- VBB DIAMANTE
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Edad : 39
Fecha de inscripción : 25/05/2008
Re: Por Siempre
Jenny, 5 días y no hay capi!! Anda corre que nos desesperamos!!!
Marianita- STAFF
- Cantidad de envíos : 2851
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Localización : Veracruz, Ver.
Fecha de inscripción : 25/05/2008
Re: Por Siempre
apoyo a las demas queremos el 2 X 1 por faaaaaaaa
jai33sire- VBB PLATINO
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Edad : 48
Localización : Mexico Distrito Federal
Fecha de inscripción : 23/05/2008
Re: Por Siempre
PORQUE NOS HACEN ESTO
PON CAPITULOS YA VA HACER 3X1
REGRESA
PON CAPITULOS YA VA HACER 3X1
REGRESA
panquesito- VBB JUNIOR
- Cantidad de envíos : 42
Edad : 45
Fecha de inscripción : 18/07/2008
Re: Por Siempre
JENNY QUE PACHOOOOOOO
MI NO ENTENDERRRRR X QUE
NO NOS HAS PUESTO CAP... YA SON MUCHOS DIAZ
YA NOS DEBES UN 2X1...
2X1 2X1 2X1 2X1 2X1 2X1 2X1 2X1 2X1
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MI NO ENTENDERRRRR X QUE
NO NOS HAS PUESTO CAP... YA SON MUCHOS DIAZ
YA NOS DEBES UN 2X1...
2X1 2X1 2X1 2X1 2X1 2X1 2X1 2X1 2X1
2X1 2X1 2X1 2X1 2X1 2X1 2X1 2X1 2X1
2X1 2X1 2X1 2X1 2X1 2X1 2X1 2X1 2X1
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Eva_vbb- VBB DIAMANTE
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Edad : 39
Fecha de inscripción : 25/05/2008
Re: Por Siempre
Donde andas Jennyyy Ya nos debes como 5 x 1.
alma.fra- VBB DIAMANTE
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Re: Por Siempre
aki les dejo el capi sorry por no poder postear!!!
besos
Jenny
Myriam se tragó la protesta. Tenía razón. No habría ido a verlo si no estuviera deses¬perada.
La muerte de su madre la dejó sin alternativas. No tenía más parientes, nadie que pudiera ayu¬darla con las niñas mientras ella se sometía al tra¬tamiento de quimioterapia.
De modo que fue a Milán, a casa de Víctor. El destino y las circunstancias la habían obligado a volver con su ex marido, a hacer algo que su or¬gullo no le habría permitido hacer en ninguna otra circunstancia.
Necesitaba su ayuda.
-Estás sonriendo.
-Porque tienes razón -suspiró ella, quitándose la cinta del pelo-. El orgullo siempre ha sido un problema para mí. Quizá porque crecí en una fa¬milia pobre. Quizá porque todo el mundo sabía que mi padre había abandonado a mi madre...
Myriam estaba en la guardería cuando su padre se fue de casa. Sus padres llevaban meses peleán¬dose y las peleas aumentaron hasta que todo pare¬cía moverse en el salón: los libros, los zapatos, las llaves, los teléfonos. Entonces un día los gritos terminaron. Nadie volvió a dar portazos. Su padre había desaparecido. Y todo el mundo lo sabía.
Absolutamente todo el mundo.
Myriam se dejó caer sobre una silla de mimbre.
-Toda Milán sabe que te casaste conmigo porque estaba embarazada. Y yo odiaba eso. Odiaba que la gente sintiera compasión por ti.
-¿Compasión?
Ella asintió. Estaba agotada, deshecha.
-Tú eras Víctor García. Podrías haberte ca¬sado con cualquier mujer y pensabas hacerlo con una princesa. Pero acabaste casado conmigo.
-Por eso te fuiste de casa.
-Para esconderme.
-Por orgullo -repitió su ex marido.
-Menuda ironía. Ahora no me queda orgullo. Estoy desesperada y te necesito. Necesito tu ayuda.
Víctor la miró sin decir nada. Pero no necesita-ban palabras para comunicarse. Myriam podía sen¬tir su rabia y su frustración. Estaba pasando otra vez. De nuevo tenían aquella sensación de estar atrapados... acorralados. Eso fue lo que los obligó a casarse.
Y en aquel momento se enfrentaban a una rea-lidad aún más dura.
-Por favor, Víctor. Por favor, ayúdame con las niñas. Ayúdame a pensar que he hecho algo bien en la vida.
-Has hecho muchas cosas bien -replicó él.
¿Cómo podía tener cáncer? Era muy joven. Y no parecía estar enferma en absoluto. De hecho, nunca había estado más radiante.
Aquella tarde, durante el rodaje del anuncio, se había encontrado mirándola con cara de tonto. Era como una obra de arte y, aunque no siempre estuvieran de acuerdo, aunque tuvieran problemas, nunca le desearía nada malo. Nunca, jamás.
-Lo siento, Víctor -murmuró Myriam, mirán¬dolo con sus ojos azules. Los ojos que habían he¬redado sus hijas.
Le dolió que lo mirase así, como si necesitara su perdón. ¿Creía que él, precisamente él, debía perdonarla? ¿Por qué?
Habían tenido problemas, muchos problemas, pero también hubo sus momentos buenos. Por no hablar de momentos de ternura que nunca antes disfrutó con ninguna mujer. Myriam no era tan re¬gia como Marilena, pero era divertida, apasio¬nada... y esa pasión era adictiva.
Ella era adictiva. Cada vez que estaban cerca tenía que tocarla y había vuelto a ocurrir aquella noche. Era atracción, deseo, una especie de ansia que solo sentía por Myriam.
-Yo no quería que esto pasara. No quería ha-cerle daño a las niñas y no quería ser un estorbo en tu vida.
Palabras, pensó Víctor. Solo palabras. Estaba harto de palabras. Eran una pérdida de tiempo.
Tres años perdidos.
Myriam se dio cuenta de que estaba mirándola sin expresión, perdido en sus pensamientos. Si dijera algo. Cualquier cosa...
-Si ellas son felices, yo seré feliz -murmuró, con voz entrecortada-. Si sé que les gusta vivir contigo, me iré a casa y haré lo que tengo que ha¬cer.
-¿Cuándo piensas irte?
-El martes de la semana que viene.
-Nueve días -suspiró Víctor.
-Sí.
-¿Y cuándo empieza el tratamiento?
-Una semana más tarde. Hay que hacer algu¬nas pruebas más y después tienen que encontrar cama en el hospital.
Víctor empezó a pasear de un lado al otro del patio. Parecía perdido, preocupado.
-¿Quieres que las niñas se queden aquí, con-migo, mientras tú recibes el tratamiento?
-Creo que es lo mejor.
-Se asustarán si te marchas, Myriam.
-Lo sé, pero si me ayudas podremos conven-cerlas de que tengo que irme a trabajar o algo así. Si nos llevamos bien, las niñas sabrán que no las abandono.
Víctor siguió paseando de un lado a otro. Los últimos cuatro años pasaron delante de sus ojos como una película.
Myriam, la preciosa ayudante norteamericana. Myriam con un atrevido vestido color plata en el palacio Trussardi. Bailando con ella, riendo con ella, sintiendo que había encontrado a alguien es-pecial.
Víctor miró el jardín, iluminado por la luz de la luna.
Le recordaba a Marilena... entonces se dio cuenta de que había olvidado llamarla. Que ol¬vidó ir a verla después de cenar.
Otra vez se había olvidado de ella.
-¿Te duele?
-No.
-Me alegro -murmuró Víctor, metiéndose las manos en los bolsillos del pantalón.
Myriam. Las niñas. Marilena. El negocio. No había respuestas fáciles en la vida. No hay una di¬rección clara. No hay soluciones simples. Uno de¬pendía de su conciencia. O de hacer lo que dictara el corazón.
-Sé que tienes un plan. Cuando viniste, tenías planeado cómo hacerlo. ¿Qué es lo que quieres, Myriam? ¿Cómo puedo ayudarte?
Ella se lo contó, nerviosa, temiendo que se ne-gara.
-Es por las niñas, Víctor.
-Muy bien.
No dijo nada más.
Víctor nunca había aparecido en casa de Mari-lena sin avisar y rara vez antes de las doce del me¬diodía, pero si la princesa se sorprendió al verlo a las nueve de la mañana, no lo demostró.
-Buenos días.
-Buenos días, amore -sonrió él, besándola en la mejilla-. ¿Qué tal la cabeza? ¿Te sigue do¬liendo?
-No, estoy bien.
-El cardenal tiene buen aspecto.
-Más bien tien mal aspecto, pero esa es buena señal -sonrió Marilena-. Me lo merezco por sal¬tarme un semáforo en rojo. Fue un despiste ver¬gonzoso.
La criada entró entonces con la bandeja del café.
-¿Cómo van las cosas en casa?
-Bien -contestó Víctor.
-Pasa algo, ¿verdad?
No iba a ser fácil. Marilena era demasiado inte-ligente, demasiado perceptiva como para no darse cuenta de que aquello iba a cambiarlo todo.
-Myriam está enferma. Tiene cáncer -Víctor no sabía cómo decirlo y decidió ir al grano.
-¿Cáncer?
-Así es.
-Pobrecita -murmuró Marilena.
De nuevo, se sintió como un canalla. Estaba haciendo lo que debía hacer. Marilena entendería que debía apoyar a su ex mujer todo lo posible, pero aquello también era un golpe para ella.
-Y tus hijas... ¿lo saben?
-Aún no -contestó Víctor, desesperado por un cigarrillo-. Pero sé lo que Myriam quiere hacer. Quiere que las niñas se queden conmigo.
Marilena no se movió. No parpadeó.
-¿Quedarse contigo? ¿Y Myriam también?
-No, solo las niñas. Myriam quiere que noso¬tros, los dos, nos encarguemos de mis hijas mien¬tras ella recibe el tratamiento de quimioterapia.
-Ah, ya veo -murmuró la princesa, levantán¬dose-. ¿Y a ti qué te parece?
-Creo que Myriam está asustada. Las niñas son todo su mundo...
-¿Todo su mundo? Tiene un trabajo, Víctor. Un trabajo estupendo como diseñadora en Calvanti.
-Pero va a pedir una excedencia. No podrá tra-bajar durante el primer período del tratamiento. Y no quiere que las niñas la vean enferma.
-Ha sido muy sincera contigo, ¿no?
-Está desesperada -suspiró Víctor.
-Entonces, ¿qué me propones? ¿Qué pasa con la boda, con la luna de miel, con nosotros?
-Puede que tengamos que hacer ciertos cam¬bios, pero al final todo saldrá bien. Nos casare¬mos, iremos de luna de miel. Puede que sea unas semanas... -unos meses más tarde de lo que había¬mos planeado.
besos
Jenny
Myriam se tragó la protesta. Tenía razón. No habría ido a verlo si no estuviera deses¬perada.
La muerte de su madre la dejó sin alternativas. No tenía más parientes, nadie que pudiera ayu¬darla con las niñas mientras ella se sometía al tra¬tamiento de quimioterapia.
De modo que fue a Milán, a casa de Víctor. El destino y las circunstancias la habían obligado a volver con su ex marido, a hacer algo que su or¬gullo no le habría permitido hacer en ninguna otra circunstancia.
Necesitaba su ayuda.
-Estás sonriendo.
-Porque tienes razón -suspiró ella, quitándose la cinta del pelo-. El orgullo siempre ha sido un problema para mí. Quizá porque crecí en una fa¬milia pobre. Quizá porque todo el mundo sabía que mi padre había abandonado a mi madre...
Myriam estaba en la guardería cuando su padre se fue de casa. Sus padres llevaban meses peleán¬dose y las peleas aumentaron hasta que todo pare¬cía moverse en el salón: los libros, los zapatos, las llaves, los teléfonos. Entonces un día los gritos terminaron. Nadie volvió a dar portazos. Su padre había desaparecido. Y todo el mundo lo sabía.
Absolutamente todo el mundo.
Myriam se dejó caer sobre una silla de mimbre.
-Toda Milán sabe que te casaste conmigo porque estaba embarazada. Y yo odiaba eso. Odiaba que la gente sintiera compasión por ti.
-¿Compasión?
Ella asintió. Estaba agotada, deshecha.
-Tú eras Víctor García. Podrías haberte ca¬sado con cualquier mujer y pensabas hacerlo con una princesa. Pero acabaste casado conmigo.
-Por eso te fuiste de casa.
-Para esconderme.
-Por orgullo -repitió su ex marido.
-Menuda ironía. Ahora no me queda orgullo. Estoy desesperada y te necesito. Necesito tu ayuda.
Víctor la miró sin decir nada. Pero no necesita-ban palabras para comunicarse. Myriam podía sen¬tir su rabia y su frustración. Estaba pasando otra vez. De nuevo tenían aquella sensación de estar atrapados... acorralados. Eso fue lo que los obligó a casarse.
Y en aquel momento se enfrentaban a una rea-lidad aún más dura.
-Por favor, Víctor. Por favor, ayúdame con las niñas. Ayúdame a pensar que he hecho algo bien en la vida.
-Has hecho muchas cosas bien -replicó él.
¿Cómo podía tener cáncer? Era muy joven. Y no parecía estar enferma en absoluto. De hecho, nunca había estado más radiante.
Aquella tarde, durante el rodaje del anuncio, se había encontrado mirándola con cara de tonto. Era como una obra de arte y, aunque no siempre estuvieran de acuerdo, aunque tuvieran problemas, nunca le desearía nada malo. Nunca, jamás.
-Lo siento, Víctor -murmuró Myriam, mirán¬dolo con sus ojos azules. Los ojos que habían he¬redado sus hijas.
Le dolió que lo mirase así, como si necesitara su perdón. ¿Creía que él, precisamente él, debía perdonarla? ¿Por qué?
Habían tenido problemas, muchos problemas, pero también hubo sus momentos buenos. Por no hablar de momentos de ternura que nunca antes disfrutó con ninguna mujer. Myriam no era tan re¬gia como Marilena, pero era divertida, apasio¬nada... y esa pasión era adictiva.
Ella era adictiva. Cada vez que estaban cerca tenía que tocarla y había vuelto a ocurrir aquella noche. Era atracción, deseo, una especie de ansia que solo sentía por Myriam.
-Yo no quería que esto pasara. No quería ha-cerle daño a las niñas y no quería ser un estorbo en tu vida.
Palabras, pensó Víctor. Solo palabras. Estaba harto de palabras. Eran una pérdida de tiempo.
Tres años perdidos.
Myriam se dio cuenta de que estaba mirándola sin expresión, perdido en sus pensamientos. Si dijera algo. Cualquier cosa...
-Si ellas son felices, yo seré feliz -murmuró, con voz entrecortada-. Si sé que les gusta vivir contigo, me iré a casa y haré lo que tengo que ha¬cer.
-¿Cuándo piensas irte?
-El martes de la semana que viene.
-Nueve días -suspiró Víctor.
-Sí.
-¿Y cuándo empieza el tratamiento?
-Una semana más tarde. Hay que hacer algu¬nas pruebas más y después tienen que encontrar cama en el hospital.
Víctor empezó a pasear de un lado al otro del patio. Parecía perdido, preocupado.
-¿Quieres que las niñas se queden aquí, con-migo, mientras tú recibes el tratamiento?
-Creo que es lo mejor.
-Se asustarán si te marchas, Myriam.
-Lo sé, pero si me ayudas podremos conven-cerlas de que tengo que irme a trabajar o algo así. Si nos llevamos bien, las niñas sabrán que no las abandono.
Víctor siguió paseando de un lado a otro. Los últimos cuatro años pasaron delante de sus ojos como una película.
Myriam, la preciosa ayudante norteamericana. Myriam con un atrevido vestido color plata en el palacio Trussardi. Bailando con ella, riendo con ella, sintiendo que había encontrado a alguien es-pecial.
Víctor miró el jardín, iluminado por la luz de la luna.
Le recordaba a Marilena... entonces se dio cuenta de que había olvidado llamarla. Que ol¬vidó ir a verla después de cenar.
Otra vez se había olvidado de ella.
-¿Te duele?
-No.
-Me alegro -murmuró Víctor, metiéndose las manos en los bolsillos del pantalón.
Myriam. Las niñas. Marilena. El negocio. No había respuestas fáciles en la vida. No hay una di¬rección clara. No hay soluciones simples. Uno de¬pendía de su conciencia. O de hacer lo que dictara el corazón.
-Sé que tienes un plan. Cuando viniste, tenías planeado cómo hacerlo. ¿Qué es lo que quieres, Myriam? ¿Cómo puedo ayudarte?
Ella se lo contó, nerviosa, temiendo que se ne-gara.
-Es por las niñas, Víctor.
-Muy bien.
No dijo nada más.
Víctor nunca había aparecido en casa de Mari-lena sin avisar y rara vez antes de las doce del me¬diodía, pero si la princesa se sorprendió al verlo a las nueve de la mañana, no lo demostró.
-Buenos días.
-Buenos días, amore -sonrió él, besándola en la mejilla-. ¿Qué tal la cabeza? ¿Te sigue do¬liendo?
-No, estoy bien.
-El cardenal tiene buen aspecto.
-Más bien tien mal aspecto, pero esa es buena señal -sonrió Marilena-. Me lo merezco por sal¬tarme un semáforo en rojo. Fue un despiste ver¬gonzoso.
La criada entró entonces con la bandeja del café.
-¿Cómo van las cosas en casa?
-Bien -contestó Víctor.
-Pasa algo, ¿verdad?
No iba a ser fácil. Marilena era demasiado inte-ligente, demasiado perceptiva como para no darse cuenta de que aquello iba a cambiarlo todo.
-Myriam está enferma. Tiene cáncer -Víctor no sabía cómo decirlo y decidió ir al grano.
-¿Cáncer?
-Así es.
-Pobrecita -murmuró Marilena.
De nuevo, se sintió como un canalla. Estaba haciendo lo que debía hacer. Marilena entendería que debía apoyar a su ex mujer todo lo posible, pero aquello también era un golpe para ella.
-Y tus hijas... ¿lo saben?
-Aún no -contestó Víctor, desesperado por un cigarrillo-. Pero sé lo que Myriam quiere hacer. Quiere que las niñas se queden conmigo.
Marilena no se movió. No parpadeó.
-¿Quedarse contigo? ¿Y Myriam también?
-No, solo las niñas. Myriam quiere que noso¬tros, los dos, nos encarguemos de mis hijas mien¬tras ella recibe el tratamiento de quimioterapia.
-Ah, ya veo -murmuró la princesa, levantán¬dose-. ¿Y a ti qué te parece?
-Creo que Myriam está asustada. Las niñas son todo su mundo...
-¿Todo su mundo? Tiene un trabajo, Víctor. Un trabajo estupendo como diseñadora en Calvanti.
-Pero va a pedir una excedencia. No podrá tra-bajar durante el primer período del tratamiento. Y no quiere que las niñas la vean enferma.
-Ha sido muy sincera contigo, ¿no?
-Está desesperada -suspiró Víctor.
-Entonces, ¿qué me propones? ¿Qué pasa con la boda, con la luna de miel, con nosotros?
-Puede que tengamos que hacer ciertos cam¬bios, pero al final todo saldrá bien. Nos casare¬mos, iremos de luna de miel. Puede que sea unas semanas... -unos meses más tarde de lo que había¬mos planeado.
Re: Por Siempre
-Y tendremos a las niñas con nosotros.
-Eso es.
-¿Antes o después de la luna de miel?
-¿Eso qué importa? -replicó él, irritado-. ¿No quieres a las niñas?
Marilena dejó escapar un suspiro.
-Son preciosas, Víctor. Pero yo había esperado ser novia antes que madre. Si Myriam necesita ayuda, no me importa echarle una mano, pero creo que debemos ser precavidos. Creo que debe¬mos recordar cuál es nuestro objetivo. Siempre hemos hablado de tener familia, nuestros propios hijos...
Pero las gemelas eran suyas también. Eran parte de su vida, parte de su corazón. Eran sus hi¬jas.
-No quieres que vivan con nosotros.
-No me importa ser madrastra. No me importa cuidar de ellas durante las vacaciones o los fines de semana, pero piénsalo, Víctor. Convertirme en madre así de repente, de unas niñas que no son mis hijas... que son americanas, además. No es práctico, no tiene sentido.
Víctor buscó las llaves del coche.
-Tengo que irme a casa.
-Víctor, quiero casarme contigo. Quiero ser tu mujer. Tenemos un plan, ¿no?
Pero el plan, pensaba él mientras se dirigía ha-cia el coche, podría haber sido un error.
Cuando llegó a casa encontró a Myriam desayu¬nando en el comedor con las niñas.
Habían apartado las cortinas y el sol brillaba sobre la mesa de caoba. Había margaritas en un jarrón. Era absurdo. Margaritas, unas flores tan humildes, en una mesa del siglo XVII. Y, sin em¬bargo, quedaban preciosas.
Entonces volvió a oír las palabras de Marilena: «No son mis hijas y son americanas».
Myriam levantó la mirada. Tenía los ojos enroje¬cidos. Seguramente no había dormido bien y, sin embargo, su expresión era cálida, llena de vida.
Le gustaban aquellas americanas, pensó. Y se alegraba de que sus hijas fueran medio america¬nas. Medio Myriam.
A pesar de todo lo que había pasado entre ellos, su ex mujer le gustaba mucho. Muchísimo.
-¿De dónde habéis sacado las margaritas?
-Las niñas las cortaron esta mañana, cuando salimos de paseo.
-¿Ya habéis salido a pasear? -preguntó Víctor, mirando el reloj.
-Hemos ido al parque -contestó ella-. Pensá¬bamos que te habías ido a trabajar.
-Tenía que hacer un recado. Y ya que estoy aquí, podemos desayunar juntos.
La criada apareció inmediatamente con un zumo de naranja, café y tostadas.
-Grazie.
Myriam lo observó poniéndose mantequilla en la tostada.
-Hoy va a hacer calor. Estábamos pensando hacer una excursión.
-Vamos a ir al carnaval -dijo Vicky, poniéndose de pie sobre la silla.
-No sabía que hubiera un carnaval en la ciudad -sonrió Víctor.
-Es un festival, en el canal de Navigli -explicó Myriam-. Me llevaste tú una vez y he pensado que a las niñas les gustaría.
-¿Ya estamos en junio?
-¡Estamos en junio! -rio Sofi-. ¿Puedes venir con nosotras, papá?
Víctor sonrió. Parecía muy relajado.
-Yo tengo una idea mejor. ¿Por qué no vamos a un sitio maravilloso, mi sitio favorito en el mundo?
-¿Dónde? -preguntó Vicky.
-Capri -contestó él, mirando a Myriam-. Pasa¬remos allí una semana. Creo que nos irá bien el sol, el aire fresco y el cambio de ambiente.
Myriam estaba en su habitación haciendo la ma¬leta que, por fin, habían encontrado en el aero¬puerto de Nueva York. Se marcharían aquella misma tarde, pero seguía sin entender el repentino cambio de actitud de su ex marido.
Víctor había dicho que pasarían la noche en Napóles y, al día siguiente, tomarían el ferry que los llevaría a Capri, pero Myriam no quería que hi¬ciera eso. No quería que lo dejase todo solo para estar con ellas.
Como si hubiera leído sus pensamientos, Víctor entró en su habitación en ese instante.
-¿Ya has terminado?
-No, todavía no.
-¿Y eso? Normalmente eres muy organizada. Myriam se volvió, con cara de preocupación.
-Yo creo que no es buena idea, Víctor.
-¿Qué no es buena idea? ¿Tenía que hacerse el tonto?, pensó ella, suspi¬rando.
-El viaje. Que vayamos los cuatro juntos a Capri. Sé que tienes mucho trabajo y... ¿por qué no nos dejas en Napóles? Las niñas y yo podemos ir solas a Capri.
-¿Dejaros en Napóles? De eso nada. Este es un viaje familiar -dijo él, decidido-. Además, os hago falta. Debo estar con vosotras. Quiero estar con vosotras.
Aquel era el Víctor García que inspiraba confianza. Aquel era el hombre que sabía lo que era importante y por qué.
Myriam se apoyó en la cómoda, aliviada. Cuando llegó a Milán era tan frío con ella, tan dis¬tante...
Pero estaba cambiando, por las niñas. No tenía que preocuparse, todo iba a salir bien. Sin em¬bargo, su trabajo, el desfile de primavera-verano...
-¿Y el desfile?
-No importa.
No era cierto. El desfile de primavera-verano era fundamental para todos los diseñadores.
-No voy a morirme mañana. No tienes por qué dejarlo todo...
-No digas eso, Myriam.
-Prométeme que te encargarás de que todo esté listo para el desfile.
-¿Significa tanto para ti?
-Tienes un don, eres un genio. Y yo no quiero ser un estorbo en tu vida.
-No te entiendo. La verdad, nunca te he entendido -suspiró él-. Pero si eso te tranquiliza, se¬guiré con la colección. Puedo encargarme de los detalles por teléfono y por correo electrónico. Y si es necesario volveré a Milán para las últimas pruebas.
-Gracias.
-¿Por qué me das las gracias? Myriam se encogió de hombros.
-Estás siendo muy cariñoso. Muy amable.
-¡Amable! ¡Santo Cielo! No soy amable, no soy amable en absoluto. No lo hago por amabili¬dad, es por... necesidad. Es lo que tengo que ha¬cer.
A pesar de todo Myriam se lo agradecía. Era un alivio saber que entendía su situación y aceptaba quedarse con las niñas. Lo necesitarían mucho cuando ella se hubiera ido.
-Esto cambiará muchas cosas.
-Lo sé.
-Y Marilena...
-Lo sabe también.
-¿No le importa que vayas con nosotras a Ca-pri?
-Todo está bien, tranquila.
A Myriam se le encogió el corazón.
-Lo siento, Víctor.
-No te disculpes, por favor. ¿Qué culpa tienes tú? Tú no quieres estar enferma, nadie quiere estar enfermo. No te disculpes por algo que no puedes controlar.
-Mi enfermedad te afecta a ti también.
Ñ
-Así es la vida. Soy un hombre, Myriam, no un niño. Sé que la vida es dura y acepto que haya re¬tos y desilusiones -dijo Víctor entonces, clavando en ella sus ojos oscuros-. Pero no acepto una de¬rrota. Ganarás la batalla, Myriam. No puedes dejarte vencer.
-Eso es.
-¿Antes o después de la luna de miel?
-¿Eso qué importa? -replicó él, irritado-. ¿No quieres a las niñas?
Marilena dejó escapar un suspiro.
-Son preciosas, Víctor. Pero yo había esperado ser novia antes que madre. Si Myriam necesita ayuda, no me importa echarle una mano, pero creo que debemos ser precavidos. Creo que debe¬mos recordar cuál es nuestro objetivo. Siempre hemos hablado de tener familia, nuestros propios hijos...
Pero las gemelas eran suyas también. Eran parte de su vida, parte de su corazón. Eran sus hi¬jas.
-No quieres que vivan con nosotros.
-No me importa ser madrastra. No me importa cuidar de ellas durante las vacaciones o los fines de semana, pero piénsalo, Víctor. Convertirme en madre así de repente, de unas niñas que no son mis hijas... que son americanas, además. No es práctico, no tiene sentido.
Víctor buscó las llaves del coche.
-Tengo que irme a casa.
-Víctor, quiero casarme contigo. Quiero ser tu mujer. Tenemos un plan, ¿no?
Pero el plan, pensaba él mientras se dirigía ha-cia el coche, podría haber sido un error.
Cuando llegó a casa encontró a Myriam desayu¬nando en el comedor con las niñas.
Habían apartado las cortinas y el sol brillaba sobre la mesa de caoba. Había margaritas en un jarrón. Era absurdo. Margaritas, unas flores tan humildes, en una mesa del siglo XVII. Y, sin em¬bargo, quedaban preciosas.
Entonces volvió a oír las palabras de Marilena: «No son mis hijas y son americanas».
Myriam levantó la mirada. Tenía los ojos enroje¬cidos. Seguramente no había dormido bien y, sin embargo, su expresión era cálida, llena de vida.
Le gustaban aquellas americanas, pensó. Y se alegraba de que sus hijas fueran medio america¬nas. Medio Myriam.
A pesar de todo lo que había pasado entre ellos, su ex mujer le gustaba mucho. Muchísimo.
-¿De dónde habéis sacado las margaritas?
-Las niñas las cortaron esta mañana, cuando salimos de paseo.
-¿Ya habéis salido a pasear? -preguntó Víctor, mirando el reloj.
-Hemos ido al parque -contestó ella-. Pensá¬bamos que te habías ido a trabajar.
-Tenía que hacer un recado. Y ya que estoy aquí, podemos desayunar juntos.
La criada apareció inmediatamente con un zumo de naranja, café y tostadas.
-Grazie.
Myriam lo observó poniéndose mantequilla en la tostada.
-Hoy va a hacer calor. Estábamos pensando hacer una excursión.
-Vamos a ir al carnaval -dijo Vicky, poniéndose de pie sobre la silla.
-No sabía que hubiera un carnaval en la ciudad -sonrió Víctor.
-Es un festival, en el canal de Navigli -explicó Myriam-. Me llevaste tú una vez y he pensado que a las niñas les gustaría.
-¿Ya estamos en junio?
-¡Estamos en junio! -rio Sofi-. ¿Puedes venir con nosotras, papá?
Víctor sonrió. Parecía muy relajado.
-Yo tengo una idea mejor. ¿Por qué no vamos a un sitio maravilloso, mi sitio favorito en el mundo?
-¿Dónde? -preguntó Vicky.
-Capri -contestó él, mirando a Myriam-. Pasa¬remos allí una semana. Creo que nos irá bien el sol, el aire fresco y el cambio de ambiente.
Myriam estaba en su habitación haciendo la ma¬leta que, por fin, habían encontrado en el aero¬puerto de Nueva York. Se marcharían aquella misma tarde, pero seguía sin entender el repentino cambio de actitud de su ex marido.
Víctor había dicho que pasarían la noche en Napóles y, al día siguiente, tomarían el ferry que los llevaría a Capri, pero Myriam no quería que hi¬ciera eso. No quería que lo dejase todo solo para estar con ellas.
Como si hubiera leído sus pensamientos, Víctor entró en su habitación en ese instante.
-¿Ya has terminado?
-No, todavía no.
-¿Y eso? Normalmente eres muy organizada. Myriam se volvió, con cara de preocupación.
-Yo creo que no es buena idea, Víctor.
-¿Qué no es buena idea? ¿Tenía que hacerse el tonto?, pensó ella, suspi¬rando.
-El viaje. Que vayamos los cuatro juntos a Capri. Sé que tienes mucho trabajo y... ¿por qué no nos dejas en Napóles? Las niñas y yo podemos ir solas a Capri.
-¿Dejaros en Napóles? De eso nada. Este es un viaje familiar -dijo él, decidido-. Además, os hago falta. Debo estar con vosotras. Quiero estar con vosotras.
Aquel era el Víctor García que inspiraba confianza. Aquel era el hombre que sabía lo que era importante y por qué.
Myriam se apoyó en la cómoda, aliviada. Cuando llegó a Milán era tan frío con ella, tan dis¬tante...
Pero estaba cambiando, por las niñas. No tenía que preocuparse, todo iba a salir bien. Sin em¬bargo, su trabajo, el desfile de primavera-verano...
-¿Y el desfile?
-No importa.
No era cierto. El desfile de primavera-verano era fundamental para todos los diseñadores.
-No voy a morirme mañana. No tienes por qué dejarlo todo...
-No digas eso, Myriam.
-Prométeme que te encargarás de que todo esté listo para el desfile.
-¿Significa tanto para ti?
-Tienes un don, eres un genio. Y yo no quiero ser un estorbo en tu vida.
-No te entiendo. La verdad, nunca te he entendido -suspiró él-. Pero si eso te tranquiliza, se¬guiré con la colección. Puedo encargarme de los detalles por teléfono y por correo electrónico. Y si es necesario volveré a Milán para las últimas pruebas.
-Gracias.
-¿Por qué me das las gracias? Myriam se encogió de hombros.
-Estás siendo muy cariñoso. Muy amable.
-¡Amable! ¡Santo Cielo! No soy amable, no soy amable en absoluto. No lo hago por amabili¬dad, es por... necesidad. Es lo que tengo que ha¬cer.
A pesar de todo Myriam se lo agradecía. Era un alivio saber que entendía su situación y aceptaba quedarse con las niñas. Lo necesitarían mucho cuando ella se hubiera ido.
-Esto cambiará muchas cosas.
-Lo sé.
-Y Marilena...
-Lo sabe también.
-¿No le importa que vayas con nosotras a Ca-pri?
-Todo está bien, tranquila.
A Myriam se le encogió el corazón.
-Lo siento, Víctor.
-No te disculpes, por favor. ¿Qué culpa tienes tú? Tú no quieres estar enferma, nadie quiere estar enfermo. No te disculpes por algo que no puedes controlar.
-Mi enfermedad te afecta a ti también.
Ñ
-Así es la vida. Soy un hombre, Myriam, no un niño. Sé que la vida es dura y acepto que haya re¬tos y desilusiones -dijo Víctor entonces, clavando en ella sus ojos oscuros-. Pero no acepto una de¬rrota. Ganarás la batalla, Myriam. No puedes dejarte vencer.
Re: Por Siempre
muhas gracias por el capitulo pero por fa no nos olvides y siguele pronto
jai33sire- VBB PLATINO
- Cantidad de envíos : 1207
Edad : 48
Localización : Mexico Distrito Federal
Fecha de inscripción : 23/05/2008
Re: Por Siempre
Kiero llorar , ojala ke Myri no se rinda como dice Victor y ke bueno ke el la esta apoyando.
No tardes con el proximo capitulo.
No tardes con el proximo capitulo.
alma.fra- VBB DIAMANTE
- Cantidad de envíos : 2190
Fecha de inscripción : 25/06/2008
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