Por Siempre
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Jenny
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Re: Por Siempre
-No. Es lo que esperaba que dijeras -contestó Víctor, acariciando su cara. Al tocarla, sintió una abrumadora emoción-. Dime Myriam, ¿es dema¬siado tarde para empezar de nuevo?
Ella parpadeó para contener las lágrimas.
-Pensé que íbamos a ser amigos.
Allí estaba de nuevo, aquel deseo salvaje de hacerla suya, de poseerla. No quería ser solo su amigo. Quería el fuego, el ansia que había pro¬bado aquella noche. Había hecho el amor con mu¬chas mujeres, pero hacerlo con Myriam fue una ex¬periencia más real, más intensa que ninguna otra.
-Tú y yo nunca podremos ser amigos -dijo, ha-ciendo un esfuerzo para no devorarla allí mismo-. Hay demasiada pasión. Demasiada química.
Myriam intentó no dejarse afectar por el calor de la mano del hombre. Pero era tan difícil... lo había echado tanto de menos.
Echaba de menos hacer el amor con él, pero sa¬bía que hacerlo solo complicaría las cosas. Que acabaría rompiéndole el corazón. Si hacía el amor con Víctor lo amaría aún más.
-Es tarde -dijo, intentando apartarse. Víctor sonrió, decidido.
-No es tan tarde.
Myriam levantó una mano para apartar la suya, pero se encontró sujetándose a él como si no qui¬siera soltarlo nunca.
No podía dejar que ocurriera. No podía necesi-tarlo otra vez. No podía volver a ser vulnerable.
«Lucha, Myriam. Si no resistes ahora, no lo ha-rás nunca».
-Me parece que las niñas me están llamando.
-Yo no oigo nada. Y si se levantaran, ¿qué pa-saría? Solo me verían acariciándote.
-¿YMarilena...?
-Ella no está aquí, no tiene nada que ver -mur-muró Víctor, inclinando la cabeza para buscar sus labios-. La ecuación es Víctor, Myriam, Vicky y Sofi. Los cuatro. Eso es lo único que importa.
Myriam temblaba al sentir las caricias de su ex marido. Pero era más experta que tres años antes. Víctor podía olvidarse de Marilena aquella noche, pero ella no. Deseaba su boca, sus manos y sus caricias, pero también sabía que era un error.
-No, no, no -murmuró, apartándose-. No puedo hacerlo, Víctor. No eres mío...
-No soy de nadie.
-Pero Marilena...
-Hemos roto, Myriam.
Una inmensa alegría la invadió, pero inmedia-tamente se sintió culpable. Quería a Víctor, pero ¿robárselo a otra mujer?
-Ha sido mi elección. No amo a Marilena.
-Lo dices ahora, al calor del momento. ¿Y si cambias de opinión?
-¿El calor del momento? -repitió él, metiendo la mano en el bolsillo del pantalón-. Entonces, ¿qué es esto?
Myriam miró el diamante cortado en forma de esmeralda, atónita.
-¿De quién es?
-¿No lo sabes?
-Víctor...
-No crees que haya roto definitivamente con Marilena. Aquí está la prueba. Su anillo. ¿Qué más quieres?
Myriam lo miró a los ojos. No sabía qué pensar. Se sentía culpable, pero feliz. Tenía miedo, pero también esperanzas.
-Has dicho que si solo te quedasen cuatro días, querrías estar conmigo -siguió Víctor, levantando su barbilla con un dedo-. Yo siento lo mismo. Si tú eres con quien quiero estar, ¿cómo voy a ca¬sarme con ella?
-Pero una vez dijiste que teníais muchas cosas en común...
-Y también pensé que te había perdido para siempre. Pensé que no volverías nunca. Mi rela¬ción con Marilena era... como un seguro, una forma de impedir que alguien volviese a hacerme daño.
-Si la pierdes, pierdes ese seguro.
-Lo sé. No estaba funcionando, de todas for¬mas. Volviste a Milán y me di cuenta de que había sido un idiota. He sido un cobarde, Myriam, pero prefiero cuatro días contigo que toda una vida con otra mujer -dijo Víctor, cerrando la puerta del dormitorio-. El tiempo pasa, cariño. ¿No hemos hablado suficiente por una noche?
Ella sabía que iba a besarla y deseaba aquel beso más que nada en el mundo. Y lo temía tam¬bién.
Víctor la tomó por la cintura y buscó sus la¬bios, tenso, anhelante. La envolvió en sus brazos, apretándola contra su corazón, abriendo sus pier¬nas con una rodilla para tenerla más cerca. Myriam no sabía qué hacer. Por un lado deseaba aquello, por otro sabía que no era el momento, que quizá era demasiado pronto.
Sin embargo, el deseo de estar con él ganó la batalla.
Dejando escapar un suspiro, enredó los brazos alrededor de su cuello. La presión del cuerpo masculino era pecadora. Tembló al sentir el roce de su erguido miembro atravesando el pijama. Nunca lo había deseado tanto.
-Te deseo más que antes -murmuró Víctor con voz ronca.
Myriam temblaba. Llevaba muchos años negán¬dose a sí misma el placer, pero no podía negárselo por más tiempo. Lo deseaba todo. Quería estar con Víctor una vez más.
No sabía lo que iba a pasar cuando volviera a San Francisco. El futuro era oscuro, imposible de predecir. Solo tenía aquel momento.
Y quería más besos, más caricias.
Aquella noche, en el palacio Trussardi, había sido algo muy poderoso, pero el ansia que sentía en aquel momento era increíble, abrumadora.
Myriam agradeció el roce de su lengua y agra¬deció que empujase sus caderas sin pudor alguno para tenerla más cerca.
-Te deseo —murmuró Víctor.
-Yo también.
-Debemos tener cuidado -dijo él entonces-. ¿Estás tomando la pildora?
Myriam negó con la cabeza. Cómo lo deseaba. Quería desnudarse allí mismo y sentirlo dentro...
-¿No tienes un... preservativo?
-No llevo preservativos en la cartera. Marilena y yo no somos unos crios y no lo hacíamos en el coche.
-Pero podemos hacer el amor de todas formas -murmuró Myriam-. Tendremos cuidado... Víctor negó con la cabeza.
-Es demasiado arriesgado. Solo hemos hecho el amor una vez y...
-Una sola vez, no. Lo hicimos tres veces aque¬lla noche. Él sonrió.
-Sí, pero solo fue una noche. Y te quedaste em-barazada de las gemelas. No podemos arriesgar¬nos, Myriam. Tienes que enfrentarte con la quimio¬terapia cuando vuelvas a casa -dijo, tomando su cara entre las manos-. Pero que no pueda estar dentro de ti no significa que no podamos hacer el amor.
Myriam se agarró a su camiseta, como si necesitase apoyo. Bajo la tela sintió el duro torso masculino y eso la excitó más.
Víctor acariciaba su estómago con una mano, rozando el elástico del pijama. El roce de sus de¬dos provocaba un incendio en su interior y le tem¬blaron las piernas cuando él le bajó el pantalón del pijama hasta los tobillos.
Se quedó con unas braguitas de encaje y la ca-misa del pijama, pero no sentía vergüenza alguna. Víctor seguía extendiendo el fuego con sus dedos, acariciando el interior de sus mulos...
Myriam abrió la boca cuando sintió la mano del hombre sobre las braguitas. Cuando metió los de¬dos para acariciarla, hubiera querido gritar. Era excitante, pero no la dejaba satisfecha. Tener su mano tan cerca sin que le hiciera nada era una tor¬tura.
-¿Qué pasa? -preguntó Víctor-. Estás un poco tensa.
-No seas malo.
Él siguió acariciándola, pero de una forma de- masiado general. Y cuando se estaba tan cerca, lo que se quería era algo específico.
Myriam se apretó contra el pecho de Víctor.
-Quiero más -murmuró, sintiéndose lasciva y carnal.
-¿Cómo?
Él sabía perfectamente lo que quería. Lo había hecho antes. Era muy bueno con los dedos, un ex¬perto si no recordaba mal.
-Tócame.
-Te estoy tocando.
Podría haber jurado que se estaba riendo de ella.
-No me tomes el pelo.
-Pues dime lo que quieres -susurró Víctor, be¬sándola en el cuello-. Dime cómo quieres que te toque.
Y entonces lo hizo. La penetró con un dedo. Myriam sintió un escalofrío. El roce era íntimo, muy sexy. Víctor sabía hacerla sentir como una mujer. Era el único hombre que podía hacerla sen¬tir así. Era tan delicioso, tan adictivo, que casi po¬día imaginarse a sí misma convirtiéndose en una esclava de sus deseos.
Víctor empujó un poco más con el dedo.
-No puedo seguir de pie.
-Ven -dijo él, sentándola sobre una silla-. La posición es mejor para mí -añadió, arrodillándose entre sus piernas.
Myriam contuvo un gemido cuando él apartó las braguitas e inclinó la cabeza. Al sentir el roce de su lengua, tuvo que cerrar los ojos. Sabía que esa noche estaba decidido a hacerla probar el exótico cóctel: Lengua en la cueva.
La llevó al orgasmo en poco tiempo y Myriam temblaba de tal forma que no podía moverse.
-Siento como si el Vesubio hubiera entrado en erupción -dijo en voz baja.
Víctor la tomó en brazos, sonriendo.
-Y ahora, a la cama. Estarás más cómoda que en una silla.
Bajo las sábanas, Myriam se apretó contra él, acariciando su estómago plano. Sintió que el roce lo ponía tenso y cuando bajó la mano él contuvo el aliento.
Había tantas cosas que no habían hecho... y de repente Myriam quería probarlas todas. Envolvió su rígido miembro con la mano, acariciándolo de arriba abajo. Por los gemidos roncos de Víctor, había encontrado el ritmo perfecto, pero no pen¬saba dejar que llegara tan pronto.
Colocándose encima, lo tentó con sus pechos antes de meterse bajo las sábanas. Usó la boca para descubrirlo, la punta de la lengua para tra¬zarlo de arriba abajo.
Sus gemidos la excitaban. Le gustaba que la acariciase, pero era igualmente gratificante de¬volverle el placer. El sexo es algo poderoso y, mientras lo acariciaba, su corazón se llenó de amor.
Si él no fuera Víctor y ella no fuera Myriam, nada habría sido igual de maravilloso.
Amaba a Víctor García. Lo amaba con todo su corazón.
A la mañana siguiente, después de desayunar, Víctor anunció que irían de excursión. Inmediata¬mente, las niñas empezaron a hacer preguntas.
-He pensado que podríamos visitar un sitio muy especial. Nos iremos dentro de unos días, pero no podéis iros de Capri sin conocer la Grotta Azzurra.
La Cueva Azul. Myriam se puso colorada. Y supo entonces que nunca volvería a escuchar el nombre de esa cueva sin pensar en algo muy diferente.
Aunque la mayoría de la gente no se molestaba en ponerse chaleco salvavidas, Víctor insistió en que las gemelas se los pusieran cuando pasaron de la motora a los botes.
Al entrar, Myriam vio que la cueva tenía una luz azul que llegaba del agua y brillaba de una forma sobrenatural.
Era sencillamente precioso.
Nadie decía una palabra. Todo el mundo iba en respetuoso silencio, como si estuvieran en una ca-tedral. Pero cuando volvieron al muelle, las niñas no dejaban de hablar sobre el fantástico color azul.
-Era como del espacio -dijo Vicky, moviendo las manos. Hablaba como una italiana, llena de pa¬sión y de energía.
Terminaron la excursión a la una y Víctor sugi-rió que tomasen una pizza en la plaza del pueblo.
Cuando volvían a casa, le pidió al taxista que parase un momento en una tienda y volvió des¬pués sin decir qué había comprado. Se lo enseñó solo a Myriam cuando estuvieron solos en la habi¬tación.
Preservativos. Docenas de ellos.
-No quieres arriesgarte, ¿eh?
-No. Lo de anoche estuvo muy bien, pero no fue suficiente. Quiero estar dentro de ti.
Cuando las niñas estuvieron dormidas, volvie-ron a la habitación con una botella de vino.
No hubo preliminares ni discusiones. Myriam sintió la urgencia de Víctor mientras la besaba, acariciándola por todas partes.
-Llevo todo el día pensando en esto -le con¬fesó, pasando la lengua por uno de sus rosados pezones. Myriam cerró los ojos, disfrutando de la caricia. Era maravillosa, pero no suficiente.
-¿Cómo puedo desearte tanto? -preguntó con voz ronca.
-Porque sabes que yo te deseo de igual forma. O más.
Víctor por fin estuvo dentro de ella, movién¬dose con furia, salvaje, desesperadamente. Llega¬ron pronto al orgasmo, pero ambos querían más.
-Nunca me cansaré de esto -suspiró Myriam-. Nada en el mundo es tan bonito.
-Estoy de acuerdo. Es asombroso.
Los días pasaron rápidamente. Nadaban en la piscina, jugaban, iban de excursión con las niñas
por el día y después se pasaban las noches ha¬ciendo el amor.
Era como si acabaran de conocerse. Y descu¬brieron que tenían en común mucho más que dos hijas y la pasión por el diseño.
Les encantaba bromear, acariciarse. Se tocaban por debajo de la mesa, caminaban de la mano...
Myriam se sentía como una recién casada en su luna de miel.
La última noche en Capri se quedaron despier-tos hasta muy tarde, disfrutando de la brisa y de la luna que se reflejaba en el agua.
Hicieron el amor en silencio. Era su última no-che en la isla y el momento estaba cargado de sig¬nificado.
Víctor intentó que ella no llegase al orgasmo enseguida, cambiando el ritmo para retrasarlo. No quería que la noche terminase. No quería perder aquella intimidad, ni la felicidad que había vivido durante toda la semana.
Pero no podían esperar para siempre y cuando la embestía con fuerza, sin poder controlarse más, sintió que Myriam le clavaba las uñas en la es¬palda. Entonces la besó, bebiéndose su grito de placer.
Si pudiera ser siempre así, pensaba. Si siempre pudieran vivir en paz...
-Eres demasiado bueno -dijo ella, pasando una mano por su pelo.
Víctor sonrió. Le encantaba tenerla tan cerca.Le encantaba su olor, su sabor. Era tan real, tan preciosa.
-Bella -murmuró-. Mía bella. Amore.
-Ha sido una semana increíble. Nunca había sido más feliz.
-Ya te dije que Capri era una isla mágica.
-Y tenías razón. Cuando llegamos aquí yo es-taba tan nerviosa... tenía miedo de todo. Pero ya no lo tengo. Me siento valiente, no tengo miedo de nada.
Víctor sintió un peso en el corazón. Myriam no tenía miedo de nada, pero él sí. No quería per¬derla.
-Cásate conmigo.
Ella parpadeó, pero no dijo nada.
-Cásate conmigo y quédate en Milán. Es lo mejor para todos. Me necesitas a tu lado durante los próximos meses y yo necesito estar contigo.
-Víctor, lo hemos intentado antes...
-¿Y?
-No funcionó.
Víctor separó sus piernas con la rodilla, sin de-jar de acariciarla.
-No funcionó porque no nos comportamos como dos adultos. Pero ahora somos mayores, nos conocemos mejor. Sabemos que la felicidad de las niñas es lo más importante y ellas necesitan que estemos juntos. Ahora más que nunca.
Víctor buscó sus labios y Myriam sintió una honda emoción. Una vez tuvo un sueño: ir a Italia
para ver las catedrales y las ruinas de la antigua Roma...
Víctor la penetró y ella tuvo que contener un gemido de placer.
-Además, esta vez tenemos el amor de nuestro lado.
A la mañana siguiente, fueron en helicóptero desde Capri a Ñapóles y allí tomaron un avión hasta Milán.
En cuanto llegaron a casa, las niñas salieron corriendo hacia el jardín. Víctor la tomó entonces de la mano.
-No me has dado una respuesta.
Myriam se mordió los labios. Estar con Víctor era como una fantasía, pero mejor porque era real. Él era real. Su amabilidad y su fuerza eran reales. Cuando su salud estaba en peligro, su ex marido daba un paso adelante y se ofrecía para ayudarla en todo.
-Cásate conmigo, Myriam.
Ella parpadeó para contener las lágrimas.
-Pensé que íbamos a ser amigos.
Allí estaba de nuevo, aquel deseo salvaje de hacerla suya, de poseerla. No quería ser solo su amigo. Quería el fuego, el ansia que había pro¬bado aquella noche. Había hecho el amor con mu¬chas mujeres, pero hacerlo con Myriam fue una ex¬periencia más real, más intensa que ninguna otra.
-Tú y yo nunca podremos ser amigos -dijo, ha-ciendo un esfuerzo para no devorarla allí mismo-. Hay demasiada pasión. Demasiada química.
Myriam intentó no dejarse afectar por el calor de la mano del hombre. Pero era tan difícil... lo había echado tanto de menos.
Echaba de menos hacer el amor con él, pero sa¬bía que hacerlo solo complicaría las cosas. Que acabaría rompiéndole el corazón. Si hacía el amor con Víctor lo amaría aún más.
-Es tarde -dijo, intentando apartarse. Víctor sonrió, decidido.
-No es tan tarde.
Myriam levantó una mano para apartar la suya, pero se encontró sujetándose a él como si no qui¬siera soltarlo nunca.
No podía dejar que ocurriera. No podía necesi-tarlo otra vez. No podía volver a ser vulnerable.
«Lucha, Myriam. Si no resistes ahora, no lo ha-rás nunca».
-Me parece que las niñas me están llamando.
-Yo no oigo nada. Y si se levantaran, ¿qué pa-saría? Solo me verían acariciándote.
-¿YMarilena...?
-Ella no está aquí, no tiene nada que ver -mur-muró Víctor, inclinando la cabeza para buscar sus labios-. La ecuación es Víctor, Myriam, Vicky y Sofi. Los cuatro. Eso es lo único que importa.
Myriam temblaba al sentir las caricias de su ex marido. Pero era más experta que tres años antes. Víctor podía olvidarse de Marilena aquella noche, pero ella no. Deseaba su boca, sus manos y sus caricias, pero también sabía que era un error.
-No, no, no -murmuró, apartándose-. No puedo hacerlo, Víctor. No eres mío...
-No soy de nadie.
-Pero Marilena...
-Hemos roto, Myriam.
Una inmensa alegría la invadió, pero inmedia-tamente se sintió culpable. Quería a Víctor, pero ¿robárselo a otra mujer?
-Ha sido mi elección. No amo a Marilena.
-Lo dices ahora, al calor del momento. ¿Y si cambias de opinión?
-¿El calor del momento? -repitió él, metiendo la mano en el bolsillo del pantalón-. Entonces, ¿qué es esto?
Myriam miró el diamante cortado en forma de esmeralda, atónita.
-¿De quién es?
-¿No lo sabes?
-Víctor...
-No crees que haya roto definitivamente con Marilena. Aquí está la prueba. Su anillo. ¿Qué más quieres?
Myriam lo miró a los ojos. No sabía qué pensar. Se sentía culpable, pero feliz. Tenía miedo, pero también esperanzas.
-Has dicho que si solo te quedasen cuatro días, querrías estar conmigo -siguió Víctor, levantando su barbilla con un dedo-. Yo siento lo mismo. Si tú eres con quien quiero estar, ¿cómo voy a ca¬sarme con ella?
-Pero una vez dijiste que teníais muchas cosas en común...
-Y también pensé que te había perdido para siempre. Pensé que no volverías nunca. Mi rela¬ción con Marilena era... como un seguro, una forma de impedir que alguien volviese a hacerme daño.
-Si la pierdes, pierdes ese seguro.
-Lo sé. No estaba funcionando, de todas for¬mas. Volviste a Milán y me di cuenta de que había sido un idiota. He sido un cobarde, Myriam, pero prefiero cuatro días contigo que toda una vida con otra mujer -dijo Víctor, cerrando la puerta del dormitorio-. El tiempo pasa, cariño. ¿No hemos hablado suficiente por una noche?
Ella sabía que iba a besarla y deseaba aquel beso más que nada en el mundo. Y lo temía tam¬bién.
Víctor la tomó por la cintura y buscó sus la¬bios, tenso, anhelante. La envolvió en sus brazos, apretándola contra su corazón, abriendo sus pier¬nas con una rodilla para tenerla más cerca. Myriam no sabía qué hacer. Por un lado deseaba aquello, por otro sabía que no era el momento, que quizá era demasiado pronto.
Sin embargo, el deseo de estar con él ganó la batalla.
Dejando escapar un suspiro, enredó los brazos alrededor de su cuello. La presión del cuerpo masculino era pecadora. Tembló al sentir el roce de su erguido miembro atravesando el pijama. Nunca lo había deseado tanto.
-Te deseo más que antes -murmuró Víctor con voz ronca.
Myriam temblaba. Llevaba muchos años negán¬dose a sí misma el placer, pero no podía negárselo por más tiempo. Lo deseaba todo. Quería estar con Víctor una vez más.
No sabía lo que iba a pasar cuando volviera a San Francisco. El futuro era oscuro, imposible de predecir. Solo tenía aquel momento.
Y quería más besos, más caricias.
Aquella noche, en el palacio Trussardi, había sido algo muy poderoso, pero el ansia que sentía en aquel momento era increíble, abrumadora.
Myriam agradeció el roce de su lengua y agra¬deció que empujase sus caderas sin pudor alguno para tenerla más cerca.
-Te deseo —murmuró Víctor.
-Yo también.
-Debemos tener cuidado -dijo él entonces-. ¿Estás tomando la pildora?
Myriam negó con la cabeza. Cómo lo deseaba. Quería desnudarse allí mismo y sentirlo dentro...
-¿No tienes un... preservativo?
-No llevo preservativos en la cartera. Marilena y yo no somos unos crios y no lo hacíamos en el coche.
-Pero podemos hacer el amor de todas formas -murmuró Myriam-. Tendremos cuidado... Víctor negó con la cabeza.
-Es demasiado arriesgado. Solo hemos hecho el amor una vez y...
-Una sola vez, no. Lo hicimos tres veces aque¬lla noche. Él sonrió.
-Sí, pero solo fue una noche. Y te quedaste em-barazada de las gemelas. No podemos arriesgar¬nos, Myriam. Tienes que enfrentarte con la quimio¬terapia cuando vuelvas a casa -dijo, tomando su cara entre las manos-. Pero que no pueda estar dentro de ti no significa que no podamos hacer el amor.
Myriam se agarró a su camiseta, como si necesitase apoyo. Bajo la tela sintió el duro torso masculino y eso la excitó más.
Víctor acariciaba su estómago con una mano, rozando el elástico del pijama. El roce de sus de¬dos provocaba un incendio en su interior y le tem¬blaron las piernas cuando él le bajó el pantalón del pijama hasta los tobillos.
Se quedó con unas braguitas de encaje y la ca-misa del pijama, pero no sentía vergüenza alguna. Víctor seguía extendiendo el fuego con sus dedos, acariciando el interior de sus mulos...
Myriam abrió la boca cuando sintió la mano del hombre sobre las braguitas. Cuando metió los de¬dos para acariciarla, hubiera querido gritar. Era excitante, pero no la dejaba satisfecha. Tener su mano tan cerca sin que le hiciera nada era una tor¬tura.
-¿Qué pasa? -preguntó Víctor-. Estás un poco tensa.
-No seas malo.
Él siguió acariciándola, pero de una forma de- masiado general. Y cuando se estaba tan cerca, lo que se quería era algo específico.
Myriam se apretó contra el pecho de Víctor.
-Quiero más -murmuró, sintiéndose lasciva y carnal.
-¿Cómo?
Él sabía perfectamente lo que quería. Lo había hecho antes. Era muy bueno con los dedos, un ex¬perto si no recordaba mal.
-Tócame.
-Te estoy tocando.
Podría haber jurado que se estaba riendo de ella.
-No me tomes el pelo.
-Pues dime lo que quieres -susurró Víctor, be¬sándola en el cuello-. Dime cómo quieres que te toque.
Y entonces lo hizo. La penetró con un dedo. Myriam sintió un escalofrío. El roce era íntimo, muy sexy. Víctor sabía hacerla sentir como una mujer. Era el único hombre que podía hacerla sen¬tir así. Era tan delicioso, tan adictivo, que casi po¬día imaginarse a sí misma convirtiéndose en una esclava de sus deseos.
Víctor empujó un poco más con el dedo.
-No puedo seguir de pie.
-Ven -dijo él, sentándola sobre una silla-. La posición es mejor para mí -añadió, arrodillándose entre sus piernas.
Myriam contuvo un gemido cuando él apartó las braguitas e inclinó la cabeza. Al sentir el roce de su lengua, tuvo que cerrar los ojos. Sabía que esa noche estaba decidido a hacerla probar el exótico cóctel: Lengua en la cueva.
La llevó al orgasmo en poco tiempo y Myriam temblaba de tal forma que no podía moverse.
-Siento como si el Vesubio hubiera entrado en erupción -dijo en voz baja.
Víctor la tomó en brazos, sonriendo.
-Y ahora, a la cama. Estarás más cómoda que en una silla.
Bajo las sábanas, Myriam se apretó contra él, acariciando su estómago plano. Sintió que el roce lo ponía tenso y cuando bajó la mano él contuvo el aliento.
Había tantas cosas que no habían hecho... y de repente Myriam quería probarlas todas. Envolvió su rígido miembro con la mano, acariciándolo de arriba abajo. Por los gemidos roncos de Víctor, había encontrado el ritmo perfecto, pero no pen¬saba dejar que llegara tan pronto.
Colocándose encima, lo tentó con sus pechos antes de meterse bajo las sábanas. Usó la boca para descubrirlo, la punta de la lengua para tra¬zarlo de arriba abajo.
Sus gemidos la excitaban. Le gustaba que la acariciase, pero era igualmente gratificante de¬volverle el placer. El sexo es algo poderoso y, mientras lo acariciaba, su corazón se llenó de amor.
Si él no fuera Víctor y ella no fuera Myriam, nada habría sido igual de maravilloso.
Amaba a Víctor García. Lo amaba con todo su corazón.
A la mañana siguiente, después de desayunar, Víctor anunció que irían de excursión. Inmediata¬mente, las niñas empezaron a hacer preguntas.
-He pensado que podríamos visitar un sitio muy especial. Nos iremos dentro de unos días, pero no podéis iros de Capri sin conocer la Grotta Azzurra.
La Cueva Azul. Myriam se puso colorada. Y supo entonces que nunca volvería a escuchar el nombre de esa cueva sin pensar en algo muy diferente.
Aunque la mayoría de la gente no se molestaba en ponerse chaleco salvavidas, Víctor insistió en que las gemelas se los pusieran cuando pasaron de la motora a los botes.
Al entrar, Myriam vio que la cueva tenía una luz azul que llegaba del agua y brillaba de una forma sobrenatural.
Era sencillamente precioso.
Nadie decía una palabra. Todo el mundo iba en respetuoso silencio, como si estuvieran en una ca-tedral. Pero cuando volvieron al muelle, las niñas no dejaban de hablar sobre el fantástico color azul.
-Era como del espacio -dijo Vicky, moviendo las manos. Hablaba como una italiana, llena de pa¬sión y de energía.
Terminaron la excursión a la una y Víctor sugi-rió que tomasen una pizza en la plaza del pueblo.
Cuando volvían a casa, le pidió al taxista que parase un momento en una tienda y volvió des¬pués sin decir qué había comprado. Se lo enseñó solo a Myriam cuando estuvieron solos en la habi¬tación.
Preservativos. Docenas de ellos.
-No quieres arriesgarte, ¿eh?
-No. Lo de anoche estuvo muy bien, pero no fue suficiente. Quiero estar dentro de ti.
Cuando las niñas estuvieron dormidas, volvie-ron a la habitación con una botella de vino.
No hubo preliminares ni discusiones. Myriam sintió la urgencia de Víctor mientras la besaba, acariciándola por todas partes.
-Llevo todo el día pensando en esto -le con¬fesó, pasando la lengua por uno de sus rosados pezones. Myriam cerró los ojos, disfrutando de la caricia. Era maravillosa, pero no suficiente.
-¿Cómo puedo desearte tanto? -preguntó con voz ronca.
-Porque sabes que yo te deseo de igual forma. O más.
Víctor por fin estuvo dentro de ella, movién¬dose con furia, salvaje, desesperadamente. Llega¬ron pronto al orgasmo, pero ambos querían más.
-Nunca me cansaré de esto -suspiró Myriam-. Nada en el mundo es tan bonito.
-Estoy de acuerdo. Es asombroso.
Los días pasaron rápidamente. Nadaban en la piscina, jugaban, iban de excursión con las niñas
por el día y después se pasaban las noches ha¬ciendo el amor.
Era como si acabaran de conocerse. Y descu¬brieron que tenían en común mucho más que dos hijas y la pasión por el diseño.
Les encantaba bromear, acariciarse. Se tocaban por debajo de la mesa, caminaban de la mano...
Myriam se sentía como una recién casada en su luna de miel.
La última noche en Capri se quedaron despier-tos hasta muy tarde, disfrutando de la brisa y de la luna que se reflejaba en el agua.
Hicieron el amor en silencio. Era su última no-che en la isla y el momento estaba cargado de sig¬nificado.
Víctor intentó que ella no llegase al orgasmo enseguida, cambiando el ritmo para retrasarlo. No quería que la noche terminase. No quería perder aquella intimidad, ni la felicidad que había vivido durante toda la semana.
Pero no podían esperar para siempre y cuando la embestía con fuerza, sin poder controlarse más, sintió que Myriam le clavaba las uñas en la es¬palda. Entonces la besó, bebiéndose su grito de placer.
Si pudiera ser siempre así, pensaba. Si siempre pudieran vivir en paz...
-Eres demasiado bueno -dijo ella, pasando una mano por su pelo.
Víctor sonrió. Le encantaba tenerla tan cerca.Le encantaba su olor, su sabor. Era tan real, tan preciosa.
-Bella -murmuró-. Mía bella. Amore.
-Ha sido una semana increíble. Nunca había sido más feliz.
-Ya te dije que Capri era una isla mágica.
-Y tenías razón. Cuando llegamos aquí yo es-taba tan nerviosa... tenía miedo de todo. Pero ya no lo tengo. Me siento valiente, no tengo miedo de nada.
Víctor sintió un peso en el corazón. Myriam no tenía miedo de nada, pero él sí. No quería per¬derla.
-Cásate conmigo.
Ella parpadeó, pero no dijo nada.
-Cásate conmigo y quédate en Milán. Es lo mejor para todos. Me necesitas a tu lado durante los próximos meses y yo necesito estar contigo.
-Víctor, lo hemos intentado antes...
-¿Y?
-No funcionó.
Víctor separó sus piernas con la rodilla, sin de-jar de acariciarla.
-No funcionó porque no nos comportamos como dos adultos. Pero ahora somos mayores, nos conocemos mejor. Sabemos que la felicidad de las niñas es lo más importante y ellas necesitan que estemos juntos. Ahora más que nunca.
Víctor buscó sus labios y Myriam sintió una honda emoción. Una vez tuvo un sueño: ir a Italia
para ver las catedrales y las ruinas de la antigua Roma...
Víctor la penetró y ella tuvo que contener un gemido de placer.
-Además, esta vez tenemos el amor de nuestro lado.
A la mañana siguiente, fueron en helicóptero desde Capri a Ñapóles y allí tomaron un avión hasta Milán.
En cuanto llegaron a casa, las niñas salieron corriendo hacia el jardín. Víctor la tomó entonces de la mano.
-No me has dado una respuesta.
Myriam se mordió los labios. Estar con Víctor era como una fantasía, pero mejor porque era real. Él era real. Su amabilidad y su fuerza eran reales. Cuando su salud estaba en peligro, su ex marido daba un paso adelante y se ofrecía para ayudarla en todo.
-Cásate conmigo, Myriam.
Re: Por Siempre
muchas gracias por el capitulo es una buenisima novela siguele por faaaaaaaaaaaa
jai33sire- VBB PLATINO
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Fecha de inscripción : 23/05/2008
Re: Por Siempre
jenny..muchas grax por el capitulo...ya hacia falta.....aki andare para el k sigue...
Re: Por Siempre
SIIIIIIIIIIIIIIIII MYRIAM CASATE CON ÈL
DALE EL SI Y ESTEN LOS DOS EN ESTO DEJALO
QUE TE APOYE Y TE DE SU AMORRRRRRRR.
NO ESTAS SOLO EN ESTO TIENES EL APOYO DE ÈL Y
EL DE LAS GEMELAS.
QUE BUENO QUE VICTOR YA SE DEJO DE TONTERIAS Y RESENTIMIENTOS
Y YA ACEPTO QUE QUIERE ESTAR CON MYRIAM Y QUE ELLA
ES LA UNICA CON LA QUE SE SIENTE AGUSTO,EN PAZ...
GRACIAS JENNY X LOS CAP...
FELIZ NAVIDAD Y QUE TENGAS UN 2009 LLENO DE DESEOS CUMPLIDOS.
DALE EL SI Y ESTEN LOS DOS EN ESTO DEJALO
QUE TE APOYE Y TE DE SU AMORRRRRRRR.
NO ESTAS SOLO EN ESTO TIENES EL APOYO DE ÈL Y
EL DE LAS GEMELAS.
QUE BUENO QUE VICTOR YA SE DEJO DE TONTERIAS Y RESENTIMIENTOS
Y YA ACEPTO QUE QUIERE ESTAR CON MYRIAM Y QUE ELLA
ES LA UNICA CON LA QUE SE SIENTE AGUSTO,EN PAZ...
GRACIAS JENNY X LOS CAP...
FELIZ NAVIDAD Y QUE TENGAS UN 2009 LLENO DE DESEOS CUMPLIDOS.
Eva_vbb- VBB DIAMANTE
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Re: Por Siempre
Ohh por Dios!!! Este "maratón" estuvo genial!!! ¡Que le dé el sí! Muchas gracias Jenny y no te desaparezcas tanto por favor!!!
Marianita- STAFF
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Re: Por Siempre
SIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIII DIII QUE SIIIIIIIIIIIIII MYRIAM!!!!!!!!!!!!!!!!!!!
GRACIASSS POR LOS CAPSS
GRACIASSS POR LOS CAPSS
Chicana_415- VBB PLATINO
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Re: Por Siempre
QUE LINDO CAPÍTULO, SE ME HICIERON AGUA LOS OJOS, FELICIDADES Y GRACIAS
mats310863- VBB PLATINO
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Re: Por Siempre
Siiiiiiiii Myri, casate con el , No tardes con el proximo capitulo, esta muy padre esta novela.
alma.fra- VBB DIAMANTE
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Re: Por Siempre
Aki les dejo el siguiente cap! espero k les guste!!! dejen sus mensajes.
FELIZ AÑO!!!!
El que sigue es el final ehh!!! pongan muchos mensajitos eh!!!!
Slds
Jenny
-Víctor...
-No quiero oír un «no». No quiero un «quizá». Di que sí, que te casarás conmigo este fin de se¬mana.
La palabra «no» ya no estaba en su vocabulario en lo que concernía a Víctor García, de modo que Myriam le echó los brazos al cuello.
-Sí, Víctor, me casaré contigo este fin de se¬mana.
No podían organizar otra boda por todo lo alto, como la primera vez. Víctor sugirió una ceremonia privada en la capilla de Santa María del Car¬mine, una iglesia del siglo XIV. La ceremonia se¬ría tan privada que no invitaron a nadie.
Vicky y Sofi serían los únicos testigos y Myriam estaba encantada. Lo que le importaba eran los votos, no el vestido blanco o el banquete.
La mañana de la boda, Víctor llamó a la puerta de su dormitorio... había insistido en que durmie-sen separados hasta después de la ceremonia, y Myriam abrió vestida con un albornoz blanco de seda.
-Tengo algo para ti.
-¡Pero si llevas esmoquin! Habíamos dicho que sería algo informal...
-No.
-Pero si va a ser una ceremonia privada... pensé que solo estaríamos nosotros.
-Sí, pero es muy especial. Sobre todo para mí. No sabes cómo me alegro de poder hacer esto otra vez.
A Myriam se le hizo un nudo en la garganta. Pero no quería llorar.
-Yo también. Pero no sé si tengo algo que po¬nerme. Estás guapísimo, Víctor. Pareces un mo¬delo.
-Seguro que tienes algo elegante en el armario. Recuerda que tú eres el futuro de Calvanti.
Estaba tomándole el pelo y Myriam le dio un ca¬chete.
-¿No has dicho que tenías algo para mí?
-¿Qué tal te suena una separación de bienes?
Ella lo miró, atónita.
-Fatal. Sobre todo, a última hora. Víctor soltó una carcajada.
-Me alegro, porque no es eso. Pero hay algo en tu armario.
Myriam abrió el armario y encontró una bolsa. Era la clase de bolsa que los diseñadores usan para los vestidos de alta costura.
-¿Qué es?
-¿Tú qué crees?
-Un vestido.
-Siempre has sido una chica muy lista.
Myriam tuvo que hacer un esfuerzo para no po-nerse a llorar. Otra vez. ¿Cómo la hacía llorar por un vestido? Los dos eran profesionales de la moda. Sin embargo, que Víctor le hubiera hecho un vestido de novia...
Abrió la cremallera con manos temblorosas y tuvo que contener un grito de alegría.
Era un vestido blanco con el cuerpo bordado en perlas. La falda era de organza, pero cuando Myriam la sacó de la bolsa vio que debajo llevaba otra de color naranja.
-Estarás muy guapa de blanco, pero el fuego te sienta bien.
Sin poder evitarlo, Myriam se puso a llorar.
-Nadie me ha hecho un vestido desde que era pequeña. Es precioso, absolutamente precioso. Víctor secó sus lágrimas con un dedo.
-Lo diseñé en Capri. He tenido a dos modistas cosiendo día y noche durante toda la semana.
-¡Pero si te di el sí anteayer!
-No pensaba rendirme. Estaba decidido a se¬guir pidiéndote que te casaras conmigo hasta que dijeras que sí.
A la suave luz de la velas, Víctor y Myriam in¬tercambiaron los votos y las alianzas en la capilla de Santa María. La luz del atardecer entraba por las vidrieras, iluminando las paredes y los vestidos blancos de las niñas con los colores del arcoiris.
Vicky y Sofi estaban preciosas, pero no más que Myriam, pensaba Víctor. El cuerpo del vestido, con escote palabra de honor, dejaba al descubierto unos hombros sensacionales. La falda de organza blanca bajo la que se adivinaba la otra de color fuego iba perfectamente con su personalidad. De-licada y fiera a la vez.
Y pensar que había dejado que el orgullo los separase... Era increíble.
Cuando terminó la ceremonia, se dirigieron a un restaurante en el centro de la ciudad donde Víctor había invitado a una docena de amigos.
Eran colegas: diseñadores, fotógrafos, artis¬tas... y todos recibieron la llegada de Víctor y Myriam con gritos de alegría.
Las niñas se quedaron una hora, hasta que Pie-tra las llevó a casa. Y los brindis empezaron inme¬diatamente.
Se sentían felices y no podían disimularlo. Víctor estaba guapísimo con aquel esmoquin di¬señado por él mismo. Algunos nombres llevaban el esmoquin como si fuera una armadura, pero Víctor lo llevaba como si fuera un chándal, abso¬lutamente cómodo.
-¿Contenta?
Myriam se puso de puntillas para darle un beso en los labios.
-Más que nunca.
Capítulo 12
P
PIETRA se había quedado con las niñas, de modo que Víctor y Myriam pasaron la noche de boda en el hotel Four Seasons, uno de los mas exclusivos de Milan.Un antiguo monasterio transformado en hotel,Four Seasons estaba situado en el corazon del distrito de la moda,cerca de la casa D,Angelo.En cuanto llegaron a la habitación,Víctor le quito el vestido de novia y la llevo a la cama.Hicieron el amor torridamente y apenas habian recobrado el aliento cuando sono un golpe en la puerta.-Servicio de habitaciones.-Pense que habias puesto el cartelito de “no molestar”-suspiro Myriam.-Y lo he puesto –dijo el,apoyandose en un codo-.¡No necesitamos nada!Al otro lado de la puerta hubo un silencio y después oyeron un ruidito.Alguien habia metido un sobre por debajo de la puerta.
-¡Increíble! ¿Nadie escucha en este hotel?
-No te preocupes. Voy a ver qué es -sonrió Myriam, saltando de la cama. Solo llevaba un liguero blanco, pero no sentía vergüenza alguna-. Es para ti.
Le dio el sobre a Víctor y se sentó a su lado, apartando el pelo de su cara.
Pero él no estaba interesado en el sobre. Una Myriam desnuda, con las mejillas coloradas, le pa¬recía mucho más interesante. Sobre todo, con aquel liguero que lo volvía loco.
Hicieron el amor otra vez, más despacio que antes, prolongando el placer todo lo posible. Des¬pués se quedaron dormidos, pero al amanecer su marido la despertó con nuevas caricias.
-No puede ser...
-¿Cómo'que no? -rio él, apartando las sábanas.
Pasaron horas hasta que Myriam logró saltar de la cama y meterse en la ducha. El cuerpo de Víctor había dejado huella en el suyo. Después de horas y horas haciendo el amor, se sentía completa¬mente saciada... y un poco dolorida.
Estaba saliendo de la ducha cuando él la llamó desde la habitación.
-¿Sí?
Pensó que quizá el servicio de habitaciones ha-bía llevado ya el desayuno, pero no había ninguna bandeja. Solo Víctor, mirando un papel con ex¬presión incrédula.
-¿Qué es esto? -le espetó. Myriam se ajustó la toalla en la cabeza estilo turbante, sin dejar de sonreír.
-¿Qué has dicho?
Víctor levantó la mirada. No podía ser.
Ella no le escondería algo tan importante.
El pasado volvió entonces como una bofetada: su embarazo, la ruptura del compromiso con Marilena, la boda...
Lo engañó entonces y había vuelto a hacerlo.
-Víctor, ¿qué te pasa?
Myriam se acercaba, descalza, con aquella ex-presión suya tan inocente.
-No me encuentro bien.
-¿Te duele el estómago? Anoche bebimos mu-cho y...
-No.
-¿Quieres tomar una aspirina?
Víctor la vio entonces como la noche anterior, encima de él, con el pelo suelto... Recordaba cómo le había quitado el liguero, cómo olía cuando se inclinó para besarlo, los rizos rozando su torso de forma tentadora... Olía a sexo, a amor. Llevaba el perfume de García, el del anuncio. Sus pechos, sus caricias, su inocencia...
Era una seductora. Una estafadora.
-Cariño, di algo. ¿Qué te pasa?
Víctor sentía como si algo se le hubiera muerto por dentro. No podía ser... no podía estar pasán¬dole de nuevo.
-No hay células cancerígenas.
-¿Qué?
Aquella maldita inocencia. Era todo mentira. Una mentira. Otra vez.
-La biopsia es limpia. Los resultados son nega-tivos. Estás perfectamente.
-¡Dios mío, eso es maravilloso! Víctor, ¿tú crees que puede ser verdad?
-Dímelo tú, Myriam. Tú eres la actriz -replicó él, con voz helada.
-¿Qué estás diciendo? -murmuró Myriam en¬tonces, como si no hubiera entendido bien.
-Estoy diciendo que lo sabías, que recibiste la noticia antes de irnos a Capri y no me dijiste nada.
-No...
-Sabías antes de que nos casáramos que esta¬bas perfectamente, que no había cáncer. Admí¬telo.
-¡No puedo admitir algo que no es cierto! -ex¬clamó Myriam, incrédula. No entendía lo que es¬taba pasando-. ¿Qué hay en ese sobre?
-El informe del laboratorio.
-¿Puedo verlo?
Víctor rio amargamente.
-¿Para qué? Ya sabes lo que dice: «error hu¬mano». Ni siquiera estaban estudiando tus prue¬bas.
-¿Todo ha sido un error?
-Sí, cara. Un terrible error -dijo él, inclinándose para buscar su ropa.
-¿Adonde vas?
-No lo sé. Solo sé que tengo que salir de aquí.
-Víctor, tienes que creer que yo no lo sabía. Nunca me dijeron...
-¡Mentira! Mira esto. Léelo. Llamada telefó¬nica a Myriam Smith García, 31 de mayo. Se¬gunda llamada, 1 de junio. Paciente solicita copia del informe...
-Pero yo no he solicitado nada.
-La documentación especifica que se envíe a Milán. ¿Qué quieres de mí, Myriam? ¿Por qué tie¬nes que seguir jugando conmigo?
Ella no podía contestar. No sabía qué decir. Víctor no la creía, ni siquiera estaba escuchán¬dola. ¿Cómo podía amarla si no confiaba en ella?
Si se marchaba, nada sería lo mismo. Le rom¬pería el corazón de nuevo y sería imposible reunir las piezas.
-Por favor, quédate. No te vayas así. No dejes que ella nos haga esto.
-¿Ella?
-Ella, él, quien sea... ¿Quién querría hacerme esto? Piénsalo, Víctor. Alguien no quiere que es¬temos juntos, está claro. Y esa persona está deci¬dida a hacernos daño.
Podría ser cierto. Alguien podría haber reunido toda esa información, meterla en un sobre y en¬viarla al hotel. Pero eso no cambiaba nada. Myriam no había sido sincera con él.
Se sentía confuso, helado. La noche anterior había sido la más feliz de su vida. Pero... ¿qué es¬taba pasando?
¿Cómo podía Myriam hacerle eso? ¿A las ni¬ñas? El cáncer no era una broma. Recordaba sus conversaciones sobre la quimioterapia, la cita para cortarse el pelo...
Una mujer cuerda no haría que su familia pa¬sara por eso. Una mujer cuerda no dejaría que sus hijas y su marido sufrieran un infierno.
-Por favor, Víctor. Tenemos que hablar, tienes que escucharme...
-No quiero escucharte.
FELIZ AÑO!!!!
El que sigue es el final ehh!!! pongan muchos mensajitos eh!!!!
Slds
Jenny
-Víctor...
-No quiero oír un «no». No quiero un «quizá». Di que sí, que te casarás conmigo este fin de se¬mana.
La palabra «no» ya no estaba en su vocabulario en lo que concernía a Víctor García, de modo que Myriam le echó los brazos al cuello.
-Sí, Víctor, me casaré contigo este fin de se¬mana.
No podían organizar otra boda por todo lo alto, como la primera vez. Víctor sugirió una ceremonia privada en la capilla de Santa María del Car¬mine, una iglesia del siglo XIV. La ceremonia se¬ría tan privada que no invitaron a nadie.
Vicky y Sofi serían los únicos testigos y Myriam estaba encantada. Lo que le importaba eran los votos, no el vestido blanco o el banquete.
La mañana de la boda, Víctor llamó a la puerta de su dormitorio... había insistido en que durmie-sen separados hasta después de la ceremonia, y Myriam abrió vestida con un albornoz blanco de seda.
-Tengo algo para ti.
-¡Pero si llevas esmoquin! Habíamos dicho que sería algo informal...
-No.
-Pero si va a ser una ceremonia privada... pensé que solo estaríamos nosotros.
-Sí, pero es muy especial. Sobre todo para mí. No sabes cómo me alegro de poder hacer esto otra vez.
A Myriam se le hizo un nudo en la garganta. Pero no quería llorar.
-Yo también. Pero no sé si tengo algo que po¬nerme. Estás guapísimo, Víctor. Pareces un mo¬delo.
-Seguro que tienes algo elegante en el armario. Recuerda que tú eres el futuro de Calvanti.
Estaba tomándole el pelo y Myriam le dio un ca¬chete.
-¿No has dicho que tenías algo para mí?
-¿Qué tal te suena una separación de bienes?
Ella lo miró, atónita.
-Fatal. Sobre todo, a última hora. Víctor soltó una carcajada.
-Me alegro, porque no es eso. Pero hay algo en tu armario.
Myriam abrió el armario y encontró una bolsa. Era la clase de bolsa que los diseñadores usan para los vestidos de alta costura.
-¿Qué es?
-¿Tú qué crees?
-Un vestido.
-Siempre has sido una chica muy lista.
Myriam tuvo que hacer un esfuerzo para no po-nerse a llorar. Otra vez. ¿Cómo la hacía llorar por un vestido? Los dos eran profesionales de la moda. Sin embargo, que Víctor le hubiera hecho un vestido de novia...
Abrió la cremallera con manos temblorosas y tuvo que contener un grito de alegría.
Era un vestido blanco con el cuerpo bordado en perlas. La falda era de organza, pero cuando Myriam la sacó de la bolsa vio que debajo llevaba otra de color naranja.
-Estarás muy guapa de blanco, pero el fuego te sienta bien.
Sin poder evitarlo, Myriam se puso a llorar.
-Nadie me ha hecho un vestido desde que era pequeña. Es precioso, absolutamente precioso. Víctor secó sus lágrimas con un dedo.
-Lo diseñé en Capri. He tenido a dos modistas cosiendo día y noche durante toda la semana.
-¡Pero si te di el sí anteayer!
-No pensaba rendirme. Estaba decidido a se¬guir pidiéndote que te casaras conmigo hasta que dijeras que sí.
A la suave luz de la velas, Víctor y Myriam in¬tercambiaron los votos y las alianzas en la capilla de Santa María. La luz del atardecer entraba por las vidrieras, iluminando las paredes y los vestidos blancos de las niñas con los colores del arcoiris.
Vicky y Sofi estaban preciosas, pero no más que Myriam, pensaba Víctor. El cuerpo del vestido, con escote palabra de honor, dejaba al descubierto unos hombros sensacionales. La falda de organza blanca bajo la que se adivinaba la otra de color fuego iba perfectamente con su personalidad. De-licada y fiera a la vez.
Y pensar que había dejado que el orgullo los separase... Era increíble.
Cuando terminó la ceremonia, se dirigieron a un restaurante en el centro de la ciudad donde Víctor había invitado a una docena de amigos.
Eran colegas: diseñadores, fotógrafos, artis¬tas... y todos recibieron la llegada de Víctor y Myriam con gritos de alegría.
Las niñas se quedaron una hora, hasta que Pie-tra las llevó a casa. Y los brindis empezaron inme¬diatamente.
Se sentían felices y no podían disimularlo. Víctor estaba guapísimo con aquel esmoquin di¬señado por él mismo. Algunos nombres llevaban el esmoquin como si fuera una armadura, pero Víctor lo llevaba como si fuera un chándal, abso¬lutamente cómodo.
-¿Contenta?
Myriam se puso de puntillas para darle un beso en los labios.
-Más que nunca.
Capítulo 12
P
PIETRA se había quedado con las niñas, de modo que Víctor y Myriam pasaron la noche de boda en el hotel Four Seasons, uno de los mas exclusivos de Milan.Un antiguo monasterio transformado en hotel,Four Seasons estaba situado en el corazon del distrito de la moda,cerca de la casa D,Angelo.En cuanto llegaron a la habitación,Víctor le quito el vestido de novia y la llevo a la cama.Hicieron el amor torridamente y apenas habian recobrado el aliento cuando sono un golpe en la puerta.-Servicio de habitaciones.-Pense que habias puesto el cartelito de “no molestar”-suspiro Myriam.-Y lo he puesto –dijo el,apoyandose en un codo-.¡No necesitamos nada!Al otro lado de la puerta hubo un silencio y después oyeron un ruidito.Alguien habia metido un sobre por debajo de la puerta.
-¡Increíble! ¿Nadie escucha en este hotel?
-No te preocupes. Voy a ver qué es -sonrió Myriam, saltando de la cama. Solo llevaba un liguero blanco, pero no sentía vergüenza alguna-. Es para ti.
Le dio el sobre a Víctor y se sentó a su lado, apartando el pelo de su cara.
Pero él no estaba interesado en el sobre. Una Myriam desnuda, con las mejillas coloradas, le pa¬recía mucho más interesante. Sobre todo, con aquel liguero que lo volvía loco.
Hicieron el amor otra vez, más despacio que antes, prolongando el placer todo lo posible. Des¬pués se quedaron dormidos, pero al amanecer su marido la despertó con nuevas caricias.
-No puede ser...
-¿Cómo'que no? -rio él, apartando las sábanas.
Pasaron horas hasta que Myriam logró saltar de la cama y meterse en la ducha. El cuerpo de Víctor había dejado huella en el suyo. Después de horas y horas haciendo el amor, se sentía completa¬mente saciada... y un poco dolorida.
Estaba saliendo de la ducha cuando él la llamó desde la habitación.
-¿Sí?
Pensó que quizá el servicio de habitaciones ha-bía llevado ya el desayuno, pero no había ninguna bandeja. Solo Víctor, mirando un papel con ex¬presión incrédula.
-¿Qué es esto? -le espetó. Myriam se ajustó la toalla en la cabeza estilo turbante, sin dejar de sonreír.
-¿Qué has dicho?
Víctor levantó la mirada. No podía ser.
Ella no le escondería algo tan importante.
El pasado volvió entonces como una bofetada: su embarazo, la ruptura del compromiso con Marilena, la boda...
Lo engañó entonces y había vuelto a hacerlo.
-Víctor, ¿qué te pasa?
Myriam se acercaba, descalza, con aquella ex-presión suya tan inocente.
-No me encuentro bien.
-¿Te duele el estómago? Anoche bebimos mu-cho y...
-No.
-¿Quieres tomar una aspirina?
Víctor la vio entonces como la noche anterior, encima de él, con el pelo suelto... Recordaba cómo le había quitado el liguero, cómo olía cuando se inclinó para besarlo, los rizos rozando su torso de forma tentadora... Olía a sexo, a amor. Llevaba el perfume de García, el del anuncio. Sus pechos, sus caricias, su inocencia...
Era una seductora. Una estafadora.
-Cariño, di algo. ¿Qué te pasa?
Víctor sentía como si algo se le hubiera muerto por dentro. No podía ser... no podía estar pasán¬dole de nuevo.
-No hay células cancerígenas.
-¿Qué?
Aquella maldita inocencia. Era todo mentira. Una mentira. Otra vez.
-La biopsia es limpia. Los resultados son nega-tivos. Estás perfectamente.
-¡Dios mío, eso es maravilloso! Víctor, ¿tú crees que puede ser verdad?
-Dímelo tú, Myriam. Tú eres la actriz -replicó él, con voz helada.
-¿Qué estás diciendo? -murmuró Myriam en¬tonces, como si no hubiera entendido bien.
-Estoy diciendo que lo sabías, que recibiste la noticia antes de irnos a Capri y no me dijiste nada.
-No...
-Sabías antes de que nos casáramos que esta¬bas perfectamente, que no había cáncer. Admí¬telo.
-¡No puedo admitir algo que no es cierto! -ex¬clamó Myriam, incrédula. No entendía lo que es¬taba pasando-. ¿Qué hay en ese sobre?
-El informe del laboratorio.
-¿Puedo verlo?
Víctor rio amargamente.
-¿Para qué? Ya sabes lo que dice: «error hu¬mano». Ni siquiera estaban estudiando tus prue¬bas.
-¿Todo ha sido un error?
-Sí, cara. Un terrible error -dijo él, inclinándose para buscar su ropa.
-¿Adonde vas?
-No lo sé. Solo sé que tengo que salir de aquí.
-Víctor, tienes que creer que yo no lo sabía. Nunca me dijeron...
-¡Mentira! Mira esto. Léelo. Llamada telefó¬nica a Myriam Smith García, 31 de mayo. Se¬gunda llamada, 1 de junio. Paciente solicita copia del informe...
-Pero yo no he solicitado nada.
-La documentación especifica que se envíe a Milán. ¿Qué quieres de mí, Myriam? ¿Por qué tie¬nes que seguir jugando conmigo?
Ella no podía contestar. No sabía qué decir. Víctor no la creía, ni siquiera estaba escuchán¬dola. ¿Cómo podía amarla si no confiaba en ella?
Si se marchaba, nada sería lo mismo. Le rom¬pería el corazón de nuevo y sería imposible reunir las piezas.
-Por favor, quédate. No te vayas así. No dejes que ella nos haga esto.
-¿Ella?
-Ella, él, quien sea... ¿Quién querría hacerme esto? Piénsalo, Víctor. Alguien no quiere que es¬temos juntos, está claro. Y esa persona está deci¬dida a hacernos daño.
Podría ser cierto. Alguien podría haber reunido toda esa información, meterla en un sobre y en¬viarla al hotel. Pero eso no cambiaba nada. Myriam no había sido sincera con él.
Se sentía confuso, helado. La noche anterior había sido la más feliz de su vida. Pero... ¿qué es¬taba pasando?
¿Cómo podía Myriam hacerle eso? ¿A las ni¬ñas? El cáncer no era una broma. Recordaba sus conversaciones sobre la quimioterapia, la cita para cortarse el pelo...
Una mujer cuerda no haría que su familia pa¬sara por eso. Una mujer cuerda no dejaría que sus hijas y su marido sufrieran un infierno.
-Por favor, Víctor. Tenemos que hablar, tienes que escucharme...
-No quiero escucharte.
Última edición por Jenny el Jue Ene 01, 2009 1:56 pm, editado 1 vez
Re: Por Siempre
No podía estar a su lado, no podía mirarla si¬quiera.
Myriam lo vio salir de la habitación, perpleja, con el corazón roto.
¿Qué había pasado? ¿Cómo era posible que el día más bonito de su vida se hubiera convertido en una pesadilla?
No sabía qué hacer. Habían planeado pasar el fin de semana en el hotel. Era una luna de miel muy corta, pero después de la semana en Capri, sabía que Víctor tenía que volver al trabajo y ella pensaba visitar a un especialista en Milán.
Entonces tomó la carta. Era del director del servicio de oncología del laboratorio.
Había muchas excusas en la carta. Por lo visto, alguien había confundido las pruebas... pero lo importante era que no tenía cáncer.
Aquella debía haber sido una noticia maravi¬llosa. Algo para celebrar.
Pero no habría celebración. Víctor se había marchado y su luna de miel estaba rota.
Víctor no sabía adonde ir. Iban a quedarse en el hotel durante todo el fin de semana porque Pietra estaría en casa cuidando de las niñas.
Podría ir a casa, pero no podía ver a sus hijas en aquel momento. Las niñas le recordaban a Myriam y no quería, no podía pensar en ella.
¿Por qué le había hecho eso? Cuando se enteró de que el diagnóstico era un error, ¿por qué no se lo dijo? ¿Por qué siguió con la charada?
Estaba cansado, presionado por el trabajo, abrumado por las demandas de un negocio millo¬nario.
Y tenía el corazón roto.
Pero no pensaba dejar que Myriam se saliera con la suya. No pensaba dejar que lo engañase. Pediría el divorcio inmediatamente. De hecho, pe¬diría la custodia de las niñas.
Myriam podía hacer lo que le diese la gana; vol-ver a California, alquilar un apartamento en Milán o marcharse a Tahití, le daba igual. Pero él se que-daría con las niñas y las protegería de una mujer que estaba enferma.
Víctor entró en el coche y arrancó a toda velo-cidad. Conducir era lo único que calmaba sus ner-vios y estuvo conduciendo durante horas. Pronto salió de Milán y llegó a la zona de los lagos.
Después de cenar en Cuomo, tomó la autopista de vuelta a Milán y llegó a casa antes de mediano-che, muerto de sueño. Myriam y él no habían dor-mido casi nada por la noche; estaban demasiado ocupados haciendo el amor.
Pietra lo saludó en el vestíbulo.
-Buenas noches, señor D.'Angelo. ¿Va todo bien?
-No, no va todo bien -suspiró él.
-¿Quiere que me quede?
-Sí, por favor. Myriam... ¿ha estado aquí?
-No.
Víctor subió al primer piso y entró en el cuarto de sus hijas. La habitación estaba iluminada por una lamparita y vio que las dos niñas estaban pro¬fundamente dormidas.
Entonces se apoyó en el quicio de la puerta. Todo parecía tan normal... Todo estaba como en Capri. Sofi bajo las sábanas, Vicky encima de ellas.
Se sentía ridiculamente joven, ridiculamente vulnerable. Le encantaba tener a sus hijas en su casa, en su vida. ¿Cómo podía perderlas de nuevo? ¿Cómo podía dejar que Myriam se las robase otra vez?
No podía, se dijo a sí mismo. Y no lo haría.
¿Por qué tenía que pasarle aquello? Todo pare-cía ir tan bien...
Pensativo, tapó a Vicky con el edredón, pero la niña se despertó.
-Papá.
-Ciao, bambina -sonrió él, acariciando su pelo.
-¿Dónde está mamá?
A Víctor se le hizo un nudo en la garganta.
-Haciendo unas cosas.
-La echo de menos.
-Ella también a ti.
-¿Va a venir a darme las buenas noches?
-Sí, dentro de poco.
-¿Un beso? -sonrió Vicky entonces. Víctor se inclinó para besar a su hija.
-Dile a mamá que venga pronto.
Le quemaban los ojos. ¿Cómo iba a hacer que aquello funcionase? Estaba furioso con Myriam, pero no la odiaba. Sabía que era una buena madre, aunque hubiera sido deshonesta con él.
Entonces oyó que sonaba el teléfono y, pen¬sando que podría ser Myriam, corrió a su habita¬ción para contestar.
-Víctor.
Pero no era Myriam. Era Marilena. ¿Cómo sabía que estaba en casa?
-Es muy tarde.
-¿Quieres que tomemos un café?
-Son más de las doce, Marilena.
-Hemos tomado café muchas veces después de las doce -dijo ella con toda tranquilidad. «No durante mi luna de miel».
-Puedo ir a tu casa si quieres.
-Marilena...
Está aquí, Víctor. Está aquí y no sé qué hacer.
-¿Myriam?
-Está muy disgustada. No se encuentra bien y me temo...
-No tiene cáncer -la interrumpió Víctor, fu¬rioso por tener que contárselo.
-Lo sé -suspiró la princesa-. Lo sé desde hace tiempo, pero es una historia muy larga. ¿Vienes tú o voy yo a tu casa?
Myriam no estaba con Marilena cuando se en¬contraron veinte minutos después en un café de la ciudad.
-¿No ha venido contigo?
-No. Se marchó cuando salía de casa. A pie.
Víctor apretó los labios. No debería ir sola por la calle a esas horas. Milán era una ciudad peli¬grosa.
-¿Sabes adonde iba?
La princesa se encogió de hombros.
-Estaba muy disgustada. Eso es todo lo que sé -contestó, encendiendo un cigarillo.
-Creía que habías dejado de fumar hace tiempo.
-Y así es. Pero esta noche necesito un cigarillo. Bueno, ¿por dónde empiezo?
-Por cuando Myriam me engaña para que vuel-va a casarme con ella.
-Ah, buen tema para empezar -suspiró Mari-lena-. Pero el tema equivocado.
-¿Qué quieres decir?
-No he podido hacerlo. Pensé que podría, pero... Los celos no son nada atractivos, especial¬mente en una mujer de cierta edad. Pero estaba celosa. Y sigo estándolo.
-No te entiendo. Por favor, aclárate -le espetó Víctor, irritado.
-La historia es muy simple, en realidad -dijo Marilena entonces, echando la ceniza en el ceni¬cero-. Yo estaba en tu casa hace diez días cuando llamaron de San Francisco. Myriam estaba en el jardín, con las niñas. Dije que era de la familia y el médico me dio la información...
-Tú lo sabías -la interrumpió Víctor.
-Y no se lo conté a nadie -suspiró ella-. Era mi secreto y mi arma... en caso de que la necesitara.
Al día siguiente llamé a ese médico y le pedí que me enviara el informe del laboratorio.
-Y metiste el informe por debajo de la puerta del hotel.
-Así es -Marilena apagó el cigarillo de golpe y sus ojos se llenaron de lágrimas-. Te quiero, Víctor. Más de lo que nunca he querido a nadie. Quizá por eso no he podido seguir adelante con el engaño.
Víctor se levantó. Había insultado a su mujer. La había humillado.
-Y lo peor de todo es que cuando Myriam vino a casa esta noche no me culpaba de nada. Senci¬llamente me pidió ayuda -la princesa se echó ha¬cia atrás en la silla-. Me pidió ayuda precisa¬mente a mi.
Myriam lo vio salir de la habitación, perpleja, con el corazón roto.
¿Qué había pasado? ¿Cómo era posible que el día más bonito de su vida se hubiera convertido en una pesadilla?
No sabía qué hacer. Habían planeado pasar el fin de semana en el hotel. Era una luna de miel muy corta, pero después de la semana en Capri, sabía que Víctor tenía que volver al trabajo y ella pensaba visitar a un especialista en Milán.
Entonces tomó la carta. Era del director del servicio de oncología del laboratorio.
Había muchas excusas en la carta. Por lo visto, alguien había confundido las pruebas... pero lo importante era que no tenía cáncer.
Aquella debía haber sido una noticia maravi¬llosa. Algo para celebrar.
Pero no habría celebración. Víctor se había marchado y su luna de miel estaba rota.
Víctor no sabía adonde ir. Iban a quedarse en el hotel durante todo el fin de semana porque Pietra estaría en casa cuidando de las niñas.
Podría ir a casa, pero no podía ver a sus hijas en aquel momento. Las niñas le recordaban a Myriam y no quería, no podía pensar en ella.
¿Por qué le había hecho eso? Cuando se enteró de que el diagnóstico era un error, ¿por qué no se lo dijo? ¿Por qué siguió con la charada?
Estaba cansado, presionado por el trabajo, abrumado por las demandas de un negocio millo¬nario.
Y tenía el corazón roto.
Pero no pensaba dejar que Myriam se saliera con la suya. No pensaba dejar que lo engañase. Pediría el divorcio inmediatamente. De hecho, pe¬diría la custodia de las niñas.
Myriam podía hacer lo que le diese la gana; vol-ver a California, alquilar un apartamento en Milán o marcharse a Tahití, le daba igual. Pero él se que-daría con las niñas y las protegería de una mujer que estaba enferma.
Víctor entró en el coche y arrancó a toda velo-cidad. Conducir era lo único que calmaba sus ner-vios y estuvo conduciendo durante horas. Pronto salió de Milán y llegó a la zona de los lagos.
Después de cenar en Cuomo, tomó la autopista de vuelta a Milán y llegó a casa antes de mediano-che, muerto de sueño. Myriam y él no habían dor-mido casi nada por la noche; estaban demasiado ocupados haciendo el amor.
Pietra lo saludó en el vestíbulo.
-Buenas noches, señor D.'Angelo. ¿Va todo bien?
-No, no va todo bien -suspiró él.
-¿Quiere que me quede?
-Sí, por favor. Myriam... ¿ha estado aquí?
-No.
Víctor subió al primer piso y entró en el cuarto de sus hijas. La habitación estaba iluminada por una lamparita y vio que las dos niñas estaban pro¬fundamente dormidas.
Entonces se apoyó en el quicio de la puerta. Todo parecía tan normal... Todo estaba como en Capri. Sofi bajo las sábanas, Vicky encima de ellas.
Se sentía ridiculamente joven, ridiculamente vulnerable. Le encantaba tener a sus hijas en su casa, en su vida. ¿Cómo podía perderlas de nuevo? ¿Cómo podía dejar que Myriam se las robase otra vez?
No podía, se dijo a sí mismo. Y no lo haría.
¿Por qué tenía que pasarle aquello? Todo pare-cía ir tan bien...
Pensativo, tapó a Vicky con el edredón, pero la niña se despertó.
-Papá.
-Ciao, bambina -sonrió él, acariciando su pelo.
-¿Dónde está mamá?
A Víctor se le hizo un nudo en la garganta.
-Haciendo unas cosas.
-La echo de menos.
-Ella también a ti.
-¿Va a venir a darme las buenas noches?
-Sí, dentro de poco.
-¿Un beso? -sonrió Vicky entonces. Víctor se inclinó para besar a su hija.
-Dile a mamá que venga pronto.
Le quemaban los ojos. ¿Cómo iba a hacer que aquello funcionase? Estaba furioso con Myriam, pero no la odiaba. Sabía que era una buena madre, aunque hubiera sido deshonesta con él.
Entonces oyó que sonaba el teléfono y, pen¬sando que podría ser Myriam, corrió a su habita¬ción para contestar.
-Víctor.
Pero no era Myriam. Era Marilena. ¿Cómo sabía que estaba en casa?
-Es muy tarde.
-¿Quieres que tomemos un café?
-Son más de las doce, Marilena.
-Hemos tomado café muchas veces después de las doce -dijo ella con toda tranquilidad. «No durante mi luna de miel».
-Puedo ir a tu casa si quieres.
-Marilena...
Está aquí, Víctor. Está aquí y no sé qué hacer.
-¿Myriam?
-Está muy disgustada. No se encuentra bien y me temo...
-No tiene cáncer -la interrumpió Víctor, fu¬rioso por tener que contárselo.
-Lo sé -suspiró la princesa-. Lo sé desde hace tiempo, pero es una historia muy larga. ¿Vienes tú o voy yo a tu casa?
Myriam no estaba con Marilena cuando se en¬contraron veinte minutos después en un café de la ciudad.
-¿No ha venido contigo?
-No. Se marchó cuando salía de casa. A pie.
Víctor apretó los labios. No debería ir sola por la calle a esas horas. Milán era una ciudad peli¬grosa.
-¿Sabes adonde iba?
La princesa se encogió de hombros.
-Estaba muy disgustada. Eso es todo lo que sé -contestó, encendiendo un cigarillo.
-Creía que habías dejado de fumar hace tiempo.
-Y así es. Pero esta noche necesito un cigarillo. Bueno, ¿por dónde empiezo?
-Por cuando Myriam me engaña para que vuel-va a casarme con ella.
-Ah, buen tema para empezar -suspiró Mari-lena-. Pero el tema equivocado.
-¿Qué quieres decir?
-No he podido hacerlo. Pensé que podría, pero... Los celos no son nada atractivos, especial¬mente en una mujer de cierta edad. Pero estaba celosa. Y sigo estándolo.
-No te entiendo. Por favor, aclárate -le espetó Víctor, irritado.
-La historia es muy simple, en realidad -dijo Marilena entonces, echando la ceniza en el ceni¬cero-. Yo estaba en tu casa hace diez días cuando llamaron de San Francisco. Myriam estaba en el jardín, con las niñas. Dije que era de la familia y el médico me dio la información...
-Tú lo sabías -la interrumpió Víctor.
-Y no se lo conté a nadie -suspiró ella-. Era mi secreto y mi arma... en caso de que la necesitara.
Al día siguiente llamé a ese médico y le pedí que me enviara el informe del laboratorio.
-Y metiste el informe por debajo de la puerta del hotel.
-Así es -Marilena apagó el cigarillo de golpe y sus ojos se llenaron de lágrimas-. Te quiero, Víctor. Más de lo que nunca he querido a nadie. Quizá por eso no he podido seguir adelante con el engaño.
Víctor se levantó. Había insultado a su mujer. La había humillado.
-Y lo peor de todo es que cuando Myriam vino a casa esta noche no me culpaba de nada. Senci¬llamente me pidió ayuda -la princesa se echó ha¬cia atrás en la silla-. Me pidió ayuda precisa¬mente a mi.
Re: Por Siempre
aiii sigueleeeee a ver que va a pasarrrr
chikitita- VBB CRISTAL
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Fecha de inscripción : 01/06/2008
Re: Por Siempre
BUEN INICIO DE AÑO JENNY
QUE TODOS TUS PROPOSITOS Y DESEOS SE
TE CUMPLAN...
MUCHAS GRACIAS X LOS CAP...
YA ESPERO CON ANCIAS LOS SIGUIENTES
ME ENCANTA LA NOVE... ESTA BIEN PADRE
QUE TODOS TUS PROPOSITOS Y DESEOS SE
TE CUMPLAN...
MUCHAS GRACIAS X LOS CAP...
YA ESPERO CON ANCIAS LOS SIGUIENTES
ME ENCANTA LA NOVE... ESTA BIEN PADRE
Eva_vbb- VBB DIAMANTE
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Edad : 39
Fecha de inscripción : 25/05/2008
Re: Por Siempre
Méndiga princesa del mal!!!!! Gracias por los capítulos Jenny, nuevamente feliz año y esperamos el final!! Ojalá que Myriam lo perdone!!
Marianita- STAFF
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Edad : 38
Localización : Veracruz, Ver.
Fecha de inscripción : 25/05/2008
Re: Por Siempre
QUE BUENA NOTICIA DE QUE MYRIAM NO ESTE ENFERMA, AHORA SOLO QUEDA QUE SE RECONCILIEN.
GRACIAS POR LOS CAPÍTULOS Y FELICIDADES
GRACIAS POR LOS CAPÍTULOS Y FELICIDADES
mats310863- VBB PLATINO
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Fecha de inscripción : 01/06/2008
Re: Por Siempre
Pobre Myri, ojala Victor la encuentre.
Gracias por el capitulo, no tardes con el final.
Gracias por el capitulo, no tardes con el final.
alma.fra- VBB DIAMANTE
- Cantidad de envíos : 2190
Fecha de inscripción : 25/06/2008
Re: Por Siempre
muchas gracias por el capitulo...y por fa siguele pronto
jai33sire- VBB PLATINO
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Edad : 48
Localización : Mexico Distrito Federal
Fecha de inscripción : 23/05/2008
Re: Por Siempre
A perooo que brujaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa nos salio esa "princessaaa"
Sigueleeeee
Sigueleeeee
Chicana_415- VBB PLATINO
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Edad : 34
Localización : San Francisco, CA
Fecha de inscripción : 24/05/2008
Re: Por Siempre
QUIERO CAP...
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X FISSSSSSSSSS
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Eva_vbb- VBB DIAMANTE
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Edad : 39
Fecha de inscripción : 25/05/2008
Re: Por Siempre
Kiero capitulo me dijiste q pondrias el dia lunes y no hay caputilo ya es martesssss......Jennyyyyyyyyyyyyyyy
x favor.....
x favor.....
ryaneth- VBB JUNIOR
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Edad : 39
Fecha de inscripción : 27/10/2008
Re: Por Siempre
Chiks aki les traigo el final, muchas gracias por todos sus mensajes, y pues me da gusto k la disfrutaran!!!
Espero luego regresar con mas!!!
Besos
Jenny
Víctor volvió a su casa, pero no sabía cómo había llegado. Veía borroso y sen¬tía como si lo hubieran golpeado en la cabeza.
Myriam no sabía nada.
Y él era un imbécil, un arrogante. No podría culpar a Myriam si no lo perdonaba.
Entró en casa y encendió la luz. Pietra no tuvo que decirle que Myriam no estaba allí. Lo sabía. Si su mujer estuviera en casa lo habría notado.
Se metió en la cama, pero no podía dormir. Un par de horas después se levantó y miró por la ven¬tana. Las calles estaban silenciosas, no había trá¬fico. Empezaba a amanecer.
Si le pasaba algo a Myriam sería terrible para las niñas. Myriam era el centro de su mundo. Eran como pequeños planetas y ella el sol alrededor del que giraban.
Pero no solo para las niñas. También para él.
Pensó entonces en el futuro. Sin la amenaza del cáncer sobre sus cabezas, su vida podría ser mara¬villosa. Podrían viajar, ir a cualquier parte...
Myriam tenía que volver a casa. Si no volvía por la mañana la buscaría. Movería cielo y tierra para encontrarla.
Pero en caso de que volviera, quería estar pre-parado. Tenía que disculparse, intentarlo de nuevo. Víctor se sentó en la escalera con una bo¬tella de champán. Pasó una hora, otra... se le ce¬rraban los ojos.
Entonces oyó una llave en la cerradura.
Myriam entró en la casa como si fuera lo más natural del mundo.
-Hola.
-¿Dónde has estado? -preguntó Víctor.
-Dando vueltas y tomando muchos cafés. ¿Qué haces ahí?
-Esperándote.
Myriam miró la botella de champán.
-Por un momento, me había parecido que esta¬bas celebrando mi marcha.
-Nunca -suspiró Víctor, pasándose una mano por el pelo-. Estaba muy preocupado por ti. Pen¬saba ir a buscarte si no aparecías.
Myriam lo miró, nerviosa.
-No sé qué decirte.
-No tienes que decir nada, cariño. Ven aquí, siéntate conmigo.
-Tampoco sé qué hacer -dijo ella entonces.
Víctor asintió, mirando al suelo. Estaba pi¬sando una alfombra dorada con dibujos azules. Era una alfombra muy antigua que, seguramente, tendría muchos secretos que contar.
Le quemaban los ojos y parpadeó furiosamente
para contener las lágrimas. Se sentía tan aliviado al tenerla en casa...
Y, sobre todo, se sentía aliviado porque no es¬taba enferma. Tenía muchos años por delante. Años para abrazar a sus hijas, para jugar con ellas, para verlas crecer.
Gracias a Dios estaba bien.
Gracias a Dios estaba en casa... aunque no qui-siera quedarse con él.
Sus ojos se llenaron de lágrimas entonces y de¬cidió no disimular más.
-¿Cómo te has metido en mi corazón, Myriam? ¿Cómo me haces sentir así, quererte tanto?
-A mí me pasa lo mismo.
-Ni siquiera sé por dónde empezar a discul¬parme. Lo siento tanto... Siento haber perdido los nervios, siento haberme portado como un imbécil, siento haber sido tan cruel contigo...
-Creo que empiezo a entenderte -lo interrum¬pió Myriam, sentándose a su lado-. Lo que intentas decir es que lamentas haber sido tan orgulloso porque te creías traicionado.
-Pero no me habías traicionado. Ella dejó escapar un suspiro.
-Es una forma muy rara de empezar una luna de miel, ¿no te parece?
-¿Llamas a esto luna de miel?
-Estamos casados, ¿no? Y yo no pienso irme a ninguna parte -dijo Myriam. Víctor la miró, incrédulo.
-Dilo otra vez.
-No pienso ir a ninguna parte.
-¿Te quedas?
-Sí -sonrió ella-. Nos hemos casado, ¿no? Y yo llevaba un vestido diseñado por Víctor García, ni más ni menos. Y vivo aquí, además.
-Sí, sí... amor mío -exclamó Víctor, tomando su cara entre las manos-. Mía moglie. Mi mujer.
-¡Y no lo olvides nunca!
Se sentía abrumada por todo lo que había pa¬sado, pero Myriam no quería dejarse llevar por la tristeza. La vida estaba llena de contradicciones, de sorpresas, pero al final ganaban los que perse¬veraban.
-Dime que me perdonas -susurró Víctor.
-Te perdono.
-Gracias a Dios. Y gracias a Dios que has vuelto a casa.
-Este es el único sitio en el que quiero estar. Y que aunque hoy te hayas portado como un bár¬baro, he decidido darte otra oportunidad. Así que aquí estoy -sonrió Myriam.
-Gracias a Dios. Porque tengo buenas noticias para ti -dijo Víctor.
-¿Ah, sí?
-¡No tienes cáncer! Acaba de llegar el informe definitivo del laboratorio.
-¿De verdad? -murmuró Myriam, con lágrimas en los ojos.
-De verdad. Todo ha sido un error y tenemos que celebrarlo -dijo Víctor, abriendo la botella de champán-. Por la mejor noticia que he recibido nunca. Que vivas una vida larga, llena de felici¬dad y de amor.
Brindaron contentos, intentando dejar atrás el pasado.
-Y será una vida muy feliz si la vivo contigo -añadió Myriam.
FIN
Espero luego regresar con mas!!!
Besos
Jenny
Víctor volvió a su casa, pero no sabía cómo había llegado. Veía borroso y sen¬tía como si lo hubieran golpeado en la cabeza.
Myriam no sabía nada.
Y él era un imbécil, un arrogante. No podría culpar a Myriam si no lo perdonaba.
Entró en casa y encendió la luz. Pietra no tuvo que decirle que Myriam no estaba allí. Lo sabía. Si su mujer estuviera en casa lo habría notado.
Se metió en la cama, pero no podía dormir. Un par de horas después se levantó y miró por la ven¬tana. Las calles estaban silenciosas, no había trá¬fico. Empezaba a amanecer.
Si le pasaba algo a Myriam sería terrible para las niñas. Myriam era el centro de su mundo. Eran como pequeños planetas y ella el sol alrededor del que giraban.
Pero no solo para las niñas. También para él.
Pensó entonces en el futuro. Sin la amenaza del cáncer sobre sus cabezas, su vida podría ser mara¬villosa. Podrían viajar, ir a cualquier parte...
Myriam tenía que volver a casa. Si no volvía por la mañana la buscaría. Movería cielo y tierra para encontrarla.
Pero en caso de que volviera, quería estar pre-parado. Tenía que disculparse, intentarlo de nuevo. Víctor se sentó en la escalera con una bo¬tella de champán. Pasó una hora, otra... se le ce¬rraban los ojos.
Entonces oyó una llave en la cerradura.
Myriam entró en la casa como si fuera lo más natural del mundo.
-Hola.
-¿Dónde has estado? -preguntó Víctor.
-Dando vueltas y tomando muchos cafés. ¿Qué haces ahí?
-Esperándote.
Myriam miró la botella de champán.
-Por un momento, me había parecido que esta¬bas celebrando mi marcha.
-Nunca -suspiró Víctor, pasándose una mano por el pelo-. Estaba muy preocupado por ti. Pen¬saba ir a buscarte si no aparecías.
Myriam lo miró, nerviosa.
-No sé qué decirte.
-No tienes que decir nada, cariño. Ven aquí, siéntate conmigo.
-Tampoco sé qué hacer -dijo ella entonces.
Víctor asintió, mirando al suelo. Estaba pi¬sando una alfombra dorada con dibujos azules. Era una alfombra muy antigua que, seguramente, tendría muchos secretos que contar.
Le quemaban los ojos y parpadeó furiosamente
para contener las lágrimas. Se sentía tan aliviado al tenerla en casa...
Y, sobre todo, se sentía aliviado porque no es¬taba enferma. Tenía muchos años por delante. Años para abrazar a sus hijas, para jugar con ellas, para verlas crecer.
Gracias a Dios estaba bien.
Gracias a Dios estaba en casa... aunque no qui-siera quedarse con él.
Sus ojos se llenaron de lágrimas entonces y de¬cidió no disimular más.
-¿Cómo te has metido en mi corazón, Myriam? ¿Cómo me haces sentir así, quererte tanto?
-A mí me pasa lo mismo.
-Ni siquiera sé por dónde empezar a discul¬parme. Lo siento tanto... Siento haber perdido los nervios, siento haberme portado como un imbécil, siento haber sido tan cruel contigo...
-Creo que empiezo a entenderte -lo interrum¬pió Myriam, sentándose a su lado-. Lo que intentas decir es que lamentas haber sido tan orgulloso porque te creías traicionado.
-Pero no me habías traicionado. Ella dejó escapar un suspiro.
-Es una forma muy rara de empezar una luna de miel, ¿no te parece?
-¿Llamas a esto luna de miel?
-Estamos casados, ¿no? Y yo no pienso irme a ninguna parte -dijo Myriam. Víctor la miró, incrédulo.
-Dilo otra vez.
-No pienso ir a ninguna parte.
-¿Te quedas?
-Sí -sonrió ella-. Nos hemos casado, ¿no? Y yo llevaba un vestido diseñado por Víctor García, ni más ni menos. Y vivo aquí, además.
-Sí, sí... amor mío -exclamó Víctor, tomando su cara entre las manos-. Mía moglie. Mi mujer.
-¡Y no lo olvides nunca!
Se sentía abrumada por todo lo que había pa¬sado, pero Myriam no quería dejarse llevar por la tristeza. La vida estaba llena de contradicciones, de sorpresas, pero al final ganaban los que perse¬veraban.
-Dime que me perdonas -susurró Víctor.
-Te perdono.
-Gracias a Dios. Y gracias a Dios que has vuelto a casa.
-Este es el único sitio en el que quiero estar. Y que aunque hoy te hayas portado como un bár¬baro, he decidido darte otra oportunidad. Así que aquí estoy -sonrió Myriam.
-Gracias a Dios. Porque tengo buenas noticias para ti -dijo Víctor.
-¿Ah, sí?
-¡No tienes cáncer! Acaba de llegar el informe definitivo del laboratorio.
-¿De verdad? -murmuró Myriam, con lágrimas en los ojos.
-De verdad. Todo ha sido un error y tenemos que celebrarlo -dijo Víctor, abriendo la botella de champán-. Por la mejor noticia que he recibido nunca. Que vivas una vida larga, llena de felici¬dad y de amor.
Brindaron contentos, intentando dejar atrás el pasado.
-Y será una vida muy feliz si la vivo contigo -añadió Myriam.
FIN
Re: Por Siempre
jenny muchas grax por tu novela estuvo muy linda desde el principio y el final...en serio.....grax..
Re: Por Siempre
KE BONITA ESTUBO LA NOBELA JENN ME GUSTOO MUSHOTEE GRASIAS NI/AAAAAA..................
Re: Por Siempre
muchas gracias por esta novelita a mi me encanto
jai33sire- VBB PLATINO
- Cantidad de envíos : 1207
Edad : 48
Localización : Mexico Distrito Federal
Fecha de inscripción : 23/05/2008
Re: Por Siempre
Ayy qué chido, se perdonaron sus brutalidades!!! Muchas gracias por la novela Jenny, ojalá que pronto nos regales otra!!!
Marianita- STAFF
- Cantidad de envíos : 2851
Edad : 38
Localización : Veracruz, Ver.
Fecha de inscripción : 25/05/2008
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