Por Siempre
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Re: Por Siempre
Gracias por el capitulo, no tardes con el proximo.
alma.fra- VBB DIAMANTE
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Re: Por Siempre
MUCHAS GRACIAS X EL CAP... JENNY
PERO MUY CORTITO.
por myrielpasofan el Lun Nov 24, 2008 8:36 pm
grax por el capi jenny..pero es muy corto...kreo k porke mañana es mi cumple...deberias de poner otro mas jajaja k dices eh.....
YO OPINO LO MISMO ANDALE PON OTRO DE REGALO PARA MYRIELPASOFAN
PERO MUY CORTITO.
por myrielpasofan el Lun Nov 24, 2008 8:36 pm
grax por el capi jenny..pero es muy corto...kreo k porke mañana es mi cumple...deberias de poner otro mas jajaja k dices eh.....
YO OPINO LO MISMO ANDALE PON OTRO DE REGALO PARA MYRIELPASOFAN
Eva_vbb- VBB DIAMANTE
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Re: Por Siempre
QUE CORTOOOOOOOOOOOOOOOO CAPITULOO!!!!!!
Siguele protnoooo por favor
Siguele protnoooo por favor
Chicana_415- VBB PLATINO
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Re: Por Siempre
myrielpasofan escribió:grax por el capi jenny..pero es muy corto...kreo k porke mañana es mi cumple...deberias de poner otro mas jajaja k dices eh.....
si, siiiiiiiiiiiii que ponga otro capi un dos x uno en honor a marianaaaa siii DO, andaaa pon capissssss
Re: Por Siempre
Aki esta el capi espero k les guste!!!
Besos
Jenny
-Estuvimos casados, Víctor. Tuvimos una rela-ción y es normal que te encuentres incómodo.
-He tenido muchas relaciones después de sepa-rarme de ti y no sentía absolutamente nada cuando entraban en una habitación -replicó él-. Pero no puedo dejar que esto pase. No puedo dejar que la atracción que siento por ti lo destruya todo de nuevo. Destruiría a Marilena y ella se merece algo mejor.
Le estaba advirtiendo. Y estaba advirtiéndose a sí mismo también.
-¡Víctor! -oyeron entonces la voz de Mari¬lena-. Víctor, ¿estás ahí?
-¿Qué ha pasado?
-He sido una tonta. Estaba enfadada y...
-¡Estás sangrando! -exclamó él.
-No es nada.
-¿Qué ha pasado, Marilena?
-Me salté un semáforo en rojo. Estaba distraí¬da, llorando y... ni siquiera pisé el freno.
-¡Santo Cielo! ¿Te has hecho daño?
-No, yo estoy bien. Pero el coche...
-Eso no importa.
-Claro que importa. Me encantaba ese coche. Tú me lo resalaste.
-Pues te compraré uno nuevo. Deja que te vea -murmuró Víctor, levantando su barbilla-. ¿Te has hecho daño en la cabeza?
-Me golpeé con algo. La ventanilla o el vo¬lante, no sé. Pero no es nada.
-Voy a llevarte al hospital. Antes de salir miró a Myriam, que estaba muy seria. La conversación tendría que esperar.
Myriam esperó que Víctor la llamase. Las niñas estaban jugando con sus muñecas mientras ella miraba el teléfono.
Esperar, pensó, siempre era lo más duro.
Los días le parecían eternos cuando se marchó de Milán.
Las primeras seis semanas fueron horribles. El tiempo parecía alargarse eternamente, pesándole hasta que no podía más.
No dejaba de mirar el teléfono. Pensaba que Víctor la llamaría, que le escribiría una carta. Mi¬raba el contestador automático veinte veces al día. Y cuando comprobaba que no la había llamado, el dolor era terrible, insoportable.
Si los días eran largos, las noches lo eran más. Las lágrimas que escondía durante el día para que sus hijas no sufrieran corrían libremente por su rostro en cuanto se encerraba en la habitación.
Horas de lágrimas silenciosas, de inexplicable dolor. Víctor y ella no habían estado juntos dema¬siado tiempo. No podía explicar por qué sentía tal desolación.Lloraba tanto que empapaba la almohada y en¬tonces, cuando rio podía soportarlo más, iba a su escritorio e intentaba ponerlo todo en una carta, pero lo único que le salía era:
«Te echo de menos. Te echo de menos».
«Te quiero. Te quiero...».
Myriam se sobresaltó al oír unos pasos tras ella.
Víctor.
-¿Cómo está Marilena? Vicky se puso a bailotear alrededor de su padre mientras Sofi lo miraba, nerviosa.
-Está descansando. Se golpeó la cabeza con la ventanilla y el médico dice que debe pasar la no¬che en el hospital.
-¿Es grave?
-No, pero tienen que vigilarla -murmuró Víctor, pasándose una mano por el pelo-. Supongo que le darán el alta por la mañana, pero le he prometido que volvería más tarde. No es divertido estar en un hospital. Y ella no tiene familia en Milán.
-Entiendo.
Lo entendía muy bien. Tampoco ella tenía fa¬milia.
Víctor miró su reloj.
-Podemos cenar los cuatro juntos antes de que vuelva al hospital.
-De acuerdo.
La cena era absurdamente familiar, pensó Myriam, regañando a Vicky por quinta vez para que se sentara. Sofi no se movía tanto, pero estaba desga¬nada.
-Come un poquito más, cariño. No querrás despertarte a media noche con el estómago vacío, ¿verdad?
Su ex marido charlaba con las niñas en ita¬liano, encantado de que lo entendieran. Sofi lo ha¬blaba mejor, pero a Vicky no se le escapaba nada.
-¿Cómo lo han aprendido? -preguntó Víctor.
-Tienen una amiguita italiana en San Fran¬cisco.
Myriam no le dijo que ella misma se había mo¬lestado en enseñárselo y que contrató a un profe¬sor de italiano. No quería que olvidasen el idioma de su padre.
Estaban sirviendo el postre cuando sonó el tim¬bre. Una de las criadas le dijo algo a Víctor al oído y él asintió con la cabeza.
Segundos después una joven entraba en el co¬medor. Y al ver a las niñas, sacó una mantita con gesto triunfante.
Sofi empezó a dar saltos de alegría mientras su hermana se lanzaba sobre la manta como si fuera el amor de su vida.
Víctor soltó una carcajada y Myriam sonrió también.
Sabía que la felicidad duraba poco, pero aquel era un momento precioso.
-Gracias.
-De nada -sonrió él.
Parecía contento por hacer felices a sus hijas.
Pero cuando la cena terminó y Víctor se pre¬paró para volver al hospital, Myriam se sintió sola de nuevo.
Incluso después de todo lo que había pasado entre ellos, seguía disfrutando de la compañía de su ex marido.
-Tengo que volver con Marilena. ¿Necesitas algo antes de que me vaya?
-No.
Myriam supo entonces que, de nuevo, estaba ne¬gando la verdad. ¿No necesitaba nada? La ironía casi hizo que soltase una carcajada.
No, no necesitaba nada. Lo necesitaba todo.
Besos
Jenny
-Estuvimos casados, Víctor. Tuvimos una rela-ción y es normal que te encuentres incómodo.
-He tenido muchas relaciones después de sepa-rarme de ti y no sentía absolutamente nada cuando entraban en una habitación -replicó él-. Pero no puedo dejar que esto pase. No puedo dejar que la atracción que siento por ti lo destruya todo de nuevo. Destruiría a Marilena y ella se merece algo mejor.
Le estaba advirtiendo. Y estaba advirtiéndose a sí mismo también.
-¡Víctor! -oyeron entonces la voz de Mari¬lena-. Víctor, ¿estás ahí?
-¿Qué ha pasado?
-He sido una tonta. Estaba enfadada y...
-¡Estás sangrando! -exclamó él.
-No es nada.
-¿Qué ha pasado, Marilena?
-Me salté un semáforo en rojo. Estaba distraí¬da, llorando y... ni siquiera pisé el freno.
-¡Santo Cielo! ¿Te has hecho daño?
-No, yo estoy bien. Pero el coche...
-Eso no importa.
-Claro que importa. Me encantaba ese coche. Tú me lo resalaste.
-Pues te compraré uno nuevo. Deja que te vea -murmuró Víctor, levantando su barbilla-. ¿Te has hecho daño en la cabeza?
-Me golpeé con algo. La ventanilla o el vo¬lante, no sé. Pero no es nada.
-Voy a llevarte al hospital. Antes de salir miró a Myriam, que estaba muy seria. La conversación tendría que esperar.
Myriam esperó que Víctor la llamase. Las niñas estaban jugando con sus muñecas mientras ella miraba el teléfono.
Esperar, pensó, siempre era lo más duro.
Los días le parecían eternos cuando se marchó de Milán.
Las primeras seis semanas fueron horribles. El tiempo parecía alargarse eternamente, pesándole hasta que no podía más.
No dejaba de mirar el teléfono. Pensaba que Víctor la llamaría, que le escribiría una carta. Mi¬raba el contestador automático veinte veces al día. Y cuando comprobaba que no la había llamado, el dolor era terrible, insoportable.
Si los días eran largos, las noches lo eran más. Las lágrimas que escondía durante el día para que sus hijas no sufrieran corrían libremente por su rostro en cuanto se encerraba en la habitación.
Horas de lágrimas silenciosas, de inexplicable dolor. Víctor y ella no habían estado juntos dema¬siado tiempo. No podía explicar por qué sentía tal desolación.Lloraba tanto que empapaba la almohada y en¬tonces, cuando rio podía soportarlo más, iba a su escritorio e intentaba ponerlo todo en una carta, pero lo único que le salía era:
«Te echo de menos. Te echo de menos».
«Te quiero. Te quiero...».
Myriam se sobresaltó al oír unos pasos tras ella.
Víctor.
-¿Cómo está Marilena? Vicky se puso a bailotear alrededor de su padre mientras Sofi lo miraba, nerviosa.
-Está descansando. Se golpeó la cabeza con la ventanilla y el médico dice que debe pasar la no¬che en el hospital.
-¿Es grave?
-No, pero tienen que vigilarla -murmuró Víctor, pasándose una mano por el pelo-. Supongo que le darán el alta por la mañana, pero le he prometido que volvería más tarde. No es divertido estar en un hospital. Y ella no tiene familia en Milán.
-Entiendo.
Lo entendía muy bien. Tampoco ella tenía fa¬milia.
Víctor miró su reloj.
-Podemos cenar los cuatro juntos antes de que vuelva al hospital.
-De acuerdo.
La cena era absurdamente familiar, pensó Myriam, regañando a Vicky por quinta vez para que se sentara. Sofi no se movía tanto, pero estaba desga¬nada.
-Come un poquito más, cariño. No querrás despertarte a media noche con el estómago vacío, ¿verdad?
Su ex marido charlaba con las niñas en ita¬liano, encantado de que lo entendieran. Sofi lo ha¬blaba mejor, pero a Vicky no se le escapaba nada.
-¿Cómo lo han aprendido? -preguntó Víctor.
-Tienen una amiguita italiana en San Fran¬cisco.
Myriam no le dijo que ella misma se había mo¬lestado en enseñárselo y que contrató a un profe¬sor de italiano. No quería que olvidasen el idioma de su padre.
Estaban sirviendo el postre cuando sonó el tim¬bre. Una de las criadas le dijo algo a Víctor al oído y él asintió con la cabeza.
Segundos después una joven entraba en el co¬medor. Y al ver a las niñas, sacó una mantita con gesto triunfante.
Sofi empezó a dar saltos de alegría mientras su hermana se lanzaba sobre la manta como si fuera el amor de su vida.
Víctor soltó una carcajada y Myriam sonrió también.
Sabía que la felicidad duraba poco, pero aquel era un momento precioso.
-Gracias.
-De nada -sonrió él.
Parecía contento por hacer felices a sus hijas.
Pero cuando la cena terminó y Víctor se pre¬paró para volver al hospital, Myriam se sintió sola de nuevo.
Incluso después de todo lo que había pasado entre ellos, seguía disfrutando de la compañía de su ex marido.
-Tengo que volver con Marilena. ¿Necesitas algo antes de que me vaya?
-No.
Myriam supo entonces que, de nuevo, estaba ne¬gando la verdad. ¿No necesitaba nada? La ironía casi hizo que soltase una carcajada.
No, no necesitaba nada. Lo necesitaba todo.
Re: Por Siempre
Aki esta el pilon por el cumple de Mariana Te quiero mucho niña!!!
Besos
Jenny
T
ODO estaba empezando a complicarse, pensaba Víctor a la mañana siguiente, mientras volvía por tercera vez al hospital.
Durante los últimos dos años había culpado a Myriam por el fracaso de su matrimonio y la sepa¬ración de su familia.
Se había dicho a sí mismo que ella era la culpa-ble, que lo había destruido todo egoístamente al irse a San Francisco. Pero en lo más profundo de su corazón sabía que no todo era culpa suya. El era tan responsable como Myriam. Sí, se había marchado a California, pero él la había dejado.
Le encantaba que las niñas estuvieran de vuelta en Milán, pero su ex mujer era otro asunto. ¿Qué hacía Myriam para meterse dentro de su piel?
No debería afectarle de esa forma. Pero así era.
Cada vez que estaba con ella perdía el control y tenía que hacer un esfuerzo sobrehumano para di¬simular.
Como siempre.
La noche que rescató a Myriam de las garras de Cario Verri perdió el rumbo. Se enamoró y no de¬bería. No debería porque estaba prometido con la
princesa Borgiano. Todo el mundo sabía que tarde o temprano se casarían y, sin embargo, cuando le pidió a la pelirroja que bailase con él su vida dio un giro de ciento ochenta grados.
Y nada volvió a ser lo mismo desde entonces.
Marilena había recibido el alta del hospital y Víctor la llevó a casa. Después de hablar con el servicio para que estuviera atendida, volvió a la oficina y se encontró con el equipo de la BBC moviendo muebles y colocando focos.
Su entrevista debía tener lugar por la tarde, pero habían terminado antes de lo previsto con el historiador de moda, de modo que el director del documental le pidió que la adelantasen.
No le importaba nada. Así tendría la tarde libre y podría acercarse al rodaje del anuncio de per¬fume.
La entrevista duró una hora y le gustó hablar sobre su padre. Franco García y él trabajaron juntos mucho tiempo y tras su muerte, su visión seguía inspirándolo.
El cámara dejó de filmar y, unos segundos des-pués, dos cabecitas aparecieron en la puerta.
-Ciao, papa! Sonó io, Sofi! -lo saludó la niña, en italiano.
Sonriendo, Víctor se quitó el micrófono y cruzó la habitación para tomar a su hija en brazos.
-Sí, lo sé. Hola, Vicky.
Vicky lo estaba mirando de arriba abajo, recelosa.
-Buenos días, papá. ¿Cómo estás?
-Moho bene. ¿Y tú?
-Muy bien -contestó ella.
Víctor tuvo que contener una sonrisa. De ma¬yor sería una bomba. Preciosa y con carácter, como su madre. Entonces se volvió, buscando a Myriam con la mirada.
-Espero no haber interrumpido la entrevista. Las niñas estaban deseando ver dónde trabajabas y hoy hace un día precioso para pasear.
Estaba muy guapa con un jersey de cuello alto negro y una falda de rayas de color naranja. Lle¬vaba zapatos de tacón alto y el pelo recogido en una coleta.
-¿Has venido andando con esos zapatos?
-Caminamos un ratito y después tomamos un taxi -sonrió ella.
-Ya me imaginaba. Por cierto, con esa falda pareces italiana -dijo Víctor, besándola en la me¬jilla. Myriam parpadeó, sorprendida.
-Gracias. Es un diseño mío, de la colección del pasado otoño.
-Muy bonita. ¿Se vendió?
-Vendimos todos los modelos -contestó ella-. No quedó ni una en las tiendas.
-Las rayas horizontales no le quedan bien a todo el mundo. Myriam sonrió.
-Quedan bien si alternas el tamaño de las ra¬yas.
Estaban bromeando y eso le gustaba. Víctor solía ser muy serio con ella. La primera noche en la ópera fue divertido, encantador. Pero luego cambió.
-Deberíamos irnos -dijo entonces, percatán¬dose de que todo el mundo estaba mirándolos. De hecho, el cámara estaba filmando-. Tienes cosas que hacer.
-Ya hemos terminado la entrevista. Pensaba ir a ver el rodaje de un anuncio.
-¿Un anuncio? -repitió Vicky.
-Un anuncio de perfume para las revistas -ex¬plicó Víctor.
-¿Podemos ver el anuncio? -preguntó Sofi-. ¿Podemos, papá?
-No veo por qué no. Pero depende de tu madre. ¿Quieres que vayamos, Myriam? Aunque debo ad¬vertirte que el rodaje va fatal. Estamos teniendo muchos problemas.
-¿Por qué?
Ella sabía bastante de rodajes problemáticos. Había tenido que soportar los de la casa Calvanti.
-Todo. Lo hemos rodado dos veces de arriba abajo, pero no sale.
Víctor las llevó al otro lado de la ciudad, una zona llena de almacenes y naves industriales. Mu¬chos artistas residían allí para aprovechar los grandes estudios y el anuncio estaba siendo fil¬mado en uno de ellos.
Myriam sentó a las niñas en una esquina y ob¬servó el rodaje. Afortunadamente, las gemelas sa¬bían cuándo debían quedarse calladas.
-Mira esto -dijo Víctor, dándole el guión de la agencia-. ¿Qué te parece?
-No está mal.
-Vamos. Dime la verdad.
-Es bonito -dijo Myriam-. Es elegante, clásico.
-Sé sincera. Ño vas a herir mis sentimientos. Sé que no funciona, pero el director de la cam¬paña tiene otras ideas.
Myriam arrugó la nariz.
-Es un poco soso. No parece... joven.
-¿Qué harías tú si fuera tu anuncio? Ella respiró profundamente. ¿Estaba pregun-tando en serio?
-Pero no es mi anuncio. Yo trabajo en Calvanti. Tú eres García.
-Cierto. Pero una vez trabajaste para mí y me conoces bien.
«Además de haberme acostado contigo, haber quedado embarazada y ser la madre de tus hijas».
Myriam levantó la mirada. Víctor estaba espe¬rando que dijera algo.
-No quiero interferir. Estos anuncios cuestan una fortuna...
Besos
Jenny
T
ODO estaba empezando a complicarse, pensaba Víctor a la mañana siguiente, mientras volvía por tercera vez al hospital.
Durante los últimos dos años había culpado a Myriam por el fracaso de su matrimonio y la sepa¬ración de su familia.
Se había dicho a sí mismo que ella era la culpa-ble, que lo había destruido todo egoístamente al irse a San Francisco. Pero en lo más profundo de su corazón sabía que no todo era culpa suya. El era tan responsable como Myriam. Sí, se había marchado a California, pero él la había dejado.
Le encantaba que las niñas estuvieran de vuelta en Milán, pero su ex mujer era otro asunto. ¿Qué hacía Myriam para meterse dentro de su piel?
No debería afectarle de esa forma. Pero así era.
Cada vez que estaba con ella perdía el control y tenía que hacer un esfuerzo sobrehumano para di¬simular.
Como siempre.
La noche que rescató a Myriam de las garras de Cario Verri perdió el rumbo. Se enamoró y no de¬bería. No debería porque estaba prometido con la
princesa Borgiano. Todo el mundo sabía que tarde o temprano se casarían y, sin embargo, cuando le pidió a la pelirroja que bailase con él su vida dio un giro de ciento ochenta grados.
Y nada volvió a ser lo mismo desde entonces.
Marilena había recibido el alta del hospital y Víctor la llevó a casa. Después de hablar con el servicio para que estuviera atendida, volvió a la oficina y se encontró con el equipo de la BBC moviendo muebles y colocando focos.
Su entrevista debía tener lugar por la tarde, pero habían terminado antes de lo previsto con el historiador de moda, de modo que el director del documental le pidió que la adelantasen.
No le importaba nada. Así tendría la tarde libre y podría acercarse al rodaje del anuncio de per¬fume.
La entrevista duró una hora y le gustó hablar sobre su padre. Franco García y él trabajaron juntos mucho tiempo y tras su muerte, su visión seguía inspirándolo.
El cámara dejó de filmar y, unos segundos des-pués, dos cabecitas aparecieron en la puerta.
-Ciao, papa! Sonó io, Sofi! -lo saludó la niña, en italiano.
Sonriendo, Víctor se quitó el micrófono y cruzó la habitación para tomar a su hija en brazos.
-Sí, lo sé. Hola, Vicky.
Vicky lo estaba mirando de arriba abajo, recelosa.
-Buenos días, papá. ¿Cómo estás?
-Moho bene. ¿Y tú?
-Muy bien -contestó ella.
Víctor tuvo que contener una sonrisa. De ma¬yor sería una bomba. Preciosa y con carácter, como su madre. Entonces se volvió, buscando a Myriam con la mirada.
-Espero no haber interrumpido la entrevista. Las niñas estaban deseando ver dónde trabajabas y hoy hace un día precioso para pasear.
Estaba muy guapa con un jersey de cuello alto negro y una falda de rayas de color naranja. Lle¬vaba zapatos de tacón alto y el pelo recogido en una coleta.
-¿Has venido andando con esos zapatos?
-Caminamos un ratito y después tomamos un taxi -sonrió ella.
-Ya me imaginaba. Por cierto, con esa falda pareces italiana -dijo Víctor, besándola en la me¬jilla. Myriam parpadeó, sorprendida.
-Gracias. Es un diseño mío, de la colección del pasado otoño.
-Muy bonita. ¿Se vendió?
-Vendimos todos los modelos -contestó ella-. No quedó ni una en las tiendas.
-Las rayas horizontales no le quedan bien a todo el mundo. Myriam sonrió.
-Quedan bien si alternas el tamaño de las ra¬yas.
Estaban bromeando y eso le gustaba. Víctor solía ser muy serio con ella. La primera noche en la ópera fue divertido, encantador. Pero luego cambió.
-Deberíamos irnos -dijo entonces, percatán¬dose de que todo el mundo estaba mirándolos. De hecho, el cámara estaba filmando-. Tienes cosas que hacer.
-Ya hemos terminado la entrevista. Pensaba ir a ver el rodaje de un anuncio.
-¿Un anuncio? -repitió Vicky.
-Un anuncio de perfume para las revistas -ex¬plicó Víctor.
-¿Podemos ver el anuncio? -preguntó Sofi-. ¿Podemos, papá?
-No veo por qué no. Pero depende de tu madre. ¿Quieres que vayamos, Myriam? Aunque debo ad¬vertirte que el rodaje va fatal. Estamos teniendo muchos problemas.
-¿Por qué?
Ella sabía bastante de rodajes problemáticos. Había tenido que soportar los de la casa Calvanti.
-Todo. Lo hemos rodado dos veces de arriba abajo, pero no sale.
Víctor las llevó al otro lado de la ciudad, una zona llena de almacenes y naves industriales. Mu¬chos artistas residían allí para aprovechar los grandes estudios y el anuncio estaba siendo fil¬mado en uno de ellos.
Myriam sentó a las niñas en una esquina y ob¬servó el rodaje. Afortunadamente, las gemelas sa¬bían cuándo debían quedarse calladas.
-Mira esto -dijo Víctor, dándole el guión de la agencia-. ¿Qué te parece?
-No está mal.
-Vamos. Dime la verdad.
-Es bonito -dijo Myriam-. Es elegante, clásico.
-Sé sincera. Ño vas a herir mis sentimientos. Sé que no funciona, pero el director de la cam¬paña tiene otras ideas.
Myriam arrugó la nariz.
-Es un poco soso. No parece... joven.
-¿Qué harías tú si fuera tu anuncio? Ella respiró profundamente. ¿Estaba pregun-tando en serio?
-Pero no es mi anuncio. Yo trabajo en Calvanti. Tú eres García.
-Cierto. Pero una vez trabajaste para mí y me conoces bien.
«Además de haberme acostado contigo, haber quedado embarazada y ser la madre de tus hijas».
Myriam levantó la mirada. Víctor estaba espe¬rando que dijera algo.
-No quiero interferir. Estos anuncios cuestan una fortuna...
Re: Por Siempre
Gracias por el 2x1 Jenny, está genial la novela, síguele pronto!!!!!
Marianita- STAFF
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Fecha de inscripción : 25/05/2008
Re: Por Siempre
SE NOTA QUE AMBOS ESTAN BIEN ENAMORADOS, OJALA PRONTO LO ACEPTEN Y LUCHEN POR ESTAR JUNTOS.
GRACIAS POR LOS CAPÍTULOS
GRACIAS POR LOS CAPÍTULOS
mats310863- VBB PLATINO
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Re: Por Siempre
JENNY MUCHAS GRACIAS X LOS CAP...
CREEO QUE VICTOR TODAVIA NO OLVIDA A MYRIAM Y LA SIGUE
AMANDO AL IGUAL QUE ELLA A ÈL....
ESPERO QUE LOS DOS HABLEN Y ACLAREN LO QUE TENGAN QUE ACLARAR
Y QUE VUELVAN A ESTAR JUNTOS Y QUE MYRIAM REALMENTE NO TENGA NADA.
CREEO QUE VICTOR TODAVIA NO OLVIDA A MYRIAM Y LA SIGUE
AMANDO AL IGUAL QUE ELLA A ÈL....
ESPERO QUE LOS DOS HABLEN Y ACLAREN LO QUE TENGAN QUE ACLARAR
Y QUE VUELVAN A ESTAR JUNTOS Y QUE MYRIAM REALMENTE NO TENGA NADA.
Eva_vbb- VBB DIAMANTE
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Re: Por Siempre
Gracias por el 2x1!!!
SIGUELEEE
SIGUELEEE
Chicana_415- VBB PLATINO
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Re: Por Siempre
Gracias por el 2 x 1 ojala ke Myri ya hable con Victor.
alma.fra- VBB DIAMANTE
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Re: Por Siempre
jenny yo tambien te kiero muchoo....y muchas gracias por los capis....se ve k todavia hay algo ahi muy en el fondo.....aki andare esperando lo k sigue...
Re: Por Siempre
achhh pero como la dejas ahi Do, no se valeeeeeeeeeee kiero mas....
asi que espero una buena dotacion de capis para esta semanita ok!
besosssssssssssss
aNa
asi que espero una buena dotacion de capis para esta semanita ok!
besosssssssssssss
aNa
Re: Por Siempre
SIGUELE PORFAS
panquesito- VBB JUNIOR
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Re: Por Siempre
que buena esta la novelita siguele por faaaaaaaaa
jai33sire- VBB PLATINO
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Fecha de inscripción : 23/05/2008
Re: Por Siempre
QUIERO CAPPPPPPPPPPPPPPP.
X FISSSSSSSSSSSSSSS ANDALE X SER FIN DE SEMANA
INSISTO QUIERO CAPPPPPPPPPPPP PERO BIEN LARGOTEEEEEEEEEEEEEE.
Eva_vbb- VBB DIAMANTE
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Re: Por Siempre
Hola chicks aki les dejo un capitulote nomas pa k vean k las kiero mucho jajajaja y tambien por compensar los dias k no he dejado capi!!!!
Espero sus mensajes eh!!!!
Besos
Jenny
-Lo que quiero es tu opinión. Tienes buen ojo e intuición para el diseño.
¿Acababa de hacerle un cumplido? Myriam se cruzó de brazos, recelosa.
-O sea que Calvanti no me contrató por mi apellido.
Los ojos oscuros del hombre brillaron, burlo¬nes. Miró hacia las niñas y luego de nuevo la miró de nuevo a ella.
-No del todo.
Eso no era suficiente. Myriam levantó una ceja.
-Muy bien, tuvieron suerte de contratarte y el apellido García no tuvo nada que ver. ¿Estás contenta? Eres muy buena en tu trabajo... pero aquí habrías sido genial.
¿Lo decía con pena? ¿Podría haber habido más oportunidades, más posibilidades en Milán de las que ella creía? ¿Podría haber acabado todo de otra forma?
-¿Cuál es el mercado objetivo? -preguntó por fin.
-De veinte a treinta años. Myriam estudió de nuevo el guión.
-Los colores están bien y el vestido rojo es pre-cioso...
-Vintage García.
-Sí, lo sé. Lleva la firma de tu padre -sonrió Myriam-. Podría decírtelo todo sobre tu padre. He estudiado su trabajo durante años.
-Entonces, ¿cómo salvamos este anuncio, an¬tes de que pierda un millón de dólares?
-La modelo parece que está dormida -dijo ella entonces-. Peor, aburrida. No estás vendiéndole perfume a una mujer mayor, se lo estás vendiendo a una chica moderna que quiere emociones, aven¬turas.
-¿Y qué hay que cambiar?
-Un poco... todo. Creo que podéis usar el mismo escenario, el mismo vestido. El color rojo es perfecto porque siempre es moderno, pero quí¬tale los guantes a la modelo y... por favor, que la levanten del sofá.
-Eso es... ¡María! Ven un momento, por favor. Vamos a hacer algunos cambios. Llama al estilista y al director de arte. Myriam te explicará lo que quiere.
Myriam lo miró, asombrada. Pero explicó su vi-sión del anuncio a los tres implicados. Cuando terminó, María miró el set.
-No sé cómo una chica bailando va a hacer que esto funcione.
-Es mi dinero -dijo Víctor-. Vamos a inten¬tarlo a ver qué pasa.
Myriam miró a las niñas y vio que empezaban a estar inquietas.
-Creo que las gemelas están cansadas de no hacer nada.
-Tienes razón -suspiró Víctor, sacando el mó¬vil del bolsillo-. Le diré a Pietra que venga con el chófer para llevárselas a casa. Pietra es una anti¬gua profesora que he contratado para que nos ayude con las niñas. Es estupenda. Creo que te gustará.
Media hora más tarde llegaba Pietra con galle-tas y cuadernos para colorear.
-¿Queréis dibujar en casa? Vuestro papá ha comprado acuarelas y ceras de colores.
Las gemelas, encantadas de escapar del estu¬dio, se despidieron con un beso.
Cuando las niñas se fueron todo el mundo se puso a trabajar. La modelo, con el mismo vestido rojo pasión, en lugar de estar tumbada en el sofá levantaba los brazos alegremente, riendo a carca¬jadas.
-La unión de lo antiguo y lo nuevo -murmuró Víctor-. El pasado y el futuro. Lleva un vestido vintage de la firma, pero baila como una chica jo-ven, casi una niña.
Myriam lo miró, sonriendo.
-El glamour y la elegancia de García com-binados con la espontaneidad de la mujer mo-derna.
-Eso es.
Se sentía satisfecha por haber podido echar una mano. Era la primera vez que trabajaban juntos en mucho tiempo, pero le pareció algo natural.
Perfecto.
-Benissimo -dijo Víctor al finalizar la sesión con el fotógrafo-. Me gusta. Creo que es lo que estaba buscando.
Empezaba a anochecer cuando Víctor abrió la puerta del Ferrari negro.
-Supongo que tendrás hambre. No hemos co-mido.
No era la primera vez que Myriam se saltaba una comida, pero la verdad era que tenía el estó-mago vacío.
-¿Coche nuevo?
-Lo compré hace dos años.
-Me gusta -sonrió ella, mirándolo de reojo.
Ya tenía sombra de barba y el flequillo le caía sobre la frente... Entonces se le encogió el cora-zón. Seguía afectándole. Víctor García seguía afectándole físicamente.
-Gracias por tu ayuda. De verdad.
-No tienes que agradecérmelo.
Unos minutos después estaban en la autopista. Como siempre, Víctor conducía a gran velocidad, seguro de sí mismo.
-¿Qué te parece María?
María mantuvo las distancias, pero Myriam sa¬bía que a la directora de publicidad no le había he¬cho gracia que diera su opinión.
-Creo que sigue aprendiendo.
-Quieres decir que no se arriesga.
Myriam no quería juzgar a los miembros de su equipo. Calvanti era una casa más moderna. García solía ser más conservadora, sobre todo en sus campañas publicitarias.
-No lo sé. No la conozco. Seguramente es muy buena.
-Eso significa que no te gusta.
-Mira, la verdad... los perfumes son muy com-petitivos. Cada día hay mejores anuncios y hay que ser muy original.
-¿Dónde la pondrías, en diseños para el hogar, textiles?
-Accesorios. Le gustan las cosas clásicas y ele-gantes. La colección de piel es muy elegante: za¬patos, bolsos, cinturones.
Víctor tomó la salida de la autopista que lle¬vaba al centro de la ciudad.
-Creo que no se lo diré -dijo, sonriendo-. A María los accesorios le parecen aburridos.
-Sí, pero con los bolsos y los zapatos se gana una fortuna.
-Eres muy lista.
-Siempre he sido lista. Ahora soy más sabia.
-Pues me gusta. Te sienta muy bien -dijo Víctor, frenando a la puerta de un restaurante-. No sé tú, pero yo estoy muerto de hambre.
-Yo también.
Cuando Myriam se excusó para ir al baño, Víctor se quedó mirándola. Y vio cómo los demás hombres volvían la cabeza a su paso.
Su ex mujer tenía cierta magia. Era preciosa, pero no era solo su belleza lo que llamaba la aten¬ción. Era su energía. La luz en sus ojos. Su ma¬nera de caminar.
Y aquella noche estaba resplandeciente.
Myriam volvió a la mesa unos minutos después.
-¿Has pensado alguna vez volver a Milán?
-¿Volver?
-No tendrías ningún problema para encontrar trabajo aquí.
-Ese no es el asunto.
-De hecho, no me importaría nada tenerte de vuelta en García.
-Víctor, eso no va a pasar.
-No quiero perder a las niñas -dijo él abrupta-mente-. Tiene que haber una forma de solucio¬narlo. Una forma mejor para que los dos compar¬tamos responsabilidad.
-¿Te refieres a la custodia?
-Exactamente. Quiero algo más que las vaca¬ciones. Quiero ser su padre, no un extraño.
Myriam tragó saliva. Eso era lo que ella quería.
Para eso había ido a Milán, pero le daba pánico pasar menos tiempo con las niñas.
-Quizá podrían pasar aquí un par de semanas...
-¿Y después volverías a llevártelas? No, no puedo soportar esas separaciones. No son buenas para las niñas y no son buenas para mí. No son buenas para nadie.
-Estoy de acuerdo.
-Por eso quiero que consideres la idea de vol¬ver. Hablas italiano, conoces la ciudad, sabes mu¬cho de moda... Este es un sitio perfecto para ti -dijo Víctor entonces-. Las niñas serían felices y yo también.
El corazón de Myriam daba saltos dentro de su pecho. «Las niñas serían felices y yo también».
¿Qué quería decir? ¿Había deseado alguna vez que siguieran juntos, que hubieran intentado arre¬glarlo? Ojalá tuviese valor para hablar de eso, pero era una pregunta imposible. E inapropiada porque Víctor estaba prometido con otra mujer.
Sin embargo, esas palabras hacían que sus es¬peranzas renacieran. Muchas veces pensó que la vida sería más sencilla si Víctor y ella hubieran seguido juntos.
¿Qué hacía que una relación funcione? ¿Por qué algunas parejas seguían juntas para siempre y otras no? ¿Qué podía ella haber hecho de otra forma?
El camarero llegó entonces con la carta y deja-ron de hablar. Pero cuando estaban cenando Víctor volvió a retomar la discusión.
—No hay ninguna razón para que no criemos juntos a las niñas. Los dos las queremos y los dos deseamos lo mejor para ellas.
Myriam acarició su copa de vino.
-Eso les daría esperanzas... pensarían que posibilidades de que volvamos a estar juntos,Víctor.
-No si estoy casado con Marilena.
-Los niños no entienden esas cosas. Entienden«mamá y papá». «Familia».
Él suspiró, impaciente.
-Entonces les diremos que tendrán dos mamas,como algún día podrían tener dos papas.
Myriam apretó los labios. Nunca volvería a enamorarse de otro hombre. Por muy imposible, por muy absurdo que fuera, seguía amando a Víctor. Siempre lo había amado, desde el principio.
-No te he preguntado nunca, pero... ¿hay otra persona? ¿Ha habido otro hombre?
-No -contestó ella.
-¿Demasiado ocupada?
-Algo así.
Víctor tomó su mano y Myriam sintió un esca¬lofrío.
-No sé qué pasó entre nosotros. No sé cómo empezamos y cómo terminamos, pero yo no te odio, Myriam. No soy tu enemigo. Nunca lo he sido.
-Me odiaste por quedar embarazada -dijo ella en voz baja.
-No es verdad. Me gustabas muchísimo, pero... era una cuestión de logística.
-Ah, logística, claro -Myriam tuvo que mor¬derse los labios para controlar la emoción-. La princesa Marilena y tú lo teníais todo preparado y yo estaba en medio.
Víctor dejó escapar un suspiro.
-Llevábamos años saliendo juntos, ya lo sabes.
-Sí, lo sé.
-Se lo debía.
-Por supuesto. Estabas enamorado de ella -dijo Myriam-. Y no me querías...
-No es tan sencillo.
-Pero no me querías. Dices que yo te gustaba mucho y es cierto. Yo era divertida, conveniente... Fui una aventura.
-Odio esa palabra.
-Pero es la verdad -suspiró ella.
-Una aventura es algo breve, sin importancia.
-Como nuestro matrimonio, ¿no? -murmuró Myriam, mirándolo a los ojos.
Espero sus mensajes eh!!!!
Besos
Jenny
-Lo que quiero es tu opinión. Tienes buen ojo e intuición para el diseño.
¿Acababa de hacerle un cumplido? Myriam se cruzó de brazos, recelosa.
-O sea que Calvanti no me contrató por mi apellido.
Los ojos oscuros del hombre brillaron, burlo¬nes. Miró hacia las niñas y luego de nuevo la miró de nuevo a ella.
-No del todo.
Eso no era suficiente. Myriam levantó una ceja.
-Muy bien, tuvieron suerte de contratarte y el apellido García no tuvo nada que ver. ¿Estás contenta? Eres muy buena en tu trabajo... pero aquí habrías sido genial.
¿Lo decía con pena? ¿Podría haber habido más oportunidades, más posibilidades en Milán de las que ella creía? ¿Podría haber acabado todo de otra forma?
-¿Cuál es el mercado objetivo? -preguntó por fin.
-De veinte a treinta años. Myriam estudió de nuevo el guión.
-Los colores están bien y el vestido rojo es pre-cioso...
-Vintage García.
-Sí, lo sé. Lleva la firma de tu padre -sonrió Myriam-. Podría decírtelo todo sobre tu padre. He estudiado su trabajo durante años.
-Entonces, ¿cómo salvamos este anuncio, an¬tes de que pierda un millón de dólares?
-La modelo parece que está dormida -dijo ella entonces-. Peor, aburrida. No estás vendiéndole perfume a una mujer mayor, se lo estás vendiendo a una chica moderna que quiere emociones, aven¬turas.
-¿Y qué hay que cambiar?
-Un poco... todo. Creo que podéis usar el mismo escenario, el mismo vestido. El color rojo es perfecto porque siempre es moderno, pero quí¬tale los guantes a la modelo y... por favor, que la levanten del sofá.
-Eso es... ¡María! Ven un momento, por favor. Vamos a hacer algunos cambios. Llama al estilista y al director de arte. Myriam te explicará lo que quiere.
Myriam lo miró, asombrada. Pero explicó su vi-sión del anuncio a los tres implicados. Cuando terminó, María miró el set.
-No sé cómo una chica bailando va a hacer que esto funcione.
-Es mi dinero -dijo Víctor-. Vamos a inten¬tarlo a ver qué pasa.
Myriam miró a las niñas y vio que empezaban a estar inquietas.
-Creo que las gemelas están cansadas de no hacer nada.
-Tienes razón -suspiró Víctor, sacando el mó¬vil del bolsillo-. Le diré a Pietra que venga con el chófer para llevárselas a casa. Pietra es una anti¬gua profesora que he contratado para que nos ayude con las niñas. Es estupenda. Creo que te gustará.
Media hora más tarde llegaba Pietra con galle-tas y cuadernos para colorear.
-¿Queréis dibujar en casa? Vuestro papá ha comprado acuarelas y ceras de colores.
Las gemelas, encantadas de escapar del estu¬dio, se despidieron con un beso.
Cuando las niñas se fueron todo el mundo se puso a trabajar. La modelo, con el mismo vestido rojo pasión, en lugar de estar tumbada en el sofá levantaba los brazos alegremente, riendo a carca¬jadas.
-La unión de lo antiguo y lo nuevo -murmuró Víctor-. El pasado y el futuro. Lleva un vestido vintage de la firma, pero baila como una chica jo-ven, casi una niña.
Myriam lo miró, sonriendo.
-El glamour y la elegancia de García com-binados con la espontaneidad de la mujer mo-derna.
-Eso es.
Se sentía satisfecha por haber podido echar una mano. Era la primera vez que trabajaban juntos en mucho tiempo, pero le pareció algo natural.
Perfecto.
-Benissimo -dijo Víctor al finalizar la sesión con el fotógrafo-. Me gusta. Creo que es lo que estaba buscando.
Empezaba a anochecer cuando Víctor abrió la puerta del Ferrari negro.
-Supongo que tendrás hambre. No hemos co-mido.
No era la primera vez que Myriam se saltaba una comida, pero la verdad era que tenía el estó-mago vacío.
-¿Coche nuevo?
-Lo compré hace dos años.
-Me gusta -sonrió ella, mirándolo de reojo.
Ya tenía sombra de barba y el flequillo le caía sobre la frente... Entonces se le encogió el cora-zón. Seguía afectándole. Víctor García seguía afectándole físicamente.
-Gracias por tu ayuda. De verdad.
-No tienes que agradecérmelo.
Unos minutos después estaban en la autopista. Como siempre, Víctor conducía a gran velocidad, seguro de sí mismo.
-¿Qué te parece María?
María mantuvo las distancias, pero Myriam sa¬bía que a la directora de publicidad no le había he¬cho gracia que diera su opinión.
-Creo que sigue aprendiendo.
-Quieres decir que no se arriesga.
Myriam no quería juzgar a los miembros de su equipo. Calvanti era una casa más moderna. García solía ser más conservadora, sobre todo en sus campañas publicitarias.
-No lo sé. No la conozco. Seguramente es muy buena.
-Eso significa que no te gusta.
-Mira, la verdad... los perfumes son muy com-petitivos. Cada día hay mejores anuncios y hay que ser muy original.
-¿Dónde la pondrías, en diseños para el hogar, textiles?
-Accesorios. Le gustan las cosas clásicas y ele-gantes. La colección de piel es muy elegante: za¬patos, bolsos, cinturones.
Víctor tomó la salida de la autopista que lle¬vaba al centro de la ciudad.
-Creo que no se lo diré -dijo, sonriendo-. A María los accesorios le parecen aburridos.
-Sí, pero con los bolsos y los zapatos se gana una fortuna.
-Eres muy lista.
-Siempre he sido lista. Ahora soy más sabia.
-Pues me gusta. Te sienta muy bien -dijo Víctor, frenando a la puerta de un restaurante-. No sé tú, pero yo estoy muerto de hambre.
-Yo también.
Cuando Myriam se excusó para ir al baño, Víctor se quedó mirándola. Y vio cómo los demás hombres volvían la cabeza a su paso.
Su ex mujer tenía cierta magia. Era preciosa, pero no era solo su belleza lo que llamaba la aten¬ción. Era su energía. La luz en sus ojos. Su ma¬nera de caminar.
Y aquella noche estaba resplandeciente.
Myriam volvió a la mesa unos minutos después.
-¿Has pensado alguna vez volver a Milán?
-¿Volver?
-No tendrías ningún problema para encontrar trabajo aquí.
-Ese no es el asunto.
-De hecho, no me importaría nada tenerte de vuelta en García.
-Víctor, eso no va a pasar.
-No quiero perder a las niñas -dijo él abrupta-mente-. Tiene que haber una forma de solucio¬narlo. Una forma mejor para que los dos compar¬tamos responsabilidad.
-¿Te refieres a la custodia?
-Exactamente. Quiero algo más que las vaca¬ciones. Quiero ser su padre, no un extraño.
Myriam tragó saliva. Eso era lo que ella quería.
Para eso había ido a Milán, pero le daba pánico pasar menos tiempo con las niñas.
-Quizá podrían pasar aquí un par de semanas...
-¿Y después volverías a llevártelas? No, no puedo soportar esas separaciones. No son buenas para las niñas y no son buenas para mí. No son buenas para nadie.
-Estoy de acuerdo.
-Por eso quiero que consideres la idea de vol¬ver. Hablas italiano, conoces la ciudad, sabes mu¬cho de moda... Este es un sitio perfecto para ti -dijo Víctor entonces-. Las niñas serían felices y yo también.
El corazón de Myriam daba saltos dentro de su pecho. «Las niñas serían felices y yo también».
¿Qué quería decir? ¿Había deseado alguna vez que siguieran juntos, que hubieran intentado arre¬glarlo? Ojalá tuviese valor para hablar de eso, pero era una pregunta imposible. E inapropiada porque Víctor estaba prometido con otra mujer.
Sin embargo, esas palabras hacían que sus es¬peranzas renacieran. Muchas veces pensó que la vida sería más sencilla si Víctor y ella hubieran seguido juntos.
¿Qué hacía que una relación funcione? ¿Por qué algunas parejas seguían juntas para siempre y otras no? ¿Qué podía ella haber hecho de otra forma?
El camarero llegó entonces con la carta y deja-ron de hablar. Pero cuando estaban cenando Víctor volvió a retomar la discusión.
—No hay ninguna razón para que no criemos juntos a las niñas. Los dos las queremos y los dos deseamos lo mejor para ellas.
Myriam acarició su copa de vino.
-Eso les daría esperanzas... pensarían que posibilidades de que volvamos a estar juntos,Víctor.
-No si estoy casado con Marilena.
-Los niños no entienden esas cosas. Entienden«mamá y papá». «Familia».
Él suspiró, impaciente.
-Entonces les diremos que tendrán dos mamas,como algún día podrían tener dos papas.
Myriam apretó los labios. Nunca volvería a enamorarse de otro hombre. Por muy imposible, por muy absurdo que fuera, seguía amando a Víctor. Siempre lo había amado, desde el principio.
-No te he preguntado nunca, pero... ¿hay otra persona? ¿Ha habido otro hombre?
-No -contestó ella.
-¿Demasiado ocupada?
-Algo así.
Víctor tomó su mano y Myriam sintió un esca¬lofrío.
-No sé qué pasó entre nosotros. No sé cómo empezamos y cómo terminamos, pero yo no te odio, Myriam. No soy tu enemigo. Nunca lo he sido.
-Me odiaste por quedar embarazada -dijo ella en voz baja.
-No es verdad. Me gustabas muchísimo, pero... era una cuestión de logística.
-Ah, logística, claro -Myriam tuvo que mor¬derse los labios para controlar la emoción-. La princesa Marilena y tú lo teníais todo preparado y yo estaba en medio.
Víctor dejó escapar un suspiro.
-Llevábamos años saliendo juntos, ya lo sabes.
-Sí, lo sé.
-Se lo debía.
-Por supuesto. Estabas enamorado de ella -dijo Myriam-. Y no me querías...
-No es tan sencillo.
-Pero no me querías. Dices que yo te gustaba mucho y es cierto. Yo era divertida, conveniente... Fui una aventura.
-Odio esa palabra.
-Pero es la verdad -suspiró ella.
-Una aventura es algo breve, sin importancia.
-Como nuestro matrimonio, ¿no? -murmuró Myriam, mirándolo a los ojos.
Re: Por Siempre
Víctor la miraba como si pudiera leer sus pensamientos y aquella vez en sus ojos no había frialdad, ni rabia, ni burla. La miraba como si quisiera entender qué había pasado entre ellos, como si pudiera ver de nuevo la fiesta y a Myriam intentando alejarse de un dise¬ñador borracho que le doblaba la edad.
-Yo tenía buenas intenciones -dijo por fin, la tensión palpable-. Solo quería ayudarte.
Myriam intentaba luchar contra el recuerdo de aquel momento en el que, ayudándola, había cam¬biado sus vidas para siempre.
-Y me ayudaste.
-Quizá habría sido mejor...
-¿Dejar que tu rival se aprovechara de mí? -in-tentó reírse Myriam.
-Aquella noche me hiciste reír. Yo estaba tan enfadado con Cario... Que hubiera intentado apro¬vecharse de una de mis ayudantes era intolerable, pero tú hiciste que me olvidase de todo. Habla¬mos, bailamos...
-Eramos unos ingenuos.
La sonrisa de Víctor desapareció.
-Deberíamos haber sabido que incluso un baile era peligroso. Yo debería haberlo sabido.
Myriam sabía que Víctor iba a casarse con la princesa, que llevaban mucho tiempo planeando la boda. Mucho antes de que hablasen, mucho an¬tes de que se besaran.
Sabía que Víctor García estaba prometido, aunque no era un compromiso oficial. Había oído rumores y, sin embargo, aquella noche después de la ópera nada parecía importar. Llevaba tanto tiempo enamorada de él que cuando le pasó un brazo por la cintura se sintió la mujer más afortu¬nada del mundo.
-Yo también debería haberlo sabido -dijo en voz baja-. Había oído que estabas prometido con la princesa y no sé si no me lo creí o me dio igual... Creo que me dejé llevar por la magia de la noche. Primero la ópera en La Scala, después la fiesta en el palacio Trussardi... y finalmente tú.
Él estaba mirándola con expresión intensa.
-Sí, a mí me pasó lo mismo.
-Me sentía como Cenicienta en el baile.
Entonces era virgen y vergonzosamente inex¬perta, pero cuando Víctor empezó a besarla ocu¬rrió algo. No había forma de parar, no podía con¬trolar lo que le estaba pasando. Solo quería seguir en sus brazos para siempre.
-Me dejé llevar y no reflexioné hasta que era demasiado tarde.
-¿Tan bueno era yo entonces?
Myriam se puso como un tomate. Era mejor que bueno. Era maravilloso.
-Para mí fuiste perfecto. Era mi primera vez.
Víctor pagó la cena y volvieron al coche.
Conducía en silencio a través de las oscuras ca-lles mientras Myriam miraba por la ventanilla, pensativa.
Habían sido unos ingenuos, desde luego. Sobre todo ella. Nunca había creído en cosas místicas, pero cuando lo vio en La Scala todo le pareció tan claro, tan sencillo... Era como si el destino estu¬viera allí, frente a ella.
Nunca olvidaría el momento en que Víctor vol-vió la cabeza y la miró a los ojos.
Llevaba un esmoquin, pero se había desabro¬chado los primeros botones de la camisa y el fle¬quillo le caía sobre la frente como a un niño tra¬vieso.
Era tan sexy, tan diferente de los demás hom¬bres... y cuando la miró, Myriam sintió que estaba viendo la vida.
Recordaba el sonido del timbre señalando el fi-nal del entreacto. Entonces él volvió a la sala con su círculo de gente guapa. Myriam se quedó trans¬figurada, con las piernas temblorosas. Pero supo, quizá por instinto, quizá por un sexto sentido, que aquella noche iba a pasar algo.
Víctor dobló una esquina a demasiada veloci¬dad y Myriam tuvo que sujetarse al asiento.
No, aquella noche en La Scala no había termi¬nado. Ni siquiera había empezado. Empezó des¬pués, en la fiesta. Allí cambió su vida.
Víctor metió el coche en el garaje.
-Quiero darte las gracias de nuevo -dijo enton-ces, rompiendo el silencio-. Tus sugerencias han sido fantásticas. No sé cómo lo haces, pero siem¬pre pareces dar en el clavo.
-De nada.
Víctor dudó un momento antes de apagar el motor.
-Marilena es buena con los niños. Y, como te puedes imaginar, quiere que tengamos hijos.
Myriam no sabía por qué le estaba contando aquello. Sobre todo, después de una noche tan agradable.
-Claro, es normal.
-Será una madre maravillosa.
-Estoy segura.
-Sé que tendremos al menos dos hijos, pero me ha jurado que las gemelas nunca quedarán relega¬das. Siempre serán mis hijas.
Si esperaba tranquilizarla así se estaba equivo-cando.
-¿Dónde pensáis vivir?
-Aquí, por supuesto.
En su casa. Su antigua casa. Myriam se mordió los labios.
-Estupendo. ¿Alguna cosa más? -preguntó, in¬tentando controlar las lágrimas. ,
-No.
Las niñas seguían despiertas cuando subieron a la habitación. Myriam se quedó en la puerta obser-vando cómo Víctor les leía un cuento y después les daba un beso de buenas noches.
Se le encogió el corazón al ver que Sofi levan¬taba los bracitos para enredarlos alrededor de su cuello.
-Te quiero, papá -dijo en voz baja.
-Yo también te quiero, cariño -sonrió él-. Os quiero a las dos. Buona notte, bambini.
Era hora de decírselo. Era hora de decirle la verdad. Aquello no iba a ser fácil, pero tenía que hacerlo.
Myriam cerró la puerta del dormitorio y siguió a Víctor por el pasillo.
-¿Quieres tomar una copa?
-Sí, gracias.
Entraron en un saloncito que hacía las veces de estudio. Algunas estanterías estaban llenas de li-bros, en otras había bronces, miniaturas y reli¬quias del pasado.
-¿Has pensado lo de volver a trabajar para mí? Lo he dicho en serio -dijo Víctor, sirviendo dos copas de vino-. Podrías vivir cerca de García. Hay una casa preciosa en la Via della Spiga. Tiene un jardín estupendo y las habitaciones son gran-des y luminosas.
-No puedo -dijo Myriam-. Ahora no, al menos.
-¿Por qué no?
-Es complicado, pero no puedo mudarme ahora. Dentro de seis meses... quizá en un año.
-¿Vas a llevarte a las niñas durante un año entero?
-Yo tenía buenas intenciones -dijo por fin, la tensión palpable-. Solo quería ayudarte.
Myriam intentaba luchar contra el recuerdo de aquel momento en el que, ayudándola, había cam¬biado sus vidas para siempre.
-Y me ayudaste.
-Quizá habría sido mejor...
-¿Dejar que tu rival se aprovechara de mí? -in-tentó reírse Myriam.
-Aquella noche me hiciste reír. Yo estaba tan enfadado con Cario... Que hubiera intentado apro¬vecharse de una de mis ayudantes era intolerable, pero tú hiciste que me olvidase de todo. Habla¬mos, bailamos...
-Eramos unos ingenuos.
La sonrisa de Víctor desapareció.
-Deberíamos haber sabido que incluso un baile era peligroso. Yo debería haberlo sabido.
Myriam sabía que Víctor iba a casarse con la princesa, que llevaban mucho tiempo planeando la boda. Mucho antes de que hablasen, mucho an¬tes de que se besaran.
Sabía que Víctor García estaba prometido, aunque no era un compromiso oficial. Había oído rumores y, sin embargo, aquella noche después de la ópera nada parecía importar. Llevaba tanto tiempo enamorada de él que cuando le pasó un brazo por la cintura se sintió la mujer más afortu¬nada del mundo.
-Yo también debería haberlo sabido -dijo en voz baja-. Había oído que estabas prometido con la princesa y no sé si no me lo creí o me dio igual... Creo que me dejé llevar por la magia de la noche. Primero la ópera en La Scala, después la fiesta en el palacio Trussardi... y finalmente tú.
Él estaba mirándola con expresión intensa.
-Sí, a mí me pasó lo mismo.
-Me sentía como Cenicienta en el baile.
Entonces era virgen y vergonzosamente inex¬perta, pero cuando Víctor empezó a besarla ocu¬rrió algo. No había forma de parar, no podía con¬trolar lo que le estaba pasando. Solo quería seguir en sus brazos para siempre.
-Me dejé llevar y no reflexioné hasta que era demasiado tarde.
-¿Tan bueno era yo entonces?
Myriam se puso como un tomate. Era mejor que bueno. Era maravilloso.
-Para mí fuiste perfecto. Era mi primera vez.
Víctor pagó la cena y volvieron al coche.
Conducía en silencio a través de las oscuras ca-lles mientras Myriam miraba por la ventanilla, pensativa.
Habían sido unos ingenuos, desde luego. Sobre todo ella. Nunca había creído en cosas místicas, pero cuando lo vio en La Scala todo le pareció tan claro, tan sencillo... Era como si el destino estu¬viera allí, frente a ella.
Nunca olvidaría el momento en que Víctor vol-vió la cabeza y la miró a los ojos.
Llevaba un esmoquin, pero se había desabro¬chado los primeros botones de la camisa y el fle¬quillo le caía sobre la frente como a un niño tra¬vieso.
Era tan sexy, tan diferente de los demás hom¬bres... y cuando la miró, Myriam sintió que estaba viendo la vida.
Recordaba el sonido del timbre señalando el fi-nal del entreacto. Entonces él volvió a la sala con su círculo de gente guapa. Myriam se quedó trans¬figurada, con las piernas temblorosas. Pero supo, quizá por instinto, quizá por un sexto sentido, que aquella noche iba a pasar algo.
Víctor dobló una esquina a demasiada veloci¬dad y Myriam tuvo que sujetarse al asiento.
No, aquella noche en La Scala no había termi¬nado. Ni siquiera había empezado. Empezó des¬pués, en la fiesta. Allí cambió su vida.
Víctor metió el coche en el garaje.
-Quiero darte las gracias de nuevo -dijo enton-ces, rompiendo el silencio-. Tus sugerencias han sido fantásticas. No sé cómo lo haces, pero siem¬pre pareces dar en el clavo.
-De nada.
Víctor dudó un momento antes de apagar el motor.
-Marilena es buena con los niños. Y, como te puedes imaginar, quiere que tengamos hijos.
Myriam no sabía por qué le estaba contando aquello. Sobre todo, después de una noche tan agradable.
-Claro, es normal.
-Será una madre maravillosa.
-Estoy segura.
-Sé que tendremos al menos dos hijos, pero me ha jurado que las gemelas nunca quedarán relega¬das. Siempre serán mis hijas.
Si esperaba tranquilizarla así se estaba equivo-cando.
-¿Dónde pensáis vivir?
-Aquí, por supuesto.
En su casa. Su antigua casa. Myriam se mordió los labios.
-Estupendo. ¿Alguna cosa más? -preguntó, in¬tentando controlar las lágrimas. ,
-No.
Las niñas seguían despiertas cuando subieron a la habitación. Myriam se quedó en la puerta obser-vando cómo Víctor les leía un cuento y después les daba un beso de buenas noches.
Se le encogió el corazón al ver que Sofi levan¬taba los bracitos para enredarlos alrededor de su cuello.
-Te quiero, papá -dijo en voz baja.
-Yo también te quiero, cariño -sonrió él-. Os quiero a las dos. Buona notte, bambini.
Era hora de decírselo. Era hora de decirle la verdad. Aquello no iba a ser fácil, pero tenía que hacerlo.
Myriam cerró la puerta del dormitorio y siguió a Víctor por el pasillo.
-¿Quieres tomar una copa?
-Sí, gracias.
Entraron en un saloncito que hacía las veces de estudio. Algunas estanterías estaban llenas de li-bros, en otras había bronces, miniaturas y reli¬quias del pasado.
-¿Has pensado lo de volver a trabajar para mí? Lo he dicho en serio -dijo Víctor, sirviendo dos copas de vino-. Podrías vivir cerca de García. Hay una casa preciosa en la Via della Spiga. Tiene un jardín estupendo y las habitaciones son gran-des y luminosas.
-No puedo -dijo Myriam-. Ahora no, al menos.
-¿Por qué no?
-Es complicado, pero no puedo mudarme ahora. Dentro de seis meses... quizá en un año.
-¿Vas a llevarte a las niñas durante un año entero?
Re: Por Siempre
gracias por el capitulo...pero lo dejaste mero en lo mejor siguele por faaaaaaaaaaaa
jai33sire- VBB PLATINO
- Cantidad de envíos : 1207
Edad : 48
Localización : Mexico Distrito Federal
Fecha de inscripción : 23/05/2008
Re: Por Siempre
Ayy se las va a llevar!!!!! Muchas gracias por el capitulote Jenny, síguele porfas!!!
Marianita- STAFF
- Cantidad de envíos : 2851
Edad : 38
Localización : Veracruz, Ver.
Fecha de inscripción : 25/05/2008
Re: Por Siempre
QUED ES LO QUE LE TIENE QUE DECIR!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!
YA SUELTA LA SOPAAAAA MYRISSS QUE YO TAMBIEN QUIEROO SABER!
YA SUELTA LA SOPAAAAA MYRISSS QUE YO TAMBIEN QUIEROO SABER!
Chicana_415- VBB PLATINO
- Cantidad de envíos : 1282
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Localización : San Francisco, CA
Fecha de inscripción : 24/05/2008
Re: Por Siempre
QUE MYRI YA DIGA QUE TIENE, GRACIAS POR EL CAPÍTULO
mats310863- VBB PLATINO
- Cantidad de envíos : 983
Fecha de inscripción : 01/06/2008
Re: Por Siempre
Me tienes con la angustia Jenny no se vale jaja
No tardes con el proximo capitulo.
No tardes con el proximo capitulo.
alma.fra- VBB DIAMANTE
- Cantidad de envíos : 2190
Fecha de inscripción : 25/06/2008
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