Por Siempre
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Jenny
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Re: Por Siempre
QUIERO UN CAP........
ME QUEDE BIEN PICADA CON LA NOVE...
O UN 2X1...
ME QUEDE BIEN PICADA CON LA NOVE...
O UN 2X1...
Eva_vbb- VBB DIAMANTE
- Cantidad de envíos : 2742
Edad : 39
Fecha de inscripción : 25/05/2008
Re: Por Siempre
Chikas lamento escribir hasta ahora, pero no podre escribir en un ratito, yo espero k para el proximo martes escribir.
No puedo dar razones, pero prometo que cuando regrese tendran muchos capis!
Besos
Jenny
No puedo dar razones, pero prometo que cuando regrese tendran muchos capis!
Besos
Jenny
Re: Por Siempre
Ok Jenny, sólo espero que no sea nada grave y aquí te esperamos!!!!!!
Marianita- STAFF
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Localización : Veracruz, Ver.
Fecha de inscripción : 25/05/2008
Re: Por Siempre
QUEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEE!!!
NI MODO QUE SE LE VA HACER SOLO ESPERAR PERO ESPERO
QUE EL PROXIMO MARTES SEAN MUCHOS CAP.......
BYE Y ESPERO QUE NO TENGAS NINGUN PROBLEMA CUIDATE Y NOS LEEMOS
PRONTO....
NI MODO QUE SE LE VA HACER SOLO ESPERAR PERO ESPERO
QUE EL PROXIMO MARTES SEAN MUCHOS CAP.......
BYE Y ESPERO QUE NO TENGAS NINGUN PROBLEMA CUIDATE Y NOS LEEMOS
PRONTO....
Eva_vbb- VBB DIAMANTE
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Edad : 39
Fecha de inscripción : 25/05/2008
Re: Por Siempre
Bueno , pero esperamos muchos capiss cuando regreses. Te estaremos esperando.
alma.fra- VBB DIAMANTE
- Cantidad de envíos : 2190
Fecha de inscripción : 25/06/2008
Re: Por Siempre
JENNY YA ESTAMOS A MARTESSSSSSSSSSSSSSSS Y QUIERO CAP...
DE PERDIS UN 2X1 X FISSSS SIIIIIIII. MIRA QUE YA SON MUCHOS
DIAZ QUE TIENES SIN PONER YO SE QUE DIJISTE QUE NO HIVAS
A POSTEAR HASTA EL DIA DE HOY PERO YA SON LAS 11:40 PM
A CA EN MI RANCHO Y YA C VA A CAVAR EL DIA...
ES MAS YA NO TE PIDO EL 2X1 PON UN CAP... DE PERDIS SIIIIIIIIIIIIII
BUENO BYE Y ESPERO LEERNOS PRONTO.
.
Eva_vbb- VBB DIAMANTE
- Cantidad de envíos : 2742
Edad : 39
Fecha de inscripción : 25/05/2008
Re: Por Siempre
MMMM que se me hace que es otra mas de las novelas inconclusas ni pex yo pensaba que la escritoria si nos tenia cierta consideracìón ni modo ya nos amolamos y tan buena que se veia.
jai33sire- VBB PLATINO
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Edad : 48
Localización : Mexico Distrito Federal
Fecha de inscripción : 23/05/2008
Re: Por Siempre
Ya regrese eh!!! lamento no haberles puesto capitulo antes, pero ps la verdad pasaron varias cosas durante la semana pasada y esta, pero estoy de regreso y aki les dejo capis k van dedicados para una niña muy especial para mi que la kiero mucho mucho y que sabe k siempre voy a estar ahi para cualkier cosa!!!!
Nena! te quiero mucho!!!
Besos
Jenny
Myriam apretó los puños.
-Sé que no te he avisado con mucha antelación y lo siento. Pero esperaba que pudieses tomarte unos días libres para conocer mejor a tus hijas.
-Me caso dentro de un par de meses. Entonces me tomaré tres semanas libres. Ahora mismo no puedo dejar de trabajar, pero eso no significa que vaya a desatender a las niñas.
No, claro que no. Por eso las visitaba tan a me¬nudo en California, pensó ella, irónica.
Pero tenía que que controlarse. Víctor pensaba que había vuelto a sus hijas contra él, aunque no era cierto. Las había visto menos de seis veces en dos años. ¿Qué clase de relación era aquella?
-Tus hijas están en Milán por primera vez en dos años...
-¿Y de quién es la culpa? -la interrumpió él.
Myriam cerró los ojos. Otra vez estaban discu¬tiendo. Era lo único que hacían durante los últi¬mos doce meses de su matrimonio. Las peleas se volvieron insoportables. La tensión, imposible.
-Entonces, nos veremos esta tarde.
Víctor estaba en las oficinas de García, en Via Borgospesso, el distrito más elegante de la ciudad, pero no podía concentrarse en el trabajo. Estaba pensando en las niñas.
Tenían que encontrar la mantita lo antes posi¬ble.
Cuando llegó a la oficina se vio rodeado por to¬dos los miembros de su equipo, cada uno con un problema diferente. Lo siguieron hasta su despa¬cho, hablando todos a la vez. El diseñador de la colección de hombres, el director creativo, el en¬cargado de la sección de tejidos... todos intenta¬ban hacerse oír.
Víctor cerró la puerta y señaló los elegantes sofás de piel.
-Veo que tenemos algún problema -dijo, iró¬nico.
-¿Alguno? -Jacopo levantó los ojos al cielo.
Jacopo Monti era el cerebro de las colecciones masculinas. La casa García había diseñado ex¬clusivamente para mujeres durante la época de su padre, pero cuando Víctor se hizo cargo del nego¬cio, diez años antes, decidió abrir nuevos mercados.
-A ver, cuéntame. ¿Qué pasa?
-La fábrica de tejidos que nos abastecía acaba de cerrar sus puertas. No nos han enviado las telas que les pedimos... y no tenemos nada para el des¬file.
-Este año no habíamos contratado a ninguna otra empresa -siguió Fabrizio, el director crea¬tivo-. Habíamos decidido trabajar solo con ellos y hemos metido la pata.
No se podía ser más claro, pensó Víctor.
El cierre de la fábrica afectaba más a la colec¬ción de mujer y a la de diseños para el hogar.
-No pueden cerrar sus puertas sin servirnos el pedido. Se exponen a una demanda multimillonaria.
Nadie dijo nada y Víctor miró a María, la di¬rectora de publicidad.
-¿Qué? Sé que estás pensando en algo y no es la fábrica de tejidos. María levantó una ceja.
-Es la campaña publicitaria del nuevo per¬fume. Nos han enviado el primer boceto.
-¿Y?
-No es lo que les habíamos pedido. No es la campaña nueva e innovadora que esperábamos,
-¿No es buena? -preguntó Víctor. Supuesta¬mente, iba a ser un lanzamiento internacional.
-No.
«Hay días que es mejor no levantarse de la cama», pensó Víctor entonces. Y aquel era uno de ellos.
-¿Tan mala es?
-Horrible.
-Muy bien. Llama a la agencia por teléfono. Jacopo, pide una reunión con el director de la fá¬brica. Dile que iré yo personalmente... con mis asesores legales. Parece que hoy va a ser un día muy movidito.
Y lo sería, pensó, sacando el móvil del bolsillo. Pero no tanto como para olvidarse de las gemelas.
Víctor llamó a su ayudante.
-¿Has tenido suerte con la mantita de mi hija? No había habido suerte. Y esa no era la res¬puesta que esperaba.
-Ya sé que podría comprarle una nueva, pero no es eso. Vicky no quiere una manta nueva, quiere la suya. Vete esta noche a Nueva York, quiero que mi hija recupere su mantita.
Víctor llegó a casa mucho más tarde de lo que hubiera querido y las luces esta¬ban ya apagadas.
Desde el pasillo oyó la voz de Myriam. Las puertas del salón estaban entreabiertas y vio a su ex mujer sentada en el sofá, hablando por el mó¬vil. Llevaba unos chinos de color verde botella, un jersey negro de cuello vuelto y una chaqueta de ante verde.
Sabía combinar los colores, pensó. Ese tono verde musgo destacaba el color caoba de su pelo y su complexión pálida.
Siempre había tenido buen ojo para colores y diseños y de eso era precisamente de lo que estaba hablando. Negocios. Debía hablar con alguien en San Francisco.
Por un momento, Víctor sintió una punzada de emoción. No era cólera, ni siquiera resentimiento. Myriam y él habían tenido problemas, pero respe¬taba su talento para el diseño. Parecía ver cómo iban a quedar las telas antes de verlas en realidad.
Víctor admiraba su trabajo y la quería en su equipo. Pero cuando el matrimonio se rompió,
Myriam se marchó a América y empezó a trabajar para un diseñador italiano.
A Myriam le dolían los dedos de sujetar el mó¬vil durante tanto tiempo. Había llamado a la ofi¬cina solo para comprobar cómo iba todo, pero su ayudante no la dejaba colgar.
-¿Cuándo vuelves? Te lo juro, tú eres la única que sabe de qué va todo esto.
-Pues alguien tendrá que averiguarlo.
Si la casa Calvanti tenía problemas dos días después de que se hubiera marchado, iban a lle¬varse un auténtico susto cuando les dijera que pensaba pedir una excedencia.
Estaba cortando la conexión cuando oyó un ruido tras ella. Era Víctor. Estaba apoyado en el quicio de la puerta.
-¿Desde cuándo estás ahí?
-Desde hace unos minutos. Pero no te preocu¬pes, no he oído nada que no debiese oír.
-Ya.
-Me han contado que haces tus propios diseños en Calvanti -dijo él entonces, quitándose el abrigo.
-Así es -murmuró Myriam.
Su ex marido se había quedado lívido cuando aceptó el puesto. Calvanti era una firma italo-americana que hacía diseños muy originales y ella se alegraba infinitamente de trabajar con ellos, pero Víctor dijo que solo la habían contratado para ca¬pitalizar el apellido García.
-Entonces, ¿ya no llevas la colección de hom¬bre?
Nena! te quiero mucho!!!
Besos
Jenny
Myriam apretó los puños.
-Sé que no te he avisado con mucha antelación y lo siento. Pero esperaba que pudieses tomarte unos días libres para conocer mejor a tus hijas.
-Me caso dentro de un par de meses. Entonces me tomaré tres semanas libres. Ahora mismo no puedo dejar de trabajar, pero eso no significa que vaya a desatender a las niñas.
No, claro que no. Por eso las visitaba tan a me¬nudo en California, pensó ella, irónica.
Pero tenía que que controlarse. Víctor pensaba que había vuelto a sus hijas contra él, aunque no era cierto. Las había visto menos de seis veces en dos años. ¿Qué clase de relación era aquella?
-Tus hijas están en Milán por primera vez en dos años...
-¿Y de quién es la culpa? -la interrumpió él.
Myriam cerró los ojos. Otra vez estaban discu¬tiendo. Era lo único que hacían durante los últi¬mos doce meses de su matrimonio. Las peleas se volvieron insoportables. La tensión, imposible.
-Entonces, nos veremos esta tarde.
Víctor estaba en las oficinas de García, en Via Borgospesso, el distrito más elegante de la ciudad, pero no podía concentrarse en el trabajo. Estaba pensando en las niñas.
Tenían que encontrar la mantita lo antes posi¬ble.
Cuando llegó a la oficina se vio rodeado por to¬dos los miembros de su equipo, cada uno con un problema diferente. Lo siguieron hasta su despa¬cho, hablando todos a la vez. El diseñador de la colección de hombres, el director creativo, el en¬cargado de la sección de tejidos... todos intenta¬ban hacerse oír.
Víctor cerró la puerta y señaló los elegantes sofás de piel.
-Veo que tenemos algún problema -dijo, iró¬nico.
-¿Alguno? -Jacopo levantó los ojos al cielo.
Jacopo Monti era el cerebro de las colecciones masculinas. La casa García había diseñado ex¬clusivamente para mujeres durante la época de su padre, pero cuando Víctor se hizo cargo del nego¬cio, diez años antes, decidió abrir nuevos mercados.
-A ver, cuéntame. ¿Qué pasa?
-La fábrica de tejidos que nos abastecía acaba de cerrar sus puertas. No nos han enviado las telas que les pedimos... y no tenemos nada para el des¬file.
-Este año no habíamos contratado a ninguna otra empresa -siguió Fabrizio, el director crea¬tivo-. Habíamos decidido trabajar solo con ellos y hemos metido la pata.
No se podía ser más claro, pensó Víctor.
El cierre de la fábrica afectaba más a la colec¬ción de mujer y a la de diseños para el hogar.
-No pueden cerrar sus puertas sin servirnos el pedido. Se exponen a una demanda multimillonaria.
Nadie dijo nada y Víctor miró a María, la di¬rectora de publicidad.
-¿Qué? Sé que estás pensando en algo y no es la fábrica de tejidos. María levantó una ceja.
-Es la campaña publicitaria del nuevo per¬fume. Nos han enviado el primer boceto.
-¿Y?
-No es lo que les habíamos pedido. No es la campaña nueva e innovadora que esperábamos,
-¿No es buena? -preguntó Víctor. Supuesta¬mente, iba a ser un lanzamiento internacional.
-No.
«Hay días que es mejor no levantarse de la cama», pensó Víctor entonces. Y aquel era uno de ellos.
-¿Tan mala es?
-Horrible.
-Muy bien. Llama a la agencia por teléfono. Jacopo, pide una reunión con el director de la fá¬brica. Dile que iré yo personalmente... con mis asesores legales. Parece que hoy va a ser un día muy movidito.
Y lo sería, pensó, sacando el móvil del bolsillo. Pero no tanto como para olvidarse de las gemelas.
Víctor llamó a su ayudante.
-¿Has tenido suerte con la mantita de mi hija? No había habido suerte. Y esa no era la res¬puesta que esperaba.
-Ya sé que podría comprarle una nueva, pero no es eso. Vicky no quiere una manta nueva, quiere la suya. Vete esta noche a Nueva York, quiero que mi hija recupere su mantita.
Víctor llegó a casa mucho más tarde de lo que hubiera querido y las luces esta¬ban ya apagadas.
Desde el pasillo oyó la voz de Myriam. Las puertas del salón estaban entreabiertas y vio a su ex mujer sentada en el sofá, hablando por el mó¬vil. Llevaba unos chinos de color verde botella, un jersey negro de cuello vuelto y una chaqueta de ante verde.
Sabía combinar los colores, pensó. Ese tono verde musgo destacaba el color caoba de su pelo y su complexión pálida.
Siempre había tenido buen ojo para colores y diseños y de eso era precisamente de lo que estaba hablando. Negocios. Debía hablar con alguien en San Francisco.
Por un momento, Víctor sintió una punzada de emoción. No era cólera, ni siquiera resentimiento. Myriam y él habían tenido problemas, pero respe¬taba su talento para el diseño. Parecía ver cómo iban a quedar las telas antes de verlas en realidad.
Víctor admiraba su trabajo y la quería en su equipo. Pero cuando el matrimonio se rompió,
Myriam se marchó a América y empezó a trabajar para un diseñador italiano.
A Myriam le dolían los dedos de sujetar el mó¬vil durante tanto tiempo. Había llamado a la ofi¬cina solo para comprobar cómo iba todo, pero su ayudante no la dejaba colgar.
-¿Cuándo vuelves? Te lo juro, tú eres la única que sabe de qué va todo esto.
-Pues alguien tendrá que averiguarlo.
Si la casa Calvanti tenía problemas dos días después de que se hubiera marchado, iban a lle¬varse un auténtico susto cuando les dijera que pensaba pedir una excedencia.
Estaba cortando la conexión cuando oyó un ruido tras ella. Era Víctor. Estaba apoyado en el quicio de la puerta.
-¿Desde cuándo estás ahí?
-Desde hace unos minutos. Pero no te preocu¬pes, no he oído nada que no debiese oír.
-Ya.
-Me han contado que haces tus propios diseños en Calvanti -dijo él entonces, quitándose el abrigo.
-Así es -murmuró Myriam.
Su ex marido se había quedado lívido cuando aceptó el puesto. Calvanti era una firma italo-americana que hacía diseños muy originales y ella se alegraba infinitamente de trabajar con ellos, pero Víctor dijo que solo la habían contratado para ca¬pitalizar el apellido García.
-Entonces, ¿ya no llevas la colección de hom¬bre?
Re: Por Siempre
Myriam apretó los labios. Víctor nunca había creído en su talento. Cuando se conocieron le en¬señó tímidamente sus diseños y él se mostró me¬nos que impresionado.
-Sigo colaborando con las colecciones de hombre, pero en el futuro me concentraré solo en mi línea personal.
-Has tenido éxito.
-Pues sí, aunque no te lo creas.
-Supongo que el apellido García no te ha perjudicado, todo lo contrario.
Myriam se quedó callada un momento, formu¬lando protestas silenciosas, queriendo instintiva¬mente defenderse, pero no valdría de nada. Víctor no creería que había conservado su apellido por las niñas. Lo único que había querido era que la vida de sus hijas fuese lo más normal posible.
-Esta noche conocerás a la princesa Marilena -dijo él entonces-. Llegará dentro de media hora y espero que la trates con amabilidad.
Ella lo miró, perpleja.
-Por supuesto.
-Y espero que mantengas las distancias.
-Te entiendo muy bien, Víctor. Estamos ha¬blando en mi idioma.
-Sí, pero tú eres famosa por escuchar solo cuando quieres. Y debes saber que no podrás in¬terponerte entre Marilena y yo.
-No tengo ninguna intención de hacerlo. Todo lo contrario, me gustaría que la vuestra fuera una relación estable y...
-¿Por qué?
Podría haber sido un cirujano; hablaba con la misma frialdad, la misma precisión. Myriam buscó las palabras adecuadas. Y no era fácil.
-Si algo me pasara... -empezó a decir- las ni¬ñas tendrían que vivir contigo.
-Pensé que se irían con tu madre... -Víctor no terminó la frase. Acababa de recordar que su ma¬dre había muerto el año anterior-. Lo siento, se me había olvidado.
-Gracias.
Parecía tan perdida, tan frágil. Pero él la cono¬cía bien. No era ningún ángel de Boticelli. Tenía un objetivo cuando llegó a Milán cuatro años an¬tes: quería un trabajo en una casa de modas y que¬ría un hombre con dinero. Y había conseguido las dos cosas.
Y sin embargo... parecía tan cansada, tan vul¬nerable. Llevaba dos años criando sola a las ge¬melas y eso no debía de haber sido nada fácil.
-No he traído a las niñas para crear problemas. Pensé que sería bueno que conocieran a la prin¬cesa antes de la boda.
Víctor la miró, pensativo. ¿Estaba diciendo la verdad? ¿Podía confiar en ella?
-¿Las niñas llevan mucho rato en la cama? -preguntó para cambiar de tema. Ver a Myriam de nuevo no era fácil. Nada con Myriam había sido nunca fácil-. Quería volver antes, pero he tenido un día terrible.
-Se durmieron hace dos horas. Estaban agota¬das. El viaje, el cambio de horario...
-Sí, claro.
Myriam vio que tenía arruguitas alrededor de los ojos. Esas arruguitas no estaban ahí dos años antes. Parecía cansado.
-Había pensado que... quizá podríamos cenar juntos esta noche. La princesa, tú y yo.
-¿Esta noche? -repitió él, tenso.
-Sí. Pero si tienes otros planes...
-Los tengo.
Víctor García no soportaba que le impusie¬ran nada.
-Muy bien. Podemos cenar otro día. O comer, si te parece mejor.
La puerta se abrió entonces y la princesa Marilena apareció en el salón. Era alta, muy elegante. Llevaba un vestido azul marino que acentuaba su delgada cintura y sus largas piernas.
-¿Interrumpo? -preguntó, con una sonrisa. Víctor se levantó.
-No, cariño. Entra. Estábamos hablando de ti.
-Ahora entiendo por qué me pitaban los oídos. Aunque espero que hayas dicho cosas buenas.
Sus tacones repiqueteaban sobre el suelo de mármol. Solo tenía ojos para Víctor y él solo te¬nía ojos para ella.
-Siempre digo cosas buenas de ti -sonrió Víctor, pasándole un brazo por la cintura-. ¿Va todo bien?
Marilena asintió.
-Sí, cariño. Todo va estupendamente.
Myriam sintió una punzada de envidia. No debía sentir envidia. No había razón para estar ce¬losa. Ella no quería vivir con Víctor. Ya tuvo su oportunidad dos años antes y fue un fracaso. Sin embargo, verlo con la princesa, ver que parecían tan cómodos el uno con el otro...
Ella nunca se había sentido cómoda con Víctor. Pero todo eso era pasado. Víctor García ya no era su marido.
-Marilena, te presento a Myriam -dijo él enton-ces.
-Encantada de conocerte. Y felicidades -dijo Myriam, estrechando su mano.
-Gracias. Estamos deseando que llegue el día de la boda. La ceremonia tendrá lugar en el Duomo -sonrió Marilena, refiriéndose a la fa¬mosa catedral gótica de la ciudad-. Y el banquete se celebrará aquí.
-Será una boda preciosa -murmuró Myriam, sin saber qué decir.
Los tres se quedaron en silencio. Un silencio incómodo, incongruente.
Víctor se aclaró la garganta.
-Myriam ha sugerido que cenemos juntos un día de estos.
-Estupendo -asintió Marilena con una son¬risa-. Deberíamos conocernos mejor.
-Desgraciadamente, esa cena tendrá que espe-rar. Myriam, tendrás que perdonarnos, pero he re¬servado mesa en un restaurante.
-Sí, claro.
Mientras ayudaba a Marilena a entrar en el descapotable negro, un coche que había comprado cuando Myriam volvió a San Francisco, Víctor se encontró pensando en su ex mujer.
Estaba diferente. Algo le había pasado. Algo había cambiado. ¿Tendría problemas económi¬cos?, se preguntó. ¿Algún problema amoroso? ¿Le ocurría algo a las niñas?
Entonces se dio cuenta de que había cometido un error. No debería estar allí. No debería haberla llevado a su casa. Era un problema. Myriam siem¬pre había sido un problema.
Marilena le puso una mano en la pierna.
-No te preocupes, todo saldrá bien.
Víctor besó su mano, sonriendo. Sin embargo, mientras lo hacía, no dejaba de pensar en su ex mujer.
Myriam siempre conseguía meterse en su piel, sacarlo de quicio. Y lo estaba consiguiendo de nuevo.
Myriam subió a su habitación para colocar la ropa de las niñas en el armario.
Era raro estar de vuelta en aquella casa, pensó, doblando unos vestiditos de color lila.
Aunque el padre de Víctor murió dos años an-tes de que se conociesen, la villa seguía mante¬niendo la grandeza de Franco García. Y siem¬pre le pareció que no era su sitio. Por eso fue tan duro cuando Víctor se marchó y la dejó sola en su casa.
Durante los primeros meses, intentó mantener las apariencias para que las niñas no sufrieran. Pero la teoría y la realidad son dos cosas diferen¬tes.
Al final, no pudo soportarlo más. Después de la separación no podía ver a Víctor y portarse como si no pasara nada. No podía charlar de cosas sin importancia. No podía verlo hablar, trabajar... no podía soportar que tocase a otra mujer, aunque solo fuera para ayudarla a ponerse el abrigo.
Parecía tan cómodo con todo el mundo... ex¬cepto con ella.
El tiempo solía curar las heridas, pero el dolor no había desaparecido con los años. Todo lo con¬trario. Ver a Víctor de nuevo intensificaba la sen¬sación de pérdida.
Verlo rompía su armadura protectora, la hacía sentir como si se estuviera resquebrajando. Ver a su ex marido le encogía el corazón.
Durante los últimos meses antes de volver a San Francisco, Myriam sabía que toda Milán la ob¬servaba. Algunos con curiosidad, otros con pena. Los amigos de Víctor la culpaban a ella por la se¬paración. Y durante algún tiempo lo intentó, por las niñas. Pero no funcionó.
Intentaba actuar con normalidad, pero todo era
mentira.
Por fin, nueve meses después de que Víctor se hubiera ido de casa, decidió volver a su país y...
-¿Estás instalándote?
Myriam se sobresaltó.
-Ah, hola. No te había oído entrar.
-Perdona, no quería asustarte -se disculpó Víctor.
-Has vuelto muy temprano.
-Tengo una reunión a las siete de la mañana.
A las siete de la mañana... Entonces no tendría tiempo para ver a las niñas. Myriam se mordió los labios, decepcionada.
-Esa reunión estaba planeada hace semanas,
-Yo no he dicho nada.
-No, pero lo veo en tus ojos. Crees que debería estar aquí. Crees que debería dejarlo todo porque tú has decidido venir a Milán.
Su rabia era tangible, amenazadora y sofocante.
-No espero que lo dejes todo por mí.
-Me alegro, porque no voy a hacerlo -replicó Víctor-. En septiembre celebraremos el cincuenta aniversario de la casa García. No es solo im¬portante para mí, es importante para Milán y para la industria de la moda.
Myriam sabía lo del aniversario. Todo el mundo lo sabía. Franco García había vestido a reinas, princesas, esposas de presidentes, estrellas de cine...
-Ha venido un equipo de televisión inglés para hacer un documental sobre mi padre. Tengo prue¬bas durante toda la mañana y una entrevista por la tarde.
-¿Puedo hacer algo?
-Tú ya no trabajas con nosotros -contestó él-. Además, las niñas te necesitan aquí.
Myriam apartó la mirada. ¿Por qué se había mo¬lestado en ofrecer su ayuda? Víctor nunca había entendido que quería ayudarlo. Nunca se dio cuenta de cuánto le gustaba hacerlo.
-Perdona -se disculpó él entonces-. Estoy can¬sado. Este mes ha sido muy duro. Para ella también, desde luego.
-Lo entiendo. Hacienda lleva meses detrás de mí y me he pasado horas y horas comprobando números.
Víctor pareció relajarse un poco.
-Espero que lo hayas solucionado.
Al verlo sonreír, Myriam sintió una punzada en el corazón. Lo había querido tanto...
Víctor García había hecho que su vida pare-ciese algo importante, le había enseñado a amar.
Y después todo terminó: la ilusión, el amor, el deseo. Le rompió el corazón y destrozó sus sue¬ños. Había sido una pena horrible, insoportable. Lloró durante meses, en la ducha, en la cama, en el coche mientras iba a hacer la compra...
¿Cómo se olvidaba a alguien? ¿Cómo se de¬jaba de amar a una persona? ¿Cómo se dejaba de necesitarla?
La única forma de sobrevivir era matando ese amor. Myriam se había visto obligada a aplastar el amor que sentía por su marido.
No más ternura.
No más deseo.
No más pasión.
Nada más que rabia. Le había hecho tanto daño que decidió no perdonarlo nunca, no volver a verlo en su vida.
Pero la biopsia la había obligado a enfrentarse no solo con su propia mortalidad, sino con su or¬gullo.
-Afortunadamente -murmuró, apartándose un rizo de la cara-. Y espero no tener que enfren¬tarme con Hacienda nunca más.
-Casi se me olvida -dijo Víctor entonces-. Hay una persona camino de Nueva York para bus¬car la manta de Vicky.
-Gracias. Pero sería un milagro que la encon¬trase.
Su ex marido apretó los labios.
-Crees que no quiero a las niñas, Myriam, pero te equivocas. Siempre han sido importantes para mí.
-Si fueran tan importantes habrías ido a verlas.
-Fuiste tú la que se marchó a América.
-Era lo único que podía hacer.
-Eso es absurdo. Yo quería que te quedases. Un padre no puede vivir a diez mil kilómetros de sus hijas.
-Tú tienes negocios en Estados Unidos, pero no ibas a vernos -replicó Myriam, apretando los puños-. Sé que estuviste en California varias ve¬ces, pero no te molestaste...
-Lo intenté -la interrumpió Víctor-. Pero cada vez que llamaba por teléfono tenías una excusa. O te ibas de la ciudad o las niñas estaban enfermas...
-Cuando te dije que me iba de la ciudad era cierto. Tenía que acudir a un funeral.
El funeral de su madre.
Después de una batalla de cinco años contra el cáncer, su madre murió dejando a Myriam rota de
dolor.
-Y las niñas se ponen enfermas, por si no lo sa¬bes.
-Les he enviado regalos... -se defendió Víctor.
Pero sabía que era una pobre excusa. Se había alejado de ellas. No porque quisiera hacerlo, sino porque visitarlas era demasiado doloroso. Se sen¬tía como un fracasado después de cada visita.
-Un oso de peluche no es un padre.
-¿Crees que no lo sé? ¿No crees que me duele que mis hijas crezcan al otro lado del mundo y me vean como a un extraño?
Myriam dio un paso hacia él.
-Tienes razón. Te ven como a un extraño. ¿Y por qué no? No has intentado ser parte de sus vi¬das. El mes pasado fue su cumpleaños... te envié una invitación. ¿Por qué no fuiste a la fiesta?
-Porque no pude -contestó Víctor.
-Podrías haberme llamado, haber enviado un e-mail. Podrías habérmelo dicho para que las ni¬ñas no se llevaran una desilusión.
-Las niñas ni siquiera se acordarían de mí. No tenía ni idea, pensó Myriam. No tenía ni idea de que sus hijas lo echaban de menos.
Y estaba furiosa, no solo con él, sino con la
vida.
-¿Sabes que se pasaron toda la fiesta mirando la puerta? ¿Sabes que me rogaron que no cortase la tarta por si acaso llegabas tarde?
-Myriam, por favor...
-Deja de tratar mal a las niñas porque estás en-fadado conmigo. Ellas no se divorciaron de ti. No tienen la culpa de nada.
-No las culpo a ellas -dijo Víctor.
-Pues eso parece.
-Entonces, ¿qué haces en Milán? Myriam tuvo que apretar los dientes.
-Mi madre ha muerto, como sabes. Si me pa¬sara algo, las niñas tendrían que vivir contigo -contestó, intentando que no se le cortara la voz-. Es demasiado tarde para salvar nuestro matrimo¬nio, pero no es demasiado tarde para que Vicky y Sofi tengan una buena relación contigo.
-Sigo colaborando con las colecciones de hombre, pero en el futuro me concentraré solo en mi línea personal.
-Has tenido éxito.
-Pues sí, aunque no te lo creas.
-Supongo que el apellido García no te ha perjudicado, todo lo contrario.
Myriam se quedó callada un momento, formu¬lando protestas silenciosas, queriendo instintiva¬mente defenderse, pero no valdría de nada. Víctor no creería que había conservado su apellido por las niñas. Lo único que había querido era que la vida de sus hijas fuese lo más normal posible.
-Esta noche conocerás a la princesa Marilena -dijo él entonces-. Llegará dentro de media hora y espero que la trates con amabilidad.
Ella lo miró, perpleja.
-Por supuesto.
-Y espero que mantengas las distancias.
-Te entiendo muy bien, Víctor. Estamos ha¬blando en mi idioma.
-Sí, pero tú eres famosa por escuchar solo cuando quieres. Y debes saber que no podrás in¬terponerte entre Marilena y yo.
-No tengo ninguna intención de hacerlo. Todo lo contrario, me gustaría que la vuestra fuera una relación estable y...
-¿Por qué?
Podría haber sido un cirujano; hablaba con la misma frialdad, la misma precisión. Myriam buscó las palabras adecuadas. Y no era fácil.
-Si algo me pasara... -empezó a decir- las ni¬ñas tendrían que vivir contigo.
-Pensé que se irían con tu madre... -Víctor no terminó la frase. Acababa de recordar que su ma¬dre había muerto el año anterior-. Lo siento, se me había olvidado.
-Gracias.
Parecía tan perdida, tan frágil. Pero él la cono¬cía bien. No era ningún ángel de Boticelli. Tenía un objetivo cuando llegó a Milán cuatro años an¬tes: quería un trabajo en una casa de modas y que¬ría un hombre con dinero. Y había conseguido las dos cosas.
Y sin embargo... parecía tan cansada, tan vul¬nerable. Llevaba dos años criando sola a las ge¬melas y eso no debía de haber sido nada fácil.
-No he traído a las niñas para crear problemas. Pensé que sería bueno que conocieran a la prin¬cesa antes de la boda.
Víctor la miró, pensativo. ¿Estaba diciendo la verdad? ¿Podía confiar en ella?
-¿Las niñas llevan mucho rato en la cama? -preguntó para cambiar de tema. Ver a Myriam de nuevo no era fácil. Nada con Myriam había sido nunca fácil-. Quería volver antes, pero he tenido un día terrible.
-Se durmieron hace dos horas. Estaban agota¬das. El viaje, el cambio de horario...
-Sí, claro.
Myriam vio que tenía arruguitas alrededor de los ojos. Esas arruguitas no estaban ahí dos años antes. Parecía cansado.
-Había pensado que... quizá podríamos cenar juntos esta noche. La princesa, tú y yo.
-¿Esta noche? -repitió él, tenso.
-Sí. Pero si tienes otros planes...
-Los tengo.
Víctor García no soportaba que le impusie¬ran nada.
-Muy bien. Podemos cenar otro día. O comer, si te parece mejor.
La puerta se abrió entonces y la princesa Marilena apareció en el salón. Era alta, muy elegante. Llevaba un vestido azul marino que acentuaba su delgada cintura y sus largas piernas.
-¿Interrumpo? -preguntó, con una sonrisa. Víctor se levantó.
-No, cariño. Entra. Estábamos hablando de ti.
-Ahora entiendo por qué me pitaban los oídos. Aunque espero que hayas dicho cosas buenas.
Sus tacones repiqueteaban sobre el suelo de mármol. Solo tenía ojos para Víctor y él solo te¬nía ojos para ella.
-Siempre digo cosas buenas de ti -sonrió Víctor, pasándole un brazo por la cintura-. ¿Va todo bien?
Marilena asintió.
-Sí, cariño. Todo va estupendamente.
Myriam sintió una punzada de envidia. No debía sentir envidia. No había razón para estar ce¬losa. Ella no quería vivir con Víctor. Ya tuvo su oportunidad dos años antes y fue un fracaso. Sin embargo, verlo con la princesa, ver que parecían tan cómodos el uno con el otro...
Ella nunca se había sentido cómoda con Víctor. Pero todo eso era pasado. Víctor García ya no era su marido.
-Marilena, te presento a Myriam -dijo él enton-ces.
-Encantada de conocerte. Y felicidades -dijo Myriam, estrechando su mano.
-Gracias. Estamos deseando que llegue el día de la boda. La ceremonia tendrá lugar en el Duomo -sonrió Marilena, refiriéndose a la fa¬mosa catedral gótica de la ciudad-. Y el banquete se celebrará aquí.
-Será una boda preciosa -murmuró Myriam, sin saber qué decir.
Los tres se quedaron en silencio. Un silencio incómodo, incongruente.
Víctor se aclaró la garganta.
-Myriam ha sugerido que cenemos juntos un día de estos.
-Estupendo -asintió Marilena con una son¬risa-. Deberíamos conocernos mejor.
-Desgraciadamente, esa cena tendrá que espe-rar. Myriam, tendrás que perdonarnos, pero he re¬servado mesa en un restaurante.
-Sí, claro.
Mientras ayudaba a Marilena a entrar en el descapotable negro, un coche que había comprado cuando Myriam volvió a San Francisco, Víctor se encontró pensando en su ex mujer.
Estaba diferente. Algo le había pasado. Algo había cambiado. ¿Tendría problemas económi¬cos?, se preguntó. ¿Algún problema amoroso? ¿Le ocurría algo a las niñas?
Entonces se dio cuenta de que había cometido un error. No debería estar allí. No debería haberla llevado a su casa. Era un problema. Myriam siem¬pre había sido un problema.
Marilena le puso una mano en la pierna.
-No te preocupes, todo saldrá bien.
Víctor besó su mano, sonriendo. Sin embargo, mientras lo hacía, no dejaba de pensar en su ex mujer.
Myriam siempre conseguía meterse en su piel, sacarlo de quicio. Y lo estaba consiguiendo de nuevo.
Myriam subió a su habitación para colocar la ropa de las niñas en el armario.
Era raro estar de vuelta en aquella casa, pensó, doblando unos vestiditos de color lila.
Aunque el padre de Víctor murió dos años an-tes de que se conociesen, la villa seguía mante¬niendo la grandeza de Franco García. Y siem¬pre le pareció que no era su sitio. Por eso fue tan duro cuando Víctor se marchó y la dejó sola en su casa.
Durante los primeros meses, intentó mantener las apariencias para que las niñas no sufrieran. Pero la teoría y la realidad son dos cosas diferen¬tes.
Al final, no pudo soportarlo más. Después de la separación no podía ver a Víctor y portarse como si no pasara nada. No podía charlar de cosas sin importancia. No podía verlo hablar, trabajar... no podía soportar que tocase a otra mujer, aunque solo fuera para ayudarla a ponerse el abrigo.
Parecía tan cómodo con todo el mundo... ex¬cepto con ella.
El tiempo solía curar las heridas, pero el dolor no había desaparecido con los años. Todo lo con¬trario. Ver a Víctor de nuevo intensificaba la sen¬sación de pérdida.
Verlo rompía su armadura protectora, la hacía sentir como si se estuviera resquebrajando. Ver a su ex marido le encogía el corazón.
Durante los últimos meses antes de volver a San Francisco, Myriam sabía que toda Milán la ob¬servaba. Algunos con curiosidad, otros con pena. Los amigos de Víctor la culpaban a ella por la se¬paración. Y durante algún tiempo lo intentó, por las niñas. Pero no funcionó.
Intentaba actuar con normalidad, pero todo era
mentira.
Por fin, nueve meses después de que Víctor se hubiera ido de casa, decidió volver a su país y...
-¿Estás instalándote?
Myriam se sobresaltó.
-Ah, hola. No te había oído entrar.
-Perdona, no quería asustarte -se disculpó Víctor.
-Has vuelto muy temprano.
-Tengo una reunión a las siete de la mañana.
A las siete de la mañana... Entonces no tendría tiempo para ver a las niñas. Myriam se mordió los labios, decepcionada.
-Esa reunión estaba planeada hace semanas,
-Yo no he dicho nada.
-No, pero lo veo en tus ojos. Crees que debería estar aquí. Crees que debería dejarlo todo porque tú has decidido venir a Milán.
Su rabia era tangible, amenazadora y sofocante.
-No espero que lo dejes todo por mí.
-Me alegro, porque no voy a hacerlo -replicó Víctor-. En septiembre celebraremos el cincuenta aniversario de la casa García. No es solo im¬portante para mí, es importante para Milán y para la industria de la moda.
Myriam sabía lo del aniversario. Todo el mundo lo sabía. Franco García había vestido a reinas, princesas, esposas de presidentes, estrellas de cine...
-Ha venido un equipo de televisión inglés para hacer un documental sobre mi padre. Tengo prue¬bas durante toda la mañana y una entrevista por la tarde.
-¿Puedo hacer algo?
-Tú ya no trabajas con nosotros -contestó él-. Además, las niñas te necesitan aquí.
Myriam apartó la mirada. ¿Por qué se había mo¬lestado en ofrecer su ayuda? Víctor nunca había entendido que quería ayudarlo. Nunca se dio cuenta de cuánto le gustaba hacerlo.
-Perdona -se disculpó él entonces-. Estoy can¬sado. Este mes ha sido muy duro. Para ella también, desde luego.
-Lo entiendo. Hacienda lleva meses detrás de mí y me he pasado horas y horas comprobando números.
Víctor pareció relajarse un poco.
-Espero que lo hayas solucionado.
Al verlo sonreír, Myriam sintió una punzada en el corazón. Lo había querido tanto...
Víctor García había hecho que su vida pare-ciese algo importante, le había enseñado a amar.
Y después todo terminó: la ilusión, el amor, el deseo. Le rompió el corazón y destrozó sus sue¬ños. Había sido una pena horrible, insoportable. Lloró durante meses, en la ducha, en la cama, en el coche mientras iba a hacer la compra...
¿Cómo se olvidaba a alguien? ¿Cómo se de¬jaba de amar a una persona? ¿Cómo se dejaba de necesitarla?
La única forma de sobrevivir era matando ese amor. Myriam se había visto obligada a aplastar el amor que sentía por su marido.
No más ternura.
No más deseo.
No más pasión.
Nada más que rabia. Le había hecho tanto daño que decidió no perdonarlo nunca, no volver a verlo en su vida.
Pero la biopsia la había obligado a enfrentarse no solo con su propia mortalidad, sino con su or¬gullo.
-Afortunadamente -murmuró, apartándose un rizo de la cara-. Y espero no tener que enfren¬tarme con Hacienda nunca más.
-Casi se me olvida -dijo Víctor entonces-. Hay una persona camino de Nueva York para bus¬car la manta de Vicky.
-Gracias. Pero sería un milagro que la encon¬trase.
Su ex marido apretó los labios.
-Crees que no quiero a las niñas, Myriam, pero te equivocas. Siempre han sido importantes para mí.
-Si fueran tan importantes habrías ido a verlas.
-Fuiste tú la que se marchó a América.
-Era lo único que podía hacer.
-Eso es absurdo. Yo quería que te quedases. Un padre no puede vivir a diez mil kilómetros de sus hijas.
-Tú tienes negocios en Estados Unidos, pero no ibas a vernos -replicó Myriam, apretando los puños-. Sé que estuviste en California varias ve¬ces, pero no te molestaste...
-Lo intenté -la interrumpió Víctor-. Pero cada vez que llamaba por teléfono tenías una excusa. O te ibas de la ciudad o las niñas estaban enfermas...
-Cuando te dije que me iba de la ciudad era cierto. Tenía que acudir a un funeral.
El funeral de su madre.
Después de una batalla de cinco años contra el cáncer, su madre murió dejando a Myriam rota de
dolor.
-Y las niñas se ponen enfermas, por si no lo sa¬bes.
-Les he enviado regalos... -se defendió Víctor.
Pero sabía que era una pobre excusa. Se había alejado de ellas. No porque quisiera hacerlo, sino porque visitarlas era demasiado doloroso. Se sen¬tía como un fracasado después de cada visita.
-Un oso de peluche no es un padre.
-¿Crees que no lo sé? ¿No crees que me duele que mis hijas crezcan al otro lado del mundo y me vean como a un extraño?
Myriam dio un paso hacia él.
-Tienes razón. Te ven como a un extraño. ¿Y por qué no? No has intentado ser parte de sus vi¬das. El mes pasado fue su cumpleaños... te envié una invitación. ¿Por qué no fuiste a la fiesta?
-Porque no pude -contestó Víctor.
-Podrías haberme llamado, haber enviado un e-mail. Podrías habérmelo dicho para que las ni¬ñas no se llevaran una desilusión.
-Las niñas ni siquiera se acordarían de mí. No tenía ni idea, pensó Myriam. No tenía ni idea de que sus hijas lo echaban de menos.
Y estaba furiosa, no solo con él, sino con la
vida.
-¿Sabes que se pasaron toda la fiesta mirando la puerta? ¿Sabes que me rogaron que no cortase la tarta por si acaso llegabas tarde?
-Myriam, por favor...
-Deja de tratar mal a las niñas porque estás en-fadado conmigo. Ellas no se divorciaron de ti. No tienen la culpa de nada.
-No las culpo a ellas -dijo Víctor.
-Pues eso parece.
-Entonces, ¿qué haces en Milán? Myriam tuvo que apretar los dientes.
-Mi madre ha muerto, como sabes. Si me pa¬sara algo, las niñas tendrían que vivir contigo -contestó, intentando que no se le cortara la voz-. Es demasiado tarde para salvar nuestro matrimo¬nio, pero no es demasiado tarde para que Vicky y Sofi tengan una buena relación contigo.
Re: Por Siempre
Gracias por el 2x1 Jenny ya nos hacían falta los capis!!!
Marianita- STAFF
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Re: Por Siempre
gracias por el 2 X 1 pero siguele por faaaaaaaa
jai33sire- VBB PLATINO
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Re: Por Siempre
QUE BUENO QUE YA REGRESASTES
MUCHAS GRACIAS X LOS CAP...
TE ESPERAMOS CON LOS DEMAS ESTA MUY BUENA
LA NOVELA. ME GUSTA UN BUEN Y YA C ESTA PONIENDO
MUY INTERESANTE EL ASUNTO..
ESPERO QUE NO TENGA NADA MYRIAM QUE SE AHIGAN EQUIVOCADO
CON LOS ESTUDIOS QUE SE HIZO Y QUE VICTOR YA NO SEA TAN FRIO
Y CORTANTE CON LA NIÑA Y SOBRETODO QUE SE HACERQUE A SUS HIJAS.
MUCHAS GRACIAS X LOS CAP...
TE ESPERAMOS CON LOS DEMAS ESTA MUY BUENA
LA NOVELA. ME GUSTA UN BUEN Y YA C ESTA PONIENDO
MUY INTERESANTE EL ASUNTO..
ESPERO QUE NO TENGA NADA MYRIAM QUE SE AHIGAN EQUIVOCADO
CON LOS ESTUDIOS QUE SE HIZO Y QUE VICTOR YA NO SEA TAN FRIO
Y CORTANTE CON LA NIÑA Y SOBRETODO QUE SE HACERQUE A SUS HIJAS.
Eva_vbb- VBB DIAMANTE
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Fecha de inscripción : 25/05/2008
Re: Por Siempre
Que tiene myrisssssssss!!?!?!?!?!
Me tienes con el alma en un hilooooooooooooooooooo por favor sigue eprontoo
Me tienes con el alma en un hilooooooooooooooooooo por favor sigue eprontoo
Chicana_415- VBB PLATINO
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Re: Por Siempre
Ke bueno ke regresaste. Pobre Myri, ojala hable con Victor y le diga la verdad.
alma.fra- VBB DIAMANTE
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Re: Por Siempre
que gacho es vico no manches...me dieron ganas de darle un chin... en fin ojala que myri hable con el pronto pero ya
gracias por el 2x1...exelente novela...me encanta...besos
gracias por el 2x1...exelente novela...me encanta...besos
susy81- VBB CRISTAL
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Fecha de inscripción : 25/05/2008
Re: Por Siempre
que bueno que regresastes
ya espero el otro capitulo
ya espero el otro capitulo
panquesito- VBB JUNIOR
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Fecha de inscripción : 18/07/2008
Re: Por Siempre
QUIERO CAP...
X FISSSSSSSSSSSSSSSSS
X FISSSSSSSSSSSSSSSSS
Eva_vbb- VBB DIAMANTE
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Fecha de inscripción : 25/05/2008
Re: Por Siempre
DONDE ANDAN YA PONGAN CAPITULO
YA QUIERO SAVER QUE SIGUE
YA QUIERO SAVER QUE SIGUE
panquesito- VBB JUNIOR
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Edad : 45
Fecha de inscripción : 18/07/2008
Re: Por Siempre
dositaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa
ya ando en esto de la reincorporada a la vida cotidiana y pues me vine a dar una vueltecita x tus noves....
gracias x los capis estan muy buenosssssssssssss y aqui espero los proximos ya no te tardes tanto ehhh q no hay pretexto que valga.....
te mando muchos besitos y grax x todo....
aNa T
ya ando en esto de la reincorporada a la vida cotidiana y pues me vine a dar una vueltecita x tus noves....
gracias x los capis estan muy buenosssssssssssss y aqui espero los proximos ya no te tardes tanto ehhh q no hay pretexto que valga.....
te mando muchos besitos y grax x todo....
aNa T
Re: Por Siempre
JENNY QUIERO CAP....
UN 2X1 2X1 2X1 2X1 2X1 2X1 2X1 2X1
XXXXXXXXXX FISSSSSSSSSSSSSSSSSS DI QUE SIIIIII, SIIIIIIII
UN 2X1 2X1 2X1 2X1 2X1 2X1 2X1 2X1
XXXXXXXXXX FISSSSSSSSSSSSSSSSSS DI QUE SIIIIII, SIIIIIIII
Eva_vbb- VBB DIAMANTE
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Fecha de inscripción : 25/05/2008
Re: Por Siempre
hola chiks aki les dejo el sig capi
besos
Jenny
CUANDO las niñas bajaron a desayunar, Víctor ya se había ido. Pero eso no pareció afectarlas. Seguramente todavía no tenían conciencia de estar en casa de su padre.
A media mañana Myriam las sacó al jardín para que tomasen el aire. Tenían que correr un poco para quemar energía.
-¡Que te pillo! -gritaba Vicky, corriendo detrás de su hermana.
-¡A que no! -reía Sofi, escondiéndose entre las
flores.
Myriam las observaba, sonriendo. Vicky tenía más confianza que su gemela, pero Sofi era más rápida.
-Lo están pasando bien, ¿eh? Era Marilena, que acababa de atravesar la verja de hierro forjado.
-Este jardín es como de cuento de hadas -in¬tentó sonreír Myriam.
-Sí, pero está un poco salvaje. Víctor y yo que-remos replantarlo para que quede como el origi¬nal. ¿Te gusta la jardinería?
-No sé nada de jardinería. Mi madre y yo vi¬víamos en un apartamento -contestó Myriam.
-Lo que te gusta es coser, ¿no? -preguntó la princesa.
-Sí, desde luego. Por eso me enamoré del di¬seño de moda. Mi madre y yo solíamos hacer nuestros propios vestidos.
-Y seguro que eran preciosos.
Myriam se preguntó si estaba siendo irónica, pero no tenía nada de qué avergonzarse. Su madre había sido una gran modista y le inculcó el amor por su trabajo. Desde los catorce años, su mayor diversión era ver revistas de moda y copiar los modelos.
El sueño de su madre había sido que estudiase con los grandes diseñadores europeos. No tenían dinero para ir a Europa, pero hablaban sin parar de diseñadores como Valentino, Chanel, Prada o García.
¿Quién hubiera pensado que el sueño iba a ha-cerse realidad?
-Son unas niñas muy alegres -comentó Mari¬lena mirando a sus hijas.
-Les encanta jugar al aire libre -dijo Myriam. Vicky intentó entonces subirse al muro de piedra-. ¡Vicky, no hagas eso! Es peligroso, cariño.
La princesa soltó una carcajada.
-¿Cómo ha subido tan rápido?
-Vicky puede subirse a cualquier parte. Es tre¬menda, hay que estar todo el día encima de ella.
-Son preciosas.
-Se parecen a Víctor, ¿verdad?
-Yo creo que también se parecen a ti. Tienen tus ojos, el mismo corte de cara... podrían ser mo¬delos. ¿Has hablado con alguna agencia? Víctor podría abrirte muchas puertas.
Que la princesa mencionara el nombre de su ex marido hizo que a Myriam se le encogiera el cora-zón.
-No me gusta que los niños trabajen. Los niños deben ser niños.
-Bueno, tú eres su madre... Ah, mira, ahí está Víctor. Ha venido para comer con nosotras.
Hacía muy buen tiempo y Víctor decidió, para alegría de las niñas, que tomarían el almuerzo en el jardín.
Era natural que estuviesen los cinco juntos, pensaba Myriam. Además, Marilena era encanta¬dora.
Entonces miró a sus hijas. Estaban comiendo aceitunas mientras hablaban en voz baja. Les en¬cantaba la pasta y, sobre todo, la pasta italiana. Y les encantaba estar allí, en el jardín, con sus vestiditos de manga corta.
Se le encogía el corazón al mirarlas. Las quería tanto que le dolía. ¿Todas las madres sentirían lo mismo? ¿Todas temían el día que sus hijos crecie¬ran y se fueran de casa?
Víctor estaba muy serio. Apenas le había diri¬gido la palabra durante el almuerzo. Entre ellos había un vacío tan grande, tan profundo como el Atlántico que acababa de cruzar.
Pero ocurría algo extraño. Ver a Víctor de nuevo le hacía sentir que su amor no estaba muerto del todo. Solo estaba enterrado. Profundamente.
Tan profundamente que Myriam intentaba con-vencerse a sí misma de que ya no quedaba nada. Ni cenizas, ni emociones de ningún tipo.
Había conseguido convencerse después de mu-chos meses llorando, de muchos meses de decirse que solo pensaba en él por soledad.
Víctor nunca la quiso y la verdad dolía tanto que tuvo que vaciar su corazón de emociones, de recuerdos... No le quedó más remedio que aparen¬tar que nunca había sentido nada. Que nunca lo había amado.
Sus ojos se llenaron de lágrimas y tuvo que parpadear para contenerlas, negándoselas, como se había negado todo durante los últimos dos años.
Iba a resultarle difícil soportar aquella visita. Y más difícil conseguir lo que se proponía.
Cuando terminaron de comer, Víctor y la prin-cesa se quedaron en el jardín mientras ella subía con las niñas a la habitación. Le costó un poco, pero consiguió meterlas en la cama y se quedó mirándolas desde la puerta. Con los rizos extendi¬dos sobre la almohada, los labios entreabiertos... eran tan preciosas...
Y se parecían tanto a Víctor... Era agridulce haber perdido a su marido y, sin embargo, tener aquel recuerdo de él. No era solo una cosa, eran muchas... la forma en la que Vicky levantaba una ceja, la sonrisa de Sofi, la impaciencia de las dos. Parecían delicadas, pero eran muy fuertes, como su padre.
Víctor la había fascinado desde el principio. Llevaba tres semanas trabajando para la casa García antes de verlo por primera vez. Iba ro¬deado de gente, pero llamaba mucho la atención, destacaba entre todos.
Se había hecho cargo de la empresa al morir su padre, pero él mismo era un gran diseñador.
A Myriam le encantaba verlo dibujar y lo escu¬chaba con admiración, intentando aprender todo lo que fuera posible.
Llamaba a su madre todos los fines de semana para contarle lo que hacía. No podía estar en Mi¬lán con ella, pero quería que compartiese su expe¬riencia.
-Las telas tienen cualidades masculinas y fe¬meninas -repetía Myriam las lecciones-. El traje perfecto es una mezcla de hombre y mujer, de es¬tructura y gracia, de poder y suavidad.
A su madre le encantaba oír todo eso. Y a ella le encantaba oírla reír. Le encantaba hacer algo de lo que su madre se sentía orgullosa.
Madres e hijas... Myriam intentó deshacer el nudo que tenía en la garganta. Las hijas se con¬vertían en madres.
Las hijas reemplazaban a las madres.
Controlando las lágrimas, salió de la habita¬ción y bajó al primer piso. Víctor estaba esperán¬dola en el saloncito.
-¿Normalmente tardan tanto en dormirse? Myriam parpadeó, nerviosa.
-Me he quedado un rato con ellas.
Él la miró, pensativo.
-Pareces diferente. No eres la misma.
-Ha sido un año muy largo.
-¿Mucho trabajo?
-Afortunadamente -intentó sonreír Myriam.
-¿Crees que estarán dormidas mucho rato?
-Una hora por lo menos.
-En ese caso, quizá ha llegado el momento de que nos sentemos. Marilena se ha ido, las niñas están durmiendo... podemos charlar sin que nos interrumpa nadie.
Payíon sabía lo que eso significaba. Víctor te¬nía algo que decirle. Seguramente pensaba esta-blecer unas reglas de compromiso. Solía decirle a todo el mundo lo que tenía que hacer y era un maestro controlando sus propias emociones.
Solo una vez perdió el control. Un error de jui-cio y su vida segura y ordenada se había puesto patas arriba.
Víctor se metió las manos en los bolsillos del pantalón y la miró, muy serio.
-Marilena y yo nos hemos peleado hoy por pri-mera vez.
No era lo que Myriam esperaba oír en absoluto.
-¿Y?
-Nos hemos peleado por ti. Sabe que estoy in-cómodo contigo en casa. Sabe que estoy enfadado y... te ha defendido. Dice que le caes bien y quiere que sea amable contigo.
-No entiendo...
-He perdido los nervios. Me he enfadado porque creo que no te conoce. Que no sabe lo peli¬grosa que eres.
-Yo no soy una amenaza para nadie -replicó Myriam-. No estoy aquí para provocar una pelea con tu prometida. Ya te lo he dicho.
-Entonces, ¿por qué temo que lo destruyas
todo?
-No lo sé -contestó ella, mirándolo a los ojos. Víctor rio suavemente, una risa sin alegría.
-En este momento tengo un millón de cosas que atender y no puedo concentrarme en ninguna de ellas. Es el cincuenta aniversario de García, me caso en poco más de dos meses, estoy traba-jando como loco para presentar una colección de primavera-verano que no tiene vida, que no tiene personalidad... ¡Maldita sea, Myriam, esto es lo úl¬timo que necesito! Estoy enamorado de Marilena y no puedo dejar que te interpongas entre nosotros.
-Yo no tengo intención...
-No sé qué hacer contigo. No sé si debería pe¬dirte que te fueras a un hotel o enviarte de vuelta a San Francisco, pero no puedo dejar que destroces mi vida.
Myriam sintió pánico. No podía enviarla de vuelta a casa, aún no. Todavía tenían muchas co¬sas que solucionar.
-No te preocupes por mí, no tengo intención de estropear tus planes. Me haré invisible y...
-¿Tú invisible? Myriam, tú entras en una habi¬tación y explota en llamas.
-Intentaré que...
-Pero no eres solo tú -la interrumpió Víctor de nuevo-. Eso es lo que no entiendes. No sé cómo lo haces, pero cambias las cosas, cambias algo en mí. No puedo ignorarte y... debo hacerlo.
Y ella pensando que no sentía nada. Myriam tuvo que disimular una sonrisa.
besos
Jenny
CUANDO las niñas bajaron a desayunar, Víctor ya se había ido. Pero eso no pareció afectarlas. Seguramente todavía no tenían conciencia de estar en casa de su padre.
A media mañana Myriam las sacó al jardín para que tomasen el aire. Tenían que correr un poco para quemar energía.
-¡Que te pillo! -gritaba Vicky, corriendo detrás de su hermana.
-¡A que no! -reía Sofi, escondiéndose entre las
flores.
Myriam las observaba, sonriendo. Vicky tenía más confianza que su gemela, pero Sofi era más rápida.
-Lo están pasando bien, ¿eh? Era Marilena, que acababa de atravesar la verja de hierro forjado.
-Este jardín es como de cuento de hadas -in¬tentó sonreír Myriam.
-Sí, pero está un poco salvaje. Víctor y yo que-remos replantarlo para que quede como el origi¬nal. ¿Te gusta la jardinería?
-No sé nada de jardinería. Mi madre y yo vi¬víamos en un apartamento -contestó Myriam.
-Lo que te gusta es coser, ¿no? -preguntó la princesa.
-Sí, desde luego. Por eso me enamoré del di¬seño de moda. Mi madre y yo solíamos hacer nuestros propios vestidos.
-Y seguro que eran preciosos.
Myriam se preguntó si estaba siendo irónica, pero no tenía nada de qué avergonzarse. Su madre había sido una gran modista y le inculcó el amor por su trabajo. Desde los catorce años, su mayor diversión era ver revistas de moda y copiar los modelos.
El sueño de su madre había sido que estudiase con los grandes diseñadores europeos. No tenían dinero para ir a Europa, pero hablaban sin parar de diseñadores como Valentino, Chanel, Prada o García.
¿Quién hubiera pensado que el sueño iba a ha-cerse realidad?
-Son unas niñas muy alegres -comentó Mari¬lena mirando a sus hijas.
-Les encanta jugar al aire libre -dijo Myriam. Vicky intentó entonces subirse al muro de piedra-. ¡Vicky, no hagas eso! Es peligroso, cariño.
La princesa soltó una carcajada.
-¿Cómo ha subido tan rápido?
-Vicky puede subirse a cualquier parte. Es tre¬menda, hay que estar todo el día encima de ella.
-Son preciosas.
-Se parecen a Víctor, ¿verdad?
-Yo creo que también se parecen a ti. Tienen tus ojos, el mismo corte de cara... podrían ser mo¬delos. ¿Has hablado con alguna agencia? Víctor podría abrirte muchas puertas.
Que la princesa mencionara el nombre de su ex marido hizo que a Myriam se le encogiera el cora-zón.
-No me gusta que los niños trabajen. Los niños deben ser niños.
-Bueno, tú eres su madre... Ah, mira, ahí está Víctor. Ha venido para comer con nosotras.
Hacía muy buen tiempo y Víctor decidió, para alegría de las niñas, que tomarían el almuerzo en el jardín.
Era natural que estuviesen los cinco juntos, pensaba Myriam. Además, Marilena era encanta¬dora.
Entonces miró a sus hijas. Estaban comiendo aceitunas mientras hablaban en voz baja. Les en¬cantaba la pasta y, sobre todo, la pasta italiana. Y les encantaba estar allí, en el jardín, con sus vestiditos de manga corta.
Se le encogía el corazón al mirarlas. Las quería tanto que le dolía. ¿Todas las madres sentirían lo mismo? ¿Todas temían el día que sus hijos crecie¬ran y se fueran de casa?
Víctor estaba muy serio. Apenas le había diri¬gido la palabra durante el almuerzo. Entre ellos había un vacío tan grande, tan profundo como el Atlántico que acababa de cruzar.
Pero ocurría algo extraño. Ver a Víctor de nuevo le hacía sentir que su amor no estaba muerto del todo. Solo estaba enterrado. Profundamente.
Tan profundamente que Myriam intentaba con-vencerse a sí misma de que ya no quedaba nada. Ni cenizas, ni emociones de ningún tipo.
Había conseguido convencerse después de mu-chos meses llorando, de muchos meses de decirse que solo pensaba en él por soledad.
Víctor nunca la quiso y la verdad dolía tanto que tuvo que vaciar su corazón de emociones, de recuerdos... No le quedó más remedio que aparen¬tar que nunca había sentido nada. Que nunca lo había amado.
Sus ojos se llenaron de lágrimas y tuvo que parpadear para contenerlas, negándoselas, como se había negado todo durante los últimos dos años.
Iba a resultarle difícil soportar aquella visita. Y más difícil conseguir lo que se proponía.
Cuando terminaron de comer, Víctor y la prin-cesa se quedaron en el jardín mientras ella subía con las niñas a la habitación. Le costó un poco, pero consiguió meterlas en la cama y se quedó mirándolas desde la puerta. Con los rizos extendi¬dos sobre la almohada, los labios entreabiertos... eran tan preciosas...
Y se parecían tanto a Víctor... Era agridulce haber perdido a su marido y, sin embargo, tener aquel recuerdo de él. No era solo una cosa, eran muchas... la forma en la que Vicky levantaba una ceja, la sonrisa de Sofi, la impaciencia de las dos. Parecían delicadas, pero eran muy fuertes, como su padre.
Víctor la había fascinado desde el principio. Llevaba tres semanas trabajando para la casa García antes de verlo por primera vez. Iba ro¬deado de gente, pero llamaba mucho la atención, destacaba entre todos.
Se había hecho cargo de la empresa al morir su padre, pero él mismo era un gran diseñador.
A Myriam le encantaba verlo dibujar y lo escu¬chaba con admiración, intentando aprender todo lo que fuera posible.
Llamaba a su madre todos los fines de semana para contarle lo que hacía. No podía estar en Mi¬lán con ella, pero quería que compartiese su expe¬riencia.
-Las telas tienen cualidades masculinas y fe¬meninas -repetía Myriam las lecciones-. El traje perfecto es una mezcla de hombre y mujer, de es¬tructura y gracia, de poder y suavidad.
A su madre le encantaba oír todo eso. Y a ella le encantaba oírla reír. Le encantaba hacer algo de lo que su madre se sentía orgullosa.
Madres e hijas... Myriam intentó deshacer el nudo que tenía en la garganta. Las hijas se con¬vertían en madres.
Las hijas reemplazaban a las madres.
Controlando las lágrimas, salió de la habita¬ción y bajó al primer piso. Víctor estaba esperán¬dola en el saloncito.
-¿Normalmente tardan tanto en dormirse? Myriam parpadeó, nerviosa.
-Me he quedado un rato con ellas.
Él la miró, pensativo.
-Pareces diferente. No eres la misma.
-Ha sido un año muy largo.
-¿Mucho trabajo?
-Afortunadamente -intentó sonreír Myriam.
-¿Crees que estarán dormidas mucho rato?
-Una hora por lo menos.
-En ese caso, quizá ha llegado el momento de que nos sentemos. Marilena se ha ido, las niñas están durmiendo... podemos charlar sin que nos interrumpa nadie.
Payíon sabía lo que eso significaba. Víctor te¬nía algo que decirle. Seguramente pensaba esta-blecer unas reglas de compromiso. Solía decirle a todo el mundo lo que tenía que hacer y era un maestro controlando sus propias emociones.
Solo una vez perdió el control. Un error de jui-cio y su vida segura y ordenada se había puesto patas arriba.
Víctor se metió las manos en los bolsillos del pantalón y la miró, muy serio.
-Marilena y yo nos hemos peleado hoy por pri-mera vez.
No era lo que Myriam esperaba oír en absoluto.
-¿Y?
-Nos hemos peleado por ti. Sabe que estoy in-cómodo contigo en casa. Sabe que estoy enfadado y... te ha defendido. Dice que le caes bien y quiere que sea amable contigo.
-No entiendo...
-He perdido los nervios. Me he enfadado porque creo que no te conoce. Que no sabe lo peli¬grosa que eres.
-Yo no soy una amenaza para nadie -replicó Myriam-. No estoy aquí para provocar una pelea con tu prometida. Ya te lo he dicho.
-Entonces, ¿por qué temo que lo destruyas
todo?
-No lo sé -contestó ella, mirándolo a los ojos. Víctor rio suavemente, una risa sin alegría.
-En este momento tengo un millón de cosas que atender y no puedo concentrarme en ninguna de ellas. Es el cincuenta aniversario de García, me caso en poco más de dos meses, estoy traba-jando como loco para presentar una colección de primavera-verano que no tiene vida, que no tiene personalidad... ¡Maldita sea, Myriam, esto es lo úl¬timo que necesito! Estoy enamorado de Marilena y no puedo dejar que te interpongas entre nosotros.
-Yo no tengo intención...
-No sé qué hacer contigo. No sé si debería pe¬dirte que te fueras a un hotel o enviarte de vuelta a San Francisco, pero no puedo dejar que destroces mi vida.
Myriam sintió pánico. No podía enviarla de vuelta a casa, aún no. Todavía tenían muchas co¬sas que solucionar.
-No te preocupes por mí, no tengo intención de estropear tus planes. Me haré invisible y...
-¿Tú invisible? Myriam, tú entras en una habi¬tación y explota en llamas.
-Intentaré que...
-Pero no eres solo tú -la interrumpió Víctor de nuevo-. Eso es lo que no entiendes. No sé cómo lo haces, pero cambias las cosas, cambias algo en mí. No puedo ignorarte y... debo hacerlo.
Y ella pensando que no sentía nada. Myriam tuvo que disimular una sonrisa.
Re: Por Siempre
Gracias por el capi Jenny!!!!! Esperamos el próximo!!!
Marianita- STAFF
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Re: Por Siempre
grax por el capi jenny..pero es muy corto...kreo k porke mañana es mi cumple...deberias de poner otro mas jajaja k dices eh.....
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