Un Beso Inolvidable...Final
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Re: Un Beso Inolvidable...Final
Que padre capitulo, muchas gracias.
alma.fra- VBB DIAMANTE
- Cantidad de envíos : 2190
Fecha de inscripción : 25/06/2008
Re: Un Beso Inolvidable...Final
Capítulo 6
Por un instante, Myriam sintió que la compasión se abría paso en medio de su enfado. Hasta que la verdad iluminó su aturdido cerebro y la compasión se convirtió en sarcasmo.
—Así que por fin se ha hartado y ha decidido hacerte probar tu propia medicina.
Víctor se quedó mirándola fijamente.
—Eres increíble, ¿sabes? Realmente piensas que soy una mezcla entre Casanova y Barba Azul, ¿verdad?
—Puedes dejarlo en Casanova. El asesinato no es tu estilo. Tienes muchos defectos, Víctor, pero no se puede decir que seas violento.
—Yo no diría tanto —repuso sombrío—. Se me ocurre alguien a quien estaría dispuesto a estrangular en este mismo momento.
—¿De verdad? —se burló—. Hace unos segundos querías bailar conmigo.
—¿Quién ha dicho que estuviera hablando de ti? —le preguntó. Los ojos le brillaban peligrosamente—. Vamos, cariño.
Cualquier posible protesta de Myriam desapareció en cuanto Víctor le tomó la mano y la condujo escaleras abajo. Tampoco protestó cuando la hizo entrar en el salón en el que estaba sonando la música y la estrechó contra él.
Su mutuo enfado añadía un perverso perfil al deseo implacable de Myriam. Pronto, el ritmo de la música y el calor de la cercanía de Víctor consiguieron vencer al sentido común y Myriam se descubrió rodeándole el cuello con los brazos y estrechándose contra aquel cuerpo que siempre había deseado, contra aquel hombre al que siempre había amado.
Pero era el deseo y no el amor el que la dominaba en ese momento. Y también parecía estar dominando a Víctor.
Sus ojos se encontraron; los de él semicerrados, los de Myriam abiertos de par en par. La joven sentía la fuerza de la excitación de Víctor contra su estómago, pero lo que más la sorprendió fue la intensidad de su propia respuesta. Lo deseaba, y lo deseaba en ese mismo instante.
—Víctor... —empezó a decir estremecida.
—¿Qué? —le preguntó él, apartándose ligeramente.
—Yo... yo.
—¡Así que están aquí! —los interrumpió David. Apoyó la mano en el hombro de su amigo y le hizo apartarse de la sonrojada Myriam. Afortunadamente, la habitación estaba tenuemente iluminada de modo que David no pudo darse cuenta de lo que pasaba—. He mirando en el piso de arriba y al no encontrarlos he empezado a pensar que se habían fugado juntos —soltó una carcajada que fue seguido por una risa seca de Víctor.
En su interior, Myriam pensaba que no era una probabilidad tan disparatada. Un minuto antes, había estado dispuesta a hacer cualquier cosa que Víctor le propusiera.
Era vergonzoso darse cuenta de ello. ¿Cómo iba a estar capacitada para dar consejos a nadie, cuando su propia vida se le había ido de las manos con tanta rapidez? Debería tener más fuerza de voluntad, respetarse más.
Tenía veinticuatro años y se estaba comportando como una adolescente inmadura.
No le habría importado dejarse llevar por la más incontrolable pasión si a Víctor le importara algo. Pero Víctor no tenía ningún interés en ella.
Como mucho, lo atraía físicamente. Aunque también era posible que la estuviera utilizando como un modo de olvidar a su esposa. En ese caso, su deseo seria algo fugaz, que dejaría de recordar al día siguiente.
Myriam, sin embargo, no podría olvidarlo. Se veía a sí misma atormentada por los remordimientos y el arrepentimiento, hundida y desesperada. Víctor se marcharía despreocupadamente, dejándole el recuerdo de su vacío encanto y su superficial atractivo.
Pero... oh, hasta qué punto podía llegar a hechizarla por superficial que fuera.
Incluso en ese momento, lo único que Myriam quería era que David se marchara y dejara que Víctor continuara abrazándola.
La exasperación acudió afortunadamente a su rescate. Si aquel hombre la afectaba hasta ese punto, se regañó, lo mejor que podía hacer era mantenerse lejos de él. ¡Ni siquiera debería mirarlo!
Lo que tenia que hacer era marcharse a su casa.
—Si me perdonan —dijo rápidamente, para no darse tiempo a cambiar de opinión—. Tengo que ir a ver a Loretta. Víctor y tú tendrán montones de cosas que hablar. Te veré más tarde, Víctor.
Y sin mirar atrás, se dirigió directamente hasta el armario del vestíbulo, en el que había dejado la chaqueta y el bolso.
Se echó la chaqueta sobre los hombros, cerró la puerta del armario y se fue hacia la puerta mientras abría el bolso. Encontró la polvera, pañuelos, perfume, un peine, un espejito...
Había de todo, pero no estaban las llaves del coche.
Myriam hurgaba nerviosa en el bolso una y otra vez, pero no conseguía encontrar las llaves.
Siempre ocurría lo mismo. Cuando alguien quería encontrar algo desesperadamente, era casi imposible que lo hiciera. Pero la rapidez era esencial en aquella situación. Temía que en cualquier momento pudieran aparecer David, Loretta o Víctor, preguntándole qué estaba haciendo y a dónde pretendía ir. Su hermano se enfadarla con ella por abandonar tan pronto su fiesta, pero Myriam podría sobrevivir a aquel enfado y no estaba segura de poder superar lo que podía pasar si se quedaba.
—Dios mío, ¿dónde estarán esas malditas llaves? —gi¬mió en voz alta.
Frustrada, retrocedió y vació todo el contenido del bolso en la consola del vestíbulo; las llaves fueron las últimas en aparecer.
—¿Buscas esto?
Myriam se sobresaltó al ver que Víctor acababa de materializarse a su lado y estaba levantando el preservativo que Vanessa le había metido maliciosamente en el bolso. Se volvió, dispuesta a arrebatárselo, pero Víctor fue más rápido que ella y se lo metió en el bolsillo. Y, por supuesto, Myriam no iba a sacárselo de allí.
Con las mejillas totalmente sonrojadas, se volvió hacia la consola y metió todas sus cosas en el bolso, a excepción de las llaves. Cuando terminó, tomó las llaves y las balanceó para que Víctor pudiera verlas.
—Era esto lo que buscaba. Pero puedes quedarte el preservativo. Estoy segura de que lo vas a necesitar antes de que termine la noche. Un hombre como tú no tendrá ningún problema en encontrar una mujer que esté dispuesta a complacerlo.
—¿Siempre llevas un preservativo encima? —le preguntó Víctor, mientras ella cerraba la cremallera del bolso y se lo colgaba al brazo.
—¿Y por qué no voy a llevarlo? —respondió con expresión desafiante—. Nunca se sabe cuándo se va a tener suerte —levantó la barbilla con orgullo y se dirigió hacia la puerta.
Una vez fuera, descubrió desesperada que había un coche negro aparcado detrás del suyo que le impedía salir.
—Maldita sea —murmuró—. A alguien se le ha ocurrido la feliz idea de aparcar su coche detrás del mío.
—Creo que no deberías conducir —dijo Víctor tranquilamente detrás de ella—. Es evidente que estás borracha.
Con aquella frase consiguió sacarla definitivamente de sus casillas.
—¿Y se puede saber exactamente por qué has decidido que estoy borracha? —le espetó furiosa—. ¿Quizá porque he decidido renunciar a tu compañía? ¿O será porque he decidido ser una excepción y no rendirme a tus irresistibles encantos?
—No —respondió Víctor con calma—. Lo digo porque desde que he llegado has estado comportándote de una forma totalmente impropia de ti. Y estoy empezando a preguntarme por qué.
—Bravo, Víctor —repuso Myriam rezumando sarcas¬mo—. No has sabido prácticamente nada de mí durante nueve años y ahora te crees con derecho a saber cómo soy realmente. Me creas o no, viejo amigo, de los quince a los veinticuatro años una mujer puede cambiar mucho. Ahora soy tal como me ves —se quitó la chaqueta de los hombros y agarró el bolso con la otra mano para que Víctor pudiera observar todos los detalles de aquel provocativo vestido—. ¿No será que no consigues hacerte a la idea de que «tu dulce Myriam» se ha convertido en una persona sexualmente activa?
Nada más decir aquella mentira, se arrepintió de haberlo hecho. Era absurdo, pero odiaba ver la expresión de desilusión de Víctor. ¿O era otra cosa lo que parecía ensombrecer su mirada? ¿Sería que se estaba dando por vencido?
La idea de haber derrotado a Víctor la dejó totalmente desconcertada. Quizá, se dijo, estuviera más afectado por su ruptura matrimonial de lo que ella había pensado. Era posible que estuviera realmente enamorado de su mujer...
Aunque para Myriam aquella posibilidad resultara odiosa, demostraría que al menos era capaz de sentir algo profundo por una mujer. David había tenido muy poco contacto con su amigo desde que ambos se casaron, de modo que la opinión que tenia de Víctor pertenecía totalmente al pasado. Era posible que desde entonces hubiera cambiado.
Casi había empezado a compadecerlo cuando Víctor pareció rehacerse de su desánimo y le dirigió una sonrisa cargada de sensualidad.
—Tienes razón —le dijo—. Estoy siendo algo hipócrita. Tienes tanto derecho a disfrutar de tu juventud como cualquiera. ¿Hay alguna razón por la que no quieras disfrutar conmigo?
Myriam negó con la cabeza.
—¿No? —se burló Víctor—. Bueno, no me puedes culpar por haberlo intentado. En ese caso, ven a dar una vuelta en el coche conmigo.
Myriam pateó el suelo completamente exasperada.
—¿Qué demonios te pasa? ¿Es que no te das cuenta de que no quiero ir a ninguna parte contigo? Quiero irme a mi casa. Si supiera de quién es ese maldito coche, le diría que lo moviera y... —se interrumpió al ver la sonrisa de Víctor—. ¿Es tuyo, verdad? —le preguntó frustrada.
—Si, es mi coche, David me ha pedido que vaya a comprar unas cervezas y me ha dicho que tú podías indicarme dónde encontrarlas. Estoy seguro de que no sabía que estabas pensando en irte a casa. En cualquier caso, ¿qué motivos tienes para irte? La noche es joven y quién sabe, es posible que al final tengas suerte.
Myriam decidió ignorar el último comentario de Víctor.
—¿Y por qué no va David a comprar cerveza?
—Porque por fin ha conseguido entablar conversación con un importante cliente. Ya sabes cómo es la gente que trabaja en publicidad; son como los vendedores, siempre están trabajando.
Myriam tuvo la sensación de que de alguna manera estaba denigrando la profesión de su hermano.
—Bueno, por lo menos David trabaja.
—¿Crees que yo no?
Myriam se encogió de hombros, consciente de que estaba siendo excesivamente grosera con Víctor.
—Algún día —le dijo Víctor con los dientes apretados, mientras la agarraba del brazo—, voy a contarte unas cuantas cosas sobre mi vida para que dejes de tener esa visión tan negativa —añadió mientras le abría la puerta del coche—. Pero no voy a hacerlo esta noche. Hoy es el cumpleaños de David, necesitamos cervezas para la fiesta y su dulce hermanita va a indicarme dónde podemos comprarlas.
—Lo haré siempre que no ocurra nada raro —contestó—. No quiero tonterías, ni comentarios malintencionados. Iremos a la tienda y volveremos. Después, me montaré en mi coche y me iré a casa.
—Palabra de scout —le dijo Víctor, llevándose una mano al corazón.
—Puf —gruñó Myriam—. Dudo que hayas sido nunca un boy scout, Víctor García —y se metió en el coche.
No hizo ningún comentario sobre aquel coche que probablemente le habría costado una fortuna. Se sentó en su asiento y se puso el cinturón de seguridad, decidida a no decir una sola palabra. Dejaría que Víctor pensara que estaba acostumbrada a montarse en coches como aquél. ¡Dejaría que pensara lo que le apeteciera de ella con tal de que mantuviera las manos lejos!
—Segunda calle a la derecha —le dijo en cuanto salieron; cuando ya estaban a punto de llegar, le indicó—: Mira, estamos a unos doscientos metros.
Como el camino hasta allí estaba abarrotado de coches, Víctor aparcó en una calle cercana.
—Volveré dentro de un minuto —le comentó, y salió a buscar la cerveza.
Mientras lo esperaba, Myriam iba poniéndose cada vez más nerviosa, y la verdad era que no sabía por qué. ¿Cuál era el problema, que no confiaba en Víctor, o que no confiaba en si misma? El problema era que, estando allí sentada, no conseguía pensar en nada sensato. Una maliciosa vocecilla interior le decía que no dejara que Víctor se marchara por segunda vez, que tomara lo que le ofrecía, aunque sólo fuera sexo. Al fin y al cabo, ella pondría también amor...
¿Pero qué ocurriría cuando Víctor se diera cuenta de que todavía era virgen? A un hombre con su experiencia no le pasaría inadvertido. ¿Qué ocurriría cuando se diera cuenta de que no era la joven libertina que había estado fingiendo ser durante toda la noche?
Aquellos pensamientos consiguieron apaciguar ligeramente su nerviosismo y darse cuenta de que era totalmente innecesario que huyera a su casa como un conejillo asustado. Recordar su virginidad le había hecho darse cuenta de que no iba a hacer nada con Víctor. ¡Preferiría morir antes que convertirse en blanco de sus burlas!
Nada más llegar, Víctor se asomó, sonriendo irónicamente por la ventanilla.
—Vaya, estás aquí. Pensé que habrías salido corriendo.
—No —repuso ella—. Ya me he cansado de huir esta noche.
—¿Y qué significa exactamente eso?
—Significa que he decidido no irme todavía a casa.
—Antes no me has explicado por qué querías marcharte.
—Supongo que estaba preocupada por la posibilidad de terminar siendo una más en tu lista.
—Ah, volvemos a Casanova, ¿eh? —sacudió la cabeza mientras ponía el coche en marcha—. Ya veo que no hay ninguna esperanza de que cambies de opinión sobre mí. Se te ha metido esa idea en la cabeza y no hay forma de sacártela. Aunque es posible que todavía pueda hacer algo al respecto.
Volvió la cabeza y aceleró con fuerza, sacando el coche de una forma espectacular. Ninguno de los dos dijo nada hasta que llegaron a la carretera que conducía a casa de David.
—Muy impresionante —comentó Myriam con sarcasmo cuando Víctor paró el coche.
Víctor se echó a reír.
—Me alegro de ver que todavía puedo impresionarte de alguna manera. Aunque hubo una época en la que te impresionaba todo lo que hacia, ¿verdad? Si hubiera dicho que el mundo era cuadrado, me habrías creído, y si te hubiera propuesto que caminaras por el agua lo habrías intentado.
Myriam se volvió hacia él con los ojos llenos de dolor.
—Ha pasado mucho tiempo desde entonces —susurró.
—Es cierto. Pero creo que todavía hay una forma en la que te puedo impresionar, y es así —sin darle tiempo a detenerlo, se quitó el cinturón de seguridad, se inclinó sobre ella y atrapó su boca.
Por un instante, Myriam sintió que la compasión se abría paso en medio de su enfado. Hasta que la verdad iluminó su aturdido cerebro y la compasión se convirtió en sarcasmo.
—Así que por fin se ha hartado y ha decidido hacerte probar tu propia medicina.
Víctor se quedó mirándola fijamente.
—Eres increíble, ¿sabes? Realmente piensas que soy una mezcla entre Casanova y Barba Azul, ¿verdad?
—Puedes dejarlo en Casanova. El asesinato no es tu estilo. Tienes muchos defectos, Víctor, pero no se puede decir que seas violento.
—Yo no diría tanto —repuso sombrío—. Se me ocurre alguien a quien estaría dispuesto a estrangular en este mismo momento.
—¿De verdad? —se burló—. Hace unos segundos querías bailar conmigo.
—¿Quién ha dicho que estuviera hablando de ti? —le preguntó. Los ojos le brillaban peligrosamente—. Vamos, cariño.
Cualquier posible protesta de Myriam desapareció en cuanto Víctor le tomó la mano y la condujo escaleras abajo. Tampoco protestó cuando la hizo entrar en el salón en el que estaba sonando la música y la estrechó contra él.
Su mutuo enfado añadía un perverso perfil al deseo implacable de Myriam. Pronto, el ritmo de la música y el calor de la cercanía de Víctor consiguieron vencer al sentido común y Myriam se descubrió rodeándole el cuello con los brazos y estrechándose contra aquel cuerpo que siempre había deseado, contra aquel hombre al que siempre había amado.
Pero era el deseo y no el amor el que la dominaba en ese momento. Y también parecía estar dominando a Víctor.
Sus ojos se encontraron; los de él semicerrados, los de Myriam abiertos de par en par. La joven sentía la fuerza de la excitación de Víctor contra su estómago, pero lo que más la sorprendió fue la intensidad de su propia respuesta. Lo deseaba, y lo deseaba en ese mismo instante.
—Víctor... —empezó a decir estremecida.
—¿Qué? —le preguntó él, apartándose ligeramente.
—Yo... yo.
—¡Así que están aquí! —los interrumpió David. Apoyó la mano en el hombro de su amigo y le hizo apartarse de la sonrojada Myriam. Afortunadamente, la habitación estaba tenuemente iluminada de modo que David no pudo darse cuenta de lo que pasaba—. He mirando en el piso de arriba y al no encontrarlos he empezado a pensar que se habían fugado juntos —soltó una carcajada que fue seguido por una risa seca de Víctor.
En su interior, Myriam pensaba que no era una probabilidad tan disparatada. Un minuto antes, había estado dispuesta a hacer cualquier cosa que Víctor le propusiera.
Era vergonzoso darse cuenta de ello. ¿Cómo iba a estar capacitada para dar consejos a nadie, cuando su propia vida se le había ido de las manos con tanta rapidez? Debería tener más fuerza de voluntad, respetarse más.
Tenía veinticuatro años y se estaba comportando como una adolescente inmadura.
No le habría importado dejarse llevar por la más incontrolable pasión si a Víctor le importara algo. Pero Víctor no tenía ningún interés en ella.
Como mucho, lo atraía físicamente. Aunque también era posible que la estuviera utilizando como un modo de olvidar a su esposa. En ese caso, su deseo seria algo fugaz, que dejaría de recordar al día siguiente.
Myriam, sin embargo, no podría olvidarlo. Se veía a sí misma atormentada por los remordimientos y el arrepentimiento, hundida y desesperada. Víctor se marcharía despreocupadamente, dejándole el recuerdo de su vacío encanto y su superficial atractivo.
Pero... oh, hasta qué punto podía llegar a hechizarla por superficial que fuera.
Incluso en ese momento, lo único que Myriam quería era que David se marchara y dejara que Víctor continuara abrazándola.
La exasperación acudió afortunadamente a su rescate. Si aquel hombre la afectaba hasta ese punto, se regañó, lo mejor que podía hacer era mantenerse lejos de él. ¡Ni siquiera debería mirarlo!
Lo que tenia que hacer era marcharse a su casa.
—Si me perdonan —dijo rápidamente, para no darse tiempo a cambiar de opinión—. Tengo que ir a ver a Loretta. Víctor y tú tendrán montones de cosas que hablar. Te veré más tarde, Víctor.
Y sin mirar atrás, se dirigió directamente hasta el armario del vestíbulo, en el que había dejado la chaqueta y el bolso.
Se echó la chaqueta sobre los hombros, cerró la puerta del armario y se fue hacia la puerta mientras abría el bolso. Encontró la polvera, pañuelos, perfume, un peine, un espejito...
Había de todo, pero no estaban las llaves del coche.
Myriam hurgaba nerviosa en el bolso una y otra vez, pero no conseguía encontrar las llaves.
Siempre ocurría lo mismo. Cuando alguien quería encontrar algo desesperadamente, era casi imposible que lo hiciera. Pero la rapidez era esencial en aquella situación. Temía que en cualquier momento pudieran aparecer David, Loretta o Víctor, preguntándole qué estaba haciendo y a dónde pretendía ir. Su hermano se enfadarla con ella por abandonar tan pronto su fiesta, pero Myriam podría sobrevivir a aquel enfado y no estaba segura de poder superar lo que podía pasar si se quedaba.
—Dios mío, ¿dónde estarán esas malditas llaves? —gi¬mió en voz alta.
Frustrada, retrocedió y vació todo el contenido del bolso en la consola del vestíbulo; las llaves fueron las últimas en aparecer.
—¿Buscas esto?
Myriam se sobresaltó al ver que Víctor acababa de materializarse a su lado y estaba levantando el preservativo que Vanessa le había metido maliciosamente en el bolso. Se volvió, dispuesta a arrebatárselo, pero Víctor fue más rápido que ella y se lo metió en el bolsillo. Y, por supuesto, Myriam no iba a sacárselo de allí.
Con las mejillas totalmente sonrojadas, se volvió hacia la consola y metió todas sus cosas en el bolso, a excepción de las llaves. Cuando terminó, tomó las llaves y las balanceó para que Víctor pudiera verlas.
—Era esto lo que buscaba. Pero puedes quedarte el preservativo. Estoy segura de que lo vas a necesitar antes de que termine la noche. Un hombre como tú no tendrá ningún problema en encontrar una mujer que esté dispuesta a complacerlo.
—¿Siempre llevas un preservativo encima? —le preguntó Víctor, mientras ella cerraba la cremallera del bolso y se lo colgaba al brazo.
—¿Y por qué no voy a llevarlo? —respondió con expresión desafiante—. Nunca se sabe cuándo se va a tener suerte —levantó la barbilla con orgullo y se dirigió hacia la puerta.
Una vez fuera, descubrió desesperada que había un coche negro aparcado detrás del suyo que le impedía salir.
—Maldita sea —murmuró—. A alguien se le ha ocurrido la feliz idea de aparcar su coche detrás del mío.
—Creo que no deberías conducir —dijo Víctor tranquilamente detrás de ella—. Es evidente que estás borracha.
Con aquella frase consiguió sacarla definitivamente de sus casillas.
—¿Y se puede saber exactamente por qué has decidido que estoy borracha? —le espetó furiosa—. ¿Quizá porque he decidido renunciar a tu compañía? ¿O será porque he decidido ser una excepción y no rendirme a tus irresistibles encantos?
—No —respondió Víctor con calma—. Lo digo porque desde que he llegado has estado comportándote de una forma totalmente impropia de ti. Y estoy empezando a preguntarme por qué.
—Bravo, Víctor —repuso Myriam rezumando sarcas¬mo—. No has sabido prácticamente nada de mí durante nueve años y ahora te crees con derecho a saber cómo soy realmente. Me creas o no, viejo amigo, de los quince a los veinticuatro años una mujer puede cambiar mucho. Ahora soy tal como me ves —se quitó la chaqueta de los hombros y agarró el bolso con la otra mano para que Víctor pudiera observar todos los detalles de aquel provocativo vestido—. ¿No será que no consigues hacerte a la idea de que «tu dulce Myriam» se ha convertido en una persona sexualmente activa?
Nada más decir aquella mentira, se arrepintió de haberlo hecho. Era absurdo, pero odiaba ver la expresión de desilusión de Víctor. ¿O era otra cosa lo que parecía ensombrecer su mirada? ¿Sería que se estaba dando por vencido?
La idea de haber derrotado a Víctor la dejó totalmente desconcertada. Quizá, se dijo, estuviera más afectado por su ruptura matrimonial de lo que ella había pensado. Era posible que estuviera realmente enamorado de su mujer...
Aunque para Myriam aquella posibilidad resultara odiosa, demostraría que al menos era capaz de sentir algo profundo por una mujer. David había tenido muy poco contacto con su amigo desde que ambos se casaron, de modo que la opinión que tenia de Víctor pertenecía totalmente al pasado. Era posible que desde entonces hubiera cambiado.
Casi había empezado a compadecerlo cuando Víctor pareció rehacerse de su desánimo y le dirigió una sonrisa cargada de sensualidad.
—Tienes razón —le dijo—. Estoy siendo algo hipócrita. Tienes tanto derecho a disfrutar de tu juventud como cualquiera. ¿Hay alguna razón por la que no quieras disfrutar conmigo?
Myriam negó con la cabeza.
—¿No? —se burló Víctor—. Bueno, no me puedes culpar por haberlo intentado. En ese caso, ven a dar una vuelta en el coche conmigo.
Myriam pateó el suelo completamente exasperada.
—¿Qué demonios te pasa? ¿Es que no te das cuenta de que no quiero ir a ninguna parte contigo? Quiero irme a mi casa. Si supiera de quién es ese maldito coche, le diría que lo moviera y... —se interrumpió al ver la sonrisa de Víctor—. ¿Es tuyo, verdad? —le preguntó frustrada.
—Si, es mi coche, David me ha pedido que vaya a comprar unas cervezas y me ha dicho que tú podías indicarme dónde encontrarlas. Estoy seguro de que no sabía que estabas pensando en irte a casa. En cualquier caso, ¿qué motivos tienes para irte? La noche es joven y quién sabe, es posible que al final tengas suerte.
Myriam decidió ignorar el último comentario de Víctor.
—¿Y por qué no va David a comprar cerveza?
—Porque por fin ha conseguido entablar conversación con un importante cliente. Ya sabes cómo es la gente que trabaja en publicidad; son como los vendedores, siempre están trabajando.
Myriam tuvo la sensación de que de alguna manera estaba denigrando la profesión de su hermano.
—Bueno, por lo menos David trabaja.
—¿Crees que yo no?
Myriam se encogió de hombros, consciente de que estaba siendo excesivamente grosera con Víctor.
—Algún día —le dijo Víctor con los dientes apretados, mientras la agarraba del brazo—, voy a contarte unas cuantas cosas sobre mi vida para que dejes de tener esa visión tan negativa —añadió mientras le abría la puerta del coche—. Pero no voy a hacerlo esta noche. Hoy es el cumpleaños de David, necesitamos cervezas para la fiesta y su dulce hermanita va a indicarme dónde podemos comprarlas.
—Lo haré siempre que no ocurra nada raro —contestó—. No quiero tonterías, ni comentarios malintencionados. Iremos a la tienda y volveremos. Después, me montaré en mi coche y me iré a casa.
—Palabra de scout —le dijo Víctor, llevándose una mano al corazón.
—Puf —gruñó Myriam—. Dudo que hayas sido nunca un boy scout, Víctor García —y se metió en el coche.
No hizo ningún comentario sobre aquel coche que probablemente le habría costado una fortuna. Se sentó en su asiento y se puso el cinturón de seguridad, decidida a no decir una sola palabra. Dejaría que Víctor pensara que estaba acostumbrada a montarse en coches como aquél. ¡Dejaría que pensara lo que le apeteciera de ella con tal de que mantuviera las manos lejos!
—Segunda calle a la derecha —le dijo en cuanto salieron; cuando ya estaban a punto de llegar, le indicó—: Mira, estamos a unos doscientos metros.
Como el camino hasta allí estaba abarrotado de coches, Víctor aparcó en una calle cercana.
—Volveré dentro de un minuto —le comentó, y salió a buscar la cerveza.
Mientras lo esperaba, Myriam iba poniéndose cada vez más nerviosa, y la verdad era que no sabía por qué. ¿Cuál era el problema, que no confiaba en Víctor, o que no confiaba en si misma? El problema era que, estando allí sentada, no conseguía pensar en nada sensato. Una maliciosa vocecilla interior le decía que no dejara que Víctor se marchara por segunda vez, que tomara lo que le ofrecía, aunque sólo fuera sexo. Al fin y al cabo, ella pondría también amor...
¿Pero qué ocurriría cuando Víctor se diera cuenta de que todavía era virgen? A un hombre con su experiencia no le pasaría inadvertido. ¿Qué ocurriría cuando se diera cuenta de que no era la joven libertina que había estado fingiendo ser durante toda la noche?
Aquellos pensamientos consiguieron apaciguar ligeramente su nerviosismo y darse cuenta de que era totalmente innecesario que huyera a su casa como un conejillo asustado. Recordar su virginidad le había hecho darse cuenta de que no iba a hacer nada con Víctor. ¡Preferiría morir antes que convertirse en blanco de sus burlas!
Nada más llegar, Víctor se asomó, sonriendo irónicamente por la ventanilla.
—Vaya, estás aquí. Pensé que habrías salido corriendo.
—No —repuso ella—. Ya me he cansado de huir esta noche.
—¿Y qué significa exactamente eso?
—Significa que he decidido no irme todavía a casa.
—Antes no me has explicado por qué querías marcharte.
—Supongo que estaba preocupada por la posibilidad de terminar siendo una más en tu lista.
—Ah, volvemos a Casanova, ¿eh? —sacudió la cabeza mientras ponía el coche en marcha—. Ya veo que no hay ninguna esperanza de que cambies de opinión sobre mí. Se te ha metido esa idea en la cabeza y no hay forma de sacártela. Aunque es posible que todavía pueda hacer algo al respecto.
Volvió la cabeza y aceleró con fuerza, sacando el coche de una forma espectacular. Ninguno de los dos dijo nada hasta que llegaron a la carretera que conducía a casa de David.
—Muy impresionante —comentó Myriam con sarcasmo cuando Víctor paró el coche.
Víctor se echó a reír.
—Me alegro de ver que todavía puedo impresionarte de alguna manera. Aunque hubo una época en la que te impresionaba todo lo que hacia, ¿verdad? Si hubiera dicho que el mundo era cuadrado, me habrías creído, y si te hubiera propuesto que caminaras por el agua lo habrías intentado.
Myriam se volvió hacia él con los ojos llenos de dolor.
—Ha pasado mucho tiempo desde entonces —susurró.
—Es cierto. Pero creo que todavía hay una forma en la que te puedo impresionar, y es así —sin darle tiempo a detenerlo, se quitó el cinturón de seguridad, se inclinó sobre ella y atrapó su boca.
dulce_myrifan- VBB PLATINO
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Fecha de inscripción : 23/05/2008
Re: Un Beso Inolvidable...Final
la beso!! jejeje hay estos dos..
myriam sigue muy dolida..y vicco necesita explicar!!
pero muy buena dulce jejeje..siguele por fas!
atte. crazy
myriam sigue muy dolida..y vicco necesita explicar!!
pero muy buena dulce jejeje..siguele por fas!
atte. crazy
crazylocademica- VBB PLATINO
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Fecha de inscripción : 25/05/2008
Re: Un Beso Inolvidable...Final
AYYYYYYY DISOOOO KOMO LE DEJAS ALLI DULCINEAAA NOOOOOO MAS KAPIS NI/AAA .............
Re: Un Beso Inolvidable...Final
Gracias por el capitulo esta realmente muy buena la novelita
jai33sire- VBB PLATINO
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Localización : Mexico Distrito Federal
Fecha de inscripción : 23/05/2008
Re: Un Beso Inolvidable...Final
se quedo en lo mero buenoooo, vamos niñaaa no nos dejes en ascuasss, esperamos el proximo capi....
NO TARDESSSSSSSS
jejejejejeje
saluditos
Re: Un Beso Inolvidable...Final
es muy interesante ver como se llevan ahorita jajajajaja me gusta la novelaa siguele por fisss
Chicana_415- VBB PLATINO
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Re: Un Beso Inolvidable...Final
¡Impresióname Víctor!!!!!!! Gracias por el capi Dulce, síguele please!!!!!
Marianita- STAFF
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Fecha de inscripción : 25/05/2008
Re: Un Beso Inolvidable...Final
Dulce por que le dejas ahiii no se valeeee... andaleee hechanoss el cap que sigueeee!!...
Saluditos
Saluditos
Carmen- VBB PLATINO
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Localización : Mazatlán
Fecha de inscripción : 24/05/2008
Re: Un Beso Inolvidable...Final
Como le dejas ahyyyyyyy??? Siguele por fa.
Gracias por el capitulo.
Gracias por el capitulo.
alma.fra- VBB DIAMANTE
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Fecha de inscripción : 25/06/2008
Re: Un Beso Inolvidable...Final
oraleeeeeee!!!! ni supo por donde le llego la myris jajajajajaja
sigueleeeeee niña...se me olvido fregarte ahorita con la novela jajajajajajaja
besos
sigueleeeeee niña...se me olvido fregarte ahorita con la novela jajajajajajaja
besos
susy81- VBB CRISTAL
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Fecha de inscripción : 25/05/2008
Re: Un Beso Inolvidable...Final
Ahi se tapan sus ojitos en una parte jeje... saluditos, chao.
Capítulo 7
La impresión dejó paralizada a Myriam durante algunos segundos, permitiendo así que Víctor la besara a su antojo y le causara un efecto devastador. Pero, a pesar de la rapidez de los latidos de su corazón y de la traición de sus sentidos, tuvo el valor suficiente para protestar cuando Víctor introdujo la lengua en su boca.
Desgraciadamente, Víctor interpretó su queja como un gemido de desesperación.
—Tienes razón —susurró, cubriendo su rostro de besos—, yo siento lo mismo. Esto tenía que pasar algún día. Lo sabes tan bien como yo.
—¡No! —gimió Myriam.
—Claro que sí —insistió Víctor, besándola de nuevo para demostrárselo.
Myriam hizo todo lo posible para evitar su beso, movía la cabeza continuamente a la vez que intentaba apartarlo con los brazos, pero ambos gestos fueron inútiles.
—No seas tan hipócrita —le dijo Víctor y le sujetó las manos—. Me deseas tanto como yo a ti. Por eso has estado metiéndote conmigo toda la noche, porque en el fondo te desprecias a ti misma por desearme. Y por eso querías marcharte, no te atreves a quedarte por temor a lo que podría pasar.
—No te tengo ningún miedo —le espetó.
—¿Entonces qué temes? No creo que sea a las consecuencias de hacer el amor. ¿Has olvidado acaso que llevo el preservativo que pensabas utilizar en mi bolsillo?
—No he olvidado absolutamente nada.
—Lo cual, por supuesto, es el motivo principal de tu dilema. Todavía estoy siendo castigado por lo que hice hace nueve años. ¿Me creerías si te dijera que lo hice por ti, Myriam? ¿Te parece tan difícil atribuirme ese honor?
—¿Honor?—repitió Myriam asombrada.
—Bueno, quizá no deba hablar de honor —repuso secamente Víctor—. Reconozco que siempre has despertado en mi pensamientos algo deshonestos, pero al final siempre he intentado hacer las cosas bien.
Lo cual evidenciaba lo que había significado Myriam para él durante aquel verano; el único sentimiento que ella le había inspirado era la lujuria. Nada más.
—¿Y ahora, Víctor? —le preguntó en tono burlón—. ¿También vas a intentar hacer las cosas bien?
—No, Myriam, esta vez no. Soy consciente de que esta es la única oportunidad que tengo de conseguir algo que siempre he deseado y voy a aprovecharla.
—David te estrangularía sí saliera y nos viera en el coche de esta forma —le advirtió.
—Nadie puede vernos en este coche. Tiene unos cristales especiales. Además, David no va a salir.
—¿Por qué no?
—Porque está muy ocupado hablando con un cliente. Y sobre todo porque no tiene ni idea de que estamos aquí.
—Pero, pero...
—David no me ha pedido que fuera a buscar cerveza. Ha sido una excusa que me he inventado para poder estar contigo a solas.
—Pero tú... tú —farfulló Myriam indignada—. Como se te ocurra volver a besarme, te morderé la lengua.
—Gracias por la advertencia, cariño —musitó Víctor con una amenazadora sonrisa—. En ese caso, me aseguraré de mantenerla lejos de tus maravillosos dientes.
Posó los labios en el cuello de Myriam y empezó a lamerlo suavemente, haciendo que la joven tuviera que contener la respiración.
Un sentimiento agridulce combatía contra su orgullo y el respeto que por sí misma tenía. Dios, lo deseaba tanto... y allí estaba de nuevo aquella insidiosa vocecilla interior, tentándola, atormentándola. Le recordaba cuánto lo amaba, cuánto lo deseaba, la instaba a no pensar en el mañana, a no pensar en su virginidad, a no pensar en nada.
Víctor puso el punto final a todas sus dudas al deslizar la boca desde su cuello hasta sus senos, que sobresalían a ambos lados del cinturón de seguridad. Apartó la chaqueta y empezó a lamer los pezones a través de la seda del vestido, dejando una mancha de humedad bajo la que se erguían los pezones endurecidos por el deseo.
Empezó después a mordisquear aquellas puntas exquisitas, deteniéndose de vez en cuando para volver a humedecerlas con la lengua.
Myriam tenía que morderse los labios para no gritar, para no dejarse arrastrar por lo que sentía. Una excitación incontenible corría por sus venas, encendiéndole la sangre e impidiéndole pensar. Cuando Víctor cerró los labios alrededor de uno de los pezones, ella arqueó la espalda todo lo que se lo permitió el cinturón de seguridad para presionar su seno contra su boca.
—Oh, Dios, Víctor —gimió.
Víctor le soltó bruscamente las manos, pero no apartó la boca de sus senos, ni siquiera cuando ambos asientos pasaron de su posición erguida a otra mucho más acorde con la ocasión. Myriam se descubrió a sí misma cerrando los ojos y suspirando, entregada por completo a todo lo que pudiera suceder. Nada podía detenerla ya, ni siquiera un temblor de tierra.
Se sentía como un volcán en erupción. Los sentimientos que hablan permanecido adormecidos durante tanto tiempo bullían inquietos en su interior, clamando por liberarse. Sentía su presión en medio de las placenteras sensaciones que la dominaban y sabía que aquel fuego latente iba a hacerle perder el control.
Víctor estaba besándole los labios, los ojos, los oídos, le hacía todo tipo de sugerencias eróticas que en la mente de Myriam se convertían en nuevas explosiones de deseo.
—Sí —susurró ciegamente—. Si, por favor —suplicó, aunque casi inmediatamente se dio cuenta de que no sabía realmente lo que estaba pidiendo.
Pero encontró la respuesta en cuanto Víctor deslizó las manos bajo la falda del vestido para empezar a bajarle las bragas. Myriam incluso lo ayudó, levantando ligeramente las nalgas.
Víctor volvió a meter las manos bajo la falda. Myriam no podía seguir soportando aquella agonía, quería que la tocara, que la tocara ya.
Víctor no la acarició donde ella quería; le acariciaba la sedosa piel de los muslos, deslizaba las manos desde la cadera hasta las rodillas... Pero Myriam ya no podía contenerse y separó las piernas inquieta, demostrándole lo que quería.
Y Víctor la complació. ¡Y de qué manera!
Myriam no podía creer que estuviera permitiendo que le estuviera haciendo lo que le estaba haciendo. Respiraba con dificultad y el corazón amenazaba con salírsele del pecho. Gimiendo bajo aquella espiral de placer salvaje, hundió los dedos en el pelo de Víctor para finalmente hacerle apartar la cabeza.
—¡No! —gritó, sin saber muy bien lo que estaba diciendo. Lo único que sabía era que aquello era demasiado intenso. Estaba asustada.
—De acuerdo —respondió Víctor con voz ronca—. Estaba a punto de parar. Esto no es lo que yo quiero.
Myriam permaneció tumbada, mirándolo con los ojos abiertos de par en par mientras él se colocaba dificultosamente a su lado para acuclillarse después entre sus piernas.
No se desnudó exactamente, pero consiguió ponerse sin ninguna dificultad el preservativo que antes se había metido en el bolsillo.
Estuvo acariciándola hasta que Myriam volvió a arquearse contra él, deseándolo desesperadamente; sólo el cinturón de seguridad le impedía rebelarse contra aquellas tortuosas caricias y pedir algo más, de modo que cuando Víctor se detuvo para ayudarla a colocarse, en lo único en lo que Myriam estaba pensando era en que se hundiera en ella.
Pero cuando Víctor empezó a presionar para fundirse con ella, la joven se tensó terriblemente y cada vez que Víctor volvía a intentarlo, el miedo aumentaba y sus músculos estaban más tensos.
—Dios mío, Myriam —gimió Víctor—. Relájate, ¿quieres?
—No..., no puedo. Oh Dios, no puedo, no se lo que tengo que hacer.
—¿Qué quieres decir con eso de que no sabes? Demonios, ¿no estarás diciendo lo que creo que estás diciendo, verdad?
Myriam quería morirse de humillación y de frustración, En ese momento, se odiaba a sí misma y a su falta de experiencia. Gimió desazonada y se cubrió el rostro con las manos.
Víctor soltó un juramento. Y a los dos segundos, lo repitió.
Myriam se acobardó al oírlo. Era evidente que había decidido no continuar. Obviamente, las vírgenes no le gustaban.
—Por el amor de Dios, Myriam —le desabrochó el cinturón de seguridad, le tomó ambas manos y la ayudó a enderezarse. Myriam prácticamente lo tenía rodeado con las piernas, pues Víctor permanecía colocado entre ellas. Afortunadamente, la falda estaba de nuevo sobre su regazo.
—¿Por qué no me has dicho antes que eras virgen? —le preguntó duramente—. ¿Por qué me has dejado creer que habías dejado de ser una buena chica para convertirte en una mujer que se acostaba con cualquiera?
Myriam se encogió de hombros ante la furia de Víctor. Jamás lo había visto de aquella manera.
—¿Crees que te hubiera tratado así si lo hubiera sabido?
—¿Tratarme cómo? —farfulló confundida.
Víctor se quedó mirándola fijamente y sacudió la cabeza.
—No estoy seguro de sí eres totalmente inocente o sí eres más calculadora y perversa que ninguna de las mujeres que hasta ahora he conocido. ¿Qué significa todo esto? ¿Vas por la vida de mujer provocadora? ¿Te gusta vestirte de esta forma tan seductora para ver cuántos hombres terminan jadeando detrás de ti? ¿Y no será que esta noche al final te has encontrado con un hombre que no tolera las bromas y que además te gusta de verdad?
—¡No! —negó con fiereza—. Y sí, de alguna manera sí.
—¿Qué significa eso? ¿Sí o no?
—No, no soy una provocadora —negó con calor—. Pero sí, es cierto que esta noche me he vestido de una forma especialmente seductora... Y también es verdad que me gustas. Siempre me has gustado.
—¡No mientas! Bueno, lo de vestirte de forma tan seductora no tenía nada que ver conmigo, ¿verdad? No sabías que iba a aparecer por aquí esta noche. Así que, ¿a quién pensabas impresionar vistiéndote de esa forma, Myriam?
Myriam hizo una mueca y sacudió la cabeza.
—O me lo dices o se lo preguntaré a David.
—David no lo sabe.
—¿No sabe qué? ¿Que todavía eres virgen? ¿O que eres una especie de comehombres?
—¡No soy ninguna comehombres!
—¡Entonces dime la verdad!
—Hoy... bueno, hoy había decidido que estaba ya harta de mí inexperiencia —le confesó con un hilo de voz—. Pensaba que ya era hora de que perdiera la virginidad. Sabía que en la fiesta de David habría un montón de invitados, así que me he arreglado y... Bueno, yo sólo, yo sólo... —se encogió de hombros, deseando haber dicho ya lo suficiente como para satisfacer su curiosidad.
—¿Tú sólo qué?
Su insistencia estaba empezando a molestarla. Al fin y al cabo, ¿quién se creía que era él?
—Oh, cállate ya, Víctor. Estoy segura de que cualquiera podría imaginárselo. Has aparecido justo en el momento en el que me sentía preparada para tener un amante y por un momento he pensado que podrías ser tú; al fin y al cabo, también fuiste mí primer amor. Pero al final he decidido no inflar más tu ya insufrible ego de modo que para lo único que al final me has servido ha sido para estropearme cualquier otra oportunidad que pudiera haber tenido esta noche. Tienes la costumbre de hacer siempre lo mismo en mi vida —le espetó—. Me imposibilitas las relaciones con otros hombres. Una de las razones por las que sigo siendo una estúpida virgen eres tú.
Lo miró con el ceño fruncido, pero él no le devolvió el gesto áspero. De hecho, todo el enfado de Víctor desa¬pareció de su rostro para dar paso a una expresión de ternura.
—No creo que haya nada estúpido en ser virgen a tu edad —le dijo suavemente—. Pero ya que he sido yo el que te ha estropeado cualquier tipo de relación con otros hombres, creo que lo menos que puedo hacer es reparar el daño que he hecho.
—¿Qué quieres decir?
—Quiero decir, mi dulce Myriam —le dijo y le dio un suave beso en los labios— que tienes toda la razón. Ya es hora de que pierdas tu virginidad, pero creo que tu primera experiencia debería ser con alguien que realmen¬te te gustara, no con el primer tipo que puedas conocer en una fiesta. De modo que me ofrezco voluntario para ser tu primer amante.
—Pero yo pensaba...
—No pienses, Myriam. Limítate a hacer lo que yo te diga y todo saldrá bien. En primer lugar ni esta noche es la más indicada ni el coche es el mejor lugar para una ocasión tan importante. De modo que vamos a guardar toda esta pasión hasta dentro de veinticuatro horas —musitó, acariciándole los labios con el dedo—. Y te aseguro que todo va a ser maravilloso —le prometió con voz ronca.
—Pero yo pensaba que ibas a volver mañana a Melbourne —protestó Myriam débilmente.
—No, no voy a irme mañana. Pero lo que sí voy a hacer ahora es salir de este coche si puedo. Será mejor que te pongas los zapatos y la ropa interior antes de salir. Y ponte también la chaqueta. Me temo que te he destrozado el vestido, pero no te preocupes, te compraré otro mañana.
Myriam permaneció sentada en un estado de total estupefacción mientras Víctor salía del coche. Lo oyó gemir mientras se estiraba, probablemente se le habrían entu¬mecido los músculos después de haber estado tanto tiempo encogido. Al cabo de un rato, y como si estuviera hipnotizada, fue haciendo lo que él le había sugerido; se puso la ropa interior, los zapatos y la chaqueta, que se abrochó por completo. Era vagamente consciente de que todavía no se había apagado su excitación; sentía los pezones erguidos y un calor inconfundible entre los muslos.
Pero aquel sentimiento pasó a un segundo plano cuando Víctor se inclinó y le tomó la mano para ayudarla a salir. Su tierna sonrisa envolvió por completo su corazón, haciéndola evocar los sentimientos que la habían abrumado durante aquel lejano verano; sentimientos que no tenían nada que ver con el deseo.
Cuando salió del coche, sólo era capaz de fijarse en Víctor. No podía apartar los ojos de él. Para Myriam sólo parecía existir su rostro, sus ojos, y el amor que imaginaba en sus profundidades.
Pero cuando Víctor posó los labios sobre su boca, se recordó inmediatamente que él no amaba a las mujeres; simplemente hacía el amor con ellas.
Sin embargo, aquella revelación no consiguió enfriar lo que sentía por él. Estando envuelta en sus brazos, se sentía incapaz de luchar contra la increíble atracción que despertaba en ella.
Hizo exactamente lo que Víctor le había pedido: no pensar. Le rodeó la cintura con los brazos y los deslizó después por su espalda. Cediendo a sus deseos, introdujo la lengua en su boca.
Fue Víctor el primero en separarse. La miró con el rostro sonrojado y la respiración entrecortada.
—Dios mío, Myriam, tenemos que detenernos o no vamos a poder parar.
—¿Tenemos? —bromeó Myriam, mientras intentaba poner su desenfrenado deseo bajo control—. Eres tú el que me has besado, ¿recuerdas?
—Sí, ¿pero crees que era necesario que te mostraras tan dispuesta a colaborar?
—Sí.
Sus ojos se encontraron y Víctor sacudió la cabeza sonriendo ante su honestidad.
—Siempre has sido una mujer excepcional, Myriam. Vamos, será mejor que entremos en casa antes de que alguien pueda echarnos de menos.
—¿Qué hora es? —le preguntó mientras caminaban hacia la puerta.
—Las once y media.
Myriam se detuvo bruscamente.
—¿Sólo? —recordó que había mirado el reloj cuando estaba discutiendo con Víctor en el vestíbulo. Entonces eran las once menos diez.
De modo que sólo habían estado fuera de la casa cuarenta minutos. Y tenía la sensación de que había sido toda una eternidad
Capítulo 7
La impresión dejó paralizada a Myriam durante algunos segundos, permitiendo así que Víctor la besara a su antojo y le causara un efecto devastador. Pero, a pesar de la rapidez de los latidos de su corazón y de la traición de sus sentidos, tuvo el valor suficiente para protestar cuando Víctor introdujo la lengua en su boca.
Desgraciadamente, Víctor interpretó su queja como un gemido de desesperación.
—Tienes razón —susurró, cubriendo su rostro de besos—, yo siento lo mismo. Esto tenía que pasar algún día. Lo sabes tan bien como yo.
—¡No! —gimió Myriam.
—Claro que sí —insistió Víctor, besándola de nuevo para demostrárselo.
Myriam hizo todo lo posible para evitar su beso, movía la cabeza continuamente a la vez que intentaba apartarlo con los brazos, pero ambos gestos fueron inútiles.
—No seas tan hipócrita —le dijo Víctor y le sujetó las manos—. Me deseas tanto como yo a ti. Por eso has estado metiéndote conmigo toda la noche, porque en el fondo te desprecias a ti misma por desearme. Y por eso querías marcharte, no te atreves a quedarte por temor a lo que podría pasar.
—No te tengo ningún miedo —le espetó.
—¿Entonces qué temes? No creo que sea a las consecuencias de hacer el amor. ¿Has olvidado acaso que llevo el preservativo que pensabas utilizar en mi bolsillo?
—No he olvidado absolutamente nada.
—Lo cual, por supuesto, es el motivo principal de tu dilema. Todavía estoy siendo castigado por lo que hice hace nueve años. ¿Me creerías si te dijera que lo hice por ti, Myriam? ¿Te parece tan difícil atribuirme ese honor?
—¿Honor?—repitió Myriam asombrada.
—Bueno, quizá no deba hablar de honor —repuso secamente Víctor—. Reconozco que siempre has despertado en mi pensamientos algo deshonestos, pero al final siempre he intentado hacer las cosas bien.
Lo cual evidenciaba lo que había significado Myriam para él durante aquel verano; el único sentimiento que ella le había inspirado era la lujuria. Nada más.
—¿Y ahora, Víctor? —le preguntó en tono burlón—. ¿También vas a intentar hacer las cosas bien?
—No, Myriam, esta vez no. Soy consciente de que esta es la única oportunidad que tengo de conseguir algo que siempre he deseado y voy a aprovecharla.
—David te estrangularía sí saliera y nos viera en el coche de esta forma —le advirtió.
—Nadie puede vernos en este coche. Tiene unos cristales especiales. Además, David no va a salir.
—¿Por qué no?
—Porque está muy ocupado hablando con un cliente. Y sobre todo porque no tiene ni idea de que estamos aquí.
—Pero, pero...
—David no me ha pedido que fuera a buscar cerveza. Ha sido una excusa que me he inventado para poder estar contigo a solas.
—Pero tú... tú —farfulló Myriam indignada—. Como se te ocurra volver a besarme, te morderé la lengua.
—Gracias por la advertencia, cariño —musitó Víctor con una amenazadora sonrisa—. En ese caso, me aseguraré de mantenerla lejos de tus maravillosos dientes.
Posó los labios en el cuello de Myriam y empezó a lamerlo suavemente, haciendo que la joven tuviera que contener la respiración.
Un sentimiento agridulce combatía contra su orgullo y el respeto que por sí misma tenía. Dios, lo deseaba tanto... y allí estaba de nuevo aquella insidiosa vocecilla interior, tentándola, atormentándola. Le recordaba cuánto lo amaba, cuánto lo deseaba, la instaba a no pensar en el mañana, a no pensar en su virginidad, a no pensar en nada.
Víctor puso el punto final a todas sus dudas al deslizar la boca desde su cuello hasta sus senos, que sobresalían a ambos lados del cinturón de seguridad. Apartó la chaqueta y empezó a lamer los pezones a través de la seda del vestido, dejando una mancha de humedad bajo la que se erguían los pezones endurecidos por el deseo.
Empezó después a mordisquear aquellas puntas exquisitas, deteniéndose de vez en cuando para volver a humedecerlas con la lengua.
Myriam tenía que morderse los labios para no gritar, para no dejarse arrastrar por lo que sentía. Una excitación incontenible corría por sus venas, encendiéndole la sangre e impidiéndole pensar. Cuando Víctor cerró los labios alrededor de uno de los pezones, ella arqueó la espalda todo lo que se lo permitió el cinturón de seguridad para presionar su seno contra su boca.
—Oh, Dios, Víctor —gimió.
Víctor le soltó bruscamente las manos, pero no apartó la boca de sus senos, ni siquiera cuando ambos asientos pasaron de su posición erguida a otra mucho más acorde con la ocasión. Myriam se descubrió a sí misma cerrando los ojos y suspirando, entregada por completo a todo lo que pudiera suceder. Nada podía detenerla ya, ni siquiera un temblor de tierra.
Se sentía como un volcán en erupción. Los sentimientos que hablan permanecido adormecidos durante tanto tiempo bullían inquietos en su interior, clamando por liberarse. Sentía su presión en medio de las placenteras sensaciones que la dominaban y sabía que aquel fuego latente iba a hacerle perder el control.
Víctor estaba besándole los labios, los ojos, los oídos, le hacía todo tipo de sugerencias eróticas que en la mente de Myriam se convertían en nuevas explosiones de deseo.
—Sí —susurró ciegamente—. Si, por favor —suplicó, aunque casi inmediatamente se dio cuenta de que no sabía realmente lo que estaba pidiendo.
Pero encontró la respuesta en cuanto Víctor deslizó las manos bajo la falda del vestido para empezar a bajarle las bragas. Myriam incluso lo ayudó, levantando ligeramente las nalgas.
Víctor volvió a meter las manos bajo la falda. Myriam no podía seguir soportando aquella agonía, quería que la tocara, que la tocara ya.
Víctor no la acarició donde ella quería; le acariciaba la sedosa piel de los muslos, deslizaba las manos desde la cadera hasta las rodillas... Pero Myriam ya no podía contenerse y separó las piernas inquieta, demostrándole lo que quería.
Y Víctor la complació. ¡Y de qué manera!
Myriam no podía creer que estuviera permitiendo que le estuviera haciendo lo que le estaba haciendo. Respiraba con dificultad y el corazón amenazaba con salírsele del pecho. Gimiendo bajo aquella espiral de placer salvaje, hundió los dedos en el pelo de Víctor para finalmente hacerle apartar la cabeza.
—¡No! —gritó, sin saber muy bien lo que estaba diciendo. Lo único que sabía era que aquello era demasiado intenso. Estaba asustada.
—De acuerdo —respondió Víctor con voz ronca—. Estaba a punto de parar. Esto no es lo que yo quiero.
Myriam permaneció tumbada, mirándolo con los ojos abiertos de par en par mientras él se colocaba dificultosamente a su lado para acuclillarse después entre sus piernas.
No se desnudó exactamente, pero consiguió ponerse sin ninguna dificultad el preservativo que antes se había metido en el bolsillo.
Estuvo acariciándola hasta que Myriam volvió a arquearse contra él, deseándolo desesperadamente; sólo el cinturón de seguridad le impedía rebelarse contra aquellas tortuosas caricias y pedir algo más, de modo que cuando Víctor se detuvo para ayudarla a colocarse, en lo único en lo que Myriam estaba pensando era en que se hundiera en ella.
Pero cuando Víctor empezó a presionar para fundirse con ella, la joven se tensó terriblemente y cada vez que Víctor volvía a intentarlo, el miedo aumentaba y sus músculos estaban más tensos.
—Dios mío, Myriam —gimió Víctor—. Relájate, ¿quieres?
—No..., no puedo. Oh Dios, no puedo, no se lo que tengo que hacer.
—¿Qué quieres decir con eso de que no sabes? Demonios, ¿no estarás diciendo lo que creo que estás diciendo, verdad?
Myriam quería morirse de humillación y de frustración, En ese momento, se odiaba a sí misma y a su falta de experiencia. Gimió desazonada y se cubrió el rostro con las manos.
Víctor soltó un juramento. Y a los dos segundos, lo repitió.
Myriam se acobardó al oírlo. Era evidente que había decidido no continuar. Obviamente, las vírgenes no le gustaban.
—Por el amor de Dios, Myriam —le desabrochó el cinturón de seguridad, le tomó ambas manos y la ayudó a enderezarse. Myriam prácticamente lo tenía rodeado con las piernas, pues Víctor permanecía colocado entre ellas. Afortunadamente, la falda estaba de nuevo sobre su regazo.
—¿Por qué no me has dicho antes que eras virgen? —le preguntó duramente—. ¿Por qué me has dejado creer que habías dejado de ser una buena chica para convertirte en una mujer que se acostaba con cualquiera?
Myriam se encogió de hombros ante la furia de Víctor. Jamás lo había visto de aquella manera.
—¿Crees que te hubiera tratado así si lo hubiera sabido?
—¿Tratarme cómo? —farfulló confundida.
Víctor se quedó mirándola fijamente y sacudió la cabeza.
—No estoy seguro de sí eres totalmente inocente o sí eres más calculadora y perversa que ninguna de las mujeres que hasta ahora he conocido. ¿Qué significa todo esto? ¿Vas por la vida de mujer provocadora? ¿Te gusta vestirte de esta forma tan seductora para ver cuántos hombres terminan jadeando detrás de ti? ¿Y no será que esta noche al final te has encontrado con un hombre que no tolera las bromas y que además te gusta de verdad?
—¡No! —negó con fiereza—. Y sí, de alguna manera sí.
—¿Qué significa eso? ¿Sí o no?
—No, no soy una provocadora —negó con calor—. Pero sí, es cierto que esta noche me he vestido de una forma especialmente seductora... Y también es verdad que me gustas. Siempre me has gustado.
—¡No mientas! Bueno, lo de vestirte de forma tan seductora no tenía nada que ver conmigo, ¿verdad? No sabías que iba a aparecer por aquí esta noche. Así que, ¿a quién pensabas impresionar vistiéndote de esa forma, Myriam?
Myriam hizo una mueca y sacudió la cabeza.
—O me lo dices o se lo preguntaré a David.
—David no lo sabe.
—¿No sabe qué? ¿Que todavía eres virgen? ¿O que eres una especie de comehombres?
—¡No soy ninguna comehombres!
—¡Entonces dime la verdad!
—Hoy... bueno, hoy había decidido que estaba ya harta de mí inexperiencia —le confesó con un hilo de voz—. Pensaba que ya era hora de que perdiera la virginidad. Sabía que en la fiesta de David habría un montón de invitados, así que me he arreglado y... Bueno, yo sólo, yo sólo... —se encogió de hombros, deseando haber dicho ya lo suficiente como para satisfacer su curiosidad.
—¿Tú sólo qué?
Su insistencia estaba empezando a molestarla. Al fin y al cabo, ¿quién se creía que era él?
—Oh, cállate ya, Víctor. Estoy segura de que cualquiera podría imaginárselo. Has aparecido justo en el momento en el que me sentía preparada para tener un amante y por un momento he pensado que podrías ser tú; al fin y al cabo, también fuiste mí primer amor. Pero al final he decidido no inflar más tu ya insufrible ego de modo que para lo único que al final me has servido ha sido para estropearme cualquier otra oportunidad que pudiera haber tenido esta noche. Tienes la costumbre de hacer siempre lo mismo en mi vida —le espetó—. Me imposibilitas las relaciones con otros hombres. Una de las razones por las que sigo siendo una estúpida virgen eres tú.
Lo miró con el ceño fruncido, pero él no le devolvió el gesto áspero. De hecho, todo el enfado de Víctor desa¬pareció de su rostro para dar paso a una expresión de ternura.
—No creo que haya nada estúpido en ser virgen a tu edad —le dijo suavemente—. Pero ya que he sido yo el que te ha estropeado cualquier tipo de relación con otros hombres, creo que lo menos que puedo hacer es reparar el daño que he hecho.
—¿Qué quieres decir?
—Quiero decir, mi dulce Myriam —le dijo y le dio un suave beso en los labios— que tienes toda la razón. Ya es hora de que pierdas tu virginidad, pero creo que tu primera experiencia debería ser con alguien que realmen¬te te gustara, no con el primer tipo que puedas conocer en una fiesta. De modo que me ofrezco voluntario para ser tu primer amante.
—Pero yo pensaba...
—No pienses, Myriam. Limítate a hacer lo que yo te diga y todo saldrá bien. En primer lugar ni esta noche es la más indicada ni el coche es el mejor lugar para una ocasión tan importante. De modo que vamos a guardar toda esta pasión hasta dentro de veinticuatro horas —musitó, acariciándole los labios con el dedo—. Y te aseguro que todo va a ser maravilloso —le prometió con voz ronca.
—Pero yo pensaba que ibas a volver mañana a Melbourne —protestó Myriam débilmente.
—No, no voy a irme mañana. Pero lo que sí voy a hacer ahora es salir de este coche si puedo. Será mejor que te pongas los zapatos y la ropa interior antes de salir. Y ponte también la chaqueta. Me temo que te he destrozado el vestido, pero no te preocupes, te compraré otro mañana.
Myriam permaneció sentada en un estado de total estupefacción mientras Víctor salía del coche. Lo oyó gemir mientras se estiraba, probablemente se le habrían entu¬mecido los músculos después de haber estado tanto tiempo encogido. Al cabo de un rato, y como si estuviera hipnotizada, fue haciendo lo que él le había sugerido; se puso la ropa interior, los zapatos y la chaqueta, que se abrochó por completo. Era vagamente consciente de que todavía no se había apagado su excitación; sentía los pezones erguidos y un calor inconfundible entre los muslos.
Pero aquel sentimiento pasó a un segundo plano cuando Víctor se inclinó y le tomó la mano para ayudarla a salir. Su tierna sonrisa envolvió por completo su corazón, haciéndola evocar los sentimientos que la habían abrumado durante aquel lejano verano; sentimientos que no tenían nada que ver con el deseo.
Cuando salió del coche, sólo era capaz de fijarse en Víctor. No podía apartar los ojos de él. Para Myriam sólo parecía existir su rostro, sus ojos, y el amor que imaginaba en sus profundidades.
Pero cuando Víctor posó los labios sobre su boca, se recordó inmediatamente que él no amaba a las mujeres; simplemente hacía el amor con ellas.
Sin embargo, aquella revelación no consiguió enfriar lo que sentía por él. Estando envuelta en sus brazos, se sentía incapaz de luchar contra la increíble atracción que despertaba en ella.
Hizo exactamente lo que Víctor le había pedido: no pensar. Le rodeó la cintura con los brazos y los deslizó después por su espalda. Cediendo a sus deseos, introdujo la lengua en su boca.
Fue Víctor el primero en separarse. La miró con el rostro sonrojado y la respiración entrecortada.
—Dios mío, Myriam, tenemos que detenernos o no vamos a poder parar.
—¿Tenemos? —bromeó Myriam, mientras intentaba poner su desenfrenado deseo bajo control—. Eres tú el que me has besado, ¿recuerdas?
—Sí, ¿pero crees que era necesario que te mostraras tan dispuesta a colaborar?
—Sí.
Sus ojos se encontraron y Víctor sacudió la cabeza sonriendo ante su honestidad.
—Siempre has sido una mujer excepcional, Myriam. Vamos, será mejor que entremos en casa antes de que alguien pueda echarnos de menos.
—¿Qué hora es? —le preguntó mientras caminaban hacia la puerta.
—Las once y media.
Myriam se detuvo bruscamente.
—¿Sólo? —recordó que había mirado el reloj cuando estaba discutiendo con Víctor en el vestíbulo. Entonces eran las once menos diez.
De modo que sólo habían estado fuera de la casa cuarenta minutos. Y tenía la sensación de que había sido toda una eternidad
dulce_myrifan- VBB PLATINO
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Localización : Culiacán, Sinaloa
Fecha de inscripción : 23/05/2008
Re: Un Beso Inolvidable...Final
muchas gracias por un buenisimo capitulo y siguele por faaaaaa
jai33sire- VBB PLATINO
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Fecha de inscripción : 23/05/2008
Re: Un Beso Inolvidable...Final
Santo Niño de Atocha, esto se pone bueno!!!!!!!!!!!!!! Dulce, síguele por favor!!!!!!!!
Marianita- STAFF
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Re: Un Beso Inolvidable...Final
hayyy esta novela esta buenisimaaaa siguele por ffavor!! :]
Chicana_415- VBB PLATINO
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Fecha de inscripción : 24/05/2008
Re: Un Beso Inolvidable...Final
DIOSSS DEMI VIDAAAA AYYYY
ESTA WENISIMAALA NOBELAAAA SIGELEEE SIGELEEEE
ESTA WENISIMAALA NOBELAAAA SIGELEEE SIGELEEEE
Re: Un Beso Inolvidable...Final
AAaaay queeee cosaaas jajajaja.. dulceeee graciaas por el caapp.. espero el proximooo
Carmen- VBB PLATINO
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Fecha de inscripción : 24/05/2008
Re: Un Beso Inolvidable...Final
niña si cierro los ojos me pierdo lo mejor jajajajajaja
sigueleeeeeeeeee dulce y gracias por l capitulo...besos
sigueleeeeeeeeee dulce y gracias por l capitulo...besos
susy81- VBB CRISTAL
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Re: Un Beso Inolvidable...Final
Muchas gracias por el capitulo dulce, esta novela esta buenisima y estoy de acuerdo cob susy jaja
alma.fra- VBB DIAMANTE
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Re: Un Beso Inolvidable...Final
Como k asi?!!!! k fuerteeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeee
Muchs Gracias por el cap!!!!
Me gusta muchoooooooooooooo
Besos
Jenny
Re: Un Beso Inolvidable...Final
¡QUE BARABARA! QUE BUENOS CAPÍTULOS, SALUDOS
mats310863- VBB PLATINO
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Re: Un Beso Inolvidable...Final
SIN PALABRAS JAJAJA
Gracias por el cap, tu siguele jaja
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cliostar- VBB ORO
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Fecha de inscripción : 23/05/2008
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