Un Beso Inolvidable...Final

Capítulo 4

Víctor se volvió lentamente al oír que la puerta se abría, moviéndose con aquella gracia indolente que Myriam tan bien recordaba. No había ningún hombre que se pudiera comparar a él.
Aunque había cumplido ya treinta y un años, Víctor continuaba teniendo un aspecto sobrecogedoramente atractivo. Las pequeñas arrugas que comenzaban a adivinarse alrededor de sus ojos no disminuían en nada la belleza de su intensa mirada, ni la sensualidad de su boca. De hecho, la madurez le daba incluso un mayor atractivo.
Su cuerpo tampoco había cambiado. Quizá hubiera sido mejor que lo hiciera. Unos cuantos gramos de grasa en aquel cuerpo perfecto podrían haber proporcionado a Myriam alguna protección contra el efecto que Víctor siempre había tenido en ella.
Cómo era posible, se preguntaba mientras su mirada vagaba por aquel cuerpo con una casi resignada fascinación, que pudiera parecer tan atractivo vestido con unos sencillos pantalones grises y una camisa blanca.
Un amargo sabor inundó su boca al recordar su encuentro inesperado en Sydney, en el que prácticamente no había sido capaz de decir nada. Myriam se prometió que aquello no volvería a repetirse, a pesar de que su corazón ya empezaba a amenazar con salírsele del pecho.
Procurando mantener una frialdad de hielo, clavó sus ojos en los de Víctor.

—Hola, Víctor —le dijo con naturalidad—. Cuánto tiempo sin vernos.
Víctor tardó unos segundos en contestar que dedicó a observarla del mismo modo que lo había hecho ella. Myriam se incomodó al ver aparecer en sus ojos una cierta sorpresa y algo más que no fue capaz de identificar.
—Sí, mucho tiempo —dijo lentamente—. Has cambiado, Myriam.
—Espero que para mejor.
—Es difícil mejorar lo perfecto —contestó Víctor sonriendo irónicamente.
No podía haber dicho nada que la enfadara más.
—Tú siempre sabes lo que hay que decirle a una chica, ¿verdad Víctor? —le preguntó con idéntica ironía—. Pero dime, ¿qué estás haciendo aquí? ¿Sabía David que pensabas venir?
— No.
—Pero supongo que si sabes que hoy es su cumpleaños y que se está celebrando una fiesta en su honor.
—Sí, por supuesto. Por eso he venido.
Myriam miró a sus pies con el ceño fruncido.
—Parece que vienes dispuesto a quedarte algún día más.
—Durante una noche o dos. Pero sólo si David tiene alguna habitación libre, en caso contrario puedo ir a cualquier hotel, he venido en coche.
—¿Estás diciendo que has venido conduciendo desde Melbourne para asistir al cumpleaños de David?
—En parte.
—¿Qué significa eso?
—Significa, mi querida Myriam, que mi esposa y yo hemos decidido divorciarnos, y de repente he tenido la necesidad de venir a ver a los viejos amigos.
Myriam se felicitó a sí misma por haberse tomado aquella noticia con tanta serenidad, al menos aparentemente.
—¿Has dejado a tu esposa?
—Eh, yo no he dicho eso. En realidad ha sido ella la que me ha dejado a mí.
—¿Por qué?
—Por el amor de Dios, Myriam —exclamó Víctor repentinamente irritado—. ¿Vas a tenerme aquí toda la noche, contestándote preguntas? Vengo conduciendo desde Melbourne, tengo los músculos entumecidos y estoy cansado. Necesito ducharme y tomar una copa. Tu madre jamás me habría dejado en la puerta de esta forma. Así que, ¿te importaría darme un abrazo y ayudarme a entrar en casa?
—Bueno, para empezar, yo no soy mi madre. Y además, prefiero los besos a los abrazos. ¿Te gustaría saludarme con un beso, Víctor?
Víctor se la quedó mirando fijamente.
—¿Estás borracha, Myriam?
—No —«pero le gustaría estarlo», pensó.
—Entonces, ¿por qué te comportas así?
—¿Así cómo?
—De una forma que no es propia de ti.
—¿Y cómo sabes lo que es propio de mi? —rió—. La Myriam que tú conociste era sólo una niña, una niña tonta e impresionable que pensaba que tú eras el centro del universo.
—Bueno, es evidente que ya no lo piensas —murmuró.
Myriam no podía creer lo que estaba oyendo: le había parecido advertir cierta desilusión en su voz, como si no le hubiera gustado que hubiera dejado ser el blanco de su admiración.
—No pongas esa cara tan seria, y pasa dentro. Voy a buscar a David.
Su hermano se mostró tan sorprendido como ella.
—Dios mío, ¿de verdad está Víctor aquí?
—Su esposa lo ha dejado —le explicó Myriam a su her¬mano.
—Humm. No me cuesta mucho imaginarme por qué. Yo siempre he dicho que Víctor no estaba hecho para la monogamia.
—Por lo visto ha venido en coche desde Melbourne porque quería celebrar contigo su cumpleaños. Dice que quiere quedarse a pasar aquí la noche.
—Y tiene todo el derecho del mundo a quedarse. Es mi amigo. Ve a decirle a Loretta que se va a quedar un invitado a pasar la noche, ¿quieres Myriam? —y salió a toda prisa hacia la puerta principal.
Loretta estaba de nuevo en la cocina, en aquella ocasión vaciando el lavavajillas. Se tomó la noticia de la inesperada visita de Víctor con la misma alegría con la que lo habría hecho la madre de Myriam.
—Qué alegría para David. No ha vuelto a ver a Víctor desde el día de su boda.
—Yo tampoco —dijo Myriam.
Hubo algo en su tono de voz que hizo que su cuñada le dirigiera una aguda mirada.
—Ya no estás enamorada de él, ¿verdad?
Myriam pestañeó sorprendida y Loretta sonrió suavemente.
—Hacía falta estar ciego para no saber que el día de su boda tenías el corazón destrozado. David me contó más tarde que había intentado hacerte ver que Víctor no era el hombre adecuado para ninguna chica, y mucho menos para su querida hermana. ¿Consiguió hacértelo comprender?
—Mentiría si no reconociera que todavía me parece terriblemente atractivo —admitió Myriam encogiéndose de hombros—. Pero ya estoy curada de todo lo demás.
—Eso espero. Los hombres casados son siempre un problema.
—Dice que han decidido divorciarse.
—No se por qué, pero esa frase me resulta muy cono¬cida —respondió Loretta secamente.
—No te preocupes por mí, Loretta. No voy a morder el anzuelo por segunda vez.
—Seguro que David se alegraría de oírtelo decir.
—¿Qué es lo que me alegraría de oír? —preguntó David, que entraba en ese momento en la cocina.
—Que Myriam ya ha superado lo de Víctor.
—Teniendo en cuenta cómo va vestida esta noche, espero que sea cierto.
—¿Qué quieres decir?
—Lo que quiero decir es que Víctor no es el tipo de hombre que pueda ignorar las señales que has estado enviando esta noche, querida hermana. Y para colmo, siempre le has gustado.
—Vamos David, estás viviendo en el pasado. Tengo veinticuatro años, no quince y creo que en lo relativo a los hombres, puedo arreglármelas perfectamente sola, Víctor incluido —valientes palabras, le susurró una vocecilla interior, ¿pero se atrevería a ponerlas a prueba?
—Tienes razón —repuso David con un suspiro —Estoy un poco paranoico. Además, Víctor también parece haber cambiado, ya no es el que era. Creo que ese matrimonio lo ha destrozado.
—¿En qué habitación lo has instalado? —preguntó Loretta.
—En la habitación principal de invitados. Ahora se está duchando. Se supone que yo iba a prepararle un whisky y a subírselo, pero si ya no tienes nada que temer, preferiría que se lo llevaras tú, Myriam. Yo debería ir a atender al resto de mis invitados. Y tú también Loretta, ya llevas demasiado tiempo en la cocina.

Myriam estaba asustada. Quería gritar que todavía no estaba curada, pero la idea de llevar a Víctor una bebida mientras él estaba en la ducha le resultaba, a la vez que aterradora, terriblemente atractiva.
Recordó los baños que había compartido con Víctor en el río. Víctor tenía un cuerpo magnífico, un físico de nadador: hombros anchos, caderas estrechas y largas y musculosas piernas. Había llegado a ser campeón en la universidad, pero había perdido la oportunidad de ir a unos Juegos Olímpicos porque no se tomaba en serio los entrenamientos.
Ese había sido siempre el gran problema de Víctor. Nunca se tomaba nada realmente en serio. Pero ese era también parte de su atractivo, por lo menos para Myriam, a la que siempre había intrigado que alguien pudiera tornarse las cosas de forma tan despreocupada.
En el caso de Víctor, aquella actitud no tenía mucho mérito. De hecho, no tenía ningún motivo de preocupación: era rico e inteligente. Desde que era un niño, todo le había sido servido en bandeja de plata. Incluidas las mujeres.
Myriam hizo una mueca al pensar en ello. Sirvió una copa de whisky que habría tumbado a cualquiera y subió al piso de arriba, preguntándose qué motivos inconscientes tendría para haber preparado aquella copa. ¿Pretendía anestesiarlo, o solamente prepararlo para una posterior seducción?
Al ser consciente de su último pensamiento, se detuvo sorprendida al final de la escalera, pero su sorpresa se tornó rápidamente en desafío. ¿No le había prometido a Vanessa que le brindaría la oportunidad de ser su primer amante a cualquier candidato que le resultara suficientemente atractivo? ¿Y qué mejor candidato que el hombre al que durante tanto tiempo había deseado?
Dios, quizá sí estuviera borracha, como Víctor había parecido sospechar. ¿Cuántas copas de vino se había tomado antes de que éste llegara? ¿Dos? ¿Tres? No, sólo habían sido dos, no podía estar borracha, pero desde luego no estaba comportándose como la persona sensata que siempre había sido. De pronto, se sentía mucho más imprudente y atrevida de lo que había sido nunca, y también un poco nerviosa. Nerviosa y enfadada.
Oh, sí, estaba enfadada. Enfadada con Víctor. No tenía ningún derecho a aparecer de repente y estropearle otra vez la vida. ¡No era justo! Tenía que pagar por lo que le había hecho, y Myriam ya había pensado su forma de cobrarse: le haría pagar con su cuerpo.
Entró en la habitación sin llamar; Víctor ya estaba fuera de la ducha y prácticamente vestido, aunque estaba todavía muy tentador. Llevaba la camisa desabrochada, dejando al descubierto su pecho.
Se volvió bruscamente hacia ella y, cuando terminó de abrocharse la camisa, le dijo en tono de desaprobación:

—Estoy seguro de que tu madre te ha enseñado a llamar a la puerta antes de entrar en la habitación de un caballero.
—Yo también. Procuraré recordarlo la próxima vez que entre en una.
—¿Estás intentando meterte conmigo por alguna razón, Myriam?
Sí, se contestó a sí misma con una sinceridad totalmente inesperada. Porque si no lo hacía, era capaz de arrojarse a sus pies y decirle que todavía estaba enamorada de él.
Se volvió antes de que Víctor pudiera advertir el terror que se reflejaba en su rostro. Dios mío, se lamentó, aquello no podía ser verdad. No debía ser verdad. Pero lo era...
Giró de nuevo hacia Víctor con una falsa sonrisa. La cabeza le daba vueltas y no sabía siquiera lo que iba a hacer un minuto después. La idea de seducirlo le parecía cada vez más apropiada, estaba llegando a considerarla incluso como algo esencial.
Por primera vez en su vida, Myriam deseaba que Víctor fuera tan mujeriego como siempre lo había imaginado. Porque no tenía mucho tiempo. Víctor volvería a Melbourne al cabo de uno o dos días. Y después de aquel encuentro, Myriam no volvería a tener otra oportunidad.
De modo que sólo podía contar con aquella noche.
—Estoy siendo muy mala, ¿verdad? —dijo intentando imprimir a su sonrisa toda la seducción de la que era capaz—. Sólo estaba bromeando. Toma, aquí tienes tu copa. David me ha pedido que te la trajera —se la tendió y se sentó después en el borde de la cama.
Cruzó las piernas, procurando que el vestido le quedara por encima de las rodillas.
—¿Y qué es lo que ha pasado para que tu esposa te haya abandonado? —le preguntó sin dejar de sonreír—. ¿Has vuelto a portarte como un niño travieso?—una parte de ella, deseaba que le contestara afirmativamente a aquella pregunta, pero otra quería que negara el adulterio, que le dijera que había hecho todo lo posible para que su matrimonio funcionara, pero que había sido imposible porque en realidad nunca había estado enamorado de su esposa. Quería que le explicara que en el fondo siempre habla estado enamorado de una mujer, de una mujer llamada Myriam.
Víctor dio un sorbo a su copa sin apartar la mirada de las piernas de Myriam y la dejó en una mesita baja.
Sin decir una sola palabra, tomó un peine y se puso a peinarse mirándose en el espejo del tocador.
Myriam lo observaba deseando hundir las manos en su pelo y obligarlo a acercar su boca hasta a sus labios.
De pronto se estremeció. Nunca se había creído capaz de tales sentimientos, de albergar una pasión como aquella. Eso la hizo temer lo que podría ocurrir si llegaba a acostarse con Víctor y la experiencia terminaba siendo tan extraordinaria como imaginaba.
En ese momento, se dio cuenta de que Víctor estaba mirándola a través del espejo. Pero ya no miraba sus piernas, como antes, tenía la mirada clavada en sus ojos.
—¿Por qué quieres que te hable de mi matrimonio? —le preguntó.
Myriam se encogió de hombros con fingida indiferencia.
—Sólo por curiosidad. David siempre ha dicho que no duraría mucho.
Víctor se volvió y arqueó las cejas con asombro.
—¿De verdad? ¿Y decía también por qué?
—Supongo que pensaba que el hombre que había sido elegido Superestudiante del año no tenía madera de marido.
Víctor sacudió lentamente la cabeza y suspiró.
—Vaya con el bueno de David, y yo pensaba que era mi amigo.
—David es tu amigo —replicó Myriam—, eso no tiene nada que ver. Además, supongo que eres tú el que tiene que averiguar por qué ha fracasado tu matrimonio.
—Ya lo he hecho, Myriam, ya lo he hecho. Y he llegado a la conclusión de que cometí un grave error casándome con Helen.
—Espero que ahora no vayas a culparla a ella.
—Al único que culpo es a mi mismo.
—El caso es que, definitivamente, te vas a divorciar, ¿no? —le preguntó, odiándose a sí misma por querer saberlo tan desesperadamente. ¿Qué diferencia supondría para ella? Víctor sólo iba a pasar allí una noche, después regresaría a Melbourne, a su propio mundo; un mundo de altos vuelos y de mujeres como Helen—. ¿Y no hay ninguna posibilidad de reconciliación?
—Ninguna —Víctor dio un sorbo a su bebida, que fue seguido por una mueca de desagrado—. Demonios, Myriam. ¿Qué le ha puesto David a esto? Esta mezcla podría matar a un caballo.
—La culpa no es de David. La copa la he preparado yo. Me ha parecido que necesitabas relajarte.
—Y en eso tienes razón. Pero no de este modo —dejó la copa en la mesa—. Y dime, Myriam, ¿te ha dado la vida todo lo que querías? ¿Hay abajo algún hombre que esté esperando que vuelvas a sus amantes brazos?
En ese momento Myriam deseó haber echado arsénico en su copa.
—La verdad es que no —respondió con una amarga sonrisa—. En este momento no estoy saliendo con nadie. En cuanto al resto de mis ambiciones, te recuerdo que sólo tengo veinticuatro años y que hace solamente tres que terminé los estudios. Necesito algún tiempo para poder cambiar el mundo. Aunque me he dado cuenta de que hay ciertas cosas, y cierta gente, que no pueden cambiar.
—Puedes dejar los comentarios mordaces para otra ocasión, Myriam. Hoy es el cumpleaños de David y, si todavía lo conozco, estoy seguro de que abajo habrá música y baile. Y créeme, en este momento podría llegar a hacer algo interesante con un poco de música y un baile.

ira la myris jajaja

salio aventada...y si..que lo haga pagar por ilucionarla y no explicarle! jeje

me gusta la nove! siguele..haber que pasa..

saludos!

atte. crazy

ANDALEEEE MIRALAAA LA MYRISSS KOKETONAAA JEJEJE....... DUL NO TE ABIA PONIDO MSG A TU NOBE PERO POS YA AKI ESTA NI/A Y ESTA MUY WENA LA NOBELAA EEEE ME GUSTA MEGUSTAAA.......
Y POS SIGELEE KON LOS KAPISSS NADALEEE NO TARDESSSSS...............

ayyy q cosas....

ya veo capis y no he podido entrar a leer..... es q con eso de q sigo incomunicada en casa y en el job estoy hasta el cuello no me dan chance de nada.....


pero gracias por los capis dulce espero ponerme pronto al corriente.....



saludosssssssssssss




aNa

JAJAJAJ Hay myriammm estas geniall! Siguele por fisss

grax..por el capi...

jajajaja me encanta como se esta portando myri jajajaja

sigueleeeeeeeeeee dulceee...besos

AAAAAGHHHHH


YA ME PUSE AL DIA DULCEEEEEEE Y DEJAME DECIRTE QUE ME ENCANTA TU NOVELITA.....



MUCHAS GRACIAS POR LOS CAPIS POSTEADOS HASTA AHORA Y BUENO YA ME TENDRAS POR ACA DE LATOSA EHHHH....




SALU2 Y BESOSSSS





ANA

gracias por un buenisimo capitulo

grax por el cap Dulce!!

Capítulo 5

Tomó a Myriam de la mano y tiró de ella para obligarla a levantarse. Myriam se tambaleó ligeramente, pero Víctor la sostuvo rodeándole la cintura con el brazo. La joven, asustada, lo miró con los ojos abiertos de par en par y se encontró con una mirada cargada de cinismo.
—No pongas esa cara de sorpresa, Myriam. ¿No es este el tipo de comportamiento que se espera de un mujeriego como yo? Simplemente quiero recibir el beso de bienvenida que me has ofrecido en la puerta.
Presa del pánico, Myriam apartó el rostro para alejarlo de su boca.
—Demasiado tarde —musitó entre dientes mientras sentía los labios de Víctor en la mejilla—. Sólo doy besos de bienvenida en la puerta, no en los dormitorios.
Víctor la agarró de la barbilla y la obligó a volver la cabeza.
—Entonces este será un beso de despedida —gimió.

Myriam intentó gritar, pero antes de que pudiera abrir los labios, Víctor ya la había silenciado con un beso.
La mente podía llegar a jugar curiosas pasadas, pensó Myriam mientras Víctor se apoderaba de sus labios. Ese mismo día le había contado a Vanessa que cuando Víctor la había besado se había sentido como si hubiera muerto y estuviera en el cielo. Pues bien, o se equivocaba al recordarlo, o las cosas habían cambiado dramáticamente. No había nada de celestial en aquellos labios que presionaban contra los suyos pidiéndole que los abriera. Aquello era un auténtico infierno.
Myriam acababa de decidir que había sido una locura imaginar que había estado enamorada de aquel hombre durante todos estos años cuando Víctor alivió la presión de la mano con la que la le estaba agarrando la barbilla y la deslizó suavemente por su garganta. Con la otra mano, le sujetó delicadamente el cuello.
Y entonces, cuando Myriam estaba suspirando aliviada y casi empezando a relajarse, introdujo la lengua en su boca lentamente, de un modo increíblemente seductor.
Myriam se sintió atravesada por el más intenso de los placeres, un sentimiento que eclipsó todo lo que hasta entonces recordaba. Aquella maravillosa sensación se extendía hasta el último rincón de su cuerpo. Estaba donde siempre había deseado, en brazos de Víctor, sus bocas se fundían, sus cuerpos se estrechaban el uno contra el otro..., pero sólo haciendo el amor la unión podría ser completa.
Buscando aquel momento, levantó las manos y las hundió en su pelo para forzarlo a mantener la boca sobre sus labios. Lo oyó gemir de placer y sintió cómo se despertaba el deseo en su cuerpo. Instintivamente, movió las caderas contra él...

—Tía Myriam...
Aquella vocecilla penetró en el fuego de la pasión y tuvo un efecto inmediato. Myriam se apartó bruscamente de él; el milagro que creía estar experimentando cobró inmediatamente la forma de la sórdida realidad cuando Myriam tuvo que enfrentarse con el hecho de que había estado a punto de permitir que Víctor hiciera lo que quisiera con ella.
—Quiero agua —gritó Antonio, un niñito de tres años, cuando su tía lo miró por encima del hombro de Víctor.
Con un suave gemido de disgusto, Myriam se liberó de los brazos de Víctor y se volvió hacia su sobrino, que los miraba desde la puerta. «Dios mío», pensó Myriam sintiéndose todavía más mortificada, se había dejado la puerta abierta, de modo que cualquiera podría haberlos visto. ¿Qué habría pasado si hubiera pasado David por allí?
Ardiendo por dentro, levantó a Antonio en brazos y lo llevó primero al baño y después a su dormitorio.
—A tus papás no les va a gustar que te hayas levantado de la cama, jovencito —le explicó—. Pero no les diré nada si me prometes que en cuanto te bebas el agua te vas a dormir otra vez.
—¿Quién era el hombre que estaba besándote, tía Myriam? —le preguntó Antonio.
—Es un amigo de tu padre y mío —le contestó, espe¬rando que encontrara satisfactoria la respuesta.
—¿Y por qué estaba besándote? ¿Te vas a casar con él?
—No, no voy a casarme con él —Myriam se sentía enferma—. Hacia mucho que no nos veíamos, y la gente mayor se besa cuando hace mucho tiempo que no se ve.
—Sí, pero...
—¿Cuánta agua quieres? —lo interrumpió, intentando distraerlo—. ¿El vaso lleno o sólo medio vaso?
Myriam consiguió que Antonio se fuera a la cama sin hacer más preguntas embarazosas. Esperaba que no les contara a sus padres lo que había visto.
Lo arropó y le dio un beso en la frente, y estaba a punto de escapar cuando Antonio decidió que no podría dormirse si no le leía un cuento.
Myriam suspiró con resignación y se dispuso a leerle El Baúl de Toby, que demostró ser un cuento suficientemente largo pues, cuando terminó, Antonio ya se había rendido al sueño. Myriam permaneció observando en silencio su piel aceitunada y sus ricitos castaños y de pronto se descubrió pensando que un hijo de Víctor tendría el pelo negro. Durmiendo, parecería un angelito.
Intentando apartar aquella absurda idea de su mente, se inclinó sobre Antonio y le dio un beso en la frente.
—Te quiero —susurró.

Estaba volviéndose para salir de la habitación después de haber dejado el cuento en la estantería cuando descubrió a Víctor esperándola en el marco de la puerta.
Era evidente que había visto todo cuanto allí había pasado. Myriam se enfadó consigo misma, ¿cuándo diablos iba a abandonar para siempre aquellos sueños absurdos?
Lo empujó sin ninguna delicadeza para salir te la habitación y cerró la puerta antes de que Víctor pudiera decir algo que despertara a Antonio.
—Un niño inteligente y travieso —comentó Víctor—. Siempre he pensado que David tendría un hijo así.
—¿Y lo envidias?
—Por supuesto.
—¿Entonces por qué no has tenido hijos? ¿Es que estabas tan ocupado con tu lujosa vida que no has tenido tiempo de hacer un hueco para ellos?
—Si vas a contestar tú misma a tus preguntas, no hace falta que te las conteste yo. En cualquier caso, yo podría hacerte la misma pregunta. ¿Por qué no has convertido ese obvio instinto maternal en algo real? ¿Es que no has encontrado al hombre adecuado para casarte con él y tener un par de niños?
—Ya tendré tiempo de encontrarlo —contestó Myriam, intento disimular su dolor detrás te una fría sonrisa—. De momento tengo que ocuparme de mi trabajo.
—Ah, sí, tu trabajo. David me ha dicho que te encargas te que tus alumnas no se desvíen del buen camino.
—Es lógico que una persona como tú se burle de esas cosas —respondió con amargura—. La gente sin principios morales siempre se ríe de quien los tiene.
Víctor la miró con las cejas arqueadas.
—¿Sabes, Myriam? La gente no acostumbra a tirar piedras contra su propio tejado.
—¿Qué quieres decir con eso?
—Quiero decir que sólo hace diez minutos estabas mostrando cierta tendencia a olvidarte de tus principios. Me ha sorprendido mucho descubrir que te habías convertido en una de esas chicas que se abren de piernas en cuanto alguien les da un beso.
Myriam no se lo pensó dos veces. Levantó la mano y le dio una bofetada.
—Canalla —siseó, temblando te pies a cabeza.
Víctor levantó la mano con indolencia y se frotó la mejilla.
—¿Esto es por lo que acaba de pasar, mi dulce Myriam, o por lo que pasó hace nueve años?
—Por las dos cosas.
—Bien —repuso Víctor en tono satisfecho después de mirarla durante algunos segundos en silencio.
—¿Qué es lo que te parece bien?
—Supongo que nada en especial. Vamos —le dijo, agarrándola del brazo para llevarla hasta el vestíbulo—, volvamos al piso de abajo, me gustaría bailar un poco.
Myriam apartó el brazo y lo miró furiosa:
—¿Así sin más? ¿Esperas que baje a bailar tranquilamente contigo después de haberme insultado?
Víctor curvó los labios en una sonrisa que estuvo a punto te desarmarla casi por completo.
—Caramba Myriam, tú me has estado insultando a mí desde que he llegado. ¿Qué pueden significar unos cuantos insultos entre un par de amigos? Además, prefiero a las mujeres fáciles. Con ellas puedes ahorrarte un montón te mentiras.
—Tú... —empezó a decir Myriam, pero Víctor la silenció con un beso, un simple roce de labios que hizo gemir a la joven con una mezcla te desesperación y deseo—... eres asqueroso.
—Y tú eres maravillosa —repuso Víctor arrastrando las palabras y entrecerrando los ojos con expresión de deseo. Tomó uno de los rizos de Myriam y lo deslizó lentamente sobre los labios te la joven.
El deseo le provocó a la joven tal debilidad que se sintió obligada a apoyarse en el hombro de Víctor. Inconscientemente, lo acercaba a ella.
—Más tarde, mi dulce Myriam —musitó Víctor soltando el mechón de pelo y dejando que cayera suavemente sobre el pezón que se adivinaba bajo el vestido—. Odio empezar nada que no pueda terminar y me temo que tu hermano podría enfadarse si no aparecemos pronto.
Aquellas palabras volvieron a despertarla indignación de Myriam.
—Y yo odio a los hombres arrogantes —le contestó—. No soy una mujer tan fácil como pareces pensar, Víctor.
—¿No?
—No.
—Qué interesante.
—No creo que realmente te lo parezca. A ti te gustan las mujeres fáciles, ¿recuerdas?
—Normalmente sí, pero en tu caso, mi dulce Myriam, estaría dispuesto a hacer una excepción.
—¡Deja de llamarme así! —estalló—. Yo ya no soy tu dulce Myriam. No soy nada tuyo, Víctor. Te desprecio, y desprecio a todos los hombres como tú. Haces estragos por donde quiera que vas. Sonríes, te ríes y deslumbras a todas las mujeres con las que te encuentras. Pero dentro de ti no hay nada, estás vacío, eres solo apariencia. Llegas aquí y a los cinco minutos de entrar ya estás intentando seducirme cuando probablemente tu pobre esposa esté llorando en Melbourne.
—Lo dudo. Lo dudo mucho. Más que llorar, es muy probable que en este momento Helen esté apoyando la cabeza en el hombro de su último amante.

Dios que cosas! me encanta la novela! jeje

y estos dos insultandose..pero la quimica ahi esta jeje

muchas gracias por el capi dul!!

siguele por fas! saludos!

atte. crazy

GRASIAS POR EL KAPI NI/AMUY WENOOO...........

vayan derrochan ternura el uno hacia el otro jajajajajaja

siguele dulce que esta bunisima la nove...besos

Haaaay que bonita novela si que sii me gusta mucho siguele pleeeeeeeeaaaaaaaassssseeeeeee

grax....

Ay que buen capitulo!!... gracias Dulce.. me gusta mucho tu novelita

Que mal se vio victor!! Asi no se le habla a las damassss!!

Siguele prontoooo

gracias por el capitulo