Un Beso Inolvidable...Final
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Re: Un Beso Inolvidable...Final
hay dulce! esta muy buena la nove jejeje
me encanta...y estos dos...de una cosa a otra en segundos jejeje
ocupan comprender varias cosas jejeje
saludos y siguele por fas!
atte. crazy
me encanta...y estos dos...de una cosa a otra en segundos jejeje
ocupan comprender varias cosas jejeje
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atte. crazy
crazylocademica- VBB PLATINO
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Fecha de inscripción : 25/05/2008
Re: Un Beso Inolvidable...Final
ayyy DIos.... se me junto la tarea en esta novelitaaaaaaaaaaaaa jejejejejej
Dulceeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeee
mil grax x los capis... estan buenisimosssssssssssssssss y pues ya sabes aca seguiremos esperando muchos mas ehh sobre todo ahroa que ya voy al corriente...
No tardessssssssssssssssssssssssss
saludosssssssssssssssss
aNa
Dulceeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeee
mil grax x los capis... estan buenisimosssssssssssssssss y pues ya sabes aca seguiremos esperando muchos mas ehh sobre todo ahroa que ya voy al corriente...
No tardessssssssssssssssssssssssss
saludosssssssssssssssss
aNa
Re: Un Beso Inolvidable...Final
Capítulo 14
—Señor Montemayor...
Todo el mundo levantó la cabeza de sus platos al oír la voz de Víctor. Llevaban ya cerca de diez minutos comiendo sentados a la mesa de la cocina.
Ninguno hablaba demasiado, cada uno de ellos parecía estar ensimismado en sus propios pensamientos mientras daba cuenta del pollo y las patatas fritas. Myriam estaba enfadadísima con David, que continuaba dirigiéndoles a Víctor y a ella miradas que podrían haber hecho preguntarse muchas cosas a su padre si no hubiera estado tan distraído.
—¿Si, Víctor? —preguntó Antonio.
—Quería comentarle algo acerca de esas vacaciones que usted y su mujer están planeando.
—¿Qué, Víctor?
—Sé que usted es un hombre orgulloso, y que jamás aceptaría que hicieran caridad con usted, pero para mi sería un gran placer poder regalarles unas vacaciones. Me gustaría que lo considerara como una muestra de agradecimiento por la amabilidad que me mostraron usted y su mujer cuando me quedé aquí aquel verano. Fueron las mejores vacaciones que he tenido en mi vida y jamás las he olvidado.
David hizo un sonido burlón que provocó una mirada de asombro de su padre y otra de furia de Myriam.
—¿Crees que no debo considerar la oferta de Víctor? —le preguntó Antonio a su hijo en tono de extrañeza.
Myriam le dirigió a su hermano una mirada suplicante y este pareció ceder a lo que le pedía.
—Por supuesto que debes considerarla. Él puede afrontar ese gasto, ¿verdad, Víctor? —añadió palmeándole el hombro a Víctor con un pretendido gesto de cariño—. Unos cuantos miles de dólares no representan nada en el océano de los García.
Antonio sacudió la cabeza.
—Ese no es el problema. Es muy amable por tu parte, Víctor, pero no estoy seguro de que a Nora le parezca una buena idea.
Myriam alargó el brazo para tomar la mano de su padre.
—Papá, no seas tonto. Como ha dicho Víctor, tú y mamá le ofrecieron a él unas vacaciones y ahora lo único que quiere es devolveerles el favor.
—En ese caso, supongo que no puedo negarme —Antonio suspiró—. Pero por favor, que no sea nada demasiado caro, y que no haya que viajar mucho. Preferirla que fueran en Australia, en algún lugar tranquilo.
—Conozco el lugar ideal: la Isla de Orfeo. Es la isla situada más al norte de la Gran Barrera de Arrecifes y también la más hermosa.
Y la más cara, pensó Myriam, pero mantuvo la boca cerrada. Afortunadamente, David tampoco dijo nada, aunque arqueó las cejas con una expresión que demostraba que él también sabía lo que podían costar unas vacaciones en aquella isla.
—Nora siempre ha querido disfrutar de unas vacaciones en alguna de esas islas.
—Pues va a poder hacerlo —contestó Víctor con fir¬meza—. Myriam, si yo te doy el dinero, ¿podrías ocuparte tú de organizarlo todo? Creo que la época mejor sería alrededor de mayo. Tu madre ya se habrá recuperado para entonces y el tiempo es muy agradable en esas fechas.
Al oírlo, Myriam recordó una vez más lo diferentes que eran sus modos de vida. Víctor siempre había podido satisfacer cualquiera de sus caprichos, incluyendo en estos cualquier viaje que se le antojara a los lugares más apartados y románticos del mundo. « ¿Quién sabe?», se preguntó, quizá ella sólo fuera uno de sus últimos caprichos.
—Mayo es una buena época, si —confirmó Antonio—. Ya tendré recogida la cosecha de verano y los vecinos pueden cuidarnos los animales.
—Entonces ya está todo arreglado —dijo Víctor complacido.
Antonio arrastró la silla hacia atrás y se levantó.
—Chicos, si no les importa, creo que voy a dar un paseo por el río. Me está empezando a doler la cabeza y de esa forma suelo despejarme. No tardaré mucho.
Myriam observó a su padre mientras abría la puerta de la cocina y salía al porche. Esperaba que su madre estuviera recuperándose de verdad porque Antonio Montemayor jamás volvería a ser el mismo sin ella. Se habían amado demasiado.
—Debe de ser muy agradable poder comprar todo lo que se quiere —comentó David mirando a Víctor con expresión de abierta enemistad—. La amistad, la admiración. Incluso a mi hermana. Dios mío Myriam, ¿es que no tienes orgullo? ¿No te das cuenta de que sólo eres una más? En cuanto se aburra, se desprenderá de ti como si fueras un pañuelo desechable. Para él, no eras nada más que un desafío, porque eras la única mujer con la que no pudo acostarse cuando se encaprichó con ella. Pero ya has dejado de serlo. A partir de ahora, ya sólo serás otra de esas estúpidas que están deseando bajarse las bragas delante del magnífico Víctor García.
—¡Ya es suficiente! —estalló Víctor. Apoyó las manos a ambos lados de su plato y se levantó.
Myriam sintió miedo. Nunca había visto a Víctor con ese aspecto tan amenazador, ni tan furioso. Recordó vagamente que hacía tiempo David le había comentado que Víctor había practicado muchos deportes, incluidas las artes marciales. En cualquier caso, teniendo en cuenta las perfectas condiciones físicas en las que se encontraba, no le iba hacer falta recordar sus habilidades para destrozar a David si así lo decidía.
—Vamos fuera, David.
—¡Víctor, no! —gritó Myriam—. Por favor, no —le suplicó.
—No estoy desafiándolo a un duelo, Myriam. Simplemente quiero arreglar algunas cosas.
—¿Estás seguro?
—Por el amor de Dios, Myriam —explotó David irritado—. Somos adultos, no niños. Además, puedo cuidarme perfectamente, no necesito que mi hermana pequeña venga a ayudarme. Si Víctor tiene ganas de pelea, que lo intente. Ha llovido mucho desde que era el superatleta de la universidad. Y yo también he cambiado mucho desde entonces. Desde luego, ya no soy el jovencito de campo fácilmente impresionable que estaba encantado de poder lamerle los pies al gran Víctor.
Myriam sacudió la cabeza, pero no dijo nada. Aterrorizada, observó salir a su hermano y su amante al patio y dirigirse al establo. En cuanto se metieron en él, cerraron las puertas tras ellos. La joven esperaba que de un momento a otro empezaran a temblar las paredes y a salir nubes de polvo, como en los dibujos animados, pero todo permaneció en un absoluto silencio durante unos veinte minutos, hasta que se abrieron de nuevo las puertas.
Salieron los dos juntos. David parecía un tanto estupefacto, pero no tenía muy mal aspecto. Se alejó en dirección al río, mientras Víctor regresaba hacia la casa. Myriam salió rápidamente al porche para acudir a su encuentro.
—¿Qué ha pasado? ¿Qué le has dicho? —le preguntó nada más verlo.
Víctor se quedó mirándola en silencio antes de contestar:
—Eso es asunto de David y mío, Myriam.
—Pero... pero...
—No intentes sacarle nada a David tampoco —la interrumpió cortante—. Le pondrías en una situación muy desagradable. Mira, he decidido marcharme ya a Sydney. Cuanto antes pueda estar en Melbourne, mejor. Así podré regresar a Sydney para el próximo fin de semana. ¿Qué planes tienes tú? ¿Cuánto tiempo piensas quedarte aquí?
A Myriam le daba vueltas la cabeza. No estaba nada segura de lo que iba a pasar a partir de entonces con su vida.
—Yo... pensaba quedarme aquí por lo menos una semana.
—¿Entonces no estarás en Sydney el fin de semana que viene?
—No. Supongo que David ya habrá vuelto para entonces, así que seguramente me iré en el tren que sale el domingo por la noche. Tengo que estar en el colegio la última semana de curso —se detuvo un instante—. Víctor, ¿cómo va a seguir esto?
—¿A qué te refieres? ¿A lo que ha sucedido entre David y yo?
—No, estoy hablando de ti y de mí. ¿Qué es lo que quieres de mi, Víctor? ¿Qué esperas?
—¿Vamos a volver a lo que ya hemos acordado esta mañana en el coche? —le preguntó Víctor mirándola con recelo.
Myriam levantó la barbilla con aire desafiante, pero el corazón se le encogió en el pecho.
—No.
Víctor adoptó entonces una expresión triunfante y la recorrió de pies a cabeza con la mirada.
—Ya sabes lo que quiero Myriam, pero de lo que no estoy tan seguro es de lo que puedo esperar de ti. En fin, el tiempo nos lo dirá. Soy un hombre paciente.
—¡Deja de hablarme con acertijos! —estalló Myriam—. ¡Sabes que odio ese tipo de cosas! Explícame exactamente lo que tienes pensado. ¿Vas a venir los fines de semana a Sydney, o en el fondo esperas que termine resignándome y yéndome a vivir a Melbourne? Espero que no estés pensando en montarme un piso en cualquier parte. No estoy dispuesta a soportar una relación a escondidas. Si voy a ser tu novia, o algo parecido, quiero que tengamos una relación normal, nada sucio. Tú te ocuparás de tus gastos, y yo de los míos.
Víctor soltó un silbido ante aquella declaración.
—¡Esta es mi Myriam! De acuerdo, te daré entonces toda la información que pueda en este momento. En primer lugar, no quiero que te resignes a vivir en Melbourne, porque voy a trasladarme a Sydney en cuanto pueda. Puedes seguir viviendo donde vives y, por supuesto, no tengo nada que decir sobre tu trabajo.
Myriam sintió que iba a estallar de alegría; los ojos se le llenaron de lágrimas de felicidad.
—¿De verdad? Oh, Víctor, eso es maravilloso. ¡No sabes lo feliz que me haces!
Víctor se quedó mirándola en silencio. Un segundo después, la abrazó y la besó con una pasión que les hizo estremecerse a los dos.
—Dime que me amas —susurró contra su boca.
En aquella ocasión Myriam no vaciló, no necesitaba protegerse de nada.
—Te amo —le dijo con voz trémula.
—¿Y nunca amarás a otro?
—Nunca he amado a nadie más.
—Es todo lo que necesitaba saber. ¿A qué hora volverás a tu casa después del trabajo el lunes por la mañana?
—Alrededor de las cuatro y media.
—Allí estaré —dijo Víctor, se volvió y bajó corriendo los escalones para dirigirse a su coche.
En el momento en el que lo observaba alejarse por la carretera del valle, Myriam se dio cuenta de algo crucial:
Víctor no le había dicho a ella que la amaba.
—Señor Montemayor...
Todo el mundo levantó la cabeza de sus platos al oír la voz de Víctor. Llevaban ya cerca de diez minutos comiendo sentados a la mesa de la cocina.
Ninguno hablaba demasiado, cada uno de ellos parecía estar ensimismado en sus propios pensamientos mientras daba cuenta del pollo y las patatas fritas. Myriam estaba enfadadísima con David, que continuaba dirigiéndoles a Víctor y a ella miradas que podrían haber hecho preguntarse muchas cosas a su padre si no hubiera estado tan distraído.
—¿Si, Víctor? —preguntó Antonio.
—Quería comentarle algo acerca de esas vacaciones que usted y su mujer están planeando.
—¿Qué, Víctor?
—Sé que usted es un hombre orgulloso, y que jamás aceptaría que hicieran caridad con usted, pero para mi sería un gran placer poder regalarles unas vacaciones. Me gustaría que lo considerara como una muestra de agradecimiento por la amabilidad que me mostraron usted y su mujer cuando me quedé aquí aquel verano. Fueron las mejores vacaciones que he tenido en mi vida y jamás las he olvidado.
David hizo un sonido burlón que provocó una mirada de asombro de su padre y otra de furia de Myriam.
—¿Crees que no debo considerar la oferta de Víctor? —le preguntó Antonio a su hijo en tono de extrañeza.
Myriam le dirigió a su hermano una mirada suplicante y este pareció ceder a lo que le pedía.
—Por supuesto que debes considerarla. Él puede afrontar ese gasto, ¿verdad, Víctor? —añadió palmeándole el hombro a Víctor con un pretendido gesto de cariño—. Unos cuantos miles de dólares no representan nada en el océano de los García.
Antonio sacudió la cabeza.
—Ese no es el problema. Es muy amable por tu parte, Víctor, pero no estoy seguro de que a Nora le parezca una buena idea.
Myriam alargó el brazo para tomar la mano de su padre.
—Papá, no seas tonto. Como ha dicho Víctor, tú y mamá le ofrecieron a él unas vacaciones y ahora lo único que quiere es devolveerles el favor.
—En ese caso, supongo que no puedo negarme —Antonio suspiró—. Pero por favor, que no sea nada demasiado caro, y que no haya que viajar mucho. Preferirla que fueran en Australia, en algún lugar tranquilo.
—Conozco el lugar ideal: la Isla de Orfeo. Es la isla situada más al norte de la Gran Barrera de Arrecifes y también la más hermosa.
Y la más cara, pensó Myriam, pero mantuvo la boca cerrada. Afortunadamente, David tampoco dijo nada, aunque arqueó las cejas con una expresión que demostraba que él también sabía lo que podían costar unas vacaciones en aquella isla.
—Nora siempre ha querido disfrutar de unas vacaciones en alguna de esas islas.
—Pues va a poder hacerlo —contestó Víctor con fir¬meza—. Myriam, si yo te doy el dinero, ¿podrías ocuparte tú de organizarlo todo? Creo que la época mejor sería alrededor de mayo. Tu madre ya se habrá recuperado para entonces y el tiempo es muy agradable en esas fechas.
Al oírlo, Myriam recordó una vez más lo diferentes que eran sus modos de vida. Víctor siempre había podido satisfacer cualquiera de sus caprichos, incluyendo en estos cualquier viaje que se le antojara a los lugares más apartados y románticos del mundo. « ¿Quién sabe?», se preguntó, quizá ella sólo fuera uno de sus últimos caprichos.
—Mayo es una buena época, si —confirmó Antonio—. Ya tendré recogida la cosecha de verano y los vecinos pueden cuidarnos los animales.
—Entonces ya está todo arreglado —dijo Víctor complacido.
Antonio arrastró la silla hacia atrás y se levantó.
—Chicos, si no les importa, creo que voy a dar un paseo por el río. Me está empezando a doler la cabeza y de esa forma suelo despejarme. No tardaré mucho.
Myriam observó a su padre mientras abría la puerta de la cocina y salía al porche. Esperaba que su madre estuviera recuperándose de verdad porque Antonio Montemayor jamás volvería a ser el mismo sin ella. Se habían amado demasiado.
—Debe de ser muy agradable poder comprar todo lo que se quiere —comentó David mirando a Víctor con expresión de abierta enemistad—. La amistad, la admiración. Incluso a mi hermana. Dios mío Myriam, ¿es que no tienes orgullo? ¿No te das cuenta de que sólo eres una más? En cuanto se aburra, se desprenderá de ti como si fueras un pañuelo desechable. Para él, no eras nada más que un desafío, porque eras la única mujer con la que no pudo acostarse cuando se encaprichó con ella. Pero ya has dejado de serlo. A partir de ahora, ya sólo serás otra de esas estúpidas que están deseando bajarse las bragas delante del magnífico Víctor García.
—¡Ya es suficiente! —estalló Víctor. Apoyó las manos a ambos lados de su plato y se levantó.
Myriam sintió miedo. Nunca había visto a Víctor con ese aspecto tan amenazador, ni tan furioso. Recordó vagamente que hacía tiempo David le había comentado que Víctor había practicado muchos deportes, incluidas las artes marciales. En cualquier caso, teniendo en cuenta las perfectas condiciones físicas en las que se encontraba, no le iba hacer falta recordar sus habilidades para destrozar a David si así lo decidía.
—Vamos fuera, David.
—¡Víctor, no! —gritó Myriam—. Por favor, no —le suplicó.
—No estoy desafiándolo a un duelo, Myriam. Simplemente quiero arreglar algunas cosas.
—¿Estás seguro?
—Por el amor de Dios, Myriam —explotó David irritado—. Somos adultos, no niños. Además, puedo cuidarme perfectamente, no necesito que mi hermana pequeña venga a ayudarme. Si Víctor tiene ganas de pelea, que lo intente. Ha llovido mucho desde que era el superatleta de la universidad. Y yo también he cambiado mucho desde entonces. Desde luego, ya no soy el jovencito de campo fácilmente impresionable que estaba encantado de poder lamerle los pies al gran Víctor.
Myriam sacudió la cabeza, pero no dijo nada. Aterrorizada, observó salir a su hermano y su amante al patio y dirigirse al establo. En cuanto se metieron en él, cerraron las puertas tras ellos. La joven esperaba que de un momento a otro empezaran a temblar las paredes y a salir nubes de polvo, como en los dibujos animados, pero todo permaneció en un absoluto silencio durante unos veinte minutos, hasta que se abrieron de nuevo las puertas.
Salieron los dos juntos. David parecía un tanto estupefacto, pero no tenía muy mal aspecto. Se alejó en dirección al río, mientras Víctor regresaba hacia la casa. Myriam salió rápidamente al porche para acudir a su encuentro.
—¿Qué ha pasado? ¿Qué le has dicho? —le preguntó nada más verlo.
Víctor se quedó mirándola en silencio antes de contestar:
—Eso es asunto de David y mío, Myriam.
—Pero... pero...
—No intentes sacarle nada a David tampoco —la interrumpió cortante—. Le pondrías en una situación muy desagradable. Mira, he decidido marcharme ya a Sydney. Cuanto antes pueda estar en Melbourne, mejor. Así podré regresar a Sydney para el próximo fin de semana. ¿Qué planes tienes tú? ¿Cuánto tiempo piensas quedarte aquí?
A Myriam le daba vueltas la cabeza. No estaba nada segura de lo que iba a pasar a partir de entonces con su vida.
—Yo... pensaba quedarme aquí por lo menos una semana.
—¿Entonces no estarás en Sydney el fin de semana que viene?
—No. Supongo que David ya habrá vuelto para entonces, así que seguramente me iré en el tren que sale el domingo por la noche. Tengo que estar en el colegio la última semana de curso —se detuvo un instante—. Víctor, ¿cómo va a seguir esto?
—¿A qué te refieres? ¿A lo que ha sucedido entre David y yo?
—No, estoy hablando de ti y de mí. ¿Qué es lo que quieres de mi, Víctor? ¿Qué esperas?
—¿Vamos a volver a lo que ya hemos acordado esta mañana en el coche? —le preguntó Víctor mirándola con recelo.
Myriam levantó la barbilla con aire desafiante, pero el corazón se le encogió en el pecho.
—No.
Víctor adoptó entonces una expresión triunfante y la recorrió de pies a cabeza con la mirada.
—Ya sabes lo que quiero Myriam, pero de lo que no estoy tan seguro es de lo que puedo esperar de ti. En fin, el tiempo nos lo dirá. Soy un hombre paciente.
—¡Deja de hablarme con acertijos! —estalló Myriam—. ¡Sabes que odio ese tipo de cosas! Explícame exactamente lo que tienes pensado. ¿Vas a venir los fines de semana a Sydney, o en el fondo esperas que termine resignándome y yéndome a vivir a Melbourne? Espero que no estés pensando en montarme un piso en cualquier parte. No estoy dispuesta a soportar una relación a escondidas. Si voy a ser tu novia, o algo parecido, quiero que tengamos una relación normal, nada sucio. Tú te ocuparás de tus gastos, y yo de los míos.
Víctor soltó un silbido ante aquella declaración.
—¡Esta es mi Myriam! De acuerdo, te daré entonces toda la información que pueda en este momento. En primer lugar, no quiero que te resignes a vivir en Melbourne, porque voy a trasladarme a Sydney en cuanto pueda. Puedes seguir viviendo donde vives y, por supuesto, no tengo nada que decir sobre tu trabajo.
Myriam sintió que iba a estallar de alegría; los ojos se le llenaron de lágrimas de felicidad.
—¿De verdad? Oh, Víctor, eso es maravilloso. ¡No sabes lo feliz que me haces!
Víctor se quedó mirándola en silencio. Un segundo después, la abrazó y la besó con una pasión que les hizo estremecerse a los dos.
—Dime que me amas —susurró contra su boca.
En aquella ocasión Myriam no vaciló, no necesitaba protegerse de nada.
—Te amo —le dijo con voz trémula.
—¿Y nunca amarás a otro?
—Nunca he amado a nadie más.
—Es todo lo que necesitaba saber. ¿A qué hora volverás a tu casa después del trabajo el lunes por la mañana?
—Alrededor de las cuatro y media.
—Allí estaré —dijo Víctor, se volvió y bajó corriendo los escalones para dirigirse a su coche.
En el momento en el que lo observaba alejarse por la carretera del valle, Myriam se dio cuenta de algo crucial:
Víctor no le había dicho a ella que la amaba.
dulce_myrifan- VBB PLATINO
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Localización : Culiacán, Sinaloa
Fecha de inscripción : 23/05/2008
Re: Un Beso Inolvidable...Final
Dulce Muchas gracias por postear capiiiiiiiiiiii e gusta mucho tu novela!!!!!
Graciasssssssssssss
Y una pregunta!!! por k el no le dijo k la AMABAAAAAAAAAAA o sea!!!!
Espero el proximo!!
besos
Jenny
Graciasssssssssssss
Y una pregunta!!! por k el no le dijo k la AMABAAAAAAAAAAA o sea!!!!
Espero el proximo!!
besos
Jenny
Re: Un Beso Inolvidable...Final
Muchas gracias por le capitulo, no tardes con el siguiente.
alma.fra- VBB DIAMANTE
- Cantidad de envíos : 2190
Fecha de inscripción : 25/06/2008
Re: Un Beso Inolvidable...Final
Ay no le dijo que la amaba.. espero que no se ponga a dudar Myris!..
gracias por el cap Dulce
gracias por el cap Dulce
Carmen- VBB PLATINO
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Localización : Mazatlán
Fecha de inscripción : 24/05/2008
Re: Un Beso Inolvidable...Final
Ayy ni cuenta me habia dado que falta un capi pal final jajaja como andaria de distraida pero bueno aqui el penultimo y el next el final... saluditos.
Capítulo 15
—Víctor ya se ha ido, ¿verdad?
Myriam, que estaba sentada en uno de los escalones del porche, levantó la mirada. En sus ojos se reflejaba una profunda tristeza.
—Sí —fue lo único que pudo contestar sin romper a llorar.
Tardó algunos segundos en darse cuenta de que David la estaba mirando de una forma extraña. Parecía asombrado, era como si estuviera intentando averiguar los sentimientos de su hermana, pero sin tener ningún éxito.
—No me mires así, David —le dijo—. Tú no lo entiendes, lo amo. Siempre lo he amado, desde el verano que vino aquí contigo. Sé que piensas que no se merece ese amor, pero yo creo que sí. En el fondo, Víctor es un hombre estupendo. Lo que pasa es que tú no lo entiendes.
David levantó ambas manos, como si tuviera que defenderse de las agresivas palabras de su hermana.
—En eso te equivocas, Myriam. Creo que conozco muy bien a Víctor, quizá mejor que tú.
Myriam se levantó de un salto y miró a su hermano echando chispas por los ojos.
—Por Dios David, no vuelvas a sacar esa tontería del superestudiante, es una historia demasiado veja. ¿Qué demonios te pasa? ¿Por qué no paras de criticar a Víctor? Se suponía que eras su mejor amigo, pero tienes que reconocer que no lo parece. ¿Sabes? Creo que lo que te pasa es que estás celoso, que en el fondo siempre has estado celoso de él.
Myriam puso los brazos en jarras, mientras David la miraba con una estúpida sonrisa en el rostro.
—Creo que estoy empezando a darme cuenta de lo que ha visto Víctor en ti. Te estás convirtiendo en una mujer muy fogosa. Supongo que era yo el que estaba confundido al pensar que continuabas siendo una adolescente tranquila e inocente que necesitaba que te protegieran de lobos como Víctor García.
—¡Víctor no es un lobo! —protestó con calor—. No lo era antes y tampoco lo es ahora. Hablas de él como si en aquella época hubiera intentado seducirme o algo así. Y yo era la única que quería ser seducida.
—Eso me ha dicho.
—¿Qué? —Myriam frunció el ceño al oírlo. No le gustaba lo que acababa de oír—. ¿Qué te ha dicho de mí?
—No puedo decírtelo.
—¿Qué demonios significa eso? ¿Por qué no puedes decirme lo que te ha dicho? ¿Por qué tienen que andarse con tantos secretos?
—Eso es lo que Víctor ha querido.
—¿Y desde cuándo haces todo lo que Víctor te dice? Soy tu hermana, por el amor de Dios. Me debes lealtad antes que a él.
David soltó una carcajada.
—¿De verdad? Si dices eso, es que no sabes nada de las relaciones entre compañeros.
—Paparruchas. Hace años que Víctor y tú han dejado de serlo.
—Querida hermanita, los hombres no somos como las mujeres. No nos hace falta vemos una vez a la semana para mantener una sólida amistad. Víctor y yo hemos arreglado hoy algunas cosas, ahora somos mejores amigos que nunca.
—¡Pues que estúpidos!
David soltó una carcajada.
—Yo que tú cuidaría ese lenguaje. Una mujer que va a ir colgada del brazo de Víctor García a todas partes no puede hablar así.
—¿Estás hablando en serio? —le preguntó Myriam, furiosa.
—Claro que sí. Sabes que ocupa una posición muy importante.
—Bueno, David —repuso Myriam—, quizá me limite a estar en su cama y estoy segura de que a las amistades de Víctor no les importará demasiado el lenguaje que use allí. Supongo que podré hablar como quiera y que Víctor no pondrá ninguna objeción.
El semblante de David se oscureció.
—¡Basta ya, Myriam!
—¿Por qué? Ahora que has decidido volver a lamer las botas a Víctor, es mejor que sepas con quién estás tratando. No se lo que te habrá dicho Víctor en el establo, pero la verdad es que me pidió que me casara con él y yo rechacé su oferta. Le dije que no estaba dispuesta a ser la esposa de un hombre tan importante que se pasaba la mayor parte de su vida viajando. Por supuesto, a Víctor no le afectó en absoluto que no aceptara su oferta y me propuso entonces que me convirtiera en su compañera de cama, o sea David, en su amante. ¿Qué te parece?
—¿Quién es la que está insultando a Víctor ahora?
—Creo que tengo derecho a hacerlo. Al fin y al cabo, estoy enamorada de ese canalla.
David se quedó mirándola en silencio y sacudió lentamente la cabeza con una sonrisa de pesar.
—¿Sabes una cosa, Myriam? Casi compadezco a Víctor. Durante todos estos años, pensaba que tenía que protegerte de él. Pero estaba equivocado. Lo que ocurre es casi lo contrario. Pobre canalla—comentó riendo mientras se alejaba—. ¿Quién iba a pensarlo?
Una llamada a la puerta hizo que Myriam apartara la mirada del reloj de pared de su despacho. Eran las tres y media, demasiado pronto para que fuera Vanessa, que era una profesora muy responsable, y jamás daba por terminada una clase antes de que sonara el timbre.
Aquel día, Myriam habría preferido que no fuera tan responsable, pues Víctor iba a presentarse en su casa a las cuatro y media. No había sabido nada de él desde que se había despedido de ella en la granja, hacia ya una semana, ni le había escrito ni la había llamado por teléfono, una situación que no la tranquilizaba en absoluto. Aun así, estaba convencida de que Víctor acudiría aquella tarde a su cita.
—Entra —gritó, al ver que, después de llamar, no entraba nadie en el despacho.
Era Julie, que entraba con expresión tímida, pero feliz.
—Siento molestarla, señorita. Sé que no le había pedido cita, pero sólo quería que supiera que... bueno, que no lo hice..., ya sabe, con Warren. Estuve pensando en lo que usted me dijo y decidí esperar hasta que apareciera alguien especial.
A Myriam se le llenaron los ojos de lágrimas, sin que pudiera hacer nada para impedirlo.
—También quería preguntarle si estará aquí el año que viene... Verá, usted es la tercera consejera que tenemos, todas se van después de estar aquí un año. Todas la queremos mucho, señorita, y pensamos que es una consejera estupenda. ¡Hasta a Gloria le gusta!
Myriam soltó una carcajada. Gloria era la alumna más inquieta del colegio.
—Eso es todo un cumplido —repuso Myriam con los ojos brillantes, pero aquella vez de alegría—. Sí, Julie, estaré aquí el año que viene.
—Vaya, eso es maravilloso. Como no vino la semana pasada, pensamos que ya se había hartado de nosotras y que estaba dedicando esos días a buscar otro trabajo.
—Qué va, Julie, nada de eso. Mi madre estaba enferma, tuvo un ataque al corazón, pero ya se encuentra mejor. De hecho, ayer salió del hospital.
—Caramba, señorita, no lo sabíamos. Nadie nos lo dijo —comentó Julie contrariada—. ¡Nadie nos dice nunca nada! Si lo hubiéramos sabido, le habríamos enviado una postal o algo parecido. Debió pensar que no nos importaba.
Myriam estaba conmovida por los sentimientos de la chica. Momentos como aquél eran los que hacían que mereciera la pena su trabajo.
—Sé que te importo, Julie —le contestó con un nudo de emoción en la garganta—. Y quiero que sepas que estoy muy orgullosa de ti por la decisión que has tomado. Es una decisión propia de una persona madura.
Julie sonrió de oreja a oreja.
—Sí, yo también lo pensé. Pero no se lo cuente a nadie. Le he dicho a todo el mundo que el sexo es algo fantástico.
Vanessa asomó la cabeza por el despacho poco después de que Julie se fuera.
—¿Qué quería esa juerguista? —preguntó con expresión burlona—. ¿Sabes que le ha estado contando a todo el mundo que ha dejado de ser virgen este fin de semana? ¿Qué clase de jóvenes están educando los padres hoy en día?
—No creo que sean tan distintas de nosotras —repuso Myriam con ironía—. Todas nos esforzamos de forma especial para que los asuntos relacionados con el amor y el sexo funcionen perfectamente, y todas cometemos los más terribles errores.
—¿Estás insinuando que has cometido un error al aceptar tener una relación más o menos estable con Víctor?
Myriam se levantó y empezó a ordenar su escritorio.
—Por supuesto. Él nunca me va a dar lo que quiero. Vanessa.
—¿Y qué es lo que tú quieres?
—Una familia normal, un hogar, hijos... y un maridito que venga a casa todas las noches.
—¡Ja! Pues a mí déjame las orgías salvajes y los viajes en avión privado.
—¡No mientas Vanessa! He visto cómo mirabas a Bret Johnson, y creo que no podías haberte fijado en un tipo más normal. Así que dime, ¿qué hay entre tú y el profesor de economía?
—No mucho, al menos todavía —añadió Vanessa con una sonrisa traviesa—. Pero me gusta. Me gusta mucho.
—¿Y por qué no le vas a gustar tú a él? Eres una persona bastante agradable... por lo menos para ser profesora de matemáticas. Bueno, ya me lo contarás todo durante el trayecto a casa, así dejaré de pensar en Víctor.
—Eso va a ser imposible, cariño, lo sabes tan bien como yo.
—Es posible que tengas razón —gimió Myriam.
Capítulo 15
—Víctor ya se ha ido, ¿verdad?
Myriam, que estaba sentada en uno de los escalones del porche, levantó la mirada. En sus ojos se reflejaba una profunda tristeza.
—Sí —fue lo único que pudo contestar sin romper a llorar.
Tardó algunos segundos en darse cuenta de que David la estaba mirando de una forma extraña. Parecía asombrado, era como si estuviera intentando averiguar los sentimientos de su hermana, pero sin tener ningún éxito.
—No me mires así, David —le dijo—. Tú no lo entiendes, lo amo. Siempre lo he amado, desde el verano que vino aquí contigo. Sé que piensas que no se merece ese amor, pero yo creo que sí. En el fondo, Víctor es un hombre estupendo. Lo que pasa es que tú no lo entiendes.
David levantó ambas manos, como si tuviera que defenderse de las agresivas palabras de su hermana.
—En eso te equivocas, Myriam. Creo que conozco muy bien a Víctor, quizá mejor que tú.
Myriam se levantó de un salto y miró a su hermano echando chispas por los ojos.
—Por Dios David, no vuelvas a sacar esa tontería del superestudiante, es una historia demasiado veja. ¿Qué demonios te pasa? ¿Por qué no paras de criticar a Víctor? Se suponía que eras su mejor amigo, pero tienes que reconocer que no lo parece. ¿Sabes? Creo que lo que te pasa es que estás celoso, que en el fondo siempre has estado celoso de él.
Myriam puso los brazos en jarras, mientras David la miraba con una estúpida sonrisa en el rostro.
—Creo que estoy empezando a darme cuenta de lo que ha visto Víctor en ti. Te estás convirtiendo en una mujer muy fogosa. Supongo que era yo el que estaba confundido al pensar que continuabas siendo una adolescente tranquila e inocente que necesitaba que te protegieran de lobos como Víctor García.
—¡Víctor no es un lobo! —protestó con calor—. No lo era antes y tampoco lo es ahora. Hablas de él como si en aquella época hubiera intentado seducirme o algo así. Y yo era la única que quería ser seducida.
—Eso me ha dicho.
—¿Qué? —Myriam frunció el ceño al oírlo. No le gustaba lo que acababa de oír—. ¿Qué te ha dicho de mí?
—No puedo decírtelo.
—¿Qué demonios significa eso? ¿Por qué no puedes decirme lo que te ha dicho? ¿Por qué tienen que andarse con tantos secretos?
—Eso es lo que Víctor ha querido.
—¿Y desde cuándo haces todo lo que Víctor te dice? Soy tu hermana, por el amor de Dios. Me debes lealtad antes que a él.
David soltó una carcajada.
—¿De verdad? Si dices eso, es que no sabes nada de las relaciones entre compañeros.
—Paparruchas. Hace años que Víctor y tú han dejado de serlo.
—Querida hermanita, los hombres no somos como las mujeres. No nos hace falta vemos una vez a la semana para mantener una sólida amistad. Víctor y yo hemos arreglado hoy algunas cosas, ahora somos mejores amigos que nunca.
—¡Pues que estúpidos!
David soltó una carcajada.
—Yo que tú cuidaría ese lenguaje. Una mujer que va a ir colgada del brazo de Víctor García a todas partes no puede hablar así.
—¿Estás hablando en serio? —le preguntó Myriam, furiosa.
—Claro que sí. Sabes que ocupa una posición muy importante.
—Bueno, David —repuso Myriam—, quizá me limite a estar en su cama y estoy segura de que a las amistades de Víctor no les importará demasiado el lenguaje que use allí. Supongo que podré hablar como quiera y que Víctor no pondrá ninguna objeción.
El semblante de David se oscureció.
—¡Basta ya, Myriam!
—¿Por qué? Ahora que has decidido volver a lamer las botas a Víctor, es mejor que sepas con quién estás tratando. No se lo que te habrá dicho Víctor en el establo, pero la verdad es que me pidió que me casara con él y yo rechacé su oferta. Le dije que no estaba dispuesta a ser la esposa de un hombre tan importante que se pasaba la mayor parte de su vida viajando. Por supuesto, a Víctor no le afectó en absoluto que no aceptara su oferta y me propuso entonces que me convirtiera en su compañera de cama, o sea David, en su amante. ¿Qué te parece?
—¿Quién es la que está insultando a Víctor ahora?
—Creo que tengo derecho a hacerlo. Al fin y al cabo, estoy enamorada de ese canalla.
David se quedó mirándola en silencio y sacudió lentamente la cabeza con una sonrisa de pesar.
—¿Sabes una cosa, Myriam? Casi compadezco a Víctor. Durante todos estos años, pensaba que tenía que protegerte de él. Pero estaba equivocado. Lo que ocurre es casi lo contrario. Pobre canalla—comentó riendo mientras se alejaba—. ¿Quién iba a pensarlo?
Una llamada a la puerta hizo que Myriam apartara la mirada del reloj de pared de su despacho. Eran las tres y media, demasiado pronto para que fuera Vanessa, que era una profesora muy responsable, y jamás daba por terminada una clase antes de que sonara el timbre.
Aquel día, Myriam habría preferido que no fuera tan responsable, pues Víctor iba a presentarse en su casa a las cuatro y media. No había sabido nada de él desde que se había despedido de ella en la granja, hacia ya una semana, ni le había escrito ni la había llamado por teléfono, una situación que no la tranquilizaba en absoluto. Aun así, estaba convencida de que Víctor acudiría aquella tarde a su cita.
—Entra —gritó, al ver que, después de llamar, no entraba nadie en el despacho.
Era Julie, que entraba con expresión tímida, pero feliz.
—Siento molestarla, señorita. Sé que no le había pedido cita, pero sólo quería que supiera que... bueno, que no lo hice..., ya sabe, con Warren. Estuve pensando en lo que usted me dijo y decidí esperar hasta que apareciera alguien especial.
A Myriam se le llenaron los ojos de lágrimas, sin que pudiera hacer nada para impedirlo.
—También quería preguntarle si estará aquí el año que viene... Verá, usted es la tercera consejera que tenemos, todas se van después de estar aquí un año. Todas la queremos mucho, señorita, y pensamos que es una consejera estupenda. ¡Hasta a Gloria le gusta!
Myriam soltó una carcajada. Gloria era la alumna más inquieta del colegio.
—Eso es todo un cumplido —repuso Myriam con los ojos brillantes, pero aquella vez de alegría—. Sí, Julie, estaré aquí el año que viene.
—Vaya, eso es maravilloso. Como no vino la semana pasada, pensamos que ya se había hartado de nosotras y que estaba dedicando esos días a buscar otro trabajo.
—Qué va, Julie, nada de eso. Mi madre estaba enferma, tuvo un ataque al corazón, pero ya se encuentra mejor. De hecho, ayer salió del hospital.
—Caramba, señorita, no lo sabíamos. Nadie nos lo dijo —comentó Julie contrariada—. ¡Nadie nos dice nunca nada! Si lo hubiéramos sabido, le habríamos enviado una postal o algo parecido. Debió pensar que no nos importaba.
Myriam estaba conmovida por los sentimientos de la chica. Momentos como aquél eran los que hacían que mereciera la pena su trabajo.
—Sé que te importo, Julie —le contestó con un nudo de emoción en la garganta—. Y quiero que sepas que estoy muy orgullosa de ti por la decisión que has tomado. Es una decisión propia de una persona madura.
Julie sonrió de oreja a oreja.
—Sí, yo también lo pensé. Pero no se lo cuente a nadie. Le he dicho a todo el mundo que el sexo es algo fantástico.
Vanessa asomó la cabeza por el despacho poco después de que Julie se fuera.
—¿Qué quería esa juerguista? —preguntó con expresión burlona—. ¿Sabes que le ha estado contando a todo el mundo que ha dejado de ser virgen este fin de semana? ¿Qué clase de jóvenes están educando los padres hoy en día?
—No creo que sean tan distintas de nosotras —repuso Myriam con ironía—. Todas nos esforzamos de forma especial para que los asuntos relacionados con el amor y el sexo funcionen perfectamente, y todas cometemos los más terribles errores.
—¿Estás insinuando que has cometido un error al aceptar tener una relación más o menos estable con Víctor?
Myriam se levantó y empezó a ordenar su escritorio.
—Por supuesto. Él nunca me va a dar lo que quiero. Vanessa.
—¿Y qué es lo que tú quieres?
—Una familia normal, un hogar, hijos... y un maridito que venga a casa todas las noches.
—¡Ja! Pues a mí déjame las orgías salvajes y los viajes en avión privado.
—¡No mientas Vanessa! He visto cómo mirabas a Bret Johnson, y creo que no podías haberte fijado en un tipo más normal. Así que dime, ¿qué hay entre tú y el profesor de economía?
—No mucho, al menos todavía —añadió Vanessa con una sonrisa traviesa—. Pero me gusta. Me gusta mucho.
—¿Y por qué no le vas a gustar tú a él? Eres una persona bastante agradable... por lo menos para ser profesora de matemáticas. Bueno, ya me lo contarás todo durante el trayecto a casa, así dejaré de pensar en Víctor.
—Eso va a ser imposible, cariño, lo sabes tan bien como yo.
—Es posible que tengas razón —gimió Myriam.
dulce_myrifan- VBB PLATINO
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Re: Un Beso Inolvidable...Final
muchas gracias por el capitulo y esperamos el final
jai33sire- VBB PLATINO
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Re: Un Beso Inolvidable...Final
como que ya se acaba?
bueno jejeje... ..muy padre los capis..
esperop ansiosa el final! saludos!!!
atte. crazy
bueno jejeje... ..muy padre los capis..
esperop ansiosa el final! saludos!!!
atte. crazy
crazylocademica- VBB PLATINO
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Re: Un Beso Inolvidable...Final
aPOCOOO TAN PRONTO????
Graciasssssssssss por los caps espero el final
Graciasssssssssss por los caps espero el final
Chicana_415- VBB PLATINO
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Re: Un Beso Inolvidable...Final
Gracias por el capitulo, No tardes con el final.
alma.fra- VBB DIAMANTE
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Re: Un Beso Inolvidable...Final
KOMO KE YAMERO SE KABAAA NOOO ESTA MUY WENA LA NOBEEE DULL.....
AYYY NO KIERO KESE KABEEE ... PERO PUES WENOYA KIEROO EL FINALLL NI/AAA ANDALEE EMPIESALEEE YA KEREMOS EL FINALLLL........GRASIAS POR EL KAPIII DULLL.............
AYYY NO KIERO KESE KABEEE ... PERO PUES WENOYA KIEROO EL FINALLL NI/AAA ANDALEE EMPIESALEEE YA KEREMOS EL FINALLLL........GRASIAS POR EL KAPIII DULLL.............
Re: Un Beso Inolvidable...Final
buuuuuu ya se va acabar....ps que esta haciando el vic que no aparece ya myri esta toda desanimada...ojala que en la cita se arregle todo
gracias dulce...estare esperando el final...besos
gracias dulce...estare esperando el final...besos
susy81- VBB CRISTAL
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Re: Un Beso Inolvidable...Final
CREO QUE VICTOR VA A SORPRENDER A MYRIAM CON UNA BODA, GRACIAS POR EL CAPÍTULO
mats310863- VBB PLATINO
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Fecha de inscripción : 01/06/2008
Re: Un Beso Inolvidable...Final
Ahora si aqui el final, mil gracias a todas por sus comentarios y pues era la primera novelita que ponia en este foro new .. ahora seguire con la otra... espero prontito traerles otraa... saluditos.
Capítulo 15 FINAL
Al ver el Audi negro de Víctor aparcado en la acera del bloque de viviendas en el que se encontraba su apartamento, Myriam admitió que la confianza que había mantenido durante todo el día en que Víctor acudiera a su cita era casi una impostura. En el fondo, temía terriblemente que no lo hiciera.
—Eh, cuidado —le advirtió Vanessa cuando el coche pasó peligrosamente cerca de una camioneta que iba en sentido contrario.
—Lo siento, estaba distraída.
—Sí, y ya se por qué. Creía que habías dicho que no vendría hasta las cuatro y media —comentó Vanessa secamente.
—Eso es lo que me dijo —contestó Myriam, haciendo un enorme esfuerzo para intentar controlar el temblor de sus manos y voz.
—Bueno, pues son sólo las cuatro y veinte. Parece que tiene ganas de verte.
—Sí, ¿pero por qué?
Vanessa volvió la cabeza y arqueó las cejas.
—Vaya, vaya... creía que yo era la única cínica que había por aquí.
Myriam suspiró.
—Estoy aprendiendo rápidamente.
—Con los hombres no puede ser de otra manera. Sobre todo con hombres con ese aspecto.
Ambas observaron a Víctor, que salía en ese momento de su coche. Iba informalmente vestido, con unos vaqueros y un polo azul marino. A pesar de la sencillez de su ropa, conservaba su aspecto de hombre rico y casi perversamente sofisticado. Quizá fuera por su pelo, o tal vez por el reloj, de oro verdadero, que llevaba en la muñeca, o por su forma de andar.
¿Nacerían las personas ricas con ese aire de arrogancia, o sería algo que aprendían al ser tratados durante toda su vida como seres superiores?
Incluso Vanessa estaba sacudiendo la cabeza.
—Eso es un hombre, Myriam. Entiendo perfectamente que estés loca por él. Si me pidiera que fuera su amante, le diría inmediatamente que si. Creo que hasta estaría de acuerdo con ser su esposa. La verdad es que admiro la fuerza de carácter que has tenido para decirle que no. Aunque quizá por eso esté tan interesado en ti. No creo que haya habido muchas mujeres que lo hayan rechazado a lo largo de su vida.
—Mmm —fue todo lo que Myriam pudo decir mientras paraba el coche detrás del de Víctor—. ¿Te importa meter el garaje en el coche, Vanessa? —le pidió a su compañera de piso—. Me gustaría hablar con Víctor fuera de casa.
—Aguafiestas —gruñó Vanessa.
—Después, subiré con él a tomar café.
—Estupendo, iré poniendo la cafetera.
Víctor se acercó al coche de Myriam mientras ésta salía y la recorrió de arriba abajo con la mirada. Myriam no hubiera sabido decir si le gustaba o no lo que estaba viendo; la expresión de Víctor era bastante desabrida.
La imagen de Myriam durante los días laborables estaba muy lejos de la que proyectaba el día que Víctor la había encontrado en la fiesta de David. Solía ir con trajes de chaqueta y blusas sencillas que no destacaban demasiado entre los uniformes de las alumnas ni realzaban especialmente su aspecto. Prácticamente no se maquillaba y el pelo lo llevaba recogido en la nuca.
—Hola, Myriam —dijo Víctor—. Vanessa —añadió al ver a su amiga, que salía en ese momento del coche para ir a sentarse al asiento del conductor.
—Víctor —le contestó sucintamente Vanessa, dirigiéndole una seca sonrisa—. Tu puntualidad es impresionante.
Víctor sonrió sin decir nada, pero Myriam advirtió al momento la tensión que encerraba su sonrisa e inmediatamente sucumbió a las dudas y miedos que en ella despertó.
Había ido para decirle que todo había terminado, pensó aterrada, que había decidido no trasladarse a Sydney. Que estar a su lado le suponía demasiados problemas.
Pero si ese fuera el caso, intentó razonar, ¿para que iba a ir personalmente a decírselo? Podría haberse limitado a mandarle una carta o hacer una llamada de teléfono.
—¿Ya has solucionado todos los asuntos que tenías pendientes? —le preguntó Myriam cuando Vanessa desapareció con el coche en el garaje.
—Hasta cierto punto —respondió crípticamente—. Todavía tengo que atar algunos cabos. Pero si lo que estás preguntándome es si ya puedo venir a vivir a Sydney, la respuesta es sí —añadió, sin apartar la mirada de su preocupado rostro.
El alivio de Myriam pareció complacerle. Pero a ella no le hizo ninguna gracia.
—Para estar a tu disposición cuando quieras —continuó Víctor.
El amor y el orgullo no eran buenos compañeros de cama, pensó Myriam desesperanzada.
—¿Te apetece subir a tomar una café? Vanessa va a preparar la cafetera.
—Preferiría hablar contigo a solas, Myriam —contestó con una seriedad que hizo revivir todos los temores de la joven—. ¿Podemos ir a algún sitio para hablar? ¿Hay por aquí algún parque o algo parecido?
—Si, supongo que sí. Pero déjame subir antes a decirle a Vanessa que nos vamos.
Cuando volvió, Víctor ya estaba metido en el coche. Siguiendo las indicaciones de Myriam, se dirigió hacia un parque situado cerca del puerto. En invierno era un lugar gélido, pero en las tardes de verano era delicioso sentir la brisa que llegaba del mar. La vista que desde allí se contemplaba, habría tranquilizado al corazón más atormentado.
Y el corazón de Myriam no andaba muy tranquilo aquel día. De hecho, le estaba costando muchísimo permanecer en silencio mientras caminaban buscando un banco vació. Cuando por fin se sentaron, se volvió inmedia¬tamente hacia Víctor.
—Víctor, no estoy segura de que... de que...
—No sigas, Myriam —la interrumpió Víctor bruscamente—. Escucha antes lo que tengo que decir. Después podrás hablar todo lo que quieras.
—De acuerdo —contestó Myriam, aunque sabía que no le iba a gustar lo que Víctor tenía que decirle.
—Hasta ahora no he sido totalmente sincero contigo.
A Myriam se le cayó el corazón a los pies.
—Yo sólo quería averiguar si todavía me amabas. Y ahora que ya lo se, te aseguro que en ningún momento he tenido la intención de convertirte en mi amante. Lo único que quiero que seas de verdad es mi esposa.
Myriam alzó rápidamente la mirada. Víctor le acarició cariñosamente la mejilla, causando un auténtico cataclismo en el corazón de la joven.
—Te amo, Myriam. Desde aquel verano, no he dejado de amarte...
—Pero... pero jamás volviste —le gritó—. ¡Y te casaste con otra mujer!
Víctor sacudió la cabeza y dejó caer las manos en el regazo.
—Permití estúpidamente que dirigieran el curso de mi vida otros sentimientos. Además, pensaba que no era digno de ti.
—¿Cómo podías pensar una cosa así?
—Oh, Myriam, ¿tienes idea de lo diferente que es tu familia de la mía? Aquel verano viví algo tan diferente a todo lo que hasta entonces había conocido, algo tan condenadamente maravilloso... A través de David ya había podido aprender algo de lo que después descubriría en el resto de los Montemayor. David era la persona más sincera y amable que había conocido en mi vida. Era un hombre íntegro, y eso me gustaba. Era sencillo, no se daba ningún aire de importancia, como tu madre decía. Me apreciaba por lo que era, no por lo que tenían mis padres y creo que no había nada que le gustara más que bajarme los humos, una tendencia que quizá haya llevado demasiado lejos con los años —añadió con un toque de acidez.
Después de tomarle a Myriam las manos, continuó:
—Pero la verdad es que comprendo la indignación de David en lo que a ti respecta. ¿Qué hermano hubiera querido para su hermana pequeña a un tipo como yo? En aquella época yo era un estúpido mimado, loco por el sexo, y los únicos sentimientos que hasta entonces había albergado hacia las chicas residían únicamente en mi entrepierna. Por eso, cuando me fui de la granja, no me resultó difícil decirme que había confundido lo que sentía por ti, que había creído que era amor lo que no era más que simple deseo.
—Yo intentaba decirme lo mismo —susurró Myriam—, pero no podía olvidarte.
—Ni yo a ti. Aunque puedo asegurarte que lo intenté. Evitaba a todas las chicas que pudieran recordarme remotamente a ti. Pero al mismo tiempo, estaba buscando el mismo tipo de relación que querría haber tenido contigo. Cuando conocí a Helen, ella averiguó exactamente lo que yo buscaba en una mujer, e hizo perfectamente su papel. Me convenció de que lo único que quería era ser mi esposa y la madre de mis hijos. Todo era fingido, por supuesto —continuó explicando—. Helen procedía de una familia que había tenido mucho dinero, pero lo había perdido en la crisis de los ochenta. Se casó conmigo por dinero, y dinero fue lo único que consiguió. Quizá yo fuera en parte culpable de su conducta, porque pronto debió hacerse muy obvio que yo no la quería más de lo que ella me quería a mí. Hice todo lo que estuvo en mis manos para que aquel matrimonio funcionara, pero estaba condenado desde el principio. Unos meses después de que Helen se negara a dormir conmigo, contraté a un detective privado y con el llegó el fin de nuestro matrimonio.
—¿Y durante ese tiempo estuviste con alguna otra mujer? —le preguntó; necesitaba conocer la respuesta—. ¿O con muchas otras, quizá?
—Sólo con una, pero puedes creerme cuando te digo que ni para ella ni para mí significó nada. Era una ejecutiva que tenía más de treinta años. Nos habíamos conocido por asuntos de trabajo y me dejó muy claro que estaba disponible. Aquella mujer utilizaba el sexo para relajarse, así me lo dijo. En realidad, mientras me diera lo que yo quería, a mí no me preocupaban demasiado los motivos que tenía para acostarse conmigo. Cuando finalmente Helen se fue, por primera vez en mi vida me puse a analizar mi existencia. Me miré en el espejo y decidí que no me gustaba lo que estaba viendo. Después vi algo más y, no me avergüenza admitirlo, Myriam, lloré.
—¿Qué es lo que viste, Víctor?
—Esto, Myriam —la joven lo observó intrigada mientras sacaba la billetera del bolsillo y extraía un viejo papel doblado. Con mucho cuidado, lo extendió y se lo tendió a la joven. Myriam se quedó sin respiración al darse cuenta de lo que era.
—¡Es mi poema! —exclamó con los ojos empañados por las lágrimas—. El que te di aquella noche... —alzó la mirada—. ¿Lo has guardado durante todos estos años?
—¿Cómo iba a tirarlo, Myriam? Nadie me ha querido nunca de esa forma, ni me ha escrito jamás algo tan her¬moso. Cuando volví a leerlo aquella mañana, no pude contener mi desesperación. Pero poco a poco la desesperación fue siendo sustituida por un sentimiento de firme determinación. Decidí que si todavía había la más mínima oportunidad para nosotros, haría lo imposible por aprovecharla. Sabía que no estabas casada y esperaba y rezaba para que todavía sintieras algo por mí. Me llevó varios días reunir la fuerza suficiente para empezar a actuar, pero el cumpleaños de David fue el motor de los acontecimientos. Sabía que todos los años hacía una fiesta, y también que tú estarías allí.
—Entonces, ¿cuando apareciste en casa de David, en realidad me estabas buscando a mí?
—Sí —confesó Víctor, inundando el corazón de Myriam de felicidad—. Una parte de mí me decía que era una estupidez ir a buscarte después de tantos años, pero ya no podía quitarme la idea de la cabeza.
Esbozó una sonrisa.
—Por supuesto, tenía una imagen de ti que no se ajustaba mucho a la realidad. No puedes imaginarte la impresión que me llevé cuando me abriste la puerta. Acabaste con mis arrogantes esperanzas de un solo golpe. Inmediatamente me di cuenta de que una mujer como tú no podía haber estado esperando durante tanto tiempo a un viejo amor.
—¡Pero lo había hecho, Víctor! —musitó, estrechando el poema en su pecho y mirando a Víctor con todo su amor.
—Sí, lo se, amor mío, y por eso he hecho lo que he hecho. Removería cielo y tierra para hacer tu sueño realidad, Myriam, porque también es el mío. Espero que lo que hasta ahora he hecho sea suficiente.
—¿Qué es lo que has hecho, Víctor?
—Tres cosas. He renunciado a la dirección de Industrias García, he puesto la casa de Melbourne en venta y voy hacer negocios con David en Sydney.
Myriam se quedó boquiabierta de la impresión.
—No me ha supuesto ningún sacrificio —le explicó Víctor—, y estoy seguro de que no me arrepentiré. Habiendo muerto mi padre y estando mi madre en el extranjero, no siento mucho aprecio por la compañía. He contratado a gente muy valiosa para atenderla y así lo único que tendré que hacer será echar un ojo de vez en cuando y asistir a unas cuantas reuniones al año. En cuanto a lo de mi casa, la verdades que no guardo ningún buen recuerdo de allí. Estaré encantado de comprarme una casa nueva. Y lo de David..., bueno, yo siempre he tenido ganas de hacer algo creativo y creo que no se me daría mal. David me dijo la noche de la fiesta que si tuviera dinero, montaría su propia agencia de publicidad, así que el día que estuvimos hablando en el establo le propuse que nos metiéramos juntos en el negocio, yo pondría el dinero y el su experiencia. Cuando se dio cuenta de que mis intenciones hacia ti eran serias, aceptó.
Myriam no sabía qué decir. Estaba demasiado desconcertada.
—Ahora quiero pedirte que te cases conmigo, Myriam. Si me dices que sí, iré a comprar el anillo de boda inmediatamente. No podremos casarnos hasta dentro de doce meses, pues hasta entonces no habré solucionado todo lo de mi divorcio. Pero mientras tanto, podemos ir bus¬cando la casa y planeando el tipo de boda que queremos. Pero si me dices que no, no renunciaré. Haré todo lo que esté en mi poder para hacerte cambiar de opinión. Te perseguiré, te seduciré, incluso te chantajearé. Serás mi esposa, Myriam Montemayor. Así que, ¿qué me dices? ¿Este es el momento indicado o no?
Myriam se quedó mirando fijamente el hermoso rostro de Víctor y después bajó la mirada hasta el poema que había escrito hacía ya tantos años. No necesitaba leerlo para saber su contenido; cada una de las palabras de aquel poema estaba grabada en su cerebro: Pero había algo increíble en poder verlo en su forma original, observar aquella letra que hablaba de la inocencia de su creadora y aquella hoja, tantas veces doblada, que mostraba la cantidad de veces que Víctor lo habría leído.
Pensaré en ti todos los días.
Soñaré contigo cada noche. Algún día vendrás a mí.
Alguna noche seremos un solo cuerpo.
El amor arde eternamente cuando es verdadero. No muere. Siempre te amaré.
—¿Myriam? —le dijo Víctor con voz ronca—. ¿Qué respondes, por el amor de Dios?
Myriam se esforzó en recuperar el control mientras alzaba la mirada. Intentó esbozar una sonrisa, pero sospechaba que estaba llorando.
—Si —consiguió decir mientras se abría paso entre las lágrimas una radiante sonrisa—. Sí, amor mío, sí.
Fin
Capítulo 15 FINAL
Al ver el Audi negro de Víctor aparcado en la acera del bloque de viviendas en el que se encontraba su apartamento, Myriam admitió que la confianza que había mantenido durante todo el día en que Víctor acudiera a su cita era casi una impostura. En el fondo, temía terriblemente que no lo hiciera.
—Eh, cuidado —le advirtió Vanessa cuando el coche pasó peligrosamente cerca de una camioneta que iba en sentido contrario.
—Lo siento, estaba distraída.
—Sí, y ya se por qué. Creía que habías dicho que no vendría hasta las cuatro y media —comentó Vanessa secamente.
—Eso es lo que me dijo —contestó Myriam, haciendo un enorme esfuerzo para intentar controlar el temblor de sus manos y voz.
—Bueno, pues son sólo las cuatro y veinte. Parece que tiene ganas de verte.
—Sí, ¿pero por qué?
Vanessa volvió la cabeza y arqueó las cejas.
—Vaya, vaya... creía que yo era la única cínica que había por aquí.
Myriam suspiró.
—Estoy aprendiendo rápidamente.
—Con los hombres no puede ser de otra manera. Sobre todo con hombres con ese aspecto.
Ambas observaron a Víctor, que salía en ese momento de su coche. Iba informalmente vestido, con unos vaqueros y un polo azul marino. A pesar de la sencillez de su ropa, conservaba su aspecto de hombre rico y casi perversamente sofisticado. Quizá fuera por su pelo, o tal vez por el reloj, de oro verdadero, que llevaba en la muñeca, o por su forma de andar.
¿Nacerían las personas ricas con ese aire de arrogancia, o sería algo que aprendían al ser tratados durante toda su vida como seres superiores?
Incluso Vanessa estaba sacudiendo la cabeza.
—Eso es un hombre, Myriam. Entiendo perfectamente que estés loca por él. Si me pidiera que fuera su amante, le diría inmediatamente que si. Creo que hasta estaría de acuerdo con ser su esposa. La verdad es que admiro la fuerza de carácter que has tenido para decirle que no. Aunque quizá por eso esté tan interesado en ti. No creo que haya habido muchas mujeres que lo hayan rechazado a lo largo de su vida.
—Mmm —fue todo lo que Myriam pudo decir mientras paraba el coche detrás del de Víctor—. ¿Te importa meter el garaje en el coche, Vanessa? —le pidió a su compañera de piso—. Me gustaría hablar con Víctor fuera de casa.
—Aguafiestas —gruñó Vanessa.
—Después, subiré con él a tomar café.
—Estupendo, iré poniendo la cafetera.
Víctor se acercó al coche de Myriam mientras ésta salía y la recorrió de arriba abajo con la mirada. Myriam no hubiera sabido decir si le gustaba o no lo que estaba viendo; la expresión de Víctor era bastante desabrida.
La imagen de Myriam durante los días laborables estaba muy lejos de la que proyectaba el día que Víctor la había encontrado en la fiesta de David. Solía ir con trajes de chaqueta y blusas sencillas que no destacaban demasiado entre los uniformes de las alumnas ni realzaban especialmente su aspecto. Prácticamente no se maquillaba y el pelo lo llevaba recogido en la nuca.
—Hola, Myriam —dijo Víctor—. Vanessa —añadió al ver a su amiga, que salía en ese momento del coche para ir a sentarse al asiento del conductor.
—Víctor —le contestó sucintamente Vanessa, dirigiéndole una seca sonrisa—. Tu puntualidad es impresionante.
Víctor sonrió sin decir nada, pero Myriam advirtió al momento la tensión que encerraba su sonrisa e inmediatamente sucumbió a las dudas y miedos que en ella despertó.
Había ido para decirle que todo había terminado, pensó aterrada, que había decidido no trasladarse a Sydney. Que estar a su lado le suponía demasiados problemas.
Pero si ese fuera el caso, intentó razonar, ¿para que iba a ir personalmente a decírselo? Podría haberse limitado a mandarle una carta o hacer una llamada de teléfono.
—¿Ya has solucionado todos los asuntos que tenías pendientes? —le preguntó Myriam cuando Vanessa desapareció con el coche en el garaje.
—Hasta cierto punto —respondió crípticamente—. Todavía tengo que atar algunos cabos. Pero si lo que estás preguntándome es si ya puedo venir a vivir a Sydney, la respuesta es sí —añadió, sin apartar la mirada de su preocupado rostro.
El alivio de Myriam pareció complacerle. Pero a ella no le hizo ninguna gracia.
—Para estar a tu disposición cuando quieras —continuó Víctor.
El amor y el orgullo no eran buenos compañeros de cama, pensó Myriam desesperanzada.
—¿Te apetece subir a tomar una café? Vanessa va a preparar la cafetera.
—Preferiría hablar contigo a solas, Myriam —contestó con una seriedad que hizo revivir todos los temores de la joven—. ¿Podemos ir a algún sitio para hablar? ¿Hay por aquí algún parque o algo parecido?
—Si, supongo que sí. Pero déjame subir antes a decirle a Vanessa que nos vamos.
Cuando volvió, Víctor ya estaba metido en el coche. Siguiendo las indicaciones de Myriam, se dirigió hacia un parque situado cerca del puerto. En invierno era un lugar gélido, pero en las tardes de verano era delicioso sentir la brisa que llegaba del mar. La vista que desde allí se contemplaba, habría tranquilizado al corazón más atormentado.
Y el corazón de Myriam no andaba muy tranquilo aquel día. De hecho, le estaba costando muchísimo permanecer en silencio mientras caminaban buscando un banco vació. Cuando por fin se sentaron, se volvió inmedia¬tamente hacia Víctor.
—Víctor, no estoy segura de que... de que...
—No sigas, Myriam —la interrumpió Víctor bruscamente—. Escucha antes lo que tengo que decir. Después podrás hablar todo lo que quieras.
—De acuerdo —contestó Myriam, aunque sabía que no le iba a gustar lo que Víctor tenía que decirle.
—Hasta ahora no he sido totalmente sincero contigo.
A Myriam se le cayó el corazón a los pies.
—Yo sólo quería averiguar si todavía me amabas. Y ahora que ya lo se, te aseguro que en ningún momento he tenido la intención de convertirte en mi amante. Lo único que quiero que seas de verdad es mi esposa.
Myriam alzó rápidamente la mirada. Víctor le acarició cariñosamente la mejilla, causando un auténtico cataclismo en el corazón de la joven.
—Te amo, Myriam. Desde aquel verano, no he dejado de amarte...
—Pero... pero jamás volviste —le gritó—. ¡Y te casaste con otra mujer!
Víctor sacudió la cabeza y dejó caer las manos en el regazo.
—Permití estúpidamente que dirigieran el curso de mi vida otros sentimientos. Además, pensaba que no era digno de ti.
—¿Cómo podías pensar una cosa así?
—Oh, Myriam, ¿tienes idea de lo diferente que es tu familia de la mía? Aquel verano viví algo tan diferente a todo lo que hasta entonces había conocido, algo tan condenadamente maravilloso... A través de David ya había podido aprender algo de lo que después descubriría en el resto de los Montemayor. David era la persona más sincera y amable que había conocido en mi vida. Era un hombre íntegro, y eso me gustaba. Era sencillo, no se daba ningún aire de importancia, como tu madre decía. Me apreciaba por lo que era, no por lo que tenían mis padres y creo que no había nada que le gustara más que bajarme los humos, una tendencia que quizá haya llevado demasiado lejos con los años —añadió con un toque de acidez.
Después de tomarle a Myriam las manos, continuó:
—Pero la verdad es que comprendo la indignación de David en lo que a ti respecta. ¿Qué hermano hubiera querido para su hermana pequeña a un tipo como yo? En aquella época yo era un estúpido mimado, loco por el sexo, y los únicos sentimientos que hasta entonces había albergado hacia las chicas residían únicamente en mi entrepierna. Por eso, cuando me fui de la granja, no me resultó difícil decirme que había confundido lo que sentía por ti, que había creído que era amor lo que no era más que simple deseo.
—Yo intentaba decirme lo mismo —susurró Myriam—, pero no podía olvidarte.
—Ni yo a ti. Aunque puedo asegurarte que lo intenté. Evitaba a todas las chicas que pudieran recordarme remotamente a ti. Pero al mismo tiempo, estaba buscando el mismo tipo de relación que querría haber tenido contigo. Cuando conocí a Helen, ella averiguó exactamente lo que yo buscaba en una mujer, e hizo perfectamente su papel. Me convenció de que lo único que quería era ser mi esposa y la madre de mis hijos. Todo era fingido, por supuesto —continuó explicando—. Helen procedía de una familia que había tenido mucho dinero, pero lo había perdido en la crisis de los ochenta. Se casó conmigo por dinero, y dinero fue lo único que consiguió. Quizá yo fuera en parte culpable de su conducta, porque pronto debió hacerse muy obvio que yo no la quería más de lo que ella me quería a mí. Hice todo lo que estuvo en mis manos para que aquel matrimonio funcionara, pero estaba condenado desde el principio. Unos meses después de que Helen se negara a dormir conmigo, contraté a un detective privado y con el llegó el fin de nuestro matrimonio.
—¿Y durante ese tiempo estuviste con alguna otra mujer? —le preguntó; necesitaba conocer la respuesta—. ¿O con muchas otras, quizá?
—Sólo con una, pero puedes creerme cuando te digo que ni para ella ni para mí significó nada. Era una ejecutiva que tenía más de treinta años. Nos habíamos conocido por asuntos de trabajo y me dejó muy claro que estaba disponible. Aquella mujer utilizaba el sexo para relajarse, así me lo dijo. En realidad, mientras me diera lo que yo quería, a mí no me preocupaban demasiado los motivos que tenía para acostarse conmigo. Cuando finalmente Helen se fue, por primera vez en mi vida me puse a analizar mi existencia. Me miré en el espejo y decidí que no me gustaba lo que estaba viendo. Después vi algo más y, no me avergüenza admitirlo, Myriam, lloré.
—¿Qué es lo que viste, Víctor?
—Esto, Myriam —la joven lo observó intrigada mientras sacaba la billetera del bolsillo y extraía un viejo papel doblado. Con mucho cuidado, lo extendió y se lo tendió a la joven. Myriam se quedó sin respiración al darse cuenta de lo que era.
—¡Es mi poema! —exclamó con los ojos empañados por las lágrimas—. El que te di aquella noche... —alzó la mirada—. ¿Lo has guardado durante todos estos años?
—¿Cómo iba a tirarlo, Myriam? Nadie me ha querido nunca de esa forma, ni me ha escrito jamás algo tan her¬moso. Cuando volví a leerlo aquella mañana, no pude contener mi desesperación. Pero poco a poco la desesperación fue siendo sustituida por un sentimiento de firme determinación. Decidí que si todavía había la más mínima oportunidad para nosotros, haría lo imposible por aprovecharla. Sabía que no estabas casada y esperaba y rezaba para que todavía sintieras algo por mí. Me llevó varios días reunir la fuerza suficiente para empezar a actuar, pero el cumpleaños de David fue el motor de los acontecimientos. Sabía que todos los años hacía una fiesta, y también que tú estarías allí.
—Entonces, ¿cuando apareciste en casa de David, en realidad me estabas buscando a mí?
—Sí —confesó Víctor, inundando el corazón de Myriam de felicidad—. Una parte de mí me decía que era una estupidez ir a buscarte después de tantos años, pero ya no podía quitarme la idea de la cabeza.
Esbozó una sonrisa.
—Por supuesto, tenía una imagen de ti que no se ajustaba mucho a la realidad. No puedes imaginarte la impresión que me llevé cuando me abriste la puerta. Acabaste con mis arrogantes esperanzas de un solo golpe. Inmediatamente me di cuenta de que una mujer como tú no podía haber estado esperando durante tanto tiempo a un viejo amor.
—¡Pero lo había hecho, Víctor! —musitó, estrechando el poema en su pecho y mirando a Víctor con todo su amor.
—Sí, lo se, amor mío, y por eso he hecho lo que he hecho. Removería cielo y tierra para hacer tu sueño realidad, Myriam, porque también es el mío. Espero que lo que hasta ahora he hecho sea suficiente.
—¿Qué es lo que has hecho, Víctor?
—Tres cosas. He renunciado a la dirección de Industrias García, he puesto la casa de Melbourne en venta y voy hacer negocios con David en Sydney.
Myriam se quedó boquiabierta de la impresión.
—No me ha supuesto ningún sacrificio —le explicó Víctor—, y estoy seguro de que no me arrepentiré. Habiendo muerto mi padre y estando mi madre en el extranjero, no siento mucho aprecio por la compañía. He contratado a gente muy valiosa para atenderla y así lo único que tendré que hacer será echar un ojo de vez en cuando y asistir a unas cuantas reuniones al año. En cuanto a lo de mi casa, la verdades que no guardo ningún buen recuerdo de allí. Estaré encantado de comprarme una casa nueva. Y lo de David..., bueno, yo siempre he tenido ganas de hacer algo creativo y creo que no se me daría mal. David me dijo la noche de la fiesta que si tuviera dinero, montaría su propia agencia de publicidad, así que el día que estuvimos hablando en el establo le propuse que nos metiéramos juntos en el negocio, yo pondría el dinero y el su experiencia. Cuando se dio cuenta de que mis intenciones hacia ti eran serias, aceptó.
Myriam no sabía qué decir. Estaba demasiado desconcertada.
—Ahora quiero pedirte que te cases conmigo, Myriam. Si me dices que sí, iré a comprar el anillo de boda inmediatamente. No podremos casarnos hasta dentro de doce meses, pues hasta entonces no habré solucionado todo lo de mi divorcio. Pero mientras tanto, podemos ir bus¬cando la casa y planeando el tipo de boda que queremos. Pero si me dices que no, no renunciaré. Haré todo lo que esté en mi poder para hacerte cambiar de opinión. Te perseguiré, te seduciré, incluso te chantajearé. Serás mi esposa, Myriam Montemayor. Así que, ¿qué me dices? ¿Este es el momento indicado o no?
Myriam se quedó mirando fijamente el hermoso rostro de Víctor y después bajó la mirada hasta el poema que había escrito hacía ya tantos años. No necesitaba leerlo para saber su contenido; cada una de las palabras de aquel poema estaba grabada en su cerebro: Pero había algo increíble en poder verlo en su forma original, observar aquella letra que hablaba de la inocencia de su creadora y aquella hoja, tantas veces doblada, que mostraba la cantidad de veces que Víctor lo habría leído.
Pensaré en ti todos los días.
Soñaré contigo cada noche. Algún día vendrás a mí.
Alguna noche seremos un solo cuerpo.
El amor arde eternamente cuando es verdadero. No muere. Siempre te amaré.
—¿Myriam? —le dijo Víctor con voz ronca—. ¿Qué respondes, por el amor de Dios?
Myriam se esforzó en recuperar el control mientras alzaba la mirada. Intentó esbozar una sonrisa, pero sospechaba que estaba llorando.
—Si —consiguió decir mientras se abría paso entre las lágrimas una radiante sonrisa—. Sí, amor mío, sí.
Fin
dulce_myrifan- VBB PLATINO
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Fecha de inscripción : 23/05/2008
Re: Un Beso Inolvidable...Final
aaaayyy que bonito final...que bueno que por fin hablaron realmente los dos
muchas gracias por la novela dulce...me encanto...besos
muchas gracias por la novela dulce...me encanto...besos
susy81- VBB CRISTAL
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Fecha de inscripción : 25/05/2008
Re: Un Beso Inolvidable...Final
Ke bonita novela, me encanto.
Muchas gracias dulce.
Muchas gracias dulce.
alma.fra- VBB DIAMANTE
- Cantidad de envíos : 2190
Fecha de inscripción : 25/06/2008
Re: Un Beso Inolvidable...Final
HAYYY QUE LINDO DETALLEEEE!!!! EL POEMAA DESPUES DE TANTO TIEMPOOOO!
GRACIAS POR LA NOVELAAA ESTUVO BUENISIMAAA
GRACIAS POR LA NOVELAAA ESTUVO BUENISIMAAA
Chicana_415- VBB PLATINO
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Localización : San Francisco, CA
Fecha de inscripción : 24/05/2008
Re: Un Beso Inolvidable...Final
muy bonito final!!!
jeje me encanto y el detalle del poema excelente!!
muchas gracias por la nove dulce! saludos!
atte. crazy
jeje me encanto y el detalle del poema excelente!!
muchas gracias por la nove dulce! saludos!
atte. crazy
crazylocademica- VBB PLATINO
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Fecha de inscripción : 25/05/2008
Re: Un Beso Inolvidable...Final
AYYY KE BONITOOO FINALLLL ME ENKANTOO DUL MUCHAS GRASIAS POR ESTA NOBELITA TAN BONITAA NI/AAAA................
Re: Un Beso Inolvidable...Final
muy buen final muchas gracias por la novelita
jai33sire- VBB PLATINO
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Localización : Mexico Distrito Federal
Fecha de inscripción : 23/05/2008
Re: Un Beso Inolvidable...Final
QUE PADRE FINAL ME ENCANTO
LA NOVELA DE PRINCIPIO A FIN...
GRACIASSSSS..
LA NOVELA DE PRINCIPIO A FIN...
GRACIASSSSS..
Eva_vbb- VBB DIAMANTE
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Fecha de inscripción : 25/05/2008
Re: Un Beso Inolvidable...Final
QUE BONITO AMOR, GRACIAS ESTUVO LINDA LA NOVELA
mats310863- VBB PLATINO
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Fecha de inscripción : 01/06/2008
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