MILAGRO DE AMOR --- Final
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Re: MILAGRO DE AMOR --- Final
Muchas gracias por el capitulo, ya kiero otrooo¡¡¡
alma.fra- VBB DIAMANTE
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Re: MILAGRO DE AMOR --- Final
muchas gracias por el capitulo
jai33sire- VBB PLATINO
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Re: MILAGRO DE AMOR --- Final
graciias x el cap niiña
Dianitha- VBB PLATINO
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Re: MILAGRO DE AMOR --- Final
Hola chicas aqui tienen el ultimo capitulo antes del final de esta novela....
Capítulo 13
MYRIAM y Alex estaban instalados en la nueva casa dos días antes de que comenzara el trimestre. Víctor había tenido que irse urgentemente por asuntos de negocios y cuando el padre de Myriam llamó para ofrecerle su ayuda ella la aceptó, agradecida.
Cuatro días después estaba sentada en el borde del escritorio en la habitación que Víctor había elegido como oficina. El lugar estaba lleno de aparatos de alta tecnología que la ponían nerviosa y la habitación contigua estaba ocupada por el secretario de Víctor, un agradable joven llamado Dimitri.
—No sé qué le dijiste a papá, pero ha estado encantador conmigo. No ha hecho ni un solo comentario fuera de tono y no paró de comentar cuánto le gustaba la casa.
—¿Qué te hace pensar que le dije algo? —preguntó Víctor con expresión inocente.
—La última vez que mi padre se echó atrás fue… —Myriam se llevó un dedo a la sien como si estuviera pensando— nunca.
—No tiene nada que ver conmigo —insistió Víctor mientras empezaba a cerrar el ordenador portátil—. ¿Es posible que notara que eres feliz?
Sin previa advertencia, Myriam sintió que sus ojos se llenaban de lágrimas. Parpadeó rápidamente.
—Es posible.
Víctor se limitó a asentir, pero ella vio el destello de satisfacción que reflejaron sus ojos antes de que volviera a abrir el ordenador una vez más.
Aquello era lo más cerca que habían estado de comentar si el arreglo al que habían llegado estaba funcionando. Por su parte, Myriam temía que admitir que si las cosas parecían marchar bien sería tentar al destino.
De momento no habían surgido las dificultades que había esperado. Además, no podía correr el riesgo de ponerse a hablar sin pensar, porque la palabra «amor» se le podía escapar en cualquier momento.
Y aquello habría estado fuera de lugar; Víctor había vuelto con ella porque era la madre de su hijo, no por ella misma. Y estaba segura de que a alguien tan controlado como él no le habría hecho gracia que se mostrara emocional. Se ruborizaba sólo con recordar como solía dedicarse a toquetearlo constantemente como recién casada. Pero en aquella ocasión Víctor no iba a poder quejarse al respecto.
Por otro lado, Alex no había tenido la más mínima dificultad para aceptar la presencia de Víctor en su vida, y éste parecía encantado de estar con su hijo.
—Te dejo trabajar —dijo mientras se apartaba del escritorio.
—No hace falta que salgas corriendo.
—Estás ocupado y tengo que…
—¿Lavarte el pelo? —sugirió Víctor irónicamente.
—Tampoco hace falta que te pongas sarcástico.
—Y tampoco hace falta que tú seas tan educada todo el rato. Sólo te relajas conmigo cuando estamos en la cama.
Myriam se negó a ruborizarse por la alusión. De noche no tenía que morderse la lengua porque era sabido que las personas decían cualquier cosa cuando estaban dominados por la pasión. Ella las decía de verdad, por supuesto, pero de momento Víctor no parecía haberlo notado. Él también decía cosas que no pretendía cuando las luces estaban apagadas.
—No quiero entrometerme. Además, tú tampoco te estás comportando de un modo excesivamente natural. De lo contrario ayer por la noche no te habrías quedado conmigo a ver en la tele esa película tan romántica.
—No me sentía nada incómodo, y además no estaba mirando la tele. Te estaba mirando a ti. Me gusta mirarte.
Myriam se humedeció los labios, repentinamente nerviosa.
—Eso resulta extraño. No soy precisamente…
—¿Quieres que te diga lo que eres?
Víctor se estaba levantando de la silla cuando su secretario entró en el despacho. Al ver a Myriam se detuvo.
—Lo siento. No sabía que estuviera ocupado…
—Estaba a punto de irme —dijo Myriam que, evitando la mirada de su marido, se acercó a la puerta y salió de la habitación.
La directora del colegio se mostró reacia a aceptar la renuncia de Myriam, pero cuando vio que ésta estaba decidida a irse le aseguró que le daría una referencia excelente.
La noticia de su marcha se extendió rápidamente por el colegio y antes de que acabara el día por lo menos seis personas le habían preguntado si era cierto que se iba.
Al día siguiente, mientras tomaba un café con los demás profesores, dijo que tenía algo que comunicarles.
—Los rumores son ciertos. He presentado mi renuncia y me voy cuando acabe el trimestre. Mi marido…
El resto de su discurso ensayado se perdió en el barullo que siguió.
—Oh, ¿no había mencionado que estaba casada?
Cuando el revuelo se calmó, Myriam les dio una versión revisada y recortada de lo sucedido.
Todos pensaron que era una historia muy romántica y quisieron saber si iban a conocer a su marido.
—Está muy ocupado con su trabajo y me temo que ni yo misma lo voy a ver demasiado.
Pero no tuvieron que esperar mucho en el colegio para conocerlo. Víctor dejó impresionados a todos presentándose a mediodía en el patio de recreo con Alex en brazos. Myriam estaba encargada de la vigilancia y esperó a que el último niño hubiera regresado al interior.
—Hola, cariño —su sonrisa se desvaneció cuando se dirigió al mayor de los García—. ¿Se puede saber qué haces aquí? Alex debería estar en la guardería. No deberían haberte permitido sacarlo. ¡Podrías haber sido cualquiera!
—No según las cuidadoras. Han dicho que Alex y yo nos parecemos como… ¿cuál era la expresión?
—¿Como dos gotas de agua?
—Eso es —dijo Víctor, obviamente encantado—. Han sido encantadoras.
—Ya he notado la facilidad con que conquistas a las mujeres de cierta edad.
Víctor chasqueó con la lengua, sonriente.
—También les gusto a los animales, y he venido para pedirte permiso para llevarme a Alex. Ese grupo de teatro que mencionaste actúa esta tarde y he pensado llevarlo. No mires —añadió en voz más baja—, pero creo que nos observan.
—¡Claro que nos observan!
—¿Hay algún problema con mi aspecto?
Myriam miró un momento a Víctor y pensó que tenía un aspecto increíble. Como siempre.
—No. Y ése es precisamente el problema. Ahora no van a dejar de darme la lata preguntándome cosas sobre ti.
Y así fue. Los compañeros y compañeras de Myriam no dejaron de hacerle preguntas durante unos días, pero la cosa se fue calmando poco a poco.
Hasta que no recibió una llamada del casero para comunicarle que tenía un nuevo inquilino, Myriam no recordó que aún tenía unas cuantas cosas que recoger en su antiguo apartamento.
—¿De verdad no te importa? —preguntó al día siguiente tras bajar de la Ford Transit que le había prestado la secretaria del colegio.
—¿Bromeas? —dijo Alan mientras alzaba a Alex por encima de su cabeza y el niño reía encantado—. Vamos a pasarlo en grande. ¿No te va a ayudar «papi» a trasladar las cosas?
Myriam hizo una mueca. No quería hablar de aquello.
Alan había dejado bien claro que su decisión de volver a Grecia con Víctor le parecía una locura.
—La primera te hizo muy infeliz, Myriam —dijo cuando se enteró.
Pero, siendo Alan, después de decir lo que pensaba se había mostrado tan solidario como siempre.
—No empieces, por favor —rogó Myriam a la vez que miraba significativamente a Alex—. Víctor está en Atenas. No volverá hasta mañana.
Esperaba poder vaciar el apartamento de un solo viaje, pero tras llenar el coche de cajas comprobó que aún le quedaban algunas por recoger. Se marchó del apartamento con intención de ir a recogerlas al día siguiente después del colegio.
A mediodía recibió una llamada de Alan, que se ofreció a ir a por ellas.
Myriam aceptó la oferta, agradecida.
—Me vendría de maravilla. Había olvidado que esta tarde me toca quedarme para recibir a los padres de los alumnos y…
—Considérame tu ángel de la guardia. ¿La llave está en el lugar habitual? —preguntó Alan animadamente—. Y recuerda que me debes una cerveza.
—Por lo menos —Myriam rió—. ¿Te importa quedarte las cajas en tu casa hasta mañana?
—No hay problema.
La tarde con los padres se prolongó más de lo habitual y no era Alex el único que se sentía malhumorado cuando salieron para casa. Pero el cansancio de Myriam desapareció en cuanto vio el Mercedes de Víctor aparcado ante la casa.
Había llegado antes de lo esperado.
Emily, la ex niñera de Víctor, griega y escocesa a medias, que a pesar de las dudas iniciales de Myriam había llegado a convertirse en imprescindible, salió al vestíbulo en cuanto entraron.
—Parece agotada.
—Ha sido un día agotador —admitió Myriam.
—¿Por qué no va sentarse un rato? Yo me ocupo de bañar y dar la cena al pequeño.
—¿De verdad? —Myriam suspiró—. Eso sería maravilloso —admitió a la vez que entregaba el niño a Emily—. ¿El coche…?
Emily sonrió.
—Está en el estudio, querida.
Cuando fue al estudio, Myriam encontró a Víctor mirando por la ventana.
—¡Qué sorpresa! No te esperaba hasta mucho más tarde.
—Eso es evidente.
Myriam intuyó que algo iba mal en cuanto escuchó a Víctor. Y cuando se volvió comprobó que no se había equivocado.
—¿Qué sucede? —preguntó a la vez que se sentaba con un suspiro—. ¿Han ido mal tus reuniones?
—Las he cancelado.
—¿Por qué? Me dijiste que eran importantes.
—Porque no podía soportar estar alejado de mi querida esposa.
Myriam se ruborizó, dolida.
—No me contestes si no quieres, pero no hace falta que te pongas sarcástico.
—¿Dónde has estado? ¿O no debería preguntarlo?
—Claro que puedes. Pero no creo que haga falta que te dediques a caminar de un lado a otro como un animal enjaulado.
Víctor alzó una ceja con expresión irónica.
—Estoy sublimando… porque lo que realmente querría hacer sería retorcerte el cuello.
Myriam lo miró, asombrada.
—No sé de qué estás hablando, pero ya estoy harta de esto —dijo mientras se ponía en pie—. Y de ti —espetó por encima del hombro mientras se encaminaba hacia la puerta.
—¡No te vayas mientras te estoy hablando!
—No me estás hablando. Me estás gritando y estás siendo muy desagradable. ¿Quieres que te diga una cosa? Cuando he visto tu coche aparcado me he animado, me he sentido… feliz… —Myriam se interrumpió al notar que le temblaba la voz.
—Entonces él no te ha llamado. Supuse que lo haría…
—¿Él?
—Puede que en lo que a ti se refiere me comporte como un tonto, Myriam, pero no te aconsejo que me trates como a un idiota —dijo Víctor en tono amenazador.
—No sé de qué estás hablando.
—Estoy hablando de mi visita a tu apartamento —dijo Víctor mientras avanzaba lentamente hacia ella.
—¿Has ido a mi apartamento?
Víctor se sorprendió al no ver el más mínimo indicio de culpabilidad en la expresión de Myriam.
—Eres mucho mejor actriz de lo que creía.
—Me tomaré eso como un cumplido. ¿Por qué has ido a mi apartamento?
—He ido porque una persona que decía ser tu casero ha llamado para protestar porque no habías sacado todas tus cosas y habías prometido dejarlo vacío hoy. Pero por qué he ido es lo menos importante.
—¿Hoy? ¡Pero si tenía toda la semana! —exclamó Myriam, indignada—. Siento que hayas tenido que molestarte por eso. Pero Alan va a recogerlo por mí.
Víctor la miró con evidente hostilidad.
—Eso me ha dicho.
Myriam lo miró con cautela. La antipatía que Víctor sentía por Alan era recíproca.
—¿Estaba allí?
—Oh, sí. Estaba allí.
Myriam suspiró.
—Supongo que habrá sido una situación un tanto incómoda.
—¿Incómoda? —repitió Víctor con las cejas alzadas.
—Sé que nunca te ha caído bien.
Víctor rió desdeñosamente.
—¿Y eso te sorprende?
—En realidad no —concedió Myriam con un suspiro—. Pero me gustaría que te esforzaras un poco. De hecho es una suerte que Alan estuviera allí, o no habrías podido entrar. No tienes llave.
—Debo reconocer que no me había dado cuenta de mi buena suerte hasta este momento.
El tono irónico de Víctor irritó a Myriam.
—Haz el favor de dejar de comportarte así. Ya he tenido un día bastante ajetreado.
Víctor alargó una mano para tomar un mechón de pelo de Myriam.
—El mío tampoco ha sido una maravilla.
—¿Quieres hablar de ello? —al ver la hostilidad de la expresión de Víctor, Myriam añadió—: Ya veo que no. ¿Te ha dejado algún mensaje Alan para mí?
—No, no ha dejado ningún mensaje. Y a menos que sea aún más estúpido de lo que creo, no esperes tener noticias de él pronto.
—Has sido desagradable con él, ¿verdad? Ahora voy a tener que llamarlo para disculparme.
—¿Disculparte? —repitió Víctor, incrédulo—. De eso nada. De hecho, no vas a volver a hablar con él. Ni a verlo. ¡Ya le he dejado bien claro a tu Alan que si se acerca a ti le romperé cada hueso del cuerpo!
—¿Te has vuelto loco? —preguntó Myriam, anonadada.
—Probablemente sea así. Estoy loco por haberme casado contigo y estoy loco por no haberle roto el cuello a tu amiguito. Pero creo que ha captado el mensaje. Ya sabe lo que le haré si vuelvo a verlo cerca de ti.
Myriam se puso pálida.
—¡Cielo santo! —exclamó, temblando de furia—. ¿Crees que intimidas con esa actitud? —dijo a la vez que apoyaba un dedo contra el pecho de Víctor—. ¡Porque te aseguro que no es así! Solo demuestra lo matón que eres. ¿Cómo te atreves a tratar así a mis amigos? ¡Y pensar que empezaba a creer que había alguna posibilidad de que esto funcionara…!
—¡Lo que de verdad me ofende es que hayas puesto a ese hombre en contacto con mi hijo!
—¿En contacto? Pensaba que eras muchas cosas, pero no que fueras homofóbico. ¡Alan conoce a Alex desde que nació y es maravilloso con él! Para tu información, Alan ha sido un buen amigo mío durante muchos años, ¡y no tengo intención de apartarlo de mi lado sólo porque tú seas un fanático intolerante!
Víctor permaneció muy quieto, mirándola.
—¿Qué has dicho?
—No lo recuerdo con exactitud —admitió Myriam, temblorosa.
—¿Has dicho que soy homofóbico?
—¿Acaso pretendes negarlo?
—¡Por supuesto que lo niego!
—¿En serio? ¿Y qué otro motivo puede haber para que te estés comportando como lo estás haciendo? ¿Y bien? —añadió Myriam al ver que Víctor no reaccionaba. De hecho, su piel había adquirido una especie de tono grisáceo cercano a la palidez—. ¿Te encuentras bien? —preguntó Myriam, desconcertada.
Sin decir nada, Víctor fue hasta su escritorio y abrió el diario que tenía sobre él. Permaneció unos momentos mirando una hoja en blanco.
—Creía que era tu amante —dijo finalmente.
—¿Qué? —dijo Myriam, incrédula. Víctor suspiró y la miró.
—Creía que te estabas acostando con él. ¿Qué más podía pensar? —preguntó, nuevamente enfadado—. Tenía la llave de tu apartamento y siempre se presenta donde estás…
—Eso suelen hacer los amigos —dijo Myriam—. Pero Alan es gay.
Víctor la miró con expresión frustrada.
—Eso lo sé ahora, pero es evidente que él no lo sabía cuando estaba en Grecia.
—¿Pensabas que me estaba acostando con otro hombre? —Myriam lo miró, esperando que lo negara, pero no lo hizo. Movió la cabeza—. Esto es una locura… ¿Cómo pudiste pensar ni por un momento que Alan…?
—Basta, Myriam —dijo Víctor con una expresión de repentino cansancio—. Sé muy bien lo que hubo entre vosotros mientras estuvisteis en Grecia.
—¿Qué hubo entre nosotros? No sé de qué estás hablando.
Víctor rió con aspereza.
—En ese caso te lo explicaré, así que ya puedes ir dejando de disimular.
—No estoy…
—¡Basta! Encontré la nota que te escribió Alan. El mismo día que me dijiste que estabas embarazada —Víctor cerró los ojos y citó en voz alta—: «Lo siento. Pensé que estaba listo pero no lo estoy. Siento no ser fuerte. Te querré siempre, Alan».
—¿La recuerdas palabra por palabra? —dijo Myriam, asombrada.
—Por supuesto. Tenía la maldita nota en el bolsillo cuando me dijiste que estabas embarazada. Parecía evidente que tu amante te había dejado en la estacada y que pretendías hacerme creer que estabas embarazada de mí, cuando yo sabía que no podía tener hijos.
Myriam permaneció petrificada en el sitio, sin poder creer lo que estaba oyendo.
—Pero sí podías —susurró.
—Sí, podía. Sólo por curiosidad, ¿sabías quién era el padre antes de que Alex naciera? ¿O te alivió que se resolviera el problema al comprobar lo parecido que era a mí?
Los ojos de Myriam se llenaron de lágrimas, pero no a causa del enfado.
—Sí, sabía quién era el padre. Nunca tuve la más mínima duda al respecto.
—No utilizar métodos anticonceptivos es infalible.
Myriam tardó unos segundos en asimilar el significado de las palabras de Víctor. Por motivos que se habían hecho obvios posteriormente, Víctor nunca había utilizado protección, y solía cambiar de tema cada vez que ella trataba de hablar al respecto.
—Supongo que debería agradecer que tuvieras sexo seguro —añadió él.
—Ahora mismo me gustaría pegarte.
Víctor pareció ligeramente desconcertado por las palabras de Myriam, pronunciadas en un tono aparentemente desenfadado.
—Alan vino a Grecia porque yo se lo pedí. Me sentía sola…
—¿Acaso tratas de restregármelo por las narices? —espetó Víctor—. Porque si es así…
—Lo que trato es de aclarar las cosas —interrumpió Myriam—. La carta que tan bien has memorizado habría tenido un significado distinto si hubieras sabido que había convencido a Alan, o al menos creía haberlo convencido, para que se sincerara con sus padres respecto a su sexualidad.
Víctor se quedó helado tras escuchar aquello, pero no dijo nada.
—A última hora decidió que no se atrevía. Pasaron seis meses antes de que se animara a hacerlo, ¿y sabes lo gracioso? Que ya lo sabían.
—¿Es eso cierto? —preguntó Víctor con voz ronca—. ¿Nunca fuisteis amantes?
—Tú eres el único hombre con el que me he acostado en mi vida. Mi amante secreto no fue más que un producto de tu retorcida imaginación.
Víctor se llevó un puño a la boca y apretó hasta que los nudillos se le pusieron blancos. Con la otra mano se frotó el sudor de la frente, pero éste volvió a aflorar casi de inmediato.
—¿Qué he hecho? —murmuró—. Creía que me habías tomado por tonto… Mi maldito orgullo. Creía que otro hombre te había dado lo que yo no podía darte.
Myriam pensó que ver a Víctor mortificado por lo que había hecho debería hacerla sentirse mejor, pero no era así. Verlo sufrir no le produjo ninguna satisfacción.
Víctor irguió los hombros.
—Me disculparé con tu amigo, por supuesto.
Myriam estaba deseando abrazarlo, pero parecía tan distante que ni se le pasó por la cabeza hacerlo.
—Gracias —no sabía qué más decir.
—No tienes que darme las gracias. Por mi culpa has pasado estos tres años luchando para ocuparte sola de Alex.
—No ha sido una lucha, sino un placer, y no he estado sola. He contado con mi familia.
—Te compensaré. Aunque necesite el resto de mi vida para lograrlo, te compensaré —prometió Víctor solemnemente.
—¿Acaso crees que quiero que nuestro matrimonio sea una especie de penitencia?
—¿Qué quieres que sea nuestro matrimonio?
—Lo que siempre he querido que sea; una asociación de iguales.
Víctor no ocultó su asombro.
—¿Aún quieres eso?
—¿Qué ha cambiado para que pueda desear otra cosa?
Víctor se quedó mirando a Myriam sin decir nada. Desde su punto de vista había cambiado todo. Cinco minutos antes se sentía respaldado por su ética, por sus altos valores morales. Myriam lo había traicionado pero él estaba dispuesto a olvidarlo para preservar su matrimonio y crear un hogar estable para su hijo.
Pero acababa de averiguar que todo aquello estaba basado en una mentira. Había castigado a la mujer que amaba porque lo habían cegado los celos.
—Espero que algún día seas capaz de perdonarme por lo que te he hecho.
—Te perdono…
—Eso no es posible.
Myriam suspiró, exasperada.
—¿Quieres dejar de decirme lo que debo sentir? Eres tan pesado como mi familia. Sé que te sientes mal, pero eso no es lo importante…
—¿No lo es?
—Hemos vuelto a estar juntos por Alex, ¿no?
Víctor miró atentamente a Myriam.
—¿Es ése el motivo?
—Evidentemente.
Víctor se acercó a un sillón y se dejó caer en él.
—Evidentemente —repitió.
—Te equivocaste, pero lo cierto es que ya no puedes cambiar el pasado. Así que, ¿no te parece que deberíamos concentrarnos en el futuro que queremos para nuestro hijo? Estoy dispuesta a acostarme con algún otro si eso hace que te sientas mejor.
Myriam dejó de sonreír al ver que Víctor se levantaba como impulsado por un resorte, nuevamente furioso.
—No, eso no haría que me sintiera mejor.
—¡Cielo santo, Víctor! Sólo era una broma —dijo ella, exasperada.
Víctor suspiró y se pasó una mano por el pelo.
—De manera que quieres que seamos prácticos y sigamos juntos, ¿no?
Myriam asintió. De pronto, lo único que le apetecía hacer era llorar.
espero sus comentarios....
Capítulo 13
MYRIAM y Alex estaban instalados en la nueva casa dos días antes de que comenzara el trimestre. Víctor había tenido que irse urgentemente por asuntos de negocios y cuando el padre de Myriam llamó para ofrecerle su ayuda ella la aceptó, agradecida.
Cuatro días después estaba sentada en el borde del escritorio en la habitación que Víctor había elegido como oficina. El lugar estaba lleno de aparatos de alta tecnología que la ponían nerviosa y la habitación contigua estaba ocupada por el secretario de Víctor, un agradable joven llamado Dimitri.
—No sé qué le dijiste a papá, pero ha estado encantador conmigo. No ha hecho ni un solo comentario fuera de tono y no paró de comentar cuánto le gustaba la casa.
—¿Qué te hace pensar que le dije algo? —preguntó Víctor con expresión inocente.
—La última vez que mi padre se echó atrás fue… —Myriam se llevó un dedo a la sien como si estuviera pensando— nunca.
—No tiene nada que ver conmigo —insistió Víctor mientras empezaba a cerrar el ordenador portátil—. ¿Es posible que notara que eres feliz?
Sin previa advertencia, Myriam sintió que sus ojos se llenaban de lágrimas. Parpadeó rápidamente.
—Es posible.
Víctor se limitó a asentir, pero ella vio el destello de satisfacción que reflejaron sus ojos antes de que volviera a abrir el ordenador una vez más.
Aquello era lo más cerca que habían estado de comentar si el arreglo al que habían llegado estaba funcionando. Por su parte, Myriam temía que admitir que si las cosas parecían marchar bien sería tentar al destino.
De momento no habían surgido las dificultades que había esperado. Además, no podía correr el riesgo de ponerse a hablar sin pensar, porque la palabra «amor» se le podía escapar en cualquier momento.
Y aquello habría estado fuera de lugar; Víctor había vuelto con ella porque era la madre de su hijo, no por ella misma. Y estaba segura de que a alguien tan controlado como él no le habría hecho gracia que se mostrara emocional. Se ruborizaba sólo con recordar como solía dedicarse a toquetearlo constantemente como recién casada. Pero en aquella ocasión Víctor no iba a poder quejarse al respecto.
Por otro lado, Alex no había tenido la más mínima dificultad para aceptar la presencia de Víctor en su vida, y éste parecía encantado de estar con su hijo.
—Te dejo trabajar —dijo mientras se apartaba del escritorio.
—No hace falta que salgas corriendo.
—Estás ocupado y tengo que…
—¿Lavarte el pelo? —sugirió Víctor irónicamente.
—Tampoco hace falta que te pongas sarcástico.
—Y tampoco hace falta que tú seas tan educada todo el rato. Sólo te relajas conmigo cuando estamos en la cama.
Myriam se negó a ruborizarse por la alusión. De noche no tenía que morderse la lengua porque era sabido que las personas decían cualquier cosa cuando estaban dominados por la pasión. Ella las decía de verdad, por supuesto, pero de momento Víctor no parecía haberlo notado. Él también decía cosas que no pretendía cuando las luces estaban apagadas.
—No quiero entrometerme. Además, tú tampoco te estás comportando de un modo excesivamente natural. De lo contrario ayer por la noche no te habrías quedado conmigo a ver en la tele esa película tan romántica.
—No me sentía nada incómodo, y además no estaba mirando la tele. Te estaba mirando a ti. Me gusta mirarte.
Myriam se humedeció los labios, repentinamente nerviosa.
—Eso resulta extraño. No soy precisamente…
—¿Quieres que te diga lo que eres?
Víctor se estaba levantando de la silla cuando su secretario entró en el despacho. Al ver a Myriam se detuvo.
—Lo siento. No sabía que estuviera ocupado…
—Estaba a punto de irme —dijo Myriam que, evitando la mirada de su marido, se acercó a la puerta y salió de la habitación.
La directora del colegio se mostró reacia a aceptar la renuncia de Myriam, pero cuando vio que ésta estaba decidida a irse le aseguró que le daría una referencia excelente.
La noticia de su marcha se extendió rápidamente por el colegio y antes de que acabara el día por lo menos seis personas le habían preguntado si era cierto que se iba.
Al día siguiente, mientras tomaba un café con los demás profesores, dijo que tenía algo que comunicarles.
—Los rumores son ciertos. He presentado mi renuncia y me voy cuando acabe el trimestre. Mi marido…
El resto de su discurso ensayado se perdió en el barullo que siguió.
—Oh, ¿no había mencionado que estaba casada?
Cuando el revuelo se calmó, Myriam les dio una versión revisada y recortada de lo sucedido.
Todos pensaron que era una historia muy romántica y quisieron saber si iban a conocer a su marido.
—Está muy ocupado con su trabajo y me temo que ni yo misma lo voy a ver demasiado.
Pero no tuvieron que esperar mucho en el colegio para conocerlo. Víctor dejó impresionados a todos presentándose a mediodía en el patio de recreo con Alex en brazos. Myriam estaba encargada de la vigilancia y esperó a que el último niño hubiera regresado al interior.
—Hola, cariño —su sonrisa se desvaneció cuando se dirigió al mayor de los García—. ¿Se puede saber qué haces aquí? Alex debería estar en la guardería. No deberían haberte permitido sacarlo. ¡Podrías haber sido cualquiera!
—No según las cuidadoras. Han dicho que Alex y yo nos parecemos como… ¿cuál era la expresión?
—¿Como dos gotas de agua?
—Eso es —dijo Víctor, obviamente encantado—. Han sido encantadoras.
—Ya he notado la facilidad con que conquistas a las mujeres de cierta edad.
Víctor chasqueó con la lengua, sonriente.
—También les gusto a los animales, y he venido para pedirte permiso para llevarme a Alex. Ese grupo de teatro que mencionaste actúa esta tarde y he pensado llevarlo. No mires —añadió en voz más baja—, pero creo que nos observan.
—¡Claro que nos observan!
—¿Hay algún problema con mi aspecto?
Myriam miró un momento a Víctor y pensó que tenía un aspecto increíble. Como siempre.
—No. Y ése es precisamente el problema. Ahora no van a dejar de darme la lata preguntándome cosas sobre ti.
Y así fue. Los compañeros y compañeras de Myriam no dejaron de hacerle preguntas durante unos días, pero la cosa se fue calmando poco a poco.
Hasta que no recibió una llamada del casero para comunicarle que tenía un nuevo inquilino, Myriam no recordó que aún tenía unas cuantas cosas que recoger en su antiguo apartamento.
—¿De verdad no te importa? —preguntó al día siguiente tras bajar de la Ford Transit que le había prestado la secretaria del colegio.
—¿Bromeas? —dijo Alan mientras alzaba a Alex por encima de su cabeza y el niño reía encantado—. Vamos a pasarlo en grande. ¿No te va a ayudar «papi» a trasladar las cosas?
Myriam hizo una mueca. No quería hablar de aquello.
Alan había dejado bien claro que su decisión de volver a Grecia con Víctor le parecía una locura.
—La primera te hizo muy infeliz, Myriam —dijo cuando se enteró.
Pero, siendo Alan, después de decir lo que pensaba se había mostrado tan solidario como siempre.
—No empieces, por favor —rogó Myriam a la vez que miraba significativamente a Alex—. Víctor está en Atenas. No volverá hasta mañana.
Esperaba poder vaciar el apartamento de un solo viaje, pero tras llenar el coche de cajas comprobó que aún le quedaban algunas por recoger. Se marchó del apartamento con intención de ir a recogerlas al día siguiente después del colegio.
A mediodía recibió una llamada de Alan, que se ofreció a ir a por ellas.
Myriam aceptó la oferta, agradecida.
—Me vendría de maravilla. Había olvidado que esta tarde me toca quedarme para recibir a los padres de los alumnos y…
—Considérame tu ángel de la guardia. ¿La llave está en el lugar habitual? —preguntó Alan animadamente—. Y recuerda que me debes una cerveza.
—Por lo menos —Myriam rió—. ¿Te importa quedarte las cajas en tu casa hasta mañana?
—No hay problema.
La tarde con los padres se prolongó más de lo habitual y no era Alex el único que se sentía malhumorado cuando salieron para casa. Pero el cansancio de Myriam desapareció en cuanto vio el Mercedes de Víctor aparcado ante la casa.
Había llegado antes de lo esperado.
Emily, la ex niñera de Víctor, griega y escocesa a medias, que a pesar de las dudas iniciales de Myriam había llegado a convertirse en imprescindible, salió al vestíbulo en cuanto entraron.
—Parece agotada.
—Ha sido un día agotador —admitió Myriam.
—¿Por qué no va sentarse un rato? Yo me ocupo de bañar y dar la cena al pequeño.
—¿De verdad? —Myriam suspiró—. Eso sería maravilloso —admitió a la vez que entregaba el niño a Emily—. ¿El coche…?
Emily sonrió.
—Está en el estudio, querida.
Cuando fue al estudio, Myriam encontró a Víctor mirando por la ventana.
—¡Qué sorpresa! No te esperaba hasta mucho más tarde.
—Eso es evidente.
Myriam intuyó que algo iba mal en cuanto escuchó a Víctor. Y cuando se volvió comprobó que no se había equivocado.
—¿Qué sucede? —preguntó a la vez que se sentaba con un suspiro—. ¿Han ido mal tus reuniones?
—Las he cancelado.
—¿Por qué? Me dijiste que eran importantes.
—Porque no podía soportar estar alejado de mi querida esposa.
Myriam se ruborizó, dolida.
—No me contestes si no quieres, pero no hace falta que te pongas sarcástico.
—¿Dónde has estado? ¿O no debería preguntarlo?
—Claro que puedes. Pero no creo que haga falta que te dediques a caminar de un lado a otro como un animal enjaulado.
Víctor alzó una ceja con expresión irónica.
—Estoy sublimando… porque lo que realmente querría hacer sería retorcerte el cuello.
Myriam lo miró, asombrada.
—No sé de qué estás hablando, pero ya estoy harta de esto —dijo mientras se ponía en pie—. Y de ti —espetó por encima del hombro mientras se encaminaba hacia la puerta.
—¡No te vayas mientras te estoy hablando!
—No me estás hablando. Me estás gritando y estás siendo muy desagradable. ¿Quieres que te diga una cosa? Cuando he visto tu coche aparcado me he animado, me he sentido… feliz… —Myriam se interrumpió al notar que le temblaba la voz.
—Entonces él no te ha llamado. Supuse que lo haría…
—¿Él?
—Puede que en lo que a ti se refiere me comporte como un tonto, Myriam, pero no te aconsejo que me trates como a un idiota —dijo Víctor en tono amenazador.
—No sé de qué estás hablando.
—Estoy hablando de mi visita a tu apartamento —dijo Víctor mientras avanzaba lentamente hacia ella.
—¿Has ido a mi apartamento?
Víctor se sorprendió al no ver el más mínimo indicio de culpabilidad en la expresión de Myriam.
—Eres mucho mejor actriz de lo que creía.
—Me tomaré eso como un cumplido. ¿Por qué has ido a mi apartamento?
—He ido porque una persona que decía ser tu casero ha llamado para protestar porque no habías sacado todas tus cosas y habías prometido dejarlo vacío hoy. Pero por qué he ido es lo menos importante.
—¿Hoy? ¡Pero si tenía toda la semana! —exclamó Myriam, indignada—. Siento que hayas tenido que molestarte por eso. Pero Alan va a recogerlo por mí.
Víctor la miró con evidente hostilidad.
—Eso me ha dicho.
Myriam lo miró con cautela. La antipatía que Víctor sentía por Alan era recíproca.
—¿Estaba allí?
—Oh, sí. Estaba allí.
Myriam suspiró.
—Supongo que habrá sido una situación un tanto incómoda.
—¿Incómoda? —repitió Víctor con las cejas alzadas.
—Sé que nunca te ha caído bien.
Víctor rió desdeñosamente.
—¿Y eso te sorprende?
—En realidad no —concedió Myriam con un suspiro—. Pero me gustaría que te esforzaras un poco. De hecho es una suerte que Alan estuviera allí, o no habrías podido entrar. No tienes llave.
—Debo reconocer que no me había dado cuenta de mi buena suerte hasta este momento.
El tono irónico de Víctor irritó a Myriam.
—Haz el favor de dejar de comportarte así. Ya he tenido un día bastante ajetreado.
Víctor alargó una mano para tomar un mechón de pelo de Myriam.
—El mío tampoco ha sido una maravilla.
—¿Quieres hablar de ello? —al ver la hostilidad de la expresión de Víctor, Myriam añadió—: Ya veo que no. ¿Te ha dejado algún mensaje Alan para mí?
—No, no ha dejado ningún mensaje. Y a menos que sea aún más estúpido de lo que creo, no esperes tener noticias de él pronto.
—Has sido desagradable con él, ¿verdad? Ahora voy a tener que llamarlo para disculparme.
—¿Disculparte? —repitió Víctor, incrédulo—. De eso nada. De hecho, no vas a volver a hablar con él. Ni a verlo. ¡Ya le he dejado bien claro a tu Alan que si se acerca a ti le romperé cada hueso del cuerpo!
—¿Te has vuelto loco? —preguntó Myriam, anonadada.
—Probablemente sea así. Estoy loco por haberme casado contigo y estoy loco por no haberle roto el cuello a tu amiguito. Pero creo que ha captado el mensaje. Ya sabe lo que le haré si vuelvo a verlo cerca de ti.
Myriam se puso pálida.
—¡Cielo santo! —exclamó, temblando de furia—. ¿Crees que intimidas con esa actitud? —dijo a la vez que apoyaba un dedo contra el pecho de Víctor—. ¡Porque te aseguro que no es así! Solo demuestra lo matón que eres. ¿Cómo te atreves a tratar así a mis amigos? ¡Y pensar que empezaba a creer que había alguna posibilidad de que esto funcionara…!
—¡Lo que de verdad me ofende es que hayas puesto a ese hombre en contacto con mi hijo!
—¿En contacto? Pensaba que eras muchas cosas, pero no que fueras homofóbico. ¡Alan conoce a Alex desde que nació y es maravilloso con él! Para tu información, Alan ha sido un buen amigo mío durante muchos años, ¡y no tengo intención de apartarlo de mi lado sólo porque tú seas un fanático intolerante!
Víctor permaneció muy quieto, mirándola.
—¿Qué has dicho?
—No lo recuerdo con exactitud —admitió Myriam, temblorosa.
—¿Has dicho que soy homofóbico?
—¿Acaso pretendes negarlo?
—¡Por supuesto que lo niego!
—¿En serio? ¿Y qué otro motivo puede haber para que te estés comportando como lo estás haciendo? ¿Y bien? —añadió Myriam al ver que Víctor no reaccionaba. De hecho, su piel había adquirido una especie de tono grisáceo cercano a la palidez—. ¿Te encuentras bien? —preguntó Myriam, desconcertada.
Sin decir nada, Víctor fue hasta su escritorio y abrió el diario que tenía sobre él. Permaneció unos momentos mirando una hoja en blanco.
—Creía que era tu amante —dijo finalmente.
—¿Qué? —dijo Myriam, incrédula. Víctor suspiró y la miró.
—Creía que te estabas acostando con él. ¿Qué más podía pensar? —preguntó, nuevamente enfadado—. Tenía la llave de tu apartamento y siempre se presenta donde estás…
—Eso suelen hacer los amigos —dijo Myriam—. Pero Alan es gay.
Víctor la miró con expresión frustrada.
—Eso lo sé ahora, pero es evidente que él no lo sabía cuando estaba en Grecia.
—¿Pensabas que me estaba acostando con otro hombre? —Myriam lo miró, esperando que lo negara, pero no lo hizo. Movió la cabeza—. Esto es una locura… ¿Cómo pudiste pensar ni por un momento que Alan…?
—Basta, Myriam —dijo Víctor con una expresión de repentino cansancio—. Sé muy bien lo que hubo entre vosotros mientras estuvisteis en Grecia.
—¿Qué hubo entre nosotros? No sé de qué estás hablando.
Víctor rió con aspereza.
—En ese caso te lo explicaré, así que ya puedes ir dejando de disimular.
—No estoy…
—¡Basta! Encontré la nota que te escribió Alan. El mismo día que me dijiste que estabas embarazada —Víctor cerró los ojos y citó en voz alta—: «Lo siento. Pensé que estaba listo pero no lo estoy. Siento no ser fuerte. Te querré siempre, Alan».
—¿La recuerdas palabra por palabra? —dijo Myriam, asombrada.
—Por supuesto. Tenía la maldita nota en el bolsillo cuando me dijiste que estabas embarazada. Parecía evidente que tu amante te había dejado en la estacada y que pretendías hacerme creer que estabas embarazada de mí, cuando yo sabía que no podía tener hijos.
Myriam permaneció petrificada en el sitio, sin poder creer lo que estaba oyendo.
—Pero sí podías —susurró.
—Sí, podía. Sólo por curiosidad, ¿sabías quién era el padre antes de que Alex naciera? ¿O te alivió que se resolviera el problema al comprobar lo parecido que era a mí?
Los ojos de Myriam se llenaron de lágrimas, pero no a causa del enfado.
—Sí, sabía quién era el padre. Nunca tuve la más mínima duda al respecto.
—No utilizar métodos anticonceptivos es infalible.
Myriam tardó unos segundos en asimilar el significado de las palabras de Víctor. Por motivos que se habían hecho obvios posteriormente, Víctor nunca había utilizado protección, y solía cambiar de tema cada vez que ella trataba de hablar al respecto.
—Supongo que debería agradecer que tuvieras sexo seguro —añadió él.
—Ahora mismo me gustaría pegarte.
Víctor pareció ligeramente desconcertado por las palabras de Myriam, pronunciadas en un tono aparentemente desenfadado.
—Alan vino a Grecia porque yo se lo pedí. Me sentía sola…
—¿Acaso tratas de restregármelo por las narices? —espetó Víctor—. Porque si es así…
—Lo que trato es de aclarar las cosas —interrumpió Myriam—. La carta que tan bien has memorizado habría tenido un significado distinto si hubieras sabido que había convencido a Alan, o al menos creía haberlo convencido, para que se sincerara con sus padres respecto a su sexualidad.
Víctor se quedó helado tras escuchar aquello, pero no dijo nada.
—A última hora decidió que no se atrevía. Pasaron seis meses antes de que se animara a hacerlo, ¿y sabes lo gracioso? Que ya lo sabían.
—¿Es eso cierto? —preguntó Víctor con voz ronca—. ¿Nunca fuisteis amantes?
—Tú eres el único hombre con el que me he acostado en mi vida. Mi amante secreto no fue más que un producto de tu retorcida imaginación.
Víctor se llevó un puño a la boca y apretó hasta que los nudillos se le pusieron blancos. Con la otra mano se frotó el sudor de la frente, pero éste volvió a aflorar casi de inmediato.
—¿Qué he hecho? —murmuró—. Creía que me habías tomado por tonto… Mi maldito orgullo. Creía que otro hombre te había dado lo que yo no podía darte.
Myriam pensó que ver a Víctor mortificado por lo que había hecho debería hacerla sentirse mejor, pero no era así. Verlo sufrir no le produjo ninguna satisfacción.
Víctor irguió los hombros.
—Me disculparé con tu amigo, por supuesto.
Myriam estaba deseando abrazarlo, pero parecía tan distante que ni se le pasó por la cabeza hacerlo.
—Gracias —no sabía qué más decir.
—No tienes que darme las gracias. Por mi culpa has pasado estos tres años luchando para ocuparte sola de Alex.
—No ha sido una lucha, sino un placer, y no he estado sola. He contado con mi familia.
—Te compensaré. Aunque necesite el resto de mi vida para lograrlo, te compensaré —prometió Víctor solemnemente.
—¿Acaso crees que quiero que nuestro matrimonio sea una especie de penitencia?
—¿Qué quieres que sea nuestro matrimonio?
—Lo que siempre he querido que sea; una asociación de iguales.
Víctor no ocultó su asombro.
—¿Aún quieres eso?
—¿Qué ha cambiado para que pueda desear otra cosa?
Víctor se quedó mirando a Myriam sin decir nada. Desde su punto de vista había cambiado todo. Cinco minutos antes se sentía respaldado por su ética, por sus altos valores morales. Myriam lo había traicionado pero él estaba dispuesto a olvidarlo para preservar su matrimonio y crear un hogar estable para su hijo.
Pero acababa de averiguar que todo aquello estaba basado en una mentira. Había castigado a la mujer que amaba porque lo habían cegado los celos.
—Espero que algún día seas capaz de perdonarme por lo que te he hecho.
—Te perdono…
—Eso no es posible.
Myriam suspiró, exasperada.
—¿Quieres dejar de decirme lo que debo sentir? Eres tan pesado como mi familia. Sé que te sientes mal, pero eso no es lo importante…
—¿No lo es?
—Hemos vuelto a estar juntos por Alex, ¿no?
Víctor miró atentamente a Myriam.
—¿Es ése el motivo?
—Evidentemente.
Víctor se acercó a un sillón y se dejó caer en él.
—Evidentemente —repitió.
—Te equivocaste, pero lo cierto es que ya no puedes cambiar el pasado. Así que, ¿no te parece que deberíamos concentrarnos en el futuro que queremos para nuestro hijo? Estoy dispuesta a acostarme con algún otro si eso hace que te sientas mejor.
Myriam dejó de sonreír al ver que Víctor se levantaba como impulsado por un resorte, nuevamente furioso.
—No, eso no haría que me sintiera mejor.
—¡Cielo santo, Víctor! Sólo era una broma —dijo ella, exasperada.
Víctor suspiró y se pasó una mano por el pelo.
—De manera que quieres que seamos prácticos y sigamos juntos, ¿no?
Myriam asintió. De pronto, lo único que le apetecía hacer era llorar.
espero sus comentarios....
laurayvictor- VBB CRISTAL
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Re: MILAGRO DE AMOR --- Final
graxias x el capitulo
mariateressina- VBB PLATINO
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Re: MILAGRO DE AMOR --- Final
Gracias por los capituloss!!
FannyQ- VBB DIAMANTE
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Re: MILAGRO DE AMOR --- Final
Gracias por el Cap. Saludos Atte: Iliana
myrithalis- VBB PLATINO
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Re: MILAGRO DE AMOR --- Final
Yo lo hubiero hecho sufrir un pokito mas jeje.
Muchas gracias por el capitulo, no tardes con el final.
Muchas gracias por el capitulo, no tardes con el final.
alma.fra- VBB DIAMANTE
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Re: MILAGRO DE AMOR --- Final
gRACIAS POR EL CAPITULO
LINDA NOVE NO TARDES ESPERO EL FINAL
rodmina- VBB PLATA
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Re: MILAGRO DE AMOR --- Final
gracias por el capitulo
jai33sire- VBB PLATINO
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Re: MILAGRO DE AMOR --- Final
miil graciias x el cap niiña
Dianitha- VBB PLATINO
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Re: MILAGRO DE AMOR --- Final
hola a todas chicas aqui tienen el final de esta novela espero y les alla gustado tanto como amí....
A LO LARGO de las siguientes semanas las cosas parecieron estabilizarse en la relación, pero Myriam era consciente de que el único motivo por el que Víctor seguía con ella era por el niño. Y por el sexo. No podía negar que disfrutaba a lo grande con él como amante, pero no era aquello lo que anhelaba su corazón. Sin embargo, sabía que las cosas debían seguir así por el bien de Alex.
Cuando llegó el momento de irse a Grecia, sus temores respecto a cómo fueran a ir las cosas con la madre de Víctor volvieron a inquietarla unos días, pero desaparecieron casi por completo cuando, una vez allí, Olympia rompió a llorar emocionada nada más ver al niño. Víctor salió de la habitación y le tocó a ella consolarla. Y Myriam descubrió de pronto que era la mujer del momento. Le había dado un nieto a Olympia, además un varón, y Laura no volvió a ser mencionada.
También le resultó más fácil llevarse bien con su suegra porque vivía a unos quince kilómetros, aunque acudía a menudo a ver a su nieto, al que adoraba. Todo resultó mucho menos desalentador que la primera vez que estuvo allí, y Myriam comprendió que gran parte de los problemas que tuvo la primera vez se debieron a su falta de seguridad.
Aunque ya no era la jovencita inexperta que solía ser, aún tenía algunas cosas que demostrarse a sí misma, y para ello decidió organizar una fiesta. Y había incluido a Laura en la lista de invitados.
Pero cuando llegó el día señalado sus temores regresaron a raudales. ¿Quién le había mandado meterse en aquel lío?, se preguntó, inquieta. No tenía ninguna experiencia en reuniones sociales y no era una conversadora especialmente animada… ni siquiera sabía qué cubiertos debía utilizar en una comida de etiqueta. A pesar de todo, le había parecido buena idea invitar a un grupo de gente rica y poderosa a comer.
Debía de haber perdido la cabeza.
La solución evidente era cancelar la fiesta, se dijo. Después de todo, no tenía nada que probar.
Se encaminó con paso decidido al estudio de Víctor para comunicarle su decisión y entró sin llamar. Estaba a punto de hablar cuando vio que él tenía el teléfono pegado a la oreja.
Víctor señaló una silla y Myriam se sentó, desinflada. Su decidida entrada no le había servido de nada. Víctor estaba hablando en griego, pero hubo una palabra que entendió claramente: Laura.
Sin pensárselo dos veces, se levantó y fue a desconectar el cable del teléfono de la pared.
Víctor tardó un momento en darse cuenta de que se había quedado sin línea.
—Debe de haber algún problema en la línea —dijo mientras colgaba con el ceño fruncido. Al volverse vio a Myriam con el cable del teléfono en la mano—. ¿Se puede saber qué haces?
—Llamar tu atención.
Víctor se sentó en su sillón giratorio de cuero y apoyó la barbilla sobre sus dedos entrelazados.
—Ya la tienes —dijo.
—He venido a decirte que voy a cancelar la cena de esta noche.
Víctor alzó las cejas.
Su reacción desconcertó a Myriam.
—¿No hay ningún «y»?
—De acuerdo, no hay cena.
Myriam frunció el ceño.
—¿Eso es todo lo que tienes que decir?
—¿Qué más quieres que diga?
—¡No te pongas condescendiente conmigo! Por si no lo has notado, llevo toda la semana planeando esa cena. Va a venir mucha gente importante, ¿y lo único que se te ocurre es decir «bien»?
—He dicho «de acuerdo».
—¡Me da igual lo que hayas dicho!
La contradictoria actitud de Myriam hizo que Víctor se masajeara la nuca.
—Sé que piensas que soy un desastre, un auténtico lastre social…
—De todos modos no me apetecía la cena.
—No me sigas la corriente, Víctor.
—No me gustan las comidas formales.
—¡Pues te vas a tener que aguantar, porque ésta va a ser un gran éxito!
Mientras cerraba de un portazo, Myriam oyó la risa de Víctor en el despacho.
Los preparativos para la fiesta iban viento en popa cuando recibió una llamada a media mañana.
—Tengo que salir un rato, Emily. ¿Te importa defender el fuerte?
Condujo hasta la oficina y fue directa al grano en cuanto la hicieron pasar.
—¿Ha localizado a mi madre?
El hombre la miró con expresión comprensiva. No tenía en absoluto el aspecto que Myriam habría esperado de un duro investigador privado.
—Su madre murió hace dos años.
Myriam se hundió en el asiento.
—Comprendo.
El comprensivo detective le entregó una gruesa carpeta.
—Está todo ahí. Se casó con el hombre con que se fue. Él aún vive; es dueño de una cadena de hoteles que dirige con su hijo.
—¡Un hijo! ¿Quiere decir que tengo un hermanastro? —aquello era algo en lo que Myriam no había pensado.
—Sí, y dos hermanastras. Todos los detalles están en el informe.
Myriam regresó a casa con la cabeza hecha un lío. Tenía una familia a la que no conocía y que probablemente ni siquiera sabía que ella existía. Pero ya pensaría en ello más adelante. Antes necesitaba asimilar el hecho de que su madre estuviera muerta. A pesar de que no la había conocido, sentía… En realidad no sabía lo que sentía.
Hablaría de ello más tarde con Víctor para ver qué decía.
Y Víctor demostró que tenía mucho que decir en cuanto apareció.
—¿Dónde has estado?
Myriam estaba emocionalmente agotada y el tono acusador de Víctor fue la gota que colmó el vaso.
—Fuera —replicó secamente.
—Con un hombre, ¿no?
—¿Disculpa? —preguntó Myriam, perpleja.
—Ha llamado para decir que tenía algo que me pertenecía, pero que no me preocupara porque haría que me lo devolvieran. Cuando le he preguntado quién era ha colgado. ¿Qué querías que pensara?
—Supongo que lo peor —Myriam movió la cabeza, descorazonada—. Después de todo lo que ha pasado, no puedo creer que aún sospeches que te engaño. Se trataba de mi bolso, que…
—He llegado a pensar que te habían secuestrado… o abducido…
—¿Lo dices en serio? —preguntó Myriam, asombrada.
—Estaba a punto de llamar a la policía.
—¡Pero eso es ridículo!
—Me alegra que lo pienses —dijo Víctor en tono gélido.
Myriam dejó escapar una risita histérica y luego fue incapaz de parar. Víctor giró sobre sus talones, ofendido, dispuesto a marcharse.
—¡No te vayas mientras estamos hablando! —exclamó Myriam. Al ver que sus palabras no iban a surtir ningún efecto, añadió—: ¿Cuándo volverás?
Víctor la miró un momento por encima del hombro.
—Cuando se me pasen las ganas de estrangularte.
Por cómo la había mirado al decir aquello, Myriam temió que no fuera a volver nunca.
Con su vida personal desmoronándose en todos los frentes, había olvidado por completo decirle al chef que uno de los invitados era vegetariano y otro tenía intolerancia a los lácteos.
El chef, que no había dejado de mirarla con suspicacia desde el día que la encontró en la cocina preparándose una tostada con judías, recibió la información en silencio.
Al menos no la dejó plantada… como otros.
Cuando Emily se presentó con Alex en bañador, Myriam lo tomó en brazos.
—Oh, lo siento cariño —dijo con pesar—. Sé que mamá te dijo que iría hoy a nadar contigo después del almuerzo, pero estoy muy ocupada.
Nueve de cada diez niños de tres años se habrían enfurruñado al ver incumplida una promesa de su madre, pero Alex se encogió filosóficamente de hombros en un gesto conmovedoramente familiar.
Myriam lo estrechó con fuerza entre sus brazos.
—Prometo ir mañana. No dejes de ponerle la gorra, Emily, por favor —recordó a la niñera.
—No se preocupe.
Media hora más tarde, mientras Myriam opinaba sobre el arreglo floral que debía ir en el centro de la mesa, Kostas, el jardinero, entró precipitadamente en el comedor sin molestarse en llamar a la puerta.
—¡Es el pequeño, señora!
—¿Alex?
—¡Venga! Ha resbalado y se ha golpeado. Está inconsciente.
Myriam salió corriendo hacia la piscina.
—Lo siento… —dijo Emily cuando la vio llegar, compungida—. Ha salido corriendo y…
Myriam no escuchó las llorosas explicaciones mientras se arrodillaba junto a Alex.
—Respira —dijo con alivio mientras frotaba las lágrimas que corrían por su rostro con el dorso de una mano—. ¡Gracias a Dios! Hay que llevarlo a la casa —tomó la manita del niño en la suya y la estrechó—. Despierta, Alex, corazón…
—No deberíamos moverlo de aquí —dijo Thomasis, el mayordomo, que ya había pedido una ambulancia—. Será mejor que esperemos a que llegue la ambulancia —añadió mientras cubría al niño con una manta.
—Tiene razón —dijo Myriam mientras se esforzaba por mantener la calma. Un espantoso miedo atenazaba su corazón—. ¿Cree que está…?
—Estoy convencido de que no le sucede nada grave, señora.
Myriam apenas notó que alguien se llevaba a una llorosa Emily.
—¡Es tan pequeño…! —Myriam respiró profundamente para alejar el pánico que amenazaba con apoderarse de ella—. Quiero que venga Víctor… Él sabrá qué hacer…
—Ya estamos tratando de localizarlo —dijo el mayordomo con calma.
Los minutos que pasaron hasta que llegó la ambulancia parecieron eternos, como el viaje hasta el hospital.
Para alivio de Myriam, el doctor que la atendió hablaba perfectamente inglés.
—¿Entiende lo que le estoy diciendo? —preguntó el médico al ver lo pálida que se había puesto tras explicarle lo que iban a hacer.
—Sí —dijo Myriam que, a pesar del inglés del médico apenas había entendido una palabra de cada tres—. Pero tal vez sería mejor esperar a que viniera mi marido…
—Me temo que no conviene esperar para realizar las pruebas.
—En ese caso, adelante. Haga lo que tenga que hacer.
Olympia llegó unos minutos después acompañada de su secretaria, una prima que solía acompañarla a todas partes.
—¿Te han dicho algo ya? —preguntó en cuanto vio a Myriam.
Myriam negó con la cabeza.
—Lo han llevado al quirófano; han dicho que tiene presión intercraneal. Creo que van a perforar… —Myriam no se animaba a decir a su suegra que el doctor no le había dado una respuesta clara cuando le había preguntado si existía la posibilidad de que Alex hubiera sufrido daños cerebrales—. ¿Pero cómo te has enterado? ¿Está Víctor aquí?
—No, me temo que aún no hemos podido localizarlo. Pero no te preocupes, llegará pronto. A mí me ha llamado Thomasis. En momentos como éstos la familia debe estar unida —Olympia asintió al ver que los ojos de Myriam se llenaban de lágrimas—. Debes tener fe en los médicos. Ellos saben lo que hacen —retiró de manos de Myriam la taza de café que sostenía sin haber llegado a probarla—. Siéntate, querida.
Myriam hizo lo que le decía. Se sentía aturdida y extrañamente desconectada de todo lo que la rodeaba.
—Quiero ver a Víctor —murmuró.
—Claro que quieres verlo, y llegará enseguida.
—Ha sido culpa mía… si hubiera ido a nadar con Alex no habría pasado esto…
—No quiero oír nada de eso —dijo Olympia con firmeza—. Los accidentes ocurren. No tienes sentido empezar con los «si…». Por lo que he visto eres una madre estupenda.
El inesperado cumplido hizo que los ojos de Myriam se llenaran de lágrimas.
—Víctor jamás me perdonaría si le sucediera algo a Alex —dijo en tono trágico.
—Mi hijo es más hombre que eso.
—Lo sé, pero hemos discutido. Se ha ido de casa y estaba furioso conmigo.
Olympia tomó las manos de Myriam entre las suyas.
—Víctor es un hombre de temperamento ardiente, pero también tiene un gran corazón… y te quiere.
Myriam miró a su suegra, asombrada.
—Y creo que tú también lo amas… ¿verdad?
Myriam asintió.
—En ese caso, todo irá bien si habláis. Antes debemos encontrarlo, pero tengo a un montón de gente buscándolo, así que no te preocupes. Vendrá.
Las dos mujeres permanecieron un rato sentadas en silencio mientras los minutos pasaban.
—¿Por qué no viene…?
Olympia tomó a Myriam de la mano.
—No podría hacer nada si estuviera aquí. Esperar es duro, lo sé… —dijo con un suspiro.
—¿Qué haré si Alex no se pone bien? No podría soportarlo. Es tan pequeño…
—No tiene sentido preocuparse por algo que aún no ha sucedido, y puede que Alex sea pequeño, pero es un García y un auténtico luchador, como su padre. Y tú también eres una García ahora, así que debes ser valiente. Debes ser valiente por Alex.
Myriam tragó e irguió la barbilla.
—Gracias —dijo.
Una enfermera se acercó a ellas.
—¿Señora García?
Ambas mujeres se pusieron en pie.
—¿Hay alguna noticia?
—El doctor hablará con ustedes.
Después de hablar con el doctor y de ver cómo despertaba Alex brevemente después de la operación, Myriam no pudo más y se puso a sollozar apoyada de espaldas contra la pared.
—¡Dios santo!
Cuando abrió los ojos vio a su marido. Sintió un inmenso alivio mientras se arrojaba a sus brazos.
—¡Víctor!
—Lo siento tanto… —dijo él, angustiado—. ¿Cómo está…?
Myriam se dio cuenta entonces de que Víctor no sabía aún que la operación había ido bien y que Alex no iba a tener secuelas. Alzó las manos para tomar su rostro entre ellas.
—Alex va a estar bien, Víctor. La operación ha sido un éxito total.
La mirada de Víctor brilló de esperanza.
—Pero cuando te he visto llorando de esa manera…
—Estaba llorando de alivio. Sólo de alivio.
—¿En serio? ¿Alex va a estar bien?
Myriam asintió.
—Tenía una hemorragia interna y han aliviado la presión.
—¿Habrá complicaciones?
—No. Me han dicho que se recuperará del todo.
Myriam se apartó a un lado y señaló la puerta.
—Está ahí. ¿Quieres verlo?
Víctor asintió, emocionado.
La enfermera que estaba junto a la cama se apartó y dijo algo en griego.
—Dice que va a seguir dormido un rato —explicó Víctor.
—Yo lo he visto despierto después de la operación.
—¿Ha preguntado por mí?
—No —Myriam sonrió—. Lo que ha hecho ha sido pedir un perro, un perro grande, y también ha dicho que no ha sido culpa suya.
Víctor rió. Luego dejó escapar el aliento, aliviado, y se pasó una mano por el pelo.
—Parece tan pequeño, tan frágil…
—Lo sé.
Víctor se volvió hacia Myriam y la miró.
—Lo siento.
—¿Por qué lo sientes?
—Por no haber estado contigo cuando me necesitabas.
—No podías saberlo, y tu madre ha llegado enseguida.
—¿Mi madre? —repitió Víctor, desconcertado.
—Sí, tu madre. Y ha sido encantadora. Se ha quedado hasta que Alex ha despertado y luego la he mandado a casa. Pero ha dejado a su prima Sabine para que me haga compañía. Está en la sala de espera —Myriam se fijó por primera vez en los rasgos de agotamiento del rostro de Víctor, sin duda debidos a la tensión experimentada—. Iba a tomar un café cuando has llegado. ¿Quieres que te traiga uno?
Cuando Víctor la miró, la lenta sonrisa que distendió su rostro hizo que el corazón de Myriam latiera más rápido.
—Creo que te voy a acompañar —dijo a la vez que pasaba un brazo por sus hombros y se encaminaba hacia la puerta—. Tenemos que hablar de algunos asuntos.
Mientras Víctor se volvía para decirle algo en griego a la enfermera, Myriam sintió un escalofrío. ¿De qué querría que hablaran? Tal y como era, y después de haber comprobado que Alex estaba bien, lo más seguro fuera que quisiera saber quién había sido el responsable del accidente.
—¿Tienes frío? —preguntó él mientras salían.
—No. La cafetería está por aquí —Myriam señaló a su derecha.
—¿Te importa si salimos al jardín a sentarnos un rato? No me gustan las cafeterías de los hospitales.
—De acuerdo.
Víctor miró a Myriam con gesto interrogante cuando, en lugar de seguirlo, permaneció donde estaba.
—Ya sé lo que vas a decir.
Víctor frunció el ceño.
—Lo dudo mucho.
—Sólo quiero que sepas que nada de lo que puedas decir podría hacerme sentir peor de lo que me siento ya —dijo Myriam con voz temblorosa—. Si no hubiera estado ocupada con la maldita fiesta habría ido a nadar con Alex como le había prometido y nada de esto hubiera pasado.
—Si yo no me hubiera ido de la casa como un adolescente… si no nos hubiéramos conocido… Es inútil ver las cosas de ese modo.
—Yo no te culpo por haberte ido —dijo Myriam débilmente—. Me he comportado como una tonta. La idea de la fiesta fue una estupidez. Sólo la organicé porque quería impresionar a tu madre y a tus amigos… y a Laura.
—¿Por qué?
—Porque quería demostrarte que soy tan buena como ella.
Víctor no ocultó su asombro.
—¿Y por qué pensabas que quiero que seas como Laura?
—Laura es preciosa, sabe relacionarse, dice lo adecuado en cada momento y tu familia piensa que era la esposa perfecta para ti… además yo sufro de idiotez terminal —añadió Myriam con un encogimiento de hombros—. De hecho he dejado de preocuparme por Laura esta misma tarde —respiró profundamente y miró a Víctor a los ojos—. Esta mañana me he dejado el bolso en la oficina de un investigador privado al que había contratado para que buscara a mi madre.
—¿Qué?
—Iba a decírtelo, pero no me parecía que tuviera mucho sentido hacerlo si no averiguaba nada.
—¿Y ha averiguado algo?
Myriam asintió.
—Me ha dicho que mi madre murió hace dos años y que tengo un hermanastro y dos hermanastras.
Víctor abrió los brazos y Myriam se refugió de inmediato en ellos.
—Y encima yo te he gritado cuando has llegado. Estaba frenético pensando que te había pasado algo. Lo siento.
—Yo no sé por qué me reído… No podía parar…
—Supongo que estabas histérica, lo que no es de extrañar —Víctor tomó el rostro de Myriam entre las manos y le hizo alzarlo para besarla.
El beso fue duro, hambriento, y a la vez tierno. Después, Myriam sentía las piernas tan temblorosas que apenas pudo acompañar a Víctor cuando éste la condujo hasta un pequeño jardín que parecía un oasis en medio del hospital.
—¿Cómo sabías dónde estaba este sitio? —preguntó mientras acariciaba la hoja de un limonero.
Víctor la miró un momento, pensativo. Luego señaló una puerta.
—Esa puerta lleva a la unidad de oncología.
Sin saber bien por qué, Myriam se puso nerviosa al escuchar aquello.
—Ahí es donde tratan los cánceres, ¿no?
Víctor se limitó a asentir.
—¿Conoces a alguien a quien hayan tratado ahí? —preguntó Myriam con cautela.
—En cierto modo. Yo fui tratado en Londres, pero pasé un tiempo aquí… pero no voy a aburrirte con los detalles.
—¿Tenías… tenías…?
—Cáncer. Tenía un cáncer.
Myriam pensó que tenía que haber un error. No debía de haber oído bien. Víctor era fuerte, era. Apenas fue consciente del estrangulado sonido que escapó de su garganta mientras Víctor la ayudaba a sentarse en un banco de madera hecho en un tronco.
—Es agradable —dijo distraídamente mientras deslizaba una mano por la madera.
Víctor se arrodilló ante ella.
—No pretendía conmocionarte —dijo a la vez que la tomaba de la mano.
Myriam sintió el sabor metálico del miedo en la boca.
—¿Y ahora estás bien? —susurró—. ¿Se te ha pasado?
—Se me ha pasado.
—¿Cuándo?
—Acababan de darme el alta el día que nos conocimos.
Myriam liberó su mano de la de Víctor y se abrazó a sí misma en un gesto defensivo.
—¿Por eso estabas tan delgado? —de pronto lo miró con ojos acusadores—. Te arrojaste al mar para rescatarme y estabas enfermo.
—No tanto como tú lo habrías estado si no hubiera saltado —bromeó él.
—No es un asunto para bromear —lo reprendió Myriam—. ¿Pero qué hacías por allí?
—Había ido a darle la noticia a mi amigo Raúl. De no ser por él estaría muerto.
—¡No digas eso! —protestó Myriam, y enseguida añadió—: Siempre me gustó Raúl.
—A mí también —dijo Víctor, sonriente.
—Así que cuando me conociste acababas de librarte de la pena de muerte.
—Podría decirse algo así.
—Y no estabas precisamente en tus cabales, claro. Eso explica muchas cosas. De no ser así no te habrías fijado en alguien como yo, y ni se te habría pasado por la cabeza casarte conmigo —Myriam rió débilmente y se cubrió el rostro con las manos.
Víctor la tomó por las muñecas y le hizo retirar las manos.
—Nadie pasa por una enfermedad como esa sin cambiar profundamente. Hizo que me replanteara las cosas y descubrí que no me gustaba demasiado la persona en que me había convertido. Era rico, ¿pero qué estaba haciendo con mi riqueza? Hacer que aumentara. Sí, se me da bien hacer dinero, ¿pero era feliz? —Víctor negó con la cabeza—. Decidí que si tenía una segunda oportunidad las cosas serían distintas. Lejos de sufrir una especie de locura temporal, creo que el día que te conocí en la playa estaba más cuerdo que nunca.
—¿Por qué no me lo dijiste, Víctor?
—Porque no quería que me miraras de otro modo.
—No lo habría hecho…
—¿Estás segura?
Myriam suspiró.
—Puede que tengas razón.
—Cuando estás enfermo la gente no ve a la persona, sino la enfermedad. Y algunos no saben cómo tratar con ella; probablemente les recuerda a su propia mortalidad. Contigo no hubo nada de eso. Me dijeron que había probabilidades de que el tratamiento me dejara estéril. Pero creo que el motivo por el que no te lo dije fue porque sabía que en realidad no estabas enamorada de mí y no podía arriesgarme a perderte… no podía.
El dolor que manifestó la voz de Víctor hizo que los ojos de Myriam se llenaran de lágrimas.
—Pero no me habrías perdido, querido —protestó—. Por supuesto que te amaba. Siempre te he amado y siempre te amaré.
—Debí dejarte ir… Lo intenté, pero no pude.
—¡Pero yo no quería que me dejaras ir! ¡Te quería a ti!
—Estabas enamorada del tipo que te salvó la vida. Estabas enamorada de una figura heroica que podía caminar por el agua. Yo no era ese hombre… aunque quería serlo para ti.
—Yo no quería un héroe. Quería un marido.
—¿Un marido que había sido atiborrado de química? ¿Un marido que no podía darte hijos? Sabía que si te decía la verdad tenía muchas posibilidades de perderte. Sé que mi comportamiento desde el momento que te conocí fue totalmente censurable, pero me enamoré de ti a primera vista.
—¿Tú…? ¿De mí…? —Myriam sintió que en algún lugar de su interior estallaban fuegos artificiales de puro gozo.
—Total y completamente. Me aproveché de tu juventud e inexperiencia. Eras muy joven, y sabía que simplemente te habías encaprichado de mí. Sabía que no estabas lista para casarte.
Myriam sonrió, segura de sí misma.
—Puede que fuera joven, pero eso no invalida lo que sentía, Víctor. Ya no era una adolescente, ¿y no crees que yo estoy en mejor posición que tú para saber si estaba lista para el matrimonio?
—Lo cierto es que me aterrorizaba la idea de perderte —confesó Víctor roncamente.
—Ahora no vas a perderme —dijo Myriam con firmeza—. Ya no te vas a librar de mí y esta vez vas a estar a mi lado cuando el bebé llegue.
Víctor se quedó como petrificado. Bajó la mirada hacia el vientre de Myriam.
—¿Un bebé?
Ella asintió, lo tomó de la mano y le hizo apoyarla en su vientre.
—Planeaba decírtelo después de la fiesta de esta noche… —Myriam se interrumpió de repente, horrorizada—. ¡Oh, no! ¡La fiesta! ¡La había olvidado por completo!
—Al diablo la fiesta —dijo Víctor, totalmente desinteresado en el tema—. Un bebé… ¡eso sí que es asombroso!
—Teniendo en cuenta lo que te has esforzado en el proyecto, a mí no me parece nada asombroso —bromeó Myriam—. ¡Lo asombroso es que me quieras!
—No, lo asombroso es que tú sigas queriéndome después de todo el daño que te he causado.
—También me has dado mucho placer… y a Alex. Y hablando de Alex, ¡está despierto! —riendo, Myriam sacó el busca vibrador que llevaba en el bolsillo y se lo entregó a Víctor—. Así es la vida de los padres que están a entera disposición de sus hijos las veinticuatro horas del día.
La perspectiva de aquella vida hizo que se iluminara el rostro de Víctor.
—Pensaba que era un hombre sin futuro y ahora estoy con la mujer a la que estaba destinado a amar y con un hijo suyo y otro en camino. ¿Qué más podría pedir? —preguntó mientras ayudaba a Myriam a ponerse en pie.
—¿Una hija?
—Eso estaría bien, ¿pero qué tal gemelos?
—Ni se te ocurra pensarlo —dijo Myriam, riendo.
—¿Vamos a decirle a Alex que va a tener un hermanito o una hermanita?
—Seguro que él dirá que prefiere un perro.
Víctor estrechó a Myriam entre sus brazos, riendo.
—Te quiero —dijo con infinita ternura.
—Y yo también te quiero.
—Pero yo me enamoré primero.
—¿Es que siempre tienes que tener la última…?
Víctor silenció a Myriam con un prolongado beso… ¡algo que a ella no le importó en lo más mínimo!
Fin
espero muchos comentarios y pronto tendran noticias mias... bye...
A LO LARGO de las siguientes semanas las cosas parecieron estabilizarse en la relación, pero Myriam era consciente de que el único motivo por el que Víctor seguía con ella era por el niño. Y por el sexo. No podía negar que disfrutaba a lo grande con él como amante, pero no era aquello lo que anhelaba su corazón. Sin embargo, sabía que las cosas debían seguir así por el bien de Alex.
Cuando llegó el momento de irse a Grecia, sus temores respecto a cómo fueran a ir las cosas con la madre de Víctor volvieron a inquietarla unos días, pero desaparecieron casi por completo cuando, una vez allí, Olympia rompió a llorar emocionada nada más ver al niño. Víctor salió de la habitación y le tocó a ella consolarla. Y Myriam descubrió de pronto que era la mujer del momento. Le había dado un nieto a Olympia, además un varón, y Laura no volvió a ser mencionada.
También le resultó más fácil llevarse bien con su suegra porque vivía a unos quince kilómetros, aunque acudía a menudo a ver a su nieto, al que adoraba. Todo resultó mucho menos desalentador que la primera vez que estuvo allí, y Myriam comprendió que gran parte de los problemas que tuvo la primera vez se debieron a su falta de seguridad.
Aunque ya no era la jovencita inexperta que solía ser, aún tenía algunas cosas que demostrarse a sí misma, y para ello decidió organizar una fiesta. Y había incluido a Laura en la lista de invitados.
Pero cuando llegó el día señalado sus temores regresaron a raudales. ¿Quién le había mandado meterse en aquel lío?, se preguntó, inquieta. No tenía ninguna experiencia en reuniones sociales y no era una conversadora especialmente animada… ni siquiera sabía qué cubiertos debía utilizar en una comida de etiqueta. A pesar de todo, le había parecido buena idea invitar a un grupo de gente rica y poderosa a comer.
Debía de haber perdido la cabeza.
La solución evidente era cancelar la fiesta, se dijo. Después de todo, no tenía nada que probar.
Se encaminó con paso decidido al estudio de Víctor para comunicarle su decisión y entró sin llamar. Estaba a punto de hablar cuando vio que él tenía el teléfono pegado a la oreja.
Víctor señaló una silla y Myriam se sentó, desinflada. Su decidida entrada no le había servido de nada. Víctor estaba hablando en griego, pero hubo una palabra que entendió claramente: Laura.
Sin pensárselo dos veces, se levantó y fue a desconectar el cable del teléfono de la pared.
Víctor tardó un momento en darse cuenta de que se había quedado sin línea.
—Debe de haber algún problema en la línea —dijo mientras colgaba con el ceño fruncido. Al volverse vio a Myriam con el cable del teléfono en la mano—. ¿Se puede saber qué haces?
—Llamar tu atención.
Víctor se sentó en su sillón giratorio de cuero y apoyó la barbilla sobre sus dedos entrelazados.
—Ya la tienes —dijo.
—He venido a decirte que voy a cancelar la cena de esta noche.
Víctor alzó las cejas.
Su reacción desconcertó a Myriam.
—¿No hay ningún «y»?
—De acuerdo, no hay cena.
Myriam frunció el ceño.
—¿Eso es todo lo que tienes que decir?
—¿Qué más quieres que diga?
—¡No te pongas condescendiente conmigo! Por si no lo has notado, llevo toda la semana planeando esa cena. Va a venir mucha gente importante, ¿y lo único que se te ocurre es decir «bien»?
—He dicho «de acuerdo».
—¡Me da igual lo que hayas dicho!
La contradictoria actitud de Myriam hizo que Víctor se masajeara la nuca.
—Sé que piensas que soy un desastre, un auténtico lastre social…
—De todos modos no me apetecía la cena.
—No me sigas la corriente, Víctor.
—No me gustan las comidas formales.
—¡Pues te vas a tener que aguantar, porque ésta va a ser un gran éxito!
Mientras cerraba de un portazo, Myriam oyó la risa de Víctor en el despacho.
Los preparativos para la fiesta iban viento en popa cuando recibió una llamada a media mañana.
—Tengo que salir un rato, Emily. ¿Te importa defender el fuerte?
Condujo hasta la oficina y fue directa al grano en cuanto la hicieron pasar.
—¿Ha localizado a mi madre?
El hombre la miró con expresión comprensiva. No tenía en absoluto el aspecto que Myriam habría esperado de un duro investigador privado.
—Su madre murió hace dos años.
Myriam se hundió en el asiento.
—Comprendo.
El comprensivo detective le entregó una gruesa carpeta.
—Está todo ahí. Se casó con el hombre con que se fue. Él aún vive; es dueño de una cadena de hoteles que dirige con su hijo.
—¡Un hijo! ¿Quiere decir que tengo un hermanastro? —aquello era algo en lo que Myriam no había pensado.
—Sí, y dos hermanastras. Todos los detalles están en el informe.
Myriam regresó a casa con la cabeza hecha un lío. Tenía una familia a la que no conocía y que probablemente ni siquiera sabía que ella existía. Pero ya pensaría en ello más adelante. Antes necesitaba asimilar el hecho de que su madre estuviera muerta. A pesar de que no la había conocido, sentía… En realidad no sabía lo que sentía.
Hablaría de ello más tarde con Víctor para ver qué decía.
Y Víctor demostró que tenía mucho que decir en cuanto apareció.
—¿Dónde has estado?
Myriam estaba emocionalmente agotada y el tono acusador de Víctor fue la gota que colmó el vaso.
—Fuera —replicó secamente.
—Con un hombre, ¿no?
—¿Disculpa? —preguntó Myriam, perpleja.
—Ha llamado para decir que tenía algo que me pertenecía, pero que no me preocupara porque haría que me lo devolvieran. Cuando le he preguntado quién era ha colgado. ¿Qué querías que pensara?
—Supongo que lo peor —Myriam movió la cabeza, descorazonada—. Después de todo lo que ha pasado, no puedo creer que aún sospeches que te engaño. Se trataba de mi bolso, que…
—He llegado a pensar que te habían secuestrado… o abducido…
—¿Lo dices en serio? —preguntó Myriam, asombrada.
—Estaba a punto de llamar a la policía.
—¡Pero eso es ridículo!
—Me alegra que lo pienses —dijo Víctor en tono gélido.
Myriam dejó escapar una risita histérica y luego fue incapaz de parar. Víctor giró sobre sus talones, ofendido, dispuesto a marcharse.
—¡No te vayas mientras estamos hablando! —exclamó Myriam. Al ver que sus palabras no iban a surtir ningún efecto, añadió—: ¿Cuándo volverás?
Víctor la miró un momento por encima del hombro.
—Cuando se me pasen las ganas de estrangularte.
Por cómo la había mirado al decir aquello, Myriam temió que no fuera a volver nunca.
Con su vida personal desmoronándose en todos los frentes, había olvidado por completo decirle al chef que uno de los invitados era vegetariano y otro tenía intolerancia a los lácteos.
El chef, que no había dejado de mirarla con suspicacia desde el día que la encontró en la cocina preparándose una tostada con judías, recibió la información en silencio.
Al menos no la dejó plantada… como otros.
Cuando Emily se presentó con Alex en bañador, Myriam lo tomó en brazos.
—Oh, lo siento cariño —dijo con pesar—. Sé que mamá te dijo que iría hoy a nadar contigo después del almuerzo, pero estoy muy ocupada.
Nueve de cada diez niños de tres años se habrían enfurruñado al ver incumplida una promesa de su madre, pero Alex se encogió filosóficamente de hombros en un gesto conmovedoramente familiar.
Myriam lo estrechó con fuerza entre sus brazos.
—Prometo ir mañana. No dejes de ponerle la gorra, Emily, por favor —recordó a la niñera.
—No se preocupe.
Media hora más tarde, mientras Myriam opinaba sobre el arreglo floral que debía ir en el centro de la mesa, Kostas, el jardinero, entró precipitadamente en el comedor sin molestarse en llamar a la puerta.
—¡Es el pequeño, señora!
—¿Alex?
—¡Venga! Ha resbalado y se ha golpeado. Está inconsciente.
Myriam salió corriendo hacia la piscina.
—Lo siento… —dijo Emily cuando la vio llegar, compungida—. Ha salido corriendo y…
Myriam no escuchó las llorosas explicaciones mientras se arrodillaba junto a Alex.
—Respira —dijo con alivio mientras frotaba las lágrimas que corrían por su rostro con el dorso de una mano—. ¡Gracias a Dios! Hay que llevarlo a la casa —tomó la manita del niño en la suya y la estrechó—. Despierta, Alex, corazón…
—No deberíamos moverlo de aquí —dijo Thomasis, el mayordomo, que ya había pedido una ambulancia—. Será mejor que esperemos a que llegue la ambulancia —añadió mientras cubría al niño con una manta.
—Tiene razón —dijo Myriam mientras se esforzaba por mantener la calma. Un espantoso miedo atenazaba su corazón—. ¿Cree que está…?
—Estoy convencido de que no le sucede nada grave, señora.
Myriam apenas notó que alguien se llevaba a una llorosa Emily.
—¡Es tan pequeño…! —Myriam respiró profundamente para alejar el pánico que amenazaba con apoderarse de ella—. Quiero que venga Víctor… Él sabrá qué hacer…
—Ya estamos tratando de localizarlo —dijo el mayordomo con calma.
Los minutos que pasaron hasta que llegó la ambulancia parecieron eternos, como el viaje hasta el hospital.
Para alivio de Myriam, el doctor que la atendió hablaba perfectamente inglés.
—¿Entiende lo que le estoy diciendo? —preguntó el médico al ver lo pálida que se había puesto tras explicarle lo que iban a hacer.
—Sí —dijo Myriam que, a pesar del inglés del médico apenas había entendido una palabra de cada tres—. Pero tal vez sería mejor esperar a que viniera mi marido…
—Me temo que no conviene esperar para realizar las pruebas.
—En ese caso, adelante. Haga lo que tenga que hacer.
Olympia llegó unos minutos después acompañada de su secretaria, una prima que solía acompañarla a todas partes.
—¿Te han dicho algo ya? —preguntó en cuanto vio a Myriam.
Myriam negó con la cabeza.
—Lo han llevado al quirófano; han dicho que tiene presión intercraneal. Creo que van a perforar… —Myriam no se animaba a decir a su suegra que el doctor no le había dado una respuesta clara cuando le había preguntado si existía la posibilidad de que Alex hubiera sufrido daños cerebrales—. ¿Pero cómo te has enterado? ¿Está Víctor aquí?
—No, me temo que aún no hemos podido localizarlo. Pero no te preocupes, llegará pronto. A mí me ha llamado Thomasis. En momentos como éstos la familia debe estar unida —Olympia asintió al ver que los ojos de Myriam se llenaban de lágrimas—. Debes tener fe en los médicos. Ellos saben lo que hacen —retiró de manos de Myriam la taza de café que sostenía sin haber llegado a probarla—. Siéntate, querida.
Myriam hizo lo que le decía. Se sentía aturdida y extrañamente desconectada de todo lo que la rodeaba.
—Quiero ver a Víctor —murmuró.
—Claro que quieres verlo, y llegará enseguida.
—Ha sido culpa mía… si hubiera ido a nadar con Alex no habría pasado esto…
—No quiero oír nada de eso —dijo Olympia con firmeza—. Los accidentes ocurren. No tienes sentido empezar con los «si…». Por lo que he visto eres una madre estupenda.
El inesperado cumplido hizo que los ojos de Myriam se llenaran de lágrimas.
—Víctor jamás me perdonaría si le sucediera algo a Alex —dijo en tono trágico.
—Mi hijo es más hombre que eso.
—Lo sé, pero hemos discutido. Se ha ido de casa y estaba furioso conmigo.
Olympia tomó las manos de Myriam entre las suyas.
—Víctor es un hombre de temperamento ardiente, pero también tiene un gran corazón… y te quiere.
Myriam miró a su suegra, asombrada.
—Y creo que tú también lo amas… ¿verdad?
Myriam asintió.
—En ese caso, todo irá bien si habláis. Antes debemos encontrarlo, pero tengo a un montón de gente buscándolo, así que no te preocupes. Vendrá.
Las dos mujeres permanecieron un rato sentadas en silencio mientras los minutos pasaban.
—¿Por qué no viene…?
Olympia tomó a Myriam de la mano.
—No podría hacer nada si estuviera aquí. Esperar es duro, lo sé… —dijo con un suspiro.
—¿Qué haré si Alex no se pone bien? No podría soportarlo. Es tan pequeño…
—No tiene sentido preocuparse por algo que aún no ha sucedido, y puede que Alex sea pequeño, pero es un García y un auténtico luchador, como su padre. Y tú también eres una García ahora, así que debes ser valiente. Debes ser valiente por Alex.
Myriam tragó e irguió la barbilla.
—Gracias —dijo.
Una enfermera se acercó a ellas.
—¿Señora García?
Ambas mujeres se pusieron en pie.
—¿Hay alguna noticia?
—El doctor hablará con ustedes.
Después de hablar con el doctor y de ver cómo despertaba Alex brevemente después de la operación, Myriam no pudo más y se puso a sollozar apoyada de espaldas contra la pared.
—¡Dios santo!
Cuando abrió los ojos vio a su marido. Sintió un inmenso alivio mientras se arrojaba a sus brazos.
—¡Víctor!
—Lo siento tanto… —dijo él, angustiado—. ¿Cómo está…?
Myriam se dio cuenta entonces de que Víctor no sabía aún que la operación había ido bien y que Alex no iba a tener secuelas. Alzó las manos para tomar su rostro entre ellas.
—Alex va a estar bien, Víctor. La operación ha sido un éxito total.
La mirada de Víctor brilló de esperanza.
—Pero cuando te he visto llorando de esa manera…
—Estaba llorando de alivio. Sólo de alivio.
—¿En serio? ¿Alex va a estar bien?
Myriam asintió.
—Tenía una hemorragia interna y han aliviado la presión.
—¿Habrá complicaciones?
—No. Me han dicho que se recuperará del todo.
Myriam se apartó a un lado y señaló la puerta.
—Está ahí. ¿Quieres verlo?
Víctor asintió, emocionado.
La enfermera que estaba junto a la cama se apartó y dijo algo en griego.
—Dice que va a seguir dormido un rato —explicó Víctor.
—Yo lo he visto despierto después de la operación.
—¿Ha preguntado por mí?
—No —Myriam sonrió—. Lo que ha hecho ha sido pedir un perro, un perro grande, y también ha dicho que no ha sido culpa suya.
Víctor rió. Luego dejó escapar el aliento, aliviado, y se pasó una mano por el pelo.
—Parece tan pequeño, tan frágil…
—Lo sé.
Víctor se volvió hacia Myriam y la miró.
—Lo siento.
—¿Por qué lo sientes?
—Por no haber estado contigo cuando me necesitabas.
—No podías saberlo, y tu madre ha llegado enseguida.
—¿Mi madre? —repitió Víctor, desconcertado.
—Sí, tu madre. Y ha sido encantadora. Se ha quedado hasta que Alex ha despertado y luego la he mandado a casa. Pero ha dejado a su prima Sabine para que me haga compañía. Está en la sala de espera —Myriam se fijó por primera vez en los rasgos de agotamiento del rostro de Víctor, sin duda debidos a la tensión experimentada—. Iba a tomar un café cuando has llegado. ¿Quieres que te traiga uno?
Cuando Víctor la miró, la lenta sonrisa que distendió su rostro hizo que el corazón de Myriam latiera más rápido.
—Creo que te voy a acompañar —dijo a la vez que pasaba un brazo por sus hombros y se encaminaba hacia la puerta—. Tenemos que hablar de algunos asuntos.
Mientras Víctor se volvía para decirle algo en griego a la enfermera, Myriam sintió un escalofrío. ¿De qué querría que hablaran? Tal y como era, y después de haber comprobado que Alex estaba bien, lo más seguro fuera que quisiera saber quién había sido el responsable del accidente.
—¿Tienes frío? —preguntó él mientras salían.
—No. La cafetería está por aquí —Myriam señaló a su derecha.
—¿Te importa si salimos al jardín a sentarnos un rato? No me gustan las cafeterías de los hospitales.
—De acuerdo.
Víctor miró a Myriam con gesto interrogante cuando, en lugar de seguirlo, permaneció donde estaba.
—Ya sé lo que vas a decir.
Víctor frunció el ceño.
—Lo dudo mucho.
—Sólo quiero que sepas que nada de lo que puedas decir podría hacerme sentir peor de lo que me siento ya —dijo Myriam con voz temblorosa—. Si no hubiera estado ocupada con la maldita fiesta habría ido a nadar con Alex como le había prometido y nada de esto hubiera pasado.
—Si yo no me hubiera ido de la casa como un adolescente… si no nos hubiéramos conocido… Es inútil ver las cosas de ese modo.
—Yo no te culpo por haberte ido —dijo Myriam débilmente—. Me he comportado como una tonta. La idea de la fiesta fue una estupidez. Sólo la organicé porque quería impresionar a tu madre y a tus amigos… y a Laura.
—¿Por qué?
—Porque quería demostrarte que soy tan buena como ella.
Víctor no ocultó su asombro.
—¿Y por qué pensabas que quiero que seas como Laura?
—Laura es preciosa, sabe relacionarse, dice lo adecuado en cada momento y tu familia piensa que era la esposa perfecta para ti… además yo sufro de idiotez terminal —añadió Myriam con un encogimiento de hombros—. De hecho he dejado de preocuparme por Laura esta misma tarde —respiró profundamente y miró a Víctor a los ojos—. Esta mañana me he dejado el bolso en la oficina de un investigador privado al que había contratado para que buscara a mi madre.
—¿Qué?
—Iba a decírtelo, pero no me parecía que tuviera mucho sentido hacerlo si no averiguaba nada.
—¿Y ha averiguado algo?
Myriam asintió.
—Me ha dicho que mi madre murió hace dos años y que tengo un hermanastro y dos hermanastras.
Víctor abrió los brazos y Myriam se refugió de inmediato en ellos.
—Y encima yo te he gritado cuando has llegado. Estaba frenético pensando que te había pasado algo. Lo siento.
—Yo no sé por qué me reído… No podía parar…
—Supongo que estabas histérica, lo que no es de extrañar —Víctor tomó el rostro de Myriam entre las manos y le hizo alzarlo para besarla.
El beso fue duro, hambriento, y a la vez tierno. Después, Myriam sentía las piernas tan temblorosas que apenas pudo acompañar a Víctor cuando éste la condujo hasta un pequeño jardín que parecía un oasis en medio del hospital.
—¿Cómo sabías dónde estaba este sitio? —preguntó mientras acariciaba la hoja de un limonero.
Víctor la miró un momento, pensativo. Luego señaló una puerta.
—Esa puerta lleva a la unidad de oncología.
Sin saber bien por qué, Myriam se puso nerviosa al escuchar aquello.
—Ahí es donde tratan los cánceres, ¿no?
Víctor se limitó a asentir.
—¿Conoces a alguien a quien hayan tratado ahí? —preguntó Myriam con cautela.
—En cierto modo. Yo fui tratado en Londres, pero pasé un tiempo aquí… pero no voy a aburrirte con los detalles.
—¿Tenías… tenías…?
—Cáncer. Tenía un cáncer.
Myriam pensó que tenía que haber un error. No debía de haber oído bien. Víctor era fuerte, era. Apenas fue consciente del estrangulado sonido que escapó de su garganta mientras Víctor la ayudaba a sentarse en un banco de madera hecho en un tronco.
—Es agradable —dijo distraídamente mientras deslizaba una mano por la madera.
Víctor se arrodilló ante ella.
—No pretendía conmocionarte —dijo a la vez que la tomaba de la mano.
Myriam sintió el sabor metálico del miedo en la boca.
—¿Y ahora estás bien? —susurró—. ¿Se te ha pasado?
—Se me ha pasado.
—¿Cuándo?
—Acababan de darme el alta el día que nos conocimos.
Myriam liberó su mano de la de Víctor y se abrazó a sí misma en un gesto defensivo.
—¿Por eso estabas tan delgado? —de pronto lo miró con ojos acusadores—. Te arrojaste al mar para rescatarme y estabas enfermo.
—No tanto como tú lo habrías estado si no hubiera saltado —bromeó él.
—No es un asunto para bromear —lo reprendió Myriam—. ¿Pero qué hacías por allí?
—Había ido a darle la noticia a mi amigo Raúl. De no ser por él estaría muerto.
—¡No digas eso! —protestó Myriam, y enseguida añadió—: Siempre me gustó Raúl.
—A mí también —dijo Víctor, sonriente.
—Así que cuando me conociste acababas de librarte de la pena de muerte.
—Podría decirse algo así.
—Y no estabas precisamente en tus cabales, claro. Eso explica muchas cosas. De no ser así no te habrías fijado en alguien como yo, y ni se te habría pasado por la cabeza casarte conmigo —Myriam rió débilmente y se cubrió el rostro con las manos.
Víctor la tomó por las muñecas y le hizo retirar las manos.
—Nadie pasa por una enfermedad como esa sin cambiar profundamente. Hizo que me replanteara las cosas y descubrí que no me gustaba demasiado la persona en que me había convertido. Era rico, ¿pero qué estaba haciendo con mi riqueza? Hacer que aumentara. Sí, se me da bien hacer dinero, ¿pero era feliz? —Víctor negó con la cabeza—. Decidí que si tenía una segunda oportunidad las cosas serían distintas. Lejos de sufrir una especie de locura temporal, creo que el día que te conocí en la playa estaba más cuerdo que nunca.
—¿Por qué no me lo dijiste, Víctor?
—Porque no quería que me miraras de otro modo.
—No lo habría hecho…
—¿Estás segura?
Myriam suspiró.
—Puede que tengas razón.
—Cuando estás enfermo la gente no ve a la persona, sino la enfermedad. Y algunos no saben cómo tratar con ella; probablemente les recuerda a su propia mortalidad. Contigo no hubo nada de eso. Me dijeron que había probabilidades de que el tratamiento me dejara estéril. Pero creo que el motivo por el que no te lo dije fue porque sabía que en realidad no estabas enamorada de mí y no podía arriesgarme a perderte… no podía.
El dolor que manifestó la voz de Víctor hizo que los ojos de Myriam se llenaran de lágrimas.
—Pero no me habrías perdido, querido —protestó—. Por supuesto que te amaba. Siempre te he amado y siempre te amaré.
—Debí dejarte ir… Lo intenté, pero no pude.
—¡Pero yo no quería que me dejaras ir! ¡Te quería a ti!
—Estabas enamorada del tipo que te salvó la vida. Estabas enamorada de una figura heroica que podía caminar por el agua. Yo no era ese hombre… aunque quería serlo para ti.
—Yo no quería un héroe. Quería un marido.
—¿Un marido que había sido atiborrado de química? ¿Un marido que no podía darte hijos? Sabía que si te decía la verdad tenía muchas posibilidades de perderte. Sé que mi comportamiento desde el momento que te conocí fue totalmente censurable, pero me enamoré de ti a primera vista.
—¿Tú…? ¿De mí…? —Myriam sintió que en algún lugar de su interior estallaban fuegos artificiales de puro gozo.
—Total y completamente. Me aproveché de tu juventud e inexperiencia. Eras muy joven, y sabía que simplemente te habías encaprichado de mí. Sabía que no estabas lista para casarte.
Myriam sonrió, segura de sí misma.
—Puede que fuera joven, pero eso no invalida lo que sentía, Víctor. Ya no era una adolescente, ¿y no crees que yo estoy en mejor posición que tú para saber si estaba lista para el matrimonio?
—Lo cierto es que me aterrorizaba la idea de perderte —confesó Víctor roncamente.
—Ahora no vas a perderme —dijo Myriam con firmeza—. Ya no te vas a librar de mí y esta vez vas a estar a mi lado cuando el bebé llegue.
Víctor se quedó como petrificado. Bajó la mirada hacia el vientre de Myriam.
—¿Un bebé?
Ella asintió, lo tomó de la mano y le hizo apoyarla en su vientre.
—Planeaba decírtelo después de la fiesta de esta noche… —Myriam se interrumpió de repente, horrorizada—. ¡Oh, no! ¡La fiesta! ¡La había olvidado por completo!
—Al diablo la fiesta —dijo Víctor, totalmente desinteresado en el tema—. Un bebé… ¡eso sí que es asombroso!
—Teniendo en cuenta lo que te has esforzado en el proyecto, a mí no me parece nada asombroso —bromeó Myriam—. ¡Lo asombroso es que me quieras!
—No, lo asombroso es que tú sigas queriéndome después de todo el daño que te he causado.
—También me has dado mucho placer… y a Alex. Y hablando de Alex, ¡está despierto! —riendo, Myriam sacó el busca vibrador que llevaba en el bolsillo y se lo entregó a Víctor—. Así es la vida de los padres que están a entera disposición de sus hijos las veinticuatro horas del día.
La perspectiva de aquella vida hizo que se iluminara el rostro de Víctor.
—Pensaba que era un hombre sin futuro y ahora estoy con la mujer a la que estaba destinado a amar y con un hijo suyo y otro en camino. ¿Qué más podría pedir? —preguntó mientras ayudaba a Myriam a ponerse en pie.
—¿Una hija?
—Eso estaría bien, ¿pero qué tal gemelos?
—Ni se te ocurra pensarlo —dijo Myriam, riendo.
—¿Vamos a decirle a Alex que va a tener un hermanito o una hermanita?
—Seguro que él dirá que prefiere un perro.
Víctor estrechó a Myriam entre sus brazos, riendo.
—Te quiero —dijo con infinita ternura.
—Y yo también te quiero.
—Pero yo me enamoré primero.
—¿Es que siempre tienes que tener la última…?
Víctor silenció a Myriam con un prolongado beso… ¡algo que a ella no le importó en lo más mínimo!
Fin
espero muchos comentarios y pronto tendran noticias mias... bye...
laurayvictor- VBB CRISTAL
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Re: MILAGRO DE AMOR --- Final
gracias por la noveliuuux
QLs- VBB BRONCE
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Re: MILAGRO DE AMOR --- Final
Que linda novela
Gracias
esperamos proximamente otra
rodmina- VBB PLATA
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Fecha de inscripción : 28/05/2008
Re: MILAGRO DE AMOR --- Final
Gracias por la novelitaaa me encantoo!
FannyQ- VBB DIAMANTE
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Fecha de inscripción : 24/05/2008
Re: MILAGRO DE AMOR --- Final
Gracias por la novela Saludos Atte: Iliana
myrithalis- VBB PLATINO
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Localización : Monterrey, Nuevo Leon
Fecha de inscripción : 09/11/2008
Re: MILAGRO DE AMOR --- Final
gracias por la novelita a mi me encanto.
jai33sire- VBB PLATINO
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Edad : 48
Localización : Mexico Distrito Federal
Fecha de inscripción : 23/05/2008
Re: MILAGRO DE AMOR --- Final
VÍCTOR SI QUE ERA MUY CELOSO, AFORTUNADAMENTE MYRIAM SUPO COMPRENDERLO.
GRACIAS POR UNA MUY LINDA NOVELA.
GRACIAS POR UNA MUY LINDA NOVELA.
mats310863- VBB PLATINO
- Cantidad de envíos : 983
Fecha de inscripción : 01/06/2008
Re: MILAGRO DE AMOR --- Final
Otro bebeee ¡¡¡ ke bonito final, muchas gracias por la novela y te esperamos con otra pronto.
alma.fra- VBB DIAMANTE
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Fecha de inscripción : 25/06/2008
Re: MILAGRO DE AMOR --- Final
Niña muchísimas gracias por el final, estuvo padrísima!!!
Marianita- STAFF
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Edad : 38
Localización : Veracruz, Ver.
Fecha de inscripción : 25/05/2008
Re: MILAGRO DE AMOR --- Final
gracias por la nove nena muy linda esta nove
nayelive- VBB PLATINO
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Localización : df
Fecha de inscripción : 07/01/2009
Re: MILAGRO DE AMOR --- Final
graciias x la noveliita niiña me encanto y el fiinal mas jajaja super liindo
Dianitha- VBB PLATINO
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Localización : chihuahua
Fecha de inscripción : 22/07/2009
Re: MILAGRO DE AMOR --- Final
GRAXIAS X LA NOVELA MUY BONITA
mariateressina- VBB PLATINO
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Localización : Campeche, Camp.
Fecha de inscripción : 28/11/2009
Re: MILAGRO DE AMOR --- Final
GRACIAS POR LA NOVELA
dany- VBB PLATINO
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Fecha de inscripción : 23/05/2008
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