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MILAGRO DE AMOR --- Final

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Mensaje  mariateressina Lun Feb 21, 2011 3:13 pm

graxias x el capitulo

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Mensaje  Marianita Lun Feb 21, 2011 8:28 pm

Gracias por el capítulo niña, pon otro ándale!!!! sunny sunny
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Mensaje  myrithalis Lun Feb 21, 2011 9:33 pm

Gracias por el Cap. Saludos Atte: Iliana
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Mensaje  Eva_vbb Lun Feb 21, 2011 9:52 pm

Muchas Graciasssssss
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Mensaje  jai33sire Mar Feb 22, 2011 7:52 am

GRACIAS POR EL CAPITULO Y SIGUELE POR FAAAAAA

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Mensaje  mats310863 Mar Feb 22, 2011 4:42 pm

COMO DICE MYRIAM, QUE VÍCTOR MUESTRE LAS PRUEBAS DE LA INFIDELIDAD DE ELLA.
GRACIAS POR EL CAPÍTULO Y HABER SI HOY PUEDEN SER DOS, SALUDOS

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Mensaje  laurayvictor Mar Feb 22, 2011 5:47 pm

Chicas hoy les voy a poner dos capitulos ayer ya no pude ponerlos..... una disculpa... Smile Smile Smile Smile Smile

Capítulo 9
—¿QUE NO podías tener hijos? —repitió Myriam, perpleja—. No entiendo nada…
—Me dijeron que no podía tener hijos.
Myriam siguió mirando a Víctor sin lograr asimilar sus palabras.
—¿Entiendes lo que te estoy diciendo?
Myriam negó con la cabeza.
—No.
—Evidentemente, estaba equivocado.
—Pero no eres… tú no eres…
—Me parece que estás confundiendo la esterilidad con la impotencia. No soy impotente… como bien sabes.
Myriam se ruborizó hasta la raíz del pelo.
—Simplemente creía que no podía ser padre —añadió Víctor.
—Pero sólo habíamos estado juntos unas semanas. No podías saberlo a menos que… —«a menos que ya hubiera intentado tener un hijo», pensó Myriam. Con otra. Con Laura. De pronto se puso pálida—. Oh… comprendo.
De manera que ya tenía la respuesta a la pregunta que desconcertó a mucha gente entonces: ¿por qué se habían divorciado Víctor y Laura haciendo tan buena pareja como hacían?
La respuesta estaba en aquella nueva revelación. La pareja quería tener un hijo y Laura no se quedó embarazada.
No sería la primera vez que la tensión producida por dicha situación acababa con un matrimonio.
Pero sólo había que ver a Laura y a Víctor juntos para saber que aún sentían algo el uno por el otro.
—Así que cuando te dije que estaba embarazada… algunos hombres habrían pensado que se trataba de un milagro, pero tú pensaste que yo…
«Algunos hombres» no tenían una carta escrita por el amante de su esposa en su posesión. Incluso después de todos aquellos años, Víctor aún no había olvidado la humillación que sintió al descubrirla.
—Supongo que algunos hombres lo habrían pensado, pero eso pertenece al pasado. Pero ahora sé que puedo tener hijos. Ahora tengo a Alex y quiero ser su padre.
Myriam frunció el ceño.
—No —no pensaba negar a Alex la posibilidad de estar con su padre, ¿pero como iba a sobrevivir ella con Víctor formando nuevamente parte de su vida? Si alguna vez había llegado a convencerse de que no seguía tan locamente enamorada de él como siempre, se había equivocado. Engañarse a sí misma ya no era una opción.
Víctor la miró con impaciencia.
—¿Qué quieres decir?
—Quiero decir… No sé lo que quiero decir —Myriam movió la cabeza—. Esto no puede estar bien. Hablamos de tener familia, lo planeamos… —se interrumpió al darse cuenta de que en realidad no habían hablado; la única que habló fue ella—. ¿Estabas al tanto de tu esterilidad cuando nos casamos?
—Sí.
—¿Y por qué no me lo dijiste? Me dejaste hablar de tener hijos sabiendo… —Myriam se estremeció mientras volvía una acusadora mirada hacia Víctor.
—Fue una omisión. Hice mal en no decírtelo.
Era cierto que Víctor había planeado decírselo antes de la boda. De hecho empezó a hacerlo en varias ocasiones, pero siempre acababa echándose atrás en el último momento. Lo había racionalizado, por supuesto, se había dicho que, a fin de cuentas, Myriam iba a casarse con él… Si ella no hubiera podido darle un hijo, él no habría dejado de sentir lo mismo por ella.
La esencia del problema residía en los sentimientos.
Myriam solía iluminarse cada vez que lo veía; temblaba cuando la acariciaba. Víctor sabía que estaba encaprichada de él… ¿pero estaba realmente enamorada? No se atrevió a ponerla a prueba.
—Lo siento, Víctor.
Víctor miró a Myriam, sorprendido.
—¿Por qué lo sientes, querida?
—Debió de ser muy duro para alguien como tú que te dijeran que no podías tener hijos. Debiste de sentirte fatal.
Víctor asintió.
—Así fue.
—Y supongo que no lo hablaste con nadie.
—Un hombre no habla de ese tipo de cosas.
Myriam suspiró, exasperada.
—Veo que sigues con tu actitud machista de siempre, y no te molestes en negarlo —añadió rápidamente al ver que Víctor iba a protestar—. Sé que no puedes evitarlo, pero siento que no fueras capaz de confiar en mí. Pero ése fue siempre el problema, ¿verdad? Nunca me trataste como a un adulto capaz de tomar sus decisiones. Siempre me mantuviste al margen. La nuestra no fue una auténtica relación de adultos.
La expresión de Víctor cuando Myriam terminó de hablar podría haber sido la de alguien a quien acabara de pasarle un camión por encima.
—Nunca esperé que te lo tomaras así.
—Mentiría si dijera que estaba contenta con la situación, pero quería tener tu hijo desesperadamente. Pero nada habría cambiado si no hubiera sido posible —añadió Myriam con firmeza.
—¿De verdad crees que no?
El escepticismo de Víctor molestó a Myriam.
—Sí, lo creo. Podríamos haber adoptado… —su expresión se animó—. Hay montones de niños en el mundo que necesitan un hogar.
—Temo que te subestimé.
—¿Cuándo ibas a decírmelo?
—La verdad es que no lo sé.
Lo cierto era que Víctor había estado dispuesto a olvidar todas las normas de comportamiento que le habían inculcado desde niño para lograr casarse con ella. Entonces temía que Myriam no lo amara de verdad, pero en aquellos momentos estaba comprobando que sus sentimientos habían sido más profundos y menos egoístas que los suyos.
Y había metido la pata hasta el cuello.
—Lo que sintiéramos entonces el uno por el otro carece de importancia en estos momentos —dijo en un tono totalmente carente de emoción.
Myriam se puso de rodillas y frotó la arena de su falda.
—Tampoco era ningún misterio lo que sentíamos —dijo. Desde su punto de vista, si Víctor hubiera sentido algo real por ella nunca la habría echado como lo hizo.
Sintió una repentina emoción. Después de todo lo que le había hecho aquel hombre aún lo amaba, y era consciente de que seguiría amándolo hasta su último aliento. Y aquello era totalmente injusto. ¿Por qué no iba a enterarse Víctor de lo que le había hecho? ¿Por qué ahorrarle aquella verdad?
—¿Quieres saber lo que siento por ti?
—Hablaremos de nuestros sentimientos en otro momento, cuando estés menos emocional.
—Lo que significa cuando tú digas. Veo que en eso no has cambiado.
Myriam vio cómo se tensaba la mandíbula de Víctor.
—Tenemos que tomar una decisión sobre el futuro de nuestro hijo.
—No hay ninguna decisión que tomar —al menos exteriormente, Myriam logró mantener el control.
Pero lo cierto era que el comentario de Víctor la había aterrorizado. Si algo había aprendido durante el breve periodo que convivió con los García fue a no menospreciar el valor del dinero. Era posible que Víctor tuviera muy pocas probabilidades de conseguir la custodia, pero podía destrozarle la vida mientras lo intentaba.
—Siento no estar de acuerdo.
—Ya tuviste tu oportunidad de ser padre y la fastidiaste —replicó Myriam amargamente—. Pero nada te impide ponerte a tener bebés con alguna otra mujer.
Los ojos de Víctor destellaron de furia.
—¿Y crees que voy a dejar las cosas así?
Myriam se encogió de hombros.
—¿Y por qué no?
—No quiero bebés. Quiero a Alex.
—No siempre puedes conseguir lo que quieres, Víctor.
—Despierta, Myriam —dijo él con aspereza—. Estamos en el mundo real.
—No, tu mundo no es mi realidad. Mi mundo no incluye diseñadores, ni fiestas deslumbrantes, ni gente que te juzga por el dinero que tienes y quienes son tus padres. Mi realidad es tratar de llegar a fin de mes, un buen día en el trabajo, rabietas y citas con el médico —Myriam se interrumpió para tomar aliento.
—Lo único que pido es una oportunidad para formar parte de ese mundo.
Myriam miró a Víctor con cautela, sorprendida por la intensidad de su expresión.
—No estamos hablando de un mundo precisamente glamuroso.
—¡Glamour! —Víctor hizo un desdeñoso gesto con la mano—. Si alguien se sintió seducido por el famoso glamour de mi mundo fuiste tú.
—Eso es una estupidez.
—¿No formaba parte de la atracción que sentiste por mí el hecho de que procediera de otro mundo? ¡Me pusiste en un pedestal! —acusó Víctor—. Y yo exploté la situación.
—Yo no me sentí explotada.
—Los momentos que recuerdo claramente de la época que pasamos juntos no son precisamente las fiestas y las cenas.
—Entonces, ¿cuáles son? —Myriam sabía que iba a arrepentirse de haber preguntado aquello, pero necesitaba saberlo.
—Aquel picnic que hicimos sentados en el suelo del dormitorio…
Myriam abrió los ojos de par en par.
—¿Lo recuerdas?
—Por supuesto que lo recuerdo. También recuerdo muy bien lo que siguió… aún más —Víctor la miró sin parpadear con una expresión que contenía un mensaje claramente sexual.
Myriam captó el mensaje y sus pupilas se dilataron. Respiró temblorosamente y deslizó la punta de la lengua por sus labios, repentinamente secos.
—¿Lo recuerdas? —insistió Víctor.
—Sabes que sí —Myriam trató de ignorar el calor que se acumuló entre sus muslos—. Pasamos buenos ratos —admitió roncamente.
—Un poco mejores que buenos.
Víctor tenía razón, pero Myriam no estaba dispuesta a dejarse llevar por los recuerdos.
—Pero recuerda que has venido a conseguir tu divorcio.
Aquello distrajo a Víctor.
—He venido aquí a averiguar la verdad —replicó.
—Seguro que lamentas haberla averiguado.
—Si crees que preferiría no haber averiguado que tengo un hijo es que estás loca. Y eso lo cambia todo.
—Puedes tener más. Ve a buscar alguien con quien tenerlo —dijo Myriam en tono beligerante—. Eso es lo que quieres en realidad. Alex ya tiene una familia.
Myriam sabía suficiente griego como para reconocer que la retahíla de exabruptos que soltó Víctor no era precisamente de poesía.
—¿Crees que la solución sería que dejara embarazada a otra mujer?
—Lo cierto es que me sorprende que no lo hayas hecho ya. ¿O acaso estabas esperando a ser oficialmente soltero de nuevo?
—Sí.
Myriam se quedó helada.
—Supongo que estás bromeando.
—No estoy bromeando. Me tomo muy en serio los votos matrimoniales.
—¿De verdad? Según recuerdo, en los votos se mencionaba algo relacionado con el respeto, y no recuerdo que me respetaras cuando me echaste. Pero no te sientas mal al respecto. Debo admitir que al principio supuso una conmoción encontrarme sola, pero desde entonces he aprendido a mantenerme firme en mi terreno.
Temblando de dolor y rabia, Myriam se puso en pie de un solo y fluido movimiento.
Víctor la miró con expresión frustrada mientras se ponía en pie. Myriam estaba llorando incontrolablemente y no se resistió cuando la tomó entre sus brazos.
—Todo irá bien ahora.
—¿Cómo puedes saberlo? —susurró ella.
Víctor apoyó una mano bajo su barbilla.
—Aprenderé a ser un marido decente.
Myriam se movió, incómoda bajo la mirada de Víctor. El movimiento hizo que uno de los poderosos muslos de éste se situara entre sus piernas. Se estremeció.
—Hablas en serio, ¿verdad?
—Totalmente —Víctor deslizó un pulgar por el labio inferior de Myriam, que se sintió poseída por un intenso y repentino anhelo.
—Esto no es justo —murmuró.
—Me encanta tu boca. Siempre me gustó…
Myriam tragó con esfuerzo.
—No creo que mi boca sea relevante en esta conversación…
—De noche imagino tus dulces labios en mi cuerpo y suspiro por ti.
Myriam sintió el aliento de Víctor en el lóbulo de la oreja y suspiró, perdiendo rápidamente la batalla contra la urgencia que sentía su traidor cuerpo.
Víctor debió de sentir su rendición.
—Será aún mejor que cuando estábamos juntos…
Myriam volvió la cabeza y sus labios estuvieron a punto de encontrarse. Se apartó de él casi con violencia.
—¡Eres un obseso del control! —exclamó a la vez que se llevaba una mano al cuello—. Pero esta vez no te van a valer tus tácticas.
—En primer lugar no era ninguna táctica —dijo Víctor con evidente frustración—. Y en segundo lugar, casi ha funcionado. ¿Tanto te cuesta aceptar que simplemente te deseo y que a ti te sucede lo mismo? No estoy llevando a cabo ningún plan siniestro. Era sólo un beso —su mirada se posó en los labios de Myriam—. O casi…
Abrumada por las sensaciones que aún podía evocar en ella una simple mirada de Víctor, Myriam apretó los puños, impotente.
—Pero si quieres centrarte en las cuestiones prácticas, de acuerdo —continuó él—. ¿Te has parado a pensar en el aspecto financiero del asunto?
—¿A qué te refieres?
—Mi hijo heredará algún día todo lo que tengo.
Myriam abrió los ojos de par en par. ¡Víctor tenía mucho dinero!
—No había pensado en eso…
—Será un hombre muy rico, pero también heredará muchas responsabilidades. La riqueza y el poder pueden suponer la ruina para algunas personas… he visto cómo sucedía en más de una ocasión. Alex necesitará consejo… la comprensiva guía de sus padres.
Myriam permaneció un momento en silencio tras escuchar aquello.
—Eso me ha dado mucho que pensar —admitió finalmente.
—En ese caso, piénsatelo hasta mañana.
—¿Hasta mañana? —Myriam negó con la cabeza—. Eso no es tiempo suficiente —protestó—. No podría tomar tan rápidamente una decisión tan importante.
—Me estoy esforzando por ser razonable, Myriam, pero no me presiones. Mañana.
Myriam asintió, reacia.
—Ahora debo regresar. Ruth está cuidando a Alex.
—Es un niño precioso.
—Ha salido a ti —Myriam lamentó haber dicho aquello en cuanto lo hizo.
—Vas a hacer que me ruborice —bromeó Víctor.
—No te estoy diciendo nada que no sepas ya —replicó ella con tanta dignidad como pudo. Aunque debía reconocer que, a pesar de su atractivo, Víctor no era nada vanidoso. Más de una vez lo había visto irritado por la atención que obtenía.
—¿Paso por tu casa mañana?
—Será mejor que no —dijo Myriam. Su padre y Mary traían a la abuela al día siguiente—. Podemos quedar junto a la iglesia, a la una.
—Estaré esperando.

ahora les pongo el siguiente.....


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Mensaje  laurayvictor Mar Feb 22, 2011 5:49 pm

Aqui esta el siguiente capitulo....

Capítulo 10
FINALMENTE la que esperó fue Myriam.
Cuando llegó al lugar de su cita no había indicios de Víctor. Mientras paseaba por los alrededores de la iglesia pensando en su conversación con éste no pudo evitar recordar el día que le dijo que estaba embarazada. En ningún momento se le pasó por la cabeza que no fuera a sentirse tan encantado como ella… pero entonces no sabía lo que sólo había averiguado el día anterior.
Había planeado la tarde hasta el último detalle. Pretendía que todo fuera perfecto, pero todo fue mal desde el principio.
Para empezar, la fiesta a la que iban a asistir Sacha y Olympia fue suspendida en el último minuto, de manera que la comida romántica que tenía planeada se convirtió en un asunto de familia.
Cuando llegó Víctor, una hora después de lo esperado, parecía distraído, e incluso tenso con su madre, que lo reprendió por llegar tarde. Myriam notó en un par de ocasiones que la miraba de un modo tan extraño que sospechó que había adivinado que estaba embarazada.
Después de comer, cuando fueron al dormitorio, Myriam no sabía qué decir. De pronto se le había olvidado el pequeño discurso que tenía planeado.
Y Víctor no ayudó. Parecía extrañamente distante e inabordable.
—¿Has tenido un mal día? —preguntó Myriam a la vez que apoyaba una mano en su brazo.
Víctor fijó su oscura mirada en los dedos de Myriam y, aunque su expresión era impenetrable, ella los retiró de inmediato.
—Podría decirse algo así —murmuró.
Dolida por su hostil actitud, Myriam se sentó en una silla junto a la cama. Tras tumbarse en la cama, Víctor la miró de nuevo.
—Has estado muy callada durante la cena.
—¿En serio? —Myriam volvió la mirada hacia las puertas que daban al balcón y adoptó un tono persuasivo—. ¿Por qué no nos sentamos fuera? Me encanta ver la luna sobre el mar —¿y qué mejor lugar podía haber para darle la noticia?
—Pareces una turista —antes de que Myriam tuviera tiempo de responder al desdeñoso comentario de Víctor, éste añadió—: Además, prefiero mirarte a ti. Hoy pareces especialmente reluciente.
—¿En serio?
—Sí —Víctor rodeó con sus dedos la muñeca de Myriam—. Cuéntame qué has hecho hoy. ¿Me has echado de menos?
—Lo cierto es que he estado bastante ocupada —respondió Myriam, que en los últimos días se había tomado en serio los comentarios de Víctor, que solía insistir en que debía ser más independiente.
No quería convertirse en una esposa que viviera pegada como una lapa a su marido. Había ayudado que Alan hubiera acudido a quedarse en la villa cercana con su amigo.
Myriam respondió al tirón de Víctor, se tumbó boca abajo junto a él en la cama y le sonrió. Él no le devolvió la sonrisa.
—Alan se ha ido a casa hoy.
—Qué lástima.
—No seas malo con él.
—¿Malo?
—Eres… —Myriam se interrumpió cuando Víctor le hizo girar la muñeca para besársela; todo el vello de su cuerpo se erizó al instante—. ¿Te he dicho últimamente que eres el hombre más guapo que hay en la tierra?
—Últimamente no.
—Supongo que se ha debido a que últimamente he estado un poco rara —admitió Myriam, que esperaba que Víctor perdonara su reciente mal genio y cambios de humor cuando se enterara del motivo—. Hasta hoy no he sabido por qué.
—¿Y vas a contarme el secreto?
—Pronto —prometió ella con una enigmática sonrisa a la vez que se subía la falda hasta la cintura y se montaba a horcajadas sobre el cuerpo de Víctor.
—¿Qué haces?
—Sólo lo que haría una esposa consciente de sus deberes —dijo Myriam mientras desabrochaba la camisa de Víctor, que apoyó posesivamente las manos sobres sus muslos desnudos.
—¿A qué viene esto?
—¿No te gusta?
—Claro que sí. Sólo me preguntaba por qué has decidido tomar la iniciativa esta noche.
—Esta noche es especial. Tengo algo que decirte —Myriam se inclinó hacia él—. Y creo que lo que vas a oír te va a animar.
Teniendo en cuenta lo que siguió, aquel debió de ser el comentario más tonto que había hecho en su vida.
—Vas a ser padre, Víctor. Voy a tener un hijo.
Víctor permaneció con los ojos cerrados. Myriam empezaba a pensar que no la había escuchado cuando de repente los abrió.
—¿Estás embarazada?
Myriam asintió y experimentó los primeros síntomas de miedo. Algo iba mal, pero no tenía idea de qué se trataba. Tal vez Víctor pensaba que era demasiado pronto.
—Sé que no lo estábamos intentando… y que no lo hemos hablado, pero he pensado que te alegrarías. ¿Eres feliz?
—¿Fe1iz? Estoy loco de felicidad —contestó él con ironía—. ¿No se me nota?
—No… entiendo… —balbuceó ella.


Víctor rodeó la esquina de la iglesia y se detuvo. Myriam estaba sentada en la valla de piedra que rodeaba los terrenos de la iglesia, ajena a su presencia. Con el pelo sujeto en una coleta y el rostro sin maquillaje parecía más una adolescente que una madre… la madre de su hijo. La idea aún le resultaba extraña. Extraña bordeando lo milagroso.
—Estabas muy lejos.
Myriam se sobresaltó al escuchar su voz.
—Llegas tarde.
Víctor hizo caso omiso de su tono acusador.
—¿Has tomado una decisión?
—Sí —Myriam había pensado hasta que había sentido que la cabeza estaba a punto de estallarle.
—¿Y? —insistió Víctor, expectante.
—Estoy de acuerdo en que no puedo negarle a Alex su herencia. Ahora puedo protegerlo, pero no podré hacerlo siempre. Tendré que enseñarle a cuidarse por sí mismo, y creo que a ti se te dará bien eso. De manera que acepto ir contigo a Grecia, al menos a prueba.
Myriam vio cómo se relajaban los hombros de Víctor.
—Gracias, Myriam. Por mi parte, te juro que haré lo posible por no decepcionarte.
La evidente sinceridad del tono de Víctor emocionó a Myriam, pero trató de mantenerse firme.
—Aún no he terminado. Hay algunas condiciones.
—Lo que tú digas.
—¿No crees que deberías escucharlas primero?
—Me da igual cuáles sean esas condiciones. Haré lo que haga falta para poder desarrollar una relación con mi hijo.
—Eso lo entiendo.
Víctor arqueó una ceja.
—¿Pero no crees que vaya a funcionar? ¿Tienes tus dudas?
Myriam sonrió, reacia.
—Sólo unos miles —su expresión se volvió seria cuando miró a Víctor—. La última vez no funcionó —dijo a la vez que se encaminaba hacia la iglesia.
Víctor maldijo con suavidad mientras la alcanzaba.
—La situación no es la misma.
—Lo sé. Pero todo lo demás sí.
—¿Por qué estás empeñada en ver sólo lo negativo?
—No veo sólo lo negativo. Soy realista. Vamos a volver a la misma casa. Tú eres el mismo hombre. Y yo seguiré sin gustarle a tu madre.
—¡Eso no es cierto!
Myriam sonrió con ironía. Sabía muy bien que Víctor nunca llegaría a creer que su familia la había despreciado; ante él siempre se habían mostrado dulces y encantados con ella.
—Si tú lo dices… Pero lo cierto es que no quiero volver a compartir una casa con tu madre y tu hermana.
—¿Estás segura de eso?
Por la expresión de Víctor, Myriam comprendió que no la estaba tomando en serio. Respiró profundamente. Si iba a hacer aquello, iba a ser en sus términos.
—Déjame que lo exprese de otro modo: no voy a compartir una casa con tu madre y tu hermana.
Víctor entrecerró los ojos.
—¿Lo dices en serio?
—Totalmente.
—¿Acaso esperas que eche a mi madre y a mi hermana de su casa? —preguntó Víctor, escandalizado.
—No creo que vayan a quedarse precisamente sin techo, ¿no? —Olympia poseía una villa palaciega a unos kilómetros de la casa de Víctor y una casa unifamiliar en Atenas—. En cuanto a Sacha, si la dejaras valerse por sí misma y enfrentarse a sus propios problemas…
—Se casó el año pasado.
—Oh, que bien.
—Pero se separaron y…
—Déjame adivinar —interrumpió Myriam con ironía—. ¿Tal vez ha vuelto a casa?
Víctor se puso de inmediato a la defensiva.
—¿Y por qué no iba a hacerlo?
—¿No se te ha ocurrido pensar alguna vez que tu hermana no va a resolver nunca sus problemas mientras tú sigas dedicándote a acudir en su rescate cada vez que tiene uno?
—¿Tanto te desagrada mi familia?
Myriam suspiró, exasperada.
—No me desagrada. Soy yo la que no les caigo bien a ellos. De hecho, creo que no les gustaría nadie que no fuera Laura.
—Eso es una tontería.
—Aún creen que vais a volver a estar juntos.
—Eso es totalmente ridículo. Nos divorciamos hace años. Ni siquiera sé por qué nos casamos… —añadió Víctor, casi para sí mismo.
Víctor sabía por experiencia personal que los enamoramientos de la juventud podían parecer muy intensos, pero que solían ser algo transitorio y destinado a diluirse cuando las personas implicadas maduraban. Tal vez el motivo por el que Laura y él seguían siendo amigos se debía a que ambos quisieron dejar la relación en su momento.
—Tal vez tuviera algo que ver con el hecho de que Laura es preciosa, inteligente, sexy y no parece capaz de apartar las manos de ti.
—¿Estabas celosa?
Myriam rió burlonamente al ver la sorprendida expresión de Víctor.
—Por supuesto que estaba celosa. ¿Qué esposa no lo habría estado?
—Una que no hubiera tenido problemas con su autoestima.
Cada vez que Víctor ponía aquella expresión ufana Myriam sentía ganas de darle una bofetada.
—Tu ex me dijo que era precisamente la clase de esposa hogareña y tranquila que te convenía.
—Estoy seguro de que no pretendía molestarte. Es muy espontánea y suele decir lo primero que se le viene a la cabeza.
La velocidad con que Víctor saltaba siempre en defensa de su anterior mujer hizo sonreír a Myriam con amargura. Apartó aquello de su cabeza y tensó la mandíbula.
—Si pedía a alguien del servicio que hiciera algo siempre iba antes a consultar con tu madre.
—Eso es ridículo.
—Lo que es ridículo es que yo aguantara ese comportamiento, pero era demasiado joven e ingenua. Y cuando después consultaban algo a Laura me sentía totalmente desplazada.
—Estás exagerando —dijo Víctor con firmeza, pero Myriam captó por primera vez un destello de duda en su mirada.
—¿Cómo lo sabes? Nunca estabas en casa.
—Llevaba mucho tiempo sin trabajar y tenía mucho que hacer, pero mi madre se desvivió para que te sintieras cómoda en casa.
Myriam se limitó a sonreír irónica.
—Y si hubiera querido a Laura habría permanecido casado con ella —añadió él sin ocultar su irritación—. Pero te quería a ti.
—Me querías a mí… —repitió Myriam, y su corazón se puso a latir con tal rapidez que apenas le permitió respirar.
—Y tú a mí —añadió Víctor.
—Las cosas cambian —replicó ella con voz ronca.
Víctor detuvo la mirada en los delicados y temblorosos labios de Myriam.
—Algunas no —Myriam negó en silencio con la cabeza y Víctor apoyó una mano bajo su barbilla para que lo mirara—. ¿Por qué te cuesta tanto reconocerlo?
—Porque no quiero sentirme así cuando… cuando —sin previa advertencia, Myriam se deslizó del muro al suelo y miró a Víctor con expresión desafiante—. Ya no soy una cría impresionable. Meterme en la cama no hará que cambie de opinión.
—Pero puede que haga que te sientas menos frustrada —Myriam estaba a punto de replicar a aquella arrogante sugerencia cuando Víctor siguió hablando—. Desde luego sé que eso haría que yo me sintiera menos frustrado. En lo que a ti se refiere, nunca he sido capaz de ejercer el más mínimo autocontrol… —al ver que Myriam abría los ojos de par en par, conmocionada, sonrió autodespectivamente—. No tienes idea de lo que me hace estar tan cerca de ti sin poder tocarte…
Myriam sintió que su cuerpo era recorrido por una oleada de calor.
—Dímelo… —susurró, pero se echó atrás de inmediato, como si su vida dependiera de ello—. No… no… No quería decir eso.
Víctor respondió a su negativa con una inquietante sonrisa.
—¿Estás segura?
Avergonzada por el deseo que se había adueñado de ella, Myriam trató de apartarse, pero sus rodillas cedieron y se tambaleó.
Víctor la rodeó de inmediato con un brazo.
—¿Te agrada la idea de que te acaricie? —murmuró.
Una imagen de la última vez que hicieron el amor invadió de pronto la mente de Myriam. Víctor había entrado en el dormitorio y ella no lo había oído. No supo que estaba allí hasta que se volvió y lo vio apoyado contra el marco de la puerta.
Tenía un aspecto tan maravilloso con su polo abierto y los impecables pantalones que vestía que lamentó haberse retrasado para tomar su ducha.
—¿Cuánto tiempo llevas ahí? —preguntó, pero él no respondió y se limitó a seguir mirándola—. Estaba limpiando los cajones…
Víctor se apartó de la puerta y avanzó sin prisas hacia ella.
—El servicio doméstico puede ocuparse de eso.
—No dejo de olvidar…
Myriam no pudo acabar la frase porque Víctor tomó su rostro entre las manos para besarla. Lo hizo con tal desesperación que Myriam tuvo que aferrarse a su cuello para no caer. Temblorosa de excitación, susurró su nombre mientras él deslizaba una mano bajo su falda y apartaba sus braguitas de encaje para acariciarle el sexo, ya húmedo.
—Cada vez que te toco estás lista para mí…
—¿Myriam?
El sonido de la voz de Víctor hizo regresar a Myriam a la realidad. Parpadeó, desorientada.
—¿Te encuentras bien?
—¿Me has preguntado si me agradaba la idea de que quisieras acariciarme…?
—Tiene razón, éste no es el lugar ni el momento.
—Pensarlo está bien, pero hacerlo es mejor.
Y a Víctor se le había dado muy bien hacerlo. Cuando cerraba los ojos, Myriam podía verlo encima de ella, con la piel brillando mientras la penetraba una y otra vez. Sus gemidos de placer lo impulsaban a continuar…
Myriam abrió los ojos con un gritito asustado.
—¿Qué estoy haciendo?
Víctor la tomó por la barbilla y le hizo alzar el rostro hacia él.
—No lo sé, pero si no paras de hacerlo podría acabar arrestado —sus ojos sonreían, pero tras la risa palpitaba una emoción más intensa.
Myriam bajó la mirada, avergonzada.
—No pretendía hacerlo —gimió, abochornada—. ¡Menuda tontería! Pero cuando estoy contigo hago y digo cosas que ni se me ocurriría hacer con nadie más… lo siento.
—¿Te parezco ofendido? —preguntó Víctor retóricamente—. Aún me deseas, pero no tienes por qué arrepentirte de ello.
—Y tú no tienes por qué comportarte como si no lo supieras ya —replicó Myriam a la vez que se cruzaba de brazos protectoramente.
—La llama que más brilla no es siempre la que más dura. Entonces eras muy joven…
—Y estúpida —interrumpió Myriam, enfadada—. Sí, mucha gente piensa eso, lo que demuestra que unos años más no le hacen a uno menos estúpido.
—Parece que la perspectiva de retomar esa faceta de nuestra relación no te molesta demasiado.
—El sexo siempre fue fantástico —murmuró Myriam, evitando a toda costa mirar a Víctor a los ojos—. Era todo lo demás lo que se nos daba mal.
—En ese caso, trabajaremos en todo lo demás… y disfrutaremos del sexo —dijo Víctor, claramente satisfecho consigo mismo.
Myriam se preguntó por qué se disociaría su boca de su cerebro cuando estaba con aquel hombre.
—Eso está por verse —contestó mientras seguía caminando.
—¿Adónde vamos?
—Voy a recoger a Alex de casa de Ruth y luego…
—Te acompaño.


espero muchos comentarios de parte de ustedes... niñas....
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Mensaje  QLs Mar Feb 22, 2011 8:40 pm

gracias
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Mensaje  Eva_vbb Mar Feb 22, 2011 9:53 pm

Graciassss espero que estos pronto arreglen su situacion!!
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Mensaje  alma.fra Mar Feb 22, 2011 10:17 pm

Muchas gracias por los capitulos, kien sabe ke mentiras le habran dicho a Vic.
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Mensaje  jai33sire Mar Feb 22, 2011 11:43 pm

muchas gracias por los capitulos

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Mensaje  myrithalis Mar Feb 22, 2011 11:47 pm

Gracias por los Caps. Saludos Atte: Iliana
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Mensaje  Dianitha Miér Feb 23, 2011 10:59 am

graciias x los cap niiña y eso de que myriiam tenia un amante se me hace que fue invento de la famiiliia de viictor xfiis niiña no tardes con el siiguiiente cap sii What a Face What a Face
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Mensaje  mariateressina Miér Feb 23, 2011 3:42 pm

graxias x el capitulo


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Mensaje  laurayvictor Miér Feb 23, 2011 8:06 pm

Hola niñas espero que esten esperando este capitulo.... una disculpa por no ponerlo temprano pero tengo algo de trabajo... pero mas vale tarde que nunca...

Capítulo 11
MYRIAM parpadeó al entrar en el cuarto de estar y encontrarlo lleno de gente.
—Mírala —bromeó Antonio Montemayor—. Ha olvidado que íbamos a venir —dijo a la vez que abrazaba a su sorprendida hija.
—No, claro que no, papá —mintió Myriam—. ¿Cómo estáis?
—Nosotros estamos bien, ¿pero cómo está mi nieto favorito? O, más bien, ¿dónde está? —preguntó Antonio a la vez que miraba a su alrededor.
La madrastra de Myriam, más observadora, apoyó una mano en su brazo.
—¿Sucede algo, querida?
—Estoy bien, Mary. Gracias. Está en el jardín, papá —en aquel momento llegó hasta allí el sonido de las risas del niño—. Pero no vayas todavía —añadió Myriam a la vez que sujetaba a su padre del brazo—. Antes necesito deciros algo.
—Adelante, no nos mantengas en suspenso —dijo su padre, impaciente.
—Siéntate, Antonio —ordenó su esposa con firmeza—. ¿No ves que sucede algo?
—En realidad no sucede nada malo —aclaró Myriam enseguida—. Simplemente he tomado una decisión.
Su abuela habló por primera vez.
—Es ese hombre, ¿verdad? Lo has vuelto a ver. Y me he enterado de que ha estado aquí. No se puede andar por ahí con un coche tan elegante como el suyo sin llamar la atención.
—¿Qué hombre? —preguntó Antonio, exasperado—. ¿Quiere hacer alguien el favor de explicarme qué pasa?
—El griego —dijo la abuela sin rodeos. Antonio se volvió hacia su hija.
—Dime que no es cierto, Myriam.
—Víctor tiene derecho a ver a Alex, papá—. El padre de Myriam se llevó las manos a la cabeza.
—Te ha vuelto a engatusar, ¿no? Ese hombre sólo ha causado quebraderos de cabeza a esta familia desde que apareció. Ojala no lo hubieras conocido…
—Si no lo hubiera conocido no habría tenido a Alex.
—No me vengas con ésas, Myriam. Espero que le hayas dicho que no lo necesitamos —. Myriam bajó la mirada, incómoda.
—He aceptado volver a Grecia con él.
Tras sus palabras se produjo un cargado silencio. Su padre fue el primero en hablar.
—¿Está aquí ahora?
—Papá, por favor…
—¿Naciste estúpida o qué?
La abuela de Myriam sacó una pastilla de su pastillero y se llevó una temblorosa mano al pecho tras tomarla.
—Si ese hombre te sugiriera que saltaras por un precipicio lo harías. Sólo tiene que meterte en la cama para que te vendas a ti misma o, en este caso, a tu hijo.
Myriam hizo verdaderos esfuerzos para no decirle a su abuela algo de lo que después sabía que se arrepentiría.
—Alex tiene derecho a conocer a su padre, abuela.
—No se trata de Alex. Se trata de ti.
Myriam se ruborizó, culpabilizada. Quería hacer lo correcto por Alex, pero si lo correcto implicaba volver con el hombre que era la pasión de su vida, ¿podía estar segura de que su decisión era realmente objetiva?
—Si ese hombre se acerca a mi nieto, le…
—¿Qué harás, papá? —preguntó Myriam, que ya estaba perdiendo la paciencia. Su familia la había apoyado cuando la había necesitado, pero estaban hablando de su vida—. ¿Darle una lección? ¿De verdad crees que podrías? —se mordió el labio—. Lo siento. No debería haber dicho eso. Sé que te preocupas por mí, pero se trata de mi vida. No estoy siguiendo un mero impulso. Lo he pensado muy detenidamente.
—En ese caso no hay más que decir.
Myriam suspiró, aliviada.
—Gracias, papá. Te lo agradezco.
Antonio miró la mano que había extendido Myriam hacia él y la ignoró.
—Ve a Grecia si es lo que quieres, pero si lo haces ya no eres mi hija.
—No puedes decirlo en serio, papá.
—¡Antonio! —protestó Mary—. No puedes presionar a tu hija de esa manera —se volvió hacia Myriam—. No lo dice en serio…
—Claro que lo digo en serio. Si te vas a Grecia no quiero saber nada de ti —Antonio miró a su mujer—. A veces hay que ponerse duro, Mary. Es una cuestión de lealtad —se volvió hacia su hija de nuevo—. Entonces, ¿eliges a tu familia o a ese hombre que se preocupa tanto por su hijo que ni siquiera lo ha visto durante estos tres últimos años?
—Ya he tomado mi decisión, papá.
—¿De verdad te vas a ir a Grecia? —preguntó Antonio, asombrado.
La abuela de Myriam se irguió majestuosamente de su asiento.
—Niña desagradecida…
—Por favor, abuela… —Myriam miró de nuevo a su padre, angustiada—. Yo sé lo que es no ver a un padre. No quiero que Alex…
—¿Acaso crees que tu padre impidió que tu madre te viera?
—No culpo a papá. Sé que mamá le hizo mucho daño.
—Tu padre es demasiado blando para contártelo. Él no le impidió verte. Lo cierto es que mi nuera no se preocupaba por ti en lo más mínimo. Lo único que la preocupaba era su guapo camarero, que no quería saber nada de un bebé —añadió la abuela con voz temblorosa—. Y parece que la historia se repite.
Myriam se había puesto muy pálida. Sabía que si su madre hubiera querido mantener el contacto con ella lo habría hecho, pero, como cualquier niña, había alimentado otras fantasías.
—Yo jamás dejaría a Alex. Por nada del mundo.
—Claro que no —dijo Mary, conciliadora—. Eres una madre maravillosa.
—Estoy totalmente de acuerdo —Víctor esperó a que todos se volvieran a mirarlo—. Myriam lleva tres años haciendo el trabajo de dos padres. Creo que ya es hora de aligerarle la carga.
Myriam experimentó un inexplicable alivio al escuchar su grave voz.
—Víctor, yo…
—Creo que este jovencito necesita que lo limpien —Víctor miró con expresión divertida al niño que sostenía en brazos, como si el ambiente que reinaba en el cuarto de estar no hubiera podido cortarse con un cuchillo. El amor que había en su mirada era tan palpable que no podía creer que fuera ella la única capaz de verlo.
Por eso había tomado la decisión que había tomado.
Víctor se volvió hacia ella sin dejar de sonreír.
—Te espero aquí.
—No me parece buena idea —dijo Myriam, indecisa, mientras Víctor le entregaba a Alex—. Tal vez sería mejor que te fueras. Puedes llamarme más tarde.
—Hay que tener valor… —murmuró Antonio, indignado.
—Veo que no has cambiado nada, Antonio —mientras el padre de Myriam se ponía colorado como la grana, Víctor se volvió con calma hacia Myriam—. Vete. Todo irá bien.
Tras mirar con preocupación por encima del hombro, Myriam salió del cuarto de estar con el niño en brazos.
Víctor dejó de sonreír y, en cuanto oyó que se abría y cerraba una puerta en la segunda planta, miró a Antonio.
—No puedes soportar verme, cosa que no me preocupa. Tengo la piel muy gruesa y no soy nada sensible —reconoció—. La única persona a la que hieren tus insultos es a Myriam, y no creo que ésa fuera tu intención, ¿verdad? Sé que lo único que quieres es que yo desaparezca de vuestras vidas, pero, ya que eso no va a suceder, te sugiero que te acostumbres a la idea.
—¡Jamás! —espetó Antonio.
—Tú tampoco me caes especialmente bien, pero estoy dispuesto a tolerarte por el bien de Myriam. Comprendo que has hablado en el calor del momento y que no tienes intención de repudiar a tu hija, de manera que lo mejor será olvidar el asunto.
—¿Y qué te hace pensar que me importa lo que opines? —dijo Antonio despectivamente.
—No creo que te importe mi opinión, pero sí la de Myriam. Tal vez deberíamos concentrarnos en lo que tenemos en común.
—¿Y qué tenemos en común?
—Ambos queremos que Myriam sea feliz. Yo puedo hacerla feliz.
A continuación, Víctor salió de la habitación dejando tras de sí un perplejo silencio.

Aunque Víctor entró sigilosamente en la habitación, Myriam sintió su presencia a sus espaldas.
—Se ha dormido.
—Ya veo —dijo Víctor mientras miraba al niño—. ¿Qué tal estás tú?
—Tan bien como podría esperarse teniendo en cuenta que mi familia me ha echado.
—¿Y eso te preocupa?
Al volverse, Myriam comprobó que Víctor estaba tan cerca de ella que pudo sentir el calor que emanaba de su cuerpo.
—Lo cierto es que en estos momentos me siento muy sola y bastante triste.
Víctor tomó el rostro de Myriam entre sus grandes manos.
—No estás sola —murmuró.
—No suelo sentirme así normalmente —dijo Myriam mientras las lágrimas amenazaban con derramarse de sus ojos cerrados—. Sólo necesito un pañuelo y algo de beber.
—¿Pero no a mí?
—Cometo errores, pero no cometo dos veces el mismo —dijo Myriam mientras se apartaba.
La expresión de Víctor se endureció.
—Voy a hacer los arreglos para el vuelo. Te llamaré para darte los detalles.
—¿De qué vuelo estás hablando?
—¿Tú qué crees? —preguntó Víctor, irritado—. Esta noche volaré a Grecia para organizar las cosas y luego…
—¿Acaso crees que voy a dejarlo todo para irme de inmediato?
—No de inmediato, pero tampoco veo motivo para retrasar nuestra marcha.
Myriam lo miró sin ocultar su incredulidad.
—No, claro que no lo ves. ¿Cómo puedo haber olvidado lo egoísta que eres?
Víctor se sentó en la cama mientras movía la cabeza, desconcertado.
—¿Cuál es el problema? He aceptado tus exigencias, he aplacado a tu familia… No tientes demasiado tu suerte, Myriam.
—Veo que el «haría cualquier cosa por mi hijo» no ha durado mucho, ¿no? —dijo Myriam en tono despectivo—. Tengo compromisos que atender aquí.
La expresión de Víctor se endureció al instante al escuchar aquello.
—¿Sabe él que estás casada?
Myriam se quedó mirándolo, perpleja.
—¿Él…? ¿Qué…? —al comprender lo que había querido decir Víctor se ruborizó, enfadada—. ¡No puedo creerlo! ¿De verdad me crees tan estúpida como para haberme comprometido con otro hombre? ¿Después de haber estado contigo?
—De manera que no tienes novio —Víctor parecía cauteloso, pero no precisamente infeliz con la noticia—. En ese caso, ¿de qué compromisos estás hablando?
—Tengo un trabajo y estoy obligada por contrato a advertir con tiempo de mi marcha al colegio. Pero aunque no fuera así no se me ocurriría dejarlos plantados. Como pronto podré irme a mediados del trimestre.
—¿Y cuándo es eso?
—A finales de octubre.
—Ni hablar. Estoy seguro de que podría conseguir que el colegio te dejara ir de inmediato.
—Y supongo que lo conseguirías dándoles montones de dinero, ¿no? —dijo Myriam irónicamente—. Pero no quiero ni necesito que resuelvas mis problemas sacando tus cheques. Además, en esta ocasión no pienso quemar mis puentes. Si las cosas no salen bien necesitaré contar con buenas referencias.
—Anticipar un posible fallo no es una actitud muy positiva que digamos.
—Tal vez no, pero es práctica. Ahora soy madre. No puedo dejarme llevar por mis caprichos así como así. Debo sopesar cuidadosamente las consecuencias de mis actos.
—¿Estás diciendo que te casaste conmigo siguiendo un mero capricho?
Myriam sonrió cínicamente.
—Prefiero pensar que lo hice impulsada por un proceso de locura transitoria. En realidad es una pena que no nos limitáramos a mantener relaciones sexuales, como sugirió mi padre.
—¿Tu padre te aconsejó que te acostaras conmigo? —preguntó Víctor, perplejo.
—Si tu hija eligiera a un hombre no apropiado, ¿no preferirías que se acostara con él a que se casara con él?
—Yo nunca le aconsejaría que se acostara con él —replicó Víctor.
—¿Y qué harías?
—Alejar al hombre de su vida.
—¿Y si no aceptara irse?
—No le daría opción.
Myriam movió la cabeza, exasperada.
—Es una suerte que Alex no fuera una niña.
—Pero puede que nuestro próximo hijo lo sea.
Myriam se puso pálida.
—¿Qué has dicho?
Víctor alzó las cejas.
—¿Condenarías a Alex a ser hijo único?
—¿Condenar yo a Alex? —repitió Myriam, escandalizada—. Ni se te ocurra tratar de utilizar el chantaje moral conmigo.
—¿No quieres tener otro hijo? —preguntó Víctor inocentemente.
Myriam parpadeó.
—Ésa no es la cuestión…
—Yo creo que sí lo es.
—Es demasiado pronto para… —Myriam se interrumpió y ladeó la cabeza para mirar a Víctor—. ¿Tú quieres tener otro hijo?
—¿Supondría alguna diferencia que dijera que sí?
La expresión de Myriam se endureció.
—¿Esperas que crea que te importa lo que pienso? —rió desdeñosamente—. Será mejor que no entremos en el terreno de la fantasía…
—Lo cierto es que no creo que tener un hijo en estos momentos sea buena idea —dijo Víctor.
—No podría estar más de acuerdo —replicó Myriam.
—Aunque en realidad creo que eres una madre maravillosa.
Myriam abrió los ojos de par en par. Viniendo de Víctor, que no era precisamente dado a los cumplidos, aquello era todo un elogio.
—Lo cierto es que soy una madre bastante decente, aunque estoy lejos de ser maravillosa. Cometo muchos errores. Y supongo que tú también los cometerás. Es un proceso de aprendizaje lento, así que no esperes aprenderlo en dos días. Supongo que no es como aprender a montar en bici o…
—¿O?…
—Lo he olvidado —dijo Myriam, que fue incapaz de inventar una mentira más convincente.
Pero Víctor no parecía convencido.
Siseó, frustrada, y le lanzó una mirada fulminante.
—Iba a decir «a hacer el amor», pero estoy segura de que eso siempre se te ha dado de maravilla, ¿no?
La mirada de asombro de Víctor fue rápidamente sustituida por una lenta ya sensual sonrisa.
—No hace falta que te muestres tan ufano —espetó Myriam.
—No me siento ufano. Simplemente había olvidado cuánto me has hecho reír siempre —a continuación, para consternación de Myriam, Víctor rompió a reír de un modo totalmente desinhibido.
Sin duda, tenía la risa más sexy del mundo.
—¡Cállate! —siseó—. Vas a despertar a Alex, o alguien va a subir a ver qué pasa.
—¿Así está mejor? —preguntó Víctor.
Myriam estudió su expresión, repentinamente lúgubre.
—Tienes el pelo de punta —dijo. No era cierto, pero aquello la ayudó a no decir «eres precioso», algo que podría haber hecho que la conversación tomara una dirección realmente peligrosa.
—Gracias —dijo Víctor a la vez que se pasaba una mano por el pelo—. ¿Tiene algo en contra de la risa tu familia?
—No, sólo en contra tuya —Myriam no pudo evitar sonreír—. ¿Recuerdas…? —empezó, pero se interrumpió de inmediato.
—¿Qué?
—Estaba pensando en el día que conociste a mi familia y la cara que pusiste cuando la abuela te preguntó si trabajabas en un bar. Te quedaste perplejo —Myriam movió la cabeza. El recuerdo de la expresión de Víctor era tan intenso que apenas pudo contener la risa—. Tú dijiste que no, pero que pensabas que poseías un viñedo, aunque tendrías que comprobarlo.
—Lo comprobé y tengo dos. Pero son muy pequeños.

espero sus comentarios...

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Mensaje  myrithalis Miér Feb 23, 2011 10:05 pm

Gracias por el Cap. Me encanta la novela Saludos Atte: Iliana
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Mensaje  Eva_vbb Miér Feb 23, 2011 10:44 pm

Graciassssssssss
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Mensaje  rodmina Miér Feb 23, 2011 10:50 pm


Gracias por el capitulo

no tardes
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Mensaje  alma.fra Miér Feb 23, 2011 11:24 pm

Muchas gracias por el capitulo.
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Mensaje  jai33sire Jue Feb 24, 2011 7:25 am

gracias por el capitulo

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Mensaje  Dianitha Jue Feb 24, 2011 10:51 am

graciias por el cap niiña me encanto !! MILAGRO DE AMOR --- Final - Página 3 149909 MILAGRO DE AMOR --- Final - Página 3 149909 MILAGRO DE AMOR --- Final - Página 3 149909 MILAGRO DE AMOR --- Final - Página 3 149909
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Mensaje  laurayvictor Jue Feb 24, 2011 11:30 am

Buenos dias niñas aqui tienen el capitulo...

Capítulo 12
—VAS A despertarlo —protestó Myriam de nuevo, antes de meterse el puño en la boca para contener la risa. Rió hasta que le dolieron las costillas y cuando terminó tuvo que frotarse las lágrimas de las mejillas. Un rápido vistazo le reveló que Alex seguía dormido.
—Es una suerte que… —al volverse hacia Víctor olvidó de pronto lo que iba a decir.
Víctor ya no reía y sus ojos brillaban peligrosamente. El aire entre ellos se cargó de pronto de electricidad y Myriam sintió que se le erizaba el vello de la nuca. Si no hacía algo rápido, las cosas podían complicarse, y no quería que se complicaran… ¿o sí?
—Me estás mirando —acusó con una risita con la que no engañó a nadie.
Víctor siguió mirándola y Myriam miró su boca. Al instante imaginó involuntariamente que le estaba acariciando los pechos con la lengua. Sus pezones se excitaron al instante.
—Antes de que desviaras la conversación te estaba diciendo que voy a avisar en el colegio de que dejo el puesto —dijo, tras un supremo esfuerzo de voluntad.
Víctor no dijo nada.
—Siempre se han portado muy bien conmigo en el colegio —añadió Myriam, incómoda—. Dejan que Alex vaya a la guardería gratis.
—De manera que no es un asunto negociable —dijo finalmente Víctor.
—Sí —dijo Myriam, aliviada.
—En ese caso, supongo que tendré que reorganizar mi agenda.
Myriam esperaba una reacción más fuerte, y lo miró con cautela.
—¿Qué quieres decir?
—Quiero decir que ahora que he encontrado a mi hijo no quiero esperar a ser su padre. Me trasladaré.
—¿Y tu trabajo? —preguntó Myriam, perpleja.
—Si es necesario trabajaré desde casa.
—No seas ridículo. Ni siquiera sabes dónde trabajo, y no puedes dirigir una empresa internacional desde un pueblo de Sussex.
Víctor la miró burlonamente.
—Cualquiera creería que no quieres que me traslade a vivir contigo.
«Y tendrían razón», pensó Myriam, que se puso rígida cuando asimiló lo que acababa de decir Víctor.
—¿Trasladarte? —repitió.
—Creo que deberíamos empezar como vamos a continuar. Este va a ser un matrimonio en toda regla.
Myriam se relajó al comprender que lo que sugería Víctor era imposible.
—Parece buena idea, pero me temo que mi apartamento es demasiado pequeño. Sólo tiene un dormitorio.
—Me adapto fácilmente.
—Te costaría adaptarte a mi diminuto apartamento. La cocina apenas mide dos metros cuadrados.
—Muy compacta.
Myriam apretó los dientes.
—Puede que la perspectiva de vivir a lo pobre te resulte divertida ahora, pero creo que te cansarías pronto de la novedad.
—¿Crees que soy un niño mimado incapaz de vivir sin comodidades?
—Lo cierto es que sí. Y aún no te he dicho que el dormitorio lo comparto con Alex.
—¿En serio? Que agradable.
Myriam asintió.
—Y no necesito encender mi televisor. Me basta con escuchar el de mis vecinos, una pareja muy agradable, pero ruidosa. A veces tengo que ponerme una almohada sobre la cabeza cuando están… —se interrumpió, ruborizada.
—¿Crees que nuestra vida amorosa será tan desinhibida como la de tus vecinos? —preguntó Víctor…
—No estoy interesada en la vida sexual de otros —replicó Myriam en tono cortante.
—Nunca fuiste una mojigata.
—¡Y no lo soy! —espetó Myriam, indignada—. Pero dudo que haya alguien más desinhibido que tú —como amante Víctor no sólo había sido apasionado, sino también muy inventivo. Pensar en ello hizo que volviera a ruborizarse.
Víctor sonrió.
—Nunca pareció importarte que siempre te considerara la ruidosa de la pareja. Había un sonido… —Víctor entrecerró los ojos y respiró profunda y temblorosamente—. Ya sabes a cuál me refiero…
Myriam apoyó las manos en sus ardientes mejillas.
—¡Eres repugnante! Seguro que te gusta la idea de que haya alguien escuchando…
—Nunca sentí la necesidad de buscar otras formas de estimulación cuando te tenía en mi cama, pero siempre estoy abierto a nuevas sugerencias. De hecho, casi has hecho que deseara compartir tu piso, aunque creo que tienes razón; no es una idea especialmente práctica.
Myriam logró recuperar lo suficiente el control sobre su agitada respiración como para responder con aparente calma.
—Exacto, y tres meses no es demasiado tiempo. De todos modos podrías ver a Alex, llevarlo al parque…
—Podría ser una solución, desde luego, pero me gustaría encontrar una forma de abordar el asunto menos… pasiva.
—¿En qué estás pensando? —preguntó Myriam con cautela.
—En ir a una agencia inmobiliaria.
—No queda nada que alquilar en la zona —dijo Myriam rápidamente.
—No tengo intención de alquilar; he pensado comprar algo.
—¿Comprar? ¡Pero eso es una locura! Son sólo tres meses. Piensa en los gastos.
—¿Que piense en los gastos? —repitió Víctor con expresión divertida.
—De acuerdo, ya sé que tienes dinero de sobra, pero encontrar una casa adecuada lleva tiempo.
—Si uno desea algo con suficiente fuerza lo consigue —dijo Víctor, y el sugerente tono de su voz hizo que Myriam sintiera un cosquilleo por todo el cuerpo—. ¿Prefieres que busquemos en alguna zona en particular?
Myriam suspiró y decidió dejarse llevar. Sabía por experiencia que era la actitud más razonable cuando Víctor se proponía algo.

Dos días después se detenían ante su nueva casa. Hasta aquel momento Myriam no se había hecho claramente consciente del paso que estaba dando.
¡Iba a trasladarse a vivir con el hombre que le había destrozado el corazón!
Víctor esperaba que compartiera su cama. Y ella quería compartir la cama con él. Era inevitable, de manera que, ¿cuál era el problema?
—¿Te gusta? —preguntó Víctor en cuanto salieron del coche, impaciente por escuchar su respuesta.
Myriam lo miró con expresión incrédula. ¿Gustarle? La casa era magnífica, de estilo georgiano, con la fachada de ladrillos originales.
—¿Has comprado esto?
—Habría preferido que la vieras primero, pero he tenido que actuar rápido para hacerme con ella porque había otros interesados. Es un poco pequeña, pero tenías razón; apenas hay casas en venta por esta zona.
—¿Pequeña? —Myriam dejó escapar una risita histérica mientras subían las escaleras del porche. Su apartamento habría cabido en un rincón del vestíbulo al que accedieron cuando Víctor abrió la puerta—. ¡Es enorme!
—Es manejable —concedió él—. Y sólida. Espero que no te importe que comprara el mobiliario a la vez… Normalmente no lo habría hecho con tantas prisas, pero a fin de cuentas es tan sólo algo provisional.
Myriam rió.
—Tienes un punto de vista muy peculiar sobre lo provisional —dijo mientras deslizaba el dedo por el respaldo labrado de una silla de roble—. Pero me gustan los muebles.
—¿Quieres que echemos un vistazo?
Myriam asintió y siguió a Víctor hasta el cuarto de estar. Según fueron explorando la casa no pudo ocultar cuánto le gustaba.
—Este podría ser el dormitorio de Alex —dijo en cuanto entraron en una habitación muy bien iluminada y orientada al sur—. Es grande, pero no demasiado, y le encantará el jardín que se ve por la ventana. Ojala hubiera venido con nosotros.
—Estoy seguro de que se lo estará pasando en grande en la fiesta de cumpleaños de su amigo.
Myriam asintió, distraída.
—Ya puedo imaginarlo deambulando con su triciclo por aquí —sin pensarlo, se apoyó contra el cuerpo de Víctor.
Al cabo de un momento él la rodeó con sus brazos. Consciente de cada centímetro de su cuerpo presionado contra el de Víctor, Myriam simuló no haberlo notado. De lo contrario, tendría que hacer algo al respecto, y no quería.
—Siempre he deseado poder permitirme una casa con jardín —admitió con un melancólico suspiro.
—Podrías haberla tenido si no hubieras sido tan orgullosa como para no utilizar el dinero del banco.
—No podía aceptar nada de ti mientras creyeras que Alex no era tuyo —aún entre los brazos de Víctor, Myriam se volvió y captó una afligida expresión en su rostro que desapareció en cuanto sus miradas se encontraron—. Pero lo que importa es ahora… ¿no? —añadió a la vez que apoyaba una mano en su brazo.
Víctor miró un momento su mano y su expresión se relajó.
—Sí.
La sonrisa que dedicó a Myriam hizo que las emociones que tanto se había esforzado ésta en contener se desbordaran repentinamente.
Al ver que sus ojos se llenaban de lágrimas, Víctor frunció el ceño, preocupado.
—¿Te encuentras mal? —dijo a la vez que la tomaba por la barbilla—. ¿Qué sucede? Dímelo.
Myriam negó con la cabeza.
—Estoy bien —logró decir—. Es sólo que… A veces desearía que las cosas fueran así siempre —dijo con un suspiro a la vez que apoyaba la cabeza contra el hombro de Víctor—. A veces me siento tan cansada…
—Las cosas mejorarán cuando tengas ayuda. Podemos contratar una niñera…
—No me refiero a ese tipo de cansancio —Myriam cerró los ojos cuando Víctor le apartó el pelo de la nuca y se inclinó para besarla con delicadeza en el cuello—. Y no necesito una niñera.
—Entonces casi nunca tendremos tiempo de estar solos.
—Eso forma parte de la paternidad.
—No me quejo. Así valoraremos aún más los ratos que tengamos para nosotros.
Myriam dejó escapar un gritito de placer al sentir que Víctor deslizaba la punta de la lengua por el lóbulo de su oreja.
—¿Este es uno de esos ratos?
—Puede ser lo que tú quieras.
La sensual promesa del tono de Víctor hizo temblar a Myriam. Sus ojos se encontraron y de pronto sintió miedo. Bajó la mirada pero extendió una mano hacia él.
—Quiero ver qué hay ahí.
Tras un momento de duda, Víctor tomó su mano y dejó que tirara de él hacia la habitación contigua.
Myriam se detuvo en seco al entrar. Aquél era el dormitorio principal.
—Nunca he dormido en una cama con dosel —dijo al ver la impresionante cama que dominaba el centro de la habitación—. Pero de repente me apetece mucho.
—Y a mí.
La respiración de Víctor se hizo audible en el silencio que siguió.
Myriam apenas respiraba cuando se volvió hacia él y alzó el rostro. Los cálidos labios de Víctor cayeron de inmediato sobre los de ella, duros, hambrientos. Fue una sensación tan buena, tan adecuada, tan excitante…
—Me había convencido de que había superado lo nuestro —confió Myriam contra su boca mientras Víctor transformaba el beso en unos delicados mordiscos.
—¿Y lo has superado?
—Te lo diré con la condición de que no dejes de hacer lo que estás haciendo si no te gusta la respuesta.
—Dudo que pudiera parar aunque quisiera —la ronca risa de Víctor no alcanzó sus ojos, cuya mirada siguió siendo intensa y hambrienta.
—Sólo la había superado en mis sueños… y ni siquiera en ellos.
Myriam apenas respiró mientras Víctor le desabrochaba los botones de la blusa.
—Quítatela para mí —murmuró él, y dio un paso atrás.
La sensual petición recorrió el cuerpo de Myriam como una caricia.
—¿Quieres qué…?
—Te deseo —interrumpió él con voz ronca—. Y siempre te he deseado. Me quedé embrujado desde el primer momento en que te vi.
Myriam sintió el fresco del ambiente en su piel cuando dejó caer la blusa. Avanzó una cadera en un gesto conscientemente provocador y estiró las manos tras su espalda para alcanzar el cierre del sujetador.
Miró directamente a los ojos de Víctor.
—¿Esto también?
Él tragó y asintió.
Myriam no vio cómo caía su sujetador de encaje.
Miró a Víctor.
Sentía que el corazón se le iba a salir del pecho. Respiraba agitadamente y tenía la boca seca. No se estaban tocando, pero la excitación que sentía era tal que apenas podía respirar.
Cuando sus pechos se vieron libres del sujetador, Víctor bajó la mirada hacia ellos. Myriam notó cómo contenía la respiración y sintió que se derretía.
Víctor se acercó a ella de una zancada. La llevó a la cama y se tumbó junto a ella en el colchón. Antes de que la cabeza de Myriam hubiera tocado la almohada tomó su boca en un beso anhelante. Se colocó sobre ella y Myriam gimió contra su boca al sentir el peso de su cuerpo sobre ella.
—Te deseo —susurró cuando él apartó un momento sus labios.
—Aquí me tienes…
—No pares. No… —protesto Myriam cuando Víctor se apartó y se puso de rodillas.
Una lenta sonrisa de depredador curvó sus labios mientras la miraba.
—Eres perfecta —dijo mientras tomaba uno de los pechos de Myriam en su mano—. Tus pechos parecen más suaves y grandes —murmuró, maravillado, mientras deslizaba con torturadora delicadeza un pulgar su rosada cima.
—Es por haber dado el pecho al bebé —Myriam temía que aquello rompiera el ambiente, pero por la reacción de Víctor, que empezó a desnudarse a toda prisa, sus palabras parecieron tener el efecto contrario.
En mitad de la operación pareció cambiar de opinión y, con la camisa medio abierta, empezó a bajar los pantalones de Myriam.
Ella alzó las caderas para ayudarlo. Después, cuando Víctor inclinó la cabeza para deslizar la lengua por uno de sus pezones, el intenso placer que la recorrió superó cualquiera de sus sueños.
Mientras Víctor iba descendiendo sin dejar de besarla entrelazó los dedos con su oscuro pelo.
Víctor alzó la cabeza cuando alcanzó la barrera de la braguitas. Myriam cerró los ojos y un agudo gritito escapó de algún lugar de su interior cuando Víctor introdujo los dedos bajo el encaje. Y volvió a gritar de placer cuando sintió que deslizaba un dedo por su húmedo sexo para luego penetrarla lentamente con él.
—Esto es… no puedo… Víctor, te necesito… ahora… ahora —alargó las manos hacia abajo, agarró ambos hombros de la camisa de Víctor y tiró de él para que se colocara sobre ella.
Se besaron de un modo frenético.
Pero Myriam quería más que besos. Quería más, mucho más.
Víctor respondió tomándola del pelo para hacerle echar la cabeza atrás. Myriam escuchó las apasionadas palabras que surgieron de sus labios. No parecía darse cuenta de que estaba hablando en griego, pero a ella le daba igual. Su expresión le decía todo lo que quería saber.
Cuando Víctor se echó a un lado para bajar la cremallera de sus pantalones, Myriam lo siguió con la mirada.
—¡Oh! —susurró al ver la dura y gruesa columna de su erección rozando contra su vientre.
Luego, sin pensárselo, se tumbó sobre él y tomó su rostro entre las manos para besarlo. Mientras introducía la lengua en su boca sintió la satisfactoria palpitación de su sexo contra sí.
—Myriam… —dijo él, jadeante, y volvió a tumbarla de espaldas. Le hizo separar las piernas con manos temblorosas y la penetró lenta y profundamente—. ¡Mírame! —ordenó con voz gutural—. Quiero verte… quiero ver qué sientes…
Myriam abrió los ojos.
—Lo que quieras —sollozó mientras él empezaba a moverse en su interior—. Lo que quieras… Haría cualquier cosa por ti…

les comento que ya solo faltan dos capitulos para el final.....
gracias por cada uno de sus comentarios

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Mensaje  myrithalis Jue Feb 24, 2011 8:32 pm

Gracias por el Cap. Saludos Atte: Iliana
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Mensaje  Eva_vbb Jue Feb 24, 2011 8:41 pm

AH QUE BUEN CAPITULO EL DE HOY Embarassed Embarassed Embarassed Embarassed Embarassed JAJAJAJAJA GRACIAS Y TE ESPERAMOS CON LOS QUE SIGUEN
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