Amor Eterno
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Re: Amor Eterno
DULCINEAAAAAA
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CAP... CAP... CAP... CAP... CAP...
P,D:MANIFIESTATEEEEEEEEE
Eva_vbb- VBB DIAMANTE
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Fecha de inscripción : 25/05/2008
Re: Amor Eterno
dulceeeeeeeeeeeeee niiña ya fue mucha la espera xfiis no nos abandones xfiis xfiis
queremos cap queremos cap queremos cap queremos cap
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Dianitha- VBB PLATINO
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Localización : chihuahua
Fecha de inscripción : 22/07/2009
Re: Amor Eterno
ULTIMO AVISO
Estimada Señorita Dulcinea por medio de la presente queremos hacerle constar que este es el ultimo aviso que se le manda pidiendo que por favor se reporte,se manifieste a la brevedad posible a postear los cap... que nos esta pasando a dever evitenos la necesidad de levantarnos en una huelga
Eva_vbb- VBB DIAMANTE
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Edad : 39
Fecha de inscripción : 25/05/2008
Re: Amor Eterno
Niñasss mil disculpassss por el abandono pero me pasaron mil cosass y pss problemillas de salud, en fin el caso es que no las queria dejar colgadas con la novelitaa asi que aqui la continuo, solo que le queda pokiss ehh, gracias x todos sus comentarios
Capítulo 11
Myriam quedó con Victor, Silvia y Ricardo a las nueve en un restaurante del centro de la ciudad que acababa de inaugurarse, pero que había recibido muy buenas críticas en los periódicos. Era un sitio informal, de modo que estaba en su elemento cuando entró, con botas negras, vaqueros oscuros bajos de cadera y un jersey naranja de cuello vuelto.
Como no estaba trabajando, se había maquillado un poco: rimel en las pestañas, colorete y brillo en los labios. Ella no solía maquillarse mucho, pero sí acentuaba sus facciones para encontrarse más atractiva. Además, llevaba el pelo suelto, lo cual era una novedad desde que trabajaba para Victor García.
—¡Myriam! —exclamó Silvia, al verla.
—Buenas noches a todos. ¿Qué tal lo estan pasando?
—Muy bien —contestó la mujer, acariciando el pelo de su nieta, sentada en el cochecito—. No hemos salido de casa hasta ahora. Lo único que queríamos es estar con la niña y ver cómo se maneja Victor.
—¿Sofia se ha portado bien?
—Estupendamente —contestó el abuelo.
—¿Qué tal tú? —Le preguntó Victor entonces—. ¿Lo has pasado bien?
—Ha sido un día muy productivo, sí. He hablado con mi ayudante, he jugado un rato con mi gato… Karen está llevando mi oficina estupendamente.
—¿Tu oficina? —repitió Silvia.
—Myriam es la propietaria de La Niñera en Casa —explicó Victor—. Su trabajo consiste en encontrar niñeras para los padres abrumados, no en trabajar como tal. Pero…
Myriam tuvo que contener una risita.
—Victor tenía tantos problemas con las niñeras que le enviaba que tuve que hacerme cargo del trabajo personalmente —explicó—. Despidió a tres de ellas en tres semanas.
—No me lo puedo creer —suspiró Silvia.
—Tres niñeras excelentes, además.
—Victor, ¿cómo has podido?
—Al principio no se hacía con la niña, pero ahora lo tiene todo controlado —dijo Myriam entonces, intentando echarle un cable.
—Eso es verdad. Myriam se ofreció a ayudarme durante unos días, pero está buscándome una niñera con la que me entienda —respondió Victor, cortado.
Para no hacerle quedar mal, Myriam decidió no contarles a sus padres que se había visto obligada a aceptar el trabajo porque él había amenazado con cancelar su contrato. Ahora que lo recordaba le resultaba cómico, pero no lo había sido una semana antes.
El camarero llegó para tomar nota y, como el restaurante había recibido excelentes críticas por la calidad del pescado, los cuatro pidieron lubina con ensalada verde y patatitas asadas.
Mientras esperaban, los padres de Victor le contaron algunas de las aventuras que habían vivido durante su viaje por el país.
—Me encantó Dakota del Norte —dijo Silvia—. Bueno, la del Sur también.
—El Monte Rushmore es impresionante —sonrió Ricardo—. ¿Sabes que tardaron catorce años en terminar todas las esculturas?
Ante de que Myriam pudiera responder, Silvia añadió:
—Y también hemos visitado las cuevas Jewel. Más de doscientos kilómetros bajo tierra, es increíble.
—Sólo vimos unas cuantas cuevas porque aquello es interminable.
—Nos gustó tanto que acampamos allí durante unos días.
Siguieron hablando de su viaje, de las ciudades que habían conocido, los monumentos que habían visitado. Era evidente que estaban disfrutando muchísimo de aquel viaje. Y, por lo visto, aún les quedaba mucho por ver.
Mientras comían estuvieron hablando de sus planes para los meses siguientes y Myriam pensó que iba a ser imposible pedirles que se quedaran para ayudar con Sofia.
—¿Van a tomar postre? —preguntó Victor.
—Yo quiero tarta de manzana y un descafeinado —contestó Silvia.
Sofia, que se había quedado dormida, despertó en ese momento.
—Vaya, mira quién quiere postre también.
—Yo también tomaré tarta de manzana… y un café solo —le dijo Myriam al camarero.
La niña empezó a lloriquear.
—Seguramente habrá que cambiarle el pañal —sugirió Victor.
—Yo lo haré —se ofreció su madre—. Ay, Victor. Me dijiste que tomara la bolsa de los pañales, pero estaba hablando con tu padre… y se me ha olvidado en casa.
—A lo mejor nos la hemos dejado en el coche.
—No, sólo he traído mi bolso —suspiró Silvia, contrita.
—No pasa nada. Cancelaremos el postre y nos iremos a casa. ¿Te importa, Myriam?
—No, claro que no. Lo entiendo perfectamente.
—Me siento fatal. Ha sido culpa mía —la pobre Silvia estaba desolada.
—No te preocupes, por favor. Estas cosas pasan.
—Ya sé lo que vamos a hacer. Tu padre y yo nos iremos a casa con la niña. Ustedes dos quedan a tomar el postre.
—Pero mamá…
—Insisto —lo interrumpió ella—. Además, así tu padre y yo tendremos oportunidad de estar a solas con Sofia.
Ricardo se levantó de inmediato.
—Tu madre tiene razón. Tenemos que estar a solas con nuestra nieta. Myriam, ¿podrías llevar a Victor a casa cuando hayán terminado?
—Pero es que… yo no he venido en coche. Vivo aquí al lado, en la avenida Delaware.
—Ah, entonces mejor. Así Victor podrá acompañarte a casa. No es seguro que una mujer vaya sola por las calles a estas horas de la noche —dijo Silvia.
—Pero si vivo aquí al lado… —rió Myriam.
—Nada, nada, ya está decidido. Ustedes se quedan a tomar el postre y luego Victor tomará un taxi. Para eso están.
De modo que iba a quedarse a solas con Victor. Sin Sofia. ¿De que podrían hablar? Ricardo y Silvia García se despidieron a toda prisa, porque Sofia empezaba a llamar la atención de los demás clientes, y Victor se volvió para mirarla, con un brillo de humor en los ojos.
—Me parece que mis padres estaban muy interesados en que nos quedáramos a solas.
Myriam no sabía qué decir. Estaba segura de que debía haberse quedado con cara de tonta.
—Sí, ya veo.
—¿Te importa?
¿Que si le importaba? Claro que le importaba. Estar a solas con él era… incómodo.
—No, no me importa —mintió.
—Mis padres están locos.
—No lo creo. Son muy agradables.
El camarero volvió a acercarse a la mesa.
—¿Va a tomar la tarta de manzana?
—Sí, por favor. Y un café solo.
—¿Y usted, señor?
—Lo mismo —contestó Victor—. Por cierto, siento mucho lo que ha pasado.
—¿Por qué va a sentirlo? Los niños son así —sonrió el hombre—. Vuelvo enseguida con el postre.
Cuando se quedaron solos, Victor la miró, sin dejar de sonreír.
—Gracias por ser tan comprensiva.
—No me importa. De verdad.
—Eres una persona muy generosa. Desde que te conocí, creo que lo único que he hecho es darte las gracias. Te gusta ver a la gente feliz y por eso te entregas a los demás. Desde luego, nadie se había portado conmigo como lo haces tú…
—No es para tanto…
—Sí lo es. Sé que al principio me porté como un ogro contigo pero, además de cuidar de Sofia, has hecho un millón de cosas por mí y no sé cómo agradecértelo. Me das consejos sobre mi hija, sobre sus necesidades… Me das consejos sobre mis padres, me ayudas a organizar la fiesta. De verdad, eres estupenda.
Myriam hizo una mueca, cortada.
—Muchas gracias.
Aunque la idea de estar a solas con él la había perturbado un poco al principio, la verdad era que se sentía a gusto. Charlaron sobre los padres de Victor, sobre el amor a primera vista que habían sentido por Sofia y luego la conversación giró sobre la fiesta. Pero durante todo ese tiempo, Myriam tenía que hacer un esfuerzo para no abrazarlo. Algo absurdo, naturalmente. Pero era un deseo que sentía cada vez que estaba a su lado.
Pronto terminaron con el postre y Victor pagó la cuenta.
—Hace una noche muy bonita —comentó Myriam cuando salieron a la calle.
—Sí, no salimos a menudo por la noche, ¿verdad?
—Sofia tiene que irse a la cama temprano. Así es la vida de los nuevos padres —sonrió ella—. Dura poco, así que aprovéchalo bien.
—Desde luego que sí.
—Cuando Sofia sea adolescente y salga con sus amigos por las noches…
—Calla, por Dios, no me hables de eso.
Myriam soltó una carcajada.
Habían cambiado tantas cosas desde el primer día…
—Has cambiado mucho. Cuando llegué a tu casa me lo discutías todo.
—Yo podría decir lo mismo de ti. Eras la reina de la discusión.
—Sí, cierto. Pero por una buena causa.
—La mejor —asintió Victor—. Ojalá las otras niñeras se hubieran tomado su tiempo para explicarme todo esto…
—Me parece que no les diste oportunidad. Las pobres estaban demasiado asustadas como para decir una palabra.
—¿Asustadas?
—Desde luego. Muertas de miedo, más bien.
—Oye, ¿cómo se te ocurrió abrir una agencia de colocación de niñeras?
—Si alguien me lo hubiera dicho cuando estaba en la universidad, no lo habría creído.
—¿Qué pensabas hacer cuando terminases la carrera?
—Estudié psicología infantil, así que pensé que acabaría siendo psicóloga en algún colegio o consejera en Servicios Sociales. Pero la gente me advirtió que cuando te dedicas al trabajo social te quemas enseguida, así que hice un curso en Administración de Empresas.
—¿Dónde estudiaste?
—En la Universidad de Lehigh. Nací en Allentown, que está muy cerca de Lehigh. Vivía en casa con mi madre para poder ahorrar algo de dinero. Si me hubiera ido a otra universidad… bueno, la verdad es que no habría podido hacerlo.
—¿Y qué pasó con tus planes de ser psicóloga infantil?
—Que cambiaron, por estas cosas de la vida. Tengo una amiga que no estaba interesada en hacer una carrera, pero a la que le gustaban mucho los niños. Tardó seis meses en sacarse el diploma de cuidados infantiles y me sorprendió que estuviera tan bien entrenada. Cuando yo estaba terminando mis estudios, Tracy encontró trabajo aquí, en Wilmington, pero la familia con la que trabajaba iba a mudarse y ella no quería hacerlo. Tenía que encontrar otro trabajo y tenía que hacerlo rápidamente.
En ese momento estaban entrando en la avenida Delaware.
—¿Y qué pasó?
—Que descubrió que había muchas niñeras bien entrenadas y sin trabajo. La mayoría de los padres no quería poner un anuncio en el periódico para encontrar una niñera, así que las contrataban a través de amigos o amigos de amigos. Pero no había ninguna agencia especializada. En Filadelfia hay varias, pero en Wilmington no. Así que, en cuanto terminé la carrera, pedí un préstamo y abrí mi agencia aquí. Me pareció buena idea.
—Una chica lista —asintió Victor—. ¿Por qué competir con otras agencias si puedes vivir sin competencia alguna?
—Eso es —asintió ella—. Al principio no teníamos mucho trabajo. Puse anuncios en el periódico, pero como la gente no estaba acostumbrada… Luego eso cambió. En cuanto algunas de mis niñeras consiguieron un contrato y los padres estuvieran contentos, se corrió la voz de que era una agencia seria.
—Te entiendo. Un cliente satisfecho siempre atrae más clientes.
—Exactamente —sonrió Myriam—. Entonces entenderás por qué era tan importante para mí que tú no cancelases el contrato.
—No creo que hubiera cumplido mi amenaza.
—Yo no estoy tan segura, amigo mío. Te habrías quejado de mi agencia a todo el que quisiera oírte. Me habrías puesto verde…
—Yo no…
—Claro que sí.
—Sí, bueno, es verdad —admitió Victor—. Pero sólo porque no me daba cuenta de que yo era parte del problema. Yo y mis absurdas reglas.
—Ahora resulta cómico, ¿verdad?
—Desde luego que sí.
Estaban en una zona flanqueada por sicomoros y Myriam se detuvo frente a un portal.
—Yo vivo aquí.
Era una antigua mansión convertida en apartamentos.
—El porche es muy bonito.
—Tiene mucha luz y en verano se está muy bien porque hay sombra pero, desgraciadamente, la gente que vive aquí no suele aprovecharse del porche.
—Una pena.
—Si quieres, puedo entrar a buscar las llaves del coche para llevarte a casa…
—No, no hace falta. Puedo ir caminando. Sólo tengo que cruzar el puente y atravesar el parque. Así mis padres podrán pasar más tiempo con Sofia.
—Buena idea. Oye, lo he pasado muy bien esta noche. Tus padres son un encanto. Gracias por todo.
—De nada. Gracias a ti por venir.
En ese momento, la camaradería que había habido entre ellos durante el paseo desapareció para convertirse en otra cosa… Myriam no sabía qué y trago saliva, nerviosa.
—Bueno… supongo que deberíamos darnos las buenas noches, ¿no? Nos vemos el lunes por la mañana.
—Buenas noches.
Ella ya estaba en el porche, con la llave de la puerta en la mano, cuando Victor la llamó.
—¿Has cambiado de opinión? ¿Quieres que te lleve a casa?
—No —él parecía nervioso—. Pero me gustaría hablar contigo. Si no te importa.
—No, claro —Myriam frunció el ceño, sorprendida—. ¿Quieres entrar?
—No, vamos a sentarnos aquí. ¿O hace demasiado frío?
—No, no, se está bien. Pero te has puesto muy serio. ¿Qué pasa, Victor?
Myriam se dejó caer en una de las sillas del porche.
—He estado pensando… —Victor empezó a pasear, con las manos en los bolsillos del pantalón—. ¿Te acuerdas de la semana pasada cuando… cuando te besé?
—Sí, claro.
Qué pregunta tan tonta. ¿Cómo no iba a acordarse? De hecho, no había podido dejar de pensar… y de soñar con ello.
—A mí me gustó. Bueno, más que eso. Me gustó mucho.
—¿Ah, sí? —El corazón de Myriam latía a toda velocidad—. Pero pensé que había sido… no sé, algo que pasó así porque sí, sin pensar.
—Sí, bueno, la verdad es que no fue premeditado. Pero no he podido dejar de pensar en ello. Supongo que a ti no te gustó tanto como a mí, pero… no sé, me gustaría saber si… en fin, si a ti también te había gustado.
Parecía un adolescente y si la situación no hubiera sido tan incómoda Myriam habría soltado una carcajada.
—Claro que me gustó.
—Nos llevamos muy bien, ¿no?
—Sí, claro…
—Eres una mujer inteligente, divertida, generosa. Tienes una gran personalidad, Sofia te adora. Me gusta mucho estar contigo, Myriam.
Ella lo observaba caminar por el porche sin saber dónde quería llegar.
—Gracias. Yo… bueno, yo también lo paso bien contigo.
—Lo que intento decir es que te encuentro muy atractiva. Mucho. Y que me gustaría… en fin, que saliéramos juntos. Ya sabes, mantener una relación. Entre tú y yo. Los dos.
Myriam se quedó mirándolo en silencio durante unos segundos.
—Victor… —empezó a decir. Pero se detuvo. No quería herir sus sentimientos, pero sabía que lo que estaba sugiriendo tenía más que ver con Sofia que con ella. Además, había otras razones—. Mentiría si dijera que no te encuentro atractivo, pero la verdad es que yo no estoy interesada en mantener una relación.
Victor se detuvo.
—Ah. ¿No estás interesada en tener una relación con nadie o sólo conmigo? Sé que debo parecerte un idiota… hacer una lista de tus cualidades para forzar el tema… Normalmente no me porto como un cretino, te lo aseguro…
—No es eso.
—Pero había pensado que, con los problemas que he tenido en el pasado, sería mejor para mí hacer esto de otra manera, no sé si me entiendes. Con los ojos abiertos por así decir. Diciendo las cosas claras.
—No creo que sea buena idea que tengamos una relación, Victor. Trabajo para ti, me pagas un sueldo por cuidar de tu hija. Sé que es un arreglo temporal, pero sigo buscando una niñera para ti. E incluso entonces seguiremos teniendo una relación profesional.
—Sí, eso es verdad, pero…
—Nada de peros. Tuviste una relación con alguien que trabajaba para ti y te causó muchos problemas, si no recuerdo mal.
—Sí, eso también es verdad.
—Los dos sabemos que no es sensato mezclar los negocios con el placer. No funciona —dijo Myriam, nerviosa.
—Ya, claro.
—En fin, creo que debería entrar en casa…
—Myriam…
—Va contra las reglas, Victor. Buenas noches —dijo ella, antes de cerrar la puerta.
Capítulo 11
Myriam quedó con Victor, Silvia y Ricardo a las nueve en un restaurante del centro de la ciudad que acababa de inaugurarse, pero que había recibido muy buenas críticas en los periódicos. Era un sitio informal, de modo que estaba en su elemento cuando entró, con botas negras, vaqueros oscuros bajos de cadera y un jersey naranja de cuello vuelto.
Como no estaba trabajando, se había maquillado un poco: rimel en las pestañas, colorete y brillo en los labios. Ella no solía maquillarse mucho, pero sí acentuaba sus facciones para encontrarse más atractiva. Además, llevaba el pelo suelto, lo cual era una novedad desde que trabajaba para Victor García.
—¡Myriam! —exclamó Silvia, al verla.
—Buenas noches a todos. ¿Qué tal lo estan pasando?
—Muy bien —contestó la mujer, acariciando el pelo de su nieta, sentada en el cochecito—. No hemos salido de casa hasta ahora. Lo único que queríamos es estar con la niña y ver cómo se maneja Victor.
—¿Sofia se ha portado bien?
—Estupendamente —contestó el abuelo.
—¿Qué tal tú? —Le preguntó Victor entonces—. ¿Lo has pasado bien?
—Ha sido un día muy productivo, sí. He hablado con mi ayudante, he jugado un rato con mi gato… Karen está llevando mi oficina estupendamente.
—¿Tu oficina? —repitió Silvia.
—Myriam es la propietaria de La Niñera en Casa —explicó Victor—. Su trabajo consiste en encontrar niñeras para los padres abrumados, no en trabajar como tal. Pero…
Myriam tuvo que contener una risita.
—Victor tenía tantos problemas con las niñeras que le enviaba que tuve que hacerme cargo del trabajo personalmente —explicó—. Despidió a tres de ellas en tres semanas.
—No me lo puedo creer —suspiró Silvia.
—Tres niñeras excelentes, además.
—Victor, ¿cómo has podido?
—Al principio no se hacía con la niña, pero ahora lo tiene todo controlado —dijo Myriam entonces, intentando echarle un cable.
—Eso es verdad. Myriam se ofreció a ayudarme durante unos días, pero está buscándome una niñera con la que me entienda —respondió Victor, cortado.
Para no hacerle quedar mal, Myriam decidió no contarles a sus padres que se había visto obligada a aceptar el trabajo porque él había amenazado con cancelar su contrato. Ahora que lo recordaba le resultaba cómico, pero no lo había sido una semana antes.
El camarero llegó para tomar nota y, como el restaurante había recibido excelentes críticas por la calidad del pescado, los cuatro pidieron lubina con ensalada verde y patatitas asadas.
Mientras esperaban, los padres de Victor le contaron algunas de las aventuras que habían vivido durante su viaje por el país.
—Me encantó Dakota del Norte —dijo Silvia—. Bueno, la del Sur también.
—El Monte Rushmore es impresionante —sonrió Ricardo—. ¿Sabes que tardaron catorce años en terminar todas las esculturas?
Ante de que Myriam pudiera responder, Silvia añadió:
—Y también hemos visitado las cuevas Jewel. Más de doscientos kilómetros bajo tierra, es increíble.
—Sólo vimos unas cuantas cuevas porque aquello es interminable.
—Nos gustó tanto que acampamos allí durante unos días.
Siguieron hablando de su viaje, de las ciudades que habían conocido, los monumentos que habían visitado. Era evidente que estaban disfrutando muchísimo de aquel viaje. Y, por lo visto, aún les quedaba mucho por ver.
Mientras comían estuvieron hablando de sus planes para los meses siguientes y Myriam pensó que iba a ser imposible pedirles que se quedaran para ayudar con Sofia.
—¿Van a tomar postre? —preguntó Victor.
—Yo quiero tarta de manzana y un descafeinado —contestó Silvia.
Sofia, que se había quedado dormida, despertó en ese momento.
—Vaya, mira quién quiere postre también.
—Yo también tomaré tarta de manzana… y un café solo —le dijo Myriam al camarero.
La niña empezó a lloriquear.
—Seguramente habrá que cambiarle el pañal —sugirió Victor.
—Yo lo haré —se ofreció su madre—. Ay, Victor. Me dijiste que tomara la bolsa de los pañales, pero estaba hablando con tu padre… y se me ha olvidado en casa.
—A lo mejor nos la hemos dejado en el coche.
—No, sólo he traído mi bolso —suspiró Silvia, contrita.
—No pasa nada. Cancelaremos el postre y nos iremos a casa. ¿Te importa, Myriam?
—No, claro que no. Lo entiendo perfectamente.
—Me siento fatal. Ha sido culpa mía —la pobre Silvia estaba desolada.
—No te preocupes, por favor. Estas cosas pasan.
—Ya sé lo que vamos a hacer. Tu padre y yo nos iremos a casa con la niña. Ustedes dos quedan a tomar el postre.
—Pero mamá…
—Insisto —lo interrumpió ella—. Además, así tu padre y yo tendremos oportunidad de estar a solas con Sofia.
Ricardo se levantó de inmediato.
—Tu madre tiene razón. Tenemos que estar a solas con nuestra nieta. Myriam, ¿podrías llevar a Victor a casa cuando hayán terminado?
—Pero es que… yo no he venido en coche. Vivo aquí al lado, en la avenida Delaware.
—Ah, entonces mejor. Así Victor podrá acompañarte a casa. No es seguro que una mujer vaya sola por las calles a estas horas de la noche —dijo Silvia.
—Pero si vivo aquí al lado… —rió Myriam.
—Nada, nada, ya está decidido. Ustedes se quedan a tomar el postre y luego Victor tomará un taxi. Para eso están.
De modo que iba a quedarse a solas con Victor. Sin Sofia. ¿De que podrían hablar? Ricardo y Silvia García se despidieron a toda prisa, porque Sofia empezaba a llamar la atención de los demás clientes, y Victor se volvió para mirarla, con un brillo de humor en los ojos.
—Me parece que mis padres estaban muy interesados en que nos quedáramos a solas.
Myriam no sabía qué decir. Estaba segura de que debía haberse quedado con cara de tonta.
—Sí, ya veo.
—¿Te importa?
¿Que si le importaba? Claro que le importaba. Estar a solas con él era… incómodo.
—No, no me importa —mintió.
—Mis padres están locos.
—No lo creo. Son muy agradables.
El camarero volvió a acercarse a la mesa.
—¿Va a tomar la tarta de manzana?
—Sí, por favor. Y un café solo.
—¿Y usted, señor?
—Lo mismo —contestó Victor—. Por cierto, siento mucho lo que ha pasado.
—¿Por qué va a sentirlo? Los niños son así —sonrió el hombre—. Vuelvo enseguida con el postre.
Cuando se quedaron solos, Victor la miró, sin dejar de sonreír.
—Gracias por ser tan comprensiva.
—No me importa. De verdad.
—Eres una persona muy generosa. Desde que te conocí, creo que lo único que he hecho es darte las gracias. Te gusta ver a la gente feliz y por eso te entregas a los demás. Desde luego, nadie se había portado conmigo como lo haces tú…
—No es para tanto…
—Sí lo es. Sé que al principio me porté como un ogro contigo pero, además de cuidar de Sofia, has hecho un millón de cosas por mí y no sé cómo agradecértelo. Me das consejos sobre mi hija, sobre sus necesidades… Me das consejos sobre mis padres, me ayudas a organizar la fiesta. De verdad, eres estupenda.
Myriam hizo una mueca, cortada.
—Muchas gracias.
Aunque la idea de estar a solas con él la había perturbado un poco al principio, la verdad era que se sentía a gusto. Charlaron sobre los padres de Victor, sobre el amor a primera vista que habían sentido por Sofia y luego la conversación giró sobre la fiesta. Pero durante todo ese tiempo, Myriam tenía que hacer un esfuerzo para no abrazarlo. Algo absurdo, naturalmente. Pero era un deseo que sentía cada vez que estaba a su lado.
Pronto terminaron con el postre y Victor pagó la cuenta.
—Hace una noche muy bonita —comentó Myriam cuando salieron a la calle.
—Sí, no salimos a menudo por la noche, ¿verdad?
—Sofia tiene que irse a la cama temprano. Así es la vida de los nuevos padres —sonrió ella—. Dura poco, así que aprovéchalo bien.
—Desde luego que sí.
—Cuando Sofia sea adolescente y salga con sus amigos por las noches…
—Calla, por Dios, no me hables de eso.
Myriam soltó una carcajada.
Habían cambiado tantas cosas desde el primer día…
—Has cambiado mucho. Cuando llegué a tu casa me lo discutías todo.
—Yo podría decir lo mismo de ti. Eras la reina de la discusión.
—Sí, cierto. Pero por una buena causa.
—La mejor —asintió Victor—. Ojalá las otras niñeras se hubieran tomado su tiempo para explicarme todo esto…
—Me parece que no les diste oportunidad. Las pobres estaban demasiado asustadas como para decir una palabra.
—¿Asustadas?
—Desde luego. Muertas de miedo, más bien.
—Oye, ¿cómo se te ocurrió abrir una agencia de colocación de niñeras?
—Si alguien me lo hubiera dicho cuando estaba en la universidad, no lo habría creído.
—¿Qué pensabas hacer cuando terminases la carrera?
—Estudié psicología infantil, así que pensé que acabaría siendo psicóloga en algún colegio o consejera en Servicios Sociales. Pero la gente me advirtió que cuando te dedicas al trabajo social te quemas enseguida, así que hice un curso en Administración de Empresas.
—¿Dónde estudiaste?
—En la Universidad de Lehigh. Nací en Allentown, que está muy cerca de Lehigh. Vivía en casa con mi madre para poder ahorrar algo de dinero. Si me hubiera ido a otra universidad… bueno, la verdad es que no habría podido hacerlo.
—¿Y qué pasó con tus planes de ser psicóloga infantil?
—Que cambiaron, por estas cosas de la vida. Tengo una amiga que no estaba interesada en hacer una carrera, pero a la que le gustaban mucho los niños. Tardó seis meses en sacarse el diploma de cuidados infantiles y me sorprendió que estuviera tan bien entrenada. Cuando yo estaba terminando mis estudios, Tracy encontró trabajo aquí, en Wilmington, pero la familia con la que trabajaba iba a mudarse y ella no quería hacerlo. Tenía que encontrar otro trabajo y tenía que hacerlo rápidamente.
En ese momento estaban entrando en la avenida Delaware.
—¿Y qué pasó?
—Que descubrió que había muchas niñeras bien entrenadas y sin trabajo. La mayoría de los padres no quería poner un anuncio en el periódico para encontrar una niñera, así que las contrataban a través de amigos o amigos de amigos. Pero no había ninguna agencia especializada. En Filadelfia hay varias, pero en Wilmington no. Así que, en cuanto terminé la carrera, pedí un préstamo y abrí mi agencia aquí. Me pareció buena idea.
—Una chica lista —asintió Victor—. ¿Por qué competir con otras agencias si puedes vivir sin competencia alguna?
—Eso es —asintió ella—. Al principio no teníamos mucho trabajo. Puse anuncios en el periódico, pero como la gente no estaba acostumbrada… Luego eso cambió. En cuanto algunas de mis niñeras consiguieron un contrato y los padres estuvieran contentos, se corrió la voz de que era una agencia seria.
—Te entiendo. Un cliente satisfecho siempre atrae más clientes.
—Exactamente —sonrió Myriam—. Entonces entenderás por qué era tan importante para mí que tú no cancelases el contrato.
—No creo que hubiera cumplido mi amenaza.
—Yo no estoy tan segura, amigo mío. Te habrías quejado de mi agencia a todo el que quisiera oírte. Me habrías puesto verde…
—Yo no…
—Claro que sí.
—Sí, bueno, es verdad —admitió Victor—. Pero sólo porque no me daba cuenta de que yo era parte del problema. Yo y mis absurdas reglas.
—Ahora resulta cómico, ¿verdad?
—Desde luego que sí.
Estaban en una zona flanqueada por sicomoros y Myriam se detuvo frente a un portal.
—Yo vivo aquí.
Era una antigua mansión convertida en apartamentos.
—El porche es muy bonito.
—Tiene mucha luz y en verano se está muy bien porque hay sombra pero, desgraciadamente, la gente que vive aquí no suele aprovecharse del porche.
—Una pena.
—Si quieres, puedo entrar a buscar las llaves del coche para llevarte a casa…
—No, no hace falta. Puedo ir caminando. Sólo tengo que cruzar el puente y atravesar el parque. Así mis padres podrán pasar más tiempo con Sofia.
—Buena idea. Oye, lo he pasado muy bien esta noche. Tus padres son un encanto. Gracias por todo.
—De nada. Gracias a ti por venir.
En ese momento, la camaradería que había habido entre ellos durante el paseo desapareció para convertirse en otra cosa… Myriam no sabía qué y trago saliva, nerviosa.
—Bueno… supongo que deberíamos darnos las buenas noches, ¿no? Nos vemos el lunes por la mañana.
—Buenas noches.
Ella ya estaba en el porche, con la llave de la puerta en la mano, cuando Victor la llamó.
—¿Has cambiado de opinión? ¿Quieres que te lleve a casa?
—No —él parecía nervioso—. Pero me gustaría hablar contigo. Si no te importa.
—No, claro —Myriam frunció el ceño, sorprendida—. ¿Quieres entrar?
—No, vamos a sentarnos aquí. ¿O hace demasiado frío?
—No, no, se está bien. Pero te has puesto muy serio. ¿Qué pasa, Victor?
Myriam se dejó caer en una de las sillas del porche.
—He estado pensando… —Victor empezó a pasear, con las manos en los bolsillos del pantalón—. ¿Te acuerdas de la semana pasada cuando… cuando te besé?
—Sí, claro.
Qué pregunta tan tonta. ¿Cómo no iba a acordarse? De hecho, no había podido dejar de pensar… y de soñar con ello.
—A mí me gustó. Bueno, más que eso. Me gustó mucho.
—¿Ah, sí? —El corazón de Myriam latía a toda velocidad—. Pero pensé que había sido… no sé, algo que pasó así porque sí, sin pensar.
—Sí, bueno, la verdad es que no fue premeditado. Pero no he podido dejar de pensar en ello. Supongo que a ti no te gustó tanto como a mí, pero… no sé, me gustaría saber si… en fin, si a ti también te había gustado.
Parecía un adolescente y si la situación no hubiera sido tan incómoda Myriam habría soltado una carcajada.
—Claro que me gustó.
—Nos llevamos muy bien, ¿no?
—Sí, claro…
—Eres una mujer inteligente, divertida, generosa. Tienes una gran personalidad, Sofia te adora. Me gusta mucho estar contigo, Myriam.
Ella lo observaba caminar por el porche sin saber dónde quería llegar.
—Gracias. Yo… bueno, yo también lo paso bien contigo.
—Lo que intento decir es que te encuentro muy atractiva. Mucho. Y que me gustaría… en fin, que saliéramos juntos. Ya sabes, mantener una relación. Entre tú y yo. Los dos.
Myriam se quedó mirándolo en silencio durante unos segundos.
—Victor… —empezó a decir. Pero se detuvo. No quería herir sus sentimientos, pero sabía que lo que estaba sugiriendo tenía más que ver con Sofia que con ella. Además, había otras razones—. Mentiría si dijera que no te encuentro atractivo, pero la verdad es que yo no estoy interesada en mantener una relación.
Victor se detuvo.
—Ah. ¿No estás interesada en tener una relación con nadie o sólo conmigo? Sé que debo parecerte un idiota… hacer una lista de tus cualidades para forzar el tema… Normalmente no me porto como un cretino, te lo aseguro…
—No es eso.
—Pero había pensado que, con los problemas que he tenido en el pasado, sería mejor para mí hacer esto de otra manera, no sé si me entiendes. Con los ojos abiertos por así decir. Diciendo las cosas claras.
—No creo que sea buena idea que tengamos una relación, Victor. Trabajo para ti, me pagas un sueldo por cuidar de tu hija. Sé que es un arreglo temporal, pero sigo buscando una niñera para ti. E incluso entonces seguiremos teniendo una relación profesional.
—Sí, eso es verdad, pero…
—Nada de peros. Tuviste una relación con alguien que trabajaba para ti y te causó muchos problemas, si no recuerdo mal.
—Sí, eso también es verdad.
—Los dos sabemos que no es sensato mezclar los negocios con el placer. No funciona —dijo Myriam, nerviosa.
—Ya, claro.
—En fin, creo que debería entrar en casa…
—Myriam…
—Va contra las reglas, Victor. Buenas noches —dijo ella, antes de cerrar la puerta.
dulce_myrifan- VBB PLATINO
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Re: Amor Eterno
hasta que se nos hizo con el capi jaja naa broma gracias por el capi espero que estes mejor saludos .
uyy esa regla de mezclar el trabajo con el placer no es aplicable en mi jaja jaja
uyy esa regla de mezclar el trabajo con el placer no es aplicable en mi jaja jaja
nayelive- VBB PLATINO
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Re: Amor Eterno
Suguiero que la despida y ande con ella jajajajaja si asi no mezclan el trabajo Saludos y Gracias por el Cap no tardes en poner el siguiente Atte: Iliana
myrithalis- VBB PLATINO
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Re: Amor Eterno
Ayyyyy pobrecito, muchas gracias por el capitulo Dulce, ke bueno ke regresaste.
Cuidate mucho.
Cuidate mucho.
alma.fra- VBB DIAMANTE
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Re: Amor Eterno
HABER QUE SOLUCIÓN LE DAN HA ESTO DE NO MEZCLAR EL AMOR Y LOS NEGOCIOS, GRACIAS POR EL CAPÍTULO, SALUDOS
mats310863- VBB PLATINO
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Re: Amor Eterno
graciias niiña por el cap espero que viictor no se de por venciido tan faciilmente hay niiña y que biien que ya estas de regreso
Dianitha- VBB PLATINO
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Re: Amor Eterno
Gracias por el capitulooo!
FannyQ- VBB DIAMANTE
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Re: Amor Eterno
Capítulo 12
Victor apartó las mantas de un tirón y se levantó de la cama. No podía pegar ojo de todas formas. Llevaba toda la noche dando vueltas y estaba casi a punto de amanecer.
Sin embargo, cuando salió al pasillo, olía a café.
—Buenos días, mamá. Te has levantado muy temprano.
Silvia estaba sentada a la mesa, echando leche en una jarrita.
—Siempre me pongo nerviosa cuando estamos a punto de empezar una nueva aventura. No podía dormir.
—Éste está siendo el viaje de su vida, ¿verdad? —sonrió Victor, sirviéndose un café.
—El viaje de nuestra vida ha sido este fin de semana, hijo. Sofia es preciosa y estoy encantada de que nos hayas llamado. Tenemos que irnos ahora, pero nos gustaría volver durante una semana en Navidad, si te parece bien.
—Claro que me parece bien —contestó él, pasándose una mano por el cuello.
—Estás cansado. ¿No has dormido bien?
—Estoy bien —mintió él. No había ninguna razón para preocupar a su madre. Pronto se le pasaría el disgusto por el rechazo de Myriam, estaba seguro.
—Ayer estuvimos todos el día de compras y no tuve tiempo de preguntarte qué tal la otra noche con Myriam —dijo su madre entonces, haciéndose la inocente.
—¿Qué tienen las madres? —rió Victor—. ¿Percepción extrasensorial?
—No lo sé. Pero si tenemos algún poder especial, seguro que el amor tiene algo que ver. Siempre sabemos cuándo nuestros hijos están preocupados.
—Ya.
Silvia se concentró en echarle azúcar a su café.
—Es una chica estupenda.
—Desde luego que sí.
—Y Sofia parece encantada con ella.
—Sí, eso es verdad.
Era evidente que su hijo no quería hablar del tema, de modo que Silvia eligió otro:
—Nos explicaste lo que había pasado con la madre de Sofia, pero… ¿estás seguro de que esa mujer ha desaparecido de tu vida para siempre? ¿Hay alguna posibilidad de que ella y tú…?
—No, ninguna —la interrumpió Victor—. Fátima no está interesada en Sofia. Me firmó un documento por el que renunciaba a todos sus derechos sobre ella. Y que yo sepa, se ha ido de la ciudad.
Su madre sacudió la cabeza.
—No puedo entender cómo una mujer puede tener un hijo y marcharse así como así.
—Para ella, Sofia no era su hija, mamá. No era más que una moneda de cambio.
Evidentemente, la mera idea enfermaba a su madre.
—Qué cosa más horrible. Sofia estará mejor sin esa mujer. Y tú también, cariño. Desde luego, yo no sé dónde vamos a llegar. Qué mundo éste.
Victor no tenía respuesta para tan amplia y compleja cuestión, de modo que permaneció callado.
Pero no se sentía incómodo. Siempre había estado a gusto con sus padres, hablaran o no. Se sentía cómodo con ellos porque eran personas buenas y comprensivas, siempre lo habían sido. No sólo los quería, le gustaban, los respetaba como seres humanos.
Por eso no había querido hablarles de Sofia y de las oscuras circunstancias de su nacimiento. Pero ellos no lo habían juzgado. Debería haberlo sabido, debería haber confiado en sus padres. Debería haber pensado que sólo le ofrecerían apoyo en todos los sentidos. Pero se sentía tan avergonzado de su propio comportamiento… Afortunadamente, Myriam lo había convencido para que hablara con ellos.
—Pero Sofia va a necesitar una madre, cariño.
—Sí, ya lo sé.
—Deberías buscarte una buena chica.
Victor disimuló una sonrisa.
—Tienes razón. Me lo pensaré.
—¿No estás interesado en encontrar a una persona especial, hijo, alguien con quien puedas compartir tu vida?
—Mamá, ahora mismo tengo muchas cosas de las que ocuparme. Tengo que trabajar, cuidar de Sofia… y eso es muy nuevo para mí.
—Lo entiendo, de verdad. Pero lo que intento decirte es que… en fin, me gustaría que tú tuvieras lo que tu padre y yo hemos tenido.
—Y a mí me encantaría. Pero la verdad es que lo que hay entre papá y tú es muy especial. Y muy difícil de encontrar.
Silvia se movió en la silla, contenta con el cumplido.
—Tienes que buscar tiempo para hacer más vida social. Eso es importante. Para ti y para Sofia. Si no lo intentas, nunca sabrás si hay alguien esperándote en algún sitio.
—Tienes razón.
—Deja de darme la razón —le regañó ella, dándole un golpe en el brazo—. Que no estoy loca.
—Lo siento, mamá —rió Victor—. Prometo que haré todo lo que me pides.
—Me parece muy bien. Escucha a tu vieja madre porque tiene razón. Y Myriam es una chica estupenda.
—¡Mamá!
—¿Qué?
—Deja de presionarme.
—¿Yo, presionarte? Sólo digo que es una chica magnifica.
—Ya.
—¡O sea, que te gusta! —exclamó Silvia entonces.
—Pero si yo no he dicho…
—No tienes que decirlo, se te nota en la cara. Y ella también está interesada en ti.
Aunque Victor solía encontrarse muy cómodo con su madre, en aquel momento le gustaría esconderse en su habitación.
—No pongas esa cara de pena. Tu padre y yo nos dimos cuenta durante la cena. Myriam estaba pendiente de cada una de tus palabras. No dejaba de mirarte.
—Mamá, espera… Puede que tú creas eso, pero la verdad es que no lo está.
—¿Y tú cómo lo sabes?
—Porque esa noche, cuando la acompañé a casa, hablé con ella.
—No lo entiendo —dijo su madre entonces—. ¿Qué le preguntaste, si estaba interesada en ti? No me gusta criticar, pero las cosas no se hacen así, hijo.
—Bueno, no se lo dije así, de sopetón…
Aunque, la verdad, eso era exactamente lo que había hecho.
—A ver, ¿cómo se lo dijiste?
Una timidez muy rara en Victor se apoderó de él. No le gustaba tener que contarle a su madre sus técnicas amatorias. Fracasadas, por otra parte.
—Eso es muy personal, mamá.
Pero la mirada fija de Silvia García le dijo que no iba a dejar el tema hasta que le revelase su modus operandi.
—Muy bien, muy bien. Le dije que me gustaba mucho, que nos llevábamos bien, que era una persona estupenda… y que la encontraba atractiva y me gustaría que tuviéramos una relación si ella sentía lo mismo. Lamentablemente, Myriam me dijo que no estaba interesada.
—¡Que no estaba interesada!
—¡Mamá!
—Te lo digo yo, hijo. Claro que está interesada.
—Pero si me dijo que no quería tener una relación conmigo… porque va contra las reglas.
—¿Qué reglas?
—Ya sabes, lo de la agencia. Tenemos una relación profesional.
—Sí, bueno, ya. Pero decirle a una chica que la encuentras muy atractiva y que te gustaría tener una relación con ella… no sé, suena muy frío, muy antiguo. Creo que la acorralaste.
—Yo no la acorralé…
—¿Qué iba a decir, la pobre?
Podría haber dicho que sí, pensó Victor. Aunque la verdad era que Myriam había dicho que también se sentía atraída por él. O, al menos, que lo encontraba atractivo. Pero luego dijo que salir con un hombre con quien mantenía una relación profesional era tabú.
«Va contra las reglas», había dicho claramente. ¿Estaría intentando decirle algo? ¿Intentaría darle a entender lo obstinado que había sido él con las reglas para cuidar de Sofia?
En cuanto esa pregunta apareció en su cabeza, la apartó. No, rechazarlo para darle una lección no era propio de Myriam. Además, ella era una mujer que siempre decía lo que pensaba. Sobre sus reglas o sobre cualquier otra cosa. No, ése no podía ser el motivo.
—A una mujer no le gusta que la acorralen, Victor —siguió su madre—. Una mujer quiere que la cortejen, un poco de romance…
—Silvia, cariño —su padre acababa de entrar en la cocina en bata— ¿No prometimos hace años no meternos en la vida privada de nuestro hijo?
—Buenos días, Ricardo —lo saludó Silvia, haciéndose la indignada—. Para que lo sepas, no me estaba metiendo en la vida de nadie. Sólo le estaba dando a Victor unos buenos consejos.
La mirada reprobadora de su marido sólo sirvió para ofenderla más.
—No sé por qué me miras con esa cara. Tú te tomaste mucho tiempo y mucho esfuerzo para cortejarme, Ricardo García.
—Desde luego que sí —sonrió él, inclinándose para darle un beso en la mejilla—. Y mereció la pena, además.
En un segundo, la actitud de Silvia cambió por completo.
—Gracias, cariño. ¿Quieres un café?
Victor observó a su madre levantándose para buscar una taza. Cuando miró a su padre, éste le guiñó un ojo.
Sonriendo, Victor tomó un sorbo de café, pensativo… Quizá su madre tenía razón. Quizá lo que Myriam necesitaba era un poco de romance.
Victor apartó las mantas de un tirón y se levantó de la cama. No podía pegar ojo de todas formas. Llevaba toda la noche dando vueltas y estaba casi a punto de amanecer.
Sin embargo, cuando salió al pasillo, olía a café.
—Buenos días, mamá. Te has levantado muy temprano.
Silvia estaba sentada a la mesa, echando leche en una jarrita.
—Siempre me pongo nerviosa cuando estamos a punto de empezar una nueva aventura. No podía dormir.
—Éste está siendo el viaje de su vida, ¿verdad? —sonrió Victor, sirviéndose un café.
—El viaje de nuestra vida ha sido este fin de semana, hijo. Sofia es preciosa y estoy encantada de que nos hayas llamado. Tenemos que irnos ahora, pero nos gustaría volver durante una semana en Navidad, si te parece bien.
—Claro que me parece bien —contestó él, pasándose una mano por el cuello.
—Estás cansado. ¿No has dormido bien?
—Estoy bien —mintió él. No había ninguna razón para preocupar a su madre. Pronto se le pasaría el disgusto por el rechazo de Myriam, estaba seguro.
—Ayer estuvimos todos el día de compras y no tuve tiempo de preguntarte qué tal la otra noche con Myriam —dijo su madre entonces, haciéndose la inocente.
—¿Qué tienen las madres? —rió Victor—. ¿Percepción extrasensorial?
—No lo sé. Pero si tenemos algún poder especial, seguro que el amor tiene algo que ver. Siempre sabemos cuándo nuestros hijos están preocupados.
—Ya.
Silvia se concentró en echarle azúcar a su café.
—Es una chica estupenda.
—Desde luego que sí.
—Y Sofia parece encantada con ella.
—Sí, eso es verdad.
Era evidente que su hijo no quería hablar del tema, de modo que Silvia eligió otro:
—Nos explicaste lo que había pasado con la madre de Sofia, pero… ¿estás seguro de que esa mujer ha desaparecido de tu vida para siempre? ¿Hay alguna posibilidad de que ella y tú…?
—No, ninguna —la interrumpió Victor—. Fátima no está interesada en Sofia. Me firmó un documento por el que renunciaba a todos sus derechos sobre ella. Y que yo sepa, se ha ido de la ciudad.
Su madre sacudió la cabeza.
—No puedo entender cómo una mujer puede tener un hijo y marcharse así como así.
—Para ella, Sofia no era su hija, mamá. No era más que una moneda de cambio.
Evidentemente, la mera idea enfermaba a su madre.
—Qué cosa más horrible. Sofia estará mejor sin esa mujer. Y tú también, cariño. Desde luego, yo no sé dónde vamos a llegar. Qué mundo éste.
Victor no tenía respuesta para tan amplia y compleja cuestión, de modo que permaneció callado.
Pero no se sentía incómodo. Siempre había estado a gusto con sus padres, hablaran o no. Se sentía cómodo con ellos porque eran personas buenas y comprensivas, siempre lo habían sido. No sólo los quería, le gustaban, los respetaba como seres humanos.
Por eso no había querido hablarles de Sofia y de las oscuras circunstancias de su nacimiento. Pero ellos no lo habían juzgado. Debería haberlo sabido, debería haber confiado en sus padres. Debería haber pensado que sólo le ofrecerían apoyo en todos los sentidos. Pero se sentía tan avergonzado de su propio comportamiento… Afortunadamente, Myriam lo había convencido para que hablara con ellos.
—Pero Sofia va a necesitar una madre, cariño.
—Sí, ya lo sé.
—Deberías buscarte una buena chica.
Victor disimuló una sonrisa.
—Tienes razón. Me lo pensaré.
—¿No estás interesado en encontrar a una persona especial, hijo, alguien con quien puedas compartir tu vida?
—Mamá, ahora mismo tengo muchas cosas de las que ocuparme. Tengo que trabajar, cuidar de Sofia… y eso es muy nuevo para mí.
—Lo entiendo, de verdad. Pero lo que intento decirte es que… en fin, me gustaría que tú tuvieras lo que tu padre y yo hemos tenido.
—Y a mí me encantaría. Pero la verdad es que lo que hay entre papá y tú es muy especial. Y muy difícil de encontrar.
Silvia se movió en la silla, contenta con el cumplido.
—Tienes que buscar tiempo para hacer más vida social. Eso es importante. Para ti y para Sofia. Si no lo intentas, nunca sabrás si hay alguien esperándote en algún sitio.
—Tienes razón.
—Deja de darme la razón —le regañó ella, dándole un golpe en el brazo—. Que no estoy loca.
—Lo siento, mamá —rió Victor—. Prometo que haré todo lo que me pides.
—Me parece muy bien. Escucha a tu vieja madre porque tiene razón. Y Myriam es una chica estupenda.
—¡Mamá!
—¿Qué?
—Deja de presionarme.
—¿Yo, presionarte? Sólo digo que es una chica magnifica.
—Ya.
—¡O sea, que te gusta! —exclamó Silvia entonces.
—Pero si yo no he dicho…
—No tienes que decirlo, se te nota en la cara. Y ella también está interesada en ti.
Aunque Victor solía encontrarse muy cómodo con su madre, en aquel momento le gustaría esconderse en su habitación.
—No pongas esa cara de pena. Tu padre y yo nos dimos cuenta durante la cena. Myriam estaba pendiente de cada una de tus palabras. No dejaba de mirarte.
—Mamá, espera… Puede que tú creas eso, pero la verdad es que no lo está.
—¿Y tú cómo lo sabes?
—Porque esa noche, cuando la acompañé a casa, hablé con ella.
—No lo entiendo —dijo su madre entonces—. ¿Qué le preguntaste, si estaba interesada en ti? No me gusta criticar, pero las cosas no se hacen así, hijo.
—Bueno, no se lo dije así, de sopetón…
Aunque, la verdad, eso era exactamente lo que había hecho.
—A ver, ¿cómo se lo dijiste?
Una timidez muy rara en Victor se apoderó de él. No le gustaba tener que contarle a su madre sus técnicas amatorias. Fracasadas, por otra parte.
—Eso es muy personal, mamá.
Pero la mirada fija de Silvia García le dijo que no iba a dejar el tema hasta que le revelase su modus operandi.
—Muy bien, muy bien. Le dije que me gustaba mucho, que nos llevábamos bien, que era una persona estupenda… y que la encontraba atractiva y me gustaría que tuviéramos una relación si ella sentía lo mismo. Lamentablemente, Myriam me dijo que no estaba interesada.
—¡Que no estaba interesada!
—¡Mamá!
—Te lo digo yo, hijo. Claro que está interesada.
—Pero si me dijo que no quería tener una relación conmigo… porque va contra las reglas.
—¿Qué reglas?
—Ya sabes, lo de la agencia. Tenemos una relación profesional.
—Sí, bueno, ya. Pero decirle a una chica que la encuentras muy atractiva y que te gustaría tener una relación con ella… no sé, suena muy frío, muy antiguo. Creo que la acorralaste.
—Yo no la acorralé…
—¿Qué iba a decir, la pobre?
Podría haber dicho que sí, pensó Victor. Aunque la verdad era que Myriam había dicho que también se sentía atraída por él. O, al menos, que lo encontraba atractivo. Pero luego dijo que salir con un hombre con quien mantenía una relación profesional era tabú.
«Va contra las reglas», había dicho claramente. ¿Estaría intentando decirle algo? ¿Intentaría darle a entender lo obstinado que había sido él con las reglas para cuidar de Sofia?
En cuanto esa pregunta apareció en su cabeza, la apartó. No, rechazarlo para darle una lección no era propio de Myriam. Además, ella era una mujer que siempre decía lo que pensaba. Sobre sus reglas o sobre cualquier otra cosa. No, ése no podía ser el motivo.
—A una mujer no le gusta que la acorralen, Victor —siguió su madre—. Una mujer quiere que la cortejen, un poco de romance…
—Silvia, cariño —su padre acababa de entrar en la cocina en bata— ¿No prometimos hace años no meternos en la vida privada de nuestro hijo?
—Buenos días, Ricardo —lo saludó Silvia, haciéndose la indignada—. Para que lo sepas, no me estaba metiendo en la vida de nadie. Sólo le estaba dando a Victor unos buenos consejos.
La mirada reprobadora de su marido sólo sirvió para ofenderla más.
—No sé por qué me miras con esa cara. Tú te tomaste mucho tiempo y mucho esfuerzo para cortejarme, Ricardo García.
—Desde luego que sí —sonrió él, inclinándose para darle un beso en la mejilla—. Y mereció la pena, además.
En un segundo, la actitud de Silvia cambió por completo.
—Gracias, cariño. ¿Quieres un café?
Victor observó a su madre levantándose para buscar una taza. Cuando miró a su padre, éste le guiñó un ojo.
Sonriendo, Victor tomó un sorbo de café, pensativo… Quizá su madre tenía razón. Quizá lo que Myriam necesitaba era un poco de romance.
dulce_myrifan- VBB PLATINO
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Re: Amor Eterno
gracias por el capi ahora si me ire adescansar
nayelive- VBB PLATINO
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Re: Amor Eterno
Si Victor, hechale ganitas jaja. Gracias por el capitulo.
alma.fra- VBB DIAMANTE
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Re: Amor Eterno
graciias x el cap niiña yo sabiia que viictor no se hiiba a quedar de brazos cruzados ahora tiiene que conquiistar a myriiam saludos
Dianitha- VBB PLATINO
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Re: Amor Eterno
Gracias por el capi!!! me encanta esta novela!
FannyQ- VBB DIAMANTE
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Re: Amor Eterno
¡Y comienza el plan de conquista Víctor no te desperes! Gracias por el Cap. Saludos Atte: Iliana
myrithalis- VBB PLATINO
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Re: Amor Eterno
Dulcinea más capis anda sí??? Y ya recupérate que no tengo con quien pelear!!!!!!!
Marianita- STAFF
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Re: Amor Eterno
alma.fra escribió:Si Victor, hechale ganitas jaja. Gracias por el capitulo.
SALUDOS
mats310863- VBB PLATINO
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Re: Amor Eterno
Cap. 13
—¡Buenos días, hermanita! ¿Tenemos tiempo para charlar?
Al oír la voz de su hermano tuvo que sonreír.
—¿Tiempo para ti, Jorge? Ya sabes que sí —Myriam miró el reloj—. Pero tengo que irme a trabajar exactamente en diez minutos.
Cuatro años más joven que ella, Jorge Montemayor había terminado la carrera de Matemáticas y llevaba dos años trabajando como profesor en un instituto de Doven. Por el momento, le encantaba su trabajo. Para la mayoría de la gente, los adolescentes eran personas de las que uno debía alejarse, como si fueran infecciosos, pero Jorge no pensaba lo mismo. A él le encantaba lidiar con esos humanoides que ya no eran niños pero tampoco seres adultos. Se llevaba muy bien con sus alumnos y los chicos parecían tan encantados como él como Jorge con ellos.
—Ah, veo que sigues trabajando para La Bestia.
—Eso es. Pero he llegado a la conclusión de que perro ladrador poco mordedor, ya sabes.
—¿Ah, sí?
—Ya te conté que es el tipo de hombre al que le gusta tenerlo todo bajo control. Es muy organizado y…
—Ah, ya, uno de esos monstruitos.
—No seas malo —rió Myriam—. Es una buena persona.
—Qué curioso. Si no recuerdo mal, no hace mucho tiempo te hacía la vida imposible. No sé qué historia sobre unas absurdas reglas para cuidar de su hija…
—Sí, es verdad. Pero se le ocurrieron esas reglas para controlar una situación que no sabía controlar —contestó Myriam, colocándose el teléfono en el cuello—. Su hija le daba pánico.
—¿Una niña pequeña?
—No te sorprendas tanto. No todo el mundo tiene tu habilidad para entender a los niños. A algunos les cuesta trabajo. Y estamos hablando de una recién nacida. Para alguien sin experiencia, un niño pequeño es algo muy frágil y cuidar de él no es tan fácil como parece.
—Oye, no te pongas a la defensiva.
¿Se había puesto a la defensiva? ¿Por que?, se preguntó Myriam.
—Bueno, es que antes no conocía bien a Victor —contestó. Y tampoco lo había besado—. Supongo que me hice mi propia composición de lugar y…
—Vaya, vaya, ¿no me digas que estás interesada en ese tipo?
—¿Yo? No, qué va —respondió ella.
Era mentira, pero le había salido muy convincente.
—¿Seguro?
—¿Se puede saber qué quieres decir?
—Huy, ahora sí que te has puesto a la defensiva —rió su hermano.
De pequeños habían sido inseparables. Y seguían siéndolo. Si estaban una semana sin hablar por teléfono, uno de los dos llamaba para preguntar qué pasaba. Su relación era muy estrecha y se conocían a la perfección.
—Yo nunca rompería el pacto, Jorge.
Su hermano se quedó callado un momento.
—Hacía siglos que no pensaba en eso.
Una infancia dura podía convertir a los niños en adultos amargados y resentidos o en criaturas responsables, creativas y tremendamente prácticas. Myriam le daba las gracias al cielo de que Jorge y ella estuvieran en la segunda categoría. La vida podía haber sido dura para ellos, pero ninguno de los estaba furioso con el mundo.
Su padre, un pintor de brocha gorda, se había ido de sus vidas un día, sin dar ninguna explicación. Fue un momento terrible para todos. Mary, la madre de Myriam, no sabía qué hacer. Pero cuando pasaron dos semanas y su marido no dio señales de vida decidió hacer algo para no perder el piso en el que vivían. Sin educación universitaria, Mary se vio obligada a trabajar en lo primero que encontró.
Myriam tenía entonces doce años y tuvo que aprender a cocinar y a lavar. Su madre trabajaba día y noche, de modo que también se convirtió en una segunda madre para Jorge. Durante todos esos años, los dos hermanos compartieron su confusión y su tristeza por la marcha de su padre. Se preguntaban qué podrían haber hecho para disgustarlo tanto, para hacer que dejara de quererlos. Como les ocurría a todos los niños, se culpaban a sí mismos. Hasta que Myriam fue a la universidad para estudiar psicología no entendió que Jorge y ella no habían tenido nada que ver.
Pero el sentimiento de culpa y la abrumadora responsabilidad habían hecho que creciese más rápido de lo normal. Myriam sentía una gran compasión por su madre, que lo único que hacía era trabajar y dormir. La pobre se dejaba los ojos por ellos, por sus hijos.
Poco a poco, Myriam fue haciéndose una idea muy particular de la vida: los hombres podían marcharse de casa cuando les daba la gana. Y las mujeres se quedaban solas, intentando solucionar todos los problemas y sacar a la familia adelante.
El amor para siempre era una fantasía inventada en Hollywood. Una romántica idea que no llevaba más que a la amargura y la soledad.
Tener éxito en la vida era lo único que le importaba. Familia o trabajo. Amor o carrera. Las opciones estaban claras en su mente. Intentar dividirse, tener una familia y éxito profesional a la vez era un reto para cualquiera. Un reto imposible.
De modo que, mucho tiempo atrás, había tomado una decisión: ella no se casaría, no tendría hijos y trabajaría para vivir lo más cómodamente posible. Myriam no quería sólo un trabajo, quería un negocio propio, una vida a su medida.
Durante los primeros años de universidad le había contado esa idea a su hermano, entonces un impresionable chico de catorce años, y Jorge se mostró de acuerdo. Después de ver cómo su madre se había matado trabajando para sacarlos adelante, los dos Montemayor habían hecho el pacto de no casarse nunca y hacer de su vida profesional el centro de sus vidas.
Con la agencia de Myriam dando beneficios y el éxito de Jorge en su trabajo, aparentemente, eso era lo que ambos estaban haciendo.
Pero recordar la promesa que se habían hecho el uno al otro siempre despertaba los amargos recuerdos de la infancia.
—Mamá estaría orgullosa de ti, Jorge.
—Gracias, cariño. Supongo que se sentiría orgullosa de los dos, pero sobre todo de ti.
—¿Por qué?
—Porque tienes tu propio negocio y lo has hecho tú sola. Eres la única propietaria de La Niñera en Casa y la empresa da beneficios. Te arriesgaste y te ha salido bien. Mamá estaría encantada.
Myriam le dio las gracias a su hermano y luego se quedó callada un momento.
—¿Sabes una cosa, Jorge? Mamá también podría haber tenido éxito en la vida. Si no hubiera tenido hijos, quizá habría sido una persona feliz.
—Desde luego, tenía espíritu. Era una mujer arriesgada.
Los dos habían visto eso cuando Mary tuvo que enfrentarse a la batalla más amarga de su vida: un cáncer de páncreas. Aunque había luchado contra la enfermedad con todas sus fuerzas, al final había perdido la guerra.
—¿De quién crees que lo has heredado tú, tonta?
Myriam sonrió. Jorge siempre conseguía animarla.
—Mamá estaba decidida a sobrevivir, fuera como fuera. Y tú heredaste esa determinación. Tú tienes un espíritu independiente, como ella.
Después de unos minutos más de conversación, Myriam miró el reloj y tuvo que despedirse de su hermano, prometiendo llamarlo en unos días. Mientras tomaba la chaqueta, el bolso y las llaves del coche no podían dejar de pensar en las cosas que le había dicho.
No le molestaba admitir que se había sacrificado mucho para terminar sus estudios, que había trabajado mucho para que su agencia funcionara, pero todo merecía la pena. Y la animaba pensar que su madre estaría orgullosa de ella.
Sí, había valido la pena. Y no pensaba tirar todo eso por la ventana sólo porque Victor García hubiera mostrado cierto interés en ella.
Sí, se sentía halagada. Era un hombre inteligente, guapo, con dinero, un empresario de éxito. En realidad, era el tipo de hombre con el que soñaban todas las mujeres, si debía ser sincera. Y cuando le había dicho que se sentía atraído por ella Myriam tuvo que hacer un esfuerzo para no echarse en sus brazos.
Y el beso casi la había hecho perder la cabeza, la verdad.
Pero por eso era tan peligroso. Era la clase de hombre que podía tentar a una mujer para que hiciera cosas que no haría con ningún otro hombre. Como por ejemplo, olvidarse de sus objetivos.
Y eso no iba a pasar. No, señor.
—¡Buenos días, hermanita! ¿Tenemos tiempo para charlar?
Al oír la voz de su hermano tuvo que sonreír.
—¿Tiempo para ti, Jorge? Ya sabes que sí —Myriam miró el reloj—. Pero tengo que irme a trabajar exactamente en diez minutos.
Cuatro años más joven que ella, Jorge Montemayor había terminado la carrera de Matemáticas y llevaba dos años trabajando como profesor en un instituto de Doven. Por el momento, le encantaba su trabajo. Para la mayoría de la gente, los adolescentes eran personas de las que uno debía alejarse, como si fueran infecciosos, pero Jorge no pensaba lo mismo. A él le encantaba lidiar con esos humanoides que ya no eran niños pero tampoco seres adultos. Se llevaba muy bien con sus alumnos y los chicos parecían tan encantados como él como Jorge con ellos.
—Ah, veo que sigues trabajando para La Bestia.
—Eso es. Pero he llegado a la conclusión de que perro ladrador poco mordedor, ya sabes.
—¿Ah, sí?
—Ya te conté que es el tipo de hombre al que le gusta tenerlo todo bajo control. Es muy organizado y…
—Ah, ya, uno de esos monstruitos.
—No seas malo —rió Myriam—. Es una buena persona.
—Qué curioso. Si no recuerdo mal, no hace mucho tiempo te hacía la vida imposible. No sé qué historia sobre unas absurdas reglas para cuidar de su hija…
—Sí, es verdad. Pero se le ocurrieron esas reglas para controlar una situación que no sabía controlar —contestó Myriam, colocándose el teléfono en el cuello—. Su hija le daba pánico.
—¿Una niña pequeña?
—No te sorprendas tanto. No todo el mundo tiene tu habilidad para entender a los niños. A algunos les cuesta trabajo. Y estamos hablando de una recién nacida. Para alguien sin experiencia, un niño pequeño es algo muy frágil y cuidar de él no es tan fácil como parece.
—Oye, no te pongas a la defensiva.
¿Se había puesto a la defensiva? ¿Por que?, se preguntó Myriam.
—Bueno, es que antes no conocía bien a Victor —contestó. Y tampoco lo había besado—. Supongo que me hice mi propia composición de lugar y…
—Vaya, vaya, ¿no me digas que estás interesada en ese tipo?
—¿Yo? No, qué va —respondió ella.
Era mentira, pero le había salido muy convincente.
—¿Seguro?
—¿Se puede saber qué quieres decir?
—Huy, ahora sí que te has puesto a la defensiva —rió su hermano.
De pequeños habían sido inseparables. Y seguían siéndolo. Si estaban una semana sin hablar por teléfono, uno de los dos llamaba para preguntar qué pasaba. Su relación era muy estrecha y se conocían a la perfección.
—Yo nunca rompería el pacto, Jorge.
Su hermano se quedó callado un momento.
—Hacía siglos que no pensaba en eso.
Una infancia dura podía convertir a los niños en adultos amargados y resentidos o en criaturas responsables, creativas y tremendamente prácticas. Myriam le daba las gracias al cielo de que Jorge y ella estuvieran en la segunda categoría. La vida podía haber sido dura para ellos, pero ninguno de los estaba furioso con el mundo.
Su padre, un pintor de brocha gorda, se había ido de sus vidas un día, sin dar ninguna explicación. Fue un momento terrible para todos. Mary, la madre de Myriam, no sabía qué hacer. Pero cuando pasaron dos semanas y su marido no dio señales de vida decidió hacer algo para no perder el piso en el que vivían. Sin educación universitaria, Mary se vio obligada a trabajar en lo primero que encontró.
Myriam tenía entonces doce años y tuvo que aprender a cocinar y a lavar. Su madre trabajaba día y noche, de modo que también se convirtió en una segunda madre para Jorge. Durante todos esos años, los dos hermanos compartieron su confusión y su tristeza por la marcha de su padre. Se preguntaban qué podrían haber hecho para disgustarlo tanto, para hacer que dejara de quererlos. Como les ocurría a todos los niños, se culpaban a sí mismos. Hasta que Myriam fue a la universidad para estudiar psicología no entendió que Jorge y ella no habían tenido nada que ver.
Pero el sentimiento de culpa y la abrumadora responsabilidad habían hecho que creciese más rápido de lo normal. Myriam sentía una gran compasión por su madre, que lo único que hacía era trabajar y dormir. La pobre se dejaba los ojos por ellos, por sus hijos.
Poco a poco, Myriam fue haciéndose una idea muy particular de la vida: los hombres podían marcharse de casa cuando les daba la gana. Y las mujeres se quedaban solas, intentando solucionar todos los problemas y sacar a la familia adelante.
El amor para siempre era una fantasía inventada en Hollywood. Una romántica idea que no llevaba más que a la amargura y la soledad.
Tener éxito en la vida era lo único que le importaba. Familia o trabajo. Amor o carrera. Las opciones estaban claras en su mente. Intentar dividirse, tener una familia y éxito profesional a la vez era un reto para cualquiera. Un reto imposible.
De modo que, mucho tiempo atrás, había tomado una decisión: ella no se casaría, no tendría hijos y trabajaría para vivir lo más cómodamente posible. Myriam no quería sólo un trabajo, quería un negocio propio, una vida a su medida.
Durante los primeros años de universidad le había contado esa idea a su hermano, entonces un impresionable chico de catorce años, y Jorge se mostró de acuerdo. Después de ver cómo su madre se había matado trabajando para sacarlos adelante, los dos Montemayor habían hecho el pacto de no casarse nunca y hacer de su vida profesional el centro de sus vidas.
Con la agencia de Myriam dando beneficios y el éxito de Jorge en su trabajo, aparentemente, eso era lo que ambos estaban haciendo.
Pero recordar la promesa que se habían hecho el uno al otro siempre despertaba los amargos recuerdos de la infancia.
—Mamá estaría orgullosa de ti, Jorge.
—Gracias, cariño. Supongo que se sentiría orgullosa de los dos, pero sobre todo de ti.
—¿Por qué?
—Porque tienes tu propio negocio y lo has hecho tú sola. Eres la única propietaria de La Niñera en Casa y la empresa da beneficios. Te arriesgaste y te ha salido bien. Mamá estaría encantada.
Myriam le dio las gracias a su hermano y luego se quedó callada un momento.
—¿Sabes una cosa, Jorge? Mamá también podría haber tenido éxito en la vida. Si no hubiera tenido hijos, quizá habría sido una persona feliz.
—Desde luego, tenía espíritu. Era una mujer arriesgada.
Los dos habían visto eso cuando Mary tuvo que enfrentarse a la batalla más amarga de su vida: un cáncer de páncreas. Aunque había luchado contra la enfermedad con todas sus fuerzas, al final había perdido la guerra.
—¿De quién crees que lo has heredado tú, tonta?
Myriam sonrió. Jorge siempre conseguía animarla.
—Mamá estaba decidida a sobrevivir, fuera como fuera. Y tú heredaste esa determinación. Tú tienes un espíritu independiente, como ella.
Después de unos minutos más de conversación, Myriam miró el reloj y tuvo que despedirse de su hermano, prometiendo llamarlo en unos días. Mientras tomaba la chaqueta, el bolso y las llaves del coche no podían dejar de pensar en las cosas que le había dicho.
No le molestaba admitir que se había sacrificado mucho para terminar sus estudios, que había trabajado mucho para que su agencia funcionara, pero todo merecía la pena. Y la animaba pensar que su madre estaría orgullosa de ella.
Sí, había valido la pena. Y no pensaba tirar todo eso por la ventana sólo porque Victor García hubiera mostrado cierto interés en ella.
Sí, se sentía halagada. Era un hombre inteligente, guapo, con dinero, un empresario de éxito. En realidad, era el tipo de hombre con el que soñaban todas las mujeres, si debía ser sincera. Y cuando le había dicho que se sentía atraído por ella Myriam tuvo que hacer un esfuerzo para no echarse en sus brazos.
Y el beso casi la había hecho perder la cabeza, la verdad.
Pero por eso era tan peligroso. Era la clase de hombre que podía tentar a una mujer para que hiciera cosas que no haría con ningún otro hombre. Como por ejemplo, olvidarse de sus objetivos.
Y eso no iba a pasar. No, señor.
dulce_myrifan- VBB PLATINO
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Fecha de inscripción : 23/05/2008
Re: Amor Eterno
Eahhh la Dul regresó!!!!! Gracias por el capi niña, nos leemos luego ok?
Marianita- STAFF
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Localización : Veracruz, Ver.
Fecha de inscripción : 25/05/2008
Re: Amor Eterno
Gracias por el capitulo.
alma.fra- VBB DIAMANTE
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Fecha de inscripción : 25/06/2008
Re: Amor Eterno
Gracias por el Cap. Saludos Atte: Iliana
myrithalis- VBB PLATINO
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Localización : Monterrey, Nuevo Leon
Fecha de inscripción : 09/11/2008
Re: Amor Eterno
GRACIA POR EL CAPÍTULO, SALUDOS
mats310863- VBB PLATINO
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Fecha de inscripción : 01/06/2008
Re: Amor Eterno
gracias por el capi
nayelive- VBB PLATINO
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Localización : df
Fecha de inscripción : 07/01/2009
Re: Amor Eterno
graciias x el cap niiña xfa no tardes con el siiguiiente
Dianitha- VBB PLATINO
- Cantidad de envíos : 1477
Localización : chihuahua
Fecha de inscripción : 22/07/2009
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