Amor Eterno
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Re: Amor Eterno
Cap. 17
Victor estaba en una esquina del salón, intentando concentrarse en la conversación que mantenían dos de sus empleados. Pero le era imposible porque no podía dejar de pensar en la mujer que tenía a su hija en brazos.
¿Podía ser ésa la niñera que llevaba casi tres semanas viviendo en su casa?
El cambio en Myriam era asombroso. El vestido que llevaba era de color vino blanco, un tono que acentuaba el bronceado natural de su piel y destacaba las mechas de su pelo. El escote no era muy pronunciado, pero revelaba el nacimiento de sus pechos… algo completamente nuevo para él. Además, llegaba por encima de la rodilla, dejando al descubierto sus estupendas piernas.
Y, evidentemente, había usado cosméticos para destacar sus ojos, sus pómulos y sus generosos labios.
Victor sabía que era una mujer guapa, naturalmente. Pero hasta aquella noche no había descubierto lo bella que era. Y lo deseable que resultaba para otros hombres. La había visto en vaqueros y con un poco de brillo en los labios la noche que cenaron con sus padres, pero sólo ahora se daba cuenta de que los demás hombres la miraban. Mucho.
Y eso no le gustaba nada.
Él había especificado que las niñeras que trabajaban para él no debían llevar maquillaje ni ropa llamativa y que debían recogerse el pelo. El objetivo era que se concentraran sólo en la niña. Pero ahora se daba cuenta de todo lo que se había perdido.
Myriam era bellísima.
Sus empleados, todos, habían hecho inquisiciones nada discretas sobre ella. Mauricio incluso había dejado escapar un silbido antes de comentar que aquella chica no se parecía a ninguna niñera que él hubiera visto antes.
Y Victor se puso enfermo.
Myriam se había convertido en un salvavidas para él. Había salvado su casa y aquella cena, desde luego. De no ser por ella y su grupo de empleadas, que valían para todo, evidentemente, habría tenido que cancelarla.
—Está tremenda, desde luego.
El comentario de Mauricio hizo que Victor apretara los puños. ¿Cómo se atrevía?
—¿Te importa si le pido su número de teléfono?
—Pues sí, la verdad es que sí me importa —contestó él.
Mauricio tendría que conformarse con el cheque porque no pensaba darle el número de Myriam. Al menos, si él tenía algo que decir al respecto.
Su empleado levantó las manos, en señal de rendición.
—Oye, perdona, no sabía que a ti te gustara. Olvida lo que he dicho.
Aunque Myriam lo había atraído desde el principio, Victor no había estado interesado en explorar esa atracción… durante los primeros días. Después de lo que le había pasado con Fátima, prácticamente había renunciado a las mujeres. Pero con Myriam… con ella todo era diferente.
Era evidente que Myriam y Fátima no tenían nada que ver. Y la química que había entre los dos también era evidente.
Sí, le gustaba Myriam Montemayor. Mucho.
Cuando le dijo que había encontrado a la niñera perfecta para Sofia, una mujer mayor y más experimentada llamada Martha Richardson, Victor se alegró porque su hija tendría a su lado una persona que sabría cuidar de ella.
Pero la idea de no volver a ver a Myriam en su casa… de volver del trabajo cada día y no encontrarla allí… La verdad era que resultaba desolador. Al menos sabía dónde trabajaba, se dijo. Y cómo ponerse en contacto con ella. Tener una nueva niñera no sería el fin del mundo. Y tener una nueva niñera tampoco significaba que no pudiera pedirle consejo a Myriam.
Además, pensaba seguir cortejándola. Aunque tendría que ser más creativo en sus tácticas.
Tres semanas no eran tiempo suficiente para hablar de amor. Pero Victor estaba seguro de que Myriam Montemayor le había robado el corazón.
En ese momento vio que ella le hacía señas para que se acercara.
—¿Qué ocurre?
—La niña está empezando a lloriquear. Tiene sueño. ¿Te importa si la llevo a su habitación? Todo el mundo ha tenido oportunidad de verla.
La mayoría de los invitados habían llevado algo: un muñeco de peluche, algún sonajero. Sofia había sido el centro de atención durante un buen rato, especialmente con las chicas.
—Sí, claro, como tú digas.
—Voy a darle el biberón y luego le pondré la pijama.
—Muy bien. Pero no pensarás irte, ¿verdad? Cuando Sofia esté dormida…
—Karen necesita ayuda en la cocina —suspiró Myriam—. Cheryl está tan ocupada en el bar que no puede hacer otra cosa.
—Como siempre, no sé cómo darte las gracias por todo lo que haces por mí.
—No te preocupes. Necesitabas ayuda y yo podía ofrecértela, eso es todo.
—¡Jefe! —Lo llamó Mauricio—. ¿No ha llegado la hora de los discursos?
Victor giró la cabeza, pero Myriam no podía dejar de mirarlo. Tenía la barbilla firme, la nariz recta. Y le gustaba su expresión cuando sonreía.
Sí, sus sentimientos por Victor García empezaban a ser preocupantes. Afortunadamente, Martha empezaría a trabajar el lunes y ella podría volver a su oficina, a su vida normal.
Llevaba toda la noche incómoda porque había notado cómo la miraba… sin disimular, además. La atracción que había entre ellos empezaba a escapárseles de las manos.
Pero sólo le quedaba aquella noche, se decía a sí misma. Después de eso, podría volver a su vida. Sin Victor García.
—Sí, enseguida —contestó él—. Voy a pedirle a Karen y a Cheryl que descansen un momento mientras entrego los cheques. Myriam, diles que coman algo.
—Muy bien.
En la habitación de Sofia, Myriam se tomó su tiempo. La niña había empezado a ser tan importante para ella como su padre. No sería fácil decirle adiós. Después de conocer a aquella niña, se había encontrado a sí misma soñando con acunarla en una casita rodeada por una valla blanca hasta que se quedaba dormida…
Pero intentaba recordarse a sí misma que aquello no era más que un arreglo temporal, hecho para defender su negocio.
Myriam temía que Sofia sufriera por la separación. Desde luego, ella sufriría. Por supuesto, se acostumbraría a no ver a Sofìa y Martha era estupenda con los niños, de modo que sabía que la dejaba en buenas manos, pero…
Victor seguía hablando con sus empleados cuando volvió a la cocina. Karen y Cheryl estaban sentadas, picando algo con cara de cansancio. Lily, por supuesto, se había negado a ir a casa de Victor García.
—Los pastelitos de cangrejo están muy ricos —le dijo Cheryl—. Pruébalos. Y las vieiras también. Pero ten cuidado, la salsa cóctel es un poco picante.
—Sí —asintió Karen, con una sonrisa traviesa— pero eso no es lo único picante que se ha servido esta noche, por lo visto.
Myriam tomó un vaso y abrió el grifo para llenarlo de agua.
—¿A qué te refieres?
—No, nada. Sólo a las miraditas de Vìctor García. Es como si La Bestia estuviera de caza y tú fueras su presa.
«Genial», pensó Myriam. Justo lo que necesitaba. Que hubiera rumores en la oficina.
—Karen, tú eres una profesional —la regañó—. Sabes que no se deben decir esas tonterías sobre un cliente… sobre todo en su propia casa.
Su ayudante hizo un gesto con la mano.
—No puede oírme. Está ocupado con sus invitados. ¿No oyes las risas?
—Da igual, deja de decir bobadas, por favor.
—Yo también lo he visto, Myriam —intervino Cheryl—. Al señor García le gustas, eso está claro. Y por cómo te miraba, yo creo que está loquito por ti.
—Por favor, dejen de decir barbaridades…
—Mira quién habla. El día que Lily volvió a la agencia con el señor García y tuviste que hacerte cargo de su trabajo, lo último que juraste antes de salir de la oficina fue que, hiciera falta lo que hiciera falta, domarías a La Bestia.
Cheryl soltó una carcajada.
—Ah, entonces todo era parte de un plan diabólico. Pues veo que te has salido con la tuya. Ese hombre está domado, desde luego. A juzgar por su expresión cada vez que te mira, más que domado.
—¿Quieren callarse de una vez? ¿Qué les pasa?
—Myriam, es verdad —siguió Karen, muy animada—. Tengo testigos de que lo dijiste, además. Yo creo que podrías convertirlo en tu esclavo. Dile la verdad. Eso era lo que tenías en mente, ¿no? Pensabas domarlo para darle una lección.
Myriam levantó los ojos al cielo.
—¿Se dan cuenta de las tonterías que están diciendo? Parecen dos adolescentes…
No terminó la frase al ver que las dos estaban mirando hacia la puerta. Y cuando giró la cabeza se le hizo un nudo en la garganta. Porque allí, absolutamente serio, estaba Victor.
—Estamos listos para el champán —dijo sencillamente, antes de volver al salón.
—Oh, no —murmuró Karen—. ¿Creen que nos ha oído?
Myriam sabía que era así. Por su expresión, dolida y furiosa, las había oído perfectamente. Había oído aquella ridícula conversación en la que Karen y Cheryl lo llamaban La Bestia, en la que decían que todo aquello había sido un plan premeditado…
—Pues claro que nos ha oído. La cuestión es ¿cuánto habrá oído? —suspiró Cheryl.
—Bueno, ya está bien. Sea lo que sea, me temo que el señor García ha oído más que suficiente —las interrumpió Myriam, enfadada.
—Sí, creo que tienes razón —dijo Karen—. ¿Has visto qué cara ha puesto?
—¿Qué hacemos? —preguntó Cheryl.
—Deberíais ir al salón a servir el champán —contestó Myriam.
—Pero…
—Pero… Las dos empezaron a hablar a la vez, asustadas.
—¿No lo has visto? —preguntó Karen.
—Está furioso —dijo Cheryl.
—Sí, lo he visto. Y sé que está furioso. Pero tenemos que hacer un trabajo, así que hagamoslo. Ya le pediré disculpas después.
Mientras las chicas empezaban a colocar copas en las bandejas, Myriam entró en el salón y buscó a Victor con la mirada. Pero cuando lo encontró parecía tan desencantado, tan frío con ella, que se le encogió el corazón.
Aquello era ridículo. Ahora pensaría que todo había sido parte de un plan deliberado, que había querido ridiculizarlo…
Entonces se detuvo, percatándose de algo. Sí, por extraño que pareciera, quizá aquello era lo mejor que podía pasar.
Victor estaba en una esquina del salón, intentando concentrarse en la conversación que mantenían dos de sus empleados. Pero le era imposible porque no podía dejar de pensar en la mujer que tenía a su hija en brazos.
¿Podía ser ésa la niñera que llevaba casi tres semanas viviendo en su casa?
El cambio en Myriam era asombroso. El vestido que llevaba era de color vino blanco, un tono que acentuaba el bronceado natural de su piel y destacaba las mechas de su pelo. El escote no era muy pronunciado, pero revelaba el nacimiento de sus pechos… algo completamente nuevo para él. Además, llegaba por encima de la rodilla, dejando al descubierto sus estupendas piernas.
Y, evidentemente, había usado cosméticos para destacar sus ojos, sus pómulos y sus generosos labios.
Victor sabía que era una mujer guapa, naturalmente. Pero hasta aquella noche no había descubierto lo bella que era. Y lo deseable que resultaba para otros hombres. La había visto en vaqueros y con un poco de brillo en los labios la noche que cenaron con sus padres, pero sólo ahora se daba cuenta de que los demás hombres la miraban. Mucho.
Y eso no le gustaba nada.
Él había especificado que las niñeras que trabajaban para él no debían llevar maquillaje ni ropa llamativa y que debían recogerse el pelo. El objetivo era que se concentraran sólo en la niña. Pero ahora se daba cuenta de todo lo que se había perdido.
Myriam era bellísima.
Sus empleados, todos, habían hecho inquisiciones nada discretas sobre ella. Mauricio incluso había dejado escapar un silbido antes de comentar que aquella chica no se parecía a ninguna niñera que él hubiera visto antes.
Y Victor se puso enfermo.
Myriam se había convertido en un salvavidas para él. Había salvado su casa y aquella cena, desde luego. De no ser por ella y su grupo de empleadas, que valían para todo, evidentemente, habría tenido que cancelarla.
—Está tremenda, desde luego.
El comentario de Mauricio hizo que Victor apretara los puños. ¿Cómo se atrevía?
—¿Te importa si le pido su número de teléfono?
—Pues sí, la verdad es que sí me importa —contestó él.
Mauricio tendría que conformarse con el cheque porque no pensaba darle el número de Myriam. Al menos, si él tenía algo que decir al respecto.
Su empleado levantó las manos, en señal de rendición.
—Oye, perdona, no sabía que a ti te gustara. Olvida lo que he dicho.
Aunque Myriam lo había atraído desde el principio, Victor no había estado interesado en explorar esa atracción… durante los primeros días. Después de lo que le había pasado con Fátima, prácticamente había renunciado a las mujeres. Pero con Myriam… con ella todo era diferente.
Era evidente que Myriam y Fátima no tenían nada que ver. Y la química que había entre los dos también era evidente.
Sí, le gustaba Myriam Montemayor. Mucho.
Cuando le dijo que había encontrado a la niñera perfecta para Sofia, una mujer mayor y más experimentada llamada Martha Richardson, Victor se alegró porque su hija tendría a su lado una persona que sabría cuidar de ella.
Pero la idea de no volver a ver a Myriam en su casa… de volver del trabajo cada día y no encontrarla allí… La verdad era que resultaba desolador. Al menos sabía dónde trabajaba, se dijo. Y cómo ponerse en contacto con ella. Tener una nueva niñera no sería el fin del mundo. Y tener una nueva niñera tampoco significaba que no pudiera pedirle consejo a Myriam.
Además, pensaba seguir cortejándola. Aunque tendría que ser más creativo en sus tácticas.
Tres semanas no eran tiempo suficiente para hablar de amor. Pero Victor estaba seguro de que Myriam Montemayor le había robado el corazón.
En ese momento vio que ella le hacía señas para que se acercara.
—¿Qué ocurre?
—La niña está empezando a lloriquear. Tiene sueño. ¿Te importa si la llevo a su habitación? Todo el mundo ha tenido oportunidad de verla.
La mayoría de los invitados habían llevado algo: un muñeco de peluche, algún sonajero. Sofia había sido el centro de atención durante un buen rato, especialmente con las chicas.
—Sí, claro, como tú digas.
—Voy a darle el biberón y luego le pondré la pijama.
—Muy bien. Pero no pensarás irte, ¿verdad? Cuando Sofia esté dormida…
—Karen necesita ayuda en la cocina —suspiró Myriam—. Cheryl está tan ocupada en el bar que no puede hacer otra cosa.
—Como siempre, no sé cómo darte las gracias por todo lo que haces por mí.
—No te preocupes. Necesitabas ayuda y yo podía ofrecértela, eso es todo.
—¡Jefe! —Lo llamó Mauricio—. ¿No ha llegado la hora de los discursos?
Victor giró la cabeza, pero Myriam no podía dejar de mirarlo. Tenía la barbilla firme, la nariz recta. Y le gustaba su expresión cuando sonreía.
Sí, sus sentimientos por Victor García empezaban a ser preocupantes. Afortunadamente, Martha empezaría a trabajar el lunes y ella podría volver a su oficina, a su vida normal.
Llevaba toda la noche incómoda porque había notado cómo la miraba… sin disimular, además. La atracción que había entre ellos empezaba a escapárseles de las manos.
Pero sólo le quedaba aquella noche, se decía a sí misma. Después de eso, podría volver a su vida. Sin Victor García.
—Sí, enseguida —contestó él—. Voy a pedirle a Karen y a Cheryl que descansen un momento mientras entrego los cheques. Myriam, diles que coman algo.
—Muy bien.
En la habitación de Sofia, Myriam se tomó su tiempo. La niña había empezado a ser tan importante para ella como su padre. No sería fácil decirle adiós. Después de conocer a aquella niña, se había encontrado a sí misma soñando con acunarla en una casita rodeada por una valla blanca hasta que se quedaba dormida…
Pero intentaba recordarse a sí misma que aquello no era más que un arreglo temporal, hecho para defender su negocio.
Myriam temía que Sofia sufriera por la separación. Desde luego, ella sufriría. Por supuesto, se acostumbraría a no ver a Sofìa y Martha era estupenda con los niños, de modo que sabía que la dejaba en buenas manos, pero…
Victor seguía hablando con sus empleados cuando volvió a la cocina. Karen y Cheryl estaban sentadas, picando algo con cara de cansancio. Lily, por supuesto, se había negado a ir a casa de Victor García.
—Los pastelitos de cangrejo están muy ricos —le dijo Cheryl—. Pruébalos. Y las vieiras también. Pero ten cuidado, la salsa cóctel es un poco picante.
—Sí —asintió Karen, con una sonrisa traviesa— pero eso no es lo único picante que se ha servido esta noche, por lo visto.
Myriam tomó un vaso y abrió el grifo para llenarlo de agua.
—¿A qué te refieres?
—No, nada. Sólo a las miraditas de Vìctor García. Es como si La Bestia estuviera de caza y tú fueras su presa.
«Genial», pensó Myriam. Justo lo que necesitaba. Que hubiera rumores en la oficina.
—Karen, tú eres una profesional —la regañó—. Sabes que no se deben decir esas tonterías sobre un cliente… sobre todo en su propia casa.
Su ayudante hizo un gesto con la mano.
—No puede oírme. Está ocupado con sus invitados. ¿No oyes las risas?
—Da igual, deja de decir bobadas, por favor.
—Yo también lo he visto, Myriam —intervino Cheryl—. Al señor García le gustas, eso está claro. Y por cómo te miraba, yo creo que está loquito por ti.
—Por favor, dejen de decir barbaridades…
—Mira quién habla. El día que Lily volvió a la agencia con el señor García y tuviste que hacerte cargo de su trabajo, lo último que juraste antes de salir de la oficina fue que, hiciera falta lo que hiciera falta, domarías a La Bestia.
Cheryl soltó una carcajada.
—Ah, entonces todo era parte de un plan diabólico. Pues veo que te has salido con la tuya. Ese hombre está domado, desde luego. A juzgar por su expresión cada vez que te mira, más que domado.
—¿Quieren callarse de una vez? ¿Qué les pasa?
—Myriam, es verdad —siguió Karen, muy animada—. Tengo testigos de que lo dijiste, además. Yo creo que podrías convertirlo en tu esclavo. Dile la verdad. Eso era lo que tenías en mente, ¿no? Pensabas domarlo para darle una lección.
Myriam levantó los ojos al cielo.
—¿Se dan cuenta de las tonterías que están diciendo? Parecen dos adolescentes…
No terminó la frase al ver que las dos estaban mirando hacia la puerta. Y cuando giró la cabeza se le hizo un nudo en la garganta. Porque allí, absolutamente serio, estaba Victor.
—Estamos listos para el champán —dijo sencillamente, antes de volver al salón.
—Oh, no —murmuró Karen—. ¿Creen que nos ha oído?
Myriam sabía que era así. Por su expresión, dolida y furiosa, las había oído perfectamente. Había oído aquella ridícula conversación en la que Karen y Cheryl lo llamaban La Bestia, en la que decían que todo aquello había sido un plan premeditado…
—Pues claro que nos ha oído. La cuestión es ¿cuánto habrá oído? —suspiró Cheryl.
—Bueno, ya está bien. Sea lo que sea, me temo que el señor García ha oído más que suficiente —las interrumpió Myriam, enfadada.
—Sí, creo que tienes razón —dijo Karen—. ¿Has visto qué cara ha puesto?
—¿Qué hacemos? —preguntó Cheryl.
—Deberíais ir al salón a servir el champán —contestó Myriam.
—Pero…
—Pero… Las dos empezaron a hablar a la vez, asustadas.
—¿No lo has visto? —preguntó Karen.
—Está furioso —dijo Cheryl.
—Sí, lo he visto. Y sé que está furioso. Pero tenemos que hacer un trabajo, así que hagamoslo. Ya le pediré disculpas después.
Mientras las chicas empezaban a colocar copas en las bandejas, Myriam entró en el salón y buscó a Victor con la mirada. Pero cuando lo encontró parecía tan desencantado, tan frío con ella, que se le encogió el corazón.
Aquello era ridículo. Ahora pensaría que todo había sido parte de un plan deliberado, que había querido ridiculizarlo…
Entonces se detuvo, percatándose de algo. Sí, por extraño que pareciera, quizá aquello era lo mejor que podía pasar.
dulce_myrifan- VBB PLATINO
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Fecha de inscripción : 23/05/2008
Re: Amor Eterno
Gracias por el capiii!!! Siguele por favor!!!!!!!!!
FannyQ- VBB DIAMANTE
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Re: Amor Eterno
Muchas gracias por el capitulo, ojala puedan hablar y aclarar las cosas.
alma.fra- VBB DIAMANTE
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Fecha de inscripción : 25/06/2008
Re: Amor Eterno
Gracias por el Cap niña Saludos Atte: Iliana
myrithalis- VBB PLATINO
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Re: Amor Eterno
MUCHAS GRACIAS X LOS CAP....
SALUDITOS DULCINEAAAAAA
SALUDITOS DULCINEAAAAAA
Eva_vbb- VBB DIAMANTE
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Fecha de inscripción : 25/05/2008
Re: Amor Eterno
gracias por el capi muy bueno
nayelive- VBB PLATINO
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Re: Amor Eterno
graciias x el cap niiña xfa no tardes con el siiguiiente
Dianitha- VBB PLATINO
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Fecha de inscripción : 22/07/2009
Re: Amor Eterno
Capítulo 18
No podía hacerlo, decidió por fin. Dejar la casa de Victor sin explicarle que lo que había oído en la cocina no era más que una sarta de tonterías juveniles le resultaba imposible.
Los invitados empezaban a marcharse y, en aquel momento, Victor estaba despidiéndose de un grupo en la puerta. Myriam entró en el salón y empezó a recoger servilletas tiradas en el suelo y platos olvidados sobre las sillas.
Victor García había tenido que sufrir por culpa de una mujer manipuladora y falsa y no tenía intención de hacerle creer que ella también lo era. Él le había confesado que se sentía avergonzado por su comportamiento con Fátima, pero sabía que también estaba dolido. Era imposible que no le hubiera dolido descubrir que la mujer con la que estaba saliendo lo había engañado de tal forma.
Sí, también se habría enfadado, sin duda. Tanto como ahora quizá. Un hombre como Victor se habría subido por las paredes al saber que no podía controlar lo que estaba pasando, que una mujer lo chantajeaba y le dejaba a cargo de una niña. Pero Myriam sospechaba que había usado su ira para cubrir emociones que lo hacían más vulnerable. Emociones con las que no sabía lidiar, seguramente.
Ella no quería hacerle daño por nada del mundo. Y tampoco quería que la colocara en la misma categoría que Fátima, esa mujer horrible y aprovechada. De modo que tendría que hablar con él.
Myriam entró en la cocina para tirar a la basura las servilletas. Cheryl estaba fregando los platos, pero miraba por encima del hombro como si esperara ver a un monstruo, o una bestia, entrando en cualquier momento para atacarla. Karen estaba a su lado, secando cubiertos como si su vida dependiera de lo rápido que pudiera hacer esa tarea.
—Creo que deberíamos hablar con él las tres juntas —sugirió su ayudante—. Le diremos que lo sentimos y luego nos iremos corriendo. Sólo queda un invitado y está en el estudio.
Cheryl la miró con cara de susto.
—Se llama Mark y me está esperando. Vamos a tomar una cerveza.
—No, de eso nada. No puedes marcharte y dejarnos solas con el señor García. Si las miradas mataran…
—No pasa nada —las interrumpió Myriam—. Pueden irse las dos. Yo hablaré con el señor García.
—No puedo dejarte sola. Te retorcerá el cuello.
Myriam tuvo que sonreír.
—Si he descubierto algo sobre ese hombre es que no es una bestia. Será un poquito incómodo, pero no pasará nada. No se preocupen.
—¿Estás segura?
—Sí, estoy segura. ¿Queda algo que hacer?
—No, nosotras ya hemos terminado —contestó Cheryl, quitándose el delantal a la velocidad del rayo.
—Pues entonces marchense.
La habitación pareció reducirse de tamaño cuando Victor entró con tres sobres en la mano.
—He calculado el total de lo que cobraría la empresa de catering por el servicio de camareros y lo he distribuido en tres partes —dijo, ofreciéndole un sobre a cada una—. Muchas gracias por todo. Ya pueden irse. De hecho, Mark está esperando a una de ustedes, creo. Pero tú no te vayas, Myriam, quiero hablar contigo.
No era una invitación, era una orden. Aparentemente, La Bestia había vuelto. Y con ganas. Karen la miró, como preguntando si de verdad quería quedarse a solas con él y Myriam asintió con la cabeza.
—Bueno, pues entonces nos vamos dijo Cheryl.
—Llámame luego, Myriam —murmuró Karen.
—Lo haré —contestó ella, dejando el sobre en la encimera.
Cuando las dos chicas salieron de la cocina, Victor se quedó en silencio un momento, esperando hasta que oyó el ruido de la puerta. Cuando por fin estuvieron solos, tomó un paño y empezó a secar los platos.
—Nunca habría creído que tú eras la clase de persona que urdiría un plan diabólico…
—Tú sabes que eso no es verdad.
—… pero está claro que, una vez más, he vuelto a equivocarme.
—No te has equivocado, Victor. Las chicas estaban bromeando, eso es todo.
—Ah, ya veo. Entonces, ¿lo del apodo no es verdad?
—Bueno, lo del apodo sí es verdad —tuvo que reconocer ella—. Las chicas te tenían tanto miedo que te llamaban así. No sé a quién se le ocurrió.
—¿Y tú no juraste domar a La Bestia?
Myriam dejó escapar un suspiro.
—Sacado de contexto, eso suena terrible.
—Sí, es verdad. Entonces, ¿por qué no lo pones tú en su contexto adecuado, Myriam? A ver si puedo entenderlo. Ayúdame a entender la situación, el motivo para que me hayas estado insultando y urdiendo planes contra mí.
Myriam intentó recordar que había sido engañado por una mujer, que se sentía insultado y herido. Pero su paciencia tenía un límite. ¿Cómo se atrevía a hablarle en ese tono, como si él no tuviera culpa de nada?
—Nadie ha estado planeando nada contra ti, Victor.
—¿Ah, no?
—No.
—¿Te importaría explicarme entonces qué significa lo que dijo tu ayudante?
—No, no me importa en absoluto —contestó Myriam, verdaderamente enfadada—. Si no recuerdo mal, entraste en mi agencia como un toro en una cristalería, exigiendo una niñera a tu medida y diciendo que todo lo que yo te enviaba eran niñatas que no tenían ni idea de nada. Querías una niñera para ese mismo día, para una hora después, cuando cualquier persona sensata sabría que eso es imposible. Despediste a Lily sin pensar en las consecuencias y luego pretendías que los demás pagáramos por tu mal humor y por tus absurdas exigencias. Cuidar de un niño es algo complicado, pero en lugar de dejarme hacer las cosas como las hace una profesional, una persona que ha dedicado años a cuidar de un negocio que funciona perfectamente, había que hacerlo todo a tu manera. Y para eso tuve que dejar mi despacho y ponerme a trabajar como niñera. Porque sabía que, de no hacerlo, cancelarías el contrato y hablarías mal de mi negocio y de mí por todo Wilmington. Y yo no puedo permitirme eso, Victor. También yo soy de clase trabajadora, también he tenido que sufrir para pagarme los estudios y abrir mi empresa. Me ha costado mucho llegar donde estoy y estoy aquí porque hago bien mi trabajo —estaba tan furiosa por su tono y su actitud que decidió que la paciencia se había terminado—. Pues sí, las niñeras te llamaban La Bestia. Eso está mal y me disculpo por ello… claro que tú no lo habrías sabido nunca si yo no hubiera hecho de niñera, de acompañante, de secretaria y de ayudante personal desde hace tres semanas.
—Myriam…
—Además, sinceramente, por lo que me contaban las chicas, me temo que el apodo de La Bestia no era tan desacertado. Me pusiste en una posición en la que no tenías ningún derecho a ponerme, Victor. Y estaba furiosa. En ese contexto fue en el que hice ese comentario que tanto te molesta. ¿Lo entiendes ahora?
Le había pedido a Karen y Cheryl que se fueran a casa para explicarle a Victor las cosas con tranquilidad. Pero allí estaba, furiosa, diciéndole cosas que, seguramente, no le diría a ningún otro cliente.
Victor no contestó. La miraba como si no la conociera. Y esa expresión hizo que la rabia desapareciera como por ensalmo.
—Cuando llegué a tu casa y me di cuenta de que tu comportamiento se debía a la inseguridad, a tu ignorancia… en fin, quiero decir a tu falta de conocimiento sobre los niños entendí lo que pasaba. No sabías lo que hacías, así que se te ocurrió redactar un montón de reglas para intentar controlar las cosas.
—¿Lo entendiste el primer día?
—Sí —admitió ella—. Y, como tú mismo descubriste enseguida, esas reglas no valían para nada. Lo niños no saben nada de reglas.
Victor soltó el paño y se pasó una mano por el pelo.
—Sí, ahora lo sé.
—Cuando entendí por qué te portabas de esa forma tan grosera con mis empleadas me di cuenta de que yo podía ayudarte. De que necesitabas ayuda. Y Sofia también. Y espero haberte ayudado. Siento que te pusiéramos ese apodo y siento que lo hayas descubierto, pero…
—No tienes que disculparte, Myriam. Soy yo quien debería hacerlo. Me lo merezco. Me lo merezco todo. Me porté de una forma absolutamente grosera con tus empleadas… y contigo. Pero es que estaba tan preocupado por Sofia…
—Sí, lo sé.
—Y sobre lo de esta noche… siento haberme enfadado. Te conozco y sé que eres una buena persona. Hemos pasado mucho tiempo juntos y debería haber sabido que habría una explicación para todo. Debería haber pensado lo mejor, no lo peor —Victor arrugó el ceño—. Pero eso es difícil para mí.
—Sí, entiendo.
—Bueno… en fin, entonces, ¿no estamos enfadados?
—No, no estamos enfadados.
—¿Entonces ya está? ¿Ya no eres la niñera de Sofia?
—No soy niñera, Victor. Soy la propietaria de una agencia —le recordó ella.
—Sí, es verdad, perdona.
—Además, te gustará Martha. Es una niñera estupenda. Todo lo que tú querías.
—Sí, seguro que tienes razón. Confío en ti.
Myriam tragó saliva.
—En fin, se está haciendo tarde. Debería marcharme.
—Sí, claro. Voy a buscar tu abrigo.
En la puerta, volvió a darle las gracias por todo lo que había hecho por él y le expresó su reconocimiento por la paciencia que había tenido enseñándole a tratar con Sofia. La cuarta vez que le dio las gracias, Myriam soltó una carcajada.
—Bueno, ya está bien. De nada.
Pero Victor no se despedía y el instinto le decía que estaba intentando ganar tiempo.
—Perdona, pero tengo que irme. Buenas noches.
—Myriam, me gustaría volver a verte.
—Si tienes alguna pregunta sobre Martha…
—No, no es eso. No quería decir profesionalmente…
—No, por favor —lo interrumpió ella—. Ya te dije que no quería mantener una relación…
—Pero no me has explicado por qué.
¿Por qué se estaba poniendo tan difícil? Seguramente, era la naturaleza de la bestia, pensó. Él era un hombre que quería lo que quería… y normalmente lo conseguía. Pero esta vez no iba a ser así.
—He tomado decisiones importantes en mi vida, Victor. Tengo unos objetivos y esos objetivos no incluyen a un hombre. No te incluyen a ti.
Ya estaba. Lo había dicho. No podía haber sido más clara.
Él la miró, dolido. Rechazado. Pero no podía pensar en eso. Era un adulto, se le pasaría.
Como no había más que decir, Myriam entró en el ascensor.
No podía hacerlo, decidió por fin. Dejar la casa de Victor sin explicarle que lo que había oído en la cocina no era más que una sarta de tonterías juveniles le resultaba imposible.
Los invitados empezaban a marcharse y, en aquel momento, Victor estaba despidiéndose de un grupo en la puerta. Myriam entró en el salón y empezó a recoger servilletas tiradas en el suelo y platos olvidados sobre las sillas.
Victor García había tenido que sufrir por culpa de una mujer manipuladora y falsa y no tenía intención de hacerle creer que ella también lo era. Él le había confesado que se sentía avergonzado por su comportamiento con Fátima, pero sabía que también estaba dolido. Era imposible que no le hubiera dolido descubrir que la mujer con la que estaba saliendo lo había engañado de tal forma.
Sí, también se habría enfadado, sin duda. Tanto como ahora quizá. Un hombre como Victor se habría subido por las paredes al saber que no podía controlar lo que estaba pasando, que una mujer lo chantajeaba y le dejaba a cargo de una niña. Pero Myriam sospechaba que había usado su ira para cubrir emociones que lo hacían más vulnerable. Emociones con las que no sabía lidiar, seguramente.
Ella no quería hacerle daño por nada del mundo. Y tampoco quería que la colocara en la misma categoría que Fátima, esa mujer horrible y aprovechada. De modo que tendría que hablar con él.
Myriam entró en la cocina para tirar a la basura las servilletas. Cheryl estaba fregando los platos, pero miraba por encima del hombro como si esperara ver a un monstruo, o una bestia, entrando en cualquier momento para atacarla. Karen estaba a su lado, secando cubiertos como si su vida dependiera de lo rápido que pudiera hacer esa tarea.
—Creo que deberíamos hablar con él las tres juntas —sugirió su ayudante—. Le diremos que lo sentimos y luego nos iremos corriendo. Sólo queda un invitado y está en el estudio.
Cheryl la miró con cara de susto.
—Se llama Mark y me está esperando. Vamos a tomar una cerveza.
—No, de eso nada. No puedes marcharte y dejarnos solas con el señor García. Si las miradas mataran…
—No pasa nada —las interrumpió Myriam—. Pueden irse las dos. Yo hablaré con el señor García.
—No puedo dejarte sola. Te retorcerá el cuello.
Myriam tuvo que sonreír.
—Si he descubierto algo sobre ese hombre es que no es una bestia. Será un poquito incómodo, pero no pasará nada. No se preocupen.
—¿Estás segura?
—Sí, estoy segura. ¿Queda algo que hacer?
—No, nosotras ya hemos terminado —contestó Cheryl, quitándose el delantal a la velocidad del rayo.
—Pues entonces marchense.
La habitación pareció reducirse de tamaño cuando Victor entró con tres sobres en la mano.
—He calculado el total de lo que cobraría la empresa de catering por el servicio de camareros y lo he distribuido en tres partes —dijo, ofreciéndole un sobre a cada una—. Muchas gracias por todo. Ya pueden irse. De hecho, Mark está esperando a una de ustedes, creo. Pero tú no te vayas, Myriam, quiero hablar contigo.
No era una invitación, era una orden. Aparentemente, La Bestia había vuelto. Y con ganas. Karen la miró, como preguntando si de verdad quería quedarse a solas con él y Myriam asintió con la cabeza.
—Bueno, pues entonces nos vamos dijo Cheryl.
—Llámame luego, Myriam —murmuró Karen.
—Lo haré —contestó ella, dejando el sobre en la encimera.
Cuando las dos chicas salieron de la cocina, Victor se quedó en silencio un momento, esperando hasta que oyó el ruido de la puerta. Cuando por fin estuvieron solos, tomó un paño y empezó a secar los platos.
—Nunca habría creído que tú eras la clase de persona que urdiría un plan diabólico…
—Tú sabes que eso no es verdad.
—… pero está claro que, una vez más, he vuelto a equivocarme.
—No te has equivocado, Victor. Las chicas estaban bromeando, eso es todo.
—Ah, ya veo. Entonces, ¿lo del apodo no es verdad?
—Bueno, lo del apodo sí es verdad —tuvo que reconocer ella—. Las chicas te tenían tanto miedo que te llamaban así. No sé a quién se le ocurrió.
—¿Y tú no juraste domar a La Bestia?
Myriam dejó escapar un suspiro.
—Sacado de contexto, eso suena terrible.
—Sí, es verdad. Entonces, ¿por qué no lo pones tú en su contexto adecuado, Myriam? A ver si puedo entenderlo. Ayúdame a entender la situación, el motivo para que me hayas estado insultando y urdiendo planes contra mí.
Myriam intentó recordar que había sido engañado por una mujer, que se sentía insultado y herido. Pero su paciencia tenía un límite. ¿Cómo se atrevía a hablarle en ese tono, como si él no tuviera culpa de nada?
—Nadie ha estado planeando nada contra ti, Victor.
—¿Ah, no?
—No.
—¿Te importaría explicarme entonces qué significa lo que dijo tu ayudante?
—No, no me importa en absoluto —contestó Myriam, verdaderamente enfadada—. Si no recuerdo mal, entraste en mi agencia como un toro en una cristalería, exigiendo una niñera a tu medida y diciendo que todo lo que yo te enviaba eran niñatas que no tenían ni idea de nada. Querías una niñera para ese mismo día, para una hora después, cuando cualquier persona sensata sabría que eso es imposible. Despediste a Lily sin pensar en las consecuencias y luego pretendías que los demás pagáramos por tu mal humor y por tus absurdas exigencias. Cuidar de un niño es algo complicado, pero en lugar de dejarme hacer las cosas como las hace una profesional, una persona que ha dedicado años a cuidar de un negocio que funciona perfectamente, había que hacerlo todo a tu manera. Y para eso tuve que dejar mi despacho y ponerme a trabajar como niñera. Porque sabía que, de no hacerlo, cancelarías el contrato y hablarías mal de mi negocio y de mí por todo Wilmington. Y yo no puedo permitirme eso, Victor. También yo soy de clase trabajadora, también he tenido que sufrir para pagarme los estudios y abrir mi empresa. Me ha costado mucho llegar donde estoy y estoy aquí porque hago bien mi trabajo —estaba tan furiosa por su tono y su actitud que decidió que la paciencia se había terminado—. Pues sí, las niñeras te llamaban La Bestia. Eso está mal y me disculpo por ello… claro que tú no lo habrías sabido nunca si yo no hubiera hecho de niñera, de acompañante, de secretaria y de ayudante personal desde hace tres semanas.
—Myriam…
—Además, sinceramente, por lo que me contaban las chicas, me temo que el apodo de La Bestia no era tan desacertado. Me pusiste en una posición en la que no tenías ningún derecho a ponerme, Victor. Y estaba furiosa. En ese contexto fue en el que hice ese comentario que tanto te molesta. ¿Lo entiendes ahora?
Le había pedido a Karen y Cheryl que se fueran a casa para explicarle a Victor las cosas con tranquilidad. Pero allí estaba, furiosa, diciéndole cosas que, seguramente, no le diría a ningún otro cliente.
Victor no contestó. La miraba como si no la conociera. Y esa expresión hizo que la rabia desapareciera como por ensalmo.
—Cuando llegué a tu casa y me di cuenta de que tu comportamiento se debía a la inseguridad, a tu ignorancia… en fin, quiero decir a tu falta de conocimiento sobre los niños entendí lo que pasaba. No sabías lo que hacías, así que se te ocurrió redactar un montón de reglas para intentar controlar las cosas.
—¿Lo entendiste el primer día?
—Sí —admitió ella—. Y, como tú mismo descubriste enseguida, esas reglas no valían para nada. Lo niños no saben nada de reglas.
Victor soltó el paño y se pasó una mano por el pelo.
—Sí, ahora lo sé.
—Cuando entendí por qué te portabas de esa forma tan grosera con mis empleadas me di cuenta de que yo podía ayudarte. De que necesitabas ayuda. Y Sofia también. Y espero haberte ayudado. Siento que te pusiéramos ese apodo y siento que lo hayas descubierto, pero…
—No tienes que disculparte, Myriam. Soy yo quien debería hacerlo. Me lo merezco. Me lo merezco todo. Me porté de una forma absolutamente grosera con tus empleadas… y contigo. Pero es que estaba tan preocupado por Sofia…
—Sí, lo sé.
—Y sobre lo de esta noche… siento haberme enfadado. Te conozco y sé que eres una buena persona. Hemos pasado mucho tiempo juntos y debería haber sabido que habría una explicación para todo. Debería haber pensado lo mejor, no lo peor —Victor arrugó el ceño—. Pero eso es difícil para mí.
—Sí, entiendo.
—Bueno… en fin, entonces, ¿no estamos enfadados?
—No, no estamos enfadados.
—¿Entonces ya está? ¿Ya no eres la niñera de Sofia?
—No soy niñera, Victor. Soy la propietaria de una agencia —le recordó ella.
—Sí, es verdad, perdona.
—Además, te gustará Martha. Es una niñera estupenda. Todo lo que tú querías.
—Sí, seguro que tienes razón. Confío en ti.
Myriam tragó saliva.
—En fin, se está haciendo tarde. Debería marcharme.
—Sí, claro. Voy a buscar tu abrigo.
En la puerta, volvió a darle las gracias por todo lo que había hecho por él y le expresó su reconocimiento por la paciencia que había tenido enseñándole a tratar con Sofia. La cuarta vez que le dio las gracias, Myriam soltó una carcajada.
—Bueno, ya está bien. De nada.
Pero Victor no se despedía y el instinto le decía que estaba intentando ganar tiempo.
—Perdona, pero tengo que irme. Buenas noches.
—Myriam, me gustaría volver a verte.
—Si tienes alguna pregunta sobre Martha…
—No, no es eso. No quería decir profesionalmente…
—No, por favor —lo interrumpió ella—. Ya te dije que no quería mantener una relación…
—Pero no me has explicado por qué.
¿Por qué se estaba poniendo tan difícil? Seguramente, era la naturaleza de la bestia, pensó. Él era un hombre que quería lo que quería… y normalmente lo conseguía. Pero esta vez no iba a ser así.
—He tomado decisiones importantes en mi vida, Victor. Tengo unos objetivos y esos objetivos no incluyen a un hombre. No te incluyen a ti.
Ya estaba. Lo había dicho. No podía haber sido más clara.
Él la miró, dolido. Rechazado. Pero no podía pensar en eso. Era un adulto, se le pasaría.
Como no había más que decir, Myriam entró en el ascensor.
dulce_myrifan- VBB PLATINO
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Re: Amor Eterno
Gracias por el capitulo!
Esperamos el siguiente!
Lucha por ella Victor!!!!
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FannyQ- VBB DIAMANTE
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Re: Amor Eterno
gracias por el capi pobre bestia
nayelive- VBB PLATINO
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Re: Amor Eterno
Gracias por el Cap y si Víctor no te des por vencido ella caera jajajaja Saludos Atte: Iliana
myrithalis- VBB PLATINO
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Re: Amor Eterno
A ke Myri tan necia, gracias por el capitulo.
alma.fra- VBB DIAMANTE
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Re: Amor Eterno
graciias x el cap niiña me encanta esta noveliita
Dianitha- VBB PLATINO
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Re: Amor Eterno
Cap. 19
Cuando una persona se dedicaba a las inversiones y estaba perdiendo dinero no tenía tiempo que perder. Si veía que el capital empezaba a disminuir, hacía algo para solucionarlo. Darle vueltas a una situación durante demasiado tiempo era un riesgo, de modo que había que actuar rápidamente.
Pero Victor empezaba a darse cuenta de que en la vida personal el asunto era mucho más difícil. Había estado todo el domingo dándole vueltas, pero al día siguiente tenía que ir a trabajar. Además, debería estar echando un vistazo a algunos informes financieros para discutirlos a primera hora con sus empleados.
Pero no podía dejar de pensar en Myriam y en esa críptica frase con la que se había despedido: «He tomado decisiones importantes en mi vida. Tengo unos objetivos y esos objetivos no incluyen a un hombre. No te incluyen a ti».
¿Por qué? ¿Qué objetivos eran ésos? ¿Por que excluía el amor de su vida? ¿Qué tenían que ver el trabajo y las relaciones sentimentales?
Cuando Sofia se quedó dormida, la metió en la cuna como Myriam le había enseñado. Luego la arropó con la mantita y se quedó unos minutos mirándola, como hacía todas las noches.
Después, suspirando, fue a la cocina y vio el sobre con el dinero de Myriam en la encimera. En su prisa por marcharse, se lo había dejado allí.
«He tomado decisiones importantes en mi vida. Tengo unos objetivos y esos objetivos no incluyen a un hombre. No te incluyen a ti».
¿Qué decisiones importantes serían ésas?, se preguntó.
Pero daba igual. Myriam había dejado bien claro que no estaba interesada en él.
Pero sí se sentía atraída por él, estaba seguro. Lo había visto en sus ojos, en sus labios, cuando la besó. De modo que la cuestión no era que no estuviese interesada, sino que hacía un esfuerzo consciente por no estarlo.
¿Por qué?
Frustrado, empezó a pasear por la cocina y después por el salón, doblando unos periódicos para darle una semblanza de orden.
Repuestas. Quería respuestas. ¿Dónde podía encontrarlas? No podría descansar hasta que encontrase una explicación lógica para todo aquello. Y, por supuesto, Myriam no iba a dársela.
Inquieto, entró en su estudio y encendió el ordenador. No podía concentrarse en los informes, de modo que, distraídamente, empezó a jugar con el ratón. Sin pensarlo, se metió en las páginas amarillas. Y una vez allí escribió: Jorge Montemayor, Dover.
En un segundo, la dirección y el teléfono de Jorge Montemayor aparecieron en la pantalla.
Victor se pasó una mano por la cara. ¿En qué estaba pensando? Llamar al hermano de Myriam era una locura. ¿Qué podría decirle para convencerlo de que le revelase algo absolutamente íntimo sobre la vida de su hermana?
Pensaría que era un lunático.
Sin embargo, Victor empezó a pensar en alguna explicación… pero nada sonaba ni medio normal. Y por eso se quedó helado cuando tomó el teléfono y empezó a marcar el número. Aunque la voz de Jorge Montemayor sonaba agradable, a Victor se le hizo un nudo en la garganta. Lo primero que tenía que hacer era verificar que estaba hablando con su hermano.
—¿Tienes una hermana que se llama Myriam y es dueña de La Niñera en Casa?
—Sí. ¿Por qué, le ha ocurrido algo?
—No, no… Myriam está perfectamente.
—¿Con quién hablo?
—Me llamo Victor García. Tu hermana ha estado trabajando para mí, cuidando de mi hija Sofia.
—Ah, sí, me lo comentó el otro día. ¿Algún problema?
—Que estoy loco por ella.
Así, de sopetón. Lo primero que se le ocurrió.
—Sé que no debería llamarte, pero es que no sé qué hacer. Me he enamorado de Myriam, Jorge. Sé que sólo nos conocemos desde hace unas semanas, pero nunca me había pasado algo así. Estoy enamorado de ella y sé que Myriam también siente algo por mí, pero no quiere saber nada. Dice que tiene objetivos en la vida y que en esos objetivos no entra ningún hombre. Yo… sé que pensarás que estoy loco, pero creo que si no hacemos algo vamos a perder una oportunidad… una oportunidad de tener algo especial.
Nunca en su vida se había puesto en esa posición. Y sujetaba el teléfono con tanta fuerza que le dolía la mano.
Al otro lado del hilo había silencio. Le gustaría que Jorge Montemayor le dijera que era un idiota, que lo amenazara con llamar a la policía o que le advirtiera que no se acercase a su hermana. Algo. Cualquier cosa mejor que aquel silencio.
El hermano de Myriam dejó escapar un largo suspiro.
—¿Te ha contado lo de los objetivos, lo de su carrera y todo eso?
Victor levantó los ojos al cielo. Quizá aquella conversación acabaría siendo productiva después de todo.
Mañana el FINAL
Cuando una persona se dedicaba a las inversiones y estaba perdiendo dinero no tenía tiempo que perder. Si veía que el capital empezaba a disminuir, hacía algo para solucionarlo. Darle vueltas a una situación durante demasiado tiempo era un riesgo, de modo que había que actuar rápidamente.
Pero Victor empezaba a darse cuenta de que en la vida personal el asunto era mucho más difícil. Había estado todo el domingo dándole vueltas, pero al día siguiente tenía que ir a trabajar. Además, debería estar echando un vistazo a algunos informes financieros para discutirlos a primera hora con sus empleados.
Pero no podía dejar de pensar en Myriam y en esa críptica frase con la que se había despedido: «He tomado decisiones importantes en mi vida. Tengo unos objetivos y esos objetivos no incluyen a un hombre. No te incluyen a ti».
¿Por qué? ¿Qué objetivos eran ésos? ¿Por que excluía el amor de su vida? ¿Qué tenían que ver el trabajo y las relaciones sentimentales?
Cuando Sofia se quedó dormida, la metió en la cuna como Myriam le había enseñado. Luego la arropó con la mantita y se quedó unos minutos mirándola, como hacía todas las noches.
Después, suspirando, fue a la cocina y vio el sobre con el dinero de Myriam en la encimera. En su prisa por marcharse, se lo había dejado allí.
«He tomado decisiones importantes en mi vida. Tengo unos objetivos y esos objetivos no incluyen a un hombre. No te incluyen a ti».
¿Qué decisiones importantes serían ésas?, se preguntó.
Pero daba igual. Myriam había dejado bien claro que no estaba interesada en él.
Pero sí se sentía atraída por él, estaba seguro. Lo había visto en sus ojos, en sus labios, cuando la besó. De modo que la cuestión no era que no estuviese interesada, sino que hacía un esfuerzo consciente por no estarlo.
¿Por qué?
Frustrado, empezó a pasear por la cocina y después por el salón, doblando unos periódicos para darle una semblanza de orden.
Repuestas. Quería respuestas. ¿Dónde podía encontrarlas? No podría descansar hasta que encontrase una explicación lógica para todo aquello. Y, por supuesto, Myriam no iba a dársela.
Inquieto, entró en su estudio y encendió el ordenador. No podía concentrarse en los informes, de modo que, distraídamente, empezó a jugar con el ratón. Sin pensarlo, se metió en las páginas amarillas. Y una vez allí escribió: Jorge Montemayor, Dover.
En un segundo, la dirección y el teléfono de Jorge Montemayor aparecieron en la pantalla.
Victor se pasó una mano por la cara. ¿En qué estaba pensando? Llamar al hermano de Myriam era una locura. ¿Qué podría decirle para convencerlo de que le revelase algo absolutamente íntimo sobre la vida de su hermana?
Pensaría que era un lunático.
Sin embargo, Victor empezó a pensar en alguna explicación… pero nada sonaba ni medio normal. Y por eso se quedó helado cuando tomó el teléfono y empezó a marcar el número. Aunque la voz de Jorge Montemayor sonaba agradable, a Victor se le hizo un nudo en la garganta. Lo primero que tenía que hacer era verificar que estaba hablando con su hermano.
—¿Tienes una hermana que se llama Myriam y es dueña de La Niñera en Casa?
—Sí. ¿Por qué, le ha ocurrido algo?
—No, no… Myriam está perfectamente.
—¿Con quién hablo?
—Me llamo Victor García. Tu hermana ha estado trabajando para mí, cuidando de mi hija Sofia.
—Ah, sí, me lo comentó el otro día. ¿Algún problema?
—Que estoy loco por ella.
Así, de sopetón. Lo primero que se le ocurrió.
—Sé que no debería llamarte, pero es que no sé qué hacer. Me he enamorado de Myriam, Jorge. Sé que sólo nos conocemos desde hace unas semanas, pero nunca me había pasado algo así. Estoy enamorado de ella y sé que Myriam también siente algo por mí, pero no quiere saber nada. Dice que tiene objetivos en la vida y que en esos objetivos no entra ningún hombre. Yo… sé que pensarás que estoy loco, pero creo que si no hacemos algo vamos a perder una oportunidad… una oportunidad de tener algo especial.
Nunca en su vida se había puesto en esa posición. Y sujetaba el teléfono con tanta fuerza que le dolía la mano.
Al otro lado del hilo había silencio. Le gustaría que Jorge Montemayor le dijera que era un idiota, que lo amenazara con llamar a la policía o que le advirtiera que no se acercase a su hermana. Algo. Cualquier cosa mejor que aquel silencio.
El hermano de Myriam dejó escapar un largo suspiro.
—¿Te ha contado lo de los objetivos, lo de su carrera y todo eso?
Victor levantó los ojos al cielo. Quizá aquella conversación acabaría siendo productiva después de todo.
Mañana el FINAL
dulce_myrifan- VBB PLATINO
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Re: Amor Eterno
Gracias niña hay no el final se acerca ya lo esperare serenamente jajajaja Saludos Atte: Iliana
myrithalis- VBB PLATINO
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Re: Amor Eterno
Gracias por el capii!!! NOOO COMO QUE YA SE ACABAA jajajaja
Esperamos el final!!!
Esperamos el final!!!
FannyQ- VBB DIAMANTE
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Re: Amor Eterno
Muchas gracias por el capitulo, te esperamos mañana con el final.
alma.fra- VBB DIAMANTE
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Re: Amor Eterno
MUCHAS GRACIAS DULCINEAAA Y ESPERARE UNAS HORAS PARA EL FINAL
Eva_vbb- VBB DIAMANTE
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Re: Amor Eterno
graxias x el capitulo esta muy bonita e interesante jajja
mariateressina- VBB PLATINO
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Re: Amor Eterno
graciias x el cap niiña sii myriiam pensaba que viictor se hiba a rendiir tan faciilmente esta muy equiivocada
Dianitha- VBB PLATINO
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Re: Amor Eterno
FINAL
El lunes por la mañana estaba siendo como todos los lunes por la mañana: desagradable. Karen había aprendido a llevar la oficina en esas tres semanas y todo estaba perfectamente ordenado, de modo que, sin tener demasiado que hacer, Myriam se puso a pensar…
En Sofia. En Victor.
Pero no podía pensar en él. No debía pensar en él. Debía hacer algo, ponerse a trabajar, mantenerse ocupada como fuera…
Karen entró entonces en su despacho, con los ojos desorbitados.
—¿Qué ocurre?
—¡Es él!
—¿Qué?
—¡Él! ¡El señor García! Acaba de aparcar en la puerta… ¡ha aparcado en el paso de cebra, Myriam!
Un segundo después, la campanita de la puerta anunciaba su llegada.
—Buenos días.
La sonrisa de Karen era tan falsa como un billete de tres dólares.
—Buenos días, señor García. ¿Le apetece un café, un té?
—No, gracias —contestó él, mirando a Myriam—. Me gustaría hablar contigo un momento.
Ése era el Victor que ella conocía: exigente, autoritario.
—Si no te importa —dijo entonces. Ah, eso era nuevo.
—Martha tenía que llegar a tu casa a las ocho —dijo Myriam, mirando su reloj—. No ha llegado tarde nunca desde que trabaja para esta agencia, así que no entiendo…
—No he venido para quejarme de la señora Martha. Es estupenda. Todo lo que yo quería en una niñera.
—¿Entonces? ¿De qué vienes aquejarte?
Victor se llevó una mano al corazón.
—Myriam, me haces daño. ¿Tan horrible crees que soy? No vengo aquejarme de nada. Ah, por cierto, antes de que se me olvide, te dejaste esto en mi casa la otra noche —dijo, sacando un sobre del bolsillo.
—Sí, gracias —murmuró ella, confusa.
—Tengo que verte, Myriam —dijo Victor entonces, cerrando la puerta del despacho prácticamente en las narices de la pobre Karen.
—Ya te dije que…
—Sé lo que me dijiste, que habías tomado decisiones, que no había sitio para un hombre en tu vida… Ahora lo entiendo todo.
—¿Qué es lo que entiendes?
—Que tienes reservas sobre las relaciones íntimas. Reservas comprensibles dado lo que te pasó…
—¿Cómo?
—El otro día hiciste un comentario que me intrigó mucho. Hablaste sobre ser «estricta» con tu hermano Jorge, como si tú fueras su madre. He descubierto que eso precisamente es lo que fuiste.
Myriam lo miró, sin entender.
—Si no te importa explicar…
—He hablado con tu hermano Jorge. Sé que tu padre los abandonó cuando tú tenías doce años y que tuviste que hacer de madre para él. Sé que desde entonces crees que los hombres siempre se van, que el amor para siempre no existe…
—¿Que has hablado con mi hermano?
—He tenido que hacerlo. Tenía que saber… Por favor, no te enfades con él. Anoche estaba tan desesperado que lo llamé por teléfono para pedirle información, la que tú no querías darme. Le abrí mi corazón, Myriam. Y él me entendió.
¿Que le había abierto su corazón? ¿De qué estaba hablando?
—Mira, Victor, yo no quiero hablar de esto…
—Tú sientes algo por mí, Myriam. Sé que es así. Y es injusto para los dos que ignores esos sentimientos.
—Pero yo tengo un plan de vida…
—Y puedes seguir teniéndolo. Casi todas las mujeres casadas tienen un plan de vida, un trabajo fuera de casa…
¿Mujeres casadas? Ahora empezaba a asustarse.
—El matrimonio es para los tontos. Y el amor no dura… mi padre me enseñó que los hombres no aguantan la presión.
—El mío sí, Myriam. Mis padres siguen enamorados. Se han querido siempre —dijo Victor entonces.
Myriam tragó saliva. Era cierto, Ricardo y Silvia García parecían enamorados después de
tantos años. Pero eso tenía que ser una anomalía. Eso no era lo normal.
—Mi padre me enseñó que los hombres sí aguantan la presión, que no se van a ninguna parte, Myriam.
—Pero yo… tengo miedo —le confesó ella.
—Yo también —sonrió Victor, tomando su cara entre las manos—. Ésa es una reacción normal cuando uno se embarca en algo nuevo. Pero también me siento feliz. Y emocionado. Por favor, deja de pensar en tu infancia, en tu padre… ¿No me dijiste tú que el pasado no importaba? ¿No fuiste tú quien dijo que lo fundamental era vivir el presente y planear el futuro?
—Sí, pero…
—No tienes que hacerlo sola, Myriam. Si nos casamos, y eso es lo que te estoy pidiendo, nos tendremos el uno al otro. Por no hablar de la señora Martha —dijo Victor, con una sonrisa de triunfo.
Myriam se llevó una mano al corazón. ¿Sería posible? Tantos años convencida de que haría su camino sola, de que nunca habría ese alguien especial para ella y ahora, de repente, Victor García aparecía en su vida y la ponía patas arriba.
—Por cierto, tengo un mensaje de Jorge —dijo Victor—. Ha quedado para comer con una chica. Es profesora de música en su instituto y, por lo visto, le gusta mucho. Jorge esperaba que pudieran romper el pacto, para poder invitarla a salir más a menudo.
Myriam soltó una carcajada y él aprovechó para abrazarla, enterrando los dedos en su pelo.
—Ya verás cuando me encuentre con esa rata. Se le va a caer el pelo.
Victor se apartó para mirarla a los ojos.
—Por favor, sé buena con él. Le debo mucho a tu hermano.
—Yo también.
Él se inclinó entonces para buscar sus labios, pero el beso fue interrumpido por un golpecito en la puerta. Karen, incrédula, miró de uno a otro al ver que estaban abrazados.
—Hay un policía en la puerta… y le está poniendo una multa, señor García. He intentado hablar con él, pero no hay forma de convencerlo.
Victor soltó una sonora carcajada.
—No pasa nada. Tenía tanta prisa por entrar que aparqué en el paso de cebra. Pero debo responsabilizarme por mis acciones —dijo, mirando los ojos de Myriam con todo el amor que había en su corazón—. No me importa pagar la multa. Esto lo merece todo.
Fin
El lunes por la mañana estaba siendo como todos los lunes por la mañana: desagradable. Karen había aprendido a llevar la oficina en esas tres semanas y todo estaba perfectamente ordenado, de modo que, sin tener demasiado que hacer, Myriam se puso a pensar…
En Sofia. En Victor.
Pero no podía pensar en él. No debía pensar en él. Debía hacer algo, ponerse a trabajar, mantenerse ocupada como fuera…
Karen entró entonces en su despacho, con los ojos desorbitados.
—¿Qué ocurre?
—¡Es él!
—¿Qué?
—¡Él! ¡El señor García! Acaba de aparcar en la puerta… ¡ha aparcado en el paso de cebra, Myriam!
Un segundo después, la campanita de la puerta anunciaba su llegada.
—Buenos días.
La sonrisa de Karen era tan falsa como un billete de tres dólares.
—Buenos días, señor García. ¿Le apetece un café, un té?
—No, gracias —contestó él, mirando a Myriam—. Me gustaría hablar contigo un momento.
Ése era el Victor que ella conocía: exigente, autoritario.
—Si no te importa —dijo entonces. Ah, eso era nuevo.
—Martha tenía que llegar a tu casa a las ocho —dijo Myriam, mirando su reloj—. No ha llegado tarde nunca desde que trabaja para esta agencia, así que no entiendo…
—No he venido para quejarme de la señora Martha. Es estupenda. Todo lo que yo quería en una niñera.
—¿Entonces? ¿De qué vienes aquejarte?
Victor se llevó una mano al corazón.
—Myriam, me haces daño. ¿Tan horrible crees que soy? No vengo aquejarme de nada. Ah, por cierto, antes de que se me olvide, te dejaste esto en mi casa la otra noche —dijo, sacando un sobre del bolsillo.
—Sí, gracias —murmuró ella, confusa.
—Tengo que verte, Myriam —dijo Victor entonces, cerrando la puerta del despacho prácticamente en las narices de la pobre Karen.
—Ya te dije que…
—Sé lo que me dijiste, que habías tomado decisiones, que no había sitio para un hombre en tu vida… Ahora lo entiendo todo.
—¿Qué es lo que entiendes?
—Que tienes reservas sobre las relaciones íntimas. Reservas comprensibles dado lo que te pasó…
—¿Cómo?
—El otro día hiciste un comentario que me intrigó mucho. Hablaste sobre ser «estricta» con tu hermano Jorge, como si tú fueras su madre. He descubierto que eso precisamente es lo que fuiste.
Myriam lo miró, sin entender.
—Si no te importa explicar…
—He hablado con tu hermano Jorge. Sé que tu padre los abandonó cuando tú tenías doce años y que tuviste que hacer de madre para él. Sé que desde entonces crees que los hombres siempre se van, que el amor para siempre no existe…
—¿Que has hablado con mi hermano?
—He tenido que hacerlo. Tenía que saber… Por favor, no te enfades con él. Anoche estaba tan desesperado que lo llamé por teléfono para pedirle información, la que tú no querías darme. Le abrí mi corazón, Myriam. Y él me entendió.
¿Que le había abierto su corazón? ¿De qué estaba hablando?
—Mira, Victor, yo no quiero hablar de esto…
—Tú sientes algo por mí, Myriam. Sé que es así. Y es injusto para los dos que ignores esos sentimientos.
—Pero yo tengo un plan de vida…
—Y puedes seguir teniéndolo. Casi todas las mujeres casadas tienen un plan de vida, un trabajo fuera de casa…
¿Mujeres casadas? Ahora empezaba a asustarse.
—El matrimonio es para los tontos. Y el amor no dura… mi padre me enseñó que los hombres no aguantan la presión.
—El mío sí, Myriam. Mis padres siguen enamorados. Se han querido siempre —dijo Victor entonces.
Myriam tragó saliva. Era cierto, Ricardo y Silvia García parecían enamorados después de
tantos años. Pero eso tenía que ser una anomalía. Eso no era lo normal.
—Mi padre me enseñó que los hombres sí aguantan la presión, que no se van a ninguna parte, Myriam.
—Pero yo… tengo miedo —le confesó ella.
—Yo también —sonrió Victor, tomando su cara entre las manos—. Ésa es una reacción normal cuando uno se embarca en algo nuevo. Pero también me siento feliz. Y emocionado. Por favor, deja de pensar en tu infancia, en tu padre… ¿No me dijiste tú que el pasado no importaba? ¿No fuiste tú quien dijo que lo fundamental era vivir el presente y planear el futuro?
—Sí, pero…
—No tienes que hacerlo sola, Myriam. Si nos casamos, y eso es lo que te estoy pidiendo, nos tendremos el uno al otro. Por no hablar de la señora Martha —dijo Victor, con una sonrisa de triunfo.
Myriam se llevó una mano al corazón. ¿Sería posible? Tantos años convencida de que haría su camino sola, de que nunca habría ese alguien especial para ella y ahora, de repente, Victor García aparecía en su vida y la ponía patas arriba.
—Por cierto, tengo un mensaje de Jorge —dijo Victor—. Ha quedado para comer con una chica. Es profesora de música en su instituto y, por lo visto, le gusta mucho. Jorge esperaba que pudieran romper el pacto, para poder invitarla a salir más a menudo.
Myriam soltó una carcajada y él aprovechó para abrazarla, enterrando los dedos en su pelo.
—Ya verás cuando me encuentre con esa rata. Se le va a caer el pelo.
Victor se apartó para mirarla a los ojos.
—Por favor, sé buena con él. Le debo mucho a tu hermano.
—Yo también.
Él se inclinó entonces para buscar sus labios, pero el beso fue interrumpido por un golpecito en la puerta. Karen, incrédula, miró de uno a otro al ver que estaban abrazados.
—Hay un policía en la puerta… y le está poniendo una multa, señor García. He intentado hablar con él, pero no hay forma de convencerlo.
Victor soltó una sonora carcajada.
—No pasa nada. Tenía tanta prisa por entrar que aparqué en el paso de cebra. Pero debo responsabilizarme por mis acciones —dijo, mirando los ojos de Myriam con todo el amor que había en su corazón—. No me importa pagar la multa. Esto lo merece todo.
Fin
dulce_myrifan- VBB PLATINO
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Edad : 40
Localización : Culiacán, Sinaloa
Fecha de inscripción : 23/05/2008
Re: Amor Eterno
Muchas gracias por el final, ke bueno ke Vic pudo convencer a Myri. Te esperamos con otra novelita.
alma.fra- VBB DIAMANTE
- Cantidad de envíos : 2190
Fecha de inscripción : 25/06/2008
Re: Amor Eterno
Gracias por la novelita y si te esperamos con otra no tardes Saludos Atte: Iliana
myrithalis- VBB PLATINO
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Edad : 42
Localización : Monterrey, Nuevo Leon
Fecha de inscripción : 09/11/2008
Re: Amor Eterno
Gracias por esta novelaa!! Me gustoo muchoo!!!
FannyQ- VBB DIAMANTE
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Edad : 32
Localización : Monterrey,N.L.
Fecha de inscripción : 24/05/2008
Re: Amor Eterno
MUCHAS GRACIAS DULCINEA ESTUVO MUY BONITA LA NOVE... ESPERAMOS LEERTE PRONTO CON OTRA NOVELITA .
Eva_vbb- VBB DIAMANTE
- Cantidad de envíos : 2742
Edad : 39
Fecha de inscripción : 25/05/2008
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