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La Trampa de Cenicienta

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Mensaje  Marianita Miér Sep 30, 2009 12:32 am

Gracias por el capítulo Dulce, a ver qué pasa con estos!!!!!!! Rolling Eyes Rolling Eyes Rolling Eyes
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Mensaje  mats310863 Miér Sep 30, 2009 8:35 am

QUE FEO LE CONTESTO VICTOR HA MYRIAM, PERO LAMENTABLEMENTE EN ALGO TIENE RAZÓN, HASTA CUANDO MYRIAM SE COMPORTARA TAL Y COMO ELLA ES.
GRACIAS POR LOS CAPÍTULOS

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Mensaje  Dianitha Miér Sep 30, 2009 12:04 pm

graciias x el cap me encantaron y me muero x saber k es lo k va a pasar con este par de niiños xfiitas niiña no tardes con el suiiguiiente cap siii akii lo estare esperando siip

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Mensaje  dulce_myrifan Miér Sep 30, 2009 12:32 pm

Cap. 14

—Asi que ya te levantaste —la saludó Victor, depositando la caja con comestibles sobre la mesa de la cocina, y el comentario no mejoró el humor de Myriam.

Se había levantado nerviosa, después de pasar la noche moviéndose de un lado a otro de la cama, sin que su inquietud tuviera nada que ver con el hecho de que dormía en un lugar extraño o que no estaba acostumbrada al silencio del campo.
El comportamiento de Victor la noche anterior la había molestado y preocupado. Su total indiferencia y la ausencia de un beso de buenas noches le habían dejado un sentimiento de frustración que la había mantenido despierta durante horas. No era sólo que esa falta de interés amenazara con hacer fracasar sus planes de venganza, llegaba más lejos, tocaba sus emociones íntimas, obligándola a preguntarse si, como mujer, significaba tan poco para él. Así que, para recuperar su propia seguridad tanto como para atraerlo, puso especial cuidado en su arreglo, vistiéndose con un traje amarillo, sin mangas.
Pero, una vez más, Victor apenas la miró y continuó hablando sin esperar a que ella le respondiera:

—Hace un día maravilloso. Creo que empezaré a arreglar el jardín, hay que cortar la hierba. ¿Te saco una tumbona para que te acuestes?
Myriam se tragó la protesta que subía a sus labios, recordando justo a tiempo que no concordaba la imagen que quería que Victor tuviera de ella. De adolescente, había ayudado muchas veces a Antonio a cuidar el jardín de su casa y habían pasado muchas horas agradables. Se había sentido entonces infinitamente orgullosa de las frutas y verduras que cultivaban y le hubiera encantado ofrecer su ayuda a Victor. Por desgracia, él no deseaba su ayuda y el orgullo le impidió demostrarle que la había herido.
—No, gracias —contestó secamente—. No me gusta tomar el sol. He visto demasiadas pieles arrugadas por…
No terminó de hablar, pues unos dedos firmes la cogieron por la barbilla y le hicieron girar la cabeza hacia el sol que entraba por la ventana. La mirada de Victor era tan intensa, que casi parecía un golpe físico y ella hizo un gesto de dolor que nada tenía que ver con la fuerza con que le sujetaba la cara.
—¡Maldita sea, Myriam! ¿Tienes que ponerte tanto maquillaje? ¿Sabes cómo eres bajo esas capas de pintura? —había algo extraño en su voz; al desprecio y la ira se unía un elemento desconocido que ella no podía interpretar—. Aquí no tienes que guardar las apariencias, nadie te verá.
«Estás tú, tú me ves», quiso decir, pero no pronunció las palabras.
—No guardo nada —con un movimiento brusco liberó su cabeza—. ¿Y cuántas veces tengo que decirte que no me maquillo para nadie, excepto para mí misma?
El pensamiento de que deseaba atraparlo de verdad, de que Victor cayera en una trampa que ni siquiera imaginaba, hizo que de repente le resultara difícil mirarlo a la cara y agachó la cabeza. Observó uno de sus pies, en su frágil sandalia de cuero, taconeando con una impaciencia que descubría sus verdaderos sentimientos. Era imposible no darse cuenta del contraste de su calzado con el de Victor, cómodo y apropiado para el campo.
Muy despacio, como si la arrastrara una fuerza magnética poderosa e irresistible, su mirada ascendió a lo largo de las piernas masculinas cubiertas por el pantalón vaquero. La tela se ajustaba a sus caderas y debajo de la camisa blanca se adivinaban las fuertes líneas de su pecho y hombros. No se había afeitado esa mañana y la brisa del exterior lo había despeinado, haciendo que un mechón cayera sobre su frente. Myriam sintió el deseo casi irresistible de levantar una mano y alisarlo. Victor olía al aire fresco de la campiña combinado con su propio aroma, y esa mezcla tuvo un efecto abrumador sobre la chica, que no pudo dejar de contemplarlo.

—¿Quién eres, Myriam? —preguntó él de pronto y la intensidad de su voz la asustó casi hasta el pánico. Sus ojos se agrandaron, destacando en su pálida cara, como los de un animal atrapado que contempla a un depredador hambriento—. ¿Quién eres debajo de esa máscara que enseñas a todo el mundo? ¿En dónde está la persona?
—¡No sé de qué hablas! —la confusión y el alivio al comprender que no sospechaba que ella y Patti Donovan eran una misma persona, hicieron que su voz temblara—. ¡De verdad, Victor, esto es ridículo! Yo creí que cualquier hombre se sentiría halagado si una mujer tratara de estar atractiva para complacerlo.
—Eso contradice lo que dijiste hace un momento —fue la seca respuesta—. Se suponía que tú hacías un esfuerzo para complacerte a ti misma. Y yo no soy cualquier hombre.
«Eso es verdad», reconoció la joven. En las semanas que lo había tratado, Victor nunca había reaccionado como ella esperaba. Empezando con su declarada preferencia por el vestido azul cuando cualquier otro hubiera preferido el rojo, la había sorprendido constantemente y en más de una ocasión le había gustado como era. Se esforzó por apartar esos pensamientos de su mente y cambiar el tema de conversación. Se acercó a la mesa y comenzó a sacar las provisiones de la caja.

—Aquí hay suficiente comida para alimentar a un ejército. La pondré en su lugar, si quieres.
La mirada que le dirigió él a través de los párpados entrecerrados reveló que no lo engañaba con sus tácticas para distraerlo. Después de unos segundos de tenso silencio, se encogió de hombros y asintió.
—Hay otras bolsas en el coche. Las traeré.
Su voz sonó tranquila, pero algo en su tono le erizó a Myriam el pelo de la nuca. La joven sospechó que en esos momentos de silencio, él había tomado una decisión, aunque no tenía ni la más vaga idea de lo que se trataba.
La caja de los víveres estaba medio vacía cuando Victor regresó, pues Myriam trabajaba con rapidez y eficiencia, poniendo las latas en la alacena y la comida fresca en la nevera.
—Eso es todo —anunció Victor. Dejó caer en el suelo la bolsa llena de frutas y verduras y arrojó las llaves del coche sobre la mesa. Sin embargo, después de dirigirle una breve mirada a Myriam, pareció arrepentirse, las recogió y se las guardó en el bolsillo del pantalón.
A la chica le pareció bastante extraño, pero continuó colocando los víveres.

Un par de horas más tarde, estaba acurrucada en un cómodo sillón leyendo el libro que había cogido de uno de los estantes. Rara vez tenía oportunidad de descansar en Londres y la novela que había elegido la absorbió desde el principio, así que no se dio cuenta cuando Victor entró en la habitación.
—Tengo una pregunta que hacerte.
—¿Sí? —metió un dedo en el libro para marcar la página que leía y lo miró.
Victor había trabajado en el jardín toda la mañana, pero era lo que sostenía en las manos sucias de tierra lo que la hizo parpadear con incredulidad. ¡Su elegante neceser de maquillaje!
—¿Cuáles de estas cosas necesitas de verdad? —preguntó secamente.
—¿Qué? —Myriam lo observó sin comprender. Las facciones del hombre estaban rígidas y sus ojos grises casi lanzaban chispas—. Yo… no entiendo.
—Es muy simple —su tono la preocupó. Era frío, cortante e inflexible, como su expresión—. Quiero saber si hay algo en esta… —hizo un mohín e inyectó una nota de desprecio en su voz—, en esta basura que te es esencial.
La mente de Myriam parecía trabajar en cámara lenta. Las preguntas de Victor no tenían sentido para ella.
—¿Qué? —repitió, mientras su estómago se encogía.
—¡Vamos, Myriam! Puedes contestarme. Mira —para horror de la chica, vació sobre la alfombra, ante la chimenea, el contenido del maletín. Botellitas, frascos, cepillos, pinceles, lápices de labios y sombras cayeron en desordenado montón.
—¿Qué estás haciendo? —tartamudeó, furiosa. Sus cosméticos eran caros; como se proponía destacar en el mundo de la moda, había comprado lo mejor que ofrecía el mercado—. ¡Ten más cuidado, se puede romper algo! —exclamó, levantándose de su asiento para recoger sus cosas.

Él se lo impidió con una mano y la devolvió a su asiento de un empujón. Una mirada bastó para que Myriam optara por no arriesgarse y permaneciera en su sitio. Se quedó quieta, aunque sus ojos brillaban de furia. Victor removió el montón de cajitas y frascos con la punta de un zapato sucio.
—¿Qué es de verdad importante, Myriam? —inquirió con una voz baja y controlada, lo que lo hacía aún más peligroso.
—La crema hidratante —logró contestar. Hizo un amago de recogerla, pero no lo hizo debido a la mirada de advertencia de Victor—. El que está allí —señaló con un dedo trémulo.
Sin pronunciar palabra se inclinó, recogió el tubo verde pálido que ella le indicaba y se lo dejó en el regazo.
Luego contempló la pila multicolor sobre la alfombra durante un largo y silencioso momento y por fin, acuclillándose, la revisó con rapidez. Revolvió cajas y estuches con repugnancia. Seleccionó otras dos botellas, un limpiador y un tónico, y las dejó sobre el sillón; por último, recogió los artículos restantes y se levantó.
—¿Qué vas a hacer? ¡Victor! —gritó cuando él la ignoró y se dirigió hacia la puerta—. ¡Eso es mío! ¡Quiero saber qué harás con mis cosas! ¡Victor!

Durante un segundo se quedó sentada, paralizada. Después oyó que la puerta de la cocina golpeaba con fuerza y vio a Victor pasar frente a la ventana, rumbo al jardín. Se puso de pie de un salto y corrió. Cuando llegó al sendero, su corazón latía muy deprisa. El espectáculo que vio al rodear la esquina de la casa, la hizo detenerse, horrorizada.
La fogata todavía brillaba al final del jardín de una manera que la hubiera deleitado en cualquier otra ocasión. En ese momento, su mente se quedó en blanco al ver que Victor arrojaba primero uno y luego otro artículo de su preciosa colección de maquillaje en el centro de las llamas. El asombro la congeló mientras miraba cómo el fuego se apoderaba de una caja de sombras, derritiendo la tapa de plástico para luego, con un súbito rugido, devorar el estuche, lanzando llamas multicolores.
—¡No… no! —descubrió que podía moverse de nuevo y se abalanzó sobre Victor en el instante en que repetía la operación con otro par de cajitas del montón que sostenía en las manos—. ¡No! ¡Detente!
Le cogió un brazo, y tiró de él, desesperada. Con increíble facilidad, la apartó y lanzó el resto de los productos al corazón de la fogata.
—¡Oh, no!
Sin pensar, avanzó con los brazos extendidos, con la esperanza de recuperar algo antes de que el fuego lo destruyera. Unas manos fuertes la obligaron a retroceder.
—Myriam, no seas tonta —la voz del hombre era dura—. ¡Te quemarás!
Sin prestar atención a sus palabras, le dirigió un puntapié a las piernas, y rió al escuchar su gemido de dolor. Pese a ello, Victor no la soltó y un momento después la fogata se convirtió en un crujiente infierno. Myriam se quedó quieta y observó cómo las llamas devoraban hasta la última de sus posesiones. Sintió como si una parte de sí misma se hubiera convertido, literalmente, en cenizas.
Con una fuerza que ignoraba que poseía, se libró de las manos de Victor y dio media vuelta para contemplar la satisfacción que se leía en su rostro. Una ola de furia la invadió, y sin recapacitar, se lanzó contra él con los puños cerrados. Lo golpeó en los brazos y el pecho, pero cuando volvió a atacarle, Victor se movió con celeridad y la sujetó por las muñecas, mientras evitaba otro puntapié dirigido contra sus espinillas.

—¡Cálmate, Myriam! Estás histérica —le ordenó fríamente. Ella alzó la cabeza y lo fulminó con la mirada.
—¡Te odio! ¡Te odio!
Lo miró a los ojos y la mirada calculadora que descubrió en ellos fue como un balde de agua fría, apagando su ira de repente. Permaneció inmóvil, temblando un poco, mientras él la mantenía prisionera. Durante tensos minutos el único sonido que pudo oír fue su respiración agitada, en la quietud del jardín. Después, alzando la barbilla con decisión, habló con voz gélida.
—Puedes soltarme. No te haré daño, no me gustaría tocarte.
La sonrisa que cruzó la cara de su compañero amenazó con destruir su frágil compostura. Por fortuna, la liberó sin hacer comentarios, retrocediendo un paso y observándola con cuidado. Tan pronto como estuvo libre, Myriam dio media vuelta y caminó hacia la cabaña. No miró hacia atrás y se metió, decidida, en la casa. Una vez allí, subió por la escalera, entró en su habitación, sacó la maleta del armario y la puso sobre la cama. Después, sacó un montón de ropa de un cajón y fue metiéndolo en la maleta sin importarle que se arrugara.
—¿Qué haces? —le preguntó una voz irónica y Myriam lanzó una mirada furiosa hacia la puerta, donde Victor se apoyaba lánguidamente, con una mano detrás de la espalda.
—¿Qué crees? Recojo mis cosas y… me iré tan pronto como haya acabado.
—¿Y cómo te irás? —la burla que se traslucía en su tono la sacó de quicio, pues no había pensado en ello.
—Me llevaré el coche hasta el pueblo más cercano. Tú puedes… —se interrumpió cuando él negó con la cabeza. El movimiento de una mano palmeando el bolsillo de su pantalón le recordó el momento en que había recuperado las llaves de la mesa de la cocina.
¡Así que lo había planeado todo con cuidado! ¡Había imaginado su reacción y había tomado las medidas necesarias para vencerla! Una ira inmensa la enmudeció.
—El pueblo queda a diez kilómetros de distancia —le recordó él con suavidad—. Y te aseguro que esa maleta pesa mucho cuando está llena. Nunca lograrás llevarla hasta allí.
Lo ignoró, aunque su mente burbujeaba con pensamientos frenéticos. ¿Podía caminar diez kilómetros con su equipaje? Furiosa, se maldijo por haber llevado varios pares de sandalias de tacón alto y ningún zapato apropiado para una larga caminata. Quizá, si dejaba la maleta en la cabaña… al llegar al pueblo alquilaría un coche o por lo menos cogería algún autobús. Aunque tuviera que esperar horas…
—Y otra cosa —la suave voz burlona interrumpió sus pensamientos—. ¿Qué harás cuando llegues al pueblo?
—¡Ya me las arreglaré! ¡Traje suficiente dinero! —como él alzó una ceja, comprendió que tenía otra triquiñuela entre manos.
—Lo trajiste, pero no puedes gastarlo —le informó, sacando la mano que ocultaba tras su espalda para que ella pudiera ver lo que sostenía. Un rayo de furia la estremeció cuando reconoció su bolso, con el monedero, el talonario de cheques y todas las tarjetas de crédito.
—Eres un… —se abalanzó contra él, tratando de arrebatárselo, pero Victor lo mantuvo en alto, fuera de su alcance—. ¡Dame eso!
La sonrisa que curvaba sus labios le parecía satánica.
—De ninguna manera —negó, inflexible—. Lo guardaré en el maletero del coche, del que sólo yo tengo las llaves, y no te lo devolveré hasta que considere que ha llegado el momento oportuno —le dio un empujón que la hizo trastrabillar y caer sentada en la cama—. Así que ya ves, mi querida Cenicienta, cómo no irás a ninguna parte.

A través de sus lágrimas de frustración, lo vio caminar hacia la escalera. Unos cuantos minutos después escuchó sus pisadas en el exterior y el golpe del maletero al cerrarse y comprendió que había llevado a cabo su amenaza. Con amargura, aceptó que estaba atrapada. Aun si llegaba al pueblo, sin dinero o tarjetas de crédito, no tenía esperanzas de viajar más lejos. No sabía por qué Victor estaba tan decidido a que permaneciera en la cabaña o qué se proponía si ella se quedaba; tan sólo sabía que, por el momento, había ganado la partida.
—¡Lo odio! —exclamó en voz alta, dándole un puñetazo a la almohada—. ¡Lo odio!
Pero tuvo que reconocer que su voz poseía la falsa y temblorosa nota de una mentira.
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Mensaje  Dianitha Miér Sep 30, 2009 12:54 pm

dulce k efiiciiente La Trampa de Cenicienta - Página 5 981274 La Trampa de Cenicienta - Página 5 981274 La Trampa de Cenicienta - Página 5 981274 La Trampa de Cenicienta - Página 5 981274 niiña graciias x el cap esto cada vez se pone mejor jajaja k es lo k va a pasar ahora con estos dos niiños? akii estare esperando el siiguiiente cap eee niiña La Trampa de Cenicienta - Página 5 981274 La Trampa de Cenicienta - Página 5 981274 La Trampa de Cenicienta - Página 5 981274 La Trampa de Cenicienta - Página 5 981274 La Trampa de Cenicienta - Página 5 981274

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Mensaje  Marianita Miér Sep 30, 2009 1:20 pm

Naaa no lo odia!!! La Trampa de Cenicienta - Página 5 95247 La Trampa de Cenicienta - Página 5 95247 Gracias por el capi chamaca, esperamos el próximo!!!!!! La Trampa de Cenicienta - Página 5 388331
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Mensaje  nayelive Miér Sep 30, 2009 5:16 pm

eso es un crimen tirara los cosmeticos al fuego ajja me infarto ajja gracias por el capi
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Mensaje  Eva_vbb Miér Sep 30, 2009 5:30 pm

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MUY MAL VICTOR GARCIA OSEA YO ME PONDRIA IGUAL O PEOR QUE MYRIAM SI HACEN ESO COM MI MAQUILLAJE NAYELI TIENES TODA LA RAZON ESO ES UN CRIMEN MALO MUY MALOOOO Razz Razz Razz Razz Razz Razz Razz
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MUCHAS GRACIAS X EL CAP... DULCINEAAAAAAAA
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Mensaje  alma.fra Miér Sep 30, 2009 10:59 pm

Victor esta muy guapo La Trampa de Cenicienta - Página 5 664467 y es un lindo Wink , pero yo si le hubiera pegado La Trampa de Cenicienta - Página 5 64473. Esas cosas no se hacen La Trampa de Cenicienta - Página 5 502334 .

Gracias por el capitulo.
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Mensaje  myrielpasofan Miér Sep 30, 2009 11:22 pm

siguele...dulce..ashhh jajaja yo hice coraje con la actitud de victorr jajajajajaja....ahora k myri haga algo k a victor le duela tanto como a ella le dolio k le kemara sus cosmeticos jajajajaja
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Mensaje  Chicana_415 Jue Oct 01, 2009 2:38 am

Victor, aveces se te pasa la manooo ehhhh!!! Si yo fuera Myriam desde hace cuandooo te hubiera aggarado a golpes hahahahha

Gracia spor el cap siguelee
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Mensaje  mats310863 Jue Oct 01, 2009 8:01 am

YO CREO QUE VICTOR SE PASO UN POQUITO, PERO MYRIAM TAMBIEN TIENE QUE DEJAR DE ESCONDERSE TRAS ESA IMAGEN Y SER MÁS NATURAL.
GRACIAS POR EL CAPÍTULO

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Mensaje  dulce_myrifan Jue Oct 01, 2009 11:46 am

Cap. 15

—¿Myriam? ¿Myriam, estás despierta?
Al escuchar la voz de Victor, se cubrió con la colcha como si quisiera defenderse, pese a que sabía que la puerta de la habitación estaba cerrada.
—¡Vete!
—Tendrás que salir algún día. No puedes esconderte ahí para siempre. Te traigo café —agregó, tratando de tentarla.
Aunque estaba decidida a no claudicar, le fue difícil mantenerse firme. Apenas había comido desde el día anterior, pues sus sentimientos desordenados y su ira le impidieron tomar más de unos cuantos bocados de la merienda que Victor le preparó. Se obligó a bajar la escalera para que él no creyera que la obligaba a enclaustrarse en el dormitorio, pero le resultó difícil soportar su presencia hasta el momento de meterse en la cama.
—Está bien, haz una rabieta si quieres —la impaciencia endureció la voz de Victor—. Te dejo el café cerca de la puerta, pero tómalo pronto o se enfriará. Estaré en el jardín, si me necesitas.
«¡Si me necesitas!», pensó Myriam con amargura, oyendo cómo descendía por la escalera. Se moriría antes de admitir una cosa parecida. También le hubiera gustado ignorar la taza de café, pero pensar en un líquido caliente resultaba demasiado tentador y, cuando oyó que la puerta posterior se abría y cerrada, salió de la cama con sigilo.

Con la taza entre las manos, se acercó al tocador y se miró al espejo. Frunció el ceño con disgusto al ver sus mejillas pálidas y los párpados inflamados. No dejaría que él la viera así.
«¿Acaso sabes cómo eres debajo de esas capas de pintura?», las palabras acudieron con tanta claridad a su mente, que alzó la mirada, asustada, casi esperando ver a Victor en el espejo.
No había examinado su rostro la noche anterior, al quitarse el maquillaje, pues sólo anhelaba meterse en la cama y perderse en el olvido del sueño. Además, limpiarse la cara era una rutina automática, que llevaba a cabo con tanta frecuencia que rara vez pensaba en lo que hacía. La noche anterior había adquirido, sin embargo, un nuevo significado. Era consciente de que el limpiador, el tónico y la hidratante eran lo único que se había salvado del destructor incendio. Sentía que se estaba quitando las capas exteriores de experiencia que había adquirido a través de los años, las que le habían convertido en una mujer elegante y sensual. Sin el maquillaje, dejaba al descubierto a la tímida y poco atractiva Patti.
«¡No exageres, Myriam! ¡Hace años que no pareces una adolescente!». La frase de Maggie se deslizó en sus pensamientos, obligándola a analizarse de nuevo. ¿Realmente se parecía a Patti? Con la pérdida de peso, sus facciones habían cambiado. Sus pómulos se habían definido con más claridad, dándole a su rostro una forma distinta. Sin los cosméticos, carecía de contrastes y parecía vago, indefinido. Quizás, en cierta manera, Victor tenía razón. Hacía bastante tiempo que no veía su cara sin maquillar.
Victor, pensar en él la sacó de sus reflexiones. Tendría que salir de su cuarto alguna vez y aunque la había dejado en paz en esa ocasión, sospechaba que volvería y no sería tan paciente. Quizás el cambio de su apariencia en nueve años fuera suficiente para protegerla. Iba a arriesgarse y, si la reconocía, ya no le importaba. Victor seguía en el jardín cuando Myriam al fin se aventuró a bajar por la escalera, pero apenas estaba entrando en la cocina cuando escuchó sus pisadas que se dirigían hacia la casa. De inmediato se puso en acción, luchando contra el impulso de huir. Se acercó al fregadero, llenó de agua la cafetera y fingió estar muy ocupada cuando él apareció en el marco de la puerta. Se quedó helado cuando la vio, y ella se puso tan tensa que se burló para sus adentros de su anterior declaración de que no le importaba si la reconocía o no.

—Myriam —la voz de Victor fue inesperadamente suave—. Myriam, mírame.
Rebelde, se negó a hacerlo. Entonces, una mano firme la cogió por la barbilla y la obligó a volver la cabeza, con dulzura, pero sin ceder. Ella cerró los ojos con fuerza y su estómago se contrajo. No se atrevía a corresponder a la mirada del hombre, pues temía que la reconociera. Pero también había algo más. Victor poseía un atractivo irresistible. El brillo del sol sobre su piel y el aroma del aire fresco y puro que permanecía en su cuerpo, combinado con su olor personal, asaltó los sentidos de la joven de un modo que ni siquiera las más caras colonias habían logrado.
—¡Oh, Myriam!
La suavidad de su tono le causó un fuerte impacto. Abrió los ojos y lo que descubrió en el rostro de su compañero la hizo perder el aliento. Sus ojos se habían oscurecido. Myriam olvidó lo que la rodeaba. La cocina, los cantos de los pájaros en el jardín, la tibieza del sol en su espalda, todo se borró mientras observaba cómo se le acercaba y entreabría los labios con anticipación.
El beso de Victor fue lento y tierno. Aunque sentía que lo indicado era despreciarlo, librarse de sus manos y ordenarle que la dejara en paz, que no deseaba que la acariciara, le resultó imposible moverse. Y, en realidad, ni siquiera la tocaba con las manos, pues apenas rozaba su boca. Sin embargo, ese delicado contacto, por muy leve que fuera, le parecía imposible de romper.
La había besado antes, muchas veces, pero era diferente en ese momento. No tenía el ardor de la noche de la exhibición de modas y a pesar de ello contenía algo que la hizo darse cuenta de lo poco emotivos que habían sido los otros besos, como si Victor se hubiese mantenido a distancia durante esas semanas.
Myriam se sentía como un bosque seco, quemado por los rayos del sol de verano, que necesitaba una pequeña chispa para incendiarse y cuando al fin Victor levantó la cabeza, descubrió que estaba temblando como una hoja. La sonrisa que cruzó la cara del hombre no la ayudó a tranquilizar su agitado pulso y con un brusco movimiento se pasó la mano por la cara, como queriendo romper el contacto de su mirada.

—No, Myriam.
Con dulzura le quitó la mano, separándola de su cara sonrojada y el suave contacto fue como una descarga eléctrica en cada uno de sus nervios.
—No había planeado besarte, pero te vi tan hermosa —le confesó en voz baja—, que no pude evitarlo.
Eso era más de lo que la chica podía soportar. Aún azorada por el beso y su propia reacción, le parecía que esos ojos estudiaban su cara con demasiada insistencia para que se sintiera cómoda. Bruscamente, liberó su brazo de la suave presión de Victor.
—Estaba haciendo café —dijo secamente—. ¿Quieres una taza?
Agradeció los breves momentos en que se distrajo poniendo las tazas en los platos y sirviendo el café. Necesitaba tiempo para recobrarse de la impresión. Algo había pasado, algo que no entendía. Sólo sabía que se sentía como si le hubieran puesto cabeza abajo y la hubieran vaciado de su contenido; y, por mucho que lo intentara, no podía recuperar el odio que había sentido por Victor el día anterior y, sin esa emoción, no sabía cómo actuar.

Al final, él le facilitó las cosas. Inició una conversación trivial que ella podía seguir sin dificultad y su tensión empezó a desvanecerse mientras le explicaba lo que había hecho en el jardín, intercalando uno o dos comentarios graciosos.
Esa actitud, marcó la pauta del resto del día. Victor se comportó con cortesía, ofreciéndole su agradable y amistosa compañía, que Myriam aceptó agradecida. No trató de persuadirla de que hiciera nada, sino que la dejó sola, dedicándose a arreglar el jardín y permitiéndole hacer lo que quisiera.
Para Myriam, las tranquilas horas en el campo contrastaban con la agitación y el ruido de su vida profesional, las prisas para llegar de una cita a otra y la tensión de pasar de un experto del maquillaje a un estilista del peinado para ser fotografiada cientos de veces, hasta que el fotógrafo quedaba satisfecho. A medida que el tiempo pasaba, se daba cuenta de lo que se sentía al descansar y poco a poco empezó a ver su carrera con nuevos ojos. El éxito la había esclavizado, dejándole muy poco espacio para los detalles pequeños y personales de su vida, y por fin comprendió que un sin número de veces se había considerado a sí misma una marioneta que sólo se movía si alguien tiraba de las cuerdas.
Por fin comprendía del todo por qué Victor se refugiaba en la cabaña, por qué se alejaba de Londres, de los hoteles García y de las exigencias de su trabajo. Con ese nuevo punto de vista, sintió una súbita e inexplicable necesidad de ver a Victor y, sin considerar qué la motivaba, salió al jardín, en la parte posterior de la casa.
Victor estaba trabajando en un área con plantas muy crecidas, entre dos enormes manzanos cargados de fruta, que se alzaban contra el muro más lejano del jardín. Se había quitado la camisa y Myriam lo observó en silencio. Estaba despeinado, su espalda brillaba por el sudor y no daba la imagen del hombre de negocios a la que estaba acostumbrada.

«Sé tú misma», le había dicho, y ella se había enfadado. Pero, ¿no había realmente una parte de sí que había sofocado para que Myriam Montemayor, la modelo famosa, triunfara? Con un sentimiento de tristeza, que se agrandaba cada vez más, admitió que en otras circunstancias no se hubiera quedado allí, observando a Victor, sino que lo hubiera ayudado. Pero había elegido un papel diferente y debía seguir actuando. Comportarse de otra manera implicaba arriesgarse a que él la comparara con Patti y se diera cuenta de que lo había engañado. Sospechar que quizá Victor hubiera preferido, por lo menos como compañera, a la Patti de antaño, sólo agudizó su inseguridad.
«Sé tú misma». Con un suspiro francamente envidioso, Myriam pensó que él lo tenía fácil. Vestido con un viejo pantalón vaquero y zapatos sucios, no perdía el aura de poder y energía que siempre lo rodeaba. Su físico saludable no requería de ropa cara ni de los trucos que los mortales de menos categoría usaban para destacar. Volvió a suspirar. Con gusto cambiaría cada prenda de su guardarropa por la oportunidad de vestirse con comodidad, estar con Victor y compartir con él la otra parte de sí misma.
Aunque fue muy leve, Victor oyó el suspiro de la joven y se volvió rápidamente. Al verla, parada en la mitad del camino, se pasó una mano por el pelo húmedo para quitárselo de la frente y, sin hablar, le sonrió, deseando poder calmar la inquietud que reflejaban aquellos ojos verdes.
A Myriam le pareció que su corazón había cesado de latir. Era ilógico, irracional, pero le parecía que nunca había visto sonreír a Victor, como si, al igual que los besos que le había dado, él siempre se hubiera mantenido a distancia. Esa sonrisa en cambio, era cálida y le daba la bienvenida, iluminando sus ojos, al mismo tiempo que su rostro. Por un momento, Myriam creyó que el sol brillaba en todo su esplendor.

—Yo… venía a preguntarte si querías beber algo —tartamudeó de prisa, avergonzada de que la sorprendiera observándolo a sus espaldas—. Hace mucho calor. Debes tener sed.
—Tengo sed —le agradeció que aceptara ese pretexto, con su voz suave y agradable. Algo en sus ojos la hizo agitarse inquieta—. Hay una cerveza en la nevera que me sentaría de perlas.
Sólo tardó unos segundos en llevarle la bebida, y después podía haber vuelto a la casa, pero no tuvo ganas de dejar a Victor y se quedó a su lado mientras bebía hasta que dejó a un lado el vaso vacío, con un suspiro de satisfacción. Había un poco de barro en su mejilla y Myriam levantó la mano y se lo limpió, antes de darse cuenta de lo que hacía; desconcertada por ese impulso inesperado, la bajó.
—¿Qué harás aquí? —preguntó, indicando con la cabeza el área en la que Victor trabajaba—. Sería el sitio ideal para hortalizas.
—Es cierto, pero temo que no puedo planear algo tan ambicioso. No vengo con la frecuencia necesaria para vigilarla y las malas hierbas las invadirían.
—Es una lástima. Antonio siempre…
Se calló, asustada por lo que había revelado sin advertirlo y, bajando la cabeza, murmuró:
—Me llevaré esto y lo lavaré —cogió el vaso vacío y huyó hacia la casa.

Al entrar en la cocina, se dio cuenta de que la expresión de los ojos de Victor era la misma de la noche de la exhibición de modas, cuando la había tomado en sus brazos y el deseo había agrandado sus pupilas.
¿Por qué había surgido de repente? ¿Por qué ahora, si no había demostrado ningún interés en las semanas transcurridas entre la cena de Liz y esas vacaciones? Un estremecimiento helado le recorrió la espalda al pensar que estaba atrapada en esa casa con Victor, sola e indefensa. Antes, su único temor era que él descubriera su verdadera personalidad; pero de pronto empezaba a sentirse amenazada de una forma diferente.
—¿Fue Antonio el hombre que te hirió?
La inesperada pregunta interrumpió la conversación superficial que habían mantenido durante la cena. Por un segundo Myriam no estuvo segura de haber oído bien. ¿Herirla? Antonio le daría el mundo entero, si se lo pidiera. Entonces, el sentido de la pregunta se le aclaró y negó con la cabeza.
—No —sintió alivio al comprender que sus palabras impensadas no la habían traicionado por completo—. No, no fue Antonio.
Demasiado tarde comprendió que su respuesta sincera la sometería a un nuevo interrogatorio.
—Entonces, ¿quién fue? ¿Qué te hizo, Myriam?
Atrapada en una trampa que ella misma había tenido, no pudo encontrar la respuesta adecuada. Si hubiera tenido valor, había aprovechado la oportunidad para confesarle la verdad. Su tonto plan de venganza se había hecho añicos y, si Victor supiera quién era y por qué estaba allí, le daría su bolso y la dejaría partir. Los nervios le fallaron y al mismo tiempo le llegó la inspiración.
—Se llamaba Simon Robles —trató de mantener firme la voz, pero sólo logró un susurro vacilante—. Era diez años mayor que yo… frívolo, elegante, con mucha experiencia. Pensé que me amaba y lo que lo atraía era que fuera la modelo del año, la estrella del mundo de la moda. Quería que lo vieran conmigo y me exigió una relación física, como no acepté, me dejó —consciente del dolor que reflejaba su voz, forzó una sonrisa que, a juzgar por la expresión del hombre, resultó poco convincente—. Es la misma historia de siempre. Sucede a cientos de muchachas y seguirá ocurriendo en el futuro.
—Pero quizás otras muchachas reaccionan con menos sensibilidad.
El tono de Victor hizo que Myriam se quedara inmóvil en su asiento. Aunque había hablado con voz suave, llena de simpatía, había algo en las profundidades de sus ojos que la hizo observarlo con atención hasta descubrir un brillo de ira en las pupilas grises. ¡Ira! ¡Victor estaba furioso por la manera en que Simon la había tratado! La mente de Myriam giró, al tratar de asimilar ese nuevo e inesperado acontecimiento. ¿También él despreciaba a ese tipo de hombre? Y, ¿qué quería decir al afirmar que otras mujeres reaccionarían con menos sensibilidad a la misma experiencia? —Myriam… —se inclinó hacia ella, muy serio.
—Todo sucedió hace mucho tiempo —lo interrumpió ella, asustada de pronto por lo que él pudiera decir—. Es mejor olvidarlo.

«Sin embargo, Victor pronunció esas crueles palabras muchos años antes», le susurró una vocecilla indiscreta, «antes de que conocieras a Simon, y no las has olvidado».
Una leve caricia en su brazo atrajo la atención de su sorprendida mirada hacia los dedos bronceados de Victor, que resaltaban contra la blancura de su piel. Estaba demasiado cerca y esos ojos la interrogaban con insistencia.
—No debes sufrir por hombres como Robles, Myriam —musitó y su dulzura la conmovió de una manera que ni su ira, ni sus sátiras burlonas habían conseguido antes. No podía soportar la simpatía que le demostraba, no en ese momento.
Cuando los dedos de Victor empezaron a cerrarse sobre los suyos, apartó su mano como si la hubiera quemado y se lanzó a hablar para llenar el silencio que los envolvía:
—Creo que me gustaría oír un poco de música, ¿a ti, no? —indagó, trémula.
Se inquietó cuando vio que la frente de Victor se fruncía, pero un momento después se borró ese gesto y su voz continuó siendo tranquila, como si quisiera calmar a un pajarillo asustado al que se proponía domesticar.
—¿Qué te gustaría oír?
Myriam se dio cuenta de que no podía recordar el nombre de ninguna canción ni de un compositor.
—Oh, cualquier cosa… lo que tú escojas.

Se arrepintió de sus palabras poco después, pues escuchó las notas de una canción que conocía muy bien. Había comprado el disco cuando tenía diecisiete años y en aquellas primeras semanas después de que Everardo le enseñara la fotografía de Victor, con frecuencia se encerraba en su habitación para mirarla, mientras escuchaba la melodía y murmuraba «Victor García» una y otra vez. Ese recuerdo fue demasiado para sus emociones y, sin importarle la sorpresa de Victor, ni su exclamación de angustia, se puso de pie y subió por la escalera corriendo. Victor no se lo impidió.
Varias horas después, Myriam todavía estaba despierta, con la vista fija en el techo de su cuarto a oscuras, mientras en su mente se repetía el recuerdo de su primer encuentro con Victor y las palabras que había pronunciado al día siguiente bajo su ventana, como si se tratara de una película loca, sin principio, ni fin.
Había sucedido hacía mucho tiempo. ¿Por qué no era capaz de olvidar ese episodio, como había hecho con el de Simon? Decirle a Victor lo que había pasado entre ella y ese hombre no le había causado dolor; entonces, ¿por qué aquellos comentarios continuaban supurando dentro de ella, como una herida infectada que la había obligado a buscar una venganza infantil? ¿Por qué unas cuantas palabras tenían el poder de herirla mucho más que el egoísta comportamiento de Simon?
Se dijo que le dolían porque amaba a Victor pero en el momento en que se daba esa explicación, supo que no era correcta. A los diecisiete sólo había experimentado un capricho de colegiala, poderoso mientras duró, pero en última instancia temporal e inconsecuente. ¿Así que?…Y después, en un momento de claridad deslumbradora, supo la verdad.
Las palabras de Victor la habían herido porque las esperaba. Porque siempre se había sentido fuera de sitio con su propio cuerpo. Las burlas de sus compañeros de escuela habían reforzado ese sentimiento y, cuando descubrió los atractivos del sexo opuesto, la imposibilidad de usar los vestidos de moda, además de las bromas de que había sido objeto, le habían producido un terrible complejo de inferioridad que había tratado de ocultar detrás de una máscara de maquillaje y una permanente mal hecha y poco atractiva. En el fondo, nunca había esperado que Victor la viera como algo más que una adolescente gorda y fea. Si la hubiera aceptado, no hubiera sabido qué hacer. Sus palabras la habían destruido no porque le parecieron injustificadas, sino porque la enfrentaban con algo que ya sabía de antemano.

¿Qué haría con sus planes de venganza, ahora que veía el pasado con una luz nueva y diferente? Para su sorpresa, descubrió que después de haberse agitado en la cama durante tanto tiempo, por fin empezaba a tener sueño. Lo último que se le ocurrió antes de dormir fue que quizá debería estarle agradecida a Victor, en lugar de odiarlo. Como resultado de la humillación, había reaccionado y se había propuesto modificar su apariencia. De hecho, nunca hubiera alcanzado tanto éxito en su carrera profesional si no hubiera sido por Victor García.
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Mensaje  Marianita Jue Oct 01, 2009 2:16 pm

Dul, gracias por el capi pero hoy es un gran día y nos merecemos un 2 x 1!!!!!! La Trampa de Cenicienta - Página 5 149909 La Trampa de Cenicienta - Página 5 149909 La Trampa de Cenicienta - Página 5 149909 La Trampa de Cenicienta - Página 5 149909 La Trampa de Cenicienta - Página 5 149909
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Mensaje  nayelive Jue Oct 01, 2009 5:20 pm

gracias por el capi La Trampa de Cenicienta - Página 5 Icon_cheers La Trampa de Cenicienta - Página 5 Icon_cheers La Trampa de Cenicienta - Página 5 Icon_cheers La Trampa de Cenicienta - Página 5 388331 La Trampa de Cenicienta - Página 5 388331
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Mensaje  myrielpasofan Jue Oct 01, 2009 6:40 pm

grax por x el capi capi...
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Mensaje  girl190183 Jue Oct 01, 2009 7:45 pm

Si dul es un gran dia asi que nos merecemos un 2X1 no seassssssssss
malita dul
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Mensaje  alma.fra Jue Oct 01, 2009 9:04 pm

Siiiii, ke mejor forma de festejar ke un 2 x 1 La Trampa de Cenicienta - Página 5 624215 La Trampa de Cenicienta - Página 5 414394 La Trampa de Cenicienta - Página 5 708884 , muchas gracias por el capitulo.
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Mensaje  Eva_vbb Jue Oct 01, 2009 10:15 pm

MUCHAS GRACIAS X EL CAP... DULCE flower flower flower flower PEROOO
X FISSSS HOY POR SER EL DIA DE NUESTRO REY king king king QUE SEA UN 2X1 PARA SEGUIR FESTEJANDO La Trampa de Cenicienta - Página 5 414394 La Trampa de Cenicienta - Página 5 414394 La Trampa de Cenicienta - Página 5 436355 La Trampa de Cenicienta - Página 5 436355 La Trampa de Cenicienta - Página 5 436355
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Mensaje  Dianitha Vie Oct 02, 2009 12:30 am

graciias dulce x el cap pero creo k victor no tardara en descubrir a myriam xfiitas niiña no tardes con el siiguiiente cap siip La Trampa de Cenicienta - Página 5 981274 La Trampa de Cenicienta - Página 5 981274 La Trampa de Cenicienta - Página 5 981274 La Trampa de Cenicienta - Página 5 981274

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Mensaje  mats310863 Vie Oct 02, 2009 7:43 am

POR FIN MYRIAM COMPRENDIO QUE ESTABA EN UN ERROR, GRACIAS POR EL CAPÍTULO

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Mensaje  dulce_myrifan Vie Oct 02, 2009 12:36 pm

Cap. 16

El sol entraba a raudales por la ventana de la habitación, cuando Myriam despertó de un profundo sueño reparador. Mientras se estiraba, supo que ansiaba salir y sentir la tibieza del sol sobre su piel, gozar de esas vacaciones como si estuviera en su casa. Se vistió de prisa, con una camiseta azul y unos pantalones cortos. Sólo cuando se dirigía al jardín se dio cuenta de que ni siquiera había pensado en el maquillaje sino que, actuando como en su juventud, se había pasado un cepillo por el pelo de forma automática y ya corría a la calle.
Victor, subido en una escalera de madera, con la cabeza metida entre las ramas de un árbol, cortaba manzanas y las echaba en un cajón que tenía en el suelo. Myriam lo observó en silencio y después, sin poder contenerse, avanzó un paso.
—Vas a estropear esas manzanas.
Victor tardó en responder y como ocultaba su cara entre las ramas, ella no pudo ver su expresión.
—Entonces, ¿por qué no me ayudas? —dijo al fin—. Te las pasaré y tú las pones en la caja.
—Vale.

Durante un rato trabajaron en silencio, Victor recogía la fruta y se la pasaba a Myriam, que la colocaba con cuidado en el cajón. El calor y la paz del jardín le recordaron los días que había pasado ayudando a Antonio, cuando era mucho más joven, así que se concentró en su tarea y muy pronto sus nervios se calmaron. No sabía cuánto tiempo había pasado cuando por fin Victor se detuvo y bajó de la escalera.

—Es todo por ahora. Ya no alcanzo las manzanas más altas y creo que es hora de que comamos. Gracias por tu ayuda.
Se volvió hacia la chica, sonriente, y los labios de ella se curvaron en una respuesta automática. Al verla, el rostro de Victor se transformó. La miró de arriba abajo y sus pupilas se oscurecieron con franca aprobación. Myriam sintió que su tranquilidad desaparecía para ser sustituida por una intensa atracción.
Unos cuantos días antes, estaba convencida de que participaba en una batalla perdida al tratar de que Victor se sintiera atraído por ella. Todos sus trucos habían fallado y, de pronto, cuando no hacía el menor esfuerzo, él no podía dejar de admirarla. La ironía de la situación torció sus labios en lo que quiso ser una sonrisa; había conseguido lo que se había propuesto y no sabía cómo actuar. Todo lo que sabía era que los sentimientos de ira y amargura que la impulsaron a tratar de vengarse, se habían esfumado y que sin ellos se consideraba perdida y vulnerable.
—¿Tienes hambre? —inquirió y su voz tembló un poco—. Te prepararé algo.
Victor asintió, sin quitar la vista de su cara. De pronto, pareció reaccionar bruscamente y sonrió de forma natural.
—Algo rápido y fácil —le pidió—. Hay pan, queso y fruta. Comeremos fuera. Yo limpiaré mientras tú traes la comida.

En la cocina silenciosa, Myriam cortó una larga rebanada de pan francés con movimientos nerviosos. ¿Qué había pasado entre ellos hacía un momento? Nada, en su relación previa con Victor, la había preparado para esa sensación turbadora que hacía que sus nervios vibraran. «Debe ser a causa del sol», pensó. Hacía calor fuera y un vistazo al reloj le dijo que habían trabajado durante dos horas. No estaba cansada, sin embargo le pareció que el tiempo había volado.
Victor estaba acostado en el césped cuando ella salió al jardín, llevando una bandeja con raciones. Al ver su cuerpo relajado su pulso se aceleró de tal forma que sus manos temblaron y la bandeja se sacudió. El tintineo de los vasos chocando entre sí, alertó al hombre.

—Ven, déjame ayudarte —se puso de pie. Su mano rozó la de ella al quitarle la bandeja y un cosquilleo delicioso le recorrió el brazo, se sonrojó y tuvo que bajar la cabeza para que su melena ocultara su rostro.
Comieron en silencio, pero en un silencio que Myriam encontró tranquilizador y amigable, hasta que Victor se estiró cuan largo era, sobre el césped, y suspiró de satisfacción.
—Exquisito —murmuró—. Puedes quedarte con la alta cocina francesa, prefiero la comida simple. Y a ti también te gustó, ¿verdad? —agregó y sonrió—. Esta es la primera vez que veo que comes bien desde que te conozco.
Un estremecimiento de inquietud la recorrió. Adormecida por esa nueva relación de paz que reinaba entre ellos, había olvidado la posibilidad de que Victor pudiera relacionar ese saludable apetito con el recuerdo de la joven Patti, y se había concentrado en saborear la fruta fresca, el pan crujiente y el cremoso queso.
—Yo… no me di cuenta de que estaba tan hambrienta —explicó tartamudeando. Se interrumpió de pronto cuando Victor, interpretando mal su reacción, le cogió suavemente una mano.
—No, Myriam —le pidió—, no me digas que te morirás de hambre en la cena para no engordar. ¿Me lo prometes?
¿Qué había pasado con el frío y duro Victor de dos días antes? Estaba desconcertada. Era como si se hubiera evaporado y lo hubiera reemplazado otro hombre. Con el mismo físico, pero con un carácter tan diferente que no podía ser el Victor García que ella había conocido. Y, ¿cuál era su propia reacción ante ese cambio? Se sentía arrastrada por dos corrientes opuestas: el deseo de decir toda la verdad para poder empezar de nuevo, y el miedo de que esa paz se destruyera sin haberse consolidado. Lo vio sonreír y se dio cuenta de que, bajo la influencia de esa nueva manera de ser de Victor, suave y persuasiva, no se fijaba nunca en lo que estaba haciendo. Ya no tenía ningún cuidado. Era otra vez espontánea y natural… Como Patti.
—De cualquier manera, eliminarás con el ejercicio lo que has comido —le aseguró mientras se levantaba—. Tenemos que limpiar otro manzano y es tu turno de subir a la escalera.

Myriam titubeó, contemplando la mano que le tendía para ayudarla. «Ése era el hombre que ha quemado mi maquillaje», se recordó. Hacía apenas dos días pensaba que lo odiaba… Victor le sonrió con travesura y sus ojos negros brillaron con buen humor.
—Está bien, yo subiré —concedió, interpretando mal sus titubeos, y una vez más su sonrisa la desarmó.

Le dolían todos los músculos, pero era un dolor agradable. Satisfecha, salió de la bañera y empezó a secarse. Hacía mucho que no trabajaba con tanto ahínco y de una forma tan distinta a las horas que pasaba ante las cámaras. En su habitación, seleccionó un vestido sencillo color crema, con escote cuadrado y delicados tirantes de encaje y se lo puso, alisando la suave tela antes de estudiarse en el espejo.
«Podía estar peor», decidió. El sol había dado color a sus mejillas, así que su palidez había desaparecido, pero era una lástima que no pudiera agrandar sus ojos con rimel.
Mordiéndose los labios, registró el tocador. La superficie de madera pulida parecía desnuda sin los frascos y los estuches. En fin, al menos había perfume y pudo rociarse con generosidad en las muñecas y el cuello, donde su pulso latía. No se molestó en ponerse medias, pues hacía calor, y se sentó en la cama para calzarse. Cuando se inclinó para atarse las cintas de las sandalias, un golpe en la puerta la sobresaltó.

—La cena está lista —le anunció Victor y el sonido de su voz la puso tan nerviosa que sus manos fueron incapaces de cerrar la hebilla.
—¿Myriam? —la llamó él—. ¿Me has oído?
—¡Sí! —le resultó imposible evitar que su voz reflejara impaciencia—. Ya voy… ¡Maldición! —explotó cuando falló un nuevo intento. A sus espaldas oyó que la puerta se abría.
—¿Te pasa algo malo? Parecías molesta.
No se volvió para mirarlo, pero un escalofrío en la base de la nuca la avisó de lo sensible que era a la presencia de Victor en la habitación. Contempló el suelo fijamente.
—No me puedo atar esto —explicó, procurando que su voz sonara natural.
—Déjame ayudarte —atravesó el cuarto y se arrodilló ante ella, tomándole el pie y colocando la cinta rebelde en su lugar—. No ha sido tan difícil. Ahora el otro…
Alzó la vista al hablar y sus miradas se encontraron en lo que les pareció una eternidad. Las manos de Victor le transmitían tibieza a la piel de Myriam. Él también se había cambiado de ropa y la camisa limpia y blanca contrastaba con su piel bronceada por el sol.
—Myriam… —musitó con voz ronca.

Con un esfuerzo inmenso, la chica desvió la mirada y levantó el otro pie para que pudiera atarle la sandalia. Le cogió el tobillo, pero no hizo ningún movimiento para levantar la tira del zapato, sino que acarició la suave piel. Las caricias ascendieron lentamente y un momento después, Myriam contuvo el aliento al sentir la tibieza de sus labios donde sus manos se habían posado. No pudo impedir que se le escapara un gemido de deleite.
Victor la había encerrado en la cabaña, había destruido sus propiedades, le había quitado su dinero y la mantenía cautiva. Pese a todo, no podía revivir la ira que debería sentir y, como si tuvieran voluntad propia, sus manos acariciaron la cabeza de Victor, y susurró su nombre.
Él se levantó y se sentó en la cama, junto a ella. Exploró su boca con la suya y la obligó a abrir los labios, permitiéndole ahondar y prolongar ese beso de una manera que la llenó de placer y relajó todos sus músculos. Los delgados tirantes del vestido ofrecieron una débil resistencia a los fuertes dedos masculinos y la suave piel de los hombros quedó al descubierto. Con los labios, Victor siguió el camino de sus manos, descendiendo hasta los senos. Desató así una necesidad urgente dentro de Myriam, quien murmuró su nombre con una voz espesa y extraña.

—Myriam —musitó él con voz ronca—. ¡Myriam, te deseo mucho!
—Yo también.

Las palabras escaparon de modo involuntario. Una necesidad apremiante dirigía sus acciones, mientras sus dedos tiraban de los botones de la camisa pasándolos por los ojales para acariciar su pecho, ansiosa de sentir la piel desnuda, bajo las yemas de los dedos. Las suaves curvas del cuerpo de Myriam lo invitaban a acariciarla, del mismo modo que ella hacía con él.
Los pocos minutos que tardó en desvestirla y después quitarse la ropa, le parecieron eternos, pero se resarció al sentir sobre ella el cuerpo de aquel hombre. Sus caricias alimentaban el fuego de la pasión, hasta que creyó que iba a morir si no la poseía.
El sentir los labios masculinos tirando con suavidad de sus pezones, le causó un placer tan intenso que casi se convirtió en dolor. Lo envolvió con las piernas, implorándole en silencio que la liberara del tormento de esa espera. Ignoraba que una pasión semejante pudiera existir y jamás había comprendido que el deseo fuera una fuerza que consumiera al que lo experimentara.
Un segundo después ya no pensaba, sólo sentía. Sentía la tibieza y la fuerza de Victor y todo dejó de existir, excepto sus cuerpos unidos. Su grito de gozo y la ronca exclamación de Victor vibraron en el aire al mismo tiempo.
Luego permanecieron inmóviles, respirando con dificultad. Victor alzó la cabeza y contempló la cara de Myriam, con las pupilas nubladas por la pasión.

—¡Dios, eres hermosa! —murmuró—. ¡Bellísima!
En un rincón oscuro de la mente de Myriam, esas palabras despertaron el eco de las que había oído en sus sueños de adolescente y una oleada de duda e inseguridad la invadió. Se tocó la cara, tapándosela para protegerla de la mirada de Victor.
—¡Myriam, no! ¡No te escondas de mí! —le apartó las manos con firmeza y las mantuvo entre las suyas—. ¿Sabes que te veo más bonita sin esa pintura?
Después, como ella negó con la cabeza, sonrió y repitió con lentitud:
—Eres hermosa, Myriam. No necesitas artificios para aumentar tus atractivos, eres hermosa así… —con un dedo le recorrió la mejilla.
Ella no dudaba de la sinceridad de Victor, que se proyectaba en su voz y en sus ojos, pero conocía sus rasgos y sabía que sin maquillaje era sólo una chica más.
—¿Hermosa? —repitió, con voz apenas audible.
—¿No confías en mí? Entonces, déjame enseñarte que tengo razón.
Se levantó y, cogiéndola de la mano, atravesó con ella la habitación y se detuvo ante el espejo del tocador.
—Mírate bien. No —la reprendió con suavidad cuando ella trató de alejarse—. Obsérvate, Myriam.
Le puso una mano bajo la barbilla, para que viera la imagen de! espejo.

Una exclamación ahogada escapó de sus labios. Le pareció como si se contemplara por primera vez. Su pelo negro estaba despeinado y formaba un halo alrededor de su rostro, confiriéndole una apariencia más femenina y delicada; los labios tenían un tinte sonrosado por los besos de Victor y sus mejillas brillaban sin necesidad de colorete artificial. Pero, sobre todo, sus ojos parecían brillar mas, y más grandes que nunca.
De repente se dio cuenta de que, desde el día de la fogata, cuando apareció sin maquillaje, él la había deseado con una intensidad que la había hecho perder la cabeza.
Creía que había dejado atrás a Patti y sus inseguridades de adolescente, pero el complejo de inferioridad que la acompañaba desde entonces había oscurecido su vida… hasta ese momento. Porque la pasión de Victor había quemado esa última duda y al fin se contemplaba tal como era. La mujer que estaba ante sus ojos no necesitaba maquillaje, su cara tenía personalidad sin la ayuda de un pincel, irradiaba una belleza natural.
Victor la llamaba Cenicienta y en el fondo siempre se había visto como la heroína del cuento: una criatura opaca, transformada en princesa gracias a los vestidos elegantes y la magia de los cosméticos, destinada, al final del día, a convertirse otra vez en una estropajo. Victor le había entregado un don mucho más maravilloso que el que le hubiera podido dar su hada madrina: había borrado sus dudas, le había dado confianza en sí misma.

—¿Comprendes lo que quiero decir?
Sólo pudo asentir en silencio. Veía lo que quería mostrarle, pero no encontraba las palabras para contestarle.
«Una mujer enamorada es siempre hermosa». De repente esa frase surgió de la nada y se deslizó en su mente. Su imagen se borró y observó la cara de Victor, sus facciones firmes, sus ojos negros y su pelo sedoso, enfocándolos con una nueva intensidad. También sus pensamientos adquirieron la claridad del cristal, como si la niebla hubiera desaparecido para dejar paso a la luz del sol.
Sólo conservó una idea: amaba a Victor con un amor auténtico, profundo y duradero.
Recordó su plan original, la tonta idea de atraer a Victor para que cayera en su trampa y luego abandonarlo para hacerlo sufrir como ella había sufrido a los diecisiete años. Ahora veía las cosas de modo diferente y sabía que jamás podría llevar a cabo su plan. Las palabras de Maggie la perseguían.
«A veces la venganza se vuelve contra nosotros mismos, cuando menos lo esperamos». Era eso lo que había sucedido. Hacía unos minutos, Victor la había deseado con una intensidad igual a la que ella había soñado en el pasado. Se lo había demostrado con cada uno de sus besos y caricias. Sin embargo, no le había dicho una palabra de amor.
Sintió como si una mano helada le oprimiera el corazón, estrujándolo con una fuerza asfixiante, atrapada por sus pensamientos de venganza, no había comprendido lo que le sucedía. Demasiado tarde, descubría la verdad. Le había tendido una trampa a Victor García, y al final era ella la que había caído.

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Mensaje  Dianitha Vie Oct 02, 2009 3:02 pm

Noooooooooooooooooooo affraid affraid affraid affraid affraid affraid niiña como el fiinal tan pronto graciias x el cap me encanto jajaja xfiitas no tardes con el siiguiiente cap ee aki lo estare esperando iimpaciiente La Trampa de Cenicienta - Página 5 146353 La Trampa de Cenicienta - Página 5 146353 La Trampa de Cenicienta - Página 5 146353 La Trampa de Cenicienta - Página 5 146353 La Trampa de Cenicienta - Página 5 146353 La Trampa de Cenicienta - Página 5 146353 La Trampa de Cenicienta - Página 5 146353 La Trampa de Cenicienta - Página 5 146353 La Trampa de Cenicienta - Página 5 146353
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Mensaje  alma.fra Vie Oct 02, 2009 5:58 pm

Muchas gracias por el capitulo, esperaremos el final.
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Mensaje  Chicana_415 Vie Oct 02, 2009 6:51 pm

No te apures Myriam que el tamien calllooo en la trampaa Very Happy Esperoq ue pronto re lo digaaa


SIGUELEE POR FAVOR!!!!
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