Algo Imposible ~ Capitulo 1-14 y Epilogo

Aqui les dejo el postre del dia. Cambie varias cosas en este capitulo para poder postiar. Todavia es un poco fuerte, porfavor dejenme saber, no quiero que lo borren por ser demasiado .

CAPÍTULO 11


Él no se contentó con un pequeño apartamento, por supuesto. Quería el mejor ambiente que pudiese encontrar para vivir su relación con Myriam.

— Un apartamento causaría problemas a mi seguridad – Victor explicó. – ¿Entonces, qué crees?— preguntó delante de la mansión de cuatro pisos que quedaba en una de las calles más elegantes de Chelsea.

Myriam sonrió al ver la profusión de flores multicoloridas. Ellas la hicieron recordar el inmenso bouquet que Victor le envió en la tentativa de...

¿De que? ¿De seducirla? ¿Habría sido ésa su intención? Quizá la tuviese, pero algo había cambiado en medio al camino. Nadie dividía la propia casa con otra persona cuando existía apenas sexo en su mente.

— Es bonita, me gusta— Myriam contestó con los dedos cruzados para no traer su seguridad, aunque ella no tuviese razón de existir. – ¿Puedo ver la sala ahora?

Pasaron por el vestíbulo de entrada y pararon. Myriam miró alrededor e hizo una señal de aprobación con la cabeza.

— Es perfecto. Los muebles son de óptima calidad. Parecen ser nuevos.

— Y lo son.

Myriam no intentó esconder la sorpresa.

— El alquiler debe ser una fortuna. ¿De cuánto tiempo es el contrato?

— Yo no alquilé ésta casa – Victor explicó. – Yo la compré. Por razones de seguridad, también compré muebles nuevos.

— ¿Por qué? ¿Porque podrían haber colocado una bomba en algún compartimiento secreto para estallar a tu entrada? – Myriam bromeó para arrepentirse enseguida.

— Algo así— Victor aceptó. – De cualquier modo, es una buena inversión.

Una buena inversión. Sin dudas. ¿Era con ese método qué los ricos se volvían cada vez más ricos, no?

Myriam se mordió el labio e intentó no continuar pensando en el abismo que existía entre ella y Victor.

— Mis guardaespaldas se quedarán con el primer piso. Nosotros dos tendremos los tres de arriba enteros para nuestro uso.

Parecía increíble que su vida hubiese cambiado tanto en apenas una semana. Su idea inicial era de pasar noches ocasionales en compañía de Victor. Él no aceptó.

— No quiero que traigas mudas de ropas para aquí. Mucho menos que uses un cepillo de dientes aquí y otra en tu apartamento. Quiero que vivas aquí conmigo, Myriam.

¿Por cuánto tiempo?, deseo preguntar, pero no tuvo coraje. Quizá no lo amase como pensaba. Quizá fuese apenas una fuerte atracción

— ¿Myriam?

Victor la abrazó y ella se obligó a parar de preocuparse. Tendría que aprovechar cada minuto mientras durase...

Victor la llevó al cuarto. Algo increíble estaba ocurriendo con él. Por más que la desease, no era en su propio placer en lo que estaba pensando, sino en darle a Myriam todas las atenciones y caricias que su experiencia le había enseñado.

Con las manos dadas mientras subían las escaleras, Myriam se sintió tímida como si fuese su primera vez.

— ¿Por qué estás colorada? – él preguntó bajito.

Ella no podía decirle que estaba sintiéndose como una novia en su noche de bodas.

Al llegar al cuarto, se quedaron mirando, por un instante, la cama de matrimonio. Lentamente, Victor se giró para ella y la miró dentro de los ojos.

— ¡Al fin!

Victor se puso a desnudarla, pieza por pieza, hasta llegar al sostén y a la braga de encaje.

— Ahora déjame mirarte.

Ella debería encogerse o al menos cruzar los brazos. Victor aún estaba completamente vestido. ¿Pero cómo sentir algo qué no fuese orgullo delante de una mirada tan llena de admiración?

— Ven a acostarte — Victor murmuró. – Estás temblando.

Pero no de frío, Myriam pensó. Su temblor era de excitación por lo que iría a acontecer.

Mientras, Victor no parecía tener prisa. Aunque ella lo llamase con insistencia por lo mirada, le llevó un largo tiempo quitarse la chaqueta, la corbata y todas las demás piezas que colgó cuidadosamente en la silla.

— Serías un magnífico stripper – Myriam bromeó.

— Tú también – contestó Victor. – ¿Qué tal hacer uno doble?

Era una fantasía de las más eróticas. Myriam sonrió y Victor capturó su boca al mismo tiempo que tomaba los senos en las manos. Con un gemido, Myriam los sintió palpitar por los labios.

Movida por un impulso irresistible, Myriam lo tomó también en las manos. Victor jadeó. Jamás mujer alguna tomó la iniciativa con él. Myriam era diferente de todas. No sabía como iba a conseguir vivir con otra.

— Myriam, por favor, para.

— ¿No te ésta gustando? – preguntó con tono inocente.

— Estoy... Demasiado.

Myriam no esperaba que fuese a sentirse tan bien al verlo débil e indefenso bajo su poder. Luchando por mantener el control.

— ¿Entonces por qué no quieres qué continúe? – ella insistió. — ¿Porque no soportas la idea de qué no eres mi primer amante?

Victor reconoció una nota de inseguridad en la protesta. Él no quería estropear el momento.

— Me provocas demasiado.

—Te enfadaste conmigo cuando descubriste que tomaba píldora.

— Me quedé celoso. Reconozco que abominé la idea.

Feliz con la confesión, a Myriam no le importó retribuirle con la verdad.

— Fue como si fuese mi primera vez.

— Para mí también.

Un fuerte abrazo los calló.

—Eres igual a mí, Myriam. La vida en otro país te hizo diferente de las mujeres que conozco. Me gusta la persona que eres.

Una persona capaz de hacerlo realizar una tarea sin ayuda de emisarios y de llevarlo a huir de su guardaespaldas por primera vez en su vida.

— ¿Quiere decir qué no te gustan las mujeres sumisas?

La intención de Myriam era mantener una charla leve y al mismo tiempo maliciosa. No esperaba que Victor fuese a demostrar angustia.

La charla, sin embargo, lo hizo recordar a la mujer que un día sería su esposa. Y que no tendría aquellos cabellos ni aquellos ojos.

No fue posible continuar a pensar en cultivar dudas porque Victor volvió a abrazarla y ellos empezaron a cambiar las más increíbles caricias hasta que Myriam implorara .

Él jamás había esperado tanto a tener a una mujer. Pero, esa vez quería verla temblando de deseo.

— Llegó el momento – él susurró en el oído de Myriam como si hubiese leído su mente.

Al posicionarse sobre Myriam, Victor procuró ser delicado al contrario de la primera vez, en el desierto, cuando pensaba que iría a morirse si no unía su cuerpo al de ella hasta la medula.

Fue fantástico, se movían al mismo ritmo, como si todas las sensaciones fuesen conjuntas, hasta que Myriam arqueó la espalda y pareció parar de respirar. En ese instante, él se permitió terminar el acto, con un gemido que vino del fondo de su alma.

Sin fuerzas, durmieron el resto de la tarde. Pero en cuanto despertaron, fue inevitable que hiciesen el amor nuevamente.

— Victor – Myriam lo llamó más tarde — Tengo hambre.

Él se había olvidado que, al contrario del pueblo del desierto, los occidentales solían alimentarse varias veces al día. Desde su pubertad, había sido enseñado a soportar el hambre durante días, apenas a agua y frutas.

— ¿Quieres pedir algo al servicio de entrega? – él ofreció.

Myriam se acordó de que pretendía tener en cuenta que eran una pareja común.

— No. Tenemos té, pan y fiambres que compré en el supermercado antes de venir acá. Podemos hacer una merienda.

— Cualquier cosa lista por ti será un manjar – Victor bromeó.

Myriam estaba levantándose de la cama cuando se le ocurrió que Victor debía ayudarla. Pero él se mostró horrorizado. ¡Jamás había preparado su propia comida!

— No estoy pidiendo que prepares un banquete, Victor — Myriam protestó. – Apenas dos bocadillos y dos tazas de té.

Él se levantó y bajó, desnudo, por las escaleras. Se demoró tanto en volver que Myriam llegó a pensar que él se había ido. Pero cuando regresó al cuarto, con una bandeja, Myriam tuvo de reconocer que él había sido capaz de disponer uno de los bocadillos más gustosos que ella probara.

siguele siguele muy buena

saludos

graciias x los cap niiña

GRACIAS ESTUPENDA LA NOVELA ME ENCANTA QUIERO MAS CAPS POR FIS SALUDOS ATTE: ILIANA

MUCHAS GRACIAS X EL CAP....

Este capitulo es para cortarze las venas! Espero que lo sufran como yo lo sufre


Capítulo 12



Vivir con un príncipe no era lo que Myriam esperaba. ¿Por otro lado, qué esperaba ella?

¡Para resumir en una palabra, vivir con un príncipe era maravilloso!

Para su sorpresa, tenían muchos gustos en común. Muchas preferencias.

— Es bueno tenerte para reír conmigo, para conversar.

— Que vida solitaria debes haber llevado Victor – ella lamentó.

— Fui acostumbrado. – Él movió de hombros.

A ellos también se les daban espedidamente bien en cuestiones de sexo. Victor era un amante apasionado y sensible al mismo tiempo. De vez en cuando era arrebatador y fogoso. Otras veces parecía casi tímido. Su personalidad presentaba características variadas y todas la agradaban.

Del lado negativo, era necesario recordar que Victor había sido consentido demasiado y que la determinación de tener su voluntad prevalecida a veces provocaba discusiones.

— ¡Esto no esta bien! – Myriam protestó al ver el fregadero sucio cierta noche. – Hoy te tocaba colocar la vajilla en el lavaplatos.

Victor balanceó la cabeza.

— ¿No estás llevando ésta historia de pareja demasiado lejos? Mucha gente contrata empleados para cuidar de las labores domésticas.

—Lo sé. ¿No estamos haciendo ninguna limpieza, lo estamos?

Siempre que Myriam le miraba con aquellos ojos inmensos, conseguía lo que quería. Incapaz de resistirse, él la besó. Estaba deseándola desde las primeras horas del día. Myriam era como una fiebre. Una fiebre de la cual él necesitaba curarse...

— ¿Vamos al cuarto?— Victor afirmó más que la invitó.

— No.

— ¿No? – Victor se extraño. ¿Por qué Myriam estaba negándose a él cuándo su cuerpo decía algo completamente diferente? – ¿Quieres decir qué prefieres hacer el amor aquí?

Myriam se sintió inundar por una ola de excitación. Victor era un seductor intachable, lo amaba cada día más.

Bien, aquélla batalla estaba perdida, pero la verdad a Myriam no le importó. Estar con su príncipe con alma de poeta, que nunca podría pertenecerle realmente, era su mayor felicidad.

Ellos también salieron como cualquiera otra pareja. A veces almorzaban o cenaban en restaurantes, aunque ese tipo de paseo no estuviese entre sus favoritos, por la necesidad de ser acompañados por la seguridad. Ella prefería encontrarse con Sabrina y Guy para conversar. El único pero sin embargo de esa amistad era la comparación instintiva e inevitable que Myriam hacía entre ellos cada vez que miraba las alianzas de oro.

Por la mañana, Victor y ella salían al trabajo, también como personas comunes.

Un día, cuando Victor no tenía nada de especial que hacer, intentó convencerla a faltar al trabajo.

— ¡Sabes qué necesito ganarme la vida! — Myriam protestó. – ¿Qué estás pensando ahora? ¿En mantenerme?

Él sonrió. Conocía a su Myriam demasiado bien para sugerir esa conveniencia.

—En el momento que tú quieras, dulzura. El momento que tú quieras.

Por más tentada que Myriam se sintiese a coincidir con la sugerencia de su príncipe, el buen sentido prevaleció. Mientras ella se dirigía a su trabajo en Maida Vale, Victor se instalaba todas las mañanas en su suite del hotel Granchester para cuidar de los asuntos de Maraban con la asistencia de Philip Caprice.

Victor sabía que el peso de su herencia estaba volviéndose mayor a cada día. Los problemas de su padre estaban agravándose y en cualquier momento él podría ser llamado para sustituirlo.



Una noche, Myriam lo vio descolgar el teléfono y él no tuvo tiempo para intentar disfrazar su angustia.

— ¿Victor – ella lo llamó con un hilo de voz —, no sería mejor ir junto a tu padre? ¿No te sentirías mejor si estás al lado de él cuándo lo inevitable ocurra?

Victor palideció delante de la mirada preocupado de Myriam. Porque no era solamente el estado de salud de su padre lo que estaba oprimiendo su pecho. Aquélla era una señal de que la fantasía estaba llegando al fin.

— Iré a finales de semana, después de acabar los negocios que estoy ajustando con una compañía de petróleo americana – Victor la informó como si estuviese profiriendo su sentencia de muerte.

Un escalofrío recorrió el cuerpo de Myriam. Ella ya había detectado ese tono de voz en Maraban. Y se sintió igualmente asustada.

— ¿Crees qué tendrás de quedarte en Maraban por mucho tiempo?

— Eso irá a depender...

— ¡Se honesto conmigo, Victor! –exigió –Que adelantos hemos compartido todas nuestras alegrías y tristezas en esas últimas semanas, si a la hora qué necesitamos apoyo uno del otro, ¿optamos por esconder la verdad?

— No sé realmente cuanto tiempo me quedaré por allí, Myriam. Espero que no te hayas dejado seducir por la esperanza de ir conmigo en estos últimos días. No podré llevarte por mayor que sea mi deseo.

— Yo lo sé. Jamás esperé lo contrario.

No. Myriam nunca le hizo ninguna especie de exigencia. Sino dividir las tareas. ¿se habría sentido mejor si ella se pusiese a llorar? ¿Si le implorase para no dejarla? Porque al menos eso sería una señal de que ella no aguantaba más vivir sin él.

No conocía ninguna otra mujer que no exigiese juramentos de amor y fidelidad. ¿Myriam no necesitaba sentirse segura emocionalmente? ¿O era tan práctica qué sabía qué las palabras no significaban nada? ¿Qué eran las acciones las qué contaban?

— ¡Bien, necesitamos aprovechar al máximo éstos dos días qué nos quedan! – intentó bromear.

Él asintió.

— Mi propuesta es que comencemos ahora – él buscó imitarla en ese esfuerzo por mayor que fuese la tristeza que estaba sintiendo y viendo en los ojos de ella. Entonces, la besó como si el mañana no fuese a llegar.

Si dependiese de mí, él no llegaría, pensó Myriam y se aproximó en los brazos de Victor con el ímpetu de la nostalgia que ya la estaba torturando.

Cuidaron para que todo fuese perfecto en aquellos últimos días. Dispusieron las comidas que más les gustaban, oyeron mucha música e hicieron el amor con la inevitable sensación de pérdida, como si cada vez fuese la última.

El viernes por la noche, cuando terminaban de cenar, el teléfono sonó.

— El contestador automático está encendido – dijo Victor. – No vamos a dejar que perturben nuestros últimos momentos.

— Puede ser de Maraban – Myriam recordó. – Quizá sea respecto a tu padre.

La culpa hizo a Victor extender la mano inmediatamente al teléfono. Al observarlo, Myriam adivinó que su sexto sentido no la alertara en vano. La expresión de dolor que se estampó en el rostro de Victor sumada a la charla en marabanes eran pruebas irrefutables.

—Tu padre... ¿falleció? – Myriam indagó delante del silencio que se siguió al término de la conexión.

— Sí. – Era lo esperado. Pero no volvió menor el sufrimiento. – Ocurrió hace una hora. – Victor se levantó y se dirigió al cuarto.

— ¿Puedo ayudarte en algo? – Myriam se ofreció mientras Victor se cambiaba de ropa. – ¿Quieres qué avise a Philip?

— Philip ya está en camino. El avión está siendo abastecido para poder partir sin demora.

— Lo siento mucho – Myriam murmuró con lágrimas en los ojos.

— Gracias. – contestó con una expresión tan distante que llegó a asustarla. De repente, Victor parecía un extraño. Así mismo, fue hasta él y lo abrazó.

— Debía estar allí cuando ocurrió – Victor se culpó. – Debía estar allí.

— ¡No podrías haber adivinado! ¡Nosotros no tenemos control sobre el destino!

— El destino – Victor repitió y finalmente devolvió el abrazo.

Permanecieron en los brazos uno del otro, en total silencio, comunicándose apenas en pensamiento, hasta que el timbre sonó.

Victor levanto la cabeza y la miró por un último momento antes de alejarse. Había lágrimas en los ojos de él también. Había llegado la hora y él no quería dejar a Myriam.

— Que los dioses me perdonen por desafiarlos, pero yo no me conformo con perderte, Myriam.

— Tiene que ser así – Myriam murmuró con esfuerzo porque no conseguía imaginarse su vida sin su príncipe.

El timbre volvió a sonar.

Victor agarró a Myriam por la barbilla.

— En cuanto la situación se calme, volveré. – Él vaciló. – No será como ahora, pero de vez en vez... – Victor interrumpió la frase al sentir la súbita rigidez que la asaltó.

— ¿Vendrás a visitar a tu amante inglesa mientras tu esposa te aguarda en el palacio?

— ¡Yo no tengo ninguna esposa! – Victor protestó.

— ¡Aún no, pero la tendrás pronto! Y yo necesitaré contentarme con pedazos cuando te tuve por... —Myriam no fue capaz de completar su pensamiento. Ella casi dijo por entero. Pero no era verdad. Ellos se amaron mucho, pero apenas físicamente. Victor nunca le entregó su corazón.

Myriam respiró hondo en la tentativa de preservar su dignidad.

— No, Victor. No dará cierto. – Ella imaginó como sería su vida siempre esperando por un telefonazo que raramente ocurría. Esperando noticias sobre el matrimonio, sobre el nacimiento de los hijos. Balanceó la cabeza y suspiró. – No, Victor. Es mejor que terminemos ahora, al menos tendremos recuerdos felices. De aquí en adelante, serían apenas amarguras y resentimientos.

Victor pestañeó. ¿Cómo pudiera atreverse a imaginar qué Myriam concordaría con su esquema infame? la conocía lo suficiente para saber que ella jamás se resignaría a hacer el papel de la otra. Al mismo tiempo, no se conformaba con la idea de perderla.

¡Maldición! No tenía duda de que Myriam lo quería con la misma intensidad y ella estaba al corriente desde el primer instante de que él no podría llevarla junto a él. Por qué, entonces, ¿ella no aceptaba lo que él tenía para ofrecerle?

— ¿Ésa es tu última palabra? – preguntó.

Había ira en los ojos de Victor. Se giró de espalda y se dirigió a la ventana para no verlos.

— Sí.

— ¡Qué así sea, entonces! – Victor masculló y fue abrir la puerta. Myriam lo vio cambiar algunas palabras con Philip antes de volverse nuevamente para ella.

— Adiós – ella se despidió con una voz que no reconoció como suya.

Él permaneció inmóvil por algunos instantes y pensó si aquella pesadilla estaba realmente ocurriendo. La expresión de Myriam traducía tranquilidad y determinación.



Solamente la propia Myriam sabía cuanto le estaba costando el sacrificio de no demostrar su dolor.

— ¿Continuarás viviendo en esta casa? – quiso saber.

— ¿Cómo podría? – Ella se refirió a los recuerdos que él dejaría en cada rincón, al vacío de la cama...

— Yo la compré para ti – Victor declaró. – La escritura está a tu nombre.

— ¿Por qué hiciste eso? – Myriam lo acusó. – ¿Cómo una póliza de seguro?

—Tú presientes el mal en todo, Myriam – él profirió. – No quise perjudicarte, solo ser generoso.

Myriam no consiguió encarar el gesto como generosidad, sino como ofensa. ¡Una casa lujosa en Chelsea cómo premio de consolación por el fin de su romance con el jeque!

— ¡No quiero tu caridad!

Victor empalideció.

— Considérala como un regalo. Fue apenas alegría lo que yo te quise dar, Myriam. Jamás tuve otra intención.

Myriam no se movió cuando Victor dijo adiós y salió. Solo después de un largo tiempo se permitió el confort de las lágrimas.

Besitos

vicco no se ha ido y ya quiero que regrese por Myriam!!!

Gracias por el capitulo esta buenisima la Novela

Nooooooooooooo niños recapaciten acepten que se aman el amor lo puede todo por favor otro Cap que angustia y Gracias por el Cap. Saludos Atte: Iliana

Gracias x el cap....

Que triste cap... x que tenian que separarse

Otro capitulo para cortarze las venas! Disfrutenlo

CAPÍTULO 13

— ¿Myriam, te has vuelto loca?

Con la mayor calma del mundo, Myriam terminó de colocar las ropas en las maletas antes de mirar a su amiga y contestar:

— No, Sabrina, yo no me he vuelto loca.

— ¡Pero esta casa es tuya! Victor te la dio.

—No puedo vivir aquí sin él. ¿Por qué no me entiendes? – Myriam respondió con un tono de voz más alto del que pretendía.

—Lo hago – Sabrina aceptó después un momento. – Guy tenía miedo de que eso fuera a ocurrir.

— ¿El que? ¿Victor tenga de volver a Maraban y casarse con alguien más conveniente?

— Sí. Quería prevenirte del problema antes que te envolvieses tanto con él, pero Guy me pidió que no interfiriese.

—Tomasteis la decisión acertada. No admitiría que retratasen a Victor como un hombre insensible que usa a las mujeres y las abandona sin compasión. Me metí en este romance con los ojos abiertos, Sabrina. Sabía exactamente lo que iba a ocurrir. Pero no esperaba que terminase tan rápido.

Sabrina se presentó en la puerta de Myriam algunas horas después de la partida de Victor.

— Él me llamó de camino al aeropuerto – Sabrina le contó abrazó a Myriam al verla con los ojos rojos de llorar.

— ¿Él también te contó sobre su padre? – Myriam quiso saber.

— Me contó. Me pidió que te cuidase. Nunca lo vi tan preocupado.

Myriam le dijo a Sabrina que estaba bien y que más temprano o más tarde conseguiría superar el dolor, pero mientras hablaba, no paraba de recoger sus cosas diseminadas por la casa a fin de llevarlas.

Parecía increíble que en apenas tres meses de convivencia ellos tuviesen prácticamente construido un hogar. Había una cantidad enorme de libros y de adornos, un aparato de café y otro de té, vajilla, cubiertos y vasos. Pequeños utensilios y hasta incluso algunos electrodomésticos. Un nudo se formó en la garganta de Myriam y sus ojos se llenaron de lágrimas.

— ¿A dónde te estás mudando? – Sabrina preguntó.

— Yo no me deshice de mi apartamento. Los plazos están al día.

— ¿Pero no dijiste qué Lara llamó a su novio para vivir con ella?

— Lo dije. – Myriam dio de hombros. – Ahora ella puede perfectamente decirle para desocuparlo.

— ¿Y en cuanto a esta casa? ¿Está pensando en colocarla en venta?

— Sí.

— ¿No crees qué es temprano para tomar una decisión cómo ésa?

Myriam negó con un movimiento de cabeza.

— No voy a cambiar de idea.

— ¿Al menos te quedarás con el dinero de la venta, no?

— ¡De ninguna manera!

— ¡OH, Myriam! Él es riquísimo e insiste en dejarte amparada.

— No soporto la idea de que Victor haya pensado en compensarme con dinero por nuestra separación.

— La intención de él fue buena, tengo la certeza.

— En ese caso, a él no le importará si yo dono el dinero para alguna institución de caridad.

— Él se quedará muy preocupado. Guy dijo que él quiere tener la certeza de que nunca te faltará nada.

Myriam no contestó por un largo tiempo.

— Victor te quiso una vez, ¿no, Sabrina?

La amiga entrecerró los ojos.

— ¿Quién te dijo eso?

— Él mismo. Él no quería que hubiese secretos entre nosotros... – Myriam se puso a llorar en aquel instante y Sabrina la abrazó. – ¿Oh, por qué él tenía de ser un príncipe? ¿por qué él no es un hombre cómo los otros?

La muerte del padre de Victor fue anunciada en todos los diarios aquella noche. Myriam asistió a los noticieros con atención obsesiva. Vio a Victor llegar a Maraban y ser recibido en el aeropuerto con los honores de un jefe de estado. Parecía increíble que aquel hombre serio y formal, de ropa blancas, hubiese estado en su cuarto pocas horas antes haciéndole el amor.

Myriam volvió a su apartamento aquella misma noche. lo encontró en tal estado de desorden que fue difícil reconocerlo. Giles, el enamorado de Lara, roncaba en el sofá.

— ¿Dónde está Lara? – Myriam lo sacudió.

— Trabajando en una filmación. ¿Qué estás haciendo aquí?

— Estoy volviendo al lugar. Quizá la hora sea impropia, pero me gustaría que hicieses tus maletas y desocupases el apartamento cuanto antes.

Giles se sentó y se frotó los ojos.

— ¿Qué pasó? ¿El príncipe encantado se cansó de ti y te dio un puntapié?

— El padre de Victor murió esta mañana.

— ¡Uau! ¿Quieres decir qué el príncipe se volvió rey?

La falta de compasión de Giles fue la gota de agua.

— Trate de apresurarte, por favor.

El otro hizo un ademán de desaliento con las manos.

— Está bien. Iré a la casa de mi madre.

Myriam se puso a limpiar el apartamento en cuanto Giles se fue. La limpieza sería grande, pero a ella no le importó. Serviría para ocupar su mente por lo menos.

Era medianoche cuando Myriam decidió que el apartamento ya había recobrado su aspecto normal. Cansada, se preparó un baño a fin de relajarse.

Sin embargo, a pesar del cansancio y del relajamiento proporcionado por el baño, ella no consiguió dormir. Sintió frío sin los brazos de Victor para calentarla y una soledad deprimente.

La casa de Chelsea fue vendida casi de inmediato. Las personas hacían cola para comprar inmuebles en aquella parte de la ciudad.

Con el dinero en las manos, Myriam buscó la embajada de Maraban en Londres y lo donó al fondo para huérfanos de aquel país.

— ¿Alguna formalidad más? – Myriam preguntó al funcionario, que no escondía su asombro al constatar el valor declarado en el cheque, después de rellenar un formulario de donación.

El hombre la dispensó con un apretón de manos y manifestó gratitud por su ademán. Antes que ella saliese, le preguntó si le gustaría firmar el libro de condolencias.

— Sí, claro – Myriam contestó y fue llevada a una sala con un retrato del padre de Victor, sacado cuando él aún era joven. La semejanza con el hijo era extraordinaria. Myriam sintió los ojos llorosos. ¿Qué iría a escribir?

— V. Majestad fue un buen gobernante – redactó en una súbita inspiración. – Su pueblo lo amó y respetó. Descanse en paz. Tenga la certeza de que su único hijo heredó su coraje y su sabiduría.

Myriam dejó el edificio con la cabeza erguida. Al firmar aquel libro ella había cortado los últimos lazos que la ataban a Victor. Ella también era animosa y sabia. Sabía que su única alternativa era seguir adelante con su vida.



Hablar fue fácil...

Su empleo que tanto placer le proporcionaba, se volvió una sucesión interminable de horas. Si ella no diera la vuelta a aquel panorama, acabaría no solo sin Victor, sino también sin su sustento.

Las noches eran aún peores que los días. Los recuerdos de Victor invadían sus pensamientos sin tregua. Vivir con él fue maravilloso a pesar de sus diferencias culturales. Tanto él como ella no tuvieron dificultades de adaptación. Cuando las costumbres no se ajustaban, acababan riendo como si fuese una broma.

Entonces, dos noches después, Myriam tuvo la grata sorpresa de encontrar a Philip Caprice parado delante de su edificio cuando volvió del trabajo.

El corazón de Myriam latió más fuerte al ver la limusina negra, pero por más que intentase divisar a Victor a través de los cristales ahumados, no consiguió ver nada.

Philip sonrió y le extendió la mano, pero ella percibió su descontento.

— Hola, Myriam. ¿Puedo entrar un instante para hablarle? – él pidió.

La voluntad de Myriam era decir no, pero la curiosidad a venció.

— Claro que sí.

— Gracias.

Lara aún no había regresado de las filmaciones en exteriores. Myriam abrió la puerta con tranquilidad sabiendo que encontraría el apartamento limpio y ordenado de la manera en que lo dejara por la mañana. Al contrario de lo que ocurría cuando Victor lo conoció e insistió en buscar otro lugar para que viviesen.

Myriam balanceó la cabeza para alejar esa imagen de la mente, así como hacía todas las veces que los recuerdos insistían en perseguirla.

— Toma un café, Philip, ¿o un té, quizá?

— No, gracias.

Myriam lo halló extraño. ¿Cuál sería el propósito de la visita?

— ¿De qué se trata, Philip? – resolvió ayudarlo.

— Victor me mandó.

— ¿Cómo está él? – Myriam preguntó con un hilo de voz.

— Deprimido, pero firme.

— ¿Cómo era de esperarse, no? – Myriam tragó en seco.

Sin nada que decir, Philip sacó un estuche de cuero negro del bolsillo.

— Victor me pidió que te entregase esto.

— ¿Qué es?

— ¿por qué no abres y ves?

El buen sentido recomendaba que Myriam no cogiese el estuche, pero la curiosidad nuevamente la venció y la hizo encontrar el más lindo collar que debía existir en el mundo.

Era un collar de zafiros y brillantes. En el centro, un zafiro azul-oscuro del tamaño de una nuez llegaba a quitar el aliento.

— ¿Por qué? – ella preguntó, trémula.

— ¿No es obvio?

— No, al menos para mí no lo es, ¿por qué Victor envió a su emisario para entregarme esta alhaja? ¿Para consolarme? ¿Para que yo lo acepte de vuelta?

— Él no quiere que acabe, Myriam.

— ¡Pero ya acabó! ¡No puede ser de otra forma! Fui bien clara. No estoy dispuesta a ser la amante esporádica de Victor. – Myriam cerró el estuche. – Llévaselo de vuelta , por favor. Dile que nada me hará cambiar de idea.

Philip vaciló.

-¿Tienes certeza?

Respiró hondo.

— La tengo. Por favor, dile que no me busque más. Será mejor para nosotros dos. Dile que le deseo felicidad en Maraban y que intentaré encontrar la mía en Londres.

— No le gustará tu respuesta, lo puedo garantizar.

— Sé que no, pero es definitiva. Victor necesita entender, de una vez por todas, que mi resistencia no es ninguna arma de seducción. – Myriam bajó los ojos, incapaz de aguantar el dolor. – Estoy intentando ser práctica. Por ahora, aún hay opciones de que reconstruyamos nuestras vidas. Si insistimos, nosotros dos acabaremos rompiéndonos aún más nuestros corazones.

— ¿Tienes usted algún recado más para él?

Myriam le gustaría mandar a Philip decir que continuaba amando a Victor y que lo amaría por el resto de su vida.

— Dile que le deseo buena suerte. Que haga a Maraban prosperar.

Philip volvió a guardar el estuche y se despidió.

— Eso nunca estuvo en duda. Es la dicha personal de Victor la que está en juego.

O sea, para ser feliz, quería tener una esposa en Maraban y una amante en Londres.

— Lo siento – Myriam lamentó. – Él sabía que sería así.

Gracias por el Cap Saludos Atte: Iliana

GRACIAS X EL CAP...

CAPÍTULO 14



— ¿No se puso bonito? – Myriam preguntó a su hermano, Jamie, mientras admiraba el trabajo que hicieron al encender los hilos con luces entre las enredaderas que adornaban la terraza de la casa de sus padres.

— Perfecto – contestó Jamie con una sonrisa. – Estás pareciéndome mejor en estos últimos días. Felizmente.

Myriam vaciló. ¿Parecía? En ese caso, las apariencias habían engañado a su hermano, pues aunque ya hubiese pasado más de un año desde la última vez que viera a Victor, ella no conseguía olvidarlo.

— Hace tanto tiempo...

— ¿Qué tu amado te abandonó?

Myriam frunció el rostro.

— ¡No me gustó el tono!

— ¿Qué tono usé? ¿El tono de alguien indignado con el hombre qué partió el corazón de su hermana?

Myriam suspiró.

— ¿Cuántas veces tendré que repetir, Jamie, qué Victor nunca me engañó? Que yo sabía que estaba metiéndome en una emboscada. Yo no pensé que...

— ¿Qué el final sería cómo fue?

Myriam se mordió el labio. En el fondo, había acariciado la esperanza de funcionar entre ellos, pero negó con un movimiento de cabeza.

— Perdí la esperanza hace mucho tiempo, Jamie. – Hubo un momento de silencio. – ¿A qué horas deben llegar papá y mamá?

— El desembarque está marcado para las tres y yo quedé en buscarlos en la estación. Juro que no entiendo cómo aquéllos dos meditaron de hacer compra en Londres en el día más movido: ¡en la víspera de la Navidad!

Myriam sonrió.

— ¿Es una tradición de familia, lo olvidaste? ¡Adoro las tradiciones! Hablando de eso, ¿me ayudas a adornar el árbol junto a la chimenea?

— Estoy muriéndome de hambre. Creo que antes tengo de comer algo. ¿Quieres hacerme compañía?

— No, gracias. Tomé un desayuno reforzado hoy.

— ¿Para variar? – Jamie se burló. – Cuando te quedas de perfil, casi desapareces.

Myriam forzó una sonrisa.

— No estoy tan delgada.

— Bien, quedas avisada de que mamá pretende cebarte con su cena de Navidad.

— ¡Apenas puedo esperar! – Myriam se burló. Además, ella mal podía esperar para que el Año-Nuevo llegase y le trajese algún aliento.

Hizo cambios en su vida. Cambió de empleo y vendió su apartamento en Notting Hill para comprar un lugar menor, en un barrio más tranquilo. Ahora, con gastos menores, se volvió innecesario compartir el apartamento con otra persona y fingir que estaba bien cuando no tenía ganas de conversar ni de reír. Las noches eran destinadas a la lectura, al descanso o a una película de vídeo. Ella no salía con nadie más.

Fue distraída por el toque inesperado del timbre. Pero no necesitó atenderlo porque Jamie se anticipó a ella.

— ¡Myriam!

Lo llamado fue tan urgente que Myriam dejó caer el adorno que estaba agarrando.

— ¿Qué pasa?

— Tienes visita. – No fue preciso a Jamie nombrar el visitante. Su palidez y contrariedad fueron por sí solo explicativas. – Victor está aquí.

Myriam sintió la cabeza girar y la sangre parar en sus venas.

— ¿Qué quiere?

— ¡Verte, por supuesto! – James contestó, irritado. – Pero tú no necesitas verlo, si no quieres. Puedo mandar que desaparezca de aquí.

¿Sería lo mejor, no? Más de un año pasó sin que ella hubiese conseguido olvidarlo a pesar de la animosa determinación en ocuparse y distraerse.

Volver a verlo ciertamente reabriría viejas heridas. ¿Por otro lado, cómo podría negarse a verlo cuándo su corazón estaba dando saltos solo al pensamiento del que estaban a pocos metros de distancia uno del otro?

Myriam limpió los vaqueros de las partículas plateadas que se habían caído de los adornos y miró al hermano.

— No, Jamie. Lo veré. Puedes pedirle que entre, por favor.

En busca de equilibrio, Myriam miró al paisaje blanco de la ventana y respiró hondo varias veces. Los pasos inconfundibles de Victor sonaron a su espalda.

— ¿Myriam?

Ella se giró lentamente y cuando lo vio, paró de respirar. Victor estaba guapo. Más moreno y fascinante que nunca, con una de sus vaporosas túnicas de seda, y los ojos de ébano muy serios.

Myriam sintió el corazón desbordar de amor y de añoranza al mirar aquellos ojos, pero rezó mentalmente para que Victor no lo percibiese.

¿Qué estaba haciendo él allí?

— ¿Cómo estás? –ella preguntó con una voz que sonó extraña a sus oídos.

Victor notó la palidez del rostro adorado y la fragilidad de las formas...

— Hola, Myriam.

— ¿Cómo me encontraste?

Él dio una pequeña sonrisa. El propósito de Myriam de desaparecer nunca le pasó desapercibido. Había cambiado de empleo y de dirección.

— No fue difícil.

Para Victor, por supuesto, nada era difícil.

— ¿Mandaste a Philip a buscarme? – preguntó, aunque ya supiese la respuesta.

— ¿Qué esperabas qué hiciese? – él replicó. – ¿Qué fuese a hojear el listín telefónico en persona? Gobernar un país es una tarea que absorbe las veinticuatro horas del día, Myriam.

— Imagino que sí – Myriam concordó, arrepentida de su agresividad. – ¿Cómo te has sentido?

— Solo. – contestó con franqueza.

La esperanza intentó penetrar en el corazón de Myriam, pero ella no lo permitió. No podía correr el riesgo de dejar que la fantasía superase la realidad.

— ¿Quieres decir qué aún no encontraste una novia qué sea adecuada? – Myriam se burló, incapaz de controlarse.

A Victor no le importó el tono mordaz. Además, le estaba gustando saber que Myriam no lo había olvidado, de la misma forma que le fuera imposible sacarla del pensamiento.

— No por falta de intentarlo, imagino.

No era de su forma mentir. Él no iría a comenzar en aquel momento.

— Es verdad. – Victor se acordó de la cantidad de mujeres que le fueron presentadas y del carácter sumiso de cada de ellas, lo que sirvió apenas para enfatizar la complicidad que él tuvo con Myriam.

— ¿No conseguiste encontrar ninguna qué correspondiese a tus expectativas? – Myriam continuó provocando.

— Ninguna. – Victor admitió. – Es por ese motivo que estoy aquí ahora.

Myriam recordó las exigencias hechas por Victor antes que él partiese. ¿por qué él habría vuelto si los términos ciertamente permanecían?

— ¿Podrías ser más claro, por favor?

Él le debía la verdad. Las únicas palabras que harían la diferencia.

— Yo te amo, Myriam.

La declaración se quedó vibrando en el aire. Palabras tan esperadas e inconcebibles. Palabras que la matarían en caso de que ella descubriese que no eran sinceras.

De repente, Myriam sintió el corazón latir tan fuerte que necesitó respirar hondo. Victor jamás le diría aquellas palabras si no fuesen verdad.

Estrechó los ojos ante la reserva con que fueron recibidas. ¿Pero, qué imaginaba? ¿Qué Myriam se fuese a echar en sus brazos en el momento qué él dijese aquellas palabras?

— Yo te amo. – Volvió a declarar. – Siempre te amé y continuaré amándote hasta el fin de mis días. Quizá después de ellos.

Myriam se puso a balancear la cabeza de un lado para el otro.

— No sigas, Victor. Nada cambió. Yo no puedo.

— ¿No puedes el que?

— Ser tu amante. No aguantaré compartirte con otra. – Myriam bajó los ojos porque no tenía fuerzas para encararlo. – Yo también te amo. Tanto que nunca pensé que fuera posible.

— ¿Lo lamentas?

— ¡Claro qué lo lamento! – Myriam exclamó. – No puedo afirmar que no me siento tentada de aceptar tu pedido. Tú no puedes calcular la falta que me has hecho durante todo ese tiempo. Y justo ahora cuando pensé que estaba curándome...

— ¿Lo estás? – Victor la interrumpió.

Era más importante ser honesta que vengativa.

— No, no lo estoy. – confesó. – ¿Pero qué vida tendré si vuelvo a ser tu amante? ¿Cómo aguantaré la noticia de qué más temprano o más tarde me será dada sobre que has encontrado una novia?

— Yo nunca me casaré con otra. – Victor declaró.

— No puedes afirmar eso.

— Sí, puedo. – Victor replicó. – Porque no consigo imaginar mi vida con otra esposa que no seas tú. Solo tú.

Myriam se quedó perpleja. No podía ser. Estaba soñando. Y los sueños no se volvían realidad. Todo el mundo sabía de eso.

— No estás hablando en serio.

— Sí, estoy. Tengo consentimiento de mi gobierno para que marquemos la fecha.

La necesidad de tocarlo, de cerciorarse de que era real, era fuerte, pero Myriam estaba con miedo.

— ¿Por qué cambiaste de idea sobre quedarte conmigo?

— Yo nunca alteré de idea a ése respeto. – Victor replicó. – Yo te quise desde el primero instante. Lo qué pasó fue que mis consejeros notaron qué yo no sería feliz si no me pudiese casar con la mujer que amo, y saben que un hombre feliz gobierna mejor. — Victor se calló por un momento y extendió los brazos. – Ven a mí, Myriam, y hazme sentir vivo otra vez.

Myriam no vaciló. Atravesó la distancia que les separaba y se echó en los brazos que la esperaban, ansiosos. Y en el instante que ellos se abrazaron y Victor escondió el rostro en sus cabellos, Myriam lo sintió temblar.

— Victor… – murmuró.

— Mi dulce y linda Myriam.

Ella elevo los ojos y Victor la besó hasta que se quedaron sin aliento.

— ¿Ellos realmente me aceptaron? – Myriam preguntó con un hilo de voz. – ¿No les importó qué tú hayas escogido una esposa extranjera?

— Los elementos más tradicionales levantaron algunos obstáculos. – Victor admitió. – Pero mi padre me ayudó, después de su muerte.

—No estoy entendiendo.

— ¿Recuerdas qué él pidió conocerte?

— Claro que me acuerdo.

— Percibió qué yo no era el mismo después que te conocí y quiso saber el porqué. Cuando te conoció, se refirió a la historia de amor de mi tatarabuelo y comentó sobre el parecido de la situación.

Myriam tragó en seco.

— Malik nunca más fue el mismo después que despidieran a su amada. – Victor añadió.

— ¿Malik, el Magnífico?

Victor pestañeó.

— ¿Cómo lo sabes?

— Leí un libro sobre Maraban y había un Capítulo sobre tus ancestros.

Victor sonrió y su certeza se volvió aún mayor de que Myriam sería la princesa ideal para su país.

— Malik siguió las reglas y se casó con una marabanesa, pero se volvió un hombre amargo y callado. – Victor miró en los ojos de Myriam. – Mi padre no quiso que la historia se repitiese.

— ¿La historia o el destino? – Myriam indagó. – O, quizá, ¿predestinación, como si todo esto tuviese qué pasar?

— ¿Predestinación? – Victor repitió, pensativo. – Creo que tú estás en lo cierta. Es la única explicación. Teníamos de encontrarnos, más temprano o más tarde.

El amor translucía en las miradas. Myriam sonrió.

— ¿Qué puedo decirte para retribuir palabras tan bonitas?

Él sonrió también.

— No digas nada, mi Myriam. Solo bésame.



FIN...????

muchas graxias chirsty estuvo muy bonita tu novelas......

graciias niiña x compartiir la noveliita me encanto el fiin

No es el fin! Queda el Epilogo. Lo pondre manana

Noooooooo como el fin? asi nomas nooooooooooooooooooooo Saludos Atte: Iliana

QUE HERMOSO FINALLLLL MUCHAS GRACIAS X COMPARTIR LA NOVE... Y YA TE ESTAREMOS ESPERANDO CON LA SIGUIENTE

Hermosa Historia!!!!

Gracias por regalarnos tan bonito final, esperamos el epi...

Hola mis fiel lectoras. Hoy termino esta maravillosa novela. Espero que la ayan disfrutado tanto como yo. Si les gusto el estilo aqui les dejo el tema original y la escritora. Yo adelante con mi obsesion y sueno de ver a estos dos juntos por siempre...y ustedes?

Besitos!





EPÍLOGO



El aire del fin de la tarde cargaba la fragancia de las flores con más intensidad. Myriam respiró hondo al bajar del la limusina y seguir al palacio al lado de su marido.

Myriam pensó en el padre de Victor y le agradeció mentalmente por su felicidad. Aunque hubiese sido breve la visita, fue suficiente para despertar la percepción del rey en el sentido de relevar las convenciones en nombre de su amor por el hijo y de su consideración por la mujer que vendría a ser su nuera.

Fue una boda como en los cuentos de hadas.

Toda la población de Maraban vibró con la dicha de su líder. Guy aceptó la invitación y fue el padrino de Victor. Sabrina, por supuesto, fue la madrina de Myriam. Todos los familiares de Myriam asistieron a la ceremonia de grande estilo. La celebración duró tres días y cada vez que los novios bailaban, pétalos de rosa eran echadas a sus pies. En el último día, en despedida, Victor y Myriam se alejaron montados en sus caballos, como mandaba la tradición. Myriam en un caballo blanco y Victor en su garañón negro.

Victor había dado clases de equitación a Myriam para que ella pudiese atender a esa formalidad, y no se dio por satisfecho mientras Myriam no aprendió a galopar.

Difícil de satisfacer... pero siempre satisfecho.

También era así en el lecho conyugal. El deseo y la pasión crecían con la intimidad.

— ¿Cansada? – Victor preguntó, fascinado con el brillo de los cabellos que se habían transformado en oro por el rayo de sol que penetrara por la ventana. Su Myriam había salido espléndidamente con el pueblo aquella tarde. Como ocurría todas las veces que se presentaban en público. La sonrisa y los modos afables de Myriam encantaban a todas las personas.

— No, no lo estoy. – ella contestó. – Fue una tarde adorable.

Ellos habían participado en la reinauguración de la inclusa de Maraban, después de las obras de ampliación y de modernización. El nombre de la institución pasó a ser el mismo de la princesa, en su homenaje, pues sabían que era ella la responsable del mayor donativo que habían recibido.

— ¡Cuánta generosidad! – la madre de Victor se quedó impresionada con la actitud de Myriam al saber de su donación. Así como sus hermanas. Y toda la población de Maraban.

Las puertas de los aposentos reales fueron abiertas y la pareja entró. Philip estaba en su puesto, pero Victor lo dispensó. No estaba dispuesto a obedecer el protocolo. Pretendía quedarse a solas con su esposa siempre que fuera posible y los cuartos serían conjugados.

Para incredulidad general, Myriam había insistido que montasen una pequeña cocina anexa a los cuartos para que pudiese preparar algo para ellos cuando sintiese voluntad.

— No me gustaría tener de hacer todas las comidas en familia y delante de los criados –dijo ella. – Quiero tener otros días como aquéllos que vivimos juntos en Londres.

— Fueron los mejores días de mi vida –confesó Victor con una sonrisa.

Myriam se dirigió a la cocina con su gracia y elegancia naturales y él la siguió. Estaba en duda si la llevaba a la cama en aquel exacto instante o se aguardaba un poco. Era ése el problema y también la gloria de su relación con Myriam: él la quería todo el tiempo.

Al girarse, Myriam lo sorprendió mirándola. Era el momento ideal, pensó, para darle su regalo.

— Victor – lo llamó y se puso a hablarle en marabanes. –, ¿te gustaría una taza de té de menta?

Ella jamás olvidaría la expresión de sorpresa y de admiración que él puso.

—Estoy aprendiendo tu idioma – ella continuó. – Fátima me ha dado clases. ¡Siempre que tú te ocupas con los asuntos de Estado, yo chapuceo en el libro y en el diccionario! Fátima cree que en algunos meses yo...

No fue posible continuar porque Victor la tomó en los brazos.

¿Qué me dices sobre mi pálpito de qué Júpiter y Venus estaban a nuestro lado el día qué nos conocimos?

— Creo que puedes estar en lo cierto – ella contestó, provocante, porque sabía exactamente qué Victor quería cuando la miraba de aquella forma. Y como ella quería lo mismo, se entregó por entero al beso que él le dio.

En cuanto al té, bien, se quedaría para más tarde.


FIN