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Algo Imposible ~ Capitulo 1-14 y Epilogo

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Mensaje  myrithalis Sáb Abr 03, 2010 3:34 am

Siiiiiiiiiii Myriam vete con el Gracias por el Cap esta cada vez mas interesante la novela Saludos Atte: Iliana
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Mensaje  christina34 Sáb Abr 03, 2010 12:55 pm

Gracias por sus mensajes, que bueno que les esta gustando tanto esta novela. Besitos

CAPÍTULO 5

— ¿Estás bromeando, Myriam?

— ¡Bien qué me gustaría qué fuese una broma! – Myriam suspiró.

Lara se rió.

— ¡Lo dudo! Cualquier mujer daría todo por viajar en un avión particular en compañía de un príncipe de verdad. Si él fuese feo, quizá yo te diese la razón, ¡pero Victor es absolutamente maravilloso!

Myriam se mordió el labio. Lara no estaba equivocada. Lo mejor, ella estaba en lo cierto. En el fondo, apenas podía esperar para embarcar al lado de Victor y viajar a su lejano y misterioso país.

—Explícamelo otra vez, Myriam. No conseguí entender. ¿Irás a Maraban para verificar cómo viven las mujeres?

— Lógico que no – Myriam replicó. – Eso fue una provocación que él hizo. Fui contratada para encontrar alguien que sustituya el actual administrador de las refinerías de petróleo. Los candidatos deben ser reclutados en el propio país y en los países vecinos. No hay forma de realizar ese trabajo sin viajar para allá.

Kerry, su jefa, estaba deslumbrada con el nuevo contrato. ¡Con razón! El pago sería millonario. Pero notaba que la exigencia del príncipe a dejara intrigada.

— ¿Dónde me quedare durante ese período? – Myriam quiso saber mientras discutían el asunto. – Espero que en un hotel.

Philip miró, preocupado, a Myriam ante el tono impertinente.

Victor cerró los puños por un momento. Si Myriam no fuese tan bonita, él no toleraría tamaña falta de respeto.

— Hay hoteles internacionalmente aclamados en mi país – contó Victor — pero como mi invitada, te quedarás albergada en el palacio de mi padre.

El poder de Victor jamás la afectara de esa manera. ¡Un palacio! ¿Estaba actuando bien en tratarlo como si fuese un hombre cualquiera?

— ¿Es bonito? – preguntó, bajito.

— Mucho – Victor contestó, sonriendo, satisfecho con la súbita dulzura de Myriam. – ¿Te gustaría qué lo describiese o prefieres esperar para juzgar?

— Prefiero esperar y ver con mis propios ojos – Myriam contestó. La voz sensual de Victor la transportaría a un lugar mágico y la haría soñar con lo que nunca podría transformarse en realidad.

— ¡Myriam!

Myriam pestañeó.

— ¿Qué pasa?

— ¿Viajaste a otro planeta? – indagó Lara.

— No. Para Maraban – confesó.

— ¿Cuándo pretendéis partir?

— Pasado mañana. – Victor quería viajar mañana, pero Myriam tenía providencias a tomar. Su guardarropa podía estar lleno por completo, pero la estancia en un palacio exigía una visita a la mayor tienda de Londres.

Así que, Myriam pasó el día siguiente entero por las tiendas y acabó comprando un vestido nuevo de noche, mucho más caro de los que solía usar. Más tarde, al llegar a casa, llamó a los padres para avisarlos sobre su súbito viaje, pero no les encontró. Para no dejarlos preocupados, llamo al hermano y le pidió que les de él el recado.

— ¿Jamie? ¡Soy yo, Myriam!

— Hola. ¿De cuánto está necesitando?

— No seas gracioso.

— No me llamas hace siglos, querida mía.

— Me cansé. ¿Por qué no consultas tus cuentas telefónicas? ¿Alguna vez me llamaste en los últimos años? Solo yo te llamé.

— Es justo que estés enfadada – Jamie contestó, sin dar importancia a la reclamación. – ¿Bien, vamos a aprovechar y charlar? ¿Al final, soy o no soy tu hermano favorito?

— Mi único hermano, quieres decir. – Myriam sonrió. No conseguía enfurruñarse con Jamie por mucho tiempo. – Para ser honesta, no llamé para que conversemos. Llamé porque nadie atiende en casa de nuestros padres.

— Fueron a Lake District. Aquéllos dos no paran en casa después que se jubilaron. Espero tener el mismo pique cuando llegue a la tercera edad.

— Yo también. Quisiera avisarlos que viajaré fuera del país por algunos días.

— ¿Adónde?

— ¿Oíste hablar de un país llamado Maraban?

— ¿No queda en el Oriente Medio?

— Exactamente.

— ¿De trabajo o de paseo?

—Trabajo. Debo contratar alguien para dirigir las refinerías de petróleo.

Myriam no vio, pero pudo imaginar la expresión contraída de Jamie.

— ¿Pero tu área no se restringe a la publicidad?

— Hasta ahora sí. Pero se trata si un cliente especial. De un príncipe.

— ¿Un príncipe?

— Se llama Victor.

Myriam oyó a Jamie silbar al otro lado de la línea.

— ¡Chica de suerte!

— ¿Lo soy, no? – Myriam fingió gran entusiasmo, como sería lo esperado. – Podrás contar a todos tus amigos que tu hermana quedará alojada en un palacio. Y, Jamie, ¿pasarías por el apartamento en la salida de tu trabajo para coger la correspondencia? Lara también se quedará afuera esos días y yo no quiero que el lugar parezca abandonado.

— ¡Lógico qué si! Es siempre mejor no facilitar a los ladrones.

— Gracias, Jamie. Gracias por todo.

Hubo una breve vacilación.

— ¿Está todo realmente bien, Myriam? ¿El viaje es de negocios?

— ¡Claro qué es! – Myriam contestó y cruzó los dedos.



A la mañana siguiente, Myriam abrió la puerta y casi se cayó de espalda al encontrarse con el príncipe Victor en persona.

— ¿Sorpresa? – él sonrió, satisfecho. – ¿Esperabas ver a Philip, no?

Sí, estaba sorprendida, pero no porque Victor dejara de enviar el emisario para buscarla. Victor había cambiado nuevamente su presentación. El moderno ejecutivo se había transformado otra vez en un jeque, vistiendo la túnica de seda que le daba un aspecto más austero, pero también más masculino.

— Volviste a usar aquel traje...

— Sí. Estoy yendo para casa. ¿Estás lista?

Myriam apuntó para la única maleta en el rincón de la entrada, asegurando de que Victor la mandaría buscar. Sin embargo, él mismo fue hasta allí y la cargó.

— ¿Creíste qué yo no fuese a hacer el trabajo? – Victor indagó al percibir la reacción de Myriam.

— Confieso que sí – ella admitió.

En aquel instante, Victor sintió la voluntad de hablar sobre sí mismo y de mostrar a Myriam que no era un hombre incapaz de realizar tareas solo porque estuviera rodeado de criados desde su nacimiento.

— No fui educado en un internado extranjero apenas para familiarizarme con otra cultura. También tuve que someterme a baños fríos, a la práctica de deportes y a una disciplina rigurosa. A pesar de tener quien haga todo por mí, aprendí a ser independiente.

— Debe haber sido muy duro adaptase a una cultura tan diferente – Myriam murmuró.

— Lo fue – él concordó, humilde.

— ¿Cómo lo conseguiste?

Una sombra pasó por los ojos de Victor. Myriam no podía entender cómo sus preguntas tocaban en el fondo de su corazón.

— Los niños saben ser crueles cuando quieren. Es necesario fingir no prestar atención. Es la única manera de que paren de atormentarte los otros con sus burlas.

— Victor...

Myriam estaba demasiado cerca para que él no sintiese el calor de su aliento. Tan cerca que bastaría extender la mano para cogerla por la cintura y besarla.

¿Habría ella resistido? Él lo dudaba. Ninguna mujer dejaría de corresponder algún día a un beso suyo y a ir a su cama enseguida. Pero aquél no era el momento ideal. ¿Para que comenzar algo qué no podría terminar de manera satisfactoria? Podrían hacer amor en el cuarto de Myriam, por supuesto, pero sería una relación rápida. Además, correrían el riesgo de ser interrumpidos por la llegada de la otra inquilina. Y Philip y el chofer les esperaban en el coche.

Con tantos puntos en contra, Victor decidió no perder más tiempo.

El trayecto al aeropuerto de Heathrow era largo. Cuanto antes saliesen, antes estaría volando a su país.

Así que en cuanto entraron en el coche, Victor abrió su portátil y se puso a trabajar. Sin tener que hacer, Myriam intentó leer un libro. O mejor, el libro que trajo consigo. Maraban, Tierra de sueños y de contrastes, de Robert Cantle, que compró la tarde anterior y que estaba hallando fascinante.

En determinado momento, Victor la miró a ella y al libro.

— No es exactamente una lectura que podemos llamar leve – él bromeó.

— ¿Supongo qué esperabas verme hojeando revistas, no? – Myriam contestó ante el tono sorprendido.

Victor la encaró.

— Nunca supongas nada respeto a mí– él se limitó a decir.

En el confinamiento del coche, Myriam necesitó respirar hondo.

— Esta gustándome mucho – confesó.

— ¿Siempre llevas tu trabajo tan en serio?

— Siempre – ella afirmó. – Cuanto más sepa sobre la tarea que tengo que realizar, mejor será mi desempeño.

Victor volvió a concentrarse en las teclas y en el monitor, pero estaba sonriéndose. Myriam era mucho más que una mujer bonita. La observó de los pies a la cabeza. Su elección de ropa era perfecta. Falda azul a la altura de los tobillos y suéter de cashmere en el mismo tono. Myriam sabía presentarse donde quiera, en cualquier circunstancias.

Conocía muchas mujeres extranjeras. Ninguna se interesara tan genuinamente por su país. Fingían apenas. El sabía reconocer los tipos.

Miró por la ventana, por un momento, y los pensamientos lo llevaron junto a su padre. Pronto tendría de enfrentarse a la realidad de su destino. Con la salud de su padre volviéndose más precaria cada día, la dirección de su país sería su responsabilidad.

¡Jamás en su vida, Myriam tuvo la oportunidad de entrar en un avión particular, cuánto más en viajar en uno! El interior era algo más allá de sus mayores expectativas. Al contrario de los aviones comerciales, las butacas habían sido retiradas para ampliar el espacio. En nombre del confort, dos azafatas se dividían en el servicio. Eran extranjeras, probablemente, por ser rubias. El piloto, sin embargo, parecía ser nativo de Maraban, tan moreno como Victor.

— ¿Algo te está desagradando? –Victor le interrumpió los pensamientos después del despegue. – ¡Estás tan seria!

Myriam no podía contarle la verdad. Sería su fin si el príncipe notase qué estaba celosa de las dos beldades rubias.

— ¿Cómo podría? – Myriam fingió espanto. – Está todo perfecto.

Victor le gustaría pensar que estaba en lo cierto al adivinar una manifestación de celos, pero la tranquilidad de Myriam lo dejó en duda. En cuanto a ella tener razón para sentir celos, no había fundamento. Al contrario de gran número de jeques, que coleccionaban aventuras amorosas, él no solía divertirse a costa de las mujeres.

— ¿Puedo pedir qué nos sirvan la comida? – Victor indagó.

Myriam no tenía apetito, pero no quiso hacer una ofensa a Victor que la estaba tratando con extrema gentileza.

— Sí, por favor.

— ¿Té de hierbabuena para acompañar? – Victor ofreció y ella aceptó, adivinando que era la bebida predilecta del príncipe en las comidas.

Un verdadero banquete fue colocado en la mesa redonda que estaba en un rincón. Myriam quedó admirada con la variedad y la belleza de los platos que agradaban tanto la visión como el olfato.

— ¿Te gusta la comida árabe? – Victor quiso saber.

— Confieso que nunca la probé antes. – Myriam se sirvió, a ejemplo de Victor, de una pequeña panqueque embebida en almíbar. – ¡OH, es divina!

Victor sonrió, satisfecho y excitado con la sensualidad natural de Myriam al probar el manjar.

— Espera hasta probar todo lo que tengo que ofrecerte – murmuró Victor Myriam sintió que enrojecía.

Era imposible no dejarse seducir por las imágenes que la declaración despertó. En una de ellas, Victor estaba sin la túnica y ella se acostaba en su pecho fuerte y moreno.

Al notar los ojos brillantes de deseo de Myriam, Victor pensó mandar que las azafatas les dejasen a solas. Myriam no resistiría a sus caricias, pensó. Por otro lado, él no admitía la idea de sus empleados se quedasen cambiando consideraciones maliciosas y hasta malignas sobre su vida particular.

— Come un poco más – él resolvió decir.

— No, gracias. Estoy satisfecha

Victor consultó su reloj de pulsera.

— En ese caso, voy a pedir que recojan los platos.

— ¿Y después me cuentas más sobre la refinería de petróleo en Maraban? – Myriam indagó, ansiosa, porque ésa conversación al menos la impediría pensar en Victor como hombre.

Victor sonrió ante el pedido. Ninguna otra mujer lo sorprendería tanto.

— ¿Es lo que quieres?

— Sí, por supuesto.

Victor balanceó la cabeza y su sonrisa aumentó. Enseguida, habló por cerca de media hora hasta que Myriam volvió a sorprenderlo con su admirable franqueza.

— ¿Victor, por qué insististe qué yo realizase ese trabajo de selección de un profesional?

No hubo vacilación.

— Necesitaba tenerte.

Myriam tragó en seco.

—Estás queriendo decir que...

—Tuve referencias de que eras la mejor en ese campo. Ya te conté eso.

— Sí. Gracias por el privilegio.

—Tú también me preguntaste si te contraté para poder seducirte – Victor recordó.

La osadía que era parte de la personalidad de Myriam afloró en aquel momento.

— Pero tú diste una forma de esquivar la situación y huir de una respuesta. ¿Te acuerdas de eso? – ella lo desafió.

— ¿Lo di?

— Sabes que sí.

Victor estrechó los ojos.

— No puedo negar que te encuentro guapa y que te quiero en mi cama, pero...

Myriam paró de respirar. Ningún hombre jamás le dijo cosas así.

— ¿Pero que?

— Dormir conmigo no es requisito previo para la firma del contrato.

— ¿Pero habrá un bono si yo sucumbo a tu encanto? –volvió a provocarlo.

Victor cerró los puños para controlarse y no dominarla en aquel instante. La victoria sería más dulce, pensó él, después de la batalla se vuelve aún más obstinado.

— Coloquémoslo de la siguiente forma – él declaró. – Como hombre, intentaré seducirte en todas las oportunidades. Como mujer, estarás en tu derecho de repelerme.

Myriam lo encaró consciente de que el desafío estaba lanzado. Conocía hombres como Victor y sabía que pocas mujeres consiguieron resistir a su encanto. Pero ella se conocía y también sabía que no le gustaban los hombres que consideraban a la mujer como un trofeo a ser conquistado.

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Mensaje  Eva_vbb Sáb Abr 03, 2010 10:08 pm

MUCHAS GRACIAS X LOS CAP....
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Mensaje  Dianitha Sáb Abr 03, 2010 11:10 pm

hay miil graciias x el cap estos niiños siiempre de tercos xfa no tardes con el siiguiiente siip niiña Like a Star @ heaven Like a Star @ heaven
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Mensaje  alma.fra Dom Abr 04, 2010 1:06 am

Muchas gracias por el capitulo, ese Vic no se anda por las ramas jaja.
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Mensaje  myrithalis Dom Abr 04, 2010 6:15 pm

Gracias por el Cap. esta muy padre no tardes en poner otro por fa Saludos Atte: Iliana
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Mensaje  christina34 Lun Abr 05, 2010 1:09 pm

Gracias por sus mensajes Smile Me motivan a seguir posteando!

CAPÍTULO 6

Estaban aproximándose a Maraban. Victor halló gracioso que Myriam demostrase asombro mientras observaba el paisaje por la ventana.

— ¡Un mar! – Myriam exclamó, admirada, delante de la inmensidad de agua que el sol tornaba brillante y dorada. – Pensé que...

— ¿Qué estabas viajando a un país seco y desértico? No, Myriam, ése es el Mar Caspio y las fronteras de Maraban se localizan en sus playas occidentales.

— ¡Qué magnífica vista!

— Parece gustarte todo cuanto se dice respeto a Maraban – Victor observó, orgulloso.

— Es verdad – Myriam admitió.

La señal de aviso surgió para que se abrochasen el cinturón.

— El calor excesivo a veces provoca turbulencia – Victor avisó.

El aterrizaje, sin embargo fue tranquilo y suave y Myriam no alejó los ojos de la ventana ni siquiera por un segundo.

En el aeropuerto, los hombres, con sus túnicas agitadas por el viento, aguardaban en fila para presentarse al príncipe.

— ¡Una recepción oficial! – Myriam murmuró.

Victor se inclinó sobre ella para también poder espiar por la ventana.

— Bajaré solo – él la avisó. – Ponte a gusto, si quieres arreglarte.

— ¿Va contra el protocolo ser visto con una mujer extranjera, Victor? – Myriam se burló indignada. – ¿Tienes la idea de enrollarme en un cobertor y sacarme de aquí como si fuese una mercancía de contrabando?

Victor suspiró. Myriam no hacía la menor suposición del privilegio que era el viajar en su compañía. Si fuese cualquiera otra persona, él le habría dado un billete para un vuelo comercial. Pero con Myriam, él no podía arriesgarse.

— No creo que prefieras ser objeto de rumores de toda suerte – Victor contestó, en serio. – Cuanto menos aparezcas en público, a salvo te colocarás de las malas lenguas.

— Entiendo – Myriam se mordió el labio, arrepentida. Victor era casi un rey y a pesar de su poder y de su riqueza, no era dueño de su propia vida. – Voy a quedarme y retocarme el maquillaje como tú sugeriste.

La dulzura de Myriam fue tan inesperada que Victor sonrió.

— Juro que no esperaba ese comportamiento de ti.

— ¿Te gustó? – ella lo provocó sin reflexionar.

— ¿Quieres qué sea franco? – Victor estrechó los ojos. – Prefiero ver tu lado apasionado. Te vuelves una adversaria irresistible.

Alabanzas como aquélla la alcanzaban más de lo que cualquier observación sobre el dorado de sus cabellos y el brillo celestial de sus ojos. Victor estaba empezando a conocerla.

¡Y sería mejor qué parase ahí!

El baño era tan lujoso como los otros ambientes del avión. El perfume de sándalo debía venir del jaboncillo redondo que estaba sobre el lavabo de mármol. Ella lo agarró y cerró los ojos al olerlo. Todo en aquel avión le recordaba a Victor.

Se lavó las manos y el rostro, peinó los cabellos y pasó un toque de lápiz de labios. se examinó, entonces, en el espejo y se quedó satisfecha con el resultado. Nadie que la viese adivinaría que estaba con el corazón disparado. Solamente el brillo de los ojos descubría sus emociones.

Victor regresó veinte minutos después y la encontró conversando con Philip. En el mismo instante, ordenó el emisario que lo precediese a fin de avisar el palacio sobre su llegada.

— Myriam y yo iremos en el segundo coche con la guarda de seguridad.

— ¿Por qué Philip me miró de aquella manera cuándo tú lo dispensaste? –Quiso saber Myriam.

La expresión de sorpresa no había pasado desapercibida a Victor. Ni a Myriam. Despierta e ingenua al mismo tiempo, ella le causaba admiración cada vez mayor. Sin embargo, no podía decirle la verdad sobre el significado especial de su traslado al palacio en el coche real. Por más que supiese de la imposibilidad de un futuro juntos, Myriam podría dejase acariciar por ciertas ideas...

— Porque tú eres la primera mujer que yo traigo conmigo de un viaje – Victor confesó después una larga vacilación.

— ¿Debo agradecerlo? – Myriam se colocó en la defensiva.

— No osaría esperar gratitud de ti – Victor

El aire caliente la abrazó como un manto al bajar del avión. Aunque estuviesen en septiembre y caminasen para los meses de invierno, la temperatura continuaba alta. De acuerdo con Victor, el invierno en Maraban era tan riguroso como el verano.

El trayecto al palacio fue una fiesta para los ojos. Las calles de la capital eran animadas. Los coches se mezclaban con las carretas y los camellos. Las personas andaban en todas las direcciones.

La vía central había sido separada para el paso del príncipe. Myriam observó la multitud de rostros ansiosa por intentar ver el perfil del monarca por el cristal oscuro del coche.

El palacio estaba distante del centro, en lo alto de una colina. Myriam jamás lo olvidaría mientras viviese. Brillaba como oro puro a la luz anaranjada del final de la tarde bajo un cielo azul y sin nubes.

— ¿Lo qué piensas de mi residencia? – Victor preguntó, fascinado con la expresión maravillada de Myriam.

— ¡Es fantástica! ¿No hay algo qué pueda decirme qué me prepare para lo que encontraré al entrar? – Myriam indagó.

— Mi madre y mis hermanas cuentan con un ala particular. Nosotros las visitaremos por la noche y cenaremos con ellas. Tendrás tus propios aposentos y una criada para asistirte.

— ¿Y tu padre?

— Él reside en otra ala.

Myriam vaciló.

— ¿Porque está enfermo?

— ¡Claro qué no! – Victor protestó. – Su molestia no requiere aislamiento. Las alas privadas forman parte de nuestras costumbres. Los príncipes y el rey no duermen con sus mujeres. Ni aun con sus esposas.

Myriam no pudo contener el asombro.

— ¿Quieres decir qué ellos van a sus cuartos, hacen el amor con ellas y después vuelven a sus aposentos particulares?

— A veces, pasan la noche entera juntos – Victor admitió.

— ¡Increíble! – Myriam exclamó con desdén.

— Es la tradición – Victor replicó, irritado. – Las mujeres se sienten agradecidas, no agraviadas como tú prefieres pensar.

— ¿Por ser usadas y despreciadas enseguida?

— ¡Cuidado con lo qué dices!

— No te debo obediencia – Myriam profirió. – ¡No soy uno de sus objetos! ¡Y si tengo una opinión qué discrepa de la tuya, bien, tú no puedes acusarme!

Victor nunca sintió tanto deseo de besar una mujer. Y el lugar no podría ser más apropiado, pues estaban entrando en los límites del palacio y el coche estaba protegido por los árboles.

Pero, antes que pudiese aproximarse a Myriam, el conductor paró el coche, salió y les abrió la puerta.

Myriam dio un paso y paró. Miró a su alrededor y respiró hondo.

— ¿Victor, qué perfume es éste? – preguntó con un murmullo que lo hizo vibrar.

— Es la fragancia de las rosas que cultivamos en los jardines del palacio. Por la noche, se vuelve más intensa.

Pero no tan intensa como el perfume que se desprendía de la piel y de los cabellos de Myriam que lo hechizaban como si perteneciesen a una sirena.

Myriam fue presentada a jutas personas. Los hombres le hicieron reverencias. Pero, a pesar de la demostración de respeto, las miradas de curiosidad quedaron patentes.

Una mujer de rojo, apenas con los ojos descubiertos, la observó de lejos durante todo el tiempo. Cuando finalmente consiguió una ocasión de mirar en su dirección y preguntarle a Victor quien era ella, la mujer había desaparecido.

Pero él no tuvo dificultad en identificarla. Al contrario. Mandó que la llamasen y las presentó enseguida.

— Myriam, está es Fátima.

— Fátima, está es Myriam Montemayor. Yo la traje aquí para realizar un trabajo. Quiero que la cuides para que nada le falte durante su permanencia con nosotros.

Buenas tardes – dijo Fátima con fuerte acento. – Tengo mucho placer en conocerla.

— Está aprendiendo inglés. – Victor explicó.

— Estoy impresionada – elogió Myriam. – Yo no sé hablar más de cinco palabras en su idioma.

Victor sonrió con las palabras. Él se encargaría de esas lecciones. Él le enseñaría palabras de amor al mismo tiempo que las practicaba.

— Fátima te conducirá a tus aposentos ahora – dijo Victor. – Más tarde iré a tu encuentro.

Myriam pensó en preguntar lo que Victor quería decir sobre “ir al encuentro de ella”, pero el momento no le pareció apropiado. Él, obviamente, iría a buscarla para la cena. Sería mejor que ella parase, de una vez por todas, de soñar con lo imposible.

Myriam siguió a Fátima por los largos pasillos de mármol donde cualquiera se perdería en caso que no estuviese familiarizado con el lugar.

Varios minutos después, Fátima paró delante de una puerta doble y la hizo entrar en el cuarto más inmenso que ella probablemente vería en su vida.

El primer detalle que le llamó la atención fue la cama baja, de matrimonio, con una colcha dorada y cojines diseminados por encima. En un rincón, sobre una cómoda alta, había un florero de bronce adornado con rosas rojas. Al lado, se desprendía un hilo de humo que olía a incienso.

Una de las paredes contenía anaqueles colmados de libros, la mayor parte en inglés. Myriam se sonrió. No corría lo menos riesgo de sentir tedio en Maraban. ¡En ninguno sentido!

Como las contraventanas estaban cerradas, Fátima las abrió y Myriam tuvo el placer de descubrir que su cuarto daba al jardín de las rosas.

Aspiró, embriagada.

¿Victor la colocó en aquellos aposentos adrede? ¿Para encantarla aún más con el poder de aquella fragancia? ¿Para recordarla de la flor qué llevaba su nombre?

— ¿Le gustaría tomar su baño ahora? – Fátima indicó el baño de la suite.

— Sí, por favor.

— ¿Le gustaría qué yo la ayudase?

Myriam agradeció con una sonrisa y meditó en la diferencia de hospitalidad entre su país y Maraban.

— No, Fátima, gracias. En Inglaterra, solemos bañarnos solos.

La joven sonrió con timidez y se alejó con la promesa de que volvería en una hora con una taza de té de hierbabuena.

— Será óptimo.

El baño disponía de una bañera redonda de hidromasaje. Era todo azul en mosaicos. Sobre el lavabo de mármol, Myriam encontró colonias y extractos de fabricación francesa y toallas mullidas y grandes como sábanas.

Sumergida bajo las toallas mullidas perfumadas, Myriam pensó que la Myriam Montemayor original estaba en otro lugar, muy distante. Era como si estuviese viviendo un cuento de hadas.

Cuando terminó de aclararse y de secarse los cabellos, el reloj marcaba las siete. ¿Qué debía vestir para la cena? ¿Y a qué horas Victor la vendría a buscar?

Se decidió por un modelo largo de seda de corte recto con mangas largas y sueltas, en un fuerte tono azul. Recogió los cabellos en un moño pero un último examen al espejo la hizo optar por dejarlos sueltos.

Fátima trajo la bandeja con el té y ella estaba sirviéndose una taza, sentada en un cojin en el suelo, cuando llamaron la puerta.

— Entra – dijo Myriam, segura de que era Victor.

Él abrió la puerta y la miró de un modo autoritario que la enojó. Victor parecía severo e intocable con una túnica rojo-oscura, casi vino.

-¿Sueles permitir tan fácilmente qué los hombres entren en tu cuarto?

Myriam depositó la taza en la bandeja e irguió la barbilla. Podría contestar que sabía que era él, por el modo de llamar. También podría decir que no esperaba a ninguna otra persona, aún más porque era huésped de él, no la señora del palacio, pero la indignación la hizo reaccionar con sarcasmo.

— Oh, sí. ¡En especial cuándo ellos llegan en gran número!

— ¡No te burles de mí, Myriam! – Victor manifestó.

— ¿Qué esperabas qué hiciese? ¡Solo podrías haber sido tu al tocar a mi puerta, Victor! al menos fue lo que pensé. ¡Esta claro qué puedo estar equivocada y qué el hecho de estar alojada en tu palacio no significa qué esté bajo su protección!

Victor no esperaba ese contraataque. Estaba habituado a ser obedecido, no corregido en sus actitudes por palabras lógicas.

— No, no estás equivocada – él admitió.

— ¡Entonces, no me acuses de distribuir favores en ese sentido bajo!

— Yo...

— ¡Y no te atrevas a juzgarme cuándo mal me conoces!

¡Pero él la conocía! Las conversaciones que tuvo con Myriam fueron las más íntimas de su vida. Ninguna otra mujer sabía tanto sobre él.

— ¿Quieres conocerme mejor, Myriam? – Victor preguntó, más sereno, algunos instantes después.

Myriam esperó que se sentase a su lado. Sería mejor para ella si pudiese contestar que no, pero la verdad era que quería conocer a Victor como una mujer quería conocer a un hombre en todos los sentidos. Quisiera entregarse a la pasión de un beso, quisiera sentir el contraste de su cuerpo moldeado al cuerpo de él.

— Mírame, Myriam – Victor murmuró cuando ella se puso a mirar el té como si le fuese a dar alguna respuesta. – ¿Quieres qué yo te conozca mejor?

La pregunta sonó cargada de erotismo y Myriam necesitó contener su ímpetu para no echarse en los brazos de él. Aprendió a conocerlo lo bastante para saber que jamás conquistaría su respeto si cayese en sus brazos como un fruto maduro. Y ella quería el respeto de Victor. Su cuerpo, ella lo tendría en el momento que quisiese. Su deferencia, sin embargo, era el premio más anhelado.

—Eso será una consecuencia natural de mi permanencia en tu país mientras no termine el trabajo que vine a hacer. ¿No concuerdas, Victor?

Fue una salida tan inteligente a la trampa preparada por él, que Victor se rió en vez de enfurruñarse.

— Eres astuta, Myriam. Eres una caja de sorpresas.

Myriam se sintió enternecer. Debía ser raro para un hombre de la envergadura de Victor poder reír de manera tan espontánea. Y el buen humor lo acompañó durante el largo trayecto rumbo al ala ocupada por la madre y las hermanas.
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Mensaje  Dianitha Lun Abr 05, 2010 2:01 pm

niiña miil graciias x el cap me encanta tu noveliita saludos.. What a Face What a Face
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Mensaje  myrithalis Lun Abr 05, 2010 9:37 pm

Gracias por el Cap Saludos esta cada ves mas interesante tu novelita me gusta Bye Atte: Iliana
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Mensaje  alma.fra Lun Abr 05, 2010 10:41 pm

Muchas gracias por el capitulo, esta muy padre la novela.
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Mensaje  fresita Mar Abr 06, 2010 12:54 pm

grax muy buena nove
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Mensaje  christina34 Mar Abr 06, 2010 1:03 pm

Gracias por sus mensajes Smile Me motivan a seguir posteando esta super nove. Este capitulo es el comienzo de algo...

CAPÍTULO 7

A la mañana siguiente, como siempre ocurría, Myriam se obligó a enfrentarse nuevamente a Victor sin rendirse a su encanto. La luz del sol ejercía ese efecto sobre ella. Los problemas que la hacían rodar en la cama, sin conciliar el sueño, de repente no parecían tan imposibles de ser solucionados.

¡Entonces Victor no estaba tan fascinado por ella en como la hiciera pensar! ¿No era óptimo? Debía estar celebrándolo en vez de desalentada.

Si hubiese caído en los brazos de Victor, en aquel momento estaría andando el camino más corto para sufrir el mal del corazón roto. Porque en cuanto la llevase a la cama, Victor perdería completamente el interés por ella, acostumbrado que estaba a tener a todas las mujeres que quería.

Pasaban algunos minutos de las nueve cuando ella volvió a oír llamadas a la puerta.

— ¿Quién es? – preguntó esa vez antes de abrir.

— Victor – él contestó en tono divertido.

— Buenos días – Myriam saludó.

— Noto que aprendiste la lección – Victor comentó con una sonrisa aunque estuviese un tanto decepcionado por no encontrar vestigios de lágrimas en el rostro de Myriam, después de haber presumido que ella pasara la noche despierta a causa de él, así como aconteciera con él.

— Cuando la lección es bien dada, el resultado es positivo – Myriam contestó, altanera.

— ¿Eso significa qué soy un buen maestro? – Victor dio un guiño.

Una situación como aquélla era una señal abierta para el peligro, Myriam pensó. No podía permitir que la charla prosiguiese por aquel rumbo.

— No creo que sea necesario tener un diploma para enseñar a alguien a no abrir la puerta antes de saber quien esté al otro lado.

¡Qué atrevimiento! Victor cerró los puños de indignación. Debía haber aprovechado la oportunidad la noche anterior y hecho amor con Myriam hasta cansarse. ¿Quién pensaba ella qué era para tratarlo de aquella manera?

— Vine a buscarte para tomar café – él dijo por entre los dientes y Myriam lo siguió, fingiendo no percibir qué lo dejara enfadado.

Desayunaron en una terraza con vista al jardín de las rosas. El lugar era tan adorable que Myriam se vio soñando, sin ganas de comer. Para no quedarse en ayuno, tomó un jugo de frutas y comió una granada.

— ¿No tienes hambre?

— El calor me quita el apetito.

Victor observó la ropa que Myriam estaba usando aquella mañana. Pantalón largo de lino y blusa safari sin mangas que no realzaba la belleza y la sensualidad de sus curvas.

— Noto que estás usando pantalón largo hoy.

— Sabía que tú no aprobarías que yo exhibiese mis piernas. Como adiviné que tendría de subir escaleras, resolví ser cautelosa.

Victor sintió la pulsación acelerar delante de la imagen que se recibió en su mente de Myriam subiendo una escalera delante de él y conseguir ver sus muslos y su braga.

— ¿Victor? ¿Qué pasa?

Victor volvió en sí al notar la expresión preocupada de Myriam.

— Nada. – ¿Cómo contestar qué estaba teniendo un sueño erótico con ella aunque estuviese despierto? – ¡Pero en cuánto antes salgamos para la refinería, mejor será!

Terminaron el desayuno en incómodo silencio y se dirigieron delante del palacio donde dos lujosos coches les aguardaban.

Victor se encaminó para el primero y abrió la puerta del pasajero para que ella entrase. Antes de hacerlo, Myriam notó la presencia de un hombre al volante del segundo coche.

— ¿Quién es él? – Myriam preguntó en el momento que Victor dio partida.

— Mi guardaespaldas.

— ¿Tiene un nombre?

Victor sonrió, condescendiente.

— Estoy vigilado veinticuatro horas al día, trescientos sesenta cinco días por año. No cuento con la asistencia de un único guardaespaldas, sino de un vasto equipo. También en nombre de la seguridad, es recomendable que yo no les conozca y no sepa siquiera como se llaman.

Myriam sintió un escalofrío de horror a la idea de perder su privacidad.

— ¿No te sientes mal bajo constante vigilancia?

Victor consideró a pregunta por un momento.

— No conozco otro tipo de vida. Siempre hubo alguien cerca para velar por mí, incluso cuando fui al colegio.

— ¿Pero nunca quisiste ser libre?

Algo en los ojos de Myriam hizo a Victor sentir una fuerte emoción por lo que jamás podría ser.

— Tengo libertad en el límite de lo posible. Cuando estoy en Maraban, por ejemplo, tengo condiciones de ponerme solo en un coche con una linda mujer, aunque eso nunca haya pasado antes.

A pesar de su determinación de mantenerse firme, Myriam sentía que se estremecía.

— ¿No? Pero debes haber tenido muchas amantes...

Él no era un niño. En los treinta y cinco años ciertamente tuvo muchas mujeres. Pero la verdad era que ningún rostro quedo impreso en su memoria. Y él no conseguía acordarse de ninguna conversación especial que hubiese dejado añoranza o comparado el beneficio del conocimiento.

— Mi familia y mi pueblo no verían con buenos ojos la permisividad que existe en Occidente.

Myriam se encogió a la observación. Para no demostrar su pena, mantuvo los ojos firmes en el horizonte dorado de arena. ¿Sería así que como Victor, en el fondo, la clasificaba? ¿Cómo una mujer extranjera qué se relacionaba sexualmente sin discriminación?

— Vivo dos vidas diferentes, Myriam. Soy un hombre cuando visto un traje y viajo a las capitales más importantes del mundo y soy otro hombre cuando estoy en Maraban.

— Un hombre de contrastes en una tierra de contrastes – Myriam murmuró.

— Algunas horas en mi país y ya asimilaste sus fundamentos – Victor bromeó.

Myriam sintió la sonrisa de Victor penetrar en el fondo de su ser. ¿Victor no se daba cuenta del poder de su encanto? ¿Qué si él le pidiese la luna, daría un modo de ir a buscarla?

— Eso forma parte de mi trabajo – ella contestó por fin. –Aprender deprisa.

No hubo tiempo para que continúen a conversación porque el coche paró delante de la entrada principal de la refinería. Aún bien. ¿Qué diría Kerry si supiese qué su principal empleada estaba enamorada cómo una estudiante y temía no conseguir separar el profesionalismo de su vida personal?

A la medida que se aproximaban a la refinería, Myriam se entregó a la satisfacción de reconocer que su conmoción inicial sobre la refinería estaba equivocada.

— ¡Es una refinería moderna! – exclamó al ver las torres y las chimeneas plateadas. – ¡Parece una ciudad del futuro!

— ¿Qué esperabas encontrar? ¿Camellos tirando de barriles de aceite?

— No tanto, pero confieso que no imaginaba que fuese tan grande e imponente.

— La refinería de Maraban es una de las mejores del mundo – Victor contó con orgullo. – Su construcción costó mil millones de dólares y el mantenimiento requiere millones.

El modo como Victor habló impresionó a Myriam. Su postura no era figurativa. Victor estaba realmente envuelto en el proceso del desarrollo de su país.

Los guardas se doblaron a la llegada del príncipe. Victor miró a Myriam mientras pasaban por los portones y la avisó que los hombres la estaban aguardando en la oficina de la dirección para una entrevista.

Myriam agarró la carpeta del suelo del coche y se dispuso a saltar.

— Gracias. Después hablaremos.

—No comprendes, Myriam –Él la detuvo. –Estaré presente en las entrevistas.

— En absoluto.

Victor respiró hondo para controlarse.

— Estás aquí bajo mis órdenes. Necesitas entender eso de una vez por todas. Mis deseos no deben ser desobedecidos. Además, esa refinería pertence a mi familia. La decisión final saldrá de mí. Quiero observar las reacciones de cada hombre durante la entrevista.

Myriam volvió a colocar la carpeta en el suelo del coche, sin decir nada. Pero cuando Victor le abrió la puerta, se negó a bajarse.

—Puedes mandarme de vuelta. No haré ninguna entrevista contigo presente.

La obstinación de Myriam era visible en el brillo de sus ojos y en el modo como cruzó los brazos.

— Oh, sí, lo harás. ¡Estás siendo pagada para realizar un trabajo!

— ¡Exactamente! ¡Estoy siendo pagada para realizar un trabajo y no tengo cómo desarrollarlo si insistes en quedarte a mi lado cómo un fantasma!

Por los pelos, Victor no perdió esta vez la paciencia con ella.

— ¿Fantasma?

— ¡Sí! Tú no eres un simple jefe en una empresa, Victor. ¡Eres el príncipe de Maraban! ¿Cómo puedo esperar naturalidad y franqueza en las respuestas si los entrevistados se sienten intimidados con tu presencia?

Victor quería contestar, pero reconoció que Myriam estaba en lo cierto.

— ¿Vas a salir de ahí o no? – masculló.

— Solo si tú coincides con mis términos.

Se hizo un breve silencio, tenso silencio. Victor intentó imaginar qué pasaría si él ejerciese su derecho real y la obligase a seguirlo. Enseguida, balanceó la cabeza para alejar la imagen de sus bocas unidas en un beso y sus cuerpos en un abrazo. ¿Al final, qué pretendía Myriam? ¿Enloquecerlo?

— Muy bien – Victor contestó. – Será como tú deseas.

— Gracias – ella agradeció y saltó en el mismo instante. Sin embargo, al intentar alejarse, fue detenida por dedos que parecían garras de acero.

— Cuidado, Myriam Montemayor. Puedo ser un adversario más peligroso de lo que tú piensas.

Algo en los ojos de Victor le provocó miedo y excitación. Una sensación de frío le alcanzó el estómago.

— ¿Por qué dice eso? ¿No estamos riñendo, estamos? – intentó contemporizar.

— Ahora no, esta claro, porque conseguiste lo que querías. Pero estamos discutiendo desde el momento que nos conocimos.

Myriam mal conseguía oír a Victor. Su único pensamiento era que necesitaba de un beso de él. Lo deseaba mucho.

— Ven. – Él la hizo volver al presente. – Quiero presentarte a algunas personas.

Victor la llevó a la oficina de la dirección en primer lugar. Era una sala como cualquiera otra, montada para un ejecutivo de alto estándar. Apenas la mesa se destacaba como una pieza de museo por causa de los detalles en oro.

— Murad Ovezov, el actual director, se encargará de aclararte sobre las principales competencias de la función – dijo Victor.

Myriam detestó el modo frío y distante como pasó a ser tratada desde el momento que llegaron a las puertas de la refinería. ¿Pero cómo quejarse? Había sido meramente contratada para realizar un trabajo.

— Gracias. Puedes mandar llamarlo.

Victor empalideció de indignación. ¿Cómo Myriam osaba dirigirse a él como si fuese su empleado? Eso tenía de acabar. ¡Pronto ella iría a coincidir con todo cuanto él le dijese! ¡Él le daría placer cómo jamás experimentara con otro hombre y ella se volvería su esclava para siempre!

Murad Ovezov era un hombre de cerca de sesenta años, pero a pesar de poseer algunas arrugas alrededor de los ojos y algunos hilos de cabellos grisáceos, exhalaba fuerza y poder. Su trabajo en la refinería venía de los tiempos de su inauguración.

— Gracias por estar de acuerdo en verme – Myriam agradeció con una sonrisa.

Él hizo una reverencia.

— No esperaba una intervención.

—Lo sé. Victor me contó que su sucesor ya fue prácticamente escogido por ambos. – Myriam volvió a sonreír al percibir el espanto en los ojos del hombre por referirse al monarca por el primer nombre. –Estoy aquí como un mecanismo de seguridad, digamos. Porque quien está afuera, a veces consigue percibir la situación de otra forma.

El hombre pareció entender la posición.

— ¿Por dónde le gustaría comenzar?

Después de una entrevista de treinta minutos con Murad, Serdar Kulnuradov le fue presentado. Era un hombre con cuarenta años a lo máximo, experimentado en los asuntos ligados a la refinería y seguro de sí.

— Gracias por su atención. – Myriam agradeció al final de la conversación.

— Fue un gran placer. –Serdar contestó con un ademán caballeresco. – Confieso que me quedé sorprendido por haber sido entrevistado por una mujer.

— ¿Y extranjera, además? – Myriam sugirió.

El tercero en entrar en la sala fue Oraz Odekov. Su perfil era completamente diferente de los anteriores. Su edad, para comenzar, era de apenas treinta años, y sus respuestas sugerían otra línea de raciocinio.

— ¿Cómo usted encara el futuro de esta refinería? – Myriam preguntó al final de la entrevista.

Aunque las opiniones de ese hombre no discrepasen de aquéllas manifestadas por el Serdar Kulnuradov, él le pareció a Myriam más preocupado en minimizar los efectos de la polución.

Terminada la entrevista, Myriam agradeció la presencia y estaba haciendo algunas anotaciones cuando el hombre vaciló en la puerta y le dirigió una sonrisa.

—Permítame decir que fue una agradable sorpresa para mí encontrar una mujer envuelta en el proceso de selección. Veo eso como otro punto importante en el progreso del país.

Myriam sonrió consigo misma después que el hombre salió. Victor necesitaría haber oído aquellas palabras. Y quizá las hubiese oído, pues se reunió con ella en cuestión de segundos.

— ¿Ya llegaste a una conclusión? – quiso saber.

— Sí. – Myriam contestó con franqueza.

— ¿Y?

— Lo mejor es Oraz.

— ¿Porque es joven y atractivo?

— ¿Tengo realmente de contestar, Victor? – Myriam indagó, aún más seria que él.

— ¿Usted lo escogió porque es feminista y Serdar es un hombre a la antigua, no es así?

— Jamás coloco mi postura feminista o mis prejuicios en un proceso de selección. – Myriam justificó. – Yo no tendría porque forzar una situación. ¿Te olvidas de qué no estaré aquí? ¿Qué no estaré bajo los órdenes de ninguno de los tres? Y, por favor, no vuelvas a llamarme de feminista.

— ¿No lo eres?

— No me gustan las etiquetas. De ninguna especie. Soy una mujer que cree en igualdad de derechos.

¡La última mujer por quién él debía se haberse interesado! Aunque supiese que era exactamente por ser ella tan inteligente que él estaba atraído.

— Pero sabes que yo prefiero Serdar a Oraz.

—Lo sé. – Myriam aguardó que Victor continuase hablando. Como él permaneció callado e intransigente en su opinión, ella prosiguió. – ¿Quieres qué yo te apunte las razones?

— Es para eso que te pago.

Myriam se mordió el labio. Sin embargo, no debía sentirse ofendida. Victor estaba en lo cierto. Necesitaba encarar aquel asunto bajo el ángulo profesional. Solamente profesional.

— Está bien. Coincido que Serdar sea más experto, pero Oraz tiene mayor visión. Será capaz de llevar la refinería adelante basada en la tecnología del nuevo siglo.

— Es lo que yo pienso también.

Myriam pestañeó.

— ¿Entonces coincides conmigo?

— Sí, Myriam. – Victor dijo por fin. – Y, ahora, te llevaré de vuelta al palacio para que comamos y...

— ¿Y? – Myriam insistió, ansiosa.

— Después pasearemos a caballo.

— No sé cabalgar.

Una nota de sensual promesa invadió no solo la voz, sino también los ojos de Victor.

— Yo sé.
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Mensaje  Eva_vbb Mar Abr 06, 2010 7:56 pm

Muchas graciasssss x el cap.... me esta encantando la nove....
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Mensaje  alma.fra Mar Abr 06, 2010 9:40 pm

Muchas gracias por el capitulo.
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Mensaje  myrithalis Mar Abr 06, 2010 10:36 pm

Gracias por el Cap la novela se pone cada vez mas interesante Saludos Atte: Iliana
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Mensaje  Dianitha Miér Abr 07, 2010 1:14 am

hay niiña me encanta tu noveliita y estos niiños como siiempre peleando jajaja Algo Imposible ~  Capitulo 1-14 y Epilogo - Página 2 95247 Algo Imposible ~  Capitulo 1-14 y Epilogo - Página 2 95247 Algo Imposible ~  Capitulo 1-14 y Epilogo - Página 2 95247 xfa no tardes con el siiguiiente cap k akii lo estare esperando saludos... Algo Imposible ~  Capitulo 1-14 y Epilogo - Página 2 400496 Algo Imposible ~  Capitulo 1-14 y Epilogo - Página 2 400496
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Mensaje  christina34 Sáb Abr 10, 2010 7:21 pm

CAPÍTULO 8



Los establos merecían al palacio. Myriam no sabía casi nada sobre caballos, pero no era necesario tener grandes conocimientos para notar que eran buenos y bien tratados.

Victor estaba usando un pantalón justo y una camisa blanca con mangas bufantes. Ella vestía una ropa semejante, prestada por una de las princesas.

— Nunca vi un caballo más bonito del que ése. Myriam elogió con sinceridad el garañón negro que Victor estaba acariciando.

— Es de la raza Akhal-Teke, una de las más antiguas del mundo – él informó. – Existe hace casi tres mil años. Su resistencia al calor es notable.

— ¿Tiene él nombre?

— Purr-Mahl. Significa plenilunio. Venga déjame ayudarte a montar.

— Pero yo te dije que no sé...

La protesta fue interrumpida por el movimiento rápido y firme con que Victor la elevó en el aire.

— Presiona el cuerpo contra el de él para que pueda sentirte.

Myriam siguió las instrucciones mientras Victor conducía el caballo por las riendas para que diese una vuelta por el patio. Después, pasaron nuevamente por los establos, avisó al seguridad que iría a llevarla para dar un paseo hasta las montañas.

Sin previo aviso, Victor saltó sobre el caballo y la agarró con fuerza por la cintura. Debido al inesperado gesto, Myriam dejó escapar un grito.

— No tengas miedo – él murmuró, con los labios apoyados en los cabellos agitados por el viento.

No era miedo, era una excitación incontrolable que ella estaba sintiendo. Por más increíble que pudiese parecer, estar en los brazos de Victor, montada en un caballo, corriendo sobre las arenas del desierto, le transmitía seguridad.

Tiempo y distancia perdieron el significado para Myriam al aproximarse a lo alto de la montaña y Victor extenderle los brazos para colocarla en el suelo.

— Mi dulce Myriam. – Victor murmuró.

Si ella pensó que a la llamado seguiría un beso, estaba engañada. Victor la agarró por la mano y la llevó inmediatamente a un pequeño lago.

— Cuando era niño – Victor le contó después que se sentaron a la orilla. —mi padre y yo solíamos venir aquí todos los años en la llegada de la primavera, para beber el agua surgida del primer deshielo.— Nosotros la bebíamos en esta taza. – Mostró el objeto de cuero, clavado de rubíes, que retiró de la bolsa que llevaba en bandolera.

Myriam la agarró y admiró su belleza.

— Es linda.

— Posee millares de años. – Victor informó. – Es recuerdo de mis ancestros.

Con la tradición, venía la historia y con la historia, la tristeza, pensó Myriam. Victor no era un hombre común. Ella estaba en lo cierto desde el comienzo cuando adivinó que jamás podrían asumir un compromiso.

Victor volvió a abrir la bolsa. Esa vez agarró también una botella de oro y rubíes.

— Cuando cumplí diecisiete años – él continuó — mi padre me trajo aquí y bebimos vino en vez de agua. Las vides que crecen en nuestros valles son de óptima calidad. – Victor la miró fijamente. – ¿Tomas un vaso de vino conmigo?

Myriam entendió, en aquel momento, como Eva debía haberse sentido cuando la serpiente le ofreció la manzana.

— Me encantaría.

Sirvió el vino y llevó la taza a los labios de Myriam.

— No beba muy – aconsejó. – El vino de Maraban es tan fuerte como sus hombres.

Myriam cerró los ojos al probar y sintió lo liquido denso inmediatamente calentarla. Al volver a abrirlos, se quedó tan aturdida con la mirada de deseo de Victor que dejó una gota de la bebida escapar y caer en su puño.

— Como la rosa con la espina que hace sangrar – Victor murmuró y la besó. Un beso hace tanto esperado que Myriam cerró los ojos en éxtasis y no vaciló en corresponder cuando Victor la hizo acostarse en la arena.

Se abrazaron con ímpetu. Victor pensó que había llegado al límite de control y que no aguantaría si no la tuviese en aquel momento. Pero al acordarse de que Myriam, más que cualquier mujer, no merecía ser engañada, se obligó a retroceder.

Irguió la cabeza y respiró hondo antes de abrir los ojos.

— Necesito decirte algo – confesó.

Ella suspiró.

— No es necesario, lo sé.

— ¡Tú no tienes cómo saberlo! – Victor protestó.

Myriam quería decir lo que pensaba porque tenía miedo de que la explicación de Victor fuese a herirla más que un golpe de espada.

— Sé que no puede haber un futuro para nosotros. Que no debo soñar. Que lo que está pasando, no significará nada. – Ante la mirada perpleja de Victor, Myriam intentó sonreír. – No te preocupes. Yo no te haré cobrar.

Victor sofocó un gemido de frustración. Myriam no podía saber que su comprensión la volvía aún más deseable. Y más prohibida porque él sabía que no se conformaría con no poder tenerla.

— ¿Victor? – ella lo llamó ante el silencio que se siguió. – ¿Que pasa?

Masculló algo que ella no entendió y se inclinó para besarla en el cuello. Después extendió la mano y desabotonó rápidamente la blusa en busca de la belleza por el encaje blanco. Sacó, enseguida, el pantalón largo y los calcetines, dejándola apenas en sostén y bragas.

Él admiró cada centímetro del cuerpo de Myriam.

— Yo siempre te imaginé usando lencería de encaje – Victor confesó.

— ¿Y tú? – Myriam pasó levemente la uña sobre Victor por encima de la camisa de voal. – ¿Qué usas por debajo?

Era la primera vez que una mujer le hacía aquel tipo de pregunta. La sorpresa lo hizo pestañear.

— Quítate tu ropa – Myriam continuó.

— ¿Estás dándome una orden? – él preguntó, ronco.

— ¿Qué te parece?

Acostada sobre el satén dorado de los cabellos, con los ojos azules mirándole, Myriam estaba tan bonita que él sintió las manos temblar al desabotonar la camisa.

— ¿Estás viendo lo que haces conmigo? – dijo con voz suplicante.

Myriam se quedó observándolo en silencio. Cuando Victor se sacó la camisa y paró, ella pidió que continuase.

—Me tienes bajo tu poder, mi dulce Myriam – Victor contestó y la obedeció, sin embargo despacio, para excitarla aún más. Lo que consiguió, además sorprenderla, pues no estaba usando nada bajo el pantalón. Myriam trago en seco al verlo, sin nada.

— ¿Estás preocupada de qué sea demasiado para ti? – Victor quiso saber al leer la expresión en los ojos de Myriam.

— Oh, no – ella contestó, maliciosa. – Estoy intentando adivinar tu pensamiento. ¿No estás con recelo de qué yo sea demasiado mujer para ti, está?

En respuesta, Victor quito la braga de Myriam, con más rapidez que gracia.

Él admiró el cuerpo en un vistazo porque no podía esperar más para cubrirla con su propio cuerpo.

— ¡OH, Victor! – ella gimió.

Victor interrumpió las caricias y susurró en su oído.

— ¿Quieres qué pare?

— ¡Sí! ¡No!

— ¿Qué quieres qué haga, Myriam? – Victor preguntó, bajito.

— Quiero que vayas despacio. Quiero que esto no termine nunca.

—La próxima vez – Victor prometió. – La espera fue demasiado larga. Necesitamos saciar nuestra hambre. Aprovecharemos el banquete más tarde.

— Esto ya es un banquete Victor – Myriam murmuró cuando las caricias fueron retomadas.

El modo como Myriam correspondía a cada toque lo dejó alucinado. No podía esperar más. Su deseo era inmenso, insoportable.

Fue asia Myriam con ansiedad y ella se sometió al poder incontrolable que Victor ejercía sobre sus sentidos. Temió no estar lista aún para él, pero a la simple idea de que lo recibiría en pocos segundos la hizo derretir.

En aquella unión, dejaron de ser el príncipe Victor y Myriam Montemayor. Eran apenas un hombre y una mujer, juntos, de la manera más íntima que podría existir.

Myriam no sabría describir como fueron los besos, no sabría repetir las palabras susurradas en sus oídos. Sabía apenas que las estrellas estaban brillando como nunca y que el mundo estaba para estallar.

El suyo y el de él.

Victor elevó la cabeza para mirar en los ojos de Myriam y descubrió que llegarían al mismo tiempo.

Entonces ocurrió y continuó hasta que los gritos fueron cargados por el viento del desierto.

Fue tan fuerte que Myriam no consiguió reaccionar al súbito cansancio que la invadió y la obligó a cerrar los párpados.



— No, Myriam. No podemos dormir ahora.

— ¿No podemos? – ella se extraño.

— Pronto estarán aquí a buscarnos.

— ¿Tus guardaespaldas? – Se sentó en el mismo instante y se puso a frotarse la piel para retirar los granos de arena. – Por supuesto. Saben donde encontrarte. ¿Éste es el lugar acordado para tus pequeñas aventuras, no?

— Myriam, Myriam – Victor murmuró. – ¡Mi linda, sensual e irascible Myriam! Nunca traje ninguna otra mujer aquí.

Lógico que no. Era la primera mujer extranjera en venir con él a Maraban. Y las mujeres de aquel país jamás se habrían entregado en las arenas del desierto al heredero del trono.

— ¿Cómo nos encontrarán, entonces? ¿Puedes decírmelo? – Myriam se levantó y se puso la braga y el sostén.

Victor se colocó la ropa con dificultad. Era increíble que ya estuviese nuevamente excitado. Bastó ver a Myriam vestirse para ocurrir.

— Seguirán los rastros del caballo.

— En ese caso, bastará que nos miren para entender lo que hubo aquí. – Myriam declaró mientras terminaba de vestirse.

Victor encogió los hombros.

— Ellos no necesitarían mirarnos para descubrirlo. Solo un tonto no haría lo que hice de tener la oportunidad de quedarse a solas con una mujer como tu.

Myriam sintió las mejillas como el fuego.

— ¿Qué pensarán de mí?

Victor la enfrentó con firmeza.

— ¿Qué es más importante para ti? ¿La opinión de mi guardaespaldas o la mía?

— ¡Ninguna de ellas! – Myriam protestó. – Estoy preocupada con mi reputación profesional.

—Tu trabajo ya fue hecho. Tú ahora eres mi huésped. Y mi amante.

Victor esperó una represalia, pero Myriam, fiel a su promesa, no dijo nada. Sabía que él no podía ofrecerle un compromiso. Así mismo se entregó a él por completo, sin ninguna reserva.

Myriam no tenía esperanza de vivir aquel romance por mucho tiempo. Victor fue honesto con ella. Y ella aceptó sus condiciones. Se dió a él como jamás se diera a otro hombre. De la misma forma que creía que él se entregó a ella.

Por tanto, su único camino sería aprovechar cada minuto como si fuese el último para poder vivir, más tarde, de recuerdos. Porque tenía certeza de que no podría haber otro hombre después de Victor.



Espero que la espera aya meresido la pena Smile
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Mensaje  alma.fra Sáb Abr 10, 2010 10:21 pm

Muchas gracias por el capitulo, pues Myri ya cayo.
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Mensaje  myrithalis Dom Abr 11, 2010 2:21 am

Gracias y si ya estabamos espernado Cap. estuvo buenisimo si valio la espera pero ya no tardes tanto en traer mas por fis siiiiiiiiiiii Saludoa Atte: Iliana
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Mensaje  christina34 Dom Abr 11, 2010 1:24 pm

Gracias por sus mensajes Smile

CAPÍTULO 9

De acuerdo con la precisión de Victor, cuatro caballeros se presentaron para buscarlos y llevarlos de vuelta al palacio.

De ellos, ricamente vestido, discutió con Victor. Myriam no entendió ni siquiera una palabra de la alteración, pero dedujo que el hombre estaba enfadado con Victor por exponerse al alejarse del palacio sin escolta.

Victor la llevó consigo en la grupa y ella pudo abrazarlo para sostenerse. Pero nada más que eso. El clima estaba tenso entre los hombres y ella comprendió que Victor tenía una postura a mantener.

Fue un alivio llegar al palacio y sentir los pies en la tierra firme otra vez. Su mirada encontró la de Victor por una fracción de segundo, pero fue el suficiente para ella leer el mensaje de deseo y de ternura allí reflejada.

— Voy a acompañarla a sus aposentos – dijo Victor a lo que fue nuevamente censurado por el otro hombre.

— ¿Quién es él? – Myriam quiso saber cuando se quedaron a solas. – Nunca vi a nadie alterar la voz de esa manera contigo.

— Mi primo Raschid.

— ¿Vosotros no os lleváis bien?

— Ni bien, ni mal.

— ¿Él te traerá problemas?

— Creo que no. Por más que envidie mi posición, él no tendrá como sustituirme. Además, nada me importa después de lo que acaba de pasar entre nosotros.

La arrogancia de la declaración fue olvidada en el instante que Victor recordó los momentos de éxtasis que habían acabado de vivir.

— Mandaré que lleven tu comida al cuarto –dijo él al despedirse con un beso. – Esta noche no podremos cenar juntos.

Myriam sintió el corazón pesar de desilusión, pero no exigió. ¿Qué pensaba Victor? ¿Qué ella iría a implorar por su atención? ¿Qué iría a interrogarlo sobre sus planes?

El comportamiento de Myriam lo seducía cada vez más.

— Pero volveré a verte más tarde – él prometió.

— ¿Y si yo estuviera durmiendo? – ella lo desafió.

— Yo te despertare. – Victor la agarró por la barbilla y la besó con fuerza antes de desaparecer por el pasillo.

Myriam se desnudó lentamente y tomó un largo baño. Estaba terminando de vestirse un conjunto de pantalón largo cuando Fátima le trajo una bandeja repleta de platos tentadores. El arroz era tan colorido que parecía una pintura. Había ternera, también, con tomate y quiabo, además de dulces hojaldres con nueces y pasas regados con un almíbar espeso y brillante. Para beber, granadina y té de menta.

Myriam comió, distraída. ¿Cómo podría saborear esos manjares exóticos si la imagen de Victor no se alejaba de su mente? Él le dio todo cuanto esperaba de una relación intima. Fuera apasionada y arrebatador más cariñoso al mismo tiempo. Gimió en sus brazos sin pudor de demostrar el placer que estaba sintiendo.

En la tentativa de olvidarlo, al menos por algunos minutos, Myriam agarró el libro que comprara sobre Maraban y leyó el capítulo sobre los antepasados de Victor. Estaba particularmente interesada en saber sobre Malik, el Magnífico, el tatarabuelo de Victor que amó a una mujer de asombrosa semejanza con ella misma.

A las once, Myriam abandonó la lectura y la esperanza de volver a ver a Victor aquella noche, se sentó en el tocador y empezó a cepillarse los cabellos. No tenía derecho de estar enfadada con él por hacerla esperar, pero lo estaba. ¿Al final, era de aquella manera como Victor trataba a sus mujeres?

Echó el cepillo contra la pared en el exacto instante que Victor abría la puerta.

— No te oí llamar – profirió.

— Yo no llame. – dijo y cerró la puerta.

— ¿Por qué no?

Victor frunció el ceño en tono autoritario. Después colocó una sonrisa en los labios, incapaz de resistirse al brillo azul de aquellos ojos.

— Porque somos amantes ahora. Porque tú te entregaste a mí tan completamente esta tarde que no pensé que aún existiese barreras entre nosotros.

La voz de la razón la aconsejó a retroceder, pero la añoranza, el deseo y la angustia de la espera la vencieron.

— ¡Pues la próxima vez, quiero qué te anuncies! Puedo ser lo suficiente adulta para vivir una relación sin promesas de un futuro, pero eso no significa que este dispuesta a ser tratada como una especie de esclava. Si él no la desease tanto, se iría de aquél cuarto de una vez por todas.

— Yo no te traté como una esclava – Victor protestó.

— ¿No? Hiciste el amor conmigo y me dejaste sin ni siquiera decir adonde ibas.

Victor apenas consiguió disfrazar su satisfacción. Sintió gran placer en descubrir que Myriam estaba celosa.

— Tú misma dijiste que nuestra relación no implicaría un compromiso – Victor la recordó.

— No estoy hablando de un compromiso – Myriam replicó —, sino de una simple cortesía.

Él fuera un tonto en imaginar que podría creer en la promesa de Myriam. Más tonto aún en imaginar que no habría tristeza entre ellos a causa del acuerdo al que llegaron.

— Cené con mis padres. Está demasiado enfermo para recibir invitados.

— ¿Si era eso, por qué no me lo contaste? – Myriam preguntó, desconfiada.

Myriam jamás descubriría la verdad, pero la relación de ellos se basaba en franqueza desde el primer momento. De esa manera, no sería justo mentirle.

— No cené con ellos solos. Había una invitada.

— ¿Una mujer? – Myriam frunció la frente a la mención de ese nuevo peligro.

— Sí. Mi padre está muy enfermo.

— Sé eso.

— Cuando él muera, tendré de casarme en el plazo de un año.

Fue el mayor golpe que Myriam se llevó en toda su vida, pero, a pesar de palidecer, ella mantuvo el control. ¿Al final, por qué desmoronarse si sabía de todas las implicaciones de aquel romance desde el comienzo?

— ¿Esa mujer es una de las candidatas a volverse tu novia? – preguntó con un hilo de voz.

Hizo un gesto afirmativo con la cabeza y se acordó de la joven, de velo, con los ojos castaños apenas mostrados. Era apocada e ingenua. Intentó imaginarse casado con una mujer como aquélla y no lo consiguió.

— ¿Será ella una persona feliz? – Myriam preguntó, sin conseguir evitar un ton de ironía.

— No.

— ¿Por qué no? ¿Descubrió cómo pasaste la tarde?

El recuerdo se fundió con el deseo de Victor no lograra saciar y estalló en un beso de pasión.

— Myriam – Victor murmuró. – ¿Cómo será nuestra relación si exiges de mí lo qué no te puedo dar?

— La mayor parte de las personas no llama exigencia a lo que pido.

— Myriam, Myriam – Victor balanceó la cabeza. – No soy la mayor parte de las personas. Sabes eso. Lo sabes desde el principio.

— No, yo no lo sé desde el principio – ella lo contradijo. – Abordaste esa condición solamente cuando estábamos en los brazos uno del otro. Tú me revelaste la verdad apenas cuando hacer el amor conmigo se volvió algo tan inevitable como la noche sigue al día.

Él la hizo callar colocando un dedo sobre sus labios trémulos.

— Está en lo cierta. Yo no te di ninguna opción de elección. Soy culpable de todas las acusaciones.

La ira se transformó en triunfo. Ella lo conocía demasiado bien para el gusto de él. Incapaz de continuar enfurruñada, lo acarició en el cuello y tuvo el placer que verlo cerrar los ojos.

— ¿Podemos aprovechar ahora esos momentos qué son solo nuestros? – él imploró.

— Sí – ella concordó con un murmullo al reconocer la necesidad y no deleite en la expresión de Victor.

— Quiero verte desnuda. Desnuda sobre el satén, no sobre la arena. – Él se puso a besarla. – Quisiera desnudarte lentamente...

— ¿Estoy detectando un pero? – Myriam lo provocó.

— Humm – Victor acepto con un murmullo. –Lo lamento pero creo que llevará días hasta que yo consiga prolongar el placer. ¿Me permites quitarte rápidamente toda tu ropa para que pueda sentir tu piel junto a la mía? ¿Calentarme con tu calor?

En aquel instante, la misma preocupación que le había pasado a Victor durante la cena, lo hizo vacilar.

— Esta tarde, me olvidé de usar una protección. Traje preservativos ahora – él contó – Estábamos precipitados además para acordarnos de eso antes. – Espero que... – él no consiguió concluir la frase. Estaba con gran recelo de haber embarazado a Myriam. Si eso ocurriese, estaría perdido por más que desease a Myriam e hijos, no podía tenerlos con ella.

— No había necesidad de usar protección conmigo – Myriam explicó para ira instantánea de Victor.

— ¿Por qué no?

— Porque estoy tomando la píldora anticonceptiva.

— ¿Es ése el modo de vida de las mujeres occidentales? – él protestó, loco de celos. – ¿Estar siempre lista para el primero qué aparece?

— ¡No seas malicioso! – Myriam contestó con dignidad. – El médico las recetó porque me siento muy mal en los períodos menstruales.

Victor se quedó tan perplejo con la revelación que Myriam casi sonrió. Las mujeres de Maraban, aparentemente, no hablaban sobre sus problemas con los hombres. Hacían sexo con ellos, pero solo eso.

— No deja de ser conveniente – él insistió. – en el caso que tu decidas ir a la cama de alguien.

Myriam se alejó y cruzó los brazos.

— ¡Se piensas eso de mí, puedes salir de aquí ahora y no volver nunca más!

Él se arrepintió de las palabras al percibir el fuego de la indignación en los ojos de Myriam.

— Disculpa, yo no debería haber dicho lo que dije.

— ¡No, no deberías! ¿Cuántas relaciones tuviste Victor?

— ¿Cual te atreves a hacerme una pregunta cómo ésa?

— ¡Tengo la certeza qué más de una, qué es el número al qué llegué!

Victor apretó los puños ante la idea de Myriam en los brazos de otro hombre.

— ¿Tuviste otro antes de mí?

— Sí. Si tú llevas en consideración el hecho de que tengo veintisiete años y vivo en Inglaterra, no parece un caso perdido, ¿no? ¿Qué me dices de ti?

La lógica de Myriam lo dejaba sin reacción. Él intentó bromear.

—Además, tú nunca fuiste a la cama ni siquiera conmigo. ¿Necesitamos remediar esa situación con urgencia, no crees?

En cuanto terminó de hablar, Victor la elevó en los brazos y la llevó a la cama. Enseguida, desató el cordón que agarraba el pantalón holgado de satén y la dejó deslizarse al suelo.

Myriam empezó a temblar al verlo.

— Victor...

Él se acostó al lado de ella y la abrazó posesivamente por la cintura.

— ¿Qué pasa, mi dulce Myriam? ¿Quieres qué yo te bese?

Sí, era lo que ella quería. Necesitaba del toque, del calor y de la seguridad de un beso, para que, por un breve y mágico momento tuviese la ilusión del que era amada y no solo deseada.
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Mensaje  myrithalis Dom Abr 11, 2010 6:03 pm

Gracias por el Cap. esta cada vez mas interesante tu novela me encanta Gracias Atte: Iliana
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Mensaje  Dianitha Dom Abr 11, 2010 6:06 pm

hay niiña graciias x los cap estos niiños siiempre pelendo jajaja Algo Imposible ~  Capitulo 1-14 y Epilogo - Página 2 95247 Algo Imposible ~  Capitulo 1-14 y Epilogo - Página 2 95247
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Mensaje  Eva_vbb Lun Abr 12, 2010 2:06 am

MUCHAS GRACIAS X LOS CAP... ME ENCANTA LA NOVELA
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Mensaje  Eva Robles Lun Abr 12, 2010 10:09 pm

GRACIAS ESTUVIERO FENOMENALES LOS CAPIS MIL GRACIAS

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Mensaje  christina34 Mar Abr 13, 2010 2:40 pm

CAPÍTULO 10



Victor pasó la noche con ella, pero, para no ser visto, se fue a los primeros rayos de la aurora.

— El avión parte al mediodía – él avisó. – Estate lista para que salgamos a las diez.

Myriam masculló en respuesta. Estaba exhausta de tanto hacer el amor. Fue una noche inolvidable de entrega total. Tanto de él como de ella. Con una diferencia. Ella lo amaba.

¿Pero era un sentimiento predestinado a la tristeza pues cómo alguien podía ser feliz si su amor jamás podría volverse público?

Victor, sin embargo, no la había engañado. Aceptó sus condiciones porque sería mejor tener un poco del amor que nada. Así, intentó demostrar la alegría de aún estar con él y se obligó a sonreír.

— ¿Qué fue qué dijiste?

— Que estés lista a las diez – Victor repitió.



Myriam hizo una señal de concordancia y lo acompañó con los ojos hasta que salió del cuarto. Después dormitó un poco más hasta traerle Fátima jugos y panes para el desayuno.

Estaba lista a las nueve y se preguntaba cómo iría a pasar la última hora antes de su partida cuando Victor llamó a la puerta, no de túnica, pero vistiendo traje y corbata.

— ¿No es temprano aún? – Myriam indagó.

—Ocurrió algo inesperado—le contó él sin esconder su sorpresa. – Mi padre quiere verte.

— Pareces perplejo.

—Lo estoy – Victor reconoció. Era inconcebible que su padre desease conocer a su amante inglesa. Enfermo como está, ha evitado recibir visitas.

— En ese caso, me siento honrada- Myriam mintió. La disculpa de Victor no la había convencido. Ella sabía de las cenas con las posibles candidatas a volverse en la esposa de su hijo.

Myriam lo siguió en silencio por el enmarañado de pasillos que conducían a un ala mucho mayor y más imponente del palacio, guardada por hombres tan rígidos que parecían estatuas.

Por fin, llegaron delante de una inmensa puerta doble, fue introducida en los aposentos reales donde vio a la madre de Victor sentada a la orilla de la cama.

— Padre, madre — Victor los saludó y Myriam se dobló graciosamente en cumplimiento. – Ésta es Myriam Montemayor, padre.

Aunque el cuerpo estuviese inerte y el rostro delgado, los ojos del padre de Victor continuaban brillantes y atentos. Negros como los del hijo. Dio una pequeña sonrisa y Myriam se encantó con la espontaneidad del gesto.

— Creo que debo agradecerle por confirmar la elección de Victor en cuanto al sucesor en la dirección de la refinería. – Hizo una pausa deliberada. – Una opinión que discrepa de la mía, admito. Como ambos afirmábamos estar con la razón, Victor sugirió una persona de fuera para decidir.

Myriam miró a Victor sin disfrazar la sorpresa.

—Gracias. – Myriam hizo una reverencia. – Es un gran honor conocerlo, señor.

El rey dijo algo en marabanes enseguida y Myriam entendió qué la entrevista había terminado.

— ¿No te importa esperarme en la sala de al lado mientras me despido de mi padre? – Victor indagó.

Myriam salió silenciosamente del cuarto. Sintió pena al ver la expresión sufrida de Victor. Cada despedida debía ser un martirio para él, pues podría ser la última.

Se demoró un largo tiempo para reunirse con ella. Ansiosa, Myriam se levantó de un salto.

— ¿Está todo bien?

Victor suspiró.

—El medico está con él ahora. Vamos, Myriam. El avión nos espera.

En el coche, camino del aeropuerto, Victor se giró hacia ella como si no pudiese esperar más para hablarle.

— ¿Por qué me miraste con aquel gesto cuándo mi padre mencionó la contratación del substituto de Murad? Imaginó que hubiese sido una invención mía para traerte a Maraban.

— Creo que sería una arrogancia de mi parte contestar que sí, pero es la verdad.

Victor la admiró una vez más por su franqueza. Podría haber sido evasiva, o haber mentido.

— Satisfaces mis expectativas, Myriam. En todos los sentidos. – Victor se calló y recordó las observaciones de su padre sobre estarse implicando demasiado con la chica.

El padre estaba en lo cierto. En aquel momento, por ejemplo, su voluntad era mandar que Philip y las azafatas les dejasen a solas para poder hacer el amor con Myriam otra vez.

En la tentativa de alejarla de su mente, Victor abrió la carpeta y agarró un puñado de papeles. Myriam se encogió. Debía haberse adivinado que aquello iba a ocurrir. Las circunstancias eran otras ahora. Su trabajo en Maraban estaba concluido. Y Victor necesitaba pensar en escoger una novia que jamás podría ser ella.

Se levantó abruptamente y Victor la miró de modo inquisitivo.

— Necesito ir al baño – ella dijo y se alejó volviendo solamente media hora más tarde.

Él frunció la frente al verla. Al contrario de lo que hiciera en Maraban, Myriam estaba usando ahora un vestido de verano, amarillo fuerte, que dejaba ver buena parte de las piernas.

— ¿Qué significa eso? – él indagó, serio en cuanto ella volvió a su lugar.

Myriam pestañeó. Primero, Victor la trataba como a una ex amante. ¿Ahora cómo a una concubina?

— ¿A qué está te refieres? – ella protestó.

—A esa exposición vulgar de tu cuerpo.

— ¿Estás llamando a mi vestido vulgar? ¡Pero ya me viste con él antes!

— Antes me gustó, ahora no. No quiero que otros hombres te miren.

Myriam sintió un placer secreto delante de la pequeña escena de celos.

— ¿De la manera qué tú me miras, quieres decir? – ella lo provocó.

— Está bien. Haz lo que quieras – Victor profirió.

— Es lo que pretendo.

No volvieron a hablar durante el resto del trayecto. ¿Myriam se censuró por estar enamorada de un tirano, pero al mismo tiempo cómo podría haberse resistido a Victor? A su ternura y su pasión.

Victor, a su vez, no sabía como comportarse. Estaba atraído por la primera mujer que no se arrodillaba a sus pies para implorar su atención. Myriam era la mujer de su vida. Pero no podía tenerla.

— ¿Quieres ir conmigo al hotel? – preguntó cuándo llegaron a Londres.

Myriam negó con un movimiento de cabeza.

— ¿Quieres ir conmigo a mi apartamento? – ella propuso.

Pensó en el lugar donde Myriam vivía con otra chica. ¡Imposible! Pero más imposible aún sería ir al hotel solo.

— Quiero.

En cuanto Victor aceptó la propuesta, Myriam se arrepintió de su empuje. ¿Y si Lara estuviese recibiendo sus amigos y el apartamento estuviese impregnado de humo y de barullo? ¿O si hubiese dejado todo en desorden, lo qué era más que probable?

Fue mejor de lo que Myriam esperaba. Lara estaba en casa en compañía apenas del enamorado, Giles. Se habían conocido en la escuela de arte dramático que Lara estaba frecuentando.



Myriam pensó llevar a Victor a su cuarto. ¿Pero como?

Lara y Victor cambiaron un saludo porque ya se conocían. Myriam estaba presentando a Giles, pero no tuvo tiempo para explicar quien era él porque el propio se identificó. Antes que Myriam – Victor, éste es Giles, el...

— Mucho gusto. Soy el amante de Lara.

Siguió un minuto de embarazo. Sin saber que decir o que hacer, Myriam ofreció un café.

La cocina parecía haber acabado de pasar por una explosión. Había platos, vasos y cubiertos diseminados por la fregadera. Y el café se había acabado.

— ¿Puede ser instantáneo?— Myriam preguntó desde la puerta.

— ¿Tienes té? – Victor quiso saber.

Myriam preparó dos tazas y ellos tomaron la infusión en silencio. Victor estaba pensando que Myriam no merecía vivir en un ambiente tan caótico.

—No necesitas quedarte, si no quieres – Myriam murmuró.

— ¿Irías al Granchester Hotel conmigo?

— No.

— ¿Te importa decirme el motivo?

¿Cómo explicar qué el lujo volvía aún más pronunciada la desigualdad social entre ellos?

— ¿No podemos al menos fingir qué somos una pareja normal? No me siento bien rodeada de guardaespaldas.

— Es una regla sin excepción, lo lamento.

Myriam vaciló ante una súbita idea.

— ¿Entonces, por qué no alquilas un apartamento para nuestros encuentros? ¿No sería bueno tener al menos un poco de libertad?

Victor tragó en seco al imaginar a Myriam andando desnuda por el apartamento. Podrían ver un vídeo, sentados en el sofá, abrazados uno al otro, como él vio hacer a su amigo Guy con Sabrina.

— Muy bien. Tendremos ese apartamento— él aceptó. – Mandaré que Philip...

— ¡No! – ella lo interrumpió. – Será como si fuésemos una pareja común. Nosotros mismos buscaremos ese apartamento.

Victor sintió el latir del deseo atormentándolo. Necesitaba encontrar ese lugar. Porque por más que estuviese desesperado para tener a Myriam nuevamente en sus brazos, no tenía como hacerlo delante de otras personas.
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