Vicco y la Viccobebe
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Algo Imposible ~ Capitulo 1-14 y Epilogo

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Mensaje  christina34 Sáb Mar 20, 2010 11:28 am

Hola!
Veo que este foro tiene mas actividad. Estoy postiando una novela en el otro foro de Viccobebes pero lo voy a cambiar para este. Espero les guste Smile
Les dejo la introduccion.

Resumen:

¿Cual sería el papel de Myriam en el palacio: amante o princesa?

Después de bailar una música romántica con el jeque Victor en una boda, la última cosa que Myriam esperaba, al llegar a su empleo el lunes, era recibir la noticia del que sería recomendada para un trabajo especial en el reino de Victor. Al final, aquel hombre hacía correr su sangre más rápido en las venas, además de a su corazón latir descompasado. ¡Y ella sabía qué él significaba peligro, prohibición!

Myriam fue llevada al palacio de Victor, junto a las arenas del desierto, a bordo de un avión particular.

El tratamiento que recibió era más digno de una princesa de lo que de una persona contratada para un trabajo. Pero Myriam sabía qué nunca podría soñar en ser una princesa de verdad, pues, cuándo asumiese el trono, Victor tendría de escoger una esposa entre las mujeres de Maraban.

Si esta novela ya fue postiada aqui, porfavor dejenme saber, no quiero poner repeticiones.
Besitos! Algo Imposible ~  Capitulo 1-14 y Epilogo 4572


Última edición por christina34 el Mar Abr 20, 2010 9:14 pm, editado 16 veces
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Mensaje  christina34 Sáb Mar 20, 2010 11:32 am

Capítulo I



Existe algo de mágico en las bodas que impide al cinismo cotidiano invadir nuestra mente. Era sobre eso en lo que Myriam estaba pensando mientras miraba su copa de champagne y esperaba el discurso.

La idea se le había ocurrido en la iglesia donde incluso las más pesimistas con relación al sexo masculino estaban sonriendo.

Incluso ella, qué no era dada a demostraciones públicas de emoción, ¡había dejado dos lágrimas escaparse!

— En mi país— dijo el padrino en voz alta y clara —, es costumbre hacer un brindis a los novios para dar inicio a la fiesta. ¡Qué la alegría de este momento sea perpetuada! Bebamos a la salud y a la felicidad de nuestros queridos amigos Sabrina y Guy.

La multitud brindó y todos elevaron sus copas.

No por primera vez, Myriam se sorprendió examinando al padrino sobre el borde de la copa. Lo que, la mayoría de las mujeres estaba haciendo porque él era un hombre imposible de pasar desapercibido.

Era espectacular en todos los sentidos. ¿Cómo podría dejar de serlo si además de alto y atrayente, tenía todo la suerte de ser príncipe?

El nombre de él era príncipe Victor, según le dijo Sabrina cuando le contó sobre los preparativos de la fiesta. El príncipe había estudiado con Guy y había sido su mejor amigo en los tiempos de colegio. Por ese motivo, Guy había hecho insistido en invitarlo como padrino, a pesar de las dificultades de transporte, pues Victor vivía en Maraban donde un día gobernaría en sustitución de su padre y de sus antepasados.

Myriam no conseguía parar de admirarlo con aquella ropa exótica. Estaba usando una túnica de seda crema con adornos dorados sobre un pantalón holgado también de seda. Otros hombres podrían dar la impresión de que estén vestidos para un baile a la fantasía, pero eso no ocurría con el príncipe. La seda parecía realzar su cuerpo fuerte y musculoso. Cada movimiento, exhalaba masculinidad.

De repente, el príncipe la miró como si hubiese sentido la intensidad de su mirada. Myriam tomó un sorbo de champagne para disimular y rezó para que él no percibiese cuándo notó que su mano estaba temblando.

Todos los que estaban alrededor del príncipe se alejaron para darle paso a la medida que él atravesaba el salón de fiestas del mejor hotel de la ciudad.

Myriam sintió un nudo en la garganta a la aproximación. Miedo y excitación la asaltaron simultáneamente y por un momento de locura ella quedó tentada a salir corriendo.

Podría refugiarse en el baño hasta recobrar el control. Y habría hecho eso si sus piernas no se negaran a llevarla.

¿Pero, al final por qué estaba queriendo huir? ¿Y de quién?

No hubo tiempo para respuestas porque en el minuto siguiente el príncipe estaba frente a ella, moreno y altivo. Su rostro no indicaba ninguna emoción que no fuese de interés sexual.

Atracción sexual, Myriam pensó sin aliento.

El orgullo emanaba de aquel cuerpo en su propia postura. Él no era del tipo que daba vueltas. Estaba pensando en tenerla en los brazos y transmitía ese mensaje directamente por el calor de sus ojos.

— ¿Sabía qué es la mujer más bonita de esta fiesta? – él la elogió con voz suave y seductora.

La perfección con que él habló el Ingles causó espanto en Myriam que esperaba al menos un ligero acento.

— No estoy de acuerdo – ella contestó con admirable indiferencia a juzgar por sus latidos cardíacos. – ¿No sabía qué la novia es siempre la mujer más bonita en su boda?

Él se volvió para mirar a Sabrina y Myriam tuvo la oportunidad de examinar el perfil masculino más de cerca.

— ¿Sabrina? – murmuró con voz súbitamente tierna. – Sí, es muy bonita. Pero usted también lo es – él insistió y vaciló enseguida a causa de la frialdad con que Myriam había enfrentar su cumplido. – ¿No le gusta recibir alabanzas?

— No de parte de extraños – Myriam se vio contestando de una manera agresiva, algo que no era de su carácter.

Apenas un ligero movimiento con la ceja le indicó que el príncipe se había irritado con su modo de tratarlo. Lo que era comprensible. En su posición, debía ser temido y respetado.

Una sonrisa, sin embargo, luego surgió en sus labios.

— En ese caso, no debía vestir ropas qué realzan aún más su belleza, ¿no cree? Debía usar algo que la cubriese de la cabeza a los pies, como es costumbre entre las mujeres musulmanas. La culpa es exclusivamente suya – él concluyó al mismo tiempo en el que la medía con los ojos.

Aún más contrario a su carácter, Myriam enrojeció hasta la raíz de los cabellos. Eso no podía haber pasado. Solía manejar gente desconocida en su trabajo. Se enfrentaba sin problemas a hombres de todos los tipos. Ninguno, sin embargo, tuvo el poder de impresionarla de aquella manera. Estaba pareciendo una adolescente.

— ¿No lo es? – el príncipe insistió.

Myriam pestañeó. Se había vestido bien, por supuesto. Todos procuraban esmerarse en bodas y fiestas, ¿no?

Estaba usando un vestido corto de chiffon de seda verde, de la misma tonalidad que sus ojos. Compró sandalias de tacón alto color-de oro para contrastar. Los accesorios coloridos era lo que dictaba la moda, al final. Pero, aunque la mayoría de las mujeres estuviese usando sombrero, ella optó por no ponérselo. Detestaba los sombreros, especialmente en días calidos como aquél. Una orquídea -clara fue el único adorno que prendió en sus cabellos.

Para animar el clima que ella misma había creado, Myriam extendió la mano.

— Myriam Montemayor. Mucho gusto.

Él sujetó su mano y la retuvo. Sin palabras, Myriam bajó los ojos y necesitó tragar en seco al percibir el contraste casi erótico entre el moreno de aquella piel y la palidez de la suya.

Intentó apartarse, pero él no la dejó.

— ¿Sabes quién yo soy, Myriam Montemayor?

Era el momento de la verdad. Podría fingir ignorancia, pero no aceptaba las mentiras.

— ¡Claro qué sé quién es usted! Es la primera vez, y probablemente la última, que asisto a una boda en el que el padrino es un príncipe.

Él sonrió y ella aprovechó el instante de distracción para soltarse. Victor entrecerró los ojos. Cada vez que Myriam ponía alguna resistencia, él la deseaba.

— ¿Por qué, Myriam Montemayor? – preguntó con un murmullo. – ¿No te gusta qué yo te toque?

— ¿Es costumbre suya andar por ahí tocando mujeres qué acaba de conocer? – Ella respondió – ¿Ése es uno de los privilegios qué su título confiere?

Él sintió la pulsación del deseo aumentar. No le gustaban las mujeres que ponían resistencia. En general, bastaba chasquear los dedos para tenerlas a sus pies.

Encogió los hombros y le dirigió una mirada de falsa inocencia como si hubiese vuelto a sus tiempos de colegial. ¡En la época, la estrategia funcionaba!

— Fue usted quien apretó mi mano.

Myriam forzó una risa. ¡Aquello era ridículo! Estaban discutiendo a causa de un simple apretón de mano. Y Victor era amigo de infancia de Guy. Lo mínimo que podía hacer, como amiga de los novios, era tratarlo de manera cordial.

— Disculpe – Myriam pidió con una sonrisa. – Estoy un poco nerviosa.

— ¿A causa de algún hombre? – indagó y ella se vio negando con un movimiento de cabeza antes de darse cuenta de la intimidad de la pregunta.

— ¿Por qué debería?

— ¿De que entonces?

— Exceso de trabajo – ella contó.

— ¿De trabajo? – repitió como si desconociese el significado de la palabra.

Myriam dejó escapar una sonrisa irónica. Su deducción debía ser lógica. Un hombre como el príncipe Victor no sabía sobre las necesidades de supervivencia. No con la fortuna que ciertamente poseía.

— Sí, fue una semana penosa. Esto es, un mes penoso. ¡Un año penoso! – Myriam tomó el último sorbo que quedaba en su copa y la irguió – Voy a tomar una más. ¿Usted quiere?

Victor contuvo una exclamación de protesta. Detestaba algunas posturas asumidas por las mujeres liberadas. Beber era una. Más aún era ofrecer bebida a los hombres. Se sintió intentado decirle eso, pero no quiso arriesgarse a ofenderla.

— Es raro que yo beba – se limitó a decir.

— ¡Cielos! ¿Qué hace usted para hidratar su cuerpo? ¿Toma suero? – Myriam lo provocó, irónica.

Victor frunció el rostro. ¡Nadie se divertía a su costa! ¡Ninguna mujer se atrevía a burlarse de sus palabras! Las bromas eran permitidas apenas entre las cuatro paredes de un cuarto. ¡Si él estuviese con humor para tanto!

Por un instante, Victor consideró desistir de una mujer que solo le crearía problemas, pero ella giró la cabeza y la luz hizo que sus cabellos brillen como oro. La determinación al ver aquellos cabellos dispersos sobre su pecho lo hizo recuperar el control.

— No bebo alcohol – él completó.

— Bien, tengo la certeza de que no tendrá dificultad en encontrar refrescos. Ahora, pido que me dé permiso. Fue un placer conocerlo, príncipe... Él la agarró por la muñeca de modo tan abrupto que Myriam sintió los ojos dilatarse. Pero la sonrisa que él le dirigió la hizo relajarse enseguida.

— No me llames de príncipe. Para ti soy apenas Victor.
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Mensaje  Eva_vbb Dom Mar 21, 2010 12:35 am

MUCHAS GRACIAS X ESTE PRIMER CAP.....
TE ESPERAMOS CON EL SIGUIETE Y OJALA QUE SEA SEGUIDOS LOS CAP.... Wink Wink
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Mensaje  myrielpasofan Dom Mar 21, 2010 2:56 pm

se ve interesante la novela..aki estare esperando los demas capis..
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Mensaje  Dianitha Dom Mar 21, 2010 3:27 pm

hola niiña l a noveliita me parece interesante espero pronto poder ver el siguiiente cap me gusto mucho el princiipiio What a Face What a Face
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Mensaje  christina34 Dom Mar 21, 2010 8:06 pm

Soy nueva en este espacio y cometi el error de poner este capitulo como tema separado. Disculpas, no mas que nose como borrar el otro Sad


CAPITULO 1 PARTE 2

Por los pelos, Myriam no contestó algo sarcástico como: “¿debo agradecer la autorización?” Pero si fuese sincera consigo misma, admitiría que estaba sintiéndose adulada por el tratamiento especial. Finalmente, él era un príncipe.

— Quieres soltarme.

Él sonrió.

— Está bien, pero promete ir a mi encuentro para que bailemos en cuanto comience el baile.

—Lo siento, pero no suelo correr tras los hombres.

Victor sintió la pulsación de Myriam aumentar bajo sus dedos.

— ¿Estás negándote a bailar conmigo?

— ¡Estoy diciendo qué tu tendrás que buscarme!

Él la soltó en ese momento y necesitó esforzarse para no dar demostración de cuanto lo excitaba la idea.

— Iré – Victor prometió bajito. – Puedes tener la certeza.

Al verla alejarse, un plan se insinuó en la mente de Victor. Él la haría esperar. La haría imaginar que cambiaba de idea sobre que bailaran juntos. Conocía a las mujeres lo suficiente para saber que una supuesta indiferencia aumentaba la necesidad de sentirse deseada. Y él la quería interesada por él y ansiosa por suspirar en sus brazos.

Las piernas de Myriam temblaban al llevarla para el bar. No le gustaban los hombres insinuantes y autoritarios como Victor. Prefería hombres más sutiles y complejos. Pero tenía que admitir que él era inteligente y que la atraía con su mirada y con aquella ropa exótica.

El camarero estaba aproximándose con una bandeja repleta de cócteles cuando ella vio a Sabrina al otro lado del salón conversando con la sobrina más joven de Guy.

— ¿Champagne, madame? ¿O un Martini?

Myriam estaba extendiendo la mano para coger la segunda copa de champagne cuando cambió de idea. Necesitaba estar alerta, completamente sobria, para poder enfrentarse a un segundo encuentro con el príncipe.

— Un agua con gas, por favor.

— ¿La fiesta comenzó mal y tu ya necesitas parar? – preguntó una voz divertida que ella reconoció como de Guy, el simpático marido de su amiga. Tenía todas las cualidades que ella deseaba en un hombre. Era guapo, rico y cariñoso.

Sabrina y ella se habían conocido en una biblioteca. Al saber que Myriam estaba necesitando un libro raro para una pesquisa, Sabrina le ofreció un ejemplar que tenía en su casa. Mientras iban para allí, Sabrina le contó que se había prometido el día anterior.

Se volvieron grandes amigas desde aquel día, compartiendo los mismos gustos y preferencias.

— ¿Tienes miedo de coger el coche después? – Guy continuó.

— Nada de eso – Myriam contestó – Solo quiero estar bien consciente de todos mis actos.

— Sabia decisión – observó Guy en tono más bajo – porque ya noté que mi viejo amigo Victor no te quita el ojo.

— ¿En serio? – Myriam no consiguió esconder la sorpresa y el placer – Impresión tuya – dijo a continuación. – Solo conversamos un poquito.

— ¡Puedo imaginar cuál fue la conversación! – Guy se burló.

— La ceremonia fue linda y la fiesta es excelente. – Myriam intentó cambiar de asunto. – Sabrina está deslumbrante de novia.

Al oír el nombre de la esposa, Guy olvidó de inmediato al viejo amigo.

— ¡Aquí entre nosotros, – Guy le hizo un guiño — prefería saltarme la fiesta e ir directo a la luna-de-miel!

Myriam sonrió.

— ¿Serías capaz de negar a tu esposa la gloria de vivir cada minuto del día de su boda? ¿No cree qué vale la pena ejercitar la paciencia, Guy? Al final, vosotros ya estáis viviendo juntos hace un año.

— Sí – Guy concordó —, pero ahora es diferente. Ésta será nuestra verdadera noche de bodas y yo...— Guy carraspeó al ver a Myriam enrojecer. – Disculpa. No era mi intención violentarte.

— Olvídalo – Myriam se apresuró en decir. No podía contar a Guy que el rubor se debía a la insistencia de un par de ojos negros que hacía a su sangre hervir en las venas, no a las palabras de él. De cierta forma, ella también preferiría que los amigos partiesen para el viaje de bodas sin que lo del baile sucediese. Así también tendría una disculpa para irse y no correr riesgos.

Tú no estas obligada a bailar con él, pensó Myriam. No se trataba de una orden. ¡Victor podía ser un príncipe, pero ella no era su súbdita! ¡Y Londres no era parte de su reino! Cuando él se aproximase a sacarla para bailar nadie le impediría decir que no le apetecía.

Observarlo, sin embargo, sin ser notada, se hizo casi una obsesión. Jamás llegó tan cerca de una personalidad real. Lo que decían sobre los nobles era verdad. Tenían un aura especial a su alrededor. Había una gracia innata en la postura de Victor y en sus menores gestos. Su elegancia era indiscutible. Incluso su modo de andar y de mirar era diferente.

Las mujeres lo retaban de manera notoria. ¿La habría notado? Sus facciones no revelaban ninguna emoción. Quizá, hubiese sido enseñado a presentarse en público vistiendo máscara de indiferencia. ¿O estaba tan acostumbrado a ver que las mujeres se derretían a una simple mirada qué no le importaba?

La comida fue anunciado y Myriam se vio sentada a la mesa entre un banquero y un oceanógrafo. Ambos eran divertidos e inteligentes y el oceanógrafo era guapo además de todo. Su piel bronceada hablaba de una vida saludable al aire libre. Si ella lo hubiese conocido una hora antes, quizá la intención de él de flirtear fuese acabada de éxito.

Ahora, el único hombre que la interesaba estaba sentado a la cabecera de la mesa, sirviéndose platos con la misma indiferencia que demostraba por las personas a su alrededor.

Hasta que él la miró de una forma que le provocó un escalofrío en el cuerpo entero.

— ¿Qué haces tu, Myriam?— preguntó el oceanógrafo.

— Soy una cazadora de cabezas –contestó Myriam con una sonrisa.

El hombre se rió.

— ¡En ese caso, debe ganar montañas de dinero!

Era lo que las personas siempre decían.

— Bien que me gustaría – Myriam estaba contestando cuando una de las camareras indagó, preocupada, si había algo malo con el salmón. – Al contrario. Él esta inmejorable. Es que estoy sin apetito.

¿Cómo podría comer y sentirse a gusto si estaba bajo la mira de una mirada devastadora? Bajo los rayos de luz venida del inmenso brillo del cristal, los cabellos del príncipe parecían azulados de tan negros y su traje también resplandecía en oro y marfil.

Para intentar humectar la garganta, Myriam se llevó una fresa a la boca. Pero ni siquiera la fruta suave y jugosa consiguió seducirla. Quizá una rebanada del pastel que estaba para ser cortado fuese mejor aceptado.

El príncipe se levantó para hacer otro discurso en su papel de padrino. Myriam mal consiguió oír sus palabras. El príncipe tenía el poder de hipnotizarla con su mera presencia.

Enseguida, Guy hizo una declaración de amor a Sabrina, que emocionó a todos los invitados, principalmente a las mujeres.

Los músicos comenzaron a tocar e invitaron a los novios para que abrieran el baile. Myriam sintió el corazón acelerarse en el pecho al acordarse de la intención de Victor de bailar juntos. Pero en vez de dirigirse a ella, volvió a sentarse a la mesa y se limitó a renovar las miradas cargadas de sensualidad.

Myriam bailó con todos los que la invitaron, pero no consiguió divertirse con nadie. Se movía como un robot por la pista y se mantenía distante para no incentivar ningún flirteo. Algún tiempo después, se sentó para descansar y pensó que sería insuperable si Guy y Sabrina decidiesen dejar la fiesta para que ella también pudiera irse. Pero antes de que intentase localizar a los novios y adivinar sus intenciones, Victor surgió frente a ella.

— Resolví atender tu deseo, mi dulce flor, de buscarte. ¿Acordemos qué no te empeñaste mucho en esconderte de mí, no? –Dijo con ironía – ¿Vamos a bailar?

Myriam sintió las mejillas enrojecer a la sugerencia de que ella lo estaba esperando sentada. ¿Por otro lado, no era la realidad?

— ¿Debo entender qué eso es una invitación a lo cuál no podré resistir? – Myriam contraatacó.

— No – Victor contestó – Debes entender qué eso es una orden.

Antes que Myriam tuviese tiempo para protestar, el príncipe la tiró de la mano y la condujo con arrogancia a la pista.

Ella se dejó abrazar cual si hubiese esperado toda su vida por aquel momento. Un perfume de sándalo y almizcle se desprendía de él y le invadió los sentidos.

Se consideraba una mujer moderna e independiente, pero un minuto en los brazos de Victor fue suficiente para transformarla en un ser débil e indefenso.

— Bailas muy bien, Myriam – él elogió.

— Tú también – ella dijo con voz trémula. – ¿Una bonita boda, no?

— A todas las mujeres les gustan las bodas –declaró él después un largo momento.

Ante la provocación deliberada, Myriam irguió los ojos y lo desafió.

— ¿Quieres decir qué a los hombres no?

Victor se quedó fascinado por el brillo de los cabellos café dorados y por el contraste entre la piel muy blanca y los labios rosados como las flores que crecían en el palacio de su padre y que perfumaban la noche con su fragancia.

— ¿Eres siempre tan precipitada en tus conclusiones?

— No tuve alternativa. Me provocaste.

El príncipe negó con un movimiento de cabeza. Su deseo por aquella mujer aumentaba cada vez que ella le imponía resistencia.

— Fue apenas una observación– él explicó. – ¿Como se dice por aquí? – Pareció reflexionar. – Ah, sí, ¡un comentario machista!

Myriam se inclinó ligeramente para atrás y sintió las manos clavándose en su caderas como si no soportase la idea de la distancia.

— No necesitas fingir conmigo, Victor, que no dominas nuestro idioma. Sé que estudiaste en Inglaterra y que hablas con la misma fluidez que yo.

— ¿Qué más sabes respecto a mío, Myriam Montemayor? – Victor indagó.

Por un breve momento, Myriam pensó en mentir, pero no vio razón para eso.

— Sé que eres heredero del trono de un país en el Oriente.

—Maraban –él informó con una nota de orgullo en la voz que fue sustituido por la desconfianza cuando Myriam se mostró soñadora. A fin de cuentas, su país natal era rico en petróleo el dinero y poder ejercían gran atracción sobre las mujeres.

Myriam percibió el cambio en la expresión de Victor. Por algún motivo, había vuelto a colocarse la máscara.

— Oí hablar de tu reputación con las mujeres – dijo, incisiva.

— ¿Podrías ser más clara? – Victor indagó irritado con lo qué le sonó como una crítica.

— ¿Crees qué es preciso? ¿Te gustan las mujeres, no es verdad?

— ¿Por qué? ¿Es desacertado sentir placer con las atenciones con qué el sexo opuesto nos brinda?

Victor deslizó las manos por la espalda de Myriam y la hizo pensar en una caricia como aquélla sin el tejido del vestido para disminuir la sensación.

— Hablas como si las mujeres fuesen un parque de diversiones – Myriam protestó.

—Es una buena analogía –el príncipe bromeo, pero paró de hablar enseguida porque los novios se estaban aproximando.

Sabrina fue la única mujer de su vida que lo rechazó, pero la perdonó y continuó como su amigo porque entendió qué ella estaba enamorada de Guy que era como un hermano para él.

Ahora, la amiga de la pareja surgía como alguien por quien él podría interesarse. Las mujeres voluntariosas y seguras de sí lo atraían por ser lo opuesto de lo que solía encontrar.

— Llevas ventaja sobre mí — Victor se lamentó. — Yo no sabía nada respecto a ti, a no ser que eres la mujer más bonita de la fiesta.

—Sé algo y acabo de descubrir otro detalle – Myriam continuó. – Tu repertorio de seducción no es de lo más variado. Tú ya dijiste eso antes.

— Nunca voy a cansarme de repetirlo, Myriam que tú eres bonita.

La mirada de Victor fue tan penetrante que Myriam erró el paso. Bajo la blusa, se erizo y ella intentó retroceder, pero él la atrajo aún más contra su pecho.

— No — Myriam protestó con un hilo de voz.

— ¿No que? — Victor preguntó junto a su oído.

— No se quede tan cerca de mí.

Con el instinto otorgado por la práctica, Victor hizo lo que Myriam mandaba.

— ¿Así está mejor?

Ella ya se había arrepentido de la orden y pensó en sonreír, pero el buen sentido la impidió volver atrás. No era, al final, mujer de implorar algo a un hombre.

— Mucho mejor.

Él no creyó que Myriam estuviese siendo sincera, pero no le dio importancia al hecho. Estaba divirtiéndose. Era una verdad universal que la cacería era la parte más interesante de la conquista.

— Por qué no me hablas sobre ti.

— ¿Qué te gustaría saber?

— Todo.

Una sonrisa surgió en los labios de Myriam.

— ¿Podrías ser más preciso?

Victor imaginó sobre cual sería la reacción de Myriam si le dijese que lo que quería era verla desnuda en una cama entre sábanas blandas.

— ¿En qué trabajas?

No es que una mujer como Myriam necesitase trabajar para sostenerse, pensó él. Podría ser amante de un hombre rico. Él.

— ¿Qué te parece?

— ¿Eres modelo?

— No tengo altura para eso — Myriam se apresuró a contestar, aunque no pudiese disfrazar la satisfacción que sintió por la sugerencia. — Ni peso. Las modelos necesitan ser altas y delgadas.

La mirada del príncipe se posó en los senos y en las caderas de Myriam.

—Eres perfecta.

Myriam se estremeció en el círculo de aquellos brazos. No estaba acostumbrada a galanteos tan osados. Los hombres con quienes se relacionaba eran intelectuales y ellos no abordaban la sensualidad, sino la inteligencia.

Él la hizo girar de repente y ella lo agarró por el cuello. Necesitaba estar atenta. El príncipe era un bailarín ágil. No estaba acostumbrada tampoco a bailar con alguien que parecía deslizarse por la pista como si estuviese en las nubes.

— ¿Desistes? — Myriam lo provocó. — No pareces ser muy bueno en acertijos.

— Quizá no, pero soy extremadamente bueno en otras cosas, Myriam. — Victor garantizó.

Myriam contuvo el aliento al sentir al príncipe colocar una pierna entre las de ella en una provocación sexual. Necesitaba acabar aquello. Inmediatamente.

— Soy una cazadora de cabezas — ella declaró y sonrió enseguida — Trabajo en una agencia de colocaciones en el sector de selección.

— ¿Eres buena haciendo tu función?

— Soy.

— Debes ser una mujer intuitiva, entonces — él murmuró y la hizo estremecer con una caricia.

— Estoy cansada — Myriam decidió decir. Necesitaba alejarse de aquella pista de baile. Victor le estaba quitando el aliento.

Para Victor, la sugerencia fue providencial. Hacía años que no necesitaba ejercer control sobre sus deseos. No estaba muy acostumbrado.

En cuanto pararon de bailar, Myriam notó que la pista estaba completamente vacía. Miró alrededor y descubrió que ella y el príncipe estaban dando un show gratuito para los invitados, sin sospecharlo.

— ¿Una exhibición y tanto, no? — Guy dijo bajito al aproximarse a ellos. — Fue tan erótico que resolví decir adiós a la fiesta y robar a Sabrina.

— Nosotros solo estábamos bailando — protestó Victor.

Guy sonrió y le hizo un guiño.

—Bien, gracias por todo. Principalmente por el viaje que nos regalaste, Victor.

— Es un placer para mí proporcionaros placer — Victor contestó con una sonrisa significativa.

— Sabrina me dijo que era secreto el lugar. — Myriam se dirigió a Guy.

Los dos hombres se miraron

— La tradición manda que el secreto sea compartido apenas por el novio y por su padrino —explicó Victor — Pero no te preocupes. No te quedaras curiosa por mucho tiempo. Más tarde yo te contaré.

— ¿Más tarde? ¡Ya es tarde!

— Quise decir más tarde cuando salgamos a tomar una copa.

— ¿Pero tu no afirmaste qué raramente bebes?

Victor estaba sintiendo la pulsación del deseo. Por más que intentase dominar a Myriam, ella siempre lo contrariaba. Por lo que sus actitudes indicaban, él no conseguiría llevarla a ningún lugar aquella noche.

— ¿Tú no quieres ir?

Por poco ella no dejó escapar una sonrisa de malicia. Algo, sin embargo, la hizo percibir qué no debía abusar de su suerte.

— Fue un largo día — se disculpó. — Estoy exhausta. ¿Podríamos quedar para otra vez?

Una sombra pasó por los ojos oscuros.

— Jamás repito una invitación.

Una sensación de pérdida la invadió. Había encontrado un hombre diferente de los otros y perdió la oportunidad de conocerlo. Por otro lado, quizá hubiese sido una suerte. Victor era un hombre poderoso y la fuerza del poder significaría su fragilidad.

— Es una pena.

— Realmente — él aceptó antes de alejarse por el salón.

— ¡Los novios están saliendo! — gritó alguien y todos se reunieron a la puerta para despedirse.

Myriam se mantuvo donde estaba. Sabrina se había cambiado el vestido de novia por un conjunto de pantalón largo azul claro, y Guy estaba con un traje oscuro.

Sabrina se colocó de espalda y echó el bouquet. Él casi fue a parar en las manos de Myriam, pero otra mujer saltó frente a ella y lo agarró. Myriam encogió los hombros. Era natural que todas las mujeres con más de veinte años se esforzasen para coger el bouquet de la novia. Además, ella ni siquiera tenía certeza de quererse casar.



GRACIAS POR SUS MENSAJES Smile SI ME DEJAN MAS, PONDRE MAS DE ESTA GRAN HISTORIA Smile

BESITOS!
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Mensaje  Dianitha Dom Mar 21, 2010 10:32 pm

miil graciias x el cap niiña me encanta esta nov y creo k estos niiños nos van a dar unas cuantas sorpresiitas mas adelante Algo Imposible ~  Capitulo 1-14 y Epilogo 95247 Algo Imposible ~  Capitulo 1-14 y Epilogo 95247 xfa no tardes con el siiguiiente cap siip niiña Algo Imposible ~  Capitulo 1-14 y Epilogo 196 Algo Imposible ~  Capitulo 1-14 y Epilogo 196
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Mensaje  mats310863 Lun Mar 22, 2010 11:31 am

YO HE ESTADO LEYENDO ESTA HISTORIA EN EL OTRO FORO, UNA MUY BUENA NOVELA, ¿UNA PREGUNTA SEGUIRAS POSTENDOLA TAMBIEN HAYA?, SALUDOS Y GRACIAS

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Mensaje  Eva Robles Lun Mar 22, 2010 9:14 pm

GRACIAS ME GUTA SE VE MUY INTERESANTE SIGUELE POR FA NO TARDES

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Mensaje  alma.fra Lun Mar 22, 2010 11:25 pm

Muchas gracias.
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Mensaje  myrithalis Mar Mar 23, 2010 12:19 am

Gracias por el Cap Saludos Atte: Iliana
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Mensaje  Eva_vbb Mar Mar 23, 2010 12:28 am

Graciassssss x el cap... se esta poniendo muy interesante
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Mensaje  Eva Robles Vie Mar 26, 2010 2:24 pm

alguien me puede decir cual es el otro foro donde tambien esta esta novela x favor muchas gracias

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Mensaje  christina34 Lun Mar 29, 2010 12:53 pm

mats310863 escribió:YO HE ESTADO LEYENDO ESTA HISTORIA EN EL OTRO FORO, UNA MUY BUENA NOVELA, ¿UNA PREGUNTA SEGUIRAS POSTENDOLA TAMBIEN HAYA?, SALUDOS Y GRACIAS


Si, terminare la novela en el otro foro. Yo nunca dejo nada a medias Smile
Besitos!
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Mensaje  christina34 Lun Mar 29, 2010 1:19 pm

Capítulo II



Movida por una emoción que no conseguía definir, Myriam dejó el hotel y subió a un taxi. No sabría decir como hizo el trayecto el conductor porque solo consiguió volver a la realidad cuando el coche paró delante del viejo edificio en Notting Hill donde vivía.

Fue un alivio quitarse las sandalias y dejar la bolsa en la entrada. Adoraba su apartamento. Ninguno otro lugar le parecía más seguro y confortable. Era su primera propiedad y a ella no le importaba subir dos tramos de escalera. Al final, los ambientes eran amplios y aireados y ella no se acobardó delante de las altas prestaciones. No es que su salario fuese alto. Compartía los gastos con una amiga, Lara.

Lara estudiaba Arte Dramático y se describía como inquilina de Myriam. La propia Myriam prefería llamarla compañera. Igualdad era algo que ella defendía en todos los campos.

La decoración era típica de una casa de chicas con colores vivos y un cierto desorden, especialmente en las dependencias ocupadas por Lara. La desorganización incomodaba a Myriam, pero no adelantaba intentar ayudar a la amiga en el sentido de superar aquel mal crónico, acabó por desistir de hablar.

La sala estaba siempre adornada con flores que podían ser compradas por buenos precios en el supermercado y el toque alegre era dado por sábanas de varios colores colgados en el perchero de la entrada.

El baño parecía una tienda de cosméticos, repleto de lociones y cremas.

— ¿alguien en casa? — Myriam llamó

— Estoy en la cocina — Lara respondió de un gesto exquisito a causa de un pedazo de bizcocho de chocolate. — ¿Café? — Lara indicó la taza que estaba agarrando.

— No, gracias — Myriam agradeció — Estoy necesitando es de una copa.

— Apenas toqué un vaso — Myriam confesó aunque su determinación de mantenerse sobria no hubiese adelantado, al menos la bebida justificaría su comportamiento en la pista de baile.

— ¿Estás bien? — Lara quiso saber al notar el ceño fruncido de su amiga mientras se servía de un vaso de vino.

— ¿Por qué no debería estarlo?

— Pareces tensa.

Myriam suspiró.

—Lo estoy — admitió con otro suspiro.

— ¿Por qué? ¿La boda fue horrible?

— No. Fue la boda más bonita que yo vi.

— ¿Cuál el motivo, entonces, de esa cara fea?

Myriam se sentó como si cargase un fardo y dejó el vaso ya que la bebida no le estaba apeteciendo.

— El motivo no existe realmente. ¿Nunca te conté qué el mejor amigo del marido de Sabrina era un príncipe?

— ¿Estas bromeando conmigo, no?

Myriam negó con un movimiento de cabeza.

— No, no lo estoy. Es verdad. Es hijo del rey de un pequeño país en el Oriente Medio llamado Maraban.

— Oh, sí, y ahora solo te falta decirme que además de rico, es guapo y seductor.

— Exactamente — Myriam concordó — Es el hombre más guapo que vi.

— ¿Un príncipe de las mil una noches? — Fue el momento de Lara de divertirse.

— No estoy bromeando. Es increíble. Bailamos y...

— ¿Y?

—No era preciso entrar en detalles sobre haberse arrebatado más de la cuenta en la pista de danza, ¿no?

— OH, Myriam, ¿no hiciste lo que estoy pensando, no es así? — Lara quiso saber, alarmada, al notar el deslumbramiento de la amiga.

Myriam pestañeó, indignada, delante de la implicación de la pregunta.

— ¡Claro qué no! ¿Cómo puedes imaginar qué iría a la cama con un hombre qué acabo de conocer?

Más bien que fantaseaste con la idea, la acusó la voz de la conciencia.

— ¿Entonces, qué pasó? — Lara insistió.

— Él me invitó a salir y tomar una copa después que los novios se despidiesen.

— No veo nada malo en eso ¿Dijiste sí, no?

Myriam se mordió el labio. Aún no conseguía entender cómo encontró fuerzas para negar.

— Dije no.

— ¿Que? — Lara indagó, perpleja. — ¿Es guapo, rico, tiene sangre azul y tu lo dispensaste? Cielos, Myriam, ¿por qué hiciste eso?

— No lo sé. — Myriam balanceó la cabeza. — A lo mejor, yo sé. Hice eso exactamente por qué él es el hombre más irresistible que ya....

— Ser irresistible cuenta como un punto a más, no a menos, en la opinión general.

— Pero él jamás asumiría un compromiso, tengo certeza.

Lara pestañeó.

— ¡No creo en lo qué estoy oyendo! ¿Myriam, bailaste dos o tres canciones con el sujeto y ya estás pensando en compromiso? ¿Justamente tú qué siempre afirmaste qué no tenías planes de casarte?

— Antes de los treinta cinco años por lo menos — Myriam confirmó. —Hasta entonces, espero conseguir realizar mis propósitos. Además, a los treinta cinco años aún tendré muchos años por delante.

— Romántico. — Lara declaró.

— Realista — Myriam replicó

— ¿Entonces, cuál es el porqué de esa historia de compromiso? —Lara quiso saber — ¿O de lo no compromiso?

Myriam miró al vaso, pensativa. En verdad, no estaba muy segura de sí. Quizá no le gustase la idea de volverse una más en la inmensa lista de mujeres de Victor y de confesar que sentía miedo de tener su corazón partido. Lara le diría que estaba equivocada y que no podía juzgar a Victor sin conocerlo. ¿Pero y su intuición? Ella ésta alertándola sobre el peligro. No podría definir su miedo ni explicarlo, pero él era concreto.

En toda su vida, Myriam se apasionó apenas una vez. Ocurrió en la época de la facultad, cuando ella estaba iniciando su trabajo de reclutamiento de personal.

Duró nueve meses y terminó cuando Myriam descubrió que el atrayente ejecutivo con quien estaba saliendo no era adepto de la monogamia. Y desde ese día, herida en su orgullo más que en cualquiera otra cosa, Myriam pasó a desconfiar de todos los hombres y a evitar encuentros.

— ¿Qué te parece irnos al cine? — Lara sugirió con los ojos vueltos para el reloj de la cocina — Da tiempo de que cojamos la última sesión.

Myriam negó con un movimiento de cabeza. ¿Qué adelantaría con ir al cine si sabía de antemano qué no conseguiría concentrar en el enredo de la película?

— No, gracias. Voy a tomar un baño e ir para la cama.



En la suite que estaba reservada a su nombre en carácter permanente, Victor andaba de un lado para el otro como una fiera enjaulada. Allá fuera, el movimiento era intenso y la ciudad estaba iluminada como una fabulosa galaxia, pero él no estaba con humor para salir y divertirse.

Quien lo viese, no creería que era un jeque. Parecía tan occidental como cualquier inglés nativo, en aquel hotel lujoso decorados con muebles modernos de madera y telas abstractas. Apreciaba éste contraste entre lo oriental y lo occidental. Parecía estar unido directamente a su naturaleza.

De repente, Victor paró delante del emisario que lo observaba en silencio y extendió las manos en un ademán de frustración e incredulidad. Había sido hechizado por un par de ojos verde miel. Ésa era la única explicación. Por más que lo intentase, no conseguía sacar la imagen de la guapa joven rubia de su mente.

No debería estar solo en aquella noche. Ella debería estar allí con él en aquel momento. En su cama. Bajo su cuerpo. Sin percibirlo, Victor gimió alto.

— ¿Le pasa algo, señor? – preguntó Philip

— ¡No lo puedo creer! – Victor desahogó. – ¡Debo haber perdido mi encanto!

Philip se limitó a sonreí. Conocía su lugar. Nadie le había pedido su opinión.

Victor retó al otro.

— ¿No vas a decirme nada, Philip?

— ¿Quiere saber lo que estoy pensando?

Victor respiró hondo.

— Claro que quiero, ¿por qué pediría tu opinión si no quisiese oírla? ¿O me hallas tan arrogante y presuntuoso qué no tengo capacidad a oír una opinión sincera?

— Depende, señor. Puedo ser sincero, pero eso no significa que mi verdad sea la misma que suya. El punto de vista de un hombre puede significar una verdad para él y un error para los otros.

Fue la vez de Victor sonreír.

—Tú no niegas que naciste en Maraban cuando hablas de esa manera. Vamos allá, di francamente lo que piensas, ¿por qué fallé con esa mujer cuándo ninguna otra jamás me rehuyó a mí?

— En su vida, señor, hizo con que todos sus deseos fuesen realizados.

— No todos, Philip. Fui educado según la disciplina inglesa.

— El colegio fue riguroso, señor, pero desde que se volvió adulto, poco o nada le fue negado.

Victor respiró hondo. ¿Sería posible qué se estuviese sintiendo tan mal apenas por qué no tuviera un deseo satisfecho por primera vez?

— Una única mujer fue capaz de rechazarme hasta ahora – Victor murmuró.

— ¿Sabrina? – indagó Philip.

— Sí, pero con Sabrina fue diferente. Estaba enamorada de mi mejor amigo. Esta vez...

Aquella vez, la atracción era mutua. Sintió a Myriam luchar contra sus necesidades y sus deseos. Cuando la tuvo en sus brazos, él no tuvo dudas de que ella correspondía a su fervor. Sin embargo, en vez de estar juntos en una cama, él se encontraba solo y frustrado como nunca pasara antes.

— ¿Cómo se llama ella?

— Myriam – Victor contestó

— Quizá ella también esté enamorada de otro – Philip sugirió.

— No. No hay nadie en su vida.

— ¿Ella le dijo eso? – Philip preguntó, sorprendido.

— Sí.

— ¿Quizá no haya simpatizado con usted?

Victor sonrió, convencido.

— OH, ella simpatizó. – El problema no era eso aunque él no supiese definir cual era.

¿Sería una cuestión de abstinencia, quizá? ¿Cómo era el caso de él? Al final, desde que su padre enfermara y él tuviera de asumir la responsabilidad por el gobierno de su país, no hubo más tiempo para aventuras amorosas.

— Creo que voy a tomar un baño – decidió.

Un criado le dispuso la bañera con aceites perfumados. En cuanto se quedo solo, Victor se libró de la túnica de seda y buscó relajar los músculos bajo a agua templada. Era alto y fuerte. A pesar de no ejercitarse en una academia, poseía la complexión de un atleta. Quizá la práctica de equitación contestase un poco por los muslos rígidos y por la postura erecta.

Andar a caballo era algo extremadamente importante y necesario en su país. Pero, además, tenía una verdadera pasión por esos animales. Sobre una celda, conseguía sentirse libre.

El baño consiguió relajarlo por fin. Pero la figura de Myriam Montemayor con su belleza rubia no lo abandonó en ningún momento. ¿Debía mimarla, quizá? ¿Conquistarla con flores? ¿O con joyas? No conocía ninguna mujer sobre la superficie de la Tierra que no quedase deslumbrada con el brillo de las piedras preciosas.

Salió del baño con el ánimo recuperado, se vistió rápidamente y se dirigió a la sala que funcionaba como oficina. Philip estaba delante de la computadora, metiendo un texto.

— Deja eso para mañana, Philip. Quiero que hagas algo para mí.

— Pero, señor, ¿esto no era urgente?

— Surgió algo más urgente. Descubre la dirección de Myriam Montemayor para mí. De su residencia y de su trabajo.
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Mensaje  myrithalis Mar Mar 30, 2010 1:04 am

Gracias por el Cap Saludos Atte: Iliana
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Mensaje  Eva_vbb Mar Mar 30, 2010 2:16 am

GRACIAS X EL CAP.... TE ESPERAMOS CON EL QUE SIGUE ASI QUE NO TARDESSSSSS YA SE PUSO MUY INTERESANTE
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Mensaje  Eva Robles Miér Mar 31, 2010 3:08 pm

gracas esta muy bonita y me gusta mucho sigele por favor

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Mensaje  christina34 Jue Abr 01, 2010 6:27 pm

Capítulo III



Después de un baño de una hora de duración y de una taza de té de manzanilla, Myriam tuvo dificultad de conciliar el sueño aquella noche.

El cansancio acumulado durante la larga y atribulada semana no consiguió vencer la fuerza y el poder de la imagen del jeque.

Indispuesta, Myriam resolvió quedarse en la cama hasta más tarde y estaba dormitando cuando oyó a Lara llamarla a los gritos.

— ¿Qué pasa?

— ¡Ven aquí! ¡Deprisa!

Myriam agarró los primera vaqueros que vio en el armario y una camiseta azul-clara y corrió a la sala. Lara estaba parada, aturdida, con un enorme arreglo de rosas amarillas y hortensias en los brazos.

— ¡Uau! – Myriam exclamó. – ¡Chica de suerte! ¿Quién es el admirador secreto?

— ¡Las flores no son para mí, boba! –declaró Lara. – Es tu nombre el que está en la tarjeta.

Myriam agarró la tarjeta con manos temblorosas. Como no se animaba a abrir el sobre, Lara la incitó.

— ¿Eh? ¿No estás curiosa por saber quién las envió?

— No necesito leer la tarjeta para saberlo – Myriam contestó. – Fue Victor.

— ¿Cómo puedes tener la certeza?

—La tengo – Myriam afirmó con una sonrisa. – Nadie que yo conozco gastaría tanto dinero con flores.

Pero la curiosidad acabó venciendo y Myriam leyó el mensaje. “ Las rosas son un homenaje a tus cabellos y las hortensias a tus ojos. Pasaré a buscarte al mediodía. Victor.”

— ¡OH, Dios mío! ¡Qué romántico! – exclamó Lara, soñadora.

— ¿Tú crees?

— Yo me sentiría en el paraíso si un hombre me mandase flores como ésas. ¡Y qué palabras!

Myriam, entretanto, no era de la misma opinión.

— ¿Quién piensa él qué es para determinar la hora de buscarme? ¿Cree qué estoy a su disposición y qué basta él chasquear los dedos para sentarme pacientemente a esperarle?

— ¿Pero tú no tienes nada para hacer hoy, lo tienes? – Lara replicó, admirada con la reacción de la amiga.

— La cuestión no es ésa.

— ¿Cuál es, entonces?

— Yo no quiero salir con él.

— ¿De verdad? ¿Está siendo honesta contigo misma?

Myriam se mordió el labio. Parte de ella sabía que no era verdad. La otra parte intentaba vencer, agarrándose a la lucha que siempre entablaba por su independencia, algo que temía perder si cayese en poder de un hombre como Victor.

— Tengo miedo – Myriam admitió.

Lara suspiró.

— ¿Qué pretendes hacer? ¿Decirle eso cara la cara? ¿O hacer qué no estás cuándo el timbre suene? – Lara dio una súbita sonrisa. – ¡podría yo atender y salir con él en tu lugar, si tú quieres!

Myriam se quedó sorprendida con el ataque inesperado de celos.

— Soy realista, no cobarde – dijo con orgullo. – Si yo lo rechazara otra vez, podrá reaccionar de manera aún más significativa.

— ¿Hasta vencerte por el cansancio, quiere decir?

— Probablemente – Myriam concordó. – Victor no es del tipo que recula cuando desea algo. Soy capaz de apostar que es la primera vez que alguien le dice no.

— ¿Y ahí, qué pretendes hacer?

Un escalofrío recorrió el cuerpo de Myriam a medida que la decisión tomó forma en su mente.

— Yo iré. Y lo convenceré de que no soy el tipo de mujer que él quiere.

— ¿Sabes cuál es el tipo de mujer qué él quiere?

— Una concubina de corto plazo.

— ¿Una concubina de corto plazo?

— Sí. Alguien que acepte vivir con él como esposa hasta que él se canse y arregle otra para colocar en su lugar.

—De la manera que hablas, no lo tienes en buen concepto –Lara dijo, seria.

Ése era el gran problema. Ella no lo tenía en buen concepto, a pesar de no conocerlo, pero se sentía atraída por él.

— Voy al cuarto cambiarme de ropa – Myriam avisó enseguida.

— ¿Y las flores? – Lara quiso saber.

— Considéralas tuyas. Colócalas donde quieras.

Al menos Myriam no necesitaba preocuparse en materia de guardarropa. Contaba con indumentarias adecuadas para cualquier ocasión, incluso un encuentro con el jeque.

Era una exigencia del empleo que ocupaba. La elegancia y el glamour eran parte de su trabajo.

Esta claro que un encuentro al mediodía no pediría brillo ni exceso de sofisticación. Al mismo tiempo, Myriam estaba determinada a presentarse de la mejor manera posible y escogió uno de sus vestidos favoritos, en lino azul pálido, bien inglés.

De modo a evidenciar el contraste entre sus culturas, Myriam se recogió el pelo en un moño y se maquilo con extrema suavidad.

Apenas había acabado de arreglarse, el timbre anunció la llegada de Victor. Se obligó a mantener la calma y la respiración controlada al abrir la puerta. Pero, para su sorpresa, no era el jeque quien estaba delante, sino un extraño alto y moreno, con ojos verdes y una sonrisa en los labios.

— ¿Srta. Montemayor?

Era guapo. En circunstancias normales, Myriam habría sentido el corazón latir más fuerte al verlo. Pero las circunstancias no eran normales.

— Perfectamente.

— El príncipe Victor ésta aguardándola en el coche.

— ¿El señor, quién es? – Myriam indagó.

— Philip Caprice. Soy emisario del príncipe.

— ¿Él tiene algún problema, acaso? – Myriam irguió la barbilla. – ¿No sería más gentil de su parte venirme a buscar en persona?

El emisario mal disfrazó otra sonrisa.

— No sería normal – Philip informó.

— Bien, no es normal para mí que él mande a otro en su lugar cuando marca un encuentro. Por tanto, quiere hacer el favor de avisarlo que también me veo en el derecho de no darme al trabajo de ir a verlo.

La expresión de Philip Caprice se alteró de manera drástica.

— Yo pido...

— Lo siento – Myriam contestó, firme. – Sé que está haciendo su trabajo, pero debo decir que la invitación de su jefe deja mucho que desear. Habría sido más educado de su parte llamarme y quedar a una hora. Además de no consultarme sobre mi conveniencia, se niega a buscarme personalmente. No puedo tolerar eso. O él sube aquí o no habrá encuentro.

El hombre la oyó sin replicar. Por fin, hizo un movimiento afirmativo con la cabeza y dijo que daría el recado. Antes de alejarse, sin embargo, pidió que Myriam dejase la puerta abierta.

— ¿Por qué? ¿Sería muy indigno para un príncipe tocar el timbre? – Myriam se burló, pero atendió el pedido.

En la sala, Lara estaba dividida entre la perplejidad y el shock.

— ¿Myriam, y ahora? ¡Soy capaz de apostar qué él ya se fue!

— Espero que sí – Myriam murmuró y se volvió enseguida al oír la voz de Victor.

—Tu deseo no fue satisfecho.

No era posible adivinar si era admiración o ira lo que había detrás de los ojos oscuros y escrutadores. Victor estaba muy diferente aquella tarde del hombre que conociera la noche anterior. El aura de peligro continuaba la misma, pero el traje exótico había sido cambiado por un traje gris-grafito de corte impecable y por una camisa blanca de cuello mao.

Con ropas occidentales, no era necesario intentar adivinar las formas masculinas. Los hombros de Victor eran aún más anchos del que ella imaginaba y las piernas eran tan largas y musculosas que la impedían parar de admirarlas.

Myriam quiso hablar, pero le faltaron las palabras.

— ¿Prefiere qué me vaya?

— Quizá sea mejor – Myriam contestó, aunque no fuese ése su real deseo.

— Pero te has vestido para que salgamos – Victor observó.

— sí.

— ¿Por qué, entonces desaprovechar tu trabajo?

— No tuve trabajo alguno.

— Gracias por la parte que me toca.

— No estoy acostumbrada a hombres que mandan empleados en su lugar cuando invitan a una mujer a salir.

Victor estrechó los ojos.

— Philip no es mi empleado. Es mi emisario.

— Eso es apenas una cuestión de nomenclatura – Myriam replicó. – ¿por qué no viniste tú a buscarme personalmente?

Victor suspiró. ¿Qué diría Myriam si le dijese qué nunca fue necesario antes? ¿Qué era la primera mujer qué no venía corriendo a sus brazos a un chasquido de dedos?

— Estoy aquí ahora – él declaró con humildad. No era su forma, pero algo le decía que Myriam era una mujer diferente y que él perdería su oportunidad de salir juntos en caso de insistir en comportarse de la manera que estaba habituado.

Al otro lado de la sala, había una joven morena de pelo corto. Le miraba como si estuviese delante de un ser de otro mundo.

— Hola – Victor la saludó con una sonrisa.

Myriam se puso furiosa al notar qué su amiga estaba casi derritiéndose sobre la alfombra. ¿Por otro lado, cómo podía culparla? Aquel apartamento jamás había recibido un visitante tan ilustre antes.

— Mucho gusto, Lara Black – Lara contestó con un murmullo.

Myriam miró a Victor con impaciencia. En el mismo instante él dijo:

— ¿Podemos ir?

Por más que ella desease ser fuerte, no consiguió volver atrás. La verdad era que estaba ansiosa para quedarse a solas con Victor. ¿Además, qué mal podría haber en una simple comida?

— Podemos.

Victor casi dejó escapar una pequeña sonrisa de triunfo, pero se acordó de que la fría aceptación no significaba una victoria. Al contrario de lo que habría ocurrido en otra situación, él no se sintió irritado. Un calor agradable estaba tomando en cuenta de su cuerpo. Algo que no le pasaba hacia tiempo.

En el recibidor, Victor se paró e hizo un ademán para dejarle pasar. Myriam tragó en seco. Estaban tan próximos que bastaría erguir el brazo para alcanzarlo. Le miró y creyó que un brillo diferente pasó por los ojos negros.

Victor respiró hondo. No se había engañado sobre que Myriam sentía por él lo mismo que estaba sintiendo por ella.

— ¿Dónde le gustaría ir? – preguntó, solícito.

— ¿No hiciste ninguna reserva? – Myriam se extraño. A su ver, un príncipe no aceptaría nada menos que la mejor mesa en el mejor restaurante y los mejores lugares solían estar repletos el domingo.

— No.

— Eso limitará nuestra elección.

—No creo. Nunca necesité hacer reserva –Victor confesó y, por primera vez, se dio cuenta de la arrogancia de la afirmación.

Para Myriam también fue la primera vez que se dio cuenta de la importancia del hombre que estaba a su lado.

— Una de las ventajas de ser un príncipe, supongo – intentó bromear.

— Sí – él contestó con una sonrisa. – ¿Entonces, dónde te gustaría ir?

Era parte de la vida de Myriam tratar con las personas. Su intuición le dijo que una novedad sería bien venida a Victor, tan acostumbrado que estaba al lujo que no le daba valor.

— Hay una cantina italiana llamada Presto en la calle Sutton que tiene una culinaria excelente. ¡Y allá no es tan difícil conseguir una mesa!

Victor esperaba que Myriam fuese a escoger un restaurante caro y sofisticado. El hecho de ser una mujer de gustos simple lo dejó aún más fascinado.

— Entonces será allí donde iremos.

Mientras bajaban las escaleras, Victor se quedó mirando los cabellos de ella como si estuviese hipnotizado. Pero por mayor que fuese a tentación de tocarlos, él se contuvo.

Myriam vaciló delante del coche más lujoso que jamás viera, pero el conductor la hizo reaccionar al abrirle la puerta.

— Iremos al Presto, en la calle Sutton – dijo Victor y el conductor asintió con un ademán de cabeza.

En cuanto se acomodó en el asiento de atrás, Myriam percibió qué no sería el conductor el único en acompañarlos. Al lado de él estaba Philip, el emisario, y un hombre ceñudo que ella imaginó sería el guardaespaldas.

El coche recorrió lentamente las calles animadas. Cuando pararon delante del restaurante y el conductor se apresuró a bajar, Myriam se volvió para Victor.

— ¿Philip no irá con nosotros?

Victor necesitó contener una ola de celos. ¿Por qué Myriam quería la compañía de su emisario? ¿Estaba atraída por el otro? ¿O no quería un encuentro a solas con él?

— ¿No, algún problema?

Myriam se mordió el labio, ofendida con la alegría que sintió al saber que se quedaría a solas con Victor.

— Por mí, todo bien.

Dentro de la cantina, la atmósfera era alegre y ruidosa al sonido de una tarantela.

— ¿El señor hizo reserva? – preguntó la recepcionista.

— No. Espero que nos consiga una mesa.

La chica le hizo un guiño.

— Claro que la consigo.

Myriam miró a Victor con incertidumbre. Estaba empezando a dudar de su sabiduría al llevar un príncipe a un local tan ajeno a protocolos. Por otro lado, qué le importaba si él se estaba sintiendo o no ultrajado.

Lo qué Myriam no podía imaginar era que Victor estaba adorando el placer del anonimato. Además de eso, Myriam estaba deliciosamente a voluntad a pesar de la elección de la ropa que la hacía parecer una maestra.

Victor esperó que se acomodase a la mesa. En aquel momento, miró con desconfianza a Myriam.

— ¿Fue una especie de prueba?

Myriam sintió lo perfume de sándalo de Victor cuando él se inclinó para hablarle.

— ¿Prueba? – se extraño.

— ¿Pensaste qué me negaría a comer en un lugar de apariencia tan espartana?

Myriam elevó una ceja y se demoró en contestar.

— ¿Debo clasificarlo cómo un esnob, príncipe Victor?

Victor casi replicó que Myriam se estaba pasando de los límites. Si fuese otra persona, él no toleraría tal comportamiento.

— ¿No me contestaste – él insistió – Fue algún tipo de prueba?

¿Por qué no usar la franqueza? ¿Victor no debía estar cansado de oír a las personas decir siempre amén a sus menores voluntades? ¿De la misma forma qué no daba más valor al lujo?

— Creí que te gustaría variar una vez en la vida – Myriam contestó. – A mi parecer, todo lo que es demás da nauseas. Tuve la idea de traerte aquí porque tengo la certeza de que nunca tuviste la oportunidad de conocer algo del género.

La admiración de Victor por Myriam aumentó aún más.

— Eres capciosa.

La alabanza la agradó más de lo que debía. Para disfrazar se puso a estudiar el menú. Pero no adelantó, porque continuó sintiendo los ojos de Victor posados en su rostro.

— ¿Podemos hacer el pedido?

La tensión volvió a dominarlo. ¿Myriam no sabía qué era necesario esperar hasta que él decidiese? ¿Su necesidad de independencia no sobrepasaba los límites de la tolerancia?

— ¿Vino? – Victor sugirió. – ¿O prefieres champagne con el pescado y la ensalada?

— ¿No dijiste qué no sueles beber? – Myriam le recordó y se dirigió a la camarera. – Agua con gas para mí, por favor.

— Tenemos un excelente ponche de frutas – la joven ofreció.

Myriam estaba disponiéndose a contestar cuando Victor le dirigió una mirada que la mantuvo en silencio.

— Vamos a probarlo, gracias.

Cuando se quedaron nuevamente a solas, Victor no pudo evitar el pensamiento del que estaba ansioso para intentar dominar a Myriam en una cama. Ella, a su vez, estaba sintiéndose incómoda con la fuerza de aquélla mirada.

— ¿Necesitas mirarme de ese manera?

— ¿De qué manera? – él se burló.

Como si la estuviese desnudando, Myriam pensó, para después recorrer su cuerpo con las manos, los labios y la lengua.

— Tú lo sabes, no seas insolente.

— ¿Es insolencia admirar a una mujer? Myriam, Myriam, Myriam – Victor balanceó la cabeza. – ¿Qué tipo de hombres conociste antes de mí qué no agasajaron sus ojos delante de tal belleza?

— Hombres educados – Myriam contestó.

— ¡Qué pena! – Él volvió a balancear la cabeza. – ¿Vamos a pasar la comida entera discutiendo?

Discutir al menos era más seguro del que los dos festejen los ojos con la belleza del otro, Myriam pensó. Pero no era cierto y ella necesitaba demostrar que tenía control sobre sí misma.

— ¿Claro qué no, ¿Sobre lo que te gustaría conversar?

Myriam estaba tratándolo como si estuviesen en una entrevista y él fuese candidato a una colocación, Victor pensó. Lo que era inédito para él. A esas alturas, Myriam ya debía estar en sus brazos.

— ¿Siempre tratas a los hombres cómo seres inferiores?

Myriam casi sonrió.

— ¿Dices eso porque es el modo cómo siempre tratas a las mujeres, no? Porque no estas acostumbrado a mujeres que no corren a echarse en tus brazos.

— ¿Por qué no dices luego en mi cama?

Myriam enrojeció en contra de su voluntad.

— ¿Eres siempre tan sensible? – Victor se burló

— No – Myriam contestó y era verdad. Esa fuerte reacción que Victor despertara. – Soy una mujer adulta y práctica. Tengo un trabajo que exige mucho de mí. Si no soy capaz de encajar un comentario como ése, debe estar ocurriendo algo equivocado. Quizá haya exagerado, incluso, sobre mi postura.

—Tu franqueza es admirable. Confieso que me agrada tener una mujer que...

— ¿Consigue hablarte de igual a igual? – Myriam lo interrumpió.

Victor estaba presto a declarar que le era agradable tener una mujer que le hablase a la inteligencia y no apenas a la libido, pero prefirió dejar a Myriam con la última palabra.

La camarera se acercó en aquel momento con las tazas de ponche. Ambos lo probaron antes de que Myriam siguiera con la conversación.

— Creo que está es la hora de saber algo más uno sobre el otro – sugirió Victor. – ¿Quién comienza con las preguntas?

—Yo comienzo – Myriam se ofreció. Era experta en entrevistar a personas y sabía que la primera pregunta generalmente era la más común y esperada. De esa manera, no preguntó a Victor lo que significaba ser príncipe.

— Háblame sobre Maraban.
Victor entrecerró los ojos. Si Myriam quería entrever entrelíneas, no podría haber hecho otra pregunta. Porque él amaba el país donde naciera y no conseguiría disfrazar sus verdaderos sentimientos al mencionarlo.

De repente, él sonrió y su voz adquirió un matiz de profundo afecto.

— ¿Si yo te dijese qué Maraban es el país más bonito del mundo, lo creerías?

Delante de una sonrisa como aquélla, creería cualquier cosa, Myriam pensó.

— Creo que sí.

— Maraban queda en el corazón del Oriente Medio – Victor contó, fascinado por el brillo de interés que vio en aquellos ojos.

Myriam oyó la descripción e imaginó Maraban como un lugar lejano y mágico. Una tierra donde crecían las más lindas higueras y nogales del mundo, con sus montañas y su floresta ricas en vida salvaje. Victor habló de los chacales, de los jabalíes y de los raros gamos color rosa. Habló de los veranos calientes y de los inviernos rigurosos. El país de Victor era rico en contraste y en belleza.

Así como a su futuro soberano, Myriam pensó y se estremeció al volver a la realidad en forma de una joven que servía el almuerzo.

— Debe ser un lugar realmente bonito – Myriam murmuró.

—Lo es – Victor confirmó e indicó los platos. – ¿Vamos a comer?

Myriam agarró el tenedor aunque no tuviese el menor apetito.

— Háblame respeto al tuyo ahora – Victor pidió.

— Hablar sobre Essex, el lugar donde nací, sería monótono después de lo que contaste sobre Maraban.

— No seas modesta.

Myriam analizó, entonces, sobre su infancia en una aldea, sobre su casa en el árbol donde jugaba el día entero, sobre la red amarrada entre dos árboles en el fondo del jardín y sobre la casa de muñecas que su padre le regaló en su octavo aniversario, hecha por sus propias manos.

— En resumen, una vida simple y común – Myriam concluyó.

— Jamás menosprecies la vida que llevas – Victor dijo serio, lo qué la llevó a reflexionar todos aquellos placeres le habían sido negados a él.

— Jamás menosprecio – Myriam afirmó.

— ¿Tienes hermanos?

— Solo un hermano mayor. ¿Y tú?

— Dos hermanas – Victor contestó. – Más jóvenes.

— El trono será tuyo, entonces.

— Espero que en un día muy lejano – Victor contestó, brusco.

Myriam percibió de inmediato que tocó un punto problemático, que lo recordara algo que él prefería olvidar.

Victor se mostró distante en los minutos siguientes. La observación de Myriam lo había llevado de vuelta al lecho de su padre cuya salud se estaba deteriorando. La presión para que él encontrase una esposa estaba creciendo. Y el día que él se casase, necesitaría parar de soñar con aventuras con una mujer de cabellos rubios y ojos verde miel.

Myriam se sintió incómoda. Algo había cambiado en Victor aunque ella no pudiese precisar el que. A su vez, Victor tuvo de respirar hondo. El movimiento inocente de Myriam había realzado el formato de sus senos a pesar de todo el empeño que ella hiciera en ocultar el cuerpo con aquella ropa seria y ancha.

En Maraban las mujeres se vestían con modestia. Las occidentales, sin embargo, usaban y abusaban de las faldas cortas, pantalones apretados y escotes pronunciados. Estaba acostumbrado a las dos civilizaciones. En el caso de Myriam, la elección de ropas se quedaba en el medio término. Ella se vestía con elegancia y decencia. Con sutileza y sensualidad...

Una nueva ola de deseo lo inundó. Necesitaba tenerla. Cuanto antes pasase, más deprisa conseguiría sacarla de la cabeza.

— ¿Vamos?

Myriam lo enfrentó. Los ojos de Victor estaban aún más oscuros y ella sabía el porqué. Así como sabía lo que él estaba pretendiendo hacer después que saliesen del restaurante. La tentación era fuerte. Necesitaba resistir.

— Vamos – ella concordó con una sonrisa. – Tengo una montaña de trabajo para hacer.

Victor no dio importancia a la disculpa. Tenía la certeza de que Myriam no insistiría en esa idea. No cuando estaba sintiendo por él lo mismo que él estaba sintiendo por ella.

Victor se levantó y le extendió la mano.

— ¿Y la cuenta? – Myriam indagó, preocupada.

— Philip se ocupará de pagarla.

En cuanto salieron a la calle, Myriam notó que el conductor ya les estaba abriendo la puerta.

— ¿Las personas hacen todo por ti, Victor? –Myriam no pudo evitar la pregunta.

— Sí, desde que yo quiera, por supuesto. Nunca ejercí mi derecho de ser bañado.

Myriam pestañeó.

— ¡Es increíble!

— Es normal en mi país que los príncipes tengan valets o criadas particulares que lo cuidan incluso, de sus baños. Pero, volviendo a nosotros dos, ¿Myriam dónde te gustaría ir ahora? ¿A tu trabajo en casa? ¿O a un café en mi suite en el Granchester?

La tentación casi la venció. Por suerte, el orgullo la salvó. ¿Qué pensaba él? ¿Qué un almuerzo la compraría? ¿Qué bastaba una mirada sensual y una invitación para que ella fuese a su cama?

— A mi casa, por favor. Tengo mucho lo que hacer.


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Mensaje  Dianitha Jue Abr 01, 2010 7:37 pm

hay myriiam siiempre de terca y neciia Algo Imposible ~  Capitulo 1-14 y Epilogo 95247 Algo Imposible ~  Capitulo 1-14 y Epilogo 95247 Algo Imposible ~  Capitulo 1-14 y Epilogo 95247 k no c da cuenta k lo uniiko k consiigue con eso es k viictor se interese mas en ella muy biien myriiam tu siigue asiin y lo tendras a tus piies Algo Imposible ~  Capitulo 1-14 y Epilogo 95247 Algo Imposible ~  Capitulo 1-14 y Epilogo 95247 graciias x el cap niiña me encanto xfa no tardes con el siiguiiente k k¡akii lo estare esperando Algo Imposible ~  Capitulo 1-14 y Epilogo 95247 Algo Imposible ~  Capitulo 1-14 y Epilogo 95247
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Mensaje  alma.fra Jue Abr 01, 2010 9:52 pm

Muchas gracias por el capitulo, jaja pobre Vic estaba seguro de ke Myri le diria ke si.
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Mensaje  myrithalis Vie Abr 02, 2010 9:54 am

Gracias por el Cap muy bonito e interesante sigue asi Myriam Saludos Atte: Iliana
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Mensaje  christina34 Vie Abr 02, 2010 3:20 pm

Que bueno que les esta gustando la nove 'Algo Imposible ~  Capitulo 1-14 y Epilogo 146353'
Besitos 'Algo Imposible ~  Capitulo 1-14 y Epilogo 664467'

CAPÍTULO 4

El interfono sonó y trajo a Myriam de vuelta al presente.

— ¿Myriam, podrías venir a mi sala un momento? Ocurrió algo muy interesante.

— Estoy en camino, Kerry – Myriam contestó a la jefe y se obligó a fingir un entusiasmo que estaba lejos de sentir.

Kerry MacColl era la directora de la Headlines, la agencia de colocaciones más famosa de Londres y Myriam estaba trabajando en su oficina hacía dos años. A pesar de funcionar en un chalet en Maida Vale, la empresa era dinámica, un gran éxito. Los concurrentes morían de envidia. Los empleados, a pesar de apenas tener tiempo para respirar, se sentían como si estuviesen en sus propias casas.

La puerta de la sala de Kerry estaba abierta y Myriam entró sin llamar, como era práctica entre ellas. Quien las viese, no podrían imaginar que eran jefe y asistente. La edad de Kerry uniformaba con la de Myriam. Además, los seis empleados estaban en la misma franja de edad. El equipo podía ser pequeño, pero estaba perfectamente integrada.

— Hola. – Kerry se enderezó las gafas a la entrada de Myriam.

— Hola. ¿Me dejaste curiosa, sabías?

— ¿Cómo pasaste el fin de semana? – Kerry preguntó, sin dejarse engañar por la sonrisa.

— Bien – Myriam respondió. No era mentira, ¿era? El hecho de no sacar a Victor de la cabeza, día y noche, no significaba que estuviese mal. Intentaba la terapia de la ocupación para distraerse. Su apartamento nunca vio una limpieza más completa. Y ella fuera a ver varias películas que estaban en cartel, además prestigiar una exposición de arte y visitar a sus padres en el sitio donde vivían.

— ¿De verdad? – Kerry insistió. – Estás pálida y tienes ojeras.

Por un momento, Myriam pensó en desahogarse con Kerry, pero su lema era nunca mezclar la vida personal con la profesional.

— Estoy bien – Myriam repitió, sin saber que decir. – No te preocupes.

—Siéntate, Myriam, por favor – Kerry prosiguió.

Su jefa estaba extraña, pensó Myriam. ¿Qué estaría pasando?

— ¿Entonces, qué hay tan interesante? Confieso que me puse curiosa.

— ¡No puedes imaginar! – Kerry pareció olvidar la preocupación en el mismo instante. – Acabo de comer con un cliente que...

— ¡Qué suerte! – Myriam la interrumpió. – Mi comida fue un mero perrito caliente.

El modo como Kerry respiró llamó inmediatamente la atención de Myriam. Su jefa estaba excitada. Ella no solía mostrarse de aquella manera.

— ¿Qué me dirías si yo te contase qué fuimos contratados por un príncipe?

Myriam sintió la cabeza girar. ¿Qué haría si Kerry le dijese, enseguida, qué el príncipe se llamaba Victor?

— ¿Un príncipe?

Kerry se rió.

— Yo tampoco me lo creería si estuviese en tu lugar. Además, también me quedé sin aliento cuando lo vi entrar en el restaurante más caro de Londres y todas las miradas, principalmente los femeninos, se volvieron a él.

— ¿Qué quería él?

— Ésa es la parte interesante – Kerry declaró. – Te quería a ti.

Emociones fuertes y contradictorias dominaron a Myriam.

— ¿Yo?

— ¡Cálmate! – Kerry pidió. – Déjame explicarte.

Myriam se agarró a una tenue esperanza. Quizá Victor no fuese el único príncipe oriental en Londres en el momento.

— ¿Cual es su nombre?

— Victor – contestó Kerry. Si fuesen otras las circunstancias Kerry habría notado que un fuerte sonrojo tomó cuenta de la palidez. Pero ella estaba entusiasmada contando sobre su comida para reparar en otra cosa. – Él nos buscó porque quiere que tú encuentres alguien para él.

— ¿Sabes porqué? – Myriam hizo un esfuerzo inmenso para no traicionar su nerviosismo.

— OH, sí. – Kerry se apresuró a informar. – Oyó decir que tú eres la mejor cazadora de cabezas de la ciudad y no se satisface con menos de lo que es el mejor.

Myriam frunció el ceño, confusa.

— ¿Qué quiere él qué yo haga?

— Que encuentres alguien que ocupe la dirección de su refinería de petróleo. La persona responsable del sector estará jubilándose pronto.

Myriam balanceó la cabeza, preocupada.

— ¡Refinerías de petróleo no es nuestro campo! Somos especializados en propaganda y marketing.

— Fue lo que le dije. Creí que era mi deber aconsejarlo a buscar una empresa con experiencia en el área.

— ¿Y qué contestó él?

— Que las reglas para la contratación de personas eran las mismas para cualquier tipo de trabajo.

Victor jamás se conformaría en retroceder delante de un obstáculo, Myriam pensó. Lo qué él quería, él conseguía. Lo peor era que ella también lo quería. Cada vez más...

Kerry estaba mirándola con perplejidad.

— Confieso que no esperaba esa reacción de tu parte, Myriam. Pensé que ibas a dar saltos de alegría delante de la oportunidad. Cualquiera profesional que mereciese tan altas alabanzas de una figura importante como un príncipe debía estar en el séptimo cielo. ¿Me estás escondiendo algo?

Myriam era una persona franca y sincera, pero Kerry era su jefa y ella no tenía coraje para contarle sobre el encuentro, se sentía ridícula. ¿Cómo contarle a alguien qué estaba atraída por un príncipe y él por ella y qué estaba con miedo de ir adelante y herirse?

— No – Myriam mintió.

— Considera la oportunidad – Kerry intentó incentivarla. – Ése podría ser el gancho para que ingresemos en otros sectores. ¡En el ámbito mundial!

Lo qué Kerry estaba diciendo, tenía sentido. El lado profesional de Myriam reconoció eso. Era una oportunidad de oro que no podía ser perdida. ¡Aun cuando Victor la estuviese manipulando!

— Me gustaría asumir la tarea, Kerry.

— ¡Así se habla! – Kerry apretó la mano de Myriam. – Quiere verte mañana a las diez horas.

— ¿Dónde? – Myriam preguntó, aunque ya supiese la respuesta.

— En su suite, en el Granchester Hotel.



Myriam pensó mucho antes de decidirse por una ropa. Resolvió presentarse sin ningún artificio, sin ninguna sofisticación o sensualidad.

Vistió un conjunto de pantalón largo color rosa y se recogió el pelo en una coleta. El maquillaje fue dejado de lado. Apenas se puso un leve toque de lápiz de labios de la misma tonalidad.

Llegó al hotel con cinco minutos de antelación y la primera persona que vio en la recepción, como esperaba, fue Philip Caprice.

— Hola – él la saludó, viniendo a su encuentro.

— Hola – contestó cortes. No podía culparlo, al final, por cumplir los órdenes del jefe. – Imagino que Victor le ha mandado que viniese a recibirme.

— No. Vine a recibirte en persona – sonó la voz de Victor atrás de ella.

Myriam se giró e irguió una ceja.

— ¿Debo me sentir honrada?

— Sí, quizá debieses – Victor concordó. – Otras mujeres no suelen tener ese privilegio.

— Porque no deben haber sido presionadas a encontrarlo como yo. ¿Estoy en lo cierto?

La sonrisa de Victor se congeló en los labios.

— ¿Está pretendiendo hacer una escena en medio del vestíbulo?

— ¿Dar una opinión legítima significa hacer una escena para ti? Myriam lo desafió. – ¿Qué tipo de mujeres conoces, Victor?

Al reconocer la misma estrategia en Myriam, Victor se apresuró a interrumpir el asunto.

— ¿Subimos?

— ¿Por qué? ¿Para intentar conquistarme? – Las palabras escaparon antes que Myriam se pudiese contener.

Victor estrechó los ojos, pero enseguida sonrió.

— ¿Es lo que estás esperando qué yo haga, adorable Myriam?

Para su horror, Myriam se sintió derretir delante de la sonrisa insinuante. Su piel ardía bajo la mirada de apreciación. Era como si con el magnetismo de sus ojos, Victor se transformase en el sol de la primavera.

— No – ella contestó con supremo esfuerzo. – Me gustaría poder escoger entre aceptar o no este contrato.

— Tengo absoluta certeza de que su jefe le dio libertad de elección.

— OH, sí. A ella ciertamente no le importaría perder la ocasión de ganar un buen dinero además de prestigio.

Victor la interrumpió con un pequeño ademán.

— Vamos a continuar ésta conversación arriba, por favor. No creo que vaya a gustarme lo que estoy por oír. Y si mi intuición no me engaña, no quiero que mis hombres ni los empleados de este hotel te escuchen.

Myriam pensó en protestar, ¿pero qué adelantaría?

— ¿Philip subirá con nosotros?

— ¿No sales con un hombre sin una tercera persona para servir de carabina?

Myriam se irguió con indignación.

— Soy una profesional, Victor. Sé como llevar un negocio y confío que tú pienses lo mismo.

La tentativa de dominarlo lo excitó aún más.

— Quien nazca en Maraban es señor de su propio destino – Victor murmuró. – No confíes en nada si no quieres arrepentirte después. – Victor hizo una señal a Philip. – Venga Philip. La chica pide su presencia.

— Será un honor – Philip contestó, divertido con la situación.

Los tres subieron en silencio. Las palabras de Victor se repitieron en los oídos de Myriam. Señor de su propio destino. Un escalofrío le recorrió la espalda.

La suite era extraordinaria. Por más que su trabajo le hubiese posibilitado conocer lugares donde imperaban el lujo y el glamour, Myriam se quedó completamente deslumbrada con lo que vio.

No sabría decir lo que esperaba del local: opulencia, dorados y brillos. Y velos coloridos además de mosaicos y cojines diseminados por amantes.

No podría haberse engañado más. La decoración nada tenía de oriental. Era puramente inglesa. Confortable y moderna. Contaba con tres sofás rojo-oscuros y una moqueta crema. Los cuadros eran todos abstractos.

Pero lo que la suite tenía de más bonito era la vista que se tenía por las paredes de cristal. Era como si ellos estuviesen planeando sobre el parque principal de Londres.

— Te gusta desde aquí. – dijo Victor después de observarla por un largo tiempo.

— ¡Es bonito! – Myriam concordó.

Ella también era bonita, Victor pensó. La mujer más guapa que Victor conociera, con su piel blanca y sus cabellos de oro. Y la más deseable porque estaba siendo difícil de conseguir.

— Siéntate, Myriam. ¿Tomas un café conmigo?

El tono fue tan gentil que Myriam se sintió momentáneamente cautivada. Y le sorprendió la entrada de una señora morena cargando una bandeja.

Se acordó, entonces, de que Victor era un príncipe y de que las personas vivían a su alrededor para satisfacerle los menores deseos. ¡Cómo ella! Con su dinero y poder, Victor la había obligado a presentarse en su suite en el Granchester Hotel.

En cuanto se sirvió una taza, Myriam abrió la carpeta y agarró los papeles.

—Muy bien. ¿Podemos comenzar? –indagó con su mejor sonrisa profesional.

— ¿Por qué no terminas tu café primero? – Victor sugirió.

— No es para eso que me estás pagando.

Se hizo un pequeño silencio, roto por el suspiro del príncipe.

— ¿Qué deseas saber? – preguntó con el ceño fruncido.

Myriam contuvo una sonrisa. El comportamiento de Victor le hacía recordar la de un niño en aquel instante.

— ¿Estudiaste con Guy, no?

— Sí, en un internado inglés.

— ¿Cuántos años tenías?

El ceño se volvió más fruncido.

— Siete.

Myriam percibió de inmediato que aquella época dejó marcas.

— Debe haber sido difícil para ti.

Victor dudó, pensativo. Myriam tenía coraje. Pocos se aventurarían a hacerle preguntas de carácter particular. Y poquísimos podrían esperar respuestas.

— No fue fácil – él admitió por fin. – Tradición.

— ¿Tradición?

— Todos los príncipes de Maraban son educados en Inglaterra.

— ¿Por qué?

— Porque se hace posible mezclar las dos culturas.

Como en aquel momento, pensó Myriam. Al verlo de traje y zapatos italianos, no hacía saber que él era un jeque. Sino por los ojos penetrantes y por la piel morena.

— Maraban vende petróleo para el mundo entero – él continuó. – Y yo soy el embajador de mi país adonde quiera que vaya. Como ves, tengo que adaptarme a las diferentes culturas.

— ¿Una especie de camaleón?

— Prefiero describirme como un hombre de contrastes.

Myriam tomó un sorbo de café e intentó encaminarse nuevamente para los negocios.

— Necesito que me digas exactamente lo que quieres, Victor.

Por más que él se esforzase, no lograba pensar en otra cosa que no fuese hacer el amor con Myriam. Con tanto arrebato que ella jamás lograría satisfacerse con otro hombre después.

— En primer lugar, hablaré brevemente sobre Maraban y sus principales reservas de petróleo en el desierto...

— De Asmaln – Myriam lo nombró. – El país también cuenta con riquezas minerales como carbón, magnesio, azufre y sal.

Victor pareció sorprendido.

— ¿Cómo sabes tanto sobre mi país?

— Pues, Victor. Al ser informada de qué había sido designada para un trabajo, me preparé cómo me habría preparado para cualquiera otro ¡Me quedé hasta tarde anoche estudiando sobre Maraban!

— ¿Qué más sabes? – Victor preguntó, admirado.

— Que apenas un cuatro por ciento del país es cultivado a causa de la dificultad de irrigación. ¡Ah, descubrí después de todo qué los pistachos de Maraban son los mejores del mundo!

— ¿Te gustan los pistachos?

— ¿Si me gustan? – Myriam sonrió. – Ningún cóctel tiene gracia sin una ración de pistachos para acompañar.

La irreverencia era algo a lo que Victor no estaba habituado, en especial por parte de personas extrañas a su círculo social. Pero todo cuanto Myriam hacía lo atraía.

— Mandaré que te entreguen un paquete.

Cuando la expresión de Victor se volvía suave como en aquel instante, Myriam se perdía en divagaciones, lo imaginaba haciendo compras en un supermercado, caminando a su lado por las calles. Cosas imposibles. Entonces cambiaba el pensamiento e intentaba verlo en un hotel, nadando en una piscina...

— ¿Que pasa? Estás bien distante.

Myriam balanceó la cabeza.

— No fue nada. Solo estoy esperando que me digas lo que quieres que yo haga.

Victor carraspeó.

— El hombre que administra nuestras refinerías es uno de los mejores del mundo y está queriendo jubilarse.

— ¿Quieres qué yo busque alguien para sustituirlo?

— Nadie podría sustituir a Murad – Victor declaró, pensativo… – Por otro lado, la tecnología industrial avanzó mucho en los últimos años y quiero alguien que haya seguido ese progreso. Un hombre que tenga visión y...

— O una mujer, está claro – Myriam lo interrumpió.

— Un hombre – Victor repitió. – Ninguna mujer puede ocupar ese cargo.

Myriam se puso furiosa.

— O sea, las mujeres no tienen los mismos derechos que los hombres en Maraban.

— Creo que eres lo bastante inteligente para no tener que oír mi respuesta sobre esa cuestión, Myriam.

— ¡Es inaceptable! – Myriam exclamó. – En este país, las mujeres tienen derecho a voto y a disputar cargos.

— ¿Piensas qué eso las hace felices?

— ¡Creo qué no deberías siquiera haber pensado en hacerme ésta pregunta! – respiró hondo. – ¡está claro qué la igualdad trae felicidad! ¿Qué tipo de mujer desea pasar la vida a la sombra de su marido?

La mujer con quien él se iría a casar, por ejemplo, pensó Victor, y se acordó de sus varias candidatas. Todas ellas era la antítesis de Myriam. Y era Myriam quien hacía su sangre hervir.

— No deberías juzgar antes de valorar todos los hechos – él observó. – Las mujeres son altamente respetadas en Maraban y tratadas con reverencia por qué son ellas las que generan la vida. Conoce Maraban y ve por tí misma si ellas son o no felices.

Myriam pestañeó.

— ¿Qué está queriendo decir?

Una sonrisa curvó los labios de Victor. En momentos como aquél era esencial reprimir el poder.

— Tú me acompañarás en mi viaje de regreso a Maraban.

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Mensaje  alma.fra Vie Abr 02, 2010 10:18 pm

Muchas gracias por el capitulo, ke listo Vic.
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Mensaje  Dianitha Sáb Abr 03, 2010 1:54 am

muchas graciias x el cap niiña What a Face What a Face
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