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Mi novio Italiano

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Mensaje  Chicana_415 Sáb Dic 27, 2008 7:59 pm

Very Happy Sigueleeee prontoooo por favorrr
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Mensaje  mats310863 Sáb Dic 27, 2008 11:08 pm

EXCELENTE CAPÍTULO, GRACIAS

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Mensaje  alma.fra Dom Dic 28, 2008 1:16 am

Ya kiero bodaaaa Very Happy ke padres capitulos, no tardes con el siguiente.
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Mensaje  Jenny Jue Ene 01, 2009 1:33 pm

Hola Feliz año a todas espero k se llenen de bendiciones, que sus deseos se cumplan, y que cumplan sus propositos eh!!! jajajaja

Aki les dejo el sig capi espero k les guste, y sigan dejando mensajitos

Slds
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La boda, a pesar de haber sido planeada en el último momento, salió bien. Myriam jamás había visto a nadie tan deslumbrante como a Víctor con su esmoquin. El contraste de su camisa blanca con la pajarita negra destacaba sus mandíbulas acentuadas y su boca perfecta.
Esa boca que besaba hasta dejarla sin sentido, le ha¬cía ver el sol, la luna y las estrellas. Amaba esa boca. Lo amaba a él.
Apretó el ramo contra la falda estrecha de su vestido blanco. Le quedaba ajustado al cuerpo. Myriam tenía miedo de no ser capaz de caminar con él, ni de sentarse. Pero la modista que envió el salón con el vestido hizo un arreglo milagroso, abriendo una costura oculta por detrás y po¬niendo una sobrefalda de satén por encima, en un color gris perlado, cubriendo sus caderas. A Myriam le encantó como quedaba el gris del faldón contra la seda blanca.
Llevaba las joyas de los García brillando sobre el pelo negro. Se lo habían peinado suelto, a pedido de Víctor.
Myriam se sentía propiamente como una novia. Como una novia muy enamorada, ansiosa por casarse con el hombre de sus sueños.
Se prometieron matrimonio en la pequeña capilla de piedra, a un lado del lagar. La capilla había sido construida en memoria del abuelo de Víctor, y cuando la familia García visitaba Napa, era allí donde acudía a celebrar los servicios religiosos.
Myriam miró los ojos dorados de Víctor. Su voz fue firme al pronunciar sus promesas de amarlo, honrarlo y obedecerle. Pero cuando dijo «obedecer», Víctor alzó las cejas, torció la boca, y ella sintió un cosqui¬lleo. Aquello era casi increíble.
Pero lo que más deseaba Myriam era que el matrimo¬nio fuera bien, y estaba decidida a que Víctor estu¬viera orgulloso de ella. Vic no la amaría en el sentido romántico de la palabra, pero la quería, se preocupaba por ella, y se sentía atraído físicamente por ella. Eso lo había descubierto la noche anterior. Lo que les hacía falta era un cierto tiempo para adaptarse el uno al otro y la oportunidad de transformarse en una verdadera fa¬milia.
La orquesta tocó hasta la madrugada. Los invitados cenaron y bailaron, cenaron y bailaron nuevamente. La tarta de boda de varios pisos sabía mejor de lo que pro¬metía por su aspecto, y todos gritaron y animaron a Víctor cuando este le quitó la liga a Myriam y la tiró ha¬cia los solteros allí reunidos.
Myriam se sintió halagada por la atención que le prestó Vic. No la dejó sola más de cinco minutos en toda la noche. La llevó de la mano y juntos hicieron una ronda por todas las mesas, para saludar a los invitados y compartir con ellos algunos minutos. Aceptaron feli¬ces las felicitaciones y besos después de los brindis.
La noche fue tan perfecta que ella casi creyó que estaban enamorados de verdad.
Casi. Porque ella sentía que el vestido le quedaba ajustado en la cintura, y que algo le revoloteaba en el vientre. Eran como las alas de una mariposa.
Se puso una mano en el abdomen y miró a Vic, sor¬prendida.
-¿Qué te ocurre, Myri? -preguntó él, habiéndole al oído-. ¿No te sientes bien?
-Estoy bien.
-Entonces, ¿qué ha sido?
-El bebé. Lo estoy sintiendo -sonrió ella, emocionada. Estaba sorprendida y feliz a la vez-. ¡Se ha movido! Vic le alzó la barbilla y le dio un beso muy tierno.
-Creo que está expresando su aprobación -murmuró Vic-. Hemos hecho lo que debíamos, Myri. Esta¬mos haciendo lo mejor para nuestro hijo.
Pero ella necesitaba que le diera seguridad. Exten¬dió una mano, le tocó la cara y le preguntó:
-¿Estás contento?
-Sí -Vic se dio la vuelta y le dio un beso en la palma-. Sé que hemos hecho bien, y eso me hace feliz.
No estaba feliz por haberse casado con ella, sino por estar haciendo lo correcto.
Eso hería su orgullo, pero no podía hacer nada. Ella había sabido de antemano cuáles eran los términos de la boda. Víctor era Víctor. Ella no podía cambiarlo. Solo podía esperar que sus sentimientos por ella cre¬cieran, y que crecieran rápido. Como el bebé.
A las doce de la noche subieron al jet particular de Víctor en el aeropuerto comercial de Santa Rosa. Aunque Víctor solía conducir sus propios aviones, había puesto a uno de sus pilotos comerciales para un vuelo que duraría toda la noche.
Llegaron a la pequeña isla privada antes de medio¬día. Myriam durmió toda la noche, acurrucada en su asiento de piel, aunque Víctor le había dicho que po¬día usar la pequeña habitación privada que había en la parte de atrás del avión.
Myriam se duchó en la mansión. Se quitó el traje con el que había viajado, y se puso una túnica larga azul clara. Empezó a recogerse el pelo y recordó que Víctor lo prefería suelto. Se lo soltó. Sus rizos cayeron en cascada. Después de todo, era su luna de miel.
Abajo, Vic se encontró con ella en la galería. Le ofreció un vaso de zumo de naranja y le dijo:
-No te preocupes. No tiene alcohol.
Víctor la acompañó a sentarse a la mesa para al¬morzar. Se sentaron en una pagoda acristalada, con una vista maravillosa de Nápoles y de la costa.
-Esto debe de ser el paraíso -dijo ella, asombrada ante el agua azul turquesa, el cielo azul, y el verde y amarillo limón de las flores y vegetación de la man¬sión.
Myriam sabía que la familia García era rica, pero la opulencia de la mansión italiana la dejó boquiabierta. Aquello era una extravagancia a un nivel que ella ja¬más había conocido.
Víctor sonrió débilmente, disfrutando de la fasci¬nación de Myriam.
-No, cara, el paraíso es lo que va a suceder luego -dijo Vic, con una inflexión de la voz que no dejó du¬das de a qué se refería.
Myriam se puso colorada. Víctor le hacía desear co¬sas poco dignas de una chica decente.
-¿Vamos a visitar a tu familia mientras estemos aquí? No pudieron venir a la boda, y hace años que no los veo.
-Me habría gustado que hubieran podido asistir. Claro que no hubo demasiado tiempo para prever el viaje... -contestó él, sirviéndole más zumo.
-¿Y no vamos a ir a Florencia en este viaje?
-Lamentablemente, no. Mi padre tiene asuntos de negocios que solucionar. Y mi madre está ocupada con sus fiestas y sus desfiles de moda.
Ella no quería hacer un problema de aquello, pero no podía dejar el tema así.
-¿Saben, verdad, lo nuestro?
-Sí, por supuesto.
Myriam no se quedó conforme. La posibilidad de que estuvieran disgustados con la boda era un pensamiento nuevo y desagradable.
-Están contentos, ¿verdad?
Vic la miró y curvó la boca antes de contestar:
-Es algo un poco sorpresivo, Myri. Pero se harán a la idea. Ellos saben que hemos estado muy unidos hace años.
Terminaron la comida en silencio. Durante el café, Víctor le tomó la mano y le dio un beso en la punta de los dedos y luego en la palma.
-No estés tan triste. Esta es nuestra luna de miel, cara.
-Lo sé. Pera me siento egoísta. He estado tan ab¬sorbida en los preparativos de la boda y en mis senti¬mientos, que no me he detenido a pensar en tu familia.
-Mi hermano está encantado. Tú lo conociste. ¿Te acuerdas de lo bien que nos llevábamos todos? Ella asintió.
-Y mis padres, bueno, la verdad, ellos querían una boda por todo lo alto, de alta sociedad, para su hijo pe¬queño, pero no les caes mal. Al fin y al cabo, yo te he elegido por esposa.
Solo la aceptaban porque él la había elegido por es¬posa, sintió Myriam. Aunque Vic no quisiera darle dema¬siada importancia.
Myriam intentó sonreír, y se preguntó por qué tenía ga¬nas de llorar. Debía de ser el embarazo que la ponía tan sensible.
Vic le succionó la punta del dedo. Aquel gesto des¬pertó el deseo que ella albergaba en su interior.
-Y ahora, si has acabado de comer, hay algo que me gustaría volver a probar.
Ella no sabía cuántas veces habían hecho el amor aquella semana. Los días y las noches se mezclaban en una nube de placer sensual. Vic había besado todo su cuerpo, le había hecho el amor con los labios, con la lengua, con las manos. Le había quitado las inhibicio¬nes que le quedaban, desatando en ella una pasión que había tenido enterrada.
-¡Eres tan increíblemente hermosa! -murmuró él con voz sensual.
Era su última noche en la isla, y se habían pasado horas en la cama, con las cortinas abiertas para que les llegara la brisa del mar y las distantes luces que deline¬aban la costa.
Vic dibujó sus suaves labios con la punta del dedo.
-La sola curva de tu boca promete placer. Tienes una boca perfecta, una boca para el amor, una boca para el sexo.
Entonces la besó nuevamente, aquella vez con de¬sesperado deseo, tan intensamente que la hizo llorar de emoción.
-No quiero regresar -susurró ella, abrazándolo fuerte, con temor de soltarlo-. ¿No podemos quedar¬nos aquí para siempre?
Vic entrelazó sus dedos en el pelo de Myriam.
-Te cansarías de mí, cara. Tú te aburres fácilmente de las cosas.
Ella sintió tristeza. ¿Cómo podía decir semejante cosa?
Lo amaba desde que tenía doce años, desde que era una niña, una niña delgada y traviesa, vestida con aquellos monos tan poco sexy. Víctor había sido entonces el nuevo amigo de su hermano, un adoles¬cente moreno que venía de Florencia. Un italiano con ojos de oro y una sonrisa que la derretía por dentro. Una emoción que no había comprendido en su mo¬mento.
A Myriam se le llenaron los ojos de lágrimas. Le apretó la espalda. Se aferró a él como si fuera un náufrago.
Y Vic, como si la amase, la abrazó fuertemente, sin decir una palabra.
Myriam nunca había sido tan feliz, pero sin embargo, sabía mejor que nadie que la felicidad era pasajera.
En el vuelo de regreso a los Estados Unidos, Víctor le dijo que pasarían por Nueva York y se queda¬rían un día. Tenía una reunión con miembros de la fa¬milia García que vivían en la Costa Este. Por otro lado había pensado que sería mejor que Myri estu¬viera presente cuando fueran los del camión de la mu¬danza a llevarse los muebles y cosas de su piso y en¬viar todo a su casa del Valle de Napa.
Myriam hizo entrar a Vic en su pequeño apartamento. Hacía tres semanas que no estaba en casa, y sus plan¬tas estaban un poco marchitas en la terraza. Había co¬rreo frente a su puerta, y la luz roja de su contestador indicaba que había recibido veintitrés mensajes.
La compañía de mudanzas iba a ir en media hora. Myriam miró su apartamento. Habría sido mejor no regre¬sar. Nunca se había sentido bien al decir adiós o mar¬charse de algún sitio.
Como si le hubiera leído los pensamientos, Víctor la rodeó con sus brazos.
-Todo irá bien -dijo Vic y le dio un beso-. Tus co¬sas tendrán un nuevo hogar. Tendremos que adaptar¬nos ambos, pero pronto te encontrarás bien.
-Tienes razón, por supuesto. Le he tomado cariño a la ciudad. Me encantan los jardines secretos y la ener¬gía de Manhattan.
-Entonces, tal vez tengamos que comprarnos una casa aquí.
Ella dio un paso atrás.
-¡Eso sería muy caro!
-Myri, yo tengo mucho dinero. No te preocupes por la economía -se rió suavemente, le dio un beso en la cabeza y agregó-: En realidad, es una buena idea. La empresa de diseño con la que trabajas tiene las ofi¬cinas centrales aquí. Te han dicho que necesitan que estés aquí en las reuniones mensuales... y yo hago via¬jes a la Costa Este con frecuencia.
-¿No es más barato un hotel?
-No, si viajamos con el bebé. El niño necesitará si¬tio para jugar. Lo que me recuerda que cuando volva¬mos a Napa tienes que ir preparando el ajuar del bebé. Nunca es pronto para ir teniendo las cosas listas.
Llegaron los de la mudanza. Antes de marcharse, Víctor le recordó que la reunión duraría hasta tarde, pero que esperaba encontrarse con ella en el hotel Ritz-Carlton para cenar a las ocho y media, o nueve como muy tarde. Luego, cuando se dio cuenta de que su limusina lo esperaba abajo para llevarlo a Connecticut, la besó, se excusó y se marchó a la reunión.
-Bueno, bueno, bueno, Myriam. ¡Qué pequeño es el mundo! ¿No es verdad?
Myriam se puso rígida al oír la voz de Mark.
Sintió un malestar en el estómago al darse la vuelta hacia la puerta. Los de la mudanza habían estado lle¬vando cajas y muebles y habían dejado la puerta abierta.
-¿Qué estás haciendo aquí?
-El administrador de tu edificio me dijo que te mu¬darías hoy. Afortunadamente te encontré antes de que te fueras.
-Vete, antes de que llame a la policía -lo amenazó Myriam antes de recordar que se habían llevado el telé¬fono, junto con todo lo demás.
-No te excites tanto. No estoy aquí para pelear. Es¬toy harto de pelear. Es lo único que hago con mi esposa últimamente -se acercó al sofá envuelto en plás¬tico y se sentó. Luego se cubrió la cara con ambas ma¬nos-. ¡Dios santo, mi vida es un lío! Ella no quiso sentir pena por él.
-Te lo has buscado tú, Mark.
-Lo sé, lo sé. No hace falta que me lo recuerdes -se frotó la cara con las manos, como un niño desesperado por dormir-. Mi esposa quiere el divorcio.
-¡No es para menos!
-Tenemos tres hijos. Tres hijos estupendos. No se merecen pasar por esto.
Ella sintió una opresión en el pecho. Luego recordó a su bebé, recordó que Mark había intentado sacarle más dinero a Vic.
-¿Por qué le pediste dinero a Víctor?
-No tengo un céntimo.
-No es verdad. Conduces coches caros, vives en un barrio elegante...
-Todo con créditos -sonrió y dijo-: Myriam, estoy tan hundido que ya no veo la luz. Hace años que no hago dinero. ¡Oh! Voy a trabajar, pero me da miedo hacer negocios. Un hombre de negocios que no los hace pierde su cartera de clientes. La mía está vacía desde hace años.
-¿Tu esposa no lo sabe? Él agitó la cabeza.
-Le gusta vivir lujosamente, así que la dejo gastar. Myriam se sentó en una silla frente a Mark.
-¿Qué estabas haciendo conmigo, Mark?
-Escapando -al ver que ella no decía nada, | agregó-: Cuando estaba contigo me olvidaba de mis problemas durante un rato. Eres tan hermosa y tan vivaz. Cuando estábamos juntos, me sentía un hombre nuevamente.
Ella no quería sentir más que rabia y disgusto por | sus problemas, no obstante, se sintió conmovida por su desesperación. No podía imaginarse lo que sería vivir con tanta infelicidad.
-Tú eres un hombre -le dijo amablemente.
-No lo soy, si pierdo nuestra casa -contestó Mark.
-¿Debes cuotas de la hipoteca?
-Seis meses. Me han dado hasta este viernes para ponerme al día con la deuda. Pero no tengo ese dinero. Y nadie va a darme un crédito -miró a Myriam y agregó-: ¡Ni yo mismo me daría un crédito!
Myriam sonrió aunque sentía ganas de llorar.
-Tal vez Vic pueda ayudarte otra vez.
-No, ya se lo he pedido.
-¿Cuándo?
-Hace dos semanas, un jueves. Llamé por teléfono por la noche y le pregunté si podía darme un crédito -hizo un gesto de dolor-. En realidad, se lo rogué, pero me dijo que no.
-¿Cuánto necesitas?
Mark dijo una suma que la dejó sorprendida. ¿Qué había hecho con el dinero que le había dado Vic la primera vez?
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Mensaje  Jenny Jue Ene 01, 2009 1:34 pm

-Lo sé, es mucho dinero -dijo Mark.
Lo era. Era todo lo que ella tenía en cheques y en la cuenta de ahorro juntos.
Miró a Mark. Luego miró el enorme anillo de dia¬mantes y zafiro que le había puesto Vic en el dedo du¬rante la boda.
A ella no le haría falta nada, nunca. Vic se ocuparía de ello. Les daría todo lo que necesitasen ella y el bebé.
Pero, ¿y los otros niños? ¿los otros hijos de Mark?
La mano de Myriam tembló y abrió su cartera. Sacó el talonario de cheques. Víctor no habría estado de acuerdo en que hiciera eso, pero ella no lo hacía por Víctor. Lo hacía por su bebé, por los hermanastros que jamás conocería.
Myriam extendió un cheque a Mark.
-Espero que esto te ayude.
Mark la miró intensamente. A ella se le hizo un nudo en la garganta. Mark pestañeó, carraspeó y dijo con voz ronca:
-Gracias.
-De nada -contestó ella amablemente, con sinceri¬dad.
Después de que se fuera Mark, Myriam sintió pánico.
¿Qué había hecho?
Había vaciado su cuenta de ahorros, había faltado a su promesa con Vic, y había dado dinero a Mark. Vic se pondría furioso.
Tendría que decírselo. Pero no sabía cómo.
Angustiada, Myriam caminó de un lado a otro de la ha¬bitación del Ritz-Carlton.
Sus tacones se hundían en la alfombra mullida. Se había vestido para la cena, pero sabía que no iba a po¬der comer.
Víctor abrió la puerta de su suite a las nueve me¬nos cinco. Miró a Myriam posesivamente.
-Estás hermosa -dijo luego.
Llevaba una chaqueta blanca de lana amplia y una falda corta estrecha. La chaqueta disimulaba su abul¬tado vientre. A pesar de llevar ropa de diseño, Myriam se sentía desnuda.
-Gracias -contestó Myriam con un nudo en la garganta,
-¿Te gustaría ir a algún sitio en especial para cenar? ¿Volvemos a la isla?
-Ojala pudiéramos volver allí -contestó ella. Myriam sentía ganas de llorar. Pero no podía hacerlo | delante de él.
-¿Cómo te ha ido en la reunión? -le preguntó, para ! distraerse.
-Más o menos -contestó algo cansado-. Los nego¬cios con la familia no son fáciles. Es difícil respetar los límites de cada uno.
Vic fue hasta el bar y se sirvió una copa.
-¿Quieres una?
-Me gustaría poder bebería.
-Lo siento -Vic abrió una botella de agua mineral para Myriam, llevó las copas adonde estaba ella, cerca de la ventana.
Vic le dio una copa. Se inclinó y le dio un beso. Te¬nía cara de cansado.
-Te he echado de menos hoy -le dijo Vic, con un tono casi de disculpa, como si no pudiera demostrar aquella debilidad, y le besó el cuello.
-¡Qué tragedia! -exclamó ella en broma. Él le contestó tomándola en brazos. Puso una mano en su trasero y ella sintió su fuerza.
-Eres un desvergonzado -le dijo Myriam. Se puso de puntillas y le dio un beso en la barbilla-. Sexo, sexo, sexo. No piensas más que en eso.
-No es verdad. Pienso en ti.
¡Cuánto deseaba que aquello fuera cierto!, pensó ella.
De pronto, pensó que no podía contarle lo de la vi¬sita de Mark. No tenía que saberlo. No tenía que mo¬lestar a Vic con aquello. Era su dinero. Su decisión. No tenía que explicar nada.
Vic la besó.
-Voy a escuchar los mensajes y luego nos marcha¬remos -dijo.
Vic escuchó, luego cerró su teléfono móvil. La miró como disgustado. Ella esperó que hablase. Pero él no lo hizo. Simplemente la miró con desconfianza.
-¿Malas noticias? -susurró ella.
-Ha llamado tu banco. Ella se sobresaltó.
-Al parecer, el cheque que le extendiste a Mark es¬taba en descubierto. Pero el banco lo ha pagado de to¬dos modos, por cortesía hacia mí -hizo un sonido ás¬pero y agregó-: No sé quién es más tonto de los dos, tú oyó.
-Vic, no digas eso.
Vic se pasó la mano por el pelo.
-¿Dónde lo has visto?
-No lo he visto en ningún sitio. Se apareció en el apartamento esta tarde. Le pedí que se marchase...
-Pero él no quiso. Se puso grosero. Te amenazó...
-No.
-Pero le diste dinero.
-No tiene un céntimo. Su familia podría perder su casa.
-Lo sé. Vino a verme poco después de firmar los papeles de adopción. Le dije que no recibiría un cén¬timo más por mi parte, por ninguna circunstancia.
-Me lo ha dicho. Vic se dio la vuelta.
-Pero tú le firmaste un cheque, a pesar de ello.
Ella no contestó.
Vic juró por lo bajo y se sirvió otra copa.
-Te dije que me dejaras a mí manejar este asunto. Y me prometiste que lo harías. Estuviste de acuerdo en que no habría más contacto entre tú y él. Myri, me diste tu palabra.
-Vic, tú no comprendes lo que es ser pobre. Mark se está ahogando en deudas. Su esposa está a punto de dejarlo. Los hijos... los hermanastros de nuestro hijo... ! necesitan un lugar donde vivir...
-¡No me digas que sientes pena por ese desgra¬ciado!
Ella tragó saliva.
-Necesitaba ayuda. Alguien tenía que ayudarlo.
-¡Pero no tú! ¡No mi mujer!
-Es solo dinero, Vic.
Vic dejó la copa haciendo sonar los cubitos de hielo contra el cristal.
-No lo comprendes, ¿verdad? No se trata de dinero. Se trata de confianza. Y de compromiso. Tú me hiciste una promesa pero no tenías intención de cumplirla.
-¡Eso no es justo!
-Es más que justo -se pasó la mano por el pelo ner¬viosamente. Luego se rió forzadamente-. ¡Dios mío! ¡Has puesto mi vida patas arriba!
-No le daré más dinero.
-No, no se lo darás, porque no lo volverás a ver, te aseguro que no volverás a tener contacto con él, así tenga que encerrarte en la mansión bajo llave.
Vic no le habló durante el viaje de treinta minu¬tos al aeropuerto. Leyó un periódico de nego¬cios y miró la correspondencia.
El jet estaba esperando en el aeropuerto. El piloto sa¬lió del aparato, dio la mano a Vic, saludó a Myriam y se en¬cargó del equipaje. Lo dejó en la parte de atrás del jet.
Veinte minutos más tarde, estaban volando. Víctor volvió a sumergirse en sus papeles, haciendo cuentas con la calculadora, pasando datos a su ordenador por¬tátil, cualquier cosa menos prestarle atención a ella.
Después de una hora de vuelo, Myriam dejó la revista que estaba mirando, incapaz de concentrarse en las fo¬tos de los famosos. Se sentía demasiado turbada.
Dejó la revista en el revistero del asiento y miró a Vic.
-¿Podemos hablar, por favor? -murmuró Myriam.
-Tengo trabajo.
-Son las doce de la noche, Vic.
-Si estás aburrida, duerme. Yo tengo una empresa que administrar, una familia que está poniendo el grito en el cielo, uvas con una nueva peste. No tengo tiempo de hacer de niñera.
-¿Hacer de niñera? -preguntó ella, irritada.
Vic alzó la vista. La miró con desprecio y contestó.
-Eres como un niño al que hay que prestarle aten¬ción todo el tiempo. Sinceramente, me aburre.
La humilló con sus palabras. Myriam se reprimió unas lágrimas y se aferró al reposabrazos del asiento.
¿Cómo era posible que pasara de ser un tierno amante a aquel ser arrogante en menos de tres horas?
-Vic, sé que no comprendes por qué me he sentido obligada a ayudar a Mark, pero lo he hecho, y no me arrepiento de mi decisión.
-Aun ahora, sabiendo lo enfadado que estoy, ¿lo volverías a hacer?
-Sí -susurró ella, con una opresión en el pecho.
-¡Dios mío! ¿Cómo se me ha podido ocurrir que esto podría ser un matrimonio de verdad, y más aún, una verdadera relación?
-¡Estás sacándolo de quicio!
-Myri, este hombre, este hombre casado, te dejó embarazada y te presionó para que abortases. Cuando me dirigí a él para adoptar al bebé, me pidió dinero. Menos de dos días más tarde de recibir una buena suma, me llamó nuevamente, para pedirme más. ¡Es un tipo patético!
-Es posible. ¡Pero no voy a darle una patada cuando se encuentra tan hundido!
-No. Apoyarás su corrupto estilo de vida -la miró intensamente-. No me he casado contigo para que puedas ayudar a tu amante y para que tires nuestros re¬cursos económicos. Por si no lo has entendido, cuando te casaste conmigo, te comprometiste a amarme, a honrarme, y obedecerme. Yo diría que ya has fallado en las tres cosas.
Sorprendida por su hiriente sermón, casi no pudo hablar.
-Me haces desear que te odie -dijo Myriam.
-Bien. Eso ayudará a que las cosas sean más senci¬llas.
-Nuestra luna de miel ha sido hermosa. ¿Por qué quieres estropearla ahora? Vic se rió cínicamente.
-Tú la has arruinado esta tarde cuando te encontraste con Mark. Él sabía cuáles eran las condiciones. Estuvo de acuerdo con ellas, firmó los papeles, y aceptó dinero previamente. No había razón para que tú te vieras involucrada en la historia. En lugar de acudir a mí, has hecho lo que querías, aun sabiendo que yo no estaría de acuerdo.
Vic la miró con tal frialdad y desprecio que a ella le pareció un extraño. Daba la impresión de que había movido un botón y había apagado sus emociones. La intimidad entre ellos, había desaparecido totalmente.
-Ya no confío en ti, Myri, y sinceramente, no me gustas demasiado tampoco.
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Mensaje  Marianita Jue Ene 01, 2009 10:09 pm

Ayy Myriam, pero quién te manda a darle dinero a ese vividor!!!! Evil or Very Mad Ahora tendrás que volver a ganarte su confianza, y creo que estará cañón!! pale Gracias por los capis Jenny, feliz año a tí también!!!! Mi novio Italiano - Página 5 388331
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Mensaje  Eva_vbb Jue Ene 01, 2009 10:40 pm

HAY DIOS MIO TAN BIEN QUE ESTABAN TENIA
QUE APARECER EL MARK Y TU MYRAM PARA QUE
LE DAS DINERO SI ES UN TIPO DE LO PEOR Y APARTE
YA SABIAS QUE ESO LE MOLESTARIA A VICTOR AHORA
AVER COMO SE CONTENTAN. Y TU TAMBIEN VICTOR NO ES
PARA QUE LE DIGAS COSAS IRIENTES A MYRIAM O PALABRAS
QUE SABES QUE LE VAN A LASTIMAR.
Evil or Very Mad Evil or Very Mad Evil or Very Mad Evil or Very Mad Evil or Very Mad Evil or Very Mad Evil or Very Mad Evil or Very Mad Evil or Very Mad Evil or Very Mad Evil or Very Mad Evil or Very Mad
FELIZ INICIO DE AÑO A TI TAMBIEN JENNY
Y MUCHAS GRACIAS X LOS CAP..
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Mensaje  mats310863 Jue Ene 01, 2009 11:12 pm

AUNQUE CREO QUE VICTOR SE ESTA PONIENDO UN TANTO DURO CON MYRIAM, CREO QUE MYRIAM SI SE EQUIVOCO EN AYUDAR A MARK.
GRACIAS POR EL CAPÍTULO

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Mensaje  alma.fra Vie Ene 02, 2009 1:29 am

Esta bien ke Myri no hizo bien pero Victor tambien se pasa.

Gracias por el capitulo, esta muy padre esta novela.
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Mensaje  jai33sire Vie Ene 02, 2009 1:40 pm

muchas gracias por el capitulo

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Mensaje  Chicana_415 Sáb Ene 03, 2009 2:46 pm

Hayyyyyyyyyyy tan prontoo se le termino el cariño? NO NO NO NO NOOO

Todo es culpa de MARK! Evil or Very Mad

sigueleeeee y gracias por el cap :]
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Mensaje  Eva_vbb Mar Ene 06, 2009 1:23 am

JENNY QUIERO CAP...
YA QUIERO SABER QUE VA PASAR
QUE VA HACER MYRIAM CON ESTO SE IRA O
SEGUIRA AGUANTANDO A VICTOR CON ESTA ACTITUD
YO SE QUE AHORA EL QUE TUVO LA CULPA FUE EL MARK
SI ESTABAN TAN BIEN...
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Mensaje  ryaneth Mar Ene 06, 2009 12:05 pm

Hola kiero capitulo me dijiste q pondrias el lunes y es martes y nadaaaaa andale Jenny regalo de reyes sx favorrrrrr.....kiero saber q va pasar
2x1 2x1 2x1 2x1 2x1 2x1 2x1..... Mi novio Italiano - Página 5 146353 Mi novio Italiano - Página 5 146353 Mi novio Italiano - Página 5 146353 Mi novio Italiano - Página 5 146353 Mi novio Italiano - Página 5 146353 Mi novio Italiano - Página 5 146353 Mi novio Italiano - Página 5 146353 Mi novio Italiano - Página 5 146353 Mi novio Italiano - Página 5 146353 Mi novio Italiano - Página 5 146353 Mi novio Italiano - Página 5 146353 Mi novio Italiano - Página 5 146353 Mi novio Italiano - Página 5 146353 Mi novio Italiano - Página 5 146353 Mi novio Italiano - Página 5 146353 Mi novio Italiano - Página 5 146353 Mi novio Italiano - Página 5 146353 Mi novio Italiano - Página 5 146353 Mi novio Italiano - Página 5 146353 Mi novio Italiano - Página 5 146353 Mi novio Italiano - Página 5 146353 Mi novio Italiano - Página 5 146353

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Mensaje  Jenny Mar Ene 06, 2009 9:12 pm

Hola chiks aki les dejo el final de la novela!!!

Besos
y muchas gracias por sus comentarios

Slds
Jenny


Ella no volvió a hablarle durante el vuelo. Su re¬chazo la había dejado petrificada y sin habla.
Por un lado, comprendía su enfado. Pero por otro, le asustaba que pudiera poner distancia de aquel modo.
Llegaron a Healdsburg en medio de la noche. Sin decir nada, Vic le mostró la habitación principal y dejó su equipaje al lado de la cama doble.
-Pero esta es tu habitación -protestó ella.
-Nuestra habitación -la corrigió. Ella sintió esperanza. Tal vez pudiera haber una re¬conciliación.
-Estamos casados, y vamos a aparecer unidos ante los demás. No obstante, a partir de ahora, yo ocuparé una de las habitaciones de invitados al final del corre¬dor. Le diré a Francesca que no te sientes bien -fue ha¬cia la puerta y luego se dio la vuelta-. Excepto cuando demos fiestas y recibamos visitas, no comeremos jun¬tos. Creo que es mejor distanciamos...
-Distanciarte, dirás -lo interrumpió ella-. Yo no necesito espacio. No quiero estar apartada de ti.
-Debiste pensarlo antes.
Ella no podía soportar que Vic estuviera de aquel modo, después de lo que habían compartido. Después de su hermosa boda y de su paradisíaca luna de miel. Sabía cómo era sentirse amada por él.
Myriam se acercó a Víctor, lo rodeó con sus brazos y se apretó contra él.
-Por favor, Víctor. No nos vayamos a la cama así. ¡No puedo aguantar que estés enfadado conmigo! Vic se puso rígido.
-No puedo estar contigo ahora, Myri. Lo siento.
-No, yo lo siento. ¡Perdóname!
Él bajó los brazos de Myriam y se apartó un paso de ella.
-Estoy cansado. Estoy enfadado. No quiero seguir hablando de esto. Lamento que las cosas hayan to¬mado este rumbo, pero tal vez sea mejor así.
A Myriam se le nublaron los ojos de lágrimas.
-¿Por qué no te divorcias simplemente, y terminas con este sórdido trato?
-Porque no hay posibilidad.
Por supuesto, Víctor se tomaba sus promesas de matrimonio muy seriamente. Jamás actuaría llevado de la pasión, en uno u otro sentido.
-¿Qué le diremos a mis padres?
-No hay nada que decirles. Estamos casados. Esta¬mos en casa. La luna de miel... ha terminado.
Realmente, la luna de miel había terminado, pensó Myriam quince minutos más tarde, mientras se metía sola en la cama.
Durante la semana siguiente, Vic durmió en la ha¬bitación de invitados que había usado anteriormente Myriam. Ella lo oía llegar e irse, veía la luz por debajo de la puerta, pero no le hablaba.
No volvieron a compartir las comidas, ni la mesa, ni la habitación. Cuando ella entraba, Víctor salía. Se apartaba de ella, como si estuviera infectada.

Myriam volvió a trabajar con los Hunt, contenta de po¬der escaparse de la mansión. Le gustaba concentrarse en algo distinto de Vic y de su desastroso matrimonio. El trabajo le ayudaba a olvidarse de su caos interno, pero solo un poquito, y a medida que fue pasando el tiempo, su rabia se fue transformando en silencio y tristeza.
Francesca fingía que no pasaba nada. Hablaba ani¬madamente con Myriam y arreglaba con ella sus comidas especiales y los zumos de frutas que quería tomar. Pero Myriam había perdido el apetito. Comía por el bebé exclusivamente.
Pasaron tres semanas y Vic seguía evitándola.
Una vez, al pasar por la biblioteca, Myriam se chocó con él mientras caminaba y miraba el periódico de la mañana. Vic le sujetó el brazo.
-¡Vic! -exclamó, sorprendida.
Víctor olía maravillosamente, a uvas, a tierra, a sol.
Él la sujetó y se echó atrás. A ese gesto siguió el si¬lencio. Eso la puso nerviosa. La miró como si fuera un extraño. No había un ápice de ternura en sus ojos.
-¿Cómo estás? -le preguntó ella, doblando el pe¬riódico y poniéndoselo debajo del brazo.
-Bien. ¿Y tú?
-Bien.
Vic asintió. Luego frunció la boca y preguntó:
-¿Has visto al médico últimamente?
-Tengo que ir mañana a verlo.
-¿Quieres que te lleve...? -no terminó la frase. Se puso tenso y dijo-: No debí ofrecértelo. Tengo una en¬trevista... algo en mi agenda.
Era mentira. No había arreglado nada. No quería estar con ella.
Myriam hizo un esfuerzo por sonreír aunque sentía do¬lor en su corazón.
-Mamá irá conmigo -mintió ella. Pero tal vez su madre pudiera ir. Podían compartir ese día. Almorzar juntas. Ir de compras.
-Bien. Me alegro de que vayas conduciendo sola -contestó Vic. Luego se dio la vuelta y se marchó, como si tuviera prisa.
Myriam lo observó. Tenía ganas de llorar. Al parecer, Víctor no tenía intención de perdonarla.
El mes siguiente pasó muy rápido. El bebé estaba cre¬ciendo y a Myriam le empezó a doler la espalda de tantas horas que permanecía sentada. Para compensar las mu¬chas horas que pasaba donde los Hunt, se apuntó en unas clases de ejercicios preparto, en un gimnasio de allí.
Pero a pesar de las exhortaciones del instructor de dejar la mente en blanco, de olvidarse de todo y respi¬rar, Myriam no pudo borrar a Vic de su mente.
Recordaba la luna de miel en la costa de Nápoles, el erotismo que habían compartido.
Vic le había hecho el amor con ternura y pasión. Había habido urgencia en sus manos y en su boca, una fuerza torrencial en su cuerpo...
Ella sabía que él la encontraba deseable, y sentía que había algo más en ello que sexo y orgasmos. Vic la abrazaba como si ella fuera infinitamente preciada, frágil y hermosa.
En sus brazos, ella se sentía... amada.
Siguieron pasando las semanas y Víctor siguió igual de distante.
Sus padres parecieron haber presentido la desarmonía en la pareja, porque empezaron a hacer menos visi¬tas, posiblemente para que Vic y Myriam pudieran estar solos para arreglar las cosas entre ellos.
Myriam no tenía el coraje de decirles que el tener más tiempo y más espacio solo la hacía sentir más sola.
Un viernes Vic dejó un mensaje a Myriam diciendo que estaría fuera en los días siguientes.
Era el final de la tarde, y el fin de semana parecía vacío e interminable. Ella no aguantaba estar sola un solo minuto más, y llamó por teléfono a su madre y le preguntó si podía ir a cenar con ellos.
Su madre se puso muy contenta.
Myriam se vistió con un vaquero premamá y un suéter y luego condujo hasta el rancho.
El dorado sol bañaba la granja victoriana e ilumi¬naba las últimas rosas del otoño. Las hojas se iban po¬niendo rojas y doradas.
Su casa. Su hogar.
Por primera vez desde que había muerto Jared, sin¬tió que no había dolor en el ambiente, ni remordi¬miento, sino calidez. Tal vez Víctor y ella jamás arre¬glasen sus problemas, pero al menos él había hecho posible que ella volviera a su casa.
Su madre había preparado su comida favorita, guiso de carne con patatas y zanahorias.
Después de comer, se sentaron en el salón y jugaron al Scrabble. Sus padres conversaron animadamente durante el juego, acerca del bebé, de la cosecha rota¬tiva, sobre el trabajo de Myriam y de las predicciones de que no habría lluvia aquel mes. Pero no hablaron acerca de su matrimonio o de su marido.
Cuando Myriam terminó de secar los platos del postre, su padre la acorraló en la cocina.
-¿Estás bien, Myri? -preguntó John, golpeando nerviosamente el suelo con el pulgar del pie.
Myriam dobló el paño de cocina y lo dejó a un lado. Había sido la noche más agradable que había tenido desde hacía tiempo, y no quería estropearla.
-Estoy bien, papá.
John la miró a los ojos, como buscando la verdad, pero no fue capaz de encontrar los sentimientos verda¬deros de su hija.
-Espero que sepas que nosotros te queremos, Myri, y que estamos orgullosos de ti. Pase lo que pase, puedes contar con nosotros.
Myriam abrazó a su padre. Este le rozó la mejilla. Olía a loción para después de afeitar. Nunca había necesi¬tado tanto un abrazo como en aquel momento.
-Gracias -dijo.
-Ten paciencia, Myri. Sé que ahora te parecerá una tontería. Pero las cosas siempre se solucionan al final.
Los ojos de Myriam se llenaron de lágrimas.
-Te quiero, papá.
-Sé que me quieres, cariño.
Víctor parecía estar viajando siempre. Y cuando volvía, estaba tan callado que Myriam apenas se daba cuenta de que estaba en casa. Luego, antes de que ella pudiera hablar a solas con él, se marchaba. Reuniones de la junta directiva, inversores del extranjero, relacio¬nes con los medios de comunicación.
Las reuniones eran reales, ella lo sabía. Por lo que había leído en los periódicos, la peste que afectaba a las uvas amenazaba con arruinar la mitad de los viñe¬dos de su propiedad. El nombre de Víctor aparecía constantemente en las noticias. Él estaba en el centro de la batalla, apoyando las investigaciones sobre la peste, informando a los vinateros, luchando para cal¬mar a los inversores.
Por un lado, lo comprendía, pero por otro, se sentía totalmente abandonada. Ella siempre había sabido que Vic amaba las uvas. Su pasión por ellas no era nueva. Solo que ahora le dolía más, siendo su esposa, y a la vez no siendo nadie, viviendo en la casa y sin embargo, apartada por él.
Myriam luchaba por controlar sus emociones, y se re¬primía las ganas de llorar. Las lágrimas eran inútiles, se recordó. No tenía que estar triste en el último tri¬mestre de embarazo. Él llorar no arreglaría la dañada relación con Víctor, y al bebé no le haría bien. Lo que necesitaba el bebé era una habitación preparada especialmente para él, donde se sintiera amado.
Myriam pidió que le enviaran un papel delicado para empapelar la habitación del niño y una tela francesa muy bonita para las cortinas. Como tenía tiempo de sobra, decidió empapelar ella misma el dormitorio del bebé. Todas las noches, después de volver de casa de los Hunt, cenaba y se ponía ropa de trabajo, una cami¬seta blanca y un mono vaquero suelto, y se ponía ma¬nos a la obra.
El trabajo iba lento, pero le resultaba gratificante. Después de una semana de trabajar en la espaciosa ha¬bitación de techo alto, tuvo prácticamente terminadas las paredes.
Encaramada en una alta escalera de madera, Myriam estaba alineando el papel en el techo para agregar la cenefa. Estaba concentrada en poner derecho el papel, y eso hizo que no oyera abrirse la puerta.
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Mensaje  Jenny Mar Ene 06, 2009 9:13 pm

-¿Qué diablos estás haciendo ahí? -la voz de trueno de Vic la sobresaltó.
Myriam se agarró a la escalera. Dejó caer la cenefa que estaba pegando.
-¡Mira lo que has hecho!
-¿Lo que he hecho? ¡Yo no estoy embarazado de siete meses subido a una escalera!
-Bueno, no hay razón para que interfieras. Hasta ahora me he arreglado muy bien sin tu interferencia -contestó ella, tratando de despegarse una mancha de pasta de papel de los vaqueros sin romperlos.
-Contaré hasta tres para que te bajes de la esca¬lera.
-No voy a bajarme -dijo Myriam. Achicó los ojos y miró la elegante camisa y los pantalones de Vic-. ¿No tienes que ir a algún lugar importante hoy?
-Uno -dijo Vic, y se cruzó de brazos. Si quería pelea, pelearía, pensó Myriam.
-Dos -agregó ella.
Vic la miró intensamente.
-Tres. Bájate ahora, ¡antes de que te rompas el cue¬llo!
-¿No te gustaría eso? Te solucionaría un problema. Soy el deber y el compromiso más desagradable que tienes.
-Myri, te lo advierto...
-¿Por qué tengo que escucharte? Hace semanas que no me hablas prácticamente. Desde la luna de miel me has dicho escasamente diez palabras. Me despierto sola. Como sola. Me voy sola a la cama. Estoy encerrada aquí. Y a ti no te importa. ¡Estás demasiado ocu¬pado con tu trabajo y tus estúpidas uvas!
Él se quedó mudo, en estado de shock. Para Vic era como haber pronunciado el nombre de Dios en vano. Las uvas eran sagradas.
Vic fue hasta la escalera en cuatro pasos. Subió y bajó a Myriam sin ceremonial alguno, sujetándola contra su pecho hasta que pisó el suelo.
Ella respiró la camisa blanca de Vic, su colonia. Era su colonia favorita. Cítrico y madera de sándalo. Cerró los ojos, embriagada por su fragancia.
Vic la puso de pie, pero no la soltó.
-Esas uvas pagan nuestras facturas -le dijo.
Ella sintió su calidez y su fuerza de la cabeza a los pies, pero aquello la enfurecía más.
¡Ahora hablaba de las facturas, como si fueran de los dos! ¡Como si ella fuera parte de su vida!
-No se trata de dinero. Se trata de ti. De mí. Esas uvas te importan más que nada ni nadie -dijo Myriam.
-¡Una respuesta típicamente femenina!
-Lo siento, Vic, esta vez tengo razón.
-Hay una crisis en la industria, ¡y tú lloras porque no pasamos suficiente tiempo juntos!
-¿Suficiente tiempo juntos? Yo diría que ninguno. Pero eso es lo que tú querías. Ese es tu modo de des¬quitarte conmigo. Me castigas por haber tomado una decisión sin tenerte en cuenta.
-Una decisión equivocada.
-No lo fue, si tienes en cuenta a los niños de Mark.
-¡Dios santo! Myri, ¿cuándo va a dejar de inter¬ponerse Mark en nuestro camino?
Él tenía razón en cierto sentido. Ella lo sabía. Pero eso no disculpaba su horrible comportamiento.
Cansada, Myriam se sentó en el último escalón de la escalera, con las manos sobre sus rodillas.
-No lo sé, Vic. Lo único que sé ahora es que este matrimonio no funciona.
-No voy a divorciarme de ti, si eso es lo que me pi¬des.
Ella se rió suavemente, sin humor.
-No. No te estoy pidiendo que nos divorciemos. Solo te estoy diciendo la verdad. Esto no va bien. Y tarde o temprano nuestro matrimonio se derrumbará.
-No tengo tiempo para esta discusión.
-No. Jamás tendrás tiempo. Te está esperando tu trabajo.
-¡Lo dices como si tuviera otra opción!
-La tienes. La peste, aunque mate a algunas de tus uvas Sangiovese, no te llevará a la ruina. Los vinos, especialmente tu nuevo Chianti de California, son solo una mínima parte de la riqueza de los García.
-Es verdad. Mi familia puede permitirse afrontar una crisis como esta. Pero la mayoría de los viticultores pequeños, no, y no dejaré que mis amigos viticulto¬res y compañeros de profesión pierdan todo mientras yo estoy sentado en mi casa contando mis barras de oro.
-No. Tú simplemente me dejas en tu mansión de mármol mientras vas detrás de tu preciado sueño.
-¿Este no es tu sueño?
-¡No! Mi sueño era nosotros. Nosotros juntos. Lle¬gar a ser una familia -ella no podía reprimirse. Las pa¬labras salían como una bocanada de sentimientos-. Al menos, fue en lo que me dijiste tú nos convertiríamos. Eso es lo que me hiciste creer.
-¡Qué desperdicio de tiempo! -exclamó Víctor, disgustado-. No voy a quedarme aquí, de pie, discu¬tiendo contigo. Quítate de la escalera. Contrataré a al¬guien para que termine de poner el papel. Y buscaré algo menos peligroso, en lo posible... para que te en¬tretengas esta noche.
Ella hubiera querido sacudirlo. ¡No la estaba escu¬chando!
-Pero yo no quiero estar ocupada. Quiero estar con¬tigo.
-¿Pegando papel?
-Solo esta última cenefa.
-¡Tengo una cena de negocios, Myri!
-Puedes perderte la hora del cóctel. Sáltate los ape¬ritivos. Puedes ir luego. Estoy segura de que no te per¬derás la parte importante de la discusión.
Por un momento, ella pensó que él iba a ceder. Sus rasgos parecieron ablandarse. Vic le quitó un pegote de pasta de papel que Myri tenía pegado a un rizo.
-Me encantaría que me ayudases -dijo Myriam con voz quebrada de emoción y agregó- Pero sobre todo, me encantaría estar un rato contigo, simplemente.
En los ojos de Vic vio un brillo de anhelo, igual al que ella sentía por él. Se dio cuenta de que Vic la echaba de menos también. Pero no iba a ceder, y no la iba a perdonar. Víctor era demasiado orgulloso.
-¿Verdad o Desafío? -le preguntó ella, deseosa de jugar con él.
Vic dudó. Tragó saliva y luego se dio la vuelta. Cuando habló, su voz sonó ronca.
-No puedo, Myri. Tengo que marcharme. Quí¬tate de esa maldita escalera. ¿De acuerdo?Víctor sentía demasiada culpa como para concentrarse en la discusión de negocios. Jugaba con el cuchillo de la mantequilla.
Myri tenía razón, él lo sabía, y eso agravaba más las cosas.
La había estado tratando abominablemente. Si se hubiera tratado de cualquier otra persona que no fuera Myri, la habría perdonado ya. Pero como se trataba de Myri...
Vic agitó la cabeza débilmente y dejó el cuchillo de la mantequilla.
Bueno, como siguiera así, Myriam volvería con Mark. Todavía no lo odiaba, pero pronto lo haría.
Recordó cómo le había rogado que se quedara, re¬cordó la suavidad de su mirada, el deseo en su voz. Pero en lugar de escuchar, en lugar de preocuparse por ella, se había marchado. ¡Un comportamiento muy no¬ble!
Su teléfono móvil sonó. Era Francesca. Parecía his¬térica.
-Cálmate -le dijo él, apartándose de la mesa de la cena de negocios para oír la llamada en el silencio del corredor de restaurante.
Francesca casi no podía hablar. Myri estaba he¬rida. Estaba de parto. Había llamado a una ambulan¬cia.
Vic se marchó del restaurante inmediatamente, ol¬vidándose incluso de disculparse por su marcha. El corazón le latía aceleradamente mientras conducía a gran velocidad.
A quince kilómetros del hospital hubo un atasco te¬rrible. No veía más que las luces rojas de los coches detenidos.
Estaba atrapado y se sentía culpable. Atrapado cuando Myri lo necesitaba de verdad.
Pero de pronto se dio cuenta de que lo había estado necesitando desde hacía mucho tiempo, y de que él la había apartado de su vida, convenciéndose de que sus compromisos de trabajo lo estaban presionando, fin¬giendo que sus viticultores eran más importantes que ella. Como si sus uvas, incluidas las Sangiovese, ¡pu¬dieran rivalizar con Myri!
¡Dios! ¡Qué marido más despreciable había sido!
¡Le había fallado! ¡Igual que le había fallado como amigo!
Se sintió horriblemente mal. Llamó al hospital desde su teléfono móvil y pidió información sobre el estado de Myri. Pero el hospital no quiso darle deta¬lles por teléfono.
-Lo siento, señor García, son órdenes del hospi¬tal. Su esposa está descansando en la habitación ahora.
-Está embarazada. ¿Está bien el bebé?
-Lo siento, el hospital...
-Sí, lo comprendo. Gracias.
Vic llegó al hospital a las tres horas de haber dejado la cena de negocios. Estaba a punto de un ataque de nervios, por haber estado imaginando todo tipo de co¬sas horribles durante el atasco.
Después de acercarse a la recepción, las enfermeras lo llevaron a la habitación de Myri. Ella había es¬tado durmiendo, pero se despertó al oír el ruido de la puerta.
-¡Vic! -susurró ella, un poco mareada.
Tenía el pelo suelto. Sus rizos caían en cascada sobre sus hombros. Estaba pálida. Intentó alzar la cabeza, pero se echó hacia atrás, abrumada por el esfuerzo.
-¿Has...? ¿Tuviste...? ¿Y el bebé?
-Bien. De momento. Las contracciones pararon fi¬nalmente -sonrió débilmente-. Siento haber interrum¬pido la reunión. No era mi intención.
¡Dios santo! ¿Realmente le había hecho creer que sus negocios eran más importantes que su salud? ¿O que la vida del bebé?
Pero afortunadamente, Myri intentó bromear con él, y eso le dio esperanzas a Vic.
Myriam lo miró y él se acercó más a la cama. ¡Parecía tan pequeña inmersa en todo ese equipo médico!
-¿Qué es eso? -preguntó Vic, asintiendo hacia un monitor.
-Un monitor fetal. Están controlando al bebé. Quie¬ren asegurarse de que las contracciones no vuelven. Vic le acarició el pelo.
-Lo siento, Myri. Siento haberte hecho pasar momentos tan malos últimamente.
-Eres terriblemente anticuado. ¿Lo sabes?
-Es uno de mis defectos.
-Lo dices como si fuera una virtud. Vic sonrió débilmente. Luego miró sus muñecas y vio que estaban heridas e hinchadas.
-¿Qué sucedió exactamente? -preguntó Víctor.
-Estaba colgando el resto de la cenefa...
-¿Estabas en la escalera? Ella asintió suavemente.
-Aun después de que te lo advirtiera...
-Los malos hábitos no se quitan fácilmente.
-Sí, lo sé.
Lo sabía muy bien. Había pasado meses intentando borrarla de su mente, y no lo había logrado.
-No voy a poder cambiarte, ¿verdad? -preguntó Vic y se frotó el cuello.
-No -ella extendió la mano y lo acarició-. Pero te quiero tanto siendo como soy, que espero que no quie¬ras que cambie.
-¿Me amas?
-Por supuesto. ¿Cómo si no, podría haberme ca¬sado con alguien tan desconsiderado como tú?
-Porque yo te he obligado a hacerlo.
-¿Desde cuándo me obligas a hacer algo que yo no quiera? -preguntó ella.
-¡Eres terrible!
-Lo sé. Me lo llevas diciendo desde que tengo doce años.
Ella parecía tan vulnerable, y sin embargo, en su in¬terior era un tigre.
-Cuéntame otra vez lo del bebé. ¿Le han hecho prue¬bas los médicos? ¿Están seguros de que va a estar bien?
-Tengo que descansar durante unos días. Tal vez un par de semanas. De lo contrario podría haber serios riesgos -Myriam sollozó-. ¡No debí subirme a esa esca¬lera! Sabía que era temeraria al hacerlo, ¡pero estaba tan enfadada contigo!
-Ha sido culpa mía -dijo él, sentándose en el borde de la cama.
Ella se acurrucó en su pecho.
-¡No llores! -dijo Vic, besándole la cabeza y acari¬ciando los rizos, y quitándolos de su mejilla húmeda-. ¡No puedo evitarlo, Dios mío! Soy terriblemente des¬graciado sin ti...
Ella lo oyó, pero no podía creer que fuera verdad lo que oía. Siempre había soñado con aquellas palabras, pero no había pensado que pudieran transformarse en realidad.
-Dilo otra vez -dijo ella.
-¿Qué? -preguntó él con una sonrisa-. ¿Que estoy perdido sin ti? ¿Que soy el hombre más infeliz de la tierra cuando no estás conmigo?
-Sigue.
-¿Que salvar tu vida es mucho más importante que mis tontas uvas?
-No son uvas tontas.
-No, son estúpidas.
-Lo siento -ella frunció la nariz.
-Me lo merezco. Te he tratado terriblemente. Y real¬mente, lo que quería hoy, era estar contigo, pegando el papel -luego agregó-: Los García no pegan papel. Pero si te soy sincero, no hay nada que me entusiasme más que preparar contigo la habitación del niño.
-Entonces, ¿por qué no te has quedado?
-Por orgullo.
-Eso pensé yo.
-Perdóname, Myri. Perdóname por ser arrogante y orgulloso. Tonto y desconsiderado. Esta noche, cuando me he quedado atascado en el tráfico, he pen¬sado que me iba a volver loco, de lo preocupado que estaba por ti y por el bebé. Por nuestro bebé.
-¿Realmente te importamos tanto?
-¿Importarme? ¡He estado obsesionado con que pudieras cambiar de opinión y volver con Mark a Nueva York!
-No has hecho mucho para que quisiera quedarme, eso es verdad -dijo ella.
-No. Estoy seguro de que no me darán ningún pre¬mio por ello -Vic frunció la boca al ver que ella se sonreía-. Te gusta verme así, ¿verdad? -protestó Vic.
-Sí. Estás adorable con este baño de humildad. Él se rió.
-Myri, ¿qué puedo hacer contigo?
-Amarme -dijo ella, y le dio un beso. Al sentir su boca, todo su cuerpo se estremeció. Se le había olvidado lo que sentía estando en sus brazos.
-Es posible que no te lo demuestre, pero te amo, Myri. Te amo desesperadamente.
-Eso es mucho amor -ella se aferró a él-. Entonces, ¿ahora qué sucederá?
-Te llevaré a casa y me desviviré por ti.
-¿Te desvivirás por mí?
Vic sonrió picaramente y contestó:
-Bueno, Francesca se desvivirá por ti, y yo te ado¬raré desde lejos.
-No me gusta nada eso. No quiero dormir sola una noche más.
-No tendrás que hacerlo. No voy a dormir de mo¬mento.
-Tienes camas muy cómodas -dijo ella bromeando y fingiendo hablar en serio.
-Sí, pero es mi irresistible esposa la que me inte¬resa -la besó tiernamente-. Te quiero, Myri. Te quiero más que a nada en el mundo. Y no veo la hora de que llegue el bebé. Será maravilloso ser por fin una familia.
-¿Lo dices de verdad?
-Con toda mi alma de desconsiderado -Vic le besó la nariz, la sien, las cejas-. He estado pensando en nombres para el niño. ¿Qué te parece Víctor Antonio?
Su corazón dio un vuelco. Víctor la conocía más que nadie.
-Me parece perfecto -le susurró entre lágrimas. Y lo abrazó.
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Mensaje  jai33sire Mar Ene 06, 2009 11:23 pm

gracias por el capitulo estuvo perfecto

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Mensaje  mali07 Miér Ene 07, 2009 12:24 am

Crying or Very sad Crying or Very sad AYYY MI VIDOOO KE LINDO KAPI JENNY SIGELEEE PORFISS SIII SIGELEEEEEEEEE............... lol! lol! lol!
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Mi novio Italiano - Página 5 Empty Re: Mi novio Italiano

Mensaje  Marianita Miér Ene 07, 2009 1:05 am

Jenny, ese era el final??? confused Nomás pregunto ehh!!! Mi novio Italiano - Página 5 95247 Muchas gracias por los capis!!!! Mi novio Italiano - Página 5 388331
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Mensaje  Eva_vbb Miér Ene 07, 2009 2:33 am

MUCHAS GRACIAS X COMPARTIR
CON NOSOTRAS LA NOVE... ESTUVO MUY LINDO
EL FINAL QUE BUENO QUE AL FINAL SE RECONCILIARON
Y QUE VICTOR SE DEJO TONTERIAS,DE SU ORGULLO Y CELOS
LO MALO ES QUE TUVO QUE PASAR ESTO ULTIMO PARA QUE RACCIONARA.
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Mensaje  ryaneth Miér Ene 07, 2009 12:21 pm

Muchas gracias Jenny me gusto mucho la novela saludos te kiero mucho bye........

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Mensaje  Chicana_415 Miér Ene 07, 2009 5:04 pm

ESTA TAMBIEN SE TERMINPO?!?!?!?! Sad

MUCHA SGRACIAS POR LA NOVELAAA ESTUVO BUENISIMAAAA
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Mi novio Italiano - Página 5 Empty soy nueva y lei toda la novelita

Mensaje  nayelive Miér Ene 07, 2009 5:09 pm

me encanto Mi novio Italiano - Página 5 388331 gracias por poner tan bonitas historias
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Mensaje  alma.fra Vie Ene 09, 2009 12:45 am

Muchas gracias por la novela, estubo muy padre.
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Mensaje  mats310863 Vie Ene 09, 2009 9:46 am

¿YA SE TERMINO?, SI ES ASÍ GRACIAS AUNQUE ME QUEDE CON GANAS DE MÁS

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Mensaje  dany Jue Feb 19, 2009 3:06 am

gracias por la novela

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