Vicco y la Viccobebe
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Mujer Prohibida (Completa)

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Mensaje  jai33sire Miér Dic 09, 2009 10:30 pm

gracias por el capitulo pero siguele por faaaaaaaa

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Mensaje  myrithalis Miér Dic 09, 2009 10:41 pm

Gracias niña y pos claro esde Victor hay que pasara no tardes niña con el guiente Cap. por favor bye Atte: Iliana
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Mensaje  alma.fra Miér Dic 09, 2009 11:39 pm

Muchas gracias por el capitulo, claro ke va a nacer con pelo negro y ojos marro.
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Mensaje  mats310863 Jue Dic 10, 2009 12:02 am

YO CRUZO LOS DEDOS PARA QUE EL Mujer Prohibida (Completa) - Página 2 4572 SEA DE VÍCTOR, GRACIAS POR EL CAPÍTULO

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Mensaje  susy81 Jue Dic 10, 2009 2:13 pm

yo voto por vico...con el estaba mas relajada jajajajaja

gracias por el capi prima....sigueleeeeeeeeeeeeeeeeeeee

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Mensaje  marimyri Jue Dic 10, 2009 8:45 pm

Perdon por poner el capitulo mas tarde de lo normal pero apenas termine un reporte que de hecho es mi ultimo trabajo del semestre Mujer Prohibida (Completa) - Página 2 149909 Mujer Prohibida (Completa) - Página 2 149909 Mujer Prohibida (Completa) - Página 2 149909 soy libreeeeeee (por un mes y una semana Laughing )

Capítulo Cinco

La puerta del cuarto de baño se abrió y, al ver la expresión de Myriam, el corazón de Víctor empezó a latir como si quisiera salirse de su pecho.

—Estás embarazada.

—Eso parece.

—Nos casaremos —anunció él entonces.

Había estudiado todas las posibilidades y el matrimonio era la mejor forma de establecer una conexión legal con su hijo.

Myriam se agarró al marco de la puerta, con expresión asustada.

—Pero el niño podría no ser tuyo.

Víctor apretó los dientes. ¿Importaba quién fuera el padre? Aquel niño era un García, la única familia que le quedaba. Y tenía que mantener unida a su familia.

—Quiero ser su padre.

—Víctor, no es necesario. Si me voy a Florida...

El la interrumpió, asustado:

—Las familias deben permanecer unidas.

Myriam se sentía atrapada.

—Sí, pero no tenemos que casarnos. Si es tu hijo, podrás ir a verlo cuando quieras.

—¿Y si no lo es?

—Entonces me iré a vivir a Florida, con mi tía.

Víctor no podía dejar que eso pasara. Había perdido a Sergio, pero no quería perder a su hijo.

—¿Y cómo vas a saber de quién es el niño antes de hacer una prueba de ADN?

—Sé que hay pruebas prenatales de ADN, pero creo que existe cierto riesgo para el niño. Y no estoy dispuesta a arriesgar la vida de mi hijo cuando puedo esperar unos meses.

Al menos, estaban de acuerdo en algo.

—De todas formas, quiero ser su padre —insistió Víctor—. Tú sabes que tener un padre y una madre es la situación ideal para un niño. Cuando salíamos juntos, me dijiste que tu vida cambió por completo cuando tu madre murió.

Ella dejó escapar un suspiro.

—Sigues apenado por la muerte de Sergio y no piensas con claridad. Uno de estos días querrás casarte y tener tu propia familia...

—Sergio habría querido que cuidase de su hijo.

—No creo que...

Víctor señaló el montón de facturas que había sobre la cómoda.

—Estás hasta el cuello de deudas. Admítelo, no puedes hacerlo sola.

—Si comprases mi parte de la empresa, no tendría ningún problema.

—Ya te he dicho que no puedo hacerlo ahora mismo. Además, el acuerdo que tenía con mi hermano me da doce meses para encontrar el dinero.

—¿No puedes pedir un préstamo?

—¿De un millón de dólares? Sólo podría hacerlo hipotecando mi empresa. Y no pienso hacerlo.

Ella lo miró, boquiabierta. Seguramente, no conocía el valor de las acciones de Sergio.

—Pero yo no quiero volver a casarme...

El dolor que Víctor tenía en el pecho desde que murió su hermano se incrementó de tal forma que le costaba trabajo respirar.

—Te estoy pidiendo doce meses, Myriam. Para entonces podré comprar tu parte de la empresa y, además, sabremos quién es el padre del niño. Abriré un fondo a su nombre en cuanto nos divorciemos y, mientras tanto, tú tendrás el mejor seguro médico y un techo sobre tu cabeza.

—No sabes lo que me estás pidiendo —suspiró Myriam.

—Sé que sigues enamorada de Sergio y no estoy intentando reemplazarlo. Yo lo quería tanto como tú.

Ella apartó la mirada. Ese gesto era claramente una negativa y, aunque a Víctor le habría gustado creer que no era un golpe para su ego, no solía engañarse a sí mismo.

—En Carolina de Norte no hacen falta análisis de sangre para casarse, pero el papeleo tardará más o menos una semana. Y necesito tu partida de nacimiento.

Myriam levantó la cabeza.

—Te he dicho...

—Ya casi he terminado de reformar la casa. Hay un dormitorio con un cuarto de baño y una salita bastante grande... Podría ser tu cuarto y el del niño.

—Un matrimonio sin amor está destinado al desastre —suspiró ella.

Su tono atormentado lo sorprendió. Sabía que su madre había muerto cuando Myriam tenía once años y que su padre había enterrado sus penas en el trabajo a partir de entonces, dejándola al cuidado de su tía, pero ignoraba que sus padres no hubieran sido felices.

—El banco ha emprendido un procedimiento administrativo contra ti. ¿Qué vas a hacer?

—¿Quién te ha dicho que podías leer mi correo? —exclamó Myriam, furiosa.

Víctor no lo hizo a propósito, pero había estado encerrada en el baño durante los tres minutos más largos de su vida... y le resultó imposible no mirar las cartas del banco.

¿Por qué no habían pagado la hipoteca?, se preguntó. Era absurdo, su hermano ganaba un buen sueldo en la empresa.

—¿Preferirías que no me importase? ¿Quieres que me vaya y deje que el banco te eche a la calle?

No sería capaz, pero seguramente Myriam no lo sabía.

Y parecía tan frágil, tan cansada... Habría querido abrazarla y prometer que todo iba a salir bien, pero no podía hacerlo. No podía garantizar que iba a encontrar al canalla que le estaba pasando secretos a la competencia.

—No, es que... no creo que pudiera casarme contigo.

¿Casarse con él era un destino peor que la muerte? Incluso aunque no le hubiera hecho esa promesa a su madre, quería cuidar de Myriam y del hijo que llevaba dentro. Al pensar en ese niño, un increíble y desconocido deseo de protección lo invadió.

—En mi casa hay sitio para los dos. Montaremos un columpio en el jardín y aún te quedará sitio para ese huerto que siempre habías querido.

Se odiaba a sí mismo por usar contra ella los sueños de los que le había hablado cuando salían juntos, pero haría lo que fuera para no perder a ese niño.

Entonces, sin pensar, la abrazó. Aunque Myriam permanecía tensa, disfrutó de la suavidad de su piel, del calor que parecía llegarle casi hasta el corazón. Pero no podía ser.

Un momento de debilidad era más que suficiente. No podía volver a ocurrir.

Víctor se apartó y esperó que su corazón volviera al ritmo normal.

—Cásate conmigo, Myriam. Deja que mi casa sea tu hogar y el de tu hijo.

El anhelo que vio en sus ojos miel lo emocionó. Pero era un hogar y una familia lo que Myriam quería, no a él. Y sería mejor no olvidarlo.

No había amor entre ellos. Sin embargo, el deseo de besarla era tan fuerte que tuvo que apartar la mirada.

Myriam se dejó caer sobre la cama, enterrando la cara entre las manos. ¿Cómo podía confiar en otro hombre? Y no un hombre cualquiera, sino un hombre que la odiaría si supiera que fue ella quien echó a Sergio de casa aquella noche. No, ella no era la culpable de la muerte de su marido, pero si no le hubiera gritado, si no hubiera discutido con él, quizá Sergio seguiría vivo.

¿Debía arriesgarse a vivir con Víctor? Ocho años antes había estado enamorada de él... pero entonces se marchó de viaje sin decirle adiós. No había que tener una educación universitaria para entender lo que significaba eso: no la quería. Como no la había querido Sergio.

Entonces, de repente, Víctor se puso de rodillas delante de ella.

—Myriam, querré a ese niño como si fuera mío, sea quien sea el padre. Te lo juro.

Quería creer en la sinceridad que veía en sus ojos, pero Sergio la había engañado tantas veces...

Myriam miró su alianza y luego el montón de facturas que había sobre la cómoda.

Hasta que salió la esquela de Sergio en el periódico no había sabido la cantidad de deudas que acumulaba su difunto marido. En el correo de cada día llegaban más y más facturas. Sólo esperaba que el dinero que consiguiera por la venta de los muebles y los objetos de valor fuera suficiente para quitarse de encima a los acreedores.

Si pudiera vivir sin tener que pagar un alquiler… pero fue el fondo a nombre del niño lo que la llevó a decidirse.

Aparte de las deudas, ¿y si le ocurría algo a ella, como le había ocurrido a su madre? Un simple resfriado terminó siendo una neumonía. Un día su madre estaba llena de vida y al siguiente, había muerto. A partir de entonces, su padre se alejó de ella por completo. Empezó a trabajar hasta muy tarde, dejándola sola con su tía. Cuando lo único que Myriam deseaba era que fuese cariñoso con ella, que no la culpara por haber llevado a casa el virus que mató a su madre...

Su tía se portó muy bien, pero cuando se desató el escándalo tras la muerte de su padre, empezó a hacer planes para marcharse de la ciudad en cuanto ella cumpliera los dieciocho años. Myriam se había sentido descartada, sola, abandonada.

Y estaba decidida a que su hijo no tuviera que pasar por eso. Si le pasara algo, Víctor cuidaría de su hijo, estaba segura.

Pero ¿podía vivir con un hombre al que no amaba? Myriam se mordió los labios. Doce meses. Dos adultos podían vivir juntos durante ese tiempo sin que pasara nada, se dijo.

—¿Y el sexo? —preguntó, poniéndose colorada. Debería haber abordado el tema de una forma más diplomática, pensó.

Víctor seguía mirándola a los ojos.

—¿Qué?

—Si no vamos a mantener relaciones... ¿qué harás para...? —Myriam se aclaró la garganta—. Ya sabes lo que quiero decir.

—¿Estás preguntando si voy a engañarte?

¿Por qué no? Sergio lo había hecho. Además, el suyo no sería un matrimonio de verdad.

—Como el nuestro sería un matrimonio en blanco, no estaríamos engañándonos.

—¿Estás pidiéndome permiso para tener amantes?

—¡No!

—Me alegro. Porque no podría dártelo. Myriam, yo nunca he vivido como un monje y no estoy deseando hacerlo, pero las promesas de matrimonio son sagradas. Aunque sólo sea por el niño.

Ella también había creído una vez en lo sagrado de esas promesas, pero la vida le había enseñado que no todo el mundo compartía ese punto de vista.

—Puedo aguantarme durante un año y espero que tú hagas lo mismo. Ésta es una decisión importante, Myriam. Y te juro que no lamentarás haberte casado conmigo.

Se le encogió el estómago. No podía arriesgarse a decir que no, pero rezó una plegaria silenciosa para que todo saliera bien.

—Espero que tengas razón.

Víctor se levantó, tomando su mano.

—Vamos. Necesitas comer algo más que unas galletitas.

Lo que necesitaba era estar sola para considerar su decisión, pero Víctor no parecía querer marcharse.

—No me apetece salir.

—No hace falta, yo haré la cena.

—¿Sabes cocinar?

Sergio jamás la había ayudado en la cocina. Jamás había pasado por la cocina.

Él la miró por encima del hombro mientras bajaba la escalera.

—¿Quién crees que hacía la comida cuando mi madre murió?

—Habría sido más fácil para ti llevar a tu hermano a un internado. Sólo tenías veintidós años.

—A veces la salida más fácil no es la correcta.

—Y a veces la correcta no es la más fácil. Me estás metiendo mucha prisa, Víctor. Necesito un poco de espacio.

—Y tu hijo necesita un techo. A partir de ahora, es mi obligación cuidar de los dos.




Víctor había vuelto de su reunión. Myriam aparcó el Mercedes al lado de su coche y entró en las oficinas de García—Software el lunes por la tarde, rezando para que su estómago no le diera la lata.
Pero nada más entrar en su despacho se llevó una sorpresa. Alguien había instalado una neverita mientras ella estaba comiendo. Encima, una fuente con galletitas saladas y fruta fresca. Dentro había yogures, zumos y agua mineral.

Suspirando, Myriam se sentó tras el escritorio y guardó el bolso en uno de los cajones. Cuando iba a ponerse a trabajar, vio una nota de Víctor sobre la pantalla: No te saltes ninguna comida.

Víctor estaba llevando aquello de ser su guardián hasta el límite. Y empezaba a estar harta. Aunque debía reconocer que sólo pensaba en el niño y que un padre cariñoso era precisamente lo que quería para su hijo.

Durante el fin de semana había intentado buscar una alternativa al matrimonio. Víctor no quería una esposa y ella no quería un marido. Él sólo quería poder relacionarse con el niño y eso sería fácil de resolver. Además, aquélla era una ciudad universitaria, de mentalidad abierta. Podrían compartir el niño sin casarse.

Opal llamó a la puerta en ese momento.

—Enhorabuena por el compromiso y por el embarazo. Yo tengo tres hijos y dos nietos, así que puede preguntarme lo que quiera.

Sorprendida, Myriam parpadeó. ¿Cómo iba a romper su compromiso si él ya lo había anunciado a los cuatro vientos?

Entonces se le ocurrió algo: si se negaba a casarse con él, ¿perdería su trabajo? Víctor no podía despedir a la copropietaria de la empresa... ¿o sí? Quizá no, pero podría convertir su vida en un infierno.

—Víctor cuidará de usted y del niño, no se preocupe. Es un hombre maravilloso y estoy segura de que será un padre estupendo. Nunca he conocido a nadie más leal a su familia, a sus amigos, a sus empleados... incluso cuando no lo merecen —siguió Opal, sin mirarla, guardando unas carpetas en los archivos.

Myriam la miró, confusa. ¿Sabría algo sobre las aventuras de Sergio? ¿Lo sabría todo el mundo en la oficina?

—Ah, por cierto, Víctor ha dicho que quería verla en cuanto llegase.

—Voy ahora mismo —murmuró Myriam, sintiendo mariposas en el estómago.

—Por cierto, me gusta su vestido. Ese estilo clásico le sienta estupendamente.

—Gracias.

Le encantaba aquel vestido, que había conseguido en una tienda de segunda mano. No era nada ajustado, como los que le gustaban a Sergio. Si pudiera librarse de los zapatos de tacón... pero no tenía dinero para comprar zapatos en aquel momento.

¿Qué pensaría Víctor de la nueva Myriam, la que había cambiado su ropa provocativa por otra más clásica? ¿Y por qué le importaba? Había perdido ocho años de su vida intentando complacer a un hombre. La única aprobación que necesitaba era la de sus colegas.

Myriam se detuvo en la puerta de su despacho, con el corazón en la garganta. Víctor García era un hombre bueno, serio, estable y guapísimo. Podría casarse con cualquier mujer. ¿Por qué quería casarse con ella?

Por el niño, claro. Ésa era la única razón.

Él estaba mirando la pantalla del ordenador, muy concentrado, y Myriam aprovechó la oportunidad para estudiarlo. El flequillo oscuro le caía sobre la frente. Se había quitado la chaqueta y sus dedos volaban sobre el teclado con la misma seguridad con la que se habían movido sobre su cuerpo...

—¿Querías verme?

Víctor levantó la cabeza bruscamente y la miró de arriba abajo.

—Siéntate, por favor.

Le temblaban las rodillas mientras se acercaba.

—Gracias por la nevera... y por todo. Pero si es para que no tenga náuseas, hoy no las he tenido. Además, soy perfectamente capaz de cuidar de mí misma.

—Ya lo sé, sólo quería ponértelo más fácil. Por lo que me han contado, se supone que las náuseas se evitan si comes algo a menudo. ¿Vestido nuevo?

—Sí.

Víctor se pasó una mano por el cuello antes de levantarse.

—¿Por qué no me das tus tarjetas de crédito? Si necesitas algo de verdad, podríamos hablarlo...

Myriam lo miró, atónita. Y alarmada.

—No.

—Sé que estás muy apenada por la muerte de Sergio y también sé que ir de compras es una forma de consolarse para algunas mujeres, pero no deberías gastar dinero hasta que hayas pagado todas tus deudas.

Myriam no podía articular palabra. ¿Víctor creía que era ella quien tenía un problema con el dinero?

Llevaba toda su vida ahorrando...

—Ese es un comentario increíblemente sexista.

Él tuvo el detalle de ponerse colorado, pero señaló el vestido con la mano.

—¿Niegas que has ido de compras este fin de semana?

—He cambiado algunos de mis vestidos por otros más clásicos en una tienda de segunda mano. No me he gastado un céntimo. Y, para tu información, he roto todas mis tarjetas de crédito.

—Lo siento —suspiró Víctor entonces—. Pero no tienes que vestirte de otra forma... Te di mi palabra de que no volvería... que no volvería a forzarte.

Myriam tragó saliva, pero decidió que era el momento de dejar las cosas claras.

—No me forzaste. Nos volvimos locos los dos... perdimos el control. Necesitábamos consuelo, supongo.

Él apretó los dientes.

—Una mujer no pasa de chica de calendario a ejecutiva de la mañana a la noche si no es por una buena razón.

¿Chica de calendario? ¿Ella? Myriam estuvo a punto de soltar una carcajada. ¿Significaba eso que la encontraba atractiva?

—Para tu información, me visto así porque quiero, no porque... no por lo que pasó entre nosotros.

—¿Seguro que este cambio no tiene nada que ver con lo que pasó?

—Seguro.

—Sergio murió hace tres semanas... Estás haciendo muchos cambios que podrías lamentar más adelante.

—No creo que lamente nada.

Metiéndose las manos en los bolsillos del pantalón, Víctor se apoyó en el escritorio. La pernera del pantalón rozó su pierna y Myriam la apartó de inmediato. No lo había hecho a propósito, claro. Víctor ocupaba mucho espacio en todas partes, en su despacho, en sus sueños, dentro de su cuerpo...

«Déjalo, Myriam, no sigas pensando en ello».

Sin embargo, un calor desconocido se instaló entre sus piernas al ver cómo esa postura destacaba sus poderosos muslos...

El recuerdo de aquella noche hacía que sintiera un pellizco en el estómago y tuvo que cerrar las piernas. Una cosa era soñar con él, pero ese comportamiento en la oficina...

Cuando se miraron, le pareció ver una chispa en sus ojos, como si hubiera leído sus pensamientos, pero enseguida desapareció.

—Myriam, tu trabajo es muy bueno —dijo Víctor entonces, señalando la carpeta de proyectos—. He hecho un par de sugerencias. Incorpóralas y guárdalas en un disquete.

—¿Te ha gustado?

—Sí. Has hecho precisamente lo que yo esperaba. Sergio no podría haberlo hecho mejor.

Su marido era la última persona en la que pensaba cuando Víctor la miraba de esa forma.

—¿Te importaría explicarme de dónde has sacado las ideas para el folleto promocional?

Su difunto marido se habría partido de risa si se enterase, pero...

—Sergio guardaba sus libros en el ático y yo... les he echado un vistazo.

—¿Has aprendido a hacer un programa de ordenador tú sola, echando un vistazo a los libros?

—Sí —contestó Myriam.

—Pero Sergio me dijo que tú... que no te gustaba estudiar, que habías suspendido en la universidad.

Sergio le había dicho muchas veces que no valía para estudiar, que no tenía cabeza para hacer una carrera universitaria. «No quiero desperdiciar mi dinero», era su frase favorita cuando hablaban del tema. Y, aparentemente, también se lo había dicho a su hermano.

—No tenía mucho tiempo para estudiar, pero no suspendí.

—Entonces, ¿por qué dejaste la carrera?

A su marido no le gustaba que se pasara las tardes estudiando... ni que saliera de casa, pero no quería contarle eso.

—Sergio pensaba que mis estudios interferían con nuestro matrimonio.

—¿Él te obligó a dejar la universidad? —exclamó Víctor, atónito.

—Bueno... al final, yo misma tomé esa decisión —contestó Myriam. No quería arruinar la imagen que tenía de su hermano pequeño.

—Cuando nos casemos, podrás volver a la universidad. No tendrás que trabajar.

Ojalá pudiera aceptar esa oferta. Pero había pasado por eso una vez y no pensaba hacerlo nunca más. Cuando Sergio empezó a trabajar para Víctor, Myriam dejó su trabajo para ir a la universidad, como habían planeado. Pero a partir de entonces no sólo se había convertido en una prisionera en su propia casa, sino que Sergio le exigía justificación de cada céntimo que gastaba. Que su hermano intentase hacer lo mismo la sacaba de sus casillas. Por mucho que deseara tener una educación universitaria, se negaba a repetir ese error.

—Prefiero trabajar.

—No es necesario.

—Para mí, lo es.

—Myriam...

—Nunca he querido vivir sin hacer nada. Empecé a trabajar a los quince años y quiero seguir haciéndolo hasta que nazca el niño. Después, me gustaría seguir trabajando a tiempo parcial. Si no me quieres aquí, buscaré otro sitio.

—Pensé que querrías quedarte en casa cuidando de tu hijo... o volver a la universidad. Puedes hacer las dos cosas, Myriam. Contrataremos a una niñera mientras tú vas a clase.

Lo que le proponía sonaba maravilloso... como la oferta de Sergio ocho años antes, pero Myriam ya no era tan tonta. Algunas lecciones no se olvidan nunca.

—Mira, Víctor...

—Piénsalo. Tenemos tiempo de sobra —la interrumpió él—. Por cierto, nos casaremos el miércoles que viene a las tres de la tarde. Si quieres invitar a alguien...

Las mariposas que sentía en el estómago se convirtieron en un Boeing 747.
—No tengo a nadie excepto a mi tía... y no creo que quiera venir desde Florida.

—Muy bien. Ah, tu habitación ya está terminada. Puedes llevar tus cosas esta misma tarde.

Myriam tragó saliva.

—Esto es muy repentino, ¿no te parece?

—¿Por qué esperar? Toma, ésta es la llave de mi casa —dijo Víctor, con una sonrisa en los labios.

Antes de que pudiera encontrar una razón para rechazar la llave, Opal abrió la puerta el despacho.

—Señora García, el de la inmobiliaria está al teléfono.

—Pásame la llamada, por favor —dijo Víctor—. La señora García contestará desde aquí.

A Myriam le temblaban tanto las piernas que le costó trabajo levantarse. El sillón de Víctor, al contrario que el de Sergio, parecía viejo, muy usado. Era mucho más cómodo. Y olía a él.

¿Cómo iba a concentrarse en la llamada si estaba oliendo su colonia, recordando aquella noche en la escalera de su casa? ¿Y cómo era posible que pensar en Víctor la excitase cuando su marido no lo había conseguido nunca?

La lucecita del teléfono parpadeaba, devolviéndola al presente. Nerviosa, levantó el auricular y escuchó al agente inmobiliario. Tenía una buena oferta por la casa y quería saber si estaba dispuesta a vender antes de final de mes.

Myriam sintió miedo. Debería decir que no, pero con sus problemas económicos y las deudas de Sergio como una espada de Damocles sobre su cabeza, no tenía elección.

Y dijo que sí.

Después de colgar, enterró la cara entre las manos. Lo quisiera o no, se había comprometido a casarse con Víctor y a vivir con él, en su casa.

«Por favor, que esto no sea otro error».
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Mensaje  myrielpasofan Jue Dic 10, 2009 10:29 pm

grax por el capi
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Mensaje  jai33sire Jue Dic 10, 2009 10:47 pm

muchas gracias por el capitulo y siguele por faaa

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Mensaje  alma.fra Vie Dic 11, 2009 12:08 am

Muchas gracias por el capitulo, ojala Myri ya le diga la verdad a Vic sobre su hermano.
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Mensaje  myrithalis Vie Dic 11, 2009 12:15 am

Gracias por el p. niña nos vemos bye Atte: Iliana
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Mensaje  Dianitha Vie Dic 11, 2009 2:24 am

wooow esta noveliita esta super padre solo espedro k las cosas entre viictor y myriiam se puedan aclarar no se x k pero creo k el hermano de viictor no era tan bueno como el creiia x fiis niiña no tardes en poner cap k me encanto esta noveliita siiip What a Face What a Face What a Face What a Face
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Mensaje  mats310863 Vie Dic 11, 2009 9:26 am

ESE SERGIO QUE MALA PERSONA ERA, ESPERO QUE MYRIAM SE DE CUENTA DE QUE VÍCTOR ES TOTALMENTE DIFERENTE, GRACIAS POR EL CAPÍTULO

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Mensaje  marimyri Vie Dic 11, 2009 8:54 pm

Gracias por sus mensajitos Laughing

Capítulo Seis

Víctor llegaría enseguida y Myriam no estaba lista. Pero, claro, seguramente nunca estaría lista para volver a casarse. La idea la entristeció, ya que una gran familia era lo que siempre había deseado.

Dejó el cepillo sobre el lavabo y se llevó la mano al abdomen. Aquel niño sería su familia. No, no tendría una gran familia, pero sería suficiente. Tendría que serlo.

Quitándose la alianza que Sergio le había regalado el día de su boda, la colgó de su cadenita de oro.

Sería un talismán, un recordatorio de que aquello era sólo algo temporal, un matrimonio de conveniencia que duraría hasta que Víctor comprara su parte de la empresa. El amor no tenía nada que ver.

Había pasado horas leyendo el diario de Sergio la noche anterior, tomando notas e intentando buscar una solución para no tener que casarse con Víctor. Sergio hablaba mucho del dinero que ganaba, pero Myriam no encontró ni rastro de él en sus cuentas. Y cuando los comentarios insultantes sobre ella la pusieron enferma, tuvo que dejarlo.

¿Cómo podía no haberse dado cuenta de que su marido no la amaba? ¿Cómo se había dejado engañar de esa forma? ¿Y qué quería decir Sergio con: «Mientras yo tenga lo que Víctor más desea, estaré por encima de él y conseguiré lo que me corresponde»?

Tendría que volver a leer el diario. Algunos comentarios parecían escritos en clave.

Cuando sonó el timbre, Myriam se agarró al lavabo hasta que pasaron las náuseas y luego, lentamente, bajó la escalera.

Víctor estaba guapísimo con un traje oscuro, camisa blanca y corbata de color gris. Llevaba una rosa blanca en la solapa, estaba recién afeitado y se había cortado el pelo. Cualquiera creería que era un novio enamorado.

—¿Dónde está el Mercedes? ¿De quién es el coche que está en el garaje?

Myriam tragó saliva.

—He cambiado el Mercedes por algo más práctico.

—Sergio te regaló ese coche en tu cumpleaños —dijo él entonces, sorprendido.

—Sí, pero prefiero conducir algo que ya esté pagado.

Si no lo hubiera hecho, el banco se habría quedado con el Mercedes de todas formas. Había tenido suerte de encontrar un coche decente a cambio del descapotable.

—Pero te gustaba mucho ese coche...

—Sí, le gustaba. El lujoso descapotable era todo que ella no era: divertido, caro, elegante y sexy. Pero no le apetecía ponerse a debatir sobre el asunto cuando tenía que preocuparse por una boda.

—Sólo es un coche y el que he comprado es mucho más práctico para poner una sillita de niño.

Víctor asintió con la cabeza.

—¿Estás lista?

—Sí, supongo que sí.

—Myriam, no te preocupes. Todo saldrá bien, ya lo verás.

Ojalá pudiera creerlo.

—Vámonos.

Su corazón dio un vuelco cuando Víctor detuvo el coche frente a la histórica iglesia de piedra de Chapel Hill. Ella había esperado una ceremonia civil...

El vestido de lino color melocotón se pegaba a su piel sudorosa y la chaqueta de encaje a juego parecía una manta. Nerviosa, Myriam tiró de la cadenita que llevaba al cuello.

No estaba segura de poder caminar hasta el portalón de madera, pero Víctor la ayudó ofreciéndole su mano.

Le temblaban las rodillas y ni siquiera se fijó en que él abría la puerta de atrás y volvía a cerrarla.

Estaba concentrada en la iglesia, en el futuro y en las razones para seguir adelante con aquella farsa: seguridad para su hijo, un techo sobre sus cabezas, dinero para volver a la universidad y empezar otra vez.

—Esto es para ti —dijo Víctor entonces, ofreciéndole un ramo de rosas blancas mezcladas con hiedra.

Sergio nunca le compraba flores... a menos que se sintiera culpable por algo. Pero en la mirada de su hermano no parecía haber oscuros secretos. Y el inesperado gesto la emocionó.

—No deberías...

—Como siempre has tenido rosas en el jardín, pensé que te gustarían.

—Me encantan. Son mis flores favoritas.

Dos vehículos se detuvieron entonces a su lado. De uno de ellos salió Opal y del otro, un hombre alto al que Myriam nunca había visto.

—Te presento a Carter Jones, mi compañero de universidad. Opal y Carter serán los testigos.

Myriam intentó decir algo agradable, pero no le salía nada.

—Hola —fue lo único que consiguió decir, estrechando la mano de Carter.

El hombre hizo un gesto con la cabeza. La frialdad de sus ojos grises la sorprendió.

—¿Nos vamos? —sonrió Víctor.

Mientras caminaba, Myriam iba tocando el anillo colgado de la cadenita. Por su hijo, por ella misma, tenía que ser fuerte.

El interior de la iglesia era fresco y oscuro, en contraste con la cálida y luminosa tarde de jumo.

Myriam agradeció el cambio de temperatura, Pero cuando vio al sacerdote esperando en el altar le entraron ganas de salir corriendo.

Un matrimonio sin amor había sido más que suficiente. Pero su primer matrimonio había empezado con amor... al menos, por su parte. Ahora ni siquiera tenía esa ilusión. Los dos sabían lo que querían, a nadie se le rompería el corazón.

Víctor le presentó al sacerdote y los dos hombres discutieron las formalidades mientras ella esperaba.

—Está muy guapa —dijo Opal—. ¿Verdad, Víctor?

Él la miró de arriba abajo, sonriendo.

—Guapísima.

—Gracias.

—¿Empezamos? —preguntó el sacerdote.

«¡No!», habría querido gritar Myriam.

—Sí.

—¿Tienen los anillos?

Al ver que Víctor sacaba las alianzas de sus padres y las colocaba sobre la Biblia abierta, se quedó sin habla. Aquel matrimonio falso quedaría sellado con una herencia de los García...

Pero todo era mentira.

La ceremonia fue muy breve. Víctor le puso la alianza en el dedo, en el mismo sitio donde había estado la alianza de su hermano, mirándola a los ojos.

Pero cuando el sacerdote le pidió que besara a la novia, se le quedó la boca seca. No debería desearla, pero aquel día se parecía más a la mujer a la que había querido años atrás que a la mujer en la que se convirtió al casarse con Sergio.

Con aquel sencillo vestido de lino y el pelo sobre los hombros, como una cascada de satén de color champán...

Ojalá hubiera seguido llevando esos vestidos ajustados. Esos vestidos le recordaban que era la mujer de Sergio y así era más fácil resistir la tentación.

Pero al ver que tenía los ojos húmedos se le hizo un nudo en la garganta. Myriam seguía llorando por Sergio y él prácticamente la había llevado a rastras hasta la iglesia... Pero si quería evitar que se llevara al niño a Florida, era lo único que podía hacer.

Víctor inclinó la cabeza para rozar sus labios. El olor de su colonia lo envolvió y, en un instante, lo que debía haber sido un beso de puro compromiso se convirtió en una caricia apasionada. Que Myriam le devolvió con la misma pasión. Y Víctor tuvo que hacer un esfuerzo sobrehumano para apartarse de ella.

¿Cómo podía besarlo así si seguía enamorada de Sergio? ¿O estaría pensando en su hermano mientras lo besaba?

Poco después, firmaban el certificado de matrimonio. Myriam firmó a su lado, con el mismo apellido que usó después de casarse con Sergio. Víctor tuvo que apretar los dientes. Se había casado con la mujer de su hermano, convirtiéndose en un sustituto temporal. Después de tantos años pensando en Myriam como algo tabú, de repente era su esposa. Pero no se habían casado por amor v como su apellido, eso no iba a cambiar nunca.

Fuera, mientras Opal se encargaba del ramo de flores, Víctor acompañó a Carter hasta su coche.

Durante toda la ceremonia había intuido la desaprobación de su amigo. Carter y Sergio nunca se habían llevado bien y cuando lo llamó para pedirle que fuera testigo de su boda, Carter le dejó claro cuáles eran sus argumentos en contra. Y, dadas sus objeciones, que hubiera aceptado ser testigo en la ceremonia significaba mucho para él.

—Gracias —dijo Víctor, ofreciéndole su mano.

—Espero que sepas dónde te has metido. .

—Sergio habría querido que cuidara de su mujer.

Carter hizo una mueca.

—Mira, ya sabes que te quiero como a un hermano, pero en lo que se refiere a Sergio siempre has estado ciego. Ten cuidado con Myriam...

—Está embarazada —lo interrumpió Víctor. Pero no le reveló la verdad, no se atrevía a hacerlo.

—Ah, claro. En fin, puedes contar conmigo... pase lo que pase.

Cuando volvió a la puerta de la iglesia, Víctor de nuevo se sintió perplejo ante la idea de que Myriam fuera su esposa. Su esposa. Una esposa guapísima. Pero no podía tocarla.

—Bueno, nos vamos. Nos veremos en la oficina el próximo lunes, Opal. Ya sabes dónde llamarme si hay algo urgente.

Myriam lo miró, nerviosa. No le había dicho nada sobre una luna de miel...

—¿Por qué vamos a tomarnos el resto de la semana libre? —le preguntó, una vez en el coche.

—Porque así tendremos tiempo de llevar tus cosas a mi casa.

—Podrías habérmelo dicho.

Aunque la habitación ya estaba terminada, Myriam no había querido hacer la mudanza. Pero él la quería en su casa. Víctor no podría explicar el repentino deseo de protección que experimentaba.

—¿No van a ir a buscar los muebles mañana?

—Sí, el vendedor me ha dicho que conseguirá un precio mejor si puede exhibirlos todos juntos en la nave.

—Muy bien.

—Pero tomarme una semana de vacaciones cuando acabo de empezar... ¿podríamos pasar un momento por la oficina? —preguntó Myriam.

—¿Para qué?

—Para llevarme algo de trabajo a casa.

Él la miró, sorprendido. Sergio nunca había dicho que fuera vaga o estúpida, pero lo había dado a entender cuando decía que era una buena esposa siempre que se mantuviera en su sitio... la cocina o el dormitorio. Víctor se movió, incómodo, al imaginarla en la cama de su hermano.

—No te preocupes por eso.

Sergio faltaba al trabajo cuando quería, pero era un genio del marketing, de modo que Víctor se lo perdonaba todo.

—He quedado con Carter y un par de amigos en tu casa, dentro de una hora. Esta noche llevaremos tus cosas a la mía.

—Sí, seguro que a Carter eso le hace mucha gracia —murmuró Myriam.

—Dale tiempo. Ya se acostumbrará a la idea.

—¿Sabe que éste es un matrimonio temporal?

—No, y no pienso contárselo a nadie. Sólo es asunto nuestro.

Ella suspiró, cerrando los ojos. Parecía cansada.

—No te preocupes por nada más que por la salud del niño.

—Y por mis acciones en la empresa.

Víctor apretó los dientes ante el recordatorio de que se había casado con él sólo por razones económicas.

—Sí, claro. Pero la empresa es problema mío.

—No tengo muchas cosas que llevar. Sólo voy a quedarme con los muebles de mi abuela, la ropa y las cosas que no he podido vender.

—Entonces esta noche dormirás en tu propia cama. Hay mucho sitio en el garaje, puedes dejar allí tus cosas.

La idea de que Myriam durmiera a unos metros de él lo inquietó. Unos minutos antes estaban en la iglesia, prometiendo amarse y respetarse durante el resto de sus vidas...

¿Esa mentira lo enviaría directamente al infierno o el infierno iban a ser los próximos doce meses?

Myriam estaba acostumbrada a las cenas formales, la clase de reuniones que prefería su marido. Pero los amigos de Víctor charlaban y bebían de pie o sentados en los taburetes del bar, comiendo en platos de plástico. Ellos no esperaban que Myriam les sirviera, sólo esperaban que se sentara con ellos. Después de tantos años de soledad, le resultaba raro...

—Myriam, tienes que comer —la voz de Víctor interrumpió sus pensamientos.

Se había puesto unos vaqueros gastados nada más llegar a casa y resultaba difícil apartar los ojos de él. La flexión de sus bíceps mientras sacaba sus cosas del coche le había recordado a aquella noche en la escalera...

Myriam apartó la mirada, nerviosa.

Sergio había sido un seductor, pero no habría podido reunir un grupo de amigos que lo ayudasen a hacer una mudanza. Los amigos de Víctor se prestaron de inmediato. Y sin pedir nada a cambio.

Todos le dieron la enhorabuena por la decoración de la habitación, pero no había sido ella quien eligió la pintura color mantequilla con el rodapié azul. Había sido Víctor quien lo eligió para que hiciese juego con la colcha de su abuela.

¿Por qué era tan atento? Myriam no podía evitar sentir desconfianza. Sergio siempre esperaba algo a cambio de un favor.

—¿Dónde está Maggie? —pregunto una de las chicas.

¿Maggie? ¿Salía Víctor con una chica que se llamaba Maggie? Sergio solía decir que su hermano tenía una novia diferente cada mes... Myriam sintió un escalofrío. ¿Su segundo marido también la engañaría? Él había dicho que no...

—Está en el lavadero. Como íbamos a tener las puertas abiertas...

¿En el lavadero?

—¿Quién es Maggie? —preguntó Myriam.

—La perra de mi vecino. Ha tenido que salir de viaje y me ha pedido que cuide de ella unos días. ¿Te importa si la dejo entrar en la cocina?

—No, no, me encantan los perros.

Llevaba años queriendo tener uno, pero los perros manchaban las inmaculadas alfombras blancas y ensuciaban los jardines, de modo que no pudo ser.

Unos segundos después, un perro de color rojo entraba en la cocina moviendo alegremente el rabo.

Una perra.

—Está preñada.

—Mucho. Y si Rick no vuelve pronto voy a ser padre en lugar de tío.

La similitud con su situación era evidente. ¿Víctor sería padre o tío? ¿Quería que el niño fuera suyo?

—No has comido nada. ¿No te gusta la pizza?

La preocupación que vio en sus ojos casi le hizo albergar esperanzas. Quería creer en la imagen de felicidad que Víctor pintaba... aunque sólo fuera temporal.

—Sí, me gusta —contestó Myriam.

Pero no se refería a la pizza, se refería a la situación. Años atrás, cuando imaginaba cómo sería la vida de casada, había imaginado exactamente eso: una casa grande llena de amigos, un perro. Esas fantasías no tenían nada que ver con el matrimonio. Con su primer matrimonio. Pero la alianza que llevaba en el dedo significaba un nuevo principio, uno que no había anticipado.

Aquella nueva relación la asustaba porque Víctor le hacía sentir cosas que Sergio nunca le hizo sentir... y eso le daba esperanzas. Y Myriam había aprendido que las esperanzas sólo llevan a la desilusión.

Mientras comía un poco de pizza y oía las risas de los amigos de Víctor, casi podía imaginar cómo serían las risas de un niño en aquella casa de techos altos y suelos de madera.

Era un poco raro que, a excepción de Carter, que seguía mirándola con desconfianza, los amigos de Víctor la hubiesen aceptado sin hacer preguntas a pesar de que, menos de un mes antes, estaba casada con su hermano. Pero por primera vez en muchos años, Myriam se sentía casi feliz y debía agradecérselo a Víctor.

En ese momento, él soltó una carcajada y el sonido le hizo sentir un cosquilleo. Y otro, más profundo, cuando la rozó con la pierna.

Así era como debía ser un matrimonio.

Una pena que no fuese de verdad.



Sola en su noche de boda.

La puerta se cerró tras el último invitado y un silencio ensordecedor descendió sobre la casa. Myriam carraspeó, incómoda. Había llegado el momento de descubrir si la amabilidad de Víctor tenía un precio.

—Tus amigos son muy simpáticos.

—Sí. Les has caído muy bien, pero...

—¿Pero qué?

—Te has pasado un poco.

¿Significaba eso que se había reído muy alto? ¿Que había hablado demasiado? Myriam estudió su imagen en el espejo del pasillo. Los pantalones vaqueros y la blusa rosa que se había puesto después de la boda estaban arrugados, pero no era culpa suya.

Víctor se acercó sin decir nada y Myriam lo vio reflejado en el espejo, a su lado.

—No debería haberte dejado que trabajases tanto. Debes de estar cansada.

Ella lo miró, sorprendida. ¿Estaba preocupado?

—Lo dirás de broma. Cada vez que intentaba mover algo más pesado que un vaso, uno de tus amigos me lo quitaba de las manos... —entonces se dio cuenta de algo—. Lo saben, ¿verdad?

—Sí.

—¿Qué les has contado?

—Que estás embarazada.

Myriam se llevó una mano al corazón.

—¿Y qué habrán pensado de mí? O que engañaba a mi marido o que me he quedado embarazada a propósito...

—Mis amigos no hacen juicios sobre los demás. Y si los hicieran, me daría igual. Yo seré el padre de ese niño. Estaré a su lado cuando nazca, lo llevaré al fútbol, lo ayudaré con los deberes... Si Dios quiere, estaré con él el día de su graduación y el día de su boda.

Myriam lo miró, incrédula. Debería sentirse alarmada por aquel tono tan posesivo y, sin embargo, eso era exactamente lo que ella habría querido tener. Sus padres no estuvieron el día de su graduación, ni el día de su boda. Ni sus padres ni los de Víctor estarían ahí para cuidar de su nieto... Myriam parpadeó furiosamente para controlar las lágrimas. Las lágrimas eran un signo de debilidad y cada vez que lloraba, Sergio se tiraba a su yugular.

—No llores, por favor —murmuró Víctor, abrazándola—. Lo siento, no quería hacerte llorar.

Ella levantó la cabeza. Estaban tan cerca... casi deseaba ponerse de puntillas y besarlo como lo había besado aquella noche...

Afortunadamente, Maggie se colocó entre ellos, ladrando para que la sacaran a la calle. Sorprendida de sí misma, y agradecida por la intervención de la perrita, Myriam dio un paso atrás. Besar a Víctor habría sido un error monumental. Perder el control siempre tenía consecuencias.

Víctor tomó la correa del perchero, suspirando. Myriam no dijo nada. ¿Estaría enfadado? ¿Habría intentado ser amable con ella para llevarla a la cama? Eso era lo que hacía Sergio. ¿No había aprendido que los hombres eran capaces de separar el sexo y el amor?

La diferencia era que Víctor despertaba emociones en ella. La hacía sentirse deseada, apreciada, algo que su hermano no hizo nunca. Y quería volver a hacer el amor con él, pero no iba a hacerlo porque sería demasiado fácil enamorarse. Y eso sería un terrible error. Eran compañeros, amigos, nada más.

—Myriam, ésta es tu casa ahora, ponte cómoda. Yo voy a dar un paseo con Maggie.

—Muy bien.

¿Que quería de ella? Tenía que querer algo. Además del niño, no sabía qué podía ganar Víctor con aquella relación.

Pero antes de que pudiera descubrirlo, el cansancio del día pudo con ella. Myriam subió pesadamente la escalera hasta su habitación. Sola en su noche de boda.

Un matrimonio temporal, sin amor, era exactamente lo que quería. Entonces, ¿por qué se sentía tan vacía, tan sola?
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Mensaje  alma.fra Vie Dic 11, 2009 10:42 pm

Estos niños lo ke necesitan es mucha comunicacion. Muchas gracias por el capitulo.
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Mensaje  girl190183 Vie Dic 11, 2009 10:55 pm

gracias por el capitulooooo Very Happy
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Mensaje  myrithalis Vie Dic 11, 2009 11:29 pm

Gracias niña por el Cap. de ahora nos vemos pronto Saludos bye Atte: Iliana
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Mensaje  Eva_vbb Sáb Dic 12, 2009 12:00 am

GRACIAS X EL CAP...
QUE MYRIAM LE CUENTO TODA LA VERDAD DE SU MATRIMONIO CON EL HERMANO. QUE EL BEBE SEA DE VICTOR ESE TAL CARTER X QUE NO QUIERE A MYRIAM
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Mensaje  jai33sire Sáb Dic 12, 2009 1:00 am

muchas gracias por el capitulo

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Mensaje  susy81 Sáb Dic 12, 2009 1:07 am

ps ya se casaron...la neta pobres de myri y vico no pueden ser felices por el maldito de sergio...si hablaran con la verdad se resolveria todo pero se acabaria la novela asi que espero que sigan confundidos jajajajajajajajaja

sigueleeeeeeeeeeeeee prima....gracias por el capitulo.

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Mensaje  fresita Sáb Dic 12, 2009 3:37 pm

GRAX POR EL CAPIÇ


SALUDOS
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Mensaje  marimyri Dom Dic 13, 2009 4:25 pm

gracias por sus mensajes y disculpas por no poner capitulo ayer Embarassed

Capítulo Siete

A Víctor se le escapó la taza de las manos y se estrelló contra el suelo. La pobre Maggie se metió bajo la mesa de la cocina, asustada. ¿Tener a Myriam en su casa lo había convertido en un manazas?

Además de su madre y la perra, él nunca había vivido con una mujer. Ni siquiera con su antigua novia, afortunadamente, porque Pam rompió el compromiso en cuanto le dijo que iba a pedir la custodia de su hermano pequeño.

Víctor tomó la escoba y empezó a barrer los restos de la taza. Enseguida oyó pasos en la escalera.

Había despertado a Myriam sin querer...

Al verla, se quedó sin aliento. Despeinada y con aquel camisón que dejaba sus piernas al descubierto estaba muy sexy. Muy, muy sexy.

Ella se apartó el flequillo con una mano, mientras con la otra intentaba abrocharse la bata.

—Perdona, me he dormido... Si me das unos minutos, te haré el desayuno. ¿Qué quieres desayunar?

Víctor arrugó el ceño.

—No espero que me hagas el desayuno, Myriam.

—¿No?

—Sé hacérmelo yo mismo.

Llevaba sólo un pantalón de chándal y, al mirarla a los ojos, su sangre se encendió como si ella lo hubiera acariciado con las manos. Su cuerpo se puso en alerta y eso era algo que un pantalón de chándal no podía esconder.

Myriam se puso colorada.

—He oído un golpe.

—Se me ha caído una taza. Lo siento, no quería despertarte —dijo Víctor, aclarándose la garganta. Era increíble, pero su cuerpo reaccionaba como una brújula mirando hacia el Polo Norte cada vez que ella estaba cerca.

—Debería haberme levantando un poco antes. ¿Te has cortado?

—No, qué va. Además, no tenías que levantarte temprano, hoy no vamos a trabajar. ¿Por qué no te das un baño en la piscina hasta que llegue el de los muebles?

—¿Eso es lo que vas a hacer tú? —preguntó Myriam, sorprendida. Cuando levantó una mano para apartarse el flequillo de la cara, la bata se abrió un poco...

Víctor apartó la mirada. No podía tragar, no podía respirar. Apretando los dientes, tiró de la bata para evitar tentaciones.

—Esta mañana voy a pintar el rodapié del comedor.

—¿Quieres que te ayude?

Un par de manos más harían que el trabajo fuese más rápido... pero sólo si podía concentrarse en el trabajo.

—Si te apetece... La pintura no es tóxica y la habitación está bien ventilada. Si puedes soportar el olor, me vendría muy bien tu ayuda.

—De acuerdo.

—Esta casa es muy grande y estoy tardando más de lo que pensaba en arreglarla.

—Cuenta conmigo. Si voy a vivir aquí, lo menos que puedo hacer es echarte una mano. Pero, por el momento, has hecho un trabajo estupendo.

—Gracias. ¿Quieres desayunar?

—Debería vestirme y pintarme un poco para estar presentable. Sólo he bajado porque pensé que te habías hecho daño.

Tendría que acostumbrarse a que alguien se preocupara por él, pensó Víctor. Además de Opal, nadie lo había hecho en muchos años. Pero... ¿vestirse y pintarse para estar presentable? ¿Por qué tenía que hacer eso?

—Myriam, ésta es tu casa, no un hotel. No tienes que pintarte antes de salir de tu habitación. Y puedes ir todo el día en pijama si te apetece.

Aunque esperaba que no lo hiciera, porque entonces no podría dejar de mirarla.

—Come algo antes de que empiecen las náuseas. ¿Quieres una tostada? Acabo de hacerlas.

Maggie se acercó y empezó a tocar su mano con el hocico. Riendo, Myriam se inclinó para acariciar a la perrita y, cuando se le abrió la bata, Víctor estuvo a punto de desmayarse. Prácticamente podía sentir su piel, como si la estuviera tocando. Iba a tener que darse prisa en conseguir el dinero, pensó.

—Bueno, una tostada. Pero voy a echar de menos el café.

—Puedes tomar descafeinado, ¿no?

—No debería tomar nada de cafeína, no me sienta bien.

En realidad, estaba tan pálida que le daba pena. Todas las mujeres embarazadas tenían náuseas, pero no quería que Myriam se encontrase mal. De hecho, haría todo lo posible para que no se encontrase mal.

—En la nevera hay zumo de naranja y leche.

—Gracias.

Víctor se dio la vuelta. El dolor por la muerte de su hermano se mezclaba con los celos. Sergio había podido desayunar con Myriam durante ocho años. Ocho años viéndola recién levantada de la cama...

¿O habría salido de su habitación perfectamente vestida y maquillada? Y si era así, ¿por qué? Myriam no era la clase de mujer que estaba todo el día mirándose al espejo.

—Si no quieres mermelada de fresa, también tengo de melocotón. Y cereales, si te gustan.

—No, gracias. Sólo una tostada —dijo ella, abriendo la nevera—. Eres muy goloso, ¿no? Aquí hay una colección de mermeladas.

—Sí, por eso tengo que ir al gimnasio.

Myriam soltó una carcajada y el sonido lo dejó perplejo. No la había visto reír en mucho tiempo y le recordaba a la chica que conoció ocho años antes, a la que acompañaba a casa, robándole besos entre las sombras.

—Ah, parece que no soy el único goloso —rió Víctor, al verla probar la mermelada de melocotón.

Myriam se había manchado la comisura de los labios y el deseo de quitarle la mermelada con la lengua era tan fuerte que tuvo que agarrarse a la silla.

Víctor se movió para aliviar la presión que sentía entre las piernas, rezando para poder olvidar la atracción que sentía por ella. Había tenido su oportunidad con Myriam años antes, pero ella había elegido no contestar a su carta y casarse con su hermano.

Sin embargo, la deseaba como no había deseado a nadie.


—Un momento —dijo Víctor—. No puedes pintar con eso.

Ella parpadeó, sorprendida. Sergio había insistido en que siempre estuviera presentable, incluso cuando limpiaba la casa o estaba haciendo ejercicio. Y aquel chándal rosa era lo más deportivo que tenía.

—No tengo otro...

—Yo te prestaré algo.

Víctor volvió un minuto después con una camiseta gris y un pantalón corto.

—Esto está mucho mejor. Puedes ensuciarlo todo lo que quieras.

Diez minutos después, Myriam debió admitir que ponerse la ropa de Víctor había sido un error. La tela de la camiseta, por alguna razón, la hacia sentirse más sensible que nunca. Era una reacción absurda. Sí, se sentía atraíada por él como años antes, pero entonces no habían llegado a nada y no llegarían nunca. Su relación era temporal y nada más.

Arrodillada en el suelo, desató su furia con el trapo, extendiendo la capa de barniz que Víctor acababa de aplicar como si le fuera la vida en ello.

—Tranquila, tranquila —sonrió él—. Sólo tienes que quitar el exceso de barniz, no matarlo. Mira, tienes que hacerlo así...

Estaba detrás de ella, muy cerca. Sujetaba su brazo con una mano y la fricción de sus pectorales hacía que no pudiera concentrarse.

—Perdona, es que no lo he hecho nunca.

—No pasa nada, tranquila.

De nuevo, la sorprendió. Sergio le habría echado una bronca... aunque a él no lo habría pillado nunca haciendo un trabajo manual. Sergio pagaba a otros para hacer el trabajo sucio.

Víctor, empezaba a descubrir, no tenía mucho en común con su hermano pequeño. Él no humillaba a nadie y su generosidad no esperaba recompensas. Cuidaba de la perrita de su vecino, la estaba ayudando a ella... Sí, Víctor García era una buena persona.

Myriam tocó el anillo que colgaba de su cadenita de oro. No debía pensar esas cosas. La última vez que confió en un hombre se equivocó por completo.

—¿Por qué reformas una vieja casa cuando podrías comprar una nueva?

—Este barrio me recuerda al barrio en el que vivía cuando era pequeño. Además, me gustan las casas viejas. No sé, tienen historia.

—Y personalidad —dijo Myriam.

—Eso es.

—A mí también me gustan las casas viejas, con árboles grandes, si es posible.

—Te gustan las plantas, ¿verdad?

—Mucho —contestó Myriam—. Pero si a ti no te gustan mis plantas, puedo tirarlas.

Víctor la miró, sorprendido.

—¿Por qué no van a gustarme? Me encantan. Y como se te dan tan bien, podrías encargarte del jardín.

—¿No tienes jardinero?

—No. ¿Para qué quiero un jardín si no puedo cuidarlo yo mismo?

—Sí, es verdad.

Sergio había contratado un servicio de jardinería y no le permitía cortar las rosas porque decía que quedaban mejor fuera.

—¿Por qué Sergio y tú comprasteis una casa nueva si te gustan las antiguas?

—A él le gustaban las cosas nuevas.

—¿Y tú?

—El dinero era suyo, así que eligió él.

Víctor dejó la brocha a un lado.

—Yo no soy así. Si vives aquí, aunque sólo sea temporalmente, puedes darme tu opinión sobre lo que quieras.

—¿En serio?

—Claro que sí. Cuando digo algo, lo digo de verdad.

—Ya, bueno... pero como no voy a estar aquí mucho tiempo...

—Te has manchado la nariz de pintura —Víctor se levantó la camiseta para limpiarla y, al hacerlo, Myriam se fijó en su estómago plano, sus pectorales marcados...

Y tuvo que tragar saliva. Pero él no se apartó. Sus ojos oscuros se clavaron en los suyos, dejándola paralizada.

Quería que la besara, que la envolviera en sus brazos y la hiciera sentirse una mujer deseada. Sólo Víctor podía hacer eso.

Temblando, Myriam cerró los ojos y sintió los labios del hombre rozando los suyos. Suavemente, Víctor tiró de su coleta hacia atrás para devorar su boca.

Quería que la tumbase en el suelo y le hiciera el amor allí mismo, sobre la tela que ocultaba el suelo de madera. Eso la sorprendió. No podía perder el control, ella no perdía el control. El pánico la dejó sin aire.

¿No iban a ser compañeros, amigos?

Víctor la soltó al notar que se ponía tensa. Estaba tenso también, nervioso, y respiraba con dificultad.

—Si queremos terminar esto antes de comer, será mejor que nos demos prisa —dijo con voz ronca.

Myriam sintió un escalofrío, pero estuvo a punto de soltar una carcajada. La había besado como un loco para luego volver a trabajar como si no hubiera pasado nada.

Víctor la deseaba y, que el cielo la ayudase, ella también. Nunca había sido la clase de mujer que disfrutaba del sexo... excepto aquella noche en el vestíbulo. Sergio había sido su único amante... una pesadilla, en realidad. Además, si hiciera el amor con Víctor otra vez, seguramente se quedaría helada como le pasaba siempre y la experiencia sería una decepción para los dos.

Era joven e ingenua cuando se casó con Sergio, pero había aprendido y no volvería a cometer el mismo error.


Vivir con Myriam iba a ser más difícil de lo que esperaba. Víctor dejó la brocha sobre la mesa del jardín, deseando tirarse a la piscina para borrar el olor a pintura de su cuerpo. El agua fría le sentaría bien.

Ese beso... El deseo lo había golpeado como si fuera un rayo. ¿Se acostumbraría a tenerla allí?

No tenía derecho a tocarla y lo sabía. Entonces, ¿por qué no podía dejar de recordar la dulzura de sus labios, la suavidad de su piel? Desde que había cruzado la línea, no podía quitársela de la cabeza.

Myriam salió al porche envuelta en una enorme toalla, que dejó caer sobre una hamaca. Víctor tragó saliva. El sudor que cubría su frente no tenía nada que ver con el calor y sí con la mujer que tenía delante.

El biquini amarillo apenas cubría sus pechos y la braguita, alta de cadera, moldeaba su trasero como las manos de un amante. Tenía los músculos firmes y bien formados, las piernas largas, el estómago plano... El deseo de que allí dentro estuviera su hijo lo sorprendió, pero sería un padre para el niño lo fuese de verdad o no.

No podía apartar la mirada de ella mientras se tiraba de cabeza a la piscina y empezaba a hacer largos. Maggie también estaba tumbada al borde, aparentemente tan fascinada como él.

¿Le gustaría a Myriam estar embarazada? Sus amigas habían disfrutado de los embarazos, compartiendo sus problemas con él: tobillos hinchados, vejigas sueltas, deseo sexual exacerbado.

«Como que necesitas pensar en eso ahora».

Muchas de ellas le habían puesto la mano sobre su abdomen, para que notase las pataditas del niño.

¿A Myriam le gustaría sentir las pataditas de su hijo? Como existía una posibilidad de que el niño fuera suyo, ¿le daba eso algún derecho? Víctor quería vivir el embarazo con ella, el parto y todo lo demás.

¿Aceptaría Myriam?

Cansado, dejó escapar un suspiro. Su hijo no tendría la familia que había soñado siempre. Aunque para Sergio y para él fue desolador perder a sus padres, no podía lamentar los años que habían compartido, ni los recuerdos. A menos que Myriam y él tomaran una decisión, su hijo, si lo era, no tendría hermanos.

Myriam. Su Myriam...

La había deseado desde el día que la conoció, pero levantar la empresa requería todo su tiempo.

Antes de irse a California para atender a su primer cliente importante, le había escrito una carta diciendo que cuando volviera quería hablar con ella. Le había dado la carta a Sergio, pero evidentemente Myriam no estaba interesada en esperarlo porque cuando volvió a casa dos meses después, la encontró casada con su hermano.

Víctor seguía recordando el dolor que sintió cuando Sergio levantó la mano de su flamante esposa para mostrarle la alianza. Sus planes para el futuro se habían derrumbado en ese momento y tuvo que hacer todo lo posible para disimular. Había salido con muchas mujeres durante esos ocho años, pero ni siquiera recordaba sus nombres. Controlar su deseo por la esposa de su hermano se hizo más fácil cuando se convirtió en la clase de mujer—florero que él solía evitar, pero ahora, con la antigua Myriam a su lado, estaba metido en un buen lío. Las mujeres con la cara lavada y una sonrisa fácil eran su debilidad.

Víctor tomó la manguera y se echó un choro de agua helada. Eso o arder por combustión espontánea, pensó.

—¿No vas a bañarte? —le preguntó Myriam, desde la piscina.

—Tengo que limpiar el garaje.

Myriam salió de la piscina de un salto, asustando a Maggie, que se metió bajo una hamaca.

—Aún no he decidido dónde voy a poner las cosas.

Se envolvió en una toalla, pero no antes de que Víctor viera la marca de sus pezones bajo el biquini.

No llevaba maquillaje y el pelo empapado caía por su espalda... ¿Había estado más guapa alguna vez?

No lo creía.

Parecía tan joven, tan inocente como la chica que había conocido ocho años antes.

—Sigue nadando. Yo colocaré las cajas.

—Víctor, hay cosas personales en esas cajas. Prefiero hacerlo yo misma.

Gotas de agua caían por su escote, perdiéndose debajo de la toalla. El pulso de Víctor se aceleró.

—No deberías levantar cosas pesadas. Dime dónde quieres que ponga las cajas y...

—Estoy embarazada, no enferma.

—Hasta que vayas al médico y él te diga lo que debes hacer, es mejor que no te arriesgues, Myriam.

—Víctor...

—Esto no es negociable.

—Muy bien, de acuerdo. Deja las cajas en la habitación del niño. Yo lo colocaré todo más tarde.

—De acuerdo.

—Víctor, quiero que sepas una cosa: yo no haría nada que perjudicara a este niño. Las cosas no han salido como esperaba, pero me hace mucha ilusión tener alguien a quien amar, a quien cuidar.

A Víctor se le hizo un nudo en la garganta.

No estaba hablando de él.
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Mensaje  Eva_vbb Dom Dic 13, 2009 4:50 pm

GRACIAS X EL CAP....
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Mensaje  myrielpasofan Dom Dic 13, 2009 6:08 pm

muchas grax por el capi...
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Mensaje  jai33sire Dom Dic 13, 2009 7:37 pm

muchas gracias por el capitulo

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Mensaje  girl190183 Dom Dic 13, 2009 9:07 pm

Gracias por el caitulo Very Happy
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