Amor de Fantasia FINAL!!!!

grax...

Aki les dejo el sig cap, espero k les guste!!!

Besos
Dejen mensajitos!!
Jenny

—Yo no estoy celosa —sí que lo estaba.
Él sonrió de nuevo.
—¿Y a qué se dedica tu madre? —le preguntó Myriam.
—Hace de todo. Juega al golf, se ofrece voluntaria para trabajar en cualquier organización caritativa y pertenece a un millón de organizaciones.
Toda aquella información la dejaba un poco asombrada. La familia de Víctor era una familia adinerada. No iba a poder evitar compararse con ellos durante aquel fin de semana. Y si quería salir bien parada de aquel encuentro, lo mejor sería estar alerta todo el tiempo.
Seguro que lo iba a conseguir. Para ello llevaba varios días estudiando.
—Ésa es —Víctor giró en una carretera de doble sentido y pasó por una puerta de hierro.
Todo iba a salir perfecto. Pero, de pronto, vio la casa.
RODEADA de hectáreas de pinos, la casa de dos pisos de los García estaba situada junto a un lago. Un camino de césped bajaba hasta un embarcadero, donde había unas barcas amarradas.
Cuando Víctor giraba para meter el coche en el garaje, Myriam vio la piscina y el otro ala de aquella enorme casa.
Estaba obligada a decir algo. Sabía que Víctor estaba esperando algún comentario, pero no se le ocurría nada. Aquél era el estilo de vida al que él estaba acostumbrado y daba por descontado que ella también.
Amar a Víctor no iba a ser tan fácil como creía. —Es una casa preciosa —aquello no era suficiente—. Veo que hay unas sillas en el embarcadero. ¿Les gusta a tus padres sentarse allí?
—Sí —estacionó el coche y apagó el motor—. Parece que todo está muy tranquilo. Mi madre está acostumbrada a que llegue a cualquier hora, incluso a media noche. Siempre que vengo me paso una hora escuchando el agua en el embarcadero. Me relaja.
Myriam dirigió su mirada hacia el embarcadero y se preguntó si una hora escuchando el agua también la dejaría relajada.
Víctor le tocó la mano y ella volvió la cabeza.
—¿Vamos dentro?
—Sí.
Víctor iba a abrir el maletero del coche cuando una pareja de personas mayores aparecieron a la vista. Los padres de Víctor. Su padre tenía el pelo blanco, su madre mantenía un atractivo color castaño. Aunque los dos tenían los ojos azules, Víctor había heredado la tonalidad de su padre.
—¡Víctor! —Juana García le ofreció la mejilla, para que se la besara—. Y tú debes de ser Myriam —estrechó la mano de Myriam y la miró a los ojos.
Myriam no sabía qué decir, ni qué hacer...

grax..jenny siguele pronto..

GRASIASSSSPOR EL KAPI JENNY PERO SIGELEEE MUJER SIGELEE ESTA MUY WENA LA NOBEE NI/A SIHELEEEEEEEEE MYRI NOTE KEDES KALLADA DI ALGO LOKE SETE OKURAA JEJEJE................

AAAAAAAAAAAGGGGGGGGGGGGGHHHHHHHHHHH


PERO COMO SE TE OCURRE SHAMACA DEJARNOS A MEDIASSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSS, NOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO NO SE VALEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEE !!!!!!!1

GRACIAS POR ESTE CAPI PERO QUIERO MAS !!! SI?? PORFIS PORFISSSSSSSS..... YA SABES QUE ME TENDRAS AQUI DE LATOSA (BUENO SI ME DAN CHANCE MIS NIÑOS ........


BESITOSSSSSSSSSSS




.:aNa:.

QUE PASO AQUIIII! ESE CAP ESTUVOO SUPER CHICQUITOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO COMOOOOOOOO NOO NO NO ESO NO PUEDE CONSIDERARSE UN CAPITULOOOOO

Hola niñas aki les dejo el prox capitulo, espero k les guste!!! y dejen mensajitos eh!!!!

Besos
Jenny

Viera lo que viera la madre de Víctor en la expresión de Myriam, pareció quedar satisfecha, porque apretándole la mano le dijo:
—Me alegra mucho conocerte.
—Farrell —dijo la señora García al padre de Víctor—. Ésta es Myriam —como si le entregara un objeto frágil y valioso, la señora García entregó la mano de Myriam a su marido, que estaba al lado de Víctor.
Farrell García le estrechó la mano.
—Un nombre muy bonito, Myriam. ¿Es la abreviatura de Myriammary, quizá? Mi abuela se llamaba Myriammary.
Myriam deseó de todo corazón llamarse Myriammary.
—No, sólo Myriam.
—Myriam —repitió el padre de Víctor, mirando a continuación a su hijo, que estaba apoyado en el coche.
Myriam imitó al padre y vio la tierna expresión en la cara de Víctor, que él no trataba de ocultar. El corazón empezó a latirle con fuerza. La quería y se lo estaba diciendo en aquel mismo momento delante de sus padres. Lo miró otra vez y trató de decirle con la mirada que ella también lo amaba.
El señor García se aclaró la garganta y le soltó la mano. Al mismo tiempo, Víctor dio un paso al frente y la agarró por la cintura.
En esos momentos sintió deseos de echarse a llorar, y sospechó que no era ella la única. Juana García tenía los ojos brillantes. Le dijo a su hijo que le enseñara a Myriam la habitación de los invitados.
Primer obstáculo superado. ¿Por qué habría pensado que aquello iba a ser difícil? El destino estaba de su parte.
El destino, al parecer, pensó que todo estaba hecho y se tomó aquella tarde libre.
Porque la cena fue toda una prueba. Myriam se sentía relajada. Estaban todos en el jardín y el señor García asaba chuletas en la barbacoa. Los asuntos de más importancia se trataron cuando todos estuvieron en la mesa.
—Cuéntanos algo de tu familia, Myriam —empezó la señora García a interrogarla, nada más colocarse la servilleta.
—Mi familia vive en una pequeña granja, al este de Tejas —lo cual era totalmente cierto. Sin embargo, en Tejas todos las granjas o ranchos eran pequeños, aunque tuvieran miles de hectáreas.
—¿Dónde? —le preguntó el señor García, mientras le ponía una chuleta en el plato.
Y así continuó la conversación. Los García y los Montemayor no tenían amigos en común, como Myriam había supuesto, pero aquello no pareció importar a la señora García.
A Myriam no le avergonzaba su pasado, pero iba dispuesta a mantenerse a la defensiva. Se sintió más aliviada al ver que los padres de Víctor no se daban demasiada importancia.
—¿Y cómo os conocisteis? —preguntó la señora García, pero fue Víctor el que respondió.
—Yo me olvidé mi agenda en la boda de los Donahue. Myriam me la devolvió, comimos juntos y, desde ese momento, hemos estado saliendo.
—¿Estuviste en la boda? —le preguntó la señora García, pero antes de que Myriam pudiera responder siguió preguntando—. ¿Te fijaste en el vestido de Stephanie? Era precioso.
A Myriam le gustó la señora García. Mucho. La señora García entendía de vestidos.
—Claro que vi el vestido—dijo Myriam—. Lo sacó de mi tienda.
—Myriam tiene una boutique en Rice Village —dijo Víctor, muy orgulloso.
La señora García pareció quedar sorprendida con aquella información.
—Pues debió costar una fortuna.
Myriam abrió la boca para contestar.
—No —la madre de Víctor cerró los ojos e hizo un gesto con la mano—. No me lo digas. No es asunto mío.
—Nunca antes te ha importado preguntar ese tipo de cosas —dijo el padre.
—¡Farrell!
El señor García dirigió una mirada cariñosa a su mujer.
—¿Juegas al golf, Myriam? —le preguntó el padre de Víctor.
—No, pero me gustaría intentarlo alguna vez —respondió.
—Myriam juega al tenis—dijo Víctor.
—¿De verdad? —les preguntó el padre a los dos—. ¿Os habéis traído las raquetas?
—No —respondió Myriam con la cabeza.
—Entonces, a lo mejor puedo convencer a Juana para que nos deje sus palos y Víctor y tú podéis ir a jugar unos hoyos mañana.
—Tengo que ir a hacer un recado que hacer mañana por la mañana —dijo Víctor—. Ya te habrás dado cuenta de que hemos venido en el coche de Myriam. El mío lo tengo en el taller.
—Tú ve a lo de tu coche, Víctor —dijo su padre—. Myriam y yo jugaremos al golf.
¿La estaba abandonando Víctor? ¿Para ir a ver su coche? A Myriam le extrañó mucho aquello. Tampoco le gustaba ir sola a jugar al golf con su padre.
—Sería la primera vez que juego al golf —dijo Myriam.
El señor García la miró con cariño.
—Todo el mundo tiene que empezar a jugar en algún momento.
Cuando acabó la cena, Myriam se levantó para limpiar la mesa. Con un plato en cada mano, siguió a la señora García a una inmensa cocina. Las cacerolas de cobre colgaban del techo. Olía a chocolate allí dentro.
Juana García le dio una bandeja llena de pastas.
—Son las que más le gustan a Víctor —le dijo, poniéndole la mano en el brazo—. Te daré la receta.

grax....

YA ESTAMOS A DIA 21 Y NO HAY NADA DE CAPIIIIIIIIIIIII DONDE ESTA MI


2 X 1



HMMMM SIGO ESPERANDO EHHH QUE AUQUE YA ESTE DE FLOJIS TRATARE DE ENTRAR DIARIO A LEER MI DOTACION...JAJAJAJAJA


BESITOS NIÑAAAAAAAA

Hola Niñas aki les dejo el sig cap!!!

Any te pongo este dos por uno, pero va a ser el ultimo eh!!! por k despues de este dos por uno entramos en la recta final!!!!!!!!!!! espero k les guste!!!

Besos
Jenny

Los padres de Víctor se mostraban tan amables con ella como si los dos ya estuvieran comprometidos. Después del postre, Víctor y ella se fueron al embarcadero y se sentaron en las sillas que Myriam había visto cuando llegaron. Ella se quedó escuchando el sonido del agua contra el embarcadero y trató de imaginarse los momentos que Víctor había pasado haciendo lo mismo.
—Mira las estrellas —dijo ella—. Casi había olvidado cómo eran.
—¿Tú te criaste en el campo?
—Sí —y se había ido a la ciudad para escapar de la tranquilidad que Víctor buscaba—. Tus padres son maravillosos —dijo Myriam, para cambiar de conversación.
—Parece que tú les has causado una buena impresión —Víctor cambió de posición y Myriam pudo oler el aroma de las pastas de chocolate que se había comido de postre—. A lo mejor pronto puedo conocer a tus padres.
—A lo mejor —Myriam se imaginó a Víctor en la granja de sus padres. No se imaginaba a Víctor sentado a la destartalada mesa de la cocina. No podía imaginarse a Víctor ordeñando vacas o domando caballos. No podía imaginárselo en aquel pueblo pequeño de Tejas.
—¿Qué te pasa? —Víctor debió notar la expresión en su cara—. ¿Crees que un chico de ciudad no encaja en una granja?
Myriam le miró los músculos del brazo y contestó:
—Yo creo que tú encajas en cualquier sitio.
—Ese tipo de conversación es el que a mí me gusta —le dijo Víctor, mientras se estiraba, acercando su brazo al respaldo de la silla de Myriam.
Pero, en vez de apoyarse en él, se fijó en su perfil. Su Víctor. Su amado Víctor. Sintió un escalofrío.
Él debió notar aquel movimiento, porque enseguida volvió la cabeza. Le puso la mano en el hombro.
—Veo la luz de las estrellas en tus ojos —le susurró.
“Eso es amor”, pensó Myriam.
Y Víctor debió pensar lo mismo, porque inclinó un poco la cabeza, le puso la mano en el mentón y le giró la suya. Sus labios se encontraron y Myriam notó aquel beso en todos los rincones de su corazón, el cual latía con una fuerza inusitada.
—Parece como si te conociese toda la vida —Víctor le besó el cuello y le pasó los dedos por el pelo.
—A lo mejor me conoces —suspiró Myriam.
—¿Tú sientes lo mismo? —le preguntó.
—Sí —Myriam le acarició la cara—. Desde el momento en que te vi.
—¿Y cómo es posible que nos hayamos conocido?
—El destino—dijo Myriam y le dio otro beso.

—Bueno, Myriam... —el señor García se bajó del cochecito para llevar los palos de golf—. Creo que el golf no es lo tuyo.
—Eso parece —Myriam trató de no sentirse abatida, pero seguía teniendo en la mente todas aquellas pelotas con el monograma de Farrell García que había perdido.
—Por lo menos lo has intentado —le dijo el señor García, para que se tranquilizara—. Vamos a ver lo que Juana nos ha preparado de comer.
Encontraron a Juana en la cocina, con Víctor, que ya había vuelto. Por la forma que la miraron, supo que los dos habían estado hablando de ella y se preguntó qué habrían dicho.
—¿Qué tal el golf? —Víctor se acercó y le dio un beso.
—Soy malísima —le dijo Myriam.
—Qué más da. Eres buena en otras cosas.
—Es verdad. Ya me ha contado lo de Bread Basket —dijo el señor García, colocando la bolsa con los palos de golf en la pared—. Felicidades, Víctor.
—Gracias —Víctor miró hacia donde estaba Myriam—. Pero es Myriam la que se merece ese agradecimiento.
—¿Ves lo que puedes conseguir al lado de una buena mujer? —dijo su padre, dándole un beso en la mejilla de Juana.
Dejó bastante claro lo que quería decir. Muy claro.
—Sí, pero toda la campaña fue idea de Víctor. Se pasó semanas trabajando en ella —protestó Myriam, un poco avergonzada.
—Myriam —dijo la señora García—. He invitado a unos vecinos a merendar esta tarde.
Víctor la miró.
—¡Mamá!
—No protestes, Víctor. Vosotros los jóvenes estáis siempre ocupados. Quién sabe cuándo os voy a volver a ver.
—Espera un momento —empezó a decir Víctor.
—Estaré en el estudio —dijo Farrell, escapando de allí.
Myriam deseó seguirlo.
—Mamá, ¿no crees que una fiesta es un poco prematuro? —Víctor miró un tanto incómodo a Myriam, mientras hablaba.
—¿Prematuro? Tienes treinta y dos años, y creo que ya es hora de que sientes la cabeza —le dijo, cruzándose de brazos y levantando el mentón.
Myriam se sintió incómoda viéndolos discutir.
—Víctor, me encantaría conocer a los amigos de tus padres. No importa.
—Entonces, decidido —la señora García miró con expresión de triunfo a Myriam y se sentó en una silla de la cocina.
Por primera vez, Myriam se dio cuenta del cuaderno de hojas sueltas en el que había estado escribiendo la madre de Víctor.
Víctor la llevó a un lado y le preguntó:
—¿Estás segura?
—Si eso es lo que le apetece, ¿por qué no?
—Porque mi madre no está pensando en una fiesta con poca gente.
En el momento en que Víctor terminó la frase, Myriam oyó el sonido de un coche. Segundos más tarde, Farrell García sacaba la cabeza por la ventana y gritaba:
—¡Los del servicio de comida han llegado!
—¡Mamá!
Juana García miró a Víctor a los ojos.
Para Myriam los servicios de comidas sólo se llamaban para celebrar algo importante, como un funeral o un aniversario. Y por supuesto, una boda.
Por la cara que puso Víctor, dedujo que también para aquel círculo social las empresas de servicios de comidas se utilizaban para algo más que para celebrar una sencilla reunión de amigos y vecinos.
—¿Qué has hecho? —preguntó Víctor.
—Todos quieren conocer a Myriam —le dijo su madre, con un tono de voz muy pausado.
—Los rumores corren como la pólvora.
Los hombres de la empresa de servicio de comidas aparecieron en la puerta de servicio. Víctor les abrió. Myriam quedó impresionada con la cantidad de comida y flores que dejaron. Víctor se mantuvo en silencio, dirigiendo unas miradas de reproche a su madre, quien se sonrojó.
—Me voy a planchar una chaqueta —dijo Myriam, dirigiéndose hacia la puerta, y como nadie dijo nada, se fue.
La madre de Víctor no estaba pensando en celebrar una pequeña fiesta. Víctor estaba muy enfadado.
Myriam no tenía tiempo de pensar en el significado oculto de su reacción. Dio las gracias por haber metido en la maleta de todo, a excepción de su equipo de tenis...

MYRIAM creyó incluso oír el sonido de trompetas y un coro de ángeles cantar. Víctor García le había pedido que fuera su esposa. El cosmos estaba perfectamente alineado. ¿No se deberían oír los sonidos de las trompetas?
Con una sonrisa, bajó su cabeza y lo miró. Más guapo no podía ser. Y además, en aquel momento, sus ojos tenían un cierto aire de vulnerabilidad. Él le agarró la mano. Era evidente que estaba emocionado. ¿Por qué no se oían las trompetas?
—¿Myriam? —Víctor parecía inseguro, lo cual no era tan grave, para alguien que estaba tan seguro siempre de sí mismo.
—Oh, Víctor. Claro que sí. Me encantaría ser tu esposa.
La cara se le iluminó de alegría. Se puso de pie y le apretó las manos.
—No nos conocemos desde hace mucho tiempo, pero no creo que por esperar un poco vaya a quererte más.
Decía cosas muy románticas. Justo las que ella quería oír.
—Oh, Víctor —Myriam no estaba diciendo nada interesante, pero Víctor parecía no darse cuenta.
La tenía agarrada de las manos. ¿No deberían besarse?
Aquel pensamiento pareció ocurrírsele a los dos al mismo tiempo. Myriam se inclinó hacia adelante al mismo tiempo que Víctor. Los dos se empezaron a reír e inclinaron sus cabezas hacia un lado. El problema fue que los dos la inclinaron hacia el mismo y se dieron de narices. Víctor le sostuvo la cabeza con mucha suavidad y la besó, con inmensa dulzura. Habían cerrado el compromiso. Myriam suspiró.
—Tengo un regalo para ti —Víctor se metió la mano en el bolsillo y sacó una cajita de terciopelo—. Me fijé en él, cuando fui a la ciudad esta mañana —abrió la caja.
Myriam casi tuvo que cerrar los ojos por el destello de una luz blanca que se reflejaba del diamante. Se quedó boquiabierta. El tamaño de aquella piedra era impresionante.
Víctor sacó el anillo, le agarró la mano izquierda y se lo colocó en el anular.
—¡Es inmenso!
—Sí, lo es.
—¿Le has dicho a tus padres que nos vamos a casar?
—No con esas palabras. No lo sabía ni yo cuando te invité a venir. Pero mi madre debió oír algo que te dije y ha organizado una fiesta para anunciar nuestro compromiso.
—¿Para eso vienen todos esta noche?
—Lo único que esperan es una señal nuestra —Víctor le agarró de la mano otra vez—. Myriam, si no te gusta este anillo, podemos cambiarlo por otro.
—Es precioso —le dijo ella—. Estoy emocionada —sonrió, se puso de puntillas y lo besó en la mejilla—. Gracias.
—Yo también estoy emocionado. Yo nunca me imaginé que fuera una persona tan impulsiva —le dijo, mirándola con dulzura—. ¿Has visto en lo que me has convertido?
Él se lo dijo como un cumplido. Ella se dio cuenta. Pero no le había hecho nada. A excepción de ponerse en su camino cuantas veces fue necesario, para que se diera cuenta de su presencia. Estaba claro de que se había enamorado de ella. Le había propuesto matrimonio.
Y ella lo había aceptado. Se iba a casar con aquel joven dinámico, increíblemente guapo llamado Víctor García. Se iba a convertir en la señora de Víctor García.
Como si le estuviera leyendo el pensamiento, Víctor la agarró del brazo.
—¿Está preparada la futura señora Víctor García para conocer a todo el mundo?
—Sí —suspiró Myriam, agarrándose a su brazo. Su fantasía, su sueño, se había hecho realidad. Ella era la cenicienta y él, el príncipe encantado.
—No te preocupes, vas a gustarle a todo el mundo —le dijo, dándole unos golpecitos en el brazo.
—Eso espero —más de lo que él se hubiera imaginado.
Cuando se dispusieron a salir del estudio, Myriam revisó mentalmente todo lo que había estado leyendo durante las dos últimas semanas. Todos la iban a juzgar.
Tan pronto como Myriam y Víctor pisaron el salón, la señora Víctor corrió hacia ellos.
—¡Oh! —se puso frente a ellos y juntó sus manos—. No tenéis que decir nada. Lo puedo leer en vuestras caras.
Víctor miró a Myriam y ella sonrió. De pronto, se le arrasaron los ojos de lágrimas.
—¡Atención todo el mundo! —dijo la señora García, dando unas palmadas—. Tengo que anunciar un compromiso. ¿Farrell, dónde estás?
—Aquí, Juana —la gente se apartó, para dejar pasar al señor García, que, cuando apareció, estrechó la mano de su hijo. A Myriam le dio un inmenso abrazo.
—Bueno, bueno —dijo la señora García, para poner fin a aquella escena tan emocionante—. Os quiero presentar a Myriam, que muy pronto se va a convertir en nuestra nuera.

Un rumor, expresando felicitaciones, surgió en el salón.
—¡Champán! —dio el señor García—. ¿Habéis puesto champán a enfriar, Juana?
—¡Claro! —respondió ella, al tiempo que con unas palmadas llamaba a un camarero.
Myriam se vio rodeada de gente que no había visto nunca, estrechándole la mano y fijándose en el diamante que llevaba en el anillo.
Una mujer de pelo negro, no mucho mayor que Myriam, levantó las cejas y dijo:
—Los negocios te deben ir bien —le dijo a Víctor. Se acercó a Myriam y le dio un beso al aire—. Has cazado una buena pieza, cariño.
—Yo soy el que ha cazado una buena pieza —le respondió Víctor. La había oído. Y para recalcarlo más, la abrazó de nuevo.
Con una sonrisa un tanto despectiva, la mujer los dejó solos.
—No le hagas caso —le dijo Víctor al oído—. Deborah es la segunda mujer de Philip y nunca ha encajado mucho con toda esta gente.
Juana oyó lo que dijo su hijo.
—Víctor, ese hombre se divorció de Charlotte después de treinta años de estar casados, para casarse con esa advenediza—dijo la señora García—. La aguantamos porque está casada con Philip, pero nada más.
Myriam se sintió incómoda. Se quedó observando a Deborah Alderman, caminando entre toda aquella gente. Algunos ni siquiera la miraban, otros miraban a otro sitio cuando pasaba a su lado.
Qué horrible sería sentirse rechazada de aquella manera. Myriam no sería capaz de soportarlo. Tendría que concentrarse en decir lo correcto, para que nadie la despreciara.
La gente empezó a acercarse. Myriam se pegó a su lado. Se sentía más segura así. Más aceptada.
—¿Dónde será la boda?
—¿Cuándo será la boda?
—¿La vais a celebrar en el club?
—¿Y en qué otro sitio lo vamos a celebrar?
—¿Son del club los padres de ella?
—¿Quiénes son sus padres? ¿Los conocemos?
—¿Dónde viven?
Le hacían tantas preguntas y tan rápido, que era imposible responderlas, excepto la última.
—En Tejas, al este —les gritó ella, para que todos la pudiera oír.
—¡Qué horror! —dijo una mujer, vestida con un traje azul—. No hay ningún sitio decente en Tejas para celebrar una boda.
Myriam ni siquiera había tenido tiempo de pensar dónde lo iban a celebrar. En sus sueños siempre se había imaginado que sería en una iglesia, con bonitas cristaleras y con un órgano. Y por supuesto, con el vestido de novia que ella había alquilado a Stephanie. En la pequeña iglesia de su pueblo no cabía la cola de aquel vestido. Y ella estaba decidida a casarse con él, pasara lo que pasara. Suspiró. El vestido de sus sueños y el hombre de sus sueños. Qué bonita era la vida. Miró a Víctor. Él inclinó la cabeza hasta que la tuvo muy cerca de la de ella. Myriam olió el fresco aroma de su loción de afeitado.
—Yo prefiero casarme en Houston —le dijo ella.
—¿Estás segura?
—Es donde vivo ahora—dijo.
Víctor le apretó la mano.
—La boda se va a celebrar en Houston —dijo Víctor en voz alta.
La mujer con el vestido azul se agarró del brazo de Juana García.
—Tienes que decirle a Yve que se encargue de todo.
—¿Yve? —preguntó Myriam.
La mujer con vestido azul siguió diciendo:
—Juana, tendrás que hablar con la madre de ella. Mantente en tus trece. Ya sabes que las madres de las novias quieren controlar todo —dijo, dirigiendo otra mirada a Myriam.
—¡Yve! —dijo otra mujer, que llevaba un montón de turquesas—. Si quieres que la boda salga bien, lo mejor será que llames a Yve.
—Estoy segura de que la madre de Myriam y yo organizaremos todo perfectamente —murmuró Juana García.
Todo había ocurrido tan deprisa que a Myriam no se había acordado de llamar a sus padres. Aquello les iba a dejar de piedra. Ni siquiera ella se había imaginado que aquel mismo fin de semana iba a ocurrir lo que estaba ocurriendo.
—Yo sólo pensaba en algo sencillo, como una copa y una tarta —dijo Myriam.
Un silencio saludó su comentario.
—¡A la salud de los futuros señor y señora Víctor García! —dijo Farrell levantando su copa—. Les deseo toda la felicidad del mundo.
Myriam bebió champán. Estaba bueno. Muy bueno. Aquello la reconfortó. Las burbujas la animaron. Se lo bebió todo.
Cuando bajó el vaso, se fijó en que todas las mujeres la miraban de una manera un tanto rara. ¿Qué ocurría?...

GRAX....

SIGUELE ESTA MUY BUENA

AYYYYYYYYYY GRASIASS POR EL 2X1 JENN ESTUBIERON MUY WENOS Y POS YA KIERO LEER LA FINALLLL SIGELEEEEEE NI/A SIGELEEEEEEEEEE....................

Hola chiks aki les dejo el sig cap!!!!

Any ya kedamos k no habia mas dos por uno jijiji jajaja

Hasta mañana
Besos y dejen sus mensajitos eh!!!

Jenny

—¿Y qué? —señaló Juana García al camarero—. ¿Por qué no va a beber? —les preguntó a todas las demás mujeres, de forma desafiante—. Yo siempre he pensado que era ridículo que no bebiera la persona por la que los demás estaban brindando.
—¡Oíd todos! —dijo el señor Farrell.
No tenía que haberse bebido el champán. No se había acordado. Miró con cara de preocupación a Víctor. Él no había bebido, pero cuando la miró, lentamente se puso la copa en los labios y bebió.
Myriam se sonrojó y supo que no había nada que ella pudiera hacer. De pronto, el camarero apareció con una bandeja y ella levantó otra copa llena de champán. Víctor hizo lo mismo.
—Y ahora, un brindis por todos vosotros, deseándoos lo mejor.
En ese brindis era cuando le tocaba beber a ella y eso fue lo que hizo, consciente de que Víctor y ella eran los únicos que lo hacían.
A lo mejor todos se olvidaban de su error y lo achacaban a los nervios. A lo mejor si no se confundía más, todos la aceptarían. Prefería morir, antes que avergonzar a Víctor y a sus padres.
Toda aquella tensión la estaba dando dolor de cabeza. Se preguntó si todo aquello, alguna vez, sería la forma normal de comportarse para ella.
—Te llamas Myriam, ¿no?
Myriam asintió a la mujer que estaba mirando su anillo.
—Juana nos ha contado que tienes una boutique en Village.
—Sí —aquel era un terreno bastante peligroso, pero Myriam no iba a dar más importancia a su tienda de la que tenía.
—Stephanie Donahue sacó su vestido de novia de la tienda de Myriam —le dejo Juana a la mujer.
—Oh —por el tono de la mujer, estaba claro que aquello la impresionó—. Un vestido impresionante.
—¿Y es de esa misma tienda de dónde has sacado esa preciosa chaqueta? —le preguntó.
—Pues sí —Myriam admitió, un poco tímidamente.
—Es gracioso, Joyce. Nunca te gustó esa chaqueta cuando yo la llevaba.
Todo el mundo giró la cabeza y miró a Deborah Alderman, que estaba de pie, alejada un poco de todos. Estaba bebiendo tranquilamente champán.
—Puede ser que le quede mejor a Myriam de lo que te quedaba a ti —respondió Joyce—. Tanto que ni siquiera me he dado cuenta de que era la misma chaqueta —le dijo, dirigiéndole una sonrisa letal.
—Yo sí que me di cuenta —continuó Deborah—. Pero no te preocupes, porque no me verás con ella otra vez, porque la llevé a una pequeña tienda de ropa de segunda mano, cuando se me cayó el botón de arriba.
Todo el mundo miró el broche que Myriam había puesto en la chaqueta.
—Creo, querida—le dijo Deborah con una voz muy falsa—, que a tu chaqueta también le falta el botón de arriba.
Myriam no sabía si morirse, desaparecer o morirse, cualquier cosa para poner fin a aquel horrible momento.
Habría querido estar en cualquier otro sitio. Si no hubiera estado apoyada en Víctor, se habría desmayado. No podía mirar a Víctor o a su madre. No podía mirar a nadie excepto a los ojos maliciosos de Deborah Alderman.
—Te has quedado sin champán, Deborah —le dijo Víctor, con un tono muy educado—. Permíteme que te acompañe a la mesa donde están las bebidas.
Myriam le imploró con su pensamiento que no la abandonara, que se quedara y la ayudara a pasar aquel trago.
Pero, ¿por qué no la iba a dejar? Seguro que se sentía humillado. Todos habían descubierto que su prometida llevaba ropa que antes había pertenecido a una persona que no era aceptada por aquel grupo. Y Víctor iba a hacerle algunas preguntas a Deborah. Y Deborah se lo contaría todo a él y se daría cuenta de que no era la mujer que ella había querido aparentar. Se daría cuenta que ella era un auténtico fraude.
O una advenediza.
Eso era lo que todos estaban pensando. Myriam lo sabía. Todo su montaje se había derrumbado en una sola noche. Los invitados empezaron a murmurar. Myriam lo oía con claridad.
Tenía que irse de allí, antes de que Víctor y su familia se sintieran más avergonzados.