Tres Meses de Pasión
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jai33sire
mariateressina
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Re: Tres Meses de Pasión
aki de carrerita jajja les traigo el capitulo de hoy y perdon x las faltas pero no me dio tiempo de checarlo he andado muy ajetreada asi q a disfrutarlo ehhhh
CAPITULO 7
La semana siguiente fue una tortura para Myriam. Cada día pasado junto al lecho de Alex era bastante duro y además tenía que soportar la pesada carga de los planes de Víctor que pendían sobre su cabeza como la espada de Democles.
Estaba sometida a su control. Él controlaba su persona, su hijo, su hermana, su modo de reaccionar ante él como si no tuviera personalidad propia.
Víctor quería hacerle pagar su indiscreción, que había herido tan gravemente su orgullo. Ésa era su idea de la justicia y ella no tendría más remedio que hacer todo lo que le ordenara.
Pero ¿casarse?
¿Cómo podría afrontar el matrimonio? Se sometería a su desdén durante toda la vida. Cada vez que Víctor la mirara volvería a recordar el modo en que lo había traicionado.
¿Y Alex?
Sí, finalmente tendría un padre. Pero ¿a qué precio? El secreto de la paternidad del niño siempre se interpondría entre ellos como una sombra en sus vidas. Siempre tendrían que vivir con ella en beneficio de Alex, pero nunca desaparecería por mucho que intentasen ignorarla. Había tenido un hijo del hermano menor y Víctor había dejado muy claro que nunca se lo perdonaría.
Víctor iba regularmente al hospital. Se sentaba junto a Alex y le leía cuentos o jugaba con él para que ella pudiera descansar un rato. Cualquiera que lo hubiera visto habría dicho que era un padre cariñoso y complaciente con su hijo y con su esposa. En presencia del personal sanitario siempre se mostraba amable y solícito con ellos. Sólo que esas personas ignoraban el modo en que la había hecho volver a su vida. El modo en que había planeado ponerle un anillo en el dedo y un nudo corredizo en el cuello para atarla a él definitivamente.
Al volver del cuarto de baño el día anterior a que dieran de alta a Alex, Myriam encontró a Cristi sentada junto al niño, que dormía tranquilamente.
-Hola, Cristi –Myriam la besó cariñosamente. –Te veo muy contenta. ¿Qué sucede?
-¡Tengo un trabajo! –los dedos de Cristi se movían animadamente.
Myriam frunció el ceño.
-¿Qué clase de trabajo?
-Víctor me ha buscado algo en su empresa. Empiezo mañana.
Myriam se sentó al borde de la cama de Alex y la miró de frente.
-¿Estás segura de que es una decisión acertada?
-¿Qué pasa? –Cristi la miró confundida. –Pensé que estarías contenta. Después de todo Víctor y tú os vais a casar, así que todo se ha resuelto. Puedo trabajar durante el verano, antes de volver a la universidad. Será una buena experiencia para mí.
-¿Víctor te dijo que nos íbamos a casar?
-Sí. Dijo que había conseguido una licencia especial para contraer matrimonio la próxima semana.
-¡La próxima semana! –Myriam exclamó con voz ahogada.
Cristi la miró divertida.
-¿No estás contenta, Myriam? Tú lo quieres, ¿no? Nunca has dejado de amarlo, así que ¿por qué te resistes ahora? –preguntó. Myriam se mordió el labio mientras decidía si contarle toda la verdad, pero antes de poder elaborar una respuesta Cristi continuó hablando rápidamente con los dedos. –Me doy cuenta de que todavía está enfadado contigo por no haberle contado lo de Alex, pero está dispuesto a olvidarlo en beneficio de vuestra relación. Creo que se lo debes, especialmente porque se ha hecho cargo dela operación de Alex, ¿no te parece?
¿Qué podía decir? Sí, le debía más de lo que alguna vez podría pagar, pero eso no cambiaba lo que se interponía entre ellos. La amargura, el dolor, la traición.
-Desde luego que tienes razón –optó por decir. –Me preocupo por nada. Al final todo saldrá bien. Tiene que ser así.
-Estás exhausta –Cristi le tocó la mano. -¿Por qué no vas a casa a dormir? Puedo quedarme con Alex hasta mañana.
Myriam le apretó la mano.
-Eres un ángel, Cristi, pero necesito quedarme aquí. Después de todo, soy su madre.
-Ahora tiene un padre. Ya no tienes que hacer esto sola. Víctor me dijo que vendría cuando acabara en la oficina. No tarda en llegar.
Como si lo hubieran conjurado, Víctor se asomó por la puerta.
-Hola, Myriam –saludó al tiempo que sus ojos buscaban los de ella. -¿Cómo esta mi niño?
¡Su niño! Si Alex fuera suyo las cosas serían mucho más fáciles.
Myriam le dirigió una pálida sonrisa.
-El doctor Frentalle dice que puede volver a casa mañana.
Víctor le devolvió la sonrisa.
-Eso es maravilloso.
¿Por qué no te llevas a Myriam a cenar? –Cristi se volvió a Víctor. –Puedo quedarme con Alex un par de horas.
-No creo que… -Myriam empezó a decir.
-Gracias, Cristi –sonrió Víctor. –No tardaremos. Como mucho una hora y media. Myriam, vámonos antes de que Alex se despierte dijo al tiempo que la tomaba del brazo.
Myriam esperó hasta estar fuera de la vista de las enfermeras para protestar.
-No quiero cenar contigo.
-Necesitas comer algo –replicó con una calma implacable. –Por lo demás compartiremos el desayuno y la cena durante los próximos años, así que harías bien en acostumbrarte.
-Nunca me acostumbraré. No quiero casarme contigo.
-Te casarás o tendrás que pagar las consecuencias.
-¿No estarás llevando tu venganza demasiado lejos al casarte con una mujer que odias?
-¿Sabes, Myriam? –Víctor le lanzó una mirada penetrante. –Prefiero casarme contigo con odio que vivir sin ti con amor –declaró. Ella lo miró largamente intentando comprender sus palabras. –No me importa lo que sientas por mí. Serás mi esposa y Alex será mi hijo, para todos los efectos. No haré diferencias entre él y los otros niños que vengan.
Myriam se quedó con la boca abierta.
-¿Niños? ¿Quieres tener hijos?
-Desde luego, pero más adelante. Es comprensible que necesites un tiempo para adaptarte a tu nueva vida.
-Muy considerado por tu parte –dijo en tono sarcástico.
-Por otra parte, no pretendo enmascarar nuestra verdadera relación fingiendo un sentimiento que ya no existe –declaró. Myriam sintió que el corazón se le hundía al oír esas palabras. Víctor no albergaba nada más que odio hacia ella. –Nos casaremos la próxima semana y cuando Alex pueda viajar en avión iremos a Roma. Mi familia querrá darte la enhorabuena formalmente.
-No quiero ir a Roma.
Víctor guardó silencio mientras se dirigían al coche, pero la dura línea de su boca traicionaba su enfado.
-No te pido que emigres a Italia –continuó en cuanto se alejaron del hospital. –Sólo te digo que iremos de visita a Roma.
-Pero tu hogar está en Italia –rebatió ella, repentinamente confundida. –Dijiste que estarías sólo tres meses, así que asumo…
-Estaré viajando continuamente a Italia durante el próximo año tú y Alex me pondréis acompañar de vez en cuando, incluso Cristi si está de vacaciones.
-¿Así que seré una esposa a tiempo parcial? –Myriam arriesgó una mirada hacia él.
Los ojos de Víctor se volvieron brevemente hacia ella antes de concentrarse en el tráfico.
-Seguro que no esperabas ser una esposa a tiempo completo, ¿verdad?
Ella no tenía respuesta para esa pregunta así que optó por volver la mirada a la ventanilla.
-¿Qué te apetece comer? –preguntó Víctor tras un denso silencio.
-No tengo hambre.
-No cedes ni un centímetro, ¿verdad? Insistes en contrariarme todo el tiempo.
-¿Por qué no habría de hacerlo? Me tratas como una pieza de ajedrez moviéndome a tu gusto sin pensar en lo que pudiera querer.
-De acuerdo. ¿Qué quieres? –preguntó con los dientes apretados.
-Yo…
¿Qué quería? ¿Cómo podía decírselo?
-Dime qué te haría feliz.
-¿Feliz? Ah, ya recuerdo. Felicidad es esa emoción que uno siente una vez en la vida cuando se es extremadamente afortunado.
-La ironía no es tu punto fuerte.
-Ni el encanto el tuyo.
-Hago todo lo que puedo para reparar el desastre de nuestras vidas. Sabes que no tenía por qué ayudarte en lo de Alex. Realmente él no tiene nada que ver conmigo.
-¿Quieres una medalla por lo hiciste? –preguntó en un tono cada vez más alto. –de acuerdo pagaste la salud de un niño de tres años. ¿Y qué? ¿Qué más quieres que haga? ¿No te basta con que duerma contigo durante tres meses?
Víctor sostuvo su mirada furiosa.
-Lo que quiero se rompió hace cuatro años.
Myriam parpadeó para contener las lágrimas.
-Por una vez quisiera que dejaras de hablar del pasado. ¡Lo odio! –dijo con un sollozo.
-De acuerdo. Yo también lo odio. Pero está allí, entre nosotros, Myriam y a menos que nos enfrentemos a él siempre estará presente.
Víctor estacionó delante de un restaurante italiano. Luego le abrió la puerta y le tomó el brazo para ayudarla a bajar.
-Myriam… -murmuró con suavidad al tiempo que le alzaba la barbilla.
-No –Myriam intentó alejarse.
-Escúchame, cara –dijo con ternura. –te prometo no mencionar el pasado durante el resto de la noche. ¿De acuerdo?
-No serás capaz.
-Verás que seré el perfecto compañero –aseguró al tiempo que la conducía hacia el interior del local.
Más tarde, cuando se acomodaron en una mesa situada en un rincón más íntimo, Víctor le tomó la mano sobre el mantel y se puso a jugar con sus dedos sin dejar de mirarla.
-Myriam…
-¿Sí?
-Nada –sonrió. –Simplemente Myriam.
-Víctor –murmuró ella al tiempo que retiraba la mano con suavidad y la apoyaba sobre la falda. -¿Por qué quieres casarte conmigo?
Víctor la miró largamente antes de responder.
-Alex necesita un padre.
-¿Es la única razón?
-¿Qué otra razón podría haber?
-No lo sé… pero pienso que es una medida drástica considerando nuestra… historia.
-Creía que esta noche no íbamos a tocar el tema de nuestra historia.
-Lo sé, pero… -Myriam lo miró con aflicción. –El viaje a Roma que planeas… ¿Has pensado cómo va a reaccionar tu familia cuando sepa que te vas a casar conmigo?
-Lo he considerado. Nos casaremos de todos modos.
-Pero será difícil… con Carlo y…
-Carlo te aceptará como su cuñada porque yo lo pido y lo mismo sucederá con el resto de la familia.
-¿Tu madre sabe…?
-No, pensé que lo mejor sería que creyera que habíamos tenido una riña de enamorados y que habíamos cancelado la boda.
-¿Nunca te ha preguntado qué sucedió entre nosotros?
-Mi madre me conoce demasiado bien. Sabe ser discreta cuando comprende que el tema está fuera de discusión.
-¿Y tu hermana Cecilia?
-Ella siempre ha mantenido su aprecio por ti. Tal vez te alegre saber que se enfadó conmigo. Dijo que era un tonto por haberte dejado marchar.
-¿Y no estuviste tentado a decirle la verdad?
-Sí, muy tentado.
-¿Y qué te detuvo?
Víctor jugó con su copa unos instantes.
-Carlo se sentía tan culpable que pensé que lo mejor sería guardar el secreto para evitar más incomodidad.
Myriam desvió la mirada.
-Ya veo… -dijo con cierta desilusión.
-¿Has deseado alguna vez decirle la verdad a Cristi?
-A veces…
-¿Cómo le explicaste la causa de nuestra ruptura?
-Le dije que ya no nos queríamos. Era lo más sencillo y de alguna manera no mentía –explicó evitando su mirada.
-¿Has estado con alguien más en estos años? –preguntó con la mirada puesta en sus ojos.
Los dedos inquietos de Myriam juguetearon con la copa.
-Hoy por hoy, una madre soltera ahuyenta a los hombres.
-Alex es un muchachito maravilloso.
-Gracias –dijo, enternecida.
Se produjo un extraño silencio entre ellos. Myriam dobló la servilleta y luego ordenó sus cubiertos.
-Anoche llamé a mi familia. Les dije que Alex es mi hijo.
-el tenedor de Myriam cayó al suelo con estrépito.
-¿Se… alteraron?
-Un poco. Mi madre se puso furiosa conmigo y Cecilia dijo que te había dejado sola cuando más lo necesitabas.
-Debe de haber sido muy difícil para ti.
-He pensado que para ti también. ¿Cuándo te diste cuenta que estabas embarazada?
-Demasiado tarde como para hacer otra cosa más que sentir pánico –admitió Myriam. –Fue a los tres meses. Me imagino que no me di cuenta de los síntomas porque… estaba muy alterada por lo que había sucedido entre nosotros. Lo peor fue que no tenía a nadie con quien compartir lo que me pasaba.
-¿Pensaste alguna vez en el aborto?
-¡No! –exclamó mirándolo de frente. –Nunca consideré la idea. Fue un error mío y tenía que pagar por ello.
-Y pagaste caro.
-Me sorprende que lo digas porque has estado demasiado ocupado planeando tu venganza.
-Para mí también fue una conmoción saber que tenías un hijo. Abrigué la esperanza de que fuera mío, pero después concluí que era de Carlo porque nosotros siempre habíamos tomado precauciones.
-Ojala hubiera sido tuyo –dijo Myriam, sin detenerse a pensarlo.
Víctor la miró con repentina intensidad.
-Tú no sabes cuánto he deseado que así fuera. Lo miro y me veo a mí mismo. Veo lo que podríamos haber tenido juntos.
-Lo siento tanto…
Víctor apuró su copa y luego la dejó de golpe en la mesa.
-No tanto como yo.
-Ojalá pudiera recordar…
-Me gustaría que de una vez por todas te olvidaras de esa tontería del recuerdo. ¿Qué necesitas para aceptar tu parte de responsabilidad? ¿No te bastan las fotografías? ¿Qué quieres? ¿Testigos?
Ella hizo un nudo con la servilleta en su falda.
-Sería mucho más fácil para mí si pudiera recordar qué fue lo que me empujo… a la cama de Carlo.
-Déjame llenar tus vacíos de memoria –dijo con amargura. –Compartiste con él una botella de champán y cuando estaba un poco achispado lo provocaste de tal manera que, en el estado en que se encontraba, fue incapaz de resistir. No lo culpo por haber tomado lo que se le ofrecía. Yo habría hecho lo mismo. Pero estoy dispuesto a dejar ese capítulo de lado y concentrarnos en el futuro. Como García que es, Alex tiene derecho a su herencia y me voy a asegurar de que sea así.
-¿Incluso atándote a una mujer por la que ya no sientes nada?
Víctor la miró con dureza.
-No llegaría al extremo de decir que no siento nada por ti. De hecho siento muchas cosas. Para empezar, una cólera que me consume y, cuando bajo la guardia, siento afecto. Pero para ser sincero, la razón primordial que me lleva a atarme a ti es que no puedo arrancarte de mi vida. Te quiero físicamente. Es como un hambre que me roe. Y no la ha disminuido para nada el hecho de que hayas dormido con mi hermano y hayas dado a luz un hijo suyo.
-No puedo casarme contigo, Víctor –dijo con un hilo de voz.
-Puedes y lo harás.
-¿Cuánto crees que durará nuestro matrimonio? –preguntó, al borde de la desesperación.
-Durará hasta cuando yo lo diga. Dentro de una semana te convertirás en mi esposa y me niego a aceptar un <<no>> por respuesta.
-He arruinado nuestras vidas por un error estúpido –comentó con los hombres hundidos.
-Podemos salvar lo que queda. Me voy a asegurar de que sea así.
Ella rió sin humor.
-Sí, y no pasará ni un día sin que me recuerdes mi indiscreción.
-Una vez casados el pasado quedará donde le corresponde, en el pasado. Haré todo lo posible por olvidar lo que sucedió entre Carlo y tú. No puedo garantizar que sea fácil, pero lo intentaré en beneficio de Alex.
-No sé cómo voy a enfrentarme a tu hermano.
-No debes temer que Carlo siente la tentación de volver a poner los ojos en ti. Está muy enamorado de Milana y no haría nada que pusiera en peligro su matrimonio.
-Confías en Carlo y no en mí.
-Desde luego que confío en él. A diferencia de ti, siempre ha aceptado sus responsabilidades en lo que ocurrió aquella noche.
-Hasta el extremo de documentarlo –añadió Myriam con cinismo. –Me extraña que no hubiera llevado un equipo de filmación para asegurarse doblemente de que no ibas a poner en duda su historia.
Se produjo un pesado silencio entre ellos.
-Bueno… -Víctor empezó a decir.
-A propósito –interrumpió ella –debo decirte que me envió las fotografías. Al principio pensé que era una carta tuya… una disculpa por no haber querido escuchar mi versión.
-¿Iba acompañada de una carta o algo así?
-¿Cómo qué? ¿Una confesión del modo en que se había aprovechado de mí? ¿De que no había sido culpa mía, después de todo?
La boca de Víctor se convirtió en una dura línea.
-¿Escribió algo?
-Sí, había una carta –convino con un rictus de amargura. –Una nota muy escueta. Tuve que leer entre líneas para comprender lo que quería decir.
-¿La conservas aún?
-No.
-Claro, por supuesto que no –comentó con una sonrisa cínica.
Myriam lo miró con incredulidad.
-No me crees, ¿verdad?
-¿Por qué habría de hacerlo?
-¡Porque te digo la verdad! Tu hermano me envió una carta con las fotografías advirtiéndome que nunca me pusiera en contacto contigo o con cualquier miembro de la familia.
-Muy comprensible en esas circunstancias.
-Y te preguntas porque no tengo fe en nuestro futuro –dijo, exasperada. –Te niegas a verme de otra manera más que como una fulana inmoral que no pudo esperar a que te dieras la vuelta para seducir a tu hermano.
-No tengo otra opción más que creerlo, Myriam. Ojalá tuviera otra alternativa –dijo en tono cansado.
CAPITULO 7
La semana siguiente fue una tortura para Myriam. Cada día pasado junto al lecho de Alex era bastante duro y además tenía que soportar la pesada carga de los planes de Víctor que pendían sobre su cabeza como la espada de Democles.
Estaba sometida a su control. Él controlaba su persona, su hijo, su hermana, su modo de reaccionar ante él como si no tuviera personalidad propia.
Víctor quería hacerle pagar su indiscreción, que había herido tan gravemente su orgullo. Ésa era su idea de la justicia y ella no tendría más remedio que hacer todo lo que le ordenara.
Pero ¿casarse?
¿Cómo podría afrontar el matrimonio? Se sometería a su desdén durante toda la vida. Cada vez que Víctor la mirara volvería a recordar el modo en que lo había traicionado.
¿Y Alex?
Sí, finalmente tendría un padre. Pero ¿a qué precio? El secreto de la paternidad del niño siempre se interpondría entre ellos como una sombra en sus vidas. Siempre tendrían que vivir con ella en beneficio de Alex, pero nunca desaparecería por mucho que intentasen ignorarla. Había tenido un hijo del hermano menor y Víctor había dejado muy claro que nunca se lo perdonaría.
Víctor iba regularmente al hospital. Se sentaba junto a Alex y le leía cuentos o jugaba con él para que ella pudiera descansar un rato. Cualquiera que lo hubiera visto habría dicho que era un padre cariñoso y complaciente con su hijo y con su esposa. En presencia del personal sanitario siempre se mostraba amable y solícito con ellos. Sólo que esas personas ignoraban el modo en que la había hecho volver a su vida. El modo en que había planeado ponerle un anillo en el dedo y un nudo corredizo en el cuello para atarla a él definitivamente.
Al volver del cuarto de baño el día anterior a que dieran de alta a Alex, Myriam encontró a Cristi sentada junto al niño, que dormía tranquilamente.
-Hola, Cristi –Myriam la besó cariñosamente. –Te veo muy contenta. ¿Qué sucede?
-¡Tengo un trabajo! –los dedos de Cristi se movían animadamente.
Myriam frunció el ceño.
-¿Qué clase de trabajo?
-Víctor me ha buscado algo en su empresa. Empiezo mañana.
Myriam se sentó al borde de la cama de Alex y la miró de frente.
-¿Estás segura de que es una decisión acertada?
-¿Qué pasa? –Cristi la miró confundida. –Pensé que estarías contenta. Después de todo Víctor y tú os vais a casar, así que todo se ha resuelto. Puedo trabajar durante el verano, antes de volver a la universidad. Será una buena experiencia para mí.
-¿Víctor te dijo que nos íbamos a casar?
-Sí. Dijo que había conseguido una licencia especial para contraer matrimonio la próxima semana.
-¡La próxima semana! –Myriam exclamó con voz ahogada.
Cristi la miró divertida.
-¿No estás contenta, Myriam? Tú lo quieres, ¿no? Nunca has dejado de amarlo, así que ¿por qué te resistes ahora? –preguntó. Myriam se mordió el labio mientras decidía si contarle toda la verdad, pero antes de poder elaborar una respuesta Cristi continuó hablando rápidamente con los dedos. –Me doy cuenta de que todavía está enfadado contigo por no haberle contado lo de Alex, pero está dispuesto a olvidarlo en beneficio de vuestra relación. Creo que se lo debes, especialmente porque se ha hecho cargo dela operación de Alex, ¿no te parece?
¿Qué podía decir? Sí, le debía más de lo que alguna vez podría pagar, pero eso no cambiaba lo que se interponía entre ellos. La amargura, el dolor, la traición.
-Desde luego que tienes razón –optó por decir. –Me preocupo por nada. Al final todo saldrá bien. Tiene que ser así.
-Estás exhausta –Cristi le tocó la mano. -¿Por qué no vas a casa a dormir? Puedo quedarme con Alex hasta mañana.
Myriam le apretó la mano.
-Eres un ángel, Cristi, pero necesito quedarme aquí. Después de todo, soy su madre.
-Ahora tiene un padre. Ya no tienes que hacer esto sola. Víctor me dijo que vendría cuando acabara en la oficina. No tarda en llegar.
Como si lo hubieran conjurado, Víctor se asomó por la puerta.
-Hola, Myriam –saludó al tiempo que sus ojos buscaban los de ella. -¿Cómo esta mi niño?
¡Su niño! Si Alex fuera suyo las cosas serían mucho más fáciles.
Myriam le dirigió una pálida sonrisa.
-El doctor Frentalle dice que puede volver a casa mañana.
Víctor le devolvió la sonrisa.
-Eso es maravilloso.
¿Por qué no te llevas a Myriam a cenar? –Cristi se volvió a Víctor. –Puedo quedarme con Alex un par de horas.
-No creo que… -Myriam empezó a decir.
-Gracias, Cristi –sonrió Víctor. –No tardaremos. Como mucho una hora y media. Myriam, vámonos antes de que Alex se despierte dijo al tiempo que la tomaba del brazo.
Myriam esperó hasta estar fuera de la vista de las enfermeras para protestar.
-No quiero cenar contigo.
-Necesitas comer algo –replicó con una calma implacable. –Por lo demás compartiremos el desayuno y la cena durante los próximos años, así que harías bien en acostumbrarte.
-Nunca me acostumbraré. No quiero casarme contigo.
-Te casarás o tendrás que pagar las consecuencias.
-¿No estarás llevando tu venganza demasiado lejos al casarte con una mujer que odias?
-¿Sabes, Myriam? –Víctor le lanzó una mirada penetrante. –Prefiero casarme contigo con odio que vivir sin ti con amor –declaró. Ella lo miró largamente intentando comprender sus palabras. –No me importa lo que sientas por mí. Serás mi esposa y Alex será mi hijo, para todos los efectos. No haré diferencias entre él y los otros niños que vengan.
Myriam se quedó con la boca abierta.
-¿Niños? ¿Quieres tener hijos?
-Desde luego, pero más adelante. Es comprensible que necesites un tiempo para adaptarte a tu nueva vida.
-Muy considerado por tu parte –dijo en tono sarcástico.
-Por otra parte, no pretendo enmascarar nuestra verdadera relación fingiendo un sentimiento que ya no existe –declaró. Myriam sintió que el corazón se le hundía al oír esas palabras. Víctor no albergaba nada más que odio hacia ella. –Nos casaremos la próxima semana y cuando Alex pueda viajar en avión iremos a Roma. Mi familia querrá darte la enhorabuena formalmente.
-No quiero ir a Roma.
Víctor guardó silencio mientras se dirigían al coche, pero la dura línea de su boca traicionaba su enfado.
-No te pido que emigres a Italia –continuó en cuanto se alejaron del hospital. –Sólo te digo que iremos de visita a Roma.
-Pero tu hogar está en Italia –rebatió ella, repentinamente confundida. –Dijiste que estarías sólo tres meses, así que asumo…
-Estaré viajando continuamente a Italia durante el próximo año tú y Alex me pondréis acompañar de vez en cuando, incluso Cristi si está de vacaciones.
-¿Así que seré una esposa a tiempo parcial? –Myriam arriesgó una mirada hacia él.
Los ojos de Víctor se volvieron brevemente hacia ella antes de concentrarse en el tráfico.
-Seguro que no esperabas ser una esposa a tiempo completo, ¿verdad?
Ella no tenía respuesta para esa pregunta así que optó por volver la mirada a la ventanilla.
-¿Qué te apetece comer? –preguntó Víctor tras un denso silencio.
-No tengo hambre.
-No cedes ni un centímetro, ¿verdad? Insistes en contrariarme todo el tiempo.
-¿Por qué no habría de hacerlo? Me tratas como una pieza de ajedrez moviéndome a tu gusto sin pensar en lo que pudiera querer.
-De acuerdo. ¿Qué quieres? –preguntó con los dientes apretados.
-Yo…
¿Qué quería? ¿Cómo podía decírselo?
-Dime qué te haría feliz.
-¿Feliz? Ah, ya recuerdo. Felicidad es esa emoción que uno siente una vez en la vida cuando se es extremadamente afortunado.
-La ironía no es tu punto fuerte.
-Ni el encanto el tuyo.
-Hago todo lo que puedo para reparar el desastre de nuestras vidas. Sabes que no tenía por qué ayudarte en lo de Alex. Realmente él no tiene nada que ver conmigo.
-¿Quieres una medalla por lo hiciste? –preguntó en un tono cada vez más alto. –de acuerdo pagaste la salud de un niño de tres años. ¿Y qué? ¿Qué más quieres que haga? ¿No te basta con que duerma contigo durante tres meses?
Víctor sostuvo su mirada furiosa.
-Lo que quiero se rompió hace cuatro años.
Myriam parpadeó para contener las lágrimas.
-Por una vez quisiera que dejaras de hablar del pasado. ¡Lo odio! –dijo con un sollozo.
-De acuerdo. Yo también lo odio. Pero está allí, entre nosotros, Myriam y a menos que nos enfrentemos a él siempre estará presente.
Víctor estacionó delante de un restaurante italiano. Luego le abrió la puerta y le tomó el brazo para ayudarla a bajar.
-Myriam… -murmuró con suavidad al tiempo que le alzaba la barbilla.
-No –Myriam intentó alejarse.
-Escúchame, cara –dijo con ternura. –te prometo no mencionar el pasado durante el resto de la noche. ¿De acuerdo?
-No serás capaz.
-Verás que seré el perfecto compañero –aseguró al tiempo que la conducía hacia el interior del local.
Más tarde, cuando se acomodaron en una mesa situada en un rincón más íntimo, Víctor le tomó la mano sobre el mantel y se puso a jugar con sus dedos sin dejar de mirarla.
-Myriam…
-¿Sí?
-Nada –sonrió. –Simplemente Myriam.
-Víctor –murmuró ella al tiempo que retiraba la mano con suavidad y la apoyaba sobre la falda. -¿Por qué quieres casarte conmigo?
Víctor la miró largamente antes de responder.
-Alex necesita un padre.
-¿Es la única razón?
-¿Qué otra razón podría haber?
-No lo sé… pero pienso que es una medida drástica considerando nuestra… historia.
-Creía que esta noche no íbamos a tocar el tema de nuestra historia.
-Lo sé, pero… -Myriam lo miró con aflicción. –El viaje a Roma que planeas… ¿Has pensado cómo va a reaccionar tu familia cuando sepa que te vas a casar conmigo?
-Lo he considerado. Nos casaremos de todos modos.
-Pero será difícil… con Carlo y…
-Carlo te aceptará como su cuñada porque yo lo pido y lo mismo sucederá con el resto de la familia.
-¿Tu madre sabe…?
-No, pensé que lo mejor sería que creyera que habíamos tenido una riña de enamorados y que habíamos cancelado la boda.
-¿Nunca te ha preguntado qué sucedió entre nosotros?
-Mi madre me conoce demasiado bien. Sabe ser discreta cuando comprende que el tema está fuera de discusión.
-¿Y tu hermana Cecilia?
-Ella siempre ha mantenido su aprecio por ti. Tal vez te alegre saber que se enfadó conmigo. Dijo que era un tonto por haberte dejado marchar.
-¿Y no estuviste tentado a decirle la verdad?
-Sí, muy tentado.
-¿Y qué te detuvo?
Víctor jugó con su copa unos instantes.
-Carlo se sentía tan culpable que pensé que lo mejor sería guardar el secreto para evitar más incomodidad.
Myriam desvió la mirada.
-Ya veo… -dijo con cierta desilusión.
-¿Has deseado alguna vez decirle la verdad a Cristi?
-A veces…
-¿Cómo le explicaste la causa de nuestra ruptura?
-Le dije que ya no nos queríamos. Era lo más sencillo y de alguna manera no mentía –explicó evitando su mirada.
-¿Has estado con alguien más en estos años? –preguntó con la mirada puesta en sus ojos.
Los dedos inquietos de Myriam juguetearon con la copa.
-Hoy por hoy, una madre soltera ahuyenta a los hombres.
-Alex es un muchachito maravilloso.
-Gracias –dijo, enternecida.
Se produjo un extraño silencio entre ellos. Myriam dobló la servilleta y luego ordenó sus cubiertos.
-Anoche llamé a mi familia. Les dije que Alex es mi hijo.
-el tenedor de Myriam cayó al suelo con estrépito.
-¿Se… alteraron?
-Un poco. Mi madre se puso furiosa conmigo y Cecilia dijo que te había dejado sola cuando más lo necesitabas.
-Debe de haber sido muy difícil para ti.
-He pensado que para ti también. ¿Cuándo te diste cuenta que estabas embarazada?
-Demasiado tarde como para hacer otra cosa más que sentir pánico –admitió Myriam. –Fue a los tres meses. Me imagino que no me di cuenta de los síntomas porque… estaba muy alterada por lo que había sucedido entre nosotros. Lo peor fue que no tenía a nadie con quien compartir lo que me pasaba.
-¿Pensaste alguna vez en el aborto?
-¡No! –exclamó mirándolo de frente. –Nunca consideré la idea. Fue un error mío y tenía que pagar por ello.
-Y pagaste caro.
-Me sorprende que lo digas porque has estado demasiado ocupado planeando tu venganza.
-Para mí también fue una conmoción saber que tenías un hijo. Abrigué la esperanza de que fuera mío, pero después concluí que era de Carlo porque nosotros siempre habíamos tomado precauciones.
-Ojala hubiera sido tuyo –dijo Myriam, sin detenerse a pensarlo.
Víctor la miró con repentina intensidad.
-Tú no sabes cuánto he deseado que así fuera. Lo miro y me veo a mí mismo. Veo lo que podríamos haber tenido juntos.
-Lo siento tanto…
Víctor apuró su copa y luego la dejó de golpe en la mesa.
-No tanto como yo.
-Ojalá pudiera recordar…
-Me gustaría que de una vez por todas te olvidaras de esa tontería del recuerdo. ¿Qué necesitas para aceptar tu parte de responsabilidad? ¿No te bastan las fotografías? ¿Qué quieres? ¿Testigos?
Ella hizo un nudo con la servilleta en su falda.
-Sería mucho más fácil para mí si pudiera recordar qué fue lo que me empujo… a la cama de Carlo.
-Déjame llenar tus vacíos de memoria –dijo con amargura. –Compartiste con él una botella de champán y cuando estaba un poco achispado lo provocaste de tal manera que, en el estado en que se encontraba, fue incapaz de resistir. No lo culpo por haber tomado lo que se le ofrecía. Yo habría hecho lo mismo. Pero estoy dispuesto a dejar ese capítulo de lado y concentrarnos en el futuro. Como García que es, Alex tiene derecho a su herencia y me voy a asegurar de que sea así.
-¿Incluso atándote a una mujer por la que ya no sientes nada?
Víctor la miró con dureza.
-No llegaría al extremo de decir que no siento nada por ti. De hecho siento muchas cosas. Para empezar, una cólera que me consume y, cuando bajo la guardia, siento afecto. Pero para ser sincero, la razón primordial que me lleva a atarme a ti es que no puedo arrancarte de mi vida. Te quiero físicamente. Es como un hambre que me roe. Y no la ha disminuido para nada el hecho de que hayas dormido con mi hermano y hayas dado a luz un hijo suyo.
-No puedo casarme contigo, Víctor –dijo con un hilo de voz.
-Puedes y lo harás.
-¿Cuánto crees que durará nuestro matrimonio? –preguntó, al borde de la desesperación.
-Durará hasta cuando yo lo diga. Dentro de una semana te convertirás en mi esposa y me niego a aceptar un <<no>> por respuesta.
-He arruinado nuestras vidas por un error estúpido –comentó con los hombres hundidos.
-Podemos salvar lo que queda. Me voy a asegurar de que sea así.
Ella rió sin humor.
-Sí, y no pasará ni un día sin que me recuerdes mi indiscreción.
-Una vez casados el pasado quedará donde le corresponde, en el pasado. Haré todo lo posible por olvidar lo que sucedió entre Carlo y tú. No puedo garantizar que sea fácil, pero lo intentaré en beneficio de Alex.
-No sé cómo voy a enfrentarme a tu hermano.
-No debes temer que Carlo siente la tentación de volver a poner los ojos en ti. Está muy enamorado de Milana y no haría nada que pusiera en peligro su matrimonio.
-Confías en Carlo y no en mí.
-Desde luego que confío en él. A diferencia de ti, siempre ha aceptado sus responsabilidades en lo que ocurrió aquella noche.
-Hasta el extremo de documentarlo –añadió Myriam con cinismo. –Me extraña que no hubiera llevado un equipo de filmación para asegurarse doblemente de que no ibas a poner en duda su historia.
Se produjo un pesado silencio entre ellos.
-Bueno… -Víctor empezó a decir.
-A propósito –interrumpió ella –debo decirte que me envió las fotografías. Al principio pensé que era una carta tuya… una disculpa por no haber querido escuchar mi versión.
-¿Iba acompañada de una carta o algo así?
-¿Cómo qué? ¿Una confesión del modo en que se había aprovechado de mí? ¿De que no había sido culpa mía, después de todo?
La boca de Víctor se convirtió en una dura línea.
-¿Escribió algo?
-Sí, había una carta –convino con un rictus de amargura. –Una nota muy escueta. Tuve que leer entre líneas para comprender lo que quería decir.
-¿La conservas aún?
-No.
-Claro, por supuesto que no –comentó con una sonrisa cínica.
Myriam lo miró con incredulidad.
-No me crees, ¿verdad?
-¿Por qué habría de hacerlo?
-¡Porque te digo la verdad! Tu hermano me envió una carta con las fotografías advirtiéndome que nunca me pusiera en contacto contigo o con cualquier miembro de la familia.
-Muy comprensible en esas circunstancias.
-Y te preguntas porque no tengo fe en nuestro futuro –dijo, exasperada. –Te niegas a verme de otra manera más que como una fulana inmoral que no pudo esperar a que te dieras la vuelta para seducir a tu hermano.
-No tengo otra opción más que creerlo, Myriam. Ojalá tuviera otra alternativa –dijo en tono cansado.
mariateressina- VBB PLATINO
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Re: Tres Meses de Pasión
gracias por el capitulo
jai33sire- VBB PLATINO
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Re: Tres Meses de Pasión
gracias pero ya quiero otro capitulo pleaseeeeeeeeeee está muy buena, saludos
fresita- VBB PLATINO
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Re: Tres Meses de Pasión
GRACIAS POR EL CAPITULO
dany- VBB PLATINO
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Fecha de inscripción : 23/05/2008
Re: Tres Meses de Pasión
auch chicas sorry aki les traigo el capitulo pendiente les prometo que tratare esta semana de no tardar mucho y espero que no me odien mucho al niño jajja en el fondo es bueno
CAPITULO 8
Cuando regresaron al hospital Alex estaba despierto e inquieto. Nerviosa debido a la tensión de la cena. Myriam se sintió demasiado agotada para lidiar con él.
-Basta, Alex –dijo irritada cuando intentó bajarse de la cama. –Duérmete. Mañana vendrá a verte el Doctor Ferntalle y después volveremos a casa.
-¡Quiero irme a casa ahora! –chilló golpeándole la mano cuando ella intentaba retenerlo.
-Alex, vuelve a la cama –la firme voz de Víctor acabó con la resistencia. Alex hizo un puchero y se metió bajo las sábanas. –Buen chico –sonrió mientras le revolvía los rizos oscuros. –Ahora te voy a leer un cuento y cuando termine llevaré a casa a mami y a la tía Cristi. Volveremos a buscarte pronto por la mañana. Mami necesita dormir bien esta noche para recibirte mañana. Antes de que te des cuenta estarás entre tus juguetes –añadió con una mirada de advertencia dirigida a la madre que ya abría la boca para protestar.
Alex cedió de buenas ganas y cuando el cuento hubo acabado, Myriam lo besó y salió con Cristi al pasillo mientras Víctor se despedía del niño.
-Debería quedarme con él –dijo más tarde.
-No lo ayudas en nada protegiéndolo en exceso.
-Es muy pequeño, Víctor.
-Querida, has estado aquí toda la semana. Eres su madre, no una mártir.
-Puede que me necesite durante la noche.
Víctor se volvió para que Cristi no leyera sus labios.
-Pueda que yo también.
Volvieron a casa en silencio. Durante el trayecto Myriam sintió que se le cerraban los párpados.
-Despierta, cara –Myriam oyó la voz aterciopelada de Víctor en su oído.
-se incorporó de golpe y su mirada chocó con sus ojos oscuros.
-¿Dónde está Cristi? –preguntó en tanto miraba a su alrededor. Se encontraban en el garaje de la casa.
-Ha entrado en casa. Mañana tienen que trabajar, así que se acostará temprano.
Myriam trató de separarse de él mientras buscaba la manija de la puerta, pero Víctor le inmovilizó la mano.
-¿Por qué siempre intentas escapar de mí?
-Yo… yo no…
-Sí lo haces. Cada vez que me acerco a ti sete agrandan los ojos y me rehuyes.
-Tal vez porque no quiero que me toques.
Víctor embozó una leve sonrisa.
-Ambos sabemos que no es cierto. Te gusta que te toque. Te gusta mucho –dijo al tiempo que le acariciaba los labios con el dedo índice. Myriam apenas podía respirar de ansiedad. -¿Por qué negar lo que hay entre nosotros?
-No hay nada entre nosotros.
-¿Nada? –preguntó al tiempo que le llevaba la mano a su excitada intimidad. Repentinamente, Myriam sintió su propia urgencia como una dolorosa punzada. –Me deseas tanto como yo a ti. Lo puedo ver en tus ojos y en el sabor de tus besos.
-No…
La boca de Víctor se apoderó de la suya.
-Puedo sentirlo en el modo en que tu cuerpo se tensa cuando hago esto –murmuró al tiempo que le acariciaba un pecho.
Myriam sintió cómo se excitaban sus pechos bajo el sujetador y la camisa de algodón. Entonces apretó las piernas para controlar el ardor de su vientre.
-No luches contra ella, Myriam –sugirió a tiempo que le separaba las piernas y sus dedos se deslizaban por la parte interna del muslo.
Myriam empezó a respirar entrecortadamente cuando sintió los dedos en su cálida intimidad. Se deslizó en el asiento con la espalda apoyada en la puerta mientras sus piernas se separaban para sentir el placer de las caricias de Víctor.
No era capaz de controlar su cuerpo. Era Víctor quien lo controlaba como un virtuoso a su instrumento. El placer de Myriam era semejante a una escala musical, cada vez más alto, cada vez más dulce…
-Víctor…
De pronto sintió que llegaba a un clímax semejante a ondas que ampliaban y que la dejaron jadeante y sin aliento.
Víctor sonrió satisfecho al ver sus mejillas encendidas y la besó bruscamente en la boca.
-No puedes evitar responder a mi estímulo. ¿Es por eso que me odias tanto, Myriam? Porque puedo dejarte reducida a esto.
Myriam se bajó la falda al tiempo que se apartaba de él. Abrió la puerta precipitadamente para escapar de su odiosa sonrisa.
Víctor bajo del coche.
-¿Es que siempre tienes que manchar cada encuentro íntimo con tus prejuicios contra mí? Nunca pierdes una oportunidad para hacerme sentir barata –dijo con una mirada furiosa.
Víctor rodeó el coche por la parte delantera y empezó a acercarse a ella.
-Cara –murmuró en un tono sedoso mientras sus ojos recorrían el cuerpo de la joven. –Considerando la cantidad de dinero que hasta ahora he gastado en tu hijo, en Cristi y en ti, lo último que diría es que eres barata.
Laira se apoderó tan repentinamente y violentamente de ella que no se detuvo a pensar en las consecuencias. Con el rabillo del ojo vio un martillo que colgaba en la pared del garaje junto a otras herramientas, lo alcanzó y lo arrojó con toda la furia que la invadía.
El martillo golpeó contra la ventanilla trasera del coche dejándola muy dañada y luego rebotó raspando la pintura del maletero hasta chocar contra el suelo de cemento.
Myriam no se detuvo a esperar la reacción de Víctor. Salió corriendo del garaje con una velocidad insospechada, los ojos cegados de lágrimas furiosas, y el corazón golpeándola en el pecho. Sentía pánico de pensar en el desquite de Víctor.
Cuando entró en la casa intentó encerrarse en el dormitorio, pero no tenía llave, así que se precipitó al cuarto de baño, le puso el cerrojo y se apoyó contra la puerta con la respiración entrecortada.
-Abre la puerta, Myriam.
Casi sin aliento buscó algo para apoyarlo contra la puerta, pero no encontró nada.
-Myriam, abre la puerta o tendré que hacerlo yo.
Ella la abrió.
-De acuerdo –dijo alzando la barbilla para mirarlo de frente. –Haz lo que tengas que hacer –lo desafió en tono perentorio. Él se quedó inmóvil, con la vista fija en ella. -¿No me vas a castigar? ¿O arrojarme a la cama para recordarme quién es el jefe aquí? –preguntó con una tensión insoportable y al borde de las lágrimas. -¿No quieres comprobar cuán grande y poderoso eres? He sido una mala chica. ¿Por qué no…? ¿Por qué no…? –la voz se le quebró en un sollozo y oculto la cara entre las manos. -¿Por qué no acabas de una vez por todas?
Víctor dio un paso hacia ella. Entonces puso una mano sobre sus temblorosos hombros, la atrajo hacia sí con suavidad y con la otra mano le acarició la nuca.
-Tienes una pésima opinión de mi autodominio, cara. Estoy enfadado, sí; pero me doy cuenta de que esta noche no eres tú misma. Lo que necesitas es un buen baño caliente y un sueño reparador en una buena cama.
-Te he estropeado el coche –murmuró con la cara contra el pecho.
-Es sólo un vehículo, se puede reparar.
Myriam se separó de él para mirarlo.
-¿Por qué te comportas con tanta amabilidad? Esperaba que tú…
-No tienes que tener miedo de mí. Note haría daño físicamente.
-Ya lo haces emocionalmente. No puedo hacer frente a tus insultos.
-Eres sorprendentemente frágil. Me pregunto porque insistes en provocarme cuando está claro que no puedes luchas conmigo.
-No quiero luchar contigo. Pero eres tú el que se empeña en atentar contra mi dignidad hablando constantemente del pasado.
-¿Qué quieres que haga? ¿Olvidarlo? ¿Fingir que no existe y jugar a la familia feliz? Créeme que envidio tu incapacidad para recordar.
Myriam sintió que se le encogía el estómago con renovada angustia. Merecía la amargura de Víctor, pero deseaba poder encontrar alguna manera de borrar el pasado y empezar de nuevo.
.¿Por qué insistes en casarte conmigo si tanto te perturbo?
-Tú sabes porque –respondió con un brillo de deseo en los ojos.
-Muy pronto te cansarás de mí, Víctor. ¿Y entonces qué nos quedará? Un matrimonio vacío y una amargura que nos hará mucho daño.
-Tendremos hijos.
-Hijos traumatizados a causa de nuestra mutua antipatía.
-Myriam, buscas una escapatoria que no te voy a proporcionar. Nos casaremos la próxima semana a pesar de tus argumentos en contra. Alex necesita un padre y sólo puedo llevarte a Roma como mi esposa.
-¿Por qué? Has tenido amantes anteriormente, con toda seguridad que una más no le hará daño a nadie.
-Mi familia cree que Alex es mi hijo. Tengo que encarar mis responsabilidades.
-Debiste haberles dicho la verdad.
Víctor la miró con el ceño fruncido.
-¿Contarles que jugaste a seducir a Carlo y el juego terminó en un hijo bastardo?
Myriam sofocó su ira.
-No te atrevas a llamarlo bastardo.
-Reconozco que es un término poco afortunado, pero verdadero. A esta edad puede vivir sin un padre, pero va a necesitar una mano más firme que la tuya cuando se haga mayor.
-¿Me crees incapaz de educarlo?
-No he dicho eso, pero es evidente que no puedes proporcionarle un estilo de vida a la altura de los García. Y menos aún como doncella en un hotel o camarera de un bar.
-Antes de dar a luz a Alex trabajé como secretaria personal en un bufete de abogados. Pero tuve que renunciar porque no tenía con quién dejarlo cuando Cristi estaba estudiando.
-Pudiste haberme llamado. Te habría enviado dinero, confieso que muchas veces pensé en ponerme en contacto contigo.
-¿Por qué?
Víctor se encogió de hombros.
-Tal vez para asegurarme de no haber cometido un error cuando me separé de ti. Más tarde, cuando supe que tenías un hijo, confieso que albergué la esperanza… -murmuró. El pecho de Myriam se encogió de emoción al percibir la nota de tristeza en su voz. –Pero pronto tuve la seguridad de que no era responsabilidad mía. De todos modos, estoy preparado para hacer lo que esté a mi alcance con el objeto de proporcionar a Alex lo que en justicia le corresponde. No olvides que además hay una abuela, tíos, tías y primos que el niño tiene todo el derecho a conocer.
-¿Y qué hay de mis derechos?
-Tendrás una vida asegurada y a mí, que me empeñaré en ser un buen marido.
-Cuando no estés enojado conmigo.
-No siempre lo estoy, cara –replicó en tono de broma.
Ella volvió la cara para no ver su sonrisa.
-Voy a darme un baño –anunció secamente.
Víctor volvió una hora después y la encontró profundamente dormida, el cuerpo hecho un ovillo en la amplia cama y la cabellera, todavía húmeda, esparcida sobre la almohada. Suavemente, Víctor la arropó con las sábanas. Sólo con mirarla sentía que el deseo se apoderaba de su cuerpo. Lo contrariaba que ella ejerciera ese poder sobre él, después de tanto tiempo. Había esperado verla una vez más y alejarse sin arrepentimiento, pero al ver sus ojos tan vulnerables su resolución se desvaneció.
Más tarde, todo cambió al descubrirla cambiando la ropa de su cama en el hotel. Supo que tenía que hacerla suya y logró su rendición de un modo despiadado que todavía lo hacía sentirse culpable. Pero Alex era un García y no podía quedar impasible ante ese hecho. Muchos problemas se solucionarían casándose con ella, aunque surgirían otros nuevos.
Myriam abrió los ojos y descubrió a Víctor sentado al borde de la cama, la mirada oscura puesta en su rostro.
Con un gesto nervioso se apartó un mechón de pelo de los ojos al tiempo que intentaba incorporarse.
-No, quédate como estás. No quería despertarte. Vine a ver si estabas bien. ¿Quieres comer o beber algo?
-No…
-Te dejo en paz, entonces –dijo al tiempo que trataba de incorporarse, pero Myriam lo tomó de la manga. -¿Qué quieres, Myriam?
-¿Por qué nunca te quedas conmigo toda la noche?
-¿Quieres que me quede contigo? –preguntó mirándola fijamente.
-No me gusta el modo en que me utilizas y luego desapareces.
-No te utilizó, Myriam. Creía que deseabas desembarazarte de mi odiosa presencia.
-No siempre es odiosa. De hecho, a veces eres sorprendentemente agradable.
-Myriam, mírame –dijo al tiempo que le alzaba la barbilla. -¿Quieres que duerma contigo? Contéstame.
Ella se humedeció los labios
-Yo… Yo quiero dormir contigo.
Él inclinó la cabeza y le rozó los labios con los suyos. De inmediato Myriam quiso más. Víctor la miró con tanta intensidad que despertó en ella un ardiente deseo.
Impulsivamente, la joven atrajo la cabeza hasta su boca con una fuerza insospechada mientras sus dedos se enredaban en los cabellos oscuros. La lengua de Víctor buscó la suya al tiempo que se tendía contra ella. Myriam pudo sentir la excitación masculina a través de la sábana que cubría su cuerpo.
Entonces, Víctor se apartó y empezó a quitarse la ropa sin dejar de mirarla.
Luego retiró la sábana con un rápido movimiento.
-Me vuelves loco –murmuró con la voz enronquecida al tiempo que le separaba las piernas.
Myriam respiró entrecortadamente al sentirlo dentro de su cuerpo.
-Dime que lo haga con suavidad.
-No quiero que lo hagas con suavidad.
-Te puedo hacer daño.
Con cada movimiento de Víctor ella se sentía cada vez más cerca del éxtasis arqueando el cuerpo hacia él e incapaz de contener el torrente de su urgencia. Myriam se aferró con ambas manos a la sábana como si fuera un ancla en medio del mar embravecido que la arrastraba lejos y percibió que él luchaba por controlarse para darle el máximo de placer. De pronto, las facciones de Víctor se contrajeron en un rictus de gozo antes de desplomarse en sus brazos. Su peso era una maravillosa carga mientras se relajaba contra ella, la cara hundida en el cuello de la joven y la respiración todavía jadeante.
Ella se mantuvo entre sus brazos, sin moverse, ni hablar, contenta de sentir el cálido cuerpo masculino todavía unido al suyo.
Más tarde, Víctor se apartó y la miró apoyado en un codo.
-Pareces pensativa –comentó mientras le apartaba un mechón de la mejilla. -¿En qué piensas?
-En nada, a decir verdad.
-¿Estás pensando en Carlo?
Ella se puso tensa.
-No, desde luego que no.
-Es el padre de tu hijo.
-Nunca pienso en él como padre de mi hijo.
-¿De qué manera piensas en él?
-No quiero hablar de Carlo –dijo, incómoda bajo el intenso escrutinio.
-¿Todavía te interesa, verdad? Me odias, pero soportas que te toque pensando que soy Carlo.
-¡No seas ridículo! No quiero seguir hablando de esto. ¡Déjame, Víctor! –dijo en tono mordiente.
Su risa repentina fue lo último que pudo soportar.
Myriam liberó una mano y la dirigió a su rostro con toda su fuerza, pero Víctor esquivó la bofetada.
-Dejé pasar lo del martillo, pero esto no tiene perdón.
-¡Tú te lo buscarte! –exclamó con una mirada llameante.
-No voy a tolerar tu violencia.
-¿Y qué vas a hacer? –inquirió en tono provocativo.
-¿Te gustaría adivinarlo? –preguntó él, todavía sobre ella.
-No… -murmuró al tiempo que sentía que su cuerpo se aflojaba, expectante.
-Entonces te lo voy a demostrar –dijo antes de inclinarse sobre su boca.
CAPITULO 8
Cuando regresaron al hospital Alex estaba despierto e inquieto. Nerviosa debido a la tensión de la cena. Myriam se sintió demasiado agotada para lidiar con él.
-Basta, Alex –dijo irritada cuando intentó bajarse de la cama. –Duérmete. Mañana vendrá a verte el Doctor Ferntalle y después volveremos a casa.
-¡Quiero irme a casa ahora! –chilló golpeándole la mano cuando ella intentaba retenerlo.
-Alex, vuelve a la cama –la firme voz de Víctor acabó con la resistencia. Alex hizo un puchero y se metió bajo las sábanas. –Buen chico –sonrió mientras le revolvía los rizos oscuros. –Ahora te voy a leer un cuento y cuando termine llevaré a casa a mami y a la tía Cristi. Volveremos a buscarte pronto por la mañana. Mami necesita dormir bien esta noche para recibirte mañana. Antes de que te des cuenta estarás entre tus juguetes –añadió con una mirada de advertencia dirigida a la madre que ya abría la boca para protestar.
Alex cedió de buenas ganas y cuando el cuento hubo acabado, Myriam lo besó y salió con Cristi al pasillo mientras Víctor se despedía del niño.
-Debería quedarme con él –dijo más tarde.
-No lo ayudas en nada protegiéndolo en exceso.
-Es muy pequeño, Víctor.
-Querida, has estado aquí toda la semana. Eres su madre, no una mártir.
-Puede que me necesite durante la noche.
Víctor se volvió para que Cristi no leyera sus labios.
-Pueda que yo también.
Volvieron a casa en silencio. Durante el trayecto Myriam sintió que se le cerraban los párpados.
-Despierta, cara –Myriam oyó la voz aterciopelada de Víctor en su oído.
-se incorporó de golpe y su mirada chocó con sus ojos oscuros.
-¿Dónde está Cristi? –preguntó en tanto miraba a su alrededor. Se encontraban en el garaje de la casa.
-Ha entrado en casa. Mañana tienen que trabajar, así que se acostará temprano.
Myriam trató de separarse de él mientras buscaba la manija de la puerta, pero Víctor le inmovilizó la mano.
-¿Por qué siempre intentas escapar de mí?
-Yo… yo no…
-Sí lo haces. Cada vez que me acerco a ti sete agrandan los ojos y me rehuyes.
-Tal vez porque no quiero que me toques.
Víctor embozó una leve sonrisa.
-Ambos sabemos que no es cierto. Te gusta que te toque. Te gusta mucho –dijo al tiempo que le acariciaba los labios con el dedo índice. Myriam apenas podía respirar de ansiedad. -¿Por qué negar lo que hay entre nosotros?
-No hay nada entre nosotros.
-¿Nada? –preguntó al tiempo que le llevaba la mano a su excitada intimidad. Repentinamente, Myriam sintió su propia urgencia como una dolorosa punzada. –Me deseas tanto como yo a ti. Lo puedo ver en tus ojos y en el sabor de tus besos.
-No…
La boca de Víctor se apoderó de la suya.
-Puedo sentirlo en el modo en que tu cuerpo se tensa cuando hago esto –murmuró al tiempo que le acariciaba un pecho.
Myriam sintió cómo se excitaban sus pechos bajo el sujetador y la camisa de algodón. Entonces apretó las piernas para controlar el ardor de su vientre.
-No luches contra ella, Myriam –sugirió a tiempo que le separaba las piernas y sus dedos se deslizaban por la parte interna del muslo.
Myriam empezó a respirar entrecortadamente cuando sintió los dedos en su cálida intimidad. Se deslizó en el asiento con la espalda apoyada en la puerta mientras sus piernas se separaban para sentir el placer de las caricias de Víctor.
No era capaz de controlar su cuerpo. Era Víctor quien lo controlaba como un virtuoso a su instrumento. El placer de Myriam era semejante a una escala musical, cada vez más alto, cada vez más dulce…
-Víctor…
De pronto sintió que llegaba a un clímax semejante a ondas que ampliaban y que la dejaron jadeante y sin aliento.
Víctor sonrió satisfecho al ver sus mejillas encendidas y la besó bruscamente en la boca.
-No puedes evitar responder a mi estímulo. ¿Es por eso que me odias tanto, Myriam? Porque puedo dejarte reducida a esto.
Myriam se bajó la falda al tiempo que se apartaba de él. Abrió la puerta precipitadamente para escapar de su odiosa sonrisa.
Víctor bajo del coche.
-¿Es que siempre tienes que manchar cada encuentro íntimo con tus prejuicios contra mí? Nunca pierdes una oportunidad para hacerme sentir barata –dijo con una mirada furiosa.
Víctor rodeó el coche por la parte delantera y empezó a acercarse a ella.
-Cara –murmuró en un tono sedoso mientras sus ojos recorrían el cuerpo de la joven. –Considerando la cantidad de dinero que hasta ahora he gastado en tu hijo, en Cristi y en ti, lo último que diría es que eres barata.
Laira se apoderó tan repentinamente y violentamente de ella que no se detuvo a pensar en las consecuencias. Con el rabillo del ojo vio un martillo que colgaba en la pared del garaje junto a otras herramientas, lo alcanzó y lo arrojó con toda la furia que la invadía.
El martillo golpeó contra la ventanilla trasera del coche dejándola muy dañada y luego rebotó raspando la pintura del maletero hasta chocar contra el suelo de cemento.
Myriam no se detuvo a esperar la reacción de Víctor. Salió corriendo del garaje con una velocidad insospechada, los ojos cegados de lágrimas furiosas, y el corazón golpeándola en el pecho. Sentía pánico de pensar en el desquite de Víctor.
Cuando entró en la casa intentó encerrarse en el dormitorio, pero no tenía llave, así que se precipitó al cuarto de baño, le puso el cerrojo y se apoyó contra la puerta con la respiración entrecortada.
-Abre la puerta, Myriam.
Casi sin aliento buscó algo para apoyarlo contra la puerta, pero no encontró nada.
-Myriam, abre la puerta o tendré que hacerlo yo.
Ella la abrió.
-De acuerdo –dijo alzando la barbilla para mirarlo de frente. –Haz lo que tengas que hacer –lo desafió en tono perentorio. Él se quedó inmóvil, con la vista fija en ella. -¿No me vas a castigar? ¿O arrojarme a la cama para recordarme quién es el jefe aquí? –preguntó con una tensión insoportable y al borde de las lágrimas. -¿No quieres comprobar cuán grande y poderoso eres? He sido una mala chica. ¿Por qué no…? ¿Por qué no…? –la voz se le quebró en un sollozo y oculto la cara entre las manos. -¿Por qué no acabas de una vez por todas?
Víctor dio un paso hacia ella. Entonces puso una mano sobre sus temblorosos hombros, la atrajo hacia sí con suavidad y con la otra mano le acarició la nuca.
-Tienes una pésima opinión de mi autodominio, cara. Estoy enfadado, sí; pero me doy cuenta de que esta noche no eres tú misma. Lo que necesitas es un buen baño caliente y un sueño reparador en una buena cama.
-Te he estropeado el coche –murmuró con la cara contra el pecho.
-Es sólo un vehículo, se puede reparar.
Myriam se separó de él para mirarlo.
-¿Por qué te comportas con tanta amabilidad? Esperaba que tú…
-No tienes que tener miedo de mí. Note haría daño físicamente.
-Ya lo haces emocionalmente. No puedo hacer frente a tus insultos.
-Eres sorprendentemente frágil. Me pregunto porque insistes en provocarme cuando está claro que no puedes luchas conmigo.
-No quiero luchar contigo. Pero eres tú el que se empeña en atentar contra mi dignidad hablando constantemente del pasado.
-¿Qué quieres que haga? ¿Olvidarlo? ¿Fingir que no existe y jugar a la familia feliz? Créeme que envidio tu incapacidad para recordar.
Myriam sintió que se le encogía el estómago con renovada angustia. Merecía la amargura de Víctor, pero deseaba poder encontrar alguna manera de borrar el pasado y empezar de nuevo.
.¿Por qué insistes en casarte conmigo si tanto te perturbo?
-Tú sabes porque –respondió con un brillo de deseo en los ojos.
-Muy pronto te cansarás de mí, Víctor. ¿Y entonces qué nos quedará? Un matrimonio vacío y una amargura que nos hará mucho daño.
-Tendremos hijos.
-Hijos traumatizados a causa de nuestra mutua antipatía.
-Myriam, buscas una escapatoria que no te voy a proporcionar. Nos casaremos la próxima semana a pesar de tus argumentos en contra. Alex necesita un padre y sólo puedo llevarte a Roma como mi esposa.
-¿Por qué? Has tenido amantes anteriormente, con toda seguridad que una más no le hará daño a nadie.
-Mi familia cree que Alex es mi hijo. Tengo que encarar mis responsabilidades.
-Debiste haberles dicho la verdad.
Víctor la miró con el ceño fruncido.
-¿Contarles que jugaste a seducir a Carlo y el juego terminó en un hijo bastardo?
Myriam sofocó su ira.
-No te atrevas a llamarlo bastardo.
-Reconozco que es un término poco afortunado, pero verdadero. A esta edad puede vivir sin un padre, pero va a necesitar una mano más firme que la tuya cuando se haga mayor.
-¿Me crees incapaz de educarlo?
-No he dicho eso, pero es evidente que no puedes proporcionarle un estilo de vida a la altura de los García. Y menos aún como doncella en un hotel o camarera de un bar.
-Antes de dar a luz a Alex trabajé como secretaria personal en un bufete de abogados. Pero tuve que renunciar porque no tenía con quién dejarlo cuando Cristi estaba estudiando.
-Pudiste haberme llamado. Te habría enviado dinero, confieso que muchas veces pensé en ponerme en contacto contigo.
-¿Por qué?
Víctor se encogió de hombros.
-Tal vez para asegurarme de no haber cometido un error cuando me separé de ti. Más tarde, cuando supe que tenías un hijo, confieso que albergué la esperanza… -murmuró. El pecho de Myriam se encogió de emoción al percibir la nota de tristeza en su voz. –Pero pronto tuve la seguridad de que no era responsabilidad mía. De todos modos, estoy preparado para hacer lo que esté a mi alcance con el objeto de proporcionar a Alex lo que en justicia le corresponde. No olvides que además hay una abuela, tíos, tías y primos que el niño tiene todo el derecho a conocer.
-¿Y qué hay de mis derechos?
-Tendrás una vida asegurada y a mí, que me empeñaré en ser un buen marido.
-Cuando no estés enojado conmigo.
-No siempre lo estoy, cara –replicó en tono de broma.
Ella volvió la cara para no ver su sonrisa.
-Voy a darme un baño –anunció secamente.
Víctor volvió una hora después y la encontró profundamente dormida, el cuerpo hecho un ovillo en la amplia cama y la cabellera, todavía húmeda, esparcida sobre la almohada. Suavemente, Víctor la arropó con las sábanas. Sólo con mirarla sentía que el deseo se apoderaba de su cuerpo. Lo contrariaba que ella ejerciera ese poder sobre él, después de tanto tiempo. Había esperado verla una vez más y alejarse sin arrepentimiento, pero al ver sus ojos tan vulnerables su resolución se desvaneció.
Más tarde, todo cambió al descubrirla cambiando la ropa de su cama en el hotel. Supo que tenía que hacerla suya y logró su rendición de un modo despiadado que todavía lo hacía sentirse culpable. Pero Alex era un García y no podía quedar impasible ante ese hecho. Muchos problemas se solucionarían casándose con ella, aunque surgirían otros nuevos.
Myriam abrió los ojos y descubrió a Víctor sentado al borde de la cama, la mirada oscura puesta en su rostro.
Con un gesto nervioso se apartó un mechón de pelo de los ojos al tiempo que intentaba incorporarse.
-No, quédate como estás. No quería despertarte. Vine a ver si estabas bien. ¿Quieres comer o beber algo?
-No…
-Te dejo en paz, entonces –dijo al tiempo que trataba de incorporarse, pero Myriam lo tomó de la manga. -¿Qué quieres, Myriam?
-¿Por qué nunca te quedas conmigo toda la noche?
-¿Quieres que me quede contigo? –preguntó mirándola fijamente.
-No me gusta el modo en que me utilizas y luego desapareces.
-No te utilizó, Myriam. Creía que deseabas desembarazarte de mi odiosa presencia.
-No siempre es odiosa. De hecho, a veces eres sorprendentemente agradable.
-Myriam, mírame –dijo al tiempo que le alzaba la barbilla. -¿Quieres que duerma contigo? Contéstame.
Ella se humedeció los labios
-Yo… Yo quiero dormir contigo.
Él inclinó la cabeza y le rozó los labios con los suyos. De inmediato Myriam quiso más. Víctor la miró con tanta intensidad que despertó en ella un ardiente deseo.
Impulsivamente, la joven atrajo la cabeza hasta su boca con una fuerza insospechada mientras sus dedos se enredaban en los cabellos oscuros. La lengua de Víctor buscó la suya al tiempo que se tendía contra ella. Myriam pudo sentir la excitación masculina a través de la sábana que cubría su cuerpo.
Entonces, Víctor se apartó y empezó a quitarse la ropa sin dejar de mirarla.
Luego retiró la sábana con un rápido movimiento.
-Me vuelves loco –murmuró con la voz enronquecida al tiempo que le separaba las piernas.
Myriam respiró entrecortadamente al sentirlo dentro de su cuerpo.
-Dime que lo haga con suavidad.
-No quiero que lo hagas con suavidad.
-Te puedo hacer daño.
Con cada movimiento de Víctor ella se sentía cada vez más cerca del éxtasis arqueando el cuerpo hacia él e incapaz de contener el torrente de su urgencia. Myriam se aferró con ambas manos a la sábana como si fuera un ancla en medio del mar embravecido que la arrastraba lejos y percibió que él luchaba por controlarse para darle el máximo de placer. De pronto, las facciones de Víctor se contrajeron en un rictus de gozo antes de desplomarse en sus brazos. Su peso era una maravillosa carga mientras se relajaba contra ella, la cara hundida en el cuello de la joven y la respiración todavía jadeante.
Ella se mantuvo entre sus brazos, sin moverse, ni hablar, contenta de sentir el cálido cuerpo masculino todavía unido al suyo.
Más tarde, Víctor se apartó y la miró apoyado en un codo.
-Pareces pensativa –comentó mientras le apartaba un mechón de la mejilla. -¿En qué piensas?
-En nada, a decir verdad.
-¿Estás pensando en Carlo?
Ella se puso tensa.
-No, desde luego que no.
-Es el padre de tu hijo.
-Nunca pienso en él como padre de mi hijo.
-¿De qué manera piensas en él?
-No quiero hablar de Carlo –dijo, incómoda bajo el intenso escrutinio.
-¿Todavía te interesa, verdad? Me odias, pero soportas que te toque pensando que soy Carlo.
-¡No seas ridículo! No quiero seguir hablando de esto. ¡Déjame, Víctor! –dijo en tono mordiente.
Su risa repentina fue lo último que pudo soportar.
Myriam liberó una mano y la dirigió a su rostro con toda su fuerza, pero Víctor esquivó la bofetada.
-Dejé pasar lo del martillo, pero esto no tiene perdón.
-¡Tú te lo buscarte! –exclamó con una mirada llameante.
-No voy a tolerar tu violencia.
-¿Y qué vas a hacer? –inquirió en tono provocativo.
-¿Te gustaría adivinarlo? –preguntó él, todavía sobre ella.
-No… -murmuró al tiempo que sentía que su cuerpo se aflojaba, expectante.
-Entonces te lo voy a demostrar –dijo antes de inclinarse sobre su boca.
mariateressina- VBB PLATINO
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Re: Tres Meses de Pasión
gracias por el capitulo
jai33sire- VBB PLATINO
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Re: Tres Meses de Pasión
Muchas gracias por el capitulo cada dia mas emocionante
Eva Robles- VBB BRONCE
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Fecha de inscripción : 28/11/2009
Re: Tres Meses de Pasión
GRACIAS POR EL CAPITULO
dany- VBB PLATINO
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Re: Tres Meses de Pasión
AKI EL CAPITULO DE HOY QUE ESTA DEDICADO A ROD X SU CUMPLE ¡¡¡FELIZ CUMPLE!!!
CAPITULO 9
Myriam despertó durante la noche y se encontró en los cálidos brazos de Víctor, con la espalda contra su estómago.
-¿No puedes dormir? ¿Tienes frío? –murmuró cerca de su oído mientras deslizaba una mano desde la cintura hasta un pecho de la joven.
-No.
-¿Necesitas algo?
-No.
-Entonces duérmete, Myriam –dijo en tanto la ceñía contra su cuerpo.
-No puedo dormir si me tocas de ese modo –murmuró Myriam tras una inquietante pausa.
Víctor retiró las manos y se alejó al otro extremo de la cama.
-Buenas noches, Myriam.
Durante interminables minutos ellas escucho el sonido acompasado de su respiración.
-¿Víctor?
-¿Mm?
-¿Estás dormido?
-Lo estaba, pero alguien me acaba de despertar.
-Lo siento.
Víctor encendió la lámpara de la mesilla y se volvió hacia ella.
-¿Qué pasa por tu cabeza? ¿Estás preocupada por Alex?
-No, se que estará bien. Normalmente no despierta en la noche.
-¿Entonces, qué es lo que te preocupa?
-Creo que no te he dado las gracias por lo que has hecho por Alex.
Víctor volvió a acomodarse en la almohada.
-¿No puedes esperar hasta mañana para agradecérmelo?
-No, quería hacerlo ahora.
-Son las cuatro de la mañana, Myriam.
-Gracias también por los hermosos vestidos que le compraste a Cristi y los juguetes para Alex.
-El niño se merece todo eso. Y ahora, ¿Me haces el favor de dormirte antes de que me enfade?
-Lo siento –dijo ella alejándose de él-
La lámpara se apagó y Myriam cerró los ojos empañados de lágrimas.
Después de unos minutos, Víctor se volvió hacia ella.
-¿Qué pasa, Myriam? ¿Por qué lloras?
-No estoy llorando –sollozó.
-¿Qué te aflige? ¿Nuestra Boda? –preguntó al tiempo que encendía la lámpara nuevamente.
-Tú no quieres casarte conmigo.
-Tengo toda la intención de hacerlo.
-Pero tus motivos no son buenos.
-Si mis motivos no son los mismos que hace cuatro años, la única culpable eres tú.
-¡Ya estamos otra vez! –exclamó al tiempo que saltaba de la cama arrastrando la sábana para ocultar su desnudez. –No puedes dejarlo, ¿verdad? Me lo recuerdas cada vez que tienes la ocasión. ¿No te das cuenta de que así nuestro matrimonio no tienen la menor esperanza?
-Te haré una promesa.
-Me imagino cuánto tiempo va a durar.
-Te prometo que no volveré a mencionar lo que sucedió entre Carlo y tú.
-¿Esperas que te crea?
-Tienes mi palabra.
-Ojalá pudiera creerte –dijo con la mirada fija en la de Víctor.
-Tienes que hacerlo, Myriam. Me doy cuenta de que ese tema sólo sirve para causarte aflicción y sé que te arrepientes sinceramente de lo sucedido.
No muy convencida y con un suspiro derrotado, Myriam volvió a la cama.
-Hasta la próxima vez –murmuró entre dientes.
-Y ahora duérmete, Myriam. Mañana llaga Alex y no será bueno recibirlo con ojeras y de mal humor.
Myriam cerró los ojos, pero cada célula de su cuerpo ansiaba las caricias de Víctor.
Repentinamente, la lámpara se encendió otra vez sacándola bruscamente de su sensual ensoñación.
-Dio!
-¿Qué pasa? –preguntó, sorprendida.
Víctor se le acercó con los ojos brillantes de deseo y la estrechó entre sus brazos mientras sus piernas se enredaban con las de ellas.
-Me estoy volviendo loco, cara –gruño con la boca hundida en su garganta.
-¿De veras? –parpadeó.
-Lo sabes de sobra –murmuró con los labios en la comisura de su boca. –No puedo estar junto a ti sin desear tocarte.
-No era mi intensión despertarte –dijo al tiempo que acariciaba con el índice la tetilla derecha del pecho masculino.
-¿No?
Víctor se tendió sobre ella, su boca contra la de la joven.
-Me inquietas mucho, Myriam.
-¿Sí? –murmuró casi sin aliento al sentir que se abría paso en la cálida intimidad de su cuerpo.
Con los dedos clavados en los hombros de Víctor, Myriam se deslizó en un mar de sensualidad que surgía de lo más profundo de su cuerpo ardiente. Pudo percibir con secreto deleite la lucha de Víctor por mantener el control y sintió que su poder femenino era muy fuerte. Todavía la deseaba aunque años atrás la hubiera expulsado de su vida. Víctor apresuró su ritmo y ella se hundió en un pozo de sensaciones primitivas, salvajes, incontrolables, de insaciable deseo. Millones de chispas explotaron en su cerebro mientras él la llevaba al paraíso con el cuerpo y las manos dejándola temblorosa bajo la maestría de su hacer. Todavía flotaba cuando él alcanzo el clímax y se derrumbó sobre su cuerpo. El pecho de Víctor subía y bajaba, jadeante sobre el suyo mientras los párpados de Myriam se empezaban a cerrar, totalmente relajada en su cálido abrazo.
Minutos más tarde, Víctor alzó la cabeza y la vio tendida entre sus brazos, las piernas todavía enlazada con las suyas, entregada íntimamente a él.
Entonces le apartó un mecho de la cara antes de besarla dulcemente.
-¿Víctor? –murmuró con un suspiro.
-¿Sí?
Ella volvió a suspirar como una niña mientras se acomodaba de perfil en la almohada.
-Nada… sólo Víctor…
Atento al ritmo acompasado de la respiración de la joven, él esbozó una triste sonrisa. Por fin se había dormido después de mantenerlo horas despierto. Cansado como estaba, sabía que no podría pegar ojo con el cuerpo incitante de Myriam entre sus brazos.
Alex llegó muy animado del hospital, decidido a jugar con todo lo que Víctor le había comprado. Temerosa de una recaída, Myriam tuvo que frenarlo más de una vez, pero por fortuna al atardecer estaba tan cansado que pronto se quedó profundamente dormido.
Cuando Myriam termino de arroparlo, Víctor apareció en la puerta de la habitación.
-¿Fuera de combate? –cuchicheó.
Tras asentir con un gesto, Myriam salió cerrando la puerta con suavidad.
-Estaba lleno de energía, pero a la hora de la merienda empezó a languidecer –lo informó mientras bajaban la escalera.
-Cristi tuvo un buen día en la oficina. Mi secretaria comentó que es muy eficiente. Archivó para ella montones de documentos e hizo algunos recados.
Myriam sonrió.
-Sí, me dijo que había sido un día estupendo. Gracias por darle la oportunidad.
Víctor le abrió la puerta de la sala de estar.
-Le gustó tanto que decidió no acompañarnos a Italia.
Ella lo miró preocupada.
-¿Estás seguro que eso es prudente? Tienes sólo diecinueve años y…
-Estará bien. De todos modos Rosa se ocupará de la casa y de Cristi.
-Pero ¿y si me necesita…?
Víctor acalló su protesta presionando sus labios con el índice.
-Myriam, eres su hermana, no su madre. Ella es lo suficientemente mayor para pasar un mes con mi ama de llaves. Ahora siéntate y cuéntame cómo ha ido tu día mientras yo preparo una copa.
Ella le habló de las travesuras de Alex, aliviada de charlar de otra cosa que no fuera sobre sus relaciones o la inminente boda.
Cuatro años antes su boda con Víctor hubiera sido su sueño más feliz. La noche de su traición había destruido ese sueño, pero a pesar de eso, Víctor todavía deseaba casarse con ella.
Si no lo hubiera amado su opción habría sido más fácil, pero el amor la unía a él con lazos más sólidos que un anillo de compromiso.
El afecto indudable que Víctor sentía por el pequeño era un inmenso alivio para ella. Le demostraba que era un hombre capaz de dejar de lado su amargura y sus prejuicios y relacionarse con Alex como el niño entrañable que era y no como hijo bastardo de su hermano.
En cuanto a los sentimientos de Víctor por ella, todavía eran un misterio. Había mencionado que le profesaba un cierto afecto cuando no estaba enfadado, pero no podía saber cuándo iba a durar así. No era probable que olvidara el modo en que ella lo había herido aunque había prometido que nunca volvería tocar el tema. Era como una herida repugnante cubierta con una venda inadecuada.
Casarse con Víctor iba a requerir fuerza y coraje.
Ella podía ser fuerte y valerosa, pero tendría que ocultar la verdad de sus sentimientos en beneficio de su orgullo. Decirle que nunca había dejado de amarlo sin duda sería un suicidio emocional.
-¿Dónde está Cristi? –preguntó de pronto.
Víctor bebió un largo trago de coñac antes de responder.
-Ha ido a una cita.
Myriam se puso de pie bruscamente.
-¿Una cita? ¿Qué clase de cita?
-Lo acostumbrado, un chico y una chica, una película o una cena, esa clase de cosas.
-¡Esa clase de cosas siempre acaban en problemas!
-Tranquilízate, Myriam. Romeo es un simpático joven que…
-¿Romeo? –preguntó con el ceño fruncido.
-Es un bonito nombre italiano.
-Ésa no es la cuestión. Cristi no tiene ninguna experiencia con los Romeos del mundo.
.Romeo Benetto es contable subalterno en mi empresa. Sus maneras son impecables y va a cuidar de tu hermana.
-Es italiano.
Víctor le lanzó una dura mirada.
-¿Y?
-No confío en los hombres italianos.
-Es una lástima porque en unos días te vas a casar con uno.
-No lo haría –declaró alzando la barbilla.
-Entonces tendré que pensar en algo que me asegure de que lo harás.
-Los gastos de la operación de Alex están pagados. Ya no tienes nada para obligarme a hacerlo.
-¿Estás segura? Todavía queda la pequeña cuestión del coche.
-¿Tu coche?
-Sí, cara, el que todavía tiene cristales en el asiento trasero y un martillo con tus huellas digitales –comentó. El corazón de Myriam empezó a latir con fuerza. –Bastaría una llamada a la policía e informar de un incidente con daños a la propiedad para quitarte la custodia de Alex con tanta facilidad. ¿cómo lo diría…? Como si fuera un juego de niños.
-¡Eres un bastardo! –espetó con rabia.
-¿Crees que no lo haré? –preguntó con una mirada imperiosa.
Sabía que podía hacerlo. Se había puesto en sus manos por ser tan impulsiva y en ese momento estaba absolutamente bajo su control.
-¡No me extraña que hubieras reaccionado con tanta amabilidad en ese momento! Estabas muy ocupado planeando el modo de reparar el daño con tu acostumbrada astucia y precisión, ¿verdad?
-Sí, pero tú cooperas deliciosamente –replicó arrastrando las palabras. –Tienes un temperamento tan volátil… y tan escaso control sobre ti misma…
Myriam sintió que en su interior explotaba una ira devastadora y se abalanzo hacia él con los puños apretados dispuesta a golpearlo donde pudiera.
Él se limitó a inmovilizarla sólo con la fuerza de un brazo y con una expresión rígidamente controlada. La salvaje explosión de Myriam quedó en nada más que una reacción exagerada.
-¿Quieres pelear sucio, Myriam? –preguntó en tanto le aferraba la mano que ella intentaba liberar y la mantenía sujeta contra su cuerpo.
Ella apretó los dientes y trató de apartarse de él al tiempo que percibía su excitación sexual. Con un movimiento brusco se hundió en el sofá lo más lejos de su alcance.
-Vamos –la desafió. –Lucha conmigo. Creo que ambos disfrutaremos.
-¡Vete al infierno! –gritó antes de que Víctor se dejara caer junto a ella en el sofá.
En un segundo, Myriam sintió el cuerpo de Víctor contra el suyo. La barrera de la ropa apenas lograba disminuir el placer que le producía el contacto masculino.
-¡Te odio! –Myriam se debatió con fiereza, pero en el fondo sabía que luchaba consigo misma y no con él.
Víctor la sostuvo con suavidad aunque jadeaba a causa de la excitación.
-No me importa lo que sientas por mí mientras tu cuerpo me reciba como lo hace ahora. Ella quiso negarse aunque su pelvis se arqueaba hacia el vientre de Víctor
Con un rápido movimiento le bajó la braguita mientras le sostenía ambas manos sobre la cabeza.
-Dime si quieres que me detenga –gruñó inclinándose hacia su boca.
Myriam sintió que se hundía en su seducción en cuanto sintió la lengua de Víctor contra la suya.
Pedirle que se detuviera en ese instante dejó de ser una opción para ella. Víctor la penetró con destreza hasta lo más hondo de su cuerpo y ella ascendió en espiral a unas alturas que él le ofrecía como un premio.
Más tarde, cuando ambos se calmaron tras la explosión final. Myriam se mantuvo muy quieta, ruborizaba de la cabeza a los pies. Con los ojos fuertemente cerrados se riñó a sí misma por su debilidad. No la sorprendía que él pensara que era una mujer lasciva por el modo en que caía en sus brazos, incluso sobre ella. Tampoco la sorprendía que él creyera que había perpetrado la caída de su hermano.
Bastaba un toque de Víctor para que su cuerpo ardiera en un violento infierno. ¿Por qué no podría pensar que su hermano había experimentado lo mismo con ella?
Víctor se levantó del sofá y, sin mirarla, se arregló el pantalón.
Myriam se vistió al borde del asiento aparentando la misma despreocupación aunque pensaba que el lugar más propio para ella era debajo de la alfombra.
Víctor le dio la espalda y se acercó a la ventana con los hombros rígidos y las manos en los bolsillos.
-Nos casaremos en tres días y no aceptaré una negativa de tu parte –anunció como si hablara del calor que hacía más allá de las ventanas.
-Supongo que no querrás que me vista de blanco y con un velo, ¿verdad?
Él se volvió con una mirada llena de cinismo.
-Puedes hacerlo si quieres, aunque ambos sabemos lo que eres y ninguna vestidura blanca va a disimularlo-dijo antes de marcharse dejando a Myriam en la habitación, sus odiosas palabras todavía flotando en el aire.
CAPITULO 9
Myriam despertó durante la noche y se encontró en los cálidos brazos de Víctor, con la espalda contra su estómago.
-¿No puedes dormir? ¿Tienes frío? –murmuró cerca de su oído mientras deslizaba una mano desde la cintura hasta un pecho de la joven.
-No.
-¿Necesitas algo?
-No.
-Entonces duérmete, Myriam –dijo en tanto la ceñía contra su cuerpo.
-No puedo dormir si me tocas de ese modo –murmuró Myriam tras una inquietante pausa.
Víctor retiró las manos y se alejó al otro extremo de la cama.
-Buenas noches, Myriam.
Durante interminables minutos ellas escucho el sonido acompasado de su respiración.
-¿Víctor?
-¿Mm?
-¿Estás dormido?
-Lo estaba, pero alguien me acaba de despertar.
-Lo siento.
Víctor encendió la lámpara de la mesilla y se volvió hacia ella.
-¿Qué pasa por tu cabeza? ¿Estás preocupada por Alex?
-No, se que estará bien. Normalmente no despierta en la noche.
-¿Entonces, qué es lo que te preocupa?
-Creo que no te he dado las gracias por lo que has hecho por Alex.
Víctor volvió a acomodarse en la almohada.
-¿No puedes esperar hasta mañana para agradecérmelo?
-No, quería hacerlo ahora.
-Son las cuatro de la mañana, Myriam.
-Gracias también por los hermosos vestidos que le compraste a Cristi y los juguetes para Alex.
-El niño se merece todo eso. Y ahora, ¿Me haces el favor de dormirte antes de que me enfade?
-Lo siento –dijo ella alejándose de él-
La lámpara se apagó y Myriam cerró los ojos empañados de lágrimas.
Después de unos minutos, Víctor se volvió hacia ella.
-¿Qué pasa, Myriam? ¿Por qué lloras?
-No estoy llorando –sollozó.
-¿Qué te aflige? ¿Nuestra Boda? –preguntó al tiempo que encendía la lámpara nuevamente.
-Tú no quieres casarte conmigo.
-Tengo toda la intención de hacerlo.
-Pero tus motivos no son buenos.
-Si mis motivos no son los mismos que hace cuatro años, la única culpable eres tú.
-¡Ya estamos otra vez! –exclamó al tiempo que saltaba de la cama arrastrando la sábana para ocultar su desnudez. –No puedes dejarlo, ¿verdad? Me lo recuerdas cada vez que tienes la ocasión. ¿No te das cuenta de que así nuestro matrimonio no tienen la menor esperanza?
-Te haré una promesa.
-Me imagino cuánto tiempo va a durar.
-Te prometo que no volveré a mencionar lo que sucedió entre Carlo y tú.
-¿Esperas que te crea?
-Tienes mi palabra.
-Ojalá pudiera creerte –dijo con la mirada fija en la de Víctor.
-Tienes que hacerlo, Myriam. Me doy cuenta de que ese tema sólo sirve para causarte aflicción y sé que te arrepientes sinceramente de lo sucedido.
No muy convencida y con un suspiro derrotado, Myriam volvió a la cama.
-Hasta la próxima vez –murmuró entre dientes.
-Y ahora duérmete, Myriam. Mañana llaga Alex y no será bueno recibirlo con ojeras y de mal humor.
Myriam cerró los ojos, pero cada célula de su cuerpo ansiaba las caricias de Víctor.
Repentinamente, la lámpara se encendió otra vez sacándola bruscamente de su sensual ensoñación.
-Dio!
-¿Qué pasa? –preguntó, sorprendida.
Víctor se le acercó con los ojos brillantes de deseo y la estrechó entre sus brazos mientras sus piernas se enredaban con las de ellas.
-Me estoy volviendo loco, cara –gruño con la boca hundida en su garganta.
-¿De veras? –parpadeó.
-Lo sabes de sobra –murmuró con los labios en la comisura de su boca. –No puedo estar junto a ti sin desear tocarte.
-No era mi intensión despertarte –dijo al tiempo que acariciaba con el índice la tetilla derecha del pecho masculino.
-¿No?
Víctor se tendió sobre ella, su boca contra la de la joven.
-Me inquietas mucho, Myriam.
-¿Sí? –murmuró casi sin aliento al sentir que se abría paso en la cálida intimidad de su cuerpo.
Con los dedos clavados en los hombros de Víctor, Myriam se deslizó en un mar de sensualidad que surgía de lo más profundo de su cuerpo ardiente. Pudo percibir con secreto deleite la lucha de Víctor por mantener el control y sintió que su poder femenino era muy fuerte. Todavía la deseaba aunque años atrás la hubiera expulsado de su vida. Víctor apresuró su ritmo y ella se hundió en un pozo de sensaciones primitivas, salvajes, incontrolables, de insaciable deseo. Millones de chispas explotaron en su cerebro mientras él la llevaba al paraíso con el cuerpo y las manos dejándola temblorosa bajo la maestría de su hacer. Todavía flotaba cuando él alcanzo el clímax y se derrumbó sobre su cuerpo. El pecho de Víctor subía y bajaba, jadeante sobre el suyo mientras los párpados de Myriam se empezaban a cerrar, totalmente relajada en su cálido abrazo.
Minutos más tarde, Víctor alzó la cabeza y la vio tendida entre sus brazos, las piernas todavía enlazada con las suyas, entregada íntimamente a él.
Entonces le apartó un mecho de la cara antes de besarla dulcemente.
-¿Víctor? –murmuró con un suspiro.
-¿Sí?
Ella volvió a suspirar como una niña mientras se acomodaba de perfil en la almohada.
-Nada… sólo Víctor…
Atento al ritmo acompasado de la respiración de la joven, él esbozó una triste sonrisa. Por fin se había dormido después de mantenerlo horas despierto. Cansado como estaba, sabía que no podría pegar ojo con el cuerpo incitante de Myriam entre sus brazos.
Alex llegó muy animado del hospital, decidido a jugar con todo lo que Víctor le había comprado. Temerosa de una recaída, Myriam tuvo que frenarlo más de una vez, pero por fortuna al atardecer estaba tan cansado que pronto se quedó profundamente dormido.
Cuando Myriam termino de arroparlo, Víctor apareció en la puerta de la habitación.
-¿Fuera de combate? –cuchicheó.
Tras asentir con un gesto, Myriam salió cerrando la puerta con suavidad.
-Estaba lleno de energía, pero a la hora de la merienda empezó a languidecer –lo informó mientras bajaban la escalera.
-Cristi tuvo un buen día en la oficina. Mi secretaria comentó que es muy eficiente. Archivó para ella montones de documentos e hizo algunos recados.
Myriam sonrió.
-Sí, me dijo que había sido un día estupendo. Gracias por darle la oportunidad.
Víctor le abrió la puerta de la sala de estar.
-Le gustó tanto que decidió no acompañarnos a Italia.
Ella lo miró preocupada.
-¿Estás seguro que eso es prudente? Tienes sólo diecinueve años y…
-Estará bien. De todos modos Rosa se ocupará de la casa y de Cristi.
-Pero ¿y si me necesita…?
Víctor acalló su protesta presionando sus labios con el índice.
-Myriam, eres su hermana, no su madre. Ella es lo suficientemente mayor para pasar un mes con mi ama de llaves. Ahora siéntate y cuéntame cómo ha ido tu día mientras yo preparo una copa.
Ella le habló de las travesuras de Alex, aliviada de charlar de otra cosa que no fuera sobre sus relaciones o la inminente boda.
Cuatro años antes su boda con Víctor hubiera sido su sueño más feliz. La noche de su traición había destruido ese sueño, pero a pesar de eso, Víctor todavía deseaba casarse con ella.
Si no lo hubiera amado su opción habría sido más fácil, pero el amor la unía a él con lazos más sólidos que un anillo de compromiso.
El afecto indudable que Víctor sentía por el pequeño era un inmenso alivio para ella. Le demostraba que era un hombre capaz de dejar de lado su amargura y sus prejuicios y relacionarse con Alex como el niño entrañable que era y no como hijo bastardo de su hermano.
En cuanto a los sentimientos de Víctor por ella, todavía eran un misterio. Había mencionado que le profesaba un cierto afecto cuando no estaba enfadado, pero no podía saber cuándo iba a durar así. No era probable que olvidara el modo en que ella lo había herido aunque había prometido que nunca volvería tocar el tema. Era como una herida repugnante cubierta con una venda inadecuada.
Casarse con Víctor iba a requerir fuerza y coraje.
Ella podía ser fuerte y valerosa, pero tendría que ocultar la verdad de sus sentimientos en beneficio de su orgullo. Decirle que nunca había dejado de amarlo sin duda sería un suicidio emocional.
-¿Dónde está Cristi? –preguntó de pronto.
Víctor bebió un largo trago de coñac antes de responder.
-Ha ido a una cita.
Myriam se puso de pie bruscamente.
-¿Una cita? ¿Qué clase de cita?
-Lo acostumbrado, un chico y una chica, una película o una cena, esa clase de cosas.
-¡Esa clase de cosas siempre acaban en problemas!
-Tranquilízate, Myriam. Romeo es un simpático joven que…
-¿Romeo? –preguntó con el ceño fruncido.
-Es un bonito nombre italiano.
-Ésa no es la cuestión. Cristi no tiene ninguna experiencia con los Romeos del mundo.
.Romeo Benetto es contable subalterno en mi empresa. Sus maneras son impecables y va a cuidar de tu hermana.
-Es italiano.
Víctor le lanzó una dura mirada.
-¿Y?
-No confío en los hombres italianos.
-Es una lástima porque en unos días te vas a casar con uno.
-No lo haría –declaró alzando la barbilla.
-Entonces tendré que pensar en algo que me asegure de que lo harás.
-Los gastos de la operación de Alex están pagados. Ya no tienes nada para obligarme a hacerlo.
-¿Estás segura? Todavía queda la pequeña cuestión del coche.
-¿Tu coche?
-Sí, cara, el que todavía tiene cristales en el asiento trasero y un martillo con tus huellas digitales –comentó. El corazón de Myriam empezó a latir con fuerza. –Bastaría una llamada a la policía e informar de un incidente con daños a la propiedad para quitarte la custodia de Alex con tanta facilidad. ¿cómo lo diría…? Como si fuera un juego de niños.
-¡Eres un bastardo! –espetó con rabia.
-¿Crees que no lo haré? –preguntó con una mirada imperiosa.
Sabía que podía hacerlo. Se había puesto en sus manos por ser tan impulsiva y en ese momento estaba absolutamente bajo su control.
-¡No me extraña que hubieras reaccionado con tanta amabilidad en ese momento! Estabas muy ocupado planeando el modo de reparar el daño con tu acostumbrada astucia y precisión, ¿verdad?
-Sí, pero tú cooperas deliciosamente –replicó arrastrando las palabras. –Tienes un temperamento tan volátil… y tan escaso control sobre ti misma…
Myriam sintió que en su interior explotaba una ira devastadora y se abalanzo hacia él con los puños apretados dispuesta a golpearlo donde pudiera.
Él se limitó a inmovilizarla sólo con la fuerza de un brazo y con una expresión rígidamente controlada. La salvaje explosión de Myriam quedó en nada más que una reacción exagerada.
-¿Quieres pelear sucio, Myriam? –preguntó en tanto le aferraba la mano que ella intentaba liberar y la mantenía sujeta contra su cuerpo.
Ella apretó los dientes y trató de apartarse de él al tiempo que percibía su excitación sexual. Con un movimiento brusco se hundió en el sofá lo más lejos de su alcance.
-Vamos –la desafió. –Lucha conmigo. Creo que ambos disfrutaremos.
-¡Vete al infierno! –gritó antes de que Víctor se dejara caer junto a ella en el sofá.
En un segundo, Myriam sintió el cuerpo de Víctor contra el suyo. La barrera de la ropa apenas lograba disminuir el placer que le producía el contacto masculino.
-¡Te odio! –Myriam se debatió con fiereza, pero en el fondo sabía que luchaba consigo misma y no con él.
Víctor la sostuvo con suavidad aunque jadeaba a causa de la excitación.
-No me importa lo que sientas por mí mientras tu cuerpo me reciba como lo hace ahora. Ella quiso negarse aunque su pelvis se arqueaba hacia el vientre de Víctor
Con un rápido movimiento le bajó la braguita mientras le sostenía ambas manos sobre la cabeza.
-Dime si quieres que me detenga –gruñó inclinándose hacia su boca.
Myriam sintió que se hundía en su seducción en cuanto sintió la lengua de Víctor contra la suya.
Pedirle que se detuviera en ese instante dejó de ser una opción para ella. Víctor la penetró con destreza hasta lo más hondo de su cuerpo y ella ascendió en espiral a unas alturas que él le ofrecía como un premio.
Más tarde, cuando ambos se calmaron tras la explosión final. Myriam se mantuvo muy quieta, ruborizaba de la cabeza a los pies. Con los ojos fuertemente cerrados se riñó a sí misma por su debilidad. No la sorprendía que él pensara que era una mujer lasciva por el modo en que caía en sus brazos, incluso sobre ella. Tampoco la sorprendía que él creyera que había perpetrado la caída de su hermano.
Bastaba un toque de Víctor para que su cuerpo ardiera en un violento infierno. ¿Por qué no podría pensar que su hermano había experimentado lo mismo con ella?
Víctor se levantó del sofá y, sin mirarla, se arregló el pantalón.
Myriam se vistió al borde del asiento aparentando la misma despreocupación aunque pensaba que el lugar más propio para ella era debajo de la alfombra.
Víctor le dio la espalda y se acercó a la ventana con los hombros rígidos y las manos en los bolsillos.
-Nos casaremos en tres días y no aceptaré una negativa de tu parte –anunció como si hablara del calor que hacía más allá de las ventanas.
-Supongo que no querrás que me vista de blanco y con un velo, ¿verdad?
Él se volvió con una mirada llena de cinismo.
-Puedes hacerlo si quieres, aunque ambos sabemos lo que eres y ninguna vestidura blanca va a disimularlo-dijo antes de marcharse dejando a Myriam en la habitación, sus odiosas palabras todavía flotando en el aire.
mariateressina- VBB PLATINO
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Re: Tres Meses de Pasión
víctor q malo y esas palabras pero ya te daras cuenta de tu error, y por fa no tardes con el proximo capi, saludos
fresita- VBB PLATINO
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Fecha de inscripción : 31/07/2009
Re: Tres Meses de Pasión
GRACIAS POR EL CAPITULO
dany- VBB PLATINO
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Re: Tres Meses de Pasión
muchas gracias tere
quiero masssss ajajaja
rodmina- VBB PLATA
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Re: Tres Meses de Pasión
gracias por el capitulo
jai33sire- VBB PLATINO
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Localización : Mexico Distrito Federal
Fecha de inscripción : 23/05/2008
Re: Tres Meses de Pasión
hola buenas tarde sorry por la demora pero de verdad que he tenido dias muy dificiles y feos x problemas familiares y x la perdida de ellos asi q disculpe hoy para distraerme un pokito les subo el cap que les sigue la novelita ya pronto llegara a su fin pero cada vez más interesante ya pronto se descubrira toda la verdad graxias chicas
CAPITULO 10
El día de su boda cayó una lluvia torrencial. Verdes relámpagos zigzagueaban en el cielo gris acompañados del estruendo de los truenos. Myriam no pudo dejar de pensar que la tormenta era un presagio del futuro que le esperaba. Los días anteriores a la ceremonia el tiempo había estado apacible, sin indicios de cambio.
Víctor se había mantenido distante a partir de la noche en que ella había intentado abofetearlo. Sólo en presencia de Cristi y de Alex volvía a comportarse con amable naturalidad, lo que aumentaba la desesperación de Myriam. Sabía que estaba enfadado con ella y de alguna manera tenía razón; sin embargo, Myriam deseaba que las cosas hubieran sido diferentes.
La ceremonia fue breve e impersonal. Nada de las galas que Cristi y ella habían planeado en Roma, hacía cuatro años.
Myriam formuló sus votos ante el oficiante de la boda con voz ahogada. En un momento dado se preguntó si los truenos y relámpagos sobre su cabeza no serían el justo castigo de un ente metafísico, irritado por sus pecados del pasado.
Al parecer, Víctor no sufría esos recelos mientras le ponía la alianza en el dedo y luego le daba un beso rutinario en consideración al pequeño grupo de testigos que incluía a una extática Cristi y a Alex, que miraba con los ojos muy abiertos.
Más tarde hubo una recepción, sí así podía llamarse a unas copas de champán francés acompañaos de algunas bandejas de canapés y la música de un pianista mediocre que intentaba hacer lo que podía en una de las salas de un hotel de buen tono.
Cuando la comedia hubo termino, Myriam se alegró de volver a casa de Víctor, donde al menos sabía cuál era su lugar.
Alex fue a la cama sin sus protestas habituales y Cristi sonrió tímidamente cuando sonó el timbre de la puerta, que anunciaba la llegada de su pretendiente, tan tímido como ella.
Myriam los despidió en la puerta y luego se encaminó hacia la escalera, pero la voz de Víctor la detuvo.
-Myriam.
-¿Sí? –preguntó con una mirada de rechazo.
Los ojos de Víctor se cruzaron con los de Myriam que, sin darse cuenta, apretó los puños a los costados.
-Quiero discutir contigo.
-Es un poco tarde para acuerdos prematrimoniales.
La boca de Víctor se endureció. Myriam observó con perversa satisfacción que apretaba los puños.
-Partiremos a Roma en tres semanas –anunció.
Es un poco pronto para empezar a hacer las maletas. ¿Algo más?
-¿Prefieres hablar aquí o en la sala? –preguntó en tono cortante.
Ella alzó la barbilla en un gesto desafiante mientras ponía un pie en el primer peldaño de la escalera.
-Preferiría que me permitieras ir a dormir. No me siento de humor para el velorio de nuestra boda.
Víctor alzó una ceja.
-¿Y eso qué significa?
-Significa que escasamente podría llamarse boda a una ceremonia con una novia chantajeada y un novio que en la mente no alberga nada más que la venganza.
-Myriam, te aseguro que la venganza no es lo único que hay en mi mente.
-¿De veras? –preguntó con la mirada. –Bueno, yo no tengo nada más que sueño en mi mente –añadió mientras subía otros tres peldaños.
-Podría hacerte cambiar de opinión.
-¿Con qué? –preguntó fríamente. En ese mismo segundo sintió una aguda punzada en el vientre que casi la hizo encogerse de dolor. –Oh, Dios… -Myriam dio un traspié y se aferró a la barandilla.
-¡Myriam! –gritó Víctor al tiempo que se abalanzaba hacia ella. -¿Qué te pasa?
-No… no lo sé –murmuró, mortalmente pálida.
Víctor la tomó en brazos y la llevó escalera arriba hasta el dormitorio principal. Al principio ella quiso rechazarlo, pero el dolor era cada vez más intenso. De pronto notó algo húmedo y pegajoso entre las piernas.
Víctor la acomodó en la cama y luego examinó su pálido rostro.
-Estás blanca como una sábana. ¿Cómo se llama tu médico? –preguntó con una huella de pánico que ella nunca había percibido antes.
Myriam se encogió en la cama presa del dolor y le dio el nombre con los dientes apretados. Víctor corrió al teléfono.
-¡Es una emergencia! ¡Mi esposa tiene muchos dolores! ¡No me interesa saber cuánta gente necesita una ambulancia en este momento!
-¡Oh! -gimió Myriam.
Víctor cortó la comunicación y voló junto a ella.
-Estoy sangrando, Víctor –murmuró mientras él le apartaba un mechón húmedo de la frente.
-¿Es el período? –preguntó al tiempo que miraba con asombro la mancha de sangre que teñía la sábana. Luego corrió al cuarto de baño y volvió con una toalla que le puso suavemente entre las piernas. -¿Siempre te viene tan mal? –preguntó con visible preocupación.
Ella negó con la cabeza al tiempo que una puñalada de dolor le arrancaba un gemido.
-No… nunca… nunca me ha pasado esto… ¡Oh!
Víctor volvió a llamar a urgencias y dejó claro que no aceptaría una negativa. En unos minutos se oyó en la calle el ulular que anunciaba la llegada de una ambulancia. Segundos más tarde, apareció Rosa muy afligida, convocada por una llamada casi incoherente de su jefe.
-Yo cuidaré a Alex –aseguró a Myriam cuando la hubieron tendido en una camilla.
-Gracias –dijo la joven al tiempo que le apretaba la mano.
Víctor echó a un lado a su ama de llaves para ayudar a los enfermeros a colocar a Myriam en la ambulancia.
-¡Cuidado! ¡La estáis sacudiendo!
-No se preocupe, amigo –dijo un sanitario pelirrojo con una sonrisa tranquilizadora. –Se pondrá bien. Al parecer es un aborto espontáneo. La tensión es correcta y el dolor soportable. Se va a recuperar antes de que usted se dé cuenta.
Víctor sintió que se helaba. ¿Una perdida? ¿Un bebé? ¿De quién? ¿Suyo?
Sumido en un torbellino de pensamientos entró en la parte posterior del vehículo y miró los pálidos rasgos de su recién estrenada esposa.
-Myriam.
Ella le tomó la mano con un débil gemido.
-Lo siento. Debí habértelo dicho.
-¿Decirme qué? –preguntó le apretaba la mano con suavidad.
-No he tomado la píldora con regularidad. No pensé que esto podría suceder –dijo con un hilo de voz.
Víctor casi no podía hablar.
-No te preocupes –dijo finalmente. Myriam empezó a llorar y Víctor sintió que se le encogía el estómago. –Myriam… es culpa mía.
-No…
-Calla –dijo al tiempo que le ponía un dedo en los labios y luego le secaba una lágrima con el pulgar. –No llores, cara. Por favor, no llores…
El hospital estaba lleno de gente y de ruido, pero Víctor se impuso y consiguió el ingreso casi de inmediato de Myriam.
El médico que la examinó pidió un quirófano para practicar un legrado tan pronto llegara el anestesista.
-Se trata de un aborto temprano, así que su esposa se recuperará físicamente muy pronto –le aseguró el médico. –Unos cuantos día de reposo y estará bien, aunque usted debe atender su salud emocional. Muchas mujeres no pueden aceptar la pérdida de un embarazo, pero un trato comprensivo y cariñoso los ayuda a levantar el ánimo.
Víctor tragó saliva, torturado por la culpa. Se preguntó qué diría el médico si supiera el modo en que la había tratado hasta entonces.
Sus sentimientos hacia ella eran tiernos y cariñosos pero no había querido demostrárselos. En cambio, había preferido protegerse tras un muro de amargura.
La era que no había superado la traición de Myriam. Realmente no había enfrentado el problema consigo mismo. Le había prometido que no volvería a referirse al pasado, pero lo sucedido permanecía en su interior como una úlcera sangrante que no le daba tregua.
Myriam despertó desorientada. Sentía el cuerpo hinchado pero ya sin dolor. Al volver la cabeza descubrió a Víctor sentado junto al lecho con la cabeza entre las manos.
Como si sintiera su mirada, alzó la cabeza y Myriam se sintió conmocionada al ver su rostro desencajado, los cabellos en desorden, la barba crecida y los ojos inflamados y rojos.
-Myriam –murmuró al tiempo que le tomaba las manos.
-¿Alex está bien? –preguntó, con la garganta seca.
-Hace poco llamé a casa. Está bien, tomó el desayuno y después empezó a darle la lata a Cristi para que lo llevara al parque.
-Tienes un aspecto horrible, como si no hubieras dormido –comentó con una débil sonrisa.
-Es verdad, no he dormido –murmuró. Ella miró los dedos de Víctor enlazados con los suyos y las alianzas brillando al unísono. –Me has dado un susto de muerte.
Myriam alzó la vista hacia su rostro.
-Lo siento. No sabía que estaba embarazada. Con toda la preocupación por Alex olvidé tomar la píldora y no pensé en mis periodos.
-Tenía que haberte protegido. No debí insistir en mantener relaciones físicas sin hacerme cargo de la responsabilidad.
-No tiene importancia –dijo ella al tiempo que volvía a mirar las manos enlazadas.
-¡Desde luego que la tiene! Nada de esto habría sucedido si no hubiera sido tan duro contigo. No sabes cómo me culpo por lo que has tenido que pasar.
Myriam lo miró con la garganta apretada.
-No es culpa tuya.
-Sí que lo es. No te he tratado bien. Estabas sometida a una tensión intolerable a causa de Alex y, no satisfecho con eso, te acosé con mis odiosas demandas –dijo al tiempo que le dirigía una mirada de agonía. –Fui demasiado cruel contigo la otra noche. ¿Tienes idea de cuánto me odio por eso?
-¡No! –exclamó ella con voz sofocada. –no fuiste tan malo.
-¿No? Te amenacé con llamar a la policía por haber estropeado el coche, aunque lo mejor que podías haber hecho era lanzarme el martillo a la cabeza.
-Erré el tiro.
-¿De veras me lo ibas a lanzar?
-Se interpuso el coche –respondió sonriendo.
Él le apretó las manos suavemente.
-Perdóname, Myriam –pidió con la voz enronquecida. –Por favor, dime que me perdonas por lo que he hecho.
-No hay nada que perdonar –dijo ella desviando los ojos de la intensa mirada.
-Eres tan generosa.
-En absoluto. Todos cometemos errores.
Él le soltó las manos y se situó a los pies de la cama.
-Desde luego que tienes razón. Me lo recuerdas muy oportunamente. Cometiste un error y yo te he castigado durante años arruinando mi propia vida en un intento por vengarme de la forma más adecuada.
Myriam estaba a punto de llorar. Víctor sentía remordimientos, pero no amor. Lo único que los uniría en el futuro sería la culpa, no el amor.
-Víctor… Yo…
-No –la interrumpió. –Déjame terminar. Ahora estamos casados y no puedo anular nuestro matrimonio en un futuro inmediato.
Con el corazón oprimido, Myriam notó una amarga resignación en la mirada de Víctor.
-Sé que es pedirte demasiado, pero todavía quiero viajar a Roma contigo y Alex dentro de tres semanas. A mi madre le encantaría conocer a su nieto y Cecilia se alegrará de verte una vez más.
-¿Y después? –Myriam preguntó, casi sin aliento.
Él la miró largamente con una expresión indescifrable.
-Después nos vamos a separar. Te devolveré la libertad que nunca debí quitarte. Desde luego que me haré cargo de tus necesidades económicas y de las del niño.
¡Ella no quería su dinero! La emoción le atenazó la garganta y los ojos se le humedecieron.
Víctor notó el brillo de sus ojos y su boca se convirtió en una línea.
-Puedo ver tu mirada de alivio. Me imagino que ya estás contando los días que faltan para que esto se acabe, ¿no es así?
Sin más, Víctor se dirigió a la puerta y se marchó sin oír el murmullo que se escapó de los labios de Myriam.
-Víctor…
Las tres semanas siguientes fueron insoportables para Myriam. Aunque Víctor la trataba con extremada educación y a veces hasta con dulzura, ella sabía que probablemente contaba los días para dar por terminada la relación entre ellos.
Cristi estaba ocupada con su encantador pretendiente y Alex disfrutaba en la gran casa rodeado de sus juguetes.
En cambio, Myriam se sentía cada vez más sola. Víctor se había trasladado a una de las habitaciones de huéspedes. Salía temprano a su oficina y llegaba tarde por la noche.
Dos días antes del viaje a Roma, Myriam se sentía tan frustrada por su frialdad que deliberadamente le esperó en la sala de estar.
Víctor llegó cerca de la medianoche con la chaqueta sobre un hombre y el nudo de la corbata suelto.
-Víctor.
-Myriam –dijo sorprendido. Luego dejó la chaqueta en el respaldo de una silla y se preparó una copa de coñac. -¿Te apetece beber algo?
-No, gracias. Quiero hablar contigo.
-¿De qué se trata? –preguntó después de beber un largo trago.
-Me preguntaba dónde nos hospedaremos en Roma.
-Estaremos en casa de mi madre –dijo antes de volver a llenar su copa. –No te preocupes, Myriam. Le conté lo de tu aborto. Ella dispuso que durmiéramos en habitaciones separadas para que pudieras descansar tranquilamente.
Debiste haberle dicho la verdad.
-¿Qué intento divorciarme de ti tan pronto regresemos? –exclamó antes de apurar la copa.
-Nunca te he visto beber tanto como ahora. Pensé que…
-No piense nada, Myriam –le advirtió con una mirada glacial. –Las cosas no cambiarán un ápice.
-¿Estas enfadado conmigo?
-¿Por qué debería estarlo? Te deslizas por la casa y apenas te atreves a hablar para evitar mis enfados.
-No es cierto –se defendió con renovada valentía. –Más bien creo que prefieres que me mantenga alejada de ti. Nunca vienes a casa y ya no… y ya no duermes en nuestra habitación…
-Seguro que no te estás ofreciendo, ¿verdad, Myriam?
Los ojos ardientes de Víctor se clavaron en los de ella. El tono subido de sus mejillas le advirtió que Víctor no se encontraba en la mejor disposición para discutir racionalmente.
-Has bebido demasiado.
-¿Y qué? ¿Qué vas a hacer al respecto, mi pequeña y dulce esposa? –preguntó. Ella apretó los labios y se dispuso a salir de la sala, pero Víctor la agarró de un brazo y la obligó a mirarlo de frente. –No tan rápido, Myriam.
-Déjame ir.
-No quiero dejarte marchar –exclamó con una mirada afiebrada. –Nunca quiero que te vayas.
Ella intentó zafarse, pero la boca de Víctor se apoderó del cuerpo de Myriam.
Víctor la tumbó en el sofá y enseguida los brazos y piernas se enredaron. La boca de él se mantenía en la de Myriam, hambrienta, apasionada.
Myriam oyó que él gemía cuando empezó a acariciarlo descaradamente.
-No voy a durar mucho si haces eso –dijo con la voz ahogada.
La agonía de Víctor la estremeció de excitación y la mano se movió con mayor intención mientras él jadeaba de placer.
En un momento, Víctor se la apartó y luego le quitó la ropa hasta dejarla completamente desnuda en el sofá.
Sus dedos recorrieron el cuerpo de la joven como si fuera una delicada y preciosa orquídea hasta posarse en su sedosa intimidad.
Myriam creyó volverse loca de deseo. Quería más. No le bastaba con la caricia de los dedos. Su cuerpo anhelaba la posesión total.
-Por favor… -rogó sin la menor vergüenza con las manos aferradas al cuerpo de Víctor.
-No, cara –dijo apartándose de ella. –Me prometí no hacer esto.
-¡No! –Myriam se aferró desesperadamente a sus hombros.
Víctor se liberó de sus brazos al tiempo que se ponía de pie con los dientes apretados, decidido a no ceder.
Luego le arrojó la chaqueta.
-Cúbrete y vete a la cama –ordenó respirando con dificultad.
-Víctor… -llamó Myriam, sollozando.
-¡Vete, maldita sea! –gritó con la copa en la mano.
-¿He hecho algo malo? –preguntó, con un hilo de voz.
-Parece que no me entiendes. Te he pedido que te marches, lo digo por tu bien.
-No te tengo miedo, Víctor –replicó con toda calma.
Él le lanzó una mirada malévola.
-Cometes un estúpido error al quedarte aquí y verme de este modo.
-Te he visto peor.
-Lo dudo –dijo al tiempo que colocaba el vaso en el aparador con manos temblorosas. –No estabas presente cuando miré las fotos por primera vez.
-Prometiste no mencionar…
-¡Sé lo que prometí! –gritó al tiempo que golpeada la cubierta del aparador. Myriam se mordió el labio para evitar el temblor de su boca, decidida a enfrentarse aél aunque le costara caro. –He perdido el control de mí mismo y puedes pagar las consecuencias.
-¿Por qué te haces esto? –inquirió al tiempo que señalaba la copa de coñac.
-Ahogo mis penas.
-¿Qué te aflige?
Víctor dejó escapar un profundo suspiro.
-Fui un estúpido al ir tras de ti –dijo en tanto volvía a llenar la copa. –Pensé que te haría pagar por el daño que me hiciste, pero finalmente soy yo el que está pagando.
-¿Cómo lo estás pagando?
Víctor bebió un largo trago antes de responder.
-Lo que una vez hubo entre nosotros está muerto, Myriam. Es hora de que ambos lo aceptemos –articuló con dificultad. –Definitivamente muerto –añadió antes de terminar la copa y salir de la habitación.
CAPITULO 10
El día de su boda cayó una lluvia torrencial. Verdes relámpagos zigzagueaban en el cielo gris acompañados del estruendo de los truenos. Myriam no pudo dejar de pensar que la tormenta era un presagio del futuro que le esperaba. Los días anteriores a la ceremonia el tiempo había estado apacible, sin indicios de cambio.
Víctor se había mantenido distante a partir de la noche en que ella había intentado abofetearlo. Sólo en presencia de Cristi y de Alex volvía a comportarse con amable naturalidad, lo que aumentaba la desesperación de Myriam. Sabía que estaba enfadado con ella y de alguna manera tenía razón; sin embargo, Myriam deseaba que las cosas hubieran sido diferentes.
La ceremonia fue breve e impersonal. Nada de las galas que Cristi y ella habían planeado en Roma, hacía cuatro años.
Myriam formuló sus votos ante el oficiante de la boda con voz ahogada. En un momento dado se preguntó si los truenos y relámpagos sobre su cabeza no serían el justo castigo de un ente metafísico, irritado por sus pecados del pasado.
Al parecer, Víctor no sufría esos recelos mientras le ponía la alianza en el dedo y luego le daba un beso rutinario en consideración al pequeño grupo de testigos que incluía a una extática Cristi y a Alex, que miraba con los ojos muy abiertos.
Más tarde hubo una recepción, sí así podía llamarse a unas copas de champán francés acompañaos de algunas bandejas de canapés y la música de un pianista mediocre que intentaba hacer lo que podía en una de las salas de un hotel de buen tono.
Cuando la comedia hubo termino, Myriam se alegró de volver a casa de Víctor, donde al menos sabía cuál era su lugar.
Alex fue a la cama sin sus protestas habituales y Cristi sonrió tímidamente cuando sonó el timbre de la puerta, que anunciaba la llegada de su pretendiente, tan tímido como ella.
Myriam los despidió en la puerta y luego se encaminó hacia la escalera, pero la voz de Víctor la detuvo.
-Myriam.
-¿Sí? –preguntó con una mirada de rechazo.
Los ojos de Víctor se cruzaron con los de Myriam que, sin darse cuenta, apretó los puños a los costados.
-Quiero discutir contigo.
-Es un poco tarde para acuerdos prematrimoniales.
La boca de Víctor se endureció. Myriam observó con perversa satisfacción que apretaba los puños.
-Partiremos a Roma en tres semanas –anunció.
Es un poco pronto para empezar a hacer las maletas. ¿Algo más?
-¿Prefieres hablar aquí o en la sala? –preguntó en tono cortante.
Ella alzó la barbilla en un gesto desafiante mientras ponía un pie en el primer peldaño de la escalera.
-Preferiría que me permitieras ir a dormir. No me siento de humor para el velorio de nuestra boda.
Víctor alzó una ceja.
-¿Y eso qué significa?
-Significa que escasamente podría llamarse boda a una ceremonia con una novia chantajeada y un novio que en la mente no alberga nada más que la venganza.
-Myriam, te aseguro que la venganza no es lo único que hay en mi mente.
-¿De veras? –preguntó con la mirada. –Bueno, yo no tengo nada más que sueño en mi mente –añadió mientras subía otros tres peldaños.
-Podría hacerte cambiar de opinión.
-¿Con qué? –preguntó fríamente. En ese mismo segundo sintió una aguda punzada en el vientre que casi la hizo encogerse de dolor. –Oh, Dios… -Myriam dio un traspié y se aferró a la barandilla.
-¡Myriam! –gritó Víctor al tiempo que se abalanzaba hacia ella. -¿Qué te pasa?
-No… no lo sé –murmuró, mortalmente pálida.
Víctor la tomó en brazos y la llevó escalera arriba hasta el dormitorio principal. Al principio ella quiso rechazarlo, pero el dolor era cada vez más intenso. De pronto notó algo húmedo y pegajoso entre las piernas.
Víctor la acomodó en la cama y luego examinó su pálido rostro.
-Estás blanca como una sábana. ¿Cómo se llama tu médico? –preguntó con una huella de pánico que ella nunca había percibido antes.
Myriam se encogió en la cama presa del dolor y le dio el nombre con los dientes apretados. Víctor corrió al teléfono.
-¡Es una emergencia! ¡Mi esposa tiene muchos dolores! ¡No me interesa saber cuánta gente necesita una ambulancia en este momento!
-¡Oh! -gimió Myriam.
Víctor cortó la comunicación y voló junto a ella.
-Estoy sangrando, Víctor –murmuró mientras él le apartaba un mechón húmedo de la frente.
-¿Es el período? –preguntó al tiempo que miraba con asombro la mancha de sangre que teñía la sábana. Luego corrió al cuarto de baño y volvió con una toalla que le puso suavemente entre las piernas. -¿Siempre te viene tan mal? –preguntó con visible preocupación.
Ella negó con la cabeza al tiempo que una puñalada de dolor le arrancaba un gemido.
-No… nunca… nunca me ha pasado esto… ¡Oh!
Víctor volvió a llamar a urgencias y dejó claro que no aceptaría una negativa. En unos minutos se oyó en la calle el ulular que anunciaba la llegada de una ambulancia. Segundos más tarde, apareció Rosa muy afligida, convocada por una llamada casi incoherente de su jefe.
-Yo cuidaré a Alex –aseguró a Myriam cuando la hubieron tendido en una camilla.
-Gracias –dijo la joven al tiempo que le apretaba la mano.
Víctor echó a un lado a su ama de llaves para ayudar a los enfermeros a colocar a Myriam en la ambulancia.
-¡Cuidado! ¡La estáis sacudiendo!
-No se preocupe, amigo –dijo un sanitario pelirrojo con una sonrisa tranquilizadora. –Se pondrá bien. Al parecer es un aborto espontáneo. La tensión es correcta y el dolor soportable. Se va a recuperar antes de que usted se dé cuenta.
Víctor sintió que se helaba. ¿Una perdida? ¿Un bebé? ¿De quién? ¿Suyo?
Sumido en un torbellino de pensamientos entró en la parte posterior del vehículo y miró los pálidos rasgos de su recién estrenada esposa.
-Myriam.
Ella le tomó la mano con un débil gemido.
-Lo siento. Debí habértelo dicho.
-¿Decirme qué? –preguntó le apretaba la mano con suavidad.
-No he tomado la píldora con regularidad. No pensé que esto podría suceder –dijo con un hilo de voz.
Víctor casi no podía hablar.
-No te preocupes –dijo finalmente. Myriam empezó a llorar y Víctor sintió que se le encogía el estómago. –Myriam… es culpa mía.
-No…
-Calla –dijo al tiempo que le ponía un dedo en los labios y luego le secaba una lágrima con el pulgar. –No llores, cara. Por favor, no llores…
El hospital estaba lleno de gente y de ruido, pero Víctor se impuso y consiguió el ingreso casi de inmediato de Myriam.
El médico que la examinó pidió un quirófano para practicar un legrado tan pronto llegara el anestesista.
-Se trata de un aborto temprano, así que su esposa se recuperará físicamente muy pronto –le aseguró el médico. –Unos cuantos día de reposo y estará bien, aunque usted debe atender su salud emocional. Muchas mujeres no pueden aceptar la pérdida de un embarazo, pero un trato comprensivo y cariñoso los ayuda a levantar el ánimo.
Víctor tragó saliva, torturado por la culpa. Se preguntó qué diría el médico si supiera el modo en que la había tratado hasta entonces.
Sus sentimientos hacia ella eran tiernos y cariñosos pero no había querido demostrárselos. En cambio, había preferido protegerse tras un muro de amargura.
La era que no había superado la traición de Myriam. Realmente no había enfrentado el problema consigo mismo. Le había prometido que no volvería a referirse al pasado, pero lo sucedido permanecía en su interior como una úlcera sangrante que no le daba tregua.
Myriam despertó desorientada. Sentía el cuerpo hinchado pero ya sin dolor. Al volver la cabeza descubrió a Víctor sentado junto al lecho con la cabeza entre las manos.
Como si sintiera su mirada, alzó la cabeza y Myriam se sintió conmocionada al ver su rostro desencajado, los cabellos en desorden, la barba crecida y los ojos inflamados y rojos.
-Myriam –murmuró al tiempo que le tomaba las manos.
-¿Alex está bien? –preguntó, con la garganta seca.
-Hace poco llamé a casa. Está bien, tomó el desayuno y después empezó a darle la lata a Cristi para que lo llevara al parque.
-Tienes un aspecto horrible, como si no hubieras dormido –comentó con una débil sonrisa.
-Es verdad, no he dormido –murmuró. Ella miró los dedos de Víctor enlazados con los suyos y las alianzas brillando al unísono. –Me has dado un susto de muerte.
Myriam alzó la vista hacia su rostro.
-Lo siento. No sabía que estaba embarazada. Con toda la preocupación por Alex olvidé tomar la píldora y no pensé en mis periodos.
-Tenía que haberte protegido. No debí insistir en mantener relaciones físicas sin hacerme cargo de la responsabilidad.
-No tiene importancia –dijo ella al tiempo que volvía a mirar las manos enlazadas.
-¡Desde luego que la tiene! Nada de esto habría sucedido si no hubiera sido tan duro contigo. No sabes cómo me culpo por lo que has tenido que pasar.
Myriam lo miró con la garganta apretada.
-No es culpa tuya.
-Sí que lo es. No te he tratado bien. Estabas sometida a una tensión intolerable a causa de Alex y, no satisfecho con eso, te acosé con mis odiosas demandas –dijo al tiempo que le dirigía una mirada de agonía. –Fui demasiado cruel contigo la otra noche. ¿Tienes idea de cuánto me odio por eso?
-¡No! –exclamó ella con voz sofocada. –no fuiste tan malo.
-¿No? Te amenacé con llamar a la policía por haber estropeado el coche, aunque lo mejor que podías haber hecho era lanzarme el martillo a la cabeza.
-Erré el tiro.
-¿De veras me lo ibas a lanzar?
-Se interpuso el coche –respondió sonriendo.
Él le apretó las manos suavemente.
-Perdóname, Myriam –pidió con la voz enronquecida. –Por favor, dime que me perdonas por lo que he hecho.
-No hay nada que perdonar –dijo ella desviando los ojos de la intensa mirada.
-Eres tan generosa.
-En absoluto. Todos cometemos errores.
Él le soltó las manos y se situó a los pies de la cama.
-Desde luego que tienes razón. Me lo recuerdas muy oportunamente. Cometiste un error y yo te he castigado durante años arruinando mi propia vida en un intento por vengarme de la forma más adecuada.
Myriam estaba a punto de llorar. Víctor sentía remordimientos, pero no amor. Lo único que los uniría en el futuro sería la culpa, no el amor.
-Víctor… Yo…
-No –la interrumpió. –Déjame terminar. Ahora estamos casados y no puedo anular nuestro matrimonio en un futuro inmediato.
Con el corazón oprimido, Myriam notó una amarga resignación en la mirada de Víctor.
-Sé que es pedirte demasiado, pero todavía quiero viajar a Roma contigo y Alex dentro de tres semanas. A mi madre le encantaría conocer a su nieto y Cecilia se alegrará de verte una vez más.
-¿Y después? –Myriam preguntó, casi sin aliento.
Él la miró largamente con una expresión indescifrable.
-Después nos vamos a separar. Te devolveré la libertad que nunca debí quitarte. Desde luego que me haré cargo de tus necesidades económicas y de las del niño.
¡Ella no quería su dinero! La emoción le atenazó la garganta y los ojos se le humedecieron.
Víctor notó el brillo de sus ojos y su boca se convirtió en una línea.
-Puedo ver tu mirada de alivio. Me imagino que ya estás contando los días que faltan para que esto se acabe, ¿no es así?
Sin más, Víctor se dirigió a la puerta y se marchó sin oír el murmullo que se escapó de los labios de Myriam.
-Víctor…
Las tres semanas siguientes fueron insoportables para Myriam. Aunque Víctor la trataba con extremada educación y a veces hasta con dulzura, ella sabía que probablemente contaba los días para dar por terminada la relación entre ellos.
Cristi estaba ocupada con su encantador pretendiente y Alex disfrutaba en la gran casa rodeado de sus juguetes.
En cambio, Myriam se sentía cada vez más sola. Víctor se había trasladado a una de las habitaciones de huéspedes. Salía temprano a su oficina y llegaba tarde por la noche.
Dos días antes del viaje a Roma, Myriam se sentía tan frustrada por su frialdad que deliberadamente le esperó en la sala de estar.
Víctor llegó cerca de la medianoche con la chaqueta sobre un hombre y el nudo de la corbata suelto.
-Víctor.
-Myriam –dijo sorprendido. Luego dejó la chaqueta en el respaldo de una silla y se preparó una copa de coñac. -¿Te apetece beber algo?
-No, gracias. Quiero hablar contigo.
-¿De qué se trata? –preguntó después de beber un largo trago.
-Me preguntaba dónde nos hospedaremos en Roma.
-Estaremos en casa de mi madre –dijo antes de volver a llenar su copa. –No te preocupes, Myriam. Le conté lo de tu aborto. Ella dispuso que durmiéramos en habitaciones separadas para que pudieras descansar tranquilamente.
Debiste haberle dicho la verdad.
-¿Qué intento divorciarme de ti tan pronto regresemos? –exclamó antes de apurar la copa.
-Nunca te he visto beber tanto como ahora. Pensé que…
-No piense nada, Myriam –le advirtió con una mirada glacial. –Las cosas no cambiarán un ápice.
-¿Estas enfadado conmigo?
-¿Por qué debería estarlo? Te deslizas por la casa y apenas te atreves a hablar para evitar mis enfados.
-No es cierto –se defendió con renovada valentía. –Más bien creo que prefieres que me mantenga alejada de ti. Nunca vienes a casa y ya no… y ya no duermes en nuestra habitación…
-Seguro que no te estás ofreciendo, ¿verdad, Myriam?
Los ojos ardientes de Víctor se clavaron en los de ella. El tono subido de sus mejillas le advirtió que Víctor no se encontraba en la mejor disposición para discutir racionalmente.
-Has bebido demasiado.
-¿Y qué? ¿Qué vas a hacer al respecto, mi pequeña y dulce esposa? –preguntó. Ella apretó los labios y se dispuso a salir de la sala, pero Víctor la agarró de un brazo y la obligó a mirarlo de frente. –No tan rápido, Myriam.
-Déjame ir.
-No quiero dejarte marchar –exclamó con una mirada afiebrada. –Nunca quiero que te vayas.
Ella intentó zafarse, pero la boca de Víctor se apoderó del cuerpo de Myriam.
Víctor la tumbó en el sofá y enseguida los brazos y piernas se enredaron. La boca de él se mantenía en la de Myriam, hambrienta, apasionada.
Myriam oyó que él gemía cuando empezó a acariciarlo descaradamente.
-No voy a durar mucho si haces eso –dijo con la voz ahogada.
La agonía de Víctor la estremeció de excitación y la mano se movió con mayor intención mientras él jadeaba de placer.
En un momento, Víctor se la apartó y luego le quitó la ropa hasta dejarla completamente desnuda en el sofá.
Sus dedos recorrieron el cuerpo de la joven como si fuera una delicada y preciosa orquídea hasta posarse en su sedosa intimidad.
Myriam creyó volverse loca de deseo. Quería más. No le bastaba con la caricia de los dedos. Su cuerpo anhelaba la posesión total.
-Por favor… -rogó sin la menor vergüenza con las manos aferradas al cuerpo de Víctor.
-No, cara –dijo apartándose de ella. –Me prometí no hacer esto.
-¡No! –Myriam se aferró desesperadamente a sus hombros.
Víctor se liberó de sus brazos al tiempo que se ponía de pie con los dientes apretados, decidido a no ceder.
Luego le arrojó la chaqueta.
-Cúbrete y vete a la cama –ordenó respirando con dificultad.
-Víctor… -llamó Myriam, sollozando.
-¡Vete, maldita sea! –gritó con la copa en la mano.
-¿He hecho algo malo? –preguntó, con un hilo de voz.
-Parece que no me entiendes. Te he pedido que te marches, lo digo por tu bien.
-No te tengo miedo, Víctor –replicó con toda calma.
Él le lanzó una mirada malévola.
-Cometes un estúpido error al quedarte aquí y verme de este modo.
-Te he visto peor.
-Lo dudo –dijo al tiempo que colocaba el vaso en el aparador con manos temblorosas. –No estabas presente cuando miré las fotos por primera vez.
-Prometiste no mencionar…
-¡Sé lo que prometí! –gritó al tiempo que golpeada la cubierta del aparador. Myriam se mordió el labio para evitar el temblor de su boca, decidida a enfrentarse aél aunque le costara caro. –He perdido el control de mí mismo y puedes pagar las consecuencias.
-¿Por qué te haces esto? –inquirió al tiempo que señalaba la copa de coñac.
-Ahogo mis penas.
-¿Qué te aflige?
Víctor dejó escapar un profundo suspiro.
-Fui un estúpido al ir tras de ti –dijo en tanto volvía a llenar la copa. –Pensé que te haría pagar por el daño que me hiciste, pero finalmente soy yo el que está pagando.
-¿Cómo lo estás pagando?
Víctor bebió un largo trago antes de responder.
-Lo que una vez hubo entre nosotros está muerto, Myriam. Es hora de que ambos lo aceptemos –articuló con dificultad. –Definitivamente muerto –añadió antes de terminar la copa y salir de la habitación.
mariateressina- VBB PLATINO
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Re: Tres Meses de Pasión
muchas gracias por el capitulo, y no te preocupes cuando puedas pon el capitulo, estamos contigo amiga cuidate.
jai33sire- VBB PLATINO
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Re: Tres Meses de Pasión
Gracias por el capitulo....Y claro no te preocupes y como dice jai33sire estamos contigo.
dany- VBB PLATINO
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Re: Tres Meses de Pasión
Muchas por el capitulo esta muy emocionante solo espero que pronto se sepa la verdad mil gracias
Eva Robles- VBB BRONCE
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Fecha de inscripción : 28/11/2009
Re: Tres Meses de Pasión
graciassssssssssssss muy buena espero el próximo saludos
fresita- VBB PLATINO
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Re: Tres Meses de Pasión
Buen dia chicas y gracias por sus palabras aun triste pero la vida debe seguir para los q nos quedamos asi que vamos para adelante para atras ni para agarrar impulso como dice la Myri.
Aqui les dejo el capitulo de hoy les anuncio que el proximo capitulo ya es el último espero q esten disfrutando de esta bella historia jajajaj a mi me encanto bueno ya mucho bla bla y nada de nada jajjaja aki esta ...
CAPITULO 11
El vuelo a Roma fue menos duro para Myriam gracias a la presencia de Alex que, sentado entre ellos en primera clase, con su constante parloteo llenó los penosos silencios entre ella y Víctor, que la ignoraba por completo.
Cuando a Alex se le cerraron los ojos, Myriam lo acomodó en el amplio asiento y luego se dedicó a ver una película con los ojos fijos en el televisor, pero sin ver ni oír nada. Era muy consciente de la proximidad de Víctor, un asiento más allá, con una copa en la mano y la vista fija en el documental que había seleccionado en su pantalla.
Apenas habían hablado en los dos últimos días. Incluso Cristi había hecho un comentario sobre la guerra fría entre ellos con una mirada de preocupación. Forzando una sonrisa tranquilizadora, Myriam le había asegurado que las cosas iban bien, aunque sospechaba que no había estado muy convincente.
El aeropuerto Leonardo Da Vinci estaba lleno de gente que esperada la llegada de sus seres queridos, entre ellos Jovanna, la madre de Víctor, y Cecilia con sus tres hijos a remolque.
-Myriam –Jovanna la abrazó con calidez al tiempo que la besaba en ambas mejillas con los ojos empañados. –Has vuelto. ¿Dónde está mi precioso nieto? ¡Oh! –exclamó al tiempo que se llevaba ambas manos a las mejillas con una expresión deleitada al ver que Alex aparecía por detrás de las largas piernas de Víctor. -¡Pero si es tu viva imagen a su edad, Víctor! –exclamó en tanto tomaba en brazos al pequeño.
Cecilia besó a Myriam cariñosamente y le presento a Pía y Paola, sus mellizas de dos años y a Antonio, el bebé que saludó a Myriam con un gorjeo.
-Son hermosos –comentó al tiempo que le hacía cosquillas bajo la regordeta barbilla.
-Siento tanto tu reciente pérdida… -dijo Cecilia, apesadumbrada.
-Gracia –Myriam bajó la vista, incómoda.
-Pronto tendrás otro bebé. Y hasta puede que lo encargues aquí en Roma, ¿eh?
Recuerdos conmovedores asaltaron a Myriam durante el trayecto a casa de Jovanna. Su mente se llenó de imágenes del día que Víctor la llevó con Cristi a conocer las ruinas del Coliseo.
Cuando llegaron a la mansión, Alex empezó a mostrar claros síntomas de cansancio y, tras una llantina, su complaciente abuela lo llevó a la cama canturreándole para calmarlo.
Cecilia se había marchado con los niños no sin antes prometer que volvería al día siguiente a cenar con la familia. Myriam pensó con temor que también asistiría Carlo con su mujer.
Víctor entró en el salón, donde Myriam estaba sentada al borde de un sofá con un vaso de zumo en las manos.
-Mi madre está arrobada con tu hijo –comentó al tiempo que se servía una copa y luego se volvía a ella. –La has hecho muy feliz. Casi ha renunciado a insistir en que tenga otro.
-Pero Alex no es tu hijo –Myriam se sintió obligada a decir, aunque le dolía tremendamente hacerlo.
-No –Víctor bebió un sorbo de su copa. –Pero no hace falta que la familia lo sepa.
-Siento que es un engaño. Odio tener que fingir –comentó ella con los dedos aferrados al vaso. –Todo me parece tan sórdido…
-No es la situación ideal. Pero es todo lo que tenemos.
<<Todo lo que tenemos es odio y amargura>>, pensó Myriam con dolor.
-Carlo y Milana vendrán mañana –Víctor rompió el tenso silencio.
-Sí, Cecilia me lo dijo.
Víctor la miró fijamente.
-¿Estarás bien? No quiero que mi madre se preocupe.
-Desde luego –dijo ella desviando la vista.
-Pareces muy cansada. Si te vas a la cama sin despedirte la mamma lo comprenderá. Nos ha instalado en habitaciones contiguas –observó. Myriam, casi en la puerta, se volvió a él. –No te preocupes, Myriam. Pondré el cerrojo en mi habitación para que puedas descansar sin temor a invasión de un intruso.
-Ya te he dicho que no te temo.
Él dejó escapar un sonido parecido a una carcajada burlona.
-Yo lo haría si estuviera en tu lugar.
Sin hacer comentarios, Myriam salió de la habitación incapaz de enfrentarse a su mirada maliciosa.
La noche siguiente, Myriam fue la última en unirse a los invitados en el salón. Le había costado mucho hacer dormir a Alex.
Después de acostar al pequeño no sin dificultades, se preparó para la cena.
Tras una corta ducha, se puso una túnica celeste, con delgados tirantes plateados, que realzaba el color de sus ojos y el tono de sus cabellos. Se maquilló suavemente con un mínimo de sombra gris sobre sus ojos y un toque de color en los labios y luego se recogió el pelo en un elegante moño.
Antes de entrar en la sala, respiró a fondo para relajar la tensión del estómago.
-Myriam –Cecilia fue la primera en saludarla. –Quiero presentarte a mi marido Pietro.
Tímidamente, Myriam sonrió al atractivo hombre que le tendía la mano con una cálida mirada de bienvenida.
-Encantado de conocerte, Myriam. Mi esposa me ha hablado mucho de ti.
Myriam era consciente de la presencia de Víctor junto a ella cuando Jovanna se acercó al grupo.
-Myriam, esta noche está preciosa, ¿verdad Víctor?
-Así es.
-Carlo –Jovanna se volvió a su hijo menor, que estaba junto al carrito de las bebidas con el brazo alrededor de la cintura de su esposa, en avanzado estado de gravidez. -¿Dónde están tus buenos modales? ¿No vas a presentar a Milana?
Carlo se acercó a ellos y balbuceó una presentación sin mirar a Myriam a los ojos.
El español de Milana no era tan bueno como el del resto de la familia, así que no fue fácil mantener una conversación con ella. Por otro parte parecía ser muy tímida, siempre de la mano de su marido, como si temiera perderlo.
Cuando anunciaron la cena, Víctor la guió al comedor con una mano en su espalda.
Myriam se sentó junto a él, pero al punto comprobó que Carlo estaba justo frente a ella. Conmocionada, intentó levantarse de la silla, pero la mano de Víctor se posó en su hombro y volvió a sentarse con la mirada baja.
Jovanna estaba en su elemento rodeada de su familia. La felicidad brillaba en sus ojos oscuros.
-Es maravilloso tener a Myriam una vez más entre nosotros –comentó al tiempo que le apretaba la mano. –Y con Alex, mi precioso nieto, que es igual a su padre cuando tenía su edad. Su sonora protesta cuando tuvo que irse a la cama me recordó mucho a Víctor. Siempre fue muy resuelto y obstinado –comentó. Myriam embozó una débil sonrisa y con el rabillo del ojo notó la expresión afligida de Carlo, que se mantenía con los ojos fijos en el contenido de su vaso. –Os advierto que Cecilia siempre fue un poco terca también… -continuó la madre con cariñosa mirada a su hija.
-¿Y qué me dices de Carlo, mamma? Estos años no ha sido precisamente un ángel –protestó Cecilia con un mohín.
Jovanna sonrió.
-No, pero el amor de una buena esposa lo ha transformado totalmente.
-¿Qué habría sido de nosotros sin el cariño de nuestras hermosas mujeres? –comentó Pietro con una sonrisa tan llena de amor hacia su mujer que Myriam sintió que se le oprimía el corazón.
¡Cómo deseaba que Víctor la quisiera! Le parecía injusto amarlo tanto cuando él no sentía nada por ella.
Para su alivio, la conversación giró sobre otros temas. Ella escuchaba sin participar y cuando Carlo empezó a hablar en italiano por Milana, aprovechó la oportunidad de observar a la familia reunida en torno a la mesa.
Víctor no hablaba, a menos que alguien se dirigiera a él, hecho que la madre no dejó de observar. Incluso una o dos veces sintió la mirada de Jovanna sobre ella y se las arregló para sonreírle con serenidad esperando ocultar lo que sentía en su interior.
La radiante belleza de Cecilia evidenciaba su felicidad y la devoción de Pietro hacia ella.
Myriam dirigió su atención a Milana y de inmediato concluyó que era una joven enamorada. Pasó gran parte de la cena atenta al rostro de Carlo, sus grandes ojos marrones llenos de amor y admiración. A juzgar por su expresión, era evidente que se sabía correspondida plenamente.
Myriam disimuló un suspiro. No la sorprendía que Víctor hubiera insistido que guardara silencio sobre la paternidad de Carlo respecto a Alex. Una revelación como ésa sólo serviría para destruir la relación de la joven pareja, especialmente cuando Milana estaba a punto de dar a luz.
Cuando la cena hubo acabado, volvieron al salón a tomar café y coñac. Myriam se instaló lo más lejos posible de Víctor.
Cecilia fue a sentarse junto a ella.
-Estoy cansada. Las mellizas se comportaron cómo unos demonios toda la tarde e incluso Antonio estuvo inquieto. No sé qué habría hecho sin la ayuda de Pietro –dijo y de inmediato sonrió apesadumbrada. –Lo siento, Myriam. Debió de haber sido muy duro para ti no contar con Víctor cuando tuviste a Alex.
-Pero pude salir adelante –afirmó Myriam, con una débil sonrisa.
-¿Cómo está Cristi? –Cecilia cambió de tema con diplomacia. –Víctor me contó que ha acabado su primer año en la universidad.
-Sí. Estoy muy orgullosa de ella.
Se produjo un breve silencio.
-Carlo parece estar muy feliz –comentó Myriam examinándose las manos.
-Milana es perfecta para él. Carlo pasó por momentos difíciles hace unos pocos años. Siempre ha vivido a la sombra de Víctor. Creo que estaba celoso de él hasta que conoció a Milana. Y cambió de la noche a la mañana. Bueno, eso es lo que hace el amor, ¿no te parece?
La sonrisa de Myriam fue aún más débil.
-El amor lo cambia todo.
-¿Eres feliz ahora, Myriam? –preguntó Cecilia directamente.
Para Myriam fue muy difícil sostener su mirada.
-Las cosas han sido difíciles.
-Mejorarán –Cecilia le apretó la mano cariñosamente. –Has tenido que soportar mucho. Primero la salud de Alex y luego el aborto. Muy pronto recobrarás tu tranquilidad emocional. Concédete un tiempo. Víctor tendrá paciencia.
Paciencia era algo que ella ya no asociaba fácilmente con Víctor. Al poco rato, Cecilia se reunió con su marido y, junto a Carlo y Milana, se prepararon para marcharse.
Jovanna se despidió de todos con un beso y se dirigió a su habitación cuando los otros se hubieron ido.
Myriam se mantuvo junto a Víctor mientras despedía a sus hermanos con el secreto deseo de escapar a su habitación para evitar otro acalorado enfrentamiento con él.
Cuando los coches se pusieron en marcha y la puerta de la calle se hubo cerrado, Myriam se encaminó a la escalera.
-¿Adónde vas?
Ella giró la cabeza hacia él.
-Esperaba irme a la cama. Si es que no tienes nada que objetar.
-No tengo nada que objetar, aunque mi madre sospecha que algo va mal entre nosotros.
Myriam se detuvo en el primer peldaño con la mano aferrada a la barandilla.
-¿Cómo lo sabes? ¿Dijo algo?
-No fue necesario. Lo vi en sus ojos. No es tonta y no le hace falta demasiada agudeza para darse cuenta de que nuestra relación es nula.
Myriam no pudo evitar un sentimiento de dolor ante esas palabras, especialmente porque su corazón estaba lleno de amor por él.
-¿Qué debemos hacer?
Con el ceño fruncido, Víctor se aflojó la corbata.
-Un esfuerzo. Tal vez debería comportarme como Carlo y Pietro.
-Lo hacen porque ellos están felizmente casados.
-Sí, pero nosotros podemos actuar como si lo estuviéramos, por lo menos hasta que regresemos a México.
-¿Y cómo te propones convencerlos de algo que no existe?
-Estaremos aquí sólo un par de semanas. No debería ser tan difícil mantener una relación civilizada en presencia de los otros.
-Tu idea de una relación civilizada es algo distinta de la mía.
-También diferimos en lo que se refiere a la conducta que debe mantener una mujer casada. No se me escapó tu forma de mirar a Carlo durante toda la cena.
-¿Qué? .Myriam lo miró con incredulidad.
-Hizo todo lo posible por ignorarte, pero noté la tensión en su cara –declaró. Myriam apenas podía contener si indignidad. -¿Crees que dejaría a Milana por ti? Está muy contento con su matrimonio y esta vez no sería tan estúpido en caer rendido a tus encantos.
-No tengo intenciones de liarme con Carlo –replicó en tono mordiente. –Y tampoco tengo intenciones de continuar esta inútil conversación –añadió al tiempo que empezaba a subir la escalera.
-Pero yo no he acabado de hablar contigo –exclamó con una mirada peligrosa.
-Quiero irme a la cama. Sola. No me apetece dormir contigo.
-¿Estas segura? –preguntó mirando intencionadamente los excitados pechos de la joven.
-Acabas de decir que nuestra relación es nula. ¿Para qué seguir prolongando la agonía?
-Prefiero que duermas conmigo, un hombre que odias, a que lo hagas con Carlo, un hombre que pertenece a otra persona –replicó al tiempo que la tomaba en brazos.
-¡Bájame!
-No grites, Myriam. Los sirvientes te oirán –dijo al tiempo que subía los peldaños de dos en dos.
-No me importa. Víctor, si no me bajas voy a gritar.
Él abrió la puerta de la habitación y la cerró con el pie. Luego la dejó caer en la cama.
-No quiero que mi madre sea testigo de una de nuestras peleas monumentales –murmuró al tiempo que se tendía junto a ella y le cubría la boca con sus labios. –Eres tan conmovedoramente remilgada, pero ambos sabemos lo que quieres –dijo con una mirada ardiente de pasión al tiempo que le bajaba los finos tirantes del vestido hasta dejarla desnuda.
Aqui les dejo el capitulo de hoy les anuncio que el proximo capitulo ya es el último espero q esten disfrutando de esta bella historia jajajaj a mi me encanto bueno ya mucho bla bla y nada de nada jajjaja aki esta ...
CAPITULO 11
El vuelo a Roma fue menos duro para Myriam gracias a la presencia de Alex que, sentado entre ellos en primera clase, con su constante parloteo llenó los penosos silencios entre ella y Víctor, que la ignoraba por completo.
Cuando a Alex se le cerraron los ojos, Myriam lo acomodó en el amplio asiento y luego se dedicó a ver una película con los ojos fijos en el televisor, pero sin ver ni oír nada. Era muy consciente de la proximidad de Víctor, un asiento más allá, con una copa en la mano y la vista fija en el documental que había seleccionado en su pantalla.
Apenas habían hablado en los dos últimos días. Incluso Cristi había hecho un comentario sobre la guerra fría entre ellos con una mirada de preocupación. Forzando una sonrisa tranquilizadora, Myriam le había asegurado que las cosas iban bien, aunque sospechaba que no había estado muy convincente.
El aeropuerto Leonardo Da Vinci estaba lleno de gente que esperada la llegada de sus seres queridos, entre ellos Jovanna, la madre de Víctor, y Cecilia con sus tres hijos a remolque.
-Myriam –Jovanna la abrazó con calidez al tiempo que la besaba en ambas mejillas con los ojos empañados. –Has vuelto. ¿Dónde está mi precioso nieto? ¡Oh! –exclamó al tiempo que se llevaba ambas manos a las mejillas con una expresión deleitada al ver que Alex aparecía por detrás de las largas piernas de Víctor. -¡Pero si es tu viva imagen a su edad, Víctor! –exclamó en tanto tomaba en brazos al pequeño.
Cecilia besó a Myriam cariñosamente y le presento a Pía y Paola, sus mellizas de dos años y a Antonio, el bebé que saludó a Myriam con un gorjeo.
-Son hermosos –comentó al tiempo que le hacía cosquillas bajo la regordeta barbilla.
-Siento tanto tu reciente pérdida… -dijo Cecilia, apesadumbrada.
-Gracia –Myriam bajó la vista, incómoda.
-Pronto tendrás otro bebé. Y hasta puede que lo encargues aquí en Roma, ¿eh?
Recuerdos conmovedores asaltaron a Myriam durante el trayecto a casa de Jovanna. Su mente se llenó de imágenes del día que Víctor la llevó con Cristi a conocer las ruinas del Coliseo.
Cuando llegaron a la mansión, Alex empezó a mostrar claros síntomas de cansancio y, tras una llantina, su complaciente abuela lo llevó a la cama canturreándole para calmarlo.
Cecilia se había marchado con los niños no sin antes prometer que volvería al día siguiente a cenar con la familia. Myriam pensó con temor que también asistiría Carlo con su mujer.
Víctor entró en el salón, donde Myriam estaba sentada al borde de un sofá con un vaso de zumo en las manos.
-Mi madre está arrobada con tu hijo –comentó al tiempo que se servía una copa y luego se volvía a ella. –La has hecho muy feliz. Casi ha renunciado a insistir en que tenga otro.
-Pero Alex no es tu hijo –Myriam se sintió obligada a decir, aunque le dolía tremendamente hacerlo.
-No –Víctor bebió un sorbo de su copa. –Pero no hace falta que la familia lo sepa.
-Siento que es un engaño. Odio tener que fingir –comentó ella con los dedos aferrados al vaso. –Todo me parece tan sórdido…
-No es la situación ideal. Pero es todo lo que tenemos.
<<Todo lo que tenemos es odio y amargura>>, pensó Myriam con dolor.
-Carlo y Milana vendrán mañana –Víctor rompió el tenso silencio.
-Sí, Cecilia me lo dijo.
Víctor la miró fijamente.
-¿Estarás bien? No quiero que mi madre se preocupe.
-Desde luego –dijo ella desviando la vista.
-Pareces muy cansada. Si te vas a la cama sin despedirte la mamma lo comprenderá. Nos ha instalado en habitaciones contiguas –observó. Myriam, casi en la puerta, se volvió a él. –No te preocupes, Myriam. Pondré el cerrojo en mi habitación para que puedas descansar sin temor a invasión de un intruso.
-Ya te he dicho que no te temo.
Él dejó escapar un sonido parecido a una carcajada burlona.
-Yo lo haría si estuviera en tu lugar.
Sin hacer comentarios, Myriam salió de la habitación incapaz de enfrentarse a su mirada maliciosa.
La noche siguiente, Myriam fue la última en unirse a los invitados en el salón. Le había costado mucho hacer dormir a Alex.
Después de acostar al pequeño no sin dificultades, se preparó para la cena.
Tras una corta ducha, se puso una túnica celeste, con delgados tirantes plateados, que realzaba el color de sus ojos y el tono de sus cabellos. Se maquilló suavemente con un mínimo de sombra gris sobre sus ojos y un toque de color en los labios y luego se recogió el pelo en un elegante moño.
Antes de entrar en la sala, respiró a fondo para relajar la tensión del estómago.
-Myriam –Cecilia fue la primera en saludarla. –Quiero presentarte a mi marido Pietro.
Tímidamente, Myriam sonrió al atractivo hombre que le tendía la mano con una cálida mirada de bienvenida.
-Encantado de conocerte, Myriam. Mi esposa me ha hablado mucho de ti.
Myriam era consciente de la presencia de Víctor junto a ella cuando Jovanna se acercó al grupo.
-Myriam, esta noche está preciosa, ¿verdad Víctor?
-Así es.
-Carlo –Jovanna se volvió a su hijo menor, que estaba junto al carrito de las bebidas con el brazo alrededor de la cintura de su esposa, en avanzado estado de gravidez. -¿Dónde están tus buenos modales? ¿No vas a presentar a Milana?
Carlo se acercó a ellos y balbuceó una presentación sin mirar a Myriam a los ojos.
El español de Milana no era tan bueno como el del resto de la familia, así que no fue fácil mantener una conversación con ella. Por otro parte parecía ser muy tímida, siempre de la mano de su marido, como si temiera perderlo.
Cuando anunciaron la cena, Víctor la guió al comedor con una mano en su espalda.
Myriam se sentó junto a él, pero al punto comprobó que Carlo estaba justo frente a ella. Conmocionada, intentó levantarse de la silla, pero la mano de Víctor se posó en su hombro y volvió a sentarse con la mirada baja.
Jovanna estaba en su elemento rodeada de su familia. La felicidad brillaba en sus ojos oscuros.
-Es maravilloso tener a Myriam una vez más entre nosotros –comentó al tiempo que le apretaba la mano. –Y con Alex, mi precioso nieto, que es igual a su padre cuando tenía su edad. Su sonora protesta cuando tuvo que irse a la cama me recordó mucho a Víctor. Siempre fue muy resuelto y obstinado –comentó. Myriam embozó una débil sonrisa y con el rabillo del ojo notó la expresión afligida de Carlo, que se mantenía con los ojos fijos en el contenido de su vaso. –Os advierto que Cecilia siempre fue un poco terca también… -continuó la madre con cariñosa mirada a su hija.
-¿Y qué me dices de Carlo, mamma? Estos años no ha sido precisamente un ángel –protestó Cecilia con un mohín.
Jovanna sonrió.
-No, pero el amor de una buena esposa lo ha transformado totalmente.
-¿Qué habría sido de nosotros sin el cariño de nuestras hermosas mujeres? –comentó Pietro con una sonrisa tan llena de amor hacia su mujer que Myriam sintió que se le oprimía el corazón.
¡Cómo deseaba que Víctor la quisiera! Le parecía injusto amarlo tanto cuando él no sentía nada por ella.
Para su alivio, la conversación giró sobre otros temas. Ella escuchaba sin participar y cuando Carlo empezó a hablar en italiano por Milana, aprovechó la oportunidad de observar a la familia reunida en torno a la mesa.
Víctor no hablaba, a menos que alguien se dirigiera a él, hecho que la madre no dejó de observar. Incluso una o dos veces sintió la mirada de Jovanna sobre ella y se las arregló para sonreírle con serenidad esperando ocultar lo que sentía en su interior.
La radiante belleza de Cecilia evidenciaba su felicidad y la devoción de Pietro hacia ella.
Myriam dirigió su atención a Milana y de inmediato concluyó que era una joven enamorada. Pasó gran parte de la cena atenta al rostro de Carlo, sus grandes ojos marrones llenos de amor y admiración. A juzgar por su expresión, era evidente que se sabía correspondida plenamente.
Myriam disimuló un suspiro. No la sorprendía que Víctor hubiera insistido que guardara silencio sobre la paternidad de Carlo respecto a Alex. Una revelación como ésa sólo serviría para destruir la relación de la joven pareja, especialmente cuando Milana estaba a punto de dar a luz.
Cuando la cena hubo acabado, volvieron al salón a tomar café y coñac. Myriam se instaló lo más lejos posible de Víctor.
Cecilia fue a sentarse junto a ella.
-Estoy cansada. Las mellizas se comportaron cómo unos demonios toda la tarde e incluso Antonio estuvo inquieto. No sé qué habría hecho sin la ayuda de Pietro –dijo y de inmediato sonrió apesadumbrada. –Lo siento, Myriam. Debió de haber sido muy duro para ti no contar con Víctor cuando tuviste a Alex.
-Pero pude salir adelante –afirmó Myriam, con una débil sonrisa.
-¿Cómo está Cristi? –Cecilia cambió de tema con diplomacia. –Víctor me contó que ha acabado su primer año en la universidad.
-Sí. Estoy muy orgullosa de ella.
Se produjo un breve silencio.
-Carlo parece estar muy feliz –comentó Myriam examinándose las manos.
-Milana es perfecta para él. Carlo pasó por momentos difíciles hace unos pocos años. Siempre ha vivido a la sombra de Víctor. Creo que estaba celoso de él hasta que conoció a Milana. Y cambió de la noche a la mañana. Bueno, eso es lo que hace el amor, ¿no te parece?
La sonrisa de Myriam fue aún más débil.
-El amor lo cambia todo.
-¿Eres feliz ahora, Myriam? –preguntó Cecilia directamente.
Para Myriam fue muy difícil sostener su mirada.
-Las cosas han sido difíciles.
-Mejorarán –Cecilia le apretó la mano cariñosamente. –Has tenido que soportar mucho. Primero la salud de Alex y luego el aborto. Muy pronto recobrarás tu tranquilidad emocional. Concédete un tiempo. Víctor tendrá paciencia.
Paciencia era algo que ella ya no asociaba fácilmente con Víctor. Al poco rato, Cecilia se reunió con su marido y, junto a Carlo y Milana, se prepararon para marcharse.
Jovanna se despidió de todos con un beso y se dirigió a su habitación cuando los otros se hubieron ido.
Myriam se mantuvo junto a Víctor mientras despedía a sus hermanos con el secreto deseo de escapar a su habitación para evitar otro acalorado enfrentamiento con él.
Cuando los coches se pusieron en marcha y la puerta de la calle se hubo cerrado, Myriam se encaminó a la escalera.
-¿Adónde vas?
Ella giró la cabeza hacia él.
-Esperaba irme a la cama. Si es que no tienes nada que objetar.
-No tengo nada que objetar, aunque mi madre sospecha que algo va mal entre nosotros.
Myriam se detuvo en el primer peldaño con la mano aferrada a la barandilla.
-¿Cómo lo sabes? ¿Dijo algo?
-No fue necesario. Lo vi en sus ojos. No es tonta y no le hace falta demasiada agudeza para darse cuenta de que nuestra relación es nula.
Myriam no pudo evitar un sentimiento de dolor ante esas palabras, especialmente porque su corazón estaba lleno de amor por él.
-¿Qué debemos hacer?
Con el ceño fruncido, Víctor se aflojó la corbata.
-Un esfuerzo. Tal vez debería comportarme como Carlo y Pietro.
-Lo hacen porque ellos están felizmente casados.
-Sí, pero nosotros podemos actuar como si lo estuviéramos, por lo menos hasta que regresemos a México.
-¿Y cómo te propones convencerlos de algo que no existe?
-Estaremos aquí sólo un par de semanas. No debería ser tan difícil mantener una relación civilizada en presencia de los otros.
-Tu idea de una relación civilizada es algo distinta de la mía.
-También diferimos en lo que se refiere a la conducta que debe mantener una mujer casada. No se me escapó tu forma de mirar a Carlo durante toda la cena.
-¿Qué? .Myriam lo miró con incredulidad.
-Hizo todo lo posible por ignorarte, pero noté la tensión en su cara –declaró. Myriam apenas podía contener si indignidad. -¿Crees que dejaría a Milana por ti? Está muy contento con su matrimonio y esta vez no sería tan estúpido en caer rendido a tus encantos.
-No tengo intenciones de liarme con Carlo –replicó en tono mordiente. –Y tampoco tengo intenciones de continuar esta inútil conversación –añadió al tiempo que empezaba a subir la escalera.
-Pero yo no he acabado de hablar contigo –exclamó con una mirada peligrosa.
-Quiero irme a la cama. Sola. No me apetece dormir contigo.
-¿Estas segura? –preguntó mirando intencionadamente los excitados pechos de la joven.
-Acabas de decir que nuestra relación es nula. ¿Para qué seguir prolongando la agonía?
-Prefiero que duermas conmigo, un hombre que odias, a que lo hagas con Carlo, un hombre que pertenece a otra persona –replicó al tiempo que la tomaba en brazos.
-¡Bájame!
-No grites, Myriam. Los sirvientes te oirán –dijo al tiempo que subía los peldaños de dos en dos.
-No me importa. Víctor, si no me bajas voy a gritar.
Él abrió la puerta de la habitación y la cerró con el pie. Luego la dejó caer en la cama.
-No quiero que mi madre sea testigo de una de nuestras peleas monumentales –murmuró al tiempo que se tendía junto a ella y le cubría la boca con sus labios. –Eres tan conmovedoramente remilgada, pero ambos sabemos lo que quieres –dijo con una mirada ardiente de pasión al tiempo que le bajaba los finos tirantes del vestido hasta dejarla desnuda.
mariateressina- VBB PLATINO
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Re: Tres Meses de Pasión
gracias muy buena espero el próximo con ansias saludos
fresita- VBB PLATINO
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Re: Tres Meses de Pasión
muchas gracias por el capitulo y esperamos el final
jai33sire- VBB PLATINO
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Re: Tres Meses de Pasión
GRACIAS POR EL CAPITULO Y ESPERAMOS EL FINAL PRONTO
dany- VBB PLATINO
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Re: Tres Meses de Pasión
BUENO CHICAS AKI LES DEJO EL CAPITULO FINAL DE ESTA NOVELITA QUE ESTA MUUUUYYY INTERESANTE HOY DESCUBRIRAN LA INTRIGA DE LA QUE FUE CULPADA MYRIAM Y QUIEN ES EL CULPABLE DE TODO!!!!. ESPERO REGRESAR MUYYYYY PRONTO CON OTRA HISTORIA LA CUAL YA ESTA CASI LISTA Y LLEVA POR NOMBRE "CASTIGO Y PLACER"" SOLO ME FALTA LOS 2 CAPITULOS FINALES Y ESTA MUY BUENA JAJAJJA CUANDO YA LA TENGO SE LAS TRAIGO QUE TENGAN LINDA TARDE.
CAPITULO 12
Durante la tarde del día siguiente, Jovanna se ofreció llevar a Alex al zoológico para que Myriam y Víctor pudieran estar tranquilos.
Una vez que la mamma se hubo marchado con el niño, Víctor informó a Myriam de que tenía que hacer un trabajo que no podía aplazar más tiempo.
Ella ocultó su desilusión. Esperaba que después de la pasión de la noche anterior, él bajaría la guardia, pero sus esperanzas se vieron frustradas por la frialdad de sus ojos cada vez que lo sorprendía mirándola.
Cuando Víctor se marchó, Myriam se dedicó a vagar por las habitaciones y más tarde decidió retirarse a la suya con la esperanza de dormir un rato para combatir el aburrimiento.
En un momento dado, oyó que llamaban a la puerta y la abrió pensando que era un sirviente que le ofrecería algo para comer.
La sonrisa se borró de su cara al ver a que Carlo entraba a la habitación y cerraba la puerta tras de sí.
-¿Qué haces aquí? –preguntó con la garganta apretada.
Él se apoyó en la puerta.
-Necesito hablar contigo.
-No creo que sea una buena idea. ¿Qué pasaría si Víctor te encuentra aquí? –preguntó al tiempo que se llevaba la mano al cuello, en un gesto nervioso.
-Lo que tengo que decirte no me llevará demasiado tiempo. Durante cuatro años he vivido una agonía, así que escúchame, por favor.
Myriam se tragó su intranquilidad al tiempo que observaba la expresión torturada de Carlo, que se alejó de la puerta y luego se acercó a ella.
-No sé cómo decírtelo, Myriam.
Ella respiró con dificultad.
-¿Decirme… qué?
-No dormí contigo esa noche.
Sus palabras cayeron en el silencio como una explosión nuclear. Myriam abrió y cerró la boca, sin poder hablar.
-Puse una droga en tu copa –continuó Carlo con la respiración entrecortada. –Estaba muy celoso del compromiso de Víctor contigo. Mi vida sentimental había sido un continuo desastre y cuando él te conoció y luego te presentó a la familia como su futura esposa decidí que eso debía acabar.
-Oh, Dios –murmuró Myriam al tiempo que se dejaba caer al borde de la cama.
-Bebiste la copa de champaña y al momento el somnífero empezó a hacer efecto. Más tarde te quité la ropa e hice las fotografías. Me avergüenza confesar que no me sentí verdaderamente culpable hasta que conocí a Milana. Por primera vez me di cuenta de lo que tuvo que haber sufrido mi hermano al perderte –dijo en tanto se pasaba la mano por el pelo. –Cuando supe que habías tenido un hijo…
Repentinamente, Myriam se dio cuenta de la verdad y se quedó con la boca abierta.
-Alex es… de Víctor –murmuró finalmente.
-Desde luego que mío no es porque no mantuve relaciones sexuales contigo. Debes creerme, Myriam. Fui malo, pero no tanto.
Myriam no encontraba que decir. Durante años se había torturado por su conducta, aunque no recordara nada. La culpa había arruinado su vida y, lo que era peor, también la de Víctor.
De pronto se puso de pie, presa de la agitación.
-Víctor debe saberlo.
-No. Por favor, no es necesario que lo sepa. Lo que hice fue imperdonable, pero si ahora se supiera la verdad quién sabe cuánto daño causaría.
-¡Ya ha causado un daño indecible! –protestó Myriam. -¿Tienes ideas de lo que he tenido que pasar? ¡Pensé que Alex era hijo tuyo! Durante años me he culpado por algo que no hice. ¿Cómo pudiste, Carlo? Destrozaste mi vida y la de Víctor.
Carlo tragó saliva convulsivamente.
-Víctor cree que Alex es su hijo. ¿Cuál es el problema? –preguntó. Ella volvió a sentarse en la cama con la cara entre las manos. La emoción le impedía hablar. –Víctor se casó contigo, Myriam. Vuelves a tener la oportunidad de ser feliz. Por favor, no destruyas la mía revelando lo que hice. Te lo ruego.
Ella alzó hacia él una mirada torturada.
-No tienes idea de lo que me pides, Carlo.
-Creo que sí. Amo a Milena con todo mi ser. Sé que Víctor también siente lo mismo por ti. Es una especie de leyenda en la familia que los varones García aman una sola vez en la vida.
-Él no me ama –dijo ella con un hilo de voz.
-Te equivocas. ¿Por qué habría vuelto contigo entonces? Nunca ha dejado de amarte.
-Él piensa que Alex es tuyo. Siempre utilizamos anticonceptivos, por eso ambos hemos asumido que Alex fue concebido esa noche.
-¿Qué clase de anticonceptivos?
Ella se lo dijo y Carlo hizo una mueca.
-Los condones me han fallado tres veces. A menudo se subestima las posibilidades de un fallo, especialmente si no se tiene cuidado. Definitivamente Alex es hijo de Víctor. Basta con mirarlo para darse cuenta.
Ella sintió que se le encogía el estómago. ¡Alex era hijo de Víctor! ¿Pero cómo podría decírselo si Carlo insistía en que guardara silencio?
-No sé qué hacer –dijo retorciéndose las manos. –No me parece correcto ocultárselo. Piensa cosas tan terribles de mí…
-Myriam, por favor. A Milena le falta pocas semanas para dar a luz a mi hijo. Te ruego que no reveles la maldad que cometí en el pasado. La destruiría.
-¿Y yo? –preguntó con los ojos llenos de lágrimas. -¿He de vivir con esta vergüenza para siempre?
-No hiciste nada malo.
-Víctor cree que sí.
-Myriam… Sé que es imposible que me perdones, pero tal vez con el tiempo llegues a pensar que fue una broma de juventud horriblemente injusta.
-Horriblemente injusta para mí, no para ti.
-¿Crees que no lo sé? Me pesa mucho, pero no podemos cambiar el pasado. Víctor ha vuelto contigo y podéis volver a construir vuestra vida.
-Víctor piensa divorciarse tan pronto regresemos a México.
-No puede hacerlo –dijo Carlo, conmocionado. –Te quiere demasiado.
-¿Cómo puedes estar tan ciego? –exclamó llorando. -¿No te has dado cuenta del desprecio con que me mira? Cualquiera puede verlo.
-Por favor, Myriam, déjame sólo estas pocas semanas. Cuando Milana haya dado a luz, las cosas podrían ser diferentes.
-¿Cómo puedes pedirme algo así, Carlo? –dijo en tanto se limpiada las lágrimas. –Después de lo que has hecho, ¿cómo puedes escabullirte como si nada hubiera sucedido hace cuatro años?
-Ésta es la cuestión. No sucedió nada hace cuatro años.
-¡Me lo dices con cuatro años de retraso!
-Siento profundamente lo sucedido, pero si Víctor se entera de la verdad nuestra familia se destruirá. Mi madre nunca podrá superar la vergüenza por lo que hice. Le rompería el corazón. Tampoco puedo correr el riesgo de que Víctor se entere ahora. Hay demasiado en juego.
-Debiste haberlo pensado cuando pusiste el somnífero en mi copa. Te pareces mucho a tu hermano. Sólo pensáis en lo que os conviene. ¿Sabes lo que eres, Carlo? Un cobarde. ¿Por qué no vas a decirle la verdad a Víctor? ¡Compórtate como un hombre, por amor de Dios! Víctor tienen derecho a saberlo.
En ese momento la puerta se abrió bruscamente dando paso a Víctor, visiblemente furioso.
-¿Qué es lo que tengo derecho a saber, Myriam? –preguntó en un tono acerado.
Ella se quedó mirándolo incapaz de articular palabra. Los ojos de Víctor se desviaron hacia su hermano con brillo desafiante.
-¿Carlo? Tal vez querrás decirme qué haces en la habitación de mi mujer.
-Yo… ya me iba –dijo al tiempo que daba un paso tambaleándose hacia la puerta.
-¡Carlo! ¡No te vayas! –gritó Myriam, desesperada.
-Lo siento, Myriam –dijo antes de salir precipitadamente.
Entonces se produjo un pesado silencio acusador.
-¿Por qué estaba Carlo aquí?
-Quería disculparse por haber hecho esas fotografías –dijo Myriam con la mente puesta en el abultado vientre de MIlana.
¿Me quieres decir qué es lo que tengo derecho a saber?
-Dijo… dijo que definitivamente Alex es hijo tuyo. Está absolutamente seguro de que es imposible que sea de él. Los preservativos suelen fallar. Sé que Alex es tuyo, incluso aunque no quieras admitirlo.
-Pero mantuviste relaciones sexuales con mi hermano –afirmó con una mirada llena de maldad.
-Hasta donde sé, no lo hice.
-Ah, sí. Te refieres a tu pérdida de memoria. Una forma muy conveniente de absolver la propia culpa fingiendo que algo nunca ha sucedido.
Myriam empuño las manos a los costados del cuerpo.
-¿Por qué no le preguntas a tu hermano qué pasó exactamente esa noche empezando por el momento en que me puso la primera copa de champaña en la mano? Tu hermano es un patético cobarde que cree que el pasado se puede borrar con una disculpa que a él lo libera mientras que yo sigo sufriendo la consecuencia de su…
-¿De qué, Myriam?
-De nada. No quiero seguir hablando del tema –dijo con ira antes de abandonar precipitadamente la habitación.
Con el ceño fruncido, Víctor pensó que Myriam insistía demasiado en que Alex era su hijo. Incluso Carlo, su madre y el resto de la familia estaba convencidos de ello.
Con un gesto decidido alcanzó el teléfono y marcó el número de móvil de Carlo.
Dos horas después, Carlo entraba en el despacho de Víctor.
-Llegas tarde.
-Ya lo sé –respondió al tiempo que se sentaba frente a él evitando su mirada.
-¿Qué sucede, Carlo? –preguntó el hermano mayor en un tono implacable. Carlo le dirigió una mirada cargada de aflicción y se mantuvo en silencio. –Te he hecho una pregunta. Respóndeme.
Carlo se inclinó en la silla con los hombros hundidos.
-Yo no dormí con Myriam –confesó, tras una larga pausa. –Yo… puse un somnífero en su copa… porque quería impedir que te casaras antes que yo. Durante toda la vida he tenido que ser el segundo en todo orden de cosas, como el mayor, siempre fuiste el preferido en todo. Nuestro padre te cedió la dirección de la empresa y la responsabilidad de contratar y despedir al personal. ¿Y yo? Ser el segundo no ha significado nada más que responder ante ti. Estaba harto de eso, Víctor. Quise hacer algo que cambiara radicalmente las cosas. Pensé que si me deshacía de Myriam sería el primero en tener un hijo que aseguraría el futuro de la corporación. Ella estaba profundamente dormida cuando hice las fotos y luego inventé la historia de haber dormido juntos. No me di cuenta de las consecuencias hasta hace supe que había dado a luz un hijo… tu hijo.
Víctor dejó escapar una imprecación.
-¿Tienes idea de lo que has hecho? ¡Has destruido su vida! ¡Has destruido nuestra felicidad!
Carlo tragó saliva, mortalmente pálido.
-No sabes cómo lo siento, Víctor. Pero ella todavía te ama, estoy seguro.
Víctor se hundió en su silla con la cabeza entre las manos.
-Myriam ni puede sentir por mí nada más que odio. La he tratado muy mal.
-Te casaste con ella, Víctor.
-Contra su voluntad.
-Te perdonará.
-¿En qué estúpido paraíso vives, Carlo? –explotó con ira. -¿Cómo puede perdonarme? ¿Cómo puede perdonarme?
-Me he disculpado.
-¿Y crees que una disculpa puede borrar el pasado?
-No, pero no puedo decir la verdad ahora. Le causaría mucho dolor a Milana, por no hablar de la mamma.
-Sólo piensas en ti. No te has parado a pensar cómo ha afectado a Myriam. ¡Yo la amaba con toda mi alma y tú has destruido la relación con tus mentiras! ¿Cómo puedo solucionarlo ahora?
-¿Todavía la amas?
-¡Desde luego que sí! Nunca he dejado de quererla.
-¿Se lo has dicho?
-No… no se lo he dicho.
-Debes de hacerlo. Tienes un hijo, Víctor. Y Myriam es tu esposa.
-Le he dicho que nos divorciaríamos en cuanto regresemos a México.
-Dile que has cambiado de opinión. Si no estás dispuesto a luchas por ella es que no mereces su amor. Si la hubieras amado de verdad, desde el principio te habrías dado cuenta de que ella decía la verdad.
-Las fotografías…
-Viste lo que quisiste ver, Víctor. Si las hubieras estudiado atentamente habrías descubierto cuán ajena estaba Myriam a todo lo que sucedía.
-¡Sal de aquí! ¡Fuera de mi vista, Carlo! –exclamó, con los dientes apretados.
-Lo siento, Víctor. Si hubiera sabido que Myriam estaba embarazada nunca lo habría hecho.
-Ni ella ni yo lo sabíamos. Hice todo lo posible por evitarlo. Cuando me enteré de la existencia de Alex llegué a la conclusión de era tuyo –dijo con voz sorda y el rostro ceniciento. –Y ahora vete de aquí –ordenó en tono apagado.
Tras acostar a Alex, Myriam fue a la sala de estar donde encontró a Jovanna con una mirada afligida.
-¿Qué sucede?
-Esta tarde se han llevado a Milana al hospital. Carlo está con ella. Ha sufrido una hemorragia.
Myriam le tomó la mano.
-¡Oh, Dios! Lo siento tanto.
Justo en ese momento sonó el teléfono. Jovanna atendió de inmediato y, aunque hablaba en italiano, por la expresión de su rostro Myriam se dio cuenta de que las noticias eran buenas.
-¡Todo va bien, Myriam! –exclamó la madre cuando hubo colgado. –A Milana le han practicado una cesárea y ha tenido una niñita. Ambas están bien.
-No sabes cómo me alegro –dijo Myriam al tiempo que la abrazaba cariñosamente.
-Debo ir al hospital inmediatamente. Víctor volverá pronto. ¿Estarás bien si te dejo sola?
-Claro que sí. Márchate ya.
Media hora más tarde se abrió la puerta del salón y Víctor entró con una expresión inescrutable.
Myriam sintió que le faltaba el aliento al ver que cerraba la puerta con llave y luego la miraba fijamente.
-Myriam, me pregunto cómo voy a expresar lo que necesito decirte sin que desaparezcas de esta habitación o de mi vida como lo hiciste hace cuatro años.
-No desaparecí de tu vida. Tú me expulsaste de ella.
-Tienes razón. Lo hice sin escuchar tus razones. En cambio, confié en la versión de mi hermano y como resultado has sufrido indeciblemente. Me siento tan avergonzado por Carlo que apenas puedo hablar de ello. No tenía idea de que albergaba tan malos sentimientos en mi contra o que irían tan lejos como para…
-¿Te lo dijo?
La expresión de Víctor se ensombreció de ira.
-Le arranqué la verdad. Finalmente me contó lo sucedido hace cuatro años y quisiera matarlo.
-Se disculpó –susurró ella.
-Lo hizo con la esperanza de que todo volvería a la normalidad, cuando ya nada puede ser lo mismo. Me robó los primeros años de mi hijo. Me ha robado la felicidad junto a ti y la destruyó hasta un punto irreversible. Todos estos años he alimentado mi ira contra ti, que eras la víctima inocente.
-Víctor, yo…
-Te forcé a tener una aventura conmigo, luego a casarnos y te dejé embarazada a causa de mi trató imperdonable hacia ti –dijo sin escucharla, con los ojos empañados en lágrimas.
-Te amo, Víctor.
Víctor se limpió los ojos con brusquedad.
-Tan pronto lleguemos a México haremos los trámites del divorcio. Dejaré un fondo para ti y el niño, de manera que nunca volverás a pasar necesidades –declaró con un hondo suspiro. –Es lo menos que puedo hacer. En cuanto a la familia, aunque odie tener que admitirlo, creo que Carlo tiene razón. Revelar lo ocurrido sólo causaría más pesar, especialmente a mi madre y a Milana.
-He dicho que te amo, Víctor.
-En cuanto a mí. Tengo que encarar mi futuro sin… ¿Qué has dicho?
-Lo he dicho dos veces y no voy a repetirlo hasta que no me digas lo que sientes por mí –afirmó Myriam, con una sonrisa.
Los oscuros ojos de Víctor se empañaron de emoción.
-Me enamoré de ti hace cuatro años cuando te vi consolando a Cristi fuera del hotel –murmuró con la voz quebrada. –Después creí que mi amor por ti había desaparecido, pero ha aumentado más y más con estos años. Cuando me enteré de que habías tenido un niño deseé con todo mi corazón que fuera mío. Y cuando conocí a Alex pude ver que era tan parecido a mí a esa edad que fue casi doloroso mirarlo. Y cuando volví a verte sentí un deseo y una necesidad tan incontrolable que decidí que serías mía bajo cualquier condición.
-Fuiste un tanto despiadado en cuanto a tus condiciones –comentó Myriam, con una leve sonrisa.
-Ya había decidido pagar la operación de Alex, al margen de lo que tú decidieras, sólo quería ponerte muy difícil la posibilidad de una negativa.
-Siempre ha sido muy difícil para mí negarte algo. Te quiero.
Víctor la estrechó entre sus brazos.
-No merezco tu amor –murmuró con voz temblorosa. –Durante las últimas semanas he hecho todo lo posible por destruirlo.
Ella se apartó para mirarlo con unos ojos brillantes de felicidad.
-Entonces tendrás que hacer un esfuerzo extra para convencerme de que me quieres.
Víctor volvió a abrazarla.
-¿Y qué propones? En este momento mi cerebro se niega a buscar los términos adecuados para expresarte mis sentimientos.
-¿Y qué harás si te fallan las palabras? –preguntó con una mirada traviesa.
Víctor inclinó la cabeza hasta la boca de la joven.
-podría hacer esto, cara –murmuró sobre los labios de Myriam.
FIN
CAPITULO 12
Durante la tarde del día siguiente, Jovanna se ofreció llevar a Alex al zoológico para que Myriam y Víctor pudieran estar tranquilos.
Una vez que la mamma se hubo marchado con el niño, Víctor informó a Myriam de que tenía que hacer un trabajo que no podía aplazar más tiempo.
Ella ocultó su desilusión. Esperaba que después de la pasión de la noche anterior, él bajaría la guardia, pero sus esperanzas se vieron frustradas por la frialdad de sus ojos cada vez que lo sorprendía mirándola.
Cuando Víctor se marchó, Myriam se dedicó a vagar por las habitaciones y más tarde decidió retirarse a la suya con la esperanza de dormir un rato para combatir el aburrimiento.
En un momento dado, oyó que llamaban a la puerta y la abrió pensando que era un sirviente que le ofrecería algo para comer.
La sonrisa se borró de su cara al ver a que Carlo entraba a la habitación y cerraba la puerta tras de sí.
-¿Qué haces aquí? –preguntó con la garganta apretada.
Él se apoyó en la puerta.
-Necesito hablar contigo.
-No creo que sea una buena idea. ¿Qué pasaría si Víctor te encuentra aquí? –preguntó al tiempo que se llevaba la mano al cuello, en un gesto nervioso.
-Lo que tengo que decirte no me llevará demasiado tiempo. Durante cuatro años he vivido una agonía, así que escúchame, por favor.
Myriam se tragó su intranquilidad al tiempo que observaba la expresión torturada de Carlo, que se alejó de la puerta y luego se acercó a ella.
-No sé cómo decírtelo, Myriam.
Ella respiró con dificultad.
-¿Decirme… qué?
-No dormí contigo esa noche.
Sus palabras cayeron en el silencio como una explosión nuclear. Myriam abrió y cerró la boca, sin poder hablar.
-Puse una droga en tu copa –continuó Carlo con la respiración entrecortada. –Estaba muy celoso del compromiso de Víctor contigo. Mi vida sentimental había sido un continuo desastre y cuando él te conoció y luego te presentó a la familia como su futura esposa decidí que eso debía acabar.
-Oh, Dios –murmuró Myriam al tiempo que se dejaba caer al borde de la cama.
-Bebiste la copa de champaña y al momento el somnífero empezó a hacer efecto. Más tarde te quité la ropa e hice las fotografías. Me avergüenza confesar que no me sentí verdaderamente culpable hasta que conocí a Milana. Por primera vez me di cuenta de lo que tuvo que haber sufrido mi hermano al perderte –dijo en tanto se pasaba la mano por el pelo. –Cuando supe que habías tenido un hijo…
Repentinamente, Myriam se dio cuenta de la verdad y se quedó con la boca abierta.
-Alex es… de Víctor –murmuró finalmente.
-Desde luego que mío no es porque no mantuve relaciones sexuales contigo. Debes creerme, Myriam. Fui malo, pero no tanto.
Myriam no encontraba que decir. Durante años se había torturado por su conducta, aunque no recordara nada. La culpa había arruinado su vida y, lo que era peor, también la de Víctor.
De pronto se puso de pie, presa de la agitación.
-Víctor debe saberlo.
-No. Por favor, no es necesario que lo sepa. Lo que hice fue imperdonable, pero si ahora se supiera la verdad quién sabe cuánto daño causaría.
-¡Ya ha causado un daño indecible! –protestó Myriam. -¿Tienes ideas de lo que he tenido que pasar? ¡Pensé que Alex era hijo tuyo! Durante años me he culpado por algo que no hice. ¿Cómo pudiste, Carlo? Destrozaste mi vida y la de Víctor.
Carlo tragó saliva convulsivamente.
-Víctor cree que Alex es su hijo. ¿Cuál es el problema? –preguntó. Ella volvió a sentarse en la cama con la cara entre las manos. La emoción le impedía hablar. –Víctor se casó contigo, Myriam. Vuelves a tener la oportunidad de ser feliz. Por favor, no destruyas la mía revelando lo que hice. Te lo ruego.
Ella alzó hacia él una mirada torturada.
-No tienes idea de lo que me pides, Carlo.
-Creo que sí. Amo a Milena con todo mi ser. Sé que Víctor también siente lo mismo por ti. Es una especie de leyenda en la familia que los varones García aman una sola vez en la vida.
-Él no me ama –dijo ella con un hilo de voz.
-Te equivocas. ¿Por qué habría vuelto contigo entonces? Nunca ha dejado de amarte.
-Él piensa que Alex es tuyo. Siempre utilizamos anticonceptivos, por eso ambos hemos asumido que Alex fue concebido esa noche.
-¿Qué clase de anticonceptivos?
Ella se lo dijo y Carlo hizo una mueca.
-Los condones me han fallado tres veces. A menudo se subestima las posibilidades de un fallo, especialmente si no se tiene cuidado. Definitivamente Alex es hijo de Víctor. Basta con mirarlo para darse cuenta.
Ella sintió que se le encogía el estómago. ¡Alex era hijo de Víctor! ¿Pero cómo podría decírselo si Carlo insistía en que guardara silencio?
-No sé qué hacer –dijo retorciéndose las manos. –No me parece correcto ocultárselo. Piensa cosas tan terribles de mí…
-Myriam, por favor. A Milena le falta pocas semanas para dar a luz a mi hijo. Te ruego que no reveles la maldad que cometí en el pasado. La destruiría.
-¿Y yo? –preguntó con los ojos llenos de lágrimas. -¿He de vivir con esta vergüenza para siempre?
-No hiciste nada malo.
-Víctor cree que sí.
-Myriam… Sé que es imposible que me perdones, pero tal vez con el tiempo llegues a pensar que fue una broma de juventud horriblemente injusta.
-Horriblemente injusta para mí, no para ti.
-¿Crees que no lo sé? Me pesa mucho, pero no podemos cambiar el pasado. Víctor ha vuelto contigo y podéis volver a construir vuestra vida.
-Víctor piensa divorciarse tan pronto regresemos a México.
-No puede hacerlo –dijo Carlo, conmocionado. –Te quiere demasiado.
-¿Cómo puedes estar tan ciego? –exclamó llorando. -¿No te has dado cuenta del desprecio con que me mira? Cualquiera puede verlo.
-Por favor, Myriam, déjame sólo estas pocas semanas. Cuando Milana haya dado a luz, las cosas podrían ser diferentes.
-¿Cómo puedes pedirme algo así, Carlo? –dijo en tanto se limpiada las lágrimas. –Después de lo que has hecho, ¿cómo puedes escabullirte como si nada hubiera sucedido hace cuatro años?
-Ésta es la cuestión. No sucedió nada hace cuatro años.
-¡Me lo dices con cuatro años de retraso!
-Siento profundamente lo sucedido, pero si Víctor se entera de la verdad nuestra familia se destruirá. Mi madre nunca podrá superar la vergüenza por lo que hice. Le rompería el corazón. Tampoco puedo correr el riesgo de que Víctor se entere ahora. Hay demasiado en juego.
-Debiste haberlo pensado cuando pusiste el somnífero en mi copa. Te pareces mucho a tu hermano. Sólo pensáis en lo que os conviene. ¿Sabes lo que eres, Carlo? Un cobarde. ¿Por qué no vas a decirle la verdad a Víctor? ¡Compórtate como un hombre, por amor de Dios! Víctor tienen derecho a saberlo.
En ese momento la puerta se abrió bruscamente dando paso a Víctor, visiblemente furioso.
-¿Qué es lo que tengo derecho a saber, Myriam? –preguntó en un tono acerado.
Ella se quedó mirándolo incapaz de articular palabra. Los ojos de Víctor se desviaron hacia su hermano con brillo desafiante.
-¿Carlo? Tal vez querrás decirme qué haces en la habitación de mi mujer.
-Yo… ya me iba –dijo al tiempo que daba un paso tambaleándose hacia la puerta.
-¡Carlo! ¡No te vayas! –gritó Myriam, desesperada.
-Lo siento, Myriam –dijo antes de salir precipitadamente.
Entonces se produjo un pesado silencio acusador.
-¿Por qué estaba Carlo aquí?
-Quería disculparse por haber hecho esas fotografías –dijo Myriam con la mente puesta en el abultado vientre de MIlana.
¿Me quieres decir qué es lo que tengo derecho a saber?
-Dijo… dijo que definitivamente Alex es hijo tuyo. Está absolutamente seguro de que es imposible que sea de él. Los preservativos suelen fallar. Sé que Alex es tuyo, incluso aunque no quieras admitirlo.
-Pero mantuviste relaciones sexuales con mi hermano –afirmó con una mirada llena de maldad.
-Hasta donde sé, no lo hice.
-Ah, sí. Te refieres a tu pérdida de memoria. Una forma muy conveniente de absolver la propia culpa fingiendo que algo nunca ha sucedido.
Myriam empuño las manos a los costados del cuerpo.
-¿Por qué no le preguntas a tu hermano qué pasó exactamente esa noche empezando por el momento en que me puso la primera copa de champaña en la mano? Tu hermano es un patético cobarde que cree que el pasado se puede borrar con una disculpa que a él lo libera mientras que yo sigo sufriendo la consecuencia de su…
-¿De qué, Myriam?
-De nada. No quiero seguir hablando del tema –dijo con ira antes de abandonar precipitadamente la habitación.
Con el ceño fruncido, Víctor pensó que Myriam insistía demasiado en que Alex era su hijo. Incluso Carlo, su madre y el resto de la familia estaba convencidos de ello.
Con un gesto decidido alcanzó el teléfono y marcó el número de móvil de Carlo.
Dos horas después, Carlo entraba en el despacho de Víctor.
-Llegas tarde.
-Ya lo sé –respondió al tiempo que se sentaba frente a él evitando su mirada.
-¿Qué sucede, Carlo? –preguntó el hermano mayor en un tono implacable. Carlo le dirigió una mirada cargada de aflicción y se mantuvo en silencio. –Te he hecho una pregunta. Respóndeme.
Carlo se inclinó en la silla con los hombros hundidos.
-Yo no dormí con Myriam –confesó, tras una larga pausa. –Yo… puse un somnífero en su copa… porque quería impedir que te casaras antes que yo. Durante toda la vida he tenido que ser el segundo en todo orden de cosas, como el mayor, siempre fuiste el preferido en todo. Nuestro padre te cedió la dirección de la empresa y la responsabilidad de contratar y despedir al personal. ¿Y yo? Ser el segundo no ha significado nada más que responder ante ti. Estaba harto de eso, Víctor. Quise hacer algo que cambiara radicalmente las cosas. Pensé que si me deshacía de Myriam sería el primero en tener un hijo que aseguraría el futuro de la corporación. Ella estaba profundamente dormida cuando hice las fotos y luego inventé la historia de haber dormido juntos. No me di cuenta de las consecuencias hasta hace supe que había dado a luz un hijo… tu hijo.
Víctor dejó escapar una imprecación.
-¿Tienes idea de lo que has hecho? ¡Has destruido su vida! ¡Has destruido nuestra felicidad!
Carlo tragó saliva, mortalmente pálido.
-No sabes cómo lo siento, Víctor. Pero ella todavía te ama, estoy seguro.
Víctor se hundió en su silla con la cabeza entre las manos.
-Myriam ni puede sentir por mí nada más que odio. La he tratado muy mal.
-Te casaste con ella, Víctor.
-Contra su voluntad.
-Te perdonará.
-¿En qué estúpido paraíso vives, Carlo? –explotó con ira. -¿Cómo puede perdonarme? ¿Cómo puede perdonarme?
-Me he disculpado.
-¿Y crees que una disculpa puede borrar el pasado?
-No, pero no puedo decir la verdad ahora. Le causaría mucho dolor a Milana, por no hablar de la mamma.
-Sólo piensas en ti. No te has parado a pensar cómo ha afectado a Myriam. ¡Yo la amaba con toda mi alma y tú has destruido la relación con tus mentiras! ¿Cómo puedo solucionarlo ahora?
-¿Todavía la amas?
-¡Desde luego que sí! Nunca he dejado de quererla.
-¿Se lo has dicho?
-No… no se lo he dicho.
-Debes de hacerlo. Tienes un hijo, Víctor. Y Myriam es tu esposa.
-Le he dicho que nos divorciaríamos en cuanto regresemos a México.
-Dile que has cambiado de opinión. Si no estás dispuesto a luchas por ella es que no mereces su amor. Si la hubieras amado de verdad, desde el principio te habrías dado cuenta de que ella decía la verdad.
-Las fotografías…
-Viste lo que quisiste ver, Víctor. Si las hubieras estudiado atentamente habrías descubierto cuán ajena estaba Myriam a todo lo que sucedía.
-¡Sal de aquí! ¡Fuera de mi vista, Carlo! –exclamó, con los dientes apretados.
-Lo siento, Víctor. Si hubiera sabido que Myriam estaba embarazada nunca lo habría hecho.
-Ni ella ni yo lo sabíamos. Hice todo lo posible por evitarlo. Cuando me enteré de la existencia de Alex llegué a la conclusión de era tuyo –dijo con voz sorda y el rostro ceniciento. –Y ahora vete de aquí –ordenó en tono apagado.
Tras acostar a Alex, Myriam fue a la sala de estar donde encontró a Jovanna con una mirada afligida.
-¿Qué sucede?
-Esta tarde se han llevado a Milana al hospital. Carlo está con ella. Ha sufrido una hemorragia.
Myriam le tomó la mano.
-¡Oh, Dios! Lo siento tanto.
Justo en ese momento sonó el teléfono. Jovanna atendió de inmediato y, aunque hablaba en italiano, por la expresión de su rostro Myriam se dio cuenta de que las noticias eran buenas.
-¡Todo va bien, Myriam! –exclamó la madre cuando hubo colgado. –A Milana le han practicado una cesárea y ha tenido una niñita. Ambas están bien.
-No sabes cómo me alegro –dijo Myriam al tiempo que la abrazaba cariñosamente.
-Debo ir al hospital inmediatamente. Víctor volverá pronto. ¿Estarás bien si te dejo sola?
-Claro que sí. Márchate ya.
Media hora más tarde se abrió la puerta del salón y Víctor entró con una expresión inescrutable.
Myriam sintió que le faltaba el aliento al ver que cerraba la puerta con llave y luego la miraba fijamente.
-Myriam, me pregunto cómo voy a expresar lo que necesito decirte sin que desaparezcas de esta habitación o de mi vida como lo hiciste hace cuatro años.
-No desaparecí de tu vida. Tú me expulsaste de ella.
-Tienes razón. Lo hice sin escuchar tus razones. En cambio, confié en la versión de mi hermano y como resultado has sufrido indeciblemente. Me siento tan avergonzado por Carlo que apenas puedo hablar de ello. No tenía idea de que albergaba tan malos sentimientos en mi contra o que irían tan lejos como para…
-¿Te lo dijo?
La expresión de Víctor se ensombreció de ira.
-Le arranqué la verdad. Finalmente me contó lo sucedido hace cuatro años y quisiera matarlo.
-Se disculpó –susurró ella.
-Lo hizo con la esperanza de que todo volvería a la normalidad, cuando ya nada puede ser lo mismo. Me robó los primeros años de mi hijo. Me ha robado la felicidad junto a ti y la destruyó hasta un punto irreversible. Todos estos años he alimentado mi ira contra ti, que eras la víctima inocente.
-Víctor, yo…
-Te forcé a tener una aventura conmigo, luego a casarnos y te dejé embarazada a causa de mi trató imperdonable hacia ti –dijo sin escucharla, con los ojos empañados en lágrimas.
-Te amo, Víctor.
Víctor se limpió los ojos con brusquedad.
-Tan pronto lleguemos a México haremos los trámites del divorcio. Dejaré un fondo para ti y el niño, de manera que nunca volverás a pasar necesidades –declaró con un hondo suspiro. –Es lo menos que puedo hacer. En cuanto a la familia, aunque odie tener que admitirlo, creo que Carlo tiene razón. Revelar lo ocurrido sólo causaría más pesar, especialmente a mi madre y a Milana.
-He dicho que te amo, Víctor.
-En cuanto a mí. Tengo que encarar mi futuro sin… ¿Qué has dicho?
-Lo he dicho dos veces y no voy a repetirlo hasta que no me digas lo que sientes por mí –afirmó Myriam, con una sonrisa.
Los oscuros ojos de Víctor se empañaron de emoción.
-Me enamoré de ti hace cuatro años cuando te vi consolando a Cristi fuera del hotel –murmuró con la voz quebrada. –Después creí que mi amor por ti había desaparecido, pero ha aumentado más y más con estos años. Cuando me enteré de que habías tenido un niño deseé con todo mi corazón que fuera mío. Y cuando conocí a Alex pude ver que era tan parecido a mí a esa edad que fue casi doloroso mirarlo. Y cuando volví a verte sentí un deseo y una necesidad tan incontrolable que decidí que serías mía bajo cualquier condición.
-Fuiste un tanto despiadado en cuanto a tus condiciones –comentó Myriam, con una leve sonrisa.
-Ya había decidido pagar la operación de Alex, al margen de lo que tú decidieras, sólo quería ponerte muy difícil la posibilidad de una negativa.
-Siempre ha sido muy difícil para mí negarte algo. Te quiero.
Víctor la estrechó entre sus brazos.
-No merezco tu amor –murmuró con voz temblorosa. –Durante las últimas semanas he hecho todo lo posible por destruirlo.
Ella se apartó para mirarlo con unos ojos brillantes de felicidad.
-Entonces tendrás que hacer un esfuerzo extra para convencerme de que me quieres.
Víctor volvió a abrazarla.
-¿Y qué propones? En este momento mi cerebro se niega a buscar los términos adecuados para expresarte mis sentimientos.
-¿Y qué harás si te fallan las palabras? –preguntó con una mirada traviesa.
Víctor inclinó la cabeza hasta la boca de la joven.
-podría hacer esto, cara –murmuró sobre los labios de Myriam.
FIN
mariateressina- VBB PLATINO
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Re: Tres Meses de Pasión
muchas gracias por la novelita amiga, y te esperamos.
jai33sire- VBB PLATINO
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Fecha de inscripción : 23/05/2008
Re: Tres Meses de Pasión
gracias por el final de la novela
dany- VBB PLATINO
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Fecha de inscripción : 23/05/2008
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