"DULCE ENGAÑO" Cap Final

Como se los prometi aqui tiene el capitulo final....


Capítulo 12


-¿No crees que eso está un poco pasado de moda? -dijo Myriam cuando recuperó el habla después de escuchar la proposición de Víctor-. ¿Estás seguro de que has querido decir que vas a cortejarme?
-Sí -afirmó acercándose un poco más a ella-. Tengo que admitir que si me dejara llevar por mis instintos más básicos, te tomaría ahora en mis bra¬zos y te llevaría hasta mi dormitorio...
-Bueno, está bien. Si quieres cortejarme, hazlo. Parece divertido -dijo Myriam sonriendo.
Víctor ya no era el hombre frío, sarcástico y hostil que la había recibido hacía unos minutos. -¡Divertido! -él negó con la cabeza incré¬dulo-. Te agasajo con rosas, me empapo hasta los huesos esperándote, casi me muero de preo¬cupación buscándote y ¿piensas que es diver¬tido?
El teléfono de Myriam empezó a sonar. Ella lo sacó de su bolso y se sorprendió cuando escuchó la voz de su madre.
-Mamá estoy bien. Estaba a punto de irme a casa. Ahora te veo.
Colgó el teléfono mirando a Víctor.
-¿Estás seguro de que quieres hacerlo? Tengo una familia muy grande y no pararan de hacerte preguntas si los conoces. Nunca les he presentado a un novio.
-Yo no soy uno de tus novios -dijo Víctor resal¬tando sus palabras-. Soy tu amante, Myriam -la abrazó y le dio un beso en la boca.
Myriam le correspondió y, debido a todo el estrés que había sufrido aquella noche, lo abrazó con fuerza.
-Me alegro tanto de que no fueses tú el hom¬bre del hospital -murmuró ella-. Es absurdo que pretenda aparentar que no me importas -dijo con la voz temblorosa-. Cuando vi a aquel hom¬bre me dieron ganas de besarlo, porque no eras tú.
-Pues bésame a mí.
Feliz de obedecerlo aquella vez, ella lo besó con tanta pasión que Víctor la apartó ligeramente. -Si sigues besándome así -dijo él sonriendo-, pensaré que solo me quieres para acostarte con¬migo.
-Eso no es cierto, bueno, al menos, no en la primera cita.
Víctor soltó una carcajada.
-Pero esta no es nuestra primera cita.
-Si hablabas en serio cuando dijistes que querías cortejarme, deberías pensar que sí lo es.
Cuando Myriam llegó a casa, cansada y hambrienta, pero increíblemente feliz, cuatro pares de ojos se la quedaron mirando aliviados.
-Ya estoy aquí.
-El hombre del hospital, ¿se trataba de tu amigo? -preguntó Frances.
-No -contestó ella sonriendo-. Era un desconocido. ¡Pobre hombre!
Adam se acercó a ella.
-Pensaste que era García, ¿verdad? Ella asintió con la cabeza.
-¿Quién es ese tipo? -preguntó Antonio.
-Un hombre que he conocido mientras estaban de viaje.
-No te preocupes, papá -dijo Adam-. Yo lo co¬nozco. Víctor García es soltero, solvente y bas¬tante presentable.
-Y ella se preocupa lo suficiente por él como para salir corriendo a identificarlo -dijo Antonio pen¬sativo-. ¿Es recíproco, Myriam?
-Te lo puedo asegurar -apuntó Adam rápida¬mente-. Precisamente hoy ha estado en Montemayor re¬gañándome por haber dejado que Myriam se fuera a correr sola.
-Es todo un caballero -comentó Gabriel im¬presionada.
-Y si el hombre del hospital no era él, ¿dónde has estado todo este tiempo? -preguntó su ma¬dre.
-He ido a ver a Víctor -contestó Myriam encogién¬dose de hombros-. Quería asegurarme de que es¬taba bien.
-Y, ¿por qué no iba a estarlo? -preguntó Antonio.
-No sé, simplemente necesitaba verlo. Diga¬mos que Víctor y yo estamos saliendo juntos.
Sus padres se retiraron a dormir, Gabriel se fue a la cocina a prepararse una taza de té y Myriam, des¬pués de desear buenas noches a todos, se subió a su dormitorio. Una vez allí, su teléfono móvil em¬pezó a sonar dentro de su bolso.
-No me has llamado -dijo Víctor.
-¿Tenía que hacerlo?
-Sí. Son las reglas. Cuando vas a casa sola, tie¬nes que llamarme para decirme que has llegado bien. ¿De acuerdo?
-De acuerdo.
-¿Estás ya metida en la cama?
-No, pero estoy sola en mi habitación. Estuvieron hablando durante un rato, él le de-seó buenas noches de forma muy cariñosa y ella se metió en la cama feliz, quedándose dormida sin ningún problema.
Por la mañana Myriam no paró de trabajar. A mediodía recibió una llamada de Víctor.
-¿Me haría el honor de comer conmigo, señorita Montemayor?
-Déjeme ver... -contestó Myriam bromeando-, es¬toy libre entre la una y las dos.
-Perfecto, porque yo también.
Myriam encontraba apasionante aquella nueva rela¬ción con Víctor. Nunca sabía cuándo Víctor iba a llamar para salir a comer, para decir que la invitaba al tea¬tro o cuándo había reservado mesa en un restau¬rante. Lo que nunca hacía era invitarla a cenar a su apartamento.
En su tiempo libre, Myriam se dedicaba a buscar casa. No encontró nada que le gustara lo sufi¬ciente como para invertir su dinero. Llegó a la conclusión que, de momento, alquilaría un aparta¬mento mientras buscaba un sitio definitivo en el que gastar su dinero.
-Debajo de mi casa se ha quedado libre un apartamento -dijo Víctor mientras comentaban el tema cenando en un pequeño restaurante ita¬liano-. Sería estupendo que lo alquilaras, así por las noches no tendrías que conducir hasta tu casa. Espero que te hayas dado cuenta de mi estupendo comportamiento. Un besito de buenas noches y cada uno a su casa, en vez de llevarte conmigo.
-Me he dado cuenta, me gusta esto del cortejo -dijo ella sonriendo divertida.
-No me está resultando nada fácil -comentó suspirando profundamente-. Estás deliciosa con ese traje...
-¿Te gustaría comerme como postre? -pre¬guntó con decoro.
-Estás disfrutando con esto, ¿verdad? -la acusó él.
-Puedes apostarlo -contestó riéndose-. Me en¬cantaría ver una película en tu casa o estar char¬lando hasta tarde, pero no me importaría... -Myriam lo miró a los ojos directamente-. Desde que rompimos echo mucho de menos las visitas a tu dormitorio.
Los ojos de Víctor brillaron mientras se echaba hacia delante y le tomaba la mano.
-¿Te sorprende tener necesidades físicas? Ella asintió.
-Supongo que soy muy inocente. -En absoluto -le contestó él.
Una vez dentro del coche, Víctor, en vez de lle¬varla hasta el aparcamiento de Montemayor donde ella tenía su automóvil, condujo un rato hasta que sa¬lieron de la ciudad; entonces aparcó el coche a la orilla del río, en un lugar solitario y oscuro. Se de¬sabrochó el cinturón de seguridad, hizo lo mismo con el de ella y la abrazó.
-Esta noche necesito algo más que un simple beso de buenas noches, Myriam -le susurró en el oído antes de besarla apasionadamente.
Ella lo besó con la misma necesidad. Por un momento, perdieron la noción del tiempo fun¬diéndose el uno con el otro, hasta que Víctor gimió y levantó la cabeza.
-Me estás matando, ¿durante cuánto tiempo voy a tener que cortejarte? -susurró él acalorado.
Myriam lo miró.
-No lo sé. Supongo que depende de lo que tengas pensando hacer una vez que creas que me has corte¬jado lo suficiente. Hay algunas cosas que no han cambiado, Víctor García. Sigo siendo mucho más jo¬ven que tú, sigo siendo la niña pequeña de mi fami¬lia, lo que alimenta mi síndrome de niña mimada.
Víctor le acarició la mejilla.
-Olvidemos eso, si puede ser para siempre. No me importa tu edad, puedes cumplir años a mi lado. Olvídate de buscar un apartamento, com¬parte el mío, Myriam.
-¿Vivir juntos? ¿Ser tu amor? -exclamó sin aliento.
Los ojos de Víctor se oscurecieron.
-Tú eres mi amor, vivas conmigo o no, Myriam -le dijo cariñosamente antes de besarla.
-¿Qué te parece si vienes a cenar el sábado a casa para que conozcas a mis padres?
-Si ir a tu casa a cenar es un paso adelante en nuestra relación, me parece estupendo, pero, des¬pués, te llevaré a que conozcas a mi familia. Tie¬nes que convencer a mi madre de que eres lo sufi¬cientemente buena para mí.
-¿Cómo diablos voy a hacer eso? Víctor la besó en la punta de la nariz. -Siendo tú misma.
Los padres de Myriam estuvieron encantados de tener el sábado un invitado a cenar. Sentían curio¬sidad por conocer a Víctor García. Era la primera vez que Myriam invitaba a un novio a casa.
-Este es Víctor García -dijo Myriam sonriendo en¬cantada cuando Víctor apareció por la puerta de su casa.
-Encantada de conocerlo, señor García -dijo Frances complacida.
-Ella es Gabriel -continuó Myriam.
-¿Cómo está usted, señora Montemayor? -preguntó Víctor con educación.
-Llámame Gabriel, pasa y siéntate, ¿qué quie¬res beber?
Estuvieron charlando hasta que llegó la hora de sentarse a la mesa.
-Espero que te guste -dijo Frances-. Es una pata de jamón asado.
-Tiene un aspecto delicioso -comentó Víctor con sinceridad.
Adam le sirvió una copa de vino tinto.
-Gracias -dijo Víctor-, pero tengo que conducir. Adam sonrió y Frances intercambió miradas con su marido.
-¿Por qué no te quedas a dormir, Víctor? -sugirió la madre de Myriam-. Aquí hay habitaciones de so¬bra, así estaremos todos más relajados sabiendo que no tienes prisa por marcharte.
-¡Buena idea! -exclamó Gabriel divertida. Pasaron una excelente velada. Víctor estuvo hablando de la empresa que tenía con sus dos her¬manos y de cómo le gustaba involucrarse con el día a día de sus negocios. Frances le preguntó cómo conoció a Myriam y, al contar el incidente de Farthing Street, todos quedaron muy impresiona-dos y agradecidos por haber rescatado a su que¬rida Myriam.
Bastante entrada la noche, Frances y Antonio se despidieron antes de retirarse a dormir. Gabriel, Myriam y Víctor subieron hasta el cuarto de invitados.
-Si te despiertan mis hijos durante la noche, te pido perdón por adelantado -dijo Gabriel. -Después de la cena tan estupenda que me ha¬béis dado y del vino de Adam, dudo mucho que escuche algo -le aseguró Víctor sonriendo.
-Los dejo para que se den las buenas noches -dijo Gabriel mirando a Myriam con picardía-. Bue¬nas noches.
Cuando se quedaron solos, Myriam se echó a los brazos de Víctor. Llevaba toda la noche deseando besarlo.
-Será mejor que te vayas -susurró él final¬mente con reticencia.
Myriam volvió a besarlo, se separó de él y terminó saliendo del cuarto.
Diez minutos después, ella estaba de vuelta, en pijama. Víctor ya estaba acostado. Sonrió al verla en la oscuridad y se sorprendió cuando ella se acercó y se metió en la cama con él.
-¿Esto está permitido? -susurró él abrazándola.
-Dudo mucho que Adam venga aquí y me eche fuera -dijo ella hundiendo la cara en su hombro-.
Me gusta estar contigo, ¿te importaría abrazarme simplemente hasta que me duerma?
-Esta noche y todas las noches del resto de mi vida -murmuró con voz ronca.
Cuando Víctor se despertó a la mañana siguiente, se encontró que estaba solo en la cama, bueno, no del todo. A sus pies había un muchacho de ojos azules.
-Soy Hal -dijo.
Víctor se sentó.
-¡Hola! Yo soy Víctor. -¿Eres el novio de Myriam?
-Sí, sí lo es -dijo Myriam entrando en la habita¬ción-. Es mi sobrino. Gabriel dice que si podrías soportar un desayuno en familia -dijo mientras Tomaba al pequeño de la mano-. Baja en cuanto estés listo -añadió antes de salir y dejarlo solo.
Desayunaron copiosamente y, después, Víctor su¬girió a Myriam que diesen una vuelta por la ciudad. -Afortunadamente les has encantado a todos -dijo Myriam en el coche de camino a Pennington-. A Gabriel, a mis padres, incluso mamá sugirió que te quedases a dormir. ¡Ah! Por cierto, no han di¬cho nada cuando les he dicho que hoy no iría a dormir a casa.
Él la miró sonriendo, pero luego frunció el ceño.
-Cuando dices afortunadamente, ¿te refieres a que si no les hubiera gustado, no vendrías ahora conmigo?
-No, pero prefiero que ellos me den su bendi¬ción -contestó sonriendo-. Hasta ahora no habían tenido nunca que dármela.
Se hizo un silencio.
-Ahora me doy cuenta de que nunca había es¬tado enamorada -añadió ella suavemente.
Víctor puso una mano sobre la de ella.
-Lo que significa, Myriam Montemayor, que tú y yo estamos hechos el uno para el otro.
Víctor se dirigió directamente a su apartamento. Llegaron justo en el momento en el que empezaba a llover a raudales en la calle.
-Tengo algo que quiero enseñarte -dijo condu¬ciéndola a su dormitorio.
Ella sonrió nada más cruzar la puerta. Había una enorme televisión recién comprada colocada frente a la cama.
-Todavía no la he estrenado, quería hacerlo contigo.
-¿Sabes lo que realmente me apetece hacer ahora?
-¿El qué?
-Amor por la tarde.
La boca de Víctor cubrió la de Myriam justo en el mo¬mento en que ella terminaba la frase. Ella pensó que se derretiría en sus brazos. Lo abrazó mien¬tras sentía un líquido caliente recorrerle el cuerpo. Correspondió a sus besos abriendo la boca mientras ambos se apresuraban a desvestirse, vibrantes de impaciencia hasta que estuvieron desnudos so¬bre la cama. Fuera el día estaba gris y lluvioso, pero en aquella habitación el ambiente era cálido gracias al calor que aquellos cuerpos estaban ge¬nerando al estar juntos. Se perdieron el uno en el otro, gimiendo de placer mientras alcanzaban lí¬mites, incluso dolorosos, de excitación. Final¬mente, Víctor abandonó su autocontrol y se introdujo en ella. Myriam respondió mientras su corazón latía descontrolado dentro de su pecho hasta alcanzar el éxtasis, antes de volver al mundo real.
-Si esto es amor por la tarde -dijo Myriam después de recuperarse-, me gusta.
Víctor se levantó de la cama, abrió un cajón de la cómoda y sacó una cajita.
-Tenía planeado hacer esto con velas y cham¬pán, pero el destino ha conspirado contra mí. -¿Es un anillo? -exclamó Myriam abriendo los ojos.
-Por la cara que has puesto, podría ser una pis¬tola. Ábrelo, cariño, no te va a morder.
El anillo consistía en un rubí cuadrado engas¬tado entre dos diamantes.
-Te quiero, Víctor García, será un honor llevar siempre este anillo.
-Antes de todo -dijo él suspirando honda¬mente-, tengo una confesión que hacer.
Ella se quedó rígida.
-¡Estás casado!
-No, soy todo tuyo, Myriam, pero mi nombre no es Víctor. Es Víctor Alejandro, como el de mi abuelo.
-¿Qué? -exclamó ella incrédula y tirándose a sus brazos-. ¿Y tú eras el que se enfadaba porque yo tenía secretos? -dijo riéndose.
-Entonces, ¿me sigues queriendo? –preguntó él.
-Las mujeres Montemayor somos mujeres de un solo hombre y tú eres el mío, Víctor Alejandro García. Mi hom¬bre -añadió con satisfacción.
-Eso es lo que soy -dijo él y empezó a demos¬trarle, de la manera que a ambos más les gustaba, lo apasionadamente de acuerdo que estaba con ella.

Fin