Vicco y la Viccobebe
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"DULCE ENGAÑO" Cap Final

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 "DULCE ENGAÑO"  Cap Final Empty "DULCE ENGAÑO" Cap Final

Mensaje  laurayvictor Miér Mar 16, 2011 1:06 pm

Hola niñas hoy quiero compartir una nueva novela, cuando la lei me gusto porque los protagonistas se parecen a victor y myriam mucho.... jajaja ya lo veran cuando la lean.....

Dulce Engaño

Myriam Montemayor acababa de quedarse sin trabajo, sin familia y sin identidad. Pero la apasionada relación que la unió inmediatamente a Víctor García estuvo a punto de hacerla olvidar todos sus problemas. Su mundo volvió a venirse abajo cuando Víctor descubrió la verdad sobre su pasado... y ella se enteró de que tampoco él había sido completamente sincero...
Se suponía que aquello sería el final, pero Víctor no podía quitársela de la cabeza...

por la tarde les pongo el primer capitulo....


Última edición por laurayvictor el Lun Jun 06, 2011 5:56 pm, editado 9 veces

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Mensaje  rodmina Miér Mar 16, 2011 8:17 pm


NUEVA NOVELITA QUE BIEN!!!!!
ESPERO PRONTO EL PRIMER CAPITULO!!!!
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Mensaje  Eva_vbb Miér Mar 16, 2011 9:37 pm

Graciassss Novelita nueva  "DULCE ENGAÑO"  Cap Final 455262  "DULCE ENGAÑO"  Cap Final 455262  "DULCE ENGAÑO"  Cap Final 455262  "DULCE ENGAÑO"  Cap Final 455262  "DULCE ENGAÑO"  Cap Final 455262  "DULCE ENGAÑO"  Cap Final 455262  "DULCE ENGAÑO"  Cap Final 455262 Te esparamos con el primer cap...
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Mensaje  myrithalis Miér Mar 16, 2011 10:32 pm

Que bien nueva novela esperamos el primer Cap. Saludos Atte: Iliana
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 "DULCE ENGAÑO"  Cap Final Empty Re: "DULCE ENGAÑO" Cap Final

Mensaje  alma.fra Jue Mar 17, 2011 11:26 am

Ke padre ke nos traes nueva novela, aki te esperamos con el primer capitulo.
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 "DULCE ENGAÑO"  Cap Final Empty Re: "DULCE ENGAÑO" Cap Final

Mensaje  laurayvictor Jue Mar 17, 2011 6:44 pm

Hola chicas una disculpa porque ayer no pude poner el primer capitulo, pero para compensarlas hoy les pondre dos capitulos... Smile Smile Smile Smile espero y les guste mucho....

Capítulo 1


Alguien la iba siguiendo. El callejón estaba desierto y la farola del fondo seguía fundida, lo que significaba que el último tramo antes de conseguir llegar hasta su puerta lo tendría que recorrer en la más absoluta oscuridad. Con la determinación de no mirar atrás, aceleró el paso. Aquella noche sin estrellas era calurosa y húmeda, pero por primera vez en su vida sintió un escalofrío de miedo. Intentó no pensar en ello, una vez que llegase hasta su casa, quien quiera que la estuviese siguiendo pasaría de largo. Entonces, se dio cuenta de que estaba equivocada: dos figuras muy delgadas con los rastros tapados con máscaras de dibujos animados se pusieron a ambos lados empujándola hasta una esquina.
-¡Danos el dinero y no te pasará nada! -exclamó uno de ellos agarrándola del brazo con fuerza.
-¡Ni hablar! -siseó ella y, entre el miedo, la rabia y la incredulidad, le dio un codazo en las costillas a su asaltante y se preparó para defenderse.

Después de conducir dos horas por la autopista, distintas señales iban dirigiendo a Víctor García por toda la ciudad. Las luces de su coche iluminaron una pelea entre unos jóvenes. No estaba de humor para involucrarse en ello, pero, de pronto, se dio cuenta que se trataba de una chica acosada por dos hombres enmascarados. Se detuvo inmediatamente y salió del coche justo en el momento en que uno de los dos chicos salía corriendo desapareciendo en la oscuridad.
-¿Se encuentra bien? -preguntó Víctor a la chica con urgencia-. ¿Está herida?
Ella dijo que no con la cabeza, poniéndose el pelo detrás de las orejas.
-No jadeó ella-, pero no diría lo mismo de él -añadió mirando al chico que estaba tumbado en el suelo-. Será mejor que llame a la policía.
Al escuchar aquella palabra, el chico se puso de pie de un salto, pero Víctor lo agarró por el cuello de la camiseta.
-De eso nada, muchacho.
-No le estábamos haciendo daño -dijo el chico-, solamente le estábamos pidiendo cambio.
-¿Con la cara tapada con máscaras? -preguntó Víctor con sarcasmo-. No lo creo -se giró hacia la chica-. Está tiritando. ¿Está segura de que se encuentra bien?
Ella asintió bruscamente.
-Más bien estoy enfadada.
Víctor sacó con una mano su teléfono móvil y se lo ofreció.
-Llame a la policía con esto.
-¡No! -gritó el chico rompiendo a llorar-. Por favor, no me entregue, señorita -añadió temblando como una hoja-. Conseguimos las máscaras cuando compramos unos caramelos. Luego, la vimos salir del pub y unos amigos nos retaron a hacerlo -dijo medio llorando-. Mi madre me matará.
Ello lo miró detenidamente durante un rato con los brazos cruzados.
-Déjelo marchar -exclamó finalmente. Víctor se la quedó mirando incrédulo.
-No puede permitir que se marche, después de lo que ha hecho.
Ella se movió alrededor del chico.
-Escúchame bien -dijo ella militarmente-, te propongo un trato. No llamaré a la policía si me prometes que nunca más volverás a hacer algo parecido.
El chico asintió enérgicamente.
-Nunca más, se lo prometo, y tampoco Dean.
-¿Es Dean tu amigo?
Negó con la cabeza.
-Es mi hermano pequeño. Él no quería hacerlo, estaba muerto de miedo.
-¿Cómo te llamas?
-Robbie.
-Muy bien, Robbie -dijo ella bruscamente-. No quiero que vuelvas a hacer apuestas estúpidas como esta -añadió, agachándose para recoger la máscara que se había caído al suelo-. Me quedaré con esto, contiene tu ADN. ¿Está tu madre en casa?
El chico volvió a decir que no.
-Es una enfermera en el hospital, esta semana tiene guardia por las noches.
-¿Te deja solo por la noche? -preguntó Víctor frunciendo el ceño.
-No, nunca -contestó él chico con los ojos llenos de lágrimas-. Nuestro padrastro está en casa, en la cama. Saltamos por la ventana cuando se quedó dormido.
-¿Hacéis esto habitualmente?
El muchacho tragó saliva.
De verdad que no, es la primera vez.
-Y más vale que sea la última, como bien te ha dicho ella -le ordenó Víctor-. Ahora, te acompañaremos hasta tu casa y te entregaremos a tu padrastro.
El chico se puso histérico.
-No, por favor. Mi padrastro es un buen tipo, pero se lo contará a mi madre.
Cuando el chico les rogó que lo dejaran entrar en su casa por la ventana en vez de hacerlo por la puerta, para que su padrastro no se enterara, Víctor alzó una ceja mirando a la chica.
-¿Le parece bien? Luego, la acompañaré hasta su casa de nuevo.
La chica asintió.
-Me parece bien; venga, Robbie, vámonos. Cuando llegaron a la casa del muchacho, Robbie suspiró aliviado al ver a su hermano asomado por la ventana del piso de arriba.
-¡Dean ya está de vuelta! Vino corriendo como yo le dije.
-Bueno, recuerda lo que te hemos dicho -le dijo Víctor-. Sabemos dónde vives.
Robbie asintió con la cabeza fuertemente antes de salir corriendo y empezar a escalar hacia la ventana de su cuarto.
Víctor esperó hasta cerciorarse de que el chico entraba en su casa sano y salvo, luego, se encogió de hombros mirando a la chica y se dispusieron a regresar.
-Mi nombre es Víctor García.
Ella sonrió ligeramente.
-Yo soy Myriam Montemayor. Gracias por su ayuda.
-Cuando me di cuenta de que había una pelea estuve a punto de continuar conduciendo o, como mucho, llamar a la policía desde el coche -empezó a decir él con franqueza-, pero cuando vi a dos chicos y a una sola chica pensé que sería mejor echar un vistazo yo mismo. Aunque no necesitaba mi ayuda, usted sola se los quitó de encima antes de que yo bajara del coche.
-No ha sido muy difícil, eran un par de chiquillos. Además, yo era mucho más alta que ellos.
-Por suerte solamente se trataba de un par de niños, menos mal que no eran verdaderos criminales.
-¿Cuántos años cree que tendrá Robbie?
-Es difícil calcularlo, pero es lo suficientemente mayor como para saber que estaba haciendo algo malo. ¿Dónde vive? ¿Puedo llevarla en mi coche?
-No hace falta. Vivo al final de la calle, en Farthing Street. Una vez que lleguemos hasta su coche será suficiente -añadió-, no es necesario que continúe.
Pero Víctor insistió en acompañarla hasta la misma puerta de su casa.
-¿Habrá alguien esperándola?
-No.
-En ese caso, no me quedaré tranquilo hasta que no vea cerrar la puerta a su espalda.
Myriam iba a negarse, pero cambió de idea. Todavía estaba un poco asustada después del incidente. Empezaron a andar por el callejón hasta llegar a la puerta de su casa. Introdujo la llave y la abrió. Paso al interior de una cocina, encendió las luces y se dio la vuelta en dirección a su acompañante, el cual se la quedó mirando con la misma curiosidad con la que lo miraba ella. Entonces, él también entró y cerró la puerta tras él.
Víctor García era unos centímetros más alto que ella. Era delgado y con los hombros cuadrados. Tenía el pelo negro y bien cortado. Sus ojos eran de un negro tan oscuro. Llevaba puesta una camisa blanca, una cor¬bata aflojada y unos pantalones de traje de lino.
-Necesito un café -dijo ella bruscamente sin dejar de mirarlo-. ¿Le apetece uno?
-Por favor -contestó él sonriendo-. No me vendrá mal algo de cafeína después de lo sucedido.
-Siéntese, no tardaré mucho -dejó su bolso en el suelo y se quitó la chaqueta. Llenó de agua la cafetera y la enchufó. Sacó un par de tazas de un armario y la leche de la nevera. Podía notar que un par de ojos seguían todos sus movimientos, pero no le importaba en absoluto.
Terminó de preparar el café, sirvió las tazas y las colocó encima de la mesa. Se sentó justo enfrente de su invitado, que sonrió divertido.
-¿De qué se ríe? -preguntó ella.
-«Sabemos dónde vives». No me puedo creer que yo haya dicho eso. Bueno, usted tampoco ha estado nada mal cuando le ha dicho que se quedaba con su careta porque contenía su ADN.
-La idea era asustarlo todo lo posible -dijo ella encogiéndose de hombros.
-¿Siempre vuelve tan tarde a casa andado sola?
-No, mi coche está en el taller. Cuando terminé de trabajar pensé en llamar a un taxi, pero todos mis clientes habían tenido la misma idea y ya no había ninguno disponible.
-¿Sus clientes?
-Trabajo detrás de la barra del Mitre.
Él sacudió la cabeza.
-Soy nuevo en la ciudad, no lo conozco.
-Es un bar bastante grande que hay un poco más allá, en el cruce. Cerca de la casa de Robbie.
-¿Cuánto tiempo lleva trabajando allí?
Ella sonrió con tristeza.
-Lo suficiente como para saber que debería volver a casa en coche o en taxi. Gracias otra vez, señor García.
-Por favor, llámame Víctor -dijo él arqueando las cejas.
-Está bien. Gracias, Víctor, por todo -apuntó sonriendo y extendiendo una mano.
Él le Tomó la mano durante un segundo.
-Me alegro de haber podido ayudarte.
Se hizo un silencio durante unos segundos y, de pronto, su teléfono móvil empezó a sonar.
-Disculpa -añadió él.
Myriam se puso de pie y se dispuso a recoger las tazas de café, intentando no escuchar lo que obviamente era una discusión doméstica.
Por última vez, Laura -escuchó decir a Víctor -. Me he entretenido, ni siquiera estoy en casa. Te llamaré mañana. Buenas noches -él miró a Myriam-. Lo siento mucho -dijo bruscamente mientras apagaba el teléfono-. Se me olvidó llamar a la mujer con la que he cenado.
-Dile que ha sido mi culpa.
Víctor sacudió la cabeza, sus ojos volvían a brillar divertidos.
-Por alguna razón, señorita Myriam Montemayor, me parece que decir eso sería mucho peor.
-Si eso ha sido un cumplido, gracias -dijo ella, y dudó por unos instantes antes de preguntarle qué es lo que hacía en Pennington.
-Vendo seguros.
-¿De verdad? -exclamó ella.
-¿Vives aquí sola?
-Sí.
-Entonces, asegúrate de que cierras bien la puerta detrás de mí. Buenas noches.
Una vez que él se hubo ido. Myriam se puso su pijama y se metió en la cama. Le costó mucho dormirse y, cuando por fin lo consiguió, se despertó por culpa de una pesadilla en la que el joven Robbie era el protagonista.
-Tienes mala cara -le dijo a Myriam el dueño del Mitre a la mañana siguiente.
A la hora de comer, Myriam se fue a recoger su coche al taller, volvió al bar y se encontró a todos sus compañeros sentados en la barra. Al entrar, Tim Mathias la señaló con el dedo y todos estallaron en carcajadas.
-¿Qué pasa? -preguntó ella.
-Myriam es nuestra única salvación -dijo Jilly sonriendo-. Ella lo podrá hacer.
-¿Hacer qué? -preguntó Myriam con curiosidad.
-Sabes que esta noche hay música en directo, ¿verdad?
Ella asintió.
-Pero Martin está enfermo y yo no puedo sustituirlo -añadió Jilly.
-Lo de Martin no es importante, el problema es Diane, nuestra cantante sexy -apuntó Tim-. Parece ser que se ha quedado afónica y ha perdido la voz. Cuando vengan sus fans y vean que no actuará, se irán sin consumir ni una copa. ¿Cómo diablos una mujer puede perder la voz en mitad de una ola de calor como la que estamos teniendo?
-Supongo que no lo habrá hecho a propósito -lo interrumpió Myriam-. Espera un momento, ¿por qué me estáis mirando?
-Te he oído cantar cuando crees que nadie te está oyendo, no lo haces nada mal -dijo Tim sonriendo-. Por favor, Myriam. Será solamente esta noche. Un par de canciones y nada más.
Ella dijo que no con la cabeza y todos los demás se echaron a reír.
-Ni hablar. No soy lo suficientemente buena.
-Por supuesto que lo eres. No estamos hablando de cantar ópera -dijo Tim intentando convencerla-. Te pagaré el doble.
Myriam alzó las cejas.
-¿Lo dices en serio? Tim se puso la mano sobre el corazón.
-¿Te he mentido alguna vez?
-Está bien, lo haré, pero solo por una noche -acordó ella. Entonces, se miró la ropa, una blusa blanca y una minifalda negra-. Por cierto, no tengo nada que ponerme, ¿no querrás que lo haga vestida con este uniforme?
-Estoy seguro de que podrás encontrar algo sexy que ponerte, usa la ropa de Diane.
-Prefiero ponerme algo mío.
-Está bien. Tómate un par de horas. No empezarás hasta las ocho y media.
Cuando Myriam llegó a su apartamento, sacó de su armario un vestido negro muy corto de tirantes. Se hizo un bocadillo, se sirvió una taza de café y se dispuso a darse un baño, preparada para transformarse en una estrella de cabaret.
Se puso el doble de maquillaje que solía usar normalmente, se cepilló la melena negra y se la dejó suelta, cayendo sobre los hombros. Se miró al espejo y se encogió de hombros. No estaba mal, aun¬que no podía compararse con la voluptuosa Diane.
Cuando Myriam volvió de nuevo al Mitra, Jilly silbó nada más verla.
-¡Dios! Myriam, estás estupenda. No me había dado cuenta de que tenías los ojos verdes.
-Pero lo importante es la voz -contestó Myriam. -No te preocupes -le dijo Jilly dándole una palmadita en el hombro-. Nuestros queridos clientes estarán muy ocupados viendo esas increíbles piernas para fijase en la canción, cariño.
Tim Mathias demostró el mismo entusiasmo cuando la vio detrás del escenario.
-¡Estás fantástica! -dijo con júbilo-. Hoy hay mucha más gente de lo normal, muchísimas gracias otra vez.
-Todo saldrá bien -le aseguró Martin, que finalmente había ido a trabajar-. Yo salgo ya, te veo en unos minutos.
Myriam suspiró profundamente cuando escuchó el piano de Martin sonar y el retumbar de los aplausos. Luego, se escuchó la voz de Martin disculpándose ante el público por la ausencia de Diane y les pidió un fuerte aplauso a todos para recibir a la artista que había venido a sustituirla.
-¡La encantadora Myriam!
Myriam se llenó de pánico, se estaba refiriendo a ella. Volvió a suspirar profundamente, sonrió y salió al escenario.
Martin le guiñó un ojo cuando empezó a tocar la primera canción. Ella se acercó hasta su piano, se apoyó ligeramente sobre él y comenzó a cantar.
Al final de la tercera canción, los aplausos eran ardientes y entusiasmados. Martín anunció un descanso y se apagaron las luces del escenario. De vuelta a los camerinos, Myriam se sentó en una silla con las piernas temblorosas.
-¡Has estado simplemente estupenda, Myriam! -exclamó Tim-. Lo has hecho muy bien, ¿quieres un trago?
-Solamente agua, por favor... me he acalorado ahí fuera.
Martin sonrió.
-No has sido la única. Había un par de tipos que no te han quitado ojo, sobre todo uno. No ha dejado de mirarte.
-Estaba muy concentrada como para darme cuenta -dijo Myriam, que se bebió el vaso de agua de un solo trago.
Cuando Myriam volvió al escenario, por segunda vez, estaba menos nerviosa. Sonrió a la audiencia, que había aumentado considerablemente después del descanso, y se quedó mirando una cara familiar que había en la sala. Martin empezó a tocar y comenzó de nuevo la actuación.
La gente aplaudió con verdadero entusiasmo cuando finalizó el espectáculo. Les pidieron otra canción, pero Myriam sacudió la cabeza, sonriendo y tirando besos con las manos mientras Martin la escoltaba fuera del escenario.
Tim y Grace, su mujer, la volvieron a felicitar y, después de celebrar su exitosa actuación, recogió su dinero y se despidió de todos. Cuando salió por la puerta trasera del local se encontró con un hombre alto; su presencia no la sorprendió, sabía que estaría allí. Se lo quedó mirando con desafío y pudo ver que aquellos ojos oscuros estaban llenos de furia y desaprobación. Ella sintió una oleada de triunfo.
-¡Hola! -dijo ella casualmente-. No sabía que esta noche vendrías.
-Obviamente -contestó él entre dientes-. ¿A qué demonios te crees que estás jugando?
-No juego a nada. Trabajo para poder vivir -dijo Myriam pasando por su lado.
El la Tomó de la mano fuertemente.
-No tan rápido, preciosa...
-¿Estás bien, Myriam? -preguntó de repente una voz familiar. Ella se dio la vuelta y se encontró de frente con Víctor García, que le estaba sonriendo-. ¿Te están molestando?
-No, estoy bien, Víctor -contestó ella liberando su mano-. Es un pariente mío.
Adam Montemayor se controló a sí mismo con un esfuerzo evidente.
-Mira -le dijo a Víctor García-, esto es un asunto familiar, ¿te importaría perdonarnos un momento? Necesito hablar con Myriam.
-Pero yo no quiero hablar contigo -contestó ella sonriendo amablemente a Víctor y Tomándole de la mano-. Gracias por venir a buscarme.
-Un placer -apuntó Víctor mientras se daban la vuelta y se alejaban.
-Siento lo ocurrido, Víctor -susurró ella mirando hacia atrás de reojo-. ¿Has venido solo?
-Sí -contestó él divertido.
-¡Qué alivio! -dijo ella sonriéndole-. Es un poco atrevido por mi parte, pero ¿te importaría darme una vuelta en tu coche? No quiero que Adam sepa dónde vivo.
-Por supuesto, aún mejor, ¿por qué no vienes a mi casa a Antonioar una copa hasta que no haya moros en la costa? -sugirió él mientras se dirigían a su coche-. A menos que...
-A menos, ¿qué?
-A menos que ese tipo sea tu marido, entonces no quiero entrometerme.
Ella se lo quedó mirando.
-Adam Montemayor no es mi marido, él es... -hizo una pausa-, él es mi primo.


ahora les pongo el siguiente capitulo....

 "DULCE ENGAÑO"  Cap Final 149909  "DULCE ENGAÑO"  Cap Final 149909  "DULCE ENGAÑO"  Cap Final 149909  "DULCE ENGAÑO"  Cap Final 149909  "DULCE ENGAÑO"  Cap Final 149909  "DULCE ENGAÑO"  Cap Final 149909  "DULCE ENGAÑO"  Cap Final 149909  "DULCE ENGAÑO"  Cap Final 149909  "DULCE ENGAÑO"  Cap Final 149909  "DULCE ENGAÑO"  Cap Final 149909  "DULCE ENGAÑO"  Cap Final 149909  "DULCE ENGAÑO"  Cap Final 149909  "DULCE ENGAÑO"  Cap Final 149909


Última edición por laurayvictor el Jue Mar 17, 2011 6:58 pm, editado 1 vez

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 "DULCE ENGAÑO"  Cap Final Empty Re: "DULCE ENGAÑO" Cap Final

Mensaje  FannyQ Jue Mar 17, 2011 6:56 pm

Gracias por el capi se lee muy buenaa!

Saludos!
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 "DULCE ENGAÑO"  Cap Final Empty Re: "DULCE ENGAÑO" Cap Final

Mensaje  laurayvictor Jue Mar 17, 2011 7:06 pm

Capítulo 2

-¿Por qué estaba tan enfadado contigo? -preguntó Víctor mientras encendía el motor de su coche.
Ella suspiró.
-No puedo decírtelo, lo siento. Sé que no está bien, después de haberme salvado el pellejo dos noches seguidas. Por ciento, ¿qué hacías en el Mitre? -preguntó cambiando de tema.
-Esperando que cierta camarera me sirviera una copa, pero para mi sorpresa, me la he encontrado actuando encima del escenario -dijo sonriendo-. Ayer no me contaste eso.
-Ayer no sabía que hoy iba a cantar-dijo sinceramente-. Estaba sustituyendo a la verdadera artista.
-Tú eres una verdadera artista.
-¿Me está piropeando, señor García?
-Sí
En vez de oirla, ella echó la cabeza hacia atrás y se rió.
-No sé cómo he sido capaz de atreverme a cantar, debo de estar loca.
-Esta noche ha nacido una estrella.
Ella negó con la cabeza.
-No voy a volver a hacerlo. Mis nervios no lo aguantarían; además, cuando Diane se entere de lo que ha pasado, estoy segura de que su voz se repondrá inmediatamente.
Víctor la miró de reojo.
-Qué pena, me ha encantado el espectáculo. Myriam pestañeó cuando Víctor aparcó frente a uno de los bloques de apartamentos más exclusivos que había en Pennington.
-Ya hemos llegado.
Myriam alzó la vista impresionada para observar aquella inmensa fachada color crema llena de balcones.
-Yo vivo arriba -añadió Víctor.
Entraron en un apartamento muy grande. El fondo consistía en una cristalera con vistas al jardín privado que tenía el edificio. A ambos lados de la chimenea, había dos sofás marrones sobre una alfombra color marfil.
-¡Qué salón tan bonito! -exclamó Myriam impresionada-. Nunca había estado en uno de estos bloques. Supongo que ayer te entraría claustrofobia en mi apartamento. En un principio quise compartir piso, pero luego cambié de idea y alquilé mi casa -añadió mirando a su alrededor-. Pero si vives aquí, ¿qué hacías en mi calle?
-Soy nuevo en Pennington, me confundí en el cruce -sus ojos se encontraron-. Me alegro de que así sucediese, si no, no sé que te hubiese pasado.
-Nada, tenía la situación totalmente controlada cuando tú llegaste.
Víctor no parecía muy convencido de aquello. -¿Qué te apetece beber? -le preguntó con los ojos chispeantes-. Las artistas como tú siempre piden champán rosado.
Myriam soltó una carcajada.
-Nunca me describiría como una artista y prefiero el té al champán rosado.
-Entonces, ven conmigo.
Víctor la guió hasta la cocina. Myriam se sentó mientras su anfitrión se encargaba de hacer el té. La miró.
-¿Por qué tienes esa sonrisa irónica?
-Porque estoy pensando en la poca vergüenza que he mostrado cuando te he visto en la puerta del bar.
-Bueno, me has ofrecido un par de noches muy entretenidas, señorita Montemayor.
-Pero no todo el mérito es mío. Te fuiste a cenar a Londres antes de encontrarte conmigo -le recordó Myriam-. ¿Antes de mudarte, vivías allí?
Él asintió con la cabeza.
-Pero cuando mi empresa abrió una oficina aquí, en Pennington, yo me ofrecí voluntario a venir.
-¿Te apetecía un cambio de aires?
-Por eso también, pero estoy soltero y sin hijos, era lógico que lo hiciese.
-Por cierto, ¿te las arreglaste para hacer las paces con tu amiga?
-No -dijo Víctor cerrando los ojos-. He tenido una fuerte discusión con Laura, por eso fui al Mitre a tomarme una copa.
-¿Tan mala ha sido la pelea? -exclamó Myriam compasiva.
-No quiero aburrirte con los detalles -dijo mirándola a los ojos un momento.
-Por favor, no lo haces -apuntó con sinceridad-. ¿Ha roto contigo?
-No, más bien ha sido al contrario. Laura me ha estado convenciendo durante semanas para que conservara el apartamento que tengo en Londres. Hoy he sabido la razón. Ella había supuesto que podía mudarse a él -su expresión se endureció-. Le parecía que era absurdo estar pagando su alquiler cuando mi apartamento permanecía vacío durante la semana.
-¿Y tú no querías que ella viviera allí?
-No, porque solamente quería estar conmigo para poder vivir en ese apartamento. Esta noche le he dejado muy claro que lo iba a vender, luego la he montado en un taxi y yo me he ido al Mitre -explicó acomodándose en una silla-. ¿Y tú? Aparte de tu primo el enfadado, ¿hay alguien más en tu vida?
-No, soy huérfana -dijo dando un sorbo a su taza de té-. Mi madre murió cuando yo nací.
Víctor alargó el brazo para Antonioarla de la mano en señal de simpatía.
-¿Te criaste con tu padre?
-No, con familiares -separó la mano y se puso de pie-. Creo que ya es hora de que me vaya a casa, si te parece bien.
Él también se levantó.
-Claramente he tocado un tema difícil para ti. Ella sonrió.
-No, es que me ha afectado volver a ver a Adam. -En el futuro, intentaré tener más cuidado con los temas de conversación -le prometió-. ¿Cuándo podré volver a verte?
-Trabajo por las noches -le recordó Myriam. -¿Eso significa que no volveré a verte? -preguntó arqueando una ceja.
-No, no. Estoy libre este domingo, si te viene bien.
-Este domingo, perfecto. ¿Qué quieres que hagamos?
Myriam no quería meter la pata. -Tú eliges.
-Veremos qué tiempo hace y luego ya decidiremos. Te llamaré a las nueve el sábado -dijo él Tomándole la mano y besándole la palma. Levantó la mirada y le sonrió.
-Me temo que debo volver al Mitre -le dijo ella mientras la llevaba de vuelta en el coche-. Mi coche está aparcado allí.
Cuando llegaron al aparcamiento del bar, Víctor apagó el motor del coche y se giró para mirarla a los ojos.
-Ese primo tuyo sabe dónde trabajas, volverá.
-Sí -afirmó ella resignada-. Y por el humor en el que estaba esta noche, no creo que hubiera venido a reconciliarse. No pasa nada, puedo ocuparme de ello yo sola.
-Si tú lo dices, pero de todos modos te seguiré hasta tu casa en mi coche para verte llegar sana y salva -dijo Víctor con el típico aire de protección que solían tener los hombres y que Myriam normalmente no podía soportar.
Pero ella recapacitó. Víctor había sido de gran ayuda y se dijo a sí misma que fuera amable con él. Víctor la acompañó hasta su coche, esperó a que saliera del aparcamiento y comenzó a seguirla. Myriam aparcó frente a su casa y esperó hasta que Víctor estuviera a su lado.
-Está muy oscuro -dijo él mientras ella abría la puerta de su apartamento-. Te ayudaré a encender las luces del interior.
-Víctor, soy perfectamente capaz de hacerlo yo sola.
Él retrocedió un paso y levantó los brazos en señal de rendición.
-Por supuesto que lo eres. Buenas noches, te llamaré el domingo por la mañana.
-Gracias por todo.
-No hace falta que me las des, me lo he pasado muy bien.
Por un momento, Myriam pensó que la iba a besar y sintió un pinchazo de desilusión cuando Víctor sonrió y le dijo que cerrara la puerta con llave.
Al día siguiente, cuando Myriam salía del Mitre de trabajar, se encontró a Víctor en el aparcamiento apoyado sobre su coche. Myriam pensó que lo echaría de menos cuando no fuera a esperarla, lo que era una tontería porque ella no necesitaba un guardaespaldas. Tim le había dicho que Adam había reservado una mesa en el Mitre para el martes y ella le había pedido cambiar el turno para no coincidir con él. A Tim no le había importado, además, le debía una después de haberle hecho el favor de sustituir a Diane.
-He estado pensando -le dijo él mientras ella se acercaba.
-¿Sobre qué, en particular?
-Mañana.
-¿Y?
-Si nos levantamos pronto, ¿qué te parecería ir a la playa?
-Pero estamos muy lejos de la costa.
-No si conduzco yo.
Myriam se rió.
-No me gusta cómo suena eso.
-Siempre tengo mucho cuidado, no te pasará nada. Un par de horas y podremos tumbarnos bajo el sol.
-En ese caso, ¡estupendo!
-Si llueve, pensaremos en otra cosa.
Myriam pensó en aquella sugerencia de camino a Farthing Street. Si la hubiera hecho cualquier otro hombre ella jamás hubiera accedido, pero Víctor era distinto.
Cuando Myriam llegó a su casa, esperó a que Víctor aparcara su coche.
-¿Entras? -le preguntó ella al verlo.
-Solo para asegurarme que te quedas a salvo. No te vendría mal algo de luz.
-Cuando las farolas funcionan, se ve todo mucho mejor.
-Y, ¿por qué no funcionan ahora?
-Están rotas.
-Pues quéjate en el ayuntamiento y, mientras tanto, plantéate usar luces de seguridad.
-Este lugar es alquilado -le recordó ella mientras entraban en el apartamento-, y por lo que pago, dudo mucho que el casero se vaya a hacer cargo de ningún extra.
-¿No podrías buscar un sitio mejor? -sugirió Víctor frunciendo el ceño y mirando a su alrededor. La cocina era pequeña y anticuada. Había un par de armarios destartalados, unos fogones eléctricos, una lavadora muy antigua y un microondas totalmente nuevo que, obviamente, se había comprado Myriam.
Ella se encogió de hombros.
-Tenía prisa en encontrar algo y este lugar estaba disponible. Normalmente está alquilado a estudiantes: ¿A qué hora quieres que salgamos mañana? -preguntó ella cambiando de tema.
-Comprobaré el tiempo que va a hacer y te lla¬maré.
-Estupendo, ¿quieres un café?
-No, gracias. Ahora que sé que estás segura en casa me voy para dejar que descanses. Hasta mañana -dijo Víctor sonriendo y saliendo por la puerta. Myriam se quedó de pie mirando cómo cerraba la puerta detrás de él.
Una cosa tenía que admitir, Víctor García no la estaba ayudando para conseguir algo a cambio, pero aquello no significaba que a ella no le hubiera gustado un besito de buenas noches. Suspiró. Quizá era que simplemente no la encontraba atractiva. Sonrió amargamente mientras se preparaba para meterse en la cama.
El teléfono sonó muy pronto por la mañana, despertando a Myriam. Estiró un brazo y pestañeó varias veces antes de contestar.
-Te he levantado -dijo Víctor divertido.
-Te lo puedo asegurar -contestó ella bostezando y girando la muñeca para ver la hora-. ¡Estás loco! ¡Pero si solo pasan unos minutos de las seis!
-Estaré allí en media hora. El parte del tiempo anuncia que el sol brillará, tenemos que aprovecharlo. ¡Hasta ahora!
Myriam colgó el teléfono sacudiendo la cabeza incrédula. Obviamente, a Víctor no se le había pasado por la cabeza que quizá ella tuviese que dormir un poco más para recuperarse del trabajo de toda la semana.
Después de darse un baño a toda prisa, se puso unos vaqueros y una camiseta encima de un bikini rojo. Se las arregló para prepararse un café mientras se recogía el pelo en una cola de caballo justo antes de que Víctor llamara a la puerta.
-Buenos días -dijo sonriendo con un aspecto fresco y limpio, vestido con una camiseta blanca y unos pantalones caquis-. ¿Cómo estás?
-Aún no soy humana. No soy una mujer a la que le guste madrugar -dijo bostezando-. Probablemente ronque en el coche. ¿Adónde vamos?
-Es un secreto, ya lo averiguarás por el camino. ¿Llevas traje de baño?
-Sí, señor -dijo ella saludando de forma militar-, además de protector solar, sombrero, gafas de sol y un chubasquero.
-¡Mujer de poca fe! El sol está brillando ahí fuera.
-De momento -dijo Myriam-. ¡Espera! -dijo ella subiendo unas escaleritas que comunicaban con su dormitorio.
Fue a por un cojín para estar más cómoda en el coche. Cuando bajó se encontró a Víctor en el salón.
-Esto es peor que la cocina -comentó él-. ¿Pasas mucho tiempo aquí?
-Nada, siempre estoy en mi cuarto. ¡Vámonos!
El interior del coche de Víctor era muy agradable, con lo cual Myriam se recostó en el asiento y se relajó disfrutando del viaje.
-Lo siento -dijo ella bostezando-, no voy a ser muy buena compañía.
-No te preocupes, échate una siesta, ¿te importa que ponga algo de música?
-No, por supuesto.
Mientras que el Jaguar iba devorando los kilómetros en dirección a Ravel, Myriam se quedó pro¬fundamente dormida.
-¿Ya hemos llegado? -murmuró al cabo de un rato sin dejar de bostezar. Víctor había aminorado la marcha.
-Todavía no, pero necesito un café -le informó Víctor.
Myriam se incorporó, se arregló un poco el pelo y le sonrió.
-Soy un desastre como compañera de viaje -dijo disculpándose-. Te prometo que te recompensaré a lo largo del día.
-No me extraña que estés cansada, después de toda la semana trabajando en el Mitre. Además, prefiero el silencio antes que charlar incesantemente.
-Pues espera al viaje de vuelta -comentó ella riendo.
-Haz eso otra vez.
-¿El qué?
-Reírte de esa manera, pero antes -dijo rápidamente cuando ella lo miró-, dime lo que quieres que iré a pedírtelo.
-No hace falta, ya me lo pido yo.
Tuvieron una discusión cuando Víctor quiso pagar el desayuno. Al final Myriam tuvo que ceder.
-Te he pedido que salgas conmigo, con lo cual yo me ocupo de las facturas -dijo él sencillamente mientras se sentaban en una mesa cerca de la ventana.
-Mira, Víctor, soy perfectamente capaz de pagar mis consumiciones.
Él le dio un sorbo al café mirándola por encima de la taza.
-Está bien, puedes pagar la comida si quieres. ¡Estupendo!, pensó ella. Seguro que elegiría una comida de tres platos en el restaurante más caro de la zona.
-No quiero ser difícil -explicó ella-, simplemente me gusta ser independiente.
La sonrisa de Víctor la dejó desarmada.
-No me olvido, pero si vas a pagar la comida, deja que te invite a otro café.
-¿Adónde vamos? -preguntó ella cuando volvían al coche.
-Si permaneces despierta te lo diré cuando estemos a punto de llegar -le prometió Víctor. -Dímelo ahora -le dijo mirándolo de reojo mientras se abrochaba el cinturón de seguridad-, o no pagaré la comida.
Él se echó a reír.
-Nunca he tenido la intención de dejar que lo hicieras.
Ella rechinó los dientes con frustración.
-¿Alguna vez alguien te ha dicho que eres un hombre imposible, Víctor García?
-Frecuentemente, pero siempre, al final, todas se rinden ante mis encantos -dijo bromeando mientras se incorporaba de nuevo a la autopista.

espero muchos comentarios.....

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Mensaje  myrithalis Jue Mar 17, 2011 9:34 pm

Gracias por el Cap. Saludos Atte: Iliana
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Mensaje  FannyQ Jue Mar 17, 2011 10:24 pm

Gracias por el capituloo! Very Happy
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Mensaje  rodmina Vie Mar 18, 2011 1:19 am


GRACIAS POR LOS CAPITULOS
ME GUSTA NO TARDES
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Mensaje  alma.fra Vie Mar 18, 2011 10:26 am

Muchas gracias por los capitulos.
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Mensaje  Marianita Vie Mar 18, 2011 11:01 am

Yes!!! Otra novelita nueva, somos felices, a poco no niñas??  "DULCE ENGAÑO"  Cap Final 95247  "DULCE ENGAÑO"  Cap Final 95247  "DULCE ENGAÑO"  Cap Final 95247 Muchas gracias niña esperamos el próximo capítulo!!! lol!
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Mensaje  Dianitha Vie Mar 18, 2011 11:32 am

que biien noveliita nueva con lo que me gustan jajaja graciias niiña  "DULCE ENGAÑO"  Cap Final 953882  "DULCE ENGAÑO"  Cap Final 953882  "DULCE ENGAÑO"  Cap Final 953882  "DULCE ENGAÑO"  Cap Final 953882
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Mensaje  mariateressina Vie Mar 18, 2011 12:34 pm

GRAXIAS X LOS CAPITULOS


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Mensaje  jai33sire Sáb Mar 19, 2011 8:53 am

gracias por la nueva novelita...siguele por faaaaaaaa

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Mensaje  mats310863 Jue Mar 24, 2011 10:25 am

POR FAVOR EL SIGUIENTE CAPÍTULO, QUE ESTA MUY INTERESANTE, SALUDOS

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Mensaje  rodmina Sáb Abr 02, 2011 12:30 am


que paso con esta novelita nos han abandonado  "DULCE ENGAÑO"  Cap Final 517547  "DULCE ENGAÑO"  Cap Final 517547  "DULCE ENGAÑO"  Cap Final 517547  "DULCE ENGAÑO"  Cap Final 517547
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 "DULCE ENGAÑO"  Cap Final Empty Re: "DULCE ENGAÑO" Cap Final

Mensaje  laurayvictor Sáb Mayo 21, 2011 12:41 pm

Hola chicas aqui estoy de nuevo hoy les pongo dos capitulos...... gracias

Capítulo 3

Myriam se figuró el destino cuando cruzaron el condado de Dorset. Se dirigían a Lulworth Cove.
-Es perfecto -exclamó ella encantada cuando llegaron hasta la playa de piedras blancas. El sol brillaba y había barquitos navegando sobre el mar negro, era un espectáculo idílico.
Víctor desplegó unas sillas que había sacado del maletero de su coche. Ofreció una a Myriam y se sentó, suspirando de deleite, en la otra.
-¿Has estado aquí antes? -le preguntó mirando al horizonte.
-Solo una vez, cuando era muy pequeña, pero no me acuerdo de nada.
-¿Iba tu primo Adam en aquella excursión?
-Probablemente -contestó ella indiferente mientras sacaba la crema de sol de su bolsa. Se la extendió por la cara y se puso las gafas de sol. Se recostó en la silla y se puso el sombrero. Estuvieron en silencio durante un buen rato; finalmente ella habló:
-No es mi intención enfadarme, pero no quiero hablar sobre Adam.
Entonces, no lo haremos -replicó rápidamente. Se incorporó y abrió una bolsa térmica que había traído con él-. ¿Te apetece algo frío de beber? También hay algo de fruta y chocolate.
Myriam también se incorporó.
-¡Qué organizado! -comentó impresionada.
-Estoy acostumbrado, me crié en Cornwall. Los días en la playa formaban parte de la rutina.
-¿Todavía vive allí tu gente? -dijo ella sonriendo amablemente-. Es gracioso, te pregunto estas cosas cuando yo no quiero hablar sobre mi familia.
-A mí no me importa hablar sobre la mía -dijo volviéndose a recostar en la silla-. Tengo dos hermanos mayores. Viven en Londres. Mis padres están jubilados y todavía están en Cornwall, en el mismo pueblo y en la misma casa de toda la vida. Hasta que no me fui de casa, no me di cuenta de lo idílica que había sido mi infancia. No nos faltaba de nada, aunque tampoco teníamos mucho dinero.
-Suena estupendo.
-¿Quieres chocolate?
-No, gracias. No quiero que se me quite el hambre para la hora de la comida. ¿Dónde almorzaremos?
-Allí mismo. He visto un sitio donde puedes comprar bocadillos para llevar.
-¡Perfecto!
Según iba pasando el tiempo cada vez hacía más calor. Llegó un momento en el que Víctor no pudo más, se levantó y se quitó los pantalones quedándose en bermudas.
-Será mejor que te pongas un poco de esto -le dijo Myriam ofreciéndole el bote de crema.
El lo Tomó y se echó crema por el pecho y las piernas.
-¿Te importaría echarme un poco por la espalda?
Myriam asintió y le esparció la crema por aquellos impresionantes hombros.
-Ya está.
-¿Y tú? -le preguntó Víctor.
-Yo solamente me quitaré la chaqueta.
Myriam, que nunca había tenido vergüenza, fue incapaz de quedarse en bikini delante de él.
-Myriam -dijo de pronto Víctor después de un rato y sin dejar de mirar el mar-. Creo que no ha sido muy delicado por mi parte aburrirte con la historia de mi infancia.
-No, ni un poco -dijo ella feliz-. Me encanta oírlo, de hecho, cuéntame más.
-Quizá lo haya pintado más rosa de lo que realmente era. Mis padres eran profesores en la escuela local. Mi madre trabajaba duro, fuera y dentro de casa. No teníamos suficiente dinero para pagar a alguien que nos ayudara. Mis hermanos y yo pasamos mucho tiempo solos.
Siguieron charlando sobre la infancia de Víctor hasta que este se levantó y se puso la camiseta.
-Tengo hambre, voy a ir a comprar algo de comer. Tú sigue descansando que te lo mereces, Myriam. ¿Quieres algo en especial?
-No, lo mismo que compres para ti.
Ella se lo quedó mirando mientras desaparecía y luego giró la cabeza en dirección al mar. Pensó en lo bien que se lo estaba pasando con él. Aquella Laura estaba loca por enfadarse con Víctor. Además, era una estupidez asumir que podría vivir en su apartamento de Londres gratuitamente. Víctor no eran ningún idiota.
Aprovechando su ausencia, Myriam se quitó los pantalones y la camiseta y los dejó colgados en el respaldo de la silla. Después se echó crema por el cuerpo.
Todavía pasó algo de tiempo hasta que Víctor volvió a aparecer con la comida. La miró de arriba abajo antes de sentarse de nuevo y empezar a desenvolver los bocadillos.
-Madame -dijo él triunfante-. La comida está lista. Siento haber tardado tanto, pero los bocadillos son recién hechos y he tenido que esperar.
-Estoy segura de que ha merecido la pena la espera -le aseguró Myriam-. Pero, primero ¿te importaría echarme un poco de crema en la espalda?
Víctor le extendió la crema de forma eficiente e impersonal.
-Está bien, ahora ya podemos comer -dijo él al terminar.
Los bocadillos estaban rellenos con generosidad.
-¡Está delicioso! -exclamó ella.
Luego, comieron fruta y chocolate como postre y se volvieron a quedar en silencio durante un rato. De pronto, Myriam se levantó y se fue a dar un paseo. Cuando volvió llevaba un par de cafés en las manos.
-¡Eres un ángel! Justo lo que necesitaba.
-Pensé que te apetecería -dijo Myriam sentándose-. Creo que me voy a Antonioar esto y luego me voy a remojar un poco los pies.
-A mí me apetece darme un baño, ¿y a ti?
Ella negó con la cabeza mientras bebía el café.
-Solamente los pies, el resto prefiero que permanezca seco.
Víctor le quitó la taza vacía de la mano y luego le Tomó la mano para ponerla de pie.
-¡Venga, anímate!
Mientras andaban sobre las piedras hasta la orilla, Myriam se tropezó perdiendo el equilibrio, pero Víctor la sujetó, abrazándola por un instante, y luego no le soltó la mano hasta que no llegaron al agua.
El agua estaba más fría de lo que pensaban y Myriam contenía la respiración cada vez que tenía que sortear una ola con las piernas.
-Definitivamente hoy no me voy a bañar -murmuró ella para sí-. ¿Estás seguro de esto? -añadió alzando la voz.
En la lejanía, Víctor, asintió con la cabeza. Había avanzado mucho y ya estaba nadando.
-¡No sabes lo que te pierdes! -gritó él.
-Sí, sí que lo sé -le contestó ella gritando igualmente.
Después de observarlo durante unos minutos cómo nadaba, Myriam se dio la vuelta y regresó a las sillas. Él salió del mar, estaba empapado, el agua corría por su cuerpo y Myriam tuvo que admitir que le resultaba increíblemente atractivo. Ella lo miró mientras él caminaba hacia ella, admirando los músculos de sus hombros y sus poderosas piernas. Últimamente el único problema que ella tenía era la soledad. Para ella aquel problema era nuevo, lo que realmente necesitaba eran nuevos amigos. Todas las chicas del Mitre tenían novio 0 marido; además, cada una tenía su propia vida. Su trabajo no le permitía socializar a las horas normales en la que la gente se relacionaba y salía. Víctor era exactamente el tipo de amigo que necesitaba. Una persona atractiva, inteligente, dispuesto a aceptarla de la manera en la que ella era, sin importarle los detalles de su pasado.
-Estás muy seria, Myriam -le dijo cuando se acercó a ella-. ¿Te importaría sacarme una toalla de mi bolsa?
-Estoy segura de que te estás congelando, lo que pasa es que no quieres admitirlo -dijo ella bromeando.
-No sabes lo bien que me ha sentado -insistió él secándose con la toalla que luego enrolló en su cintura.
El resto del día pasó rápidamente. Por la tarde, Víctor volvió al bar y trajo unas tazas de té. Estuvieron charlando tranquilamente y, a ratos, permanecieron en cómodo silencio. Cuando llegó el momento en el que el sol ya no calentaba tanto, empezaron a recoger.
-Ha sido un día estupendo -dijo Myriam comiéndose el helado que Víctor le había comprado de camino al coche.
-¿Tienes prisa en regresar a casa?
-No, ¿por qué?
-Si quieres podemos volver por una carretera interior y buscar algún pub donde poder cenar -dijo metiendo las sillas en el maletero de su coche.
-Estoy hecha un desastre -comentó ella mirándose la ropa.
-¿Importa algo?
-No, la verdad es que no -contestó sonriendo-. Lo malo es que ahora estaré todo el camino despierta y no dejaré de hablar sobre mí; entonces, te arrepentirás de no haberme llevado a mi casa.
Víctor sacudió la cabeza.
-Lo dudo mucho. De momento lo único que sé sobre ti es tu dirección y dónde trabajas. En lo que respecta a tu vida privada eres muy escueta.
-¿Eso es un problema para ti?
El la miró fijamente.
-Obviamente tú quieres que sea así, por lo tanto, no, no es ningún problema.
-Bien -dijo ella quitándose las gafas de sol y sonriéndole mientras se sentaba en el asiento del copiloto-. No te preocupes, no oculto ningún pasado criminal ni nada parecido. Soy una chica muy respetable.
Él soltó una carcajada mientras se acercaba hasta la puerta del conductor.
-Entonces, puedo confiar en que no vas a robarme.
-Bueno, me gustaría robarte tu apartamento, tienes un gusto extraordinario.
El frunció la comisura de la boca.
-Tengo que hacerte una confesión. Compré el apartamento a una pareja que se mudaba a una casa en el mar Mediterráneo y muchos de los muebles que ahora tengo estaban incluidos en la compra.
-¿Quieres decir que no los elegiste tú?
-Bueno, sí. Yo compré la tetera y las tazas de café. Pero cuando venda mi casa de Londres, recuperaré todas mis cosas. Necesito mi mesa de comedor y mis sillas para rellenar la parte del salón que está vacía.
-Me encanta la manera en la que está, sobre todo si lo comparas con mi casita.
-¿Por qué no te mudas? -preguntó sin dejar de mirar la carretera.
-Ya te lo he dicho, es muy barata.
-No me extraña, con ese mobiliario tan anticuado. Perdona por decirlo así, pero estoy seguro de que mucha gente estaría de acuerdo conmigo.
-Tú eres el único invitado que he tenido.
Se hizo un silencio después de aquella afirmación.
-¿Por qué yo? -preguntó Víctor eventualmente.
-Porque dio la casualidad de que me salvaste -dijo alzando la barbilla-. Solamente te invité a pasar porque estaba un poco asustada después de mi encuentro con Robbie.
-¡Gracias! -dijo mirándola de reojo-. Pero, ¿por qué no has invitado a nadie más?
-Estoy en mi fase de Greta Garbo -contestó ella.
Cuando encontraron un lugar que les pareció bien, pararon, pero les dijeron que en domingo no servían cenas.
-Creo que nos van a decir lo mismo en todos los sitios, sobre todo a esta hora de la noche -dijo Myriam-. ¿Qué te parece si pedimos comida china y nos la comemos en la mesa de mi cocina?
-Hecho, cenaremos en un restaurante en otra ocasión -contestó él.
Ella sacudió la cabeza y se echó a reír.
-¿Qué? -preguntó él mientras se volvían a meter en el coche.
-Es la forma en la que asumes que yo voy a aceptar todos tus planes.
Víctor se encogió de hombros. -Solamente es una cena:
-Eso es cierto. Vámonos, tengo mucha hambre -dijo ella mirando en el interior de su bolso-Tengo aquí el folleto del restaurante chino, podemos ir pidiendo ya lo que queramos cenar
Víctor la miró lleno de admiración.
-Eres una chica muy lista.
-Creo que el hambre agudiza el ingenio. Utilizó el teléfono móvil de Víctor y, después de ponerse de acuerdo en lo que querían pedir, hizo el encargo.
Pronto se encontraron de vuelta en Farthing Street abriendo las cajas de comida china sobre la mesa de la cocina de Myriam.
-Me encantan las mujeres con apetito -comentó Víctor más tarde, cuando estaba metiendo los platos sucios en el lavavajillas.
-Creo que ha sido el aire marino -contestó Myriam limpiándose la boca con una servilleta-. Antes he dicho que estaba hecha un desastre, pues ahora estoy totalmente llena.
-Pues a mí me parece que estás radiante, podría comerte de postre -dijo Víctor sencillamente. Ella se quedó parada y lo miró fijamente. Él echó la cabeza hacia atrás soltando una sonora carcajada.
-¿Dónde está el baño? Quiero limpiarme las manos -dijo él cuando se recuperó de la risa. -Arriba, la primera puerta que te encuentres. Cuando él desapareció, ella terminó de recoger la comida. Se lavó las manos y la cara en la pila de la cocina.
-El baño es igual de viejo que la cocina, pero me gusta tu cuarto -dijo él cuando regresó.
Myriam abrió los ojos incrédula.
-¿Te has metido en mi habitación? -exclamó.
El asintió.
-Sentía curiosidad. No tengo ni idea de cómo es tu vida y, como obviamente no quieres que lo sepa, no preguntaré nada. Pero no puedo ser el primer hombre que te encuentre atractiva.
-No, no lo eres -aclaró ella-. Lo único es que mi habitación es mi espacio privado, es el límite -añadió mirándolo a los ojos fijamente-, para todo el mundo.
Él le devolvió la mirada con tranquilidad.
-Simplemente estaba preocupado de que tu dormitorio fuera como el resto de la casa.
-Ahora ya te has cerciorado de que no es el caso. Muy amable de tu parte -dijo con sarcasmo-. Gracias por el paseo, Víctor. Buenas noches.
Él permaneció donde estaba, mirándola fijamente.
-¿Buenas noches? En ese caso... -la Tomó por los hombros y le dio un ardiente y brusco beso en la boca. Entonces, la abrazó y la volvió a besar. Ella notó que la envolvía un aura de sal, arena y jabón. Sus labios y su lengua estaban ansiosos y ella tuvo que corresponderle sin poder evitarlo.
Víctor sonrió mientras la soltaba. Tenía los ojos chispeantes.
-Me has devuelto el beso.
-Me ha pillado por sorpresa -dijo Myriam de forma infantil y soltó una carcajada.
-Eso está mucho mejor -dijo él con aprobación-. Mira, Myriam, no me he metido en tu habitación, simplemente le he echado un vistazo desde fuera.
-Está bien. Me he pasado -murmuró ella-, pero no hace falta que te preocupes por mí, estoy bien.
-¿Me prometes una cosa? -Depende.
-Si alguna vez me necesitas, llámame. Estaré aquí en cuestión de minutos.
Ella frunció el ceño.
-¿Qué te hace pensar que pueda necesitarte?
-No lo sé. Este lugar no termina de convencerme, ¿cómo son los vecinos?
-Ni idea.
-¿Ves a lo que me refiero?
-No, no lo veo y déjalo ya -dijo ella irritada-. Me pones nerviosa.
Pero él no la estaba escuchando.
-Myriam -empezó a decir él después de un rato-. ¿Cuánto dinero ganas en el Mitre?
Cuando se lo dijo, Víctor arqueó las cejas violentamente.
-¡Tan poco! En ese caso, si me entero de un trabajo mejor, con el que puedas al menos alquilarte otro sitio, ¿lo considerarías?
Ella negó con la cabeza.
-Es muy amable de tu parte, Víctor, pero de verdad que me gusta trabajar en el Mitre.
De pronto, el timbre de la puerta los interrumpió.
-¿Normalmente tienes visitas a estas horas? -Nunca antes he tenido una y menos por la puerta principal, es la que da directamente al salón. Siempre la mantengo cerrada con llave. -¿Quieres que yo abra?
-Por supuesto que no, es mi casa -dijo Myriam encogiendo los hombros-. Probablemente sea un vendedor ambulante -el timbre sonó de nuevo y, aquella vez, el visitante no levantó el dedo del interruptor.
Ella entreabrió la puerta, pero no quitó la cadena de seguridad. Entrecerró los ojos cuando reconoció a su visita.
-¡Fuera de aquí! -exclamó intentando cerrar de nuevo la puerta.
Pero Adam Montemayor puso un pie en la apertura para que Myriam no pudiera hacerlo.
-Por el amor de Dios, Myriam -empezó a decir Adam impaciente-. Necesitamos hablar, ¿quieres dejar de comportante como una niña mimada y escucharme?
-¿Problemas, Myriam? -le preguntó Víctor poniéndose detrás de ella. Deslizó una mano protectora por su cintura y la apretó con fuerza.
La mandíbula de Adam se estaba torciendo y, entonces, Myriam se dio cuenta del tipo de impresión que estaban dando. Probablemente Adam pensaría que eran amantes o algo así.
-Nada importante, cariño -le aseguró a Víctor-. Adam ya se iba.
Aquello pilló a su primo por sorpresa, momento que Myriam aprovechó para cerrarle la puerta en las narices.
Cuando el timbre permaneció en silencio durante un rato, los ojos de Myriam se llenaron de lágrimas y Víctor la Tomó de la mano dirigiéndola hasta la cocina. Una vez allí la abrazó cariñosamente.
-No llores -le susurró contra el pelo-. No voy a preguntarte nada, pero no puedo evitar sentir curiosidad por este primo tuyo.
Ella se tranquilizó un poco, se separó de él y se sentó en una silla.
-Ya te lo he dicho, Adam y yo estamos enfadados.
Víctor se apoyó en la encimera, mirándola fijamente.
-Eso es obvio.
-No volveré a contestar al timbre. Víctor alzó una ceja.
-Y ¿qué pasa si soy yo el que viene y llama a tu puerta?
-Bueno, tendremos que acordar la manera en la que llamas para que pueda reconocerte.
Víctor se acercó y la levantó de la silla.
-Muchas gracias, me has sido de gran ayuda -añadió ella sollozando.
-Entonces, quizá sea el momento de decirte que mis servicios no son gratis.
-¿Quieres decir que tengo que pagarte? -preguntó ella un poco más tranquila.
-Sí, con un par de besos bastará -susurró cariñosamente.
-Me parece razonable.
Víctor ladeó la cabeza y la besó y, aquella vez, Myriam no tuvo ninguna intención de no responderle.
-No está mal -murmuró él con la voz ronca y acariciándole la mejilla con el dedo. Hizo una pausa-. Adam te llama Myriam.
La sonrisa de Myriam se borró de su cara instantáneamente.
-Sí, pero ya nunca respondo a ese nombre.
-¿Por qué no?
-Porque Myriam se ha hecho mayor.


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Capitulo 4

Cuando Myriam llegó al Mitre a la noche siguiente, Tim Mathias la llamó a su despacho. Cerró la puerta y le pidió que se sentara.
-¿Pasa algo? -preguntó ella preocupada. Él asintió con la cabeza.
-Mira, Myriam. Siento mucho lo que te voy a decir, pero me temo que tienes que irte.
-¿Irme? -exclamó ella mirándolo atónita-. ¿Me estás despidiendo?
-Eso me temo.
-¿Es que mi trabajo es insatisfactorio? -Nada más lejos de la realidad. -Entonces, ¿por qué?
-Adam me lo ha pedido -le informó con recelo.
-Mi trabajo no tiene nada que ver con él.
-Es cierto, pero el mío sí -contestó Tim con firmeza-. Adam es un buen amigo y está increíblemente preocupado por ti. Puedo entender su punto de vista, Myriam. Por eso no puedo dejar que te quedes. Él te quiere de vuelta.
-Eso no va a suceder, Tim -le informó ella con los ojos encendidos.
-Le he dado a Adam mi palabra de que hablaría contigo.
-Bueno, no te preocupes -le dijo a Tim con una tenue sonrisa-, me iré, pero siento tener que irme, me encantaba trabajar aquí.
-Y a nosotros nos encantaba tenerte -contestó visiblemente aliviado de que ella se lo estuviera Antonioando tan bien-. Si hubiera sabido cómo Adam iba a reaccionar cuando le conté que sustituiste a Diane, nunca te hubiera pedido el favor. Por supuesto, él sabía desde el principio que trabajabas aquí...
-¿Qué? -exclamó Myriam desencajada-. ¿Quieres decir que lo ha sabido todo este tiempo?
-Sí, por supuesto, si no, no te hubiera contratado.
-Ya veo, bueno, al menos ahora lo sé -comentó con una agria sonrisa-. Adiós, gracias por todo.
-Puedes quedarte hasta que encuentres otro trabajo, Myriam.
Myriam lo pensó unos instantes y luego sacudió la cabeza.
-No, estando Adam como está, será mejor que me vaya cuanto antes.
-Te pagaré un mes extra para que tengas tiempo de buscar algo.
Pasados unos minutos, después de una emocionante despedida por parte de Jilly y el resto de los compañeros, Myriam se encontraba volviendo a Farthing Street.
Pasó una velada enfada y miserable metida en su habitación. No pudo dejar de pensar que Adam había hecho que la despidieran y que sabía que había estado trabajando en el Mitra todo aquel tiempo.
Abrió el periódico para buscar algún trabajo adecuado. Mejor sería encontrar un trabajo no adecuado, bailando en algún club nocturno, algo que Adam no aprobase. Myriam se echó a reír y luego suspiró con tristeza.
Bajó a la cocina a prepararse un bocadillo cuando alguien llamó a la puerta. Era Víctor; corrió a abrir la puerta. Al verlo, le sonrió de una manera tan radiante que Víctor se sorprendió.
-Me alegro de verte -dijo ella Tomándole de la mano y tirando de él para que entrara.
-Ya lo veo -contestó Víctor sonriendo, luego frunció el ceño-. No creas que no me alegro por ello, pero ¿qué demonios pasa, Myriam? Jilly me ha dicho que ya no trabajas en el Mitra; por cierto, me manda un beso para ti.
-Qué amable. La gente de allí es estupenda... los voy a echar de menos -sus ojos brillaron enfadados-. Me han echado.
-¡Dios mío! ¿Por qué?
-Adam le dijo a Tim que me despidiera. Víctor entrecerró los ojos.
-¿Y Tim simplemente le obedeció? Myriam asintió con la cabeza.
-¿Vas a dejar que ese primo tuyo se salga con la suya? -añadió Víctor-. El Mitre es un buen local, ¿qué problema tiene Adam con que tú trabajes allí?
-Aparentemente nada. ¿Quieres una cerveza? -Siempre y cuando no me obligues a beberla en el salón.
Myriam se lo quedó mirando unos instantes y luego se encogió de hombros.
-Está bien, vamos a mi habitación.
-Quiero decir -dijo mirando al suelo-, que prefiero bebérmela aquí, en la cocina.
-¡Oh, perdona! -murmuró Myriam mordiéndose el labio inferior-. No te enfades, lo que ahora necesito es un amigo.
Víctor se sirvió una cerveza en un vaso que ella le había dado y se la quedó mirando.
-Myriam, me resulta muy difícil creer que no tengas ningún amigo.
-Por supuesto que tengo amigos -suspiró profundamente-. Mi mejor amiga, Ines, trabaja en Londres. Otras amigas del colegio están casadas o viven lejos de aquí. Aquí, en Pennington, estoy sola.
-¿Es Adam tu único familiar?
-No -dijo dando un sorbo al café que se había servido.
Él se acercó a ella y la Tomó de la mano.
Entonces empezó a lamerle las mejillas. Myriam, en vez de oponerse, se echó a reír.
-Mi perro solía hacerme lo mismo -dijo ella, pero se puso a llorar de nuevo.
Víctor se sentó en una silla e hizo que Myriam se sentara en su regazo. Finalmente ella se tranquilizó y se puso de pie.
-Bueno, tenemos una cena pendiente, ¿qué te parece si quedamos mañana por la noche? Te animaría un poco.
Ella abrió los ojos entusiasmada.
-Sí, por favor, Víctor. ¿Puedo elegir yo el restaurante?
-Por supuesto. Soy nuevo en la ciudad, ¿adónde quieres ir?
-Al Mitre.
Víctor se quedó paralizado.
-¿Estás segura?
-La comida es muy buena.
-Y estás encantada de demostrarle a tu ex jefe que estás feliz aunque te haya despedido -dijo él secamente.
Ella sonrió triunfante.
-Exacto, pero podemos ir a otro lugar si lo prefieres.
-¡Venga! Myriam Montemayor, no te hagas la sufrida -exclamó riéndose-. Llamaré al Mitre por la mañana.
-Muchas gracias, Víctor -le dijo dándole un beso en la mejilla en señal de gratitud.
-Quiero más que eso -susurró poniéndose un dedo en los labios-. Aquí.
Myriam, riéndose entre dientes, se puso de puntillas y lo besó ligeramente en la boca.
-¿Qué ha sido eso? ¿Una broma? -preguntó él.
-Raramente tengo que empinarme para hacerlo. Tengo suerte si los hombres son como yo de altos, nunca son más altos que yo.
Los brazos de Víctor la rodearon.
-Por fin tengo un punto a mi favor.
Ella sonrió mirando aquellos intensos ojos unos centímetros por encima de los suyos.
-Tienes muchos puntos a tu favor, Víctor García.
-Te dije que al final sucumbirías a mis encantos -dijo cariñoso y la volvió a besar.
Myriam le correspondió. En un principio, ella sintió una mezcla entre emoción y gratitud, pero tan pronto como sus labios volvieron a tocarse, el beso se volvió apasionado y frenético. Las manos de Víctor se deslizaron por debajo de su blusa, haciendo que ella emitiera un trémulo gemido que provocó tanto daño en el autocontrol de Víctor, que tuvo que Antonioarla de los hombros y separarse de ella.
-¿Es esto a lo que tú llamas sucumbir a tus encantos? -dijo Myriam con la respiración entrecortada y sin dejar de pestañear
-No exactamente.
-No hace falta que me sujetes -le aseguró ella-, no voy a saltar encima de ti.
-De lo que se trata es que no sea yo quien salte sobre ti -dijo Víctor suspirando profundamente y dejando caer sus brazos-. Menos mal que estamos en una cocina mugrienta.
-No seas tan desagradable cuando te refieras a mi casa, señor García.
-Pero esta no es tu casa, ¿verdad? Y como lugar para seducir a alguien este sitio tiene serias desventajas -añadió con franqueza.
-¿Es eso lo que ibas a hacer? ¿Seducirme?
-No -su sonrisa aceleró el pulso de Myriam-. Simplemente lo que quería, y lo que aún quiero, es hacerte el amor.
Víctor supo que aquello era algo que Myriam también quería.
-Si consigo el trabajó del que me has hablado, me cambiaré de casa -le prometió Myriam con voz ronca.
-Entonces les hablaré bien de ti-.
-¿Cómo me las he arreglado para vivir sin ti todo este tiempo? -bromeó ella.
Víctor miró a su alrededor.
-Solo Dios lo sabe -dijo él sonriendo. Tomó su cara entre las manos y le dio un beso en la frente-. Que duermas bien. Mañana te vendré a buscar.
Myriam cerró la puerta con llave tras él y se fue a su dormitorio sintiéndose más feliz de lo que había estado en mucho tiempo. Aquella felicidad se la debía a Víctor García.
A la mañana siguiente, Myriam se fue a correr a la ribera del río. En el pasado solía hacerlo con cierta regularidad, pero, desde que empezó a trabajar en el Mitre, no había sacado el tiempo necesario para hacerlo.
Más tarde, de vuelta en casa, tardó mucho más de lo habitual en arreglarse. Quería estar muy guapa. En vez de un vestido, decidió ponerse un traje pantalón de lino negro. Eligió una camisola de tirantes con flores color melocotón para animar un poco el conjunto y se puso unas sandalias de tacón alto. Se maquilló muy poco, se recogió el pelo encima de la cabeza, dejando algún mechón suelto, y se terminó de poner unos aros de oro justo en el momento que oyó que alguien llamaba a la puerta.
El silencio de Víctor fue el mejor piropo. La miró de arriba abajo, muy despacio y, después de pensarlo bien, le dio con mucho cuidado dos besos en las mejillas.
-¿Recuerdas lo que dije el otro día sobre el postre? Lo mantengo.
-Gracias -dijo ella con una sonrisa-, tú también estás estupendo.
Víctor llevaba un traje ligero. La chaqueta cruzada le sentaba de maravilla sobre los musculosos hombros, era obvio que era un traje hecho a medida.
Entró en la cocina y puso un paquete sobre la mesa.
-¿Esto es un regalo?
-Realmente no, puedes abrirlo cuando volvamos.
-¿No puedo abrirlo ahora?
-No, estoy hambriento.
Cuando llegaron al Mitre, Myriam sintió un cosquilleo en el estómago cuando Tim Mathias los recibió en la entrada.
-Hola, Tim -dijo ella ligeramente-. Este es Víctor García. Venimos a cenar, espero que el cocinero esté en forma.
Tim estrechó la mano de Víctor mientras intercambiaban algunas palabras formales, pero la forma en que miró a Myriam hablaba por sí sola.
-Tu ex jefe parece como si quisiera decir algo -comentó Víctor en voz baja mientras seguía a Myriam hasta la mesa.
-Probablemente se quiera disculpar por haberme despedido -dijo ella y sonrió cálidamente a Grace cuando se acercó hasta ellos con las cartas.
Hubo más presentaciones y miradas de aprobación.
-Me alegro de verte, ahora mismo viene un camarero para Antonioaros nota -dijo Grace sonriendo con aquellos ojos negroes.
-Grace todavía se siente culpable por mi despido -le comentó Myriam a Víctor al cabo de un rato. -Es una mujer encantadora -dijo Víctor recostándose en el respaldo de la silla-. Bueno, ¿cómo te sientes después de este regreso triunfante?
-¡De maravilla!
El le sonrió de forma indulgente.
-¿Qué has estado haciendo hoy?
-Correr.
-¿De verdad? ¿Por dónde?
-Me he ido en coche fuera de la ciudad hasta uno de mis sitios favoritos. Solía hacerlo a menudo antes de empezar a trabajar en el Mitre.
Víctor le sostuvo la mirada.
-Quizá algún día me puedas contar lo que entonces hacías, antes de empezar en el Mitre, me refiero. Esa ropa que llevas no la has podido comprar con dinero ganado aquí -dijo mirando a su alrededor-. Obviamente, has tenido que haber trabajado en Londres.
-No, trabajaba aquí, en Pennington.
-No me digas que también te despidieron.
-No, me fui yo.
-¿Porqué?
-Diferencias con mi jefe -Myriam lo estudió por encima del borde de su copa-. Has dicho que estabas hambriento, ¿por qué no elegimos ya lo que queremos?
Una camarera se acercó con una botella de vino y le guiñó un ojo a Myriam.
-La señora Mathias les pide que acepten este obsequio de su parte.
-Es muy amable de parte de Grace -comentó Myriam empezando los tallarines que había pedido como primer plato-. El día que me fui de aquí, me enteré de que ella insistió mucho a Tim para conseguir que me pagara un mes extra.
-Tim y Adam deben de ser viejos amigos, para que uno diga que te despidan y el otro siga sus instrucciones sin pensarlo.
-Iban al mismo colegio, por eso Tim me dio el trabajo en un principio y por eso ha terminado despidiéndome. A Adam le parece mal una cosa, a Myriam la echan al día siguiente -dijo sonriendo filosóficamente-. Hablemos de otra cosa, ¿quieres? Víctor cambió inmediatamente de tema y empezó a hablar de su apartamento en Londres. Había encontrado a un comprador.
-Lo que significa que ya puedo traer mis cosas -comentó mirando la cara de Myriam, que cada vez estaba más sofocada-. ¿Estás ruborizada por el triunfo o tienes demasiado calor?
-Ambas cosas -contestó ella riendo y dándose un poco de aire con la servilleta-. ¿Te importa si me quito la chaqueta?
Al hacerlo, dejó sus bronceados hombros al descubierto. Víctor la miró impresionado.
La cena estaba siendo excelente hasta que Adam entró por la puerta. No dijo ni hizo nada, Myriam no supo si era porque la estaba ignorando o porque no se había dado cuenta de que estaba allí.
-No has comido mucho -le dijo Víctor cuando la camarera retiró el primer plato-. Tómate algo de postre.
-No, gracias, tengo demasiado calor -dijo sonriéndole-. ¿Por qué no nos Antonioamos un café en el bar del restaurante?
Una vez allí, Myriam pensó satisfecha que sentados en aquel lugar el encuentro con Adam sería inevitable. Intentó relajarse en el sofá en el que se había sentado junto a Víctor y rechazó la copa de coñac que le ofrecieron.
-No, gracias. Me he Antonioado dos copas de vino durante la cena.
-¡Qué más da! ¿Tienes miedo de terminar encima de la mesa bailando?
Ella se echó a reír.
-No... mi carrera en el mundo del espectáculo empezó y terminó la semana pasada.
Víctor se arrimó a ella y la Tomó de la mano.
-¡Qué pena! ¡Me encanta cómo cantas!
-A mi familia le encantaba todo lo relacionado con la música.
-Hablando de la familia -dijo Víctor con tranquilidad-. Un miembro de ella se está acercando a nosotros.
-Aquí está -dijo Myriam sonriendo de forma desafiante mientras lo veía andar. Sus ojos se encontraron, ella estaba preparada para el encuentro, pero para su frustración, Adam se acercó, hizo un ligero movimiento de cabeza y pasó de largo sin decir ni una palabra.


chicas espero y tenga muchos comentarios de su parte....gracias de antemano por querer seguir leyendo esta.......


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 "DULCE ENGAÑO"  Cap Final Empty Re: "DULCE ENGAÑO" Cap Final

Mensaje  jai33sire Sáb Mayo 21, 2011 3:18 pm

gracias por seguir con la novelita...se lee muy interesante

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Mensaje  mats310863 Sáb Mayo 21, 2011 11:27 pm

Que bueno que la continuaras, gracias

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 "DULCE ENGAÑO"  Cap Final Empty Re: "DULCE ENGAÑO" Cap Final

Mensaje  rodmina Dom Mayo 22, 2011 12:01 am


que bueno que regresaste,
gracias por los capitulos
no tardes
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Mensaje  myrithalis Dom Mayo 22, 2011 3:06 am

Gracias por los Caps. Saludos Atte: Iliana
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 "DULCE ENGAÑO"  Cap Final Empty Re: "DULCE ENGAÑO" Cap Final

Mensaje  laurayvictor Lun Mayo 23, 2011 12:33 am

hola aqui tiene el capitulo 5 espero y les guste mucho....

Capítulo 5


¿Cómo se atrevía a ignorarla así?
-Venga -dijo Víctor poniéndose de pie-. Vámonos.
-Quiero irme a casa -dijo ella; estaba tan furiosa con Adam, que no se había dado cuenta, hasta aquel momento, de que Víctor estaba conduciendo en dirección opuesta a Farthing Street-. Quiero decir a mi casa.
-Lo siento -le contestó Víctor-. Estás demasiado enfadada, tienes que desahogarte, además, me niego a sentarme en esa cocina tuya. Por lo tanto, nos relajaremos en uno de mis estupendos y comodísimos sofás hasta que te hayas calmado.
-Estoy calmada.
-Sí, seguro, tan calmada como un volcán a punto de estallar -dijo ignorando el resentimiento con el que Myriam lo estaba mirando.
-¡Siéntate! -le ordenó Víctor cuando llegaron a su apartamento-. ¿Qué te apetece beber?
-No quiero nada -contestó ella con rudeza quitándose la chaqueta.
-Bueno, pues discúlpame mientras voy a servirme algo.
Cuando se quedó sola, Myriam tuvo que hacer un esfuerzo sobrehumano para contener las lágrimas. Respiró profundamente mientras se sentaba en uno de los sofás.
Víctor llegó con una bandeja.
-Tendré que ponerla en el suelo -dijo poniéndola a los pies de Myriam-. Estoy deseando traer mi mesa y el resto de mis muebles. Te he traído agua mineral y una cerveza por si cambias de opinión.
-Gracias, agua, por favor -Myriam sonrió levemente-. Siento haberme enfadado, ni siquiera te he dado las gracias por la cena.
-No hace falta, además, no has comido nada -dijo acercándole un vaso de agua y sentándose a su lado con una cerveza-. Esta noche no ha salido de la forma que esperabas, ¿verdad?
Ella alzó la mandíbula.
-¿A qué te refieres?
Víctor la miró mordazmente.
-¡Vamos, Myriam! Te apetecía un encuentro dramático con tu primo en el Mitre. Te has comportado como una gata sobre un tejado caliente durante toda la noche, pero Adam no ha dado juego, ¿eh?
Myriam apretó su vaso de agua con fuerza.
-No, no lo ha dado.
-¿Por qué tienes tantas ganas de hacerle daño?
-El hace lo mismo conmigo, además, esto no es asunto tuyo -contestó furiosa.
-Sí, sí lo es desde el momento en que me involucras para poder encontrarte con él -dijo mirándola seriamente-. No me gusta que me Antonioen por tonto, ni Laura ni nadie, y eso te incluye a ti, Myriam Montemayor.
Ella se encogió de hombros para ocultar el daño que aquellas palabras le habían causado.
-Está bien, Víctor, pero lo único que hice fue elegir el Mitre cuando tú me invitaste a salir a cenar.
-¿Porque sabías que te encontrarías con Adam?
-Sí, está bien, y porque quería demostrarle que conseguir que Tim me despidiera no había servido para nada.
-Y, ¿no me podías haber contado tu plan?
-Sabía que te opondrías, cosa que haces ahora -ella se rió amargamente-. Bueno, al final todo es culpa mía. Te has enfadado conmigo y a Adam, obviamente, no puedo importarle menos.
-Quizá no quiso protagonizar una escena frente a las personas con las que estaba. Parecía que estaba en una reunión de negocios, ¿a qué se dedica tu primo?
-Es el director de la casa de subastas Montemayor. Ha sido un negocio familiar durante generaciones. Mi... mi tío, el padre de Adam, se jubiló hace muy poco y lo dejó a él solo al mando. Adam es muy conocido en el mundo de las antigüedades y el arte. Probablemente aquellas personas eran colegas de trabajo -los ojos de ella destellaron con frialdad-. Lo que no es razón para que me ignorase de la forma en la que lo hizo.
-El domingo por la noche -le recordó él-, le cerraste la puerta en las narices y le dijiste que te dejara en paz. Quizá simplemente esté siguiendo tus instrucciones.
Algo que a ella no se le había ocurrido.
-Si es así, entonces no me puedo quejar -dijo terminándose su vaso de agua y poniéndolo de nuevo sobre la bandeja-. Gracias, si me pides un taxi me iré a casa y te dejaré descansar en paz.
-No quiero que te vayas -dijo él para sorpresa de Myriam-. Para ser más específicos, odio la idea de que vuelvas a esa casa. ¿Tienes familia viviendo en Pennington?
-No.
-Y, ¿Adam?
-No.
-En otras palabras, cállate, García -dijo él cansado de discutir y poniéndose de pie-. No hace falta que llame a un taxi, yo te llevaré.
Myriam también se puso de pie, con tanta presteza que él tuvo que ayudarla para que no perdiera el equilibrio.
-¿Te has hecho daño en el tobillo? -preguntó él ayudándola a sentarse de nuevo en el sofá-. Enséñamelo.
Ella lo hizo. Tenía un pie fino y delicado, con las uñas pintadas de rosa.
-Estoy bien, simplemente necesito un poco más de práctica con sandalias de tacón. -Entonces, ¿por qué te las has puesto?
-Vanidad, aunque no me las pongo muy a menudo. Me hacen demasiado alta -sonrió entre dientes-. Intento no sobrepasar la altura de los hombres que son lo suficientemente valientes como para pedirme salir.
Él también sonrió mientras le ponía las piernas sobre el sofá.
-Pon los pies en alto durante un rato.
Ella lo hizo, apoyó la cabeza sobre un cojín y deseó quedarse allí para siempre.
-Gracias, ¿todavía estás enfadado por haberte llevado al Mitre?
-No -contestó sonriendo-. Ya se me ha pasado.
Se sentó en el sofá poniendo las piernas de Myriam sobre su regazo.
-¿Estás cómoda?
-Sí, mucho -dijo ella sonriendo-. ¿Sabes que la verdadera razón por la que vivo en ese antro es para que Adam sienta lástima?
-¿Cuánto tiempo lleváis enfadados? -preguntó mirando hacia abajo.
-Tres semanas -contestó suspirando-, pero parece que llevamos toda la vida.
-Y, ¿tus otros parientes?, ¿en qué lado están?
-No creo que ninguno de ellos lo sepa, bueno, menos Gabriel.
-¿Quién es?
-Es la mujer de Adam.
-Sé que no es asunto mío, pero claramente esto te está afectando mucho, Myriam. Y creo que a Adam también.
El labio inferior de Myriam empezó a temblar.
-Pues esta noche no parecía que le importase mucho.
-Quizá esté cansado de todo esto.
Los ojos de Myriam se llenaron de lágrimas.
-No llores -añadió Víctor.
-¿No ves que lo estoy intentando? -dijo ella sollozando-. Tengo un pañuelo en mi bolso.
Víctor lo encontró.
-Pareces un osito panda -dijo acercándole el pañuelo a la cara-. Suénate.
Ella se rió.
-Lo siento, Víctor -dijo finalmente. El rímel se le había corrido por la cara.
-¿Por qué, exactamente?
-Por no haberte dicho que Adam estaría en el Mitre.
-Disculpas aceptadas, pero creo que estás jugando con fuego por hacer que se enfade tanto contigo; me temo que es de los que explotan.
-Realmente no, es un buen marido y un buen padre. No voy a hablar de sus hijos o no pararé de llorar.
-Obviamente te ha dicho cosas que no puedes perdonarle.
-Así es.
-¿Y tú has hecho lo mismo?
-Por supuesto, puedo ser muy cruel cuando me enfado y pierdo los estribos.
-Al menos lo admites. ¿No podrías ver a Adam y pedirle perdón por las cosas que le dijiste? Le das un beso y haces las paces.
-No es tan simple -dijo ella apenada.
-Nada lo es -dijo Víctor acercando la cara a la suya-. Bueno, entonces ¿qué te parece darme a mí un beso y hacer las paces conmigo?
-Pero si nosotros no nos hemos enfadado.
-Todavía no, pero dame un poco de tiempo -apuntó sonriendo-, pero está bien, concentrémonos en la parte del beso primero.
Myriam soltó una risita.
-Eres muy bueno conmigo, Víctor, de verdad que te lo agradezco.
Los ojos de Víctor se oscurecieron.
-Yo no quiero tu gratitud, Myriam Montemayor.
Ella palideció levemente.
-¿Quieres decir que lo que quieres es sexo?
Víctor se alejó y se puso a mirar por la ventana, dándole la espalda a Myriam.
Pasó un rato y Myriam suspiró ruidosamente. Finalmente, Víctor se dio la vuelta con las manos metidas en los bolsillos y se la quedó mirando fijamente a los ojos.
-¿Crees que lo único que quieren los hombres de ti es acostarse contigo, Myriam?
Ella se encogió de hombros.
-Al final siempre lo acaban sugiriendo, sí.
-No hace mucho que nos conocemos -empezó a decir él-, pero pensé que me conocías mejor. Esta noche te he traído aquí por la sencilla razón de que tu casa es increíblemente incómoda, no porque estuviera esperando que me recompensases por una cena que ni siquiera has comido. Yo no quiero sexo -dijo mirándola a los ojos-, pero sí, me considero culpable de querer hacerte el amor. ¿Conoces la diferencia?
-Obviamente, no -contestó ella un tanto deprimida, preguntándose qué pasaría si le pidiera que se la enseñase. Probablemente sería una mala idea. Miró la hora y sonrió ligeramente-. Es hora de marcharme. ¿Podrías llamarme a un taxi, por favor?
-Te he dicho que yo te llevaría -dijo separándose de la ventana-. ¿Qué tal tienes el pie? -Bien, pero me vas a perdonar que no me vuelva a poner la sandalia.
-Por supuesto, pero en ese lugar será mejor que te lleve yo en brazos...
-No -lo interrumpió ella-, peso demasiado. Víctor la miró con ojos burlones.
-He llevado cosas más pesadas que tú, Myriam.
-Probablemente, pero prefiero ir yo sola.
-Como quieras -dijo recogiendo su chaqueta, su bolso, su sandalia y ofreciéndole el brazo-. Al menos, ¿aceptarías un poco de apoyo amistoso?
-Por supuesto que sí -contestó ella mirándolo a los ojos-. Siento haber hecho que te enfadaras.
-Más que enfadarme, me he sentido dolido. Si quieres puedes darme un beso para hacer que me sienta mejor -susurró él con malicia.
Ella se puso de puntillas para darle un beso en la mejilla, pero como le faltaba una sandalia no se sujetó bien y apoyó todo su peso sobre él, que, al pillarlo por sorpresa, se desequilibró cayéndose con ella sobre el sofá.
-Perdona -se disculpó Myriam abochornada por la vergüenza e intentando ponerse de pie, pero Víctor no se lo permitió y la atrajo hacia él. Con una mano le rodeó la cintura y con la otra la Tomó de la barbilla acercando su boca hasta la suya. Myriam se derritió al besarlo. Después de un rato, ella alzó la cabeza y, al mirarlo a los ojos, su cuerpo se encendió como el fuego.
-Siento haberte aplastado -susurró ella.
-No me has aplastado -dijo él Tomándolo y moviéndose hasta que quedaron tumbados completamente sobre el sofá, cara a cara-. ¿En qué estás pensando? -le preguntó con suavidad sin dejar de mirarla a los ojos.
-Tengo una idea -contestó intentando respirar con normalidad-, quizá no te guste.
-Prueba.
-Me pregunto si te gustaría enseñarme la dife¬rencia... la diferencia entre acostarte con alguien y hacer el amor -aclaró ella.
-¿Necesitas pedírmelo? -exclamó él con voz ronca antes de besarla intensamente.
Ella le correspondió salvajemente, temblando bajo aquellas manos que acariciaban sus hombros desnudos. Sintió la dureza masculina de su pasión mientras la besaba. Su lengua Tomó posesión de la suya y olas de placer le recorrieron el cuerpo.
-Puedes elegir el sitio que prefieras para dar la clase -murmuró contra su boca abierta-. Aquí o en mi cama.
Myriam lo miró.
-Creo que los dos somos demasiado altos para este sofá.
-En ese caso... -dijo Víctor consiguiendo que ella se pusiera de pie y haciendo él lo mismo. La Tomó de la mano, la condujo a lo largo del recibidor y subieron unas escaleras hasta el segundo piso.
-Esto es territorio peligroso -murmuró ella en tono seductor al entrar en el dormitorio de Víctor.
-No, simplemente es el cuarto de un hombre muy normal -replicó él Tomándolo en brazos y depositándola sobre la cama.
Encendió las lamparitas de las mesillas, corrió las cortinas y se acercó a la cama mirándola desde arriba. Se sentó a su lado, le Tomó una mano y le besó los dedos. Myriam se incorporó y le rodeó con los brazos el cuello.
-Quiero dejar algo muy claro, Víctor. Como no he sido muy honesta contigo en la cena, ahora quiero que me escuches. Estoy pasando por un momento en el que necesito sentirme deseada, pero si piensas que te estoy utilizando para no sentirme sola, dímelo ahora y me iré antes de...
-¿Antes de qué? -dijo él contra su boca.
-Antes de que suplique que dejes que me quede -susurró hundiendo la cara en su pecho. Víctor la abrazó con fuerza, la echó para atrás con cuidado sobre la cama y la besó con pasión.
-¿Es esto la primera lección? -susurró ella separándose un poco.
Él asintió con la cabeza.
-La primera regla del manual de García para hacer el amor es la comodidad.
-Lo recordaré -le prometió ella-. ¿Cuál es la segunda?
-Paciencia, que para mí es la parte más difícil -dijo besándola de nuevo.
La saboreó como si de una fruta exótica se tratase. Recorrió con la lengua el contorno de sus labios, luego, entreabrió la boca para introducirse en ella mientras deslizaba los tirantes de su camisola. La totalidad de su cuerpo se puso rígido cuando se dio cuenta de que no llevaba sujetador.
Myriam tembló excitada al comprobar el efecto que ella estaba produciendo en él. Víctor le quitó la camisola y ella se mordió el labio inferior, reprimiendo un gemido cuando aquellas manos empezaron a acariciar sus pechos poco a poco hasta que se desató una tormenta en su interior. Arqueó la espalda cuando notó la presión de sus labios y de sus manos sobre la piel. Su cuerpo se encendió desde sus pezones hasta la punta de los dedos de los pies.
Cuando Myriam pensó que se convertiría en humo si Víctor no se detenía, él lo hizo. Se tumbó a su lado, mejilla con mejilla.
-Esto no es fácil -dijo él-, te deseo demasiado para tener paciencia.
-Bueno, pues pasemos a la siguiente fase -dijo con los ojos brillantes, invitándolo a continuar. Myriam se puso de pie. Se quitó el pasador de la cabeza y la zarandeó para liberar su pelo. Luego, con un sinuoso movimiento, se quitó los pantalones y las minúsculas braguitas de encaje negro. Víctor se apresuró a Antonioarla de la mano para devolverla a la cama. Se puso sobre ella al tiempo que se quitaba la ropa. Sus ojos eran dos llamas ardientes y Myriam lo abrazó en cuanto se quedó desnudo, esperando que la poseyera en ese preciso momento, pero Víctor la Tomó de la cara y sonrió.
-¿Por dónde íbamos? -susurró él.
-Si no me equivoco -dijo ella con la respiración entrecortada-, todavía en la segunda fase.
A Myriam se le paró un instante el corazón cuando él empezó a besarle el cuello. Poco a poco, empezó a girarla hasta dejarla boca abajo. Entonces, continuó besándola a lo largo de la espalda, deslizándose hasta las curvas de sus nalgas. Sus caricias y aquellas manos cuidadosas siguieron la ruta de sus besos hasta conseguir que la totalidad de su cuerpo se convirtiera en una sola zona erógena.
Cuando volvió a darle la vuelta, Myriam lo abrazó apretándose contra él, acariciándole los hombros musculosos al tiempo que lo besaba con un fervor y una pasión destinados a dejarle claro lo que ella quería a continuación.
Pero Víctor estaba demostrando tener paciencia y siguió con la lección. Ella no pudo reprimir un gemido cuando las caricias de sus dedos provocaron en su interior una tormenta de calor y frenesí incontrolable. Cuando pensó que ya no aguantaría ni un segundo más, Víctor deslizó las manos hasta sus caderas y, besándola con voracidad, la atrajo hacia sí, introduciéndose en ella.
Soltó un gemido casi de dolor cuando sintió que los músculos más íntimos de aquel cuerpo femenino lo rodeaban, dándole una bienvenida excitante. Empezó a moverse rítmicamente contra ella, y aquella unión consiguió que Myriam alcanzase el clímax mientras gritaba contra el hombro de Víctor. Al mismo tiempo, él se puso tenso, empezó a gemir, cada vez más rápidamente hasta que su cuerpo se convulsionó por la fuerza y el placer de haber liberado su pasión.
-¡Por fin! -murmuró Myriam contra su hombro, minutos u horas más tarde, cuando recuperó el habla-. No hace falta que me preguntes si me ha gustado.
-Creo que te ha gustado la lección -dijo sonriendo mientras ella se levantaba y se lo quedaba mirando.
-Es muy buen profesor, señor García.
-Con una alumna tan brillante debería haber sido más fácil.
Ella lo miró con indignación.
-¿Quieres decir que te ha costado hacerme el amor?
-Sí -dijo firmemente y atrayéndola hacia él para poder abrazarla-, cuando te desnudaste quise lanzarme hacia ti para dejar que la naturaleza hiciera el resto.
-Sí, por un momento pensé que la lección terminaría rápidamente -admitió ella encantada.
Él la besó sonriendo.
-Quédate conmigo esta noche, Myriam -susurró.
Ella se quedó sorprendida mirándolo fijamente.
-¿De verdad lo quieres?
-Me evitaría tener que llevarte a casa en coche -dijo volviendo a abrazarla cariñosamente-. Estaba bromeando, si quieres que te lleve; por supuesto que lo haré, pero preferiría el plan A.
-¿Cuál es ese plan?
-Quedarme aquí contigo toda la noche y ha¬certe el amor por la mañana antes de irme a trabajar. Quédate conmigo, Myriam.
-Con una condición: dime lo que había en el paquete que me trajiste y que dejaste encima de la mesa de mi cocina.
-Un sensor que hace que las luces se enciendan cuando alguien se acerca, para que lo pongas en la puerta de tu casa, ¿hubieses preterido unas chocolatinas?
Ella negó con la cabeza. Víctor la abrazó con ternura.
-Esta noche solamente te he enseñado la primera lección del curso, todavía te queda mucho para graduarte.
Myriam sonrió divertida.
-¿Crees que tengo posibilidades de aprobar?
-De momento necesitas más lecciones -bro¬meó él.

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Mensaje  jai33sire Lun Mayo 23, 2011 6:55 am

gracias por el capitulo

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