.: La Otra :.
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Re: .: La Otra :.
Siiiiiiiiiiiiiii bien por Myriam nosotras la opyamos que no se rinda ¡Vamos Myri! Saludos Aitana y Gracias por el Cap Atte: Iliana
myrithalis- VBB PLATINO
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Re: .: La Otra :.
MUY BIEN MYRIAM, LUCHA POR TU MATRIMONIO, Y NO PERMITAS QUE NINGUNA MUJER TE QUITE A TU ESPOSO.
SALUDOS
SALUDOS
mats310863- VBB PLATINO
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Re: .: La Otra :.
Capítulo 9
Victor la tenía agarrada de la mano de forma que le era imposible soltarse cuando se despidieron de su madre y se dirigieron a su dormitorio.
Aparentemente no tenía ninguna prisa y, a ella le pareció que, tal vez, quisiera disfrutar de la sensación de estar solos.
Pero pretendía ser él el que controlara y, si se creía que a ella la iba a volver a controlar, iba listo. El espíritu de amotinamiento que llevaba dentro toda la tarde era tan fuerte ahora como al principio. No iba a ocupar el espacio que, al parecer, Victor debía tenerle asignado.
─No tenía ni idea de que te apasionara tanto eso de compartir un dormitorio conmigo, Myriam ─ dijo él sarcásticamente─Creía que lo considerabas más bien como un deber del matrimonio que lo que realmente desea tu corazón.
─¿Qué te ha dado esa idea? ─le preguntó Myriam sin saber qué le había causado a él esa falsa imagen de ella ..
No podía decir que no había cometido el error de no hacerla sentirse deseado, pero nunca le había dicho que dormir en habitaciones separadas fuera más deseable, ni siquiera cuando estaba embarazada.
─Bueno, para empezar, elegiste una cama para nosotros en las que uno se puede perder. Bien podíamos haber dormido separados, dada la intimidad que provoca.
¡La estaba juzgando por la cama que a ella le disgustaba tanto! Aquello era una ironía absurda.
─Fue el decorador el que eligió esa cama. Dijo que una habitación tan grande necesitaba una así. Era una cuestión de espacio y proporciones, no la elegí yo en absoluto.
─Entonces, ¿por qué seguimos con ella?
─No se me ocurrió nada mejor en su momento.
─Pues has tenido casi siete años para quejarte, Myriam. La mayor parte de las noches ha podido pasar un camión entre los dos sin que lo notáramos. No me digas que no te habías dado cuenta.
Ese sarcasmo le hizo daño.
─A mí no me gustaba más que a ti.
Entonces llegaron a la puerta de la habitación.
Cuando Victor tenía ya la mano en el picaporte, se volvió y la miró.
─¿Te estás creyendo que mentirme te hará ganar a la larga?
─¡No te estoy mintiendo!
─Durante estos últimos siete años te podrías haber librado de esa cama en cualquier momento. Has cambiado muchos otros muebles que ya no te gustaban. Has tenido las manos completamente libres en ese asunto. Si no te gustaba la cama, Myriam, ¿por qué no la has cambiado?
El estómago se le hizo un nudo. Aquella era una pregunta a la que no podía contestar.
─No lo sé.
Entonces Victor abrió la puerta y, enfrentada a esa cama monstruosa, de repente Myriam se dio cuenta de la razón por la que no la había cambiado.
Una cama más pequeña no habría pegado en aquella habitación y, por eso, cualquiera que la hubiera visto se habría sentido tentado de hacer preguntas que habría sido embarazosas de responder explicando que ella necesitaba minimizar el tamaño de la cama para hacer cosas que su esposo consideraba normales.
E, incluso si nadie hubiera preguntado nada, semejante cambio habría sido una insinuación demasiado evidente de que deseaba una situación más íntima, y eso no lo hacía una dama.
Mentalmente, Myriam pasó revista a todos los tabúes que habían dirigido su comportamiento con respecto al sexo. Quiso gritar que aquello no era culpa suya, que era lo que le había enseñado su madre, las monjas del colegio, la vida protegida de una hija única con pocas relaciones, la ignorancia de ser todavía virgen cuando se casó. Realmente no había sabido cómo comportarse.
Entonces la puerta se cerró tras ella, sellando su intimidad. Ella y Victor juntos en una habitación que era tan suya como de ella.
─Tú también podías haber dicho algo de la cama, Victor ─estalló─. ¿Por qué no lo hiciste?
─Un hombre es un tonto si no aprende de sus errores.
─¿Qué errores? ─le gritó ella incrédulamente.
─Meterme en el espacio de mi esposa.
Ella agitó la cabeza. Estaba segura de que ella nunca había forjado un espacio personal en el que él no hubiera sido bienvenido.
Viendo su falta de comprensión, él se explicó más claramente.
─Yo tengo todos los supuestos pecados de los maridos. Esperaba que mi esposa me diera más de lo que quiere dar. He sujetado sus derechos como individuo. He interferido en sus decisiones. Y, que Dios me perdone, le he pedido estar a su disposición para lo que ella deseara.
Myriam se quedó anonadada por esa amargura.
─¡No tienen importancia las promesas rotas por parte de ella! Una mujer tiene derecho a cambiar de opinión.
─¡ Yo nunca te he acusado de ninguna de esas cosas! Ni me he quejado ...
Victor se rió.
─Y yo nunca te he dado razones para que lo hicieras. No quería que mi segundo matrimonio siguiera el camino del primero.
¿El primero? ¿La relación de la que él nunca hablaba y decía que era algo irrelevante para lo que sentía y tenía con Myriam? Nunca le había hablado de su ex esposa, ni siquiera cuando la veían aparecer comentando las noticias en la televisión.
Victor siempre le había dicho que su ruptura y divorcio habían sido por diferencias irreconciliables, que él era un hombre de familia y ella estaba dedicada a su trabajo. Pero, de repente, el espectro de esa relación apareció de otra manera.
─ Yo siempre he hecho caso de tus deseos, Myriam ─continuó él ─Hice lo que pude para dártelos o para que los consiguieras por ti misma.
─Yo no soy tu primera esposa, Victor. No soy como ella.
─Eso era lo que pensaba. Y era una gran parte de la atracción que sentía por ti. Realmente tuvimos algo de armonía al querer los dos las mismas cosas.
Aquello sonaba como si él pensara que lo había traicionado. Myriam frunció el ceño, no muy segura de cómo defenderse.
─¿Es qué alguna vez no te he apoyado en lo que has querido, Myriam?
─No, siempre has sido muy bueno conmigo ─dijo ella tranquilamente.
─En realidad, ¿no dirías que este matrimonio ha ido muy suavemente hasta anoche?
─Sí. Muy suavemente ─respondió ella con un leve toque de ironía.
La ira interior de él explotó entonces de repente.
─Entonces, y sólo porque por una vez, algo no va a tu manera, ¿qué te hace pensar que puedes, no sólo meterte en mi espacio, sino organizarlo todo de cualquier manera que te guste? ─dijo él arrojando un cojín contra una de las sillas─ Y me exiges que esté a tu disposición incluso después de que te asegurara de que tu posición es absolutamente segura. Y yo no miento, Myriam.
No, no lo hacía. Eso era cierto. Nunca le había oído decir una mentira a nadie.
Victor tomó otro de los cojines de la cama y lo apretó en las manos.
─Odio la falta de sinceridad. Sobre todo la odio cuando se ejerce sobre otras personas y las hace hacer tonterías para conseguir alguna ganancia personal. Es como si todo tuviera que ser para ellos, ellos, ellos.
Luego tiró también el cojín sobre la silla y continuó:
─Te lo estoy diciendo ahora, Myriam, no tienes que hacer nada que no quieras hacer.
─Pero yo ...
─¡Escúchame! Tienes todo el derecho a ser como eres, y yo no tengo ningún derecho a querer cambiarte, así que ya puedes volver a ser como eres y yo lo respetaré. No me oirás otra palabra de crítica. Estamos casados y seguiremos casados.
─¡Oh, eso es maravillosamente justo por tu parte!
─Sí, ya sabes que tengo esta fijación con lo de ser justo. Y con mantener mi palabra. Incluso para invitar a almorzar a una empleada valiosa.
─¿ Y cuándo decidiste que el matrimonio era una lista de derechos? Es la primera vez que lo oigo. Yo siempre había pensado que el matrimonio era cuestión de amor y cariño.
─¡Claro! Eso si crees en los cuentos de hadas. Tienes suerte si consigues una sociedad en donde ambas partes estén de acuerdo. Yo hago esto ─dijo tomando otro cojín ─, y tú esto otro ─continuó con otro─Y así hacemos esto juntos.
Con eso tiró los dos cojines sobre la silla. ─Resulta que nosotros tenemos una sociedad razonable, Myriam y no la voy a complicar. Y, sinceramente, espero que tú tampoco la compliques. Porque no hay cuentos de hadas en este mundo. ¡Así que sigue como has sido siempre!
Aquello consiguió que Myriam se acalorara más todavía.
─No quiero que dictes normas y reglas para mí, Victor. Esta es mi vida también. Hoy he ido a ti ...
Él agitó un brazo en el aire.
─Viniste porque pensaste que tu acogedor pequeño mundo estaba en peligro y era mejor que te esforzaras algo.
Aquello era cierto, pero no era toda la verdad.
─Te estoy diciendo que no tienes que hacerlo, Myriam ─siguió él amargamente─Estás bien como eres. Y, para eso del amor y el cariño, ya tenemos a nuestros hijos. Tú me has dado mis hijos y, supongo que eso es casi todo lo que un hombre le puede pedir a una mujer. Dejemos que lo de hoy y lo de anoche sea achacable a las reacciones del calor del momento.
Pero Myriam pensó que no podía hacerlo.
─Estoy seguro de que podemos encontrar alguna excusa para posponer tu repentina necesidad de ver Europa en estos momentos. A mi madre no le importará. Podemos seguir ocupando nuestros lados separados de la cama y luego, para cuando yo vuelva de mi viaje, estos pequeños contratiempos serán olvidados suavemente y tú no tendrás que hacer nada.
─No ─dijo Myriam firmemente.
Su único recurso era pasar a la acción ahora, si es que no era demasiado tarde. Pero no se iba a permitir creer que lo era, ni iba a permitir que Victor lo creyera tampoco.
─Esta cama va a desaparecer mañana mismo ─dijo decididamente─¿Qué prefieres? ¿Una doble de tamaño normal?
Él agitó la cabeza como si Myriam hubiera perdido la cabeza de verdad.
─¡Por Dios! No es el tamaño de la cama lo que cuenta. Es como se use .. ¿Por qué insistes tanto en esto?
─¡Porque estás equivocado!
─¿Que estoy equivocado?
La ira estaba explotando de nuevo en él, pero Myriam ya no podía volverse atrás.
─Sí, lo estás. Hoy he ido a ti para mostrarte que quiero estar cerca de ti. Quiero darte .
─¡Darme! ─gritó él con los ojos llenos de furia─¿Es que llamas a eso dar?
─Sí. Pensé en todo lo que podía hacer para darte placer. Para hacerte sentir bien con respecto a nosotros en vez de como te sentiste anoche.
─Y fue por eso por lo que hiciste todo ese esfuerzo ─dijo él respirando pesadamente─, y cuando no conseguiste la respuesta que querías y cuando querías, fuiste a mis espaldas en un arranque de celos e insististe por tu propio interés sin importarte en como me afectara a mí. La verdad es que eso es verdadera generosidad y ganas de dar, Myriam.
Ella no estaba dispuesta a soportar aquello. Puede que él tuviera motivos para estar enfadado, pero no estaba falto de culpa en lo que había pasado ese día.
─No me estabas escuchando, Victor. Por lo menos te he hecho que me escuches. Por lo menos, eso espero.
─Las palabras son baratas ─dijo él al tiempo que abría la cama enérgicamente─ Incluso las rosas son baratas cuando no hay falta de dinero. Y las promesas son muy, muy baratas cuando no se cumplen.
Entonces se enderezó de nuevo y la miró con chispas en los ojos antes de añadir:
─Si estoy tan equivocado, ¡demuéstralo! Dame a probar esa segunda luna de miel de la que has hablado con Liz a mis espaldas. Muéstrame lo que me he perdido esta tarde, con tu oferta de amor. ¡Por la que ahora estoy pagando!
De repente Myriam se dio cuenta de que aquella era su oportunidad. Pero sentía el cuerpo como si fuera de piedra. Era como si las piernas no supieran como moverse. Ella necesitaba calor, ánimo, aprobación ... la sensación de ser amada.
─Vamos, Myriam. ¿No quieres comprobar si huelo a Lucia?
Eso logró deshelarla y encendió un fuego que habría fundido el acero.
─¡Cariño, estás corriendo un grave riesgo si es así! ─siseó ella quitándose los zapatos y luego avanzando hacia él decididamente.
Él se rió suavemente, pero Myriam le cortó en seco esa risa.
Le agarró la camisa y se la abrió de golpe, rompiendo todos los botones. Le metió una rodilla entre las piernas tratando de proporcionarle un roce provocativo en sus partes íntimas mientras le quitaba los pantalones. Pero él confundió sus intenciones.
─¡Ah, no, eso no! ─exclamó Victor.
Entonces le metió las manos bajo los brazos y la levantó, arrojándola contra la cama. Inmediatamente después, fue él quien le metió una rodilla entre las piernas y se colocó sobre ella.
─Si quieres jugar a esto, por mí, de acuerdo.
Sintiéndose atrapada, Myriam logró soltarse y lo tumbó a él sobre la cama, colocándose encima y apoyándole las manos en el pecho para mantenerlo quieto.
─¡Muy bien! ─le gritó entonces.
Victor la agarró por las muñecas, listo para ejercer su fuerza.
─La violencia no es mi idea del placer sexual ─gruñó.
─Ni la mía. ¿Dejarás de equivocarte conmigo todo el tiempo? ¿Y de pensar lo peor? ─Una rodilla en la entrepierna ...
─No tengo tres manos. ¿Cómo se supone que tengo que excitarte y desnudarte al mismo tiempo?
Victor soltó el aire de sus pulmones y luego sonrió lentamente.
─Bueno, sigue donde estás y ya me desnudaré yo.
Y, si sigues sentada ahí, sobre mis costillas, podrás desabrocharte delante de mi cara ese vestido naranja y excitarme un poco con lo que lleves debajo. Si no te importa.
Ese pensamiento la excitó y esa excitación se impuso a su enfado. Tenía permiso. Tenía su aprobación. Podía hacer lo que quisiera. No tenía nada que perder y mucho que ganar, así que la perspectiva apartó todas sus reservas.
─Entonces suéltame las manos, Victor ─dijo sedosamente, sonriendo satisfecha.
Era ella la que estaba encima. La que controlaba la situación.
Él la soltó, pero Myriam todavía podía sentir su tensión, el deseo de medir su iniciativa si estaba fingiendo. Todavía no confiaba y Myriam fue muy consciente de estar siendo sometida a prueba. De todas formas, la oportunidad estaba garantizada y estaba llena de confianza por lo que había aprendido la noche anterior.
Esa noche, definitivamente, no iba a ser una mojigata, se prometió a sí misma. No había lugar para la timidez y la modestia. Su mente estaba completamente enfocada en la sexualidad.
Entonces, decididamente, empezó a desabrocharse el vestido, ese vestido tan poco característico en ella, que había logrado llamarle la atención.
─¿Te gusta este color para mí, Victor? ─le preguntó─.¿Crees que parece cálido y sexy?
─Me parece bastante positivo. ¿Es de verdad o estás de broma? ─respondió él mientras se levantaba un poco para quitarse los pantalones.
─Las dos cosas. Conduce a esto, lo que se supone que debe significar algo. ¿Te parece verdadero o no?
Mientras hablaba, Myriam se había abierto el vestido y le mostraba lo que llevaba debajo.
Victor pasó la mirada por el sostén negro de encaje, el liguero que rodeaba sus caderas y que sujetaba las medias, además de la braguita, un pequeño tanga negro, de encaje y seda que apenas ocultaba nada.
─Añade lujuria al cuerpo femenino ─dijo él secamente.
Pero mientras tanto, sus piernas estaban de lo más activas. El ruido de los zapatos al caer al suelo era muestra de su agilidad.
─Por otra parte ─continuó─Vamos a no equivocamos. Cualquiera puede jugar a vestirse provocativamente.
─Nadie en su sano juicio se molestaría en ponerse esto sólo para eso. Es demasiado incómodo ─respondió ella saltándose una media─Sólo tiene un propósito y es poner a tono a la gente. Eso es lo que me dijo la vendedora.
─¿Te hace ponerte a tono a ti? ─le preguntó Victor sarcásticamente mientras terminaba de librarse de los pantalones.
─Mmmm. La verdad es que me hace sentirme muy consciente de mí misma, físicamente. El sostén me oprime los senos, pero me produce la sensación de que se quieren escapar de él. La verdad es que es un alivio quitárselo.
Dicho eso, Myriam se quitó el vestido del todo, que cayó al suelo y, luego hizo lo mismo con el sujetador. Le sonrió mientras se acariciaba los senos, aliviando la sensación de compresión. En una película había visto como unas bailarinas eróticas lo hacían. Victor podía ponerse tan sarcástico y cínico como quisiera, pero eso no la iba a afectar. El juego era demostrarle que estaba equivocado y, la verdad es que estaba disfrutando con ello.
─¿Quieres el punto de vista de un hombre? ─le preguntó él sin dejar de mirar el movimiento de sus manos.
─Quiero el tuyo.
-Lo sexy es no comprimir tus senos en absoluto.
Lo que es sexy es la anatomía femenina. Los senos, el trasero y ... si nos ponemos en plan personal, tú de eso tienes de sobra. Y muy atractivo.
Aquella era su primera concesión a lo que estaba sucediendo allí, y le produjo una gran descarga de confianza a Myriam, además del placer que le producía el que él admirara su cuerpo. La envidia que sentía normalmente por las mujeres altas y esbeltas, como Lucia Alvarez, desapareció instantáneamente. A Victor le gustaban sus curvas.
Sonrió brillantemente y se colocó de forma que él le pudiera quitar el liguero y la media que faltaba, cosa que, al parecer, le apetecía mucho hacer. Aquello la estaba haciendo sentirse cada vez más sexy.
Estaba ansiosa por hacerlo así, encima de él, deslizándose y rozándolo sensualmente. Cuando se instaló encima de su vientre, se enorgulleció de la fuerza de la excitación de él. Era intensamente excitante acariciarlo con la seda de sus braguitas, antes de apartarlas a un lado y utilizar el suave y deslizante calor de su propio sexo para provocarlo y llevarlo a una necesidad de lo más intensa.
─¿Te gusta esto? ─le preguntó.
─Sí.
Poco a poco, estaba diluyendo su incredulidad cínica.
─Pero estará mejor dentro ─añadió él, definitivamente dispuesto ahora a cooperar.
Así que ella le dejó entrar, lentamente, jugando a todo juego erótico que se le pudiera ocurrir, variando los puntos de contacto y de presión. Era increíblemente excitante observar su rostro, ver como él aprobaba lo que estaba haciendo, la pérdida de control cuando llegó al clímax repentinamente. Y eso se lo estaba haciendo ella a él, por completo y en todo momento.
Había un éxtasis salvaje en provocarle eso, en llevarlo a esa situación. Y, por debajo de ese éxtasis, estaba la primitiva y profunda sensación de posesión, era su marido, su hombre, su compañero, ¡era suyo!
Myriam le observaba mientras se vestía al día siguiente. Victor sabía que ella estaba esperando que dijera algo, pero la dejó esperar. La sensación de estar siendo manipulado era fuerte y no le gustaba nada.
Si eran los celos lo que estaban haciendo que Myriam se comportara así, era sorprendente lo que podían hacer en una mujer. La noche anterior ella se había librado de todas las inhibiciones como si nunca hubieran existido. Le había proporcionado una noche de sexo fantástica. Lo que la había hecho comportarse así la noche anterior, evidentemente no se había perdido en ella, un hecho que él encontraba intensamente desconcertante.
¿Qué era real y qué no lo era? El cambio en ella había sido demasiado abrupto, demasiado extenso para que él se lo creyera. Se preguntó cuánto duraría la actuación. ¿Hasta que ella creyera que había pasado el peligro de Lucia?
Era extraño lo mucho que le había importado a Myriam lo del hotel. Era evidente que nada de lo que él dijera o hiciera iba a borrar sus sospechas al respecto. Lo que significaba que, si él quería mantener intacto su matrimonio, no iba a tener más remedio que ceder a que ella los acompañara al viaje. No le quedaba otra opción ya que no estaba dispuesto a arriesgarse a una demanda de divorcio.
─¿Has probado alguna vez una cama de agua, Victor?
Él terminó de atarse los zapatos y se levantó. Myriam estaba tumbada de lado en esa cama que él tanto había criticado, completamente desnuda, agarrada a una almohada como si ya lo estuviera echando de menos. Eso lo hizo sentir como una opresión en el pecho y un dolor en el vientre que no le gustaron nada.
Su primera esposa había utilizado el sexo como un arma. ¿Es que todas las mujeres hacían lo mismo para conseguir lo que querían? Nunca lo habría pensado de Myriam. Pero la posesividad era un instinto de lo más insidioso y exigente, más de lo que debiera.
─Olvídate de la cama ─dijo─Si te vas a venir conmigo a Europa, vas a tener mucho que hacer durante los próximos días.
El rostro de ella se iluminó de alivio.
─¿No te importa que vaya?
Victor la miró duramente.
─No esperes que yo cambie mis planes, Myriam, porque no lo haré. Me has obligado a esto. No interfieras con lo que haga cuando estemos por allí.
─No lo haré ─respondió ella sonriendo encantada por haber ganado─Te prometo que haré lo que te venga mejor.
El asintió y la dejó, incapaz de contener la esperanza de que ese cambio fuera real y duradero.
Si era así, su matrimonio sería casi perfecto.
Se aconsejó a sí mismo que fuera poco a poco. La verdad se revelaría por sí misma muy pronto.
Victor la tenía agarrada de la mano de forma que le era imposible soltarse cuando se despidieron de su madre y se dirigieron a su dormitorio.
Aparentemente no tenía ninguna prisa y, a ella le pareció que, tal vez, quisiera disfrutar de la sensación de estar solos.
Pero pretendía ser él el que controlara y, si se creía que a ella la iba a volver a controlar, iba listo. El espíritu de amotinamiento que llevaba dentro toda la tarde era tan fuerte ahora como al principio. No iba a ocupar el espacio que, al parecer, Victor debía tenerle asignado.
─No tenía ni idea de que te apasionara tanto eso de compartir un dormitorio conmigo, Myriam ─ dijo él sarcásticamente─Creía que lo considerabas más bien como un deber del matrimonio que lo que realmente desea tu corazón.
─¿Qué te ha dado esa idea? ─le preguntó Myriam sin saber qué le había causado a él esa falsa imagen de ella ..
No podía decir que no había cometido el error de no hacerla sentirse deseado, pero nunca le había dicho que dormir en habitaciones separadas fuera más deseable, ni siquiera cuando estaba embarazada.
─Bueno, para empezar, elegiste una cama para nosotros en las que uno se puede perder. Bien podíamos haber dormido separados, dada la intimidad que provoca.
¡La estaba juzgando por la cama que a ella le disgustaba tanto! Aquello era una ironía absurda.
─Fue el decorador el que eligió esa cama. Dijo que una habitación tan grande necesitaba una así. Era una cuestión de espacio y proporciones, no la elegí yo en absoluto.
─Entonces, ¿por qué seguimos con ella?
─No se me ocurrió nada mejor en su momento.
─Pues has tenido casi siete años para quejarte, Myriam. La mayor parte de las noches ha podido pasar un camión entre los dos sin que lo notáramos. No me digas que no te habías dado cuenta.
Ese sarcasmo le hizo daño.
─A mí no me gustaba más que a ti.
Entonces llegaron a la puerta de la habitación.
Cuando Victor tenía ya la mano en el picaporte, se volvió y la miró.
─¿Te estás creyendo que mentirme te hará ganar a la larga?
─¡No te estoy mintiendo!
─Durante estos últimos siete años te podrías haber librado de esa cama en cualquier momento. Has cambiado muchos otros muebles que ya no te gustaban. Has tenido las manos completamente libres en ese asunto. Si no te gustaba la cama, Myriam, ¿por qué no la has cambiado?
El estómago se le hizo un nudo. Aquella era una pregunta a la que no podía contestar.
─No lo sé.
Entonces Victor abrió la puerta y, enfrentada a esa cama monstruosa, de repente Myriam se dio cuenta de la razón por la que no la había cambiado.
Una cama más pequeña no habría pegado en aquella habitación y, por eso, cualquiera que la hubiera visto se habría sentido tentado de hacer preguntas que habría sido embarazosas de responder explicando que ella necesitaba minimizar el tamaño de la cama para hacer cosas que su esposo consideraba normales.
E, incluso si nadie hubiera preguntado nada, semejante cambio habría sido una insinuación demasiado evidente de que deseaba una situación más íntima, y eso no lo hacía una dama.
Mentalmente, Myriam pasó revista a todos los tabúes que habían dirigido su comportamiento con respecto al sexo. Quiso gritar que aquello no era culpa suya, que era lo que le había enseñado su madre, las monjas del colegio, la vida protegida de una hija única con pocas relaciones, la ignorancia de ser todavía virgen cuando se casó. Realmente no había sabido cómo comportarse.
Entonces la puerta se cerró tras ella, sellando su intimidad. Ella y Victor juntos en una habitación que era tan suya como de ella.
─Tú también podías haber dicho algo de la cama, Victor ─estalló─. ¿Por qué no lo hiciste?
─Un hombre es un tonto si no aprende de sus errores.
─¿Qué errores? ─le gritó ella incrédulamente.
─Meterme en el espacio de mi esposa.
Ella agitó la cabeza. Estaba segura de que ella nunca había forjado un espacio personal en el que él no hubiera sido bienvenido.
Viendo su falta de comprensión, él se explicó más claramente.
─Yo tengo todos los supuestos pecados de los maridos. Esperaba que mi esposa me diera más de lo que quiere dar. He sujetado sus derechos como individuo. He interferido en sus decisiones. Y, que Dios me perdone, le he pedido estar a su disposición para lo que ella deseara.
Myriam se quedó anonadada por esa amargura.
─¡No tienen importancia las promesas rotas por parte de ella! Una mujer tiene derecho a cambiar de opinión.
─¡ Yo nunca te he acusado de ninguna de esas cosas! Ni me he quejado ...
Victor se rió.
─Y yo nunca te he dado razones para que lo hicieras. No quería que mi segundo matrimonio siguiera el camino del primero.
¿El primero? ¿La relación de la que él nunca hablaba y decía que era algo irrelevante para lo que sentía y tenía con Myriam? Nunca le había hablado de su ex esposa, ni siquiera cuando la veían aparecer comentando las noticias en la televisión.
Victor siempre le había dicho que su ruptura y divorcio habían sido por diferencias irreconciliables, que él era un hombre de familia y ella estaba dedicada a su trabajo. Pero, de repente, el espectro de esa relación apareció de otra manera.
─ Yo siempre he hecho caso de tus deseos, Myriam ─continuó él ─Hice lo que pude para dártelos o para que los consiguieras por ti misma.
─Yo no soy tu primera esposa, Victor. No soy como ella.
─Eso era lo que pensaba. Y era una gran parte de la atracción que sentía por ti. Realmente tuvimos algo de armonía al querer los dos las mismas cosas.
Aquello sonaba como si él pensara que lo había traicionado. Myriam frunció el ceño, no muy segura de cómo defenderse.
─¿Es qué alguna vez no te he apoyado en lo que has querido, Myriam?
─No, siempre has sido muy bueno conmigo ─dijo ella tranquilamente.
─En realidad, ¿no dirías que este matrimonio ha ido muy suavemente hasta anoche?
─Sí. Muy suavemente ─respondió ella con un leve toque de ironía.
La ira interior de él explotó entonces de repente.
─Entonces, y sólo porque por una vez, algo no va a tu manera, ¿qué te hace pensar que puedes, no sólo meterte en mi espacio, sino organizarlo todo de cualquier manera que te guste? ─dijo él arrojando un cojín contra una de las sillas─ Y me exiges que esté a tu disposición incluso después de que te asegurara de que tu posición es absolutamente segura. Y yo no miento, Myriam.
No, no lo hacía. Eso era cierto. Nunca le había oído decir una mentira a nadie.
Victor tomó otro de los cojines de la cama y lo apretó en las manos.
─Odio la falta de sinceridad. Sobre todo la odio cuando se ejerce sobre otras personas y las hace hacer tonterías para conseguir alguna ganancia personal. Es como si todo tuviera que ser para ellos, ellos, ellos.
Luego tiró también el cojín sobre la silla y continuó:
─Te lo estoy diciendo ahora, Myriam, no tienes que hacer nada que no quieras hacer.
─Pero yo ...
─¡Escúchame! Tienes todo el derecho a ser como eres, y yo no tengo ningún derecho a querer cambiarte, así que ya puedes volver a ser como eres y yo lo respetaré. No me oirás otra palabra de crítica. Estamos casados y seguiremos casados.
─¡Oh, eso es maravillosamente justo por tu parte!
─Sí, ya sabes que tengo esta fijación con lo de ser justo. Y con mantener mi palabra. Incluso para invitar a almorzar a una empleada valiosa.
─¿ Y cuándo decidiste que el matrimonio era una lista de derechos? Es la primera vez que lo oigo. Yo siempre había pensado que el matrimonio era cuestión de amor y cariño.
─¡Claro! Eso si crees en los cuentos de hadas. Tienes suerte si consigues una sociedad en donde ambas partes estén de acuerdo. Yo hago esto ─dijo tomando otro cojín ─, y tú esto otro ─continuó con otro─Y así hacemos esto juntos.
Con eso tiró los dos cojines sobre la silla. ─Resulta que nosotros tenemos una sociedad razonable, Myriam y no la voy a complicar. Y, sinceramente, espero que tú tampoco la compliques. Porque no hay cuentos de hadas en este mundo. ¡Así que sigue como has sido siempre!
Aquello consiguió que Myriam se acalorara más todavía.
─No quiero que dictes normas y reglas para mí, Victor. Esta es mi vida también. Hoy he ido a ti ...
Él agitó un brazo en el aire.
─Viniste porque pensaste que tu acogedor pequeño mundo estaba en peligro y era mejor que te esforzaras algo.
Aquello era cierto, pero no era toda la verdad.
─Te estoy diciendo que no tienes que hacerlo, Myriam ─siguió él amargamente─Estás bien como eres. Y, para eso del amor y el cariño, ya tenemos a nuestros hijos. Tú me has dado mis hijos y, supongo que eso es casi todo lo que un hombre le puede pedir a una mujer. Dejemos que lo de hoy y lo de anoche sea achacable a las reacciones del calor del momento.
Pero Myriam pensó que no podía hacerlo.
─Estoy seguro de que podemos encontrar alguna excusa para posponer tu repentina necesidad de ver Europa en estos momentos. A mi madre no le importará. Podemos seguir ocupando nuestros lados separados de la cama y luego, para cuando yo vuelva de mi viaje, estos pequeños contratiempos serán olvidados suavemente y tú no tendrás que hacer nada.
─No ─dijo Myriam firmemente.
Su único recurso era pasar a la acción ahora, si es que no era demasiado tarde. Pero no se iba a permitir creer que lo era, ni iba a permitir que Victor lo creyera tampoco.
─Esta cama va a desaparecer mañana mismo ─dijo decididamente─¿Qué prefieres? ¿Una doble de tamaño normal?
Él agitó la cabeza como si Myriam hubiera perdido la cabeza de verdad.
─¡Por Dios! No es el tamaño de la cama lo que cuenta. Es como se use .. ¿Por qué insistes tanto en esto?
─¡Porque estás equivocado!
─¿Que estoy equivocado?
La ira estaba explotando de nuevo en él, pero Myriam ya no podía volverse atrás.
─Sí, lo estás. Hoy he ido a ti para mostrarte que quiero estar cerca de ti. Quiero darte .
─¡Darme! ─gritó él con los ojos llenos de furia─¿Es que llamas a eso dar?
─Sí. Pensé en todo lo que podía hacer para darte placer. Para hacerte sentir bien con respecto a nosotros en vez de como te sentiste anoche.
─Y fue por eso por lo que hiciste todo ese esfuerzo ─dijo él respirando pesadamente─, y cuando no conseguiste la respuesta que querías y cuando querías, fuiste a mis espaldas en un arranque de celos e insististe por tu propio interés sin importarte en como me afectara a mí. La verdad es que eso es verdadera generosidad y ganas de dar, Myriam.
Ella no estaba dispuesta a soportar aquello. Puede que él tuviera motivos para estar enfadado, pero no estaba falto de culpa en lo que había pasado ese día.
─No me estabas escuchando, Victor. Por lo menos te he hecho que me escuches. Por lo menos, eso espero.
─Las palabras son baratas ─dijo él al tiempo que abría la cama enérgicamente─ Incluso las rosas son baratas cuando no hay falta de dinero. Y las promesas son muy, muy baratas cuando no se cumplen.
Entonces se enderezó de nuevo y la miró con chispas en los ojos antes de añadir:
─Si estoy tan equivocado, ¡demuéstralo! Dame a probar esa segunda luna de miel de la que has hablado con Liz a mis espaldas. Muéstrame lo que me he perdido esta tarde, con tu oferta de amor. ¡Por la que ahora estoy pagando!
De repente Myriam se dio cuenta de que aquella era su oportunidad. Pero sentía el cuerpo como si fuera de piedra. Era como si las piernas no supieran como moverse. Ella necesitaba calor, ánimo, aprobación ... la sensación de ser amada.
─Vamos, Myriam. ¿No quieres comprobar si huelo a Lucia?
Eso logró deshelarla y encendió un fuego que habría fundido el acero.
─¡Cariño, estás corriendo un grave riesgo si es así! ─siseó ella quitándose los zapatos y luego avanzando hacia él decididamente.
Él se rió suavemente, pero Myriam le cortó en seco esa risa.
Le agarró la camisa y se la abrió de golpe, rompiendo todos los botones. Le metió una rodilla entre las piernas tratando de proporcionarle un roce provocativo en sus partes íntimas mientras le quitaba los pantalones. Pero él confundió sus intenciones.
─¡Ah, no, eso no! ─exclamó Victor.
Entonces le metió las manos bajo los brazos y la levantó, arrojándola contra la cama. Inmediatamente después, fue él quien le metió una rodilla entre las piernas y se colocó sobre ella.
─Si quieres jugar a esto, por mí, de acuerdo.
Sintiéndose atrapada, Myriam logró soltarse y lo tumbó a él sobre la cama, colocándose encima y apoyándole las manos en el pecho para mantenerlo quieto.
─¡Muy bien! ─le gritó entonces.
Victor la agarró por las muñecas, listo para ejercer su fuerza.
─La violencia no es mi idea del placer sexual ─gruñó.
─Ni la mía. ¿Dejarás de equivocarte conmigo todo el tiempo? ¿Y de pensar lo peor? ─Una rodilla en la entrepierna ...
─No tengo tres manos. ¿Cómo se supone que tengo que excitarte y desnudarte al mismo tiempo?
Victor soltó el aire de sus pulmones y luego sonrió lentamente.
─Bueno, sigue donde estás y ya me desnudaré yo.
Y, si sigues sentada ahí, sobre mis costillas, podrás desabrocharte delante de mi cara ese vestido naranja y excitarme un poco con lo que lleves debajo. Si no te importa.
Ese pensamiento la excitó y esa excitación se impuso a su enfado. Tenía permiso. Tenía su aprobación. Podía hacer lo que quisiera. No tenía nada que perder y mucho que ganar, así que la perspectiva apartó todas sus reservas.
─Entonces suéltame las manos, Victor ─dijo sedosamente, sonriendo satisfecha.
Era ella la que estaba encima. La que controlaba la situación.
Él la soltó, pero Myriam todavía podía sentir su tensión, el deseo de medir su iniciativa si estaba fingiendo. Todavía no confiaba y Myriam fue muy consciente de estar siendo sometida a prueba. De todas formas, la oportunidad estaba garantizada y estaba llena de confianza por lo que había aprendido la noche anterior.
Esa noche, definitivamente, no iba a ser una mojigata, se prometió a sí misma. No había lugar para la timidez y la modestia. Su mente estaba completamente enfocada en la sexualidad.
Entonces, decididamente, empezó a desabrocharse el vestido, ese vestido tan poco característico en ella, que había logrado llamarle la atención.
─¿Te gusta este color para mí, Victor? ─le preguntó─.¿Crees que parece cálido y sexy?
─Me parece bastante positivo. ¿Es de verdad o estás de broma? ─respondió él mientras se levantaba un poco para quitarse los pantalones.
─Las dos cosas. Conduce a esto, lo que se supone que debe significar algo. ¿Te parece verdadero o no?
Mientras hablaba, Myriam se había abierto el vestido y le mostraba lo que llevaba debajo.
Victor pasó la mirada por el sostén negro de encaje, el liguero que rodeaba sus caderas y que sujetaba las medias, además de la braguita, un pequeño tanga negro, de encaje y seda que apenas ocultaba nada.
─Añade lujuria al cuerpo femenino ─dijo él secamente.
Pero mientras tanto, sus piernas estaban de lo más activas. El ruido de los zapatos al caer al suelo era muestra de su agilidad.
─Por otra parte ─continuó─Vamos a no equivocamos. Cualquiera puede jugar a vestirse provocativamente.
─Nadie en su sano juicio se molestaría en ponerse esto sólo para eso. Es demasiado incómodo ─respondió ella saltándose una media─Sólo tiene un propósito y es poner a tono a la gente. Eso es lo que me dijo la vendedora.
─¿Te hace ponerte a tono a ti? ─le preguntó Victor sarcásticamente mientras terminaba de librarse de los pantalones.
─Mmmm. La verdad es que me hace sentirme muy consciente de mí misma, físicamente. El sostén me oprime los senos, pero me produce la sensación de que se quieren escapar de él. La verdad es que es un alivio quitárselo.
Dicho eso, Myriam se quitó el vestido del todo, que cayó al suelo y, luego hizo lo mismo con el sujetador. Le sonrió mientras se acariciaba los senos, aliviando la sensación de compresión. En una película había visto como unas bailarinas eróticas lo hacían. Victor podía ponerse tan sarcástico y cínico como quisiera, pero eso no la iba a afectar. El juego era demostrarle que estaba equivocado y, la verdad es que estaba disfrutando con ello.
─¿Quieres el punto de vista de un hombre? ─le preguntó él sin dejar de mirar el movimiento de sus manos.
─Quiero el tuyo.
-Lo sexy es no comprimir tus senos en absoluto.
Lo que es sexy es la anatomía femenina. Los senos, el trasero y ... si nos ponemos en plan personal, tú de eso tienes de sobra. Y muy atractivo.
Aquella era su primera concesión a lo que estaba sucediendo allí, y le produjo una gran descarga de confianza a Myriam, además del placer que le producía el que él admirara su cuerpo. La envidia que sentía normalmente por las mujeres altas y esbeltas, como Lucia Alvarez, desapareció instantáneamente. A Victor le gustaban sus curvas.
Sonrió brillantemente y se colocó de forma que él le pudiera quitar el liguero y la media que faltaba, cosa que, al parecer, le apetecía mucho hacer. Aquello la estaba haciendo sentirse cada vez más sexy.
Estaba ansiosa por hacerlo así, encima de él, deslizándose y rozándolo sensualmente. Cuando se instaló encima de su vientre, se enorgulleció de la fuerza de la excitación de él. Era intensamente excitante acariciarlo con la seda de sus braguitas, antes de apartarlas a un lado y utilizar el suave y deslizante calor de su propio sexo para provocarlo y llevarlo a una necesidad de lo más intensa.
─¿Te gusta esto? ─le preguntó.
─Sí.
Poco a poco, estaba diluyendo su incredulidad cínica.
─Pero estará mejor dentro ─añadió él, definitivamente dispuesto ahora a cooperar.
Así que ella le dejó entrar, lentamente, jugando a todo juego erótico que se le pudiera ocurrir, variando los puntos de contacto y de presión. Era increíblemente excitante observar su rostro, ver como él aprobaba lo que estaba haciendo, la pérdida de control cuando llegó al clímax repentinamente. Y eso se lo estaba haciendo ella a él, por completo y en todo momento.
Había un éxtasis salvaje en provocarle eso, en llevarlo a esa situación. Y, por debajo de ese éxtasis, estaba la primitiva y profunda sensación de posesión, era su marido, su hombre, su compañero, ¡era suyo!
Myriam le observaba mientras se vestía al día siguiente. Victor sabía que ella estaba esperando que dijera algo, pero la dejó esperar. La sensación de estar siendo manipulado era fuerte y no le gustaba nada.
Si eran los celos lo que estaban haciendo que Myriam se comportara así, era sorprendente lo que podían hacer en una mujer. La noche anterior ella se había librado de todas las inhibiciones como si nunca hubieran existido. Le había proporcionado una noche de sexo fantástica. Lo que la había hecho comportarse así la noche anterior, evidentemente no se había perdido en ella, un hecho que él encontraba intensamente desconcertante.
¿Qué era real y qué no lo era? El cambio en ella había sido demasiado abrupto, demasiado extenso para que él se lo creyera. Se preguntó cuánto duraría la actuación. ¿Hasta que ella creyera que había pasado el peligro de Lucia?
Era extraño lo mucho que le había importado a Myriam lo del hotel. Era evidente que nada de lo que él dijera o hiciera iba a borrar sus sospechas al respecto. Lo que significaba que, si él quería mantener intacto su matrimonio, no iba a tener más remedio que ceder a que ella los acompañara al viaje. No le quedaba otra opción ya que no estaba dispuesto a arriesgarse a una demanda de divorcio.
─¿Has probado alguna vez una cama de agua, Victor?
Él terminó de atarse los zapatos y se levantó. Myriam estaba tumbada de lado en esa cama que él tanto había criticado, completamente desnuda, agarrada a una almohada como si ya lo estuviera echando de menos. Eso lo hizo sentir como una opresión en el pecho y un dolor en el vientre que no le gustaron nada.
Su primera esposa había utilizado el sexo como un arma. ¿Es que todas las mujeres hacían lo mismo para conseguir lo que querían? Nunca lo habría pensado de Myriam. Pero la posesividad era un instinto de lo más insidioso y exigente, más de lo que debiera.
─Olvídate de la cama ─dijo─Si te vas a venir conmigo a Europa, vas a tener mucho que hacer durante los próximos días.
El rostro de ella se iluminó de alivio.
─¿No te importa que vaya?
Victor la miró duramente.
─No esperes que yo cambie mis planes, Myriam, porque no lo haré. Me has obligado a esto. No interfieras con lo que haga cuando estemos por allí.
─No lo haré ─respondió ella sonriendo encantada por haber ganado─Te prometo que haré lo que te venga mejor.
El asintió y la dejó, incapaz de contener la esperanza de que ese cambio fuera real y duradero.
Si era así, su matrimonio sería casi perfecto.
Se aconsejó a sí mismo que fuera poco a poco. La verdad se revelaría por sí misma muy pronto.
dulce_myrifan- VBB PLATINO
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Re: .: La Otra :.
Muchas gracias por el capitulo.
alma.fra- VBB DIAMANTE
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Re: .: La Otra :.
Gracias por el Cap la novela me encanta y la verdad vamos Myriam te apoyo Saluods Dulce Atte: Iliana
myrithalis- VBB PLATINO
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Re: .: La Otra :.
gracias por los capis
nayelive- VBB PLATINO
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**DULCINEA**MUCHAS GRACIAS X LOS CAP...
Eva_vbb- VBB DIAMANTE
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Re: .: La Otra :.
GRACIAS POR EL CAPÍTULO
mats310863- VBB PLATINO
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Re: .: La Otra :.
GRACIIAS X EL CAP NIIÑA
Dianitha- VBB PLATINO
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Re: .: La Otra :.
gracias y saludos
fresita- VBB PLATINO
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Re: .: La Otra :.
Chavas como se daran cuenta he posteado la nove hasta dos capis diarios y se ha ido como agua y pss como veran ya mero es el final ehh para que no las agarre desprevenidas ehh jeje digo nomas es un avisoo jeje pero no se preocupen terminando esta les subo otra jeje... cuidense y saluditos, ahorita les dejo un capi
dulce_myrifan- VBB PLATINO
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Capítulo 10
Myriam se sintió aliviada cuando, por fin, llegaron a la sala de espera de la terminal de salidas internacionales del aeropuerto. La zona de las Líneas Aéreas de Singapur estaba la más lejana y ella no había dejado de arder de verguenza por la forma en que casi todos los hombres con los que se había cruzado se volvían para mirarla.
Victor le había dicho que, como iban a pasar en el avión unas veinte horas, no se llevara nada apretado o incómodo y, los pantalones negros anchos que había elegido se adaptaban a esa exigencia, además de no llamar la atención. No, era el jersey verde lima lo que la estaba llamando. Para ser más exactos, el problema estaba en el sujetador o, más bien en su ausencia.
Había pensando que, al cabo de las horas, un sujetador podía apretarla y, además, Victor le había dicho que le parecía más sexy que los senos se movieran libremente. Teniendo en cuenta esos dos factores y, sobre todo, queriendo mostrarle a él que tomaba en cuenta lo que le gustaba, la decisión de ir sin sujetador le pareció correcta.
Pero no había pensado en lo evidente que sería para todo el mundo, ni que se moriría de vergiienza por ello.
Se dirigieron a una zona desocupada y Myriam se sentó rápidamente dándole la espalda a la gente. Lucia se sentó delante de ella, así que el orgullo le impedía mostrar señal alguna de incomodidad.
─¿Quieres tomar algo, Myriam? ─le preguntó Victor amablemente, pero con una extraña mirada en sus ojos.
─Café estaría bien.
─¿Lucia?
─Iré contigo y te ayudaré a traer las cosas.
La secretaria personal en acción, pensó Myriam.
Pero el caso es que agradeció quedarse sola por un momento para tranquilizarse un poco. Estaba bien eso de ser sexy para Victor en privado. Pero ahí es donde debía quedarse el asunto, en privado.
En ese momento incluso podría disfrutar de estar desnuda. Pero en privado. Incluso hacerla orgullosamente le estaba resultando más fácil, ya que a Victor le estaba gustando. La ira había desaparecido, pero seguía manteniéndola lejos emocionalmente, extrañado por su súbito cambio de actitud y comportamiento. Era como si estuviera esperando que ella volviera a su ser anterior, como si no confiara en lo que le estaba ofreciendo, aunque lo aceptaba bástante de buena gana.
Tenía la sensación de que, si daba un mal paso, el calor que ahora había entre ellos se transformaría en algo más frío que la nieve del Monte Kosciusko. Sospechaba que él estaba resentido de alguna manera por haberse visto obligado a dar su brazo a torcer.
No podía negar que ella había sido bastante sinuosa. De todas formas, en esta ocasión, pensaba que el fin justificaba los medios. Eso le mostraria a Lucia Alvarez que la cama de Victor estaba bien y verdaderamente ocupada. Y también le mostraria a Victor que una segunda luna de miel no era una mala idea. Realmente necesitaban apoyarse más el uno en el otro para construir algo mejor en su matrimonio.
Cuando volvieron, Lucia estaba hablando con él de algo de negocios y, cuando estuvieron a su lado, la miró con una sonrisa indulgente que hizo que Myriam se sintiera como una niña mimada.
─Liz Copeland me dijo que te gustaria sentarte en mi asiento en el avión.
─No, yo no dije eso ─protestó Myriam inmediatamente.
Lucia se encogió de hombros.
─Bueno. A mí no me importa, ya que he visto todo lo que hay que ver desde el avión muchas veces. Y no creo que Victor tenga ningún problema en acercarse a mi asiento si quiere hablar algo de las reuniones que tendremos mañana. Se lo diré a la tripulación.
─No, por favor ─respondió Myriam, horrorizada. Victor la miró y frunció el ceño.
Lucia levantó las cejas como si Myriam se estuviera comportando demasiado caprichosamente.
─No se me ocurriria ocupar tu asiento ni interferir en los planes que hayan hecho ─dijo ella recordando lo que habían hablado Victor y ella.
─No tiene importancia, Myriam ─afirmó él.
─A mí no me importa cambiar de asiento ─continuó Lucia.
─Pero a mí no me gustaría hacerlos perder un tiempo precioso que necesitan para preparar esas reuniones tan importantes. No quiero cambiar de asiento. Tengo el mío propio y estoy contenta con él.
─Pero, ¿no quieres estar con Victor?
Myriam decidió entonces que odiaba a esa mujer.
Por supuesto que queria estar con él, pero lo que más quería era que lo que se proponía con ese viaje saliera bien. Se volvió a Victor, ansiosa de que él la creyera.
─Ya te dije que cuidaré de mí misma. Me sentiría realmente como una intrusa si ocupara el asiento de Lucia. Te prometí que no me interpondría en tu camino y que no molestaría y no lo haré. Me gustaria dejarlo todo como está. ¿De acuerdo?
─Como quieras ─respondió él, pero parecía que aquello no le gustaba nada.
Myriam se sintió entonces de lo más confundida. ¿Es que no acababa de pasar la prueba? ¿No había hecho lo correcto? Deseó que Victor se decidiera por fin por algo concreto, ya que realmente necesitaba algunas señales positivas de él.
Victor ya estaba instalado en su asiento del avión, mimado por la tripulación y, aún así, no estaba nada contento. Podía oír a Myriam charlando con el tipo que estaba sentado a su lado e, interiormente, rugió de impotencia al no poder cambiar una situación en la que se había metido por sí solo.
Ella había hecho exactamente lo que él le había pedido que hiciera ... no meterse en sus planes. Así que allí estaba él, bebiendo un magnífico champan que le estaba sabiendo a ácido y sintiéndose más confuso que nunca antes en su vida.
Quería que estuviera a su lado. Había estado ansioso por tenerla allí durante todo el largo viaje hasta Londres. Era una experiencia nueva para ella y él habría disfrutado con su alegría. Eso era algo que siempre le había encantado de Myriam, su capacidad para la alegría. Era maravillosa con los niños. Sus hijos no podían haber tenido una madre mejor. Él había tratado de dejarle claro que valoraba más eso que el sexo que bien podría haber conseguido en cualquier otra parte si hubiera querido.
Pero no es que lo hubiera querido. Ciertamente no lo podía haber conseguido mejor que el que Myriam le había proporcionado últimamente; y eso era lo que realmente lo estaba confundiendo más. Había llegado a una serie de conclusiones acerca de lo que era posible y lo que no lo era en su matrimonio. Pero Myriam estaba transformándolas ahora en un caos.
Era casi como si ella estuviera siendo poseída por una personalidad muy distinta de la que él estaba acostumbrado. Como si hubiera estado aprisionada en un capullo durante todos esos años y, luego, la mariposa estuviera emergiendo con una venganza.
La ropa que se había puesto ese día lo había dejado temblando. Sus pantalones negros delineaban sus redondas caderas y trasero. Pero lo que más llamaba su atención era ese jersey verde.
A pesar de que era bastante suelto, la suave tela revelaba que no había nada más entre ella y los secretos de Myriam. Parecían tentadoramente accesibles. No había botones que impidieran que una mano se deslizara dentro del escote. Había estado pensando en lo que podrían hacer cuando reclinaran los asientos y la luz se atenuara para dormir ...
Ahora ... Miró a Lucia, que estaba sentada tranquilamente a su lado, mirando por la ventanilla, seguramente sabiendo que él estaba pensando en otra cosa y de un humor de todos los diablos. Sólo Dios sabía lo que esa chica estaba pensando de toda la situación. No es que eso le importara mucho a él, pero iba a tener que llegar a alguna clase de acuerdo con ella antes de que aterrizaran en Londres y se fueran al hotel.
Ella también iba vestida de una forma bastante sexy, aunque menos obviamente que Myriam. La larga falda color azul marino tenía una abertura en el costado hasta media cadera y terminaba en unos botones dorados que le llegaban a la cintura. La parte de arriba, del mismo color, seguía con los botones. La gran diferencia era su figura, que no era tan espectacularmente femenina como la de Myriam.
Tal vez dándose cuenta de que la estaba mirando, Lucia lo miró a él.
─¿Hay algún problema? ─le preguntó como invitándolo a las confidencias.
Él nunca le había hablado a Lucia acerca de su esposa y, no iba a empezar ahora. No era asunto suyo. Incluso aunque había llegado a ocurrírsele la idea de tener alguna especie de acuerdo de tipo sexual con Lucia, nunca le habría podido dar la clásica excusa de que su esposa no lo comprendía. Ni habría permitido que semejante acuerdo afectara a su matrimonio. Su vida hogareña era sacrosanta y nadie podía tocarla impunemente.
─No, ninguno.
Lucia era una chica lista, muy inteligente. La falta de armonía marital era demasiado evidente, pero las palabras de Victor cortaron por lo sano cualquier posible comentario.
─Me estaba preguntando si no sería más conveniente para ti si yo me instalara en otra suite del hotel. O que me quedara en otra parte, cerca de allí.
Para que así, pasara lo que pasara entre ellos, no sucediera delante de las narices de su esposa y no los pudieran pillar con las manos en la masa. Victor recibió el mensaje alto y claro. Lucia seguía manteniendo abierta la puerta para un poco de discreta diversión si a él le apetecía.
Victor pensó entonces que el adulterio lo haría ser un perfecto hipócrita y él siempre se había enorgullecido de su sinceridad. Aunque él había llegado casi a justificar un pequeño adulterio, pensando que sería lo más pragmático, ahora se alegraba mucho de que Myriam hubiera dado esa vuelta de timón y ahora no lo tuviera sobre la conciencia.
─No veo ninguna razón para cambiar de planes en eso ─dijo.
Pero sí que veía muchas para no hacerlo.
─Myriam ha insistido mucho en no interferir en nada, así que, probablemente, le molestará el que tú te apartes, Lucia.
Estaba claro que le molestaría. Y sospecharía. Mucho. Y Victor no quería que sospechara. Sobre todo cuando ya no iba a tener ningún motivo. Esperó que Lucia hubiera recibido bien el mensaje.
Por lo que a él se refería, el compartir el apartamento en el hotel era algo conveniente, inocente y nada personal. Así fue como se lo contó a Myriam y lo que iba a ser ahora.
─Bueno, si cambias de opinión, Victor, estoy dispuesta a hacer lo que quieras ─insistió Lucia.
─Ya veremos.
Su insistencia molestó a Victor. Quiso decirle en voz alta que lo dejara ya, pero lo cierto era que había permitido que aquella relación de trabajo se transformara en otra cosa más personal. El almuerzo del día de su cumpleaños ... Myriam había tenido razón en que se estaba poniendo excesivamente familiar con otra mujer. Él lo había justificado también, pero no cabía duda de que los instintos femeninos de Myriam le estaban indicando que alguien se estaba metiendo en su territorio. Esos instintos pasaron a través del camuflaje y llegaron al corazón del asunto.
Ella era su esposa. Su esposa.
Y Myriam se lo estaba haciendo saber con certeza.
Ahora tampoco le cabía duda de que había sido lo del hotel y Lucia lo que había disparado esa revolución en su matrimonio. No podía evitar ser escéptico al respecto. Pero ¿y si detrás de los celos y el sentimiento de posesión había un deseo genuino de ser más una esposa para él?
¿Y si Myriam simplemente quería estar más cerca de agradarlo, forjar una intimidad más feliz entre ellos? Tal vez había una posibilidad real para algo más que lo que había habido en su relación, más de lo que él se había resignado a tener. En lo más profundo de su corazón quería más. ¿No podía tener esa posibilidad?
Tenía que reconocer que Myriam estaba tomándose al pie de la letra todo lo que él le estaba diciendo y lo estaba poniendo en práctica con una dedicación que se merecía que él mostrara un poco más de aprecio, fueran cuales fuesen sus motivos.
Victor dejó a un lado su copa de champán, se desabrochó el cinturón y se puso en pie.
Lucia lo miró interrogativamente.
Se disculpó fríamente y se dirigió a donde estaba Myriam, que lo miraba con el rostro brillante y lleno de esperanza.
De repente se dio cuenta de lo hermosa que era.
Un montón de recuerdos se agolparon entonces en su mente. Myriam con su primer hijo, brillando de amor maternal. El día de su boda, llena de amor por él. Cuando la vio por primera vez en el centro comercial de Bondi Junction, contenta por tener un trabajo esas navidades vendiendo libros para niños, encantada por atender a los niños y las mamás.
Hermosa. Ahora incluso más aún, cuando estaba llegando a la madurez como mujer y, todavía con ese brillo de inocencia en los ojos.
La sonrió de forma completamente masculina y mostrándole el aprecio que sentía por ella como mujer.
Entonces el rostro de ella se iluminó y sus encantadores ojos castaños brillaron de placer y su sonrisa fue un fiel reflejo de su alegría. Esa sonrisa hizo que se le relajaran los nervios que había tenido tensos hasta entonces.
El tipo que estaba sentado a su lado los estaba mirando con curiosidad, pero Myriam no le hacía ni caso. Mientras se acercaba, Victor no pudo evitar que su mirada bajara hasta los senos de ella, donde sus manos deseaban estar.
Ella empezó a ruborizarse. Cuando levantó la mirada, en sus ojos había una expresión de angustia. Él sintió entonces las preguntas que la embargaban. Le estaba preguntando si había hecho bien, si lo estaba haciendo. ¿Qué era lo que estaba bien?
Se dio cuenta de que ella había reconocido el destello de deseo en sus ojos y la vio aliviarse.
Se inclinó entonces y la besó ... besó a su esposa, que estaba jugando a ser una sirena sexy para él. Su boca era suave y dulce y el impulso de besarla más apasionadamente allí mismo fue tan fuerte que tuvo que obligarse a retroceder y comportarse como un hombre civilizado.
─¿Estás bien? ─le preguntó cariñosamente.
─Sí ─respondió ella con una evidente mirada de satisfacción─ Este es Edward ... Edward Harrow ─dijo presentándole a su compañero de asiento─ Ha sido muy amable contándome cosas.
─Gracias por cuidar de mi esposa ─dijo Victor con un calor que sorprendió por completo al hombre que, probablemente, se estaría preguntando por qué sentaban separados.
─De nada ─dijo el hombre
─Es un placer. Una dama encantadora.
─Sí, tengo mucha suerte ─respondió Victor volviendo a sonreír a Myriam─. Prueba el caviar cuando sirvan la cena. Está riquísimo. Y acepta también el vodka. Haz como si fueras rusa.
Ella se rió.
─De acuerdo, lo haré. Gracias, Victor.
Victor deseó haber podido compartir su compañía hasta Londres, esa risa y alegría. Mentalmente se reprendió a sí mismo por ser tan tonto. ¿Y si aquello no duraba? Incluso un placer pasajero era mejor que ninguno.
─Que disfrutes del viaje ─le dijo muy en serio. Luego volvió a su asiento sintiéndose de lo más feliz y contento.
Poco después oyó a Myriam decir:
─Tomaré el caviar, por favor.
Y eso hizo que se sintiera bien. Pudiera ser que estuvieran separados, pero estaban compartiendo.
Tal vez debieran incrementar esa forma de compartir y, no sólo temporalmente. Si Myriam no estaba jugando y verdaderamente estaba cambiando, Victor estaba más que deseoso de darle una oportunidad. Había esperado que fuera así cuando se casó con ella. Si una segunda luna de miel era lo que ella quería, él haría algo más que encontrarse con sus deseos a medio camino.
Pensó entonces que la esperanza era una emoción imposible de reprimir.
Nunca se sabía cuando iba a acabar y morir.
Myriam se sintió aliviada cuando, por fin, llegaron a la sala de espera de la terminal de salidas internacionales del aeropuerto. La zona de las Líneas Aéreas de Singapur estaba la más lejana y ella no había dejado de arder de verguenza por la forma en que casi todos los hombres con los que se había cruzado se volvían para mirarla.
Victor le había dicho que, como iban a pasar en el avión unas veinte horas, no se llevara nada apretado o incómodo y, los pantalones negros anchos que había elegido se adaptaban a esa exigencia, además de no llamar la atención. No, era el jersey verde lima lo que la estaba llamando. Para ser más exactos, el problema estaba en el sujetador o, más bien en su ausencia.
Había pensando que, al cabo de las horas, un sujetador podía apretarla y, además, Victor le había dicho que le parecía más sexy que los senos se movieran libremente. Teniendo en cuenta esos dos factores y, sobre todo, queriendo mostrarle a él que tomaba en cuenta lo que le gustaba, la decisión de ir sin sujetador le pareció correcta.
Pero no había pensado en lo evidente que sería para todo el mundo, ni que se moriría de vergiienza por ello.
Se dirigieron a una zona desocupada y Myriam se sentó rápidamente dándole la espalda a la gente. Lucia se sentó delante de ella, así que el orgullo le impedía mostrar señal alguna de incomodidad.
─¿Quieres tomar algo, Myriam? ─le preguntó Victor amablemente, pero con una extraña mirada en sus ojos.
─Café estaría bien.
─¿Lucia?
─Iré contigo y te ayudaré a traer las cosas.
La secretaria personal en acción, pensó Myriam.
Pero el caso es que agradeció quedarse sola por un momento para tranquilizarse un poco. Estaba bien eso de ser sexy para Victor en privado. Pero ahí es donde debía quedarse el asunto, en privado.
En ese momento incluso podría disfrutar de estar desnuda. Pero en privado. Incluso hacerla orgullosamente le estaba resultando más fácil, ya que a Victor le estaba gustando. La ira había desaparecido, pero seguía manteniéndola lejos emocionalmente, extrañado por su súbito cambio de actitud y comportamiento. Era como si estuviera esperando que ella volviera a su ser anterior, como si no confiara en lo que le estaba ofreciendo, aunque lo aceptaba bástante de buena gana.
Tenía la sensación de que, si daba un mal paso, el calor que ahora había entre ellos se transformaría en algo más frío que la nieve del Monte Kosciusko. Sospechaba que él estaba resentido de alguna manera por haberse visto obligado a dar su brazo a torcer.
No podía negar que ella había sido bastante sinuosa. De todas formas, en esta ocasión, pensaba que el fin justificaba los medios. Eso le mostraria a Lucia Alvarez que la cama de Victor estaba bien y verdaderamente ocupada. Y también le mostraria a Victor que una segunda luna de miel no era una mala idea. Realmente necesitaban apoyarse más el uno en el otro para construir algo mejor en su matrimonio.
Cuando volvieron, Lucia estaba hablando con él de algo de negocios y, cuando estuvieron a su lado, la miró con una sonrisa indulgente que hizo que Myriam se sintiera como una niña mimada.
─Liz Copeland me dijo que te gustaria sentarte en mi asiento en el avión.
─No, yo no dije eso ─protestó Myriam inmediatamente.
Lucia se encogió de hombros.
─Bueno. A mí no me importa, ya que he visto todo lo que hay que ver desde el avión muchas veces. Y no creo que Victor tenga ningún problema en acercarse a mi asiento si quiere hablar algo de las reuniones que tendremos mañana. Se lo diré a la tripulación.
─No, por favor ─respondió Myriam, horrorizada. Victor la miró y frunció el ceño.
Lucia levantó las cejas como si Myriam se estuviera comportando demasiado caprichosamente.
─No se me ocurriria ocupar tu asiento ni interferir en los planes que hayan hecho ─dijo ella recordando lo que habían hablado Victor y ella.
─No tiene importancia, Myriam ─afirmó él.
─A mí no me importa cambiar de asiento ─continuó Lucia.
─Pero a mí no me gustaría hacerlos perder un tiempo precioso que necesitan para preparar esas reuniones tan importantes. No quiero cambiar de asiento. Tengo el mío propio y estoy contenta con él.
─Pero, ¿no quieres estar con Victor?
Myriam decidió entonces que odiaba a esa mujer.
Por supuesto que queria estar con él, pero lo que más quería era que lo que se proponía con ese viaje saliera bien. Se volvió a Victor, ansiosa de que él la creyera.
─Ya te dije que cuidaré de mí misma. Me sentiría realmente como una intrusa si ocupara el asiento de Lucia. Te prometí que no me interpondría en tu camino y que no molestaría y no lo haré. Me gustaria dejarlo todo como está. ¿De acuerdo?
─Como quieras ─respondió él, pero parecía que aquello no le gustaba nada.
Myriam se sintió entonces de lo más confundida. ¿Es que no acababa de pasar la prueba? ¿No había hecho lo correcto? Deseó que Victor se decidiera por fin por algo concreto, ya que realmente necesitaba algunas señales positivas de él.
Victor ya estaba instalado en su asiento del avión, mimado por la tripulación y, aún así, no estaba nada contento. Podía oír a Myriam charlando con el tipo que estaba sentado a su lado e, interiormente, rugió de impotencia al no poder cambiar una situación en la que se había metido por sí solo.
Ella había hecho exactamente lo que él le había pedido que hiciera ... no meterse en sus planes. Así que allí estaba él, bebiendo un magnífico champan que le estaba sabiendo a ácido y sintiéndose más confuso que nunca antes en su vida.
Quería que estuviera a su lado. Había estado ansioso por tenerla allí durante todo el largo viaje hasta Londres. Era una experiencia nueva para ella y él habría disfrutado con su alegría. Eso era algo que siempre le había encantado de Myriam, su capacidad para la alegría. Era maravillosa con los niños. Sus hijos no podían haber tenido una madre mejor. Él había tratado de dejarle claro que valoraba más eso que el sexo que bien podría haber conseguido en cualquier otra parte si hubiera querido.
Pero no es que lo hubiera querido. Ciertamente no lo podía haber conseguido mejor que el que Myriam le había proporcionado últimamente; y eso era lo que realmente lo estaba confundiendo más. Había llegado a una serie de conclusiones acerca de lo que era posible y lo que no lo era en su matrimonio. Pero Myriam estaba transformándolas ahora en un caos.
Era casi como si ella estuviera siendo poseída por una personalidad muy distinta de la que él estaba acostumbrado. Como si hubiera estado aprisionada en un capullo durante todos esos años y, luego, la mariposa estuviera emergiendo con una venganza.
La ropa que se había puesto ese día lo había dejado temblando. Sus pantalones negros delineaban sus redondas caderas y trasero. Pero lo que más llamaba su atención era ese jersey verde.
A pesar de que era bastante suelto, la suave tela revelaba que no había nada más entre ella y los secretos de Myriam. Parecían tentadoramente accesibles. No había botones que impidieran que una mano se deslizara dentro del escote. Había estado pensando en lo que podrían hacer cuando reclinaran los asientos y la luz se atenuara para dormir ...
Ahora ... Miró a Lucia, que estaba sentada tranquilamente a su lado, mirando por la ventanilla, seguramente sabiendo que él estaba pensando en otra cosa y de un humor de todos los diablos. Sólo Dios sabía lo que esa chica estaba pensando de toda la situación. No es que eso le importara mucho a él, pero iba a tener que llegar a alguna clase de acuerdo con ella antes de que aterrizaran en Londres y se fueran al hotel.
Ella también iba vestida de una forma bastante sexy, aunque menos obviamente que Myriam. La larga falda color azul marino tenía una abertura en el costado hasta media cadera y terminaba en unos botones dorados que le llegaban a la cintura. La parte de arriba, del mismo color, seguía con los botones. La gran diferencia era su figura, que no era tan espectacularmente femenina como la de Myriam.
Tal vez dándose cuenta de que la estaba mirando, Lucia lo miró a él.
─¿Hay algún problema? ─le preguntó como invitándolo a las confidencias.
Él nunca le había hablado a Lucia acerca de su esposa y, no iba a empezar ahora. No era asunto suyo. Incluso aunque había llegado a ocurrírsele la idea de tener alguna especie de acuerdo de tipo sexual con Lucia, nunca le habría podido dar la clásica excusa de que su esposa no lo comprendía. Ni habría permitido que semejante acuerdo afectara a su matrimonio. Su vida hogareña era sacrosanta y nadie podía tocarla impunemente.
─No, ninguno.
Lucia era una chica lista, muy inteligente. La falta de armonía marital era demasiado evidente, pero las palabras de Victor cortaron por lo sano cualquier posible comentario.
─Me estaba preguntando si no sería más conveniente para ti si yo me instalara en otra suite del hotel. O que me quedara en otra parte, cerca de allí.
Para que así, pasara lo que pasara entre ellos, no sucediera delante de las narices de su esposa y no los pudieran pillar con las manos en la masa. Victor recibió el mensaje alto y claro. Lucia seguía manteniendo abierta la puerta para un poco de discreta diversión si a él le apetecía.
Victor pensó entonces que el adulterio lo haría ser un perfecto hipócrita y él siempre se había enorgullecido de su sinceridad. Aunque él había llegado casi a justificar un pequeño adulterio, pensando que sería lo más pragmático, ahora se alegraba mucho de que Myriam hubiera dado esa vuelta de timón y ahora no lo tuviera sobre la conciencia.
─No veo ninguna razón para cambiar de planes en eso ─dijo.
Pero sí que veía muchas para no hacerlo.
─Myriam ha insistido mucho en no interferir en nada, así que, probablemente, le molestará el que tú te apartes, Lucia.
Estaba claro que le molestaría. Y sospecharía. Mucho. Y Victor no quería que sospechara. Sobre todo cuando ya no iba a tener ningún motivo. Esperó que Lucia hubiera recibido bien el mensaje.
Por lo que a él se refería, el compartir el apartamento en el hotel era algo conveniente, inocente y nada personal. Así fue como se lo contó a Myriam y lo que iba a ser ahora.
─Bueno, si cambias de opinión, Victor, estoy dispuesta a hacer lo que quieras ─insistió Lucia.
─Ya veremos.
Su insistencia molestó a Victor. Quiso decirle en voz alta que lo dejara ya, pero lo cierto era que había permitido que aquella relación de trabajo se transformara en otra cosa más personal. El almuerzo del día de su cumpleaños ... Myriam había tenido razón en que se estaba poniendo excesivamente familiar con otra mujer. Él lo había justificado también, pero no cabía duda de que los instintos femeninos de Myriam le estaban indicando que alguien se estaba metiendo en su territorio. Esos instintos pasaron a través del camuflaje y llegaron al corazón del asunto.
Ella era su esposa. Su esposa.
Y Myriam se lo estaba haciendo saber con certeza.
Ahora tampoco le cabía duda de que había sido lo del hotel y Lucia lo que había disparado esa revolución en su matrimonio. No podía evitar ser escéptico al respecto. Pero ¿y si detrás de los celos y el sentimiento de posesión había un deseo genuino de ser más una esposa para él?
¿Y si Myriam simplemente quería estar más cerca de agradarlo, forjar una intimidad más feliz entre ellos? Tal vez había una posibilidad real para algo más que lo que había habido en su relación, más de lo que él se había resignado a tener. En lo más profundo de su corazón quería más. ¿No podía tener esa posibilidad?
Tenía que reconocer que Myriam estaba tomándose al pie de la letra todo lo que él le estaba diciendo y lo estaba poniendo en práctica con una dedicación que se merecía que él mostrara un poco más de aprecio, fueran cuales fuesen sus motivos.
Victor dejó a un lado su copa de champán, se desabrochó el cinturón y se puso en pie.
Lucia lo miró interrogativamente.
Se disculpó fríamente y se dirigió a donde estaba Myriam, que lo miraba con el rostro brillante y lleno de esperanza.
De repente se dio cuenta de lo hermosa que era.
Un montón de recuerdos se agolparon entonces en su mente. Myriam con su primer hijo, brillando de amor maternal. El día de su boda, llena de amor por él. Cuando la vio por primera vez en el centro comercial de Bondi Junction, contenta por tener un trabajo esas navidades vendiendo libros para niños, encantada por atender a los niños y las mamás.
Hermosa. Ahora incluso más aún, cuando estaba llegando a la madurez como mujer y, todavía con ese brillo de inocencia en los ojos.
La sonrió de forma completamente masculina y mostrándole el aprecio que sentía por ella como mujer.
Entonces el rostro de ella se iluminó y sus encantadores ojos castaños brillaron de placer y su sonrisa fue un fiel reflejo de su alegría. Esa sonrisa hizo que se le relajaran los nervios que había tenido tensos hasta entonces.
El tipo que estaba sentado a su lado los estaba mirando con curiosidad, pero Myriam no le hacía ni caso. Mientras se acercaba, Victor no pudo evitar que su mirada bajara hasta los senos de ella, donde sus manos deseaban estar.
Ella empezó a ruborizarse. Cuando levantó la mirada, en sus ojos había una expresión de angustia. Él sintió entonces las preguntas que la embargaban. Le estaba preguntando si había hecho bien, si lo estaba haciendo. ¿Qué era lo que estaba bien?
Se dio cuenta de que ella había reconocido el destello de deseo en sus ojos y la vio aliviarse.
Se inclinó entonces y la besó ... besó a su esposa, que estaba jugando a ser una sirena sexy para él. Su boca era suave y dulce y el impulso de besarla más apasionadamente allí mismo fue tan fuerte que tuvo que obligarse a retroceder y comportarse como un hombre civilizado.
─¿Estás bien? ─le preguntó cariñosamente.
─Sí ─respondió ella con una evidente mirada de satisfacción─ Este es Edward ... Edward Harrow ─dijo presentándole a su compañero de asiento─ Ha sido muy amable contándome cosas.
─Gracias por cuidar de mi esposa ─dijo Victor con un calor que sorprendió por completo al hombre que, probablemente, se estaría preguntando por qué sentaban separados.
─De nada ─dijo el hombre
─Es un placer. Una dama encantadora.
─Sí, tengo mucha suerte ─respondió Victor volviendo a sonreír a Myriam─. Prueba el caviar cuando sirvan la cena. Está riquísimo. Y acepta también el vodka. Haz como si fueras rusa.
Ella se rió.
─De acuerdo, lo haré. Gracias, Victor.
Victor deseó haber podido compartir su compañía hasta Londres, esa risa y alegría. Mentalmente se reprendió a sí mismo por ser tan tonto. ¿Y si aquello no duraba? Incluso un placer pasajero era mejor que ninguno.
─Que disfrutes del viaje ─le dijo muy en serio. Luego volvió a su asiento sintiéndose de lo más feliz y contento.
Poco después oyó a Myriam decir:
─Tomaré el caviar, por favor.
Y eso hizo que se sintiera bien. Pudiera ser que estuvieran separados, pero estaban compartiendo.
Tal vez debieran incrementar esa forma de compartir y, no sólo temporalmente. Si Myriam no estaba jugando y verdaderamente estaba cambiando, Victor estaba más que deseoso de darle una oportunidad. Había esperado que fuera así cuando se casó con ella. Si una segunda luna de miel era lo que ella quería, él haría algo más que encontrarse con sus deseos a medio camino.
Pensó entonces que la esperanza era una emoción imposible de reprimir.
Nunca se sabía cuando iba a acabar y morir.
dulce_myrifan- VBB PLATINO
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Re: .: La Otra :.
Gracias por el Cap. Saludos Atte: Iliana
myrithalis- VBB PLATINO
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Re: .: La Otra :.
Otro Otro Otro Otro Otro Otro Otro Otro Otro Otro Otro Otro Otro Otro Otro Otro Otro Otro Otro Otro Siiiiiii???? jajaja.
Ke bueno ke Vic esta recapacitando.
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alma.fra- VBB DIAMANTE
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Re: .: La Otra :.
gracias por el capi
nayelive- VBB PLATINO
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Re: .: La Otra :.
GRACIAS DUL...
Eva_vbb- VBB DIAMANTE
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Re: .: La Otra :.
gracias DULCINEA, PERO CREO QUE LA VIEJA ESA DE LA SECRETARIA DARA MUCHA GUERRA HAYA EN EUROPA.
SALUDOS
GENO
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GENO
Geno- STAFF
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Re: .: La Otra :.
PRESIENTO QUE ESA LUCÍA DARA MUCHA LATA DURANTE EL VIAJE, GRACIAS POR EL CAPÍTULO
mats310863- VBB PLATINO
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Re: .: La Otra :.
Chikas no se si leyeron mi mensaje que puse antes de poner el capitulo pasado pero ya va a dar fin la novelita asi que no se sorprendan, como en dos capis mas, nsp, les pondre otra novelita pronto!!
Capítulo 11
Eran las seis de la madrugada del lunes cuando llegaron al aeropuerto Heathrow. Myriam no había encontrado arduo el largo viaje. En realidad, le había parecido de lo más excitante.
El servicio había sido excelente y había comido como nunca, descubriendo incluso bebidas nuevas.
Victor la había ayudado a elegir un par de películas de la selección de vídeos que habían ayudado a que las horas se le pasaran rápidamente y, cuando llegó la hora de dormir, le había dado una pastilla, con la que consiguió hacerlo de un tirón durante más de cinco horas.
Se había sentido de lo más animada y contenta por la actitud de Victor hacia ella, por las muchas veces que se había acercado a su asiento para ver cómo estaba o si necesitaba algo, siempre besándola y acariciándole la mejilla que pensó que tal vez debiera haber intercambiado el asiento con Lucia después de todo. Pero, ¿cómo iba a saber si con eso no se metería en los planes de él?
Era mejor así. Ahora no le parecía mal haber ido con él, ni sentía temor por pasar las próximas dos semanas en lo que era un territorio extraño para ella. A Victor no le estaba disgustando su presencia. Tal vez sus iniciativas estaban dando fruto, después de todo.
Realmente, él parecía haber cambiado. Era como si hubiera decidido hacerle pasar ese tiempo lo mejor que pudiera.
Pero cuando llegaron al hotel, ese buen humor desapareció bastante. Lucia se hizo cargo de todo allí y dijo que debían quedarse ellos con el dormitorio principal, sugiriendo que fuera Victor el primero en usar el cuarto de baño y recordándole que debían estar de camino a las ocho y media para su primera reunión.
Myriam se sintió completamente sobrante, pero se dijo a sí misma que así era como iba a ir todo si ella no hubiera ido, así que decidió mantener la boca cerrada y no estorbar. Deshizo su maleta y la de Victor y, así por lo menos le tendría la ropa preparada para cuando saliera del cuarto de baño.
El dormitorio principal era suficientemente grande para los dos. La cama era también lo bastante grande como para no tocarse si no se deseaba, cosa que no estaba en sus pensamientos, ni mucho menos.
La suite estaba decorada de forma cálida y acogedora, con tonos rojos y blancos. En cierta manera parecía una casa antigua pero confortable, hacía que se sintiera como en su propia casa.
La cocina era bastante espaciosa y funcional, con todo lo que podía ser necesario. Myriam hizo una lista mental de lo que tenía que comprar cuando encontrara un supermercado, pero luego decidió que lo mejor era ir a la famosa sección de alimentación de Harrod' s y así le daría una sorpresa a Victor.
Se hizo una taza de café, ya que ninguno de los otros dos quiso una, y se instaló en el salón, que era de lo más encantador. Myriam dudó que aquello pudiera ser mejorado y, era de lo más cierto que la suite proporcionaba una atmósfera íntima y acogedora. Lucia no parecía haber dejado nada al azar.
Fue cuando Lucia abandonó el cuarto de baño después de darse una ducha y pasó por el salón para dirigirse a su dormitorio cuando Myriam se percató en lo que sí que podía haberse equivocado Victor.
La bata que llevaba Lucia y que la cubría hasta las rodillas dejaba muy pocas dudas de que no llevaba nada debajo. Y el nudo flojo del cinturón no era la cerradura más segura del mundo, precisamente. Un tirón y la bata se abriría. Todavía tenía un poco de espuma en la parte baja del cuello y le llegó el olor de algún perfume que, evidentemente, debía de ser muy caro. Llevaba el cabello recogido cuidadosamente en la parte alta de la cabeza de forma que pareciera levemente descuidado.
A pesar de que no estaba nada vestida, sí que se había maquillado perfectamente. Nada de ropa, pero un maquillaje impecable. Eso se añadía a la fresca vitalidad que emanaba de ella, haciendo que Myriam se sintiera agotada.
─El baño está libre, si quieres entrar ─le dijo Lucia sonriendo levemente─ Siento haberte hecho esperar, pero es importante que cause hoy una buena impresión. Por Victor. Ya sabes que esta gente valora también a las secretarias personales.
─Bueno, estoy segura de que harás que Victor se sienta orgulloso ─le dijo Myriam fríamente.
─También valoran a las esposas ─respondió ella mirando el jersey verde que Myriam seguía llevando─. Yo podría darte algunas pistas de lo que es apropiado o no, dado que Victor va a ser invitado por algunos de esos hombres de negocios a finales de la semana.
Myriam luchó contra la oleada de calor que amenazaba con llegarle al rostro. ¿Cómo se atrevía esa mujer a criticar su ropa? ¿Quería decir con eso que ella sabía lo que era mejor para Victor? A Myriam le salieron chispas por los ojos.
─Tú ocúpate de tus asuntos, Lucia, que yo me ocuparé de los míos.
─Sólo estaba tratando de ayudar; los asuntos de Victor son también asuntos tuyos, ¿no?
¿Por qué tenía que tomarse esas familiaridades esa mujer?
─Yo opino que Victor es más que capaz de arreglárselas por sí solo sin ninguna ayuda por nuestra parte ─dijo Myriam decididamente─ Ha llegado hasta aquí de esa manera.
─No hace ningún daño facilitar el camino. Incluso los hombres hechos a sí mismos aprecian un empujón de vez en cuando.
─¿ Y es eso lo que tú les proporcionas? ¿Un empujón?
─Eso espero. Es por lo que me pagan. Por ocuparme de los detalles, quitar obstáculos y suavizar el camino.
─Por engrasar el motor ─afirmó Myriam suavemente.
─Bueno, se podría decir así.
─¿Hay algún límite a las necesidades que llenas?
Myriam estaba odiando esa conversación, pero tenía que continuarla para encontrar lo peor.
─Eso depende del que me contrata. Podría decir que Victor es muy considerado. Y generoso.
A Myriam cada vez le estaba costando más trabajo contener la furia. El recuerdo del almuerzo del día del cumpleaños de esa mujer era como un aguijón. Trató de sonreír condescendientemente.
─Es su naturaleza. No te lo tomes personalmente.
─Bueno, es agradable trabajar bajo él ─respondió Lucia con un brillo malicioso en los ojos.
De repente la ira de Myriam se transformó en frío. Un frío helado. Eso de trabajar bajo él ¿significaba lo que ella creía?
─No creo que haya conocido nunca a un hombre con tanto corazón ─continuó Lucia─. Victor te ha dispensado tantas atenciones durante el vuelo que ha debido hacerte sentir encantada de ser su esposa.
Dijo la palabra esposa como si fuera alguna especie de ciudadana de segunda. ¿Era piedad lo que había en su mirada? El frío le llegó al corazón a Myriam.
Lucia volvió a sonreír condescendientemente cuando añadió:
─Yo siempre he pensado que la generosidad cubre multitud de pecados. Bueno, si quieres mi ayuda o cualquier otra cosa, por favor, dímelo.
«¿Por qué no me cortas la garganta para ayudarme a sangrar», pensó Myriam, pero antes de que pudiera decir nada, Victor entró en el salón, de lo más atractivo con su traje y chaleco gris.
Myriam tuvo que estar de acuerdo en que la mayoría de las mujeres debían sentirse tentadas de ponerle las manos encima. Lucia estaba haciendo más que eso, estaba en plena batalla y Victor había aceptado esa batalla al estar de acuerdo en alojarse en ese sitio. Eso era lo que le daba a Lucia el derecho a tomarse tantas libertades. De repente a Myriam no le cupo ninguna duda al respecto. Y el conocimiento de la complicidad de Victor en esa situación eliminó todos los buenos sentimientos que había tenido durante el viaje, dejando en su lugar un vacío tremendo.
¿Desde hacía cuánto tiempo estaban sucediendo esas cosas?
Había habido otros viajes de negocios desde que Lucia trabajaba para él. Todos ellos de varios días, semanas incluso. Y ella ni siquiera le había preguntado si su secretaria personal lo iba a acompañar. Hasta que había surgido lo de este viaje. ¿Cómo había sido tan ciega? La esposa es siempre la última en saberlo.
Esa frase no paró de darle vueltas en la cabeza, siendo seguida por fin por otro pensamiento. ¿Merecía la pena seguir luchando?
─Creo que me tomaré una taza de café, Myriam, si es que queda ─dijo Victor entonces.
Ella lo miró, su marido, viviendo en una mentira.
Era extraño como se podía saber una cosa en teoría y, cuando se enfrenta a ella, es otra cosa distinta.
Él frunció el ceño y miró fijamente a Lucia, que seguía por allí con su bata. Probablemente, había sido algo deliberado lo de hacer tiempo con Myriam hasta que Victor apareciera y viera la apreciable imagen que presentaba; una imagen mucho más apreciable que la de su esposa desde hacía siete años, que tenía un aspecto de lo más deslucido en esos momentos .
Myriam decidió que no era ni el momento ni el lugar apropiado para una escena, así que se levantó del sofá donde estaba sentada y dejó su taza y el plato sobre la mesa, alegrándose de no romperlos.
─Es sólo café instantáneo, Victor ─dijo lo más tranquilamente que pudo─. No es problema hacerte uno.
Sintió como él observaba su rostro con intensidad, pero no lo miró. Fue a extender una mano para tocarla cuando pasó por su lado camino de la cocina y ella se retiró instintivamente. Eso hizo que él se tensara. Aquello no le importó nada, lo que quería era salir del envenenado ambiente de esa habitación.
─Será mejor que empieces a moverte, Lucia, el desayuno que has pedido estará aquí dentro de un cuarto de hora ─dijo Victor entonces.
─Ya tengo preparada la ropa. No tardaré en vestirme y peinarme ─dijo ella suavemente.
─Hazlo entonces.
Aquello era una orden. Desde la cocina Myriam oyó dos puertas cerrándose. Una era seguramente la de Lucia y la otra la del salón cuando Victor la cerró para dirigirse a la cocina.
Estaba preparando el café y las lágrimas le quemaban en los ojos. Deseó que Victor la dejara en paz para pensar en un matrimonio que podía estar más roto de lo que se había imaginado. ¿Qué clase de hombre instalaba a una esposa y a su amante ... o la que podía llegar a serlo bajo el mismo techo?
Le pareció una falta de respeto a su inteligencia.
Una falta de respeto hacia muchas cosas que ella apreciaba.
─¿Te ha dicho Lucia algo que te haya molestado?
La voz de él le llegó desde la puerta. Era una pregunta directa y llena de preocupación.
¿Qué podía decirle ella? Lo que le había molestado no habían sido las palabras en sí, sino la forma en que habían sido dichas. Además, si la acusaba de algo y Victor no le hacía caso, sólo empeoraría las cosas. Era mejor permanecer en silencio hasta que se lo aclarara la cabeza.
─No ─dijo por fin.
Deseó que Victor se quedara donde estaba, ya que no confiaba en sí misma lo suficiente y no sabía si iba a reaccionar violentamente si trataba de acercarse. Lo que necesitaba era tiempo para pensar.
─Pero estás molesta ─insistió él, sin gustarle las vibraciones que estaba recibiendo.
Molesta era una palabra muy débil para expresar lo que estaba sintiendo de verdad. Desolada, sola, atemorizada, en territorio desconocido, sin nadie en quien apoyarse en busca de guía o consuelo.
─Me siento ... muy cansada de repente ─respondió─. Me duelen los huesos. Creo que me voy a dar un largo baño caliente cuando haya terminado con él.
Entonces silbó la cafetera y sirvió el agua hirviendo sobre los polvos de café. Oyó que Victor se acercaba para tomar la taza y se la ofreció rápidamente. Necesitaba que hubiera algo entre ellos, se sentía de lo más vulnerable. Había dado mucho en los últimos días. Todo lo que había podido, y él había puesto a Lucia en una posición que la permitía insultarla y minimizarla.
─Toma ─le dijo logrando sonreír débilmente.
─Myriam, ¿de verdad que sólo estás cansada?
─Estoy segura de que un baño es lo único que necesito para recuperarme ─dijo ella pasando a su lado.
Estaba desesperada por encontrar alguna clase de refugio. El pensamiento de enfrentarse a Victor o a Lucia, o solos o juntos, era demasiado doloroso.
─Myriam, si algo te está preocupando ...
─Estaré bien.
La puerta del cuarto de baño estaba justo delante de ella.
─Es mi turno ─dijo con toda la brillantez de que fue capaz y sin esperar a que él dijera nada más.
Se metió dentro y echó el cerrojo. Abrió del todo los grifos del baño, sin querer oír nada más de Victor y sin querer también que él oyera que estaba llorando.
Se sentó en el borde de la bañera, agitando la cabeza y pensando en lo inocente que había sido. Incluso mientras estaba sentada con Victor en el asiento del coche que los había llevado hasta el hotel, había ido montada en una nube de esperanzada felicidad, creyendo que su matrimonio iba por buen camino.
Pero, ¿dónde estaba la esperanza cuando se producía una traición?
Era como el agua cayendo por el desagüe.
Capítulo 11
Eran las seis de la madrugada del lunes cuando llegaron al aeropuerto Heathrow. Myriam no había encontrado arduo el largo viaje. En realidad, le había parecido de lo más excitante.
El servicio había sido excelente y había comido como nunca, descubriendo incluso bebidas nuevas.
Victor la había ayudado a elegir un par de películas de la selección de vídeos que habían ayudado a que las horas se le pasaran rápidamente y, cuando llegó la hora de dormir, le había dado una pastilla, con la que consiguió hacerlo de un tirón durante más de cinco horas.
Se había sentido de lo más animada y contenta por la actitud de Victor hacia ella, por las muchas veces que se había acercado a su asiento para ver cómo estaba o si necesitaba algo, siempre besándola y acariciándole la mejilla que pensó que tal vez debiera haber intercambiado el asiento con Lucia después de todo. Pero, ¿cómo iba a saber si con eso no se metería en los planes de él?
Era mejor así. Ahora no le parecía mal haber ido con él, ni sentía temor por pasar las próximas dos semanas en lo que era un territorio extraño para ella. A Victor no le estaba disgustando su presencia. Tal vez sus iniciativas estaban dando fruto, después de todo.
Realmente, él parecía haber cambiado. Era como si hubiera decidido hacerle pasar ese tiempo lo mejor que pudiera.
Pero cuando llegaron al hotel, ese buen humor desapareció bastante. Lucia se hizo cargo de todo allí y dijo que debían quedarse ellos con el dormitorio principal, sugiriendo que fuera Victor el primero en usar el cuarto de baño y recordándole que debían estar de camino a las ocho y media para su primera reunión.
Myriam se sintió completamente sobrante, pero se dijo a sí misma que así era como iba a ir todo si ella no hubiera ido, así que decidió mantener la boca cerrada y no estorbar. Deshizo su maleta y la de Victor y, así por lo menos le tendría la ropa preparada para cuando saliera del cuarto de baño.
El dormitorio principal era suficientemente grande para los dos. La cama era también lo bastante grande como para no tocarse si no se deseaba, cosa que no estaba en sus pensamientos, ni mucho menos.
La suite estaba decorada de forma cálida y acogedora, con tonos rojos y blancos. En cierta manera parecía una casa antigua pero confortable, hacía que se sintiera como en su propia casa.
La cocina era bastante espaciosa y funcional, con todo lo que podía ser necesario. Myriam hizo una lista mental de lo que tenía que comprar cuando encontrara un supermercado, pero luego decidió que lo mejor era ir a la famosa sección de alimentación de Harrod' s y así le daría una sorpresa a Victor.
Se hizo una taza de café, ya que ninguno de los otros dos quiso una, y se instaló en el salón, que era de lo más encantador. Myriam dudó que aquello pudiera ser mejorado y, era de lo más cierto que la suite proporcionaba una atmósfera íntima y acogedora. Lucia no parecía haber dejado nada al azar.
Fue cuando Lucia abandonó el cuarto de baño después de darse una ducha y pasó por el salón para dirigirse a su dormitorio cuando Myriam se percató en lo que sí que podía haberse equivocado Victor.
La bata que llevaba Lucia y que la cubría hasta las rodillas dejaba muy pocas dudas de que no llevaba nada debajo. Y el nudo flojo del cinturón no era la cerradura más segura del mundo, precisamente. Un tirón y la bata se abriría. Todavía tenía un poco de espuma en la parte baja del cuello y le llegó el olor de algún perfume que, evidentemente, debía de ser muy caro. Llevaba el cabello recogido cuidadosamente en la parte alta de la cabeza de forma que pareciera levemente descuidado.
A pesar de que no estaba nada vestida, sí que se había maquillado perfectamente. Nada de ropa, pero un maquillaje impecable. Eso se añadía a la fresca vitalidad que emanaba de ella, haciendo que Myriam se sintiera agotada.
─El baño está libre, si quieres entrar ─le dijo Lucia sonriendo levemente─ Siento haberte hecho esperar, pero es importante que cause hoy una buena impresión. Por Victor. Ya sabes que esta gente valora también a las secretarias personales.
─Bueno, estoy segura de que harás que Victor se sienta orgulloso ─le dijo Myriam fríamente.
─También valoran a las esposas ─respondió ella mirando el jersey verde que Myriam seguía llevando─. Yo podría darte algunas pistas de lo que es apropiado o no, dado que Victor va a ser invitado por algunos de esos hombres de negocios a finales de la semana.
Myriam luchó contra la oleada de calor que amenazaba con llegarle al rostro. ¿Cómo se atrevía esa mujer a criticar su ropa? ¿Quería decir con eso que ella sabía lo que era mejor para Victor? A Myriam le salieron chispas por los ojos.
─Tú ocúpate de tus asuntos, Lucia, que yo me ocuparé de los míos.
─Sólo estaba tratando de ayudar; los asuntos de Victor son también asuntos tuyos, ¿no?
¿Por qué tenía que tomarse esas familiaridades esa mujer?
─Yo opino que Victor es más que capaz de arreglárselas por sí solo sin ninguna ayuda por nuestra parte ─dijo Myriam decididamente─ Ha llegado hasta aquí de esa manera.
─No hace ningún daño facilitar el camino. Incluso los hombres hechos a sí mismos aprecian un empujón de vez en cuando.
─¿ Y es eso lo que tú les proporcionas? ¿Un empujón?
─Eso espero. Es por lo que me pagan. Por ocuparme de los detalles, quitar obstáculos y suavizar el camino.
─Por engrasar el motor ─afirmó Myriam suavemente.
─Bueno, se podría decir así.
─¿Hay algún límite a las necesidades que llenas?
Myriam estaba odiando esa conversación, pero tenía que continuarla para encontrar lo peor.
─Eso depende del que me contrata. Podría decir que Victor es muy considerado. Y generoso.
A Myriam cada vez le estaba costando más trabajo contener la furia. El recuerdo del almuerzo del día del cumpleaños de esa mujer era como un aguijón. Trató de sonreír condescendientemente.
─Es su naturaleza. No te lo tomes personalmente.
─Bueno, es agradable trabajar bajo él ─respondió Lucia con un brillo malicioso en los ojos.
De repente la ira de Myriam se transformó en frío. Un frío helado. Eso de trabajar bajo él ¿significaba lo que ella creía?
─No creo que haya conocido nunca a un hombre con tanto corazón ─continuó Lucia─. Victor te ha dispensado tantas atenciones durante el vuelo que ha debido hacerte sentir encantada de ser su esposa.
Dijo la palabra esposa como si fuera alguna especie de ciudadana de segunda. ¿Era piedad lo que había en su mirada? El frío le llegó al corazón a Myriam.
Lucia volvió a sonreír condescendientemente cuando añadió:
─Yo siempre he pensado que la generosidad cubre multitud de pecados. Bueno, si quieres mi ayuda o cualquier otra cosa, por favor, dímelo.
«¿Por qué no me cortas la garganta para ayudarme a sangrar», pensó Myriam, pero antes de que pudiera decir nada, Victor entró en el salón, de lo más atractivo con su traje y chaleco gris.
Myriam tuvo que estar de acuerdo en que la mayoría de las mujeres debían sentirse tentadas de ponerle las manos encima. Lucia estaba haciendo más que eso, estaba en plena batalla y Victor había aceptado esa batalla al estar de acuerdo en alojarse en ese sitio. Eso era lo que le daba a Lucia el derecho a tomarse tantas libertades. De repente a Myriam no le cupo ninguna duda al respecto. Y el conocimiento de la complicidad de Victor en esa situación eliminó todos los buenos sentimientos que había tenido durante el viaje, dejando en su lugar un vacío tremendo.
¿Desde hacía cuánto tiempo estaban sucediendo esas cosas?
Había habido otros viajes de negocios desde que Lucia trabajaba para él. Todos ellos de varios días, semanas incluso. Y ella ni siquiera le había preguntado si su secretaria personal lo iba a acompañar. Hasta que había surgido lo de este viaje. ¿Cómo había sido tan ciega? La esposa es siempre la última en saberlo.
Esa frase no paró de darle vueltas en la cabeza, siendo seguida por fin por otro pensamiento. ¿Merecía la pena seguir luchando?
─Creo que me tomaré una taza de café, Myriam, si es que queda ─dijo Victor entonces.
Ella lo miró, su marido, viviendo en una mentira.
Era extraño como se podía saber una cosa en teoría y, cuando se enfrenta a ella, es otra cosa distinta.
Él frunció el ceño y miró fijamente a Lucia, que seguía por allí con su bata. Probablemente, había sido algo deliberado lo de hacer tiempo con Myriam hasta que Victor apareciera y viera la apreciable imagen que presentaba; una imagen mucho más apreciable que la de su esposa desde hacía siete años, que tenía un aspecto de lo más deslucido en esos momentos .
Myriam decidió que no era ni el momento ni el lugar apropiado para una escena, así que se levantó del sofá donde estaba sentada y dejó su taza y el plato sobre la mesa, alegrándose de no romperlos.
─Es sólo café instantáneo, Victor ─dijo lo más tranquilamente que pudo─. No es problema hacerte uno.
Sintió como él observaba su rostro con intensidad, pero no lo miró. Fue a extender una mano para tocarla cuando pasó por su lado camino de la cocina y ella se retiró instintivamente. Eso hizo que él se tensara. Aquello no le importó nada, lo que quería era salir del envenenado ambiente de esa habitación.
─Será mejor que empieces a moverte, Lucia, el desayuno que has pedido estará aquí dentro de un cuarto de hora ─dijo Victor entonces.
─Ya tengo preparada la ropa. No tardaré en vestirme y peinarme ─dijo ella suavemente.
─Hazlo entonces.
Aquello era una orden. Desde la cocina Myriam oyó dos puertas cerrándose. Una era seguramente la de Lucia y la otra la del salón cuando Victor la cerró para dirigirse a la cocina.
Estaba preparando el café y las lágrimas le quemaban en los ojos. Deseó que Victor la dejara en paz para pensar en un matrimonio que podía estar más roto de lo que se había imaginado. ¿Qué clase de hombre instalaba a una esposa y a su amante ... o la que podía llegar a serlo bajo el mismo techo?
Le pareció una falta de respeto a su inteligencia.
Una falta de respeto hacia muchas cosas que ella apreciaba.
─¿Te ha dicho Lucia algo que te haya molestado?
La voz de él le llegó desde la puerta. Era una pregunta directa y llena de preocupación.
¿Qué podía decirle ella? Lo que le había molestado no habían sido las palabras en sí, sino la forma en que habían sido dichas. Además, si la acusaba de algo y Victor no le hacía caso, sólo empeoraría las cosas. Era mejor permanecer en silencio hasta que se lo aclarara la cabeza.
─No ─dijo por fin.
Deseó que Victor se quedara donde estaba, ya que no confiaba en sí misma lo suficiente y no sabía si iba a reaccionar violentamente si trataba de acercarse. Lo que necesitaba era tiempo para pensar.
─Pero estás molesta ─insistió él, sin gustarle las vibraciones que estaba recibiendo.
Molesta era una palabra muy débil para expresar lo que estaba sintiendo de verdad. Desolada, sola, atemorizada, en territorio desconocido, sin nadie en quien apoyarse en busca de guía o consuelo.
─Me siento ... muy cansada de repente ─respondió─. Me duelen los huesos. Creo que me voy a dar un largo baño caliente cuando haya terminado con él.
Entonces silbó la cafetera y sirvió el agua hirviendo sobre los polvos de café. Oyó que Victor se acercaba para tomar la taza y se la ofreció rápidamente. Necesitaba que hubiera algo entre ellos, se sentía de lo más vulnerable. Había dado mucho en los últimos días. Todo lo que había podido, y él había puesto a Lucia en una posición que la permitía insultarla y minimizarla.
─Toma ─le dijo logrando sonreír débilmente.
─Myriam, ¿de verdad que sólo estás cansada?
─Estoy segura de que un baño es lo único que necesito para recuperarme ─dijo ella pasando a su lado.
Estaba desesperada por encontrar alguna clase de refugio. El pensamiento de enfrentarse a Victor o a Lucia, o solos o juntos, era demasiado doloroso.
─Myriam, si algo te está preocupando ...
─Estaré bien.
La puerta del cuarto de baño estaba justo delante de ella.
─Es mi turno ─dijo con toda la brillantez de que fue capaz y sin esperar a que él dijera nada más.
Se metió dentro y echó el cerrojo. Abrió del todo los grifos del baño, sin querer oír nada más de Victor y sin querer también que él oyera que estaba llorando.
Se sentó en el borde de la bañera, agitando la cabeza y pensando en lo inocente que había sido. Incluso mientras estaba sentada con Victor en el asiento del coche que los había llevado hasta el hotel, había ido montada en una nube de esperanzada felicidad, creyendo que su matrimonio iba por buen camino.
Pero, ¿dónde estaba la esperanza cuando se producía una traición?
Era como el agua cayendo por el desagüe.
dulce_myrifan- VBB PLATINO
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Re: .: La Otra :.
graciias por el cap dulce me encanta la noveliita saludos
Dianitha- VBB PLATINO
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Re: .: La Otra :.
Muchas gracias por el capitulo, esta bien asi,mientras mas rapido acabes esta nove mas rapido empieza la otra jaja.
alma.fra- VBB DIAMANTE
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Re: .: La Otra :.
GRACIASSSSSSSSSSSSSS
Eva_vbb- VBB DIAMANTE
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Edad : 39
Fecha de inscripción : 25/05/2008
Re: .: La Otra :.
mendiga vieja la secre tenia que estropearlo todo, gracias por el capi
nayelive- VBB PLATINO
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Localización : df
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Re: .: La Otra :.
Me encamta la novela Gracias por el Cap Saludos Atte: Iliana
myrithalis- VBB PLATINO
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Fecha de inscripción : 09/11/2008
Re: .: La Otra :.
Capítulo 12
Victor se quedó mirando la puerta del cuarto de baño. La negativa de Myriam diciendo que no le pasaba nada le sonaba muy falsa. Era otra defensa, como esa puerta, para mantenerlo apartado de ella.
Lo que le sorprendió fue ver lo mucho que eso le importaba.
Hacía una semana, tal vez ni habría notado el que ella lo dejara fuera y lo habría achacado a un mal humor que se le pasaría, nada de lo que preocuparse.
Pero él había cambiado. Y, de repente, le parecía terriblemente importante no tener puertas cerradas entre ellos. Se habían abierto y quería que siguieran así. Eso le importaba muchísimo.
Tenía el estómago encogido y la mente funcionando a toda velocidad. ¿A qué venía ese súbito rechazo? ¿Qué era lo que lo había disparado? Se había apartado de él con una reacción tan extrema que lo había hecho sentirse un montón de fango con el que ella no pudiera soportar rozarse.
Se estremeció cuando tuvo la premonición de que Myriam estuviera terminando con lo que había empezado entre ellos antes siquiera de que él se hubiera dado cuenta del todo. Todo en él se negó a aceptar eso. Fuera lo que fuese lo que hubiera sucedido tenía que ser detenido, arreglado.
Pensó entonces en Lucia. Había sido Lucia y ese hotel lo que había hecho que ella empezara a cambiar. Y allí estaban, en Durley House con Lucia, y las dos habían estado solas en el salón antes de que él saliera del baño. El humor y las actitudes no cambian tan de repente sin un sentimiento poderoso que lo impulse, y Lucia había despertado sentimientos poderosos en Myriam en otras dos memorables ocasiones.
Tal vez Myriam estuviera sacando algo de sus proporciones, pero él quería descubrir qué había pasado entre las dos. Miró su reloj, estaba impaciente por hablar con su secretaria personal. No podía tardar mucho en terminar de vestirse, les servirían el desayuno dentro de cinco minutos.
Llevó el café que Myriam le había hecho a la cocina, ya no le apetecía.
El camino desde el aeropuerto había sido una delicia. Había instalado a Lucia delante del Mercedes, junto al conductor y Myriam y él se habían sentado detrás. Ella había brillado de felicidad y excitación.
Le había gustado sujetarle la mano y ver su entusiasmo por el viaje y por lo que pensaba hacer hoy. Entonces ella no había tenido ningún problema en tocarlo, no había habido ninguna sensación de distancia entre ellos.
Miró la mano que había sujetado la suya y flexionó los dedos, recordando la sensación de haber tenido entre ellos algo precioso y que no deseaba que desapareciera.
Se dio cuenta de que quería profundizar más en ella, de que quería más de la vida.
Necesitaba saber qué le estaba pasando a Myriam para poder corregirlo. Recordó que, cuando entró en el salón, estaba preocupado por los negocios y no se había dado cuenta de nada en particular. Parecía como si Lucia y Myriam estuvieran charlando.
Trató de reconstruir la escena mentalmente. Myriam estaba sentada en el sofá, con una revista en el regazo. Lucia, con una de sus batas habituales, estaba al otro lado de la mesita de café. Había oído vagamente a Lucia ofreciéndole su ayuda, nada ofensivo en su tono, nada que lo alertara para lo que vino después.
La mirada que Myriam le había dirigido ...
Era como si él se hubiera transformado del Doctor Jeckyll en Míster Hyde delante de sus ojos. En vez de verlo a él, parecía estar viendo a un extraño al que no conociera, en el que no confiara y del que no quisiera estar cerca, alguien de quien era más seguro escaparse. Que era precisamente lo que ella había hecho, escapar metiéndose en el cuarto de baño.
Sus pensamientos se vieron interrumpidos por el timbre de la puerta. Era el camarero con su segundo desayuno del día, ya que el primero lo habían tomado en el avión, pero hacía ya casi cuatro horas.
Lucia salió entonces de su habitación, adoptando de nuevo su aire de perfecta anfitriona. Se había pasado anteriormente, posiblemente ofendiendo a Myriam, aunque no se le había notado. De todas formas, Victor iba a tener unas palabras con Lucia al respecto.
La puerta del cuarto de baño permaneció cerrada a cal y canto. Los grifos seguían corriendo.
Mientras el camarero servía la mesa bajo la supervisión de Lucia, Victor llamó a la puerta del cuarto de baño.
─Myriam, el desayuno está aquí y los cruasanes están calientes. Podrías dejar el baño para luego ...
─No ─dijo ella─ No tengo hambre. Gracias.
Aquello no le dejaba a Victor más opción que aguantarse. No podía salir nada productivo de esa charla a través de la puerta y, no iba a ceder al impulso primitivo de echarla abajo. Probó el picaporte, pero la puerta no sólo estaba cerrada, sino que el cerrojo estaba echado.
Y eso no significaba nada bueno. Lucia acompañó a la puerta al camarero y, dado que ella era la única persona que le podía dar alguna respuesta, se dirigió al salón, instalándose en la mesa y esperando a que ella volviera.
─¿No va a desayunar con nosotros tu esposa? ─le preguntó.
─No. No tiene hambre.
─Bueno, ella puede comer cuando quiera.
Sus ojos parecieron decirle que no como ellos. Victor luchó contra la intimidad que Lucia estaba proyectando, aunque fuera perfectamente razonable, dadas las circunstancias. Había una especie de complacencia en su actitud que implicaba que la presencia de Myriam no era requerida. Ni deseada. Un equipaje superfluo del que podían pasar.
¿Había hecho sentirse así a Myriam esa mañana?
Se sintió culpable mientras le ofrecía una silla a Lucia. Probablemente él había ayudado a que ella se sintiera así con su insistencia de que ése era sobre todo un viaje de negocios. De todas formas, no le gustaba que Lucia pensara que ella era más su compañera de lo que era Myriam. Lucia Alvarez no era nada para él ¡nada! Comparada con Myriam.
El perfume que le llegó era demasiado intenso, tanto que deseó asomarse a una ventana para tomar un poco de aire fresco y sacarse ese olor de la nariz. Estaba llegando rápidamente a la conclusión de que Lucia estaba siendo también demasiado intensa.
Se sentó, tomó una servilleta y se preparó un cruasán mientras pensaba en lo siguiente que tenía que hacer.
─¿Te sirvo el té?
Victor apenas se contuvo de decirle que ella no era su esposa. Lucia definitivamente estaba exagerando en su papel de anfitriona.
─No, ya lo haré yo ─respondió secamente.
Tal vez estuviera poniéndose demasiado sensible.
No, maldita sea. No le importaba si era así. No quería que esa mujer adoptara un papel de pseudo esposa con él. Había sido un error el que ambos se instalaran en un solo apartamento. Compartir las horas laborables estaba bien, pero debía haberse vuelto loco para aceptar algo más. No, se había dejado convencer por su encanto femenino. Estupidez carnal.
─He reconsiderado la sugerencia que me hiciste acerca de que te hospedes en otra parte, Lucia ─dijo─ Voy a llamar ahora a recepción para ver si tienen disponible otro apartamento para ti.
La mirada de ella ¿fue de sorpresa? ¿De placer? ¿De triunfo?
Inmediatamente después, Victor llamó por teléfono sin importarle y tardó poco en hacer los arreglos necesarios.
Tuvo suerte, había disponible una suite de una habitación.
A Lucia le encantó la noticia. Pero el que estuviera igualmente de encantada de que la dejara fuera de sus planes después de las horas de trabajo, eso habría que verlo. Pero a Victor no le importaba, Lucia no tenía ningún derecho en su vida privada.
Ella le dijo que no habría ningún problema en volver a hacer la maleta antes de que se marcharan esa mañana. De todas formas, no se había llevado muchas cosas. Como era una viajera experimentada, no llevaba demasiada ropa con ella. Al contrario que su esposa, interpretó Victor. La abultada maleta de Myriam era suficientemente grande como para contener el armario entero.
¿ y qué? No había ninguna razón para que Myriam se pusiera limitaciones si no quería, y había todas las del mundo para que se hubiera traído lo que quisiera si le apetecía. Una segunda luna de miel no requería eficiencia. Nada más que en una cosa.
─¿Has hecho algún plan con mi esposa esta mañana? ─le preguntó tratando de conseguir la información que necesitaba.
─No. ¿Cómo podría? Yo voy estar muy ocupada contigo, Victor.
─Creí haberte oído ofrecerle tu ayuda.
─Oh, sólo de una forma general. Es su primer viaje aquí ─dijo condescendientemente.
─¿Ha sido de eso de lo único que han hablado?
─¿De qué más? ─respondió ella mirándolo inocentemente ─Le dije que el cuarto de baño estaba libre. Parecía como si el vuelo le hubiera afectado mucho.
No, algo más había afectado a Myriam. Tal vez el cansancio tuviera algo que ver, pero no era lo principal.
Miró a Lucia y su expresión de inocencia y supo que no confiaba en ella.
Aquello fue también una sorpresa.
De repente vio que había puesto a esa mujer en una posición de confianza y ella podía hacerle mucho daño si no tenía cuidado. Sólo Dios sabía el daño que ya podía haber hecho con Myriam.
Durante el resto del desayuno estuvieron hablando de la reunión que tenían por delante y, cuando Lucia se fue a su habitación para hacer de nuevo la maleta, Victor se acercó a la puerta del cuarto de baño. Estaba claro que Lucia había hecho que Myriam se sintiera aparte y esa era su forma de no interferir, dejándolos fuera. De cualquier manera, Victor se sentía de lo más incómodo con la situación y sintió la apremiante necesidad de aproximarse de nuevo a Myriam antes de marcharse.
Llamó a la puerta y dijo:
─¿Estás bien?
Se produjo una pausa y luego ella contestó:
─Sí. Es un baño de lo más agradable.
─¿Te importa si entro un momento, Myriam? Me marcho dentro de un momento.
Una pausa más larga.
─Me estoy lavando la cabeza, Victor. No puedo salir. Que tengas un buen día.
Aquello sonaba razonable y deseó poder creerla.
Por otra parte, mientras Lucia estuviera allí sabía muy bien que Myriam se moriría antes que revelar lo que le pasaba cerca de ella.
No le gustaba nada dejarla de ese humor tan negativo en su primer día en Londres. Sintió un fuerte impulso de quedarse con ella y mandar a Lucia a la reunión. Aunque, por otra parte, el tiempo a menudo suavizaba las cosas.
─Myriam, he hecho que Lucia se vaya a otra suite ─dijo, esperando que esa información sirviera para algo ─Vendrá un botones para llevarse su equipaje. Será a eso del mediodía. Tendremos este apartamento para nosotros solos, ¿te parece bien?
Dentro se produjo un sonido ahogado.
Tal vez ella se estuviera lavando el cabello de verdad.
Podía llamarla más tarde, hacerla saber que le importaba. Quería que supiera que estaba pensando en ella y que era importante para él. De una importancia primordial.
─ Te dejaré los números de teléfono donde me puedes localizar en el cuaderno que está junto al teléfono del dormitorio. No dudes en llamarme si quieres cualquier cosa de mí. En cualquier momento, Myriam. Pregunta por mí. Dejaré instrucciones para que te pasen conmigo esté donde esté.
Ninguna respuesta.
─¿Myriam?
─¿Sí?
A Victor no le gustaba nada sentirse inútil.
─Ya hablaremos esta noche.
Y lo dijo en serio. Con una buena comunicación podían resolver lo que fuera. El que Lucia no estuviera allí podría ayudar. Tendrían una intimidad absoluta garantizada. Y, seguramente, Myriam apreciaría su deseo de que hubiera intimidad entre ellos.
El silencio al otro lado de la puerta era de lo más descorazonador. Victor esperó que ella estuviera de un humor más receptivo esa noche. Se preguntó qué más podría hacer mientras esperaba a que Lucia estuviera lista. La inspiración no le llegó hasta que no estuvieron en el ascensor.
─¿Podría enviar unas flores? ─le dijo a la chica de recepción.
─Por supuesto, señor Garcia.
─Una cesta de rosas rojas. Tres docenas. Para ser entregadas aquí e instaladas en la mesa del dormitorio principal de mi apartamento.
─Yo me ocuparé.
─Me gustaría dejar un mensaje con la cesta.
─¿Quiere escribirlo usted mismo, señor Garcia?
La mujer abrió un cajón y sacó un block de notas y sobres a juego y se los ofreció sonriendo.
─Gracias.
Victor pensó por un momento y luego se puso a escribir:
Me muero de ganas de estar contigo esta noche.
Victor.
Victor se quedó mirando la puerta del cuarto de baño. La negativa de Myriam diciendo que no le pasaba nada le sonaba muy falsa. Era otra defensa, como esa puerta, para mantenerlo apartado de ella.
Lo que le sorprendió fue ver lo mucho que eso le importaba.
Hacía una semana, tal vez ni habría notado el que ella lo dejara fuera y lo habría achacado a un mal humor que se le pasaría, nada de lo que preocuparse.
Pero él había cambiado. Y, de repente, le parecía terriblemente importante no tener puertas cerradas entre ellos. Se habían abierto y quería que siguieran así. Eso le importaba muchísimo.
Tenía el estómago encogido y la mente funcionando a toda velocidad. ¿A qué venía ese súbito rechazo? ¿Qué era lo que lo había disparado? Se había apartado de él con una reacción tan extrema que lo había hecho sentirse un montón de fango con el que ella no pudiera soportar rozarse.
Se estremeció cuando tuvo la premonición de que Myriam estuviera terminando con lo que había empezado entre ellos antes siquiera de que él se hubiera dado cuenta del todo. Todo en él se negó a aceptar eso. Fuera lo que fuese lo que hubiera sucedido tenía que ser detenido, arreglado.
Pensó entonces en Lucia. Había sido Lucia y ese hotel lo que había hecho que ella empezara a cambiar. Y allí estaban, en Durley House con Lucia, y las dos habían estado solas en el salón antes de que él saliera del baño. El humor y las actitudes no cambian tan de repente sin un sentimiento poderoso que lo impulse, y Lucia había despertado sentimientos poderosos en Myriam en otras dos memorables ocasiones.
Tal vez Myriam estuviera sacando algo de sus proporciones, pero él quería descubrir qué había pasado entre las dos. Miró su reloj, estaba impaciente por hablar con su secretaria personal. No podía tardar mucho en terminar de vestirse, les servirían el desayuno dentro de cinco minutos.
Llevó el café que Myriam le había hecho a la cocina, ya no le apetecía.
El camino desde el aeropuerto había sido una delicia. Había instalado a Lucia delante del Mercedes, junto al conductor y Myriam y él se habían sentado detrás. Ella había brillado de felicidad y excitación.
Le había gustado sujetarle la mano y ver su entusiasmo por el viaje y por lo que pensaba hacer hoy. Entonces ella no había tenido ningún problema en tocarlo, no había habido ninguna sensación de distancia entre ellos.
Miró la mano que había sujetado la suya y flexionó los dedos, recordando la sensación de haber tenido entre ellos algo precioso y que no deseaba que desapareciera.
Se dio cuenta de que quería profundizar más en ella, de que quería más de la vida.
Necesitaba saber qué le estaba pasando a Myriam para poder corregirlo. Recordó que, cuando entró en el salón, estaba preocupado por los negocios y no se había dado cuenta de nada en particular. Parecía como si Lucia y Myriam estuvieran charlando.
Trató de reconstruir la escena mentalmente. Myriam estaba sentada en el sofá, con una revista en el regazo. Lucia, con una de sus batas habituales, estaba al otro lado de la mesita de café. Había oído vagamente a Lucia ofreciéndole su ayuda, nada ofensivo en su tono, nada que lo alertara para lo que vino después.
La mirada que Myriam le había dirigido ...
Era como si él se hubiera transformado del Doctor Jeckyll en Míster Hyde delante de sus ojos. En vez de verlo a él, parecía estar viendo a un extraño al que no conociera, en el que no confiara y del que no quisiera estar cerca, alguien de quien era más seguro escaparse. Que era precisamente lo que ella había hecho, escapar metiéndose en el cuarto de baño.
Sus pensamientos se vieron interrumpidos por el timbre de la puerta. Era el camarero con su segundo desayuno del día, ya que el primero lo habían tomado en el avión, pero hacía ya casi cuatro horas.
Lucia salió entonces de su habitación, adoptando de nuevo su aire de perfecta anfitriona. Se había pasado anteriormente, posiblemente ofendiendo a Myriam, aunque no se le había notado. De todas formas, Victor iba a tener unas palabras con Lucia al respecto.
La puerta del cuarto de baño permaneció cerrada a cal y canto. Los grifos seguían corriendo.
Mientras el camarero servía la mesa bajo la supervisión de Lucia, Victor llamó a la puerta del cuarto de baño.
─Myriam, el desayuno está aquí y los cruasanes están calientes. Podrías dejar el baño para luego ...
─No ─dijo ella─ No tengo hambre. Gracias.
Aquello no le dejaba a Victor más opción que aguantarse. No podía salir nada productivo de esa charla a través de la puerta y, no iba a ceder al impulso primitivo de echarla abajo. Probó el picaporte, pero la puerta no sólo estaba cerrada, sino que el cerrojo estaba echado.
Y eso no significaba nada bueno. Lucia acompañó a la puerta al camarero y, dado que ella era la única persona que le podía dar alguna respuesta, se dirigió al salón, instalándose en la mesa y esperando a que ella volviera.
─¿No va a desayunar con nosotros tu esposa? ─le preguntó.
─No. No tiene hambre.
─Bueno, ella puede comer cuando quiera.
Sus ojos parecieron decirle que no como ellos. Victor luchó contra la intimidad que Lucia estaba proyectando, aunque fuera perfectamente razonable, dadas las circunstancias. Había una especie de complacencia en su actitud que implicaba que la presencia de Myriam no era requerida. Ni deseada. Un equipaje superfluo del que podían pasar.
¿Había hecho sentirse así a Myriam esa mañana?
Se sintió culpable mientras le ofrecía una silla a Lucia. Probablemente él había ayudado a que ella se sintiera así con su insistencia de que ése era sobre todo un viaje de negocios. De todas formas, no le gustaba que Lucia pensara que ella era más su compañera de lo que era Myriam. Lucia Alvarez no era nada para él ¡nada! Comparada con Myriam.
El perfume que le llegó era demasiado intenso, tanto que deseó asomarse a una ventana para tomar un poco de aire fresco y sacarse ese olor de la nariz. Estaba llegando rápidamente a la conclusión de que Lucia estaba siendo también demasiado intensa.
Se sentó, tomó una servilleta y se preparó un cruasán mientras pensaba en lo siguiente que tenía que hacer.
─¿Te sirvo el té?
Victor apenas se contuvo de decirle que ella no era su esposa. Lucia definitivamente estaba exagerando en su papel de anfitriona.
─No, ya lo haré yo ─respondió secamente.
Tal vez estuviera poniéndose demasiado sensible.
No, maldita sea. No le importaba si era así. No quería que esa mujer adoptara un papel de pseudo esposa con él. Había sido un error el que ambos se instalaran en un solo apartamento. Compartir las horas laborables estaba bien, pero debía haberse vuelto loco para aceptar algo más. No, se había dejado convencer por su encanto femenino. Estupidez carnal.
─He reconsiderado la sugerencia que me hiciste acerca de que te hospedes en otra parte, Lucia ─dijo─ Voy a llamar ahora a recepción para ver si tienen disponible otro apartamento para ti.
La mirada de ella ¿fue de sorpresa? ¿De placer? ¿De triunfo?
Inmediatamente después, Victor llamó por teléfono sin importarle y tardó poco en hacer los arreglos necesarios.
Tuvo suerte, había disponible una suite de una habitación.
A Lucia le encantó la noticia. Pero el que estuviera igualmente de encantada de que la dejara fuera de sus planes después de las horas de trabajo, eso habría que verlo. Pero a Victor no le importaba, Lucia no tenía ningún derecho en su vida privada.
Ella le dijo que no habría ningún problema en volver a hacer la maleta antes de que se marcharan esa mañana. De todas formas, no se había llevado muchas cosas. Como era una viajera experimentada, no llevaba demasiada ropa con ella. Al contrario que su esposa, interpretó Victor. La abultada maleta de Myriam era suficientemente grande como para contener el armario entero.
¿ y qué? No había ninguna razón para que Myriam se pusiera limitaciones si no quería, y había todas las del mundo para que se hubiera traído lo que quisiera si le apetecía. Una segunda luna de miel no requería eficiencia. Nada más que en una cosa.
─¿Has hecho algún plan con mi esposa esta mañana? ─le preguntó tratando de conseguir la información que necesitaba.
─No. ¿Cómo podría? Yo voy estar muy ocupada contigo, Victor.
─Creí haberte oído ofrecerle tu ayuda.
─Oh, sólo de una forma general. Es su primer viaje aquí ─dijo condescendientemente.
─¿Ha sido de eso de lo único que han hablado?
─¿De qué más? ─respondió ella mirándolo inocentemente ─Le dije que el cuarto de baño estaba libre. Parecía como si el vuelo le hubiera afectado mucho.
No, algo más había afectado a Myriam. Tal vez el cansancio tuviera algo que ver, pero no era lo principal.
Miró a Lucia y su expresión de inocencia y supo que no confiaba en ella.
Aquello fue también una sorpresa.
De repente vio que había puesto a esa mujer en una posición de confianza y ella podía hacerle mucho daño si no tenía cuidado. Sólo Dios sabía el daño que ya podía haber hecho con Myriam.
Durante el resto del desayuno estuvieron hablando de la reunión que tenían por delante y, cuando Lucia se fue a su habitación para hacer de nuevo la maleta, Victor se acercó a la puerta del cuarto de baño. Estaba claro que Lucia había hecho que Myriam se sintiera aparte y esa era su forma de no interferir, dejándolos fuera. De cualquier manera, Victor se sentía de lo más incómodo con la situación y sintió la apremiante necesidad de aproximarse de nuevo a Myriam antes de marcharse.
Llamó a la puerta y dijo:
─¿Estás bien?
Se produjo una pausa y luego ella contestó:
─Sí. Es un baño de lo más agradable.
─¿Te importa si entro un momento, Myriam? Me marcho dentro de un momento.
Una pausa más larga.
─Me estoy lavando la cabeza, Victor. No puedo salir. Que tengas un buen día.
Aquello sonaba razonable y deseó poder creerla.
Por otra parte, mientras Lucia estuviera allí sabía muy bien que Myriam se moriría antes que revelar lo que le pasaba cerca de ella.
No le gustaba nada dejarla de ese humor tan negativo en su primer día en Londres. Sintió un fuerte impulso de quedarse con ella y mandar a Lucia a la reunión. Aunque, por otra parte, el tiempo a menudo suavizaba las cosas.
─Myriam, he hecho que Lucia se vaya a otra suite ─dijo, esperando que esa información sirviera para algo ─Vendrá un botones para llevarse su equipaje. Será a eso del mediodía. Tendremos este apartamento para nosotros solos, ¿te parece bien?
Dentro se produjo un sonido ahogado.
Tal vez ella se estuviera lavando el cabello de verdad.
Podía llamarla más tarde, hacerla saber que le importaba. Quería que supiera que estaba pensando en ella y que era importante para él. De una importancia primordial.
─ Te dejaré los números de teléfono donde me puedes localizar en el cuaderno que está junto al teléfono del dormitorio. No dudes en llamarme si quieres cualquier cosa de mí. En cualquier momento, Myriam. Pregunta por mí. Dejaré instrucciones para que te pasen conmigo esté donde esté.
Ninguna respuesta.
─¿Myriam?
─¿Sí?
A Victor no le gustaba nada sentirse inútil.
─Ya hablaremos esta noche.
Y lo dijo en serio. Con una buena comunicación podían resolver lo que fuera. El que Lucia no estuviera allí podría ayudar. Tendrían una intimidad absoluta garantizada. Y, seguramente, Myriam apreciaría su deseo de que hubiera intimidad entre ellos.
El silencio al otro lado de la puerta era de lo más descorazonador. Victor esperó que ella estuviera de un humor más receptivo esa noche. Se preguntó qué más podría hacer mientras esperaba a que Lucia estuviera lista. La inspiración no le llegó hasta que no estuvieron en el ascensor.
─¿Podría enviar unas flores? ─le dijo a la chica de recepción.
─Por supuesto, señor Garcia.
─Una cesta de rosas rojas. Tres docenas. Para ser entregadas aquí e instaladas en la mesa del dormitorio principal de mi apartamento.
─Yo me ocuparé.
─Me gustaría dejar un mensaje con la cesta.
─¿Quiere escribirlo usted mismo, señor Garcia?
La mujer abrió un cajón y sacó un block de notas y sobres a juego y se los ofreció sonriendo.
─Gracias.
Victor pensó por un momento y luego se puso a escribir:
Me muero de ganas de estar contigo esta noche.
Victor.
dulce_myrifan- VBB PLATINO
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