Vicco y la Viccobebe
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Mensaje  myrithalis Jue Mayo 20, 2010 10:16 pm

Gracias por el Cap. Saludos Atte: Iliana
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Mensaje  dulce_myrifan Jue Mayo 20, 2010 11:38 pm

Capítulo 4

Ya era tarde cuando Myriam se despertó y lo supo inmediatamente por la cantidad de luz que entraba en la habitación. No se oía nada. Se sentía como si fuera muy tarde. Y también distinta.
Cuando fue consciente de todo una gran confusión de pensamientos y sentimientos la asaltó. ¿De verdad que había hecho todas esas cosas con Victor la noche anterior? Era sorprendente que no sólo hubiera tenido el valor necesario, sino que se le hubiera ocurrido semejante variedad insospechada de actividades sexuales. Aunque, eso sí, las recompensas habían sido instantáneas y no dejaba de maravillarse todavía por ellas. Hasta entonces no había tenido ni idea de que los cuerpos tuvieran tantos puntos de placer.
Los recuerdos la asaltaron, imágenes que la hicieron ruborizarse ante su propio comportamiento. Aunque, en su momento, aquello le había parecido una progresión natural de lo que había sucedido y estaba sucediendo. De alguna manera había bloqueado cualquier tipo de miedo, sabiendo que eso la volvería a llevar a sus inhibiciones habituales y se había concentrado con todas sus fuerzas en seguir la corriente.
Se le escapó entonces una risita tonta. La corriente estaba bien. Se sentía como una rama en medio de un torrente, a flote en medio del caos, de la impredecible corriente de agua que la llevaba por toda clase de confrontaciones con la naturaleza. De repente se le encogieron los músculos del vientre cuando recordó las exquisitas sensaciones que la habían recorrido como unos rápidos hirvientes.
Respiró profundamente para tranquilizarse, decidiendo firmemente no darle más vueltas al asunto. Aquello estaba bien. Más que bien. Aparte del tremendo placer físico, algo tan íntimo entre marido y mujer tenía que unirlos más. En todos los sentidos de la palabra.
Sentía dolor en algunos sitios y se puso de costado. Victor se había marchado. Probablemente ya hacía tiempo para llegar a su hora al trabajo. ¿Qué estaría sintiendo él esa mañana? ¿Estaría tan sorprendido como ella misma? ¿Estaría satisfecho? ¿Estaría tan ansioso como ella por entrar en ese nuevo nivel de su matrimonio que se había abierto ante ellos? ¿Estaría excitado por la perspectiva? Y, sobre todo, ¿se sentiría más propenso a amarla?
Su parte de la habitación sólo le indicó que no estaba. Su almohada estaba contra el cabezal de la cama y, evidentemente, había sido recogida del suelo. La sábana superior estaba arrugada a los pies de la cama. Myriam se dio cuenta de que no la tenía encima, sólo estaba la manta, que también estaba bastante arrugada. Pensó que el agotamiento total los había hecho arroparse de cualquier manera.
Se había quedado dormida desnuda, algo que normalmente no podía hacer nunca, ya que estaba de lo más acostumbrada a vestir algo en la cama. Todavía estaba desnuda, lo que significaba que no se había movido desde el mismo instante en que se quedó dormida. Era una sensación extraña estar así. Se sentía a la vez desprotegida y libre.
Se dijo a sí misma que tenía que acostumbrarse.
No quería que a Victor le volviera a caber ninguna duda de que ella estaba ansiosa por se accesible a los deseos que él había estado suprimiendo desde el principio de su matrimonio. Una sonrisa irreprimible se asomó a su rostro todavía congestionado por el sueño. Lejos de retraerse, como Victor había anticipado cínicamente, ella había dado rienda suelta a su imaginación y había hecho con su esposo todo lo que se le había ocurrido, que no era poco. Decidió que lo que tenían que hacer era compartir sus pensamientos y sentimientos mucho más abiertamente.

Miró el reloj de la mesilla de noche. Eran casi las diez y media. Sorprendida al ver que era tan tarde, Myriam salió de la cama a toda velocidad. Victor debía haberle dicho a todo el mundo que no la molestaran.
Se dio una ducha rápida, dándose cuenta de que el camisón roto había desaparecido y se preguntó qué habría hecho Victor con él. No tardó mucho en vestirse, ya que se puso unos vaqueros y una camisa. Tenía el cabello hecho un caos, así que, en vez de tratar de peinarse, se lo sujetó con un pañuelo.
Sintiéndose feliz y esperanzada por el futuro, fue a buscar a sus hijos y los encontró en la cocina, donde su niñera los estaba dando de comer; allí estaba también el ama de llaves.
Victoria, su hija, estaba sentada en su silla, tratando de comerse unos bollos mojados en leche. Con quince meses todavía no tenía todos los dientes. A pesar de los manchas que tenía alrededor de la boca estaba adorable. Sus grandes ojos estaban de lo más vivos y llenos de interés por todo y sus copiosos rizos castaños estaban recogidos por una cinta rosa.
Alejandro estaba sentado a la mesa con un tazón de chocolate en las manos. Era blanco y tenía toda la cara de un querubín a pesar de tener ya cuatro años. Era increíblemente precoz, de lo más travieso e hiperactivo. Necesitaba que un adulto lo estuviera vigilando a cada momento cuando estaba despierto.
Aparentemente todavía no se había producido ningún desastre esa mañana, pero bien podía suceder en cualquier momento con esos dos. Tracy, la niñera, estaba ocupada preparando una bandeja de galletas y Chely, el ama de llaves, estaba de espaldas. Myriam decidió que lo mejor era hacerse notar y les dio los buenos días a todo el mundo. Aprovechando el que todos la miraron, colocó en su sitio el tazón que sostenía Alejandro y que ya estaba a punto de caer al suelo.

─¡Hola, mamá! ─dijo Alejandro─. Todavía queda algo para desayunar. ¿Por qué has bajado? Se suponía que tenías que estar en la cama.
─Mamá, mamá ─gritó Victoria llena de alegría con la boca llena y mientras extendía los brazos para abrazarla.
¿Sería un acto irresponsable por su parte dejar a sus hijos durante dos semanas? Myriam no pudo dejar de recordar la crítica que le había hecho Victor cuando le dijo que quería irse con él a Europa.
─Es sólo un tazón de plástico, señora Garcia ─le dijo Tracy.
Myriam miró el cacharro de plástico que tenía en la mano y se rió de sí misma.
─Es cierto. Lo siento, Tracy. Supongo que es la costumbre.
─Bueno, lo cierto es que nunca está de más andarse con cuidado con Alejandro.
El comentario fue acompañado por un gesto hacia su hijo y una mirada de sabiduría que contrastaba con la juventud de la chica. A pesar de que Tracy tenía sólo veinte años, había trabajado como niñera desde los dieciséis y, dado que venía de una familia de trece hermanos, no era nueva precisamente en eso de cuidarlos. Una chica de campo, nacida y criada en una granja y llena de sentido común; llevaba con ellos desde el nacimiento de Victoria y Myriam confiaba completamente en ella, incluso tratándose de Alejandro. Lo que le había dicho Victor la había puesto demasiado sensible. Eso era todo.
Le devolvió el tazón a su hijo antes de darle un beso y luego levantó a Victoria de su silla para hacer lo mismo con ella.
─Antonio, ¿se ha ido bien al colegio?
Con cinco años, Antonio, su hijo mayor, era muy consciente de su estatus de primogénito y, sobre todo, de escolar, que sabía mucho más que los otros dos y cada día aprendía más aún.
─Sí. Su padre lo llevó esta mañana ─respondió Tracy mientras añadía con curiosidad─El señor Garcia dijo que no la molestáramos.
─Estaba haciendo un poco de té ─intervino Chely─ Creo que podrá acompañarlo con unos bizcochos. Eso si no tiene el estómago revuelto.

Estaba muy claro que Chely se había imaginado que ya era hora de que se hubiera quedado embarazada de nuevo, dado el espacio de tiempo que había entre cada hijo. La mujer les había llegado virtualmente con la casa, ya que había sido ella la que se había ocupado de la limpieza de los anteriores propietarios antes de que ellos llegaran y, desde entonces, vivía en el pequeño piso de la parte trasera del garaje, así que la mujer había vivido las náuseas matinales de Myriam. Para ella, el que Victor les hubiera dicho que no molestaran a su esposa, indicaba que otro niño estaba en camino.
Myriam se rió y agitó la cabeza.
─No estoy embarazada, Chely, pero sí que me gustaría una taza de té. Victor y yo nos acostamos muy tarde anoche.
De repente sintió un calor intenso en las mejillas cuando recordó de nuevo las eróticas escenas de la noche anterior y añadió:
─Debió pensar que necesitaba dormir.
─¡Ah! ─exclamó Chely asintiendo comprensivamente.
Chely tenía cuarenta y tantos años, era madre de dos hijas que, según lo que decía ella misma, habían resultado bastante afectadas por el abandono que habían sufrido por parte de su padre. Llevaba una vida social muy activa y asistía a varios clubs locales. Se mantenía bastante en forma y normalmente llevaba el cabello teñido de castaño oscuro con mechas doradas, cuidado por una peluquera amiga suya que compartía su interés en tener buen aspecto.
Los hombres estaban en un puesto muy alto en su lista de aficiones interesantes, pero como ya era una mujer madura, Chely era muy selectiva con aquellos a los que les permitía entrar en su vida y, en esos momentos, elegía siempre y sólo a los que más le convenía. De todas formas, le había dicho a Myriam que, de vez en cuando, todavía podía perder la cabeza por alguno. Y más que la cabeza incluso.
Myriam siempre había sonreído vagamente ante esos comentarios, no muy segura de como tomárselos. De repente, cuando vio el brillo en los ojos de Chely, comprendió súbitamente. Acababa de entrar en el mundo de las mujeres que sabían, mujeres que habían estado allí, que habían hecho eso, y estaba de lo más cómoda con la experiencia.
─Bueno, es una lástima que el señor Garcia haya tenido que irse a trabajar ─dijo Tracy sonriendo también─. Parecía un poco cansado esta mañana. Supongo que tampoco le habría venido mal dormir un poco más a él también.
Myriam pensó dos cosas; una, que hasta una chica de apenas veinte años estaba al tanto de aquello que le resultaba tan nuevo a ella y otra que sí, Victor debía estar muy cansado.
Sonrió felinamente. Él tampoco se había rendido.
Debía haber sido casi al amanecer cuando, por fin, se habían quedado dormidos.
A pesar de su cansancio de esa mañana, ella esperaba que Victor encontrara que había merecido la pena pasar así la noche. Seguramente sentiría algo más suave hacia ella. Demostraba cariño y consideración el hecho de que hubiera dicho que no la molestaran.

─¡Oh! ─exclamó Tracy corriendo hacia la ventana de la cocina─o ¡Ahí está Esteban!
Myriam sonrió. Esteban había tomado el puesto del anterior limpiador hacía un mes y era todo un espectáculo. Un tipo bronceado por el sol, con el cabello largo hasta los hombros, rizado y rubio como la paja y un cuerpo de atleta.
Esteban llevaba unos vaqueros cortados que mostraba claramente lo que Tracy llamaba «el trasero más bonito del mundo». En sus camisetas se leía el eslógan de la casa de limpiezas para la que trabajaba y, descaradamente, era dos tallas menos de la suya. De todas maneras, se pegaba firmemente a su magníficamente desarrollado torso. El efecto general producía una terrible tentación de silbarle.
Y, sobre todo ello, su piel sanamente bronceada bien podía ser el anuncio de cualquier loción para la playa.
En una palabra, era un hombre verdaderamente atractivo. Y lo sabía. A Tracy se le caía la baba con él y él se dejaba adular con una leve sonrisa y una amable condescendencia.
─Será mejor que aproveches el tiempo ahora que lo tienes aquí, Tracy. Sólo viene una vez a la semana ─le aconsejó Myriam.
La muchacha se ruborizó hasta las raíces del cabello.
─Cuando salgo, sólo suele hablar con Alejandro, no conmigo. Afrontémoslo, no soy lo suficientemente bonita como para que un chico como ése muestre algo de interés en mí.
─Puede que eso no sea cierto ─murmuró Myriam mirándola pensativamente.
La joven niñera no era bonita convencionalmente hablando, pero casi tenía un rostro atractivamente magnético cuando sus ojos castaños le brillaban de felicidad. El cabello oscuro lo llevaba cortado con un estilo que resaltaba su atractivo rostro pecoso y su sonrisa era de lo más contagiosa. La opinión de Myriam era que una cálida personalidad generaba una poderosa atracción por sí misma. Ciertamente, sus tres hijos estaban encantados con su niñera.
Pudiera ser que Esteban se preocupara tanto por la apariencia porque no estuviera muy seguro de sí mismo por dentro. Una mujer como Tracy tenía muchas cosas positivas que dar, sin importar que fuera más bien alta y delgada, lo que le hacía parecer un poco desgarbada.
─No lo sabrás si no lo intentas ─continuó Myriam pensando en sí misma y en Victor la noche anterior─.
Yo me ocuparé de los niños. Sal a la piscina tú sola y dale conversación. Mientras hace su trabajo no podrá escapársete.
─Pero, ¿de qué le voy a hablar? ─gritó Tracy angustiada.
─De comida. Llévate una bandeja de bizcochos. Pregúntale si lleva alguna clase de dieta. Dile que lo ves en tan buena forma que te has preguntado si no te podría dar algún consejo. No tiene sentido que te quedes aquí haciéndote la tonta, Tracy. Si quieres algo en este mundo, tienes que tomar alguna iniciativa.
y ahí descansaba la razón verdadera de lo de la noche anterior, pensó Myriam con satisfacción.
─Siempre te estás quejando de lo delgada que eres ─intervino Chely─. Pregúntale si cree que las chicas deben trabajar sus músculos. Puede ser que se ofrezca para enseñarte la forma de hacerlo. O cualquier otra cosa. .
─Adelante, Tracy ─la animó Myriam─. ¿Qué puede haber de malo en que lo intentes?
─¡De acuerdo! ─exclamó la chica respirando profundamente─ Comida y músculos.

Cuando Tracy salió por la puerta, Chely puso las cosas del té en la mesa delante de Myriam y miró a Esteban por la ventana.
─La verdad es que ya me gustaría a mí ligar con él. Toda mujer debería tener un hombre así.
Myriam se rió.
─¿Como un hombre objeto?
─¿Por qué no? Ya me gustaría un tipo con el que pudiera estar a gusto y que no me molestara hablando.
Myriam agitó la cabeza. Aquella no era su idea. Más que nada ella lo que quería era una relación compartida, no una en la que los roles fueran así de restrictivos.
─Bueno, cada una a lo suyo ─dijo Chely encogiéndose de hombros─ Ahora que ya ha bajado haré el piso de arriba.
─Yo, ah, he quitado las sábanas de nuestra cama. Quería ponerlas limpias.
─Le ahorraré el trabajo ─le dijo Chely desde la puerta sin parecer alterarse por la vergüenza de Myriam─. Alejandro se.está comiendo todos los bizcochos.
─¡Oh! ─exclamó ella dirigiéndose a su hijo─. Deberías preguntar antes, Alejandro.
El niño la miró decididamente.
─Esteban no ha preguntado. Y yo vivo aquí y él no ─dijo agarrando con fuerza la fuente.
─Esteban es un visitante.
─No lo es. Está trabajando, limpiando la piscina.
Si él se puede comer los bizcochos de Tracy, yo tam¬bién.
Esa lógica tan aplastante la dejó desarmada se rió con ganas y Victoria se apuntó enseguida a los bizcochos.
─Pásale la fuente, Alejandro ─le dijo Myriam a su hijo.
No quiso seguir discutiendo con él porque el niño sería muy capaz de volver loco a un juez si alguna vez le daba por hacerse abogado.
─No se los va a poder comer ─gruño Alejandro obedeciendo de mala gana.
─Yo la ayudaré.
─Eso te va a hacer tener ganas de vomitar de nuevo.
─No he tenido ganas de vomitar.
─Sí, las has tenido. Papá lo dijo.
─¿Cuándo?
─Esta mañana. Le oí decírselo a Antonio.
─Entonces debes haberlo entendido mal Alejandro
─No. Además, nos dijo que te dejáramos tranquila y nos quedáramos aquí abajo hasta que te levantaras.
─Eso no significa que tuviera ganas de vomitar.
─Antonio se lo preguntó. Fue cuando Tracy estaba preparando a Victoria y él Y papá se marchaban al colegio. Yo los seguí a la puerta para decirles adiós y Antonio le preguntó entonces si tenías ganas de vomitar.
El pequeño imitó entonces el serio tono de voz de su hijo mayor ya Myriam no le cupo entonces duda de que la conversación había tenido lugar.
─Entonces papá dijo que ...
Alejandro imitó entonces la expresión de su padre que, evidentemente, había sido una de irritable impaciencia.
─Dijo que sí, que debías además estar cansada y apenada, pero que no tenía que preocuparse porque volverías a ser la de siempre en nada de tiempo.
Las lágrimas asomaron a los ojos de Myriam y trató de contenerlas, ya que no quería llorar delante de los niños. Pero el corazón y la mente sí que estaban llorando. ¿Cómo podía él?
Aparte de la forma en que le había hablado a Antonio de ella ¿cómo podía Victor minimizar tanto lo que había pasado entre ellos la noche anterior, decir que ella se recuperaría pronto? Aquello era completamente injusto, incierto. Lo hacía parecer como si fuera alguna clase de aberración.

Agitó la cabeza, ahora sí que sentía ganas de vomitar, pero por el rechazo de él a lo que ella había visto como una gran ruptura y algo que podría llevar una mayor intimidad a su matrimonio. No había ganado nada. No había resuelto nada. Nada en absoluto.
A no ser que pudiera hacerla cambiar de parecer al respecto, hacerla ver de otra forma.
Iniciativa. Eso era lo que ella misma le había dicho a Tracy que debía tener.
Victor la había castigado por no tomar la iniciativa.
Si iba a tener que demostrarle que estaba equivocado, iba a tener que darle alguna clase de acción positiva, más bien mucha. ¡ Y deprisa! Así podría ver que estaba equivocado. ¡Muy, muy equivocado!
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Mensaje  Geno Jue Mayo 20, 2010 11:52 pm

yo tambien kiero 2x1, 2x1


saludos

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Mensaje  myrithalis Vie Mayo 21, 2010 12:37 am

Gracias por los Caps Saludos Atte: Iliana
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Mensaje  alma.fra Vie Mayo 21, 2010 12:39 am

Muchas gracias por el capitulo, me esta cayendo mal Victor .: La Otra :. - Página 2 502334 , ojala Myri lo haga ver su suerte jaja.
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Mensaje  Eva_vbb Vie Mayo 21, 2010 1:38 am

MUCHAS GRACIAS DULCINEAAAA
.: La Otra :. - Página 2 953882 .: La Otra :. - Página 2 953882 .: La Otra :. - Página 2 953882 .: La Otra :. - Página 2 953882 .: La Otra :. - Página 2 953882 .: La Otra :. - Página 2 953882 .: La Otra :. - Página 2 953882 .: La Otra :. - Página 2 953882 .: La Otra :. - Página 2 953882 .: La Otra :. - Página 2 953882
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Mensaje  Dianitha Vie Mayo 21, 2010 11:12 am

graciias dulce sii que viictor es terco Mad Mad pero myriiam es mas y no creo que se de por venciida tan faciilmente .: La Otra :. - Página 2 981274 .: La Otra :. - Página 2 981274 .: La Otra :. - Página 2 981274 .: La Otra :. - Página 2 981274
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Mensaje  dulce_myrifan Vie Mayo 21, 2010 1:32 pm

Capítulo 5

Una cesta de rosas? ¿Para él?
Victor frunció el ceño a Lucia, su secretaria personal, que estaba de pie en la puerta que acababa de abrir para permitir que la mujer que la llevaba entrara en el despacho. La mujer en cuestión había cargado como un carro de combate llevando en sus brazos lo que, evidentemente, era un arreglo floral caro y extravagante.
Al parecer, su secretaria personal no veía ninguna razón para hacer algún comentario que le explicara a qué venía aquello, pero un gesto de sus labios indicaba algo parecido a la desaprobación o el disgusto. Mientras tanto lo miraba como para ver su reacción.
Esa actitud se añadía a lo que había sido una mañana de lo menos productivo. ¿Por qué había permitido ella que esa tontería llegara hasta él? Parte de su trabajo era protegerlo de intrusos inesperados.

─¡Aquí está usted! ─exclamó la repartidora con satisfacción dejando la cesta en medio de su mesa de despacho sin tener cuidado con los papeles que tenía encima.
Victor, viéndose directamente enfrentado a esa corpulenta mujer, del tipo que no se dejaba intimidar por nadie, se levantó y pretendió mostrarse firme y preciso al tratar con la situación.
La repartidora lo miró de arriba abajo, como midiendo a la clase de hombre a la que se podían mandar rosas. Por lo menos había tres docenas de ellas. Fuera quien fuese el remitente, se había pasado, en opinión de Victor.
─Me temo que ha cometido un error ─dijo secamente─No pueden ser para mí.
─No. No me he equivocado. Tengo el pedido aquí en mi mano ─dijo ella pasándole un papel con aire de triunfo─ Véalo por usted mismo. Señor Victor Garcia. Edificio de Administración de Garcia Electronies en Bondi Junction. Eso es aquí y, ese es usted, muy bien. No hay ningún error.
─Bueno, eso parece ─cedió él, dándose cuenta de que no le quedaba más remedio.
─Entrega personal. Esas fueron las instrucciones de quien lo envía. Por cierto, que insistió mucho en ello. No tenía que dárselo a nadie más que al señor Garcia en persona. Así que he venido yo misma para asegurarme ─afirmó la mujer mientras dejaba el papel sobre la mesa y le ofrecía una pluma─Y ahora, si no le importa firme aquí, señor Garcia. Eso lo demuestra bien claro, ¿no?
─¿Quién ... ?

Victor no continuó con la pregunta, ya que no quería darle más conversación a la mujer. El que le mandaba las flores debía estar de broma. Una broma de muy mal gusto.
─Hay un mensaje para usted en el sobre ─dijo la corpulenta mujer y se lo señaló.
─Gracias ─respondió él mientras firmaba.
Luego le devolvió el papel sonriendo levemente y continuó.
─Su prueba de que me lo ha entregado.
─Bueno. Esto le ha dado un poco de interés a un día aburrido. No se envían rosas a muchos hombres, usted es el primero al que lo hago.
─Me alegro de haberle proporcionado una experiencia nueva. Ahora, si no le importa .
La mujer se rió sonoramente. Luego lo miró con aire pícaro.
─Supongo que debe ser usted muy bueno en la cama, señor Garcia ... Me refiero en lo de proporcionar nuevas experiencias. Todas esas rosas rojas ...
Luego agitó la cabeza y salió de allí riéndose a carcajadas.
¡Buena broma!

Lucia no la acompañó a la entrada y se quedó en la puerta. Estaba muy claro que aquello le divertía tan poco como a él.
¿Estaba ella esperando a ver qué había sucedido en su vida privada? ¿Quería ver quién le mandaba rosas? Victor tenía que dar por sentado que ella probablemente tendría sus razones para considerarse a sí misma como la primera candidata para una nueva experiencia con él y, esas rosas debían ser como una especie de desilusión para esas esperanzas.
No es que le hubiera hecho alguna promesa a ella.
Seguía sin estar muy seguro de querer lo que ella le estaba ofreciendo sutil pero indudablemente. Pero aceptar su sugerencia del hotel en el Reino Unido era, de alguna forma, una posible aceptación a su invitación.
De todas maneras, no era su dueña. Y no tenía que pensar que lo fuera. O que lo podría ser alguna vez. La miró directamente a los ojos y le preguntó decididamente:
─¿Algo más, Lucia?
Ella miró primero a las rosas y luego a él.
─Pensé que te gustaría que se las diera a otro. Tal vez al hospital o algo así.
─Ya te lo haré saber.

Aquello era una despedida inequívoca. Lucia inclinó la cabeza y se marchó. Una de sus habilidades principales era saber cuándo tenía que retirarse después de golpear. Lucia Alvarez trabajaba muy sutilmente y Victor apreciaba su capacidad para hacer que todo pareciera sencillo. Demasiado sencillo, pensó.
Esa mañana él estaba lleno de incertidumbres. Y ahora le llegaba esa ridícula cesta de rosas para agravar las cosas. ¿Quién se estaría riendo a sus expensas?
Se pinchó cuando trató de tomar el sobre de la cesta. Luego lo abrió impacientemente y leyó la nota mecanografiada.

Esto es sólo para decirte que te amo y para agradecerte una noche maravillosa.
Myriam.
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Mensaje  Dianitha Vie Mayo 21, 2010 1:48 pm

.: La Otra :. - Página 2 981274 .: La Otra :. - Página 2 981274 graciias x el cap niiña esto se pone cada vez mas interesante .: La Otra :. - Página 2 196 .: La Otra :. - Página 2 196
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Mensaje  nayelive Vie Mayo 21, 2010 5:16 pm

buenisimo el capi jaja eso es lo que una mujer sabia aria jaja por lo menos yo jaja gracias por el capi
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Mensaje  alma.fra Vie Mayo 21, 2010 7:30 pm

Muchas gracias por el capitulo, ojala no puedas poner otro alrrato. .: La Otra :. - Página 2 953882 .: La Otra :. - Página 2 953882 .: La Otra :. - Página 2 953882
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Mensaje  dulce_myrifan Vie Mayo 21, 2010 9:13 pm

Capítulo 6

Myriam se dirigió a las escaleras que daban a las oficinas de Victor. El saludo de la recepcionista todavía le resonaba en los oídos.
─Le sienta muy bien ese color naranja, señora Garcia.
Eso le había dado valor.
Ayer no se habría ni atrevido a mirar ese vestido color naranja. Pero aquella mañana había entrado decididamente en la boutique, se lo había puesto, había pagado y se había marchado con él puesto. Brillante y orgullosa, se había dicho a sí misma. Y muy positiva.
Cuando llegó a la planta de las oficinas respiró profundamente y empezó a caminar, con la cabeza alta y los hombros firmes, sin permitirse ninguna clase de duda o nerviosismo. Una mirada a su reloj le indicó que era exactamente mediodía. Una hora perfecta para almorzar.
Las rosas debían haberle preparado el camino. La florista le había asegurado que las había recibido Victor en persona. No había problema. Así que ahora él sabía muy positivamente que ella no sentía ganas de vomitar, ni estaba cansada o sintiendo lástima por sí misma. ¡En absoluto!
Se había movido como un torbellino desde que Alejandro le había dicho aquello. Tenía la mente probablemente más enfocada y clara de lo que la había tenido en toda su vida. Sus intenciones estaban muy claras también. Por otra parte, se veía dominada por una sensación de urgencia. Fuera eso instintivo o intuitivo, realista o no, no tenía importancia. Lo sentía y tenía que actuar al respecto.
Lucia Alvarez estaba sentada en su mesa en la oficina exterior y parecía de lo más clásica. Su cabello rubio estaba recogido en un elegante moño. Su maquillaje era una obra de arte de colores pálidos. Una blusa rosa clara añadía un toque de femineidad a la elegante simplicidad del traje de chaqueta gris perla.
Myriam tuvo un momento de terribles dudas en sí misma. Lucia parecía tan hermosa como una rosa inglesa. ¿Era esa imagen más del gusto de Victor que la suya actual, vibrante y salvaje?
Entonces agitó la cabeza para quitarse esa idea de encima. Ahora no podía retirarse y se obligó a seguir sin pensar en las consecuencias.
Por lo menos Victor no podría decir que no se daba cuenta de su presencia.

─¿Cómo estás, Lucia? ─le preguntó brillantemente.
La otra chica levantó la cabeza de repente de los papeles en los que estaba trabajando. Myriam le dedicó una sonrisa encantadora y continuó hacia la puerta, ya que no quería entrar en conversación con ella.
─Tienes un gran aspecto. Pero claro, eso siempre. Nunca te he visto sino perfecta. Hoy estás brillante.
Para entonces Myriam ya había llegado ala puerta del despacho de Victor y Lucia se había puesto en pie con una mano extendida, como si quisiera agarrarla.
─Señora Garcia ...
─Oh, por favor. Llámame Myriam. Estoy segura de que a mi marido lo llamas Victor. Me gustaría que te sintieras igual de familiar conmigo. Y, por favor, sigue con lo que estés haciendo. Voy a verlo.
Luego evitó cualquier cosa que Lucia pudiera hacer limitándose a abrir la puerta, entrando y cerrándola luego rápidamente. Se volvió y miró a Victor dedicándole una sonrisa radiante.
El corazón le latía locamente y necesitó desesperadamente algo que le asegurara que estaba siguiendo el camino correcto. También el estómago lo tenía encogido. En realidad sólo su mente estaba funcionando decididamente.
Victor había echado para atrás su sillón y había puesto los pies sobre la mesa y tenía el ceño ferozmente fruncido mientras miraba la cesta de flores.
Su repentina entrada lo sorprendió y bajó los pies de la mesa. Su rostro reflejó una mezcla de expresiones, de sorpresa, incredulidad, culpa. enfado, amargura, ironía ...
No le devolvió la sonrisa. Parecía como si no supiera qué hacer con su sonrisa, las rosas o su inesperada presencia allí. Por alguna inexplicable razón, eso le dio fuerzas a Myriam para continuar y se acercó. Si lo que él quería era iniciativa, eso era lo que le iba a dar.

Sin dejar de sonreír, le dijo:
─Me sentía tan feliz esta mañana que quise que lo supieras. Y quise sorprenderte.
─Realmente lo has logrado ─dijo él sin acercarse. Entonces ella recordó lo que él le había dicho la noche anterior:
─¿Te pasa algo en las piernas, Myriam, para que no puedas venir a mí?
Pero hoy no podía acusarla de no acercarse, a pesar de que su actitud de espera la hacía sentirse extremadamente consciente de cada paso que daba, consciente de lo que vestía ... incluso de ropa interior. El liguero y las medias dejaban al desnudo la parte superior de sus muslos y sentía la piel caliente allí donde sus piernas se rozaban al andar. No dejó de hablar para evitar lo que podía ser un ataque de nervios que debilitara su decisión.
─He estado pensando en lo que me dijiste sobre que esperabas que yo fuera la que tomara la parte activa como amante todo el tiempo. Y recordé el placer que me producía cuando me mandabas rosas, así que quise darte la misma sensación de ser amado y valorado.
Victor se puso colorado.
─No es lo mismo con los hombres ─murmuró. ¿Estaba avergonzado? ¿Se sentía culpable por no haber pensado él en mandarle las rosas? Hacía mucho tiempo que no lo hacía, desde el mismo día después de que naciera Victoria.
─¿Por qué no es lo mismo? De cualquier manera es un mensaje de amor.
─¿Lo es?
Victor la miró dura, suspicazmente.
─¿Qué otra cosa podría ser? ─le preguntó ella sintiendo que la garganta se le secaba. Necesitaba algo de ánimo para seguir con aquello.
─Es un juego al que la gente juega ─respondió él sin dejar de mirarla─. Un juego manipulador.
─Eso es muy cínico, Victor.

Myriam dejó el bolso sobre la mesa y se acercó a él para rodearle el cuello con los brazos, castigándolo con la mirada por pensar aquello.
─Te amo. Y he querido demostrártelo. Y también quiero demostrártelo ahora.
Entonces se puso de puntillas para besarlo.
El cuerpo de él estaba tenso y sus ojos duros Y fríos.
─Almorcemos juntos y luego hagamos el amor por la tarde ─murmuró ella tratando de suavizarlo─. He reservado una habitación para nosotros ...
─¡Oh, por Dios, para ya! ─gruño él salvajemente mientras se soltaba y luego le mantenía sujetos los brazos a los costados─Nadie cambia su naturaleza de la noche a la mañana. No soy tonto, Myriam. No me hagas que pierda el respeto que te tengo.
─¿Respeto? ─repitió Myriam, no muy segura de haberlo oído correctamente.
Victor parpadeó y la soltó, retrocediendo luego tan rápidamente que ella no pudo evitarlo. Luego se apartó más aún antes de volver a hablar mientras agitaba una mano en el aire, como desesperado.
─¡Mira! Siento lo de anoche. ¿De acuerdo? Lo siento ─dijo con frases entrecortadas, como si odiara decir esas palabras, como si no tuviera más remedio que decirlas.
Myriam pensó que ella no lo sentía en absoluto, pero no logró decir nada. ¿Cómo podía ser que, cuando estaba tratando de seducir a su marido, lo único que estaba consiguiendo era separarlo de ella? Incluso cuando no estaba haciendo más que seguir sus instrucciones. Parecía como si estuviera mal si no lo hacía y también si lo hacía.
Victor continuó hablando.
─No debió haber sucedido. Me gustaría que hubiera sido así. No te mereces lo que te hice y, te puedo asegurar que, esta mañana, no estaba nada contento conmigo mismo. No es necesario que tú ... que me lo restriegues por las narices ─terminó apretando fuertemente los puños.
Myriam agitó la cabeza.
─¿Así que ha sido por eso por lo que lo has organizado todo para que me dejaran dormir hasta tarde? No querías enfrentarte conmigo. Porque te sentías mal contigo mismo.
─No quise que te sintieras presionada.
─¿ Te importaría decirme por qué tienes que sentirte mal por hacerme saber lo que quieres?
─¡Maldita sea, Myriam! Anoche prácticamente te asalté. Perdí el control por completo ... ─dijo él agitando la cabeza, profundamente desorientado, incapaz de explicarse o excusarse. Su mirada estaba llena de recriminaciones.
─¿No crees que fue una alivio para los dos? ─le preguntó ella suavemente, deseando hacerlo sentirse mejor.
─¿Quién sabe? Lo que estoy tratando de decirte es que no pienses que tienes que servirme o mimarme. No me gustaría nada. Sé que sería algo falso y odio pensar en que te obligues a ti misma a ... a agradarme ─afirmó él con cara de disgusto.
Myriam se quedó anonadada. ¿Es que él no comprendía nada del amor? ¿Que había que dar y recibir?
─Bueno, pero es que a mí me agrada agradarte ─dijo dudosamente.
─¡Vamos, Myriam! ¡No soy ningún niño para que me mimes y me halagues diciéndome que soy un buen chico sin importar lo que haya hecho!

Myriam se mordió la lengua. Estaba logrando empeorar las cosas. Parecía que él fuera a darle la vuelta a cualquier cosa que le dijera y la volvería contra ella.
─No tienes que enviarme rosas de repente ──continuó Victor─. No tienes que parecer también de repente sexy y disponible. ¿En qué estabas pensando? ¿En hacerlo sobre la mesa?
Victor se rió secamente y siguió hablando.
─No, no creo que tanto. Te va más la cosa tranquila, así que has reservado esa habitación.
Una oleada de calor se asomó entonces al rostro de Myriam.
─¡Cielos, no pongas esa cara!─exclamó él cuando vio su expresión mortificada y luego se frotó los ojos como para quitarse de encima esa imagen─No es de ti de quien me estoy quejando, Myriam, es de mí. Esto es lo que crees que tienes que hacer por lo que hice yo y odio haberte hecho tanto daño.
─No me hiciste daño, Victor ─insistió ella tranquilamente.
Le sorprendía sobremanera que él hubiera estado torturándose viendo su pérdida de control como un crimen abusivo que debía avergonzarlo y con ello la había hecho tomar caminos que ella normalmente no habría seguido.
Victor agitó la cabeza y la miró apesadumbrado.
─Si quieres jugar a imaginar, Myriam, yo preferiría imaginar que lo de anoche fue un mal sueño. Entonces no tendrías que hacer nada. Podemos seguir como antes.
─Pero tú no eras feliz con lo de antes.
─Pero lo puedo soportar.
─¿Crees que reprimir tus necesidades es una buena forma de vivir, Victor?
─Ese no es tu problema, Myriam ─dijo él evasivamente─Y no lo hagas tuyo.
De repente Myriam tuvo un mal presentimiento, como si él la estuviera dejando de nuevo a un lado, metida en una caja y con la etiqueta de madre de sus hijos. Respiró profundamente y le dijo:
─Tal vez estés tratando de encontrar a alguien que te las llene. ¿Es esa la respuesta?
─No insistas. No tienes nada de qué preocuparte. Eso no afectará a tu vida.

¡Cielos! ¡Ahora sí que quedaba claro que lo estaba pensando! Repentinamente le resultó difícil respirar. La imagen de Victor yendo por otra mujer para satisfacerse sexualmente le resultó insoportable. Y tenía la ceguera de decirle encima que semejante cosa no afectaría su vida!
Myriam se dio cuenta entonces de que él pensaba que sabía todo lo que tenía que saber sobre ella. Y ni siquiera se había enterado de lo que le había estado diciendo, no había hecho caso porque pensaba que la conocía mejor.
Luchó por recuperar la respiración. Lo necesitaba. Tenía que dejar claro eso en ese mismo momento, antes ... O él ya ... No, no podía ni pensarlo.

─¿Qué te hace pensar que soy feliz con la vida que me has proporcionado, Victor? ─le espetó por fin.
Él frunció el ceño, como no sabiendo a dónde quería llegar ella.
Myriam levantó la barbilla y la voz.
─¿Qué te hace pensar que era feliz antes de anoche?
Victor agitó la cabeza como si estuviera diciendo tonterías, pero Myriam continuó:
─¿Qué te hace pensar también que lo de anoche fue todo cosa tuya? ¿Recuerdas que te pidiera que pararas? ¿Lo recuerdas?
─No ─respondió él como avergonzado─. Creo que te lo tomaste como una especie de prueba de resistencia.
─Piensa en una especie de rito de iniciación y te acercarás más a la verdad. Yo no tenía ni idea de lo que se podía hacer realmente entre un hombre y una mujer hasta anoche. Ahora lo sé. No se puede volver atrás, Victor. Y, lo que es más, ¡yo no quiero hacerla!
i Ya estaba! Esa era la verdad y Myriam no estaba dispuesta a permitir que él la ignorara. Por lo menos ahora Victor la estaba mirando como inseguro, lo que era un paso en la buena dirección. Si Victor dejara que esas ideas se instalaran bien en su cabeza y les permitiera a los dos tener la oportunidad de sentir cosas buenas el uno hacia el otro, se daría cuenta muy rápidamente de que no necesitaba a otra mujer en absoluto. ¡De eso nada!
Entonces llamaron a la puerta.
Se abrió antes de que ninguno de los dos pudiera decir nada y Lucia apareció sin entrar del todo, como si no quisiera interrumpir, pero haciéndolo. Los miró como disculpándose antes de dirigirse a Victor que, instantáneamente, se había puesto su máscara autoritaria.

─Por favor, disculpenme. Querría saber si seguimos con lo del almuerzo, Victor. Tendríamos que marchamos a las doce y media.
Eso hizo que ambos miraran sus relojes. Eran sólo las doce y dieciocho, lo que decía mucho en favor de la puntualidad de esa mujer y de la oportunidad que había tenido para interrumpirlos.
─Saldremos a las doce y media ─dijo Victor─. Si me esperas en tu despacho ...
Myriam no pudo dar crédito a sus oídos. ¿Victor se iba a almorzar? ¿La iba a dejar allí plantada como si nada, cuando estaban en medio de una de las conversaciones más críticas de sus vidas?
Lucia le dedicó una sonrisa radiante a Victor.
─Por supuesto ─dijo y luego desapareció. Esa sonrisa afectó tremendamente a Myriam.
─¿ Un cambio de prioridades? ─le dijo a Victor demasiado agitada como para dejar pasar el asunto.
─¿Perdón? ─respondió él frunciendo el ceño, como no sintiéndose muy cómodo de repente con una esposa que no se estaba comportando conforme a lo que era habitual.
─Anoche me dijiste que no habría nada más importante para ti que el que tu esposa te deseara activamente ─le recordó ella─ y ahora parece que tienes un almuerzo que es más importante que estar conmigo y no has dudado mucho en preferirlo después de la invitación que yo te he hecho.
─Creía que eso ya había quedado claro, Myriam ...
─Así que no quieres almorzar conmigo.
Victor pareció dolorido.
─Otro día ...
─Y no quieres hacer el amor conmigo ─dijo ella sin poder evitarlo. _
El suspiró largamente.
─Creo que sería mejor que dejemos esta conversación para esta noche.
Estaba claro que él no estaba dispuesto a ceder ni un poco para recompensar sus esfuerzos para salvar su matrimonio.
─Ya veo entonces que los negocios son antes que nada ─le reprochó ella irritada─Tal vez en los pocos minutos que nos quedan querrías contarme por qué es tan importante ese almuerzo de hoy.
Victor se puso tenso.
─Se trata de mantener mi palabra.
─Bueno, la integridad siempre es algo admirable. ¿Ante quién has de mantener tu palabra, Victor? ¿Ante alguien importante para tu éxito futuro y tu felicidad?
Un músculo se contrajo en la barbilla de él.
─Vamos a dejarlo, Myriam. Ya hablaremos esta noche.
Pero ella no estaba dispuesta a dejado así como así.
─Dime un nombre ─le exigió─ Un nombre que me haga pensar que sí, que es perfectamente comprensible. Alguien que yo pueda pensar que no puedes faltar a un almuerzo con él. ¿O es ella?
─He invitado a almorzar a Lucia.
Eso hizo que se le retorciera el corazón a Myriam.
─Hoy es su cumpleaños.
─Su cumpleaños ─repitió ella como tonta.
─Hace ya algunas semanas le prometí que iríamos a almorzar ─continuó él─ No serviría cualquier otro día. Un cumpleaños es un cumpleaños.
─Y eso tiene prioridad, claro.
Victor hizo una mueca ante la evidente crítica de ella.
─No veo ninguna razón para decepcionarla.
Myriam se rió amargamente.
─Bueno, eso ciertamente indica el valor que le das a las mujeres en tu vida, Victor.
─No saques esto de sus proporciones, Myriam.
Ella no dejó de mirarlo mientras tomaba su bolso y empezaba a dirigirse hacia la puerta.
─Su cumpleaños ─dijo─ La hace acercarse otro año a ti en experiencia y conocimientos. Probablemente no le tengas que enseñar nada a ella. Y es muy conveniente para ti, ¿no?
Victor se movió para agarrarla.
─Oye, mira ...
Pero Myriam lo evitó y le respondió airada:
─¡Mira tú, Victor! Y que te quede claro esto. Ve y disfruta de tu almuerzo con esa otra mujer. Pero será mejor que no huelas a ella cuando vuelvas a casa esta noche, porque el día en que nos casamos me hiciste unas promesas y, ¡que Dios te ayude si las olvidas alguna vez!
Ese exabrupto emocional lo paró en seco y pareció absolutamente anonadado. Ella nunca antes le había hablado de esa manera y, ciertamente, nunca con semejantes connotaciones sexuales. Eso también sorprendió a Myriam. No sabía que pudiera ser capaz de hacerlo. Pero no estaba dispuesta a desdecirse de sus palabras.
Levantó la cabeza, se dirigió hacia la puerta y la abrió. Afuera se encontró con Lucia, que estaba esperando sentada en su mesa a que Victor la llevara a almorzar.
De ninguna manera estaba dispuesta Myriam a que esa mujer la viera preocupada o derrotada.
Sonrió.
Rogó mentalmente a Dios que la ayudara.
Y, súbitamente, se le ocurrió el nombre Durley House, en Londres.
Ahora lo tenía claro.

─Perdona que te entretenga un momento más, Lucia ─dijo dulcemente y sin dejar de sonreír─Estoy segura de que la agencia de viajes de Victor te debe haber dado una tarjeta. ¿Te importaría dármela?
─No hay problema ─respondió Lucia sacando una carpeta de tarjetas y ofreciéndole la requerida. Myriam se la guardó.
─Gracias.
Luego pensó que, tal vez se atragantara, pero añadió:
─Que tengas un buen almuerzo y un feliz cumpleaños.
─¿Para qué quieres la tarjeta, Myriam?
La voz de Victor las interrumpió antes de que Lucia pudiera decir nada. Venía desde la puerta de su despacho. Seca y tensa. Aparentemente se había recuperado de la sorpresa lo suficiente como para haberla seguido. Con el estado de ánimo beligerante en que se encontraba, Myriam decidió que no le vendría nada mal otra sorpresa.
Sonrió lo más brillantemente que pudo y lo miró.
─¿No lo recuerdas, Victor? Anoche me dijiste que si quería viajar a Europa, debería planearlo adecuadamente. ¿Y qué mejor forma de hacerlo que con tu agencia de viajes?
Aquella era su salida.
Y esperaba que esas palabras le produjeran tal efecto a Victor que le fastidiaran por completo el almuerzo.
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Mensaje  myrithalis Vie Mayo 21, 2010 9:53 pm

Gracias por el Cap. odio a Lucia jajajajaja Saludos Atte: Iliana
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Mensaje  alma.fra Vie Mayo 21, 2010 10:24 pm

Si ke de otra sorpresa en ese vieje y luego los agarre a cachetadas a los dos Evil or Very Mad . Gracias por el capitulo.
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Mensaje  Eva_vbb Vie Mayo 21, 2010 11:44 pm

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ME ENCANTAAAAA MUCHAS GRACIAS DULCINEAAA
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Mensaje  Dianitha Sáb Mayo 22, 2010 11:12 am

graciias niiña x el cap esto cada vez se pone mejor saldos y buen fiin de semana!!! What a Face What a Face
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Mensaje  dulce_myrifan Sáb Mayo 22, 2010 1:07 pm

Capítulo 7

El teléfono que Victor tenía sobre la mesa sonó, distrayéndolo de lo que debería estar haciendo. Había pensado que su vida personal estaba más o menos organizada, pero ahora parecía haber un montón de elementos nuevos por ahí y él no los controlaba.

─Victor Garcia ─dijo secamente.
─Soy Liz Copeland, de Viajes World Finder.
La alarma se apoderó de él. ¿Es que Myriam hablaba en serio con lo de irse a viajar por Europa? Ella no llegaría a tanto, ¿verdad?
No. Seguramente esa llamada era debida a su próximo viaje de negocios. Era Lucia la que se estaba ocupando de los detalles con esa tal Liz, pero Lucia no estaba en ese momento, ya que la había dejado en el centro de la ciudad y le había dado el resto del día libre después de almorzar. Y, por lo que había hecho él en la oficina desde su vuelta, podía haber hecho lo mismo. Pero la cosa es que no estaba preparado para volver a casa todavía. No con Myriam en el estado en que se había marchado.
─¿Cómo estás, Liz? ─dijo─¿En qué puedo ayudarte?
La chica era una agente de viajes de lo más competente y que siempre le había proporcionado exactamente lo que él había querido y había cubierto cualquier contingencia. Como, por ejemplo, una huelga de trenes en España el año anterior. Hubiera desbaratado por completo sus planes si Liz no hubiera tenido un plan alternativo preparado.
─No hay problema, Victor. Pero es que no he podido ponerme en contacto con tu esposa y ya son casi las cinco y estoy a punto de marcharme a casa. Así que he pensado llamarte para decirte que todo está en marcha, que las reservas han sido hechas y confirmadas.
Victor se estremeció.
─¿Qué reservas?
Liz contuvo entonces la respiración.
─¿No me digas que no sabías que tu esposa ha venido a verme para que le organizara el ir con ustedes a ese viaje?
Victor apretó la mandíbula y necesito de toda su fuerza de voluntad para aflojarla y seguir hablando sin parecer un tonto.
─Sabía que iba a ir a verte para un viaje a Europa, pero no para éste. Ha debido querer darme una sorpresa.
─¡Oh! Y yo la he descubierto. Lo siento, Victor.

Lo cierto era que sonaba preocupada. Victor sabía que el negocio de los viajes era muy delicado en lo que se refería a cuando los hombres viajan con sus esposas. A veces hay que hacerla con mucha discreción y Liz no había sabido nada de las intenciones de Myriam.
─Bueno, de todas formas, Myriam seguramente me lo habría dicho esta noche ─dijo sin querer que nadie se imaginara una falta de armonía en su matrimonio─. Entonces, ¿le has conseguido un asiento en el mismo vuelo en que voy a ir con Lucia?
─Sí, así es. Pero no he podido conseguirle un asiento de ventanilla en el vuelo de Sydney a Londres. El único que quedaba en primera clase estaba en el centro, un poco más atrás de los que van a ocupar ustedes. Tal vez a Lucia no le importe intercambiar el suyo con tu esposa para que puedan ir juntos, ¿no?
─Estoy seguro de que podremos organizamos. Gracias, Liz.
─Oh, y por favor, recuérdale a tu esposa que necesito su pasaporte mañana. Es por el visado para Francia y otras cosillas de última hora, queda muy poco tiempo.
Era miércoles y salían el domingo. La verdad era que tenían bastante poco tiempo.
─Se lo diré.
─¡Muy bien! Es encantador que hagan este viaje juntos. Tu esposa me ha dicho que ha estado tan ocupada con los niños estos años que nunca ha tenido la oportunidad de acompañarte a Europa hasta ahora. Me dijo que va a ser como una segunda luna de miel para ustedes.
─Sí. Es una bonita idea ─logró decir Victor─. Gracias, Liz.
─Bueno, hazme saber cualquier cosa que yo pueda hacer para que el viaje sea más romántico. ¡Hasta pronto!

Primero las rosas. ¡ Y ahora esta segunda luna de miel!
Y sin contar con él para nada.
Colgó el teléfono y se levantó. Ahora si se iba a casa. No estaba dispuesto a seguir jugando a aquello y sería mejor que Myriam lo descubriera antes de que fuera más lejos.
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Mensaje  Dianitha Sáb Mayo 22, 2010 1:37 pm

graciias x el cap niiña hay pero miira que viictor es terco y el que no quiiere entender es otro jajaja .: La Otra :. - Página 2 981274 .: La Otra :. - Página 2 981274
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Mensaje  nayelive Sáb Mayo 22, 2010 3:13 pm

gracias por los capis buenisimos esa lucia me cae de el higado
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Mensaje  myrithalis Sáb Mayo 22, 2010 3:15 pm

Yoooooooooo apoyo a Myriam que se vaya con su marido se que es dificil separarse de los hijos pero uno tiene que pensar en el marido y segurlo a comod e lugar jajajajaja bien Myriam Garcasi niña por el Cap. Saludos Atte: Iliana
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Mensaje  Danniela Sáb Mayo 22, 2010 3:53 pm

gracias x el cap super padree la novelaa =)
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Mensaje  Eva_vbb Sáb Mayo 22, 2010 8:43 pm

MUCHAS GRACIAS X EL CAP...
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P,D:VICTOR DEVERIA DE VER POR LOS SENTIMIENTOS DE MYRIAM HASTA HORITA PIENSA QUE SOLO ES X EL POR COMPLACERLO Y QUE NO LLEGUE A TENER UNA AMANTE A VER X QUE NO PIENSA X QUE MYRIAM SE SIENTE ASI
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Mensaje  alma.fra Sáb Mayo 22, 2010 11:34 pm

Victor ya me cayo muuuuuuy mal, no aprecia ninguno de los esfuerzos de Myri. Gracias por el capitulo.
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Mensaje  dulce_myrifan Dom Mayo 23, 2010 12:03 am

Capítulo 8

El corazón se le aceleró a Myriam cuando oyó el ruido del motor de Jaguar de Victor entrando en el garaje. Los dedos le temblaron mientras cortaba las rodajas de limón para los gintónics que estaba preparando en la mesa de la cocina y pensó que si le temblaban así, se podría cortar.

─Ese parece el coche del señor Garcia ─dijo Tracy mientras probaba la salsa boloñesa de la cena de los niños.
─Ha vuelto antes de lo habitual ─comentó Chely. Mucho antes de lo habitual, pensó Myriam aprensivamente.
Lo que podía significar un montón de cosas, y no estaba segura de que alguna de ellas fuera buena.
Se le hizo un nudo en el estómago y su cuerpo se llenó de tensión mientras oía a sus hijos jugando con su abuela y sabiendo que estaba jugando con fuego.
Juana Garcia era una mujer encantadora y la suegra más amable que una esposa pudiera esperar. Era viuda, tenía más de sesenta años, y no paraba de estar ocupada con cosas de lo más variadas. Estaba llena de vitalidad y se conservaba perfectamente. El cabello castaño se añadía a hacerla parecer por lo menos diez años más joven.
Myriam no había tenido la menor duda en pedirle ayuda, ya que sabía que Victor no le negaría nada a su madre. Aquella era una forma de mantener de su lado todos los triunfos posibles. De todas formas, esa feliz escena doméstica podía detenerse abruptamente en cuando Victor fuera informado de lo que sucedía.
Llevaba media hora preguntándose si no estaba llevando aquello demasiado lejos. A Victor no le iba a gustar nada que lo manejara de esa manera, que se metiera en lo que él ya había organizado.
Pero se rebeló. Si no pasaba nada con Lucia Alvarez, entonces, ¿por qué le iba a molestar que su esposa lo acompañara a Europa? Adelantándose a sus posibles principales objeciones, ya había preparado a los niños para su ausencia, como él pronto descubriría.
No había ninguna razón válida para que Victor se opusiera a que viajara con él.
Se obligó a sí misma a seguir cortando rodajas de limón, pero cada vez se sentía peor mientras esperaba a que Victor apareciera por la puerta. Durante todo su matrimonio, ella se había basado en la aprobación de Victor. Él siempre había sido amable y considerado con ella. Con él se había sentido segura en el nido familiar.
Pero eso se había roto la noche anterior. Tal vez llevaran jugando a actuar demasiado tiempo, haciendo como si todo fuera perfecto. La buena esposa, el buen marido, los buenos padres, el buen matrimonio. Pero ahora se veían obligados a enfrentarse a la verdad, a no esconderse de ella o hacer como si no existiera. Era la única forma de seguir adelante. Seguramente Victor sería capaz de verlo.

Dejó el cuchillo y puso las rodajas de limón en los vasos. Las bebidas estaban listas, pero ella estaba tan tensa que no se podía ni mover. Pensó que tenía que dejar que, esta vez, Victor fuera el primero en mover ficha.
Entonces se abrió la puerta.
Victor la miró desde allí y fue como si todo lo demás desapareciera en una nube. Podía oír los ruidos de los demás, verlos a su alrededor, pero estaba como en una burbuja sola con él.
Tuvo la extraña sensación de estar íntimamente ligada a él y, de todas formas, lo estaba viendo como a un desconocido.
Le dio la impresión de que él la estaba viendo de la misma manera.
Y eso lo estaba enfadando, la pérdida de lo que le resultaba familiar. Estaba lleno de ira, como si hubiera sido traicionado y tal vez hubiera sido así. Tal vez ella también. ¿Es que ambos se habían enamorado de unas imágenes qúe ahora se estaban esfumando? Eso la llenó de una sensación de vacío que no pudo soportar. No podía admitir que no se conocieran en absoluto. Era sólo una cuestión de esforzarse de nuevo para acercarse, de hacerla a unos niveles más sinceros. De otra manera ...
No, no podía, no debía verlo de otra manera. Era demasiado estremecedor.

─¡Papá! ─gritó Alejandro y echó a correr hacia él con los brazos abiertos, decidido a llegar el primero a su padre.
─¡Papá, papá, papá! ─gritó también Victoria mientras se bajaba del regazo de su abuela.
─La abuela está aquí, papá ─dijo Antonio dándose importancia─ Y se va a quedar con nosotros mientras mamá y tú están fuera.
─Me alegra mucho que te lleves a Myriam contigo a este viaje, Victor ─dijo Juana─. Aunque tú estés trabajando, a ella le encantará explorar Londres y París.
Victor pasó la mirada inmediatamente de Myriam a donde estaba su madre, sentada en el sofá y delante de la televisión.
Juana parecía encantada de poder ayudar por una vez a su hijo. Aunque le encantaban sus nietos y se lo pasaba muy bien con ellos, lo que realmente quería era agradar a su hijo.
A Myriam le había dicho que sus dos hijas siempre le estaban pidiendo que hiciera cosas por ellas, pero Victor no lo hacía nunca, y él había sido su mayor apoyo después de la muerte de su marido, por lo que no sabía cómo devolvérselo. No era que él esperara que lo hiciera, pero le gustaba de verdad que le pidieran que hiciera algo por él. Bueno, por todos ellos, por supuesto. Pero es que Victor era tan organizado que ella no sentía que la necesitara y, a una madre le gusta sentirse necesaria. Por lo menos un poco.
Myriam contuvo la respiración. A una esposa también le gusta sentirse necesitada. ¡Necesitada, deseada y amada! Victor podía destruir todo eso en ese mismo instante exigiéndole explicaciones y actuando de forma que dejara claro a todo el mundo que ella había obrado en contra de sus deseos. Era como si una espada pendiera sobre ellos. Pero, de repente, increíblemente, la amenaza se despejó.
─Es muy amable por tu parte hacerte cargo de la casa, mamá ─dijo Victor sonriendo, aunque un poco tenso.
─Oh, los niños y yo no lo vamos a pasar tremendamente bien. Realmente, estoy ansiosa por hacerla.

Alejandro aterrizó contra las piernas de su padre y Victor lo levantó.
─¿No será mucho trabajo para ti? ─le preguntó a su madre, mirando a su hijo hiperactivo.
─No se preocupe por él, señor Garcia ─dijo Chely desde la cocina─Entre las tres tendremos el problema bajo control, ¿no es así, Tracy?
─No se preocupe ─añadió la joven.
─Realmente, Victor ¡como si yo no tuviera experiencia! Tengo que recordarte que, a cierta edad, tú tampoco eras un remanso de paz.
─Bueno, ya veo que el club de mujeres está en acción ─dijo él con toda la apariencia de estar de buen humor mientras entraba en el salón─ ¡Se les va la cabeza en esto!
Myriam se dio cuenta de que él se lo había tomado como una especie de conspiración de mujeres. Estaba conteniendo su ira, analizando la situación, guardándose su ira para más tarde. El orgullo no debía dejarlo explotar allí, delante de todo el mundo. Sobre todo, delante de su madre. Seguía la comedia del buen matrimonio. Por lo menos delante de la gente. No había inconvenientes a la vista.
─Es tan excitante ─dijo Tracy─. El que ustedes dos se vayan a Europa el domingo. París en primavera ...
─Mamá nos ha dicho que nos traerá montones de fotos ─dijo Antonio, ansioso por enseñarlas en el colegio.

Se parecía más a ella que a Victor, pensó Myriam, no sólo en el aspecto físico, con su cabello castaño, piel blanca y ojos brillantes, sino también en la forma de ser. Necesitaba que aprobaran y aseguraran en lo que hacía. Su hermano pequeño era todo lo contrario, iba completamente a su aire.
─¡Papá, papá! ¡Yo, yo! ─dijo Victoria celosa.
─Espera con la abuela, Vicky ─dijo Victor─. Y tú, Alejandro, baja. Parece que mamá ha preparado unas bebidas y estoy sediento.
─Son gintónics ─le dijo Antonio mientras él se acercaba a donde todavía estaba Myriam─. Mamá los ha hecho para la abuela porque a ella le gustan.
─Y a mí, Antonio. Parece como si mamá haya hecho suficientes ─afirmó Victor mirándola a ella peligrosamente─. Aunque tal vez sea porque ella necesite también uno. ¿Es así, querida?

A Myriam se le hizo un nudo en la garganta mientras le pasaba los dos vasos.
Él los tomó, pero no se apartó y Myriam notó toda la tensión de todo lo que no se estaba diciendo.
─Has estado muy ocupada esta tarde ─dijo él tan tranquilo, ocultando la oscura turbulencia que ella le notaba.
Myriam tragó saliva. No se iba a dejar intimidar.
Para ella, había una justificación para lo que había hecho. De repente, un espíritu de desafío surgió de su interior y un brillo retador se asomó a sus ojos.
─Hubiera preferido estar ocupada contigo ─dijo y luego bajó la voz para que no lo oyeran los demás─ Pero me falló el plan cuando tú preferiste pasar tu tiempo libre con tu secretaria personal.
Victor la miró salvajemente por un instante.
─Estoy seguro de que podremos hablar de eso más tarde, esta noche.
─¿No vas a estar demasiado cansado entonces?
─De repente me siento con renovadas energías. Debe ser por la perspectiva de esa segunda luna de miel de la que has hablado con Liz Copeland.

A Myriam le dio un salto el corazón. Así que él sabía lo que había hecho antes de llegar a casa. Probablemente era por eso por lo que había vuelto pronto, pero se había encontrado con más hechos consumados. Estaba claro que estaba de lo más excitado, pero no precisamente por el deseo de hacer el amor con ella. Apenas podía contener la furia que lo quemaba por dentro.
─¡Papá, papá! ─gritó entonces Victoria, ansiosa por llamar su atención.
La niña se separó de su abuela y se dirigió dificultosamente hacia él.
Viendo la decisión con que su hija se acercaba, Victor le dijo a Antonio:
─Llévale su copa a la abuela ¿Quieres hijo? Yo tengo que decirIe unas cuantas cosas a tu madre.
Myriam esperó tensamente lo que le iba a decir, dándose cuenta de que Victor estaba haciéndose un espacio para hablar con ella a solas sin ser maleducado con los demás.
Cuando Antonio se hubia llevado la copa, Victor dejó la suya sobre la mesa de la cocina y se inclinó justo a tiempo de recoger a Victoria. Luego la tomó en brazos y se volvió a Myriam.
─Liz me dijo que te recordara que le llevaras tu pasaporte mañana a primera hora ─dijo él sedosamente, como bailando alrededor de su blanco antes de ir a matar.
─¿Cuándo hablaste con ella?
A Myriam le pareció importante por alguna razón hacerse una idea de cuando había sido eso.
─Oh, hará unos tres cuartos de hora.
No hacía mucho tiempo. Probablemente él habría salido de la oficina directamente después de la llamada.
─¿Lo sabe Lucia?
La furia se asomó al rostro de él ante ésa pregunta y Myriam se dio cuenta entonces de lo mucho que Victor debía odiar el que alguien lo hiciera hacer el tonto. Sobre todo su esposa.
─No, no lo sabe.
Luego, asegurándose de que nadie más los oía, añadió:
─Le di el resto de la tarde libre después de almorzar. Así que no estaba en la oficina cuando llamó Liz. Cosa que yo agradezco, ya que, en una situación normal, habría contestado ella y habría sabido como mi esposa ha actuado a mis espaldas ...
─Mientras tú estabas almorzando con ella ─le respondió Myriam fieramente.
─El día de su cumpleaños.
Myriam se puso colorada.
─Bueno, pues la chica del cumpleaños se va a llevar una buena sorpresa mañana, ¿no? Va a viajar contigo y, de propina, con tu esposa ─dijo ella decididamente─. Y no voy a cambiar de opinión, Victor.
─Y yo tampoco voy a cambiar mis planes, Myriam.
─Muy bien, por lo menos así sabré con quién vas a compartir tu dormitorio.
─Ya veo lo que me quieres decir ─dijo él sonriendo.
Esa sonrisa indicaba que ella había supuesto bien.
─La cuestión es si vas a poder soportarlo.
─Estoy dispuesta a responder a esa pregunta en cualquier momento, Victor. Has sido tú el que la has evadido hoy.
─No la he evadido. La he pospuesto. Ya veremos lo que piensas por la mañana. Tal vez sí que hayas cambiado de opinión para entonces.

Entonces él tomó su copa y la levantó como brindando hacia ella. Le dio un trago y entró en el salón, acercándose al sofá para hablar con su madre.
Fue entonces cuando supo que ella se iba a quedar a pasar la noche en la habitación de huéspedes para saber cuál era la rutina habitual con los niños por las mañanas. Mientras tanto, Myriam le prometió mentalmente a su marido que no estaba dispuesta a renunciar a ninguno de los planes que había hecho ese día.
Él se dedicó a hacer de buen hijo con toda brillantez; y también del buen padre hasta que la niñera se los llevó a acostar. Luego siguió haciendo de buen marido y anfitrión durante la cena; de mejor humor que lo habitual. Parecía como si la perspectiva del viaje lo animara.
Pero Myriam sabía perfectamente lo que le pasaba en realidad.
De acuerdo, era un sentimiento de anticipación, pero no por el viaje, sino por lo que iba a suceder cuando estuvieran a solas en el dormitorio. Lo leía en sus ojos cada vez que la miraba. ¡Y no la estaba viendo precisamente como la madre de sus hijos!
Juana podía pensar que Myriam estaba también excitada. Y tenía razón. Estaba excitada y exultante. Porque Victor se estaba percatando de ella. Estaba más pendiente de ella de lo que lo había estado desde hacía años. Yeso significaba que ella estaba ganando. Ciertamente, él no estaba pensando en Lucia Alvarez.
El contraste con la fría distancia de la noche anterior en la mesa era enorme. Era como si saltaran chispas entre ellos. Myriam ya no tenía el miedo de antes. No estaba derrotada. Tenía sitio para moverse y, lo haría. Estaba ansiosa por demostrar una cosa.
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Mensaje  alma.fra Dom Mayo 23, 2010 12:39 am

Muchas gracias por el capitulo, ke bueno ke Myri no se rinde.
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