Re: .: La Otra :.

alma.fra Sáb Mayo 29, 2010 12:54 am

Ke bueno ke por fin hablaron. Gracias por el capitulo.

Dianitha Sáb Mayo 29, 2010 12:19 pm

graciias x el cap niiña que biien que los niiños deciidiieron aclarar las cosas saludos y que pases un liindo fiin de semana Like a Star @ heaven

dulce_myrifan Sáb Mayo 29, 2010 3:29 pm

Ahora si aqui les dejo el final eh, gracias a todas por sus mensajitoss y espero les haya gustadoo!! Smile

FINAL

Reina de mi vida.
Esa frase encantadora reverberó en la mente de Myriam mientras estaba tumbada lánguidamente sobre unas suntuosas almohadas, mirando las cortinas de la fabulosa cama con palio. Encontraba increíblemente erótico estar tumbada completamente desnuda entre los muebles más impresionantes que había visto en su vida en la Suite Real del hotel Lanesborough.

─Este no es mi hotel, Victor.
─Lo es esta noche ─replicó él lleno de deseo─ Quiero que te sientas todo lo que eres para mÍ... la reina de mi vida.

Había reservado esa suite con la esperanza de que ella volviera a su lado, para celebrar y hacer memorable al inicio de su segunda luna de miel, para demostrarle lo mucho que la quería, lo mucho que significaba para él, un acto de fe en su futuro juntos.
A Myriam se le escapó una risita mientras trataba de apartarse de las exquisitas pero insoportables sensaciones que Victor le estaba produciendo al acariciarle las plantas de lo pies.

─¿Cosquillas? ─le preguntó él desde donde estaba, tumbado a los pies de la cama mientras seguía jugueteando vagamente después de haber satisfecho su primera y urgente necesidad.
─Ya basta, basta ─se rió ella.
─No, no es suficiente. Para empezar bien, podría besarte los pies. Pero luego iría subiendo poco a poco ...
Myriam tomó aire. Él podía hacer cosas increíbles con la boca y las manos. Increíblemente maravillosas. Esa noche parecía concentrado en darle todo el placer que fuera posible.
Le recorrió los muslos con los labios igual de lentamente, hasta que, por fin, le concedió el más exquisito homenaje a su femineidad y ella se sintió como si se fundiera de excitación. Poco después, Victor se introdujo en ella y Myriam le rodeó la cintura con sus piernas

─Ven ahora ─gritó ─Te quiero, te quiero, te quiero ...
─Sí ─gimió él exultante.
En ese momento los dos fueron uno por encima de todas las barreras, diferencias, problemas y tribulaciones. Era la pasión de la posesión.
El rey de su vida, pensó ella mientras lo abrazaba ferozmente, saboreando la fuerza y el esplendor del hombre que era él, amándolo.
Pensó entonces que no debían dejar nunca que eso, lo que sentían esa noche, lo que tenían, se transformara en algo menos. Era tan bueno, precioso, que había que cuidarlo y conservarlo.
Su reino era el matrimonio y bien podían haberlo perdido. Era mejor no olvidarse nunca de eso. Podían haberlo perdido. Tenían que ser más conscientes en el dar y el tomar, en querer lo que fuera mejor para los dos, tocándose, estando ahí, escuchándose y, sobre todo, amándose.
Victor la besó larga y voluptuosamente, la abrazó y la arrastró consigo cuando se tumbó de espaldas. El pecho le subía y bajaba con la respiración y murmuró:
─Reina de mi vida ... Myriam se sentía tan feliz ...
Victor no sólo la hacía sentirse hermosa. La hacía sentirse amada.

Era bueno estar de vuelta en casa. Victor miró el caos que había en el salón con una benevolencia feliz. Todos los mapas, guías, fotos, recuerdos y demás que Myriam se había traído del viaje estaban desparramados por el suelo junto con los juguetes que les había traído a sus hijos. Los niños estaban felices y Victor sintió un tremendo placer al verlos.
Antonio estaba absorto con el libro de fotos de Versalles y no paraba de hacerle preguntas a su madre al respecto. Alejandro estaba haciendo como si fuera un Beefeater de Bloody Tower, marcando el paso por todo el salón, observando como los zapatos que le habían traído de Londres encendían sus luces. Y Victoria estaba sentada en el regazo de Victor con el impermeable que le habían traído de París, señalando los peces, pájaros y flores que decoraban la prenda multicolor.

─¡Mira, papá! ¡Mira, papá!
Siempre era agradable estar en casa, pensó Victor, pero esa vez era muy especial. Era muy consciente de que todo eso se podía haber perdido, esa maravillosa sensación de una familia en armonía, segura de sus lazos naturales de amor. Todo podía haber sido destruido.
Decidió tener más cuidado. Había enemigos tanto interiores como exteriores con los que había que luchar y tenía que andarse con ojo de que ninguno de ellos consiguiera el poder suficiente como para alterar lo que habían construido. Cuando algo se perdía ya era demasiado tarde como para empezar a darse cuenta de su valor. Era mejor ser siempre consciente de ello y apreciarlo.

─Me voy a poner mis zapatos nuevas cuando vayamos al gimnasio mañana, abuela ─dijo Alejandro poniéndose a hacer gimnasia de repente.
─¿Al gimnasio? ─le preguntó Victor a su madre, que estaba sentada en el sofá con Myriam─. ¿Estás yendo al gimnasio?
No pudo contener una sonrisa al imaginarse a su regordeta y muy digna madre haciendo aerobic.
─No te rías, Victor ─dijo ella─. Esteban dice que si puedo seguir con mi nueva dieta, que no es muy difícil de seguir...
─Eso es, señor Garcia ─dijo Chely desde la cocina─. Todas estamos siguiendo una nueva dieta. Es rica en proteínas y baja en grasas; nada de hidratos de carbono después de las cuatro de la tarde. No estaría nada mal para usted.
─Y se duerme mejor por la noche ─intervino Tracy con entusiasmo ─Incluso Alejandro. Está durmiendo como un tronco.
─Esteban dice que es porque estamos haciendo que el metabolismo trabaje por la mañana y descanse por la tarde, por eso estamos descansando mejor. Perece como si se tuviera mucha más energía y es muy divertido hacer los ejercicios y las pesas.
─¿Pesas?
Victor no se lo podía creer.
─Sí. La abuela está levantando pesas, papá ─dijo Alejandro.
─Son para proporcionarme tono muscular.
─¿Quieres tener músculos?
─Quiero dejar de estar flácida y perder barriga. Ya la he tenido durante demasiado tiempo y estoy harta de ella. Sólo tengo sesenta años, Victor. Me gustaría ser una sesentona esbelta. ¿Por qué no?
─Eso, ¿por qué no? ─dijo él sonriendo, contento porque su madre hiciera algo que la hiciera feliz──. ¡Adelante, mamá! También puedes ser una setentona esbelta.
─¡Oh! ─exclamó su madre llena de placer─ Me alegra tanto que digas eso, Victor. Tus hermanas piensan que soy tonta por ir a un gimnasio a mi edad.
─Probablemente te tengan envidia por tener el valor de hacerla.
Ella se rió.
─Se podría decir que todo esto es por haber conocido a Esteban. Es un gran motivador.
─Bueno, ¿puedo preguntar quién es Esteban?
─Esteban es pre…precioso ─exclamó Chely tartamudeando en broma desde la cocina, haciendo girar los ojos expresivamente.
Tracy se ruborizó y le dijo a Myriam:
─Me va a llevar a bailar el viernes por la noche. Dice que me muevo muy bien.
─Ahí lo tienes, Tracy. El que no se arriesga, no gana ─respondió Myriam calurosamente y mirando a Victor─. Esteban es el que viene a limpiamos la piscina una vez a la semana. Si lo descubriera una agencia de modelos, sería una mina de oro.
─¡Nos encanta a todas! ─dijo Chely.

Myriam sonrió a Victor como diciéndole que a ella no, que sólo había un hombre en el mundo que la encantara a ella y era él.
Victor respiró profundamente y deseó llevársela a la cama en ese mismo momento para hacer el amor salvaje y maravillosamente, pero bien podía esperar a esa noche. El deseo que podía sentir no estaba sujeto a un cambio de humor o de actitud. La semana en París le había asegurado más allá de cualquier duda posible que ese deseo era mutuo. Era magnífico saberlo. Era como tener el arcoiris allí todo el tiempo, la promesa no era una ilusión, era real.
─¿Cómo puedo conseguir unos músculos como los de Esteban? ─le preguntó Alejandro a Tracy.
─Bueno, tal vez debieras preguntárselo a tu padre, Alejandro ─dijo ella ─Él lo sabe todo.
Pero no era así. Incluso mientras charlaba con su hijo pensó en las cosas que no había sabido y los problemas que eso había causado. Las cosas equivocadas que había pensado de Myriam y su fallo en juzgar a Lucia Alvarez al confiar en ella, incluso en que le gustara. Durante las últimas semanas se había sorprendido al encontrarse cara a cara con diferentes realidades a las que se había formado en la mente.
No lo sabía todo. No había sabido que su madre no estaba cómoda siendo regordeta, que estaba harta de la barriga y quería tener una figura más esbelta. Victor decidió que saberlo todo cerraba las puertas a demasiadas cosas que merecía la pena saber. Una mente abierta daba muchas más recompensas.
Miró a su madre y pensó que debería pasar más tiempo tratando de conocerla mejor, a Juana Garcia, la persona, no la madre que siempre había estado allí.
Miró a sus hijos y esperó poder ayudarlas a abrir las puertas que la vida les ofreciera.
Miró a su esposa, su hermosa Myriam, reina de su vida.
Ella levantó entonces los ojos y sus miradas se cruzaron, así que sonrió brillantemente.
Victor pensó entonces que sabía una cosa perfectamente. Es el amor lo que le da sentido a la vida, y nunca iba a dejado ir.