Vicco y la Viccobebe
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Mensaje  Chicana_415 Miér Ene 07, 2009 4:43 pm

NOOO QUE NO LO CUELGEN!!! ESPERO QUE SI SALGA DE ESTA :]

GRACIAS POR LOS CAPSSS!
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Mensaje  nayelive Jue Ene 08, 2009 2:36 pm

andale pon otro esta chida la novelita
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Mensaje  mali07 Vie Ene 09, 2009 3:19 am

Very Happy Very Happy HOLA AKI LES DEJOOOO EL KAPI KE SIGEEEEE..... GRASIAS A TODAS POR DEJAR SU MSG..........

KAPITULO 10

Lucien Montemayor aún le debía un favor.
Envió a Eddie a buscar a su único contacto con el gobierno, mientras andaba sin parar por la celda, pero cuando lord Lucien Montemayot llegó y se enteró de cómo Victor y su banda habían sido pillados con las manos en la masa, su habitual expresión serena se tornó adusta.
—Haré todo lo que pueda para ayudarte, Rackford, pero no tengo tanta influencia.
—¿Conoces a alguien que la tenga? —replicó él con impaciencia.
Lucien hizo una pausa.
—No, pero tú sí.
—Maldita sea —susurró, y se giró como si aquel hombre le hubiera dado un golpe. Se pasó la mano por su melena tupida y enmarañada y se recostó contra la pared fría y húmeda para mirar el techo, cruzado de brazos.
Se le formó un nudo en el estómago ante la sola idea de volver a ver a su viejo torturador, pero desde el principio había tenido la impresión de que no le quedaría más remedio. Estaba indeciso.
Las vidas de Nate y los demás estaban en juego. ¿Qué significaban los tatuajes que llevaba en la piel si no lealtad a sus hermanos? Cielo santo, habría preferido que lo ahorcaran a tener que volver arrastrándose hasta su viejo y suplicarle que lo ayudase.
«Tú tráenos de vuelta vivos», había dicho Nate.
«Siempre lo hago», había contestado él presuntuosamente.
Cerró los ojos y dejó escapar un leve suspiro. Aquella humillación resultaba insoportable, pero no veía otra alternativa. Ni siquiera sabía si aquello iba a funcionar. Su padre podría dejar que se pudriera allí y ser el último en reír.
—¿Y bien? —preguntó Lucien, observándolo atentamente.
Incapaz de recuperar el habla, victor se limitó a hacer un gesto con la cabeza en señal de asentimiento.
Sosteniendo su elegante sombrero de copa entre las manos, Lucien le dio un golpecíto en el ala con desenfado.
—Sabia decisión —dijo—. Volveré pronto. No te vayas a ninguna parte.
victor lo miró con el ceño fruncido al oír su comentario jocoso.
Lucien le dedicó una sonrisa tranquilizadora, lleno de seguridad en sí mismo; se giró y se dirigió tranquilamente hacia la escalera de piedra. Subió los escalones sin prisa y se marchó en busca del único hombre al que victor no quería volver a ver: el único hombre al que odiaba todavía más que a O'Dell. El marqués de Truro y St. Austell.
Su padre.


Sentada sobre la manta de picnic bajo la sombrilla junto a su institutriz y lord Drummond, a myriam le hervía la cabeza de actividad. El antiguo hombre de Estado estaba relatando una historia sobre las disparatadas travesuras de su madre en un baile de máscaras. Ella escuchaba con asombro y embeleso cómo el conde describía el tocado que lució su madre, su alta peluca blanca adornada con infinidad de pequeñas jaulas, cada una de ellas ocupada por un pájaro vivo. myriam se rió con incredulidad, e incluso la señorita Hood no pudo reprimir una carcajada indecorosa cuando el hombre explicó cómo, al caer la medianoche, la duquesa abrió todas las jaulas.
—Canarios, periquitos, escribanos, cardenales, un azulejo... Todos los invitados se agachaban cada vez que la bandada se lanzaba en picado de un lado a otro del salón de baile, intentando encontrar una salida. Creo que un par de cardenales usaron el cuenco del ponche como pila para pájaros. Lady Ilcester, nuestra anfitriona, quería estrangularla... y eso que uno de los animales todavía no había hecho sus necesidades encima de su hombro. ¡Menudo follón se armó! —exclamó sacudiendo los hombros con una repentina carcajada—. Lady Ilcester se puso histérica y le dio a tu madre una buena reprimenda, pero Georgiana se limitó a volverse hacia ella con toda la tranquilidad del mundo y dijo: «Querida Amelia, ¿no sabes que eso trae buena suerte?».
Incluso el lacayo; que los estaba atendiendo tuvo que contener una risita.
—¡Oh, querido lord Drummond, cuéntenos otra anécdota! —le rogó ella, enjugándose una lágrima de risa.
Él hizo memoria y la complació.
Para entonces, a myriam su vecino ya le caía muy bien. Rápidamente había advertido en él un lado cruel bajo el destello plateado de sus ojos de halcón —no era alguien a quien ella querría hacer enfadar—, pero como aquella no era su intención, y puesto que estaba acostumbrada a la compañía de hombres poderosos, se sintió tan relajada con él como con sus hermanos. Era directo, estoico y testarudo: un hombre que decía exactamente lo que pensaba sin preocuparle en absoluto que sus opiniones no agradaran a su interlocutor. Se enteró de que era viudo. La señorita Hood le preguntó si lady Drummond había ido al campo con él y supo entonces que la condesa había fallecido hacía casi una década.
Aquella revelación puso en funcionamiento el cerebro de myriam. Mientras, escuchaba, sonriendo, observaba a su vecino. Sin duda de joven había sido un hombre fornido y atractivo. Lord Drummond tenía casi setenta años, y aunque todavía era robusto, estaba en el campo siguiendo las indicaciones de su médico, quien le había recomendado reposo a causa de su delicado corazón.
—Ah, ahí viene mi torturador —dijo en tono sombrío, mirando cómo el doctor Cross se dirigía hacia ellos—. El condenado es infatigable. Puede que me cure si no lo mato a él yo primero. Supongo que viene a mortificarme delante de una joven dama diciéndome que es la hora de mi siesta. Por desgracia, tiene razón.
—Todos necesitamos dormir nuestras horas, milord —bromeó myriam, y él sonrió al mismo tiempo que se levantaba.
—Gracias por permitirme acompañarlas en su picnic.
—Ha sido un placer. De hecho, el próximo miércoles invitaré a algunas personas a cenar en Hawkscliffe Hall. El reverendo y la señora Picket estarán presentes. Estaría encantada de que nos acompañase.
—Suena muy agradable.
—Considérelo una invitación, entonces. ¿Quedamos a las siete en punto?
—Vaya, es usted muy elegante al mantener el horario de la ciudad en el campo.
Ella se rió de su comentario.
—Gracias, milady. Allí estaré —le aseguró lord Drummond.
—¡Excelente! Y, por favor, use con total libertad su caña de pescar en cualquiera de nuestros arroyos o estanques. Mi hermano los mantiene muy bien poblados. Es lo menos que puedo hacer después de que mi perra haya espantado hoy a todos sus peces.
—Parece usted una buena deportista. Tal vez le gustaría probar el golf. He construido un campo en Warflete, ¿sabe?
—Eso me ha dicho el guardabosques —exclamó ella.
—Es un deporte noble. Si a usted y la señorita Hood les apetece pasar a verme mañana, les daré una lección.
—Estoy segura de que me gustará mucho —dijo myriam con cordialidad, ofreciéndole la mano.
—Le aseguro que el golf es mejor medicina que esa espantosa infusión de dedalera de los boticarios. —Se inclinó sobre la mano de ella e hizo un gesto con la cabeza a la señorita Hood; a continuación se dirigió penosamente hacia su médico—. Ya voy —gruñó al hombre, y cogió a desgana el vaso con una infusión de extraño color que el doctor le tendió. Hizo una mueca y se la bebió.
Mientras los dos hombres regresaban a Warflete Manor, las mujeres se cruzaron una mirada de diversión.
—Creo que su excelencia tiene razón —susurró la señorita Hood—. El conde es un poco cascarrabias.
—A mí me parece encantador —declaró Jacinda, pero al ver que la señorita Hood arqueaba las cejas, manteniendo en equilibrio la taza de té y el platillo, dedicó a su institutriz una inocente sonrisa—. A su manera, claro.

Habían pasado dos horas. Al oír el sonido de pasos y voces en el pasadizo de piedra victor alzó la barbilla bruscamente. Se levantó del banco con sigilo, se acercó con recelo a los barrotes de metal oxidados y miró a través de ellos mientras la puerta reforzada con hierro se abría en lo alto de la escalera de piedra. El guardia con aspecto de duende introdujo una antorcha en el espacio húmedo y oscuro.
—Por aquí, milord. Cuidado con los escalones. —Lucien entró detrás del bajo y desagradable carcelero y a continuación se apartó con un gesto cortés.
victor tragó saliva, rodeando con los dedos los barrotes.
Un hombre alto y delgado con un sombrero de copa, una elegante capa negra y un bastón en la mano se agachó bajo el dintel. Mientras bajaba sin prisa la escalera, el marqués abarcó con una mirada arrogante la mazmorra con aspecto de cueva. Cuando el hombre se quitó el sombrero, victor tomó aire, nervioso, mientras los viejos altercados rugían con violencia en su interior.
Truro se volvió hacia el carcelero y lo despachó; acto seguido se acercó con un aire de calculada prevención.
—Lord Lucien, ¿nos disculpa, por favor?
Lucien miró a victor en actitud interrogativa.
Él asintió con la cabeza, pero el ex espía le transmitió una silenciosa advertencia para que no perdiera la calma ante la forma en que Truro lo estaba mirando, como si fuera un caballo en la casa de subastas.
—Si me necesitas —dijo Lucien—, estaré en el pasillo. —Y se retiró en silencio.
Una vez que él se hubo marchado, se hizo un largo y tenso silencio. Los dos hombres se escrutaron con una inquietante hostilidad.
—Vaya, vaya —dijo Truro con frialdad al cabo de un rato, mientras se aproximaba sin prisa—. ¿Qué tenemos aquí?
victor apretó los barrotes de la celda con las manos, pero mantuvo la boca cerrada.
Truro seguía siendo un hombre alto de anchos hombros, pero parecía bastante demacrado y enfermo. Tal vez ya no podía comer, solo beber, pensó con amargura. Su rostro aguileño estaba surcado por profundas arrugas y resultaba más duro de lo que myriam recordaba, y su cabello castaño ondulado y su perilla se habían vuelto totalmente canos.
Bajo su capa abierta, su chaleco de lana rojo realzaba la rubicundez de su piel, fruto de la disipación, pero sus ojos verdes inyectados en sangre, del color del cobre impuro, todavía poseían aquella intensidad de pirata que en otra época hubieran estremecido a un niño.
victor sostuvo la mirada a su padre en actitud desafiante y le pareció detectar un atisbo de dolor en las profundidades de sus ojos vidriosos. El hombre frunció la boca en una sonrisa burlona de hastío vital que se clavó en el corazón de victor como una astilla.
Apartó la vista. El silencio era insoportable. Por un momento, Truro agachó la cabeza, toqueteando pensativo el bastón con puño en forma de león que probablemente no recordaba haber usado como maza con su hijo después de beber tres botellas de coñac una noche cualquiera. Pero cuando volvió a alzar la vista, su mirada se posó en la pequeña y visible cicatriz de la frente de victor con forma de estrella irregular.
Todas las dudas que hubiera podido tener sobre la identidad del hombre encerrado en aquella celda se despejaron al ver la cicatriz que le había hecho a su hijo en la cara. Tal vez fue más la vergüenza que el odio lo que hizo que el marqués bajara la vista, agachando la cabeza con una brusca inclinación.
—Así que estás vivo.
—Sí, de momento eso parece —contestó él, en tensión.
—Lord Lucien dice que te van a colgar.
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Mensaje  mali07 Vie Ene 09, 2009 3:22 am

—Así es.
Su padre recorrió el cuerpo de victor con una mirada de asombro, reparando en la silueta fuerte y musculosa del hombre en que se había convertido. Un atisbo de algo asomó a sus ojos: no era orgullo, desde luego, sino quizá saber que si volvía a pegarle, recibiría a su vez golpes mucho más fuertes.
—Procura contener la euforia, padre —dijo él alargando las palabras, mientras lo miraba de forma inexpresiva, aunque su corazón latía desbocado.
El marqués se quedó mirando el puño tallado con forma de león de su bastón.
—Tu hermano ha muerto. Tuberculosis.
—Lo sé.
Truro le lanzó una mirada de sorpresa y frunció el ceño con recelo, meditabundo al saber que su hijo pequeño había estado vivo todo aquel tiempo; sabía que se había convertido en el heredero de un rico marquesado, y no había reclamado su herencia. Un músculo se tensó en la mandíbula del marqués.
—¿Y bien? —dijo en tono ácido—. ¿Tengo que celebrar una fiesta de bienvenida?
Victor reprimió una réplica cortante y apartó la vista, apoyando el hombro en los barrotes mientras se metía los pulgares en los bolsillos del pantalón.
—Ni hablar. Sé que estás disfrutando tanto como yo. No pensaba hacer esto. Jamás. Quería hacerte sufrir de la única manera que podía.
—Apartándote y dejando que nuestro linaje se extinguiera.
—Exacto.
—Pero ahora... bueno, parece que te has metido en un lío, ¿verdad?
victor se contuvo al oír el tono burlón de superioridad de su padre y rogó a Dios que lo ayudase a soportar aquella tortura para su orgullo. El muy cabrón se estaba regodeando.
—El único motivo por el que te he llamado son mis amigos. Ellos han sido para mí una familia como la que tú nunca fuiste.
—¿Qué quieres exactamente, Victor?
Contuvo su genio a fuerza de voluntad, mientras sus orificios nasales se ensanchaban al respirar de forma profunda y constante.
—Utiliza tú poder, tu influencia y todos los sobornos que hagan falta para poner a mis hombres en libertad y, a cambio, yo volveré y haré... lo que tú digas.
Su padre lo miró fijamente, impertérrito.
—Me parece que no estás en situación de exigir.
—Pues recházame y lárgate. No me da miedo morir.
Lord Truro se echó a reír de su vehemente bravata. Se giró y se paseó por el otro lado de los barrotes. victor lo observó intensamente, mientras su corazón latía con fuerza. Consiguió permanecer callado.
—Juro por Dios que si te llevo de vuelta acatarás las normas. —Su padre se giró para situarse de cara a él. Fue entonces cuando victor advirtió la profunda emoción que se reflejaba en el fondo de sus ojos y reparó en el ligero temblor de su voz y sus manos—. Romperás todos los lazos con esos rufianes. Dejarás tu vida criminal sin volver la vista atrás, ¿lo has entendido?
—Sí.
—Además, espero que te cases... ¡de inmediato! Sí, cuanto antes. Con una chica adecuada, de buena familia. No voy a permitir que me desobedezcas en eso. Nuestra estirpe ha estado en peligro durante mucho tiempo. Te casarás y empezarás a procrear sin demora. No sé cómo voy a presentarte en sociedad. Tendré que pensar algo, una historia que contar a la gente sobre dónde has estado, pero entretanto... mírate. Pareces un salvaje.
victor sonrió con cinismo.
Se miraron fijamente el uno al otro.
—Maldito seas —soltó su padre, al cabo de un largo rato—. Si Percy estuviera vivo, dejaría que te pudrieras aquí. Dios sabe que lo haría.
—Sí, padre, no me cabe ninguna duda.
—¿Tienes idea de lo que le has hecho pasar a tu madre?
victor se limitó a mirarlo mientras se apoyaba contra los barrotes.
—Veré qué se puede hacer. —Y soltando un resoplido, el marqués volvió a subir la escalera para consultar con lord Lucien.
victor cerró los ojos y no se permitió espirar hasta que él se hubo marchado, pero el único pensamiento ardiente que surgió de aquel caos como una estrella llameante fue que si aquello funcionaba —si de veras su padre lo llevaba de vuelta y lo reconocía como su heredero—, entraría en los elevados círculos de Myriam Montemayor y sería un soltero tan cotizado como cualquier altiva mujer casadera pudiera desear, no para arrastrarse a los pies de ella, sino para hacerla suya; siempre, claro está, que lord Lucien no se opusiera.
Mientras andaba por la celda, frotándose la nuca con irritación, esperó lo más pacientemente que pudo a que su padre regresara para enterarse de su destino. Cuando la enorme puerta volvió a abrirse con un chirrido, se acercó a grandes zancadas a los barrotes y vio que Truro y Lucien regresaban con sir Anthony Weldon, el magistrado.
Sir Anthony, un antiguo y astuto abogado, era un hombre bajo de mediana edad con aspecto agresivo, ojos penetrantes y patillas de color rojizo. Juntó las manos por detrás de la espalda y examinó a victor a medida que se acercaba a la celda.
—Ah, el ilustre Vicco Garcia, azote del West End, héroe de los barrios bajos. Por fin nos conocemos.
victor lo miró con indecisión, pero su padre intervino.
—Sir Anthony, permítame presentarle a mi hijo, Victor Alejandro Garcia —aclaró el marqués, empleando el título de cortesía que antaño había correspondido a Percy pero que ahora le pertenecía a él.
—Hum —dijo el magistrado en tono evasivo.
—Le he explicado la situación a sir Anthony, lord Garcia —terció Lucien con sutileza—. Le he hablado de la vital ayuda que nos ha proporcionado en el pasado a mí y a mi familia.
—De todas formas —dijo sir Anthony—, no puedo abrir las celdas sin más y poner en libertad a sus cómplices...
—Entonces no tenemos nada de que hablar —dijo victor.
—Déjeme acabar, por favor —le reprochó con aspereza el magistrado—. Antes de que acepte ceder su custodia a su señoría, hay tres puntos en los que debo obtener su plena colaboración.
Observó a Lucien, que lo miraba alentándolo; a continuación asintió con la cabeza a sir Anthony.
—Continúe.
—En primer lugar, si realmente va a convertirse en el conde de Garcia, lord Truro y yo estamos de acuerdo en que Vicco Garcia debe morir.
—¿Señor?
—Deberá cortar todo lazo con sus antiguos cómplices, y para ayudarlo a conseguirlo, diremos que victor fue ahorcado en secreto para evitar que la turba se amotinase. En segundo lugar, seré indulgente con sus amigos. Los enviaré a hacer trabajos forzados a Nueva Gales del Sur, pero de ninguna manera los liberaré.
—¿Trabajos forzados? —gritó él iracundo. ¿Iba a vivir en una mansión con criados y ropa elegante mientras sus amigos trabajaban en los campos y canteras de Australia?
—Lo toma o lo deja, joven. Sus hombres fueron pillados con las manos en la masa. O trabajan o van a la horca. Soy un hombre razonable, pero no me dejo sobornar.
victor conservó la calma y tragó saliva, con los orificios nasales ensanchados.
—Sí, señor. ¿Y él tercer punto? —gruñó.
—Información —dijo, acercándose a la celda de victor al tiempo que lo miraba intensamente a los ojos—. Usted podría sernos de gran utilidad. Nombres, lugares, detalles sobre varios individuos que hemos estado persiguiendo, bandas criminales que llevamos mucho tiempo intentando desarticular.
«Demasiado peligroso», pensó él, mirándolo con recelo. Si alguno de sus antiguos cómplices criminales se enteraba de que «victor» seguía vivo y estaba delatándolos, su padre tendría que buscarse otro heredero, porque él no viviría mucho.
—Con su información sobre el funcionamiento del mundo criminal, la policía puede hacer grandes progresos en la limpieza de esta ciudad.
Victor se pasó la lengua por los labios con nerviosismo, mientras su corazón latía a toda velocidad, pero tal vez, pensó, le convenía cambiar de bando. Volvió a pensar en los niños harapientos que jugaban en los barrios bajos. Hacía mucho tiempo que le rondaba un pensamiento: que la decadencia moral del suburbio era tan culpable de las condiciones de aquellos muchachos como las duras leyes impuestas por el Parlamento. Con su ayuda, tal vez las cosas pudieran cambiar. Tal vez la policía pudiera hacer algo para controlar aquellas calles sin ley que eran el entorno perfecto para que monstruos como O'Dell pudieran prosperar. Consideró aquella idea por un instante y luego asintió con la cabeza rígidamente.
—Muy bien. Lo haré.
Los ojos de Lucien parpadearon en señal de aprobación; Truro asintió lentamente con la cabeza.
—Se lo advierto, estaremos vigilándolo —le avisó el magistrado.
victor alzó la barbilla en una muestra de comedida insolencia.
—¿Algo más?
—Solo una cosa. Parece usted un salvaje, Garcia —replicó sir Anthony con ironía—. Le aconsejo que se corte el pelo.


Victor Alejandro Garcia conde de Rackford
Tres semanas más tarde, victor se miraba a sí mismo de cerca en el espejo, tomándose un último momento para asegurarse de que tenía su nuevo nombre bien metido en la cabeza, mientras se abrochaba los gemelos de nácar. Desgraciadamente, Vicco Garcia ya no existía; había sido ahorcado en secreto en el patio de Newgate y había muerto joven y sin nadie que lo llorase, para sorpresa de pocos.
Viéndose en el espejo, apenas se reconocía a sí mismo vestido con ropa de etiqueta negra y la cabeza rapada. Su cabello parecía más oscuro después de haberse cortado los mechones aclarados por el sol. Tenía la cara bien afeitada y las manos impecablemente cuidadas, aunque sus antiguos callos no parecían querer desaparecer. Había soportado la manicura lo mejor que había podido, pero pronto perdió la paciencia ante los intentos de su ayuda de cámara por aclararle el cutis hasta dotarlo de la palidez de un caballero con un surtido de pociones y lociones. La corbata almidonada rozaba su barbilla como el collar que se pondría a un perro desagradable con el fin de amansarlo. Bajó la vista para mirarse la ropa: la fina camisa blanca de lino, los pantalones negros lisos sujetos con unos tirantes que formaban una Y en la espalda y los relucientes zapatos negros.
Bueno, por dentro seguía siendo el mismo hombre. Pero aunque por fuera parecía más civilizado, lo cierto era que no se sentía así, rodeado de gente en la que no se atrevía a confiar y en un mundo de cuyas reglas no estaba seguro.
Todos sus leales compañeros habían sido trasladados a Australia para realizar trabajos forzados. Casi no quería ni imaginar lo que estaría pasando en esos momentos en el suburbio, pero pensaba averiguarlo enseguida. Sin duda O'Dell creía que había ganado, pero la partida no había terminado ni mucho menos.
Un ligero movimiento detrás de él atrajo su mirada, pero tan solo era su ayuda de cámara, Filbert, un hombre eficiente de constitución menuda y parcialmente calvo que se situó a una distancia respetuosa, sujetando pacientemente su chaleco de seda blanco. Tras él, en el reflejo, se veía su opulenta habitación de la mansión de ladrillo rojo que su padre poseía en la plaza de Lincoln's Inn Fields.
Las paredes tenían espejos de pie dorados y paneles de seda damasquinada francesa, y el techo lucía un medallón pintado. Las dos ventanas simétricas estaban adornadas con unas gruesas cortinas de terciopelo azul con borlas doradas. Preciosa, pero aun así, una jaula.
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Mensaje  mali07 Vie Ene 09, 2009 3:33 am

—¿Su chaleco, milord? —lo instó Filbert.
victor metió los brazos por los agujeros de las mangas y dejó que el hombrecillo le pusiera el elegante chaleco y se lo abotonara. Por fin había empezado a entender que no tenía que mover un dedo para hacer nada a menos que fuera absolutamente necesario. Él seguía el juego porque sospechaba firmemente que Filbert era un espía de su padre. No podía fiarse de ninguna de las personas de su nueva vida, ni siquiera de su madre, que seguía llorando cada vez que lo veía.
Había pasado dos de las últimas tres semanas con sus irritantes progenitores en la finca de su padre en Surrey. Allí lo habían provisto de un nuevo vestuario, le habían impartido un curso para repasar los modales elementales, había sido interrogado prácticamente a diario por sir Anthony y un par de investigadores de Bow Street, y había sido aconsejado sobre los rasgos que debía buscar en una mujer, cuya adquisición, había descubierto, no distaba mucho de la compra de una vaca lechera en el mercado.
De todas formas, a pesar de los innumerables peligros que debía tener en cuenta, era agradable volver a estar en Londres. Había llegado a odiar el campo. Resultaba demasiado tranquilo. Una vez de vuelta en la ciudad, sus primeras incursiones en la alta sociedad transcurrieron sin contratiempos, aunque la primera vez que le presentaron formalmente a Acer Loring vivió unos minutos de tensión. Afortunadamente, el dandi no lo identificó como el bárbaro del que se burló en Hyde Park.
Dejando de lado ese encuentro, el revuelo y la curiosidad que había despertado en la alta sociedad únicamente le provocaban diversión. De hecho, pensó mientras dejaba que el ayuda de cámara le pusiera el frac negro, en ese momento se encontraba totalmente listo para cazar a Myriam Montemayor.
Desde su llegada, ella no había aparecido en ningún acto de la ciudad, pero había llegado a sus oídos que se esperaba su asistencia al baile que daba esa noche el duque de Devonshire. Estaba deseando ver su cara cuando posara sus ojos en él. En el reflejo del espejo, una débil sonrisa de perversa expectación curvó sus labios mientras se ponía sus inmaculados guantes blancos. Ah, esa noche se iba a divertir. Iba a seducirla, a atormentarla, a alterarla un poco. Iba a jugar con su bonita cabeza como ella había hecho con la de él.
No solo quería vengarse del arrogante desaire que ella le dedicó aquel día en Hyde Park, sino que, en cierta manera, ella era la responsable de su privación de libertad. Fue ella quien lo enojó tanto con su manifiesto desprecio. Ella le hizo redoblar sus esfuerzos en el crimen, los cuales, a su vez, llevaron a su detención. Ahora volvía a estar dominado por su padre, y todo por culpa de aquella muchacha exasperante. Si no hubiera perdido el juicio por ella, habría hecho caso a Nate; se habría dado cuenta de que algo iba mal en lugar de arrastrar a sus hombres a aquel desastroso robo. Incluso la víctima escogida aquella noche había sido consecuencia de la conversación que mantuvo con ella. Eligió expresamente a los Taylor porque, como myriam le había confesado, su hija mayor solía ser cruel con ella.
Y aquello era lo que había logrado, pensó. Sin embargo, ella le interesaba, y pensaba conseguirla. Sus motivos eran prácticos, además de desearla. Necesitaba controlarla para asegurarse de que no decía nada sobre su pasado. Cuando fueran marido y mujer, los intereses de ella serían los mismos que los de él, y de ese modo se vería obligada a guardar el secreto. Por último, necesitaba su experiencia para abrirse paso entre la alta sociedad. Sabía que estaba fuera de su elemento; necesitaba una guía capacitada y digna de confianza en aquel extraño mundo.
Ella se le resistiría, por supuesto. Sin duda todavía seguía furiosa con él por haberla devuelto a su familia, pero, por otro lado, él también era consciente de su debilidad: el espíritu lascivo que ardía en sus venas. Puede que pensara que era un bruto grosero y vil, pero el deseo que sentía por él se puso de manifiesto la noche en que él le dio su primera experiencia de placer carnal, y no descartaba utilizarlo contra ella.
—Estoy bien, ¿verdad, Filbert?
El sirviente alisó la chaqueta y a continuación lo observó con ojo crítico.
—Sí señor, muy elegante.
victor miró a su ayuda de cámara con recelo, se giró y se dirigió con resolución hacia la puerta. Antes de salir del dormitorio, cogió un clavel del ramo de flores frescas que su madre encargaba a diario para casi todas las habitaciones de la casa. Partió el largo tallo y se metió la flor carmesí en el ojal.
¡Era desesperante! Algunas de sus mejores maniobras de flirteo estaban pasando totalmente desapercibidas.
Si lord Drummond fuera un pretendiente normal, para entonces estaría de rodillas pidiéndole la mano en matrimonio, pensó myriam resoplando; pero para un político tan astuto y con tanto mundo a sus espaldas, la posibilidad de que ella fuera en serio al dedicarle sus atenciones y sus empalagosos cumplidos parecía incomprensible. Por el contrario, él la trataba como a una niña graciosa.
Una nieta.
—Mira los fuegos artificiales, cielo —dijo él en tono de reprimenda cuando myriam le pidió que bailara con ella—. Soy demasiado viejo para bailar.
Ella se enfurruñó, hizo un mohín e intentó engatusarlo adoptando una pose elegante, apoyándose sobre la balaustrada para acercarse una ramita del cerezo y aspirar su dulce perfume. Por el rabillo del ojo, vio que él seguía hablando con sus ancianos amigos y algunos dignatarios extranjeros en la terraza iluminada con faroles que daba a los espléndidos jardines de Devonshire House. Él no le prestaba la menor atención. myriam apretó la mandíbula, cruzó sus brazos enfundados en altos guantes por delante del pecho y miró los malditos fuegos artificiales.
A las nueve y media, los cañones del palacio y la torre estallaron en una ruidosa salva. Por todas partes empezaron a sonar campanas de iglesias que ahogaron el hermoso minueto de Haydn que la orquesta estaba tocando en el salón de baile. Toda Inglaterra estaba de celebración esa noche con motivo de la boda real de la rechoncha, alegre y querida princesa Carlota con el atractivo y estudioso príncipe Leopoldo de Sajonia-Coburgo. A decir de todos, se trataba de un matrimonio por amor.
Al pensar en ello sintió una punzada en su romántico corazón y un leve suspiro afloró a sus labios, pero ya había tomado una decisión. La idea de conseguir la libertad final se hallaba muy arraigada en su interior, y estaba decidida a llevarla a cabo.
Durante las últimas semanas, tanto en el campo como luego en Londres, se había forjado una insólita amistad entre el hombre de Estado gruñón y la joven y chispeante debutante. El médico del conde, el doctor Cross, había comunicado en privado a Myriam que ella era la única persona que había hecho reír a lord Drummond en las últimas dos décadas. Ciertamente, su plan estaba yendo a las mil maravillas; lástima que él no se diese cuenta de que iba en serio al prestarle tantas atenciones.
Y sin embargo, al oír el festivo alboroto, tuvo una profunda sensación de soledad. Alzó la vista por encima de los llamativos fuegos artificiales hacia la luna blanca, que volvía a estar llena. Costaba creer que hubiera pasado un mes entero desde su aventura en los suburbios. Miró pensativa los extensos jardines de Devonshire House mientras el último rayo de luz se desvanecía por el oeste. De entre todas las mansiones de Londres que ella frecuentaba durante la temporada social, aquella poseía las mejores vistas: unos preciosos jardines que llegaban hasta donde alcanzaban los ojos. Los jardines de Devonshire bordeaban los de Lansdowne House, y más allá de ellos se hallaba el jardín del centro de Berkeley Square.
La noche realzaba los deliciosos perfumes que desprendían las florecientes lilas, los cerezos llenos de flores níveas, de un blanco perla, y los jazmines que trepaban por un lado de la casa. Los pulcros senderos que había por debajo estaban bordeados de modestos lirios del valle y capullos de rosa que exhibían sus primeros frutos, rojos y exuberantes.
Mientras permanecía junto a la balaustrada, con la brisa nocturna que agitaba suavemente la falda de su vestido de baile de cintura alta con el delicado tono de flor de almendro, oyó unas risitas y unas pisadas y al volverse vio a unas amigas de confianza de Daphne que, con paso ligero, cruzaban el umbral de las contraventanas abiertas. Las chicas atravesaron la terraza a toda prisa en dirección a ella, haciendo botar sus rizos y agitando sus abanicos.
—¡Myriam! ¡Aquí estás! ¡Tienes que venir ahora mismo, de inmediato! —ordenó Helena con una risa entrecortada, mientras corría hacia ella haciendo susurrar el tafetán rosa de su vestido.
Amelia la seguía, ataviada con un traje amarillo de muselina india con volantes alrededor del dobladillo.
—¡Está aquí fuera, Daphne!
—Sí, estoy aquí —contestó myriam con voz alegre, volviéndose hacia ellas—. ¿Qué pasa?
En cuanto se hizo pública la noticia de que no iba a casarse con lord Griffith, sucedió algo de lo más curioso: Daphne Taylor se había empeñado en convertirse en su amiga íntima.
En su interior, myriam no se tragaba nada de aquello: no era tonta. La repentina amabilidad de la actual belleza de la alta sociedad no hacía más que poner de manifiesto que Daphne había deseado a Ian para ella desde el principio. Aun así, por mucho que Daphne intentara darle jabón, myriam no tenía la menor intención de hacer de casamentera,
—¡Oh, aquí estás! —exclamó Daphne, saliendo del edificio resueltamente en dirección a ellas—. Nos estábamos preguntando dónde te habías metido. —La alta y esbelta pelirroja iba ataviada con un vestido verde claro de satén y gasa con grandes rosas rosadas bordadas alrededor del dobladillo y mangas cortas abombadas—. Dios mío, no te encontrarás mal, ¿verdad? —preguntó atentamente, al tiempo que se acercaba a ella.
—No, solo necesitaba un poco de aire —dijo myriam con una estudiada sonrisa de sociedad.
—¡Bien, entonces volvamos dentro! Te estás perdiendo la fiesta. Además... —Daphne le dedicó una sonrisa tímida—. ¿A que no sabes quién ha venido? ¡Lord Griffith! Acaba de llegar acompañando a tu cuñada, lady Alice. Vamos a saludarlo. —Y lanzando una risita, Daphne la cogió del brazo, sin esperar una respuesta.
—¿Adonde vas, querida? —preguntó lord Drummond, divertido, observando cómo las chicas tiraban de ella alborotadas.
—No lo sé —gritó ella.
—¡Se la devolveremos dentro de poco, milord! —contestó Helena.
Tras dejar su copa de vino en la balaustrada, myriam dejó que sus nuevas «amigas» la acompañaran alegremente al interior. Daphne la condujo por el concurrido salón de baile, mientras Helena y Amelia las seguían un paso por detrás. Después de haberse acostumbrado a la relajante oscuridad del jardín, se veía obligada a parpadear ante las luces brillantes de los candelabros que colgaban del techo enyesado con multitud de adornos; cada uno de ellos tenía dos docenas de velas blancas cuya luz se veía reflejada por los enormes espejos con marco dorado que había en las paredes.

NOS BEMOS ASTA EL LUNESS NI/AASSS NO OLBEDEN DEJAR SU MSG OK WENO BYEEEEEEEEEEE................... lol! lol! lol!
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Mensaje  nayelive Vie Ene 09, 2009 9:33 am

gracias por el capi , esto se esta poniendo bueno affraid
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Mensaje  mats310863 Vie Ene 09, 2009 11:51 am

ESPERO ANSIOSA EL ENCUENTRO DE MYRIAM Y VICTOR.
GRACIAS POR LOS CAPÍTULOS, SALUDOS

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Mensaje  nayelive Lun Ene 12, 2009 5:20 pm

que paso donde esta el capitulo de hoy Crying or Very sad yo quiero mas capis porfis niña andale no seas mala Evil or Very Mad Twisted Evil
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Mensaje  Chicana_415 Lun Ene 12, 2009 9:52 pm

Onta el capitulooooooooooo!!!!! Very Happy

Sigueleeeeeeeeeeeeeeee
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Mensaje  Eva_vbb Mar Ene 13, 2009 1:00 am

GRACIAS X EL CAP...
Y TE ESPERAMOS PRONTO CON EL SIGUIENTE
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Mensaje  nayelive Miér Ene 14, 2009 3:21 pm

que paso porque no hay capi , exijo una explicacion jajajajaja no es cierto pero esque me pique mucho con esta historia y ya quiero leer mas , andale no seas malita pon aunque sea uno si Deseos Prohibidos - Página 4 64473 Deseos Prohibidos - Página 4 64473 Deseos Prohibidos - Página 4 64473
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Mensaje  mali07 Miér Ene 14, 2009 10:33 pm

ni/asss sorry:oops:Embarassed por no poner kapi pero loke pasa eske ando ya en mis finales y pues mi gran exsamen es este vierness pero si puedo ponerles kapi mas tardesitoo lo ago promise siii nomas nose desesperenn....... y pues desenme mucha mucha suertee ayy dios ke nerbiosss tengo mucho ke estudiarr....bueno ke esten bien ............ lol! lol! lol!
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Mensaje  nayelive Miér Ene 14, 2009 10:47 pm

hada mas porque estas en finales te la perdono , pero eso si cuando termines me vas atener que poner muchos capis Evil or Very Mad Evil or Very Mad Evil or Very Mad
no es cierto niña que tengas mucha pero mucha suerte con tu examen , y como dicen por ahi lo primero es lo primero y el estudio es prioridad
cuando puedas me pones capi porfis si lol! lol! lol!
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Mensaje  Chicana_415 Miér Ene 14, 2009 11:19 pm

Buena suerteeeee Very Happy Espero un cap despues del viernes Razz
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Mensaje  jai33sire Miér Ene 14, 2009 11:39 pm

gracias por el capitulo

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Mensaje  Carmen Jue Ene 15, 2009 3:48 pm

Niña ya me puso al corriente con la nove... tarde mucho pero por fin lo hicee ajajaja... aahh y dejame decirte que esta muuuuuuy buenaaaaa!!... tanto que ya quiero mas caps... pero se que andas ocupadita con la escuela... asi quee mucha suerte en tu exameeen... hechale muchas ganaas..

Saludooos Deseos Prohibidos - Página 4 664467

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Mensaje  Marianita Vie Ene 16, 2009 12:47 am

Yo también ya me puse al corriente niña, ojalá que el Vico llegue y la apantalle!!!!!!! Cool Cool Cool Gracias por los capis y suerte en tus exámenes!!!!!!! cheers
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Mensaje  mali07 Miér Ene 21, 2009 5:13 am

Deseos Prohibidos - Página 4 388331 Deseos Prohibidos - Página 4 388331 YA BINEEE YEYYYY JEJEJE PASEEE PASEE PASEE MI EXSAMEN FINALLL Deseos Prohibidos - Página 4 146353 Deseos Prohibidos - Página 4 146353 Deseos Prohibidos - Página 4 146353 Deseos Prohibidos - Página 4 4037 Y KE KREN LES TRAIGO UN KAPIII LARGOOOOOOTOOOOTOOOTEEEEEEEE JEJE SIPI WENO AKI SELOS DEJO Y GRASIAS POR TENERME PASIENSIAA NI/ASSS.........AKI SELOS DEJO Y NO OLVIDEN DEJAR SUS MSG OK BYEEEEEEEEEE...............

CAPITULO 11

En el baile había una increíble multitud, pues la hospitalidad del duque de Devonshire era conocida. Las chicas tuvieron que dar un rodeo para llegar al lugar donde lord Griffith se encontraba charlando con Alice, Robert y Bel. Mientras atravesaban el salón donde se había servido un refrigerio y se habían colocado las mesas de whist, encontraron a Alec sentado ante uno de los tapetes verdes para jugar a cartas, con las muletas apoyadas contra su silla. Jugaba contra tres viudas dominantes por la discreta cantidad de un chelín el punto, y estaba desplumándolas mientras las seducía con descaro. Como él también era uno de los favoritos de las jóvenes, tuvieron que detenerse a saludarlo. Alec dedicó una sonrisa picara a myriam, mientras contestaba las preguntas de las chicas sobre su pobre tobillo lastimado quitándole importancia.
«Eres un sinvergüenza», le comunicó a su hermano preferido con una mirada penetrante.
Lizzie rondaba alrededor de él como una gallina clueca. Su bonita figura estaba cubierta con un recatado vestido, de satén verdemar con encaje de color marfil, pero a pesar de lo hermoso que era su conjunto, ella siempre se las arreglaba para pasar desapercibida. Lo prefería así. En ese momento, Lizzie, que casi nunca perdía los estribos, parecía a punto de blandir una de las muletas de Alec con intención de darle a las chicas, que se lo estaban comiendo con los ojos. Al ver a myriam, se separó de su lado con cara de exasperación y rodeó la mesa de cartas en dirección a ella, dejando que Alec coqueteara con las jóvenes.
Myriam sonrió cuando su desventurada amiga se juntó con ella. Lizzie le ofreció un sorbo de su limonada sin pronunciar palabra, pero ella declinó el ofrecimiento; a continuación las dos miraron a Alec.
—Menudo granuja está hecho —comentó myriam, divertida.
—Lo sé —dijo Lizzie suspirando—, pero es imposible enfadarse con él. —Movió la cabeza frunciendo el ceño con gesto de preocupación—. Espero que termine de jugar antes de que entren los hombres y apuesten cantidades más altas, pero me temo que solo está calentando.
—No será tan tonto. Por el amor de Dios, Robert le advirtió que si volvía a apostar lo desheredaría, ¿no?
Lizzie la miró nerviosa.
—¿Qué pasa? —preguntó myriam.
Lizzie bajó la voz, angustiada.
—Robert lo ha desheredado, myri... en parte. Ocurrió cuando tú estabas en el campo. Alec me lo confesó hace varias noches. Robert le dijo que no volverá a darle más dinero para gastos hasta que Alec demuestre que puede dejar de jugar durante un mes. Me temo que Alec volvió a perder una gran cantidad en Brook's. Tuvieron una terrible pelea. Comprendo perfectamente a Robert. Alguien debe hacer algo con ese pobre granuja, pero... Oh, no sé. No soporto verlo infeliz.
—Querida, Alec hará lo que tenga que hacer —dijo myriam con delicadeza—. Tú no tienes la responsabilidad de salvarlo.
—Lo sé. Pero no quiero que se meta en líos —dijo Lizzie en voz baja, mirando al canalla con consternación.
—Ni yo.
—Ni yo, señorita Fugitiva —replicó Lizzie, y a continuación miró a las demás chicas con el ceño fruncido—. ¿Puedes llevarte a esas frívolas tontorronas de aquí, por favor?
Myriam asintió con la cabeza riendo entre dientes. Lizzie se apresuró a volver junto a Alec mientras ella y las demás chicas seguían recorriendo la estancia para llegar al otro lado del salón de baile. Se abrieron paso entre la multitud cada vez más numerosa de invitados aristocráticos hasta que llegaron al lugar donde se encontraba reunida la familia de myriam.
Haciendo gala de todo su encanto, Daphne y las demás chicas dedicaron una reverencia a sus excelencias de Hawkscliffe y a Alice, y felicitaron profusamente a ambas damas por sus vestidos antes de apiñarse en torno a lord Griffith con impaciencia. Ian parecía bastante sorprendido por las joviales atenciones que le concedía aquel trío de jóvenes debutantes. Robert miró a su amigo, divertido, mientras Bel y Alice besaban a myriam en la mejilla.
Alice, la esposa de Lucien, era una mujer menuda con aspecto de duendecilla, unos intensos ojos azules y el cabello rubio rojizo. Lucía un vestido de satén de color melocotón claro que la favorecía mucho dado su cutis blanco. Bel, la actual duquesa de Hawkscliffe, considerada una de las mujeres más hermosas de la alta sociedad, llevaba un vestido de seda rosa suave con las mangas largas de crepé transparente. Era uña verdadera diosa sosegada, elegante y serena con el pelo del color del trigo y unos ojos azul aciano, que contrastaban perfectamente con el cabello moreno y la intensidad de los ojos oscuros de Robert, situado junto a ella e imponente con su ropa negra.
—¿Te lo estás pasando bien, myriam? —le preguntó Alice.
—Mucho. ¿Dónde está el bobo de tu marido esta noche?
—Está dedicándose a las labores del campo en Somerset —dijo Alice con una sonrisa.
—Vaya por Dios. —Ella todavía no había visto Revell Court, pero sabía que Lucien había heredado de su verdadero padre aquella extensa mansión de la época de Jacobo I, aunque se encontraba en un estado de considerable deterioro—. Es vuestra primera cosecha desde que estáis allí, ¿verdad?
—Debería serlo, pero el administrador que ha contratado Lucien parece incapaz de llevarla a cabo de forma adecuada. Los arrendatarios se quejan de que no hay suficientes trabajadores. No sé qué es lo que ha salido mal. Lucien no quería ir, pero yo le dije que si ese hombre echa a perder el trabajo, pondrá toda la cosecha en peligro. Así que ha ido a intentar solucionarlo antes de que empiece la siega del heno.
—Seguro que dentro de poco lo tendrá todo bajo control.
—¿Tú crees? —preguntó Alice riéndose—. Ojalá tuviera tanta confianza como tú, querida. Lucien no es precisamente un hombre al que le guste el trabajo del campo. De no haber sido por los niños, yo misma habría ido a ocuparme del asunto, pero —añadió con altivez— supongo que él tendrá que aprender alguna vez.
Myriam se rió de su tono gracioso y se mostró de acuerdo.
—Por suerte, Ian, amablemente, me acompañó esta noche en ausencia de mi marido —prosiguió Alice, volviéndose con cariño hacia el marqués, que parecía un tanto desconcertado con las coquetas atenciones de Daphne y su círculo de amigas.
—Oh, es un hombre cómo ya no quedan —asintió Bel en actitud comprensiva, dedicando una inequívoca indirecta a myriam.
—¿Y sabes una cosa...? —Alice le lanzó una picara mirada de reojo—. Tiene unas pantorrillas muy bien formadas. ¿No te parece?
—En mi opinión no lleva relleno —asintió Bel.
—¡Oh, qué pareja de tercas estáis hechas! —las reprendió myriam en un susurro, mientras sus cuñadas se reían de ella;—. No me casaré con él. —Señaló con la cabeza a Alice—. Tú antes eras muy remilgada y formal. ¿Qué le ha ocurrido, señora?
—Tu hermano —declaró Alice.
—Brindo por eso —la secundó Bel, guiñando el ojo.
Bebieron vino a sorbos entre risas y observaron a lord Griffith, rodeado de chicas prendadas de él a las que doblaba en edad. El marqués alto y castaño lanzó a Alice y a Bel una mirada que decía claramente: «¡Socorro!».
Las damas se limitaron a sonreírle mientras disfrutaban con la turbación del hombre.
—Tenemos que conseguir que ese pobre hombre se case, ¿no crees? —comentó Alice—. Si no con lady myriam, con otra mujer.
—Yo sé de una voluntaria —murmuró myriam con recelo.
Alice arrugó la nariz y miró discretamente a Daphne.
—Oh, no. Jamás.
—No —asintió Bel. Y apartó la vista al tiempo que se enroscaba un mechón de pelo rubio trigueño en el dedo—. Me pregunto si lady myriam cambiará de opinión, Alice. Ya sabes que suele hacerlo. Muy a menudo.
—Cierto.
—Bah.
Frunciendo el ceño ante sus bromas, myriam cambió de tema y preguntó a Alice por los pequeños Harry y Pippa. Alice la estaba informando acerca del último resfriado de su hija de un año cuando su anfitrión se juntó inesperadamente con ellas.
—Excelencia —dijeron las mujeres con satisfacción mientras lo saludaban con una reverencia cortés.
Si había un soltero en la sociedad todavía más codiciado que lord Griffith, era el duque de Devonshire, de veintiséis años. Su título era antiguo; sus recursos, abundantes; y no solo era un magnífico anfitrión y un hombre inteligente, sino también bastante atractivo. Cuando el joven duque estrechó la mano a lord Griffith, las chicas no supieron a cuál de los dos adular. myriam esperaba que alguien tuviera sales aromáticas, pues temía que Amelia iba a necesitarlas.
—Devonshire, me alegro de verle —dijo Robert, dando un paso adelante para estrechar a su vez la mano al duque—. Gracias por la invitación.
—Es un placer. Espero que lo estén pasando bien —contestó su anfitrión, a modo de saludo.
—Mucho. Es un baile precioso —dijo Bel cordialmente.
—Lo será cuando ustedes nos hayan honrado con sus bailes.
Las mujeres rieron al oír su simpática réplica.
—Me estaba preguntando si todos han tenido ya el placer de conocer al recién llegado. —El duque lanzó una mirada por encima del hombro e hizo señas afablemente a alguien a quien myriam no podía ver debido a la multitud, y a continuación se volvió de nuevo hacia ellos—. Permítanme que les presente a Victor Garcia, conde de Garcia.
myriam esperó a que apareciera el desconocido. Reconocía el nombre, pues Helena había hablado del hombre misterioso que había irrumpido en sociedad mientras ella se encontraba en el campo. Por lo visto, lord Garcia era el hijo perdido desde hacía mucho tiempo del marqués de Truro y St. Austell; era rico, atractivo y sumamente cotizado. Las chicas le habían comentado entre risitas que resultaba un poco raro, en un sentido peligroso del término. A ellas les recordaba a un tigre enjaulado. Su familia lo creía muerto desde que había desaparecido siendo un muchacho, pero ahora que había aparecido en Londres sano y salvo, el testarudo joven se negaba a decir una palabra sobre dónde había estado o qué había hecho durante todo aquel tiempo.
En vista de su silencio, naturalmente habían empezado a circular algunas teorías entre la alta sociedad: que había adoptado un nombre falso y se había hecho a la mar, o que había ido a la guerra a luchar contra Napoleón, o que había estado corriendo aventuras en las provincias fronterizas de la India. Según las chicas, cualquiera de aquellas posibilidades explicaría sus toscos modales, pero ¿acaso no era horrible que atormentase a la sociedad con la curiosidad?
myriam pensaba para sus adentros que aquella era una forma de decir que el pasado del joven no era asunto de nadie, pero lo único que sabía con certeza sobre lord Garcia era que tenía a las mujeres encandiladas y a los dandis más altivos muertos de envidia. No estaba segura de querer conocer a aquel individuo, pues parecía sinónimo de problemas.
Entonces el joven salió de entre el gentío en dirección al grupo, y el mundo de Myriam se detuvo. No podía ser.
El estómago le dio un vuelco, como la primera vez que había saltado una valla de un metro ochenta de alto a lomos de su purasangre. El salón de baile daba vueltas a su alrededor formando un conjunto borroso y lleno de color, y parecía incapaz de respirar.
¿Lord Garcia? Era Vicco.
O bien era él o su mente le estaba jugando una mala pasada. En un estado de absoluta conmoción, observó cómo él saludaba a cada miembro de su familia y sintió como si la más leve ráfaga de aire, pudiera derribarla. Lo identificó al instante, aunque apenas era reconocible con el pelo rubio cortado al rape y alisado hacia atrás, que dejaba a la vista la magnífica estructura ósea de su rostro bien definido.
Desde la perfección almidonada de su corbata a sus lustrosos zapatos negros de etiqueta, parecía un perfecto caballero, pero la inesperada imagen que acudió a la cabeza de myriam fue su piel bronceada adornada con aquellos tatuajes paganos. Cuando su mirada de asombro se desplazó hacia el clavel rojo de su ojal —como el que llevaba aquel día lejano en la casa blanca Montemayor—, salió súbitamente de su aturdimiento.
«¡Dios mío, he atraído a un criminal a la sociedad!»
De repente notó que su corsé holgado le apretaba mucho. Miró a su alrededor, con el corazón desbocado, preguntándose si alguien tendría sales aromáticas.
Mientras intentaba pensar con pánico en lo que iba a hacer, victor estrechó la mano a lord Griffith, al tiempo que lo evaluaba con una mirada perspicaz. Tuvo el deseo de huir antes de hacer frente a las presentaciones, pero ya era demasiado tarde.
—Y esta —dijo el duque de Devonshire, dirigiendo su atención hacia ella— es la hermosa lady Myriam Montemayor.
Alto y fornido, hermoso y viril como un dios, el elegante extraño se giró, la miró maliciosamente a los ojos y le dedicó una reverencia cortés.
—Milady.
La caricia íntima que significó aquella simple palabra hizo que se estremeciera. Su aspecto había cambiado, pero el timbre grave de su voz era el mismo, así como sus hipnóticos ojos: salvajes y profundos. Bajo sus pestañas de color tostado, aquella mirada emitía destellos de tonos claros y verdemar bordeados de calcedonia.
myriam se quedó sin voz, pero mientras le sostenía la mirada, todo un mundo lleno de significado medió entre ellos. No quería ni imaginar lo que él estaba haciendo allí.
Apenas podía oír por encima del ruido de los frenéticos latidos de su corazón. Aunque había sido presentada en media docena de cortes europeas, en ese momento no tenía ni idea de cómo responder. Cuando él la tocó, alzando con delicadeza la mano de myriam para depositar un beso en sus nudillos, ella tuvo que hacer esfuerzos para no desmayarse.
Su rostro no reflejaba nada en absoluto, pero su mirada atrevida y rebelde captó la de myriam y brilló en ella un atisbo de humor y de advertencia ante el peligro que les aguardaba a ambos si alguien se enteraba de que ya se conocían. Le dio en los dedos un firme y sutil apretón.
—Milady, ¿me concede el honor de bailar conmigo?
Embargada por una tumultuosa inquietud teñida de aturdimiento, de los labios de myriam brotó una vaga incoherencia.
Tan audaz como siempre, él tomó su tartamudeo por una respuesta afirmativa, la cogió de la muñeca y se la llevó despidiéndose alegremente de la familia de myriam, como si no tuviera la menor intención de devolvérsela. Ella miró hacia atrás con inquietud en dirección a sus familiares, pero no le quedó otra opción que seguirlo mientras la arrastraba de la mano. El avanzaba con resolución entre la multitud un paso por delante de ella, desprendiendo el mismo halo intenso de liderazgo que ella recordaba del suburbio. Lo siguiente de lo que tuvo conciencia fue de que estaba entre sus brazos a un lado del salón de baile mientras la orquesta tocaba un vals.
—¿Sabes bailar? —dijo ella, tras recobrar repentinamente el habla, aunque, dadas las circunstancias, se trataba de una pregunta absurda.
—La verdad es que no —contestó él en tono despreocupado, lanzando una mirada de alerta alrededor del salón de baile—, pero te mereces que me ponga en ridículo.
—¡vicco!
—Victor Garcia —la advirtió él suavemente—. Vas a tener que ayudarme un poco, cielo. Creo que tu mano va... aquí. —Colocó la mano izquierda de myriam sobre su hombro derecho y a continuación le sonrió, con un tenue fulgor posesivo en los ojos. Le ofreció su mano izquierda y esperó a que ella la tomase.
Ella lo miró fijamente, sin saber qué hacer, y acto seguido alzó su mirada de asombro hacia la cara de él. Cuando por fin habló, lo hizo con voz de aturdimiento.
—Te has cortado el pelo.
Él sonrió pícaramente.
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Mensaje  mali07 Miér Ene 21, 2009 5:15 am

—No te preocupes, myri; no he perdido la fuerza.
—¿Qué estás haciendo aquí? —susurró ella.
—Myriam, querida, te lo explicaré todo, pero nos van a pisar si no haces algo. Rápido.
—Pero tengo prohibido bailar el vals —dijo ella abatida—. A Robert le dará un ataque.
—Deja que yo trate con Robert —murmuró él con una sonrisa de complicidad—. Coge mi mano.
Ella miró su mano, recordando la noche en el callejón y el momento en que él le había frecido la mano para ayudarla a levantarse del montón de basura como un pirata renegado. Entonces su mano áspera y callosa estaba manchada de mugre y sangre reseca. Ahora estaba enfundada en un inmaculado guante blanco de piel de cabritilla.
Lenta, tímidamente, mientras su corazón latía a toda velocidad, myriam posó su mano derecha en la izquierda de él.
—Así está mejor —susurró él—. Dios mío, estás radiante. —Deslizó su mano derecha alrededor de la cintura de ella para agarrarla con un poco más de firmeza.
myriam reaccionó a su contacto con un intenso escalofrío que la arrancó bruscamente de su aturdimiento. Una oleada de furia y desconfianza emergió de lo más profundo de su estado de confusión.
—¿Qué demonios estás haciendo aquí? —susurró ella con fiereza cuando la música comenzó.
—Ampliando mis horizontes, como dirías tú. —Él le dedicó una sonrisa enigmática al tiempo que la guiaba en el baile.
—Así que es lo que me temía —dijo ella, con un nudo en el estómago—. Has vendido los diamantes que te di para esto. Para abrirte paso en la sociedad valiéndote de engaños y así poder planear robos todavía mejores. Es eso, ¿verdad?
—Qué chica tan lista. Has adivinado exactamente mi plan. ¿Has visto los cuadros que Devonshire tiene en su galería? Podría hacer una fortuna con ellos...
—¡Estás loco! —dijo ella, con creciente alarma—. ¡No debes hacerlo! ¡victor, debes marcharte y no volver jamás! Acabarás... ahorcado. Créeme, no funcionará.
—¿Por qué? No iras a delatarme, ¿verdad? Después de todo —la sujetó un poco más fuerte—, yo también podría contar ciertas cosas sobre ti. No he olvidado lo cariñosa que estuviste entre mis brazos —murmuró él, y bajó la cabeza hasta casi rozar la punta de la nariz con la suya. Ella percibió el olor a jabón de su piel y la agradable fragancia de su loción de afeitado—. Tú y yo todavía no hemos acabado. Tengo que enseñarte muchas más cosas placenteras.
—¡No menciones esa noche! —logró decir ella.
La sonrisa lobuna de él se hizo más amplia y lució el brillo de sus dientes blancos.
—¿Por qué no? Te lo pasaste bien. Todavía me debes una, ya sabes.
—vicco...
—Lord Garcia —susurró él.
—¡Como quieras llamarte! ¡No te saldrás con la tuya! Es muy cruel por tu parte hacer creer a lord y lady Truro que eres el hijo que perdieron hace mucho tiempo.
—myriam, corazón, soy su hijo. Estaba bromeando.
Ella escudriñó su cara, confundida. Tenía una expresión tan absolutamente sincera y seria que la desconcertó.
—Pero... ¿cómo?
—De la forma habitual, supongo.
Ella resopló al oír su irreverente contestación.
Él se echó a reír.
—Te doy mi palabra de honor de que mis días de delincuente han terminado. Estoy totalmente reformado. Es sorprendente lo que puede hacer un hombre cuando se enfrenta a la soga —añadió en tono sardónico.
—¿Qué soga?
—La que me enseñaron cuando me arrestaron y me metieron en Newgate. De lo contrario, te aseguro que no estaría en este sitio tan aburrido —murmuró entre dientes.
—¿Te arrestaron?
Él asintió con la cabeza muy serio.
—O'Dell nos tendió una trampa. Amenazó a Eddie para que le dijera dónde planeábamos dar el siguiente golpe. Luego simplemente le dijo a la policía dónde tenían que esperarnos: una bonita forma de deshacerse de los Halcones de Fuego. Pero te aseguro que los Chacales volverán a vérselas conmigo.
A myriam le daba vueltas la cabeza, pero lo examinó mientras giraban por la pista de baile al ritmo de la música. Le daba la impresión de que él la estaba captando, pero no podía soportar seguir escuchando aquel cuento chino.
—Espero que O'Dell no hiciera daño al niño —dijo con recelo.
—Lo asustó un poco, pero ya conoces al Randa. Podía haber sido peor. Lo he mandado a un internado en el campo como su benefactor anónimo. Con un poco de suerte, se convertirá en alguien de provecho.
—¿Y Nate y los demás? —preguntó ella con escepticismo.
—Los trasladaron a Australia. Por eso estoy aquí. Todos íbamos a ser ahorcados hasta que yo dije quién era.
—Quien pretendes ser. Esto no va a funcionar, y desde luego yo no pienso ayudarte en esta locura, si eso es lo que andas buscando. Si alguien descubre a qué estás jugando, te meterás en un buen lío...
—¡myriam, estoy diciendo la verdad! Procura entenderlo —dijo él más suavemente, observando su mirada de perplejidad—. Por eso no podía decirte mi verdadero nombre aquella noche en el suburbio. Lo he mantenido en secreto todos estos años. Ninguno de mis hombres conocía mi origen noble. No me habrían aceptado. ¿No recuerdas que te dije que había escapado de casa cuando era niño?
—Sí, pero... ¡no puedes hablar en serio! ¿Aquel padre monstruoso al que le gustaba ponerte el ojo morado era el marqués de Truro y St. Austell?
—El mismo.
—¡No te creo!
—Es cierto. Desde que mi hermano mayor Percy murió el invierno pasado, me convertí en el heredero. No pensaba reclamar mis derechos porque consideré que el final de nuestro linaje sería un buen castigo por todo lo que me hizo.
—Estás de guasa —dijo ella, asombrada.
—Te equivocas. —El frío asesino que asomó a los ojos de él provocó un escalofrío a myriam; parecía demasiado auténtico para ser falso, pero ella no podía hacer otra cosa que mover la cabeza con gesto de incredulidad, aturdida por sus declaraciones y los interminables giros del baile—. Sigues sin creerme —dijo él un momento después con voz apagada.
—¡No sé qué creer! Que yo sepa, eres un criminal reincidente.
Al recordar de nuevo que debía bajar la voz, miró a su alrededor con nerviosismo para asegurarse de que nadie había reparado en la intensidad de su discusión.
Él miró con desconfianza por encima de la cabeza de myriam, escudriñando a la multitud.
—Si de veras pensabas eso, ¿por qué me dejaste tu collar de diamantes?
Ella se ruborizó a su pesar.
—La pregunta debería ser: ¿por qué no vendiste el maldito collar en lugar de volver a robar? Si tu gente realmente estaba necesitada, lo único que tenías que hacer era venderlo.
Él puso los ojos en blanco.
—No podía.
—¿Por qué no? ¿Ninguno de tus infames cómplices lo habría comprado?
—No. No acepto caridad, myriam. Pensaba devolverte el collar. Por eso fui a Hyde Park a verte. Espero que te acuerdes de aquel día —añadió en tono ácido.
—Por supuesto.
El recordatorio del desaire que le había dedicado sirvió para sofocar el ritmo acelerado de su corazón, e hizo que acudiera de nuevo a su cabeza el intento de escapar a Francia para reunirse con los amigos de su madre que él había frustrado.
—Bueno, pues si de verdad esto es cierto y no empeñaste mi collar para financiar tu farsa, entonces podrás devolvérmelo tan pronto como te sea posible.
Él frunció los labios y apartó la vista mostrándose terco como una muía.
—No puedo.
—Ajá.
—Tuve que deshacerme de él en casa de los Taylor. ¡myriam, estoy diciendo la verdad! —protestó él al ver que ella se burlaba—. Está en un jarrón del dormitorio del dueño. Conseguí esconderlo allí durante la refriega. Veinte agentes de Bow Street nos cazaron por sorpresa en plena faena...
—¿Quieres decir que Daphne Taylor tiene mi collar de diamantes?
Él se limitó a mirarla.
—¡vicco!
—Lord Garcia. myri, cuando nos atraparon estábamos robando en casa de los Taylor. Lo hice por ti, después de lo que me dijiste. ¿No te complace?
—¡Esto es absurdo! ¡Y pensar que por un momento he estado a punto de creerte! Mi collar de diamantes desaparece por arte de magia, tú apareces y reclamas el marquesado de Truro, las autoridades te dejan salir impune de Newgate, ¿y esperas que crea que todo esto no es un montaje?
—No es un montaje. ¿Qué estás insinuando exactamente?
—Estoy insinuando que de alguna forma te enteraste de la historia del hijo desaparecido de lord Truro y decidiste hacerte pasar por él en beneficio propio. Que vendiste mi collar para financiar tu farsa...
—¡Maldita sea, eso es mentira! —susurró él, ultrajado—. Pregúntaselo a mi padre si no me crees. Él sabe quién soy. Fue él quien me hizo esta cicatriz de la ceja. ¡Pregúntaselo a tu hermano Lucien! Él descubrió la verdad hace mucho tiempo... Y para tu información, no me dejaron salir impune. Tuve que acceder a dar información detallada a la policía sobre algunos de los peores criminales de Londres. ¿Crees que me hace feliz ganarme la enemistad de esos hombres?
—¿Y qué? Tú no corres ningún peligro —susurró ella a su vez, en tono airado—. ¡Me has dicho que en los suburbios todo el mundo cree que Vicco Garcia está muerto!
—Sí, y lo estaré si esos hombres se enteran de que los delaté. No soy un mentiroso. Pero incluso en el caso de que esto fuera un montaje, ¿qué más te daría a ti? Tú detestas a esas personas, los mismos «hipócritas pretenciosos» que se portaron de forma tan cruel con tu madre. Por lo que yo recuerdo, era una de las principales razones por las que escapaste.
—¡Un plan que tú hiciste fracasar, si no recuerdo mal!
—Así que... ¿sigues negándote a reconocer que lo hice por tu bien?
—No era una decisión que tuvieras que tomar tú. ¡Me correspondía a mí!
Él apretó la mandíbula, intentando controlarse; a continuación movió la cabeza en actitud paciente y decidida.
—myriam, myriam, mi picaruela rebelde. ¿No te das cuenta? —La atrajo más hacia sí, y su aliento cálido movió los rizos que ella tenía junto a la oreja—. Ahora podemos estar juntos —murmuró—. Después del susto de la muerte de Percy, mi padre insiste en que me case inmediatamente para proteger el linaje de la familia, que se encuentra en peligro. Me he enterado de que te libraste de tu compromiso con lord Griffith... y te felicito por seguir mi consejo. Dios, qué tipo tan soso y aburrido. Él no podría domarte. Bueno, ¿qué dices? Tú y yo somos las dos únicas personas que hay aquí capaces de calar a todos esos idiotas pretenciosos. Además, si unimos fuerzas, tendremos la seguridad de que nuestros secretos permanecen a salvo.
«Así que eso es lo que está buscando.» myriam se retiró y alzó la vista para mirarlo a los ojos, asombrada y más furiosa a cada segundo que pasaba.
—¿Nuestros secretos?
—Mi pasado en los suburbios. Tu... peligrosa debilidad, mi querida «criatura débil». —Él sonrió con picardía.
myriam se quedó boquiabierta. Resultaba evidente que su arresto y su estancia en la cárcel no habían hecho mella en su arrogancia.
—¿De verdad me estás pidiendo que me case contigo? ¿Así, sin más?
Él se encogió de hombros, haciendo gala de una presuntuosa confianza.
—Sí, así, sin más.
—¿Por qué? —preguntó ella—. ¿Para poder vigilarme de cerca, para asegurarte de que no te desenmascaro? —Alzó la voz de la ira—. ¿Para poder controlarme, como mis hermanos? ¿Es eso lo que quieres?
—Oye, myriam, espera un momento...
—No, espere usted, señor. —Lo miró negando con la cabeza—. Las cosas han cambiado por aquí. ¡Para tu información, después de que me llevaras a rastras con mi familia, encontré a otra persona!

Al ver la forma en que el rostro de él se ensombrecía y los músculos de su hombro se tensaban bajo su mano, myriam pensó que iba a estallar. Pero él no perdió el paso. El momento de peligro pasó.
Con un brillo calculador en los ojos, Victor forzó una tensa sonrisa y a continuación se encogió levemente de hombros.
—Bueno, sea como sea, ambos sabemos que es a mí a quien realmente deseas.
Ella abrió los ojos como platos ante la arrogancia de aquel hombre.
—¡Eres increíble!
Mientras se reía en voz baja, él se inclinó sobre su oreja y la hizo girar suavemente sobre la pista de baile.
—En absoluto, milady. Casándote conmigo tendrías ciertas ventajas. —A myriam le entraron escalofríos al notar su cálido aliento—. Si te preocupa seguir los pasos de tu madre, puedes estar tranquila: yo te satisfaré de tal modo que jamás se te pasará por la cabeza descarriarte.
—¡Uf!
Lanzando un grito ahogado, ella se soltó de sus brazos en un extremo de la pista de baile y salió corriendo hacia la terraza por las contraventanas, furiosa y ruborizada por su lasciva promesa.
Sus mejillas ardían al recordar el voluptuoso episodio que sus palabras habían evocado, aquella noche en la habitación de él. ¡Qué horrible, qué odioso era! Tenía que escapar de él antes de que alguien notase su exaltada reacción ante aquel sinvergüenza. Tenía que recuperar la compostura.
Vicco, o Victor, o como se llamase, salió al exterior varios pasos por detrás de ella.
—¡Myriam!
—¡Vete! ¡Tú no eres un caballero!
Él se rió.
Tratando de escapar de él desesperadamente, bajó a toda prisa la escalera de piedra hasta el jardín, pero una vez más, él la siguió por la alameda cubierta de hierba y bajo los espaldares de los rosales, persiguiéndola con largas y enérgicas zancadas.
—¡Myriam! Maldita sea, no me des largas después de haberte ofrecido mi persona y mi título en bandeja de plata. Olvídate de tu ridículo encaprichamiento. Los dos sabemos que me perteneces.
—¡Antes prefiero morir!
—¿Quién es el afortunado?
—¡No es asunto tuyo!
—Si es Acer Loring, puede que tenga que hacerte entrar en razón.
—No lo es —replicó myriam, corriendo delante de él—. ¡Vete!
—¿Quién es, entonces?
—¡Nadie que tú conozcas!
De repente, el sendero que ella había estado siguiendo llegó a un callejón sin salida y se vio delante de una pequeña fuente situada en una cuidada zona circular del jardín, cuyas paredes estaban formadas por arbustos de boj altos y curvados.
Cuando llegó allí, sin saber hacia dónde girar, con el corazón desbocado, los fuertes brazos de él le rodearon la cintura por detrás. Antes de que ella pudiera gritar, él la hizo girar y reclamó su boca con una ardiente urgencia, envolviéndola con sus brazos.
—¡Basta! —protestó ella, pero al abrir la boca no hizo más que invitarlo a que la besara más profundamente. Cuando él le rodeó la cintura con más fuerza con el brazo izquierdo y con la mano derecha la cogió de la nuca de forma sensual y posesiva, myriam gimió suavemente............
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Mensaje  nayelive Miér Ene 21, 2009 2:18 pm

felicidades por tu prueba Deseos Prohibidos - Página 4 388331 que bueno que todo sali bien para ti
y gracias por poner capi este arroz ya se cosio , el vico ya mero consigue a su doncella aunque la myris sea un poco remilgosa lol! lol! Deseos Prohibidos - Página 4 146353
y las chelas las invito yo por pasar tu prueba Deseos Prohibidos - Página 4 623361 Deseos Prohibidos - Página 4 623361 Deseos Prohibidos - Página 4 623361 Deseos Prohibidos - Página 4 623361 Deseos Prohibidos - Página 4 95247 Deseos Prohibidos - Página 4 95247 Deseos Prohibidos - Página 4 95247
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Mensaje  Chicana_415 Jue Ene 22, 2009 12:06 am

Felicidades Very Happy Que bueno que pasate la orueba. Espero capitulos mas segidos ahora Very Happy
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Mensaje  jai33sire Jue Ene 22, 2009 11:02 pm

muchas gracias por el capitulo y siguele por faaaaaaaaa

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Mensaje  mats310863 Jue Ene 22, 2009 11:15 pm

FELICIDADES POR TU EXAMEN, Y GRACIAS POR EL CAPÍTULO, QUE ADEMAS DE LARGO ESTUVO MUY BUENO

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Mensaje  Marianita Lun Ene 26, 2009 12:56 am

Niña, qué bueno que saliste bien en tu examen, muchas felicidades!!!! Deseos Prohibidos - Página 4 134448 Y gracias por los capis, estos ya se andan dando cariñitos!!!!!!! Deseos Prohibidos - Página 4 95247 afro
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Mensaje  nayelive Lun Ene 26, 2009 4:56 pm

que paso aqui porque no me as puesto capi heeeeeee, pon nos capis plis aunque sea cortito Deseos Prohibidos - Página 4 400496 Deseos Prohibidos - Página 4 388331
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