Vicco y la Viccobebe
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Mensaje  mali07 Mar Dic 02, 2008 1:11 am

Very Happy Very Happy HOLA NI/ASSS PUES AKI LES TRAIGOO ESTE KAPI SORRY POR LA TARDANSAAA PERO POR KUESTIONES DE SALUD NO PUDE PONERLES EL KAPI PERO YA GRASIAS A DIOS YA ESTOY EN MI KASITA Y PUES AKI LES TRAIGO EL KAPIII ESPERO LES GUSTE MUCHO JEJEJE GRASIAS A TODAS POR SUS KOMENTARIOS KE WENO KE LES ESTA GUSTANDOO AKI SELOS DEJO............. Very Happy

KAPITULO 4

La señorita «Smith» miró a la chica gitana con los ojos abiertos como platos, estupefacta y sorprendida ante la idea de que dos mujeres pudieran pelearse a puñetazos. Las vulgares e impetuosas maldiciones de Carlotta se fueron apagando detrás de ella a medida que se alejaba por el pasillo echando pestes. Cuando vicco se volvió hacia su invitada, pudo ver claramente el contraste que había entre las dos mujeres. Carlotta rezumaba encanto exótico, pero su lenguaje ordinario y sus modales groseros le habían hecho sentirse incómodo delante de aquella dama de ilustre cuna, elegante y refinada. Mientras ella miraba a su alrededor, maravillada ante aquel mundo caótico, él aprovechó para examinarla. Su belleza era a la vez salvaje y delicada. Exquisito como la porcelana tallada, su rostro reflejaba una mente franca y vivaz y un carácter voluble tan caprichoso como el clima inglés: nubes, sol, nubes, sol, todo en un mismo día. Le parecía la clase de mujer que jugaba siguiendo sus propias reglas o de lo contrario no jugaba. Pero mientras la observaba, lo que resultaba más evidente era su inocencia. Pese a que sus almendrados ojos oscuros y sensuales hacían pensar en una lascivia aún por explotar, percibía la frescura juvenil de su espíritu al tenerla cerca de él; una fuerza tangible dorada como su pelo. Algo que hacía que le entrasen ganas de echar a correr y al mismo tiempo de desnudar su alma.
Sí, aquella era una mujer —comprendió en lo más profundo de su ser— que podía arrastrar a un hombre hasta el infierno. «Condenadamente peligrosa». Sin más dilación, abrió la puerta y señaló con la cabeza en dirección a su habitación.
—Después de usted, señorita Smith.
—Pero… —Ella se volvió hacia él, y su voz se fue apagando con desaliento ante la perspectiva de entrar en su habitación a solas con él.
Una sonrisa pícara asomó a los labios de vicco.
—No me decepciones, querida —murmuró, y sus ojos centelleantes reflejaron un desafío—. No empezarás a actuar con sensatez ahora, ¿verdad?
Myriam se puso rígida ante la provocación de Victor, pero su leve acusación no la ofendió, pues él había oído toda la historia de boca del niño y, por tanto, sabía que había sido embaucada por un simple golfo de la calle. Alzando la barbilla con lo que le quedaba de orgullo, le lanzó una mirada severa con la que le advirtió —probablemente en vano— que no intentase nada indecoroso, y a continuación entró valientemente en su santuario privado delante de él. El joven miró cómo pasaba con cara de diversión.
myriam echó un rápido vistazo alrededor y vio que las paredes tenían el mismo color apagado que el pasillo y que el suelo era de tablas de madera marrón oscuro. Había una jarapa colocada delante de la chimenea de ladrillo, donde las brasas de carbón relucían bajo una pequeña caldera de hierro. Situado contra la pared, su catre había sido transformado en una improvisada cama de columnas, cubierto con largas tiras de tela; una inspección más detenida reveló a myriam que se trataba de pañuelos de cachemir, sin duda robados. Parecían de primera calidad, con dibujos en forma de remolinos de color rojo, naranja y dorado. Sonrió para sus adentros al recordar el llamativo chaleco morado y el clavel rojo que llevaba vicco el día que fue a Knight House. Aparte de su afición por los colores chillones, parecía vivir muy austeramente. Sin embargo, la limpieza no se contaba entre sus virtudes, como tuvo ocasión de apreciar al ver un ratón que corría a lo largo de la pared y desaparecía en su ratonera. Los muebles estaban cubiertos de polvo y parecían estropeados a la luz de las velas que ardían en los recipientes de cristal de colores repartidos por la habitación. Había un armario, un viejo escritorio con una silla de madera sencilla y una cómoda, sobre la cual se hallaba un espléndido Canaletto con un marco dorado.
Myriam abrió los ojos desorbitadamente mientras contemplaba la obra maestra: las góndolas del gran canal, los palacios venecianos pintados en vivos tonos rojos y dorados. ¡Santo Dios, reconocía el cuadro de haberlo visto en el salón de lady Sudeby! De repente, la realidad se impuso en lo tocante a la ocupación de su anfitrión; myriam se volvió hacia él asombrada. ¡Artículos usados, sí, claro!
Ajeno a los pensamientos de la joven, vicco entró en su habitación detrás de myriam, cerró la puerta y se apoyó en ella, cruzándose de brazos lentamente.
myriam, todavía sorprendida por lo que había visto, le apuntó con la mano, desconcertada.
—¿Este cuadro…?
Un amago de algo que podría haber sido culpabilidad asomó brevemente en los recelosos ojos de vicco. Tenía unos ojos fascinantes, con un iris de color verdemar claro, bordeado de un aro oscuro de un fresco e intenso color calcedonia.
—Precioso, ¿verdad?
—¿Cómo lo has conseguido? —inquirió ella.
—¿Tú que crees?
myriam se lo quedó mirando con los brazos en jarras. No sabía qué pensar de aquel individuo.
—Parece una forma peligrosa de ganarse la vida.
La sonrisa pícara de él hizo que le flaquearan las rodillas.
—Sí, pero si me muriese mañana, me iría sabiendo que lo he pasado de miedo mientras he estado vivo.
—Estás loco.
Él se rió con suavidad. Su mirada acariciaba a myriam.
—Tenía que ser mío, al menos por un tiempo. Como ves, disfruto con las cosas hermosas. —La miró fijamente y a continuación reclinó la cabeza contra la puerta y observó pensativo el cuadro. Al volver a hablar, por un instante pareció que su tosco acento hubiera desaparecido—. Supongo que lo venderé pronto, pero este cuadro… me cautiva. A veces me quedo tumbado en la cama mirándolo hasta que me duermo. Entonces sueño que estoy allí, en Venecia, bajo el cielo azul, el sol en mi cara, el chapoteo de las olas. —Le dirigió una media sonrisa llena de irónico sarcasmo—. Pero los artistas mienten. Ningún lugar puede ser tan hermoso.
—Pues lo es. —myriam desplazó la mirada del cuadro a él—. Yo he estado allí.
Él se la quedó mirando, repentinamente en guardia.
—¿No me crees?
Él no contestó.
—Deberías ir. —Ella le dedicó una sonrisa burlona—. A lo mejor ver tanta belleza elevaba tu sentido moral.

Él resopló.
—No tengo tiempo para vacaciones. Debo enfrentarme a Cullen O´Dell.
—Lo atraparás —dijo ella en voz queda, e hizo una pausa—. ¿Estas malherido?
vicco se encogió de hombros.
—Viviré.
Se quedaron mirando el uno al otro, vacilando. Durante aquel instante, la magia pareció vibrar entre ellos como la cuerda pulsada de un laúd. La habitación parecía más pequeña, y la luz de la vela, de un dorado más vivo, iluminaba el rostro receloso de vicco, esculpiendo sus facciones lisas y sus marcados contornos. Cuando habló de nuevo, empleó un tono de voz grave y urgente.
—¿Quién eres? Debo saberlo.
—Yo podría hacerte la misma pregunta.
—Yo he preguntado primero.
—Ya te lo he dicho…
—No. Ninguna Maryam Smith lleva diamantes como esos. Yo te he visto antes.
«Ten cuidado», se dijo myriam a modo de advertencia, llevándose la mano nuevamente al collar con inquietud. Puede que aquel individuo fuera inculto, pero era perspicaz; lo bastante listo para apreciar la distinción cuando la veía. Se aventuró a expresar una verdad a medias.
—Tú también me resultas familiar, pero no se me ocurre dónde ni cómo hemos podido coincidir.
Él la miró como si estuviera sopesando cada una de sus palabras.
—Eddie dice que estabas alquilando un coche para ir a Dover, que pretendías cruzar el canal.
—Es cierto.
—¿Por qué?
—Si no le importa, monsieur, prefiero guardar silencio.
Él ladeó la cabeza ligeramente, con un brillo especulativo en los ojos.
—Tengo una teoría. ¿Quieres oírla?
Ella no contestó, pero aquello no detuvo a vicco.
—En mi opinión estabas huyendo para ir a casarte. A París.
—¿Qué?
—Tengo entendido que hoy en día está de moda entre las jóvenes refinadas.
—¡No seas ridículo! Yo no estoy haciendo nada por el estilo.
—¿No? Es la única explicación que tiene sentido. No sé quién eres, pero no eres alguien del montón. Sí, no soy tan ignorante para no saber eso: las señoritas respetables no ponéis el pie fuera de casa sin llevaros a vuestros criados para que os protejan. ¿Dónde estaba tu acompañante, tu lacayo o tu doncella en la posada?
Ella permaneció inmóvil, sintiéndose incómoda; no le venía a la cabeza ninguna respuesta.
—Sólo se me ocurre que o bien no eres respetable, lo que es absurdo (tienes un comportamiento demasiado refinado) o tu familia no ha autorizado tu elección en materia de amores.
—Qué estrechez de miras, señor Garcia —replicó ella, sacudiendo la barbilla—. ¿De verdad crees que todas las acciones de una dama giran únicamente en torno al amor?
—No lo sé. Eres la única dama con la que he hablado. —Le dedicó una sonrisa temeraria que hizo que a myriam se le acelerara el corazón.
Ella lo miró, sin saber qué hacer.
—Pues por mi parte te aseguro que tú eres el primer líder de una banda con el que he hablado.
—¡Bien! Entonces nos perdonaremos el uno al otro si cometemos alguna equivocación —dijo él, con una repentina alegría sardónica, al tiempo que cruzaba sin prisa la habitación.
Sacó una funda de metal fina del bolsillo del pecho y extrajo un puro. Al ver que se inclinaba sobre la vela y lo encendía, ello no tuvo valor para decirle que un caballero no fumaba delante de una dama.
Se irguió de nuevo y se volvió hacia ella; su aspecto era irresistiblemente peligroso con el puro fino colgando de sus labios.
—Así, ¿dónde está el afortunado novio, señorita Smith? ¿Vas a reunirte con él en la costa, o lo esperabas en el Bull´s Head? —Hizo una pausa, lanzó una bocanada de humo y añadió en tono prosaico—. ¿Ha llegado tarde?
—vicco, por favor. Deja que me vaya. No tengo la menor intención de denunciarte a la policía. ¿Por qué no me crees y me llevas de vuelta a la pensión? Así podré irme y no tendremos por qué volver a pensar el uno en el otro.
—No creo que eso sea posible. —Su provocativa mirada recorrió el cuerpo de myriam, escandalosa y tangible como una caricia—. Tu prometido debe de ser un hombre importante para haberse encaprichado de ti.
Desconcertada y sonrojada, ella dejó escapar una protesta demasiado impresionada para pararse a pensar.
—Maldita sea, ¿no se te ha ocurrido que puedo querer ir a París para evitar un matrimonio y no para contraerlo? —gritó, al tiempo que él arqueaba las cejas con una sonrisa de complicidad.
Qué hombre tan abominable. myriam apretó la mandíbula y frunció el entrecejo; aquel bruto acababa de conseguir con engaños que confesara sus intenciones.
—Ya veo. En otras palabras… —se dirigió hacia ella con mucha calma, lanzándole una intensa mirada— …estás huyendo de casa.


Última edición por mali07 el Mar Dic 02, 2008 1:14 am, editado 1 vez
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Mensaje  mali07 Mar Dic 02, 2008 1:13 am

—¿Y si es así? No creo que sea asunto tuyo. —myriam le señaló con impaciencia la cintura—. Estás sangrando, ¿sabes?
—No sobrevivirás. No conseguirás llegar a Francia sana y salva.
—Oh, sí que lo conseguiré.
—Te dejaste engañar por un carterista de nueve años y luego lo perseguiste hasta los suburbios como una boba. ¿Te fijaste siquiera en el lugar al que te estaba llevando? Nunca hay que perseguir a un ladrón que te roba. Así es como se producen la mayoría de los asesinatos en esta ciudad. Mírate. —Sosteniendo el puro entre los dedos, hizo un gesto señalándola de los pies a la cabeza, al tiempo que fruncía el ceño, enojado—. Vas vestida como una princesa y te paseas por ahí con suficiente oro en el monedero para hacer que te maten, por no hablar de los diamantes. Si el niño hubiera querido, podría haberte destripado como a un pez. Y, por el amor de Dios, mujer, ¿sabes qué te habría pasado si te hubiera encontrado O´Dell y no yo?
—Adelante, sigue riñéndome. —Se cruzó de brazos y miró hacia la pared—. Seguro que no tardas en morir desangrado.
Él la miró entornando los ojos, inclinó la cabeza y se abrió la chaqueta de piel para examinar la herida. Su largo y enmarañado pelo rubio cayó hacia delante y le tapó la cara.
A myriam no le extrañaba que le cayera bien a Lucien. Aquel bruto era tan autoritario como cualquiera de sus hermanos. myriam hizo una mueca al ver su camisa ensangrentada.
—Creo que sería mejor que llamaras al cirujano.
—Me ocuparé de ello yo mismo —gruñó él, sujetando el puro entre los dientes mientras se quitaba la chaqueta. Señaló con la cabeza en dirección a la chimenea—. Hay agua caliente en esa cazuela del fuego. Échala en la palangana que hay encima de la cómoda… si no es una tarea demasiado indigna de ti.
—Supongo que por una vez podré hacer una excepción —dijo ella con dulzura, maldiciendo su arrogancia entre dientes.
Agradecida porque de momento cesara el interrogatorio, myriam hizo lo que él le ordenó mostrando un ánimo de cooperación que habría escandalizado a su institutriz, la señorita Hood. Cogió la palangana vacía de la cómoda y echó un vistazo más de cerca al Canaletto. El cuadro estaba totalmente fuera de lugar en aquella guarida de ladrones, pero era verdaderamente exquisito. Se giró con la palangana en las manos mientras vicco se quitaba la fina camisa blanca por la cabeza.
Entonces ella se paró en seco, y a punto estuvo de caérsele el recipiente de las manos. La luz del fuego parpadeaba sobre su ancho y musculoso pecho, sus fuertes hombros y su abdomen duro como el acero en cierto modo, resultaba terrible ver la belleza indómita de su cuerpo, manchado de sangre por la herida que tenía en el costado, con su esbelta cintura ceñida aún por una colección de armas enfundadas. Tras arrojar despreocupadamente la camisa manchada de sangre al suelo, vicco se secó la cara con el pañuelo azul que llevaba atado holgadamente al cuello y se dirigió hacia el viejo baúl con tapa curvada que había al pie de su cama.
Desabrochó las correas de cuero y lo abrió; cuando se apartó, myriam se quedó boquiabierta al ver los tatuajes que adornaban su espalda y sus enormes brazos.
—¿Sabes hablar francés? —preguntó sin volverse hacia ella.
Por un instante, ella fue incapaz de responder.

—Por… por supuesto —balbuceó, mirando su fascinante cuerpo. La mayor parte de su educación había sido impartida en francés, pero en aquel momento solo recordaba que era la lengua del amour.
Sobre su piel suave y bronceada había diversos motivos serpenteantes y dibujos llenos de color que oscilaban entre los fantástico y lo humorístico. myriam recorrió con una mirada de asombro su cuerpo pintado de guerrero. Oh, qué deliciosamente horrible era, pensó, totalmente hipnotizada. Una espada y una pistola cruzadas y envueltas en una corona de laurel adornaban su bíceps derecho; un dragón que expulsaba fuego por la boca se enroscaba alrededor del izquierdo, mientras que una sirena de grandes pechos posaba con gracia sobre una roca cerca de su cadera derecha. Pero el dibujo más grande, que abarcaba el centro de su espalda, mostraba un fénix oscuro alzándose por encima de unas llamas con las alas extendidas.
El dragón de su brazo izquierdo se estiró sinuosamente cuando metió la mano en el baúl y sacó un botiquín de madera. Al volver a enderezarse, ella logró recordar la tarea que le había sido encomendada. Se apartó, con las mejillas coloradas, y se apresuró a llenar la palangana con agua caliente del caldero, pero tras ella sonó una carcajada grave de pirata.
—¿Quieres acariciar mi dragón, cariño?
—Eres muy grosero —dijo ella con vehemencia, mientras él pasaba sigilosamente por detrás de ella, como una gran leopardo dorado cubierto con sus fantásticas marcas.
Él dejo el botiquín sobre la cómoda riéndose entre dientes.
—Tú eras la que estaba mirando.
—No. No estaba mirando.
Haciendo todo lo posible por no prestarle atención, encontró una pequeña toalla en la repisa de la chimenea y la dobló para protegerse la mano del calor. Estiró el brazo con cautela en dirección al fuego, perfectamente consciente de que él se estaba acercando por detrás. Rodeó con los dedos el asa.
—Mentirosa.
Al oír aquel susurro su corazón empezó a latir a toda velocidad; levantó la cazuela con cuidado, mientras el vapor ascendía en forma de volutas y le humedecía el pecho, el cuello y las mejillas como el aliento de un amante sobre su piel. Situado a escasos centímetros detrás de ella, al abrumador magnetismo de aquel hombre y la repentina oleada de calor que la invadió al echar el agua en la palangana casi le hicieron perder el sentido.
—No pasa nada, ¿sabes? No me importa que me mires. Yo también te he estado mirando.
Él estiró la mano por encima del brazo de myriam y se mantuvo peligrosamente cerca de ella mientras cogía la cazuela de su temblorosa mano; cuando sus manos se rozaron, ella notó un nudo en el estómago.
—¡Mantén la distancia! —ordenó; se sintió consternada al darse cuenta de que su voz era entrecortada—. Quiero decir… te agradecería que te comportaras con un poco más de decoro.

—¿Decoro? Está bien. —Él le lanzó una mirada recelosa—. Fíjate en milady, trabajando duro con su vestido de baile —dijo él en tono de mofa, haciéndole cosquillas en la oreja con su cálido aliento—. No estás hecha para las tareas de la casa, princesa. Déjame.
A pesar suyo, myriam se estremeció incluso cuando él se burló de ella. victor le lanzó una sonrisa de complicidad, volvió a dejar la cazuela en el fuego y cogió el recipiente grande con agua de manos de ella.
Fue a colocarlo en la cómoda y lo dejó encima; a continuación acercó la silla de madera, le dio media vuelta y se sentó a horcajadas, apoyando el codo en la tablilla superior del respaldo.
—¿Nunca habías visto a un hombre con tatuajes?
Ella nunca había visto el torso desnudo de un hombre, ni con tatuajes ni sin ellos, pero no consideró que mereciera la pena mencionarlo.
—¿Dónde te los han hecho?
—En Church Street.
Ella parpadeó sorprendida al oír una respuesta tan poco exótica.
Él sonrió.
—Un viejo lobo de mar retirado de la marina tiene un salón allí. Se gana muy bien la vida. Aprendió de los nativos de Tahití mientras servía a bordo de una de las fragatas de Su Majestad.
—¿Duele mucho?
—No me acuerdo —dijo él con una sonrisa perezosa, al tiempo que se rascaba la mandíbula—. Cada vez que me he hecho uno estaba como una cuba.
Soltando un resoplido de desdén teñido de diversión, myriam apartó la vista.
Cuando él empezó a ocuparse de su herida, ella se situó a escasa distancia con incomodidad. Sentía que debía ayudar de alguna manera —la herida parecía terriblemente dolorosa—, pero apenas se atrevía a mirarlo, intimidada por la presencia de un hombre tan grande y viril medio desnudo en la misma habitación que ella. No quería ni imaginar lo que sus hermanos habrían dicho de aquello.
Teniendo tantas personas a las que dar cuentas de todo, se preguntó en un súbito arrebato de rebeldía cómo sería llevar la vida de Blade. Él era un rufián, sin duda; pero era libre como el viento, y ella estaba segura de que nadie le decía nunca lo que tenía que hacer. Él se reiría en la cara de quien lo hiciese.
Al mirarlo, avergonzada por envidiar a aquel bruto encantador, soltó una exclamación.
—¡Vicco! ¡Vas a mojar el cuadro! Por el amor de Dios, es un Canaletto…
—Ya sé lo que es. ¿Por qué si no iba a haberme molestado en robarlo?

—¡Entonces no deberías dejarlo donde se puede salpicar de agua!Vicco observó con curiosidad cómo Myriam pasaba resueltamente junto a él en dirección a la cómoda y se llevaba a toda prisa la obra maestra para ponerla fuera de peligro. Llevó el cuadro al escritorio, donde estaría a salvo de salpicaduras, y se tomó su tiempo para colocarlo, aliviada de tener una pequeña tarea con la que desviar su atención de él.
Le costaba creer que su mejor amiga y acompañante, Lizzie Carlisle, no hubiera encontrado atractivo a Vicco Garcia. A ella le había parecido «un hombre desagradable» y le había escandalizado el interés de myriam.
Al pensar en ello le entraron ganas de reír. Solo su madre la habría entendido, pensó suspirando para sus adentros, al tiempo que lanzaba otra mirada de soslayo a vicco desde el otro lado de la oscura habitación. Qué aspecto de fiereza y rebeldía tan maravilloso, con su melena de color dorado oscuro cayéndole hacia atrás desde la frente y aquellos tatuajes que decoraban su cuerpo espléndidamente formado.
Aun así, pese a que el enorme abismo que separaba a vicco garcia de los dandis elegantes que ella conocía era evidente, no podía evitar intuir que el líder de la banda no era lo que aparentaba. Tal vez fuera fruto de los escarceos de algún libertino de alta cuna con una moza de alguna taberna, pues poseía un rostro audaz, recio y sensual con unas facciones delicadas que hacían pensar en un linaje más elevado que su aparente origen cockney. Las delicadas líneas de sus pobladas cejas se elevaban sobre sus ojos cautelosos pero pensativos. Tenía unos pómulos austeros y angulosos, y una boca generosa capaz de tenar a una mujer virtuosa, y más aún a la hija de la Zorra Hawkscliffe.
Sin embargo, en su cara también se dibujaban las marcas de su dura vida en las calles. Su nariz aguileña se torcía ligeramente hacia la derecha, y sobre su ceja izquierda había una cicatriz con forma de estrella. Cuando empezó a vendarse hábilmente el costado con un paño de lino limpio, myriam apartó la vista de él.
—Sabes cuidar muy bien de ti mismo, ¿verdad? —comentó ella en un tono de estudiada indiferencia, mientras pasaba la punta del dedo por la polvorienta parte superior del marco del Canaletto.
—No tengo más remedio. Nadie va a hacerlo por mí.
Vicco se levantó, tiró el agua manchada de sangre y rellenó la palangana con agua fresca del cántaro. Se inclinó y empezó a salpicarse la cara.
Ella guardó silencio mientras contaba el número de criados que velaban por sus necesidades las veinticuatro horas del día; no pudo evitar un sentimiento de culpabilidad. Nunca había conocido otro tipo de vida. Al fin y al cabo, era la hija de un duque.
—¿Ni siquiera cuida de ti tu amiga gitana?
Él le lanzó una dura mirada por encima de la palangana.
—Yo cuido de mí mismo. Siempre lo hago. Y siempre lo haré.
Ella se encogió de hombros y apartó la vista.
—Por supuesto.
A myriam le recordaba al niño que le había robado; demasiado orgulloso para aceptar la caridad que ella le había ofrecido, pero lo bastante desesperado para robar. Mientras victor seguía mojándose la cara y el cuello, ella se quitó el collar de diamantes y lo colgó con delicadeza de la esquina del marco del Canaletto; a continuación se apartó para que él no se diese cuenta de lo que había hecho.
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Mensaje  Marianita Mar Dic 02, 2008 1:33 am

Niña, gracias por el 2x1!!! What a Face Por favor cuídate mucho, tómate todas tus medicinas y hazle caso al doctor ok? Deseos Prohibidos - Página 2 664467 Te queremos super sanísima en el foro!!! afro
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Mensaje  Eva_vbb Mar Dic 02, 2008 2:32 am

MUCHAS GRACIAS X LOS CAP...
BYE.... Y TE ESPERAMOS MUY PRONTO
CON LOS SIGUIENTES CAPISSS.
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Mensaje  jai33sire Mar Dic 02, 2008 11:12 am

gracias por el capitulo...y siguele que esta buenisima la novelita

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Mensaje  Chicana_415 Mar Dic 02, 2008 3:05 pm

Hay Myrisss esta hubiera ido tu oportunidad de jugar a la enfermera con un pacienteeee cimo vicco Very Happy Nimodooo....otro dia sera Deseos Prohibidos - Página 2 95247

Sigueleeeeeeeeeeeeeeeee
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Mensaje  mats310863 Jue Dic 04, 2008 9:45 am

GRACIAS POR EL CAPÍTULO, Y QUE BUENO QUE YA ESTAS MEJOR DE SALUD

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Mensaje  alma.fra Vie Dic 05, 2008 1:05 am

Ke bueno ke estas bien y ke regresaste, me encanta esta novela, te esperamos con mas capitulos.
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Mensaje  mali07 Lun Dic 08, 2008 11:17 pm

Very Happy Very Happy HOLA NI/ASSS SORY POR LA TARDANSAA AYER LE IBA PONER KAPI PERO SEME PASO LO OLBIDE PERO PUES AKI LES TRAIGO UN KAPI GRANDEEE OK PAKE LEAN Y LEANN Y LEANN JEJEJE WENO AKI SELOS DEJOOO.................GRASIAS A TODAS POR LOS MENSAJITOSS KE WENO KE LES GUSTAAA...................... cheers

KAP 5

Una vez liberada del collar de diamantes, sintió el cuerpo extrañamente ligero. Juntó las manos relajadamente por detrás de la espalda y esperó a que él terminara de refrescarse. Aunque hizo un gran esfuerzo por no seguir mirándolo, los extraños dibujos de su suave piel ejercían una gran atracción sobre ella, arqueándose y retorciéndose sinuosamente por sus músculos al menor movimiento.
Giró la cabeza lo suficiente para apreciar que cada tatuaje parecía diseñado específicamente para cubrir las señales de antiguas cicatrices. Frunció el entrecejo.
Goteando, victor se irguió. Cuando se echó su largo cabello hacia atrás con las manos, la luz del fuego siguió el rastro de las gotas que le caían por el pecho. Con el cuerpo mojado tras sus apresuradas abluciones, su color se había oscurecido hasta adquirir un tono marrón arenoso. Ella sintió un escalofrío en la parte baja del vientre y se detuvo a observarlo más de lo debido.
Como si hubiera leído su mente, él abrió los ojos despacio y la miró desde el otro lado de la habitación, con unas gotitas brillantes en sus pestañas erizadas. Cuando sus miradas coincidieron, Jacinda se quedó sin habla. Tragó saliva, notando que se ruborizaba. Era incapaz de apartar la vista de él.
vicco tiró la toalla y se dirigió hacia myriam con mucha calma.
—¿No crees que ya va siendo hora de que confieses?
—¿Confesar, qué? —preguntó ella débilmente.
—La verdad. ¿Quién eres?
—Ya te lo he dicho…
—No puedes engañar a un chico de los suburbios, cariño.
—No estoy tan segura de que seas de los suburbios. —myriam alzó la barbilla para seguir sosteniéndole la mirada mientras él se aproximaba.
—Hum… —El murmullo de vicco sonó ronco, evasivo—. ¿Y si amenazase con sacarte la verdad a besos?
Ella tembló al oír sus palabras, pero confió en que él no lo hubiera advertido.
—No creo que a tu amante le gustase.
—La cuestión es si te gustaría a ti.
Ella contuvo la respiración, con el corazón acelerado. Los intensos ojos verdes de vicco ardían como esmeraldas en llamas a medida que se acercaba a ella con pasos seguros y pausados, dándole tiempo, quizá, para escapar. O para gritar. O para detenerlo.
Ella no hizo ninguna de las tres cosas.
Atrapado por el hechizo de sus ojos oscuros y sensuales, vicco no podía apartar la vista. Una vez más, ella desafió sus expectativas. En lugar de huir de él temerosa y escandalizada como una señorita refinada, permaneció donde estaba con una inocencia tentadora, esperándolo, con el pecho palpitante y las manos a los lados.
Ella lo deslumbraba, como mirar el brillo del sol en el mar demasiado tiempo, una imagen medio olvidada de su infancia, y al igual que las mareas, lo atraía hacia ella con una fuerza cautivadora, dominando su sentido de la prudencia y su voluntad. Pero cuanto más se acercaba, más perdido se encontraba; su corazón latía con fuerza y sus sentidos se elevaban hacia un éxtasis glorioso. Ella se hallaba ante él como una diosa cautiva, tan bella y fuera de lugar en aquella tosca habitación como el Canaletto. La luz del fuego parpadeaba sobre los exquisitos bordados de oro de su vestido blanco, confeccionado con una seda tan fina que parecía flotar ingrávidamente alrededor de sus piernas.
Cuando su mirada descendió, se le cortó la respiración, pues la falda era translúcida a la luz del fuego y perfilaba las finas piernas de la joven. Era esbelta y perfectamente proporcionada; toda elegancia y encanto recatado. Se quedó mirando su cuerpo con un ansia que excedía lo físico. La deseaba —Dios, sí—, pero cuando su mirada hubo recorrido cada centímetro de su cuerpo y volvió a subir a su adorable rostro, los ojos de ella le hicieron pensar en la influencia ennoblecedora —la enaltecedora compañía— que él anhelaba desde hacía tanto tiempo.
Alguien que le inspirara, que le enseñara, que le hiciera pensar. Alguien que se mantuviera firme por mucho que él gritara. Alguien que lo entendiera cuando hablaba de las profundas cuestiones que atormentaban su alma.
No albergaba esperanzas de encontrar a alguien así en aquel lugar. Él era demasiado diferente del resto de la gente del suburbio. A diferencia de Nate o incluso O´Dell, él era un intruso; ya de pequeño, cuando era un ladrón como Eddie, aprendió rápidamente que la única forma de que lo aceptaran y le dejaran quedarse era hacerse indispensable. Ahora era su líder, pero en realidad nunca había sido uno de ellos. Habría dado la vida por sus amigos, pero ellos no podían comprender los enigmas que le obsesionaban. Sus libros le ofrecían consuelo, pero no podían escuchar ni interesarse por él. Aquella chica, fuera quien fuese, encarnaba toda la belleza y la elegancia que él deseaba ardientemente en aquel mundo siniestro y brutal.
Ella… brillaba, pensó, aturdido. Se detuvo a escasos centímetros de la chica, pero ella no retrocedió; ni tampoco inclinó la cabeza hacia atrás para mirarlo a los ojos, sino que se quedó mirando al frente en dirección a su pecho desnudo. Él notaba la dulzura cálida y seductora de su suave respiración sobre su piel, examinó cada bucle y espiral de sus espléndidos rizos dorados.
El corazón golpeaba contra su pecho. Moviéndose con cautela para no asustarla, levantó las manos de los costados y deslizó lentamente las palmas por sus brazos, disfrutando de la sedosa perfección de su piel. Notó que se estremecía bajo su suave roce y oyó como se le cortaba la respiración. La volvió a acariciar, deslizando nuevamente las manos por sus adorables brazos, pasando por sus mangas abombadas y su escote bajo, hasta que llegó a la superficie tersa de su pecho. Al acariciar delicadamente su cuello de alabastro con las puntas de los dedos, notó su pulso agitado. Ella bajó sus largas pestañas y abrió sus labios trémulos de deseo, mientras inclinaba la cabeza hacia atrás muy ligeramente.
«Dios mío, eres tan increíblemente hermosa.». La ardiente mirada de vicco captó la imagen de su cara embelesada, tan inocente, tan dispuesta para la seducción. Miró aquella preciosa boca que permanecía a la espera y acercó sus labios a los de ella; pero se detuvo a mitad de camino haciendo una breve mueca de angustia.
«Victor Alejandro Garcia —se dijo con dureza—, no debes hacerlo.»

La chica era vulnerable y estaba asustada. No podía aprovecharse de una criatura tan inocente. Santo dios, ella estaba huyendo de casa. Sabía por experiencia propia que lo que necesitaba en ese momento era a alguien en quien pudiera confiar, no un brusco extraño que la toqueteara. Al imaginarse a aquella ingenua belleza sola en las calles de Londres, sintió un genuina inquietud. Ella no tenía ni idea de dónde se estaba metiendo. De algún modo, vicco encontró la fuerza para desviar su beso a su suave frente, sosteniendo la barbilla de la joven entre las puntas de sus dedos. Cerró los ojos, decidido a mostrarle que no era un bárbaro. Cuando la situación lo requería, podía comportarse como un caballero… pero entonces ella se acercó.
Apretándose contra él, la joven apoyó su mejilla en el pecho de vicco al tiempo que emitía un suspiro tan suave como el roce del ala de una paloma, tan satisfecho como el de un viajero fatigado que acaba de llegar a casa.
Cuando ella le acarició el tatuaje del dragón, examinándolo con fascinación, vicco tembló de deseo. Incapaz de resistir, él también empezó a explorar y soltó con sus hábiles dedos de ladrón las horquillas con forma de estrella que prendían sus indomables y resplandecientes rizos. A ella no pareció importarle; cerró los ojos con deleite. Se las quitó una a una hasta que su largo cabello se esparció sobre sus delicados hombros en relucientes cascadas de color del sol.
Atrapó un par de largos rizos entre sus dedos y tiró de ellos con delicadeza, desenrollándolos al máximo. El pelo estirado le llegaba hasta los codos. Él seguía contemplándola maravillado cuando ella levantó las pestañas. La joven inclinó la cabeza hacia atrás y le sonrió, con una expresión soñadora.
—¿Qué estas haciendo? —preguntó, con un ronroneo deliciosamente insinuante.
Él miró sus ojos oscuros. No podía creer que estuviera dejando escapar de las manos la oportunidad de hacer el amor a aquel ángel.
vicco le soltó los rizos.
—Solo… jugaba —murmuró, con voz ronca. Los rizos rebotaron y subieron de nuevo hasta los hombros de la chica, recobrando su forma natural de perfecta espiral. Él le devolvió la sonrisa, sintiéndose embriagado y enternecido. Tomó sus pequeñas y delicadas manos entre las suyas—. Eres —susurró mientras se llevaba los nudillos de la joven a los labios y le besaba una mano y luego la otra— lo más delicioso e increíblemente bonito que he visto en mi vida. Incluido el Canaletto.
Ella volvió a sonreír, y un brillo de gratitud asomó a sus espléndidos ojos. Qué ojos. Oscuros y resplandecientes como una noche estrellada.
—Sin embargo —continuó él—, creo que he sido terriblemente descuidado al ofrecerte mi hospitalidad.
—Ah. No me había dado cuenta.
Él entornó los ojos y esbozó una sonrisa irónica al oír su pícara respuesta.
—Eres un poco traviesa, ¿verdad?
—Ni hablar. Pregunta a mi institutriz.
Pese a sentir la poderosa tentación de besar la sonrisa maliciosa que apareció en aquellos labios, logró resistirse de algún modo.
—Eres peligrosa —murmuró, a la vez que la llevaba hacia su escritorio.
Cogió la silla de madera y se la ofreció.
Ella se sentó, moviéndose en todo momento con garbo y elegancia, incluso al cruzar los tobillos y colocar sus delicados pies bajo la silla. Él se la quedó mirando un instante, asombrado de la forma en que le había dejado tocarla. No se lo podía creer.
«Le gusto.» Aquella sorpresa le provocó una alegría que lo dejó sin aliento y le arrebató momentáneamente el sentido común. Él, vicco, que obligaba a los crueles asesinos a apartar la vista en las calles más sórdidas, que se reía de la muerte y se burlaba en la cara del verdugo, estaba nervioso e intranquilo en presencia de una mujer guapa. «Qué estúpido.» Se sentía como un imbécil.
Pero no le importaba.
—¿Pasa algo? —preguntó ella.
—Oh, no. —vicco salió de su asombro de una sacudida y se puso a pensar en las atenciones y la comida propias de una dama—. Veamos. ¿Te apetece un poco de… té?
Ella lo miró con recelo, posiblemente sorprendida de que él supiera algo sobre la materia.
—Me encantaría, gracias.
—De acuerdo. —Se dirigió hacia la chimenea caminando a grandes zancadas, pero inmediatamente descubrió que había utilizado toda el agua caliente para limpiarse la herida. «Demonios.» Se giró de nuevo, disgustado.
Ella lo miró arqueando una ceja con expresión burlona.
—Tal vez… ¿vino? —dijo él, tanteando.
Ella sonrió e intentó ocultar su diversión ante sus esfuerzos, pero no lo consiguió.
—Mucho mejor.
Victor se acercó resueltamente al baúl que había al pie de la cama, abrió su chirriante tapa y sacó su mejor botella de vino de Burdeos. Al ver sus camisas limpias y amontonadas en un rincón del baúl, se acordó de que iba medio desnudo. Sacó una de un tirón, sacudió las arrugas y se la puso rápidamente por la cabeza. Apenas se atrevía a pensar en lo que ella opinaría de él y de sus tatuajes; pues su filosofía consistía en no dar la menor importancia a lo que la demás gente pensara de él.
«Estoy fuera de mi elemento», reflexionó mientras llenaba dos copas con el vino de color rojo purpúreo. Si hubiera estado con Carlotta, para entonces ya habrían terminado de hacer el amor y estarían compartiendo un puro. Acercó el vino a la señorita «Smith». Ella lo aceptó asintiendo con la cabeza. Mientras bebía un trago de su copa, vicco se dirigió despacio hacia su cama, situada a varios metros de ella, y se sentó.
Observó cómo ella probaba unos sorbos de aquel mediocre vino, y luego sonrió al ver que mentía educadamente para no herir sus sentimientos.
—Está… muy bueno.
Era la persona que peor mentía de cuantas había visto nunca, pero le divertía ver cómo intentaba ser agradecida. Se repantigó en su cama, apoyándose con el codo.
—Entonces, señorita Smith, ya que se niega a revelar su verdadero nombre, ¿no me dirá ni siquiera por qué está huyendo?
Ella miró el interior de su copa, y la tensión se reflejó en el ángulo de sus hombros.
—No veo por qué debería interesarte. —Lo miró por debajo de sus largas pestañas—. Ya tienes suficientes problemas con O´Dell.
—Cierto, pero da la casualidad de que tengo experiencia en esas cosas. —Hizo una pausa—. He llegado a la conclusión de que huir suele ser mala idea.
Ella lo miró sorprendida.
—¿Tú también huiste de casa?
Él asintió con la cabeza, mientras echaba un vistazo alrededor de su habitación y lanzaba un suspiro.
—Hace muchos años. Créeme, no lo recomiendo.
—¿Qué te hizo huir? Quiero decir… si quieres contármelo.
Él la miró con una indecisión llena de recelo. De modo que quería intercambiar confidencias. Se encogió de hombros.
—A mi viejo le gustaba ponerme el ojo morado —dijo, de forma directa y despreocupada—. Después de una sesión particularmente desagradable de su disciplina, me marché. Tenía trece años.
—Lo siento mucho —dijo ella con suavidad, mirándolo fijamente.
—Yo no —contestó él, y bebió un trago.
—¿Vienes del West Country?
—¿Cómo lo sabes?
Ella sonrió.
—Pronuncias fuerte las erres.
—Nací en Cornualles. ¿Y tú?
—En Cumberland.
—Ah, parece que estamos haciendo progresos. Y dime, ¿por qué estás huyendo, chica de Cumberland?
Ella se lo quedó mirando con recelo y perplejidad, pero él advirtió que su mente estaba maquinando algo. Levantó los pies sobre la silla y rodeó sus rodillas flexionadas con los brazos, observándolo con mirada suspicaz.
—Vamos, me lo puedes contar. No hay nada de malo —dijo él en tono zalamero, con una media sonrisa—. Dentro de poco estarás en Francia y no volverás a verme. Di lo que quieras; no saldrá de esta habitación. —Hizo una pausa mientras la examinaba—. ¿Ha sido alguien cruel contigo, o te ha asustado?
—No es nada de eso.
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Mensaje  mali07 Lun Dic 08, 2008 11:21 pm

—¿Qué es eso que mencionaste de una boda no deseada?
—De verdad, no tiene importancia…
—Vamos, ¿de qué se trata, chica de Cumberland? —dijo él en tono de broma, pero lanzándole una mirada inquisidora—. ¿Tu padre quiere que te cases con un vejestorio decrépito?
Ella le dedicó una sonrisa encantadoramente pícara, con sus abundantes rizos dorados despeinados, como un ángel que hubiera caído de una nube a la tierra mientras dormía.
—Algo así —dijo ella, divertida.
—Entiendo. Bueno, seguro que podemos encontrar una solución. —vicco chasqueó los dedos y le dirigió una sonrisa—. ¿Quieres que te deshonre? Eso solucionaría el problema. El viejo no te querría si ya te hubieras estrenado, y te aseguro que yo lo haría encantado.
—Hum, interesante propuesta. —Se dio unos golpecitos en el labio y fingió que consideraba la idea—. Gracias por tu generosa oferta, pero, pensándolo bien, creo que la rechazaré.
—¿Quieres a otra persona? —preguntó él, con un poco más de intensidad.
—No.
—Pues entonces cásate con el viejo y luego ponle los cuernos. Así se enterarán de quién eres… y te quedarás con su dinero cuando muera. Lo que tienes que hacer —dijo él— es aprender a pensar como un ladrón.
—Eres un diablo —lo reprendió ella, riéndose.
—Espero que por lo menos tu viejo tenga título.
—Si que lo tiene, pero yo jamás le pondría los cuernos al hombre con el que me casara.
—Eso es lo que dicen todas.
—Yo no.
—Santo cielo, señorita Smith, ¿es usted una romántica?
—Es un poco más complicado que eso.
—Entonces habla despacio y claro —dijo él alargando las palabras— para que mí pobre cerebro cockney pueda asimilarlo.
Ella sonrió irónicamente ante su sarcasmo y se apartó un rizo de la frente con un repentino suspiro.
—No sé por qué te interesa. Nadie me escucha nunca.
—Yo te escucharé.
Ella se encogió de hombros.
—Bueno, pues para que lo sepas… —Se levantó, bebió un sorbo de vino y empezó a andar en dirección a la cómoda—. Hace dos semanas me porté muy mal en Ascot. Debido a ello, mi hermano mayor ha concertado mi matrimonio con un hombre al que considera capacitado para ponerme a raya. —Recogió su bolsa de piel del suelo, donde la había dejado, y le quitó el polvo.
—¿Cómo de mal te portaste? —vicco lanzó una mirada a su bolsa mientras ella la llevaba otra vez al escritorio. Probablemente dentro habría algo que le permitiría saber su nombre.
—Lo único que hice fue una pequeña e inocente apuesta en una carrera de caballos. —Levantó de un tirón la solapa de su bolsa y empezó a meter las horquillas con forma de estrella de modo bastante brusco.
—¿Cuánto perdiste?
—Oh, no aposté dinero. Ya me había gastado mi paga de la semana; aposté un beso contra dos de mis pretendientes. Era solo una diversión: estaba segura de que mi caballo iba a ganar. Era el favorito. Por desgracia, empezó a cojear un poco en los últimos doscientos metros y terminó el tercero.
La sonrisa de victor desapareció.
—¿Exactamente a cuántos hombres acabaste besando?
—Exactamente a ninguno. Mi hermano llegó con mi institutriz antes de que lo hiciera. ¿Puedes creer que Robert me hiciera faltar a mi palabra? ¡De verdad! Lo siguiente que supe es que estaba preparando mi boda con…
Vicco arqueó las cejas cuando ella estuvo a punto de dejar escapar el nombre. Sentía una gran curiosidad.
—…un amigo de la familia —concluyó ella con cautela, y a continuación lanzó un profundo suspiró—. Yo no tenía malas intenciones. Pero Robert dice que debo tener mucho cuidado con esas cosas o terminaré excluida de la sociedad como mi madre. —Se apartó y miró pensativamente hacia el fuego, enroscándose un mechón de pelo alrededor del dedo.
De modo que era eso, pensó él, mirándola un largo rato en silencio. Las arpías de la alta sociedad habían expulsado a su madre, dejando que su hija se debatiera entre la lealtad filial y una necesidad muy comprensible de no verse discriminada ella misma.
La joven se volvió hacia él con inquietud.
—No debes pensar mal de ella, vicco. Mi madre nunca pretendió que los maridos de las demás damas se enamoraran de ella. Simplemente ocurrió: ellos la cortejaban. Y mi madre, bueno… mi madre era una «criatura débil», como dice Robert.
—¿Robert?
—Mi hermano mayor. ¿Por qué nadie se queja de que un hombre tenga una querida, pero cuando es una mujer la que tiene un amante se la tacha de toda clase de cosas? —Siguió andando por la habitación—. ¡No es justo! Nadie se acuerda del talento de mi madre, o de los maravillosos ensayos que escribió sobre los derechos de las mujeres, o de las veces que recorrió Londres para asegurarse de que sus amigos salían de la cama e iban a la Cámara de los Lores para votar importantes asuntos de Estado… ¡Y nadie menciona siquiera la forma heroica en que murió!
Embelesado por el vestido que flotaba ingrávidamente alrededor de sus piernas finas y bien proporcionadas, vicco tuvo que concentrarse para volver a prestar atención.
—¿Cómo murió?
Ella suspiró, dejó de andar y apoyó las caderas en la cómoda. Posó sus manos cuidadas en el borde del mueble.
—Mamá adoraba Francia. Había ido a la Sorbona y tenía infinidad de amigas entre las damas del Antiguo Régimen. Cuando llegó la revolución, ella y uno de sus amantes, el marqués de Carnarthen, se dedicaron a sacar clandestinamente a los hijos de los aristócratas de Francia para que escaparan de la guillotina, pero al final la atraparon y la ejecutaron por espia.
—Dios mío —murmuró él—. ¿Es eso cierto?
—Así es. —Ella regresó a su silla, suspiró profundamente y volvió a sentarse, echándose al hombro la correa de piel de su bolsa. Apoyó el codo en la mesa, posó la mejilla en su mano y lo miró, inquieta y pensativa; la viva imagen de la impetuosa juventud—. ¿Te das cuenta de mi situación? Yo quiero ser como ella… quiero ser algo más, pero ¿cómo puedo conseguirlo cuando ni siquiera puedo moverme, atrapada bajo las innumerables y mezquinas normas de la sociedad, además de la cruz que llevo a cuestas por tener que expiar en cierto modo los pecados de mi madre?
—Apostar besos en una carrera de caballos no me parece una forma de expiación. Parece como si estuvieras burlándote a propósito de la sociedad.
—Puede que así sea, en parte… pero ¿puedes culparme por estar resentida con ellos? Mi madre valía más que todos esos hipócritas pretenciosos juntos, pero ellos la desterraron y ahora está muerta. Ni siquiera tuve la oportunidad de conocerla.
—Bueno —dijo él secamente un momento después—, espero que al menos hayas dejado una nota a tu familia.
—Por supuesto. No quiero que se preocupen. —Miró la esfera del reloj de pared, que marcaba las doce de la noche—. Dudo que la hayan visto todavía. Probablemente aún estén en Almack´s. vicco, ¿vas a acompañarme a la posada o voy a tener que buscar el camino yo sola?
Él tardó en responder.
—¿Por qué no te quedas aquí un tiempo? Consúltalo con la almohada antes de viajar hasta Francia. Puedes quedarte mi cama.
Ella dejó caer la mano y le lanzó una mirada de sorpresa.
—No soporto la idea de que estés sola ahí fuera. Aquí nadie te hará daño, te doy mi palabra… ¿y quién sabe? A lo mejor la influencia de tanta belleza… eleva mi sentido moral.
Ruborizada y esbozando una sonrisa ante su respuesta, la joven apartó la vista; sus largos rizos cayeron hacia delante y le taparon la cara.
—Es muy amable por tu parte, pero ya he tomado una decisión. Quiero llegar a la costa al amanecer. Además, todas mis cosas siguen en la posada. El coche de alquiler estará esperando.
—Como quieras. —Él apartó la vista, dolido de forma irracional por su rechazo, pero siguió buscando el modo de retenerla un poco más—. ¿Puedo hacerte una pregunta?
—Supongo que sí.
—¿Qué pecados tan terribles cometió exactamente tu madre?
—¿De verdad quieres saberlo?
—Sí, por algo te lo pregunto.
Ella lo miró fijamente un instante y luego bajó las pestañas.
—Mi madre tuvo seis hijos de cuatro padres distintos.
Cuando volvió a alzar la vista, la mirada desafiante de sus ojos oscuros advirtió a vicco que su reacción a lo que acababa de revelarle sería determinante entre ellos.
Si le preocupaba que él emitiera un juicio moral, habría hecho bien recordándole a qué se dedicaba. Procurando mantener una expresión despreocupada, él arqueó las cejas irónicamente antes de beber otro sorbo de vino.
—Impresionante.
Al comprobar que vicco aceptaba sin problemas el secreto, el alivio se reflejó en las facciones refinadas de la joven.
—Ella era hermosa y brillante… y también valiente. La mayoría de hombres estaban enamorados de ella, y la mayoría de mujeres… la odiaban.
—Entiendo. —Él bajó la vista, examinando el pequeño agujero que sus pantalones tenían en una rodilla—. Así que tu madre tuvo una vida escandalosa… y ahora toda la sociedad espera que tú demuestres que también eres una «criatura débil».
—Exacto. Seguro que ahora mismo están haciendo apuestas. «¿Cuánto tardará esa chica en deshonrarse, y con quién será?» Sobre todo Daphne Taylor.
—¿Quién?
—La cruz de mi existencia. Es la hija del vizconde Erhard: la belleza de la temporada —dijo, con sarcasmo, y acto seguido rechazó la idea con un gesto impaciente de la mano—. Oh, que hable todo lo que quiera. Nunca daré a la sociedad la satisfacción de ver cómo caigo en el escándalo. Puede que me porte mal de vez en cuando, pero, a diferencia de mi madre, yo sé perfectamente qué puedo hacer sin tener problemas. Más vale que lo sepa —añadió cínicamente—. Todavía estaba en la escuela cuando toda la sociedad empezó a vaticinar que la «hija de Georgiana» demostraría que era una libertina.
Él habría estado dispuesto a matar a cualquiera que dijera aquello de ella, pensó vicco en un arrebato de violencia, pero se contuvo, mirando fijamente a la joven con fascinación.
—¿Y bien? —preguntó lentamente—. ¿Eres una libertina?
A ella le sorprendió su osada pregunta, pero sostuvo su mirada un rato, expectante, con una expresión de inocente perplejidad, como si se estuviera preguntando si él sería capaz de soportar la respuesta.
—¿La verdad? Creo que… no estoy segura.
Un deseo eléctrico recorrió el cuerpo de Victor.
Ella sonrió con candidez y se sonrojó mientras el alivio asomaba a su rostro juvenil después de haber revelado su secreto.
Él comprendió perfectamente que acababa de contarle algo todavía más importante que su nombre, y aunque era una chica inocente, él sabía reconocer una insinuación en los ojos de una mujer cuando la veía.
—¿Te gustaría averiguarlo? —murmuró victor.
El ardiente rubor y el tímido silencio de la joven solo podían interpretarse de una forma.
Él se levanto lentamente, dejó a un lado la copa de vino y cruzó los pocos metros que los separaban con tres zancadas; a continuación se arrodilló delante de la silla de ella, posó las manos en sus muslos y la acarició. Dios, aquella muchacha no tenía ni idea de lo mucho que le atraía.
—vicco —murmuró ella, lanzándole una mirada dulce e ingenua y deslizando sus brazos alrededor del cuello de él a modo de sensual bienvenida—, ¿me prometes que no pensarás mal de mí aunque me guste?
Una sonrisa curvó los labios de él.
—bebe —contestó él con voz ronca—. Pienso asegurarme de que le guste mucho.
Entonces reclamó su boca dándole un beso.

ESPEROOO KE LE SGUSTE EL KAPIII JEJEJE MA/ANA LES PONGO MAS SALEEE WENO GRASIAS OTRA VES POR LOS MESSAGE ASTA MA/ANAAAA BYEEEE................ lol! lol! lol!
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Mensaje  Marianita Mar Dic 09, 2008 12:08 am

No nos gustó el capítulo, NOS ENCANTÓ!!!!!! Shocked Ya se van a dar amor y cariño arrejuntaos!!! Twisted Evil Deseos Prohibidos - Página 2 388331 Esto se está poniendo muy BUENO!!!! Deseos Prohibidos - Página 2 64473 Deseos Prohibidos - Página 2 64473 Deseos Prohibidos - Página 2 64473 Gracias por el 2x1 niña, esperamos con ansias el próximooo!!! lol!
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Mensaje  alma.fra Mar Dic 09, 2008 1:13 am

Como le dejas ahiiiiiiiiiiiiiiiiii Laughing Gracias por el capitulo.

Te estaremos esperando mañana con la continuacion.
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Mensaje  Eva_vbb Mar Dic 09, 2008 1:26 am

MUCHAS GRACIAS X LOS CAP... Deseos Prohibidos - Página 2 278288 Deseos Prohibidos - Página 2 278288
TE ESPERAMOS MAÑANA CON LOS SIGUIENTES...
Y SI NOS ENCANTA LA NOVE...
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ESTO SE VA A PONER MUY CALUROSOOOOOOOOO Embarassed Embarassed Embarassed
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DE AVERIGUAR... Deseos Prohibidos - Página 2 95247 Deseos Prohibidos - Página 2 95247 Deseos Prohibidos - Página 2 95247 Deseos Prohibidos - Página 2 95247
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Mensaje  Chicana_415 Mar Dic 09, 2008 1:48 am

HAY NOOO! LE CORTASTE EN LO MERO BUENOOOO!!!

Siguele protnooooo por fis!
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Mensaje  jai33sire Mar Dic 09, 2008 8:15 am

gracias por el capitulo..pero siguele porfaaaaaa

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Mensaje  mali07 Jue Dic 11, 2008 1:20 am

HOLAA NI/ASS WENO PUES AKI LES DEJO ESTE KAPII ESPERO LES GUSTEEE Y MUCHAS GRASIOTAS POR LOS MENSAJITOS KE DEJARONN KE WENO KESI LES GUSTAA...... WENO AKI EL KAPI... ESTAAA UN POKITIN FUERTECHONN EEEE PERO WENO ESPERO SUS KOMENTARIOSS.....

KAP 6

Nada de lo que había vivido en sus dieciocho años de existencia podría haberla preparado para Victor Garcia. Su beso le provocó una explosiva excitación que recorrió todo su cuerpo. El corazón se le aceleró con placer teñido de culpabilidad. Aquello, que Dios la perdonase, era exactamente lo que había deseado, lo que necesitaba que él hiciera.
Él la incitó a que abriera los labios y entró en su boca ansiosamente; ella sucumbió con impaciencia. vicco sabía a vino, a humo y a hombre, mientras apretaba contra ella su pecho desnudo, que ardía como acero calentado al sol en la zona donde llevaba abierta la camisa. Ella gimió suavemente con la boca contra los labios de él y le rodeó la nuca con la mano por debajo de su melena de color rubio oscuro, atrayéndolo, bebiendo de él cada vez más profundamente. Lo besó abandonándose por entero, consciente de que no volvería a verlo; consciente de que con aquel beso impulsivo estaba prendiendo fuego a su reputación como doncella por encima de los convencionalismos y recogiendo la bandera de libertad de su madre.
Después de todo, el primer amante ilícito de la duquesa Georgiana había sido un luchador bruto y humilde, el campeón de boxeo Sam O´Shea, el Triturador de Killarney. Su madre habría aprobado plenamente a vicco garcia.
myriam deslizó las manos ansiosamente por dentro de su camisa y acarició su piel sedosa, maravillándose de la anchura de sus hombros y del hierro esculpido del que estaban hechos sus brazos, mientras él le recogía el pelo con las manos y tiraba con delicadeza de su cabeza hacia atrás. La boca ardiente y lasciva de vicco abandonó la de ella y descendió por su cuello. Sus manos, tan hábiles y seguras sobre su piel hormigueante, llegaron al bajo escote del vestido y lo hicieron resbalar sobre las curva de su hombro. Ella se retorció y lo ayudó a liberar sus pechos. Fascinada, prácticamente incapaz de creer que estuviera haciendo aquello, myriam observó cómo él le besaba los pechos.
La reverencia inicial de sus labios ante el pecho de ella desapareció a medida que pasaban los segundos y dio paso a una ávida succión. El placer y los sonidos graves de deleite que él emitía la abrumaron. Cerró los ojos y apoyó la cabeza en el duro respaldo de madera de la silla; un torbellino ardiente y sedoso de deleite inundó sus sentidos, dando vueltas cada vez más rápido a medida que el deseo que sentía por él adquiría peligrosamente vida propia. Necesitaba más.
—vicco —susurró débilmente, acariciando su pelo y sus elegantes mejillas, para luego deslizar las manos por la amplia superficie de sus hombros musculosos. Sus insistentes caricias estimulaban a Vicco.
Él volvió a subir por su cuello con sus besos hasta llegar a sus labios, con los ojos llameantes, y le acarició la boca; entonces, sin pedir permiso, la llevo en brazos y la llevó a la cama cubierta con un sensual dosel. Ella protestó un instante; su voz sonó ronca y débil, pero entonces aspiró el voluptuoso perfume a especias exóticas que emanaba del colchón cuando él la tendió. Apoyándose con las manos por encima de ella, vicco posó su cuerpo musculoso sobre myriam. Cuando separó las piernas de ella empujando suavemente con la rodilla, la seda blanca de la falda envolvió la recia tela negra de sus pantalones. myriam lo rodeó con los brazos y las piernas. Cada lugar dónde sus cuerpos se tocaban palpitaba con un fogoso deseo. La excitación desenfrenada del beso de vicco y la sensación de su peso firme sobre ella hicieron que su cuerpo ardiese y el corazón le latiese a un ritmo descontrolado. Al acariciar su largo pelo rubio le temblaban las manos.
Él cogió su mano con delicadeza y entrelazó sus dedos con los de ella. La sensación de intimidad que experimentó al estar cogidos de las manos mientras él se movía sobre ella hizo que una oleada de anhelo todavía más profunda recorriera el cuerpo de myriam. Podía notar la dureza de su sexo frotándose contra ella, acariciando su centro del placer con cada una de las sinuosas caricias de sus cuerpos. Ella levantó las caderas, arqueándose de forma acompasada con el ritmo lento y embriagador de él. Su corazón latía a toda velocidad; le ardía la piel. Vicco estaba temblando. Él apartó la boca de la suya en pleno beso.
—Necesito estar dentro de ti.
—No —dijo ella jadeando, al tiempo que abría los ojos rápidamente con cierta inquietud.
—Me aseguraré de que estés lista —contestó él de forma tranquilizadora. Se colocó de lado junto a ella y le levantó el vestido por encima de los muslos.
—vicco —susurró ella, con un débil tono de protesta.
—Silencio…
Mientras sus labios se movían sobre los de ella con la ligereza de una pluma, vicco le hizo la más suave y seductora de las caricias justo entre las piernas, y con una exquisita delicadeza presionó en el centro húmedo y caliente de su feminidad.
—Oh, Dios —dijo ella gimiendo, retorciéndose de placer.
Lo besó como si fuera a consumirse mientras él la acariciaba con sus maravillosas manos, frotando generosamente la zona húmeda situada encima del centro palpitante con la punta del dedo. La volvió loca de deseo. Las piernas de Jacinda se abrían cada vez más como si tuvieran voluntad propia; su cuerpo se arqueaba movido por una sed impúdica que reclamaba las embriagadoras caricias que él le hacía. Estaba al borde del éxtasis cuando de repente él se detuvo y se desabotonó los pantalones con las manos temblorosas. Emitiendo un gemido de impotencia, myriam se incorporó apoyándose en los codos y estiró los brazos hacia él.
—Por favor…
Él la observó sorprendido, pero mientras la miraba a los ojos, su expresión se suavizó.
—Oh, cielo. No pasa nada.
vicco obedeció su vergonzoso ruego y la empujó con delicadeza para que volviera a tumbarse en la cama. Con una increíble ternura, le beso los párpados y renunció a su propio placer para satisfacer el de ella.
Las palabras cariñosas que él le susurraba al oído con voz gutural dominaban los sentidos de myriam. Cuando le dijo que se dejase llevar, ella no pudo por menos que obedecerle. Los dedos fuertes y cálidos de vicco le brindaron el final que ella deseaba ardientemente, penetrándola con una profundidad que solo habría podido satisfacer a una virgen como ella. Su cuerpo se convulsionó en medio de la agonía del éxtasis. Mientras tanto, myriam notaba cómo él la observaba con una mirada intensa de placer, pendiente de su rendición hasta que, finalmente, ella se desplomó sobre el colchón: agotada, estupefacta, jadeante y feliz.
Su corazón tardó un rato en recuperar su ritmo normal. Se sentía lujuriosa, libre y gozosamente viva entre sus brazos; estuvo a punto de echarse a reír entre jadeos mientras él la besaba más suavemente, acariciándole la boca. La mano de él abarcaba con delicadeza su pecho. Embargada por las sensaciones, myriam seguía flotando en una nube rosa de euforia, sin hacer caso al nubarrón oscuro que percibía a una distancia próxima.
—vicco, lo siento… No lo sabía. No podía…
—Calla —susurró él, y le besó la punta de la nariz y luego la mejilla—. ¿Te sientes mejor?
Ella reparó en el tono risueño de su voz.
—¿Mejor? Ha sido divino. —Mientras reía suavemente, se estiró como una gata debajo de él y lo abrazó sin apretar—. Nunca imaginé unas sensaciones tan maravillosas.
—No me digas —contestó él, divertido.
—Ah, —dijo myriam suspirando, y se acurrucó en la cama con una sonrisa maliciosa—, ya estoy lista para ir a Francia.
Él se rió y le beso la frente.
—Qué criatura tan ridícula y encantadora —dijo, con voz grave y ronca—. Relájate y disfruta.
Él se apartó de sus brazos, se levantó y se alejó de la cama. Por un instante, ella lo miró como si estuviera soñando. Se encontraba de espaldas a ella, y el oscuro contorno del tatuaje del fénix resultaba visible a través de la fina camisa de algodón blanca. Entonces myriam los ojos, lanzó otro suspiro de felicidad y se cubrió la frente con el antebrazo, disfrutando de las luces, los tonos y los destellos persistentes del cielo que acababa de descubrir y negándose obstinadamente a pensar por un momento en el futuro.
En aquel estado de dicha, no se dio cuenta de que vicco lebanto su bolsa por la correa y la llevó hasta la cómoda, donde la abrió y empezó a hurgar entre sus cosas.

—¿Dónde estás, cariño? Vuelve conmigo, myri murmuro
ella un momento después, divertida ante el ronroneo estridente de su propia voz. Impaciente por volver a besarlo, abrió los ojos lentamente y lo miró desde el otro lado de la habitación. Por un instante, en medio de aquella deliciosa bruma, no asimiló lo que vio.
Entonces reparó en que algunas de sus pertenencias estaban esparcidas sobre la cómoda y entró en razón bruscamente.
Se quedó boquiabierta y se incorporó sobresaltada en la cama.
—¡Canalla!
—Te equivocas, chica de Cumberland —contestó él tranquilamente—. Solo estoy velando por tus intereses. Después de todo, ¿qué clase de hombre sería si me tomase libertades con una joven dama cuando ni siquiera sé su nombre?
myriam salió de la cama con dificultad y fue tras él con una furia llena de indignación.
—Ha sido una treta despreciable. ¡Despreciable!
—Parecía que te lo estabas pasando bien.
—¡Exijo que me devuelvas mis pertenencias ahora mismo!
—No.
Al oír el tajante tono de advertencia de su voz, myriam se paró a unos metros de él, encendida, mientras su corazón latía con fuerza, invadida por el miedo frenético del descubrimiento. Se sentía incapaz de detenerlo, pues él era demasiado fuerte físicamente para que ella lo dominase.
—Yo confiaba en ti.
—Si confiases en mí, me habrías dicho tu nombre.
—No lo hagas, vicco. ¿Qué más da quién sea yo?
myriam se llevó la mano a la frente, consciente de que su destino dependía del grado de analfabetismo de vicco. Sus documentos de viaje estaban en el bolso, y si él sabía leer, se enteraría de cuál era su nombre y casi con total seguridad la mandaría de vuelta con sus hermanos.
Cruzó los brazos con fuerza a la altura de la cintura mientras él amontonaba las monedas sueltas que ella había metido en el bolso en el sórdido callejón. A continuación, dejó a un lado su cepillo del pelo y sus peines y su par de guantes de repuesto. Volvió a meter la mano en la bolsa, sacó su pañuelo primorosamente planchado, lo abrió sacudiéndolo y examinó sus iniciales bordadas en la esquina.
—«M.M.C.» —leyó en voz alta, y la miró de reojo.
«De modo que reconoce las letras», pensó ella, tragando saliva. Pero aquello no significaba que supiera formar palabras. Miró sus ojos burlones con una expresión desafiante de indiferencia.
—Hum. —Él la observó con escepticismo, pero no hizo ningún comentario—. ¿Qué es esto? —Sacó su libro y empezó a hojearlo como un salvaje afable.
Ella hizo un esfuerzo por no perder la paciencia.
—Es El corsario, de Lord Byron. Por favor, no lo estropees…
Él se limitó a resoplar y se dispuso a dejarlo; entonces los documentos de viaje cayeron de entre las páginas.
—Vaya —murmuró él para sí, y cogió los papeles.
El hallazgo hizo que myriam atacase de nuevo.
—¡Devuélveme eso inmediatamente, salvaje! —Cubrió la distancia que los separaba con unas pocas zancadas rápidas y estiró el brazo para arrebatarle los papeles, pero él los cambió de mano, riéndose de su ira—. ¡He dicho que me lo devuelvas ahora mismo, o iré a la policía! ¡Lo prometo!
—No, no lo harás —dijo él en tono de mofa—. Llorarías durante días si me colgasen.
—¡Eres un hombre odioso!
Vicco la detuvo poniéndole una mano en la cintura. Con la otra, desdobló su pasaporte y entornó los ojos para leerlo sujetándolo con el brazo extendido a la luz de una vela que había cerca. A myriam no le salían las palabras. Solo podía mirar fijamente su rostro, tratando en vano de interpretar su reacción mientras examinaba los documentos.
Él guardó silencio durante un largo rato. Apartó la mano de la cintura de ella y sostuvo los documentos con ambas manos, estudiándolos más cerca de la llama de la vela.
«No sabe leer; no sabe leer», pensó ella, deseosa de que así fuera, pero vio cómo su cara palidecía al fulgor de la vela.
—Dios mío —dijo vicco con voz apagada—. Eres Myriam… Montemayor Cruz.
Ella cerró los ojos un instante. «¡Maldita sea!»
—¡Mocosa… traidora! —rugió él, al tiempo que se giraba para situarse de cara a ella con expresión de sorpresa—. ¡Podrías haberme avisado! ¿Y tú me acusas de utilizar una treta despreciable? Jamás te habría tocado si hubiera sabido quién eras, milady. Si hubiera sabido que eras la hermana de Lucien… Santo Dios, ¿es que quieres que me maten?
—No quiero meterte en esto. —Ella intentó arrebatarle nuevamente los documentos, pero él los levantó por encima de su cabeza, donde ella no llegaba.
—Pues ya estoy metido, ¿no? No puedo creerlo. ¡Tenías que ser tú… de entre todas las personas! ¡La hermana soltera de Lucien! —Se la quedó mirando con incredulidad, y luego se dirigió hacia la chimenea y apoyó la mano en la repisa, sacudiendo la cabeza mientras observaba las llama—. ¡Myriam Montemayor, huyendo de casa! ¿Eres tonta, muchacha? Tienes comida en la mesa y un techo sobre la cabeza. Tienes una familia que te quiere y una sangre casi tan azul como la del rey. Te han servido la vida en bandeja de plata. ¿Qué más puedes desear?
—¡Libertad! —gritó ella—. Dios, vicco, ¿de verdad crees que las comodidades son lo único que importa en esta vida?
—Creo que estás como una cabra, eso es lo que pienso, maldita sea. —Se giró y le lanzó una mirada colérica, con los brazos en jarras—. No tienes idea de la suerte que tienes. ¿Te has fijado en cómo está el país, milady? Estamos viviendo una época peligrosa. La gente muere de hambre. Las cosechas son pobres. Medio millón de hombres han vuelto de la guerra, y no hay trabajo para ellos. Negocios y fábricas se ven obligados a cerrar por todas partes. Es posible que necesites la protección de tus famosos hermanos, porque esta ciudad podría sublevarse y estallar como hizo París en la revolución. Solo haría falta una chispa para que todo el barril de pólvora explotase… y los lores lo saben. Sí, todos ellos, sobre todo esa serpiente, Sidmouth, del Ministerio del Interior. Su señoria tiene una sola respuesta para todos los problemas: construir otra horca.
—¿Y entonces qué, Vicco? ¿Piensas derrocar el gobierno? —preguntó ella en todo sufrido, cruzándose de brazos.
—Al contrario, milady, estoy haciendo todo lo posible por mantener el orden —replicó él—. ¿Por qué crees que tengo que encargarme yo de luchar contra O´Dell? Te diré por qué: porque los agentes de la ciudad ni siquiera pisan nuestro barrio. Voy a ser sincero contigo, myriam. El mes pasado O´Dell y algunos miembros de su banda violaron a una chica de trece años a una manzana de aquí, y perdona si he herido tu sensibilidad. El padre se dirigió a las autoridades, pero es un irlandés católico sin un penique, así que ¿quién crees que va a mover un dedo para hacer justicia? Por supuesto, ellos no. Por eso acudió a mí; no merece la pena dirigirse a ellos. Pero si lady Sudeby pierde un cuadro —gritó, señalando hacia el Canaletto—, esos payasos pondrán la ciudad patas arriba para encontrarlo. ¡Aquí estamos luchando por nuestras vidas, mientras los de tu clase solo piensan en si van a amueblar su nueva casa de campo al estilo chino o gótico!
Su grito grave y apasionado resonó en la habitación.
Ella guardó silencio un instante y luego sacudió la cabeza.
—Sé que es injusto, vicco, pero si utilizases la cabeza por un momento en lugar de los puños, te darías cuenta de que eres mucho más rico que la mayoría de la gente; tienes muchos amigos leales aquí. Tú no lo entiendes porque eres libre. No tienes a cientos de personas encima de ti, observando cada uno de tus movimientos, esperando a que cometas un error para poder echarte a los lobos.
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Mensaje  mali07 Jue Dic 11, 2008 1:24 am

Él permaneció callado un momento, examinándola; luego se encogió de hombros.
—Lo siento, myriam. Tal vez tengas razón: tal vez no podamos entendernos. Pero hay una cosa que sí sé. Tú tienes muchas más posibilidades de sobrevivir en tu mundo que en el mío.
Y tras decir aquello, se inclinó y arrojó los documentos de viaje al fuego.
myriam abrió los ojos desorbitadamente. Echó a correr en dirección al fuego gritando de congoja, pero él la agarró de la cintura, la retuvo y la hizo callar con suavidad mientras ella veía cómo su libertad ardía en llamas.


No había ayuda que valiese para según qué personas, pensó vicco poco después, resoplando de ira para sus adentros, mientras permanecía sentado frente a su señoría en el interior oscuro y desvencijado del coche de alquiler. Pero bueno, ¿qué esperaba ella?
La hermana de un condenado duque.
Myriam estaba envuelta de nuevo en su abrigo sucio, abotonado remilgadamente, tras haber conseguido dominar ligeramente su pelo gracias a las horquillas con forma de estrella. Todas sus pertenencias habían sido guardadas otra vez en la bolsa, y hasta el último penique que Eddie le había robado le habia sido devuelto. A vicco por poco se le paró el corazón al darse cuenta de que no llevaba su collar de diamantes; creyó que uno de sus hombres podía habérselo arrebatado con destreza mientras él había ido a llamar a Jimmy, el cochero, pero ella le informó fríamente de que lo había metido en la bolsa.
Aquellas habían sido las últimas palabras que ella le había dirigido. Ahora ni siquiera lo miraba. Permanecía sentada enfrente de él, mirando por la ventana, con expresión de reserva, traición, desesperanza y una fría ira. vicco sabía que estaba haciendo lo correcto, pero ella, como mujer que era, había decidido odiarlo por ello. La muy alocada había estado a punto de lanzarse al fuego en su habitación para intentar rescatar sus documentos de viaje. No habría llegado sana y salva a Dover, y mucho menos a París. Sin embargo, por el momento, él se alegraba de que no hubiera recurrido al arma definitiva de las lágrimas.
Pese a todo, la mirada de derrota que había en sus ojos hacía que vicco notase unas ligeras punzadas en el estómago, y la imposibilidad de volver a verla hacía que le entraran ganas de dar un puñetazo a cualquier cosa, por no hablar de que los hermanos de la chica probablemente lo castrarían cuando descubrieran que la había tocado. Se negaba a arrepentirse de lo que había hecho, pero no le hacía excesiva ilusión el encontronazo que se avecinaba. Lucien Montemayor podía diseccionar a una persona con su mente perspicaz, y su hermano gemelo, Damien, el héroe de guerra, era verdaderamente aterrador. Tenía entendido que había más hermanos, pero no los conocía, ni le interesaba, dadas las circunstancias.
Al mirarla desde el otro lado del oscuro interior del coche, vislumbró fugazmente el perfil de ella cuando un rayo de luna se filtró entre dos altos edificios; luego quedaron nuevamente en la oscuridad y las sombras mientras el coche prosegúia su camino traqueteando. El ruido de los cascos de los caballos y el estridente chirrido de las ruedas no contribuían a aliviar el silencio tenso que habia entre ellos. vicco estaba empezando a ponerse nervioso.
—Algún día me darás las gracias por esto —dijo, incapaz de soportar más el silencio.
—No servirá de nada. Volveré a escaparme.
—Me aseguraré de avisar a Lucien de lo que has dicho.
Ella se volvió hacia él; la débil luz de una farola permitió que vicco atisbara su rostro muy vagamente.
—No tienes ningún derecho a hacerme esto. ¿Por qué tienes que doblegar mi voluntad a la tuya?
—Porque tengo razón, y tú no. Estoy haciendo esto por tu bien.
—Oh, hombres —susurró ella con amargura—. Arrolláis a las mujeres como piedras de molino. Jamás te lo perdonaré.
—Bueno, eso apenas me importa, querida. —Encendió un puro insolentemente para distraerse del sentimiento de culpabilidad—. No nos movemos en los mismos círculos.
—Vaya. —Ella guardó silencio un momento—. Así que eso es todo. Se acabó. Ahora tendré que casarme con lord Griffith.
—¿Tan malo es?
Ella le lanzó una mirada perdida que hizo que a vicco le remordiera su débil conciencia.
—Si no lo quieres, debes decírselo a tu familia directamente —dijo él con vehemencia.
—Tú no lo entiendes. Robert no me escuchará…
—¡Pues haz que te escuche! Defiéndete.
—No sabes mucho sobre duques, ¿verdad?
Él no pudo evitar sonreír ante su tono calmado.
—No, pero sé que tus hermanos harían cualquier por ti, y que no puedes huir de los problemas sin más.
—Tú lo hiciste.
—En mi caso fue distinto.
—¿Porque eres un hombre?
—Porque no tenía opción. Si me hubiera quedado, mi padre me habría acabado matando.
Guardaron silencio el tiempo suficiente para que vicco empezara a arrepentirse de su confesión. Se removió tímidamente en su asiento y cruzó una pierna. Le dolía el costado donde tenía la herida.
—¿Y mis cosas? Sabes que no soy nadie sin mis chucherías ni mis comodidades materiales —dijo ella, con una ironía fría y mordaz—. He dejado mis baúles en la posada.
—Tu hermano puede mandar a alguien a por ellos.
—¿Cómo es que conoces a Lucien, por cierto?
—No tiene importancia.
—Ah, claro. Seguro que la verdad sería una carga demasiado pesada para mi pobre cerebro de mujer. Me alegro tanto de que los hombres siempre estéis protegiéndome… Por suerte, puedo averiguar las cosas yo sola. Lucien te paga a cambio de información sobre los criminales, ¿no? —En la oscuridad, vicco podía distinguir el sarcasmo en sus ojos; entonces ella apartó la vista y volvió a mirar por la ventanilla—. Supongo que eres capaz de hacer cualquier cosa por unas cuantas monedas de plata. ¿Cuánto crees que sacarás por arruinarme la vida?
Vicco, que ya se sentía incómodo tras haber confesado los malos tratos de su padre, siguió a la defensiva y perdió la paciencia.
—No te estoy arruinando la vida, estúpida. Te estoy salvando el pescuezo.
—Te equivocas. Sé por qué estás hacindo esto. Porque tienes miedo de mis hermanos…
—Yo no tengo miedo de nadie —la advirtió él.
—Ellos no tienen por qué saberlo —dijo ella tensamente—. Todavía puedes dejarme marchar.
—Lo siento, no puedo hacer eso.
—¿Qué lo sientes? Lo sentirás si les digo a mis hermanos lo que me has hecho…
—¿Te refieres a lo que me pediste que te hiciera?
—Tu vida no valdrá ni un cuarto de penique.
—Adelante, díselo. —vicco se recostó y le lanzó una mirada apagada—. Te meterán en un maldito convento.
Ella lo miró entrecerrando los ojos.
—¿Siempre tienes que estar maldiciendo?
Él sonrió y le lanzó el humo del puro. Ella lo apartó agitando la mano y tosió indignada; luego abrió la ventanilla. Lo miró de reojo con un brillo de astucia en los ojos. vicco observó con recelo cómo se levantaba, cruzaba el pequeño espacio del coche y se colocaba en el asiento junto a él. Cuando ella posó una mano sobre su pierna se quedó muy quieto, pero se le aceleró el pulso al notar el contacto.
—Vicco —dijo ella con voz zalamera, moviendo sus dedos enguantados por su muslo—, ¿me dejarás marchar si te doy placer, como tú hiciste conmigo?
Él arqueó una ceja.
—Menudas ganas tienes de ir a Francia.
—Enséñame cómo se hace.
Con una sonrisa atrevida, ella lo pilló desprevenido y acarició su miembro todavia dolorido. Él se estremeció de deseo, pero halló la fuerza para atraer su mano de la ingle.
—Serás mala… —dijo él en tono afable.
—Vamos, lo necesitas —susurró ella.
—Siempre me queda Carlotta.
—Vaya.
Maldiciendo entre dientes en francés, ella volvió a su asiento haciendo aspavientos y resoplando, se cruzó de brazos y lo fulminó con la mirada.
Él sonrió abiertamente, sosteniendo el puro entre los dientes. Cuando el carruaje entró en el elegante barrio de Lucien, se hizo otro silencio violento. En unos momentos llegarían a su magnífica residencia de Upper Brooke Street.
—Bueno —dijo ella—, has descubierto mi nombre real. Creo que es justo que me digas el tuyo.
Él la miró sin hacer ningún comentario.
—Nadie se llama «Vicco ». ¿Cuál es tu verdadero nombre? ¿Victor?
Él no respondió.
—Victor. Vicco.
—¿Es que nunca te callas?
—Sí, Victor —dijo ella en tono de mofa. Siendo la hermana pequeña de la familia, estaba claro que había perfeccionado su técnica para fastidiar a su numerosos hermanos mayores.
Él gruñó entre dientes y apartó la vista cuando el carruaje se metió en Upper Brooke Street. Dentro de unos instantes entregaría a la chica y probablemente no volvería a verla nunca más. Echó una ojeada y descubrió que ella lo estaba observando. Se miraron fijamente mientras el coche se detenía delante de la casa de su hermano.
—victor, por favor —susurró ella.
—No —murmuró él bruscamente, desarmado por la inquietud que se advertía en sus grandes ojos oscuros. Inmediatamente abrió la puerta de un empujón y salió del carruaje de un salto—. Vigílala, Jimmy. No dejes que se escape —ordenó al cochero, mientras cerraba la puerta tras él. victor se preparó para enfrentarse a su hermano y se dirigió hacia la entrada resueltamente.
Modesta pero elegante, como su dueño, la residencia de lord Lucien Montemayor tenía una fachada lisa con pequeños balcones de hierro forjado en las ventanas superiores. A cada lado de la puerta elaboradamente tallada había encendida una lámpara de latón. En una de las ventanas superiores, donde se veía luz a través de las persianas distinguió la esbelta silueta de la joven esposa de Lucien, que estaba cepillándose su largo cabello. Estiró la mano hacia la puerta principal, llamó con fuerza y esperó. Podía notar cómo myriam lo observaba desde el coche. Un mayordomo de edad avanzada abrió la puerta. Preguntó por Lucien.
—Dígale que Vicco está aquí.
El delgado anciano le lanzó una mirada cautelosa y cerró la puerta en sus narices. victor aguardó de nuevo, fumando en un silencio lleno de inquietud, con el pulgar cogido distraídamente en la presilla de los pantalones. Minutos más tarde, la puerta volvió a abrirse y un hombre alto y moreno apareció en la entrada.
—¿Victor? Lucien Montemayor salió de su casa y cerró la puerta sin hacer ruido tras él. Aunque llevaba la corbata desatada alrededor del cuello, iba vestido con formalidad de blanco y negro, como si acabara de regresar del mismo baile del que había escapado su hermana.
De repente, victor se preguntó si alguien se habría dado cuenta ya de que myriam había desaparecido. A lo mejor ella estaba en lo cierto y todavía no habían hallado su nota.
—¿Qué ocurre? —preguntó Lucien; sus ojos plateados brillaban intensamente a la luz de la luna.
—He encontrado algo tuyo. He pensado que podía interesarte recuperarlo.
Lucien lo miró con curiosidad. Vicco hizo una seña con la cabeza en dirección al coche y luego le contó todo lo ocurrido. Bueno, no todo. No era un suicida.
—¡Santo Dios! ¿Está herida?
—Solo en su orgullo —murmuró vicco, pero Lucien ya estaba avanzando con grandes zancadas hacia el carruaje.
—¿myri? —Abrió la puerta del carruaje de un tirón mientras vicco se acercaba sin prisa por detrás—. Cielo, ¿estás bien?
—Sí, Lucien, estoy perfectamente —dijo ella cansinamente, en un tono aburrido y sufrido, desde el interior del coche.
Tras tranquilizarse al oír su tono insolente, la ira invadió el rostro aguileño de Lucien.
—Demonios, ¿te has vuelto loca? ¡Entra en casa ahora mismo! ¡Vas a tener que darme explicaciones!
La joven belleza surgió de las sombras del interior del vehículo con el ceño fruncido, lanzó su bolsa a Lucien y salió del carruaje de un salto con aire desafiante.
—Y nada de berrinches —le advirtió su hermano—. Como despiertes a la niña, te estrangulo.
Sin pronunciar palabra, myriam cogió nuevamente su bolsa de manos de Lucien, se volvió hacia victor y lo miró en silencio durante un insoportable instante con cara de amargo pesar. No necesitó palabras para expresar su disgustó; la leve sacudida de su cabeza lo dijo todo. Tras subirse la correa de la bolsa en el hombro, entró en la casa y cerró la puerta tras ella sin mirar atrás.
—¡Menuda muchacha! —estalló Lucien en cuanto ella cerró la puerta.
vicco no podía hacer otra cosa que permanecer allí sintiéndose como un traidor.
—Ah, tenía la sensación de que se avecinaba algo así, pero no creía que fuera capaz de hacerlo. No sé qué haremos con ella. Cuanto antes esté casada, mejor… Es su segunda temporada.
vicco vaciló, consciente de que aquello no era asunto suyo —ni tampoco le importaba—, pero tenía que decir algo para intentar ayudarla.
—Sea quien sea el hombre con el que queréis casarla —soltó—, ella no soporta la idea.
—¿Te ha dicho ella eso?
Él asintió con la cabeza.
—¿Quién es el tipo, y qué le pasa? —preguntó con cautela.
—¿Qué qué le pasa? Nada. Es el marqués de Griffith: uno de los mejores partidos de la sociedad. Se crió con nosotros en el norte. Ella lo conoce de toda la vida. Su mujer murió hace dos años en un parto, y todos pensamos que ya va siendo hora de que vuelva al mundo de los vivos. Harían una buena pareja.
Victor se lo quedó mirando cnfundido.
—¿No es un viejo?
Lucien se rió.
—¿Es eso lo que ella te ha dicho?
vicco evocó rápidamente la conversación que habían mantenido y negó con la cabeza.
—Es lo que me ha hecho suponer.
Lucien le dedicó una débil sonrisa.
—Es así de retorcida. —Suspiró—. ¿Quién puede llegar a entender lo que piensan las mujeres? Esa chica está tan loca como su madre.
vicco apartó la vista con inquietud e inmediatamene empezó a preguntarse si se habría equivocado llevándola otra vez a casa. Ella había confiado en él; él le había dicho que la escucharía. Pero ¿la había escuchado?
Lucien se volvió hacia él lanzando un suspiro y le tendió la mano.
—Gracias por traerla a casa sana y salva, vicco. —Estrechó su mano con firmeza—. Dios sabe lo que podría haberle pasado ahí fuera. Te debo una, de verdad. Si hay algo que pueda hacer por ti, solo tienes que decirlo.
—No ha sido nada —dijo vicco bruscamente, recordando el comentario glacial que había hecho ella acerca de la recompensa que iba a recibir por aquello.
Se giró para marcharse, notando que su humor se estaba volviendo hosco; de repente se detuvo en mitad de la vereda. Puso los ojos en blanco lleno de desprecio por sí mismo y se giró de nuevo.
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Mensaje  Marianita Jue Dic 11, 2008 1:59 am

Ayy Lili, por qué le dejas ahí!!!!!!! Mad A lo mejor la rescata, anda síguele!!!! Deseos Prohibidos - Página 2 64473 Deseos Prohibidos - Página 2 64473 Deseos Prohibidos - Página 2 64473 Muchas gracias por el 2x1 niña, no te desaparezcas tanto!!! Deseos Prohibidos - Página 2 400496
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Mensaje  Chicana_415 Jue Dic 11, 2008 2:00 am

Hasta cuando te das cuentaa!!!!! Haber como arreglass todoo
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Mensaje  jai33sire Jue Dic 11, 2008 1:26 pm

gracias por el capitulo...y esperamos ya el siguiente

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Mensaje  Eva_vbb Vie Dic 12, 2008 12:07 am

MUCHAS GRACIASSSSSSSSSSSS X LOS CAP...
HAY VICTOR YA TE DIO EL ARREPENTIMIENTO Rolling Eyes Rolling Eyes Rolling Eyes Rolling Eyes
AVER QUE VAS HACER AHORA....
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Mensaje  cliostar Vie Dic 12, 2008 12:11 am

Liliiiiiiiiiii Por fin despues de tanto time pude leer tu nove ahhhhhhhh niña siguele please, pobresita Myris snif No , lol! lol! LIBERTAD LIBERTAD LIBERTAD lol! lol! , jeje siguele que esta muy buena Grax Deseos Prohibidos - Página 2 400496 Deseos Prohibidos - Página 2 664467
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Mensaje  alma.fra Vie Dic 12, 2008 12:30 am

Pobre Myri No , gracias por los capitulos, no tardes con el siguiente.
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Mensaje  Myri07 Vie Dic 12, 2008 1:35 pm

Que bien eh, estás subiendo novela y no me habías dicho nada, fea Sad Sad Sad
Saludos Deseos Prohibidos - Página 2 400496

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Mensaje  mats310863 Dom Dic 14, 2008 10:02 pm

VICTOR DEBES TRATAR DE AYUDAR A MYRIAM HA ENCONTRAR SU LIBERTAD, GRACIAS POR EL CAPÍTULO

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