Vicco y la Viccobebe
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Mensaje  Marianita Lun Feb 21, 2011 1:23 am

Ayy lo bueno que "ya" es lunes jajaja!!! Gracias por los capis!!!!! afro
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Mensaje  laurayvictor Lun Feb 21, 2011 12:46 pm

Hola chicas gracias por cada uno de sus comentarios y aqui esta el capitulo de hoy...... Smile Smile Smile Smile

CAPÍTULO 8
DESPUÉS de los acontecimientos de aquella noche, Myriam temía encontrar alguna tensión entre ellos y le pareció ver menos a Víctor durante un par de días. Pero entonces, Vicky pilló un severo catarro y la alarma consiguiente les hizo olvidarse de sí mismos. El doctor les tranquilizó diciendo que se encontraba bien, pero la mantuvieron en la cama unos días, febril y abatida. Víctor se trajo el trabajo a casa y visitaba a Vicky con regularidad para volver a su estudio y a la seguridad de la pantalla de su ordenador.
-¿No podrías quedarte un poco más para hablar con ella? -protestó Myriam una noche mientras se preparaban para acostarse. Ya se comportaban con naturalidad el uno con el otro.
Víctor suspiró.
-Sigo pretendiendo hacerlo, pero no sé qué decir. He estado jugando al Trivial toda la tarde con ella.
-Sí, pero después ella quería hablar del ballet que había visto en la televisión y tú me la pasaste a mí y escapaste.
-Tú puedes hablar de ballet mucho mejor que yo -dijo él a la defensiva-. Mira, cuando esté mejor, os llevaré a las dos donde queráis. ¿Bastará eso?
-Sólo si te tomas interés en comentarlo con ella después.
Víctor enterró la cabeza entre las manos.
-Ya hemos hablado de esto antes -gimió-. Estoy haciendo lo que puedo. Pero en lo que se refiere a las palabras, yo...
-Ya sé que las palabras son duras para ti -dijo ella con más delicadeza-. Pero a menudo son palabras lo que ella quiere. Comprarle cosas es fácil. Incluso cuando quería una madre, el Gran Arreglador simplemente salió y lo consiguió. Pero podría no haber echado tanto de menos una madre si hubiera tenido un padre que hubiera estado a su lado.
-Yo le dedico mi tiempo -dijo él, furioso-. No puedes decir que no.
-Pero, ¿cuánto tiempo pasas a solas con ella, hablando de lo que ella quiere hablar? El día que yo conocí a Enuna la llevaste a la feria con Tom.
-Necesitaba que Tom nos acercara a la feria para ahorrarle el paseo a Vicky -se defendió él con rapidez.
-Pero me uniste al grupo demasiado rápido, ¿verdad? Entonces me extrañó, pero ahora lo entiendo.
Él suspiró.
-Bueno, ¿y de qué quieres que hable con ella? ¿Debería contarle todo lo que pienso y siento? ¿No comprendes que a veces tengo miedo de hablar con mi hija por miedo a lo que pueda escapárseme?
Ella le rozó el brazo ligeramente.
-Lo siento. Ya sé que haces lo que puedes.
-Pero no es suficiente. ¿No crees que no lo sé? No me culpes mucho, Myriam. Hay cosas que no puedes entender.
Ella se quedó en silencio antes de decir despacio:
-Quizá lo entienda mejor de lo que crees.
-Ya sé que quieres a Vicky, pero sólo la conoces desde hace unos meses. ¿Puedes imaginarte perder a un niño que ha sido parte de tu vida durante años? Por supuesto que no puedes.
Ella lo miró fijamente.
-No tengo que imaginármelo. Lo sé.
Algo en su actitud le llamó la atención y la miró a la cara.
-¿Qué estás diciendo?. Pensé que no habías tenido ningún hijo.
-Tenía una hermana pequeña. La crié cuando mis padres murieron. Estaba cargada de vida hasta que...
Myriam se detuvo invadida por los recuerdos. Víctor la sujetó con delicadeza.
-Cuéntame lo que pasó.
-Enfermó. Yo creí que era sólo un resfriado, pero empeoró con rapidez y, cuando llamé al doctor, dijo que era meningitis. Lucharon mucho por salvar su vida en el hospital, pero era demasiado tarde. Tenía ocho años.
-¿Cuándo sucedió todo eso?
-En enero de este año.
-¡Sólo hace unos meses! -exclamo él, sorprendido-. ¡Dios mío! ¿Por qué no me lo contaste antes?
-Al principio quise hacerlo, cuando me pediste que me quedara aquí por Vicky. Iba a negarme, pero Vicky me necesitaba tanto... Hice lo que pude por no pensar en Verónica, pero... -sintió un temblor por todo el cuerpo-. La quería tanto... y la fallé.
-No digas eso -la interrumpió Víctor con rapidez-. No fue culpa tuya.
-He intentado convencerme a mí misma de eso tantas veces... pero ella está muerta y yo la podría haber salvado si hubiera actuado con más rapidez.
-Eso no lo sabías. Podría haber sido demasiado tarde de todas formas y la meningitis es muy difícil de diagnosticar al principio...
-¡Pero ella está muerta! -dijo Myriam con desesperación-. Está muerta y eso no va a cambiar -las lágrimas le rodaron por las mejillas-. Es tan definitivo e irrevocable, nadie puede saber...
-Eso es verdad -dijo él en voz muy baja, tomándola en sus brazos-. Nadie puede saber lo que nosotros sabemos. No llores, Myriam.
-No puedo evitarlo -sollozó ella, sacudida por un violento temblor.
Lloraba por Verónica, por Vicky, por el dolor del hombre al que amaba y por la vaciedad de su propia vida cuando lo hubiera perdido.
Él la atrajo hacia sí calmándola con palabras suaves, acariciándole el pelo, la cara, intentando llegar hasta su dolor y consolarla. Myriam sintió que su ternura la envolvía y se relajó en sus brazos diciendo que, por fin, había encontrado la seguridad. Por primera vez, tenía a alguien en quien apoyarse, alguien que se mantenía fuerte para ella. Sólo dándose cuenta a medias de lo que estaba haciendo, le rodeó con sus brazos rogando en silencio sin saber por qué. Lo quería de todas las formas, como marido, amigo y amante. Podría no ser más que una ilusión, pero, en ese momento, se aferraba a la ilusión, aunque no fuera más que por seguir cerca de él.
Sintió sus besos caer sobre sus labios, sus ojos, su cara.
-No llores, querida -murmuró él-. Estoy aquí... contigo.
-Sí -murmuró ella con voz entrecortada-. Me alegro tanto de que estés aquí. Quédate conmigo, abrázame. He estado sola tanto tiempo. No quiero estar sola nunca más.
Él la silenció acariciándole con suavidad la boca con la suya propia. Sus brazos alrededor de ella tenían a la fuerza del acero, pero en sus labios sólo había ternura. Algo cedió dentro de ella. Había luchado contra su propio deseo, pero no tenía resistencia contra la oleada de ternura y de su amor compasivo. Su cuerpo se apretó contra él tanto que pudo sentir cómo le latía el corazón. El suyo también latía desbocado.
Las manos de él se movieron con cautela sobre ella, tocando la curva de sus senos, su cintura, sus caderas.
-Myriam -murmuró él.
-Sss.... no digas nada.
-¿Pero estás segura? Creía que tú...
Ella le cerró la boca con la yema de los dedos antes de que pudiera decir más, las palabras sólo estropearían la magia.
Su beso cambió, se hizo más profundo, más explorador. La punta de su lengua se agitó en el sedoso interior de su boca. Unos temblores de placer la sacudieron hasta que todo su cuerpo estuvo ardiente de pasión. Se sintió viva, con cada uno de sus nervios a flor de piel. Le pertenecía en cuerpo y alma y, por un breve momento, podía aparentar que él también la pertenecía a ella.
El calor irradiaba de todo su cuerpo. El amor y el deseo se mezclaban tan perfectamente que no podía decir dónde terminaba la emoción y empezaba la sensación. Sólo sabía que todo formaba parte de su respuesta a aquel hombre. Cuando él se movió sobre ella, estaba ya preparada para él, recibiéndole contenta, sintiéndose completa por fin gracias a su unión.
Myriam susurró su nombre y lo miró a la cara, cercana a la de ella. En la tenue luz apenas podía discernir su sonrisa, su mirada de ternura. Lo abrazó atrayéndole más y deslizando las manos por su espalda y estrechas caderas. Todo en él le producía regocijo, el aroma masculino de su cuerpo, la suavidad de su piel, el poder de sus entrañas, llevándola a las cumbres del placer hasta sentir que estaba en la cima del mundo y todo era precioso.
Volvió la tierra muy despacio, a salvo entre sus brazos.
-Víctor -murmuró.
-Sss.
La silenció con un beso todavía abrazándola de forma que su cabeza reposaba en su toso.
Echada en la oscuridad, Myriam escuchó la voz de Víctor sobre su cabeza.
-Estás muy silenciosa. ¿Estás dormida?
-No -susurró ella-. Me he adormilado un poco, pero ahora estoy despierta.
Había estado pensando feliz en los tumultuosos acontecimientos de la hora anterior. Ser amada por Víctor, sentir su cuerpo alcanzar las alturas del éxtasis en sus brazos y caer en el sueño segura en su abrazo era más de lo que había soñado.
-¿Estás enfadada conmigo? -le preguntó.
-No, ¿por qué debería estar enfada?
-Porque he roto mi palabra. He intentado no hacerlo, pero... Estoy tan agradecido por toda tu amabilidad. Y por una vez, me pareció que tú la necesitabas también. Me dejé llevar. Siempre que a ti no te importe...
-No -dijo ella con un leve suspiro-. No me importa. Después de todo -soltó una carcajada azorada-, estamos casados o algo así. Y.. necesitamos los dos la ayuda del otro de muchas maneras.
-Sí -acordó él con la voz cargada de alivio-. Sin lazos ni ataduras. Sólo dos amigos que se quieren y ayudan en las dificultades.
-Sí -afirmó ella.
Se quedó inmóvil, preguntándose si él hablaría de nuevo, pero no lo hizo. Después de un rato, se adormiló y cuando se despertó, él no estaba. Salió a rellano de la escalera y miró abajo. La puerta de su estudio estaba abierta. Bajó unas cuantas escaleras y vio a Víctor sentado a la mesa de su despacho, contemplando la foto en que Helen tenía a Vicky en brazos. En la otra mano tenía la de ella y Vicky el día de la boda caminando entre las hojas. Miraba de una a otra como si estuviera en un sueño. Entonces, dejó las dos fotos y enterró la cara entre las manos.
Myriam volvió a la cama con el corazón dolido.
Descubrió, sin embargo, que algo bueno había salido de esa noche. Cuando Vicky la encontró mirando las fotografías de Verónica, pudo hablar de su hermana con naturalidad. Vicky asintió y no dijo nada, pero rodeó a Myriam con sus brazos en un abrazo de simpatía. Víctor entró para encontrarlas mirando las fotografías juntas.
Más tarde, cuando estaba solas, él dijo:
-Deberías haber hablado de Verónica antes, no haberlo mantenido en secreto. Duele más de esa forma.
-Sí, supongo que eso también lo sabes tú. No quería que Vicky sintiera que tenía que compartirme. Pero sí ha dolido haber mantenido oculta a Verónica.
-Parece divertida -observó Víctor.
-Oh, sí. Era muy divertida. Estaba cargada de buen humor. Mira ésta...
Señaló una foto que mostraba a Verónica vestida de bruja de pie delante de un árbol de Navidad.
-Yo le hice el traje y se pasó toda la fiesta echando conjuros a todo el mundo.
-¿Qué es lo que pasa? -preguntó Víctor al ver que su expresión se volvía sombría.
-Quería una bicicleta por Navidad -dijo con tristeza Myriam-. Le dije que era más de lo que me podía permitir. Quedó decepcionada, pero fue muy comprensiva. Me sonrió y dijo: Quizá el año que viene -la voz se le puso ronca-. Si yo hubiera sabido que sólo le quedaban unas semanas, le hubiera conseguido esa bicicleta de cualquier manera -suspiró-. Y ya casi estamos en Navidad otra vez.
-¡Oh, dios! -exclamó Víctor con suavidad-. ¡Vicky!
-Sí, tenemos que conseguir que sean las Navidades más felices de su vida. Nosotros no importamos.
Él asintió.
-En otro tiempo me hubiera preguntado de dónde sacaría las fuerzas, pero ahora sé que las sacaré de ti. Pero tú, ¿de dónde las sacas tú?
«De mi amor por ti», le dijo su corazón en silencio. «No sabía antes cómo el amor da fuerza para hacer lo que haya que hacer. Pero ahora lo sé».
Vicky tenía muy claro lo que quería para Navidad.
-Clases de baile, por favor. Antes iba hasta que me puse enferma, pero ahora estoy mejor.
-Todavía no -dijo Víctor-. Espera hasta que estés un poco más fuerte. De todas formas, las clases de baile no cabrían en los calcetines.
-Sí, sí cabrían. Papá Noel encontraría la forma. El puede conseguirlo todo.
-Pero yo no puedo -replicó Víctor.
-Pero no serías tú. Sería Papá Noel.
-Pero -Víctor se detuvo asombrado-. ¿A qué viene esto de Papá Noel? El año pasado me dijiste que no creías en él.
-No, no es cierto.
-Sí, me lo dijiste. Me acuerdo bien.
Vicky abrió mucho los ojos con cara de inocente.
-No, no lo hice, papá.
Víctor sorprendió la mirada de advertencia que le dirigía Myriam y retrocedió apresurado.
-Debo haberme equivocado.
-Papá Noel viene por la ventana de la escalera porque no tenemos chimenea -recitó Vicky-. Yo lo vi una vez. ¿No te acuerdas?
Para asombro de Myriam, Víctor pareció de repente tímido.
-Sí, sí, me acuerdo.
Myriam esperó hasta que Vicky se fue a la cama para preguntar:
-¿Qué es lo que decía? ¿A quién vio por la ventana?
-A mí. Mi madre me hizo disfrazarme unos cuantos años y lo dejé cuando Vicky dejó de creer.
-Pero no ha dejado de creerlo.
-Te juro que el año pasado Vicky... bueno, no importa ahora.
-¿Dónde está el disfraz?
-En algún sitio del desván.
-Iré a buscarlo y lo limpiaré.
Víctor pareció acosado.
-¿Y qué será lo que le ha hecho volver a creer de nuevo en Papá Noel?
Myriam pensó que ella podría explicárselo, pero le pareció más prudente mantenerlo en secreto.
Una tarde, cuando Vicky estaba en la cama, subió al ático en busca del traje. Fue difícil porque la luz no se encendía. Tuvo que sacar la interna del coche de Víctor y ponerla en una caja mientras buscaba por el polvoriento desván. Después de revolver durante una hora abriendo y cerrando cajas, tenía calor, estaba cubierta de polvo e irritada.
-¿Qué estás haciendo?
La cabeza de Víctor asomó por el suelo.
-Intentando encontrar el disfraz de Santa Claus, pero no creo que esté aquí. Has debido recordarlo mal.
-No, sé que está aquí arriba en algún sitio.
-Bueno, ¿pues dónde está? -preguntó enfadada-. Estoy harta de mirar.
-Tienes polvo en la punta de la nariz.
-Tengo polvo por todas partes.
Hizo un intento ineficaz de sacudirse y él la ayudó.
-Ahora yo también tengo polvo -dijo él, después de un momento.
-Bien. Entonces, no te importará ensuciarte más y encontrar ese disfraz.
-Si no me acuerdo mal, está en esa maleta de ahí.
-¿Quieres decir en la que está debajo de todas las demás? -preguntó ella con desmayo.
-Esa misma. Bueno, como ya estoy hecho un desastre...
Cuando abrió la maleta, sacó un antiguo traje de los que los faldones caían hasta los pies. Myriam lo contempló encantada.
-Curioso que compraras una cosa así.
-Lo compró Helen cuando estaba embarazada de Vicky. Tenía planeado que yo me lo pusiera en las primeras Navidades de la niña -suspiró-. Bueno, no pudo ser.
-¿Cómo era Helen?
Él pareció incómodo.
-Era guapa -dijo por fin-. Muy parecida a Vicky. A Helen también le encantaba el ballet. Quería ser bailarina, pero lo dejó para casarse conmigo. Ella era así. Siempre me hizo sentir que yo era lo primero en su vida. Transformó mi vida...
Estaba mirando al vacío. Myriam notó que los ojos se le suavizaban con los recuerdos y se preguntó por qué seguiría atormentándose. Era evidente que Víctor no había superado la muerte de Helen. Valoraba la amistad de Myriam y a veces la deseaba, pero era a Helen a quien amaba.
-Me alegro de que me hayas hecho hacer esto -dijo él por fin a mirar el traje rojo.
-Es lo que ella hubiera querido que hicieras.
-Tú sabes todo -la sonrió-. Nos entiendes a Vicky y a mí y lo haces todo bien por instinto. Creo que a Helen le habrías caído muy bien. Gracias, Myriam, con todo mi corazón -le tomó la mano entre la de él-. Espero que estas Navidades no sean demasiado duras para ti con los recuerdos de Verónica.
-Ahora ya tengo superados los recuerdos de Verónica. Nadie puede mirar al pasado para siempre. El pasado tiene que ser pasado, Víctor. Tenemos que ser lo bastante fuertes como para dejarlo atrás.
Se detuvo. Podía notar el tono de peligrosidad en su propia voz, una súplica silenciosa de que le dejara el pasado a Helen y el futuro a ella.
Él frunció el ceño y Myriam se preguntó si habría aceptado su sentido oculto. Pero si lo había hecho, le había desagradado. Víctor esbozó una sonrisa nerviosa y le soltó la mano.
-Me temo que este traje se ha ensuciado mucho aquí -dijo con ligereza.
-No te preocupes. Tengo mucho tiempo para limpiarlo.
-Bien. Bajemos entonces.
Los dos abandonaron el desván juntos.


La semana anterior a la Navidad, Víctor y Tom pusieron un enorme árbol en el jardín y lo llenaron de luces. Vicky lo contemplaba con los ojos muy abiertos desde la ventana.
-¿Crees que nevará? -le preguntó a Myriam por centésima vez-. Me encanta la nieve.
-Entonces, nevará -prometió ella con la esperanza de que la última Navidad de Vicky fuera perfecta.
Decoró la casa con orlas rojas y doradas, verdes, plateadas y verdes. Después, se puso otro árbol en la sala de abajo y colgó luces intermitentes.
Los días se sucedieron sin que nevara. Siguió el ajetreo de las compras, adquiriendo montañas de comida para todos los invitados y la compra de regalos. Vicky tardó bastante en decidir el regalo'de Víctor, pasando una y otra vez el catálogo que Myriam le había llevado de la tienda para evitar que hiciera jornadas agotadoras.
-¿Qué te parece esto? -dijo señalando una elegante maleta-. Papá viaja mucho al extranjero a venderle cosas a la gente.
-No lo sabía.
-Bueno, dejó de hacerlo cuando tú te pusiste mala. Pero espero que lo vuelva a hacer en cuanto te encuentres mejor.
-Vamos a comprársela entonces.
-¿Qué quieres tú para Navidad, mami?
-No lo sé. No lo he pensado.
-Pero debes hacerlo. Tengo que decírselo a papá -puso un gesto de culpabilidad y se llevó la mano a la boca-. Se suponía que era un secreto.
Myriam se rió.
-¿0 sea que te han mandado a espiar el terreno? Lo pensaré seriamente.
Mentalmente aplaudió a Víctor, que había recordado su consejo de que metiera a Vicky en la conspiración. No podía decirle a Vicky que lo que deseaba para Navidad era el amor de Víctor bien envuelto para la ocasión. Le dijo que le gustaban los espectáculos musicales y que le faltaban algunos en su colección. Vicky apuntó los que ya tenía y se fue con aire solemne.
Víctor estaba en todas partes con la cámara, sacando a Vicky preparando el árbol al lado de Nora, en el coro de Navidad del colegio, envolviendo los regalos y pegando las etiquetas con la lengua fuera de la concentración.
-Vamos a guardarlas -dijo Víctor, apagando el vídeo-. El año próximo será el momento de verlas.
Estaban sentados juntos a la una de la mañana. Myriam apenas podía verlo, pero podía sentir las líneas de su cuerpo y con debilidad esbozó una sonrisa mientras se le rompía el corazón.
-Vámonos a la cama -dijo tocándolo con suavidad.
-Sí, de acuer... ¡Dios, dios! ¿Qué es eso?
Desde arriba, escucharon la voz de Vicky que los llamaba apresurada:
-¡Papá! ¡Mamá! Subid, deprisa.
-Está enferma -dijo él con miedo.
Corrieron hasta el recibidor donde encontraron la silueta de Vicky en el rellano de la escalera saltando con agitación.
-Venid y mirad -gritó con urgencia señalando la ventana-. ¡Está nevando!

espero sus comentarios

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Mensaje  Dianitha Lun Feb 21, 2011 1:21 pm

graciias x el cap niiña What a Face What a Face
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Mensaje  QLs Lun Feb 21, 2011 2:59 pm

gracias por el capitulooooo alien alien esperamanos el de la tarde !! What a Face What a Face What a Face
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Mensaje  mariateressina Lun Feb 21, 2011 3:11 pm

graxias x el capitulo

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Mensaje  Marianita Lun Feb 21, 2011 8:29 pm

Muchas gracias por el capi, esperamos el próximo!!!!! alien alien
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Mensaje  Eva_vbb Lun Feb 21, 2011 9:46 pm

MUCHAS GRACIAS X EL CAP... ME ENTANCA LA NOVELITA
P,D:Esperemos que no se muera vicky que x un milagro se recupere
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Mensaje  myrithalis Lun Feb 21, 2011 9:54 pm

Gracias por el Cap. Saludos Atte: Iliana
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Mensaje  jai33sire Lun Feb 21, 2011 11:15 pm

gracias por el capitulo

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Mensaje  alma.fra Mar Feb 22, 2011 12:44 am

Muchas gracias por el capitulo.
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Mensaje  rodmina Mar Feb 22, 2011 1:23 am


Gracias por el capitulo

Muy Buena la novelita no tardes
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Mensaje  laurayvictor Mar Feb 22, 2011 6:00 pm

Hola chicas hoy les voy a poner dos capitulos..... Wink Wink Wink Wink Wink

CAPÍTULO 9
EN la boda, Myriam había tenido poco tiempo de fijarse en detalles de la familia de Víctor, pero cuando llegaron para pasar la Navidad, tuvo ocasión de observarlos más de cerca. Juana era como ella la recordaba, cálida y acogedora, con tendencia a decirlo todo a la cara. A Myriam le sorprendía comprender que Vicky había heredado toda su fuerza de carácter de Víctor y éste de su madre.
Víctor, su padre, era un hombre suave, unos centímetros más bajo que su mujer, y un hombre contemplaba el mundo con cierto aire de sorpresa y a su hijo con cierta admiración.
Aparte de ellos, estaba la hermana mayor de Víctor, Cecilia, que era tutora en una universidad a cierta distancia. Era una mujer tensa con aspecto severo y lengua sarcástica. Pero Myriam notó que a Vicky le caía bien y que buscaba su compañía ignorando sus indirectas o ni siquiera captándolas.
La hermana pequeña, Elena, había llegado desde Cornwall con su marido y sus hijos gemelos de once años, Daniel y Belinda. Eran unos niños alegres, pero sensibles y ambos sabían que debían tratar a Vicky con cuidado. Después de la primera hora, Myriam los dejó a los tres juntos con tranquilidad.
El día antes de Navidad, Myriam estaba haciendo todavía preparativos para acomodar a tantos invitados. Al final, consiguió que todo el mundo tuviera una cama, aunque la casa esta casi a reventar. Hasta Cecilia declaró que era acogedor que hubiera tanta gente bajo el mismo techo.
-Aunque no pensarás lo mismo el día de Navidad cuando llegue el resto -declaró sombría.
-¿Faltan todavía muchos? -preguntó Myriam-. Lo sabía, pero ya he perdido la cuenta.
-Varios primos -declaró Cecilia, agitando la mano-. A Denis ya lo conociste en la boda, Peter y Andrew. Están bien, al menos algunos de ellos. Peter no es tan tonto como aparenta. No es como Denis que sí que lo es.
Vicky soltó una carcajada.
-Bueno, ya sé que a ti te cae bien -dijo Cecilia-. A todos los niños les cae bien. A mi parecer, él mismo tiene mentalidad infantil.
-Exactamente -acordó Víctor con cierta aspereza-. Y no recuerdo haberle invitado a mi boda.
-Por supuesto que no -intervino Juana-. Nadie invita a Denis a ningún sitio. No hace falta, él siempre se presenta.
En medio del ajetreo, Myriam consiguió tomar tranquilamente una copa de sherry con Juana en la cocina. Ahora que eran amigas, era fácil compartir su preocupación acerca de la incapacidad de él de hablar con Vicky, excepto de forma superficial.
-El la adora, haría lo que fuera, daría lo que fuera por ella, excepto hablar con el corazón. Al principio, pensé que era maravilloso que él siguiera el juego de los Oswald hasta que comprendí que sólo era porque le resulta más fácil. Mientras tontea con los muñecos no tiene que decir nada más. No es un hombre superficial.
-Oh, no -acordó su madre-. Más bien al contrario. Siente las cosas con tal profundidad que no encuentra las palabras. Es igual que su padre. Nunca me ha dicho que me quería, pero los mejores retratos que me ha hecho han sido desde que perdí la belleza de la juventud. Por eso es por lo que sé que sí.
Myriam sonrió.
-Es muy bonito. Pero yo no estaba hablando de Víctor y de mí.
-Si tu marido no puede hablar de sus sentimientos, también debe ser problema tuyo -observó Juana.
Un impulso celoso le hizo a Myriam preguntar:
-¿Cómo lo conseguía Helen? ¿Le dijo alguna vez que la amaba?
-No estoy segura. Pero eso era diferente. Verás, se criaron puerta con puerta, fueron a la escuela juntos y se entendían con alma y cuerpo. Helen no necesitaba las palabras.
-Ya entiendo -dijo Myriam con un suspiro.


El día de Navidad, Vicky comentó con ansiedad:
-Papá, te has olvidado la escalera.
-¿Qué escalera?
-La de la ventana del descansillo, para Papá Noel.
-Él no necesita ninguna escalera, cariño. El reno le deja justo fuera.
-Pues siempre ha necesitado una escalera. Se la ponías contra la pared y dejabas la ventana un poco abierta.
Víctor cedió sin más discusión.
-De acuerdo. Una escalera.
Víctor le ayudó a sacarla del desván y Myriam les observó ajustarla.
-Ya está -dijo-. Ahora, Papá Noel podrá entrar sin ningún problema.
Su marido le dirigió una mirada de disgusto.
-Por lo que a mi respecta, Papá Noel podría caerse de esa escalera y...
-Cuidado. Vicky está en la ventana. ¿Está bien así, cariño?
-Perfecto -declaró Vicky.
-Es hora de irse a la cama.
A Vicky le costaba ahora menos irse a la cama desde que compartía la habitación con Daniel y Belinda. Sus susurros se alargaban hasta muy entrada la noche, como había averiguado Myriam escuchado desde fuera. Esa noche, mientras les veía colgar los calcetines elaboró un plan. A los tres niños se les permitiría salir a media noche, justo a tiempo de ver la llegada de Papá Noel, que bajaría a dejar los regalos cerca del árbol. Mientras los niños lo observaran, Juana entraría en su habitación y cambiaría los calcetines por otros idénticos llenos de caramelos y juguetes pequeños.
A las once y media, cuando la casa empezó a quedarse en silencio, Víctor preguntó:
-¿Y hasta dónde tiene que llegar la comedia? Porque si crees que voy a trepar por esa escalera...
-No, por supuesto que no -le tranquilizó Myriam-. Desde donde Vicky estará espiando, no se puede ver la ventana, así que no sabrá por dónde entras. Vamos. Ya has llegado hasta aquí. No abandones ahora.
-Tú te asegurarás de que Vicky esté espiando, ¿verdad? Odiaría estar haciendo el ridículo para nada.
-Déjamelo a mí.
A las doce menos diez, Myriam fue a examinar el rellano de la escalera fuera de la habitación de Vicky. Estaba vacío, pero enseguida asomó una carita por la puerta.
-A media noche en punto y ni un minuto antes -dijo Myriam-. Vuelve a la habitación.
La cabeza se desvaneció obedientemente y Myriam bajó a buscar a Víctor.
-No hay moros en la costa. Rápido.
Se fueron juntos al trastero cercano a la ventana donde habían guardado el disfraz. Después de ayudarle a ponérselo, Myriam dijo:
-Ahora, entra por esa ventana con el saco lleno de regalos. Pasas al descansillo y miras a tu alrededor. Entonces, bajas hasta el recibidor de abajo y descubres la cerveza y el pastel que te ha dejado Vicky y pones cara de encantado.
-¿Cómo puedo parecer encantado si no se me ve la cara?
-Puedes levantar los dedos con el símbolo de la victoria. Asegúrate de ponerte bajo la lamparilla de la pared para que ella te pueda ver bien. Vicky estará en las escaleras. Después, te vas al lado del árbol y dejas los regalos alrededor. Al volverte, te bebes la cerveza y te comes el pastel. Ahora estás casi listo para irte.
La ventana a través de la que se suponía que debía entrar había quedado abierta unos centímetros ante la insistencia de Vicky. Myriam corrió las pesadas cortinas y dio un respingo. Ante su mirada de incredulidad, la ventana se estaba abriendo. Apareció una mano.
-Alguien está intentando entrar -murmuró Víctor.
-Quizá sea Santa Claus -dijo ella con la cabeza ligera.
-Bobadas. ¿Cómo puede ser Santa Claus cuando yo...?
Víctor se miró a sí mismo en un gesto absurdo y escuchó a Myriam soltar una carcajada.
-Espera un momento -dijo él autoritario, pasando por delante de ella mientras alguien se apoyaba en el alféizar.
Lo que pasó al instante no tardó mucho. Hubo un golpe cuando cayeron al suelo juntos seguido de un forcejeo que acabó con Santa Claus encima.
-¡Oh! ¡Diablos! -exclamó una voz conocida.
-¡Denis! -exclamaron los dos a la vez.
-¿Que diablos estás haciendo entrando en mi casa como un ladrón? -preguntó Víctor.
-De ninguna manera. Sólo he llegado un poco pronto. Pensé que si me deslizaba en silencio no provocaría ningún problema y me veo atacado por un Santa Claus enloquecido.
Myriam cerró aprisa la ventana.
-Levantaos los dos.
Víctor se levantó y recogió el saco.
-¿Tú? ¿Papá Noel? -preguntó Denis-. Déjame hacerlo a mí.
-De ninguna manera -gruñó Víctor bajo la barba.
-Es algo que yo haría mucho mejor que tú y lo sabes. Vamos, Déjame.
Denis había empezado a tirarle de la barba blanca. Al minuto siguiente estaba acorralado contra la pared y un par de ojos furiosos lo miraban directamente a los suyos.
-Vamos a aclarar esto -rugió Santa-. Hay una sola persona que va a ser Santa Claus para mi hija y voy a ser yo. ¿Ha quedado claro?
-De acuerdo, de acuerdo -dijo Denis con voz estrangulada.
-Algún problema más por tu parte y te encontrarás otra vez en la nieve.
Santa soltó a su presa, que se deslizó por la pared frotándose el cuello y jadeando para respirar.
Desde arriba, por encima de sus cabezas, les llegaron unos susurros infantiles.
-Eso no importa ahora. Tienes un trabajo que hacer.
Víctor se cargó el saco al hombro y bajó hasta el rellano, desde donde empezó a bajar las escaleras hasta el recibidor débilmente iluminado. Myriam se movió en silencio tras él hasta que pudo ver bien las tres caritas observando con intensidad. Se quedaron completamente inmóviles mientras Santa Claus llegaba al recibidor y, cuando éste alzó los dedos, la sonrisa surcó las tres caras infantiles que asomaron más por la barandilla para verlo mejor.
Desde su punto de visión aventajado, Myriam le vio acercarse al árbol iluminado, vaciar el saco en la base y dejar los regalos a izquierda y derecha con gran cuidado. Cuando terminó el trabajo, se fue adonde le esperaba la cerveza.
Mientras la bebía, Myriam vio a un niño separarse de los otros y bajar suavemente las escaleras. Por fin, Santa Claus terminó el pastel, pero antes de que pudiera salir, la pequeña figura saltó del último rellano y se tiró contra él. Santa Claus dio un respingo, la pequeña cara enterrada bajo su barba y los dos se quedaron así mucho tiempo.


Más tarde, ya en la cama, Víctor preguntó:
-Sabía que era yo desde el principio, ¿verdad?
-Por supuesto -dijo Myriam, sonriendo-. Te dijo el año pasado que ya no creía en Papá Noel.
-Entonces, ¿por qué aparentó que sí?
-Averígualo.
Después de un momento, él dijo:
-Sí, lo entiendo. 0 eso creo. La pequeña quería ver si era capaz de hacer el pino por ella, ¿verdad?
-Sí, y lo has hecho -le dijo ella con ternura.


Denis pasó el resto de la noche en el sofá al lado del árbol.
-Vigilando los regalos -dijo animado-. El pequeño ayudante de Santa Claus.
A la mañana siguiente, mientras todos los de la casa se ponían en pie, se paseó por todas partes decorando todo con muérdago, del que había comprado una buena provisión.
Los niños saltaban de excitación y los adultos se reunieron alrededor del árbol para empezar la ceremonia.
Vicky estaba entusiasmada con sus regalos. Myriam le había comprado todo lo que podía desear su corazón de bailarina, desde una malla para ensayar y medias hasta un tutú de satén y un par de las mejores zapatillas de bailarina. Vicky enseguida subió para bajar vestida con el tutú y las medias. Hizo una reverencia ante el aplauso general y anunció que pensaba pasarse el día vestida así. A Myriam le dio un vuelo el corazón, pero sonrió. Vicky podía soñar y nunca tendría porqué saber que su sueño no se haría realidad.
Cuando los niños habían esparcido todos los papeles de colores brillantes por la habitación, los mayores empezaron a mirar sus regalos. Myriam tuvo dos sorpresas. En vez de las cintas que había pedido, Vicky y Víctor le habían regalado un equipo de discos compactos de último modelo y versiones de casi cada opereta y musical de la historia de la música.
La segunda sorpresa fue otro juego de regalos y tarjetas.
-Feliz cumpleaños -dijo Víctor al dárselas.
-Pero, ¿cómo sabías que era mi cumpleaños? -preguntó encantada.
Víctor y su hija intercambiaron una mirada. -Encontré tu certificado de nacimiento y se lo di a papá.
-Es la mejor sorpresa que he tenido nunca.
Pero el mayor placer de todo fue que él no hubiera descubierto la fecha de su cumpleaños a través de sus informes laborales. En vez de eso, le había pedido a Vicky que lo averiguara.
Una rama del muérdago de Denis colgaba justo encima de su cabeza. Hubiera sido tan fácil para Víctor hacer uso de la tradición y besarla... pero aparentemente no se le ocurrió. Le apretó el hombro con amabilidad y susurró:
-Siempre que te guste...
Y el momento pasó.
La casa era un hervidero de gente. Myriam no consiguió estar un momento a solas hasta la hora de cenar. Se escapó a la cocina y se dispuso a preparar una taza de té. De repente, se sintió deprimida. El día casi se había acabado y Víctor no había hecho caso del muérdago. Con un suspiro, contempló los platos sucios.
-No te preocupes. Le prometí a Nora que lo haría yo -dijo una voz animada.
-Hola, Denis. No me digas que la fiesta ha sido demasiado para ti también. Has nacido para las fiestas.
Él se abanicó.
-Incluso un cortesano necesita cinco minutos de paz. ¿Estás preparando té?
-Sí. Estará listo en un minuto.
Mientras lo preparaba, era vagamente consciente de que Denis estaba por encima de su cabeza, pero no tenía ni idea de lo que estaba haciendo hasta que miró a su alrededor para buscar la leche y le vio mirándola con sonrisa pícara.
-¿Que pretendes, Denis?
-¿No ves lo que hay encima? -preguntó él con inocencia.
Myriam alzó la vista hacia la luz, donde Denis había colgado otra rama de muérdago de la pantalla de metal. Antes de poder detenerle, ya la había rodeado con sus brazos para darle un beso en todos los labios.
A Myriam no le gustó, pero tampoco se enfadó. Era sólo Denis haciendo el tonto.
-Es suficiente -dijo riendo e intentando liberarse de sus brazos que la aprisionaban-. Suéltame ya.
-Me darás un beso de Navidad, ¿verdad?
-Ya lo has tenido.
-¿Y qué te parece otro?
-Denis, te estoy advirtiendo...
-Oh, no seas tan dura, Myriam. Me has enloquecido desde que te vi el día de la boda y Navidad es solo una vez al año. Sé amable con este hombre hambriento.
-¿Hambriento? ¡Y un cuerno! Te has comido casi la mitad del pavo
-Hambriento de amor. De afecto. Un roce de tus labios y viviré de ello el resto del año.
Myriam se liberó y alcanzó el cucharón.
-No sobrevivirás ni cinco minutos si te doy con esto.
-¡Me rechaza! ¡Qué calamidad!
Denis la soltó y se apretó la frente con aspecto de ir a morirse de dolor.
Myriam se rió y bajó el cucharón.
Pero fue un error tremendo. Rápido-como una centella, le rodeó los hombros con sus brazos y la atrajo hacia sí para conseguir otro beso. Myriam, perdió el equilibrio sorprendida y tropezó contra él.
Entonces, tan repentinamente como se había abalanzado sobre ella desapareció. Ella vio por el rabillo del ojo la cara enfurecida de Víctor. Recuperó el equilibrio a tiempo de ver cómo Denis era lanzado fuera de la cocina y escuchó voces ahogadas desde el recibidor. Denis intentaba aplacar a Víctor diciendo:
-No seas tan duro con el pequeño ayudante de Santa Claus.
-El pequeño ayudante de Santa Claus tiene bastante suerte de no encontrarse ya colgado de un árbol.
-Gracias -dijo Myriam, cuando volvió Víctor-. Se estaba propasando.
-¿De verdad? Una mujer prudente no se quedaría a solas con él -la amonestó con frialdad Víctor.
Ella alzó la vista y lo encontró mirándola sombrío.
-¡Eh, vamos! No he venido aquí sola con él. Vine a tomar una taza de té y a buscar un poco de paz y él me siguió.
-Con una intención.
-Bueno, no me culpes a mí por eso. Y no hagas una montaña de un grano de arena. Sólo estaba haciendo el tonto.
-Si tú lo dices...
-Bueno, no creerás en serio que era nada más, ¿verdad? -preguntó ella con incredulidad-. Sólo lo he visto una vez antes, en el día de nuestra boda.
-En la cual, si mal no recuerdo, disfrutaste mucho de su compañía.
-Yo creo que cualquiera disfrutaría de su compañía. Es divertido.
-¿Divertido? -Víctor la miró como si nunca hubiera escuchado la palabra antes-. ¿Crees- que todo esto tiene algo que ver con la diversión?
-Sí -dijo ella, dirigiéndole una mirada de advertencia-. Es Navidad y la Navidad debería ser divertida para todos. Especialmente para Vicky.
-Ah, sí, Vicky. Me alegro de que te hayas acordado de ella. ¿Crees que ella hubiera entendido tu noción de la diversión?
-¿Qué diablos...?
-¿Y si te hubiera visto?
-Honestamente, dudo que le hubiera molestado. Ella ha visto a Denis besar a la mayoría de la gente debajo del muérdago hoy. Para eso se pone.
Él la rodeó con la cara furiosa.
-Si quieres que te besen debajo del muérdago, tienes un buen marido perfectamente disponible.
-Deja de hablarme como si estuvieras en la oficina. Mi buen marido perfectamente disponible se ha olvidado del muérdago todo el día.
-Bueno, pues lo solucionaremos ahora -dijo alcanzándola con rapidez.
Al momento siguiente, la atrajo con fuerza contra su pecho y su boca apretó la de ella. Había rabia en sus movimientos, en la forma en que la apretaba contra él, sus labios obligándola a aceptarlos. Era un nuevo tipo de pasión, no la dulce y tierna de la vez que se habían acostado juntos, sino una fiera y desesperada que ella le notaba por todo el cuerpo.
Sólo una vez antes, la noche de la fiesta, la había besado de aquella manera y ella había soñado con que lo volviera a hacer. Así era como él la deseaba, sin pedir, sino tomando, porque la posesión era lo único que le importaba. El fuerte cuerpo masculino apretado tanto contra el de ella estaba rígido como el acero y sus brazos la mantenían impotente.
-Víctor... -murmuró ella.
-Cállate -dijo él contra su boca-. No hay nada que decir.
No, no había nada que decir. No había nada en todo el mundo salvo la loca palpitación de la sangre en sus venas y los temblores que le producían sus insistentes labios.
-No puedo respirar -jadeó ella, mareada.
-Bien.
Sus labios bajaron por su mejilla hasta su cuello. Estaba murmurando algo que ella no podía entender, pero creyó oír:
-Te deseo.
-¿Qué has dicho?
-Silencio. Así es como se te debe besar. ¿Notas ahora la diferencia entre un chico y un hombre?
Ella sólo pudo gemir:
-Sí... sí...
-Eres mía -murmuró él-. Me perteneces...
-Sí.
Ella estaba medio loca de placer y de la inesperada felicidad del momento. Si durara para siempre...
-Víctor, Víctor.
Su cara estaba de nuevo sobre la de ella, sombría con alguna emoción depredadora que ella no había visto nunca antes.
-Quiero escucharte oír decir Denis.
-¿Denis qué...?
-Eso está mejor.
Tenía la respiración entrecortada, pero su respuesta pareció calmarle de alguna manera. Cuando bajó de nuevo los labios, eran tiernos de nuevo. Ella se sentía poseída por la sensación acariciarte de su boca. Así era como debía ser siempre...
Y entonces, el hechizo quedó roto por un ruido temible.
Las risas ahogadas de niños.
Como en un sueño, se separaron y se dieron la vuelta horrorizados para mirar hacia la puerta de la cocina. Estaba vacía, pero les llegó otra risa desde el recibidor. Con un ruido sordo, Víctor pasó por delante de ella justo a tiempo de ver a tres niños desapareciendo en diferentes direcciones.
-¡Vicky!
Una cara cargada de inocencia apareció por entre los barrotes de la balaustrada.
-¿Sí, papi? -dijo con suavidad-. ¿Me necesitabas?
Víctor suspiró.
-No, en este mismo momento no.
Myriam estaba todavía inmóvil donde la había dejado, temblorosa de las tumultuosas emociones que le sacudían y de lo abrupto de su fin. ¿Habría dicho él de verdad aquellas cosas o se las habría imaginado ella? ¿Qué le diría ahora?
Él volvió a su lado con una sonrisa forzada.
-Deberíamos haber recordado que estábamos prácticamente en público. Al menos yo. Perdona...
-No hace falta que me pidas perdón.
-No bueno...
Cecilia apareció en ese momento en el umbral de la puerta.
-Víctor, viniste a buscar algunos pasteles y seguimos esperando. ¡Qué típico de un hombre ir a un solo recado y olvidársele!
-¿Olvidar? Oh, sí. Me olvidé de a qué había venido aquí. Myriam, los pasteles...
-Aquí están -dijo ella, esperando que la voz no le sonara temblorosa.
-Vamos entonces -les apremió Cecilia-. Vicky quiere jugar a ese juego de palabras al que nos gana siempre.


La casa estaba en silencio. Abajo, las luces de árbol todavía brillaban. Arriba, todo estaba oscuro. Myriam, que salió de su habitación a echar el último vistazo a Vicky, encontró a la pequeña sentada en las escaleras con Víctor susurrando:
-Lo siento, papá. De verdad.
-No lo sientes nada. Te has reído todo lo que has querido.
-Sólo un poco, papi -se rió Vicky-. Era bonito veros a mami y a ti así.
-Bueno, me alegro de que te hayas divertido.
-No era sólo diversión. Era bonito pensar que tú y mami... bueno, ya sabes.
Myriam le vio deslizar el brazo por los hombros de Vicky y atraerla hacia sí.
-Si a ti hace feliz... Eres feliz, ¿verdad?
-Sí, papi.
-¿Feliz de verdad?
-De verdad.
-Entonces, todo está bien, porque tu felicidad es lo más importante del mundo.
-Gracias por unas Navidades tan bonitas.
-Deberías darle las gracias a mami. Nadie sabe todo lo que hace por nosotros.
-Yo sí. Yo lo sé.
-Entonces está bien. Vamos. Ya debías estar en la cama.
Víctor la levantó en brazos. Myriam se retiró a las sombras mientras su marido llevaba a su hija en brazos. Ninguno de los dos la vio.

ahora les pongo uno de pilon......

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Mensaje  laurayvictor Mar Feb 22, 2011 6:02 pm

Aqui esta el pilon.....

CAPÍTULO 10
CADA día de vida de Vicky era un regalo. Y aún mejor, no mostraba síntomas de recaída. Al pasar febrero y llegar marzo, empezaron a tener la esperanza de que vería la primavera y quizá el verano. La vigilaban constantemente, torturándose cada vez que pillaba el mínimo resfriado y regocijándose cuando se recuperaba. Había todavía alarmas, momentos en los que se agotaba más de lo debido y sufría colapsos y había cosas que no le podían permitir hacer. Pero sus fuerzas estaban resultando ser superiores a lo que habían esperado
El traje de ballet era su favorito para ponerse en casa. Vicky se había salpicado de grasa en el primero y se había disgustado tanto que lo habían reemplazado de inmediato. Sucedió que Myriam tuvo que quedarse en casa con un fuerte resfriado, así que, en vez de hacer esperar a Vicky, Víctor fue a la tienda él mismo y recogió el nuevo. Vicky se lo puso al instante y Myriam la encontró posando frente al espejo, no sólo con el traje sino con una diminuta corona en la cabeza.
-¿No es precioso? -preguntó Vicky-. Me lo ha regalado papi -sonrió-. Seguro que lo escogiste tú.
-No, de verdad que no. Ni siquiera sabía que iba a ir a comprarlo.
-¿De verdad?
-De verdad. Debió ocurrírsele al pasar por la tienda.
La mirada de Vicky fue de felicidad. Myriam lo entendía. Vicky adoraba a su nueva madre, pero era su padre el que ocupaba el primer puesto en su corazón. Y así debía ser.
-Quieres mucho a papá, ¿verdad? -preguntó Myriam con orgullo.
Vicky asintió.
-Es el mejor papá del mundo.
-¿Y siempre se lo dices?
Vicky frunció el ceño pensativa.
-Bueno, no.
-Pues creo que deberías. Simplemente así. Para él significaría mucho.
La cara de Vicky se hizo de repente conocedora.
-Tú también quieres a papá, ¿verdad?
-Sí -dijo simplemente Myriam.
Con Víctor podía mantener el secreto, pero a esa niña sólo le diría la verdad.
-¿Mucho?
-Sí, mucho -susurró Myriam.
Vicky se relajó visiblemente como si por dentro estuviera diciendo: entonces, me quedo tranquila. Myriam se preguntó cuánto sabría la pequeña. ¿Podría de verdad mirar al futuro, después del final de su vida, al padre que quedaría devastado sin ella? Seguramente no era posible. Sin embargo, los ojos de Vicky estaban clavados en ella, suaves y cargados de una comprensión exagerada para una niña.
Al día siguiente, cuando llegaron a la reunión con las Broownies, Vicky salió corriendo al encuentro de sus amigas. La jefa le hizo una señal a Myriam para hablar con ella, pero enseguida la distrajo una pequeña con una pregunta. Para cuando lo resolvió, la reunión había comenzado y Myriam se quedó pensando qué le habría querido decir.
Enseguida lo descubrió. A la hora de irse, Vicky llegó corriendo hacia ella con la buena noticia.
-Vamos a irnos de acampada -dijo-. Toda una semana.
Myriam clavó los ojos con desmayo en la jefa, que se acercaba apresurada hacia ella. -Ve a recoger tus cosas, cariño -le dijo a Vicky.
Cuando la niña se hubo ido, Myriam dijo con impotencia:
-No creo que pueda dejarla ir de acampada.
-Lo siento -dijo la jefa-. Pretendía advertirla para que le pudiera decir con antelación que no podía ir, pero como ha visto, me lo impidieron.
-Ahora tendrá esperanzas y yo un auténtico problema -dijo Myriam con un suspiro.
Todo el camino de vuelta a casa, Vicky no dejó de hablar feliz de la acampada. Myriam esperó hasta que llegaron a casa para decir:
-Cariño, debes ser realista. Sabes que no estás lo bastante fuerte como para ir de acampada.
-Pero todo el mundo va -protestó Vicky.
-Pero ninguna tiene el corazón débil. Siento disgustarte, pero es imposible.
-Pero quiero ir -sollozó Vicky.
-Ya lo sé -replicó Myriam con ternura-, pero encontraré alguna otra diversión para ti.
-No quiero ninguna otra diversión. Quiero ir de acampada.
-No estás lo suficiente fuerte...
-Lo estoy, lo estoy. Estoy mucho más fuerte ahora. Muchísimo más.
Myriam hincó una rodilla en el suelo e intentó tomar a Vicky en brazos, pero la niña la empujó.
-Iremos al ballet la próxima semana.
-No quiero ir al ballet -lloró Vicky-. Odio el ballet. Y te odio a ti. Odio a todo el mundo.
Las lágrimas se convirtieron en ruidosos sollozos y de ahí escalaron a una rabieta en toda regla. A Myriam se le encogía el corazón de pena por la niña, de tener que negarle la oportunidad de disfrutar de la vida con otros niños, pero sabía que debía calmarla antes de que se agotara
Al final, Vicky resolvió el problema por ella saliendo corriendo a su habitación en el piso de arriba y desplomándose en la cama a sollozar. Con un poco de suerte, pensó Myriam, se quedaría dormida. A los pocos segundos, se hizo el silencio y, cuando fue a inspeccionar, la encontró dormida pacíficamente con el pingüino en los brazos. El otro Oswald, la foca, había sido desterrado y arrojado al suelo, un testimonio de lo que sentía por Myriam.
Esta llamó a Víctor y le contó lo sucedido.
-¿Se encuentra bien? -preguntó él con ansiedad.
-Sí, está dormida. Pero, cuando llegues a casa va a empezar a intentar convencerte, así que por eso te advierto.
-No cederé de ninguna manera. Me parece una pena que surgiera la situación.
Colgó entonces dejando a Myriam sorprendida de que la culpara a ella.
Pero quizá sí tenía la culpa, pensó abatida. Era ella la que había insistido en dejar a Vicky unirse a las Brownies y si no, eso nunca hubiera ocurrido.
Como se temía, Vicky se despertó en cuanto su padre metió el coche en el sendero.
-Mami dice que no puedo ir de acampada con las Brownies, pero puedo, ¿verdad, papá?
-No, cariño -dijo él con suavidad, pero con firmeza-. No estás lo suficiente fuerte.
Vicky apretó los labios obcecada.
-Pero no es justo.
-No, no es justo -acordó Víctor-. No es justo que tú estés enferma mientras que las otras niñas estén sanas.
-Pero si no estoy enferma -gritó Vicky-. Estoy mejor ya y quiero ir de acampada.
Víctor sacudió la cabeza. Reconociendo la firmeza, Vicky abandonó la discusión y empezó a dar patadas a los muebles.
-Ya está bien, Vicky -dijo Myriam.
Como respuesta, Vicky dio más patadas.
-Sube a tu habitación -le ordenó con firmeza Myriam-. No permitiré ese tipo de comportamiento.
Vicky la miró a los ojos como si calculara el riesgo de dar otra patada, pero pareció pensarlo mejor. Se dio la vuelta y empezó a subir desconsolada.
-Mira -dijo Víctor en voz baja-. ¿Hace falta que se vaya a...?
-Sí -afirmó Myriam-. Sólo por un rato. Podrá bajar después.
Víctor se fue a la salita y se sirvió una copa.
-¿Por qué diablos tenía que pasar esto?
-Me culpas a mí, ¿verdad?
-¿Y te sorprende? Yo dije que no debía unirse las Brownies.
-Le encanta estar con ellas.
-Hasta ahora. Esto tenía que ocurrir.
-¿Hubiera sido mejor mantenerla bajo llave? Seguramente, será mejor para ella disfrutar de algún placer en los últimos... ¡Oh, dios mío!
Sus ojos horrorizados estaban clavados en algo por detrás de la espalda de Víctor. Él se dio la vuelta y por un momento se quedó petrificado al ver a Vicky bajar por un árbol pegado a la casa. Mientras los dos miraban, perdió el pie y cayó un tramo, quedando por fin enganchada entre unas ramas.
Sólo había una corta distancia hasta el recibidor y de allí a la calle, pero se les hizo una eternidad mientras las pesadillas de lo peor que podría haberle pasado a Vicky se agolparon en la mente de Myriam. Llegaron justo cuando estaba recorriendo los últimos metros. Llegó al suelo jadeante y sujetándose al árbol. Sin vacilar, Víctor la alzó en sus brazos.
-Llama al doctor -le dijo a Myriam entre dientes-. Que venga inmediatamente.
-Estoy bien, papi -protestó Vicky entre jadeos.
Pero él ya estaba corriendo hacia la casa con ella en brazos.
Myriam llamó al doctor y subió aprisa a la habitación de Vicky. La niña estaba acostada en la cama y parecía enfadada por el jaleo que se estaba formando a su costa.
-Estoy bien, papá -decía con insistencia.
-Dejaremos que eso lo decida el doctor -dijo Víctor muy pálido. Entonces, miró a Myriam con agudeza-. ¿Ya viene?
-Estará aquí en unos minutos.
Myriam notó con alivio que Vicky tenía buen color y la respiración más regular, pero Víctor no parecía haberse enterado de aquellas señales esperanzadoras. Estaba mirando a su hija con gesto de angustia y terror.
El doctor Canning llegó y habló con Vicky como un viejo amigo. Entonces, pidió que le dejaran a solas con ella. Mientras esperaban abajo, Víctor dijo:
-Siento lo que he dicho. Ha sido estúpido y cruel.
-¿Entonces no me culpas?
-No, lo solté porque estaba asustado, pero tú eres la mejor amiga que tengo. Sin ti...
En ese momento entró el doctor. Sus primeras palabras cayeron sobre ellos como una tromba.
-Me gustaría llevar a Vicky al hospital mañana.
-¡Oh dios! -exclamó Víctor, girando la cabeza.
-No, no. No es lo que piensas -le dijo el otro hombre-. El hecho es que parece más fuerte de lo que yo esperaba. Ha soportado esa caída notablemente bien. Me gustaría hacerle algunas pruebas más.
Como Víctor parecía demasiado asombrado como para hablar, intervino Myriam:
-¿Quiere decir que Vicky se está poniendo mejor?
-Digamos que ha mejorado un poco. No se puede recuperar de verdad sin la operación, pero si está soportándolo tan bien como yo creo, podría haber que considerarlo de nuevo.
Víctor lo miró fijamente.
-¿Está diciendo que tiene alguna esperanza de vida?
-Hagamos las pruebas y después veremos -dijo el doctor con cautela.
Víctor parecía de repente un hombre en estado de catalepsia. Fue Myriam la que preguntó de nuevo:
-¿Le ha dicho algo de esto a Vicky?
Al doctor Canning le despidieron chispas los ojos.
-Más bien ha sido al contrario. Ella sigue insistiendo en que se encuentra mejor. Al principio, yo lo rechacé pensando que era para conseguir lo que quería, pero después pensé que quizá debería hacerla caso. Fue ella la que insistió en lo de las pruebas. Está segura de que demostrarán que ella tiene razón.
-Pero... ¿cómo ha sucedido? -preguntó Víctor con voz tenue-. Estábamos tan seguros de que se nos iba de las manos.
-Y se nos iba. Y sin la operación, perderá lo que ha ganado. Pero esa niña tiene una gran determinación. Y quizá... -los ojos 'de doctor descansaron en Myriam-. Quizá haya también otras razones, cosas que la ciencia médica no puede catalogar.
Myriam le acompañó hasta la puerta y, cuando volvió, encontró a Víctor en el mismo sitio en el que le había dejado.
-¿Has oído lo que ha dicho? -le preguntó.
-No me he perdido palabra -le confirmó Myriam, cargada de esperanza.
-Pero no puede ser verdad. ¿Puede?
Sus ojos se encontraron. Al momento siguiente los dos se habían arrojado a los brazos del otro abrazándose con fiereza.
-Pues es verdad -lloró Myriam-. Tenemos que creerlo. Ella lo cree y no podemos defraudarla.
Él la apartó para mirarla.
-Y todo es debido a ti. Eso era lo que el médico estaba diciendo. Tú has conseguido que recuperara las fuerzas.
-Los dos lo hemos conseguido.
-Vamos a subir a verla.
Como dos niños excitados, corrieron escaleras arriba para encontrar a objeto de su preocupación mirándolos con aire de triunfo.
Vicky fue al hospital al día siguiente. Myriam también la acompañó y se quedó en la sala de espera próxima. Como el doctor había dicho, Vicky estaba cargada de entusiasmo y no dejó de hacer preguntas durante las innumerables pruebas a las que le sometieron.
Al final de la tercera, el doctor Canning anunció:
-Está definitivamente más fuerte. Ahora tenemos una ventana a la esperanza. Le dije a su padre que le quedaban unos ocho meses y eso fue hace ya cinco. Ahora diré de nuevo ocho meses, empezando desde ahora.
-¿Y eso es lo más que podemos esperar? -preguntó Víctor.
-Sí, a menos que...
-¿A menos qué? -repitió Myriam con agonía.
-En la otra ocasión, le di a Vicky sólo un diez por ciento de posibilidades de sobrevivir a la operación. Ahora diría que tiene un cincuenta por ciento.
Víctor le apretó a Myriam el brazo con tanta fuerza que le hizo daño.
-Pero si esperamos, seguramente las posibilidades aumentarán de nuevo, ¿no?
El doctor sacudió la cabeza.
-No, ha alcanzado un pico. Desde este punto, empezará a retroceder.
La fuerza con que Víctor tenía asido el brazo de Myriam aumentó:
-Si se le somete a esa operación y fracasa, todavía le quedaría algo de tiempo, ¿verdad?
Los ojos del doctor estaban cargados de lástima mientras sacudía la cabeza.
-Si fracasa -dijo con suavidad-, no volverá.
Víctor estaba empezando a respirar como si se estuviera ahogando.
-Pero no tendremos que tomar la decisión en este mismo instante, ¿verdad? Unos cuantos días...
-Ni siquiera. El mejor cirujano en esta especialidad es Alejandro Warfield. Normalmente trabaja en el extranjero, pero da la casualidad de que se quedará en el país esta semana. Ya he hablado con él y podría hacerlo mañana.
-¡Mañana! -exclamó Víctor-. No, es demasiado pronto. Necesito tiempo para pensar.
-Me temo que sólo dispondrás de una hora, porque tendré que informar al cirujano con antelación. Ya sé que el cincuenta por ciento no es una gran esperanza -añadió el doctor Canning con delicadeza.
-Necesito salir de aquí -dijo con aspereza Víctor.
Myriam le siguió hasta el aparcamiento, pero antes de llegar al coche, él se detuvo.
-Tengo que pasear -dijo-. Simplemente no puedo asimilar todo esto.
Aunque apenas estaba empezando la tarde, la oscuridad ya había descendido y las calles brillaban con la lluvia que había caído poco antes. Myriam se acomodó a su paso y pasearon en silencio durante un kilómetro y medio a tal ritmo, que ella tenía que correr de vez en cuando para poder seguirle.
Después de un rato, llegaron al parque. Víctor atravesó el césped hasta llegar al parque infantil, con columpios y toboganes. En verano debía ser un lugar encantador, pero ahora era desapacible y estaba desierto. Se sentí en uno de los bancos bajos de madera y Myriam se sentó a su lado.
-Solía traer a Vicky aquí hace un par de años -comentó él-. Ella se subía a lo alto de la estructura de madera y se colgaba de las rodillas mientras yo la esperaba debajo horrorizado -soltó una áspera carcajada-. Y ella ni se preocupaba. Tenía tanta energía y coraje. Era tan fuerte entonces...
La voz le tembló y Myriam le rodeó con sus brazos. No había nada que pudiera decir para ayudarle en ese momento.
-No puedo hacerlo -susurró él con voz ronca-. No puedo dejar que la metan mañana quirófano sabiendo que podría no volver a verla nunca. ¡No puedo hacerlo!
-¿Ni siquiera si ésa es su única oportunidad de vida? -susurró Myriam.
-¿Vida? -preguntó el con amargura-. ¿Es que tiene siquiera una oportunidad de vida? Ya lo has oído. Cincuenta por ciento. ¿Qué tipo de esperanza es ésa?
-Es mejor que la que tenía hace ocho meses -le recordó Myriam-. Ya sé lo duro que parece ahora, pero supón que dices que no. ¿Cómo te sentirás cuando le llegue el tiempo de morir? Entonces, desearás haberte arriesgado y será demasiado tarde. Te arrepentirás el resto de tu vida.
Él se volvió hacia ella con la cara lívida.
-¿Quieres que haga esto? ¿Sabes lo que me estás pidiendo?
-Por supuesto que lo sé -le recordó ella.
-Está más fuerte que hace unos meses, pero podría irse en cuestión de horas.
-Ya lo sé -sollozó ella con agonía-. Yo ya he pasado por eso. He vivido muchos meses con dos imágenes en mi cabeza: la de Verónica cargada de energía y de vida y otra de ella muerta y fría y con sólo unas pocas horas entre las dos. Eso es lo más terrible, lo que pueden cambiar las cosas en tan poco tiempo.
-Y sabiéndolo, ¿todavía quieres que corra el riesgo?
-¿Es demasiado pedir? ¿Por ella?
El sacudió la cabeza aturdida.
-Pero no sé si podré hacerlo. Nunca me he tenido por cobarde, pero lo soy, a menos que tú estés ahí.
Ella le tomó la mano y se la apretó entre las suyas preguntándose si estaría preparado para lo que iba a decirle a continuación:
-Hay alguien más a quien creo que deberíamos preguntar.
-¿A quien?
-A Vicky. Es su vida. Cuéntale las posibilidades que tiene y si ella quiere correr el riesgo. Creo que ya sé cuál será la respuesta.
Él la miró un largo momento sin hablar. La mano que ella sujetaba se puso fría como el hielo. Al final, Víctor asintió. Juntos abandonaron el parque y volvieron al hospital.
Vicky estaba todavía reclinada sobre los almohadones. Parecía muy despierta y contenta y tenía buen color. A Myriam casi le falló el corazón. En pocas horas...
Cuando todos se hubieron abrazado, ella miró a Víctor, esperando a que hablara. Pero sus ojos, clavados en los de ella, estaban cargados de desesperación y sólo abrazaba a su hija como para no dejarla irse nunca.
-El doctor cree que estoy mejor -anunció Vicky con la luz de la lucha en los ojos-. Está alucinado de lo fuerte que estoy.
-Sí, estás más fuerte -dijo Myriam, sentándose en la cama-. Pero nunca te pondrás fuerte de verdad a menos que hagan algo en tu corazón. No se pondrá bien solo.
Myriam vaciló, insegura de qué decir a continuación. La exuberancia de la niña había sido sustituida por una mirada de gravedad, como si Vicky hubiera comprendido de repente que el tiempo para las cosas infantiles se hubiera pasado. Víctor no dijo nada, sino que se quedó quieto mirando de una a la otra, comprendiendo que se estaban comunicando sin palabras.
-¿Y pueden hacerlo ahora? -preguntó Vicky por fin.
-Eso depende de ti -dijo Myriam-. Si tú quieres...
-¿Qué es esto? -intervino de repente Víctor, mirando a Vicky-. ¿Me lo estoy imaginando yo? ¿Cuánto sabes...?
-Yo estaba segura de que Vicky lo sabía
Hubo un gesto casi maternal en la forma en que la niña le dio una palmada en la mano.
-Tú no querías que yo lo supiera, así que eso aparenté. Pero lo sabía de verdad.
-Pero, ¿cómo?
-Porque ya tenías siempre tiempo de sacarme a la calle -dijo ella simplemente.
Víctor no pudo decir nada. Sólo bajó la cabeza. Vicky estiró los brazos y le rodeó en un gesto extrañamente maduro de protección. Myriam los contempló por un momento antes de abandonar la habitación. Ahora dependía de ellos. Su papel ya estaba hecho.
Esperó en el corredor durante media hora hasta que el doctor llegó a buscarla.
-Me temo que tendré que saber la respuesta pronto -dijo.
En ese momento se abrió la puerta y salió Víctor. Los miró a los dos un momento y asintió sin hablar.
-Llamaré a Alejandro Warfield ahora mismo -dijo el doctor apresurándose a irse.
Víctor se sentó al lado de Myriam. Parecía muy calmado.
-Vicky no tiene miedo -dijo-. Todo este tiempo, yo pensaba que la estaba protegiendo, pero era ella... -la voz le tembló y enterró la cabeza entre las manos para sobreponerse al instante-. Sabe lo que quiere. Todo o nada. Tenías razón -se quedó en silencio un momento antes de continuar con voz tensa-. Sabía que se estaba muriendo porque yo le dedicaba la mayor parte de mi tiempo.
-No te pongas triste por eso -dijo Myriam-. No es tan importante como lo que os une.
El asintió.
-Me ha hablado de Helen. Si llega el final, estará con ella. Por eso es por lo que no tiene miedo.
El doctor Canning llegó apresurado.
-Ya está todo arreglado. El cirujano estará aquí mañana pronto -se le suavizó la cara al mirarlos-. Es el mejor del país.
Víctor asintió.
-¿Podemos quedarnos con ella esta noche?
-Por supuesto. Pero intentad que no hable. La enfermera le dará un sedante suave para que duerma bien -vio un ligero cambio en la expresión de Víctor-. ¿Hay algo más?
-No -se apresuró a decir Víctor.
Pero Myriam lo había entendido. Esa noche entre todas las noches, Víctor podría haber hecho lo que había sido siempre incapaz, abrir su corazón a su hija y hablar con libertad. Podría ser su última oportunidad. Pero era demasiado tarde. El viaje de Vicky había comenzado. El reloj corría hacia atrás, llevándola con él, quizá para siempre.


espero muchos comentarios ...me encanta esta novela la primera vez que la lei llore....jajajajaj

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Mensaje  QLs Mar Feb 22, 2011 8:30 pm

te dire que acabo de terminar de leer el capi y se me llenaron los ojitos de awa ....

gracias no tardes tanto por fas !! Sad Sad Sad
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Mensaje  Eva_vbb Mar Feb 22, 2011 9:30 pm

aaaaaaah quiero masss quiro masss ====== LO MEJOR UNA BODA (FINAL)======= - Página 3 388331 ====== LO MEJOR UNA BODA (FINAL)======= - Página 3 388331 ====== LO MEJOR UNA BODA (FINAL)======= - Página 3 388331 ya quiero saber como sale vicky de la operacion y que estos 2 se confiesen su amor
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Mensaje  jai33sire Mar Feb 22, 2011 10:53 pm

muchas gracias por los capitulos

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Mensaje  alma.fra Mar Feb 22, 2011 11:01 pm

No me puedes dejar con esta angustia mucho tiempo Sad Sad Sad , no tardes con el siguiente por favor ¡¡¡
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Mensaje  myrithalis Mar Feb 22, 2011 11:23 pm

Gracias por los Caps. Saludos Atte: Iliana
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Mensaje  rodmina Miér Feb 23, 2011 2:30 am


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espero que salga bien la Vicky si no voy a llorar ====== LO MEJOR UNA BODA (FINAL)======= - Página 3 517547 ====== LO MEJOR UNA BODA (FINAL)======= - Página 3 517547 ====== LO MEJOR UNA BODA (FINAL)======= - Página 3 517547 ====== LO MEJOR UNA BODA (FINAL)======= - Página 3 517547

Buena capitulo

Como sufro quiero mas
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Mensaje  Dianitha Miér Feb 23, 2011 11:01 am

graciias x los cap niiña ====== LO MEJOR UNA BODA (FINAL)======= - Página 3 517547 ====== LO MEJOR UNA BODA (FINAL)======= - Página 3 517547 ====== LO MEJOR UNA BODA (FINAL)======= - Página 3 517547 solo espero que vicky salga biien de la operaciion xfa no tardes con el siiguiiente ====== LO MEJOR UNA BODA (FINAL)======= - Página 3 196 ====== LO MEJOR UNA BODA (FINAL)======= - Página 3 196
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Mensaje  mariateressina Miér Feb 23, 2011 3:17 pm

graxias x el capitulo

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Mensaje  laurayvictor Miér Feb 23, 2011 8:22 pm

Hola chicas aqui esta otro capitulo de la novelita ..... esta buenisima....

CAPÍTULO 11
VICKY alzó la vista excitada cuando entraron en la habitación y Víctor la sonrió. Era lo más duro que había hecho en toda su vida.
-¿Lista para el gran día?
Ella asintió con vigor.
-Me gustaría que fuera ya mañana -dijo.
-¿De verdad, cariño? -consiguió decir él.
-Quiero que me operen y entonces, cuando se haya acabado, me pondré mejor. Podré ir de acampada y dar clases de ballet y... y todo -miró a Myriam con ansiedad-. Podré, ¿verdad, mami?
-Podrás hacer todo lo que quieras, cariño.
La niña suspiró.
-Entonces, está bien.
Víctor se cruzó con los ojos de Myriam y ella supo lo que estaba pensando. ¿Cómo podría decir las cosas que quería decir, cosas que implicarían una despedida a aquella niña que estaba tan confiada en su recuperación? Mientras él se debatía con su dilema, la puerta se abrió y entró una enfermera.
-Es la hora de su sedante -dijo.
Vicky tragó la píldora y se recostó. Tenía los ojos todavía abiertos, pero ya la estaba haciendo efecto.
-Buenas noches, mami -murmuró-. Buenas noches, papi.
Los dos la besaron y después se sentaron, cada uno a un lado de la cama hasta que se quedó dormida. Ella permaneció casi inmóvil durante toda la noche mientras ellos la velaban, sabiendo que podría ser la última vez.
Vicky se despertó temprano.
-¿Es ya mañana? -fue su primera pregunta.
-Sí -le aseguró Myriam.
Víctor tomó la mano de Vicky y la miró a la cara. A Myriam le pareció que las palabras temblaron en sus labios, palabras que nunca había sabido cómo decir antes, pero que, seguramente, diría ahora.
Y entonces, de repente, fue demasiado tarde. Entró una enfermera seguida de otra. En pocos momentos, la maquinaria estaba en movimiento. A pesar de lo temprano de la hora, Alejandro Warfield ya estaba allí saludando a Vicky con ánimo. En apariencia, era el hombre más indescriptible que Myriam había visto en su vida, de mediana estatura, y una edad y colorido indeterminados. Hasta su voz carecía de personalidad. Pero el doctor Canning había insistido en que no había nadie como él en el mundo para realizar aquella operación.
Tuvo unas cuantas palabras amables con los padres de Vicky, pero enseguida volvió su atención a su paciente.
-Cuanto antes empecemos, mejor -dijo.
Cuando Vicky estaba a punto de ser llevada, se despidió:
-Adiós, mami. Adiós, papi.
-Adiós, cariño -dijeron los dos.
Y entonces desapareció, llevada a unas regiones donde ellos ya no la podían seguir.
-Adiós -murmuró Víctor.
-Ella no lo decía en ese sentido -susurró Myriam.
-Ya lo sé. Es tan valiente... y tan pequeña.
Las horas pasaron. Los dos esperaron sentados de la mano hablando de vez en cuando. Pero realmente no había nada que decir. Una vez se abrió la puerta del extremo del corredor y salió corriendo una enfermera. Los dos se pusieron tensos, seguros de que salía a comunicarles lo peor, pero pasó por delante de ellos y desapareció.
Otra hora. Dos. La enfermera que había administrado el sedante a Vicky se acercó caminando despacio. Se detuvo frente a ellos.
-Lo siento -dijo con tono de delicada preocupación. Ya se había acabado. La peor pesadilla había sucedido.
Vicky estaba muerta. La mano de Víctor se quedó paralizada entre la de Myriam y su cara era fantasmal.
La enfermera seguía hablando:
-Siento que hayan tenido que esperar tanto tiempo.
Está durando más de lo que habíamos pensado.
El mundo volvió a algún tipo de normalidad. Myriam susurró:
-¿Qué?
-El doctor Warfield ha tardado más de lo que tenía calculado. Está terminando ahora.
-¿Quiere decir que está viva?
-Sí, está aguantando. La llevaré a la U.C.I enseguida. Podrán ir allí y les llevaré algo de té.
En la puerta de Cuidados Intensivos encontraron al doctor Warfield, que le dijo que las siguientes veinticuatro horas serían críticas. Podrían quedarse con ella.
Lo peor de todo era ver a Vicky recostada, una figura frágil y pequeña entre una montaña de maquinaria. Estaba conectada a tubos, monitores, goteros, y yacía temerosamente inmóvil. Una enfermera la vigilaba muy de cerca. Sólo había sitio para otra persona al lado de la cama de Vicky.
-Siéntate con ella tú -susurró Myriam-. Yo llamaré a Juana y le diré cómo ha salido.
Hora tras hora. La línea verde que cruzaba la pantalla del monitor y sus pitidos regulares les aseguraba la vida. Cada respiración era una victoria. Víctor se sentó inmóvil hasta que el cuerpo le dolió de la rigidez. Por fin se levantó y se reunió con Myriam, sentada a cierta distancia. Se quedaron juntos en silencio hasta que, de repente, él dijo:
-Tenías razón.
-¿Acerca de qué?
-Me dijiste que debía haber hablado con ella. Ahora desearía haberlo hecho. No sé cómo, pero debería haberlo intentado antes. Me dije a mí mismo que lo había hecho todo por ella. Le di hasta una madre, tú, el mejor regalo de todos. Pero ahora sé que realmente estaba intentando tapar mis propias deficiencias. Y ahora... ahora... pienso en todas las cosas que me hubiera gustado decirle y que quizá nunca tenga la oportunidad.
-Pero sí tienes la oportunidad -dijo apresurada Myriam-. La tienes ahora.
-Pero no puede oírme.
-Eso no lo sabes. La gente inconsciente a menudo puede oír cosas. Los doctores me lo dijeron en el hospital cuando Verónica estaba enferma. Y yo sé que es verdad.
Él la miró con rapidez.
-¿Cómo?
-Porque... -era el secreto más penoso de todos, uno que había creído que nunca le contaría a nadie, pero afrontaría cualquier dolor por aquel hombre-. Porque cuando Verónica estaba en coma, en sus últimos momentos, le tomé de la mano y le dije que la quería. Y sentí su apretón. Hasta entonces no se había movido, pero me apretó la mano con bastante fuerza. Eso fue lo último que hizo. Fue su forma de decirme que me había oído, que lo entendía. También fue su despedida, pero al menos sé que se murió sabiendo lo mucho que la quería.
Víctor miró a Vicky.
-¿Podrías tú...?
Le dolía negarle nada en aquel momento, pero no podía permitirse la debilidad por el bien de Vicky y por el de Víctor a la larga.
-No. Es a ti a quien necesita. Porque si pasa lo peor y tienes que perderla... -él se encogió con agonía y ella le acarició con ternura-. Si eso sucede... no la abandonarás al vacío. Helen estará allí para recibirla de tu mano. ¿No lo entiendes?
Después de un largo momento, Víctor alzó la cabeza. Tenía la cara de una palidez mortal, pero muy calmada. Fue a sentarse al lado de Vicky y le tomó la mano entre la suya. Inclinándose hacia adelante, empezó a hablar con ella en voz muy baja.
Al principio, Myriam no pudo entender lo que decía, pero cuando empezó a caer la noche y la planta quedó más silenciosa, captó algunas de las palabras que murmuraba y supo que estaba hablando de la feria.
Oyó « Oswald y Oswald» y después, su propio nombre.
Era duro para él hablar con alguien que no respondía y después de un rato, se quedó sin inspiración y la miró en una súplica silenciosa.
-Háblale de la boda -le sugirió ella.
Él le dirigió una mirada de gratitud y empezó a decirle a Vicky lo adorable que estaba cuando avanzaba por el pasillo, del carruaje de caballos y de todo lo que pudo recordar.
Se hizo de noche. Llegó un nuevo turno de enfermeras y Víctor tuvo que abandonar su sitio al lado de la cama mientras ellas realizaban su rutina, examinando y tomando notas. Les ofrecieron té, sandwiches y camas para pasar la noche, pero los dos declinaron la invitación. No la dejarían sola de ninguna manera.
-Háblale del futuro -le aconsejó Myriam-. De las cosas fue vais a hacer juntos.
El asintió y tomó la mano de Vicky entre la suya.
-Te pondrás bien pronto -le dijo-. Y empezarás a dar tus clases de baile de nuevo. Mami hubiera sido una buena bailarina si no se hubiera casado conmigo. Cuando tú naciste, dijo que serías mejor bailarina de lo que ella hubiera sido. Y lo serás. Yo te veré bailar y estaré muy orgulloso de ti.
Myriam se apartó, con una ligera sensación de dolor en el corazón. No debía pensar en ella en ese momento, pero cuando Víctor había dicho «mami» refiriéndose a Helen, le había producido un pequeño sobresalto.
Durante meses, Vicky y Víctor le habían llamado mami. Pero la verdadera madre de Vicky era Helen y ahora que la pequeña se debatía entre la vida y la muerte, era Helen la que estaba con ella. Y era justo que así fuera.
Myriam salió al pasillo. Ellos dos ya no la necesitaban. Se tomó una taza de té y llamó a Juana de nuevo para contarle que la niña seguía aguantando. Pero todo parecía ocurrir como en un sueño.
Cuando volvió a la habitación, Víctor seguía hablando con suavidad a Vicky y ahora parecía que la inspiración le llegaba sin problemas. Myriam se sentó a su lado y les contempló. De vez en cuando oía la palabra «mami». Intentó no escuchar, pero no pudo evitarlo. Mientras las horas pasaban sintió que el acceso físico de celos que había sentido por Geraldín no era nada comparado con el de corazón que sentía por Helen.
Vicky había permanecido casi toda la noche sin moverse. Parecía imposible que su espíritu pudiera seguir luchando contra la debilidad y el dolor. Cuando rompió el alba, Víctor bajó la vista hacia su hija y le pareció que era más pequeña, como si se estuviera desvaneciendo. Le tomó la mano y se la llevó muy cerca del oído. Sólo quedaba una cosa por decir.
-Te quiero, cariño mío -susurró-. Siempre te querré.
Y allí apareció, inconfundible, el apretón de la pequeña con el último acopio de sus fuerzas. Víctor alzó la vista hacia Myriam, que se había acercado a la cama.
-Me ha oído.
-Sí. Sabe que la quieres.
-Me ha apretado la mano. Como Verónica. Tú dijiste...
-Mira -dijo Myriam entre lágrimas-. Mira.
Muy despacio, los ojos de Vicky se estaban abriendo. Estaban clavados en la cara de su padre.
-Hola, papi -dijo.
Él le acarició la cara.
-Pensé que me habías abandonado.
-Pero tú has estado conmigo.
-¿Lo sabes?
-Sí, todo el tiempo. Y mami también estaba ahí. Ella dijo que me pondría bien.
Sonrió y cerró los ojos de nuevo.
Entonces la maquinaria médica se puso en funcionamiento. Llegaron las enfermeras y los doctores, los exámenes médicos, monitorización y sonrisas de alivio y felicidad. Myriam se acercó a la ventana y se quedó mirando afuera. La luz se estaba haciendo más fuerte, un nuevo día cargado de esperanzas y promesas. Y de repente, tuvo que cerrar los ojos porque la luz le hacía daño.


Vicky se recuperó con rapidez. Con el corazón funcionando con eficacia por fin y la fuerza recuperada en las extremidades, el color le volvió a las mejillas y la falta de respiración desapareció.
Después de unos cuantos días en Cuidados Intensivos, le instalaron en una pequeña habitación soleada que daba a los jardines. En el exterior, los narcisos de primavera formaban una alfombra amarilla. Por todas partes estallaba la vida, subrayando el dramático cambio que había ocurrido en sus vidas sin ninguna advertencia.
Todas las tardes, Víctor se apresuraba a llegar al hospital desde el trabajo. Vicky abrió los brazos para recibirle y le daba un fuerte abrazo. Myriam los contemplaba con orgullo sonriendo. Se habían encontrado el uno al otro en una forma que no había sido verdadera hasta el momento.
La actitud de Vicky hacia ella tampoco había cambiado. La aceptaba como madre de forma incuestionable, igual que antes. Lo que era extraño, pensó Myriam después de lo que había pasado mientras se había debatido entre la vida y la muerte. Las dos personas que habían estado con ella entonces habían sido Víctor y Helen. Myriam no había aparecido por ningún sitio. Sin embargo, Vicky casi había olvidado la experiencia y Myriam no tenía el valor de preguntarla.
Estaba feliz por Vicky y por Víctor y, sin embargo, sentía un dolor en el corazón que no desaparecía. Se sentía extraña como en el limbo. En el lenguaje del mundo de los negocios, donde Víctor era el rey, los términos bajo los que se había casado ya no eran válidos. Las condiciones eran nulas y el contrato descansaba en una premisa falsa.
Hubiera sido fácil dejar pasar las cosas. Podrían tener una vida tranquila, acercarse con los años y tener sus propios hijos hasta que, quizá, los orígenes de su matrimonio se borraran con el tiempo. La voz de la tentación le susurraba que sería mejor que una vida sin él.
¿Lo sería? Una parte en lo más profundo de la naturaleza de Myriam, se negaba aceptarlo. No podía decir nada hasta que Vicky se hubiera recuperado por completo, pero llegaba el momento en que Víctor y ella tendrían que enfrentase a la verdad, condujera adonde condujera.


Una tarde, Víctor llegó a la hora habitual de su visita para encontrar a Myriam saliendo de la habitación.
-Tengo que ver al doctor para hablar de cuándo nos la llevaremos a casa -dijo ella.
-Cualquier día desde ahora.
-Estupendo. Para mí nunca será lo bastante pronto -Myriam desapareció por el pasillo. Víctor entró y abrazó con fuerza a Vicky. Por un momento, hicieron brillantes planes para su regreso, pero el pronto se dio cuenta de que su hija estaba distraída-. ¿Qué es lo que pasa, cariño?
-Papi. He perdido a Oswald. Se cayó de la cama.
Víctor buscó debajo, pero no encontró nada.
-¿Estás segura?
-Estoy segura de que lo he perdido. Si no esta aquí, debe andar por algún sitio.
-Tú quédate en la cama. Yo lo encontraré. ¿A cuál de los tengo que buscar?
-A Oswald.
-¿Pero a qué Oswald?
Por fin, Víctor localizó a la foca y al pingüino juntos en el suelo. Vicky abrió los brazos para recibirlos y le dio las gracias.
-Me has tenido muy confuso durante un rato -le dijo Víctor-. No sabía que tenía que buscarlos a los dos.
-Pero si los dos son Oswald. Oswald y Oswald es Oswald. ¿Es que no lo entiendes?
-Estoy empezando a entenderlo, cariño.
Víctor se levantó del suelo y se sacudió el polvo murmurando algo.
-¿Qué ha sido eso, papi? -Nada -contestó él, apresurado. -Me pareció oír cazuela.


Vicky volvió a casa entre un gran regocijo. Había tarjetas y regalos de toda la familia y una carta de Denis llena dibujos de hombres como cerillas que la hicieron reír mucho. Los días empezaron a pasar, su primer día de vuelta en la escuela, su primera tarde con las Brownies, su primera clase de baile.
Una noche, cuando Vicky estaba en la cama, Myriam dijo casualmente:
-¿Has pensado en lo que pasará a partir de ahora?
El frunció el ceño.
-¿Y por qué debería pasar algo ahora?
Ella inspiró con fuerza y habló con ánimo:
-Desde luego, Víctor eres muy olvidadizo. Me contrataste para seis meses y ya se han pasado. Han acabado más felizmente de lo que esperábamos y eso está bien, Pero creo que ya es hora de que yo siga adelante con mi vida.
Hubo un corto silencio antes de que él replicara:
-No sabía que sintieras eso...
-Era sólo un trato temporal -le recordó ella.
-Pero Vicky y tú estáis tan unidas que yo creí... ¿no eres feliz con nosotros?
-Estoy encantada de que esto haya salido tan bien para vosotros dos -dijo Myriam, eligiendo las palabras con mucho cuidado-. Pero después de todo, una promesa es una promesa y tú siempre dijiste que eras un hombre de palabra. Ninguno de los dos habíamos anticipado esta situación.
Él la miró fijamente y Myriam vio la rabia en su cara.
-¿Y eso es todo lo que es para ti? ¿Una situación? ¿Estás dispuesta a salir así de la vida de Vicky cuando significas tanto para ella?
«Di cuánto significo para ti», pensó ella. «Por favor, dilo».
Después de un momento, ella replicó:
-No voy a salir. Eso no se lo haría, pero hay un curso de negocios en el que quiero matricularme. Está a sesenta millas de aquí, así que tendré que organizarme. No tenemos por qué hacerle ningún anuncio dramático a Vicky. Simplemente me desvaneceré de la pintura gradualmente. Con todas las cosas nuevas que tendrá en su vida, apenas lo notará.
-¿De verdad crees eso? -preguntó él con frialdad-. ¿0 es sólo una excusa conveniente para hacer lo que quieres?
«Pídeme que me quede si me quieres. Dime que lo que hemos pasado juntos significa algo para ti».
-Por dios bendito, Víctor, mira la vida de Vicky. Le va bien en la escuela y ahora estará a tiempo completo. Tiene montones de amigos. Se quedará con Elena y sus hijos y tiene el campamento con las Brownies. Y lo siguiente será la escuela de ballet. He jugado un papel tan pequeño en su vida que no creo que note mi partida si lo hacemos de la forma adecuada.
-¿Y cuál es la forma adecuada según tú? -preguntó él con la voz más fría que ella le había oído nunca.
-Juana me ha llamado hoy. Tu padre se va a ir a unas vacaciones para pintores el próximo mes. Estará fuera durante seis semanas. Pensé que Juana podría venir aquí.
-¿Para cubrir tu escapada, quizá? -preguntó él con ironía.
-Para estar aquí para Vicky y que la niña no note ninguna carencia. Ya sabes que se adoran.
El la miró con la cabeza ladeada.
-Tú te llevas bien con mi madre, ¿verdad?
-Sí, creo que es encantadora.
-Ella también te quiere. Y el resto de mi familia. No sólo Vicky, sino todos los demás. Hasta mi hermana Cecilia, a la que todo el mundo le cae mal por principio, habla bien de ti. Pero eso no es suficiente para ti, ¿verdad?
-No -dijo ella con un leve suspiro-. No es suficiente para mí.
-Bien, supongo que al final harás lo que quieras -gruñó él-. Y no te importa lo que los demás sientan. «Dime lo que sientes. No el resto de la familia, sino tú».
-Necesitaré tu ayuda, Víctor. La universidad sólo acepta estudiantes de demostrada «capacidad». Una carta tuya podría allanarme el camino.
-¿Una carta de recomendación para mi propia mujer? ¿Cuánta credibilidad crees que le prestarán a eso?
-Tienes razón. Será mejor que use mi nombre de soltera.
Él frunció el ceño.
-Debería haberlo esperado, por supuesto. De acuerdo, te daré esa carta. ¡Y maldita sea!


espero sus comentarios....

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Mensaje  Eva_vbb Miér Feb 23, 2011 9:20 pm

Graciasssss perooooo no es suficente Like a Star @ heaven Evil or Very Mad Evil or Very Mad Evil or Very Mad Evil or Very Mad queremos massss x fisssss no tardesssss mucho Laughing Laughing Laughing Laughing Laughing Laughing Laughing Laughing






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Mensaje  rodmina Miér Feb 23, 2011 9:57 pm

Gracias por el capitulo

que bueno que salio bien vicky

no tardes por fa quiero mas
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Mensaje  myrithalis Miér Feb 23, 2011 10:39 pm

Gracias pr el cap. ME encanta tambien esta novela Saludos Atte: Iliana
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