Vicco y la Viccobebe
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Mensaje  laurayvictor Lun Feb 14, 2011 6:57 pm

Aqui es ta la otra novela

CAPÍTULO I

MYRIAM oyó el teléfono antes de llegar a la puerta de la oficina. Subió corriendo los dos últimos escalones y abrió la puerta. Como se temía, la oficina estaba vacía, lo que significaba que Jenny llegaba tarde de nuevo, y tendría problemas con el jefe si Myriam no la salvaba. Casi se lanzó a cruzar la habitación para descolgar el receptor.
-García PLC -entonó en su tono más eficiente-. ¿En qué puedo ayudarle?
-Soy el señor Cosway, para devolver la llamada del señor García.
Myriam tragó saliva. Sólo llevaba trabajando allí dos meses, pero sabía que Max Cosway era uno de los mejores clientes. Víctor García estaba negociando un contrato muy importante con él y era vital contestar al teléfono. Apretó el interruptor de la oficina del señor García y anunció:
-El señor Cosway quiere hablar con usted.
-Bien, traiga esas cifras enseguida -fue la brusca respuesta.
-Eh... ¿cifras?
-Las cifras que le dije que calculara para que estuvieran listas para cuando llamara.
Víctor García estaba convencido de que estaba hablando con Jenny y parecía impaciente.
Myriam miró a su alrededor con frenesí. Su vista se posó en una carpeta que había encima de la mesa de Jenny y respiró de nuevo.
-Ahora mismo, señor García.
Atravesó la oficina para encontrar a su jefe todavía al teléfono. Extendió las manos para recoger los papeles sin mirarla y Myriam se alejó lanzando un suspiro de alivio y rogando porque Jenny llegara pronto.
Como secretaria jefe de Víctor, se suponía que Jenny debía llegar a las ocho y media de la mañana, pero dos semanas atrás había tenido una rotura emocional con su novio que la había dejado alterada y deprimida. Myriam, que empezaba a las nueve, había empezado a ir pronto para cubrirla en caso de que hiciera falta. Le caía bien Jenny, que también le había suavizado el camino a ella con el super exigente de su jefe. Además de eso, Myriam sabía escuchar y Jenny le había relatado sus problemas con toda libertad, ganándose las simpatía de Myriam.
Sin embargo, Víctor era más difícil que cayera bien. Era posible admirar a un hombre que había creado por sí mismo una empresa a los treinta y cinco años. Pero era difícil de admirar un hombre que no solía mirar a los ojos a sus empleados y que esperaba de ellos la eficacia propia de los robots. Sus ojos oscuros dominaban una cara que hubiera sido atractiva si se iluminara un poco con una pequeña sonrisa. Su alto y firme cuerpo era más apropiado para una competición atlética que para una oficina.
-Hace ejercicio dos veces a la semana en un gimnasio -le había explicado Jenny-. Dice que eso le mantiene la mente para que pueda trabajar con eficacia.
Myriam había aprendido la verdad de aquellas palabras. Su potente memoria y mente ordenada le habían permitido mantener el ritmo de trabajo e incluso cubriría a Jenny durante aquel mal momento, pero le costaba un esfuerzo. Miró al reloj con nerviosismo. Probablemente, Jenny se habría pasado la noche llorando y después, se habría quedado dormida, pero Víctor García no sentiría ninguna compasión por ello. Estaba mirando la mesa de Jenny intentando adivinar qué petición le haría después cuando el megáfono se encendió y ladró una voz.
-Venga aquí. Tiene que tomarme unas notas.
Inspirando con intensidad, entró en la oficina. La cabeza oscura de su jefe estaba inclinada sobre los papeles, en los que estaba tomando notas.
-He cambiado ligeramente las cifras y he eliminado la cláusula ocho del contrato, así que tendrá que alterar eso también. Imprima esto por triplicado y envíe una copia al cliente -tachó algo en la lista-. Cuando lo haya hecho, le dictaré unas cartas que debe enviar urgentemente,.. ¿Quién diablos es usted?
Al final, alzó la cabeza para mirarla con el ceño fruncido.
-Soy Myriam Montemayor. La asistente de Jenny desde hace dos meses.
-¿La he visto antes?
-Evidentemente no -no pudo resistir contestar-. Pero he estado aquí.
Él lanzó un gruñido.
-¿Dónde está Jenny?
-Ella no es... no está en su despacho en este momento. Yo puedo hacer los trabajos que ha mandado.
-Pero usted no ha tomado ninguna nota -dijo él, mirándole las manos vacías.
-No necesito notas. Tengo una memoria excelente.
Él entrecerró los ojos ligeramente.
-Espero que no sea una fantasmada, señorita Montemayor, porque no me gusta repetir las cosas.
-No tendrá que hacerlo.
Myriam le recogió los documentos de su mano y se fue antes de perder la calma.
Encendió el ordenador de Jenny para que pareciera que estaba allí, pero su precaución fue en vano. Víctor García había salido a la oficina exterior justo cuando Jenny entraba por la puerta. Como Myriam se temía, había estado llorando.
-Debería haber estado aquí hace más de media hora -le dijo el señor García.
-Lo siento, señor García. He tenido algunos problemas
-Deje sus problemas personales en casa. Eso es lo que yo hago y lo que espero que hagan mis empleados. Que ésta sea la última vez.
Volvió a su oficina y cerró de un portazo Myriam soltó una palabra muy ruda.
-¡Eh, calla! -le rogó Jenny-. Te va a oír.
-Pues que me oiga -replicó ella, furiosa-. Es eso y más. Por supuesto que él no trae sus problemas personales a la oficina porque no tiene ninguno. ¿Y sabes por qué? Porque no tiene vida personal. Es una máquina y nada me daría mayor placer que tirarle a la cara sus trabajos -el teléfono sonó y lo descolgó-. ¿Sí?- preguntó malhumorada.
-¿No ha terminado todavía ese trabajo? -preguntó García-. ¿O necesito recordarle algo?
-No necesito que me recuerde nada, muchas gracias. Estaré con usted en un momento.
Myriam estaba en su oficina unos minutos más tarde colocándole el nuevo contrato delante. Él examinó las cifras y después masculló:
-Perfecto. Desde luego, tiene una memoria magnífica -de repente la miró de forma penetrante y ella se quedó sin aliento-. ¿Qué está haciendo aquí?
-Ya se lo dije, soy la asistente de Jenny.
-Lo que quería decir, es que por qué es usted su asistente en vez de al contrario. No es usted una chica joven en su primer trabajo. ¿Cuántos años tiene?
-Veintiséis.
-Entonces, ¿por qué no ha ascendido más alto?
-Empecé tarde. Tenía... obligaciones familiares.
-¿De qué tipo?
Ella vaciló.
-Lo siento, señor García, pero es algo que no puedo discutir.
-No estará casada, ¿verdad?
-No.
-¿Prometida?
-No.
-¿Cuidando de padres mayores?
-No me queda ningún pariente vivo -dijo con voz tensa.
-Entonces, le ofrezco el trabajo de Jenny si ya no hay «compromisos familiares» que se lo impidan.
-No, no los hay, pero hay algo más.
-¿El qué? -preguntó él con impaciencia.
-El honor, la lealtad. Jenny ha sido muy amable conmigo y no pienso desbancarla sólo porque esté pasando un mal momento. Ella era una secretaria de primera antes de que esto pasara y, si usted tiene un poco de paciencia, volverá a ser de primera. Es inexcusable que usted ponga en riesgo su trabajo porque sea infeliz.
-Eso es todo, señorita Montemayor. Vuelva a su trabajo mientras aún lo mantenga.
Ella salió de su oficina con rapidez por miedo a lo que podía decir si se quedaba. No era fácil que ella perdiera el control, pero su insistencia acerca de su familia le había tocado en un punto débil.
Era verdad que no tenía parientes vivos, pero hasta pocos meses atrás, Myriam tenía una hermana, una pequeña y alegre hermana llamada Verónica. Ella había quedado a cargo de su custodia después de la muerte de sus padres y se había dedicado a hacer trabajos temporales para estar más cerca de Verónica cuando la necesitara. No era la carrera brillante con la que había soñado, pero lo hacía sin quejarse. La naturaleza animada de Verónica hacía que todo mereciera la pena.
Y entonces, la pequeña había empezado a decir que se sentía mal. Myriam había diagnosticado un fuerte resfriado y la había metido en la cama. Pero el resfriado había resultado ser una meningitis y en dos días Verónica estaba muerta, dejando a Myriam devastada y con sentido de culpabilidad.
El horror de preguntarse lo que habría pasado si ella se hubiera preocupado un poco antes, nunca la abandonaba. Los médicos le habían dicho que no se culpara. La meningitis era difícil de diagnosticar a primera vista. Pero sus amables palabras no habían conseguido consolar a Myriam y la sensación de culpabilidad la había destrozado. Gradualmente, sin embargo, su mente fuerte había acabado por volver a la normalidad dejando sólo una dolorosa miseria detrás. Ahora caminaba y trabajaba como todos los demás, pero la herida nunca se curaría.
Hasta ahora, nunca se había percatado de que su vida había estado hipotecada. Tenía un talento innato para los negocios, pero a los veintiséis años, seguía haciendo trabajos temporales. Era atractiva, con una figura esbelta y un pelo largo del color de la miel con unos ojos verdes que podían brillar de emoción, aunque no hubiera ningún hombre en su vida. Había tenido relaciones breves por no haber podido nunca tener canguros para su hermana e incluso había habido un hombre del que creía que se había enamorado hasta que le había dicho que no había posibilidad de matrimonio mientras ella tuviera a «un marimacho al rabo». Le había despedido de su casa antes de que él se enterara de lo que estaba pasando. Nadie iba a separarla de Verónica pero, al final, algo lo había hecho.
Ella y Jenny trabajaron en silencio hasta la hora del almuerzo, mandaron que les trajeran sandwiches y siguieron trabajando. Víctor estaba de su peor humor, apilando trabajo delante de ellas e insistiendo en que debía estar terminado para las dos en punto, antes de que él se fuera.
-Muchas gracias -murmuró Myriam, tecleando con rapidez y deseándole mentalmente la perdición.
Al final, el trabajo estuvo hecho y en las manos del jefe. Jenny salió a respirar un poco de aire fresco y Myriam se reclinó en su asiento, estirando las extremidades. Mientras estaba lanzando un enorme bostezo, la puerta se abrió y asomó la cabeza de una niña.
Era una niña de pelo negro y rizado. A cualquier otra persona le hubiera encantado, pero Myriam tuvo que reprimir un respingo. La niña tendría unos ocho años, la misma edad a la que Verónica había muerto, y su brillante e ingenua sonrisa era exacta a la de su hermana.
No había otras similitudes. Verónica era como un chicote robusto con facciones animosas y anchas. Aunque esta niña llevaba vaqueros, camiseta y zapatillas, la ropa enmarcaba una cara delicada. No se parecían en nada, pero por un momento, el dolor fue casi más de lo que Myriam podía soportar.
-Hola -saludó la pequeña.
Myriam hizo un esfuerzo por sobreponerse.
-Hola.
-Soy Vicky. ¿Puedo pasar?
Ya estaba dentro antes de terminar de hablar y Myriam echó una mirada nerviosa a la puerta del jefe.
-Yo me llamo Myriam.
-No te he visto las otras veces que he estado aquí -contestó Vicky-. ¿Eres nueva?
-Sí. Sólo llevo un par de meses.
-¿Dónde está Jenny?
-Ah, conoces a Jenny. ¿Eres su sobrina o...?
-Oh, no. Ella es mi amiga. Me ha enseñado a hacer bordados de piedras y perlas.
-Pues me temo que ha salido. Se fue a respirar un poco de aire fresco y escapar de...
Myriam señaló la puerta del jefe y Vicky se rió comprendiendo a la perfección.
-¿Ha sido muy malo hoy? -susurró.
-Como una fiera -dijo Myriam en voz baja-. No estaré trabajando mucho para él. No sé como Jenny lo soporta.
Se suponía que no debía hablar de su jefe con gente de fuera, pero Vicky parecía saberlo todo de él. Además, Myriam no estaba de humor para estar caritativa con Víctor García.
-No pensaba que las niñas bordaran hoy en día -observó-. Pensaba que sólo se dedicaban a los ordenadores y a los cantantes de pop. Mi... una niña que yo conocía, no hacía nada que conllevara estar sentada si podía evitarlo.
-Yo a veces no he estado muy bien -dijo Vicky con una mirada tímida que era demasiado mayor para su edad-, así que el doctor dijo que me buscara aficiones tranquilas. Pero ahora ya estoy bien
Myriam no podía creer que la niña hubiera estado enferma. Sin embargo, todavía tenía cierto aire de fragilidad, que quedó ahogado por el brillo de sus ojos.
-Esta tarde me voy a la feria y me pienso montar en todo.
Debía haber algo bastante significante en aquello.
-¿En todo?
-En todo -dijo Vicky con firmeza-. No sólo en los fáciles que no me agoten las fuerzas, sino en la noria, la montaña rusa y el rizo ése que te pone boca bajo. ¿Te gustan a ti esas atracciones?
La niña estaba mirando con ansiedad a Myriam, que se puso pálida y cerró los ojos.
-Me temo que no -dijo con debilidad-. Creo que lo más que aguantaría sería la noria.
-¿No te gustan las atracciones?
-Me encantan, pero nunca tengo tiempo de ir. Demasiado trabajo -señaló su mesa.
Vicky la miró con ansiedad.
-¿Estoy siendo muy pesada?
-Por supuesto que no.
-¿Estás segura? Papá dice que no debo dar la lata a la gente porque no a todo el mundo le gustan las niñas pequeñas.
Myriam se obligó a sonreír.
-A mí me gustan.
-¿Tienes alguna tuya?
-Ahora no -contestó Myriam, después de un penoso silencio.
Tenía miedo de que Vicky siguiera haciendo más preguntas, pero la pequeña se quedó en silencio y Myriam notó que la estaba observando con la gravedad propia de una mujer mayor. Aquella no era una niña corriente, comprendió. Había un trasfondo en ella de cosas que no se podían contar.
Al momento siguiente, Vicky era una niña excitada de nuevo.
-Me gustaría que el tiempo se moviera más rápido -se quejó-. Quiero estar en la feria ya.
-Seguirá allí cuando llegues -le prometió Myriam.
Vicky la miró con gesto de conspiración.
-Podría escaparse.
-Hoy no -le susurró Myriam, siguiendo el misterio-. Esperará por ti hasta que llegues por la tarde. Después se escapará.
Vicky soltó una carcajada y su carita resplandeció de felicidad.
-¡Sss! -le rogó Myriam-. No hagas tanto ruido.
Su jefe ya estaba bastante enfadado con Jenny. Si salía y encontraba a la pequeña amiga de Jenny en la oficina, sería la gota que colmaría el vaso.
-¿Por qué no? -preguntó Vicky, todavía en susurros.
-Porque hay un ogro detrás de esa puerta. Y le despertarás.
-¡Oh! ¿Es un ogro terrible?
-Terrible y perverso.
-¿Es el peor ogro que ha habido en el mundo?
-El peor de todo el universo -aseguró Myriam con firmeza.
La niña se rió con todas sus ganas. Para horror de Myriam, en ese momento se abrió la puerta de la otra oficina y apareció Víctor García. Gimió para sí. Las había pillado con las manos en la masa.
Pero antes de que se pudiera mover para proteger a Vicky de la cólera de su jefe, la niña soltó un grito de alegría y chilló:
-¡Papá!
Entones corrió y saltó a sus brazos. Víctor gimió ligeramente cuando los brazos de la niña se enroscaron en su cuello y la levantó del suelo abrazándola con fuerza.
-No es un ogro, es papá -chilló Vicky.
-Así que hoy no soy un ogro -dijo él, sonriendo-. Anoche, cuando no te dejé quedarte hasta tarde era un monstruo malvado. Y eso, señorita, es lo más amable que me llamaste.
Vicky se rió y se apretó contra él con cara de felicidad. Myriam los miró con incredulidad. ¿Era aquel hombre sonriente de verdad Víctor García? El nombre y el aspecto general seguían siendo los mismos, pero la cara se había transformado. Este era un ser humano que parecía encantado de que una niña le revolviera el pelo y le arrugara la camisa. Era un hombre que podía inspirar adoración en una niña. Definitivamente, no podía ser Víctor García.
-¿Qué has estado haciendo aquí fuera? -le estaba preguntando a la niña-. Molestar, supongo.
-No, he estado hablando con Myriam y a ella sí le gustan las niñas pequeñas y dice que eres el peor ogro de todo el universo.
Hubo entonces un corto silencio en el que Myriam sólo esperaba que la despidieran. Pero su jefe apenas frunció el ceño ligeramente.
-¿Usted es... la señorita...?
-Montemayor.
-Si, ya me acuerdo. Su trabajo es excelente.
Él recordaba el trabajo, pero no los nombres, notó ella disgustada. Era evidente que las personalidades no producían ningún impacto en aquel hombre, excepto una personalidad, la pequeña niña ansiosa que tenía en sus brazos. Myriam observó cómo la dejaba con delicadeza en el suelo y también notó una mirada extraña cuando la niña desvió la mirada. Su felicidad con la niña era real, pero había algo incómodo en ella, como si una sombra flotara sobre ellos. Eso, pensó Myriam, era más parecido al Víctor que ella conocía.
-¿Estás listo para irte? -preguntó Vicky.
-No -dijo él-. Tengo miles de cosas que hacer...
-¡Papá!
Él sonrió.
-Supongo que tendrán que esperar hasta mañana. Vamos, lo pasaremos en grande.
-Y Myriam -dijo Vicky-. Podrá venir con nosotros, ¿verdad?
-De verdad que tengo miles de cosas que hacer -protestó Myriam.
-No, no tiene -replicó inesperadamente Víctor.
-Pero usted ha dicho...
-No importa lo que haya dicho antes. Escuche lo que estoy diciendo ahora. Su único trabajo es cumplir mis órdenes y mis órdenes para esta tarde son que venga a la feria -entonces, ante la mirada de asombro de ella, sonrió-. No, no me he vuelto loco. Vicky quiere que vaya y eso es suficiente para mí.
-Pero la oficina...
-Sí, sería mejor que ya hubiera regresado Jenny, pero no importa. Llame a una de las asistentes y dígale... -pero en ese momento entró Jenny-. Esto resuelve el problema -dijo Víctor.
Intentó dirigirse a Jenny por encima del jaleo de la niña y tuvo que mandarla callar, pero Vicky no cambió de humor.
-Tom está esperando -dijo Vicky por fin.
-Y no debemos hacer esperar a Tom -dijo Víctor, mientras le tomaba de la mano y le hacía una seña a Myriam para que saliera delante de ellos-. Tom hace diversos trabajos para mí. Hoy hace de chofer. Nos llevará hasta la feria y, mientras nosotros disfrutamos de las atracciones, se dedicará a aparcar el coche.
Tom resultó ser un hombre como un toro, de anchas espaldas y buen carácter.
-Esta es la señorita Montemayor -le presentó Víctor-. Vicky la ha arrastrado para que viniera con nosotros, pero a eso no se puede protestar, ¿verdad, señorita Montemayor?
Si no se hubiera tratado de Víctor García, Myriam hubiera pensado que era gracioso. Entonces, notó que la miraba con las cejas arqueadas y comprendió que lo imposible estaba siendo posible. Le estaba gastando una broma.
-De ninguna manera -dijo ella con dignidad-. Me encantan las ferias.
-¿Lo ves?
Vicky apretó a su padre por el codo.
-Sube al coche -ordenó él, aparentando falsa ferocidad-. 0 nos los perderemos todo.
-¡Oh, no! Myriam dice que no se escapará hasta que hayamos estado allí.
-Si Myriam lo dice, debe de ser verdad -acordó Víctor-. Ahora, ¿quiere subir al coche, señorita?
Vicky saltó al asiento delantero al lado de Tom dejando a Víctor y a Myriam en el de atrás. Era un coche lujoso con el interior de color gris pálido y con mucho espacio para las piernas.
-Perdone por esta encerrona -dijo él con timidez mientras empezaban a moverse.
-No hay de qué. Es mejor que estar en la oficina todo el día.
-Con un ogro.
Myriam se sonrojó.
-Mire, no quería decir...
-Por supuesto que lo ha hecho -dijo él con tono afable.
-Bueno, nunca lo hubiera dicho si hubiera sabido que era su hija.
-Naturalmente que no. Sólo piense que es la primera vez que oigo la verdad acerca de mí mismo.
-Oh, seguramente no será la primera vez -replicó ella con cierta aspereza-. Supongo que a estas alturas, ya debería saberlo.
-Ciertamente sí, pero nunca me lo habían dicho a la cara. Es una experiencia interesante. Pero estará de acuerdo en que ahora no soy un ogro, ¿verdad?
-Ahora es usted una persona totalmente diferente -dijo ella, asombrada.
-¿Humana, quiere decir?
-Bueno, sí, si quiere decirlo de esa forma.
-¿Opuesta al ogro de la oficina?
-Pienso que la palabra robot sería más apropiada.
La sonrisa le iluminó la cara de nuevo. Ahora que iba dirigida a ella, pudo notar lo deliciosa que era y soltó una carcajada. Él se rió con ella. Era un sonido maravilloso, rico y profundo, con una vibración que la hizo ser muy consciente de él como hombre. Los ojos le brillaban con un resplandor que ella nunca había visto antes y, de repente, tuvo dificultad en recuperar el aliento
Entonces, Vicky se dio la vuelta desde el asiento delantero y dijo:
-Esto va a ser «fantabuloso».
Víctor soltó una carcajada, le dijo que se pusiera derecha y, para alivio de Myriam, el peligroso momento se pasó.


Espero muchos comentarios......

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Mensaje  QLs Lun Feb 14, 2011 7:26 pm

yujuuu novela nuevaaa muchas gracias !! What a Face What a Face Like a Star @ heaven
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Mensaje  Dianitha Lun Feb 14, 2011 7:34 pm

que buen priinciipiio de noveliita niiña ====== LO MEJOR UNA BODA (FINAL)======= 388331 ====== LO MEJOR UNA BODA (FINAL)======= 388331 xfiis no tardes con el siiguiiente cap ====== LO MEJOR UNA BODA (FINAL)======= 196 ====== LO MEJOR UNA BODA (FINAL)======= 196
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Mensaje  jai33sire Mar Feb 15, 2011 12:03 am

gracias por el capitulo

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Mensaje  alma.fra Mar Feb 15, 2011 12:19 am

Muchas gracias por el primer capitulo, estamos al pendiente.
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Mensaje  rodmina Mar Feb 15, 2011 1:08 am


NUEVA NOVELITA QUE BIEN...

GRACIAS POR EL PRIMER CAPITULO QUIERO MAS JAJA
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Mensaje  mariateressina Mar Feb 15, 2011 11:43 am

WORALE GRAXIAS X EL CAPITULO


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Mensaje  laurayvictor Mar Feb 15, 2011 12:03 pm

Hola niñas gracias por sus comentarios... aqui esta el capitulo siguiente....

CAPÍTULO 2

LA feria era lo que toda feria de atracciones debe ser, una avalancha de colores alegres y luces intermitentes con el ambiente cargado de alegres sonidos. Tom paró el coche en la entrada y se alejó para buscar aparcamiento.
-¿Por dónde empezamos? -preguntó Víctor.
-Por cualquier sitio -suspiró Vicky con felicidad-. El Rizo Gigante y...
-No, el Rizo Gigante no -dijo él con resolución para alivio de Myriam-. El médico ha dicho que nada demasiado energético.
-Pero montar en el Rizo Gigante no es nada energético -le aseguró Vicky con los ojos muy abiertos-. Lo único que tienes que hacer es sentarte ahí. No tienes que hacer nada.
Aquel punto de vista diferente hizo que Víctor y Myriam se miraran a los ojos ligeramente sorprendidos. Sintiendo que los había pillado con la guardia baja, Vicky presionó en ventaja propia.
-No tienes que levantarte ni correr ni saltar ni...
-No vas a montar en el Rizo Gigante -repitió Víctor.
-Pero si no hay que hacer nada...
-¡Vicky!
-No tienes que bailar ni cantar ni hacer nada. Sólo sentarte ahí y estar sentado no quita ninguna energía -terminó Vicky triunfal, evidentemente dejando el asunto zanjado a su propia satisfacción.
Myriam se dio la vuelta y por un momento se le nublaron los ojos. Eso era otro parecido con Verónica, que había tenido también una lógica infantil y tenaz que había dejado a su oponente contra las cuerdas. Myriam había aceptado muchas discusiones por puro cansancio.
Entonces se recompuso. Aquél era un día especial para Vicky y no iba a estropeárselo. Sonrió a Víctor y dijo:
-¿Por qué no cedes y la montas en el Rizo Gigante?
-Móntala tú -respondió él tan aprisa que Vicky soltó una carcajada.
-Papi tiene miedo -susurró con tono conspirador a Myriam lo bastante alto para que su padre pudiera oírla.
-Muchísimo -aceptó él con tono afable-. No vas a subir a esa cosa conmigo o sin mí, así que date prisa y vamos a tomar un helado.
Al reconocer la voz de autoridad, Vicky cedió y desvió la atención a los cucuruchos de chocolate y vainilla. Se decidió por uno de chocolate y dijo:
-Y uno para Myriam.
-No creo... -empezó ella para detenerse ante la mirada de disgusto de Vicky.
-¿No te gusta el helado?
-Sí, me gusta. La verdad es que me gusta mucho. Tomaré uno de vainilla, por favor.
Se pasearon felizmente entre las casetas y las atracciones discutiendo los méritos de cada una. Myriam sintió una mano pequeña deslizarse entre la de ella y bajó la vista, pero Vicky no le devolvió la mirada. Estaba observando fascinada una terrorífica máquina que daba vueltas frenéticas por el espacio y le apretó tanto la mano a Myriam que ésta se sintió conmovida.
De repente, Vicky exclamó:
-¡Mira, papá! -levantó la mano con el helado con tal ansiedad que se derramó todo. Todos siguieron la indicación hacia el cartel que señalaba que con tres tiros acertados se ganaba el premio. El fondo de la caseta estaba llena de pingüinos de peluche-. ¿No son preciosos? -jadeó Vicky.
-Eres un poco mayor para un juguetes como esos, ¿no crees?
Su hija lo miró fijamente un segundo y Myriam notó el enorme parecido entre ellos. No era tanto por el color del pelo ni las facciones, sino por una expresión en los ojos que indicaba determinación para conseguir lo que se proponían lo antes posible. Por fin, Vicky suspiró.
-Perdona, papá. No ha sido justo por mi parte pedírtelo.
-¿Por qué no? -preguntó él.
-Bueno, estás mayor para acertar ¿verdad?
-¿Cuánto? -le preguntó Víctor al encargado de la caseta.
Mientras metía la mano en el bolsillo para sacar el dinero, notó que Myriam estaba soltando risitas.
-Señorita Montemayor, si no deja de reírse ahora mismo, está despedida.
-Bueno, usted se ha metido directamente en la boca del lobo, ¿verdad? -dijo ella a la defensiva.
-De eso soy consciente.
-Pues debería estar encantado. Piense las chanzas de Vicky si le gana. En pocos años, podrá pasarle el negocio con toda tranquilidad.
El pareció cambiar. El sol del verano estaba tan brillante como siempre, pero la luz había desaparecido de su cara, dejándola pálida y ensombrecida. Se dio la vuelta y se puso el rifle al hombro. Myriam observó preguntándose qué habría dicho para producir tal reacción.
Víctor hizo dos blancos, pero falló al tercero.
-Otra -gruñó poniendo más dinero-. Y por favor, que todo el mundo se calle.
Las dos obedecieron y se miraron a los ojos intercambiando una risa muda hasta que Víctor las miró con cólera. Levantó el rifle y disparó, pero esa vez sólo hizo un blanco.
Vicky le tiró de la manga.
-Está bien, papá. Yo sabía que no podrías conseguirlo.
-Has- ido demasiado lejos, jovencita -gruñó él, pagando la tercera tirada.
De nuevo consiguió dos aciertos, pero al alzar el rifle para el tercer disparo, le falló el nervio.
-¿No podría simplemente comprarte el pingüino? -le pidió a la niña.
-No sería lo mismo.
-Naturalmente que no -murmuró él-. ¿En que estaré pensando yo?
Le costó cinco intentos, pero al final consiguió el juguete. Vicky abrió los brazos para recibir un gordo pingüino que abrazó encantada.
-Eres listo, papá -le premió.
Para delicia de Myriam, él sonrió con inocencia. Pero Vicky le tenía reservados más terrores.
-Ahora, Myriam.
La sonrisa de Víctor se borró al instante.
-Myriam, ¿qué?
-Que debes ganar uno para ella también.
-No, gracias -se apresuró ella a responder.
-Pero debes tener algo -insistió Vicky-. Si no, no sería justo.
-Bueno, me conformaré con una foca -dijo Myriam pensando con rapidez-. Tienen unas focas adorables en esa caseta. Una pequeña foca.
Mientras se encaminaban a la caseta, Víctor murmuró:
-Ése no es el primer premio, ¿verdad?
-No, es el premio de consolación. Está a salvo.
Le salieron las palabras antes de pensarlas y lo miró alarmada. Pero él se estaba riendo.
-Muy bonito -comentó.
Víctor le ganó una pequeña foca al primer intento.
-Ahora las dos tenemos algo -dijo Vicky, feliz-. ¿Cómo vas a llamarla?
Myriam pareció considerar el asunto con gravedad.
-Oswald -dijo por fin.
-Es un nombre precioso.
-¿Y cómo le vas a llamar tú a tu pingüino?
-Oswald.
-Pero Myriam ya le ha llamado Oswald -objetó su padre.
-Los dos se pueden llamar Oswald -dijo Vicky con una seguridad que dejó zanjado el asunto.
-Desde luego que sí -le dijo con severidad Myriam a Víctor-. Eso debería saberlo.
-Por supuesto que lo sé.
En ese momento, apareció Tom que ya había aparcado el coche comiendo una manzana cubierta de caramelo. Vicky pidió una al instante.
-Pero si acabas de terminar el helado -protestó Víctor.
-Pero no he tomado nada más desde el desayuno.
-Fue un desayuno enorme.
Ella suspiró y puso cara de hambrienta.
-Lo había olvidado.
-Tom -Víctor sacó dinero-. Manzanas de caramelo.
-Para mí no -interrumpió Myriam con rapidez-. Hace años que no creo que mi estómago pueda aguantar helado y manzana con caramelo tan seguido. Creo que para eso hace falta tener menos de diez años.
-Estoy de acuerdo -dijo él, convencido.
Con el paso de la tarde, se hizo evidente que Vicky era una niña más intrépida de lo normal. Si la hubieran dejado, se hubiera montado en las atracciones más terroríficas, aparte del tren Fantasma. Sólo después de una buena discusión, Víctor consiguió montarla en un inocuo carrusel y, cuando le sugirió que montara en los caballitos del interior, recibió la mirada de desdén que se merecía. Vicky se instaló resuelta en la fila exterior y agitó las riendas tras ella con una sonrisa de invitación en dirección a Myriam. Los dos hombres se quedaron en tierra con los dos Oswald.
-La próxima vez lo montarás contigo -le dijo Víctor a su hija en cuanto se lo devolvió-. El lo prefiere así.
Vicky le dirigió una mirada de orgullo, pero tomó la mano de Myriam, a quien arrastró a la casa de los espejos. Los cuatro rieron a carcajadas al ver los reflejos distorsionados y monstruosos de ellos mismos. Pero el agudo oído de Myriam captó algo sobre Víctor que no le parecía verdad. Se reía con todos, pero de una forma contenida. Su amor por su hija era evidente, pero Myriam tenía la extraña sensación de que estaba haciendo un gran esfuerzo por ser un buen padre más que disfrutar de su compañía de forma espontánea. No podría poner la mano en el fuego, pero lo presentía.
Cuando salieron todos parpadeando bajo la brillante luz, ella sugirió que tomaran una taza de té.
-Yo había pensado un poco más tarde -dijo Víctor.
-Sí, pero hay un café ahí fuera con muchas sillas libres en la terraza. Y vamos a necesitar bastante espacio
Él frunció el ceño, pero siguió sus indicaciones y, al instante, se dio cuenta de que ella había tenido razón. Vicky insistió en tratar a su pingüino con todos los honores y asignarle una silla propia. Hubiera pedido otra para la foca, pero Myriam, con admirable presencia de ánimo sugirió que los dos Oswald estarían mejor juntos.
-Sabías lo que iba a pasar, ¿verdad? -preguntó Víctor, mirándola con aprecio.
-Sí, era fácil de adivinar. Adora a ese pingüino. No dudo que a estas alturas, para ella ya tiene personalidad propia.
De hecho, Vicky había ido más lejos. Para ella, tanto el pingüino como la foca eran individuos con sus parecidos y diferencias y hasta con cierto antagonismo entre ellos.
-A los dos les gustan las gambas y se comen uno las del otro -explicó con tono confidencial-. Y se enfadan mucho.
Por suerte, como Víctor y Myriam se quedaron en silencio, Tom le hizo inteligentes preguntas acerca de sus compañeros peludos, que Vicky contestó con detalle. Se tomó la limonada con bolas de helado y desvió la atención hacia el lago que se extendía delante de ellos, lleno de botes coloridos con forma de personajes de dibujos animados. Después de un rato, pidió que la montaran.
-Yo la llevaré -se ofreció Tom.
Vicky se puso de pie al instante y recogió a los dos Oswald en los brazos.
-No, no quiero que la suba en un barco -protestó Víctor.
-Ellos también quieren montar -le aseguró Vicky.
Víctor la miró con impotencia.
-No se preocupe -dijo Tom-. Estará a salvo conmigo.
-¿Pero estará él a salvo con ella? -murmuró Myriam, mientras el hombre y la niña se acercaban al embarcadero-. ¿Qué le ofrecerá a cambio de que no le convenza de que monte en el Rizo Gigante?
-Lo intentará con todas sus fuerzas, pero no lo conseguirá. Tom sabe que le podría costar su trabajo.
Los dos contemplaron cómo sus compañeros se instalaban en un bote y empezaban a remar hacia el centro del lago con el pingüino erguido entre ellos. Vicky llevaba a la pequeña foca en la mano sobre la superficie del agua haciendo como que nadaba.
-¡Que dios me ayude! Se le caerá ese juguete y tendré que ganar otro. Bueno, qué importa. Ha sido un buen día.
-Sí, la verdad es que se está divirtiendo mucho -dijo Myriam, mirando con ternura a Vicky.
-Sí, se ha divertido, ¿verdad? -comentó Víctor con ansiedad-. Ha pasado un día maravilloso.
-Ha estado muy bien que la haya traído usted -dijo Myriam con un poco de curiosidad-. Muchos hombres con sus obligaciones hubieran dejado que Tom lo hiciera.
-¿Quiere decir que le ha sorprendido que yo no lo haya hecho?
-Bueno, sí.
-Vicky es diferente a todo lo demás de mi vida.
-¿Más importante? -le animó ella a seguir.
-Sí. Más importante.
-¿No tiene madre?
-Mi mujer murió cuando Vicky tenía sólo una semana.
-Pobre pequeña. 0 sea, que nunca ha tenido madre.
-Nunca. Las mujeres de mi familia se han portado todas de maravilla. Tiene tías y abuelas que la adoran, pero no es lo mismo. Yo he intentado hacer de madre y de padre para ella, pero no soy muy bueno para ninguno de los dos papeles, me temo.
-Pero ella lo adora, así que algo debe estar haciendo bien.
-Eso espero. Pero no quiere decir que siempre sepa lo que estoy haciendo -miró a Myriam-. No me atrevo a pensar lo que hubiera sido el día de hoy sin usted. Ha visto lo que iba a pasar con los Oswald antes de que surgiera.
Ella sonrió.
-Cuando yo tenía la edad de Vicky, tenía cuatro muñecas que se llamaban todas Sartén.
-¿Sartén?
-Simplemente me gustaba el nombre -Myriam soltó una carcajada al recordarlo-. Volvía locos a mis padres. Recuerdo haber salido en coche con mi padre un día e insistir en el último minuto en que Sartén viniera con nosotros. Papá dijo: ¿Que Sartén? y yo dije: Sartén. Me preguntó una y otra vez y yo no sabía lo que quería decir porque para mí, cuando decía Sartén, me refería a todas ellas. Mi madre tuvo que explicárselo. Para ella también estaba claro.
-Bueno, supongo que no es tan fácil para un padre saber lo que está pasando en la cabeza de una niña pequeña -comentó Víctor con un suspiro antes de sonreír-. Pues es como hablar con alguien de otro planeta -se inclinó hacia adelante de repente y la miró con aprecio-. Creo que usted sabe exactamente cómo hacerlo. No puedo creer que no tenga familia. Actúa como una mujer con docenas de sobrinos.
-Ya le he dicho que yo también he sido niña -dijo ella con ligereza-. No hay mucho misterio en ello.
-Ahora me está ocultando algo. Me pregunto por qué.
Ella se puso rígida.
-No veo necesidad de seguir hablando de esto. Si cree que puedo serle de alguna ayuda con Vicky me alegro, pero no hablaré de mis asuntos privados.
Por un momento, un fruncimiento le ensombreció la cara.
-Señorita Montemayor -empezó con tono de riña-. Lo siento, ha pasado tanto tiempo desde que alguien me da una orden que no he sabido cómo llevarla. No tengo derecho a insistir. Por favor, perdóneme.
Hubo un calor sincero en su sonrisa que la conmovió. La naturaleza le había dotado con una boca curva y sensual que ahora que no le estaba ladrando órdenes, podía apreciar. Contuvo el aliento, alarmada ante el impacto de aquel hombre. Había una intensidad en él que la dejó ligeramente asombrada. De repente, estaba convencida de que todo lo que él hiciera, amar, odiar o sufrir, lo haría con intensidad. También tenía encanto, una áspera vitalidad que cargaba el mundo de excitación y la hacía sentirse viva.
-¿Señorita Montemayor?
-Myriam -le corrigió ella de forma mecánica.
-Myriam, le he pedido que me perdone y usted ha parecido quedar ensimismada.
-Lo siento. Sí, por supuesto. Está bien, de verdad.
Con desmayo, comprendió que estaba balbuceando y procuró recuperar la entereza. Para su alivio, él desvió la atención para pedir más té. Apartó la vista sintiéndose turbada y esperando que él no se lo hubiera notado.
-Vicky es adorable -dijo buscando un tema seguro.
-Sí, ya lo sé -dijo él simplemente.
-Me pregunto si no estará siendo demasiado protector con ella -siguió ella con determinación-. Entiendo lo del Rizo Gigante, pero hay otras atracciones que le ha prohibido que seguramente estarían bien. Hay un Rizo Enano ahí, con carros de dragones que parecen bastante seguros -el deseo de picarle le hizo añadir-: Iré yo con ella si usted tiene miedo.
Eso le enervó, notó ella encantada. Víctor enarcó las cejas.
-¿Está usted intentando fastidiarme, señorita... Myriam?
-Sólo bromeaba un poco. Esto es un parque de atracciones. Se supone que debería estar animado.
-Me animaré cuando Vicky regrese.
-Quiero decir que debería intentarlo por ella. Lo cierto es que parece que tiene la cabeza en cómo se estará arreglando la oficina sin usted. Me sorprende que no haya traído su teléfono móvil para seguir en contacto.
-Eso le hubiera estropeado la tarde a Vicky.
-Usted la está estropeando intentando protegerla en una nube de algodón.
-No sabe de qué está hablando -masculló él con impaciencia-. Lo siento. Parece que no hago otra cosa que disculparme con usted por mis malos modales. Intente no hacerme caso si puede. Tengo muchas cosas en la cabeza, pero no las que usted supone.
Antes de que ella pudiera contestar, Vicky volvió y se desplomó en la silla radiante de contento. Myriam notó cómo la cara de Víctor se animaba al instante para su hija, como si estuviera de guardia de nuevo.
-Papá, hay unos coches de choque ahí. ¿Podemos montarnos?
-Cariño, no creo...
-Oh, por favor, papá. Por favor. No me has dejado montar en nada verdaderamente excitante.
-Acabamos de remar por el lago -protestó Tom.
-Sí, pero eso no es excitante -explicó la niña-. No a menos que el barco tenga un agujero y se hunda. Y no lo ha hecho.
-Pobre Tom -se rió Myriam-. No hubiera ido contigo si hubiera sabido lo que tú encuentras divertido.
-Pero a ti te gustarían los coches de choque, ¿verdad? -apeló Vicky a ella-. Te gustaría lo que más de todo.
-Sí, creo que me gustaría -dijo Myriam con una mirada de desafío en dirección a Víctor.
-Por favor, papá -suplicó Vicky a su padre con la mirada sugerente de un pobre huérfano abandonado.
-De acuerdo -accedió él a regañadientes-. Pero mira...
El resto de sus palabras quedaron flotando. Vicky ya estaba alejándose con el sufriente Tom tras ella. Cuando Víctor y Myriam les alcanzaron, los otros dos ya habían pillado un coche y Vicky estaba gritando:
-Papá, tú monta con Myriam y Tom y yo os chocaremos todo el rato.
-Gracias, cariño -le gritó su padre en contestación antes de mirar a su compañera-. Espero que esté lista para esto.
Ella sabía lo estrechos que eran los coches de choque, pero nunca había apreciado cuánto hasta encontrarse compartiendo con él el diminuto espacio. Fue un esfuerzo permanecer indiferente mientras su cuerpo estaba tan apretado contra el de ella.
-¿Quién conduce? -preguntó Víctor.
-Usted. Yo vigilaré los ataques. Creo que viene uno por mi lado.
Vicky, con los ojos abiertos como platos y muy excitada se lanzaba contra ellos.
-Eso no es justo -gritó Myriam-. Déjanos arrancar.
La última palabra quedó en el aire mientras los coches chocaban. El asaltante aceleró, pero sólo para volver al ataque.
Víctor consiguió sacar su coche al centro de la pista y ejecutar algunas maniobras, pero Vicky le alcanzó antes.
-¡Te di! -gritó.
-Mire, no hay sitio para un par de hombros en este espacio. Conduzca usted y yo pasaré el brazo por detrás -dijo jadeante Víctor.
Ella se encontró encerrada en el círculo de sus brazos. Por un momento, la invadió la turbación, pero casi al instante, Vicky se lanzó a por ellos y tuvo que concentrarse en la escapada. Se dio la vuelta y empezó a dirigirse en dirección a la niña, pero Víctor le dijo con suavidad.
-No choques contra el coche de Vicky. E intenta que ella tampoco nos dé.
Aquello era más fácil de decir que de hacer. Vicky no tenía los reparos de su padre y se lanzaba a la mínima oportunidad. Myriam giraba y giraba, pero sin mucho éxito y para cuando salieron, sintió los huesos como si fueran de goma.
-Creo que ya es hora de irse a casa -dijo Víctor.
-Oh, no, papá, por favor. Vamos a quedarnos un poco más -suplicó Vicky-. Por favor.
Le apretó la mano a Myriam con más fuerza como pidiéndole apoyo.
Víctor se arrodilló delante de ella.
-Mira, cariño. No puedes -se calló de repente cuando Vicky cerró los ojos. La niña se forzó a abrirlos en el acto, pero se le cayeron de nuevo.
-Papi -susurró.
-Tom, trae coche -dijo con aspereza Víctor.
Al momento siguiente había recogido a su hija en brazos y estaba acercándose aprisa a la salida. Myriam se vio obligada a seguirle al mismo ritmo, todavía de la mano de la niña.
Tom corrió por delante de ellos y los esperó con el coche en marcha en la puerta. Myriam siguió a Víctor y a la niña al asiento de atrás.
Una vez de camino a casa, su jefe mantuvo a la niña muy abrazada con gesto protector. La cabeza de Vicky descansaba en su hombro, tenía los ojos cerrados y la cara exageradamente pálida.
-¿Qué es lo que pasa? -preguntó Myriam, alarmada-. ¿Está enferma?
Él no le contestó salvo con un fruncimiento de ceño y una sacudida de cabeza. Era como una orden de que esperara hasta más tarde.
-El teléfono del coche está a su lado -dijo. ¿Puede marcar el número que voy a darle?
Ella lo hizo así y le pasó el receptor, pero él siguió con su hija muy apretada en sus brazos y él hizo un gesto para que se lo acercara a la oreja. Cuando respondió, fue evidente que estaba hablando con la secretaria de un médico.
-Se acaba de desmayar. Es solo cansancio, estoy bastante... completamente seguro de eso. Ya le ha pasado antes, sólo cansancio. Pero me gustaría que el doctor Carson... Gracias. Estaremos en casa en diez minutos.
Víctor hizo un gesto para que Myriam volviera a colgar y se reclinó hacia atrás cerrando los ojos. Tenía la frente húmeda y la misma mirada de temor que ella le había visto antes. Sintió que el corazón se le aceleraba al empezar a sospechar algo. Vicky había hablado de no «haber estado muy bien», como si su enfermedad perteneciera al pasado. Pero no era así. Todavía estaba muy enferma. ¡Y aquella expresión tan terrible en la expresión de Víctor! Ningún padre hubiera mirado así a un hijo a menos que...
Myriam sintió un nudo en la garganta. No podía enfrentarse a aquello. Ella ya había estado en el valle de las sombras y había visto a la oscuridad reclamar a una niña una vez. La miseria y el horror casi habían podido con ella, pero de alguna manera, había sobrevivido. Ahora la estaban arrastrando a lo mismo y era más de lo que podía soportar. Tenía que salir de aquel coche, pensó con frenesí. Pondría alguna excusa, cualquiera, pero tenía que salir de allí.
-Gracias a dios que ya estamos aquí -dijo Víctor cuando el coche se dirigió a una gran casa casi escondida entre los árboles.
-Señor García, yo...
-¿Puede ayudarme a sacarla?
A Myriam no le quedó otra elección. Mientras él levantaba a la niña de nuevo, ella intentó soltarse la mano con suavidad, pero Vicky la mantuvo, como si incluso en su estado de semiinconsciencia supiera que aquel mero contacto era importante.
-Venga y ayúdeme a meterla en la cama.
En silencio, ella le siguió por unas amplias escaleras hasta la habitación de la niña. Una mujer de mediana edad con cara amable entró tras ellos.
-Mi Tom dice que se ha puesto mala.
-Fue en la feria. El doctor llegará en cualquier momento. Espérele en la puerta y tráigale aquí al instante.
-Creo que le he oído -dijo la mujer antes de desaparecer.
Regresó un momento más tarde con un hombre anciano. Vicky había soltado por fin a Myriam y ésta se apartó.
Víctor parecía no enterarse de su presencia, pero cuando llegó a la puerta, dijo de forma abrupta.
-Espere abajo.
Ella obedeció con desgana. Una parte de ella todavía deseaba escapar de allí, pero otra parte más fuerte necesitaba quedarse para saber cómo se encontraba Vicky. Bajó seguida de la mujer de Tom, que se presentó a sí misma como Nora y le ofreció una taza de café.
Myriam lo tomó sola en una gran sala que daba al jardín frontal. Estaba amueblada con un estilo actual y caro sin ser agresivamente moderno, pero para su gusto era demasiado meticuloso. No había rastros de que allí viviera un niño.
Al final oyó que el doctor bajaba y Víctor le despedía. Cuando se cerró la puerta principal, hubo un silencio total durante un largo momento, después, el sonido, de unos pasos y Víctor apareció en la habitación. Se fue directo al mueble bar, se sirvió una buena copa de brandy y la apuró de un sólo trago. Pareció estar a punto de servirse otra, pero en vez de hacerlo, posó la copa con brusquedad y dio un puñetazo en una pared que sacudió la habitación.
Se quedó inmóvil por un momento y después, apoyó la frente contra la pared como si se hubiera quedado sin fuerzas. Myriam lo miraba horrorizada. Parecía un hombre en el extremo de la agonía.
Muy despacio se acercó a él y le rozó el hombro. El se dio la vuelta y la miró con unos ojos que no mostraban nada. Tenía la respiración agitada.
-Venga a sentarse -dijo ella con gentileza.
El la dejó conducirle al sofá, donde se sentó. Parecía estar consciente a medias de lo que estaba haciendo.
-Le está sangrando la mano -dijo Myriam, examinando el nudillo amoratado-. ¿Quiere que llame a Nora?
-No -respondió él con rapidez-. No quiero que me vea así -sacó un pañuelo y se lo enrolló en la mano-. Sólo sírvame otro brandy. Uno grande.
Ella lo hizo y se sentó a su lado.
-¿Qué es lo que le pasa a Vicky? -preguntó en voz muy baja.
Pero sus peores miedos se vieron confirmados antes incluso de que él levantara la cabeza y dijera con debilidad:
-Se está muriendo.



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Mensaje  mats310863 Mar Feb 15, 2011 1:04 pm

QUE TRISTEZA QUE ESA PEQUEÑITA ESTE TAN ENFERMA Sad Sad , OJALA OCURRA UN MILAGRO, GRACIAS POR LOS CAPÍTULOS

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Mensaje  Dianitha Mar Feb 15, 2011 1:07 pm

graciias x el cap niiña espero que no le pase nada a vicky ====== LO MEJOR UNA BODA (FINAL)======= 517547 ====== LO MEJOR UNA BODA (FINAL)======= 517547
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Mensaje  nayelive Mar Feb 15, 2011 2:21 pm

ay que triste historia siguelee pobrecita nena sss siguele plis
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Mensaje  jai33sire Mar Feb 15, 2011 3:47 pm

gracias por el capitulo

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Mensaje  FannyQ Mar Feb 15, 2011 4:53 pm

Gracias por el capituloo! ... que se alivie la niñaa!!
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Mensaje  myrithalis Miér Feb 16, 2011 12:08 am

Gracias por el Cap. Saludos Atte: Iliana
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Mensaje  alma.fra Miér Feb 16, 2011 1:17 am

Pobre niñita. Gracias por el capitulo.
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Mensaje  laurayvictor Miér Feb 16, 2011 11:55 am

Hola niñas aqui esta el capitulo de hoy Smile Laughing Laughing Laughing

CAPÍTULO 3
SE está muriendo -repitió Víctor, cuando Myriam se quedó en silencio.
Myriam casi había esperado oír algo parecido, pero tuvo que abrazarse antes de poder hablar.
-Ella me dijo que había estado enferma, pero habló como si ya se le hubiera pasado.
-Eso es lo que ella cree. Y debe seguir creyéndolo. Pero no se ha pasado. No se pasará hasta... -se detuvo con un estremecimiento-. Nunca se pasará -terminó.
-Pero, ¿por qué?
-Es el corazón. Su madre tampoco lo tenía fuerte. No lo sabíamos cuando nos casamos y al final del embarazo sufrió un ataque cardiaco. Nunca soñamos... ella parecía tan fuerte... sobrevivió al ataque de corazón, pero el doctor nos advirtió que el parto probablemente sería demasiado para ella. Durante el último mes, sabíamos lo que iba a pasar. Intentamos aparentar que no, pero lo sabíamos. Le hicieron la cesárea pero... -Víctor no pudo seguir. Alzó las dos manos con gesto de impotencia y un poderoso instinto de protección le hizo a Myriam asirle la mano. Entonces, empezó a hablar de nuevo-. Vivió lo suficiente como para tener a Vicky en sus brazos y entró en estado de coma. Yo me quedé con ella durante dos días, sin soltarla de la mano y hablando con ella, pero no volvió a despertar nunca.
De repente, pareció notar que Myriam le estaba sujetando las manos. La soltó un poco avergonzado e hizo un esfuerzo visible por reponerse.
-Lo siento. No tenía derecho a perder el control y hacerle pasar por todo esto también. Normalmente consigo superar las cosas mejor.
Hubiera sido imposible para Myriam decirle que le gustaba más ahora que el hombre super controlado que aparentaba ser en la oficina.
-Está bien -dijo con suavidad-. Sólo cuénteme lo que le apetezca.
-Los doctores me advirtieron que Vicky podría tener los mismos problemas que su madre, pero durante años, pensé que lo habíamos superado. Y entonces... de repente...
-Pero, ¿no hay nada que pueda hacerse? -preguntó Myriam-. Hay operaciones maravillosas de corazón en la actualidad. ¿No habrá una para ella?
-Sí, si estuviera lo bastante fuerte. Pero es demasiado tarde. Está demasiado débil como para soportar la operación. Significaría morirse ahora en vez de... en unos pocos meses.
Víctor la miró.
-¿Lo entiende? Estoy intentando apurarlo todo en estos pocos meses; intentando ser el padre que nunca he tenido tiempo de ser. Siempre la he querido, pero crear la empresa me ha llevado un montón de dedicación y... que dios me perdone, pensé que Vicky estaba bien.
Las palabras se quebraron en un sollozo.
-¡Oh, dios! -susurró Myriam, sacudida de horror.
-Quería ser mejor padre de lo que he sido, pero pensaba que tenía mucho tiempo. ¿Sabe lo que ella quiere más en el mundo?
-A usted.
-No, una madre, eso es realmente lo que quiere, tener una madre como las demás niñas. Le prometí conseguirle una, pero ahora es demasiado tarde. Lo único que puedo es intentar es darle todo lo demás en este corto espacio de tiempo.
Se bebió el brandy y empezó a hablar de nuevo de forma confusa y desesperada.
-Me había pedido ir al parque de atracciones. No debería haber aceptado, iba a ser demasiado para ella, pero cedí. Y después, cuando se desmayó... ¿cómo he podido ser tan tonto?
-Pero ahora no se está muriendo, ¿verdad?
-No, el médico dice que sólo necesita un buen descanso. Pero le ha robado algo de su fuerza y le queda tan poca... ¿Cómo puedo estar seguro de haber hecho lo correcto?
-Escúcheme -dijo ella con suavidad-. Nunca podrá estar totalmente seguro de haber hecho lo correcto. La vida no nos lo pone tan fácil. Pero si la quiere y ella lo sabe, entonces es suficiente. No debe atormentarse con los sentimientos de culpabilidad porque... -le tembló la voz-, porque es inútil y destructivo. Sólo puede darle su amor y lo que le parezca lo mejor en cada momento.
La mirada de él se clavó en ella y prestó atención a su tono y al gesto constreñido de su cara, igual que la de él.
-Usted lo entiende, ¿verdad?
-Sí, lo entiendo.
-Entonces, me resultará más fácil pedirle algo... no para mí, sino para Vicky. A ella le cae bien usted. Nunca la he visto abrirse a alguien con tanta facilidad.
-¿Qué quiere que haga? -preguntó ella, cargada de temor.
-Que sea su amiga hasta... el tiempo que la necesite. Déjenos pasar algo de tiempo con usted. Dejemos que ella crea que es como su madre.
Myriam se estaba echando atrás antes de que él lo expresara.
-No, lo siento. No puedo hacer eso.
-Ya sé que es mucho pedir, pero a usted también le cae bien ella, ¿verdad?
-Sí -Myriam se atragantó-. Demasiado.
-Por favor, significaría tanto para ella. Y no será por mucho tiempo. ¿Es que no lo entiende?
-Sí, lo entiendo. Es sólo que... lo siento, es imposible.
-¿Por qué? -se levantó para enfrentarse a ella-. ¿Tiene miedo de que le lleve demasiado tiempo? Le pagaré lo que me pida. Quedará liberada de todas las obligaciones de la oficina y le daré un cheque en blanco, pero tendrá que hacerlo.
-No tengo que hacerlo -se defendió ella con pasión-. No quiero su dinero. Si pudiera hacerlo, lo haría, pero no puedo. Es a usted al que necesita, no a mí. Yo no puedo ser más para ella que un padre.
-Pero ella ve en usted una figura materna y eso significa que lo es -dijo muy pálido-. Quizá sea otro síntoma de mi fracaso, pero tengo que aceptar que es verdad. Por favor, hágalo, Myriam.
Ella sintió que se volvería loca si aguantaba más. Empezó a recoger sus cosas con prisa.
-Lo siento, simplemente no puedo. Por favor, no me presione. Es imposible.
-Myriam...
La asió por el brazo.
-No -gritó ella-. Déjeme. No.., no puedo quedarme aquí.
Víctor no hizo ningún movimiento para soltarla y ella forcejeó para zafarse. La última visión que tuvo de él antes de irse fue la de su cara contraída. No tenía ni idea de dónde se encontraba, pero corrió sin detenerse hasta llegar a una estación de metro.
En la vuelta a casa tardó media hora y, en ese tiempo, se mantuvo en estado de parálisis. Le duró hasta que llegó a casa y cerró la puerta a salvo a sus espaldas. Cuando sacó la llave, vio la pequeña foca en el bolso, donde la había metido sin enterarse. De alguna manera, aquella imagen la destrozó y enterró la cara contra la criatura peluda antes de sollozar sin poder remediarlo.
-¡Oh, Verónica! ¡Verónica!


Esa noche durmió muy mal. Cuando conseguía adormilarse, le atormentaba la imagen de Vicky desmayándose en los brazos de su padre. Después, aparecía Víctor con su hija en brazos murmurando: se está muriendo. Myriam se despertó sobresaltada, se mojó la cara con agua fría y decidió no dormir más.
Pero estar despierta fue casi peor, porque no podía olvidar el momento en que Víctor la había mirado a los ojos; había visto en ellos una pena sin defensas y la había sentido como propia. Su corazón se había unido a él y, por un momento, casi había estado dispuesta a hacer lo que le pidiera. Pero sólo por un momento. Entonces se había repuesto. No eran sólo sus recuerdos de Verónica, lo que le habían hecho rechazar la propuesta. Esa tarde, se había sentido conmovida por el magnetismo que rodeaba a Víctor como un aura. Pero nada podía ser más absurdo para ella que caer bajo el hechizo de un hombre como Víctor, que podría atraer a cualquier mujer que quisiera.
Al llegar la mañana ya había tomado una decisión. Notificaría su despido ese mismo día y le pediría a la agencia que le buscara otro trabajo. Antes de irse de casa, metió la foca en el bolso para que Víctor se le devolviera a Vicky.
Caminó despacio hasta la parada del autobús sin ganas de llegar. No quería entrar en la oficina, ver a Víctor y volver a enfrentarse a sus fantasmas de nuevo.
Jenny se le había adelantado. Myriam echó un vistazo al reloj.
-No te preocupes -le dijo su compañera-. Todavía no ha llegado.
-¿A estas horas?
-Ya lo sé. Es increíble, ¿verdad? Oh, Myriam, tengo tan buenas noticias.
La cara brillante de su amiga le dijo todo.
-Michael y tú! os habéis reconciliado -dijo Myriam.
-Vino aquí ayer por la tarde, con una rosa roja. Fue una suerte que el señor García hubiera salido porque pudimos hablar con toda libertad. Nos casamos el próximo mes.
Myriam sintió que su propio dolor se le olvidaba. Era bueno saber que había felicidad en el mundo para la gente buena como Jenny. Escuchó toda la historia otra vez sonriendo y diciendo las cosas adecuadas. Pero su mente seguía viendo la imagen dolorida de Víctor.
Por fin Jenny dijo:
-¡Eh! ¿Qué pasó ayer cuando te fuiste?
-Nos fuimos a la feria.
-¿Con Vicky? ¿No es divina? ¿Sabes? Hay una cosa curiosa con esa niña. Yo llevo trabajando aquí tres años y ni siquiera sabía que tenía una hija. Entonces, empezó a aparecer de repente en la oficina y él empezó a dejar el trabajo a un lado para sacarla. Es bonita, ¿verdad? Cuando sea mayor, va a ser una auténtica belleza.
Myriam respondió alguna banalidad e intentó empezar su trabajo, pero no podía concentrarse. Se preguntó si la tardanza de Víctor se debería a que Vicky había empeorado. Sabía lo descorazonador que le debía haber resultado su negativa, pero no podía enfrentarse a lo que le pedían. Había dicho la verdad cuando había contestado que Vicky le gustaba mucho. Sería fácil querer a una niña cuya frágil salud no había hecho mella en su espíritu. Y Myriam no podría soportar querer a otra niña para después verla muerta.
Víctor llegó hacia el mediodía y se dirigió a su oficina directamente sin mirarlas. Casi al instante, sonó el megáfono de Myriam.
-Venga aquí, por favor -dijo por el interfono.
Parecía haber pasado una noche terrible. Tenía sombras oscuras por debajo de los ojos y la cara sombría. Myriam imaginó que ella debía tener tan mal aspecto como él, porque, cuando alzó los ojos, vio algo en los de él, quizá reconocimiento, o compañerismo, que le hizo ponerse rígido.
-¿Cómo está Vicky? -preguntó.
-Bastante bien. He estado sentado a su lado la mayor parte de la noche, pero ha dormido bien. Le he dicho a Nora que se asegure de que no se levantaba de la cama en todo el día.
-Siento no poder hacerlo que me pidió. De hecho, no seguiré trabajando con usted, señor García -le pasó la foca de peluche-. Me gustaría que le diera a Vicky esto y que se despida de ella de mi parte.
-¿Nos abandona de verdad, entonces?
-No tiene derecho a decir eso. Tengo buenos motivos.
-¿Son tan buenos como para defraudar a una niña pequeña enferma?
Ella se estremeció, pero mantuvo la compostura.
-Tiene que creer que los hay.
Él no respondió, pero metió la mano a su maletín y sacó un sobre rosa.
-Vicky le ha escrito una nota -dijo extendiéndola hacia ella-. ¿La aceptará o le tendré que decir que se la ha devuelto?
-Eso es chantaje -dijo Myriam, enfadada.
-Mi hija se está muriendo y no tengo ningún escrúpulo en intentar conseguir todo lo que ella quiera.
Myriam casi se la arrancó de las manos. El sobre contenía un dibujo de colores de ella, Víctor y Vicky en la feria. Vicky había escrito debajo:
Por favor, ven a tomar el té conmigo.
Consciente de los agudos ojos de Víctor clavados en ella, Myriam batalló consigo misma antes de decir:
-De acuerdo. Sólo esta vez. Puede decirle a Vicky que estaré encantada de tomar el té con ella.
-Gracias -respondió él-. Para ella será un mundo.
-En cuanto esté mejor la visitaré y...
-¿Por qué no viene esta tarde conmigo?
-De acuerdo. Esta tarde. Sólo por esta vez. Después...
-Podremos discutirlo en el camino a casa -dijo él-. Ahora, ¿podríamos seguir con el trabajo?
Ya volvía a sonar con el robot sin corazón de siempre, pero ahora ella lo conocía mejor. Le daba vergüenza haber dicho tan sólo el día anterior que no tenía vida personal ni oír tanto, problemas personales. La verdad es que era-un hombre orgulloso y sensible que mantenía oculta su agonía porque podía soportar compartirla. Sólo por accidente, ella había podido vislumbrar su corazón destrozado. Y a él no le había gustado. Lo sabía por su actitud. La había vuelto a invitar por el bien de Vicky, pero le avergonzaba que ella viera sus heridas. Cuando ella se fuera, sería mejor para los dos.
A primera hora de la tarde, él salió de su oficina y le hizo un gesto sin hablar. Mientras caminaban hacia el coche dijo:
-Llamé a casa para decirle a Vicky que venía. Está encantada.
Myriam no dijo nada. Tenía la sensación de que la estaban arrastrando contra su voluntad, pero no iba a dejar que sucediera. Mientras él maniobraba el coche entre el flujo de tráfico, resolvió contarle lo de Verónica. No había podido hablar de ello antes, pero era mejor que Víctor entendiera sus motivos.
-Siento haberme ido como me fui ayer -empezó.
-No se preocupe. Yo sólo estaba preocupado porque llegara bien a casa. Si hubiera esperado, Tom la habría llevado en coche.
-Llegué bien a casa, gracias. Pero quería decirle...
-Sólo un minuto. Ese vehículo me está bloqueando el paso -asomó por la ventanilla y llamó al otro conductor-. Eso está mejor. El tráfico es siempre terrible en esta carretera. ¿Qué me estaba diciendo?
-Hay algo que me gustaría explicarle para que... -se detuvo cuando Víctor se metió repentinamente por una carretera lateral escapando del tráfico.
-Será mejor que me lo cuente más tarde -dijo.
Después de quince minutos de baches, llegaron a otra carretera de tres carriles muy buena. Myriam o había prestado atención a los alrededores el día anterior, pero ahora pudo notar que la gran casa de Víctor estaba bien apartada de la carretera, casi oculta por los árboles y el jardín. Como el coche, era bastante lujosa, la propiedad de un hombre que había hecho una fortuna, pero no necesitaba ser ostentoso; o quizá simplemente un hombre al que la riqueza no le importaba porque no podía salvar lo que más amaba.
Cuando salieron, él se volvió hacia ella:
-¿Qué era lo que iba a contarme? ¡Oh, no! ¿Qué está haciendo ahí?
Myriam siguió con la vista el sitio que señalaba, donde vio a Vicky.
-Se suponía que debía estar en la cama -dijo Víctor-. Ni siquiera está en su habitación. Debe haber salido al recibidor para estar en esa ventana.
Mientras miraban, apareció Nora y apartó a Vicky de la ventana. Myriam siguió a Víctor por la amplia escalinata. Nora salía en ese instante de la habitación de Vicky.
-Ya la he vuelto a meter en la cama -dijo-. Sinceramente, he hecho lo que he podido para evitar que se levantara.
-No se preocupe, no es culpa suya -dijo Víctor-. Ya sé lo inquieta que puede llegar a ser. No la tengamos esperando.
Hasta ese momento, Myriam se había prometido a sí misma mantenerse al margen, pero eso fue antes de ver a Vicky, arrellanada entre los almohadones en la cama. En cuanto la vio, la cara de la niña se iluminó con una sonrisa radiante y extendió los brazos en un gesto de bienvenida y aceptación. La última barrera de Myriam se desplomó y, en un instante, había atravesado la habitación para envolver a Vicky en un abrazo.
-Sabía que vendrías. Lo sabía -le susurró Vicky al oído-. Papi dijo que no, pero yo sabía que sí.
-Por supuesto que he venido
-Todos te estábamos esperando -declaró Vicky.
-¿Todas?
-Oswald ha dicho que vendría también a tomar el té, así que le he dejado.
Había una mesita con la tetera puesta al lado de la cama. Oswald estaba sentado en una silla vigilando el banquete. Inspirada, Myriam metió la mano en el bolso.
-Mira quién ha insistido también en venir -dijo con un pequeño ladrido.
Vicky resplandeció.
-Le has traído -gritó-. Lo sabías.
-Sí, supongo que debo haberlo imaginado -dijo Myriam con cautela.
Era intensamente consciente de la fría mirada de Víctor sobre ella. Él sabía que no había llevado el juguete para alegrar a Vicky. La insistencia de la pequeña en adjudicarle tan loables motivos era penosa para ella.
-Tenemos té, tostadas y miel -dijo Vicky como una buena anfitriona.
-¡Qué bien! -Myriam dejó a la foca al lado del pingüino-. Porque a Oswald le gusta la miel. ¿Quieres que sirva...?
-Sí, por favor. Papi toma el té con azúcar.
-¡Oh! ¿También estoy invitado yo? Pensé que era para vosotras dos y los dos Oswald.
Vicky se rió y Myriam miró a Víctor con renovado respeto. No era una broma tan buena, pero era un gran esfuerzo para un hombre con el corazón roto. Su respeto por él fue en aumento a medida que se unía a la fiesta con grandes muestras de alegría. Vicky estaba en el séptimo cielo y era evidente que la presencia de su padre acrecentaba su alegría.
-¿Te gusta mi habitación? -preguntó Vicky.
Era una habitación encantadora, grande y airosa, decorada en tonos pasteles y con una enorme ventana que daba al jardín. En la mesilla de noche había un marco con una gran fotografía de una mujer joven tan parecida a Vicky que no había duda de que se trataba de su madre. Las paredes estaban cubiertas de imágenes de bailarinas y sobre la cama colgaban un par de zapatillas de baile.
-Voy a ser bailarina -le confió Vicky-. Cuando sea mayor, papi dice que puedo ir a la escuela de baile.
-Exacto, cariño. Dentro de un par de años.
-¡Oh! Antes, papá, por favor.
-Bueno, quizá dentro de un año. Cuando estés más fuerte.
-Siempre estás diciendo lo mismo. Me gustaría que fuera ya el próximo año.
-A mí no -dijo sin pensar Víctor-. Bueno, no quiero que crezcas demasiado rápido.
-Pues yo quiero crecer rápido. Quiero que llegue ya el año que viene y el siguiente y el otro...
-Creo que Oswald quiere un poco más de té -intervino con rapidez Myriam al ver la tensión de la cara de Víctor. ¿Cuánto más podría aguantar aquel hombre?, se preguntó.
Nora asomó la cabeza por la puerta en ese instante.
-Teléfono para usted.
Víctor besó a su hija y se fue prometiendo volver pronto. Myriam estaba observando a Vicky y la vio relajarse un poco en cuanto él desapareció de la misma manera que él aparentaba más ánimo cuando estaba con ella. «Oh, no. Deben ser imaginaciones mías», pensó. «No puede tener ni idea. Es imposible».
Vio que Vicky intentaba arrellanar los almohadones y se acercó a ayudarla.
-¿Estás mejor así? -preguntó al terminar.
-Sí, gracias.
Vicky se recostó y Myriam le pasó el brazo por encima de forma instintiva para que la niña se acurrucara en su hueco.
-¿Vas alguna vez al ballet? -preguntó Vicky.
-Sí, me encanta el ballet..
-¿Me llevarás un día?
-Por supuesto. ¿Qué te apetecería ver?
-Bueno, mi favorita es la Bella Durmiente, pero también me gusta Giselle.
Myriam la dejó que expresara feliz sus pensamientos interviniendo de vez en cuando con alguna palabra de ánimo. Vicky no parecía necesitar tanto la conversación como su presencia física para acurrucarse contra ella. Poco a poco, su voz se fue haciendo más lenta y empezó a cabecear mientras la debilidad la embargaba. Al final, quedó en silencio.
Se escuchó un chasquido en la puerta cuando entró Víctor. Cuando vio a Vicky inmóvil contra Myriam, una mirada de pánico le surcó la cara, pero ella se puso un dedo en los labios y murmuró:
-Está dormida.
Él se acercó en silencio y miró a su hija con tal expresión de angustia y amor que Myriam sintió que debía darse la vuelta. Pero no conseguía hacerlo. La cara de Víctor era conmovedora cuando retiró un mechón de la sien de su hija.
-Vamos a dejarla -susurró Myriam.
Posó a Vicky en la cama, le quitó algunos almohadones y le subió el embozo. Vicky parecía muy dormida, pero murmuró algo.
-No la he entendido. ¿Qué ha dicho?
-Ha preguntado por Oswald -dijo con voz ronca Víctor antes de poner el pingüino a su lado.
-No, Oswald -susurró Vicky.
Comprendiendo ahora, su padre metió también a la foca al lado y la sonrisa de felicidad de Vicky le indicó que había acertado.
-Buenas noches, cariño -se despidió Myriam con un beso.
Entonces, salió para dejar a la niña a solas con su padre.
En cuanto llegó abajo, inspiró repetidas veces para calmarse y lo había conseguido ya cuando él entró en la habitación. Por la mirada de su cara, supuso que él también había tenido que hacer un esfuerzo para recuperar el control.
-Sabe que no puede abandonarla ahora, ¿verdad?
-Sí, lo sé.
-Vicky la necesita.
-Sí. He venido a verla.
-Eso no es suficiente. Usted se ha despedido esta mañana.
-Volveré a incorporarme.
-Pero vaya cuando quiera. Además, no la necesito en la oficina, la necesito aquí, queriéndola y dejándola a ella que la quiera. Eso es lo que más desea ella en el mundo.
-Estaré aquí.
-Quédese a vivir aquí. De día y de noche.
-¿Me está ofreciendo un trabajo de madre?
-No, le estoy pidiendo que se case conmigo -dijo él simplemente. Ella lo miró alucinada.
-Esa debe ser la broma más pesada que he escuchado en toda mi vida.
-¿Broma? ¿Cree que bromeo respecto a esto?
-Entonces, si no es una broma...
-Ya le he dicho que Vicky quiere tener una madre. Nunca ha sabido lo que es tener una y quiero dárselo antes de que se muera. Ella ya le ha tomado cariño a usted.
-Pero...
-¿Hay alguien más? ¿Un novio, prometido o lo que sea?
-No, no hay nadie más.
-Entonces, no hay nada que impida que aparente ser mi mujer por una temporada. Eso es todo lo que sería, una apariencia. No le pediré nada para mí mismo. Cuando acabe, podremos hacer un divorcio con los acuerdos que usted quiera. No necesitará volver a trabajar en su vida. 0 si quiere trabajar, puede hacerlo en mi empresa y con su cerebro, podrá llegar a lo más alto. Lo único que le pido es que le dedique a Vicky unos meses para que no se muera sin saber lo que ha sido tener una madre.
-No puedo aceptarlo -dijo ella, desesperada.
-Vicky tiene todo lo que se pueda conseguir con dinero, pero ahora sé que nunca ha tenido las cosas que importan de verdad -inspiró estremecido-. No quiero que también se pierda eso. Por favor, Myriam, por favor.
Su voz era desesperada. Sus ojos impotentes y angustiados y Myriam sintió una oleada de peligro. Casarse con él, vivir cerca de él durante unos meses, cuando su corazón estaba despertando penosamente atraído hacia él... Hacerlo sabiendo que después tendría que dejarle sería una locura.
Entonces, pensó en la niña que había arriba, aparentando ánimo para su padre, demostrando más fuerza y coraje que cualquier niño y pidiendo sólo una cosa de las muchas que la vida le había negado.
-De acuerdo -dijo con firmeza-. Me casaré por el bien de Vicky.
Myriam no sabía qué tipo de reacción esperaba, pero cuando llegó, la pilló por sorpresa. En vez de palabras, él le levantó la mano y se la llevó hasta los labios. No fue un gesto mundano, sino de reverencia.
-Gracias -dijo con suavidad.
El roce de sus labios la enervó recordándole lo duro que iba a ser aquel matrimonio en muchos aspectos. Se soltó la mano sin mirarlo.
-De paso -dijo él-. ¿Que era lo que quería decirme?
-¿Qué?
-Era algo acerca de por qué no quería estar con Vicky. ¿Era importante?
-No. No era nada importante.

saludos a todas y sigan comentando si le gusta o no la novela

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Mensaje  Dianitha Miér Feb 16, 2011 2:48 pm

graciias por el cap xfiis no tardes con el siiguiiente What a Face What a Face
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Mensaje  jai33sire Miér Feb 16, 2011 3:00 pm

muchas gracias por el capitulo...siguele por fa

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Mensaje  QLs Miér Feb 16, 2011 5:00 pm

no no me gusta ... me esta encantandoooooo !! siguele por fis !! si puedieses poner dos al dia seria mejor jehehe

muchas gracias !! Rolling Eyes What a Face What a Face What a Face What a Face
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Mensaje  nayelive Miér Feb 16, 2011 6:38 pm

me facino la nove por eso digo que nos pongas otro capi anda siii

gracias por el capi de hoy
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Mensaje  mats310863 Miér Feb 16, 2011 8:05 pm

ESTA MUY LINDA, AUNQUE VICKY ME HACE SACAR UNA QUE OTRA LAGRIMITA Sad Sad
GRACIAS POR EL CAPÍTULO

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Mensaje  myrithalis Miér Feb 16, 2011 11:04 pm

Gracias por el Cap. Saludos me encata la novela Atte: Iliana
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Mensaje  FannyQ Miér Feb 16, 2011 11:29 pm

Gracias por el capituloo!
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Mensaje  alma.fra Jue Feb 17, 2011 12:22 am

Muchas gracias por el capitulo.
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Mensaje  rodmina Jue Feb 17, 2011 1:57 am


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ESTA NOVELITA ME VA HACER LLORAR...

GRACIAS POR EL CAPITULO
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