Vicco y la Viccobebe
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Mensaje  monike Vie Jul 30, 2010 4:58 pm

Hola niñas aqui les vengo a traer otra novelita, solo les voy a poder poner los Viernes desde ahora les aviso, pero estan largos asi que no se va a notar mucho, eso espero Jajajaja, bueno ahi va el prologo y el primer capi, son largos para que no se me quejen sales. ahi les va...


TENTACIÓN

Déjame que te cure con mis besos.




Prólogo


Era la noticia de la tarde.
El accidente había ocurrido en una montaña en el norte de Italia. A medida que se iban viendo otras montañas en las imagénes del televisor, no parecía tan majestuoso. Pero lo cierto es que imponía bastante. Era un monte lo suficientemente alto y escarpado como para infundir respeto incluso a los escaladores más expertos. Una caída de unos diez metros de altura por aquel precipicio rocoso bastó para causarle graves daños a Victor Garcia en la espina dorsal, para garantizar titulares en prensa y para que cundiera el pánico entre cientos de empleados suyos alrededor del planeta.
Thad Randolph no sintió pánico exactamente. Sin embargo, las noticias hicieron que se detuviese. Dejó de reparar un juguete para su hijo, Matt, y les pidió bruscamente a él y a su hermana, Megan, que se callasen. That subió el volumen de la televisión portátil del mostrador de la cocina.
<<... el único superviviente. Acaba de ser trasladado en avión a Roma, donde su estado de gravedad se conocerá más tarde esta noche. Otros miembros de la expedición de montañeros eran el corredor francés de Fórmula Uno Pierre Gautier y el magnate de la banca Alexander Arringthon. La muerte de ambos se certificó en el mismo lugar del siniestro. El señor Garcia, magnate de renombre internacional, es propietario de la cadena de hoteles Garcia. Se trata de... >>.
- Eh, ahí es donde trabaja mamá- dijo Matt.
- ¿Están hablando sobre el Victor que conocemos? -le preguntó Megan.
- Si -dijo Thad con tristeza-. Shh.
La noticia estaba siendo televisada desde el lugar del siniestro en Roma. El presentador de Nueva York le preguntó al reportero:
- ¿Han podido adelantar algo los médicos sobre el estado actual del señor Garcia?
- No, no han dicho nada aún. El personal del hospital se nuega a pronunciarse hasta que Garcia se haya sometido a una revisión exhaustiva y su condición sea completamente estable. Lo único que se nos ha dicho por el momento es que el daño le ha alcanzado la espina dorsal y que parece revestir cierta gravedad.
- ¿Estaba consciente cuando ingresó en el hospital?
- Aún no nos han confirmado nada al respecto, aunque no parecía estarlo. En cuanto aterrizó el helicóptero, se apresuraron a llevarlo al interior del hospital. Tendremos más información...
Thad bajó el volumen del televisor por completo. Pronunció una palabra que sus hijos tenían terminentemente prohibida. Nunca osaban repetirla por miedo a sufrir represalias, algo que no les parecía del todo justo, ya que su madre nunca castigaba a Thad por usar esa palabra que ellos no podían ignorar. Sobre todo no si prácticamente se le escapaba de los labios a su padre.
- Maldito idiota.
- ¿Quién hay en casa? -Elizabeth Randolph entró en casa por la puerta de la cocina y dejó caer su maletín y su bolso sobre la mesa. Los tres se dieron vuelta.
- ¡Mamá! Adivina de quién hablaba el hombre de la tele.
- Matt, Megan, largense de aquí -dijo Thad rápidamente. Señaló con el brazo la puerta que conducía a las habitaciones centrales de la casa.
- Pero, papá...
- Fuera. Dejenme hablar con su madre a solas.
- Pero ella...
Cualquier objeción que pudieran tener quedó sofocada antes de salir de sus labios cuando él arqueó las cejas en forma de V invertida. Iba en serio. Aunque sólo hacía un año que Thad Randolph se había casado con Elizabeth Montemayor, sus hijos habian llegado a adorarlo y respetarlo. Él se había amoldado a su bravuconería y ellos a sus repentinos cambios de humor. Eran cariñosos los unos con los otros, los niños se mostraban bien dispuestos a ser sus hijos adoptivos. Sin embargo, ahora Thad les mostraba su cara más seria, que implicaba que discutir no sólo resultaba una opción ineficaz, sino también imprudente. Optaron por salir de allí.
- ¿Thad? ¿Qué es lo que pasa?
Thad se dirigió hasta Elizabeth y colocó sus manos sobre sus hombros.
- No quiero que te alteres.
- Ya estoy alterada sólo de verte la cara. ¿Qué ocurrie? ¿Qué es lo que pasa? ¿Qué ha ocurrido? Algo terrible, seguro. ¿Mamá? ¿Papá? ¿Myriam?
Elizabeth había perdido a su primer marido en un espantoso accidente de carretera. Sabía lo que era recibir de manera inesperada la peor de las noticias. Sintió de nuevo una terrible sensación y se le hizo un nudo en el estómago. Era una sensación similar a la que había sentido la mañana en la que les había abierto la puerta a dos policías, sujetando el sombrero entre sus manos con expresión fúnebre. Temiéndose lo peor, se agarró a la pechera de la camisa de Thad.
- Dímelo-
- Es Victor.
- ¿Victor? -Elizabeth se humedeció los labios al instante. Se quedó pálida.
Elizabeth tenía mucha relación con Victor Garcia. En un principio, se trataba sólo de negocios. Sin embargo, su relación profesional había crecido en proporción a la expansión de sus tiendas "Fantasías" en el vestíbulo de los hoteles Garcia. Sus tiendas eran ya cinco y juntos planeaban abrir más. Elizabeth y Victor mantenían sus estrecha amistad que en otra época se había granjeado los celos de Thad. En cambio, ya se habia convencido de que el guapo y joven millonario no era ya ningún rival ante el amor de Elizabeth y Thad le consideraba también un amigo.
- ¿Le ha pasado algo a Victor? -preguntó Elizabeth con una voz debilitada por la inquietud.
- Ha resbalado y se ha caído mientras escalaba una montaña en Italia.
- Oh, Dios. -Elizabeth se llevó los dedos a los labios-. ¿Está muerto?
- No, pero está gravemente herido. Acaba de ser trasladado a Roma.
- ¿Gravemente herido? ¿Hasta qué punto?
- Todavia no están seguros de la gravedad de...
- Thad.
Él dio un suspiro de resignación.
- Le ha afectadola columna vertebral.
A Elizabeth se le llenaron los ojos de lágrimas.
- ¿Se le ha roto la columna?
- No lo sé. - Al comprobar su escepticismo, Thad enfatizó-. Te lo prometo, no lo sé. Las noticias han sido muy escuetas. -Thad le repitió todo lo que había dicho el reportero-. No tiene muy buena pinta.
Elizabeth se desplomó contra su marido. Él la abrazó con fuerza.
- Victor tenía tantas ganas de hacer este viaje -dijo contra la pechera de la camisa de Thad-. Cuando me dijo que iba a escalar una montaña, le dije que pensaba que estaba loco por arriesgar su vida y por aventurarse a practicar un deporte tan absurdo. -De pronto, alzó la cabeza-. Dos amigos suyos iban a ir con él. ¿Qué ha sido de ellos?
Thad le acarició el pelo con los dedos y le empujó la cabeza contre él. le dio un masaje en la sien.
- Murieron en el accidente, Elizabeth.
- Uf -le gruñó ella-, qué tragedia para Victor.
- Según las noticias, uno de ellos resbaló por un precipicio de hielo y arrastró con él a los otros.
- Conociendo a Victor, haya sido su culpa o no, cargará con toda la responsabilidad. -Después de un rato, se separó de Thad y alzó la vista para mirarlo a la cara-. ¿Qué crees que deberiamos hacer?
- No podemos hacer nada por el momento.
- Tengo que hacer algo, Thad.
- Tienes que pensar en ti misma. Y en el bebé. -Apoyó la palma de la mano contra su abdomen. Se encontraba en avansado estado de embarazo. Estaba en el último trimestre-. Victor no iba a querer que su niño predilecto estuviera en peligro.
- Podría pedirle a la señora Alder que se quedase con los niños. Podemos coger juntos esta misma noche un avión en Chicago con destino a Roma.
- Uh-uh -dijo él, sacudiendo la cabeza testaduramente-. No vas a coger un vuelo a Roma.
- No puedo quedarme aqui sin hacer nada -protestó ella frustrada.
- Vas a tener bastante cosas que hacer en los próximos días. Tendrás un sinfin de cosas qué ocuparte. Todo va a ser un caos hasta que se emita un parte médico oficila. Seguro que él habría confiado en tu sensatez en una crisis de este tipo. Le serás más útil aquí, tomando llamadas, ahuyentando a los curiosos, que caminando por los pasillos de un hospital en Roma, preocupándote por lago sobre lo que no tienes ningún conrol y consumiendote en el proceso.
Elizabeth se derrumbó desalentada.
- Supongo que tienes razón. Sé que la tienes. Es sólo que me siento inútil...
Thad no dijo nada, pero pensó en cuánto más inútil se iba a sentir Victor Garcia cuando recobrara el conocimiento-Dos mediante- y se enterase de que habia sufrido una terrible lesión de médula.
- Pobre cabrón -masculló sin que Elizabeth pudiera oírlo, mientras la empujaba contra él para abrazarla de nuevo.


Última edición por monike el Vie Sep 17, 2010 4:00 pm, editado 1 vez

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Mensaje  monike Vie Jul 30, 2010 4:59 pm

CAPITULO 1

- Mala idea. De todas las ideas que haya podido concebir alguien, esta es la más atroz.
Myriam Montemayor parecía una madre sacada de una comuna de los años setenta, con los pies descalzos, vaqueros ajustados y camiseta roja descolorida. Aunque apenas era una niña en aquella década, la expresión de su cara era la perfecta encarnación del espiritu rebelde de aquella época pasada. Molesta, se echó hacia atrás su espesa y rizada melena por encima del hombro. Llevaba una cinta en la cabeza que le despejaba de la frente unos mechones de flequillo castaño, pero, como acto reflejo, también hizo ademán de echarlos hacia atrás de un manotazo.
- Ni siquiera nos has escuchado aún -respondió Elizabeth a su hermana pequeña.
- Ya he oído bastante. Victor Garcia. Ese hombre es lo único que necesitaba escuchar para cerrarme en banda a cualquier plan que hayáis urdido ustedes dos. -Miró a su hermana y a su cuñado con abierta hostilidad-. Olvidemos que lo habéis mencionado y vamos a salir a comer un helado, ¿vale? Sin malos rollos.
Thad y Elizabeth se le quedaron mirando con un gesto de reproche. Como veía que ellos dos no parecían tener intención dearrojar la toalla, Myriam se dejó caer sobre el sofá de la sala de estar de su pequeño apartamento y encogió una rodilla por delante como escudo.
- Bueno, oigámoslo. Sueltenme rápido el sermón para que podamos acabar antes.
- No está bien, Myriam.
- La mayor parte de pacientes con problemas en la columna no lo están -repitió ella con sarcasmo-. Sobre todo al principio. Y muchos no tienen los medios económicos para subsistir como es el caso de tu querido señor Garcia. Gracias a su talonario, tiene más médicos y enfermeras y fisioterapeutas a su disposición que la mayoría de pacientes en sus condiciones. No me necesita.
- Eso es esnobismo a la inversa. ¿O no lo es? -le preguntó Thad con razón.
- El dinero que tenga o no tenga Garcia es irrelevante.
- Entonces, ¿por qué no quieres ser su fisioterapeuta? -dijo Elizabeth.
-Porque no me cae bien -espetó Myriam, alzando las manos al aire como si quisiera sortear las objeciones que veía en sus caras-. No, dejenme que les explique mejor. Lo aborrezco, lo detesto y despresio. Y viceversa.
- Eso no debería tener nada que ver con esto.
- ¡Oh-oh! Pues si tiene. -Myriam se levantó del sofá y se puso a caminar-. Los hombres de su tipo que necesitan ponerse en rehabilitación son los peores. Son lo peor de los peor de los pacientes. Los niños te quieren y te adoran por la atención que les prestas. Las personas mayores te tratán tremendamente agradecidos por la amabilidad. Incluso adolescentes te están patéticamente agradecidos. Sin embargo, los hombres de la edad de Garcia -dijo, sacudiendo la cabeza categóricamente- uf, ni hablar. En el hospital lo echamos a suertes jugando a ver quién saca el palo más corto para ver a quién le toca uno de esos.
- Pero Myriam...
- ¿Y por qué? -La voz de Thad se solapó sobre la de su esposa. Elizabeth tenía cierta tendencia a la sensibilidad en estos casos. La actitud de Thad era más pregmática, sobre todo con su volátil cuñada, cuyos cambios de humor eran drásticos e impredecibles.
- Porque la mayor parte han estado en muy buenas condiciones fisicas con anterioridad a su lesión medular. La mayoría se lesiona practicando deportes de riesgo. Son buscadores de emosiones fuertes. Activos y aventureros. Motociclistas, surferos, esquiadores, buceadores, este tipo de gente. Tienen cierta inclinación atlética. Muchos más que la mayoría. Cuando uno de ellos tiene un accidente y sufre una parálisis, aunque sólo sea temporal, se vuelve un poco majaredo. No es capaz de pasar de ser un súper tío bueno a indefenso inválido. Su mente se hunde. Independientemente de lo agradable que fuera antes del accidente, se vuelve amargo y le da por pagarla con los demás por su propia infelicidad. En poco tiempo, se convierte en un grano en el... cuello.
- Victor no será así.
- Sí ya -le dijo Myriam con rentintín-. Será mucho peor. Tenía más que perder.
- Sabrá que estaras ahí para ayudarle.
- Se quejará de todo lo que yo haga.
- Te estará tremendamente agradecido.
- Se pondrá a discutir conmigo.
- Serás su halo de esperanza.
- Seré su chivo expiatorio. -Myriam dio un hondo suspiro-. Tendría que soportar la peor parte de su mal humor y su contumacia. Eso si me sometiera a ese tipo de abuso, cosa que no haré. Asi que, fin de la discusión. ¿Qué tal Häagen-Dazs?
Elizabeth se volvió hacia Thad y le miró suplicante.
- Haz algo.
Él se ehcó a reír y se encogió de hombros.
- ¿Qué quieres que haga? Es mayor de edad. Tiene sus propias ideas.
- Gracias, Thad -dijo Myriam contundente.
- Pero tú viste a Victor. Yo no. -Thad se había mantenido firme en du decisión de no permitir que Elizabeth cogiera un avión para irse al extranjero, pero ante su insistencia había ido él mismo a ver a Victor y había vuelto con un informe de primera mano sobre su estado-. Dile a Myriam lo que han dicho los doctores.
Suspirando hondo, Myriam volvió a sentarse en el sofá. Cuando estuvo sentada, Thad le dijo:
- He ido a verlo a Hawai.
- Creía que estaba en Roma.
- Y lo estaba. A petición suya, fue trasladado a un hospital de Honolulú después de la operación.
- ¿Pasó por quirófano? -Thad asintió con la cabeza-. Según tengo entendido, no llegó a rompérsele la médula con la cahída. -El interés profesional de Myriam entró en juego a pesar de su aversión personal hacia el empresario.
- Gracias a Dios, no se le rompió. En cambio, sí se le rimpieron algunos huesos de la espalda. Los cirujanos los repararon. No conozco el argot médico, pero sufrió una especie de hematoma medular. Había recibido un duro golpe en la médula que le había provocado hinchazón.
-Un hematoma es un moretón.El tejido se inflama y ejerce presión contra los nervios. Hasta que la hinchazón no disminuya, los médicos no saben aciencia cierta hasta dónde llega el grado de parálisis o si será o no permanente.
- Exacto -dijo Thad, sacudiendo la cabeza en reconocimiento a su entendido resumen, que concordaba con lo que los expertos le habían dicho.
- Y la sirugía prolongará el período de hinchazón en torno alas vértebras -añadio Myriam.
- Sí, pero eso era hace dos semanas. Debería estar mejorando y no lo está haciando.
- ¿Sigue en estado diásquisis? -Al ver la expresión confundida de Thad, puntualizó-: Choque discal. Parálisis.
- Sí.
- ¿No siente ningún tipo de sensación por debajo de la cintura?
- Ninguna.
- Debería haber empezado ya la terapia. -Thad miró hacia otro lado con desaliento-. Habrá empezado ya -dijo Myriam con perspicacia-, ¿no?
- Sí -masculló Thad a regañadientes-, pero no ha respondido bien.
- Se ha negado a hacerla -dijo Myriam contundente-. Lo cual nos lleva al punto de partida. Acabas de darme la razón. Los hombres como Victor siempre se resisten de la interferencia de un fisioterapeuta. La mayoria de ellos por miedo a no volver a ser los mismo. O bien lo quieren hacer todo por su cuenta, o bien no quieren hacer nada en absoluto. ¿En qué punto está Garcia?
- No quiere hacer nada en absoluto.
Ella hizo un gesto triunfal de profesionalidad.
- ¿Acaso lo culpas?-le preguntó Thad con claros signos de cansancio.
Myriam contraatacó.
- Mi trabajo no consiste en echarle la culpa a nadie, Thad. Mi trabajo consiste en estimular al máximo lo que les quedan aún intacto a estos pacientes. No en amamantarlos mientras me lloran por lo que han perdido.
Él se llevó una mano a la cabeza y la deslizó por el pelo.
- Ya lo sé. Lo siento. Es sólo que, demonios, si pudieras verlo allí tirado en esa maldita cama, incapaz de moverse, con ese aspecto tan... lamentable.
La atitud de Myriam se suavizó.
- Veo a pacientes de ese tipo cada dia. Algunos en un estado mucho más lamentable que el de Victor.
- Seguró que si. -Thad dio un hondo suspiro-. No era mi intensión sugerir que pusieras a Victor por delante de cualquier otro paciente, ni que tú no fueras lo bastante compasiva.
- Es solo que Victor es amigos nuestro -dijo Elizabeth en silencio-. Un amigo muy especial.
-Y mi enemigo mortal -les recordó Myriam-. Desde el primer momento en que nos vimos, nos hemos profesado odío mutuo. Deberías acordarte, Lizzie. Fuiste tú quien nos presentó aquel día en "Fantasía".
- Lo recuerdo.
- ¿Te acuerdas de la boda? Victor y yo apenas fuimos capaces de terminar de bailar el vals de rigor sin acabar peleandonos.
- Él te acusó de querer llevar tú el ritmo.
- Y eso hice. No me gustaba cómo me llevaba él. -Elizabeth y Thad se miraron mutuamente. Si la situción no hubiera sido tan grave, podrían haber encontrado ciertas dosis de humor en la anécdotaque Myriam contaba sobre la fiesta de boda-. Y estas últimas navidades, cuando llegué por la mañana a tu casa, se inventó una excusa tan estúpida como evidente y se marchó.
- Eso fue después de que tú te rieras del pavo que él habia traído.
-Lo único que hice fue comentar que por lo que había pagado por aquel maldito pájaro, cabía esperar que al menos le hubieran cortado la cabeza.
- El caso es que él se ofendió, Myriam -dijo Elizabeth-. Y yo no lo culpo. Lo de traer un pavo fue todo un detalle por su parte. Había sido perfectamente preparado por uno de los chefs del hotel y...
- Chicas -interrumpió Thad con un largo y sufrido suspiro. Cuando se quedaron en silencio, se dirigió a Myriam-. Conocemos de sobra el pique constante entre Victory tú. Pero tambiénpensamos que, en estas sircunstacias, las consideraciones personales deberían dejarse a un lado.
- Mis consideraciones personales.Como fisioterapeuta, he de mostrarme slamera y agradable con él. En cambio, él podrá permitirse ser un cabrón conmigo y salirse con la suya.
- Quizá sea asi, Myriam, pero estamos hablando de la vida de ese hombre.
- Aún está vivo.
- No, para su forma de pensar, no lo está. Estamos hablando de calidad de vida. Ya sabes lo ambicioso que era Victor. Era como un volcán en erupción. Se movía con el impetu de un torbellino.
- Tiene todas las de salir victorioso -argumentó ella-. Los doctores han sidomuy claros y han garantizado que no se trata de una lesión permanente y que su parálisis es temporal.
- Pero Victor no está convencido. Hasta que no lo esté, no importa lo que digan los doctores. Tiene que ser persuadido de que su condición no es permanente. Y pronto. Un doctor me dijo una vez que cuanto más tiempo permanezca paralizado, menos esperanzas de recuperación tendrá.
-Eso es cierto.
Elizabeth se levantó y se acercó a su hermana. Apretando las manos de Myriam entre las suyas, dijo:
- Por favor, Myriam. Ya sé que es pedirte demasiado. Pero ¿qué puede tener de malo trabajar en Hawai?
- Es injusto, Lizzie. ¿Quién podría resistirse a un trabajo en Hawai? Y menos aún si me suplica una embarazada.
Elizabeth sonrió, pero sus ojos mantuvieron la seridad.
- Porfavor.
- Tendría que pedir una excedencia indefinida de mi trabajo. -Se estaba agarrando a excusas baratas y los tres los sabían. Aun así, Myriam se sentía obligada a oponer una fuerte resistencia-. Tendría que abandonar a mis otros pacientes a la mitad de sus programas de reabilitación.
- Hay toda una plantilla de fisioterapeutas que pueden tomarte el relevo.
- Pues contrata a uno de ellos para trabajar con esta gloria de la industria hotelera.
- Ninguno de ellos es tan bueno como tú.
- Me estás haciando la barba.
- Te pagaria el triple de lo que ganas ahora mismo.
- Chantaje.
- Volverías con un fabuloso bronceado.
- Cuacción. -Tras echarles una mirada de perros, se le vino algo a la mente-. Seanme sinceros. ¿Cuántos fisioterapeutas lo han intentado con Garcia y se han rendido en el intento?
- No estoy segura...
- Tres. -Elizabeth, cuya mentira piadosa había sido descubierta antes de que pudiese emprender el vuelo, se volvió hacia su marido con desesperación-. No tiene ningún sentido mentir -dijo él encogiéndose de hombros-. Lo hubiera descubierto por sí mismo apenas llegara allí.
- Pero habríamos tenido el océano pacífico entre ella y nosotros cuando lo averiguara.
Myriam se echó a reír.
- Tres, ¿eh? Dios mío, es incluso peor de lo que yo esperaba. ¿Qué abjeticiones tenía para con los fisioterapeutas?
- El primero era hombre - le dijo Thad-. Victor dijo que sus manos eran como jamonos con almádenas en su interior. Decía que debían de haberlo sacado directamente de la escuela de adiestramiento de Rocky Balboa.
- Es tan encantador -dijo Myriam, moviendo las pestañas de manera exajerada-. Continúa.
- La segunda salió de su habitación con lágrimas en los ojos. No sabemos lo que él le dijo.
- ¿Era una mujer? ¿Joven? -Thad asintió con la cabeza para confirmar las sospechas de Myriam-. Ya me imagino. Te sorprenderían los comentarios lascivos e imaginativos que pueden llegar a salir de la boca de los parapléjicos -remarcó-. ¿Y qué pasó con el tercer fisioterapeuta?
Thad hizo una mueca.
- Volvieron a intentarlo con un hombre. A Victor le dio por decir que era..., uh...
- Que era homosexual -aportó Myriam.
- Eso resume básicamente lo que dijo, sí.
Myriam sacudió la cabeza y dijo:
- Es típico, ya te dije, típico. -Se puso de pie, metió las manos en los bolsillos traseros de los pantalones vaqueros y les dio la espalda a Thad y a Elizabeth. Se acercó a la ventana y miró a través de la persiana. Seguía lloviznando por tender día consecutivo. El cielo estaba cubierto por un implacable color gris otoñal. Hawai iba a ser un agradable cambio de aires, eso seguro.
¿Realmente estaba considerando ser la fisioterapeuta de Victor Garcia, un hombre cuyo nombre le producía escalofríos?
Al fin y alcabo, no dejaba de ser un paciente más, víctima de un accidente, un hombre herido de gravedad que podría o no caminar de nuevo normalmente. Sus posibilidades de recuperación iban a depender en gran medida de la gravedad de la lesión,pero también de la terapia de rehabilitación que le aplicaran. Y ella era muy buena en su campo. Era excepcionalmente buena.
Se dio la vuelta para mirar de frente a Elizabeth y a Thad.
- ¿Habés hablado de esta posibilidad con el personal del hospital de Honolúlu?
- Sí. Nos han dado su visto bueno.
- ¿Podría tener control total sobre la terapía? ¿No voy a tener a nadie cuestionandome mis métodos, ni a ninguna enfermera con ojos de enamorada deshaciendo mi trabajo, ni a nadie anticipándose o amonestándome?
- ¿Qué estás planeando hacerle al pobre hombre?
Myriam sonrió ante las sospechas de Thad.
- Si los médicos determinan que es capaz de volver a caminar, me va a odiar antes de conseguirlo. Va a levantar un revuelo y a pasarlo fatal, y yo también.
Elizabeth apretó sus manos nerviosa sobre su barriga de ambarazo.
- No serás capaz de... Quiero decir que tú y Victor no se caen nada bien, pero no serías capaz de...
- ¿Hacerle daño aproposito? -preguntó Myriam enfadada-. Dame un mínimo voto de confianza, Lizzie. Puede que no tenga escrúpulos para según qué cosas, pero mi integridad profesional está inmaculada.
- Por supuesto que lo está. Perdóname -dijo Elizabeth, frotándose la sien por la fatiga y el estrés-. Sé que vas a hacer todo cuanto esté de tus manos por Victor.
- Aún no he dicho que lo vaya a hacer.
- ¿Y lo harás?
- ¿Quién me va a pagar, él?
- En realidad, si horda de subordinados están haciéndose cargo de las contrataciones, pero el dinero proviene del bolsillo de Victor y no de las arcas de su empesa.
- Bien. Él podrá permitirselo. Quiero mil dólares al día. -Al comprobar la perplejidad de ambos, Myriam se puso a la defensiva-. No pensaran que no me lo voy a ganar. Haré un esfuerzo equivalante al doble de esa cantidad. Mil dólares al día además de mi viaje y demis gastos una vez en Hawai.
- De acuerdo -dijo Elizabeth, consciente de que no iba a encontrar nunguna dificultad en justificar esos términos ante los devotos empleados de Victor.
- Y con lacondición de que él no pueda despedirme. Que nadie pueda despedirme, excepto tú.
- De acuerdo. ¿Significa eso que aceptas formalmente el puesto?
Myriam alzó la vista al cielo y dijo algo que hizo que Elizabeth se sintiera aliviada de haber dejado a los niños en casa.
Y, con aire emocionado, añadió:
- De coña, ¿Cómo iba a resistirme a tener a Victor Garcia a mi merced?


- Debe de haber algún error, Garcia. G-a-r-c-i-a. Su nombre, Victor.
-Sé perfectamente cómo se llama -dijo el recepcionista, condescendiente-. Pero, como ya le he dicho, el señor Garcia a sido dado de alta.
Myriam se cambió la bolsa de un hombro al otro.
- Se trata de un parapléjico. No querrá decirme que ha salido caminando del hospital por su propio pie.
- No puedo hablar del estado de salud de un paciente.
- Pues haga el favor de traherme inmediatamente a alguien que sí pueda, Venga.
Eso hizo el recepcionista, aunque no inmediatamente. Por cuarenta y cinco minutos más tarde cuando el médico en cuestión atendió a Myriam, que estaba sentada en el vestibulo, hecha una furia volcánica a punto de entrar en erupción.
- ¿Señora Montemayor?
Myriam dejó la revista que tenía en sus manos, que prácticamente le había dado tiempo a aprenderse de memoria para entonces.
- Si. ¿ Y usted quién es?
- Bo Arno.
- Está usted de broma.
- Me temo que no. Siento haberla hecho esperar tanto tiempo. -Aunque sonreía con amabilidad, Myriam no dijo nada para sacarla del atolladero. Su sonrisa se desvaneció-. Si puede usted acompañarme, por favor.
El hombre intentó tomar la maleta, pero ella se negó. Ella misma la cargó en el ascensor, junto con la bolsa que llevaba al hombro, y permaneció en el más lacónico de los silencios en una silla en su despacho, aceptó el refrescoque le ofreció y asintió con la cabeza para dar las gracias a la secretaria que se lo trajo. Tras dar un trago, preguntó.
- ¿Está Victor Garcia en este hospital?
- No,no está
Myriam maldijo para sus adentros.
- Pues a alguien deben de habérsele cruzado los cables, porque yo he sido contratada como su fisioterapeuta personal. Acabo de volar atravesando varias franjas horarias y todo el maldito océano para nada.
- No pudimos localizarla a tiempo. Por ello, le pido disculpas. Ayer por la mañana, el señor Garcia pidió que le dieran de alta. No nos quedó otro remedio. -El hombre alzó las manos en señal de impotencia-. Se a retirado a su casa de Maui.
- ¿Cuál era su estado cuando abandonó el hospital?
- Bastante deporable. Aún está débil. Le supliqué que esperase hasta que tuviéramos más información. Dijo que ya tenia suficiente, que se resignaba a ser parapléjico postrado en su cama para el resto de sus días e insistió en ser trasladado a su casa. Francamente, señora Montemayor, me preocupa mucho más su estado mental que si diásquisis, que estoy convencido de que será temporal.
- ¿No se le rompió la médula?
- No. Sufrió una fuerte contusión, pero creo que cuando desaparezca la hinchazón y comience la fisioterapia, gradualmente recuperará la capacidad sensorial.
- Entre recuperar la capacidad sensorial y escalar montañas hay un trecho. Eso es probablemente lo que está pensando Garcia también.
- Estoy seguro de que tiene usted razón -respondió el médico con aire triste. -Queria que tanto nosotros como los especialistas que habia traído del continente el diéramos garantías absolutas de que volvería a estar como antes. Ninguno de nosotros estábamos en condiciones de darle garantias incondicionales. A menudo, se trata de una intuición personal de lo saber exactamente cómo van a evolucionar este tipo de lesiones de médula y qué grado de movilidad acabará teniendo el paciente.
- Bueno, en uno u otro caso, me gustaría darle al señor Garcia una patada en el culo por haberme hecho perder el tiempo.
El doctor se rascó la barbilla ausente.
- He hablado con su hermana, la señora Randolph. Ella sugiere, y yo estoy de acuerdo, que le siga usted a Maui y empiece la terapia de inmediato.
- Ah, dijo eso, ¿verdad? Bueno, pues la siguiente vez que hable con mi hermana, digale esto de mi parte. -El mensaje hizo que al doctor Arno se le pusiera rojo como tomate la barbilla, que se estaba rascando en ese momento-. Ahora, si mi disculpa, Bo Arno, me voy a buscar el hotel con la ducha más caliente y la mejor cama de toda la isla y me voy a tirar de cabeza a la una y a la otra. No necesariamente en ese orden.
- Por favor, señora Montemayor. -Él pegó un salto desde su silla e hizo un gesto implorante para que se volviera a sentar. Más por cansansio que por obediencia, Myriam volvió a sentarse-. Si es cierto lo que dicen de usted, este paciente la necesita desesperadamente.
- También necesitan comida los tiburones. Y eso no quiere decir que me vaya a prestar como voluntaria para que me coman de cena.
- No va a resultar tan horrible. - Ella se lo quedó mirando. Él miró hacia otro lado-. De acuerdo -dijo él, terriblemente incómodo ante el escrutinio de sus ojos cafes casi verdes-. El señor Garcia está acostumbrado a hacer las cosas a su manera. Puede llegar a ser muy dificil. Sin embargo, estoy convencido de que usted podrá con él.
Mientras decía eso, observó la chaqueta de Myriam, blanca y de cuero, decorada con tachuelas plateadas y unos flecos de quince centímetros. La chaqueta era demasiado gruesa para aquel clima, pero no había tenido oportunidad de quitársela y le resultaba más sencillo llevarla puesta que llevarsela en la mano.
- Por favor, piénselo de nuevo. Vaya a Maui.
- ¿Ha oído alguna vez eso de <<ni a tiros>>?
Impaciente, Myriam se dispuso a escuchar todas las razones que Elizabeth y Thad habían citado en un primer momento sobre por qué debería ser ella la fisioterapeuta de Victor Garcia.
- ¡Vale, vale! -exclamó con tan impetu que el doctor pegó un salto. -Ahora mismo vendería mi alma por un baño. ¿Por dónde se va a Maui y cómo llego allí desde aquí?
Sin reparar en gastos, Myriam hizo una relación de los equipos que quería llevarse consigo. Mientras el doctor hacía las debidas gestiones para que un avión privado la llevaseala otra isla, Myriam llamó con la mano a un taxi fuera del hospital y se fue de compras compulsivas. Usó el cheque sin fondos que le habían dado para comprarse ropa más adecuada al clima.
Para cuando se fue a bajar del avión den Maui, su esbelta figura estaba envuelta en un colorido sarong y llevaba unas sandalias en los pies en lugar de botas. Se puso un sombrero de paja para protegerse los ojos del sol y se fue arecoger el coche de alquiler que le habían prometido que la estaría esperando.
Una vez al volante, con el mapa en la mano, se dirigió en busca del retiro tropical de Victor. La carretera principal pronto derivó hacia una secundaria y finalmente se desvió hacia un sucio camino de grava que le hizo soltar pestes a cada bache. Subió una colina tan rica en vegetación que no pudo evitar sentirse impresionada por la riqueza de aquella flora tan poco familiar para ella.
También se quedo sorprendida del despampanante paisaje que encontró al final de la carretera llena de curvas, en la cima de la colina. Esperaba que la casa de Victor Garcia fuese lujosa, pero lo que tenía ante sus ojos sobrepasaba sus expectativas. Era opulenta.
Un camino de rocas de lava conducía a al colosal puerta delantera de cristal esmeralda y biselado. Con el equipaje a cuestas, se dirigió hacia la puerta y llamó al timbre. Unos instantes más tarde, paluerta se abrió sola. La principio pensó que no había nadie. Pero entonces sus ojos se posaron sobre un hombre asiático de pequeña estatura, cuya cara de pocos amigos iba en consonancia con la suya propia, básicamente.
- ¿Quién usted?
- Soy una pastorcita que ha perdido su rebaño y tambien su sano juicio, si no, no estaría aquí.
El hombre encontró su broma tan divertida que se echó a reír a varcajada limpia.
- ¿Usted Myriam?
Ella se echó a reír también.
- Esa soy yo. ¿Cómo se llama?
- Pete.
- ¡Pete! Esperaba un nombre más oriental.
- Doctor llamar. Decir que usted de camino. Entrar, entrar. -Con gran entereza, el hombre le agarró la maleta y le hizo señas para que entrase en un deslumbrante vestíbulo con el suelo de baldosa de mármol blancas con negras.
Myriam se inclinó y le dijo en voz baja:
- ¿El paciente está al corriente de mi llegada? -Su enorme sonrisa se desvaneció. Myriam sabía la respuesta-. Ya me lo figuraba. ¿Donde está? -Los ojos negros de Pete apuntaron ala galería por encima de él.- ¿Allí arriba? -Él asintió con solemnidad-. Bueno, pues allá vamos -masculló ella.
Se ajustó el cinturón mentalmente y subió la escalera hasta el piso de arriba. Cuando llegó a la primera puerta arriba del todo, se detuvo y miró hacia Pete, en el piso de abajo, en busca de confirmación. Él sacudió la cabeza y, con el dedo índice, le señaló otra puerta. Ella se acercó, le preguntó en voz baja si era la correcta y él asintió con la cabeza, casi calva, antes de volverse y esfumarse a toda prisa hacia otra parte de la casa.
- Gallina -dijo ella para sus adentros.
Al llamar a la puerta, Myriam se encontró con un gruñido por respuesta.
- ¡Lárgate! -Volvió a llamar-. Lárgo, maldito sea. ¿Estás sordo? No quiero zumo de naranja. No quiero polos. No quiero nada que no sea que me dejen en paz.
Myriam abrió la puerta de par en par.
- Lo siento chico.
Victor se quedó boquiabierto. Una vez se convenció de que no s trataba de ninguna pesadilla, dejó caer su cabeza contra la almohada con gesto derrotado. Se echó a reír amargamente.
- Dios mío, ¿qué habré hecho yo para merecer esto?
- Buenos días a ti también.
Las suelas de sus sandalias nuevas chocaban contra el suelo de baldosas a medida que se acercaba hacia la cama, sin duda prestada del hospital. No se quedó quieta hasta que estuvo a los pies de la cama, donde al beligerante paciente no le quedaba otro remedio que mirarla a la cara.
Con aire desdañoso, Victor dijo:
- Cualquier mujer tendría mejor gusto que tú como para no llevar colgada una ensalada de las orejas.
Myriam sacudió la cabeza, haciando sonar las cestas de fruta de plástico que había comprado en una de las tiendas para turistas de Honolulú.
- Pues a mi me parece que estos pendientes son bastantes monos.
- Hombre, son monísimos como disfraz, pero el carnaval ya a pasado.
Myriam se contuvo para no responderle acaloradamente, echando mano de su fuerza de voluntad. En lugar de eso, cerró los ojos y contó hasta diez entre dientes.
- Ya decía yo que esto no era buena idea.

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Mensaje  FannyQ Vie Jul 30, 2010 5:20 pm

Que bien novela nuevaa!!!

Se lee muy buena...Estos dos se odian jajajajaja Gracias por el capi y esperamos mas!!!

Saludos
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Mensaje  Dianitha Vie Jul 30, 2010 5:53 pm

wooow otra noveliita nueva siiiii graciias niiña por compartiirla me encato = TENTACIÓN =  Fiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiin 388331 = TENTACIÓN =  Fiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiin 388331 = TENTACIÓN =  Fiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiin 388331 = TENTACIÓN =  Fiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiin 388331 y akii me tendras esperando el siiguiienet cap = TENTACIÓN =  Fiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiin 146353 = TENTACIÓN =  Fiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiin 146353 = TENTACIÓN =  Fiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiin 146353 = TENTACIÓN =  Fiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiin 146353
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Mensaje  jai33sire Vie Jul 30, 2010 11:40 pm

que buena esta Monike gracias por una nueva novelita = TENTACIÓN =  Fiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiin 146353 = TENTACIÓN =  Fiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiin 146353 = TENTACIÓN =  Fiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiin 388331 = TENTACIÓN =  Fiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiin 388331 = TENTACIÓN =  Fiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiin 146353 = TENTACIÓN =  Fiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiin 146353

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Mensaje  alma.fra Vie Jul 30, 2010 11:51 pm

Muchas gracias por la nueva novela, estaremos al pendiente con los capitulos.
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Mensaje  mariateressina Sáb Jul 31, 2010 10:15 am

WORALE novelita nueva muchas graxias

lol! lol! lol! lol! lol!
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Mensaje  nayelive Lun Ago 02, 2010 12:32 pm

gracias por el capi de la nove uyyy esta muy interesante buenisima jajaj study study a qui estare moliendo cada viernes hee jaja = TENTACIÓN =  Fiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiin 388331 = TENTACIÓN =  Fiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiin 388331
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Mensaje  myrithalis Lun Ago 02, 2010 11:22 pm

Gracias por el Cap Saludos Atte: Iliana
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Mensaje  mats310863 Mar Ago 03, 2010 10:53 pm

PARECE QUE ESTE PAR SE VAN HA ECHAR BUENAS PELEAS. Smile
GRACIAS POR LA NUEVA NOVEA

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Mensaje  Marianita Miér Ago 04, 2010 12:39 am

Ayy niña cada viernes es mucho tiempo, pero en fin, me tomaré mis tranquilizantes para aguantar la espera!!! Sleep Sleep Muchas gracias y esperamos el siguiente capítulo!!! study
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Mensaje  fresita Sáb Ago 07, 2010 6:29 pm

grax esperamos los capis



saludos
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Mensaje  monike Lun Ago 09, 2010 12:10 pm

Hola niñas perdon por no haber puesto capi el Viernes pero es que nos callo un aguacero que ni les cuento verdad Rolling Eyes , pero bueno, para recompensar les voy a poner dos largos capitulotes y el Viernes si Dios quiere y no nos cae otro chaparron les pongo otro sales, bueno ahi les vas el siguiente.


Capitulo 2

- ¿Qué demonios estás haciendo tú aquí?
- Me he desviado de mi ruta habitual para visitar a amigos convalecientes. Esa es una de mis virtudes.
- Tu no tienes ninguna virtud. Dudo que tengas ningún amigo. Y, si los tienes, dudo mucho que seas tan considerada como para ponerte a llamar a quien está enfermo.
Myriam chistó.
- Madre mía del amor hermoso. ¡Qué buen humor tienes hoy!
Victor frunció el ceño. Tenía las cejas de un negro intenso.
- Tengo todo el derecho del mundo a estar de mal humor -gruño él-. La Guerra de los Cien Años fue un festival en comparación con mis dos últimas semanas. He estado a merced de unos curanderos cuya respuesta a todo era: <<Tendremos que esperar para ver qué ocurre>>. He tenido la desventura de ser la víctima de unas enfermeras déspotas que se han deleitado en controlarme, pincharme, meterme tubos por unos orificios que no siquiera yo sabía que tuviera y en alimentarme a base de comida basura. Las partes de mi cuerpo con las que aún siento algo están terriblemente doloridas. Creo que tengo heridas de estar tumbado sobre la espalda. Sé que tengo una ampolla en la lengua. -Se detuvo para respirar hondo-. Y encima, vas a aparecer tú, lo cual me lleva a la pregunta del principio. ¿Qué demonios estás haciendo tú aquí?
- Me hacia falta usar tu ducha -dijo ella con descaro-. Perdona.
- No me pongas esa cara de... Eh, ¿adónde...? Vuelve aquí. ¡Montemayor! ¡Montemayor!
Myriam lo dejo gritando. Cerró la puerta y se apoyó tras ella. Él tiró un vaso contra la puerta y Myriam pudo oír el ruido del impacto de los cristales rotos. Dio un silbido y gritó através de la puerta:
- ¡Vaya! Pues sí que te has pocado, ¿no?
Bajó la escalera y, siguiendo su propia intuición, encontró a Pete en una cocina que tenía un ventanal del tamaño de la pantalla de un cine. A través de ella se podía ver la espectacular montaña a poca distancia y el océano pacífico en el horizonte lejano.
- ¿Es usted masoquista o qué? -preguntó ella. Pete se le quedó mirando confuso, sujetando en alto un cuchillo de cocina con el que había estado cortando verduras a tanta velocidad que sus ojos no daban crédito-. Es igual. ¿Dónde ha puesto mis maletas?
Sonriendo alegremente, Pete abandonó sus tareas en la cocina y la acompañó al piso de arriba.
- Es justo la próxima puerta -dijo él, señalando la habitación donde estaba Victor.
- ¡Yupi!
- ¿A usted no gustar habitación?
Al verlo alicaído, rápidamente convirtió su cara de horror en una sonrisa sarcástica.
- No, habitación es fantástica. De verdad.
Ella le pasó de largo y entró en la habitación de invitados, que era el doble de grande que toda su casa. Y también mejor equipada,con una pequeña nevera con cubitera, una cocina de dos fogones y un minibar, además de un baño de mármol negro verdaderamente hedonista.
- Ya decía yo que me debería haber dedicado ala industria hotelera -masculló mientras deslizaba los dedos sobre las toallas verdes de felpa a juego con la lujosa moqueta.
- ¿Perdone?
- Nada, Pete. Estaba siendo codiciosa. ¿A qué hora se cena?
- A las ocho en punto.
Echó un vistazo a su reloj de pulsera y contó mentalmente las franjas horarias que había sobrevolado.
- Eso quiere decir que aún tengo tiempo para darme un baño y echarme una siesta. Despiérteme a las siete y medía. -Él asintió rápidamente con la cabeza-. ¿Cuánto tiempo hace desde que el señor Garcia ha comido por última vez?
- No desde volver a casa.
- Eso es lo que me temía. ¿No come nada? -Pete sacudió la cabeza-. Prepárele una bandeja de comida.
- Él no comer. Tirar al suelo.
- Esta vez no lo hará -dijo ella, con los ojos brillantes de determinación-. Ah, por cierto, una empresa de mensajería va a traher equipos médicos esta tarde. Eso si la furgoneta consigue atravesar ese camino de cabras -añadió-. También hay un vaso todo en el dormitorio del Príncipe Garcia que debería barre.
Pete quería deshacer su equipaje, pero ella le pidió que se fuera para poder aprovechar para darse un baño en el jacuzzi. Se tumbó sobre la gigantesca cama, se cubrió el cuerpo desnudo en la sábana satinada y se durmió al instante. Le habría gustado dormir al menos otras ocho horas cuando el pequeño mayordomo llamó a la puerta y entró llevando un vaso de zumo de piña fresco en una bandeja de plata.
- Gracias -dijo ella tras beberse el zumo de un trago-. Estaré abajo en breve. -Pete salió del dormitorio. Myriam tiró la sábana al suelo y, a duras penas, se levantó de la cama-. Hasta pronto -le dio a la cama, acariciando sus sábanas de satén como si de un amante se tratase.
Nadie iba a hecharle en cara que esperase hasta la mañana siguiente para empezar el programa de rehabilitación de Victor. Había tenido un día de perros, sobre todo después del largo viaje. Sin embargo, le pagaban bien por este trabajo. Nadie podría decir que Myriam Montemayor había sacado provecho de su nuevo entorno sibarita sin dedicar su total atención a su paciente.
Además, ahora que estaba allí, en realidad se sentía ansiosa de comenzar. La condición de Victor, junto con su estado de ánimo negativo, suponía un desafío al que ella, como profesional, no podía resistirse. Hasta la más mínima mejora en un paciente era a menudo razón de celebración. Victor necesitaba el apoyo que suponía conseguir una meta, por pequeña que fuese.
Por otro lado, cuanto más tiempo sus músculos permanecieran flácidos, sin sensibilidad o sin capacidad para moverse, menos probable sería una rehabilitación completa. A estas alturas, debería haber experimentado algún tipo de sensación en esos músculos. Myriam no podía permitirse esperar más tiempo para empezar con la terapía, aunque quisiera.
Con ese pensamiento en la cabeza, abandonó la habitación con el mismo conjutno Hawaiano que llevaba puesto cuando llegó, pero sin sombrero de paja. Pete insistió en que cenase en el salón, aunque ella prefirió sentarse a solas a la mesa de cristal, decorada con velas enscendidas sobre un candelabro de cristal y un espléndido ramo de orquídeas. Las verduras salteadas con pescado estaban deliciosas. Felicitó a Pete por la comida mientras él la seguía escaleras arriba con una bandeja en las manos para el paciente.
En la puerta de la habitación de Victor, Myriam le quitó la bandeja de las manos.
- Si no salgo de aquí con vida, tiene mi permiso para asfixiarlo mientras duerme.
- No me gustaría -dijo Pete, mirando con miedo la puerta cerrada.
- Probablemente no, pero en ese caso las cosas sólo podrían ir a peor -le dijo ella mientras le señalaba la puerta con la cabeza para que se la abriera-. Mejor será ponerse manos a la obra para etajar la situación cuanto antes. -En cuanto hubo cerrado, Pete cerró la puerta del todo.
Victor estaba mirando por la ventana lánguidamente. Giró la cabeza hacia la puerta y gruñó al verla.
- Vete
- No me voy porque me compete. Anda, si rima y todo. Estoy hecha una poeta y no lo sabía.
La mirada de Victor a través de la habitación era asesina.
- ¿Es Elizabeth la responsable de que estés aquí?
- No te puedes creer que haya venido voluntariamente, ¿verdad?
- A Elizabeth la tenía por una amiga.
- Y lo es. Quiere que hagas lo que es mejor para ti.
Victor esbozó una sonrisa amarga.
- Si tú eres la mejor, que Dios me ayude cuando decida quién es el peor.
- Si por mi fuera, te dejaría aquí tirado para que te pudras en tu propia autocompasión. -Se encongió de hombros-. Pero tienes un montón de dinero y parte de ese dinero va a ir a parar a mi bolsillo si me quedo aquí para tu rehabilitación.
- ¡Vete al infierno! -gritó él.
- La casa es lo bastante cómoda. Y este trabajo incluye unas vacaciones hawianas que sin duda no me vendría nada mal. En casa hace frío y llueve. Además, necesito un bronceado. Vaya alivio dejar a un lado mi trabajo. Estaba trabajando con un paciente que es aún más cretino que tú... y como vuelvas a tirar esa servilleta al suelo sólo una vez más, señor Garcia, te voy a tirar al suelo para que la recojas.
De pie con las manos en la cintura al lado de su cama, Myriam se le quedó mirado. Él le devolvió una mirada cargada de animosidad.
- Recoge esa bandeja y tu ridícula actitud de médica y métetelas por el...
- Te acabo de oír -le interrumpió ella-. No hay nigún insulto demasiado original, ni ninguna frase grosera que no haya oído ya. Por muy obsceno que te pongas, yo ni me inmuto. Así que más te vale ahorrarte tu energía y mi tiempo, y empieza a comer tu cena. Porque te la vas a comer antes de que me vaya. Cuanto antes hagas tú lo uno, antes haré yo no otro. Todo depende de cuánto puedas tolerar mi compañía.
Myriam colocó la bandeja sobre su regazo y se sentó sobre la cama a su lado, cruzándose de brazos. El movimiento pulsó sus pechos hacia arriba y hacia fuera, acentuándose por encima de su sarong sin tirantes. Pudo ver como los ojos de su paciente se deslizaban hacia su pecho, pero ella no se movió ni un ápice. Mantuvo su semblante firme cuando él levantó los ojos con insolencia para mirarla a la cara.
- ¿Y esta panorámica de tu canalillo está incluida entre tus servicios?
- Es un incentivo -respondió con una sonrisa descarada- y gratis, mra tú por dónde.
- Pues las he visto mejores.
- No por este precio, te lo aseguro.
- ¿Cuánto estás cobrando? Te daré el doble con tal de que te largues de aquí.
- Suponía que ibas a intentar algo así. -Myriam metió la mano en el bol de macedonia que reposaba sobre la bandeja y sacó un trozo de pìña. Lo chupó con desenfado-. Pero más te vale tener en cuenta que el dinero no es mi única motivación.
- No me digas que has venido aquí motivada por la bondad de tu corazón.
Myriam le hizo una mueca.
- Se trata de algo más que eso.
- ¿De qué entonces?
- Imaginate el empujón que le daría a mi carrera trabajar con el gran Victor Garcia. Dentro de poco, me irán cayendo ofertas de estrellas con problemas lumbales y deportistas estelares con problemas de tendinitis. Al final acabaré siendo más famosa que tú.
- Estás perdiendo el tiempo. No tengo pensado hacer otra cosa que quedarme aquí tirado mirando el techo.
- ¿Quieres apostar algo, bobalicón? Voy a hacer que camines aunque me vaya la vida en ello, a mí y a tí. Entre tanto, quizás hasta lleguemos a odiarnos el uno al otro.
- Si ya nos odiamos.
Ella se echó a reír.
- Pues el juego ya a empezado. Así que sé bueno y cómete estas suculantas y ricas verdudas que te ha preparado Pete.
- No tengo hambre.
- Pues deberías tenerla. No has comido nada desde hace días, según me ha dicho Pete. -Myriam congió una rodaja de plátano de la ensalada de fruta y se la comió-. El pobre se encoge cada vez que oye mencionar tu nombre. ¿Qué le habrás dicho para aterrorizarlo de ese modo?
- Le he dicho que estaba en contacto con Buda y que nunca iba a alcanzar el nirvana si no salía de aquí y me dejaba en paz. Y lo mismo te dijo a tí.
- Eso no servirá conmigo. Yo no soy budista.
- Ya sabes a lo que me refiero. -Echó la cabeza a un lado-. Quitate de mi vista. Déjame en paz.
- No hasta que te hayas comido la cena.
- No puedes obligarme a comer.
- Y tú no puedes obligarme a irme. No puedes ni moverte. ¿Lo recuerdas?
Victor achicó los ojos desafiante.
- Sal de aquí. -Sus palabras tuvieron que pasar a regañadientes por entre su blanca dentadura.
- No hasta que te haya aportado mi buen hacer profesional. Así cuando me entrevisten para la revista People podré decir honestamente, y con elocuentes lágrimas en los ojos, que hice todo lo que estuvo en mis manos para salvarte- Le puso la servilleta de lino encima de su pecho desnudo-. Bonitos pectorales. Te serán muy utiles cuando empieces a moverte en silla de ruedas. Veo que además eres un hombre de pelo en pecho. Te queda muy sexy.
- Vete al infierno.
- Aunque parezca reduntante, no me iré hasta que te hayas comido la cena. -Myriam llevó el tenedor de comida hasta su boca. Él se negó a abrirla-. Mira, guapetón, estás completamente mal nutrido. Debido a la atrofia muscular y ósea, tienes una descompensación de nitrógeno, que implica un pronóstico negativo. A no ser que ingieras proteínas, pasarás a la historia. Además, cuanta más masa corporal tengas alrededor de esos huesos, menos sobresaldrán, que es una de las razones por las que tienes úlceras o, lo que es lo mismo, irritaciones en la espalda de estar tumbado.
>> Sé que eres capaz de ingerir alimentos, porque Bo Arno me lo ha confirmado. También has recuperado ya el control urinario y del intestino, algo que me tranquiliza. Por eso estoy intentando convencerte de que comas. De no ser así, intentaría pasar por alto que he notado que te mueres de hambre y que presentas síntomas de osteoporosis, entumecimiento del tejido, contracturas y un largo etcétera que conlleva el estar tumbado sin hacer nada.
>> En resume, Garcia, estirarás la pata antes de empezar la terapia, a no ser que comas algo de esta comida. Así que, tú mismo.
Él se le quedó mirando primero y, a continuación, miró el tenedor que ella sijetaba frente a su boca. Era evidente que estaba hambriento. Después de ese primer bocado, comió verozmente, prácticamente engullendo la comida. Como estaba tan ocupado masticando y tragando, Myriam se pasó todo el rato hablando a solas.
- No sé cuándo fue la última vez que viste a Elizabeth, pero se le ha puesto una barriga enorme en las últimas semanas. Elizabeth se ha puesto como un tonel y tiene los pechos así de grandes. -Hizo un gesto con las manos en el aire unos centímentros por delante del pecho-. Thad está como loco con ellos. Ella está convencida de que el bebé va a llegar prematuramente, aunque el médicodice que todo ocurrirá a su debido tiempo. Ya han pintado y arreglado la habitación para el bebé. Ahora sólo falta que llegue su ocupante.
>> Megan, por supuesto, espera impaciente la llegada del bebé para poder ocuparse de él. Me gustaría verla cuando tenga que cambiarle los pañales por primera vez. Verás cómo se le cambia la cara. Acabas de soltar un eructo horrible, Garcia. ¿Quieres más agua?
>> Matt tiene miedo de que vayan a querer mñas al bebé que a él, así que se ha puesto un poco pesado y Elizabeth está siendo condescendiente para que no se le descompense psicológicamente. A Thad se le cae la baba. A su edad, lo de ser padre se le ha subido a la cabeza hasta el punto de rozar el absurdo. Pero, claro, este es su primer hijo, así que supongo que es comprensible, si temetes en ese timpo de vida.
- ¿Qué tipo de vida? -Masculló Victor con la boca llena.
- Ya sabes, el rollo hogareño y familiar.
- ¿A tí eso no te va?
- No mucho.
- ¿No sientes envidia por tu hermana?
- ¿Estás bromeando?
- Prefieres andar por ahí con faldas y a lo loco.
- Vaya frase más rancia, señor Garcia -dijo ella ofendida-. Leo los periódicos igual que tú. Sé de qué va el mundo. A nadie de da miedo ya eso de andar por ahí >>con falsas y a lo loco<<.
- Así que no te cortas ni un pelo.
- Al contrario -dijo ella con frialdad-. Siempre he sido muy quisquillosa a la hora de seleccionar amantes.
- Sin embargo, nunca has reducido la selección a uno solo.
- Soy de la opinión de que quedarse toda la vida pegado al mismo hombre resulta aburrido. -Victor se atragantó y se limpió la boca con la servilleta antes de tirarla encima del plato vació-. Solo has dejado la tapioca -señaló Myriam, contenta al comprobar que era lo único que quedaba de comida en el plato.
- Me da asco la tapioca y Pete lo sabe. Esta es su manera de desafiarme.
- ¿Y qué le vas a hacer? -dijo ella con sorna-. ¿Pegarle?
- Muy graciosa. -Él cerro los ojos y apoyó la cabeza sobre la almohada-. De acuerdo, ya he comido. Ahora, piérdete.
- Uy, no puedo. Aún no.
Victor abrió los ojos de golpe.
- Dijiste que me dejarías en paz si comía.
- Bueno, mentí. Ahora no me pongas esa cara de mal rollo. Estamos llegando a la parte más divertida.
- No sé por qué, pero mucho me extraña.
Myriam agarró la bandeja de encima de sus piernas y la colocó en el suelo, serca de la puerta y la abrió.
- Pete, estamos listos -gritó ella. El eco de su voz retumbó en toda la casa.
- ¿Listos para qué? Mira, ya he comido. ¿No te basta con eso?
- Pues no. Empezamos esta noche.
- ¿Empezamos el qué?
- Un tórrido romance. -Victor alzó las cejas soprendido. Ella se echó a reír.- ¿No tienes ganas? Vamos a empezar con tu rehabilitación.
- Yo no quiero ninguna rehabilitación. No va a servir de nad. No voy a humillarme. Pete, saca esta mierda de aquí. ¿Qué hay en esas cajas?
- Equipo móviles de terapia.
- Sal de aquí.
- Pronto esta habitación va a parecer un gimnacio. Pásame ese destornillador, ¿quiere, Pete?
- Pete, si quieres conservar tu trabajo y tu culo asiático, que no se te ocurra mover un dedo para... Bien, pues estás despedido. Pete, ¿no has oído? -A continuación, añadió con un tono de voz terco-: No voy a usar ninguno de estos equipos. Y se los dijo en serio a los dos. Estan perdiendo el tiempo.
- ¿Quieres callarte la boca? -gritó Myriam mientras tomaba el destornillador con la mano-. Hay que ver lo que me haces hacer.
- Esta es mi casa -dijo Victor con voz tensa-. No he solicitado tus servicios, señorita Montemayor. Y no los quiero. No te quiero.
- Bueno, pero aquí me tienes.
- Estás despedida.
- ¿No te he mencionado que no puedes despedirme? ¿No? Ah, pues eso era parte del trato. Pete, sujéteme este aparato mientras yo lo engancho a la pared. Un poco más alto. Ahí.
Victor estaba que echaba humo, miertras ella colocaba el trapecio con dos poleas detrás de su cama.
- Ahí está bien por ahora -dijo Myriam, dando un paso atrás para revisar su trabajo-. No vamos a nacesitar el resto de equipo hasta más adelante, asi que puede dejarlos en el piso de abajo por el momento. Gracias, Pete. -Ella le dio un beso en la calba-. ¿Puede cerrar la puerta al salir?
- Has montado todo este jaleo por nada -dijo Victor después de que Pete se hubo retirado.
- Conozco a chicos a los que les encantaría tener un trapecio instalado en su cama. -Sin sonreír lo más mínimo, frunció aún más el ceño-. Y no me estraña. Usando este trapecio, puedes cambiar de el peso de lado y aliviar la presión de una zona a otra. A no ser que te hayan empezado a gustar estas irritaciones. -Myriam sonrió en broma, pero él mantuvo el semblante serio-. Y cuando quieras, puedes ejercitar tú parte superior del torso y los brazos con las poleas. Con eso conseguirás dos logros: hacer ejercicio hasta cansarte y, en consecuencia, dormir mejor. Además, te estimulará el apetito. Si te acabas cansando de las poleas, te puedo traer unas pesas.
- Eso es lo que te debes creer que soy. Un peso. No voy ni a molestarme con todo esot. Es inútil. Sólo quiero...
- Quéjate. Siéntete miserable- Enfádate. Revuélcate en tu autocompasión porque has topado con algo que el dinero no puede comprar.
- ¡Sí! -replicó él-. ¿Y por qué no? -Enfadado, hizo un gesto con las manos para señalar sus piernas unmóviles debajo de la sábana-. Mírame.
- Estaba a punto... -dijo Myriam con calma. Sin que él lo esperase, ella le retiró las sábanas.
Victor dio un hondo suspiro. También lo hizo Myriam, aunque ella se las arregló para ocultarlo. Había visto centenares de cuerpos de todo tipo, tamaño y condiciones. Pero nunca había visto uno tan bien hecho como ese. Estaba tan bien proponcionado como el de David de Miguel Ángel. Sólo que mucho más viril. Y estaba moreno. Y engalanado con un vello blando y oscuro, cuya suavidad le daba ganas de tocar.
Era evidente que habia pasado varios días sin comer. Se le marcaban las costillas una a una. Era evidente que antes del accidente habia sido un hombre muy atlético. Tenía los músculos de las piernas y del cuerpo bien delineados. Estaba claro que podría saciar a la mujer más exigente.
- Muy bien -dijo Myriam con un estudiado aire indiferente-. Ya veo por qué estás tan disgustado al comprobar que estos músculos ya no te funcionan. -Myriam le colocó una toalla blanca de gimnasio sobre el abdome-. Vamos a empezar.
- ¿A empezar el qué?
- A empezar lo que los otros tres fisioterapeutas intentaron hacer antes de que tú los espantaras. Vamos a concentrarnos en cada junta de tus articulaciones con un ejercicio pasivo. Intentaremos girar cada una hasta el tope máximo.
- Tienes razón. Eso es lo que hicieron todos. Es una pérdida de tiempo.
- De mi tiempo. Pero para mí no es una pérdida, porque estás pagando un pastón. Y tú no tienes nada mejor que hacer. Así que más te vale quedarte ahí tumbado y cerrar el pico.
Victor le arrojó un par de palabras cuyo contenido le gustaría que le hicieran a ella. Myriam lo miró con el ceño fruncido.
- No estás en condiciones de hacer eso. Lo siento. Y no sabes lo que te pierdes. Y mucho me temo que, una vez que puedas, no vas a querer hacérmelo. Si crees que me odias ahora, ya verás cuando pasemos a RFN.
- ¿Qué demonios es eso?
- Rehabilitación fisioneurológica.
Victor le lanzó una mirada de fuego.
- Eso suena fatal.
- No es algo divertido, créeme. Pero por el momento, bastará con los ejercicios pasivos. Esta noche, te vamos a dejar en la cama. Pero mañana por la mañana, vamos a empezar los ejercicios de pies y después te vamos a poner en la camilla.
- ¿Ejercicios de pie?
- Sobre la camilla replegable. Ya sé que te resulta familiar, así que no te hagas el tonto.
- Odio ese maldito aparato.
- No es nada divertido, eso te lo puedo asegurar, Sin embargo, no quieres que se te estanque la circulación, ¿verdad? Además, ponerse de pie contribuye a orinar mejor. No me gustaría nada que tengan que volverte a entubar porque al estar tendido en decúbito supino se te puede originar una infección, formación de piedras y reflujo vesicular del recto.
- ¿Podemos hablar de alguna otra cosa?
- No
De pie al lado de la cama, Myriam agarro su pie derecho entre sus manos y se dispuso a doblarlo por el tobillo.
- ¿Cuánto tiempo lleva Pete girándote en la cama?
- No lo ha estado haciando.
- Porque tú no se lo permites.
- Exacto. Me resulta humillante.
- Se supone que te tienen que girar cada dos horas.
- Sí, si.
- No me extraña que tengas irritaciones en la espalda. ¿Cómo pretendes hacerte algún bien si no permites que la gente te ayude?
- Estoy acostumbrado a servirme por mí mismo.
- Un machito independiente.
- ¿Y qué tiene eso de malo?
- En estás sincunstancias es estúpido y contraproducente por tu parte. Sin embargo, si qiueres ser independiente, entonces puedes aprender a girar tú solo en la cama. -Al comprobar que había conseguido captar su atención, Myriam añadió-: Para eso es útil el trapecio. Si eres consciente de su utilidad, te sugiero que practiques cuando no tengas a nadie al lado. ¿Sientes algo?
- No.
Myriam dio la vuelta alrededor de la cama y agarró su otro pie entre sus manos.
- ¿Quieres hablar de eso?
- ¿De qué?
- Del accidente.
- No.
- Lo siento por tus amigos.
- También lo siento yo -dijo en voz baja, cerrando los ojos-. Pero puede que hayan corrido mejor fortuna que yo.
- Qué tontería acabas de soltar. ¿Realmente crees que estarías mejor parado si te hubieras muerto?
- Sí -dijo él, desafiante-. Mejor así que quedarme inútil para el resto de mi vida.
- ¿Y quién ha dicho que te vas a quedar inútil? Al menos no se teha roto la columna vertebral. Conozco a personas a las que sí se les ha roto y no tienes ni un pelo de inútiles. Son seres vivos productivos con trabajos y familias. Todo depende de la actitud que tengas.
- ¿Y este sermón te lo tengo que pagar aparte?
- No, este sermón es para los estúpidos, los ignorantes y aquellos que se equivocan de actitud. Tus posibilidades de recuperación total son muy elevadas, aunque puede que te lleve mucho tiempo.
- Pero no hay garantías.
Myriam ladeó la cabeza y le miró con conocimiento de causa.
- Nunguno de nosotros tiene seguro el mañana, Garcia. Además, por lo que me cuenta Elizabeth, eres un jugador emperdenido. No sólo te deleitas con deportes de alto riesgo en las montañas, sino también con los riesgos empresariales. ¿Acaso no has comprobado recientemente, en contra de la opinión de tus asesores, una cadena de hoteles en el Noroeste? ¿Y no has conseguido que esa cadena remonte el vuelo?
- Eso ha sido suerte.
- ¿No crees que puedes seguir teniendo suerte?
- ¿Y tú? -le preguntó el desafiante.
- Sí. Por eso no me dedico a ponerme a elegir mi propio ataúd.
Victor se puso a soltar pestes y se volvió.
- ¿Cuánto tiempo más nos va a llevar esto?
- Quizas semanas. O meses.
- Lo digo enserio. Quiero decir... lo que estás haciando ahora.
- Una hora.
- Maldita sea.
- ¿Te hace daño?
- No. Desearía que fuera así.
- También yo, Victor.
Victor giró la cabeza y le echó una mirada helada.
- Que no se te ocurra compadecerte de mí.
- ¿Compasión? -dijo ella entre risas-. Ni se me habia pasado por la cabeza. Autocompasión ya tienes tú bastante. Estás amargado al personal. Y estás convencido a muerte de que no me necesitas.
Metódicamente, Myriam continuó con el ejercicio. Él dio rienda suelta a su emnte, que se separó de su cuerpo. No tenía ninguna conexión con él. Todo lo que no había quedado apagado tras el accidente, se encargó él de apagarlo deliberadamente. La mayor parte del tiempo, cerró los ojos y bajó la cabeza, sin prestar el menor interés a lo que ella estaba haciando. Cuando él la miró, lo hizo con una hostilidad manifesta.
- Eso es suficiente por hoy -dijo ella finalmente-. Estás bastante agarrotado, especialmente en las extremidades inferiores, pero eso es por no haber hecho ejercicio despies que abandonaste el hospital y no como resultado del accidente.
- Gracias, Marcus Welby. Ahora, ¿te importaría sacar tu culo de aquí y dejarme en paz?
- Claro. Estoy agotada.
- Llévate esa basura. -Señaló con la cabeza el carrito de metal que Pete había traído por la mañana.
- ¿El qué? ¿Eso? -le preguntó Myriam inocente-. Eso se queda ahí. Lo vamos a necesitar mañana.
Myriam retiró la toalla de gimnasio y se volvió a cubrirlo con la sábana. Al reclinarse sobre él para estirarla, él la agarro de los antebrazos. Sus dedos y sus manos no habían sufrido aparentemente ninguna pérdida de control muscular, flexibilidad o fuerza. La estaba agarrando con una fuerza inusitada.
- ¿Quieres que sienta algo? -le dijo él suavemente-. Entonces, ¿Por qué no practicas la terapía física que mejor se te da?
- ¿Y cuál es esa?
La misma sonrisa que había roto corazones en todo el mundo se dibujó en sus labios. Bajó una ceja con aire sugerente.
- Vanga, Myriam. Pequeña loquita calenturiante. Estoy seguro de que se te puede ocurrir algo beneficioso para mí, algún truco capaz de garantizar que se le levante hasta a un muerto. ¿Por qué no me acaricias entre las piernas para comprobar la magnitud de tus logros?
- Suéltame.
No la soltó. En lugar de eso, le agarro de los brazos con más fuerza y la acercó aún más a él.
- He estado aquí tumbado mirándote mientras te pavoneas arriba y abajo como Pedro por su casa. He escuchado tus disparatados e irritantes discursitos hasta no poder mas. Esa boca tuya de listilla deber servir para algo más que para contar chistes. Vamos a ver qué tal se te da hacer tu trabajo.
Él tiró de ella y la besó con fruición. Su lengua le atravesó los labios y le sondeó la boca con una precisión experta. Victor le deslizó una mano alrededor de la espalda mientras deslizaba la otra hasta su pecho. La introdujo a través del corpiño sin tirantes de su sarong. Entonces, metió su mano en su interior y le acarició con las yemas de los dedos de un lado a otro sobre el pezón.
Myriam luchó por liberarse y logró salir de su alcance. Se volvió a colocar el vestido en su sitio y agitó la cabeza por encima de sus hombros mientras se ponía derecha. Tenía la boca húmeda del beso que él le había dado. Se chupó el labio inferior. Lo sentía hinchado y magullado. Y le sabía a gloria.
Eso la enervaba más que nada.
- Te va a hacer falta algo más que proposiciones lascivas para amedrentarme, señor Garcia. Este tipo de comportamiento es infantil y poco original. Es típico que un hombre sano que sufre un accidente como el suyo se convierta en un sexista abusivo sólo para demostrarse a sí mismo que sigue siendo un hombre. Sé todo lo decadente y sexista que quieras. Eso se va a reflejar en tu carácter, no en el mío.
Furioso, dio un puñetazo sobre el colchón.
- ¿Por qué demonios te han enviado? ¿A tí precisamente? O sea, Dios mío, estás en los primeros puestos de la lista de personas que menos me gustaría tener a lado.
- Lo mismo te digo, compañero, pero estás atrapado conmigo por el tiempo que haga falta.
- Cuando esto haya terminado -dijo él con voz tan amenazadora que sonó como un gruñido-. Te voy a echar de mi casa para que vuelvas a la tuya.
Myriam parpadeó.
- Pensaba que habías dicho que te ibas a quedar inútil para siempre. -Se echó a reír al comprobar la cara que se le quedó cuando se dio cuenta de que lo tenía acorralado-. Míralo de esta manera. Echarme de vuelta a mi casa puede ser un objetivo por el que ponerte a trabajar. Buenas noches, campeón.

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Mensaje  monike Lun Ago 09, 2010 12:11 pm

CAPITULO 3

Las insinuaciones de Victor le había resultado atractivas. Eso la habia molestado. Cuando él la había invitado a acariciarle entre las piernas, la sola idea de hacerlo le había parecido más erótica que cruda.
Los pacientes varones solían hacer cometarios obscenos y proposiciones como medio para dar rienda suelta a su frustración. Generalmente, ella tendía a sortear los comentarios fuera de tono con actitud reprobadora o mediante un repentino chiste que supusiera un giro de tuerca justo después. Sin embargo, casi diez horas más tarde, las palabras de Victor seguían retumbando en su mente. Inquietante.
Entonces, ¿por qué su estómago se encogía cada vez que pensaban en aquel beso? Cuando le había vuelto a tapar con la sábana, habría querido impresionarlo con lo displicente que era ante su cuerpo desnudo. En cambio, le había salido el tiro por la culata. Resultó que ella se había mostrado impresionada. Y en el peor sentido de la palabra.
Durante la noche, Myriam había entrado en su habitación cada dos horas para cambiarlo de postura. La primera vez sus esfuerzos se habían encontrado contra un muro de malas palabras y acusaciones. Ella había hecho oídos sordos y le habia forzado a cambiar de psotura.
- ¿Estás cómodo?
- Vete al cuerno.
- Buenas noches.
- Vete al cuerno.
La siguiente vez que había sonado el despertador y que había entrado en su habitación, él estaba gimiendo en su cama.
- ¿Victor? -preguntó ella suavemente, mientras le giraba boca arriba. Victor tenía lágrimas en sus mejillas.
- ¿Pierre? -exclamó él ansioso-. ¿Alex? Respóndanme. ¡No, Dios mío! No puedo encontrarlos. ¿Por qué no dicen nada?
Ella lo giró hacia el otro lado, le colocó bien las sábanas y se retiró antes de que él se despertara de su pesadilla. No abandonó la habitación hasta que hubo cesado su angustioso monólogo y empezó a respirar regularmente. Él dormía. o se fingía dormido, durante todas las veces que ella le había girado. Vada vez que tocaba su cálida piel, Victor experimentaba una sensación similar a un mareo y un cosquilleo en el estómago.
Era una locura. Era una locura que se derritiera por un hombre. Pero si además ese hombre era Victor Garcia... Era más locura aún más.
Se puso unos pantalones cortos de color blanco y una camiseta con una enorme flor de hibisco rojo estampada en la parte delantera y abandonó la habitación.
- Que Dios te bendiga, Pete -le dijo en cuanto entro en la cocina y su nariz reconoció el aroma de café recién hecho. Con una sonrisa de oreja a oreja, el mayordomo le sirvió una taza y se la pasó, y dando un sorbo a su humeante café, se sentó al mostrador.
- ¿Jamón, huevos, pancakes? -le preguntó él.
- No, gracias. La fruta tiene buena pinta. -Él había estado colocando rodajas de mango, papaya y piña sobre una fuente cuando ella entró por lapuerta-. Y una rodaja de pan integral, por favor. ¿Sabe algo del de allá arriba?
- Usar palangana. Decir: <<No soporto mear más en esta palangana>>.
Myriam se echó a reír mientras se tomaba un desayuno bajo en calorías.
- Bien. Quizás eso le incite a hacer uso de la silla de ruedas para ir al baño. -Se sacudió las migajas de pan de las manos-. Gracias por el desayuno. Ha llegado la hora de la ofensiva. ¿Le ha preparado la bandeja? -Myriam declinó la ayuda de Pete y optópor llevarle la bandeja a solas. Llamó una vez a la puerta y la abrió inmediatamente de un empujón.
- Buenos dí... -La segunda sílaba se desvanecióen sus labios. Apenas se las arregló para dejar la bandeja sobre un mueble antes de echar a corre a la otra punta de la habitación, hacia la cama de Victor-. ¿Qué pasa, Dios mío?
Tenia la cara presa de agonía. Tenía los labios pálidos, languidos y la boca abierta, dejando al descubierto sus dientes apretados.
- Me ha entrado un tirón en el muslo izquierdo -masculló él.
Myriam hechó la sábana hacia atrás y le examinó el muslo de arriba a abajo. Nada más tocar el músculo contraído, Myriam sentención: <<Espástico>>. Sus hábiles manos masajearon el muslo. Victor se quejó dos veces.
- ¿Quieres que te dé un calmante?
- No. Odio no estar en control de mi propia mente.
- No seas orgulloso. Si necesitas un calmante...
- ¡No quiero pastillas! -gritó él.
- ¡Bien! -respondió ella con un grito. Afortunadamente, sus caricias fueron más suaves que su tono de voz. Prosiguió con el masaje de su muslo. Finalmente, el músculo empezó a relajarse y fue desapareciendo la mueca de dolor en el rostro de Victor.
- Gracias -dijo él, abriendo los ojos despacio-. Maldita sea. Eso fue... ¿De qué te ríes?
- ¿Estás tonto? Eso es buena señal, idiota. Quiere decir que los músculos ya no está del todo inutilizados.
Él se la quedó mirando por un momento. Cuando se dio cuenta de las verdaderas rezones detrás de su sonrisa, de devolvió la sonrisa.
- ¿Qué quiere decir espástico?
- Quiere decir que, probablemente, la hinchazón ha disminuido y se ha relajado la presión en torno a las vértebras que afectan a esos músculos. ¿Sientes algo? -Myriam le pellizcó en el muslo.
Él le echó una mirada siniestra.
- Tienes suerte de que sólo haya sentido presión y no dolor.
- ¿Pero puedes sentir la presión? -Él asintió-. ¿Y aquí? -Myriam le apretó el músculo por encima de la rodilla.
- No.
- ¿Aquí? -Le deslizó el dedo hacia arriba po la planta del pie.
- Nada.
- No te desanimes. Empezarás a recuperar la capacidad sensitiva desde la parte superior de los muslos hacia abajo. ¿Y el muslo derecho? -Myriam lo frotó suavemente con las uñas. Él no dijo nada. Cuando ella alzó los ojos en busca de respuetas, él estaba mirando fijamente hacia el lugar donde ella tenía puesta su mano sobre su muslo.
- Presión -dijo él con brusquedad, mientras alcanzaba la sabana y tiraba de ella hacia arriba. Myriam se apartó rapidamente.
- Bien. Eso son buenas noticias. Aunque quiere decir que va a tener bastantes molestias cuando esos músculos empiecen a contraerse. Vamos a tener que para más tiempo juntos, trabajar más duro y más a menudo -Myriam pasó pagina con aire eficiente-. Tendré que notificárselo a Arno. Va a querer examinarte. Le llamaré mientras comes. -Myriam le colocó la bandeja sobre el regazo y abandonó la habitación son decir nada más.
Al llegar a su dormitorio, que Pete había puesto en orden durante su corta ausencia, tomó el teléfono de la mesita y marcó un número. Sin embargo, no fue al doctor Arno en Honolulú quien respondió.
- Hola Thad, soy Myriam.
- ¡Hola! ¿Cómo estás? ¿Te ha ido bien el viaje?
- Que no se te ocurra ir ahora de buen rollo conmigo. No me apetence contener el comportamiento. Estoy furiosa contigo.
- ¿Furiosa? ¿Conmigo?
- No me cabe la menor duda de que estabas compinchado en esta encerrona.
- ¿Qué encerrona, Myriam?
- Sabes de sobra de qué encerrona te estoy hablando. La que tú y mi hermana mayor urdisteis para que me quedara encerrada en una isla con el equivalente de Conrad Hilton de nuestra generación.
- Bueno, yo no diría encerrasa. Ni tampoco estás en una isla cualquiera. He oído que Maui es fabulosa. Siempre he querido ir. Quizá en próximo verano podemos llevar a los niños...
- ¡Thad! -Tras contar hasta diez, Myriam deijo tensa-:Lo he pensado mejor. No quiero este trabao del cuerno. Este tío es horrible. Tremendo. Peor de lo que me esperaba. Me ha agredido verbal y fisicamente...
- ¿Físicamente? ¿Cómo puede abusar de tí físicamente un paralítico?
<<Me dio un beso porla fuerza>>. No dijo eso, por supuesto. Buscó una posible respuesta y finalmente la encontró:
- Me tiró un vaso.
- ¿Y te dio? Elizabeth, ven. Es Myriam. Victor le ha tirado un vaso.
Myriam podía oír su voz mientras le pasaba el auricular a su hermana. Tambiñen oyó a Matt de fondo gritando.
- Quiero hablar con la tía Myriam. -Sus padres le exhortaron a que se callara. Finalmente, la voz preocupada de Elizabeth atravesó en auricular.
- ¿Victor te tiró un vazo? No es para nada propio de él.
Myriam echó pestes entre dientes y, a continuación, imitió las palabras de su hermana con sorna.
- Ya te lo había dicho, lizzie. Cuando aun hombre le pasa algos así, le cambia la personalidad por completo. Al menos, temporalmente. Y, generalmente, para peor. Ya no me caía bien Garcia en un principio. Y ahora ya no me gusta del todo.
- Algo habrás hecho para provocarle si te tiró un vazo. ¿Qué hiciste?
- ¡Muchas gracias!
- Bueno, se mejor que nadie lo pesada que te puedes llegar a poner, Myriam.
- Me he comportado como una profesional. No he hecho nada que se saliera de tono desde que llegue. -Entonces pensó en los pendientes de ensalada de fruta y en la manera teatral en que le había retirado la sábana, pero decidió que, a pesar de todo, le estaba contando más a menos la verdad a su hermana.
- El hombre se puso imposible. Esta situación es inaguantable. He aceptado el trabajo con Garcia pensando que era en un hospital, con otras enfermeras alrededor para ayudarme a lidiar con su mal genio. Quedarme aquí a solas con él es algo completamente diferente. Me has coaccionado para que aceptara. Y quiero volver a casa. Hoy mismo. Ahora.
- ¿Qué esta diciendo? -oyó Myriam preguntar a Thad.
- Que quiere volver a casa.
- Ya me lo temía. Son como agua y fuego. No son compatibles, Elizabeth.
- Pero ella es la mejor fisioterapeuta que conocemos. Y Victor es mi mejor amigo. Ten, habla tú con ella. Conmigo sólo se enfada y piensa que sólo intento darle órdenes.
Myriam alzó los ojos hacia el techo y golpeó el suelo con el pie, impaciente. En cuanto se apercibió de que Thad estaba de nuevo al habla, dijo ferozmente:
- No soy ninguna niñata que eche de menos estar en casa y quiera volver de campamento de verano, Thad. Elizabeth siempre ha sido la hermana mayor, pero si había alguien a quien le gustara dar órdenes, esa era yo. Sin embargo, es su culpa que esté enfadada. Venir a Maui no estaba en el trato.
- No puede ser tan mal plan.
- No he dicho que todo sea malo. Esta casa podría ser perfectamente un palacio de un sultán. Hay un hombrecillo muy mono que está de caballo entre un ángel y un esclavo. Piensa que soy divina y está totalmente a mis pies. -Myriam suspiró-. El problema es él. Casanova Garcia. Tratar a un paciente de su condición requiere mucha resistencia y energía, además de una tolerancia sin límites. Y en el fondo lo que me pasa es que tengo tolerancia cero con Victor Garcia.
- Pero dejando a un lado las consideraciones personales, Myriam. Ese hombre te necesita.
- No se trata sólo de mis consideraciones personales. A él le repatea tanto mi presencia aquí como a mí misma. Créeme. Estuvo a punto de darle un infarto cuando me vio aparecer aquí ayer. Simplemente, no podemos soportarnos el uno al otro. Nunca hemos podido.
- Intenta darle un día o dos.
- Pero...
- ¿Ha mejorado algo?
Obligada a decir la verdad, le dio un informe a Thad del estado de Victor, incluido la contracción muscular y su aparente mejora.
- Bueno. ¡Qué demonios! ¡Qué buenas noticias! -esclamó él. Myriam se lo quedó escuchando mientras se lo repetía a Elizabeth-. O sea que ya has progresado en algo. Pues quédate ahí. Victor recapacitará. Se acostumbrará a ti.
<<¿Y yo me acostumbraré a él? ¿A tocarlo?>>. Ese era el quid de su dilema y la razón de esa llamada. Victor no había sido el único que se había quedado momentáneamente cautivado por la visión de su mano femenina yuxtapuesta sobre aquella parte tan masculina de su cuerpo. Lo que aquella visión le había hecho era mucho más aterrador que cualquier otro objeto que le hubiera arrojado en un berrinche.
- Puedes aguantar un par de días más, ¿no crees? -Elizabeth la intentó camelar. Thad le había pasado el auricular a su esposa.
Myriam suspiro rendida.
- Pues me imagino que sí. Pero empieza hoy mismo a buscarme un sustituto. Hablacon el hospital. Estoy segura de que mi supervisor te puede dar una larga lista de fisioterapeutas de lo más competentes.Sugiero que sea un hombre. Creo que un hombre le iría mejor a Garcia. -¿Qué mujer por muy seria que fuera podría mantener una actitud profesional ante un cuerpo como es?
- Voy a ver lo que puedo hacer -le dijo Elizabeth con tono desalentado.
- Hoy mismo, Lizzie. Encuentra a alguien que ocupe mi lugar.
- No va a resultar fácil.
- Inténtalo.
- Eso haré.
- ¡Intentalo!
- Eso haré.
- Lo digo en serio, Elizabeth. ¿De qué me va a servir hacer que Victor camine de nuevo solo para que tenga que pasar el resto de sus días enla cárcel por haberme asesinado? ¡Me alegro de que lo encuentres divertido!
Contrariada por el repentino ataque de risa de su hermana, Myriam le colgó el teléfono. Ni siquiera le habia preguntado a Elizabeth cómo se encontraba, pero si era capaz de reírse así de fuerte, debía de sentirse divinamente.
La integridad profesional de Myriam podría estar en tela de juicio si dejaba a Victor en su condición actual. Con suerte, en un par de días podría irse y alguien ocuparía su lugar en la terapia de rehabilitación. Mientras tento, iba a seguir adelante con la mayor profesionalidad posible, pero también con el máximo de distancia.
Con esa actitud pregmática, volvió a entrar en el dormitorio de Victor.
- Bien. Te has comido todo el desayuno. -Myriam le retiró el bandeja.
- ¿Qué ha dicho el doctor?
- ¿Qué doctor?
- ¿No ha ido a llamar al doctor?
- Oh, uh, todavía no había llegado.
- Siempre llega temprano por las mañanas.
- Entonces debia de estar haciando una ronda por el hospital.
- Te ha dicho algo que no quieres decirme, ¿verdad? -preguntó Victor suspicaz-. Te ha dicho que no te emociones con la contracción del músculo, que no significaba nada, ¿verdad¿
Se llevó las manos a la cintura y lo miró de frente.
- Dios mío, qué paranoia te ha entrado.
- Pues entonces ¿por qué no me cuentas lo que te ha dicho?
- Para tu información, no he hablado con el doctor en absoluto. He llamado a Elizabeth y a Thad.
- ¿Para qué?
- Para presentar mi renuncia -Al verlo tan sorprendido, le preguntó-: Bueno, ¿no es eso lo que querías?
- Sí, claro. Sólo que...
- ¿Sólo que qué?
- No tenias pinta de ser ninguna rajada.
- Y es que no lo soy, generalmente. Sin embargo, nuestro mutuo desagrado es tan fuerteque me temo que pueda obstaculizar el proceso de rehabilitación.
- ¿No eres lo bastante profesional como para dejar a un lado las consideraciones personales?
Esa era la segunda vez que oía esas palabras en un intervalo de media hora. Esta vez provenía de Victor Garcia en forma de desafío. Tenía la cabeza inclinada hacia un lado con gesto arrogante. Era un desafío no verbal en el mísmo.
El turbulento cafe casi verdes de sus ojos se vernió sobre él.
- Pues claro que lo soy. ¿Eres acaso tú lo bastante hombre como para participar de la terapia sin tener que lanzarme improperios?
- Pues claro que sí.
- Sin insultos. Sin quejas. Sin berrinches.
- De acuerdo.
- A veces, puede que te duela enormemente, pero no hay que arrojar la toalla.
- Puedo tolerar el dolor.
- ¿Cuánto te apetece volver a caminar?
- Volver a caminar no es la cuestión. Quiero correr y navegar y esquiar y... llegar a la cima de ese maldito monte italiano.
- Entonces, vamos a tener semanas, posiblemente meses, de duro trabajo. Tú vas a trabajar y a sudar la gota gorda más que nunca. Antes de que hayamos terminado, vas a llegar a límites de resistencia que ni siquiera sabías que tuvieras.
- Estoy listo.
Myriam ocultó su sonrisa con prudencia. La actitud de Victor hacia cambiado radicalmente. Al menos, eso lo llevaba ya ganado. Ya no estaba enfurruñado como un ogro herido, gruñendo a cualquiera que invadiera su miserable espacio.
- ¿Qué es lo primero que hay que hacer? -preguntó con los ojos impacientes.
- Un baño.
- ¿Eh?
- Un baño, Apestas, señor Garcia.

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Mensaje  FannyQ Lun Ago 09, 2010 4:23 pm

Gracias por el capii!!!!!!
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Mensaje  nayelive Lun Ago 09, 2010 4:38 pm

gracias por los capis muy buenos study study study study
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Mensaje  Dianitha Lun Ago 09, 2010 5:14 pm

jajaja = TENTACIÓN =  Fiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiin 95247 = TENTACIÓN =  Fiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiin 95247 = TENTACIÓN =  Fiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiin 95247 = TENTACIÓN =  Fiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiin 95247 hay esto niiños les encanta estar diiscutiiendo graciias x los cap niiña me encanta la noveliita = TENTACIÓN =  Fiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiin 196 = TENTACIÓN =  Fiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiin 196 = TENTACIÓN =  Fiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiin 196 = TENTACIÓN =  Fiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiin 196
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Mensaje  mats310863 Lun Ago 09, 2010 8:40 pm

BIEN, MUY BIEN MYRIAM, ESTAS HACIENDO REACCIONAR A VÍCTOR Y YA TE ESTA GUSTANDO.
GRACIAS POR LOS CAPÍTULOS

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Mensaje  jai33sire Lun Ago 09, 2010 10:43 pm

muchas gracias por los capitulos estuvieron buenisimos

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Mensaje  alma.fra Lun Ago 09, 2010 10:49 pm

Muchas gracias por los capitulos, ke diveritos pleitos jaja.
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Mensaje  myrithalis Mar Ago 10, 2010 1:08 am

Gracias por el Cap. Saludos Atte: Iliana
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Mensaje  mariateressina Mar Ago 10, 2010 12:09 pm

graxias x el capitulo esta muy emocionante la novela jajajaj

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Mensaje  monike Vie Ago 13, 2010 3:42 pm

Que bueno que les esta gustando la novelita, y bueno sin decir más ahi les va otro capitulo, nos vemos el proximo Vierne. Buen fin de semana = TENTACIÓN =  Fiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiin 149909


CAPITULO 4

Victor se cruzó de brazos y encorvó los hombros adoptando una postura defensiva.
- No puedo bañarme.
- No, en una bañera no. Pero puedo bañarte en la cama.
Myriam acercó a su cama el carrito con ruedas del hospital. Tras sacar una palangana grande de él, entró en el baño para llenarla de agua caliente.
- Pete puede bañarme - le dijo Victor.
- Ese no es el trabajo de Pete.
- Lo es si yo digo que lo sea.
- Pensé que habíamos llegado a un acuerdo y que tú no te ibas a quejar -dijo ella, resoplando fuertemente mientras volvía a poner la palangana llena de agua en el carrito.
- No sabía que nuestro acuerdo incluyera baños en la cama.
- Los incluye. Deberías haber leido la letra pequeña.
- Un hombre hecho y derecho bañado en la cama. Es humillante.
Con aíre despreocupado, Myriam se dispuso a colocarle toallas debajo del cuerpo. Él se las arregló para mover el torso hacia un lado mientras ella extendía toallas debajo, pero Myriam aún tuvo que levantarle las caderas para meterle las toallas debajo de las piernas.
Para quitarle hierro al asunto, ella preguntó.
- ¿Prefieres algún jabón en particular?
- Está en el baño -masculló él.
Myriam encontró una pastilla de jabón en la ducha. Tenía el aroma de un caro perfume masculino de importación.
- Muy agradable -dijo ella mientras olía la pastilla-.Tiene un aire distinguido, sin ser empalagoso.
- Me alegro de que le des tu aprobación -respondió con sarcasmo.
- ¿También usas colonia?
- Siempre.
- Entonces en cuanto te hayas afeitado, puede echarte la colonia.
- ¿Afeitarme?
- A menos que prefieras que yo...
- Puedo afeitarme yo mismo -dijo él bruscamente.
- Pues me preguntó por qué no lo has hecho antes. -Myriam esbozó bervemente una falsa sonrisa melosa-. ¿O tienes pensado dejar que que esa sombría pelusa adquiera el estatus de barba?
Victor se quedó callado con cierto desaliento mientras ella doblaba hacia atrás un extremo de la sábana y, con aire eficiente, mojaba el paño y frotaba el jabón contra él hasta formar espuma. Primero le laó los pies. Mientras le enjabonaba los dedos, le dijo:
- ¿Cosquillas?
- Muy graciosa.
- Venga, Garcia, no estés tan amargado.
- ¿Te parece que una parálisis sea como para reírse?
Ella frunció el ceño.
- Reírte no te hará ningún daño. Puede que ayude. ¿Tienes cosquillas en los dedos de los pies?
Él giró la cabeza y la miró de una manera distinta. Sus ojos le lanzaron una mirada insinuante tan ardiente que bien podría haber marchitado los pétalos de la flor de hibisco que ella llevaba en el pecho, si ésta hubiesa sido de verdad.
- Una vez que me haya recuperado, puede que lo averigüe -dijo él lento y pausadamente, con voz sensual.
- Para entonces, ya no te estaré bañando en la cama.
- No tendrías que estar necesariamente dándome un baño en la cama. Podrías estar haciando alguna otra cosa a mis pies.
- ¿Cómo que?
Victor enumeró toda una serie de pasatiempos, todos ellos lascivos.
Myriam se bloqueó con la esponja en la mano durante varios elocuentes segundos ante de volverla a sumergir en el agua para enjuagarlo. Miró con hostilidad a Victor, que a su vez esbozaba una sonrisa de gato travieso.
- Qué depravado.
- Y divertido.
- Esta conversación está rosando lo lascivo, señor Garcia. Eso también viola nuestro acuerdo. -Myriam lo secó a base de delicados toques. Entonces le tapó la pierna y rodeó la cama para lavarle la otra.
- ¿Y eso a qué se debe?
- Yo no hablo de mi vida privada con mis pacientes.
- No quieres que se exciten, ¿eh?
- Así es.
Victor la estudió durante varios segundos mientras ella rutinariamente volvia a su trabajo.
- No puedo entender que tú y Elizabeth se allán convertido en personas tan diferentes.
- La mayoría de la gente se da cuenta de que somos hermanas de inmediato.
- Tienes algún parecido genético -dijo él pensativamente-, pero la similitud termina ahí. Son diferentes como la noche y el día.
- Las dos somos rubiasy tenemos los ojos Cafes casi verdes.
- Sí, pero ella es una rubia femenina, delicada y refinada. Y tú eres...
Myriam volvió a taparle con la sábana y le miró con curiosidad.
- ¿Yo soy qué?
- Una rubia atrevida, descarada y agresiva.
- Así es Hulk Hogan. Muchas gracias. -Le levantó el brazo derecho y se dispuso a enjabonarlo con el paño húmedo, lavñandole hasta el vello de las axilas.
- No pretendía que fuera un insulto.
- ¿De veras?
- No. Al parecer, más de uno ha descubierto ya tu provocativo atractivo.
- Ahora soy provocativa.
Victor rió.
- La primera vez que te vi, llevabas una pluma colgada de la oreja, unos pantalones de cuero negro ajustados y unas botas hasta las rodillas. Yo diría que eso es algo provocativo.
- Es uno de mis conjuntos favoritos -dijo ella a la defensiva-. Sin embargo, aquel dia en particular lo llevaba por petición de un paciente.
- ¿Un hombre?
- Ajá. Había resultado herido en una carrera de motos. Llevaba esa ropa para animarlo.
- ¿Lo hiciste?
- ¿Hacer qué?
- Animarlo.
Myriam lo miró a la cara y notó que su expresión, así como su tono de voz, se había ensombrecido.
- Sí, lo hice.
- ¿Siempre llegas a esos extremos para animar a tus pacientes? -Había cierto tono acusatorio en su voz, que Myriam decidió ignorar.
- Yo doy el mismo trato a todos los pacientes -respondió ella sin alterarse.
- ¿Se lo das a todos? -Victor le atrapó la mano con la suya.
Durante toda la conversación, ella había continuado su trabajo de manera mecánica. Fue entonces cuando notó que Victor tenía los pezones erguidos, quizá por el contacto de la esponja. Tenía los rizos del pecho mojados. Su corazón latía fuertemente contra la mano de Myriam.
¿Desde cuándo mantenían esta conversación? ¿cuánto hacía que sus manos se movían sobre el pecho de Victor? ¿Y para el beneficio de quién lo hacía? ¿De él o de ella misma?
La pregunta que él había musitado la hizo volver en sí. Myriam se liberó la mano por la fuerza y rápidamente aclaró la esponja en el cuenco de agua y la escurrió.
- Toma, lavate las orejas y el cuello y... y demás zonas a las que yo no haya llegado. Y con esta toalla, te secas tú mismo. Te dejaré un rato a solas, mientras cambio el agua.
Empujó el carro en dirección opuesta a la cama con tanto impetu que el agua rebosó el borde de la palangana. Le temblaban las manos al entrar en el baño para vaciarla en la bañera. La llenó de nuevo y carraspeó antes de salir para que él supiera que volvía.
Victor sacó la mano de bajo de las sábanas. Ella no le miró directamente a los ojos mientras le retiraba la esponja de la mano y la sumergía en agua limpia.
- Ahora la espalda.
- No me pasa nada en la espalda.
- ¿No decías que tenías úlceras de decúbito?
- Mentí para que te compadecieras de mí.
- Ahora estás mintiendo.
- Nunca los sabrás.
- Mira, encanto -dijo ella impaciente, mientras pasaba el peso de una cadera a la otra-, esas llagas no van a mejorar hasta que se laven y les ponga un poco de esta pomada antiséptica. -Sacó un tubo plateado de un cajón del carrito y lo sacudió delante de su cara-. Si no las curo ahora, probablemente se infectarán.
- Vale, vale.Pues dame la vuelta como si fuera una babosa.
- La próxima vez, ahórrano a ambos la discusión.
Victor no era demasiado musculoso, pero tenía un cuerpo atlético, alto y delgado. Juntos tuvieron que hacer un gran esfuerzo para girarlo de lado. Myriam dio un silbido al verle las ampollas supurando sobre la espalda y en las nalgas.
- Gracias -dijo él secamente.
- No era un silbido de admiración, Garcia. Esto es repugnante.
- ¿Eso es un término médico?
- No, esa es mi propia manera de manifestarme ante algo que encuentro asqueroso, repugnante y feo.
- Tienes mucho que mejorar en tu trato con los pacientes.
Victor no se puso a gritar, pero no paró de soltar palabrotas mientras ella le iba limpiando las llagas. A continuación, le aplicó profundamente una pomada cicatrizante.
- Es culpa tuya -le dijo después de que él soltara una sarta de palabras chabacanas-. Deberías haber mandado a Pete que te girara más a menudo. A partir de ahora, mejor será que utilices el trapecio para cambiar de posición.
- He practicado esta mañana.
- Bueno chico. Conseguirás una medalla de oro.
- ¿Has acabado? -Victor le lanzó una mirada sombría y acusadora por encima de hombro.
Ella le guiñó un ojo de descaro.
- ¿Si he acabado qué? ¿De curarte las llegas o de mirarte el culito?
- Myriam -dijo él repentinamente.
Myriam le dio una fuerte palmada en el trasero allí donde no había heridas.
- Relájate. No tenía pensado violarte. ¿Te ha dado molestías la cicatriz dela operación? -Myriam la examinó, tocándole con cuidado, pero no vio nada como para preocuparse.
- Me picaba entonces y me sigue picando ahora.
- ¿Puedes sentir esto?
- Sí.
- Bien. No veo ningún problema con la cicatriz. Tus futuras amantes puede que la encuentren fascinante.
- Me alegro de oír eso. ¿Hemos teminado?
- No, ahora voy a lavarte la espalda. Eso te irá bien.
Si los profundos suspiros de él eran muestra de ello, aquello le sentó de maravilla.
- Supongo que esos gemidos y suspiros significan que asi es -comentó ella minutos después mientras le secaba la piel con papel-. ¿Qué te parece un poco de pomada? -Myriam se frotó un poco de crema entre las manos y se dispuso a esparcírsela sobre la espalda.
- Esto sienta de maravilla. Un poco a la..., ahí, hum.
- Suenas orgásmico -bromeó ella.
- Comparado con como me he sentido últimamente, no me extraña que suene así.
Con una sonrisa en los labios, Myriam presionó más fuerte con la yema de los dedos y deslizó las manos sobre las suaves curvas de su espalda.No tenía acumulación de grasa. Ni células muertas. Estaba terso como un tambor.
- ¿Myriam?
- ¿Hum?
- ¿Podré volver a tener...?
Consciente del cambio de tono de voz, Myriam levantó su manos que reposaban sobre su piel.
- ¿A tener qué?
- Orgasmos.
- Depende de a quién te lleves a la cama. -Su chiste tenía menos chispa que un refresco desbravado después de más de tres días abierto.
Extendió el brazo tras él, Victor la agarró de la mano y tiró de ella hasta apoyar su brazo sobre el hombro y su mano contra el cuello.
- No juegues conmigo. Quiero saber la verdad. ¿Podré volver a disfrutar de una mujer? ¿Podrá una mujer volver a disfrutar de mí?
Myriam le miró la cabeza. Tenía el pelo alborotado. Era un hombre espectacular. ¿Qué mujer no disfrutaría de mirarlo? Tenía un perfil perfecto, la nariz recta y larga, la mandibula angulosa y fuerte. Llevaba barba desaliñada. lo cual no interfería con su atractivo viril; simplemente de daba otra dimensión.
Pero él no quería oír piropos. Eso le había dejado de importar. Myriam dudaba que ningún hombre sobre la faz de la tierra estuviera dispuesto a intercambiar su virilidad por un buen aspecto clásico. Le habían formulado esa misma pregunta todos los pacientes varones que se habían encontrado en circunstancias similares a Victor. Era siempre lo primero que querían saber. Cuando llegaba la hora de plantear tan crucial pregunta, no importaba cuántas posesiones materiales tuvieran, ni cuánto dinero, ni cuánto prestigio hubieran conquistado. Ellos querían saber si su hombría saldría ileso, si seguirían sexualmente activos.
Myriam le dio su respuesta más sincera.
- No lo sé, Victor. Dependerá de qué vértebras haya sufrido daño irreversible, si ese fuera el caso. Tu cuerpo ha sufrido un traumatismo tremendo. Llevará tiempo y mucho trabajo duro, pero me atrevería a decir que en el futuro estarás como nuevo.
Le dejó sobre la espalda. La mirada compasiva de Myriam flaqueó cuando se encontró de bruces con su mirada, llena de duda y desconfianza.
- Me estás mintiendo.
Como aquella injusta acusación la había cogida desprevenida, su reacción fue la de contraatacar.
- No es verdad.
- Todos han estado mintiéndome.
- Si los médicos te han dicho que no lo saben, es que no lo saben.
- Sí lo saben -gruño él-. Pero ¿por qué te han enviado a ti a darme las malas noticias? ¿O es que te ofreciste voluntaria? ¿Te pareció la oportunidad de oro para ganar esta guerra privada que nos hemos declarado desde que nos conocimos?
- Debiste de caerte de cabeza al resbalar por aquella motaña. -La flor de hibisco escarlata en la parte frontal de su camiseta temblo de indignación-. Ya te he dicho que no quería este trabajo. Intenté dimitir esta misma mañana, pero Elizabeth no paró de lloriquear y de suplicármelo hasta que accedí a estar contigo hasta que me encontraran un sustituto. Y no veo la hora. Pero mientras tanto, no me queda de otro remedio que hacer mi trabajo. Ahora bien, no pienses que voy a tolerar tus insultos ni tus delirios.
Victor le colocó el dedo índice sobre la punta de la nariz.
- Sólo te estoy diciendo que no me mientas.
- No te he mentido.
- Y no te buerles de mí.
- No me estoy burlando de tí. -Apenada, Myriam analizó su enreveresada manera de pensar-. Nunca me reiría con mala fe de alguien en tu estado.
- Puede que no con palabras, pero quizás sí con hechos.
- ¿Hechos? ¿De qué demonios estás hablando?
- Para empezar, podrías llevar ropa decente cuando estés conmigo en vez de pasearte con esos pantalones cortos. Pareces una niña playera a la caza de su próximo polvo fácil.
- ¡¿Qué?!
- ¿Has oído alguna vez hablar de zapatos? La mayoría de las mujeres los llevan en los pies con correción y modestia. No van descalzas a menos que... a menos que lo estén pidiendo.
Los ojos Myriam se ensombrecieron peligrosamente.
- Eres un machista baboso.
- Y yo que creía que las enfermeras llevaban cofia en vez de llevar el pelo al viento.
- No soy ninguna enfermera.
- Ni que lo digas. ¿Qué tipo de pomada era esa? ¡Estas llagas en el trasero me están matando!
- No sabes cuánto me alegra oír eso. Te está bien empleado, por simpático.
Myriam se dirigió a la puerta como un vendabal. Él se agarró al trapecio por encima de la cabeza y se incorporó, sentado sobre la cama.
- ¿Adónde vas? Vuelve aquí, nohe acabado contigo.
Dándose la vuelta, Myriam gritó:
- Bien, pues yo sí que he acabado contigo. Al menos por ahora. Deberías descansar, chaval, porque en cuanto vuelva esta tarde, vamos a sacar tu culo herido de esa cama. ¿Entendiste?
>>Desde ahora hasta entonces, quiero que te afeites. Ahora hueles algo mejor, pero tienes el aspecto de un matón callejero. Si no te has afeitado para cuando vuelva, lo haré yo misma. -Sus ojos brillaron con un cafe malévolo-. Y a juzgar por mi actual humor, más te vale que no me acerque a tu garganta con una cuchilla.
Myriam cerró la puerta tras de ella de un portazo.


Myriam pudo ver el recogedor lleno de cristales que Pete intentaba esconder tras haber barrido.
- No le va a quedar ni un vaso como continue así. -Pete tiró los trozos de cristal a la basura-. ¿Qué está haciando ahora? -Pete gesticuló para indicarle que estaba durmiendo. Myriam asintió con la cabeza-. Bien. Necesitará descansar para esta tarde. ¿Se ha afeitado?
Pete desplegó una amplia sonrisa.
- Sí. Y luego... -El mayordomo se golpeó las mejillas con las manos.
Myriam se río y dijo para sus adentros:
- Colonia. La vanidad es una señal saludable.
Mientras Victor dormía la siesta, ella se puso un bañador y salió a disfrutar de una piscina. Pete le sirvió la comida en la terraza. Se estaba quedando dormida en una tumbona cuando Pete salió corriendo y le dio varios golpecitos sobre el brazo.
- Venir doctor.
- ¿Ah, sí? No lo esperaba hasta más tarde. -Se puso su camiseta yentró en la casa sin hacer ruido, reuniéndose con el doctor en el vestíbulo-. Hola, Bo. Ha venido pronto, ¿no? ¿O es que me he quedado dormida?
- He llegado pronto. Pido disculpas. Justo después de que llamara, alguien canceló su cita de la tarde, asi que decidi agarrar el vuelo anterior. ¿Cómo está?
- Más insoportable que el perro de una chatarrería -replicó ella con una brusquedad que llamó la atención del doctor-. En fin, es usted quien ha preguntado.
- Yo me refería a su estado físico.
Myriam le puso al corriente, aunque ya le había dado cuatro pinceladas por teléfono.
- Pensé que debería saber esto acerca de su recuperación sensorial.
- Definitivamente es una buena señal. Ahora lo examinaré.
Ella lo acompañó hasta el piso de arriba y señaló la habitación.
- Yo esperarñe fuera si nole importa. La última vez que estuve en el dormitorio del señor Garcia intercambiamos amenazas de muerte.
El doctor se echó a reír, aunque no sabia muy seguró de si bromeaba o no. En cuanto se cerró la puerta, Myriam se fue a su habitación y se duchó. Cuando el doctor volvió a bajar, ella ya estaba vestida y le esperaba delante de una jarra de zumo de piña fresco.
- Creo que ha hecho un progreso incríble -dijo el doctor entusiasmado, mietras aceptaba el vaso de zumo daba las gracias, asintiendo una vez con la cabeza-. Estaba ejercitándose con las poleas cuando entré.
- Esta tarde pretendo ponerlo en la camilla especial de rehabilitación. A partir de ahí, pasaremos a la silla. Cuanto antes recupere su movilidad, antes mejorará su actitud.
- A pesar de su mejoría, he notado que sigue agresivo.
- Eso es un eufemismo. También sabrá usted que he solicitado ser reemplazada.
- ¿De veras?
- No soy la terapeuta adecuada para el señor Garcia. Nuestras personalidades están en continuo enfrentamiento. No deja de ser un obstáculo.
- A veces, eso es precisamente el tipo de chispa que el paciente necesita. El antagonismo puede actuar como estimulante. Les empuja a trabajar más duro.
- Sí, en fin, todo eso es fabuloso y está muy bien, pero me niego a ser un chivo expiatorio del señor Garcia.
- Ya ha sido chivo expiatorio de otros pacientes. Eso forma parte de la naturaleza de su profesión. Sabía antes de aceptar el trabajo que era bastante probable que el señor Garcia fuera detestable y obstinado.
- En fin, lo cierto es que sobrepasa mis expectativas. No puedo llegar a ninguna parte con él.
- Por el contrario, por lo que he visto, usted ha sido el aliciente que él necesitaba. En mi opinión y en la de otros médicos que han sido consultados sobre este caso, señorita Montemayor, es preferible que se quede. Sería una lástima que abandonara a este peciente cuando está consiguiendo magníficos avances.
- ¿Es esto la típica artimaña para hacerme sentir culpable o qué?
El doctor sonrió mientras consultaba su reloj de pulsera.
- Tengo que dejarla, piénselo. El avión me está esperando en el aeródromo para llevarme de vuelta a Oahu. -El doctor se dirigió a la puerta, donde Pete esperaba para abrirla-. Ah, se me olvidaba -dijo, señalando con la cabeza la bolsa grande de tela que había apoyado contra la pared-, aquí hay algo de correo que fue enviado al hospital para el señor Garcia.
- ¿Todo eso? -preguntó Myriam con incredulidad.
- Su paciente es un hombre muy popular, señorita Montemayor. Estoy seguro de que es consciente de cuánta vitalidad tiene este individuo. O tenía hasta este trágico accidente. Abordaba todo lo que hacía con una energía que nunca disminuía. No es de extrañar que ahora esté siendo un poco cascarrabias, ¿no cree? En fin, adiós. Llámeme a diario y en cualquier momento si hay algún cambio.
- Gracias por nada -dijo ella entre dientes a sus espaldas mientras se alejaba. Mientras subía la escalera, Myriam sintió cada pizca de culpabilidad que aquel hombre le había echado a la espalda. Estaba ansiosa por ver por sí misma el enorme progreso al que el doctorse refería.
De echo, Victor tenía mejor aspecto que por la mañana, y eso se debía quizá a algo más que a un afeitado bien apurado.
- Hola -dijo con una timidez impropia de ella.
- Hola.
- Me gusta. -Myriam le señaló la cara, que se había afeitado.
- Me gusta -dijo él, fijándose en su atuendo esta vez más discreto: unos vaqueros y unas deportivas.
- En fin, pensé en ponerme una túnica y un velo, pero francamente, hace demasiado calor y el tejido pica. Así que si esto puede valer...
Victor se echo a reír.
- Estás loca. -Gradualmente su sonrisa se fue apagando hasta que desapareció por completo. Se puso serio para preguntar-: ¿Te hice daño?
- ¿Qué?
- Mi barba. Cuando te besé. ¿Te hice daño?
La flor escarlata sobre el pecho de Myriam tembló de nuevo, pero no de indignación.
- Picaba un poco, me imagino. Pero yo..., realmente ni me había fijado.
- Ah. -Se miraron el uno al otro durante un incómodo lapso de tiempo. Finalmente, él dijo-: En fin, lo siento si te hice daño.
- Está bien. -Nerviosa, Myriam se secó las palmas de las manos contra los vaqueros y buscó una manera elegante de cambiar la conversación-. Hiciste un verdadero buen trabajo a la hora de camelarte al doctor. No paraba de insistir en lo mucho que habías mejorado. ¿Te luciste y le hiciste algún trico de interpretación que no me hayas enseñado a mí?
- Ven aquí. -Ella se acercó a la cama. Él retiró la sábana hacia atrás. A Myriam le hizo gracia encontrárselo en canzoncillosy se preguntó lo dificil que le había de haber resultado a Pete ponérselos-. Echa un vistazo a esto.
- Calvin Klein -observó ella bostezando de aburrimiento-. No entiendo de marcas.
- No es mi ropa interior. Mira.
Victor le señaló más abajo, al músculo femoral. Myriam vio cómo lo flexionaba ligeramente.
- Bravo. -Mientras sonreía y le aplaudia, se percató de que tenía la frente empapada en sudor. Ese leve movimiento le había puesto al límite, pero al fin y al cabo era un movimiento, por pequeño que fuera, y ella no podía estar más que satisfecha-. ¿Qué tal unos ejercicios de relajación?
- Bien.
- Tampoco te pongas tan contento. Pronto empezaremos con la parte más dificil.
Myriam trabajó en ejercitar todas sus articulaciones, le giro la cadera hacia un lado mientras le torcía los hombros en la dirección contraria. Estaba en esa posición cuando ella preguntó:
- Por cierto, ¿quién es Lucretia? -Él giró la cabeza-. Vaya, parece que realmente he encontrado un punto débil, ¿verdad?
- ¿Cuándo has oído hablar tú de Lucretia?
- No he oído de ella. Por eso pregunto. El doctor ha traído una bolsa de tela llena de correo para ti. He echado un vistazo dentro y los tres primeros sobres tenían remitente de Suiza y el nombre Lucretia von no sé qué en otro idioma estaba estampado en la esquina.
- Se trata simplemente de esa mujer que estaba viendo.
- ¿Viendo?
- Ya sabes lo que quiero decir -dijo él molesto.
- Ah, sí, ya sé lo que significa. <<Viendose equivale a <<dormir juntos>>.
- ¿Y qué pasa con eso?
- Nada. Es sólo que no conozco a nadie que haya tenido la rocambolesca idea de llamar a su hija Lucretia.
- En realidad, yo tampoco conozco a nadie que haya llamado a su hija Myriam.
Myriam se lo tomó de risa.
- Tienes algo de razón. Por suerte no tengo un <<de>> delante.
Victor la miró a la cara durante un momento, prestando especial atención a la boca.
- No lo sé. Puede que incluso te pegara más.
Se puso toda colorada, aunque lo atribuyó a haber estado tomando el sol en la piscina. A diferencia de Elizabeth ella nunca se había puesto colorada en su vida.
- ¿Tiene tu Lucretia algo que ver con Lucretia Borgia?
- No, pero creo que tú sí. Maldita sea, déjalo ya. -Las palabras salieron de su boca a gran velocidad, atropellandose entre ellas.
Myriam estaba tratando de doblarle la rodilla formando un ángulo recto, pero la propia pierna oponía resistencia al movimiento. Entonces, empujó más fuerte. Victor apretó los dientes y soltó un quejido.
- ¿Duele?
- Demonios, claro que due... -Su mirada buscó rápidamente la de Myriam-. ¿Es bueno para mí?
- Sí, zoquete. Trabajemos juntos para tratar de doblarla. Más adelante serás tú quien intente doblarla y yo quien haga presión contra ti. Entonces es cuando realmente vas a odiarme.
- Haz que camine, Myriam, y te querré.
Durante un momento, ambos evitaron mirarse. Myriam fue la primera en mirar hacía otro lado, mientras bromeaba sobre el comentario.
- Eso dicen todos. Y qué pronto se olvidan de haberlo dicho cuando se han recuperado.
Hizo varios intentos más de doblarle las dos rodillas. Fue un desgaste de energía y sudor para ambos. Aun así, ella todavía no se dio por vencida. No hasta que lo hubo puesto, con la ayuda de Pete, sobre la camilla reclinable y Victor se había mantenido erguido sobre ella durante casi media hora.
-¿Me has estado timando, no es así, Garcia?
Él sonrió, aparentemente orgulloso de sí mismo.
- Me mantenía en posición vertical media hora dos veces al dia antes de abandonar el hospital.
- Pues entonces, dejarlo fue una idiotez.
- Tampoco es para tantolo de sostenerme contra una camilla que es, en realidad, la responsable de que me sostenga.
- Pero eso ya es mucho. Ya que eres experto en esto, creo que podemos pasar a cosas mayores y más beneficiosas.
Cuando estuvo completamente tumbado sobre su cama de nuevo, respiró profundamente aliviado.
- Siempre me da miedo que se vuelque la camilla reclinable. Me alegro de haber terminado.
- Casi terminado, Garcia. Cuenta hasta cinco. Entonces empezaremos a trabajar en serio.
Myriam cruzó la habitación hasta la puerta y la habrió haciendo la floritura. Con la misma teatralidad, desapareció durante un segundo. Cuando volvió, lo hizo sobre una silla de ruedas.

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Mensaje  FannyQ Vie Ago 13, 2010 4:15 pm

Gracias por el capii!
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Mensaje  Dianitha Vie Ago 13, 2010 6:20 pm

GRACIIAS X EL CAP NIIÑA ME ENCANTA LA NOVELIITA flower flower
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