Vicco y la Viccobebe
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Sed eterna

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Mensaje  myrithalis Miér Abr 28, 2010 10:29 pm

Gracias por el Cap. Saludos Atte: Iliana
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Mensaje  alma.fra Miér Abr 28, 2010 10:53 pm

Gracias por el capitulo.
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Mensaje  aitanalorence Jue Abr 29, 2010 2:01 pm

víctor avanzó dando tumbos ante la sorpresa de esa pregunta en la entrada. La acción desgarró la bolsa que sostenía, enviando el fluido carmesí rociando hacia fuera por todas partes en él. Salió a presión en chorritos en un chorro sobre su cara y en su pelo cuando instintivamente se enderezó y se dio un golpe en la cabeza con la parte inferior del compartimiento cerrado del congelador. Maldiciendo, Víctor dejó caer la bolsa arruinada en el estante del refrigerador y agarró su cabeza con una mano, cerrando de un golpe la puerta de la nevera con la otra.
Myriam Cruz se apresuró a ir a su lado.
— ¡Oh, Madre mía! ¡Oh! ¡Lo siento tanto! ¡Oh! —Chilló cuando vio la sangre que cubría su cara y su pelo.— ¡Oh, Dios mío! Se ha cortado la cabeza. ¡Qué calamidad.!
Víctor no había visto una expresión de tal horror en la cara de alguien desde los antiguos buenos días cuando el almuerzo significaba meter los dientes en un agradable y caliente cuello en vez de una bolsa repugnantemente fría y con olor a plastico.
Pareciendo recobrar algo sus sentidos, Myriam Cruz agarró su brazo y lo tiró hacia la mesa de la cocina.— Debería sentarse. Sangra mucho.
— Estoy bien. —Refunfuñó cuando ella lo colocó en una silla. Encontró su preocupación bastante molesta. Si era demasiada agradable con él, entonces podría sentir que tendría que serlo con ella.
— ¿Dónde está su teléfono? —Ella estaba girando sobre los tacones, escudriñando la cocina buscando el artículo en cuestión.
— ¿Por qué quiere un teléfono? —Preguntó él esperanzadoramente.
Quizá le dejaría solo ahora, pensó brevemente, pero su respuesta rechazó aquella posibilidad.
— Para llamar a una ambulancia. Realmente se hizo daño.
Su expresión se hizo más afligida cuando lo miró otra vez, y Víctor se encontró echando un vistazo a su parte delantera. Había bastante sangre en su camisa, y podía sentirla fluyendo hacia abajo por su cara. Él también podía olerla aguda y rica con alusiones de estaño. Sin pensar, deslizó su lengua hacia fuera para lamer sus labios. Entonces lo que ella había dicho resbaló en su mente, y se enderezó repentinamente. Mientras era conveniente que pensara que la sangre era de una herida, no había manera de que fuese a un hospital.
— Estoy bien. No necesito ayuda médica. —Anunció él firmemente.
— ¿Qué? —Ella le miró fijamente con incredulidad.— ¡Hay sangre en todas partes! Realmente te hiciste daño.
— Las heridas en la cabeza sangran bastante. —Él hizo un gesto desdeñoso, luego se levantó y se acercó al fregadero para enjuagarse. Si no se lavaba rápidamente, entonces iba a impresionar a la mujer lamiendo la sangre desde sus manos a los codos. Lo poco que había logrado consumir antes de que lo asustara había aliviado apenas un poco su hambre.
— Las heridas en la cabeza pueden sangrar bastante, pero esto es...
Víctor dio un salto cuando Myriam repentinamente estuvo a su lado y agarró su cabeza. Él estaba tan sorprendido que se impulsó hacia ella... hasta que ella dijo:— No puedo ver...
Él se enderezó en el momento que se dio cuenta de lo que ella hacía, luego rápidamente se inclinó sobre el fregadero para poner la cabeza bajo el grifo, así no podría alcanzar su cabeza otra vez y ver que no había ninguna herida.
— Estoy bien. Coagulo rápidamente. —Dijo él cuando el agua fría salpicó su cabeza y mojó su cara.
Myriam Cruz no tuvo respuesta para eso, pero Víctor la podía sentir de pie detrás suyo. Luego se movió a su lado, y sintió su cuerpo caliente contra él cuando se dobló al intentar examinar de nuevo su cabeza.
Por un momento, Víctor se sintió perverso. Era terriblemente consciente de su cuerpo tan cerca, del calor que emanaba fuera de ella, de su dulce aroma. En ese momento, su hambre se volvió confusa. No era el olor de la sangre que palpitaba en sus venas lo que llenó sus fosas nasales, era un olorcillo de especies y flores y su propio olor personal. Llenó su cabeza, nublándole los pensamientos. Entonces se dio cuenta que sus manos se movían por su pelo bajo el grifo, buscando una herida que no encontraría, y se movió con fuerza hacia arriba intentando apartarse de ella. El grifo frustró su tentativa con esmero golpeándolo detrás de su cabeza. El dolor rompió a través de él, y el agua salió a presión en chorritos por todas partes, haciendo a Myriam retroceder con un chillido.
Maldiciendo, Víctor salió debajo del grifo e intentó agarrar la primera cosa que encontró; un paño de cocina. Se lo enrolló alrededor de su cabeza mojada, se enderezó, luego señaló la puerta.— Salga de mi cocina. ¡Fuera !
Myriam C. Cruz parpadeó por la sorpresa cuando volvió su genio anterior, luego pareció crecer un centímetro en altura cuando se enderezó. Su voz era firme cuando dijo:— Necesitas un médico.
— No.
Sus ojos se estrecharon.— ¿Es la única palabra que sabes?
— No.
Ella levantó sus manos en el aire, luego las dejó caer tan rápido como las levantó, pareciendo relajarse. Víctor se encontró cauteloso.
Myriam sonrió y se movió para acabarse de hacer el té que él había comenzado.— Eso lo decide, entonces. —Dijo.
— ¿Decidir qué? —Preguntó Víctor , mirando con recelo cuando ella lanzó las dos bolsas de té en la tetera y vertió agua caliente sobre ellos.
Myriam se encogió de hombros suavemente y detuvo la tetera.— Había intentado hablarle, luego, esta noche, más tarde averiguar sobre un hotel. Sin embargo, ahora que te has lastimado y te rehúsas a ir al hospital... —Ella dio vuelta al té que remojaba para levantar una ceja.— ¿No lo reconsiderarás?
— No.
Ella inclinó la cabeza y cambió de dirección para poner la tapa otra vez en la tetera. El tintineo que hizo tuvo un sonido raramente satisfecho de una manera extraña cuando ella explicó:— No te puedo dejar solo después de tal lesión. Las heridas en la cabeza son complicadas. Supongo que tendré que quedarme aquí.
Víctor abrió su boca para dejarle saber que con toda seguridad no se quedaría allí, cuándo ella se movió hacia el refrigerador y preguntó:— ¿Tomas leche?
Al recordar la bolsa de sangre desgarrada abierta en el refrigerador, corrió a toda velocidad y se tiró salvajemente delante de ella.— ¡No!
Ella lo contempló, boquiabierta, hasta que él se percató que estaba de pie ante la puerta del frigorífico con sus brazos extendidos en una postura que infundía pánico. Inmediatamente cambió para apoyarse contra el, los brazos y tobillos cruzados en una posición que esperó pareciera más natural. Luego la fulminó con la mirada. Tuvo como consecuencia hacerla cerrar su boca; luego ella dijo inciertamente:— Oh. Bueno, yo lo hago. Si tienes algo...
— No.
Ella inclinó la cabeza lentamente, pero la preocupación realmente llenó su cara y levantó una mano para colocarla suave y caliente contra su frente como si lo revisara en busca de fiebre. Víctor inspiró su aroma y sintió que su postura se relajaba algo.
— ¿Estás seguro de que no quieres ir al hospital? —Preguntó Myriam— Actúas de un modo raro y las heridas en la cabeza realmente no son algo para bromear
— No.
Víctor se alarmó cuando oyó qué su voz se había vuelto tan baja. Estuvo aun más preocupado cuando Myriam sonrió y preguntó en broma:— Ahora, ¿por qué no estoy sorprendida por esa respuesta?
Para su consternación, casi sonrió. Corrigiéndose, frunció el ceño más duramente en lugar de eso y se recriminó a sí mismo por su debilidad momentánea. Myriam, su editora, podría estar siendo agradable con él ahora mismo, pero eso era porque quería algo de él. Y haría bien en recordar eso.
— Bien, vamos, entonces.
Víctor terminó su distracción para notar que su editora había recogido la bandeja del té y se movía hacia la puerta de la cocina.
— Deberíamos trasladarnos a la sala de estar, donde puedes sentarte un poco. Realmente te diste un buen golpe. —Agregó ella cuando empujó la puerta giratoria con una cadera.
Víctor dio un paso detrás de ella, luego se detuvo brevemente para echar un vistazo atrás al frigorífico, pensando en la bolsa llena de sangre de dentro. Era la última hasta la entrega fresca de mañana por la noche. Estaba terriblemente hambriento, casi a punto de desmayarse por eso. Que era sin duda la razón de su debilidad ante la aprisionadora visitante. Quizás solamente un sorbo lo reforzaría para la conversación que vendría. Él alcanzó la puerta.
— ¿Víctor ?
Él se puso rígido con esa llamada. ¿Cuándo había dejado de dirigirse a él como Señor A. Garcia? ¿Y por qué sonaba su nombre en sus labios tan erótico? Realmente necesitaba alimentarse. Él tiró la puerta del frigorífico y alcanzó la bolsa.
— ¿Víctor ? —Había preocupación en su voz esta vez, y sonó más cerca. Ella debía estar regresando. Sin duda temía que se hubiese desmayado por la lesión.
Soltó un murmullo de frustración y cerró la puerta del frigorífico. Lo último que necesitaba era otro debacle de como echarse sangre por todas partes encima de él. Eso ya le había causado problemas interminables, como el hecho que la mujer ahora tenía intención de quedarse con él. Había pensado rechazar la idea de inmediato, pero se había distraído cuando la señorita Cruz se había acercado al frigorífico. ¡Maldición!
Bien, arreglaría ese asunto a la primera oportunidad. Estaría condenado si la dejaba quedarse y sermonearlo acerca de toda esta tontería publicitaria. Eso era. Él sería firme. Cruel, si era necesario. Ella no se quedaría ahí.


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Mensaje  jai33sire Jue Abr 29, 2010 2:32 pm

MUCHAS GRACIAS POR EL CAPITULO

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Mensaje  aitanalorence Jue Abr 29, 2010 2:41 pm

Víctor trató de deshacerse de ella, pero Myriam parecía más bien un bulldog cuando tomaba una decisión acerca de algo. No, un bulldog era la imagen equivocada. Un terrier quizá. Sí, era más feliz con esa comparación. Un terrier candido y hermoso colgando completamente de su brazo, sus dientes hundidos resueltamente en el puño de su camisa y rehusándose a soltarlo. Salvo que lo embistiera contra la pared un par de veces, realmente no tenía idea cómo soltar sus mandíbulas de él.
Esta era la situación por supuesto. A pesar de haber vivido varios cientos de años, Víctor había pasado por alto toparse con cualquier cosa de ese tipo. En su experiencia, las personas eran una molestia y nunca dejaban de traer caos con ellas. Las mujeres especialmente. Él siempre había sido un imbécil ante una damisela en apuros. No podría relatar cuántas veces se había encontrado tropezando accidentalmente con una mujer con problemas y repentinamente encontrando que su vida entera era un caos mientras se enfrentaba a una batalla, un duelo, o una guerra por ella. Por supuesto, siempre ganó y salvó la situación. De todos modos, en cierta forma nunca consiguió a la mujer. Al final, todos sus esfuerzos y agitaciones en su vida le dejaron mirando a la mujer alejarse con alguien más.
Esa no era la situación aquí. Myriam no era una damisela en apuros. De hecho, aparentemente le veía a él en apuros. Ella se quedaba "por su bien." Ella le salvaba, pensaba, y pretendía "despertarlo cada hora después que se acostaran," para salvarlo de su propia insensatez por rechazar ir al médico. Ella hizo ese anuncio en el momento que se sentaron en su sala de estar, luego tranquilamente empezó a remover las bolsitas de té y a verterlo mientras la miraba boquiabierto.
Víctor no necesitaba su ayuda. No se había golpeado realmente la cabeza con fuerza, y aun si lo hubiese hecho, su cuerpo se habría recuperado rápidamente. Pero no era algo que podría decirle a la mujer.
Al final, simplemente dijo, con toda la severidad y firmeza que podía reunir— No deseo su ayuda, señorita. Puedo cuidarme yo mismo.
Ella inclinó la cabeza tranquilamente, sorbió su té, luego sonrió agradablemente y dijo— Tomaría el comentario más enserio si en este momento no trajera puesto un paño de cocina, bonito pero manchado de sangre y florido sobre su cabeza... estilo turbante.
Víctor se tocó alarmado, sólo para sentir el paño de cocina que se había olvidado que estaba envuelto alrededor de su cabeza. Cuando comenzó a desenredarlo, Myriam agregó— No te lo quites por mí. Se ve bastante adorable en ti y te hace ver mucho menos intimidante.
Víctor gruñó. Se arrancó el florido paño de cocina.
— ¿Qué fue eso? —Preguntó su editora, con los ojos abiertos de para en par— Gruñiste.
— No lo hice.
— Ah claro que si!! Lo hiciste. —Ella estaba sonriendo abierta y ampliamente, pareciendo muy contenta— Oh, ustedes los hombres son tan lindos.
Víctor supo entonces que la batalla estaba perdida. No habría discusión que le hiciera a ella salir de ahí.
Quizá controlando su mente...
Era una habilidad que procuraba evitar usar por regla general, y no la había ejercitado en bastante tiempo. Normalmente no era necesario, desde que la familia había decidido utilizar un banco de sangre para alimentarse en vez de cazar. Pero esta ocasión claramente lo pedía.
Cuando él observó a Myriam sorber su té, trató de entrar en sus pensamientos para poder asumir el control de ellos. Él estaba más que impresionado por encontrar sólo una pared en blanco.
La mente de Myriam era tan inaccesible para él como una puerta cerrada con candado. De todos modos, continuó probando por varios momentos, su falta de éxito era más alarmante de lo que habría esperado.
Él no se rindió hasta que ella rompió el silencio trayendo a colación su razón para estar allí— Quizá ahora podríamos discutir el viaje para firmar libros.
Víctor reaccionó como si lo hubiese pinchado con un hierro caliente. Desistió de controlar su mente y hacerla irse, se levantó.— Hay tres cuartos de huéspedes. Están arriba, los tres a la izquierda. Mi cuarto y mi oficina están a la derecha. Permanezca fuera de ellos. Elija cualquiera de los cuartos de huéspedes.
Luego se retiró del campo de batalla a toda prisa, regresando rápidamente a la cocina.
La podría aguantar por una noche, se dijo. Después que la noche terminara y se tranquilizara viendo que estaba bien, se marcharía. Él se encargaría de eso.
Haciendo un intento para no recordar que había estado tan decidido y seguro acerca de expulsarla después de que terminara su té, tomo un vaso y la última bolsa de sangre del refrigerador. Luego caminó hacia el fregadero para servirse algo de comida. Probablemente podría tomarse una taza rápida mientras la señorita Myriam M. Cruz se ocupaba de escoger un cuarto.
Él había pensado mal. Víctor acababa de comenzar a verter la sangre de la bolsa en el vaso cuando la puerta de la cocina se abrió detrás de él.
— ¿Conoces alguna tienda de comestibles que abra toda la noche en la ciudad?
Dejando caer el vaso y la bolsa, Víctor giró rápidamente para confrontarla, estremeciéndose cuando el vaso se rompió en el fregadero.
— Lo siento, no tenía la intención de asustarte, yo... —Ella hizo una pausa cuando él levantó una mano para detenerla.
— Sólo... —empezó, luego terminó cansadamente— ¿Qué preguntabas?
Él realmente no podía escuchar su pregunta. El dulce, metálico olor de la sangre parecía destacarse en el aire, aunque dudó que Myriam lo pudiese oler desde donde estaba a través del cuarto. Era molesto, y aún más molesto fue el sonido que hacia la bolsa al vaciarse y se la tragaba el fregadero. Su comida. Su última bolsa se iba al caño por culpa de esa Editora!!!!
¡Su mente gritaba NO! Su cuerpo se acalambraba en señal de protesta. Sin hacer caso a las palabras de Myriam que sonaban a "Blah blah blah" cuando fue hacia su vacío frigorífico y miraba el interior con atención. Víctor no se tomó la molestia de detenerla esta vez. Aparte de la sangre anterior, estaba completamente vacío. Sin embargo, realmente trató de concentrarse en lo que decía, esperando que cuanto antes respondiese a su pregunta, antes podría salvar su comida. Por mucho que lo intentó, sin embargo, realmente sólo atrapaba una palabra aquí y allá.
— Blah blah .... no he comido desde el desayuno. Blah blah .... realmente no tiene nada aquí. ¿Blah blah blah…. compras?
El último coro de blahs terminó en una nota alta, alertando a Víctor que le había hecho una pregunta. Él no estaba seguro de cual había sido la pregunta, pero podía sospechar que un no probablemente provocaría una discusión.
— Sí. —Balbuceó él, esperando librarse de la obstinada mujer. Para su alivio, la respuesta la complació y caminó de regreso a la puerta del vestíbulo.
— Blah blah blah… escogí mi cuarto.
Él casi podía saborear la sangre, su olor era tan pesado en el aire.
— Blah blah lo transformé en algo más confortable.
Él se moría de hambre.
— Blah blah vuelvo en seguida y nos podremos ir.
La puerta se cerró detrás de ella, y Víctor se movió rápidamente de regreso al fregadero. Gimió. La bolsa estaba casi completamente seca. Lisa. Casi. Estando algo desesperado, la recogió, lo volcó sobre su boca y apretó, tratando de escurrir las últimas gotas de su elixir. Él atrapó exactamente tres antes de desistir y lanzar la bolsa a la basura con repugnancia. Si había tenido cualquier duda antes, no la tuvo ahora. Sin duda, Myriam iba a hacer de su vida un infierno hasta que se marchara. Él solamente lo supo.
¿Y en qué diablos había estado de acuerdo de todos modos?


Ya es dia del niño y la niña en mexico????
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Mensaje  nayelive Jue Abr 29, 2010 3:48 pm

uyy pobresito vampirito jaja se quedo sin comer jaja muy buena gracias por el capi aitana
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Mensaje  alma.fra Jue Abr 29, 2010 10:22 pm

Muchas gracias por el capitulo, pobre Vic jaja.
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Mensaje  myrithalis Jue Abr 29, 2010 10:30 pm

Gracias por el Cap. Atte:Iliana
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Mensaje  fresita Vie Abr 30, 2010 5:29 pm

gracias por los capis



saludos
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Mensaje  Dianitha Sáb Mayo 01, 2010 4:21 pm

graciias x los cap niiña hay pobre de mii niiño c quedo siin comer jajaja Sed eterna - Página 2 95247 Sed eterna - Página 2 95247
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Mensaje  aitanalorence Sáb Mayo 01, 2010 9:16 pm

Saludos, ls dejo una foto de mi gorda que cumpli ya 7 meses.
Sed eterna - Página 2 29102_107136375997009_100001019405368_55286_2014697_n

— ¡DE COMPRAS!

Myriam se rió del disgustado rezongo de Víctor cuando entraron en la tienda de 24 horas. Lo había estado repitiendo cada pocos minutos desde que habían salido de casa.
En un primer momento dijo la palabra como si no pudiera creer que hubiera estado de acuerdo en ir. Después, mientras conducía su volvo, esa consternación se fue convirtiendo en disgusto.

¡Cualquiera pensaría que era la primera vez que el hombre iba a comprar comida a un supermercado! Aunque a juzgar por lo vacíos que estaban los armarios de su cocina, Myriam supuso que así era.

Y cuando ella le había comentado la ausencia de comida que había en su casa, él se había limitado a mascullar que todavía no había encontrado sustituta para su ama de llaves. Myriam supuso que eso significaba que el comía fuera de casa la mayoría de las veces.

No se había molestado en preguntar que había pasado con su anterior ama de llaves. Su carácter era suficiente respuesta. Seguramente la mujer había terminado por irse ya harta. La misma Myriam había estado a punto, varias veces, de hacer lo mismo.

Ella le dirigió hacia las filas de carros vacíos. Cuando fue a sacar uno, Víctor dijo gruñendo, algo que podría haber sido “permíteme,” pero fácilmente podría haber sido también “demonios, quita de en medio.” Después de ese exabrupto tomo el control de la situación.

Según la experiencia de Myriam, los hombres siempre querían conducir, ya fuera un coche, un carrito de golf o un carrito de la compra.

Sospechaba que era una cuestión de control, pero de cualquier manera, eso significaba que ella estaba en libertad de llenar el carro de materia prima.

Comenzó haciendo una lista mental de lo que tenían que coger, mientras se dirigían hacía la sección láctea. Estaba segura de que tendría que coger grandes cantidades de frutas y verduras para Víctor .

El hombre era fuerte y musculoso, pero se le veía también muy pálido. Parecía obvio para ella que estaba necesitado de frescas y jugosas verduras.

Tal vez las verduras mejoraran también su humor.

Víctor necesitaba sangre. Ese era su único pensamiento repetitivo mientras seguía a Myriam a través de la sección láctea, la de congelados, y por el pasillo del café. El carro se estaba llenando rápidamente hasta los bordes. Myriam había metido en el carro diversos yogures, quesos, huevos y una tonelada de paquetes de comidas congeladas. Ahora estaba detenida en el pasillo del café, mirando los diferentes paquetes antes de girarse y preguntarle.— ¿Qué marcas prefieres?
Él se la quedó mirando con los ojos en blanco.— ¿Marca?
— De café. ¿Qué marca sueles tomar normalmente?
Víctor se encogió de hombros mientras decía.
— No bebo café.
— Oh, Té, ¿entonces?
— No bebo té.
— Entonces que.... —Inquirió entrecerrando los ojos.— ¿Chocolate caliente, Expreso, Capuchino? —Cuando él siguió negando con la cabeza después de cada una de sus sugerencias, le preguntó con exasperación.— Bueno, ¿entonces que bebes? ¿Kool-Aid?

Una risilla disimulada de diversión llamó la atención de Víctor sobre una regordeta y joven mujer que se acercaba por el pasillo hacia ellos.

Era la primera compradora con la que se habían cruzado desde que habían llegado a la tienda. Entre los intentos fallidos con las bolsas de sangre, el té en el salón, y el tiempo que había tardado Myriam en cambiarse, era ya cerca de la medianoche. La tienda no estaba muy llena a esas intempestivas horas.

Ahora que su risa había captado la atención de Víctor , la compradora agitó las pestañas hacia él, encontrándose Víctor devolviéndole la sonrisa y con la mirada fija en el pulso de la base de su garganta. Se imaginó hundiendo sus colmillos allí y extrayendo la dulce y caliente sangre de ella. Era su tipo de mujer favorita para beber. Mujeres rellenitas, rosadas. Eran las que siempre tenían la mejor sangre, la más sustanciosa. Espesa, embriagadora y...

— ¿Sr. Garcia? ¡Tierra llamando a Víctor ! Yuju Yuju…!!!

Las maravillosas imágenes que estaban evocando desparecieron.

Devolvió la atención a regañadientes a su editora.— ¿Sí?
— ¿Qué te gusta beber? —Repitió.
Víctor volvió la vista atrás Twisted Evil hacia la compradora.— Er.... el café va bien.
— Dijiste que no bebías caf.... Olvídalo. ¿Qué marca?

Víctor examinó las distintas opciones. Sus ojos se fijaron en una lata rojo oscuro con el nombre Tim Hortons. Siempre había creído que era una tienda de donuts o algo por el estilo Aún así, era el único nombre que reconocía, así que esa fue la que señaló.

— La más cara, como no. —Masculló Myriam, mientras cogía una lata del fino café molido.
Víctor no había advertido el precio.— Deja de quejarte. Yo soy quien va a pagar las compras.
— No. Dije que yo pagaría y es lo que haré.

¿Había dicho que ella pagaría cuando habló de ir a comprar?

Se preguntó él. No se acordaba; en ese momento no estaba prestando mucha atención. Tenía la cabeza en otras cosas, como el chorro de sangre debajo del fregadero y no dentro de su deshidratada y hambrienta garganta.

Su mirada regresó a la vena que seguía latiendo en el cuello de la compradora. Imaginó que debía de parecer un hombre muerto de hambre observando un buffet que pasaba rodando a su lado.

Se sentía tentado de tirarse sobre él...., mucho más agradables que todas esas bolsas de comida congelada que él y su familia se habían visto obligados a ingerir. No se había dado cuenta de lo que echaba de menos la antigua forma de alimentarse.

— ¿Víctor ? —Había un deje de irritación en la voz de Myriam, lo cual le hizo devolverle la mirada con ceño cuando se giró hacia ella. No estaba donde la había visto por última vez, pero aunque había seguido caminando a lo largo del pasillo, le estaba esperando.

Le lanzó una mirada molesta, lo cual a su vez le molestó a él. ¿Por qué motivo tenía que estar ella irritada? No era ella la que se estaba muriendo de hambre.


Entonces tuvo un vago recuerdo de ella diciendo que no había tomado nada desde el desayuno, y él supuso que también estaría hambrienta y por consiguiente con el mismo derecho que él a estar gruñona. Lo cual fue una admisión que se hizo a si mismo a regañadientes.

— Pagare yo. —Anunció él con firmeza empujando el carro hacia delante.— Tú eres una invitada en mi casa. Te alimentare —Qué es lo opuesto de alimentarme de ti, pensó él, que era lo que más deseaba. Bueno, no lo que más deseaba.

En cambio se alimentaría de la regordeta y pequeña que estaba detrás de él. Siempre había encontrado la sangre de las delgadas criaturas como Myriam demasiado insustancial. Desabridas!!!

La sangre de las chicas regordetas era mejor, más sabrosa, más intensa, con más cuerpo.


Por supuesto, no podía alimentarse de cualquiera. Era demasiado peligroso hoy en día, y aunque por si mismo estaba dispuesto a arriesgarse, no estaba dispuesto a arriesgar la seguridad de su familia por unos pocos momentos de placer culinario.

Eso no quería decir que no pudiera soñar con ello, sin embargo se paso los siguientes momentos siendo arrastrado por Myriam a través de los pasillos de conservas y de ropa de confección, asintiendo distraídamente a todo lo que le decía ella mientras él recordaba con cariño las comidas que había disfrutado en el pasado.

— ¿Te gusta la comida mexicana? —Preguntó ella.
— Oh, sí. —Murmuró él, evocando la pregunta a una pequeña y vivaz chica mexicana con quien él se había deleitado en Tampico. Ella había sido un pequeño, dulce y sabroso bocado. Caliente y aromática en sus brazos, con sus pequeños gemidos surgiendo de su garganta mientras el le clavaba los colmillos y absorbia su sangre y su energia... ¡Oh, sí!. La alimentación podía ser una experiencia con mucho cuerpo.

— ¿Y la italiana?
— La italiana también esta deliciosa. —Dijo Víctor, recordando una agradable pequeña campesina de la Costa de Amalfi. Esa había sido la primera vez que se había alimentado por si mismo. Un hombre siempre recuerda su primera vez. Y justamente el recuerdo de la dulce y pequeña Maria hizo que le subiera la temperatura. Sus profundos y oscuros ojos, y su largo y ondulado cabello del color de la medianoche. Recordaba haber enredado sus manos en ese pelo y el gemido de profundo placer que ella había exhalado en su oído cuando él había tomado su virginidad y su sangre al mismo tiempo. Verdaderamente, había sido una experiencia dulce y memorable.

— ¿Te gustan los bistec?
Víctor fue una vez más sacado de sus pensamientos, esta vez por un pedazo de carne cruda puesto de golpe bajo su nariz, interrumpiendo sus agradables recuerdos. Era un bistec, grande y jugoso, y pensó que normalmente prefería la sangre humana, incluso las frías bolsas de sangre humana mezclada con sangre bovina, pero en ese momento incluso el bistec remojado en sangre olía bien. Se encontró inhalando profundamente y dejando escapar la respiración en un lento suspiro.
El paquete fue apartado bruscamente.

— ¿O prefieres carne blanca?
— Oh, no, no, no. Mejor carne roja. —Se acercó al mueble expositor de la carne al que ella le había conducido y se puso a mirar con atención, por primera vez con un interés real desde que había entrado en el supermercado. Siempre había sido un hombre de carne con patatas. Carne poco hecha, por norma.

— Carnívoro, tomo nota. —Comentó Myriam secamente cuando el trató de alcanzar un paquete de carne particularmente ensangrentado. La sangre goteaba del filete, y él casi se relamió los labios. Luego, asustado de lo que podría hacer en su estado actual, algo como lamer el paquete, se alejo del expositor dejando el paquete en el. Agarrando el carro, empezó a empujarlo a lo largo del pasillo, esperando pasar a una sección menos tentadora.

— Espera. —Grito Myriam, pero Víctor siguió caminando, casi gimiendo cuando ella se acercó casi corriendo con varios paquetes de bistecs en sus brazos que dejó caer en el carro.

¡Genial! Ahora la tentación iría con él. Realmente necesitaba alimentarse. Tenía que contactar con Bastián o Romeo y pedirles prestada alguna bolsa de sangre.

Quizás podría hacer un parada rápida donde Bastián de camino a casa. Podría dejar a la inquebrantable Myriam, en el coche con las compras, entrar corriendo, tragar un poco de alimento y....

¡Dios mío! ¡Sonaba como un drogadicto! tongue
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Mensaje  alma.fra Sáb Mayo 01, 2010 10:29 pm

Muchas gracias por el capitulo, Esta enorme tu nena.
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Mensaje  jai33sire Sáb Mayo 01, 2010 10:37 pm

gracias por el capitulo

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Mensaje  myrithalis Dom Mayo 02, 2010 2:19 am

Gracias por el Cap. Y Victoria enorme y hermosa felicidaes por tu beba Saludos Atte: Iliana
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Mensaje  nayelive Dom Mayo 02, 2010 11:00 pm

gracias por el capi que tortura para el vic


esta presiosa tu nena aitana
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Mensaje  aitanalorence Lun Mayo 03, 2010 1:33 pm

Al fin pude escribir, llevo intentando escribir desde hace rato, prendo la compu y no hay internet, raro, prendo la lap, y tambien no hay red Rolling Eyes abro la de el trabajo de mi esposo y no tiene red No echando madres he ido a ver la conexion le pregunto a mi esposo ayer que hiciste con el internet Question y el nada, Evil or Very Mad reviso y lo habia desconectado el router y por eso no teniamos internet, vamos que hasta las facturas de el servicio me he puesto a revisar Embarassed para ver por que no teniamos el inter pale

En fin que pese a este complot What a Face escribire....

Gracias por sus mensajes y por leer la nove Like a Star @ heaven



— Las frutas y las verduras son lo próximo, creó. —Dijo Myriam desde detrás suyo— Tienes obviamente una seria necesidad de vitaminas. ¿Has considerado alguna vez ir a un salón de bronceado?
— No puedo. Tengo un aaaah..., er, enfermedad de la piel. Y también soy alérgico al sol.
— Eso tiene que hacer la vida difícil a veces. —Comentó ella. Mirándole fijamente con los ojos muy abiertos, le preguntó— ¿Es ese el motivo por el que pones tantas dificultades con respecto a las firmas y otros tipos de promociones?
Él se encogió de hombros. Y cuando Myriam empezó a coger todo tipo de cosas verdes, hizo una mueca. En su defensa, cogió un paquete de diez quilos de patatas para llenar el carro, pero éste pronto estuvo cubierto de verde: pequeñas cosas redondas verdes, grandes cosas redondas verdes, largos tallos verdes. ¡Dios mío, la mujer tenía algún tipo de fetichismo con el verde!
Víctor empezó a mover el carro a lo largo del pasillo con un poco más de rapidez, obligando a Myriam a apresurarse cuando vio que comenzaba a echar en el carro cosas de otros colores. Verduras naranjas, rojas y amarillas cayeron dentro del carro y fueron seguidos por frutas naranjas, rojas y púrpuras antes de que Víctor consiguiera obligarla a ir a la caja registradora.
En el momento en que él paró el carro, Myriam comenzó a echar cosas sobre la cinta transportadora. Él la miraba distraídamente cuando la compradora regordeta empujó su carro detrás de ellos. Sonrió y agitó sus pestañas de nuevo, después le hizo un pequeño saludo. Víctor volvió a sonreír, su mirada de nuevo fija en el pulso palpitante de su cuello. Prácticamente podía oír el golpeteo rítmico de su corazón, el movimiento de su sangre por sus venas, el...
— ¿Víctor ? señor. Garcia, ¿donde se ha ido?
Deteniéndose, Víctor parpadeo, percatándose al haberle llamado Myriam, que había comenzado a seguir a la regordeta compradora como un caballo siguiendo la zanahoria que le ponen delante. Su posible cena volvió a mirar sobre sus hombros y a sonreír antes de desaparecer en el pasillo de los alimentos congelados. Víctor partió en su busca diciendo:
— Helados, olvidamos los helados.
— ¿Helados? —Oyó la confusión en la voz de Myriam, pero no pudo detenerse para darle la contestación que deseaba. Se apresuró hacia el pasillo de los congelados solo para encontrarse allí a otro comprador además de su deliciosa regordeta. ¡No se habían cruzado con nadie más durante el tiempo que habían estado en el supermercado, pero ahora tenía que aparecer otro, poniéndole dificultades a dar un mordisco rápido! Suspirando, se acercó a la sección de los helados, echando un vistazo a las distintas opciones. Chocolate, cereza, crocantes.
Regreso su mirada a su sabroso bocado. Ella le estaba mirando y lanzándole coquetas miradas. Cada vez más le parecía un bistec grande, un sonriente bistec con patas. ¡Maldita mujer! No estaba bien burlarse de él, pensó tristemente abriendo el gran congelador mientras la miraba fijamente.
Ella se acercó, ofreciéndole una gran sonrisa mientras él sacaba un helado del congelador. No dijo ni una palabra, simplemente sonrió mientras pasaba a su lado, su brazo rozando el de él.
Víctor inspiró profundamente, casi mareándose con su perfume. Oh sí, su sangre era dulce, muy dulce. ¿O era el helado lo que él había olido? Agarró otra caja de cartón y la vio desaparecer cuando giró la esquina del pasillo, con otro suspiro. Deseaba seguirla. Quiso utilizar el control mental para persuadirla mediante halagos de ir detrás de la tienda para una pequeña chupada. Pero estaba atrapado.
Suspirando, perdió todas las esperanzas y cogió una caja de helado cocrante. ¡Podía aguantar un poco más de tiempo! Solo un poco más y estaría libre para acercarse a casa de Bastián o Romeo. Seguramente Myriam estaría exhausta después de su jornada laboral y del vuelo, y no estaría para trasnochar.
— Si que te gusta el helado. —Comentó Myriam cuando regreso a la caja registradora.
Víctor echo un vistazo a las cuatro cajas de helados que llevaba en los brazos y las soltó sobre la cinta transportadora con indiferencia. No tenía ni idea de que sabores eran cada uno, y en su distracción no se había dado cuenta de que había cogido tantos, pero daba lo mismo. Se comerían igualmente.
Myriam protestó cuando él pagó, pero Víctor insistió. Era cosa de hombres. Su orgullo no le dejaba que una mujer pagara comida que iba a ir a parar a su casa. Myriam abrió un paquete de pasteles de arroz para comerlos en el camino de vuelta. Myriam le ofreció, pero él simplemente puso gesto desdeñoso y negó con la cabeza. Pasteles de arroz. Dios mío.
Víctor consiguió no hacer parada alguna en la casa de ninguno de sus hermanos. Se enorgulleció de su autodominio. Él y Myriam llevaron los paquetes de comida dentro de la casa; y entonces insistió en que ella comenzara a cocinar mientras él colocaba los paquetes en su sitio. Esto le hizo sentirse servicial y útil, cuando en realidad lo que quería era que ella terminará de cocinar su maldita cena, se la comiera y se fuera a la cama, para que él pudiera ir a por lo que necesitaba. No es que él no pudiera disfrutar de la comida también. Un poco de comida no hacía daño, pero comer de forma regular no saciaba su hambre. Su gente podía sobrevivir sin comida, pero no sin sangre.
Afortunadamente, Myriam se sentía voraz, porque hizo la comida rápidamente, friendo a la parrilla un par de bistec y amontonando un montón de esas cosas verdes que ella había comprando y echándole una salsa encima. Víctor nunca había entendido la atracción que sentían algunos por las ensaladas. Los conejos comían verduras. Las personas comían carne y él sangre. Él no era un conejo. Sin embargo mantuvo para sí sus opiniones y acabó de colocar todas las compras al mismo tiempo que Myriam terminaba de hacer la cena. Luego se sentaron a cenar.
Víctor se dedicó a su bistec con fervor, ignorando el tazón lleno de alimento de conejos. El había pedido la carne poco hecha y suponía que era extraño para mucha gente, pero para él poco hecho era cuando era raro. Aún así estaba tierno y jugoso, y acabó con él rápidamente.
Él miró mientras Myriam terminaba, pero negó con la cabeza cuando Myriam, le ofreció ensalada.— Realmente deberías comer algo de ensalada. —Le regaño ella con el ceño fruncido.— Tiene muchas vitaminas y nutrientes, y realmente te ves muy pálido.
Él supuso que ella tenía miedo de que su palidez tuviera que ver con su supuesto golpe en la cabeza. Sin embargo estaba provocada por la pérdida de sangre, lo que hizo recordar a Víctor que tenía que asegurarse que Bastián estuviera en casa. Excusándose, abandonó la habitación y se dirigió a su despacho.
Para su desilusión, cuando llamó a su hermano, éste no le contestó. Bastián de nuevo se había adelantado en la fecha o había regresado a las oficinas de Industrias A. Garcia. Al igual que Víctor , prefería trabajar de noche cuando todo el mundo estaba durmiendo. Los hábitos adquiridos a lo largo de un centenar de años eran difíciles de romper.
Víctor regresó a la cocina, para encontrarse que Myriam Cruz había terminado de comer y había enjuagado la mayoría de los platos y los había metido en el lavaplatos.
— Yo terminare eso. —Dijo él— Debes estar exhausta y deseando acostarte.
Myriam recorrió con una mirada sorprendida a Víctor . Era difícil de creer que este era el mismo hombre que había respondido a sus cartas con esos cortos “noes”. Su ayuda en colocar las compras y su aparente consideración ahora la hacían sentirse desconfiada. Su rostro con esa expresión esperanzada tampoco ayudaba mucho. Sin embargo ella estaba cansada. Había sido un día largo, así que a regañadientes admitió.— Realmente estoy cansada.
Al momento, se encontró con que una fuerte mano agarraba con firmeza su brazo y la conducía fuera de la cocina.
— ¡Tienes la cama preparada! —Garcia parecía alentarla mientras la apresuraba cuando cruzaban el vestíbulo y la dirigía hacia las escaleras.— Duerme hasta tan tarde como quieras. Probablemente me dedique a trabajar durante toda la noche, generalmente duermo por el día. Si te levantas antes que yo, coge lo que quieras de la cocina, comida, bebida, lo que quieras, pero no fisgonees. —Lo último lo dijo en un tono duro que sonaba más como el hombre que ella esperaba.
— Yo no hurgo. —Contestó ella rápidamente, molesta— Traje un escrito para corregir. Así que me pondré a ello hasta que te levantes.
— Bien. Bueno. Buenas noches. —La empujo dentro del cuarto de invitados amarillo que ella había escogido más temprano y tirando de la puerta la cerró con un chasquido.
Myriam giró lentamente sobre sí misma, esperando oír el ruido de la cerradura por fuera. Se sintió aliviada cuando no lo oyó. Sacudiendo la cabeza por tener una mente tan suspicaz, cogió su maleta para buscar su camisón, luego entró en el cuarto de baño de la habitación para ducharse. Justamente se estaba metiendo en la cama cuando se acordó de la excusa que se había montado para quedarse allí. Se detuvo para echar un vistazo a su alrededor.
Viendo el pequeño despertador que se encontraba en la mesita de noche, lo cogió y puso la alarme en una hora. Tenía toda la intención de levantarse para asegurarse de que Víctor no se había dormido... y de que si lo había hecho, fuera para volverse a despertar.
Myriam colocó de nuevo el despertador sobre la mesa y se metió bajo los edredones, pensando en esos terroríficos momentos de la cocina. Inspiró profundamente por la nariz, recordando a Víctor A. Garcia de pie quieto ante ella, la sangre goteando por su cabeza y su rostro. Dios mío, hasta ese momento ella nunca había visto una herida en la cabeza con anterioridad. De acuerdo, había oído que las heridas en la cabeza podían sangrar mucho, y que a menudo parecían peor de lo que eran, pero había habido tanta sangre.
Se estremeció y tragó un nudo de ansiedad. Myriam apenas lo conocía y el hombre había sido poco menos que grosero desde su llegada, pero a pesar del hecho de que su conducta fuera reprobable, ella realmente no quería verlo muerto. ¿Cómo podría impresionar entonces a su padre? Ya se lo podía imaginar.— No, Papá, no he podido convencerle de hacer las entrevistas con los periodistas. No, ni tampoco las apariciones en televisión. Er... no, tampoco de ir a firmar los libros. Realmente, podría haberlo convencido, pero es que lo mate. Fue un accidente, Papá. Se que es nuestro último cliente que genera efectivo, y realmente no quería matarlo a parte del hecho de que era un grosero, y un testarudo.... No, de verdad, fue un accidente. Si, me doy cuenta que estoy despedida. No, realmente no te culpo por no darme antes una responsabilidad asi. Sí, si me perdonas me iré al McDonald de la esquina a buscar empleo ahora que mi carrera de editora está acabada y que la empresa de la familia esta arruinada.
Suspirando, sacudió la cabeza recostada en la almohada y cerro los ojos. Agradecía a Dios que Garcia pareciera gozar de buena salud... exceptuando su palidez. Se sentó de nuevo en la cama, elucubrando de nuevo. Realmente se le veía terriblemente pálido.
— ¿Y por que no iba a estar pálido? —Se preguntó, él casi había perdido un litro de sangre. O mínimo medio litro. Quizás debería ver que tal se encontraba ahora. Myriam consideró el asunto brevemente, parte de ella pensando en mirar como se encontraba, y otra parte renuente de que le gritara por interrumpir lo que fuera que estuviera haciendo. Seguramente ya le iba a desconcentrar bastante pasando a verle cada hora a lo largo de la noche. Pero él se había visto terriblemente pálido después de golpearse la cabeza.
Por otra parte, había advertido su palidez en el porche antes de que él se hubiera golpeado en la cabeza. ¿O había sido un efecto de la luz? Era de noche, y la lámpara del porche tenía una de esas bombillas de neón. Podía haber sido un efecto de la luz.
Meditó sobre el tema brevemente, comenzando a sacar los pies fuera de la cama para ir a hacerle una comprobación antes de irse a dormir, pero entonces la detuvo el sonido de una puerta al cerrarse. Poniéndose en tensión, Myriam escuchó el sonido suave de pies bajando hacia el vestíbulo, luego se obligó a relajarse y recostarse en la cama. El ruido de pasos había sido suave, pero sonaba normal. Víctor no sonaba como si caminara tambaleándose o excesivamente despacio. Estaba bien. Se ceñiría a su plan y pasaría a echarle un vistazo pasada una hora
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Mensaje  jai33sire Lun Mayo 03, 2010 1:51 pm

gracias por el capitulo...y no te desesperes por fin estas aqui GRACIAS

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Mensaje  nayelive Lun Mayo 03, 2010 6:44 pm

graias por el capi y asi suele pasar con la inter jaja saludos aitana y le das un beso de mi parte a la bb
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Mensaje  alma.fra Lun Mayo 03, 2010 9:26 pm

Muchas gracias por el capi apesar de todas tus dificultades jaja.
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Mensaje  myrithalis Lun Mayo 03, 2010 10:33 pm

Gracias por el Cap Saludos Atte: Iliana
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Mensaje  aitanalorence Lun Mayo 03, 2010 10:59 pm

les dejo un capitulo antes de que el "merodeador" de aqui junto Razz me estropee la conexion.

Relajándose, se recostó y cerró los ojos. No iba a dormir mucho esta noche y lo sabía. En verdad estaría mucho mejor y durmiendo a pierna suelta en cualquier hotel.

Y lo hubiera preferido... herido o no en la cabeza... si no la preocupara que una vez fuera de la casa, Víctor A. Garcia no la volviera a dejar entrar.

Myriam no podía arriesgarse; tenía que convencerlo de hacer las apariciones públicas. Cualquiera de ellas. Se temía demasiado que su reputación como editora dependiera de su aceptación.

— ¡Estas bromeando! -Preguntó Romeo- ¿De verdad pensó que toda esa sangre era producto de un pequeño coscorrón? —dejo escapar una risa incrédula.

— Bueno, no creó que ella se podría imaginar que la sangre provenía de una bolsa en el frigorífico. —Señaló Bastián, pero él también se reía por lo bajo.

Víctor ignoró la diversión de sus hermanos y hundió los dientes de en la segunda bolsa de sangre que le trajo Bianca. Ya había ingerido la primera.

Después de la cual había accedido a explicar su aparición en la casa de Romeo solicitando alimento. La primera bolsa le había permitido superar la sorpresa de encontrar a Bastián allí. También había dado tiempo a sus hermanos para explicar que éste estaba allí para solicitar ayudar con los preparativos de último momento de la boda. Lo que explicaba por que no había podido encontrarlo él.

— Lo que no entiendo, —dijo Bastián mientras Víctor terminaba con la segunda bolsa y escondía sus colmillos— es por que, simplemente, no te metiste en su cabeza y le sugeriste que se largara.

— Lo intenté. —Admitió Víctor con cansancio. Colocó ambas bolsas vacías en la mano que le tendía Bianca, y la observó salir del cuarto para deshacerse de ellas.— Pero no pude penetrar en su mente.

El silencio que se extendió por la habitación fue tan efectivo que se hubiera podido oír el vuelo de una mosca. Romeo y Bastián clavaron los ojos en él, mirándole estupefactos.

— Estás bromeando. —Dijo Bastián.
Cuando Víctor negó con la cabeza, Romeo se sentó de golpe en la silla que se encontraba frente a él y dijo.
— Bueno, será mejor que no le cuentes nada a Madre si no quieres que caiga sobre ti con toda su artillería. El momento en que ella supo que yo no podía leerle la mente a Bianca, fue el momento en que decidió que haríamos buena pareja. —Hizo una pausa pensativa.— Aunque, después de todo, tenía razón.

Víctor soltó un gruñido disgustado.— Bueno, pues la señora Myriam M. Cruz no es la mujer perfecta para mí. La mujer es tan molesta como un enjambre de mosquitos, esta por demás decir que taladra el cerebro con su Blah Blah!! Terca como una mula, y tan persistente como un perro de presa. La maldita mujer no me ha dejado un momento en paz desde que apareció en el umbral de mi puerta.
— Eso no es cierto. —Alegó Bastián divertido.— Lograste librarte de ella el tiempo suficiente como para venir aquí.
— Eso sólo porque estaba cansada y se acostó. Ella.... —Hizo repentinamente una pausa y se enderezó, recordando su promesa de ir a verle cada hora para asegurarse de que la herida que había sufrido en la cabeza no era más grave de lo que creía. ¿Realmente lo cumpliría? Miró fijamente a sus hermanos.— ¿Cuánto tiempo llevo aquí?
Las cejas de Bastián se arquearon con curiosidad, pero echando un vistazo a su reloj de pulsera, dijo— No estoy seguro, pero creo que llevas aquí unos cuarenta o cuarenta cinco minutos.
— Mierda —Víctor se puso de pie con rapidez y se dirigió corriendo hacia la puerta.— Tengo que irme. Mil gracias por la bebida, Bianca. —Gritó hacia el cuarto al que había entrado Bianca.
— Un momento. ¿Qué…?

Bastián y Romeo le siguieron, con más preguntas sin respuesta, ya que Víctor no se paró a contestarlas. Había cerrado la puerta de su estudio con llave antes de dejar la casa, y Myriam podía asumir que él estaba allí, pero si realmente decidía controlarlo cada hora para asegurarse que se encontraba bien y no recibía ninguna respuesta si llamaba a la puerta, la maldita mujer podía asumir que se había muerto o le había pasado algo y llamar a la policía o a una ambulancia. Podría incluso intentar echar abajo ella misma la puerta. No quería ni imaginar lo que esa mujer podía llegar a hacer.

En el camino a casa se le ocurrieron ideas todavía peores.
Afortunadamente cuando llegó a casa, ella todavía no había echo nada de lo que él se había imaginado. Sin embargo fue obvio desde el momento en que abrió la puerta de que ella estaba levantada e intentando despertarle.

La podía oír gritando y golpeando ruidosamente la puerta de su oficina escaleras abajo. Poniendo los ojos en blanco por el escándalo que estaba formando y el pánico que se discernía en su voz mientras le llamaba por su nombre, Víctor se metió las llaves de casa en el bolsillo y trotó escaleras arriba. Deteniéndose abruptamente en lo alto de la escalera.

Querido Dios. La mujer no solo comía comida de conejos, llevaba zapatos de conejo.

Víctor intentó no mirar estúpidamente las rosadas orejas de conejito de las zapatillas que ella llevaba puestas, fracasando rotundamente, para después ir subiendo su mirada hacía arriba sobre la gruesa bata de felpa rosada y peluda. Si él no había sabido decir antes si ella tenía buena figura, ahora menos. Luego al ver su pelo se sobresaltó. Debía de haberse ido a la cama con el pelo mojado y obviamente este se había encrespado y enredado hacia todos lados durante el sueño; su pelo insistía en irse hacia todos los lados.

Mirándolo por el lado bueno, obviamente ella no había intentado rebajarse haciendo todas esas cosas que se suponían hacían las mujeres para seducir y conseguir que los hombres hicieran lo que ellas querían. Aunque por raro que pareciera Víctor se sintió un poco decepcionado de que no lo hubiera hecho. No entendía por qué. No le gustaba esa mujer. Es más, incluso podría haber estado abierto a una pequeña seducción.

— Buenas noches. —Dijo él cuando ella hizo una pausa en sus gritos para tomar aire. Y se encontró de nuevo boquiabierto cuando Myriam se dio la vuelta rápidamente para enfrentarle.

— ¡Usted! Yo... pensé… creí... —Ella se giró para señalar la puerta cerrada y señalarlo de nuevo a él.— La puerta estaba cerrada. Pensé que estaba dentro, y cuando no contestó, yo... —Su voz se fue apagando cuando ella se dio cuenta de su expresión. Repentinamente cohibida, estiró los bordes de su raída bata como si él estuviera intentado tener un mejor atisbo del camisón de franela que se veía a través del escote.— ¿Ocurre algo?

Víctor no pudo evitarlo; sabía que no era muy educado por su parte, pero no pudo evitar que las palabras escaparan de sus labios.
— ¡Dios mío! Pero, ¿qué es ese pegote que tienes en la cara?
Myriam inmediatamente soltó su bata y se llevó ambas mano a la cara, intentando ocultase tras ellas, y su boca soltando un alarmado
— ¡Oh! —Cuando recordó la máscara verde que se había puesto antes de acostarse y que ya se le había secado.

Obviamente era algún tipo de tratamiento de belleza, dedujo Víctor , pero Myriam ya no estaba allí para explicar exactamente de que tipo.

Dando media vuelta, había escapado hacia la habitación de invitados, cerrando la puerta tras ella. Después de unos segundos, se oyó su voz tensa.— Me alegró que esté bien. En su mayor parte. Me preocupé cuando no contestó a mis llamadas. Volveré a pasar a ver que tal estás en una hora.

El silencio se hizo en el vestíbulo.

Víctor esperó un momento, pero como no oyó el sonido de pasos alejándose de la puerta, dedujo que ella estaba esperando algún tipo de respuesta. “No”, fue la primera respuesta que le vino a la mente. No quería que ella controlara su estado.

Es más, no la quería en su casa. Pero se encontró con que eso era algo que no podía decirle. Se la había visto terriblemente avergonzada de que él la hubiera pillado con ese aspecto tan desastrado, y realmente no podía culparla. Se la veía realmente espantosa con esas ridículas zapatillas de conejito.
Sonrió al recordar su aspecto de pie en el vestíbulo con ese aspecto. Myriam se veía fatal, pero de una forma tan adorable que le habían entrado ganas de abrazarla... hasta que había visto esa crujiente máscara verde en su cara.

Víctor decidió no causarle más malestar con un “no” que seguramente ella ya esperaba y en su lugar dijo un “Buenas noches” con un tono de voz inquietamente áspero. Cuando marchaba hacia la puerta de su oficina, oyó un suspiro proveniente desde el otro lado de la puerta, y después un pequeño “buenas noches” en respuesta. Luego el sonido de pasos alejándose de la puerta. Se iba a la cama, pensó él.
Después se oyó un chasquido, y el hilo de luz que se veía por debajo de la puerta de la habitación de invitados se apagó.

Víctor se detuvo. ¿Por qué estaban las luces encendidas?
¿Estaba volviendo a programar la alarma del reloj despertador en una hora?
¡La estúpida mujer realmente tenía intención de controlarlo cada hora!

Sacudiendo la cabeza entró en su oficina, encendiendo las luces de un golpe. Le daría quince minutos para que se durmiera y luego entraría en la habitación y apagaría el reloj despertador. Lo último que necesitaba era que le estuviera fastidiando toda la noche. Aunque también se le ocurrió que si ella no dormía mucho esa noche, entonces probablemente dormiría hasta más tarde por la mañana para compensarlo, lo que significaría que tendría menos tiempo para meter sus narices donde no le llamaban mientras él estaba durmiendo.

No, decidió él. Ella le había dicho que no curiosearía, y el creía en su palabra.

En su mayor parte.
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Mensaje  nayelive Mar Mayo 04, 2010 12:07 am

gracias aitana por el capi
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Mensaje  alma.fra Mar Mayo 04, 2010 12:28 am

Muchas gracias por el capitulo, pobre Vic jaja.
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Mensaje  Eva_vbb Mar Mayo 04, 2010 12:31 am

muchas gracias x el cap... besitos para la nene
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Mensaje  aitanalorence Mar Mayo 04, 2010 1:29 pm

Gracias por sus mensajitos What a Face

Myriam miró a su alrededor.
Sin dejar de pensar. Había planeado una serie de cosas para ese día que definitivamente no incluían que se durmiera; pero, bueno, los planes podrían mejorar, si es que se podía. Aunque siempre le salían mal.
Myriam se despertó a las diez de la mañana. Su primer pensamiento fue preguntarse donde estaba. Lo segundo que pensó, una vez que recordó donde estaba y por qué, estaba.— Oh, mierda, la alarma no ha funcionado. —Saltando sobre la cama, alcanzó el despertador para comprobarlo. Estaba bien puesto. Myriam miró ceñudamente a la maldita cosa, estaba segura de que lo había puesto después de su última comprobación a Víctor . Claramente recordaba haberlo puesto y encenderlo. Pero estaba desconectado. Lo colocó en su sitio frunciendo el ceño. ¿Se habría despertado un segundo solamente para alcanzarlo y apagarlo? Debía de ser eso, comprendió haciendo una mueca.
— Que pasa contigo, montemayor. La única excusa para quedarte aquí, la oportunidad perfecta para congraciarse con este hombre, y lo has dejado pasar. —Ese había sido su pensamiento, él no podría expulsarla de su casa después de haberse despertado cada hora para ver si se encontraba bien. Pero ahora que había fallado en esa tarea, él la echaría antes del mediodía, si él no hubiese estado escribiendo durante toda la noche como iba a hacer. Si hubiera escrito durante toda la noche, no se despertaría hasta las dos o tres. Por lo que ella estaría fuera de allí para las tres o las cuatro .
— Muy bien hecho, Myri. —Ella apartó la sábana y se levantó de la cama. Ahora tendría que buscar otra buena excusa para quedarse hasta que convenciera a Víctor para que cooperase.

Myriam reconsideró el problema mientras se duchaba, mientras se secaba, mientras se vestía, mientras se lavaba los dientes, mientras se peinaba el cabello y mientras se aplicaba algo de maquillaje. Al final lo dejó como una causa perdida hasta que hubiera comido algo. Siempre pensaba mejor cuando tenía el estómago lleno.

Salió de la habitación de huéspedes, haciendo una pausa en el vestíbulo y mirando fijamente a la puerta que estaba enfrente de la suya. Tal vez debería comprobar como se encontraba su anfitrión. No lo había comprobado en toda la noche. El hombre podría estar en estado comatoso sobre el suelo de su habitación.

Frunció los labios pensativamente mientras pensaba en esa probabilidad, entonces sacudió la cabeza. No. No una buena idea, decidió. Había descuidado su responsabilidad de comprobar su estado por la noche; lo último que querría sería despertarlo antes de que hubiera encontrado algún modo de redimirse.

Dándose media vuelta, se desplazó silenciosamente como buenamente pudo hasta la escalera y bajó. Su primera parada fue la cocina. Puso la cafetera, luego inspeccionó el contenido del frigorífico. Aunque ya supiera cada artículo que había en su interior, era una manera de divertirse, al mirar cada producto y fingir que podría comer algo grasiento y malsano como huevos con beicon. Desde luego, no lo hizo.

Se conformó con algo menos satisfactorio, como un sano zumo de pomelo y cereales. Entonces se echó una taza de café y lo bebió a pequeños sorbos mientras miraba detenidamente por la ventana del patio trasero de Víctor . Era grande, limpio, con un césped recién cortado rodeado por árboles. Obviamente algún profesional se encargaba de hacerlo. Como también ocurría en la casa.

La casa de Víctor mostraba que estaba hecha con clase y riqueza , tanto dentro como por fuera. Era grandiosa y llena de antigüedades, pero fuera estaba lo mejor de todo. La casa estaba sobre una propiedad rodeada por árboles y hierba, todo bien resguardado y oculto a la gran ciudad que se encontraba en sus inmediaciones.

Era magnífica y tranquila, y Myriam estaba disfrutando de ella mientras se bebía su café.
Sirviéndose otra taza, vagó por la cocina, y dio un paseo por el pasillo, con su mente trabajando para conseguir algún plan para poder permanecer en la casa al menos otra noche.

Realmente tenía que convencer a Víctor para que hiciera al menos una de las entrevistas. Myriam sospechaba que él nunca acordaría hacer un viaje para una firma de su libro, ella ya había desechado esa idea, pero seguramente podría persuadirlo para hacer un par de entrevistas.

¿Posiblemente de forma telefónica o por Internet? Un par de sus otros escritores lo habían hecho por correo electrónico. El entrevistador les enviaba un correo electrónico con las preguntas, y el escritor contestaba también por correo electrónico. O por servicios de mensajería; también sabía de escritores que habían hecho las entrevistas de esa manera. ¡Vaya por Dios! ¿Seguramente esto no sería demasiado trastorno? Víctor ni siquiera tendría que abandonar su casa.

Estaba a punto de entrar en la sala de estar con su café cuando descubrió una caja sobre la mesa del pasillo.
Myriam la reconoció inmediatamente. Había embalado la maldita cosa con todas las cartas de sus admiradores y se la había enviado ella misma.
Cambiando de dirección, siguió por el pasillo hasta la mesa, fulminando la caja con la mirada. ¡Ella se la había enviado hará tres meses! ¡Tres meses! Y él no se había molestado en abrir la maldita cosa, sin hablar de responder a cualquiera de las cartas que había enviado.

— Demonio de hombre. —Refunfuñó.— Ingrato, estúpido… maravilloso hombre. —Esto último lo dijo con una sonrisa incipiente, pensando una excusa para quedarse otra noche.— Oh. —Respiró.— Dios bendice a los estúpidos, con escabrosas sendas.

Música salsa. Esto fue la primera cosa que Víctor escuchó cuando se despertó. Él reconoció la melodía; un éxito del momento. Una imagen breve se creó en su cabeza, la de un delgado hombre, un bello latino bailando alrededor con ropas oscuras.
La música le facilitó encontrar a Myriam. Simplemente se guió con el sonido hasta la sala de estar, donde hizo una pausa en la entrada para observar como había desordenado la habitación mientras él había estado durmiendo. La habitación que había estado aseada y ordenada cuando él se había ido a la cama ahora estaba inundada de papeles. Cada superficie disponible tenía cartas abiertas y sobres encima. Myriam se movía bailando alrededor de la caja que era el centro de este lío, sacando las cartas, abriéndolas, y colocándolas en un montón o en otro por orden.
— Husmeando. ¡No! —Rugió él .
Myriam, que estaba contoneándose rápidamente, un movimiento bastante atractivo, para ser honesto, con la caja medio vacía, dio un brinco alarmada. Dándose la vuelta hacia la puerta, soltando la caja y enviándola al suelo.
— ¡Mira lo que me has hecho hacer! —Gritó, sonrojándose por la vergüenza. Se agachó para recoger la caja y su contenido.
— Husmeando. —Repitió Víctor . Avanzando, se elevó sobre ella mientras ella recogía los sobres caídos.
— Yo.... —Lo miró detenidamente desde abajo con aire de culpabilidad, entonces mostró su irritación. Desde su posición, lo fulminó con la mirada.— Apenas tuve que husmear. La caja estaba allí sobre la mesa del pasillo. La vi al pasar.
— No estoy seguro, pero me parece que es ilegal abrir el correo de otra persona. ¿No es un delito federal?
— Estoy bastante segura que eso no se aplicaría cuando el correo lo ha enviado uno mismo y realmente envié esta caja. ¡Hace tres meses! —Agregó gravemente.
— Pero no escribiste las cartas que había en su interior.
Myriam frunció el ceño, entonces volvió su atención a los sobres sin abrir que había en la caja. Luego explicó.
— Vi que aún no lo habías abierto, y pensé que quizás debía de ayudar. Es obvio que estabas abrumado por el número de cartas.
— ¡Ajá! Yo no tenía ninguna idea del número de cartas. Todavía no lo había abierto.
— No, no tenías idea. —Concedió después de un momento. Luego ella preguntó.— ¿Qué problema tienes con el correo? Nunca había encontrado a nadie que lo abandonara así durante meses. No me extraña nada que seas tan lento en contestar mis cartas.
Antes de que él pudiera responder, ella se giró y siguió.
— ¿Y cómo pudiste ignorar estas cartas como hiciste? —Ella señaló las mini-torres construidas alrededor de toda la habitación.— Estos son tus lectores, ¡tus admiradores! Sin ellos, no eres nada. Ellos pagan un buen dinero por tus libros, dinero suficiente que dice que disfrutaron con lo que escribes. Tus libros no serían publicados si no hubiera lectores para leerlos. ¿Cómo puedes ignorarles de esta manera? Ellos perdieron su tiempo y se molestaron en escribirte. Dicen cosas maravillosas de ti, de tus libros, de tu escritura. ¿Alguna vez no admiraste el trabajo de alguien o disfrutaste de él tanto que quisiste decirles que apreciabas su labor? ¡Deberías de estarles agradecido por haberse tomado la molestia!
Víctor la miró fijamente con sorpresa. Ella se mostraba bastante apasionada, con su cara sonrosada, elevando su pecho. Y era un pecho muy agradable, notó. Ella tenía una figura muy agradable en general, hasta con sus cómodos vaqueros y la camiseta que ella había decidido llevar puesta hoy.
Todo se notaba muy agradable a la vista, pero no era el momento. Se reprendió mentalmente y se tomó un momento para aclarar su garganta antes de intentar hablar. El problema era, que no podía recordar lo que ella había dicho o lo que él debería decir en respuesta.
— ¡Ajá!! —Había triunfo en su cara.— No tienes ninguna respuesta, ¿verdad? Por que tengo razón. Entendí claramente esta situación, y decidí, con toda la buena voluntad de mi corazón; ayudarte. No tienes que agradecérmelo. —Dijo con un tono bastante autosuficiente. Luego ella se volvió y recogió y abrió otra carta.
Víctor se encontró a si mismo casi creando una sonrisa burlona en sus labios cuando la miró. No fue capaz de leer su mente para saber que esto era en realidad un caso de buena voluntad, pero si creía categóricamente que era una manera algo sinuosa de permanecer en su casa el tiempo suficiente para convencerlo de hacer publicidad para sus libros. Decidió, que era su buena voluntad, dejarla que permaneciera el tiempo suficiente para ayudarlo con las cartas. No había tenido ninguna intención de contestarlas. No conocía a ninguna de estas personas y esto era una tarea muy pesada, pero ahora... Bueno, su discurso en realidad lo había convencido. Hasta cierto punto, claro.
— Muy bien. Puedes ayudarme con las cartas si tienes suficiente tiempo. —Anunció.
Myriam sacudió la cabeza ante la magnificencia de Víctor A. Garcia.
— ¡Bien! Como tan magníficamente me permites... —Ella hizo una pausa. Sus burlonas palabras fueron a un saco roto; ya que Víctor había abandonado la habitación. ¡Maldito Hombre! Era el ser más frustrante, irritante... ¿Y qué era ese discurso sobre el tiempo suficiente? Este hombre parecía una antigüedad misma por su forma de hablar y tenía un leve acento que no sabía donde ubicarlo. Esas dos cosas comenzaban a molestarla.
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