Vicco y la Viccobebe
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Sed eterna

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Sed eterna - Página 9 Empty Re: Sed eterna

Mensaje  aitanalorence Miér Mayo 18, 2011 4:27 am

— ¿Qué...? —Comenzó Myriam a asombrarse.

— Estoy atrapado en algo. —Dijo Víctor secamente.

Myriam parpadeó, la confusión llenaba su mente.

— ¿Qué quieres decir con que estas atrapado en algo?. —Ella estaba imaginando... bueno, era no pensar mucho en lo que estaba imaginando. Myriam pronto aprendió que era peor que eso.

— El mantel. —Dijo Victor, inclinándose ligeramente hacia un lado para intentar ver el problema.— Uno de los alfileres.

Era todo lo que tenía que decir; Myriam obtuvo el cuadro de inmediato. Una de los alfileres enjoyados de el calzón ridículo que llevaba Víctor se había, de alguna manera, enganchado en el mantel. Muy para su horror, un estallido de risa se escapó de sus labios.

Víctor no se estaba divirtiendo.

— Esto no es gracioso. —Le dijo él desagradablemente.— Tengo que aliviarme urgentemente. No puedo levantarme.

— Entonces... ¿ustedes tienen que ir al baño también? —Preguntó Myriam con interés.

Víctor la miró como si ella hubiera perdido el juicio.

— ¿De dónde sacas tus pensamientos?

— Bueno —explicó ella en defensa propia— en sus libros Bram, Drácula nunca tuvo que aliviarse. Yo nunca pensé...

— Dudo que Mina se haya aliviado tampoco. —Gruño Víctor. Dio un tirón al mantel, haciendo que el y todo lo que había encima resbalase más o menos unos 2 centímetros hacia Víctor.

La conversación alrededor de la mesa se detuvo. Myriam miró hacia arriba para ver que todos estaban observando a Víctor con varios niveles de horrorizada fascinación. Sabiendo que Víctor nunca pediría ayuda, Myriam decidió salvarlo de su orgullo. Atrajo la atención hacia ella misma aclarando su garganta, luego sonrió a Cesiah .

—Cesiah ¿puedes ayudar a Víctor? Él tiene alguna dificultad.

— Seguro, ¿cuál es el problema?. —Su amigo comenzó a levantarse.

— Uno de las alfileres de su calzón se enganchó al mantel. Tal vez tú podrías meterte debajo de la mesa y soltarlo. —Sugirió Myriam

Cesiah se rió — Estas bromeando, ¿verdad?

Cuando Myriam negó con la cabeza, él calló abruptamente hacia atrás en su asiento.

— Perdón. El desenganche del calzón no es mi departamento.

— ¡Cesiah ! —Dijo Myriam desagradablemente.

— Myriam. —Respondió él secamente.— Es tu escritor. te metes bajo la mesa y lo sacas.

— Yo pensé que él te agradaba. —Dijo Myriam acusadoramente.

— No tanto. —Cesiah devolvió el disparo. Luego él miró apológicamente a Víctor.— Perdón, Vic

— Realmente lo entiendo. Yo lo manejaré. —Respondió Vpictor con dignidad, pero se estaba sonrojando ferozmente, notó Myriam con interés. Ella no sabía que los vampiros pudieran sonrojarse.

Víctor dio un tirón al mantel nuevamente, y Myriam frunció el ceño. Iba a volcar la mesa o estropear el traje que ella había alquilado. Ninguna opción era buena. Myriam no deseaba encontrar sobrantes de la cena en su traje alquilado; ella no quería tener que pagar para que lo limpiaran. Tampoco quería tener que reemplazar el ridículo calzón que Víctor vestía porque él lo había arruinado. Tragó lo último de su vino, colocó su vaso sobre la mesa y se giró hacia Víctor.

— Esta bien. Saca tus manos del camino y déjame echar una mirada.

Víctor vaciló, luego sacó sus manos y las colocó encima de la mesa. Myriam prontamente se inclinó para tratar de ver que estaba sucediendo. Myriam estaba en el ángulo equivocado.

— ¿No puedes alejarte un poco más? —Preguntó Myriam

— No sin llevarme el mantel conmigo. —Estalló Victor.

Myriam se enderezó y miró con atención alrededor, no se asombró al ver la mesa llena de escritoras, todas mirando ávidamente. Su mirada encontró la de Jodi al otro lado de Víctor.

— No puedo ver nada desde este ángulo. Voy a tener que meterme debajo de la mesa.

Los ojos de Jodi miraron alrededor, luego se puso de pie.

— Vamos chicas, no hay necesidad de que sepamos que está pasando. Podemos actuar como una barricada.

Las otras escritoras prontamente se pusieron de pie y se movieron alrededor de la mesa. Myriam observó con alivio mientras ellas formaban un semicírculo alrededor de su asiento y del de Víctor, sus amplias faldas haciendo una agradable cortina. Cesiah era el único que quedaba sentado. El miraba la operación con ojos muy abiertos aparentemente inseguro de si debería estar horrorizado o reírse.

— Sigue adelante. —Dijo Jodi cuando cada una estuvo en su lugar. Las demás escritoras inclinaron la cabeza.

Myriam se sintió ridícula, como un soldado siendo enviado a una misión secreta sólo. Deseando tener más vino, aspiró profundamente, luego se deslizó de su asiento bajo la mesa. Estaba terriblemente oscuro. Y caluroso. Myriam se arrodilló al lado de las piernas con medias de Víctor, su cabeza giró, atenta para ver el alfiler y que lo tenía atrapado, pero ella no estaba en el ángulo correcto y tampoco estaba suficientemente cerca.

Gruñendo entre dientes, Myriam se acercó, arrodillándose entre las rodillas de él; luego ella trató de alcanzar tentativamente el mantel. Myriam de ninguna manera iba a tocar su calzón, no, al menos si lo podía evitar. Levantó la tela un poco, pero realmente estaba enganchada.

— ¿Necesitas una vela o algo allí abajo? —Preguntó Jodi servicialmente. Su cabeza apareció repentinamente bajo la mesa, luego desapareció y Myriam la oyó preguntar— ¿Tiene alguien uno de esas linternitasas en su bolso? Yo normalmente llevo uno, pero...

El resto de lo que dijo se perdió para Myriam porque la otra mujer comenzó a enderezarse.

— Ciertamente te has metido en una situación interesante, Myriam. —Murmuró Myriam, tratando de deshacer el manojo de tela para poder encontrar donde estaba enganchado Víctor. Era su trabajo asegurarse de que las cosas funcionaran como un reloj para sus escritores, y ayudarlos a salir de situaciones embarazosas. Pero ella consideraba que esta situación estaba más allá de los llamados deberes del editor. Si Víctor no estuviese en esta obligación, ella ni siquiera hubiese pensado en arreglarlo ella misma. El cual era un punto interesante, uno que completaría más tarde. Se sobresaltó cuando algo chocó con la parte inferior de su mano. Era el calzón, Myriam se dio cuenta con asombro. Parecía que Víctor había encontrado la experiencia algo más que embarazosa.

Víctor deseó que la tierra se abriera y lo devorase. Podría también llevarse a cada una de las escritoras que lo rodeaban, y a Myriam también si quería, para que acabara este sufrimiento, el momento más bochornoso de su vida.

No era suficientemente malo que su calzón estuviese enganchado en el mantel, pero ahora Myriam estaba arrodillada entre sus piernas tratando de desenredarlo, y eso estaba dando lugar a pensamientos que no tenían nada que ver con liberarse para que él pudiera visitar el baño de hombres. Él estaba imaginándose como sería sí… y tuvo la esperanza de que Myriam no se diera cuenta de lo que estaba imaginándose.

¿Cómo terminó él en esta posición? Él era un hombre al que le gustaba el orden y la rutina. Él no concurría a conferencias ni a bailes renacentistas. ¿Cómo su vida se había salido tanto de control? Algo empujó su calzón, y él saltó en su asiento, olvidándose de las mujeres alrededor de él.

— Perdón. —La voz de Myriam vino amortiguada desde abajo de la mesa. Sonaba como si ella estuviese hablando entre dientes. Víctor cerró sus ojos humillado y deseando atravesar su corazón con una estaca.

— ¿Te pinchó con un alfiler?. —Beth, una de las escritoras, preguntó con preocupación.

Víctor gruño en respuesta, pero salió más como un quejido. Tomando eso como un sí, Beth palmeó su hombro con compasión.

— Aquí estás.

Víctor giró su cabeza para ver a Lady Barrow abriéndose camino hacia él a través de la reunión de escritores, Jodi se presionó contra la mesa cerca de su pierna, bloqueando la vista de Myriam debajo. Lady Barrow apareció, un poco curiosa de las mujeres que estaban agrupadas allí, pero no preguntó. En cambio, sonrió a Víctor.

— Me dijeron estabas sintiéndote mejor, pero quería verte yo misma.

Víctor la miró fijamente, sabiendo que sus ojos se habían vueltos redondos como calabazas. Normalmente, él se habría levantado si una señora se le hubiese acercado; pero eso era imposible. Pero esa no era la razón por la que sus ojos se habían vuelto redondos, pensó. El hecho era, que ignorante de la presencia de Lady Barrow, Myriam había agarrado su calzón y calzon .

— Perdón. —La voz de Myriam vino desde debajo de la mesa nuevamente.— Estoy teniendo problemas para ver este alfiler.

La sonrisa de Lady Barrow se congeló. Sus ojos se dispararon hacia abajo donde la falda de Jodi escondía la mesa, luego viajaron hacia la cara alarmada de la escritora, luego se deslizaron hacia la expresión avergonzada de Víctor. Antes de que ella pudiera decir una palabra, la voz de Myriam sonó otra vez. Estaba irritada y cortante.

— ¡Demonios, Víctor! En el momento en que yo te desenganche, insisto en que te saques estos malditas alfileres. Son una maldita molestia.

— El calzón de Vic se enganchó con el mantel. —Espetó Jodi, mientras Lady Barrow abría su boca.— Myriam está tratando de liberarlo.

— Su calzón quiere decir. —Agregó Beth servicialmente.— Myriam está tratando de liberar su calzón del mantel. No a él del calzón.

— Ya veo. —Murmuró Lady Barrow, viéndose para nada segura de como manejar la situación. Su espanto duró sólo un momento, sin embargo, luego gesticuló a Jodi para que se volviera a un lado, sacó al mantel del camino, y se arrodilló para asomarse bajo la mesa.— ¿Puedes ver ahí, Myriam, o tendré que pedirle a alguien que traiga una luz?

— ¿Lady Barrow? —La voz de Myriam sonó increíblemente pequeña.

— Sí, soy yo. ¿Necesitas luz ahí abajo?.

La maldición amortiguada que vino de abajo de la mesa fue casi ahogada por completo por una repentina carcajada de arriba. Víctor abrió sus ojos para ver a Cesiah cubriéndose la boca. El hombre estaba perdido. Víctor supuso que no lo podía culpar. Si no estuviese en el centro de la debacle, entonces él podría encontrarla horrendamente divertida también. Pero él la encontraba terrible.

Víctor no pudo oír la respuesta mascullada de Myriam a Lady Barrow, pero debió ser afirmativa, pues la mujer se enderezó, miró alrededor, luego mandó a uno de sus trabajadores a buscar una linterna. El hombre salió como una bala; luego Lady Barrow se giró para examinar la expresión dolorida de Víctor. Ella palmeó sus hombros apaciguadoramente.

— No importa. Este tipo de cosas nos ha pasado a todos en algún momento. —Su boca hizo un gesto como de excusa.— Bueno, no precisamente este tipo de cosas, pero tú sabes lo que quiero decir.

Víctor gimió y cerró sus ojos nuevamente. Luego una voz fanfarrona dijo:

— Bueno, ¿qué está pasando aquí? ¿Por qué están todas mis escritoras amontonadas?.

Myriam reconoció la voz de el Sr. Montemayor y podrías haber llorado. En lugar de eso, recostó su cabeza débilmente sobre la rodilla de Víctor y se preguntó si la situación podría posiblemente ponerse peor. Primero Lady Barrow fue testigo de este evento humillante, y ahora el dueño de la compañía había llegado. ¡Oh, ella realmente impresionaría a todos con este congreso! Todo era mucho más fácil cuando JAck había estado al cargo y ella sólo había sido una asistente.

¿Qué? —El rugido horrorizado debió ser oído probablemente desde una punta de la recepción hasta la otra, pensó Myriam, y a juzgar por la forma de la conversación general y por la repentina aquietada risa, ella supo que estaba en lo correcto. Dios querido, pronto todo el mundo iba a saber que ella estaba allí abajo.

— ¡Allí estas! —Oyó a Lady Barrow exclamar.— Gracias.

El mantel se levantó, y la mujer apareció. Para el asombro de Myriam, con la linterna en la mano, Lady Barrow, se arrodilló y se deslizó debajo de la mesa al lado de ella.

— Hace calor aquí abajo, ¿no es cierto? —Comentó amigablemente como si hiciera esta clase de cosas todos los días. Lady Barrow se acomodó, prendió la luz, alumbró donde el mantel y el calzón estaban enganchados, luego inclinó la cabeza solemnemente a Myriam.— Hazlo chica. Cuanto antes lo desenredes, antes podremos salir de aquí.

Era más fácil decirlo que hacerlo. Víctor estaba bien y verdaderamente enganchado. Por lo menos tres de la media docena de los alfileres de su calzón estaban enganchadas en varias partes del mantel. Uno de los alfileres probablemente se había trabado primero, luego Víctor al tirar había enganchado los otros. Llevó un poco de trabajo liberarlos.

Lady Barrow permaneció pacientemente, continuando con la luz estable, teniendo la tela fuera del camino cuando Myriam necesitó una mano extra, dando consejo y diciendo un chiste ocasionalmente para aliviar la tensión del momento. Ella ni siquiera quería adivinar como se sentía Víctor. Tenía que ser una horrible tortura.

Si Myriam no se detenía pronto, Víctor posiblemente iba a avergonzarse a si mismo allí en la mesa con todos mirando. Ella no lo estaba tocando de ninguna forma sexual, pero el sólo hecho de que ella estuviera entre sus rodillas, hacía que reaccionara como un adolescente. Él había vivido un largo tiempo, pero Víctor nunca se había encontrado en una situación así antes. Y le rogaba a Dios no estarlo nunca más.

— ¡Aquí hay otro libre!

La voz de Myriam vino de debajo de la mesa, y todos los que estaban alrededor hicieron ruidos. Víctor supuso que eran de felicitación y aliento.

Él miró hacia arriba, a Jodi y la vio mirando atentamente su regazo. Él compuso una sonrisa lastimera.

— ¡Oh, Dios mío!

Esa exclamación de una de las otras escritoras atrajo la atención de Jodi y la de él. Era Beth, y ella lucía absolutamente horrorizada. Víctor sintió a su corazón hundirse. Él había pensado que la llegada del presidente de la compañía de Myriam era la peor cosa que podía pasar, pero la expresión de la escritora sugería otra cosa.

— ¿Qué es? —Preguntó él, decidiendo que lo mejor era enterarse.

— ¿Conoces a esas personas de los documentales? ¿Los que han estado filmando todo? —Preguntó ella.

— No. —Víctor no había oído de ningún documental que estuviese siendo filmado.

— Ellos están siempre haciendo documentales en las conferencias—Agregó Jodi.— Adoran filmar a todas las mujeres y la gala o algo así.

— Si, y no mires ahora, pero están viniendo hacia acá. Y también ese fotógrafo del periódico local.
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Mensaje  aitanalorence Miér Mayo 18, 2011 4:30 am

— ¡Oh, Dios! —Murmuró Jodi.— Probablemente está buscando a Lady Barrow. Él ha estado rastreándola toda la noche.

— Demonios. —Dijo Víctor entre dientes. Definitivamente todo había empeorado.
* * * * *


— El último..

— Bien.

Myriam no la podía culpar, las dos estaban inclinadas, las cabezas ladeadas hacia un lado y las espaldas presionadas contra el fondo de la mesa. Myriam tenía que realmente respetar a la mujer por venir allí abajo con ella. No había habido necesidad, pero Lady Barrow, tenía ese tipo de si-hay-algo-que-hacer, hagámoslo.

Suspirando, Myriam se obligó a concentrarse en la tarea que tenía por delante. Un último alfiler por liberar y ellas podrían salir de allí. Luego ella le insistiría a Víctor que fuera directo hacia el baño de hombres y se sacara los alfileres enjoyados. Ella no podía imaginar como él los había puesto en el maldito calzón en primer lugar. Y fue una suerte que no hubiese bailado con él antes de que esto ocurriera, ella habría encontrado su vestido atrapado. ¿No habría sido divertido, tener que desenredarse allí, en el medio de la pista de baile, frente a la vista de todos? Ya había suficientes personas que sabían que estaba debajo de la mesa trabajando en el calzón de Víctor; no necesitaba que hasta el último asistente del congreso viera su apuro.

— Lo tengo. Estas libre. —Gritó Myriam con alivio mientras el último alfiler se soltaba. Ella comenzó a apartarse, sólo para encontrar su manga deteniéndola abruptamente. De alguna manera, mientras ella estaba desenganchando el mantel del último alfiler, su manga se había quedado atrapada en otra. Ella estaba ahora pegada a Víctor, su muñeca con su calzón.

— Demonios. —Dijo ella.

— ¿Qué pasa?. —Preguntó Lady Barrow, frunciendo el ceño. Algo como un alboroto comenzó del otro lado del mantel. Todo el mundo parecía estar hablando al mismo tiempo.

— Estoy atrapada con un alfiler de su... —Jadeó Myriam, arrodillándose para no desgarrarse la manga si Víctor repentinamente se levantaba. El chirrido de las patas de la silla de Víctor en el suelo ahogó por completo su grito de alarma, y ella se vio forzada a salir rápidamente de debajo de la mesa mientras él comenzaba a levantarse. Myriam parpadeó en contra de un destello repentino, oyó a Víctor maldecir, pero quedó brevemente ciega. Había estado oscuro bajo la mesa.

— Cuidado, Señor Garcia. —Advirtió Lady Barrow, gateando fuera de debajo de la mesa.— Ella tiene su manga atrapada a su...

Lady Barrow dejó de hablar al ver las nuevas adiciones en su audiencia. Myriam las notó también, sus ojos se adaptaron, y lentamente notaron la cámara de filmar apuntando en su dirección. También había un fotógrafo con una cámara que parecía muy profesional. Se dio cuenta que el destello había sido él sacando una foto.

Víctor, haciendo lo mejor para ignorar su mano colgando delante de su ingle, dijo en un apenado, educado tono.

— Llámeme Víctor, por favor, Lady Barrow.

— Yo, yo, yo.. —Dijo el hombre con la cámara que parecía muy profesional.— Usted no me mencionó este evento, Lady Barrow.

— ¿Quién...? —Comenzó Myriam, sabiendo que no quería oír la respuesta.

— El periódico local. —Dijo Lady Barrow desagradablemente. Ella se puso de pie.— Y ahora que ésta emergencia terminó, creo que debo hacerme cargo de la próxima.

Jodi y las otras escritoras ayudaron a la mujer a arreglarse la falda; luego tomó el brazo del reportero, lo giró y comenzó a caminar con él hacia su mesa.

— Apuesto que ella tiene a ese hombre comiendo de su mano en diez minutos. —Dijo Jodi con admiración. Girando hacia Víctor y Myriam, sonrió alentadoramente.— Esa fotografía no llegará a los periódicos. Lo garantizo.
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Sed eterna - Página 9 Empty Re: Sed eterna

Mensaje  aitanalorence Miér Mayo 18, 2011 4:44 am

Estaban en la página principal del Diario mas importante

— Él no se lo dio a su editor, pero no sé quién podría haberlo hecho. —Dijo Jodi en un tono descontento. Ella había telefoneado a Myriam y a Victor a primera hora de la mañana y les exigió que se encontraran con ella en el restaurante principal para desayunar. Myriam inmediatamente había sospechado lo peor. Y había estaba en lo cierto.

Se veía miserablemente en la foto del periódico. Estaba Víctor, medio levantado y luciendo muy guapo en su traje, y estaba ella, luciendo como alguna chica barata gateando debajo de la mesa para agarrarlo... Suspiró miserablemente y leyó el titular otra vez.

¿Momentos “Medievales”? Anunciaba en grandes letras.



La editora de Montemayor Publishing, Myriam Montemayor agarra con todo el gusto posible al escritor de romance vampírico, Alexander Von



Myriam gimió y comenzó a cerrar de un golpe el periódico, pero hizo una pausa para releer una nota del escritor. Ella miró con mayor cuidado la fotografía.

— Cuando coloqué mis manos sobre ese hombre, voy a... —Comenzó JOdi

— Yo pienso que dice la verdad. —La interrumpió Myriam cansadamente.



— Creo que estás en lo correcto. ¿Pero quién pudo haberla tomado? Las cámaras no estaban permitidas. Habíamos contratado a un fotógrafo para tomar fotos de la gente. Los únicos invitados con cámaras fueron reporteros y... —Su voz se desvaneció, sus ojos se estrecharon.— Qué, que..—Ella se cortó sí misma, claramente disgustada.— Si me excusáis, tengo algo de lo que encargarme.

Ella se levantó, luego hizo una pausa y forzó una sonrisa.

— No te preocupes por esto. Es una tempestad en un vaso de agua. Pasará rápidamente si no das entrevistas acerca de eso.

Myriam suspiró. Víctor también lo hizo. Evitaron mirarse el uno al otro. Habían estado evitando mirarse desde anoche. Jodi había ayudado a desenredar la manga de Myriam de su calzón, después de eso él prontamente se había excusado. Myriam se había puesto en la mesa donde Jodi y las otras escritoras habían tratado de animarla, mientras Cesiah había intentado valientemente no reírse de ella.

Cuándo Víctor no había regresado después de media hora, Myriam se había excusado y había vuelto a su suite. Víctor justamente estaba saliendo de su cuarto. Su mirada había tropezado con la de ella, entonces la apartó rápidamente cuando él le preguntó si la fiesta se había acabado. Myriam le había dicho que no, pero que ella tenía dolor de cabeza y quería acostarse. Él hizo un comentario compasivo, le dijo que él justamente había subido las escaleras por una bebida, de lo cual ella entendió que él había quería decir algo de sangre, entonces se había dicho que quizás él también se relajaría en la suite.

Myriam solamente se había encogido de hombros. Se sentía deprimida y miserable, un fracaso gigantesco en la vida y se preguntó cómo todo había terminado tan mal.

Y eso había sido antes de que su locura fuera exhibida por el periódico.

Ella suspiró otra vez— Supongo que deberíamos encaminarnos a la recepción. —Sugirió finalmente Víctor.

Myriam hizo una mueca. Ella lo había arrastrado al desastre desde el primer día. Ahora Víctor estaba ansioso por irse. Y ella no lo estaba. La última cosa en el mundo que Myriam quería era ir a cualquier lugar donde se tuviese que enfrentar a su padre o al editor en jefe. Si el editor no había estado satisfecho con ella anoche, entonces hoy, después de ver los titulares, estaría lívido. Si ella todavía tuviese su trabajo para el mediodía, entonces sería una mujer afortunada.

Pero, ella se dijo a sí misma, que no tenía sentido evitarlo. Ella también podía aprender de la horrible verdad.



No era tan malo como se había temido. De alguna manera era peor. Myriam todavía tenía un empleo. De hecho, tanto su padre como el editor estaban terriblemente satisfechos con la publicidad que ahora miraba a su editorial. Víctor había estado en primera página, después de todo. Como si hubiese sido Montemayor Publishing. El Editor la felicitó como si su humillación pública fuera una especie de gran esquema promocional. A Myriam le habría gustado estrangularlo. Hacia el final del día, ella decidió que si él la felicitaba de esa manera por más tiempo, entonces lo haría.

Fue más que un alivio para Myriam cuando cerraron la recepción y todo el mundo estuvo libre para prepararse para la fiesta de la noche de Rock 'n' Roll.

Miró a Víctor. El hombre había salido de su concha con una venganza. Cada vez que ella lo había mirado hoy, él había estado hablando con un fan o un escritor. Myriam no pudo estar segura, pero sospechaba que él había tenido más conversación desde su llegada a esta convención de la que había tenido en varias décadas atrás. Él estaba más locuaz conforme pasaban los días, y hoy no había sido la excepción.

Por supuesto, no había ni un solo asistente del congreso que no hubiera visto los titulares. Las noticias sobre la situación también habían sido la comidilla, y mientras la mayoría de la gente habían sido terriblemente compasivas con ella y Víctor, hubo unos cuantos que reían disimuladamente. Ellos ofrecieron sus "Pobres de ustedes queridos" o su "qué bochornoso debe ser esto para ustedes," mientras, no obstante, se reían ahogadamente. Por supuesto, Víctor no sufría esas pequeñas risas disimuladas. Todo el mundo pareció sentir gran simpatía por él, guardando toda su diversión para ella.

Lo cual era lo que normalmente pasaba, pensaba Myriam cansadamente mientras ella caminaba hacia la mesa con Víctor y los otros escritores. La mujer siempre sufrió el desprecio y la humillación, mientras el hombre se quedaba con la gloria o la simpatía. Desafortunadamente, aunque lo intentara, ella no podía estar enojada con Víctor por la manera en como la gente actuaba. Él se había disculpado repetidamente mientras Myriam y Jodi habían trabajado para desenredar su calzón, y ella sabía que él realmente se sintió mal con todo eso. Pero no había sido su culpa. Había sido solamente uno de los desafortunados incidentes de la vida.

Víctor la recorrió con la mirada mientras ella se acercaba, y Myriam logró sacar una sonrisa de las profundidades de sí misma.

— ¿Lista para irte? —Le preguntó.

— Sí. —Ella le sonrió, luego a la mesa en general.— Es tiempo de prepararse para la Fiesta de "Rock’n'Roll".

Víctor se levantó y tomó su mano, recorriendo su cara con su mirada, con un tinte de lo que ella pensó podría ser preocupación.

— Te ves cansada.

— Fue un día largo. —Myriam estuvo de acuerdo con un pequeño encogimiento de hombros. Dejaron la recepción. No hablaron otra vez hasta que alcanzaron sus propias suites. Cesiah no había regresado aún, y la suite estaba vacía y silenciosa.

— ¿Qué lleva uno puesto a una fiesta de rock and roll? —Le preguntó Víctor cuando cerró la puerta tras ellos.

— Bien, pienso que es una fiesta de algún tipo de melodía del ayer. Los años cincuenta. Será Jeans y camisetas. Yo compré una chaqueta de cuero y botas para que te las pusieras. —Le explicó Myriam. Ella había dicho que se encargaría de todo, y esa era la mejor de sus habilidades.

— ¿Una chaqueta de cuero? —Preguntó Víctor, con una ceja levantada.

— Sí. ya sabes como en la tv

— ¿De quién?

Ella miró su expresión desconcertada, luego recordó que él no veía la televisión. Él tenía ese peso, ella se percató con asombro.

— Él es un fresco personaje de una serie de los años cincuenta. Chaqueta de cuero, pantalones vaqueros, botas de cuero y el pelo engrasado hacia atrás. Muy fresco.

— Ah. Si, recuerdo un par de personajes como esos de aquellos días. —Asintió Víctor.— ¿Pero cómo sabías la talla de las botas que me conseguiste?.

Myriam se sonrojó y se encogió de hombros, luego se volvió hacia su puerta. Ella estaba escabulléndose a través de ella cuando admitió:

— Telefoneé a tu madre y le pregunté.

Myriam no esperó por su respuesta, simplemente cerró la puerta ante su alarmada expresión. Luego fue a sacar la ropa empaquetada. Tomó la bolsa, manteniendo la chaqueta de cuero y las botas sobre la cama, luego sostuvo la bolsa transparente sobre su traje para inspeccionarlo. Ésta iba ciertamente a ser una aventura. El disfraz no parecía del todo atractivo. Ella habría apostado cualquier cosa a que esas crinolinas causarían comezón como locas.

Realmente, había estado equivocada, admitió Myriam más tarde cuando se examinó en el espejo. Llevaba puesto zapatos para montar, calcetines, falda rosada de perro de lanas y un suéter crema haciendo juego. Se había recogido el cabello en una cola de caballo y aplicado un maquillaje luminoso, parecía que tuviese dieciséis años. Ella negó con la cabeza mientras reflexionaba, luego decidió que estaba lista y salió andando para recoger la bolsa con el traje de Victor.

Cesiah y Vicco estaban viendo televisión cuándo Myriam se unió ellos en la sala de estar, y su mirada se deslizó como el aceite de la cabeza de uno hacía el otro. Ella quedó con la boca abierta.

— ¿Qué os habéis hecho los dos en el pelo?

Cesiah se volteó y sonrió abiertamente.

— ¿No es genial? Víctor me ayudó con esto. No traje una chaqueta de cuero, pero él dijo que si pegaba un paquete de cigarrillos bajo la manga de mi camiseta me vería genial.

Myriam miró a Víctor. Grandioso. Ahora ella tenía a dos engrasados Fonzies en sus manos. Aún, aparte del peinado, estaban muy diferentes. El pelo de Cesiah era claro, mientras que el de Víctor era tan oscuro como la medianoche. Cesiah era alto y desgarbado

La camiseta de Cesiah era evidentemente blanca; La de Víctor era negra y se ajustada a su pecho, mostrando cada onda de sus músculos. Dios mío, él se veía ardiente. Aún con tanta grasa en su pelo como para freír donnuts.

— ¿Esto es para mi? —Víctor se levantó y caminó hacía ella, su mirada la recorría en una lenta caricia.

— Sí. —Myriam le dio la bolsa de la ropa, consciente de que su cara estaba ruborizada. Ella no sólo lucía como una chica de dieciséis años, se sentía de dieciséis en ese momento.

— Te ves adorable. —Le dijo en un suave susurro.— Dulce y linda. El retrato de la juventud.

Dulce y linda. Myriam meditó sobre esas palabras mientras Victor desenvolvía sus botas y la chaqueta, luego se las puso.

— Los cachorritos son lindos. ¿Y quién quiere lucir como "el cuadro de juventud"?

— Un Ataque perfecto.

Myriam recorrió con la mirada a Víctor mientras él se estiraba, probando sus hombros en la chaqueta. Su mirada no se quedó en sus hombros, sino que se desplazó sobre su pecho donde los músculos se agrupaban.

Linda y joven. Ella suspiró.

— Luces maravilloso. —Cesiah se unió a ellos en el centro del cuarto— Emprendamos la marcha. Tengo que detenerme a recoger un paquete de cigarrillos para pegarlos bajo la manga.

Myriam logró arrancar su mirada del pecho de Víctor. Ella inclinó la cabeza asintiendo, entonces se dio la vuelta para dirigir la partida.
* * * * *


La fiesta de Rock 'n' Roll estaba en plena actividad cuando llegaron. Myriam dio una mirada a los bailarines, en su mayor parte mujeres, y se sobresaltó. Algunos de ellos eran muy buenos. Otros obviamente no tenían ni idea de lo que estaban haciendo. Myriam se temía mucho que ella caería en la última categoría.

— ¿Supongo que tú conoces los bailes? —Le preguntó a Víctor. Ante su afligida expresión, él sonrió abiertamente con una de esas raras sonrisas y asintió.

— Bastante bien, realmente. —Luego agregó.— Te enseñaré.

Para Myriam, que era de las que opinaba que tenía dos pies izquierdos, eso sonaba como una gran amenaza. Pero Víctor fue un maestro muy bueno y, siendo uno de los pocos hombres, tuvo mucha demanda. Él llevó todo con una gran elegancia que casi envió a Myriam al estado de coma. Ella lo vio bailar con casi veinte mujeres a la vez. Él las alineó en filas, enseñándoles pacientemente los pasos en medio de muchas risas nerviosas, luego giró en espiral a las mujeres casi en el aire con la fuerza y la vitalidad de un toro. Las mujeres pensaban que era maravilloso. Myriam, también. Ella no podía creer que éste era el mismo hombre hosco que una vez había cerrado de un golpe la puerta en su cara. Este hombre sonreía. Tenía la paciencia de Job. Este hombre era el sueño de toda mujer. Ella le dejó que le enseñase como bailar.

La fiesta estaba muy divertida, pero Myriam había tenido un día lleno de tensión y se dio cuenta de que estaba cansándose muy temprano. Víctor aparentemente advirtió los bostezos que ella trataba de ocultar.

— Tienes que irte. —Le dijo y la acompañó. Luego la estuvo sermoneando todo el camino de regreso a su suite, la mayor parte sobre que no comía lo suficiente. Él aparentemente había notado que ella había estado muy ocupada hablando con sus escritores como para comer más que unos pocos bocados del buffet.

— No me gusta eso. Tienes que cuidarte mejor. —Insistió él firmemente.— Gastas demasiado tiempo y energía en nombre de tus escritores, incluyéndome a mí mismo. —Se quejó.

Myriam trató de defenderse, diciendo que era sólo una semana al año. Luc no fue lo suficientemente tonto como para creer eso.

— Jodi mencionó muchas otras convenciones que se celebran durante todo el año. —Le dijo.— Y te he escuchado frecuentemente trabajar todas las noches y aún los fines de semana, editando y leyendo libros.

Myriam hizo una nota mental de bloquear a Jodi de su mensajero instantáneo de Windows a altas horas de la noche, si el escritor necesitaba hablar con ella. Ella siempre mantenía activo su mensajero instantáneo mientras estaba en la oficina, en el caso de que alguno de sus escritores tuviese una pregunta. Jodi a menudo le recriminaba porque trabajaba mucho, pero la última cosa que Myriam necesitaba era que Víctor supiera que ella no tenía vida social en absoluto.

Por supuesto, él aparentemente había perdido el interés en buscar la pasión que brevemente habían compartido. Él no había intentado nada desde esa primera noche y la mañana siguiente. Eso había sido el martes y el miércoles. Ahora era viernes por la noche, y aparte de sostener su mano de una manera tranquilizadora, Víctor no había hecho nada para iniciar algo como lo que había ocurrido.

Por supuesto, ni ella tampoco, Myriam lo admitió para sí misma. Ella lo miró considerándolo. Quizá...

— Te vas a ir a la cama inmediatamente, en cuanto regresemos a la habitación. Y no quiero verte de nuevo al menos hasta las siete de la mañana. Eso significa diez horas de sueño. Lo necesitas. —Dijo Víctor firmemente, interrumpiendo sus pensamientos cuando salían del ascensor.

Myriam suspiró interiormente. No había ningún "quizá" sobre eso; El hombre no estaba interesado en acostarse con ella más, y él simplemente se aseguraba de que ella no siguiera con la idea. ¿Habían sido esos primeros dos apasionados encuentros causados puramente por su necesidad de sangre? Quizá él deliberadamente la había seducido sólo en un esfuerzo por "tener un pedacito de comida". Quizá ella no había notado su falta de interés verdadero las primeras dos veces porque había estado tan abrumada, no había sido consciente del hecho de que él deliberadamente podría excitarla para morderla. Ella ciertamente se había dado cuenta de eso la tercera vez y lo advirtió entonces, pero sólo hasta que el practico y deliberado asalto a sus sentidos la había abrumado. Quizá Víctor no estaba interesado en ella como algo más que una cena.





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Mensaje  aitanalorence Miér Mayo 18, 2011 4:50 am

Sed eterna - Página 9 278288


¿Por qué había pensado ella lo contrario? ¿Y cuándo eso había comenzado a significar tanto?

Myriam suspiró infelizmente cuando entraron en su suite. Más bien era desalentador ser nada más que un bocadillo.

— Duerme bien. —Víctor le dio un suave empujón hacia la puerta de su dormitorio, y Myriam pasó sin comentarios. Murmuró un buenas noches antes de deslizarse dentro, pero eso era sólo a causa del orgullo. Sus hombros cayeron bruscamente, su corazón dolió cuando comenzó a desvestirse.

Víctor observó la puerta cerrada detrás de Myriam y frunció el ceño para sí mismo. La mujer trabajaba demasiado, comía muy poco, y se mataba por mantener a todo el mundo feliz, incluyéndose a sí mismo. Ella necesitaba descansar. Necesitaba comer más. Y, sobre todo, necesitaba relajarse. Él podría pensar en muchas formas para ayudarla a hacer eso. Desafortunadamente, la mayoría implicaba a los dos desnudos, y él no estaba del todo seguro de que ella le diera la bienvenida ahora que conocía la verdad acerca de él. En su experiencia la mayoría de las mujeres sentían repulsión por su estado como vampiro. Myriam ciertamente no era la primera mujer que había conocido su secreto a través los años, y él había encontrado, que la mayoría de las veces, le temían al saber la verdad. Para mantenerse a sí mismo y a su familia seguro, a menudo había tenido que esforzarse para poner un velo sobre sus memorias, o persuadirlas de que la revelación había sido simplemente un sueño.

Sin embargo, Myriam no se había mostrado asustada. Ella parecía mirar su vampirismo tan sólo como un problema. Victor era un vampiro, pero él también era uno de sus más exitosos escritores, y él necesitaba sangre. Ella había tenido que encontrarle un poco. Aún había estado dispuesta a permitir intimidades en el cuarto de aseo de hombres para ayudarlo. Aparte de eso, sin embargo, ella no había mostrado signos de interés.

Víctor recordó, su primera noche ahí y la primera mañana, cuándo se habían encontrado a si mismos en circunstancias apasionadas. Pero eso había sido antes de que Myriam supiera que él era un vampiro. Ella muy bien lo podría encontrar repulsivo ahora.

Repentinamente consciente de la tensión en su cuello y sus hombros, Víctor se quitó la chaqueta de cuero y la lanzó sobre una silla. Rotó primero uno de sus hombros luego el otro, luego la cabeza igualmente, tratando de aliviar los músculos. Era obra de Myriam. Él deseaba saber lo que ella estaba pensando y cual era su punto de vista. Quería que lo quisiera. Él la quería. Sonrió. Era un deseo tonto. Myriam era una mujer moderna con aspiraciones en su carrera y una vida y un hogar en Nueva York. El había dejado la vida en la somnolienta Nebraska para dedicarse a un trabajo en la industria editorial. Ella apenas dejaría eso por mudarse a Canadá para tener un romance, y Víctor no la conocía lo suficientemente como para estar seguro de que él quería una vida con Myriam. Para el humano común, un mal matrimonio eran sólo cuarenta o cincuenta años de sentencia; Para él podría ser mucho, mucho más largo.

Su mirada se deslizó por el pequeño bar de la esquina, y consideró tomar un whisky antes de irse a la cama. Pero decidió lo contrario. No era muy bebedor y no quería comenzar a relajarse con ello. El alcohol había causado serios daños a su padre, casi matándolo al final.



Encogiéndose de hombros, decidió que podría mejor ir a dormir.

La primera cosa que sintió cuando entró en su cuarto fue el suave aroma de la sangre en el aire. Luego se dio cuenta de que la lámpara del lado de la cama estaba encendida, y se puso rígido. Él la había apagado antes de salir a la fiesta. Ahora estaba encendida. Su cuerpo comenzó a bombear adrenalina del mismo modo que su mirada barría el cuarto.

La puerta del refrigerador parcialmente abierta, y las bolsas de sangre cortadas que yacían ante el, explicaban el perfume en el aire. Aparte de eso, ninguna cosa parecía perturbada. No parecía estar alguien alrededor. Por supuesto, el perfume de sangre era tan denso que su habilidad usual para sentir a cualquiera cerca estaba obstaculizada.



Víctor dio un paso hacia su suministro de sangre saqueada, intentando ver si algo era recuperable. Pero al tiempo que lo hacía, escuchó el susurro del balanceo de la puerta del dormitorio cerrarse detrás de él. Él giró sólo para sentir la estaca estrellándose contra su pecho.

Myriam se había quitado sus ropas y se debatía entre tomar una ducha o simplemente irse a la cama cuando escuchó un estrépito. Hizo una pausa, inclinando la cabeza para escuchar. Cuando algo se estrelló duramente contra la pared que separaba su cuarto del de Vic, ella agarró rápidamente su bata, la arrastró hacia adelante, y ató el cordón mientras corría a la sala de estar.

La puerta del cuarto de Víctor estaba cerrada. Myriam no se molestó en golpear la puerta, sino que la empujó y entró de prisa. Ella casi chocó violentamente contra dos hombres en pleno combate.

Al principio, todo lo que veía era a los dos hombres enfrentándose el uno al otro, luego vio la estaca, su punta enterrada en el pecho de Víctor y la sangre rezumándose fuera.

Myriam gritó con horror, aunque no supo que lo hizo. Escuchó el grito como un sonido distante.

Al final, salió de su parálisis, y miró salvajemente alrededor. La única arma que podía ver eran las lámparas que estaban al lado de la cama. Corrió a agarrar una, mientras maldecía porque la condenada cosa no se movió. Estaba sujeta a la mesa de noche. Su mirada se lanzó hacía Víctor y su asaltante. Había más sangre, y le dio la impresión de que la estaca se había profundizado más. Víctor parecía estar debilitándose. Aún no había una sola maldita cosa alrededor para usarla como arma. Desesperada, agarró una almohada y se lanzó bateando al desconocido, luego lo golpeó con la almohada en la cabeza y en los hombros. Su ataque tuvo poco efecto en el hombre. Él ni siquiera miró alrededor.

Dando rienda suelta a un aullido de furia cuando su mirada se desvió a la cara pálida de Víctor, Myriam cogió la almohada por cada extremo la balanceó sobre la cabeza del asaltante y la enterró de un golpe en su cara. Agarrándolo firmemente, intentó escalar la espalda del tipo. Para su alivio, él soltó a Víctor y tropezó hacia atrás, tratando salvajemente de agarrarla. Myriam logró evitar los azotes de sus manos, y se agarró de la almohada tanto como podía. Él posiblemente no podría respirar con esto, y ella rezaba para que él se desmayara antes de que lograse atraparla.

Myriam soltó un "oomph," pero logró quedarse en su espalda cuando él se tambaleó para atrás, hacia la pared cercana al armario. Myriam se agarró, sabiendo que ella y Victor estarían perdidos si ella no lo hacía.



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Mensaje  mariateressina Miér Mayo 18, 2011 10:12 am

BIENVENIDA AITANA JJAJAJA QUE PADRE Q YA ESTE X AQUI DE NUEVO Y GRAXIAS X SUBIR LOS CAPITULOS DE LA NOVELAJAJJAAJ

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Mensaje  alma.fra Miér Mayo 18, 2011 10:35 am

Kebueno ke ya regresaste, muchas gracias por los capitulo.
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Mensaje  aitanalorence Miér Mayo 18, 2011 11:55 am

Myriam recorrió desesperadamente con la mirada a Víctor. Él estaba sobre sus rodillas en la cama, sus manos débilmente agarrando la estaca en su pecho.

De pronto recordó que él había dicho que una estaca lo mataría si era dejada adentro demasiado tiempo, y ella supo que tenía que acercarse a él rápidamente. Sus pensamientos estaban dispersos como el hombre que estaba montando que golpeaba hacia atrás, esta vez lanzándolos dentro del armario. Myriam gruñó cuando su cabeza se estrelló contra la barra de ropa.

El dolor fue como una explosión dentro de su cabeza, cegándola con destellos blancos detrás de sus ojos. Myriam quiso agarrar su cabeza y sostenerla en sus manos hasta que la agonía pasara, pero no podía soltarse de la almohada y estuvo así colgando ciega y en agonía, aferrándose a la conciencia por un hilo.

Cuando el dolor finalmente comenzó a decrecer, Myriam no estaba segura de cuánto tiempo había pasado. Le tomó un momento antes de percatarse de que su campo visual se había alterado. Ella estaba en el suelo. Fijó su atención en el hombre a quien le pegó, y vio que él se había hundido hasta las rodillas, llevándola con él. Ella dejó sus pies caer al piso, regresando su mirada a Víctor. La alarma la recorrió otra vez. Él caía hacia delante, con la cabeza hacia abajo. Comprendiendo que no podía esperar más tiempo a que su asaltante se desmayara por la falta de oxígeno, soltó un extremo de la almohada para registrar alrededor del piso del armario.

Trató de mantener la almohada encima de la cara del hombre con una mano, pero era consciente de que estaba fallando. Le oyó tomar grandes boqueadas de aire, y supo que no tardaría mucho para que él se recuperara y se convirtiera en una seria amenaza nuevamente. Ese pensamiento apenas había logrado aterrorizarla cuando la mano de Myriam tropezó con algo. Ella lo agarró rápidamente, reconociéndolo como un zapato, y sin pensar lo lanzó hacia abajo sobre la cabeza de su asaltante. Él no cayó inmediatamente hacia adelante bajo el golpe, y ella se percató de que sostenía el zapato por el talón. Perdió las esperanzas de poder mantener la almohada en su lugar, dio la vuelta al zapato y esta vez lanzó el talón por la parte de atrás del cráneo de su enemigo con toda la fuerza que pudo reunir.

Para su gran satisfacción, el golpe funcionó: el hombre cayó silenciosamente hacia delante, sobre su cara. Dejándolo donde él cayó, Myriam forcejeó con sus pies y tropezó encima de Víctor.

La primera cosa que hizo fue agarrarlo por los hombros y alzarlo. Él cayó sobre su espalda sin hacer ningún sonido. Su cabeza se golpeó ruidosamente contra el piso, duro, y sus rodillas dobladas, sus piernas inferiores atrapadas bajo él. Myriam le miró tristemente. Él estaba gris. Ella nunca le había visto ese color. Pero ella no podía decir que había perdido mucha sangre. La estaca todavía sobresalía de su pecho, permitiendo sólo un poco de filtración. Pero ella recordó que él dijo que el corazón no podría bombear con una estaca allí, y ella supo que si no se la quitaba, entonces moriría.

La estaca estaba hecha de madera ligera de las que usualmente encontrabas en algunos lugares, y parecía como una clavija o algo por el estilo. El asaltante de Víctor había comprado y afilado una clavija con el fin de enterrarla en Víctor. Ahora ella tendría que quitarla o él moriría.

Myriam no perdió el tiempo pensando en lo que estaba haciendo; sabía que cada segundo contaba. Una vez a su alcance, agarró la clavija firmemente y tiró de el, lo cuál no era tan fácil como había esperado. Ella realmente no había pensado en eso, pero si lo hubiese hecho, entonces Myriam supuso que habría esperado sacarla como un cuchillo de la mantequilla. El cuerpo de Víctor no era mantequilla. Había algo de resistencia para la extracción, y tuvo que ejercer alguna fuerza. El sonido de chapoteo que se oyó cuando ella la quitó hizo que la poca comida que había logrado engullir en la cena amenazaba con aparecer nuevamente.

Myriam se la tragó resueltamente. Echando a un lado la estaca, ella cubrió rápidamente la herida en el pecho de Víctor cuando la sangre comenzó a salir a raudales en grandes chorros. Ejerció presión en un esfuerzo para evitar que sangrara hasta morir, rezando todo el tiempo para que su sangre reparara el daño. Cuando ella se sentó allí, se preguntó si realmente estaba ayudándolo a salvarle o estaba matándole.

Se sentó por varios minutos, solamente presionando sobre su pecho, hasta que advirtió un gemido del asaltante de Víctor. Ella se sintió dividida entre seguir conteniendo la sangre de Víctor, o de alguna manera incapacitar al hombre otra vez. Le pareció que si el hombre se recuperaba, entonces ella y Victor probablemente estarían muertos. Seguramente él remataría a Víctor, luego la mataría por ser un testigo. Por otra parte, ella se arriesgaría a que Víctor se desangrara hasta morir si lo dejaba.

Su mirada regresó a la cara de Víctor y ella vaciló, luego cautelosamente quitó sus manos de su pecho. Para su gran alivio, la sangre no seguía brotando como antes. Su cuerpo se reparaba a sí mismo.Myriam esperaba eso, o él estaría muerto.

Desterrando ese pensamiento, Myriam afirmó sus pies y miró con atención alrededor del cuarto para ver si encontraba algo con que atar a su enemigo. Descubrió la mochila negra con todos los accesorios para el robo, y el alivio se extendió a través de ella. Se la había dado a Víctor tras tomar la sangre con él y nunca se había molestado en pedirla de regreso. Apresurándose a cogerla, encontró la cuerda, pero la echó a un lado y cogió en cambio la cinta y el cuchillo. No era muy buena con los nudos. Además, sospechaba que con la cinta sería más difícil para el hombre liberarse.

Otro gemido de su asaltante hizo que Myriam corriera a su lado. Ella agarró sus manos detrás de su espalda y rápidamente empezó a envolver la cinta alrededor de sus muñecas, corriendo el rollo entre sus manos y brazos por precaución. Una vez que estuvo segura de que él no podría liberarse, se desplazó a sus pies y amarró sus tobillos de la misma forma. Luego lo rodó sobre su espalda para que él quedara sobre sus manos atadas, y comenzó a envolver cinta sobre su boca y alrededor de su cabeza. Sería doloroso quitarse la cinta del pelo, pero a ella no le importó. Él merecía eso y más.

Estaba justamente terminando cuando los ojos del asaltante repentinamente se abrieron. Ella dio un salto cuando él empezó a sacudirse, tratando de liberarse. El odio brillaba en sus ojos. Ella encontró su mirada por un momento, luego acabó con la cinta, ignorando sus inútiles forcejeos.

Si Víctor hubiera sido un hombre normal, entonces habría telefoneado a la policía. Pero Víctor no era un hombre normal. ¿Cómo podía explicar ella la situación? La mirada de Myriam barrió el cuarto, cayendo sobre la puerta del refrigerador parcialmente abierta y las bolsas acuchilladas de sangre. No podría explicar eso a la policía. No, actuaría sin ayuda de nadie.

Obligando a sus pies a moverse, Myriam regresó casi a regañadientes al lado de Víctor. Luego vaciló, insegura de qué hacer. Todavía no parecía que hubiese una gran pérdida de sangre. Por otra parte, sospechó que probablemente llevaría un montón de sangre enmendar el daño hecho a Víctor. Él necesitaría sangre.

Sus ojos fueron a su boca. Víctor no parecía respirar, y mucho menos capaz de tomarla de ella. Además, ella vio que la herida en su pecho no manaba. No sangraba del todo. Más que todo, ella estaba segura de que el hueco estaba más pequeño y había menos presencia de sangre.

Myriam recordó que Víctor le había dicho que había algo en su sangre que era usada para reparar lesiones. ¿Estaba usando eso la sangre aun ahora? Podría eso repararlo y mantenerlo vivo... si él estaba todavía vivo.

Myriam se inclinó hacia adelante y agarró los bordes harapientos de la camiseta de Victor donde la estaca la había desgarrado. Ella la rasgó, agarró una tira larga de tela. Colocándola sobre el suelo al lado de ella, colocó su cabeza sobre el pecho de Víctor para tener una visión más cercana de su herida. Sí, había definitivamente menos sangre. Seguramente, ¿ese era un signo de que él todavía vivía?

Mordiéndose los labios, recorrió con la mirada el cuchillo en su mano. Él no podría alimentarse de ella. ¿Pero le podía alimentar ella?

Actuando antes de que pudiera pensar acerca de eso y cambiara de opinión, Myriam cortó su muñeca, luego la mantuvo sobre su herida, permitiendo que su sangre goteara libremente en ella. Se quedó allí, parando sólo cuando comenzó a sentirse un poco mareada. Luego Myriam rápidamente cogió la tira de la camiseta que había desgarrado. Usando eso, ella vendó apretadamente su muñeca. Fue un procedimiento embarazoso, pero se las ingenió.

Por último, Myriam se recostó y lanzó una mirada al hombre que había atacado a Víctor. Él estaba donde le había dejado, todavía apretadamente amarrado. Si él hubiera luchado contra la atadura, entonces lo habría hecho rápido. Notando eso con alivio, ella devolvió su atención a Víctor. Sus ojos estaban todavía cerrados, su cara pálida y quieta. Víctor no abrió sus ojos o le sonrió como había esperado. La herida no se cerraba milagrosamente. No era cualquier cosa como en el cine. Ella deseó que lo fuera.

Myriam se decidió por una larga vigilia. No estaba del todo segura de que él abriría esos ojos de plata, pero ella no iba a rendirse.

El cansancio la alcanzó, Myriam se movió para quedar al lado de él y apoyó su dolorida cabeza sobre su hombro sano. Ella yació allí en silencio por un momento, escuchando, pero no encontró ningún latido con sus orejas. La estaca había parado su corazón. Ella sólo no estaba segura si lo había detenido para siempre.

— Regresa a mí, Víctor. —Murmuró ella, cerrando sus ojos para bloquear la luz.— Por favor.





Gracias por sus comentarios!!! Sed eterna - Página 9 64473
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Mensaje  aitanalorence Miér Mayo 18, 2011 11:58 am

Embarassed



Víctor despertó con una bocanada, su cuerpo tomó oxígeno profundamente en sus pulmones y rápidamente lo exhaló fuera otra vez. El sonido de su corazón era como un tambor que resonaba en sus orejas, y sus ojos veían sólo oscuridad. La oscuridad lentamente dejó paso al color. Víctor se quedó inmóvil por varios momentos mientras su cuerpo luchada para recuperarse, sabiendo que él se había acercado a la muerte.

Víctor lentamente cayó en la cuenta de la presión en su hombro, y recorrió la mirada hacia abajo, aliviado por encontrarse con que su vista había regresado. Pudo ver la parte superior de una cabeza. No podía ver la cara, pero reconoció el cabello de Myriam y sintió un gran calor fluir a través de él hasta ella.

Cerrando los ojos, hizo inventario. No había daño cerebral; su memoria estaba intacta. Myriam le había salvado. La idea era un poco abrumadora. Él era capaz de ser el guerrero, el salvador, el héroe. Pero Myriam había sido el héroe hoy, esquivando a su asaltante con, entre todas las cosas, solo una almohada.

Se habría reído ahogadamente si tuviese la energía para hacerlo. La mujer había derribado a su asaltante con una almohada, un asaltante que había sacado lo mejor de él. Eso realmente aturdió su mente. Su coraje y su ingeniosidad fueron una combinación formidable. Trató de levantar la mano para acariciar las hebras suaves de su pelo, queriendo más conexión con ella, pero aún no tenía fuerzas.

Frustrado por su debilidad y su falta de control, Víctor se obligó a sí mismo a ser paciente. Su cuerpo estaría en marcha como loco por enviar la sangre para reparar su cerebro y parte de sus órganos vitales. Una vez que estuvieran operando en orden, la sangre se concentraría en el descanso de él. Entonces una parte de su fuerza regresaría.

Mientras él yació allí, se preguntó acerca de su asaltante. ¿Quién era el hombre? Era una pregunta que a él le gustaría contestar, pero Víctor también se preguntó lo que habría sido de él. Sólo podía dar por supuesto que Myriam había destruido la materia, o ella seguramente no se habría quedado dormida con él. Si ella estaba dormida.

Sus ojos se abrieron de pronto otra vez.

De anteriores experiencias con lesiones, Víctor sospechó que él había estado inconsciente como media hora. La apariencia le dijo que era un período de tiempo relativamente corto como para que Myriam pudiera haber manipulado a su asaltante, quitar la estaca de su pecho y dormirse. Esta vez, cuando él trató de moverse, Víctor pudo ver su mano y llevarla al lado de su cabeza.

Para su alivio, Myriam murmuró con somnolencia. Ella se abrazó con suavidad a él, acurrucándose contra su cuerpo. La acción logró relajar a Víctor. Myriam estaba viva. Todo lo demás podía esperar. Él cerró los ojos y sintió dentro la luz cuando su cuerpo terminó sus reparaciones.

Cuando después abrió los ojos, el hambre estaba urgiéndole. Su fuerza no había regresado del todo, Víctor estaba todavía débil, pero estaba fuerte comparándolo con un hombre promedio. Moviéndose con precaución, él cambió de posición alejándose de Myriam, aliviando su postura antes de ponerse derecho y mirar con atención. Divisó inmediatamente a su asaltante descansando sobre el suelo. El hombre estaba amarrado fuertemente como un pavo.

Los ojos de Victor fueron al refrigerador y notó cuatro bolsas vacías. Él avanzó dando sacudidas. Cuatro bolsas. Había habido ocho sobrantes después de su última alimentación. Poniéndose de pie, llegó al refrigerador, abrió la puerta interior y miró con atención. Respiró con alivio cuando vio cuatro bolsas intactas de sangre. Él había debido interrumpir el trabajo del tipo antes de que tuviese oportunidad de destruir todo el suministro.

Víctor cogió una de las pintas y mordió sus dientes en ella mientras empezaba a examinar el cuarto. Había un poco de trabajo por hacer. Tenía que limpiar la sangre de la alfombra y poner en custodia al caballero que imitaba a un oso en la alfombra de su piso.

Contempló qué hacer con su asaltante mientras iba por dos bolsas más de sangre. A fin de cuentas, decidió que tendría que encontrar más antes de tomar una decisión. Necesitaba saber si éste había sido un ataque a Alexander Von el escritor de vampiros, o Víctor Garcia el vampiro. La diferencia podría afectar la seguridad de su familia.

Víctor estaba bastante mejor una vez que terminó su tercera bolsa de sangre. Decidió dejar la cuarta y la última bolsa para más adelante, y cerró la puerta de la nevera para trabajar. Se encargó de todo lo mejor que pudo, incluido el manipular a su asaltante, luego fijó su atención en Myriam, que todavía dormía en el centro del suelo. Dudó al llevarla de regreso a su cuarto, pero lo último que él había visto fue que se había golpeado su frente contra la barra del armario. No le gustó la idea de salir y dejarla aislada toda la noche. ¿Qué ocurriría si la lesión le causaba alguna dificultad más tarde? Ella debía pasar la noche en su cuarto, no en el suelo.

Moviéndose a su lado, Víctor se arrodilló y se puso sus manos bajo Myriam, luego la elevó en sus brazos. Ella apenas se movió cuando él la puso encima de la cama. Él advirtió la tira de tela alrededor de su muñeca cuando comenzó a enderezarse. Cogiendo su mano, desenvolvió el vendaje provisional. La preocupación le cubrió. La cuchillada en su carne se había coagulado y ya no sangraba, pero él no podía ni pensar lo profunda que fue. No pensó que necesitara puntadas, ya que estaba cerrada.

Agarró el teléfono y pidió a recepción vendajes y antiséptico, luego consideró cuidadosamente cómo podría haber recibido ella la lesión. Lo único que él podía pensar era que ella la había recibido en cierta forma durante la batalla. Ahora lamentaba abandonar al hombre tan ligeramente. Él debería haber...

Sus pensamientos se entrecortaron por un golpe en la puerta exterior. Los artículos de primeros auxilios habían llegado. Él fue y dejó entrar al mozo del hotel, luego fue de regreso a atender a Myriam. Limpió su lesión y cuidadosamente la vendó, luego colocó su mano amablemente en su pecho y la tapó con la sabana.

Dejó a la durmiente mientras se quitaba sus ropas arruinadas y limpiaba la sangre. Después se deslizó en la cama, también, teniendo cuidado de quedarse tan lejos de ella como pudiera. No quería arriesgarse a darle al brazo de Myriam o molestarla cuando se despertase. Él dormiría de costado en la cama.

Por supuesto, a él no le había dado la impresión de que Myriam no pudiese quedarse en su lado. justamente había comenzado a quedarse dormido cuando Myriam se dio la vuelta, apoyando su mano sobre su pecho y acurrucándose encima cuando tuvo sitio allí. Por raro que parezca, sintió que ella lo haría.

Myriam era lenta para despertarse, casi renuente para mirar hacia el mundo. Se tomó un momento para que su cerebro nebuloso recordara lo sucedido; Luego la imagen de Víctor se resbaló en su mente. Ella se enderezó y abrió los ojos. La primera cosa que miró fue la barbilla de Víctor. Ella clavó los ojos en ella por un momento, luego a regañadientes bajó la vista hacia su pecho, asustada al encontrar el hueco abierto allí. Cuando ella vio la ropa de cama, se puso derecha abruptamente, sobresaltándose al encontrarse en la cama con él. Su mirada fija barrió el cuarto confundida al encontrarlo todo en orden. ¿Había sido todo un sueño? Se preguntó vagamente.

Sus ojos fueron hasta la alfombra delante del mini frigorífico, y su lengua se pegó al paladar. Obviamente, alguien había tratado de limpiar con agua la sangre, y había logrado quitar lo peor, pero todavía había una mancha grande, débil. Volviéndose hacía Víctor, Myriam echó las mantas para abajo.

Un sollozo la asombró escapándose de su garganta a la vista de su pecho no arruinado. Suspiró aliviada y asombrada, posó sus dedos ágilmente sobre la piel perfecta, luego cerró sus ojos y trató de calmar su corazón desbocado. ¡Él estaba vivo!

Una mano caliente se cerró sobre la suya, y Myriam abrió sus ojos otra vez. Víctor estaba despierto, la miraba fijamente y apretó su mano.

— Salvaste mi vida. —Dijo él solemnemente.— Gracias.

Myriam apartó la mirada, su mirada se fijó en el armario y en el piso vacío delante de él.

— El hombre que te atacó....

— Limpié su mente y le envié a casa.

Ella clavó los ojos en él horrorizada.

— ¿Lo enviaste a casa? Él te atacó.

— No podía telefonear a la policía y trata de explicar la situación. —Señaló Víctor. Se encogió de hombros y agregó:— Además, él no estaba bien. Su mente estaba... equivocada.

— ¿Por qué te atacó? ¿Estaba en el congreso? Él...

— No, él no era un asistente del congreso. Él vive aquí en la ciudad. Aparentemente, su esposa era una gran fan romántica. Cuando ella le dejó, él quiso culpar a alguien. Decidió que fueron todos esos libros que ella leía. —Se encogió de hombros.— Él empezó a leerlos por su cuenta, y creyó que yo era un vampiro. Él vio nuestra foto en el periódico y supo que estaba en la ciudad, decidió que había asumido el control de la mente de su esposa y la había apartado con engaños de él. Comenzó a creer que si me destruía, su mente se liberaría. Creyó que ella regresaría a él.

Myriam miró a Víctor, sus pensamientos corriendo a toda velocidad. Él sonó tan comprensivo.

Ella se había sentido indefensa e inútil anoche, y había sufrido un gran sentimiento de pérdida ante la posibilidad de que él podría haber muerto, más pérdida de la apropiada para uno de sus escritores. Realmente no podía luchar más. Myriam sabía que sus sentimientos hacía este hombre eran profundos. Ella había pensado que él era brillante y talentoso antes de reunirse con él, le había encontrado hosco y rudo al llegar a su casa, luego había visto lados contrarios de él que lentamente se dejaban ver, como las piernas, brazos y cabeza de una tortuga. Ella había llegado a ver que la concha dura que él mostraba al mundo, solo era eso, una concha, un escudo para protegerlo. Él era listo y fuerte, pero también compasivo y amable. Un hombre casi le había matado, pero Víctor encontró en su corazón lástima por él. Ella oyó la compasión en su voz. Era tan suave y abierta como su expresión. Su escudo parecía faltar enteramente esta mañana, y ella no tenía idea de por qué. Casi deseó que no estuviese así. Quizá luego ella podría luchar contra magnitud de los sentimientos que fluían dentro de ella.

— ¿Myriam?

Ella miró con atención su cara.

— ¿Cómo está tu cabeza? —Preguntó él— Vi que te golpeaste con el filo del armario antes de perder el conocimiento anoche.

— Mi cabeza está en mala forma. —Le dijo solemnemente.

La miró con preocupación.

— ¿Sí? —Él se puso derecho y trató de alcanzarla, sus dedos tocando amablemente detrás de su cabeza— Eché un vistazo anoche, pero no había ningún chichón. Pensé... —Se quedó silencioso cuando ella colocó su mano en su pecho donde había estado la estaca. La ropa de cama estaba alrededor de su cintura, dejando una parte de carne desnuda a su vista.

Él parecía estar bien. Myriam sabía que él necesitaría reabastecer la sangre usada para reparar su cuerpo. Ella también tendría que reemplazar las bolsas de sangre que el asaltante había destruido. Victor necesitaba lo suficiente como para volver al resto del congreso. Era la mañana del sábado, las seis de la mañana, ella vio la hora en el reloj del lado de la cama. Tenía sólo ese día y el siguiente, pero Víctor había sido herido y necesitaría una infusión grande. Ella estaba dispuesta a ofrecerle la de ella. A diferencia de anoche, esta vez se la daría con placer. Él se aseguraría de ello, estaba segura. Sus dedos se movieron a través de su pecho.

Su piel estaba ligeramente fría al toque, pero solo un grado o dos más fresca que la de ella. Se sentía agradable. Myriam sintió como su temperatura subía, supo que no tenía nada que ver con su salud, sino con el hombre desnudo en la cama al lado de ella. Estaba segura que él estaba desnudo. Ella había aprendido esa primera mañana que él dormía desnudo, y vagamente recordó el roce de sus piernas desnudas cuando ella había cambiado de posición esta mañana. Por supuesto, él llevaba puestos pantalones cortos del yoqui o algo por el estilo.

Víctor atrapó su mano caprichosa haciendo acabar su debate mental en lo referente a si estaba desnudo o no. Myriam quitó su mirada de su regazo donde había ido a la deriva. Él atrapó sus ojos con los suyos, mientras llevaba su mano a la boca y posaba un beso en su palma.

La respiración de Myriam se paró. Su caricia causó un hormigueo en su palma que subió por su brazo, produciendo como respuesta un temblor pequeño.

— ¿Te duele mucho la cabeza? —Preguntó él.

Myriam lentamente negó con la cabeza.

— Eso no es lo que quise decir por estar en malas condiciones,Victor.

— Entonces, ¿qué...?

Myriam ignoró su pregunta y acarició su mejilla. El vendaje limpio en su muñeca la asombró.

— ¿Lo hiciste tú?

— Sí. —Él atrapó su mano y la llevó a su boca. Otra vez besó su palma justamente por encima del borde del vendaje. Hubo un parpadeo de cólera en sus ojos.— ¿Hizo él esto?

— No. —Admitió.— Por ayudarte.

Su mirada fija siguió la de ella hasta su pecho, y realizó una mueca. Alivió la cólera de un momento antes.

— Myriam. —Empezó él, con voz quebrada. Pero ella no quería su gratitud. Ella no lo había hecho totalmente por él. Sus razones eran mucho más complicadas y parcialmente egoístas. Ella lo había hecho por sí misma. Porque no podía imaginar un mundo sin él. Ella no quiso, y no quería su agradecimiento. Quiso darle la oportunidad de tomar la sangre que él sin duda necesitó, y que ella le dio.

— Te quiero. —Admitió ella.— Tú eres uno de mis escritores, un vampiro con necesidad seria de sangre, casi moriste anoche, ambos pudimos haber muerto, y todavía ahora, esta mañana, no me preocupo por eso.

Víctor clavó los ojos en Myriam

Raramente, sus palabras formales tuvieron como consecuencia que Myriam se echase a reír.

— Espero que tengas un condón.

— ¿Un condón? —Preguntó él, como si nunca hubiera oído esa palabra antes. Afortunadamente, su mente se aclaró lo bastante para captar el significado: Ella estaba preocupada por las enfermedades sexuales del día.— Oh. No te preocupes. Las enfermedades no pueden sobrevivir en mi cuerpo.

Él sonrió con una de sus sonrisas raras, quiso poder pasar a lo largo de la información. No tener un condón no sería un problema. Además, en ese momento, él sabía que un condón no sería suficiente. Serían necesarios muchos.

Él miró hacia arriba cuando Myriam alejó su mano fuera de allí. Para su desilusión, ella no se mostró impresionada con su anuncio. Ella fruncía el ceño.

— ¿Pero no tienen los vampiros esperma?

Víctor tuvo que pensar en esa pregunta por un momento antes de que su pobre y atontada mente lo entendiera. ¿Esperma? Sexo. Bebés. ¡Oh!

— ¡Oh! —Él recorrió la mirada salvajemente alrededor del cuarto, su mente trabajando frenéticamente. No tenía un condón. No usaba condones. Los ETS©️ no eran una preocupación para él, y el embarazo nunca le había preocupado. Era raro que un humano y uno de su clase pudieran tener un bebé. Su primo, el científico loco de la familia, se lo había explicado, pero él no podía recordarlo. Aunque, pensó que Myriam no tomaría ese raro riesgo. Necesitaba un condón.

— Uh, un momento. Solo...uh... —Apartando las mantas, salió de la cama y agarró los pantalones manchados de sangre que se había quitado anoche. Él empezó a buscar entre los bolsillos. Cuando él encontró su cartera, la cogió y le sonrió con una sonrisa atormentada.— Solo tengo que...er... solo un minuto.

Él corrió fuera del cuarto y entró en la sala de estar. Hizo una pausa a medias en la puerta del vestíbulo cuando ella gritó:

— No irás a comprar ahora, ¿no?.¡Estás desnudo!

Él se paró.

— ¿Vic…?

— No. No, solo un minuto. —Terminó a fin, su mente febril. Él consideró vestirse, pero entonces una imagen de Myriam aumentó en su mente. No, no había tiempo para vestirse. ¿Qué ocurriría si ella cambiaba de idea? ¿Si tenía dudas? No podía arriesgarse a eso. Sería más rápido si...

Apresurándose al teléfono, lo agarró rápidamente y llamó a recepción.

— Buenos días. —Dijo una alegre voz femenina desde recepción.— ¿Puedo ayudarle?

— Condones. —Espetó Víctor.

— ¿Perdón, señor?

— Condones. Necesito condones. —Ladró.

— Ya veo, señor. —La alegría se esfumó de la voz.— ¿Qué tamaño?

— ¿Tamaño? ¿Tienen tamaños? —Víctor miró con atención hacía abajo a sí mismo.— Grande. No se normal…

— Por supuesto, señor. Son siempre grandes. —Dijo la voz secamente.— Sus elecciones son acomodadas, regulares, grandes o extra grandes.

Víctor se quedó con la mirada fija abajo en sí mismo otra vez.

— Grandes.

— ¿Víctor!!!? ¿Qué estas haciendo?

Víctor se encontró a Myriam en el portal del dormitorio, se movía nerviosamente entre él y la puerta del cuarto de Cesiah . Su mirada fija la barrió de pies a cabeza, y él agradeció que su vista no hubiera sido dañada anoche. Ni su sentido del olfato. Su perfume dulce, sazonado con especias estaba flotando en el aire hacía él, rodeándole de su suculencia. Ella olía tan bien como para comérsela. Ese pensamiento evocó otros pensamientos...

— ¿Victor? —Myriam comenzaba a verse preocupada.— ¿Está todo bien? Te ves... extraño…Víctor, ¿qué haces? —Preguntó Myriam. Comenzaba a sonar irritada.

— Un momento. —Ladró Víctor al teléfono. Colocándolo en la mesa, se apresuró a ir al lado de Myriam para cogerla por los brazos.— Ahora iré contigo. Vuelve a la cama. Tienes escalofríos. —Ella los tenía en todas partes, en los brazos que sus manos distraídamente acariciaban.

Negando con la cabeza, Víctor le dio la vuelta a Myriam y señaló con el dedo hacia la cama.

— Ahora iré allí. Lo prometo.

— Pero...

Víctor cerró la puerta a su protesta y volvió rápidamente al teléfono.

— ¿Hola?

— Sí, señor. —La mujer estaba definitivamente molesta esperando— Ahora, ¿qué tamaño de paquete quiere? Tenemos paquetes de tres, seis, doce, veinticuatro y treinta y seis.

— ¿tres…Seis, doce, veinticuatro y treinta y seis? —Repitió Víctor. Esto era como un test. Dios querido, él no podía pensar. El perfume de Myriam todavía le envolvía, y su cerebro estaba borroso. Se preguntó brevemente si no debería haber consumido más sangre. Quizá había perdido más de lo que había pensado, y su suministro de sangre estaba bajo ya que su cuerpo había tenía que tomar sangre de otro sitio para dar soporte a su erección. Si es así, definitivamente escogería quitarla de su cerebro. Sus pensamientos se derretían como agua.

— ¿Señor?

— Todos ellos. —Dijo a fin de cuentas. Cuanto más mejor.

— ¿Lubricado o poco lubricado…hipoalergenicos, con aroma…?

— Urgh. —Suspiró Víctor en el teléfono.

— Muy bien. Lubricado. —Dijo la mujer— Ahora ¿quiere Para Su Placer, Mayor-adaptación, Extra Resistencia, Mayor Placer, Sensación Compartida, Textura, Sensible, Mayor-delgadez, Máximo, Superior, Placer extendido ó máximo XL?. —La mujer sonó como sí pasase un buen rato.

Víctor no.

— Le enviaré una variedad , ¿de acuerdo?

Víctor se apoyó en la mesa con alivio cuando ella agregó. — No tardará más de media hora. Que tenga un buen día, señor.

Víctor empezó a decaer cuando él rugió, "¿media hora? " al teléfono.

Su respuesta fue el tono de marcar.

— ¿Victor?

Él colgó de golpe el teléfono y empezó a andar hacía la puerta del dormitorio otra vez. Myriam estaba otra vez de pie allí. Si él no hacía algo pronto, entonces ella iba a cambiar de idea. Lo cual ya se expresaba en su rostro.

— Tal vez deberíamos solo dejar pasar esto. Tú eres uno de mis escritores, y probablemente no es muy profesional.

Víctor casi gimió en voz alta. Esto era exactamente lo que había temido que podría ocurrir. Confrontándolo ahora, él hizo lo único que pudo pensar. Cruzando el cuarto, la cogió en sus brazos y la besó. No era precisamente un "Buenos días, me alegra verte" Myriam vaciló por un momento, luego para el alivio de Víctor cedió con un gemido. Ella se derritió contra él. Eso fue suficiente para apresurarse a cogerla en brazos y llevarla a la cama.

Myriam lo besó con cada onza de su ser, deslizando sus manos en su pelo y sujetándole allí. Luego deslizó sus manos por todo su cuerpo.

Ah, la mujer moderna agresiva, pensó él vagamente. Las mujeres renacentistas y de la regencia habían sido mucho más tímidas. No todas ellas, claro, pero la mayoría había dado al hombre permiso de ajustar el paso y hacerlo trabajar más. No su Myriam, sin embargo. Ella le agarraba con entusiasmo, arreándole, y otra vez Víctor vio que había algo que decir de las mujeres modernas después de todo. Ellas eran listas, negociadoras, eróticas como el infierno y sin asustarse para ir tras lo que querían. Ellas...

Horrible, pensó repentinamente cuando él sintió sus caricias. Tenía media hora para matar antes de que los condones llegaran. No había estado con una mujer desde hace mucho. Varios centenares de años de sexo habían hecho que no fuese ya una novedad, y él se había cansado hacía más de cincuenta años atrás. Él había llevado una vida más bien asexual desde entonces. Sin embargo, Myriam le había revigorizado con una venganza. Si ella continuaba él iba a perder el control como un adolescente. Oh, esto no era nada bueno!!

Estimado Dios, él podría matarla con placer y ella estaría feliz en su muerte, pensó ofuscadamente.

Luego, perdió la capacidad para pensar mientras su cuerpo imploraba

— Por favor, Víctor. —Ella se quedó sin aliento.

— ¿Qué pasa, dulce?

—Ponte el condón. —Imploró. Cuando él se paro, ella frunció el ceño.— ¿Victor?

— Er...mmm —Para su súbita desilusión,Víctor se apartó de ella— Yo, er...

— ¿No tenías un condón? —Preguntó— Pensé...

— Sí, Sí. Yo, er, solo me lo olvidé en el otro cuarto. —Le reconfortó él rápidamente. Levantándose de la cama, él agregó— Yo... Er... solo será un momento. Quédate aquí.

Luego él salió corriendo del cuarto, cerrando la puerta detrás de él.
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Sed eterna - Página 9 Empty Re: Sed eterna

Mensaje  aitanalorence Miér Mayo 18, 2011 11:59 am

Víctor abrió bruscamente la puerta y miró con atención fuera en el vestíbulo, esperando ver a un mozo de hotel paseando con condones en la mano. Por supuesto, no hubo nada de eso. El vestíbulo estaba completamente vacío. Dio un portazo con frustración, luego empezó a mirar con atención alrededor de la suite. Debería haber condones en cada habitación. Los hoteles deberían surtirlos como hacían con las barras de caramelo y las bebidas. Realmente, Victor no sabía por qué nadie había pensado en ello.

Un pequeño suspiro y el crujido de las sábanas hicieron fijar su mirada en la puerta de su cuarto. Su audición trabajaba excepcionalmente bien por el momento. Todos sus sentidos zumbaban. Su cuerpo entero saltaba de excitación, y además de eso, cada pulgada dolorida de él, quiso estar con Myriam. Esto parecía alguna clase de infierno. Alguna clase de...

Víctor frunció el ceño hacia su cuarto y la mujer complaciente en su cama. Él había sabido que este congreso sería una excursión infernal. No había pensado, que luego sería una tortura para su cuerpo, sin embargo. Un ronquido de otra dirección llamó su atención. El cuarto de Cesiah. Seguro, el tipo dormía pacíficamente. Él no sufría las malditas torturas y...

Cesiah es un hombre.

El pensamiento interrumpió el discurso interno rimbombante de Víctor, y contempló duramente la puerta. El compañero de trabajo de Myriam podía tener un condón. Fijó su mirada hacia su propio cuarto. No pensó que Myriam quisiese que Cesiah supiera lo que hacían, sin embargo; estaba bastante seguro que se sentiría sumamente disgustada si le pedía a su amigo un condón.

Otro suspiro salió de su dormitorio, seguido por otro crujido. Sólo podía imaginar a Myriam



Simplemente no le diría donde consiguió el condón, decidió Víctor. Apresurándose hacia la puerta de Cesiah , no golpeó ni hizo ningún otro sonido que Myriam pudiese oír, simplemente abrió y entró. Se apresuró a ir a la cama donde Cesiah dormía. Agarrando al dormido editor por los hombros, lo sacudió violentamente.

— Despiértate. —Silbó.

Cesiah despertó de inmediato, sus ojos parpadeando alarmados.

— ¿Qué? ¿Qué sucedió? —Preguntó ansiosamente.— ¿Está ardiendo el hotel?

— No. Es que necesito un condón. ¿Tienes uno ?

Cesiah parpadeó estúpidamente.

¿Qué? ¿Un condón? —Él comenzó a levantar su cabeza; luego su mirada fija contempló el cuerpo desnudo de Víctor. Se congeló, abrió la boca con terror.— Oh, no Oh, Dios Mío. —Se alejó de las manos de Víctor y comenzó a rodar lejos con repugnancia.— Yo duermo aquí. Vete.

Víctor frunció el ceño a espaldas de Cesiah , se enderezó, y cruzó sus brazos.

— Necesito un condón.

¡Y yo necesito dormir! Fuera. —Repitió el editor.

— ¿No tienes ninguno? —Persistió Víctor.

Aparentemente percatándose de que Víctor no iba a marcharse, Cesiah se dio la vuelta. Lo fulminó con la mirada.

— Sí, tengo. ¿Pero te parezco una farmacia? —Preguntó. Se sentó.— Mira, Víctor, te aprecio. Pero Myriam es mi amiga y... —hizo una pausa para fruncir el ceño.— No debería conocer mucho acerca de la vida personal de Myriam. Somos amigos y compañeros de trabajo y. ¿No habéis dormido juntos aún? El otro día...

— No. —Lo interrumpió Víctor para callarle.— ¡Todavía no! ¡Todo lo que quiero es un maldito condón, no una conversación!

— ¿Sí? Bien, todo lo quiero es dormir y no ver el daño de Myriam, y tú... —hizo una pausa cuando un golpe sonó en la puerta de la suite.

Cuando Víctor comenzó a marcharse, Cesiah agarró su brazo.

— ¡Tú no abres la puerta así! ¿Qué ocurre si es una fan que logró seguirte la pista hasta aquí? —El editor apartó sus mantas y salió de la cama en un solo movimiento. Él estaba desnudo, con sólo unos boxers. Caminó por el cuarto sin perder el tiempo en buscar una bata. Víctor lo siguió a una distancia discreta, por si acaso fuese una fan en la puerta y no los condones que había pedido.

— ¡Buenos días, señor! —Un uniformado mozo de hotel estaba de pie en la entrada, sonriendo ampliamente y sosteniendo varias cajas.— Creo que estos son para usted.

A Cesiah se le salieron los ojos de las órbitas. Víctor no supo si fue por la cantidad o la variedad que se había horrorizado. Cuando el editor siguió de pie allí, Víctor perdió la paciencia y caminó a grandes zancadas.

— Démelos. —Tomó las cajas del mozo de hotel ahora también boquiabierto, luego vaciló.— No tengo propina. Cesiah , ¿tienes propina ?

— ¿Qué? —El editor lo contempló inexpresivamente.

— Propina para el hombre. —Repitió Víctor con irritación. Él gesticuló hacia su desnudez.— No tengo nada. Te pagaré más tarde.

— Oh —Cesiah palmeó sus boxers donde habrían estado los bolsillos de sus pantalones. Frunció ceño.— No, desde luego yo no...

— Está bien. Usted me puede buscar más tarde. —Dijo el mozo del hotel rápidamente. Pareciendo inquieto, tendió un lápiz y un portapapeles con una hojita de papel.— Sólo firme, podrán ser cobrados a su cuarto, y me iré.

Cesiah rápidamente firmó y devolvió el lápiz y el portapapeles.

— Er, Gracias.

— De nada, señor. Ustedes se podrán divertir ahora. —El mozo de hotel guiñó un ojo, luego cerró la puerta.

Cesiah voló alrededor para confrontar a Víctor, con el horror sombreando su cara.

— Él piensa que nosotros.. que tú y yo.. él... —Era casi incoherente por el horror.

Víctor estaba demasiado impaciente por regresar con Myriam, como para apaciguarlo. Tomó el acceso rápido del vampiro y entró en la mente del editor. Ve a la cama, Cesiah . Fue todo un sueño. Estás durmiendo.

El hombre se calmó de inmediato. Comenzó a caminar hacia su puerta, mascullando.

— Oh, sí. Duermo.

Víctor observó la cercana puerta del dormitorio de Cesiah , luego volvió rápidamente a su cuarto. Casi chocó con Myriam. Ella se había puesto su bata y venía aparentemente a buscarlo.

— Oh. —Ella se quedó sin aliento y dio un paso hacia atrás por su repentino encuentro.— Creí oír un golpe en la puerta y voces.

— Sí. La entrega del hotel. —Dijo Víctor. Notó el modo en que los ojos de Myriam se abrieron cuando tomó las cajas que él sostenía, y se asustaba pensando que sería aplastada por el número de condones, cuando él agregó.— No estaba seguro de qué clase pedir, así es que ordené de todos ellos.

— Ya veo. —Se sonrojó, pero logró sonreír.— Bien, esto es... er, previsión… o algo.

Víctor suspiró interiormente. Este asunto del condón realmente podría poner algo incómodo el acto de hacer el amor.

Disgustado por la incomodidad entre Myriam y él, colocó las cajas en el tocador, cerró la puerta y la atrajo a sus brazos. La besó con una pasión deliberada, pensada para alimentar los rescoldos del fuego que había construido antes, pero cuando Myriam no se derritió inmediatamente contra de él, se le ocurrió otra vez que era una lástima que su mente estuviese cerrada para él. Habría sido más fácil simplemente hacerle saber su deseo y fundirla con él. En lugar de eso, tenía que hacerlo de la forma más difícil.

Levantándola la giró para apoyarse contra el tocador, rompió su beso para apoyarse hacia atrás y desatar el cinturón de su bata.

Logró refrenarse, pero su beso se hizo casi salvaje.

Myriam se quedó sin aliento y casi saltó fuera del tocador.

Myriam sonrió en contra de su boca, contenta al probar que también lo podía afectar.

— Myriam. —Dijo entre dientes.— Yo...

— Te quiero.

Eso fue todo lo que tuvo que decir. Víctor había pensado que llevaría más trabajo llevarla hacia ese punto… no se parecía a nada de lo que había experimentado alguna vez. Se sintió envuelto en su olor y sensación, era casi uno con ella en cuerpo y alma. Casi.

Su cabeza se echó hacia atrás para permitir su caricia. Víctor sintió que sus dientes se alargaban y se sumergían en su cuello cuando empujó de nuevo dentro de su cuerpo. Fue una acción puramente animal…Myriam Montemayor era suya, y la marcaba como tal…por toda la eternidad.





Víctor la había arruinado para todos los otros, y temió mucho que fuese como una droga. Todo lo que Myriam podía pensar era que quería más. Su corazón estaba oprimido. Se ahogaba en eso, se percató cuando comenzó a perder el conocimiento. Aún quiso más.

Víctor La acunó contra su pecho cuando su cuerpo se estremeció, luego esperó otro momento para que su fuerza volviese. Apartando su espalda lo suficiente para mirar con atención su cara, vio que se había desmayado.

No estaba demasiado sorprendido. No tuvo nada que ver con su mordisco. Mientras había hundido sus dientes en ella, su cuerpo en ese momento fue saciado y no había bebido. Este desmayo era sólo el resultado de lo que acababan de experimentar. Había ocurrido en el pasado, en las pocas ocasiones cuando había derramado todo su placer en la mente de su amante, y ninguna de esas veces había sido tan explosiva como ésta. Habría estado más sorprendido si no se hubiese desmayado.

Sonriendo, le dio un beso en la frente, entonces la acunó otra vez contra su pecho. Tenía que recobrar su fuerza; la experiencia le había golpeado bastante fuerte, también. Víctor nunca se había sentido así, tan débil, pero tan satisfecho en su vida, y esta mujer en sus brazos era la razón. Acarició su espalda con una mano, pasando los dedos de su otra mano a través de su pelo.





— Vpictor, terminó. —Dijo Cesiah .

— ¿Qué? ¿Ya? —Myriam le volvió la espalda al modelo masculino de cubiertas al que le había estado hablando. El hombre era uno de los modelos más populares, su nombre y cara vendían libros tanto como el nombre de cualquier escritor. Él consideraba ser escritor también, para hacer más dinero con su nombre y su cara. Desafortunadamente, por los capítulos de muestra que le había enviado hace varias semanas, era obvio que no podría escribir ni una maldita cosa. Myriam había estado tratando de convencerlo de que usara a un escritor anónimo durante las últimas dos horas. Ahora desistió de él y miró ceñudamente a Cesiah .

Estaban en la Feria del Libro. No había sesión de hospitalidad hoy; la firma de libros estaba programada desde las diez de la mañana hasta las dos de la tarde y cada escritor que asistía estaba allí firmando libros y conversando con sus lectores.

Myriam y Víctor habían llegado a las 10:01. ¡Había sido un minuto tarde, pero habrían llegado aún más tarde si Cesiah no los hubiera acosado golpeando apresuradamente sus puertas a las 9:30 gritando, " ¡Levántate, levántate! Tenemos que irnos. " Por supuesto, Myriam no había estado en su cuarto. Estaba agradecida que su compañero de trabajo no supiese eso.

— Sí. Ha estado muy ocupado y la muchedumbre cayó sobre él, agarrando sus libros como locos. — Explicó Cesiah .

Myriam echó un vistazo a su reloj de pulsera. Era sólo mediodía. Faltaban dos horas para terminar la firma de libros.

— Trajimos cajas adicionales de libros. Son...

— Se acabaron. —Anunció Cesiah .— Terminó todos esos, también.

— Deberíamos haber traído más. —Suspiró Myriam.— ¿Qué está haciendo ahora?

— Simplemente está sentado allí, conversando con los lectores. Está bien, pero se quejó de que tanta amabilidad lo tenía cansado. Me envió a preguntarte si podría permitirse una siesta. ¿Quieres que lo acompañe arriba ?

— No, yo voy... —Myriam hizo una pausa.

Había estado a punto de decir que lo vería arriba, pero ahora dudó un segundo. No tenía dudas de que Víctor estaba cansado. Había sido una noche muy agotadora, debido al ataque y su maratón de hacer el amor. Era temprano cuando se habían despertado primero, y habían bromeado durante horas antes de que Cesiah los hubiese interrumpido para recordarles la firma de libros. El pobre vampiro debía estar exhausto. Si iba arriba con él, sin embargo, entonces él podría sentirse inclinado a seguir donde habían quedado y Myriam no estaba en absoluto segura si tendría la fuerza de voluntad para ser firme y negarse.

— ¿Qué le pasó a tu cuello? —Preguntó Cesiah repentinamente. Ella se lo había estado frotando distraídamente.

Myriam sacó sus dedos. Tenía señales de mordidas en su cuello y en varios otros puntos de su cuerpo.

Había esperado que Victor la mordiera, por supuesto. Había tenido la intención de ayudarlo a reabastecerle. Simplemente no había esperado que la mordiera tantas veces o en todos los lugares posibles. El hombre era un animal, y no podía conseguir bastante de él. Sobre todo cuando se sintió tan en plena forma. No había sufrido ninguna debilidad o mareo después de que se alimentó de ella. Bien, se había desmayado dos o tres veces al principio, pero parecía un pequeño precio que pagar por el placer que había disfrutado. Él realmente la había arruinado para todos los otros hombres.

— Myriam. ¿Qué le pasó a tu cuello ? —Repitió Cesiah .

Ella contestó su pregunta. — Nada. Y sí, por favor. Apreciaría que lo acompañases hasta la suite. Por si acaso hay fans acechando que podrían molestarlo.

Realmente, Víctor parecía manejar a los fans muy bien. Y ellos por su parte eran increíblemente agradables con él. Myriam realmente estaba más preocupada por otro ataque de él, como el de la noche pasada. Pero Cesiah no sabía eso. Nadie lo sabía.

— Bien. —Cesiah estuvo de acuerdo fácilmente.— Estaré de vuelta en un minuto, por si cualquiera de mis escritores necesita algo.

— Gracias. Cuidaré de ellos hasta que tú regreses. —Le aseguró Myriam.
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Mensaje  myrithalis Miér Mayo 18, 2011 9:40 pm

Gracias Aitana que bueno que volviste y que pade que continuas la novela Gracias Saludos Atte: Iliana
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Mensaje  aitanalorence Miér Mayo 18, 2011 11:31 pm

Gracias por tu mensaje ILI!!! estoy buscando los archivos de las otras novelas pendientes jijiji
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Mensaje  aitanalorence Miér Mayo 18, 2011 11:42 pm

afro


— Oh, ese es un hermoso disfraz.

Víctor gruñó por el comentario de Jodi, apartando su fija mirada de Myriam para mirar detenidamente a la pareja que se paseaba en el escenario. Este era el concurso de modelos de cubiertas de Sr. Romance y el Espectáculo Histórico de Moda. Que tradujo en ver a hombres en pantalones negros apretados y paseándose en camisas blancas sueltas, estilo pirata, con mujeres en vestidos pasados de moda.

De verdad, Víctor realmente encontró los trajes que las mujeres llevaban puestos reproducciones bastante impresionantes de vestidos usados cuando era más joven. Y probablemente habría disfrutado más el espectáculo si Myriam estuviera sentada con él. Estaba en lugar de eso en una mesa redonda con Cesiah y varios otros escritores. Myriam se sentó en la primera de cuatro filas directamente delante del escenario.

Ella era juez en esta competición. Lo cuál Víctor entendió. No tenía ningún problema en estar solo el rato que ella se ocupaba de su trabajo. Lo que no le gustó fue que estaba sentaba al lado del modelo de pelo largo con el que había hablado en la firma de libros antes. Víctor realmente no había estado cansado en la firma de libros; había esperado atraer con engaño a Myriam de regreso a su cuarto para hacer el amor. Pero Myriam había estado demasiado ocupada con ese cabeza de músculo, el modelo melenudo que estaba de pie, demasiado cerca y que se cuidaba de recorrer con la mirada su parte superior demasiadas veces.

A Víctor no le podría haber importado tanto si el tipo fuera un escritor y ella tuviese negocios con él, pero el tipo era un modelo. ¿De qué posiblemente podrían hablar? Frunció el ceño cuando el hombre se apoyó cerca de Myriam y murmuró algo en su oído. Víctor nunca había pensado en sí mismo como un tipo celoso. Ahora sabía que lo era. Y no le agradó.

— Oh, aquél es precioso, también.

Víctor apartó su fija mirada de la pareja en el área de los jueces otra vez. Recorriendo con la mirada el escenario, inclinó la cabeza en tono grave de acuerdo con Jodi cuando vio el disfraz de Borgoña usado por la mujer allí. El vestido era precioso, un ejemplo perfecto de la ropa tardía del Renacimiento. Myriam se habría visto preciosa con eso. La mirada fija de victor le deslizó hacia ella, y miró con ceño fruncido cuando vio que no miraba al escenario, sino que hablaba intensamente con el modelo.

Maldito hombre. ¿No sabía él que estaba ocupada? Aparentemente no. ¿Y de quién era la culpa? De Myriam. Ella le debería haber avisado que no estaba disponible.

¿Y por qué no había querido acostarse con él esta tarde? ¿No le había dado placer repetidas veces esa mañana? Él ciertamente había disfrutado haciendo el amor. Y estaba tan seguro que ella lo había disfrutado. ¿No lo haría?

— algunos están teniendo un pequeño problema con Robert. —Comentó Jodi.

Víctor la recorrió con la mirada.

— ¿Robert?

Jodi inclinó la cabeza.

— Él es el modelo masculino más popular. Su nombre es tan reconocido como la mayoría de los escritores. Quiere sacar ventaja de su nombre escribiendo romances él mismo y modelando para las cubiertas. Desafortunadamente, no puede escribir. Todos sus libros son intensos, suben y bajan. —Ella rió, entonces explicó:— Esa es la vista estereotipada de que todos los Romances son apasionados y que te dejan sin aliento.

Víctor gruñó. No era apasionado, ni siquiera sus libros, pero eran considerados romances paranormales.

— Myriam ha estado tratando de convencer a Robert para que use a un escritor anónimo. —Siguió Jodi.— Pero se opone a eso. Piensa que es un escritor maravilloso.

Víctor movió la cabeza solemnemente y refrescó sus ojos en Myriam. Entonces el modelo era un escritor. Su cabeza estaba cerca de Myriam otra vez. Cuando Victor miró, Myriam se echó a reír. Luego tocó el hombro del hombre. Víctor la había visto hacer eso con las escritoras, un roce, había advertido eso acerca de ella. Ella a menudo palmeaba su mano, su hombro o su brazo al dirigirle la palabra. La había visto hacérselo a los otros igualmente. Nunca le había molestado cuando vio que lo hacía con las mujeres. Pero no le gustó que toqueteara a Robert de ese modo. No le gustó en absoluto.

Irritado por las tendencias celosas de las que no se había percatado que tenía, Víctor tomó su bebida y derramó el resto de ella, luego echó un vistazo alrededor cuándo todo el mundo estalló en aplauso. En el escenario, los jueces habían escogido al modelo románico ganador. El espectáculo había terminado.

— Bueno. —Sugirió Cesiah al resto de la mesa cuando se puso de pie.— Tienen un poco de tiempo antes de la fiesta en Montemayor. Por qué no van a buscar algo para comer y beber. Tengo que ir a ayudar a Myriam y a los demás arriba. Jodi, ¿vigilarás a Victor, y te aseguras de que no tiene ningún problema ?

— Seguro. —La escritora estuvo de acuerdo. Cuando vio el semblante ceñudo de Víctor, pasó su brazo a través del suyo y dijo— Cesiah tiene buenas intenciones, Victor. Tú eres nuevo en estos congresos, y sólo se preocupa por que podrías sentirte abrumado por todo.

Víctor simplemente gruñó. No había estado mirando a Cesiah aunque sin embargo, era más bien molesto, había estado frunciendo el ceño por que Myriam iba a estar en el trasfondo ocupada de la fiesta. No lograría hablar con ella. No le había dirigido la palabra desde que habían llegado a la Feria del libro esa mañana. Comenzaba a sentirse un poco abandonado, una sensación nueva, y que no disfrutó en absoluto. Se hacía dependiente de la mujer, su humor se veía afectado por su presencia. No le agradó. Su vida se estaba volviendo una serie de altos cuando ella estaba cerca, y bajos cuando no estaba. Le parecía a Víctor que el aburrimiento y la igualdad repetitiva de su vida antes de Myriam era de lejos preferible. Más seguro. Quizá debería crear alguna distancia entre ellos. Después de todo, el congreso terminaría al día siguiente; volaría a casa, a Toronto, y ella regresaría a Nueva York.

Y toda esa pasión y esa risa serían un recuerdo, pensó tristemente. Myriam le había traído de regreso a la vida por poco tiempo. Lo había disfrutado, pero iba a ser doloroso volver a aquella vieja existencia vacía. No se había molestado en hacer amistades por mucho tiempo, ya que siempre morían o tuvo que abandonarlos cuando se mudaba. Acababa siendo más fácil no molestarse por ello. Casi deseó...

— Ven,Victor. —Jodi se levantó y lo esperó al lado de su silla.— Vamos al pub del hotel para una cena rápida. Luego nos separaremos para prepararnos para la fiesta de Montemayor.

Víctor se quitó de encima la melancolía y se levantó.

— ¿Y cuál es el tema para esta fiesta?

— ¿No lo sabes? —Ella pareció asombrada.

— ¿Debería saberlo? —Preguntó él. Sintió desconfianza.

— Bien, eres un vampiro adulador. ¡Tú serás el atractivo protagonista!

Víctor logró no estremecerse, pero no era un vampiro feliz. Había disfrutado del rock 'n' roll la noche anterior, pero realmente no estaba de humor para celebrar esta noche. Y ser el atractivo protagonista sonaba bastante alarmante.



— Creo que lo tenemos todo listo.

Myriam asintió ante el comentario de los organizadores , cuando prestó atención a su trabajo ya terminado. Los manteles negros, las rosas rojas como la sangre sobre cada mesa y la sombría iluminación. Estaba listo.

— Deberías ir a cambiarte. Los invitados empezaran a llegar dentro de media hora, y se supone que victor y tú debéis estar en la puerta para recibirlos. —La avisó el editor jefe. Myriam hizo una mueca, afirmando con la cabeza y gesticuló hacia Cesiah , indicándole que era hora de irse. Saliendo ella misma del salón de baile.

Myriam se había quedado deliberadamente. No esperaba con ilusión el momento de decirle a Víctor que era la estrella principal de la fiesta. Sabía que no le iba a gustar, y después de la risa y la pasión que habían compartido, era terrible para ella volver a enfrentarse a un molesto y malhumorado Víctor.

— Date prisa. —Le dijo Cesiah cuando salieron del ascensor.— Víctor lleva arriba bastante tiempo. Seguro que nos lleva mucho adelanto.

Myriam consiguió la fuerza necesaria para lanzarle una sonrisa a su compañero. Solo esperaba que estuviera en lo cierto. Se sentía culpable por no habérselo contado a Víctor desde el principio, y haber sido una cobarde.

La fiesta vampírica no había sido idea suya. Había sido idea de su padre y de los editores. Consideraba que era un brillante acto para promocionarle, y cuando Myriam había intentado que cambiase de opinión, diciéndole que Víctor no era muy sociable y que podría sentirse agobiado, su padre había pasado como una apisonadora sobre sus protestas. Incluso había ignorado el hecho de que los asistentes a la conferencia tendrían poco tiempo para prepararse y cambiar el disfraz, pues la fiesta había sido originalmente planeada para que fuera de espías. Myriam se puso enferma solo de pensar que la mitad de los asistentes podían aparecer disfrazados de espías y la otra mitad con capas de vampiro. ¡Todo esto podía tornarse ridículo!

Estas preocupaciones se desvanecieron de su mente cuando se detuvo a la entrada de la suite. Cesiah deslizó su tarjeta para abrir la puerta y entró en la habitación. Inmediatamente vio a Víctor. Estaba sentado en el sofá, mirando la televisión. Tenía el pelo mojado y llevaba puesta una bata. Obviamente, esperando para terminar de vestirse. Al principio no advirtió su entrada, en lugar de eso parecía muy interesado en lo que fuera que estuviera observando. Una mirada horrorizada se reflejaba en su cara. ¿Que estaba viendo?

Myriam echó una ojeada a la televisión, reconociendo una repetición de Buffy La Caza Vampiros.

Repentinamente Víctor se irguió en su asiento, mientras un sonido de aversión salía de sus labios. Se pareció muchísimo a “perra”, pero no estaba segura.

Consciente de que tenían muy poco tiempo para arreglarse para la fiesta, se aclaró la voz.

— ¿Er, Víctor?

La recorrió con la mirada repentinamente, con un semblante ceñudo.

— ¿Has visto eso? Buffy acaba de estacar a ese pobre vampiro. Ni si quiera había tenido tiempo de hacer nada malo, simplemente salió de su tumba y ella lo estacó. No hay derecho. Traslada los problemas que tiene con ese tipo, Ángel, y lo paga con los vampiros, eso es lo que hace. —Masculló Víctor con una maldición cuando se volvió hacia la pantalla.

Un pequeño estallido de risa se escapó de los labios de Cesiah , cuando se encaminó hacia su cuarto.

— Urn, voy a prepararme.

Myriam se mordió los labios cuando le observó irse.

— ¡Mira! —Víctor chasqueó con la lengua mientras se relajaba otra vez en el sofá.— No es la primera vez que lo hace. Es feliz estacando. Lo va haciendo por todos lados. El personaje de Buffy es así.

— ¿Vic? —Le interrumpió Myriam.

— ¿Hmm?Preguntó. Su mirada permanecía todavía fija en la pantalla.

— Tenemos que arreglarnos para marcharnos.

— Si, ya me di una ducha y me afeité, solamente tengo que vestirme. Estaba esperando que vinieses para decirme que tengo que ponerme. No sabía si ibas a traer otro disfraz. ¡Oh, lo ha vuelto a hacer! —Dio una patada y lanzó una intensa y furiosa mirada a la pantalla.— ¿Quién escribe esta tontería? No nos convertimos en bestias babosas cuando mordemos, y ¿me convertí en una bocanada de humo cuando me clavaron una estaca? No. No, caracoles. Esta es una tontería vergonzosa. Simplemente ridícula. Debo escribir y...

Myriam no escuchó el resto. Dejó a Víctor agitando su puño hacia la televisión y huyó en desbandada hacia su cuarto, para recoger el disfraz que había alquilado para él. Así que, Víctor había descubierto la televisión. Realmente era una vergüenza. Y era culpa suya. Había insistido la primera noche en que viera la televisión.

Todavía estaba vociferando acerca de escribir a quienquiera que estuviera a cargo de la serie de Buffy y ponerlos al orden, cuando Myriam regresó. Se paró un momento a su lado y negó con la cabeza tristemente.

— Supongo que debería de estar agradecida de que aún no hayas descubierto los deportes. Los hombres se vuelven imposibles cuando ven a fenómenos deportivos. —Comentó.

Víctor arrancó la mirada de la TV y bufó.

— Los deportes. Vi lo que vosotros los humanos llamáis deportes. Sheesh. Si quieres ver deporte, deberías ver una justa. Esoes deporte. Encuentros ganados, vidas perdidas, sangre derramada. —Su mirada descendió hacia la bolsa que ella sujetaba.— ¿Es para mí?

Si —Myriam se lo entregó. Comenzó a marcharse dando media vuelta, pero se quedó sin aliento ante la sorpresa, cuando le atrapó la mano y tiró de ella. Aterrizó en su regazo con un plaf desgarbado. Antes de que tuviera tiempo de recobrarse, su boca cubrió la de ella y la sometió a un minucioso beso.

— Oh —Suspiró cuando terminó. Su cabeza le daba vueltas. Sin saber como, sus brazos habían subido hasta su cuello, enlazándole y su cuerpo se pegaba al de él como una camisa mojada.

— Hola. —Gruñó el vampiro. Deslizando la mano hacia arriba por el interior de su pierna, se detuvo un momento para acariciar la marca del mordisco que le había dejado en la parte superior de su muslo.

Myriam se puso rígida y se contoneó cuando un agudo dolor comenzó entre sus piernas.

— ¿Te duele? —Le preguntó quedamente, frotando sus dedos sobre la marca.

— No —Trató de detenerle, pero la estrecha falda de su traje de calle permaneció estrechamente sujeta por encima de sus piernas. No podría ponerle ningún obstáculo.

Víctor comenzó a mordisquear su oreja, y sus dedos se deslizaron aún más arriba por su pierna.

— Vic—Protesto Myriam, sonando de manera insegura. Intentó conseguir un tono más firme.— Tengo que arreglarme.

Víctor gruñó.

— Me sientes.

— Oh —Se arqueó ligeramente bajo su caricia. Con su cuerpo ansioso por sentir un poco de la magia de esa misma mañana. Su mente, sin embargo, la sermoneaba. La fiesta. Víctor era el invitado de honor. Y Cesiah estaba precisamente al otro lado de la puerta. Este último pensamiento, más que cualquier otro, la hizo levantarse de su regazo y alejarse de su contacto.

— Tengo que vestirme. —Dijo bruscamente. Entrando precipitadamente en su cuarto, cerró de un portazo impidiendo cualquier comentario que él pudiera haber hecho; luego se apoyó contra la puerta, con su mano en el pecho. Jadeaba como si hubiera corrido una maratón, con sus piernas temblando y con su piel hormigueante. Luchó contra sus instintos, que la pedían a gritos tomarle de la mano y arrastrarle hasta la cama. De hecho, le resultó muy duro no hacer precisamente eso. Pero el deber la llamó.

El deber. Suspiró. Todavía no le había dicho que era el protagonista de la fiesta de aquella noche. Ahora estaba contento, pero no lo estaría una vez que se enterara de en donde le había metido.

Obligándose a no pensar en eso, se apartó de la puerta con esfuerzo. Tenía que arreglarse. Había traído de casa un vestido de noche, negro. Se vistió con la fina seda negra, luego usó maquillaje para darle a su piel un tono muy blanco, como de porcelana china, antes de añadir un color de labios rojo como la sangre. Y para terminar soltó el pelo que llevaba sujeto en un moño y lo cepilló hasta que cayó alrededor de sus hombros en suaves ondas.

Decidiendo que no podía estar más preparada de lo que ya lo estaba, cogió los dos pares de colmillos que se había traído de Nueva York y salió de la habitación.

Víctor estaba de pié en la sala de estar, vestido y preparado para salir. Myriam sintió como se le escapaba un suspiro al verle. El hombre estaba absolutamente delicioso, con el esmoquin y la capa que le había traído. Era la fantasía de todas las mujeres. Realmente deseó no estar a punto de enfadarle con las noticias que le tenía que dar.

— Estas bellísima. —Dijo Víctor con solemnidad.

Myriam forzó una sonrisa y caminó hacia adelante, tendiéndole una de las dentaduras.

Víctor miró los colmillos de plástico barato que ella le ofrecía, y después se puso rígido. Su mirada se levantó hasta su cara.

— Por favor, dime que bromeas.

Myriam se mordió los labios para reprimir la explosión de risa que sintió en esos momentos. Se veía horrorizado ante el pensamiento de llevar puestos los pegajosos colmillos.

— Todo el mundo los llevará puestos. —Le informó.— Es una fiesta de vampiros.

— Tengo mis dientes. —Dijo con dignidad.

— Lo sé. Pero nadie espera eso. Por favor, simplemente póntelos. ¿Me haces el favor? —Le tocó el brazo.

La mirada de él quedó fija en sus labios, distrayéndolo; después suspiró con exasperación.

— Oh, muy bien.

Le arrebató un par de colmillos y se los metió en la boca. Luego procedió a moverlos de un lado para otro, gesticulando y corrigiendo su situación para colocarlos de manera que no le molestaran.

— Vees ore asrocious.

Myriam dejó de lado el hecho de que no se le entendía. Decírselo solo conseguiría que aumentaran sus protestas; se encogió de hombros y se metió el segundo par de colmillos en su propia boca, luego comprendió exactamente lo que la decía. Eran horrorosas. Eran condenadamente incómodos. Eran tan malos que consideró dejar en la habitación los dos pares.

Cesiah entró vistiendo su esmoquin y su capa.

— Estáis geniales.

Les sonrió a ambos, revelando un par de colmillos increíblemente realistas.

Inmediatamente Víctor frunció el ceño.

— ¿Ouee? Es eeth ook eal. Uno un omorta-ul pastic amn ight

Myriam intentaba traducir sus palabras cuando Cesiah dijo sobresaltado:

— Myriam mujer, ¿dónde has conseguido esos colmillos? Sheesh. Esos son tan anticuados que no resultan graciosos.

Myriam se enfadó ante la traición de su amigo. Optando por ignorar a ambos hombres, se dirigió hacia la puerta, diciendo:

— Vámonos, no quiero que lleguemos tarde. —Al menos trató de decir eso. Porque en realidad lo que dijo fue más o menos: et's o ah own an oo ee ate. Suspirando cuando Cesiah estalló en risas, abrió la puerta y salió fuera.

Víctor se quitó los dientes en el ascensor, pero Myriam logró convencerle para que se los pusiera de nuevo. Luego se quito los suyos y aclarándose la garganta dijo:

—Victor, realmente debería haber mencionado esto antes, pero...

— Yo un temor uh oco oin uh uh.

— ¿Qué? —Cesiah le miró boquiabierto, luego dirigió su mirada a Myriam —¿Qué ha dicho?

— Ha dicho, “soy el invitado de honor en la fiesta”. —Le contestó distraídamente. A su vez le preguntó a Víctor.— ¿Cómo lo has sabido?

Víctor escupió sus dientes antes de contestar.

— Me lo dijo Jodi.

— Oh —Myriam se mordió el labio y examinó su cara, mientras intentaba deducir porque no estaba enojado.— No fue idea mía. —Le dijo quedamente.

— Es verdad. Fue idea de su padre, Myriam intentó hacerle cambiar de opinión.

Cuando Víctor se limitó a inclinar la cabeza, sin decir nada, Myriam frunció el ceño.

— ¿No estás enfadado?

Se encogió de hombros.

— Al principio estuve un poco molesto. Pero son solo un par de horas de mi vida. Tengo muchas horas para vivir, Myriam. El congreso entero es apenas un latido de tiempo para mí.

Cesiah se quedó perplejo, sin embargo Myriam comprendió el significado de sus palabras, pues él había vivido cientos de años y sin duda viviría otros cientos más; estos pocos días eran a penas un granito de arena en la playa de su vida, por lo que se preguntó si sus palabras llevaban un mensaje especial para ella. Era una más de las centenares, quizá miles, de mujeres que habían pasado por su vida en esos cientos de años. La relación que disfrutaban ¿seria igual de poco importante que este congreso? ¿Era para él otro granito de arena?

La idea la molestó, por lo acertada que era. ¿Qué más podía ser para él? En veinticuatro horas ella estaría de regreso a Nueva York, y el volvería a Toronto. La vida seguiría igual. Con el tiempo, encontraría algún buen hombre, se asentaría y tendría un par de niños, se haría vieja. Y Víctor seguiría joven, erótico, y continuaría llevando a alguna mujer a la cumbre del éxtasis. La idea, realmente, la molestó.

Inspirando profundamente para tratar de disipar el dolor de su corazón, Myriam se colocó de nuevo sus dientes en la boca y siguió a Cesiah , cuando este salió del ascensor.
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Sed eterna - Página 9 Empty Re: Sed eterna

Mensaje  aitanalorence Miér Mayo 18, 2011 11:49 pm

— Bien, sería vergonzoso llegar tarde a mi propia fiesta. —Dijo Víctor secamente. Le echó una mirada al editor, que hizo que el hombre se moviera inquieto.

— Si, es cierto. —Murmuró pero Víctor se había vuelto ya, para saludar a Lady Barrow.

Víctor sonrió a la mujer, que lucía un precioso traje de noche, rojo intenso; tomó su mano y se inclinó hacia ella.

— Lady Barrow. —Le dijo, dándole un beso en el dorso de su mano.— Se la ve y se la huele lo suficientemente bien como para comérsela.

Lady Barrow soltó una amable risita ante ese gesto, pero Myriam se puso tensa. Le alejó de ella, cuando casi estaba mordiéndola. Recordó que todavía tenía que abastecer su suministro de emergencia, pues hasta donde ella sabía, solo había tomado sangre esa misma mañana, mientras hacían el amor. Había tenido la intención de hacer un rápido viaje al banco de sangre, en algún momento de ese día, pero se le había olvidado. Y ahora Víctor estaba muerto de hambre, y sin duda dolorido por la falta de sangre.

Cálmate, no se le ve enfermo. Le miró fijamente mientras él charlaba y se reía con Lady Barrow. Se le veía un poco pálido, pero no gris, como había estado antes.

Myriam consideró el tema mientras le indicaba a Víctor que se volviera a poner los colmillos, y se colocaban en la puerta para saludar a los invitados de la fiesta. Decidió que tendrían que irse temprano y robar otra vez en el banco de sangre. Le repugnaba hacerlo. Los bancos de sangre siempre estaban escasos de suministro. Pero Víctor estaba tan necesitado como cualquier otro paciente, y no podía dejar que sufriera.

Myriam se mantuvo cerca de Víctor, asustada ante el hecho de que se liara a mordiscos con uno de los invitados, si su hambre se volvía desesperada. No se hubiera preocupado tanto si las mujeres no siguieran acercándose, pidiéndole hacerse una foto con ellas y haciendo eso mismo. Solo podía imaginar la tortura que debía de estar sufriendo, mientras se imaginaba mordiendo sus cuellos. Era como pedirle a una mujer a dieta, que mantuviera un trozo de pastel de queso en la boca toda la noche y que no lo masticara.

A parte de eso, sin embargo, todo se desarrolló bien. Perfectamente... excepto por los malditos colmillos que había comprado. Era terriblemente difícil hablar coherentemente con ellos dentro y a Víctor se le cayeron en la copa al menos tres veces cuando intentaba beber. A la cuarta vez que se le cayeron, Myriam le agarró del brazo y le arrastró por mitad del salón de baile. Deslizándose entre los bastidores del escenario, le dirigió hacia la primera puerta que vio, encendió las luces y cerró la puerta detrás de ellos.

Víctor miró atentamente su alrededor. La habitación era un vestidor, y arqueando sus cejas, dijo:

— ¿Que...?

— Dame tus colmillos. —Le interrumpió, tendiendo la mano.

Víctor no se tomó la molestia de disimular su alivio al sacárselos de la boca. Cuando se los entregó le dio la espalda y se dirigió al tocador, donde lanzo los dos pares de falsos colmillos a la papelera.

— Puedes usar tus verdaderos colmillos. Simplemente le diremos a todo el mundo que un buen admirador ha visto el problema que tenías y te ofreció un par de colmillos que tenía de repuesto.

Se dio la vuelta, para dirigirse a la salida, cuando se dio cuenta que la había seguido y estaba detrás de ella. No le había oído moverse. Se las ingenió para sonreír a pesar de la brusca aceleración de su corazón y dijo:

— A lo mejor deberíamos esperar unos minutos antes de regresar. No estoy segura de cuanto se tarda en colocarse los colmillos igual que Cesiah , pero imagino que el pegamento especial que se utiliza necesitará algunos minutos para secarse.

— Hmm —Víctor movió su mano hacia arriba, por el brazo de ella, sonriendo cuando la notó temblar.

Myriam intentó no parecer preparada para lanzarse sobre él. El hombre solo tuvo que tocarla para que le necesitara al instante. Dios mío, sus piernas se estremecían. Aclarándose la garganta, se movió alejándose de él y sentándose en un precioso banco tapizado que se encontraba delante del tocador. Girándose para enfrentar al espejo, colocó el bolso en el suelo, sacó su lápiz de labios y se aplicó una fina capa de color. Sus ojos se alzaron hacia el hombre que tenía detrás, cuando este le colocó las manos en sus hombros.

Víctor no dijo nada, simplemente atrapó su mirada en el espejo. La boca de Myriam se secó. Tragó al captar el fuego plateado que desprendía su mirada. La reconoció. Casi la había quemado viva esa mañana con esa misma mirada. La deseaba

— Víctor...

— Shhh —Colocó una rodilla sobre el banco, al lado de su cadera y con el codo la instó a que inclinara su cabeza. Tirando hacia atrás de su pelo, depositó un beso en su cuello.

Myriam se reclinó sobre él y le observó en el espejo. Un suspiro se le escapó de entre los labios cuando movió los pulgares sobre sus erectos pezones. Entonces desplazó una mano para sujetar su barbilla y volver su cabeza. La besó. Myriam gimió, abriéndose para él, arqueándose ante la caricia, deslizando sus propias manos hacia sus hombros.

Se sorprendió cuando repentinamente la puso de pié.

— ¿Que?

— Vamos. —Fue todo lo que dijo. Se encaminó fuera del cuarto tirando de ella. Myriam pensó que la llevaba de regreso a la fiesta, pero la llevó hacia el escenario. Lo cruzaron rápidamente. Myriam intentó permanecer callada, siendo consciente de que lo único que les separaba del salón de baile lleno de personas era la cortina cerrada, pero de sus zapatos de tacón alto salía un click-click-click cuando caminaba. Víctor la dirigió hacia las escaleras que bajaban por el lado contrario y salieron por la puerta.

— ¿Donde vamos? —Siseó Myriam, mirando nerviosamente por el vestíbulo, hacia las puertas del salón de baile que dejaban atrás.

Víctor se detuvo delante de los ascensores y presionó el botón de llamada.

— Se te ve cansada. —Le dijo— Hoy has trabajado demasiado. Necesitas descansar.

Myriam le contestó tajante.

— Vic, tenemos que... Ohh. —Gritó cuando las puertas del ascensor se abrieron y la empujó dentro.

— Víctor —Repitió. El presionó el botón de su planta, pero Myriam se colocó entre el panel y él, golpeando el botón de abrir— Tenemos que... —Soltó el botón del ascensor para sujetar sus manos.— ¡Víctor!

Las puertas del ascensor se cerraron y comenzó a subir.

— Una siesta, suena bien. —Inspiró. Luego negó con la cabeza.— No, tenemos que...



— Me deseas.

— Te deseo. —Repitió Myriam. Luego parpadeó.— ¡Oye!

Soltándose con esfuerzo de su sujeción, se giró rápidamente, para mirarle con el ceño fruncido.

— No utilices esa mierda de control de la mente conmigo.

— ¿No me deseas?

Myriam simplemente le miró con el ceño más fruncido aún. Él sabía que le deseaba. No hubiera podido entrar en su mente si no lo hubiera hecho. Cálmate, eso no ha tenido importancia. Bastantes dificultades estaba teniendo para controlar sus deseos y el hecho de que él tomara el control de su mente para que cediera ante ellos, no ayudaba. ¡Y había entrado tan callada y fácilmente!

El ascensor se detuvo, abriendo las puertas y Víctor agarró su mano y la sacó fuera.

Myriam trató de parar sus pies cuando el la arrastró por el pasillo.

— Víctor. Solo una hora más en la fiesta. Una hora. Luego podemos ir a visitar el banco de sangre y atender tu pequeño problema. No podemos... Okey, media hora. —Dijo desesperadamente, cuando él paró ante su puerta y usó su tarjeta para abrirla.— ¡Media hora más en la fiesta!

La llevó hacia el interior, empujando la puerta hasta cerrarla, luego caminó hacía el sofá.

— O tal vez podríamos hacer una rápida visita al banco de sangre ahora, y luego regresar a la fiesta. —Imploró Myriam. Víctor se dejó caer para quedar sentado en el sofá, sosteniendo aún su mano.— Podemos atender tu necesidad de sangre y luego regresar...

— Myriam. —La interrumpió Víctor.

— ¿Qué? —Preguntó cautelosa.

— No necesito sangre. —Tiró de ella, haciéndola caer en su regazo— Solo te necesito a ti.
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Mensaje  aitanalorence Jue Mayo 19, 2011 12:08 am

Myriam no tuvo oportunidad de responder; Víctor se lo impidió sellando sus labios con los de él. Al principio mantuvo su boca cerrada, ignorando la tentación de besarle completamente, luchó para mantener el control. Pero sus labios no eran lo único que movía..., uno de sus brazos fue hacia su espalda, sus dedos se deslizaron por el lateral del vestido acariciando suavemente la piel de debajo de su brazo y el exterior de su pecho.

El otro trabajaba activamente en los nudos que tenía el vestido en los hombros. Myriam gimió profundamente en su garganta, consiguiendo mantener los labios cerrados, entonces uno de los nudos de su vestido se deshizo y luego el otro — Maldición. —Myriam inspiró— Regresemos a la fiesta.

Agarrándole por el pelo, le inclinó la cabeza hacia atrás y le besó insaciablemente. Esta noche era para estar juntos. La editorial y su trabajo podían irse al infierno.

Iba a aprovechar bien la ocasión.
Esta pasión fue apresurada y enérgica, abrumándoles rápidamente a ambos.

Myriam no sintió como Víctor la mordía, pero definitivamente sintió cuando extendió en su mente la pasión que le invadía.

Ella no había desfallecido.

Había estado terriblemente cerca, sin embargo, Myriam tuvo que admitírselo a sí misma la mañana siguiente. Era una buena cosa que fuera joven y sana; de otra manera, esos apasionados encuentros posiblemente la podrían haber casi matado. Sonriendo, se metió bajo el agua y dejó que le quitara el jabón.

Víctor era mejor que el chocolate. Cuando era niña, Myriam había preguntado una vez a su madre cómo podría saber cuándo estaba enamorada. Su madre le había dicho que sabría que estaba enamorada cuando estuviera dispuesta a olvidarse del chocolate para siempre con tal de estar con esa persona por una sola hora.

Myriam, una dedicada y desesperada chocoadicta, había decidido en ese mismo instante que nunca se enamoraría. Había estado segura de que ningún hombre merecería semejante privación. Por Víctor merecía la pena dejar el chocolate. El chocolate oscuro, el blanco, el chocolate con leche, ella dejaría a gusto todos por él.

Pero su sonrisa rápidamente se desvaneció. Dudaba siquiera de poder elegir. Suspirando, apagó la ducha y dio un paso hacia la pequeña toalla que había tirado en el suelo. Cogió una de las grandes toallas de baño de la percha en la que se secaban y entonces se detuvo mientras se daba un vistazo a sí misma en el espejo. Dejando caer la toalla, miró fijamente su reflejo.

Su cuerpo era un conjunto de mordiscos. Había pocos lugares que Víctor no hubiera marcado. Y cada mordisco había sido una dicha.

En cada lugar en el que había una vena, y también en algunos en los que no había, su cuerpo había sido marcado. Esas marcas deberían doler ahora que no estaba cautiva por la pasión y que Víctor no estaba llenando su mente con su placer, pero no dolían. Myriam pasó sus dedos sobre un rasguño en su hombro, y tembló mientras recordaba cómo la había mordido allí Víctor mientras entraba en su interior.

Su cuerpo inmediatamente despertó a la vida, anhelando de nuevo a Víctor. — Por el amor de Dios, soy una yonki. —Exclamó, dejando caer su mano. Peor, era una yonki que estaba a punto de perder el control. Hoy era domingo, el último día del congreso. Había una merienda por la tarde y una fiesta de despedida a la noche, pero eran los únicos actos programados.

No habría más reuniones de hospitalidad. La mayoría de los invitados se irían por la tarde o la noche. Algunos incluso volarían a casa esa misma mañana.

Por culpa de su “alergia al sol”, Myriam había reservado un vuelo a Víctor a las 16.30 para volver a Toronto, y otro a las 17.30 para que ella y Cesiah regresaran a Nueva York. De esa manera podrían verle despegar y aún tener tiempo de volver a sus respectivas casas lo suficientemente temprano como para deshacer las maletas y relajarse antes de volver a trabajar a la oficina a la mañana siguiente.

¿Cuánto tiempo le daba eso para estar con él?, se preguntaba. Se había levantado a las seis de la mañana, y había considerado lanzarse sobre Víctor, despertándole con una sonrisa, pero primero había vuelto allí para darse antes una ducha. Calculaba que eran sobre las seis y cuarto o seis y media de la mañana.

Eso significaba que le quedaban unas diez horas. Su boca se secó. Diez horas. Diez horas y entonces… Sus ojos se nublaron de repente, sintió un dolor en el corazón.

Myriam sacudió sus lágrimas con un molesto golpe de sus dedos. Jesús, ¿qué pasaba con ella? Así que habían tenido buen sexo. No había hecho nada estúpido como enamorarse, o algo, se dijo a sí misma. Pero estaba mintiendo. No había sido sólo buen sexo. Se había caído con todo el equipo.

Mierda. No era del tipo de las que rompían la ley y robaban un banco de sangre por cualquier escritor. Ella admiraba muchísimo a Jodi, pero no lo habría hecho por ella. Y tampoco habría ofrecido a Jodi su muñeca para un pequeño desayuno. Si, había caído por Víctor. Hasta adentro. ¿Cómo había ocurrido? ¿Cuándo había ocurrido? Obviamente antes del desayuno del miércoles. Quizá cuando Victor había demostrado ser un hombre de palabra cuando apareció en el congreso. No, más seguramente antes incluso de que ella dejara Toronto.

Era lo suficientemente honesta como para admitir, al menos a sí misma, que no había sido capaz de sacar al hombre de su cabeza durante todo el mes después de haber conocido a Víctor y haberle visto de nuevo. Había sentido una gran alegría al reservarle la habitación, al registrarle en el congreso y al elegir y encargar sus trajes. Incluso había soñado con él, sueños húmedos y calientes como el que había disfrutado en su casa.

Dios querido, ella era una idiota. Debería haberse dado cuenta.

Debería haber reconocido sus sentimientos y haber permanecido alejada de él. Debería haberse sobrepuesto a él cuando todavía estaba a tiempo.

No. Ahora ella había visto su lado suave, había visto como manejaba a sus fans con infinitivo paciencia y ternura, había sonreído y reído con él y había disfrutado del éxtasis que él podía darle... Myriam empezó a llorar. Grandes lagrimones rodaron por sus mejillas.

El reflejo de ellas en el espejo la aterró. Tenía miedo de reaccionar de la misma manera en el aeropuerto, llorando como un bebé cuando tuviera que decir adiós.

Tendría el corazón en la manga, sangrando por él. Víctor se sentiría avergonzado y disgustado. Se suponía que las mujeres modernas eran capaces de manejar estas cosas. Se suponía que eran capaces de embarcarse en aventuras con despreocupación, para luego encogerse de hombros y seguir adelante cuando acababan. El corazón de Myriam, siempre optimista, sugirió que quizá esto era algo más que una aventura para Víctor también.

Y ella cruelmente espachurró esa esperanza. Victor nunca había hablado de sentimientos hacia ella, ni siquiera de cariño. Y, por doloroso que fuera admitirlo, ella temió ser simplemente una agradable comida para el hombre. Él no pudo controlar su mente al morderla, tuvo que apasionarla. Y la había apasionado.

Y la razón para eso estuvo perfectamente clara. Él la había estado usando. Habían compartido apasionados momentos la noche que él llegó y la mañana siguiente, cuando él había necesitado sangre.
Luego lo habían evitado de nuevo hasta el ataque del marido de una fan, cuando Víctor se había vuelto a encontrar en necesidad. Ella era simplemente la cena para Víctor.
Lo que era humillante.

Pero aún más vergonzante era el hecho de que si ése era el único valor que ella tenía para él, Myriam no estaba segura de que no se ofrecería a sí misma en el menú para el resto de su vida, por estar cerca de él.

Cerró los ojos y se abrazó a sí misma.
No podría enfrentarse a Víctor de nuevo.
No podría arriesgarse a avergonzarse a sí misma de esa manera.

Y si él la rechazaba... No. No podría arriesgarse a verle de nuevo.
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Mensaje  myrithalis Jue Mayo 19, 2011 1:00 am

Gracias por los Caps. Me encanta la noevla Saludos Atte: Iliana
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Mensaje  alma.fra Jue Mayo 19, 2011 9:44 am

Muchas gracias por los capitulos, me encanta esta novela, ke bueno ke seguiste.
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Mensaje  aitanalorence Jue Mayo 19, 2011 11:12 am

gracias ili, alma por leerla Laughing


Víctor rodó sobre sí mismo y buscó alrededor a Myriam, pero su mano encontró la cama vacía. Frunciendo el ceño, abrió un ojo y miró furioso hacia la oscuridad. No estaba allí. Forzándose a sentarse, miró con atención por la habitación. La maldita mujer se había levantado y le había dejado solo en la cama. Él no había acabado con ella aún. Tenía la intención de mantenerla ocupada en la cama todo el día. Le importaba un comino el programa del día. Ése era su último día juntos, y él planeaba aprovecharlo al máximo.

Echando a un lado las sábanas salió de la cama y se dirigió hacia el baño. Myriam no estaba allí. Miró hacia el reloj de al lado de la cama. Eran más de las 7.30. La única razón por la que el cuarto estaba a oscuras era por la sábana que él había colgado sobre las persianas de las ventanas. Volviendo la espalda a la cama, abrió con fuerza la puerta y acechó fuera de su cuarto.

Cesiah estaba sentado en el sofá viendo dibujos animados. Miró por encima de su hombro y luego reaccionó con retraso.

— ¡Oh, mierda! —El editor puso sus ojos en blanco ante la desnudez de Víctor y volvió de nuevo hacia la tele.— ¿Podrías ponerte alguna maldita ropa encima? ¡Hombre! Yo… ¿Por qué tengo una sensación de dejà viu ahora? Nunca te he visto desnudo antes. —Deslizó una mirada sospechosa en dirección a Víctor. — ¿O sí lo he hecho?

Víctor ignoró la pregunta. Había limpiado la memoria de Cesiah la otra mañana, pero no tenía intención de contárselo al editor. De todas maneras, tampoco podría ir a la habitación de Myriam de ese modo sin revelar la naturaleza de su relación con ella, lo que posiblemente haría que se enfadara mucho con él. A menos que controlara la mente de su amigo de nuevo.

Estás viendo la televisión, Cesiah . Tú no me ves.

— No te veo. — se giró de nuevo hacia la tele.

Víctor siguió hacia la puerta de Myriam y la empujó para entrar. La habitación estaba ordenada y llena de la luz del sol. Las persianas estaban abiertas del todo. Víctor rápidamente cerró la puerta, luego simplemente se quedó allí. Había visto lo suficiente como para saber que el cuarto estaba vacío. El vistazo que había dado a su armario fue suficiente para hacer que el corazón se le cayera a los pies. Las puertas del armario estaban abiertas de par en par, revelando una barra vacía y ningún equipaje.

Víctor volvió hacia el salón y caminó hacia Cesiah . Liberando la mente del hombre, ladró:

— ¿Dónde está ella?

Cesiah giró la cabeza lentamente.

— ¿Por qué estás desnudo?

— Maldita sea, Cesiah , ¿Dónde está Myriam? Sus cosas no están.

— Oh —La incomodidad titiló en la cara del editor— Tuvo una emergencia. Tuvo que irse. Me pidió que mantuviera un ojo en ti hoy y que te viera coger el vuelo esta noche.

No era necesario ser un lector de mentes para saber que Cesiah estaba mintiendo; la manera en la que sus ojos miraban hacia otro lado para evitar la mirada de Víctor le delataba. Víctor se sintió como si hubiera sido apuñalado con un punzón.

— ¿Myriam se ha ido?

— Sí, como he dicho, tuvo una emergencia.

Cesiah se volvió hacia la televisión, pero el sonrojo aumentaba en su cuello. No se sentía cómodo mintiendo.

La mente de Víctor voló.

— ¿Hace cuánto tiempo que se fue?

— Errr... bueno, alrededor de media hora, más o menos, creo. Me despertó. Su vuelo sale a las ocho y tenía que pasar los controles de seguridad y esas cosas. No estaba segura de llegar a tiempo.

Víctor no estaba escuchando. Ya había empezado a correr hacia su habitación y había recogido la ropa de la noche anterior. Recolocándose sus pantalones usados y su camisa de vestir cerró de un golpe el armario y salió corriendo fuera del cuarto.

Atravesó sin problemas la puerta de su dormitorio hacia el vestíbulo, evitando la pérdida de tiempo de cruzar la sala de estar común. Afortunadamente no había inquisidores fans esperándole, o hubiera pasado sobre ellos. Corrió hacia el ascensor, esperando impacientemente que llegara, y después esperó aún más impacientemente que descendiera las más de veinte plantas hasta la recepción. Todo estaba bañado de luz de sol cuando salió apresuradamente del ascensor. Víctor se sobresaltó y subió el cuello para proteger lo más posible de su piel, pero decidió ignorar el asunto y corrió al exterior hacia la fila de taxis que se alineaba en la parte delantera del hotel. Se introdujo a toda prisa en el primero que encontró e inmediatamente tomó el control de la mente del conductor, urgiéndole para ignorar el límite de velocidad e ir directamente al aeropuerto.

Aun así, con el tráfico, eran las 7.56 cuando llegó. Todavía tenía que encontrar la puerta de embarque de su avión. Rezó para que el vuelo de Myriam fuera con retraso. Solían hacerlo, recordó. Con un ojo en su reloj de pulsera se apresuró hacia el mostrador de información y en seguida tuvo a la mujer buscando por el nombre de Myriam. Un pequeño toque mental hizo que ella ni siquiera dudara. Luego fue corriendo a través de todo el aeropuerto, empujando personas y apartándolas fuera de su camino, y dando golpes mentales a los guardas de seguridad. Eran las 8.02 cuando llegó a la puerta de Myriam, justo a tiempo para ver su avión despegando.Victor se paró de golpe ante la puerta y se quedó de pie, mirando fijamente el aparato, con los hombros hundidos.

— ¿Señor Von?

Víctor se giró lentamente, fijando sus ojos en la cara sonriente de Lady Barrow. Las cejas de ella se alzaron ante su expresión desalentadora.

— ¿Por qué, cualquiera que sea el asunto? —Preguntó con preocupación.— Parece como si justo acabara de perder a su mejor amigo en el mundo.

Sus palabras se perdieron en el silencio mientras ella miraba desde Víctor hasta el avión que se elevaba lejos de la vista.

— Oh, he visto a su editora antes de que se fuera.

La expresión de Victor se agudizó.

— ¿Lo hizo? Cesiah me dijo que ella tenía una urgencia que la hacía volver a Nueva York.

— Hmmm... —Lady Barrow no parecía muy convencida.— Bueno, entonces, parece que hay muchas de esas ahora mismo. Nosotros también tuvimos una urgencia. Tuve que enviar al editor de mi revista a casa pronto para encargarse del problema. Ella también está en ese vuelo.

Su mirada se desvió de nuevo hacia el avión, y Victor y ella le vieron sobrevolar el edificio y perderse fuera de la vista. La mujer suspiró.

— Bueno, usted probablemente podría aprovechar el paseo. Le llevaré de vuelta a su hotel, así no tendrá que buscar un taxi.

Víctor se tensó cuando ella deslizó el brazo a través del suyo. Realmente no quería volver con ella. No tenía ganas de hablar con nadie en ese momento, se sentía bastante hosco y rendido. Desafortunadamente, Myriam no era la única mujer con una mente fuerte; los pensamientos que trataba de instalar en el cerebro de Lady Barrow obviamente no tenían efecto. En lugar de apartar su brazo y dejarle sólo en su miseria como él deseaba, ella comenzó a arrastrar a Victor a lo largo del pasillo hacia la salida.

— ¿Ha disfrutado de su primer Congreso, señor Von?

— Victor —Murmuró él, casi malhumoradamente. Entonces la miró ceñudo.— No. Sí. No.

— Ajá —Ella no parecía para nada sorprendida ante su confusión. De hecho, tradujo sus pensamientos para él bastante bien.— Supongo que estaba un poco abrumado y, además, sobrecogido al principio. Comenzó a disfrutar después del primer día, más o menos, pero ahora está deseando que todos nosotros nos vayamos al infierno.

Víctor la miró alarmado, y ella le dirigió una sonrisa conocedora rociada con bastante comprensión.

— Miro su cabeza.

Él parpadeó ante esas palabras, y entonces se dio cuenta de que estaban de pie ante una limusina con cristales oscuros. Vio como ella se introducía en el interior, la siguió y cerró la puerta tras él con alivio. Por lo menos no tendría que preocuparse del sol en el regreso.

— Parece un poco pálido hoy. —Comentó Lady Barrow, abriendo la puerta de una pequeña nevera para que él viera el contenido.— ¿Quiere algo de beber?

La mirada de Víctor se deslizó sobre el agua embotellada, las latas de gaseosa y el zumo, luego hacia la garganta de Lady Barrow. El podría usar un estimulante, un pequeño aperitivo hasta que regresara al hotel y a su última bolsa de sangre. La estaba reservando para esta mañana, y ahora estaba contento de haberlo hecho. No debería de haber salido al sol.

— ¿Victor? —Interrogó la mujer suavemente.

Víctor suspiró y sacudió la cabeza. No podía morder a Lady Barrow sin permiso. Era demasiado agradable para eso. En cambio, mordería a Cesiah . El editor se lo merecía por haberle mentido y por no haberle contado de inmediato que Myriam se había ido. Esos minutos extras le hubieran permitido llegar a tiempo al aeropuerto.

— Bueno, creo que podría beber algo. —Dijo Lady Barrow. Oyó un tintineo y el sonido del líquido cayendo, y entonces empezó a ver mezclando en dos vasos zumo de naranja y champán. Le tendió uno y preguntó:

— ¿Tuvisteis una pelea, o es que ella se fue asustada?

Víctor simplemente la miró atónito.

Ella sonrió.

— Las chispas han estado volando entre vosotros durante toda la semana. Y nadie pudo haber evitado notar lo protectora que ella era contigo, o lo protector que usted era con ella.

Víctor aceptó el cóctel mañanero. Se lo bebió de un trago, entonces devolvió el vaso vacío. Lo que estaba diciendo era cierto, desgraciadamente. Pero lo que Lady Barrow no podía saber era que el afán de protección de Myriam había sido puramente profesional, ya que ella había prometido cuidarle y lo había cumplido maravillosamente. Por lo que respecta a las chispas…

Oh, bueno, yo trato de mantener a mis escritores felices, Victor…

Víctor apretó los dientes mientras las palabras de Myriam llenaban su cabeza. Él no creía que ella hubiera fingido toda la pasión, o que lo hubiera hecho como parte de su trabajo, pero le había dejado esa mañana como si no importara nada. O como si temiera que él le diera más importancia de la que tenía y provocara una escena embarazosa, o algo así. Y se dio cuenta de que él lo hubiera hecho. Él podría haber hecho algo como cometer la locura de pedirle que fuera a Toronto con él, o…

Su mente se retiró por miedo a ese “o”. Víctor no estaba preparado para admitir su posible deseo de pasar toda la eternidad con Myriam. De reír y llorar y pelear y hacer el amor con semejante pasión durante siglos. No, no estaba listo para eso.

Un vaso apareció delante de su cara, tras haberlo rellenado Lady Barrow para él. Cuando él vaciló, ella dijo:

— Ella volverá en sí,Víctor . Tú eres un hombre atractivo, dotado y con éxito. Myriam volverá en sí. Sólo necesita tiempo.

Víctor gruñó y aceptó la bebida.

— Tiempo es algo de lo que dispongo mucho.
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Mensaje  myrithalis Jue Mayo 19, 2011 9:09 pm

Gracias por el Cap. Saludos Atte: Iliana
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Mensaje  aitanalorence Vie Mayo 20, 2011 1:07 am

gracias ILI Sed eterna - Página 9 196

Ese comentario fue un gran fardo en la mente de Víctor durante las siguientes semanas. Volvió al hotel con Lady Barrow, pero no se quedó más tiempo que el que le llevó hacer sus maletas. Regresó de nuevo al aeropuerto y cogió el primer vuelo disponible a Toronto.
Su casa, su paraíso seguro durante mucho tiempo, parecía fría y vacía cuando entró en ella. No había nada allí más que recuerdos. Myriam sentada en su sofá, sermoneándole sobre la importancia de los lectores. Ella corriendo ansiosamente a la cocina a su lado para gritar por una herida en la cabeza que él no tenía. Riendo, haciendo un pequeño baile y chocando las manos con él en su despacho. Gimiendo y contorsionándose de pasión en la cama de su habitación de invitados, que él había ocupado patéticamente para dormir. Ella se había apoderado de su mente, llenándola prácticamente cada momento del día. Pero eso era todo lo que ella había hecho.
Víctor se había instalado el Messenger que ella le había comentado, y solía intercambiar mensajes instantáneos con Lady Barrow, Jodi y algunos otros escritores que había conocido en el congreso, pero aunque tenía a Myriam en su lista de contactos, ella nunca se había conectado online. Jodi pensaba que ella estaba bloqueando a todo el mundo. Él había considerado mandarle un e–mail, pero no podía pensar en qué decirle. En lugar de eso, se sentaba en su escritorio, escuchando el tic tac del reloj mientras lo miraba y esperaba que ella se conectara. Tiempo era algo de lo que tenía mucho.
Pasaron casi dos semanas antes de que él se cansara de esperar y vigilar. Disgustado, una mañana cerró el programa de chat y abrió su procesador de textos. Pensó en hacer su primer intento en un trabajo de ficción. Y sin embargo, se encontró a sí mismo contando la historia de su primer encuentro con Myriam, y luego de todo lo que siguió a ese encuentro.
Escribir el libro fue una catarsis, como estar ahí y volver a revivir cada momento. Se rió de algunos de los acontecimientos que no había encontrado graciosos en el momento, como su trozo de bacalao atrapado en el mantel, o su frenético intento de encontrar condones. No se rió de la partida de ella, que fue donde acabó la historia que había titulado simplemente “Myriam”.
Introdujo la última entrada en la historia sólo algunas semanas después de haberla empezado, luego la empujo cansadamente a sus pies. Se sentía un poco más ligero que cuando dejó el congreso, pero no mucho más. Estaba agradecido de haber conocido y haber pasado tiempo con Myriam Montemayor. Siempre la llevaría en su corazón. Pero se sentía a la vez triste y enfadado con ella por no haberles dado la opción de tener algo más.
Apagó el ordenador, mirando coléricamente al contestador automático de su escritorio. Andrea, que había insistido en que todos necesitaban uno ya que solían dormir durante el día, cuando la mayoría de los negocios tenían lugar, había comprado las máquinas para todos la última Navidad. Víctor no se había preocupado en el pasado de escuchar sus mensajes, pero lo había hecho desde que volvió a casa. Mantenía la esperanza de que Myriam llamara, aunque sólo fuera para preguntar si tenía algún otro libro terminado. Pero no había llamado ni una vez. Y ninguno de los mensajes de la máquina de esa noche era de ella tampoco.
Había un mensaje de su madre, y otros de Andrea, Bastian y Romeo. Víctor había estado evitando a su familia desde su regreso del Congreso, y aunque sabía que estaban preocupados por él, no tenía ganas de charlar. En realidad, no tenía ganas de hablar con nadie, excepto con la gente del congreso. Los había conocido a todos con Myriam. De alguna manera, chatear con ellos en el ordenador le hacía sentirse más cerca de ella. Y algunas veces Jodi o alguna de las otras mujeres tenía algún retazo de información sobre Myriam que se había abierto paso bajo la vid de los escritores. Nada importante, sin embargo. Había rechazado el libro de ese modelo. Había cogido un resfriado. Se había curado.
Víctor ignoró la luz parpadeante de su contestador y se dirigió al dormitorio. Su estómago rugía con hambre, y su cuerpo estaba dolorido por la necesidad de sangre, pero le parecía demasiado esfuerzo bajar las escaleras para llegar al frigorífico. Ni siquiera tenía energía para desvestirse. Simplemente caminó a su habitación y colapsó sobre la cama. Dormiría durante un rato, decidió. Un largo rato. Se alimentaría más tarde.
* * * * *
El sol estaba saliendo cuando Víctor se quedó dormido y hacía tiempo que se había ido cuando se despertó. Y el dolor que había sentido cuando se acostó era muchísimo peor. Tenía que comer. Rodando fuera de la cama, se abrió paso escaleras abajo hacia la cocina. Sacó dos bolsas de sangre mientras permanecía de pie ante la nevera. La bolsa estaba casi vacía cuando llegó a su despacho, lo que fue algo bueno, porque la vista de alguien sentado ante su escritorio lo sorprendió tanto como para dejar caer las últimas gotas al suelo.
— Bastian —Miró fijamente a su hermano.— ¿Qué estás haciendo aquí?
Dirigió su mirada hacia la pantalla de su ordenador, donde reconoció el último capítulo de Myriam.
Bastian cerró el procesador de textos con un click, luego compuso una expresión de disculpa.
— Lo siento, Víctor. Estaba preocupado por ti. Sólo quería estar seguro de que estabas bien. Te has negado a devolvernos las llamadas a cualquiera de nosotros, y no has querido visitarnos ni permitir que te visitáramos. Todos estábamos preocupados, así que he venido a ver qué estabas haciendo.
— ¿Cuándo has llegado?
Bastian dudó, luego admitió:
— He venido justo después de amanecer.
— ¿Llevas aquí todo el día? ¿Qué...? —La pregunta murió en su garganta. Sabía exactamente qué había estado haciendo Bastian. Su hermano había leído toda la historia de Myriam, había leído cada palabra hasta la última página. La mirada de vic se entrecerró hacia el joven.— ¿Cómo has sabido que lo pondría por escrito?
— Tú siempre has llevado un diario, victor, al menos desde que el papel es fácil de conseguir. Siempre has puesto las cosas por escrito. A menudo me he preguntado si no lo harías como una manera de mantener las distancias entre tú y todo lo demás. Igual que haces al recluirte aquí dentro.
Víctor abrió la boca para hablar, luego la cerró de nuevo. Ninguno de los dos creería su negativa, así que ¿para qué hacer el esfuerzo? Dando media vuelta, caminó unos pasos y se dejó caer en el sofá. Permaneció en silencio un momento, luego frunció el ceño y preguntó:
— Entonces, ¿qué opinas de mi primera obra de ficción?
Las cejas de Bastian se alzaron, pero no llamó la atención de Víctor ante la obvia mentira. En lugar de eso, dijo:
— Creo que es un intento muy pobre de romance.
Víctor se tensó, ofendido.
— ¿Por qué?
— Bueno... —Bastian comenzó a jugar con el ratón del ordenador de Víctor.— Por una razón, el tipo es idiota.
— ¿Qué? —Víctor se sentó derecho.
— Bueno, seguro —Los labios de Bastian se torcieron.— Quiero decir, aquí está el poderoso, atractivo y exitoso vampiro escritor, y no le dice a la chica que la ama. Caray, ni siquiera le dice que le gusta.
Víctor frunció de nuevo el ceño.
— Ella se fue antes de que él pudiera hacerlo. Además, ella tampoco le dijo nada a él.
— Bueno, no. ¿Pero por qué debería hacerlo? probablemente ella esté asustada. —Cuando Víctor simplemente le miró, Bastian abandonó toda pretensión.— Deberías de haberla seguido, Victor.
— Myriam no estaba interesada. Simplemente estaba haciendo su trabajo.
— Estoy casi seguro de que la descripción de su trabajo no incluye dormir contigo. O dejarte alimentarte de ella.
— Bastian tiene razón. —Dijo una nueva voz proveniente de la puerta.
Los dos hombres se giraron sorprendidos. Ruth Garcia miró a sus hijos, luego entró en el cuarto y se movió para sentarse junto a Víctor. Cogió sus manos entre las de ella, le miró tristemente a los ojos y dijo:
— Deberías haber ido tras ella, vicco. Has esperado seiscientos años por Myriam. Pelea por ella.
— No puedo pelear por ella. No hay nada por lo que pelear. No tiene dragones que matar.
— No quería decir pelear en ese sentido. —Dijo Ruth, impaciente.— Además, ¿alguna vez ha funcionado eso en el pasado? Ganar la atención de una mujer matando sus dragones sólo la hace dependiente. Eso no es amor, Víctor. Es por eso que nunca has conseguido a la chica en el pasado. Myriam no necesita que mates sus dragones. Aunque podría agradecer tu ayuda de vez en cuando, es suficientemente fuerte para matarlos ella misma.
— Entonces Myriam no me necesita, ¿no? —Señaló él, triste.
— No. No te necesita. —Ruth estuvo de acuerdo.— Lo que la deja libre para realmente amarte. Y ella te ama, Víctor. No la dejes marchar.
Víctor sintió su corazón saltar con esperanza, luego preguntó precavidamente:
— ¿Cómo puedes saber que me ama?
— Ya estaba medio enamorada de ti antes de conocerte. Se enamoró del todo cuando estuvo aquí.
— ¿Cómo lo sabes? —Insistió Víctor.
Ruth suspiró y admitió:
— Leí su mente.
Él sacudió su cabeza.
— Su mente es demasiado fuerte. No pudiste haberla leído. Yo no pude.
— Tú no pudiste leer su mente porque ella la estaba escondiendo de ti. Myriam se sentía atraída por ti, y sentía miedo por eso. Como he dicho, estaba medio enamorada antes de conocerte. Eso la asustaba. Cerró su mente contra eso, y por consiguiente, contra ti.
Victor sacudió de nuevo su cabeza.
— ¿Cómo podía estar medio enamorada de mí? Ella ni siquiera me conocía.
— Tus libros, Víctor.
Él se encogió de hombros, impaciente.
— Muchas mujeres creen que me aman por culpa de esos malditos libros, las he visto en el congreso. No me conocen para nada.
Ruth suspiró.
— Esas mujeres se sentían atraídas por tus libros y tu éxito. Myriam es diferente. Ella es tu editora. No creía en vampiros, y no estaba impactada por tu éxito. Cayó por tu auténtico yo. Lo reconoció por tu escritura.
Cuando Victor empezó a dudar, su madre chasqueó la lengua.
— ¿Cómo podría ella no hacerlo? Tú eres tan hosco y solitario en la vida real como lo fuiste contando la historia de Romeo y Bianca, o cualquiera de las de tus otros libros. Tu voz brilló a través. Fuiste completamente honesto en esos libros, mostrando lo bueno y lo malo. En realidad, has revelado más de ti mismo en tus escritos que lo que generalmente haces en persona, porque has revelado tus pensamientos, que normalmente mantienes ocultos.
Víctor todavía no lo creyó.
Ruth cogió prestada una página de su libro y le miró con el ceño fruncido.
— Soy tu madre, Víctor. Debes creerme en esto. Nunca te llevaría por el mal camino.
— No deliberadamente. —Asintió él. Una sonrisa revoloteó en las comisuras de su boca.
Las lágrimas se agolparon en los ojos de Ruth, y Victor supo que su madre quería desvanecer la pérdida y la pena de su pasado.
— Confía en mí, hijo. —Dijo.— Por favor. No dejes atrás tu felicidad tan fácilmente. Tu padre lo hizo. Se aburrió de la vida y se dejó ir, y nada de lo que yo podría decir o hacer puede devolver esa chispa. Estás demasiado cerca de seguir sus pasos. He estado preocupada por ti durante algún tiempo. Pero la llegada de Myriam te sacudió y trajo la alegría de vuelta a tu vida. —Ella apretó su mano.— Víctor, fue como si hubieras renacido. Sonreías y reías de nuevo. Myriam puede devolverte mucho de lo que has perdido, un hijo o una hija, una compañera, alegría. No dejes que tu orgullo te estorbe.
Víctor miró fijamente a su madre, sus palabras dando vueltas en su cabeza junto a las de otra mujer. La psíquica del congreso había dicho algo muy parecido.
Habías comenzado a cansarte de la vida, había dicho. Todo parece demasiado duro, y las crueldades del hombre han empezado a cansarse. Pero algo, no, no algo, alguien, alguien te ha revigorizado. Te ha hecho sentir que merecía la pena vivir de nuevo. Que todavía hay alegría. Agárrate a ella. Tendrás que pelear por ella, pero no de la manera en la que estás acostumbrado. Es tu propio orgullo y miedo contra lo que deberás luchar. Si fracasas, tu corazón se arrugará en tu pecho, y morirás como un hombre solitario y amargado, lamentando lo que no hiciste.
Víctor sintió erizarse la piel de su cuello. Su mirada se deslizó hacia su madre, y le preguntó:
— Entonces, ¿cómo tengo que pelear por ella?
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Mensaje  aitanalorence Vie Mayo 20, 2011 1:11 am

Myriam miró fijamente a su jefe, confusa. Su editor se la había encontrado en el pasillo justo cuando salía de la oficina de Cesiah , para decirle que acababa de hablar por teléfono con Víctor. Él quería comentar la posibilidad de hacer un viaje para la firma de autógrafos de su libro, pero él quería que Myriam volara hasta Toronto para ultimar todos los detalles.
Myriam no podía creerlo. Y no lo creyó. ¿Por qué deseaba él que ella fuera allí? Quizás el Banco de Sangre de Garcia se había quedado sin suministros, pensó sarcásticamente, y se estremeció de dolor. No importaba por qué él quería que fuera a Toronto. No podía hacerlo. No sobreviviría a otro encuentro con él. Al menos no su corazón. Y no estaba del todo segura si sobreviviría a otra de sus conferencias. Todavía tenía que estar maltratado y sangriento.
— Estoy terriblemente ocupada ¿No podría Cesiah volar hacia allí en mi lugar? Tal vez él podría asumir el contrato de Víctor en su totalidad, de hecho. —Dijo esperanzada.— Probablemente sería lo mejor. No creo que pueda manejar a Víctor.
— ¡Y un infierno no puedes!
Myriam se dio la vuelta cuando su padre avanzó por el pasillo para unirse a ellos.
— Si hay alguna posibilidad de que podamos conseguir a ese bastardo para hacer el viaje, te toca. El gasto del vuelo de ida y vuelta es pequeñísimo si lo comparamos con la cuenta que sacaremos por el libro, por lo que saca tiempo para realizar este viaje. Y la oportunidad para la publicidad es increíble. Esto significa artículos en los periódicos de cada ciudad en la que realice la visita, tal vez hasta entrevistas en la televisión. Si quieres mantener tu trabajo y a flote esta editorial, me temo hija que vas a tener que hacer cola para el próximo vuelo disponible y convence a el sr. Von para que realice este viaje.
Myriam no se molestó en corregir a su padre sobre el verdadero nombre de Víctor. Estaba demasiado ocupada pensando. Lamentablemente, no podía permitirse que la despidieran. Tenía cuentas por pagar. Tomando su silencio como consentimiento, su padre se retiró dándose la vuelta y recorriendo el pasillo hasta llegar a su oficina.
— Estarás bien. —Le aseguro su jefe sonriendo y apretando cariñosamente su brazo. Luego ella también entró en su oficina.
— Entonces, Víctor finalmente desea que vayas.
Myriam se dio la vuelta para encontrar a Cesiah que estaba de pie en la entrada de su oficina, sonriendo.
— Solamente para hablar de su viaje para la firma de su libro. — Dijo Myriam despacio. Mientras se dirigía a su oficina.
Cesiah resopló con incredulidad y la siguió.
— Sí, claro. Que Víctor Garcia hará un viaje por su libro. Como pude olvidar esto. Él te quiere a ti.
Myriam se sentó en su escritorio con un suspiro.
— Cierra la puerta por favor, Cesiah . No quiero que todo el mundo conozca todos los detalles. —Ella esperó hasta que él hubo cerrado la puerta, entonces dijo— Él no me quiere.
— ¿Estás de broma? El tipo esta loco por ti.
— Sí. —Myriam refunfuñó secamente.— Claro por eso él me ha llamando por teléfono y me ha enviado flores.
Cesiah se sentó en la esquina del escritorio y se encogió de hombros.
— ¡Eh!. Tú fuiste quien se movió por nuestra habitación como un ladrón. Tienes que pensar que el tipo puede vacilar un poco, tal vez piense que no estabas interesada.
Myriam se puso rígida. Aquel pensamiento no se le había pasado por la mente. La esperanza creció en su confusa cabeza.
— ¿De verdad piensas eso?
— Yo apostaría tu vida.
Myriam parpadeó, luego le dirigió una media sonrisa.
— ¿Mi vida, huh? Y por que no la tuya
— Sí. —Él sonrió abiertamente y se levantó de su escritorio, andado hacia la puerta.— Bien, estoy un noventa y nueve por ciento seguro, pero no soy un suicida. Mejor que seas tú, por si me equivoco.
Entonces se marchó.
Myriam miró la puerta cuando se cerró tras él, luego observo detenidamente todo el trabajo administrativo que había sobre su escritorio. La conferencia estaba puesta la ultima. Había intentado ponerse al día desde su regreso, pero estaba tan distraída que no avanzaba con nada. Tampoco iba a ponerse con ello ahora. No antes de que averiguara que relación tenía con Víctor.
Agarró su bolso del escritorio, levantándose. Era hora de dejar de estar deprimida y sentirse miserable, y dejar todo claro. Sobre todo si había alguna posibilidad... no terminó este pensamiento. Ya tenía puestas demasiadas esperanzas.
Cesiah estaba de pie en el pasillo, y alzó las cejas extrañado cuando ella abandonó su oficina.
— ¿Dónde crees que vas?
— A tomar un avión. —Contestó Myriam.
— Oh. — Él miró como avanzaba por el pasillo, entonces dijo— Urn... ¿No deberías de llamar o escribir, haciéndole saber que vas de camino?
— ¡Cómo él contestaría a una llamada de teléfono o leería la carta.! —Resopló Myriam.— No. Es mejor que este de camino. Víctor me quiere en Toronto. Pues me tendrá. Solo espero que esté preparado.
* * * * *
— ¿Uh, señora? ¿Este es el lugar o no?
Myriam desplazó su fija mirada de la entrada de la casa de Víctor y dirigió una sonrisa algo nerviosa al taxista. El hombre se había girado en su asiento, mirándola con preocupación. Era muy paciente. Ella ya le había pagado hacia varios minutos, pero en vez de salir, había permanecido sentada mirando fijamente la fachada de la casa.
— Lo siento. Yo... —Myriam se encogió de hombros desvalida, incapaz de admitir que mientras la determinación la había llevado tan lejos, ésta comenzaba a decaer y el terror tomaba su lugar.
— No, ¡Eh!, está bien, señora. Puedo llevarla a otra parte si quiere.
Myriam suspiró y alcanzó el picaporte.
— No, gracias.
Myriam se escapó y cerró la puerta, ya caminaba por el camino de la entrada cuando el taxi dio marcha atrás. Ya que ella había cogido el vuelo directamente desde la oficina, no había echo las maletas, con nada más que su bolso. Ahora se agarró las manos y luchó por mantener su respiración regular. No podía creer que estuviera en realidad aquí.
— Bueno, aquí estoy, cuantos antes termine mejor. —Se dijo a si misma.
Su voz firme le dio algo más de valor, Myriam se aproximó a la acera y cruzó la entrada. Levantó su mano para llamar a la puerta, entonces hizo una pausa cuando comprendió que aún no era ni mediodía. La luz del día brillaba todavía fuera. Víctor estaría durmiendo. Myriam dejó caer la mano con incertidumbre. No quería despertarlo. Era realmente irritable si ella le despertaba. Podría conseguir que este encuentro empezara con el pie equivocado.
Echó un vistazo a su reloj. 11:45. Faltaban unas buenas seis horas hasta que anocheciera. Pensó en sentarse en la entrada y esperar, pero seis horas era mucho tiempo. Además, estaba muy cansada. No había dormido una noche entera desde que acabara la conferencia. Se echaría una siesta. Así, ella estaría fresca y bien despierta para cuando se encontrara con él.
Myriam se giró y miró hacia la calle, suspirando. No tenía coche o ningún modo de llamar a un taxi, por lo que no podía ir a un hotel. Y no podía dormitar sobre la entrada como alguna persona sin techo. Se volvió hacia la puerta otra vez, vacilando, alcanzando el pomo de la puerta. Girándolo despacio, se sorprendió cuando la puerta se abrió. Él no la había cerrado. ¿Qué idiota dejaría su puerta abierta? Alguien podría pasar y golpearle con una estaca. Y ella ya había visto a alguien hacer esto, y él no podría demandar a nadie. Tendría que cantarle las cuarenta sobre esto.
Mientras tanto, ella no podría alejarse y dejar su puerta abierta. Así que iría dentro, cerrando la puerta tras ella, y dormiría sobre su sofá. Era por su beneficio. Myriam se rió por su razonamiento. Esto no podría ni sostenerse en el agua, pero le pareció lo suficiente razonable. Bueno casi.
Myriam había cerrado la puerta y estaba casi en la sala de estar cuando escuchó un sonido seco y metálico en la cocina. Se dio la vuelta bruscamente, disponiéndose a ir hacia la salida, y golpear la puerta, como si nada. Pero... ¿Qué pasaba si el ruido de la cocina no había sido hecho por Víctor? Él debería de estar durmiendo y él había dejado la puerta abierta solamente para que alguien pudiera andar y lo robara. Myriam vivía en Nueva York; el nivel de criminalidad era alto allí. Toronto, como se suponía, era una ciudad grande. El crimen era probablemente también alto. Tuvo que pensar como había sido el ruido. Solamente echaría una ojeada por la puerta de la cocina. Si era Víctor, saldría fuera y llamaría. Si no era Víctor, saldría fuera y correría hasta la casa de un vecino para llamar a la policía.
Se dio la vuelta, Myriam se movió con cuidado a través del pasillo, tan rápida y silenciosamente como pudo. Una vez en la puerta de la cocina, hizo una pausa para tomar aliento, luego abrió la puerta solamente una rendijita.... y casi chilló por la sorpresa. Víctor no estaba en la cocina. Era una desconocida, una mujer, una señora de la limpieza, con una cofia en su cabeza y la fregona y cubo en la mano. Lo que la había alarmado era el hecho, era que la mujer estaba en el medio de la habitación cerca de la puerta de la cocina y se movía precipitadamente. A Myriam no le daría tiempo de salir del pasillo y de la casa antes de que la mujer apareciera.
Incapaz de pensar que más podía hacer, Myriam dejó que la puerta se cerrara, pegándose a la pared. Cerró los ojos y contuvo el aliento rezando. La puerta crujió al abrirse. Myriam esperó. Escuchó movimientos de unos pasos por delante, por el pasillo a poca distancia de ella; entonces abrió los ojos, apenas capaz de creerse que la habían pillado. Estaría allí de pie solo un momento; entonces, de repente la venció el miedo pensando que la mujer volvería y la descubriría después de todo, por lo que Myriam se deslizó hacia la cocina.
La puerta solamente se estaba cerrado cuando Myriam vio que la señora de la limpieza se paraba fuera de la sala de estar, por lo que en un chasquear de dedos, se dio la vuelta. Casi hiperventilando por el pánico, Myriam echó un vistazo desesperadamente alrededor de la cocina, dirigiéndose hacia la puerta del otro lado. Precipitándose hacia ella, ya que estaba abierta y era la escalera que conducía hacia el sótano. Vaciló solo un momento, pero los pasos eran ahora audibles desde donde estaba. La mujer volvía.
Myriam bajo otro escalón. La puerta casi se cerró, bajando y vislumbrando los escalones lo suficiente. Solo un momento más tarde, la puerta de la cocina se abrió y la señora de la limpieza entró en ella. Ella se movía hacia el fregadero, fuera de su vista, luego retrocedió y abandonó la cocina. Myriam casi se apresuró para salir otra vez, pero se paró un momento, decidiendo esperar por si acaso.
Myriam estuvo de pie en medio de una oscuridad total, sintiendo que la negrura se cernía sobre ella, consciente de cada crujido de la casa durante aproximadamente treinta segundos antes de que su cobardía la impulsara a encontrar el interruptor de la luz. Este chasqueó cuando lo encendió, y al momento la oscuridad se desvaneció. Myriam soltó el aliento aliviada. Esto era mucho mejor. Se encontraba de pie solamente en los escalones superiores del sótano.
Su mente se congeló cuando echó un vistazo nervioso a la parte de debajo de la escalera. Sobre el brillante objeto de caoba que podía ver desde donde ella se encontraba.
— Eso no puede ser un ataúd. —Se repetía Myriam firmemente. Dando un paso hacia abajo, intentó ver algo más que la caja.— Solo es una especie cómoda para la ropa. Oh, pero esto no es un ataúd.
Impelida a toda costa de bajar por las escaleras para ver que era, aunque supiera de ante mano que era de verdad un ataúd. El sentido de la traición la abrumó. Víctor le había dicho que él no estaba muerto y que no dormía en ataúdes. ¿O ella había asumido que él no dormía en ataúdes? Él había dicho que él no estaba muerto, aunque si él no estaba muerto, ¿para que era el ataúd? Tal vez solo no había querido molestarla, entonces también le había mentido sobre la parte de estar muerto.
Él había tenido razón. Estaba molesta.
— Oh, Dios Querido. —Respiró fuertemente.— Acostarme con un hombre seiscientos años más viejo que yo si lo puedo asumir, ¿pero con un tipo muerto? —Sus ojos se agrandaron ante el horror.— ¿Esto me hace una Necrófila?
Reflexionó brevemente, entonces sacudió su cabeza.
— No. Víctor no está muerto. A él le latía el corazón. Escuché el latido de su corazón cuando descansé mi cabeza sobre su pecho. Y su piel no era fría. Bueno, helada pero no fría. —Se contestaba ella misma. No podría decir que no lo había escuchado, por lo que es una prueba evidente. Hasta que escuchó a su voz decir— Mientes , el latido de su corazón también se paró una vez.
Myriam gimió al recordar la noche que Victor fue atacado. Entonces murmuró:
— Seguramente los muertos no pueden conseguir tener sexo…No habría ningún flujo sanguíneo.
Ella que había estado bastante feliz mientras lo razonaba cuando su voz la traicionó otra vez.
— Desde luego, hay siempre el rigor mortis por considerar.
— Solamente ábrelo. —Murmuró Myriam con algo de repugnancia. Avanzó despacio por el tramo hasta un lado del ataúd, distrayéndose ya que discutía consigo misma. Ella siguió hablando para distraerse cuando tendió la mano para abrirlo.— Hay probablemente una explicación lógica para todo esto. Victor probablemente almacena cosas dentro. Cosas como un violonchelo, o tal vez zapatos, o .... un cuerpo. —Esa ultima posibilidad se le ocurrió al escuchar el chirrido cuando finalmente levantó la tapa del ataúd... y vio al hombre dentro. Entonces sus ojos parpadearon al abrirse, él se agarró a los lados del ataúd y comenzó a sentarse. Hay fue cuando las luces se apagaron. Myriam comenzó a gritar affraid
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Mensaje  alma.fra Vie Mayo 20, 2011 9:42 am

Jejeje pobre Myri, ke susto se llevo.
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Mensaje  Dianitha Vie Mayo 20, 2011 10:45 am

graciias por los cap niiña que biien que ya estas de regreso Sed eterna - Página 9 423370 Sed eterna - Página 9 423370
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Mensaje  myrithalis Vie Mayo 20, 2011 9:41 pm

Gracias pro el Cap. Aitana saludos Atte: Iliana
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Mensaje  aitanalorence Vie Mayo 20, 2011 10:48 pm

saludos niñas que bueno que la leen y la disfrutan como yo ya casi llega a su final alien

Víctor se sentó, con los ojos abiertos de par en par. Pensando que había oído gritar a una mujer. Cuando el sonido se escuchó otra vez, se catapultó de la cama, precipitándose hacia la puerta. Aquel grito había sido uno de puro terror. Él no podía imaginarse que podía pasar abajo. Sonaba como si alguien hubiera sido atacado. Él bajo por el pasillo, luego por la escalera, mirando detenidamente en la sala de estar donde el equipo de limpieza estaba de pie congelado. La mujer estaba pálida, con los sus ojos muy abiertos por el miedo.
— ¿Qué pasa? ¿Por qué ha gritado? —Exigió él.
Al parecer incapaz de hablar, la mujer simplemente sacudió su cabeza. Retirándose a cierta distancia, Víctor continuó por el pasillo. A pesar del aspecto asustado de la mujer, no había parecido que le hubiera pasado algo a ella. Además, el grito había parecido venir de la parte trasera de la casa mas que de la delantera. Otro grito perforó el silencio mientras él se precipitaba por la cocina, confirmando que había acertado. Pero esta vez podría contar que no acababa de venir de la parte de atrás, mas bien había venido del sótano.
Maldición, Víctor estrelló la puerta de la cocina. Él expresamente había dicho a la empresa de limpieza que su sótano no había que limpiarlo. Que nadie debería de ir al sótano.
— Jesús, ¿Cuánta gente hay aquí? —Víctor se paro cuando descubrió a la paralizada mujer desde la puerta del sótano. Ella miraba fijamente como si todo pudiera explotar en cualquier momento.
— Dos de nosotros, señor. —La mujer contestó, entonces inmediatamente hubo otro grito.— Solo apague el interruptor de la luz. Eso es lo que hice. Vi la puerta abierta y la luz conectada. No se me ocurrió. Yo no sabía que alguien estaba allí.
Víctor no le hizo caso y pasó por la puerta abierta, entonces dio al interruptor. El grito no paró, aunque cada vez se volviera más ronco. Víctor estaba ya a mitad de camino bajando la escalera cuando escuchó las palabras de Romeo.
— Está bien. Solo soy yo. Realmente, estoy bien.
Cuando Victor alcanzó el ultimo escalón, vio a su hermano de pie al lado de la escalera, sus manos la sostenían acallándola.
— ¿Romeo? —Él ladró la pregunta y el hermano de Victorse dio la vuelta, con alivio en su cara.
— Victor Gracias a Dios. No pensé que la asustaría. Creo, que murmuraba algo sobre el rigor mortis y ataúdes, y sabía que ella iba a abrir la tapa, entonces cerré mis ojos para darle un pequeño susto, pero no pensé...
Víctor realmente no escuchaba a su hermano. Su mirada estaba fija, con toda su atención, enfocada sobre la mujer que él ahora podía ver en su sótano. Myriam. Su Myriam. Su mirada estaba centrada solo en ella, estaba pálida y temblorosa, pero ya iba recuperando el color, con una chispa en sus ojos que él esperó que fuera de pasión y felicidad por verle.
— Myriam. —Dijo. Sonriéndole, ofreció sus brazos esperando que ella se precipitara hacia él, listo para darle la bienvenida en sus brazos y en su vida. Pero Myriam exactamente no se precipitó a sus brazos. Ella más o menos le empujó precipitándose por delante de él, gimiendo.
— Me dijiste que no dormías en ataúdes. —Myriam comenzó a subir velozmente por la escalera.
Hmm. Con una chispa de cólera, sin nada de pasión cuando la miró. Se apresuró a seguirla por las escaleras.
— No lo hacemos. Tengo un dormitorio. —Le aseguró él. Se encontró con su pequeña cara en forma de corazón cuando se puso a su mismo nivel, incapaz de arrancar los ojos de los de ella. Realmente debería de tener más escaleras en mi casa y subirla encima en cada oportunidad, pensó él vagamente. Tenía una vista encantadora.
— ¡Ajá! ¿Entonces que hacia él en aquel ataúd? ¿Pensando? —Preguntó sarcásticamente, llegando a la cocina.
— Vale, sí. En realidad, así lo hacía. —Le dijo Romeo a Víctor cuando él los siguió.— Encuentro que permanecer en la oscuridad y en silencio dentro de un ataúd me permite resolver algunas dificultades que tengo con los programas de mis juegos.
— ¿Ataúd?
Todos ellos se dieron la vuelta para mirar fijamente a la limpiadora que todavía estaba de pie en la cocina. Víctor se debatía en dejar la mente en blanco a la mujer cuando Myriam hizo un sonido apenado y se precipitó hacia el pasillo.
Víctor dio un paso para seguirla, luego se paró y le dijo a su hermano.
— ¿Qué le hiciste? Está furiosa.
— Yo solamente.... Ella..... —Gimió alterado.— Escuché que bajada por la escalera y al principio estaba preocupado de que fuera una del personal de limpieza, pero entonces oí su conversación y reconocí su voz.
— ¿A quien se dirigía?
— A ella misma. —Romeo contestó cuidadosamente.— Ella intentaba convencerse a sí misma para abrir el ataúd y que no estuvieras dentro.
— ¿Y que hiciste: cerrar los ojos, luego abrirlos, dándole el susto de su vida cuándo ella tuvo el coraje de abrir la tapa? —Preguntó Victor con repugnancia. Esta era una de las bromas que Romeo les había echo a todos en un momento u otro.
Su hermano se estremeció, excusándose.
Víctor maldijo por lo bajo y comenzó a darse la vuelta , pero Romeo cogió su brazo para pararlo.
— No pensé que asustándola lo llevaría tan mal. Pensé, que ella medio esperaba encontrar a alguien allí de todos modos. No debería de haberse asustado, pero entonces las luces se apagaron. Ella solamente echó una ojeada para saber que no estabas en el ataúd, pero no consiguió echar una buena ojeada para reconocerme antes de que la Sra. Economizadora de Energía apagara las luces.
Los dos hicieron una pausa para fulminar con la mirada a la limpiadora, quien se encogió hacia atrás asustada, dándose contra la pared con algo de irritación. La puerta de la calle se cerró de golpe. Víctor comenzó a apresurarse para salir de la habitación otra vez, pero Romeo lo paró.
— Espera. No creo que toda su cólera se deba al ataúd, Victor.
— ¿Por qué lo dices? ¿Qué más podría ser?
— Bien, ella decía para sí algunas cosas bastantes extrañas mientras alzaba la tapa.
— ¿Qué tipo de cosas?
— Er.... bueno, pareció bastante contrariada por dormir con un tipo de seiscientos años de edad, pero la idea de dormir con uno muerto...
La mujer de la limpieza jadeó. Víctor le frunció el ceño.
— Fuera. —Dijo.
La mujer de la limpieza salió al momento. Víctor suspiró y se volvió hacia su hermano.
— No estoy muerto.
— Pues claro, duh. —Romeo puso los ojos en blanco.— Yo se eso. Pero ella no. Y ella no lo comprendía, se preguntaba si esto la haría ser una Necrófila o algo parecido. Ella también se preguntó sobre el efecto del rigor mortis en ti.
Víctor se sintió orgulloso por eso.
— ¿Ella llamó rigor mortis al sexo entre nosotros?
Romeo solamente bostezó, entonces levantó la mano para golpear en la frente de su hermano como si fuera una puerta.
— ¡¡Hola!! ¡Tierra llama a Víctor! Ella cree que se debe al rigor mortis.
Víctor pestañeo confuso, mirándole con irritación.
— ¿Y por quien se debe esto? Romeo, no sé por qué tienes que dormir en ese maldito ataúd, de todos modos. Tienes una afectuosa y cariñosa esposa en casa esperándote en una agradable y cómoda cama . De todos modos ¿qué haces en un ataúd en mi sótano?
— Tengo problemas con Blood Lust III y tenía que pensar. Además, Bianca no está en casa. Tenía que atender personalmente un trabajo.
— Vale, la próxima vez te sugiero que vayas a resolver esos problemas a otra parte, porque lo primero que voy a hacer es tirar ese ataúd.
— Ah, venga ya, Vic. —Comenzó Romeo , pero Víctor se giró y abandonó la habitación.
Él cruzó rápidamente el pasillo, refunfuñando consigo mismo.
— ¿Rigor mortis? ¿Necrófila? ¿De dónde a sacado ella eso?
Las dos mujeres del equipo de limpieza tenían sus cabezas juntas en la sala de estar y susurraban llenas de pánico. Se callaron cuando él pasó por la entrada, y victor pudo sentir sus ojos temerosos sobre él. Él no les hizo caso y anduvo directamente hacia la puerta de la calle. Hizo una pausa allí, abriéndola, estremeciéndose cuando la brillante luz del sol golpeó sus ojos. Solo le tomó un minuto adaptarse al sol del mediodía. Al momento, descubriendo a Myriam. Estaba de pie al lado de su entrada, mirando desesperadamente hacia el camino como un cachorro abandonado.
Desde luego, ella había llegado en taxi, comprendió. Pero el taxi se había marchado mientras estaba en la casa, y ahora intentaba decidir que hacer. Obviamente, regresar a la casa para pedir otro taxi era algo que no quería hacer.
Suspiró, dejando que las persianas volvieran a su lugar y colocándose cerca de la puerta abierta.
— ¿Myriam?
Ella se puso rígida desde donde estaba de pie cerca de la entrada, pero no se dio la vuelta.
Víctor suspiro de nuevo — Myriam. Vuelve dentro para que podemos hablar, por favor.
— Va a ser que no. —Su voz salió agitada, todavía sin darse la vuelta para mirarlo.
— De acuerdo. —Él abrió la puerta más ampliamente y traspasó la entrada.— Entonces iré donde estás tú.
Myriam lo miró con cautela cuando él se aproximó — ¿Ahora vas a envejecer ante mis propios ojos e irrumpir en llamas?
Él le dirigió una mirada algo molesta- Sabes que no me convertiré en llamas por la luz del sol, Myriam estas leyendo algo mas que mis libros!!!
— También pensaba que no dormías en ataúdes.
— No lo hago. Romeo lo hace. Él es... bueno, él es el rarito de la familia.
— Muchas gracias.
Ellos se giraron para mirar fijamente a Romeo, quien estaba de pie a la sombra de la entrada donde había dejado la puerta abierta Victor.
— Me voy a casa. Siento si te asusté, Myriam. —Dijo solemnemente. Luego el hermano de Victor se dio vuelta y siguió.— Por favor aclárale lo del rigor mortis y la cuestión de la necrofilia. Estaré molesto hasta que lo hagas.
Myriam enrojeció, al parecer avergonzada de que sus palabras hubieran sido oídas por casualidad. Girándose hacia los dos, se retiró hacia un lado, al parecer esperando que Romeo se marchara por la entrada. Cuando él cerró la puerta, pero no paso por delante de ellos, echó un vistazo a su alrededor, mirando con sospecha la entrada cuando vio que él se había ido.
— ¿Cómo lo hizo? ¿Convertirse en un murciélago y volar?
— No, desde luego que no hizo eso. —Dijo Víctor con voz rota.— Él ha ido a través de la casa hasta el garaje. Así evita la luz del sol.
— Hmmm. —Ella no le miró como si le creyera, entonces Víctor esperó. Después, los dos escucharon el sonido sordo del motor de un coche; de la puerta del garaje de Víctor salió un pequeño deportivo y Romeo salió con él con sus ventanas tintadas. La puerta de garaje se cerraba automáticamente detrás suya, y Romeo pasó hasta la entrada y la calle.
Víctor esperó solo un latido de corazón, entonces suspiró y dijo:
— Myriam, te lo dije. No te creas nada de todas esas tonterías que Bram Stoker ha escrito. No estamos relacionados con ellas y tampoco nos convertimos en murciélagos. No dormimos en ataúdes, excepto Romeo, quien jura que eso le ayuda para crear nuevas ideas para sus juegos. No estoy muerto. No eres una necrófila. El rigor mortis no causa mi deseo por ti. Lo haces tú bebe.
Myriam enrojeció ante sus últimas palabras, aunque no sabía si era por la vergüenza o el placer de que él lo supiera. Él sospechó que era un poquito de ambas cosas. Su postura se hizo un poco menos rígida, sus hombros se aliviaron de su postura militar, pero ella también suspiró lamentablemente cuando se giró.
— ¿Quieres que me crea que eres como todo el mundo?
— Lo soy. —Aseguró Víctor . Entonces, para ser escrupulosamente sincero, tuvo que agregar.— Bueno, como otro que toma sangre para alimentarse y vive cientos de años y nunca envejece o enferma... —Él hizo una mueca y se paró después de admitir eso. Esto no le iba hacer ganar puntos con ella.
— Los hombres normales no controlan las mentes de otras personas, Víctor. —Le indicó Myriam.
— No. Bien... —Él suspiró— Mira, no es algún poder místico. Nuestra sangre infectada hace que nuestros cuerpos sean más sanos. Somos más fuertes y tenemos más resistencia que las personas normales. Puedo levantar diez veces el peso de un hombre de mi tamaño, correr más rápido, golpear mas fuerte. Nunca me he preguntado por mi capacidad de leer y controlar la mente de la gente, pero había asumido que esto era solamente otra característica más realzada. Todo el mundo dice que la gente no usa su cerebro en su totalidad. Bueno, parece que la sangre de mi raza si lo utiliza. O, al menos, lo usamos más que las persona normales. Será probablemente una necesidad por la supervivencia como los colmillos.
Víctor dejo que lo asimilara todo, luego dijo:
— ¿Pero todo esto en realidad importa, Myriam? Este hecho me hace diferente de alguna manera. Por que te amo, Myriam. Con todo mi corazón. ¿No podemos dejar esto a un lado y encontrar un modo para estar juntos? Me gustaría que te casaras conmigo. Y pasar los próximos cien años o mas contigo.
¡Ya esta! Lo he hecho, pensó Víctor. Él había luchado con sus propios dragones, colocando su orgullo y miedo aparte, diciéndole como se sentía. Ahora su corazón y su futuro estaban en sus manos. Y durante un momento él pensó que todo estaría resuelto. Lágrimas llenaron los ojos de Myriam, dando alegría a su cara, y comenzó a acercarse hacia él. Entonces la puerta de la calle se abrió y las dos mujeres de la limpieza se movieron furtivamente. Ellas miraban a Víctor como si él fuera un asesino en serie. O un vampiro.
Víctor frunció el ceño en su dirección por interrumpir en un momento tan crítico, y las dos se estremecieron y avanzaron más despacio. Luego una de ellas agarró la muñeca de la otra y tiró.
— ¡Nos marchamos! Ya hemos llamado a la empresa y les hemos dicho lo rarito que es usted. Cancelaran su contrato. Tendrá que buscar otra empresa de limpieza para este lugar.
Víctor suspiró cuando ellas echaron a correr, pasando por su entrada, bajando por la acera, hasta su coche con el logo de la empresa, ya que ellas habían aparcado en la calle. Se marcharon con un chirrido del caucho que le hizo suspirar otra vez.
Forzando una sonrisa de medio lado, Víctor se volvió hacia Myriam.
— Ves, tienes que casarte conmigo. Parece que espantó a todo el mundo.
Myriam rió ligeramente, entonces agachó la cabeza mirándose detenidamente los dedos. Los enlazaba y desenlazaba nerviosamente. Él sintió que la primera punzada del miedo le golpeaba.
— ¿Myriam?
— Yo... ¿Cómo podremos estar juntos, victor? Vivirás otros cien años o más, sin envejecer, y yo...
— Yo podría convertirte, como Romeo hizo con Bianca y Andrea con Greg. —Él interrumpió su silencio. Pensó que había entendido todo. Al parecer, ella no lo entendía. Tampoco ella había dicho que le amaba, advirtió.
— ¿Convertirme? —Repitió ella, distraídamente.— Yo sería con tú, ¿Viviría para siempre? ¿Nunca envejecería?
Víctor notó que él no había sido su primer pensamiento, sino vivir para siempre o no envejecer. Para muchas mujeres, estos dos últimos puntos eran una tentación bastante fuerte para mentir sobre el amor.
— ¿En cuanto a mi familia? ¿Cómo le explicaría...? —Ella hizo una pausa cuando él atrapo sus manos.
— Solo tendrías que desaparecer unos diez años más o menos. De hecho, así no se notaría cuando no envejecieras, y no podrías explicárselo sin arriesgar las vidas de mi familia. —Admitió él. Era algo que él había esperado mantener para si mismo hasta que él la hubiera convertido, atándola a su lado para toda la eternidad.
— ¿Dejar a mi familia? —Susurró ella, obviamente no muy feliz con aquel punto.
— Myriam, ¿Ven dentro por favor? —Sus manos se deslizaban por encima de sus brazos, acariciándola. Él quería hacer el amor con ella, convencerla con su pasión. Él sabía lo embriagadora y seductora que podría ser. Ella no era la única que había experimentado ese doble placer. Él lo sabía, también. Incluso Victor compartió su excitación con ella, Myriam se había abierto instintivamente y la había compartido con él. Esta era una rara experiencia, llena de la confianza y el amor que ellos habían compartido. Al menos eso había pensado. Nunca lo había experimentado con ninguna otra mujer. Pero ella todavía no le había dicho que lo amaba.
No se preocuparía, decidió Víctor. La quería, la necesitaba, la amaba. Al infierno su orgullo, la tomaría de cualquier modo que él pudiera conseguirla, y usaría cada truco que conocía para lograrlo. Inclinó su barbilla, reclamando sus labios, besándola con toda la pasión que poseía, haciendo encajar sus cuerpos. Era como si ella hubiera sido hecha para él. Suave donde él era duro, dadivosa cuando él no lo era. Víctor la abrazó más fuertemente y gimieron cuando él amoldó aun más su cuerpo contra el suyo. Estaba perdido con su mera presencia, con su cuerpo dolorido, y añoraba sus sonrisas y su risa suave. No podía perderla ahora. Y menos en este momento, pensó que él ganaría.
Myriam cedió contra él con un suspiro, sus brazos se deslizaron por encima alrededor de su cuello, sujetándole tan desesperadamente como él la sostenía. Pequeños gemidos emitió su garganta cuando su mano encontró y ahuecó un pecho, pero entonces él la empujó rápidamente.
Rompiendo el beso, él la cogió por su muñeca, retirándola de la puerta de la calle.
— Vamos dentro.
Myriam se resistió, la pasión desapareció de su cara y algo semejante al temor lo substituyó. Sacudiendo la cabeza para despejarse.
— No, No puedo. Tengo que pensar.
— Puedes pensar dentro. —Insistió, guiándola hacia la puerta.
— No. Harás el amor conmigo, me morderás y mi cerebro se hará papilla. —Ella retiró su mano hasta quedar libre y se sostuvo en el borde de la entrada.— Tengo que pensar,victor . Me pides que deje todo lo que conozco, todo lo que amo.
— ¿Todo lo que amas? —Preguntó él suavemente, con dolor en su cara.
— No. Amo...
Víctor contuvo su aliento. Si ella dijera que le amaba, nada sobre la tierra lo pararía hasta arrastrarla dentro de la casa, reclamarla para si. Pero a ella le faltó poco para admitirlo, su expresión fue cautelosa. Sacudiendo la cabeza, apoyándose en el marco de la entrada.
— Tengo que ir a casa y pensar. Tengo que decidir....
Myriam se dio la vuelta y comenzó a bajar por la escalera, pero él se apresuró para atrapar su brazo. Ella giró sus asustados ojos hacia él, y Víctor sabía que ella temía que le negara su voluntad de elección. Por un momento, se sintió tentado. Pero entonces él recordó las palabras que un psíquico había dicho, y sabía que él no podía luchar con este dragón por Myriam. Él había luchado con sus propios dragones, dejando a un lado su orgullo y miedo, colocando su corazón en sus manos. Ahora él tuvo que confiar en que ella fuera lo bastante fuerte para mantenerlo resguardado. Por lo que dejó caer su brazo y dijo:
— Llamaré un taxi para ti. —Myriam se relajó, una sonrisa de agradecimiento se formó en sus labios.
— Muchas gracias.
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Mensaje  aitanalorence Vie Mayo 20, 2011 10:49 pm

Lo prometido es deuda el final, asi ya qued apor lo menos una historia terminada las otras las seguire buscando para continuarlas cyclops espero les haya gustado y disfruten esta novelita Sed eterna - Página 9 623361

Myriam logró conseguir un vuelo de regreso a Nueva York para esa noche. Pasó el tiempo antes, durante y después del vuelo vacilando entre la felicidad y la desesperación.

Víctor la amaba.

Ella no era simplemente una fuente de alimento para él. No estaba muerto, no dormía en un ataúd, y él la amaba. Todo esto era maravilloso, maravilloso. Pero para estar con él, debía "convertirse". Tener que dejar a su familia y a sus amistades o arrojar diez años por la borda. Eso no era maravilloso.
Myriam lo consideró todo. Pensó que quizás podría vivir con él sin necesidad de convertirse, pero envejecería, su cuerpo y su mente se deteriorarían mientras que el cuerpo de Víctor se mantendría fuerte y su mente permanecería lúcida; era insoportable. Ella sospechaba que él se quedaría con ella si esa fuese su elección, pero ante la idea de sus manos jugando sobre su arrugada y flácida carne, y su cabeza gris apoyada sobre su firme pecho..... no, no podría soportar que eso ocurriera entre ellos.
Por supuesto, ella simplemente podría tener un romance con Víctor, luego podría romper con él dentro de diez o veinte años cuando la gente empezara a confundirla con su madre. Pero si ella ahora no podía ni pensar en alejarse de él voluntariamente; hacerlo después de amarlo y compartir su vida con él durante diez o veinte años sería imposible.
Lo que significaba que tenía dos opciones: Permitirle que la convirtiera y abandonar a todos los que ella había conocido y amado durante diez o veinte años, o marcharse ahora, mientras tuviera fuerzas. Ninguna opción parecía aceptable. A pesar de la distancia que los separaba desde que ella dejó Nebraska y se mudó a Nueva York, estaba muy unida a familia. Su madre y su padre a menudo viajaban a Nueva York para asistir a las funciones de teatro o ir de compras, y se quedaban con ella. Y sus hermanas hacían varios viajes al año a Nueva York, para hacerle una visita, ir de compras y principalmente quedarse con ella. Ellos eran su familia, la conocían y la amaban mejor que nadie. Habían fomentado que realizara su sueño de escribir, habían pensado que su intención de ser una editora en la ciudad era admirable. Eran su apoyo y la razón de su vida. Pero para tener a Víctor, ella tendría que abandonarlos. O para tenerlos, ella tendría que dejar a Víctor.
Myriam apenas durmió esa noche. Por la mañana, se dio una ducha, se vistió y salió a coger el metro para Montemayor. Su mente había estado moviéndose en círculos toda la noche y todavía no había conseguido una solución para poder quedarse con Víctor y su familia. Eso la estaba volviendo loca. Estaba desesperada por escaparse de la preocupación un poco, y esperaba que el trabajo la distrajera completamente de su preocupación.
Cesiah estaba en la oficina cuando ella llegó. A Myriam no le había sorprendido. Los otros editores trabajan muchas horas y los fines de semana. Cesiah , en cambio, estaba enormemente sorprendido de verla.
— Pensaba que estabas en Toronto ahora mismo, jugando a los besos con el señor Von —Bromeó él, pero la preocupación se reflejó en sus ojos al darse cuenta de lo pálida y cansada que ella estaba. Esa preocupación resonó en su voz cuando él preguntó— Entonces, ¿estaba equivocado? ¿Él simplemente quería hablar del Tour?
Myriam negó con la cabeza y pasando al lado de él caminó por el vestíbulo hacia su oficina.
— No estabas equivocado. No hablamos sólo del Tour.
— Entonces, ¿de qué hablasteis? —Preguntó Cesiah , siguiéndola.
Myriam colocó su maletín encima de su escritorio. Ella se quedó mirando fijamente hacia abajo manteniéndose callada. Entonces, en vez de contestar, preguntó:
— Cesiah , si te dieran la posibilidad de vivir eternamente, ¿aceptarías?
Él comenzó a reírse a carcajadas.
— ¡Mierda, no! ¿Vivir eternamente y tener a los escritores persiguiéndome toda la eternidad? Santo Dios, tendría pesadillas.
Myriam sonrió ante el exagerado horror que se reflejaba en su cara, pero dijo:
— Lo digo en serio, Si no tuvieras que volver a tratar con los escritores. Si pudieras vivir en otro lugar, con alguien al que ames muchísimo. Si tuvieras dinero, amor, vivirías eternamente sin envejecer nunca.
— ¿Cuál es el inconveniente? —Preguntó él con el cinismo que ella esperaba.
— La pega sería esa, que no envejecerías, que tendrías que dejar a tu familia y a tus amigos y desaparecer de sus vidas para siempre. Para tener un apasionado, y casi irrefrenable amor. Definitivamente tendrías que abandonar a muchas de las personas que amas.
Cesiah silbó suavemente.
— Eso es algo duro. —Él lo pensó brevemente, entonces dijo:— Bueno, dependería de cuanto la amase a ella. Quiero decir, la familia es especial, pero ellos tienen su propia familia.
Myriam frunció el ceño.
— ¿Qué quieres decir?
Él se encogió de hombros.
— Bueno, las parejas tiene hijos que crecen, se enamoran, abandonan el hogar y tienen hijos y crean una familia propia. La familia original es todavía importante para ellos, pero sus hijos se convierten en una prioridad. Cuando te encuentras en un problema, tu propia familia es lo primero.
— Sí, pero....
— ¿De quien hablamos es un hombre o una mujer? —Interrumpió Cesiah . Myriam parpadeó.
— ¿Qué?
— ¿El personaje? Supongo que estás tramando el argumento de un libro, ¿no?
Myriam vaciló, luego asintió con la cabeza. No podía comentarle que estaban hablando de un hecho real. Él pensaría que estaba loca. Utilizaría esa vía de escape.
— Una Mujer.
Cesiah asintió con la cabeza.
— Entonces, eso facilita las cosas.
— ¿Si?
— Si. Las mujeres se han enfrentado con esta decisión desde hace siglos. Desde la Edad Media hasta la actualidad, han crecido, se han casado y se han mudado con su familias, lo suficientemente lejos para no poder verla otra vez. —Observó él.— Después de todo, no se podía coger un avión.
— No. —Asintió Myriam lentamente.
— Caray, tú te encontraste en una situación similar cuando viniste a trabajar aquí. Dejaste a tu familia en Nebraska.
Myriam frunció el ceño.
— Eso es diferente. Están allí cuando los necesito. No es como si nunca los volviera a ver.
— Bueno, todavía estarán allí para este personaje, también. No es como si murieran cuando ella desaparece de sus vidas. Ella probablemente les podría ver desde lejos, mantendría contacto con ellos. Y si hubiera una emergencia, ella probablemente se podría acercar a ellos en un futuro. De alguna forma.
Myriam asintió lentamente con la cabeza. No había pensado en eso. No podría hablarles pero...
— ¿Es un libro moderno o uno histórico como los primeros? —Preguntó Cesiah .
Myriam vaciló. Él obviamente pensaba que ella estaba preocupada por el último libro de Víctor.
— Moderno. —Dijo ella al fin, dejándole creer en esa ilusión.
— Hmm, eso lo hace un poco más difícil. —Decidió él.
— ¿Por qué ? —Preguntó Myriam.
— Bueno... si fuera uno medieval como el primero, entonces la protagonista podría mudarse y mantener correspondencia con su familia. Nunca sabrían que ella no envejecía. Pero hoy en día, sería difícil mudarse a algún lugar donde no pudieras coger un avión.
Eso podría funcionar, pensó Myriam para sus adentros. Ella le sonrió.
— Eres muy bueno tramando complots, amigo.
— Por eso es por lo que me pagan tanto dinero. —Le dijo guiñándole un ojo.
Myriam se rió. Ninguno de ellos tenía un buen sueldo. Estaban mal pagados, trabajaban demasiado y estaban estresados la mayor parte del tiempo. Y ella se había mudado de todas formas desde Nebraska. Todos estaban locos, pensó ella negando con la cabeza. Pero amaban los libros. Ella recogió su portafolios y se apresuró hacia la puerta.
— ¿A dónde vas ahora? —Preguntó Cesiah con interés. Él caminaba detrás de ella.
— A casa para acostarme. Necesito dormir antes de que pueda considerar tus sugerencias correctamente.
* * * * *
Myriam durmió larga y tendidamente, principalmente porque estaba segura de que había una respuesta a su problema en lo que había dicho Cesiah . Si sólo pudiera pensar claramente, entonces encontraría la solución. Esa creencia aliviaba el malestar que sentía en su corazón y le daba esperanzas para un posible futuro con Víctor.
Era media tarde cuándo Myriam despertó por el sonido de golpes en su puerta. Adormilada salió de la cama, arrastrando su bata rosa vellosa y sus alpargatas rosadas de conejitos delante sobre su camisón de franela con conejitos y se abrió paso hacia la sala de estar.
— ¿Quién es? —Preguntó bostezando cuando llegó a la puerta.
— Ruth.
Myriam se desperezó, su cansancio desapareció en un pestañeo. ¿La madre de Víctor? Díos mío.
La sonrisa que mostraba era cautelosa mientras habría la puerta.
— Señora Garcia. ¡Qué sorpresa!.
— Imagino que si. —Ruth mostraba una sonrisa divertida.— ¿Puedo pasar?
— Por supuesto. —Myriam retrocedió unos pasos para dejar entrar a la mujer, luego cerró la puerta y la siguió por el pequeño vestíbulo hasta la diminuta sala de estar.— ¿Le apetece algo de beber? ¿café, té o zumo?
— No, gracias. —Ruth se acomodó en el sofá, su mirada se fijó en el escrito que había sobre la mesa del café, luego en el ordenador colocado en la pequeña mesa.— Veo que tú eres escritora como Víctor.
La mirada fija de Myriam descendió automáticamente hacia los primeros diez capítulos de la historia que ella escribía. Los había impreso para editarlos, pero nunca había tenido oportunidad.
— No es maravilloso que os dediquéis a lo mismo. Te pareces en muchas cosas, pero eres diferente en otras.
Myriam cambió de posición con inquietud.
— Señora Garcia.
— Te pedí que me llamaras Ruth, si no recuerdo bien. —La interrumpió serenamente.
— Ruth. —Se corrigió Myriam.— Yo...
— He venido a ayudarte. —La madre de victor la interrumpió otra vez.— No para persuadirte o recriminarte, pero te ayudaré a tomar lo que probablemente será la decisión más dura de tu vida.
Myriam vaciló, luego preguntó.
— ¿Puedes? ¿Me puedes ayudar realmente? Víctor es tu hijo.
— Sí, lo es. Pero también tuve que tomar esta decisión cientos de años atrás. Y sé lo duro que es.
Myriam quedó sorprendida.
— Quieres decir, que no eres...
— Era humana como tú cuando conocí al padre de Victor. Él era moreno y erótico y me pareció muy fuerte en ese momento. Creí que le amaba. Creía que él me amaba. Pero él no me amaba. Su corazón había sido dado a otra mucho antes de que él me escogiera como pareja.
Myriam se recostó, sintiendo como si le hubieran dado puñetazos. Ella había dudado dejar a su familia por Víctor, pero nunca había cuestionado su amor por él. No desde que lo admitió en ese cuarto de baño del hotel en la conferencia. Pero qué ocurriría si ella realmente no le amaba, estaba completamente deslumbrada por su encanto y sus poderes y... Sus pensamientos murieron cuando Ruth estalló de risa.
— Lo siento, mi amor. —Se disculpó la mujer, cubriendo su boca un momento. Ella se explicó.— Es solo que tus pensamientos son realmente lo más tonto que he oído en mucho tiempo. ¿Deslumbrada por su encanto y sus poderes? Tú rechazas esos poderes que tontamente te asustan. Por lo que respecta a su encanto, es mi hijo y yo le amo, pero debo admitir que tristemente carece de encanto. El hombre es tan hosco y gruñón como un oso quitándose una espina de su trasero hasta que tú apareciste en su vida.
Myriam se impresionó al oír como la mujer utilizaba expresiones modernas, pero estaba mas afectada con...
— ¿Puedes leer mi mente?
Ruth asintió con la cabeza.
— Pero, Víctor dijo que mi mente era demasiado fuerte para que él pudiera leerla. Él dijo...
— Él no podría leer tu mente. —La tranquilizó Ruth.— Tú eras cautelosa con él porque estabas ya medio enamorada. No te has molestado en ocultármelo a mí, sin embargo, y he leído tu mente y he reconocido tu renuente respeto y amor todo el tiempo. Nunca dudes de tu amor por él, Myriam. Tú reconociste su verdadero carácter en sus libros, y que su comportamiento antipático escondía un alma sensible. as aprendido mucho más desde que lo conociste y empezaste a amarlo... a pesar de esas habilidades especiales que encuentras tan aborrecibles.
Myriam guardó silencio por un momento.
— Pero tú no amabas a….
— No. No con la clase de amor que tú y Víctor compartís. El no era tan fuerte como nuestros hijos han llegado a ser. Él era un hombre esencialmente débil, creí que lo amaba mucho. Pero al final, era como un quinto hijo en vez de ser el compañero y amigo que debería ser un marido. Él parecía no tener esperanzas, pienso que eso fue lo que lo llevó a la bebida y hacerse adicto a las drogas y eso lo llevó a la muerte. —Ella suspiró. Luego, encogiéndose, dijo:— Pero eso no tiene importancia. Lo que importa es esto, el hecho de que nunca he lamentado mi decisión para unirme a él. Tengo cuatro hijos maravillosos y dos de ellos casados. He visto como ha cambiado el mundo de una forma que nunca hubiera podido imaginar. He hecho casi todo lo que he querido, pero cada día surgen más cosas que quiero hacer.
— ¿Qué pasaría si no soy lo suficientemente fuerte? ¿Si me convierto en lo que fue tu esposo?
— Tú eres lo suficientemente fuerte. La tranquilizó Ruth— Lo he visto en tu mente. Tú, Víctor y todos mis hijos. Tienes esperanzas. No importa lo mala que sea la situación, o lo mal que te sientas, siempre te queda un pequeño grano de esperanza en tu corazón, y eso te hace fuerte. Te obliga a enjugar las lágrimas, liar un vendaje sobre tus heridas, y reiniciar tu vida. Serás una buena compañera para mi hijo.
Myriam estuvo de acuerdo. Pero todavía le quedaba una preocupación.
— ¿Mi familia?
La expresión de Ruth se volvió triste.
— Sí. Tu familia. Si te hubiéramos preguntado si abandonarías todo por estar con un hombre especial.
Myriam repentinamente contuvo el aliento mientras las palabras de Ruth le hacían recordar: “Es especial, tu hombre. Pero para estar con él tendrás que tomar una decisión. Tendrás que abandonarlo todo. Si tienes valor, entonces todo lo que tú alguna vez quisiste será tuyo. Si no...”
— Seríamos tu familia, Myriam. —Dijo Ruth suavemente.— Mientras estén vivos, podrás mantener contacto con tu otra familia.
— Víctor dijo eso después de diez años...
— Sí. —Interrumpió Ruth.— Dentro de diez o veinte años, Myriam Montemayor no debe ser vista por los que la conocen y la quieren... al menos los que no son de nuestra clase. Pero podrías escribirles. Ellos no deben ver que no estás envejeciendo. Tendrás que evitarlos y viajar, dar disculpas para no visitarlos o acudir a los entierros. Sería más fácil para Myriam tener un accidente y hacer creer que está muerta, pero hay otras formas más intrincadas para resolver cosas. ¿Seguramente Víctor vale ese esfuerzo ?

— Gracias. —Murmuró Víctor mientras Bastian cerraba la puerta de la caravana donde habían metido el ataúd que él y Víctor acababan de trasladar desde el sótano.
— Sin problemas. —Le aseguró Bastian.— Almacenaré eso en mi sótano hasta que Romeo pueda resignarse a separarse de él. Sólo le diré a mi ama de llaves que no se tome la molestia de limpiar el sótano por algún tiempo.
Víctor metió las manos dentro de los bolsillos e inclinó la cabeza. Supuso que debería invitar a su hermano a entrar para tomar alguna bebida o algo por el estilo, pero a él no le apetecía hablar mucho en este momento. Su madre había ido esa mañana para ver como se encontraba, Romeo había mencionado que Myriam había venido. Ruth le había hecho decir lo que había sucedido entre ellos, luego le había dejado ensimismado en su pensamientos. Él sospechó que la visita de Bastian con la excusa de recoger el ataúd había sido una excusa para averiguar como se encontraba otra vez, y él esperaba completamente que Romeo y Andrea encontrarían la manera de ir a su casa para comprobar como se encontraba. Supuso que debería estar agradecido por la distracción que le ofrecían. Él se había estado volviendo loco caminando de arriba a bajo por su casa, en espera de que Myriam reconsiderara su propuesta..
— Bueno, debería... —Bastian hizo una pausa y recorrió con la mirada el camino de acceso mientras un coche se detenía en el camino.— Esa es la limusina de mamá.
— Sí. —Víctor suspiró, pensando que tendría para poner buena cara y que no se estaba volviendo loco lentamente. Por otra parte, él nunca se había tomado la molestia de poner buena cara en otras cosas antes. ¿Por qué se tomaba la molestia ahora?
— Hmm. Bien, será mejor que me vaya.
Víctor miró sorprendido a su hermano. Por un momento, creyó que Bastian procuraba evitar a su madre, pero entonces él miró hacia la limusina y vio salir del coche.
— Myriam. —Suspiró él. Él permaneció de pie allí mientras su hermano entraba en la caravana. La limusina se alejó del camino de acceso, dejando atrás a Myriam; Después la caravana de Bastian la siguió. Inmóviles, él y Myriam se quedaron de pie allí, mirándose el uno al otro. No fue hasta que ambos vehículos se fueron que Myriam se acercó a él. Víctor se encontró acercándose también.
Se encontraron a mitad de camino, se quedaron mirándose el uno al otro a los ojos. Luego Myriam dijo:
— ¿Podemos entrar?
— Oh. —Víctor parpadeó. Esas no habían sido las primeras palabras que había deseado oír. Pero estaban mejor que una patada en el culo. La última vez que ella estuvo allí, ella no había estado dispuesta a entrar en la casa. Esto debía ser una buena señal. Pero él estaba impaciente por oír su decisión, así es que él la agarró por el brazo, giró sobre sus talones y la apresuró a seguirlo.
Entrando en la casa, Víctor cerró la puerta detrás de ellos con un ruido sordo, se apoyó contra ella y devoró a Myriam con la mirada. ¿Le haría ella el hombre más feliz de la Tierra o el más miserable que haya existido? Él tenía esperanza de que fuera la decisión de más feliz..
— Te amo.
Ese era un buen principio, decidió Víctor.
— Y, sí, me casaré contigo y compartiré mi vida contigo.
Víctor empezó a acercarse a ella, luego se detuvo.
— ¿Y tu familia?
— No los puedo abandonar completamente, Victor —Admitió ella apológicamente.— Los amo. Pero dejaré de verlos y sólo les escribiré cuando se haga evidente que no estoy envejeciendo.
Víctor se apartó de la puerta y la arrastró a sus brazos. Su solución era maravillosa. Él la besó con todo el alivio, amor y gratitud que sentía, luego la levantó en brazos y subió las escaleras, dirigiéndose hacia su dormitorio.
— Te amo, Myriam. Te haré feliz. No lamentarás esto. —Le aseguró él mientras le besaba la cara.
— Se que no. —Dijo ella suavemente, sus brazos le rodearon el cuello. — Y seremos felices.— Estaban cerca de la habitación cuando ella se aclaró la garganta y preguntó:— Umm, ¿victor?
— ¿Sí, amor? —Preguntó mientras abría la puerta. Ella finalmente vio su cuarto. Cualquier pensamientos que ella había tenido de que él dormía en un ataúd desapareció inmediatamente de su mente. No había ninguna duda de que esta era la habitación de Víctor . Como el hombre mismo, era una mezcla magistral de plata negra y de alabastro. Las ventanas y la cama estaban cubiertas de cortinas negras que bloqueaba la entrada de cualquier rayo de sol.
No fue hasta que Víctor la había colocado en medio de la cama y se había dejado caer encima sobre ella que recordó lo que ella le había querido preguntar. Colocando una mano sobre su hombro para detener sus besos, ella preguntó:
— ¿Eso va a doler?.
Víctor se quedó quieto, sus cejas se elevaron.
— ¿La conversión?
Myriam asintió con la cabeza.
— Bueno. —Victor frunció el ceño.— No estoy seguro. Nunca he convertido a nadie antes. —Él vaciló, luego comenzó a ponerse derecho.— Telefonearé a mi madre y le preguntaré. Ella debería saberlo.
— No. —Se incorporó, Myriam abrazó sus hombros y presionó su cara contra su espalda, luego terminó.— No. No me importa si duele. Caminaría a través de los fuegos del infierno por ti.
Myriam sintió su espalda temblar de la risa. Luego le dijo:
— Y robaría un banco de sangre y te lo ofrecería para alimentarme.
Victor se volvió en la cama y enmarcó su cara con las manos, luego agregó:
— E incluso te permitiría mantener contacto ocasionalmente con tu familia. —Él inclinó su cabeza para darle un suave y reverente beso en sus labios.— Soy un hombre muy afortunado.
Myriam negó solemnemente. Entonces sus labios sonrieron traviesamente y ella dijo:
— Espero que sigas diciendo eso dentro de cien años. Cuando te fastidie para sacar la basura y cambiar el pañal del bebé.
Víctor reída ahogadamente y la hizo retroceder en la cama.
— Será un placer. Todo contigo será placentero.

Myriam meramente negó con la cabeza y empujó la de él hacia abajo para darle un beso.
Myriam no era lo suficientemente tonta como para creer que nunca discutirían, aunque que el detalle de la basura fuese un placer para él, ella se sentía segura de que podrían capear las tormentas en los siguientes siglos. Después de todo, ellos tenían esperanza... y mientras tuvieran eso, cualquier cosa podría ser posible.


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