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Tres Meses de Pasión

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Mensaje  mariateressina Jue Jun 27, 2013 11:16 am

buenas ya hace mucho que no traía nada pero hoy tengo una hermosa historia que me gustaría compartir con ustedes trataré de subir los capítulos seguidos y esperemos que ya haya movimiento por aki jajajja bueno ya basta de bla-bla-bla y aki la intoducción de mi adaptación jajaja

TRES MESES DE PASIÓN


En lo relacionado con Myriam Montemayor, Víctor García solo deseaba vengarse por cómo ella lo había abandonado. Sabiendo que Myriam necesitaba dinero urgentemente, Víctor le hizo una oferta. Él le daría dinero si ella se convertía en su amante. Myriam no tenía otra alternativa que aceptar. Fue entonces cuando descubrió que la pasión podía ser muy dulce, aunque hubiera sido originada por la venganza.




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Mensaje  mariateressina Jue Jun 27, 2013 2:41 pm

DISCULPA ESTABA CHEKANDO EL CAPITULO PERO BUENO AKI SE LOS DEJO Y X FIS DEJEN SUS COMENTARIOS SI? OKAS



CAPITULO 1

Myriam miró al médico especialista de su hijo con horror.
-¿Quiere decir… que va a morir?
El médico la miró con gravedad.
-Si no tienen el seguro privado, me temo que el servicio sanitario público tardará por lo menos un año o dieciocho meses en operarlo.
-No puedo permitirme el seguro privado –dijo Myriam con el estómago encogido. –El dinero apenas nos alcanza para comer.
-Me hago cargo de los problemas que tienen que afrontar las madres solteras como usted –declaró con poca empatía. –Pero la sanidad pública está sobrecargada, al borde del colapso. La vida de su hijo no corre peligro a corto plazo; sin embargo, hay que reparar el daño coronario antes de que se transforme en una lesión crónica. Si puede financiarla, la operación se realizaría este mismo mes en la Unidad de Cirugía Cardiológica del Monterrey Centre.
El corazón de Myriam dio un vuelco. Apenas tenía dinero para pagar el tranvía a la ciudad. ¿Cómo podría permitirse una operación en uno de los hospitales más reconocidos del país?
-¿Cuánto… cuánto costaría la intervención?
El médico hizo un cálculo mental antes de dar una cifra que casi la hizo caer de la silla.
-¿Tanto…? –balbuceó.
-Me temo que sí. Alex estará en el hospital por lo menos diez días, lo que aumenta el gasto considerablemente. Y si surgen complicaciones…
-¿Complicaciones? –preguntó al tiempo que tragaba el nudo de temor que le atenazaba la garganta. -¿Qué clase de complicaciones?
-Señorita Montemayor, toda intervención quirúrgica con lleva riesgos. En un niño de tres años una operación delicada puede tener complicaciones, entre ellas riesgos de infección, por no mencionar reacciones adversas a los antibióticos –explicó al tiempo que cerraba la carpeta con el historial del pequeño paciente y se reclinaba en el asiento. –Le sugiero que vuelva a casa y llame a todos sus amigos y familiares hasta encontrar a alguien que pueda ayudarla. Es la única oportunidad que tiene su hijo de lograr una rápida mejoría –sugirió con un remedo de sonrisa de aliento.
Myriam suspiró en su interior mientras se levantaba del asiento.
Además de su hermana, tenía poquísimos familiares. ¿Y sus amigos?
Cuando volvió precipitadamente del extranjero hacía cuatro años en lo último que pensó fue en rodearse de buenos amigos; su prioridad fue poner la máxima distancia entre la familia García y ella.
No pasaba un día sin que pensara en su antiguo novio Víctor y su hermano Carlo…
Myriam apartó de su mente esos terribles recuerdos… lo que había hecho… aquellas horribles acusaciones que todavía resonaban en su mente si se permitía pensar en el pasado.
Las calles de la ciudad estaban muy animadas a esa hora. La gente entraba y salía de las tiendas y el calor desacostumbrado en ese mes de noviembre contribuía a aumentar la impaciencia general.
Myriam deseaba con ansias una bebida fresca. Tras consultar su reloj, comprobó que por lo menos le quedaba una hora para tomar el tranvía que la llevaría a casa junto a Alex, su hijito, y Cristi, su hermanita menor.
Al ver una cafetería no lejos de allí, decidió entrar. Tenía la garganta seca, la modesta blusa de algodón estaba empapada en la espalda y, al pasar junto al cristal de un escaparate, vio que iba despeinada, la melena rojiza colgando en lacios mechones sobre los hombros. Su aspecto era el de una mujer desaliñada y abatida.
Había una sola mesa al fondo del local. Estaba en un rincón oscuro así que no vio la alta figura hasta que fue demasiado tarde. Estaba sentado cerca de ella con los oscuros ojos color chocolate, puestos en su figura.
Era demasiado tarde para escapar.
Se levantó con la gracia lánguida que ella había aprendido a reconocer como un sello característico de los varones de la familia García y se detuvo ante su mesa.
-Hola, Myriam.
La voz profunda y aterciopelada recorrió su espalda liberando una multitud de recuerdos, cuando su vida era una promesa de felicidad, una promesa que le había sido arrebatada poco después con resultados devastadores.
-Víctor...
<<Me duele hasta pronunciar su nombre>>, pensó.
-¿Puedo acompañarte? –preguntó en tanto se sentada sin darle opción a una negativa. -¿Cuántos años han pasado? ¿Tres? ¿Cuatro?
El comentario tan casual la dejó anonadada. Ella podría decir el número exacto de días que habían pasado tras escuchar las últimas palabras que le dirigió en tono tan airado y que era capaz de reproducir hasta la última sílaba.
Myriam alzo la barbilla y lo miró sobre la pequeña mesa que los separaba
-No recuerdo. Ha pasado tanto tiempo.
-Sí, es cierto –dijo mientras se reclinaba en su silla sin dejar de mirar el rostro ruborizado de la joven. -¿Cómo estás? Pareces…
Ella bajó la vista al mantel.
-Estoy perfectamente bien, gracias.
La camarera se acercó a la mesa y Víctor se apresuró a pedir un vaso grande de zumo de naranja para ella y un café muy corto para él.
Cuando la camarera se hubo alejado, Myriam lo miró con el ceño fruncido.
-Al menos pudiste haberme consultado qué quería tomar.
-¿Quieres otra cosa?
-No, aunque ésa no es la cuestión.
-¿Y cuál es?
<<¿Cuál es? >>, Pensó ella. Era inútil discutir con él porque siempre iba a ganar, al margen de las tácticas que ella pudiera emplear.
Entonces se concentró en el pequeño florero que había entre ellos.
-¿Qué te ha traído a Monterrey? –preguntó, con fingida indiferencia.
-Asuntos de negocios. García se ha convertido en una empresa tan floreciente que hemos decidido abrir filiales aquí y en Cd. De México. Le hemos sacado partido al boom inmobiliario. Así que he venido a inspeccionar nuestras oficinas.
La mirada solapada de Myriam descubrió los ojos de Víctor puestos en ella y no pudo dejar de pensar que la inspeccionaba a ella también.
Cuando la camarera volvió con el pedido, Myriam tuvo la oportunidad de examinarlo a su vez.
Todavía se mantenía extraordinariamente apuesto, como todos los varones García. Pero, mientras su hermano Carlo era más bajo con tendencia a subir de peso, Víctor era esbelto y atlético. Tanto el cabello como los ojos eran oscuros, el firme mentón constantemente sombreado y la boca también firme y decidida. Sabía que era una boca que podía ser muy suave y a veces muy peligrosa. Y eso lo sabía por amarga experiencia.
-¿Cuánto tiempo te quedarás en el país? –preguntó, no por curiosidad si no por la necesidad de cortar el pesado silencio que se había producido entre ambos.
-Tres meses, tal vez un poco más –contestó mirándola directamente. Myriam bebió un trago y luego notó con irritación que su mano temblaba al poner el vaso en la mesa. -¿Cómo está tu hijo?
Myriam casi derribó el vaso. ¿Cómo se había enterado de que tenía un hijo?
-Él… él no se encuentra muy bien actualmente.
-Lo siento.
Myriam alzó una ceja.
-¿Deberás?
-Es un niño –replicó él, sin alterarse. –Ningún niño merece estar enfermo. ¿Qué tiene?
Myriam estuvo a punto de contarle toda la historia pero se mordó el labio para evitarlo. En su lugar volvió a beber un trago. El silencio se hizo más denso.
-¿Cuántos años tiene? –volvió a preguntar él.
-Tres años.
-¿Ve a su padre alguna vez?
Myriam apretó el vaso.
-No.
-¿Dónde está?
-Alex está… con mi hermana.
-Me refiero al padre.
Myriam lo miró con incertidumbre.
-No lo sé.
-¿Has hablado con él acerca de su hijo?
-No, pero lo haría si alguna vez él necesitara saberlo.
<<Jamás lo haré>>, pensó. Carlo sería la última persona que sabría de la existencia de Alex aunque la vida de ella o la del niño dependieran de ello.
-¿Cómo está Cristi?
-A mi hermana le va muy bien. Terminó con distinciones su primer año universitario.
-Eso es todo un logro.
<<Vamos, dilo. Di que es un logro para una chica que apenas puede oír el sonido de su propio nombre>>, pensó Myriam aunque no lo dijo.
-¿Cómo está tu madre? –pregunto con expresión impasible.
-Está muy bien, disfrutando tremendamente con sus nietos.
El estómago le dio un vuelco.
-¿Tienes hijos? –preguntó sin poderlo evitar.
-Yo no, son de mi hermana Cecilia. Ya tiene tres.
Myriam recordó a la hermana con un cariño que ni el tiempo ni los problemas que la afligían podían borrar. Cecilia siempre las había tratado afectuosamente en Roma.
-Pensé que te habías casado –dijo al tiempo que miraba fijamente el fondo del vaso.
-Ya no me atrae el matrimonio.
No podía culparlo. Tenía todo el derecho a pensar con cinismo después de lo que ella le había hecho.
-Tengo que marcharme –dijo al tiempo que apartaba el vaso vacío y recogía el bolso a sus pies.
-¡No! –Víctor le tomó la mano con fuerza. El contacto de su mano le produjo una corriente eléctrica mientras el corazón latía aceleradamente en su pecho. –Quiero hablar un poco más contigo.
-Debo volver junto a Alex. Tengo que tomar un tranvía y…
-Yo te llevaré.
-No, vivo demasiado lejos –dijo al tiempo que intentaba retirar la mano.
-¿Dónde? –inquirió Víctor. Myriam intentó pensar en una población a quinientos kilómetros de distancia, pero tenía la mente completamente en blanco. -¿Dónde vives, Myriam?
Myriam bajó los ojos.
-En Santa Hilda –balbuceó.
-Yo no diría que eso es demasiado lejos –comentó Víctor, con ironía.
-Sí que lo es, cuando hay que ir a pie.
-¿No tienes dinero para el tranvía?
Ella alzó la barbilla.
-Tengo suficiente dinero.
-¿Trabajas?
-Sólo un hombre que nunca ha tenido hijos es capaz de hacer una pregunta como ésa.
Él ignoró el sarcasmo.
-¿Trabajas fuera de casa?
-Tengo dos empleos.
-Una mujer de carrera, entonces –comentó, al tiempo que le soltaba la mano.
Myriam nunca hubiera pensado que limpiar las habitaciones de un hotel y trabajar en un bar fueran buenas carreras; aunque tampoco se hubiera imaginado que sería madre soltera a los veinticinco años.
-Me gusta ser una mujer independiente –declaró con una mirada intencionada al tiempo que se frotaba la muñeca.
-No recuerdo que en el pasado eso fuera tan importante para ti.
-Deberás que tengo que irme…
-Me gustaría hablar un poco más contigo, recordar viejos tiempos…
-No tengo nada que decir.
Él se reclinó en la silla y examinó las facciones de la joven un largo instante.
Myriam luchó contra la urgencia de sustraerse al escrutinio, pero era un terrible esfuerzo, como si estuviera sumida en un mal sueño. En cualquier momento despertaría para verse sola en la cafetería, sin poder mirar los aristocráticos rasgos del ex novio sentado frente a ella.  
-¿Nada que decir tras cuatro años de separación?
-No se me vienen nada a la mente.
-Vaya…
Myriam creyó percibir una rabia hirviente en la oscura e insondable mirada. Casi pudo sentirla en el espacio que los separaba.
-Perdona, debo marcharme –dijo al tiempo que empujaba la silla y se levantaba.
Él también se puso de pie y su larga sombra se proyectó sobre ella recordándole cuán alto era y cuán amedrentador podía ser cuando quería.
-Hasta pronto.
Víctor dejó unos billetes en la mesa y salió del local dejándola junto a la mesa,. Myriam lo siguió con la vista hasta que pasó junto a la ventana de la cafetería, pero él no se volvió para comprobar si lo miraba.
No tenía necesidad de hacerlo porque lo sabía, pensó la joven con un ligero escalofrío.


Alex la recibió con su habitual entusiasmo, pero Myriam casi pudo asegurar que sus labios no tenían ese tinte azulado cuando se había marchado por la mañana.
-Hola, cariño –saludó al tiempo que lo besaba en las mejillas y en la punta de la nariz. -¿Te has portado bien con la tía Cristi?
-He sido muy bueno. Hice un dibujo para ti, ¿lo ves?
Alex le puso el dibujo bajo los ojos y ella se inclinó para mirarlo. En el folio había cuatro figuras alargadas y tiesas, tres de las cuales reconoció al instante. Una de ellas era ella, Cristi era la otra y la más pequeña representaba a Alex.
-Muy bonito, pero ¿quién es esta persona? –preguntó indicando una figura alta, alejada del grupo.
-Ése es mi papá. Yo quiero tener un papá como el de David.
<<El papá de David es un médico amable y apacible, no un asqueroso oportunista que me llevó mañosamente a su cama>>, quiso responder Myriam.
En cambio se tragó la sensación de náusea y le dirigió una pálida sonrisa.
-Tendré que pensarlo. Y ahora, ¿por qué no vamos a ver lo que hace la tía Cristi?
Su hermana estaba en la cocina absorta en una nueva receta de cocina.
Myriam le dio unos golpecitos en el hombro y ella se volvió con una sonrisa
-¿Cómo te fue? –Cristi dibujó  las palabras con los dedos.
Myriam se dejó caer en una silla con un suspiro de derrota y miró a su hermana mientras hablaba lentamente para que ella pudiera leerle los labios.
-Necesita una operación muy cara.
-¿Cuánto? –preguntó Cristi con el tono gutural típico de los sordos profundos; pero Myriam estaba acostumbrada y normalmente entendía todas sus palabras.
Le dijo la astronómica cifra que el especialista había calculado y Cristi se encogió visiblemente.
-¿Qué podemos hacer?
-No lo sé, no lo sé.
-¡Conseguiré un empleo! –Cristi hizo las señas con tanta rapidez que Myriam la siguió con mucha dificultad.
-No, lo que esta familia necesita es un título universitario y tú lo vas a conseguir. Haré trabajos extra durante los fines de semana si puedes cuidar a Alex. De alguna manera vamos a superar este problema. Tenemos que lograrlo.


El hotel donde trabajaba esta completo ese fin de semana. El trabajo era intenso y matador, pero estaba decidida a conseguir el dinero para la operación de Alex. Primero deshizo las camas en las habitaciones que habían quedado vacías, luego limpió los cuartos de baños y puso sábanas y toallas limpias.
Se movía automáticamente, reacia a permitirse un momento libre para impedir que sus pensamientos se volcaran traidoramente en Víctor.
El hecho de haberlo visto el día anterior la había inquietado más de lo que estaba dispuesta a admitir. No se lo había mencionado a Cristi. Parte de ella lo deseaba, pero como no le había contado toda la historia que había detrás de la ruptura no vio la utilidad de sacar el tema a colación. Era demasiado doloroso.
Cuando la madre falleció dos años después de la muerte del padre, Cristi se quedó completamente destrozada y cayó en una profunda depresión. Entonces Myriam pensó que lo único que podría ayudar a su hermana sería un cambio total de ambiente, así que compró billetes para un tour por Europa.
Incluso en esas trágicas circunstancias habían sido unas vacaciones maravillosas y el ánimo de Cristi había mejorado bastante, así que Myriam concluyó que los gastos del viaje habían valido la pena.
Sin embargo. Cuando llegaron a Roma al final del viaje, se desató el desastre. Mientras intentaba conseguir habitación en la recepción de un hotel económico no prestó atención a su bolso pensando que Cristi estaba a su lado. Más tarde, cuando quiso sacar el monedero descubrió que había desaparecido junto con ambos pasaportes.
El conserje se mostró más maleducado que servicial y muy pronto Myriam junto a su llorosa hermana se encontraron en la calle, sin saber adónde ir.
En ese momento pasó junto a ellas un hombre alto, con una cartera negra. El sol brillaba en sus sedosos cabellos negros. Las saludó en un perfecto español, aunque la dicción sugería que no era su lengua nativa.
-Buenas tardes. ¿Cuál es el problema?
Lo primero que Myriam observó fue la suavidad de sus ojos oscuros al posarse en los labios temblorosos de Cristi y en sus mejillas bañadas en lágrimas.
-Acabamos de llegar a la ciudad y me han robado el monedero y los pasaportes. Si usted fuera tan amable, ¿podría indicarme dónde se encuentra la comisaría más cercana?
-Yo las llevaré –dijo al tiempo que recogía las dos mochilas. –Queda sólo a dos manzanas. Llegaremos más rápido a pie.
Myriam lo creyó. El tráfico era horrendo, incluso comparado con el de Monterrey, agravado por los constantes viajes de los scooters que invadían las calles.
Mientras caminaban junto al hombre, por primera vez se sintió segura.
-Me llamo Víctor García. Mi hermano Carlo y yo dirigimos la empresa García Developments. ¿Está es vuestra primera visita a Roma?
-Sí, mi hermana y yo prácticamente vamos de regreso a casa, a México. A propósito, soy Myriam Montemayor y ésta es Cristi.
Él les dirigió una sonrisa cautivadora mientras les estrechaba la mano formalmente. Myriam sintió una curiosa sensación en los dedos cuando sus manos se tocaron y, turbada, la retiró rápidamente.
Víctor sirvió de intérprete en la comisaría, así que el trámite fue muy corto. Myriam empezaba a sentirse más que agradecida por su ayuda mientras se preguntaba seriamente que habría sido de ella si ese hombre no hubiera pasado junto al hotel en ese preciso momento.
Víctor organizó el trámite de los documentos en la embajada y cuando hubieron acabado las llevó a un tranquilo café y les pagó unos refrescos.
-No sé cómo agradecérselo, señor García. Ha sido tan amable con nosotras…
-No me llames señor –dijo con una sonrisa. –No es ninguna molestia. Tengo una hermana y me gustaría que se sintiera segura en un país extranjero –comentó. Myriam sintió que se le esponjaba el corazón y que se ruborizaba mientras la mirada oscura se mantenía fija en la de ella. –Tu hermana no habla mucho –observó más tarde.
-No, Cristi quedó sorda a los dos años, pero puede leer los labios si hablas lentamente. También puede hablar, pero la avergüenza hacerlo ante los desconocidos.
-Comprendo.
No fue una sorpresa comprobar que al atardecer Cristi había perdido su timidez y hablaba alegremente con Víctor, lo que hizo más difícil rechazar la invitación a hospedarse en casa de su madre.
-No creo que…
-No tenéis alojamiento. Estaréis en compañía de mi madre y de mi hermano. Os ofrecería mi propia casa, pero la están reformando. Últimamente he estado viviendo en la de mi madre para escapar del olor a pintura –dijo con una mueca irónica.
Con una sonrisa, Myriam se volvió hacia Cristi, que también sonrió con alivio, y al instante la preocupación desapareció de sus delicadas facciones.
-Tengo el coche en la oficina, cerca de aquí –dijo Víctor mientras las guiaba por la calle.
Myriam captó la sonrisa entusiasmada de Cristi y alzó las cejas al tiempo que sentía una indefinible sensación de mariposas en el estómago.
Víctor García era sin lugar a dudas el hombre más apuesto y cortés que hubiera conocido jamás. La había impresionado la calma y determinación con que había resuelto lo que había que hacer, así como su respeto por la incapacidad de su hermana que se ponía de manifiesto cuando la miraba de frente para que ella pudiera leerle los labios.
Cristi había caído rendida antes su encanto latino, como sólo una jovencita podía hacerlo; pero Myriam había sentido algo mucho más serio e inquietante cuando aquellos ojos color chocolate se posaron en ella.
Había sentido una oleada de deseo.


Finalmente Myriam había llegado a la última de las suites en la lujosa planta presidencial. Le dolía la espalda y tenía el pelo pegado a la frente bajo la cofia de doncella.
-Servicio de limpieza –dijo en voz alta mientras llamaba a la puerta.
Como no hubo respuesta abrió con la llave maestra y entró empujando el carro de la limpieza.
Era la suite más grande del hotel, con vistas a la ciudad. Las habitaciones estaban ricamente  amuebladas, decoradas en tonos intensos y vibrantes que hacían recordar los gustos de la aristocracia o de la nobleza.
Algo en esa estancia le provocó cierto desasosiego. Tal vez se debía a la evidente riqueza del ambiente que le chocó porque, en comparación, le recordaba su desesperada necesidad de dinero. O tal vez era la sensación de estar vigilada, la misma que había sentido desde que Carlo le había enseñado las fotografías de lo que había sucedido entre ellos cuando ella compartió su cama.
Myriam se obligó a apartar aquel doloroso recuerdo de su mente y quitó las sábanas de la amplia cama. Las arrojó en el cesto de la lavandería antes de recoger las sábanas limpias del carrito.
Luego las puso en la cama y empezó a cambiar las fundas de las almohadas, pero de pronto se detuvo al sentir una leve fragancia a limón que era familiar. No pudo evitar la tentación de oler una de las fundas mientras recordaba que esa misma fragancia quedaba impregnada en su piel cada vez que Víctor la acariciaba, marcándola como si fuera su…
Bruscamente borró las imágenes de su mente mientras se inclinada a recoger el cobertor que había dejado en el suelo junto a la cama.
De pronto su campo visual fue invadido por unos zapatos italianos seguidos de unas largas piernas enfundadas en unos pantalones oscuros cuya línea impecable no acababa nunca mientras su mirada ascendía lentamente.
Con el cuerpo tembloroso y presa de una fuerte conmoción, Myriam dejó caer el cubrecama al ponerse de pie.
-Así que volvemos a encontrarnos, Myriam. Y además en mi habitación –dijo Víctor García arrastrando las palabras.


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Mensaje  jai33sire Jue Jun 27, 2013 9:20 pm

muchisimas gracias por el capitulo me encanto.

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Mensaje  Eva Robles Vie Jun 28, 2013 3:50 pm

Muchas gracias por la novela se muy emocionante

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Mensaje  mariateressina Sáb Jun 29, 2013 11:52 am

buen dia aki les dejo la entrega del fin de semana jajajaj espero que les este gustando que pasen lindo fin de semanita ciaoooo


CAPITULO 2


Myriam lo miró estupefacta.
-¿Te hospedas… aquí?
Los ojos oscuros lentamente recorrieron la figura vestida con el uniforme negro y blanco antes de posarse en afligido rostro.
-Como puedes ver.
-No… no tardaré mucho –balbuceó al tiempo que se agachaba a recoger el cubrecama, pero él puso el elegante zapato encima para impedir que lo hiciera.
-Déjalo.
-Tengo que terminar la habitación –replicó ella tirando inútilmente del cubrecama.
-He dicho que lo dejes.
Myriam dejó de insistir y se enderezó mientras se secaba las palmas húmedas en el delantal blanco.
Él no disimulaba su enfado.
-¿Qué demonios haces limpiando las habitaciones de un hotel? –preguntó con los ojos brillantes de rabia.
Ella alzó la barbilla.
-Alguien tiene que hacerlo.
-Dijiste que tenías dos empleos. ¿Cuál es el otro?
Ella alzó aún más la barbilla.
-Trabajo en un bar.
Víctor maldijo.
-¿Se puede saber por qué?
-Por el motivo de siempre… dinero.
-¿Eres pobre? –inquirió con el ceño fruncido.
-Comparado con alguien como tú, sí.
-No juegues con las palabras. Contéstame. ¿Tienes dificultades económicas?
La repentina visión de su pequeño Alex pasó por su mente. El estómago se le encogió de miedo al pensar que podía perderlo a causa de su orgullo.
-Sí –confesó a regañadientes, sin alzar la vista.
-¿A qué se deben tus dificultades económicas?
-Alex necesita… una intervención quirúrgica. No tengo seguro privado. Si me inscriben en la lista de espera de la sanidad pública… podría ser muy tarde para él.
-¿Qué le pasa?
-Tiene una dolencia cardíaca.
-¿Seria?
Ella respiró con dolorosa dificultad.
-Necesita la operación para poder llegar a la edad adulta.
Víctor volvió a lanzar una imprecación.
-¿Cuánto vale esa operación? –preguntó tras una pausa.
Ella se lo dijo y él ni siquiera pestaño. Para él esa suma no era nada y sin embargo podía salvar la vida de un niño, pensó irritada.
La vida de su hijo.
Myriam lo miró de soslayo. Víctor estaba pensando; no, más bien estaba calculando, planeando algo.
-Tal vez podría ayudarte –dijo tras una pausa premeditada.
-¿Por qué habrías de hacerlo? –preguntó ella con una mirada cargada de sospecha.
-Tengo mis razones.
-¿Te refieres a un préstamo?
-No.
-¿A qué te refieres entonces?
-Pagaré la operación de Alex bajo una condición.
-¿Una condición? ¿Qué clase de condición? –preguntó después de tragar saliva.
Los ojos oscuros la miraron con decisión.
-Puedes salvar la vida de tu hijo, pero a cambio debes hacer algo por mí.
-Haré cualquier cosa por salvar la vida de mi hijo. Cualquier cosa.
Víctor esbozó una sonrisa.
-Me alegra oír eso porque esperaba más resistencia por tu parte.
-¿Qué quieres que haga? –preguntó, atemorizada.
Él le dirigió otra mirada contemplativa.
-Pensé que ya lo sabías, cara.
Algo en la expresión del hombre le produjo un inesperado vuelvo en el estómago.
-No tengo la menor idea. Me temo que no tengo mucha experiencia en descifrar los motivos ajenos.
-Pero tienes mucha experiencia en otros asuntos, ¿no es verdad?
Ella se negó a permitirle la satisfacción de ver cuánto la hería su cruel sarcasmo.
-Tengo la experiencia suficiente para saber que lo que me ofreces no es por un simple acto de caridad. Así que no juegues conmigo y dime qué es lo que quieres –espetó con rabia.
-Vaya.
Él, estudio el juego de las emociones en el rostro de la joven durante un largo instante. Myriam deseó arrojarle el ofrecimiento a la cara sin oír siquiera sus condiciones, pero no era una batalla que libraba para sí. Era la batalla por la vida de Alex.
-Por favor, Víctor –el hecho de estar a punto de rogarle la enfermaba. –No me lo hagas más difícil.
-¿Y por qué no? Tú me destrozaste el corazón.
-No… no quise hacerlo.
-Dio! ¡Te acostaste con mi hermano!
¿Cómo podía negarlo? Carlo tenía fotos que comprobaban los hechos, incluso aunque ella apenas recordara lo que había sucedido.
-¿Alex es su hijo?
Cada vez que Víctor y ella habían hecho el amor, él había utilizado un preservativo. Había insistido en ello para protegerla argumentando que tenían mucho tiempo por delante para planificar una familia una vez que estuvieran casados.
-Creo… creo que sí.
Víctor volvió a maldecir.
-Me das asco. Te entregaste a él cuando faltaban pocos días para nuestra boda.
-Lo siento mucho.
-Lo sentirás mucho más cuando acabe contigo.
-¿Qué… qué quieres decir?
Él la miró con los labios convertidos en una dura línea, los ojos ardiendo de rabia.
-Pagaré la operación de mi sobrino, pero a cambio quiero que vuelvas a mi cama.
Myriam lo miró con los ojos agrandados de alarma.
-¡No!
-¿No? No creía que fuera una palabra que utilizaras a menudo.
Myriam cerró los ojos para no ver a su mofa.
-No puedo hacerlo.
-De acuerdo. Termina de hacer la habitación y vete.
Estaba a medio camino hacia la puerta cuando recobró el juicio.
-Víctor…
-¿Sí? –preguntó con una expresión extremadamente aburrida.
Incapaz de mantener su mirada, Myriam bajó la vista al suelo, su orgullo totalmente destruido.
-Lo haré. Haré lo que me pidas.
-Muy bien –dijo al tiempo que cruzaba los brazos sobre el pecho como si hubieran discutido un tema baladí y no algo tan serio como reanudar una relación que finalmente sólo la dañaría a ella. –Ve a la sala y hablaremos más a fondo.
Myriam lo siguió fuera de la habitación.
Víctor se acercó al bar.
-¿Quieres una copa?
-No bebo.
<<Nunca más>>, quiso agregar, pero no lo hizo. Había tomado la última copa en compañía del hermano y eso le sirvió de lección para toda la vida.
Myriam lo observó echar soda en un vaso y luego verter una medida decente de whisky en su copa.
-¿Hielo?
Ella negó con la cabeza y con mano temblorosa tomó el vaso que le tendía.
-¿Qué te sucede, cara? –preguntó en tono jovial. -¿Es que te desagrada el pensamiento de volver a compartir la cama conmigo?
-No puedo decir que me haga ilusión –dijo al tiempo que sentía una inesperada oleada de deseo. –Esto no es más que prostitución –atacó a la defensiva.
-No es prostitución. Es una retribución. Por los pecados del pasado –corrigió.
-Estoy segura de que podrías obtener más de lo que yo pueda darte ahora por mis pecados del pasado.
-Si te refieres a tener otras mujeres, sí. Las he tenido –dijo. Ella deseó no haber hablado. Le dolía demasiado imaginarlo con alguien más, con cientos de mujeres. –Aunque no me cabe duda de que tú también te has divertido. Alguien con tus… necesidades no puede prescindir de la diversión demasiado tiempo.
Myriam sintió que se ruborizaba hasta la raíz de los cabellos al recordar las necesidades que él había despertado en ella. Había sido una estudiante de la pasión muy aventajada; su inocencia no puso barreras al éxtasis que había experimentado en los brazos de ese hombre.
-Ahora soy madre.
-Encuentro que la maternidad es muy sexy –comentó con los ojos puestos en los pechos turgentes de la joven. –Muy sexy, de verdad.
Ella se evadió del escrutinio dirigiéndose al sofá.
-¿Cuánto tiempo pretendes mantener este… trato?
-No demasiado tiempo. Estaré en Monterrey unos tres meses. Durante ese tiempo quiero que seas mi amante –declaró. Myriam sintió un vuelco en el estómago. –Con esto quiero decir que vivirás conmigo para satisfacer todas mis necesidades.
¡Ella estaba demasiado familiarizada con esas necesidades!
-¿Y qué será de Alex y Cristi? –preguntó con la esperanza de encontrar una escapatoria. –No puedo irme contigo y dejarlos solos.
-He alquilado una gran propiedad en San Nicolás. Estará disponible en un par de días. Tu hermana y tu hijo vivirán con nosotros hasta que te deje… -Víctor vaciló un segundo –de necesitarte.
-Cambiarse de casa es una perturbación para un niño.
-Imagino que morirse también lo es.
Ella palideció al oír semejante crueldad.
-¿Cómo puedes hacer esto? ¡Estás negociando con la vida de un niño! –exclamó con una mirada de indignación.
Él se aproximó y la agarró de los brazos antes de atraerla hacia su cuerpo.
-Pudo haber sido mi hijo pero me negaste ese privilegio. ¿Sabes el infierno que he pasado pensando en el modo en que provocaste a mi hermano en mi ausencia? ¿Lo sabes? –dijo lanzando fuego con la mirada. –He muerto miles de veces al imaginarte junto a él. En mis sueños he oído tus gritos de placer, gritos que me pertenecían.
Myriam intentó zafarse de sus brazos.
-¡No! ¡Déjame ir!
-¡No! –exclamó al tiempo que la apretaba contra su pecho. –No me digas <<no>> cuando le dijiste <<sí>> a Carlo. A mí me dirás <<sí>> con la misma pasión.
-No. No te deseo.
-Haré que me desees –declaró con una seguridad que la dejo aterrorizada.
-Por favor no me pidas esto.
-No te lo pido, te lo digo. Serás mía durante tres meses. De otro modo tu hijo no recibirá la ayuda que necesita.
Myriam deseó que fuera sólo una fanfarronada. Él ya sabía que Alex era su sobrino. ¿Cómo podría darle la espalda a un ser de su propia sangre si ella se negaba a hacer lo que le pedía?
Si, le volvería la espalda porque su orgullo le impedía hacer otra cosa. La traición había destruido sus sentimientos hacia ella y en el presente su única motivación era la venganza.
Myriam bajó la cabeza, derrotada.
-¿Cuándo quieres que… empiece? –preguntó con una voz inexpresiva.
-Ahora.
-¿Ahora? –dijo con los ojos desmesuradamente abiertos. –Se supone que estoy trabajando.
-Tu trabajo acabó hace diez minutos.
-¡No puedo dejar de trabajar!
-Parece que olvidé decirte que te pagaré por tus… servicios.
Myriam se ruborizó de vergüenza.
-No puedes hacerme esto.
-Puedo y lo haré.
-¿Tanto me odias?
-Me basta decir que he esperado largo tiempo este momento.
-Hablas con tanta amargura… Pensé que me habías olvidado. Fui sólo un breve episodio en tu vida.
-¡Eras mi vida! Quise darte el mundo, pero me lo arrojaste a la cara.
-Lo siento –balbuceó porque no podía decir otra cosa.
-No quiero tus disculpas.
-¿Qué quieres entonces? –preguntó al tiempo que alzaba el rostro, desesperada. -¿Qué te implore?
-No. Quiero que te sientas atormentada de deseo por mí. Que sientas lo mismo que yo cuando te conocí.
Sus palabras impactaron a la joven.
-Víctor, ¿no ves que esto no está bien?
-No –exclamó al tiempo que le apretaba los brazos con más fuerza. –Te deseo como sea. Puedes acercarte a mí movida por la gratitud o por el odio. Me es indiferente. Serás mía al margen de lo que sientas por mí
Ella abrió la boca para protestar, pero fue demasiado tarde. La boca de Víctor se aplastó contra la suya mientras la lengua se abría paso entre los labios de la joven, que no pudo evitar responder a pesar de su voluntad.
Myriam sintió la mano que buscaba sus pechos y le facilitó la tarea. Sus muslos se aflojaron al sentir el pulgar en un pezón. De pronto se sintió flotar en un mar de urgencia, y cada ola amenazaba con ahogarla.
La joven sintió la pared contra su espalda y la excitación de Víctor contra su cuerpo.
Intentó luchar contra su propia reacción, pero fue incapaz de controlarla. Su cuerpo gritaba por el cuerpo dominante de Víctor mientras las manos masculinas la acariciaban con ansias.
La boca de Víctor buscó los pechos que los dedos habían liberado del uniforme.
-Eres tan hermosa –gruño. –He soñado con este momento…
Sus palabras la convencieron y aterrorizaron. Ella lo deseaba, pero la imagen de Carlo se interponía entre ellos. No recordaba lo que había sucedido en la cama de Carlo pero sabía que aquello había acabado en un hijo, su hijo. ¿Cómo podría pasar de los brazos del hermano a los de Víctor sin tener en cuenta el sentimiento de la moralidad?
-Víctor… -llamó al tiempo que lo empujaba con fuerza. –No sé si podré hacer esto.
-¿Te resistes a compartir mi cama después de haber pasado por la de mi hermano?
Myriam se encogió ante la dureza de su tono.
-Esto no tiene nada que ver con… Carlo. Tiene que ver contigo y… conmigo.
-Está enteramente relacionado con Carlo. Tuviste un hijo suyo. Me rechazaste por él.
-No te rechacé por él. Os abandoné a ambos.
-¿Debo suponer que es un consuelo? Lograste seducir a mi hermano pensando que quedarías impune porque me encontraba fuera de la ciudad, pero cometiste el error de subestimar a Carlo. Él pudo ver más a allá de tu inocente fachada. Yo estaba cegado por el amor.
-Nunca me amaste –dijo ella con un tono sombrío.
-Te amé con cada fibra de mí ser. Destruiste ese amor tentando a Carlo cuando bajó la guardia.
Ella lo miró con incredulidad.
-¿Eso fue lo que te contó?
Él le devolvió una mirada de acero.
-Sé que mi hermano nunca me traicionaría voluntariamente.
Myriam no supo cómo responder a esa declaración. Carlo había planeado seducirla de un modo tan sutil que ella fue incapaz de percibirlo.
-La lealtad que le profesas a tu hermano es envidiable, pero habría deseado que hubieras dedicado siquiera un minuto a pensar en lo que tú y yo habíamos compartido.
-Es una lástima que tú no hicieras lo mismo cuando lo llevaste mañosamente a la cama.
-¿Qué?
-Porque ése era tu objetivo, ¿verdad?
-No sé qué quieres decir.
-¡Vamos, Myriam! Seguro que sabes que Carlo y yo somos los herederos de García Developments. Si nace un hijo se le designará una gran suma de dinero cuando cumpla veintiún años.
-¿Un heredero? –preguntó, sin entender nada.
-Tu hijo es tu pasaporte a la riqueza. Como García que es va a heredar una gran fortuna. ¿Por qué no le has comunicado a Carlo las buenas noticia? Durante tres años le has negado su existencia. ¿No crees que es tiempo de decírselo?
Myriam se examinó las uñas mordidas.
-No vi la necesidad de hacerlo.
-No, preferiste esperar el momento propicio, cuando la venganza fuera más dulce.
-¿Qué dices?
-No te hagas la inocente conmigo –gruño. –Carlo está casado y con un hijo en camino. ¿Qué esperabas? ¿Irrumpir en su vida para anunciar la existencia de Alex? Sé cómo funciona tu mente. Tienes que solventar tus necesidades. ¿Qué mejor idea que presentarte ante Carlo y presionarlo con un hijo del que ignora su existencia?
¿Carlo? ¿Casado? ¿Y con un hijo en camino? Myriam estaba tan estupefacta que era incapaz de pensar.
-Nunca he tenido la menor intención de decirle algo –murmuró con los labios blancos.
-¿No? –preguntó con escepticismo. –No me tomes por tonto, Myriam. Sé cómo funcionan las mujeres como tú. Apelan al chantaje para conseguir lo que quieren. Pero no voy a permitir que te hagas con una fortuna.
-No quiero saber nada de Carlo –insistió Myriam.
-Mejor, porque de aquí en adelante sólo sabrás de mí.
El ardor de la mirada masculina la hizo tomar conciencia de su propio cuerpo. Sintió el peso de sus pechos y la excitación de los pezones, la sensibilidad de la boca, los labios hinchados a causa del beso salvaje. Myriam notó que lo deseaba intensamente y se sintió avergonzada.
-Yo.
-¿Dónde está tu ropa de calle?
-En mi taquilla, en el cuarto de personal.
-Ve a cambiarte y vuelve en diez minutos. Hablaré con tu jefe para informarlo de tu nueva posición.
Myriam se puso mortalmente pálida.
-¿Vas a decirle que soy tu amante?
Él se encogió de hombros.
-¿Y por qué no? Es la verdad, ¿no es así?
-¿No puedes decirle que soy tu secretaria o algo así? Cualquier cosa sería preferible a…
-No sólo te limitarás a ser mi amante, Myriam, sino que tendrás que aparentar que disfrutas con ello, ¿me entiendes?
-¿Y qué hay de Cristi y de Alex? ¿Qué se supone que debo decirles? –preguntó con una mirada resentida.
-Alex es demasiado pequeño para comprender. En cuanto a tu hermana, tendrás que decirle que hemos reanudado nuestras relaciones indefinidamente.
-¿Indefinidamente? Pero dijiste que era sólo por tres meses.
-Soy yo el de dicta las órdenes, Myriam. Harías bien en recordarlo.
Myriam salió de la habitación hecha una furia hacia el ascensor de servicio.
¿Qué treta del destino la había llevado a esa cafetería?
Años atrás, él le ofreció ayuda sin pedir nada a cambio. La llevó junto a Cristi a casa de su madre, donde las hermanas se sintieron bienvenidas a pesar de la barrera del idioma.
Myriam se dejó llevar por los recuerdos. Con gran dolor pensó que la felicidad de aquellos días rápidamente se había transformado en la desesperación del presente.
La madre de Víctor era una mujer bajita, graciosa y encantadora y desde el comienzo hizo que se sintieran en casa. A pesar de decisión de marcharse a México en el curso de esa semana, la familia García insistió que se quedaran más tiempo.
Así que pasaron unos gloriosos días de verano visitando Nápoles, Pompeya y la costa de Amalfi.
En el curso de los días habían planeado una excursión a Tivoli, pero la mañana de la partida Cristi anunció que le dolía la cabeza, así que Jovanna la madre de Víctor, insistió en quedarse en casa para cuidarla. Carlo todavía se encontraba en viajes de negocios así que Víctor y Myriam emprendieron solos el viaje a Villa d’Este.
La joven apenas contenía su emoción al pensar que pasarían un día entero en compañía de Víctor. Durante las dos últimas semanas su inclinación hacia él había aumentado sin cesar. El corazón le daba un vuelco en el pecho cada vez que la mirada oscura se posaba en ella a través de una mesa o de una habitación.
Era demasiado inexperta para saber si él se interesaba por ella, pero le gustaba su modo de escucharla cuando le contaba algo interesante, con los ojos llenos de divertida calidez.
-¿Te gusta nuestro país, Myriam? –preguntó cuándo se dirigían al convento benedictino.
-Me encanta tu país –dijo tímidamente. –Me gusta todo, la comida, el vino, el clima…
-¿Y la gente? –preguntó alzando una ceja expresivamente.
-Adoro a la gente –dijo súbitamente ruborizada.
Él se echó a reír y ella recibió su risa con un delicioso escalofrío en la espalda.
-Hay muchas cosas que quisiera enseñarte, Myriam –dijo sonriendo.
Myriam le devolvió la sonrisa con el corazón galopando en el pecho.
-¿No te importa haber venido conmigo solamente? -preguntó cuándo la ayudó a bajar del coche.
Los ojos de Víctor se posaron en la suave curva de su boca antes de volver a la brillante mirada de la joven.
-Adoro el hecho de habernos quedado finalmente solos –murmuró al tiempo que inclinaba la cabeza hacia su boca.
A partir de ese momento, Myriam se sintió perdida. El beso fue exquisitamente suave y ella le respondió plenamente sin poder controlarse. Alguna vez la habían besado pero nada se podía comparar a la sensación de los labios de Víctor sobre los suyos. Sus labios eran firmes y la lengua se deslizó en su boca con decisión pero controladamente, como si advirtiera la limitada experiencia de la joven.
Más tarde, Myriam recordaría la Villa d’Este como el sonido del agua, el gorjeo de los pájaros y el redoblar de campanas lejanas. Estaba perdida en una sensación de ensueños mientras paseaba del brazo de Víctor y apenas escuchaba lo que él decía.
-Este lugar fue construido por el Cardenal Ippolito d’Este, hijo de Lucrezia Borgia. ¿Ves esa avenida? Es la Terraza de las Cien Fuentes.
La mirada de Myriam recorrió las fuentes decoradas con figuras y formas cubiertas de musgo con una mirada brillante de amor, no de interés.
Estaba enamorada de Víctor.
-No me escuchas, cara. ¿Qué voy hacer con esta turista tan poco atenta? –preguntó mientras la abrazaba.
-Estaría más atenta si no me hubieras besado nada más llegar a los jardines. Me he distraído completamente –comentó entre risas.
-Quería besarte. He soñado con ello desde el momento en que te vi consolando a tu hermana en la calle.
-¿De veras?
-¿No has visto cómo te miro, sin poder apartar los ojos de ti? ¿Cómo mis dedos anhelan tocarte y mi cuerpo te reclama?
Ella sintió la excitación de Víctor contra su cuerpo y también sintió su pulso acelerado en respuesta a su cercanía.
-No estoy acostumbrada a sentir esto –confesó con timidez.
-¿No tienes experiencia, cara? –preguntó con suavidad.
-No, lo siento.
-¿Lo sientes? ¡No lo sientas! ¿No te das cuenta de cuánto he deseado conocer a alguien como ti? Alguien que no haya dormido con decenas de hombres antes que yo.
-Es un modo de pensar bastante anticuado, Víctor –no pudo dejar de decir.
-Sí, soy italiano, así que se me permite ser tradicional, ¿verdad?
-Si realmente eres tradicional ya debes de tener asignada una muchacha italiana como compañera de vida.
-Elegiré a mi propia esposa y he decidido que seas tú.
-¿Yo?
-¿Por qué no? Estoy loco por ti. No sabes cómo te deseo.
-Pero sólo tengo veintiún años.
-¿Y qué más da? Yo tengo treinta, sólo nueve años mayor que tú.
-Pero soy mexicana.
-¿Y qué?
-Debo volver a casa. Allí tengo mi trabajo y…
-Como mi esposa podrás viajar por el mundo y tu hermana también. No te ataré a mi país. Tengo intereses comerciales en México y, además algunos familiares emigraron hace años allí. Podemos vivir entre los dos países.
-Oh, Víctor –Myriam se hundió en sus brazos. –No puedo creer que esto me esté ocurriendo a mí.
-Créelo, cara –susurró en sus cabellos. –Tenía que ser. Es el destino.
Myriam salió del ascensor y se dirigió a la sala del personal.
Más tarde se cambió el uniforme. No era la primera vez que deseaba que su ropa no fuera vieja y anticuada.
Se arregló el pelo lamentando la ausencia de maquillaje.
Víctor había cambiado. Ya no era el hombre amable y gentil de sus sueños. Se había convertido en un vengador decidido a hacerle pagar sus pecados.
¡Y cómo había pagado ya esos pecados!
No pasaba un día sin que se preguntara cómo había llegado a hacer algo tan desacostumbrado en ella. Si no existieran fotografías para demostrar lo contario habría pensado que todo era una mentira.
Carlo siempre se había presentado como el encantador hermano menor de Víctor, feliz de ser el segundo de abordo. Había recibido la noticia del compromiso de su hermano con su acostumbrada ecuanimidad, pero de alguna manera Myriam sospechaba su irritación. A menudo había descubierto su mirada puesta en ella en momentos inesperados. Había querido contárselo a Víctor pero él andaba ocupado cerrando unos negocios para poder dedicarse a la organización de la boda, que estaba programada para dentro de un mes.
Esas semanas habían pasado en una ráfaga de delicia sensual. Víctor le había enseñado el lenguaje del amor y su cuerpo había aprendido a expresarse con gran fluidez. Había sollozado en sus brazos a causa de la intensidad de sus sensaciones. Su felicidad no había tenido límites.
Incluso Cristi había perdido su aspecto frágil, su delgado cuerpo de joven de quince años se había redondeado y había aumentado notablemente la confianza en sí misma.
Juntas planearon la boda de Myriam. Solían quedarse hasta tarde en la noche examinando modelos de trajes de novias y ramilletes de flores. Ninguna menciona a la madre, pero ambas deseaban que hubiera podido ver cómo las cosas habían cambiado felizmente para ambas jóvenes.
Pero Carlo se había encargado de que no fuese así.
Una de las primeras noches en que Víctor se encontraba ausente por negocios, le había tendido una copa de champaña con una sonrisa que ocultaba sus intenciones.
-Por tu futuro, Myriam –brindó alzando su copa.
Algo en el tono de su voz la alertó del peligro, pero lo ignoró, consciente de que Cristi se encontraba en la habitación de al lado.
Cuando finalmente despertó, la luz del sol brillaba como un ojo acusador sobre su cuerpo desnudo, tendido en la cama de Carlo. Entonces fue cuando Myriam se dio cuenta de su error.


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Mensaje  jai33sire Sáb Jun 29, 2013 8:14 pm

muchas gracias por el capitulo

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Mensaje  dany Lun Jul 01, 2013 8:02 pm

Muchas Gracias Por Los Capitulos;) 

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Mensaje  mariateressina Mar Jul 02, 2013 9:11 pm

hOLA CHICAS BUENAS NOCHES ESPERO QUE ESTEN DISFRUTANDO DE LA NOVELITA SE VA A PONER MUYYYYYY BUENA JAJJAJAJA AKI LES DEJO EL CAPITULO DE HOY


CAPITULO 3


Myriam alejó sus pensamientos del pasado. Los hechos ya no se podían cambiar.
No tenía más remedio que creer lo que Carlo había contado a Víctor. Había seducido a su hermano y cuando Carlo había despertado y se había dado cuenta de su error había hecho las fotografías para probar cuán lasciva era ella, sabiendo que nunca podría convencer a Víctor sin pruebas sólidas.
Todavía se encogía de vergüenza al recordar su cuerpo desnudo tendido en la cama como en una película pornográfica. Alex había sido concebido en un acto de seducción. Era un niño inocente. ¿Cómo podría contarle alguna vez las circunstancias de su concepción?
Con un suspiro, alzó la mano para llamar a la suite de Víctor, pero la puerta se abrió de inmediato.
-¿Por qué has tardado tanto? –gruñó.
-Han sido un poco más de diez minutos –respondió a la defensiva.
-Dije diez minutos, no más. Cuando digo una hora espero que obedezcas, ni un minuto más ni menos –replicó al tiempo que cerraba la puerta de golpe.
Ella se tragó la ira. ¿De modo que así iban a ser las cosas en el futuro? <<Yo soy el amo y tú la esclava>>.
-¿Algo más, señor? –preguntó, indignada.
-Sí. Quítate la ropa.
Ella retrocedió, consternada.
-¿Qué?
-Ya lo has oído.
-No hablas en serio.
-Quítate la ropa o lo haré yo por ti. –ordenó en tono implacable.
-Yo… yo necesito tiempo.
-Has tenido cuatro años.
-¿No estarás llevando la venganza demasiado lejos? –preguntó al tiempo que sentía que su compostura empezaba a desmoronarse.
-Hace mucho tiempo que pienso en este momento. Lo hiciste por mi hermano, ahora hazlo por mí.
-No hagas esto, Víctor.
-No me digas lo que puedo o no puedo hacer. Harás lo que te diga o sufrirás las consecuencias.
-Te odiaré toda la vida.
-Me demostraste tu odio cuando dormiste con mi hermano. Ahora me toca demostrarte el mío.
De pronto todo lo que le sucedía fue demasiado para ella y se echó a llorar con desesperación.
Víctor se quedó paralizado al ver cómo se sacudían los hombros de Myriam. Todos sus pensamientos vengativos desaparecieron al instante.
-Myriam –murmuró al tiempo que se acercaba a ella.
-¿Ves lo que has hecho? ¿Estás feliz’
-No quería hacerte llorar. Lo siento. Había olvidado la tensión que estás pasando a causa de tu pequeño.
La suavidad de su tono la hizo llorar más aún.
-Ha sido tan duro… He hecho todo lo que he podido, pero no es suficiente. No podría verlo… morir. Seguro que lo entiendes, ¿verdad?
-Desde luego que lo entiendo –murmuró a la vez que le tendía un pañuelo, donde Myriam escondió la cara para evitar su mirada. –Te llevaré a casa con él.
-Puedo ir en el tranvía.
-Myriam –dijo al tiempo que le ponía la mano en el hombro. –Esto… esto es entre tú y yo. Quiero que sepas que Alex y Cristi no están implicados en esta cuestión.
-Muy decente por tu parte –replicó con sarcasmo. -¿Cómo puedes humillarme de esta manera? –añadió con rabia.
-Así que después del llanto vuelves a gruñirme, ¿verdad, cara?
-Me gustaría arrancarte los ojos. ¡Te odio! ¿Cómo puedes vivir contigo mismo? ¿Cómo puedes hablar con tanta tranquilidad de algo que no es más que una explotación?
-No te estoy explotando, cara. Te estoy ayudando.
-Una ayuda para conseguir tus propios fines.
-No voy a tolerar tus insultos.
Furiosa, Myriam volvió la cara hacia otro lado.
-¿Cuándo debo presentarme a cumplir con mi… deber? –preguntó con todo el desprecio del que era capaz.
-Tienes dos días para hacer tus maletas. El jueves enviaré un coche a recogerte.

Sumida en su aflicción, Myriam guardó silencio durante todo el trayecto de vuelta a casa.
-Gracias por traerme –balbuceó cuando el Maserati estacionó frente a su casa.
-Espera –dijo Víctor al tiempo que le tomaba el brazo. -¿No vas a presentarme a tu hijo? –preguntó en un tono levemente burlón.
-Es posible que esté durmiendo –dijo ella al tiempo que intentaba abrir la puerta del coche.
-Entonces lo vas a despertar y le presentas a su tío –dijo aferrándole la muñeca.
-¡No lo voy a hacer!
-¡Mami! ¡Mami! –una vocecita llamó desde el último piso de los apartamentos.
Anna bajó del coche.
-Hola cariño –saludó con una mano todavía temblorosa.
-¿Quién es ese hombre?
-Dile que soy su tío –dijo Víctor detrás de ella.
Myriam se volvió hacia él.
-¡No puedo hacerlo!
Él la miró con dureza.
-¿Por qué no?
-Porque le dije a Cristi que Alex era tu hijo. Tuve que hacerlo. No quise perturbarle contándole… Pensé que era lo mejor.
-Dio! Así que ni siquiera fuiste sincera con tu hermana respecto a lo que hiciste –acusó. Myriam se mordió el labio dándole la espalda. –Lo discutiremos más tarde –añadió mientras le tomaba la mano.
La expresión de sorpresa de Cristi fue muy elocuente al verlos entrar y sus dedos volaron haciendo preguntas.
-todo está bien –dijo Myriam hablando con los labios y los dedos al mismo tiempo. –Víctor y yo nos hemos vuelto a encontrar.
Cristi sonrió y habló en voz alta.
-¿De veras?
-Sí, Cristi. Es verdad. Hemos reanudado nuestras relaciones. Hemos aclarado nuestro… malentendido y ahora estamos planeando nuestro futuro.
-¡Me siento tan feliz por vosotros! ¡He soñado tanto con este día! –Cristi se llevó las manos a ambos lados de la cara en un rapto de alegría.
-¿No te alegres demasiado! –Myriam se expresó rápidamente con los dedos. –No vamos a casarnos… sólo viviremos juntos. Desde luego que tú y Alex vendréis con nosotros.
-¿Y qué importa que no os caséis? Lo que verdaderamente importa es que volvéis a estar juntos. Por fin Alex podrá disfrutar de su padre –expresó con una sonrisa.
Myriam había pensado que no volvería a ver a Víctor así que le pareció que lo más adecuado era decirle a Cristi que era el padre de su hijo.
-Veo que tendré que aprender a expresarme con signos; de lo contrario hablaréis a mis espaldas sin que yo lo sepa –dijo Víctor arrastrando las palabras.
Cristi dejó escapar una risita y Myriam hirvió de rabia.
Alex entró como un torbellino en la habitación y se paró frente a la alta figura, junto a su madre.
-¿Quién eres?
Víctor se puso en cuclillas y le tendió la mano.
-Soy tu padre, jovencito.
-¿De veras?
-De veras –dijo al tiempo que lo alzaba en sus brazos. El corazón de Myriam se encogió al verlos juntos por primera vez. Nadie diría que no eran padre e hijo. Tenían el mismo pelo y ojos oscuros, la misma barbilla y la misma boca de firmes líneas.
-He sabido que no has estado muy bien, pero ya estoy aquí, así que lo único que tienes que hacer es ponerte bueno.
-Pero cuando me ponga bueno, ¿Te quedarás conmigo?
Myriam volvió la cara, incapaz de presenciar como mentía a su hijo.
-Te haré una propuesta, Alex. Tú te pondrás bien y yo te veré todos los días.
Myriam sintió que se le encogía el estómago de miedo.
Los García eran una familia poderosa que contaban con los mejores abogados del país sería muy sencillo para ellos arrebatar el hijo a la madre soltera y entregarlo a su adinerado padre. Carlo podría darle todo lo que ella nunca se atrevería a soñar: la mejor atención médica, una refinada educación en colegios privados, vacaciones a la orilla del mar… La lista era interminable. Ella no tendría argumentos legales para defenderse. Había ocultado al padre la existencia del hijo y eso sería muy mal visto en una sociedad patriarcal como la italiana.
-Alex, ¿por qué no vas a la tienda con la tía Cristi mientras yo converso con… tu padre?
-Vamos, Alex. De camino podremos pasear por el parque –dijo Cristi.
Myriam le dirigió una mirada de agradecimiento y esperó que se cerrara la puerta de la calle para volverse hacia Víctor.
-No tienes derecho a mentirle de esa manera.
Él recibió la fiera mirada con tranquilidad.
-No le mentó. Estoy decidido a verlo todos los días.
-¿Cuánto tiempo? ¿Tres meses? Es un niño pequeño, Víctor, no un juguete que puedes tirar cuando te dé la gana. Él se va a encariñar contigo y cuando te marches…
-No me cabe duda de que es un García. Aunque se parece más a mí que a Carlo.
-gracias a Dios que no ha heredado tu carácter –disparó Myriam, sin poder evitarlo.
Víctor la miró largamente con una expresión impenetrable.
-Tendría que haber sido mío –dijo finalmente.
Myriam se miró las manos.
-No podemos cambiar el pasado por mucho que lo deseemos.
-¿Así que te arrepientes de tus actos?
-Me sorprende que lo preguntes. Me arrepiento de todo. De haberte conocido y haberme enamorado de ti.
-Tú no me amabas. Querías un vale de comida y me atrapaste con tu fingida inocencia. Y yo caí en tus redes como un idiota sin darme cuenta de que desde el principio habías puesto los ojos en Carlo.
-¿Eso no es cierto!
-¿No? Él me contó cómo lo perseguías. Todo el tiempo que estuve fuera tuvo que defenderse de tus avances.
-¡Eso es mentira!
-¿Piensas que creería más en tu palabra que en la de mi hermano? Él nunca me ha mentido. Sin embargo, toda tu vida es una mentira. Has mantenido a mi familia en la ignorancia respecto a tu hijo.
-Que creas en tu hermano no significa que él diga la verdad. En cuanto a Alex, ayer en el café parecías saberlo todo acerca de él.
-¿Creíste que ya no me iba a interesar por tu vida? Ahora puedo decirte que contraté los servicios de un detective privado. Sí, cara. Quería asegurarme de que no ibas a rechazar mi oferta.
-No puedo creerlo –exclamó al tiempo que le lanzaba una mirada furiosa.
-¿Piensas que los términos de nuestro acuerdo no son satisfactorios?
-Me das asco.
Myriam deseo gritar de frustración. Se sentía completamente impotente. No tenía adónde ir para escapar de sus garras. El fantasma de la enfermedad de Alex se erguía ante ella y no había salido sin la ayuda de Víctor. ¿Y sus condiciones?
Le había llevado largos meses superar la depresión que casi había acabado con ella después de lo sucedido. ¿Podía volver a arriesgar su salud mental volviendo otra vez al pasado?
-Necesito tiempo para acostumbrarme a… esta situación. Tengo que tramitar la admisión de Alex en el hospital y yo…
-Ya lo he hecho. Dada la urgencia del caso pensé que había que actuar lo antes posible, así que a principio de la próxima semana se realizará la intervención.
-¡No tenías derecho!
-Tengo todo el derecho del mundo. Aparte de Cristi y tú, soy su pariente más próximo. No vale la pena discutir este asunto. Ahora estás sometida a una fuerte tensión. Pensé que podría ayudarte si me encargaba personalmente de hacer los trámites necesarios.
-Gracias –balbuceó a regañadientes.
-He informado al hospital de que me haré cargo de todos los gastos de Alex –declaró en tanto sacaba una tarjeta bancaria del bolsillo de la chaqueta y se la tendía. –El número secreto coincide con la fecha de tu cumpleaños. Hay suficiente dinero para comprar ropa adecuada para ti, Cristi y Alex.
-No la quiero.
Víctor le cerró los dedos sobre la tarjeta.
-La aceptarás y la vas a utilizar, ¿entendido?
-¿Qué clase de ropa quieres que me compre? ¿Algo para encandilarte? –preguntó con resentimiento.
-No necesitas ropa para logarlo.
Myriam se ruborizó al recordar las odiosas fotografías.
-No puedo hacer esto –dijo con un gesto desamparado. –No puedo fingir ser tu amante de esta manera.
-No vas a fingir, y me voy a asegurar de ello.
Ella lo miró consternada. ¿Ésa iba a ser su venganza final? ¿Asegurarse de que volviera a amarlo y desearlo como antes?
-Me vas a destruir, Víctor –murmuró al borde de las lágrimas. –No me hagas odiarte por esto.
Myriam sabía que nunca podría odiarlo. Lo amaba como siempre lo había amado, sin reservas, totalmente.
Víctor se acercó a ella y la estrechó entre sus brazos.
-Myriam, sé que ya me odias. Por tanto, ¿qué tengo que perder? –murmuró a tiempo que inclinaba la cabeza hacia sus labios.
Ella sintió la lengua deslizarse en su boca. Todos sus sentidos se alertaron y se sintió perdida en medio de una llama de deseo.
Se derretía como una vela contra el cuerpo excitado de Víctor que la estrechaba con fuerza.
Y ella le respondió con todo el ardor de su cuerpo, unido íntimamente al suyo.
-He anhelado tanto este momento… Nunca he olvidado el placer de sentirte bajo mi cuerpo, retorciéndote de deseo.
Una urgencia que sólo él podía despertar en ella.
La lengua de Víctor jugueteaba en su boca y la mordía con suavidad, incitándola a hacer lo mismo.
Ella aceptó el desafío y le mordió con fuerza el labio inferior.
-gatita salvaje –gruñó contra la boca de la joven. -¿Quieres hacerme daño, cara?
-Te mataría –jadeó ella contra sus labios.
-Mátame entonces. Moriría feliz.
-¡Te odio! –murmuró con la voz enronquecida mientras Víctor se inclinaba hacia su pecho y le mordía un pezón a través de la blusa y ella respondía clavando los dedos entre los cabellos oscuros. –Te odio.
-Me encanta tu modo de odiarme –murmuró contra su pecho. –Tu cuerpo me odia con tanto fervor que hasta puedo oírlo.
Los latidos frenéticos del corazón traicionaban a Myriam, pero no podía hacer nada para evitarlo.
-Alex y Cristi volverán en cualquier momento –le recordó al tiempo que intentaba zafarse de su abrazo.
Víctor se apartó de ella con una naturalidad envidiable.
-Recuerda un tiempo en que eso no te hubiera importado demasiad; habrías llegado al final con toda la pasión de tu naturaleza salvaje. No olvido cómo me tentaste con tus irresistibles encantos. Hombres más fuertes que yo habrían flaqueado ante tan deliciosa tentación.
Ella volvió la cara para no ver la burla que brillaba en sus ojos, nada dispuesta a verse a sí misma como él la veía. Myriam sabía que era una mujer de principios. Siempre se había conducido con propiedad. Hasta Carlo… que fue como una mancha en un folio en blanco.
-Por favor déjame sola. Soy incapaz de luchar contigo cuando me siento tan vulnerable. No te quedarás satisfecho hasta no verme destruida, ¿verdad?
Víctor la miró con frialdad. Su boca se había convertido en una dura línea.




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Mensaje  Eva Robles Miér Jul 03, 2013 8:11 am

Mil gracias por el capi esta muy buena

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Mensaje  dany Miér Jul 03, 2013 5:54 pm

Gracias Por El Capitulo

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Mensaje  jai33sire Jue Jul 04, 2013 5:16 pm

gracias por el capitulo

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Mensaje  mariateressina Sáb Jul 06, 2013 11:14 am

Buen dia chicas disculpa si me atrazó es que he tenido mucho trabajo y se me hace dificil pero les prometo que aunque me atraze les cumplire y les pondre la novelita completa solo tengame paciencia por favor bueno aki les dejo el capitulo del fin de semana que lo disfruten


CAPITULO 4

Los días siguientes transcurrieron en frenética actividad.
Myriam hizo el equipaje con cuidado. No quería llevar todas sus pertenencias a la casa de Víctor porque sabía que pronto tendría que regresar con todo. No debía olvidar que su estancia allí era un acuerdo temporal.
Él no la quería. Sólo deseaba vengarse.
El coche enviado por Víctor llegó puntualmente y en unos minutos estacionó ante una imponente casa, más parecida a una mansión.
-Ésta es una casa muy grande, mami –comentó Alex al tiempo que arrastraba de un brazo a su osito de peluche. -¿Mi papá tiene una piscina?
Myriam se inclinó a recoger su bolso en tanto le sonreía débilmente.
-No lo sé, cariño, pero pronto lo descubriremos.
La puerta se abrió para dar paso a una mujer mayor vestida de negro que los saludó en un español con fuerte acento.
-Señorita Montemayor, soy Rosa, el ama de llaves del señor García –se presentó antes de inclinarse para mirar al niño. –Y tú debes de ser Alex. Es la viva imagen de su padre.
-Ésta es mi hermana Cristi –dijo Myriam al tiempo que la empujaba suavemente al interior.
-Encantada de conocerlas. El señor García me dejó instrucciones para que les diera la bienvenida y las acomodara en casa. Volverá tarde.
El ama de llaves las llevó a la planta superior mientras el chófer se encargaba del equipaje.
Rosa enseñó a Cristi una bonita habitación en tono rosa, con cortinas en forma de ondas que cubrían las grandes ventanas y conferían al dormitorio aspecto muy femenino.
La habitación de Alex, junto a la de Cristi, estaba pintada en tonos azules y celestes. Había un montón de costosos juguetes distribuidos por la habitación, juguetes que convertían en realidad los sueños de un pequeño de tres años.
-¿Son para mí? –preguntó el niño al tiempo que se acercaba a un inmenso camión.
-Sí, tu papá quiere que te sientas en tu casa –dijo Rosa con una sonrisa. Myriam ardió de rabia. No quería que compensara a su hijo con juguetes y encima caros. –Su habitación es por aquí –añadió la mujer mientras la guiaba por un pasillo. –La dejo para que pueda instalarse con tranquilidad. Serviré la cena en una hora.
-Gracias Rosa –Myriam se esforzó por sonreír con sinceridad a pesar de que hervía en su interior.
Cuando el ama de llaves se hubo marchado inspeccionó el dormitorio principal.
Era una habitación inmensa con un armario empotrado que ocupaba una pared entera y un lujoso cuarto de baño adjunto.
Sedosas cortinas blancas y negras con borlas decoraban las grandes ventanas y sobre la amplia cama había un cobertor hecho con una finísima tela a juego con las cortinas. También había butaca con orejas y un sofá.
Estaba claro que era la habitación de un hombre muy rico, acostumbrado a rodearse de lo mejor. Myriam, con sus ropas gastadas, se sintió fuera de lugar en medio de tanta opulencia.
Con un suspiro se miró en el espejo junto a un pequeño escritorio de nogal.
Estaba pálida, las mejillas hundidas y grandes sombras bajo los ojos. La melena rojiza había perdido brillo. Todo su aspecto era el de una persona extenuada y mal nutrida.
De pronto, oyó un ruido a sus espaldas.
-¡Myriam, mira lo que me ha comprado Víctor! –exclamó Cristi. Myriam se volvió a mirar a su hermana, que llevaba varios vestidos de diseño en los brazos. –Rosa dijo que eran un regalo para mí.
-No puedes aceptarlos.
-¿Por qué no? ¿Pasa algo, Myriam?
-No –mintió, odiándose a sí misma. –Pero no debemos acostumbrarnos. Todo este lujo no va a durar mucho… -comentó al tiempo que abarcaba la habitación con un movimiento del brazo.
-¿Por qué no va a durar mucho? –preguntó Cristi, confundida.-Víctor es un hombre rico. Puede permitirse ser generoso.
-Cristi. Me siento incómoda al aceptar estos regalos tan caros. Si algo saliera mal…
-¿Qué podría salir mal? Víctor ha vuelto a tu vida y Alex va a estar muy bien. ¿Qué cosa podría ir mal ahora?
Myriam pensó en la bendita ignorancia de la juventud. Cristi era muy inocente a sus diecinueve años, llena de sueños románticos con final feliz. Ignoraba toda la historia, el oscuro secreto que había entre el pasado y el presente de Myriam.
-Nada. Tienes razón. Soy una tonta –se rindió con un suspiro.
-estás cansada –dijo Cristi con una sonrisa. –Ahora que estoy de vacaciones voy a cuidar de Alex y tú podrás pasar más tiempo con Víctor –añadió antes de abandonar la habitación.
Lo último que Myriam quería era pasar tiempo con Víctor.


Alex se quedó dormido antes de que Myriam terminase de leerle el cuento. Tras arroparlo, lo besó en la mejilla al tiempo que sentía una oleada de amor maternal.
El ofrecimiento de Víctor estaba cargado de compromiso para ella. Todo su ser quería rechazar su ayuda, pero entre su resistencia y su orgullo se interponía el futuro de Alex.
Cristi se había retirado a su precioso dormitorio rosa y el ama de llaves ya se había marchado. Largo rato estuvo paseando de arriba abajo mientras esperaba la vuelta de Víctor.
Finalmente, oyó que el Maserati se internaba por el camino de entrada.
Minutos más tarde, escuchó los pasos que se aproximaban a la sala de estar. Myriam se puso de pie cuando él abrió la puerta.
-No tienes derecho a sobornar a nadie de esa manera –fue su airado saludo.
Víctor cerró la puerta.
-Buenas noches, cara –saludó en un tono casual al tiempo que dejaba la chaqueta en uno de los sillones color crema y se aflojaba la corbata. -¿Pasa algo?
-¡Desde luego que sí! –exclamó, sofocada. –Todo está mal. Me pones deliberadamente las cosas más difíciles…
-¿Para dormir conmigo?
Myriam se volvió hacia él con una mirada furiosa.
-No quiero dormir contigo.
-Pero no tienes alternativa, ¿verdad, mi amor?
-¿Crees de veras que una habitación llena de juguetes para Alex y un armario de ropa para mi hermana es todo lo que necesito para compartir tu cama?
-No, pero pensé que tomarías en cuenta el enorme gasto que me va a suponer la intervención de tu hijo –observó mientras se sentaba  en el sofá y apoyaba los pies en una mesita de café, con las manos detrás de la nuca. -¿Estás reconsiderando los términos de nuestro acuerdo?
-Todo esto es tan horriblemente frío… Me estás utilizando para dar rienda suelta a tu odio.
-¿Y por qué no debería hacerlo? –preguntó, con una mirada intencionada.
-Nadie es perfecto. Todos cometemos errores, es parte de la naturaleza humana.
-algunos errores hay que pagarlos.
-¿Y qué me dices de tu hermano? ¡Qué precio ha tenido que pagar?
Víctor apretó la mandíbula mientras sostenía la mirada cargada de odio de Myriam.
-Carlo ha pagado el precio de ignorar que tiene un hijo. No se me ocurre un castigo peor que ése.
-por tanto, lo mires como lo mires, siempre soy yo la culpable.
-Sí –afirmó al tiempo que se ponía de pie. –Es culpa tuya. Estábamos prometidos y traicionaste esa promesa.
-¡No lo hice sola! –exclamó, al borde de las lágrimas.
-Carlo es un hombre de pelo en pecho. Le ofreciste una tentación demasiado difícil de resistir. Y me pidió perdón por lo que había hecho sin deliberación.
Myriam miró con incredulidad.
-¿Sin deliberación? Me emborrachó con champaña intencionalmente.
La boca de Víctor se contrajo en un rictus de dureza.
-No debiste haber bebido.
-Y él no debió… no debió… -los ojos de Myriam se llenaron de lágrimas, que limpio con un furioso manotazo.
-Como dijiste anteriormente, lo hecho, hecho estás y no puede modificarse. Así que habrá que remitirse a lo que tenemos aquí y ahora.
-Lo que tenemos aquí y ahora no es más que chantaje y soborno. Te comportas como en la época de la Edad media, Víctor. Han pasado los tiempos del ojo por ojo.
-No estaré contento hasta que sienta que has pagado por lo que me hiciste.
-¡Ya he pagado! ¡Y más de lo que tú crees! –exclamó con las manos empuñadas en los costados. –De acuerdo, entonces. Haz lo que tengas que hacer y acabemos con esto de una vez por todas. ¿Qué esperas? –preguntó al tiempo que se quitaba los zapatos y se llevaba las manos a los botones de la blusa. -¿No es esto lo que quieres, Víctor? –añadió mientras tiraba la blusa al suelo y empezaba a quitarse los pantalones hasta quedar en ropa interior. Él la miraba inmóvil, con una expresión inescrutable. -¿Qué pasa, Víctor? ¿Es que mi ordinaria ropa interior no es de tu gusto? No me digas que tu hermano es más ardiente que… -lo provocó con temeridad.
Él se abalanzo sobre ella con tanta celebridad que la dejó con la palabra en la boca. La fuerza del impacto contra su cuerpo la hizo retroceder hasta quedar apoyada en la pared mientras Víctor se apoderaba de su boca. Fue un beso de odio.
Él quería vengarse y parte de ella aceptaba su destino con resignación, pero otra parte todavía deseaba que las cosas fueran diferentes entre ellos.
La lengua de Víctor se abrió paso a través de la barrera de los labios apretados hasta que la última resistencia de Myriam terminó por desaparecer. El deseo se apoderó de la joven. Sus pechos y los pezones doloridos de ansia respondieron plenamente a las reiteradas caricias de Víctor.
De pronto notó que el sujetador caía de su cuerpo al tiempo que las manos de él acariciaban la piel y una pierna se abría paso entre los muslos despertando una violenta urgencia en ella.
Víctor se inclinó hacia su cintura y las braguitas se deslizaron por sus tobillos en tanto que él se preparaba para penetrarla. Casi de inmediato lo sintió en su interior. Víctor jadeaba sobre su boca mientras se internaba en lo más hondo de su intimidad.
-Es a mí a quien deseas –gruñó. –Y me tendrás una y otra vez hasta que quede saciado de ti.
Myriam jadeó mientras sentía la fuerza de sus movimientos, arrasada por una mezcla de placer y dolor.
La joven se encogió de repente y él suavizó su ritmo mientras la escrutaba.
-¿Qué sucede, Myriam? ¿No puedo compararme con Carlo?
-No…
-¿Qué es entonces? ¿Piensas en él? –preguntó mientras reanudaba sus empujes.
-No… -murmuró con los dedos clavados en sus hombros.
No puedo soportar que pienses en él. Estoy dentro de ti. Quiero llenarte de mí, de modo que no quede espacio para otro –jadeó. Ella quiso decirle que nunca había habido espacio para nadie más, pero ¿cómo podía estar segura de que era cierto?. –Quiero que grites mi nombre.
Ella se mordió el labio para evitar hacerlo. Su orgullo se negaba a permitirle la satisfacción de saber el efecto que causaba en sus sentidos.
-No luches contra mí. Déjate ir –susurró con la boca contra la suave piel del cuello.
-No. Te odio.
-Pero a la vez me deseas –dijo a la vez que acariciaba la húmeda y sedosa intimidad de la joven.
-No quiero. ¡Oh…! ¡Oh! –jadeó en un espasmo de placer.
-Sí, cara –murmuró al tiempo que ceñía el cuerpo tembloroso  de la joven. –Sí que quieres.
Myriam no pudo evitar las intensas olas de placer que la dejaban absolutamente inerme entre los brazos de Víctor, que junto con ella ya alcanzaba el clímax y que de pronto se abandonó con un gruñido de placer.
Luego se separó bruscamente dejándola indefensa, avergonzada y vulnerable.
Myriam recogió sus braguitas con la mayor dignidad posible y buscó el sujetador en el suelo, sin dejar de notar cómo Víctor se arreglaba la ropa con toda calma y naturalidad.
Más tarde se preparó una copa.
-Confío en que Rosa os haya enseñado vuestras habitaciones.
Ella lo miró un instante sin hablar.
-Sí –murmuró finalmente.
-Bien. A tu salud –dijo al tiempo que alzaba la copa. –Por nuestra unión. Y que haya muchos días y noches de placer para nosotros.
-Has cambiado, Víctor.
Los ojos del hombre brillaron peligrosamente mientras se llevaba la copa a los labios y bebía un largo trago.
-si he cambiado es por tu culpa –replicó con amargura al tiempo que dejaba el vaso en el aparador.
-Lo siento. Nunca quise herirte.
-¿No?
-Desde luego que no. Ni siquiera recuerdo lo que sucedió esa noche.
-No tienes  que recordarlo. Carlo tuvo la precaución de documentar lo que hiciste.
Ella tragó saliva.
-¿Te has preguntado alguna vez por qué lo hizo?
Él consideró la pregunta un instante.
-De vez en cuando me lo he preguntado, pero siempre llego a la misma respuesta, la que Carlo me dio. Nunca habría creído algo así de ti si no me hubiera mostrado esas malditas fotografías. Tu sonrisa satisfecha me ha torturado durante largos años. ¿Sabes cuán duro es para mí mirar a mi hermano sin dejar de pensar cómo lo llevaste por mal camino? He hecho todo lo posible para reparar el daño que causaste a nuestra relación fraternal, pero todavía quedan cicatrices.
Myriam se puso los pantalones y la blusa precipitadamente.
-No sé qué decir.
-no digas nada –espetó. Myriam bajó la cabeza para evitar ver el veneno que exudaba su mirada. –Eres una…
-¡No!
-No eres más que una mujer provocativa bajo la apariencia de un ángel. Y yo caí en tus redes igual que mi hermano, pero ahora la relación se va a llevar según mis propias condiciones.
-Víctor… Por favor, yo…
-¡Y ahora vete! –bramó, al tiempo que golpeaba el aparador con el puño. -¡Fuera de mi vista!
-Pero yo…
-Creo haberte dicho que desaparecieras de mi vista.
-Sé lo que has dicho, pero me niego a que me insultes.
Víctor miró con ira su rostro desafiante.
-Si quiero insultarte, lo haré. ¡Qué mayor insulto que el tuyo…!
-¡No recuerdo haberlo hecho! –exclamó llorando. -¡No recuerdo nada! Tú no me crees, ¿verdad?
Con un resoplido burlón, Víctor se aproximó a un pequeño escritorio y sacó un sobre.
-Probablemente has olvidado lo que pasó esa noche porque te convenía: pero tal vez esto te lo recordará –dijo con un tono que helaba la sangre al tiempo que le tendía el sobre.
Myriam lo abrió con mano temblorosa y sacó la primera fotografía.
-Tengo mi  orgullo, Myriam. Me vengaré por muy vulnerable que te sientas. Y no voy a parar hasta conseguirlo.
Myriam no podía ponerlo en duda. El único problema era si tendría fuerzas suficientes para soportarlo.


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Mensaje  dany Sáb Jul 06, 2013 11:59 am

GRACIAS POR EL CAPITULO

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Mensaje  jai33sire Sáb Jul 06, 2013 10:27 pm

gracias por el capitulo

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Mensaje  Eva Robles Dom Jul 07, 2013 10:32 am

Muchas gracias por el capitulo siguele por favor

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Mensaje  mariateressina Miér Jul 10, 2013 6:31 pm

Sorry chicas pero se me complico todo el trabajo, la casa todo pero aki les traigo el capitulo de hoy y de nuevo disculpen la tardanza



CAPITULO  5

Myriam sintió que el color desaparecía de su cara cuando sus ojos se posaron en la primera fotografía. El sabor amargo de la náusea le inundó la garganta al verse en una pose tan comprometida.
-Y ahora dime que no recuerdas –dijo Víctor, mordiente.
Era como mirar a una persona idéntica a ella, pero que no era ella. No recordaba en absoluto haber estado allí con esa sonrisa en la cara y con las manos extendidas hacia alguien fuera de su alcance.
Miró la segunda fotografía, con el mismo resultado.
-Me sorprende que las hayas guardado –comentó al tiempo que se las devolvía sin molestarse en mirar el resto. –me parece que bordeas el masoquismo, si me permites decirlo.
-Las guardo para recordarme a mí mismo lo tonto que fui al confiar en ti.
-¿Con qué frecuencia las miras?
Víctor desvió la mirada. Tras guardar el sobre en el cajón del escritorio, lo cerró y se guardó la llave en el bolsillo.
-Las miro cada vez que siento la tentación de bajar la guardia ante una mujer hermosa.
-¿Por eso no te has casado?
-No deseo quedar atrapado en una relación de ese tipo.
-¿Y no quieres tener hijos?
Él volvió a apartar la mirada.
-Los niños son un estorbo. No quiero esas ataduras en mi vida –declaró desviando la mirada. Myriam apenas pudo creer lo que oía. ¿Dónde estaba el hombre cariñoso que solía expresar el anhelo de formar una familia? –Y en lo que respecta a nosotros presumo que estás usando algún anticonceptivo fiable, ¿verdad?
Myriam sintió que se sonrojaba.
-Desde luego –dijo. No mentía del todo porque tenía una cajita de píldoras que utilizaba para controlar el período menstrual, aunque no las tomaba con regularidad.
Víctor se volvió a mirarla con una expresión indescifrable en sus ojos oscuros al ver su aspecto dejado, las sombras bajo los ojos y la boca hinchada.
Observó hipnotizado cómo ella intentaba ocultar una pequeña herida en el labio inferior que se tocaba con la lengua.
Víctor dio un paso hacia ella y se sobresaltó al ver que esquivaba la cara cuando alzó una mano para tocarle la mejilla.
-Cara –murmuró con suavidad en tanto palpaba la pequeña herida. -¿Esto lo he hecho yo?
-He sufrido daños peores.
-Myriam, nunca te haría daño intencionalmente. Ni a ti ni a ninguna mujer.
-¿Entonces por qué estoy aquí?
-¿Te duele mucho estar conmigo?
-Sabes que sí.
-¿Por qué?
Ella no fue capaz de responder. Tras pasar junto a él precipitadamente. Abrió la puerta cerrada. Se volvió a la chimenea y repentinamente arrojó la copa medio llena con una violencia impropia de él.
-Merda! Merda! –exclamó.


Cuando Myriam despertó a las ocho de la mañana tras un sueño de los emocionalmente exhaustos, descubrió a Alex a los pies de la cama.
-¿Ya estas despierta, mami? –preguntó al tiempo que se subía a la cama.
-¿Por qué no me despertaste? –preguntó al tiempo que le hacía espacio junto a ella.
-Papi me dijo que no lo hiciera. Dijo que estabas muy cansada y que necesitabas dormir.
Myriam pensó con cierta diversión en un Víctor preocupado por ella, pero lo apartó de su mente, decidida a no pensar en él más que bajo un prisma negativo.
-Bueno, ahora estoy despierta. ¿Dónde está tía Cristi? –preguntó acariciándole el pelo.
-Está ayudando a Rosa a preparar el desayuno. ¿Te vas a levantar ahora? ¿Qué tienes aquí? –preguntó señalando la pequeña herida en el labio.
-Me mordí.
-Mami tonta –dijo sonriendo al tiempo que le daba golpecitos en la mano.
Hubo un ruido en la puerta  y Myriam alzó los ojos para descubrir los rasgos inescrutables de Víctor con la atención puesta en ella.
Alex se acercó corriendo.
-Yo no la desperté, papá.
-Buen chico –dijo al tiempo que alborotaba los rizos oscuros del niño. -¿Por qué no vas a decirle a Rosa que bajaremos en unos minutos?
Alex desapareció con su camión nuevo bajo el brazo.
Myriam se puso la bata con manos temblorosas.
-Myriam…
-¿Dormiste bien, Víctor?
Él apartó la vista.
-Quiero que me perdones por mi conducta de anoche. Estaba desquiciado.
-No me digas. Intentaste humillarme. ¿Estás contento ahora?
Víctor apretó la mandíbula ante la fiera mirada de la joven.
-Anoche estaba muy enfadado.
-Sabes que eso no es una excusa. Pero no quiero oír tus disculpas. Quiero afrontar estos días con Alex sin tener que pensar constantemente en tus planes de venganza.
-Te aseguro que no volveré a hacerte daño. Te doy mi palabra –declaró con su orgullo aristocrático.
-¿Y crees que tu palabra es una garantía? No confío en nada que venga de los García y menos en sus promesas que no se cumplen.
-¿Qué quieres decir con eso? –preguntó, con los ojos ligeramente entornados.
-¿Quiero saberlo? –preguntó, casi sin aliento. –De acuerdo. Allá va. Hace cuatro años me pediste que me casara contigo. Dijiste que me amabas, pero en cuanto ese amor se puso a prueba renegaste de mí. ¿Qué clase de amor era ése? No tuviste el valor de enfrentarte a lo ocurrido; en cambio me abandonaste sin intentar siquiera averiguar las otras posibilidades.
-¿Qué posibilidades?
Ella le lanzó una mirada exasperada.
-¿Ves que todavía no lo comprendes? Sólo te atienes a mi parte de la culpa y te niegas obstinadamente a verme como posible víctima.
-¿Una víctima? ¿Qué clase de víctima se retuerce desnuda en una cama mientras alguien le hace fotografías?
-Tal vez estaba… borracha.
-¿Borracha? –preguntó con una mirada iracunda. -¿He de pensar que eso justifica tu conducta?
-No, desde luego que no. Pero es posible que sin darme cuenta bebiera demasiado y…
-Sé lo que intentas hacer, pero no te resultará conmigo, Myriam. Si tú apareces como la víctima es indudable que Carlo es el villano. ¿Piensas en serio qué te creería más que a mi hermano, que recuerda claramente lo ocurrido mientras que tú no puedes hacerlo. Al parecer?
Era inútil seguir discutiendo. Siempre sería su palabra contra la del hermano.
-Sabía que no me ibas a creer.
-¿Crees que durante estos cuatro años no he intentado buscar respuesta a una pregunta que nunca debió haberse planeado? Te amaba con todo mi corazón, Myriam. Tú destruiste ese amor. Y ahora no tengo nada que ofrecerte sino amargura –declaró. El corazón de Myriam se encogió dolorosamente al ver que le daba la espalda con desprecio. La vergüenza se apoderó de ella barriendo todo el respeto hacia sí misma y los restos del orgullo al que se había aferrado durante esos años. –Me voy a trabajar. Los detalles de la cita del niño están abajo. Hasta pronto –dijo desde la puerta, sin mirarla siquiera.


Esa misma mañana Alex tenía hora en el hospital donde lo iban a operar.
Myriam mantuvo la mano del pequeño en la suya mientras la enfermera le explicaba lo que iba a suceder la próxima semana.
-Entonces esta máquina te hará dormir –explicó al tiempo que indicaba el equipo de anestesia. –Cuando estés dormido el cirujano te hará un pequeño corte en la pierna para colocar una cámara muy chiquita que irá a ocupar el agujerito que tienes en el corazón. Es como poner una pieza en el rompecabezas, ¿comprendes?
La enfermera explicaba las cosas en términos tan sencillos que consiguió calmar el temor de Alex, pero no el de Myriam. Mientras más oía, más pánico sentía. ¿Qué pasaría si se le administraba demasiada anestesia? ¿Y si sangraba incontroladamente? Era tan pequeño, tan vulnerable…
-No se aflija, señorita Montemayor –sonrió la enfermera. –Todos los años, literalmente practicamos miles de operaciones semejantes. Alex se encuentra en las mejores manos.
Myriam le devolvió una débil sonrisa con la esperanza de que estuviera en lo cierto.


Cuando volvieron a casa, el calor los llevó a la piscina situada en medio del jardín.
Alex se puso fuera de sí al ver el agua azul rodeada de verdes helechos.
Dentro de la piscina, Myriam lo mantuvo a su lado por temor a que hiciera un esfuerzo excesivo, contenta de verlo pataleando en el agua con una sonrisa feliz. El placer del niño calmaba sus nervios sobreexcitados.
Cristi nadaba con cautela, siempre con la cabeza fuera del agua. Myriam le sonrió al tiempo que pensaba que su hermana se estaba convirtiendo en una preciosa mujercita, bastante más segura de sí misma.
Pensó que tal vez valía la pena el precio que estaba pagando al ver tan felices a sus seres queridos.
-¿Hay lugar para mí?
Myriam se sobresaltó al oír la voz de Víctor a sus espaldas. Al volver la cabeza pudo admirar su cuerpo en bañador, esbelto y bronceado, y su imaginación se disparó al instante.
Y contuvo la respiración al verlo entrar en el agua.
-¡Papá, mira lo que puedo hacer!
-Vamos Alex –dijo Víctor al tiempo que le tendía las manos. –Ven nadando hacia mí.
-No sabe nadar, Víctor, apenas tiene tres años.
-ya es tiempo de que aprenda.
Alex se lanzó a los brazos de Víctor chapoteando con brazos y piernas.
-me encanta nadar –afirmó cuando Víctor lo tomó en sus brazos.
-¡Bien hecho! Vas a ser un campeón –comentó.
Cuando el niño se alejó de ellos, se volvió hacia Myriam. –eres demasiado protectora. Es un niño y necesita descubrir el mundo.
-Un niño con un problema cardíaco –dijo sombríamente.
-He hablado con los médicos y han garantizado su completa mejoría. Te preocupas demasiado, Myriam.
-No me pidas que no me preocupe. Soy su madre.
-Lo vas a mantener demasiado atado a ti, como lo has hecho con tu hermana. Cristi ya tiene diecinueve años. Debería salir con chicos, ir a fiestas…
-¡Por amor de Dios, es sorda!
-Es sorda pero no incapacitada –comentó con calma. –Puede cuidar de sí misma.
-Es vulnerable.
-Cristi es una joven fuerte y valerosa. Puede desenvolverse en cualquier medio y circunstancia. ¿Por qué no sugerirle que se busque un trabajo a tiempo parcial durante el verano?
-Necesito que me ayude con Alex. El cuidado de un niño es muy caro. Sin su ayuda no puedo trabajar por las noches y los fines de semana.
-No vas a trabajar durante tres meses.
-Lo que hago para ti es un trabajo en la industria del sexo –comentó con tirantez.
-Estoy un poco cansado de tu tendencia a golpear cuando te sientes acorralada.
-¿Cómo no hacerlo? Vuelves a mi vida como juez y jurado, diciéndome lo mala que soy, criticándome como madre y como hermana. Siento mucho no ser perfecta como tú, sólo soy un ser humano –dijo con los ojos llenos de lágrimas.
-¿Mami? –Alex se acercó a ellos. -¿Estas triste?
Cristi, que iba tras el pequeño, lo tomó de la mano.
-Ven conmigo, Alex. Papá y mamá necesitan estar solos un rato.
Cuando hubieron entrado en la casa, Víctor se volvió hacia Myriam.
-Cristi tienen razón. Necesitamos un tiempo de soledad.
-No quiero estar a solas contigo. No puedo soportar la compañía de alguien tan despiadadamente indiferente a las necesidades de otra persona.
-Estoy muy al tanto de tus necesidades, Myriam. De hecho, estoy íntimamente comprometido con todas y cada una de ellas –dijo con una mirada intencionada a la vez que sus ojos se posaban en los pechos bajo el gastado corpiño del bañador.
-Tengo… frío –Myriam se volvió con la intención de salir de la piscina.
Hay una temperatura de treinta grados a la sombra. No huyas de mí –dijo al tiempo que la atraía hacia sí.
Víctor la hizo retroceder en el agua hasta que la espalda quedó apoyada en los azulejos y la besó con fruición.
-Me gusta tanto tu sabor… Nunca lo he olvidado –murmuró sobre la boca de ella.
Myriam cerró los ojos mientras la lengua de Víctor jugueteaba dentro de su boca hasta que los sentidos de la joven despertaron con acuciante urgencia. Luego sintió que las manos masculinas le bajaban los tirantes del bañador y los pechos quedaban al descubierto. Víctor inclinó la cabeza y acarició los excitados pezones con la boca.
-¿Sabes, cara? Tal vez no es una buena idea. Estamos a la altura de las ventanas de este lado de la casa –murmuró Víctor con la voz enronquecida de deseo. Luego la sacó de la piscina sin el menor esfuerzo. –Vamos a concluir este negocio en privado.
Era imposible no seguirlo. En sus ojos había una promesa que ella no podía ignorar. Ningún razonamiento era capaz de borrar la atracción magnética del cuerpo masculino mientras la conducía escaleras arriba hasta el dormitorio principal. Myriam sentía que se encontraba bajo sus órdenes y su cuerpo se preparaba para la invasión aunque su mente le recordara todo lo que había sucedido entre ellos.
Pero el orgullo no tenía cabida ante la pasión.
-Dime que lo deseas, Myriam. Dime que quieres sentirme dentro de ti –susurró al tiempo que le acariciaba los pechos.
¿Cómo podía negarlo si su propio cuerpo hablaba por ella?
-Yo te… Yo te…
-Dilo o no seguiré adelante –la urgió.
-Yo te deseo. Te deseo…
-Así que mi bebé seductora no ha olvidado lo que le enseñé –gruñó al tiempo que la acariciaba entre las piernas y luego penetraba en su cuerpo. –estás tan dispuesta para mí… Tan húmeda y cálida…
-No juegas limpio, Víctor.
-¿No? –preguntó sonriendo sobre su boca. –Pero acabarás perdonándome. Esto lo deseas demasiado.
Sí que lo deseaba. Pero quería más. Quería que la perdonara, que la amara a pesar de la falta cometida.
-Por favor… -murmuró jadeando.
Myriam se aproximaba al clímax y Víctor la siguió hasta que en un último esfuerzo ambos llegaron a la cumbre y cayeron rendidos.
Después, Víctor se apartó de ella, con una mano sobre los ojos, todavía jadeante.
Myriam se deslizó al borde del lecho, súbitamente avergonzada por haber reaccionado de esa forma tan apasionada, aferrada a él, casi implorando, como una indigna fulana, sin principios.
-¿A dónde vas? –Víctor la atrapó antes de que pudiera salir de la cama.
Ella se zafó de los dedos que aferraban su muñeca con una mirada glacial.
-Necesito ir al baño. ¿Estás de acuerdo?
Víctor la soltó y luego se recostó contra las almohadas mientras la seguía con la mirada.
-Nada de caras largas, Myriam. No olvides lo que te juegas.
Ella se volvió hacia él con los ojos llameantes de odio.
-Clava el cuchillo todo lo que quieras. No te temo.
Él sonrió con una expresión odiosa al tiempo que cruzaba los brazos detrás de la nuca con un aire de tanta superioridad masculina que ella quiso golpearlo.
-Es bueno que tengas miedo, Myriam.
La joven cerró de un portazo, pero incluso bajo el ruido de la ducha creyó oír su risa burlona.


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Mensaje  jai33sire Miér Jul 10, 2013 7:57 pm

gracias por el capitulo y siguele por fa cuando puedas.

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Mensaje  fresita Jue Jul 11, 2013 1:46 am

wow q buena novelita siguele porfas saludos:) Smile Smile Smile Smile Smile Smile Very Happy Very Happy Very Happy Very Happy Tres Meses de Pasión 400496 Tres Meses de Pasión 400496 Tres Meses de Pasión 400496 Tres Meses de Pasión 400496 
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Mensaje  dany Jue Jul 11, 2013 2:11 am

GRACIAS POR EL CAPITULO

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Mensaje  Eva Robles Jue Jul 11, 2013 11:01 am

Muchas gracias por el capitulo

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Mensaje  mariateressina Lun Jul 15, 2013 3:40 pm

Achis tarde pero seguro aki el capitulo de hoy y disculpen las molestias. Dusfrutenlo




CAPITULO 6

Myriam apenas durmió la noche anterior a la intervención de Alex. Cuando se levantó tenía ojeras bajo los ojos y la piel amarillenta.
Alex no debía desayunar y Myriam tomó un poco de té porque el estómago no le permitió nada más.
-Deja de preocuparte, Myriam –la reprendió Víctor mientras le abría la puerta del coche. –Alex va a salir victorioso como campeón que es.
Myriam se mordió el labio.
-No puedo evitarlo. Es tan pequeño para una operación tan grande.
-Es relativamente sencilla comparada con lo que era unos cuantos años atrás. La intervención se hacía a corazón a vierto y el paciente tardaba meses en recuperarse. Alex estará de vuelta antes de que te des cuenta.
Ella deseó tener la misma confianza que Víctor.
Alex parloteó todo el camino al hospital, sintiéndose muy importante por la atención que recibía.
-¿Estarás ahí cuando despierte, mami? –preguntó el pequeño desde el asiento trasero.
-Desde luego que sí, cariño.
-Yo también estaré contigo –le aseguro Víctor.
Ella lo miró fríamente.
-No es tu hijo, Víctor. El hecho de preocuparte por él no lo convierte en tu hijo.
-Si me lo arrojas a la cara una vez más no responderé de las consecuencias, Myriam –murmuró con las manos apretadas en el volante.
-¿Estáis peleando? –preguntó Alex, con ansia.
-No, corazón –dijo Víctor con una pequeña sonrisa. –Mamá y papá se quieren mucho, pero a veces tenemos pequeños problemas.
Myriam volvió la cabeza hacia la ventanilla.


-Ahora está dormido –dijo el anestesista al tiempo que ajustaba la mascarilla en la cara de Alex. -¿Por qué no va con su marido a tomar un café a la sala? Nosotros pasaremos a verlos cuando hayamos acabado.
Myriam quiso decir que no era su marido, pero las palabras no llegaron a salir de su garganta.
-Vamos, cariño –dijo Víctor al tiempo que la llevaba del brazo fuera del quirófano. –Estará bien, Myriam –aseguró mientras se quitaba el equipo esterilizado.
-No dejo de pensar que de alguna manera esto sucede por mi culpa. Creo que es un castigo por… por… -comentó abatida mientras se quitaba la gorra.
-Eso es ridículo.
-Pero tú me castigas haciéndome pagar mis pecados, según dijiste.
Víctor se sintió incómodo ante su desafiante escrutinio.
-Estaba enfadado. Y en ese estado la gente dice todo tipo de cosas.
Myriam se sentó en una silla y se cubrió la cara con las manos.
-Ojalá pudiera retroceder el reloj. Si Alex muere nunca me lo perdonaré.
-Déjalo ya, Myriam. El niño no va a morir.
-¿Y cómo hacerlo? No puedo seguir adelante porque no recuerdo qué sucedió esa noche.
-No quiero hablar de ese tema ahora. Llegará el día en que no tendrá importancia.
<<Sí, cuando vuelvas a Italia a tomar las riendas de tu propia vida, dejándome con el corazón destrozado y toda una vida de soledad>>, pensó abatida mientras se mordía una uña.
-No –Víctor le quitó la mano de la boca y luego la inspeccionó. Myriam sintió el calor de sus largos dedos en la mano helada. –Tenías unas uñas muy bonitas.
-Sí, entonces era una joven adorable, eso era lo que solías decir.
Víctor frunció el ceño ante la amargura de su tomo y le soltó la mano.
-Sellamos nuestro destino con las elecciones que hacemos, Myriam.  Y no podemos escapar a ese hecho.


-Todo ha salido muy bien –dijo el cirujano mientras se quitaba la gorra y les sonreía abiertamente. –Ahora pueden verlo en la sala de recuperación, aunque dormirá un buen tiempo.
-¿Se va a poner bien? –preguntó Myriam al tiempo que se levantaba de la silla.
-Desde luego que sí –le aseguró el médico. –Me alegro de que hayan decidido operarlo cuanto antes. En estos casos no es conveniente esperar demasiado.
Más tarde, Myriam se quedó contemplando a su hijo, que dormía profundamente entre tubos y esparadrapos  puestos en su cuerpecito. Al verlo se le encogió el corazón. Le debía tanto a Víctor… Había salvado la vida de su hijo tanto como el cirujano que lo había operado.
Víctor la dejó junto a Alex y fue a hablar con las enfermeras. Regreso poco después con un vaso de zumo.
-Pensé que podrías tener sed.
Ella lo aceptó con una mirada de gratitud.
-Debes de haberme leído el pensamiento.
-¿Cómo está el niño?
-Duerme todavía. Tardará horas en despertar.
-Deberíamos marcharnos y volver por la mañana.
-¡No puedo dejarlo solo!
-Myriam… estás exhausta.
-No quiero dejarlo solo –repitió.
Víctor se dirigió a la puerta de la habitación.
-Como quieras, pero creo que lo vas a lamentar.
-Hay otras cosas que lamento mucho más.
Víctor la miró un largo instante.
-Sé exactamente lo que quieres decir.
Alex dormía plácidamente sin saber que su madre velaba junto a su lecho en completa soledad.
Myriam contempló a su hijo hasta que los ojos se le empezaron a cerrar. El cauce de sus pensamientos se detuvo en una noche, cuatro años atrás.


-Vamos, Miriam –dijo Carlo en un tono muy halagador. –Seguro que no te negarás a tomar un trago con tu futuro cuñado, ¿verdad?
-realmente no creo…
-¿De qué tienes miedo? –preguntó con una sonrisa de lobo al tiempo que le tendía una copa de champaña muy fría. –No te voy a comer.
-Desde luego que…
-No te soy simpático, ¿verdad, dulce Myriam?
-Eres el hermano de Víctor –murmuro bajando los ojos para evitar su mirada de halcón. –Dedo ir a ver a Cristi.
Carlo le tomó el brazo.
-¿Por qué tanta prisa? ¿No quieres quedarte a charlar con tu nuevo hermano?
-Yo… -murmuró Myriam, y al ver que no podía zafarse de aquella mano empezó a sentirse incómoda.
-Tu hermano es muy bonita –comentó al tiempo que le daba golpecitos en el pulso de la muñeca.
Myriam no se preocupó por su tono predatorio. Había visto que solía mirar a su hermana con los ojos entornados cuando creía que nadie lo observaba. Cristi tenía solo quince años. Con una infancia y adolescencia muy protegida a causa de su sordera, era blanco muy vulnerable para las tretas de personas como Carlo. En ese momento decidió asegurarse de que no tuviera que soportar su compañía.
-Creo que voy a tomar esa copa, después de todo –dijo con algo parecido a una sonrisa alentadora.
Carlo se la tendió con los ojos brillantes.
-Sabía que no te ibas a negar. A Víctor le gustaría que te entretuviera durante su ausencia. Verás, es una cuestión de honor familiar. Soy la cabeza de familia cuando Víctor está de viaje. ¿Cómo lo llamáis en México? ¿El jefe?
-Algo como eso –dijo Myriam con los dientes apretados ante su arrogancia patriarcal. Luego se llevó la copa a los labios.
-Eres una joven muy afortunada, Myriam –comentó cuando ella hubo bebido un par de tragos- -Te casas con una de las dinastías más aristocráticas de Italia. Los García son conocidos en el mundo entero por su perspicacia n los negocios. Como esposa de Víctor tendrás todo lo que desees.
-No me caso con él por su dinero.
Carlo alzó una ceja con cinismo.
-Te va a hacer difícil convencer a la gente. Todas las mujeres desean seguridad. A través de la historia las mujeres como tú han elegido a su marido sólo por esas razones. Es parte de la evolución. La supervivencia del más rico.
-Del más fuerte –lo corrigió.
-Ah, sí, del más fuerte. Es cierto. Uno tiene que estar en forma para entretener a una esposa joven y apasionada –comentó. Myriam bebió otro trago de champaña para ocultar su incomodidad. –Te he oído, ¿sabes?
-¿Qué? –exclamó al tiempo que aferrada el tallo de la copa.
Los ojos del hombre se posaron en sus pechos.
-Es una suerte que Cristi no pueda oír la apasionada respuesta de su hermana mayor a las atenciones de su novio. Se sentiría conmocionada –comentó. La vergüenza impidió a Myriam responder adecuadamente. –Pero a mí no me afecta. Me alegro por mi hermano. Estoy celoso, aunque tal vez la pequeña Cristi sea como su hermana mayor, ¿no?
-¡No! –Myriam, dejó el vaso de golpe.
-Vamos, Myriam, no seas tan dura con tu nuevo hermano. ¿No me encuentras atractivo? La gente dice que Víctor y yo nos parecemos. ¿No te interesa saber si nos parecemos en… cómo lo diría, en otros aspectos más íntimos?
Myriam sintió una súbita debilidad en las extremidades y algo extraño en la cabeza.
-No creo que sea bueno… -dijo al tiempo que se aferraba al borde del sofá para evitar inclinarse hacia él.
-¿Qué sucede, pequeña? –preguntó, preocupado.
-Nada –Myriam respiró a fondo para calmarse. –Me siento débil, eso es todo.
-Esta charla sobre el amor te está perturbando. Chas de menos a tu amante, ¿no?
Ella parpadeo para aclarar su visión borrosa y concentrarse en los rasgos de Carlo que oscilaban ante ella.
-Sí… sí, lo echo de menos.
-No te preocupes, cara mía. Yo te cuidaré mientras él esté fuera. ¿Necesitas tenderte?
-No…
-¿Te apetece un poco más de champaña?
Ella negó con la cabeza, pero al punto se vio con otra copa en las manos, que aceptó para no ofenderlo.
-necesitas relajarte, Myriam. Estás con tu familia no tienes nada que temer.
Ella sintió que el cuello y los hombros se le aflojaban mientras bebía otro sorbo del delicioso champán.
-¿Tienes novia, Carlo? –preguntó para romper el silencio.
Los ojos del hombre buscaron su mirada a través de la corta distancia que los separaba.
-Tengo muchas novias, soy un playboy –dijo entre risas.
-Sí, decididamente un playboy, y de la peor clase –convino también entre risas.
-Ahora sí que me has ofendido –dijo él, con una mirada apesadumbrada.
Ella volvió a reír.
-Creo que es imposible ofender a alguien como tú. Tienes mucho mundo –replicó antes de beber otro sorbo.
-¿Y eso es malo? –preguntó al tiempo que le llenaba la copa.
-Decididamente eres un cínico. Piensas que me caso con tu hermano por interés. Y eso es cinismo.
-¿Quizás tengas razón. He tenido malas experiencias sentimentales.
-¿Has estado enamorado alguna vez?
-Los varones García se enamoran una sola vez; es legendario en la familia. Aman completa y profundamente pero nunca perdonan cuando su amor se ve contrariado. La verdad es que nunca he estado enamorado, pero estoy…
-¿Buscando? –Myriam lo ayudó.
-Sí, ésa es la palabra. Estoy aprendiendo mucho español contigo.
-Eres muy buen alumno –dijo al tiempo que se llevaba la copa a los labios. –Por mi nuevo cuñado, el playboy de los varones García.
Él chocó su copa contra la de ella.
-Por el amor a la familia, Myriam.
E la copa. -P
Cuando abandonó su arrogancia, ella vislumbró el interior de un hombre agradable, pero inseguro de sí mismo. Un hombre que vivía constantemente a la sombra del exitoso hermano mayor.
-Y ahora tienes una familia –dijo en un momento dado en tanto volvía a llenarle la copa. –Pronto te convertirás en una García y formarás parte de una de las familias más nobles de Italia.
-Espero estar a la altura de las expectativas –declaró ella al tiempo que alcanzaba su copa.
-Creó que sí –Carlos alzó la suya a modo de brindis. –Con toda seguridad estarás a la altura de las expectativas de todos nosotros.
Myriam pudo recordar muy poco más de aquella noche.
Al despertar a la mañana siguiente se descubrió en la cama de Carlo. La luz que venía  de la ventana no brillaba tanto como la mirada de Víctor cuando abrió la puerta y se quedó mirándola con absoluta incredulidad.
-¿Myriam?
-¡Víctor! –exclamó al tiempo que intentaba sentarse, pero súbitamente descubrió que estaba completamente desnuda.
Los ojos de Víctor recorrieron su cuerpo con una mirada implacable.
-¿Qué haces en la cama de Carlo?
Ella lo miró sin comprender mientras pensaba cómo había llegado a la cama del hermano menor.
-Víctor, yo…
-Carlo tenía razón en cuanto a ti. Eres una pequeña sinvergüenza cazafortunas. No eres nada más que basura.
-¡No! –Myriam aferró la sábana para cubrir su desnudez.
-Apenas vuelvo la espalda seduces a mi hermano en mi ausencia.
-¡No! –Myriam saltó de la cama al tiempo que se cubría con la sábana. –Víctor, yo…
-No intentes justificarte. Carlo me contó cómo lo provocaste. Estaba inconsolable por lo que lo llevaste a hacer y lo avergüenza haber bajado la guardia.
-¿Y tú lo crees? –preguntó con la voz ahogada.
-¿Por qué no es mi hermano.
-No recuerdo lo que ocurrió anoche, Víctor. Pero  sé que no dormí con tu hermano.
-¡No me mientas! –rugió. –Carlo está traumatizado. No quiero continuar esta discusión.
-Víctor, puedo explicar…
-¿Piensas que quiero oír tus explicaciones? Maldita sea, Myriam. ¿Cómo pudiste hacerme esto?
-Víctor –rogó al tiempo que le tendía la mano.
Él la apartó con un gesto furioso.
-No quiero volver a verte. Hemos terminado. ¿Me oyes? Te marcharás esta misma mañana. Los sirvientes están haciendo tu equipaje.
Ella lo miró, consternada. Víctor se había transformado en un extraño.
-Yo no dormí con…
-Sal de mi vista antes de que pierda el control y te eche a la fuerza.
-¡Te quiero, Víctor!
La mirada del hombre la despojó de toda dignidad.
-No vales nada. Vete de mi casa con tu hermana antes de que llame a las autoridades. Has manchado el nombre de los García y no te lo perdonaré en la vida.
Víctor giró sobre sus talones y se dirigió a la puerta.
-No dormí con Carlo…
Pero él se había marchado de la habitación del hermano.



Myriam despertó de su sueño para descubrir  que Víctor estaba junto a Alex con la mano del pequeño en la suya.
-¿Cuánto tiempo llevas aquí? –preguntó, parpadeando.
Víctor le dirigió una mirada indescifrable.
-Lo suficiente para oír el nombre de mi hermano en tus labios. No me cabe duda de que te sientes culpable por no haberle comunicado la existencia de Alex.
-Me sorprende que tú no se lo hayas dicho.
-Te repito que Carlo está felizmente casado y esperando un hijo para dentro de unas semanas. No quiero poner en peligro su matrimonio.
-¿Le has contado que estás viviendo conmigo?
-Le he dicho que tenemos una aventura. Quedó un poco sorprendido, eso es todo. Todavía se siente culpable.
-No me digas que tu hermano se siente más culpable que yo. Tengo un hijo concebido fuera del matrimonio, que no tiene una relación normal con su padre a causa de un estúpido error.
-Carlo no debe saber de la existencia de Alex. Su esposa no lo comprendería y causaría indecibles problemas en la familia.
-¿He dicho alguna vez que quería que él lo supiera? No he pedido nada a los García y jamás aceptaría ayuda de ninguno de vosotros.
-Voy a adoptar a Alex.
-¿Qué?
-Me voy a casar contigo y adoptaré a Alex.
Consternada, Myriam se levantó de un salto.
-¿Irías tan lejos para proteger a tu hermano de la verdad?
-Haré cualquier cosa para proteger a mi familia. Nos casaremos tan pronto Alex salga del hospital. Diré que es mío y nadie lo pondrá en duda.
-Nadie, excepto yo. ¡No puedo casarme contigo! No se me ocurre nada peor.
Víctor le dirigió una mirada arrogante.
-Haré uso de todos los medios legales para asegurarme que responderás por lo que has hecho.
Myriam tragó el temor que le invadía la garganta.
-¿Llegarías tan lejos para alcanzar tu objetivo? ¿Incluso hasta el punto de casarte conmigo?
Él le dirigió una mirada glacial.
-Haré todo lo que esté en mi mano para tenerte en mi cama permanentemente. Serás mía, Myriam.  Te controlaré y te haré el amor cuando me apetezca, serás mía en cuerpo y alma. En nombre de la justicia.
-Eso no es justicia, es un ultraje. No puedo creer que hayas cambiado tanto. Antes eras tan… tan…
-Antes era un tonto. Ahora soy más sabio. Sé exactamente cómo tratar con alguien como tú. Ahora eres mía, Myriam. No lo olvides.

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Mensaje  jai33sire Lun Jul 15, 2013 8:04 pm

gracias por el capitulo

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Mensaje  dany Mar Jul 16, 2013 12:08 am

GRACIAS POR EL CAPITULO

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Mensaje  fresita Mar Jul 16, 2013 9:30 pm

si es por justicia me apunto jajaj todo sea por eso y ps pa librar a myriam de ese sufrimiento jiji yo me sacrifico y me pongo a disposición para q haga justicia conmigo todos los dias, mañana tarde y noche si quiere jajaj Tres Meses de Pasión 95247 Tres Meses de Pasión 95247 Tres Meses de Pasión 95247 Tres Meses de Pasión 95247 Tres Meses de Pasión 95247 Tres Meses de Pasión 95247 Tres Meses de Pasión 95247 Tres Meses de Pasión 95247 Tres Meses de Pasión 95247 Tres Meses de Pasión 95247 Tres Meses de Pasión 95247 Tres Meses de Pasión 95247 Tres Meses de Pasión 95247 Tres Meses de Pasión 95247 
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Mensaje  Eva Robles Mar Jul 16, 2013 11:05 pm

Gracias por el capi esta cada vez mas interesante

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