Vicco y la Viccobebe
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MILAGRO DE AMOR --- Final

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Mensaje  mariateressina Jue Feb 17, 2011 4:42 pm

graxias x el capitulo se esta poniendo muy interesante jaja


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Mensaje  Eva_vbb Jue Feb 17, 2011 8:15 pm

Gracias x el cap.. pero queremos massssss Razz Razz Razz Razz x fisss no tardess ya quiero saber q pasara cuando victor vea a su hijo y x que acusa a myriam de infiel
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Mensaje  mats310863 Jue Feb 17, 2011 10:41 pm

LA PASIÓN EXPLOTO ENTRE VÍCTOR Y MYRIAM, EN EL MISMO INTANTE DE CONOCERSE, GRACIAS POR EL CAPÍTULO

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Mensaje  rodmina Vie Feb 18, 2011 2:32 am


MAS QUIERO MAS CADA VEZ MEJOR

GARCIAS POR EL CAPITULO

QUE PASION DE ESTOS NIÑOS JAJA
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Mensaje  laurayvictor Vie Feb 18, 2011 10:45 am

Hola chicas, una disculpa ayer les dije que pondria otro capitulo por la tarde, pero es que no pude por estuve con mucho dolor de cabeza, pero para compensarlas les pondre hoy dos capitulos.....
Wink Wink Wink Wink Wink Wink Wink

Capítulo 5
—¿PUEDE devolvernos la pelota, señor?
Víctor regresó de una época que casi había logrado borrar de su mente. No tenía sentido conservar recuerdos de un tiempo en que había sido humillado y engañado, excepto tal vez para aprender la lección. Jamás volvería a confiar en una mujer.
Había empezado a llover y apenas había notado que ya estaba muy cerca de la casa de los Montemayor, una casita de madera un tanto desvencijada. Se agachó a recoger la pelota y se la lanzó al niño que la había pedido.
—¡Buen tiro! —gritó alguien.
Víctor se encaminó hacia la verja de la casa, que en otra época le pareció encantadora. Pero ya había perdido su encanto.
Pero nunca había encontrado encantadora a la familia de Myriam, y el sentimiento había sido mutuo. Sus parientes resultaron ser unos idiotas xenófobos que se quedaron horrorizados ante la idea de que alguien de la familia fuera a casarse con un extranjero. Más adelante, cuando Myriam le contó que su madre había huido con un camarero griego pudo comprender la actitud de esa familia.
Avanzó rápidamente, decidido a no prolongar aquella situación más de lo estrictamente necesario.
La puerta se abrió antes de que le diera tiempo a llamar. Víctor dejó caer a un lado su mano alzada mientras miraba a la mujer que había abierto. Debía de tener unos sesenta años, llevaba el pelo corto y sus ojos azules parecían muy despiertos.
Era una desconocida para él.
—Hola, soy…
—¡Válgame Dios! El padre de Alex.
Víctor se sorprendió tanto que su respuesta no fue nada cautelosa.
—No, no soy el padre de nadie —dijo con amargura. La mujer le dedicó una mirada divertida.
—Tonterías, por supuesto que lo es.
Víctor se quedó nuevamente sorprendido.
—No voy a discutir eso con usted.
La mujer lo miró, echó atrás la cabeza y rompió a reír.
A Víctor le gustó aquello.
Dada su posición había demasiada gente dispuesta a decir lo que quería escuchar. No habían dejado de decir lo que quería oír desde el día que ocupó el puesto de su padre, a los veintidós años. Valoraba a las personas capaces de mirarlo a los ojos y decirle que estaba equivocado.
—No tendría sentido, ¿no?
—Ah, ¿no?
—Desde luego que no —respondió la mujer con firmeza—. Quiere ver a Alex… por supuesto que quiere verlo. ¿Puedo serle sincera?
—¿Puedo impedirlo?
La mujer sonrió.
—Esto me pone en una situación complicada… —dijo—. No sé qué clase de acuerdo tienen respecto a las visitas. De hecho, creía que no veía nunca al niño —miró atentamente el rostro de Víctor—. Pero veo que no quiere hablar de sus asuntos personales con una vieja fisgona.
—Le aseguro que no he venido a raptar al niño.
—Me alegra oír eso pero, dadas las circunstancias, sería mejor que regresara cuando esté Myriam.
—¿Pero el niño está aquí? El asunto es, señora…
—Soy Ruth Simmons. Señorita.
—Lo cierto es que tengo bastante prisa, señora Simmons.
La mujer miró a Víctor con expresión de reproche.
—¿Después de todos estos años?
Víctor supuso que debería haberse esperado aquello. Myriam debía de haberse hecho la víctima ante su familia.
—¿Cuándo espera que vuelva Myriam?
—No lo sé.
—¿No lo sabe, o no quiere decírmelo? —Víctor alzó una mano en un gesto involuntariamente elegante—. Da igual. Volveré en un momento más adecuado —dijo, pensando que tal vez no volvería.
Ruth notó que la sonrisa de Víctor no alcanzaba sus ojos, aunque resultó encantadora de todos modos. En persona era aún más atractivo que en foto.
De pronto, un fuerte golpe seguido de un poderoso llanto llegó hasta ellos desde el cuarto de estar.
—¿Y ahora qué pasa? —exclamó Ruth a la vez que entraba rápidamente en la casa.
Víctor la siguió.
Unos momentos después, con el niño llorando en brazos, Ruth contemplaba los daños. Podría haber sido peor. De todos modos, era una pena que su amiga estuviera tan encariñada con aquel horroroso adorno victoriano que yacía hecho añicos en el suelo. La silla caída a su lado era un claro indicio de cómo se las había arreglado el niño de tres años para alcanzarla.
—¿Te has caído, Alex? —la naturalidad del tono de Ruth tuvo un efecto calmante sobre el niño, que dejó de llorar para respirar—. Pobrecito mío —dijo a la vez que frotaba la frente del niño—. ¿Te has hecho daño en algún otro sitio?
Alex negó con la cabeza.
—La abuela se enfadará…
—Estoy segura de que no.
—Seguro que sí —replicó el niño, que miró a Víctor y lo señaló con un dedo—. ¿Tú quién eres?
—¡Cielo santo! —exclamó Ruth al darse de que Víctor la había seguido al interior de la casa. Parecía completamente paralizado mientras miraba a Alex.
Ruth notó que el maravilloso tono bronceado de su piel se había vuelto un poco grisáceo. También vio que movía los labios, pero ningún sonido surgió de ellos.
—¡Cielo santo! —repitió. El parecido entre padre e hijo era realmente sorprendente.
Alex empezó a llorar de nuevo.
—Alex… ¿Te llamas Alex?
El lloroso niño asintió.

Myriam entró por la puerta abierta cargada con varias bolsas de la compra. No le vendría mal un coche, pensó, pero su presupuesto no daba para tanto.
—Los niños grandes no lloran, Alex.
Myriam se quedó helada. Aquélla era una voz que nunca olvidaría. La escuchaba de continuo en sus sueños y pesadillas.
Permaneció petrificada en el sitio, ajena a los huevos que se habían roto cuando había soltado la bolsa.
Su primer impulso fue salir corriendo… aunque sabía que si Víctor la quería para algo habría sido inútil. Cuando Víctor quería algo era implacable.
Avanzó hacia el cuarto de estar con el corazón latiéndole a toda prisa. ¿Por qué se había presentado allí Víctor?
—No soy un niño grande. Soy pe… ¡Suéltame!
Al oír el grito del niño, Myriam casi corrió. Prefería entrar en la guarida de un león que en una habitación en la que estuviera su marido, por Alex era capaz de hacer lo impensable.
Al entrar en el cuarto de estar estuvo a punto de chocar con Ruth, que se había ofrecido a cuidar a Alex mientras ella hacía la compra. Su abuela no había podido ocuparse del niño porque estaba con Antonio.
Cuando Myriam alzó la mirada y vio a padre e hijo juntos sintió una auténtica conmoción.
—¡Cielo santo! —murmuró. Aún se le curvaba el pelo en el cuello de la misma manera.
Nunca había negado el parecido entre Alex y su padre, pero viéndolos juntos resultaba imposible de negar. La alta figura inclinada ante su hijo hizo que se esfumara todo pensamiento de su cabeza. Sintió que el deseo atenazaba su vientre.
Hizo una mueca, asqueada. La asustaba sentirse así después de todo lo que le había hecho Víctor.
Respiró profundamente y alzó la barbilla.
—Ven aquí, Alex —dijo con suavidad, con la vista fija en el niño.
El niño corrió hacia ella con una sonrisa.
Víctor se irguió a tiempo de ver que Myriam se inclinaba hacia delante y su delicado pelo caía sobre su rostro. Lo apartó impacientemente tras su oreja.
—¿Qué has estado haciendo, cariño? —atenta al niño, Myriam no vio la expresión cercana al dolor que contrajo el rostro de su marido mientras los miraba.
—Ha tenido un pequeño accidente. Por mi culpa… Sólo lo he dejado un momento —explicó Ruth.
—Con Alex sólo hace falta un momento —dijo Myriam mientras abrazaba a su hijo—. ¿Verdad, campeón? —al ver la marca que había en la frente del niño suspiró—. Parece que vienes de la guerra —bromeó.
Sabía que simular que Víctor no estaba allí no era una solución, pero no se le ocurría otra cosa. Víctor y su metro noventa estaban demasiado cerca y parecía más atractivo que nunca. Su mente se negaba a enfrentarse a la situación.
—¿Por qué no vas con tía Ruth, Alex? —miró a Ruth, que asintió, compresiva.
—Lo siento, Myriam —se disculpó Ruth a la vez que miraba de reojo a Víctor.
—No ha sido culpa tuya —Myriam tomó al niño en brazos y se lo entregó—. Enseguida vuelvo.
Suspiró aliviada una vez que salieron de la habitación.
—¿Siempre recompensas a Alex por portarse mal?
Myriam esperó a alejarse más de la puerta para que el niño no los oyera.
—¿Qué harías tú? ¿Pegarle?
Víctor se tensó ante su sugerencia.
—Los niños necesitan conocer cuáles son sus límites. Los hace sentirse seguros.
—Resulta gracioso oírte hablar de seguridad en lo referente a Alex —dijo Myriam sin ocultar su desdén—. Perdiste cualquier derecho que tuvieras a criticar la forma que elija de educar a «mi» hijo cuando lo repudiaste.
Víctor movió la cabeza como si lo hubiera abofeteado.
—Jamás repudiaría a un hijo mío a sabiendas.
—De acuerdo, lo repudiaste accidentalmente. ¿Así te sientes mejor? —Myriam fue hasta la puerta y la abrió—. Supongo que simplemente pasabas por aquí, así que ya puedes seguir tu camino.
—¿Quieres que me vaya?
—Preferiría que te secuestraran unos alienígenas, pero me conformo con que te vayas.
Víctor se pasó una mano por el pelo. La familiaridad del gesto hizo que el corazón de Myriam se encogiera.
—Necesitamos hablar.
—Yo no necesito hablar —replicó Myriam con frialdad.
—En ese caso, escucha.
Myriam cerró los ojos, se tapó los oídos y empezó a canturrear.
—Veo que sigues sin madurar.
Myriam alzó la mirada hacia el despectivo rostro de Víctor, que la había tomado por las muñecas.
—¿Yo? No soy yo quien lanzó por la borda una relación con tanta despreocupación como la de un niño mimado que tirara un juguete del que se ha cansado.
—¿Qué has dicho?
—En resumen, que salgas de aquí y de mi vida. ¡Te odio y te desprecio! —Myriam retorció las manos, enfadada pero Víctor no la soltó.
En lugar de ello, la atrajo hacia sí. Myriam tuvo que refrenar una oleada de sensualidad al notar el calor de su cuerpo.
—¡Suéltame! ¿Cómo te atreves…?
De pronto se encontró libre. Estaba jadeando como si acabara de pelear cinco asaltos.
Lanzó una iracunda mirada a Víctor mientras se frotaba las muñecas.
—Quiero que te vayas —dijo, roncamente.
—Cuando haya dicho lo que he venido a decir.
Myriam dejó escapar un leve gruñido de frustración. Por lo visto, Víctor seguía siendo tan testarudo como siempre.
—Que tu abogado escriba al mío —sugirió—. ¿No es así como suelen funcionar las cosas?
—Tú no tienes abogado.
—Y tú no tienes ninguna posibilidad de conseguir que te escuche.
Víctor la miró un momento y luego se pasó una mano por el pelo.
—Necesito beber algo.
—Hay un pub en la esquina. No son demasiado quisquillosos respecto a la clientela.
Víctor entrecerró los ojos.
—Veo que la casa Montemayor sigue representando la mejor hospitalidad británica.
Myriam apenas lo escuchó. Estaba demasiado ocupada tratando de no dejarse influir por el hipnótico efecto que le producía aquel hombre.
—La casa y el pueblo parecen los mismos —continuó Víctor—, pero tú pareces distinta…
Myriam se encogió de hombros bajo su atenta mirada y metió las manos en los bolsillos de sus vaqueros, ajena a que aquel gesto hizo resaltar las femeninas curvas de sus muslos.
—¿Te refieres a que no llevo ropa de diseño? —replicó despectivamente—. No encajan en mi estilo de vida y no son para mí. De hecho, nunca lo fueron.
—Me refería a que pareces más dura —a pesar de ello, lo que estaba ocupando los pensamientos de Víctor era el recuerdo de la dulzura de Myriam.
—Hubo una época en que me importaba lo que pensaras de mí… —el recuerdo de su afán por satisfacerle le hizo mover la cabeza con desagrado.
Lo irónico fue que, cuanto más se había esforzado por ser como Víctor quería, más se habían distanciado. Ni la ropa más cara del mundo le permitió encajar en el clan de los García.
Desde el primer día, la familia de Víctor, y muy específicamente su madre, Olympia García, no hicieron ningún esfuerzo por ocultar su desaprobación… al menos ante ella. Olympia se mostraba más circunspecta cuando su hijo estaba delante, pero nunca ocultó que quería a Myriam fuera de sus vidas.
Y al final consiguió lo que quería.
—Ya no soy la incauta que fui, desde luego —dijo con toda la firmeza que pudo—. No sé a qué has venido y no quiero saberlo —añadió a la vez que señalaba la puerta.
Víctor no se movió. Luego se agachó a recoger un coche de juguete del suelo.
—Es mi hijo —dijo, mirando el coche.
Myriam se encogió de hombros.
—¿Y?
Víctor dejó el coche en la mesa que tenía a su lado. Parecía distraído, algo nada típico en él.
—Tengo un hijo.
—Lo dices como si fuera una novedad, Víctor —dijo Myriam en tono burlón—. Hace tres años que tienes un hijo y no he notado que hayas batido precisamente un récord de velocidad para venir a verlo. ¡Ni siquiera le has mandado una tarjeta para felicitarlo por su cumpleaños! —tuvo que bajar la mirada al sentir que se le llenaban los ojos de lágrimas.
—Creo que mis abogados habían dejado claro que si el dinero que deposito no es suficiente…
Myriam alzó el rostro y sus brillantes ojos expresaron todo su desprecio.
—¿De verdad crees que aceptaría un solo penique de tu dinero?
Víctor sonrió burlonamente.
—¿Esperas que crea que no lo has tocado?
—¡Jamás quise tu dinero! —espetó Myriam—. Quería… —se interrumpió a la vez que un intenso rubor cubría sus mejillas—. Si me importara en lo más mínimo lo que pensaras te enseñaría el extracto del banco.
—Si no has utilizado el dinero, ¿cómo te has mantenido? —preguntó Víctor suspicazmente—. ¿O debería preguntar quién te ha mantenido?
Myriam se contuvo de darle la respuesta que se merecía. Si Víctor creía que tenía tiempo para relacionarse socialmente, o para tener un novio, estaba claro que no tenía ni idea de lo que suponía criar a un niño a solas además de trabajar. Pero no le desagradaba la idea de que creyera que llevaba una vida social muy activa.
—Me mantengo como lo hace la mayoría de la gente. Trabajando.
Víctor frunció el ceño.
—¿Trabajando? ¿Tú?
—Sí, yo. Cuando nos conocimos estaba estudiando magisterio, ¿recuerdas?
—Sí, pero no creo que fuera tu vocación. Renunciaste a ella sin pensártelo dos veces.
Myriam lo miró con expresión incrédula. ¿Acaso no se había dado cuenta de que renunció a todo por él?
—¿Qué otra opción tenía?
—Siempre hay otra opción. Y no mencionaste en ningún momento que tu carrera te importaba…
—Tienes razón, siempre hay otra opción —interrumpió Myriam—. Y está claro que yo me equivoqué cuando decidí casarme contigo.
—Ambos nos equivocamos.
—Pero no merece la pena que le des vueltas al asunto. Yo no lo hice —mintió Myriam. Después de su separación pasó muchas noches llorando hasta quedarse dormida—. Volví a la universidad en cuanto nació Alex.
—Un bebé necesita una madre.
—Por si te interesa, Alex tiene a su madre. A quien no tiene es a su padre —replicó Myriam, y tuvo el placer de ver que Víctor se ruborizaba ligeramente—. No fui yo quien lo rechazó. No fui yo la que no fue capaz de aceptar su responsabilidad.
—Yo no rechacé a mi hijo —espetó Víctor, tenso.
Myriam arqueó una ceja con gesto irónico.
—Es obvio que interpretamos de distinta manera la palabra «rechazo».
Víctor cerró los ojos. La maldición que masculló atrajo la atención de Myriam hacia la sensual curva de sus labios. Su estómago se encogió y apartó rápidamente la mirada.
—Lo siento, pero no entiendo el griego. ¿Te importa traducir?
—No entiendes mi lengua porque no hiciste el más mínimo esfuerzo por entenderla.
—Lo intenté. Sólo dejé de ir a clases cuando…
Víctor la miró con expresión asombrada.
—¿Clases? No fuiste a ninguna clase.
—Claro que fui —contestó Myriam—. Tenía que hacer algo para ocupar mi tiempo aparte de ir de compras y a la peluquería.
No tenía intención de decirle que había querido sorprenderlo respondiéndole algún día en griego. Visto lo sucedido, el empeño que puso por lograr que su marido se sintiera orgulloso de ella resultaba patético.
—De manera que no estabas satisfecha con la vida que llevabas siendo mi esposa, ¿no?
—Tú no querías una esposa, ¡sino una querida! Y yo no sirvo para eso —mientras veía la expresión de asombro que cruzó el rostro de Víctor, Myriam añadió—: Me aburría como una ostra.

y ahora el capitulo de regalo

king queen king queen king queen king queen king queen king queen


Capítulo 6
—¿QUE TE aburrías?
Myriam hizo caso omiso del peligroso tono de Víctor y asintió.
—Sí, me aburría. Me aburrí de ti y de las lecciones de griego.
No pensaba contarle cómo se rieron de ella su madre y su hermana cuando trató de practicar el griego que estaba aprendiendo. Según dijeron, si Víctor la hubiera escuchado se habría avergonzado de su acento.
—No sabía que vivir conmigo hubiera sido una experiencia tan terrible.
—Ni yo lo sabía entonces —dijo Myriam con calma—. Pero ahora puedo ser más objetiva.
—Así que ahora estás satisfecha con tu vida, ¿no?
—Tengo una profesión y un hijo.
—¿Cómo pudiste ocuparte del niño y asistir a clases a la vez?
—Lo dejaba en la guardería de la universidad, como hago ahora en el colegio.
—Entonces, ¿te sacaste el titulo?
—Asombroso, ¿verdad? Por lo visto no soy la tonta descerebrada que creíais tú y tu familia.
Víctor frunció el ceño y bajó la mirada. Hubo una pausa antes de que la alzara de nuevo.
—Jamás te consideré una descerebrada.
Myriam no cometió el error de tomarse el comentario como un cumplido. Cada noche se repetía una y otra vez como un mantra que había superado por completo aquel episodio de su vida con Víctor, y no pensaba permitir que le entrara la más mínima duda.
En aquel momento se oyó un golpecito en la puerta seguido de otro más fuerte.
Myriam abrió la puerta.
—Enseguida voy, Ruth.
—No hay prisa. Siento interrumpirte, pero Alex está pidiendo su «cosy» y no sé a qué se refiere.
—Es su manta, es amarilla… más o menos. Está en su dormitorio, junto a la ventana.
—¿Necesita una manta para consolarse? —preguntó Víctor.
—En realidad es una sábana.
—¿Tiene problemas? —Víctor opinaba que el único sitio para criar a un niño era en una familia estable, y sabía que si su hijo tenía problemas la culpa era suya.
—No, no tiene problemas. Es un niño normal que… —Myriam se interrumpió—. Pero lo cierto es que no sé por qué te estoy contando precisamente a ti nada.
—Porque soy su padre.
—Al menos biológico.
Myriam se sorprendió al ver la expresión de pesar que vio en el rostro de Víctor.
—Si has venido por un caso de remordimientos paternos —añadió—, te sugiero que te tomes una aspirina o te compres un coche nuevo. Estoy segura de que se pasarán.
—¿Tan superficial me consideras?
—No te considero superficial. Sé que lo eres —replicó Myriam—. Superficial, cruel, vengativo… Además, esta conversación no tiene sentido.
—Pero vamos a mantenerla.
Si Víctor quería una guerra de desgaste, adelante, pensó Myriam. Pero iba a descubrir que ya no era la ingenua jovencita que conoció.
—¿Por qué, Víctor? ¿Porque tú lo dices? Sé que las cosas solían funcionar así, pero eso ya ha terminado.
Myriam siseó de frustración al escuchar el llanto de su hijo.
—¿Qué le pasa? —preguntó Víctor al instante.
—Ser madre no me convierte en adivina —dijo Myriam, aunque ya distinguía los llantos de su hijo y sabía que aquél se debía al cansancio—. Tengo que ir con él —se encaminó hacia la puerta pero Víctor se interpuso en su camino con expresión taciturna—. ¡De acuerdo! —espetó ella, alzando las manos. enfadada—. Si quieres que te escuche lo haré, pero no ahora, ni aquí.
—En ese caso dime dónde y cuándo.
Myriam dijo lo primero que se le vino a la cabeza.
—¿En la playa?
—Donde solíamos encontrarnos. Donde me ofreciste tu inocencia…
El tono suave y sensual de Víctor hizo que las piernas de Myriam se debilitaran.
—Y según recuerdo tú estabas ansioso por tomarla —espetó injustamente. Pero en aquellos momentos no se sentía inclinada a ser precisamente justa—. Podemos vernos mañana por la tarde, a las ocho. Y en esta ocasión no pienso ofrecerte nada.
—Esta noche.
—No puedo… —empezó Myriam, pero al ver la expresión de Víctor suspiró—. De acuerdo, esta noche.
Víctor entrecerró los ojos un momento y luego ladeó la cabeza.
—Va a parecer que tenemos una cita —dijo mientras se encaminaba hacia la puerta.
—Antes tendría que congelarse el infierno —murmuró Myriam a sus espaldas.
Cuando cerró la puerta dejó escapar un prolongado suspiro. Estaba temblando. Con su suerte, seguro que Víctor se tomaba su infantil réplica como un reto.
¿Pero qué pretendía? ¿A qué habría ido?, se preguntó mientras se apoyaba un momento contra la puerta para tratar de recuperarse.

Pasó el resto del día en piloto automático. Se esforzó por reprimir la ansiedad que la atenazaba, pero según iba transcurriendo el día no hizo más que aumentar.
Afortunadamente, la buena de Ruth había aceptado acudir más tarde para quedarse con Alex y no le había hecho preguntas sobre Víctor.
Myriam agradecía su discreción. Si en lugar de Ruth hubiera sido su abuela no se habría librado tan fácilmente de un interrogatorio.
¿Por qué se habría presentado allí Víctor después de varios años de no haber dado señales de vida? Pero en realidad daba igual lo que quisiera decirle, porque ya no formaba parte de su vida.
Irónicamente, acababa de decidir que era absurdo devanarse los sesos buscando una respuesta cuando, accidentalmente, dio con una.
Descubrió el sobre cuando estaba recogiendo los juguetes de Alex del cuarto de estar. Vio con curiosidad que estaba a su nombre, aunque no llevaba sello y estaba abierto. En cuanto sacó el contenido reconoció el matasellos del despacho de abogados con que trabajaba Víctor. Fue completamente absurdo que se sintiera tan conmocionada, y más aún que sus ojos se llenaran de lágrimas. Aquello era algo que llevaba esperando tres años. Era un paso lógico y su familia llevaba tiempo insistiendo en que debía darlo.
Víctor quería el divorcio.

—Tienes muy buen aspecto, querida —dijo Ruth mientras acompañaba a Myriam a la puerta.
—Llevo maquillaje —Myriam se llevó una mano a los labios, avergonzada.
—Lo sé, pero me refería al vestido.
Myriam bajó la mirada hacia el vestido sin espalda color melocotón que por fin había seleccionado. A pesar de su limitado vestuario, le había llevado media hora elegirlo.
—Es demasiado, ¿no? —dijo, inquieta—. Lo sabía. Voy a cambiarme.
Ruth rió.
—No seas tonta. Estás encantadora. Todo depende de la reacción que quieras provocar.
—Esperaba dejarlo sin aliento —admitió Myriam.
—En ese caso, lo conseguirás. Espero que no te importe que lo pregunte, pero ¿existe la posibilidad de una reconciliación?
—No me importa que lo preguntes, y no, no existe ninguna posibilidad.
Si alguien le hubiera preguntado aquello el día anterior, Myriam habría respondido con total certeza que no.
Pero el día anterior aún no había abierto aquel sobre.
Leer el contenido de la carta que explicaba en detalle que tu marido quería el divorcio era un mal momento para darse cuenta de que en el fondo conservabas alguna esperanza. La absurda esperanza de que algún día… Respiró profundamente. Sabía que estaba mejor sin esa esperanza.
—Lo cierto es que Víctor quiere el divorcio —Myriam tuvo la desagradable sospecha de que su actitud desenfadada no estaba engañando ni por un momento a Ruth—. Por eso ha venido en persona. Sospecho que hay alguien más —¿se trataría de Laura? A la familia de Víctor le encantaría que éste volviera con su ex.
Y si no era Laura, seguro que habría alguna otra. Un hombre tan atractivo como Víctor no iba a estar nunca célibe. Ya se había hecho a la idea de aquello.
—Creo que puede ser algo serio —añadió.
Ruth frunció el ceño.
—Eso sí que me sorprende.
—A mí no. Lo estaba esperando —Myriam sonrió todo lo animadamente que pudo y se arrepintió de haber revelado sus sospechas a la otra mujer—. Lo único que me sorprende es que haya tardado tanto tiempo en animarse. De hecho, creo que será beneficioso hacerlo oficial para dar definitivamente por zanjado el asunto.
Ruth asintió pero Myriam se dio cuenta de que no creía una palabra. Se volvió hacia la puerta, avergonzada.
—No tardo —dijo roncamente.
No pensaba estar con Víctor más tiempo del necesario para despedirse.

espero muchos comentarios eh.......

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Mensaje  Dianitha Vie Feb 18, 2011 11:47 am

aaaa No No No No niiña como nos dejas asii xfiis no tardes con el siiguiiente cap sii que esto esta cada vez mas interesante What a Face What a Face
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Mensaje  mats310863 Vie Feb 18, 2011 11:50 am

QUE EQUIVOCADA ESTA MYRIAM, ESTARA MUCHO, PERO MUCHO TIEMPO CON VÍCTOR, BUENO ESO CREO.
GRACIAS POR LOS CAPÍTULOS

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Mensaje  QLs Vie Feb 18, 2011 11:58 am

muuuuuuuuuuuuuuchA GRacias por el extra !! What a Face What a Face What a Face
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Mensaje  alma.fra Vie Feb 18, 2011 12:18 pm

Muchas gracias por el capitulo, ya kiero ke se encuentren ¡¡¡
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Mensaje  alma.fra Vie Feb 18, 2011 12:26 pm

Jajaja mi mensaje anteriorlego tarde, muchas gracias por los capitulos.
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Mensaje  mariateressina Vie Feb 18, 2011 3:51 pm

GRAXIAS X EL 2 X 1 ESTA GENIAL

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Mensaje  jai33sire Vie Feb 18, 2011 3:59 pm

gracias por los capitulos me encantan

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Mensaje  nayelive Vie Feb 18, 2011 6:37 pm

otro capi jajaja me quede picada gracias
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Mensaje  rodmina Sáb Feb 19, 2011 2:45 am


que ira pasar en ese encuentro??????????

quiero mas jajaja cada vez mejor

Gracias por el 2x1

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Mensaje  myrithalis Sáb Feb 19, 2011 3:32 am

Gracias por los Caps Saludos Atte: Iliana
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Mensaje  laurayvictor Sáb Feb 19, 2011 12:53 pm

Hola chicas aqui esta el capitulo de hoy espero que les este gustando mucho la novelita...jajajajaj

Capítulo 7

VÍCTOR vio a Myriam caminando por la playa hacia él con el grácil paso que tan bien recordaba. Llevaba las sandalias al hombro, como siempre. No era un hombre dado a la nostalgia, pero era difícil no hacer una deprimente comparación con el pasado.
Antes, cuando lo veía, corría hacia él para abrazarlo con una radiante sonrisa en el rostro. Pero, por la mirada que le dirigió en aquel momento, más parecía que habría querido salir corriendo.
Una parte irracional de Víctor quería que Myriam volviera a sonreírle como antes. ¿Sería la misma parte que lo tentó brevemente a no cuestionar su embarazo? Pero luego prevaleció el sentido común y su orgullo salió a relucir.
Que se hubiera planteado, aunque sólo hubiera sido un momento, vivir una mentira y criar el hijo de otro hombre, aceptando la infidelidad de su mujer, resultaba demencial. Irónicamente, había resultado que el hijo no era de otro hombre, pero entonces no podía saberlo.
—¿Llego tarde? —preguntó Myriam con una forzada sonrisa.
—No. Soy yo el que ha venido temprano.
Víctor no entendía por qué lo molestaba tanto la actitud de Myriam. A fin de cuentas, no esperaba precisamente que se arrojara a sus brazos.
Al fijarse en el vestido que llevaba, que dejaba expuesto el sedoso contorno de sus hombros, se quedó muy quieto.
Myriam se sentía tan nerviosa que hasta que no vio la oscura y sensual mirada de Víctor posada en el comienzo de sus pechos no recordó que se había vestido para impactar.
Había obtenido la reacción que quería, pero lo que había en la mirada de Víctor no era precisamente un deseo teórico. No había tenido en cuenta las consecuencias, y sintió que su cuerpo se acaloraba.
La experiencia le había enseñado a avivar las llamas del deseo de Víctor. Trató de no recordar lo agradables que solían ser los resultados de su provocación. Se llevó una mano a la garganta para tratar de controlar su respiración.
—¿Podemos dejar resuelto este asunto? Voy camino de otro sitio —Myriam se sorprendió de la rapidez con que había pensado en aquella hábil excusa. Así Víctor no pensaría que se había vestido para él.
Vio que su mandíbula se tensaba.
—Me alegra que hayas podido encajarme en tu ajetreada agenda.
—Tampoco es que me hayas dado mucha opción, ¿no?
—Supongo que no —Víctor alzó una ceja—. ¿No tienes un poco de frío con ese vestido? ¿Quieres mi chaqueta?
—No, estoy bien —dijo Myriam rápidamente.
—Como quieras. ¿Vamos a algún sitio a tomar un té? ¿Sigue abierta esa extraña tetería?
La pregunta de Víctor llevó un montón de repentinos recuerdos a la mente de Myriam.
Habían pasado casi dos semanas viéndose en aquella pequeña tetería. Desde su encuentro en la playa, cuando estuvieron a punto de hacer el amor, Víctor mantuvo las distancias con ella y no hicieron más que hablar y pasear, hablar y pasear.
Ella anhelaba retomar las cosas donde las habían dejado en la playa, pero también estaba dispuesta a soportar cualquier tortura con tal de estar con él.
Cuando Víctor desapareció al cabo de dos semanas supuso que todo había acabado y se quedó desolada. La idea de no volver a verlo hacía que su futuro se extendiera ante ella desolado y estéril.
Pasó unos días como un fantasma, pálida y hundida en la miseria. Pero en lugar de reconocer los síntomas de un corazón roto, su familia se irritó con ella por su actitud aletargada.
Entonces su abuela le diagnosticó anorexia. Según ella tenía todos los síntomas clásicos. El artículo que había leído en el suplemento dominical decía que los que sufrían esa enfermedad siempre lo negaban, de manera que las negativas de Myriam fueron ignoradas.
Pero cuando Víctor regresó dos semanas después, ella recuperó el apetito de inmediato.
Víctor pidió permiso a su padre para casarse con ella, aunque también dejó claro con su actitud que pensaba casarse con Myriam con o sin permiso.
Ella se quedó tan pasmada con su actitud que ni siquiera se paró a pensar que Víctor no le había dicho nada. Era obvio que daba por sentada su conformidad.
Myriam trató de alejar de su mente el recuerdo de la ciega adoración que sentía entonces por él, única explicación de su ingenuo comportamiento.
—No, no me apetece un té. Sólo quiero acabar con esto lo antes posible —Myriam habló tan desapasionadamente como pudo, y fue recompensada por el destello de sorpresa que vio en el fondo de los ojos de Víctor.
—¿No estás dispuesta a utilizar unos minutos para hablar del futuro de nuestro hijo?
—Pasaría mucho más que unos minutos hablando del futuro de Alex, pero no contigo —replicó Myriam—. Pero Alex no tiene nada que ver contigo, y no simules ahora que estás interesado en él.
La expresión de Víctor se endureció.
—Sé razonable.
—¡Razonable! —repitió Myriam, irritada—. ¿Quieres que sea tan razonable como lo fuiste tú cuando me dijiste que no querías saber nada del niño?
—No me alces la voz.
—Puedes considerarte afortunado si lo único que hago es alzarte la voz.
Víctor asimiló las palabras de Myriam en silencio.
—Veo que has desarrollado todo un temperamento —dijo, fijándose en el rostro ruborizado y los puños cerrados de Myriam.
—Siempre lo tuve —Myriam pensó que era extraño que un hombre que la había conocido tan íntimamente la conociera tan poco.
—Tal vez deberías haberme mostrado esa faceta de tu carácter cuando nos casamos. Te sienta bien.
—Debí hacer muchas cosas que no hice, ¡como dejarte antes de que me echaras!
Víctor bajó la mirada.
—Debería haber hecho eso de otro modo —admitió roncamente.
—¿Es ésa tu forma de pedir perdón? —Myriam sacudió la cabeza, impaciente— ¡No te perdonaría lo que hiciste ni aunque te arrastraras ante mí!
—Creo que debería explicarte por qué te he pedido…
«Va a decirlo», pensó Myriam. Iba a pedirle el divorcio, y una vez que lo hiciera se volvería real. De pronto se quedó helada. ¿Sería posible que todavía no estuviera dispuesta a aceptar aquella realidad?
—Sé por qué estás aquí —lo interrumpió secamente.
Víctor frunció el ceño.
—¿En serio?
—¡Cielo santo! Haz el favor de no prolongar esto más de lo necesario. Tengo que marcharme —Myriam miró su reloj y simuló sentirse asombrada al ver la hora.
—Veo que lo has conservado.
Myriam miró a Víctor, desconcertada.
—¿Qué es lo que he conservado?
Víctor señaló el reloj que le regaló durante su luna de miel y al hacerlo le rozó la muñeca. Aquel mero contacto bastó para que el cuerpo de Myriam reaccionara como el de un adicto al que hubieran dado a oler su droga para volver a quitársela de inmediato. Sus pechos se tensaron bajo el vestido, anhelantes por sentir el contacto de las manos de Víctor.
—Es mi forma de ser sentimental —replicó con una indiferencia que estaba muy lejos de sentir.
La semana que pasaron en París durante su luna de miel fue increíble. La primera noche estaba muy nerviosa, pero en cuanto Víctor la tocó perdió todas sus inhibiciones. Cada mañana, cuando despertaba abrazada al cálido cuerpo de su increíble amante se sentía como si hubiera muerto y hubiera ido al cielo.
Durante una semana todo fue mágico. Después, a pesar de los esfuerzos de Myriam, nunca volvieron a recuperar aquella magia.
La primera grieta apareció cuando llegaron a Grecia. Fue la primera vez que Myriam se hizo consciente de hasta qué punto era rico su marido. ¡Aterrizaron nada menos que en su helipuerto privado! Víctor también le había dicho despreocupadamente que tenía un yate, pero que lo estaban reparando.
Myriam pudo ver desde el aire la enorme extensión de lo terrenos que rodeaban la casa, una casa que más parecía un palacio y que, además de unos impresionantes jardines, contaba con varias pistas de tenis y piscinas.
—Espero que no estés decepcionada —bromeó Víctor.
—¡Es increíble! —murmuró ella, apabullada.
Myriam, que había crecido en un típico adosado inglés de los años treinta, se sentía directamente intimidada por toda aquella magnificencia.
Aquélla no era la clase de casa en que bajabas a la cocina a medianoche para tomar un bocado. ¡De hecho, ni siquiera creía que Víctor supiera dónde estaba la cocina!
Adaptarse a su nueva vida no iba a ser fácil, pero todo iría bien si contaba con Víctor para ayudarla. Pero en aquellos momentos aún no sabía que no sería si. El trabajo tenía ocupado a Víctor casi todo el día.
Caminó por el lugar haciendo todos los sonidos de admiración adecuados, pero no lograba imaginarse a si misma llegando a considerar aquel sitio como su hogar. Y encima, al entrar en la casa se había encontrado con la familia de Víctor al completo.
—Siento lo de esta noche —dijo Víctor cuando se acostaron—. Querían conocer a mi nueva esposa, ¿y quién puede culparlos?
—No creo que se hayan sentido muy impresionados.
—No seas tonta. Les encantarás… ¿por qué no ibas a gustarles? Solo tienes que relajarte un poco.
—¿Te he parecido nerviosa? —preguntó Myriam, preocupada.
Él apoyó un dedo sobre sus labios.
—Olvida a mi familia. Da igual lo que piensen. Además, mañana ya se habrán ido.
Myriam suspiró de alivio. Víctor parecía distinto en aquel entorno, pero estaba segura de que todo iría a bien cuando estuvieran a solas.
—Estoy segura de que son encantadores, pero había muchos familiares tuyos reunidos —le iba a resultar imposible recordar todos los nombres… y si Víctor seguía besándola en el cuello como lo estaba haciendo, probablemente iba a olvidar hasta el suyo.
—En realidad no quiero hablar de mis parientes —dijo él, deteniéndose.
—Yo tampoco —susurró Myriam mientras él le quitaba el camisón transparente.
—Qué preciosa eres…
El sexo fue espectacular, pero el problema seguía allí al día siguiente. La madre y la hermana de Víctor se quedaron a comer.
Mientras acompañaba a Víctor al helicóptero, Myriam aprovechó la oportunidad para preguntar despreocupadamente:
—¿Cuándo se van tu madre y tu hermana a casa?
Tras dar unas instrucciones al piloto, Víctor la miró con expresión desconcertada.
—¿A casa? —movió la cabeza—. No entiendo…
—Me preguntaba cuándo iban a irse tu madre y Sacha a su casa.
Víctor rió.
—Ya están en su casa, querida mía. ¿No te lo había dicho? Viven aquí.
Myriam se las arregló de algún modo para sonreír.
—No, no me lo habías dicho.
Comprender que iba a estar en la misma casa con la familia de Víctor resultó un duro golpe. Sólo había necesitado cinco minutos para darse cuenta de que su madre y ella nunca llegarían a ser amigas, y para comprobar que su cuñada, una chica increíblemente mimada desde su punto de vista, se daba unos aires de superioridad inaguantables.
—Mamá podrá ayudarte mientras te acomodas y adaptas al lugar y Sacha tiene tu edad, así que supongo que tendréis mucho en común.
Myriam respondió al beso de despedida que le dio Víctor con menos entusiasmo que a los anteriores.
—¿Te encuentras bien?
Myriam, a quien no le gustaba mentir, se oyó decir:
—Sí, estoy bien… sólo un poco cansada.
Aquélla fue la primera vez que ocultó sus sentimientos a Víctor, pero no la última. Incluso se le llegó a dar bastante bien, aunque tuvo que hacer uso de todas sus dotes de actriz cuando Víctor dejó caer una pequeña bomba sobre ella.
Había ido a París por un asunto de trabajo, sin ella.
—Me encantaría que pudieras acompañarme, pero voy sólo por trabajo. Lo entiendes, ¿verdad?
Cuando regresó mencionó despreocupadamente que había estado comiendo con su ex mujer.
Myriam, que ya estaba harta de escuchar maravillas sobre Laura, quiso gritar, pero en lugar de ello sonrió.
—Qué agradable.
Al mes siguiente, Víctor anunció que había invitado a Laura a pasar el fin de semana. Al parecer se daba por sentado que su ex llegaría tarde. Myriam habría podido perdonar su tardanza, pero no que su invitada tuviera tanto aplomo, pareciera tan segura de sí misma y fuera tan guapa. De hecho, tenía todas las cualidades necesarias para ser la esposa de Víctor. Incluso aún conservaba su anillo. ¡Tan sólo se lo había cambiado de dedo!
En otras palabras, era todo lo que Myriam quería ser y no era.
Laura también era muy dada al toqueteo, y Myriam se vio obligada a ver cómo acariciaba constantemente el brazo de Víctor y sus mejillas. Tenía la sensación de que cada vez que entraba en una habitación los encontraba allí, riendo en un rincón, compartiendo bromas y secretitos. Disgustada, optó por refugiarse en su caparazón.

—Nunca me pareciste especialmente sentimental.
Myriam volvió la cabeza hacia Víctor y sonrió. Recordar aquellos traumáticos acontecimientos le había hecho recordar cuánto había cambiado a lo largo de los años transcurridos desde entonces. Si se encontrara hoy en día en aquella situación no se habría refugiado en un rincón para dedicarse a sentir lástima por sí misma.
No. Le habría exigido a la otra mujer que se marchara y luego habría obligado a Víctor a decidir con cuál quería quedarse, pues no estaba dispuesta a ser la segundona de nadie.
—Estaba siendo irónica —dijo a la vez que miraba su reloj—. Es una buena inversión. Mejor que tener el dinero en el banco, o eso me dijeron al menos —se lo dijo su padre cuando se lo devolvió después de haberlo llevado a tasar.
—¿Hiciste que lo tasaran?
Myriam asintió. A su padre lo había preocupado que anduviera por ahí con un reloj que valía casi tanto como un coche sin tenerlo asegurado.
—Andaba justa de dinero.
—Pareces tener un punto de vista más práctico respecto al dinero que antes.
—Me estoy esforzando en ello. Pero creo que nunca llegará a preocuparme el dinero en sí mismo, y no pongo precio a las cosas como haces tú.
—¿Ni siquiera a tu virginidad?
Myriam se ruborizó, furiosa.
—No te atrevas a sugerir que me contuve para conseguir que te casaras conmigo —espetó—. Siempre valoraste más que yo misma mi virginidad. No necesitabas casarte conmigo.
Víctor dejó escapar un prolongado suspiro.
—Lo sé —dijo. Myriam nunca llegaría a saber lo que le costó no aceptar lo que ella estuvo tan ansiosa por ofrecerle.
—¿Entonces por qué te casaste conmigo?
—¿Quieres que demos una vuelta?
Myriam siseó de frustración.
—No tienes intención de decírmelo, ¿verdad?
La sensual sonrisa que curvó los seductores labios de Víctor no fue ni una confirmación ni una negativa.
—¿Paseamos?
—¿Pasear?
—Ya sabes… poner un pie delante del otro.
En el tembloroso estado de las rodillas de Myriam no habría resultado tan fácil como parecía.
—Eres imposible —dijo.
—¿Pero mono?
Myriam se contuvo justo antes de responder a la sonrisa de Víctor.
—Jamás pensé que te escucharía decir «mono».
—¿Es eso un «sí»?
—No.
Víctor arqueó una ceja.
—¿No soy mono, o no quieres dar un paseo?
—Ambas cosas —dijo Myriam a la vez que se sentaba casi con prisa.
—Como quieras.
Víctor se sentó con más calma y con bastante más elegancia.
—No trates de camelarme, Víctor. Estoy inmunizada contra ti. Además no necesitas darme coba. Como te he dicho, ya sé a qué has venido.
Víctor la miró con expresión cautelosa y Myriam tuvo que hacer verdaderos esfuerzos por no sonreír.
—No te preocupes. Si es eso lo que te preocupa, no voy a darte problemas.
Víctor miró el sobre que le ofreció Myriam pero no hizo ningún esfuerzo por tomarlo.
—Creo que ya he firmado en todos los sitios necesarios.
Víctor siguió mirando el sobre con expresión desconcertada.
Myriam se inclinó y lo dejó en su regazo.
—Se te ha debido de caer esta mañana del bolsillo. ¿Creías que lo habías perdido?
Víctor tomó el sobre y lo miró con cautela, casi como si temiera que fuera a estallarle en las manos.
—Cielos, lo había olvidado por completo —tras su encuentro con Raúl había ido a ver a su abogado. Ya tenía listos los papeles; de hecho, llevaban dos años preparados.
—¿Cuánto tiempo tardará en ser definitivo el… divorcio?

espero muchos comentarios Jjajajajajajaja......

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Mensaje  Eva_vbb Sáb Feb 19, 2011 5:32 pm

AAAAAAAAAAAH MASSSSSSS X FAVORRRRRRR QUEREMOSSSSSSSS MASSSSSSSSSSSS X FISSSSSS X FISSSSSSSSSSS AAAAAAAAAAH PON UN 2X1 X SER FIN DE SEMANA PLISSSSSSSSS X FISSSSSSSSSS
ME ENCANTAAAAAAAAAA QUIERO MASSSSSSSSSSSSSSSSSS
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Mensaje  myrithalis Sáb Feb 19, 2011 9:21 pm

Gracias por el Cap. Saludos Atte: Iliana
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Mensaje  jai33sire Dom Feb 20, 2011 1:09 am

estuvo GENIAL el capitulo por fa siguele pronto gracias

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Mensaje  alma.fra Dom Feb 20, 2011 1:39 am

Muchas gracias por el capitulo, ya kiero otroooo jeje.
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Mensaje  mats310863 Dom Feb 20, 2011 8:04 pm

SE VE QUE MYRIAM LA PASO MAL DURANTE SU MATRIMONIO, GRACIAS POR EL CAPÍTULO

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Mensaje  Marianita Lun Feb 21, 2011 1:23 am

Niña gracias por la novela, síguele!!!!!!! MILAGRO DE AMOR --- Final - Página 2 278288 MILAGRO DE AMOR --- Final - Página 2 278288
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Mensaje  laurayvictor Lun Feb 21, 2011 12:52 pm

Hola niñas hoy les pongo dos capitulos uno ahorita y el otro por la tarde......jajajajajajajaj Smile Smile Smile Smile

Capítulo 8
VÍCTOR miró a Myriam con una expresión que ésta no supo interpretar.
—¡Nunca!
La firmeza de su respuesta desconcertó a Myriam.
—No entiendo.
—Entonces entiende esto.
Myriam vio con asombro que Víctor rompía el sobre para luego lanzar los trocitos al viento.
—¿Te has vuelto loco? ¿Por qué esforzarte en venir a traer personalmente el sobre para luego hacer eso?
—No tenía intención…
—¿De qué no tenías intención?
La mandíbula de Víctor se tensó.
—No vamos a divorciarnos.
Myriam se llevó una mano a la frente. Empezaba a dolerle la cabeza seriamente.
—Pero has venido aquí a… ¡y yo quiero el divorcio!
—Lo siento.
—Y tú también quieres divorciarte —la brisa del mar hizo que se alzara la falda de Myriam. Necesitó unos segundos para alisarla y cuando elevó de nuevo la mirada vio algo en los ojos de Víctor que hizo que el estómago se le encogiera.
—Viste a Raúl en la consulta.
Myriam no quería hablar de Raúl.
—De manera que así fue como averiguaste que estaba aquí.
Víctor asintió sin decir nada.
—Sé que algunas personas consideran atractivo el silencio, pero pregúntales qué piensan de ello después de haberlo experimentado durante unas semanas. ¡Haz el favor de no limitarte a mirarme y di algo!
Víctor alzó una ceja.
—¿Qué te gustaría que dijera?
—¿Por qué hablaste sobre mí con Raúl? —preguntó Myriam, enfadada—. No tiene derecho a hablar de mí. Por si no lo sabe existe eso que llaman «secreto profesional».
Víctor desestimó su queja con un impaciente gesto de la mano.
—Soy tu marido.
—Al menos en el papel. Y ni siquiera si siguiéramos juntos tendrías derecho a conocer los detalles de mi ficha médica.
—Raúl no me dio ningún detalle médico sobre ti. Me dijo que tenía un hijo.
Myriam rió irónicamente.
—Menuda noticia.
—Para mí lo fue.
—¿Cómo puedes decir eso?
—Ahora que sé que Alex es mío, es obvio que las cosas deben cambiar.
Myriam entrecerró los ojos.
—He oído dos palabras que no me gustan: «deben» y «cambiar»
—No seas necia, Myriam. Ya sabes a qué me refiero.
—No tengo ni idea.
—En ese caso voy a aclarártelo: vamos a ser una familia.
Myriam trató de no dejarse dominar por el pánico. Víctor no podía estar sugiriendo lo que parecía.
—Ya tengo toda la familia que necesito.
—Una familia requiere de ambos padres. Alex y tú volveréis a Grecia conmigo y seremos una familia.
Myriam rió con aspereza.
—Y pensar que solía sentirme intimidada por tu intelecto… Pero en realidad lo que pasaba era que me asustaba dar mi opinión por si te reías de mí.
Víctor pareció tan consternado al escuchar aquello que, en otras circunstancias, Myriam se habría echado a reír.
—Pero ahora sé que puede que seas listo, pero también que estás loco —continuó—. ¿Yo, volver a vivir contigo? Sólo lograrías llevarme de vuelta a Grecia con una camisa de fuerza.
—Estás hablando emocionalmente, sin tener en cuenta…
—No necesito tener en cuenta nada —dijo Myriam, irritada—. Reconozco la locura cuando la veo.
—Cuando lo pienses con calma comprenderás que es lo mejor que puedes hacer. A veces, ser padre supone sacrificarse.
—¿Y tú me estás diciendo a mí eso? —preguntó Myriam, incrédula—. Supongo que sabes muy bien lo que es ser padre, ¿no? Te agradecería que compartieras conmigo tu sabiduría. Soy toda oídos —rogó en tono burlón.
Víctor masculló una maldición.
—Puedes burlarte todo lo que quieras, pero eso no afecta al hecho de que un niño necesita a ambos padres.
—Te aseguro por experiencia personal que puedes salir perfectamente adelante con uno solo.
—Tú tienes a tu madrastra.
Myriam alzó las cejas.
—¿Y quién dice que en el futuro Alex no vaya a tener un padrastro?
Se produjo un breve y tenso silencio mientras los músculos de la garganta de Víctor se tensaban convulsivamente. Luego sonrió y ladeó la cabeza.
—Lo digo yo.
Myriam reprimió la desdeñosa réplica que afloró a sus labios al ver la fría determinación que había iluminado la mirada de Víctor.
—De manera que ahora vas a vetar a mis novios, ¿no? Me gustaría saber cómo piensas hacerlo.
—Esto no se trata de ti, sino de lo que más conviene a nuestro hijo.
—Llevo tres años dedicándome a hacer lo que más le conviene a nuestro hijo. ¿Qué has hecho tú por él entretanto? Aunque, pensándolo bien, lo mejor que has podido hacer ha sido mantenerte alejado de él.
Víctor se puso pálido, pero no trató de defenderse.
—Puedo entender tu enfado.
—Lo dudo mucho. Además, no quiero tu comprensión.
—¿Se te ha ocurrido pensar que estás negando su herencia a Alex?
Aquel cambio de táctica hizo que se acrecentara la inquietud de Myriam.
—Fuiste tú el que se la negó. Además, Alex es perfectamente feliz donde está.
—Ni siquiera habla su propia lengua.
—Su lengua es el inglés.
—Alex es medio griego. Sólo tendrá que mirarse al espejo para comprobarlo.
—No trato de ocultarle sus orígenes.
—¿No?
—No. Jamás mentiría a mi hijo.
—Nuestro hijo.
Myriam apretó los dientes y se negó a comentar aquello.
—Cuando vaya al colegio notará que no es como los otros niños rubios de tez blanca de su clase. ¿Qué le dirás cuando pregunte por qué es diferente?
—Si crees que Alex va a llamar la atención, es evidente que sabes muy poco sobre las mezclas étnicas que se dan hoy en día en los colegios.
Víctor arqueó una de sus oscuras cejas.
—¿Y qué le dirás sobre mí?
—Eso aún no lo he pensado.
—¿Y no crees que ya va siendo hora de que lo hagas?
—Alex es feliz —replicó Myriam tozudamente. Víctor la observó un momento.
—Sabes que tengo razón, ¿verdad, Myriam? —sin darle tiempo a negarlo, añadió—: Y ya he notado que Alex es feliz. Sin embargo, no pienso permitir que mi hijo sea criado sin saber quién es su padre, pensando que es un niño no deseado… —Víctor tragó con esfuerzo y los músculos de su garganta se contrajeron mientras se esforzaba visiblemente controlar sus sentimientos—. El niño se está criando rodeado de mujeres.
—¿Y qué tienen de malo las mujeres?
La expresión de Víctor se relajó.
—Me gustan las mujeres, pero un niño necesita contar también con una figura masculina.
Cada vez más a la defensiva, Myriam apoyó la barbilla sobre sus dedos.
—Hay hombres de sobra en la vida de Alex.
El fuego que brilló en la mirada de Víctor contrastó con la expresión desdeñosa de su rostro.
—No hace ninguna falta que me pongas al tanto de tus aventuras románticas. Alex no necesita hombres en plural…
—No soy yo quien tiene problemas para mantener una relación estable —interrumpió Myriam—. Además, ¿en quién estabas pensando como figura paterna? ¿En ti? No me hagas reír —añadió en tono despectivo.
Víctor la miró con expresión glacial.
—¿Ya has pensado en alguien más adecuado que yo?
—¿Y si fuera así? —preguntó ella, desafiante.
—Sí fuera así, Myriam, te aconsejaría que no siguieras por ese peligroso camino.
—¿Es eso una amenaza? —preguntó ella, indignada. La sedosa sonrisa de Víctor hizo que Myriam sintiera un escalofrío.
—Las amenazas son para los peleles.
Myriam dejó escapar un siseo de exasperación.
—Esa es exactamente la clase de actitud machista a la que no quiero que se vea expuesto mi hijo.
—Nuestro hijo.
Sus combativas miradas se cruzaron mientras permanecían en silencio. Myriam fue la primera en romperlo.
—No puedes volver a mi vida así como así, Víctor. No es justo.
—Sólo los niños esperan que la vida sea justa.
Myriam sintió que se le hacía un nudo en la garganta al percibir un inesperado matiz de compasión en el tono de Víctor.
—Todo depende de sus experiencias —trató de sonreír pero no pudo—. Olvidas que mi madre me dejó cuando yo no era más que un bebé.
—No lo olvido —Víctor se pasó una mano por el pelo—. A tu abuela le agradara que volvamos a estar juntos.
—No hables como si ya fuera cosa hecha —advirtió Myriam.
—Pero estás de acuerdo en que el mejor entorno para un niño es un ambiente familiar estable.
—Claro que estoy de acuerdo. No soy tonta —Myriam se obligó a relajar los puños cerrados—. Necesito tiempo para pensar. Esto es demasiado… repentino.
—Estábamos bien juntos… supongo que no lo has olvidado.
—Tan bien que me echaste.
Víctor bajó la mirada.
—No creas que me siento orgulloso de ello.
—¡Me da igual tu orgullo! El hecho es que rechazaste a nuestro bebé. Ahora resulta que quieres una familia, pero es probable que dentro de un año, o de una semana, vuelvas a cambiar de opinión. ¿Crees que pondría mi futuro o el de mi hijo en manos de alguien que no sabe lo que quiere?
—Sé exactamente lo que quiero.
El tono grave y ronco de Víctor reverberó sensualmente en el interior de Myriam.
—Sí, quieres salirte con la tuya —dijo, sin mirarlo. Hacerlo no habría sido buena idea en aquellos momentos.
—Quiero que seamos una familia y creo que tú quieres lo mismo.
—Hace cuatro años ya éramos una familia. Dame un solo motivo por el que debería creerte. ¡Ni siquiera me explicaste por qué me echaste de tu lado!
—Para empezar, sabía que te estabas acostando con otro.
—Otra vez eso no, por favor —dijo Myriam, exasperada—. Ni siquiera tú puedes ser tan estúpido. No tenía una amante… ¡tenía una fila esperando!
—Tengo pruebas.
—Me gustaría verlas.
—He de reconocer que tienes valor —replicó Víctor—. Pero no fuiste tan cuidadosa como creías.
—Vamos, Víctor. No pienso escucharte hasta que me expliques el verdadero motivo que te hizo rechazar a Alex.
—Estaba dispuesto a perdonarte y a superar tu infidelidad. Me culpé a mí mismo por haberte dejado sola.
—Si hubieras creído de verdad que había otro hombre en mi vida le habrías arrancado los miembros uno a uno, así que haz el favor de explicarme de una vez el verdadero motivo —dijo Myriam, nuevamente exasperada—. Y sé sincero.
—¿Sincero yo? —preguntó Víctor irónicamente.
—Un bebé no encajaba tu vida entonces, ¿verdad? No sé qué habrá cambiado ni porqué has decidido de repente…
Víctor negó enérgicamente con la cabeza, irritado.
—Sabía que el hijo no era mío porque yo no podía tener hijos.

espero sus comentarios con apoyo para poner otro capitulo.....jajajaj

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Mensaje  Dianitha Lun Feb 21, 2011 1:05 pm

miil graciias x los cap niiña me encantaron!!! MILAGRO DE AMOR --- Final - Página 2 146353 MILAGRO DE AMOR --- Final - Página 2 146353
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Mensaje  alma.fra Lun Feb 21, 2011 2:26 pm

Muchas gracias por el capitulo, te esperamos con otro.
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