Re: Amor Eterno

myrithalis Jue Jun 10, 2010 10:33 pm

Gracias por los Caps Saludos Atte: Iliana y Quien Sera?

alma.fra Jue Jun 10, 2010 11:21 pm

Ke padres capitulos, muchas gracias. Estos niños se gustan jaja.

girl190183 Vie Jun 11, 2010 12:19 am

grax por el capitulo dul

Dianitha Vie Jun 11, 2010 9:58 am

graciias x el cap niiña saludos!!! Amor Eterno - Página 3 196

mariateressina Vie Jun 11, 2010 10:18 am

graxias x el capitulo...

flower

Geno Dom Jun 13, 2010 11:39 pm

NIÑA DULCE, YA VEZ, YA ME PUSE AL DIA CON LA NOVELA..... YA TE ALCANZE... SIGUELE QUE ESTA MUY BUENA

SALUDOS

GENO

mats310863 Lun Jun 14, 2010 11:51 am

QUE BUEN INICIO PARA UNA RELACIÓN AMOROSA, QUE UNA LINDA AMISTAD, SALUDOS

fresita Lun Jun 14, 2010 5:17 pm

gracias dul pero queremos mas jajaj

saludos

dulce_myrifan Lun Jun 14, 2010 10:15 pm

Cap. 10

Justo en ese momento sonó el timbre.
—¿Quién puede ser a estas horas? —murmuró Victor, atravesando el pasillo para abrir la puerta.
Era una pareja mayor, que se lanzó sobre él para abrazarlo y besarlo efusivamente. Evidentemente, eran sus padres.

—Habíamos pensado venir en avión, pero al final decidimos hacerlo en la caravana.
—Llevamos en la carretera desde que nos llamaste por teléfono —dijo su madre, mirando a la niña.
—Siento mucho haberles estropeado el viaje…
—Tonterías —lo interrumpió su madre, tomando a Sofía en brazos—. ¿Ésta es mi nieta? Mira que niña tan bonita, Ricardo. ¿A que es preciosa?
—Sí, desde luego que sí —contestó su marido—. ¿Nuestra Sofía tiene diez deditos en las manos y en los pies?
—Es perfecta —rió Victor.
—No esperaba otra cosa —dijo su padre—. Felicidades, hijo.
—Gracias, papá. Bueno, pasen, quiero que conozcan a una persona…
Una vez en el salón, Victor hizo las presentaciones.
—Myriam, te presento a mis padres, Silvia y Ricardo García.
—Ah, tú eres la niñera de Sofía. ¿La chica de la que nos hablaste?
—La misma.
La madre de Victor estudió a Myriam durante unos segundos.
—Es guapísima.
—Muchas gracias —rió ella, incómoda pero halagada—. Encantada de conocerlos.
—Puedes tutearnos —sonrió la mujer—. Nosotros somos personas muy informales… aunque mi hijo se haya vuelto tan elegante y tan refinado. Llámame Silvia.
—Y a mí Ricardo.
—Muy bien, estupendo. Yo también soy una persona informal.
—Victor nos ha dicho que le salvaste la vida —dijo Silvia entonces—. Y quiero darte las gracias por cuidar tan bien de nuestra nieta. Y de nuestro hijo.
—De nada, sólo estoy haciendo mi trabajo. Él habría aprendido tarde o temprano. Los niños acostumbran a enseñarnos pronto lo que les gusta y lo que no.
—¿Verdad que sí? —sonrió la madre de Victor, mirando a su nieta—. Cuando nació Victor…
—Bueno, bueno —la interrumpió él—. Prefiero que no cuentes las historias de mi infancia. Además, Myriam ya se iba.
—¿Te vas?
—Es que es sábado…
—Myriam tiene los fines de semana libres, como todo el mundo. Lleva toda la semana trabajando, pero volverá el lunes.
—Pero nosotros sólo vamos a estar aquí el fin de semana… —protestó su madre—. Tenemos entradas para el teatro en Nueva York el lunes por la noche… tengo que hacerte mil preguntas sobre Sofía y sé que Victor no sabrá contestarme. ¿No podrías quedarte a tomar un café? Hemos traído unas pastas muy ricas.
—Pero mamá…
—No pasa nada. Puedo quedarme un rato más —lo interrumpió Myriam.

Al final, el café se convirtió en una hora y media de charla, pero Myriam lo pasó bien hablándoles de la niña. Eran como una familia feliz. Victor hacía su papel de padre a la perfección, calentando el biberón y cambiándole el pañal para que vieran lo bien que lo hacía.
—Bueno, se está quedando dormida, así que voy a meterla en la cunita.
—Muy bien, hijo —sonrió Ricardo, orgulloso.
Cuando Myriam se quedó a solas con sus padres, Silvia comentó:
—Parece que se le da muy bien.
—Es un padre estupendo. Muy cariñoso, muy preocupado por Sofía.
—Pensábamos que nunca sentaría cabeza —le confesó Ricardo—. Que no tendríamos nietos en la vida.
—Eso es verdad —asintió Silvia—. Por eso nos quedamos de piedra cuando nos dijo que teníamos una nieta.
—Tenemos una nieta… ahora lo único que falta es que nuestro hijo encuentre una esposa —suspiró Ricardo.

Ricardo y Silvia se miraron y Myriam tuvo la impresión de que se decían algo el uno al otro, sin palabras. Eso era muy bonito, estar tan cerca de otra persona que no había que decir nada para entenderse.
Los padres de Victor querían que su hijo encontrara una mujer, alguien que completara la familia; era lógico.
Entonces pensó en su propia madre. ¿Su madre querría tener nietos? Si era así, nunca se lo había dicho. ¿Habría soñado su madre con que ella y su hermano formaran una familia? Nunca habían hablado de ello, desde luego. Para su madre, lo más importante era que tuvieran una educación.
Esa idea la entristeció. Sabía que su madre había insistido tanto en que estudiaran porque no quería que tuvieran que trabajar como había trabajado ella para pagar el alquiler del diminuto apartamento en el que vivían, para pagar las facturas… para sobrevivir.

—¿Qué dices? —le preguntó Ricardo entonces.
—¿Eh? Perdonen, estaba pensando…
—Sabemos que tienes que irte, pero ¿te apetece que cenemos juntos? —sonrió Silvia.
—Pero… querrán estar a solas con Victor y la niña…
—No, qué va. Nos encantaría contar contigo.
Myriam parpadeó.
—¿Ah, sí? En fin, no sé…
Víctor entraba en ese momento en la cocina.
—Di que sí. Será una cena muy agradable.
—Bueno, de acuerdo —sonrió ella por fin—. Pero ahora tengo que irme. Tengo que hacer mil cosas.
—Por supuesto. Márchate y haz todo lo que tengas que hacer.
—Hasta esta noche entonces.
—Espera —sonrió Victor— te acompaño a la puerta. Oye, gracias por ser tan agradable con mis padres —le dijo en el rellano.
—Yo soy una chica muy agradable —rió Myriam—. Además, lo he pasado bien. Son muy simpáticos. Aunque te advierto que quieren casarte.
Victor soltó una risita.
—Llevan años intentando hacerlo, pero gracias por la advertencia.
En ese momento algo ocurrió entre los dos. Algo, una corriente de simpatía, de afecto. Myriam no podría ponerle nombre.
—Nos vemos luego.
—Te llamaré esta tarde para decirte dónde y a qué hora.
—Me parece muy bien.

Myriam salió del dúplex como si estuviera flotando. Pero había una nube gris sobre su cabeza y sabía que estaba deseando abrirse para arruinar su felicidad. De modo que intentó olvidarse de ella por completo, cerrarla como si fuera un grifo. Entró en el ascensor y pulsó el botón del vestíbulo, disfrutando de aquella sensación tan agradable.