Vicco y la Viccobebe
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Segunda parte de Capitulo 1

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Mensaje  christina34 Dom Mar 21, 2010 8:01 pm

CAPITULO 1 PARTE 2

Por los pelos, Myriam no contestó algo sarcástico como: “¿debo agradecer la autorización?” Pero si fuese sincera consigo misma, admitiría que estaba sintiéndose adulada por el tratamiento especial. Finalmente, él era un príncipe.

— Quieres soltarme.

Él sonrió.

— Está bien, pero promete ir a mi encuentro para que bailemos en cuanto comience el baile.

—Lo siento, pero no suelo correr tras los hombres.

Victor sintió la pulsación de Myriam aumentar bajo sus dedos.

— ¿Estás negándote a bailar conmigo?

— ¡Estoy diciendo qué tu tendrás que buscarme!

Él la soltó en ese momento y necesitó esforzarse para no dar demostración de cuanto lo excitaba la idea.

— Iré – Victor prometió bajito. – Puedes tener la certeza.

Al verla alejarse, un plan se insinuó en la mente de Victor. Él la haría esperar. La haría imaginar que cambiaba de idea sobre que bailaran juntos. Conocía a las mujeres lo suficiente para saber que una supuesta indiferencia aumentaba la necesidad de sentirse deseada. Y él la quería interesada por él y ansiosa por suspirar en sus brazos.

Las piernas de Myriam temblaban al llevarla para el bar. No le gustaban los hombres insinuantes y autoritarios como Victor. Prefería hombres más sutiles y complejos. Pero tenía que admitir que él era inteligente y que la atraía con su mirada y con aquella ropa exótica.

El camarero estaba aproximándose con una bandeja repleta de cócteles cuando ella vio a Sabrina al otro lado del salón conversando con la sobrina más joven de Guy.

— ¿Champagne, madame? ¿O un Martini?

Myriam estaba extendiendo la mano para coger la segunda copa de champagne cuando cambió de idea. Necesitaba estar alerta, completamente sobria, para poder enfrentarse a un segundo encuentro con el príncipe.

— Un agua con gas, por favor.

— ¿La fiesta comenzó mal y tu ya necesitas parar? – preguntó una voz divertida que ella reconoció como de Guy, el simpático marido de su amiga. Tenía todas las cualidades que ella deseaba en un hombre. Era guapo, rico y cariñoso.

Sabrina y ella se habían conocido en una biblioteca. Al saber que Myriam estaba necesitando un libro raro para una pesquisa, Sabrina le ofreció un ejemplar que tenía en su casa. Mientras iban para allí, Sabrina le contó que se había prometido el día anterior.

Se volvieron grandes amigas desde aquel día, compartiendo los mismos gustos y preferencias.

— ¿Tienes miedo de coger el coche después? – Guy continuó.

— Nada de eso – Myriam contestó – Solo quiero estar bien consciente de todos mis actos.

— Sabia decisión – observó Guy en tono más bajo – porque ya noté que mi viejo amigo Victor no te quita el ojo.

— ¿En serio? – Myriam no consiguió esconder la sorpresa y el placer – Impresión tuya – dijo a continuación. – Solo conversamos un poquito.

— ¡Puedo imaginar cuál fue la conversación! – Guy se burló.

— La ceremonia fue linda y la fiesta es excelente. – Myriam intentó cambiar de asunto. – Sabrina está deslumbrante de novia.

Al oír el nombre de la esposa, Guy olvidó de inmediato al viejo amigo.

— ¡Aquí entre nosotros, – Guy le hizo un guiño — prefería saltarme la fiesta e ir directo a la luna-de-miel!

Myriam sonrió.

— ¿Serías capaz de negar a tu esposa la gloria de vivir cada minuto del día de su boda? ¿No cree qué vale la pena ejercitar la paciencia, Guy? Al final, vosotros ya estáis viviendo juntos hace un año.

— Sí – Guy concordó —, pero ahora es diferente. Ésta será nuestra verdadera noche de bodas y yo...— Guy carraspeó al ver a Myriam enrojecer. – Disculpa. No era mi intención violentarte.

— Olvídalo – Myriam se apresuró en decir. No podía contar a Guy que el rubor se debía a la insistencia de un par de ojos negros que hacía a su sangre hervir en las venas, no a las palabras de él. De cierta forma, ella también preferiría que los amigos partiesen para el viaje de bodas sin que lo del baile sucediese. Así también tendría una disculpa para irse y no correr riesgos.

Tú no estas obligada a bailar con él, pensó Myriam. No se trataba de una orden. ¡Victor podía ser un príncipe, pero ella no era su súbdita! ¡Y Londres no era parte de su reino! Cuando él se aproximase a sacarla para bailar nadie le impediría decir que no le apetecía.

Observarlo, sin embargo, sin ser notada, se hizo casi una obsesión. Jamás llegó tan cerca de una personalidad real. Lo que decían sobre los nobles era verdad. Tenían un aura especial a su alrededor. Había una gracia innata en la postura de Victor y en sus menores gestos. Su elegancia era indiscutible. Incluso su modo de andar y de mirar era diferente.

Las mujeres lo retaban de manera notoria. ¿La habría notado? Sus facciones no revelaban ninguna emoción. Quizá, hubiese sido enseñado a presentarse en público vistiendo máscara de indiferencia. ¿O estaba tan acostumbrado a ver que las mujeres se derretían a una simple mirada qué no le importaba?

La comida fue anunciado y Myriam se vio sentada a la mesa entre un banquero y un oceanógrafo. Ambos eran divertidos e inteligentes y el oceanógrafo era guapo además de todo. Su piel bronceada hablaba de una vida saludable al aire libre. Si ella lo hubiese conocido una hora antes, quizá la intención de él de flirtear fuese acabada de éxito.

Ahora, el único hombre que la interesaba estaba sentado a la cabecera de la mesa, sirviéndose platos con la misma indiferencia que demostraba por las personas a su alrededor.

Hasta que él la miró de una forma que le provocó un escalofrío en el cuerpo entero.

— ¿Qué haces tu, Myriam?— preguntó el oceanógrafo.

— Soy una cazadora de cabezas –contestó Myriam con una sonrisa.

El hombre se rió.

— ¡En ese caso, debe ganar montañas de dinero!

Era lo que las personas siempre decían.

— Bien que me gustaría – Myriam estaba contestando cuando una de las camareras indagó, preocupada, si había algo malo con el salmón. – Al contrario. Él esta inmejorable. Es que estoy sin apetito.

¿Cómo podría comer y sentirse a gusto si estaba bajo la mira de una mirada devastadora? Bajo los rayos de luz venida del inmenso brillo del cristal, los cabellos del príncipe parecían azulados de tan negros y su traje también resplandecía en oro y marfil.

Para intentar humectar la garganta, Myriam se llevó una fresa a la boca. Pero ni siquiera la fruta suave y jugosa consiguió seducirla. Quizá una rebanada del pastel que estaba para ser cortado fuese mejor aceptado.

El príncipe se levantó para hacer otro discurso en su papel de padrino. Myriam mal consiguió oír sus palabras. El príncipe tenía el poder de hipnotizarla con su mera presencia.

Enseguida, Guy hizo una declaración de amor a Sabrina, que emocionó a todos los invitados, principalmente a las mujeres.

Los músicos comenzaron a tocar e invitaron a los novios para que abrieran el baile. Myriam sintió el corazón acelerarse en el pecho al acordarse de la intención de Victor de bailar juntos. Pero en vez de dirigirse a ella, volvió a sentarse a la mesa y se limitó a renovar las miradas cargadas de sensualidad.

Myriam bailó con todos los que la invitaron, pero no consiguió divertirse con nadie. Se movía como un robot por la pista y se mantenía distante para no incentivar ningún flirteo. Algún tiempo después, se sentó para descansar y pensó que sería insuperable si Guy y Sabrina decidiesen dejar la fiesta para que ella también pudiera irse. Pero antes de que intentase localizar a los novios y adivinar sus intenciones, Victor surgió frente a ella.

— Resolví atender tu deseo, mi dulce flor, de buscarte. ¿Acordemos qué no te empeñaste mucho en esconderte de mí, no? –Dijo con ironía – ¿Vamos a bailar?

Myriam sintió las mejillas enrojecer a la sugerencia de que ella lo estaba esperando sentada. ¿Por otro lado, no era la realidad?

— ¿Debo entender qué eso es una invitación a lo cuál no podré resistir? – Myriam contraatacó.

— No – Victor contestó – Debes entender qué eso es una orden.

Antes que Myriam tuviese tiempo para protestar, el príncipe la tiró de la mano y la condujo con arrogancia a la pista.

Ella se dejó abrazar cual si hubiese esperado toda su vida por aquel momento. Un perfume de sándalo y almizcle se desprendía de él y le invadió los sentidos.

Se consideraba una mujer moderna e independiente, pero un minuto en los brazos de Victor fue suficiente para transformarla en un ser débil e indefenso.

— Bailas muy bien, Myriam – él elogió.

— Tú también – ella dijo con voz trémula. – ¿Una bonita boda, no?

— A todas las mujeres les gustan las bodas –declaró él después un largo momento.

Ante la provocación deliberada, Myriam irguió los ojos y lo desafió.

— ¿Quieres decir qué a los hombres no?

Victor se quedó fascinado por el brillo de los cabellos café dorados y por el contraste entre la piel muy blanca y los labios rosados como las flores que crecían en el palacio de su padre y que perfumaban la noche con su fragancia.

— ¿Eres siempre tan precipitada en tus conclusiones?

— No tuve alternativa. Me provocaste.

El príncipe negó con un movimiento de cabeza. Su deseo por aquella mujer aumentaba cada vez que ella le imponía resistencia.

— Fue apenas una observación– él explicó. – ¿Como se dice por aquí? – Pareció reflexionar. – Ah, sí, ¡un comentario machista!

Myriam se inclinó ligeramente para atrás y sintió las manos clavándose en su caderas como si no soportase la idea de la distancia.

— No necesitas fingir conmigo, Victor, que no dominas nuestro idioma. Sé que estudiaste en Inglaterra y que hablas con la misma fluidez que yo.

— ¿Qué más sabes respecto a mío, Myriam Montemayor? – Victor indagó.

Por un breve momento, Myriam pensó en mentir, pero no vio razón para eso.

— Sé que eres heredero del trono de un país en el Oriente.

—Maraban –él informó con una nota de orgullo en la voz que fue sustituido por la desconfianza cuando Myriam se mostró soñadora. A fin de cuentas, su país natal era rico en petróleo el dinero y poder ejercían gran atracción sobre las mujeres.

Myriam percibió el cambio en la expresión de Victor. Por algún motivo, había vuelto a colocarse la máscara.

— Oí hablar de tu reputación con las mujeres – dijo, incisiva.

— ¿Podrías ser más clara? – Victor indagó irritado con lo qué le sonó como una crítica.

— ¿Crees qué es preciso? ¿Te gustan las mujeres, no es verdad?

— ¿Por qué? ¿Es desacertado sentir placer con las atenciones con qué el sexo opuesto nos brinda?

Victor deslizó las manos por la espalda de Myriam y la hizo pensar en una caricia como aquélla sin el tejido del vestido para disminuir la sensación.

— Hablas como si las mujeres fuesen un parque de diversiones – Myriam protestó.

—Es una buena analogía –el príncipe bromeo, pero paró de hablar enseguida porque los novios se estaban aproximando.

Sabrina fue la única mujer de su vida que lo rechazó, pero la perdonó y continuó como su amigo porque entendió qué ella estaba enamorada de Guy que era como un hermano para él.

Ahora, la amiga de la pareja surgía como alguien por quien él podría interesarse. Las mujeres voluntariosas y seguras de sí lo atraían por ser lo opuesto de lo que solía encontrar.

— Llevas ventaja sobre mí — Victor se lamentó. — Yo no sabía nada respecto a ti, a no ser que eres la mujer más bonita de la fiesta.

—Sé algo y acabo de descubrir otro detalle – Myriam continuó. – Tu repertorio de seducción no es de lo más variado. Tú ya dijiste eso antes.

— Nunca voy a cansarme de repetirlo, Myriam que tú eres bonita.

La mirada de Victor fue tan penetrante que Myriam erró el paso. Bajo la blusa, se erizo y ella intentó retroceder, pero él la atrajo aún más contra su pecho.

— No — Myriam protestó con un hilo de voz.

— ¿No que? — Victor preguntó junto a su oído.

— No se quede tan cerca de mí.

Con el instinto otorgado por la práctica, Victor hizo lo que Myriam mandaba.

— ¿Así está mejor?

Ella ya se había arrepentido de la orden y pensó en sonreír, pero el buen sentido la impidió volver atrás. No era, al final, mujer de implorar algo a un hombre.

— Mucho mejor.

Él no creyó que Myriam estuviese siendo sincera, pero no le dio importancia al hecho. Estaba divirtiéndose. Era una verdad universal que la cacería era la parte más interesante de la conquista.

— Por qué no me hablas sobre ti.

— ¿Qué te gustaría saber?

— Todo.

Una sonrisa surgió en los labios de Myriam.

— ¿Podrías ser más preciso?

Victor imaginó sobre cual sería la reacción de Myriam si le dijese que lo que quería era verla desnuda en una cama entre sábanas blandas.

— ¿En qué trabajas?

No es que una mujer como Myriam necesitase trabajar para sostenerse, pensó él. Podría ser amante de un hombre rico. Él.

— ¿Qué te parece?

— ¿Eres modelo?

— No tengo altura para eso — Myriam se apresuró a contestar, aunque no pudiese disfrazar la satisfacción que sintió por la sugerencia. — Ni peso. Las modelos necesitan ser altas y delgadas.

La mirada del príncipe se posó en los senos y en las caderas de Myriam.

—Eres perfecta.

Myriam se estremeció en el círculo de aquellos brazos. No estaba acostumbrada a galanteos tan osados. Los hombres con quienes se relacionaba eran intelectuales y ellos no abordaban la sensualidad, sino la inteligencia.

Él la hizo girar de repente y ella lo agarró por el cuello. Necesitaba estar atenta. El príncipe era un bailarín ágil. No estaba acostumbrada tampoco a bailar con alguien que parecía deslizarse por la pista como si estuviese en las nubes.

— ¿Desistes? — Myriam lo provocó. — No pareces ser muy bueno en acertijos.

— Quizá no, pero soy extremadamente bueno en otras cosas, Myriam. — Victor garantizó.

Myriam contuvo el aliento al sentir al príncipe colocar una pierna entre las de ella en una provocación sexual. Necesitaba acabar aquello. Inmediatamente.

— Soy una cazadora de cabezas — ella declaró y sonrió enseguida — Trabajo en una agencia de colocaciones en el sector de selección.

— ¿Eres buena haciendo tu función?

— Soy.

— Debes ser una mujer intuitiva, entonces — él murmuró y la hizo estremecer con una caricia.

— Estoy cansada — Myriam decidió decir. Necesitaba alejarse de aquella pista de baile. Victor le estaba quitando el aliento.

Para Victor, la sugerencia fue providencial. Hacía años que no necesitaba ejercer control sobre sus deseos. No estaba muy acostumbrado.

En cuanto pararon de bailar, Myriam notó que la pista estaba completamente vacía. Miró alrededor y descubrió que ella y el príncipe estaban dando un show gratuito para los invitados, sin sospecharlo.

— ¿Una exhibición y tanto, no? — Guy dijo bajito al aproximarse a ellos. — Fue tan erótico que resolví decir adiós a la fiesta y robar a Sabrina.

— Nosotros solo estábamos bailando — protestó Victor.

Guy sonrió y le hizo un guiño.

—Bien, gracias por todo. Principalmente por el viaje que nos regalaste, Victor.

— Es un placer para mí proporcionaros placer — Victor contestó con una sonrisa significativa.

— Sabrina me dijo que era secreto el lugar. — Myriam se dirigió a Guy.

Los dos hombres se miraron

— La tradición manda que el secreto sea compartido apenas por el novio y por su padrino —explicó Victor — Pero no te preocupes. No te quedaras curiosa por mucho tiempo. Más tarde yo te contaré.

— ¿Más tarde? ¡Ya es tarde!

— Quise decir más tarde cuando salgamos a tomar una copa.

— ¿Pero tu no afirmaste qué raramente bebes?

Victor estaba sintiendo la pulsación del deseo. Por más que intentase dominar a Myriam, ella siempre lo contrariaba. Por lo que sus actitudes indicaban, él no conseguiría llevarla a ningún lugar aquella noche.

— ¿Tú no quieres ir?

Por poco ella no dejó escapar una sonrisa de malicia. Algo, sin embargo, la hizo percibir qué no debía abusar de su suerte.

— Fue un largo día — se disculpó. — Estoy exhausta. ¿Podríamos quedar para otra vez?

Una sombra pasó por los ojos oscuros.

— Jamás repito una invitación.

Una sensación de pérdida la invadió. Había encontrado un hombre diferente de los otros y perdió la oportunidad de conocerlo. Por otro lado, quizá hubiese sido una suerte. Victor era un hombre poderoso y la fuerza del poder significaría su fragilidad.

— Es una pena.

— Realmente — él aceptó antes de alejarse por el salón.

— ¡Los novios están saliendo! — gritó alguien y todos se reunieron a la puerta para despedirse.

Myriam se mantuvo donde estaba. Sabrina se había cambiado el vestido de novia por un conjunto de pantalón largo azul claro, y Guy estaba con un traje oscuro.

Sabrina se colocó de espalda y echó el bouquet. Él casi fue a parar en las manos de Myriam, pero otra mujer saltó frente a ella y lo agarró. Myriam encogió los hombros. Era natural que todas las mujeres con más de veinte años se esforzasen para coger el bouquet de la novia. Además, ella ni siquiera tenía certeza de quererse casar.



GRACIAS POR SUS MENSAJES Smile SI ME DEJAN MAS, PONDRE MAS DE ESTA GRAN HISTORIA Smile

BESITOS!


Última edición por christina34 el Dom Mar 21, 2010 8:04 pm, editado 1 vez (Razón : error)
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