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La Trampa de Cenicienta

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Mensaje  dulce_myrifan Miér Sep 09, 2009 10:05 pm

Holaaaaaaa La Trampa de Cenicienta 373953 pss sin tanto verboo les traigo una novelita new que me gustooo y pss espero tambien les guste a ustedes y pss esperemos esta no me salga con codigos ehhh... ahi les va el primer capitulo!!


Cap. 1

— ¿Cuál es, cuál es el jefe?

Myriam oyó con tal claridad el susurro de Luisa que apenas pudo contener la risa ante la excitación de su compañera. Si no tenía cuidado, el jefe la oiría.
Su diversión desapareció cuando miró al grupo de ejecutivos que acababa de entrar y era recibido por un hombre robusto y bajo, en traje de etiqueta: el administrador del hotel no pudo evitar una mueca despectiva al observar la deferencia con que trataba a los visitantes, en especial a uno de ellos.
¿No debía ser obvio para cualquiera, incluida Luisa, que esa persona era Victor García? Desde su brillante pelo oscuro hasta la punta de sus relucientes zapatos, proclamaba que era el dueño y director de la cadena de hoteles García.

—Dime, ¿sabes quién es? —insistió Luisa, a su lado, con la cara sonrojada por la emoción.
Myriam sorbió un poco de vino y le molestó comprobar que su mano no estaba tan firme como hubiera deseado. Había estado preparándose para ese momento desde que le habían comunicado, hacía semanas, que asistiría a la inauguración del Fontan, el más moderno de los hoteles García. Entonces, ¿por qué se sentía tan nerviosa?
—Dímelo —rogó Luisa, impaciente.
—El del medio —lo señaló con un ligero movimiento de su copa.
— ¿El alto y moreno? Es mucho más joven de lo que pensaba y… ¡fabuloso! ¡Nunca creí que fuera tan guapo!
«Yo tampoco», pensó Myriam. La había impresionado en fotografía y aún más en persona, cuando Everardo lo había llevado de visita a su casa. Pero de eso hacía muchos años, ella era casi una niña.
Los luminosos ojos miel de Myriam se ensombrecieron un momento, mientras paladeaba otro sorbo de vino. Agradeció que el leve temblor de su mano hubiera desaparecido. La preocupaba la posibilidad de que fuera un síntoma de que esa joven que un día había sido se encontraba escondida en el fondo de su alma, lista para salir a la superficie cuando menos lo esperaba.
— ¿Qué hora es? —las continuas preguntas de Luisa empezaban a irritarla.
—Ocho cuarenta y cinco.
Las presentarían a Victor García a las nueve. Desde que ella, Luisa y las otras dos chicas habían llegado al Fontan, las habían llevado de un lado para otro, dándoles instrucciones sin parar, hasta hacerlas sentirse más como piezas de una máquina que como personas. Y a Myriam le molestaba formar parte del espectáculo que se ofrecía a Victor García, causa y razón de ese alboroto.
El lema de los hoteles García era «comodidad y eficiencia» y, por lo menos esa noche, lo cumplían. No había visto los dormitorios, pero si eran tan lujosos como el comedor, con sus candelabros, mullidas alfombras y cortinas de terciopelo, sin duda confirmarían la fama de la cadena. Y debía admitir que la puntualidad del dueño era un ejemplo vivo de cómo dirigía sus hoteles. Su llegada estaba planeada para las ocho y treinta y a las ocho y veintinueve un murmullo indicaba que García se encontraba en el vestíbulo.
— ¡Sólo faltan quince minutos! —la voz de Luisa reflejaba su excitación.
Myriam murmuró algo que podía interpretarse como una aceptación, mientras buscaba un lugar para dejar su copa. Incontables camareros circulaban entre los huéspedes con bandejas cargadas de bebidas, pero no parecían ocuparse de recoger las copas vacías.

Caminando con gracia de una manera que se había vuelto natural, en ella, después de muchas horas de práctica, Myriam atravesó la habitación, sin siquiera notar las miradas que la seguían. También a eso estaba acostumbrada. Estatura media, tan delgada como un galgo y de pelo negro hasta los hombros, tenía muchas ventajas para ser modelo, pero demasiados inconvenientes si prefería permanecer en el anonimato.
El tocador de señoras, decorado de rosa y blanco, era tan elegante como el comedor. Se contempló en un enorme espejo y comprobó que su maquillaje y su peinado estaban intactos.
Mientras se ponía unas gotas de perfume, tuvo la desagradable sensación de que algunas mariposas revoloteaban en su estómago. ¡No estaba nerviosa! Después de años de aparecer en funciones sociales y pasar ante las cámaras, el público ya no la intimidaba, mucho menos Victor García. Además, no creía que la recordara; en realidad, deseaba que no lo hiciera, pues su plan se frustraría si él relacionaba a Myriam Montemayor con la Patti Donovan, de diecisiete años, que un día había conocido.
Revisó su vestido, que acentuaba deliberadamente las curvas de su cuerpo, y una amplia sonrisa iluminó su cara. Una sonrisa que hubiera sorprendido a su agente y a los fotógrafos, acostumbrados a su expresión más bien fría e indiferente.
—Veamos qué piensa Victor García de ti —dijo, guiñando un ojo a la imagen del espejo.
Dalia se reunió con ella en cuanto volvió al salón.
— ¿En dónde has estado? ¡Te he buscado por todas partes!
—Fui a retocarme el maquillaje.
— ¡Myriam, sabes muy bien que estás perfecta, como siempre! Pero apresúrate —la guió, cogiéndola del brazo, hasta el lugar donde Luisa y la otra modelo esperaban—. El señor Roman traerá a Victor García dentro de un minuto.
—No te pongas nerviosa —la tranquilizó Myriam—. Aún no son las nueve.
Comodidad y eficiencia, las palabras se repitieron en su cerebro cuando un reloj de pie, en un rincón del salón marcó las nueve de la noche con unas campanadas. Victor García y su grupo se dirigieron hacia ellas. Sorprendida, Myriam se dio cuenta de que tenía las palmas de las manos húmedas y se las secó contra la tela del vestido, mientras ocupaba su lugar en la fila, tras Dalia.
—Ellas son las jóvenes que pasarán los modelos en la exhibición de mañana.
Quien las presentaba era Gustavo Roman, el mismo hombre que las había recibido esa noche. «El esclavo del director», se dijo Myriam con cinismo. Ellas todavía no podían aspirar a que las atendiera el dueño.
—Ésta es la señorita Dalia Austin.
Myriam miró de reojo a Victor. ¿Había cambiado mucho en los últimos años?
No, el tiempo apenas lo había afectado. Quizá tenía ligeras arrugas alrededor de los ojos y la boca, pero las facciones eran las mismas. Poseía una mandíbula cuadrada que proclamaba una confianza en sí que rayaba a la arrogancia y un don de mando que era casi agresivo; cualidades que lo habían llevado a la posición en que se encontraba a los treinta y cuatro años.
De cuerpo, parecía más sólido, pero sus caderas y su cintura seguían siendo delgadas, señal de que se mantenía en buena forma física. La única nota suave en su persona era el pelo negro, que le caía sobre la frente dándole el aire de un muchacho. Pero Myriam lo conocía demasiado bien para dejarse engañar.

—Y, desde luego, la estrella de la exhibición, la señorita Myriam Montemayor.
Con un sobresalto, comprendió que la conversación con Dalia había concluido y que el pequeño grupo de personas había continuado su ronda. Victor García estaba delante de ella y le tendía la mano para saludarla.
—Es un placer conocerla, señorita Montemayor.
Rodeado y agasajado por sus empleados, especialmente por su subdirector, parecía un miembro de la familia real.
—Desde luego, su nombre y su cara me son familiares. Estoy encantado de que haya tenido tiempo para este trabajo. Sé que está muy ocupada.
—Sí, tengo muchos compromisos —la sonrisa de Myriam era graciosa, pero fría, profesional, y lo miró a los ojos negros—, pero no podía negarme a pasar la ropa de Raphael.
Le agradó poder decirlo; significaba que eran los vestidos de uno de los más conocidos diseñadores lo que la había atraído, no la fama de los hoteles García, por muy prestigiosos que fueran.
Victor García asintió.
—He visto sus creaciones, son asombrosas.
¿La había reconocido? Su mirada fue tan aguda e inquisitiva que Myriam sintió un estremecimiento por la espalda. Pero no, esos ojos oscuros no habían descubierto su secreto. Victor se limitaba a mantener una conversación social.
—Sí, sus vestidos son verdaderos sueños.
—Y estoy segura de que su belleza aumentará la elegancia del diseño.
«Muy adecuado, señor García». Myriam bajó las pestañas e inclinó la cabeza como indicación condescendiente de que aceptaba el piropo. Sí, Victor poseía todos los encantos de la buena educación y su voz profunda parecía encerrar una nota de sinceridad.
—Raphael saca el mejor partido de cualquier mujer —replicó—. Sabe cómo destacar la silueta femenina.
—Su silueta no necesita que la destaquen —su mirada recorrió con atrevimiento las formas más íntimas del cuerpo de la modelo. Myriam había visto el mismo brillo en los ojos de muchos hombres; también en las pupilas de Simon Robles cuando la conoció—. Usted podría hacer que un saco de patatas pareciera un diseño de París.
«Y apuesto a que le dice lo mismo a todas las mujeres que conoce», pensó Myriam, pero el desdén se combinaba con la satisfacción de comparar el cumplido de Victor con la descripción que había hecho de ella la última vez que la había visto.
—Le traeré una copa, permítame…
Alzó una mano y un camarero apareció de la nada, con una bandeja llena de vasos. Myriam aceptó el vino blanco que le ofreció, esperando que una vez cumplidas las formalidades, Victor se reuniera con Gustavo Roman y el resto del grupo. Para su sorpresa, prefirió quedarse allí.
—Dígame, ¿qué le ha parecido Fontan?
—Me gusta lo que he visto, en general, aunque no sea mucho: el vestíbulo principal y el comedor.
Había un ligero temblor en la voz de Myriam. Se daba cuenta de que Victor la había separado de las otras modelos y volvía a sentir esa extraña sensación en la boca del estómago. Tomó un trago de vino para que desapareciera.
— ¿Le gustaría ver el resto del edificio?
«No contigo, muchas gracias», quiso replicar, pero esa respuesta hubiera traicionado lo que sentía hacia él, así que optó por mostrar un interés superficial.
—Me agradaría ver qué clase de servicios ofrecen —le resultó imposible resistir la tentación de darle un tono provocativo a su respuesta—. He descubierto que las habitaciones de los hoteles son adecuadas para los varones, pero si desea atraer a las mujeres de negocios, tendrán que añadir varios detalles.
— ¿De verdad? —por un momento, adoptó una expresión pensativa—. Quizás deba usted darme su opinión al respecto.
Antes de que comprendiera lo que pretendía, le quitó la copa de la mano, la dejó en una mesa, le pasó el brazo bajo el codo y la condujo hacia la puerta.
— ¿Ahora? —Myriam no fue capaz de ocultar su asombro.
— ¿Acaso podríamos encontrar mejor oportunidad?
—Pero, ¿no nos echarán de menos?
Victor descartó la posibilidad con un encogimiento de hombros.
—Ya cumplí, he sido cortés con la gente importante. Ahora tengo derecho a divertirme un poco. Y además, el administrador del personal, Roberto, es capaz de solucionar cualquier problema; de otra manera no lo hubiera contratado.

El toque de arrogancia del último comentario le resultó muy familiar. A los veinticinco años, cuando lo conoció. Victor García poseía ya una confianza en sí mismo que la hacía sentir tonta e ingenua a la vez. Por un momento Myriam dudó y la tensión contrajo sus músculos. ¿Deseaba estar a solas con ese hombre? No formaba parte de su plan. Todo lo que pretendía era observar cómo reaccionaba ante ella y su respuesta instintiva, espontánea, ya le había dado una satisfacción. Una leve y cínica sonrisa cruzó sus labios cuando pensó en la mirada de Victor… Oh, sí, la había mirado de una forma muy distinta que a aquella adolescente insegura, de diecisiete años.
—Así que… ¿vienes?
Dejó de sonreír al darse cuenta de que la evidente reacción del hombre no había sido suficiente. No había aliviado la humillación de sus recuerdos: al contrario, había agravado la herida.
Lo miró a la cara. Su rostro no reflejaba más que paciencia mientras esperaba su respuesta y se consternó al sentir que la ira la invadía. Tuvo que luchar para impedir que su furia explotara en palabras despectivas. Victor García había nacido con una buena provisión de atractivos y no estaba acostumbrado a la incertidumbre, a la inseguridad de alguien que trataba de abrirse paso en el mundo. Era como los demás hombres que ella había conocido, se dejaba deslumbrar por una cara bonita y un cuerpo sensual, sin pensar en la persona que había bajo el físico, cuyos sentimientos podían ser heridos. Si hubiera algún modo de mostrarle… Una idea germinó en su mente y se decidió.
—Voy, señor García —contestó fríamente.
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Mensaje  myrielpasofan Miér Sep 09, 2009 10:19 pm

andale dulce esta novela se ve interesante..aki me veras todos los dias dando guerra jajajajaja
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Mensaje  alma.fra Miér Sep 09, 2009 10:45 pm

Muchas gracias por esta nueva novela, estaremos al pendiente.
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Mensaje  myrithalis Miér Sep 09, 2009 11:22 pm

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Yupi, yupi Que bueno que estas de vuelta Dulcecita y con novelita nueva que padre y Gracias por todas las novelitas que pusiste y Bienvenida Otra Vez Gracias Saludos Atte: Iliana La Trampa de Cenicienta 423370 La Trampa de Cenicienta 423370 La Trampa de Cenicienta 423370 La Trampa de Cenicienta 423370 La Trampa de Cenicienta 423370 La Trampa de Cenicienta 423370 La Trampa de Cenicienta 953882 La Trampa de Cenicienta 953882 La Trampa de Cenicienta 953882 La Trampa de Cenicienta 953882 La Trampa de Cenicienta 953882 La Trampa de Cenicienta 953882 La Trampa de Cenicienta 953882 La Trampa de Cenicienta 953882 La Trampa de Cenicienta 953882 La Trampa de Cenicienta 953882 La Trampa de Cenicienta 953882 La Trampa de Cenicienta 953882
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Mensaje  Dianitha Miér Sep 09, 2009 11:29 pm

ya sabes niña k ya me declare tu fan jajaja La Trampa de Cenicienta 95247 La Trampa de Cenicienta 95247 La Trampa de Cenicienta 95247 y pues me tendras aki todos los dias impaciente x leer tu novela niña k se ve k va a estar super emocionante nos leemos pronto ñiña La Trampa de Cenicienta 388331 La Trampa de Cenicienta 388331 La Trampa de Cenicienta 388331

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Mensaje  Peke Miér Sep 09, 2009 11:55 pm

La Trampa de Cenicienta 146353 La Trampa de Cenicienta 146353 La Trampa de Cenicienta 146353 k chidooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooo La Trampa de Cenicienta 146353 La Trampa de Cenicienta 146353 La Trampa de Cenicienta 146353

ahora tendremos una historia mas k leer muii buena x ciertooooo

solo plisss no nos olvides!!!!

saludos La Trampa de Cenicienta 953882

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Mensaje  mats310863 Jue Sep 10, 2009 8:20 am

GRACIAS POR EL INICIO DE ESTA NUEVA NOVELA

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Mensaje  aNaY Jue Sep 10, 2009 8:33 am

andaleeee!!! eso me gustaaaa... una wena novelita que siempre es bien recibida.... vamos vamos niña... ponte la pila pa q pronto llegues a tu meta si se puedeeee si se puedeee!!!!!!


y ps ni modo si no hay capi seguido me tendras dandote lata x msn jijijijijijij



saluditosssssssssssssssssssssssssss



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Mensaje  nayelive Jue Sep 10, 2009 8:49 am

nove nueva y se lee muy interesante [img]https://viccoylaviccobebe.superforo.net/users/28/93/74/smiles/388331.gif[/img] [img]https://viccoylaviccobebe.superforo.net/users/28/93/74/smiles/388331.gif[/img] [img]https://viccoylaviccobebe.superforo.net/users/28/93/74/smiles/388331.gif[/img]
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Mensaje  dulce_myrifan Jue Sep 10, 2009 12:16 pm

Cap. 2

Después del calor y el ruido del comedor, el área de recepción parecía fresca y tranquila. Myriam se detuvo, agradecida, para aspirar una bocanada del aire limpio, mientras Victor se metía tras el mostrador de recepción y examinaba las filas de llaves que colgaban de la pared.
— ¿Qué habitación? —preguntó—. Escoja un número.
Myriam no lo pensó un momento:
—Diecisiete —respondió, decidida, y Victor se volvió para seleccionar la llave; ella volvió a sonreír pensando que él jamás descubriría la razón por la que había escogido ese número. Diecisiete. Diecisiete años en aquel entonces, hacía nueve, aún iba al colegio y era una adolescente tímida e insegura… y Victor García había tomado su frágil y vulnerable ego para aplastarlo con un cruel comentario.
—Aquí está el diecisiete.
El recepcionista, atraído por el movimiento y las voces del vestíbulo, salió de la oficina y, al reconocer a su jefe, lo saludó.
— ¿Puedo ayudarlo en algo, señor?
—No, gracias, Dan —contestó él con indiferencia—. Le estoy enseñando a la señorita Montemayor el hotel.

¿Sabía de memoria el nombre de cada uno de los empleados? Mientras lo seguía hacia el ascensor, Myriam se dijo que era muy improbable que hubiera visto al portero antes de esa noche, pues la contratación del empleado sería tarea del administrador de personal. Y, sin embargo, lo había llamado por su nombre. Debía tener una memoria excepcional.
La idea la llenó de inquietud. ¿Qué pasaría si recordaba el verano de hacía nueve años? «No», se tranquilizó, «si lo hubiera hecho, yo lo habría visto en sus ojos». Además, ella no era la misma. Inconscientemente se pasó una mano por el pelo liso y sedoso, tan distinto a la melena enmarañada que solía llevar a los diecisiete años. Luego se dio cuenta de que Victor la observaba con el ceño fruncido y una expresión de disgusto.
¿Por qué se había molestado? La contracción que sintió en el estómago nada tuvo que ver con el movimiento del ascensor. En el reducido espacio, Victor parecía más alto que nunca. Su pelo negro, brillaba con la luz fluorescente y el aroma de su colonia inundó el aire. Myriam volvió a sentirse nerviosa. Decidida a no mirar esos ojos negros por miedo a que captaran una reacción de ella, fijó las pupilas en el lazo negro de su corbata y esperó a que el ascensor se detuviera.

—Ya estamos.
Victor retrocedió para dejarla pasar y ella salió en silencio al corredor alfombrado. Sin titubear, él la condujo a la puerta número diecisiete.
El dormitorio no desilusionó a Myriam. Las grandes ventanas le daban un aspecto claro y luminoso. Un cómodo sofá y dos butacas miraban al televisor junto a la entrada. Detrás estaban los muebles de dormitorio: un tocador, armarios dobles y una cama grande, cubierta con una colcha en tonos rosa y turquesa.
— ¿Y bien?
—Muy agradable.
Mantuvo su tono neutral con cierto esfuerzo. Era consciente de que se encontraba sola con ese hombre en el ambiente íntimo de un dormitorio, aunque fuera el de un hotel. Todo estaba silencioso; los sonidos del tráfico de la ciudad apagados por los gruesos vidrios; ni siquiera se oía la música de la fiesta que se celebraba un piso más abajo.
—Me gustaría revisar algunos detalles.
Él alzó una ceja, incrédulo, y ese gesto enfureció a la joven. Era obvio que Victor García pensaba que no había subido para ver la habitación, sino que era una excusa para estar a solas con él.
—Por favor, hágalo —murmuró.
Se apoyó contra la pared, con los brazos cruzados sobre el pecho y una mirada de resignación. «Está bien, jugaré a tu modo», parecía decirle. «Si prefieres fingir un poco, no me importa. Puedo esperar».
«Esperará hasta que le salgan raíces, señor García», le advirtió Myriam desde el fondo de sus pensamientos. Sería un auténtico placer prolongar la inspección del dormitorio, sintiendo una maligna satisfacción al saber que sus ojos oscuros la seguían con impaciencia mientras ella abría los cajones de la cómoda, inspeccionaba el armario y por fin se metía en el baño. Allí acarició las suaves toallas color turquesa y revolvió las muestras de champú, suavizante y jabones colocadas en una canastita, cerca del lavabo. Luego regresó al dormitorio, abrió la pequeña nevera, curioseó un poco más y, por fin, dio su aprobación.
—Han pensado en casi todo.
— ¿Casi todo? —repitió Victor como un eco.
Con esfuerzo, Myriam contuvo una sonrisa de triunfo. Él no esperaba que ella tomara el asunto en serio.
— ¿Qué le parecería un secador de pelo y una máquina de afeitar para hombre?
—Ambas están a disposición de los huéspedes, lo mismo que el servicio de planchado. Sólo tienen que pedirlo a la camarera. ¿Satisfecha?
Estaba más que satisfecha, impresionada, pero no era su intención demostrarlo. El matiz de ironía en la pregunta de Victor la irritó. Él aún creía que la inspección del cuarto era una farsa, una manera de hacerse la difícil, pero estaba decidida a desilusionarlo. Aunque admitía para sí que la habitación estaba a la altura del lema del hotel, cómodo y eficiente a la vez, deseó encontrarle defectos para molestar a Victor.
—Me gustaría que hubiera más perchas, los hoteles nunca ponen suficientes y unas especiales para pantalones y faldas.
—Me encargaré de eso.
Su tono era firme y seco. Myriam no dudó que seguiría su consejo. Sin duda, daría las órdenes necesarias a primera hora de la mañana siguiente. La resultaba imposible no vanagloriarse de ese pequeño triunfo, de que le diera a su opinión tanta importancia. De pronto recordó que Victor jamás hubiera escuchado a Patti Donovan con la misma seriedad, pues apenas se había fijado en su existencia salvo para hundirla con esas palabras duras y crueles.

—Ya he visto todo lo que quería, ahora creo que debemos regresar a la fiesta.
Victor se enderezó.
— ¿Es eso lo que quieres?
Sus ojos dudaban de la veracidad de su deseo tan claramente que se sintió ofendida. No tenía intención de ceder ante él. Victor García poseía una lengua hábil y siempre se había comportado con un seductor encanto. Habría sido a sus espaldas, cuando creía que no lo estaba oyendo, cuando dijo la verdad.
—Desde luego. Tiene que atender a sus invitados —una vez más, los recuerdos endurecieron su voz—. Y yo debo irme a…
— ¿Tan pronto? Apenas son las diez.
—Trabajo, señor García, y necesito dormir. Si no duermo ocho horas, me salen ojeras en las fotografías. Siempre me acuesto antes de las doce.
— ¿Siempre?
¿Había una nota de diversión en su voz? Una rápida mirada a los oscuros ojos le bastó para captar un rayo de burla en las pupilas.
—Siempre —repitió con firmeza, añadiendo con énfasis—, y sola.
— ¿Acaso sugerí que fuera de otra manera? —protestó el hombre con fingida inocencia.
No, no había sugerido nada, pero se traslucía en su cara, en el brillo de sus ojos. Igual que muchos otros hombres, suponía que una modelo era una cara bonita, sin cerebro, disponible para cualquiera que deseara tomarla… Pues bien, esta modelo era la excepción a la regla.
—Me gustaría volver a la reunión —insistió, dominando su indignación con bastante esfuerzo—. Gracias por enseñarme la habitación, señor García.
—Ha sido un placer —replicó de inmediato—. Y, mi nombre es Victor.
«Ya lo sé». Las palabras estuvieron a punto de escapar de su boca y tuvo que morderse el labio inferior para impedir que salieran. Si supiera cómo conocía su nombre, aun antes de verlo la primera vez. La conversación de Everardo estaba salpicada de «Victor esto» y «Victor lo otro». Ella había supuesto que, cuando el famoso Victor García apareciera, la realidad resultaría decepcionante. No había sido así, Victor había entrado en su vida con la fuerza de una explosión nuclear, destrozándola en el espacio de unas cortas horas. No había vuelto a ser la misma.

Él se la acercó y Myriam temió que notara la involuntaria tensión de su cuerpo delgado y oyera el latir de su corazón. Con una sonrisa que la estremeció con su atractivo, levantó un dedo y recorrió suavemente su mejilla. Ella sintió ese contacto como una quemadura y retrocedió. La sonrisa del hombre no se alteró. Dejó caer la mano sobre el hombro de la joven, apretando sus delicados huesos y transmitiéndole su calor a través del delgado tejido de la chaqueta.
— ¿Quieres volver a la recepción? —preguntó con voz ronca.
El seductor tono de su voz podía haber vencido el ánimo de una joven crédula muy fácilmente, pero hacía mucho que Myriam había dejado de confiar en Victor García o de tomar en serio sus palabras.
—Yo pensaba que celebraríamos nuestra propia fiesta…
«Ahora estamos llegando a la verdad», pensó ella, «a la verdadera razón por la que me ha traído aquí».
— ¿En la habitación? —su voz subió de tono. Victor frunció el ceño, pero a la vez se encogió de hombros.
—Donde quieras —contestó—. Podría llevarte a tu casa, si lo prefieres, o…
Myriam no lo dejó terminar.
—Preferiría regresar con mis amigas. Se estarán preguntando dónde estoy.
El brillo de burla volvió a iluminar los ojos del hombre.
— ¿Tienes que informar de todas tus idas y venidas? —inquirió con tal ironía que la chica irguió la barbilla, con los ojos brillantes de indignación.
— ¡No tengo! Es una amabilidad de mi parte… vine con ellas —«y volveré a casa con ellas», agregó para sí.
La mano de Victor seguía apoyada sobre su hombro. No era así como había planeado las cosas; sólo había pensado en despertar el interés de Victor para lograr que la viera como una mujer diferente a Patti Donovan de diecisiete años, a la que había tratado con tanto desprecio. Lo había conseguido, pero más allá de lo que se había propuesto. Parecía decidido a no aceptar una negativa por respuesta.
— ¿Por qué estás tan ansiosa de volver a la fiesta? —por primera vez la irritación se reflejó en su voz y Myriam se alegró de haber alterado su «imperturbable» calma—. Podía haber jurado que no te estabas divirtiendo, igual que yo.
Así que había notado su malestar y, gracias al cielo, interpretado mal las razones que lo inspiraban.
—Es una reunión social, parte de mi trabajo. En realidad debería…
Se detuvo, reducida al silencio por la mirada del hombre. Las pupilas estaban fijas en su cara y podía sentir cómo quemaban su piel. El brillo de esos ojos no le dejaba la menor duda acerca de sus intenciones. Iba a besarla. Tenía los labios secos y se los mojó con la lengua. Él bajó la mirada en ese momento y descubrió el leve movimiento revelador.
Pero Myriam se recuperó deprisa. Aquello no era nuevo. Había estado en la misma situación muchas veces y sabía cómo manejarla. Quizá la adolescente Patti se hubiera vuelto loca de miedo, pero ya no tenía diecisiete años y no recurriría a protestas inocentes. Cuando Victor inclinó la cabeza, se apartó a un lado, con cuidado y suavidad, de manera que los labios masculinos le rozaron el pelo en lugar de los labios, como él intentaba. Se enorgulleció de que su acción pareciera natural, como si se hubiera movido de forma espontánea.
Desde la puerta, se volvió para mirar al hombre que se había quedado parado en medio de la habitación. ¿La ira había vuelto negras sus pupilas, endureciéndolas como si se hubieran convertido en rocas? No estaba segura. Le mantuvo la mirada, abriendo un poco sus ojos en señal de reto.
—Creo que ya es hora de que volvamos a la fiesta —observó con calma, y salió del dormitorio sin mirar atrás, para no darle más alternativa que seguirla.

Victor la alcanzó cuando oprimía el botón del ascensor. Su mano cubrió la de ella, la obligó a girar sobre sí misma y antes de que tuviera tiempo de protestar, inclinó la cabeza y capturó sus labios con un beso violento que la dejó atontada, incapaz de resistirse. Esos segundos fueron suficientes para que él hiciera lo que quería: tomar el beso que ella le había negado. Cuando llegó el ascensor y las puertas se abrieron, la soltó y le cedió el paso con una clara expresión de triunfo.
Demasiado sorprendida para hablar, Myriam pasó ante él, desconcertada al sentir que las piernas la sostenían con dificultad. Sus ojos miel lanzaron chispas al encontrarse con los negros de Victor, pero eso sólo convirtió el gesto travieso de su cara en una amplia sonrisa.
—Ahora sí volveremos a la fiesta —afirmó y el tono de su voz la hizo sonrojarse. Se mantuvo rígida, delante de él, esperando en un silencio absoluto a que el ascensor descendiera.
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Mensaje  nayelive Jue Sep 10, 2009 5:10 pm

gracias por el capi [img]https://viccoylaviccobebe.superforo.net/users/28/93/74/smiles/455262.gif[/img] [img]https://viccoylaviccobebe.superforo.net/users/28/93/74/smiles/455262.gif[/img] [img]https://viccoylaviccobebe.superforo.net/users/28/93/74/smiles/455262.gif[/img]
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Mensaje  alma.fra Jue Sep 10, 2009 10:25 pm

Ke padre capitulo, yo creo ke a Victor no le gusta ke ele digan ke no. La Trampa de Cenicienta 423370 La Trampa de Cenicienta 423370
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Mensaje  Dianitha Jue Sep 10, 2009 10:55 pm

claro k a victor no le gusta k le digan k no pero myriam n va a ser tan facil de conquistar La Trampa de Cenicienta 95247 La Trampa de Cenicienta 95247 xfitas niña no tardes con el siguienete cap k mu muero x saber k es lo k va a pasar con estos dos ñiños me encanta esta novelita La Trampa de Cenicienta 196 La Trampa de Cenicienta 196 La Trampa de Cenicienta 196

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Mensaje  Marianita Jue Sep 10, 2009 11:18 pm

Jajajaja, apenas hace rato creo estaba pidiendo novela tuya nueva pa que no te quejes que no notamos tu ausentismo ehh jajaja!!! Twisted Evil Ya te dije que soy bruja y quiero más capis!!!!! La Trampa de Cenicienta 64473 La Trampa de Cenicienta 64473 La Trampa de Cenicienta 64473 La Trampa de Cenicienta 64473
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Mensaje  myrielpasofan Jue Sep 10, 2009 11:53 pm

muchas grax por el capi de hoy dulce...
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Mensaje  fresita Vie Sep 11, 2009 2:14 am

grax niña muy buena sihuele


saludos
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Mensaje  dulce_myrifan Vie Sep 11, 2009 10:40 am

Cap. 3

Cuando el taxi se detuvo ante el hotel, Dan, el portero, se adelantó para abrir la puerta y abrió un enorme paraguas para protegerlas de la lluvia que había empezado a caer mientras se celebraba la fiesta. Bajo su protección, Luisa, Clara y Dalia, se metieron en el coche. Myriam estaba a punto de seguirlas cuando una alta figura masculina apareció en el vestíbulo y una mano grande la tomó del brazo con la fuerza suficiente para impedir que se moviera.
—Yo llevaré a la señorita Montemayor a su casa, Dan —anunció Victor García.
«¡Oh no, no lo harás!», gritó para sí, pero reprimió las palabras. No podía provocar una escena en la entrada del Fontan, con los huéspedes de la fiesta a poca distancia, esperando que les llevaran sus coches.
—Preferiría irme con mis amigas —argumentó. El sonido se perdió con el portazo del taxi y el rugido del motor al ponerse en marcha. Era obvio que Dan sabía que la convenía obedecer a su jefe y no estaba dispuesto a molestarlo.
Palideció al ver que el coche se alejaba. A la luz de las farolas de la calle, pudo ver a Luisa estudiándola con abierta curiosidad. Tendría que contestar un largo interrogatorio al día siguiente; «lo que faltaba», pensó, de mal humor. Cuando el coche desapareció en la esquina, se volvió para enfrentarse con franca hostilidad al hombre que le había impedido marcharse.
—No hace falta que me lleve a casa, señor García. Su empleado, el señor Román, ya había organizado que…
—Yo lo he desorganizado —la interrumpió Victor con suavidad—. Creo que estarás más cómoda en mi coche que con tus tres amigas en un taxi. Además —continuó antes de que ella pudiera protestar—, vives al otro lado de la ciudad y tendrían que llevarte después de dejar a tus compañeras. Conmigo llegarás antes.

Myriam apretó los labios. ¿Cómo había averiguado eso? Román sabía dónde vivía, pero era poco probable que le hubiera dado esa información a su jefe, a menos que él la hubiera solicitado. La sospecha de que todo estaba bien planeado la hizo estremecerse.
Después de que él la besara, en el ascensor, ella había entrado en el salón sin mirar atrás y sólo se relajó, cuando se perdió entre los invitados, ocultándose de la mirada penetrante de Victor. Durante el resto de la velada lo había evitado con cuidado, manteniéndose cerca de las otras modelos y deseando que llegara la hora de partir. Esperaba desaparecer sin despedirse siquiera de su anfitrión. Su súbita aparición en el vestíbulo del hotel le había estropeado la estrategia.
—Éste es mi coche —anunció Victor cuando un empleado detuvo ante ellos un reluciente Jaguar negro. Abrió la puerta de los pasajeros y esperó a que ella entrara.
Myriam titubeó. No deseaba estar a solas con ese hombre, pero no tenía alternativa. Varios invitados la miraban con curiosidad. «¡Maldita sea, Victor García!», pensó y subió al coche, con la cabeza bien alta.
—Hace una noche espantosa —comentó Victor al avanzar por la calle oscura, tratando de ver a través de la cortina de agua que caía sobre el parabrisas.
—Podía haberme ido en el taxi, ya se lo dije.
—Y yo contesté que era más conveniente que te llevara yo —la miró un instante—. No voy a violarte, señorita Montemayor, ni a venderte como esclava. ¿Por qué no te tranquilizas?
La ironía de su voz la hizo reparar en la manera en que estaba sentada, derecha como una estaca y apretando el bolso contra su regazo. Se apoyó en el asiento y trató de relajarse, pero le fue imposible. La mano del hombre casi rozaba su pierna al cambiar las velocidades.
—No eres la clase de hombre que acepte una sugerencia, ¿verdad? —preguntó con sequedad y lo escuchó lanzar una risita.
—Oh, puedo aceptar una sugerencia, aunque a veces prefiero ignorarla.
— ¿Y esta noche es una de esas ocasiones?
—Exacto —concedió, imperturbable.
— ¿Te importaría si indago la causa?
—Desde luego que no, aunque estoy seguro de que lo adivinas.
—No sé a qué te refieres.
Victor volvió a reír.
—Oh, vamos, Myriam… eres muy guapa y lo sabes. No serías modelo en caso contrario. No acabas de salir del colegio, debes saber muy bien cuándo un hombre se interesa por ti.
— ¿Y tú… estás interesado? —sintió que se le secaba la boca.
— ¿Qué crees?
—Creo que eres un arrogante y egoísta que no puede aceptar un no por respuesta.
—Puedo —la corrigió con sequedad—, pero no tengo intención de hacerlo. Quiero conocerte.

Guardaron silencio, mientras ella analizaba ese comentario. Las cosas se movían demasiado rápido para su gusto y no estaba segura de si le agradaba la dirección que tomaban. Había planeado demostrarle a Victor que era una persona diferente de la muchacha que había humillado en el pasado, y por el brillo que había encendido sus ojos al verla mirar sabía que lo había logrado… pero nunca se había propuesto que se interesaba de esa manera.
— ¿Y qué pasaría si yo me negara?
—Sería un juicio precipitado —repuso él con falsa dulzura—. ¿He sido mal educado o hecho algo que te ofenda?
«Me besaste». Quería gritárselo, pero se contuvo con esfuerzo. No era el beso lo que la había molestado, sino el insulto, la arrogancia de tomar lo que quería sin pensar en los demás. Y, sobre todo, al saber que deseaba besar a Myriam Montemayor cuando nunca se había sentido atraído por Patti Donovan. Un sabor amargo la invadió al recordar las noches en que había soñado con ese beso, creando una fantasía muy diferente a la realidad. El beso de Victor confirmaba su sospecha de que todos los hombres eran iguales: lo atraía sólo la belleza exterior y por esa razón lo despreciaba.
—Mira —trató de parecer tranquila y razonable—. ¿No puedes aceptar que no me atraes aunque yo te atraiga? Pasa a menudo.
—Si puedes darme una razón lógica, lo pensaré.
¡Darle una razón! La cabeza de Myriam giró mientras trataba de reflexionar. No tenía otra explicación que ofrecerle excepto que era Patti Donovan y que, por motivos que no le parecían muy claros ni a ella misma, no deseaba que lo supiera todavía.
—Lo único que te pido —le decía Victor—, es que me veas otra vez. No es demasiado pedir que pasemos una velada juntos, ¿o sí?
—No.
Se le escapó la respuesta antes de pararse a pensar si era prudente o no aceptar esa invitación. Implicaba una concesión, y no estaba dispuesta a ceder. Pero aun mientras reflexionaba, otra idea se formaba en su mente. Ya había admitido que no era suficiente que Victor García mostrara interés en ella. En el fondo deseaba que él pagara por el dolor que le había causado a la Patti de diecisiete años, destruyendo su incipiente seguridad.
Miró al hombre que estaba a su lado, dejando descansar sus ojos en el atractivo rostro que las farolas de la calle iluminaban intermitentemente. Quería destruir ese egoísmo, humillarlo, desconcertarlo. Y él le estaba brindando la oportunidad.
—Hemos llegado, Cenicienta. Estás en tu casa y todavía falta media hora para que sean las doce de la noche.
Myriam miró por la ventanilla, asombrada. Absorta en sus pensamientos, no se había dado cuenta de que habían llegado a la calle donde vivía. Cuando el coche se detuvo ante su portal comprendió que había llegado el momento de tomar una decisión. Victor apagó el motor y se volvió a mirarle.
—Myriam… —empezó y el uso de su nombre la impulsó a la acción. No le había dado permiso de llamarla Myriam, ni hecho nada que alentara esa familiaridad, sin embargo lo pronunciaba con una tranquilidad que sugería que eran amigos… nada más. Era típico que supusiera, en su inmensa vanidad que, ya que todas las mujeres lo consideraban irresistible, también ella caería rendida ante sus encantos. Desde luego se equivocaba y ella se daría el gusto de demostrárselo.
— ¿Una velada, dijiste? —preguntó, como si sopesara las consecuencias y necesitara un poco más de persuasión para rendirse.
—Podríamos cenar después del pase de modelos de mañana. ¿Estás libre?

Tardó un momento en responder, pues seguía estudiando las posibilidades. ¿Sería capaz de llevar a cabo su plan? ¿Quería hacerlo? Un vistazo a la cara de rasgos fuertes, tantas veces soñada en sus fantasías de adolescente, la convenció. Le encantaría bajar a Victor García del pedestal donde él mismo se había colocado. Era posible que creyera que ninguna mujer se le resistiría, pero ella iba a desilusionarlo.
¿Cómo la había llamado? ¿Cenicienta? Quizás era un nombre apropiado. Patti se había transformado en una magnífica modelo, igual que Cenicienta en una dama de la corte ante el toque de la varita mágica de su hada madrina. Pero para ella no había habido ni una madrastra, ni dos malvadas hermanastras, sólo un padrastro que era la bondad misma y Everardo… Victor esperaba su respuesta.
—Está bien —contestó, despacio—, mañana cenaremos juntos.
Una atractiva sonrisa iluminó su cara.
—Asistiré a la exhibición, así que te recogeré cuando termine, digamos… ¿a las nueve y media?
—Me parece bien. Ahora tengo que irme.
En cuanto lo dijo, Victor se inclinó hacia ella para soltarle el cinturón de seguridad. Luego no se apartó, sino que la miró muy de cerca, con una intención tan fácil de descifrar como la que había mostrado en el cuarto del hotel. Rápidamente, la chica se echó hacia atrás, y abrió la puerta del coche.
—Buenas noches, señor García —dijo con firmeza—. Nos veremos mañana.
Con eso pretendía dejar las cosas en claro y él lo sabía. Sin embargo, le cogió una mano con calma.
—Buenas noches, Myriam —murmuró y la desconcertó al besarle el dorso de los dedos suavemente—. Hasta mañana —añadió, con un tono que dejaba sin aclarar si se trataba de una promesa o una amenaza—. Oh y Myriam… —agregó, cuando ella salió del coche—. Me llamo Victor, recuérdalo.

¡Recuérdalo! ¡Cómo si pudiera olvidarlo! Estuvo tentada a gritárselo antes de que el coche desapareciera calle abajo. No había olvidado su nombre en nueve años, menos en ese momento.
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Mensaje  fresita Vie Sep 11, 2009 1:29 pm

HAY NIÑA SIGUELE ESTA MUY BUENA GRAX



SALUDOS
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Mensaje  Eva_vbb Vie Sep 11, 2009 5:59 pm

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MUCHAS GRACIAS DULCE X LOS CAP... ESPERO NO ATRZARME TANTO EN LOS CAP... X QUE NO TENGO INTER EN MI CASA HASTA EL MIERCOLES QUE BIENE Crying or Very sad Crying or Very sad Crying or Very sad PERO ME AGUANTARE CON TAN SOLO ESTOS 3 CAP... X ESTE DIA YA VOLVERE MAÑANA X MASSSSS
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Mensaje  alma.fra Vie Sep 11, 2009 10:18 pm

Muchas gracias por el capitulo, haber ke pasa en su cena.
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Mensaje  nayelive Vie Sep 11, 2009 10:45 pm

gracias por el capi
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Mensaje  Chicana_415 Sáb Sep 12, 2009 2:35 am

DULCEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEE!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!

QUE BUENOOOOOOOOOOOOOOOOO QUE PONES OTRA NOVELAAAA!!!

Me acabo de poner al tanto y esta novela me esta encantandoooooooo
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Mensaje  Dianitha Dom Sep 13, 2009 9:11 pm

dulce esta novela me gusta eee xfitas no tardes con los cap k esta nov ya me atrapo jajaja La Trampa de Cenicienta 981274 La Trampa de Cenicienta 981274 aki estare espèrandote con el otro cap siii

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Mensaje  mats310863 Lun Sep 14, 2009 10:03 am

BUENOS CAPÍTULOS, GRACIAS

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Mensaje  dulce_myrifan Lun Sep 14, 2009 11:14 am

Cap. 4

El día siguiente, aparte de la exhibición en el Fontan, Myriam no tenía compromisos. Eso significaba que podía permitirse el lujo de permanecer en la cama hasta tarde, pero ese sábado pese a ello, el sueño la eludía.
Estaba inquieta y nerviosa y desde que había abierto los ojos a una mañana llena de sol, sin rastros de la tormenta que había caído durante la noche, comprendió que debía buscar algo que hacer. El tiempo que pasaría hasta las seis de la tarde, cuando debería prepararse para la exhibición, se extendía ante ella seco y árido como un desierto.
Tomando una decisión, apartó la colcha y la sábana, y se puso de pie sobre la alfombra. Unos minutos después, vestida con mayas rosas y azul, se dirigió a la sala y puso su disco favorito. Durante una hora se sometió a una serie de ejercicios vigorosos, usando cada uno de sus músculos, exigiéndose una perfección más exagerada aún que en los días en que estaba decidida a adelgazar. Cuando el disco terminó, volvió a ponerlo y empezó de nuevo. Sólo se detuvo cuando oyó que llamaban a la puerta. Sabía quién era sin necesidad de preguntar.

— ¡Pasa, Maggie! —gritó, un tanto agitada por el ejercicio—. La puerta está abierta.
Sonrió, dándole la bienvenida a su vecina. Maggie, cinco años mayor que ella, había sido su amiga desde que se había mudado al apartamento, hacía cuatro. Una tarde Myriam la había invitado a tomar café y habían congeniado.
—Trabajando a esta hora… ¡el sábado! —exclamó Maggie—. Myriam, eres una fanática.
— ¿Te molesté? —preguntó la chica, pues el apartamento de su amiga quedaba debajo del suyo.
Maggie negó con la cabeza, agitando sus alborotados mechones pelirrojos.
—Ayer salí y he dormido hasta las dos de la tarde. Hubieras podido tirar la casa y no me hubiera despertado. Acabo de abrir los ojos.
— ¿Has desayunado? Podría…
—No para mí, gracias —la interrumpió—. Ayer tomé unos postres tentadores. Demasiadas calorías, así que hoy haré penitencia para pagar por mis pecados —con una sonrisa traviesa observó la cintura delgada de Myriam y sus estrechas caderas—. Tú en cambio puedes comer lo que quieras sin engordar un poco.
La joven sonrió.
—Sabes que eso no es verdad, Maggie. Has visto la evidencia.

Maggie pegaba fotografías de mujeres bellísimas en su nevera, para luchar contra la tentación de comer, pero Myriam sólo necesitaba recordar cómo había sido de adolescente para mantenerse en el camino de la autodisciplina.
—Oh, no exageres —la regañó Maggie—. Hace años que no eres gorda y lo sabes.
Quizá, pero los recuerdos la perseguían y deseaba aplastar al fantasma que la acosaba; aquél que, después del encuentro con Victor, había despertado.
—Pero no he venido a hablar de dietas.
Algo tembló en el estómago de Myriam al adivinar el próximo comentario de su amiga.
—Me estoy muriendo por saber cómo te fue anoche. ¿Hablaste con ese odioso Victor García? —sus ojos azules brillaron de interés cuando Myriam asintió—. ¿Y qué sucedió?
La chica titubeó y después decidió ser sincera.
—Cenaré con él esta noche.
La respuesta de Maggie fue un largo silbido de asombro.
— ¿Que qué? Yo pensé que la idea…
—Ya sé que no lo planeaba así —la interrumpió Myriam—. Pero las cosas no salieron como había calculado.

¿Cómo podía explicarle lo que había pasado? Había tardado mucho tiempo en dormirse preguntándose por qué había permitido que la convenciera de volver a verlo y aún no lo comprendía del todo.
— ¿Aún es como lo recordabas?
—Sí, exacto —apretó los labios—. Igual de atractivo, arrogante y egoísta que antes.
—Entonces, ¿por qué quieres verlo?
Se pasó una mano por el pelo, pensativa.
—No estoy segura. Quiero que me vea como alguien diferente de la adolescente que conoció, pero no es suficiente. Me hirió, Maggie, y quiero herirlo también, hacerle saber lo que se sufre cuando alguien nos aplasta y pensamos que jamás nos recuperaremos.
— ¿Qué harás?
La sonrisa de Myriam fue dura.
—Saldré con él algunas veces y después, cuando se enamore, lo rechazaré… —vaciló—. ¿No lo apruebas?
— ¿Quién soy yo para aprobar o desaprobar tus actos? Entiendo tus sentimientos. Me contaste que Victor García se comportó como un cerdo contigo, pero eso ocurrió hace muchos años. ¿Vale la pena traer ese rencor al presente?

Por un momento, Myriam reconoció que Maggie decía la verdad. Sin embargo, la noche anterior, esas emociones habían despertado otra vez, haciéndola sentirse tan vulnerable como la adolescente que había conocido a Victor García: la confianza que había adquirido a través de los años desapareció en unas cuantas horas. La imagen de la cara morena de Victor flotaba en su cabeza y volvió a estudiar el efecto que sus ojos tenían sobre ella. Había visto el mismo brillo en los ojos de otros hombres, como Simon Robles. Hombres que consideraban a las mujeres juguetes decorativos, para divertirse y descartarlas luego sin remordimientos.
—No se trata sólo del pasado, sino del presente. Ayer se comportó igual que Simon.
— ¡Ah! —no hacían falta más explicaciones.
Maggie conocía la historia de Simon Robles y muchos otros que, atraídos por la belleza de Myriam, habían tratado de conquistarla pensando que era una presa fácil y luego la habían olvidado con frialdad al darse cuenta de que no estaba dispuesta a irse con ellos a la cama.
—No puedes vengarte de Victor García por lo que te hizo Simon.
—No, pero conocer a Simon me permitió descubrir su tipo en Victor García. Era demasiado joven para manejar a Simon y me hizo mucho daño. Las cosas son distintas ahora —y Victor García lo sabría muy pronto.
—Entonces, ¿estás decidida a seguir adelante?
Asintió con firmeza y sus facciones se endurecieron.
—Ese tipo de hombres nos usan como si fuéramos objetos, Maggie. No somos más que una cara atractiva y un cuerpo bonito. Tú deberías saberlo —agregó, refiriéndose al divorcio de su amiga—. Doug era igual. Todo lo que haré es darle un poco de su propia medicina. Usaré a Victor García como a él le gustaría usarme.
—Es tu decisión, niña —Maggie estaba seria—. Pero ten cuidado. A veces la venganza se vuelve contra nosotros mismos, cuando menos lo esperamos.


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