Castigo y placer
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jai33sire
mariateressina
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Re: Castigo y placer
Muchas gracias por capituulo siguel por favor
Eva Robles- VBB BRONCE
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Re: Castigo y placer
GRACIAS POR EL CAPITULO
dany- VBB PLATINO
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Re: Castigo y placer
muchas gracias por los capitulos.
jai33sire- VBB PLATINO
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Re: Castigo y placer
disculpen el retrazo pero upsss he tenido mucho trabajo pero aqui les dejo el capitulo de hoy y les aviso que el proximo ya es el final ehhh asi que disfrutenlo buen fin de semana
CAPITULO 9
Myriam se alejó nadando de la playa, con la intención de distanciarse lo más posible de Víctor, que la contemplaba desde la orilla con el ceño fruncido. Nadó hasta quedarse sin aliento y luego se quedó flotando de espaldas. Al mirar hacia la playa vio que Víctor ya no estaba allí. Se protegió los ojos del sol con una mano para mirar mejor… y dio un gritito cuando, de pronto, unos poderosos brazos la rodearon.
-¡Me has dado un susto de muerte! –exclamó a la vez que trataba de liberarse del abrazo de Víctor. Pero él se limitó a atraerla hacía sí, de manera que quedó atrapada entre sus poderosos muslos. -¡Suéltame! –exigió, frenética, odiando a su traicionero cuerpo, que reaccionó al instante.
-No puedo –murmuró Víctor con voz ronca a la vez que inclinaba la cabeza para capturar los labios de Myriam en un beso de pura posesión.
Myriam trató de hacer pie, pero enseguida comprobó que estaba en aguas profundas, de manera que no le quedó más remedio que aferrarse a Víctor. En cuanto lo rodeó con los brazos por el cuello, supo que había perdido la batalla. Lo deseaba, necesitaba que le hiciera el amor.
Cuando le devolvió el beso con febril pasión y escuchó el ronco gemido que escapó de su garganta, sintió que nada importaba excepto su desesperación por que la poseyera. Víctor tiró de ella hacia la orilla y, sin dejar de besarla, la tumbo sobre la húmeda arena. Myriam era como una droga en sus venas, y él era un adicto que no podía resistir la tentación. Su deseo por ella lo consumía, reconoció mientras miraba sus ojos, tan verdes y cristalinos como el Egeo.
¿Qué tenía aquella mujer que le hacía anhelar algo más que la simple satisfacción sexual? Después de que Yalena le rompiera el corazón, juró no volver a abrirse nunca a un dolor tan intenso. Había creído que, si convertía a Myriam en su querida, su obsesión por ella acabaría por esfumarse. Pero mientras la miraba comprendió que ya estaba cansado de su vieja vida.
La besó en el cuello, en la frágil línea de su clavícula, en la cremosa curva de su pecho. Sus pezones presionaban provocativamente contra la tela del sujetador y, con un apagado juramento, se lo quitó.
-Eres exquisita –murmuró roncamente antes de inclinar la cabeza para tomar un pezón entre sus labios, y a continuación el otro. Myriam gimió y arqueó las caderas en un gesto de inconfundible invitación. –Te seo… Y tú también me deseas, ¿verdad, Myriam? –añadió a la vez que le quitaba las braguitas del biquini. –Ambos somos prisioneros del deseo que late en nuestras venas y ésa es la única verdad que hay entre nosotros.
La penetró de un poderoso empujón… y de pronto se quedó quieto a la vez que mascullaba una maldición.
-¿Te he hecho daño? –preguntó, asqueado por su brutalidad.
Pero Myriam estaba excitada y anhelantemente receptiva y rodeó a Víctor por las caderas con las piernas para evitar que se retirara.
-No podrías hacerme daño –aseguró, consciente de que, al menos físicamente, aquello era verdad. Su cuerpo había sido diseñado para él, y sabía que compartían la misma en incendiaria pasión. Lo besó, diciéndole con los labios lo que no podía decir en alto: que era suya para siempre, y que él era el guardián de su corazón.
Sintió que Víctor se relajaba momentáneamente, pero, casi de inmediato, empezó a moverse y a imprimir a sus movimientos un ritmo de creciente intensidad. Sintió cómo latían al unísono sus corazones y clavó los talones en la arena para arquear el cuerpo cuando los primeros espasmos de exquisito placer recorrieron su cuerpo. Víctor siguió penetrándola, cada vez más rápido, jadeante, hasta que, con un empujón final, hizo que ambos alcanzaran el clímax al unísono.
<<Te quiero>>. Myriam movió los labios contra el pecho de Víctor y vocalizó las palabras que no podía pronunciar. Víctor no tardaría en desaparecer de su vida y tendría que arreglárselas de algún modo para vivir sin él. Su corazón se contrajo dolorosamente ante aquella perspectiva. La soledad que le esperaba sería insoportable. Pero en aquellos momentos Víctor era suyo, y se aferró a él como si así pudiera grabar la huella de su cuerpo en el de ella para siempre.
-¿Estás bien? –preguntó él con voz ronca. –Como habrás notado, ejerces un efecto desastroso sobre mi autocontrol –su mandíbula se tensó y, en un tono cargado de autorreproche, añadió: -Lamento convertirme en una especie de bárbaro contigo.
Una infinita ternura se apoderó del corazón de Myriam, que le acarició cariñosamente la mejilla.
-Yo no lamento tu pasión. Me encanta cómo me haces el amor –susurró tímidamente.
Víctor la miró con expresión impenetrable y ella temió haber revelado demasiado. Cuando se apartó de ella y se levantó, se puso tensa, a la espera de que hiciera algún comentario desdeñoso. Pero Víctor se limitó a alargar una mano hacia ella para ayudarla a ponerse de pie.
-Ven conmigo a Santa Lucía.
Myriam pensó que no había oído bien. Su corazón latió con fuerza mientras escrutaba el rostro de Víctor en busca de algún indicio de que estaba bromeando. Pero su expresión era terriblemente seria. ¿Por qué?, quiso preguntarle. ¿Durante cuánto tiempo? ¿Una semana, un mes? ¿Pero acaso importaba cuando todo su ser estaba deseando aceptar? Cuando perdió a Michael aprendió que en la vida no había garantías de nada. ¿Por qué no vivir el momento y disfrutar del tiempo que durara su relación? ¿Era lo suficientemente valiente como para dar aquel paso?
-No puedo –susurró. –Tengo que volver a casa, empezar a buscar otro trabajo…
-Mientras estés conmigo no necesitarás trabajar.
Myriam se ruborizó.
-Nunca permitiría que me mantuvieras. Yo pago mis gastos. Sólo he hecho esto por mis padres… -se interrumpió, avergonzada al recordar cómo se había vendido a él.
-Los motivos por los que te traje a Mykonos pertenecen al pasado –dijo Víctor con firmeza. –Quiero que tengamos un futuro, que disfrutemos de nuestra relación mientras queramos que dure.
¿Qué diría si le revelara que quería estar con él para siempre?, se preguntó Myriam. Mientras contemplaba los marcados rasgos de su atractivo rostro, reconoció que Víctor era un hombre tan indomable como pensó la primera vez que lo vio. Sus comienzos en la vida habían sido muy duros, y lo habían convertido en un hombre resuelto e independiente que no se fiaba de nadie, que labraba su propio destino, y dudaba que fuera a permitir que una mujer rompiera sus defensas.
-Después de ir a Santa Lucía pensaba tomarme un par de semanas de descanso en la villa en Antigua. Es un lugar precioso, y podríamos pasar una temporada alejados de las presiones de la vida diaria –murmuró {el persuasivamente.
-Eso suena realmente bien. Trabajas muy duro. ¿Crees que yo podría ayudar a que te relajaras?
Víctor rió abiertamente.
-Lo último que siento cuando estoy contigo es relajación –su sonrisa se desvaneció por completo cuando añadió: -¿Vendrás conmigo?
Myriam ignoró la sensación de que estaba a punto de saltar de un acantilado sin garantías de que hubiera una red abajo para salvarla.
-Sí –contestó.
La ternura del beso que le dio Víctor a continuación penetró hasta el alma y le devolvió el beso con toda la emoción que no podía expresar en palabras. Cuando la tomó en brazos, se aferró a sus hombros y lo miró con gesto interrogante.
-Eres preciosa, cariño… pero también estás llena de arena –Víctor sonrió traviesamente y de pronto pareció el muchacho que debió ser antes de que su vida se viera cargado de responsabilidades. –Vamos a darnos un baño –añadió mientras entraba de nuevo en el agua.
-¿Has decidido ya qué te vas a poner esta noche para la fiesta? –pregunto Víctor desde la cama.
Myriam se había levantado muy temprano para ocuparse de los últimos preparativos de la fiesta de inauguración del Artemisa. Se detuvo en el umbral de la puerta del baño y, al mirar a Víctor, sintió la ya habitual sensación de anticipación ante la visión de su bronceado y musculoso cuerpo, desnudo e indolentemente tumbado sobre las arrugadas sábanas.
-No voy a asistir a la fiesta. No puedo –al ver que Víctor fruncía el ceño, añadió rápidamente: -Habrá muchos periodistas, y no quiero correr el riesgo de que me fotografíen contigo. ¿Cómo podrías explicarle Cecilia mi presencia en la fiesta? Resultaría muy… incómodo –se mordió el labio, inquieta por el silencio de Víctor, que no presagiaba nada bueno. –Me aseguraré de que todo esté listo, y Ana estará a tu disposición para resolver cualquier problema de última hora.
Víctor la miró unos segundos con expresión inescrutable.
-Cecilia es mi responsabilidad –dijo finalmente. –No tienes por qué preocuparte por ella. Asistirás a la fiesta como mi pareja. Es una orden –añadió cuando Myriam abrió la boca para protestar. –Has trabajado mucho para organizar todo y hoy es tu noche tanto como la mía –se levantó de la cama de un salto, salió del dormitorio y reapareció unos segundos después con una caja plana. –He comprado esto para que te lo pongas esta noche.
Sorprendida e intrigada, Myriam levantó la tapa y vio que en el interior había un vestido de seda color marfil. Lo sacó de la caja con dedos temblorosos y contuvo el aliento mientras lo sostenía contra sus pechos.
-Oh, Víctor… es precioso –el vestido era exquisito. En forma de tubo hasta el suelo, estaba cubierto de capas de chiffón y adornado con diminutos cristales y perlas en los tirantes y en torno al cuello. –Es un vestido de cuentos de hadas –susurró y tuvo que bajar la mirada para que Víctor no viera sus lágrimas.
Él se acercó y la tomó por la barbilla para que lo mirara.
-Esta noche vas a ser mi princesa.
Víctor se sintió intensamente conmovido por la temblorosa sonrisa de Myriam, y se emocionó aún más cuando ésta se irguió para darle un delicado beso en los labios. Tenían que hablar, se dijo mientras ella entraba en el baño. Tenía cosas que decirle. Pero no podía olvidar los términos originales del acuerdo al que habían llegado, y se preguntó si se estaría engañando al esperar que su dinero no fuera el único motivo por el que Myriam le entregaba su cuerpo cada noche con una ternura y pasión que le llegaba a lo más hondo del alma.
Myriam estaba segura de que los preparativos que había hecho a lo largo de aquellas semanas asegurarían que la fiesta de inauguración del Artemisa fuera un éxito, pero, como había temido, aún estaban surgiendo problemas inesperados que requerían su atención. Pasó el día haciendo llamadas de última hora, organizando la cobertura periodística y tratando de cumplir con las exigencias de los invitados. Ya estaba avanzada la tarde cuando volvió a la suite. Tras tomar una rápida ducha, se secó el pelo, se aplicó un mínimo de maquillaje y luego se puso el vestido que Víctor había elegido para ella.
Era de una conocida casa de diseño y debía de haber costado una fortuna. Le incomodaba que Víctor hubiera gastado tanto dinero en ella cuando ya estaba pagando una enorme suma por Joyerías Montemayor, pero estaba empeñado en que se lo pusiera, y ella habría sido capaz de ponerse un traje de buzo y unas zapatillas si él se lo hubiera pedido.
Al oír que se abría la puerta del dormitorio se volvió y vio que Víctor se detenía en seco al verla.
-Me has dejado sin aliento –murmuró él mientras la miraba de arriba abajo con evidente aprecio.
Se acercó a ella y sacó una estrecha caja de terciopelo del bolsillo de su chaqueta.
-Esto complementará el vestido a la perfección –dijo a la vez que sacaba de la caja un collar de perlas entrelazadas con diamantes. –Es un regalo en agradecimiento por las horas de duro trabajo que has pasado organizando la fiesta.
-Es maravilloso, pero no puedo aceptarlo, Víctor –dijo Myriam débilmente cuando se volvió para mirarse en el espejo. –No tienes por qué hacerme regalos. He disfrutado trabajando en el Artemisa.
-A pesar de todo, mereces un descanso. En Santa Lucía tendré que ocuparme de los problemas del hotel, pero nuestro viaje a Antigua será de puro placer. Admito que estoy impaciente por tenerte para mí, sin otras distracciones.
Su sonrisa conmovió a Myriam y la dulzura con que la besó hizo que sus ojos se llenaran de lágrimas. Creía haber imaginado la sensación de unidad que había entre ellos cada vez que hacían el amor, y se había dicho que era tonta por esperar que las palabras griegas que Víctor murmuraba después significaran que era especial para él.
En una ocasión le había dicho que el amor era una ilusión, pero los erráticos latidos de su corazón eran excitantemente reales.
-Tenemos que hablar –dijo Víctor cuando alzó la cabeza y su corazón se encogió al ver que Myriam bajaba rápidamente la mirada para ocultar su emoción.
-Pero ahora no tenemos tiempo…
Alguien llamo a la puerta en aquel momento y Víctor hizo una mueca de evidente frustración.
-Probablemente será Ana –dijo Myriam. –Voy por mi bolsa.
El teléfono se puso a sonar cuando pasaba junto a la mesilla de noche y lo descolgó. Frunció el ceño mientras escuchaba el mensaje de la recepcionista.
-He recibido una llamada de mi madre –dijo a Víctor, desconcertada. Al llegar a Mykonos se había puesto en contacto con sus padres para decirles que había ido a Gracia a pasar unas semanas con una amiga, y les había dado el teléfono del Artemisa. Una inexplicable sensación de temor se adueño de ella. –Espero que esté bien.
-Voy a bajar con Ana mientras llamas a tu madre –Víctor se encaminó hacia la puerta. –Aún faltan 20 minutos para que empiecen a llegar los invitados.
Myriam marcó el número de su madre en cuanto Víctor cerró la puerta a sus espaldas.
-¿Mamá? –dijo, y aferró el auricular con fuerza al escuchar un sollozo al otro lado de la línea. -¿Qué sucede?
-Oh, Myriam, no entiendo nada –dijo Vivienne. –tu padre y yo hemos regresado hoy de Cronwell y hemos encontrado una carta del banco en la que dicen que van a quedarse con nuestra casa. Tu padre no ha tenido más remedio que contarme que no había podido pagar la hipoteca que había pedido para financiar los arreglos de Joyerías Montemayor. Ha llamado a algunas personas de una empresa llamada Vantage… o algo así. Me ha asegurado que Ventage había aceptado comprar Montemayor y que pensaba pagar la hipoteca con parte del dinero de la venta. Pero cuando ha terminado de hablar con el directivo estaba pálido como un fantasma. Al parecer, Vantage no tuvo nunca interés por comprar Montemayor. La empresa principal, sea cual sea, no concedió el permiso para la comprar. Tu padre ya había asegurado al banco que Vantage iba a comprar las joyerías y que iba a poder hacer frente a su deuda. Pero, al enterarse de que la venta no se había producido, el banco ha decidido quedarse con la casa. Cuando tu padre se ha enterado de eso se ha derrumbado.
-¿Qué quieres decir con que se ha derrumbado? –preguntó Myriam, agobiada.
-Se encuentra bien –aseguró su madre. –Hobson ha pedido una ambulancia y todas las pruebas que le han hecho han resultado bien. Dicen que sufre un estrés extremo. No sé qué hacer… mañana vienen los alguaciles para desalojarnos, y van a quedarse con todo lo que para entonces quede en la casa.
-No hace falta que recojas nada, mamá –aseguró Myriam. –Debe de haber habido un error. Vantage investments aceptó comprar Montemayor. Estoy en contacto con alguien de la empresa principal García Enterprises. No llores mamá. Yo me ocuparé de resolver el problema, ¿de acuerdo? Y luego volveré a casa.
Debía de tratarse de un error, se dijo mientras sacaba la maleta a toda prisa y empezaba a hacer el equipaje. Lo más probable era que se hubiera producido algún mal entendido malentendido entre Vantage y el banco. Respiró profundamente para tratar de calmarse. Le explicaría el problema a Víctor y él se encargaría de resolverlo… a menos que el problema fuera él mismo. Pero no podía ser. Habían hecho un trato, y él había prometido comprar Montemayor. La relación que mantenían ya no estaba basada en un deseo de venganza, y no había motivo para que hubiera incumplido su promesa. Confiaba en Víctor, se dijo mientras tomaba su bolso para bajar a reunirse con él.
Pero se detuvo cuando estaba a punto de salir. La posibilidad de que Steven Holt, el directivo de Vantage, estuviera en su despacho a aquellas horas un viernes por la tarde era muy remota, pero, si pudiera hablar con él antes…
El teléfono sonó varias veces, y estaba a punto de colgar cuando una mujer respondió a su llamada.
-El señor Hotl no le puede atender. Voy a ponerle con Mark Lloyd.
5 minutos después, Mark Lloyd interrumpió en tono impaciente las frenéticas explicaciones de Myriam.
-Le aseguro que no estoy confundido, señorita Montemayor. Es cierto que nos interesamos brevemente por la compra de su empresa, pero la idea fue directamente vetada por el dueño de García Enterprises, empresa a la que pertenecemos.
-Pero el señor García me prometió… -insistió Myriam, desesperada. –Debe de haber algún error.
-Me temo que es usted la que está equivocada. Nunca ha habido un trato para comprar Joyerías Montemayor. Y ahora, si me disculpa, señorita Montemayor, se hace tarde y me gustaría ir a casa. Así que, a menos que haya algo más…
-No, nada más –murmuró Myriam. –Gracias por aclararme la situación señor Lloyd.
Colgó el teléfono y se sentó en la cama, temiendo desmayarse allí mismo. Pero no podía permitírselo. Tenía que regresar con sus padres antes de que los echaran a la calle.
Al escuchar que se abría la puerta del dormitorio volvió la cabeza.
-¿Qué sucede? –preguntó Víctor, que frunció el ceño al ver lo pálida que estaba Myriam. -¿por qué no has bajado? Los invitados están empezando a llegar y quiero que estés a mi lado… ¿Qué te sucede? ¿Estás enferma?
Myriam sentía que estaba agonizando, pero se dijo que aún podía haber una explicación sencilla para lo sucedido. Se puso lentamente en pie y se encaró con Víctor.
-¿Tuviste alguna vez intenciones reales de comprar Joyerías Montemayor, o me trajiste a Grecia para hacerme tu querida sabiendo que no pensabas llevar adelante la compra?
Algo indefinible destelló en la mirada de Víctor antes de que su expresión se volviera inescrutable. Pero aquella pequeña vacilación fue muy reveladora para Myriam, que sintió que su corazón se desgarraba.
mariateressina- VBB PLATINO
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Re: Castigo y placer
GRACIAS POR EL CAPITULO
dany- VBB PLATINO
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Re: Castigo y placer
Super tu novela! Me encanta
KatLuv23- Nuevo Usuario
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Re: Castigo y placer
gracias, el q sigue el que sigue pleaseeeeeee
fresita- VBB PLATINO
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Re: Castigo y placer
Gracias por el capitulo
jai33sire- VBB PLATINO
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Re: Castigo y placer
Chicas perdon por el retrazo pero ya por fin me dio chancesito de venir a dejarles el último capitulo de esta novelita espero que haya sido de su agrado y muchas disculpas x los atrazós jajajaj espero regresar pronto, y les prometo que no les hare esperar tanto
CAPITULO 10
Mi madre me ha dicho que el banco va a quedarse con Carlton House –dijo, tensa. –Los alguaciles van a desahuciarlos mañana mismo.
Víctor frunció el ceño.
-Los bancos no suelen hacer eso a menos que haya serios retrasos en el pago de las hipotecas.
-Hace meses que mi padre no puede pagar la hipoteca. Tuvo que invertir todo el dinero para tratar de salvar Joyerías Montemayor… Pero tú ya sabías todo esto –añadió Myriam con amargura. –Sabías que mis padres corrían peligra de perder su casa.
-No sabía que pudiera ser algo tan inminente.
-No… supongo que pensaste que podías aprovecharte de mí una temporada antes de revelarme lo miserable que puedes llegar a ser –Myriam experimentó una extraña sensación de desapego mientras Víctor fruncía sus labios en una mueca de evidente enfado. –Mi padre informó al banco de que Vantage iba a comprar Montemayor, y de que se pondría al día en sus pagos en cuanto se llevara adelante la operación. Pero el banco averiguó que la compra no se había llevado a cabo. Hace un momento he hablado con Mark Lloyd, quien me ha verificado que la compra de Montemayor fue vetada por García Enterprises… en otras palabras por ti.
El silencio de Víctor tras aquellas palabras fue como un cuchillo clavado en el corazón de Myriam. Sintió que las lágrimas atenazaban su garganta, pero se las tragó.
-Has destruido la vida de mis padres, y jamás te perdonaré por ello –dijo con voz temblorosa.
Víctor dio un paso hacia ella, pero Myriam se apartó con brusquedad.
-Estás sacando conclusiones precipitadas. Si no me das oportunidad de explicarme…
-¿Cómo hiciste conmigo cuando traté de defenderme de tus acusaciones en lo referente a James Hamilton? –interrumpió Myriam con amargura. –te negaste a escucharme y, en tu afán de venganza, exigiste que me convirtiera en tu querida. Pero lo peor… -su voz se quebró y las lágrimas empezaron a derramarse por sus mejillas –lo peor es que mentiste.
-Admito que cuando te traje a Grecia no tenía intención de sacar a tu padre de su desastrosa situación financiera. Te consideraba responsable del accidente de mi hermana, y quería hacerte daño… -el móvil de Víctor se puso a sonar en aquel momento. Masculló una maldición mientras aceptada la llamada: -Bajaré en 5 minutos. Que sirvan más champán a los invitados.
Tras guardar el móvil en su bolsillo, se pasó una mano por el pelo y miró a Myriam con expresión de frustración.
-Todo eso cambió cuando te llevé a la cama. El sexo contigo fue una experiencia increíble. Nunca había experimentado un placer tan increíble –admitió con aspereza. –Y cuando descubrí que eras virgen, que me había equivocado por completo al juzgarte… -su tono se vio matizado por una emoción que Myriam no supo definir –Llamé de inmediato a Steven Holt para decirle que había cambiado de opinión y que quería que comprara Joyería Montemayor.
-No te creo. Mark Lloyd acaba de asegurarme que Vantage no tenía intención de comprar Montemayor. Uno de los 2 tiene que estar mintiendo, y no creo que sea él.
La mirada de Víctor se oscureció.
-¿Me estás llamando mentiroso? No sé qué está pasando, pero di instrucciones muy claras a Steven Holt –dijo, tenso. –Es evidente que ha habido algún malentendido.
Myriam cerró su maleta y luego se quitó el collar que Víctor le había puesto.
-El señor Lloyd me ha dicho que estaba equivocada, y tenía razón. Me equivoqué al pensar que eras un hombre honorable, porque en realidad eres un mentiroso y un tramposo, y espero no volver a verte nunca más –espetó, y se volvió para encaminarse hacia la puerta.
Víctor la sujetó por un brazo y le hizo volverse.
-En realidad no quieres decir eso –murmuró, sintiéndose como si un cuchillo lo estuviera desgarrando por dentro. –Dime la verdad. ¿Es el acuerdo al que llegamos en Londres el único motivo por el que te has entregado a mí tan apasionadamente noche tras noche?
¿Cómo podía seguir sintiendo algo por aquel hombre después de cómo la había engañado?, se preguntó Myriam, desesperada. Debía de ser la tonta más grande del planeta.
-¿Qué otro motivo podría haber? –espetó. –Se suponía que estabas pagándome para que fuera tu querida.
La mirada que le dedicó Víctor fue tan dura y fría que dio un paso atrás.
-En ese caso, debo felicitarte por tu ejemplar interpretación –replicó él en tono peligrosamente suave. –Tal vez deberías considerar la posibilidad de dedicarte profesionalmente a la prostitución.
Myriam cerró los ojos brevemente para contener el dolor de su corazón.
-Debo irme –murmuró. –Tengo que volver junto a mis padres.
-¿No olvidas algo?
-Ya he dejado el collar en la mesilla. Me has visto.
Víctor sonrió peligrosamente.
-No me refiero al collar, sino al vestido.
-Oh –Myriam se sintió como una completa idiota. La vieja falda y la camiseta que había separado para viajar seguían sobre la cama. –Voy a cambiarme en el baño.
-Quiero que me lo devuelvas ahora mismo.
La feroz mirada de Víctor hizo comprender a Myriam que estaba dispuesto a arrancarle el vestido del cuerpo. Se estaba desmoronando por dentro, pero no pensaba darle el placer de comprobarlo.
-¿Qué sucede, Víctor? ¿Excitado de última hora? –preguntó desdeñosamente mientras se bajaba la cremallera del vestido. Sabía que Víctor era consciente de que con aquel vestido no llevaba sujetador, pero se negó a bajar la mirada mientras el vestido se deslizaba al suelo.
-Ambos sabemos que podrías tomarte ahora mismo y que no harías nada para impedirlo –murmuró Víctor con voz ronca.
Myriam comprendió que no tenía sentido negar aquello ante la evidencia de excitados pezones, que parecían estar buscando las caricias de sus manos y su boca. Pero logró encogerse de hombros con expresión indiferente.
-Es cierto que sabes pulsar todos los botones adecuados, Víctor. Eres un magnífico semental –replicó mientras tomaba su blusa y su falda y se vestía rápidamente.
Jamás permitiría que volviera a tocarla. Jamás volvería a experimentar el indescriptible placer que sólo había conocido entre sus brazos. Sus ojos se llenaron de lágrimas mientras se encaminaba hacia la puerta. Pero antes de salir necesitaba hacerle una pregunta.
-¿Cuánto tiempo esperabas que durara nuestra relación después del viaje a Antigua?
-No esperaba que durara. No soy aficionado al compromiso –replicó Víctor en tono irónico. –Unas semanas de sol, mar y sexo es todo lo que siempre he querido de cualquier mujer, y tú no eres distinta a las demás.
-Comprendo –el rescoldo de esperanza que aún ardía en el corazón de Myriam se apagó por completo.
Sin añadir nada más. Se volvió y salió de la vida de Víctor para siempre.
A la mañana siguiente, mientras el taxi que había tomado en el aeropuerto de Gatwick cruzaba las puertas de Carlton House, Myriam temió encontrarse con los alguaciles que iban a desahuciar a sus padres, pero comprobó con cierto alivió que el único coche aparcado junto a la entrada era el de su padre.
-¿Aún no han venido? –preguntó en cuanto su madre abrió la puerta. -¿Dónde está Hobson?
-Deshaciendo el equipaje –contestó Vivienne.
-¿Deshaciendo el equipaje? –replicó Myriam, extrañada. –Pero… ¿no teníais que abandonar la casa antes del mediodía?
-No –contestó Vivienne, que parecía tan desconcertada como su hija.-Podemos quedarnos. Al parecer, el dinero por la venta de Joyerías Montemayor fue ingresado en el banco ayer a última hora de la noche y lo primero que ha hecho tu padre esta mañana ha sido cancelar la hipoteca. No pretendo comprender lo que está pasando, pero tu padre dice que todo se ha resuelto. ¿No es maravilloso, cariño? –sonrió con los ojos brillantes por las lágrimas. –Durante las últimas 24 horas no hemos sentido como si estuviéramos en una montaña rusa.
-Es una noticia magnífica, mamá –dijo Myriam a la vez que abrazaba a su madre.
¿Por qué habría hecho aquello Víctor? ¿Tan herido se había sentido en su orgullo por el hecho de que lo hubiera considerado un mentiroso? Le habría encantado poder devolverle el dinero de inmediato, pero Carlton House estaba a salvo, y lo único que le importaba en aquellos momentos era que su madre conservara la sonrisa que iluminaba su rostro.
-¿Cómo esta papá?
.Muy aliviado, como podrás imaginar. Ahora mismo está descansando. Ha reconocido que apenas ha dormido los últimos meses –Vivienne suspiró. –Ojalá me hubiera hablado de nuestros problemas financieros en lugar de haberse enfrentado solo con ellos.
-Sólo trataba de proteger –dijo Myriam.
Vivienne asistió y dejó de sonreír.
--Tengo otra noticia que darte –dijo con delicadeza. –Tía Georgie murió hace 2 días, mientras dormía. En realidad tenía 92 años, aunque se pasó la vida quitándose 5 años.
Charlie entró en aquel momento en el cuarto de estar, saltó de inmediato al regazo de Myriam y se puso a ronronear cuando ella enterró el rostro en su pelo color jengibre. Vivienne palmeó el hombro de su hija y le ofreció un paquete de pañuelos de papel.
-Lo siento, cariño. Sé cuánto querías a tu tía –murmuró, sin saber que las lágrimas de Myriam no se debían sólo a la noticia de la muerte de su tía, sino también a la pérdida del enigmático hombre griego que había robado su corazón.
Una semana después, Myriam contempló el cheque que tenía sobre el escritorio. Luego miró con expresión de asombro a Harold Wimbourne, el abogado más antiguo de la familia.
-No sabía que tía Georgie tuviera tanto dinero.
-La señora Cruz era una inversora muy sagaz –explicó el abogado, que carrapeó antes de añadir en tono confidencial. –Creo que también hizo fortuna apostando a los caballos. También a dejado su piso en Pimlico, otras posesiones detalladas en su testamento y un fondo de fideicomiso que debía recibir tras su muerte, o cuando usted cumpliera los 25 años –sonrió al ver la expresión de Myriam. –Veo que todo esto es una sorpresa para usted. Supongo que aún no sabe qué va a hacer con tanto dinero.
Myriam estaba realmente sorprendida, pero ya sabía con exactitud lo que pensaba hacer con el dinero.
-¿Puedo gastarlo ya?
_Por supuesto. Puede gastarlo como quiera, querida. Puedo aconsejarle cómo invertirlo, pero estoy seguro de que Georgina quería que lo utilizara para divertirse.
Myriam era incapaz de imaginar cuándo sería capaz de volver a divertirse, pero agradecía mucho a su tía que le hubiera dado la oportunidad de recuperar parte de su orgullo. Envió de inmediato a Víctor un cheque por la mitad del importe que éste había pagado por Montemayor y lo acompañó de una nota en la que aseguraba que le devolvería el resto en cuanto vendiera el piso.
“Pagaste por mi cuerpo y me trataste como a una fulana, pero ahora estoy comprando de nuevo mi dignidad, escribió con furia. Me pregunto si alguna vez podrás recuperar la tuya.”
Pero lo cierto era que Víctor no la había tratado como una fulana, tuvo que reconocer mientras pasaban los días y el dolor de haberlo perdido se volvía más y más insoportable. Después de haber aceptado que ella no sabía que James Hamilton estaba casado, no tenía sentido que Víctor la hubiera traicionado, sobre todo teniendo en cuenta que pagó la suma acordada por Joyerías Montemayor la misma noche en que lo abandonó.
Las dudas no dejaban de asaltarla cuando recordaba su insistencia en que había dado instrucciones a Vantage Investments para que se procediera a la compra de Montemayor. ¿Se habría precipitado al negarse a escucharlo? Pero Víctor también le había dejado bien claro que sólo la había invitado a pasar unas vacaciones en Antigua para seguir disfrutando de su cuerpo. No tenía más remedio que reconocer que se había estado engañando a sí misma al pensar que su relación podía llegar a algo más. Lo cierto era que desde el principio había estado al tanto de la reputación de playboy de Víctor, de manera que ella era la única culpable de que le hubiera destrozado el corazón.
Víctor contempló con impaciencia la lluvia que caía sobre el parabrisas del coche, y se preguntó cuánto tiempo tendría que seguir esperando a que Myriam volviera a su piso. Estaba dispuesto a seguir allí sentado toda la vida, pero cuando miró su reloj y vio que sólo había trascurrido 5 minutos desde la última vez que lo había mirado, su frustración aumentó.
Había recibido un cheque de Myriam hacía una semana, y desde entonces le quemaba en el bolsillo… junto con la nota en que le preguntaba si alguna vez sería capaz de recuperar su dignidad. Hizo un esfuerzo por controlar su enfado. Se enfureció mucho la noche en que Myriam lo acusó de haberla engañado en lo referente a la compra de Joyerías Montemayor, pero después, cuando se fue calmando, reconoció que apenas había hecho nada para ganarse su confianza. Había creído toda la basura publicada en los vergonzantes periódicos sensacionalistas y la había obligado a convertirse en su querida sin darle opción a defenderse. Su forma de tratarla había sido imperdonable y lo más probable era que estuviera perdiendo el tiempo esperándola allí, pero, a lo largo de las 2 semanas transcurridas desde su marcha, había sido incapaz de trabajar o dormir, lo que le había dado mucho tiempo para pensar.
De pronto una conocida figura apareció ante su vista, con la cabeza inclinada para protegerse de la lluvia. La derrotada curva de sus hombros conmovió profundamente a Víctor. Notó enseguida que Myriam había perdido peso. Parecía dolorosamente frágil, y aún más bella que la mujer que había asediado sus recuerdos día y noche durante aquellas 2 semanas. Estaba deseando abrazarla… aunque sabía que eso no le bastaría. Su cuerpo despertó mientras la contemplaba, pero ignoró por completo su clamor de deseo. Tenía cosas que decirle y, en aquella ocasión, estaba decidido a que Myriam lo escuchara.
Myriam dejó la bolsa de la compra sobre la mesa de la cocina y apartó con impaciencia el pelo mojado de su cara mientras sacaba la comida para el gato.
-Al menos uno de nosotros sigue teniendo apetito –murmuró cuando Charlie se puso a ronronear en torno a sus tobillos.
Cuando sonó el timbre de la puerta, trató de ignorarlo. Aunque no había contado los detalles de su relación con Víctor a sus amigas, estás habían adivinado que sufría <<mal de amores>>, y estaban en plena campaña para tratar de hacerle salir de la depresión en que parecía a punto de caer. Sabía que tenían buena intención, pero también sabía que nunca superaría el trauma de su relación con Víctor, y prefería estar sola.
Cuando el timbre volvió a sonar insistentemente, masculló una maldición y fue a abrir.
-Hola, Myriam.
El acento griego de Víctor resultó tan dolorosamente evocador que los ojos de Myriam se llenaron al instante de lágrimas. Fue un alivio que un oportuno desmayo le hiciera desmoronarse allí mismo, sobre la alfombra.
Cuando abrió los ojos se encontró tumbada en el sofá, con el preocupado rostro de Víctor inclinado sobre ella.
-¿Por qué has dejado de comer? -preguntó con aspereza.
-He comido –mintió ella a la vez que hacía un esfuerzo por erguirse.
-Estás pálida, delgada y tienes ojeras.
-¿Y? no he logrado dormir demasiado últimamente –Myriam prefería morir a reconocer que había estado sufriendo por él. –He tenido muchas pesadillas –añadió a la vez que alzaba la barbilla. -¿Qué haces aquí, Víctor?
Víctor se sentó en el sofá junto a ella.
-En primer lugar, quiero una respuesta. ¿Estás embarazada? Cuando hicimos el amor en la playa, en Santorini, no utilicé protección.
Myriam tomó su decisión en un instante.
-No –contestó rápidamente, y rogó para que Víctor no hubiera captado el ligero temblor de su voz.
Víctor la miró un momento y luego asistió lentamente.
-Eso nos lleva al segundo motivo de mi visita. Quiero devolverte esto –sacó del bolsillo interior de la chaqueta el cheque que le había enviado Myriam y se lo ofreció.
-Guárdatelo –dijo ella con dureza. –Sé que transferiste el dinero de la compra de Joyerías Montemayor el día que me fui de Mykonos, pero pienso devolverte cada penique. Mi familia ya no está en deuda contigo.
Sin dudarlo un instante, Víctor rompió el cheque en pedazos.
-Cuando te conocí creía que habías seducido al marido de mi hermana, como la indeseable Wendy sedujo a mi padre. No veía ninguna diferencia entre vosotras 2, y volqué en ti el odio que había sentido durante años por ella –frunció el ceño al ver que Myriam se estremecía. –Deberías quitarte esa ropa mojada –dijo con brusquedad. Al ver que ella negaba con la cabeza, dio un impaciente suspiro, se quitó la chaqueta y la colocó sobre sus hombros. Myriam rogó para que dijera de una vez lo que quería decir y se fuera. Lo último que quería era desmoronarse ante él.
-Durante nuestra estancia en Mykonos estuve muy ocupado con las negociaciones para comprar el hotel Ambassador de Londres –continuó Víctor. –También había que organizar la fiesta de inauguración del Artemisa. Vantage Investment es una empresa subsidiaria de García Enterprises, pero funciona de manera independiente. Después de dar instrucciones a Steven Holt para que procediera a la compra de Joyerías Montemayor, no hubo motivo para volver a ponerme en contacto con él. Hasta la noche en que te fuiste no supe que la mujer de Steven tuvo un parto prematuro un día después de que hablara con él. Su hijo nació 12 semanas antes de lo debido, y Steven apenas ha abandonado el hospital desde entonces. Al parecer, el bebé está bien, pero sigue en la unidad de cuidados intensivos. Comprensiblemente, Steven olvidó trasmitir a Mark Lloyd mi cambio de opinión respecto a la compra de Joyerías Montemayor. En cuanto me enteré de lo ocurrido, transferí el dinero desde mi cuenta personal al banco de tu padre.
Myriam tuvo que reconocer que, sin la rápida intervención de Víctor, sus padres habrían perdido su casa. No pudo evitar sentir una punzada de culpabilidad al recordar cómo lo acusó de ser un mentiroso.
Víctor se levantó y fue hasta la ventana, tras la cual seguía lloviendo.
-Lo cierto es que supe casi desde el principio que no te parecías nada a Wendy, ni a la superficial joven bonita y tonta que retrataba la prensa. Quería odiarte, pero te metiste bajo mi piel y descubrí que disfrutaba estando contigo. Te habría seguido la noche que te fuiste, pero no podía dejar que Ana se ocupara sola de la fiesta. Además, me puse furioso al constatar que, a pesar de que el mes que habíamos pasado juntos había sido el más feliz de mi vida, tú no sentías lo mismo que yo. No confiabas en mí. Al día siguiente me enteré de que los daños sufridos por mi hotel en Santa Lucía eran más serios de lo que se creyó en un principio, y de que varios de mis empleados habían resultado heridos a causa de la tormenta. No tuve más opción que volar de inmediato al Caribe.
Myriam no supo qué decir mientras asimilaba lo que acababa de escuchar, y un tenso silencio se adueñó de la sala de estar antes de que Víctor volviera a hablar.
-Siento mucho haberte tratado como lo hice cuando nos conocimos. Te culpaba del accidente sufrido por mi hermana y, en mi afán de venganza, robé tu inocencia.
El sombrío tono de voz conmovió a Myriam que, a pesar de la tristeza que sentía, quería absolverlo.
-Ninguno de los 2 podía negar la química sexual que había entre nosotros –dijo con suavidad. –Yo quería que me hicieras el amor.
-Te deshonré, y la única forma que tengo de arreglar las cosas es casándome contigo.
-¿Qué? –exclamó Myriam, boquiabierta, y temió volver a desmayarse. Pero, por su expresión, era evidente que Víctor estaba hablando en serio. –No quiero casarme contigo –dijo con toda la firmeza que pudo.
Víctor se sintió como si acabaran de aprisionar su corazón en un piño. Era el mismo dolor que experimentó cuando Yelena rompió su compromiso, y cuenado vio a Cecilia por primera vez después del accidente.
-Espero que sepas que jamás haría nada para perjudicarte –dijo con voz ronca. –Soy rico, y nunca te faltaría de nada.
Aquello empezaba a parecerse a una auténtica tortura, pensó Myriam, desolada. ¿Acaso no se daba cuenta Víctor de que estaba a punto de desmoronarse, de que anhelaba aferrarse a aquella posibilidad de ser feliz a pesar de que nunca lo sería plenamente si él no la amaba?
-Pero yo querría algo que no puedes darme, Víctor –susurró con esfuerzo. –Querría amor. Me da lo mismo el dinero que tengas. Me casaría contigo aunque fueras un cabrero de Agristi si me amaras tanto como yo te amo a ti.
Las lágrimas nublaron su visión, de manera que, más que verlo, sintió que Víctor se apartaba de la ventana, pero supuso que lo que acababa de decir haría que se fuera de inmediato sin siquiera mirar atrás. No estaba preparada para sentir los fuertes brazos que la rodearon y dio un gritito de sorpresa cuando Myriam la tomó en brazos y avanzó con ella por el pasillo.
-¿Qué haces? –preguntó, incapaz de contener las lágrimas.
Víctor abrió la puerta del dormitorio con un pie y la dejó con delicadeza sobre la cama. El corazón de Myriam se sobresaltó al ver en sus ojos el revelador brillo de las lágrimas.
-¿Víctor? –alzó instintivamente una mano para acariciarle la mejilla mientras él se arrodillaba a su lado.
-¿Me amas? –preguntó, tenso, sin la más mínima arrogancia.
No era de extrañar que lo preguntara con incredulidad, se dijo Myriam. Años atrás había sido cruelmente rechazado por la mujer a la que amaba. Desde entonces había tenido que cargar con la responsabilidad de criar a su hermana a la vez que se ocupaba de crear de la nada un impresionante imperio económico. Además, en el fondo nunca había superado el hecho de que su padre los abandonara. Debía de haberse sentido muy solo durante casi toda su vida.
De pronto, su propio orgullo dejó de carecer de importancia, sobre todo porque Víctor la estaba mirando como si su respuesta fuera lo único que le importaba en el mundo.
-Te amo con todo mi corazón –aseguró.
Víctor cerró brevemente los ojos y respiró temblorosamente.
-Tú eres mi mundo, Myriam mía –dijo con sencillez, con la voz cargada de emoción. –Y te amaré y cuidaré hasta que la muera. Robaste mi corazón y ahora es tuyo para siempre –besó las lágrimas que se deslizaban por el rostro de Myriam. -¿Saber que te amo te hace llorar? –añadió con evidente inseguridad.
-Loro porque hace tanto que quería que me amaras que no puedo creer que sea cierto.
-Es cierto –Víctor tomó la mano de Myriam y la apoyó sobre su corazón para que sintiera los poderosos latidos de su corazón.
-El mes que pasamos juntos en Mykonos fue el más feliz de mi vida, y mis sentimientos por ti no dejaron de crecer día a día. Ahora que sabes que te amo con mi corazón, con mi alma y con todo lo que soy, ¿me harás el honor de casarte conmigo?
Myriam vio el amor que destellaba en sus ojos y, finalmente, se dejó llevar por la tenue llama de esperanza que ardía en su interior.
-¿Cecilia…? –preguntó, sintiendo una repentina ansiedad.
-Cecilia ya sabe lo que siento por ti y nos ha dado su bendición. De hecho, dice que, si no aceptas ser mi esposa, tomará el primer avión que salga para Inglaterra y tratará de convencerte personalmente –la sonrisa de Víctor no sirvió para disimular la tensión que seguía sintiendo. –Está deseando conocerte.
Ya sólo quedaba una duda por resolver, reconoció Myriam mientras se mordía el labio inferior.
-Te quiero y me encantaría casarme contigo –apoyó un dedo sobre los labios de Víctor cuando éste se inclinó para besarla. –Pero tengo algo que confesar. Te he mentido –lo miró a los ojos y respiró profundamente antes de continuar. –Cuando me has preguntado si estaba embarazada, lo he negado. No quería que volvieras a mi lado a causa de tu sentimiento del deber.
De pronto, se sintió ridículamente tímida, y la expresión de Víctor no reveló lo que sentía.
-¿Myriam?
-Voy a tener tu bebé –dijo ella con suavidad. -¿Estás… contento?
Al ver que Víctor sonreía de oreja a oreja su corazón se sintió colmado de amor por él.
-<<Contento>> no es la palabra adecuada para expresar lo que siento –la voz de Víctor surgió cargada de emoción. –Me siento rebosante de alegría, agradecido y feliz por haberte encontrado, cariño mío. Y, sobre todo decidido a que jamás tengas motivo para dudar de mi amor por ti y por nuestro hijo –inclinó la cabeza y reclamó los labios de Myriam en un beso que habló de pasión y deseo, de un amor incontenible que duraría toda la vida.
Myriam le correspondió con todo lo que había en su corazón, y el beso se fue transformando en un festín de sensualidad que alimentó la llama de su mutuo deseo. Sus ropas eran una barrera que Víctor retiró rápidamente, y Myriam susurró su nombre cuando tomó sus pechos y acarició sus rosadas cimas con la lengua. Víctor gimió cuando ella deslizó las manos por su cuerpo, y tuvo que hacer verdaderos esfuerzos por controlarse cuando rodeó su excitado miembro con una mano y comenzó a acariciarlo.
-Te quiero –murmuró cuando le hizo separar las piernas y descubrió la dulce y reveladora humedad de su excitación.
Myriam era el amor de su vida y así se lo hizo saber mientras la penetrada. Enseguida empezó a moverse con exquisito cuidado hasta que, con sus corazones latiendo al unísono, alcanzaron juntos la cima del deseo.
CAPITULO 10
Mi madre me ha dicho que el banco va a quedarse con Carlton House –dijo, tensa. –Los alguaciles van a desahuciarlos mañana mismo.
Víctor frunció el ceño.
-Los bancos no suelen hacer eso a menos que haya serios retrasos en el pago de las hipotecas.
-Hace meses que mi padre no puede pagar la hipoteca. Tuvo que invertir todo el dinero para tratar de salvar Joyerías Montemayor… Pero tú ya sabías todo esto –añadió Myriam con amargura. –Sabías que mis padres corrían peligra de perder su casa.
-No sabía que pudiera ser algo tan inminente.
-No… supongo que pensaste que podías aprovecharte de mí una temporada antes de revelarme lo miserable que puedes llegar a ser –Myriam experimentó una extraña sensación de desapego mientras Víctor fruncía sus labios en una mueca de evidente enfado. –Mi padre informó al banco de que Vantage iba a comprar Montemayor, y de que se pondría al día en sus pagos en cuanto se llevara adelante la operación. Pero el banco averiguó que la compra no se había llevado a cabo. Hace un momento he hablado con Mark Lloyd, quien me ha verificado que la compra de Montemayor fue vetada por García Enterprises… en otras palabras por ti.
El silencio de Víctor tras aquellas palabras fue como un cuchillo clavado en el corazón de Myriam. Sintió que las lágrimas atenazaban su garganta, pero se las tragó.
-Has destruido la vida de mis padres, y jamás te perdonaré por ello –dijo con voz temblorosa.
Víctor dio un paso hacia ella, pero Myriam se apartó con brusquedad.
-Estás sacando conclusiones precipitadas. Si no me das oportunidad de explicarme…
-¿Cómo hiciste conmigo cuando traté de defenderme de tus acusaciones en lo referente a James Hamilton? –interrumpió Myriam con amargura. –te negaste a escucharme y, en tu afán de venganza, exigiste que me convirtiera en tu querida. Pero lo peor… -su voz se quebró y las lágrimas empezaron a derramarse por sus mejillas –lo peor es que mentiste.
-Admito que cuando te traje a Grecia no tenía intención de sacar a tu padre de su desastrosa situación financiera. Te consideraba responsable del accidente de mi hermana, y quería hacerte daño… -el móvil de Víctor se puso a sonar en aquel momento. Masculló una maldición mientras aceptada la llamada: -Bajaré en 5 minutos. Que sirvan más champán a los invitados.
Tras guardar el móvil en su bolsillo, se pasó una mano por el pelo y miró a Myriam con expresión de frustración.
-Todo eso cambió cuando te llevé a la cama. El sexo contigo fue una experiencia increíble. Nunca había experimentado un placer tan increíble –admitió con aspereza. –Y cuando descubrí que eras virgen, que me había equivocado por completo al juzgarte… -su tono se vio matizado por una emoción que Myriam no supo definir –Llamé de inmediato a Steven Holt para decirle que había cambiado de opinión y que quería que comprara Joyería Montemayor.
-No te creo. Mark Lloyd acaba de asegurarme que Vantage no tenía intención de comprar Montemayor. Uno de los 2 tiene que estar mintiendo, y no creo que sea él.
La mirada de Víctor se oscureció.
-¿Me estás llamando mentiroso? No sé qué está pasando, pero di instrucciones muy claras a Steven Holt –dijo, tenso. –Es evidente que ha habido algún malentendido.
Myriam cerró su maleta y luego se quitó el collar que Víctor le había puesto.
-El señor Lloyd me ha dicho que estaba equivocada, y tenía razón. Me equivoqué al pensar que eras un hombre honorable, porque en realidad eres un mentiroso y un tramposo, y espero no volver a verte nunca más –espetó, y se volvió para encaminarse hacia la puerta.
Víctor la sujetó por un brazo y le hizo volverse.
-En realidad no quieres decir eso –murmuró, sintiéndose como si un cuchillo lo estuviera desgarrando por dentro. –Dime la verdad. ¿Es el acuerdo al que llegamos en Londres el único motivo por el que te has entregado a mí tan apasionadamente noche tras noche?
¿Cómo podía seguir sintiendo algo por aquel hombre después de cómo la había engañado?, se preguntó Myriam, desesperada. Debía de ser la tonta más grande del planeta.
-¿Qué otro motivo podría haber? –espetó. –Se suponía que estabas pagándome para que fuera tu querida.
La mirada que le dedicó Víctor fue tan dura y fría que dio un paso atrás.
-En ese caso, debo felicitarte por tu ejemplar interpretación –replicó él en tono peligrosamente suave. –Tal vez deberías considerar la posibilidad de dedicarte profesionalmente a la prostitución.
Myriam cerró los ojos brevemente para contener el dolor de su corazón.
-Debo irme –murmuró. –Tengo que volver junto a mis padres.
-¿No olvidas algo?
-Ya he dejado el collar en la mesilla. Me has visto.
Víctor sonrió peligrosamente.
-No me refiero al collar, sino al vestido.
-Oh –Myriam se sintió como una completa idiota. La vieja falda y la camiseta que había separado para viajar seguían sobre la cama. –Voy a cambiarme en el baño.
-Quiero que me lo devuelvas ahora mismo.
La feroz mirada de Víctor hizo comprender a Myriam que estaba dispuesto a arrancarle el vestido del cuerpo. Se estaba desmoronando por dentro, pero no pensaba darle el placer de comprobarlo.
-¿Qué sucede, Víctor? ¿Excitado de última hora? –preguntó desdeñosamente mientras se bajaba la cremallera del vestido. Sabía que Víctor era consciente de que con aquel vestido no llevaba sujetador, pero se negó a bajar la mirada mientras el vestido se deslizaba al suelo.
-Ambos sabemos que podrías tomarte ahora mismo y que no harías nada para impedirlo –murmuró Víctor con voz ronca.
Myriam comprendió que no tenía sentido negar aquello ante la evidencia de excitados pezones, que parecían estar buscando las caricias de sus manos y su boca. Pero logró encogerse de hombros con expresión indiferente.
-Es cierto que sabes pulsar todos los botones adecuados, Víctor. Eres un magnífico semental –replicó mientras tomaba su blusa y su falda y se vestía rápidamente.
Jamás permitiría que volviera a tocarla. Jamás volvería a experimentar el indescriptible placer que sólo había conocido entre sus brazos. Sus ojos se llenaron de lágrimas mientras se encaminaba hacia la puerta. Pero antes de salir necesitaba hacerle una pregunta.
-¿Cuánto tiempo esperabas que durara nuestra relación después del viaje a Antigua?
-No esperaba que durara. No soy aficionado al compromiso –replicó Víctor en tono irónico. –Unas semanas de sol, mar y sexo es todo lo que siempre he querido de cualquier mujer, y tú no eres distinta a las demás.
-Comprendo –el rescoldo de esperanza que aún ardía en el corazón de Myriam se apagó por completo.
Sin añadir nada más. Se volvió y salió de la vida de Víctor para siempre.
A la mañana siguiente, mientras el taxi que había tomado en el aeropuerto de Gatwick cruzaba las puertas de Carlton House, Myriam temió encontrarse con los alguaciles que iban a desahuciar a sus padres, pero comprobó con cierto alivió que el único coche aparcado junto a la entrada era el de su padre.
-¿Aún no han venido? –preguntó en cuanto su madre abrió la puerta. -¿Dónde está Hobson?
-Deshaciendo el equipaje –contestó Vivienne.
-¿Deshaciendo el equipaje? –replicó Myriam, extrañada. –Pero… ¿no teníais que abandonar la casa antes del mediodía?
-No –contestó Vivienne, que parecía tan desconcertada como su hija.-Podemos quedarnos. Al parecer, el dinero por la venta de Joyerías Montemayor fue ingresado en el banco ayer a última hora de la noche y lo primero que ha hecho tu padre esta mañana ha sido cancelar la hipoteca. No pretendo comprender lo que está pasando, pero tu padre dice que todo se ha resuelto. ¿No es maravilloso, cariño? –sonrió con los ojos brillantes por las lágrimas. –Durante las últimas 24 horas no hemos sentido como si estuviéramos en una montaña rusa.
-Es una noticia magnífica, mamá –dijo Myriam a la vez que abrazaba a su madre.
¿Por qué habría hecho aquello Víctor? ¿Tan herido se había sentido en su orgullo por el hecho de que lo hubiera considerado un mentiroso? Le habría encantado poder devolverle el dinero de inmediato, pero Carlton House estaba a salvo, y lo único que le importaba en aquellos momentos era que su madre conservara la sonrisa que iluminaba su rostro.
-¿Cómo esta papá?
.Muy aliviado, como podrás imaginar. Ahora mismo está descansando. Ha reconocido que apenas ha dormido los últimos meses –Vivienne suspiró. –Ojalá me hubiera hablado de nuestros problemas financieros en lugar de haberse enfrentado solo con ellos.
-Sólo trataba de proteger –dijo Myriam.
Vivienne asistió y dejó de sonreír.
--Tengo otra noticia que darte –dijo con delicadeza. –Tía Georgie murió hace 2 días, mientras dormía. En realidad tenía 92 años, aunque se pasó la vida quitándose 5 años.
Charlie entró en aquel momento en el cuarto de estar, saltó de inmediato al regazo de Myriam y se puso a ronronear cuando ella enterró el rostro en su pelo color jengibre. Vivienne palmeó el hombro de su hija y le ofreció un paquete de pañuelos de papel.
-Lo siento, cariño. Sé cuánto querías a tu tía –murmuró, sin saber que las lágrimas de Myriam no se debían sólo a la noticia de la muerte de su tía, sino también a la pérdida del enigmático hombre griego que había robado su corazón.
Una semana después, Myriam contempló el cheque que tenía sobre el escritorio. Luego miró con expresión de asombro a Harold Wimbourne, el abogado más antiguo de la familia.
-No sabía que tía Georgie tuviera tanto dinero.
-La señora Cruz era una inversora muy sagaz –explicó el abogado, que carrapeó antes de añadir en tono confidencial. –Creo que también hizo fortuna apostando a los caballos. También a dejado su piso en Pimlico, otras posesiones detalladas en su testamento y un fondo de fideicomiso que debía recibir tras su muerte, o cuando usted cumpliera los 25 años –sonrió al ver la expresión de Myriam. –Veo que todo esto es una sorpresa para usted. Supongo que aún no sabe qué va a hacer con tanto dinero.
Myriam estaba realmente sorprendida, pero ya sabía con exactitud lo que pensaba hacer con el dinero.
-¿Puedo gastarlo ya?
_Por supuesto. Puede gastarlo como quiera, querida. Puedo aconsejarle cómo invertirlo, pero estoy seguro de que Georgina quería que lo utilizara para divertirse.
Myriam era incapaz de imaginar cuándo sería capaz de volver a divertirse, pero agradecía mucho a su tía que le hubiera dado la oportunidad de recuperar parte de su orgullo. Envió de inmediato a Víctor un cheque por la mitad del importe que éste había pagado por Montemayor y lo acompañó de una nota en la que aseguraba que le devolvería el resto en cuanto vendiera el piso.
“Pagaste por mi cuerpo y me trataste como a una fulana, pero ahora estoy comprando de nuevo mi dignidad, escribió con furia. Me pregunto si alguna vez podrás recuperar la tuya.”
Pero lo cierto era que Víctor no la había tratado como una fulana, tuvo que reconocer mientras pasaban los días y el dolor de haberlo perdido se volvía más y más insoportable. Después de haber aceptado que ella no sabía que James Hamilton estaba casado, no tenía sentido que Víctor la hubiera traicionado, sobre todo teniendo en cuenta que pagó la suma acordada por Joyerías Montemayor la misma noche en que lo abandonó.
Las dudas no dejaban de asaltarla cuando recordaba su insistencia en que había dado instrucciones a Vantage Investments para que se procediera a la compra de Montemayor. ¿Se habría precipitado al negarse a escucharlo? Pero Víctor también le había dejado bien claro que sólo la había invitado a pasar unas vacaciones en Antigua para seguir disfrutando de su cuerpo. No tenía más remedio que reconocer que se había estado engañando a sí misma al pensar que su relación podía llegar a algo más. Lo cierto era que desde el principio había estado al tanto de la reputación de playboy de Víctor, de manera que ella era la única culpable de que le hubiera destrozado el corazón.
Víctor contempló con impaciencia la lluvia que caía sobre el parabrisas del coche, y se preguntó cuánto tiempo tendría que seguir esperando a que Myriam volviera a su piso. Estaba dispuesto a seguir allí sentado toda la vida, pero cuando miró su reloj y vio que sólo había trascurrido 5 minutos desde la última vez que lo había mirado, su frustración aumentó.
Había recibido un cheque de Myriam hacía una semana, y desde entonces le quemaba en el bolsillo… junto con la nota en que le preguntaba si alguna vez sería capaz de recuperar su dignidad. Hizo un esfuerzo por controlar su enfado. Se enfureció mucho la noche en que Myriam lo acusó de haberla engañado en lo referente a la compra de Joyerías Montemayor, pero después, cuando se fue calmando, reconoció que apenas había hecho nada para ganarse su confianza. Había creído toda la basura publicada en los vergonzantes periódicos sensacionalistas y la había obligado a convertirse en su querida sin darle opción a defenderse. Su forma de tratarla había sido imperdonable y lo más probable era que estuviera perdiendo el tiempo esperándola allí, pero, a lo largo de las 2 semanas transcurridas desde su marcha, había sido incapaz de trabajar o dormir, lo que le había dado mucho tiempo para pensar.
De pronto una conocida figura apareció ante su vista, con la cabeza inclinada para protegerse de la lluvia. La derrotada curva de sus hombros conmovió profundamente a Víctor. Notó enseguida que Myriam había perdido peso. Parecía dolorosamente frágil, y aún más bella que la mujer que había asediado sus recuerdos día y noche durante aquellas 2 semanas. Estaba deseando abrazarla… aunque sabía que eso no le bastaría. Su cuerpo despertó mientras la contemplaba, pero ignoró por completo su clamor de deseo. Tenía cosas que decirle y, en aquella ocasión, estaba decidido a que Myriam lo escuchara.
Myriam dejó la bolsa de la compra sobre la mesa de la cocina y apartó con impaciencia el pelo mojado de su cara mientras sacaba la comida para el gato.
-Al menos uno de nosotros sigue teniendo apetito –murmuró cuando Charlie se puso a ronronear en torno a sus tobillos.
Cuando sonó el timbre de la puerta, trató de ignorarlo. Aunque no había contado los detalles de su relación con Víctor a sus amigas, estás habían adivinado que sufría <<mal de amores>>, y estaban en plena campaña para tratar de hacerle salir de la depresión en que parecía a punto de caer. Sabía que tenían buena intención, pero también sabía que nunca superaría el trauma de su relación con Víctor, y prefería estar sola.
Cuando el timbre volvió a sonar insistentemente, masculló una maldición y fue a abrir.
-Hola, Myriam.
El acento griego de Víctor resultó tan dolorosamente evocador que los ojos de Myriam se llenaron al instante de lágrimas. Fue un alivio que un oportuno desmayo le hiciera desmoronarse allí mismo, sobre la alfombra.
Cuando abrió los ojos se encontró tumbada en el sofá, con el preocupado rostro de Víctor inclinado sobre ella.
-¿Por qué has dejado de comer? -preguntó con aspereza.
-He comido –mintió ella a la vez que hacía un esfuerzo por erguirse.
-Estás pálida, delgada y tienes ojeras.
-¿Y? no he logrado dormir demasiado últimamente –Myriam prefería morir a reconocer que había estado sufriendo por él. –He tenido muchas pesadillas –añadió a la vez que alzaba la barbilla. -¿Qué haces aquí, Víctor?
Víctor se sentó en el sofá junto a ella.
-En primer lugar, quiero una respuesta. ¿Estás embarazada? Cuando hicimos el amor en la playa, en Santorini, no utilicé protección.
Myriam tomó su decisión en un instante.
-No –contestó rápidamente, y rogó para que Víctor no hubiera captado el ligero temblor de su voz.
Víctor la miró un momento y luego asistió lentamente.
-Eso nos lleva al segundo motivo de mi visita. Quiero devolverte esto –sacó del bolsillo interior de la chaqueta el cheque que le había enviado Myriam y se lo ofreció.
-Guárdatelo –dijo ella con dureza. –Sé que transferiste el dinero de la compra de Joyerías Montemayor el día que me fui de Mykonos, pero pienso devolverte cada penique. Mi familia ya no está en deuda contigo.
Sin dudarlo un instante, Víctor rompió el cheque en pedazos.
-Cuando te conocí creía que habías seducido al marido de mi hermana, como la indeseable Wendy sedujo a mi padre. No veía ninguna diferencia entre vosotras 2, y volqué en ti el odio que había sentido durante años por ella –frunció el ceño al ver que Myriam se estremecía. –Deberías quitarte esa ropa mojada –dijo con brusquedad. Al ver que ella negaba con la cabeza, dio un impaciente suspiro, se quitó la chaqueta y la colocó sobre sus hombros. Myriam rogó para que dijera de una vez lo que quería decir y se fuera. Lo último que quería era desmoronarse ante él.
-Durante nuestra estancia en Mykonos estuve muy ocupado con las negociaciones para comprar el hotel Ambassador de Londres –continuó Víctor. –También había que organizar la fiesta de inauguración del Artemisa. Vantage Investment es una empresa subsidiaria de García Enterprises, pero funciona de manera independiente. Después de dar instrucciones a Steven Holt para que procediera a la compra de Joyerías Montemayor, no hubo motivo para volver a ponerme en contacto con él. Hasta la noche en que te fuiste no supe que la mujer de Steven tuvo un parto prematuro un día después de que hablara con él. Su hijo nació 12 semanas antes de lo debido, y Steven apenas ha abandonado el hospital desde entonces. Al parecer, el bebé está bien, pero sigue en la unidad de cuidados intensivos. Comprensiblemente, Steven olvidó trasmitir a Mark Lloyd mi cambio de opinión respecto a la compra de Joyerías Montemayor. En cuanto me enteré de lo ocurrido, transferí el dinero desde mi cuenta personal al banco de tu padre.
Myriam tuvo que reconocer que, sin la rápida intervención de Víctor, sus padres habrían perdido su casa. No pudo evitar sentir una punzada de culpabilidad al recordar cómo lo acusó de ser un mentiroso.
Víctor se levantó y fue hasta la ventana, tras la cual seguía lloviendo.
-Lo cierto es que supe casi desde el principio que no te parecías nada a Wendy, ni a la superficial joven bonita y tonta que retrataba la prensa. Quería odiarte, pero te metiste bajo mi piel y descubrí que disfrutaba estando contigo. Te habría seguido la noche que te fuiste, pero no podía dejar que Ana se ocupara sola de la fiesta. Además, me puse furioso al constatar que, a pesar de que el mes que habíamos pasado juntos había sido el más feliz de mi vida, tú no sentías lo mismo que yo. No confiabas en mí. Al día siguiente me enteré de que los daños sufridos por mi hotel en Santa Lucía eran más serios de lo que se creyó en un principio, y de que varios de mis empleados habían resultado heridos a causa de la tormenta. No tuve más opción que volar de inmediato al Caribe.
Myriam no supo qué decir mientras asimilaba lo que acababa de escuchar, y un tenso silencio se adueñó de la sala de estar antes de que Víctor volviera a hablar.
-Siento mucho haberte tratado como lo hice cuando nos conocimos. Te culpaba del accidente sufrido por mi hermana y, en mi afán de venganza, robé tu inocencia.
El sombrío tono de voz conmovió a Myriam que, a pesar de la tristeza que sentía, quería absolverlo.
-Ninguno de los 2 podía negar la química sexual que había entre nosotros –dijo con suavidad. –Yo quería que me hicieras el amor.
-Te deshonré, y la única forma que tengo de arreglar las cosas es casándome contigo.
-¿Qué? –exclamó Myriam, boquiabierta, y temió volver a desmayarse. Pero, por su expresión, era evidente que Víctor estaba hablando en serio. –No quiero casarme contigo –dijo con toda la firmeza que pudo.
Víctor se sintió como si acabaran de aprisionar su corazón en un piño. Era el mismo dolor que experimentó cuando Yelena rompió su compromiso, y cuenado vio a Cecilia por primera vez después del accidente.
-Espero que sepas que jamás haría nada para perjudicarte –dijo con voz ronca. –Soy rico, y nunca te faltaría de nada.
Aquello empezaba a parecerse a una auténtica tortura, pensó Myriam, desolada. ¿Acaso no se daba cuenta Víctor de que estaba a punto de desmoronarse, de que anhelaba aferrarse a aquella posibilidad de ser feliz a pesar de que nunca lo sería plenamente si él no la amaba?
-Pero yo querría algo que no puedes darme, Víctor –susurró con esfuerzo. –Querría amor. Me da lo mismo el dinero que tengas. Me casaría contigo aunque fueras un cabrero de Agristi si me amaras tanto como yo te amo a ti.
Las lágrimas nublaron su visión, de manera que, más que verlo, sintió que Víctor se apartaba de la ventana, pero supuso que lo que acababa de decir haría que se fuera de inmediato sin siquiera mirar atrás. No estaba preparada para sentir los fuertes brazos que la rodearon y dio un gritito de sorpresa cuando Myriam la tomó en brazos y avanzó con ella por el pasillo.
-¿Qué haces? –preguntó, incapaz de contener las lágrimas.
Víctor abrió la puerta del dormitorio con un pie y la dejó con delicadeza sobre la cama. El corazón de Myriam se sobresaltó al ver en sus ojos el revelador brillo de las lágrimas.
-¿Víctor? –alzó instintivamente una mano para acariciarle la mejilla mientras él se arrodillaba a su lado.
-¿Me amas? –preguntó, tenso, sin la más mínima arrogancia.
No era de extrañar que lo preguntara con incredulidad, se dijo Myriam. Años atrás había sido cruelmente rechazado por la mujer a la que amaba. Desde entonces había tenido que cargar con la responsabilidad de criar a su hermana a la vez que se ocupaba de crear de la nada un impresionante imperio económico. Además, en el fondo nunca había superado el hecho de que su padre los abandonara. Debía de haberse sentido muy solo durante casi toda su vida.
De pronto, su propio orgullo dejó de carecer de importancia, sobre todo porque Víctor la estaba mirando como si su respuesta fuera lo único que le importaba en el mundo.
-Te amo con todo mi corazón –aseguró.
Víctor cerró brevemente los ojos y respiró temblorosamente.
-Tú eres mi mundo, Myriam mía –dijo con sencillez, con la voz cargada de emoción. –Y te amaré y cuidaré hasta que la muera. Robaste mi corazón y ahora es tuyo para siempre –besó las lágrimas que se deslizaban por el rostro de Myriam. -¿Saber que te amo te hace llorar? –añadió con evidente inseguridad.
-Loro porque hace tanto que quería que me amaras que no puedo creer que sea cierto.
-Es cierto –Víctor tomó la mano de Myriam y la apoyó sobre su corazón para que sintiera los poderosos latidos de su corazón.
-El mes que pasamos juntos en Mykonos fue el más feliz de mi vida, y mis sentimientos por ti no dejaron de crecer día a día. Ahora que sabes que te amo con mi corazón, con mi alma y con todo lo que soy, ¿me harás el honor de casarte conmigo?
Myriam vio el amor que destellaba en sus ojos y, finalmente, se dejó llevar por la tenue llama de esperanza que ardía en su interior.
-¿Cecilia…? –preguntó, sintiendo una repentina ansiedad.
-Cecilia ya sabe lo que siento por ti y nos ha dado su bendición. De hecho, dice que, si no aceptas ser mi esposa, tomará el primer avión que salga para Inglaterra y tratará de convencerte personalmente –la sonrisa de Víctor no sirvió para disimular la tensión que seguía sintiendo. –Está deseando conocerte.
Ya sólo quedaba una duda por resolver, reconoció Myriam mientras se mordía el labio inferior.
-Te quiero y me encantaría casarme contigo –apoyó un dedo sobre los labios de Víctor cuando éste se inclinó para besarla. –Pero tengo algo que confesar. Te he mentido –lo miró a los ojos y respiró profundamente antes de continuar. –Cuando me has preguntado si estaba embarazada, lo he negado. No quería que volvieras a mi lado a causa de tu sentimiento del deber.
De pronto, se sintió ridículamente tímida, y la expresión de Víctor no reveló lo que sentía.
-¿Myriam?
-Voy a tener tu bebé –dijo ella con suavidad. -¿Estás… contento?
Al ver que Víctor sonreía de oreja a oreja su corazón se sintió colmado de amor por él.
-<<Contento>> no es la palabra adecuada para expresar lo que siento –la voz de Víctor surgió cargada de emoción. –Me siento rebosante de alegría, agradecido y feliz por haberte encontrado, cariño mío. Y, sobre todo decidido a que jamás tengas motivo para dudar de mi amor por ti y por nuestro hijo –inclinó la cabeza y reclamó los labios de Myriam en un beso que habló de pasión y deseo, de un amor incontenible que duraría toda la vida.
Myriam le correspondió con todo lo que había en su corazón, y el beso se fue transformando en un festín de sensualidad que alimentó la llama de su mutuo deseo. Sus ropas eran una barrera que Víctor retiró rápidamente, y Myriam susurró su nombre cuando tomó sus pechos y acarició sus rosadas cimas con la lengua. Víctor gimió cuando ella deslizó las manos por su cuerpo, y tuvo que hacer verdaderos esfuerzos por controlarse cuando rodeó su excitado miembro con una mano y comenzó a acariciarlo.
-Te quiero –murmuró cuando le hizo separar las piernas y descubrió la dulce y reveladora humedad de su excitación.
Myriam era el amor de su vida y así se lo hizo saber mientras la penetrada. Enseguida empezó a moverse con exquisito cuidado hasta que, con sus corazones latiendo al unísono, alcanzaron juntos la cima del deseo.
mariateressina- VBB PLATINO
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Re: Castigo y placer
Muy gracias por tan bello final me encanto y estare esperando la siguiente novelitas mil gracias
Eva Robles- VBB BRONCE
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Re: Castigo y placer
GRACIAS POR EL FINAL DE LA NOVELA ME GUSTO MUCHO.
dany- VBB PLATINO
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Re: Castigo y placer
y que creen chicas... este no es el final jajajja aun hay un pequeño pilón que les pondré mañana y ese si es el gran final jajajaj.
Última edición por mariateressina el Lun Nov 11, 2013 6:44 pm, editado 1 vez
mariateressina- VBB PLATINO
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Re: Castigo y placer
Pues espero el final final lo mas pronto por favor
dany- VBB PLATINO
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Re: Castigo y placer
Gracias por el capitulo y esperamos el final.
jai33sire- VBB PLATINO
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Re: Castigo y placer
Bueno chicas hoy si aki el pilón que me hacia falta para finaliza esta novelita espero que les haya atrapado como a mi.
Epílogo
6 semanas después se casaron en la iglesia en que fue bautizada Myriam, y a continuación dieron una recepción para sus familiares y amigos en Carlton House.
Cecilia ya estaba lo suficientemente bien como para viajar y voló a Inglaterra acompañada de un atractivo médico que, según reveló más tarde, le había pedido que se casara con él.
-En esta ocasión, ambas nos hemos enamorado del hombre adecuado –susurró junto al oído de Myriam mientras los invitados se reunían ante la entrada de la casa para despedir a la pareja, que iba a pasar su luna de miel en Antigua.
Myriam se había sentido un poco nerviosa ante la perspectiva de conocer a la hermana de Víctor, pero Cecilia se ocupó de asegurarle rápidamente que sólo culpaba a su marido del colapso de su matrimonio.
-¿Crees que a Víctor le guste Daniel? –preguntó Cecilia con ansiedad cuando Myriam estaba a punto de subir a la limusina.
-Sé que le ha caído muy bien –le aseguró Myriam. –Pero no puedo creer que quieras que yo sea tu dama de honor. El médico me ha dicho que mi bebé es más grande que la media. Dentro de 6 meses voy a parecer una ballena.
-¿De qué estás hablando con Cecilia? –preguntó Víctor mientras la limusina se alejaba.
Tras despedirse una vez más de sus padres agitando la mano. Myriam se volvió hacia él, sonriente.
-Tu hermana quería saber si te gustaba Daniel. Le he dicho que sí.
-Creo que sabrá hacerla feliz –Víctor se llevó la mano de Myriam a los labios y besó el anillo de oro que había deslizado en su dedo anular durante la ceremonia. –Y yo pienso pasar el resto de mi vida haciéndote feliz, Myriam mía –añadió con seriedad. –Te quiero.
La evidente emoción de su mirada hizo que Myriam sintiera un nudo en la garganta, y su boca tembló ligeramente cuando lo besó.
Disfrutaron de un maravilloso mes en Antigua, antes de volver a la magnífica villa que Víctor poseía en las afueras de Atenas. Los padres de Myriam los visitaron a menudo, y Víctor se negaba a permanecer fuera de casa más de una noche, de manera que tuvo que delegar en algunos de sus ejecutivos la mayoría de sus viajes de negocios.
Para cuando terminó su embarazo, Myriam estaba tan grande como había predicho el médico.
-No pareces una ballena. Eres mi bellísima y muy preñada esposa –dijo Víctor cuando ella lamentó estar tan gorda. –Y te quiero más de lo que pueden expresar las palabras.
Repitió aquellas palabras una y otra vez cuando Myriam se puso de parto una semana antes de lo esperado, y volvió a hacerlo con la voz cargada de emoción cuando dio a luz a su hija, a la que llamarón Sofía.
-No pienso permitir que vuelvas a pasar por esto –murmuró, incapaz de olvidar la expresión de sufrimiento de Myriam mientras daba a luz. –Habría dado todo lo que poseo por haber sufrido en tu lugar.
-No ha sido tan terrible –le aseguró Myriam, que olvidó por completo los dolores del parto en cuanto le entregaron a su bebé. –Siempre quise tener un hermano o una hermana pequeña mientras crecía, y no quiero que Sofía sea hija única. 3 niños son un buen número, ¿no te parece?
Víctor le acarició la mejilla y cerró un momento los ojos, emocionado.
-Creo que eres una mujer increíble, cariño mío y no tengo palabras para expresar mi admiración y amor por ti. Aceptaría tener una docena de hijos si fuera tu deseo. Pero de momento tenemos a Sofía y un amor que durará toda la vida. No puedo pedir más, amor mío, porque tú eres todo para mí.
Epílogo
6 semanas después se casaron en la iglesia en que fue bautizada Myriam, y a continuación dieron una recepción para sus familiares y amigos en Carlton House.
Cecilia ya estaba lo suficientemente bien como para viajar y voló a Inglaterra acompañada de un atractivo médico que, según reveló más tarde, le había pedido que se casara con él.
-En esta ocasión, ambas nos hemos enamorado del hombre adecuado –susurró junto al oído de Myriam mientras los invitados se reunían ante la entrada de la casa para despedir a la pareja, que iba a pasar su luna de miel en Antigua.
Myriam se había sentido un poco nerviosa ante la perspectiva de conocer a la hermana de Víctor, pero Cecilia se ocupó de asegurarle rápidamente que sólo culpaba a su marido del colapso de su matrimonio.
-¿Crees que a Víctor le guste Daniel? –preguntó Cecilia con ansiedad cuando Myriam estaba a punto de subir a la limusina.
-Sé que le ha caído muy bien –le aseguró Myriam. –Pero no puedo creer que quieras que yo sea tu dama de honor. El médico me ha dicho que mi bebé es más grande que la media. Dentro de 6 meses voy a parecer una ballena.
-¿De qué estás hablando con Cecilia? –preguntó Víctor mientras la limusina se alejaba.
Tras despedirse una vez más de sus padres agitando la mano. Myriam se volvió hacia él, sonriente.
-Tu hermana quería saber si te gustaba Daniel. Le he dicho que sí.
-Creo que sabrá hacerla feliz –Víctor se llevó la mano de Myriam a los labios y besó el anillo de oro que había deslizado en su dedo anular durante la ceremonia. –Y yo pienso pasar el resto de mi vida haciéndote feliz, Myriam mía –añadió con seriedad. –Te quiero.
La evidente emoción de su mirada hizo que Myriam sintiera un nudo en la garganta, y su boca tembló ligeramente cuando lo besó.
Disfrutaron de un maravilloso mes en Antigua, antes de volver a la magnífica villa que Víctor poseía en las afueras de Atenas. Los padres de Myriam los visitaron a menudo, y Víctor se negaba a permanecer fuera de casa más de una noche, de manera que tuvo que delegar en algunos de sus ejecutivos la mayoría de sus viajes de negocios.
Para cuando terminó su embarazo, Myriam estaba tan grande como había predicho el médico.
-No pareces una ballena. Eres mi bellísima y muy preñada esposa –dijo Víctor cuando ella lamentó estar tan gorda. –Y te quiero más de lo que pueden expresar las palabras.
Repitió aquellas palabras una y otra vez cuando Myriam se puso de parto una semana antes de lo esperado, y volvió a hacerlo con la voz cargada de emoción cuando dio a luz a su hija, a la que llamarón Sofía.
-No pienso permitir que vuelvas a pasar por esto –murmuró, incapaz de olvidar la expresión de sufrimiento de Myriam mientras daba a luz. –Habría dado todo lo que poseo por haber sufrido en tu lugar.
-No ha sido tan terrible –le aseguró Myriam, que olvidó por completo los dolores del parto en cuanto le entregaron a su bebé. –Siempre quise tener un hermano o una hermana pequeña mientras crecía, y no quiero que Sofía sea hija única. 3 niños son un buen número, ¿no te parece?
Víctor le acarició la mejilla y cerró un momento los ojos, emocionado.
-Creo que eres una mujer increíble, cariño mío y no tengo palabras para expresar mi admiración y amor por ti. Aceptaría tener una docena de hijos si fuera tu deseo. Pero de momento tenemos a Sofía y un amor que durará toda la vida. No puedo pedir más, amor mío, porque tú eres todo para mí.
mariateressina- VBB PLATINO
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Fecha de inscripción : 28/11/2009
Re: Castigo y placer
Muchas gracias por el capitulo gran final me encanto
Eva Robles- VBB BRONCE
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Fecha de inscripción : 28/11/2009
Re: Castigo y placer
GRACIAS POR EL FINAL DE LA NOVELA.
dany- VBB PLATINO
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Re: Castigo y placer
gracias por la novelita me encanto.
jai33sire- VBB PLATINO
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Fecha de inscripción : 23/05/2008
Re: Castigo y placer
gracias por la novelita me encanto.
jai33sire- VBB PLATINO
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Localización : Mexico Distrito Federal
Fecha de inscripción : 23/05/2008
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