Vicco y la Viccobebe
¿Quieres reaccionar a este mensaje? Regístrate en el foro con unos pocos clics o inicia sesión para continuar.

Delicioso Reencuentro Nueva Novela!

+5
Dianitha
Eva_vbb
mariateressina
myrithalis
FannyQ
9 participantes

Página 2 de 3. Precedente  1, 2, 3  Siguiente

Ir abajo

Delicioso Reencuentro Nueva Novela! - Página 2 Empty Re: Delicioso Reencuentro Nueva Novela!

Mensaje  FannyQ Dom Sep 12, 2010 1:49 pm

Capítulo 9
El viernes, Myri llegó al Waterfront poco antes de las siete de la mañana.
—No hay derecho —murmuró, antes de bajar del coche y dirigirse a toda prisa hacia la parte trasera del edificio.
Ni siquiera había tenido tiempo de ducharse, y como ya no podía tomar cafeína por el embarazo, una buena ducha era su único recurso para despejarse por la mañana.
—Ya lo sé, ya lo sé —dijo Naomi, que estaba esperándola junto a la puerta—. Te tocaba dormir hasta tarde y lo siento, pero pensé que querrías ver esto.
Las dos amigas se iban turnando para llegar al restaurante antes del amanecer, a controlar la llegada de los pedidos.
—¿No habría que parar eso? —dijo Myri, al ver el agua que salía por la puerta trasera.
—Estamos en ello —contestó Naomi, con una pequeña sonrisa nada convincente—. Primero se rompió la tubería, y después la llave de paso. Entonces decidí tirar parte de la pared para ver si había otra manera de parar el agua.
—¿Y…? —la instó Myri, con la sensación de que la historia no tenía un final feliz.
—Ratas.
Myri retrocedió un paso y se estremeció.
—¿Ratas?
—Un montón. Está claro que el exterminador ha estado cumpliendo con su trabajo, pero aún quedaba un nido.
—Genial.
Era demasiado pronto para lidiar con un montón de roedores. Myri hizo ademán de ir hacia la cocina, pero Naomi la agarró por el brazo y le dijo:
—Aún hay más.
—No basta con una tubería rota, la imposibilidad de parar el agua que inunda mi cocina y las ratas en las paredes, ¿no?
—No hemos recibido el pedido de fruta y verdura, porque el camión ha sufrido un accidente junto con tres vehículos más. No ha habido heridos, pero…
—Algo me dice que las lechugas no sobrevivieron dijo Myri.
—Eso parece.
—Genial —aquella noche tenía varias reservas para su nueva especialidad del chef—. Esta noche tenemos tres grupos de diez, Naomi.
Su amiga asintió.
—Y mataría por tener cilantro, pero resulta que nos hemos quedado sin él.
—Sí, ya lo sé. Lo siento de verdad. Myri se acercó a su amiga, y le dio un abrazo. —Tú no tienes la culpa, habrá que llamar a la tropa —sacó su móvil y marcó el número de Vic; cuando él contestó, le dijo—: ni te imaginas lo que ha pasado —después de explicarle la situación, añadió—: Naomi ya ha llamado al fontanero, pero hay que hacer algo con las ratas, porque no puedo ni verlas.
—Voy a llamar al exterminador, y enseguida voy para allá.
—Genial. Oye, por casualidad no tendrás algo de cilantro, ¿verdad?
—No. ¿Quieres que me pare a comprar un poco?
—No, llamaré a la empresa que nos sirve la verdura para ver lo que pueden hacer. Aunque no podrán servirnos lo mejor, eso se ha quedado tirado por la carretera.
—Este negocio es fantástico —comentó Vic.
—Al menos no es aburrido. Hasta luego —Myri colgó, y se volvió hacia Naomi—. Vic está de camino, va a ocuparse de lo de las ratas —echó un vistazo hacia la puerta, y dijo con voz vacilante—: ¿Tengo que entrar ahí dentro?
—Las ratas se han escondido, no te preocupes por ellas.
—Vale.
Myri se dijo que sólo eran unos ratoncitos realmente grandes y feos, y que a ella le gustaban los ratoncitos, porque le recordaban a la Cenicienta; sin embargo, no pudo evitar estremecerse. Al entrar en el local, se metió hasta los tobillos en el río que recorría su cocina.
—El fontanero ya viene de camino, ¿verdad?
—Seguro que no tarda nada en llegar.
—Bien.
Estaba claro que no iban a poder hacer nada mientras aquello durara, y que el suelo iba a tardar un poco en airearse cuando consiguieran parar el flujo de agua. Y aquella noche estaban al completo, porque tenían tres grupos de diez además del resto de reservas.
Al menos su despacho estaba seco, se dijo al quitarse el abrigo.
—Tenemos pescado, algo es algo —comentó Naomi, esperanzada.
Myri llamó a la empresa de verdura; el encargado le enumeró todo lo que les quedaba disponible, y ella la cotejó con lo que les había pedido en un principio.
—Enviádmelo —le dijo. Después de colgar, se apresuró a escribir otra lista y se la dio a Naomi—. Necesito todo esto para la una, pero antes de que te vayas, será mejor que pensemos en un nuevo especial para esta noche.
Una hora después, habían conseguido planear un nuevo especial y un menú modificado. Cuando Edouard, el segundo chef, entró en la cocina, observó la situación y dijo con una expresión de seguridad muy masculina:
—Se ha roto una tubería.
—Caramba, Eddie, muchas gracias. No sabíamos qué significaba tanta agua —dijo Naomi, con una sonrisita burlona.
Edouard sonrió, y comentó:
—Estás de mal humor, ¿es que tienes problemas con un hombre? Yo me llevo fenomenal con todos los míos, me adoran.
—No me extraña —le dijo Myri—. Nos alegra saber que has pasado una buena noche, pero será mejor que nos pongamos manos a la obra.
Naomi se acercó a Edouard, y apoyó la barbilla en su coronilla.
—Yo tampoco tengo problemas con mis hombres, pequeño amigo mío.
En ese momento, un desconocido asomó la cabeza por la puerta trasera.
—Hola, soy el fontanero, parece que tienen una tubería rota —les dijo, con una sonrisa.
Como era musculoso, joven y guapo, Myri no se sorprendió al ver que Naomi se apresuraba a acercarse a él.
—Ya me ocupo yo —dijo su amiga.
—Sí, claro —comentó Edouard—. Parece muy inocente, trátalo con cuidado.
Myriam miró su reloj, y comprobó que apenas eran las ocho de la mañana. No quería ni pensar en el día que tenía por delante, y se preguntó si tendría tiempo para escaparse a casa y dormir un rato. Sólo necesitaba un par de horas de sueño; además, tampoco iba a hacer nada más interesante en la cama… al parecer, se había convertido en una mujer asexuada.
Hizo caso omiso de las bromas entre Edouard y Naomi, al darse cuenta de que ni siquiera se acordaba de la última vez que había estado con un hombre… desnuda, claro. No recordaba la última vez que había estado piel contra piel con un hombre disfrutando de los besos, de las caricias, del fantástico momento del clímax.
—Qué injusticia —dijo, aún asombrada ante la súbita revelación que había tenido—. Todo el mundo tiene una vida sexual, menos yo.
Sus dos asistentes se volvieron hacia ella y se la quedaron mirando atónitos, y el fontanero pareció un poco incómodo.
—Eh… ¿podría decirme alguien dónde está la tubería rota?
Naomi le dio a su amiga unas palmaditas de solidaridad en el hombro, y después salió con el joven.
—Podrías acostarte con alguien si quisieras —comentó Edouard.
Myri aceptó el comentario, consciente de que había sido fruto de un ánimo de generosidad.
—Estoy embarazada. Créeme, nadie quiere verme desnuda.
—Au contraire. Para muchos hombres, la exuberancia y la plenitud de formas de una mujer que florece son muy atrayentes.
—¿Quién florece? —preguntó Vic, al entrar en la cocina. Llevaba una bolsa en una mano, y un trasportín de animales en la otra.
—Myri. Está preocupada porque no tiene vida sexual —dijo Edouard—. ¿Qué llevas ahí?, ¿un perro? No quiero perros en mi cocina, largo de aquí —señaló hacia la puerta, como si esperara que Vic le obedeciera.
Con las mejillas rojas como tomates, Myri sabía que no tendría esa suerte. Las cocinas eran lugares ruidosos y sin cohibiciones donde nadie tenía secretos y cada debilidad se convertía en un blanco ideal, era algo que sabía y que aceptaba, pero ¿por qué había tenido que enterarse Vic del lamentable estado de su vida sexual?, ¿y por qué estaba sonriendo de oreja a oreja su ex marido?
—¿Qué pasa?, ¿tienes algo que decirme? —le preguntó.
Vic le dio la bolsa que llevaba en la mano, y cuando Myri echó una ojeada, el estómago empezó a hacerle ruido.
—Me has traído cilantro.
—Sí, me has dicho que lo necesitabas —Vic dejó el transportan en el suelo, y lo abrió—. Esto es para el otro problema —comentó, mientras salía un enorme gato blanco y negro.
—¡Un gato! —exclamó Edouard.
Su segundo chef parecía tan horrorizado, que Myri pensó que iba a subirse de un salto al mostrador.
—¡No!, ¡imposible! Sueltan mucho pelo, lo dejaría todo perdido.
—Es verdad. No quiero gatos en mi cocina, no es higiénico —dijo Myri—. No voy a enumerarte todas las normas que estaríamos incumpliendo.
—Es mejor tener un gato que un montón de ratas —comentó Vic—. No es un animal casero, sino un cazador. ¿A que no adivinas cuál es su comida preferida?
Myri contempló a aquella criatura con suspicacia, antes de decir:
—¿Cuánto pesa?
—Más de diez kilos. La mujer de la perrera me ha dicho que es un animal limpio y amistoso, y que le encanta cazar. Es muy grande, así que no va a tener ningún problema con las ratas.
El gato recorrió la cocina con la mirada antes de acercarse a Myri, y empezó a restregarse contra su pierna ronroneando. Ella se agachó, y empezó a acariciarlo.
—Hola, gatito —miró a Vic, y le preguntó—: ¿tiene nombre?
—Ni idea.
—Espero que se coma lo que cace, o alimentarlo nos va a costar una fortuna —comentó ella, al sentir los músculos del lomo del animal.
Edouard siguió mirándolo como si pensara que el gato iba a atacarle de un momento a otro; de repente, el animal levantó las orejas, salió corriendo hacia la pared abierta y se metió por el agujero.
—Rápido, hay que sellar la pared mientras aún podamos —dijo Edouard.
—Ni hablar, el gato se queda. Este edificio es bastante viejo, y ha habido tantas remodelaciones, que seguro que hay un montón de recovecos a los que no puede llegar un exterminador. Es una buena idea tener un gato —al menos, eso esperaba ella.
En ese momento oyeron que llegaba un vehículo, y Myri supuso que se trataba del segundo camión con las verduras.
—Seguro que todo es un asco —murmuró, mientras salía a la calle—. Lo bueno de verdad se ha quedado en el accidente.
—¿No puedes escoger lo que te parezca pasable? —le preguntó Vic.
—No me queda más remedio —dijo ella.
—Yo te ayudaré —al ver que ella le miraba sorprendida, Vic añadió—: Sé el aspecto que tiene una lechuga decente. A lo mejor no soy un chef, pero tampoco soy idiota.
—De acuerdo — se sintió aliviada al ver que él iba a ignorar lo que había oído antes, quizás incluso…
—Así que no tienes vida sexual, ¿eh? —comentó él, con una enorme sonrisa—. Qué palo.
Myriam se levantó de una silla y empezó a cortar el cilantro. Había empezado a dolerle la espalda por el embarazo, pero estaba decidida a aguantar la incomodidad. Apoyó el pie izquierdo en un pequeño taburete para intentar aliviar la tensión, y al sentir cierto alivio, siguió cortando mientras se le ocurrían unas cuarenta y siete maneras de utilizar el cilantro en varios platos. Si…
—¡Myri!
Dio un respingo al oír que Vic la llamaba. Ya había pasado casi una semana desde que Edouard había anunciado a bombo y platillo que ella no tenía vida sexual, y aún se sentía un poco incómoda. Vic se había portado como un perfecto caballero, así que no tenía ninguna queja en ese sentido, pero aun así, era un poco embarazoso.
—Por aquí estamos bien —dijo, al levantar la mirada—. Todos los pedidos están fuera, así que no me digas que ha llegado un grupo de doce por sorpresa.
—No, todas las reservas están listas, hemos acabado por hoy.
—Bien.
Vic se acercó hacia ella, vestido con unos pantalones y un jersey que le favorecían y enfatizaban su gran atractivo; aunque Gloria era una zorra lunática, lo cierto era que sus nietos tenían muy buenos genes. Le flaqueaban las rodillas sólo con ver a su ex marido, al contemplar el movimiento de su cuerpo y la sonrisa en sus labios, y eso no era recomendable teniendo en cuenta que llevaba un cuchillo en la mano.
—Mañana tienes el día libre —le susurró él al oído.
Su cálido aliento la excitó y le hizo cosquillas. No habían compartido más besos ardientes, y aunque se había dicho que no tenía importancia y que era mejor así, en el fondo sabía que estaba intentando engañarse a sí misma.
—¿Eso es una pregunta, o una afirmación? —le preguntó.
—Una pregunta.
Myriam mantuvo la mirada fija en su cilantro, que era fresco y aromático.
—Sí —le contestó.
—Bien —Vic le metió una hoja de papel en el bolsillo, y añadió—: mi casa. Mañana. Seis y media. Cocino yo. Aquí tienes instrucciones para que no te pierdas.
—¿Y qué pasa si ya tengo planes? —le preguntó ella, mientras volvía la cabeza para mirarlo directamente. Sus ojos oscuros la impulsaron a lanzarse sin red de seguridad, pero un divorcio y varios años más de experiencia desde la última vez que se había arriesgado tanto hicieron que dudara.
—¿Los tienes?
Estuvo a punto de decir que sí, pero la intrigaba saber la razón de aquella invitación; además, él se había ofrecido a cocinar. Mucha gente daba por hecho que a los chefs sólo les gustaba comer sus propios platos y que eran muy críticos con la cocina ajena, y era posible que eso fuera cierto en algunos casos, pero a ella le encantaba dejar que otro cargara con la responsabilidad.
—No —respondió al fin.
—Entonces, nos vemos allí.
Preparar fajitas no podía ser demasiado complicado, ¿no? Vic había elegido aquel plato a propósito, y había comprado judías, arroz, salsa y guacamole en su restaurante mexicano favorito. Sólo tenía que trocear cebollas, pimientos y cilantro, preparar la carne y añadir las especias.
Ya había preparado la mesa y tenía un par de margaritas sin alcohol en la nevera, así que ¿por qué tenía tantos problemas con la cena? Faltaba menos de un cuarto de hora para que Myri llegara, y acababa de darse cuenta de que no podía calentar las judías.
—Maldita sea, necesito más cazos —exclamó, mientras empezaba a abrir armarios. Como no cocinaba, no sabría distinguir un cazo adecuado de uno malo.
Finalmente, encontró una cazuela y metió dentro las judías. Decidió utilizar el microondas y ahorrarse más problemas.
El timbre de la puerta sonó en ese preciso momento, y se apresuró a ir a abrir.
—Llegas justo a tiempo —dijo, antes de mirar a Myriam. Entonces retrocedió un paso, cerró la boca de golpe antes de que se le cayera la mandíbula al suelo, y se la quedó mirando como un idiota.
Estaba fantástica. Llevaba un jersey negro y morado que se ajustaba a sus impresionantes pechos y a su vientre redondeado, y unos vaqueros negros que lograban que sus largas piernas parecieran interminables. Su pelo suelto le caía hasta media espalda, y aquellas suaves ondas le recordaron otras veces en las que aquel mismo pelo le había caído sobre el vientre y los muslos mientras ella le…
Vic decidió desviar de inmediato sus pensamientos de aquel peligroso camino, y la invitó a pasar.
—Estás muy guapa —le dijo.
—Gracias. El embarazo ya empieza a notarse, pero no lo suficiente para que llene la ropa de premamá, así que me resulta difícil encontrar ropa que me quede bien. Me gusta mucho tu casa, el barrio está muy bien y me he dado cuenta de que tienes unas vistas fantásticas. Estoy celosa — se quitó el abrigo, y se lo dio—. Me he pasado por el restaurante al venir, y todo está bajo control. El gato ya se está haciendo el amo. Por cierto, tenemos que ponerle un nombre, a lo mejor tendríamos que someter el asunto a votación. Me refiero al personal, no a los clientes. Ellos no tienen por qué enterarse de lo del gato ni de lo de las ratas.
Vic cerró la puerta, y esperó a que ella dejara de hablar. Tanto parloteo significaba que estaba nerviosa, y saber que no era el único hacía que se sintiera un poco más cómodo.
—Así que… eh… ¿por qué estoy aquí? —le preguntó ella, mientras él colgaba su abrigo.
—Porque yo te lo pedí, y tú accediste.
—Eso ya lo sé. ¿Por qué me lo pediste?
—Has superado la fecha —se limitó a decir él.
Los ojos de Myri se llenaron de lágrimas, y ella parpadeó para disimular.
—Son las hormonas —dijo con voz tensa—. No sabía que llevabas la cuenta.
—No ha sido tan difícil. Sólo hace un par de semanas que me dijiste lo del embarazo, y cuando Naomi comentó que tu doctora te había dicho que todo iba muy bien, quise celebrarlo.
La idea se le había ocurrido de repente y había sido incapaz de quitársela de la cabeza, así que finalmente había decidido ceder ante el impulso y ver qué pasaba.
—No era necesario que te molestaras, pero te lo agradezco —dijo. Empezó a andar por el pasillo, y le preguntó—: ¿la cocina está por aquí?
—Sí, gira a la izquierda.
Myri se detuvo justo al entrar en la cocina, y Vic chocó con ella.
—¿Qué pasa? —le preguntó, al notar su desaprobación—. Es grande, tiene mucha luz y el horno es bueno.
Myri miró el electrodoméstico de seis fogones, y comentó:
—Es más que bueno, pero por el amor de Dios, Vic, es roja.
—Sí, pintaron antes de poner en venta la casa. Voy a cambiar el color.
—Será mejor que lo hagas pronto, porque tener una cocina roja no es buena idea. No conseguirás darle el toque de color justo a las verduras, y no es un tono que despierte el apetito. Pero supongo que puedo soportarlo.
—Me alegro, porque no pienso pintar hoy.
—Bueno, ¿qué vamos a cenar? —le preguntó ella, mientras se sentaba en un taburete.
—Fajitas. Filete y pollo.
—Genial.
Al ver que ella se ponía cómoda, Vic se dio cuenta de que no iba a librarse de tener que cocinar delante suyo.
—¿Quieres beber algo? —le preguntó, aunque en realidad lo que quería era ofrecerle algo para leer, o que viera una película en la tele. Cualquier cosa, con tal de que no lo viera intentando arreglárselas en la cocina.
—Claro, ¿qué tienes?
—Margaritas sin alcohol.
—Perfecto.
Después de servir las bebidas, encendió el fogón bajo la sartén. Se dio cuenta de que ella miraba el fuego, y se preguntó si lo había puesto demasiado fuerte o demasiado suave.
—¿Quieres hacerlo tú? —le preguntó.
—No. Ya lo hago para ganarme la vida, y me gusta que cocines para mí. No te preocupes, lo harás bien.
—¿Algún consejo?
—Vic, sólo vas a freír algo en una sartén, no vas a tener ningún problema.
—Sí, claro —Vic ya estaba sudando, y se preguntó por qué había pensado que aquello era una buena idea.
—No he visto ningún otro coche en el aparcamiento, ¿es que Walker ya se ha ido?
—Sí, hace un par de días. Reid le ofreció una habitación en su casa flotante, pero Walker está decidido a tener su propia casa.
—Me sorprende que se haya ido de aquí —comentó ella, después de tomar un trago de su margarita—. Pero entiendo que no quiera vivir con Reid. En su casa no paran de entrar y salir mujeres, me he enterado de que ya tiene una nueva novia. ¿Cuánto han durado Naomi y él?, ¿dos o tres semanas?
—Aprovechan mientras el fuego está al rojo vivo, pero la llama se apaga muy rápido —dijo él.
—Sí, Naomi ya va detrás de uno de los ayudantes de camarero, es increíble.
—Y he oído que Edouard tiene un nuevo hombre en su vida —dijo Vic, mientras añadía los pimientos y las cebollas.
—Sí, eso se rumorea.
Vic le lanzó una mirada, al recordar el comentario de Edouard sobre la inexistente vida sexual de Myri, y se preguntó si ella estaba interesada en reavivarla.
Ella entornó los ojos, y le dijo con voz firme:
—Sé lo que estás pensando. Ni se te ocurra.
—¿Qué es lo que estoy pensando?
—Estoy gestando, el sexo no es importante para mí.
—Me alegro de saberlo.
Vic pensó en su respuesta cuando la había besado. Estaba claro que el embarazo no era lo único en lo que estaba interesada, y se preguntó cuál sería su respuesta si se lo proponía. ¿Le diría que sí?, ¿quería él que lo hiciera?
Myri olisqueó el aire, y comentó:
—Oye, ¿se te está quemando eso?
—Estoy impresionada, está buenísimo —comentó mientras preparaba otra fajita.
—Gracias —dijo Vic, con una expresión un poco suspicaz.
—Lo digo en serio. Me encanta que cocinen para mí, y esto está muy bueno. Has usado mucho cilantro.
— Sabía que tenías un antojo.
—Sí, parece inevitable. Al menos no se me ha antojado nada que no pudiera comprar o preparar.
Estaban en el comedor, y Vic la había sentado de espaldas a la cocina para que no tuviera que ver las paredes rojas. Había sido un gesto muy dulce, y Myri creía que se iba a echar a llorar como él siguiera así.
La cena estaba impregnada con un aire de familiaridad. Los dos solos sentados a la mesa, hablando de restaurantes, de comida, de la vida… ¿cuántas veladas habían pasado así? El mundo de ambos había sido la comida, el trabajo y ellos dos.
¿En qué punto se había torcido su relación? Sabía que el hecho de que Vic decidiera que no quería tener hijos había sido un factor determinante, pero se habían formado un montón de grietas antes del colapso final.
—¿Por qué abriste el Daily Grind? ¿Lo hiciste sólo porque querías tener algo propio, o también fue porque querías alejarte de Gloria?

—Mitad y mitad —Vic se inclinó hacia ella, y comentó—: Ah, así que ahora crees que tengo razón sobre Gloria, ¿verdad?
—Nunca antes había tenido que trabajar con ella. Admito que cuando nos casamos pensaba que exagerabas al hablar de su personalidad, pero últimamente he tenido un par de encuentros con ella que me han hecho cambiar de idea. Es la persona más controladora que he conocido en mi vida.
—A mí me lo vas a contar.
—Hablando de contar, ¿has pensado en lo de contarle a Dani la verdad sobre su padre? Ya sé que le haría daño al principio, pero creo que con el tiempo esa información le resultaría muy liberadora.
—No sé qué hacer —admitió él—. Siempre he cuidado de mi hermana, y he intentado protegerla del mundo. Sé que ya es una mujer adulta, pero aun así quiero escudarla de cualquier cosa que pueda herirla.
Vic siguió hablando, pero Myri no lo oyó, ya que la inundó un dolor repentino y profundo al darse cuenta de que sus palabras confirmaban lo que ella ya sabía: que aquel hombre habría sido un padre fantástico.
Vic cuidaba de forma instintiva de quienes no eran tan fuertes, de todo el que le necesitaba, y podía imaginárselo adorando a un niño o a una niña mientras le enseñaba a avanzar por la vida.
¿Por qué había cambiado de opinión?, ¿por qué no había querido tener hijos con ella?
Myri abrió la boca, pero volvió a cerrarla enseguida. La velada iba muy bien, y no quería estropearla con una pelea… y las discusiones sobre niños e hijos siempre acababan en peleas entre ellos.
Vic tomó su margarita, y comentó:
—He estado pensando en lo que me dijiste, y he decidido que es mejor que Dani se entere por mí que por Gloria. Sólo tengo que encontrar el momento adecuado.
Myri no sabía si realmente existía un momento adecuado para romper en mil pedazos la imagen que alguien tenía de su propia vida, pero confiaba en que Vic tendría la suficiente sensibilidad para afrontar el problema.
—Querrá irse de la hamburguesería —le dijo.
—Ya lo sé, a lo mejor yo podría ofrecerle un puesto en el Daily Grind, siempre andamos en busca de buenos gerentes. Ya intenté contratarla antes, pero ella me dijo que tenía bastante con un incidente de nepotismo. Le dije que habría querido contratarla aunque no estuviéramos emparentados, pero no me creyó.
Myri tuvo la sospecha de que Dani querría alejarse de cualquier negocio familiar durante un tiempo, pero no hizo ningún comentario al respecto.
—Las cosas te han ido muy bien, tu empresa está en plena expansión —se limitó a comentar.
—Es aún más impresionante si se tiene en cuenta que estamos en la ciudad donde surgió Starbucks, la competencia es enorme.
—Es verdad, pero has encontrado tu hueco; está claro que somos una sociedad de consumidores compulsivos de café —con un suspiro, Myri admitió—: Lo echo muchísimo de menos, y antes de que me digas que puedo tomar descafeinado, te recordaré que no es lo mismo.
—Ya lo sé, pero sólo te quedan unos meses —Vic le lanzó una mirada a su vientre, y le preguntó—: ¿Vendrá tu madre a acompañarte cuando nazca el bebé?
—Sí. Dice que ha estado en el nacimiento de todos sus nietos hasta ahora, y que no quiere perderse éste —Myri posó una mano sobre su barriga, y añadió—: Creo que está un poco decepcionada.
—¿Porque va a tener otro nieto?, eso es imposible —dijo perplejo.
—No, sé que está muy contenta por lo del niño, pero el problema es la forma en que me he quedado embarazada. Mis dos hermanas lo hicieron todo a la perfección, pero yo estuve dando tumbos durante cinco años antes de decidir lo que quería hacer con mi vida. Dejé la universidad dos veces y trabajé en docenas de sitios, y sé que mis padres se sintieron frustrados conmigo. Ahora estoy embarazada de un hombre al que no conocerán nunca, y del que no sabemos nada. Lo único que tenemos de él es una lista de características y un breve historial médico.
Se inclinó hacia ella, y la tomó de la mano.
—Esperaste a encontrar lo que te gustaba, en vez de conformarte con un trabajo que no te llenara. ¿Cuánta gente tiene el valor de hacer algo así? No quisiste comprometer tus principios, y eso es algo loable.
—No seas tan bueno conmigo, empezaré a llorar.
—No, por favor. A los hombres nos horrorizan las lágrimas —bromeó él—. Hacen que nos sintamos chantajeados.
—Siempre fui muy buena en ese aspecto —comentó ella, con una sonrisa.
—Sí, es verdad. Eres una persona muy sincera.
Vic también lo había sido, excepto en el tema de los hijos. Habían sido simplemente dos buenas personas enamoradas, y Myri se preguntó qué era lo que había fallado en su matrimonio.
—¿Por qué no lo logramos? —le preguntó con voz suave.
—No lo sé.
—Fue como si todo fuera perfecto un día, y al siguiente aparecieran un montón de grietas por todas partes. Tuvieron que empezar a crearse un día en concreto, pero no se veían.
—A lo mejor éramos demasiado jóvenes —comentó él.
—Los dos teníamos veintitantos, no éramos unos niños. Pero quizás tengas razón, y no estábamos preparados para las tensiones del matrimonio —lo miró directamente a los ojos, y le dijo—: Nunca te odié.
—Me alegro. Yo tampoco.
¿Era cosa de ella, o de repente había empezado a hacer mucho calor?
—Al menos ahora podemos ser amigos —dijo, consciente de que tenía que apartar la mano de la de él.
El hecho de estar sentados tan cerca, mirándose a los ojos tomados de la mano, creaba una cierta sensación de intimidad. Demasiada. Además, se había creado entre ellos una corriente sensual, y Myri se sintió de repente muy consciente de su cuerpo masculino… de sus planos duros y sus anchos hombros. Sabía qué aspecto tenía desnudo, y cómo tocarlo para hacer que se tensara de placer.
—Vaya, mira qué tarde es —se apresuró a decir, mientras apartaba la mano—. El tiempo ha volado, ¿verdad?
El miró su reloj, y dijo:
—Son las ocho y media.
—Ya lo sé, pero estoy cansada y mañana hay que trabajar, y encima es viernes, así que estaremos a tope; además, tendría que llamar a Naomi para asegurarme de que todo va bien en el restaurante.
—Myri, ¿qué te pasa? ¿De qué tienes miedo?
—De nada — se levantó y bajó la mirada hacia la mesa sucia—. Debería ayudarte a limpiar.
—Al cuerno con eso. ¿Por qué huyes?
—¿Crees que estoy huyendo? Estoy aquí parada, ¿lo ves? —dijo, mientras levantaba un pie para demostrárselo.
Vic se levantó, y se acercó a ella.
—¿He dicho algo que te haya puesto nerviosa?
No, ella se las había ingeniado para ponerse nerviosa sin ayuda de nadie. Pero era más que eso, se sentía… incómoda. Y excitada sexualmente. Y muy embarazada. Dudaba que aquel cúmulo de circunstancias le resultara demasiado atrayente a Vic.
—Bueno, ha sido genial —le dijo, mientras retrocedía hacia la puerta—. La cena, la conversación… todo. Realmente fantástico. Gracias, te lo agradezco de verdad.
Agarró su abrigo y su bolso, abrió la puerta y salió a toda prisa. Treinta segundos después, encendió el motor de su coche y se alejó de allí a toda velocidad.
«¡Libre al fin!», se dijo, incapaz de controlar los latidos desbocados de su corazón. Lo peor de todo era que no podía explicar lo que había pasado; de repente, se había sentido muy consciente de Vic desde un punto de vista sexual, y había tenido miedo de no poder controlarse. La abstinencia era mejor que sufrir un rechazo, pero se sentía mal por haber salido huyendo. A lo mejor tendría que haberse explicado.
—Sí, claro. Ésa sí que es una conversación que estoy deseando tener con mi ex marido y jefe.
Cruzó Seattle hasta llegar a su pequeña casa de alquiler, y después de dejar el coche en su garaje de una sola plaza, apagó el motor. Fue entonces cuando se dio cuenta de que había un coche tras ella. Un deportivo pequeño que le resultaba muy familiar.
Myri salió del garaje justo cuando Vic salía de su Z4.
—¿Qué haces aquí? —le preguntó.
—Asegurarme de que llegas bien a tu casa, mientras intento entender por qué estás tan asustada.
—No estoy ni asustada ni nada, sólo cansada. Es tarde, he disfrutado de una agradable velada y después me he ido. Nada más.
Vic la agarró del brazo, la atrajo bruscamente hacia su cuerpo, y bajó la boca hacia sus labios.
—No creo que sea sólo eso —le dijo, antes de besarla.

Continua....
FannyQ
FannyQ
VBB DIAMANTE
VBB DIAMANTE

Cantidad de envíos : 1511
Edad : 32
Localización : Monterrey,N.L.
Fecha de inscripción : 24/05/2008

Volver arriba Ir abajo

Delicioso Reencuentro Nueva Novela! - Página 2 Empty Re: Delicioso Reencuentro Nueva Novela!

Mensaje  FannyQ Dom Sep 12, 2010 1:50 pm

Capítulo 10

Myri iba a protestar, pero cuando sus labios cubrieron los suyos y sintió la calidez de la suave caricia, el deseo estalló en su interior. La pasión anuló todo sentido común, y al entregarse al beso, supo que después tendría que enfrentarse a las consecuencias.
Ladeó la cabeza de forma instintiva, y abrió la boca antes de que él se lo pidiera; sin embargo, en vez de hacer lo que se esperaba de él y profundizar el beso, Vic siguió acariciándola castamente, mordisqueando su labio inferior antes de recorrerlo con la lengua.
De acuerdo, se estaba portando como un caballero, y eso sería algo bueno en circunstancias normales, así que Myri decidió darle un par de pistas más. Lo rodeó con los brazos, y se apretó contra él. Su vientre abultado le dificultaba poder restregar los senos contra su pecho musculoso, pero movió los hombros y se inclinó un poco hacia delante para que él captara el mensaje.
O no, pensó varios segundos después, cuando él no hizo otra cosa que besarla suavemente con las manos sobre sus hombros.
—¿Qué te pasa?, ¿por qué has venido? —le preguntó finalmente, tras apartarse un poco de él.
Vic le apartó un mechón de pelo de la cara, y se lo colocó detrás de la oreja antes de decir:
—Te estoy seduciendo.
¿Que la estaba seduciendo?, ¿con aquellos besos castos y recatados?
—Pues a mí no me lo parece. Si esto es por lo que dijo Edouard, olvídalo. No necesito sexo por piedad.
Él tuvo la desfachatez de sonreír.
—Yo diría que sí que lo necesitas, pero a mí me interesa más que eso.
Myri no supo cómo reaccionar. Por un lado, anhelaba volver a experimentar la intimidad física, tocar y ser tocada, y esa parte de su relación con Vic siempre había funcionado muy bien. Pero había algunas complicaciones; además de que trabajaban juntos y de que habían estado casados, tenía que tener en cuenta los cambios físicos que había provocado su embarazo.
—Esto es una locura —dijo, antes de volverse.
La siguió hasta la entrada de la casa, y apretó el botón para cerrar la puerta del garaje.
—No lo es. Myri, te deseo y creo que el sentimiento es mutuo. ¿Qué problema hay?
Sus palabras hicieron que le flaquearan las rodillas, pero al bajar la mirada y ver su vientre abultado, le entró el pánico.
—Está la cuestión del bebé —dijo.
—Tendremos cuidado —Vic abrió la puerta de la casa, y le indicó que entrara—. Puedes decirme lo que tengo que hacer, es algo que te encanta.
—No es un problema de seguridad, si es a eso a lo que te refieres —le dijo ella. Tras dejar el bolso sobre la mesa del recibidor, se volvió hacia él y añadió—: hay otras cuestiones que hay que tener en cuenta.
Vic se acercó a ella, y posó las manos sobre su vientre.
—¿Te refieres a tu belleza radiante? O a lo mejor estás hablando de tus pechos, que son mucho más grandes de lo que recordaba.
Myri no pudo evitar sonreír.
—¿Te has dado cuenta?
—Me he obsesionado.
—¿En serio?
—Sí, sobre todo antes de que supiera que estabas embarazada. Me preguntaba lo que habrías hecho para agrandarlos.
A Myri le gustó mucho oír aquello.
Vic empezó a frotarle el vientre en círculos lentos y sensuales, y añadió:
—No me importa que tu cuerpo sea diferente —dijo, antes de inclinarse a besarla con suavidad—. ¿O vas a obligarme a suplicar?
—No estaría mal, de hecho…
Myri no pudo seguir hablando, porque Vic le metió la lengua en la boca.
Él la besó profundamente, en una caricia posesiva y experta que la dejó sin aliento. La recorrió una oleada de sensaciones cuando él deslizó las manos por sus brazos y por su espalda, como si quisiera volver a familiarizarse con cada centímetro de su cuerpo.
Cuando ella lo rodeó con los brazos, él ladeó la cabeza y le acarició la lengua con la suya. Entre ellos existía un fuego ardiente, una calidez que hacía que Myri anhelara estar desnuda en la cama, con él llenándola. La combinación de los besos y de su imaginación provocó que su cuerpo se inflamara de pasión, por lo que sus pechos se tensaron y sus pezones se sensibilizaron hasta que apenas pudo soportar el roce del sujetador. Su entrepierna se humedeció de expectación.
Vic dejó su boca y empezó a mordisquearle la mandíbula hacia la oreja; cuando empezó a chuparle el lóbulo y la piel que había justo debajo, Myri se estremeció.
—Dormitorio —le susurró él al oído.
Ah, sí. Eso facilitaría bastante las cosas.
Myri empezó a retroceder por el pasillo, e incluso consiguió encender una luz para no tropezar con nada. Sin detenerse, Vic le agarró el jersey y se lo quitó por la cabeza, y esperó a que llegaran al dormitorio para lanzarlo sobre una silla.
Ni siquiera se molestaron en encender una lámpara, porque se filtraba luz suficiente por la puerta abierta. Vic se colocó tras ella, le apartó el pelo a un lado y se inclinó para mordisquearle el cuello.
—Recuerdo que tus pechos estaban muy sensibles la última vez —comentó contra su piel—. ¿Te ha vuelto a pasar?
A Myri le sorprendió que recordara algo relacionado con su primer embarazo.
—Eso creo, no han tenido demasiada acción últimamente —dijo ella.
—Iré con cuidado.
En cierto modo, Myri hubiera preferido que fuera rápido. Una buena seducción era algo muy placentero, pero estaba desesperada por un poco de desahogo; sin embargo, cuando él empezó a recorrerle los hombros con besos y le desabrochó el sujetador, decidió disfrutar de sus mimos un poco más.
Después de tirar el sujetador encima del jersey, Vic tomó sus senos en las manos y empezó a descender por su cuello salpicándolo de besos. Myri se sintió en el séptimo cielo, y cerró los ojos. La sujetó con cuidado, tocándola apenas pero lo suficiente, y recorrió su piel con la punta de los dedos en un movimiento circular que se fue acercando más y más al centro. Entonces la besó suavemente en el cuello, y frotó los índices contra sus pezones.
El contacto fue algo exquisito, y Myri se arqueó. Quería más, necesitaba más.
—Otra vez —susurró.
El obedeció, y acarició una y otra vez sus pezones tensos mientras incrementaba poco a poco la presión. Myri sintió que la recorría una llamarada que la hacía arder desde dentro, y los músculos de su entrepierna se tensaron.
Mareada, se dijo que era demasiado placer.
Vic la soltó, y después de hacer que se volviera hacia él, poseyó su boca en un beso que a Myri le llegó al alma. Él volvió a cubrirle los pechos con las manos, y apretó sus pezones entre el pulgar y el índice.
Ella se estremeció cuando una oleada de placer líquido la recorrió, y se aferró a Vic, atrapada en aquel clímax inesperado.
Ella se dijo que aquello era imposible, que nunca había alcanzado el orgasmo así, pero la realidad era innegable, y siguió en la cima del placer mientras él continuaba acariciándola; sin embargo, aquello no era suficiente, y sólo hacía que deseara más. Retrocedió un paso, y alargó la mano hacia la camisa de Vic.
—Quítatela —le exigió.
—Me gustan las mujeres que saben lo que quieren —dijo él, con una sonrisa.
Mientras él se ocupaba de su propia ropa, ella acabó de desnudarse. Por un segundo se preocupó por el tamaño de su vientre, así que se apresuró a meterse en la cama.
Vic se tumbó junto a ella de inmediato y Myriam se preguntó si la situación iba a volverse un poco incómoda, pero entonces él la abrazó y deslizó una mano entre sus piernas mientras la besaba. En cuanto sus dedos rozaron su calidez excitada, Myri se olvidó de todo menos del potencial placer que podía sentir. Sus piernas se abrieron, sus caderas empezaron a ondular y se quedó sin aliento.
—Estás muy cerca —le dijo él contra su boca.
Eso era quedarse muy corto, pensó ella, mientras hincaba los talones en el colchón. Su cuerpo entero se tensó, y el deseo creció hasta tragársela entera.

Vic encontró aquel nudo de placer, y empezó a frotarlo. Sus dedos se movieron sobre su piel resbaladiza y henchida, acercándola, elevándola, tensándola con cada rápido círculo.
Él cambió de posición para poder seguir acariciándola allí con el pulgar, mientras la penetraba con dos dedos. Myri se sintió apabullada por el placer, pero entonces él bajó la cabeza y tomó un pezón entre sus labios, y la suave succión fue demasiado.
El orgasmo la golpeó con la sutileza de una explosión. Se vio sacudida por una oleada tras otra de placer, y no pudo hacer otra cosa que absorber sin aliento el éxtasis que Vic había creado en su interior.
Su cuerpo liberó meses de abstinencia, hasta que Myri pensó que el placer no iba a parar nunca. Finalmente, se obligó a abrir los ojos y miró a Vic a la cara, mientras aún sentía las ondulantes contracciones.
—Ahora —susurró.
Victor no estaba dispuesto a rechazar una invitación así. Mantuvo los dedos dentro de ella mientras se colocaba bien entre sus piernas, y después los reemplazó rápidamente con su miembro.
En el mismo momento en que penetró en su cálido y húmedo cuerpo, Vic sintió el sensual masaje de las contracciones que aún la recorrían. Estar dentro de Myri siempre había bastado para hacerle perder el control, pero penetrarla mientras aún la sacudía un orgasmo fue algo indescriptible.
Toda la sangre de su cuerpo se centró en su erección, y su sensible miembro fue aún más consciente de la sensación de su cuerpo apretándolo.
Cuando notó que ella volvía a estremecerse, Vic soltó un juramento.
—Si no dejas de hacer eso, no voy a poder controlarme —le dijo con voz tensa. Abrió los ojos, y se encontró con su rostro sonriente.
—¿Te estás quejando porque tengo demasiados orgasmos? —jadeó ella—. Pobrecito.
Vic soltó una carcajada, pero cuando a ella volvió a sacudirla otro clímax, gimió y sintió que el control se le iba de las manos.
El inventario, se dijo. Pensaría en el inventario. Mientras posaba las manos en sus rodillas levantadas y se hundía en su cuerpo, pensó en el almacén, en cuánto…
Era demasiado tarde, y su cuerpo tomó el mando de la situación. La penetró una y otra vez, más y más fuerte, y al abrir los ojos, sus miradas se encontraron. Otra contracción, otra… y alcanzó el clímax.
Mantuvieron la mirada fija el uno en el otro mientras el placer los invadía, y mientras Vic derramaba su simiente dentro de ella, sintió que su cuerpo lo apretaba de nuevo y ya no hubo vuelta atrás.

Victor observó la luz que se reflejaba en la pared del dormitorio. El lugar y la cama no le resultaban conocidos, pero sabía exactamente dónde estaba y lo que había hecho. Myri dormía a su lado, con su cuerpo cálido y femenino acurrucado contra él.
Estaba cansado, porque se habían quedado despiertos hasta muy tarde haciendo el amor, pero se sentía satisfecho.
Esperó a que apareciera la necesidad de escapar que normalmente llegaba a la mañana siguiente, pero la única emoción que lo embargaba era la confusión.
Técnicamente, tanto Myri como él eran adultos libres y dueños de sus actos que se gustaban y que obviamente se atraían, así que habían dado un paso natural. Era algo que le pasaba a todo el mundo.
Pero las cosas no eran tan sencillas. Myri y él no tenían una relación y además trabajaban juntos, aunque él siempre había tenido mucho cuidado de mantener su vida personal bien separada de la profesional. Y aunque en el pasado se habían amado lo suficiente para comprometerse de por vida, no creía en segundas oportunidades, así que ¿qué estaba haciendo allí?
Myri se movió a su lado, abrió los ojos y le dijo:
—Buenos días, ¿qué hora es?
—Casi las seis.
Ella soltó un gemido.
—Hoy me toca a mí ir a controlar la entrega de los pedidos, voy a llegar tarde —se sentó en la cama, y añadió con una sonrisa—: Voy a estar todo el día cansada, por tu culpa.
—Lo siento.
La sonrisa de Myri se ensanchó.
—No te disculpes, ha valido la pena.
Cuando ella se levantó y se estiró, Vic pudo admirar su cuerpo a placer. La prueba material de su embarazo se extendía hacia él, dándole una apariencia más exuberante. Sus pechos eran más grandes que antes, y aunque ya los había acariciado milímetro a milímetro, estaba más que dispuesto a volver a hacerlo. Entonces miró su reloj, y soltó un gemido al darse cuenta de que él también iba a llegar tarde.
Cinco minutos después, Myri salió del cuarto de baño cubierta con un albornoz. Se había lavado la cara, y tenía el pelo recogido en una trenza.
—Tendré que volver en cuanto pueda para ducharme —le dijo, antes de darle un beso—. Tómate tu tiempo, pero acuérdate de cerrar la puerta cuando te vayas, ¿vale?
—Vale.
Ella entró en el vestidor, y apareció varios minutos después completamente vestida.
—Nos vemos en el restaurante —le dijo, antes de marcharse.
La siguió con la mirada, y se sentó en la cama. No había sido tan difícil.
Estaba en la habitación de su ex mujer, después de pasarse casi toda la noche haciendo el amor con ella, y se preguntó en qué demonios había estado pensando.

Myri llegó treinta segundos antes que el camión de entrega, y después de comprobar que todo estuviera en orden, guardó los productos que debían conservarse en frío. El cielo estaba despejado, los pájaros cantaban y el gato había dejado dos ratas muertas junto a la puerta trasera. Era un día fantástico.
Mientras se atareaba en la silenciosa cocina, se sintió en completa armonía con el mundo, como si todas las células de su cuerpo hubieran respirado hondo y se hubieran relajado. El sexo era algo muy beneficioso y tendría que practicarlo más a menudo, sobre todo si era tan bueno como la noche anterior.
Supuso que por eso Vic era el amante perfecto. Sabía todo lo que a ella le gustaba sin que tuviera que decírselo, ya se habían desahogado desde un punto de vista físico y no tenían ninguna relación emocional.
Él le gustaba mucho, claro. Era un tipo decente, pero no era para ella. Ya lo habían intentado una vez, y el hecho de que no quisiera tener hijos era un impedimento demasiado serio.
Pero podía hacer que se le encogieran los dedos de los pies.
Se puso a trabajar en el menú de los platos especiales para aquella noche, y Edouard llegó a eso de las ocho y media. El gato sin nombre apareció poco después, regordete y satisfecho, en busca de mimos y caricias.
—No quiero saber lo que has estado haciendo —le dijo Myri—, pero no he visto ni un solo roedor desde que llegaste.
El gato ronroneó aún más fuerte.
—Hola a todos —saludó Naomi, al llegar a eso de las diez—. ¿Cómo os…? —se paró en seco con la mirada fija en Myri, y dijo—: Oh. Dios. Mío.
Myri se volvió un poco en su silla, convencida de que iba a descubrir a un extraterrestre a su espalda.
—¿Qué pasa? —le preguntó a su amiga.
—Eso te pregunto yo a ti. Hay algo raro, lo noto… —Naomi se acercó a ella, y de pronto se echó a reír—. ¡Lo has hecho!, ¡te has acostado con alguien!
Myri lanzó una mirada a su alrededor, y se sintió aliviada al comprobar que Edouard no estaba en la cocina. Los camareros llegarían más tarde, así que tenía que aprovechar para controlar la situación.
—No sé de qué estás hablando —le dijo a su amiga; sin embargo, no sabía si estaba resultando demasiado convincente, porque no podía dejar de sonreír.
—Venga ya. Estás radiante y es obvio que no es por el embarazo, sino por algo más terrenal. No puedo creerlo, después de tanto tiempo… ¿quién es?, no…
Naomi se quedó inmóvil, con los ojos como platos y la boca abierta.
—Madre mía, te has acostado con Vic.
—¿Era necesario que me enterara de eso? —comentó Reid al entrar en la cocina. Se apoyó en el mostrador, y le dijo a Myri—: Por favor, dime que no es verdad.
Ella volvió su atención al menú, y respondió con firmeza:
—No tengo ni idea de qué estáis hablando, pero quitaos de mi camino si no vais a trabajar, porque estoy muy ocupada.
—Es verdad, mírala —insistió Naomi—. La sonrisita, el hecho de que no se haya duchado…
—¿Qué te apuestas a que Vic ha pasado la noche en su casa?
—¿Crees que lo han hecho allí?, a lo mejor ha sido en casa de él.

—No sé si Myri sería capaz. Tú no has visto la cocina de Vic, es toda roja. A ella le darían arcadas.
Myri dejó el bolígrafo de golpe, y dijo indignada:
—¿Queréis parar de una vez?, estoy aquí.
—Ya lo sabemos —le dijo Naomi—. Tener esta conversación no sería tan divertido si tú no estuvieras delante.
—Mi vida privada es exactamente eso: privada. Así que no pienso hablar del tema —dijo antes de levantarse de la silla.
—¿Has visto eso? —comentó Naomi, con las cejas enarcadas—. No ha negado que se haya acostado con él.
—Muy bien, hablad de mí todo lo que queráis. Yo me voy a mi despacho, donde…
Myri se quedó inmóvil, sin atreverse ni siquiera a respirar, y Naomi estuvo junto a ella en un abrir y cerrar de ojos.
—¿Qué ha pasado?, ¿estás bien?
—Shhh.
Myri hizo un gesto con la mano, y volvió a sentirlo después de unos segundos. Un ligero movimiento en el interior de su vientre, seguido de un firme golpe. El bolígrafo y el menú se le cayeron de las manos, y se aferró a los brazos de Naomi.
—¡Es el bebé! —exclamó—. ¡He notado que se movía!
Las dos amigas empezaron a dar saltos de alegría, y Reid se levantó y se unió al abrazo en grupo.
—Hazlo otra vez, quiero sentirlo otra vez —dijo Myri, con ambas manos sobre su vientre.
El niño le concedió su deseo, y volvió a moverse.
—Buen trabajo —le dijo Reid, con una sonrisa de oreja a oreja.
—Gracias, esto es increíble. Caramba, se ha movido. Tendré que consultar mi libro sobre bebés, pero creo que voy siguiendo el proceso normal —Myri se echó a reír, y comentó—: Realmente es un bebé.
—¿Es que creías que eran gases? —bromeó Naomi.
—No —contestó ella con una sonrisa, mientras se agachaba a recoger el bolígrafo y la hoja de papel—. Bueno, ahora tengo que seguir con el menú —como no le apetecía seguir con su trabajo de inmediato, comentó—: aunque a lo mejor llamo antes a mi madre, seguro que le hace ilusión enterarse de lo que ha pasado.
Fue a su despacho, y al descolgar el teléfono, se sorprendió al comprobar que la primera persona que tenía en mente no era su madre, sino que sentía el impulso de llamar a Vic para contarle las buenas noticias.
—Mala idea —se dijo con firmeza.
Vic no quería tener hijos, y tres años atrás le había dejado muy claro que tampoco la quería a ella, así que desear compartir aquella noticia con él era una tontería.
Entonces, ¿por qué había pensado en él antes que en nadie?

Myri comprobó el vendaje que llevaba en la mano. La herida había dejado de sangrar, lo que demostraba que ella había tenido razón al insistir en que no necesitaba puntos de sutura. Era viernes por la noche y la cocina era un torbellino de actividad, así que sólo la amputación de un miembro iba a sacarla de su restaurante hasta que todo el mundo estuviera servido.
—Acaban de sentarse en la mesa para ocho —gritó—. Van a pedir el especial, así que preparaos.
Edouard la fulminó con la mirada, y le dijo:
—¿Era necesario que ofrecieras dos platos que necesitan reducción al fuego en viernes?
—Pensé que estaríais a la altura —contestó ella, con aparente despreocupación.
Myri se mostró segura de sí misma porque eso era lo que su plantilla esperaba de ella, pero hizo una mueca para sus adentros, consciente de que no había estado pensando con claridad al planear los especiales para aquella noche; por desgracia, requerían demasiados fogones, así que si se pedían varios al mismo tiempo, empezaba una milimétrica coreografía junto con un juego de fuerza bruta llamado «a ver quién consigue el fogón libre».
Se planteó explicarles a todos que había estado un poco distraída porque el bebé se había movido, pero como dudaba que a alguien le importara lo más mínimo, aguantó las quejas y se prometió no volver a meter la pata.
Naomi entró como una exhalación, y por su expresión, parecía lista para estrangular a alguien.
—El inventario de vinos está mal, es increíble. En la mesa de degustación se les ha acabado el pinot, así sin más. Randy acaba de anunciarlo en voz baja, como si pensara que si lo susurra no va a enterarse nadie —se detuvo en medio de la cocina, y levantó ambos puños—. ¿Dónde demonios está Vic? Lo quiero muerto, y lo digo muy en serio. Sin pulso, completamente muerto.
—¡Es imposible que se haya acabado el pinot! —protestó Myri, atónita—. El menú de degustación es lo que más éxito tiene junto con mis patatas fritas con pescado… maldita sea, le dije a Vic que repasara el inventario de vinos, ¿dejó que lo hiciera Randy?
—Supongo que sí.
—¿Y Vic no está aquí?
—No lo he visto desde hace una hora —dijo Naomi.
Genial. Era viernes por la noche, el restaurante estaba lleno hasta los topes, se les había acabado el vino y Vic había desaparecido.
—Nadie mete la pata con mi menú de degustación —murmuró mientras iba hacia su despacho.
Era un menú de cinco platos con precio fijo que lo ofrecía todo, desde los aperitivos hasta el postre, e incluía la posibilidad de elegir si se quería con vino o sin él. La opción «con vino» ofrecía un vaso de vino diferente con cada plato, incluyendo un excelente pinot noir con el salmón. Había sido muy específica con el vino que quería. Algunas variedades de pinot eran más dulces que otras, y quería el equilibrio exacto de azúcar con el salmón.
Se quitó la chaqueta de cocina y los zuecos, porque no quería que la gente se diera cuenta de que era la chef cuando atravesara el comedor.
Se puso unas zapatillas y un jersey negro que tenía colgado detrás de la puerta para ocasiones como aquélla, y tras quitarse el pañuelo del pelo, salió a toda prisa.
Al llegar al comedor, redujo el paso y se comportó como si fuera un miembro más del personal. Sonrió a varios de los comensales y fue hacia la puerta de la bodega, que era claramente visible desde la parte delantera del local.
El frío la golpeó nada más entrar, ya que la habitación se mantenía a una temperatura constante de unos doce grados. Hizo caso omiso de la incomodidad momentánea, se apresuró a acercarse a la zona donde se guardaba el pinot y comprobó que el estante estaba vacío.
La puerta se abrió, y al volverse vio entrar a Randy, el asistente de Vic, un chico joven, alto y muy rubio. El muchacho se frotó las manos en un gesto de nerviosismo que a Myri le recordó a su propia abuela.
—Se nos ha acabado el pinot —le dijo él, con voz temblorosa y muy baja—. No sé qué servir con el menú de degustación, y Naomi se niega a ayudarme. Acaba de amenazar con matarme.
—Me lo imagino. En este momento, soy lo único que te separa de una muerte segura.
Tras recorrer con la mirada las diferentes variedades de pinot, Myri agarró tres botellas y volvió a la cocina, con Randy pisándole los talones.
—¿Que vas a hacer? —gimió él.
—Probarlos para ver cuál va mejor con mi salmón.
—Pero entonces tendremos tres botellas abiertas. Además, ¿qué pasa con los costes? No hemos calculado si estos vinos nos permitirán mantenernos dentro del margen de los menús de degustación.
Myri volvió a cambiarse rápidamente de ropa, y al llegar a la cocina, vio que Naomi esgrimía un enorme cuchillo de cocina contra el cuello de Randy, y que parecía más que dispuesta a usarlo. Ignorando la escena que tenía ante sí, Myri tomó tres vasos de vino y abrió las botellas.
—¡Salmón! —gritó a pleno pulmón.
Burt colocó un trozo de salmón en un plato, y Edouard le echó un poco de salsa por encima y se lo acercó. Myri sirvió un vaso de cada vino, asegurándose de alinear cada botella con su vaso correspondiente.
—¡Probando! —gritó.
—¿Tengo que soltarlo? —le preguntó Naomi.
—Sí, esto es más importante. Después podrás darle una paliza si quieres.
Cuando Naomi soltó a Randy, el muchacho soltó un gritito y salió corriendo de la cocina.
Myri agarró un tenedor, tomó un bocado de salmón y dejó que la mezcla de sabores se le deshiciera en la boca.
—Caramba, qué buena soy —murmuró. Después de contemplar los vinos durante unos segundos, agarró primero el vaso de en medio y tomó un sorbo—. Le falta sabor.
El primer vino combinaba bien con el salmón. Tomó otro trago, probó el tercer vaso, y después apuntó sus iniciales en la etiqueta de la primera botella.

Naomi fue la siguiente. Le gustaron tanto la primera como la tercera, y Edouard coincidió con ella.
—Entonces, yo rompo el empate —dijo Myri. Le dio la primera botella a su amiga, y le dijo—: llévasela a Randy, pero no le hagas daño hasta que acabe la noche. ¿Está claro?
—Bueno, vale —refunfuñó ella.
En menos de cinco minutos, la cocina recuperó la normalidad, y Myri dejó las dos botellas abiertas de vino para que su personal pudiera disfrutarlas. A Vic le estaría bien empleado perder el dinero, porque no debería haber dejado a un asistente con tan poca experiencia a cargo de algo tan importante.
Además, ¿dónde demonios se había metido?

Vic no apareció, pero poco después de las nueve llegó una visita inesperada a la cocina. Myri levantó la mirada y vio entrar a Gloria, muy bien vestida y aparentemente muy contenta, algo que nunca auguraba nada bueno.
—Myri, he querido pasar a felicitarte por lo fantástico que estaba todo esta noche. He venido con unos amigos, y se han quedado muy impresionados.
—Gracias, el especial funciona muy bien.
—Sí, ya me he dado cuenta. Me ha parecido un poco caro, pero Vic y tú tomáis las decisiones.
Myri se obligó a seguir sonriendo. Había sentido por primera vez que su bebé se movía, y la vieja bruja no podía decir nada que le estropeara el día.
—Hablando de Vic… no sé si has notado que no está aquí —añadió Gloria.
—Sí, ya me he dado cuenta. ¿Quieres que le dé un mensaje de tu parte?
—No, gracias. Sé dónde está.
Myri podía reconocer un problema potencial a la legua.
—Bien, entonces le diré que has venido esta noche.
—Como quieras, querida, pero tú eres la razón de que haya venido. Pensé que te gustaría saber dónde está.
Había sentido cierta curiosidad, pero al ver que Gloria estaba dispuesta a contárselo, se sintió un poco mareada.
—Estoy muy ocupada, quizás en otra ocasión.
—Esto sólo me llevará un momento —le dijo Gloria. Se sacó del bolso un papel, y lo alisó sobre el mostrador de acero inoxidable—. Es un folleto de una obra de teatro del instituto, están representando un musical… El rey y yo. Mira a la chica que interpreta a Anna, ¿verdad que es guapa? Se llama Lindsey, y tiene diecisiete años. ¿Sabes algo de ella?
Sin habla, Myri fue incapaz de hacer otra cosa que contemplar la foto. Aquella adolescente tenía algo… un aire que le resultaba familiar.
—Es la hija de Vic —siguió diciendo Gloria—. ¿Es que no te había mencionado su existencia? Pensaba que sí, porque habíais estado casados. Mmm… a lo mejor no te lo contó. Es una chica muy guapa, y tiene muy buena voz. Realmente preciosa. Hace unos años estuvo muy enferma, creo que tuvo cáncer o algo así, pero ahora ya está completamente recuperada. En otoño irá a la universidad, y Vic la adora. Nunca se ha perdido ni una sola de sus funciones del colegio. Fue muy duro para él tener que renunciar a ella, pero él mismo no era más que un adolescente, así que no tuvo otra opción. Aun así, ha sido un padre fantástico y muy cariñoso. Siempre quiso tener hijos, sólo que no contigo. No, contigo no.

CONTINUARA...
FannyQ
FannyQ
VBB DIAMANTE
VBB DIAMANTE

Cantidad de envíos : 1511
Edad : 32
Localización : Monterrey,N.L.
Fecha de inscripción : 24/05/2008

Volver arriba Ir abajo

Delicioso Reencuentro Nueva Novela! - Página 2 Empty Re: Delicioso Reencuentro Nueva Novela!

Mensaje  myrithalis Dom Sep 12, 2010 9:32 pm

Gracias por el cap.
Delicioso Reencuentro Nueva Novela! - Página 2 502334 Delicioso Reencuentro Nueva Novela! - Página 2 502334 Delicioso Reencuentro Nueva Novela! - Página 2 502334 Delicioso Reencuentro Nueva Novela! - Página 2 502334 Delicioso Reencuentro Nueva Novela! - Página 2 502334 ¡Inche Viejilla Pinche la odio! Delicioso Reencuentro Nueva Novela! - Página 2 502334 Delicioso Reencuentro Nueva Novela! - Página 2 502334 Delicioso Reencuentro Nueva Novela! - Página 2 502334 Delicioso Reencuentro Nueva Novela! - Página 2 502334 Delicioso Reencuentro Nueva Novela! - Página 2 502334 Delicioso Reencuentro Nueva Novela! - Página 2 502334 Delicioso Reencuentro Nueva Novela! - Página 2 502334 Delicioso Reencuentro Nueva Novela! - Página 2 502334 Delicioso Reencuentro Nueva Novela! - Página 2 502334 Atte: Iliana
myrithalis
myrithalis
VBB PLATINO
VBB PLATINO

Cantidad de envíos : 1132
Edad : 42
Localización : Monterrey, Nuevo Leon
Fecha de inscripción : 09/11/2008

Volver arriba Ir abajo

Delicioso Reencuentro Nueva Novela! - Página 2 Empty Re: Delicioso Reencuentro Nueva Novela!

Mensaje  alma.fra Dom Sep 12, 2010 10:36 pm

Muchas gracias por los capitulo, como me cae mal esa gloria.
alma.fra
alma.fra
VBB DIAMANTE
VBB DIAMANTE

Cantidad de envíos : 2190
Fecha de inscripción : 25/06/2008

Volver arriba Ir abajo

Delicioso Reencuentro Nueva Novela! - Página 2 Empty Re: Delicioso Reencuentro Nueva Novela!

Mensaje  mariateressina Lun Sep 13, 2010 11:23 am

graxias x el capitulo

Delicioso Reencuentro Nueva Novela! - Página 2 455262 Delicioso Reencuentro Nueva Novela! - Página 2 455262 Delicioso Reencuentro Nueva Novela! - Página 2 455262 Delicioso Reencuentro Nueva Novela! - Página 2 455262 Delicioso Reencuentro Nueva Novela! - Página 2 455262
mariateressina
mariateressina
VBB PLATINO
VBB PLATINO

Cantidad de envíos : 897
Localización : Campeche, Camp.
Fecha de inscripción : 28/11/2009

Volver arriba Ir abajo

Delicioso Reencuentro Nueva Novela! - Página 2 Empty Re: Delicioso Reencuentro Nueva Novela!

Mensaje  Dianitha Lun Sep 13, 2010 6:28 pm

graciias x los cap niiña aawww maldiita gloria Delicioso Reencuentro Nueva Novela! - Página 2 502334 Delicioso Reencuentro Nueva Novela! - Página 2 502334 Delicioso Reencuentro Nueva Novela! - Página 2 502334 metiiche xfiis niiña no tardes con el siiguiiente cap sii que me muero x saber que es lo que va a pasar ahora que myrii ya sabe de la exiistenciia de la hija de viictor
Dianitha
Dianitha
VBB PLATINO
VBB PLATINO

Cantidad de envíos : 1477
Localización : chihuahua
Fecha de inscripción : 22/07/2009

Volver arriba Ir abajo

Delicioso Reencuentro Nueva Novela! - Página 2 Empty Re: Delicioso Reencuentro Nueva Novela!

Mensaje  FannyQ Lun Sep 13, 2010 9:40 pm

Capítulo 11
Vic entró en el Waterfront poco después de las diez. El comedor aún estaba sorprendentemente lleno, y había tres parejas esperando para sentarse. Aquella noche iban a salir tarde.
Saludó a la maître, y buscó con la mirada a Randy. Su asistente era demasiado inexperto para quedarse a cargo del local un viernes por la noche, pero no había habido otra alternativa. Primero le pediría un informe, y después iría a ver cómo le iba a Myri.
Mientras cruzaba el comedor, vio que Randy salía como una exhalación de su despacho. El joven aminoró el paso al ir hacia él, y al llegar a su lado, le agarró del brazo.
—Se ha acabado el pinot del menú de degustación —le dijo, en voz baja y cargada de tensión—Myri está muy enfadada. Escogió otro vino sin dejarme hacer cuentas, así que no sé si estamos perdiendo dinero o no.
—¿Se ha acabado el pinot?, ¿cómo es posible? —gimió Vic.
Randy se limitó a encogerse de hombros.
—Genial. Primero iré a calmar a Myri, y después pasaremos la noche como podamos y lo arreglaremos por la mañana. Habéis servido un vino decente, ¿no?
—Eso creo. Myri no quiso que yo interviniera en la decisión.
—De acuerdo, yo me ocuparé de todo.
Vic le dio una palmadita en la espalda, y después fue a la cocina. Al cruzar la puerta batiente, se encontró inmerso en la locura de una cocina a pleno rendimiento.
—Myri, me he enterado de que…
Algo le pasó volando junto a la oreja, y golpeó en el marco de la puerta. Al volverse, Vic vio un enorme cuchillo de carnicero clavado en la madera. Sobre la cocina descendió un silencio total, con la única excepción del ruido del vapor y de la parrilla.
—¿Qué demonios…? —Vic se volvió y vio a Myri junto al mostrador, mirándolo con expresión furiosa.
—Vaya, se me debe de haber resbalado —dijo ella, sin mostrar la menor sinceridad o preocupación.
Vic no podía creer lo que acababa de pasar.
—Me has lanzado un cuchillo —dijo, más atónito que enfadado.
Ella se encogió de hombros en un gesto despreocupado, pero el brillo de furia de sus ojos era más que patente.
¿Le había lanzado un cuchillo, y encima estaba enfadada?
—¿Qué demonios te pasa? —le preguntó.
—No sé de qué estás hablando, ya te he dicho que se me ha resbalado.
Myri se volvió hacia los platos que estaba preparando, y la conversación volvió a reanudarse. Vic se la quedó mirando, sin saber lo que estaba pasando. Era imposible que Myri estuviera tan enfadada porque se hubiera acabado el vino.
Ella le alargó unos platos con brusquedad, y le dijo:
—Mesa dieciséis. ¿Te ha dicho Randy que se nos ha acabado el pinot del menú de degustación?
—Sí.
—La próxima vez que te largues en medio de la noche más ajetreada de la semana, será mejor que dejes al mando a alguien competente.
Myri le dio la espalda sin más, y empezó a leer en voz alta los nuevos pedidos que fueron llegando. Vic se la quedó mirando durante un segundo, y finalmente salió al comedor. Allí estaba pasando algo, pero no tenía ni idea de qué podía ser.
Volvió a su despacho después de servir los platos y de charlar durante unos minutos con algunos de los comensales, y al entrar se encontró a Naomi esperándolo.
—¿Estás bien? —le preguntó ella.
—¿De verdad te interesa?
—No sé lo que ha pasado, pero tienes un problema muy gordo. Nunca había visto a Myri tan enfadada, ¿qué has hecho?
—No tengo ni idea. Todo estaba bien cuando me fui, y ahora está hecha una furia. Me ha lanzado un cuchillo a la cabeza.
—Ya me he enterado. Menos mal que tiene buena puntería.
Vic no quiso pensar en lo que habría pasado si ella hubiera fallado.
—Gloria ha estado aquí, ¿qué te apuestas a que la vieja ha metido cizaña?
Aquello era más que probable, pero Vic no sabía qué habría podido decirle a Myri para que ella reaccionara así.
—En cuanto la cosa se calme un poco, iré a hablar con Myri. ¿Podrías avisarme si intenta irse?
Naomi vaciló por un momento, pero finalmente dijo:
—Vale, pero sólo porque estoy preocupada por ella. No creas que a partir de ahora voy a ponerme de tu parte.

Myri se sentía como si llevara cinco días despierta y acabara de terminar un maratón. Le dolía todo el cuerpo, le retumbaba la cabeza y sólo quería poder dormir un montón de horas. Quizás así podría olvidar lo que Gloria le había dicho.
No quería creerlo, pero tenía la prueba doblada en un bolsillo. La adolescente se parecía muchísimo a Vic, y aunque saber que él tenía una hija explicaba muchas cosas, le dolía enterarse por fin de la verdad.
—No vas a irte de aquí hasta que hablemos.
Myri levantó la mirada, y vio a Vic en la puerta de su despacho. Parecía más grande de lo normal, ya que ocupaba todo el espacio y bloqueaba su única vía de escape. Sabía que escucharle sería una prueba de madurez, aunque sólo estaba de humor para tener una buena pataleta; de hecho, ya había perdido el control cuando le había tirado el cuchillo. No era algo que hubiera planeado, pero un segundo estaba cortando carne, y al siguiente había oído su voz y el cuchillo había parecido escapar de su mano y había salido volando hacia él.
Se sentó pesadamente en una silla, y respiró hondo. Había muchas cosas por decir, pero no sabía por dónde empezar o cómo explicar lo que sentía.
—Has intentado matarme —le dijo él, antes de ir a sentarse frente a ella—. ¿Te importaría decirme por qué?
—He reaccionado sin pensar.
—Qué alivio, no me gustaría saber que has estado planeando mi asesinato.
—Lo siento, no debería haberlo hecho —dijo ella, consciente de que podría haberle hecho mucho daño.
—Ya sé que no permites que tus cocineros te lleven la contraria —comentó Vic, mientras cruzaba los brazos.
—Sí, es una de las ventajas de mi trabajo —Myri intentó sonreír, pero no lo consiguió. Le ardían los ojos, tanto por las lágrimas contenidas como por el agotamiento.
—Naomi me ha dicho que ha venido Gloria, así que estoy seguro de que ella ha tenido algo que ver con lo que ha pasado. No sé qué puede haberte dicho para ponerte así.
—¿De verdad? —Myri se preguntó si estaba hablando en serio, si era posible que se hubiera pasado horas viendo a su hija actuar en una función del instituto y que no se imaginara lo que su abuela podía contar— Entonces, será mejor que aclaremos las cosas ahora mismo.
Myri se metió la mano en el bolsillo, y después de sacar el folleto de la obra, lo alisó y lo empujó por la mesa hacia Vic para que él pudiera ver la foto. Lo contempló con atención mientras él miraba aquella hoja de papel, y vio que, aunque su expresión permanecía imperturbable, su boca se tensaba.
Fue como si la hubiera golpeado.
En algún rincón de su mente, en la esquina más recóndita y oscura de su corazón, había mantenido la esperanza de que lo que le había dicho Gloria fuera una mentira, que hubiera otra explicación a pesar del parecido físico. No quería saber que el hombre al que había amado y con el que se había casado le había ocultado un secreto tan descomunal, que había estado dispuesto a tener un hijo con otra mujer, pero tal y como le había dicho Gloria, no con ella.
—Te ha contado lo de Lindsey —dijo Vic al fin, con voz queda.
Myri se reclinó en el respaldo de la silla, y permaneció en silencio. No estaba intentando dificultarle las cosas, pero sabía que se echaría a llorar si abría la boca.
—Es mi hija —añadió Vic, al levantar la mirada hacia ella—. No supe cómo decírtelo. Cuando estábamos saliendo juntos no me pareció relevante, y cuando nos casamos no supe qué decir ni cómo hacerlo. Cuanto más esperaba, más difícil me resultaba explicártelo, pero nunca fue mi intención ocultártelo.
—Estábamos casados y me quedé embarazada, ¿ni una sola vez se te ocurrió comentarme que ya habías pasado por aquello?
—Quise hacerlo.
—Pues parece que no lo quisiste demasiado, porque nadie te lo impidió.
—Lo sé, y lo siento. Supongo que me avergonzaba lo que decía sobre mi carácter el hecho de que hubiera renunciado a mi hija. Fue una historia bastante típica: Alison, mi novia, se quedó embarazada, y aunque ella no quería quedarse con el bebé, yo sí. No tenía ni idea de cómo iba a arreglármelas, pero estaba dispuesto a intentarlo. Entonces Gloria se metió en medio, y me dijo que ella me ayudaría. Supongo que te imaginas lo que significó eso.
Myri sintió que le daba vueltas la cabeza. Un momento… ¿Vic había querido quedarse con el bebé?, ¿había estado dispuesto a hacer lo que fuera por conservar a su hija? Se le hizo un nudo en el estómago, y creyó que iba a vomitar.
—No podía permitir que ella se hiciera cargo de mi hija, así que accedí a darla en adopción. Se acordó que los padres me mantendrían informado de cómo le iba, y que le hablarían de mí si ella les preguntaba sobre sus padres biológicos. Se han portado muy bien y me han ido enviando fotos y cartas a lo largo de los años, pero Lindsey no ha mostrado ningún interés por conocerme.
Vic se detuvo durante unos segundos, y se inclinó un poco hacia delante antes de continuar.
—Tiene diecisiete años, va al instituto, es una chica guapa e inteligente y casi adulta. Es demasiado tarde para que pueda ser su padre, pero me gusta saber que le va bien.
Myri sintió ganas de salir corriendo de allí. Le dolía incluso respirar, y no podía pensar. Cada palabra era un golpe. Vic quería mucho a aquella chica, podía verlo en sus ojos y oírlo en su voz; quería a Lindsey, pero no le había importado lo más mínimo que ella perdiera el bebé que esperaba y apenas había reaccionado ante su muerte.
—¿Es ella la razón de que no quisieras tener hijos conmigo? —le preguntó, apenas capaz de controlar el temblor de su voz.
—En parte. Aunque parezca una locura, me sentía culpable. No podía evitar pensar que no estaba bien que tuviera otro hijo a mi lado, después de haber tenido que renunciar a Lindsey.
—Porque ella era la que te importaba —susurró ella.
—Sí.
Myri intentó con todas sus fuerzas seguir respirando.
—Vic, sabías que yo quería tener hijos, pero no me contaste nada de todo esto ni te molestaste en explicarme lo que pasaba. Todo lo que hiciste fue por Lindsey, pero ¿qué pasaba con nuestro matrimonio?, ¿es que no te importaba?
—Lo siento, sé que no estuvo bien que te lo ocultara.
Aquello no era lo más importante, y él no había contestado a sus preguntas.
—Pensé que sería capaz, que podría tener más hijos —añadió él, con aparente sinceridad—. Cuando te quedaste embarazada me alegré muchísimo, pero entonces pensé en el hecho de que estábamos formando una familia, y no pude quitarme a Lindsey de la cabeza. No sabía cómo reconciliar lo que había hecho en el pasado con la vida que tú y yo habíamos planeado, pero nunca quise hacerte daño.
—Pero me lo hiciste, porque cambiaste las reglas —Myri se levantó, y añadió—: Te alegraste de que perdiera el niño, ¿verdad?
Vic se puso de pie de un salto.
—¡No!, ¡jamás! Quería que tuviéramos hijos.
—No es verdad. Cuando quise que volviéramos a intentarlo, me dijiste que habías cambiado de opinión y que ya no querías formar una familia. Pero eso no era cierto, ¿verdad? Sí que querías una familia, pero sólo si Lindsey podía ser tu hija. Ningún otro niño podía ser lo suficientemente bueno para ti.
—No, Myri. El problema era que me sentía culpable.
Sus palabras no tenían ningún sentido para Myri. De repente, se dio cuenta de que estaba llorando, y se apresuró a secarse las lágrimas.
—Tengo que saberlo todo, cuéntamelo. No quiero más secretos.
—No hay ninguno.
—¿Me querías al menos? Cuando me fui, cuando te amenacé con dejarte… lo hice para intentar captar tu atención, quería que despertaras y que te dieras cuenta de que nuestro matrimonio se estaba derrumbando, pero tú ni siquiera te sorprendiste. Dejaste que me fuera sin una sola palabra de protesta, y recuerdo que pensé que parecías aliviado. ¿Alguna vez me quisiste?
Myri necesitaba saberlo. A lo mejor se estaba equivocando y se arrepentiría después, pero en ese momento, aquella información le resultaba esencial.
Vic se metió las manos en los bolsillos, y bajó la mirada.
—No estoy seguro de lo que sentía… —empezó a decir.
—Venga ya, al menos ten la decencia de decirme la verdad.
Él la miró, y admitió:
—No te quería como debería haberlo hecho. Tienes razón, estaba dividido entre lo que teníamos y lo que quería tener con Lindsey, por eso te dejé marchar.
Myri empezó a temblar con tanta fuerza, que pensó que se iba a desplomar. Aquello no podía estar pasando. Ella lo había amado durante todos los años que habían pasado juntos, lo había amado con toda su alma, y había tenido el corazón lleno de proyectos de futuro. Le había confiado su corazón, su vida, todo su ser.
—Lo siento —añadió — Sentía cariño por ti…
—Me aseguraré de aferrarme a eso.
Myri se levantó de golpe y fue hacia la puerta, pero él la agarró del brazo.
—No te vayas así.
Ella se zafó de su mano, y contestó:
—¿Cómo se supone que debería irme?, acabas de decirme que nuestro matrimonio no significó nada, que no quisiste tener hijos conmigo porque no podías superar el hecho de haber renunciado a tu primera hija. Vic, ¿es que los padres de Lindsey son tan horribles?, ¿la maltratan de alguna forma?
—¿Qué? No, son unos padres fantásticos.
—Entonces la única razón de tu sentimiento de culpa es tu egoísmo. No te importa lo que sea mejor para tu hija, y yo tampoco te importé nunca; sólo te preocupan tus propios sentimientos. No sé a qué estabas jugando, pero lamento haber tardado tanto en dejarte. No puedo creer cuánto tiempo desperdicié.
Y que aún seguía desperdiciando. Y pensar que se había acostado con él, que lo había deseado… que había empezado a pensar que él era uno de los buenos.
—No lo entiendes —le dijo él.
—Yo creo que sí. No pudiste perdonarte a ti mismo por renunciar a tu hija, aunque fuera lo mejor para ella. Fue decisión tuya vivir lleno de culpa en vez de tener una vida de verdad, pero me engatusaste con mentiras y con promesas que no pensabas cumplir. Para ti era un juego. Yo te lo entregué todo, y tú sólo estabas jugando.
—Estás muy equivocada —protestó él.
—No, no lo estoy. Vic, eres un idiota. Te perdiste la oportunidad de tener algo fantástico conmigo. No sé si le tienes miedo al amor o si simplemente eres tonto, lo único que sé es que tuve mucha suerte de poder liberarme de ti.

Walker estaba sentado en una esquina del bar de Reid, disfrutando del ambiente. Desde que había regresado a Seattle, su vida se había vuelto demasiado tranquila; el ejército era un ambiente ruidoso, y después de quince años, se había acostumbrado a los sonidos de la guerra.
Se había pasado el día navegando por Internet, buscando listas de alumnos de la zona de Seattle; de momento había conseguido localizar a Ben en dos institutos diferentes durante dos años, así que aún le quedaba trabajo por hacer.
Bebió un trago de cerveza, y al dejar la botella en la mesa, vio entrar en el bar a una morena alta y curvilínea. Con los tacones alcanzaba más de un metro ochenta, llevaba un suave jersey que se ajustaba a sus curvas y unos pantalones negros de cuero que revelaban al detalle la parte baja de su cuerpo.
Walker se la imaginó desnuda, con la cabeza echada hacia atrás y el pelo ondeando a su espalda mientras se movía montada sobre él, y cuando su cuerpo se excitó ante aquella imagen mental, supo que no le iba a resultar fácil serenarse.
Se dijo que no debía pensar en ella o en el sexo, aunque ambos conceptos estaban unidos. ¿Sería por lo que sabía de ella, o por la mujer en sí? ¿Acaso importaba?
La vio recorrer el bar con la mirada, esperó a que sus ojos se centraran en él y entonces sonrió. Aunque no lo hacía con frecuencia, sabía cómo curvar la boca en una clara invitación. Quizás alguien más inocente no lo entendería, pero estaba seguro de que Naomi era muy lista.
Ella enarcó una ceja, y se acercó a él sin apartar la mirada. Sus ojos prometían que iba a hacerle pasar un rato muy bueno, y Walker sintió una oleada de anticipación que lo tensó aún más y le hizo plantearse barrer la mesa con el brazo y poseerla allí mismo.
—Hola, soldado. ¿Por qué estás tan solo? —le dijo ella.
—Estaba esperando a la compañía adecuada.
—¿A quién te refieres?
—A ti.
—Creí que yo no era tu tipo —comentó ella.
—No dije eso, sólo quería que pasara algo de tiempo después de que estuvieras con mi hermano.
—Lo entiendo.
Walker se levantó, y apartó una silla para ella.
—Siéntate. ¿Quieres beber algo?
Naomi se acercó a él, pero en vez de sentarse, lo agarró por la camisa y lo atrajo hacia su cuerpo. Su boca cubrió la de él en un breve beso que prometía fuego y deseo, y Walker saboreó su calidez y su dulzura antes de incorporarse justo cuando ella se apartó.
—Vodka con tónica y una rodaja de limón, así que tendrás que conducir tú —dijo ella, mientras se sentaba en la silla.
Walker se sentó en la suya, y agarró su cerveza.

—No hay problema, es la primera que me tomo esta noche.
Estaban en una esquina relativamente tranquila del local. La mesa redonda era bastante pequeña, y Naomi se acercó más a él antes de decir:
—Me ha sorprendido encontrarte aquí.
—¿Me estabas buscando?
—Cielo, yo siempre estoy buscando —contestó ella, con una sonrisa.
—¿Por qué? —le preguntó Walker, antes de hacerle un gesto a una de las camareras para que se acercara y de pedir la bebida de Naomi.
—Eres uno de esos tipos a los que les gusta tener cierta relación además del sexo, ¿no? Supongo que vas a querer conocerme mejor.
—Quiero saber hasta tu color preferido —bromeó él.
—Vale, pero sólo por esta vez. Y no se lo cuentes a nadie, arruinaría mi reputación.
Naomi colocó los codos sobre la mesa, con los pechos descansando sobre ellos. La posición abrió un poco su jersey, y Walker pudo ver aquellas curvas que parecían suplicar que las exploraran.
—Estás intentando hacer trampa —le dijo, mientras mantenía la mirada en sus ojos deliberadamente.
—Un poco. ¿Funciona?
—Por supuesto, pero sigo queriendo hablar antes.
—¿Por qué te importa tanto? —le preguntó ella, perpleja.
—Porque esto es algo que no suelo hacer.
Los ojos de Naomi se suavizaron, y su boca se curvó en una sonrisa.
—Maldita sea, Walker, no empieces a hacer trampa tú también. Supongo que vas a decirme que en el ejército no tuviste demasiadas oportunidades para charlar, y tampoco para tener relaciones sexuales. Estás intentando darme pena.
—¿Está funcionando?
En ese momento llegó la camarera con la bebida; cuando se fue, Naomi tomó un sorbo y dijo:
—Vale, deja de intentar manipularme. Vamos a hablar. ¿Por qué dejaste los marines?
Walker abrió la boca para decirle lo mismo que les había contado a Vic y a Reid, pero lo que salió de sus labios fue:
—Porque estaba en deuda con un compañero.
—¿Le debías dinero?
—No. Ben era un marine bastante malo, pero un gran tipo —le explicó que Ben no había tenido ningún familiar vivo, y añadió—: Tengo una carta que debo entregarle a su novia.
—¿Por qué?, ¿por qué es tan importante esa carta?
—Es lo único que queda de él.
—Tiene que haber algo más, uno no deja el trabajo de toda una vida para entregar una carta. ¿Por qué estás en deuda con él? —Naomi le posó una mano en el brazo.
—Porque recibió una bala en mi lugar.
Walker clavó la mirada en la mesa. Aún podía ver aquel momento como si acabara de suceder. Hacía frío en el pueblo, porque la noche anterior había nevado, y sus compañeros y él estaban siguiendo unas huellas. Se habían detectado insurgentes en la zona, y todo el mundo estaba alerta; él era el más experimentado de todos y sabía que iban a tener problemas, pero no había esperado que les dispararan desde las cuevas.
—No había ninguna huella en aquella dirección —dijo, hablando más para sí que con Naomi—. Yo mismo había comprobado las cuevas la tarde anterior, y no había nadie. ¿Cómo pudieron entrar sin dejar ninguna huella?
—Walker…
—Ben oyó algo, no sé el qué exactamente, pero de repente me apartó de un empujón y un instante después estaba muerto. La bala le dio de lleno en el corazón, así que no pudo decir nada —Walker se acabó la cerveza, y se reclinó en la silla—. Estoy en deuda con él, así que voy a encontrar a Ashley y le diré que murió como un héroe. Quiero que ella tenga la carta, porque ese muchacho se merecía importarle a alguien.
Naomi aún tenía la mano en su brazo, y la deslizó hacia abajo hasta que sus dedos se entrelazaron.
—Lo siento. Sé que suena manido y carente de sentido, pero lo siento de verdad. No se lo diré a nadie.
—¿Vas a guardarme el secreto?
—Sí —dijo ella, con los ojos llenos de lágrimas.
Naomi era una mujer muy hermosa, sin importar la edad que tuviera. Su boca tembló, y cuando una lágrima se deslizó por su mejilla, Walker la atrapó con un dedo. Él siempre había pensado que debía de ser fantástico ser capaz de llorar, de aliviar el dolor que crecía en el interior de uno, pero nunca lo había conseguido.
Ni siquiera cuando había estado arrodillado, con el cuerpo inerte de Ben en sus brazos.
—Sé lo mucho que duele —susurró ella.
Walker apreció su comprensión, aunque sabía que sólo eran meras palabras. Ella le apretó la mano, e insistió:
—Walker, de verdad que lo sé. Estuve casada hace mucho tiempo, y tuve un hijo. Era un niño fantástico… listo, divertido, curioso… el mejor niño del mundo.
Otra lágrima empezó a deslizarse por su mejilla.
—Le adoraba. No sabía que era posible querer tanto a alguien, hasta que lo tuve y sentí que mi corazón no podía contener tanto amor. Habría hecho lo que fuera por él, habría muerto mil veces por él.
Hubo otra lágrima, y otra más. Naomi se las secó con la mano.
Walker quiso salir corriendo de allí. Quería estar en cualquier otro sitio, porque no deseaba oír lo que Naomi estaba a punto de contarle; sin embargo, se quedó porque sabía que ella se quedaría sola si se marchaba, y era incapaz de hacerle algo así.
—Él tenía doce años. Íbamos en el coche, charlando y riendo, y fui a poner una cinta de música. Era algo que había hecho un millón de veces, pero se me resbaló y me incliné a por ella. Sólo fue un segundo.
Naomi liberó sus dedos de los de él, y se cubrió la cara con las manos.
—Sólo un segundo, pero el otro coche pareció surgir de la nada. Chocó de lleno contra el lado donde estaba él, y murió al instante. Yo no sufrí ni un rasguño, pero mi niño murió. Ni siquiera en mis brazos… murió allí, en el asiento. Grité y lo tomé en mis brazos, pero ya se había ido.
Walker se movió y la atrajo hacia sí. Al sentir sus sollozos no intentó reconfortarla con palabras vacías, sino que se limitó a abrazarla con fuerza.
—Así que lo sé —dijo ella contra su pecho—. Sé lo mucho que duele, lo que significa no poder perdonarse a uno mismo, porque yo fui incapaz de hacerlo. Todo el mundo me dijo que había sido una de esas cosas que pasan en la vida, que no era culpa mía… incluso mi marido. Pero se equivocaban, claro que fue culpa mía. Fui yo. Quería morirme, así que me tomé unas pastillas y me ingresaron en un centro durante un tiempo. Cuando me dieron el alta, me metí en un coche y conduje, conduje, conduje sin parar hasta el final de la carretera. Estaba en Seattle. Viví en mi coche durante una temporada, pero no podía olvidar lo que había pasado, sin importar cuánto sufriera.
Walker colocó los dedos debajo de su barbilla, y la obligó a mirarlo a la cara. Naomi tenía las mejillas bañadas en lágrimas.
—Dios, duele tanto… —dijo ella—. Me duele cada minuto de cada día.
Walker sintió su dolor como algo tangible que se mezcló con el suyo propio.
—Yo le quería, ¿por qué no pude salvarlo? —susurró ella.
—Nunca podemos salvar a aquéllos a los que amamos —le dijo él.
Walker se puso de pie, y la ayudó a levantarse. Después de dejar un billete de veinte dólares sobre la mesa, la condujo hasta su coche.
—Por eso lo hago, para intentar olvidar —le dijo ella, cuando él le abrió la puerta.
Walker supo que se refería a los hombres. Había sospechado que había una explicación para su comportamiento.
—¿Te ayuda?
—Durante un tiempo, pero entonces lo recuerdo todo y mi corazón vuelve a romperse.
—Me gustaría olvidar —dijo él, antes de acercarla hacia sí.
Naomi se apretó contra él, y Walker la besó con una desesperación que se debía a algo más que al simple deseo sexual. Ella se aferró a él, y respondió como si su vida dependiera de ello.
Quizás era así, pensó él, mientras el deseo se adueñaba de la situación y le nublaba la mente. Quizás de ello dependía la vida de ambos.
CONTINUARA...
FannyQ
FannyQ
VBB DIAMANTE
VBB DIAMANTE

Cantidad de envíos : 1511
Edad : 32
Localización : Monterrey,N.L.
Fecha de inscripción : 24/05/2008

Volver arriba Ir abajo

Delicioso Reencuentro Nueva Novela! - Página 2 Empty Re: Delicioso Reencuentro Nueva Novela!

Mensaje  FannyQ Lun Sep 13, 2010 9:41 pm

Capítulo 12
Dos días después, la situación no había mejorado demasiado con Myri. Vic agradecía que hubiera dejado de atacarle con armas mortales, pero seguía sin dirigirle la palabra. Después de darle vueltas a la conversación que habían mantenido, se había dado cuenta de que admitir que no la había querido lo suficiente mientras estaban casados seguramente lo había puesto al frente de la lista de idiotas del año.
Aparcó junto al Corvette de Reid y salió de su coche. El cielo estaba despejado, pero la humedad del lago se hacía notar a aquella hora de la fría mañana; aun así, al mirar hacia el este, en dirección a Bellevue y Kirkland, pudo disfrutar de un paisaje impresionante. Fue por el embarcadero hasta la casa flotante de su hermano, y llamó a la puerta.
—Soy Vic, así que no salgas en pelotas —advirtió en voz alta.
—No quieres acomplejarte, ¿verdad? —le dijo Reid con una sonrisa, al abrir.
—Eso querrías tú.
Descalzo y con pantalones cortos, Reid lo precedió hasta la cocina.
—Será mejor que no hablemos del tema. ¿Quieres un café?
—Claro.
Después de que Reid sirviera dos tazas, los dos hermanos fueron a sentarse a la sala de estar sin mediar palabra. La casa flotante de Reid era una enorme y lujosa construcción sobre el agua, y tenía todas las comodidades más modernas además del placer añadido de estar en el lago Washington.
—Myri te quiere despellejado vivo y aderezado con salsa —comentó Reid con naturalidad.
—Así que a ti también te lo ha comentado, ¿no?
—Se puso a despotricar a gritos, y después se echó a llorar —Reid miró a su hermano a los ojos, y le dijo—: Voy a dejártelo pasar por esta única vez, pero que no se repita.
Vic sabía que su hermano no estaba bromeando.
—Tenías razón, debería haberle contado lo de Lindsey.
Esperó a que su hermano le diera el típico sermón satisfecho de «ya te lo dije», pero Reid se limitó a beber su café, y Vic supo por su silencio lo mal que estaban las cosas. Se preguntó si su hermano sabía que Myri y él se habían acostado juntos; aquella noche había sido espectacular, y no sólo por el sexo ardiente. Estar con ella de nuevo le había hecho sentir…
Un montón de señales de alarma se encendieron de inmediato en su cerebro, y se recordó a sí mismo que no podía permitir que entraran en juego sus sentimientos. Nada de emociones. No era inteligente ni seguro, y al final, todo el mundo terminaba sufriendo.
—Odio a esa zorra —comentó Reid.
Vic tardó un segundo en darse cuenta de que se refería a Gloria.
—Le encanta fastidiarnos la vida —comentó.
—Creo que se porta así porque no hacemos lo que ella quiere.
—Yo he tenido que obedecerla más de una vez —admitió Vic.
—Porque eras el mayor y querías protegernos.
Aquello era cierto, pero no hacía que Vic se sintiera mejor en lo concerniente a algunas de sus decisiones.
—Gloria me ha estado dando la lata para que asuma la dirección de la empresa —comentó— ¿Por qué se ha ido de la lengua?, sabía que iba a enfadarme.
—Su empeño en que no vuelvas con Myri es mayor que su deseo de que te hagas cargo de la empresa. No puede perdonarla por haber abandonado a uno de sus preciosos nietecitos.
—Eso tiene sentido, pero es culpa mía que Gloria tuviera esa munición. Si le hubiera contado a Myri lo de Lindsey, Gloria no lo habría jodido todo.
—Todos hemos tomado decisiones equivocadas, tendrás que asumir las consecuencias de las tuyas —le dijo Reid.
Vic se sintió avergonzado al confesar:
—Cree que me alegro de que perdiera el bebé, pero no es así. Y en aquel entonces tampoco. Nunca deseé que le pasara nada malo a nuestro hijo.
—Puede, pero te sentiste aliviado.
Abrió la boca para protestar, pero volvió a cerrarla al recordar cómo se había ido desvaneciendo su alegría inicial, mientras crecía en su interior la sensación de estar atrapado. ¿Cómo iba a aceptar y a cuidar a otro hijo, después de haber abandonado a Lindsey? Se había sentido confundido y sin nadie con quien hablar, o al menos eso había creído. Recientemente, se había dado cuenta de que podría haber hablado con sus hermanos o incluso con Myri, pero en aquel entonces había pensado que ella no lo entendería. ¿Qué habría pasado si ella lo hubiera entendido?, ¿qué habría pasado si hubieran conseguido arreglar las cosas?
—No tenía todas las respuestas —dijo al fin.
—Nadie esperaba que las tuvieras, excepto tú. Vic, nadie es perfecto, y es hora de que dejes de intentar serlo. Supéralo. Sí, tuviste una hija y no querías renunciar a ella, pero lo hiciste. Está muy bien, es feliz y lleva una buena vida. Sigue tú con la tuya.
—Myri lo ha hecho, está entusiasmada con lo del embarazo —comentó Vic, consciente de que debía hacer caso del consejo de su hermano.
—Claro que sí, siempre ha querido tener hijos.
Y Vic lo había sabido; en cierto modo, aquél había sido su peor pecado.
—Tiene razón… cambié las reglas. Cuando empezamos a salir, yo deseaba tener hijos tanto como ella, pero lo que pudo conmigo fue la realidad de tener un hijo que podía conservar junto a mí. Cuando le dije que había cambiado de opinión… —Vic aún podía ver la incredulidad y el dolor en su rostro— Le fallé.
—Y que lo digas, pero eso forma ya parte del pasado y tienes que dejarlo atrás. Ella ya lo ha superado, pero todo esto ha pasado en el peor momento.
—¿Porqué?
—El lunes, cuando el asunto estalló, acababa de notar por primera vez el movimiento del bebé, y quería decírtelo. Vaya una patada en la boca. Allí estaba ella, ilusionada y bailando de felicidad…
—No llegó a sentir el movimiento de nuestro hijo, lo perdió demasiado pronto —dijo imaginándose lo entusiasmada que debía de haberse sentido— ¿Tú también lo notaste?
—Lo intenté, pero era un movimiento demasiado débil. Estaba loca de felicidad, y de repente Gloria le suelta la primera andanada y tú vas y le sueltas la segunda. Buen trabajo, hermanito.
—No quise…
Vic se sintió como una verdadera basura, y se dio cuenta de que lo que él hubiera querido o dejado de querer no iba a importarle a nadie. Myri no se merecía que la tratara así, ella no había hecho nada malo y su único error había sido entregarse en cuerpo y alma a su matrimonio. Había aguantado demasiado tiempo sin rendirse, y él había dejado que se fuera sin una sola protesta.
—Tendrías que pegarme una paliza —murmuró.
—Así sólo conseguiría que te sintieras mejor, y en este momento no me interesa aliviar tu conciencia. Myri tiene hora con su doctora dentro de un par de días para hacerse una ecografía, aunque tiene bastante claro que no quiere saber si es niño o niña. Y no veas los nombres en los que está pensando, pobre criaturita. Pero creo que al final actuará con sensatez, es una mujer muy inteligente.
Myri era un montón de cosas, pensó Vic, mientras luchaba por contener una súbita y dolorosa sensación de pérdida al pensar en todo lo que se había perdido con ella. Se recordó que eso era lo que él quería, que formar parte de una familia no entraba en sus planes, que el amor no duraba. ¿Acaso no lo había comprobado una y otra vez?
—Naomi vino al bar, y se fue con Walker.
—¿Te parece bien?
—Claro, ¿por qué no? Nunca hubo ningún compromiso entre nosotros.
No querer tener ninguna atadura duradera era una cosa, pero Vic no entendía el estilo de vida de Reid.
—¿Nunca has deseado algo más que un desfile permanente de mujeres en tu vida?
—No, ¿por qué? —dijo Reid, perplejo.
—No te importan lo más mínimo las mujeres con las que te acuestas.
—Por esa noche, cada una de ellas es la más importante del mundo —dijo Reid, con una sonrisa.
—Sí, claro. Y a la mañana siguiente ni siquiera te acuerdas de su nombre. ¿Nunca te apetece algo más que eso?
—Ni de broma.

—¿Te encuentras mal? —le preguntó Myri a su amiga.
—Qué va, estoy muy bien. Deja de darme la lata, me estás poniendo de los nervios —dijo Naomi, sin dejar de cortar puerros.
Sabía que lo mejor era dejar el tema, pero no podía evitar preocuparse por su amiga.
—No eres tú misma, llevas un par de días muy callada. ¿Es por un hombre?
Naomi se volvió hacia ella con el cuchillo en ristre.
—Mira, he aprendido de toda una experta, así que déjalo ya. Estoy bien, lo que pasa es que tengo varios asuntos en la cabeza.
Estoy preocupada por ti.
—Y te lo agradezco, pero no hace falta. Estoy bien, sólo he estado pensando bastante. Como no suelo hacerlo, me resulta un poco duro.
—Quiero ayudarte —dijo Myri con voz suave, al ver el brillo de emociones contenidas en los ojos de su amiga.
—No puedes. Déjalo, antes de que empiece a echar espuma por la boca.
—Vale. Pero si quieres hablar, aquí estoy.
—Ya lo sé.
En ese momento, Vic entró en la cocina.
—Acaba de llegar el pedido del vino. He podido conseguir el mismo pinot que teníamos para el menú de degustación, pero es 0,02 en vez de 0,01. Voy a abrir una botella para ver si es muy diferente.
Sus palabras contenían la pregunta implícita de si ella quería probarlo también, ya que ambos compartían la responsabilidad del restaurante, y Myri sabía cuál era la respuesta correcta. Como su objetivo era abrir su propio local, debía interesarse en todos los aspectos del negocio; aunque tendría que contratar a un buen gerente, las decisiones finales estarían en sus manos.
Además, había otra razón por la que debía acceder: para demostrarle a Vic lo poco que le importaba, para que él viera que ella no seguía destrozada por su discusión de la semana anterior; de acuerdo, quizás no estaba destrozada, pero aún seguía dolida y, peor aún, se sentía como una tonta. No soportaba sentirse como una tonta.
Pasó junto a él rumbo a la bodega, y vio tres cajas en una carretilla. La de arriba estaba abierta, y había una botella y un sacacorchos encima del mostrador. Sin perder el tiempo, cortó el plástico de seguridad y la descorchó con un movimiento experto.
Vic colocó dos vasos en el mostrador, y después de servir un poco de vino en cada uno, Myri levantó el suyo y lo movió en sentido circular. Lo levantó para ver el vino a contraluz y comprobar el color, y después volvió a moverlo e inhaló el aroma, que le resultó delicioso. Tomó un sorbo, dejó que los sabores se asentaran en su lengua y decidió que el vino era bueno. Tenía un toque dulce, pero no demasiado.
—Es bueno —dijo.
—Sí.
Myri dejó el vaso en el mostrador e hizo ademán de marcharse, pero Vic se apresuró a cerrarle el paso.
—Espera, quiero disculparme por lo que pasó el viernes. Por todo. Por la visita que te hizo Gloria, y por nuestra discusión posterior. Tendría que haberte contado lo de Lindsey yo mismo hace años, antes de que nos casáramos, pero crecí guardando secretos y es un hábito difícil de romper; además, tenía miedo de lo que pudieras pensar de mí.
—Te agradezco la disculpa, pero no es necesaria. Vic, estamos divorciados, así que nada de eso importa ya.
—Claro que importa. Trabajamos juntos, y quiero que seamos amigos.
Amigos. «Sí, claro». Myri estuvo a punto de decirle que ella no solía acostarse con sus amigos, y que al hacer el amor habían cruzado una línea que cambiaba las cosas entre ellos, pero ni ella misma acababa de entender cuál era la diferencia, o su significado.
—No debería haber permitido que Gloria tuviera una información que tú desconocías, quería herirte y lo consiguió. Lo siento.
A pesar de sí misma, Myri recordó una conversación que habían tenido hacía tiempo, cuando ella había querido trabajar en el Buchanan's y él había hecho todo lo posible para impedirlo. Él le había dicho que no la quería cerca de Gloria, pero ella había pensado que su preocupación era muy exagerada, y se había preguntado cómo podía herirla aquella mujer. En ese momento, sabía que probablemente podía hacerlo de mil maneras distintas.
—Siempre he podido cuidar de mí misma, tanto entonces como ahora.
—Ahora lo sé, pero en aquel momento…
—Te estás portando como si te hubiera importado que algo me hiriera.
—Porque habría sido así, eras mi esposa.
«La esposa a la que no querías». Myri no lo dijo en voz alta, consciente de que si lo hacía, él se daría cuenta de que aún estaba dolida.
—Mira Vic, no se nos dio nada bien tener una relación personal en el pasado, y está claro que sigue siendo así. Mantengamos las cosas en un plano estrictamente profesional, será lo mejor para todos.
—Pero quiero que seamos amigos.
—A veces no se puede tener todo lo que se quiere, ya es hora de que te vayas dando cuenta.

Myri empezó a pasear de un lado a otro del aparcamiento. ¿Dónde diablos estaba? Reid podía ser muchas cosas, pero no era un tardón. Le echó un vistazo a su reloj, y soltó un gemido. Si no quería llegar tarde, iba a tener que ponerse en marcha en menos de dos minutos. En aquel momento, Vic salió del restaurante, y lo miró con suspicacia al ver que llevaba puesto el abrigo y que se dirigía hacia ella.
—Bueno, vámonos. ¿Quieres conducir tú? —le dijo él.
—¿De qué estás hablando? —le preguntó ella, con las manos en las caderas.
—De tu cita con la doctora para hacerte una ecografía, voy contigo.
Myri se lo quedó mirando con la boca abierta. Como no le había contado adónde iba, supuso que había estado hablando con Reid. ¿Acaso había una conspiración en su contra?
—¿Va a venir Reid? —le preguntó.
—No lo sé. Pero él no está aquí, tienes que irte y yo quiero ir contigo.
—Prefiero ir sola.
—¿Estás segura de eso? —le preguntó él, mirándola con atención con sus ojos oscuros.
No, claro que no estaba segura, pero no quería admitirlo ante él. En ese momento, Reid llegó y detuvo el coche frente a ella.
—Siento llegar tarde, ha habido un accidente en el puente.
—No pasa nada, vámonos ya.
Reid miró a su amiga y a su hermano, sin saber qué hacer.
—Yo también voy —dijo Vic con firmeza, mientras se acercaba más a Myri.
—Ni hablar. Reid, ni se te ocurra.
—Myri, es mejor así. Tenéis que hablar, y además, él te ha visto desnuda y yo no. Será más fácil.
—¡No! —exclamó ella. Sin embargo, era demasiado tarde, porque Reid ya se alejaba de ellos. Se volvió hacia Vic, y le preguntó indignada—: ¿Le contaste que nos habíamos acostado juntos?
—Claro que no, se estaba refiriendo a cuando estábamos casados —Vic le puso la mano en la base de la espalda, y la instó a ir hacia su Volvo— Venga, que vamos a llegar tarde. ¿Quieres conducir?
Estaba tan nerviosa, que le dio las llaves sin pensar, y sólo se dio cuenta de que le había concedido el control de la situación cuando se sentó en el lado del acompañante.
—Se supone que somos amigos —murmuró, sintiéndose dolida y abandonada por la actitud de Reid. No podía creer que él la hubiera traicionado así— Voy a tener que explicárselo después.
—Él entiende la situación, y está intentando ayudar —comentó Vic, mientras salía de la plaza de aparcamiento.
—¿A cuál de los dos? —refunfuñó Myri.
—¿Adónde vamos?
Después de darle la dirección, ella se acomodó en su asiento y comentó:
—Esto es una estupidez, estaría perfectamente bien sola.
—Puedes estarlo. Si no quieres que entre contigo, me quedaré fuera.
—Sí, supongo que eso sería lo mejor —dijo ella, sin demasiada convicción.
Aunque sabía que una ecografía era una prueba muy común, no podía evitar sentirse aterrorizada ante la idea de someterse a ella; por eso le había pedido a Reid que la acompañara, para no tener que enfrentarse sola a aquel momento.
—¿Qué te pasa? —le preguntó Vic, después de unos diez segundos de silencio.
—Nada —contestó ella, manteniendo la mirada fija hacia delante.
—¿Tienes que ir al lavabo?, ¿quieres que me pare en algún sitio?
—¿Qué? —su tono de voz indicaba que se sentía insultada—. No.
—Pareces un poco intranquila.
Se removió inquieta en el asiento pero no le contestó, y Vic consideró las posibles causas de su actitud, desde que lo odiara hasta tal punto que no pudiera soportar estar con él en el coche, hasta…
—¿Por qué estás nerviosa?, ¿es que hay algo que no le hayas contado a Reid?, ¿hay algún problema con el bebé?
—No, al menos que yo sepa. No sé… tengo miedo.
Vic se arriesgó a que lo desmembrara, y alargó el brazo para tomarle la mano.
—Te entiendo. Ya has perdido un bebé, y te preocupa que esta vez también pase algo malo.
—Exacto —admitió ella, con un suspiro.
—No hay ninguna razón para pensar que existe algún problema, todo va a ir bien.
—Eso no puedes saberlo con seguridad.
—Y tú no puedes saber con seguridad que no tengo razón.
—Vale, a lo mejor tienes razón —dijo ella, antes de darle un ligero apretón en los dedos.
Vic notó que se relajaba un poco, y decidió mantenerla distraída.
—Reid me dijo que no quieres saber el sexo del bebé.
—¿Qué más te dijo?
—Estoy de acuerdo contigo —siguió diciendo él, haciendo caso omiso de su pregunta—. Hoy en día la vida ofrece muy pocas sorpresas.
—Venga ya, sólo lo dices porque piensas que voy a tener un niño. Típica reacción masculina, creéis que el mundo entero ansía tener un pene.
—Algo así —dijo Vic, con una carcajada.
Dejaron el coche en el aparcamiento de varias plantas del centro médico, y entraron juntos en el edificio. La sala de espera era inquietantemente alegre y femenina y Vic era el único hombre a la vista, pero se alegró de haber ido a pesar de su incomodidad, sobre todo cuando Myri se sentó a su lado y se aferró a su mano después de darle su nombre a la recepcionista.
—Puedes entrar si quieres —le dijo ella con voz atropellada, y con la mirada fija en el suelo—. Si oyes que comentan algo dímelo, quiero saberlo.
Vic se volvió hacia ella, y le puso un dedo bajo la barbilla para hacer que lo mirara.
—Te lo prometo —levantó sus manos unidas, y besó sus dedos—. Relájate, todo va a salir bien.
—No afirmes algo que no puedes saber, y sólo estoy dejando que seas amable conmigo porque tengo miedo. Que te quede muy claro que aún estoy furiosa contigo.
—Vale, puedes ir imaginándote maneras de asarme vivo cuando salgamos de aquí.
Myri permaneció en silencio durante unos segundos, y finalmente dijo:
—Te agradezco que hagas esto.
—¿Por qué no iba a querer hacerlo?, no es para tanto.
—¿Qué crees que va a pasar? —le preguntó ella, mirándolo con atención.
A Vic no le hizo ninguna gracia aquella pregunta, ni el brillo de sus ojos.
—Es una ecografía, van a ponerte una sustancia viscosa encima del vientre.
Al oír que la enfermera la llamaba, Myri se levantó y miró a Vic muy sonriente.
—Lo siento, pero no vamos a hacerlo así.
—¿Qué otra manera puede haber para ver a un bebé? —le preguntó él con el ceño fruncido, mientras la seguía.
—Hacerlo desde dentro —contestó ella, con un cierto matiz burlón en la voz.
¿Desde dentro?, ¿cómo demonios podían hacerlo…?
—Dime que estás bromeando.

—¿Ibas a dejar que Reid viera esto? —preguntó Vic. Myri estaba tumbada en una mesa, en una pequeña habitación llena de máquinas.
—Iba a quedarse junto a mi cabeza, que es donde tú vas a estar.
—Me parece bien, mejor que bien. De hecho, me siento muy feliz al saberlo —aunque hacía poco que había visto a Myri desnuda y que había tocado todo su cuerpo, no le hacía ninguna gracia presenciar un examen médico tan íntimo.
—Si empiezas a sentirte mareado, cierra los ojos y piensa en otra cosa —le dijo ella.
—Claro, qué fácil —refunfuñó él, justo cuando se abrió la puerta y entró la doctora.
—Buenos días. ¿Cómo estás, Myri?
—Bien. Nerviosa. Te presento a Vic. Sólo es un amigo.
—Ya sé que no eres el padre, porque yo me ocupé de la fecundación in vitro. Yo soy la doctora Robins —la mujer le estrechó la mano a Vic, y después centró su atención en Myri—. No te pongas nerviosa, sólo hacemos esta prueba para ver cómo está el niño. No hay ninguna razón para pensar que pueda haber algún problema.
—Ya lo sé, pero es que… ya sabes, lo que pasó la otra vez…
—Sí, te entiendo —la doctora le echó un vistazo a su informe, y después apartó la sábana de papel que cubría la mitad inferior de Myri— Bueno, vamos a ver qué aspecto tiene tu pequeño.
Vic se esforzó por ignorar lo que estaba pasando. Se mantuvo aferrado a la mano de Myri mientras escuchaba a medias la conversación e intentaba pensar en el restaurante, y cuando eso no funcionó reflexionó sobre la pregunta del año sobre si los Mariners iban a entrar en la Serie Mundial. Como Reid ya no jugaba no tenía que preocuparse de lealtades divididas.
—Ahí estamos —dijo la doctora.
—Mira, Vic… —susurró Myri.
Vic se volvió hacia el monitor, y vio algo que se movía. Sólo era un barullo de zonas más claras y más oscuras en el que no se distinguía nada, pero entonces la imagen se hizo más nítida.
—¿Es eso la cabeza? —preguntó.
—Sí. Ahí está… una cabeza, el torso… mirad, los brazos y las manos.
—Sólo hay dos de cada, ¿verdad? —preguntó Myri con ansiedad, mientras apretaba con fuerza la mano de Vic.
—Sólo dos. Todo parece normal —la doctora presionó un botón, y la sala se llenó con los latidos del corazón del bebé.
Ver moverse al niño y oír su corazón fue una experiencia increíblemente profunda; hasta ese momento, Vic no había asociado el embarazo de Myri con una nueva vida de carne y hueso. El primer embarazo se había truncado antes de que llegaran a aquella etapa, y en ese momento se dio cuenta de que, en cierta forma, tampoco le había resultado real.
Myri iba a tener un bebé, un bebé de verdad que iba a crecer, que iba a ser una persona de carne y hueso.
Bajó la mirada hacia ella, y al ver su sonrisa radiante y sus ojos inundados de lágrimas, se preguntó cómo podía estar tan segura de querer asumir aquella responsabilidad ella sola; sin embargo, la respuesta estaba muy clara, y era visible en el amor que brillaba en sus ojos. Ella siempre había querido tener hijos. Primero había querido tenerlos con él, y cuando él había metido la pata hasta el fondo, había decidido hacerlo con otro método a su alcance.
De repente, lo golpeó con una fuerza terrible la magnitud de lo que había perdido. Una esposa, una familia… los había tenido en sus manos, y los había dejado escapar. Myri lo había amado de verdad, y aunque él lo había sabido desde un punto de vista intelectual, hasta ese momento no lo había asimilado en lo más profundo de su corazón.
¿Por qué se había negado a creer?, ¿por qué no se había dado cuenta de todo lo que había dejado escapar? Ella le había acusado de dejar que se fuera sin una sola palabra de protesta, de no haberse sorprendido de que se marchara, y había tenido razón. Había esperado que lo abandonara desde el día en que se habían conocido.

CONTINUARA...




FannyQ
FannyQ
VBB DIAMANTE
VBB DIAMANTE

Cantidad de envíos : 1511
Edad : 32
Localización : Monterrey,N.L.
Fecha de inscripción : 24/05/2008

Volver arriba Ir abajo

Delicioso Reencuentro Nueva Novela! - Página 2 Empty Re: Delicioso Reencuentro Nueva Novela!

Mensaje  FannyQ Lun Sep 13, 2010 9:42 pm

Capítulo 13
Myri sentía una profunda sensación de alivio, como si no hubiera podido respirar hondo en semanas.
—Ha sido bastante impresionante —comentó, sentada en el asiento del acompañante de su Volvo.
—La imagen era muy detallada, se podía ver todo —dijo Vic.
—Más de lo que uno querría —bromeó ella—. ¿Te ha dado un poco de asco?
—No —tras un segundo de vacilación, Vic admitió—: Vale, no creí que hiciera falta que nos enseñara el agujero que va a ser el estómago.
—Es verdad que eso ha sido un poco raro —admitió Myri, riendo—, pero ha sido genial —la experiencia entera había sido como un milagro— El bebé me parece tan real… antes era consciente de que estaba embarazada, claro, pero verlo mientras oía el latido de su corazón…
—Lo ha cambiado todo —acabó por ella.
—Exacto. He estado a punto de preguntarle si es niño o niña, me iría bien saberlo para empezar a preparar su cuarto y todas sus cosas, y para comprarle la ropa.
—¿Es que los recién nacidos llevan ropa?
—Bueno, no estamos hablando de un vestuario normal, pero hay ropa para dormir. Tengo algunos libros sobre bebés, supongo que tendría que empezar a leer esa parte.
—¿El capítulo sobre accesorios de moda? —bromeó él.
—Claro, quiero que mi niño vaya a la última —dijo ella, con una sonrisa. Se volvió hacia él, y añadió—: Gracias por acompañarme, lo habría pasado mal si hubiera tenido que ir sola.
—Yo también me alegro de haber ido, pero Reid te habría acompañado de no ser por mí.
—Sí, pero dudo que hubiera conseguido aguantar el tipo —era una experiencia muy íntima, y aunque Reid y ella eran grandes amigos, no compartían cosas así.
Al mirar a Vic, Myri sintió que la embargaba una extraña mezcla de felicidad, enfado y tristeza. En el pasado había querido que ambos pudieran compartir aquella experiencia, había anhelado tener hijos con él.
De repente, se preguntó hasta qué punto se había implicado Vic en el embarazo de Alison, y en qué medida acababa de acompañarla a ella para intentar suavizar la tensión que había entre los dos. Creía que él sentía sinceramente haberla herido y que no le había ocultado la verdad por crueldad, pero sospechaba que había estado dispuesto a mantener en secreto la existencia de su hija de forma indefinida.
—Siento lo de nuestro bebé —dijo él de repente.
—¿Qué quieres decir? —le preguntó, sorprendida.
—Siento que lo perdiéramos. Me sentí mal cuando pasó, pero hasta hoy, la experiencia no me había parecido algo real y material. Era consciente desde un punto de vista intelectual de que te habías quedado embarazada, pero no pensé en el hecho de que se trataba de un niño de verdad. Lo siento, supongo que no me estoy explicando bien.
—No te preocupes, te entiendo —Myri podía comprender que se hubiera sentido más al margen, porque no era su cuerpo el que había experimentado el embarazo. Pero no sabía si podía confiar en su aparente sinceridad.
—Me perdí un montón de cosas —dijo él, con la vista fija hacia delante— Es triste, para ambos.
Increíble, Vic acababa de admitir que había sentido una emoción.
—Yo también lo siento, pero creo que fue lo mejor que pudo pasar.
—¿Te refieres a perder el bebé?
—Sí. Esas cosas suceden por alguna razón, y lo más probable es que el feto tuviera algún problema, y que no hubiera sobrevivido de todas formas.
—Pensaba que ibas a decir que había sido lo mejor porque nos divorciamos.
—Ése es un factor a tener en cuenta, pero no es importante. Nos las habríamos arreglado para ser padres sin estar juntos —ella nunca había esperado ser madre soltera, pero eso era lo que había decidido al final.
—Tenías razón al decir que no me sorprendió que te marcharas, porque es algo que esperaba desde el principio. Siempre pensé que la relación era temporal, incluso antes de que nos casáramos.
—¿Por qué?, ¿qué dije para que pensaras algo así?
—No fue por ti, tú te comprometiste completamente —dijo Vic, mirándola con una sonrisa que no se reflejó en sus ojos—. Fue por mí, por cómo me había criado, por mi forma de pensar. Hay un montón de razones aburridas que ya no importan, pero quería que supieras que tenías razón —volvió a mirarla, y comentó—: Sé que te encanta que te digan eso.
—Normalmente, sí —murmuró ella, atónita ante su confesión—. Pero esta vez me habría gustado equivocarme —vaciló por un segundo, y finalmente le preguntó—: Si eso era lo que sentías, ¿por qué te casaste conmigo?
—Porque quería estar equivocado.
—Pero al final acertaste, acabé abandonándote.
—Te fuiste para captar mi atención, yo fui quien te dejó marchar. Lo que compartíamos era muy valioso, Myri —admitió él—. Cuando te fuiste, perdí algo que jamás podré reemplazar.
—Gracias por decirlo, siempre me pregunté si te habías dado cuenta de que me había ido.
—Me di cuenta.
—Pero no lo suficiente para intentar recuperarme.
—Aún sigues enfadada por lo de Lindsey, ¿verdad?
—Eso ni siquiera empieza a describirlo, Vic. No es que me ocultaras un tatuaje, mantuviste una parte muy importante de tu vida apartada de mí. No sólo el hecho de que tuvieras una hija, sino que la querías tanto, que no podías querer a nadie más.
—Eso no es verdad.
—¿Estás seguro?
—Myri, eras mi mujer. Quería…
—¿Qué?, ¿que permaneciéramos juntos para siempre?, ¿que formáramos una familia?
—Quería que saliéramos adelante.
—No te creo. Lo que pienso es que querías estar solo con tu dolor. Al menos tu falta de interés no se debía a mí en concreto, le habrías hecho lo mismo a cualquiera.
Las manos de Vic se tensaron al volante.
—No vas a darme un respiro, ¿verdad?
—¿Crees que te lo mereces? Has cambiado todas mis percepciones sobre nuestro pasado juntos, y aún estoy intentando asimilarlo.
—¿Podrás trabajar conmigo?
—¿Me estás diciendo que estás dispuesto a marcharte? —le preguntó ella.
—Sí, si eso te ayuda.
—Hablaba en serio cuando te dije que no te odiaba.
—¿Volveremos a ser amigos?
Habían estado casados, trabajaban juntos y hacía más o menos una semana que se habían acostado juntos. Myri no sabía si habían sido amigos alguna vez.
—No lo sé —admitió— No creo que sea… —se quedó sin aliento al sentir un repentino movimiento en su vientre.
—¿Qué pasa?, ¿estás bien? —se apresuró a preguntarle él.
—Estoy genial, el bebé se está moviendo.
—¿En serio?, ¿qué se siente? —le preguntó, con una enorme sonrisa.
La furia y el dolor se mezclaron con el deseo de compartir aquel milagro. Tras unos segundos de duda, Myri se levantó un poco el jersey y le colocó la mano en su vientre desnudo.
—¿Lo notas?, justo aquí.
Él la miró con los ojos como platos y la boca abierta de asombro.
—Sí, lo noto. No es un golpe, sino más bien un roce.
—Exacto.
Después de intercambiar una sonrisa con ella, Vic volvió a centrar su atención en la carretera, pero dejó la mano sobre su estómago y Myri siguió cubriéndola con la suya. El momento pareció alargarse hacia el infinito. A pesar de todo, había un vínculo entre ellos.
Vic había sido una parte esencial de su pasado y formaba parte de su presente, y aunque ella quería odiarlo, era incapaz de hacerlo; al menos, ya no estaba enamorada de él. Sólo una tonta dejaría que el mismo hombre le rompiera el corazón dos veces.

Vic estaba comprobando las cuentas de la noche anterior, pero levantó la mirada al oír que se abría la puerta del despacho.
—Hola —saludó a su hermana, antes de darse cuenta de que estaba llorando. Se apresuró a levantarse, y fue a abrazarla—. ¿Qué pasa?
En vez de contestar, Dani empezó a sollozar, y su cuerpo entero empezó a temblar mientras Vic la apretaba contra su pecho. Aunque no sabía qué era lo que había provocado su obvio dolor, estaba más que preparado para enfrentarse a quien fuera por ella.
—¿A qué capullo tengo que patearle el culo? —le preguntó, mientras le acariciaba la espalda en un gesto tranquilizador y depositaba un beso en su cabeza.
—Ojalá… ojalá fuera tan sencillo —dijo ella, con la voz ahogada contra su pecho. Finalmente se apartó un poco de él, lo miró a los ojos y admitió—: es Hugh.
Vic hizo una mueca. No le gustaba la idea de pelearse con un tipo que iba en silla de ruedas, pero si era necesario…
—¿Qué ha hecho?
—Me ha dejado.
—¿Qué? —Vic se había esperado cualquier cosa, desde una pelea hasta una improbable aventura, pero aquello lo tomó por sorpresa.
—Me ha dejado —repitió su hermana.
—Es imposible, él te quiere —le dijo, aunque en realidad lo que estaba pensando era que Hugh estaba en deuda con ella.
Después de su accidente, Dani había sido quien le había apoyado y había insistido en que se casaran, a pesar de saber que él no podría volver a caminar nunca. Le había querido y le había empujado a superarse cuando había sido necesario, para que él recuperara las ganas de vivir a pesar de estar paralizado de cintura para abajo. Incluso había seguido trabajando en la hamburguesería para conservar el seguro médico y que él pudiera continuar con su terapia física.
Dani lo había conseguido. Hugh había ido regresando poco a poco al mundo de los vivos, y se había labrado un porvenir.
—A lo mejor le has malinterpretado.
Dani soltó una carcajada estrangulada, y se sentó en una de las sillas que había junto a la mesa. Vic se sentó en la otra, y después se inclinó hacia su hermana y le agarró una mano.
—No lo entiendo —le dijo.
—Pues ya somos dos —Dani se secó las lágrimas con su mano libre, y después sacó un pañuelo del bolsillo de su abrigo—. Le dije que quería que habláramos sobre la fecundación in vitro; sabía que necesitábamos ayuda para que yo me quedara embarazada, y pensé que había llegado el momento. Admito que a lo mejor era algo egoísta por mi parte, porque sabía que no iba a avanzar en la hamburguesería y había pensado que a lo mejor la maternidad me distraería de mis problemas —Dani se sorbió la nariz, y añadió—: No es que no quisiera tener hijos, pero siempre había creído que antes habría alcanzado mis metas laborales.
Vic le apartó el pelo de la cara, y se lo colocó detrás de las orejas antes de preguntarle:
—¿Qué pasó cuando le dijiste que querías quedarte embarazada?
—Que me dijo que él no quería —el llanto empezó de nuevo—. Al principio pensé que era por el dinero, porque el procedimiento es bastante caro, pero no era eso. Me dijo que quería el divorcio, que ya no había sitio para mí en su vida porque ha crecido como persona.
Vic se acercó más a ella, y volvió a abrazarla. Dani apoyó la frente en su hombro.
—Me dijo que ha ido creciendo y cambiando, pero que yo he seguido estancada. Están a punto de darle un puesto fijo en la universidad, y yo sólo trabajo como gerente en una hamburguesería —Dani miró a su hermano, y le dijo—: Me lo echó en cara, como si no me hubiera esforzado al máximo por ascender en la empresa, como si no me hubiera quedado por él. Trabajo muy duro, más que nadie que haya ocupado ese puesto.
—Es verdad, siempre te has esforzado al máximo —Vic le dio un beso en la nariz, y añadió—: Te has portado como una campeona, pero Gloria nunca se ha dado cuenta.
—Eso fue lo que yo le dije a Hugh, pero él me contestó que me estaba volviendo una amargada y que no quería vivir con alguien así. Que no quería seguir viviendo conmigo.
Dani se levantó, y se quitó la chaqueta antes de seguir diciendo:
—No puedo creerlo, ¿cómo se atreve? Yo estuve a su lado, siempre lo he apoyado. Se deprimió mucho después del accidente, y aunque no le culpo, no era una compañía precisamente alegre. Pero yo me mantuve a su lado y le apoyé, incluso más que sus propios padres. ¿Y crees que lo valora?, ¿que le importa lo más mínimo? No, claro que no, porque él ha progresado y yo no. Vaya un santurrón, le odio.
Vic estuvo a punto de comentar que si odiaba a Hugh el divorcio le resultaría más fácil, pero algo en su cerebro masculino le aconsejó que mantuviera la boca cerrada.
—Nos hacen falta cinco… —Myri levantó la mirada del sujetapapeles que llevaba en la mano, y dijo—: Lo siento, no sabía que tenías visita —al darse cuenta de que se trataba de la hermana de Vic, frunció el ceño con preocupación—. Dani, ¿estás bien?
—Hugh me ha pedido el divorcio —contestó ella.
—Oh, cielo… —Myri dejó el sujetapapeles encima de una estantería, y alargó los brazos hacia ella.
Dani se apresuró a ir a abrazarla, y le dijo:
—Dice que él ha crecido y que yo me he quedado estancada.
—Los hombres son idiotas —dijo Myri.
Vic tuvo ganas de protestar, pero se mantuvo en silencio. Aquél no era el mejor momento para salir en defensa de su sexo.
—Yo me mantuve a su lado, y le quería. Aún le quiero.
—Entonces, ¿quieres intentar arreglar las cosas? —le preguntó Myri, mientras le acariciaba el pelo.
—No. Si no me quiere, perfecto. No pienso seguir casada con él, no le necesito —Dani empezó a llorar otra vez—. Pero es que me duele, le quiero pero él no me quiere a mí.
Vic sintió el dolor de su hermana, junto con una buena dosis de culpa al preguntarse si Myri había pasado por aquello cuando se había marchado y él no había intentado recuperarla.
—¿Qué es lo que quieres?, ¿quieres que sufra? —le preguntó Myri.
—Sí, y de lo lindo. Vic se ha ofrecido a patearle el culo.
Myri lo miró, y dijo con una sonrisa:
—Tu hermano es un buen hombre, y no es por ofender, pero creo que Walker lo haría mejor.
—Es verdad, por el entrenamiento militar y todo eso —dijo Dani.
Al ver que el rostro de su hermana se relajaba un poco, Vic se acercó a ella y le preguntó:
—¿Qué es lo que quieres de verdad?
—Un buen abogado.
—Puedo ayudarte a conseguir uno.
—Vale —Dani los miró, y empezó a llorar de nuevo—. Quiere que sea yo quien se encargue de todo, ¿podéis creerlo? Me dijo que estaba muy ocupado porque se acercaban los exámenes finales, y que si por favor podía ocuparme yo del papeleo.
Vic y Myri la abrazaron, y Dani suspiró y añadió:
—Le pediría a Walker que le rompiera las piernas, pero eso sería un poco redundante, ¿verdad? —cuando Vic la abrazó con más fuerza, ella se aferró a él y le dijo—: ¿Cómo va a reaccionar Gloria?, no quiero decírselo.
—Pues no lo hagas —le dijo Myri.
—Pero… tengo que hacerlo —comentó Dani, mirándola con perplejidad.
—¿Por qué? Sólo es tu abuela, no el oráculo de la ciudad. Ni lo ve ni lo sabe todo, y la verdad, después de lo mal que te ha tratado, yo no le diría nada. ¿Por qué darle esa satisfacción?
—Quiero ser como tú de mayor —le dijo Dani, con una sonrisa.

Gloria entró en el restaurante justo cuando Myri acababa de terminar con la degustación de la tarde, en la que había preparado los especiales para que los probara el personal.
—Al menos hace un par de horas que Dani se ha ido —le susurró a Naomi mientras Gloria se acercaba a ella. Por suerte, Vic había ido al Daily Grind para asistir a una importante reunión.
—¿Quieres un cuchillo? —le preguntó su amiga.
—No me tientes.
Myri se obligó a sonreír mientras la otra mujer se quitaba su abrigo de piel y se lo colgaba del brazo.
—Buenas tardes, Myri.
—Hola, Gloria. Gracias por venir a visitarnos, aunque me sorprende verte de nuevo en la cocina.
Gloria enarcó sus perfectas cejas y contestó:
—Aunque Cal y tú penséis que estáis al mando, sigo siendo la accionista mayoritaria de la empresa.
Eso probablemente explicaba que no hubiera un sistema de bonificaciones.
—Si has venido por algún asunto laboral, será mejor que vayamos a mi despacho.
Myri no quería tener que lidiar con Gloria en público, aunque no le hacía ninguna gracia estar con ella en ningún sitio, y mucho menos en el espacio limitado de su despacho; teniendo en cuenta la bomba que la vieja bruja había soltado en su última visita, no quería ni pensar en lo que podía tener entre manos en esa ocasión.
—Vic no está, ¿quieres que lo dejemos para otro día? —era dudoso que accediera, pero una mujer tenía derecho a soñar.
—No, he venido a verte a ti —Gloria se detuvo al ver la amplitud de la habitación, y dijo—: El despacho de Vic es mucho más pequeño que éste.
—Sí, es verdad.
—¿No tendría que haberse quedado él con el más grande?
—No.
—¿Vas a ofrecerme algo de beber?
—¿Quieres algo?
—La verdad es que no.
—Entonces no, no voy a ofrecértelo —Myri sonrió antes de decir—: ¿Alguna otra pregunta?
—He venido porque he recibido varias quejas sobre la comida.
—¿De verdad? Me sorprende, porque yo no he recibido ninguna.
Aquello no era totalmente cierto. Había habido el típico cliente que quería que su plato de pescado supiera a algo totalmente diferente, o que insistía en que se le cocinara la comida hasta extremos imposibles que sólo conseguían que el plato perdiera sustancia, pero nada fuera de lo común.
—Parece que te sientes muy orgullosa de tus patatas fritas con pescado, pero me han comentado que el plato es muy vulgar. No es el tipo de comida que deberíamos servir en un restaurante tan selecto como éste.
Myri se sintió muy orgullosa de sí misma, por ser capaz de ver la parte humorística de aquella situación.
—Tu opinión me parece muy interesante, pero aunque seas la principal accionista de la empresa, yo no trabajo a tus órdenes, y aunque lo hiciera, tengo un jugoso contrato con una cláusula que establece que puedo decidir lo que se les sirve a los clientes. Intento estar abierta a los consejos, pero es mi nombre el que aparece en la parte superior del menú.
—No sé por qué Vic accedió a darte tanto control, es ridículo —dijo Gloria, fulminándola con la mirada.
—Puede, pero eso es lo que hay. Aunque me preocupa que hayas estado recibiendo quejas, ¿por qué no me das los nombres y los números de teléfono de los clientes insatisfechos? Me encantaría hablar con ellos personalmente para invitarlos a una cena gratis.
Myri esperó a ver qué le respondía, convencida de que no iba a poder darle aquella información porque se había inventado lo de las quejas.
—Victor no va a casarse contigo. No sé si pensaste que podrías convencerlo debido a tu embarazo, pero es inútil. Lo dejaste escapar una vez, y Victor no va a permitir que vuelvas a tomarle el pelo.


Myri se mordió el labio inferior, y necesitó toda su fuerza de voluntad y sus valores morales para no decirle que Vic y ella habían hecho el amor… y no una sola vez, sino durante toda una noche. Una y otra vez como conejos.
Pero logró contenerse; al parecer, se estaba acostumbrando a todo aquel rollo de actuar con madurez, y además, no estaba interesada en Vic de esa forma.
—Si él mostrara interés en ti, me vería obligada a desheredarlo.
—¿Me estás diciendo que no recibiría nada desde un punto de vista financiero?
—Exacto.
—Como ya ha ganado millones con el Daily Grind, no creo que eso sea un gran drama para él —Myri se levantó, y añadió—: Gloria, no sé lo que quieres, pero no vas a conseguirlo aquí. Ve a torturar a otra persona, no me interesan tus juegos.
—No puedes echarme de aquí —dijo ella, mientras se ponía en pie.
—Pues yo creo que es lo que está haciendo —comentó Naomi desde la puerta—. No he podido evitar oír lo que estabais diciendo, qué situación más desagradable —con una enorme sonrisa, añadió—: Pero ya que estamos en plan sincero, quiero que sepas que me he acostado con Reid y con Walker. No al mismo tiempo, claro, porque habría sido un poco incómodo, pero lo he hecho con los dos. Eso te dará algo en qué pensar.
—Zorra —siseó Gloria.
Naomi se echó a reír.
—Si eso es lo mejor que puedes hacer, no entiendo por qué te tiene miedo tanta gente.
Después de que Gloria agarrara su abrigo y se marchara a toda prisa, Naomi se acercó a la mesa y Myri y ella chocaron las manos.
—Madre mía, esa mujer necesita un ajuste de actitud urgente. ¿Estás bien?
—Sí —contestó Myri—. ¿Es verdad que te acuestas con Walker?
—Acabo de salvarte el cuello, ¿qué te parece si me lo agradeces y me subes el sueldo?
—Te agradezco que acudieras al rescate, pero no era necesario. ¿Es verdad que te acuestas con Walker?
—Sólo lo hicimos una vez. Estuvo bien, pero se acabó —frunció el ceño, y admitió—: Somos amigos. Es raro, porque nunca he creído que sea posible tener un amigo del sexo masculino, pero así es.
Myri no supo qué decir; en primer lugar, a Naomi le encantaba hablar de sus conquistas, siempre decía que eso era casi la mejor parte. Y en segundo lugar… ¿sólo amigos?
—No hace falta que te sorprendas tanto, él es diferente. Me gusta.
—¿Te gusta desde un punto de vista romántico?
—No, simplemente me gusta como persona —su rostro se tensó, y le dijo—: Todo esto es información confidencial, y no puedes contárselo a nadie.
—Genial, material para chantaje —dijo Myri, con una gran sonrisa.

Vic volvió al restaurante justo antes de las cinco, y sonrió al entrar en la cocina y encontrarse con el familiar caos que precedía al fantástico menú de Myri.
—¿Qué tal va todo? —le preguntó casi gritando, para que le oyera a pesar del ruido.
—Genial —le contestó ella.
—Tu abuela ha venido y ha amenazado a Myri —comentó Naomi al acercarse a por dos ensaladas.
—Le advertí que me iría si se entrometía —masculló Vic.
Myri sacudió la cabeza, como si estuviera advirtiéndole que se callara.
—Genial, ella aprieta las tuercas y tú te largas, y así tendremos que lidiar con ella nosotras solas —dijo Naomi, con una mueca de exasperación—. Muy varonil de tu parte, recuérdame que te llame si me surge cualquier urgencia —sin más, agarró otra ensalada más y salió de la cocina.
—Ni siquiera me he quitado el abrigo, y ya he perdido una batalla con ella —comentó Vic.
—Naomi tiene un don para hacer que cualquier hombre se sienta incapaz de ganar contra ella. He intentado avisarte, pero ya era demasiado tarde.
—Pareces muy alegre, está claro que Gloria no ha causado demasiados daños.
—Me mantuve firme.
—¿A quién ha venido a ver?, ¿a ti o a mí?
—A mí.
—¿De qué quería hablar contigo?
—De lo de siempre, de lo importante que es ella y lo insignificante que soy yo. Entonces llegó Naomi y le comentó que se ha acostado con Reid y con Walker, así que supongo que hemos acabado en empate.
—Recuérdame luego que le dé las gracias.
Después de ir a dejar el abrigo a su despacho, Vic fue a comprobar cómo iba todo en el comedor. Tenían reservas hasta las nueve, lo que no estaba nada mal para un miércoles. Las mesas ya estaban llenas, y había varias parejas esperando en el bar.
—El comedor está controlado —le dijo a Myri, cuando volvió a la cocina—. ¿Quieres contarme la verdadera razón de que Gloria viniera a verte?
—La verdad es que no.
—¿Por qué?
—Porque no tiene importancia. Es una vieja amargada que quiere que todo el mundo a su alrededor se sienta igual de infeliz que ella, y yo me niego a dejar que lo consiga.
—Bien hecho —le dijo él. Se apartó para dejar pasar a un cocinero que acarreaba una enorme fuente de sopa de marisco, y comentó—: Supongo que lo mejor será que me quite de en medio.
—Sí —contestó ella, sin dejar de sonreír.
Sus ojos tenían un atractivo especial, eran tan hermosos… por no hablar de su sonrisa. Antes de que Vic se diera cuenta de lo que estaba pasando, el deseo volvió a golpearlo con fuerza. Era gracioso, pero el ajetreo de la última semana… el enfado de ella, el bebé, todo lo demás… había hecho que se le olvidara; sin embargo, en ese momento se imaginó lo que sería acostarse con ella de nuevo. Desde luego, era un hombre muy retorcido, se dijo mientras se volvía para regresar a su despacho.
En ese momento, Naomi entró en la cocina y le dijo:
—Vic, tienes visita, una tal Tracy no sé qué. ¿Sales con ella?, ¿tengo que quitarles el aire a las ruedas de tu coche?
—¿Tracy? —Cal sólo conocía a una mujer con ese nombre—. ¿La madre de Lindsey?
Myri se acercó a él de inmediato, y le preguntó:
—¿Te visita con frecuencia?
—Casi nunca, la última vez fue cuando Lindsey se puso enferma. Quiso decírmelo en persona —Vic sintió que se le encogía el corazón al pensar que quizás el cáncer había vuelto a aparecer.
No podía ser, se dijo con firmeza, mientras intentaba tranquilizarse. La había visto hacía menos de dos semanas en la función del instituto, y tenía muy buen aspecto. Sin ser consciente de lo que hacía, le agarró la mano a Myri.
—A lo mejor quiere conocerme —quizás su hija había decidido que quería saber algo sobre él, después de todos aquellos años.
Salió de la cocina sin soltarle la mano a Myri, y ella lo siguió sin saber qué hacer.
—No debería ir contigo —le dijo.
—Claro que sí. Yo estuve a tu lado en lo de la ecografía.
—No es lo mismo.
—Puede ser lo más parecido a lo que pueda llegar.
Vic reconoció a Tracy de inmediato, de pie junto a la maître, y soltó un juramento al acercarse a ella y ver su expresión de dolor y preocupación. No tenía delante a una mujer feliz, sino a una madre aterrada.
—¿Qué ha pasado? —le preguntó, sin andarse con rodeos.
—Es Lindsey. Siento presentarme así, sin avisar, pero llamé a tu oficina y me dijeron que podría encontrarte aquí.
Vic se aferró a la mano de Myri con más fuerza, al darse cuenta de lo que pasaba. Sólo con ver a Tracy, supo la verdad.
—El cáncer ha vuelto a aparecer —dijo.
—Sí —le confirmó Tracy, palideciendo—. Hace semanas que aparecieron los primeros signos, pero parece que ella se ha estado esforzando por ocultárnoslos porque quería participar en la función del instituto. Se derrumbó cuando acabó la obra y le han estado haciendo pruebas, pero todos sabíamos…
Tracy se retorció las manos en un gesto de angustia, y tras varios segundos siguió diciendo:
—Como la enfermedad ha vuelto así, con tanta virulencia, quieren recurrir a algo más que a la quimioterapia… quieren hacerle un trasplante de médula ósea. He venido para preguntarte si estarías dispuesto a hacerte las pruebas de compatibilidad.
—Claro que sí, de inmediato. Puedo localizar también a Alison —aunque Vic no tenía ni idea de dónde estaba, sabía que sus padres aún vivían en Seattle.
—Gracias —dijo Tracy, con un estremecimiento—. La queremos tanto… es nuestra niña, y cuando la otra vez que se puso enferma se recuperó, todos nos sentimos esperanzados —tragó con dificultad, y añadió—: Vic, te has portado fantásticamente bien con nosotros, nunca has intentado implicarte en su vida.
—Ella no quería saber nada de mí —a Vic le dolió incluso pronunciar aquellas palabras.
—Ya lo sé, pero no estabas obligado a respetar sus deseos, y lo hiciste. Nos has pedido tan poco… Tom y yo hemos estado hablando, y creemos que a lo mejor ha llegado el momento de que te conozca.

CONTINUARA...
FannyQ
FannyQ
VBB DIAMANTE
VBB DIAMANTE

Cantidad de envíos : 1511
Edad : 32
Localización : Monterrey,N.L.
Fecha de inscripción : 24/05/2008

Volver arriba Ir abajo

Delicioso Reencuentro Nueva Novela! - Página 2 Empty Re: Delicioso Reencuentro Nueva Novela!

Mensaje  myrithalis Lun Sep 13, 2010 11:17 pm

Delicioso Reencuentro Nueva Novela! - Página 2 423370 Delicioso Reencuentro Nueva Novela! - Página 2 423370 Delicioso Reencuentro Nueva Novela! - Página 2 423370 Delicioso Reencuentro Nueva Novela! - Página 2 423370 Delicioso Reencuentro Nueva Novela! - Página 2 423370 Delicioso Reencuentro Nueva Novela! - Página 2 423370 Delicioso Reencuentro Nueva Novela! - Página 2 423370 Delicioso Reencuentro Nueva Novela! - Página 2 423370 Delicioso Reencuentro Nueva Novela! - Página 2 423370
Me encanta tu novela Garcias por los Caps. Saludos Atte: Iliana Delicioso Reencuentro Nueva Novela! - Página 2 423370 Delicioso Reencuentro Nueva Novela! - Página 2 423370 Delicioso Reencuentro Nueva Novela! - Página 2 423370 Delicioso Reencuentro Nueva Novela! - Página 2 423370 Delicioso Reencuentro Nueva Novela! - Página 2 423370 Delicioso Reencuentro Nueva Novela! - Página 2 423370 Delicioso Reencuentro Nueva Novela! - Página 2 423370 Delicioso Reencuentro Nueva Novela! - Página 2 423370
myrithalis
myrithalis
VBB PLATINO
VBB PLATINO

Cantidad de envíos : 1132
Edad : 42
Localización : Monterrey, Nuevo Leon
Fecha de inscripción : 09/11/2008

Volver arriba Ir abajo

Delicioso Reencuentro Nueva Novela! - Página 2 Empty Re: Delicioso Reencuentro Nueva Novela!

Mensaje  alma.fra Lun Sep 13, 2010 11:30 pm

Muchas gracias por los capitulos.
alma.fra
alma.fra
VBB DIAMANTE
VBB DIAMANTE

Cantidad de envíos : 2190
Fecha de inscripción : 25/06/2008

Volver arriba Ir abajo

Delicioso Reencuentro Nueva Novela! - Página 2 Empty Re: Delicioso Reencuentro Nueva Novela!

Mensaje  mariateressina Mar Sep 14, 2010 10:11 am

graxias x los capitulos esta muy emocionante la novela


Delicioso Reencuentro Nueva Novela! - Página 2 455262 Delicioso Reencuentro Nueva Novela! - Página 2 455262 Delicioso Reencuentro Nueva Novela! - Página 2 455262 Delicioso Reencuentro Nueva Novela! - Página 2 455262 Delicioso Reencuentro Nueva Novela! - Página 2 455262
mariateressina
mariateressina
VBB PLATINO
VBB PLATINO

Cantidad de envíos : 897
Localización : Campeche, Camp.
Fecha de inscripción : 28/11/2009

Volver arriba Ir abajo

Delicioso Reencuentro Nueva Novela! - Página 2 Empty Re: Delicioso Reencuentro Nueva Novela!

Mensaje  FannyQ Mar Sep 14, 2010 3:34 pm

Muchas gracias por los comentarios! apoco, no esta buenisimaa!
Aqui les dejo la novela completa jejeje para que tengan que leer este puente!
Saludos disfruten sus "vacaciones bicentenario"

Capítulo 14
—Quiero que sepas que ésta es la primera vez que me molesta tu embarazo —comentó Naomi, mientras tomaba un nacho cubierto de queso fundido.
—Ya lo sé —dijo Myri, que estaba sentada al otro lado de la pequeña mesa—. Te entiendo, y sentiría lo mismo si estuviera en tu lugar.
Naomi hizo un sonido bastante poco fino, que sonó como una mezcla entre un gruñido y un resoplido.
—Venga ya, soy mucho mejor persona que tú. Si estuvieras en mi lugar, estarías preparando margaritas.
—Creo que tienes razón —admitió Myri, con una carcajada.
Su amiga había llegado hacía menos de una hora con todo lo necesario para preparar los nachos, y después de anunciar que tenía ganas de emborracharse, le había dado la bolsa de comida a Myri y le había dicho que se pusiera manos a la obra. Como a Naomi no le gustaba beber sola, estaba dispuesta a aceptar una comilona como débil sustituta.
—Lo he hecho lo mejor que he podido con los nachos —añadió.
—Están muy buenos —admitió Naomi a regañadientes—, pero aún me siento muy ofendida porque estás embarazada en un momento en el que necesito alcohol y a alguien con quien compartirlo.
Myri no comentó que había una gran lista de hombres a los que les habría encantado emborracharse con ella, porque tenía la sensación de que se trataba de una de esas ocasiones reservadas sólo para chicas.
—¿Hay alguna novedad en lo de Lindsey? —le preguntó su amiga.
—No, siguen esperando los resultados de las pruebas, para ver si Vic es compatible. No tardarán demasiado, uno o dos días como mucho. Vic desea con todas sus fuerzas que dé positivo, quiere ser quien salve a su hija.
—¿Qué padre no lo querría?
Aquello era algo que seguía creando en Myri dos sentimientos encontrados; por un lado, era imposible echarle en cara a un hombre que quisiera a una hija a la que había entregado en adopción, pero por otro lado, ¿quién podía confiar en un hombre incapaz de abrirle el corazón a nadie más?
Si se lo hubiera contado todo años atrás, ella lo habría entendido… con el tiempo. Pero él se había ido apartando, hasta que no había querido tener nada que ver ni con su bebé ni con ella.
—Espero que Lindsey se recupere —comentó—. Esa pobre niña ya ha pasado bastante, parece ser que la sometieron a la quimio cuando le diagnosticaron la enfermedad por primera vez. Debe de ser algo muy duro. Ahora que el cáncer ha vuelto a aparecer, un trasplante de médula ósea parece la mejor opción.
—¿Se sabe algo de Alison?
—No es compatible, así que todos tienen las esperanzas puestas en Vic. Si él tampoco lo es, entonces tendrán que buscar otras opciones, empezando por su familia más directa; al menos, si encuentran un donante, Lindsey tendrá una verdadera oportunidad de vencer a la enfermedad de una vez por todas.
—Ya sé que he tenido mis diferencias con Vic, pero espero que sea compatible —comentó Naomi, mientras se inclinaba a por más nachos—. Necesita salvar a alguien.
—¿Por qué lo dices? —le preguntó Myri, sorprendida.
—Creo que es una característica de los Buchanan, aunque ninguno de ellos lo ha conseguido hasta el momento. Supongo que es una secuela por haberse criado cerca de Gloria, por cómo los machacaba emocionalmente cuando eran pequeños.
Myri no cuestionó aquella valoración, pero se preguntó cuál había sido la fuente de información de Naomi; ¿habría sido Reid, Walker, o ambos? La tentación de preguntarle fue muy fuerte, pero se contuvo. Si su amiga quería contárselo, lo haría por propia decisión.
—Es triste que perdieran a su padre y a su madre con un año de diferencia —comentó con voz suave—. Vic siempre pensó que tenía que ser el más fuerte, aunque nunca me lo había planteado en términos de salvar a alguien —recordó que él había intentado mantenerla alejada del imperio familiar porque había temido que Gloria le hiciera daño, y admitió—: o a lo mejor no fui capaz de verlo.
—Dani es la única que sigue intentando complacer a esa zorra —dijo Naomi.
Myri sabía que la hermana de Vic estaba luchando en una batalla perdida, ya que Gloria no la aceptaría jamás porque no era una Buchanan, y se preguntó si él le había contado ya la verdad. Supuso que no había tenido tiempo, pero ella tenía la sensación de que si no se daba prisa en hacerlo, al final la situación se le iba a escapar de las manos.
—Hablar de Vic y de su familia hace que me dé cuenta de lo normal que soy —comentó—. Increíble, ¿verdad?
—¿A qué te refieres?, no eres tan rara.
—Me he quedado embarazada mediante un procedimiento médico de un hombre al que nunca llegaré a conocer, y estoy trabajando para mi ex marido —también se había acostado con él, pero no lo dijo en voz alta. Naomi tenía sus sospechas, pero no le preguntaría al respecto y ella no quería confirmárselo.
Pero, hablando de gente que se acostaba junta…
—¿Cómo va tu amistad con Walker? —le preguntó.
—Bien.
—¡Ja! No me lo trago, me estás ocultando algo —Myri estaba convencida de aquello. El nerviosismo de Naomi era patente, y era la primera vez que la veía comportarse así por un hombre—. ¿Estás enamorada de él? —le preguntó, intentando disimular su incredulidad.
—¿Qué? No, claro que no. No es nada de eso.
—Entonces, ¿qué es?
—Nada, no es nada —con un suspiro, Naomi añadió—: ni siquiera nos hemos acostado juntos después de aquella única vez. Sólo somos amigos, y es algo que me resulta muy extraño.
Myri no supo qué pensar.
—Cuando dices que no os habéis acostado juntos, quieres decir que…
—Nada de sexo. De verdad, no puedo imaginarnos haciéndolo otra vez, no hacemos nada… sólo hablamos.
—Hablar es bueno.
—No, no lo es. Esto no es normal. ¿Yo, amiga de un hombre?, venga ya.
—Así que tenéis una relación, es genial —dijo Myri, mientras intentaba ocultar su sonrisa.
—No, es raro. No hay nada romántico entre nosotros, pero le tengo cariño. No quiero sentir cariño por nadie.
—Lo sientes por mí.
—Sí, es verdad, pero el amor entre amigas es diferente, querer a un hombre… —los ojos de Naomi se llenaron de tristeza, y le dijo—: Creo que voy a tener que irme.
Myri tuvo la sensación de que no se refería sólo a esa noche, y la embargaron el pánico y el dolor. Necesitaba a Naomi, y la echaría muchísimo de menos si se iba.
—¿Puedes contarme por qué?
—Gracias por no decirme que no puedo hacerlo —le dijo su amiga, con una sonrisa.
—Me estoy controlando.
Naomi tomó otro nacho antes de decir:
—Tengo familia en Ohio. Padres, hermanos y hermanas, y un marido —masticó el nacho, y se lo tragó—. En realidad, no estoy segura de lo del marido, puede que se haya divorciado de mí. Me fui hace mucho tiempo.
—No sé qué decir, nunca has mencionado a nadie.
—No salí de un huevo.
Myri siempre había pensado que tenía que tener algún pariente, pero no se había imaginado una familia entera e incluso un marido.
—Pasó algo —siguió diciendo Naomi—. No quiero entrar en detalles, pero hice algo malo y fui incapaz de vivir conmigo misma o con ellos, así que me fui. Me metí en un coche y acabé aquí, y te conocí varias semanas después.
Myri sintió que se le rompía el corazón, porque no quería perder a su amiga.
—Si crees que tienes que volver, yo te apoyo.

—Vas a ser muy valiente con todo esto, ¿no? —protestó Naomi con indignación—. Maldita sea, no lo soporto. No quiero irme, pero creo que ha llegado el momento de intentar atar los cabos sueltos y arreglar las cosas. Creo que aún le quiero… es una locura, ¿verdad?
Myri se limitó a asentir, consciente de que se echaría a llorar si intentaba articular palabra.
—No te dejaría sin más, antes me aseguraría de que tuvieras a alguien que te ayudara con el bebé y con el restaurante.
—Yo estaré bien, no te preocupes por mí.
Le parecía imposible pensar en la posibilidad de que Naomi se fuera. ¿Con quién iba a hablar en medio de la noche, cuando no pudiera dejar de llorar después de ver una película triste?, ¿quién iba a entender que no había que comer M&M's azules en los días pares del mes?, ¿quién iba a estar junto a ella en el parto, y durante las primeras semanas de vida del bebé?
Naomi soltó un juramento, y se levantó de golpe.
—¿Qué pasa? —le preguntó Myri.
—Estás llorando.
—No pasa nada, es algo hormonal —protestó, mientras se sorbía la nariz.
Cuando ella también se levantó, Naomi rodeó la mesa y se fundieron en un abrazo.
—Eres la mejor amiga que he tenido en toda mi vida, nunca lo olvides —susurró Naomi.
—Lo mismo digo.
—¿Lo ves?, por eso el amor es un asco. Si no te quisiera, no me importaría tener que irme.
—Si no me quisieras después de todo lo que hemos pasado juntas, te tiraría un cuchillo de cocina a la cabeza.

Dani fulminó a Vic con la mirada, y le dijo:
—No puedo creer que me ocultaras durante todo este tiempo que tenías una hija —entornó los ojos, y añadió—: Walker y Reid lo sabían, ¿verdad? Vosotros tres siempre os apoyáis.
Vic rodeó a su hermana con un brazo, mientras caminaban por el aparcamiento del campus de la Universidad de Washington.
—Por si hace que te sientas mejor, no sabía que ellos se habían enterado. Creía que era un secreto.
—Sí, claro. De verdad, es como vivir en un culebrón, y no hago más que esperar que de un momento a otro empiece a oírse una profunda voz masculina de fondo. «Mientras Dani permanece ajena a la existencia de la hija ilegítima de su hermano, Lindsey se enfrenta al cáncer; aunque Dani es idiota por haberse casado con un impresentable como Hugh, claro. Continuará después de la publicidad». Me saca de quicio.
—¿La profunda voz masculina?
—No, tú. ¿Hay más secretos?
Vic pensó en uno enorme, pero no podía contárselo en ese preciso momento, porque Dani ya tenía bastante.
—No sabía que Reid y Walker me habían oído discutiendo con Gloria sobre Lindsey, no te oculté la información a ti en concreto.
—Pero no me lo contaste al enterarte de que ellos lo sabían.
—Ya tenías bastantes preocupaciones.
—Vic, soy una mujer adulta, puedes dejar de protegerme del mundo.
—Lo siento, forma parte de mi trabajo.
Dani enlazó el brazo con el suyo, y se apoyó contra él antes de decir:
—Eres un buen hermano mayor.
—Gracias.
Vic apreciaba el cumplido, pero no estaba seguro de habérselo ganado. Myri le había aconsejado que le contara toda la verdad a Dani y pensaba hacerlo pronto, pero no aquel día en concreto.
—¿Estás segura de lo que vas a hacer? —le preguntó.
—Completamente —respondió ella, mientras le daba una palmadita al bolsillo de su chaqueta—. No voy a pagarle a nadie para que le lleve los documentos a Hugh, pudiendo hacerlo yo; además, quiero ver la expresión de sus ojos, porque no me espera. Provocarle un poco de incomodidad no es una venganza demasiado satisfactoria, pero es la única que voy a conseguir —miró su reloj, y añadió—: Ahora tiene horario de oficina, a lo mejor está reunido con algún estudiante. Eso le daría emoción al asunto.
—Lo siento —dijo Vic, sin saber cómo ayudarla.
—No te preocupes. Aunque no me gusta cómo se ha portado Hugh conmigo, ya no pienso seguir cuestionando el divorcio. Aún estoy furiosa; al fin y al cabo, le entregué una buena parte de mi vida, y saber que él cree que ya no estoy a su altura hace que quiera pasar con el coche por encima de todas sus cosas. Prácticamente me absorbió la vida, y ahora se está portando como si fuera muy noble. Aunque la verdad es que hace tiempo que no lo quiero.
Aquello era un alivio. Ya era bastante malo que Dani tuviera que pasar por todo aquello, pero si se le hubiera roto el corazón, la situación habría sido mucho peor.
—A lo mejor te gusta volver a ser soltera —comentó él.
—Estoy deseándolo —admitió ella, con una sonrisa—. Pasé directamente de la residencia de estudiantes de la universidad a la vida de casada, así que nunca he tenido una casa sólo para mí.
—¿Sabes ya dónde vas a vivir?
—No. En parte, me gustaría que fuera Hugh quien se mudara, porque todo esto fue idea suya, pero es difícil encontrar pisos accesibles para minusválidos —giró hacia la izquierda, y añadió—: No me gusta ser la que sufre todas las molestias, porque fue él quien tomó la decisión de que nos divorciáramos —Dani sacudió la cabeza—. Vamos a cambiar de tema. El campus tiene buen aspecto.
Vic miró a su alrededor. La primavera había llegado, y había tulipanes en flor por todas partes. El suelo estaba húmedo debido a la lluvia reciente, pero el cielo estaba despejado y tenía un brillante tono azul.
—Tengo un montón de recuerdos de este sitio —comentó.
—Me imagino las fiestas y las chicas de las que disfrutaste, pero yo me limité a estudiar, por supuesto —dijo Dani.
Vic soltó una carcajada.
—Sí, claro. Me acuerdo de haber recibido más de una llamada tuya, porque no querías volver conduciendo a la residencia después de una fiesta.
—Oye, al menos no me puse al volante después de beber alcohol.
—¿Acaso me quejé alguna vez?
—Me acuerdo de que en una ocasión oí una voz femenina bastante molesta de fondo, mmm… ¿sería Myri?
—A lo mejor.
—Es una persona fantástica.
—Ya lo sé.
—Estáis haciendo un trabajo estupendo en el Waterfront.
—Eso sí que lo siento —comentó él, lanzándole una mirada—. No el éxito que estamos teniendo, sino que Gloria no te ofreciera a ti el restaurante.
—No te ofendas, pero yo también lo siento. En fin, ya está hecho. En cuanto acabe con lo del divorcio y me mude, voy a tener una larga charla con Gloria para dejarle las cosas claras. O me da algo más, o me largo.
—¿Estarías dispuesta a dejar la empresa? —le preguntóVic, sorprendido.
—Pues claro. Es por aquí —añadió, mientras señalaba hacia unas escaleras.
Lo condujo hasta el segundo piso, tomó un pasillo y se detuvo frente a una de las puertas cerradas. Intentó girar el pomo, pero no se movió.
—Está cerrada con llave… pero estamos en el horario de visitas, ¿no? —Dani leyó el rótulo que había junto a la puerta para comprobar las horas en las que Hugh estaba en su despacho, y comentó—: Qué raro —escuchó con atención durante unos segundos, y llamó a la puerta— ¿Hugh? —al oír un sonido ahogado seguido de un golpe, se volvió hacia Vic y le dijo—: Vale, todo esto me huele muy mal.
—Quizá sea mejor que nos vayamos —comentó él, que empezaba a tener un mal presentimiento con todo aquello.
La boca de Dani se tensó mientras ella rebuscaba en su bolso.
—Ni hablar. Maldita sea, si ese malnacido… —sacó un llavero, seleccionó una de las llaves y la metió en la cerradura.
—Creo que es mejor que no sepas lo que pasa, vámonos —insistió Vic, mientras la agarraba del brazo con suavidad.
—¿No crees que tengo derecho a saberlo? —le dijo ella con firmeza, antes de zafarse de su mano y de abrir la puerta sin más.
Hugh estaba en su silla de ruedas con la camisa abierta, y a su lado había una muchacha joven, probablemente una estudiante, que tenía el pelo alborotado y que estaba acabando de abrocharse la blusa.
—Dani… —dijo Hugh con cautela, obviamente sorprendido— No sabía que ibas a venir.
—Eso es obvio —Dani miró a la pareja durante unos segundos, antes de decir—: Así que quieres el divorcio porque has crecido como persona, ¿no? Si ésta es tu idea de lo que supone el crecimiento personal, no me interesa, porque a mí me parece que se trata de ser un insignificante y mezquino adúltero. Pero yo sólo trabajo en el sector de la restauración, así que seguramente no puedo entender un concepto tan complejo. Me pregunto lo que va a decir la jefa de tu departamento cuando se entere de que tu relación con los estudiantes es demasiado estrecha —le entregó los documentos, y añadió—: Aquí tienes lo que querías.
—Eh… —la estudiante se movió con nerviosismo. Estaba roja como un tomate, y no dejaba de tocarse el pelo.

—¿Sabías que estaba casado? —le preguntó Dani—. Da igual, pero voy a darte un consejo, aunque dudo que me hagas caso. Si es infiel contigo, puede sértelo a ti —se volvió hacia Hugh, y le dijo—: No puedo expresar con palabras cuánto siento haber desperdiciado tanto tiempo contigo, no valías la pena. Vámonos, Vic —le dijo a su hermano, antes de salir del despacho.
—Quiero darle una paliza —comentó él.
—Te lo agradezco, pero creo que voy a darle un buen golpe en las finanzas. Iba a ser justa y comprensiva en el divorcio, pero he cambiado de idea.
Vic la tomó de la mano, y se dio cuenta de que estaba temblando.
—Lo siento.
—Yo también —dijo ella.
Hugh salió al pasillo, y exclamó:
—Dani, lo siento. No quería que te enteraras así.
Ella se detuvo, y se volvió hacia él.
—¿Cómo querías que me enterara?, ¿cuál es la mejor manera de decirle a tu mujer que quieres el divorcio para poder tirarte a otra? Tendrías que haberme contado la verdad. Me habría enfadado, pero al menos no habría pensado que eres un capullo —sin añadir nada más, se volvió y siguió alejándose de él.
—¡Dani!, ¡vuelve aquí!
Ella sacudió la cabeza, y siguió andando.
—Sólo un puñetazo —dijo Vic.
—Gracias, pero no. Estoy bien —al llegar a las escaleras, Dani bajó a toda prisa y comentó—: Ha sido una suerte, porque me había estado preguntando lo que habría podido hacer para que las cosas funcionaran. Pero eso se acabó —al salir al exterior, se cubrió la cara con las manos—. Mi vida es un asco, no tengo ni una carrera profesional ni un matrimonio. Qué desastre.
Vic la abrazó, y dejó que llorara contra su pecho.
—Las cosas mejorarán —le dijo.
—¿Cuándo? Quiero una fecha, dime cuándo.
—No lo sé, Dani. Lo siento. Pero será pronto —le aseguró él, mientras le acariciaba el pelo.
—¿Me lo prometes?
—Sí.

—Pobrecilla —dijo Myri—. No puedo creerme que Hugh le estuviera poniendo los cuernos, pensaba que era un tipo legal.
—Todos lo pensábamos, supongo que nos equivocamos —comentó Vic.
—Menos mal que no le pegaste. A pesar de lo fuerte que esté, él va en silla de ruedas y tú no, así que habrías perdido en un juicio.
Al ver que él se encogía de hombros, Myri supuso que no le importaban demasiado las posibles consecuencias de sus actos. Le habían hecho daño a alguien importante para él, y quería contraatacar.
Era extraño, pero no se había dado cuenta de ese rasgo cuando estaban casados; en vez de entender ese carácter protector, de valorarlo e intentar alcanzar un término medio, se había rebelado contra lo que ella había considerado un comportamiento poco razonable.
Myri se deslizó un poco hacia abajo en la silla, y cerró los ojos mientras él le masajeaba las plantas de los pies.
—Se te da muy bien. Aunque por lo general no me importa estar de pie tantas horas, últimamente me duelen bastante.
—Estás embarazada.
—Sí, eso había oído —Myri abrió un ojo, y sonrió—. Oye, ¿dónde has aprendido a dar masajes en los pies?, ¿te lo enseñó una de las muchas mujeres con las que has salido desde el divorcio, o ya sabías hacerlo cuando estábamos casados y me ocultaste esa información?
—Tomé clases por Internet —bromeó él—. Relájate y disfruta.
—A lo mejor empiezo a gemir.
—No te cortes.
Myri se rindió al lento masaje. Había algo erótico en el hecho de que Vic le acariciara los pies desnudos, o quizás era el hecho de que, cuando él se concentraba en los dedos, su talón siempre acabara presionando contra su…
«No vayas por ahí», se dijo con firmeza. Al menos, no aquella noche… y quizás nunca. No habían vuelto a acostarse juntos, aunque no era sorprendente, teniendo en cuenta la montaña rusa emocional de las últimas semanas. En ciertos aspectos se llevaban mejor que nunca, pero en otros él le resultaba un verdadero desconocido; y a pesar de todo, ella se pasaba las noches en vela, deseando tenerlo a su lado.
—¿Cuándo va a mudarse Dani? —le preguntó, tanto para cambiar el rumbo de sus pensamientos como por genuino interés.
—En cuanto encuentre un sitio donde vivir. Hugh se queda con el piso, porque tiene un acceso adaptado para minusválidos.
—Podría quedarse aquí mientras busca algo fijo —Myri abrió los ojos al notar que sus manos se detenían—. ¿Qué pasa?
—¿Lo dices en serio?
—Claro, tengo un dormitorio libre —dijo, indicando con un gesto su acogedor dúplex—. Dani necesita tiempo para recuperarse, y yo no necesitaré la habitación hasta que nazca el bebé —con una sonrisa, añadió—: Además, seguro que se siente tan agradecida, que me ayudará a pintar antes de irse.
—Creo que es una buena idea. Le he ofrecido que se venga a mi casa, pero no quiere.
—Sería como volver al hogar familiar. Yo preferiría irme a vivir con una amiga a quedarme con una de mis hermanas, no soportaría el recuerdo constante de que mi vida ha seguido un camino tan diferente al suyo.
Vic dejó su pie derecho, tomó el izquierdo y le subió un poco los vaqueros después de quitarle el calcetín.
—Eso es algo que ya no te preocupa, ¿no? —le preguntó.
Myri se relajó, y se sumergió en el placer que le causaba la suave presión de sus dedos en el talón antes de contestar.
—A veces sí. Fui un verdadero fracaso antes de darme cuenta de que lo que quería era ser chef, y hasta dejé la universidad. Me pasé dos años en Pullman, creyendo que quería ser veterinaria, pero no podía con las clases de ciencias.
—Pero te centraste y viniste a Seattle.
—Sí, claro. Me fui de Spokane porque mis padres se cansaron de costearme mis fracasos, y durante el primer mes tuve que dormir en mi coche porque no tenía dinero.
—Más razón aún para estar orgullosa de todo lo que has conseguido.
—Sí, tienes razón. Mis padres están muy contentos con mi trabajo —aunque no tanto con el bebé… no, aquello no era justo, sus padres estaban muy felices con la llegada de otro nieto.
—Tendrías que invitarlos a venir —le dijo Vic.
Ella abrió los ojos y se lo quedó mirando con expresión incrédula.
—Estás de broma, ¿no?
—¿Por qué no? Así podrían verte trabajando en el restaurante, y visitar la ciudad.
—Venga ya, como si no tuviera bastante con todo lo que está pasando en mi vida en este momento. Y que ni se te ocurra llamarlos.
—Hace mucho tiempo que no hablo con ellos —dijo Vic, con una sonrisa.
—Claro. De todas maneras, mi madre va a venir cuando dé a luz —aquello podía acabar siendo una suerte, teniendo en cuenta que Naomi se estaba planteando irse—. Familias. ¿A quién se le ocurrió la idea?
—Myri, sabes perfectamente bien que adoras a tus padres.
—Sí, son fantásticos. Y también adoro a mis hermanas. Me gustaría que no fueran tan perfectas, pero puedo soportarlo.
—Voy a tener que contarle a Dani lo de su padre.
—¿Vas a decirle que no es una Buchanan?
—Sí. Me ha comentado que quiere tener una larga charla con Gloria y preguntarle por qué no la ha ascendido en la empresa, y estoy seguro de que esa conversación no va a resultar nada agradable.
—Es mejor que se entere por ti que por Gloria, Dani sabe lo mucho que la quieres.
—Sí, pero sigo sin querer ser yo quien se lo diga. Va a dolerle mucho, y ya tiene que soportar bastante. He decidido esperar una semana más o menos, para dejar que recupere un poco la normalidad.
—No esperes demasiado.
—No lo haré.
En ese momento empezó a sonar el móvil de Vic, y al ver la rapidez con la que él lo agarraba, Myri recordó que estaba esperando que le informaran sobre los resultados de las pruebas de compatibilidad.
—Es Tracy —dijo él, con la mirada fija en la pantalla, antes de apretar el botón y contestar—. Dime.
Myri mantuvo la mirada fija en él. Al principio vio el brillo de preocupación en sus ojos, pero al ver que su boca se curvaba en una sonrisa, supo lo que iba a decirle antes de que colgara.
—¡Soy compatible! —exclamó él, eufórico—. Tengo que hacerme algunas pruebas más, pero como estoy sano, se da por supuesto que vamos a poder seguir adelante con esto. Puedo salvarla.
Como sabía cuánto significaba aquello para él, Myri dejó al margen su propia confusión.
—Me alegro —le dijo con sinceridad, mientras le daba un fuerte abrazo—. Vamos a celebrarlo. Aunque no podemos salir a tomar unas copas, pero podemos cenar… o tú puedes beber si quieres, y yo me limitaré a mirar.
—Nada de licor para mí, quiero estar bien sano —dijo Vic—. Vamos a comer una ensalada.
—No puedo creer que hayas dicho eso —comentó Myri, con una carcajada.
—Yo tampoco.
—Vamos a llamar a tus hermanos para celebrarlo juntos, también están deseando saber los resultados.
—Buena idea —dijo él.
Mientras él se ponía en contacto con Reid, Walker y Dani, Myri se puso los calcetines y los zapatos. Vic era un hombre tan especial… era cariñoso y decidido, además de un buen padre para Lindsey, pero su corazón parecía incapaz de ir más allá. Nadie podía entrar en él, así que sólo una tonta pensaría que podía cambiarle.
Sin embargo, al verlo reír mientras hablaba con Reid, no pudo evitar desear que las cosas fueran diferentes, que él pudiera dejarla entrar, que hubieran podido permanecer juntos y formar una familia propia.

CONTINUARA...

FannyQ
FannyQ
VBB DIAMANTE
VBB DIAMANTE

Cantidad de envíos : 1511
Edad : 32
Localización : Monterrey,N.L.
Fecha de inscripción : 24/05/2008

Volver arriba Ir abajo

Delicioso Reencuentro Nueva Novela! - Página 2 Empty Re: Delicioso Reencuentro Nueva Novela!

Mensaje  FannyQ Mar Sep 14, 2010 3:35 pm

Capítulo 15
Había un número finito de institutos en la zona de Seattle, y Walker había tenido la suerte de localizar a Ben a la primera. Su amigo había cursado su segundo año en el West Seattle, y había habido siete mujeres llamadas Ashley en su mismo curso y casi treinta en todo el instituto.
Después de hacer una lista con todas ellas, Walker había pasado algún tiempo navegando por Internet para buscar información sobre matrimonios, cambios de nombre y direcciones. Algunas de ellas se habían marchado de la ciudad, y como Ben había estado con su novia por última vez justo antes de marcharse a Afganistán, había eliminado de la lista a todas las que se habían ido hacía más de dieciocho meses. Había aplicado el mismo criterio para las que estaban casadas, y la lista se había reducido a once candidatas.
La primera de ellas vivía en Bellevue, al este del lago Washington, y se llamaba Ashley Beauman. Walker enfiló por la calle residencial donde ella vivía el martes por la mañana, poco después de las diez; aunque lo más probable era que no estuviera en casa, por lo menos podría localizar el sitio exacto donde vivía y volver más tarde.
Sin embargo, al llegar a la casa vio un coche en el camino de entrada, y varios juguetes para niños pequeños en el jardín. O Ashley le había estado ocultando algún secreto a Ben, o no era la persona que buscaba.
Después de aparcar su X5, fue hacia la puerta y pasó por encima de un pequeño triciclo por el camino. Al primer timbrazo, contestó una mujer rubia con aspecto cansado, que llevaba a un niño apoyado en la cadera.
—Hola, dígame.
Walker se había vestido con ropa informal deliberadamente. Con una sonrisa, se presentó y le explicó que estaba buscando a una conocida de un compañero suyo en los marines.
—No me acuerdo de ningún Ben del instituto —dijo la mujer, mientras se cambiaba al niño de cadera—. ¿Estaba en mi mismo curso?
Walker se sacó dos fotografías de Ben del bolsillo. La primera era de su época en el instituto, y la segunda había sido tomada cuatro meses atrás en el campamento base.
La mujer las observó con atención, y negó con la cabeza.
—Lo siento, pero no lo conozco —frunció el ceño, y le preguntó—: ¿Por qué ha decidido preguntarme a mí?
—Su novia se llamaba Ashley.
—Está de broma, ¿no? ¿Va a hablar con todas las Ashley que fueron al instituto con su amigo?
—Sí, hasta que la encuentre.
—Buena suerte —la mujer vaciló un momento antes de decir—: Su amigo ha muerto, ¿verdad? —al ver que Walker asentía con la cabeza, añadió—: Lo siento, espero que la encuentre.
—Lo haré.

—Yo no voy a tener ningún problema, estaré sedado todo el tiempo. Es Lindsey la que tiene que hacer el trabajo duro —dijo Vic.
Myri asintió. Había buscado información por Internet, y sabía que Vic se despertaría con un par de hematomas y se recuperaría en dos o tres días, pero que Lindsey lo pasaría mucho peor mientras su cuerpo asimilaba el trasplante de médula ósea.
—¿Te arrepientes de haber decidido posponer tu encuentro con ella para más adelante?
—No. Ya tiene bastante con todo lo que le está pasando, así que quiero que se concentre en recuperarse. Ya tendremos tiempo para conocernos.
Varios miembros del personal del hospital entraron en la habitación, y una de las enfermeras les dijo:
—Ha llegado el momento.
—Vale —Myri se inclinó a besarlo, y le dijo—: Estaré aquí cuando te despiertes.
—No hace falta, estaré bien.
—Ya lo sé.
—Gracias —le dijo él, mientras le daba un ligero apretón en la mano.
Esperó a que se lo llevaran en una silla de ruedas, y después se unió a Reid en la sala de espera.
—Tienes una barriga enorme —le dijo él al verla entrar.
—Vaya, muchas gracias —sonrió ella.
Él dio unas palmaditas en el asiento que había junto a él, para que se sentara a su lado en aquella sala colorida y llena de plantas, y comentó:
—Sólo estoy intentando distraerte, no hay razón para preocuparse.
—Eso me dice todo el mundo, y no es que esté preocupada.
—Entonces, ¿qué te pasa?
—No lo sé, todo esto me resulta un poco raro. Hace tres meses hacía siglos que no hablaba con Vic, y ahora…
—Ahora estás en un hospital, mientras esperas a que se someta a una simple intervención médica que puede salvarle la vida a una niña cuya existencia desconocías, ¿no?
—Muy buen resumen.
Reid se reclinó en el sofá, y agarró un vaso de café de plástico.
—¿Te molesta que quiera ayudar a Lindsey?
—No es que me moleste, porque quiero que ella se cure y la verdad es que su participación en esto era incuestionable. Vic es un buen hombre, es normal que quiera ayudar a su hija.
—Pero…
—Pero… ¿por qué no se portó así conmigo?
—¿Cuando perdiste el bebé?
Myri asintió. ¿Por qué no le había importado?, ¿por qué se había negado a abrirle el corazón a su hijo?
—Me ocultó tantas cosas… no es demasiado abierto desde un punto de vista emocional.
—¿Y eso te importa?
Myri sabía que no debería ser así, porque Vic y ella no estaban juntos, pero a pesar de todo…
—No lo sé —admitió—. Vamos a cambiar de tema.
—Vale, podríamos hablar de lo guapo que soy.
—Podríamos hablar durante horas de eso.
—Sí, es verdad, y además es uno de mis temas preferidos —dijo Reid, con una sonrisa presuntuosa—. Anda, empieza tú.
—No, gracias —dijo Myri, con una carcajada—. ¿Has hablado últimamente con Naomi? Ha estado bastante ocupada durante estos últimos días, y casi no le he visto el pelo.

—Walker y ella estuvieron en el bar hace un par de semanas, pero no los he visto desde entonces.
—Tiene un montón de cosas en la cabeza, me comentó que a lo mejor tiene que irse —Myri recordó lo que su amiga le había explicado sobre la familia que tenía en Ohio—. Entiendo que tuviera una vida antes de venir a Seattle, pero no quiero que se vaya. Dios, parece que de pronto sólo me preocupo de mí misma —con un suspiro, admitió—: Voy a echarla mucho de menos.
—Ha sido una buena amiga para ti.
—Sí. Tú también eres genial, pero no entiendes de cosas de chicas. Nunca quieres hablar sobre pedicuras.
—O sobre depilación.
—Es verdad —dijo ella, con una sonrisa.
—¿Ha entrado ya? —les preguntó Dani, al entrar en la sala.
—Sí, hace un par de minutos —dijo Reid, mientras se levantaba—. ¿Cómo está mi hermanita pequeña?
—No es mi mejor momento, pero voy sobreviviendo —Dani abrazó a Reid, y después sonrió a Myri—. ¿Tu oferta sigue en pie?
—Claro que sí. ¿Quieres ser mi compañera de piso?
Dani se dejó caer en el asiento de Reid, y asintió.
—Sí, si a ti no te importa. Tengo que salir de mi piso en cuanto pueda.
—¿Qué te parece ahora mismo?, ¿por qué no vamos a hacer otra llave mientras Vic sigue anestesiado? Podrías trasladar todas tus cosas esta misma tarde; además, voy a quedarme con él durante un par de días, así que vas a tener la casa para ti sola mientras te instalas.
—¿Estás segura?
—Claro que sí, será divertido.
—Vale, de acuerdo. No sabes lo mucho que te lo agradezco.
—Reid, llámame si hay alguna novedad, tienes mi número de móvil —le dijo Myri, mientras se ponía en pie.
—Así que vas a quedarte con él un par de días, ¿no? Qué interesante —comentó él, con las cejas enarcadas.
—Venga ya. Al pobre hombre le están quitando médula ósea por la cadera, va a tener unos moratones del tamaño de Utah y va a sentirse como si lo hubiera atropellado un camión. No creo que vaya a pasar nada.
Lo cual era una verdadera lástima.

Vic intentó ponerse cómodo en la silla, pero no lo consiguió.
—Si te tomaras los calmantes, como te ha dicho el médico, no te dolería tanto —le gritó Myri desde el otro extremo del pasillo.
Vic sacudió la cabeza. ¿Cómo demonios había sabido que le dolía?, las mujeres eran un misterio.
—¡Estoy bien! —contestó.
—Mentiroso.
Se oyeron pasos por el parqué del pasillo, y Myri asomó la cabeza por la puerta de la sala de estar.
—Voy a traerte las pastillas ahora mismo, y voy a darte la lata hasta que te las tomes. ¿Está claro?
—A la orden.
—Así me gusta. Ahora vengo.
Volvió varios minutos después, y se quedó a su lado hasta que él se tomó obedientemente las dos pastillas.
—Me he apuntado la hora, para saber cuándo puedes tomarte más —le dijo ella.
—Estoy perfectamente bien.
Myri se llevó las manos a las caderas, y el movimiento tensó la camisa que llevaba alrededor de su vientre.
—Oh, por favor. Tienes unos moratones enormes en la cadera, y las marcas de unos seiscientos pinchazos.
—No exageres, no son tantos. Además, esto no es nada comparado con lo que está pasando Lindsey.
—Sí, ya lo sé —Myri se sentó en el sofá que había frente a su silla—. He hablado durante unos minutos con su padre mientras tú te recuperabas, y me ha comentado que Lindsey está bastante machacada por la quimioterapia.
La joven tenía que someterse a un proceso brutal. Primero pasaba por una etapa de acondicionamiento en la que se utilizaba quimioterapia para destruir su médula ósea, y después se le transfundía la de Vic por vía intravenosa; a lo largo de las semanas siguientes, mientras su sistema inmunitario estaba debilitado, tenía que permanecer en una sala de aislamiento, y durante ese tiempo tendría que luchar contra un malestar parecido al generado por una gripe virulenta.
—He estado buscando información del proceso por Internet —añadió Myri— Hay muchas probabilidades de que tu médula ósea le cure la leucemia.
—Eso espero.
—Ojalá pudiera ayudarte más.
—Estás aquí, y te lo agradezco muchísimo.
—Eso espero. Normalmente no cocino a domicilio, pero estoy haciendo una excepción contigo. Cenaremos todos tus platos favoritos.
—¿Vas a hacer pastel de carne? —el estómago de Vic empezó a gruñir. No había saboreado el pastel de carne de Myri desde antes del divorcio.
—Esta noche, y mañana mi lasaña tailandesa.
—¿No tienes que ir al restaurante?, no podemos faltar los dos tantos días.
—Iré yendo y viniendo. Naomi está allí, así que no te preocupes. ¿Quieres que te ponga la tele para ver el deporte?
—No, gracias.
—Mmm… ¿tienes fiebre?
—Reid es el de los deportes. ¿Te has instalado ya?
—Sí. La habitación de invitados es preciosa, así que voy a arriesgarme a decir que no la decoraste tú mismo.
—Me ayudó Dani, fue quien eligió los colores y los muebles. Yo me limité a hacer el trabajo.
—La casa está muy bien —comentó ella, mientras recorría la sala de estar con la mirada.
—Costeada por los consumidores de café del noroeste del país.
—La verdad es que nos encanta el café —comentó ella. Contempló por la ventana la fantástica vista, y añadió—: Has tenido mucho éxito, empezaste desde cero y has creado un imperio. Deberías estar orgulloso.
—Gracias.
Myri se volvió hacia él.
—Ahora lo entiendo… ahora entiendo tu necesidad de salir al mundo para conseguir algo por ti mismo, pero cuando te fuiste de la empresa de tu familia, pensé que me estabas abandonando.
—¿De qué estás hablando? — se quedó atónito. ¿Cómo había podido pensar algo así?
—Es difícil de explicar. Nuestra vida entera se centraba en un negocio que nos obligaba a estar despiertos mientras el resto del mundo dormía, y hablábamos de los problemas parecidos que teníamos con los clientes, con el personal o con nuestros jefes; pero de repente decidiste dejarlo, y te convertiste en uno de ellos, con un horario de nueve a cinco. Supongo que suena un poco extraño, pero en aquel momento me sentí abandonada.
—Myri, lo siento, no fue mi intención hacerte daño. Quería escapar de Gloria y del control constante que ejercía sobre mi vida, estaba cansado de las amenazas, del mal ambiente.
—Ya lo sé, ojalá te hubiera apoyado más —comentó ella. Era extraño, pero con el paso del tiempo podía ver algunas cosas con mayor claridad.
—No te culpes, te portaste fantásticamente bien.
—No sabes lo furiosa que estaba contigo.
—No. ¿Me lo ocultaste? —le dijo él, sorprendido por la revelación.
—No fue mi momento más estelar. Pensé que cambiarías de opinión y que volverías a la empresa.
—Pensaste que fracasaría.
—Puede —dijo ella, un poco incómoda.
—Tendría que haberte explicado mis motivos, pero me dio miedo que tu buen concepto de mí se desvaneciera.
A lo mejor era por el dolor, o por saber que su hija estaba luchando contra una terrible enfermedad; a lo mejor era por todo el tiempo que habían pasado juntos, pero fuera cual fuese la razón, Vic le estaba mostrando por primera vez una faceta vulnerable que ella no había visto antes.

—Te quería, habría hecho cualquier cosa por ti —le dijo ella.
—Ya lo sé — la miró a la cara con sus ojos oscuros, y añadió—: Te merecías más de lo poco que yo podía ofrecerte, y ojalá… ojalá hubiera sido sincero contigo, pero Lindsey parecía un secreto enorme, y sabía que revelarte su existencia lo cambiaría todo. Tendría que haber confiado en tu capacidad para enfrentarte a la situación.
Myriam sintió que la invadía una sensación cálida y reconfortante, y deseó apretarse contra Vic y sentir sus brazos rodeándola. Quería acostarse con él, y hacer el amor hasta el amanecer.
O él estaba pensando lo mismo, o pudo leer la invitación en sus ojos, porque Vic se levantó y alargó la mano hacia ella.
Myri se levantó, y fue hacia él al mismo tiempo que él la atraía hacia sí. Cuando Vic la rodeó con los brazos, ella colocó las manos en su cintura y sus bocas se encontraron.
El contacto fue tan erótico como familiar. Myri cerró los ojos mientras la caricia de sus labios generaba chispas candentes de deseo. En cuestión de segundos, sintió sus pechos henchidos increíblemente sensibles, y sus muslos empezaron a temblar.
—¿Por qué me afectas tanto? —le preguntó él, antes de recorrerle el labio inferior con la lengua.
En vez de contestar, Myri abrió la boca para aceptar su invasión, y mientras sus lenguas iniciaban una íntima danza, Vic le puso la mano detrás de la cabeza como si quisiera mantenerla allí.
Si Myri hubiera sido capaz de formular algún pensamiento coherente, le habría dicho que no iba a irse a ninguna parte, porque lo deseaba demasiado. Y deseaba demasiado aquello. Era curioso que en todo el tiempo que habían estado separados ella se las hubiera arreglado para pasar con sólo unos pocos contactos sexuales, pero que en aquel momento, con él, se sintiera debilitada por el deseo que sentía.
Vic empezó a mordisquearle el labio inferior y le besó la mandíbula, pero cuando avanzó hacia su cuello se quedó rígido.
—¿Qué pasa? —le preguntó ella.
—Nada.
La tensión de su boca y las sombras de dolor en sus ojos decían algo muy distinto, y Myri retrocedió un paso.
—¿En qué estaba pensando?, has salido del hospital hace un par de horas, han usado tus caderas como almohadilla para alfileres, y te han extraído médula ósea. Siéntate ahora mismo.
—No, vamos a seguir —dijo él.
Vic le agarró una mano y la colocó sobre su propia entrepierna. Su miembro estaba duro, y se endureció aún más bajo sus dedos; pero aunque ella misma estaba húmeda y excitada, sabía que no podían hacerlo.
—Vic, sé razonable. Te han puesto anestesia general, y estás débil y cansado. No podemos.
Él la miró a los ojos y ella le devolvió la mirada sin pestañear, para que pudiera ver el deseo que sentía.
—Lo haremos otro día —añadió en un susurro, antes de besarlo—. Te lo prometo.
—Estoy bien, podemos hacerlo ahora —protestó él.
—Sí, claro, porque oírte gimotear de dolor es increíblemente sexy.
—Yo no gimoteo.
—Ya lo sé, eres un hombretón que en este momento necesita una siesta. A solas.
—Te deseo —le dijo él, mientras depositaba un beso en la palma de su mano.
Aquellas palabras harían que cualquier mujer embarazada se pusiera a bailar de felicidad.
—Yo también te deseo, y te prometo que pronto podremos hacer algo al respecto.
Victor dudó por unos segundos, y finalmente asintió.
—De acuerdo. Creo que tengo que tumbarme un rato.
—El médico ha dicho que tu organismo tardará un par de días en eliminar la anestesia; además, tienes que recuperar las fuerzas después de la pérdida de médula ósea. Ve a dormir un rato, y mientras tanto yo iré a ver cómo van las cosas en el restaurante y volveré para preparar el pastel de carne.
—Myri, muchas gracias. No tienes por qué hacer todo esto por mí.
—Ya lo sé, pero quiero hacerlo —aunque no sabía, o no quería, saber por qué.

Dani cerró la caja y la dejó encima de las otras, junto a la puerta principal. Tendría que volver más adelante con un par de tipos musculosos y una furgoneta, o llegar a un acuerdo financiero con Hugh para que le comprara su mitad de los muebles; de momento, sólo quería su ropa y algunos efectos personales.
No había dormido demasiado la noche anterior, porque a pesar de que la cama de la habitación para invitados de Myri era muy cómoda, su cabeza había sido un remolino de pensamientos con todo lo que le había pasado en tan poco tiempo. Primero Hugh le pedía el divorcio, después se enteraba de que tenía una aventura, y encima tenía que mudarse… pasaría algún tiempo antes de que pudiera respirar hondo y relajarse.
Abrió un armario, y sacó una caja con fotografías. Más cosas para clasificar. Decidió que lo haría en casa de Myri y que después le devolvería a Hugh las suyas, y la metió en una caja más grande de embalaje mientras se preguntaba qué tendrían que hacer con las fotos en las que aparecieran juntos.
Había que repartir tantas cosas entre los dos… la vajilla y la cristalería, los DVD,s, los electrodomésticos… habían estado juntos durante casi siete años, tiempo suficiente para acumular un montón de cosas.
De repente, se tensó al oír que se abría la puerta del garaje, y al echarle un vistazo a su reloj, comprobó que en teoría aún faltaban dos horas para que Hugh llegara a casa. Había planeado estar fuera mucho antes de que él volviera, y por un segundo pensó que quizás su nueva novia se había pasado por allí a buscar algo, pero entonces oyó el ruido de la silla de ruedas en el parqué.
—¿Dani?
Ella cerró el armario, y salió al pasillo.
—Has llegado muy pronto —le dijo.
Hugh tenía el aspecto de siempre. Era un hombre guapo, fuerte y sexy, y la silla de ruedas no le quitaba nada de atractivo. Una amiga suya le había confesado una vez, después de beber demasiado ron, que la silla de ruedas hacía que una pensara en opciones más creativas en lo concerniente a Hugh, y ella se lo había tomado a broma; al parecer, tendría que haber prestado más atención al comentario.
Él estaba sentado muy recto en su silla; tenía el pelo rubio y un poco largo, y unos inocentes y profundos ojos azules. Y su boca tenía algo… algo atrayente, que incitaba a una mujer a besarlo. Tenía unas manos grandes, y lo mismo podía decirse de otras partes de su anatomía; a pesar de la pérdida de sensibilidad, aquella parte de su cuerpo aún funcionaba, así que ella había pasado muchos buenos ratos cabalgando hacia el éxtasis.
Al parecer, no había sido la única.
—Lamento que tuvieras que ver aquello —le dijo él—. No quería que te enteraras.
Dani entró en el dormitorio, y empezó a sacar su ropa de las perchas.
—Qué interesante. No sientes haberme puesto los cuernos, sólo te importa que te haya pillado —oyó que él entraba en la habitación, y comentó—: Y con una estudiante, Hugh. Eso es demasiado cutre, incluso para ti.
—No es lo que crees.
—No tienes ni idea de lo que creo o dejo de creer, no me conoces lo más mínimo —Dani metió bruscamente la ropa en una caja, y se volvió hacia él con ojos relampagueantes—. Estoy furiosa. ¿Quieres el divorcio? Muy bien, tendrás tu divorcio. Puedo aceptar que no quieras estar conmigo, pero lo que me parece inaceptable es que estés engañándome con tus estudiantes. Y sólo Dios sabe con cuántas.
—No me insultes.
—Ah, claro, porque acostarte sólo con una es muy noble. Qué hombre más noble eres, estamos tan orgullosos de ti… —se acercó a él, y lo miró a los ojos—. Yo estuve a tu lado, malnacido. Cada día, desde el mismo segundo en que te lesionaste. Renuncié a mi vida para ayudarte, te animé y te rogué que siguieras viviendo, te quise con todo mi corazón. Esperaba que tú me quisieras tanto como yo a ti, o al menos que me respetaras, pero no lo has hecho.
—Claro, conviérteme a mí en el malo de toda esta historia.
—¿Qué culpa tengo yo de lo que ha pasado? —dijo Dani, con unas ganas locas de echarse a gritar.
—Sólo quería el divorcio, ¿es eso un crimen?
—Claro que no, pero me mentiste y me fuiste infiel. Me traicionaste. Esa estudiante no era la primera, y me he quedado pasmada al descubrir que eres un ser humano patético.
—¿Esperas que sea un santo porque estoy en una silla de ruedas?, ¿se supone que no tengo defectos como el resto de los hombres, porque no soy un hombre de verdad?
Dani nunca había querido pegar a alguien en toda su vida, pero la tentación de agarrar una lamparita y estrellársela a Hugh en la cabeza fue increíblemente fuerte.
—¡Esperaba que fueras una persona decente porque estábamos casados! —le gritó a pleno pulmón—. Esperaba que respetaras tus votos matrimoniales, porque pensaba que tenías una moralidad y que tanto nuestra relación como yo éramos importantes para ti. No todo se centra en el hecho de que estés en una silla de ruedas; de hecho, tu discapacidad no tiene nada que ver con que seas un capullo. Lo serías aunque pudieras correr un maratón. Y ahora vete de aquí, para que pueda acabar de recoger mis cosas.
—Dani…
—¡Vete de aquí!

CONTINUARA...
FannyQ
FannyQ
VBB DIAMANTE
VBB DIAMANTE

Cantidad de envíos : 1511
Edad : 32
Localización : Monterrey,N.L.
Fecha de inscripción : 24/05/2008

Volver arriba Ir abajo

Delicioso Reencuentro Nueva Novela! - Página 2 Empty Re: Delicioso Reencuentro Nueva Novela!

Mensaje  FannyQ Mar Sep 14, 2010 3:36 pm

Capítulo 16
—Los champiñones tienen un olor un poco raro —comentó Myri, mientras se envolvía el dedo anular de la mano izquierda en un paño limpio.
—Son champiñones, se supone que tienen que oler así. ¿Vas a necesitar puntos?
—¿El dedo sigue unido a mi mano?
—Vale, haz lo que quieras.
Vic entró en la cocina. Aún se movía con cautela, pero en general se estaba recuperando muy bien de la intervención.
—¿Sangra mucho? —le preguntó a Naomi.
—Estoy bien —se apresuró a decir Myri.
—Como un grifo, pero creo que no ha llegado al hueso —dijo su amiga.
—Podría llevarla a rastras a Urgencias —comentó Vic.
—No, no podrías —dijo Myri, mientras se colocaba entre los dos—. Estoy aquí, así que dejad de ignorarme. Estoy bien, los cortes y las quemaduras son gajes del oficio. No pasa nada, la herida ya no sangra casi.
En un par de minutos dejaría de aplicar presión, Naomi le vendaría el dedo y asunto concluido. Si salía corriendo cada vez que alguien se cortaba en la cocina, nadie comería en el restaurante.
—¡Está aquí! —exclamó Dani, al entrar en la cocina—. Ya ha salido la crítica sobre los nuevos restaurantes, y vosotros salís en ella.
Dani dejó el periódico sobre el mostrador y empezó a pasar páginas. Tanto Edouard como los dos cocineros que habían estado cortando verdura se acercaron a ella, y Myri se las ingenió para colocarse delante de Vic y de Naomi; si se quedaba detrás de ellos, no podría ver nada.
De repente, el escozor del corte se desvaneció mientras un pelotón entero de mariposas tomaba posesión de su estómago.
—Habrán dicho algo positivo, ¿verdad? —susurró—. ¿Por qué iban a decir algo malo?
—Porque es un periódico —dijo Naomi en tono gruñón—. ¿Qué saben ellos de la buena cocina?
—Seguro que sólo engullen comida rápida —murmuró Edouard.
Myri se mordió el labio inferior mientras Dani seguía pasando páginas, y contuvo el aliento cuando apareció un extenso artículo especial en el que se hablaba de varios restaurantes nuevos de Seattle.
El amigo de un amigo les había avisado de que se había publicado y les había dicho que se mencionaba el Waterfront, y Dani buscó por la página hasta que encontró un pequeño recuadro.
—¡Aquí está! —exclamó. Cuando todos se inclinaron al mismo tiempo hacia delante para poder leerlo, ella lo agarró de un plumazo y dijo—: Ya lo hago yo.
Dani empezó a leerlo en voz alta, mientras todos parecían contener la respiración.
—«Aunque en este artículo sólo os íbamos a hablar de los restaurantes nuevos, el Waterfront ha renacido de sus cenizas como un fénix. Hace unos cuantos meses, lo que nos esperaba allí era pescado pasado y un menú insípido y carente de originalidad, pero hoy día el Waterfront es el local de visita obligada para aquéllos que quieran disfrutar de una comida fabulosa. No es sólo el hecho de que la chef Myriam Jackson haya redefinido el concepto «delicioso» con sus menús innovadores y sus perfectas combinaciones, sino que además el comedor nos ofrece unas vistas maravillosas y un buen servicio, y proporciona el marco perfecto para una excitante y adictiva experiencia culinaria».
Myri lanzó un grito, y empezó a dar saltos. Naomi se unió a ella, y se abrazaron la una a la otra sin dejar de saltar. Vic las rodeó con los brazos, y de repente se formó un abrazo colectivo en la cocina.
—Felicidades, sabía que podíamos conseguirlo —dijo Vic.
—Yo también… aunque tú sólo estás al cargo del «marco» —bromeó Myri—. ¡Tengo un menú adictivo! Sabía que éramos buenos, pero no sabía si alguien sería suficientemente inteligente para darse cuenta.
—Pues parece que sí.
—Siempre me han gustado los periodistas —comentó Edouard.
—Deberíamos celebrarlo, voto por una botella de champán —dijo Naomi.
—Ahora mismo. Ve a por una botella de champán del barato —respondió Cal.
Myri soltó una carcajada, y fue a la cámara refrigerada a buscar un pequeño trozo de atún.
—¿Tienes hambre? —le preguntó Vic, cuando ella volvió y empezó a cortarlo en el mostrador.
—Es para Al —al ver su expresión de incomprensión, añadió—: el gato. Está haciendo muy buen trabajo con el control de roedores, así que voy a invitarlo a la fiesta. Puso el pescado en un plato, fue a la parte trasera del local y llamó varias veces al animal. Cuando el enorme gato apareció, lo acarició y dejó el plato de atún frente a él. Al lo devoró en menos de treinta segundos.
—No sabía que le gustara tanto el pescado —comentó Vic desde la puerta.
—Es un gato con muy buen gusto, era atún de calidad extra.
Cuando Al se fue para limpiarse después del festín, Myri recogió el plato y miró a Vic con una sonrisa.
—Lo hemos hecho muy bien.
—Sí, es verdad. Pensé que tardaríamos más, pero no pienso quejarme.
—Yo tampoco.
Myri vio algo en su mirada que hizo que le flaquearan las piernas y que se le secara la boca.
—¿Recuerdas que me prometiste que lo haríamos otro día? —le dijo él, con voz sugerente.
—Sí.
—¡Myri! —la llamó Dani—. Tu madre al teléfono.
—¡Ya voy! —se volvió hacia Vic, y le dijo—: lo siento.
—No te preocupes, sé dónde vives.
Le echó una ojeada al corte del dedo mientras iba hacia el teléfono, y comprobó que ya había dejado de sangrar. Al agarrar el auricular, levantó el dedo en dirección a Naomi.
—Hola, mamá.
—Hola, cariño. Tu padre y yo hemos visto el artículo sobre ti en el periódico. Es fantástico, felicidades.
Naomi apareció con el botiquín, y se puso a cortar unas gasas y unas tiras de esparadrapo.
—Gracias —dijo Myri. Aguantó el teléfono entre la oreja y el hombro, puso el dedo debajo del agua del grifo e intentó contener una mueca de dolor.
—Hemos decidido que no podemos esperar más para ver el restaurante, así que vamos a ir a visitarte.
—Genial, ¿cuándo?
—Dentro de un par de semanas. Como el sábado es tu día más ajetreado, llegaremos el domingo y nos quedaremos hasta el martes.
Naomi le vendó el dedo, y lo aseguró con el esparadrapo.
—Perfecto, estoy deseando veros a papá y a ti.
—No, no vamos sólo los dos, tus hermanas y los niños también quieren ir. Por desgracia, Sean y Jack tienen que quedarse por el trabajo.
—El clan entero —dijo Myri con voz débil—. Mi casa es un poco pequeña, y una amiga está viviendo conmigo temporalmente.
—No te preocupes, hemos reservado plaza en un hotel. Te enviaré un correo electrónico con todos los detalles. Nos hace mucha ilusión, Myri.
—A mí también.
Charlaron durante varios minutos, y cuando colgó, Naomi tomó un sorbo de champán y comentó muy sonriente:
—Vaya momento para estar embarazada, ¿no?
Myri le lanzó una mirada cargada de envidia a la copa de licor.
—Y que lo digas. Van a venir mis padres con mis hermanas y sus hijos, y querrán venir a ver el restaurante.
—Claro.
—Van a fisgonear por mi casa, y querrán hablar de mis planes de futuro.
—Los padres son así.
—Se preocuparán porque voy a criar a mi hijo yo sola.
—Seguro.

—¡Los cuatro fogones posteriores han dejado de funcionar! —las interrumpió Edouard—. No puedo trabajar en estas condiciones.
Myri soltó un gemido. No podía permitirse perder la mitad de los fogones, aquella noche esperaban estar al completo.
—Voy a llamar —dijo, mientras se apresuraba a ir hacia su despacho. Aquél era su mundo, una locura continua.
—Entonces, tenemos que hablar de los champiñones —le dijo Naomi— Tienen un olor un poco raro.

—Gracias por venir, no tenías por qué molestarte —le dijo Vic.
—Quería hacerlo —contestó Myri, mientras avanzaban por un pasillo del hospital.
Vic dudaba que visitar a su hija figurara en su lista de actividades preferidas para pasar el día, pero apreciaba que estuviera dispuesta a acompañarlo. Myri lo había apoyado en todo momento, lo había ayudado después de la donación de médula ósea cocinando para él y ofreciéndole su amistad, y devolverle tanta generosidad intentando acostarse con ella le había parecido tan rastrero, que no había vuelto a mencionar el tema a pesar de lo mucho que deseaba hacerlo.
La miró de reojo mientras esperaban el ascensor. Cada vez se le notaba más el embarazo, y aunque quizás a algunos hombres su volumen creciente podría resultarles poco atractivo, a él le parecía increíblemente sexy. Le encantaban sus curvas exuberantes y su aspecto radiante, cómo se movía, cómo olía, la promesa que parecía brillar en cada una de sus sonrisas.
Involucrarse con Myri sólo podía acarrearle complicaciones, lo que suponía una razón más para resistirse al deseo que sentía por ella, pero la tentación era casi avasalladora.
Subieron al ascensor, y cuando llegaron a su planta y salieron al pasillo, él comentó:
—Tenemos que registrarnos. Tracy, la madre de Lindsey, me ha explicado que nos dirán cómo debemos ponernos la mascarilla y el traje protector. Su sistema inmunitario aún está recuperándose. Parece que la recuperación va mucho mejor de lo que esperaban y que le darán el alta dentro de un par de semanas, pero hasta entonces tenemos que ser cuidadosos.
Myri le puso una mano en el brazo.
—Es normal que estés nervioso, pero voy a quedarme en la puerta. Es un momento muy íntimo.
—No sé de qué hablar con ella. He estado informado de cómo le iba durante toda su vida, pero ella no ha pensado en mí ni una sola vez. ¿Qué le digo?
—No lo sé —admitió Myri, con un suspiro—. Háblale de corazón, el primer paso es conectar con ella. Charla de cosas banales, y después menciona con naturalidad que eres su padre.
Vic intentó imaginarse pronunciando las palabras, pero no pudo. Hacía demasiado tiempo que mantenía aquel secreto.
—Tracy estará con vosotros, ¿verdad?
—Sí, los dos coincidimos en que sería importante que Lindsey tuviera a su madre cerca.
—Siempre te refieres a ellos como «su madre» o «su padre», nunca como «sus padres adoptivos» —observó ella, con una sonrisa.
—Tracy es su madre, el papel de Alison en la vida de Lindsey se redujo a proporcionar un óvulo y alojamiento de alquiler gratuito durante nueve meses. Nada más —y su propio papel había sido aún más reducido. Se había limitado a darle a su hija un poco de ADN, y después se había desprendido de ella.
Myri se acercó aún más a él, y lo miró directamente a los ojos.
—Ya puedes olvidarte de lo que estás pensando, hiciste mucho más que aportar un poco de esperma. Decidiste darle la oportunidad de que tuviera una vida mejor de la que tú podías ofrecerle, a pesar de que querías quedártela. Hiciste todo lo que estaba en tu mano para asegurarte de que fuera feliz.
—No quería desprenderme de ella.
—Sabiendo todo lo que sabes ahora, ¿crees que tomaste la decisión equivocada?
Buena pregunta. Vic se preguntó si él habría podido criar mejor a Lindsey, si ella habría sido más feliz. En aquella época él era un simple muchacho, ¿qué habría pasado con el empeño de Gloria de inmiscuirse en la vida de todo el mundo, o con la enfermedad de Lindsey?
—Sé que fue la decisión correcta —admitió al fin.
—Entonces, a lo mejor ha llegado el momento de que dejes de culparte, Vic. Quizás deberías dejar atrás la culpa que arrastras y estar contento porque tu hija está viva y recuperándose. ¿Durante cuánto tiempo te vas a castigar por darle la mejor vida posible?
Vic se la quedó mirando, sin saber qué decir. ¿De verdad era tan fácil?, ¿se había estado castigando por hacer lo que obviamente era lo mejor para su hija?
—Tienes tus buenos momentos —dijo al fin.
—Ya lo sé. Puedo ser brillante cuando me lo propongo, es un don que tengo.
—Perfecto, entonces ya puedes serlo ahora y sugerirme lo que tendría que decirle a Lindsey.
—¿Por qué no le dices que eres su padre y que la quieres mucho?
Antes de que Vic pudiera contestar, Tracy salió de una habitación que había al otro extremo del pasillo, vestida con una larga bata de hospital.
—Hola, llegas justo a tiempo —le dijo a Vic, al acercarse a ellos—. ¿Estás listo para que te cubran de pies a cabeza? Lindsey va evolucionando muy bien, mejor de lo que habíamos esperado. Le darán el alta dentro de poco, aunque no podrá volver a clase de momento porque no puede estar rodeada de demasiada gente. Estamos locos de alegría, y muy agradecidos.
Vic se dio cuenta de que estaba bastante nerviosa, lo vio en su mirada y lo oyó en sus palabras atropelladas.
—Tracy… —empezó a decir.
—No pasa nada, de verdad. Esto es lo mejor. Lindsey quiere conocer al hombre que le ha salvado la vida, y tú quieres conocer a tu hija. Pero no se lo he dicho, no… —tragó saliva, y admitió—: no he sabido cómo hacerlo. Pero probablemente sea mejor así, porque has estado esperando mucho tiempo para poder decírselo. Vic, te has ganado esto con creces, y tanto Tom como yo te lo agradecemos de corazón.
—Gracias —contestó él.
Cuando Myri le agarró la mano, Vic entrelazó sus dedos con los suyos y le dio un ligero apretón. Al menos había tenido el acierto de ir con ella, tenía el presentimiento de que iba a necesitar a alguien que le apoyara para enfrentarse a aquello.
—Tracy, te presento a Myriam Jackson.
Las dos mujeres se dieron la mano, y Myri dijo:
—Me alegro de conocerte, y de que tu hija se esté recuperando tan rápidamente. Habéis pasado por una dura prueba, y os merecéis tener buenas noticias.
—Gracias —Tracy bajó la mirada hacia su vientre, y le preguntó—: ¿Es el primero?
Myri vaciló sólo un segundo antes de asentir.
—Sí, lo espero para septiembre y cada vez estoy más enorme.
La sonrisa de Tracy se desvaneció al comentar:
—Nosotros queríamos tener hijos, pero yo era incapaz de superar las doce semanas de gestación. Hay un complejo término médico para definirlo. Decidimos adoptar, y Vic nos dio a Lindsey. Ha sido una bendición tenerla con nosotros.
—Me alegro —le dijo él.
Myri le apretó la mano con más fuerza.
—Bueno, vamos allá —dijo Tracy—. Lindsey está muy bien. Al principio se encontraba bastante mal, pero se le pasó muy pronto y ahora es cuestión de esperar a que la dejen volver a casa. Ah, sabes que se le ha caído el pelo por la quimioterapia, ¿verdad?
Vic no había pensado en ello. Tenía sentido, pero le dolía imaginársela perdiendo su hermoso pelo rubio.
—Tiene la esperanza de que le crezca un poco rizado cuando le vuelva a salir —siguió diciendo Tracy—. ¿Su madre biológica tenía el pelo rizado?
—No, Alison tenía el pelo liso —y rubio claro. El de Lindsey había sido rubio dorado y largo, ¿cuánto tardaría en volver a crecerle?
—Bueno, bienvenidos a la zona estéril —dijo Tracy, mientras entraban en la sala—. En la habitación de Lindsey no puede entrar nada que no haya sido desinfectado.
—No le he traído nada —dijo Vic. Había querido hacerlo, pero en la información que había leído constaba que ella no podía tener cerca plantas ni flores, y no había sabido qué otra cosa llevarle.
—Bien —dijo Tracy, y de inmediato le enseñó dónde estaban las batas y las mascarillas, además de las botas y los gorros para el pelo.
—Buena suerte —le dijo Myri, mientras se sentaba en una silla con una revista en la mano.
Cinco minutos después, Tracy y él entraron en la habitación. Cuando Tracy los presentó, Lindsey sonrió y mantuvo la mirada fija en él, y Vic la observó con la misma atención. Su hija era alta y esbelta, tenía unos enormes ojos azules y una sonrisa capaz de iluminar Seattle, y el pañuelo que llevaba en la cabeza le recordó a los que se ponía Myri en la cocina. Tenía ciertos rasgos de Alison… la forma de sus ojos, o la forma en la que inclinaba la cabeza.
—No sé qué decir —le dijo ella con una tímida sonrisa—. Gracias.
—De nada, me alegra haber podido ayudarte.
—¿Te dolió cuando te sacaron la médula ósea?
—Estaba anestesiado. Me quedaron un par de moretones, pero nada del otro mundo. Tú eres la que lo está pasando peor.
—Estuve bastante mal durante unos días, la quimio es muy dura. Pero ya está, y me siento mucho mejor.
Lindsey estaba sentada en la cama, encima de las sábanas. Llevaba unos pantalones de colores alegres, y una camisa azul de manga larga. Tenía vías intravenosas en el pecho y en el brazo.
—Deberíamos sentarnos —dijo Tracy, antes de poner un par de sillas junto a la cama.
Vic se sentó en la que estaba más cerca de Lindsey, maravillado por lo hermosa que era su hija. Ya la había visto antes, claro, pero siempre desde cierta distancia. En ese momento estaba lo suficientemente cerca para ver el color de sus mejillas, y el pequeño lunar que tenía a un lado del cuello.
—Tengo entendido que estás en el último año de instituto —le dijo.
—Sí —Lindsey suspiró, y comentó—: seguramente voy a perderme la ceremonia de graduación. Aunque para entonces ya esté mejor, habrá mucha gente y tengo que evitar las multitudes durante los próximos seis meses. Voy a ir a la UW… la Universidad de Washington.
—Yo también fui allí —le dijo Vic.
—¿En serio?, ¿qué estudiaste?
—Administración y Dirección de Empresas.
—Ah. Yo quiero estudiar Derecho, y especializarme en Derecho Medioambiental. Ya sabes, para salvar el planeta y todo eso.
Vic se dio cuenta de que ella era lo bastante joven como para pensar que eso era posible, y él estaba lo bastante fascinado como para pensar que podía conseguirlo.
—No empezaré hasta enero por el problema de las multitudes, pero mi madre ha hablado con los de admisiones y le han dicho que puedo cursar varias asignaturas a través de Internet, así que tendré los mismos créditos que todo el mundo cuando por fin pueda ir.
—¿Me irás contando cómo te va todo? —le preguntó Vic.
—¿De verdad te interesaría?
—Cielo, acaba de salvarte la vida —le dijo Tracy a su hija—. Creo que ha invertido en tu futuro.
—Claro, no me lo había planteado desde ese punto de vista. Vale, te iré contando qué tal voy, ningún problema. ¿Tienes correo electrónico?
El asintió.
—Yo también, me encanta. Y también la mensajería instantánea, me moriría si no los tuviera además de mi móvil para poder estar en contacto con todos mis amigos. Mamá me deja hablar con ellos siempre que quiero, y como nos apuntamos a una oferta de llamadas locales ilimitadas y mis amigos también, pues… —Lindsey se detuvo, y comentó—: supongo que no te interesa nada de todo eso.
Claro que le interesaba. Vic quería conocer todos los aspectos de su vida, y apenas podía creer que realmente estuviera allí, tan cerca de ella. Quería abrazarla y confesarle quién era, quería mostrarle Nueva York y Europa, y verla crecer y convertirse en una hermosa mujer. Pero sobre todo quería hacer retroceder el reloj, y poder verla desde el momento de su nacimiento.
De repente, se quedó inmovilizado por la mezcla del placer que sentía al estar junto a ella y del dolor por todo lo que se había perdido, y lo invadió una angustia que nunca antes había experimentado. Lindsey era una persona fantástica, y él no podía decir ni hacer nada para recuperar aquellos años.
—Oye, me resultas un poco familiar —le dijo ella, con el ceño fruncido—. Es difícil de decir con la mascarilla que llevas, pero al verte entrar he pensado… —miró a su madre durante unos segundos, y luego se volvió de nuevo hacia él—. ¿Te conozco?
Vic había esperado aquel momento durante diecisiete años, y allí estaba… la oportunidad perfecta, el momento de decirle quién era.
Myri contuvo el aliento. Podía oír la conversación desde la sala de espera, y el anhelo de Vic por estar con su hija era algo tangible. El amor irradiaba de él como el calor de una estufa. Había hecho lo correcto una y otra vez y allí estaba su recompensa, pero ella no pudo evitar el deseo de detenerlo.
La niña no tenía la culpa de nada, y nunca había mostrado ningún interés por conocer a sus padres biológicos. ¿Por qué decírselo en ese preciso momento? Era algo que la cambiaría para siempre, y era posible que no fuera para bien. Pero Vic se había ganado aquel momento, y sin importar que estuviera bien o mal, iba a aprovecharlo.
—Me has visto anteriormente —dijo él, con voz cargada de emoción.
Los ojos de Myri se llenaron de lágrimas. Miró a Tracy, y vio que la mujer estaba temblando de emoción. Seguramente la aterrorizaba perder una parte de su hija, que Lindsey le diera a su padre un pedacito de su corazón.
—Soy uno de los propietarios del Daily Grind, mis socios y yo hemos salido en algunos anuncios de televisión.
Myri parpadeó, y sintió que se le helaba el corazón en el pecho. ¿No iba a contarle nada más? Se preparó para oír las siguientes palabras de Vic, y se quedó atónita cuando oyó a Lindsey.
—Ah, sí, es verdad. Ya sabía yo que me resultabas familiar.
Entonces comentó lo triste que estaba por perderse la ceremonia de graduación, pero que su novio le había prometido que saldrían a bailar en cuanto pudiera estar rodeada de gente; Vic le preguntó si tenía alguna mascota, y la conversación continuó.
Tracy parecía tan asombrada como ella. ¿Qué era lo que había pasado?, ¿por qué había desperdiciado Vic la oportunidad perfecta para decirle a Lindsey quién era?
La visita acabó un cuarto de hora después. Vic prometió responder a los correos electrónicos de Lindsey, y ella prometió mantenerse en contacto; la joven encendió la tele antes de que salieran de la habitación.
Cuando la puerta estuvo cerrada, Tracy se volvió hacia Vic y le preguntó en voz queda:
—¿Por qué no se lo has dicho?
—Quería hacerlo, pero he sido incapaz de pronunciar las palabras —admitió él, mientras se quitaba el equipo de protección—. Es una chica fantástica, y eso os lo debe a Tom y a ti. Aún es muy joven, y no he querido poner su mundo patas arriba.
—Gracias —le dijo Tracy, antes de abrazarlo con los ojos llenos de lágrimas—. Podrías habérselo dicho, tenías todo el derecho de hacerlo. Nos la has dado dos veces sin pedir nada a cambio, no sé cómo pagarte un sacrificio tan enorme.
Myri luchó por contener las lágrimas. Cuando Vic la miró y enarcó las cejas, ella se encogió de hombros.
—Son las hormonas —comentó.
Vic le dio unas palmaditas tranquilizadoras a Tracy en la espalda, y finalmente ella se apartó un poco y le dijo:
—Debería volver con ella.
—Gracias por dejar que la conociera.
—Eres un hombre fantástico, Vic. De verdad —Tracy se secó las mejillas, y después volvió a entrar en la habitación de su hija.
Vic no dijo una sola palabra mientras iban a por el coche. Cuando salieron a la carretera, se volvió hacia Myri y le dijo:
—Ya sé que sólo son las tres de la tarde, pero necesito tomar un trago. ¿Quieres hacerme compañía?
—Claro. ¿Adónde quieres ir?
—A algún sitio tranquilo. ¿Qué te parece mi casa?
—Vale.
No volvieron a hablar hasta que llegaron. Myri entró tras él, y lo observó mientras se servía un whisky. Después de que se tomara un buen trago, se acercó a él y le puso una mano en el brazo.
—Has hecho una buena obra —murmuró.
—No sabes lo mucho que me ha dolido. Sólo quería que ella fuera mía, no podía dejar de pensar en todo lo que me he perdido al renunciar a ella, en todos los años que han pasado. Pero mira la vida que tiene con Tracy y con Tom, yo no habría podido hacerlo tan bien como ellos. No sé si lo conseguiría ahora, y mucho menos a los diecisiete años.
—¿Qué ha hecho que cambiaras de opinión?
—Darme cuenta de que querer a mi hija significaba desear lo mejor para ella —dijo antes de tomar otro trago—. Está deseando ir a la universidad, y crecer para poder cambiar el mundo. Tiene unos padres fabulosos, no necesita que de repente yo irrumpa en su vida para cambiarlo todo.
Dejó el vaso en una mesa, y siguió diciendo:
—Ha sido lo más difícil que he hecho en toda mi vida. Ha sido incluso peor que cuando tuve que darla en adopción, porque ahora sé lo que me he perdido y en aquel entonces sólo podía imaginármelo.
Myri sentía su dolor como si fuera el suyo propio.
—No puedo arreglar las cosas, pero por si te sirve de algo, quiero que sepas que estoy increíblemente orgullosa de ti. Lo has hecho muy bien.
—¿En serio?
Myri asintió, se colocó frente a él y se puso de puntillas para poder besarlo en la boca.
—Lindsey es una chica muy afortunada, tiene un padre fantástico.
Vic la rodeó con los brazos, y la apretó contra sí. Cuando su boca se cerró sobre la suya, Myri sintió su necesidad descarnada tanto de sexo como de un alivio para el dolor. Quería encontrar consuelo en ella.
Myri cedió, porque le resultaba inimaginable alejarse de él. Ella también lo deseaba, pero mientras sus manos fuertes le recorrían la espalda y su lengua le acariciaba el labio inferior, era consciente de que estaba cometiendo un error.
No había cambiado nada; en todo caso, lo que acababa de hacer Vic había confirmado lo que ella ya sabía. Él era un buen hombre que amaba a Lindsey lo suficiente para hacer unos enormes y dolorosos sacrificios, pero ésa nunca había sido la cuestión. El problema había sido su incapacidad para amar a alguien aparte de su hija, el hecho de que no les hubiera abierto el corazón ni a su hijo ni a ella.
¿Había cambiado, o ella estaba dando cabezazos contra un muro emocional inamovible?
—Tierra llamando a Myri —murmuró él, mientras le besaba el cuello—. Estás a kilómetros de aquí, ¿quieres que pare?
Myri sintió que su cuerpo entero estaba ardiendo, que sus terminaciones nerviosas imploraban su cercanía. Lo rodeó con los brazos, y se rindió a sus sensuales caricias.
—Claro que no —susurró.
—Bien.
Volvió a cubrirle los labios con los suyos, y Myri los abrió para dejarle entrar; mientras la lengua de él penetraba en su boca, se dijo que había escogido un momento de lo más inoportuno para darse cuenta de que aún estaba enamorada de él.

CONTINUARA...
FannyQ
FannyQ
VBB DIAMANTE
VBB DIAMANTE

Cantidad de envíos : 1511
Edad : 32
Localización : Monterrey,N.L.
Fecha de inscripción : 24/05/2008

Volver arriba Ir abajo

Delicioso Reencuentro Nueva Novela! - Página 2 Empty Re: Delicioso Reencuentro Nueva Novela!

Mensaje  FannyQ Mar Sep 14, 2010 3:38 pm

Capítulo 17
Myri intentó convencerse de que el amor era una emoción que no existía, a pesar de que podía sentir cómo crecía en su interior. «Ahora no», se dijo, mientras Vic tiraba del borde de su camisa. Aquél no era un momento para pensar, sino para sentir.
Después de quitarle la camisa y de tirarla sobre la mesa que había junto al sofá, Vic deslizó las manos por sus hombros y sus brazos hasta llegar a sus pechos.
—Son más grandes —comentó, con una sonrisa traviesa.
—Sí, y es algo que ya hemos discutido.
—Me gustan.
—Típico de un hombre.
—Es que soy uno —dijo, mientras rozaba sus pezones con los pulgares.
La pelvis de Myriam se contrajo ante sus caricias, y todo su cuerpo se tensó de anticipación.
—Me encanta —murmuró.
—Bien.
Sin dejar de acariciarle los pechos, se inclinó y salpicó su cuello de besos lentos, suaves y húmedos que provocaron que ella se estremeciera.
—Eres tan hermosa… siempre lo has sido, pero con el embarazo estás radiante —después de mordisquearle la mandíbula, Vic besó su piel hasta llegar a la oreja y tomar el lóbulo en su boca—. Te deseo —le susurró al oído.
Myri se derritió al oír aquellas eróticas palabras y sentir su aliento en su piel, y empezó a temblar. Quería que él se diera prisa, que se apresurara a dar el siguiente paso, pero al mismo tiempo también quería que aquello durara eternamente.
—Oh, Vic… —susurró, mientras se apoyaba contra él—. Siempre supiste cómo hacerme arder.
Él levantó la cabeza, y sus bocas se encontraron en un beso lento y profundo. Myri se aferró a él mientras sus lenguas acariciaban, restregaban y provocaban, mientras sus labios se aplastaban y se fundían. Vic bajó las manos hasta sus caderas para acercarla aún más hacia sí, pero su vientre abultado se lo impidió.
Myri se apartó un poco, bajó la mirada hacia su barriga y se echó a reír.
—Me parece que tenemos un pequeño problema.
—Encontraremos una solución —le dijo él—. Vamos.
Vic la tomó de la mano y la condujo hacia su habitación; en cuanto llegaron, alargó la mano para desabrocharle el botón de los vaqueros.
—Será mejor que te quites tu ropa mientras yo me voy desnudando sola.
—Me gusta desnudarte.
—Sí, pero a mí me gustas más desnudo.
—Me has convencido.
Vic empezó a quitarse la camisa mientras ella hacía lo propio con los zapatos y los calcetines, y ambos estuvieron desnudos en cuestión de treinta o cuarenta segundos.
Él apartó la colcha, y Myri se tumbó encima de las sábanas; aún era media tarde y el sol entraba a raudales por la ventana, por lo que no había ninguna sombra en la que ocultarse. Por primera vez desde que se había quedado embarazada, se sintió gorda y torpe. Sabía que en teoría podía hacer el amor hasta casi el último mes, pero en la práctica…
—¿Qué pasa? —le preguntó el, mientras se tumbaba junto a ella—. Parece que hayas chupado un limón.
—¿Qué quieres decir?
—Estás pensativa, y eso nunca es una buena señal.
—Me preocupa que esto sea un poco incómodo.
Vic se apoyó en un codo, y sonrió.
—¿Lo ves?, ésa es la diferencia entre los hombres y las mujeres. A ti te preocupa que tengamos que hacer algunos ajustes y que a mí no me guste, y yo no hago más que fantasear con tenerte encima mientras te acaricio los pechos y dejo que hagas lo que quieras conmigo.
Sus palabras dibujaron en la imaginación de Myri una imagen muy vivida que la excitó aún más, y su cuerpo entero se tensó al pensar en hacer el amor en aquella postura.
—Vale, lo haremos a tu manera —le dijo.
—Vaya, muchas gracias.
La besó y ella se abrió a él de inmediato, ansiosa por sentir el placer que él podía proporcionarle. Mientras su lengua penetraba en su boca, él deslizó una mano por su costado desnudo, por su cadera y por su muslo.
Myri se puso de espaldas y abrió las piernas para él. Vic se colocó entre sus muslos, rozó apenas su centro, y después acarició su otra pierna.
—Has pasado de largo el objetivo —murmuró ella contra su boca.
—No, sé exactamente cuál es mi objetivo —respondió él, mientras apretaba su erección contra su pierna—. Me lo estoy tomando con calma, así que relájate. Tenemos toda la tarde. A ver, ¿por dónde iba?
En vez de retomarlo desde donde lo había dejado, es decir, torturándola sin tocarla apenas, subió las manos hasta sus pechos y empezó a acariciar sus curvas acercándose paulatinamente hacia sus pezones, pero sin llegar a tocarlos. Los rodeó una y otra vez, hasta que Myri creyó que iba a enloquecer de deseo, y cuando finalmente los acarició, ella sintió que la sacudía una descarga de placer.
—¿Bien? —le preguntó él, mientras bajaba por su cuello con un reguero de besos.
—Excelente.
—Estoy a tu servicio.
Vic cambió de posición para poder tomar un pezón en su boca, y ella se rindió a la suave succión y a las caricias de su lengua. La recorrió una oleada de fuego, y sintió que se derretía. Su sangre le pulsaba entre las piernas al ritmo del latido de su corazón.
Él se apretó contra ella acariciando, besando y chupando hasta que Myri sintió que se quedaba sin aliento, y en su interior fue creciendo una energía agitada que rogaba ser liberada.
Vic deslizó la mano entre sus piernas, y en esa ocasión deslizó los dedos por sus rizos húmedos y acarició su centro anhelante. Sus dedos se movieron en círculos y después frotaron justo el nudo de placer, y mientras él repetía el proceso una y otra vez, Myri sintió su miembro duro contra su muslo, y su deseo avivó el suyo propio. Necesitaba más.
—Más rápido —susurró—. Más fuerte.
Vic obedeció con una rapidez que ella agradeció, y sus dedos empezaron a moverse sobre su resbaladizo centro en un ritmo diseñado para que ella perdiera el control.
Myri levantó las rodillas, abrió aún más las piernas y clavó los talones en la cama mientras su cuerpo se arqueaba anticipando el clímax; de repente, su mente se llenó con la imagen que él había creado antes y se imaginó encima de él, sintiéndolo en su interior mientras alcanzaba el orgasmo. Incapaz de quitarse aquella idea de la cabeza, lo agarró de la muñeca para que se detuviera.
—Quiero estar encima.
La boca de Vic se curvó en una sonrisa de anticipación muy masculina.
—Como quieras, tómame como te dé la gana.
Después de colocarse de espaldas, la ayudó a colocarse a horcajadas sobre él. Myri lo tomó en su mano para guiarlo a su interior, mientras descendía sobre su miembro.
Vic la llenó por completo, y ella sintió que su cuerpo se contraía a su alrededor mientras él se movía en su interior.
—Tú marcas el ritmo —le dijo él, con un gemido—. Estoy en tus manos.
Myri se movió buscando la posición más cómoda y erótica, y su cuerpo volvió a contraerse.
—Me gusta —susurró, antes de cerrar los ojos.
Empezó a ascender y a descender lentamente, y aunque al principio se movió con cierta torpeza, no tardó en encontrar un ritmo que estremeció sus terminaciones nerviosas. Incrementó el ritmo, y al poco volvió a hacerlo. Abrió los ojos, y vio que él la estaba mirando.
—Déjate llevar —susurró él, mientras deslizaba la mano entre los dos y empezaba a frotar su centro henchido.
Hasta el último músculo de Myri se tensó mientras la presión crecía en su interior. Vic la acarició con un poco más de fuerza y estrechó el movimiento circular, y ella no pudo aguantarlo más. El orgasmo relampagueó a través de ella, y la sacudieron espasmos de puro éxtasis. Siguió cabalgando sin cesar, mientras soltaba una exclamación de placer. Arriba y abajo, una y otra vez, mientras lo poseía y lo hacía suyo, mientras su propio cuerpo se contraía alrededor de su miembro.
Cuando Vic la agarró de las caderas y empezó a controlar el ritmo, ella alargó los brazos y se inclinó hacia delante para poder seguir moviéndose y sostenerse al mismo tiempo.
Sorprendida, se dio cuenta de que aquel ángulo era aún mejor, y que prolongaba su orgasmo. Vic continuó aferrado a sus caderas, hasta que de repente la apretó con más fuerza y la detuvo en seco mientras él seguía moviéndose. Una embestida, dos… y soltó un profundo gemido.


Myri abrió los ojos, y contempló cómo se tensaba su rostro. Su boca se tensó de placer, y pareció contener el aliento. Finalmente, volvió a gemir y abrió los ojos. Sus miradas se encontraron, y ambos sonrieron.
—No ha estado mal —dijo ella—. Lo de estar encima me ha gustado mucho.
—Sí, a mí también me ha gustado —su sonrisa se ensanchó, y se echó a reír—. Deberíamos quedar otro día para volver a hacerlo.
—Sí, me gustaría.
La rodeó con los brazos, y rodó con cuidado hasta colocarla de costado. Ambos ajustaron brazos y piernas hasta que estuvieron el uno frente al otro, y después de subir la colcha para que pudieran cubrirse, Vic le acarició la cara.
—¿Estás bien?
—Como si todas las células de mi cuerpo acabaran de estar en una fiesta increíble.
—Perfecto.
—¿Y tú? —le preguntó Myri.
—Lo mismo. Hacia el final he tenido que controlarme al máximo, no sabía cuánto iba a poder resistir.
—Lo has hecho muy bien.
—Dos segundos más, y habría perdido el control completamente.
—No me habría importado —le aseguró ella, mientras le tomaba una mano y la colocaba sobre uno de sus senos.
—Si hubiera acabado antes que tú, te habrías quedado a medias.
—Después te habrías encargado de mí de otra forma; además, hay algo muy estimulante en un hombre que está tan excitado que pierde el control, es muy sexy.
—Tú sí que eres muy sexy.
Al contemplar aquellos ojos oscuros, Myri se dio cuenta de que antes no se había equivocado: estaba enamorada de él. A lo mejor trabajar a su lado había hecho que nacieran nuevos sentimientos, o a lo mejor había sacado a la luz algo que siempre había estado allí; fuera lo que fuese, se había dado cuenta de lo que sentía por él al ver el sacrificio emocional que había hecho por Lindsey. El problema era saber qué hacer al respecto.
En ese momento empezó a sonar el teléfono, y Vic se dio la vuelta para agarrarlo.
—¿Diga? —escuchó durante unos segundos, y añadió—: Vale, ahora se lo digo. No, no tardamos. De acuerdo, adiós —tras colgar, se volvió hacia Myri—. Tu familia acaba de llegar a tu casa. Dani está allí, haciendo de anfitriona.
—¿Qué? ¡Han llegado con un día de antelación!, ¡se suponía que iban a llegar mañana! — se sentó en la cama, mientras intentaba controlar el pánico que sentía—. No estoy lista para ver a mis padres, iba a aprovechar esta noche y mañana por la mañana para prepararme.
—No sé qué decirte, ya los tienes aquí — se inclinó, y le besó un hombro—. Al menos no llegaron hace quince minutos, nos habrían aguado la fiesta.

Cuando Myri llegó a su casa, se encontró con un auténtico caos.
—¡Myri! —exclamó su madre, al verla entrar—. Ya lo sé, llegamos pronto, pero esta mañana en el desayuno decidimos que nos apetecía venirnos ya para Seattle, y como el hotel tenía habitaciones disponibles y tus hermanas también estaban deseando venir, aquí estamos.
Antes de que Myri pudiera contestar, su madre, que era una mujer menuda con el pelo pelirrojo y rizado y los ojos azules, se cubrió la boca con las manos y exclamó:
—¡Pero mira esa barriguita!, ¡mi pequeña va a tener un bebé!
—Hola, mamá —le dijo, mientras la abrazaba.
—¡Joe! ¡Joe, ven aquí, ha llegado Myri!
Su padre fue hacia ellas, y las envolvió a ambas en un abrazo.
—Hola, cielo. ¿Cómo estás?
—Muy bien, papá.
Emily y Julie, las hermanas de Myri, salieron de la cocina con sus hijos pisándoles los talones.
—¡Myri!
Dani apareció la última, con una botella de agua en una mano y una bolsa de galletas saladas en la otra.
—Les he dado algo de comer y de beber, me voy ya. He quedado con alguien en el centro.
—No te vayas —le dijo Fay, la madre de Myri—. Ya te hemos molestado bastante, y tenemos que ir al hotel a instalarnos —enmarcó la cara de Myri en sus manos, y le dijo—: No sabes lo contenta que estoy de verte. Eres feliz, lo veo en tus ojos.
Myri controló las ganas de hacer una mueca; con un poco de suerte, su madre no conectaría su felicidad con su reciente encuentro con Vic.
—Tengo una idea —dijo Joe, mientras rodeaba a Myri con un brazo—. Primero podemos ir al restaurante para poder ver ese local suyo tan elegante, y de allí nos vamos al hotel.
—Buena idea —comentó Fay—. No te entretendremos demasiado, sabemos que es una de las noches en las que tienes más trabajo.
—No seas tonta —le dijo Myri. Contó cuántos eran, y añadió—: Ningún problema. Podemos ir ahora al restaurante para que lo veáis, y después volvéis a eso de las siete para cenar —se volvió hacia sus hermanas, y les preguntó—: ¿es demasiado tarde para los niños?
—No, es perfecto —contestó Emily, su hermana mayor, con una sonrisa—. La madre de Sean vive en la zona, y va a encargarse de los niños esta noche y mañana. Así es mejor, y tanto Julie como yo tendremos nuestras respectivas habitaciones para nosotras solas. Ya sé que para ti no es nada del otro mundo, porque puedes estar sola siempre que quieres, pero para nosotras será el paraíso.
—Un paraíso desconocido —añadió Julie—. Voy a cerrar la puerta del cuarto de baño sin tener que preocuparme de que alguien me llame, entre o me necesite para algo, puede que hasta me tome un baño.
—Vale, me aseguraré de cocinar rápido para que dispongáis del máximo tiempo posible en el cuarto de baño —sonrió Myri.
—No hace falta —le dijo su madre, mientras enlazaba el brazo con el suyo y la apretaba en un abrazo—. Tus hermanas exageran lo de querer estar solas.
Tras la espalda de su madre, Julie y Emily indicaron con gestos que no estaban exagerando lo más mínimo.

A las siete, la cocina estaba inmersa en el típico caos de los sábados por la noche.
—¡Chalotas! —gritó uno de los cocineros—. ¿Quién cojones me ha quitado las chalotas?
Myri hizo una mueca. Robar el material de alguien era una clara invitación para que a uno le dieran una puñalada en la espalda. Literalmente.
Edouard hizo un sonido de impaciencia y fue a toda prisa a buscar más chalotas a la despensa; cuando volvió, se aseguró de que todo el mundo estuviera abastecido antes de regresar a su puesto.
—Gracias —le dijo Myri.
—Tienes suerte de que esté de buen humor —respondió él.
—¿Las cosas van bien en casa?
—De maravilla —Edouard sonrió con satisfacción, y comentó—: George quiere venirse a vivir conmigo, estamos hablando de tener un gato juntos.
—No puedes quedarte con Al, lo necesitamos aquí.
—Tendrás que esconderlo en algún sitio si vienen los de Sanidad.
—Ya lo sé, pero vale la pena —Myri agarró un plato de salmón que alguien le pasó, y colocó una pequeña porción de pastel de maíz coronada con cangrejo.
—¡Plato listo! —gritó.
Naomi apareció a su lado, y le dijo:
—Tus padres y tus hermanas están aquí, pero nada de maridos ni de niños. ¿Tengo que preocuparme?
—Los maridos están en casa, y los niños con la abuela.
—Así se hace —comentó Naomi, mientras agarraba un segundo plato—. ¿Les digo que si quieren venirse de copas?
Myri no quería ni imaginarse a sus hermanas casadas adentrándose en el loco mundo de Naomi.
—Están centradas en el lujo de tener habitaciones para ellas solas y en tomarse un largo baño.
—Vaya, entonces no me interpondré entre la bañera y ellas —dijo Naomi, antes de salir a toda prisa de la cocina.
Después de mirar a su alrededor para asegurarse de que todo estuviera bajo control, Myri dejó a Edouard al mando y salió al comedor. Sonrió a Vic, que estaba junto al puesto de la maître, y se acercó a la mesa con vistas al lago donde estaba su familia.
—Hola, ¿habéis pedido? —les dijo, mientras agarraba una silla vacía.
—No, aún no —contestó su padre—. Este sitio es fantástico, tiene unas vistas increíbles. ¿Nos habías dicho que estabas trabajando con tu ex marido?
—Ah, ¿habéis visto a Vic? —dijo ella, mientras se esforzaba por aparentar calma y naturalidad. No quería que se le notara que había pasado buena parte de la tarde desnuda y pidiendo más.
—Sí que nos lo dijo, estoy segura de que lo mencionó —dijo su madre, antes de mirar hacia Vic y saludarlo con la mano—. Siempre pensé que había sido una pena que lo vuestro no funcionara. ¿Ha vuelto a surgir la chispa?
—No —contestó mientras rogaba que su madre hubiera perdido la capacidad de saber cuándo estaba mintiendo.
—Mamá, déjalo. Está claro que Myri ya lo ha superado y ha seguido con su vida. Va a tener un hijo ella sola, es la mujer moderna perfecta.
—Yo no diría tanto —protestó Myri, aunque agradeció el voto de confianza.
—Hablando del bebé —le dijo su madre—, ¿sigues queriendo que venga a pasar unas semanas contigo cuando nazca? No quiero entrometerme, o…
—Claro que quiero que vengas —se apresuró a decirle —. Estaré más que agradecida por tu ayuda, me aterroriza intentar arreglármelas sola con un recién nacido.
—Lo harás muy bien, pero estoy muy contenta de poder ayudarte —dijo su madre, con una gran sonrisa—. Ya hablaremos de los detalles, ahora vamos a cenar.
Les hizo varias sugerencias, y después se levantó para volver a la cocina. Su madre quiso acompañarla.
—Cariño, has hecho un trabajo fantástico. Todos nos sentimos muy orgullosos y felices.
—Gracias. Me alegra saberlo, sobre todo después de todos los años que malgasté perdiendo el tiempo.
—No digas eso, nunca pensamos que estuvieras perdiendo el tiempo. Sólo estabas intentando encontrar un trabajo que te llenara, eso es todo.
—Pero dejé la universidad dos veces sin acabar la carrera, seguro que batí el récord de suspensos.
—Te negaste a conformarte, tanto tu padre como yo te admiramos por ello.
—¿En serio?
—Por supuesto. Lo único que siempre he querido es que mis hijas sean felices, y tú lo has conseguido. Julie y Emily también, pero de una forma más tradicional. Ellas sabían lo que esperaban de sus vidas, pero tú no. Tú te forjaste tu propio camino, y para eso hace falta mucho valor.
Hasta aquel momento, había creído que sus padres la veían como un auténtico fracaso, que se habían decepcionado por cada una de las paradas y de las salidas que había tenido a lo largo del camino, mientras intentaba averiguar lo que quería hacer con su vida.
—Gracias, mamá. Eres la mejor —le dijo, antes de darle un beso en la mejilla.
—Sólo pido la oportunidad de probar tus platos —bromeó su madre.

—Hecho.
Fay volvió a la mesa y Myri continuó hacia la cocina, pero Vic la interceptó.
—He visto a tu familia.
—Sí, se me ha olvidado avisarte de que vendrían. Perdona —contempló su rostro, y pensó que estaba muy guapo bajo el juego de luces del restaurante—. Hola.
—Hola. ¿Cómo estás?
—Con ganas de ponerme a cantar ópera. ¿Y tú?
—Muy bien —Vic señaló con la cabeza hacia la mesa donde estaba sentada su familia, y le preguntó—: ¿Te molesta si voy a saludarlos?, ¿o crees que la situación sería demasiado incómoda?
—No creo que haya problema, siempre les caíste bien.
—Vale, entonces lo haré —recorrió su brazo con la punta de los dedos, y añadió—: ¿Quieres que nos veamos luego?
—Perfecto.
Myri siguió hacia la cocina, pero de pronto, Naomi se interpuso en su camino y se llevó las manos a las caderas.
—Lo he visto —le dijo su amiga—. Lo he visto todo. La conversación íntima, las caricias… hay algo entre Vic y tú.
—Claro que no. Bueno, a lo mejor sí que hay… algo, pero no es nada especial —si no contaba el hecho de que estaba enamorada de él, claro.
—¿Y…?
—¿Y qué? Lo he acompañado a ver a su hija, y ha decidido no decirle quién es. Ha sido muy duro para él, y al ver lo que pasaba…
—¿Qué?
—Que me ha conmovido.
—¡Ja! Eso no es lo único que está pasando aquí. Sé que hay algo más, pero no estoy segura de querer enterarme de los detalles. Sólo te pido que esta vez estés muy segura.
—¿Qué quieres decir?
—Asegúrate de lo que quieres, Myri. La última vez te marchaste, y eso no está bien porque se hiere a los que se quedan atrás.
Myri se quedó atónita ante aquella acusación tan injusta.
—No me marché. Bueno, técnicamente sí, pero lo hice porque a Vic no le importaba lo más mínimo. Él mismo ha admitido que no me quería.
—No luchaste por él —Naomi levantó una mano para que no la interrumpiera—. Mira, lo siento. No necesitas que te eche un sermón, y además, no soy exactamente el mejor ejemplo, soy la reina de las huídas.
Myri no podía creer que estuvieran manteniendo aquella conversación.
—Yo no huí de Vic.
—Sí que lo hiciste, y me parece bien. Lo único que te estoy diciendo es que si empiezas algo otra vez, te asegures de que estás dispuesta a comprometerte a largo plazo.
Naomi entró en la cocina, y Myri se quedó sin habla y molesta.
No había huido, Vic había desaparecido emocionalmente antes de que ella se marchara, y los problemas de su matrimonio no habían tenido nada que ver con ella… ¿o sí? Al entrar en la cocina, una vocecita en su cabeza le dijo que hacían falta dos personas para crear o romper una relación, que nadie tenía la verdad absoluta ni toda la culpa. Que quizás, sólo quizás, ella había tenido parte de culpa en lo que había pasado.

Dani detestaba todos y cada uno de los detalles que formaban parte del despacho de Gloria. El tamaño, la tremenda blancura… siempre que estaba allí, se sentía como si la hubieran llamado al despacho del director del colegio, a pesar de que en aquella ocasión había sido ella quien había pedido la cita.
Eran las siete y media de un sábado, y la mayoría de la gente estaba en casa con su familia o pasándolo bien con los amigos, pero su abuela era diferente. Gloria estaba en su despacho, y si quería hablar con ella, tenía que ir a verla allí.
—Ya puede entrar —le dijo la secretaria, al abrir la puerta del sanctasanctórum.
Dani le dio las gracias con una sonrisa. Su abuela tenía varias secretarias, porque con sus horarios de trabajo no tenía bastante con una.
—Hola, Dani. Me complace que hayas venido —le dijo Gloria.
Estaba sentada detrás de su enorme y blanquísima mesa, y no se levantó ni hizo gesto alguno para darle la mano ni abrazarla. En el despacho su relación era estrictamente profesional, allí no eran familiares.
—Me he tomado la libertad de comprobar los balances de la hamburguesería —siguió diciendo Gloria, mientras le indicaba con un gesto que se sentara—. Están bastante bien, así que no creo que haya ningún problema en ese sentido, ¿no?
—No.
Dani había elegido con cuidado la ropa para el encuentro, y se había puesto un traje pantalón con una camisa de seda. Se mantuvo sentada en el borde de la silla, con la espalda muy recta.
—La hamburguesería va bien, y por eso quería verte. Gloria, ya llevo bastante tiempo en ese local, y no me queda nada por aprender allí. Estoy lista para ascender en la empresa.
—Ya me has dicho eso antes, Dani —comentó Gloria, con un suspiro—. Varias veces. Sigues insistiendo en ascender, aunque yo intento quitártelo de la cabeza. ¿Por qué lo haces?
—Porque me he ganado la oportunidad de demostrar lo que valgo en otro puesto —Dani tragó, e hizo acopio de todas sus fuerzas—. O asciendo en la empresa, o dimito.
Gloria permaneció inmutable. No movió ni un músculo, ni una pestaña. La miró durante varios segundos, y finalmente dijo:
—No voy a tolerar que me amenaces, jovencita.
—No te estoy amenazando, sólo estoy constatando un hecho. Tengo la educación y la experiencia necesarias para asumir más responsabilidad, y me niego a permitir que mi vida laboral se quede estancada en la gestión de la hamburguesería; si tú no quieres darme una oportunidad, encontraré otra empresa que lo haga.
—Dudo que encuentres demasiadas empresas interesadas en ti —le dijo Gloria con desdén.
Dani ignoró la punzada de dolor que sintió. Había sabido que aquel encuentro sería difícil, de modo que tenía que recordar por qué había ido y mantenerse centrada.
—Yo no opino lo mismo —dijo—. Mi historial y mis logros hablan por sí mismos, y las dos sabemos que no me costará encontrar otro trabajo para poder progresar. ¿Qué problema tienes conmigo?, ¿por qué me tratas siempre como si fuera alguien de segunda fila? ¿Es porque soy una mujer? Me cuesta creerlo de ti, eres una mujer y mira todo lo que has conseguido.
—Tienes razón —dijo Gloria, con un brillo de furia en los ojos—. He sido yo quien le ha dado su grandeza a esta empresa, soy yo la responsable de su éxito. No te atrevas a presentarte ante mí con tu estúpida petición…
—No es estúpida, es muy razonable. No has frenado a nadie como a mí, ¿por qué me tratas así?
Su abuela se inclinó hacia ella, y la temperatura pareció caer diez grados.
—Piénsatelo bien antes de preguntarme eso —le dijo, en voz muy baja—. No creo que estés preparada para oír la verdad.
—Creo que estoy más que preparada, Gloria —le dijo Dani. De repente, no sentía ningún miedo; después de todo, ¿qué podría decirle?
—De acuerdo, pero después no me vengas lloriqueando y diciendo que es demasiado.
—Claro, lo que tú digas —a su abuela le encantaban los melodramas.
Gloria se reclinó en su silla antes de empezar a hablar.
—Hace muchos años, antes de que nacieras, tu madre se lió con un individuo, le fue infiel a mi hijo. A mi hijo. Su aventura continuó durante varios años, y tuvo como consecuencia una hija… tú, Danielle. No eres una Buchanan, sino la hija bastarda de tu madre. Lo mantuve en secreto para ahorrarle a mi hijo el escarnio público, pero nunca lo he olvidado. Cada vez que te miro, veo la prueba de que aquella zorra traicionó a mi hijo. Eres la hija de tu madre, y nada para mí.
Dani oyó las palabras, pero no logró entenderlas. ¿Que no era una Buchanan…? Pero ella siempre había sido una Buchanan…
—Estás mintiendo —le dijo.
—No, no estoy mintiendo, pero si quieres, podríamos hacerte una de esas pruebas de ADN. No me cabe duda que probará que no eres una de los nuestros.
Dani no recordaba haberse levantado, pero de repente se dio cuenta de que estaba junto a la puerta.
—La hamburguesería es todo lo que te mereces, da gracias que te dejo trabajar allí —añadió Gloria.
Qué curioso. Hacía apenas una hora, Dani había creído que su vida no podía empeorar más; obviamente, se había equivocado.
—Quédate con tu trabajo, lo dejo —le dijo a su abuela.
—No puedes dejarlo.
—Claro que puedo. Si soy una zorra como mi madre, puedo hacer lo que me dé la gana.

CONTINUARA...
FannyQ
FannyQ
VBB DIAMANTE
VBB DIAMANTE

Cantidad de envíos : 1511
Edad : 32
Localización : Monterrey,N.L.
Fecha de inscripción : 24/05/2008

Volver arriba Ir abajo

Delicioso Reencuentro Nueva Novela! - Página 2 Empty Re: Delicioso Reencuentro Nueva Novela!

Mensaje  FannyQ Mar Sep 14, 2010 3:38 pm

Capítulo 18
Myri salió de la cocina justo antes de los postres. Mientras cruzaba el comedor hacia la mesa de su familia, sus padres y sus hermanas se levantaron y empezaron a aplaudir.
Ella se quedó pasmada, y se detuvo en seco.
—¡Mi hija es la chef! —le dijo su padre al resto de comensales—. ¿A que la cena está increíble?
Ante la mirada atónita de Myri, todo el mundo se puso en pie y empezó a aplaudir, y no supo cómo reaccionar al contemplar las caras sonrientes que la rodeaban. Al oír que la puerta de la cocina se abría se volvió hacia ella, con la esperanza de que alguien hubiera ido a rescatarla o a proporcionarle alguna razón para escapar, pero Naomi y casi la totalidad del personal de cocina salieron y empezaron a aplaudir también. Entonces Vic se acercó a ella, y se detuvo a su lado.
—¿Creéis que acerté al contratarla? —bromeó él.
Todo el mundo se echó a reír, y entonces aparecieron los camareros con copas de champán.
—¿No brindamos hace poco? —le susurro Myri.
—Aquel brindis fue por el éxito del restaurante, éste es por ti. Sonríe y bébete tu refresco sin alcohol.
Aceptó el vaso que él le dio, y esperó a que todo el mundo estuviera servido.
—Por Myri —dijo Vic.
—Por Myri —repitió todo el mundo.
Un cuarto de hora después, cuando el comedor por fin recuperó la normalidad, Myri fue al despacho de Vic.
—Ha sido surrealista, ¿lo tenías planeado?
—No. Naomi vino a la cocina a avisar de que el comedor entero estaba en pie ovacionándote, y ordené que descorcharan el champán. Deberías sentirte orgullosa de todo lo que has conseguido.
—Lo estoy, pero jamás me habría esperado una reacción así —admitió, mientras se sentaba—. Antes le he dicho a mi madre que mi padre y ella debían de estar contentos de que por fin hubiera descubierto a qué quería dedicarme, pensé que estaban decepcionados conmigo porque había dejado a medias la universidad y había ido de un trabajo a otro. Pero ella me ha dicho que se alegraba de que me hubiera tomado mi tiempo hasta decidir lo que realmente quería hacer. Le gusta que no me conformara con la vía fácil.
—Así que te han sorprendido positivamente.
—Es más que eso. Tenían una opinión de mí completamente diferente a la que yo creía, pero nunca se me ocurrió hablar con ellos del tema. Supongo que no quería que me confirmaran mis peores temores, pero di muchas cosas por sentado.
—Ya sabes lo que suele decirse sobre eso.
—Voy a fingir que no te he oído. El meollo de la cuestión es: ¿en qué más estaba equivocada?
—Puede que en nada.
O quizás en todo. Había estado completamente segura de que dejar a Vic era la decisión correcta, había estado convencida de que lo sabía todo sobre él, pero empezaba a darse cuenta de que no sabía nada de nadie.
—¿Huí de nuestro matrimonio? —le preguntó.
—Sobre ese tema se podrían llenar páginas y más páginas, pero la verdad es que yo tampoco fui tras de ti. En aquel momento había tantas complicaciones, Myri… los dos estábamos intentando aclararnos; además, tendría que haberte contado lo de Lindsey.
Myri pensó en ello durante unos segundos, y finalmente admitió:
—Esa información habría supuesto una gran diferencia.
—¿Pero habría cambiado el resultado final? En aquel entonces, no podía ni imaginarme tener otro hijo.
¿Había cambiado de idea al respecto? Myri sabía que era un hombre diferente, que había cambiado y había madurado, pero él mismo había admitido que no la había querido lo suficiente durante su matrimonio.
—Parecíamos incapaces de encontrar un término medio —siguió diciendo él—. Yo quería protegerte, pero tú pensabas que no lo necesitabas y creías que mis acciones pisoteaban tus sueños.
—Porque no me ayudaste a conseguir el puesto en el Buchanan's.
—Lo siento.
—No pasa nada, ahora entiendo tu comportamiento.
—Pero en aquel entonces no. Te hice daño, a pesar de que nunca fue mi intención. Lo siento.
Era obvio que ella le había importado hasta cierto punto, y Myri no entendía por qué no se había permitido amarla. ¿Acaso había tenido miedo? Su corazón pareció expandirse, y sintió un profundo dolor.
—Yo también lo siento —susurró.
Habían tenido tanto en sus manos, pero lo habían perdido. Ojalá hubieran hablado. Aunque quizás era así como tenía que ser, a lo mejor ambos habían necesitado la oportunidad de cambiar y madurar, para poder llegar a aquel momento concreto.
De repente, Naomi asomó la cabeza por la puerta y les dijo:
—Siento interrumpir, pero hay un incendio en la cocina.
Myri se levantó de un salto.
—Estás de broma, ¿verdad?
—Pues no.
Los tres fueron a toda prisa a la cocina, y se la encontraron llena de humo.
—Sólo era un poco de grasa, está controlado —les dijo Edouard, mientras abanicaba el aire con las manos.
En aquel momento, la pequeña impresora escupió varios pedidos.
—¿Podemos volver al trabajo? —dijo Myri—. ¿Está todo bajo control, o tengo que patearle el culo a alguien?
—Todo controlado —dijo Edouard.
El móvil de Vic empezó a sonar, y él contestó de inmediato.
Myri se acercó al mostrador para limpiar los daños provocados por el fuego. Una sartén estaba deformada y dos platos de comida estaban para tirar, pero las llamas se habían apagado y el sistema de ventilación ya se había ocupado del humo.
—¿Estos platos iban a mesas diferentes?
Seguro que sí. Era inevitable, pero tenía derecho a hacerse ilusiones.
Naomi se encargó de hacer que se desvanecieran al confirmar la mala noticia.
—¡Preparad dos más ahora mismo!, ¡son nuestra prioridad! —Myri se volvió hacia Edouard, y vio que Vic colgaba el teléfono. Al ver su expresión de preocupación, le preguntó—: ¿qué pasa?, ¿está bien Lindsey?
—¿Qué? Ah, sí, está bien. Era Dani, quiere que vaya a verla cuando salga del trabajo. Está bastante alterada, pero no ha querido explicarme qué ha pasado.
Uno de los camareros los interrumpió desde la puerta.
—Myri, tu familia se va, quieren despedirse.
—No podemos hacer nada por ahora —le dijo Vic—. Vendré a recogerte antes de marcharme, y podemos ir juntos a tu casa.
—Seguramente es algún asunto familiar, así que me quedaré aquí hasta que hayas hablado con ella. Cuando acabes, puedes llamarme para avisarme de que tengo vía libre.
—Seguro que no es nada tan importante.
—Vic, eso no lo sabes. Si Dani me quisiera allí, me habría pedido que fuera. Me quedaré aquí.
Volvió al trabajo, pero aunque parte de su cerebro procesaba detalles como el número de comensales y los pedidos que había que preparar, el resto de su mente se centró en el problema de Vic.
¿Había renunciado a su matrimonio demasiado pronto?, ¿habrían aprendido ambos sus lecciones si se hubiera quedado? La de Vic era aprender a dar con todo su corazón, y la suya creer que él quería que tuviera éxito. Habían recorrido un largo camino, pero no sabía si él podía quererla, quererla de verdad.
Myri se preguntó si era posible, o si estaba pidiendo demasiado.

Vic aparcó detrás del coche de Reid y de una furgoneta que supuso que era de Walker, y se dio cuenta de que Dani había convocado una reunión familiar. A lo mejor Myri había tenido razón, porque aquello parecía realmente serio.

Al salir del coche, se preguntó si Hugh habría dejado caer otra bomba; si era así, iba a tener que darle su merecido, aunque el tipo fuera en silla de ruedas. Fue hacia la casa, y Reid abrió la puerta antes de que tuviera tiempo de llamar.
—Menos mal, no ha querido decir nada hasta que estuviéramos todos. ¿Por qué tengo la sospecha de que Hugh se acaba de ganar el título de capullo del año?
—Eso es lo que estaba pensando yo. Si ése es el problema, nos encargaremos de él.
—Pues claro.
Walker y Dani estaban esperándolos en la sala de estar. Él estaba sentado en el sofá y ella de pie junto a la chimenea, con un vaso en la mano y un brillo de dolor en la mirada.
—Dani, ¿qué te pasa? —le preguntó Vic, mientras se acercaba a ella.
Dani esquivó el abrazo de su hermano, y le dijo:
—Sírvete algo de beber y siéntate.
—Dani…
—Vic, es algo que no puedes arreglar con un abrazo. Por favor, sírvete algo.
Reid le dio una cerveza, y los dos se sentaron junto a Walker en el sofá.
Dani se puso delante de ellos, y les dijo:
—He ido a ver a Gloria. Quería hablar con ella sobre mi puesto en la empresa, y le he dicho que no pensaba seguir trabajando en la hamburguesería, que o me ascendía o me largaba.
Vic empezó a tener un mal presentimiento. De una conversación así no había podido salir nada bueno.
Dani agarró su vaso con ambas manos, los miró uno a uno a la cara, y siguió diciendo:
—Me ha dicho que no pensaba ascenderme nunca, y cuando le he contestado que tengo la preparación necesaria para asumir más responsabilidades, ella me ha dicho que no le importaba. ¿Adivináis por qué?
Vic mantuvo la mirada fija en su hermana, y al ver que sus ojos se llenaban de dolor, supo que Gloria había cumplido finalmente su amenaza de contarle lo de su padre.
—Dani, no… —empezó a decir, mientras se ponía en pie.
Ella se volvió hacia él con un movimiento brusco.
—No te atrevas a decir que no importa, claro que importa. Se trata de mi vida, de quién soy —Dani lo miró con ojos centelleantes, y entonces dejó el vaso encima de la mesa y se cruzó de brazos—. Oh, Dios mío… tú lo sabías.
Vic no supo qué decir. Myri le había advertido en más de una ocasión que lo mejor era contarle la verdad, había insistido en que sería un desastre que Dani se enterara por su cuenta, y así había sido.
Walker y Reid se levantaron, y después de cruzar una mirada, ambos se volvieron hacia Dani.
—Mira… —empezó a decir Reid.
—¡No! —Dani retrocedió dos pasos.
Vic avanzó hacia ella.
—Lo siento, lo siento muchísimo —le dijo.
—Pensé que lo peor de todo era enterarme de que no soy la persona que yo creía —dijo ella, con los ojos inundados de lágrimas—. Pensé que lo peor era saber que no soy una de vosotros, pero estaba equivocada, ¿verdad?
—Eres una de nosotros —le dijo Vic—. Eres mi hermana pequeña y te quiero, Dani.
—¿Desde cuándo?, ¿desde cuándo lo sabéis?
—Desde el instituto —admitió Walker, después de lanzarle una mirada a Vic—. Gloria me dijo que te contaría la verdad si me alistaba en los marines, pero hablé con Vic y con Reid y me enteré de que a ellos también les había amenazado. Utilizaba esa información para intentar manipularnos, pero yo sabía que, si no te había dicho ya la verdad, era porque tenía alguna razón para no querer hacerlo.
Vic no había pensado en eso, pero Walker tenía razón. Gloria recurría a las amenazas que podían funcionarle mejor, pero él no se había dado cuenta de que sólo era un juego para ella. Siempre había estado dispuesto a hacer lo que fuera necesario para proteger a su hermana.
—Te quiero muchísimo, no quería hacerte daño —le dijo.
—Venga ya, me has estado ocultando secretos durante toda mi vida —una sola lágrima se deslizó por su mejilla, pero ella se la secó con impaciencia—. ¿Qué más sabíais?, ¿qué más me habéis ocultado? ¿La aventura de Hugh?, ¿os dijo lo que estaba haciendo?
Vic la agarró de los brazos, y la miró directamente a los ojos.
—Maldita sea, Dani, déjalo. Lo siento, todos lo sentimos, y ninguno de nosotros sabía lo del capullo de tu marido. Sí, te hemos ocultado algunos secretos, pero sólo porque no queríamos hacerte daño.
—¿Crees que no duele no encajar?, ¿crees que no duele no ser uno de vosotros?, ¿saber que vosotros tres tenéis una camaradería que yo jamás podré compartir?
Vic la abrazó, y cuando ella intentó zafarse, la apretó con más fuerza contra si.
—Te queremos con todo nuestro corazón.
—No me vengas con ésas, me tratáis como a una niña. ¿Sabéis lo que ha sido para mí seguir intentándolo sin descanso? Me dejé la piel año tras año intentando contentar a Gloria, pero nunca era bastante para ella. ¿Cómo pudisteis permanecer de brazos cruzados viendo cómo fracasaba sin decirme lo que estaba pasando?, ¿por qué no me ahorrasteis todo eso?
Vic se dio cuenta de que tenía razón y cuando ella volvió a intentar apartarse, no se lo impidió.
—No era decisión vuestra —añadió Dani.
—¿Cómo puedes decir algo así?, eres nuestra hermana —protestó Reid.
—Una busca las palabras, y si cuesta encontrarlas, sigue intentándolo. Y no soy vuestra hermana.
—Siempre serás mi hermana, Dani —le dijo Vic con firmeza—. No me importa quién fuera tu padre, eres mi hermana.
—Técnicamente, sólo soy vuestra hermana a medias. Largaos de aquí.
—¿Qué?
—Fuera. No quiero hablar con ninguno de vosotros ¡largaos de aquí! —gritó.
Vic miró a sus hermanos, y después se volvió de nuevo hacia ella, indeciso. Se preguntó si lo mejor sería darle tiempo para que se calmara, o intentar insistir para que entendiera que sólo habían querido protegerla.
En ese momento, se dio cuenta de que lo había estropeado todo intentando proteger a Myri años atrás y que acababa de equivocarse aún mas con Dani; al parecer, no se le daba demasiado bien cuidar de sus seres queridos.
—Dani… —empezó a decir Reid.
Ella retrocedió un paso.
—Salid de aquí. No quiero veros ni hablar con vosotros.
—De acuerdo, te llamaremos mañana —le dijo Walker.
Dani se fue de la sala de estar sin responder, y segundos más tarde, oyeron un portazo.
—Mierda —dijo Vic, mientras se frotaba la mandila—. ¿Qué bicho le ha picado a Gloria?, nunca pensé que fuera capaz de contarle la verdad.
—Tendríamos que habérsela contado nosotros —dijo Reid.
—¿Y ahora te das cuenta?
Walker se interpuso entre ellos, y comentó:
—Tenemos que darle tiempo, algunas heridas deben sangrar un poco.
Vic sabía que tenía razón, pero no quería imaginarse a su hermana sangrando. No quería que la hiriera nada, y no soportaba saber que podría haber hecho algo para aliviar un poco su dolor.
—Creo que no debería estar sola —comentó Reid.
—Myri llegará pronto —le dijo Vic.
—¿La avisamos de lo que pasa? —les preguntó Walker.
Vic dudó por unos segundos. Myri sabía la verdad sobre Dani, así que no se sorprendería.
—Voy a llamarla —dijo al fin—. Estará aquí tan pronto como pueda.

Myri dudó un segundo antes de enfilar por el camino de entrada de su casa, ya que aún no sabía lo que iba a decirle a Dani. Una pelea familiar era algo natural, pero enterarse de que una no formaba parte de la familia era totalmente diferente.
Dani era la que más dependía de ser una Buchanan de todos los hermanos, porque siempre se había definido en función de su apellido, tanto a título personal como por su conexión con el negocio. Cuando se había casado con Hugh, se había negado a cambiar de apellido.
Tras aparcar y bajar del coche, se llevó una mano al vientre, preocupada por la posibilidad de que todo aquel ajetreo afectara al bebé.
—Va a haber emociones muy fuertes, pequeño. Algo de llanto, y seguramente más de una palabrota. Pero no tiene nada que ver contigo, te quiero muchísimo y no va a pasar nada.
Respiró hondo, y entró en la casa. Se encontró a Dani hecha un ovillo en el sofá de la sala de estar, con los ojos rojos e hinchados y la cara desencajada. Era el sufrimiento en persona.
—Oh, Dani… —susurró.
La joven levantó la mirada hacia ella, y le dijo:
—Dime que Vic ya te lo ha contado, y que no tengo que volver a repetirlo.

—Lo sé todo, y no sabes cuánto lo siento.
—Sí, yo también —Dani agarró su vaso de vino, y tomó un trago—. Que les den, ¿qué me importa a mí si soy o no una Buchanan? Son un atajo de perdedores, estoy mejor sin ellos. Y sin Gloria.
Sin embargo, sus ojos se llenaron de lágrimas mientras hablaba, y Myri dejó caer al suelo el bolso y el abrigo y se apresuró a ir junto a ella.
—No sé qué decir —admitió, al sentarse en el sofá. Posó una mano en el brazo de Dani, y añadió—: Ojalá lo supiera.
—Lo mismo digo. Dios, Myri, me duele tanto… más aún que enterarme de que Hugh tiene una amante. Él traicionó mi confianza, y aunque no me hizo ninguna gracia, yo sabía que me recuperaría, pero esto es totalmente diferente. Ya no sé quién soy.
—Claro que lo sabes. Eres una mujer brillante, ambiciosa, trabajadora y fantástica, eres leal y cariñosa, y además eres la guapa de la familia.
Dani esbozó una sonrisa mientras se secaba las lágrimas.
—¿Me estás diciendo que soy más guapa que mis hermanos?
—Pues claro, aunque Reid te sigue de cerca.
—Sí, por sus ojos —empezó a temblarle la boca, y su sonrisa se desvaneció mientras su cuerpo entero se estremecía—. No puedo soportarlo, no puedo sobrevivir.
—Claro que puedes —le dijo Myri con firmeza—. Por mucho que te duela, vas a sobrevivir, ¿y sabes por qué?
Dani negó con la cabeza.
—Porque eres una mujer fuerte, y porque no vas a darle a la zorra de Gloria la satisfacción de ganar.
—En eso tienes razón —dijo Dani, con una sonrisa llorosa—. Estoy tan enfadada con ella, furiosa. Siempre supe que le gustaba el poder y dirigir nuestras vidas, pero no quería creer que fuera deliberadamente cruel. Me equivoqué.
—Es una persona horrible. Has hecho un gran trabajo para ella, pero se niega a verlo.
—Ya lo sé —admitió Dani, con un suspiro—. Además, la forma en que me lo ha dicho… creo que estaba contenta de poder arruinarme la vida.
—No digas eso. Ella no ha arruinado nada, si no permites que lo haga.
—Desde luego, no ha intentado suavizar el golpe. Ya no sé quién soy.
—No me vengas con chorradas.
—¿Qué? —dijo Dani, asombrada.
Myri se levantó, y le indicó que hiciera lo mismo.
—Ven aquí —la llevó al cuarto de baño que había en el pasillo, encendió la luz y la colocó junto a ella delante del espejo—. ¿En qué has cambiado? Mírate, y dime qué diferencia hay.
Dani hizo una mueca al ver su reflejo.
—Tengo la cara hinchada.
—Ignora eso. Me refiero a lo que ves diferente en ti, ¿qué ha cambiado en las últimas veinticuatro horas?
—Que no sé quién es mi padre, que no soy una Buchanan.
—Eso ya lo sé, pero tus experiencias siguen siendo las tuyas, y tu cuerpo sigue siendo tu cuerpo. Estás hablando del contexto y admito que eso puede cambiarlo todo, pero no es necesario que sea así. No si tú no lo permites.
—Pero…
—Nada de peros, jovencita. Sí, las cosas son un asco en este momento, un verdadero asco, y puede que éste sea el peor momento de tu vida. Pero vas a salir de él, y todo se arreglará. Porque sigues siendo la misma persona fantástica y llena de energía.
Dani le dio un gran abrazo, y le dijo:
—Gracias por intentar ayudarme.
—Oye, que no sólo lo estoy intentando.
—Vale. Gracias por ayudarme —dijo Dani, con una débil sonrisa.
—Mucho mejor.
—Debes de estar muy contenta con lo del bebé, ¿verdad? —comentó Dani, al posar una mano sobre su abultado vientre.
—Sí.
—Yo también tendré hijos algún día. Tienes razón, me duele muchísimo y no sé cómo voy a superarlo, pero lo conseguiré y seguiré adelante, y algún día lograré todo lo que quiero.
—Claro que sí. Y cuando eso suceda, voy a estar a tu lado para recordarte que ya te lo dije.

La semana siguiente pasó en relativa calma, y Myri supuso que se habían ganado el descanso.
El restaurante seguía funcionando bien, Lindsey recibió el alta del hospital, y Dani iba recuperándose a pesar de que seguía destrozada emocionalmente. Ni siquiera había ratas, gracias a la eficiencia de Al.
Estaba sentada en su despacho planeando varias combinaciones para los especiales de la semana siguiente. La temporada de pesca en Alaska ya había empezado, así que podía disponer de algunas variedades de marisco y pescado muy suculentas, y ya había empezado a recibir productos de la zona de Walla Walla y de algunas partes de Oregón. Las cebollas de Walla Walla le daban ideas para unos platos fantásticos.
—A lo mejor podemos organizar una cena especial de degustación, y servir los platos más nuevos y selectos —murmuró.
Hizo varias anotaciones en su libreta, y decidió comentarle la idea a Vic más tarde. Estaba en un punto en el que tenía que ser brillante.
—¿Salmón? —le encantaba el salmón, era su pescado favorito. Pero tal vez sería mejor optar por algo diferente, algo…
—¿Interrumpo?
Myri levantó la cabeza, y vio a Gloria en la puerta del despacho. Genial. En su cocina ya no había ratas, pero acababa de aparecer una serpiente. Sintió un deseo casi irrefrenable de decirle que se largara, pero técnicamente el restaurante le pertenecía y era la jefa de su jefe.
—Estoy trabajando en los especiales de la semana que viene, tengo que hacer el pedido pronto.
—Qué interesante. Supongo que no hay posibilidad de que elimines tus patatas fritas con pescado del menú, ¿verdad?
—Es nuestro plato con más éxito — se obligó a esbozar una sonrisa.
—Qué lástima, siempre pensé que la gente de Seattle tenía mejor gusto.
—¿Has venido a insultarme, o por alguna otra razón?
Gloria entró en el despacho y se sentó.
—No te he insultado, Myri. Me sorprende que digas algo así. Sólo he comentado que no me gusta uno de tus platos, y que desearía que no estuviera en el menú. No creo que sea un insulto —con un suspiro, añadió—: eres la chef ejecutiva, así que supongo que es normal que te sientas un poco posesiva en lo concerniente al menú; de hecho, es bastante encomiable.
Myri frunció el ceño. Gloria parecía muy razonable de repente, pero sabía que aquello sólo era el principio; sin embargo, antes de que pudiera preguntarle para qué había ido, la mujer bajó la mirada hacia su abultado vientre y dijo:
—Ya se te nota el embarazo, querida. ¿Cuándo sales de cuentas?
—En septiembre.
—Una época del año muy agradable. Tengo entendido que no sabes quién es el padre, ¿es eso cierto?
—Me sometí a una fecundación in vitro con el esperma de un donante.
—Así que no sabes nada sobre él, ¿verdad?
—Tengo alguna información general, y su historial médico.
—Pero no sabes nada de su personalidad. Es como comprar una lata sin marca en el supermercado, es muy probable que al llegar a casa una descubra que lo que hay dentro está en mal estado.
—Gracias por el aviso.
—Es cierto que quiero avisarte, querida. Sé que tienes las miras puestas en Vic, pero ya puedes olvidarte de él. Nunca te ha perdonado por abandonarlo, y no está interesado ni en ti ni en tu hijo bastardo. Él mismo me lo ha dicho.
De repente, a Myri no le importó lo más mínimo que aquella mujer fuera la propietaria del restaurante o que fuera mayor. Se levantó bruscamente, y señaló hacia la puerta.
—Fuera de aquí.
—Si lo que esperas es que se case contigo, estás perdiendo el tiempo —dijo Gloria, mientras se levantaba—. Nadie puede cambiar totalmente, aunque creas que él lo ha hecho. Ya renunció tanto a Lindsey como a ti en el pasado, ¿por qué iba a querer quedarse a tu lado ahora?
—Si no te vas ahora mismo, voy a llamar a los cocineros para que te saquen a rastras —Myri intentó controlar la furia que crecía en su interior.
—Las dos sabemos que no lo harás. Es posible que mis palabras te parezcan crueles, pero te estoy diciendo esto por tu propio bien. El contrato de Vic con el restaurante es sólo de cuatro meses, y se irá en cuanto acabe.
Habló en un tono tan triunfal, que Myri se sintió encantada de poder hacer que se desinflara un poco.
—Te encanta interponerte entre la gente y manipular a los demás, supongo que así te entretienes. Ya sé que Vic va a irse, me lo dijo el mismo día en que me hizo la oferta para contratarme.
—Por supuesto —Gloria sonrió, y añadió—: ¿Mencionó también que su pequeña empresa de café se está expandiendo? Van a empezar a abrir locales en el este. Yo creo que es un completo desperdicio del talento de Vic, pero él parece decidido y va a liderar el equipo. En cuanto acabe su trabajo aquí, se mudará a Nueva York, ¿te lo ha comentado?
Myri se negó a creerla, no podía ser verdad. ¿Vic iba a mudarse? No le había dicho nada al respecto.
—Eres una zorra fría y calculadora —le dijo a Gloria—. No sé por qué te gusta tanto hacer daño a los demás. Dani sólo quería conseguir que te sintieras orgullosa de ella, pero tú te negaste a darle una oportunidad y la apartaste de ti.
—Dani no es mi nieta, ni estamos emparentadas.
—Es gracioso que te preocupe tanto que Dani no sea una Buchanan, cuando tú tampoco lo eres. Si mal no recuerdo, entraste en la familia mediante el matrimonio, y antes trabajabas de doncella en un hotel, ¿verdad?
Gloria se tensó, y Myri esbozó una sonrisa.
—Oh, sí, me informé hace años. Sé lo de tu aventura con Ian Buchanan, y que te casaste con su hijo cuando terminó. Dime, ¿seguías tirándote al papaíto cuando avanzaste hacia el altar con el hijo?
—Eres una zorra —siseó Gloria.
—Supongo que te resulta fácil reconocer a tus compañeras de profesión.
—Te destruiré.
—Inténtalo si quieres, estoy más que dispuesta a plantarte cara. Pero antes de que malgastes tus esfuerzos, deja que te diga algo: eres una mujer vieja. No tardarás en morir, pero antes vas a estar sola porque has hecho que todos los que podían quererte se alejaran de ti. Y ahora lárgate de mi cocina.

CONTINUARA...
FannyQ
FannyQ
VBB DIAMANTE
VBB DIAMANTE

Cantidad de envíos : 1511
Edad : 32
Localización : Monterrey,N.L.
Fecha de inscripción : 24/05/2008

Volver arriba Ir abajo

Delicioso Reencuentro Nueva Novela! - Página 2 Empty Re: Delicioso Reencuentro Nueva Novela!

Mensaje  FannyQ Mar Sep 14, 2010 3:39 pm

Capítulo 19
Myri permaneció sentada tras su mesa durante largo rato después de que Gloria se fuera, y tuvo que esperar a que el temblor remitiera antes de poder recuperar el aliento. Apenas podía creer lo que acababa de suceder, nadie podría imaginarse un encuentro así.
—Una pesadilla —murmuró—, esa mujer es una pesadilla.
Colocó los brazos en la mesa, y apoyó la cabeza sobre ellos. Se dijo que no pasaba nada, que había logrado mantener la compostura. Gloria podía gritar, amenazar y contar todas las mentiras que quisiera, pero ella se negaba a creérselas. Aquella vieja zorra no iba a crear problemas entre Vic y ella.
Él le había dejado claro desde el principio que sólo iba a trabajar cuatro meses en el restaurante. No era el mismo hombre que tres años atrás, ya no le ocultaba ningún secreto. Ella sabía la verdad sobre Lindsey, sobre Dani, y por qué había intentado mantenerla apartada del negocio familiar; además, después de la última visita de Gloria, sus motivos le parecían más nobles que nunca.
Sin embargo, él no le había comentado que el Daily Grind estuviera a punto de expandirse hacia el este.
—No —dijo, al levantarse—. No, no, no. No voy a permitir que Gloria se salga con la suya.
Vic no iba a irse de la ciudad, se lo habría dicho. Se habían hecho amigos, y además eran amantes. Sus vidas estaban entrelazadas como no lo habían estado desde que estuvieron casados, y ella era importante para él. Tenía que ser así, porque estaba locamente enamorada de él.
—No pasa nada —dijo en voz alta. Pero las palabras sonaron falsas, y fue incapaz de creerlas.
Enfadada consigo misma por dejar que Gloria la afectara así, sacó una agenda que tenía en el cajón inferior de la mesa y buscó el número de teléfono de la oficina principal del Daily Grind. Cuando contestó una recepcionista, le pidió que la pusiera en contacto con alguien que estuviese a cargo de la expansión corporativa.

Vic estaba sentado en su despacho del Daily Grind, reflexionando sobre su vida. Después de poner en la balanza los beneficios y las pérdidas, se había dado cuenta de que distaban mucho de estar compensados, y eso significaba que tenía que replantearse las cosas y organizar una nueva estrategia de juego.
Dani estaba furiosa con él y con toda razón, porque hacía mucho tiempo que tendría que haberle contado lo que pasaba. Debería haber sabido que era lo bastante fuerte como para saber la verdad, y que a pesar del inevitable dolor que sentiría, era mejor que lo supiera por alguien que la quería que por Gloria, cuyos retorcidos motivos nadie podía entender. Dani lo superaría, pero el hecho de que se hubiera enterado poco después de saber lo de Hugh lo empeoraba aún más.
Tendría que haberle hecho caso a Myri.
Sacudió la cabeza y se volvió hacia el ordenador, pero en vez de la pantalla, sólo vio el rostro sonriente de su ex mujer. Habían pasado tantas cosas en un periodo tan corto de tiempo, había habido tantos cambios… después del divorcio, había dado por sentado que ella estaba fuera de su vida para siempre. Se había resistido a aceptar el puesto en el Waterfront porque no quería tener que lidiar con Gloria, pero al final lo había convencido y gracias a eso Myri y él estaban…
¿Estaban qué?, ¿otra vez juntos? No se atrevía a ir tan lejos, pero eran importantes el uno para el otro. Otra vez había quedado cautivado por su sonrisa, su cerebro y su talento; era divertida, además de hermosa y valiente. Era una mujer fuerte, dispuesta a tener un hijo ella sola. Aquello sí que le había tomado por sorpresa, a pesar de que sabía cuánto deseaba tener hijos. Iba a ser una madre fantástica.
Vic se levantó, y fue hasta la ventana. Su lado del edificio daba hacia el lago Unión, y con la mirada perdida en el cielo nublado, se la imaginó cada vez más voluminosa, y dando a luz… sola.
No, no estaría sola. Naomi estaría a su lado, y también Dani. Y Reid. De repente, se preguntó si quería estar con ella en el momento del parto. ¿Quería estar junto a ella tomándola de la mano, diciéndole que respirara?
La pregunta lo dejó inmóvil. ¿Qué tipo de relación quería tener con Myri?
Lindsey apareció de inmediato en su mente, pero por una vez, no pensó en todo lo que se había perdido al renunciar a ella, sino en cómo había sido la vida de su hija. Pensó en lo mucho que la querían sus padres, en el hecho de que era el centro del mundo de aquella pareja. No les importaba lo más mínimo no haberla creado ellos.
En ese momento, se dio cuenta de que también podía ser así entre el bebé de Myri y él. Querer a un niño no era un asunto de biología, sino del corazón.
Diecisiete años atrás, había optado por la única opción que parecía sensata, y se dio cuenta de que había sido la elección correcta. Había permitido que la culpa y la rabia que sentía lo cegaran y no le permitieran ver la verdad, y se había castigado a sí mismo negándose a ser feliz.
Soltó un juramento al darse cuenta de que aquella ceguera le había costado su matrimonio.
¿Cuánto tiempo llevaba protegiendo su corazón para no resultar herido?, ¿toda su vida? A lo mejor desde la muerte de sus padres, quizás había sido cuando Gloria había empezado a controlar su mundo con sus retorcidas normas y sus crueles amenazas.
—Maldita sea —murmuró—, ve a terapia y sigue adelante con tu vida, colega.
Iba a seguir adelante, pero no iba a hacerlo solo. Amaba a Myri, y había aprendido lo suficiente para conseguir que esa vez las cosas funcionaran, si ella le daba una oportunidad. Era consciente de que no iba a ser nada fácil. Myri sabía que en el pasado no había querido tener hijos, hijos propios, así que ¿por qué iba a creer que estaba dispuesto a aceptar al hijo de otro hombre?
Se dijo con firmeza que iba a convencerla, que lograría que ella entendiera lo que albergaba su corazón. Le diría que por fin había aprendido lo que significaba amar a alguien. Amarla a ella.
Volvió hacia su mesa para apagar el ordenador, pero antes de que el proceso acabara, su asistente le llamó por el intercomunicador.
—Dime.
—Tiene visita, Myriam Jackson.
—Que entre —se apresuró a decir él, sorprendido.
Había esperado tener un poco de tiempo para planear lo que le iba a decir, pero quizás lo mejor sería decírselo ya. Cuanto antes empezara con su campaña para convencerla, antes podrían empezar su vida juntos.


Empezó a ir hacia ella cuando entró en el despacho, pero se detuvo en seco al ver el brillo de furia de sus ojos.
—Eres una serpiente —le dijo Myri, en una voz baja y cargada de tensión—. Una serpiente mentirosa, vil y rastrera. Creo que soy una persona razonable, y soy capaz de pasar por alto muchas cosas. Doy segundas oportunidades, pero tú eres repugnante.
Se acercó a ella y alargó las manos para tomarla por los hombros, pero ella retrocedió.
—No te atrevas a tocarme, no vuelvas a tocarme en tu vida.
Vic sintió que lo recorría una corriente helada de pánico.
—¿Qué demonios ha pasado?
—Te he defendido —dijo ella, echando chispas por los ojos—. No puedo creerlo, pero lo he hecho. Gloria ha venido a visitarme para uno de sus ataques emocionales y yo te he defendido, pero era verdad.
Abrió la boca para preguntarle de qué estaba hablando, pero de pronto lo entendió todo y soltó un gemido.
—Te largas de aquí —siguió diciendo ella—. En menos de un mes, harás las maletas y te irás de Seattle. Tengo entendido que todo el mundo está entusiasmado por la expansión de la empresa hacia el este, es una pena que no haya comprado acciones.
—Myri, no…
—Ni se te ocurra decirme que no es verdad, Vic. Ya he hablado con uno de tus empleados. El hombre ha sido muy amable, y me ha explicado todos vuestros jodidos planes —sus ojos se llenaron de lágrimas, pero se los secó con un gesto impaciente de la mano—. Te creí, confié en ti.
—Lo siento, tendría que habértelo dicho —le dijo él.
—Sí, claro, pero supongo que se te olvidó.
—¡Sí, se me olvidó! —exclamó —. ¿Te parece raro, con todos los problemas que he tenido últimamente? Te dije que sólo sería el gerente durante cuatro meses, no pensé que te interesara saber lo que planeaba hacer después. Cuando nos liamos, decidí decírtelo, pero no era una prioridad. No te lo oculté de forma deliberada, simplemente pasó sin más. Además, he estado hablando con mis socios, porque he cambiado de opinión y he pensado que quizás sería mejor que me quedara aquí.
—¿Que quizás sería mejor?, ¿eso es todo lo que tienes que decir? —gritó Myri—. A lo mejor no, pero a lo mejor sí. Dime, ¿cuándo crees que lo habrás decidido? —levantó una mano, y añadió—: Pensándolo mejor, olvídalo. Ya no me importa —cerró los ojos, y volvió a abrirlos tras varios segundos—. Soy una tonta.
Su voz estaba tan llena de tristeza, que Vic sintió una punzada de dolor al oírla.
—No lo eres —le dijo.
—¿Y tú qué sabes?, tú eres la razón. Tendría que haber aprendido la lección, la culpa es mía por dejar que volvieras a engatusarme.
¿Qué significaba eso? sabía que estaba muy enfadada con él, pero no pudo evitar sentir una chispa de esperanza.
—Myri…
—Ni lo pienses, ya no. Vic, yo te quería. Quizás había vuelto a enamorarme de ti, o quizás nunca había dejado de estarlo; ni lo sé, ni me importa. La verdad es que no has cambiado, sigues guardando secretos, jugando sobre seguro para asegurarte de que no puedes resultar herido. Sigues siendo incapaz de arriesgar el corazón, y no estoy interesada en un hombre así. No me interesa una persona en la que no puedo confiar.
—Pero me quieres.
—Lo superaré, y te olvidaré.
—Pero yo también te quiero, Myri.
Ella se lo quedó mirando durante un largo momento, y finalmente se volvió hacia la puerta.
—Esas palabras ya las he oído antes, y sé lo poco que valen.

—Si esto va a convertirse en algo habitual, tendremos que establecer algunas normas básicas —comentó Naomi, que estaba sentada junto a Myri en el sofá.
Myri se secó la cara con un pañuelo de papel, aunque no sabía para qué se molestaba. Por muy rápida que fuera al secarse las lágrimas, había una buena reserva para reemplazarlas.
—Un código para cuando nos llamemos por teléfono —añadió Naomi.
—Un horario para no derrumbarnos todas al mismo tiempo —dijo Dani, que estaba sentada al otro lado de Myri.
—Eso estaría… estaría bien —dijo Myri, mientras intentaba controlar los sollozos.
No era la primera vez que la herían, y aunque el culpable casi siempre había sido Vic, aquella vez parecía peor por alguna razón. A lo mejor era porque había creído que lo había entendido todo; había pensado que tenía la solución, pero se había dado cuenta de que se había equivocado con todo.
Sabía que tenía que esforzarse en superar lo ocurrido, a pesar del dolor de su corazón y de la sensación de que no podría volver a respirar sin querer echarse a gritar. Tenía que intentar controlar al menos la parte física de su reacción, porque los temblores, el llanto y la furia no podían ser buenos para el bebé.
—Son fantásticas, gracias por estar a mi lado —dijo, intentando centrar su atención en sus amigas.
—Bueno, no tengo trabajo, así que no tengo adónde ir —dijo Dani, con un suspiro.
—Tienes razón —Myri intentó sonreír.
—Trabajo para ti —le dijo Naomi—. Eres la jefa, y si me dices que salte, yo te pregunto hasta dónde.
—Tú también tienes razón.
—Así que no estamos aquí porque nos importes —comentó Dani.
—Eso me pondrá en mi lugar —dijo Myri, mientras se sorbía las lágrimas.
Dani y Naomi la abrazaron a la vez.
—Lo siento —le susurró Dani al oído—. No sabía que mi hermano era un tonto.
—Sí, y yo que casi le había perdonado por ser un capullo la otra vez —dijo Naomi—. Esto no voy a perdonárselo nunca.
—Se lo merece —dijo Myri, con un sollozo—. Dios, creo que no voy a poder superarlo. Ya sé que las heridas se curan y que el tiempo ayuda y todo ese rollo, pero en este momento no creo que pueda hacerlo.
—Estamos aquí —le dijo Naomi.
—Y aquí nos quedamos —añadió Dani.
—Es que pensé que esta vez era diferente —dijo Myri, mientras se secaba la cara con otro pañuelo—. Pensé que él era diferente, que le importaba. Me enamoré otra vez de él.
—Los hombres siempre acaban engatusándonos —dijo Dani, apoyada en su hombro—. Pero no pensé que Vic… —tras unos segundos, añadió—: Lo siento, estoy luchando contra el impulso de defenderlo. Me gustaría decirte que al ser el mayor fue el que lo tuvo peor, que tuvo que lidiar con Gloria y protegernos, pero no voy a hacerlo.
—No me importa —le dijo Myri—. Es enfermizo, ¿verdad? no me importaría escuchar cómo lo defiendes.
—Típico —murmuró Naomi—. Pero te perdono.
—Gracias —Myri respiró hondo, mientras intentaba empaparse del apoyo que le ofrecían sus amigas—. Pensé que había cambiado, que estaba dispuesto a dar una oportunidad a nuestra relación. He sido una estúpida.
—Querer a alguien no es estúpido. Puede doler un montón, pero nunca es estúpido —le dijo Naomi.
—Es verdad —dijo Dani—. Y lo digo a pesar de que soy la estúpida más grande del mundo. En fin, mi ex marido se acuesta con una de sus alumnas, así que si no soy estúpida, lo que soy es un mal cliché. Pero aún me queda esperanza, porque puedo reír y os tengo a vosotras.
—Me alegra que estemos juntas —dijo Myri, mientras las rodeaba con los brazos—. Tenéis razón, lo superaré. Mi vida está repleta de cosas… el restaurante, el bebé, mi familia… y además, como Vic se va de la ciudad, no tendré que preocuparme por encontrármelo. Eso sí que sería horrible —cuando sus ojos se llenaron de lágrimas, comentó—: Me parece que he empezado a gotear otra vez.
—Podría ser peor. No sé cómo, pero sería posible —dijo Naomi.
—Eres un verdadero rayo de sol —se rió Myri.
—Lo sé.
—Te voy a echar mucho de menos.
—¿De qué estás hablando?, no me voy a ninguna parte.
—Claro que sí —dijo Myri—. Te conozco desde hace mucho tiempo, y sé que nunca huyes de tus problemas. Siempre has vivido según tus propias reglas.
—Soy una especialista en salir corriendo, llevo huyendo ocho años.
—Ha llegado el momento de que vuelvas.
—Aún no lo he decidido —protestó Naomi.
—Sí que lo has hecho, no me habrías contado lo de tu hijo si no tuvieras medio pie fuera —Myri se volvió hacia Dani, y le preguntó—: ¿Sabes de qué estamos hablando?
—Sí, Naomi y yo hemos estado charlando.
—¿Sobre qué? —dijo Myriam, mirando de la una a la otra.
—Sobre nada —contestó Naomi con firmeza—. No voy a marcharme, me necesitas.
Aquello era cierto. No podía imaginarse pasando por todo aquello sin su amiga, pero no era justo que le pidiera que se sacrificara porque ella había sido lo bastante estúpida para dejar que un hombre le rompiera el corazón dos veces.
—Claro que vas a marcharte. Como tú misma has dicho, llevas huyendo ocho años, así que es hora de que te pongas en contacto con tu familia, y de que descubras lo que aún te queda de tu antigua vida.
—Es posible que aún estés casada —comentó Dani—. Eso sería bastante interesante, teniendo en cuenta lo que has estado haciendo.
—Sam no habrá esperado, no es su estilo. Seguro que a estas alturas ya estaremos divorciados —a pesar de sus palabras, el tono de su voz contenía un matiz de esperanza, como si quisiera creer en otras posibilidades.
—¿Lo ves?, tienes que ir —le dijo Myri con voz queda.
—No puedo dejarte ahora, con todo lo que está pasando y con el embarazo. ¿Y qué pasa con el restaurante?, me necesitas.
Dani miró a Myri, y le dijo:
—Yo podría ayudarte con el restaurante.
—Pero es el Waterfront —contestó atónita—. ¿Quieres volver a trabajar para tu abuela?
—No trabajaría para ella. Tu contrato te permite llevar a tu propio personal, ¿verdad?
—¡Hola!, ¡sigo aquí! —dijo Naomi—. No hace falta que tengáis esta conversación ahora mismo.
Myri la ignoró.
—Podía llevar a tres personas de mi elección, pero sólo elegí a Naomi y a Edouard porque todo el personal es muy bueno. Así que no habría ningún problema en que te incorporaras.
Myri se dio cuenta de que era una buena solución. Dani y ella no habían trabajado juntas nunca, pero se conocían bien y a la hermana de Vic no le importaba trabajar duro. Había sobrevivido en el Burger Heaven durante cinco años, era una mujer dura e inteligente.
—El puesto es tuyo si lo quieres —le dijo.
Naomi se levantó de golpe.
—¿Le estás dando mi puesto?, ¿así sin más? ¿Qué pasa con el bebé?, necesitarás ayuda conforme se acerque la fecha.
—Yo estaré aquí, podré ayudarla —dijo Dani.
—¿Lo ves?, ya no te quedan excusas —comentó Myri.
A lo mejor no era justo presionar tanto a su amiga, pero pensar en la vida de Naomi evitaba que se obsesionara con el desastre en el que se había convertido la suya. Aunque sabía que se sentiría muy sola cuando su amiga se fuera.
—Te echaré muchísimo de menos —le dijo, antes de levantarse y abrazarla con fuerza.
Naomi le devolvió el abrazo, y comentó:
—Sólo voy a estar fuera un par de semanas.
Sabía que era posible que su amiga se estuviera yendo para siempre. A lo mejor Naomi tenía la suerte de descubrir que tenía una vida al completo esperándola en Ohio.
—¿Es una reunión de chicas, o está abierta a todo el mundo? —les preguntó Reid.
—¿Qué haces aquí? —dijo Myri, al volverse hacia él.
—Vaya saludo —Reid se acercó a ella, y la abrazó—. Dani me ha llamado.
—Pensé que querrías que estuviera aquí, ¿he hecho bien?
Myri estaba ocupada llorando, así que sólo pudo asentir mientras Reid la rodeaba con los brazos. Era alto y fuerte, y ella sintió que podría pasar el resto de su vida apoyada en él.
—Llora y desahógate —le dijo él, mientras le acariciaba el pelo y la mecía suavemente—. Mi hermano es un malnacido mentiroso, y tiene los días contados.
—No puedes matarlo, ni siquiera por Myri —comentó Dani.
Myri levantó la cabeza, y se sorbió las lágrimas.
—No lo quiero muerto.
—Vale, entonces sólo le daré una lección. ¿Te parece bien?
—No, nada de peleas —contestó.
—Lo siento —le dijo Reid.
Aquello bastó para que volviera a perder el control. Apretó la cara contra su pecho, y gimió:
—Duele mucho, Reid. No me quiere y va a marcharse, y Naomi también se va, y aunque Dani va a ayudarme, nada va a ser igual.
—Yo estoy aquí, y te quiero —le dijo él.
—Ya lo sé. Me alegro —Myri levantó la cabeza para mirarlo—. ¿Por qué no me enamoré de ti?
Reid sonrió, y la besó en la mejilla.
—No hubiera sido una buena idea, cielo. No soy uno de los buenos, estarías mucho mejor con Vic o con Walker.
Aunque Myri no estaba de acuerdo con aquello, sabía que no importaba, porque Reid y ella sólo podían ser amigos; al parecer, su corazón había decidido que sólo podía amar a un hombre, a pesar de que él parecía predestinado a rompérselo una y otra vez.

Vic condujo sin rumbo hasta el anochecer, y entonces volvió a su casa. Quería ir a ver a Myri, pero sabía que primero tenía que pensar en lo que iba a decirle, porque presentarse en su casa sin más sólo empeoraría la situación.
Al doblar la esquina, se dijo que ella tenía razón en cuanto a él. Siempre la había tenido. En el pasado no le había importado, pero quería que en esa ocasión las cosas fueran diferentes. Quería ser diferente.
Al entrar en el camino de entrada, vio los coches de sus hermanos y miró hacia la puerta principal. Reid y Walker estaban en el porche, manteniendo una conversación que parecía bastante acalorada.
—¿Qué pasa? —preguntó, al salir de su coche y acercarse a ellos.
—Has hecho llorar a Myri —gruñó Reid, fulminándolo con la mirada—. Nadie hace llorar a Myri.
Vic se encogió de hombros. No le preocupaba lo más mínimo enfrentarse a Reid, porque aunque era tan corpulento como él y estaba en muy buena forma, él tenía mucha furia reprimida.
—¿Vas a ayudarle? —le preguntó a Walker.
—No, sólo he venido para asegurarme de que no se maten.
Vic sabía que pelearse no iba a cambiar nada, pero en ese momento le daba igual. Quería emprenderla a golpes con alguien, y si su hermano estaba dispuesto a ser el blanco de su furia, allá él.
Avanzó hasta el césped, y le indicó que se acercara con un gesto.
—Aquí estoy, hermanito.
Por un segundo, pensó que Reid no iba a reaccionar, pero de repente su hermano se lanzó hacia él. Sus cuerpos colisionaron con una fuerza que sacudió hasta el último hueso de su cuerpo, y ambos cayeron al suelo. Vic fue el primero en ponerse de pie, y estaba listo para defenderse cuando Reid le lanzó un derechazo.
Vic lo esquivó, conectó un sólido puñetazo en la barriga de su hermano que le reverberó hasta el codo, y retrocedió un paso cuando Reid le dio en la mandíbula. Después de varios golpes más por ambos lados, Vic empezó a replantearse su plan. No se había peleado desde los trece años, y se le había olvidado lo mucho que dolía.
Aun así, le gustaba la emoción descarnada que lo recorría, la necesidad de destruir algo que bloqueaba cualquier otro pensamiento. Consiguió conectar dos puñetazos seguidos, antes de que Reid le diera un derechazo que le recordó que su hermano había sido lanzador de béisbol y que su brazo era un rayo.
Walker se acercó tranquilamente, y se interpuso entre ellos.
—Ya basta —les dijo con calma—. Los dos se arrepentiran de esto por la mañana.
Vic hizo una mueca al tocarse la boca y notar la sangre y la hinchazón. La furia se había desvanecido, y lo único que sentía era un tremendo dolor y una sensación de pérdida tan grande, que estuvo a punto de desplomarse de rodillas.
Myri. Había estropeado las cosas con ella hasta tal punto, que no sabía cómo recobrarse.
—La he perdido —dijo, mientras se dejaba caer sobre la hierba—. La he perdido, ¿verdad?
Reid se dejó caer a su lado, y le dijo:
—Has metido la pata hasta el fondo, Naomi quiere tus pelotas en una bandeja.
—¿Qué es lo que quiere Myri? —le preguntó Vic, con voz ronca.
—Dejar de quererte.
Reid no le habría hecho más daño si le hubiera pegado un tiro.
—Tiene que quererme —susurró Vic. Ella era todo lo que tenía.
Walker se agachó frente a él, y le tocó un corte que tenía justo encima de la ceja.
—Vas a necesitar puntos —se volvió hacia Reid, y comentó—: Tus nudillos también están bastante mal, será mejor que entremos para que os cure.
Vic miró a Reid, y le dijo:
—Lo siento.
—No es conmigo con quien tienes que disculparte —le contestó su hermano.
—Ya lo sé, pero lo siento de todas formas.
Reid se encogió de hombros y se levantó; sin embargo, en vez de entrar en la casa, alargó una mano hacia Vic.
—Puede que seas un capullo —le dijo, mientras estiraba de él para ayudarlo a levantarse—, pero sigues siendo mi hermano.
Ambos se miraron durante unos segundos, y al darse cuenta de que su hermano ya lo había perdonado, Vic deseó que el problema con Myri pudiera solucionarse tan fácilmente.
Al dar un paso, tuvo que contener un gemido. Le sangraban el labio y el corte de la ceja, tenía todo el cuerpo dolorido, y se sentía como si tuviera unos ciento cincuenta años.
Antes de que llegara al porche, oyó que un coche se detenía delante de la casa, y se volvió hacia él con la esperanza de que Myri hubiera ido a verlo gracias a algún milagro; en ese momento, se habría sentido encantado si ella simplemente hubiera estado dispuesta a gritarle un poco más.
Pero no fue Myri quien salió del coche, sino Lindsey. A pesar de que estaba demasiado delgada y de que llevaba un pañuelo en la cabeza, era lo más hermoso que Vic había visto en toda su vida.
—¡Lindsey!, ¿qué haces aquí?
Ella se los quedó mirando, y preguntó indecisa:
—Eh… ¿es un mal momento?
—No.
—Pero estáis… —entrecerró los ojos, y añadió—: ¿Os habéis estado peleando?
—Sí, es que… mi hermano y yo teníamos que arreglar un asuntillo.
Los ojos de Lindsey se iluminaron.
—¿Tu hermano?, ¿los dos son tus hermanos?
—Sí. Él es Reid, y él Walker.
—Caramba, tengo tíos —dijo ella, maravillada.
Vic sintió que se le paraba el corazón.
—¿Qué has dicho?
Ella lo miró, y su sonrisa se volvió un poco temblorosa.
—He dicho que tengo tíos. Por eso estoy aquí, acabo de enterarme de que eres mi padre.

CONTINUARA..
FannyQ
FannyQ
VBB DIAMANTE
VBB DIAMANTE

Cantidad de envíos : 1511
Edad : 32
Localización : Monterrey,N.L.
Fecha de inscripción : 24/05/2008

Volver arriba Ir abajo

Delicioso Reencuentro Nueva Novela! - Página 2 Empty Re: Delicioso Reencuentro Nueva Novela!

Mensaje  FannyQ Mar Sep 14, 2010 3:41 pm

Capítulo 20
Walker empezó a colocar artículos de primeros auxilios encima de la mesa, bajo la atenta mirada de Lindsey. Vic hubiera querido tranquilizarla, pero estaba ocupado intentando detener la sangre que le caía por un lado de la cara.
—Normalmente no somos así —le dijo, deseando parecer menos inseguro—. Hacía unos diez o quince años que Reid y yo no nos peleábamos.
—¿Y por qué os habéis peleado ahora? —le preguntó Lindsey.
Reid miró primero a Vic, luego a la joven, y finalmente dijo:
—Es una larga historia.
—Eso es lo que dicen los adultos cuando no quieren contarte la verdad —dijo ella, con un suspiro.
—No hay derecho, ¿verdad? —comentó Reid.
Lindsey sonrió, y se volvió hacia Walker.
—¿Eres médico?
—Era marine, sé practicar los primeros auxilios.
—Qué emocionante, ¿has estado destinado en el extranjero?
Walker asintió sin levantar la mirada, y se hizo un silencio bastante incómodo, hasta que Vic comentó:
—También tienes una tía, nuestra hermana menor. Se llama Dani, por Danielle.
—Tenéis una familia grande —dijo Lindsey—. En casa sólo somos mis padres y yo. Vivimos… —se detuvo a media frase, y apretó los labios—. ¿Aún puedo llamarlos así?, ¿vas a enfadarte conmigo?
—No, claro que no voy a enfadarme. Tracy y Tom son tus padres.
—Sí —intervino Reid—, él sólo es un tipo que donó un poco de… —se volvió hacia Walker, que acababa de darle un golpe en el brazo, y le preguntó—: ¿Qué es lo que he dicho?
—Estás delante de una joven señorita, no con una de tus mujeres —le dijo su hermano.
—¿Tienes mujeres?, ¿un montón? —le preguntó Lindsey, muy intrigada—. ¿Quiere eso decir que tienes más de una novia al mismo tiempo?, eres… —abrió la boca de par en par, y exclamó—: ¡madre mía, eres Reid Buchanan! Eres un lanzador de béisbol.
—Lo era, ahora dirijo un bar —le dijo él, en tono cortante.
—Vale, pero eres famoso —se volvió hacia Vic, y le preguntó—: ¿Es tu hermano?
—Sí, y tío tuyo.
—¿Mi tío es Reid Buchanan?, ¡a mis amigos les va a dar algo cuando se lo diga!
Reid pareció más incómodo que entusiasmado, así que Vic decidió cambiar de tema.
—¿Cómo has descubierto quién soy?
—Mi madre me lo dijo. Estábamos hablando del trasplante, y de lo bien que había ido. Yo estaba muy sorprendida, porque pueden surgir problemas con la sangre de un donante sin parentesco, y cuando se lo comenté, puso una cara muy rara.
Walker le indicó a Vic que se sentara junto a la mesa. Cuando éste obedeció y se quitó el paño que apretaba contra la sien, otra vez empezó a caerle sangre por la cara.
—¿Estás seguro de que no hay que darte puntos? —le preguntó Lindsey.
—Eso es lo que estaba pensando yo —apostilló Walker.
—No hace falta, véndamelo. Sigue, Lindsey.
—Vale. Bueno, pues ella… eh… pues puso una cara muy rara, y de repente me lo soltó todo. Me dijo quién eras, y que siempre habías querido formar parte de mi vida pero que no querías presionarme, y que eras mi padre biológico y todo eso. Así que quise venir a verte.
—Por favor, dime que no entramos en la casa sin más y dejamos a tu madre en el coche —gimió Vic.
Lindsey se echó a reír.
—No, se ha ido a tomar un café. Quedamos en que la llamaría para que viniera a recogerme.
Cuando Walker le tocó la herida, Vic se esforzó por no reaccionar ante el dolor. Su hermano acabó de ponerle unas gasas, pero no pareció demasiado convencido.
—No van a aguantar.
Lindsey se acercó y frunció la nariz.
—Tiene razón, tienes que ir al hospital.
—Después —Vic la miró con una sonrisa, y le dijo—: Estoy muy contento de que hayas venido.
—Yo también. He pensado que… bueno, que podríamos ser amigos.
—Me encantaría.
Lindsey miró a Reid y a Walker, y comentó:
—Me gusta tener más familia, siempre lo he querido. ¿Alguno de vosotros está casado?
Walker soltó una carcajada, y contestó:
—Es imposible que Reid siente la cabeza con una mujer, yo he estado fuera del país, y en cuanto a Vic… vas a tener que preguntarle a él.
Lindsey se volvió hacia él con expresión expectante, pero Vic negó con la cabeza.
—Es otra larga historia —le dijo, consciente de que no había manera de explicarle lo de Myri.
—Qué lástima. Me gustaría tener primos, o incluso algún hermanastro. No me importaría hacer de niñera, al menos hasta que empiece a ir a la universidad. Después estaré muy ocupada.
Dejándose llevar por un impulso, Vic la tomó de la mano y le dijo:
—Gracias por venir a verme. Ya sé que eres mayor y que tienes tu vida, pero a lo mejor podríamos quedar para comer juntos algún día.
Lindsey bajó la cabeza, pero le apretó los dedos.
—Me gustaría. Si quieres, puedo darte mi número de móvil, para que podamos hablar y eso. Y mi dirección de correo electrónico —con una enorme sonrisa, añadió—: Me encanta el correo electrónico.
—A mí también.
Reid se quitó el paño que tenía contra el corte de la mandíbula para enseñarle la herida a Walker, y de inmediato empezó a caerle un reguero de sangre que le manchó la camisa.
—Se acabó —dijo Lindsey en tono firme—. Está claro que voy a tener que tomar el mando. Vosotros dos vais a ir ahora mismo a Urgencias, a que os den puntos. Acabo de soportar quimioterapia y un trasplante de médula ósea, así que supongo que dos fortachones como vosotros podrán sobrevivir a un par de puntos de sutura.

—¿En qué estabais pensando?, sois demasiado mayores para liaros a golpes —le dijo Dani a Vic, que estaba sentado junto a ella en la sala de Urgencias.
—No estábamos pensando, así es como empiezan la mayoría de las peleas. No se planean… aunque Reid y yo nos buscamos ésta.
—Pero sois unos adultos maduros, al menos tú. Y en el jardín de la entrada de tu casa.
—¿Cómo te has enterado de eso?
—Tuve una charla fascinante con tu hija antes de que tuviera que marcharse, mientras a ti te cosían las heridas —su expresión severa se suavizó—. Es una chica genial.
—Sí, ya lo sé —Vic aún no podía creerse que supiera quién era, y que quisiera ser su amiga.
—Y la primera impresión que tiene de su padre es verlo peleándose. Tendría que pegarte yo también.
—No, por favor, me duele.
—Me alegro. Espero que Reid también esté sufriendo, a lo mejor así aprenderéis la lección. ¿Por qué os habéis peleado?
—Porque Myri ha estado llorando por mi culpa.
—Y que lo digas —dijo ella, en tono seco.
—No necesito que tú también te pongas contra mí, me siento fatal.
Dani le dio un puñetazo en el hombro; afortunadamente, era una de las pocas zonas que no le dolían.
—¿Por qué no le dijiste que ibas a mudarte al este?, ¿qué clase de descerebrado tiene una relación con una mujer y no le menciona algo así?
—Al principio creí que no importaba, y después se me olvidó por completo. En las últimas semanas, he estado pensando que a lo mejor no me iré.
—¿A lo mejor? —Dani le dio otro puñetazo.
—No me iré —rectificó él, frotándose el brazo—. Ya sé que tendría que habérselo dicho, no fue mi intención herirla.
—Lástima, si lo hubieras hecho a propósito, estarías contento de haber logrado tu objetivo. En este momento, ella tiene el corazón roto y tú eres un idiota.
—Vaya, muchas gracias.
—Vic, lo digo en serio. Esto no es propio de ti, nunca juegas con los sentimientos de los demás ni eres mezquino.
Vic pasó de sentirse como un gusano a sentirse como si ser un gusano fuera algo a lo que sólo podía aspirar.
—¿Qué quieres que te diga? —le preguntó a su hermana.
—¿A mí? Nada, yo no soy el problema.
Vic sabía que aquello era cierto, pero Myri se había enfadado tanto… y debía admitir que no le faltaba razón.

—Tendría que habérselo dicho —murmuró—. Tendría que haberlo dejado claro.
—No todo el mundo recibe una segunda oportunidad —le dijo Dani.
—Ya lo sé. Perdí a Myri una vez, pero no pienso volver a perderla —no podía, ella era demasiado importante para él.
Tres meses atrás, había estado deseando irse de Seattle para probar algo nuevo, pero en ese momento…
—¿Cómo está? —le preguntó a Dani—. Se ha alterado bastante, y con el embarazo…
—¿Alterada?, ¿crees que sólo estaba alterada?
Vic soltó un juramento, y se le formó un nudo en las entrañas.
—Tendría que haber dejado que Reid me machacara.
—Así te habrías sentido mejor, pero hay alguien más importante de quien debes preocuparte.
—¿Hasta dónde he metido la pata?
—Hasta el fondo, pero Myri es una mujer razonable. Y además, tienes la suerte de que en este momento es especialmente vulnerable. Naomi se va.
—¿Adónde?
—A Ohio, pero eso ahora no importa. ¿Qué vas a hacer?
Arrastrarse y suplicar, esperar que se le ocurrieran las palabras adecuadas, y si no era así, acampar delante de su casa hasta que ella admitiera que tenían que estar juntos. Al levantarse, todos los músculos de su cuerpo protestaron.
—Soy demasiado viejo para todo esto. Diles a Reid y a Walker que he ido a ver a Myri.
—Estará allí durante toda la noche —le dijo Dani, tras comprobar su reloj.
—Perfecto. No la avises de que voy a ir. Tengo que hacer otra parada antes, y no sé cuánto voy a tardar.
—¿No vas a ir directamente a verla? —le preguntó su hermana en tono de desaprobación.
—No, y no me regañes. Sé lo que estoy haciendo.
—Sí, eso está claro. Todos tendríamos que dejar que manejaras nuestras vidas, lo estás haciendo genial con la tuya.
—Yo también te quiero —le dijo Vic, antes de darle un beso en la mejilla.

Vic llegó media hora después al despacho de Gloria, y su abuela se levantó de un salto al verlo.
—¿Qué te ha pasado? Dios mío, tienes puntos de sutura y un ojo morado… ¿tienes el labio roto?
—Eso no importa, no he venido por eso.
—De acuerdo —Gloria volvió a sentarse en su silla—. Entonces, ¿qué haces aquí? Y no es que no esté encantada de ver a mi nieto mayor, claro.
Vic se asombró al verla sonreír. Gloria se comportaba como si no hubiera pasado nada, como si no hubiera intentado destruir a Myri y cualquier posibilidad que él pudiera tener con ella.
—Te has pasado de la raya —le dijo, mientras se esforzaba por mantener la calma. Aunque Gloria era un verdadero demonio, seguía siendo una mujer y además vieja; tenía que respetar eso, aunque no la respetara a ella.
—No sé de qué estás hablando —contestó Gloria.
—No me vengas con ésas. Sabes perfectamente bien lo que pasa, así que no te hagas la tonta.
—Victor, no voy a permitir que me hables así.
Vic se inclinó hacia delante, y apoyó las manos en la mesa.
—Me importa una mierda lo que tú permitas o dejes de permitir. Has tenido más oportunidades de las que te merecías, y estoy harto de ti. Has ido demasiado lejos, Gloria. No voy a permitir que nadie le haga daño a Myri.
—¿Todo esto es por esa mujer? Recuerdo muy bien que te abandonó, Victor, aunque tú parezcas haberlo olvidado.
—Todo esto es porque voy a proteger a mis seres queridos. No quiero saber nada más de ti —Vic se incorporó.
—¿Qué quieres decir? —le preguntó ella, atónita—. No puedes darme la espalda. Soy tu abuela, tu familia.
—Aunque tengamos un vínculo de sangre, tú no formas parte de mi familia. Eres incapaz. Sólo eres un vampiro emocional, que toma y toma sin dar nada. Siempre tienes que controlarlo todo —Vic sacudió la cabeza, y añadió—: Ya no somos niños, y no puedes obligarnos a obedecerte. Te has entrometido, y según lo estipulado en mi contrato, tengo derecho a dejar el Waterfront.
Gloria se levantó de la silla.
—No puedes irte, el restaurante te necesita.
Como de costumbre, el negocio era lo primero para ella.
—Al restaurante no va a pasarle nada sin mí. Randy tomará las riendas, y aún sigues teniendo a Myri de chef. Pero no le aprietes demasiado las tuercas, porque a ella también le puse una cláusula de escape en su contrato. Si empiezas a inmiscuirte en los asuntos del restaurante, puede marcharse y además llevarse todas sus recetas. Supongo que no te haría ninguna gracia.
—¿Cómo te atreves?
—Me atrevo porque no me dejas otra alternativa. Deseaba quererte, Gloria, pero haces que resulte imposible. Quieres controlarnos, pero no estamos dispuestos a permitírtelo. Has alejado a tus nietos de ti uno a uno hasta que sólo te quedaba Dani, pero te negaste a aceptarla y ahora la has perdido a ella también.
—No puedes irte —insistió Gloria—. Ésta es tu herencia, es quien eres.
—Yo no soy una empresa, nunca lo he sido —se la quedó mirando durante un largo momento, y finalmente añadió—: Pensé que te odiaría, pero no es así. Sólo siento lástima por ti —Vic se volvió, y fue hacia la puerta.
—Conseguiré que vuelvas —le dijo ella—. Conseguiré que volváis todos.
—Ni lo sueñes —Vic se fue de allí sin mirar atrás.

Myri estaba hecha un ovillo en el sofá, mientras deseaba poder guardar todo su dolor en una caja. Así no tendría que enfrentarse a él en ese momento, y podría volver a sacarlo al cabo de unas semanas o de unos meses para sentirlo por un tiempo, y después volver a guardarlo hasta que recuperara las fuerzas de nuevo.
Por desgracia, eso era imposible, así que lo único que podía hacer era soportar el dolor que la llenaba y esperar a que se suavizara lo bastante para poder funcionar otra vez.
Tenía todo el cuerpo dolorido, como si le hubiera pasado un coche por encima; le dolían incluso los huesos. Cada vez que creía que se le habían acabado las lágrimas, empezaban a caerle de nuevo por las mejillas. Se preguntó si acabaría quedándose sin fluidos corporales, y Dani se encontraría su cuerpo plano y reseco en el suelo al llegar a casa.
Soltó un sonido que era mitad carcajada y mitad sollozo, y se preguntó si se estaba acercando al lado oscuro.
Al oír que llamaban a la puerta, se preguntó quién podía ser. Lo más probable era que se tratara de Reid o de Walker, porque Dani tenía llave y Naomi se había ido.
—Porque yo insistí —se recordó en voz alta.
Hacer que su amiga se quedara en Seattle para verla sufrir le había parecido egoísta e injusto, así que había instado a Naomi a que se pusiera rumbo a Ohio, y le había hecho prometer que la llamaría al llegar allí.
Al abrir la puerta, se quedó boquiabierta al ver a Vic, aunque no era el mismo hombre al que había visto aquella misma tarde. Tenía un ojo morado, un vendaje junto a la sien y un labio roto.
—¿Qué te ha pasado? —le preguntó, incrédula.
—Nada importante —Vic entró en la casa, y cerró la puerta tras de sí—. Myri, lo siento. No puedo expresar con palabras lo mucho que lo siento. Nunca tuve intención de herirte ni de ocultarte lo del traslado, simplemente no pensé en ello. Con todo lo que estaba pasando, no me pareció importante.
Myri empezó a hablar, a decirle que era muy importante, pero él le puso un dedo sobre los labios y añadió:
—Por favor, escúchame. Sé que la información en sí era importante, pero nunca pensé realmente en marcharme, ni me lié contigo creyendo que iba a largarme a las primeras de cambio… la verdad es que no pensé demasiado. De repente te tenía cerca, y eras tan increíble que caí rendido a tus pies, pero entonces Lindsey sufrió la recaída, y además de ella estabais el restaurante y tú. Admito que fui un idiota y un desconsiderado, pero nunca, jamás te oculté deliberadamente la información para engañarte.
Parte de ella creía que le estaba diciendo la verdad, pero Vic le había hecho tanto daño, que ya no estaba segura de que nada de todo aquello tuviera alguna importancia.
—Vale, gracias por decírmelo —le dijo con voz queda.
Vic se acercó más a ella, y le acarició la barbilla.
—Aún no he acabado, me queda mucho por decirte. Tenías razón al afirmar que yo nunca arriesgaba el corazón. Nunca me atreví a abrirme completamente, porque entonces me arriesgaba a perderlo todo, y no podía soportarlo. Quería a Lindsey y me sentía culpable, y aunque quería que nuestro matrimonio funcionara, no me entregué al cien por cien y te fallé una y otra vez. Manteniéndome apartado, y con lo del bebé.
Vic tragó con dificultad, y siguió diciendo:
—Myri, te prometo que nunca me alegré de que perdieras el bebé. Me dolió, pero me daba miedo admitirlo porque pensaba que significaría que no quería a Lindsey lo suficiente. Tenías razón, te dejé marchar. Tendría que haber ido tras de ti, tendría que haberte suplicado.
—El boletín informativo no cambia nada —le dijo Myri. No iba a permitir que volviera a engatusarla después de romperle el corazón dos veces, aunque agradecía que hubiera admitido por fin que se había equivocado al dejar que se fuera.
—Lo entiendo —le dijo él—. Entiendo que te quiero, y que también quiero a Lindsey, y a tu bebé, y a mis hermanos, y a Dani. No tengo por qué querer sólo a una persona, no tengo que elegir. Quiero amar con cada fibra de mi ser —le tomó una mano, y se negó a soltarla cuando ella intentó apartarse—. Myri, sé que podemos tener una relación fantástica, y que tú también lo sabes. Nos complementamos a la perfección. Siempre pensé que las mejores familias nacían y que yo no había sido demasiado afortunado en ese aspecto, pero me equivocaba. Las familias también pueden crearse de forma consciente, porque lo importante no son los vínculos sanguíneos, sino los del corazón. Quiero construir una familia contigo.
—¿Qué quieres decir? —le preguntó ella, con el aliento contenido.
—Que te amo, y que quiero que formemos una familia juntos. Tú, yo, el bebé, Lindsey, mis hermanos, y Dani. Todos nosotros —se encogió de hombros, y añadió—: Gloria no.
—Bien. No sería demasiado bien recibida en mi mundo en este momento.
—Por favor, dame una oportunidad —le dijo él con suavidad, mirándola a los ojos—. Estoy dispuesto a esforzarme para demostrar que soy sincero, estoy dispuesto a pagar por mis errores. Haré lo que haga falta para que te convenzas de que te quiero y de que no voy a irme a ninguna parte —le besó los dedos, y sonrió—. Aunque debes saber que he dimitido del puesto en el restaurante; tú también puedes hacerlo, porque incluí una cláusula de escape en tu contrato.
Era demasiada información de golpe, y Myri sintió que la habitación empezaba a dar vueltas.

—Tengo que sentarme —dijo.
Cuando Vic se apresuró a llevarla al sofá, ella empezó a respirar hondo y de forma pausada, mientras intentaba aclararse la cabeza. Era increíble, no podía creer que Vic le estuviera diciendo todo aquello. ¿La amaba?
Antes de que pudiera pedirle que le clarificara lo que había querido decir, él plantó una rodilla en el suelo. Así sin más, en medio de su sala de estar.
—Myriam, eres la luz más brillante de mi vida. Te quiero y te necesito con una desesperación que no puede expresarse con palabras. Dame otra oportunidad, cásate conmigo.
Myri se quedó con la boca abierta.
—No espero que me contestes ahora mismo —añadió él—. Sospecho que antes querrás que me arrastre un poco, pero estoy dispuesto a hacerlo. No me da miedo demostrarte que soy sincero; de hecho, estoy deseándolo. Quiero que sepas sin ninguna duda lo mucho que significas para mí.
Myri no supo qué decir.
—Puedo seguir diciéndolo —le dijo él, con una sonrisa—. Te quiero. ¿Te acuerdas de que cuando estábamos casados te quejabas de que no te lo decía casi nunca? Era porque me estaba reprimiendo, porque tenía miedo de abrirme a ti, pero eso se acabó. Nunca más voy a contener mis sentimientos, eres mi mundo entero y te quiero.
El dolor se desvaneció como si nunca hubiera existido. Myri pudo ver en sus ojos hasta su alma, y su brillante resplandor estuvo a punto de cegarla.
—Di que sí —le rogó él—. Cásate conmigo y tengamos hijos, sabes que estamos hechos el uno para el otro.
Myriam sintió que sus ojos se llenaban de lágrimas, pero esa vez no estaban causadas por la soledad, sino porque había encontrado lo que ansiaba su corazón.
—Seguiré queriendo abrir mi propio restaurante —le dijo.
—Y lo harás, eres una gran chef. Pero eres más que eso, eres la mujer a la que amo.
Myri se lanzó a sus brazos, y dejó que las lágrimas rebosaran y cayeran por sus mejillas.
—Sí —susurró—. Siempre sí. Nunca dejé de amarte.
—Eres lo mejor que me ha pasado en toda mi vida —le dijo él, mientras la abrazaba con fuerza.
Myri se sorbió las lágrimas, y se incorporó.
—Lo mismo digo.
Vic le acarició las mejillas húmedas, y le preguntó:
—¿Lloras por las hormonas?
—Sí, y porque soy feliz.
—Bien. Entonces, ¿quieres casarte conmigo?
Myri soltó una carcajada, y contestó:
—Sí, quiero.

Fin.


Tan tan aqui esta historia!....Esto es una serie yo se que algunas ya la leyeron o estan en eso...si quieren que la traiga pues me dicen y aqui la publicoo!
Saludos FannyQ
FannyQ
FannyQ
VBB DIAMANTE
VBB DIAMANTE

Cantidad de envíos : 1511
Edad : 32
Localización : Monterrey,N.L.
Fecha de inscripción : 24/05/2008

Volver arriba Ir abajo

Delicioso Reencuentro Nueva Novela! - Página 2 Empty Re: Delicioso Reencuentro Nueva Novela!

Mensaje  mariateressina Miér Sep 15, 2010 11:13 am

muchas graxias x la novela esta muy bonita y ojala puedas taer la serie


Delicioso Reencuentro Nueva Novela! - Página 2 455262 Delicioso Reencuentro Nueva Novela! - Página 2 455262 Delicioso Reencuentro Nueva Novela! - Página 2 455262 Delicioso Reencuentro Nueva Novela! - Página 2 455262 Delicioso Reencuentro Nueva Novela! - Página 2 455262
mariateressina
mariateressina
VBB PLATINO
VBB PLATINO

Cantidad de envíos : 897
Localización : Campeche, Camp.
Fecha de inscripción : 28/11/2009

Volver arriba Ir abajo

Delicioso Reencuentro Nueva Novela! - Página 2 Empty Re: Delicioso Reencuentro Nueva Novela!

Mensaje  Dianitha Miér Sep 15, 2010 1:09 pm

miil graciias x la noveliita niiña me encanto Delicioso Reencuentro Nueva Novela! - Página 2 146353 Delicioso Reencuentro Nueva Novela! - Página 2 146353 Delicioso Reencuentro Nueva Novela! - Página 2 146353 Delicioso Reencuentro Nueva Novela! - Página 2 146353
Dianitha
Dianitha
VBB PLATINO
VBB PLATINO

Cantidad de envíos : 1477
Localización : chihuahua
Fecha de inscripción : 22/07/2009

Volver arriba Ir abajo

Delicioso Reencuentro Nueva Novela! - Página 2 Empty Re: Delicioso Reencuentro Nueva Novela!

Mensaje  alma.fra Jue Sep 16, 2010 12:02 am

Esta novela estuvo muy padre, gracias por traerla.
alma.fra
alma.fra
VBB DIAMANTE
VBB DIAMANTE

Cantidad de envíos : 2190
Fecha de inscripción : 25/06/2008

Volver arriba Ir abajo

Delicioso Reencuentro Nueva Novela! - Página 2 Empty Re: Delicioso Reencuentro Nueva Novela!

Mensaje  myrithalis Jue Sep 16, 2010 10:42 pm

Gracias por la novela y si trae mas queremos mas Saludos Atte: Iliana
myrithalis
myrithalis
VBB PLATINO
VBB PLATINO

Cantidad de envíos : 1132
Edad : 42
Localización : Monterrey, Nuevo Leon
Fecha de inscripción : 09/11/2008

Volver arriba Ir abajo

Delicioso Reencuentro Nueva Novela! - Página 2 Empty Re: Delicioso Reencuentro Nueva Novela!

Mensaje  mats310863 Jue Sep 23, 2010 10:52 pm

QUE BUENA IDEA DE TRAE ESTA SERIE PARA ACA, ESTA MUY BUENA, SALUDOS

mats310863
VBB PLATINO
VBB PLATINO

Cantidad de envíos : 983
Fecha de inscripción : 01/06/2008

Volver arriba Ir abajo

Delicioso Reencuentro Nueva Novela! - Página 2 Empty Re: Delicioso Reencuentro Nueva Novela!

Mensaje  myrithalis Sáb Sep 25, 2010 2:13 am

Si niña trae la serie estria padre Saludos Atte: Iliana
myrithalis
myrithalis
VBB PLATINO
VBB PLATINO

Cantidad de envíos : 1132
Edad : 42
Localización : Monterrey, Nuevo Leon
Fecha de inscripción : 09/11/2008

Volver arriba Ir abajo

Delicioso Reencuentro Nueva Novela! - Página 2 Empty Re: Delicioso Reencuentro Nueva Novela!

Mensaje  Contenido patrocinado


Contenido patrocinado


Volver arriba Ir abajo

Página 2 de 3. Precedente  1, 2, 3  Siguiente

Volver arriba

- Temas similares

 
Permisos de este foro:
No puedes responder a temas en este foro.