Vicco y la Viccobebe
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Novio por una noche

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Jenny
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Mensaje  Jenny Lun Jun 09, 2008 7:05 pm

Hola Chikas esta es una novela k habia publicado anteriormente jijiji es una adaptacion, esper k les guste!!!
Besos
Jenny


NOVIO POR UNA NOCHE

Myriam necesitaba un novio. Un hombre atractivo, simpático y de éxito dispuesto a hacerse pasar por su prometido solo por una noche, con el fin de que su entrometida familia dejara de interferir en su vida.
Y encontró uno en un bar.
Victor Garcia. La clase de ejecutivo que su familia quería para ella, que no suponía ningún peligro para su independencia. Pero ese adorable novio temporal empezó a convertirse en algo muy permanente en su vida.....

Cap 1

¿QUERRIA ser mi novio?

Victor Garcia se quedo mirando a la mujer que le había hecho esa pregunta. Con los cristales que le colgaban del cuello, los pendientes largos y el vestido estampado de flores se la veía fuera de lugar en aquella cervecería de moda de San Francisco. A sus grandes ojos miel y la cara en forma de corazón no les faltaban atractivo dentro de un estilo casi infantil. No iba maquillada. No era la clase de novia que esperaba encontrar algún día.

No la conocía, ni siquiera sabía su nombre. Se le había acercado, le había dicho hola y le había hecho esa pregunta. Una pregunta que apenas había oído debido al ruido de fondo del establecimiento. No sabía si esa mujer había hablado en serio o si él se había tomado una copa de más. Sólo recordaba haber pedido una, la que contenía el vaso frío que tenía en la mano.

-Perdone, ¿qué ha dicho?

Tras un suspiro, ella se apartó un mechón del rojizo y ondulado cabello que le caía por los hombros.

-¿Que si querría ser mi novio? Naturalmente, sólo por esta noche.

Lo había dicho como si fuera la cosa más natural y lógica del mundo. Al menos, Victor sabía que no era la cerveza, esta vez estaba seguro de haber oído perfectamente.

Victor tragó otro sorbo de su bebida y sintió cómo el frío líquido le bajaba por la garganta. Después de un duro día de trabajo en la oficina, lo único que quería era una cerveza y luego ir a casa a descansar.

¡Qué demonios! La mujer ni siquiera se había presentado, podía ser una ladrona y él su víctima. A pesar de no llevar carmín, sus labios eran lo suficientemente sensuales para seducir a cualquiera.

Victor dejó la cerveza en la barra.

-¿Para qué necesita un novio esta noche?
-Es una historia muy complicada -ella extendió el brazo, le subió la manga de la americana y vio la hora que era en su Rolex-. No tengo tiempo para explicárselo.
-Está pidiendo mucho sin dar una explicación de nada.

La mujer alzó los ojos al techo.

-Me he metido en un lío con mi familia. Sólo es una cena, nada más. Mi padre invita, así que no le costará ni un céntimo.

Victor vaciló. La mujer era suficientemente atractiva para no tener problemas en conseguirse un verdadero novio.

-Bueno, ¿está dispuesto a ser mi novio por esta noche o no? Siento mostrarme impaciente; pero si dice que no, tendré que buscarme a otro.

Ella miró a su alrededor -al parecer, buscando con los ojos a su próxima presa.

Victor no sabía por qué estaba siquiera considerando aceptar la proposición. La mujer había aparecido como por arte de magia, y él no podía contener cierta curiosidad. La urgencia y la expresión de preocupación de sus ojos indicaban sinceridad, pero Victor nunca corría riesgos. La espontaneidad no formaba parte de su plan de vida.

Si respondía con una negativa, ella no tendría ningún problema en pedirle a cualquier otro hombre que fuera su novio por aquella noche. Victor dudaba que fuera una ladrona, tenía aspecto de niña inocente y vulnerable. Tal y como estaba el mundo, podía acabar en las garras de cualquier desalmado.

Con él al menos estaría a salvo.

-Se trata de algo importante para usted, ¿verdad?
-Sí.

Una cena gratis y una mujer atractiva. Parecía demasiado fácil. Victor pensó en Marimar Vega, que trabajaba en el despacho contiguo al suyo. Esa mujer sí era su tipo. Esa misma tarde había visto al novio de Marymar al ir a recogerla al trabajo. Victor había pasado tres años queriendo invitarla a salir con él, pero las largas horas de trabajo se lo habían impedido. Ahora, Marimar tenía novio y él estaba tomándose una cerveza solo. ¿Por qué no? Quizá lo que necesitara fuera eso, un poco de aventura en su vida. .
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Mensaje  Jenny Lun Jun 09, 2008 7:05 pm

-De acuerdo

Ella le echó los brazos encima y le dio un beso en la mejilla.

-Gracias. Muchas gracias.

Su espontaneidad le sorprendió. Victor notó las miradas de envidia que otros hombres le lanzaron. Quizá aquello no fuera tan mala idea.

Agarrándole de un brazo, la mujer tiró de él.

-Venga, vámonos o llegaremos tarde.
-Un momento, aún tengo que pagar la cerveza.

Antes de que Victor pudiera sacar la cartera, ella abrió su cartera, un objeto multicolor de tela, y sacó un Victor Billete de cinco dólares.

-¿Es suficiente con esto?
-Sí.

¿Una mujer invitándole? También eso era la primera vez que le pasaba.

Ella dejó el Victor Billete en la barra.

-¿Algo más?
-No.
-Entonces, vamos.

Soplaba una fresca brisa en la bahía de San Francisco. A la derecha de donde se encontraban, las luces del puente de la bahía brillaban contra el cielo del atardecer. El agradable tiempo otoñal era muy refrescante después de un día de trabajo en un rascacielos.

-¿Tiene coche? -preguntó ella.
-Aquí no.

La mujer se frotó las sienes.

-Bueno, tendremos que tomar un taxi.
-¿Adónde vamos a...?
-Se lo explicaré todo dentro de un momento -la mujer paró un taxi-. A Stars, por favor.

Stars, pensó Victor. Iba a cenar bien esa noche, el restaurante era uno de los mejores de la ciudad.

Cuando el taxi se puso en marcha, ella lanzó una carcajada.

Victor se la quedó mirando un momento. La incontenible alegría de esa mujer y su energía le cautivaron. Nunca había conocido a nadie remotamente parecido.

Ella se humedeció los labios.

-Aún no sé su nombre.
-Victor Garcia.
-Victor Garcia -repitió ella- Me gusta. Bueno, Victor, será mejor que nos tuteemos. Al fin y al cabo, somos novios.

El taxista tosió, pero Victor lo ignoró.

-¿Te importaría decirme tu nombre?
-Myriam

Un nombre muy serio para una persona tan alegre. Myriam se ajustaba mucho más a su personalidad.

-¿Myriam qué?
-Montemayor. Myriam Montemayor -Myriam lanzó un suspiro-. Myriam no puedo creer que lo haya encontrado y que hayas dicho que sí.
-¿Para qué necesitas un novio?

Ella vaciló, sus doradas cejas se arquearon.

-Tengo que saber los detalles, si no...
-Tienes razón -Myriam hizo una pausa-, te diré lo que ha pasado. Nos conocimos hace tres semanas, nos enamoramos locamente y nos hemos prometido. Mis padres han decidido conocer al hombre que me ha robado el corazón, por eso me han llamado esta mañana para decirme que venían desde Carmel ha invitarnos a cenar esta noche.
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Mensaje  Jenny Lun Jun 09, 2008 7:05 pm

-¿Están jubilados tus padres?
-Eso es lo que mi madre cree, pero mi padre tiene su propio negocio y no está dispuesto a jubilarse del todo.
-¿Qué le ha pasado a tu verdadero novio?
-¿Qué verdadero novio?
-¿No es verdad eso que les has dicho a tus padres, que tienes novio?
-No, me lo he inventado -respondió Myriam.

¿Sería una mentirosa compulsiva?

-¿Le has dicho a tu familia que tenías novio sin tenerlo?

Ella asintió.

-¿Por qué?

Myriam se encogió de hombros.

-Me pareció una buena idea en su momento. A veces... soy un poco impulsiva -sonrió como una niña traviesa compartiendo un secreto.

Victor lanzó una carcajada.

-Jamás se me habría pasado por la cabeza.
-Victor, quiero darte las gracias -sus ojos brillaron de agradecimiento-. Sabía que eras un buen hombre, tienes un aura maravillosa.

¿Aura? Victor no conocía a gente que utilizara esos términos al hablar. ¿Pertenecía a la Nueva Era? Desde luego, llevaba mucho cristal y lo de buscar novio en el último momento tampoco era normal. No obstante, dado que había accedido a seguirle el juego, ¿quién era él para juzgarla? Además, era demasiado tarde para echarse atrás. Al día siguiente, en la oficina, recordaría el incidente y se reiría.

Una sonrisa iluminó el hermoso rostro de Myriam.

-No sé qué habría hecho si hubieras dicho que no.
-Bueno, eso ya no debe preocuparte -respondió Victor haciendo un esfuerzo por no quedarse mirándola fijamente; sobre todo, teniendo en cuenta cómo el vestido le ensalzaba los llenos pechos.

La noche empezaba a parecerle prometedora. En la vida había más cosas que números y negocios. Y él no era diferente a otros hombres, también necesitaba un poco de descanso y diversión.

-Hablo en serio, me has salvado la vida. Eres el caballero que me ha rescatado.
-A su servicio, mi señora. Nosotros, los Garcia, hemos nacido para complacer -no sabía si era la luna llena o el perfume de esa mujer, pero algo había hecho que se le contagiara ese espíritu despreocupado y aventurero-. Cambiando de tema, ¿hay alguna otra cosa de la que debiera estar enterado?
-Bueno, supongo que deberías saber algunas cosas sobre mí -ella se mordió los labios pensativa-. Veamos... mi color preferido el morado. Me encantan las flores y los helados de caramelo. No soy vegetariana porque, de vez en cuando, me gusta comer una hamburguesa. La gente que se niega a comer vaca, pero come pollo, me parece hipócrita. Me encanta leer. Sólo utilizo sábanas que son cien por cien algodón y duermo desnuda.

Perplejo, Victor se la quedó mirando. Helados de caramelo y dormía desnuda. Le subió la temperatura.

-¿Y tú?

Victor no podía pensar, necesitaba tranquilizarse.

-A mí también me gustan los helados.
-¿Y qué más?

Victor se la quedó mirando a los ojos y se sintió hipnotizado.

-¿No te gusta ningún deporte?
-El fútbol americano.
-¿Cuál es tu color preferido?

El color de los ojos de ella era como un cielo de verano sin nubes.

-El azul.

Myriam le dio una palmada en la mano.

-No te preocupes, lo haremos sobre la marcha.

¿Qué le pasaba? Se sentía casi mareado. Quizá necesitara comer algo.

El taxi se detuvo delante del restaurante y Myriam le dio al taxista un Victor (Papá ete de diez dólares; luego, salió del vehículo.

-¿Listo?

¿Por qué no? Victor se aclaró la garganta.

-Sí, claro.

Myriam le apartó un mechón de cabello que le caía por la frente y le enderezó la corbata. Luego, le tomó la mano.

-No olvides que estamos locamente enamorados.

¿Locamente enamorados? Quizá sólo estuvieran locos.

Myriam tiró de él hasta el interior del restaurante, aunque le resultó difícil disimular su nerviosismo. No era una buena actriz; pero si conseguía salir airosa de la situación aquella noche, se merecería un Óscar.

Buscó a su familia con los ojos, pero no estaban delante de la barra de caoba del restaurante; aunque sí vio la imagen de Victor en el espejo.

Aquella noche la suerte estaba de su parte. Victor era perfecto, justo el novio que había esperado encontrar. Su traje italiano era de cachemira, y hecho a medida. Incluso llevaba un Rolex.

Lo único que le hacía falta era un corte de pelo diferente. No obstante, le gustaba ese cabello negro rebelde, le daba cierto carácter a su aspecto típicamente americano.

Sus exigentes padres no podrían ponerle pegas a Victor Garcia. Pronto mostrarían su aprobación y dejarían de interferir en su vida privada. Después de esa noche, se acabarían los interminables consejos y no volverían a hacer de casamenteros. Y ella volvería a vivir su vida tranquilamente.

Sonrió encantada consigo misma. Había encontrado al novio perfecto. Su hermana Verónica también se pondría celosa, un extra. A Myriam no le importaba lo que pudiera pensar Miguel, su cuñado, siempre y cuando no hiciera pública su opinión. No quería volver a oír nada que Miguel Wainwright pudiera decirle, sería una mujer mucho más feliz si pudiera no volver a verlo en su vida.

Una camarera, una atractiva pelirroja, les llevó a su mesa. Otros camareros iban y venían con humeantes platos de comida y botellas de vino. Olía a ajo y a albahaca. Myriam no había comido nada en todo el día y estaba muerta de hambre.

-Aquí está su familia -dijo la camarera-. Espero que disfrute su cena, señora Montemayor.
-Gracias -Myriam contempló a su familia sentada alrededor de la mesa.

Parecía una familia salida de una revista o de una telenovela. Había intentado integrarse, pero no podía. Quizá algún día la aceptaran como era, pero...

Su madre, Refugio Montemayor, llevaba un vestido negro tejido de St.John. Hasta la última hebra de su cabello rubio platino estaba en su sitio, y sus pendientes de brillantes relucían para ser admirados. Era una mujer muy hermosa que parecía más cerca de los cuarenta años que de los sesenta, los que tenía. Refugio iba al gimnasio todos los días para mantenerse en forma. ¿Qué haría si alguna de sus dos hijas le diera un nieto? Myriam no podía imaginarla dejándole a nadie llamarla abuela.

-¿No te dije que sí iba a venir? -dijo Refugio-. Y mira, el novio existe.

Myriam parpadeó. Iba a demostrarles a sus padres que podía encontrar un hombre sin ayuda y sin intromisiones de nadie.

-Perdonad el retraso, pero es que, como estábamos dándonos un revolcón en el taxi, le he pedido al conductor que diera un par de vueltas más antes de dejarnos.

Su madre se sonrojó.

-Myriam, por favor.
-No le hagas caso, Refugio -dijo el venerable Antonio Montemayor a su esposa. Sus rubios cabellos se habían vuelto grises y estaría mejor con diez kilos menos; no obstante, seguía siendo un hombre atractivo de brillantes ojos azules y alegre sonrisa-. Al menos, éste parece normal... a no ser que tenga tatuajes debajo del traje.

Myriam se agachó y besó la bronceada mejilla de su padre. Quizá fuese la oveja negra de la familia, pero era la niña mimada de su padre.
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Mensaje  Jenny Lun Jun 09, 2008 7:06 pm

-Debajo del traje no tiene nada, a excepción de un cuerpo de muerte, papá.
-Myriam, por favor -dijo su hermana, Vero, imitando la frase preferida de su madre-. ¿Es que no tienes ninguna clase?

¿Clase? ¿Vero hablaba de clase?

-No, te la quedaste tú cuando repartieron el ADN.

Su hermana melliza, Vero, era veinte minutos mayor que ella, dos centímetros y medio más alta y siete kilos más delgada. Se había teñido el cabello de negro azabache y se lo había recogido en la nuca con un moño. Llevaba un vestido negro de diseño, pero el estilo sofisticado no le sentaba bien. Las dos mellizas no podían ser más diferentes. Lo único que habían compartido era la fecha de nacimiento... hasta que apareció Miguel Wainwright.

Miguel. En ese momento, Miguel casi daba pena. El sudor le bañaba la frente y se notaba lo incómodo que se sentía. Un corte de pelo profesional y anodino había sustituido a la melena de cabello rubio, ese cabello que, tiempo atrás, tanto había atraído a Myriam por conferirle un aspecto indómito del que ahora carecía por completo.

En una ocasión en el pasado, cometió el error de decide a Miguel que le recordaba a Brad Pitt en una de sus primeras película, y Miguel utilizó la información para crear una versión actual de Tristán. ¿Quién podía culparla de haberse enamorado de él?

Pero Myriam llegó a descubrir que esas noches pasadas en una moto contemplando las estrellas no eran más que teatro. Miguel quería éxito profesional, y ella fue el instrumento del que se valió para conseguirlo, hasta que conoció a Vero. Al mirar atrás, Myriam se dio cuenta de que había sido lo mejor; sólo le quedaba esperar que Miguel pudiera hacer feliz a su hermana.

-¿Vas a presentarnos a tu novio, cielo? -preguntó Antonio.

Victor. Se le había olvidado que estaba allí para presentar a su novio a su familia. Al pegarse contra él, le sintió ponerse tenso.

-Victor, ésta es mi familia. Familia, éste es Victor Garcia, el hombre de mi vida.

Después de las presentaciones, Myriam y Victor se sentaron a la mesa. Durante varios incómodos minutos, nadie dijo nada. Myriam comió una rodaja de pan antes de que le rugieran los intestinos. Bebió un vaso de agua para refrescarse la garganta. El camarero llegó, tomó nota del menú y se marchó. Volvieron a guardar silencio. Tenía que pensar en algo que decir..

-Señora Montemayor, Señor Montemayor, quiero darles las gracias por habernos invitado a cenar -la sincera voz de Victor sorprendió a Myriam.

Antonio alzó su copa de vino y asintió.

-Es un placer, Victor -contestó Refugio sonriendo-. Y, por favor, llámanos por nuestros nombres de pila y tutéanos. Los que son el señor y la señora Montemayor son los padres de mi marido.

Victor sonrió, una sonrisa que le llegó a los ojos.

Hasta ese momento, Myriam no se había dado verdadera cuenta de lo extraordinariamente guapo que era ese hombre.

-Mi madre dice lo mismo, Refugio -Victor pronunció el nombre con énfasis- Myriam y yo hemos estado tan absortos el uno con el otro que... En fin, me alegro mucho de conocerles.
-Nosotros también estamos encantados -declaró Antonio sin quitarle los ojos de encima a Victor-. Debo admitir que, cuando Myriam nos dijo que estabais prometidos, nos sorprendió mucho la noticia. Al fin y al cabo, Vero y Miguel acaban de volver de su viaje de luna de miel.
-¿Qué tal la luna de miel? -preguntó Myriam, intentando cambiar de tema, no quería que Victor se enterase de los detalles de su pasado con Miguel.
-Maravillosa -respondió Miguel-. Ha sido todo lo que soñaba que fuera.
-¿Dónde habéis estado? -preguntó Victor.
-En el Mediterráneo. Hemos estado tres semanas de crucero -contestó Vero, anticipándose a su esposo-. Hemos parado en tantos sitios que ya ni sabemos dónde. Ha sido muy divertido, pero también agotador.

Miguel arqueó una ceja.

-¿Habéis decidido ya dónde vais a pasar la luna de miel?

Myriam tuvo que contenerse para no tirarle una miga de pan a la cabeza y fingió una sonrisa.

-Victor es el que se va a encargar de preparar la luna de miel.

Sin vacilación, Victor describió la idea que tenía de la luna de miel: dos semanas de relajación completa en una isla tropical de fina y blanca arena, aguas azules cristalinas, suave brisa y ninguna interferencia.

Myriam imaginó a Victor en la playa, saltando olas, poniéndose crema en el cuerpo, haciendo...

Miguel hizo una mueca.

-No puedo imaginarme a Myriam sentada en una playa sin hacer nada durante dos horas, mucho menos durante dos semanas.
-No tenemos pensado pasar el tiempo sentados -respondió Victor antes de guiñar un ojo; después, se llevó a la boca un trozo de pan.

A Myriam le ardieron las mejillas. Podía ser muy fácil enamorarse de Victor Garcia

Una pena que no fuera su tipo. Aunque, por supuesto, no le interesaba ningún tipo.

-Bueno, ya está bien de lunas de miel -Antonio se enderezó en su asiento.

Sin duda, no le gustaba la idea de que sus hijas, casadas o no, se acostaran con nadie.

-¿Por qué no hablamos de la boda? -sugirió Refugio-. ¿Ya habéis decidido el día?
-No -dijo Myriam-. Aún no sabemos si queremos una boda tradicional o no.
-No me sorprende -murmuró Vero-. Ya he notado que ni siquiera tienes anillo todavía.
-Es porque el anillo que Myriam va a llevar es el de mi abuela, y aún no he tenido tiempo de ir en avión a casa de mis padres a recogerlo -contestó Victor.
-El anillo de tu abuela -Refugio junto las manos-. ¡Oh, qué maravilla, una tradición familiar!

Victor sonrió a Myriam.

Miguel miró la piedra que Victor llevaba en un dedo.

-Estupendo. Victor ya tiene el anillo y Myriam ya tiene el vestido de novia.

Myriam cerró las manos en dos puños. Notó la tensión entre su hermana y Miguel.

-No puede ponerse ese vestido, Miguel -dijo Vero con desacostumbrada consideración- Lo compró para... ti.
-Pero no se lo ha puesto -contestó Miguel-. Sería un desperdicio colgarlo en un armario durante el resto de la vida.

Myriam se puso tensa. Miguel le puso un brazo sobre los hombros y la atrajo hacia sí, acariciándole el cuello con el aliento.

-¿Te encuentras bien? -le preguntó en un susurro.

Ella asintió. Al menos, a alguien le importaban, o parecían importarle, sus sentimientos.

-He vendido el vestido.
-Esta vez -Refigio levantó su vaso de vino-, quiero acompañarte a comprarlo.
-Por supuesto, mamá -jamás llegaría ese día.
-Hay tiempo de sobra para hablar de la boda dijo Antonio-. Lo único que sé es que mi niña es feliz y eso me hace feliz a mí también.
-Es mi obligación hacerla feliz -Victor le acarició la mejilla con las yemas de los dedos.

Myriam sintió un calambre por la espalda.

-Y cumples muy bien con tus obligaciones.

Tenía que tener cuidado si no quería enamorarse de él.

-Victor ¿en qué trabajas? -preguntó Vero

«Vaya, ya empieza el interrogatorio», pensó Myriam. Iba a ser interesante. Myriam supuso que Victor era abogado, tenía aspecto de excesivamente bien pagado abogado.

-Vamos, cielo, diles en qué trabajas.

Victor se aclaró la garganta.

-Inversiones de capital.
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Mensaje  Jenny Lun Jun 09, 2008 7:06 pm

No! ¡No en inversiones de capital! Myriam apretó los dientes para evitar que se le abriera la boca.

Antonio sonrió de oreja a oreja. Era el rey de la profesión.

-Ya decía yo que tu rostro me resultaba familiar, Victor. ¿Para quién trabajas, para Sand Hill? No, trabajas en Scorpio Partners, ¿verdad? Sí, ya me acuerdo, tú manejaste el negocio de MagicSoft.

Victor asintió.

-Impresionante -declaró Antonio, y no era un hombre dado a los halagos-. Cielo, ¿por qué no me habíais dicho que tu novio era de la profesión?

Myriam no supo qué contestar. Victor parecía un abogado, se suponía que era abogado.

¿Cómo, podía haber sido tan estúpida? ¿Por qué no le había preguntado en qué trabajaba? Antonio Montemayor Group era una de las compañías de más prestigio de Silicon Valley. Cualquiera que no llevara mucho tiempo en la profesión daría cualquier cosa por aprender del gran maestro, Antonio Montemayor. Myriam con la hija del jefe era una de las mejores opciones, cosa que Miguel Wainwright había comprendido a la primera.

-Verás, papá...
-Queríamos decírtelo personalmente -dijo Victor-. No quería que pudieras pensar que quiero casarme con tu hija por... motivos pocos honorables.

Antonio miró a Miguel y luego a Victor.

-¿Quiere eso decir que no te interesa entrar en mi grupo?

Myriam se quedó mirando a Victor sin saber si le iba a gustar la respuesta. Miguel mintió después de que ella le hiciera esa misma pregunta.

-Yo no diría que no, pero mi principal interés es Myri.

¿Myri? No le llamaban Myri desde que iba al colegio, desde que exigió que la llamaran Myriam.

Victor continuó:

-Casarse requiere tiempo y esfuerzo, un nuevo trabajo añadiría presión. Quiero ser un buen prometido y un buen esposo, así que no me veo cambiando de trabajo en el futuro próximo.

Myriam sonrió realmente emocionada. Siempre había esperado encontrar a un hombre que dijera esas palabras, que pensara en ella antes que en sí mismo. Vcitor había contestado bien a la pregunta, incluso parecía sincero. Quizá no todos los hombres fueran como Miguel, quizá hubiera más como Victor.

Era el perfecto prometido para esa noche y estaba segura de que sería un gran marido. Un gran marido para otra, pensó Myriam con cierto pesar.

-Myriam, has encontrado un buen hombre. Es perfecto -Refugio se tocó los ojos con un pañuelo-. Dios mío, me ha llevado horas maquillarme y voy a estropearlo todo en un momento.
-Refugio, tú no necesitas maquillaje para estar preciosa -dijo Antonio.
-Espero que seáis muy felices -dijo Refugio a Victor y a su hija.
-Refugio, me has leído el pensamiento -Antonio levantó su copsa-. Brindemos por Victor y por Myri, que tengan toda la felicidad del mundo.

Oh, no, su padre la había llamado Myri después de haber pasado años tratando de convencerles de que la llamaran Myriam. Por supuesto, más tarde se dio cuenta de que era más Myri que Myriam, pero...

-¿Papá?
-¿Sí, Myri?

La felicidad que vio en sus ojos la hizo titubear. Le había hecho feliz por primera vez en años, y su madre parecía igualmente complacida. Myriam sintió un nudo en la garganta, no podía estropearlo ahora.

-Gracias.
-Bueno, Myriam -dijo Vero en tono meloso-, ¿sabías que estamos buscando casa? Desgraciadamente no hay muchas propiedades en venta en Palo Alto.
-Lo supongo.
-¿Y tú sigues viviendo en ese... piso tan peculiar de la calle Veinticuatro?

No, gracias a Vero y a Miguel. Ellos eran el motivo de que se hubiera mudado de casa.

-No, vivo a un par de manzanas de ahí.
-Deberías comprarte algo, no tiene sentido pagar un alquiler.
-Es como tirar el dinero por el retrete -Myriam sonrió al ponerle broche a la frase de su hermana.

El resto de la velada continuó en sorprendente buen tono. Unos postres deliciosos siguieron a la exquisita cena. Myriam consiguió mostrarse correcta con Vero y Miguel, quienes le devolvieron la cortesía. Victor continuó ganándose a sus padres. Todo estaba saliendo según lo había planeado, a excepción de que su padre continuara llamándola Myri, pero eso ya lo arreglaría en otro momento.

Al salir del restaurante con sus padres, Victor casi no podía creer lo fácil que había sido todo.

-Estoy encantada de haberos visto -dijo después de darle un beso a su madre.
-Yo también lo he pasado muy bien, cariño. Me gusta mucho tu novio -le susurró Refugio.
-Gracias, mamá.

Myriam abrazó a su padre.

-Gracias por la cena, papá, estaba deliciosa.
-Me alegro de que hayas venido -Antonio la soltó y le ofreció la mano a Victor-. Y también me alegro mucho de haberte conocido.

Victor le estrechó la mano.
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Mensaje  Jenny Lun Jun 09, 2008 7:07 pm

-Ha sido un placer.
-Me gustaría que nos conociéramos mejor –dijo Antonio con cierto tono de pesar.
-Papá, se está haciendo tarde -Vero dio un pi¬sotón en el suelo-. Vamos, tú y mamá tenéis aún una buena tirada hasta casa.
-No te preocupes por nosotros, vamos a pasar la noche en la ciudad -respondió Antonio-. Oye, Victor, se me acaba de ocurrir una idea. ¿Te gusta el golf?
-Sí, pero soy un principiante.
-Yo también.


Antonio contuvo una carcajada. Su padre estaba muy lejos de ser un principiante.

-¿Por qué no venís tú y Myriam a pasar el fin de semana con nosotros en Carmel? Tú y yo podríamos jugar al golf y las mujeres podrían hacer los planes de la boda.

-Bueno... -Victor se pasó una mano por la cabeza-. ¿Tú qué dices, cielo?
-Bueno, yo...
-Arreglado, no se hable más -declaró Antonio antes de que Myriam pudiera rechazar la invitación. Luego, le puso algo en la mano a Victor.
-Papá...

Antonio besó la mejilla de su hija.

-Hasta el viernes, chicos.

Tras esas palabras, los padres de Myriam dieron la vuelta a la esquina y desaparecieron. Vero y Miguel les siguieron. Myriam se quedó mirando al suelo sin poder creer lo que había pasado.

-Todo estaba saliendo tan bien... No sé por qué no lo he visto venir. Quería que les gustases, pero no tanto -volviéndose de cara a Victor, frunció el ceño-. ¿Cómo vamos a salir de ésta?
Cap 2


-No lo sé.
-¿Qué te ha dado mi padre? Victor -le enseñó un Victor Billete de veinte dólares.
-No te vas a creer para qué me ha dicho que es el dinero
Myriam se quedó mirando el dinero que Victor tenía en la mano.
-No puedo creer que mi padre te haya dado dinero para la gasolina.
-Yo tampoco -dijo Victor con expresión de incredulidad-. Tengo treinta años y jamás nadie me ha dado dinero para la gasolina, ni siquiera mi padre.
-Bueno, no tiene importancia. Mi padre lo ha hecho toda su vida; ya ni me molesto en discutir con él, no sirve de nada.
-No necesito el dinero de tu padre -declaró Victor con el ceño fruncido, enfadado- Puede que no sea el dueño de una empresa, pero tengo un buen trabajo.
-No lo ha hecho por ti, sino por mí -le explicó Myriam al darse cuenta de que Victor se sentía verdaderamente ofendido-. Está cuidando de su niña.
-Lo siento, pero eso no impide que me sienta ofendido -contestó Victor-. Sé cuidar de mí mismo.
-Eso ya lo sé, y también lo sabe mi padre -Myriam se arrepintió de no haber agarrado una chaqueta al salir de casa; como de costumbre, la temperatura en San Francisco había descendido mucho por la noche-. Alégrate de haberle gustado a mi padre.
Victor se quitó la chaqueta del traje y se la echó a Myriam por los hombros.
-¿Le he gustado?
-Naturalmente, para pesar de mi cuñado -Myriam se echó a reír-. ¿No has notado cómo te miraba Miguel-. Debe aterrorizarle la idea de que vayas a hacerle la competencia delante de mi padre.

Victor apretó los dientes.

-¿Te parece divertido, Myriam?
-Sí, claro que me lo parece. Vamos, Victor, tranquilízate, sólo son veinte dólares. Mi padre no lo ha hecho por ofenderte, así que deja de tomártelo como un insulto. Considéralo un pago por los servicios prestados, paga el taxi con ese dinero. A mí ya se me ocurrirá una excusa para lo del fin de semana; es mi problema, no el tuyo.
-No estoy de acuerdo contigo -Victor le plantó los veinte dólares en la palma de la mano-. No es el dinero para la gasolina lo que me preocupa, Myri. Y te equivocas en que es tu problema, también lo es mío.
-¿Por qué?
-Tu padre es Antonio Montemayor y, al margen de que trabaje o no en su empresa, tengo que tener en cuenta mi camera y mi reputación. Antonio es un hombre muy influyente en el mundo de las inversiones de capital y, aunque dudo de que intentase hacerme daño para vengarse de mí, tú eres su hija... como bien has dicho antes. ¿Cómo se atrevía un perfecto desconocido a criticar a su padre?
-Mi padre jamás destrozaría tu carrera, es un hombre de honor.
-Un hombre de honor que adora a su hija, Myriam -dijo Victor con voz suave-. La verdad es que, cuando lo vi, estuve a punto de dar media vuelta y marcharme de allí a toda prisa.
-Gracias por no haberlo hecho -Myriam se mordió el labio inferior mientras trataba de no perder una visión objetiva de la situación.
-¿Es que no lo entiendes, Myriam? No puedo dejarte plantada así, de repente, como si no hubieras sido más que una aventura de una noche, sin ofender a tu padre. Aún no soy socio en la empresa en la que trabajo, y me estoy ganando a pulso casa ascenso, cada paso que doy adelante. Si tu padre quisiera, podría convertirse en un gran obstáculo en mi carrera profesional.
-¿Qué sugieres que hagamos? -preguntó Myriam, sin estar segura de querer oír la respuesta.
-Podríamos seguir prometidos un poco más de tiempo -respondió Victor.
-¿Te has vuelto loco? -gritó ella, y unos transeúntes se detuvieron para preguntarle si le pasaba algo y si necesitaba ayuda.
-Hasta esta noche habría contestado con una negativa -dijo Victor con una media sonrisa- ¿Estás saliendo con alguien?
-¿Qué tiene eso que ver con...?
-Contesta a la pregunta, Myri.
-No.
-Yo tampoco -dijo victor-. Así que, como no tenemos que contar con nadie más, no veo que no podamos hacerlo.
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Mensaje  Jenny Lun Jun 09, 2008 7:07 pm

La situación se estaba complicando, aunque Myriam reconoció que era culpa suya. No obstante, eso no significaba que tuviera que permitir que continuara el engaño. No, tenía que poner fin a aquello.

-Una vez que tus padres tengan tiempo de notar lo diferentes que somos, comprenderán que rompamos las relaciones.

Aunque Myriam no creía que su padre pudiera hacer daño a Victor profesionalmente, comprendía la preocupación de éste.

-¿Con qué frecuencia ves a tus padres? -preguntó Victor.
-No los veo mucho.
-En ese caso, no podrán saber si seguimos juntos o no, lo único que tenemos que hacer es pasar este fin de semana con ellos y ya está.

El fin de semana.

-Bueno, que dices, ¿aceptas ser mi novia este fin de semana o no?

Myriam había querido un novio por una noche, eso era todo. Le gustaba la clase de vida que llevaba, sin complicaciones.

-Está bien, pero con una condición.
-Lo que tú quieras.
-Que no tengamos que acabar casándonos -dijo ella medio en broma medio en serio-. Lo que quiero decir es que no perdamos la perspectiva y tengamos muy claras las cosas, ¿vale? Ya he tenido un novio más interesado en casarse con mi padre que conmigo.
-No te preocupes, no hay ningún riesgo de que eso ocurra -Victor rió-. No quiero casarme con Antonio.

Myriam lanzó un suspiro.

-No me refería a eso.
-Lo sé -Victor sonrió-. Te prometo que no te causaré problemas.
-Gracias.
-Además Myri, te imaginas a ti y a mi casa dos

Después de aquella noche de aventuras, Victor soñó con helados y con Myriam. Se despertó tarde, no le dio tiempo a tomar el autobús a su tiempo y llegó a la oficina con un retraso de una hora. Su jefe, Mick, se tropezó con él en la puerta.

-¿Estuviste de juerga anoche, Victor?
-Yo...
-No te preocupes, no pasa nada -dijo Mick con una sonrisa depredadora-. Pásate por mi oficina, ¿te parece?

¿Qué había hecho? Victor no creía que Mick le llamara a la oficina por haber llegado a trabajar una hora tarde. Algo ocurría, pero ¿qué?
Mientras Victor seguía a su jefe al despacho de éste, notó la comprensiva sonrisa que le lanzaba una joven investigadora. Mick era un hombre justo que exigía y recompensaba el trabajo bien hecho. Tenía un carácter fuerte y casi nunca llamaba a los empleados a su despacho, a menos que fuera para lanzarles una reprimenda.
Dentro del despacho, Victor miró a su alrededor. De la pared colgaba una foto de la imponente esposa de Mick y otra de su BMW azul. A los treinta y siete años, Mick lo tenía todo. Y lo quería todo. Si Victor se ajustaba a su plan, también lo tendría todo.

-Siéntate

Victor se sentó en un sillón negro de cuero. Mick apartó unas revistas del Wall Street Journal y se sentó en el borde del escritorio.

-¿Nada nuevo que quieras contarme?
-Sí. Creo que para el viernes habremos cerrado el trato con Micro Psi
-Excelente. ¿Algo más?
-Esta mañana he tenido una interesante llamada telefónica -interrumpió Mick-. Era Antonio Montemayor.
-¡Maldición!
-Quería hablar de ti -dijo Mick como fingiendo no darle importancia.
-¡Maldición!
-Ha hecho unas preguntas muy interesantes -Mick le atravesó con la mirada.
¿Qué iba a hacer ahora?
-Sé franco conmigo, Victor -dijo Mick en tono serio-. ¿Qué es lo que pasa?

«Que anoche conocí a una mujer, accedí a hacerme pasar por su novio y resultó que su padre era Antonio Montemayor». Mick no lo comprendería. En tres años que llevaba trabajando para él, Victor había aprendido una cosa respecto a su jefe, que Mick jamás se arriesgaba a nada.

-Nada.

Mick respiró profundamente y soltó el aire despacio.

-Sé que en natural que la gente quiera progresar, pero creía que estabas contento aquí.
-Me dijiste que estabas listo para enfrentarte a más responsabilidades y, por lo tanto, a ganar más dinero. Siento no haber respondido antes. ¿Qué te parece si te subo el sueldo en un veinte por ciento?

Veinte por ciento. Con ese dinero podría pagar un tejado nuevo en casa de sus padres y devolver parte del préstamo con el que se había pagado los estudios.

-No me parece mal.
-Antonio es un gran profesional, pero este grupo es excelente también, y tú eres una pieza clave del equipo -declaró Mick-. Mencioné una posible participación en el negocio cuando te contraté, ¿sigue interesándote?

¡Participación en el negocio, acciones! Estaba dispuesto a vender el alma por acciones de la empresa.

-Sí, me interesa.
-Por supuesto, antes tengo que hablar con los otros socios. Es todo un proceso, como ya sabes.
-Sí, por supuesto. Mick, me gustaría hacerte una pregunta.
-Pregunta.
-¿Me estás ofreciendo esto porque Antonio Montemayor te ha llamado o porque me lo merezco?
-Una pregunta excelente -Mick sonrió traviesamente-. ¿Qué crees tú?

Durante los tres años que llevaba trabajando allí, Victor había hecho tratos sólidos y le había hecho ganar muchos beneficios a Mick.

-Porque me lo merezco.
-Sí, te lo mereces, Victor -dijo Mick con convicción-. Digamos que Antonio me ha dado el empujón que necesitaba para ponerme en movimiento.
-Gracias, Mick.

Mick se incorporo y sonrió.

-Tú quédate conmigo, te prometo que no te arrepentirás.

Victor se levantó del sillón, casi sin poder creer lo bien que estaba saliendo su plan.

-Está bien, lo pensaré.

Mick le dio una palmada en la espalda.

-Sé que te va a resultar difícil decide que no a Antonio, es duro de pelar.
-Me las arreglaré.

En ese momento, Victor se creía capaz de enfrentarse a cualquier cosa, incluso hasta de volar. Por fin, sus sueños se estaban convirtiendo en realidad.

-No me cabe duda de que lo harás -Mick abrió la puerta de su despacho-. Quizá a Antonio le interese hacer tratos con nosotros, tantéale. Ninguno de nuestros socios ha sido capaz de conseguirlo.
-Bueno, nunca se sabe.
-Me gusta tu actitud -la sonrisa de Mick se agrandó-. Que tengas un buen día, Victor.
-Gracias.

Victor se encaminó a su escritorio y se sentó en su sillón de long. Un bien merecido aumento de sueldo y acciones de la empresa al alcance de la mano. Estaba logrando lo que se había propuesto al terminar los estudios, pero... ¿Cuánto le habría costado lo que acababa de conseguir ese día sin la llamada telefónica de Antonio? ¿Sin haber accedido a hacerse pasar por el novio de Myriam la noche anterior? Myriam. La encantadora mujer que no era su tipo. Prefería mujeres más clásicas: ropa de diseño, joyas discretas a impecable maquillaje. Myriam Montemayor había creado su propio estilo y no tenía nada de clásico.
Victor no pudo evitar sonreír. Para ser una perfecta desconocida le había causado una profunda impresión. También le había dado otra cosa, un fin de semana con Antonio Montemayor. ¿A cuántos profesionales en su situación se les presentaba la oportunidad de estar con Antonio Montemayor?
A Victor le dieron ganas de llamarla para darle las gracias.
Victor descolgó el auricular del teléfono, sacó una tarjeta de la cartera y marcó un número.

-¿Sí? ?respondió ella con voz ronca.
-Hola, soy Victor.
-¿Victor? ¿Qué Victor?
-Victor Garcia, tu prometido.
-Oh, ese Victor. Perdona, aún estoy en la cama y no muy despejada.

¿En la cama? Victor recordó la conversación que habían tenido en el taxi la noche anterior, Myriam dormía desnuda entre sábanas de algodón. Su suave piel, su aroma... ¿En qué estaba pensando?

-Perdóname por llamar tan temprano.
-No te preocupes, no tiene importancia. ¿Te pasa algo? -preguntó ella con voz Myriam, preocupada.
-No, no me pasa nada. Pero... ¿Myri?
-Myriam. Continúa.

Para él siempre sería Myri.

-Antonio ha llamado a mi jefe hace un rato.
-¿Para qué? -ella pareció alarmarse-. ¿Qué quería?
-Nada importante. Le ha hecho a Mick, mi jefe, unas preguntas.
-¿Qué preguntas?
-Mick no me lo ha dicho, pero me ha aumentado el sueldo y me ha hablado de la posibilidad de hacerme accionista de la empresa.
-Estoy segura de que mi padre no ha tenido nada que ver con eso. Estoy segura de que eres un buen profesional y que te lo mereces.

A Victor le hizo gracia la justificación de ella.

-Es cierto que me lo merezco, pero tu padre le ha recordado a Mick que tengo otras opciones. Así que... quiero darte las gracias por ello. Nuestro supuesto noviazgo ha sido muy beneficioso para mí.

Y podía seguir siéndolo. ¿Quién sabía lo que podía ocurrir después de pasar un fin de semana con Antonio Montemayor?
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Mensaje  Jenny Lun Jun 09, 2008 7:07 pm

-¿No estás enfadado?

Victor agarró un bolígrafo.

-No
-Como lo del dinero de la gasolina te ofendió...
-Esto es diferente. Quizá debiera estar enfadado, pero no lo estoy, estoy muy contento.
-Te mereces estar contento, Victor -dijo ella-. Tienes que salir por ahí a celebrarlo.

¿Celebrarlo? Si se iba de juerga con sus amigos, a la mañana siguiente estaría con resaca. ¿Y qué amigos? La mayoría de ellos estaban ya casados y con hijos. Pero se merecía celebrarlo. A lo mejor a Myri le apetecía acompañarle.

-¿Quieres celebrarlo conmigo?
-¿Cuándo?
-Esta noche.

Silencio.

¿A qué se debía ese silencio? Victor jugueteó con el bolígrafo que tenía en la mano.

-¿Tienes planes para esta noche?
-No.

Si no insistía, ella le diría que no.

-Myri, vamos a pasar este fin de semana entero juntos fingiendo que somos novios. Tendríamos que conocernos un poco mejor para evitar cometer errores. Quiero que el fin de semana salga bien, ¿tú no?

Victor sonrió para sí mismo, su razonamiento había sido impecable. Casi había logrado convencerse a sí mismo de que no estaba imaginando a Myriam desnuda entre las sábanas.

-Sí -respondió ella por fin-. Estoy libre a partir de las ocho.
-¿Dónde vives? -preguntó Victor, reprimiendo el deseo de preguntarle qué iba a hacer hasta las ocho.
-En Noe Valley.
-¿Quieres que vaya allí yo?
-Ya que eres tú el que va a hacer el sacrificio de pasar un fin de semana en casa de mis padres, ¿no quieres que vaya yo a tu zona?
-Me parece justo -Victor ignoró la desilusión que sintió, quería ver dónde vivía Myriam, quería saber más cosas sobre ella.
-Está bien, a las nueve de la noche en el café de la esquina entre las calles Chestnut y Ávila.
-¿Vives en la Marina?
-Sí.
-Debería haberlo supuesto.
-¿Qué quieres decir con eso, Myri?
-Nada -contestó ella-. Bueno, hasta esta noche
-Hasta esta noche.

Al colgar el teléfono, Victor se asustó al darse cuenta de que tenía gana de ver otra vez a Myriam.

Myriam se bajó del autobús en la parada de la esquina de las calles Fillmore y Chestnut. Se abrió paso entre parejas y grupos de profesionales que andaban por la calle camino de uno a otro de los muchos restaurantes, bares y tiendas de la calle Chestnut.
El distrito de la Marina. No quería recordar su antigua vida, la vida aceptable para su familia y que a ella casi le había causado una úlcera. Hacía mucho tiempo que no iba por allí.
Myriam se detuvo en la esquina donde estaba el café. Dos mujeres con patines estaban sentadas alrededor de una mesa de la terraza. El establecimiento estaba abarrotado. ¿Qué estaba haciendo allí? Había pasado el día entero pensando en Victor. Mientras colocaba libros en las estanterías de su librería, había fantaseado con una isla tropical y un mar de aguas azules cristalinas; por supuesto, Victor había sido la estrella. No lo comprendía. Victor parecía un hombre con los pies en la tierra, lo mismo que había creído de Miguel... hasta Vero.
Pensar en Victor de esa manera no tenía sentido. Victor sé estaba haciendo pasar por su novio, ¿le convertía eso en una persona deshonesta? ¿Y no había sido idea de ella?
No importaba. Victor era justo lo que ella no era: ambicioso, cauteloso y rígido.
A pesar de ello, le intrigaba, y raramente se encontraba con hombres que le intrigaran. No quería que le pasara eso, no merecía la pena.Sin embargo, Victor tenía algo... Fuera lo que fuese, quería saber más sobre su supuesto novio, cosa que le preocupaba. Myriam se miró el reloj, las nueve y cuarto. Un poco tarde. Enderezó los hombros y entró en el café. La música estaba a todo volumen y el interior del establecimiento lleno. Al fondo, sentado a una mesa, divisó a Victor leyendo el Wall Street Journal.

-Hola -dijo ella-. Perdona el retraso.

Victor dobló el periódico y se levantó.

-Tienes la costumbre de llegar tarde a los sitios, ¿verdad?

Myriam sintió cosquillas en el estómago al verle sonreír.

-Sí. Y apuesto a que tú siempre llegas a tiempo.
-Sí, por lo general.

No le sorprendió que fuera puntual. Victor Garcia parecía la clase de hombre que lo planeaba todo al mínimo detalle. Suerte que no eran novios de verdad, no podría soportar vivir con una persona así. Poniéndose de puntillas, le dio un beso en la mejilla.

-Es porque necesitamos ensayar.
-Por supuesto.

Myriam sacó un pirulí verde del bolso y se lo dio.

-Felicidades.
-Gracias -Victor rió mirando el caramelo- No tenías por qué molestarte en hacerme un regalo.
-No, pero me ha apetecido hacerlo.

Victor le corrió una silla para que se sentara.

-Vamos, siéntate.

Myriam dejó la chaqueta en el respaldo de la silla y se sentó.

-¿Qué te apetece tomar?
-Invito yo, Myri.
-Está bien, como estás en camino de hacerte rico, me dejaré invitar. Un batido.
-En ese caso, ahora mismo vuelvo.

Myriam se quedó esperando a que Victor volviera de pedir las bebidas. No pudo evitar notar las miradas que otras mujeres lanzaron a Victor, algo perfectamente comprensible. Con ese par de pantalones kakis y la camisa polo estaba muy guapo. Gracias a Dios, no llevaba traje ni corbata. Victor volvió con dos batidos y los dejó en la mesa.

-Aquí tienes.
-Gracias -Myriam alzó su vaso-. Por tu futuro.

Victor chocó el vaso con el de ella.

-Una forma extraordinaria de acabar un día extraordinario.

Mientras le miraba las largas pestañas volvió, con la imaginación, a la isla tropical. Se humedeció los labios. Ya está bien, deja de babear!» No podía complicarse la vida, y Victor Garcia era una enorme complicación. Cualquier hombre era una complicación.
Myriam bebió.
-He estado pensando en el fin de semana -Victor dejó su vaso en la mesa-. Necesito que salga bien; sobre todo, después de la conversación que he tenido hoy con Mick.
-Por supuesto, no podemos dejar que tu futuro se vaya al traste.
-Sobre todo, teniendo en cuenta que tu de convertirme en socio accionista no es seguro todavía -dijo Victor-. Myri, vamos a tener que comportamos como si fuéramos una pareja de verdad. Pero no te preocupes, sólo será durante cuarenta y ocho horas.
Cuarenta y ocho horas no parecía demasiado.

-Está bien, te aguantaré bien.
-¿Te ofende que lo llamen «cielo» o «cariño»?

Un novio políticamente correcto.

-Puedo soportarlo, ¿y tú, querido?

Victor se enderezó en el asiento.
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Mensaje  Jenny Lun Jun 09, 2008 7:08 pm

Ella se echó a reír.

-No times la exclusiva, cielo, mi vida. Espero que puedas soportar los besos, los abrazos, las caricias
-No sigas, me hago una idea -Victor bebió otro sorbo de batido-. ¿Por dónde quieres empezar?

Había llegado el momento de empezar a romperle los esquemas. Myriam le acarició la mano.

-¿Te refieres a los besos y las caricias? ...
Cap 3

-No, al de saber más cosas de uno del otro
-Está bien. Yo hago una pregunta y luego tú me haces una a mí.
-Parece justo – dijo él.
-Como estamos celebrando tu éxito, puedes empezar tu.
-¿Cuántos años tienes?
-Veintiocho. ¿Cuántos años tienes?
-Treinta.
-Tu turno otra vez -le recordó Myriam al ver que Victor no decía nada.

Victor abrió la boca, pero volvió a cerrarla.

-Vamos, pregunta, no me daré por ofendida sea lo que sea.

Victor hizo una pausa.

-Espero que no te parezca una indiscreción.
-¿Qué quieres saber?
-¿Estás enamorada de Miguel?
-No -respondió ella sin vacilar.

Había sido una pregunta fácil.

-No, ¿eso es todo?
-Ya has hecho tu pregunta, ahora me toca a mí.
-Por favor, deja que continúe -le pidió Victor.

Myriam vio compasión en su mirada. ¿Qué daño podía hacerle? Se suponía que eran novios.

-Adelante.
-Si no estás enamorada de él, ¿por qué me pediste que me hiciera pasar por novio tuyo?

Amor no correspondido, eso era lo que Victor creía. Políticamente correcto y romántico, no era una mala combinación.

-Lo de necesitar novio no era por Miguel.

Victor empequeñeció los ojos.

-Entonces, ¿por quién?
-No le des importancia, no la tiene. ¿No te gusta el olor del café recién hecho? -preguntó Myriam cambiando de tema.

Victor no mordió el anzuelo.

-¿Por quién? ¿Por tu hermana?
-Por mis padres. Es una historia muy larga.
-No tengo ninguna prisa -Victor bebió un sorbo de batido
-Miguel y yo rompimos hace algo más de un año -explicó ella, con la esperanza de que Victor no le preguntara por qué. Vero y Miguel la habían traicionado, pero no era del dominio público-. Después de cancelar la boda, los hombres dejaron de interesarme.
-¿No has salido con nadie desde entonces?
-No.

Victor hizo un ademán para que continuara.

-Hace unos seis meses, mis padres me invitaron a cenar. Como no estaba saliendo con nadie, invité a un amigo mío para que me acompañara. El problema es que mis amigos son... poco convencionales.
-¿Tatuajes, pelo largo y demás?

Myriam asintió.

-Rascal es una persona encantadora, se arrancaría la piel donde time el tatuaje si se to pidieras.

Victor se echó a reír.

-Y a tus padres no les gustó Rascal.
-Correcto. Un par de semanas después de la terrible cena, me encontré por casualidad con mis padres en Union Square, y resulta que iba con un amigo cuya vida son las motos -Myriam se echó a reír al recordar la expresión de horror de su madre-. Mi madre no pudo soportar el collar con pinchos de Otto ni el traje de cuero.
-Así que a tus padres les preocupa la clase de hombres con los que sales, ¿no?
-Exacto, a pesar de que no salía con ellos, sólo son amigos. Pero después de aquello y de repente, empecé a recibir invitaciones y más invitaciones de hijos y nietos de amigos de mis padres. Para colmo, mi madre me sugirió que fuera al psicoanalista o que me metiera en una terapia de grupo. Mi padre no hace mas que insistir para que me haga, soda de un club deportivo con el fin de poder conocer a gente de mi edad “apropiada”. Me están volviendo loca.
-Tienes suerte de que se preocupen tanto por ti.
-Lo sé y se lo agradezco, pero no puedo aguantar más que se metan en mi vida. Lo de conseguirme un novio me pareció la solución perfecta. Así, dejarán de preocuparse por mí, me dejarán en paz y podré seguir haciendo mi vida tranquilamente.

Esa mujer le estaba volviendo loco.

¿En qué estaba pensando? Enfrentarse a la ira de la hija de Antonio Montemayor era más fácil que luchar contra sus desmandadas hormonas. Después de pasar dos horas y media en los confines de la cabina de la camioneta con Myriam, Victor estaba al límite; o si no Victor, sí la cremallera de la bragueta de los pantalones.

Agarró con fuerza el volante del coche. Le gustaba hablar con ella; pero cada vez que Myriam volvía la cabeza, una ráfaga de perfume le envolvía. Olía a campo, olía a limón. Myriam era un vaso de limonada en un caluroso día de verano. Victor quería saborearla, quería apagar su sed.

Estaba marcado.

Durante los tres últimos días había pensado en ella en los momentos más inoportunos en el trabajo.

Myriam era un peligro.

Victor descubrió que incluso su ropa le gustaba, to que le tenía muy sorprendido. Ese día llevaba un enorme jersey amarillo, una falda de vuelo que le quedab a un palmo de los toVictor (Papá os y unas botas marrones. Estaba toda tapada a excepción de la cabeza, pero era más sexy que cualquier joven en bikini. Era un milagro que aun no se salieran de la carretera durante el trayecto a Carmel. Por suerte Casi parecía haber notado nada. Le había hecho preguntas sobre su villa, y to que más parecía interesarle era su villa de pequeño en Missouri y su extensa familia.

-Gira a la derecha -le dijo ella mientras recorrían una avenida con árboles a ambos lados- Para ahí, delante del camino que da al garaje, las puertas de la verja se abren automáticamente.

¿Qué clase de casa estaba rodeada por una verja? Victor pronto lo descubrió. En la distancia, una casa de dos pisos se perfilaba contra el horizonte como una villa mediterránea de estuco blanco, arcos, terrazas y balcones. Antonio Montemayor había amasado una gran fortuna; sobre todo, en los primeros tiempos de los ordenadores y las telecomunicaciones. Pero Victor no había esperado una propiedad semejante.

“Algún día viviré en un sitio así. El primer paso es hacerme socio de la empresa”.

Mientras Victor giraba la have de contacto para apagar el motor, Antonio salió a recibirles. ”Será mejor que esto salga bien”, pensó Victor sintiendo como si su camera pendiera de un hilo.

Myriam salió del vehículo y abrazó a su padre.

-Hola, papá.
-Hola, cielo -Antonio se quedó mirando la camioneta de Victor-. Buen vehículo, y muy práctico.

Victor se aclaró la garganta. Había intentado alquilar un vehículo mejor, pero no había encontrado lo que quería. Por suerte, había lavado la camioneta antes de emprender el camino.
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Mensaje  Jenny Lun Jun 09, 2008 7:08 pm

-Me lleva adonde quiero.
-¿Tiene tracción trasera?
-Sí.
-Bueno para la nieve -Antonio sonrió-Tenemos una cabaña en Tahoe. ¿Te gusta esquiar?

¿Una cabaña? Victor estaba seguro de que debía parecerse más a un hotel que a una cabaña.

-Me encanta esquiar.
-¿Qué tal el viaje?
-Bien, sin problemas.
-¿Has tornado la autopista número uno?
-Sí.
-Es un camino precioso -Antonio sonrió al ver que Victor asentía- ¿Cómo estaba el tráfico?
-Ha habido algo de atasco en la bahía Half Moon -Victor sacó el equipo de golf de la parte posterior de la camioneta.

Sorprendentemente, la bolsa floreada de Myriam era más pequeña que la suya.

Antonio le quitó a Victor la bolsa de Myriam.

-Refugio está preparando algo para comer. Espero que tengas hambre, hijo.

¿Hijo? Victor tragó saliva. Respetado en el mundo profesional, Antonio era famoso por no mostrar ninguna debilidad. Pero Victor vio una debilidad en él, sus hijas.

-Estoy muerto de hambre.

Myriam tomó la mano de su padre.

-No queríamos llegar demasiado tarde, por eso no hemos parado a comer nada.
-Myriam, no es bueno quedarse sin comer -dijo Antonio, como todo padre-. Victor, no te fíes que se salte las comidas. Cuando no come se pone muy tonta.
-Papá -Myriam hizo una mueca-, nunca me pongo tonta. Vero es la que se pone tonta si no come, yo no.

Antonio arrugó el ceño.

-Sí, es verdad, cielo, tienes razón, es tu hermana. Victor, olvida lo que he dicho.

Cuando Myriam entró en la casa, Antonio le puso a Victor una mano en el hombro, reteniéndolo.

-Myriam también se pone tonta -le susurró-. Hazla comer.

Victor lanzó una queda carcajada.

-Lo haré.

Entró en la casa y le pareció que había entrado en una mansión típica de una revista del hogar. El suelo del vestíbulo era de baldosas de terracota. Pinturas originales decoraban las paredes.

-Vamos a dejar las bolsas en la entrada, luego las subiremos a las habitaciones -dijo Antonio-. Vamos al cuarto de estar.

Myriam agarró a Victor de la mano y le condujo al enorme salón elegantemente amueblado. Victor tenía cinco hermanos y todos habían crecido en una casa de campo de cuatro dormitorios. La escultura de¡ rincón de aquella estancia costaba más que todo el mobiliario de la casa de sus padres después de haber sido arrasada por un huracán. El cuadro que había encima de la chimenea debía valer tanto como la hipoteca de toda la granja.

Myriam se paró delante de un precioso florero. Agarró un lirio y se lo colocó detrás de la oreja.

Antonio indicó a Victor un asiento.

-Siéntate, Victor.

A Victor le dio miedo ensuciar el sofá blanco, pero Myriam tiró de él obligándole a sentarse a su lado. Mientras ella y Antonio charlaban, Victor examinó la estancia. No le interesaba demasiado la decoración, pero sabía reconocer lo bueno. Esa casa le tenía sobrecogido.

Myriam le dio con el codo.

-Cariño, ¿te apetece algo de beber?
-Sí, gracias.
-¿Qué quieres, cielo? ¿Una cerveza? -le preguntó Myriam.

Cuando Victor asintió, Antonio dijo:

-Yo también quiero otra.
-Papá, tú siempre bebes...
-Quiero una cerveza -declaró Antonio con autoridad, cortando toda posible discusión.

Myriam le dio a Victor un beso en la mejilla.

-Ahora mismo vuelvo, encanto.
-Pregúntale a tu madre si quiere que le ayudes.

Cuando Myriam salió del cuarto de estar, Antonio le dijo a Victor:

-Hijo, no sabes el trabajo que va a dame.

Eso ya lo sabía él.

-Me las arreglo bien.
-Refugio las ha mimado mucho a las dos.

Por lo poco que Victor sabía de Myriam, no parecía mimada. Vivía en un piso de una casa victoriana en la que crujían los peldaños de la escalera y a la que le hacía falta una mano de pintura. Su guardarropa consistía en ropa sencilla, nada de diseño.

-Aunque supongo que yo también las he mimado -añadió Antonio-. Es difícil no hacerlo cuando se tiene todo esto.

Al mirar a su alrededor, los ojos de Antonio descansaron en un retrato de sus dos hijas. Las dos llevaban jerseys y collares de perlas. Myriam tenía un aspecto... muy normal.

-¿De cuándo es esa foto? -preguntó Victor.
-De cuando se graduaron en la universidad.
-Myriam está muy...
-Distinta – dijo Antonio
-Sí, distinta...
-Myriam es muy obstinada, como yo. Una vez que toma una decisión no hay quien la haga cambiar de idea. Y es capaz de cualquier cosa con tal de demostrar que tiene razón.
-Sí, tiene mucha voluntad -dijo Victor-. Es algo que admiro mucho en ella.
-Estupendo -Antonio sonrió- Pero no olvides nunca que siempre cree que es ella quien está en lo cierto, no le gusta ceder. No dejes que siempre se salga con la suya Victor.

Victor no sabía qué era lo que Antonio estaba tratando de decirle; pero como no iba a casarse con Myriam, no merecía la pena intentar aclararlo.

-Myriam y yo nos llevamos bien.
-Me alegra mucho oírte decir eso -Antonio volvió a sonreír. ¬Bueno, dime, ¿qué tal lo está tratando Mick, tu jefe? ¿Te ha ofrecido ya hacerte accionista de la empresa?

¿Su madre estaba preparando la cena y su padre quería una cerveza? ¿Quiénes eran esos desconocidos? ¿Alienígenas? ¿Dónde estaban sus verdaderos padres?

Myriam entró en la cocina y vio a su madre delante del mostrador preparando unas verduras. Encima de la cocina de guisar había una bandeja con panecillos.

Parpadeó para asegurarse de que no estaba soñando.

-¿Quieres que te ayude en algo, mamá?

Refugio volvió la cabeza y sonrió. Normalmente la elegancia misma, llevaba un delantal color rosa encima de unos pantalones negros y una camisa blanca de punto.

-No os he oído llegan le había dicho a tu padre que me avisara cuando llegarais.
-Papá me ha pedido que venga a por unas cervezas. Creo que quiere hablar con Victor a solas.
-Sí, seguro -Refugio volvió los ojos a la brecolera-. Lleva toda la semana hablando de Victor.

Myriam tragó saliva. Convencer a sus padres de que Victor no era el hombre apropiado para ella iba a ser difícil, a pesar de ser evidente. Victor y ella procedían de diferentes mundos, tenían distintas metas en la vida. Quizá, si se hubiera contentado con ser un agricultor en Missouri... pero era un inversor de capital en San Francisco. No quedaba otro remedio, sus padres tendrían que darse cuenta de que esa relación estaba destinada al fracaso.

-¿Quieres que haga algo?
-¿Por que no preparas las cervezas? En el congelador tengo unas jarras.

¿Jarras de cerveza en el congelador? Myriam se quedó mirando a las cacerolas en el fregadero. Aquella cocina era el sueño de cualquier cocinero, un regalo para Refugio después de que el cocinero se jubilara un año atrás; pero su madre jamás había mostrado interés en la cocina. Cuando tenían invitados, sus padres contrataban los servicios de una empresa para encargarse de las comidas. ¿Desde cuándo ese interés de su madre por el arte culinario?

Myriam sacó dos jarras de cerveza del congelador y las dejó encima del mostrador. Al abrir la puerta del frigorífico, vio tres marcas distintas de cerveza.

-¿Le gusta a papá alguna de estas marcas en particular?
-Le da lo mismo, pero sírveles a los dos la misma marca. Estoy segura de que to padre quiere conocer la opinión de Victor sobre la cerveza.
-¿Desde cuándo papá bebe cerveza? -Myriam abrió las botellas-. Creía que sólo le gustaba el whiskey.
-A tu padre siempre le ha gustado la cerveza Refugio se echó a reír-. Incluso tiene una base de datos de todas las marcas de cerveza que ha bebido. Hay una en particular que le gusta tanto que incluso a llegado a invertir dinero en la empresa.

Cuando Myriam empezó a llenar una jarra, su madre la detuvo.

-Inclina la jarra, tu padre no soporta que tenga mucha espuma.

Myriam siguió el consejo de su madre.

-¿Qué estás preparando de cena?
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Mensaje  Jenny Lun Jun 09, 2008 7:09 pm

-No es nada, algo muy ligero -Refugio se limpió las manos en el delantal-. Champiñones rellenos, verduras salteadas y panecillos.
-Creía que ya no cocinabas.
-Sí, dejé de cocinar hace mucho, pero he empezado a echarlo de menos. Hace un año, cuando tu padre me regaló esta maravillosa cocina, me volvieron a entrar las ganas de cocinar. Además, es lo menos que puedo hacer para agradecerle el regalo.
-Papá debe estar muy contento.

Refugio asintió.

-Sí, pero está engordando.
-Y la cerveza no le debe estar ayudando a adelgazar
-No -pero a Refugio no parecía importarle, ya que Antonio estaba feliz.
-Gracias por molestarte tanto por nosotros, mamá.
-Quiero que Victor se sienta en casa. AI fin y al cabo, ya es prácticamente de la familia.
-Bueno, sí...

Refugio suspiró.

-Myriam, tengo que decirte algo.

Su madre parecía haberse puesto muy seria de repente y Myriam empequeñeció los ojos.

-¿Qué pasa?
-Tu padre y yo hemos estado hablando de cómo íbamos a dormir este fin de semana.

Eso no era un problema. Myriam sonrió.

-No te preocupes por eso, Victor dormirá en la habitación de invitados y yo en la mía.
-Eso es lo que tu padre ha dicho, pero yo no quiero que Victor nos tome por unos puritanos.
-Mamá, Victor no os va a tomar por puritanos. Esta es vuestra casa y, mientras estemos aquí, tenemos que adaptarnos a vuestras costumbres y a vuestras normas.
-Cielo, me gusta que hables así -Refugio sonrió-. No sabes lo contenta que estoy de que hayas encontrado a alguien como Victor. No quiero hacer nada que pueda...
-Estropearlo todo, ¿verdad?
-Sí, eso es. En fin, times derecho a tomar tus propias decisiones y a hacer tu vida.

Ahora que había encontrado un novio aceptable, sus padres parecían dispuestos a no interferir. No lo comprendía. Dirigía su propia librería, se ganaba la vida ella Bola, iba al dentista cada seis meses y seguían sin respetarla. Pero, de repente, era una persona adulta porque había llevado a casa de sus padres a un hombre guapo y con un trabajo que a ellos les gustaba. No, no lo comprendía.

-No quiero que tu padre y yo causemos tensiones entre vosotros dos -dijo su madre por fin-. El primer fin de semana que tu padre pasó con mis padres, estaba tan nervioso que me dio miedo que le diera un infarto. Victor necesita tenerte cerca. Por lo general, su madre era más directa.
-¿Qué quieres decir, mamá?
-Que los dos podéis dormir en la misma habitación.

A Myriam casi se le cayó la botella de cerveza.

-Pero...

Refugio arqueó una ceja

-Creí que te alegraría
-No puedo creer lo que estoy oyendo

No quería compartir la habitación con un desconocido. Tenía que encontrar la manera de salir de aquel embrollo.

-¿Y papá? No quiero que discutáis por mí.
-No te preocupes, de tu padre me encargo yo -declaró Refugio con seguridad en sí misma-. Es hora de que se dé cuenta de que ya no tenéis diez años.
-Mamá, por favor. En serio, a Victor y a mí no nos importa. Hemos hablado de eso durante el camino y no queremos hacer que os sintáis incómodos ni papá ni tú.
-No se hable más, ya está todo arreglado.

Myriam ya no sabía qué argumentan ¿Qué diría Victor?

-Gracias, mamá

Refugio agarró una de las bandejas.

-Bueno, vamos a cenar afuera.

Myriam agarró las dos jarras de cerveza.

-Mamá, gracias por ser tan comprensiva.
-Myriam, hija, yo también he sido joven.
-Aún eres joven, mamá.

A medianoche, Antonio anunció que era hora de acostarse. Cuando Myriam agarró su bolsa en el vestíbulo, seguía sin poder creer lo suave que había ido todo durante las tres últimas horas. No quedaba ni una miga de la deliciosa comida que su madre había preparado, incluyendo los panecillos. Victor parecía muy relajado con sus padres, era casi uno más de la familia. El tener el brazo de él sobre el hombro, le había parecido la cosa más natural del mundo; casi había llegado a creer que estaban realmente prometidos. Y las sonrisas de felicidad de sus padres indicaban que no sospechaban nada.

Refugio les precedió escaleras arriba, y Myriam la siguió. Cuando su madre abrió la puerta del dormitorio, Myriam sintió un nudo en el estómago. Ahora tendría que compartir la habitación y la cama con Victor.

Al encender la luz, Refugio gritó:

-¡Antonio !

Antonio subió las escaleras corriendo y apartó suavemente a Myriam para entrar primero en la habitación.

-¿Qué pasa, querida?
-¿Qué has hecho? -Refugio no parecía muy contenta.
-Nada, cielo.
-No puedo creerlo, lo vas a estropear todo.

Myriam no pudo dejar de notar la indignación de su madre. Curiosa por saber qué pasaba, entró en el dormitorio. Fue entonces cuando vio...
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Mensaje  Jenny Lun Jun 09, 2008 7:09 pm

Cap 4

“Gracias, papá”, dijo en silencio, conteniendo la risa. Su madre podía haber ganado la batalla, pero su padre había ganado la guerra.

-¿Dónde está la cama de Myriam? -preguntó Refugio.
-Querida, el colchón de Myri estaba muy viejo y tenía bultos. Necesitaba un colchón nuevo, así que se lo he comprado.
-Has comprado dos colchones nuevos.
-Estaban de rebajas -repuso Antonio-. Dos por el precio de uno.

Refugio se quedó mirando las colchas a rayas blancas y moradas.

-¿De dónde has sacado las colchas?
-De la misma tienda, también estaban rebajadas.
-Bueno, por lo menos son iguales -Refugio se encogió de hombros-. Hija, Myriam, espero que no te moleste.

No, no le molestaba en absoluto. Estaba de buena suerte.

-Esto está muy bien, ¿verdad, Victor?

Victor entró en la habitación y dejó su bolsa en una de las camas.

-Sí.
-Bueno, chicos, buenas noches -dijo Antonio-. Estas paredes son muy finas así que, si hacemos demasiado ruido y no os dejamos dormir, decídnoslo.

El comentario le ganó un codazo de Refugio. Al salir del dormitorio, Antonio dejó la puerta entreabierta.

Myriam sonrió, intentando ocultar su pena.

-Mi padre no es muy sutil.
-Al menos, uno sabe con quien se las está jugando -Victor le dedicó una traviesa sonrisa-. Si te toco, me perseguirá con una escopeta.

Myriam se echó a reír.

-En ese caso, será mejor que no lo hagas.
-¿Así que vamos a dormir en la misma habitación? -a Victor la idea no parecía hacerle muy feliz.
-Sí, gracias a mi madre. Al menos, mi padre ha tenido el sentido común de comprar dos camas. Es genial, ¿verdad?
-¿Qué había antes, en vez de las dos camas?
-Una enorme cama grande de dosel. No sabes lo contenta que me he puesto al ver las dos camas.
-Es un verdadero alivio -dijo Victor-. Me gustaría poder darle las gracias a tu padre.

A Myriam le molestó que pareciera tan feliz. ¿Tan horrible le resultaba la idea de acostarse con ella? Aunque, por supuesto, ella tampoco quería acostarse con Victor.

-Sigo sin poder creer que nos hayan dejado dormir en la misma habitación.
-Como te acabo de decir, ha sido idea de mi madre. Pero mi padre se ha negado a permitir que durmamos en la misma cama.
-No estoy seguro de que nos dejara después de estar casados.
-Puede que tengas razón -dijo Myriam, preguntándose cómo sería dormir con Victor.

Victor se frotó los ojos.

-De todos modos, nunca lo averiguaremos.
-No, claro que no -Myriam ignoró una repentina punzada de desilusión.

Pero era lo mejor. No le interesaban los hombres como Victor Garcia. Una vez que el fingido noviazgo acabara, jamás volvería a verlo.

-¿Quieres entrar tú primero en el baño?
-No, hazlo tú -Victor abrió su bolsa y le tiró una camisa-. Toma.

Myriam se quedó mirando la camisa blanca que tenía en la mano.

-¿Para qué me das esto?
-¿Has traído pijama?
-No.
-Pues ponte la camisa.
-¿Siempre eres tan autoritario?
-Sólo cuando mi razón depende de ello.

El comentario de Victor la sorprendió. No sabía si tomarlo como un halago o no. Victor era muy rígido, nada espontáneo. Quizá...

-¿Eras Boy Scout de pequeño, Victor?
-Eagle Scout crespondió él.

Al ir a entrar en el baño, Myriam volvió la cabeza y le guiñó un ojo.

-¿Quiere eso decir que siempre estás preparado para cualquier eventualidad?

La puerta del baño se abrió y Myriam salió con su ropa en el brazo y la camisa de él puesta. El bajo de la camisa le bajaba hasta el medio muslo, los pechos perfilados bajo el fino tejido. Victor contuvo la respiración. Debería haber metido en la bolsa el pijama de franela que su madre le había regalado por Navidad.

-El baño es todo tuyo -dijo Myriam.

Victor sintió un calambre en el bajo vientre.

-Las toallas están en el armario.

Victor hizo un esfuerzo para apartar los ojos de esas bien formadas piernas.

-Gracias.

Después de agarrar su bolsa de aseo y unos calzoncillos, Victor entró en el baño y cerró la puerta sonoramente. ¿Cómo iba a dormir con Myriam a sólo unos centímetros de él? Apretó los dientes.

Llevaba demasiado tiempo sin acostarse con una mujer.

Quizá Myriam no fuera su tipo, pero era muy atractiva y muy diferente a las mujeres con ambiciones profesionales con las que él salía. O con las que saldría de tener tiempo para ello. Ese era su problema, que no salía. No era que Myriam le estuviera volviendo loco, le pasaría con cualquier mujer atractiva.

Victor se echó agua fría en la cara.

Al menos, comprendía el motivo de su reacción física respecto a Myriam. Pronto la olvidaría. Además, no había ido allí para satisfacer sus necesidades sexuales, sino por su futuro como inversor de capital. Se le había presentado una oportunidad de oro, pasar un fin de semana con Antonio Montemayor, y no estaba dispuesto a que sus hormonas interfiriesen.

Cuando Victor regresó al dormitorio, Myriam estaba sentada con las piernas cruzadas en el suelo, de espaldas a él. Seguía con la flor en la oreja.

Myriam volvió la -cabeza, pero no dijo nada.

Victor supuso que estaba meditando.

-Siento haberte interrumpido.
-No lo has hecho, ya he acabado -contestó ella levantándose del suelo.
-¿Meditas todas las noches?
-No todas, pero me ayuda a relajarme -Myriam se metió en la cama más cerca de donde estaba-. ¿Has hecho yoga alguna vez?
-No -respondió él.
-Ayuda mucho; sobre todo, después de horas de trabajo en un despacho.
-No soy la clase de tipo que hace yoga.

Myriam se lo quedó mirando.

-No, no lo eres.

La certidumbre que notó en su voz le molestó, y también su sonrisa. Aunque, por supuesto, no le importaba to que Myriam pensara o dejara de pensar.

-El interruptor de la luz está a tu derecha.

Al ir a apagar la luz, Victor vio un sujetador de encaje blanco encima del jersey amarillo de Myriam. Parpadeó y apagó la luz. Iba a ser una noche muy larga.

Victor se metió en la cama. Los pies le sobresalían.

-Buenas noches, Myri.
-Buenas noches, Victor.

Incapaz de dormir, Victor se quedó mirando al techo. Le pareció ver estrellas. Cuando encontró la Osa Mayor, se dio cuenta de que estaba viendo estrellas.

-Myriam.
-¿Qué?
-Hay estrellas en el techo.
-Sí.
Victor localizó la fluorescente Orion.
-¿Por qué?
-Siempre me ha encantado contemplar las estrellas.
-A mí también. Esa era una de las ventajas de vivir en la granja; sin las luces de la ciudad, se pueden ver las estrellas -Victor buscó otra constelación y encontró Andrómeda-. Aún no me has dicho por qué tienes estrellas en el techo.
-Cuando era pequeña, solía sentarme en el jardín y, con el planisferio, me ponía a localizar las constelaciones. Un invierno, hacía tanto frío que a mi madre le dio miedo que fuera a agarrar una pulmonía. Mi padre hizo que me pusieran las estrellas en el techo de mi habitación para que buscara las constelaciones dentro de casa.
Victor localizó las Pleyades.
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Mensaje  Jenny Lun Jun 09, 2008 7:10 pm

E hizo un buen trabajo.
-Contrató a dos astrónomos. Para ser el techo de una habitación, no está nada mal.

Victor no podía imaginar lo que debía ser tener a Antonio y a Refugio como padres. No podía comprender to que era tener dinero suficiente para hacer ese trabajo. Algún día...

-A mi madre tampoco le gustaba que estuviéramos fuera en invierno.

Myriam suspiró.

-¿Por qué te marchaste de la granja? Debía ser el paraíso.
-Me cansé de vivir allí. Mis padres siempre andaban estrechos de dinero, preocupados por el tiempo y el precio del trigo.

Preocupados por el dinero de la educación de sus hijos. No era justo. Su padre sólo tenía cincuenta y dos años, pero parecía mucho más mayor.

-¿Y las ventajas de vivir en una granja? Nada de tráfico, todo espacios abiertos- comentó Myriam.

Cierto, pero Victor no quería vivir dependiendo de si tenía o no una buena cosecha aquel año. La única forma de conseguir lo que quería era saliendo de la granja. Quizá un sacrificio, pero un sacrificio que merecía la pena. Myriam se había criado siendo rica, no podía comprenderle a él ni a su familia, no podía comprender lo que era luchar para sobrevivir.

-Tiene sus ventajas y sus inconvenientes. Sequías e inundaciones. No es una vida fácil.
-Siempre creí que debía ser muy divertido vivir en una granja -comentó Myriam.
-Es una vida muy dura, mucho trabajo.

Una estrella cayó del cielo.

-¿Has visto, Victor?
-¿Qué?
-Ha caído una estrella -dijo ella con entusiasmo-. Pide un deseo.

¿Un deseo a una estrella de plástico? Myriam debía ser la clase de persona que echaba monedas en las fuentes.

-No es una estrella de verdad, Myriam.
-¿Y qué? Vamos, no te va a hacer daño. Ten un poco más de imaginación -hizo una pausa- ¿Has pedido ya un deseo?
-Sí -había pedido un BMW-. ¿Y tú, Myriam, qué has pedido?
-Si te lo dijera, no se me realizaría el deseo contestó ella- Siempre he creído que se podía conocer a una persona por los deseos que pedían.

Victor se preguntó que descubriría respecto a Myriam de conocer su deseo. Lo más probable es que hubiera pedido paz o que se acabara el hambre en el mundo.

-Me alegro de que hayas pedido un deseo, empezaba a pensar que no tenías ni una gota de imaginación. Bueno, buenas noches, Victor -Myriam se dio media vuelta.
-Buenas noches.

¿Qué indicaban los deseos sobre una persona? Victor había pedido un deseo, y casi no podía creer lo que había pedido. Podía haber pedido acciones de la empresa, pero no lo había hecho.

Había pedido...
Cap 6

Myriam alzó de nuevo los ojos al techo.

-Eres igual que...

Su padre, esperaba Victor.

-¿Qué quién?
-Que Miguel.

El día no podía empeorar más. El principio había sido su discusión con Miguel. Nada se había resuelto; no había ganado nada, excepto irritación. Después, durante el almuerzo con su madre, ésta no parecía capaz de dejar de hablar de Victor y de comportarse como si fuera su asesora de imagen. Myriam perdió el apetito. No quería que le recordaran los increíbles ojos de Victor, ni su radiante sonrisa mientras comía ensalada Cesar y pechuga de polio a la plancha.
Y ahora aquello.

Myriam estaba de pie con sujetador sin tirantes y las bragas delante de un enorme espejo sintiéndose tan estúpida como se veía. Aunque apenas podía respirar, el sujetador le quedaba muy bien. Al menos, eso era lo que le dijo Ginger Soren, la propietaria de la boutique de ropa de novia. Ella debía saberlo.

Ginger parecía una modelo. Una espesa raya negra enfatizaba sus ojos verde mar.
Ginger se acerco a ella con un monstruoso montón de volantes de seda blancos.

-Pruébate éste.

Myriam miró el vestido con cautela.

-No sé...
-Te prometo que éste te sentará mejor que los otros que te has probado -dijo Ginger.
-Myriam, ¿por qué no to to pruebas? -dijo Refugio en tono impaciente.
-Está bien.

Ginger ayudó a Myriam a ponerse el vestido y luego le abotonó la espalda.
-Oh, Dios mío -dio una palmada- Pareces salida de una revista de novias.

Myriam miró su imagen en el espejo con horror. Se parecía a Escarlata O'Hara con la corona hecha vestido. Era ridículo. Volantes, perlas, encajes... Horrible.
Ginger le dio unos guantes blancos.

-Póntelos.

Aquello era excesivo. Myriam quería irse a casa. Quería salir corriendo de allí, olvidarse de su familia y olvidarse de Victor. Miró a Refugio, que con un gesto le indico que se pusiera los guantes.

-¿Qué te parece? -preguntó Ginger, visiblemente complacida del efecto en general.
-Es un poco... excesivo -dijo Myriam evitando mostrarse brusca.

Refugio la miró fijamente, de arriba a abajo.

-Es un vestido precioso, pero creo que algo más sencillo es más de tu estilo. Las mangas son demasiado complicadas.
-Podríamos cambiarlas -dijo Ginger.

«Nadie podría cambiar estas mangas».

-No sé... este vestido me recuerda al de Vero observó Refugio.

A Myriam no le extrañó que le disgustara tanto.

-Es del mismo diseñador -dijo Ginger apretando los labios.
-Es muy bonito -le aseguró Refugio-. Pero mis hijas tienen gustos muy diferentes.
-Está bien, lo comprendo -Ginger sonrió-. Deja que te ayude a quitártelo, te traeré más.

Después de que Ginger se alejara, Myriam frunció el ceño. Su madre podía haberse mostrado razonable respecto a ese vestido en concreto, pero seguía presionándola. Presionándola para que se casara. Presionándola para que hiciera lo que se suponía que debía hacer con su vida. Presionándola para que fuera alguien que no era.

-Creo que debería haberle explicado a Ginger que no quieres un vestido como el de Vero.
-No quiero nada que me recuerde su boda.
-Ciclo, sé que aún estás disgustada por la boda de Vero con Miguel, pero ha sido lo mejor. Miguel no era el hombre apropiado para ti, te habría hecho desgraciada. Ahora, tienes un maravilloso futuro con Victor .los ojos de Refugio brillaron-. ¿Por qué no olvidas el pasado?

¡Si pudiera! Pero no era fácil el dolor, el dolor de que le destrozaran el corazón. La traición. Le costaba confiar en las personas. ¿Cómo iba a olvidar?

-Una vez que encontremos el vestido de novia apropiado para ti, te sentirás mejor.

Myriam se frotó las sienes, le dolía la cabeza. Era demasiado. El vestido, la boda, la mentira... todo.

-¿Qué te parece si dejamos lo del vestido, mamá? Podría llevar puesta una toga. En realidad, podríamos pedir a los invitados que vayan con toga a la boda. Podría pedirles que...
-Myriam, por favor -dijo Refugio-. ¿Te imaginas a tu padre con una toga?
-Sólo era una idea, mamá.

Ginger reapareció con tres vestidos más.

Después de probarse los dos primeros, Ginger le dijo:

-Creo que éste va a ser el que más te guste -la ayudó a ponérselo y se lo abrochó.

Myriam se miró en el espejo. El vestido era precioso. De seda a rayas blancas y marfil, de líneas muy sencillas y elegantes. Nada de encaje, ni perlas. Perfecto.

Refugio se tocó los ojos con el pañuelo.

-Oh, Myriam.
-Sí, es perfecto -dijo Ginger.

Myriam parecía una novia, se sentía como una novia. Ni siquiera el vestido que había comprado para su boda con Miguel la había hecho sentirse así. Era el vestido con el que quería casarse.

-Si no te gustan las rayas, podríamos encargar que te lo hicieran con el tejido liso. Voy a ir a por un tocado para la cabeza -Ginger se acercó a un rincón de la estancia.
-¿Qué te parece? -preguntó Refugio.
-Me gustan las rayas.
-A mí también -contestó Refugio, para sorpresa de su hija.

De repente, Myriam se dio cuenta de que tenía que quitarse el vestido antes de perder la razón. ¿Dónde estaba Ginger? Dio un pisotón en el suelo con impaciencia, esperando su regreso.

¿Cómo podía haberse metido en ese lío? Se sintió un verdadero fraude. Le encantaba el vestido, pero no podía comprarlo. No iba a casarse, no se iba a casar con Victor.

Volvió a contemplarse en el espejo y contuvo una lágrima. Había encontrado el vestido perfecto, el vestido perfecto para una boda que no iba a tener lugar.


Ese mismo día por la tarde, Victor estaba apoyado en la esquina de una calle esperando a que acabaran de pintarle la cara a Myriam. Había querido descansar y pasar un rato más con Antonio, pero Myriam tenía otros planes. Le había agarrado del brazo, había tirado de él hasta la camioneta y no le había dado ninguna explicación, sólo una sonrisa. Un comportamiento normal en Myriam.
De todos modos...

Le pasaba algo, lo había notado al verla morderse los labios constantemente. Suponía que tenía algo que ver con lo que habían estado hablando antes, pero no se lo preguntó. Ya se lo contaría a su tiempo.

Myriam quería ir a la playa y a la playa fueron. Caminaron por la arena mojada con los pies descalzos. Myriam no habló mucho, otra indicación de que algo le preocupaba. Después, quiso ir al pueblo y allí estaban.

Myriam estaba sentada en un banquillo de madera.

-¿Estás seguro de que no quieres que te pinten la cara, Victor? -una mujer vestida de payaso le estaba pintando unas margaritas a Myriam en las mejillas.
-No, paso.

Así era Carmel. Podía acostumbrarse a aquella vida. Pájaros piaban en los árboles, los turistas se paseaban por las calles visitando las galerías de arte y las boutiques.
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Mensaje  Jenny Lun Jun 09, 2008 7:10 pm

Unas chicas, haciendo cola para que también les pintaran la cara, rieron a su espalda. Victor se preguntó cómo era Myriam de adolescente. Sin duda, un ángel.
Suspiró. Cuando tuviera hijos, esperaba que todos fueran chicos. Las chicas podían envejecer rápidamente a un hombre; sobre todo, si salían como Myriam.

¡Vaya! ¿Cómo era posible que se le hubiera ocurrido pensar semejante cosa?
Quería tener familia, sí, pero no todavía. Y menos con Myriam. Era una mujer atractiva, pero nada convencional.

No era su tipo.

La perfecta novia para un fin de semana, pero nada más. Necesitaba una mujer que fuera buena esposa, que le ayudara en su carrera, no que fuera un puro sobresalto. Myriam no se contentaría jamás con charlar educadamente en una fiesta de negocios. Para animar la fiesta, lo más probable era que sacara las cartas del Tarot y se las echara a la gente.

No, no era la mujer adecuada para él.

Myriam se levantó del banquillo y le dio a la mujer payaso un Victor Billete de cinco
dólares. Con una enorme sonrisa, se volvió a él y le enseñó las margaritas. Las flores hacían juego con el estampado del vestido.

-¿Qué te parece?
-Muy bien.
-¿Bien? -arrugó la nariz- Me pregunto qué pensarías de mi tatuaje si lo vieras.
-¿Tienes un tatuaje?

¿Por qué le sorprendía? Nada sobre ella debería sorprenderle. ¿Flores silvestres? ¿Quizá una rosa? Pero ¿dónde? La idea de descubrirlo le hizo sonreír.

-Sí, ¿tú no?
-No, ni hablar.
-Victor, necesitas alegrar tu vida. No querrás que la gente te considere un aburrido, ¿verdad?

Al lado de Myriam cualquiera era aburrido.

-Mi vida es lo suficientemente animada, gracias.
-De nada.
-Bueno, ¿dónde tines el tatuaje?

Myriam alzó la Barbilla.

-Es un secreto. Nadie lo sabe, excepto yo.
-Y el que te lo hizo.
-Naturalmente.

La seductora sonrisa de Myriam le intrigó. Se imaginó a sí mismo buscando el tatuaje, pero la idea le asustó. Necesitaba calmarse.

-¿Te apetece un helado?
-Sí, claro. Hay una heladería en la esquina.

La heladería estaba casi vacía, a excepción de una familia sentada alrededor de una mesa en un rincón. Myriam pidió helado de chocolate y él de vainilla.

-¿Quieres que nos lo tomemos aquí? -preguntó Victor.
-Sí -Myriam señaló una mesa de mármol al lado de la ventana-. Quiero que me cuentes que habéis hecho tú y mi padre.

Victor agarró cuatro servilletas de papel y le dio tres a Myriam antes de sentarse.

-Lo hemos pasado muy bien.
-Detalles, Victor. Dame los detalles.

Se metió una cucharada del delicioso helado en la boca. Frío y sabroso, justo lo que necesitaba para no pensar en Myriam, que era caliente y sabrosa.

-¿Detalles?

Ella asintió.

-Y no lo dejes nada.
-Veamos... he perdido yo, por eso he pagado el almuerzo.

Myriam agrandó los ojos.

-¿Mi padre ha dejado que pagaras tú? ¡Guau!

Victor no consideraba que pagar el almuerzo tuviera nada de extraordinario. Su padre había insistido en pagar, pero eso no se to dijo a Myriam.

-Antonio me ha ganado, pero no le ha gustado mucho la puntuación.
-Se tiene por buen jugador.
-Dijo que era un aficionado.
-Juega tres veces a la semana por lo menos.

Victor se metió otra cucharada de helado en la boca. Aunque sabroso, no le refrescó mucho. Imposible, con Myriam lamiendo seductoramente su helado. ¡Qué tortura! Debería haber sugerido tomar un refresco. No sabía por que, pero cuando estaba con Myriam se comportaba de modo poco racional.

-No te preocupes, estoy segura de que le has hecho feliz hoy -Myriam se limpió la boca con la servilleta-. Bueno, ¿qué más habéis hecho?
-Hemos almorzado en la cabaña y luego Antonio me ha llevado a dar un paseo. ¿Y a que no te imaginas dónde hemos acabado? En la sala de un banquete. Tu padre ha comentado que era un buen sitio para un dar un banquete de bodas.
-¿Así que habéis decidido la fecha de la boda y habéis elegido la sala para dar el banquete? -Myriam parecía enfadada, pero a Victor le resultó difícil tomarla en serio con las margaritas pintadas en la cara.
-No, pero a tu padre le gusta el mes de abril -extendiendo el brazo, Victor le limpió el chocolate de los labios-. Te habías dejado un poco de chocolate.
-Gracias.
-He estado pensando en lo que has dicho esta mañana -dijo Victor-. Y aunque no creo que piensen que estamos destinados a pasar juntos hasta la eternidad, creo que tus padres se están entusiasmando demasiado.
-Ya te lo había dicho.

Victor se lo merecía, pero Myriam no tenía motivos para ponerse tan altanera.

-¿No te parece que los dos tenemos la culpa? Al fin y al cabo, estamos juntos en esto.
-No sé, supongo que sí -Myriam dio un mordisco a su cono.

No era demasiado pero se contentaba de momento

-Cuando Antonio me enseñó la sala de banquetes, le dije que a mí me gustaban las bodas tradicionales, pero que tú querías casarte en la playa, descalza, y que un chamán se encargara de la ceremonia.
-¡Un chamán! -Myriam rió-. Estoy orgullosa de ti, encanto. No puedo creer que se te ocurriera eso a ti solo.
-De vez en cuando yo también soy creativo.
-¿Y qué ha dicho mi padre?
-Que lo de la playa puede ser incómodo para las mujeres por eso de los tacones, pero no le ha parecido mal que tú quieras ir descalza.
-¿Mi padre ha dicho eso?

Victor asintió, sin mencionar lo que dijo Antonio, que el vestido de Myriam le cubriría los pies, por lo que daba igual que fuera descalza o no.

-¿Y de lo del chamán?

Victor rió.

-Tampoco le ha parecido un problema.
-¿Te estás burlando de mí?
-Ojalá.
-Por favor, dime que se te ha ocurrido otra cosa.
-Bueno...

Myriam suspiro.

-Tu cara de tonto me dice todo lo que necesito saber, Victor Garcia. Maldita sea, no has dicho ni una palabra más.
-Myriam...
-Podrías haberle dicho a mi padre que quiero que dejes tu trabajo para ir a cultivar algas en Oregón.
-¿Crees que me creería si le dijera una cosa así? He dicho lo que se me ha ocurrido, Myriam, no quería ponerme demasiado negativo y que tu padre sospechara algo.
-¿Por qué no?
-Lo estábamos pasando muy bien, no quería estropearlo -a pesar de ser cierto, Antonio le había enseñado más en un rato que años en la universidad.
-Eres tan considerado... -Myriam le tiró una servilleta a la cara.

No, no era considerado. De serlo, no estaría deseando lamerle el chocolate de los labios.

-¿Alguna vez haces algo que se desvíe de las normas? -preguntó ella.
-No, si puedo evitarlo.
-No tienes arreglo.
-Lo consideraré un halago.
-Tú mismo.

Victor sonrió traviesamente.

-¿Y tú? ¿Qué tal lo has pasado?

Myriam se frotó las sienes y lanzó un gruñido.

-Mi madre me ha llevado a comprar un vestido de novia.

A juzgar por su reacción, la expedición no había ido muy bien.

-¿Has encontrado uno que te guste?
-La verdad es que... -Myriam se interrumpió, no pudo evitar enrojecer-. ¿Qué estamos haciendo? Antes de que nos demos cuenta estaremos casados y con un niño en camino.

La alarma de su voz le hizo sonreír. El matrimonio y un niño eran excesivos. No obstante, le gustaba cómo se hacían los niños.

-Lo dudo.

Myriam dio un manotazo en la mesa.

-Tenemos que hacer algo drástico.

Victor sintió un calambre en el estómago. Drástico para Myriam debía ser algo muy distinto a lo que él consideraba drástico. Ella era una extremista, él siempre se comprometía.

-No me gusta lo de drástico.
-No me refiero a una revolución, pero time que ser algo parecido. Esto está saliendo demasiado bien, times encantados a mis padres.

Y a Victor le encantaban los padres de Myriam.

-Ya hemos hablado de esto, Myriam. Hemos sobrevivido la mitad del fin de semana, ya casi estamos en la cuesta final.

Ella asintió.

-Pero no se me había ocurrido que pudieran estar tan entusiasmados con la bolo. Tú mismo has admitido que se están pasando.
-Sí -concedió Victor.
-Sé que te preocupa lo que pueda pasarle a tu cartera profesional, pero no podemos olvidarnos de mi salud mental.
-Lo sé.

Había llegado el momento de enfrentarse a algunas verdades. Victor necesitaba a Myriam más que ella le necesitaba a él. Que sus padres se metieran en su vida era una cosa, pero otra muy distinta era jugarse el porvenir.

-Sé que no es fácil, pero te pido veinticuatro horas más -que Myriam vacilara le preocupó- Veinticuatro horas más, Myriam. ¿No te parece que podrías aguantarlo?
-Sí. Es sólo que...
-¿Qué?

La voz de Myriam se convirtió en un susurro.

-Tómame la mano y mírame con amor a los ojos.

Victor supuso que Myriam tenía una explicación lógica para ese cambio en su comportamiento. Hasta que le levantó la mano y le besó uno a uno los dedos. Era evidente que había perdido la razón. Victor tiró de su mano, pero ella se la agarró con fuerza.

-¿Qué estás...?
-No puedo creer lo que ven mis ojos - Una voz de mujer a sus espaldas le dejo seco
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Mensaje  Jenny Lun Jun 09, 2008 7:11 pm

Cap 7
Victor se volvió. Vero, acompañada de Miguel, se había acercado a la mesa-. No me extrañan semejantes muestras de afecto en público tratándose de mi hermana, pero tú, Victor... Creía que estabas por encima de eso.
-¿Qué estáis haciendo aquí?
-Estábamos haciendo unas compras y os hemos visto. Bueno, debe haberos visto el pueblo entero.
-Me refería a qué estáis haciendo en Carmel -dijo Myriam con voz tensa.
-¿Es que mamá no te lo ha dicho? No, supongo que no -la risa de Vero resonó en la heladería?. ¿Adivina quién va a cenar en casa esta noche?

Para sorpresa de Myriam, todos se comportaron bien durante la cena. Le recordó a las naciones en guerra tratando de negociar la paz. Ninguno quería decir nada que pudiera ofender a otro, por lo que no se dijo nada interesante.
Refugio había preparado unas deliciosas costillas, pero a Myriam le resultó difícil disfrutar la comida. Con Vero y Miguel monopolizando la conversación sin dejar de hablar de su búsqueda de casa, Myriam tuvo tiempo para pensar y soñar despierta con Victor.
Se lo imaginó delante de un altar en una iglesia llena de flores...
¿Qué le pasaba? ¿Por qué pensaba esas cosas? No quería saber nada de] amor, no podía permitirse el lujo de enamorarse. Ver a Vero con Miguel le hizo recordar el dolor que sintió al sorprenderles juntos en su apartamento.
En su propia cama.

Eso fue todo lo que Myriam necesitó recordar. Tragó saliva y se recordó que no sentía nada por él.
No podía pensar en Victor más que como un novio de mentira, un novio falso. Tan pronto como acabara el fin de semana, volvería a ser libre. Libre de sus padres y libre de Victor. Pero hasta entonces, tenía que seguir siendo parte de la perfecta pareja que ambos habían creado, tenía que representar su papel en la mentira.
Después de la cena, Myriam siguió a los demás hasta el cuarto de estar, donde iban a digerir la cena y a hacer sitio para un exquisito postre, un pastel.

Una familia feliz. Vero y Miguel estaban sentados en uno de los sofás, Myriam y Victor en el otro. Antonio y Refugio cada uno en un sillón, como dos árbitros para asegurarse de que se jugara limpio.

Cuando Victor le puso un brazo sobre los hombros, a Myriam le resultó difícil respirar. El corazón le latió con fuerza. Miró a Victor, pero él no pareció notarlo. Le habría gustado que a Victor le pasara lo mismo que a ella Antonio sirvió coñac.

-Bueno, Myriam, ¿ya has elegido tu vestido de novia?

Había visto el vestido perfecto, pero no necesitaba un vestido de novia. A1 día siguiente por la noche ya no tendría prometido.

-Todavía no, papá
-Tu mamá me ha dicho que hay uno precioso...

Victor le besó la mejilla

-Myriam está guapa hasta con una bolsa de patata

Myriam enrojeció, a pesar de la poca originalidad de la frase. Ojalá no le importara lo que él dijera.

-No se parece en nada a un saco de patatas. Es perfecto y lo sabes, Myriam- Refugio dejó muy clara su opinión-. ¿Quieres que llame a Ginger y que le haga el pedido?
-Todavía no me he decidido, mamá -Myriam tenía los ojos fijos en la sonrisa de Victor.

Sus labios eran exhuberantes. Por mucho que intentara olvidar el beso, no podía. Y le preocupaba mucho. «No lo olvides, Myriam, sólo te quedan veinticuatro horas».

-El vestido está muy bien para una boda en primavera o verano, pero no para el invierno -añadió Myriam.

Refugio sonrió

-¿tenéis idea de cuándo queréis casaros?
-Junio es un buen mes – dijo Vero

Miguel asintió

-Y también muy tradicional, por lo que tendréis que reservar un sitio pronto si no queréis encontraros con una desagradable sorpresa.

Victor estrechó los hombros de Myriam

-He tenido tanto trabajo últimamente que no hemos tenido tiempo para pensar en la boda.
-Una vez que se tranquilicen las cosas en el trabajo de Victor, pensaremos en la fecha. Además, no tenemos por qué precipitarnos, ¿verdad, cielo?
-Siempre y cuando te cases conmigo uno de estos días, cariño.
-Cielo y cariño -Vero hizo una mueca-. Qué ternura.

Miguel parecía incómodo

-¿Quieres que nos vayamos ya, querida?
-Cállate – le espetó Vero.

Miguel se aclaró la garganta

-Por lo menos así tendremos tiempo para dar una fiesta de compromiso. Espero que no tengas problemas con eso, Victor.
-No, ningún problema
-Pues yo sí lo tengo -Myriam contuvo las ganas de ponerse de pie y plantarse en jarras.
-Sabía que pasaría esto –le dijo Vero a Miguel.

Antonio bebió un sorbo de coñac.

-Myriam, cariño, me parece que deberías considerar lo de la fiesta de compromiso.
-No, de ninguna manera. Se trata de un matrimonio, no de un negocio.

Antonio acabó su coñac

-Lo que decidáis me parecerá bien; pero, al menos, piénsalo.
-Lo hará Victor.
-Tengo que admitir que estoy entusiasmado con vuestra boda -declaró Antonio
-Papá, has sido tú quien siempre me ha advertido que no me precipite. El trabajo de Victor nos está dando la posibilidad de conocernos mejor antes de comprometernos más. Eso es lo que tú siempre has querido.
-Bueno, pues ahora he cambiado de idea – dijo Antonio, sorprendiendo aún más a su hija-. Al principio tenía mis dudas, pero es evidente que estáis hechos el uno para el otro. La manera como te brillan los ojos, cielo, es por Victor. Y estoy seguro de que él está de acuerdo conmigo.

Myriam miró a su madre. Su madre siempre pensaba que los jóvenes se lanzaban al matrimonio sin pensar. Ella le daría la razón.

-Mamá...
-Estoy de acuerdo con tu padre, Myriam. No veo la necesidad de un año o dos de noviazgo. En mi opinión, eso sólo es una pérdida de tiempo.

A Myriam se le estaban acabando los posibles apoyos.

-Vero, ¿a ti qué te parece?

Vero sonrió.

-¿Por qué esperar? Creo que formáis una pareja estupenda. Es más, estoy dispuesta a preparar la fiesta de compromiso. ¿No te parece, Miguel?

Miguel agrandó los ojos.
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Mensaje  Jenny Lun Jun 09, 2008 7:11 pm

-Sí, claro, me parece muy bien.
-¿Qué os parece dentro de dos semanas? -preguntó Vero.
-A mí me parece perfecto -repuso Antonio-. Es una idea extraordinaria. Conozco a varias personas a las que a Victor le gustaría conocer.

Refugio suspiró.

-¿Por qué no les preguntáis a Myriam y a Victor lo que les parece a ellos?

Tomada por sorpresa, Myriam no supo que contestar. En parte, la salida de su madre la había enternecido; por otra parte, estaba segura de que Vero se traía algo entre manos.

-Es muy amable de tu parte, pero sé lo ocupados que estáis tú y Miguel.
-Nada, eres mi hermana. Casi no te he visto desde que me he casado.

Myriam quería creer que su hermana estaba siendo sincera, pero no podía hacerlo.

-Agradezco la oferta, pero...

Como de costumbre, Vero no la estaba escuchando.

-Victor, ¿a ti qué te parece? ¿Estás listo para aparecer delante del mundo con tu novia del brazo? Anoche estábamos en la inauguración de una exposición de pintura y conocí a dos de tus compañeros de trabajo, ninguno de ellos sabía lo de vuestro noviazgo.

Victor se puso tenso, Myriam también. Myriam se incorporó en el asiento a la espera de que Vero lanzara la bomba.

-Puede que mi hermana no sea muy elegante ni tenga mucha clase, pero no me digas que te avergüenzas de ella, Victor.
-Vero -dijo Antonio en tono de advertencia.
-Dentro de dos semanas me parece bien -dijo Victor.

¡Maldito su novio de fin de semana! Le mataría antes de dos semanas. Mataría a su novio y luego a su hermana. Ningún jurado la condenaría después de considerar detenidamente los hechos.

La sonrisa de Vero se amplió.

-Créeme, será un verdadero placer. Estoy deseando presumir de hermana y de futuro cuñado. Nadie se lo va a creer.
-Esto es maravilloso, estoy encantada -dijo Refugio levantándose del sillón-. Voy a por el postre.

Myriam no quiso probar la tarta, a pesar de ser de chocolate.


Myriam estaba enfadada con él. Victor lo sabía tenía tres hermanas menores que él. Por lo tanto, se tomó su tiempo para ponerse los calzones con los que se metía en la cama, y para cepillarse los dientes. Pero no podía pasarse toda la noche en el cuarto de baño.

«Será mejor que salga ya». Abrió la puerta de baño y se adentró en la habitación. Después de da tres pasos, algo blando le golpeó la cabeza

-¿Qué demonios?

A su lado, Myriam estaba armada con una almohada. Su melena Rojiza le caía por los hombros, recordándole la melena de un león. También llevaba su camiseta, demasiado corta y demasiado transparente. Por debajo de la camiseta se transparentaban sus lleno pechos y las bragas negras.

-¿ Eso es por haberme besado?
-Eh, la culpa no ha sido mía. La culpa la han tenido tus padres, Miguel y Vero.
-¿Cómo te has atrevido a besarme así? -gritó ella lanzándole otro almohadillazo al vientre.
-Se supone que tenemos que actuar como la pareja perfecta.

Myriam volvió a golpearle con la almohada.

-Y esto es por decide a Vero que puede prepararnos la fiesta de compromiso. ¿Cómo has podido hacer una cosa así?
-¿Y cómo podía negarme después de acusarme de estar avergonzado de ti? No podía hacerlo, Myriam -Victor miró la almohada con cierto terror.
-Habíamos acordado ser novios durante este fin de semana, nada más.
-Bueno, pues ahora voy a ser tu novio dos semanas más. No es tan terrible, ¿o sí?
-¿A ti qué te parece?
-Dos semanas, Myri -Victor hizo un enorme esfuerzo por no mirarle las piernas-. Después desapareceré de tu vida para siempre.

No le gustó lo de para siempre. Nada.

-Quería verte desaparecer mañana.

Mentira. Podía verlo en los ojos de Myriam. Lo sabía por la forma como había respondido a su beso.

-No siempre puedes salirte con la tuya, Myriam.
-¿Quieres apostar?

Myriam intentó golpearle otra vez, pero Victor se agachó. Al momento, agarró la almohada de su cama. ¿Myriam quería jugar? Pues jugarían.

Los dos podían hacer lo mismo. Los ojos de Victor se clavaron en los de ella. Frente a frente, se miraron como dos luchadores armados con almohadas buscando la venganza. Victor no pudo evitar sonreír al ver la seriedad con que Myriam se había tornado la pelea.

-¿Estás segura de que quieres seguir con esto? Te advierto que sé pelear -a Victor le pareció justo advertirla. El mayor de seis hermanos, se había ganado el primer puesto en la lucha de almohadas dentro del clan Garcia-. Pero estoy dispuesto a dejarlo si lo estás tú.

Myriam sonrió felinamente y luego le lanzó un sólido almohadillazo que le dio en el brazo. Había declarado la guerra.

-Está bien, tú lo has querido -Victor le dio con la almohada en el vientre.
-No es justo -Myriam corrió al otro extremo de la habitación.

¿Por qué no era justo? Le había dado la oportunidad de firmar la paz, ella no había aceptado.

-Ahora vamos a ver lo que es justo o no -declaró él lanzando un ataque frontal.

Myriam dio almohadillazos a diestro y siniestro, algunos le dieron y otros no. De saber lo que le convenía habría aceptado la tregua que Victor le había ofrecido. Pero, por lo poco que la conocía, Victor sabía que jamás hacía lo que se le decía. Tampoco admitía nunca sus errores. Antonio se lo había advertido.

-¿Quieres dejarlo ya? -preguntó Victor.

Ella sonrió con gesto desafiante.

-No.

Avanzando hacia ella, Victor arqueó las cejas.

-Tú decides.

Tras lanzar un pequeño grito, Myriam se lanzó salvajemente al ataque con su almohada. Victor bloqueó su esfuerzo con facilidad.

-Siempre tan caballero, ¿verdad, Victor?
-Por supuesto -respondió él sonriendo al tiempo que le daba con la almohada en la cabeza.
-Vas a pagarlo caro.
-No lo creo.

Cuando Myriam se subió a la cama, Victor la arrinconó contra la pared.

-¿Te rindes ya?

Ella lanzó otro ataque con la almohada, pero Victor se agachó.

-No -contestó Myriam.

La almohada de Victor le dio en las piernas, haciéndola tambalear. Myriam extendió los brazos en un intento por no perder el equilibrio, y consiguió no caerse.

-¿Y ahora?
-Jamás.

Victor se echó a reír.

-Soy más grande que tú.
-Soy más lista que tú.

Myriam lanzó un último ataque.

Era suficiente. Victor le agarró la almohada en medio del ataque, se la arrebató y la tiró al otro extremo de la habitación.
Myriam se quedó mirando la almohada en el suelo. Se quedó boquiabierta. Luego, empequeñeció los ojos y lo miró fijamente.

-Eres...
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Mensaje  Jenny Lun Jun 09, 2008 7:12 pm

Victor hizo un ademán con su almohada, como si fuera a atacarla, y ella cerró la boca.

-Si fueras uno de mis hermanos, Myriam, te obligaría a decir que soy el amo del universo.
-Pues no voy a decirlo.

No, no iba a hacerlo. Y él no iba a ser tan cruel.

-Puedes decir que soy el novio perfecto, he ganado.
-El novio perfectamente loco -y le atacó, con cosquillas.
-Para.
-Vaya, he descubierto tu punto débil -dijo Myriam en tono triunfal-. Dame mi almohada.

Victor retrocedió, pero ella le siguió.

-No.
-En ese caso, sufre, loco novio.

Continuó haciéndole cosquillas por los costados hasta que Victor no pudo soportarlo más. Trató de sujetarla por los brazos, pero no pudo porque Myriam no dejaba de moverse. Ella continuó haciéndole cosquillas. A su vez, Victor empezó a hacerle cosquillas a ella. Myriam rió como una niña, su rostro apenas a unos centímetros del de él.

Las cosquillas cesaron.

Al mirarla a los ojos, los latidos de su corazón se aceleraron. El deseo de besarla fue sobrecogedor...

Myriam entreabrió los labios, la única invitación que Victor necesitaba. Bajó el rostro. Ella abrió la boca más. Aquel beso no era de cara a la galería.
Con la sensación de no conseguir saciarse de ella nunca, Victor la saboreó. Cálida, húmeda, Myriam. Una droga. Sus besos eran una droga.

Myriam echó la cabeza hacia atrás para que él pudiera besarle la garganta.

-Oh, Victor...

Tan Myriam. Ningún perfume, por caro que fuese, podía competir con la sencillez de su aroma. Myriam olía a flores recién cortadas un día de primavera.
Se le subió la camiseta. Sus vientres, desnudos, se tocaron. Victor se sintió arder. Le pasó la mano por el liso vientre, acariciándole la suave piel, hasta cubrirle los pechos.

Era perfecta.

Myriam gimió. El gemido le volvió loco. La deseaba con toda su alma. Nunca había deseado tanto a nadie.

-Myriam...

Era tan suave, tan maravillosa...

Myriam le bañó a besos el pecho, los pezones.

Victor contuvo la respiración. Su erección se topó con el vientre de ella.

-Myriam, tenemos que parar.

Myriam le acarició la espalda.

-No.

Victor no podía aguantar mucho más. Lo que ella le estaba haciendo con la boca y las manos le estaba enloqueciendo. Cerró los ojos a intentó imaginar agua gélida en invierno, pero su mente sólo consiguió conjurar una playa caribeña.
No podía pensar, no quería pensar. Pero ambos se jugaban mucho.

-Para, Myriam.
-¿Quieres que pare? -le susurró ella antes de pasarle la lengua por el lóbulo de la oreja.

«No, no quiero».

-No quiero parar, Victor -Myriam sonrió, continuó acariciándole- Y no quiero que tú pares tampoco.

“Recupera el control”. Pero era muy difícil. No sólo con sus palabras, sino con el tono de voz, ella le había dicho que quería seguir hasta el final. Él también quería, pero...

-Esto sólo complicaría las cosas.
-No me importa.

Myriam continuó mordisqueándole la oreja.

Claro que no le importaba. A Myriam nunca le preocupaban las consecuencias de sus actos. Seguía su instinto. Pero él no era así.
Victor apretó los dientes. No podía permitir aquello, estaba en la casa de Antonio Montemayor y no, no merecía la pena arriesgarse.
Agarrándole la mano, Victor la apartó de sí. Para suavizar la brusquedad del gesto, le dio un tierno beso.

-No podemos hacerlo.

Myriam miró al suelo y respiró hondamente.

-Myriam -Victor le alzó la Barbilla para obligarla a mirarlo-. Te deseo, pero no así. No en medio de esta farsa. ¿Lo comprendes?

Con los labios hinchados por los besos y los ojos llenos de pasión, Myriam asintió.

-Eres increíblemente hermosa y atractiva -Victor le acarició la mejilla-. Sabes que me estás volviendo loco.
-Yo...
-Sssss -hablar sólo empeoraría la situación-. Vamos a dormir.. o al menos, vamos a intentarlo.

Victor estaba en la cama de Myriam, pero no importaba. No iba a dormir aquella noche, habían ocurrido demasiadas cosas. Dormir abrazado a Myriam sería una verdadera tortura, pero no hacerlo sería aún más doloroso.

-¿Te importa que duerma en tu cama esta noche?

Al verla vacilar, añadió:

-Vamos, métete en la cama.

Myriam lo obedeció. Se tumbó a su lado, con los senos pegados a su pecho. Victor la abrazó, haciendo un esfuerzo imposible por mantener el control de su cuerpo. Poco a poco, Myriam se fue relajando. El suave sonido de su respiración le indicó que debía haberse dormido, pero tenía miedo de mirar por lo que pudiera pasar.
Quería acariciarla. Quería hacerle el amor. Pero no iba a permitirlo.
Esa noche no.

A la mañana siguiente, Myriam se despertó oyendo los latidos del corazón de Victor. Su aroma le acarició la nariz. El vello de sus piernas le hizo cosquillas en la pantorrilla. Se acurrucó contra él, vanagloriándose de su calor. Era maravilloso. Bostezó.
Ella y Victor, una pareja de verdad.
Qué sueño tan maravilloso.

Abrió los ojos. La luz del sol bañaba la habitación. No, no era un sueño. Myriam se quedó mirando a Victor. La expresión relajada y sus ojos cerrados le indicaron que estaba dormido.
Con el pelo más revuelto que de costumbre, parecía un niño travieso. Pero no era un niño, Victor Garcia era un hombre, todo un hombre. La noche anterior le había mostrado una ternura que la conmovió, y una pasión que la dejó deseando más.
La noche anterior lo había cambiado todo y no había cambiado nada. Suspiró. Victor no le pertenecía. Jamás sería suyo. Sin embargo, había sido todo tan natural, tan auténtico...
Pero no era de verdad.
Le tocó el pecho, jugueteó que su vello. Se sintió a salvo, segura. Se sintió como si le perteneciera.
Pero no era de verdad.

De repente, sintió un nudo en la garganta. Se estaba enamorando de Victor Garcia. Se estaba enamorando.
Era lo único que podía explicar su comportamiento. Pero enamorarse de él, querer hacer el amor con él no tenía sentido. No quería enamorarse. No quería enamorarse de Victor, ni de ningún otro hombre. Incluso en el caso de que quisiera enamorarse, Victor era la clase de hombre que no quería: inversor de capital, materialista, ambicioso, rígido. Un hombre como su ex novio.
Por lo tanto, ¿qué importancia tenía que Victor fuese también inteligente, tierno, guapo y educado? Sabía que no debía dejarse llevar por los sentimientos, la experiencia se lo había demostrado. Qué idiota, se había expuesto a que le volvieran a destrozar el corazón.
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Mensaje  Jenny Lun Jun 09, 2008 7:13 pm

Victor abrió los ojos. Las ojeras que tenía le indicaron a Myriam que estaba cansado, pero sonrió al verla.

-Buenos días.

Sintió un cosquilleo en el estómago.

-Buenos días.
-¿Has dormido bien?
-Mmmmm -Myriam no pudo encontrar la voz.

La sonrisa de Victor la excitaba. Quería tocarle, besarlo, hacer el amor con él. Pero no quería cometer otra equivocación. Al cabo de dos semanas habría desaparecido de su vida. Seguir con aquello era un error. Victor era rígido, tenía un plan en su vida. No funcionaría.

Victor se puso tenso.

-¿Te pasa algo, Myri?
-Naturalmente que no.

Myriam se subió las sábanas hasta la Barbilla. No era modesta, pero Victor la hacía sentirse tímida. El fino tejido de la camiseta y las bragas apenas la protegían de aquella punzante mirada.
Era tan fácil soñar que era suyo. Sus padres parecían felices, ella se sentía feliz. Pero si continuaba la farsa mucho más, acabaría sufriendo. Sin embargo, jamás había sentido lo que sentía con Victor, y con Miguel menos.

-¿Sientes que hayamos dormido en la misma cama?

Victor la hacía sentirse viva, hermosa y especial.
-No.
-Entonces, ¿qué es lo que te pasa?
-Anoche fue... maravilloso.

Sonriendo, él le besó la mano.

-Maravilloso. Ojalá hubiéramos podido continuar. Siento que tuviéramos que parar.
-Lo sé, pero...

Los ojos de Victor se oscurecieron, parecían el mar en medio de una tormenta.

-¿Pero qué?

No iba a ser fácil, y menos con el corazón dictándole todo lo contrario a lo que le dictaba la razón. Sabía lo que tenía que hacer, lo único que podía hacer.

-He empezado a pensar en... las complicaciones de nuestros actos.

“Me estoy enamorando de ti, no puedo permitir que ocurra”.

-No tenemos nada en común, pero entre los dos hay una...
-Química -dijo él.
-Sí, pero tenías razón, teníamos que parar.

Victor frunció el ceño.

-Me alegra que estés de acuerdo.
-Yo también -Myriam deseó que, por una vez, Victor no estuviera de acuerdo con ella.

Myriam terminó de colocar los platos del desayuno en el lavavajillas. Se asomó a la ventana de la cocina. Una suave brisa rizaba la superficie del agua de la piscina. Su familia y Victor estaban sentados afuera. Cinco personas tomando café una soleada mañana de domingo con un cielo azul. Cinco personas que compartían objetivos similares. Cinco personas a las que no quería parecerse.
Echó el detergente en el lavavajillas. En un fin de semana, Victor había conseguido dos cosas: ganarse a sus padres y robarle el corazón a ella.
Quería olvidarse de sus besos, de su calor. Quería olvidar a Victor Garcia. Pero no iba a ser fácil, tenían una fiesta de compromiso en dos semanas.

«Maldita sea». Myriam cerró de un golpe la puerta del lavavajillas.

Victor dio unos golpecitos en la ventana.

-¿Has terminado, Myriam?

Ella no quería salir afuera, se sentía más segura dentro de la casa. Cuanto más tiempo pasaba con Victor, más tiempo quería pasar con él. Estaba perdida.

-Ahora saldré.
-Será mejor que te des prisa.

Victor llevaba una camiseta blanca debajo de una camisa azul y unos pantalones cortos kaki. Parecía salido de un anuncio de Gap. Myriam sintió la garganta seca.

-¿Qué es lo que pasa?
-Tu familia se está entusiasmando demasiado.
-Ya te dije que...
-Es peor que eso. No puedes imaginar a quién quiere invitar tu padre a la fiesta.

Victor recitó una lista de nombres, incluyendo varios agentes de bolsa del Valle de la Silicona. La lista de invitados perfecta para un inversor de capital. Victor estaría en el paraíso, ella en el infierno.

-Vaya, una lista.

Victor se encogió de hombros.

¿Se encogía de hombros?

-¿Es que no te hace ilusión?

Victor frunció el ceño.

-¿Y si pasa algo? He trabajado tanto y estoy tan cerca de... Esto podría acabar en desastre.

Ya era un desastre, pero Myriam no estaba dispuesta a decírselo.

-No va a pasar nada. Me comportaré como la prometida perfecta y tú les impresionarás tanto que todos se preguntarán por qué no estás trabajando con ellos.
-Gracias, necesitaba oír algo así -Victor lanzó un suspiro de alivio-. De todos modos, creo que deberías salir. Vero y tu madre están decidiendo dónde poner la lista de regalos.
-¿La lista de regalos?
-Sí, de regalos de boda.

La sonrisa de Victor le aceleró el pulso.

-Eso no tiene gracia.
-No es ninguna broma.
-Victor, no estamos prometidos -dijo ella bajando la voz-. No podemos aceptar ningún regalo.
-Los devolveremos después de que me rompas el corazón.
-“Muy gracioso, Garcia”.
-¿Y por qué, si se puede saber, vas a ser tú el que acabe con el corazón destrozado?

Victor bajó los ojos.

-Claro, no quieres ofender al todopoderoso Antonio Montemayor, ¿verdad? -Myriam se lavó las manos.
-No es eso.
-Sí que lo es.

Lo que más le preocupaba a Victor era su cartera, igual que a Miguel. Él y Miguel deberían haber sido gemelos. Myriam se secó las manos con un trapo de cocina.

-Por favor, sal -Victor se metió las manos en los bolsillos de los pantalones- Te necesito.

« Ojalá fuera verdad. Ojalá me necesitaras a mí».

-Ahora voy.

Con la cafetera en la mano, Myriam salió afuera.

-¿Alguien quiere más café?

Antonio le tomó la cafetera y la puso encima de la mesa de cristal.

- Siéntate, Myriam.

Victor dio una palmada en el cojín de la silla de hierro forjado contigua a la suya.

-Vamos, siéntate aquí, cielo.

Refugio sonrió.

-Myriam, estábamos hablando de vuestra fiesta de compromiso. Necesitas hacer la lista de regalos.
-No es necesario, mamá.
-Sí que lo es -dijo Refugio-. Conozco la tienda perfecta, concertaré una cita para la semana que viene.
-La semana que viene trabajo.
-Lo sé, pero tienes empleados en la tienda. Haré una cita un día por la tarde a iré contigo. Ya verás lo bien que la pasamos. Después, iremos a comprar el vestido de novia.
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Mensaje  Jenny Lun Jun 09, 2008 7:13 pm

Myriam quería que sus padres dejaran de meterse en su vida. «Piensa positivamente, dentro de dos semanas se acabará todo». Dos semanas no era demasiado tiempo.

-Está bien.
-En cuanto a la fiesta, hemos decidido que ir vestido de etiqueta sería excesivo, teniendo en cuenta que se va a anunciar con poca antelación -dijo Vero.
-Y, naturalmente, que unos vayan de esmoquin y otros no se vería muy mal ?añadió Miguel.
-Como de costumbre, tienes razón, Miguel -Vero le dio una palmada en la mano a su esposo.

Myriam se preguntó cómo era posible que hubiera estado enamorada de Miguel. Casarse con él habría sido un verdadero desastre.

-Dejémoslo en algo medio formal -declaró Vero-. La semana que viene iremos de compras, conozco las mejores boutiques de la ciudad. Saldremos de compras todos los días y acabaremos encontrando algo espectacular.

Myriam se lo agradeció, pero no quería pasar demasiado tiempo con su hermana.

-Eres muy amable, Vero -dijo Victor-. Pero llevo mucho tiempo queriendo comprarle algo especial a Myriam y esta ocasión es la oportunidad perfecta para hacerlo.
Increíble. No podía ser verdad. Lo era.

Myriam se quedó mirando a Victor, se los quedó mirando a todos. Se había inventado un novio con la intención de evitar que sus padres se entrometieran en su vida, pero no estaba funcionando. Ahora, no sólo eran sus padres los que interferían, sino Vero y Miguel también.
Y Victor. ¿Acaso no se daba cuenta de que no la estaba ayudando en nada? Ya estaba harta.

-Tengo una idea que solucionará el problema de la ropa -dijo Myriam-. Que cada uno vaya vestido como quiera.


¿Que cada uno vaya vestido como quiera? Victor tenía la mirada fija en la carretera

-¿No te parece un poco extremista?

El extremismo es lo único que mi familia en tiende.

-Creía que tu madre y a Vero iban a desmayarse.
-No son de las que se desmayan -contestó Myriam Además, tenía que hacer algo; si no, mi madre iba a empezar a mandar las invitaciones de boda.

La tensión se hizo palpable en la cabina de la camioneta. Victor no necesitaba una antena para sintonizar las emisoras de radio con Myriam sentada tan cerca a su lado. Encendió la radio y encontró una emisor con un solo de saxofón de jazz.

-El miércoles por la tarde. Pero no quiero que vengas, será más fácil sin ti.
-Entonces, no iré -dijo él aliviado-. Pero la fiesta... Myriam, sería una maravilla para mi camera que me presentaran a tanta gente importante dentro del mundo de las inversiones de capital. Aunque sé que no te apetece nada la fiesta.
-¿Que no me apetece? -Myriam lanzó una irónica carcajada-. Será un suplicio. ¿Sabes por qué Vero quiere dar la fiesta de compromiso?
-Por ti.
-No. Se trae algo entre manos, pero no sé qué es. Creo que quiere que rompamos.
-¿Te ha dicho eso?
-No, pero es evidente. Piensa en el comentario que te hizo y en lo de acompañarme a encontrar un vestido apropiado. Creo que lo que intenta es decirte que no soy la esposa apropiada para ti.
-Eso no es verdad. Serás una maravillosa esposa para el hombre con el que te cases -Victor no podía permitirse el lujo de olvidar que Myriam no era su tipo.
-El hombre con el que me case no va a ser una estrella en el mundo de las rovers Tones de capital.

Cierto. Myriam reprobaba todo lo que él llevaba tanto tiempo tratando de conseguir en la villa. No funcionaría. A menos que la presionaran hasta hacerla cambiar de idea.

-¿Tanto odias el mundo de los negocios?
-Sí. Y la famosa fiesta es el no va más de lo que no soporto.

¿La había llevado Miguel a fiestas, o Antonio? Victor trató de imaginarla entre canapés de caviar y champán, pero no pudo. Myriam no encajaba en las fiestas de alta

-¿Lo dices por experiencia? ¿Has estado en muchas fiestas de ese tipo?
-Antes trabajaba para Richardson y Scott.

Richardson y Scott era una de las más prestigiosas compañías de inversiones del país. ¿Myriam, con sus vestidos de flores, trabajando en una empresa conservadora?

-¿Qué hacías?
-Era analista de sistemas.
-¿Por qué lo dejaste? -preguntó Victor, sorprendido de la confesión de ella.
-Porque no me gustaba el trabajo.
-Es una empresa extraordinaria. Muchas horas de trabajo, pero compensa.

De soslayo, la vio encogerse de hombros.

-No me gustaba.

¿Qué era lo que le gustaba? Richardson y Scott promocionaban el trabajo de la mujer más que cualquier otra de las grandes empresas. Debía estar loca para dejar ese trabajo.

-¿Por qué?
-Por muchas razones. No soportaba levantarme temprano. No soportaba quedarme hasta tarde trabajando. Y no soportaba el politiqueo de la empresa. Pero lo peor eran las medias y los tacones.

¿Medias y tacones? ¿Había dejado un trabajo excelente porque no le gustaban las medias ni los tacones? Con sus largas y bien formadas piernas debía haber estado preciosa. Victor se la habría quedado mirando con incredulidad de no ser porque no podía apartar los ojos de la carretera.

-Te agotaste. ¿Por qué no te tomaste unas largas vacaciones sin sueldo?
-Lo hice -Myriam sonrió-. Permanentemente.
-Pero...
-No lo entiendes, ¿verdad? -Myriam se mordió los labios- No era sólo mi trabajo, Victor, lo que no soportaba era ese mundo. Me sentía muy mal, nunca sonreía, siempre al borde de una úlcera. Era horrible. Me miraba al espejo y no lograba reconocerme a mí misma. Acabe por no saber ni quién era.
-Debías tenerlo todo.
-Lo que tenía era un maravilloso piso en la Marina, ropa de diseño y un coche alemán deportivo. Ganaba mucho dinero; pero cuando se trabajan ochenta horas a la semana, ¿para qué sirve el dinero? No tardé mucho en darme cuenta de que el dinero no era tan importante como creía.

El dinero era importante. Si Myriam se hubiera criado en una familia como la suya, luchando por llevarse algo que comer a la boca, pensaría de otro modo.

-Decir eso es fácil cuando se tiene un padre como el tuyo detrás.
-Nunca le he pedido dinero a mi padre -el enfado asomó a sus ojos- ¿Crees que mi padre me manda un cheque todos los meses?
-No sé que creer.
-Soy dueña de una librería, una librería que compré con el dinero que gané en Richardson y Scott, con el dinero que saqué de la venta del coche y con el dinero que pedí prestado al banco -Myriam arrugó la nariz-. Al menos, ese trabajo me dio algo bueno.
-¿Y el dinero para la gasolina?
-Todo el dinero que me da mi padre lo meto en una cuenta de ahorros. Una vez al año, lo uso para comprarle abonos de golf en su campo preferido. ¿Has satisfecho ya tu curiosidad?
-Sí -Victor se había enfadado- No debería haber supuesto que...
-¿Puedo hacerte yo una pregunta?
-Sí.
-¿Es importante para ti el dinero?

Victor vaciló.

-No lo comprenderías.
-Ponme a prueba.
-Tú te criaste rica, yo me crié en una granja en la que mis padres tenían que hacer milagros para poner comida en la mesa -Victor suspiró- Nunca tuvimos dinero. Nunca.

Victor volvió a suspirar y prosiguió:

-Recuerdo una Navidad que estábamos más estrechos de dinero que de costumbre porque la lluvia había estropeado la cosecha del otoño y, para colmo, mi padre se había roto una pierna. No había dinero para regalos, así que mi madre y yo nos pasamos la noche de antes en vela preparando pastelillos en la cocina y caramelos para que mis hermanos tuvieran algo de regalo. Aquella Navidad decidí que jamás lo pasaría tan mal como mis padres. Quería ser capaz de ayudar a mi familia, quería que jamás tuvieran que preocuparse por la comida y por los regalos de Navidad.
-¿Cuántos años tenías? -preguntó Myriam.
-Doce.
-¿Eras feliz?
-Sí, antes de darme cuenta de lo mucho que mis padres luchaban por sacarnos adelante -dijo él- Sé que para ti es difícil comprenderlo, Myriam, pero no creas que esa vida es romántica. No se puede ser pobre y feliz al mismo tiempo.

Myriam se quedó mirando por la ventanilla al paisaje.

-Tampoco ser rica garantiza la felicidad.

El martes por la noche, Victor colgó el teléfono. Refugio Montemayor era increíble. Esa mujer no sabía lo que era aceptar una negativa. Myriam se iba a enfadar. Mejor darle la noticia con tiempo para que se calmara. Pelearse con almohadas era una cosa, pero otra muy distinta que rompiera la porcelana y el cristal de una de las tiendas más caras de San Francisco.
Además, quería hablar con Myriam. También quería verla. Estar con ella le volvía loco, y se volvía loco cuando no estaba con ella. No sabía qué hacer. Descolgó el teléfono y marcó el número de Myriam.

Después de cuatro llamadas saltó el contestador.

-Hola, Myriam, soy Victor. Victor Garcia. Tu madre me ha llamado para invitarme a ir con vosotras a preparar la lista de regalos. No sé cómo, ha logrado fiarme. Llámame.

Odiaba los contestadores automáticos. Colgó el teléfono. Se pasó la mano por el cabello.

Victor miró el reloj. Las nueve. No sabía si había cerrado la librería, pero debía seguir trabajando. Le llamaría cuando llegara a su casa.
Las once. Victor empezó a preocuparse en serio. No era posible que tuviera la librería abierta hasta tan tarde. Y si no estaba en la librería, ¿dónde estaba? Más importante aún, ¿con quién?

A medianoche, Victor se estaba paseando por su casa. No podía dormir y no podía trabajar. Myriam aún no le había llamado. Victor descolgó el auricular y volvió a llamar. Cuando la máquina respondió, colgó de un golpe.
¿Y si le había pasado algo? ¿Un accidente? Se le encogió el estómago. Esperar era un suplicio. Pero podía haber sido peón... si ella fuera su novia de verdad.

Cuando Myriam entró en su casa, bostezó. Había sido una noche muy larga, no se había dado cuenta del mucho trabajo que se le había amontonado. Un trabajo que no se podía hacer con la tienda llena de clientes. Un trabajo que la mantenía ocupada evitándola pasar las horas muertas en casa pensando en Victor.

Dejó caer la bolsa en el suelo y se desató los cordones de las botas negras. Al agacharse, un agudo dolor le recorrió la espalda. Eso le pasaba por haber dormido en el suelo la noche anterior. En fin, lo que necesitaba era una ducha caliente. Se quitó las botas con los pies.

Fue entonces cuando vio el parpadeó del contestador automático. Quería dormir, pero podía tratarse de un mensaje importante.
Apretó el botón.

-Tiene dos mensajes -dijo la voz digital-. Mensaje dejado el martes a las veinte horas catorce minutos.
-Hola, Myriam -dijo Refugio-. Siento molestarte, pero he tenido una idea maravillosa. ¿Qué te parece si Victor nos acompaña mañana? ¿No sería estupendo? Como no estás, le llamaré. Hasta mañana por la tarde en la tienda. A las siete. No te retrases.

Estupendo. Justo lo que necesitaba, su madre viendo como ella y Victor elegían la porcelana y la cristalería.

-Mensaje dejado el martes a las veinte horas cincuenta y nueve minutos -dijo la máquina.
-Hola, Myriam, soy Victor. Victor Garcia. Tu madre me ha llamado para invitarme a ir con vosotras a preparar la lista de regalos. No sé cómo, ha logrado liarme. Llámame.

Victor era demasiado educado. Lo más probable era que hubiera dicho que sin pelear antes.
¿Qué hora era? Apretó la tecla de¡ reloj del contestador automático.
Eran las ocho y siete minutos de la mañana del miércoles.
Qué temprano. Ya no le extrañaba que no pudiera mantener los ojos abiertos. Debería acostarse. Tenía que volver a la tienda a mediodía, así que se acostaría temprano por la noche. Elegiría la porcelana y la cristalería...
Se quedó mirando el teléfono. Debería llamar a Victor para decirle que no podía acompañarlas, pero no quería hablar con él. Bueno, quizá sí. Ojalá pudiera olvidarle, pero era más fácil de decir que de hacer. Victor Garcia era un hombre difícil de olvidar.
Las ocho. Victor estaría en la oficina, así que no tendría que hablar con él. Le dejaría un mensaje en el contestador automático. Perfecto.
Myriam marcó su número.
A la tercera llamada...
-¿Sí?
Se vio presa del pánico durante unos segundos, pero el sentido común le dijo que tenía que decir algo.
-Hola, Victor.
-¿Myriam?
-Sí, soy yo -dijo ella, pensando que debería estar trabajando. Aunque eso a ella le daba igual-. Me ha alegrado oír tu mensaje.
-¿Que te ha alegrado?
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Mensaje  Jenny Lun Jun 09, 2008 7:14 pm

No, no era esa la palabra adecuada. Dios, el sueño no la dejaba pensar con lógica.
?No, lo que he querido decir es que he recibido tu mensaje.

-¿No es un poco temprano para ti?
-Acabo de llegar a casa.
-¿Que acabas de llegar?
-Sí -Myriam bostezó-. ¿No trabajas hoy?
-Tengo una reunión.
-Ah, muy bien -debía ser igual que ir al dentista.

Myriam echó la cabeza hacia atrás y volvió a sentir otra punzada de dolor en la espalda.
-¡Ay!
-¿Te pasa algo, Myriam?
-Estoy cansada y la espalda me está matando -volvió a bostezar pensando en lo bien que estaría en la cama. Mejor si Victor la acompañara. Esos pensamientos eran peligrosos. Debía estar agotada-. No he dormido mucho anoche. Voy a acostarme tan pronto como cuelgue.

Silencio.

-¿Victor?

Más silencio.

¿Había colgado?

-Victor, ¿estás ahí?
-Sí -contestó él por fin.

Myriam se encogió de hombros, lo que le produjo más dolor en la espalda. No sabía qué le pasaba a Victor, aunque tampoco le importaba.

-Victor, no tienes que venir esta tarde con nosotras. Myriam se imaginó a sí misma con Victor eligiendo vajillas y cristalería. Muy íntimo, típico de una pareja. La línea divisoria entre la realidad y la ficción se estaba borrando.
-¿No crees que nos sentiríamos... incómodos?
-Sí, pero tu madre ha decidido que debo ir.
-Te estás convirtiendo en un yerno modelo.
-No tengo otra opción.

No, Victor no la tenía. No iba para complacerla a ella, la ambición era lo que le motivaba...

Lo sé.
-Pasaré a recogerte a iremos juntos a la plaza de la Unión -dijo él-. Tu librería está en la calle Veinticuatro de Noe Valley, ¿verdad?

Myriam bostezó.
-Sí.
-¿Cómo se llama?
-El Atico de Myriam.
-Estaré allí a las seis y media.
-Bien. Y Victor, gracias, sé que esto tampoco es fácil para ti.
-No tiene importancia.
-Hasta esta tarde.

Aquella tarde, Victor recorría la calle Veinticuatro. El olor a aceite de oliva y a cordero le lleno la nariz al pasar por un restaurante griego. Inhaló preguntándose si la comida sabría tan bien como olía. Le rugió el estómago. No había desayunado gran cosa y apenas había almorzado. No había podido comer gracias a Myriam.
Debía haber conocido a otro. Pero ella le había dicho que no le interesaban los hombres. Debía ser un hombre especial.
Ya se había acostado con él. Incluso se había hecho daño en la espalda. ¿Acaso to que pasó el sábado no significaba nada para ella? No había sido un beso de nada, sino mucho más que eso.
Sonaron campanillas de alarma.
Se iluminaron las señales de peligro.
Se estaba enamorando de Myriam Montemayor. Nunca se había enamorado.
No tenía sentido. Su rutina se había visto interrumpida por una mujer que no veía nada malo en pedir un postre de primer plato en un restaurante de lujo. Una mujer a la que conocía desde hacía poco más de una semana.
A Victor se le hizo un nudo en el estómago.

Maldición.

No quería sentir lo que sentía. Tenía un trabajo estupendo y participaciones en la empresa al alcance de la mano. En unos cuantos años, sería millonario y tendría todo lo que quería. Su familia ya no tendría que preocuparse de nada. No quería enamorarse.

Pero no podía dejar de pensar en Myriam besando a otro hombre. Victor quería darle un puñetazo a alguien, preferentemente a ese otro hombre. Le subió la temperatura, se metió los puños en los bolsillos.

Le llevó un minuto darse cuenta de que había pasado de largo la tienda. Volvió sobre sus pasos. El Ático de Myriam era más grande de lo que había pensado. Además del piso principal, había un ático. Sin saber por qué, había supuesto que la librería estaba especializada en libros raros; pero, con sorpresa, vio en el escaparate Bestsellers y el New York Times.

Myriam estaba detrás del mostrador, sonriendo y hablando con un cliente. Llevaba cola de caballo y pendientes de cristales. Estaba preciosa.
Y tenía un amante.

Victor se adentró en la librería y notó que olía a canela y clavo. Las estanterías de madera estaban viejas y arañadas, pero quedaban bien en aquel ambiente informal. A las paredes les vendría bien otra capa de pintura. Myriam podía transformar el ático en un café bar. Pero incluso sin las mejoras, la tienda tenía el encanto de un establecimiento tradicional.

-Ahora mismo estoy contigo, Victor -le dijo Myriam desde el mostrador al verlo.

Myriam volvió su atención a una mujer de edad avanzada. Después, salió del mostrador y se acercó a un pasillo. De una de las estanterías sacó un libro de bolsillo y luego rió con la mujer como si fueran buenas amigas. Tan pronto Myriam hubo terminado con ella, otro cliente se acercó al mostrador con un montón de libros de bolsillo en la mano.

Myriam miró a Victor.

-No te preocupes por mí, me he adelantado dijo él.

A Victor le intrigó ver el lado responsable, profesional de Myriam. Sonrió. Le gustaba ese lado de Myriam, se ganaba su respeto.
Otro cliente se acercó al mostrador y Myriam gritó:

-Moe.

Un joven corrió escaleras abajo. Tenía pelo negro corto a lo Mohawk, era alto y delgado con una sonrisa de oreja a oreja. Myriam le susurró algo al oído y Moe se metió detrás del mostrador.
Cuando Myriam empezó a acercarse a Victor, se echó un pequeño bolso sobre los hombros. Su larga falda floreada le acarició las piernas.

-Siento haberte hecho esperar.
-Me gusta tu librería.

Ella sonrió.

-Gracias.

Victor indicó con un gesto al hombre que se había puesto detrás del mostrador, el hombre que observaba todos los movimientos de Myriam.

-¿Trabaja para ti?

Myriam volvió la cabeza.

-¿Te refieres a Moe?

Victor asintió.

-No sé qué haría sin él, es mi mano derecha.

¿Moe era su nuevo novio? Victor apretó los dientes.

–¿Cuánto tiempo lleva trabajando para ti?
-Desde que abrí la librería. No sé de dónde viene, pero es mi ángel de la guarda desde que puso un pie aquí -le hizo un gesto a Moe-. Adiós.

Moe sonrió. A Victor le pareció una sonrisa demasiado ladeada, pero era evidente que conseguía engañar así a las mujeres. Debía advertirle a Myriam contra ese tipo de hombres.

-Que te diviertas, My

¿My? ¿Moe la llamaba My? Victor esperó a que le corrigiese, pero Myriam se limitó a sonreír.

-¿Listo, Victor?

Listo para matar a Moe.

-¿Es Moe el diminutivo de Mohawk?

Myriam se echó a reír.

-Claro que no, es un apodo. Su verdadero nombre es Zack.

Victor abrió la puerta y le cedió el paso.

-Hablando de todo un poco, ¿te encuentras ya mejor?
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Mensaje  Jenny Lun Jun 09, 2008 7:14 pm

Por qué le hacía esa pregunta? No quería saber los detalles. Hasta ese momento, no se había dado cuenta de que era masoquista.

-Sí, lo estoy, gracias -Myriam salió de la tienda-. Pero la culpa la tengo yo, a pesar de que Moe me lo advirtió. Pero nunca hago caso a lo que me dicen.

Victor no quería enterarse de los detalles íntimos de una noche de pasión entre Myriam y un salvaje llamado Moe.

-Myriam, yo...
-Me dijo que ya no tengo veinte años, que no podía quedarme en vela toda la noche trabajando...
-Myriam, de verdad que... -se interrumpió. ¿Qué había dicho?-. ¿Trabajando?
-Sí -respondió ella- Me he pasado la noche reorganizando los libros y viendo como podía cambiar las estanterías. Moe se tuvo que marchar a las dos de la madrugada, pero me hizo prometerle que no iría andando a casa sola.

«Gracias, Moe». Alguien tenía que cuidar de Myriam. A Victor le dieron ganas de estrechar la mano de ese hombre.

-¿Y lo de la espalda?
-He dormido en el suelo, en la trastienda. No, supongo que ya no soy una niña.
-Ya no lo somos ninguno -dijo Victor sintiendo un enorme alivio.

No había necesidad de estar celoso. Aunque, por supuesto, él no tenía celos de nadie... ¿Celoso? ¿El? Ni hablar.



Mientras subían por las escaleras automáticas al tercer piso, Myriam contempló la imagen de Victor en el espejo que había a su izquierda. Tenía aspecto de inversor capitalista de éxito con ese traje de chaqueta gris marengo. ¿A quién estaba tratando de engañar? Estaba guapísimo, punto.

¿Que no era su tipo?

Tonterías.

Ni siquiera el deseo de Victor de ser rico disminuía la atracción que sentía por él; sobre todo, después de haberle explicado lo que era criarse en el seno de una familia pobre.
No debería haber ido.
Victor Garcia la obsesionaba, despierta y dormida.
Al poner los pies en el tercer piso, Victor le agarró la mano y se la besó.

-El prometido perfecto, ¿verdad?
-Lo intento.

Lo intentaba demasiado. Su mano encajaba perfectamente con la de él, demasiada perfección para su propio bien.

-Puedes soltarme la mano, mi madre no está a la vista.

Victor no se la soltó.

-Que no la veas no significa que no esté.
-¿Qué hora es?
-Las siete en punto.
-Mi madre debería haber llegado, siempre es puntual.

El establecimiento era elegante y refinado, frecuentado por gente rica y de la alta sociedad.

-Quizá deberíamos registrarnos.

Una mujer alta y delgada como una modelo se les acercó. Parecía salida de las páginas de Vogue.

-Me llamo Mercedes. ¿Puedo ayudarles en algo?
-Hola. Soy Myriam Maria Montemayor -Myriam forzó una sonrisa-. Este es Victor Garcia, mi...
-Su prometido -Victor estrechó la mano de Mercedes-. Tenemos una cita.
-Oh, la señorita Montemayor y el señor Garcia Mercedes sonrió, sus dientes blancos contrastaban con su piel morena?. Les estaba esperando. Por favor, siéntense.
-Mi madre se va a reunir aquí con nosotros.
-Oh, lo siento mucho, pero su madre ha llamado para decir que no podía venir. De todos modos, no se preocupen, tenemos los artículos perfectos para ustedes.
-Gracias, pero creo que deberíamos arreglar otra cita y cancelar ésta -Myriam intentó parecer desilusionada.
-¿Por qué no empezamos ahora? Puede hablar con su madre antes de que acabemos, llevará algo más de una cita -Mercedes se sentó delante de su escritorio-. Podría enviarle un fax a su madre con los artículos que haya seleccionado.

«Y enviarle un informe completo». Myriam suspiró.

Mercedes sacó una hoja de papel en blanco y un bolígrafo Mont Blanc.

-Empecemos ya.

Tras diez minutos durante los cuales Mercedes les orientó, Myriam, con una tablilla con varias hojas en blanco, paseó la mirada por la exhibición de cristal, porcelana y artículos del hogar. No podía creer lo que estaba haciendo. No estaban prometidos.
Mercedes les indicó que la siguieran.

-¿Por qué no empezamos con la porcelana?

Myriam se retiró un mechón de pelo que le caía por la frente.

-¿Te parece bien, cariño?
-Lo que tú digas, cielo.

Mientras seguían a Mercedes, Victor susurró al oído de Myriam:

-¿Por qué tantas terneces?
-Creo que Mercedes le va a enviar un informe completo a mi madre -contestó Myriam también en un susurro-. ¿Crees que podrás soportarlo?
-Lo intentaré.

Cuando Victor le besó el cuello, Myriam temió que el pulso fuera a salírsele del cuerpo.
Paseándose por la sección de porcelana, Victor señaló un plato de marfil con un adorno en negro y azul marino, y borde dorado.

-¿Qué te parece, encanto?
-Es precioso.
-Igual que tú.

El halago le había salido con mucha facilidad, Myriam casi había creído la sinceridad de sus palabras. Pero no, no lo había dicho en serio.

-No te parece excesivo, vamos a cansarnos ya mismo, ogre.
-Tienes toda la razón del mundo, gatita.

Myriam levantó un plato con flores de color melocotón y azul en los bordes y en el centro.

-¿Qué te parece?
-Bonito -Victor le besó la mejilla y Myriam casi tiró al suelo el plato-. Pero esos colores no le van bien a nuestra decoración. Creo que deberíamos orientarnos hacia algo más neutral.

Myriam dejó el plato.

-Tienes razón, cariñín.

Mercedes les dedicó una sonrisa radiante.

-Hacen una pareja adorable. A muchas parejas sólo les interesa elegir lo más caro, es evidente que ustedes están más interesados en construir un hogar duradero.

Myriam agarró la mano de Victor y le miró a los ojos. Se preguntó si lo estaba haciendo por Mercedes o por sí misma. En realidad, no le importaba si Mercedes era una espía de su madre.

-Tengo suerte.

Victor le acarició la mano con el pulgar.

-Los dos somos afortunados.

Ahí, entre las exquisitas vajillas de porcelana y la cristalería, Myriam casi llegó a creer que eran una pareja feliz. Y le gustó la sensación.

-Victor tiene razón respecto al diseño de la vajilla y al color -dijo Mercedes-. Necesitan colores y diseños de los que no se cansen. No olvide que la vajilla es para siempre.

Victor soltó la mano de Myriam y examinó el diseño de otra vajilla. Myriam deseó que siguiera tomándole la mano.
Victor le mostró un plato con fresas y hojas de parra alrededor del borde.

-¿Qué te parece éste?
-Perfecto -y, para desgracia de Myriam, lo era. Si fueran a casarse de verdad, habría elegido aquel diseño. Pero no iban a casarse-. Ocho servicios, ¿ no?
-Doce -Victor le estrechó el brazo con ternura-. Tengo una familia numerosa. Tendremos que utilizar esta vajilla por Navidad y en el Día de Acción de Gracias. Casi puedo saborear el pavo y la salsa de frambuesa.

Y ella, pero... ¿El Día de Acción de Gracias y el de Navidad? No sabía cocinar, no sabía preparar pavo ni salsa de frambuesas. La situación cada vez era más ridícula.

-Pero...
-Doce.
-Está bien, doce servicios -no tenía sentido discutir por eso.

Les hicieran los regalos que les hiciesen, iban a devolverlos.


-¿Está vajilla va a ser la vajilla para ocasiones formales? -preguntó Mercedes.
-Sí -respondió Victor acariciando el plato.
-No necesitamos platos informales -añadió Myriam, tratando de no pensar en las fiestas familiares.

Victor sonrió.

-Quiero que utilicemos nuestra vajilla a diario. No tiene sentido reservarla para las ocasiones. Así, no se nos olvidará nunca esta tarde ni cómo la elegimos juntos.

<Te quiero, Victor> . Myriam admitió por fin que se había enamorado de Victor. Se había enamorado locamente.

La sonrisa de Mercedes se amplió.

-Señor Garcia, ojalá pudiera sacar un clon de usted.
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Mensaje  Jenny Lun Jun 09, 2008 7:15 pm

“Y ojalá fuera realmente mío”, pensó Myriam sintiendo una enorme opresión en el pecho.

-Ahora, vamos a buscar la cristalería y la cubertería para acompañar a la vajilla.
-¿Qué tal ésta? -Victor levantó una copa lisa y alta-. Me gusta ésta.
-Es Orrefors -dijo Mercedes-. ¿No quiere mirar las de Waterford, que tienen dibujos?

Victor hizo ademán de brindar.

-Si brindamos, ¿me vas a dar un beso?

«Te daría todo lo que me pidieras». Myriam tragó saliva.

-¿Te lo mereces?
-Sí.

Myriam sólo había tenido intención de rozarle los labios, pero en el momento en que él la tocó, no pudo evitar besarle de verdad. El resto del mundo se desvaneció. Sólo existía él. Sólo sentía su sabor, su textura. No quería que aquel momento llegara a su fin.
Pero no era real.
Cuando se apartó de él, Victor sonrió.

-Si siempre me besases así, compraría estas copas esta misma tarde. No me costaría nada acostumbrarme.

Ni a ella. Pero no podía permitírselo. No debía olvidar el dolor de la traición.

-¿Quieren ver la cubertería? -preguntó Mercedes.
-Sí -Victor volvió a tomarle la mano a Myriam.

Lo que ella necesitaba era alejarse de Victor, estar a solas, recuperar la normalidad.

-Mira esto, cielo.
-Es perfecta -contestó Myriam, que lo único que quería en esos momentos era marcharse de allí.

Mercedes les señaló otra cubertería que contrastaba con el terciopelo negro en la que descansaba.

-¿Qué les parece ésta?

Dos círculos eran la única decoración del tenedor. Muy sencillo, pero muy bonito. A Myriam le gustó. Además, una vez que acabara de elegir, podría marcharse a su casa.

-Sí, me gusta.

Mercedes colocó los cubiertos al lado de los platos y las copas que habían elegido.

-Una elección maravillosa. Todo casa perfectamente.

Victor le puso el brazo a Myriam sobre los hombros.

-¿Te gusta, cariño?

“Me gustas tú”. A Myriam se le hizo un nudo en el estómago.

-Sí.

Mercedes sonrió.

-He visto cientos de parejas y tengo que admitir que ustedes dos forman una pareja perfecta. Estoy segura de que van a formar un matrimonio feliz.

Myriam no podía hablar, no podía respirar.

Victor la estrechó contra sí.

-Gracias, Mercedes.
-Si me da la lista, les daré una copia -dijo Mercedes. Myriam se la dio-. ¿Prefieren consultar antes con su madre o puedo meter ya la elección en el ordenador?

Myriam no podía pasar una vez más por el suplicio de elegir una vajilla, la cristalería y la cubertería con Victor que jamás compartirían.

-Puede meterlo en el ordenador.
-Le enviaré una copia a su madre por fax -dijo Mercedes-. Decidan qué día les conviene volver para elegir otros artículos. Ahora mismo vuelvo.

Cuando Mercedes se alejó, Victor sonrió.

-No ha sido tan difícil, ¿verdad?
-No.

Había sido demasiado fácil, demasiado fácil olvidar que estaban fingiendo. Myriam se sentía como una novia, como si fuera a casarse con Victor. Quería casarse con Victor.

Lo amaba. Lo amaba de verdad.

Victor le rozó los labios.

-Sonríe, por favor. Tienes cara de haber perdido a tu mejor amigo.

Ella forzó una sonrisa, aunque no le resultó fácil.

-¿Te pasa algo?

¿Que si le pasaba algo? Le pasaba de todo. Había cometido la locura de enamorarse de Victor, a pesar de saber que no debía. Eran muy distintos. El se parecía demasiado a Miguel. Victor definía su éxito por el dinero que ganaba, por el poder y el prestigio que podía lograr. Vivían en mundos diferentes. Aparte de la atracción física, no tenían nada en común. Él no era el hombre apropiado para ella.
¿Qué estaba pensando? No había un hombre apropiado para ella. Tenía que dejar de sentirse así, tenía que dejar de amarlo. No quería sufrir, no quería estar enamorada.
Mantenerse alejada de él era su única salida. Y tenía que alejarse ya, en ese momento, para siempre.

-Quiero cancelar la fiesta.
Cap 10

Los ojos de Victor se agrandaron.

-¿Que quieres qué?

Mirándole a los ojos, Myriam resistió la tentación de derretirse. Las espesas pestañas de Victor y sus ojos azules deberían estar en las listas de armas peligrosas del FBI. No podía mirarle a los ojos y decir no. Nunca. Myriam miró al suelo.

-Lo siento, Victor, pero no puedo continuar con esta farsa.

Él le agarró la mano y la llevó al segundo piso, el de¡ departamento de ropa de señoras.

-¿Quieres que te compre un vestido? Te hará sentirte mejor.

Típico de un hombre.

-Como si un vestido nuevo solucionara el problema, Victor.

Ella tiró de la mano, zafándose de él.

-Yo no soy la mayoría de las mujeres, Victor.

-No, no lo eres. Pero quiero comprarte un vestido para la fiesta.

¿Acaso no había oído lo que acababa de decirle? No quería estar enamorada de un hombre tan cabezota. No quería amar a ningún hombre.

-Gástate tu precioso dinero en lo que quieras, pero eso no me va a hacer cambiar de idea. No quiero una fiesta de compromiso.

Victor lanzó un suspiro de exasperación.

-Lo dices como si estuviera comprándote
-No, estás intentando cambiarme

No había querido decir eso, no estaba pensando con lógica.

-¿Qué quieres decir?

Myriam se acercó a unas perchas y sacó un aburrido vestido negro.

-Deja que lo adivine. Quieres que me ponga algo así y que lo complemente con un collar de perlas y me peine con un moño italiano, ¿no?
-¿Tan terrible te parece?

«¡Sí!», quiso gritar ella. Así era como solía vestirse en el pasado. Pero había escapado de todo aquello, había escapado de todo lo que Victor quería conseguir. El mundo de las inversiones, el mundo de Victor, la dejaba fría. No iba a volver a ese mundo, ni por su familia ni por Victor.

-¿Es que no lo entiendes? Sería falso, como nuestro noviazgo. La fiesta de compromiso es otra mentira y estoy harta de vivir mentiras. Hemos ido demasiado lejos con esto.
-Te comprendo.

No, no podía comprenderlo. No podia saber cómo se sentía.

-Tenemos que hablar -Victor indicó con un gesto a unos dependientes que los estaban mirando- En privado.

Estaban sentados en un banco en la plaza de la Unión. Myriam se quedó mirando un tranvía que se dirigía a la calle Powell. El conductor hizo sonar la campanilla y los pasajeros saludaron con la mano. Debían ser turistas.

-Dime por qué quieres cancelar la fiesta de compromiso.

Myriam tembló y Victor le pasó un brazo por los hombros.

-No quiero hablar de eso.
-Es una pena, porque tenemos que hacerlo.
-¿Siempre presionas tanto?
-Sólo cuando no queda más remedio.
-Creo que sería lo mejor -declaró ella, una respuesta lo suficientemente vaga.
-Vas a tener que explicarte con más detalle.

Myriam respiró profundamente.
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Mensaje  Jenny Lun Jun 09, 2008 7:15 pm

-Elegir los regalos de boda me ha hecho ver que hemos llevado esto demasiado lejos. Quiero parar ya.
-Lo haremos después de la fiesta.
-Ahora. Antes de que yo...
-¿Antes de que qué?

Myriam vaciló un momento.

-Antes de que la situación empeore aún más.
-Pero la fiesta...
-Significa mucho para ti, ya lo sé, Victor -dijo ella con sinceridad-. Y me gustaría poder ayudarte.
-Puedes hacerlo -Victor deseó saber qué pasaba dentro de esa preciosa cabeza al sentir su inseguridad-. Sigue siendo mi novia.
-No es tan simple -contestó Myriam-. La fiesta sería para mí una verdadera pesadilla, y sé que Vero se trae algo entre manos.
-¿Quieres cancelar la fiesta por tu hermana?
-En parte -Myriam dio un pisotón impaciente en el suelo. -¿Te acuerdas lo que te conté de cuando mis padres pusieron las estrellas en el techo de mi habitación?

Victor asintió.

-Sí, tu madre tenía miedo a que agarraras una pulmonía afuera.
-Esa no fue la única razón -dijo Myriam-. Lo hicieron porque tenían miedo a que nos raptaran a alguna.
-¿Que os raptaran?
-Ser rico no es tan divertido como pueda parecer. Una noche que fui a la playa a mirar a las estrellas, intentaron raptarme allí.

La idea de que algo pudiera ocurrirle a Myriam le encogió el corazón. Victor la estrechó contra sí, no quería soltarla nunca. Nunca.
Después de unos segundos, Myriam se apartó.

-¿Te importaría que fuéramos al coche? Me estoy quedando fría.

Victor quería seguir abrazándola, pero Myriam ya se había puesto en pie.

-Está bien, vamos.
-No consiguieron raptarme porque mi padre había contratado a un guardaespaldas para que me siguiera. Vero y yo teníamos guardaespaldas, aunque no lo sabíamos.

Myriam se humedeció los labios con la lengua y prosiguió:

-Después de aquella noche, las cosas empeoraron. Yo era la rebelde, la que no seguía las reglas. Mis padres tenían cuidado de no enfadarse conmigo, pero sé que les tenía preocupados. Por eso, me entró sentimiento de culpa a intenté comportarme como ellos querían que me comportase.
-¿Y?
-Y decidí hacerles felices. Hacía todo lo que querían que hiciera. Por supuesto, eso enfadó mucho a Vero, porque ya no era la única hija perfecta. Me acusó de preparar el rapto para llamar la atención.
-¿Rivalidad de hermana?
-Hasta el extremo. Creí que se le pasaría cuando nos hiciéramos más mayores, pero... Hace unos años, me di cuenta de que no era feliz siendo la persona en la que me había convertido, por eso decidí cambiar mi vida. De nuevo, me convertí en la oveja negra de la familia. Creí que eso solucionaría mis problemas con Vero, y así ocurrió... hasta que apareció Miguel.

Al ir a cruzar la calle, Victor le tomó la mano. No sabía qué otra cosa podía hacer.

-Tres semanas antes de que nos fuéramos a casar, lo encontré.

¿Que lo encontró? ¿Acaso se le había perdido?

-¿Lo encontraste?
-Sí, en la cama, en mi propia cama, con mi hermana...
Cap 11


En su propia cama con su hermana. ¿Cómo podía haberle hecho eso Vero a su hermana? Y el comportamiento de Miguel no tenía excusa posible.
Ya no le extrañaba que Myriam no quisiera la compañía de los hombres.
A Victor le entraron ganas de dar un puñetazo a Miguel.

-Myri...
-No tenía ni idea de lo que estaba pasando entre los dos, por eso me sentí tan estúpida, tan engañada.

Victor le besó la frente.

-No tienes que contarme esto si no quieres.
-Quiero hacerlo, quiero que comprendas -le apretó la mano y, con ese simple gesto, le tocó el corazón-. Aquella mañana, en la librería, me acordé que me había dejado olvidados unos recibos en casa. Así que cuando Moe llegó, fui a casa para recogerlos. Al entrar, oí risas en el dormitorio. Me acerqué y fue cuando los vi, aunque ellos no me vieron a mí. Y cuando oí que Miguel le decía a mi hermana que me iba a dejar para casarse con ella, salí corriendo del apartamento antes de que me vieran.
-¿Y no te enfrentaste a ellos?
-No -el labio inferior de Myriam tembló-. Rompí con Miguel aquella misma tarde. Dejé el piso y regalé la cama a un refugio de mujeres.
-Yo creía que él había roto...
-Eso es lo que cree todo el mundo, incluída Vero. Esperaron tres meses a anunciar el compromiso, supongo que no quería restregármelo por las narices.

Victor la abrazó. La familia de Myriam creía que Miguel la había dejado.

-Tres meses no es mucho tiempo.
-Lo fue para ellos -dijo Myriam sin amargura-. Ya se me ha pasado lo de Miguel, jamás habría sido feliz con él. A Miguel le importaba más trabajar con mi padre que yo. Jamás lo amé de la forma que...

Myriam se mordió los labios.

-¿Estás bien?

Ella asintió.

-Quien más daño me hizo fue Vero. Siempre hemos competido y siempre hemos sido muy diferentes, pero me sentí tan traicionada...

Cinco minutos a solas con Miguel Wainwright, eso era todo lo que Victor quería.

-Ojalá pudiera...
-No quiero que hagas nada -le interrumpió Myriam-. Sólo quería que lo supieras, nada más. No quiero volver a sufrir así, no podría soportarlo. Igual que no creo que pueda soportar una fiesta de compromiso.

Victor le alzó la Barbilla.

-Yo jamás te haría daño intencionadamente, Myriam.

Ella sonrió levemente.

-Necesitaba oírte decir eso.

Victor le acarició los labios con los suyos.

-Entonces lo diré otra vez.
-En cuanto a la fiesta...
-Ya hablaremos de eso mañana -dijo Victor al entrar en el aparcamiento-. Ahora, deja que te lleve a tu casa.

A la mañana siguiente, Victor estaba sentado delante de su escritorio. Llevaba veinte minutos leyendo la misma nota, pero no conseguía comprender ni una sola palabra.
Por primera vez en su vida profesional, quería que la jornada laboral acabara cuanto antes. Debía tratarse de un lapso mental, pero no quería trabajar. Quería estar con Myriam.

Se recostó en el respaldo de su asiento y dejó el papel en el escritorio. Llevaba toda la mañana pensando en Myriam. Pensando que quería seguir viéndola después de que acabara su supuesto noviazgo. No tenía sentido, pero no le importaba. Quizá Myriam no fuera perfecta, pero se le daba demasiada importancia a la perfección. Era preciosa y la mujer para él. Con Myriam, podía relajarse, podía disfrutar de las pequeñas cosas de la vida. Cuando estaba con ella se sentía más vivo que nunca.

La tarde anterior había sido el comienzo, cuando Myriam compartió sus secretos con él. Ahora, Victor quería saber más, lo quería saber todo. No comprendía lo que sentía, pero sentía un deseo sobrecogedor de protegerla. Cancelar la fiesta de compromiso era la única solución.

¿Qué importancia podia tener conocer a algunas personas importantes del Valle de la Silicona? Ya lo haría en otra ocasión, cuando fuera socio de la empresa.

El teléfono de su mesa sonó.

-Victor Garcia.
-¿Puedes venir a la oficina de Mick? -le preguntó Della, la secretaria de Mick-.
Quiere verte, ya.
-Ahora mismo voy.

Victor agarró un cuaderno y un bolígrafo, contento de la distracción. Mick le motivaría para trabajar.
Cuando Victor entró en el despacho de Mick, encontró a éste de pie junto a su escritorio vestido con un traje azul marino con rayas blancas y una corbata morada. Mick le sonrió.

-Entra, Victor, y siéntate.

Victor se sentó en el cómodo sillón de cuero.

-Quiero felicitarte, Victor.

“Lo sabía, me han hecho accionista por fin”. Ya no había motivo para dar la fiesta de compromiso. Podría decirle a Myriam que la cancelase, lo que les vendría bien a los dos.

-Aunque mi esposa no comprende por qué has mantenido tu noviazgo en secreto, se ha alegrado mucho al recibir la invitación para la fiesta de compromiso.
¡Maldición, nada de acciones!
-Espero que podáis asistir -esperaba que la respuesta fuese negativa.
-No nos lo perderíamos por nada del mundo -contestó Mick-. Pero me ha sorprendido. Con tanto como trabajas, me extraña que tuvieras tiempo para salir con nadie, y mucho menos que estuvieras prometido.
-Myriam comprende las exigencias de mi trabajo.
-Sí, no me cabe duda -Mick sonrió-. Estoy deseando conocerla, y también los demás accionistas.
-¿Los demás accionistas?
-Ellos también van a ir a la fiesta.
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Mensaje  Jenny Lun Jun 09, 2008 7:16 pm

¡Horror! Ahora sería más difícil cancelarla. Pero tenía que hacerlo, tenía que pensar en Myriam. Sin embargo, ¿los demás accionistas?

-Yo también estoy deseando que conozcan a Myriam.
-¿Tenéis ya fijada la fecha de la boda?
-No, todavía no. Quizá en abril.
-Mantenme informado, ¿de acuerdo? Heather querrá saber todos los detalles, ya sabes cómo son las mujeres.

Victor asintió, contento de que Myriam no fuera de esa clase de mujeres que sólo vivían para el cotilleo, las compras y las bodas.
Mick se frotó las manos.

-Bueno, ¿te apetece venir conmigo a InterTalk?

¿InterTalk? Una de las empresas estrellas de Austin. InterTalk estaba creando la tecnología digital más avanzada.

-¿InterTalk? ¿No nos rechazaron?

Mick sonrió.

-Eso fue antes de que nos asociáramos con Montemayor Venture Group.

¿Asociarse con la empresa de Montemayor? A Victor se le encogió el corazón.

-Antonio y yo hemos mantenido varias conversaciones telefónicas últimamente. Nos ha ofrecido una verdadera oportunidad.

¿Nos? Victor seguía nervioso. El cuello de la camisa parecía haberle encogido.

-Una oportunidad así sólo se presenta una vez en la vida, y quiero que tú estés presente cuando hagamos el trato.
-Gracias -aunque no sabía si debía agradecérselo
-La verdad, Victor, es que se está hablando de ti seriamente como nuevo socio de la empresa.

Podía ser peor pensó Victor.

-La experiencia cuenta, pero los contactos tienen un valor incalculable.

Era peor, tragó saliva y se atragantó. Si se ahogaba, no tendría que preocuparse por la fiesta de compromiso.

-Por supuesto, no sabíamos que tenías a Antonio Montemayor arrinconado -dijo Mick-. Y es algo que vamos a considerar seriamente. No queremos que te pases a la empresa de Antonio.

Las acciones de Victor estaban al alcance de la mano, pero sólo si pasaba por la fiesta de compromiso. No tenía otra alternativa. Seguro que Myriam lo comprendería.

-Me gusta trabajar aquí.
-Me alegra oírtelo decir.

Cuando la puerta de la librería se abrió, sonó una campanilla. Myriam sonrió para darle la bienvenida al recién llegado, pero la sonrisa se desvaneció al ver a Victor vestido con traje, el mismo traje que llevaba puesto la noche que se conocieron.

-Hola.

Se le erizaba la piel con sólo oír su voz. Tendría que subir la calefacción.

-¿No deberías estar trabajando? ¿Qué estás haciendo aquí? -hizo las preguntas sin pensar-. Lo que he querido decir es hola.

La encantadora sonrisa de Victor casi la hizo desmayarse.

-Las respuestas a tus preguntas es «sí» y “quería darte esto” -le dio una caja de bombones.
-Gracias.

Myriam abrió la caja y se metió un bombón en la boca. Casi tan sabroso como Victor. No, no quería pensar en el sabor de Victor. Después de pasarse la noche anterior en vela pensando en él y sintiéndose absolutamente vulnerable, había decidido no volverlo a ver. Pero ahí estaba.

-¿Una visita a mitad del día y una caja de bombones? -pasaba algo. Myriam arqueó las cejas-. ¿Qué pasa?

Victor se metió una mano en el bolsillo del pantalón.

-Nada.

Ella no le creyó. Y menos con la forma como miraba a su alrededon

-No hay nadie, a excepción de tú y yo. Y no me digas que has venido porque te ha apetecido.
-Tengo que ir a Austin a una reunión muy importante.
-¿Y has venido hasta aquí para decirme que te vas de viaje de negocios?
-Sí -Victor vaciló-. Y para decirte que volveré a tiempo para la fiesta el sábado por la noche.

¿Acaso Victor sufría amnesia?

-¿Es que no te acuerdas de lo que te dije anoche? No va a haber fiesta de compromiso.
-Myriam, me acuerdo perfectamente de lo que dijiste a iba a decirte que cancelaras la fiesta, pero eso fue antes de que mi jefe me llamara porque quería hablar conmigo -Victor hizo una pausa antes de continuar-. Mick y los otros socios han sido invitados a la fiesta, y tienen intención de asistir. Estoy a punto de que me hagan socio. Necesito demostrarles... Myri, por favor.

Por mucho que quisiera que fuera diferente, no lo era. Victor no era diferente.
Lo de la noche anterior no había sido real. Ni su comprensión. Ni su forma de consolarla. Y le dolió en lo más profundo de su ser porque había creído que era real. Porque quería que lo fuese.

Cap 12

-No tengo tiempo para salir a comprar un vestido
-Vamos, Myri, ¿qué dices?

Que quería protegerse. Que no quería sentir to que sentía

«Dile que no».

A Myriam le gustaba vivir sofá. ¿Y qué que le gustara también estar con Victor? Él no era bueno para ella, no era lo que necesitaba.

“¿Y si lo es?”

Victor sacó de la caja un bombón de fresa y se lo dio.

-Toma éste, te gustará.

Una mirada a sus ojos azules y estuvo perdida. Otra vez.

-Bueno, pero sé que me voy a arrepentir.
-No, no te arrepentirás -Victor pasó detrás del mostrador, donde estaba ella-. Gracias, Myri.
-No me des las gracias -repuso Myriam, enfadada consigo misma por haber cedido.
Derrotada por un par de ojos Negros. Desalentador. En vez de defenderse a sí misma, había accedido a una fiesta de compromiso cuando no estaba prometida con nadie. Una locura.
-¿Porqué no?
-Eres tú quien está consiguiendo lo que quiere: acciones en la empresa, contactos con los poderosos, todo. Yo nada de nada.

«Excepto un tremendo dolor de cabeza y un corazón destrozado».

-Te lo pagaré con creces.

«No puedes».

-No voy a ir vestida de negro.
-De acuerdo -se le acercó-. Ve vestida de morado.

Mirándole a los anchos hombros, se agarró al mostrador.

-Tampoco voy a ponerme un collar de perlas.
-Ponte cristal.

¿Por qué tenía que estar tan cerca? Ignoró las ganas de acurrucarse junto a él y de oler su aroma.

-Y no voy a recogerme el pelo en un moño italiano
-Haz lo que quieras con tu pelo -Victor le puso las manos en los hombros- Y te prometo que te devolveré el favor.

El Negro de los ojos de Victor oscureció. Quería besarla y ella quería que lo hiciese. Una y otra vez.
Campanillas de alarma sonaron en su cerebro, pero no quiso atender a razones. Quería olvidarse del sentido común, olvidarse de las consecuencias de sus actos.
Victor bajó la cabeza y la besó con ternura, como si no estuviera seguro de cuál fuera a ser su reacción. Pero Myriam no estaba para ternuras. Lo quería entero. Abrió la boca y se apretó contra él.
Un enorme placer la invadió, disipando sus dudas. Lo deseaba, allí y en ere momento.
Victor le devoró los labios, quería comérsela entera.

«Esto no es de verdad, no es de verdad». Pero Myriam decidió ignorar la realidad.

La campanilla de la puerta sonó. Victor se apartó de ella con tanta rapidez que casi le hizo perder el equilibrio. Una mujer con un niño en un cochecito entró en la tienda.

-Los dos tenemos que volver al trabajo -dijo Victor-. Te llamaré por teléfono.

El viaje a Austin les vendría bien a los dos, pensó Myriam. Una separación era lo que necesitaban. Después de la fiesta, la separación sería definitiva. Y ya era hors de que se enfrentase a la realidad.
Sentada en su futón, Myriam estaba intentando leer la novela policiaca, pero no pudo pasar de la tercera página. Miró el reloj, las once. Eran más de las doce de la noche en Texas y Victor aún no le había llamado. Durante la última semana, le había llamado todos los días; a veces, las llamadas eran breves, largas en otras ocasiones. A Myriam no le importaba, le gustaba oír la voz de Victor. Hablando con él por teléfono se sentía más segura que cuando estaba con él. En la distancia, se estaban haciendo amigos.
Pero era demasiado tarde.

Sólo faltaba una noche más para la fiesta. Una noche más para que todo acabara.
Myriam ignoró el dolor de su corazón, el dolor que le producía la idea de decide adiós. Aunque sabía que era lo mejor, su corazón tenía otras ideas.
Sonó el timbre de su casa. ¿Quién podría ser a esas horas?
Con el libro en la mano, caminó hasta la puerta.
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Mensaje  Jenny Lun Jun 09, 2008 7:16 pm

-¿Quién es?
-¿Quién crees?

Victor. El pulso se le aceleró al instante. Abrió la puerta. Victor tenía en la mano un ramo de rosas, lirios y margaritas.

-Hola.
-Hola -respondió Myriam casi sin poder respirar.

Se le quedó mirando a los ojos y dejó de respirar.

-Perdóname por venir tan tarde, pero el vuelo se ha retrasado ?le dio las flores.
-Son preciosas.
-¿Puedo entrar?

Myriam sonrió.

-Perdona. Sí, entra.

Victor llevaba una bolsa y un portafolios, que dejó en el vestíbulo al lado de una pila de libros. Después, se quitó la chaqueta y la corbata y las tiró encima del futón.

-Tienes una casa preciosa -Victor miró a su alrededor-. Le va a tu personalidad.
-Gracias.

El piso era antiguo, pero con mucho carácter: techos altos, suelos de madera, altos rodapiés y enormes ventanales. Gracias a muebles de segunda mano en tiendas de antigüedades, Myriam había creado un hogar muy acogedor. Se sentía a gusto allí. Y a Victor también parecía gustarle.
De repente, recordó las flores que tenía en la mano.

-Voy a ponerlas en un jarrón.
-¿Cómo has conseguido esta pintura para las paredes?

Myriam agarró un florero de encima del frigorífico.

-Llevé un mango a una tienda de pintura, lo abrí allí mismo y les dije que me prepararan ese color.

Victor sonrió.

-Típico... de ti. Necesito que me ayudes a darle un poco de color a mi piso.
Comparado con tu casa, parece una cárcel.
-Sólo tienes que decirme cuándo.

Myriam llenó el jarrón de agua y arregló las flores.

-Bueno, espero que tu semana haya sido mejor que la mía -dijo Myriam de repente mientras llevaba las flores al cuarto de estar.

Había dejado el libro en la cocina, ya había leído suficiente aquella noche.

-¿Qué te ha pasado?

Myriam dejó el jarrón encima de la mesa de café.

-Sabes que necesitaba un novio desesperadamente para que me dejaran en paz, ¿no?
-Sí.
-Bueno, pues mi familia se está entrometiendo más que nunca en mi vida. Mi madre me llama a diario para hacer sugerencias respecto a la boda. Vero también llama de vez en cuando por lo de la fiesta. Incluso Miguel se ha atrevido a darme consejos -Myriam suspiró- Los últimos días han sido una verdadera pesadilla.

Victor le apretó un hombro.

-Sobreviviremos.

El calor de su mano casi le quemó la piel. Deseó que no la soltara nunca. Nunca.

-Sólo una noche más.
-Quería hablar contigo sobre eso -dijo Victor.

No le extrañaba que le hubiera llevado flores. ¿Otro chantaje?

-No vamos a seguir fingiendo ser novios después de mañana por la noche.
-Sí, yo también estoy harto de fingir. Pero el domingo, quiero verte. El domingo, quiero verte de verdad.

Las manos de Myriam empezaron a sudar.

-¿Y si yo no quiero verte?
-Intenta deshacerte de mí.

Esas eran las palabras que ella quería oír.

-Te he echado de menos, Myriam.
-Yo también a ti -contuvo el deseo de empezar a dar vueltas por la habitación-. ¿Te apetece una copa?

Con una coqueta sonrisa, Victor la atrajo hacia sí.

-Lo único que me apetece eres tú. Estaba deseando volver a besarte, pero sólo si tú también quieres.

Demasiado tarde para echarse atrás. Sólo un terremoto podría detenerla.
Como respuesta, Myriam lo besó, explorando su boca, saboreando su calor. Le acarició los revueltos y ondulados cabellos.
Necesitando más, le puso las manos en las nalgas. Le atrajo hacía sí. Él también la deseaba. Sintió la prueba en el vientre. Y ella le deseaba a él, ahí mismo. Sonrió.

-¿Qué te hace tanta gracia? -preguntó Victor besándole la garganta.
-Nada -los besos de Victor la derritieron, se apoyó en él-. Estaba preguntándome si la espalda me aguantaría otra sesión de suelo.

Con poco esfuerzo, Victor la levantó en brazos.

-¿Dónde está tu cuarto?

Myriam se sentía segura en los brazos de ese hombre. Señaló una puerta y parpadeó coquetamente.

-Me encantan los hombres que saben hacerse con el control de la situación.
-Cielo, aún no has visto nada -Victor le capturó la boca con otro beso intoxicante.
-¿Es eso una promesa?
-Es una garantía.

Myriam apenas podía esperar. Pasara lo que pasase le parecería bien. Esa noche era lo único que importaba. Le mordisqueó la oreja y respiró su aroma de hombre.
En el dormitorio, Victor la depositó en la cama. Ella se lo quedó mirando y leyó en sus ojos lo mucho que la deseaba.
Con hábiles manos, Victor le desabrochó el vestido. Centrándose en ella, la hizo olvidar todo excepto el momento. Se sintió como si fueran las dos únicas personas que quedaban en la tierra y ese momento fuera su destino.

Victor le bajó el vestido por los hombros hasta la cintura y le besó la piel desnuda. Le besó la garganta y los hombros, dejándola sin habla. Myriam tembló.
Nunca unos besos tan tiernos la habían excitado tanto. Victor le estaba haciendo el amor con su calor, con sus fuertes y suaves manos y con sus húmedos labios. Ella no necesitaba champán, ni velas ni música para una noche romántica. Lo único que necesitaba era a Victor.
Cap 13

A la mañana siguiente, Victor abrió los ojos. Los rayos del sol iluminaban los cabellos de Myriam, que le cubrían a él el pecho como una sábana de satén. Ella se apretó contra él, su cuerpo caliente y suave. Hermosa.

Más satisfecho que nunca, le puso una mano en la nalga. Suavemente, le acarició la rosa tatuada que descubriera la noche anterior.
¿Cómo podía ser tan afortunado?
Myriam era una mujer preciosa y apasionada. ¿Y qué si eran diferentes? Sus distintas personalidades se complementaban. La estabilidad suya evitaría que Myriam saliera flotando como un globo de helio; a su vez, la vivacidad de ella le elevaba lo suficiente para evitar que se quedara pegado al suelo. Y físicamente... Victor suspiró. Se acoplaban perfectamente, era como si estuvieran hechos el uno para el otro. Después del maratón de la noche anterior, eso era lo que creía.

Myriam se estiró y abrió los ojos.

-Buenos días.

Le acarició el pecho. La caricia le provocó un cosquilleo en el bajo vientre. Victor le masajeó los hombros. El gemido de ella fue de placer. Sí, Victor podía acostumbrarse a eso con toda facilidad.

-¿Has dormido bien? -le preguntó Myriam con una sonrisa de satisfacción.

Teniendo en cuenta que apenas había dormido, se sentía increíblemente descansado.

-Sí, muy bien.
-Estupendo -Myriam se sentó encima de él-, porque vas a necesitar toda tu energía.

Victor empezó a arder. Myriam bajó la boca acercándola a la de él.

El teléfono sonó.

Myriam se quedó mirando al teléfono.

-No contestes -tratando de distraerla, Victor le besó el cuello.

El teléfono siguió sonando.

-Por favor, Victor -intentó apartarse de él, pero Victor no se lo permitió- Puede que sea algo importante de la librería.
-Que la máquina recoja el recado.

El teléfono continuó sonando.

-Tengo que contestar -Myriam extendió la mano y descolgó el auricular-. Hola... No, estaba despierta, Vero. Son casi las nueve y media.

Frustrado, Victor se quedó mirando al techo. ¿Por qué Myriam elegía momentos así para ser responsable? Era tan impredecible, pero por eso la amaba tanto.
¿Amarla?
¿Por qué había dicho eso? Victor se la quedó mirando con otros ojos. Se estaba enamorando de ella. No, se había enamorado locamente de ella. La idea le hizo sonreír. Cabía la posibilidad de que todo saliera bien.

-Oh, no sabía que también hubieran ido... ¿Sí?...
-No-El color de sus ojos oscureció.
-Sí, puedes venir si quieres, pero sé vestirme yo sola. No, Victor no va a estar aquí.
¿Dónde iba a estar él? Tocó el brazo de Myriam. Ella le apartó la mano.
-Está bien, si insistes... Hasta entonces. Adiós.

Myriam colgó el teléfono, lanzó un suspiro y se tapó con la sábana.

-Era Vero. Me ha dicho que has estado en Austin con mi padre y con Miguel.

Asintiendo, Victor tiró de la sábana para descubrirle los pechos.

Ella cruzó los brazos a la altura del pecho, impidiéndole que le retirase la sábana.

-¿Por qué no me lo habías dicho?
-Iba a hacerlo.
-¿Cuándo? -preguntó ella enfadada-. ¿Después de ir a trabajar para mi padre?

Victor se pasó una mano por el cabello.

-Estamos juntos en un negocio. Sólo uno, cielo.
-No me llames cielo.
-Myriam...
-Vero me ha dicho que mi padre te ha ofrecido trabajo.
-Y yo no lo he aceptado.
-¿Le has contestado que no?

Victor no había hecho eso. La oferta de empleo era un sueño, un sueño que no quería rechazar.

-No, todavía no.
-¿Por qué?
-Porque quería hablar de esa oferta contigo -le tomó la mano. Myriam, debería habértelo contado todo anoche, pero estaba ocupado con otras cosas.

Ella apartó la mano bruscamente.

-¿Con qué, con seducir a la hija de Antonio Montemayor?
-Sólo estaba pensando en ti, en nada más -la acción de ella le enfadó. ¿Cómo podía acusarle de seducirla? Los dos lo habían querido-. No estás siendo justa conmigo.
-Lo que no es justo es lo que tú has hecho -Myriam apretó los dientes-. Has utilizado este noviazgo, me has utilizado a mí.

Victor elevó los ojos al techo.
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