Vicco y la Viccobebe
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====== LO MEJOR UNA BODA (FINAL)=======

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Mensaje  laurayvictor Jue Feb 17, 2011 11:14 am

Chicas les prometo que esta novela las va hacer llorar esta hermosa....

CAPÍTULO 4
MYRIAM dejó la empresa al día siguiente y empezó a dedicarle su tiempo a Vicky. Pasaron cuatro días antes de decidir que la niña estaba lo bastante fuerte como para recibir las buenas noticias. Durante ese tiempo, Víctor los apuntó en el Registro Civil para tres semanas después.
Vicky se encariñaba con Myriam más y más. No había nada que le gustara más que le leyera cuentos por la noche antes de irse a dormir y, a menudo, se quedaba dormida sujetándole la mano. Era evidente, que hubiera decidido Víctor lo que hubiera decidido, su hija ya había hecho su propia elección.
En una ocasión, Vicky la encontró examinando la fotografía al lado de la cama.
-Ésa era mi mami -le confió-. Se murió cuando yo era un bebé.
La fotografía mostraba a una mujer joven de delicada belleza etérea. Un hombre no podría evitar enamorarse de ella, pensó Myriam. Susurró «encantadora» y Vicky apuntó la palabra frunciendo el ceño.
-Me gustan las palabras nuevas -dijo-. Son divertidas.
-¡Qué buena idea! Tienes tu diccionario privado.
-Diccionario -repitió Vicky.
Myriam se lo deletreó también. Mientras Vicky escribía, ella siguió mirando la fotografía envidiando a Helen García por su gracia y su encanto.
-Papá dice que es la más bonita del mundo -dijo Vicky.
-Sí, lo era. Tú te pareces mucho a ella.
Vicky quedó encantada.
-Sí, papá también lo dice. Siempre me está diciendo que me parezco mucho a ella.
Y perder a Vicky será como perder a su mujer de nuevo, pensó Myriam. Sorprendió a Vicky mirándola y sonrió con rapidez.
Una tarde, mientras ella y Víctor estaban arropando a Vicky en la cama, comentó con naturalidad:
-Lo hemos pasado muy bien estos días, ¿verdad?
Vicky asintió.
-Me gustaría que te quedaras para siempre.
-¿De verdad? -preguntó Myriam, aliviada de que la niña les hubiera allanado el camino.
-¡Ooh, sí! ¡me encantaría!
-De acuerdo, entonces. Lo haré.
-Vamos a casarnos -dijo Víctor, desde el borde de la cama.
Vicky los miró con incredulidad. Con la cara embargada de júbilo, saltó de la cama y rodeó a Myriam con sus brazos.
-¿De verdad? ¿De verdad?
-Sí, de verdad -se rió ella, intentando evitar que la estrangulara.
-¡Eh! ¿Y qué pasa conmigo? -preguntó Víctor con una sonrisa-. ¿No me das un abrazo?
Vicky le rodeó con sus brazos.
-¿Es de verdad, papi? ¿Cuándo pasó? ¿Quiero decir, cuándo se lo pediste a Myriam?
-Hace unos días. Estábamos esperando por el momento adecuado para decírtelo.
-Pero, ¿dónde se lo pediste? ¿En la oficina o aquí? ¿0 fue en la feria?
-Algo así -dijo Víctor con vaguedad.
-Oh, por favor. Cuéntamelo.
-No podemos -intervino Myriam, saliendo en su rescate-. Las cosas como ésa tienen que permanecer en secreto.
Vicky pareció entenderlo porque se sentó aparentemente satisfecha. Pero al momento siguiente, les pilló otra vez con la guardia baja y asió la mano izquierda de Myriam, sospechosamente desnuda.
-Papá no te ha comprado el anillo todavía -dijo decepcionada.
-Eso es lo siguiente.
-Cuando tengamos tiempo. Quería pasar estos días contigo para tener tiempo de conocernos mejor.
-Os casaréis pronto, ¿verdad? -preguntó Vicky con ansiedad.
-Muy pronto -le prometió Víctor-. De hecho, antes de finales de este mes.
-¿Y puedo yo ser dama de honor?
-Pero, cariño...-empezó Myriam.
-¿La jefa de las damas de honor, con un vestido rosa? -siguió Vicky, extasiada-. Y tú llevarás un enorme bouquet de rosas blancas y cuando subas al altar, me lo darás para que te lo cuide. Oh, di que sí.
Myriam miró a Víctor dudosa. Ninguno de los dos había previsto aquella situación.
-Por supuesto que podrás. Lo que quieras.
-No, Myriam tiene que decir que sí. Ella es la novia.
-Creo que tu idea es maravillosa -dijo ella con calor.
-¿Puedo ayudarte a escoger el vestido de novia?
-En cuanto te encuentres bien como para levantarte, iremos a la tienda de alquiler.
-¿Alquiler? -Vicky pareció escandalizada-. ¿No vas a comprarlo?
-No hace falta. Sólo me lo pondré una vez y...
-¿Pero no quieres guardarlo años y años para mirarlo cuando seas vieja? -preguntó Vicky con ansiedad.
Estaba claro que su visión de una boda perfecta incluía aquel epílogo. .
-Por supuesto que lo compraremos y tú ayudarás a Myriam a elegirlo. Eso es mucho mejor -intervino Víctor.
Besó a su hija y abandonó la habitación con Myriam. Cuando llegaron abajo, los dos se miraron confusos.
-No se me había ocurrido nada así -admitió él-. Pensé que con darle una madre estaría resuelto. Pero parece que ella quiere algo más.
-Ella quiere sentirse como parte de la familia y hacer lo que hacen las familias.
-Ya no será la ceremonia tranquila que habíamos planeado. ¿Podrás soportar una boda por la iglesia con toda la parafernalia?
-Si le hace feliz a Vicky -Myriam esbozó una débil sonrisa-. Tendré que dejarme orientar por ella. Esperemos que no quiera comprar toda la tienda.
Víctor se encogió de hombros.
-¿Y qué importa si lo quiere? Compra lo que ella quiera. Busca a un buen organizador de bodas y dile que me pase las facturas. Te dejaré mi tarjeta de crédito para que puedas comprar el anillo de compromiso. ¿Qué pasa? ¿Por qué me miras así?
-¿Es que no comprendes que ya no es tan simple? Vicky tiene ideas muy fijas acerca de como deben suceder las cosas.
-¿Y cómo quiere que suceda esto?
-Creo que le deberías pedir consejo acerca del anillo, y, si es posible, aceptarlo. Eso le alegrará más que nada.
-Aceptar su consejo -repitió él cómo memorizando una lección.
-Haz como una conspiración de ello. Sólo tú y ella.
-Bien. Sí. Me parece muy bien.
Ella lo miró con una mezcla de lástima, amabilidad y exasperación. El lo sabía todo de los negocios, pero de la gente, incluso de la que amaba, no sabía nada. Pero cuando Víctor emprendía algo lo hacía bien y a la tarde siguiente trajo a casa una caja grande de joyería que llevó directamente a la habitación de Vicky. Myriam se encontró excluida, pero por detrás de la puerta pudo oír a Vicky reírse y decir:
-Ése... ése.
Al final fue Vicky la que salió.
-Ya puedes entrar -dijo tomándola de la mano. La condujo a la habitación donde Víctor estaba esperando con algo escondido en la mano-. ¿Tengo que irme yo? -preguntó la niña con ansiedad.
-Por supuesto que no -respondió Myriam-. Ésta es una ocasión familiar.
Se sintió avergonzada de tomar parte en lo que debería haber sido un momento romántico y se preguntó si Víctor sentiría lo mismo. Pero él parecía muy tranquilo cuando le tomó de la mano y dijo:
-Vicky y yo lo hemos elegido juntos. Ella estaba convencida de que éste es el que más te gustaría y eso espero yo también.
Myriam casi dio un respingo cuando vio el anillo. Con poca consideración para con el bolsillo de su padre, Vicky había elegido una brillante joya de diamantes. Debía contener treinta pequeñas piedras incrustadas alrededor de una grande en el centro.
-¿Te gusta? -preguntó la niña con ansiedad.
-Es precioso -jadeó Myriam, mientras Víctor se lo deslizaba en el dedo. Sonrió a Vicky-. Has elegido una preciosidad.
-Papi me ayudó -dijo ella con generosidad mirando a su padre con gesto significativo-. Sigue papá.
Por un momento, Myriam no comprendió nada. Vicky estaba mirando a su padre con ansiedad como con miedo de que él omitiera algo que estropeara el momento. Entones, Myriam sintió la mano de Víctor sobre sus hombros y que la atraía hacia sí. Al momento siguiente, sus labios estaban sobre los de ella.
No hubo nada apasionado en aquel beso. Era una formalidad por deferencia a Vicky. Pero el roce de sus labios la pilló desprevenida y despertó una respuesta en lo más hondo de ella que no pudo contener. Se quedó parada y asombrada hasta que él murmuró contra sus labios.
-Devuélveme el beso o no parecerá de verdad.
Ella se apresuró a interpretar su parte y, apoyando las manos en sus brazos, se acercó más a él. Su boca era firme y cálida contra la de ella y de repente, las imágenes empezaron a asaltar su mente: días calientes de verano cargados de dulce y sensual belleza; la tierra en plena floración; puestas de sol purpúreas y brisas aromáticas; vino, risas y amor. De repente, fue consciente de todo un mundo cargado de posibilidades y todo por el tenue beso de un hombre al que no le importaba nada y que esperaba lo mismo de ella.
Se separaron y Myriam desvió la cabeza al instante. El corazón le latía acelerado y estaba segura de que se había sonrojado.
-Es un anillo precioso -dijo intentando hablar con calma-. Lo guardaré como un tesoro.
Cuando se quedaron a solas unos minutos después, Víctor dijo azorado:
-De verdad que lo siento. Nunca pretendí que sucediera. No pensé que se involucrara tanto con los detalles.
-Yo tampoco, pero no importa -contestó ella, apresurada.
-Me aseguraré de que suceda lo menos posible. Te prometo que no tenía deseas... bueno, estoy seguro de que a ti te pasa lo mismo.
-Exactamente. Dejemos el tema.


Myriam temía ir a comprar el vestido con Vicky, pero cuando llegó el día, encontró contagioso el entusiasmo de la niña. Nora también las acompañó para encargarse de Vicky mientras Myriam estuviera probándolos y las tres se fueron al centro de Londres, al departamento de novias de un centro comercial tan caro que Myriam no había entrado nunca antes. Ahora era la clienta de honor con un presupuesto ilimitado.
Enfrentada a una colección de vestidos rosas de satén, Vicky se quedó sin habla de alegría durante unos minutos antes, de decidirse. Entonces anunció sin duda:
-Este.
Para el traje de novia fue más selectiva descartando decidida varios modelos que a Myriam le parecieron bien. Estaba claro que la niña tenía una imagen muy clara y no pagana hasta satisfacerla. Myriam sentía aprensión acerca del resultado. A ella le sentaban mejor las líneas sencillas y temía que Vicky quisiera escoger uno de cuento de hadas que había en el escaparate, cubierto de lazos y volantes.
Al final, Vicky señaló un traje y le dijo:
-Pruébate este.
En cuanto Myriam se vio con él puesto, supo que Vicky no se había equivocado. El vestido estaba hecho de seda cruda, de cuello alto, ajustado a la cintura y cayendo con un ligero vuelo por las caderas hasta el suelo. La espalda tenía una larga cola y las mangas se ensanchaban a medida que caía hasta tocar casi la moqueta de color gris pálido. La extraña decoración era de brillantes perlas cosidas.
-Nunca pensé que la seda podría pesar tanto.
-Está hecho a propósito para darle un poco más de peso. Intente andar con él.
Myriam dio algunos pasos y el vestido flotó tras ella, como una mariposa de gloriosa belleza. Como por arte de magia, parecía corregir todas las imperfecciones de su cuerpo, sus anchas espaldas apenas eran perceptibles y su aspecto anguloso desaparecía sustituido por una redondez femenina y suave que nunca hubiera creído suya. Estaba asombrada. A pesar de su sencillez, el vestido tenía una magnificencia que contrastaba con la forma en que ella se veía sí misma: terrena, fiable, quizá un poco prosaica.
-No creo que... -empezó.
-Oh, sí, debes -interrumpió Vicky con ansiedad-. Y mira, éste es el velo perfecto para él.
El velo era igualmente maravilloso, y llegaba casi hasta el final de la cola. Enmarcaba la cara de Myriam en una suave nube blanca que le hacía brillar la piel y los ojos parecían enormes. Empezó a caminar de nuevo, sujetando la cola y Vicky se puso detrás de ella para llevarle hasta el gran espejo del fondo de la sala.
-Es muy bonito -dijo Nora-. Estás maravillosa.
-¿Cuánto cuesta este vestido? -preguntó Myriam. La asistenta se lo dijo-. -¡¿Cuánto?! -gimió-. ¡Oh dios, es mucho más de...!
-Nos lo llevaremos -dijo Vicky con calma.
-Me manejó como si fuera un juguete -le dijo Myriam a Víctor esa noche a la defensiva-. Recuérdalo cuando te llegue la factura.
-Ya la conozco -observó Víctor, antes de sonreír-. No sé a quién ha salido.
Estaban cenando en el pequeño apartamento de ella. Ahora que Myriam pasaba casi todo el tiempo con Vicky, aquella era su única oportunidad de hablar a solas. El tiempo transcurría con mucha rapidez y Myriam se sentía atrapada en un remolino. Muy pronto se convertiría en la mujer de aquel hombre, al menos de nombre. Se sentía poderosamente atraída hacia él y, sin embargo, era un extraño y hablaba de su boda como hubiera hablado con eficacia de cualquier otro negocio. A ella se le hacía muy difícil sacar el tema que sabía que no podría retrasar más tiempo.
-¿Va todo bien? -le preguntó él en ese instante.
-La señora Grainger lo tiene todo bajo control -dijo ella por la organizadora de banquetes-. Considerando el poco tiempo que le hemos dado, ha hecho un trabajo maravilloso.
-Entonces, ¿qué es lo que te pasa? Vicky está contenta, ¿verdad?
-Perfectamente. Está llena de planes para nosotros...
Myriam se detuvo azorada.
-¿Qué abismo ha abierto ahora a nuestros pies? -preguntó él con debilidad-. Sigue, cuéntame lo peor. Ya lo estoy esperando -de repente pareció horrorizado-. ¡Oh, dios! ¡No me digas, que quiere que vayamos de luna de miel !
-No, eso lo he solucionado diciendo que no queremos separarnos de ella y que ella no se encuentra lo bastante fuerte como para acompañarnos.
-Entonces, ¿qué es lo que se nos ha pasado? -¿Dónde vamos a dormir?
-Pero ya hemos acordado que tú ocuparías una habitación al lado de la de Vicky.
-Ya lo sé, pero ella tiene la idea fija de que hay que redecorar tu habitación para que la compartamos. Hoy me dijo de camino a casa que quería ayudarme a elegir la nueva decoración. Es parte de su imagen de la vida familiar. Se ha quedado a dormir algunas veces en casas de amigos, así que sabe que los matrimonios comparten habitación. Eso me ha dicho.
Él pareció alarmado.
-¿Y qué le has dicho tú?
-Le dije que hablara contigo -dijo Myriam con firmeza.
-Bueno, supongo... si tiene tanta ilusión...
-¡No! -se negó con rapidez-. No compartiré habitación contigo. Ése no era nuestro acuerdo. Tendrás que decirle... no lo sé, que quiero estar cerca de ella por si se pone enferma por la noche.
-Eso sonará muy sospechoso. Ella cree que está mejor. No me quiero arriesgar a que pueda adivinar la verdad.
Myriam se quedó silenciosa y pensativa un rato antes de preguntar:
-¿No se te ha ocurrido ni por un instante que ella podría haberlo adivinado ya?
-Por supuesto que no -contestó él con demasiada rapidez.
-Víctor -susurró ella con delicadeza-, no puedes saber lo que Vicky sabe.
-Ella no sabe nada -dijo él con brusquedad-. De eso me he asegurado.
-No puedes estar seguro. Tú no sabes lo que se le pasa por la cabeza. Es una niña muy brillante y muy perceptiva.
-¡Te digo que es imposible! Ella cree que se está recuperando y pretendo que siga creyéndolo.
-Espero que tengas razón -dijo Myriam con paciencia-. Pero podrías equivocarte. Yo la he visto animarse conscientemente cada vez que tú entras en la habitación donde está. Tú estás actuando para darle ánimo, pero creo que ella está haciendo lo mismo por ti.
-¡Mierda! Dios santo, ¿que puedes tú saber de ella en tan corto tiempo?
-Es evidente que tú mismo has pensado que nos estábamos uniendo bastante o no estaríamos teniendo esta discusión.
-Te pedí que vinieras para ayudar a Vicky, no para sacar extrañas teorías...
-Y yo creo que como mejor puedo ayudarla es entendiéndola. ¿Qué pasó cuando te planteaste lo de la operación? ¿Lo sabe ella?
-Sí, pero le dije que no necesitaba una operación, que todo seguiría bien mientras tuviéramos cuidado.
-Pero no comprendes que Vicky sabe lo que sabe, no sólo lo que le han contado.
-Te digo que no tiene ni idea de la verdad -gritó Víctor-. Ella cree lo que yo le digo. Quiero que los últimos meses de Vicky sean perfectos para ella y te he pedido que me ayudes a hacerlos perfectos, no a interferir.
-¿No estar de acuerdo contigo es interferir? -preguntó enfadada.
-¿Sabes lo que estás diciendo? -preguntó él con la cara lívida-. Estás diciendo que es demasiado tarde para hacerla feliz.
-Yo no...
-¿No comprendes que su felicidad es lo único que cuenta para mí? Nada ni nadie más importa. Haré lo que sea para conseguir que sus últimos meses sean perfectos.
-Pero lo harías mejor comprendiendo lo que ella quiere -dijo Myriam-. ¿No ves lo equivocado que has estado con respecto a todo? Vicky no quiere sólo una madre, quiere una familia completa porque nunca ha conocido ese tipo de seguridad total.
-Ella siempre ha sabido que yo la quería.
-Pero, ¿cuánta atención le has prestado? Pensaste que tenías años para ser el padre perfecto, pero ahora ya no queda ningún año y estás intentando darle una infancia completa en unos pocos meses. Pero, ¿para quién lo estás haciendo, Víctor? ¿Para ella o para ti mismo?
-¡Ya es suficiente! No consentiré que le arruines sus últimos meses con tus estúpidas teorías -inspiró con fuerza-. Olvídalo todo. Desde ahora, te alejarás de ella.
-¿Lo estás anulando todo?
-Exactamente. Estará mejor sin ti.
-Pero le romperás el corazón -gritó Myriam-. No puedes hacerle eso. Es una crueldad.
-Ni la mitad de cruel que el daño que tú podrías hacerle. Será mejor que me devuelvas el anillo antes de que se nos olvide.
Ella extendió la mano. No podía creer que aquello estuviera sucediendo. Mientras se quedaba paralizada intentando asimilarlo, Víctor le dirigió una mirada final de odio y salió de su apartamento mientras ella escuchaba desvanecerse el sonido de sus pasos.


A Myriam le costó mucho dormirse y, cuando por fin se adormiló, Vicky estaba allí, mirándola con tristeza. Myriam gritó, pero Vicky se desvaneció y el mundo se convirtió en un sonido insistente. Se despertó comprendiendo que alguien estaba llamando al timbre de su puerta
El reloj marcaba las cinco de la mañana. Saltó de la cama tambaleante y se puso una ligera bata sobre el camisón de algodón. El timbre seguía sonando mientras recorría adormilada el pasillo y encendía la luz del recibidor, que, gracias a dios, tuvo el efecto de hacer que quienquiera que llamara separara el dedo del timbre. Abrió la puerta para encontrarse con Víctor.
Tenía un aspecto horrible. Tenía ojeras oscuras bajo los ojos y parecía un hombre que hubiera vivido un infierno. Todavía llevaba la misma ropa con la que había salido de su casa, pero, en contraste con su inmaculada apariencia de entonces, el cuello de su camisa y la corbata habían sido aflojados de un tirón.
-¿Puedo pasar? -preguntó.
Ella se apartó para dejarle entrar y cerró la puerta. En la salita, él se dio la vuelta para mirarla.
-¿Es demasiado tarde para pedirte que me perdones? -dijo en voz muy baja.
Ella le perdonó al instante. El dolor se dibujaba por toda su cara y ella no pudo soportarlo.
-Está bien -dijo.
-¡No! -sacudió la cabeza como para despejarse la mente-. No está bien. No tenía derecho a hablarte así sólo porque me dijeras... cosas que no quería oír.
-Probablemente esté equivocada -dijo ella con rapidez.
-No... sí... no lo sé, pero ni siquiera quise escucharte porque si tenías razón... Veras, quería que todo fuera perfecto para ella, pero es demasiado tarde, ¿verdad?
Tenía la cara constreñida.
Un millón de palabras acudieron a los labios de Myriam, pero las rechazó. Las palabras eran inútiles en ese momento. Extendió los brazos y él se acercó cegado a ellos.
-Ayúdame -susurró.
La abrazó con fuerza, con desesperación, como si fuera el único refugio en un mundo traicionero.
-Siento lo que he dicho -murmuró Myriam-. No quería decir que todo saliera...
-Pero es cierto, ¿verdad? -dijo él con amargura-. Lo estoy haciendo por mí mismo, para tranquilizar mi conciencia por no haber sido antes mejor padre. Pero te juro que daría mi vida por Vicky. Es la única persona en el mundo a la que amo.
-Ya lo sé -dijo Myriam con un leve suspiro-. Ya lo sé. Él se apartó para mirarla.
-No sé qué hacer -le confesó-. Estoy intentando hacer lo correcto y siempre me equivoco, porque al final, no existe lo correcto. Al final va a morirse y yo estoy intentando aparentar que no es verdad -tenía los ojos terribles y débiles-. Pero es verdad, ¿no?
-Sí. Es verdad.
Entonces, como no había nada más que hacer, ella apoyó la boca brevemente sobre la de él. Víctor no le devolvió el beso, pero lo aceptó y ella sintió su cuerpo grande y fuerte relajarse en sus brazos. Cuando él apartó los labios de los de ella, no se apartó, sino que apoyó la cabeza sobre su hombro como si estuviera demasiado débil como para hacer otra cosa que no fuera recibir consuelo.
Al final, ella se obligó a soltarle. Estar tan cerca podía resultar peligroso. Lo deseaba demasiado, pero él no estaba interesado en ella como mujer.
-Déjame preparar un poco de café -dijo intentando sonar ligera.
El la siguió a la cocina.
-No he ido a casa desde que me fui de aquí -dijo él-. He estado conduciendo un buen rato. Después he caminado millas, dios sabe dónde, cualquier sitio.
-Pareces agotado...
-Quería agotarme lo suficiente como para no pensar, pero no ha funcionado. No podía olvidar lo que realmente me disgustaba, el que tú pudieras tener razón. Por eso me enfadé tanto contigo.
Ella asintió y le puso una taza de café delante, él vaciló antes de decir:
-¿Podrías aguantarnos otra vez, a Vicky y a mí? No será fácil.
-Lo conseguiré -le sonrió-. Tú me necesitas. Los dos me necesitáis.
-Sí, es verdad.
-Pero, Víctor, si voy a ser la madre de Vicky, debes dejarme ser su madre. Una madre de verdad, no alguien que pueda ser contratado y despedido cuando a ti te vaya bien.
-No sucederá de nuevo -prometió-. Confío en ti más que en mí mismo -esbozó una débil sonrisa-. Creo que instintivamente lo supe desde el principio, que se podía confiar en ti.
-¿Desde el principio? -preguntó ella con ligereza-. ¿Quieres decir durante esos dos meses en que ni te enteraste de que estaba ahí?
-No, quiero decir desde el día en que me fijé en ti, cuando soportaste todo lo que te dicté sin tomar ninguna nota y no te equivocaste en nada. Supe que eras eficiente y que se podía confiar en ti. Nunca imaginé lo importantes que esas cualidades podían llegar a ser para mí.
«Así es como me ve: digna de confianza», pensó ella con amargura. Pero al menos la necesitaba y eso la consolaba.
-¿Qué hubiera hecho si no te hubiera encontrado? -musitó él en voz alta.
-Eso no importa. Me has encontrado y aquí estoy para ti.
-Eres la mujer más comprensiva...
-Yo también he dicho cosas terribles
-No quiero decir eso. Te prometí que no te pediría nada para mí y he reñido contigo, te he intimidado...
-Tengo bastante aguante. -Bueno, supongo que eso ya lo sé ahora.
Entonces sacó el anillo de diamantes de su bolsillo y se lo puso en el dedo. No habló, pero por un momento, su mano asió la de ella con firmeza.
-Será mejor que me vaya a casa -dijo con voz ronca-. Buenas noches. Y gracias.

gracias por sus comentarios

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Mensaje  QLs Jue Feb 17, 2011 12:06 pm

aaaaaay de preferencia que no muera Vickyyy !! muchas gracais !!
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Mensaje  Dianitha Jue Feb 17, 2011 1:32 pm

miil graciias por el cap niiña asii o mas liindo!!! solo espero que no le pase nada malo a viicky ====== LO MEJOR UNA BODA (FINAL)======= - Página 2 196 ====== LO MEJOR UNA BODA (FINAL)======= - Página 2 196
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Mensaje  mariateressina Jue Feb 17, 2011 5:39 pm

graxias una hermosa historia muchas graxias

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Mensaje  mats310863 Jue Feb 17, 2011 10:20 pm

POBRE DE VÍCTOR, DEBE SER MUY DURO SABER QUE TU HIJA ESTA ENFERMA Y QUE NO PUEDES HACER NADA PARA EVITAR UN RESULTADO FATAL. Sad Sad Sad
GRACIAS POR EL CAPÍTULO

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Mensaje  Eva_vbb Vie Feb 18, 2011 1:40 am

Graciasss x el cap...
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Mensaje  rodmina Vie Feb 18, 2011 2:22 am


QUE TRISTE NOVELITA

GRACIAS POR EL CAPITULO

QUE NO LE PASE NADA A VICKY ====== LO MEJOR UNA BODA (FINAL)======= - Página 2 517547 ====== LO MEJOR UNA BODA (FINAL)======= - Página 2 517547 ====== LO MEJOR UNA BODA (FINAL)======= - Página 2 517547
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Mensaje  jai33sire Vie Feb 18, 2011 7:56 am

gracias por el capitulo

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Mensaje  laurayvictor Vie Feb 18, 2011 10:37 am

Buenos dias chicas aqui esta el capitulo de este dia.....

CAPÍTULO 5
AL final, Myriam perdió la batalla de tener su propia habitación. Víctor lo aceptó, pero Vicky les manipuló a los dos
-Es un regalo de bodas para los dos, de mi parte -explicó la niña, señalando una enorme caja de la misma tienda en que Myriam había comprado el regalo de bodas. La habían entregado el día anterior, pero Vicky se había negado a que Myriam la mirara mientras su padre no estuviera también presente.
Abrieron por fin la caja los dos juntos y descubrieron un enorme y lujoso edredón de patchwork de seda, con el diseño de una jungla. Era una obra de arte y en cualquier otro momento Myriam se hubiera regocijado con su belleza. Ahora lo único que veía era que la habían derrotado por completo.
-Vamos a ponerlo a ver cómo queda -rogó Vicky, tirando de la mano de Myriam.
-Vete tú delante de nosotros -dijo Víctor, dándose la vuelta para que no le viera apretar los labios.
Cuando se quedaron a solas le dirigió a Myriam una mirada suplicante. Ella lo miró con desafío, hasta que también le empezaron a temblar los labios.
-Te juro que yo no la he inducido a hacer esto.
-Nunca lo creería de ti.
-No me infravalores. Mi mente es casi tan retorcida y sutil como la de Vicky.
-Bueno, ¿qué hacemos ahora? -preguntó ella.
-Mi instinto me dice que ceder, pero no quiero que me interpretes mal.
-Bueno...
-Nunca te arrepentirás, Myriam. Te lo prometo.
-Ya me estoy arrepintiendo -dijo ella con una carcajada.
-Vamos -los llamó Vicky desde la escalera.
-Ya, ya -contestaron ellos, agarrando el edredón entre los dos para subir obedientes.
Una semana antes de la ceremonia, la madre de Víctor llegó a casa. Myriam sentía aprensión antes de conocerla y aún más cuando descubrió que Juana García tenía unos ojos inquisitivos que parecían verlo todo.
-¿Qué le has contado? -le preguntó a Víctor.
-Sabe que me caso por el bien de Vicky -admitió él-, pero no le he contado nada de nuestro acuerdo.
Juana la aceptó con reservas hasta que vio el cariño que ya le tenía Vicky. Entonces, Myriam descubrió la calidez de la mujer bajo la apariencia de sequedad. Fue ella la que, después de una visita al apartamento de Myriam, sugirió que debería salir de la casa de Víctor con el traje de novia.
-Necesitas hacer una gran entrada con ese vestido -le dijo-. Y no puedes hacer una gran entrada desde un séptimo piso de un edificio de apartamentos. Además, si no tienes familia necesitarás que yo te ayude. Me dijiste que no tenías familia, ¿verdad?
-Eso es -dijo Myriam en voz muy baja.
Estaba pensando en lo mucho que le habría gustado esa boda a Verónica, que hubiera hecho de damita de honor con Vicky. Qué adorables hubieran estado las dos, caminando juntas hacia el altar, vestidas idénticas en satén rosa.
Entonces, la visión se derrumbó. El chicote de Verónica podría haberse vestido con un traje de satén rosa, pero nunca se habría sentido cómoda en él. Se hubiera rascado y agitado hasta que hubiera podido deshacerse del vestido con un suspiro de alivio. Por un instante, la imagen fue tan vívida que Myriam sonrió con cariñosa diversión. Era la primera vez que recordaba a Verónica con más placer que dolor.
Entonces, regresó al presente para descubrir que Víctor y Juana la estaban mirando con expresión de asombro.
-¿Qué es lo que pasa, cariño? ¿Estabas soñando despierta?
-Nada -se apresuró a contestar Myriam-. Creo que tu idea de que salga de aquí con el vestido de novia es estupenda.
El día antes de la boda, la casa empezó a llenarse de primos y tíos. Vicky enseguida empezó a moverse excitada y poco después del té, Myriam declaró que era hora de que se acostara.
-¡Oh, todavía no! -gritó Vicky con desmayo.
-Mañana será un día muy largo y no podrás aguantarlo si no duermes mucho esta noche -dijo Myriam con firmeza.
Estaba realmente preocupada de que Vicky se estuviera propasando.
-Pero ya estoy mejor -suplicó Vicky-. Lo estoy. De verdad que lo estoy.
-Ya lo sé, pero no lo estarás si te agotas -explicó Myriam con paciencia-. A la cama.
Con cómica rapidez, Vicky cambió de gesto. Se desvaneció la cara angelical para poner una cara enfurruñada.
-No me agotaré -dijo beligerante-. No estoy cansada. No lo estoy.
-Vicky, vete a la cama -dijo Myriam con tranquilidad y firmeza.
-Pero todo el mundo está aquí. Oh, por favor, mami.
Era la primera vez que había usado esa palabra y Myriam hincó una rodilla delante de ella.
-¿Vas a llamarme mami? Me gusta.
A Vicky le resplandeció la cara.
-Bueno, pues no lo haré, porque eres odiosa y horrible.
-Bien -replicó Myriam, afable-. Soy odiosa y horrible pero tú te vas a ir a la cama.
-Papi.
Vicky se volvió hacia su padre en una súplica final, pero él abrió los brazos.
-Ella es el jefe ahora -dijo señalando a Myriam.
-¿Y si papi te lleva en brazos? Eso siempre te gusta.
Vicky frunció aún más el ceño, pero le dejó recogerla. Myriam les siguió arriba mientras Vicky la miraba por encima del hombro de su padre. Pero, cuando estuvo echada en la cama, abrió los brazos y susurró:
-Lo siento, mami.
-No te preocupes -dijo Myriam, riéndose- Ahora que me has llamado odiosa y horrible me siento de verdad como una madre.
-¿De verdad que puedo llamarte mami? ¿No es demasiado pronto?
-No, cariño. No es demasiado pronto -miró a Víctor-. Bajaré cuando Vicky se haya dormido.
-¿No quieres volver a la fiesta?
-No, prefiero quedarme contigo -le aseguró Myriam. Víctor las observó un momento antes de abandonar la habitación. Myriam se quedó hasta que Vicky se durmió y después, bajó a reunirse con el resto de la familia.
-¿Está bien? -preguntó Víctor en voz baja.
-Bien. Ya somos las mejores amigas del mundo otra vez y se ha quedado dormida.
El sonrió débilmente y le tomó las manos entre las de él.
-Me alegro tanto de haberte encontrado. Por Vicky. No puedo decirte...
-No necesitas hacerlo -le atajó ella con rapidez-. Lo único que importa es que Vicky esté feliz, ¿No es cierto?
-Sí -asintió él con fervor-. Es lo único que importa.


A la mañana siguiente, Vicky estaba tan animada como una lagartija. Con su bata, entró en la habitación justo cuando Myriam, ayudada por Juana, se estaba poniendo el traje de novia. Vicky ayudó a abrochar los diminutos botones de la espalda y después, contempló extasiada cómo la maquillaba Juana.
-Ahora esto -dijo señalando el collar de perlas que era el regalo de bodas de Víctor
Myriam había soltado un gemido cuando las había visto. Ella le había regalado unos gemelos de platino que le habían dejado sin ahorros, pero empalidecían al lado de la magníficas perlas.
-Sí, pónmelas.
Frunciendo el ceño con gesto de contracción, Vicky se las abrochó alrededor del cuello.
-¿Le ayudaste a papá a escogerlo también? -preguntó Myriam.
-Sí. Dijo que tenían que ser absolutamente las mejores que tuvieran -le contó Vicky.
En ese momento, llamaron a la puerta y se oyó la voz de Víctor:
-Myriam.
Vicky se encogió y corrió hasta la puerta.
-No, papi, no puedes entrar -asomó la cabeza y la oyeron decir-. No debes ver a mami antes de llegar a la iglesia.
-Pero si la veo todos los días -respondió de forma prosaica Víctor.
-Pero hoy no -le aleccionó Vicky-. Trae mala suerte. Querrás ser feliz años y años, ¿verdad?
-Sí, cariño, por supuesto
-Vicky está más feliz que nunca -dijo Juana-. Y todo debido a ti.
-Le encanta la excitación de una boda. A todas las niñas les gusta.
-No, es más que eso. Te quiere. Gracias por lo que estás haciendo, Myriam -la voz de se convirtió en un susurro-. Mi hijo me ha contado algo, pero estoy segura de que no me lo ha contado todo. ¿Es esta boda un sacrificio para ti?
-No -dijo Myriam con rapidez-. No es ningún sacrificio-. Yo quiero... a Vicky.
Hubo una pausa antes de que Juana dijera en voz muy baja:
-Eso es lo que yo creía.
En los ojos de su futura suegra brilló la comprensión y Myriam estuvo a punto de confiar en ella. Pero le detuvo el fuerte timbrazo de la puerta principal.
-Deben de ser las flores -dijo Juana-. Bajaré a recogerlas. Estoy tan contenta de que hayamos podido hablar un poco.
-Yo también -dijo Myriam.
Juana volvió enseguida con las flores. El bouquet de Myriam era de rosas blancas. En vez de un ramillete, Vicky llevaba una cestita de pétalos de rosa para ir arrojándolos por delante de la novia.
Cuando Vicky estuvo vestida estaba encantadora con el satén rosa y los festones alrededor del dobladillo. Llevaba capullos de rosa en la cintura y más en el pelo. Pensar que aquella preciosa criatura no estaría viva en unos cuantos meses le atenazó a Myriam el corazón, pero apartó la idea con firmeza. Nada debía estropear aquel día para Vicky.
Cuando por fin Myriam se miró en el largo espejo, no se reconoció. El velo y el traje la enmarcaban como en una neblina blanca suavizando sus ángulos y convirtiéndola en una criatura de cuento de hadas. Si se hubiera vestido para un novio que la amara, hubiera regocijado ante la belleza de la mujer que veía delante. Pero el matrimonio era una farsa y, de repente, Myriam sintió una punzada dolorosa de vaciedad.
Se oyó otra llamada a la puerta y escucharon la voz de Víctor.
-Voy a irme ya a la iglesia. ¿Estáis todas listas?
-Deja de meternos prisa, querido -le avisó su madre, abriendo la puerta sólo una rendija-. Ahora no estás en tu oficina. Lo tengo todo bajo control. Nos veremos en la iglesia.
El se rió y Myriam escuchó alejarse sus pasos al bajar las escaleras. Mirando por la ventana, le vio entrar en la larga limusina negra, que brillaba al otro lado de los portones.
-Te dejaré en manos de Vicky -anunció Juana-. Salid en cinco minutos.
Myriam y Vicky observaron el ajetreo de abajo. Juana se metió en el coche con varios primos y le siguieron más miembros de la familia. Al final, sólo quedó el coche de la novia. El tío de Víctor, Derek, que era el que las iba a llevar, llamó a la puerta y Myriam preguntó:
-¿Lista?
Vicky asintió y le entregó el bouquet con solemnidad.
Era un día glorioso. Las primeras hojas de otoño estaban empezando a caer, pero habían sido bendecidos por un verano indio, cálido y dulce y el tiempo era perfecto para una boda. En el corto camino hasta la iglesia, Myriam intentó quitarse el sentido de irrealidad que la envolvía. Entonces llegaron a la iglesia. Vicky salió la primera del coche y estiró la cola. Su pequeña cara estaba muy seria mientras realizaba sus funciones. Después, Myriam tomó el brazo de tío Derek y asintió para que Vicky los precediera en la entrada.
En cuanto aparecieron por la puerta, sonó la marcha nupcial. Al entrar en la tenue luz, Myriam quedó cegada momentáneamente y parpadeó. Cuando la vista se le aclaró, pudo ver a Víctor de pie en el altar. Vicky estaba perfectamente compuesta moviéndose con dignidad y gracia y arrojando pétalos de rosas a ambos lados del pasillo. Víctor permanecía inmóvil, con una extraña mirada en su ojos, al ver aproximarse la pequeña procesión. Parecía como si se hubiera quedado sin aliento y, al recordar el parecido de Vicky con su madre, Myriam se preguntó si estaría viendo a Helen aproximarse. Se alegró por él de que tuviera aquel precioso momento para recordar la corta vida de su hija.
Por fin, Vicky llegó hasta donde su padre se detuvo, se apartó a un lado con gran precisión y dejó sitio a la novia. Cuando Myriam se instaló al lado de Víctor, él la miró directamente con una tenue sonrisa suavizando sus duras facciones. Algo le llegó a ella al corazón. Se sentía como si el mundo entero se hubiera desvanecido y no pudiera hacer nada salvo permanecer allí mirándolo a los ojos. Volvió a la realidad por un tirón leve de la manga y bajó la vista para ver a Vicky esperando por el bouquet.
Se lo pasó y Vicky se apartó con grave responsabilidad.
Myriam se había preparado para la hora de los votos, pero se quedó sin defensas cuando llegó el momento en que Víctor le tomó de la mano y empezó a recitar:
-Yo, Víctor Alejandro, tomo a Myriam como mi esposa, para lo bueno y para lo malo hasta el fin de mis días.
La voz de él se quebró. Myriam le sintió temblar la mano, que de repente la aferró con una presión terrible y supo que una visión de lo peor le había asaltado, nublándole el día y haciéndole aferrarse a ella como un náufrago.
En ese momento, el poco distanciamiento que le quedaba se evaporó. No podía aislarse de aquel hombre, viviendo con él día tras día, siendo testigo de su pesar y compartiendo su dolor. Debía amarlo con todo su corazón y toda su alma, darle sin cesar sin esperanza de recibir nada a cambio. Porque sólo de aquella forma podría ayudarlo. Se sintió inundada de valor. Ella no era una chica tierna sino una mujer, con el poder de amar de una mujer, de dar y de soportar. Y lo pondría todo al servicio del hombre al que amaba.
Víctor se recuperó y terminó el voto. Con voz calmada, Myriam hizo su promesa poniendo el alma en ella.
Al final, el vicario dijo:
-Puede besar a la novia.
Víctor la atrajo para rozar sus labios con los de él. Myriam intentó no sucumbir a la oleada de amor que la invadió. Su boca era cálida y firme, el beso tan delicado que podría haber durado unos segundos o una eternidad, no podía estar segura. Sólo sabía que lo amaba, y que siempre lo amaría.
Mientras el órgano desgranó las notas de la marcha triunfal, se dieron la vuelta y empezaron a desfilar por el pasillo sonriendo para que todo el mundo los viera. El fotógrafo estaba esperando captar el momento en que abandonaran la iglesia y después, siguió una serie interminable de fotos. Myriam y Víctor solos, después con Vicky resplandeciente en medio de ellos.
-Me gustaría una a solas con mi hija -dijo Myriam.
Vicky la miró extasiada.
Encontraron el sitio perfecto en el jardín de la iglesia bajo los árboles. El fotógrafo, que tenía talento para la espontaneidad, las sorprendió caminando de la mano y riéndose entre una nube de hojas que había levantado el viento.
Después siguieron unas cuantas más con la familia de Víctor y en medio de una de ellas, él le susurró:
-He seguido tu consejo.
-¿Acerca de qué? le susurró ella.
-De aceptar el consejo de Vicky. Espera a ver la sorpresa que te hemos preparado los dos.
La sorpresa resultó ser un coche de caballos abierto. Myriam se rió encantada y Vicky saltó de alegría. Víctor la condujo dentro, pero cuando estaba a punto de cerrar la portezuela, ella le dijo:
-Creo que te olvidas de algo.
El entendió a la primera y tendió la mano a su hija.
-Sube.
-Pero se supone que los novios deben ir solos -dijo Vicky, dividida entre la esperanza y la tradición.
-No pensarás que no íbamos a dejarte disfrutar de tu propia idea, ¿verdad? -preguntó su padre-. Vamos.
Vicky le asió la mano con ansiedad y saltó al carruaje. Se sentó frente a ellos y no dejó de mirar con adoración a Myriam durante todo el camino a casa. A veces saludaba a la gente que pasaba a su lado agitando la mano como si fuera un miembro de la realeza de visita. A su paso se congregaban pequeñas multitudes que les saludaban encantados de la imagen que ofrecían los tres.
-Mi hija acertó al hacerte comprar ese vestido -dijo Víctor con una sonrisa.
-Nuestra hija -le corrigió ella con firmeza.
-Sí, nuestra hija tiene un gusto exquisito.
-Mami no lo quería comprar porque decía que era demasiado caro -le confió Vicky-, pero yo dije que no importaba lo que costara -miró a su padre con cierta ansiedad-. Si es demasiado, me lo puedes descontar de las propinas.
Su padre sonrió.
-Gracias, cariño. Agradezco tu oferta, pero no la aceptaré. No me importa lo que costara. Es precioso. Y también mamá.
-Sí, está muy guapa, ¿verdad? -dijo Vicky, feliz.
Después de que diera los discursos de recepción, llegaron los brindis. A Vicky le permitieron dar un sorbo de champán para brindar por su nueva madre con los ojos brillantes de alegría. La imagen de aquella alegría ya hacía que todo mereciera la pena.
Un primo llamado Denis, de quien Víctor le contó en un susurro que era el payaso de la familia, hizo un discurso tan divertido que dejó a todos los invitados riendo a carcajadas. Cuando la banda de cuatro empezó los primeros acordes, Denis hizo una reverencia hacia Vicky y la condujo a la pista.
-Estará bien con él -dijo Víctor-. Denis es un idiota, pero buena persona. Ahora, ¿puedo bailar con mi mujer?
Mientras daban vueltas por la pista de baile, Víctor murmuró:
-Estás maravillosa. Lo dice todo el mundo.
-Tus perlas han sido el toque final -susurró ella-. No esperaba una cosa así.
-Por supuesto que te he regalado lo mejor que he encontrado. Quería que supieras que yo...
-Sí, ha sido un gran día, ¿verdad? -comentó alguien a sus espaldas.
Myriam suspiró. ¿Qué habría estado a punto de decir?
-¿Hasta qué hora pensarán quedarse? -le preguntó él al oído.
-Supongo que hasta no muy tarde, pero no puedes pedirles que se vayan.
-Bueno, pues desearía que se fueran todos.
A Myriam se le aceleró el pulso ante lo que podría significar. Cuando la música terminó, cada uno siguió bailando con otras parejas. Myriam bailó cada baile como en un sueño. En la sala hacía calor y el corazón le cantaba ante la imagen de lo que se abría delante de ella.
La tarde transcurrió feliz. Víctor bailó con Vicky, que fue enviada a la cama no sin protestar. Denis le pidió baile a Myriam. Parecía estar en el final de la veintena, con facciones cambiantes y mucho encanto volátil. Había bebido mucho champán, lo que reconocía él mismo con franqueza.
-Esto es lo mejor de las fiestas -dijo animado-. La oportunidad de inflarte a cuenta de alguien. Que me ahorquen si alguna vez creí que Víctor se enamoraría a primera vista.
-¿Es eso lo que te ha dicho él? -preguntó con desenfado Myriam.
-¿Víctor? Vamos. Tú ya lo conoces. Nunca habla de lo que tiene dentro. No creo que me haya dicho más de cincuenta palabras en toda mi vida y normalmente son cosas terribles de tipo: Ni un penique más o ¿cuándo vas a conseguir un trabajo decente?
Myriam soltó una carcajada. Por muy irresponsable y poco fiable que pudiera ser Denis, era imposible que no cayera bien.
-Entonces, ¿cómo sabes que fue amor a primera vista? -le siguió interrogando.
-Bueno, por las fechas. Parece que te lo debió proponer desde el momento en que te conoció. Aunque no le culpo. Si yo encontrara un bombón como tú, te lo hubiera propuesto el primer día.
Myriam soltó una carcajada que consiguió que varias cabezas se volvieran.
-No creo que debas hablarme así el día de mi boda -le amonestó en broma.
-¿Que no? Mírate en el espejo y verás lo preciosa que estás. Víctor es un perro con suerte.
Intentó atraerla más hacia él.
-Suéltame -le ordenó ella. Él aflojó el abrazo al instante-. Y ten cuidado de que Víctor no escuche lo que dices o no te hará ningún otro «préstamo».
-No te preocupes. Eso ya lo tengo ganado -dijo él con un guiño.
Myriam no pudo evitar reírse de nuevo. La cabeza le daba vueltas de placer. Pronto terminaría la velada. Pronto estaría a solas con Víctor.
Juana anunció el último vals y Víctor tomó a Myriam en sus brazos de nuevo. Estaba frunciendo el ceño levemente.
-Parece que te llevas bien con Denis. No creas nada de lo que te diga.
-¿Ni siquiera si me dice que estoy preciosa? -preguntó ella con una sonrisa.
A él se le suavizó la cara.
-Si necesitas cumplidos, estaré encantado de darte todos los que quieras. Hoy me has hecho sentirme orgulloso.
La atrajo más cerca y sus sentidos se despertaron.
-¿Qué ibas a decirme? -murmuró ella.
¿De qué?
El pareció volver de un sueño.
-Ibas a decirme algo acerca de por qué me compraste estas perlas.
-Más tarde. Cuando se hayan ido todos. Te gustan, ¿verdad?
-Son perfectas.
-Le dije al joyero que tenían que serlo. Le hicimos revolver toda la tienda antes de encontrar lo que nos gustaba a Vicky y a mí. Creo que se alegró cuando nos fuimos.
¿Era una locura intentar descifrar algo en el deseo de Víctor de hacerle el regalo perfecto? Myriam sabía de su eficacia rutinaria, pero en un recodo de su corazón que todavía insistía en creer en los milagros, añoraba algo más. Rozó las perlas con delicadeza esperando contra toda esperanza que...
Poco a poco los invitados se fueron retirando. Los que se quedaban a dormir en la casa se fueron a sus habitaciones. Myriam echó un vistazo a Vicky antes de irse en silencio a la habitación que compartiría con Víctor.
Había elegido el camisón de la noche de bodas con gran cuidado. Si fuera por ella, hubiera comprado algo corto y seductor; una novia tentando a su novio a los placeres de la pasión. Hubiera sido dulce y maravilloso saber que Víctor la miraría con ojos amorosos; llevar un diminuto encaje del que él le despojaría para tirarlo al suelo con la urgencia de su deseo; entonces, se tendería con él en el calor de la gran cama dando y recibiendo placer hasta que el agotamiento les embargara y cayeran rendidos uno en los brazos del otro.
Pero no se había atrevido a ponerse tal camisón por miedo a turbarle. Ni, por otra parte, quería parecer descarada. La situación invitaba a una prenda de algodón o franela abotonada hasta el cuello, pero antes se hubiera muerto de vergüenza. Por fin, había escogido satén de color melocotón con encaje. El escote era modesto para la ocasión, pero un cordón diminuto permitía abrirlo más. Lo que él viera en aquella prenda dependería de lo que sintiera.
Y después de sus palabras de antes, ella tenía alguna esperanza. Se tocó las perlas que todavía le rodeaba el cuello y brillaban contra su pálida piel. Él había dicho: Quería que supieras que... ¿Qué sería lo que quería que supiera?
Por fin escuchó sus pasos desde el cuarto de baño, donde había ido a cambiarse. El corazón le latía con anticipación cuando él abrió la puerta. Llevaba una bata de seda de color vino sobre los pantalones del pijama azul marino. Sonrió cuando la vio sentada delante de la cómoda y se acercó a mirar al espejo por encima de su cabeza.
-¡Vaya día! -exclamó-. Me alegraré cuando se hayan ido todos mañana y nos quedemos solos en la casa.
-Yo también -admitió ella con sinceridad.
-¿No te arrepientes? Para ti no va a ser gran cosa, ¿verdad?
Ella lo miró a los ojos a través del espejo.
-No me arrepiento de nada, Víctor, y nunca me arrepentiré.
-Ni yo tampoco.
El sonrió entonces y le tocó las perlas. El corazón de Myriam le latió con tal fuerza que estaba segura de que él podría escucharlo. En cualquier momento, él diría algo que la llenaría de placer.
-Cuídalas, ¿vale?
-Lo haré.
-Deja que te ayude con el cierre.
Myriam le dejó y, cuando sus dedos le rozaron la parte posterior de cuello, le produjeron escalofríos. Se miró con ansiedad en el espejo segura de que el calor que le había provocado se le notaría en la piel. Sólo sus ojos brillantes traicionaban que estaba viva de amor, ansiando creer que los sueños podrían convertirse en realidad.
-Toma -dijo Víctor por fin-. Podría ser buena idea guardarlas en la caja de seguridad de un banco.
-Pero yo preferiría tenerlas conmigo. Son tan bonitas.
-También son muy valiosas. Con el tiempo, podrás venderlas por bastante dinero.
La palabra vender hizo añicos el sueño. Myriam miró a su alrededor aturdida.
-¿Venderlas? ¿Y por qué iba a hacerlo?
-¿Por qué no? Cariño, está bien. No espero que seas sentimental con respecto a mis regalos. Hemos hecho un trato y tú estás cumpliendo tu parte a las mil maravillas. No podría haber pedido más -cuando ella se dio la vuelta para mirarlo, él le rozó la cara y le alzó la barbilla con delicadeza-. Eres una mujer generosa, Myriam, con un gran corazón. Un día, algún hombre va a tener mucha suerte.
Ella sonrió con debilidad.
-¿Era eso lo que ibas a decirme?
-En parte, pero hay algo más.
Abrió uno de los cajones y sacó un sobre.
-Parece el saldo de mi cuenta bancaria -dijo ella, asombrada.
-Lo es. Llegó esta mañana, pero lo he guardado para dártelo yo mismo. Podrías recibir una sorpresa.
Al abrirlo, Myriam miró la cantidad.
-Pero...
-Es más del salario mensual que hemos acordado.
-¡Es casi el doble!
-Quería demostrarte mi gratitud de manera tangible.
Myriam sintió como si le hubieran dado un puñetazo en la boca el estómago.
No hacía falta...
Pero Víctor se adelantó y, apartando el papel a un lado, le tomó las dos manos entre las suyas.
-Tú no lo entiendes -susurró con fervor-. Cuando veo cómo has transformado la vida de Vicky, lo mucho que has hecho por ella, siento que nada es demasiado bueno para ti.
Esperó la reacción de ella, asombrado de su palidez y rigidez.
-¿He cometido un error? -preguntó con tono de broma-. ¿No es suficiente?
Ella hubiera querido gritar: «No, no es suficiente. Quiero mucho más. Quiero tu corazón. Quiero que me mires con la misma ternura con que miras a Vicky. Quiero tu amor y tu necesidad. Lo quiero todo de ti. Y tú me insultas con dinero».
Pero sólo sonrió y dijo:
-No seas tonto. Es demasiado.
-No creo que sea demasiado para la mujer que está haciendo feliz a mi Vicky -le dio un leve beso en la frente-. Me alegro de que todo esté bien de nuevo. Por un momento, pensé que algo iba mal. Ahora, vamos a la cama. Creo que esta noche dormiré como un tronco. ¿Qué lado prefieres?

gracias por cada uno de sus comentarios.....

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Mensaje  mats310863 Vie Feb 18, 2011 11:11 am

¿QUE LE PASA A VÍCTOR, QUE NO SE DA CUENTA DE LO AFORTUNADO QUE ES DE TENER A MYRIAM?, HABER SI REACCIONA PRONTO.
GRACIAS POR EL CAPÍTULO

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Mensaje  QLs Vie Feb 18, 2011 11:47 am

hahahahahaha ay no este hombre !! no cabe duda que todos son iguales, tiene la felicidad frente a ellos y no veeeen !!


gracias !! What a Face What a Face What a Face
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Mensaje  Dianitha Vie Feb 18, 2011 12:09 pm

miil graciias x el cap niiña me encanto!!!! ====== LO MEJOR UNA BODA (FINAL)======= - Página 2 196 ====== LO MEJOR UNA BODA (FINAL)======= - Página 2 196 ====== LO MEJOR UNA BODA (FINAL)======= - Página 2 196 ====== LO MEJOR UNA BODA (FINAL)======= - Página 2 196
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Mensaje  jai33sire Vie Feb 18, 2011 2:58 pm

GRACIAS POR EL CAPITULO

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Mensaje  nayelive Vie Feb 18, 2011 5:25 pm

asi o mas idiota sss jaja me proyecte jajaj siguelee
me gusta mucho la novee
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Mensaje  rodmina Sáb Feb 19, 2011 2:00 am


QUEEEEEEEEEEEEEEEEE??

VICTOR ES DE PIEDRA O QUE JAJAJA

GRACIAS POR EL CAPITULO
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Mensaje  mariateressina Sáb Feb 19, 2011 12:05 pm

GRAXIAS X EL CAPITULO


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Mensaje  laurayvictor Sáb Feb 19, 2011 12:44 pm

Hola chicas hoy les voy poner dos capitulos porque mañana no les puedo poner..... gracias por todos los comentarios.....

Aqui esta el capitulo....

CAPÍTULO 6
MYRIAM se llevó bien enseguida con Nora y con
Tom, que juntos se encargaban de cuidar la casa y el jardín para dejarla libertad para concentrarse en Vicky. Muchas tardes tomaba la merienda con ellos en la cocina. Era una habitación grande de ambiente tradicional debido a las cazuelas de cobre colgadas de las paredes. Pero a pesar de su ambiente, los electrodomésticos eran de último modelo
-Es como estar en una estación espacial -comentó Myriam, mirando a su alrededor todos los mandos-. ¿Te lo puso Víctor para ti?
Myriam sabía que Nora vivía para su cocina.
-Algunos de los aparatos más recientes los pedí yo -dijo Nora-, pero siempre hemos tenido las últimas novedades. Helen...
Se detuvo abruptamente.
-A Helen le gustaba así -terminó Myriam por ella-. Está bien. No tienes que tener miedo de nombrarla delante de mi. ¿La conociste bien?
-Nos conocimos en las mismas clases de cocina. Después, nos pidió a Tom y a mí que viniéramos a trabajar para ella. Se acababa de casar y estaban poniendo esta casa.
-En las fotografías se la ve muy guapa -observó con naturalidad Myriam.
Ese día estaba a solas con Nora y se sentía más libre para hablar sin Tom.
-¡Oh, era preciosa! -recordó Nora-. Tan' fina y delicada, como si una simple brisa pudiera llevarla. Cuando se murió, pensé que él se volvería loco. Estoy segura de que se hubiera vuelto loco si no hubiera sido por la pequeña.
Cuando llegaron las fotografías de la boda, Myriam y Nora las contemplaron juntas. Nora estaba entusiasmada con la de Vicky y Myriam juntas.
-Parece un pequeño ángel -suspiró-. Uno nunca imaginaría...
Se cortó con una débil sonrisa.
-No, pero lo estoy descubriendo.
A pesar del debilitante efecto de su enfermedad, Vicky no era un ángel, sino una niña normal. Tenía una naturaleza dulce, pero podía ser tan terca como una mula. Tenía una gran fuerza de voluntad y la capacidad de conseguir lo que quería. En definitiva, era como Víctor en miniatura.
Su padre encontraba difícil negarle nada, y Myriam sabía que estaba rozando siempre una línea muy delicada. Vicky podía enzarzarse en batallas tan agotadoras para conseguir lo que deseaba que podían ser peligrosas para ella. La pequeña no dudaba en usar su fragilidad como arma con el resultado de que ganaba demasiado a menudo y estaba escapándoseles de las manos.
Sin embargo, incluso cuando podía ser más enervante, era adorable. A veces, Myriam la sorprendía mirándola secretamente en medio de una discusión como si no fuera más que un juego. Cuando sucedía eso, las dos acababan en un estallido de carcajadas y Myriam con la convicción de que la estaba sometiendo a prueba.
La niña acudía a la escuela sólo por las mañanas. A la hora de comer, Myriam la recogía y Vicky pasaba la tarde descansando en la cama y leyendo hasta la hora de dormir. A la hora en que Víctor volvía a casa, estaba descansada y ansiosa por hablar con él durante la cena.
A veces la llevaban al ballet. A Víctor le aburría, pero aguantaba las veladas ignorando el escenario, con los ojos fijos en Vicky saboreando su felicidad.
A veces, Myriam le sorprendía riendo con Vicky como si no tuviera ni un solo problema en el mundo. Después, en la intimidad de su habitación, sus hombros se encogían y se le ponía la cara gris de la tensión. Ella ansiaba consolarlo, pero sabía en lo más hondo que era inútil. No había consuelo posible para la muerte de una hija amada.
El cinco de noviembre, Myriam organizó una fiesta de fuegos artificiales para los amigos del colegio de Vicky. La tarde fue un éxito enorme. Vicky estaba muy animada, con gorro, bufanda y mitones dibujando estelas en la oscuridad con las bengalas.
-Papá, mírame -gritó agitando una tan cerca de su cara que él apenas consiguió apartarse a tiempo.
-No me saques un ojo -se rió él-. Déjame encender una.
Víctor encendió una cerilla y, de repente, el aire se encendió con el brillo de las chispas multicolores iluminando ambas caras como por arte de magia. Estaban sonriéndose el uno al otro en un momento perfecto que excluía al resto del mundo. Myriam levantó la cámara de vídeo y más tarde por la noche, cuando todos estaban en la cama, bajó a ver la cinta. Allí estaba Víctor, con la cara radiante de amor y ternura por su hija. Era una mirada que Myriam había visto a menudo, pero que nunca le había dirigido a ella.
Con la llegada del fin de año, el volumen de trabajo de la oficina de Víctor aumentó y él empezó a llevarlo a casa. Una tarde, Myriam entró en su estudio con café y sandwiches mientras él hablaba por teléfono. Después de dejarlo, hubiera salido, pero, sin mirarla, él agitó una mano de forma imperiosa para que esperara.
Como si fuera todavía su secretaria, pensó entre la indignación y la diversión.
Se había acostumbrado tanto al padre tierno, que, inconscientemente, casi se había olvidado del autócrata que ladraba órdenes a sus subordinados. Se sentó mientras él terminaba de hablar y, mientras esperaba, se fijó en un papel en el borde de la mesa con el nombre de George Cosway. Lo recordó del primer día en que Víctor la había hecho pasar a su oficina para cambiar el contrato de Cosway. Se dejó llevar por la curiosidad y miró el documento.
-No me importa si tienes que sacarlo de la cama -estaba diciendo Víctor por teléfono-. No pienso esperar más. Consigue una respuesta para mañana -se quedó en silencio un instante-. No discutas, Sam. Hazlo. Simplemente hazlo.
Myriam soltó una carcajada.
-En la oficina solíamos llamarte, el Gran Arreglador -le recordó-. La leyenda era que podías arreglarlo todo.
-Eso me gustaría a mí -se reclinó contra el respaldo con los brazos detrás de la cabeza sonriendo. Estaba en plena forma por haber obligado a que los asuntos salieran como él deseaba, la droga más potente del mundo para él-. Es increíble lo a menudo que la vida consiste en forzar algunas cuerdas por detrás del escenario.
-0 mover a la gente como si fueran marionetas -bromeó ella.
Su estado de ánimo era contagioso.
-Eso también -concedió él-. Tengo la teoría de que la vida está dividida entre las marionetas y los que las mueven.
-Contigo como manipulador y todos los demás como marionetas -dijo Myriam-. Conseguiste que yo hiciera lo que tú querías.
-Por supuesto. Así es como me gusta. En un mundo bien ordenado, todo el mundo debería hacer lo que yo quiero.
Entonces, de repente, el buen humor se evaporó.
-Pero hay algunas cosas que no pueden arreglarse -murmuró sombrío-. Ni siquiera por el manipulador más duro de la ciudad.
Myriam lo miró a los ojos y lo que vio en ellos la dolió. Detrás de aquella filosofía y rudeza, Víctor se estaba muriendo lentamente por dentro.
Y ella, que se moría por poder consolarle, era impotente. Tan impotente como él mismo.
Por fin él suspiró y dijo:
-Me costó mucho tiempo aceptar que había algo ante lo cual yo no podía hacer nada, pero supongo que lo estoy consiguiendo. ¿Está dormida ya?
-Debería estarlo, pero creo que estará despierta esperando que tú vayas a darle el beso de buenas noches.
-De acuerdo. Subiré en un minuto. ¡Ah, café! Estupendo -se sirvió una taza y miró el documento que ella tenía todavía en la mano-. ¿Qué piensas de eso?
-Lo siento -se disculpó ella con rapidez-. No quería curiosear. Es que me fijé en el nombre de Cosway y me pregunté cómo habría salido el contrato.
-No muy bien. Todavía sigue poniendo dificultades. No te disculpes. No me importa que mires. No lo he olvidado.
-¿Olvidar el qué?
-Nuestro trato. Te prometí una oportunidad profesional a cambio del tiempo que dure este matrimonio.
-Ya me estás pagando un buen salario.
-Pero quiero darte más, que eso. Tienes cualidades para convertirte en asistente de primera categoría. Para mí, quizá.
Myriam apretó los puños fuera de la vista. ¿Cómo podría hablar de trabajar juntos como si nada hubiera ocurrido?
-No creo que eso fuera una buena idea -dijo.
-¿No? Quizá no. Sólo quería que supieras que soy un hombre de palabra. Tenías razón en recordármelo.
-No lo he hecho. Sólo...
-No, ya sé que no ha sido a propósito. Pero sigues interesada en los negocios, ¿verdad? Te dejaré algunos libros para que los leas. Los encontrarás de mucha ayuda.
-Gracias -dijo Myriam.
La dulce camaradería de un momento antes había desaparecido. Para poner peor el asunto, Víctor se dio la vuelta inmediatamente hacia la estantería a sus espaldas y sacó un volumen.
-Aspectos de la Dirección de Empresas -leyó-. Empieza con esto. Ahora subiré arriba a dar las buenas noches a Vicky.


Un extraño que hubiera entrado a la casa de los García hubiera pensado que eran la familia perfecta. El amor que unía a ambos padres al hijo era casi una cosa tangible, que infundía a la casa de su atmósfera. Myriam se dedicaba en exclusiva al cuidado de Vicky, la iba a buscar a la escuela, vigilaba su descanso y hablaba con ella. Víctor llegaba a casa cada día lo antes posible y, si llevaba trabajo consigo, nunca lo hacía antes de que Vicky se hubiera acostado.
A menudo picaba algo en su estudio y trabajaba hasta avanzada la noche. A veces, cenaba con su mujer y hablaba con su hija. Normalmente, ella se acostaba antes mientras él hacía llamadas telefónicas trasatlánticas y por fin trabajaba en silencio en la habitación sin encender la luz para no despertarla.
Lo cierto era que ella nunca estaba dormida, aunque lo aparentara. Bajo la fachada de sus vidas, Myriam estaba tensa de ansiedad, tristeza y añoranza. Su amor insatisfecho la atormentaba. Al principio, le había bastado con ver a Víctor todos los días. Sentía júbilo en amarlo y en estar constantemente en su compañía y eso sólo le había bastado por una temporada, pero poco a poco la necesidad de más se había vuelto insoportable.
Si quería hablar de Vicky, él dejaba todo lo demás a un lado. Sus oscuros ojos se fijaban intensamente en Myriam y ella sonreía a veces. Durante un breve momento, ella intentaba creer que era ella la que le tenía absorto. Pero la realidad siempre aparecía para destruir la ilusión, y ella se encontraba a sí misma sola de nuevo en un lugar que cada vez se le parecía más a un desierto.
A él le gustaba ella, le estaba agradecido y demostraba aquella gratitud con generosidad. Y después de aquella explosión que había terminado en su compromiso, se había mostrado cortés y considerado. Pero no había nada más. Tenía que enfrentarse a eso.
Al principio apenas le había importado estar viviendo en la casa de Helen. Pero, cuando se desvaneció la excitación de la boda, cada vez pensaba más que aquél era el sitio adonde Víctor había llevado a su mujer diez años atrás, el hogar que habían levantado juntos. En un momento de distracción, Nora había revelado que no se permitía ningún cambio. Si la decoración se desgastaba, se reemplazaba exactamente por lo mismo. Habían modernizado la cocina, pero aparte de eso, todo estaba como Helen lo había escogido. Y Myriam se preguntaba cuánto habría amado aquel hombre a aquella mujer para detener el reloj el día de su muerte.
Una vez, buscando un bolígrafo que él le había prestado, se aventuró a abrir los cajones del despacho. Y entonces encontró algo que hubiera preferido no ver. Era una fotografía de Helen, con su bebé en los brazos, tomada, Myriam lo sabía, por el mismo Víctor. Parecía frágil y cercana a la muerte, pero todavía estaba bonita. Myriam había visto esa misma foto en la mesilla de Víctor, pero él la había retirado con cortesía antes de su matrimonio. Ahora ella sabía que él la había escondido allí para poderla ver en privado.
Bajo la foto, había un álbum. Myriam luchó con la tentación, pero al final ningún poder en la tierra impidió que sus celos le obligaran a abrir las páginas. Había foto de Víctor y de Helen en el día de su boda, las caras radiantes mirándose el uno al otro. En otra estaban de vacaciones, Helen en bikini, alzada en sus brazos mientras él se preparaba para lanzarla con una carcajada.
Era difícil reconocer a Víctor. El autócrata de lengua afilada en que se había convertido no era en aquel tiempo más que un chico joven, con una cara radiante y cándida, sin tocar por el dolor. Myriam sintió que podía leer en su mente. Era joven, con talento, apasionadamente enamorado y con sus deseos de amor cumplido . Creía que el mundo era suyo y que siempre lo sería. No tenía ni idea entonces de que su felicidad iba a verse truncada de forma trágica. Con tristeza, Myriam apartó las fotografías.
Una noche, como tantas otras antes, se quedó despierta mucho tiempo después de que Víctor se durmiera. La cama, que desde fuera parecía bastante grande, era muy pequeña ahora que la compartían. Era imposible no ser consciente de su gran cuerpo tan cerca del de ella, cubierto sólo por el pijama y compartiendo el mismo calor que ella.
La luz de la luna le dio una visión clara de su cara, tan tensa como por el día, tan vulnerable en el sueño. Tuvo que luchar contra la tentación de posar suavemente sus labios en ella y robarle un beso prohibido. Mientras observaba la forma de su boca, inesperadamente curvada en contraste con sus rasgos duros, la pudo sentir contra la de ella como el día de la boda. El recuerdo la acosó, encendiendo su cuerpo de deseo. En otro momento, ella se hubiera adelantado y él le hubiera rozado los labios con los suyos...
Myriam apretó los puños y se obligó a salir de la cama. Debía apartarse de Víctor hasta que se le pasara aquel peligroso estado de ánimo. Moviéndose en silencio, agarró la bata y salió de la habitación. Una vez abajo, recogió el libro Aspectos de la dirección de empresas y se fue a la cocina. Allí se preparó una taza de leche caliente y empezó a hojear el libro hasta que comprendió que había leído la misma página cuatro veces sin enterarse de nada. Las palabras bailaban delante de ella; eran agudas, como pequeñas flechas que se clavaban en su corazón. El mundo estaba lleno de tormento y no podía hacer nada para que remitiera.
-¿Qué haces aquí abajo a estas horas?
Myriam levantó la vista con rapidez para ver a Víctor de pie en el umbral la puerta en pijama, con el pelo revuelto y la cara sin afeitar. El corazón le dio un peligroso vuelco.
Se recompuso al instante.
-¿Dónde tienes la zapatillas? -preguntó señalando sus pies desnudos.
Él sonrió.
-No me hables como si fuera Vicky.
-Vicky tiene más sentido común que tú. Se pone las zapatillas porque sabe que el tiempo se está poniendo frío.
-Se pone las zapatillas porque tú le has comprado unas para que se parezca a su personaje favorito de dibujos animados -bostezó y se frotó los ojos-. ¿Qué estás bebiendo? ¿Queda algo?
-Siéntate.
Ella se levantó a prepararle uno mientras Víctor se, sentaba y examinaba el libro.
-Eres una estudiante muy formal. ¿0 sería mejor decir ambiciosa?
-Es un tema fascinante -dijo ella, evitando la pregunta-. Leo bastante mientras Vicky está en el colegio. ¿Quieres que te ponga algo en la leche caliente?
-Cacao si hay.
Ella se rió y dejó la taza delante de él antes de sentarse.
-Si tus competidores pudierann verte ahora... Todos creen que te comes gente para desayunar.
-Eso es lo que yo quiero que crean.
-Ya lo sé. El cacao arruinaría tu imagen.
Él sonrió.
-Bueno, mantengámoslo en secreto.
No era justo, pensó ella, que al salir de la cama, con todo el pelo revuelto y desordenado, estuviera dos veces más atractivo que cuando estaba elegantemente vestido. Víctor podría estar fascinante cuando presentaba su fachada imperiosa al mundo, pero a ella le gustaba más ahora, con aspecto más joven y vulnerable. Se sintió asaltada por una repentina pasión y ternura y tuvo que hacer un esfuerzo para no rodearle con sus brazos.
Él dio un sorbo y comentó agradecido:
-Preparas el cacao como nadie, con total eficacia. ¿Cuál es el secreto?
-Vicky me enseñó a prepararlo como a ti te gusta. De paso, ¿te ha contado su última idea? Quiere unirse a las Brownies.
Él dejó la taza con brusquedad.
-De ninguna manera. ¿Has visto a lo que se dedican esos niños? A trepar árboles y correr como locos...
-¿Te calmarás un momento?
-No hasta que se le quite esa estúpida idea de la cabeza de una vez por todas.
-Será mejor que el médico diga si es una idea tan estúpida.
-Te estoy diciendo...
-Bueno, pues no lo hagas -dijo con firmeza Myriam-. Ya hemos tenido esta discusión antes. Tú eres el padre de Vicky, pero yo soy su madre. Ahora, escúchame. Vicky está muy sola. Sale del colegio a la hora de comer, así que no puede hacer amigas en el almuerzo ni realizar otras actividades. Ya sé que no se puede evitar, pero necesita compañía de otros niños.
-Es demasiado peligroso.
-No tiene por qué serlo. Hablaré con la jefa de las Brownies y le explicaré las cosas que no puede hacer. Y yo estaré allí para vigilarla y me la llevaré si veo que se cansa. Confía en mí. Deberías conocerme ya como para no intentar intimidarme.
La cara de Víctor era un máscara de inocencia.
-¿Intimidarte? ¿Yo? Si soy el hombre más suave del mundo.
-¡Ja! Te pones como una hidra si no consigues lo que quieres -Myriam se estaba riendo de él a la cara-. E intentas pisarme con botas de montañero. Ahora veo de dónde lo saca Vicky.
Él sonrió.
-Se parece a mí, ¿verdad?
-Es exacta.
Por una vez, el momento no se vio ensombrecido por la tristeza del futuro. Intercambiaron una sonrisa cargada de amor compartido por la niña. Víctor tendió su mano y ella la tomó. Entonces, la sonrisa de él se murió y una mirada de sorpresa le acudió los ojos. Se quedó examinándola y frunciendo un poco el ceño, como si estuviera intentando asimilar una nueva idea. Entonces, le apretó la mano y, al momento siguiente, se inclinó y la besó.
Sucedió con tal rapidez que Myriam no pudo reaccionar. Instintivamente, sus labios se suavizaron y se abrieron contra los de él mientras que el deseo le recorría el cuerpo. Víctor deslizó la mano libre por detrás de su cabeza y enterró los dedos entre su pelo para atraerla más e intensificar la presión sobre sus labios. Myriam sabía que tenía que detener aquello en ese mismo momento. Para él significaba poco excepto que se encontraba triste y solo y ella estaba allí. El creía que los sentimientos de ella eran tan moderados como los de él, sin adivinar el volcán que vivía dentro de ella amenazando con la erupción en cada instante. En ese momento, la estaba atrayendo más y ella debía luchar por el bien de los dos, por el bien de Vicky. Pero todavía no... un poco más.
Víctor se puso de pie y la arrastró con él. El beso cambió y se hizo más profundo e intenso.
-Myriam -murmuró contra sus labios.
-Sí -susurró ella.
Sus labios eran intensamente persuasivos, tentando a que ella abriera la boca para él. Toda su firme resolución pareció abandonarla y dejó que sus labios se abrieran sin remedio. Myriam pudo sentir la firme dureza de su cuerpo a través de la fina tela de las prendas de dormir. La excitación la asaltó mientras pensaba en cómo terminaría aquello. Ella era algo más que la madre de Vicky. Era una mujer, apasionadamente enamorada de un hombre, preparada para hacer lo que fuera por conquistar su amor.
-Myriam -murmuró Víctor de nuevo.
De repente, sus brazos la apretaron con más fuerza mientras que su boca la atormentaba con promesas de placer.
Durante un borroso y dulce instante, ella se abandonó al deseo. Pero cuando recuperó el sentido común, se puso rígida contra él y le empujó el pecho con ambas manos.
-No -murmuró con voz agitada-. Víctor, por favor. No hagas esto.
El se detuvo sin soltarla, demasiado sorprendido como para saber qué hacer
-Suéltame -susurró ella.
Él la miró a los ojos con intensidad.
-¿No querrás decir que...?
-Sí, eso quiero decir -se esforzó por recuperar el control pero era difícil cuando él estaba tan cerca-. Por favor, suéltame. Me lo prometiste.
Él exhaló el aliento y las manos le cayeron a ambos lados.
-Sí, por supuesto -su voz sonaba extraña-. Creo que creí que a ti te parecía bien, pero es evidente que te he interpretado mal -dio un paso para apartarse de ella-. Lo siento.
-No hace falta que te disculpes.
-Por supuesto que sí. Hicimos un trato y los tratos son sagrados. Yo vivo con ese principio. No me puedo creer como he llegado a... Intenta olvidar mis malos modales.
Ella hubiera llorado. Todo aquello era un error terrible, tan lejos de lo que ella deseaba. Pero al momento siguiente las cosas se pusieron peor. Víctor miró el libro que Myriam estaba intentando leer cuando la había encontrado y torció la boca en una curva de comprensión. Myriam hubiera deseado gritar que no era lo que él pensaba, pero no había nada que pudiera decir.
-No te disgustes. Sólo me dejé llevar y olvidé las normas. No sucederá de nuevo. Te doy mi palabra.

seguimos

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Mensaje  laurayvictor Sáb Feb 19, 2011 12:48 pm

Seguimos con el siguiente capitulo

CAPÍTULO 7
EL doctor le permitió a Vicky que se uniera a las Brownies siempre que Myriam estuviera cerca para no permitir que se pasara. Enfrentado a la alegría de Vicky, Víctor cedió a regañadientes. A partir de entonces, Vicky iba con las Brownies un hora todos los miércoles y volvía a casa en el séptimo cielo. Aprendió a hacer una serie de nudos que le explicó a Víctor tantas veces que al final le dijo que sabría hacerlos hasta en sueños y corría por toda la casa cantando canciones de fuegos de campamento hasta que todos se ponían algodones en los oídos. Todos estaban felices.
Juana telefoneaba varias veces a la semana y Myriam disfrutaba de sus llamadas. Se había encariñado con rapidez con su suegra.
Hacia finales de noviembre, Víctor dio una pequeña fiesta para que Myriam conociera a sus amigos.
-Debería llamarlos conocidos, más bien -dijo Juana cuando se lo contó Myriam-. Apenas se acerca a la gente lo suficiente como para hacer amigos.
-Eso me parecía a mí -acordó Myriam-. Me preguntaba si habría vuelto a ser él mismo desde que Vicky se puso tan enferma.
-Lo ha hecho, pero sigue siendo un poco así. Te deseo la mejor de las suertes en la guarida del león. Vigila a Geraldín Raye. Se acaba de divorciar y está convencida de que Víctor sólo estaba esperando a que ella estuviera libre para que hacerle la proposición. Una tontería, por supuesto. El ya se lo hubiera pedido hace mucho tiempo si la hubiera querido. Ha estado en América y probablemente no se haya enterado de la boda hasta que ha vuelto. Estará más enfadada que una serpiente.
Como era directa por naturaleza, Myriam le contó bromeando a Víctor esa conversación al irse a la cama esa noche. Él pareció sorprendido.
-Creo que mi madre está equivocada por completo con su falta de tacto habitual. El divorcio de Geraldín no tiene nada que ver conmigo y estoy seguro de que ella nunca ha pensado en mí de esa manera.
-Entonces, ¿no ibas a hacer la proposición?
-Desde luego que no. Por una parte, a Vicky no le cae bien, aunque Geraldín siempre ha intentado ser agradable con ella, pero cuando Vicky se pone cabezota y alguien no le cae bien, no se le puede hacer cambiar de idea.
-0 sea, que Geraldín no tiene la aprobación de Vicky.
-Nunca la ha tenido.
-Según Juana, ella creía que sí. ¿Estás seguro de que no le has dado motivos?
-He coqueteado con ella en algunas fiestas, pero sólo como lo hacemos todos. Es una especie de rutina sin significado.
-Bueno, pues si no quieres que te envenene con arsénico, no coquetees con ella en esa fiesta -le advirtió sombría Myriam.
-No iba a hacerlo. Vicky lo odiaría.
El día anterior a la fiesta, Nora se encerró en la cocina y empezó las preparaciones culinarias. Aunque ella era la anfitriona, Myriam sabía que no debía interferir con el genio y se dedicó a ayudar. El resultado fue un buffet de un esplendor regio.
Los vinos estaban elegidos y las copas de cristal sacadas. Vicky se puso el vestido de dama de la boda y Myriam sus perlas y, ante el apremio de Víctor, se vistió con un elegante vestido de seda azul de cóctel. Era extravagante, pero valía cada penique que había costado por cómo le quedaba. Sabía que no desmerecería ante los amigos de Víctor, pero seguía estando nerviosa.
Había alrededor de cincuenta invitados. Algunos era colegas de negocios y otros gente de la localidad. Todos iban vestidos con lujo y estaban bien alimentados, aunque delgados. Todas las mujeres analizaron a Myriam, alabaron mentalmente su vestido y el valor de sus perlas. Al principio la aceptaron con reticencia, pero enseguida la aprobaron. El ambiente se hizo más amistoso, especialmente cuando Sylvia, una prima lejana de Víctor que había estado en la boda, la recibió con entusiasmo. Sylvia era una joven bulliciosa y alegre sin nada de tacto, pero con un corazón cálido y su apoyo le allanó enseguida el camino a Myriam.
Pero bajo la atmósfera festiva, subyacía un aire de expectación. Todo el mundo estaba esperando a una invitada en particular, ansiosos por ver el encuentro entre las dos mujeres.
Geraldín llegó tarde. Víctor se había desvanecido en su estudio para enseñarle su nuevo ordenador a todo el que estuviera interesado. Así que Myriam y Geraldín se encontraron solas y la primera supo al instante que el consejo de Juana había sido bueno. Los ojos de la otra mujer se entrecerraron con sorpresa y desagrado, como si hubiera esperado un pequeño ratón marrón y hubiera encontrado sorprendente la realidad de la esposa bien vestida.
La misma Geraldín iba vestida con todo el lujo que se podía pagar con dinero. Era una mujer alta en el principio de la treintena, con pelo negro oscuro y unas facciones bonitas si no hubieran sido tan duras. Llevaba rubíes en la muñeca y en las orejas engarzados en oro que debían valer una fortuna. Myriam alzó la barbilla y la recibió con cortesía.
-Me he quedado fascinada al enterarme de que Víctor se había casado a la velocidad del rayo. Es tan impropio de él. Los que lo conocemos bien sabemos que no tiene ni un ápice de romanticismo en todo el cuerpo.
Myriam tardó una milésima de segundo en decidir cómo manejar la sutil malicia que brillaba en los ojos de Geraldín. Entonces, decidió que si aquella mujer quería pelea, la tendría.
-Bueno, quizá los que lo conozcáis tan bien no lo conozcáis tan bien como creéis -dijo con suavidad. Sylvia soltó una carcajada y Geraldín estiró un poco los labios aunque sus ojos eran glaciales-. Deja que vaya a buscarte una bebida -dijo Myriam, tomándola por el brazo.
La sacó fuera del grupo y le sirvió una copa. Las dos mujeres se midieron la una a la otra.
-No te enfades conmigo si me meto -dijo Geraldín con suavidad-. Creo que tu boda es la historia de amor perfecta y me alegro de conocerte por fin. Es sólo que conozco al querido Víctor desde hace tanto tiempo que... bueno, no te importará que te de un pequeño consejo, ¿verdad?
-Podría importarme -contestó Myriam tan afable, que al principio, Geraldín no captó su significado.
-Oh, nadie se ofende por las cosas que yo digo.
Geraldín se inclinó hacia adelante hasta que su caro peinado casi rozó el de Myriam.
-No intentes separarle de sus amigos -susurró con tono de conspiración-. Puede que al principio te sientas un poco apartada, pero un hombre como Víctor no soporta que le dicten nada.
-Pero no me siento apartada -le dijo Myriam-. Los amigos de Víctor me han dado una estupenda bienvenida.
-Sus amigos de verdad -intervino Sylvia con suavidad.
Geraldín esbozó una sonrisa tensa, pero antes de que pudiera responder, apareció Vicky. Geraldín soltó un grito de delicia afectado.
-Aquí está mi pequeña. ¿No está encantadora? Ven aquí, cariño. Tengo que darte un abrazo.
Vicky retrocedió, pero no con bastante rapidez. Geraldín se agachó como un pavo real y la atosigó a besos.
-Oh, mi pobre dulzura. Eres todavía tan frágil.
-No, no lo soy -dijo Vicky, frotándose la boca con el dorso de la mano-. Estoy mucho mejor.
Geraldín suspiró.
-¡Qué valiente!
-Ya has oído a Vicky -intervino Myriam con firmeza-. Está mucho mejor. Todos lo vemos.
-Por supuesto. Por supuesto -acordó Geraldín de manera tan dramática que a cualquier niña menos inteligente que Vicky le hubiera indicado todo lo contrario.
-Cariño, ¿le dirás a papá que está aquí la señora Raye? -le pidió Myriam.
Cuando la niña se alejó, Geraldín comentó:
-La verdad es que Raye es mi apellido de casada, pero ahora que estoy libre no lo uso. He vuelto a mi apellido de soltera: Grant.
-Muy bien, señorita Grant -dijo Myriam.
Bajo la aparente calma estaba furiosa y enfadada. ¡Cómo se atrevía aquella mujer a enfrentar a Vicky a la verdad sólo por un comentario barato!
-Preferiría que no comentaras con Vicky nada acerca de su fragilidad. Ese no es el tipo de idea que Víctor y yo queremos meterle.
-Víctor y yo -musitó Geraldín con la cabeza levemente ladeada-. Lo dices con tanta naturalidad. En otro tiempo... bueno, no importa.
-No, no importa -dijo Myriam. Estaba descubriendo que aquellas contestaciones directas le estaban muy bien empleadas-. Pero, por favor, entiende lo que quiero decir. Vicky es lo primero.
-Pero por supuesto que sí -declaró Geraldín con lo ojos muy abiertos-. Todos lo entendemos. Después de todo, eso es por lo que.... Quiero decir, no hablamos de ello, pero... Víctor, querido mío -avanzó hacia Víctor que salía de entre a multitud con la mano extendida-. Oh, me moría por saber si el matrimonio te habría cambiado.
-Pregúntale a mi mujer -dijo él, señalando a Myriam con una sonrisa.
-No ha cambiado -informó Myriam-. Sigue siendo autoritario y tirano.
-¿Autoritario? ¿Y tira...?
-Tirano, querida. Después te lo deletrearé.
-Gracias a las dos -dijo Víctor con una carcajada.
Geraldín le pasó la mano por el brazo y le apartó de allí.
-Tenemos que tener una larga charla. Me muero por saber...
Los dos se desvanecieron asidos del brazo.
La fiesta avanzó uniendo a Víctor con Myriam y separándolos. Una vez, mientras se cruzaban, ella murmuró:
-Tenías razón. Vicky no puede soportarla y tiene buenos motivos. Muy divertido lo de queridita y lo de mi pobre cosita.
Víctor sonrió.
-¿Ha dicho eso?
-Sí. ¡Deberías haber visto la cara de Vicky!
-Me gustaría.
Los dos se rieron juntos y Geraldín, que los estaba mirando, se puso muy rígida.
Alguno de los invitados se pusieron a mirar los álbumes de fotos de la boda. Geraldín miró las fotografías mostrando poco interés y a Myriam le recordó a una lechuza.
-¡Oh, mira Vicky! -suspiró-. ¿No es un angelito?
Myriam notó que Vicky se ponía tensa y se apresuró a decir:
-Que no 'te engañe esa cara de inocencia. No es un angelito sino un monstruito.
Vicky se relajó, encontrando aquel comentario mucho más aceptable.
Nora entró con más comida y la multitud se congregó alrededor de ella dejando a Myriam y a Geraldín solas con el álbum.
-¡Qué perlas tan adorables! -Geraldín suspiró-. Comprendo que no te las quites.
-Son el regalo de bodas de Víctor -dijo con educación Myriam.
Geraldín sonrió:
-Tiene un gusto exquisito. Sabe exactamente qué joyas escoger para una mujer, ¿verdad? Levantó la muñeca para que se viera mejor su pulsera y se tocó las orejas. El mensaje era inconfundible. Geraldín estaba diciendo que aquellos eran también regalos de Víctor. Myriam se sintió morir, pero consiguió esbozar una sonrisa.
No importaba que Víctor le hubiera dado a aquella explosiva mujer aquellas joyas, se dijo a sí misma. Eso pertenecía al pasado y, de todas formas, no tenía derecho a que le importara.
A menos que Geraldín estuviera mintiendo. Pero, al momento siguiente, Geraldín cruzó la habitación en dirección Víctor y alzó los rubíes murmurando con un puchero:
-¿Ves? Todavía conservo tu precioso regalo.
-Eso espero -comentó él.
Myriam se tenía por una persona calmada y controlada, pero no había nada de controlado en la pasión que la desbordaba en ese momento. Odiaba a aquella mujer y no sólo por las joyas de Víctor, sino porque Geraldín había formado parte de su vida en un momento en el que ella no sabía nada.
«Tengo que detener esto», pensó con frenesí. «Soy la eficaz y resuelta Myriam realizando un trabajo. Nada más».
Pero la palabra «eficiente» se ahogó en un torrente de miseria.
-Mami -habló Vicky a su lado-. No me gusta la tía Geraldín. Nunca me ha gustado.
Myriam se repuso.
-Ni a mí tampoco, cariño. Y te daré algunas palabras más para tu diccionario. Encasillada, penosa, doble y diabólica.
-Y también serpiente de cascabel -observó Sylvia. Vicky se iluminó.
-Olvida eso -le ordenó Myriam con rapidez-. Sylvia, no la animes. En cualquier caso, es hora de irse a la cama.
-¡Oh, mami! por favor. Cinco minutos más.
-Cinco.
-Quince.
-Diez.
-Hecho.
Se estrecharon las manos justo cuando apareció Víctor diciendo:
-Es hora de irte la cama.
-Acabamos de hacer un rato -le dijo Myriam-. Diez minutos.
-Y cuando se pasen los diez minutos, ¿qué excusa buscarás?
-Ya pensaré en algo -prometió Vicky con una sonrisa.
-Desde luego que lo hará -profetizó Víctor, revolviendo el pelo a su hija con afecto.
-Estoy segura de que no -declaró Geraldín que acababa desaparecer por detrás de Víctor-. Serás una buena niña y te irás directamente a la cama, ¿verdad, cariño?
-No, no lo haré -dijo Vicky, apretando la mandíbula como cada vez que estaba a punto de crear problemas-. Mami dice que soy un terror. Y lo soy
-No seas tonta -arrulló Geraldín-. Por supuesto que no lo eres.
-Sí, lo soy.
Geraldín le dirigió a Myriam una mirada de tristeza y superioridad.
-¿Es bueno llamar esas cosas a los niños? Si sabe que se espera lo peor de ella, entonces...
-Mami es buena en ponerle nombres a la gente -dijo Vicky, animada-. A papá le llama dictador y autoritario y ha dicho que tú eres diabó...
-Vicky -la atajó Myriam con rapidez.
-Bueno, pues lo es -dijo Vicky testaruda antes de callarse.
Incluso aunque el momento se había pasado, por las carcajadas de los invitados cercanos, a pocos les caía bien Geraldín. Se contuvieron enseguida, pero no lo bastante como para que el objeto de sus risas no entendiera su significado. Geraldín cometió el error de perder la calma.
-Si quieres que te diga lo que pienso -dijo dirigiéndose a Víctor-, creo que tu hija se te está escapando de las manos. Como está enferma, la dejas decir y hacer todo lo que quiera y eso es un gran error.
-Disculpa si te ha ofendido -dijo Myriam con frialdad-. Nadie quería que eso ocurriera.
-Ella sí -explotó Geraldín señalando a Vicky, que permanecía con cara de mártir esperando las acusaciones-. La pequeña bestia siempre está intentando ponerme furiosa -se dio la vuelta hacia Myriam-. A mí no me engaña con sus zalamerias, aunque te engañe a ti. No debería estar entre gente decente. Hay sitios en los que saben cómo tratar a niños como ella.
Víctor frunció el ceño con rabia, pero antes de que pudiera hablar se le adelantó Myriam:
-¿Cómo te atreves a hablar de Vicky así? Es una niña perfectamente normal que da la casualidad de que está un poco delicada.
Geraldín arrugó la nariz con gesto de superioridad.
-¡Normal! Yo no lo llamaría así.
-Tú puedes llamarlo como quieras, mientras no lo hagas aquí -dijo Myriam con frialdad-. Buenas noches, señorita Grant. La puerta está a sus espaldas.
Geraldín dio un respingo.
-No puedes hacer eso. Soy una invitada. Víctor me ha invitado...
-Y yo te estoy echando -declaró Myriam-. Nadie que hable de mi hija así es un invitado en esta casa mientras yo sea la señora de ella. Buenas noches.
Geraldín miró a Víctor en busca de ayuda, pero él permaneció en silencio mirándola con frialdad. Con la cabeza alta, la otra mujer se dio la vuelta y salió por la puerta principal lanzando su última bomba:
-Pero, ¿cuánto crees que vas a durar siendo la señora de la casa?
Entonces salió dando un portazo a sus espaldas.


Myriam se preparó para ir a la cama esa noche con rabia. Las tensiones de la tarde la enervaron cuando se quedó a solas. Se quitó el precioso vestido y se puso un camisón de satén, el mismo que había llevado la noche de bodas. Con una ligera sensación de amargura, revisó que estuviera apretado el cordón del escote.
Cuando colgó su ropa, estuvo a punto de cerrar de un portazo la puerta del armario. Víctor, que entró a tiempo de verla, se encontró frente a una Myriam a la que no había visto nunca. Tenía los ojos tormentosos y había una aguda precisión de sus movimientos que denotaba a una mujer de temperamento enfurecido. Víctor colgó su bata y esperó a que ella hablara. Como no lo hizo, tanteó con cautela el terreno:
-Ha sido una fiesta estupenda -comentó.
-Bien.
-Has tenido un éxito rotundo. Me he sentido orgulloso de ti.
-Bien.
-No contestas más que con monosílabos. ¿Pasa algo malo?
-No tenías derecho a hacerme lo que me has hecho.
-¿Perdona?
-¿Cómo te atreves a lanzármelo a la cara sin avisarme?
-Lanzarte ¿qué?
-A Geraldín Raye. Oh, no Geraldín Grant ahora que es libre, como ella misma me aclaró.
-Yo no te la he mentido nunca. Lo hemos hablado y te he dicho que no tenía nada con ella.
-Sí, lo hiciste. Y te creí. ¡Como una tonta!
-¿Me estás llamando mentiroso?
-No sé cómo llamarte. ¿Por qué intentaste hacerme creer que no había habido nada entre Geraldín y tú?
-No he intentado hacértelo creer. No lo ha habido.
-No me trates como a una estúpida.
-Me estás llamando mentiroso.
Ella se dio la vuelta hacia él con los ojos chispeantes.
-Llámalo como quieras. No me importan las mujeres que hayas tenido. ¿Por qué debería? No es asunto mío. Pero, ¿por qué no ser franco conmigo?
Víctor sacudió la cabeza como intentando aclararse.
-¿Quieres que salga y vuelva a entrar de nuevo? Hasta ahora no me he enterado de nada.
-No me gusta que me traten como a una tonta. Me sentí tan estúpida cuando ella dijo que... bueno, lo dio a entender.
-Bueno, si sólo lo dio a entender, no se pasó mucho, ¿no crees? Ahora, lo que tienes que contarme es lo que dio a entender para que podamos llegar a algún sitio.
-Me metió esos rubíes bajo la nariz y dijo lo bien que siempre has sabido escoger las joyas para las mujeres. Deberías haberme preparado para ello, eso es todo.
Myriam se dio cuenta de que la estaba mirando fascinado.
-No irás a negar que se las has regalado tú, ¿verdad?
-No, no lo niego.
-Bueno, pues eso es todo.
Víctor la estaba mirando fijamente. De repente, rompió a reír, se sentó en la cama y se sujetó la cabeza con las manos con los hombros temblorosos.
-¿Qué es lo que te divierte tanto?
-Tú. ¡Oh, dios!
-Me alegro de producirte esas carcajadas.
-Lo siento. Debería haberte escuchado cuando me dijiste que Geraldín me había echado el ojo. ¿Cómo iba yo a pensar que ella interpretaría tanto en un simple gesto de amistad?
-Varios miles de dólares en rubíes es un simple gesto de amistad? ¿Quién eres tú? ¿El rey Midas?
-La noche en que le hice ese regalo me sentía como el rey Midas. George, su marido, me acababa de hacer ganar mucho dinero en muy poco tiempo. Salimos los tres a cenar para celebrarlo y le hice ese regalo de agradecimiento.
-¿De verdad? Si el favor te lo hizo él, ¿por qué le regalaste los rubíes a ella?
-Hubiera quedado como un tonto si se los hubiera regalado a él, ¿no te parece?
-Ya sabes lo que quiero decir.
-Le pagué a George de la forma en que un hombre de negocios sabe apreciar. Los rubíes eran un detalle para la mujer de mi benefactor. Incluso le consulté a George lo que le gustaría y se lo regalé delante de él. Nunca ha habido nada entre Geraldín y yo, menos en su mente, según parece. Te agradezco la forma en que la has tratado. Yo nunca lo hubiera podido hacer con tanta eficacia -la miró divertido-. ¿Qué la llamaste, de paso?
-No importa.
-De acuerdo -sonrió y añadió con picardía-. Se lo preguntaré a Vicky.
-No creo que debas animar a la niña a repetir algo que nunca debería haber dicho yo misma.
-No lo estropees ahora -le rogó él-. Me dejaste impresionado.
-De acuerdo. Dije que era diabólica.
-¿Eso es todo?
-También dije que era doble, penosa y encasillada.
-Desde luego, le cortaste un buen traje, ¿verdad? -sonrió-. De cualquiera menos de mi fría y contenida Myriam hubiera sospechado que se trataba de celos.
Era la gota que colmaba el vaso. Con los ojos chispeantes, Myriam se dio la vuelta para mirarlo.
-¡Cómo te atreves a decir eso! ¡Cómo te atreves! Lo único que me preocupa es Vicky.
-De acuerdo. Lo siento.
-Todo lo que hago es por Vicky y creo que es imperdonable la forma en que esa mujer ha insinuado cosas de ti y de ella. Vicky se podría haber disgustado mucho.
-¿Disgustado? ¡Y un cuerno! -dijo entre la exasperación y la diversión-. Nuestra hija fue la única que acabó con una sonrisa en la cara.
-Porque yo puse a Geraldín en su sitio, cosa que deberías haber hecho tú.
-Y lo hubiera hecho si a ti no te hubiera salido tan bien. Pensé que no me gustaría caerte mal, pero parece que me he equivocado.
-No has debido hacer ese comentario acerca de los celos. Ha sido barato.
-Deja de darle tanta importancia. Ha sido sólo una broma inocente.
-Una broma de muy mal gusto.
Con los nervios deshechos, Myriam sintió que todas las emociones que llevaba semanas conteniendo estaban desbordándosele. Se dio la vuelta intentando descargar algo de energía por otro sitio que no fuera la lengua.
Víctor la miró fijamente.
-Dios, no imaginaba que tendrías tanto carácter. Sigo sin saber muy bien qué es lo que he hecho.
-No creo que deba decir nada más. Estoy cansada y quiero meterme en la cama.
-¿De verdad? -le preguntó con leve burla-. ¿Y si yo quiero seguir peleando?
-No estamos peleando.
-Pues lo disimulas muy bien.
-¡No estamos peleando! Y no hay nada más que decir. Tú ya has aclarado el problema.
-Entonces, ¿por qué tengo la sensación de que sigues enfadada conmigo? Myriam, si hay algo que te preocupe, vamos a sacarlo a la luz.
-Ya te he dicho lo que me preocupaba.
-No, hay algo más, algo que te guardas para ti misma -extendió los brazos y la asió con firmeza-. Deja de dar vueltas por la habitación como un gato encerrado y háblame con propiedad. Myriam, ¿te desagrado?
-¿Que si qué?
-He empezado a creer que sí. Hay algo raro en tu actitud hacia mí. Estás tensa. No me dejas acercarme a ti. La otra noche, cuando me atreví a... bueno, no puedo culparte por eso. Me pasé de la raya. Pero esta noche, sólo porque haya hecho una pequeña broma acerca de los celos, te has vuelto contra mí como si me odiaras. ¿Me odias?
-Por supuesto que no. Déjeme, Víctor. Todo está bien. He sido una tonta.
-No, vamos a hablar de ello.
Ella intentó apartarse de él, pero Víctor no la soltó. En el segundo que siguió, Myriam sintió el dobladillo de su camisón bajo el pie, tropezó, se enredó el otro pie en la tela y cayó contra Víctor. El la sujetó por los brazos.
La chaqueta del pijama de él se había abierto revelando su suave torso desnudo. El pequeño cordón del escote de ella se había aflojado y los bordes se habían abierto descubriendo sus senos, alzándose y cayendo de la agitación.
El contacto de su cálida piel contra la de ella le produjo un escalofrío por el cuerpo. Intentó controlarse, pero todo su cuerpo estaba sacudido por la excitación de la rabia y aquellas nuevas sensaciones. Era agudamente consciente de cómo la estaba mirando Víctor con los labios entreabiertos y la respiración agitada. No sabía que tenía las mejillas sonrojadas y que los ojos le brillaban como nunca en su vida. Sólo sabía que la cara de él contenía una expresión de puro asombro. Fue lo último que vio antes de que él bajara la cabeza y le tapara la boca con sus labios,
Una pasión fiera y ardiente la sacudió. La última vez que la había besado había podido mantener la sensatez, pero ningún poder en la tierra podría conseguirlo ahora. Deseaba abrazarlo con todas sus fuerzas, pero no podía porque él la sujetaba con fuerza. Sus manos le tenían los brazos asidos, impidiendo que los moviera mientras que sus labios se movían con insistencia sobre los de ella. A ella la asombró la determinación con que la abrazaba. No había ningún actor, sino un hombre sacudido por sentimientos más fuertes que él mismo. Los sentidos de Myriam explotaron y se apretó más contra él, con ganas de perder todo el control.
-Víctor -jadeó.
-No deberías mirarme así, Myriam -dijo él contra su boca-. No es seguro...
Ella no quería estar segura. Quería perderse con él en su pasión mútua, pero antes de poder decírselo, él estaba rodeándola con sus brazos, aprisionándola más mientras exploraba su boca.
-Preciosa -murmuró-. Estás volviéndome loco.
-Sí, sí -jadeó ella.
Lo que deseaba con toda su alma estaba apunto de suceder. En un segundo más...
Sintió un estremecimiento en el poderoso cuerpo de él y, al momento siguiente, Víctor se había apartado. Le sintió temblar violentamente.
-¡No! -exclamó él-. ¡No!
-Víctor.
La palabra le salió como un gemido ronco.
El puso distancia entre ellos.
-Esta vez no es culpa mía -dijo él-. Estás lo bastante seductora como para hacer olvidar a cualquier hombre sus principios. Nunca antes te había visto así -se pasó la mano distraído por el pelo-. Y es porque estás enfadada conmigo. Debería recordar eso.
Ella lo miró aturdida y enseguida el sueño se esfumó.
-¿Qué estás diciendo?
-Estoy diciendo que te deseo. En este mismo instante te deseo más que nunca, pero mantengo el control. Es algo pasajero y lo conseguiré. Sólo siento haber olvidado lo que tú sentías.
-Tú no sabes lo que yo siento -gritó ella con angustia.
-Creo que sí. Lo has dejado muy claro. Ninguno de los dos somos del tipo de persona que se deja arrastrar por la locura del momento.
-¿No lo somos? ¿Es que encuentras fácil ser prudente?
-No, nada fácil. Desearía no haberte visto nunca de esa manera.
-Pero me has visto -dijo ella con desesperación-. Y me has deseado. Quizá a veces.., deberías dejar de ser tan controlado y sólo... hacer lo que deseas.
-¿Y que me odies después?
-Nunca podría odiarte, Víctor.
-No, eres demasiado amable para eso. Estoy olvidando lo mucho que debo a tu amabilidad. Yo soy de los que siempre toman, Myriam, y tú lo sabes. Nunca me había avergonzado antes, pero ahora lo estoy. Por un momento te he deseado tanto que me había olvidado de las consecuencias, pero por la mañana.
-Sí... por la mañana...
-No te preocupes -dijo-. Me voy a ir a dormir al sofá del estudio.
-¿Y si Vicky lo ve?
-Pondré el despertador pronto y volveré aquí una hora antes. Si no te importa.
-No, no me importa.
-Gracias. Me apartaré de tu camino ahora. Con esas palabras se desvaneció en el acto.

espero muchos comentarios para el lunes.....jajajajajaja

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Mensaje  QLs Sáb Feb 19, 2011 1:33 pm

aaaaaaaaaaaay noooo toda frustrada se quedooo !



muchas gracias !! me encanta !!
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Mensaje  Eva_vbb Sáb Feb 19, 2011 6:21 pm

Nooooooooooooooooooooooo x fissssssssssssss noooooooooooo hasta el lunes nooooooooooooooo queremos masssssssssss x favor,x favor,x favor,x favorrrrrrrrr esra re-buenaaaaa la novelita
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Mensaje  myrithalis Sáb Feb 19, 2011 9:09 pm

Gracias por los Caps cada vez se pone mas interesante Saludos Atte: Iliana
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Mensaje  jai33sire Dom Feb 20, 2011 12:42 am

muchas gracias por los capitulos

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Mensaje  rodmina Dom Feb 20, 2011 1:13 am


nooooooooooooooooooooooooooooo por que hasta el lunes ====== LO MEJOR UNA BODA (FINAL)======= - Página 2 517547 ====== LO MEJOR UNA BODA (FINAL)======= - Página 2 517547

que buen capitulo

no tardes esta buena buena
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Mensaje  alma.fra Dom Feb 20, 2011 2:04 am

Muchas gracias por los capitulos. Te esperaremos hasta el lunes.
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Mensaje  mats310863 Dom Feb 20, 2011 7:40 pm

NO PUEDE SER, ESTOS CHICOS NO SE PONEN DE ACUERDO, GRACIAS POR LOS CAPÍTULOS

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